MUÉVASE - HarperCollins Christian Publishing · Suena a locura, lo sé, pero permítame explicarme. Sigo encon - trándome con oradores, libros, blogs y conferencias enfocados en

MUÉVASEa MÁS

Las sorpresas ilimitadas de un Dios fiel

Choco De Jesús

titlepage_Move_into_More.indd 3 2/19/18 3:24 PM9780829767759_Muevase a mas _int.indd 3 2/20/18 11:48 AM

“El pastor Choco dirige con el ejemplo. En Muévase a más, comparte testimonios personales conmovedores de cómo el vivir en la plenitud de Cristo ha transformado su vida, su iglesia y la vida de las personas que lo rodean. Este libro ayudará a otras a experimentar esta misma vida rica y abundante”.

—Roma Downey, actriz y productora, presidenta de LightWorkers Media

“El pastor Choco tiene compasión por las personas per-didas, las que sufren y las oprimidas. Muévase a más nos recuerda que servir a otros debe ser una prioridad para todos los seguidores de Cristo. Recibimos bendiciones de Dios cuando vertemos bendiciones sobre las vidas de otros”.

—Kirk Cameron, actor y productor

“Muévase a más es para toda persona que desea conocer las bendiciones de Dios. Por medio de principios bíblicos y ejemplos, el pastor Choco ayuda a los lectores a comprender la importancia no solo de recibir las bendiciones de Dios, sino también de compartirlas con liberalidad”.

—Ed Stetzer, catedrático distinguido Billy Graham en Wheaton College

9780829767759_Muevase a mas _int.indd 5 2/20/18 11:48 AM

La misión de Editorial Vida es ser la compañía líder en satisfacer las necesidades de las personas con recursos cuyo contenido glorifique al Señor Jesucristo y promueva principios bíblicos.

MUÉVASE A MÁSEdición en español publicada porEditorial Vida – 2018Nashville, Tennessee© 2018 Editorial VidaEste título también está disponible en formato electrónico.

Originally published in the U.S.A. under the title: Move into More Copyright © 2018 por Wilfredo De JesúsPublished by permission of Zondervan, Grand Rapids, Michigan 49530.All rights reserved. Further reproduction or distribution is prohibited.

Editora en Jefe: Graciela LelliTraducción y edición: Belmonte traductoresAdaptación del diseño al español: Grupo Nivel Uno, Inc.

A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas han sido tomadas de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional® nvi® © 1999 por Biblica, Inc.® Usada con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.

Las citas bíblicas marcadas «tla» son de La Traducción en Lenguaje Actual © 2000 por Sociedades Bíblicas Unidas. Usada con permiso.

Las citas bíblicas marcadas «ntv» son de la Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. Usada con permiso de Tyndale House Publishers, Inc., 351 Executive Dr., Carol Stream, IL 60188, Estados Unidos de América. Todos los derechos reservados.

Las citas bíblicas marcadas «rvr60» son de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960 © 1960 por Sociedades Bíblicas en América Latina, © renovada 1988 por Sociedades Bíblicas Unidas. Usada con permiso. Reina-Valera 1960® es una marca registrada de la American Bible Society y puede ser usada solamente bajo licencia.

Todos los derechos reservados. Ninguna porción de este libro podrá ser reproducida, almacenada en ningún sistema de recuperación, o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio —mecánicos, fotocopias, grabación u otro—, excepto por citas breves en revistas impresas, sin la autorización previa por escrito de la editorial.

Los enlaces de la Internet (sitios web, blog, etc.) y números de teléfono en este libro se ofrecen solo como un recurso. De ninguna manera representan ni implican aprobación o apoyo de parte de Editorial Vida, ni responde la editorial por el contenido de estos sitios web ni números durante la vida de este libro.

ISBN: 978-0-8297-6775-9

CATEGORÍA: Religión / Vida Cristiana / Crecimiento Espiritual

IMPRESO EN ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICAPRINTED IN THE UNITED STATES OF AMERICA

18 19 20 21 LSC 9 8 7 6 5 4 3 2 1


ÍNDICE

Prólogo: por Mark Batterson 9

Más de lo que el ojo alcanza a ver 11

1. Marcado por Dios para más 19

2. Llamado para más 39

3. Vivir en el más de hoy 59

4. Precursores del más 75

5. Frenos para el más 91

6. No se quede sin su más 113

7. Cuando menos es más 131

8. Arriesgarse para más 151

9. Las bendiciones de una vida con más 169

10. La plenitud de una vida con más 187

Notas 207


9

PRÓLOGO

Nunca es suficiente.Ese es el mensaje que cada vez con más frecuencia oigo decir

a la gente, a cristianos y a no cristianos por igual. No tengo tiempo suficiente. No tengo dinero suficiente. No tengo energías suficientes para hacer todo. No tengo suficiente gozo. No tengo suficiente paz. No tienen suficiente esperanza para creer que experimentarán lo que más anhelan.

A pesar de tener más posesiones y avances tecnológicos que nin-guna otra cultura en la historia, hemos caído en una “mentalidad de escasez”, un término que los psicólogos usan para las personas que han sufrido una privación extrema y por consiguiente suponen que lo suficiente nunca es suficiente. Por lo general, este término se aplicaba a individuos que crecían en la pobreza extrema, a supervivientes de guerra u otras condiciones catastróficas que hacían que la super-vivencia básica fuera una lucha diaria. Solo en la actualidad, tener una mentalidad de escasez se ha convertido en una configuración emocional por defecto.

Pero esa es la experiencia opuesta a lo que se supone que debería ser la vida cristiana. Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10.10). Repetidas veces en la Biblia vemos el mismo mensaje: Dios “puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra


10

Muévase a más

eficazmente en nosotros” (Efesios 3.20). Se nos ha dicho: “Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá” (Mateo 7.7).

Por lo tanto, es obvio que existe un problema, una desconexión en algún lugar. Debido a que Dios ha prometido a sus seguidores un sentimiento de plenitud y abundancia, una satisfacción y contenta-miento, ese “más de la vida” que siempre hemos conocido tiene que ser parte de la razón por la que estamos aquí en esta tierra. Sin embargo, muchos de nosotros no lo estamos experimentando.

Por esta razón, estoy muy contento de que mi amigo y pastor Choco De Jesús haya tratado este problema en un estudio poderoso, exhaustivo y verdaderamente inspirador de lo que significa vivir en la plenitud que Dios nos promete. No conozco a nadie mejor califi-cado que el pastor Choco para guiarnos en una exploración de lo que significa moverse hacia el más de la vida. Él es uno de los seguidores de Jesús más gozosos, pacíficos e intensamente apasionados que conozco. Vive claramente en esa plenitud, esa vida abundante que Jesús dijo que vino a dar.

Choco conoce muy bien lo que es el más. No se trata de posesio-nes o de una felicidad constante, ni del tamaño de la cuenta bancaria. Pura y simplemente se trata de conocer a Dios y de confiar en Él como su fuente para todo. Se trata de acercarse más a Él y de moverse hacia Él más; más para disfrutar, más para compartir, más para invertir en lo que más importa.

Por lo tanto, si está agotado por no tener nunca suficiente, si no tiene energía y se pregunta por qué la vida parece tan dura, entonces este libro es para usted. Prepárese para encontrarse con el Dios vivo y el poder, el propósito y la provisión del Espíritu Santo. ¡Prepárese para moverse hacia el más!

—MARK BATTERSON


11

In t r o d u c c i ó n

MÁS DE LO QUE EL OJO ALCANZA A VER

“Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente ha imaginado lo que Dios tiene preparado para quienes lo aman”.

—1 CORINTIOS 2.9, ntv

Menos es el nuevo más.Suena a locura, lo sé, pero permítame explicarme. Sigo encon-

trándome con oradores, libros, blogs y conferencias enfocados en ayudar a la gente a tener menos: menos cosas acumuladas en los hoga-res, menos actividades y responsabilidades que llenan sus agendas y distracciones limitadas de los medios de información, recursos en línea y redes sociales. Nos hemos agobiado tanto al “tenerlo todo”, que ahora necesitamos ayuda para “perderlo todo” a medida que excava-mos y nos encontramos de nuevo a nosotros mismos. Como destacó el escritor Kyle Chayka en un artículo reciente de la revista New York Times: “La gente que lo tiene todo, ahora parece preferir no tener nada en absoluto”.1 Esta es la consecuencia de demasiada autoindulgencia,


12

Muévase a más

el consumismo del consumidor y una actitud de “nunca es suficiente” hacia las posesiones materiales.

La ironía para mí – alguien que creció siendo un niño pobre puertorriqueño en uno de los barrios más violentos de Chicago, es la motivación que va detrás del interés de “menos es más”: es el mismo deseo interno que todos tenemos de algo más en nuestra vida. Así que ¡querer menos realmente tiene que ver con anhelar más! Nuestra cultura ha despertado nuevamente al hecho de que acumular cosas materiales no es la respuesta. No solo nos estamos dando cuenta de que tener demasiado obstaculiza nuestra vida; también estamos reco-nociendo una ausencia de gozo, paz y satisfacción.

Intentamos entrar en contacto con un anhelo espiritual, un vacío dentro de nosotros que solo Dios puede llenar. No tiene nada de malo —y si es correcto— que nos deshagamos de cosas que no necesitamos en nuestra vida. Pero también tenemos que reconocer ese anhelo de más que arde en nuestro interior. Tener más cosas no lo llenará. Tener menos cosas tampoco lo llenará.

Solo Dios puede darnos el más que anhelamos.

Nunca es suficiente

Durante mi infancia, nunca había suficiente. No había comida suficiente en casa, no había tiempo suficiente

para la escuela y el trabajo, no había dinero suficiente en el bolso de mi madre. Mi madre usaba el humor para ocultar nuestra falta de dinero. Yo

le pedía dinero y ella me respondía con un: “Sí claro, déjame ir a traerlo al árbol de dinero que tenemos en el patio de atrás”. O yo le preguntaba: “¿Por qué tenemos que vivir de la asistencia social?” y ella


13

Más de lo que el ojo alcanza a ver

me respondía: “Porque nuestro árbol de dinero todavía no ha crecido lo suficiente”. Nos reíamos y eso nos ayudaba a olvidarnos de nuestras preocupaciones.

Al criarme en Humboldt Park, un barrio de Chicago notoria-mente violento, rápidamente aprendí a no desear mucho, no esperar mucho, ni soñar con mucho. Así era la vida. Mi papá había abando-nado a nuestra

familia, dejando a mi mamá con seis niños a los que debía criar. Ella hacía todo lo que podía, pero éramos como muchas otras familias puer-torriqueñas en ese entonces: con pocos recursos y muchos problemas. Problemas como pandillas, drogas y brutalidad policial. Problemas que seguían como un ciclo también en cada nueva generación.

