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Hacemos entrega a nuestros lectores en este nuestro Boletín No. 39 correspondiente a Mayo - Junio de 2013 de la continuación de las consideraciones sobre el autor del Tratado, San Luis María Grignión de Montfort. TIEMPOS PRECURSORES DE LOS NUESTROS Considerando estos hechos desde el punto de vista del Santo Padre León XIII en la Encíclica “Parvenu à la 25.ème An- née” la Revolución Francesa fue una con- secuencia del protestantismo. Y esta por su vez produjo el comunismo. Al iguali- tarismo y liberalismo religioso del fraile apóstata de Witemberg, le sucedió el igua- litarismo y liberalismo político-social de los soñadores, de los conspiradores y de los facinerosos de 1789. Y a este le sigue después el igualitarismo totalitario, social e económico de Marx. La revolución protestante fue una for- ma ancestral de la Revolución Francesa, como esta lo fue del comunismo moder- no. Y cada una de estas formas ancestrales ya tenía en sí todas las toxinas de la que le seguía. Son tres molestias, sucesivamente más graves, provocadas por el mismo vi- rus. O son tres fases sucesivamente más graves de la misma molestia. O tres etapas de una omnímoda y universal Revolución. Prof. Plinio Corrêa de Oliveira Continuación del artículo publicado en Catolicismo Nº 53 - Mayo de 1955 Nº 38 Marzo & Abril - 2013
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Hacemos entrega a nuestros lectores en este nuestro Boletín No. … · 2015-09-17 · combatía vivamente la devoción a la San-tísima Virgen María. San Luis Grignion de Montfort,

Aug 02, 2020

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Hacemos entrega a nuestros lectores en este nuestro Boletín No. 39 correspondiente a Mayo - Junio de 2013 de la continuación de las consideraciones sobre el autor del Tratado,

San Luis María Grignión de Montfort.

TIEMPOS PRECURSORES DE LOS NUESTROS

Considerando estos hechos desde el punto de vista del Santo Padre León XIII en la Encíclica “Parvenu à la 25.ème An-née” la Revolución Francesa fue una con-secuencia del protestantismo. Y esta por su vez produjo el comunismo. Al iguali-tarismo y liberalismo religioso del fraile apóstata de Witemberg, le sucedió el igua-litarismo y liberalismo político-social de los soñadores, de los conspiradores y de los facinerosos de 1789. Y a este le sigue después el igualitarismo totalitario, social e económico de Marx.

La revolución protestante fue una for-ma ancestral de la Revolución Francesa, como esta lo fue del comunismo moder-no. Y cada una de estas formas ancestrales ya tenía en sí todas las toxinas de la que le seguía. Son tres molestias, sucesivamente

más graves, provocadas por el mismo vi-rus. O son tres fases sucesivamente más graves de la misma molestia. O tres etapas de una omnímoda y universal Revolución.

Prof. Plinio Corrêa de Oliveira

Continuación del artículo publicado en Catolicismo Nº 53 - Mayo de 1955

Nº 38

Marzo & Abril - 2013

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UN PROFETA APARECE EN EL CURSO DE LA REVOLUCIÓN

Ahora bien, S. Luis Grignion de Mont-fort fue, en este proceso histórico, un ver-dadero profeta. En el momento en que tantos espíritus ilustres se sentían entera-mente tranquilos en cuanto a la situación de la Iglesia, envueltos en un optimismo displicente, tibio, sistemático, ele sondeó con mirada de águila las profundidades del presente, y predijo una crisis religiosa futura, en términos que hacen pensar en las desgracias que la Iglesia sofrió du-rante la Revolución Francesa, esto es, la implantación del laicismo de Estado, el establecimiento de la “Iglesia Constitu-cional”, a proscripción del culto católico, la adoración de la diosa razón, el cautive-rio y muerte del Papa Pio VI en manos de Napoleón, las masacres y deportaciones de Sacerdotes y Religiosas, la introduc-ción del divorcio, la confiscación de los bienes eclesiásticos, etc.. Más todavía. Para aliento y alegría nuestra, el Santo profetizó una grande y universal victoria de la Religión Católica en días venideros.

MARTILLO DE LA REVOLUCIÓN

Mas además de profeta, S. Luis Grig-nion de Montfort fue misionero y com-batiente. Misionero, causticó él mismo implacablemente el espíritu neo-pagano, haciendo cuanto podía para apartar el pueblo fiel de la mundanidad y de todo

cuanto constituía el mal espíritu nacido del Renacimiento. La región evangeliza-da por él fue tan profundamente inmuni-zada contra o virus de la Revolución, que se levantó en armas contra el gobierno republicano y anti-católico de Paris. Fue la conocida “Chouannerie”. Si S. Luis Grignion hubiese extendido su acción misionera a toda Francia, probablemente habría sido otra su Historia y la Historia del mundo.

Ahora bien, ¿por qué no la evangelizó entera?

