Mar 01, 2016
JUS Marzo 2014
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Editorial
Seguramente muchos de ustedes, quienes sean escritores –ya sea de mucho tiempo atrás o que estén iniciando-, poetas, redactores, correc-tores, editores, o que ejerzan alguna otra labor involucrada con el mundo editorial, han tenido y tienen la ilusión de que sus rutilantes creaciones sean publicadas o difundidas. Aunque segu-ramente también se han encontrado con la sorpresa que dentro del sector no todo es lo que parece: no es tan fácil como ir a la librería y comprar el ejemplar que nos apetece, degustarlo e inspirarse. Más bien, quienes están detrás de las creaciones, ya deben de saber que es preciso atravesar un arduo
y dispendioso camino para poder llegar al anhelado final feliz: ver publicada la obra.
Pero antes de aventurarse a tal periplo, para convertirse en escritor/a debe de existir un ingente deseo y una casi estoica convicción por dedicarse a esta alambicada labor. En los tiempos que corren, podría decirse que quienes se aventuran a escribir merecen, de mínimo, la admiración del resto, pues adentrarse en la “Matrix” de este ámbito, no es una fácil decisión.
Aunque los editores tampoco tienen una tarea sencilla, considerando que son
los “verdugos” que deciden -con base en una extraña serie de combinaciones en “armonía” que les son requeridas (mercado, tipo de texto, línea editorial, etc.)- dar un sí o un doloroso no a los autores de los textos que se les proporcionan.
Por eso es que dedicamos el siguiente número de la revista Jus –sí, con todo y nombre nuevo- a todos aquellos que tengan que ver –o así lo deseen- en el ambiente de los escritores, editores y agentes literarios, para que nos cuenten sus sentires, anécdotas, opiniones, triunfos y todo lo relacionado con mitos y realidades de esta cuasi mística, pero satisfactoria labor.
Mitos y leyendas del Mundo Editorial
“No estamos interesados en ciencia ficción que tenga que ver con utopías negativas.
No venden” Respuesta de un editor a Stephen king
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JUS es una publicación mensual de Editorial JUS, especializada en asuntos de conocimiento literario. Conforma una tribuna para el pensamiento en general. Nuestro objetivo principal es generar conversaciones, por lo que el material que publicamos es representativo de múltiples sectores de opinión. La proyección de nuestra revista es hacia los lectores hispanohablantes y hacia una nueva experiencia mas allá del libro y de nuestros libros.
JUS es una revista basada en una temática especialmente escogida por nuestro equipo de redacción, donde desarrollamos una visión crítica, apoyándonos en las opiniones y letras de escritores y cronistas contemporáneos. En ella encontrarás cada mes un motivo más para sumergirte no sólo en la literatura, sino en todas las artes.
JUS es una revista con entrevistas, reportajes, artículos de información, opinión, análisis y testimonios sobre realidades y personalidades de actualidad.
DIRECTORIO
DIRECTOR EDITORIALBernardo Domínguez
JEFE DE REDACCIÓNMercedes Mayol
REDACCIÓNDiabolgrot
Valentina Sanjuan (Asistente de redacción)Saúl Martínez Ortiz
Nuria Bartrina (Gestión de contenidos)Victoria Aguiar (Diseño y visuales)
Mario Patronelli (Webmaster)
REMITIR CORRESPONDENCIA A: EDITORIAL JUS
ASUNTO: Revista JUSDIRECCIÓN: Donceles 66,
DELEGACIÓN CUAUHTÉMOC, C.P. 06000 MÉXICO,
D.F. TEL. (55) 12 03 37 72.POR CONSULTAS, SUGERENCIAS O ANUNCIAR CON NOSOTROS:
[email protected] 0041-8935.
PUBLICACIÓN PERIÓDICA. AÑO VI, NUEVA ÉPOCA, Nº. 11
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México - España - Argentina
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8QUIERO PUBLICAR ¿CÓMO CHINGADOS HAGO?Por RUDY YOHAI
12LA INNOVACIÓN EN LAS AGENCIAS LITERARIAS Por MARÍA CARDONA
14LOS NUEVOS ESCRITORES Y SUS PROBLEMAS EN MÉXICOPor SAÚL MARTÍNEZ
16GIROS, RETRUÉCANOS Y METAFÍSICA DEL LABERINTO EDITORIALPor ALEJANDRO BOVINO MACIEL
19GRAVITY, LA INSOPORTABLE INGRAVIDEZ DEL SER Por SANTIAGO DE ARENA
20¿RECONOCIMIENTO O VOCACIÓN?Por VALENTINA SANJUAN
22LA VERDAD EN LA NOVELAPor ALFREDO PEÑUELAS RIVAS
24RETWITT AL DIOS DE LAS PALABRASPor JESÚS RITO GARCÍA
SUMARIO
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26ANDRÉ SCHIFFRIN, EL ÚLTIMO EDITOR EN SU TINTAPor MARLENE DIVEINZ
28CREADORES DE BELLEZA Y FABRICANTES DE DINEROPor JOSÉ ORTEGA
30FRICCIÓN Y ENSAMBLE: AUTOR/EDITORPor MARTÍN ALVARENGA
32ENTRE LA SEDUCCIÓN Y LA NARRACIÓNLAS CUALIDADES PROPIAS DE UN ESCRITORVLADIMIR NABOKOVPor REDACCIÓN JUS
36DIETA LITERARIAPor SAÚL MARTÍNEZ
39¡QUIERO PUBLICAR!Por SUSANNA TISLER STEINER
40EL DESTIEMPOPor GABRIELA FONSECA
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44TRAICIÓNPor DANIEL ZETINA
46NOTAS SIN SENTIDOPor DANIEL ARRIAGA
48VIDA DE PALABRASPor MARTA MAÑES FERRER
50LA MUERTE DEL FALSIFICADORPor GERARDO UGALDE
52EL AUTOR DESCONOCIDOPor SINHUÉ BELLESCUSA
55PLAGIARIOPor DANIEL ZETINA
56HER // SPIKE JONZEPor DANIEL LEGUÍZAMO
58GALERÍA DE ARTEWILLIAM FERREIRA (CARICATURISTA)
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Los textos de la presente edición pueden verse junto al
resto de las colaboraciones en nuestra página web:
www.justa.com.mx
o en nuestro blog:
www.justa.com.mx/blog/
Los colaboradores seleccionados para la edición digital de la revista
del mes de marzo de 2014 son:
¡¡¡Gracias siempre!!!
Rudy Yohai Maria Cardona
Alejandro Bovino Maciel Santiago de Arena
Alfredo Peñuelas RivasJesús Rito GarcíaMarlene Diveinz
José OrtegaMartín Alvarenga
Susanna Tisler Steiner
Gabriela FonsecaDaniel Zetina
Daniel ArriagaMarta Mañes Ferrer
Gerardo UgaldeSinhué Bellescusa
Daniel ZetinaDaniel LeguízamoWilliam Ferreira
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Quiero publicar, pero ¿cómo chingados le hago?Rudi Yohai
Así que tienes terminada una obra
literaria y te preguntas: ¿ahora cómo
chingaos le hago para publicarla? Las
opciones que tiene un escritor novel para
publicar su obra son tres: Autopublicarse,
una editorial que te publique la obra y/o
recurrir a un agente literario. Quizás ésta
sea la más atractiva. Pero como diría Jack
el destripador: “vamos por partes”. ¿A
quién chingaos le interesaría publicar tu
novela si eres autor novel?
Las personas que finalmente tienen
terminado el manuscrito de su novela o lo
que sea que hayan escrito, se quejan de
que el mercado editorial es hermético, que
no se puede publicar, que no se apuesta
por los autores noveles; y eso es algo
no del todo desatinado. Personalmente
he sido un autor novel y he publicado;
además de realizar informes de lectura
y otros trabajos editoriales, de modo
que conozco de primera mano a qué se
enfrentan las editoriales y qué decisiones
se toman. He realizado ese trabajo tanto
en editoriales modestas como en grandes
y llevo unos nueve años en ello, así que
lo que te voy a comentar a continuación
tiene su peso.
Debo comenzar por aclarar que esto es
una opinión que nadie me ha pedido, por
lo tanto, tiene la validez y la importancia
que cada uno quiera darle.
Dicho esto, diré que nada tiene que ver
ser un autor novel con la dificultad para
ser publicado. Es más, la neta, es que
muchas veces es más difícil publicar la
segunda novela que la primera. ¿Por qué?
Si una editorial acepta tu primera novela,
la inversión que hace en promoción es
mínima. Eres un autor novel, nadie te
conoce, no pueden arriesgar demasiado;
vamos, no van a arriesgar casi nada. Por
lo general, las editoriales pequeñas -acá
en México- buscan una coedición, casi
siempre entre la editorial y el escritor o
alguna institución de fomento cultural.
Si el libro funciona, así pueden cubrir
los gastos. Pero, si efectivamente el libro
no funciona, quedas “marcado”. Será
mucho más difícil que puedas publicar la
siguiente a menos que cubras al 100% el
Fotografía: Daniel Defco - www.flickr.com/photos/maclosky/
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costo de la publicación. De modo que sí,
suele ser más difícil publicar la segunda,
porque ya se tienen cifras de ventas, y
éstas suelen ser bastante modestas.
Cuando se publica la primera, aún eres
una moneda al aire: águila, o sol; cara, o
cruz.
La neta del planeta es que muchos
noveles no tienen acceso al mercado
editorial. Y se puede decir que tienen
razón. La inmensa mayoría son
rechazados. Lo que hace entonces gran
parte de ellos es cargar contra el sistema,
quejarse amargamente, decir que lo
único que quieren las editoriales es que
se prostituyan literariamente hablando.
Lo malo es que cuando hacen esto no
se dan cuenta de que están haciendo, al
mismo tiempo, dos cosas: Desestimar el
logro del resto de compañeros escritores
que logran dar el paso, cuando lo que
se debe hacer es trabajar y promoverse
como si fuera uno mismo su propia
empresa. Una especie de “YO S.A.”, donde
eres el director general, el administrador,
el de crédito y cobranzas, el creativo, el
de mercadotecnia, la secretaria, el de
mensajería, el repartidor, el de limpieza
y el portero que abre y cierra la empresa.
Y nada mejor para una pequeña empresa
que conocer el mercado, tu producto, sus
posibilidades reales, sus deficiencias y sus
atributos. Y con esto formar a la medida
de lo posible alianzas estratégicas.
¿Y qué es lo que se debería hacer?
Partamos de que todo ocurre por un
motivo. Así pues, hagámonos la siguiente
pregunta: ¿por qué te han rechazado la
novela? Y esto valedores, es lo que no
son capaces de preguntarse aquellos
que han quedado lastimados por el
rechazo editorial.
Bien, pues, ¿por qué se rechazan las
novelas por parte de las editoriales? Hay
múltiples factores, pero principalmente
por dos cosas: puede ser que la editorial
ya tenga un título de temática muy
parecida: misma época, mismo personaje,
etc. Y lógicamente, no va a publicar dos
libros similares. La segunda: puede ser
que cuando llega tu texto haya cambios
en la editorial, el editor cambie de puesto,
se marche a otra empresa. Cuando
eso ocurre, la mayoría de los originales
que llevaba ese editor, excepto los de
los autores de la casa y aquellos que ya
están siendo leídos para su valoración,
suelen “perderse”. Nadie se hace cargo de
ellos. Es un problema editorial de difícil
solución, pues el volumen de originales
que llega a diario es tan inmenso que
resulta imposible controlarlos todos.
