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XV Encuentro FELAFACS 2015 5, 6 y 7 de octubre 2015
Plaza Mayor – Medellín, Colombia
Nombre y apellido: Gabriela Sued
Titulación: Magister en Ciencia, Tecnología y Sociedad, Universidad Nacional de Quilmes.
Afiliación institucional: Facultad de Ciencias Sociales- Carrera de Ciencias de la
Comunicación- UBA
Correo electrónico: [email protected]
Eje 3- mesa 6
Entre la interpretación y la escala: una mirada a los nuevos enfoques de las
humanidades digitales y la analítica cultural en el ámbito de la comunicación social
Palabras clave: cultura digital, big data, analítica cultural, algoritmos.
Introducción
Este trabajo tiene como objeto realizar un recorrido teórico reflexivo sobre las diferentes
perspectivas conceptuales para el abordaje de los medios de comunicación surgidos en el
paradigma de la comunicación digital adoptadas en los últimos años, con especial enfoque
en aquéllas que consideran las producciones de los usuarios en los medios digitales.
Siempre tendiendo a superar las miradas desde la tecnofobia y la tecnofilia, que no pueden
evitar ya desde sus designaciones, el juicio de valor sobre los dispositivos técnicos y sus
proyecciones en el imaginario social, deseamos enfocarnos en las perspectivas que nos
permitan realizar un análisis de las mediaciones con el objeto de desmontarlas, deconstruirlas
y encontrar sus roles en el ecosistema de medios actual.
Como objetos dinámicos y cambiantes, las mediaciones digitales pueden ser abordadas desde
diferentes perspectivas. Por ejemplo, en relación a las prácticas tecnoculturales de los
usuarios, teniendo en cuenta sus usos para la construcción de identidad y sociabilidad, o en
relación al posicionamiento de los usuarios como productores de cultura. Pero también
podemos situarnos en relación a la deconstrucción sociotécnica de las grandes plataformas
de datos y sus procesos de subjetivación y des subjetivación, a través del diseño de algoritmos
y software social.
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Estos particulares procedimientos automatizados de procesamiento y caracterización de
información relevante llevan a cabo constantes negociaciones entre construcciones de
subjetividades, por un lado, y construcción de ingentes bases de datos con información
totalizadora sobre los consumos y las preferencias de aquellos usuarios que usan las
tecnologías para su propia cotidianeidad pero también para su empoderamiento y expresión.
En este sentido, considerando la gran escala del flujo de producción, circulación y consumo
de información que conllevan las mediaciones digitales, se introducen las dimensiones del
análisis cuantitativo de datos culturales, a través de conceptos relativamente nuevos, como el
big data, la analítica cultural y los estudios del software.
Tecnología, conocimiento, crítica tecnológica
En la medida que la digitalización de información aumenta en cantidad e incide más
profundamente en las prácticas de producción, consumo y circulación de significados, así
como también en la construcción de las subjetividades propias de nuestra época (Turkle,
1997) pero también de procesos de desubjetivación según algunos autores por ejemplo
Agamben (2015), surgen nuevas perspectivas para el abordaje analítico y la comprensión
conceptual de los objetos culturales producidos digitalmente. La producción de
metodologías analíticas y crítica tecnológica es dinámica y cambia constantemente, al tiempo
que la constitución de los objetos digitales también lo es, y la interrelación entre la vida on
line y la vida off line se vuelve cada vez más estrecha. Tal vez más que nunca en otros
momentos de la sociedad y la cultura, vivimos un interesante momento de cambios
acelerados en los modos en que se relacionan información, tecnología, cultura,
conocimientos y subjetividades.
Audiencias participativas y cultura de la convergencia
Unos años después de que los “cibernautas” o los “navegantes” comenzaran a la WWW como
espacio de consulta no lineal de información archivada, dos importantes cambios modelaron
la Web como la conocemos: la Web 2.0 (O’ Reilly, 2005) y Google (Vaidhyanathan, 2010).
