1 VOCERRANTE (19) Persistencia Apertura (Sobre “White Man Sleeps II”, por Kronos Quartet): (Andante tranquilo) “Las palabras vagan, yerran, buscan. Van y vienen por ahí hasta que encuentran un refugio. En las manos, en los ojos, en cualquier cosa que las rescate del olvido.” Raúl Este es el décimo noveno programa de VOCERRANTE. Bienoídos y bienoídas. Raúl Al principio fue el trabajo. Y el trabajo hizo las habitaciones y las jornadas, Hizo cóncavo al mar, convexo al barro, Tejió las siembras, Forjó los músculos y los huesos, Levantó las vértebras,
Emisión 19 del ciclo radial "VOCERRANTE", con un tour de force sobre la historia del movimiento obrero argentino, desde principios del siglo XX hasta principios de este siglo XXI
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VOCERRANTE (19)
Persistencia
Apertura (Sobre “White Man Sleeps II”, por Kronos Quartet):
(Andante tranquilo)
“Las palabras vagan, yerran, buscan. Van y vienen por ahí hasta que
encuentran un refugio. En las manos, en los ojos, en cualquier cosa que las
rescate del olvido.”
Raúl
Este es el décimo noveno programa de VOCERRANTE.
Bienoídos y bienoídas.
Raúl
Al principio fue el trabajo.
Y el trabajo hizo las habitaciones y las jornadas,
Hizo cóncavo al mar, convexo al barro,
Tejió las siembras,
Forjó los músculos y los huesos,
Levantó las vértebras,
Amarró los nervios de los brazos,
Amasó las manos
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Y con las manos realizó todas las formas.
Al principio fue el silencio
Y el silencio fue trayendo poco a poco las palabras,
Cuya primera función fue nombrar a alguien.
Luego, el mundo de las formas fue sustituido por el de las cosas.
Todo lo que hicimos, todo lo que hacemos, son objetos.
En eso nos acomodamos.
A eso nos acomodamos.
Así también, el mundo de los gestos fue sustituido por el de las reglas.
Todo lo que significamos son dominios.
En eso nos concebimos.
A eso nos concebimos.
Hasta obtener de los objetos los productos,
De los brazos su fuerza muscular,
Del pensamiento la disciplina,
De la palabra la propiedad
Y del trabajo la resignación.
Una feroz abstracción fijó a la persona en estadística,
Al trabajo en gasto o en factor,
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Al operario en accesorio de la máquina
Y a la fábrica en variable de inversión.
Sin embargo, el trabajo primigenio
sigue golpeando en las sienes,
latiendo en las venas,
vibrando en las gargantas.
De entonces hasta hoy, igualmente de tenaz y consistente.
Esta es la historia de este pulso sostenido,
Un pulso sin centro, sin yo, sin distancia.
Un pulso disperso, colectivo e inmediato.
Confluencia del dolor, de la lucha y la esperanza.
Un pulso sostenido
En el que estallen los silencios
Y devuelva el verbo a la forma
Y la voz a la palabra
Y el cuerpo a las cosas.
La vida al trabajo,
Y el deseo a la alegría.
Un pulso sostenido
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En osada resistencia.
Un pulso sostenido
En rebelde persistencia.
Ese pulso persistente
Que tañe en sus silencios
El entusiasmo.
1907. (Daniel)
Porque el obrero o la obrera es un sólido en el espacio, debe ocupar un lugar.
Porque el obrero o la obrera es un fluido en el tiempo, debe permanecer aún
fuera del establecimiento productivo.
Pero no precisa más que una cama, que se mantenga caliente de un cuerpo a
otro.
O que un par de sogas atravesadas de pared a pared, en las que colgarse de
los sobacos para dormir a la maroma.
No hace falta luz ni ventilación. Apenas kerosene y abanico.
Tampoco le hace falta ni baño ni cocina. Suficientes son algún agujero en la
tierra o algún brasero a kerosene en el piso.
La Propiedad es inviolable, reza el credo de Nuestra Constitución. Y el Código
Civil consagra como doctrina de fe, su carácter absoluto. Vélez Sarsfield
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prohibió su división por cualquier medio, en cualquier forma, volviéndola así en
el campo como en la ciudad, monolítica.
La Propiedad, como un manto piadoso, abstracto y perdurable, ocultaba las
paredes de los conventillos.