Como estos hay muchos otros factores que
escapan por completo al dominio del autor
de la novela. Procura, es mi recomendación,
entregar tu manuscrito con una carta de
recepción y dale seguimiento. De otra
manera no puedes hacer nada contra ello.
Aun así, estos casos son muy, pero que
muy infrecuentes. Normalmente los libros
se rechazan por otros motivos.
El primero de ellos es que la inmensa
mayoría -y podría decir que más del 70% y
quedarme corto- de los libros que llegan a
una editorial, sencillamente, están escritos
de forma pésima. Contienen ya no erratas,
sino faltas de ortografía, la puntuación
es un desastre. Personalmente, me he
encontrado con libros en los que la mitad
de un párrafo estaba escrito en pasado y
la otra mitad en un tiempo verbal distinto.
Unos párrafos narrados por un varón
y el párrafo siguiente por una mujer y
todo ello sin seguir un orden ni un plan
establecido. Sólo porque falta técnica.
De modo que el trabajo de corregir un
libro que llega escrito de ese modo es
inmenso y bastante caro, porque es muy
especializado. Yo he tenido que corregir
libros que me han llevado dos meses de
trabajo en jornadas de 6 horas al día. Un
trabajo estresante y agotador. El resultado
es que no se ha vuelto a contratar a ese
autor. Así de simple, así de sencillo.
El otro gran motivo por el que se rechaza
un libro por parte de una editorial es
porque no tiene interés. La mayoría de
los textos recibidos no cuentan nada, o
lo que cuentan ya ha sido contado antes.
Hace unos años hablaba con una editora
de un sello muy importante y me decía:
“Rudy, es que, de verdad, en ocasiones lo
que quisiera decirles es: ‘al menos, ponle
la cicatriz al protagonista en otro lado’
porque habían escrito otro Harry Potter”.
Hay muchos trabajos que no tienen un
conflicto definido y, lo que es aún peor, no
tienen argumento interesante. Si no hay
conflicto definido al menos procura contar
con un buen argumento, de esta manera
se tendría una historia rescatable. Pero si
no tienes ninguna de las dos cosas, has
escrito para nada. Tal vez esté escrito de
forma impecable, pero es una historia que
no interesará a nadie.
Existe el error muy mal entendido de
que cualquiera puede escribir. A ver mis
valedores, existe una gran diferencia
entre escribir la carta a la novia, un ensayo
sobre lo que hiciste el verano durante
las vacaciones, lo mal que la pasaste en
casa de los abuelos o como tu padre te
maltrataba cuando niño, a escribir una
novela de 300 páginas o más.
De modo que, si te rechaza una editorial,
no hagas el harakiri, no cargues contra el
mundo y contra esta u otra editorial y te
sueltes diciendo que lo único que publica
es una mierda y que lo tuyo es mejor que
todo lo demás. Aquí debo incluir a los
talleres de literatura, donde me ha tocado
ver cómo un alumno se aferra a su texto
sin conceder ni un ápice al comentario del
maestro o los compañeros. Sé autocrítico.
Pregúntate qué fallos puedes tener. Acude
a un taller literario de prestigio. Contrata
un servicio literario que te proporcione
un informe de lectura. Será mucho más
fácil que logres publicar si tienes la firme
intención de mejorar, que si, en lugar de
eso, te dedicas a destilar amargura por
todos tus poros.
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¿Por qué un agente literario es una
buena alianza estratégica?
Porque encontrar un agente literario es
mucho más fácil que convencer a una
editorial para que publique tu novela.
Y si lo encuentras, ya tienes recorrido la
mayor parte del camino. Piensa que, si
un agente se interesa por tu libro, será
porque tiene un mínimo de calidad
y él vislumbra que puede obtener
un beneficio. Los agentes literarios
trabajan a comisión -no todos- y sólo
cobran un porcentaje, entre un 15 y
un 20%, de los derechos de autor que
te corresponden a ti. Por eso, tienen
que seleccionar obras que tengan un
cierto valor y que se puedan vender.
Un buen número de escritores famosos
fueron noveles en el principio. Cuando
tuvieron su primer manuscrito eran
perfectos desconocidos en el mundo
literario. Muchos de ellos seguramente
habrán presentado sus obras a varias
editoriales, pero sin resultado alguno.
Hasta que alguien les recomendó que
buscaran tal o cual agencia literaria y
enviaran su manuscrito. Hoy las agencias
o los agentes literarios son los que
representan a García Márquez, Vargas
Llosa, Isabel Allende y un par de cientos
de firmas ilustres.
Un agente literario cobra por leer el
libro, con el único compromiso de
emitir un informe que valora la obra y
ofrecer indicaciones para mejorarla. Este
dictamen te sirve para conocer la opinión
de un experto y estimar la aceptación
que puede tener entre el gran público.
Si además acepta representarte, es una
muy buena noticia. Se firma un contrato
con el agente involucrado. Él te enviará
un machote o modelo de contrato para
que analices su contenido y sobre todo
las cláusulas que hacen referencia al
objeto -sólo la novela en cuestión y no
toda tu obra presente o futura-, al ámbito
geográfico y a la duración del convenio.
Desde mi punto de vista, no merece la
pena discutir el porcentaje de comisión;
siempre que no sobrepase el 20%; no es
malo que tu agente gane también dinero.
Así de pronto puede llegar el éxito y ver tu
novela publicada en pocos meses. Decía
mi abuelo: “El éxito no es un destino,
sino un camino” y ese camino hay que
recorrerlo para alcanzar tu sueño.
La del estribo:
Debes considerar que escribir libros para
venderlos puede ser un pésimo negocio.
Al menos a mí, los números no me
cuadran; pero esa es otra historia. t
Fotografía: J. Daniel Ayala - www.flickr.com/photos/iscariote
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AUTOR ESTHER GARCÍA LLOVETTÍTULO MAMUTNÚM. DE PÁGINAS 176 FORMATO TAPA DURA, 14X21CM
He aquí un mundo que pertenecería al futuro si no se construyera con los temibles materiales del presente, con pesadillas sin tiempo, inagotables. La ciudad está rendida al imperio de una droga que se consumirá durante la «fiesta del milenio». La vida es un territorio donde las pas-tillas de mamut abren puertas que cierran caminos y hasta los éxitos fracasan poco a poco. Todos persiguen sueños en ruinas: esas búsquedas dan forma a un relato ubicado en la mejor tradición de la intriga americana y alumbran la atmósfera más angustiosa e hipnótica hoy sometida a la avidez de los lectores.
«A ratos me recuerda aquella frase mítica de Faulkner sobre la cerilla encendida en mitad de un
sótano que no sirve para ver mejor, sino para ver mejor la oscuridad.» David Torres, El Cultural
«Es como uno imagina que pudiera ser tener a John Cheever y Quentin Tarantino juntos en una misma
fiesta (Bolaño también estaba, creo).» Paul Viejo, Público
«La autora persigue convocar en el lector una emoción. Y lo logra atrapándonos desde la trepidante
primera página, donde ya se adivina la fuerza de una voz narrativa que poco o nada tiene que ver
con otros autores de su generación.» Care Santos
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La innovación en las agencias literarias María Cardona
Que el sector editorial está en plena
transformación no es nada nuevo. Cada
día saltan noticias de nuevas aplicaciones,
herramientas, servicios relacionados con
los libros o con la lectura.
Todas estas start-ups o movimientos
generalmente provienen o bien de
empresas tecnológicas que proponen
un proyecto relacionado con los libros
digitales, la lectura social o la visibilidad de
los libros, entre otras, o bien movimientos
por parte de las editoriales para adaptar
y crear nuevos modelos de negocio
basados en el mundo digital.
Pocas veces la innovación viene por parte
de los agentes literarios. La innovación
-esa palabra que suena tan bien y que
está en boca de todos- puede hacerse
de muchas maneras. La innovación no
tiene porqué ser disruptiva, la innovación
también es un nuevo modelo de negocio,
una nueva manera de enfocar un servicio
u ofrecer otros servicios. En términos de
agencias literarias, ¿dónde se produce
esa innovación, o esa adaptación/
transformación a los nuevos tiempos?
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Ha habido algunos casos de grandes
agencias que se han convertido en
grandes fracasos, como fue en 2010 la
creación de Odissey Editions, la editorial
digital de la agencia Wylie que puso
a disposición una serie de títulos en
exclusiva en Amazon y cuyo anuncio
provocó la ira y las amenazas de los big
six hacia el Chacal, quien finalmente
dejó la aventura editorial (y sobre todo la
exclusividad con Amazon).
Más adelante, ya en 2011 empezamos a
escuchar, de Estados Unidos y Reino Unido
mayoritariamente, algunos partnerships
con agregadores o distribuidores
digitales como pudieran ser Argo Navis o
Perseus; y también las discusiones entre
los agentes-agentes y los que se estaban
convirtiendo en agentes-editores, como
fue el caso de Ed Victor con Square Books.
En el mercado en español también
tenemos algunos casos. Leer-e es una
editorial digital propiedad de la agencia
Balcells pero que funciona de manera
bastante independiente de la agencia, y en
2012 nació iBuku, una colección de libros
digitales que se publica a través de Leer-e
pero gestionada e impulsada por una
serie de agentes literarias españolas para
dar salida a su fondo editorial que ya se
encuentra libre de derechos. Otra agencia
que apuesta por esta transformación
digital es Antonia Kerrigan, quien está
preparando AK Digital, un servicio nuevo a
sus autores que les permitirá «publicar en
formato digital de los libros editados en
el pasado, que estén actualmente libres
de derechos y aquellos títulos inéditos
que a pesar de su calidad, no han podido
encontrar un lugar en la publicación a
través de una editorial».
Volvamos a los ejemplos ingleses.
También en 2011 una de las mayores
agencias de Reino Unido lanzó un curso/
programa de escritura creativa, Curtis
Brown Creative (entren a ver la bonita
web), con la finalidad de poder encontrar
mejor los nuevos talentos y una manera
también de acercarse -de manera
innovadora- a las unsolicited submissions
o de evitar la frase que más odian los
escritores en las web de las agencias:
en estos momentos no aceptamos
manuscritos no solicitados. En 2012 Curtis
Brown nos vuelve a sorprender con otro
anuncio: un partnership exclusivo con
Amazon Direct Publishing, el brazo de
autoedición de Amazon, muy popular
entre los autoeditados y que ofrece un
servicio poco conocido a las agencias
literarias, el white glove o guante blanco,
mediante el cual ofrece todos los servicios
editoriales (también la digitalización de
libros en papel) a coste cero a cambio
de exclusividad de publicación (en
formato digital y Print-on-demand) en
su plataforma. Uno de sus objetivos
es introducir a sus autores al mercado
americano.
No son los únicos. En Estados Unidos
la agencia Movable Type Management
(una agencia bastante innovadora per
se) también ha creado The Rogue Reader,
un programa de escritura que acompaña
a los autores en todo el proceso y que
ayuda a los autores a sobresalir, a hacerse
un hueco en el mercado, sin tener un
editor detrás.