Yo veía a mis hermanos metidos en las pandillas y me preguntaba por qué no podían ver lo que estaban haciendo. Veía a amigos, vecinos y familiares luchando con adicciones, abuso doméstico y violencia en las pandillas. A la edad de doce años, yo estaba parado en la esquina de un pequeño supermercado, paralizado por la airada turba que llegaba y saqueaba en las calles cercanas a donde yo estaba. Y en todo eso, yo seguía pensando que tenía que haber algo mejor. Tenía que haber más.

A los catorce años, supe que había encontrado algo. Me inscribí en un programa de trabajos de verano y me asignaron un lugar de la comunidad que resultó ser una iglesia. Mi familia practicaba un catolicismo cultural, así que yo tenía cierta conciencia de Dios, Jesús y la Biblia. Pero las personas, especialmente los otros niños como yo, que conocí en esta iglesia eran distintos a todos los que había conocido en mi corta vida.

Eran de los mismos vecindarios maltratados y hogares con un solo padre como el mío, pero tenían algo más. Había una sinceri-dad, un gozo auténtico, una forma de ser pacífica que me resultaban


14

Muévase a más

totalmente ajenos. No tenían esa ira, desconfianza y escepticismo que se habían vuelto epidémicos y yo no era capaz de entenderlo. Cuando un grupo de adolescentes preguntaron si podían orar conmigo y des-pués me rodearon en círculo, ¡yo me dispuse a pelear!

Sin embargo, no estaban ahí para hacerme daño y simplemente querían compartir el amor de Jesús, el cual parecía ser la fuente del “más” en sus vidas. Sabía que quería lo que ellos tenían, así que oré y rendí mi corazón a Dios. De inmediato sentí el Espíritu de Dios de una forma que solo se puede describir como sobrenatural y realmente transformadora. No mucho después de este encuentro con Cristo, acompañé a mis nuevos hermanos y hermanas cristianas a una con-ferencia, un evento que me prometieron que añadiría combustible al fuego de mi fe. La conferencia anunciaba predicadores extraordina-rios, maestros de la Biblia y oradores. Tras el servicio principal, yo estaba llorando, conmovido por el Espíritu de Dios en mi interior y sentí el impulso de caminar hasta el altar donde otros orarían por mí.

Al arrodillarme en esos escalones alfombrados, yo, un niño de catorce años que se estaba convirtiendo en un hombrecito, algo increí-ble sucedió. Una señora mayor vino directamente hacia mí, sonriendo. Puso sus manos en mi hombro y comenzó a orar. Me dijo que Dios me había ungido para cosas asombrosas, para hacer avanzar Su reino. Dijo: “Dios tiene un mensaje para ti: Yo te he llamado a ser un gran líder. Permanece en mi camino. Bendeciré a los que te bendigan, y maldeciré a los que te maldigan”. En ese entonces, sinceramente no tenía ni idea de lo que ella estaba diciendo, pero agradecí el trato tan amable que tuvo conmigo.

Unos veinte minutos después, mientras salía del hotel donde se estaba realizando la conferencia, algo realmente extraño —extraor-dinario, raro— ocurrió. Acababa de subirme al elevador cuando un empresario muy bien vestido apareció por las puertas cuando se


15


estaban cerrando. Se sonrió conmigo y aunque no tenía miedo de él, algo en él hizo que el vello de mi nuca se erizara.

“¿No lo sabes?”, dijo él todavía sonriendo. “Te he llamado para que seas un gran líder. Permanece en mi camino. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan”.

Vaya, pensé, debe ser algún familiar de la señora que oró por mí. Quizá este hombre era su esposo.

¿Quién sabría que un viaje en elevador podría parecer tan tarda-do? —pero este es el punto clave de esto, un mensaje casi idéntico a lo que la señora había orado, menos de una hora antes.

Cuando el elevador se detuvo, ¡ding!, yo en voz muy baja dije un rápido “gracias” y me alejé corriendo antes de que ese hombre comen-zara a asustarme de veras. No pude saber lo que era en ese entonces, pero algo acababa de ocurrir en ese elevador, algo sobrenatural que me afectaría por el resto de mi vida.

Descubrir más

He pensado en ese momento crucial muchas veces, durante los treinta años que han transcurrido desde que eso sucedió. No solo me recuerda el amor y el poder de Dios en mi vida, sino que cuando ocurren ciertas cosas, pienso: ¡Ajá! Esto debe ser lo que querría decir esa palabra profética que me dieron hace tantos años. Como líder voluntario de jóvenes de la misma iglesia donde invité a Jesús a entrar en mi vida, pensé que había descubierto más de Dios. Después, cuando me ascendieron a líder regional de jóvenes en nuestra denominación, me di cuenta de que debía haberme equivocado: esto era el más.

Unos pocos años después me acordé del hombre del elevador cuando me convertí en pastor (a pesar de que eso era lo que yo menos


16

Muévase a más

quería —detalles de esto, más adelante). Seguro, pastorear una igle-sia en Humboldt Park, el vecindario infestado de pandillas donde había crecido, era el “más” que me habían anunciado. Pero entonces nuestra iglesia comenzó a crecer, con nuevos ministerios que surgían durante el camino y después con nuevas sedes que brotaban en otras partes en la gran área de Chicago. Después, el Señor verdaderamente hizo un milagro y nos dio una propiedad para que construyésemos nuestra iglesia principal situada justo en medio de Humboldt Park. Seguidamente, me di cuenta de que había aparecido en la portada de la revista TIME —yo, Choco del vecindario—. Seguro que eso era el más, ¿verdad?

Cada vez que me encontraba en una nueva posición de influencia o etapa de ascenso, siempre suponía que eso era finalmente la promesa. Pero al acercarme a lo que Dios me dio y seguir su dirección, siempre me encontraba dando otro salto de fe, otro paso gigantesco hacia algo con lo que nunca había soñado, y mucho menos intentado, por mí mismo.

Al ir de puerta en puerta, paso a paso, he descubierto que Dios siempre tiene más. No solo nunca llegamos donde pensamos que esta-remos, sino que nunca llegamos a la cima en esta vida. Puede que nos sintamos estancados en una meseta, pero no es porque Dios no tenga más para nosotros. ¡Siempre hay más! Jesús nos dijo: “Yo he venido para que todos ustedes tengan vida, y para que la vivan plenamente” (Juan 10.10, tla). Esta vida plena, abundante y satisfactoria no tiene que ver con la riqueza y las posesiones materiales. No se trata de fama y poder político o personalidad famosa. ¡El más de Dios es mucho mejor! Es infinito, no hay un techo para lo que Dios puede hacer cuando usted se lo permite.

Quizá está pensando: “Eso está bien para usted, pastor Choco. Estoy contento de que usted tuviera una experiencia poderosa e impresionante,


17


que revela el más de Dios para su vida. Pero a mí nunca me ha ocurrido nada parecido a eso. Yo quiero más de Dios, más de mi vida, pero no estoy seguro de cómo experimentarlo”.

Mi amigo, el más de Dios no está limitado a mí, o a los pastores, o ¡a los puertorriqueños de Chicago! El más abundante que Jesús vino a traer es para todos nosotros. Como los ángeles dijeron a los pastores en el nacimiento de Cristo: “No tengan miedo —dijo—. Les traigo buenas noticias que darán gran alegría a toda la gente… El Salvador —sí, el Mesías, el Señor— ha nacido…” (Lucas 2.10-11, ntv, énfasis añadido). Dios amó tanto al mundo (Juan 3.16), no solo a unos pocos aquí y allá, que sacrificó a su Hijo unigénito. Esta es la esencia del evangelio, las buenas nuevas de que Jesús nos salva del pecado y de la muerte y en su lugar nos da gracia y vida.

No se conforme con menos de lo mejor de Dios para su vida. Él tiene algo más esperando por usted. Dios ha prometido y planificado una vida más abundante y más gratificante que la vida que usted está viviendo ahora. Si está dispuesto a seguirle fielmente, obedecerle con amor y rendirse a Él regularmente, se sorprenderá. Quizá no tenga una “experiencia en un elevador” como la que yo tuve, pero Dios le revelará —y continuará revelándole— lo que tiene preparado para usted. No importa dónde esté en su viaje de fe, Dios quiere llevarle más alto, extenderle más lejos y mantenerle más cerca. Su más no tiene ni fronteras ni límites. Su Palabra nos promete a usted —y a mí y a todo el mundo— que podemos aprender a vivir en su plenitud.

¿Está listo para más?Entonces pase a la siguiente la página.


19

Ca p í t u l o 1

MARCADO POR DIOS PARA MÁS

“Dios nos ama a cada uno de nosotros como si no hubiera nadie más”.

—SAN AGUSTÍN

Nadie se sorprende más que yo, al ver dónde estoy ahora mismo. Recuerdo a mi madre enviándome a la tienda de la esquina

cuando era un niño, probablemente de unos once o doce años. Aunque estaba dispuesto a ir y quería ayudar, no me gustaba para nada ir. Teníamos poco dinero, así que a menudo ella me daba estampillas de comida, para que las usara para los artículos de su lista. Metidos en el fondo de mi bolsillo, esos pequeños cupones me hacían sentir vergüenza. Sentía que llevaba un secreto oscuro. No me avergonzaba de ser pobre —esa solo era la forma de vida—, para nosotros y para muchos otros en esa época. Me daba vergüenza porque tener que usar esos cupones de comida era como rendirme, depender del gobierno, resignarme a ser una víctima de las circunstancias.

Así que cuando mi madre me enviaba a comprar con esos cupones rosas, verdes y azules que me recordaban a los billetes del Monopolio,


20

Muévase a más

actuaba como si fuera un espía en una misión secreta. Vivíamos en Humboldt Park, en la parte noroeste de Chicago y aunque no quería estar en ciertas calles cuando oscurecía, ir a la tienda a plena luz del día era relativamente seguro. Caminaba normalmente por las dos cuadras que había desde nuestro apartamento, pero en cuanto doblaba la esquina y veía la tienda, me escondía en el callejón más cercano. Observaba desde allí la entrada de la tienda de Sam para ver cuántas personas entraban y salían y lo más importante, si reconocía a alguna de ellas. Cuando el camino estaba despejado, iba corriendo hacia ella, entrando rápidamente por la puerta mientras sonaba el timbre que había conectado, anunciando mi llegada.

“Hola, Chocolate”, me decía Sam buscando teclear la compra de un cliente. El lugar olía a tabaco y fruta pasada; tenía estanterías altas y no había ventanas excepto las que estaban junto a la puerta. Yo le devolvía el saludo y recorría el pasillo de las verduras y frutas, para investigar el lugar. Por encima de los recipientes de patatas y cebollas, revisaba los rostros de los clientes para ver si había alguno que me conociera. Si veía niños que conocía de la escuela o del vecindario, me iba corriendo al pasillo de los dulces, compraba una goma de mascar de 2 centavos y me iba, antes de comenzar de nuevo mi vigilancia. Si no había mucha gente y no conocía a nadie, entonces comenzaba a buscar los artículos de la lista de Mami.