La primera surgió como respuesta entrópica al desmoronamiento de las grandes empresas
proveedoras de contenidos que en 1999 cotizaban en la bolsa de Nueva York, y depositó la
producción de contenido en manos de los usuarios finales. La World Wide Web se reinventó
a sí misma cambiando al gran portal concentrador de audiencia por la larga cola de audiencias
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atomizadas, sustituyendo al usuario navegante por el usuario productor de blogs, wikis y
fotologs, “padres fundadores” de las actuales redes sociales. El pasaje de la lectura a la
producción de publicaciones digitales personales se apoya sobre una economía de la atención
diferente, donde tal vez por primera vez en la historia de las mediaciones, la oferta de
contenidos supera a la demanda, y donde la auto-publicación vuelve simple el proceso de
escribir, y complejo el de encontrar lectores. Las primeras formas de audiencias productoras
tuvieron lugar en el periodismo participativo, impulsado además por la difusión de las
tecnologías móviles, algunos movimientos sociales aislados, coordinados por móviles, y por
la participación de fanáticos de ficciones en foros ad-hoc.
Durante algunos años estuvimos metidos allí, o dentro de las culturas participativas en
general: exploramos muy de cerca las narrativas confesionales, multimediales, egocéntricas,
descentradas, persuasivas y transmediales de las audiencias digitales. Nos guiaron la teoría
de las audiencias participativas de Jenkins (2008), las teorías de la inmersión de Murray
(1999), las de la subjetividad mediadas por tecnologías de Turkle (1997). Pero las redes
sociales ponían en foco un problema que hasta ese momento no habíamos abordado más que
en la develación de datos cuantitativos: el problema de la escala de la información producida
cotidianamente en la Web, presionaba fuertemente sobre varios aspectos: las prácticas
socioculturales de repente devinieron prácticas virtuales móviles, dinámicas, en tiempo real
y cuantitativamente gigantescas. De repente, la cultura no podía pensarse sin software, sin
móvil y sin escala (Manovich, 2011).
Los objetos digitales y el problema de la escala de la información
A diferencia de los generados por otros períodos culturales, los objetos digitales tienen dos
particularidades: son producto de la convergencia entre la acción de corporaciones
mediáticas con sede total o parcial en la red Internet, y la participación activa y colectiva de
los usuarios de tecnologías digitales. Pero además son producidos mediante lo que Manovich
(2013) denomina “software cultural”: “en el sentido de que es usado por cientos de millones
de personas y que acarrea “átomos” de cultura (medios e información, además de
interacción humana en torno a estos medios e información) - es sólo la parte visible de un
universo de software mucho más amplio.”
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Las participaciones de los usuarios en las redes sociales biográficas como Facebook, de
microblogging, como Twitter, de producción audiovisual, como YouTube, de fotografía,
como Instagram, o las recurrentes prácticas de búsqueda en plataformas como Google son
paradigmáticas de la convergencia cultural, y constituyen prácticas habituales y significativas
para los propios usuarios, para otros destinatarios y hasta para los medios masivos de
comunicación, que recurren a ellos para producir noticia de varios modos. Siendo que los
múltiples espacios de la comunicación individual y social se encuentran atravesados por
prácticas de este tipo, su análisis y comprensión se hacen necesarias. Pero dada la gran escala
y la velocidad con que se concretan estas prácticas, las miradas cualitativas e interpretativas
sobre estos fenómenos suelen ser insuficientes a la hora de su análisis. En los últimos años
surgieron abordajes trans-disciplinarios que tienen en cuenta tanto el problema de la cantidad
de la información producida como el significado de las prácticas culturales que puede
atribuirse a esa producción. Pero en estos últimos ejemplos, la dimensión de la escala de las
interacciones es sumamente trascendente. Según el sitio LiveStats, que brinda estadísticas de
Internet en tiempo real, cada día se suben cerca de 60 millones de fotos a Instagram, se
escriben 350 millones de twits, se ven tres mil ochocientos millones de videos en YouTube,
se postean cerca de dos milones de publicaciones en Blogger. La interacción entre producción
de información a gran escala, software y usuarios se instala cotidianamente en nuestras
prácticas culturales, cada vez más modeladas por un software del que poco conocemos. En
consecuencia, los investigadores sociales también necesitamos de un uso intensivo de
software para poder comenzar a dar cuenta y a comprender la importancia cultural de estas
recientes producciones digitales.