Orador sacro eficientísimo, predicaba la palabra de Dios con un valor extraordi-nario. Esto le valió el odio, no solamente de los calvinistas, sino también de una de las sectas más detestables y más influyen-tes que hasta hoy hayan existido infiltra-das en la Iglesia, esto es, los jansenistas.

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Sería largo enunciar las múltiples y com-plejas razones por que las que el jansenis-mo, con su apariencia de austeridad, es el legítimo producto de la crisis religiosa del siglo XVI. Lo cierto es que esta secta, dis-poniendo de deplorable influencia sobre muchos fieles, Sacerdotes y hasta Obis-pos, Arzobispos, Cardenales, seguía una línea de pensamiento y de acción nociva a toda restauración de la vida religiosa, apartaba las almas de los Sacramentos y combatía vivamente la devoción a la San-tísima Virgen María.

San Luis Grignion de Montfort, por lo contrario, tenía a la Santísima Virgen la devoción más ardiente, y hasta escribió en loor de Ella el famoso “Tratado de la Verdadera Devoción”, que constituye hoy el fundamento más fuerte de toda piedad mariana profunda. De otro lado, por sus misiones, aproximaba el pueblo de los Sacramentos, lo enfervorizaba con el Ro-sario, en una palabra hacía obra diame-tralmente opuesta a los intenciones de los jansenistas.

Esto le trajo, dentro de los propios me-dios católicos, una persecución abierta, que le valió las mayores humillaciones. Causa espanto que, en cuanto tantos Pre-lados, clérigos y laicos, en nombre de la caridad se mostraban irritados o aprehen-sivos con la justa severidad de la Santa Sede en relación a los jansenistas, no tu-viese penalidades, actos de hostilidad, ni humillaciones que bastasen contra S. Luis María. Se puede decir que fue uno de los

Santos más despreciados e humillados que hubo en estos veinte siglos de vida de la Iglesia. Solamente en dos Diócesis de toda Francia le permitieron los Obispos ejercer su ministerio sacerdotal y misio-nero. Pero, cual nuevo Ignacio de Loyola, sintiendo con serenidad el ímpetu contra su persona del violento olaje de odio anti-católico disfrazado con aires de piedad, no se perturbó. Y, humillado hasta el fin, hasta el fin luchó.

Este Santo extraordinario dejó una mis-teriosa y admirable oración, conteniendo ella enseñanzas y luces especiales para nuestra época. La compuso pidiendo Mi-sioneros para su Congregación. En este mes de mayo nos será útil recordar la fi-gura angélica de este sumo paladín de la Virgen. Y en el mes de junio, consagrado al Corazón de Jesús, pensamos exponer y comentar su admirable oración.

En esta oración, como esperamos mos-trar en el próximo número, se ve que para S. Luis María sus tiempos eran precurso-res de una inmensa crisis que se extiende hasta hoy día, e irá incluso hasta la ins-tauración del Reino de María. Él propio sin quererlo, se nos descubre como el modelo, la prefigura de los apóstoles sus-citados para luchar en esa crisis, y ven-cer la batalla por María Santísima. Esta es la sublime y profunda actualidad de S. Luis María Grignion de Montfort para los apóstoles de nuestros días.

Tema de meditación fecundo en este mes en que la Santa Iglesia celebrará por primera vez -en el día 31- la fiesta tan

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grata a las almas fuertes y profundamen-te piadosas, de la Realeza de María.de la Religión en la mentalidad de los indivi-duos y de las sociedades. A ese indiferen-tismo naciente, se sumó no raras veces una antipatía contra la Iglesia, discreta y apenas perceptible en unos, más pronun-ciada en otros, y llevada en algunos al extremo de una hostilidad militante. Tal estado de espíritu concurrió sensiblemen-te para la eclosión del protestantismo, y para las manifestaciones del racionalis-mo y el escepticismo tan frecuentes entre los humanistas. Del indiferentismo nacía naturalmente el libre pensamiento.Mas estos fermentos no atacaron desde luego toda la sociedad. De inicio, dominaron apenas ciertos elementos de alta influen-cia en la vida intelectual, en la nobleza y en el Clero, con el apoyo de un cierto

número de soberanos. Poco a poco, entre-tanto, fueron alcanzando los tejidos más profundos del cuerpo social. En el tiem-po de S. Luis Grignion, se puede afirmar que su influencia se notaba en todos los campos: la política se laicizara, la antigua sociedad orgánica y cristina fue semi-deglutida por el absolutismo del Estado neo-cesáreo y neo-pagano, menguó la influencia de la Religión en la vida de to-das las clases sociales, principalmente en las elites, una tendencia general para las costumbres más flojas, más “libres”, más fáciles ganaba todos los ambientes, la sed de placer y de lucro crecía, la mundanería campeaba hasta en cierto número de ca-sas religiosas, el mercantilismo extendía sus tentáculos para dominar toda a exis-tencia. En líneas generales, el cuadro era bastante parecido con el de nuestros días.