Después, finalmente, el momento que más temía: sacar esos cupones arrugados para pagar la comida. Si era posible, me esperaba hasta que no hubiera nadie en la fila —lo cual no era siempre fácil los sábados por la tarde—, y después hacía la transacción lo más rápido posible, preocupado de que algún amigo o vecino pudiera entrar y me viera con las estampillas de comida en la mano. Sam podía ver que estaba avergonzado y siempre me hablaba amablemente, con una cierta tristeza familiar en sus ojos.


Marcado por Dios para más

21

Aun antes de ser cristiano y de que Dios pusiera mi vida en un camino completamente inesperado, sabía que no estaba dispuesto a conformarme a la clase de vida en la que había nacido. Intentaba no juzgar a otros, pero la perspectiva de dejar la escuela, vivir de cupones de alimentos y hacer malabarismos con trabajos sin futuro, me hacían estar decidido a salir.

Incluso siendo un niño, sabía que quería más.

Revisión de condición

Hace unos años, nuestra iglesia contrató un consultor, que nos ayu-dara con algunos de los dolores del crecimiento. Mientras le contaba mi historia, este profesional se sorprendió al escuchar cómo se había desarrollado mi vida y cómo había llegado a estar en el ministe-rio a tiempo completo. Me dijo que yo era una “inconsistencia de condición”. Ese es el término que los sociólogos usan para alguien cuya “condición atribuida” —en mi caso, un varón puertorriqueño nacido en una gran familia de un solo padre, en un barrio pobre de Chicago— no encajaba con la “condición lograda”: un pastor de una iglesia próspera, esposo por más de veinticinco años, padre de tres hijos y abuelo de uno, orador y educador, estudiante graduado actualmente cursando un doctorado.

En otras palabras, no había terminado siendo un desertor escolar, un pandillero, obrero o malhechor, que por desgracia es como termi-nan muchos de los que tienen esa condición atribuida. Aparentemente, según las estadísticas, yo no debería haber escapado de las barreras socioeconómicas y culturales que limitan a tantas personas nacidas en situaciones similares. Pero por la gracia de Dios, nunca seguí la


22

Muévase a más

descripción del estereotipo de mi demografía. Me convertí en más de lo que cualquier sociólogo hubiera pronosticado jamás.

Me convertí incluso en más de lo que yo había soñado porque descubrí la vivificante, ilimitada, impredecible y desbordante vida del más de Dios. Y no soy el único con un acceso privilegiado a su abundancia. Cuando aceptamos a Jesús en nuestro corazón, todos nos convertimos en inconsistencia de condiciones.

Ya no somos los que una vez fuimos, ya no estamos en la tra-yectoria hacia una vida como otros con situaciones y características similares. Pablo describió este cambio dramático en una carta a la iglesia de Corinto, enumerando a los que no heredarán el reino de Dios, incluidos idólatras, adúlteros, mentirosos, estafadores y los inmorales sexuales, antes de revelar que “eso eran algunos de ustedes. Pero ya han sido lavados, ya han sido santificados, ya han sido justi-ficados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro

Dios” (1 Corintios 6.11). No importa cómo nos hayamos criado, lo que hayamos o no hecho o los diferentes califi-cativos que otros nos hayan dado, Dios nos encuentra ahí donde estamos, pero nos ama

demasiado como para dejarnos ahí. Cuando le invitamos a entrar a nuestra vida, ya no vivimos una vida predeterminada, sintiendo que somos una víctima de nuestras circunstancias. Nos convertimos en su nueva creación y tenemos por delante la aventura de nuestra vida.

Comenzamos a convertirnos en todo aquello para lo que Dios nos creó.

No importa cómo nos hayamos criado,

loque hayamos o no hecho o los diferentes

calificativos que otros nos hayan dado,

Dios nos encuentra ahí donde estamos.



23

Oír y creer

¿Cómo inicia este proceso? ¿Cómo sabe cuándo está en busca de más? En la Biblia se nos dice: “En él también ustedes, cuando oye-ron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Este garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria” (Efesios 1.13-14).

Este pasaje expone los cuatro pasos progresivos para crecer en la fe, madurar como seguidor de Jesús, y experimentar todo lo que Dios tiene para usted. Note que comienza cuando usted oye el “mensaje de la verdad, el evangelio de la salvación”. Para muchas personas, como yo mismo, esto pudo haber ocurrido a una edad temprana, cuando usted es un niño o un adolescente. Usted pudo haber sido bendecido, al crecer en un hogar cristiano y aceptó a Jesús como su Salvador cuando estaba creciendo. Otros quizá oyeron las buenas nuevas del evangelio muchas veces con sus oídos antes de escuchar realmente con su corazón. Es adentro de nuestros corazones donde nosotros debe-mos tener un encuentro con la verdad de Dios, si nosotros queremos comenzar nuestro viaje hacia el más.

Tras escuchar el mensaje de salvación, debemos creer. Para esta-blecer nuestra relación con Dios, debemos creer por fe que Jesús es el Hijo de Dios. Debemos confiar en el regalo de la salvación, comprado mediante el sacrificio de Cristo en la cruz. Muchas personas me pre-guntan por qué no están experimentando el más de Dios en sus vidas, pero cuando yo hablo con ellas, me queda claro que no están seguros de lo que creen.


24

Muévase a más

“No estoy seguro, Choco”, me dicen explicándome. “Quiero creer en la Biblia y poner mi fe en Cristo, pero yo no estaba allí cuando eso ocurrió. Al no haberlo visto con mis propios ojos, no sé si puedo creer en ello”.

Mientras que yo sé, que hay muchas formas históricas y teológicas de proporcionar evidencia de la verdad de la Palabra de Dios y de la vida, muerte y resurrección de Jesús, yo usualmente opto por una manera sencilla.

“Bueno”, le digo a esos escépticos, “¿crees que George Washington luchó contra los ingleses y que se convirtió en el primer presidente de nuestro país? ¿Crees que nuestra nación se dividió en dos y que ambos bandos pelearon durante unos largos y brutales años en la década de 1860?”.

“Claro”, dicen ellos, “eso es histórico y se puede demostrar”.“Pero ¿estaba usted allí?”, les digo enfatizando para que vean mi

punto de vista. “¿Por qué está dispuesto a creer en lo que dicen los libros de historia y los maestros de la escuela sobre George Washington o Abraham Lincoln, pero rehúsa creer en la Biblia y la verdad de lo que dice sobre Jesucristo?”.

Quizá estas personas quieren creer, pero hasta que no dan el paso de rendirse y entregarse a Dios, incluyendo todas las partes imperfectas y piezas rotas, confiando en Jesucristo, su crecimiento espiritual no puede echar raíces. Me recuerdan a la parábola del sembrador que contó Jesús, específicamente la semilla que cayó sobre lugares pedregosos. “Esa semilla brotó pronto porque la tierra no era profunda; pero, cuando salió el sol, las plantas se marchitaron y, por no tener raíz, se secaron” (Mateo 13.5-6). Su fe debe profun-dizar en la tierra de su vida, si quiere cultivar una creencia que no se marchite.



25

Perdido y hallado

Tras haber oído y creído, usted queda “marcado con el sello que es el Espíritu Santo prometido”. Cuando usted abre su corazón a Cristo y se compromete a seguir a Dios, el don de su Espíritu viene a morar en usted como un consolador, guiador y una santa presencia. Esta es la razón por la que Jesús se fue de la tierra tras haber resucitado de la muerte. Él explicó: “Pero les digo la verdad: Les conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador no vendrá a ustedes; en cambio, si me voy, se lo enviaré a ustedes. Y, cuando él venga, convencerá al mundo de su error en cuanto al pecado, a la justicia y al juicio” (Juan 16.7-8, ntv).

Aunque era grandioso tener a Jesús caminando en esta tierra en carne, es aún mejor tener al Espíritu Santo ahora con nosotros. Es para nuestro propio bien. Tan solo imagine si Jesús estuviera toda-vía aquí con nosotros, recorriendo lugares y ministrando a la gente. Imagínese que usted oye que Él está predicando y enseñando en algún país lejano, así que usted, junto a millones de personas, compra su boleto para viajar donde Él está, porque todos quieren estar cerca de Jesús. No importa dónde estaría Él, la noticia se difundiría y millones de personas lo rodearían a toda hora. No tendríamos el acceso directo a Él como lo tenemos mediante el Espíritu Santo. Ahora es mejor, porque Él vive y habita en nuestro corazón y podemos tener una relación íntima con Jesús, algo que sería prácticamente imposible si Él viviera aquí con nosotros en carne.

Jesús no vino para vivir entre nosotros como hombre, durante todo el tiempo y la historia; Él vino para morir por nuestros pecados y dejarnos con el don del Espíritu. Cristo dijo: “Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo


26

Muévase a más

ve ni lo conoce. Pero ustedes sí lo conocen, porque vive con ustedes y estará en ustedes” (Juan 14.16-17).

No es accidente que Pablo expreso que cuando recibimos al Espíritu Santo es como ser “marcados con un sello”. Los sellos se usaban en cuatro formas distintas en tiempos de Pablo y continúan siendo relevantes hoy. Primero, un sello en una carta o documento era una señal de autenticidad. Líderes, oficiales y la realeza a menudo sellaban sus cartas con cera caliente en la cual estampaban su insignia particular, emblema o título. El sello servía como una señal de auten-ticidad para que nadie más pudiera equivocarse y pensar que la carta procedía de alguna otra persona.

Nosotros hacemos lo mismo con muchas de nuestras posesiones, especialmente las de nuestros hijos. Cosemos etiquetas con su nombre en su ropa o usamos marcadores permanentes para marcar sus bolsas de almuerzo, equipo deportivo o mochilas. Con Su Espíritu sellando la relación, Dios le ha marcado para mostrar que Él es Su dueño. Usted es Su hijo y Él es su Padre. Sellado con la propiedad de Dios, usted le pertenece a Él y regresará a Él.

Piense en cómo marca usted una maleta antes de tomar un vuelo. La asistente de vuelo ha puesto una etiqueta en su maleta identifican-do que usted es el dueño, además del destino final de la maleta. Esta etiqueta con identificación asegura que esa maleta le pertenece a usted y le estará esperando en su destino —bueno, la mayoría de las veces.

Recuerdo cuando mi esposa Elizabeth y yo viajamos a Australia. Desafortunadamente, nuestro equipaje nunca llegó con nosotros. Para deleite de mi esposa, nos vimos obligados a comprar ropa nueva, la cual pagó la aerolínea, para deleite mío. Pocos días después, respondí a una llamada en mi puerta y vi que era un empleado que traía nuestras maletas. Habían recorrido medio mundo, pero finalmente regresaron a nosotros gracias a la etiqueta identificativa que nos señalaba como sus dueños.