Humanidades digitales, analítica cultural: nuevas perspectivas para el análisis de la
cultura del software
Resultado del uso intensivo de las tecnologías informáticas en el análisis de objetos culturales
y humanísticos, cuya investigación fue tradicionalmente conferida a los instrumentos propios
de la escritura textual, abordajes como los de las humanidades digitales (Berry, 2011; Hayles,
2012 ), la analítica cultural (Manovich, 2007) y la culturomía (Michel et al, 2013) han
avanzado en la construcción de instrumentos teóricos y prácticos, basados en software, para
el procesamiento, el análisis y la interpretación de grandes cantidades de datos culturalmente
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significativos, combinando elementos como el procesamiento informático de datos, nuevas
formas de visualización de información y nuevas modalidades de lectura (Moretti, 2007;
Piscitelli, 2011, 2013a).
A través del dictado de un curso de grado centrado en humanidades digitales, en 2013
accedimos al andamiaje teórico conceptual que podía abordar grandes cantidades de objetos
culturales, fueran éstos primariamente digitales o no, a partir del uso intensivo de tecnologías
digitales para su procesamiento, presentación e interpretación. Así, incorporamos nuevos
autores a nuestra vieja epistemología. Leímos a Lev Manovich (2011) , a quien veníamos ya
siguiendo en su caracterización de los lenguajes digitales, a Franco Moretti (2007) con su
metodología de distant reading, a David Berry (2011) y Kathie Hayles (2012) con el trazado
de una genealogía del conjunto de actitudes, prácticas, y conceptos para el análisis de objetos
culturales a escala, y nos dispusimos, mediante ese sistema recientemente incorporado, a
elaborar algunas investigaciones junto a nuestros alumnos, que tocaban puntos centrales de
la analítica cultural y las humanidades digitales, por ejemplo, el trabajo con corpus amplios
de información, la visualización de información como artefactos de presentación de
resultados pero a la vez como posibilitadores de la develación de información no evidente,
del surgimiento de nuevas interpretaciones de viejos fenómenos, o de la comprensión de
objetos “nativamente” digitales sobre los que poco se había trabajado, al menos en esta
dirección.
Podemos reconocer tres etapas de las humanidades digitales, que vinculan el uso de
dispositivos tecnológicos digitales a las prácticas asociadas a las ciencias sociales y humanas,
tradicionalmente ligadas al soporte analógico del papel, y al pensamiento lineal del texto.
Ahora bien, a lo largo de los últimos quince años, estas áreas del conocimiento han empleado
en forma creciente tecnologías digitales para llevar a cabo sus tareas de investigación.
Comenzando siendo tecnologías de apoyo que tenían un papel periférico en el diseño de las
investigaciones (correo electrónico, búsquedas en Internet). A éstas se refiere el especialista
David Berry como Primera Ola de Humanidades Digitales . Una segunda etapa consistió en
la digitalización de repositorios y grandes cantidades de datos originalmente analógicos, para
su preservación y consulta. Como ejemplo, es muy interesante en este sentido el proyecto
que lleva adelante la Biblioteca de la Facultad de Humanidades de la Plata, que se encuentra
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en estos momentos digitalizando los archivos de manuscritos del gran escritor Manuel Puig.
Finalmente, la tercera ola se caracteriza por la interacción entre objetos de estudio y
preguntas del campo de las humanidades y las ciencias sociales y la intervención activa de
tecnologías digitales que determinan directamente el diseño de la investigación, y su
capacidad de formular interrogantes y construir interpretaciones.
Lev Manovich es un teórico de los medios ruso, radicado en Estados Unidos desde la década
del ‘80. Su área de interés son los medios digitales y sus objetos de estudio han variado a lo
largo de los años. Comenzó por relacionar arte y tecnologías, dado que él mismo ha
producido obra artística, y siguió intentando caracterizar teóricamente los medios digitales,
llamados por él “nuevos medios” y la reconfiguración de los medios tradicionales en su
fusión con los nuevos medios, tal el caso del cine digital. De pasar a pensar teóricamente en
los nuevos medios, Manovich pasa a reflexionar sobre el software, a partir de una pregunta
general: si el software es necesario para la producción de nuevos medios, no estaremos
pasando de una etapa de predominio de medios a una etapa de predominio del software? En
este sentido, la computadora no es un medio de comunicación, sino un metamedio: una
máquina productora de medios. Para poder contestar esta pregunta, Manovich se propone
ahondar en las características del software, pero no de cualquier tipo de software, sino del
que él denomina “software cultural”, aquél que es usado masivamente por millones de
personas para producir “átomos culturales”, o podríamos decir, productos semióticos: textos,
imágenes, animaciones, interacciones en tiempo real, mapas, publicación de contenido on-
line. Manovich despliega en elegantes wall displays de pared entera, millones de fotografías
tomadas por los usuarios de Instagram para descubrir qué imagen de la ciudad de Tel Aviv
surge a partir de la mirada de sus habitantes y turistas, o despliega todas las tapas de la revista
Times desde su aparición en 1945, descubriendo saltos y regularidades en la estética visual
de la revista, o millones de selfies tomadas por usuarios de redes sociales, en un intento de
construcción de una “gramática de la selfie”.