Seguramente éstas no son las únicas
iniciativas de las agencias literarias en
estos dos últimos años, y espero que 2014
nos dé muchas sorpresas en cuanto a
innovación en las agencias. El aporte de
valor de las agencias en estos momentos
de transformación se encuentra en el lado
de los autores, en el saber encontrar su
sitio y poder formar un partnership más
directo con el autor que no sólo sea la de
vender derechos, sino el ser capaces de
recomendarles los mejores movimientos
para sus carreras teniendo en cuenta todo
el abanico que nos ofrece el nuevo mundo
editorial y dejando un poco de lado esa
parte más tradicional; también poniendo
su huella en la parte del marketing de los
autores, ayudándoles a crear una marca
alrededor de sus nombres y a trabajar por
la visibilidad (la discoverability) de sus
libros.
Cuantos más servicios (y mejores) les
ofrezcan a los autores más razones tendrán
estos para confiar en sus agentes.t
Nacida en Menorca en 1986, Maria Cardona se mudó a Barcelona para estudiar Traducción e Interpretación y Lingüística aplicada
a las nuevas tecnologías en la Universitat Pompeu Fabra. Pronto descubrió que su vocación podía convertirse en profesión
y cursó el Máster en Edición en el Idec. Desde entonces ha trabajado de editora para editoriales de ficción y de libro de texto
(como Ara Llibres y Castellnou Edicions), ha realizado varias traducciones, ha formado parte del equipo de The London Book Fair
en Londres y ha trabajado en Guillermo Schavelzon Agencia Literaria como agente y responsable de comunicación y marketing.t
MARÍA CARDONA
EDITORIAL MALPASOWWW.MALPASOED.COM
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Los nuevos escritores y sus problemas en MéxicoSaúl Martínez
México es uno de los países cuya
población, en su gran mayoría, no
tiene el hábito de la lectura; no hay una
preocupación real por formar nuevos
lectores de parte de las autoridades
gubernamentales. Las deficiencias en este
sentido a lo largo del territorio mexicano
son muchas: los docentes de educación
básica, en su mayoría, tampoco practican
la lectura regularmente; a los alumnos
no se les esneña a leer, a digerir un texto;
no se enseña acerca de la historia de la
literatura, ni tampoco de las obras literarias
más importantes nacionales y extranjeras,
ni siquiera de los autores de éstas.
Al no haber una población lectora,
por ende, tampoco hay un importante
número de escritores. Debido a la falta
de incentivos, tanto económicos como
académicos, aunado a la ideología
consumista de nuestros tiempos, cada
vez menos personas se dedican a la
escritura; alguien que quiere consagrarse
enteramente a las letras, debe estar
preparado para enfrentar las escasas
oportunidades laborales y de subsistencia.
La mayoría de los nuevos escritores activos
en el país dependen en gran medida de
las becas que otorga el gobierno a través
de instituciones como el Consejo Nacional
para la Cultura y las Artes (Conaculta) o
las diversas dependencias culturales de
cada estado. Sin embargo, tales incentivos
resultan insuficientes para brindar el
apoyo que requieren aquellos jóvenes
amantes de las letras, por lo cual muchos
desisten de seguir ese camino –cosa
por demás lamentable—y otros se ven
forzados a dividir su tiempo por lo que
buscan trabajos cuya flexibilidad en sus
horarios les perimitan ocuparse en sus
escritos. Fotografía : Adriano Agulló - www.flickr.com/photos/lost__in__spain
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Pero no sólo es el escaso apoyo que
el gobierno destina a este sector; no,
también la ya irremediable corrupción, es
el pan de cada día, incluso en el terreno de
la difusión cultural y de las artes. Del total
del monto destinado en becas, es bien
sabido por todos que alrededor del 20%
de los solicitantes se verán beneficiados
con una beca; el resto del dinero va a
parar a manos de amigos, familiares,
“clientes”, etcétera, de los funcionarios
cuya administración en turno desvía con
flagrancia dichos recursos.
A los solicitantes, como se dice coloquial-
mente, “se las hacen largas”. Los procedi-
mientos para la asignación de una beca
cambian con frecuencia; quienes se encargan
de dictaminar y otorgar los subsidios
carecen de un criterio profesional, el cual
se manifiesta en las nefastas resoluciones;
se beneficia únicamente a aquellos con
quienes mantienen una relación cercana;
por si fuera poco, insituciones como
Conaculta mantienen como clasificada
toda información en la que se muestre
quiénes son los beneficiarios de las
mentadas becas; tristemente este tipo de
actividades perjudiciales tienen muchos
años afectando a las nuevas generaciones
de escritores y de artistas en general.
Pero eso no es todo. Además del problema
que representa el no tener los insumos
suficientes para dedicarse a lo que más les
apasiona, los escritores contemporáneos
tienen que “mendigar” una oportunidad
de publicación en las casas editoriales
actuales. Esto se debe a varios factores
en común: el escritor joven carece de
una trayectoria reconocida; representa
un riesgo para la editorial inventir en una
obra que probablemente no se venda y a la
mayoría de los editores les es más redituable
reimprimir o reeditar obras ya posicionadas
de escritores que posiblemente ya hayan
pasado a mejor vida, que sacar a la venta
material de perfectos desconocidos.
Esto es consecuencia no sólo de la invasión
literaria anglosajona contemporánea,
la cual apoyada en la publicidad y el
marketing, busca únicamente explotar
la literatura de moda, aquella que con
frecuencia se lleva casi inmediatamente a
las salas de cine. Pero además, la falta de
una cultura literaria propia, agrava el poco
interés de los escasos lectores sobre el
material literario nacional de hoy en día;
quienes visitan con cierta continuidad
las librerías dentro del país, prefieren
en muchas de las ocasiones consumir
títulos que el primo del amigo del amigo
les recomendó, porque es lo que está de
moda, a comprar alguna producción que
aborde los acontecimientos que lo rodean;
material cuyo contexto socio-cultural se
apegue más a la realidad actual del país.
Son pocas las editoriales que centran
sus esfuerzos en publicar lo elaborado
por los jóvenes talentos; sin los recursos
necesarios para desarrollar campañas
publicitarias que incentiven o promuevan
el éxito del nuevo material, las pocas
novedades pasan literalmente de noche.
El panorama actual para las nuevas
generaciones de escritores es en sí mismo
incierto, turbio y poco prometedor. Sin
embargo, aún se sigue editando novela,
poesía, ensayo, de todos los géneros
literarios dentro del país; sí hay artistas
dentro del ramo que están luchando para
no dejar perder nuestra literatura nacional.
Es necesario que los lectores volteemos
hacia la literatura nacional contemporánea,
a aquello que retrata y describe la realidad
que compartimos.
Los nuevos escritores seguirán experi-
mentando las penurias aquí mencionadas,
mientras las administraciones guberna-
mentales sigan reproduciendo la
ya insostenible corrupción. Toca a
nosotros, a los lectores mexicanos
hacer conciencia y conocer lo que
nuestros escritores están produciendo
el día de hoy y no únicamente aquello
que aparece en todos los medios de
comunicación con respecto a este tema.t
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Giros, retruécanos y metafísica del laberinto editorial Alejandro Bovino Maciel
Como soy idealista subjetivista berkeleia-
no, trato de no hablar de lo que no viví.
Al proponérseme este tema del mundo
editorial, opté por hacer un escolio a la
escritura de un texto sobre la espantosa
Guerra de la Triple Alianza, (Argentina,
Brasil y Uruguay contra Paraguay, 1865-
1870) que nos propusimos con don
Augusto Roa Bastos en un viaje a España a
doce mil metros de altura. La idea inicial de
Roa era la de escribir un libro a dos manos
con narraciones del orden de la ficción
histórica y enmarcadas en esa contienda
monstruosa del siglo XIX. El viaje nos puso
eufóricos y apostamos el doble: incorporar
también narradores de Brasil y Uruguay
para cerrar el círculo perfecto; si fueron los
cuatro países involucrados en la guerra, de
nuevo reunir voces de esos cuatro países
que, curiosamente, hoy conforman el
núcleo inicial del Mercosur.
Llegados a Madrid, donde Roa Bastos
estaba invitado a pronunciar el discurso de
los festejos de los quinientos años de vida
de la Universidad de Alcalá de Henares, me
alojé una noche en casa de una querida
amiga paraguaya que vive hace más de
treinta años en Madrid. Como la casa estaba
en refacciones, me tocó en suertes dormir
en la biblioteca. Allí consulté, como quien
pasa revista militar, libros desconocidos,
entre ellos los ejemplares originales de la
L’Encyclopèdie, de D’Alembert-Diderot y la
reciente traducción que hizo librería El Foro
de las Cartas desde los campos de batalla
del Paraguay del capitán Richard F. Burton
donde el enigmático inglés, que estuvo
en el teatro de operaciones de la guerra,
describe en forma minuciosa la situación
geopolítica del siglo XIX en Sudamérica y
los desastres de la guerra fraticida. Al final
de la carta veintitrés, casi como al pasar,
el capitán Burton escribió el dato que nos
serviría como material argumental del
libro, la existencia del Quilombo del Gran
Chaco (que dio título a la obra después).
Escribir sobre esa cruenta guerra desde
la óptica de una comunidad pacifista que
se organiza en un desierto y con base en
un aguantadero de fugitivos y desertores,
parecía el ideal para evitar volver a contar
la misma historia que ya había sido referida
miles de veces en obras narrativas, épicas,
poéticas, teatrales y textos de historia.
Al regresar a Asunción, en un invierno
tórrido, pusimos manos a la obra. El
gerente de Alfaguara de Paraguay, un
simpático señor de apellido Cruz, ya había
hablado con don Augusto sobre este
tema y se acordó que Alfaguara editaría el
libro. Pedimos tiempo para confirmar los
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trabajos del autor uruguayo y Roa -quien
siempre privilegió a la mujer-, quiso que
fuera una autora brasileña y recordó un
encuentro de escritores en el que había
escuchado un maravilloso texto de una
escritora de apellido Lispector.
Don Augusto, en su casa, en la tranquilidad
de sus mañanas, ya había comenzado a
escribir su parte que se llamaba Frente
al frente argentino, un trabajo brillante,
un diálogo filoso entre el presidente
argentino y comandante de las tropas de la
Confederación, el siempre discutible don
Bartolomé Mitre y su ayudante, el pintor
Cándido López, quien dejó un registro casi
fotográfico de las distintas batallas de la
guerra y, de paso, perdió una mano en la
batalla de Curupaity.
El tema se prestaba de maravillas: imaginar
a Roa Bastos metido en una discusión
entre un liberal de pura cepa como Mitre
y un artista como Cándido López, ya
prometía pirotecnia. Y todo en medio de la
guerra, mientras el generalísimo traducía
El Infierno de La Divina Comedia del Dante,
y el pintor bosquejaba los desastres de la
campaña militar en tierras paraguayas.
Yo, ni mu. Mi texto lo tenía in péctore que
es el mejor modo de decir en la nada; los
correntinos somos seres indolentes al
paso del tiempo, creemos de antemano
en una especie de eternidad instalada en
este mundo, no es preciso esperarla en el
más allá, y el ocio es un peso muerto al que
nos abandonamos con tan sospechosa
facilidad que nuestros vecinos chaqueños
no hesitan en llamar “haraganería”. Pero
son infundios creados por la malicia y la
envidia, ambas del brazo como comadres
en desgracia.