La Propiedad, como la forma más rústica e inmediata del poder, requiere
satisfacciones.
Así, el obrero o la obrera ha de tributarle su alquiler, aunque le cueste más del
veinte por ciento de sus haberes.
¿Y el cincuenta? ¿Por qué no el cincuenta?.
En conventillos saturados, como los Cuatro Diques, y en otros denominados
Medio Mundo, El Infierno, La Cueva Negra o Babilonia, se desató la huelga de
inquilinos.
Ciento veintinueve mil personas participaron, en Buenos Aires, en Rosario, en
Mendoza, en Córdoba y en Bahía Blanca. Durante tres meses.
Ramón Falcón comanda las represiones, que resisten especialmente las
mujeres, arrastradas de sus cuartos.
El 22 de octubre matan a Miguel Pepe (Presente), de dieciocho años…
Al día siguiente el cortejo alcanza las quince mil personas en Buenos Aires.
Muerte, heridas, desalojos y deportaciones se llevan a cabo hasta diciembre.
Muchos lograron a ese costo algunas de sus demandas.
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Había ganado la Propiedad. Pero ya no era inmaculada. Cuando la liturgia de
sus sacerdotes devino en armas, mostró sus grietas. Las mismas grietas que
mostraban las paredes de los conventillos y por donde asomaba el desafío de
la vida.
1909 (Raúl)
Para que la Memoria sea plural, y no una mera efeméride, cita bibliográfica o
recuerdo de erudito, se celebra el Primero de Mayo el Día del Trabajador.
Para que la Memoria sea plural, dicha celebración no puede tener otro lenguaje
que el de la dignidad de la lucha.
El Primero de Mayo de 1909, se levantan las consignas del fin del trabajo a
destajo, de la prohibición del trabajo de los y las menores de 14 años, la
igualdad económica del hombre y la mujer y el respeto y reconocimiento de la
facultad de agremiarse.
Pero el Progreso, definido en el Artículo 67 inciso 16 de nuestra Constitución
Nacional entonces vigente, no tiene memoria. Sólo acumula capitales.
En la marcha desde Congreso a Once, a la que había convocado la Federación
Obrera Regional Argentina, tiene lugar una brutal represión ejecutada otra vez
por Ramón Falcón y ordenada por Figueroa Alcorta, que cobrará doce muertos,
más de ochenta heridos y multitud de detenidos (¡Presentes!).
Al día siguiente, trescientas mil personas, la cuarta parte de la población total
de la Ciudad de Buenos Aires acompañan el último adiós a las víctimas, y se
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declara, acata y cumple durante toda la semana la huelga general hasta la
liberación de todos los compañeros, lo que se obtiene el 8 de mayo, junto a la
reapertura de los locales obreros y la derogación del código municipal de
penalidades.
Para que la Memoria sea plural y se mantenga encendida, se recuerda a esa
semana como la Semana Roja.
1919 (Daniel)
El obrero y la obrera transcurren en el tiempo. De allí que deba tener un
crecimiento vertical. Mediante el progreso, la escala de tiempo es igual a la
escala social.
El obrero y la obrera no deben tener más apetencia que la de ser como sus
patrones.
Pedro Vasena, que había sido herrero artesano desde niño, convencido de
haber constituido absolutamente solo su industria metalúrgica, daba fe de ello.
Las paredes de los Talleres Vasena, presentan signos de vitrificación.
Para que una pared de ladrillos se vitrifique es necesario que se exponga a
más de mil quinientos grados de temperatura.
Alrededor de los piletones de fundición de los Talleres Vasena, la estrechez de
los pasillos, la delgadez de sus muros, y la escasísima ventilación, las once
horas de trabajo diario eran un infierno.
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Afectado por la guerra mundial, el mercado de exportación se resintió. Como el
progreso debía continuar, Vasena despidió trabajadores, redujo en un
cincuenta por ciento los salarios de los que continuaban, y contrató a más
niños.
Por todo ello se declaró la huelga de empresa.
Hacía un mes que se mantenía la huelga y la metalúrgica sólo continuaba
merced a la colaboración de algunos oficiales y a la incorporación de
rompehuelgas.
El 7 de enero, a las puertas del depósito, los compañeros y compañeras
esperaban las chatas que traían nuevas producciones, conducidas por
rompehuelgas, a fin de impedir su ingreso. Pero las chatas no venían solas.
