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Visor 01Octubre2011

Mar 22, 2016

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Milenio Jalisco

Suplemento Visor Publicado el 01 de octubre del 2011 en Milenio Diario Jalisco
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Page 1: Visor 01Octubre2011

David Toscana Amargado página 2 Jaime Muñoz vargas • Daniel Maldonado • Julio César Félix Francisco Zamora García • Miguel A. Morales • vicente Alfonso Balas sobre Torreón página 6 J.M. Servín Escritores Xbox página 7

Milenio domingo 2 deOctubre de 2011 431

De cerveza, arte y publicidadMiguel Capistrán

Página 6

boLETíN MENSuAL cARTA bLANcA

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02 antesala

Amargado De culto

Isaak Bábel

Un hombrede Odessa

A fines de los años ochenta, aprovechando la glásnost impulsada por Gorbachov, el escritor siberiano Vitali Shentalinski desen-

terró los archivos negros de la kgb. De entre ellos rescató cerca de 2 mil declaraciones y escritos de intelectuales condenados y “desaparecidos” durante las purgas estalinistas. Descubrió textos de Anna Ajmátova, Mijaíl Bulgákov, Ossip Mandelstam, Boris Pilniak, Isaak Bábel. Del primer tomo de la trilogía que Shentalinski consagró a la recons-trucción de la memoria soviética, Esclavos de la libertad, las primeras líneas son un acercamiento a la casi olvidada obra de Isaak Bábel.

Bábel nació en Odessa en 1894, en el barrio judío de Moldavanka. “Nuestra madre generosa [llevaba] una vida atiborrada de niños chupean-tes, trapos colgados y noches conyugales, llenas de elegancia de arrabal y potencia soldadesca”. Sus relatos más tempranos contenían suficientes dosis de crítica e ironía para convertirlo en un escritor incómodo para el régimen zarista. Tras la Revolución, ya como miembro del Partido Comunista, Bábel entabló amistad con Gorki y con Maiakovski, quienes admiraban su estilo depurado y la sinceridad de su prosa.

Bábel se consideraba un hombre sin imagi-nación; todo cuanto escribía era producto de su propia experiencia. En Cuentos de Odessa reúne dieciséis narraciones que evocan algunos episo-dios de infancia y juventud en su barrio natal;

Penélope Córdova [email protected]

Ex libris • Teodora

Bitácora psicotrópica Xavier Velasco

Desprestigio: el salario del despacho

cuento por cuento, recobra ese microcosmos habitado por taberneros, buhoneros, contra-bandistas, artistas menesterosos y rabinos. Su obra posee el misterio de las parábolas jasídicas, el desamparo del espíritu ruso y la precisión estilística cultivada por los franceses. En su cuen-to “Guy de Maupassant”, homenaje al autor francés y reflexión sobre su propio quehacer, Bábel escribe la archicélebre frase “Ningún hierro puede despedazar tan fuertemente el corazón como un punto puesto en el lugar que le corresponde”.

Algunos han dicho que Bábel era expresionista; otros, surrealista; le acusaron de preciosismo, romanticismo y de inspirarse demasiado en la Biblia. Borges dijo que era hombre de un solo libro, refiriéndose a Caballería roja, un volumen de cuentos que surgió del paso de Bábel por un regimiento de cosacos —“guerreros estruendosos, inútiles y antisemitas”—. Mediante reacciones de los personajes ante sucesos aparentemen-te triviales, Bábel narra la violencia arbitraria que ejerce el hombre bajo la justificación de la guerra. La crueldad se equilibra con la fuerza de las construcciones poéticas y de las imáge-nes, llenas de una melancolía rabiosa. No hay grandilocuencia, despliegues oníricos, des-bordamientos, denuncia ni lamentaciones; tampoco heroísmo ni enaltecimiento de las bondades del Partido.

En Rusia, decía Boris Pilniak, no hay un solo individuo capaz de reflexionar que no piense en la posibilidad de ser fusilado. Isaak Bábel no enarboló la bandera del realismo socialista, razón suficiente para ser sometido a juicio. En mayo de 1939 fue arrestado por los agentes de Stalin. No se supo más de él. Se dice que murió en 1940. nv

Eko

domingo 2 deOctubre de 2011

U n libro muy mencionado, pero poco leído y menos respetado es el Manual

de Carreño, que no se titula así, sino Manual de urbanidad y buenas maneras para uso de la juventud de ambos sexos en el cual se encuentran las principales reglas de civilidad y etiqueta que deben observarse en las diversas situaciones sociales, precedido de un breve tratado sobre los deberes morales del hombre.

Mi parte preferida es cuando se habla del arte de conversar: “La conversación es el alma y el alimento de toda sociedad. Nada hay que revele más claramente la educación de una persona, que su conversación: el tono y las inflexiones de la voz, la manera de pronunciar, la elección de los términos, el juego de la fisonomía, los movimientos del cuerpo, y todas las demás circunstancias físicas y morales que acompañan la enunciación de las ideas, dan a conocer desde luego el grado de cultura y delicadeza de cada cual”.

Los buenos modos están ahí para el disfrute, para sacarle el mayor interés y provecho al intercambio de ideas, y no, como otros piensan, para procurar la rigidez y falta de naturalidad. Soy un apasionado de la conversación. Para beber una copa con unos amigos, suelo peregrinar de bar en bar, a veces vanamente, en busca de uno sin televisores.

Los grandes movimientos culturales han surgido de la conversación. La falta de urbanidad y el ruido en los lugares públicos han matado la conversación. En Francia se relaciona la decadencia de los cafés con el declive intelectual.

Los manuales de buenas costumbres son también interesantes para entrar en el

Toscanadas

espíritu de cierta época y ver lo mucho que cambia el ser humano.

El cortesano, de Baltasar de Castiglione, es un clásico que nos llegó al español con traducción de Juan Boscán. ¿Cómo ha de ser la coquetería de las mujeres, su vestimenta y afeites? ¿Los galanteos del hombre, el tono de su voz? Por supuesto, en el espíritu del Renacimiento, entre las mejores costumbres estaba conocer el griego y el latín, no para hablarlos sino para leerlos.

Algunos manuales del siglo XVIII nos dan consejos que parecen extraños. Por ejemplo: si vas a un baile con tu mujer, no se te ocurra bailar con ella.

O bien: no elogies a la señora de la casa por una sabrosa comida. Eso se calla por sabido.

O bien: si rompes algo valioso en casa ajena, no te disculpes, pues ofenderás al anfitrión. Con ello implicarías que el dueño es un mezquino al que le mortifica el costo de la pérdida.

A quienquiera que escriba hoy un manual de cortesías, tengo que pedirle un capítulo especial sobre el silencio: no sonar los tacones en cada paso, susurrar en el celular, tenerlo siempre con el timbre silencioso, reírse con discreción, enseñarle a los niños a hablar bajo y llevarse a los llorones, abrir y cerrar puertas con suavidad, no arrastrar las sillas, apagar el televisor cuando se conversa. Los bares deben tener las licuadoras en un cuarto al fondo, no en la barra. Además, no en cualquier sitio ha de ser bienvenido un trío, un mariachi o una marimba.