Franco Moretti es un catedrático italiano, especialista en literatura, que tiene su centro de
trabajo en la Universidad de Stanford (http://litlab.stanford.edu/). Nacido en Roma en 1959
se mudó a Estados Unidos luego de haber brindado un par de conferencias que dejaron
sorprendidos a sus pares americanos. Los recientes hallazgos de Franco Moretti respecto de
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la “lectura distante” deben ser leídos en un momento de cambio en las prácticas de la lectura.
Tanto el crecimiento exponencial de la cantidad de información como la variación de los
soportes de lectura como los dispositivos de producción, almacenamiento y circulación
textual demandan un cambio en el modo de leer propio de la imprenta, al que Moretti
denomina close reading (lectura cercana) ¿Será la “lectura distante”, es decir, el viraje de la
interpretación del texto a la interpretación de mediaciones cuantificadoras el cambio de modo
de leer que exige este momento?
No podemos negar que la idea de tomar distancia para poder examinar un gran corpus de
información nos es sumamente atractiva. Y si bien Franco Moretti sitúa sus indagaciones
centralmente en el terreno literario, nos interesa más que nada como una nueva forma de leer,
muy acorde a los tiempos que corren. La idea de Moretti es muy simple: cuantificar la
literatura, y leerla en base a tres nuevas disposiciones, provenientes, además, de otras
ciencias: la historia cuantitativa, la geografía y la teoría evolutiva. Estas son los gráficos, los
mapas y los árboles. Con lo cual, los textos en sí mismos dejan de ser el objeto de la lectura,
sino que pasan a serlo estas tres abstracciones, construidas a veces artesanalmente, y a veces
con la ayuda del procesamiento informático .Cuando realizó el Atlas de la literatura europea
1, Moretti se hizo la siguiente pregunta: ¿cómo desarrollar la tarea del crítico si durante el
siglo XIX se publicaron en Europa entre 20.00 y 30.000 novelas? ¿Cuántas podría leer un
crítico de ese total? ¿Tal vez unas dos mil? ¿Qué queda dentro y qué queda fuera de ese
corpus? ¿No se define así un tema de poder en el abordaje sesgado de un corpus?Un campo
tan vasto, dice Moretti casi textualmente, no se comprende mediante un caso aislado, sino de
un sistema colectivo, de un todo, que se trata de ver y de estudiar como tal.Ese “todo”, ese
“sistema colectivo” serán lo que Moretti denomina tres artefactos, o artificios (textualmente:
objetos artificiales), que son los gráficos, los mapas y los árboles. Objetos que proceden de
otras ciencias, que no son las literarias, y que son el resultado de un proceso de abstracción,
de un alejamiento del texto concreto (que sí es materia de la literatura). Entonces, los gráficos
nos permiten tomar distancia del texto, y si bien perdemos algunos detalles sobre éste,
podemos ver no tanto el texto, sino las relaciones entre textos: qué las une, qué formas dibujan
a lo largo del tiempo, qué regularidades se encuentran en esas figuras, y luego, relacionar
1 http://www.versobooks.com/books/145-atlas-of-the-european-novel-1800-1900
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esas formas con otras variables.El trabajo de Moretti ya tiene varios años, y sus proyectos
abarcan tanto temáticas literarias como informativas. Sus primeros proyectos abarcaron los
temas clásicos de la historia de la literatura: periodizaciones y surgimiento de nuevos géneros
en la novela inglesa europea y burguesa del siglo XIX, el estudio de las obras de Shakespeare,
la melodía en la poesía alemana, y así. Por ejemplo, para estudiar las obras de Shakespeare
usó un programa llamado Docuscope
http://www.cmu.edu/hss/english/research/docuscope.html, desarrollado por la Universidad
de Carnegie Mellon (desde 1998). Este software puede reconocer más de cuarenta patrones
de uso del idioma inglés y agruparlo en más de cien categorías retóricas.La metodología de
la lectura distante permite hacer una lectura de la totalidad de la producción literaria de un
período dado, y no simplemente de una parte (que puede ser la mejor, la consagrada, la
clásica). Se basa en la construcción de tres tipos de dispositivos: gráficos, mapas y árboles.