Coincidentemente, Radio Ñandutí en la
que trabajé en Paraguay, había organizado
un foro de cultura del Mercosur donde
conocí a Omar Prego Gadea, de
Montevideo, también autor de Alfaguara
Uruguay. Lo invité a esta empresa y
aceptó de inmediato. Faltaba el autor o
la autora por Brasil, de manera que me
comuniqué con la Embajada de Brasil en
Asunción solicitando datos de la señora
Lispector. Me respondieron que tenían una
dirección de e-mail, que me la facilitaron
y rápidamente escribí proponiéndole a
la señora Clarice Lispector integrarse a la
escritura de este libro tan especial. Todo
muy bien, la agilidad administrativa iba
sobre rieles pero de mi texto, nada.
A la semana recibí la respuesta de una
funcionaria del museo aclarándome que
la señora Lispector había fallecido en 1977.
Fui casi volando a casa de Roa Bastos a
comentarle la noticia y don Augusto me
señaló un problema que después
fui comprendiendo en su verdadera
dimensión con la revista Palabras Escritas
que publicamos semestralmente con
editorial Servilibro de Paraguay: los
autores/as de Hispanoamérica y Brasil
estamos incomunicados. Un autor
brasileño había comparado a Brasil e
Hispanoamérica con dos gemelos unidos
por las espaldas que nunca se habían visto
la cara. Y en este caso palpable, la figura
literaria se hizo real, el desconocimiento
nos jugó ese verdadero tropezón.
Días después Omar Prego Gadea me
escribió para averiguar algunos datos
sobre el libro y le pregunté si conocía a una
autora o autor de Brasil. Omar propuso
a Eric Nepomuceno, quien aceptó de
inmediato y también se puso a trabajar
sabiendo que jugábamos con el tiempo
en contra. Y todo esto yo lo escribía en
mensajes y contramensajes como si tuviese
mi propio trabajo listo. Y no había una sola
palabra escrita aún, salvo un abollado
bosquejo que después no respeté. Pero a
don Augusto le decía que sí, que ya estaba
por la mitad de lo mío.
Ese ensueño no hubiese sido pesadilla si
el simpático gerente de Alfaguara no me
recordara que estaban esperando el libro
toda vez que me encontraba en la Libroferia,
en reuniones culturales y hasta en el
supermercado donde me halló comprando
verduras. Ni las zanahorias, el apio o las
habas lo inhibieron; siempre impecable,
con traje de costura fina, elegante como un
lord inglés con 45º C a la sombra, el señor
Cruz me conminaba a entregarle cuanto
antes aunque fuera borradores porque
“en la editorial estaban aguardando”. Le
expliqué que estábamos algo retrasados
por el incidente con Brasil, pero que
tuviera fe (que mueve montañas) y tendría
La Guerra de la Triple Alianza o Guerra del Paraguay, fue el conflicto militar en el cual la Triple Alianza —una coalición formada por el Brasil,
el Uruguay y la Argentina — luchó militarmente contra el Paraguay.
Existen varias teorías respecto de los detonantes de la guerra. En esencia, el revisionismo argentino y la visión tradicional paraguaya atribuyen un
papel preponderante a los intereses del Imperio británico. La visión alternativa pone el acento en la agresiva política del mariscal
Solano López respecto de los asuntos rioplatenses.
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el texto en uno o a más tardar, dos meses.
El simpático señor Cruz sonreía y yo me
quedaba con el gusto amargo de mi
culpa de saber que no tenía aún siquiera
el título de mi texto.
Siempre me intrigó esta tendencia mía
a prolongar hasta último momento mis
obligaciones, como si en el fondo de mí
estuviese esperando el remordimiento
o como si mi autoconfianza fuese
tan sólida como las pirámides de
Egipto. Algo en esa culpa que martilla
la conciencia debo añorar porque
siempre espero el agobio del último
momento para cumplir mis obligaciones
Todo encaminado, en dos o tres semanas
llegó el texto de Omar (Los papeles
del general Rocha Dellpiane) en el que
involucró a un protagonista uruguayo
de la contienda; después el de Eric
Nepomuceno (Un barón no miente,
envejece) y por último, los dos escritos
de Augusto Roa Bastos: Frente al frente
argentino y Frente al frente paraguayo.
Tenía yo en mis manos las tres cuartas
partes de un libro aún inexistente.
Una luminosa mañana salí rumbo al
hospital donde trabajaba como psiquiatra
y en una esquina casi chocamos con… ¡el
simpático señor Cruz! quien, con cierta
alegría, me comentó en la esquina de
Venezuela y España desde su auto al
mío: “Ayer hablé por teléfono con don
Augusto, me dijo que el libro ya está listo,
lléveme el original a la oficina cuanto
antes por favor”. Y sin esperar respuesta,
siguió camino habilitado por el semáforo.
Era el valor de mi mentira, el día en el
que Roa Bastos me entregó su parte
brindamos con un champán que andaba
por ahí y la euforia me hizo decirle que
mi parte también ya estaba concluida y
que se la mostraría en breve. Roa Bastos
transmitió mi mentira al simpático señor
Cruz y así, todos engañados teníamos
en mente un libro inconcluso. Mi abuelo
siempre decía “la mentira tiene patas
cortas” y la mía ya se había encontrado
con el perseguidor señor editor. Y, como
decía también mi abuelo “los males tienen
muchos parientes” la secretaria del señor
Cruz me había visto en un programa de
TV al que iba semanalmente para hablar
de salud mental, tomó el número de mi
móvil y, seguramente acuciada por el
simpático señor Cruz, empezó a llamarme
para reclamar el texto y yo ya no tenía ni
pretextos.
Esa noche me aislé del mundo conocido
internándome en las turbias aguas
del Leteo. Siempre razoné que, de ser
verdadera la existencia del río Leteo
(y en el orden de la ficción lo es…) ése
debe de ser el abrevadero donde acude
nuestra mente en busca de elementos
para construir un argumento. Si es
verdad que los fieles difuntos dejan allí
toda su memoria antes de pasar al otro
mundo, la provisión de toda esa milenaria
memoria humana puede servir a los
fieles pescadores de recuerdos ajenos,
que recurrimos a la nada para crear algo.
¿Cómo se guardaría todo el pasado
de esas vidas en una antecámara?, me
decía, escéptica, mi amiga Engracia
hace unos veinte años. Hoy día, con sólo
exhibir un chip de computación donde
figuran bibliotecas completas, tendría la
respuesta exacta.
En un día dejé casi listo el diario del militar
Paunero que conforma mi texto del libro.
La urgencia y el río Leteo donde también
está la memoria del capitán Burton, me
proveyeron del material desgraciado
que necesitaba para describir esa guerra
infausta. Entregué los borradores al
simpático señor Cruz, el simpático señor
Cruz lo entregó a Alfaguara de Buenos
Aires, Alfaguara de Buenos Aires a su
equipo de diagramadores, correctores
y diseñadores y finalmente el libro
Los conjurados del Quilombo del
Gran Chaco (Alfaguara, 2001) estuvo
publicado y pudo presentarse, con gran
concurrencia de gente, en el auditorio
del Centro Cultural Juan de Salazar de la
Embajada de España en Paraguay. t
Los conjurados del Quilombo del Gran Chaco (Alfaguara, 2001).
Autores: Augusto Roa Barros
Alejandro Maciel Omar Prego Gadea
Eric Nepomuceno
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Gravity, La insoportable ingravidez del ser Santiago de Arena
Mucho se ha escrito sobre la más reciente
producción del realizador mexicano
Alfonso Cuarón; pero más allá de los más
de 100 millones de dólares de presupuesto
utilizados en su filmación, la tentativa
participación de Angelina Jolie y Robert
Downey Jr. en los papeles protagónicos,
sus impresionantes efectos visuales,
la aparente sencillez de su guion, su
efectivo diseño de sonido, las previsibles
inconsistencias con la objetividad
científica y su loable alejamiento de los
tópicos del cine nacional, tan plagado
de bodrios, melodramas melcocheros o
historias que llevan la denuncia social a
niveles de hartazgo que poco contribuyen
a la verdadera reflexión del espectador,
Gravedad es una cinta que ejemplifica
honorablemente las connotaciones entre
fondo y forma que deben de existir dentro
de toda obra artística de calidad.
El principio de contradicción existente
entre el argumento y el espacio en el que
éste se desarrolla no deja de parecerme
una paradoja fascinante; retratar la
profundidad de un viaje introspectivo
inserto dentro de una expedición al
espacio exterior resulta ser uno de los
mayores méritos de esta cinta, en la que
el toque personal de los planos secuencia
conseguidos por la lente de Emmanuel
Lubezki no deja de ser determinante.
Pero, ¿en qué radica la gravedad de
encontrarse bajo los efectos del estado
de ingravidez? Entre los famosos
Pensamientos escritos por el célebre
filósofo y matemático francés Blaise Pascal
existe uno que no dejó de resonar en mi
memoria mientras ocupaba mi butaca en
la sala de proyección: “Me aterra el silencio
de los espacios infinitos”. Resultaba
imposible no hacer comparaciones entre
Gravedad y la obra maestra de Kubrick
2001: Una odisea espacial, sobre todo
cuando la imagen del astronauta que se
aleja y se pierde en las profundidades de
la nada sideral nos obliga a confrontarnos
–tal vez de la manera más dramática
posible- con la voz interna de nuestra
propia conciencia.
Pocas veces se presta atención al valor
simbólico que presentan las imágenes que
constituyen al texto visual de una obra
cinematográfica, sobre todo cuando se
carece de los referentes a los que pueden
hacer alusión; pero el coronar a cada una
de las estaciones recorridas por la doctora
Ryan Stone –interpretada por Sandra
Bullock- durante su viacrucis de vuelta a
la tierra con representaciones visuales que
identifican el nivel en que se ubican sus
diferentes grados de evolución interior se
convierte en uno de los elementos más
valiosos y memorables de la cinta. De
tal modo, las figuras del famoso hasta la
caricaturización Hombre de Vitrubio de Da
Vinci, el icono ortodoxo de San Cristóbal y
la impasible figura de Buddha, ubicados en
los tableros de control del transbordador y
de las estaciones espaciales como símbolos
de los estadios científico, religioso y
espiritual del conocimiento humano se
convierten en elementos que evidencian
la sutil complejidad subyacente en la
estructura narrativa de esta cinta.
Amén de que seguramente seguirá
arrasando con premios y reconocimientos
debido a sus poderosos efectos visuales y
de sonido, y de que se encuentre destinada
a convertirse en un hito dentro del género
de ficción científica, Gravedad es también
un llamado a la necesidad de reinvención
personal, de replanteamiento de valores
y de renacimiento interior de quienes
poblamos esta pequeña esfera azul a la luz
de una realidad cada vez más tecnificada
y alejada del pleno cumplimiento de sus
posibilidades humanísticas. t
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¿Reconocimiento o vocación?
Valentina Sanjuan
Esta disertación compete a escritores,
pero también a artistas plásticos, músicos,
científicos, profesores, investigadores, a
la misma academia y a todo aquel que se
precie de encausar su vida al servicio de
la creación, investigación o estudio de las
artes o ciencias sociales.
Dentro de esto, hay una constante que he
observado y que lejos de poder calificar
como positiva o negativa, sí puedo decir
que más bien se trata de un hecho que nos
permite ver un poco más de cerca la forma
en que algunas veces se procede dentro
de los ámbitos antes descritos, obviando
sus respectivas diferencias. Y más allá del
mismo procedimiento, se trata de las obras
en sí.