Mi hija no quiere salir conmigo. Le da vergüenza cuando en los restaurantes callo a la gente, desconecto los televisores, bajo el volumen de la música. Dice que soy un amargado.

Y tiene razón. nv

David [email protected]

EspEciAl

EspEciAl

Visor

Milenio Diario Visor Dirección José Luis Martínez S. Edición Alicia Quiñones Asistente Erick Baena Arte y diseño Alejandra Saavedra

MILENIO francisco a. gonzález presidente · jaime barrera rodríguez director editorial · marina miranda directora general de negocios · nelly solorio directora comercial · miguel ángel puértolas jefe de información · ricardo salazar jefe de cierreeditores: jorge valdivia g. ciudad y región · jesús estrada negocios · carlos rosas cultura · alfonso gutiérrez hey · antonio navarrete mp · kaliope demerutis ocio · irene selser fronteras · horacio salazar tendencias · jairo calixto albarrán qrr y el ángel exterminador · susana moscatel hey! · giovanni silva diseño · fernando torres circulación · noé anaya producción ·

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03antesala

poesía

Espejo de mareas

Estos versos —anclados en la mitología y los vaivenes de la conciencia— son una declaración de amor al mundo contemporáneo, laberíntico pero luminoso

De padrotes y tiranos

El teatro y la poesía son dos de los principales intereses de Regina Kalach Atri (ciudad de México, 1953), autora de Voces en el alba y Espejo de mareas que, publicado por la editorial praxis, se presentará el próximo 13 de octubre en la librería Rosario caste-

llanos del Fondo de cultura Económica. Kalach es maestra en Humanidades por la Universidad Anáhuac y participó durante más de ocho años en el taller de análisis de dramaturgia de Hugo Argüellles. sobre Espejo de mareas, del que tomamos los poemas que aparecen en esta página, comenta: “He querido expresar por medio de la palabra mis fascinaciones, abismos, asombros y obsesiones. Asomarse a ese ‘espejo de mareas’ es adentrarse en el mundo íntimo de un ser humano que ha querido abrir una ventana al lector”.

Regina Kalach Atri

Olvidado por muchos, y enemistado con muchos más, William Hazlitt

(1778-1830), el prosista en lengua inglesa más estimulante de su tiempo, terminó sus días en una modesta pensión, pidiendo préstamos a sus conocidos y atormentado por los retortijones funerales de un cáncer de estómago. Radical en política, exquisito en estética, pintor malogrado, licencioso, idealista e incorruptible, marcado y casi destruido por sus aventuras amorosas, Hazlitt contribuyó a brindarle al género ensayístico múltiples tonos (desde la ligereza del paseante hasta la densidad del militante), así como nobleza intelectual y literaria. Los ensayos de Hazlitt transitan desde la obra de Shakespeare hasta la teoría del arte, desde el elogio del ocio hasta la poesía, pasando, o mejor dicho, permaneciendo mucho tiempo en la actualidad política. Porque Hazlitt fue deslumbrado por las luces originales de la Revolución francesa, lo que lo llevó a frecuentes controversias frente al desencanto y gradual giro que experimentaron muchos de sus compañeros de generación. De la relación entre los tragasapos y los tiranos, recién editado por Ditoria y traducido por Jesús Silva-Herzog Márquez, es un ensayo a la vez furibundo y lúcido en el que Hazlitt ajusta cuentas con la inteligencia inglesa, particularmente con sus antaño entrañables amigos Wordsworth, Coleridge y Southey con quienes compartió la fascinación inicial por 1789.

En este claridoso ensayo, Hazlitt dice que los oprimidos desarrollan una veneración por los símbolos del poder y entre más se les despoja de derechos, más lealtad puede esperarse de ellos, de ahí que los mayores despotismos gocen de

Escolios

Armando González [email protected]

domingo 2 deOctubre de 2011

feligreses tan fieles como abyectos. Añade que, cuando el poder corre el peligro de ser erosionado por la opinión razonada, tiene un fácil expediente: sobornar al artista o pensador mediante el halago, la explotación de su egoísmo o su tendencia a los pleitos. El poder ejerce una seducción que nulifica la inteligencia y que genera una idolatría (veneración sin comprensión) en torno a situaciones y conceptos que, desde el sentido común, resultan profundamente contrarios a la dignidad y la libertad. Por lo demás, agrega Hazlitt, en el mundo ilustrado suelen gobernar las motivaciones más mezquinas, los ideales son intercambiables y ciertos letrados compiten por funcionar como “el padrote intelectual del poder”. Se trata, pues, de una vehemente invectiva donde Hazlitt fustiga al estamento intelectual, aboga por la causa revolucionaria que orientó su vida y acusa de apóstatas a quienes se alejaron de ese ideal. Pese a su intransigente ardor, este ensayo conserva su perspicacia y más allá de las motivaciones y referencias caducas, lo más relevante resulta la aguda radiografía de las debilidades de la inteligencia, mal para el que Hazlitt prescribe simplemente el odio instintivo hacia la tiranía y, sobre todo, el amor a la libertad, que es indefectiblemente amor a los otros. nv

Aprendiz de cretense

Ariadna,

ojo en la espesura,

espera.

Teseo sabe siempre

en cada recoveco

que la abandonará.

Ariadna, ovillo en mano,

lo invoca.

Desde la madeja,

el verbo,

el verso.

Al querer decir su nombre

humo sale de su boca.

Del ovillo, cercano a sus entrañas,

fluye el ahogo:

su próximo abandono.

Ronda

Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra

traspasado por un rayo de sol:

y de repente la noche.

Salvatore Quasimodo

Sopla el viento sobre el pinar,

la memoria aspira ecos de risas,

sabe a musgo el agua de la fuente,

la luz de la tarde ondula en una piedra.

Solos sobre el corazón de la tierra,

desnudos, a cielo abierto,

hendidos por el último rayo de un sol

que nos salva de orfandades.

Juguemos,

el lobo no está.

Qué importa si la noche

nos cae adentro.

EspEciAl

EspEciAl

William Hazlitt

Visor

Page 4: Visor 01Octubre2011

Allá por los pri-meros años de la década de 1960, mien-tras estábamos dedicados a la obra de Jorge

Cuesta, Luis Mario Schneider y yo descubrimos —gracias a la pasión biblio-hemerográfi ca y a la generosidad del inolvidable Alí Chumacero— la existencia de algunos textos del malogrado escritor, incluidos en unos folle-tos hasta entonces desconocidos que contenían materiales valiosos sobre artes plásticas.

Los folletos aportaron no sólo textos de Cuesta para la publi-cación de Poemas y ensayos (UNAM, 1964) sino también de Villaurrutia y de José Gorostiza. Con el tiempo fui adquiriendo más números de esos folletos en las librerías de lance y en bazares. Habían sido publicados durante la década de 1930 por la Cerve-cería Cuauhtémoc y llevaron el nombre de Boletín Mensual Carta Blanca, una de las más notables estrategias publicitarias que se han visto en México y un muy apreciable medio de divulgación cultural.