A partir de ellos, Moretti puede hacer tres tipos de operaciones: periodizar (gráficos) y
describir ciclos, localizar y relacionar (mapas) y agrupar o clusterizar (árboles) relaciones
entre personajes, palabras de alta frecuencia que permiten identificar los sentimientos,
colores, lugares mayormente referenciados por todas las novelas de un período.Actualmente,
diversos centros académicos en el mundo, aceptan este cambio y se avocan al desarrollo y
aplicación de software al análisis de grandes sets de datos culturalmente significativos
abordables sólo desde su digitalización, y analizados con minería de datos (a partir de la
programación de software especializado que permita procesar información cultural y así
poder analizarla e interpretarla a la luz de nuevas evidencias generadas por estos nuevos
métodos. La formación de Asociaciones de Humanidades Digitales que aúnan esfuerzos entre
académicos de diversos centros de estudios del área es un hecho global y también local.
Continuando esta línea de trabajo, en el año 2014 empleamos nuevamente la mirada de las
humanidades digitales para centrarnos en la comprensión de la plataforma YouTube como
espacio de producción de objetos culturales y por ende, significantes (Burgess and Green,
2009). Considerando, además que YouTube no sólo almacena productos significativos, sino
que ella misma es un objeto significante, con un lugar significativo en la ecología de los
medios de comunicación, construida a partir de actores sociales heterogéneos, interfaces
simples y prácticas tecnológicas complejas, en proceso de construcción socio-técnica donde
la plataforma que pertenece a Google termina enrolando tanto a las grandes empresas del
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entertainment a partir de contratos y negociaciones que las cubren de las violaciones de
copyright, como a los usuarios productores de contenido, así resulten personajes famosos y
exitosos que salten al mainstream gracias a su exposición masiva.
De la analítica cultural a la crítica analítica
Habiendo culminado un proceso que nos permitió entender el lugar activo que juegan los
usuarios en las redes sociales, estaríamos viendo sólo el lado claro de la luna, mientras que
el oscuro se nos perdería en un mar de selfies, remixes, mapeados y visualizaciones. La
comprensión de la significación de la convergencia cultural entre plataformas y usuarios no
es una cuestión simple ni es vista unívocamente por la crítica cultural. Por un lado, están las
ya mencionadas perspectivas derivadas de los estudios ingleses de audiencia, que adjudican
roles activos y significativos a audiencias y usuarios, considerando que sus producciones
dejan huella y pueden ser abordadas como parte de una producción cultural colectiva.
Observamos que en los últimos años la crítica tecnológica ha crecido certeramente en la
comprensión de los medios digitales y su rol en sociedad, la política, la cultura, la política, el
conocimiento. Se abren nuevas controversias, aparecen conceptos que se estabilizan en el
campo: filtrados burbuja, arquitecturas de pares, post humanismo, big data, temáticas de
discusión obligada: movimientos sociales y redes sociales, tecnologías de control y
robotización de los sentimientos, algoritmización de la cultura y el entretenimiento, así como
también movimientos totalitarios de las plataformas que esquivan los derechos y reclamos
de los usuarios en relación al archivo o la supresión de sus datos personales de los buscadores.
Pensar en la escala de la información no solamente como un punto de llegada para
comprender, sino como una oportunidad para legarle nuestra vida a las grandes arquitecturas
tecnológicas, erigidas como los oráculos de la actualidad, es también tarea de las
humanidades digitales. Pensar el post humanismo pero en escala, deconstruir los algoritmos
de búsqueda y de filtrado, proponer negociaciones entre los usuarios que producen y las
plataformas que reutilizan, pensar alternativas donde la algoritmización contribuya al
mejoramiento de la calidad de la información a la que los usuarios de las redes acceden,
puede ser el próximo desafío de las humanidades digitales. Sin este aspecto, sólo seremos
procesadores de información de discursos ya legitimados socialmente. En eso estamos.
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