Fueron acompañadas por policías, bomberos y fuerzas de civil
autodenominados de la Liga Patriótica. Y abrieron fuego.
Ese día hubo cinco muertos, y alrededor de ochenta heridos. Los muertos ni
siquiera formaban parte de la empresa ni del movimiento. A pesar de ello, los
velaron en la sede gremial y al día siguiente una multitud de doscientas mil
personas acompañaron los féretros.
Se dictó la huelga por solidaridad, que durará toda la semana y dará lugar a
nuevas emboscadas.
Murieron entre el cortejo y el entierro en Chacarita, cientos de huelguistas, en
esa Semana Trágica.
Demostraban por qué el hierro tiene gusto a sangre, haciendo a la sangre de
hierro.
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Al fin de la protesta, liberaron a los presos, pero no hubo nunca un solo
detenido por la masacre.
Porque el obrero y la obrera transcurren en el tiempo, deben procurarse un
crecimiento horizontal.
Lo más parecido a un abrazo abigarrado que se pueda.
1921 (Raúl)
Adentro, bien adentro,
Donde la selva se concentra en el último de los círculos concéntricos del árbol
En el tronco del olvido,
Se levantan, Se erigen, Se cuelgan, Se afirman,
Se extienden los tendones.
Y a través de ellos puede escucharse sonar. Al viento.
Los tendones se extienden desde La Leonesa a Villa Guillermina, de Villa
Guillermina a La Gallareta, entre el Río Bermejo y el Río Paraná.
Y se estiran, fuertes y constantes. Un tendón por cada brazo levantado.
Uno por cada mano abierta. Uno por cada pecho adelantado.
En Las Palmas, en La Forestal, En el Gran Chaco,
Se talan árboles.
Y los obreros y las obreras, y los niños y las niñas de esas obreras y obreros
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Son árboles merodeadores.
Cuando sólo rige la ley de la empresa, las empresas son dueñas de las horas y
los días, ya que son dueñas de la tierra, los caminos de la tierra
La comida de la tierra y el castigo de la tierra.
Suyas son la gendarmería volante, y suyas también la policía y los jueces.
Usan los árboles mientras soportan su vida
Y al resto lo arrojan en mitad del monte.
Hasta que en los árboles merodeadores brote una flor silvestre.
Y la flor silvestre arroje una semilla, y la semilla haga vibrar las cuerdas
suspendidas. Los tendones esforzados.
Y los árboles humanos arranquen sus raíces y las expongan, abiertas,
Unos a otros, unos frente a otros, en una red de huellas y caminos,
Fundando allí, en la frágil línea del horizonte,
La esperanza.
1920/2 (Daniel)
El patriotismo se gestaba como un modo de adular a la “parte sana” de la
población. La Liga Patriótica, o Guardia Blanca era la custodia de esta sanidad.
Por disposición de la Ley 7029, de “Defensa Social”, sancionada en el
Centenario de la Revolución de Mayo, se prohibía la entrada al país de idiotas,
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locos, epilépticos, personas afectadas de enfermedad contagiosa o
repugnante, mutilados, contrahechos, mendigos, quienes representen por su
condición física o moral una carga inútil, los que hayan sufrido condena, los
polígamos, las prostitutas, los anarquistas, los que profesen o preconicen el
ataque a funcionarios, gobierno o instituciones, o los que hubieran sido
expulsados con anterioridad.
Y con anterioridad habían masacrado o expulsado a punta de Remington, a
todos los habitantes y pobladores que verdaderamente tenían raíz en este
suelo.
Los obreros y obreras rurales de Santa Cruz tenían esperanza. Y no se tiene
esperanza si no se abriga un deseo. Y el deseo era de una libertad de iguales.
Procedían de Chile, de Polonia, de Alemania, de Galicia, de Italia, de Uruguay,
y por supuesto, de Argentina. Procedían de la Primera Guerra Mundial, del
presidio, del desarraigo, del desencuentro, de la aventura, de peores y mejores
condiciones, de la más alejada soledad. Y encontraron un modo del abrazo que
los hacía dignos y honorables.
Hicieron la huelga. Y en la huelga se reconocieron verdaderos y plurales. Sin
horizonte de lucha, el camino no tiene forma y el cuerpo se desvanece.
Muchas traiciones quebraron su marcha, hasta que el teniente coronel Varela,
con anuencia de Yrigoyen, perpetrara la masacre.