El Boletín Mensual presentaba a un pintor —del cual se reproducía a color una de sus obras— cuya nota crítica era encomendada a un especialista: Xavier Villaurru-tia, Jorge Cuesta, José Gorostiza, Manuel Toussaint, Luis Cardoza y Aragón, Guillermo Jiménez, Ma-nuel Romero de Terreros, Agus-tín Aragón Leiva, Antonio Castro Leal, Enrique Fernández Ledesma, Samuel Ramos. Algunos pintores, como Roberto Montenegro, David Alfaro Siqueiros, Carlos Mérida y Carlos Orozco Romero también ejercieron esta tarea. De manera excepcional, a su paso por México, Antonin Artaud contribuyó con dos textos.

Durante cierto tiempo el Boletín Mensual Carta Blanca incluyó una sección titulada “Estampas del México Viejo”, a

arte y publicidadDe cerveza,

Entre 1934 y presumiblemente 1939, un grupo de escritores y pintores mexicanos se dio cita en el Boletín Mensual Carta Blanca, una publicación hasta entonces impensable. Aquel fue un perfecto maridaje entre el arte y el marketing. A manera de muestra, ofrecemos tres textos publicados en sus páginas: dos atribuidos a Salvador Novo y uno fi rmado por el autor de El perfil del hombre y la cultura en México Miguel Capistrán

cargo de Salvador Novo. Recreaba escenas toma-das de los diarios, ofrecía datos curiosos y hechos notables sucedidos en la ciudad de México a fi na-les del siglo XIX. No por llevar la mención al “oro pálido, exquisitamente espumoso” que resultaba ser el producto anunciado, estos textos dejaban de exhibir el estilo de Novo.

En vista de la cercanía que me proporcionaba el hecho de ser asistente de Novo, supe que en su faceta de publicista —téngase en cuenta que fue socio de la Agencia de Publicidad Augusto Elías— dirigió las campañas de promoción de los productos del Grupo Monterrey, entre cuyas empresas estaba la Cervecería Cuauhtémoc, fa-bricante de la cerveza Carta Blanca.

Xavier Villaurrutia le aconsejó a Novo que considerara la utilidad de lanzar una campaña que aportara conocimientos de una manera atrac-tiva. Para ello propuso una serie de folletos que difundieran la obra de los creadores de la moderna pintura mexicana que ya ocupaban un sitio en el extranjero. El mensaje comercial llegaría de for-ma aceptable al público y, consecuentemente, la compañía embotelladora obtendría una imagen de respetabilidad y reconocimiento.

La propuesta de Villaurrutia no tomó a Novo por sorpresa, que sabía del interés que su amigo y colega tenía por el arte en general y, muy parti-cularmente, por la nueva pintura mexicana. Novo sabía también que Villaurrutia había incitado a varios artistas plásticos a incursionar en el terreno de la escenografía, que promovió con entusiasmo la creación de una de las primeras galerías de arte privadas en México y organizó exposiciones de carácter individual y colectivo.

Los tycoons regiomontanos apoyaron la idea y un equipo de “creativos” se puso a trabajar de inmediato. En sus comienzos, el Boletín Mensual estuvo bajo la responsabilidad de los pintores Car-los Mérida y Carlos Orozco Romero. Villaurrutia intervino en la elección de los pintores y colaboró con frecuencia. Así pues, con el título Galería de pintores modernos mexicanos, en 1934 nació la campaña.

Ya en 1935 los editores señalaron que iniciaban su segundo año con una “nueva serie de nuestros suplementos culturales a colores […]. Ayer fue-ron nuestros artistas modernos, aún tan incom-prendidos; hoy ofrecemos los de la esplendorosaépoca del siglo de oro de la pintura mexicana”, es decir, del periodo colonial.

En febrero de 1936, anunciaron: “Hemos tenido tan buena acogida que nos sentimos alentados para proseguir este esfuerzo. Con verdadero pla-cer anunciamos a nuestros lectores que ya está en preparación una nueva serie de Suplementos Artísticos que llevará como título: Boletín Mensual

Carta Blanca. El arte en México. La nueva colección se compondrá de 10 reproducciones perfectas (fotografía directa, a colores) de las más bellas obras que existen en nuestro país de los grandes pintores europeos de la época renacentista y posteriores”.

En marzo de 1937 dio comienzo la serie denominada El arte mexi-cano. Pintura moderna, que en abril de 1938 dio paso a Pintura mexicana de fines del siglo XIX y principios del XX. Sospecho que este esfuerzo de divulgación llegó a su fi n en abril de 1939. Lo digo porque, a pesar de mis pesquisas, no he podido hallar un número posterior a esta fecha. El propio Novo no recordaba con precisión el dato a este respecto, cuando hablamos del asunto en 1967. Debo advertir, por lo demás, que se realizó una edición en inglés —un portafolios— de una selección de las notas críti-cas y de las obras de arte, muy probablemente concebida para servir de obsequio.

La nómina de críticos y ar-tistas que participaron en el Boletín Mensual Carta Blanca fue en verdad extensa. Además

de Novo, Villaurrutia, José Gorostiza y Jorge Cues-ta, hay que destacar a otros integrantes de tan notable empresa: Bernardo Ortiz de Montellano, Jaime Torres Bodet (que escribió un texto durante uno de sus viajes de vacaciones diplomáticas), Carlos Pellicer, Samuel Ramos, Celestino Goros-tiza, Octavio G. Barreda. Se demuestra así que la colaboración entre quienes integraron el gru-po Contemporáneos fue más allá de 1932,—que marcó el cierre de la revista Examen, dirigida por Jorge Cuesta, luego de que no pudo hacer frente a una causa judicial—, como sostienen algunos historiadores. Y se demuestra asimismo que ese “archipiélago de soledades” convocó a muchos artistas que suelen olvidarse cuando nos referi-mos a los proyectos multidisciplinarios de Ulises y Contemporáneos —Rufi no Tamayo, Agustín Lazo, Julio Castellanos, Carlos Orozco Romero, Manuel Rodríguez Lozano, Carlos González— y a varias mujeres entre las que descollaron Anto-nieta Rivas Mercado, María Luisa Cabrera, Isabela Corona y Clementina Otero.

En los años posteriores al impulso vasconce-lista, las iniciativas culturales no encontraron un ambiente propicio para nacer y desarrollarse. En virtud de ello, debe señalarse la circunstancia de que el Boletín Mensual fue una acción pa-trocinada por una empresa privada que erogó importantes sumas de dinero en aras de la alta calidad de los materiales críticos, el diseño gráfi co y la impresión a color. Igualmente notable es el hecho de que se distribuía de manera gratuita en todo el país.nV

IMÁGENES TOMADAS DE BOLETÍN MENSUAL CARTA BLANCA

Visor

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domingo 2 deOctubre de 2011 de portada

Diego Rivera nació en Guanajuato el 8 de diciembre de 1886. A la edad de 11 años entró a la Academia de Bellas Artes. Le interesaron los grabados de

Guadalupe Posada, cuyo taller se encontra-ba frente a la Academia. En 1907 partió para España. Le interesó Goya.