Y es que cuando se está fuera de
cualquiera de estos terrenos, desde cierta
distancia, una se imaginaría que en cada
institución, estudio, laboratorio o editorial,
se reúnen si no portentosos talentos para
debatir sobre las obras que saldrán a la
venta o se difundirán, sí personas con un
criterio basado en años de conocimiento y
documentación, y no me refiero solamente
al ámbito escolar (pues éste muchas veces
genera que los “conocedores” se inflen el
pecho con títulos que en nada reflejan el
talento), sino también al ámbito práctico,
lo cual –sigo imaginando- contribuirá
a que cada actor dé su sana y objetiva
opinión respecto de lo que es publicable o
digno de ser puesto al público.
Pecar de inocente, eso es. Inocencia es la
palabra adecuada. Porque me di cuenta de
esto tiempo después, de la misma manera
en que me di cuenta de lo que ocurría en
el momento en que decidí emprender
la búsqueda hacia el conocimiento de la
sociedad: Esperaba ansiosamente el inicio
de algunas clases, creí que al abrir la puerta
del salón encontraría a futuros pensadores
debatiendo, ya no documentadamente,
pero sí compartiendo inquietudes, ideas
sobre el entorno, disertaciones que tal
vez luego derivarían en importantes
trabajos que a la postre contribuirían en las
consciencias de los egresados. Pero ¿cuál
fue mi sorpresa? Ni siquiera hubo sorpresa,
sólo la confirmación de lo que antes era un
mal augurio y presentimiento: no había
ideas, no había debate ni mucho menos
lecturas.
Aún con ello, seguí pensando que tal
vez la apatía generalizada por los textos
que yo –y algunos otros- encontramos
verdaderamente significativos, se debía tal
vez a una cuestión de yerro en la elección
de la disciplina, nada que no se pudiese
arreglar con un debido cambio de profesión
para los no satisfechos. Así es que, dejando
de lado esa “ligera” desavenencia y gracias
al posterior encuentro de un reducido
sector, me pude refugiar con personas que
buscaban esos mismos espacios, lecturas
y disertaciones, muchas de las cuales a
la fecha se han ganado todo mi respeto
y admiración. Y no son precisamente
ni “vacas sagradas” reconocidas de las
Fotografía : Guillermo Fdez - http://www.flickr.com/photos/guillermofdez
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instituciones, ni escritores best seller
o artistas con exposiciones en todo el
mundo, es más, mucho menos wanna
be que se hacen pasar por intelectuales
con todo y su utilería, no. Se trata de
gente, si se quiere ver así, común y
corriente, que intenta existir a través
del arte y de la ciencia social, gente
que tiene alguna propuesta en mente,
que no deja que sus días transcurran en
picada junto con el país.
¿A qué viene todo esto? A que con esas
experiencias, me di cuenta también de
que hay dos especies que cohabitan
en estos espacios: una que se podría
llamar homo sapiens sapiens y la otra
homo “sapiens” delirium egocentricus,
o algo así, y estos últimos son quienes
andan sobre todo en busca de fama,
de reconocimiento y de grandes
retribuciones económicas –claro,
no es que esté mal, pero en alguna
época romántica de mi vida creí que
lo más importante era el ejercicio de la
vocación-, y que este tipo de placenteros
frutos tendría que llegar por añadidura,
siendo incluso un mero accidente, lejos
de constituirse como los fines que guían
al hecho de crear.
Tampoco es que se tenga que prescindir
del ego o del reconocimiento propio
de las habilidades, pero considero
que quien se pretende dedicar a
escribir, a crear, a investigar, debiera
anteponer su sed de experimentar,
de descubrir y de compartir, antes
que buscar afanosamente el mero
reconocimiento… se trata de buscar un
equilibrio, después de todo.
Y bueno, en realidad el afán de
reconocimiento tampoco es algo en lo
que deba prestar atención, si no fuera
por una cosa que va más allá de esto: las
obras –en el supuesto de que se deseen
compartir- serán vistas por gente que
seguramente estará ávida por conocer,
por encontrar espacios y diálogos, y si
se muestra una obra poco trabajada,
con un contenido que, en el caso del
arte, no viene desde los adentros, y en
el caso de la ciencia no se trabaja con
la primicia de aportar, entonces muy
seguramente la obra no encontrará eco
y lejos de eso, no cumplirá los innatos
propósitos.
Alguna vez leí un libro del Dr. Alfred
Adler, un texto que me encantó por su
corte filosófico y psicológico titulado
El conocimiento del hombre (1927), en
el cual, entre otras muchas excelentes
apreciaciones, decía que el trabajo
humano, sea cual sea, debe de estar
elaborado con miras a servir a los
demás, fungir como una cierta ayuda
o refugio que se pudiese crear para los
otros; ya que de lo contrario, el trabajo
no sirve… así de fuerte y de sencillo.
Desde luego, esta afirmación y
máxime en estos tiempos de férreo
individualismo, sería impensable; sin
embargo, estoy segura de que si este
pensamiento estuviera presente al
menos en un fugaz momento de quienes
se encargan de crear -de escribir, de
investigar o de hacer lo que cada quien
hace-, los resultados serían por demás
reconfortantes para todos.
En el caso del arte por ejemplo, hay
quienes deciden hacer de ella su forma
de vida, la manera en que pueden
expresarse y estar en el mundo, esto me
parece de entrada algo verdaderamente
admirable: encaminar ya sea la angustia
existencial o la sed de respuestas en
creaciones que luego acompañarán
a otros que sientan, si no la misma
zozobra, sí por lo menos la intuición de
que no están solos en este complicado
pasaje. De ese modo, la creación ha
emanado de una cuestión personal,
pero seguramente ha transitado el
camino para llegar a lo universal.
Sé que es bastante arriesgado e
incluso incoherente disertar sobre
dos quehaceres distintos en un breve
texto: el arte y las ciencias sociales.
Sin embargo, la razón es porque entre
estas dos he percibido una especie de
coqueteo negado, ensombrecido por
los paradigmas y muchas veces hasta
contrapuesto por el discurso oficial,
pero si me atrevo a hablar de ambas en
una misma opinión, es porque también
creo firmemente que la inquietud de
crear –en las artes- y de investigar –en
las ciencias-, están ambas cruzadas por
la misma esencia, es decir, la vocación.
Creo que ésta, junto con la imperativa
exigencia de existir a través de las
creaciones, es lo que debiera primar al
momento de trabajar en los ámbitos
antes descritos, antes de lanzarse a
publicar o a difundir por el mero afán de
reconocimiento. t
VALENTINA SANJUANREDACTORA JUS
Estudió sociología en la Universidad
Nacional Autónoma de México.
Ha trabajado para diversos medios de
comunicación como editora,
correctora de estilo y redactora.
Actualmente es colaboradora
de la revista Jus y asistente
de redacción en la misma.
Su apuesta por un cambio social
lo cimenta en la educación y en
la lectura, para así generar conciencia
y allanar el camino
hacia un humanismo incluyente.
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La verdad en la novelaAlfredo Peñuelas Rivas
“Sucedió, pues, que yendo por una calle,
alzó los ojos don Quijote, y vio escrito
sobre una puerta, con letras muy grandes:
Aquí se imprimen libros, de lo que se
contentó mucho, porque hasta entonces
no se había visto emprenta alguna y
deseaba saber cómo fuese (…) y vio que
asimismo estaban corrigiendo otro libro,
y preguntando su título, le respondieron
que se llamaba la Segunda parte del
Ingenioso Hidalgo don Quijote de la
Mancha, compuesta por un tal vecino
de Tordesillas”. Este famoso fragmento
corresponde al final del capítulo LXII de la
que es tal vez la obra más grande jamás
escrita en el idioma que conocemos como
español. Pero a su vez encierra otras cosas:
la epifanía del personaje por encontrarse
a sí mismo, la hipertextualidad de Miguel
de Cervantes al atreverse a citar a su
texto como apócrifo y las referencias a
un lugar real y palpable, lo que nos hace
sospechar que la verdad, de algún modo,
existe. Si uno camina por el Barri Gotic
de Barcelona y recorre el carrer del Call al
llegar al número 14 encontrará una placa
que dice: “esta casa albergó de 1591 a
1670 la oficina typográphica Cormellas”
es decir el mismo lugar en que Sancho y
Don Quijote descubrieron que estaban
siendo escritos por la mano invisible
del destino. Siempre nos ocurre que
dudamos de lo que leemos, pero no una
duda maliciosa encaminada a la mentira
sino con el anhelo de la verdad. Barcelona
encierra el final de las aventuras de Alonso
Quijano con una detallada descripción de
calles, plazas y edificios. Pero lo mismo
lo hacen muchas otras novelas. Las rutas
trazadas en París por Horacio Oliveira, en
Dublín por Leopold Bloom o en la Colonia
Roma por Jack Kerouac. ¿Habrá ocurrido?
¿Existirán esos lugares? ¿El autor y su
personaje son uno mismo? Y cuando nos
percatamos de que hay un indicio de algo
parecido a la realidad la palabra “verdad”
cobra dimensiones insospechadas: hace
al autor más humano y al lector más
personaje. Ernest Miller Hemingway
presenció guerras, cacerías, expediciones
al África, corridas de toros, peleas de box
y aventuras de pescadores de ríos y mares
y se dio el lujo de llevar a los lectores
hasta la orilla de los acontecimientos,
como si ellos supieran de qué estábamos
hablando. Así puede dar la geografía de
la España de una época a través de un
trágico suceso en un hotel en Madrid
en La capital del mundo o puede lograr
un relato existencialista a través de la
relación de pareja y la vida misma bajo
el título de Las nieves del Kilimanjaro
sin siquiera mencionar una sola palabra
Fotografía : Diego Ernesto Fernández Gajardo - www.flickr.com/0sama/
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sobre la montaña en cuestión pero
logrando que el lector se sienta en una
tienda de campaña, en peligro y abatido,
luchando contra la inminente muerte en
mitad del África. La gran diferencia entre
la literatura y las expresiones posteriores
de información no sólo radica en la
pureza de contenido capaz de concentrar
el pensamiento de una generación sin ser
por necesidad pensamiento filosófico, su
riqueza está en la capacidad de articular
la imaginación. Hace algunos años fui
invitado a impartir un taller de lectura
a enfermos terminales de cáncer en un
hospital de mi ciudad. Mi trabajo consistía
en hablarles del “amor y la importancia
de la lectura”. “¿De qué les vas a hablar?”
me preguntó mi esposa. Ella no me
imaginaba hablándoles de gramáticas,
estructuras, tendencias, escuelas,
metonimias y personificaciones a una
fila de condenados a morir, en realidad
tampoco lo podía hacer, tampoco lo
hice. Les hablé de lo que sentía, les dije
que la literatura ofrecía la posibilidad
de viajar, de tener amigos entrañables
y duraderos, de establecer discusiones
a través del tiempo, de entender lo que
otros tienen que decirnos de su visión del
mundo. Les hablé de lo que para mí es la
Belleza, concebida como esa capacidad
de articular la imaginación. Durante
la charla surgió una anécdota de una
antigua lectura. Una historia sobre cómo
había empezado la lectura de El viejo y el
mar justo al inicio de una larga línea de
metro para atravesar la ciudad. Al llegar al
otro extremo, fascinado por las palabras
de Hemingway, volví a abordar el vagón
de regreso a casa y, olvidando la cita,
llegué a ella dos horas más tarde. Les dije
a los enfermos que mucha gente habría
visto en mí a un muchacho con un libro
en un vagón de metro, “pero yo estaba a
la mitad del mar Caribe en ese momento
y no me iba a ir de ahí hasta que ese viejo
y yo sacáramos a ese pez del agua”. En
ese momento el auditorio con enfermos
con máscaras de oxígeno, sueros y
demás artilugios de la muerte comenzó
a aplaudir. Eso es para mí la Belleza. Si
yo puedo transmitir lo que un escritor ha
dejado en mi vida, lo que significan las
palabras de Hemingway o quien sea, la
emoción que siento al leer y transmitirla
a un auditorio de gente que sabe que va a
morir, entonces la literatura vale la pena.