27

A veces nosotros nos alejamos de Dios y nos desviamos del cami-no al que Él nos ha llamado. Esto puede que no sea intencional, puede ser resultado de agitados horarios y abrumadoras responsabilidades. O quizá fue una decisión premeditada, cuando escogemos ir por nuestro camino en lugar del de Dios. Terminamos como Adán y Eva en el huerto, desobedeciendo a Dios y haciendo lo que nos agrada en lugar de hacer lo que Él nos ha dicho.

De igual forma, considere cómo Dios le dijo a Jonás que fuera a la ciudad de Nínive y diera el mensaje de Dios a sus habitantes. Ya que sabía que no les gustaría lo que Dios tenía que decir, Jonás desvió su ruta y navegó a Tarsis. No llegó muy lejos porque una cierta ballena le recordó a Jonás a Quién él le pertenecía y dónde se suponía que debía ir.

Los sellos también indican la aprobación del dueño. Piense en el proceso de cierre cuando compra una casa o una propiedad. Por lo general, una compañía de título certifica que la escritura de la propiedad está lista y que pasa a ser de su propiedad. Su sello indica que ellos garantizan que la transacción es definitiva y que se ha de cumplir. Nadie más puede desafiar la compra debido a que el oficial de título ha sellado el trato.

Finalmente, los sellos se usan como una advertencia o una señal de protección. Cuando bajaron de la cruz el cuerpo de Jesús, Pilato les dijo a los soldados romanos que pusieran el sello real en la piedra usada para sellar el sepulcro de Cristo. Pilato temía que los seguidores de Jesús pudieran robar el cuerpo de su maestro y afirmar que Jesús había resucitado, así que intentó advertir a cualquiera que tuviera la intención de robar en el sepulcro, que estaría cometiendo un delito en contra del gobierno romano. Sin embargo, nada pudo impedir que Jesús resucitara de entre los muertos y saliera de la tumba. A pesar de su intención, el sello de Pilato falló.


28

Muévase a más

Sin embargo, el sello de Dios en nosotros a través del Espíritu Santo nunca puede ser roto o anulado. Dios ha prometido guardarnos y ayudarnos a vencer las tentaciones de nuestro enemigo, el diablo. En la Palabra de Dios se nos dice: “Ustedes, queridos hijos, son de Dios y han vencido a esos falsos profetas, porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo” (1 Juan 4.4). Así como no podemos ver el viento, todavía podemos reconocer su increíble fuerza cuando lo vemos derribando árboles, haciendo volar papeles o despeinándonos. El poder del Espíritu Santo es una fuerza invisible que nos protege. No podemos medirlo, analizarlo o contenerlo, pero el poder del Espíritu de Dios en nuestra vida es innegable.

Sí a más

Una vez que Dios le ha marcado con el sello de su Espíritu Santo, usted madura en su fe y avanza espiritualmente pasando de beber leche a ingerir comida sólida. Los viejos hábitos pecaminosos y las luchas pierden su poder a medida que usted pasa tiempo en la Palabra de Dios y llega a conocerlo mediante la oración y el tiempo a solas con Él. Una vez que la promesa de salvación es suya y el Espíritu Santo habita en usted, comienza a crecer, cambiar y ser transformado. La evidencia de su crecimiento y madurez espiritual se muestra en cómo piensa, habla y actúa.

Nuestra fiel obediencia a la Palabra de Dios y a la guía y dirección del Espíritu Santo nos preparan para más. Según nos hacemos más fuertes, comenzamos a nadar en el océano infinito del más de Dios, nadamos contra la corriente solo para descubrir un lago mayor delante de nosotros. Nuestra obediencia en las pequeñas cosas nos condiciona y prepara para más. Dios usa nuestra obediencia en nuestra situación



29

actual para empoderarnos y equiparnos para el más que tiene para nosotros más adelante. Si no estamos dispuestos a decir sí y confiar en Dios con el más que nos ha dado hoy, no estaremos preparados para ser campeones contra los desafíos del mañana.

Si hay un secreto para experimentar el más de Dios, estoy con-vencido que es nuestra disposición a decir sí a Dios. Esa es la única razón por la que mi vida ha continuado excediendo lo que jamás hubiera soñado. No es que no trabaje duro, porque sí lo hago y sé que Dios me ha dado ciertos dones, así como ha hecho con usted. Pero no hay manera alguna en la que pueda acreditarme el mérito de tener la maravillosa vida, familia, ministerio y la plataforma con los que Dios me ha bendecido y continúa bendiciéndome.

Simplemente he dicho sí a cada paso del camino. Después de esa convención de jóvenes, cuando tenía catorce años

y la mujer me declaró el mensaje de Dios seguido del hombre anglo del elevador, me quedé anonadado. No fue una coincidencia que ambos me dijeran exactamente las mismas palabras, lo cual pronto descubrí que era la promesa que Dios le dio a Abraham: “… haré famoso tu nombre, y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra” (Génesis 12.2-3).

Como nuevo creyente, no era capaz de imaginarme todo lo que esa palabra de Dios realmente significaba para mí, pero sabía que estaba marcado por Dios y sellado por su Espíritu. Y sabía que Dios siempre cumple sus promesas, lo cual significaba que no podía per-der el tiempo siendo un tonto y metiéndome en problemas. Tras esa experiencia, supe que Dios tenía más para mí, aunque no estaba seguro de lo que sería.

Si hay un secreto para experimentar el

más de Dios, estoy convencido que es

nuestra disposición a decir sí a Dios.


30

Muévase a más

Así que mientras tanto, seguí activo en mi iglesia, seguí sirviendo en nuestra comunidad mediante el programa de trabajos de la ciudad y me esforzaba al máximo en mis deberes de la escuela. Tomé de corazón ese versículo que dice: “Y todo lo que te venga a la mano, hazlo con todo empeño” (Eclesiastés 9.10) porque sabía que Dios tenía algo preparado.

Unos años después, tenía cerca de 20 años, y pensé que finalmen-te había descubierto lo que Dios tenía para mí; la razón por la que esas personas me habían profetizado en la convención de jóvenes. Todo el tiempo que estuve en nuestra iglesia, había estado activo en los “Royal Rangers”, nuestro programa de fraternidad juvenil para chicos. Esta organización es similar a los Boy Scouts pero enfocada en conocer la Palabra de Dios y vivir la fe de una forma práctica. Por mi fiel participación, me ascendieron a puestos de liderazgo y me pidieron ser el capellán de sección de los Royal Rangers en el estado de Illinois.

La mejor parte fue que me dieron una chaqueta especial con dos estrellas en ella, una especie de uniforme de general. Recuerdo sentarme en nuestro banquete anual de los Royal Rangers vistiendo esa chaqueta de dos estrellas. Había llevado a la hija de mi pastor, Elizabeth, como mi acompañante y compartí con ella cómo Dios me había preparado para mi nueva función. Ella estuvo de acuerdo en que seguramente ese sería el rol de liderazgo para el que Dios me había estado preparando.

Descubriendo más

Sin embargo, un par de años más tarde, experimenté otro avance de liderazgo que me hizo reconsiderar el anterior. No mucho después de que Elizabeth y yo nos casáramos, mi nuevo suegro me pidió que le



31

llevara a la convención de nuestro distrito denominacional, compues-to por once estados del Medio Oeste. Además de estar en la familia, también servía en su equipo pastoral en un puesto que llamamos “escudero”. Justo antes de llegar, él dijo:

“Por cierto, están votando hoy para elegir un nuevo presidente de jóvenes; deberías poner tu nombre en la papeleta”.

“¿Qué acaba de decir?”, pregunté yo tratando de averiguar porque el querría que yo hiciera tal cosa.

“Siento que Dios quiere aumentar sus responsabilidades de lide-razgo en la iglesia, así que pensé que este podría ser el siguiente paso que Él tiene para ti”.

No podía llevarle la contraria a mi pastor y mi suegro y mucho menos a Dios, así que puse mi nombre en la papeleta y esperé a ver lo que sucedería en la convención cuando comenzara la votación. Se encontraban allí ministros y equipo pastoral de los once estados, cien-tos de los líderes más destacados de nuestro distrito denominacional. Cuando llegó el momento de que los candidatos se presentaran, se levantó el primer tipo, se presentó y dijo que acababa de terminar su carrera en una universidad cercana. ¡Caramba!, pensé yo, es imposible para mí competir con ese hombre. El siguiente candidato se levantó, se presentó y describió sus credenciales. Después llegó mi turno. Me puse en pie y dije: “Me llamo Choco y soy maestro de escuela dominical en mi iglesia”. No se me ocurrió nada más que decir, pero aparentemente no lo necesitaba.

Gané por decisión unánime. ¡No lo podía creer! No había ninguna buena razón por la que yo

ganara el voto de manera unánime, excepto por Dios. El hecho de que fuera escogido para ser el presidente de jóvenes de nuestro distrito, que se extendía a once estados, solo tuvo sentido porque pensé: Claro, esto es para lo que Dios ha estado preparándome todo este tiempo.


32

Muévase a más

Enseguida descubrí que el cargo no era muy atractivo. Era un tra-bajo duro y tenía que viajar mucho, pero no me importaba. Sabía que estaba haciendo lo que Dios quería que hiciera. Él siguió ampliando mis roles y responsabilidades y yo seguí diciendo sí. Sin embargo, no siempre era fácil. Una vez conduje mi viejo Chevy Corsica durante dieciséis horas desde Chicago a Wichita (Kansas), para una reunión especial de jóvenes. Trabajaba en dos empleos para sostener a mi nueva familia y estar lejos era un desafío. El líder de jóvenes había invitado a varias iglesias locales y me aseguró que habría cientos de muchachos en el evento, todos esperando oír la predicación de la Palabra de Dios y experimentar un encuentro fresco con Su Espíritu.

Sin embargo, cuando llegué encontré solo dieciséis jóvenes allí. Me quedé sorprendido y quizá un poco decepcionado, pero me alegré de que esos dieciséis jóvenes vinieran. ¡Prediqué con todo mi corazón como si hubiera mil seiscientos jóvenes! Estuve agradecido por la ofrenda que recogieron para mí, que fue de 12,43 dólares; como una quinta parte de lo que había gastado en gasolina para llegar hasta allí. No era la ofrenda que esperaba, pero no importó en verdad porque no estaba allí para acariciar mi ego hablando delante de cientos de personas o para hacer dinero. Estaba allí para servir a Dios, para dis-frutar del más que Él me había dado y para hacer mi mejor esfuerzo para Él. Estaba ejercitando mi fe obedientemente en respuesta a mi llamado, creyendo: “El que es honrado en lo poco también lo será en lo mucho” (Lucas 16.10).