Antes de ser el fundador de una pintura nacional, Diego Rivera fue un curioso de todas las escuelas pictóricas que se arriesgaban por rutas desconocidas a descubrir nuevos con-tinentes artísticos. El aventajado discípulo de la Academia de San Carlos llega a París a vivir con el inquieto grupo cosmopolita, en Montparnasse. Allí le tocó militar en las huestes cubistas que capitaneaba Picasso, del cual fue Diego brazo derecho. En el cír-culo esotérico del cubismo, Diego participó como uno de sus artífices más inteligentes. Un acontecimiento importante en la formación del pintor mexicano fue el descubrimiento de Cézanne, cuya obra lo impresionó tan fuertemente que cayó enfermo. Otra ense-ñanza decisiva la obtuvo durante una larga estancia en Italia, el año de 1920, en donde tuvo ocasión de estudiar las relaciones de la pintura con la vida y con otras artes plásticas, arquitectura y escultura.

En conjunto, la pintura de Diego represen-ta una nueva visión de la vida mexicana. La primera obra de Diego fue una pintura mural, a la encáustica, en el Anfiteatro de la Prepara-toria. Aunque su estilo recuerda ciertas obras italianas de inspiración bizantina, ya es en su expresión netamente mexicano. La apa-rición de la obra de Diego fue, entre pintores y “amateurs”, la sensación del año de 1923. Entonces despertó en México el entusiasmo por la pintura mural.

Cuando Diego regresó a su patria, una vez concluido su aprendizaje, descubre un riquí-simo material pictórico sin eleborar, como una selva virgen que la mano del hombre no ha cultivado. Al contacto de México, Diego se encuentra a sí mismo. Después de su largo contacto con la tradición pictórica europea y de ensayar los estilos nuevos, su espíritu había madurado y era dueño de su oficio; se sentía ahora capaz de edificar con aquella materia en bruto un nuevo mundo de imágenes.

Fiel al ideal estético de sus comienzos, en la nueva obra incorpora las esencias más su-tiles del arte antiguo. En la obra misma hay que admirar la sabiduría con que el artista ha fundido las más selectas formas del clasicismo en los procedimientos actuales, de manera que no existe superposición de elementos, sino la más perfecta unidad de ellos.

Quien haga una atenta revisión de la obra completa de Diego, siguiendo su orden cro-nológico, advertirá que sus transformaciones obedecen a una lógica estricta. Nada parece casual o improvisado. Se advierte que al pintar los primeros frescos ya el artista tenía preconce-bido el plan de toda su obra. Esta consti-tuye, por su contenido, un mundo ar-mónicamente desarrollado. Su consuma-da sabiduría de pintor es resultado de una milagrosa coincidencia entre el hu-manismo y el socialismo contemporáneo con el carácter original del pintor en el que predomina un sentido de la forma a la vez clásico y moderno.nV

Galería de pintores modernos mexicanos, número 1

Diego RiveraSamuel Ramos

LUIS M

. MO

RALES

En 1895 abrió sus puertas el Salón de la Alameda para ofrecer a la juventud de entonces el encanto de un deporte inédito: patinar. Iniciada poco antes,

la moda de deslizarse sobre ruedas personales hizo furor en otro salón de la calle de San Juan de Letrán, y al compás de los elegantísimos valses de [Émile] Wandteufel, tañidos por la orquesta de los hermanos Vega, “raudas, airosas, fugitivas —apunta Tick-Tack en sus deliciosas Semanas Alegres— emulaban a los céfi ros traviesos y a los favonios inconstantes muchas hermosuras en fl or”. Puede asegurarse que medio México perdió el equilibrio en aquella pista. El baile, las mandolinas, el bel canto, el pianoforte y los no-venarios decayeron; la juventud de pies alígeros sufrió la locura del rodar vertiginoso.

Las mujeres aprendían a patinar mucho antes que los hombres. Vano fue el celo fulminante con que el Padre Larra, desde la cátedra sagrada, les prohibió tan descocado ejercicio. Las muchachas —presen-tían ya esa velocidad que según Morand es la mejor característica de nuestro siglo— se consagraban con deleite a patinar, y sus mamás advertían, complaci-das, que sus hijas “no pesaban una onza, hasta se les encendía el color, nunca habían cenado con tanto apetito ni dormido con sueño tan profundo como en esas noches en que se entregaban a un ejercicio físico en vez de estar tonteando con el novio en el sofá de la asistencia”.

Estampas del México viejoSalón de patinar

Conforme pasan los años, la conversación de sobremesa pier-de cada vez más su

solemnidad. Los ingleses, que pasan por ser el pueblo que cultiva los más finos modales en la mesa —la más minuciosa “etiqueta” (a causa, comenta zumbonamente un escritor norteamericano, de que su comida no vale la pena de una concentración que haga olvidarse de sí mismos a los comensales)—, no toleran las conversaciones generales. Tam-poco se le permite ya, como fue el uso en la época victoriana, a nadie, que al final “tome la palabra” y monopolice la atención. Nos hallamos bien lejos de los tiempos en que los discípulos de Sócrates no parecían nutrirse sino a fin de estar, al final, en aptitud de im-provisar los sucesivos discursos cuyo tema daba uno de ellos —el médico Erixímaco en El banquete— y se prolongaban hasta el amanecer.

En cuanto al número de co-mensales que hace posible la cordialidad de una mesa, fue justamente un inglés distinguido, Disraeli, quien lo defi nió entre tres y nueve. “No menos que las Gracias, no más que las Musas”, decía. En una mesa mayor de catorce personas, en efecto, las parejas “rehacen su soledad” y se desligan de una imposible cohesión. Seis y ocho, en cam-bio, permanecen aún lo bastante próximos para poderse oír sin alzar la voz. Diez o doce produ-cen demasiado ruido para que se pueda oír un relato en toda la mesa, y son poco, en cambio, para permitir las confi dencias.

Pero no todo lo hace el número ni la colo-cación de los convidados. La charla amena y grata, brillante, sin oratoria, surge espontá-

Charla de sobremesa

Los patines, apunta cer-teramente Tick-Tack, son los automóviles de salón. Sobre ellos, debe sentirse una volup-tuosidad muy semejante a la que producen estas máquinas lanzadas con todos sus caballos de gasolina desbocados que ya circulaban por calles impropias a principios de este siglo. Pequeño Wells, Tick-Tack anticipa un fu-turo en el que “en vez de calzado que se gasta pronto, llevemos todos un juego perfeccionado

de rodajas, para suprimir las distancias y vencer en velocidad a las bicicletas”.

Y como ayer a la salida del salón de patinar aristocrático, hoy en el restaurant danzante de moda aguarda a los jóvenes —antigua y moderna, refina-da siempre— la frescura ex-quisita y saludable de la Carta Blanca. nV

Boletín Mensual Carta Blanca,

septiembre de 1937

neamente de una especie de comunión, de nivelación de los espíritus, de “afinación” sutil de los instrumentos al tono de la cordialidad. Y todo buen anfitrión conoce el secreto: porque lo conoce bien, sirve en su mesa la bebida

espumosa, clara y refrescante que es como el viejo amigo común y querido de todos sus invitados: la exquisita cerveza Carta Blanca. nV

Boletín Mensual Carta Blanca,

julio de 1936

05

Page 6: Visor 01Octubre2011

L a vida de los lagu-neros cambió casi radicalmente en me-

nos de cuatro años. Antes del sexenio que corre, la violencia que padecíamos alcanzaba, digamos, cotas convencionales, la cantidad de delincuencia y crimen que genera toda sociedad más o menos desarrolla-da y al mismo tiempo es capaz de mantener a raya mediante, sobre todo, sus estructuras judiciales y a veces, por qué no, con opor-tunidades de bienestar para los ciudadanos.