Ese día pude imaginar que la literatura
puede tender puentes más duraderos
que la vida misma. No sé si alguna otra
expresión lo haga. La literatura sí y con
eso me basta. t
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Retwitt al dios de las palabras Jesús Rito García
En un artículo de Adam Gopnik publicado
el 18 de marzo en The New Yorker dedicado
al 80 aniversario de Phillip Roth, dice lo
siguiente: “El futuro de ganarse la vida
escribiendo, parece estar en duda, como
pocas veces antes. Gracias al internet, la
desproporción entre la oferta y la demanda
de escritor, siempre difícil, se ha inclinado:
cualquiera puede escribir, y lo hace todo el
mundo, y los principiantes, se espera que
sean los últimos filántropos puros, tirando
todo por la borda.”
El mundo del internet ha roto grandes
barreras, no sólo en la inmediatez, sino
también en la facilidad para publicar
y tener mayores alcances. Al igual que
ahora han surgido poderosas empresas
de la noche a la mañana, como Google o
Facebook. Donde jóvenes empresarios
que no heredaron el negocio familiar, sino
que crearon su propio imperio, ahora son
quienes dictan una nueva forma de hacer
business. De igual manera puede suceder
con los escritores, principalmente con los
poetas.
No quiero decir que los literatos vayan a ser
magnates de la noche a la mañana, pero sí
hay mayores posibilidades de sobresalir,
tanto en el plano escritural, como en el
formativo, ahora es mucho más completo.
Adam Gopnik tiene mucha razón en decir
que “los principiantes, se espera que sean
los últimos filántropos puros, tirando todo
por la borda.” Pues las ganas de publicar,
de tener un reconocimiento, es una nece-
sidad de todos los escritores; sólo que
antes no había posibilidades, tal vez copiar
tus propios textos con hojas de papel
carbón para dárselos a leer a tus amigos y
familiares, esto, porque difícilmente una
editorial te daba la oportunidad de publicar.
Y hablando de la posibilidad de publicar
no me refiero a solamente tener un dicta-
men editorial consistente, sino que tu
trabajo era sometido al criterio comercial
o de géneros comerciales. Todo el siglo XX,
por ejemplo, fue el siglo de la narrativa,
así como alguna vez en la literatura del
siglo de Oro español, fue la poesía. Luego
entonces, para poder publicar había que
cruzar muchas puertas, las cuales no todas
se abrían.
En estos tiempos donde el internet ha
roto barreras, una de ésas ha sido la de
poder publicar en cualquier soporte. Un
blog ahora se puede transformar en un
libro y las redes sociales en la constante
comunicación con tus lectores. Por eso,
los nuevos escritores ya no estarán con
el anhelo de ver su libro impreso, como
para muchos de nosotros sí lo fue. Ahora
un joven poeta, aquel que quería darle la
copia a sus amigos para que leyeran su
trabajo, lo puede hacer enviando retwitts
al dios de las palabras que vive en la nube
la información; o tal vez enviar un mensaje
vía Facebook para que sus 3000 “amigos”
lo lean.
Fotografía : Jim Hickcox - http://www.flickr.com/photos/cryptozoologist/
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Esto hace que se malbarate la literatura,
pero existen menos personas frustradas
en el plano escritural que tendrán sus
lectores, aunque sean unos cientos o
miles, pero se sentirán satisfechos y
plenos. Quizá resulte que sus frustra-
ciones sean los “likes” o estar en el
trending topic de Twitter. Pero así van
cambiando las cosas. Aunque ahora
resulte más difícil tener remuneraciones
a partir de las publicaciones, los que
salen ganando con todo esto, son los
lectores. Al respecto, Gopnik dice lo
siguiente: “Y, aunque es un momento
difícil para un escritor, es un momento
inmejorable para ser un lector. Las
mismas fuerzas que han obstaculizado
la escritura como profesión han
empoderado a la lectura como un
pasatiempo: todo lo escritos, al parecer,
están ahora fácilmente disponibles para
su lectura.”
El mundo cambia vertiginosamente.
Los soportes de lectura se amplían
como alguna vez fueron posibles con
la apertura de bibliotecas públicas y
librerías y libros de bolsillo. Pero ahora lo
más importante es que se estabilicen las
aguas de la información y seguramente
los nuevos magnates encontrarán formas
de enriquecer a sus autores de cabecera,
como siempre ha sido la historia de las
editoriales y sus betsellers, pero quizá
los autores de moda no sean impuestos
desde las cúpulas literarias, quizá
ahora sean impuestos por una mayoría
virtual de dudosa procedencia. Pero
para los buenos lectores debe resultar
algo insignificante, no como antes que
llegabas a una librería y había mil libros
puestos en las vitrinas principales, y
los libros que valían la pena estaban
escondidos en los estantes más altos,
para no alcanzarlos nunca. En cambio en
la web puedes buscar temas y tópicos de
tu agrado que te arrojarán una infinidad
de resultados para escoger.
Tal vez el tiempo de la poesía ha llegado,
el tiempo de los géneros desdeñados
por el marketing. Ahora las frases breves
son la propuesta; por lo tanto, la poesía
es la herramienta ideal: no lo dudo, pero
quizá en el futuro, los estudiosos de la
poesía digan que los haikus fueron los
versos naturales del mundo virtual. t
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André Schiffrin,
Marlene Diveinz
Historias de editor
Comencemos por el principio, la cadena
alimenticia del libro. El extraño objeto del
deseo, que aterra a unos y a otros obsesiona,
no son solamente el objeto en sí, el autor y el
lector. Del otro lado del espejo hay decenas
de ojos sin nombre que leen una y otra
vez los caracteres que conforman un libro.
Hay Titivilus, esos monstruos traviesos que
bailan sobre las planas ya formadas para
teñirlas de erratas. Ese informe ejército del
departamento de mercado que determinan
qué libro publicar según los mandatos del
bendito billete. ¡Ah, cierto, falta el editor!
La pieza esencial de una partida de ajedrez
que hace un par de décadas va perdiendo
la batalla.
El imaginario mediático del cine induce a
la construcción de los oficios, en particular
del escritor, el lector algunas veces y po-
quísimas sobre el editor. The Devil Wears
Prada nos muestra una festiva Meryl Streep,
cual Nerón, destructora de las ilusiones
amorosas de Andrea Sachs. La dominante e
interesada Sandra Bullock en The Proposal.
Sean Connery y Michelle Pfeiffer son editores
magistrales en la trama de espionaje de
La Casa Rusia. O la mezquindad comercial
de algunas editoriales en The Hoax con
Richard Gere.
Las historias del pasillo editorial abundan.
El editor que rechazó La hojarasca de
Gabriel García Márquez, diciéndole
“No está usted dotado para escribir, haría
mejor en dedicarse a otra cosa”. O el consejo
paternalista a D. H. Lawrence, refiriéndose
sobre El amante de Lady Chaterly: “Por
su propio bien, no publique este libro”.
Y el imprescindible Libro de la Selva: “Lo
siento señor Kipling, pero usted simplemente
no sabe emplear el idioma inglés”.
Pero un editor que trascienda su propio
papel y sea a la vez un estudioso crítico y un
revisionista histórico de la industria del libro,
así como de los mecanismos de dominación
cultural a través del libro en las mutaciones
del modelo capitalista, ése es André Schiffrin.
Hijo de editor, tigre editor
El editor no nace, se hace por obra y gracia
del amor y la pasión a un oficio que había
sido digno hasta que el mundo del libro
en particular y de las publicaciones en
general fueron una moneda de cambio
más en el mercado global. Un editor no
requiere instrucción, necesita formación.
André Schiffrin, el editor que introdujo
la literatura y el pensamiento europeo
en Estados Unidos y el último editor
contestatario del siglo XX, estaba consciente
de su papel frente a un mundo que se
despertaba distinto cada día.
el último editor en su tinta
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París era una fiesta perpetua de la
imaginación, el arte y el pensamiento,
cuando André nació el 12 de junio de 1935.
Hijo de Jacques, un ruso judío asentado
en Francia, fundador y editor de la
Bibliothèque de la Pléiade, cuyas ediciones
de bolsillo, impresos en papel Biblia y
cubierta de cuero, difundían el patrimonio
literario y filosófico francés y del mundo:
Baudelaire, Racine, Voltaire, Poe, Musset y
Stendhal. “El objetivo de esta colección era
que la literatura universal fuera accesible a
un precio razonable”, refiere André en su
libro La edición sin editores.
La Segunda Guerra estalló y los intelec-
tuales europeos se refugiaron en Estados
Unidos, principalmente. La tierra de las
libertades ya no era más que un minutero
de persecución y encarcelamiento o
desaparición. Jacues Schiffrin, una vez
establecido en New York con toda la
familia, levantó la bandera editorial
con el compromiso intelectual que le
era característico. Publicó escritores
e intelectuales fundamentales por su
crítica al momento histórico, esenciales
por las propuestas para el futuro. Europa
estaba del otro lado y en esta latitud
estaba Victoria Ocampo con Ediciones
Sur en Buenos Aires. Para los autores
latinoamericanos comenzaba una época
dorada.
El hijo del editor se hizo hombre... y editor
En 1962 André entró a Pantheon Books,
“tan ignorante de los problemas de la
edición como se puede ser a los veintiséis
años”. Entonces la editorial era “una
sociedad pequeña y marginal -hasta
en sus éxitos- su estructura no era muy
diferente de otras editoriales de Estados
Unidos o de Europa Occidental. (...) La
mayoría de las editoriales pertenecían a
sus fundadores y pocas cotizaban en Bolsa.
(...) Pero implícitamente se consideraba
que algunos libros estaban condenados
a perder dinero, en especial las primeras
novelas y la poesía. Se daba por sentado
que los autores constituían una inversión
para el porvenir y que seguirían fieles
al editor que los había descubierto y
alimentado”.
Rememora el editor en La edición sin
editores: “En la vida cultural, 1962 fue un
año rico en oportunidades. Aunque en
principio el macartismo había terminado
hacía diez años, desempeñaba todavía un
papel importante en la vida política y en la
educación de los Estados Unidos. Yo había
crecido durante esos años y había visto
desaparecer del paisaje estadounidense
cualquier punto de vista crítico, o
simplemente progresista. Aunque era
firmemente anticomunista, no podía dejar
de percibir que numerosas voces habían
sido reducidas al silencio o marginadas. (...)
Como consecuencia de este clima, existían
en la vida intelectual estadounidense
grandes lagunas que pensábamos cubrir
lo mejor y más rápidamente posible”.
Con esta visión, Schiffer se dio a la
tarea de incluir autores de buena
escritura y pensamiento trascendental.
La formación de la clase obrera inglesa,
de E. P. Thompson, “desde que empecé a
leerlo, esa misma noche, vi que tenía entre
las manos el tipo de libro de historia que
había buscado durante todos mis años
de universidad”; La economía política de
la esclavitud, de Eugene Genovese, “que
había sido rechazada por doce editoriales
universitarias debido a la metodología
marxista de su autor” o La historia de la
locura, de Michel Foucault, que “no había
llamado la atención de una sola editorial
universitaria” y cuyo título encontró
husmeando en una librería parisiense.