ATR AVESAR EL TECHO

Como usted se podrá imaginar, ese rol como presidente juvenil tam-poco era todo lo que Dios tenía para mí. En 1998 mi suegro dijo que



33

tenía la intención de jubilarse pronto y me dijo que quería que yo me convirtiera en el pastor de nuestra pequeña iglesia. Yo realmente no tenía interés. Cuando hablé de la oferta de su padre con Elizabeth, ella estaba de acuerdo conmigo. Aunque amaba mucho a sus padres, había sido testigo de primera mano de los desafíos que enfrenta a menudo un pastor y su familia y no tenía deseo alguno de que nuestra familia los experimentara. Yo estaba trabajando en una joyería y tenía mi mirada puesta en convertirme en policía estatal. Rechacé la oferta de mi suegro, pero él insistía —en realidad, fue tan terco conmigo como yo lo había sido con él cuando era novio de su hija.

Finalmente, me convenció para permitir que al menos la iglesia votara si yo debería ocupar esa función de pastor para ellos y yo accedí. En ese entonces, nuestra iglesia tenía solo 68 miembros y le dije a Dios que, si eso era realmente lo que Él tenía para mí, entonces quería que las 68 personas votaran por mí. Si solo votaban 67, entonces rechaza-ría el pastorado sin sentirme mal por ello.

Aparecieron las sesenta y ocho personas, y por unanimidad me escogieron para que fuera su nuevo pastor.

Yo acepté.A ese punto, fui tentado a creer que, al menos había llegado a la

función para la que Dios me había escogido y marcado durante todos los años previos. Pero también tenía una perspectiva distinta de Dios después de todo lo que le había visto obrar en mi vida y en las vidas de otros. Finalmente abrí mis ojos al hecho de que el más de Dios no termina. Mientras yo siguiera estando dispuesto a seguirle, confiar en Él y servirle, Él seguiría moviéndome progresivamente hacia más funciones, cada vez más extensas.

En 2013, cuando salí en la portada de la revista TIME, final-mente me di cuenta de que no solo el más de Dios nunca termina, sino que además no tiene techo. ¡A Dios le gusta quitar el techo de


34

Muévase a más

nuestras expectativas! Cómo se produjo ese asunto de la portada aún sigue siendo un misterio para mí; una vez más, fue algo que Dios claramente organizó. Yo no busqué a ese reportero, ni tampoco lo hizo nadie de nuestra iglesia o de mi equipo. Desde que se publicó esa

historia, sigo sorprendiéndo-me de las personas, lugares y eventos que Dios trae a mi vida. Lo único que sé es que sigo diciendo sí y Dios sigue proveyendo más.

Yo no tenía que decir que sí. En algún lugar del camino podía haber dicho no, y “esperar en el Señor” pasivamente hasta que la oportunidad se cerrara, o haber escogido ir por mi propio camino. Pero sabía en mi corazón que, si no decía sí a Dios, me perdería algo extraordinario, algo mucho más grande, más significativo y más satisfactorio que cualquier otra cosa que yo pudiera haber logrado por mí mismo. Ahora soy como un niño en la mañana de Navidad. Estoy emocionado por ver cuál será el siguiente regalo que Dios desenvuelva para mí.

Seguir en sintonia

Mi vida está muy lejos de ser perfecta, pero como un hombre ben-decido y un ministro del Evangelio, sigo preguntándome por qué tantas personas se resignan a tener menos de lo mejor de Dios para sus vidas. ¿Por qué conformarnos con menos cuando podemos tener mucho más? Me doy cuenta de que no es así de fácil, en medio de todo lo que la vida nos depara.

Cuando hay que hacer frente a los gastos y los niños necesitan ropa para la escuela y su jefe le está reduciendo horas en el trabajo, es

Finalmente me di cuenta de que no solo

el más de Dios nunca termina, sino que

además no tiene techo.



35

difícil confiar en Dios para su más. Cuando le diagnostican cáncer a su cónyuge y el resultado es incierto, es difícil aferrase a las promesas de Dios. Cuando está batallando con una adicción secreta y se resiste a ser vulnerable y pedir ayuda, es difícil imaginar lo mucho que Dios tiene esperando para usted. Así que comienza a preguntarse qué es lo que debería hacer y cómo manejarlo.

Si es usted como yo, comenzará preocupándose y después sin-tiéndose desesperado. Quiere mantener la fe, pero también quiere seguridad y tomar el control del futuro. Muy pronto se empieza a alejar de Dios, enfocándose más en hacer que las cosas ocurran para su beneficio, que en esperar el tiempo de Dios o decir sí a la puerta desconocida por la que Él le está diciendo que entre. Quizá usted ni siquiera se dé cuenta de que ya perdió la sintonía con el Espíritu de Dios. Como una pareja de bailarines en la que cada uno escucha una música distinta, usted ya no está sincronizado con Dios, usted crea su propia melodía, sus propios movimientos.

O quizá se siente inmóvil en un estancamiento, atrapado en ruti-nas que le desgastan y le hacen sentir que nunca habrá algo más. Ama a Dios, pero su relación con Él se ha estancado. Se siente mareado con todos los tira y afloja de las demandas de la vida, y el seguir siendo usted mismo ante Dios o escuchar Su voz susurrar a su alma, es un reto. Anhela la paz de Dios, ese sentimiento de gozo que una vez tuvo, esa sensación de realización que probó al hacer aquello que Dios quería que usted hiciera.

No importa dónde se encuentre con Dios ahora mismo, Él le está esperando. Él sigue teniendo más para usted. Él no le ha dejado y no es demasiado tarde. Cuando usted invitó a Jesús a su vida, dijo sí al más de Dios. Su Padre le marcó en ese momento y le selló con su Espíritu Santo. Usted le pertenece a Él y nada puede arrebatarle. Por mucho que la vida le presione, no le quebrará.


36

Muévase a más

Está marcado para más, mi amigo. Dios ha prometido y planifi-cado una vida más rica y abundante que la que está viviendo ahora. ¿Confiará en que Él se la revelará? ¿Abandonará su estado actual para experimentar una abundancia de vida como nunca antes la ha experimentado? Jesús dijo: “El que se aferre a su propia vida, la perderá, y el que renuncie a su propia vida por mi causa, la encon-trará” (Mateo 10.39). Si usted está dispuesto a seguir a Dios, si está dispuesto a ser guiado por su Espíritu, entonces puede contar con el hecho de que Él siempre tiene más preparado para usted.

OR ANDO POR MÁS

Para experimentar el más de Dios, debemos confiar continuamente en Él, no en nosotros mismos, no en otras personas, no en la iglesia. Todos los aspectos de nuestra vida, incluyendo nuestra adoración, nuestro caminar y nuestro trabajo deberían reflejar nuestro compromiso con Dios como el enfoque de nuestro corazón. Muchas personas dicen que quieren más de Dios en sus vidas, pero no están dispuestas a practicar las disciplinas requeridas para estar más cerca de Él. Al final de cada capítulo, le animaré a que pase un tiempo en oración, pidiéndole a Dios que le muestre las áreas de su vida que necesitan ser trabajadas, antes de poder experimentar su más. Concluyendo cada capítulo, le aportaré un modelo de cómo puede comenzar a “Orar por más” pero por favor hágalo suyo. Estas no son palabras mágicas, así que sencillamente hable con Dios de forma honesta y abierta, de corazón.



37

Dios, Tú sabes dónde estoy ahora mismo y ambos sabemos que no es donde quiero estar. Gracias por enviar a tu Hijo a morir por mí en una cruz para que mis pecados pudieran ser perdonados. Gracias por el regalo de tu Espíritu Santo que has usado para marcarme como tu nueva creación y sellarme como pertenencia tuya. Señor, quiero vivir en el más de ti y menos de mí. Muéstrame a dónde quieres que vaya ahora. Estoy dispuesto a seguirte y a decir sí al más que estás a punto de revelar. Amén.


39

Ca p í t u l o 2

LLAMADO PARA MÁS

“El lugar al que Dios le llama es el lugar donde su gozo profundo y la profunda hambre del mundo se encuentran”.

—FREDERICK BUECHNER

Antes de ser pastor, trabajé en varios empleos distintos —encar-gado de un restaurante de comida rápida, gerente de una tienda

de departamentos, y joyero, por nombrar unos pocos—. Cada uno tenía sus cosas buenas y malas, pero trabajar en una joyería me dio un gran entrenamiento en la psicología de las ventas. La manera en que conseguí el empleo fue vendiendo chocolates.

Vea, trabajaba en una tienda de ropa a media jornada y nues-tro grupo de jóvenes de la iglesia estaba recaudando fondos para un campamento de verano. Cada día yo iba a trabajar con mis cajas de chocolates, y me recorría todas las tiendas de los alrededores, inclu-yendo esa joyería. Día tras día vendía esos chocolates a los mismos empleados golosos. Tras unos días observándome vender golosinas a sus empleados, el gerente de la joyería se acercó a mí y dijo: “Si puede vender diamantes como vende chocolates, le daré empleo”.

Acepté el empleo. Años después, los dueños de la empresa, un matrimonio, visitaron nuestra tienda. Estaban en medio de una


40

Muévase a más

disputa, intentando saber qué hacer con un anillo caro y llamativo que les estaba costando mucho vender. La esposa quería desmontar el anillo y hacer muchas piezas distintas con sus varios diamantes, pero su esposo insistía en que sería mucho más ventajoso venderlo como una sola pieza. Queriendo probar su punto de vista, él me desafió a venderlo en treinta días, y acepté. Su único consejo fue que se lo “enseñara a todo el mundo”, y así lo hice. Rápidamente descubrí que había encontrado mi vocación. Esa pieza ostentosa era tan grande y brillante que los clientes con estilo no la querían. Y su precio era tan elevado, que quienes retan a la moda no podían comprarlo.

Un buen vendedor siempre busca el lado positivo, o en este caso, el sólido entorno de oro de catorce quilates. Al principio pensé en los atributos del anillo: era grande, brillante y único y buscaba clientes a los que les gustarían esas cualidades. Pero después aprendí otra lección al ver a nuestra clientela: no suponer qué cliente podría o no podría permitirse el lujo de comprarlo en base a su apariencia. Por ejemplo, un hombre joven entró en nuestra tienda un día con un traje de faena sucio. Con grasa bajo sus uñas, del carburador que probablemente acababa de reparar, se llevó un reloj Movado de dama y pagó el reloj con una tarjeta negra de élite de American Express. Por otro lado, teníamos mujeres que llevaban vestidos de diseño y anillos de oro y su tarjeta de crédito no era aceptada.