El caso es que eso ter-minó y de un mes a otro los laguneros comenzamos a padecer el estrago de la violencia sin orillas. Empe-zamos, como en muchos otros lugares del país, con un muertito aquí, otro allá, dos más acullá. Luego, la cantidad de muertos y desaguisados sufrió un incremento industrial. Poco a poco, como reptiles que se arrastran en el lodo, las noticias sobre muertos y más muertos cundieron por la región. Operó entonces una especie de cambio en la conversación lagunera de todos los días: si antes hablábamos del Santos La-guna, del clima, de política local y demás, el nuevo tema se nos impuso sin reme-dio: ahora charlábamos a

Testimonio

Jaime Muñoz Vargas

Sexenio rojo en La Laguna

Bienvenidos a la Comarca Lagunera: tierra otrora al-godonera y vitivinícola:

cuna de la Revolución y audaces vencedores del desierto.

Visita La Laguna: deberás traer chaleco antibalas, tener sangre fría, mucho valemadrismo y ce-guera respecto a lo que ocurre en medio de bandos que se pelean hasta llegar a las cabezas rodantes que se encuentran en la calle, en cajas de trocas, cadáveres colgados de los puentes: pánico colectivo. Escuchas el sonido de un choque automovilístico, un cohete, un golpe sordo y todos nos tiramos al suelo sin pensarlo; la vida se acaba cerrando la puerta de tu casa

M is pasos han caminado a lo largo de cuarenta y ocho años en esta ciudad

llamada Torreón; en mi niñez y ju-ventud pude oler la hierba fresca del bosque Venustiano Carranza; caminar en horas de desvelo. Había algodón y uvas, dos equipos de fut de primera división entretenían a la población sanamente, todo era puro y las mañanas limpias no tenían este olor a sangre y pólvora.

Hoy esta ciudad se hunde en el abismo de la corrupción y la delincuencia; han masacrado a cientos en calles, bares, esquinas y colonias. Al Mercado Alianza, el más frecuentado para comprar verduras, carnes y frutas frescas, le tienes que entrar hoy con chaleco y casco para tu protección. Existe una guerra de dos bandos, un ir y venir de balas

Empeñada en transitar sus días por una normalidad agrietada, la di-námica de la sociedad lagunera

se ha visto perturbada por el ascenso de los hechos violentos, la aparición de colgados en pasos peatonales y desmem-brados y decapitados en plazas públicas y calles. La amenaza de encontrarse en una de las balaceras que a diario se reportan en las redes sociales detona una despa-ciosa tensión y un temor que inmoviliza a la ya de por sí apática, conservadora y religiosa sociedad comarcana. Ante la inexistencia de poderes que hagan cumplir la legalidad, una gran mayoría pone su esperanza en lo ultraterreno: puede notarse un aumento en el número de congregaciones religiosas, plegarias por internet y confianza en la inexis-tente justicia divina. Los laguneros pre-sumen haber vencido al desierto y ser cuna de la Revolución mexicana; pero de tal espíritu combativo sólo queda la presunción centenaria. Ahora por lo que se une la sociedad es por la defen-sa de su enajenación: más de cinco mil personas marcharon contra el descenso del Santos Laguna y sólo sesenta en la primera marcha contra la inseguridad y menos de quinientos en la segunda; la propuesta ante la balacera en el Territorio Santos Modelo fue llenar el estadio. La repetición del discurso oficial y el apo-yo a la militarización y a un gobierno que ha dejado endeudada a la población por treinta años demuestra el dominio mediático imperante, el producto de la uniformidad en los contenidos de la prensa y la ausencia de opciones en disenso. Esta es una sociedad enajenada, acobardada, poco participativa y des-politizada. El entramado asistencialista gubernamental y la sociedad teledirigida tienen un buen ejemplo de su efectivi-dad en esta área del país. La Laguna está empantanada.

Daniel Maldonado es autor de Prosas fulanas.

Una normalidad empantanadaDaniel Maldonado

Éste es el infiernoFrancisco Zamora García

Instrucciones para vivir en TorreónJulio César Félix

esPecial

Balas sobre Torreónla ciudad lagunera se ha convertido en uno de los lugares más violentos del país, junto a ciudad Juárez, Monterrey, Veracruz y Tamaulipas. allí, la vida cotidiana se ha trastocado, como expresan los escritores

reunidos en estas páginas

antes de que anochezca. Torreón es Ciudad Juárez, Monterrey y Tamaulipas; es olvido, abandono, desierto rojo.

Estamos aprendiendo a morir en los desiertos, como dice el canto cardenche…

La realidad supera la ficción: cuerpos con cabezas de marranos cocidas al cuello y arrastrados por las calles aledañas a la plaza principal para que los habitantes de la Región entendamos que la Violencia ha llegado para quedarse.

Pero no pasa nada, dicen.Bienvenidos a la Comarca

Lagunera.

Julio césar Félix es autor de Mis ojos el

fuego y director de la revista literaria

acequias.

diario sobre muertos, sobre balazos en la madrugada, sobre brutales llamadas telefónicas a un tío, a un hermano, a un compañero de trabajo.

Pero eso no era lo peor. Lo peor llegó a su tope en 2010, el año de las masacres en la Comarca Lagunera. Entiendo por masacre el acribillamiento de personas en un centro de reunión, sin discrimen, a todo lo que se mueva y grite. El promedio de las cuatro o cinco masacres que se dieron aquel año fue de trece muertos. Pese a ello, la prensa nacional no puso a La Laguna entre las zonas que merecían cobertura prioritaria. Nos falta, su-pongo, el antiglamour de las grandes ciudades violentas para que algún día nues-tras desgracias obtengan la atención debida de los medios de comunicación nacionales. Mientras tan-to, acá seguimos, sobrevi-viendo no sé cómo. O sí: encerrados luego de las 8 o 9 de la noche, luego de doce horas de tranquilidad mediocre.

Jaime Muñoz Vargas nació

en 1964, en Gómez Palacio,

Durango; radica en Torreón,

coahuila. escritor, periodista

y editor, es autor de libros

como el principio del terror y

Nómadas contra gángsters

(apuntes para sobrevivir a la

barbarie).

que destrozan cráneos y cuerpos. La crueldad se ha apoderado del ser humano del siglo XXI. Todo es marginal, gráfico; mutilaciones a diestra y siniestra.

Ya le pegaron tres veces a la Direc-ción de Seguridad Pública Municipal. ¿Qué falta? El cincuenta por ciento de los taxis no es seguro; tampoco ir al Territorio Santos Modelo; ir de compras, menos.

Ya no se puede bailar. No hay bares. Por último, déjenme les digo que están en un grave error los que crean que al morir uno se va al purgatorio y después al infierno. No creo en divina belleza y su dios superpoderoso.