Un hombre de mundo que publicó a los
autores que tuvieran algo que decir al
mundo mas allá de las fronteras y la lengua.
En América Latina destacaron Los premios
de Julio Cortázar y posteriormente toda
su obra. La Trilogía de Eduardo Galeano
tuvo un éxito inusitado además de que
contribuyó a cambiar en muchas personas
las opiniones tradicionales sobre la historia
latinoamericana. La obra de Salvador
Allende fue incluida en los catálogos.
Fear in Chile, de Patricia Politzer, que es
una mirada a la vida cotidiana bajo el
régimen de Pinochet. Los mexicanos Elena
Poniatowska y Jorge Castañeda figuran
también, entre otros autores.
De pie ante el mercado
El comportamiento de los grandes mer-
cados, donde el pez gordo se come al
pez chico, ha afectado el balance de la
delicada cadena alimenticia del libro. En
todo el mundo hay historias de editoriales
características por su tradición que son
compradas por grupos internacionales,
perdiendo para siempre la identidad
que tanto esfuerzo les costó, pues las
publicaciones son vistas como alternativa
de entretenimiento para garantizar la
venta. André Schiffrin, con 55 años, fue
despedido de Pantheon Books en 1990
por defender la independencia del gremio
frente al mercado y las modas.
Claro que no concebía la vida lejos de
la edición. Así que creó una editorial
independiente, The New Press,
cuya fortaleza estaba en considerar
publicaciones para las poblaciones
marginales de los EEUU y era un sector
desatendido. Los negros, los inmigrantes,
los homosexuales o los de lejanas latitudes
no contaban en el gran negocio del libro.
Para darnos una idea de los números,
refiere Schiffrin que “en unos meses se
agotaban las primeras tiradas de 7,500
ejemplares”. ¿Cuándo se ha visto una
editorial independiente de Latinoamérica
con tan fabulosas cifras de ventas?
1 de diciembre de 2013, estoico ante todas
las batallas del oficio, el editor sucumbió
al cáncer de páncreas. Murió en París, la
ciudad que ya no era de las libertades. Nos
heredó sus libros La edición sin editores,
El control de la palabra, Una educación
política y El dinero y las palabras, idearios
de resistencia, análisis y supervivencia
ante la praxis del mercado global. t
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Creadores de belleza y fabricantes de dinero José Ortega
Subí al autobús, me recliné en el asiento
y me dejé llevar blandamente por la
esperanza mientras rodaba hacia una
Barcelona que de pronto se me antojaba un
destino mítico. Yo era un hombre de 32 años
que acababa de conseguir que la editorial
más potente del país leyera mi Gilgamesh y
la muerte. No por el sistema de puerta fría,
sino gracias a alguien que conocía a alguien
y había puesto a a funcionar los preciosos
vínculos de la amistad.
A la mañana siguiente, me aguardaba el
presidente del comité literario, quien me
trasladó que su sección había elaborado
un informe muy positivo y que ahora
había que aguardar a lo que propusiera
el comité de marketing. Nunca más volví
a saber de él, de su editorial o de los
expertos del marketing, lo que sugiere
que ya entonces no era precisamente la
calidad literaria, sino vender mucho, lo
que se buscaba. Y desde entonces la cosa
no ha hecho sino empeorar.
Poco tiempo antes, esa misma novela
había sido publicada por la Editora
Regional de Murcia. Pude tener un atisbo
del primer informe literario que un
lector asesor cuya identidad no conozco
elaboró recomendando que la obra no
se publicara. El informe concluía con una
serie de preguntas retóricas centradas en
el mantra “qué aporta esta novela”. Sólo la
intervención del periodista Joaquin Boj, que
que a la sazón era y sigue siendo mi primo,
reclamando un segundo informe, permitió
que la novela finalmente se publicará.
Años más tarde coincidí en un tren
nocturno entre Madrid y Valencia con un
personaje que trabajaba en Televisión
Española y estaba muy bien relacionado.
Le caí en gracia, me pidió la novela, la
envió a Fundamentos y en 1995 salió la
segunda edición de una obra cuya lectura,
de forma muy curiosa, ha sido utilizada
repetidamente como terapia psicológica
para quienes necesitan comprender y poner
en práctica el modo correcto de enfrentarse
a los problemas y de estar en este mundo.
Aprendo varias cosas de lo anterior. La
primera es ese fuerte patrón marcado
a fuego en los países del Mediterráneo,
bueno para unas cosas y algo peor para
otras. Me refiero a la puerta falsa que
siempre abrimos a familiares o amigos
para hacerles un favor, para que progresen
o alcancen sus metas. Familiares y amigos.
Se trata de esa frase tan metida en nuestros
huesos y tan lamentable, que dice que hay
que tener “amigos hasta en el infierno”.
En mi profesión de abogado, he llegado
a sentir vergüenza cuando el cliente me
ha encargado que solicite audiencia
con un importante funcionario público
indicando en la carta que era a través de
doña Fulanita, que era vieja amiga del
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funcionario en cuestión. Cierto: Si no
eras capaz de reconstruir el vínculo hacia
doña Fulanita, el funcionario no te recibía
incluso aun seas un ciudadano investido
de derechos civiles que además pagas su
sueldo.
Ser fiel a la amistad o a la familia no
es malo. Transformar esos canales en
los únicos válidos para que un país
funcione, incluido el mundo editorial,
sí lo es. Y me refiero conscientemente
a la cultura mediterránea, porque en la
anglosajona no sucede eso, o al menos
no con ese descaro. Escribí hace unos dos
años a varios agentes en el continente
americano. Cuatro cartas a casas situadas
en el cono sur y una quinta a Carol Mann,
la importante agente de Nueva York que
entre otros lleva nada menos que a Paul
Auster. Carol Mann me contestó al día
siguiente con una educada negativa.
La decisión de las otras cuatro agencias
aún la espero, lo mismo que la de la gran
editorial de Barcelona. Tal parece que si no
eres primo, cuñado o amigo, no mereces
siquiera un no expreso y claro.
Puede ser muy novelesco e interesante
a efecto de la biografia de un autor
consagrado, contar la serie de azares o
favores que le permitieron publicar por
primera vez, pero no es bueno para un
país ahogar el talento (y desde luego no
me refiero al mío) tornando puramente
marginal lo que antes he denominado
sistema de puerta fría, que debía sin duda
ser el único sistema de acceso a todo, sea
quien sea tu primo.
Otro aprendizaje es el mal resultado que se
alcanza cuando un lector asesor pretende
valorar una obra que no entiende. Recuerdo
cuando dirigía documentales de TV y tenía
un contrato con una emisora. Recibí un
correo del productor ejecutivo en el que
me advertía de que mi guión sufría lo que
él llamaba un grave error histórico, ya que
el protagonista de la Odisea no era Odiseo,
sino Ulises. Yo estudié Historia Antigua y
perdón pero sé de lo que hablo al referirme
al protagonista de la Odisea. El héroe de la
Orestiada es Orestes, de la Eneida Eneas
y de la Odisea naturalmente Odiseo, un
nombre que significa “el enfurecido”. Ulises
es la expresión latina que designa a este
mismo personaje, pero como sabemos la
Odisea no se escribió en Italia.
Pocos conocen el antiguo mito de
Gilgamesh, una obra dotada de inmensos
valores literarios, filosóficos y psicológicos,
sobre los que construí mi novela, y no
me cabe duda de que quien informó el
manuscrito no pertenecía a ese reducido
grupo y por lo tanto no estaba capacitado
para valorar su alcance. Si no hubiera
habido un primo de por medio, el informe
de quien no sabía se habría llevado por
delante el manuscrito de quien sí sabía,
y este tipo de situaciones constituye una
dificultad objetiva y muy difícil de salvar
del sistema editorial.
Finalmente, un último aprendizaje de lo
expuesto y de otras cosas que tanto los
lectores como yo hemos vivido, es la visible
degradación del mercado del libro, donde
el folletín impera con desvergonzado
poder.
Una vez decía Arturo Pérez Reverte que
una de sus lecturas preferidas de juventud
fue Los Tres Mosqueteros, una obra
que yo nunca había leído porque en los
libros del cole aparecían como literatura
menor, porque los profesores no pedían
o recomendaban su lectura y porque
nunca sentí curiosidad. No es que esa
novela tenga nada de malo o censurable,
sino que era y es un folletín cuyo único
objeto es entretener. Un objeto digno,
pero pobre siempre que aspiremos a ser
transportados a otros mundos, aprender
ideas nuevas y mejorar como personas
a través de lo que podríamos llamar la
literatura de calidad.
Supongo que esas lecturas de juventud
incluyeron en que Pérez Reverte haya
sido uno de los creadores del género
literario llamado la intriga cultural, que
es la fórmula moderna del folletín. No es
que falte la altura literaria en sus obras, yo
pienso que la hay a ráfagas, pero incluso
en su mejor momento, ya recibía críticas
que echaban de menos más ambición y un
poco de más nivel.
La intriga cultural o folletín contemporáneo
se ha adueñado de esos anaqueles
rebosantes de libros entendidos no
como vehículo de pensamiento, sino
como productos manufacturados que
se ponen en el mercado lo mismo que
un litro de leche, y como excelentes
objetos para ser regalados en Navidades,
santos y cumpleaños a personas que
quizá no los leerán. Incluso sin tener la
mala suerte de tropezarse con El Código
da Vinci, una persona puede pasar toda
una vida dejándose llevar por todos esos
libros sobre códigos secretos, planos
ocultos, hermandades cerradas, sótanos
del Vaticano, sellos desconocidos y
manuscritos bíblicos, sin beber una sola
gota de la belleza que nos proporciona
la literatura y desde luego sin aprender
gran cosa excepto ciertas curiosidades
históricas.
De la misma forma que la democracia no es
de verdad, tampoco lo es la literatura. Entra
a unos grandes almacenes y contempla las
novedades literarias: Creerás que estás
en un país que lee y funciona, en un país
cuyos ciudadanos se cultivan con un libro
en las manos, pero todo lo que encuentras
ahí son historias folletinescas. Y si
profundizas para averiguar que alguno de
los grupos editoriales más potentes del
mundo pertenece a un personaje llamado
Silvio Berlusconi, puedes comprender
este peculiar fenómeno y quizá concluir
que el folletín moderno imita con
inquietante éxito a la telebasura porque el
sistema tiene una solución para llevarnos
a caminos vacíos, sin inteligencia, sin
análisis y sin pensamiento, a cada uno de
nosotros. t
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Fricción y ensamble: Autor/EditorMartín Alvarenga
Nunca me fue fácil editar; en cada
libro he tenido que empezar de nuevo
haciendo a veces una larga travesía
plagada de tropiezos. La vida se dio así
y mi lucha ha consistido en escribir para
luego, a la postre, buscar posibilidades
de publicación. No tuve prácticamente
medios económicos para autoeditarme
pero me cupo en suerte que aparecieran
-en el lugar y en el momento justo- los
editores interesados en mi obra, quienes
por otra parte no fueron muchos.