Así que aprendí a apreciar el consejo del dueño y decidí que iba a enseñar ese anillo caro pero llamativo a cada cliente que entrara en nuestra tienda, sin importar su razón para entrar. Si una pareja joven preguntaba si tenía anillos de boda, atendía su petición, pero también les enseñaba el otro anillo. Si una mujer quería pendientes de diamantes, le decía: “Perdón, pero no puedo quedarme sin enseñarle también este hermoso anillo que tenemos, ¡y tiene el precio rebajado!”.


Llamado para más

41

Incluso cuando un trabajador de una obra cercana vino por una pila para un reloj, le saqué el anillo y le hablé de él.

Pregúntese ¿y ahora qué? En unas semanas, ¡se vendió el anillo! Si hubiera esperado hasta tener el cliente “perfecto”, aquel cuya ropa y estilo coordinaban con el anillo, quizá nunca lo habría vendido. Sabía que al enseñárselo a todos y cada uno de los clientes, aumentaría gran-demente la probabilidad de venderlo. Además, al enseñárselo a los clientes cada día, por lo general varias veces al día, sin darme cuenta practicaba mi oratoria de ventas y se me ocurrían formas nuevas y creativas de describir esta pieza de joyería de la mejor forma posible.

Fue una buena práctica para responder al llamado que Dios había puesto en mi vida.

Lleno de propósito

Nunca me imaginé que mi experiencia en la joyería me iba a servir más tarde en el ministerio a tiempo completo. Pasé de vender acce-sorios caros a dar el regalo incalculable de Dios. No lo sabía en ese entonces, pero además de la forma en que Dios marcó mi vida para más, también me llamó a más. Tras haberle entregado mi vida y haber sido sellado con la presencia del Espíritu Santo, quería entregar todo lo que tenía para servir al reino de Dios.

Aunque pensaba que no tenía mucho que ofrecer —ciertamente ni dinero ni recursos materiales—, llegué a darme cuenta de que Dios simplemente quería todo lo que Él me había hecho ser. Él me conocía desde antes de nacer, cuando estaba en el vientre de mi madre y me diseñó con talentos únicos, fortalezas personales y habilidades espe-ciales. Al haber aceptado el regalo gratuito de la salvación mediante Cristo, descubrí que esos mismos talentos, fortalezas y habilidades


42

Muévase a más

me capacitaban de forma única para responder al llamado que Dios había puesto en mi vida. Él me marcó con su Espíritu cuando le invité a entrar en mi vida; Él me llamó para cumplir mi propósito sirviéndole con todo lo que Él ya me había dado.

En el capítulo anterior, yo comparé cómo Dios nos marca con la forma en que se etiqueta una maleta para identificar a su dueño y su destino. Pero solo cuando esa maleta se abre y se saca su contenido es cuando lo que lleva dentro cumple su propósito. Marcado para más es como tener esa etiqueta que identifica al dueño e indica su destino. Llamado para más es desempacar su maleta y vivir en base a lo que hay adentro, usando todos los recursos que Dios ha puesto dentro de usted para sus propósitos de avanzar Su reino.

Hay otra forma de pensar en esta distinción entre ser marcado y ser llamado. Cuando trabajaba en la joyería, los clientes de vez en cuando escogían una pieza cara, digamos un anillo de compromiso, y daban un anticipo. Continuaban pagando durante un tiempo y cuando estaban listos para hacer la gran pregunta, hacían el pago final y tomaban la posesión plena del anillo. Su anticipo significaba que el anillo estaba marcado como “vendido” y nadie más podía comprarlo. Pero el anillo aún no había cumplido su propósito. Solo cuando se daba y se recibía como símbolo del compromiso de amor de una pareja era cuando se cumplía el propósito para el que el anillo había sido diseñado.

Como yo les compartí, nunca quise ser pastor, y era muy reacio a entrar al ministerio a tiempo completo. Una de las razones princi-pales era que no pensaba que tuviera lo que se requería para ser un buen pastor. No era alguien tranquilo, amable, estudioso, a quien le encantaba hablar con la gente sobre las áreas más profundas y vulne-rables de sus vidas. Y no era un tipo extrovertido y ruidoso a quien le encantaba estar delante de la gente y administrar una iglesia y todos sus ministerios. De acuerdo, quizá tengo algo más de lo último que de


Llamado para más

43

lo primero, aun así, cuando mi suegro me pidió que le reemplazara al frente de nuestra pequeña iglesia, yo no veía que encajara en el molde.

Sin embargo, fue quedando cada vez más claro, que eso era lo que Dios me había llamado a hacer. No tenía que encajar en cierto molde o parecerme a como yo creía (o alguien más), como debía ser el pastor de New Life Covenant Church. Solo tuve que responder al llamado de Dios al estar dis-ponible. Y como ha resultado ser, Dios había estado preparándome durante todo el tiempo. Si no hubiera confiado en Él, me habría perdido el más que Él me estaba llamando a experimentar.

Ponga su carnada en el anzuelo

Cuando Jesús comenzó su ministerio público, buscó seguidores que estuvieran dispuestos a dedicar su tiempo, energía, recursos y atención a Él. No sabemos mucho acerca de los detalles, pero parece que había algo muy especial en Jesús ese día en la orilla del mar, algo tan atrac-tivo que unos pescadores en medio de sus trabajos estuvieron dispuestos a dejar esos trabajos inmediatamente.

Pasando por la orilla del mar de Galilea, Jesús vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban la red al lago, pues eran pescado-res. “Vengan, síganme” les dijo Jesús, “y los haré pescadores de hombres”. Al momento dejaron las redes y lo siguieron.

Un poco más adelante vio a Jacobo y a su hermano Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en su barca preparando sus

Si no hubiera confiado en Él, me

habría perdido el más que Él me

estaba llamando a experimentar.


44

Muévase a más

redes. En seguida los llamó, y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron con Jesús. (Marcos 1.16-20)

No podemos dejar de sorprendernos e impresionarnos con el compromiso inmediato y radical que Jesús inspiró en esos pescado-res, que cambio sus vidas para siempre. Observemos que esos cuatro pescadores no dudaron, no preguntaron cuál sería su salario, y no dijeron: “Déjame pensármelo y ya te daré una respuesta”. No, de inmediato dejaron lo que estaban haciendo y se comprometieron con toda su vida a seguir a Cristo.

Nosotros no solo somos llamados a dejar atrás nuestra vieja vida del mismo modo, sino que también debemos estar dispuestos a cum-plir el propósito que Jesús nos da, este propósito es el que Él mismo tenía: “… buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19.10). Así como Jesús llamó a sus discípulos originales a dejar atrás la pesca y convertirse en “pescadores de hombres”, nosotros somos llamados a hacer lo mismo.

Veamos, Jesús no nos llama a una relación casual, Él nos llama a seguirlo y esto significa que cedemos a Su liderazgo en nuestra vida y cultivamos una relación constante y creciente. Simón y Andrés, Santiago y Juan, sabían que Jesús no les llamaba a ser espectadores. Jesús quería que se unieran a Él para proclamar las Buenas Nuevas. Para ayudar a explicar su llamado en sus vidas, Jesús usó la vocación de sus primeros seguidores como una metáfora para su nuevo rol. Jesús quiere que usted sea pescador, como sus primeros discípulos, y que traiga hombres y mujeres al reino de Dios.

Pero si usted va a pescar personas, tiene que disfrutarlo. Se supo-ne que no debe ser algo frustrante, algo que no le guste. Pescar es contar su historia, viviéndola para que otros la vean. La mayoría de


Llamado para más

45

los pescadores que conozco, algunas veces exageran el tamaño de los peces que pescan o de “ese que se les escapó”. Sin embargo, el tipo de pesca al que Jesús nos llama se trata de contar la verdad sublime.

Con nuestras palabras, acciones y actitud, es decir: “Yo antes estaba ahí abajo, pero desde que Dios me rescató, estoy aquí arriba. Jesús murió por mí para que pudiera tener nueva vida —una vida abundante, una vida de aventura, libertad y llena de gozo—. Es decir, Él murió por mí y resucitó por mí, y si lo hizo por mí, también puede hacerlo por usted”.

Por lo tanto, si pescar es simplemente decirles a otros lo que Jesús ha hecho en su vida, entonces ¿cómo prepara la carnada en su anzue-lo? Interésese por otros. Estoy convencido que la mejor carnada se dirige a las necesidades en la vida de otros. Es simplemente reconocer las necesidades, en todos los niveles, en quienes le rodean y mostrar que usted se interesa por ellos y por sus necesidades.

Muchas personas me preguntan cómo ha desarrollado nuestra iglesia tantos ministerios distintos: “¿Cuál ha sido su plan maestro?”, me preguntan. “¿Cómo decidieron qué ministerios iniciarían prime-ro?”. Y siempre sonrío y les digo que el único plan maestro que tengo es el plan del Maestro. Sencillamente hemos visto las necesidades en nuestra comunidad y las conectamos con personas que tienen una pasión por suplir esas necesidades.

Nunca hemos comenzado un ministerio sin tener personas en nuestra iglesia y en nuestro equipo que se sintieran llamados. Ya sea para nuestros eventos anuales como Hopefest (evento comunitario de Regreso a la Escuela) o los ministerios continuos para los indigentes, para los sobrevivientes de abusos o para niños en riesgo, sea cual sea la necesidad, intentamos suplirla interesándonos. Esa es la mejor carnada para usar cuando usted está pescando personas para atraerlas al reino de Dios.


46

Muévase a más

Valoramos el interesarnos por la gente, hasta el punto de que entrenamos a nuestros diáconos para que se interesen. Obviamente, no podemos forzarlos a que se interesen por alguien por quien no se interesan, pero si tenemos que forzarlos a interesarse, ¡probablemente no deberían ser diáconos! Cuando les entrenamos, simplemente les ayudamos a escuchar y a saber cómo responder. Les recordamos las prioridades espirituales y la necesidad de estar dispuestos a sacrifi-carse de formas pequeñas y grandes. Uno nunca sabe cuándo tocará la fibra sensible de alguien y le guiará al Señor.

No podemos arreglar todos los problemas o tronar los dedos y suplir cada necesidad, pero siempre podemos interesarnos. Siempre podemos dar como Jesús dio, de forma incondicional, sacrificial y compasiva. Él nos llama a seguirlo y a pescar a otros. Ese es el secreto para desempacar todo lo que Dios tiene para usted según responde a Su llamado en su vida.

Directo a la fuente

No conozco un mejor ejemplo de alguien que fue llamado para más y vivió constantemente del más que Dios tenía para él, que Pablo. Si le consideramos un pescador de hombres, ¡entonces pescó varios peces enormes! Su historia nunca ha dejado de asombrarme e inspirarme. Cuando pienso que no puedo hacer algo, yo vuelvo y leo sus escritos. Cuando sé que tengo que hacer algo que no quiero hacer, vuelvo y leo a Pablo.