Éste es el infierno, el otro no existe.

Francisco Zamora García (Torreón, 1963)

es percusionista y autor del libro inédito

Pluxus.

Visor

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Escritores Xbox

varia 07domingo 2 deOctubre de 2011

los nuevos rostros de la novela mexicana parecen modelados a la medida del cliché y las modas pasajeras, llámense éstas “narcoliteratura”, “twiteratura” o “neopoliciaco”

ensayo

H abitualmente seco y lleno de basura, el cauce del Nazas es la cicatriz que marca la división territorial entre Torreón, Coahuila, y Gómez Palacio, Duran-

go. Se trata de un ancho cauce plagado de matorrales, que en la historia reciente ha llevado agua sólo cuatro veces. Quizá por eso muchos habitantes de la Comarca Lagunera suelen asociar las avenidas del río con sucesos extraordinarios.

El cruce más utilizado de Coahuila a Durango es una estructura metálica apodada el puente rojo. La mitad per-tenece a Torreón, la otra mitad a Gómez Palacio. De niño escuché muchas historias sobre asaltabancos que, luego de dar un atraco en Coahuila, huían rumbo al puente, pues al cruzarlo los policías no podían perseguirlos. Hace poco, una diferencia entre los alcaldes de ambas ciudades provocó que, durante meses, la mitad del puente fuera roja y la otra mitad plateada.

En 2008, luego de dieciséis años de sequía, volvió a correr agua por el Nazas: un caudal que de noche semejaba un espejo negro, inmóvil, pero que bajo la superficie escondía turbulencias. Ese mismo año se acentuó la violencia en La Laguna. Por alguna razón los criminales escogieron el lecho del Nazas para arrojar los cadáveres de los ejecutados, que ese año aumentaron drásticamente.

Algunos supusieron que tirarlos en la frontera entre estados provocaría líos administrativos en las investiga-ciones. Otros vieron un macabro reparto decidido por un río: una banda operaba de un lado, sus rivales del otro.

Siento a mis coterráneos unidos como nunca. Rebasa-das las autoridades, vulnerado el estado de derecho, las divisiones políticas han pasado a segundo plano para los civiles: más allá de las terribles anécdotas que se multiplican dolorosamente, comenzamos a darnos cuenta de que los habitantes de ambos lados del puente somos miembros de una misma familia. Miles de laguneros atraviesan la estructura todos los días para trabajar, para estudiar. Para-dójicamente, la comunicación fluye en redes informales, de boca en boca, y los ciudadanos estamos aprendiendo a cuidarnos entre todos, no importa de qué lado del río estemos. Ya muy pocos se acuerdan de aquella cicatriz habitualmente seca y llena de basura que es el cauce del Nazas. nv

Vicente alfonso (Torreón, 1977) es periodista, ensayista y narrador.

autor, entre otros libros, de la novela Partitura para mujer muerta y

el cuentario el crimen como una de las bellas artes.

Entre sonidos de claxon y cortes de cartucho, olor a pólvora y sangre; en medio de la locura y a plena calle, hay un lugar en Torreón donde se ha detenido

el tiempo, un sitio intocado por las balas y la mirada de malandros, una balsa de transparencias y cabecitas blancas, donde no ha llegado el malandrín a pisotear ni a maldecir. Algunos dicen que es el único remanso que queda, y que ha sobrevivido a balaceras, ejecuciones y pataletas, a pesar de estar en el lugar más socorrido por las putas y los ladrones. Otros juran que esta institución de la embriaguez es un bálsamo dejado por la Providencia, para aquellos que toda-vía sacan de su ronco pecho las canciones tradicionales de Antonio Aguilar y José Alfredo Jiménez. De una cosa estoy plenamente seguro: aquí se respira ese olor de las pana-derías y se oyen los voceadores del Torreón que se ha ido sin llevarnos, con sus vagones llenos de nostalgia y alegres recuerdos. Allá afuera andan los muertos que caminan, cercados por el miedo y la mediocracia civil; aquí adentro respira la ciudad y el bullicio de los poetas que no están muertos, sino que tienden puentes de esperanza, porque las costumbres violentas de ahora apartan las ciudades; porque las distancias se han hecho para estrecharlas en este paraíso secular de cabecitas blancas, donde no cabe la mentira ni la corrupción ni el desmadre indecoroso de las balas. El nombre de este edén blindado me lo callo, para que no vayan a venir por aquí ni la apatía ni la desolación ni los centrícolas apócrifos producto de la cobardía de los agachones. Aquí puro linaje real, aquí nomás puro espíritu de conquista. Aquí los auténticos seres que vencieron al desierto, a gota de sudores, para que nosotros nos echáramos una cerveza con ellos, sentados en su mesa, en nombre de la claridad y de la poesía.

Miguel a. Morales es autor de celebración

del chamán.

vivimos una época en que el discurso y los hechos se sustentan en lo banal. Los conceptos,

las conversaciones entre amigos, las sensaciones ligadas al miedo, a la alegría o la tristeza. La escalofrian-te realidad que vivimos en México se ha convertido en una cuestión de números, tablas estadísticas. “Bajas colaterales”. “Disculpe usted”. “Este crimen no quedará impune”. Ajá.

No hace falta ser un especialista en ciencias sociales para darse cuen-ta a través de la experiencia coti- diana de que la indignación e impoten-cia de todo un país se han convertido en el chistorete, el gran negocio y la respuesta fácil de unos cuantos. Al estilo de la abuelita que receta “chi-quiadores” y tecitos para todos los males, gobernantes, empresarios y líderes sociales parecen abstraídos de los sacrificios, la confusión y zozobra generalizadas. Mediante eufemis-mos, declaraciones irresponsables y cínicas, dándole el beneficio de la duda a autoridades incompetentes, repartiendo besos, escapularios a diestra y siniestra, organizando pe-regrinaciones llamadas “marchas”, se instaló entre el violento azar que vivimos un nuevo evangelio, el de la mexicanidad new age.

No me sorprende, así, la emer-gencia de escritores promovidos al cobijo de padrinazgos, jugosos premios y adelantos, y calificati-vos de relumbrón en las solapas de sus obras. Lo anterior no tiene nada de novedoso, pero hoy en día el énfasis en el espectáculo y la comercialización, incluso de las tragedias sociales, han puesto una gruesa cortina de humo escenográ-fico entre las obras de ficción y sus lectores. De este modo se llena de obstáculos una apreciación estética ajena a los intereses de una industria editorial endeble e irresponsable. La chapuza se ha consumado y las mesas de novedades se desbordan de novelas donde se apuesta por el campanazo del mínimo esfuerzo y la ocurrencia de pastelazo, muchas de éstas producidas al ritmo que marcan los plazos impuestos por el sistema de becas. No hay mejor estrategia editorial que tronarle los dedos al escritor ávido de fama y reconocimiento express, para ver de cuál sale el próximo bestseller.