¿Dónde están los que se fueron
Dónde están los insurgentes?
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Una vez dejado el cuerpo
Se retoban a la muerte.
No los busques en la fosa
Ni en el viejo cementerio.
Sino en la multiplicación
De sus labios y sus dientes.
No los busques aquietados
Sino aquí. Están presentes
1924 (Raúl)
A través de la marcha de las constelaciones, de cada uno de los días y las
noches,
A través del ciclo de las viejas estaciones,
Por las heridas y las huellas, que también duelen,
Por el verbo inconmovible y la verdad rebelde,
La tierra se mueve, la tierra se mueve.
Va siguiendo al Sol, al agua, al horizonte,
A la necesidad de lumbre y de alimento.
Pero luego la comprimen en las reducciones,
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A la propiedad, al hambre, y el confinamiento.
El algodón retenía las manos, y los hombres y mujeres no podían zafarse.
Y el pago por sus cosechas se deshacía en el aire.
Los hombres y mujeres qom y mocovíes decidieron ir a prestar su fuerza de
trabajo a otras zonas. Pero se les impidió salir del entonces Territorio Nacional
del Chaco. De forma tal que declararon la huelga.
Intervino el entonces gobernador Centeno, designado por el presidente Marcelo
de Alvear, enviando tropas de la gendarmería y de la policía local.
El 19 de julio de 1924, en Napalpí, de entre los árboles, por el cielo, una
avioneta prendió fuego a la tierra, los hogares y las personas. Y persiguió a
todos los que se dispersaban.
Se obraron vejaciones, humillaciones y amputaciones. Y embriagados de
crueldad, se dispararon cinco mil tiros contra hombres, mujeres, niños y niñas.
Algunos de los chiquitos luego fueron llevados a las casas pudientes, donde los
hacían trabajar como siervos.
Melitona Enrique, sobreviviente de aquella masacre, contó que los cuervos
negros dejaron de volar por una semana, llenos hasta el hartazgo de
cadáveres.
Los que lograron escapar al monte, tuvieron que hacerlo en silencio, para que
no los siguieran ni localizaran. Ahogando el dolor en la marcha. A través de sus
pasos destrozados, la tierra intentaba regresar.
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Por las heridas y las huellas, que también duelen,
Por el verbo inconmovible y la verdad rebelde,
La tierra se mueve
La tierra se mueve.
1936 (Daniel)
Ya que el hombre y la mujer obreros tienen, no sólo ocupan, un tiempo, y el
tiempo del hombre y la mujer obreros es el de la inminencia…
Ya que la mujer y el hombre obreros tienen, no sólo ocupan, un lugar, y el lugar
del hombre y la mujer obreros está en la calle.
Tiempo y lugar en donde se producen todos los encuentros indebidos.
Tiempo y lugar donde el afuera es habitable.
Tiempo y lugar de la fantasía y del desborde.
Tiempo y lugar que se construyen sin pilares y sin instituciones.
Con el mero saberse al lado del otro, y de la otra, y del otro, y de la otra.
Confirmándonos la condición de estar vivos.
El 7 y 8 de enero de 1936, la Huelga General toma la calle.
Porque un hombre o una mujer obreros vale menos que una bolsa de cemento.
Porque ya van seis años de la “década infame”,
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Donde nadie vota, si no va a ser votado.
Y nadie es votado si ya no ganó.
Porque empresarios, patrones, directores y presidentes, se visten igual, hablan
en los mismos términos, con las mismas formas e ignorancias.
Y porque sabemos quién es el que labora:
El obrero o la obrera es el que está, ahí, ahí nomás, al lado nomás. Al lado
tuyo.
Es cuando la Huelga de la Construcción, que ya llevaba más de dos meses, se
expande y multiplica, generosa.
Y llama a la Huelga General, que toma las calles de la ciudad de Buenos Aires,
por casi todo un día. Intuyendo que allí, allí mismo, donde estamos todas las
mañanas, hay otros caminos que los que van a la fábrica. Y hay otros motivos
para volver.
Ya que el hombre y la mujer obreros tienen, no sólo ocupan, un trabajo.
Y su trabajo es rehacer el mundo.
Ya que el hombre y la mujer obreros tienen, no sólo ocupan, un presente.
Y su presente es la constancia de la lucha.
Se consiguen los salarios y las jornadas mínimos, y la responsabilidad
empresaria por los accidentes.