En un encuentro dramático con Cristo en el camino de Damasco, Pablo quedó marcado por Dios para más y cambió para siempre. Dios también llamó a Pablo a ser el apóstol a los gentiles y a llevar el evangelio más allá de Israel, a todo el mundo, así como Jesús les dijo


Llamado para más

47

a sus discípulos que hicieran, en lo que nosotros llamamos la “Gran Comisión” (Mateo 28.18-20). Pablo abordó directamente este proceso de ser marcado y llamado por Dios:

“Quiero que sepan, hermanos, que el evangelio que yo predico no es invención humana. No lo recibí ni lo aprendí de ningún ser humano, sino que me llegó por revelación de Jesucristo.

Ustedes ya están enterados de mi conducta cuando perte-necía al judaísmo, de la furia con que perseguía a la iglesia de Dios, tratando de destruirla. En la práctica del judaísmo, yo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi celo exage-rado por las tradiciones de mis antepasados. Sin embargo, Dios me había apartado desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia. Y, cuando él tuvo a bien revelarme a su Hijo para que yo lo predicara entre los gentiles, no consulté con nadie”. (Gálatas 1.11-16)

Observemos la forma en que Pablo describió esta gran transfor-mación en su vida. Primero, quería asegurarse de cada uno (hermanos y hermanas) supieran que el evangelio que él predicaba no lo recibió de otras personas —no de los primeros discípulos de Jesús, ni de los padres de Pablo, ni de alguien a quien conoció en sus viajes—. Pablo nos dice que ninguna otra fuente humana estuvo involucrada en esto. Recibió su llamado a predicar el evangelio directamente de Jesucristo. ¿Se imagina que está sentado en la mesa de su cocina, como mis hijos solían sentarse para hacer los deberes y Jesús estuviera allí sentado enfrente de usted? Solo usted y Jesús mientras Él le da una tutoría en relación con todo lo que usted necesita saber sobre el evangelio.

Pablo sabía que sus oyentes y lectores podrían asustarse un poco al oír esta revelación, entonces anticipó su preocupación. Sabía que se


48

Muévase a más

había difundido el rumor acerca de él y de su pasado, ¿cómo no iba a esperar que la gente hablara? Pablo dijo que era cierto: él fue un buen estudiante del judaísmo y tan apasionado con su fe ancestral que solía perseguir e incluso matar a los seguidores de Cristo.

Entonces ¿qué fue lo que cambió? ¿Cómo pasó Pablo, de odiar a la iglesia a ser un amante seguidor de Jesús? Pablo tuvo un encuentro directo con el Dios vivo. Él comparte que este cambio dramático le ocurrió por el poder y el momento de Dios, quien “me había apartado desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia”. Incluso antes de que Pablo naciera, Dios lo había apartado y después había llamado a Pablo por su gracia. ¿Por qué? Para revelar al Hijo de Dios y para predicar el evangelio.

Esto no solo es cierto para Pablo, sino para todos nosotros que ponemos nuestra confianza en Dios como seguidores de Cristo, somos apartados. Cuando usted es marcado para más, el Espíritu de Dios está en usted. Cuando usted es llamado para más, Jesús es revelado en la forma que usted vive. Debemos entender que, Dios está dentro de nosotros transformándonos para que otras personas puedan ver a Dios a través de lo que pensamos, decimos y hacemos. Cuando

Dios vive en usted, usted camina como Él camina, usted habla como Él habla, y trata a los demás como Él le trata a usted. En un sentido, todos nosotros tenemos el mismo llamado de Dios —dar a conocer a Jesús en todo lo que somos y mediante todo

lo que hacemos—, aun mientras lo vivimos de todo tipo de maneras diversas, peculiares y maravillosas.

Cuando usted es marcado para

más, el Espíritu de Dios está

en usted.


Llamado para más

49

Cegado por la luz

Si acaso usted no ha visto el marcado contraste que Pablo establece entre quién solía ser y quién había llegado a ser en Cristo, permítame darle algún comentario colorido. Pablo tenía un currículum impresio-nante en su rol como persona religiosa según las reglas judías. Tuvo una sólida crianza en una buena familia. Fue circuncidado al octavo día. Era del linaje de Israel. Era de la tribu de Benjamín. Era hebreo de hebreos. Tenía educación. Era maestro de la Ley, la Torá.

A lo largo de su vida, Pablo (antes conocido como Saulo) mantuvo un historial inmaculado dentro del sistema cultural religioso que practicaba. En su religión judía tradicional, la justicia solo se podía lograr al adherirse estrictamente a la ley de Dios y Pablo se conside-raba a sí mismo intachable y justo por lo mucho que se había esfor-zado por seguir todos los mandamientos y obedecer todas las reglas. Como resultado, se sentía totalmente justificado en su persecución de esos radicales que iban por ahí hablando sobre la gracia y perdón en el nombre de Jesucristo, a quien Pablo consideraba un delincuente hereje. Pero su encuentro con Jesús lo detuvo en seco, literalmente:

“Mientras tanto, Saulo, respirando aún amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas de extradición para las sinagogas de Damasco. Tenía la intención de encontrar y llevarse presos a Jerusalén a todos los que pertenecieran al Camino, fueran hombres o mujeres. En el viaje sucedió que, al acercarse a Damasco, una luz del cielo relampagueó de repente a su alrededor. Él cayó al suelo y oyó una voz que le decía:


50

Muévase a más

—Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?—¿Quién eres, Señor? —preguntó.—Yo soy Jesús, a quien tú persigues —le contestó la voz—.

Levántate y entra en la ciudad, que allí se te dirá lo que tienes que hacer”. (Hechos 9.1-6)

Saulo le pidió al sumo sacerdote judío la autoridad para perseguir a los seguidores de “el Camino” y matarlos si era necesario. Él haría cualquier cosa para que ellos dejasen de predicar su evangelio de gracia, el cual contradecía todo lo que Saulo y la antigua orden religiosa judía creían. Saulo estaba convencido de que el único camino a Dios era mediante adherirse a la ley de Dios. Pero entonces, en su viaje, Saulo cayó al suelo mientras los cielos se abrían para revelar una luz que le cegaba y una voz que decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”.

Note que en ningún lugar de la Biblia encontramos a Saulo (Pablo) teniendo ningún otro tipo de encuentro con Jesús antes de la crucifixión y resurrección de Cristo. Saulo nunca se encontró con Jesús mientras Cristo caminó en la tierra y sin embargo Jesús le indicó que este asunto de perseguir a los cristianos era personal: Si persigues a mis seguidores, mi iglesia, entonces me estás persiguiendo a mí. Lo mismo es cierto para nosotros hoy. Jesús nos dijo: “Si el mundo los aborrece, tengan presente que antes que a ustedes, me aborreció a mí… Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán” (Juan 15.18, 20).

Así que no se sorprenda cuando alguien le ataque porque es cristiano, porque es seguidor de Cristo. Nuestro Salvador nos dijo que esto ocurriría. Las personas comprometidas con los caminos del mundo aborrecen a Jesús y, por lo tanto, nos aborrecen a nosotros porque su Espíritu vive en nosotros. Su odio puede tomar todo tipo de formas, yo he enfrentado la mayoría de ellas. Esto explica por qué,


Llamado para más

51

ciertas figuras políticas en nuestra ciudad se han opuesto al trabajo de nuestra iglesia. Explica por qué pandillas han intentado intimidarme por no seguir sus “reglas”. Explica por qué los que practican el vudú en nuestro vecindario, han hecho brujerías y han dejado cuerpos mutilados de pollos en nuestras escaleras.

No importa qué tipo de persecución haya enfrentado, yo no he tenido temor ni he retrocedido porque sé que tengo el poder de Dios habitando en mí. Mientras esté haciendo lo que Él me ha llamado a hacer, sé que Él me capacitará para hacerlo. Él proveerá los recursos para que usted y yo podamos llevar su luz a la oscuridad del mun-do que nos rodea. Años después —veintitrés años después para ser exactos—, Pablo, encarcelado por predicar el evangelio, compartió su testimonio con el gobernador Festo y con el rey Agripa, y les dijo lo que Jesús le dijo ese día en el camino de Damasco:

“Ahora, ponte en pie y escúchame. Me he aparecido a ti con el fin de designarte siervo y testigo de lo que has visto de mí y de lo que te voy a revelar. Te libraré de tu propio pueblo y de los gentiles. Te envío a estos para que les abras los ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios, a fin de que, por la fe en mí, reciban el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados”. (Hechos 26.16-18)

Pablo se consideraba a sí mismo intachable hasta que conoció a Jesús y se dio cuenta de que ninguno de nosotros puede seguir perfectamente la ley de Dios y salvarse a sí mismo. Por eso Dios envió a su Hijo a morir en la cruz —porque no podíamos pagar el precio—, porque Él nos amaba mucho. “Porque tanto amó Dios al mundo…” (Juan 3.16). Pablo se movió de una vida en la ley, a una vida en el Espíritu. Aprendió a vivir por gracia en vez de por obras,


52

Muévase a más

a extender gracia en vez de retener cautiva a la gente en el legalismo. Aprendió a soltar quién había sido él para convertirse en quien Dios le había hecho ser.

Radicales libres

Pablo era un perseguidor de cristianos, él era un asesino de cristianos. Antes de ser un asesino de cristianos, antes incluso de nacer, Dios lo llamó. Y permítame ayudarle a entender el significado de esto, porque no importa su edad, o dónde esté en la vida, probablemente haya cometido algunos errores y haya experimentado algunos fracasos durante el camino.

Muy frecuentemente, nos fijamos en esas decisiones erróneas y tropiezos y nos etiquetamos de acuerdo con eso. Tenemos fracasos. Cometemos errores. Hacemos cosas pecaminosas. Hemos hecho cosas bastante vergonzosas. Hemos herido a otros. Y, por lo tanto, nos evaluamos a través de los lentes de cómo nos han lastimado y cómo lastimamos a otros. Pero Dios no mira nuestras heridas. Así como hizo con Pablo, Dios lo miró a usted en el vientre de su madre y lo llamó a más. Y su llamado es irrevocable; una vez que le llama, no hay vuelta atrás.

Me sorprende que Pablo nunca dudó de que su vida había sido cambiada. Él podía fácilmente haber cuestionado: “¿Cómo es posible? ¿Qué ha cambiado dentro de mí? ¿No lo entiendo?”, pero no lo hizo. Simplemente aceptó su encuentro cara a cara con Jesús tal y como fue, espiritual y sobrenatural. Pablo no pasó tres años siguiendo a Jesús mientras predicaba, sanaba a los enfermos y perdonaba los pecados de la gente. Pablo solo tuvo un encuentro, ¡boom!, y todo cambió.