A últimas fechas, instado por recomendaciones de algunos ami-gos y conocidos, he leído algunas obras de lo que se ha dado en llamar “neopoliciaco”, “narcoliteratura” y

J.M. Servín

Aquí puro linaje realMiguel A. Morales

A orillas del río NazasVicente Alfonso

“realismo duro” con énfasis en la nota roja más superficial. Novelas forjadas en las duras calles de un juego de Xbox, o con pretensiones de an-ticipación a la Orwell, pero cuyo mérito está en haber encontrado la acertada fusión entre las influencias literarias de sus autores, plagadas de rebeldía hollywoodense y la comida chatarra con la que engordan las tramas. El mercado editorial, sin decirlo abiertamente, acepta su fracaso como promotor de la lectura impulsando autores que aceptan meter el dedo en el atole con el que se pre-tende enganchar al lector. Una literatura pedante y vacía pero que pretende posicionarse como Alta Literatura. Novelas con el pulso de un guión de historieta populachera, serial de aventuras tipo El Pantera, sin una mínima idea de lo que significa vivir en sociedades inmersas en la criminalidad global; parecen provenir de concursantes de una “Academia” para escritores hipsters amantes del cliché que desprecian la sociedad en la que vi-ven, sin conocerla. Detrás de su fascinación por el cine gore, los sofismas y las proezas de Jackass, aparecen algunos de sus prejuicios y limitaciones más evidentes: todos los judiciales son gordos, corruptos, lujuriosos, hablan como personaje de Chespirito y visten como Joan Sebastian. Sus heroínas forzosamente están buenotas y son entronas, por ende, están listas para el acostón. Ni hablar de los “malosos”: son muy malos. Del mismo modo acuden a la figura del periodista buena onda que deviene detective (pero no salvaje) noble, reflexivo y desmadroso, con un amor mal correspondido por su ciudad (es decir, la Roma, la Condesa, algunas zonas seguras del Centro His-tórico o su símil en una capital norteña) o a una mujer que los abandona por el éxito de alguien más. La mujer, invariablemente, se mantiene en su función de “Salomé”. De tal modo, la creación de personajes deviene proyección autoral (la música que les gusta, el gadget de última generación —no en balde ahora hay quien practica la twiteratura, otra falacia—, el director de cine preferido, etcéte-ra). Cuando aparece la cocaína, basta con que un personaje inhale unas cuantas rayas para darnos cuenta de que la única droga dura que el autor ha consumido es la cocacola.

Una sociedad movida por la indolencia y la fe en el pensamiento mágico tiene su reflejo en un proyecto educativo fracasado, pero cuyo estandar-te de su culpa es la promoción de la lectura. No es difícil entender así la proliferación de novelas dignas de las calificaciones que la OCDE asigna al país en aprovechamiento escolar. La literatura que hoy en día ofrecen a carretadas diversos or-ganismos e instituciones mediante programas, presentaciones y demás actividades del tipo, poco o nada consigue en su propósito de crear “un país de lectores”. Donde abunda la pereza, la improvi-sación, el amiguismo y el culto al éxito a como dé lugar hay muy poco de donde tirar. Sin embargo, sólo unos cuantos autores, por estrategia o perfil,

logran vender algunos miles de ejemplares con obras aptas para un país donde se leen un promedio de 2.8 libros al año por persona. Esto parece suficiente para que un enjambre de escritores sean considerados maduros aunque para empezar ni sus editores los lean. Todo obedece a una lógi-ca de mercado donde, como en toda democracia bananera, hay la exigencia de cumplir metas para justificar proyectos y pro-mociones fraudulentas.

El oportunismo y la chaba-canería se han instalado como prácticas cotidianas. La carcajada estentórea, la descalificación a rajatabla, los encumbramientos al vapor. El juego de convenien-cias y envidias agazapadas tras la diplomacia del convivio can-tinero. El diálogo sensato se ha ido sin avisar y dejó en su lugar la chacota y la mala leche. En un país desesperado y a merced de la superstición y el fanatismo, hay temor de madurar. Mejor pondera la velocidad de esca-pe. Viva la cooltura. Muchas de las novedades editoriales en el campo de la novela nos ofrecen ejemplos de su mala asimilación de la industria anglosajona del cine de acción y distópico.

Estos tiempos me parecen des-provistos de sentido. No sólo tengo que vérmelas con la situación del país sino con lo que me ofrece en el corto plazo la actividad a la que he entregado la mayor parte de mi vida. A regañadientes tengo que aceptar que hace algunos años me convertí en escritor, y ahora me siento obligado a exponer un punto de vista sobre algunas de mis últimas lecturas. No estoy seguro de dónde estoy parado. Quizá sea un mal lector. James Baldwin decía que una vida que no se examina a sí misma no vale la pena vivirse. El universo de tantas novelas que hoy gozan del respal-do de las editoriales mexicanas nos anuncia el advenimiento de la era del escritor Xbox. Olvidémonos de la literatura como experiencia vital e íntima donde todo es riesgo y ganas de resistir al mundo tal y como lo experimentamos día con día. nv

roberT The

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08 en librerías domingo 2 deOctubre de 2011

Felicidad. Soledad. Deseo. Temas recurrentes en libros y autores, búsquedas que se

entretejen para ensamblar un solo concepto o, tal vez, para trazar un mapa de conexiones psíquicas. Abrir un libro, recuperar cierto renglón aislado de un bloque de palabras, como una suerte de exploración de cordilleras interiores. La sustancia se muestra de improviso, la analogía vibra como una sombra tenue. Hay ideas que no llegan nunca a objetivarse. Sólo pasan, como el viento, como la brisa, desaparecen al final dejando una herida en la hoja en blanco. Entonces, el escritor o su lector hacen una pausa, quizá no recuperen el aliento. La idea se anula, no se aísla, queda extraviada en un fúnebre hermetismo, el del vocablo equívoco o nuboso, el de la dispersión inexorable. Felicidad. Soledad. Deseo. ¿Cuántas veces encontramos sus indicios? Las primeras líneas de Morfina, de Mijaíl Bulgákov, expresan lo siguiente: “Las personas inteligentes han observado desde hace tiempo que la felicidad es como la salud: cuando la tienes, no la percibes. Pero, cuando pasan los años, cómo recuerdas la felicidad, ¡oh, cómo la recuerdas!” Al escribir ese relato, en el otoño de 1927, quizá Bulgákov recordaba vagamente algo de Flaubert, pues el Oso de Croisset anotó que “La felicidad es como la sífilis. Si la contraes demasiado pronto te echa a perder la constitución”, o tal vez me equivoco y Bulgákov jamás pensó en Flaubert ni en esa frase, tan imbuido estaba en la narración de la sed, el abatimiento, la iluminación, la desesperanza y la dulce, telúrica agonía de la adicción que, de hecho, padeció casi diez años antes de concebir Morfina. Será que la metáfora y la ironía suelen embrollarme, y vuelvo a pensar en Gustave Flaubert con otra frase de 1846: “Tuve, de muy joven, un presentimiento completo de la vida. Era