Pero sobre todo el encuentro.
El encuentro con un sujeto social, Sólido e impredecible.
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1936 (Raúl)
La tierra de la labranza no es propia de quien la labra. Tampoco le es propia la
hoja de tabaco, ni la de la yerba mate. Ni le es propio el trabajo de sus manos.
Ni le es propia la cosecha que lo alimenta.
Títulos de propiedad, no de trabajo, alejan sus pies del suelo. Apartan sus
manos del barro, sus dedos del almácigo, sus ojos del surco, su boca de la
comida.
Siembran en tierras que no han de tener, cosechan plantas que no comerán,
levantan hojas que otro clasificará, que otro denostará, que otro acopiará y que
otro venderá a mejor precio.
Pero le cobran impuesto por las plantaciones.
Con todo eso, hombres y mujeres ucranianos, rusos, polacos, con sus hijos e
hijas, deciden reclamar en Oberá.
Es el 15 de marzo de 1936.
La policía, junto a algunos comerciantes y criollos, los desprecian y les temen.
Venían de geografías revolucionarias, y probablemente no fueran católicos.
Munidos con armas, los esperaron en el pueblo.
Y al llegar a la plaza, los recibieron a balazos.
A los que se dispersaron luego se los persiguió y a los que no encontraron,
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Descubrieron entonces que las balas, al menos sí las balas, les pertenecían.
Como les pertenece, tras muchos años de olvido, la Historia.
1945 (Daniel)
Fue un diecisiete de octubre, un diecisiete.
La plaza estaba vacía, vacía había estado siempre.
Hasta que los descamisados se sentaron en la fuente.
Reclamando por un detenido que se hiciera presente.
Perón había sido arrestado y enviado a Martín García.
Llegaban de todas partes, a lo largo de todo el día
Llegaban con sus hartazgos, su conciencia y su alegría,
A demostrar que eran ellos quienes lo sostenían.
A demostrar que ya eran ellos los protagonistas,
Unidos y organizados en la espontaneidad,
Una voz en el grito y en la marcha una conquista,
Caminando desde el llano una vieja y persistente identidad.
1946 (Raúl)
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La Nación tiene atributos que el pueblo originario no tenía. Tiene por ejemplo el
orden de la modernidad, la economía de mercado, la ciencia de la explotación,
la religión del Imperio Romano.
La Nación tiene principios que el pueblo originario no tenía. La propiedad
privada, las armas de fuego, y una historia europea.
Desde Abra Pampa los kollas se abrieron camino. Iban a Buenos Aires, ya que
en su tierra ancestral le exigían arriendo.
Y en ese camino fueron ganando aliados. En San Salvador de Jujuy, San
Miguel de Tucumán, Jesús María, Córdoba, Río Segundo, Villa María, Bell
Ville, Cañada de Gomez, Rosario, San Nicolás de los Arroyos, Pergamino, San
Antonio de Areco, Arrecifes y General Sarmiento, los reciben calurosamente,
con antorchas y donaciones. Se hacen llamar “El Malón de la Paz por las Rutas
de la Patria”, y portan las figuras de Perón, Evita y de la Virgen de
Copacabana.
El sábado 3 de agosto, después de haber andado más de dos meses y dos mil
kilómetros, entran a la Plaza de Mayo.
Perón los hace subir al balcón de la Casa Rosada y los recibe con un abrazo.
Después del abrazo se les destina al Hotel de Inmigrantes. Son 174 hijos de la
tierra, en el Hotel de Inmigrantes.
La Nación tiene gestos que el pueblo originario no tenía. Tiene por ejemplo, la
prensa, la radio, la marquesina del espectáculo, los expedientes.
Los días transcurren sin novedades hasta que los incomunican.
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Al fin, en la madrugada del 29 de agosto de 1946, los despacha el ejército,
primero arrastrando a las mujeres, golpeando luego a los hombres y
expulsando a los que resistían a fuerza de gases lacrimógenos.
Los metieron en un tren con custodia militar, que los transportaría de nuevo a
Abra Pampa, silenciando hacia atrás el recorrido.
1947 (Daniel)
La independencia económica reclamaba relaciones de producción.
Todo lo vivo requiere de morada. De un sitio al que volver y desde el que partir.
Un sitio que habitar para cocer sus alimentos, tender la mesa y la cama y trazar