Llamado para más

53

El ejemplo de Pablo nos debe animar, especialmente cuando somos tentados a enfocarnos en nuestros errores. Porque Pablo evidentemente cometió muchos de ellos —incluso matar a personas inocentes solo porque estaban siguiendo a Jesús en vez de la Ley—. Sin embargo, Dios aun así lo usó. Quizá el cambio drástico en Pablo después de conocer a Jesús en el camino de Damasco explica por qué Pablo era un personaje tan radical. Había sido liberado para conver-tirse en quien Dios realmente le había llamado a ser. Pablo enfrentó prácticamente todo lo que una persona puede enfrentar al cumplir su llamado: naufragios, arrestos, golpes, tiempo en la cárcel y terre-motos. Aun así, Pablo escribió casi la mitad del Nuevo Testamento y convirtió a incontables hombres, mujeres y niños a la fe cristiana.

No importa lo que usted haya vivido, cómo haya fallado o dañado a otros, cómo haya sufrido o el daño que otros le hayan causado, Dios quiere usarle para su reino. Él le ha marcado para más y le ha llamado a más. Pero Él todavía sigue dándole libre albedrío para que escoja cómo responderá. ¿Vivirá con la osada libertad y la actitud radical de un Pablo? ¿O pondrá en espera el llamado de Dios en su vida?

Vaya a pescar

Dios no le ha llamado a pescar a otros por lo bueno o lo bien parecido que es usted, por cuánto dinero tiene o cuántos títulos tenga colgados en su oficina. Las personas a las que Jesús llamó para que fueran sus discípulos eran trabajadores comunes, sin educación y sin experiencia. No tenían credencial teológica alguna ni posición en el mundo. No fueron al instituto bíblico ni tenían ningún entrenamiento especial. Eran pescadores, recaudadores de impuestos, personas promedio como usted y como yo. Jesús se encontró con ellos en sus trabajos,


54

Muévase a más

como un hombre común. Sea cual sea su profesión ahora mismo, Dios le está llamando a usarla para su reino. Los discípulos fueron escogidos por Jesús, no por quienes eran sino por lo que Dios podía hacer a través de ellos.

No se trata de quién sea usted, sino de lo que Jesús puede hacer a través de usted, si se lo permite.

¿Aceptará la invitación y dirá: “Jesús, aquí estoy, úsame”?

En su misma raíz, el cristia-nismo tiene que ver con seguir a Jesús y pescar a quienes lo nece-sitan. Él usa todo lo que somos,

todo lo que fuimos antes de conocerle y nos capacita para hacer más de lo que jamás podríamos haber hecho por nosotros mismos. Hay alguien que necesita ser liberado de las tinieblas, a quien solo usted puede ayudar. Hay alguien con dolor, que está pasando por algo por lo que Dios ya le ha permitido pasar a usted. Nadie puede alcanzar a esa persona mejor que usted.

No tenga miedo. Pesque. Comparta su historia sin temor. Otros necesitan ser salvados y necesitan que sus pecados les sean perdona-dos. Puede que usted sea la única persona dispuesta a ver sus dolores y necesidades.

Y algún día, cuando lleguemos al cielo, cuando ellos le vean allí, dirán: “Gracias. Gracias por ese día cuando usted me habló. Gracias por ese momento en el que no me dejó que le apartara de mi vida y se detuvo y habló conmigo sobre su vida y sobre Jesús. Y porque usted se interesó, yo pude salir de la oscuridad y entrar en la luz. El poder de Satanás fue roto en mí y recibí el perdón de Dios de mis pecados y acepté su poder en mi vida. Gracias por pescar”.

No se trata de quién sea usted,

sino de lo que Jesús puede hacer a

través de usted, si se lo permite.


Llamado para más

55

Finalmente, permítame dejarle una escena de una historia que leí una vez en la que el escritor se imaginaba a Jesús volviendo a entrar en el cielo. Mientras los ángeles hablaban con Él, Gabriel observó que Jesús llevaba las marcas de la cruz, y siendo curioso, le dijo a Jesús:

“Maestro, debes haber sufrido terriblemente por esas personas ahí abajo”.

“Sí, hubo algo de sufrimiento”, dijo Jesús. “Y ¿saben todos ellos lo mucho que los amas? ¿Saben todos ellos

lo que hiciste por ellos?”, preguntó Gabriel.“Oh, no, todavía no. Solo lo saben unas cuantas personas en

Palestina”.“Entonces, ¿qué has hecho para que todos lo sepan?”, dijo

Gabriel.“Bueno”, respondió Jesús, “les he pedido a Pedro, Santiago y

Juan, y a algunos otros que hablen de mí, y que esos otros se lo digan a otros y a otros y a otros, hasta que todo el mundo haya escuchado lo que he hecho”.

A Gabriel no le convenció mucho que este plan fuera a funcionar. “¿Y si Pedro, Santiago y Juan, y esos otros seguidores se cansan y fra-casan? ¿Qué ocurrirá si muchos años más adelante la gente no habla a otros de lo que has hecho por ellos? ¿Tienes un plan de contingencia? ¿Hay alguna estrategia de respaldo?”, dijo Gabriel.

Jesús sonrió. “No tengo otro plan”, dijo. “Confío en ellos”. Él confía en usted y en mí para que cumplamos con nuestro lla-

mado y echemos la caña para rescatar las almas de las personas. No hay otro plan de cómo conocerán a Dios o llegarán al cielo. Así que no deje que el temor le detenga de entregar su corazón, sus manos y su tiempo a quienes le rodean. No deje que sus preocupaciones


56

Muévase a más

sobre lo que otros puedan pensar le frenen y le impidan vivir su llamado.

Muchas veces permitimos que el temor nos impida ir a pescar: temor a ser ridiculizados, temor a que ya no seremos la persona más popular en el aula; temor a quedarnos sin amigos. Por eso Jesús dice: “¡No tengan miedo, yo estaré con ustedes hasta el final!”. Responder a su llamado significa seguir sus pisadas incluso cuando no siempre podamos ver lo que hay por delante.

Del mismo modo en que Jesús llamó a sus primeros discípulos, Él está llamándonos a usted y a mí a hacer más, a compartir Su luz que está en nosotros, porque la gente está en oscuridad. La gente está desesperada por salir de la oscuridad a la luz, por conocer el verdadero perdón y la verdadera libertad. Están siendo oprimidos por el poder del mundo, por las fuerzas del enemigo. Tienen que ser liberados del poder de Satanás para que puedan experimentar la gracia de Dios y ser libres del poder del pecado en sus vidas.

¿Cómo ocurrirá eso a menos que usted vaya a pescar? El amor es lo que le llama a hacer lo que usted hace. Es el amor que usted tiene por Dios. Amor que le motiva, sostiene y capacita para salir de su zona de comodidad y pescar en aguas profundas. Si verdaderamente quiere más de Dios en su vida, abra su corazón mientras responde a su llamado.


Llamado para más

57

OR AR POR MÁS

Padre, sé que Tú no haces acepción de personas. Así como llamaste a Pablo, así como llamaste a los discípulos, también me has llamado a mí. Ayúdame a responder al llamado y pescar a otros. Permíteme dejar a un lado mis temores y avanzar en fe para que quienes están en las tinieblas puedan ver tu luz. Quiero seguir los pasos de Jesús y hacer que el enfoque singular de mi vida sea amar a otros y guiarlos a ti. Quiero usar los muchos dones, talentos y recursos que me has dado para compartir el evangelio con personas y avanzar tu reino en el mundo. Ayúdame a ser sensible a tu Espíritu dentro de mí y a seguir tu dirección en todo lo que haga. Gracias, Señor, por llamarme a más. Te amo. Amén.


59

Ca p í t u l o 3

VIVIR EN EL MÁS DE HOY

“Soy solo una, pero ya soy alguien. No puedo hacerlo todo, pero puedo hacer algo y porque no pueda hacerlo todo, no rehusaré hacer lo que puedo hacer”.

—HELEN KELLER

Cuando accedí a ser pastor, nuestra iglesia tenía 68 miembros y un futuro incierto. Fundada a mitad de la década de 1960 por

el reverendo Ignacio Marrero, junto a un fiel grupo de creyentes del vecindario, la iglesia, (entonces conocida como Palestine Christian Temple) se reunía en casas hasta que pudieron pagar la renta de un local y establecer una presencia mayor en la comunidad. Más de una década después, la iglesia había crecido y finalmente se pudo comprar un lugar permanente justo en el centro de Humboldt Park en el 1665 de North Mozart Street.

Después de 35 años, el reverendo Marrero, que se convirtió en mi suegro, decidió jubilarse y pasarme a mí el manto. Eso fue hace casi veinte años y yo no tenía ni idea de lo que ocurriría; no sabía si Dios permitiría que nuestra pequeña iglesia cerrase, sobreviviese uniéndose


Muévase A Más Las Sorpresas Ilimitadas De Un Dios Fiel By Choco De Jesús En el mundo actual la gente está cansada y llena de temores, viven temporadas difíciles en sus vidas. La firme seguridad de que Dios nos ha llamado para una vida abundante nos da la fortaleza, el aliento y la perspectiva necesarios para los tiempos difíciles. Y de la misma manera, esa seguridad nos infunde humildad con cada bendición que recibimos. Este libro exhorta a los lectores a recordar que hay algo más, que Dios nos ha prometido y planeado una vida más abundante que la que vivimos en estos momentos. Su «más» es infinito; no tiene límite. Su Palabra promete que podemos aprender a vivir en su plenitud. Relatando su historia personal en cuanto a experimentar ese «más», el autor comparte con los lectores que ellos también han sido escogidos por Dios; destinados a vivir en Su plenitud. El autor analiza también ciertos impedimentos específicos que nos impiden llevar una vida abundante, como el temor, las múltiples ocupaciones, las heridas que nos hacemos a nosotros mismos y el egoísmo. Disponible en los principales minoristas, incluidos:

https://www.amazon.com/dp/0829767754/ref=cm_sw_su_dp?tag=ztrade-20

https://www.barnesandnoble.com/w/muevase-a-mas-choco-de-jesus/1128332398?ean=9780829767759&st=AFF&2sid=Thomas%20Nelson%20Online,%20Inc_7522481_NA&sourceId=AFFThomas%20Nelson%20Online,%20Inc

https://biblegateway.christianbook.com/muevase-a-mas-move-into-more/choco-de-jesus/9780829767759/pd/767758

https://itunes.apple.com/us/book/mu%C3%A9vase-a-m%C3%A1s/id1249856510?mt=11&ign-mpt=uo%3D4

https://play.google.com/store/books/details/Choco_De_Jesus_Mu%C3%A9vase_a_m%C3%A1s?id=75EoDwAAQBAJ

https://store.faithgateway.com/dios-no-tiene-limites

MUÉVASE - HarperCollins Christian Publishing · Suena a locura, lo sé, pero permítame explicarme. Sigo encon - trándome con oradores, libros, blogs y conferencias enfocados en

Documents