Los paisajes invisibles

Ideas dispersas

como el nauseabundo hedor que se escapa de una cocina por un tragaluz. No hace falta haber probado la comida para saber que te daría ganas de vomitar”, imagen olfativa que podría conectarse con Strindberg cuando, en Solo, describe el reencuentro de un grupo de amigos a través de una inconfundible exhalación del tiempo perdido: “Todo aquel pasado no era más que el estiércol sobre el cual surgía lo presente; el estiércol estaba consumido, y la paja comenzaba a enmohecer” y, otra vez, Flaubert: “Siempre he intentado vivir en una torre de marfil, pero una marea de mierda golpea sus muros y amenaza constantemente con derribarla”. Felicidad. Soledad. Deseo. Hay temas recurrentes en libros y autores, poéticas existenciales que nos infunden ideas dispersas, bloques de palabras que casi nunca encuentran su acomodo o, por lo menos, un cajón o un casillero para latir en paz. Será, tal vez, porque entre el escritor y su lector existe un vínculo tan poderoso como el del profeta y el converso, la literatura también es religión. Strindberg observó que “todos los libros santos son mudos para los incrédulos. Pues el incrédulo es una persona estéril cuya alma está pasteurizada, hasta el punto que nada puede germinar en ella”. Una idea es así. Brota repentinamente, prospera en ocasiones, pero también puede enmohecer. Inútil, en desuso, aquella idea nublará la percepción con la falsa apariencia de un mapa de conexiones psíquicas… nv

Iván Ríos Gascó[email protected]

Novedades

James EllroyEl gran desierto ZetaEspaña, 2011576 pp.

Claudia PiñeiroLas viudas de los juevesAlfaguaraMéxico, 2011246 pp.

Susana PaganoLa pitonisa de AguaprietaPlanetaMéxico, 2011176 pp.

Después de dieciocho años de vagabundear, de trotar de cama en cama, de celda en celda y de doctrina en doctrina, Otoniel regresa a su pueblo natal, Aguaprieta, convertido en pastor de almas descarriadas. No parece representar al hijo pródi-go sino a uno de los jinetes del Apocalipsis. Es el rostro visible del fanatismo religioso. A su figura debemos agregar las de Severina, su madre, que adivina el futuro; Próculo, el hermano menor, que anuncia el porvenir en bordados celosamente ocultos; y una corte de tías, vecinos y entrome-tidos. Lo que hace años llamábamos “provincia mexicana” va tomando forma a medida que esas vidas revelan sus más íntimas pulsiones, sus más vergonzosos secretos. Saben algo, callan mucho y odian demasiado. El círculo empieza a cerrarse cuando descubrimos que, callada, sutilmente, la venganza impulsa las acciones de la novela. ¿Pero de qué venganza se trata?

José María EspinasaEl bailarín de tapEdiciones Sin NombreMéxico, 201165 pp.

El título completo de este libro es El bailarín de tap. Retrato de Truman Capote con Herman Melville al fondo. Las primeras páginas están dedicadas al autor de Moby Dick, en un homenaje a su obra maestra pero también a la tradición de la que forma parte y en la cual se inscriben Nathaniel Hawthorne, Mark Twain y Henry James, entre otros. Y de la que procede Capote, de quien —señala Espinasa— con frecuencia se destaca que en su juventud fue bailarín “de zapateado”. Carismáti-co, guapo, irreverente, fue primero mimado por la alta sociedad neoyorkina y luego proscrito al publicar Plegarias atendidas, donde muchos de sus conocidos y amigos, al verse retratados, se sintieron traicionados. Con A sangre fría inaugura la novela sin ficción, que después tendrá entre sus principales exponentes a Norman Mailer con La canción del verdugo, haciendo inevitable la comparación que Espinasa hace de ellos.

El comienzo es vertiginoso, aparentemente no va a suceder nada pero de pronto todo cambia y lo que parece rutina se transforma en el preámbulo de una historia que descubre los miedos de una clase social que mira derrumbarse su mundo, su bienestar. Virginia se encuentra sola en su casa un jueves de septiembre de 2001; su marido está, como cada semana, con sus amigos y su hijo ha salido a jugar. Ella pretende ir a caminar y fumar por las calles de la lujosa urbanización donde viven, cuando inesperadamente regresa su esposo, con quien cada vez habla menos. Toman un whisky en la terraza, se dicen algunas palabras, ella lo deja para ir a la cocina por más hielos cuando súbitamente lo escucha gritar. Regresa corriendo y entonces comienza a desenredarse la madeja que pone en evidencia la vulnerabilidad de quienes viven obsesionados en construir y habitar un mundo donde todo es apariencia.

Novela publicada originalmente en 1998, El gran desierto simplemente confirma el lugar de privi-legio que ocupa James Ellroy en la novela negra. El tiempo y el lugar son los que su lector habitual conoce: Los Angeles en los años cincuenta. En este caso el autor sigue a tres personajes: el incipien-te investigador policiaco Danny Upshaw y los veteranos Mal Considine, aspirante a capitán, y Buzz Meeks, expolicía metido a la seguridad pri-vada, quien trabaja nada menos que con Howard Hughes. La novela arranca con el asesinato de un junkie homosexual aparentemente rehabilitado, al que le han sacado los ojos. A ello se añaden otros detalles de índole sexual y una estrategia para acabar con la amenaza comunista (aunque no se mencione, la sombra del senador Joseph Raymond McCarthy está latente). Como también es de esperar, los personajes principales tienen su historia secreta.

Friedrich Katz, Claudio LomnitzEl Porfiriato y la Revoluciónen la historia de MéxicoERAMéxico, 2011, 139 pp.

El autor de Pancho Villa, esa biografía total, y el de Idea de la muerte en México, el his-toriador y el antropólogo, sostuvieron nueve conversaciones que el Instituto Mexicano de la Radio transmitió por sus frecuencias durante 2010. Ahora llegan a nosotros convertidas en papel. Su propósito: tender un puente entre la Revolución y los tiempos de don Porfirio. De formato ligero, incluso con una intención didáctica, las conversaciones abundan en la exclusión de las clases populares a finales del siglo XIX y principios del XX, las causas inme-diatas de la rebelión, la agenda maderista, el papel de Estados Unidos frente a la anarquía imperante, la Decena Trágica, el movimiento constitucionalista, el triunfo de Obregón y el arribo del cardenismo. “La memoria de la Re-volución en una sociedad que ya no es agraria sino urbana todavía tiene una tremenda in-fluencia”, dice Katz.

Guy de MaupassantTodas las mujeresSiruelaMéxico, 2011793 pp.

En 73 cuentos, algunos de ellos en realidad novelas breves, como la célebre Bola de sebo, Maupassant (1850-1893) se adentra en el universo femenino y traza una amplia tipología en la que aparecen “desde la apasionadamente enamorada hasta la seducida, la engañada, la libertina y la cortesana”, como explica en el prólogo Mauro Armiño, editor de esta excepcional colección que se acompaña de una cronología y una bibliografía selecta de y sobre del escritor francés. El mismo Armiño establece una clasificación temática de estos relatos en los que la mujer es protagonista o personaje relevante; en ella aparecen el adulterio, el amor, los celos, el infanticidio, el sadismo, la prostitución, el incesto, entre otros asuntos que aun ahora escandalizan a las buenas conciencias. Misógino, mujeriego, lector de Schopenhauer y discípulo de Flaubert, Maupassant fue un perspicaz observador de la sociedad.

Mijaíl Bulgákov

ESPEcIAL

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