En todo nexo entre escritor y editor
existe una zona de cruce con vaivenes,
ondulaciones y quiebres sísmicos; es decir
puntos de tensión y conciliación, pues cada
una de las partes tiene un propósito común
en medio de las vicisitudes que conducen
finalmente a alcanzar un acuerdo básico:
materializar el lanzamiento de la obra.
No obstante, puede ser un proceso
empático pero subrayo no un idilio sin
que no surjan contradicciones precarias
o en profundidad, suscitando roces,
diferencias de criterios y una aproximación
e integración de ideas sin ninguna
pérdida entre ambas partes cuando las
conversaciones llegan a buen puerto.
Ese acuerdo puede bien ser un punto de
arranque de una negociación benéfica, en
que el autor tiene la expectativa cierta de
dialogar con sus lectores y el editor poner
en circulación un libro de calidad y salvar
por lo menos los costos o, si tiene éxito,
tanto mejor.
La sintonía entre ambos no es fácil y se
necesita de la paciencia y la voluntad
de los intervinientes, en razón de que es
todo un tema la concertación, en especial
cuando es la primera vez que se conocen,
dado que en los próximos libros de un
mismo soñador de palabras las cosas están
más esclarecidas y se deslizan en un carril
por lo general mucho más dúctil.
Visión del escritor y de la casa editora
acerca del libro
El libro tiene prestigio en su condición de
expresión totalizadora de la experiencia
y el lenguaje, por la mediación del
discurso literario, que cuando alcanza
un nivel de profundidad dialoga con la
filosofía, dado que la imagen poética
y el relato ya han adquirido estatus de
un pensar activo en inserción plena
con la afectividad. Cada teoría filosófica
encierra un símbolo, cada texto profundo
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cala como disparador de la reflexividad.
En la producción que más se nota esto
es Montaigne creador del ensayo como
simbiosis de la palabra poética con la
meditación penetrante; llega a su plenitud
con la visión ensayística de Camus, las
meditaciones novelescas de Mylan Kundera
y el Laberinto de la soledad de Octavio Paz,
así como en la prosa paródica de Macedonio
Fernández y la lúdica travesura de Borges.
El libro ha llegado a ser el contenedor por
excelencia de los tesoros del pensamiento
y la cultura; de la tradición y la innovación;
de la poesía y la ciencia; probablemente
un pararrayos holístico del quehacer de
las modificaciones en el entorno de la
naturaleza y en la naturaleza incorporada
y transformada en civilización por la
única criatura condenada y absuelta de
este planeta hasta hoy día, esa criatura
que todos nosotros representamos.
Una auténtica editorial no ignora esto
y, cuando se propone, trata de hacer un
delicado equilibrio entre renta y cultura;
por supuesto que la institución que apoya
el volumen propuesto necesita de la renta
para su continuidad y expansión, no sólo
piensa en un título sino en colecciones
según los géneros sin omitir la realidad
de la demanda pero también, si contara
con suficiente visión, crear esa demanda
que antes no estaba o estaba dormida por
ausencia de oferta.
¿Cortocircuito entre autor, editor y
comunidad?
En este tramo del nuevo siglo y la
segunda mitad del siglo anterior, el
libro fue desplazado de su condición de
patrimonio cultural a mercancía pura,
por la avalancha audiovisual en todos
sus aspectos y el concepto de ganancia
a brevísimo plazo. Allí se produce un
chisporroteo y una diáspora en la que,
en lo habitual, prima el concepto de
mercado ostensiblemente subordinando
el concepto de calidad. Entonces la
comercialización ahoga las producciones
de talento y priva la mediocridad de la
literatura fácil y consumista. Este apartado
y los precedentes nos alertan acerca de la
complejidad de la industria editorial frente
a todos los otros artículos y/o servicios
que se postulan en el circuito de valor del
mercado, en el cual muchas veces el valor
brilla por su invisibilidad.
Ese complicado escenario puede clarificarse
en parte retrotrayendo la atención a la
historia de la difusión del libro en los
siglos anteriores, con el fin de comprender
en qué medida se ha evolucionado e
involucionado en esta materia. La temática
en cuestión supera este tanteo esbozado
que podría desplegarse con nuevos
hallazgos de sentido, a través del debate y
la constatación de ponencias para develar
nuevas formas de sanear el mercado
editorial, la fluidez de trato entre las partes
que deciden cuándo y cómo un libro saldrá
a la calle para encontrarse con su lector.
Peregrinación y más preguntas del autor
Me voy a detener en mi rol por conocerlo
por experiencia directa y concreta. No es
fácil salir con una bolsa marinera como me
ocurrió en Buenos Aires hace años llevando
veinte copias de mi primera novela,
recorriendo todas las editoriales pequeñas,
medianas y grandes. Pasaría el tiempo
tras volver a Corrientes y el teléfono no
sonaba, hasta que un día recibo una carta
de la aceptación de mi novela. En aquel
entonces, mi periplo con la bolsa marinera
fue de una semana.
En las otras editoriales me decían de un
modo indirecto que tenía que pagarme
la edición, hasta que una sola se animó
a editarme. Pero mi riesgo es habitual y
homologable a la mayoría de mis colegas
o a veces peor, a menos que uno esté
situado en una elite o sea tocado por la
varita mágica del Azar o la Providencia. De
todos modos he tenido buena relación con
lo venturoso, al haber publicado quince
títulos que sobrellevaron y sortearon los
impedimentos contingentes.
¿Qué busco de un editor? Que confíe en
mi obra y formalice un contrato equitativo,
que tenga el criterio de que el libro se
comercializa pero que básicamente no
pierda de vista el factor humano que
incluya los valores estéticos. Quizás sea
mucho pedir, no sé. Ésta en verdad es mi
tesitura ante una casa editora. Si se dan
estas condiciones podemos sentirnos muy
o medianamente afortunados.
Con todos los editores que han publicado
mi libros con pie editorial he tenido muy
buena relación en cada etapa de mi vida,
excepto con una persona que posee una
editorial en Corrientes, Argentina. Esta
persona no tiene una pálida idea de lo que
significa abordar ese rubro específico. El
resultado, el maltrato al colega que no tiene
el hábito y el código de ese presunto editor
espera de uno el servilismo, más todos sus
caprichos y sus abusos que sobrevengan a
posteriori.
Conclusión provisoria
Quisiera que se comprenda este
testimonio nada más con el tono que
intenta transmitir: lo experiencial y lo que
me ha conmovido, en cuanto a que esto
no es más que el testimonio, el punto de
vista de lo que he vivido como productor
involucrado en la palabra y el pensamiento.
Algo tan personal y privado pero que, por
ser un acontecimiento mínimo y humano,
podría tener un denominador común con
otras sendas vidas que están dentro de un
horizonte similar, en la cual el escritor se
sustenta sin solución de continuidad en
sus pasiones y búsquedas, en sus hallazgos
y extravíos, en su precaria condición
de habitante social más romántico que
pragmático, más onírico que realista, con
todas las indigencias y potencialidades
que estos rasgos de la subjetividad
puedan ahondar en ciertas capas menos
epidérmicas de la realidad real que, de
última, no deja de ser un guiño de ficción.t
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Entre la seducción y la narración. Las cualidades propias de un escritor Vladimir Nabokov
Redacción jus
En el terreno de las artes siempre se ha
debatido acerca de la influencia que el
entorno pueda tener en el proceso creativo,
es decir, cuál es la fuente de inspiración del
artista, ¿la realidad con la que convive?, o,
¿su propia capacidad creativa subjetiva y
totalmente abstracta? Sin lugar a dudas
esto representa un gran debate, vigente
hasta nuestros días.
Para muchos la fuente de toda inspiración
proviene de la realidad espacio-temporal
en la cual el artista se da a la tarea de
crear; esto tiene que ver con algunas
disposiciones sociales vigentes en el
momento en el que se da el proceso
creativo: desde la moral, hasta cuestiones
políticas y económicas. Quien crea, a
través de su arte, de su técnica, haciendo
uso de su imaginación, dará cuenta de
las problemáticas que se enfrentan en su
medio; de las preocupaciones filosóficas,
existenciales, que permean y que de alguna
manera justifiquen el quehacer social;
como un sujeto que analiza las partes más
sensibles de su entorno, el artista puede
llegar a ser un crítico implacable.
En el otro extremo se encuentran aquellos
que ven en la subjetividad del artista
la fuente de la inspiración. Durante el
proceso creativo, la abstracción se da un
nivel tal que la obra de arte al final, para
quienes la observan, puede estar carente
de significado lo que no implica que deje
de emitir belleza en sí misma; el mensaje
transmitido tiende a ser ambiguo, pero
eso no impide que se interprete de manera
correcta.
Existe otro tercer punto de vista el cual
considera que ambas fuentes de inspiración
pueden coexistir durante el proceso
creativo; quizá la expresión artística
que reúna en sí estas dos características
sea la escritura. En la escritura se ven
reflejados aspectos del ambiete social
y su ubicación espacio-temporal en el
que se desenvuelve el escritor, así como
elementos propios de su imaginación,
de sus deseos o anhelos, de aquello que
lo aqueja o lo alegra; subjetividades que
como huellas digitales le confieren a sus
trabajos esa particularidad que no se
repetirá en alguien más.
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Vladimir Nabokov (1899-1977), uno de
los escritores más emblemáticos del siglo
XX era partidiario de la segunda visión.
Él veía en la literatura la posibilidad de
crear cosas tan enigmáticas como las que
se encuentran en la naturaleza; para él la
literatura es invención; el escritor inventa,
cuenta, pero al mismo tiempo seduce con
sus palabras; cautiva y hechiza tal como lo
hace la naturaleza con sus colores, con sus
mismas ambigüedades.
El buen escritor, para Nabokov, reúne
tres características las que lo distinguirán
del resto. Primeramente será un buen
narrador; quien escribe requiere de esta
habilidad para poder entretener al lector;
no aburrir al público es una regla primaria
que se debe seguir. También se debe ser un
maestro; esto puede tener varias vertientes
pues el escritor por medio de su actividad,
debe impartir una educación moral, que
además ayude a difundir el conocimiento
directo por hechos simples.
Por último, la característica más importante
de todas, es que el escritor debe llegar
a ser un mago. Para lograrlo, quien se
dedica a la escritura debe de estudiar a
conciencia la estructura de sus trabajos,
sean narraciones o poemas, descubriendo
con ello su propia magia, aquella parte
individual que lo hace diferente y que es
capaz de cautivar a sus lectores, pero que
también lo cautiva a sí mismo.
Con estas tres características cuentan los
grandes escritores y éstas deben estar
presentes en aquellos que aspiran a serlo.
El arte es una magia que se encuentra en
todas las facetas de la vida social a lo largo
de la historia del hombre, la cual es capaz
de nutrir el pensamiento. Para Nabokov
la obra de arte alcanza su culminación
cuando ésta toca las fibras sensibles
del corazón de quien lee, pero también
cuando su intelecto es seducido, cuando
su razonamiento es cautivado y guiado
hacia una nueva revelación; al nacimiento
de un nuevo entendimiento.
Asimismo quien lee debe de tener la
pericia para leer, pero a la vez la pasión
por descubrir algo; por obtener nuevo
conocimiento y la disposición de dejarse
conquistar, de cerrar los ojos y dejarse
guiar hacia lo desconocido. Todo ello en
su conjunto propiciará tanto la creación
como el disfrute de la buena literatura.
En el proceso creativo sin lugar a dudas
el escritor hará uso de su experiencia e
imaginación. El lector podrá hacer uso de
su conocimiento apriori, lo que le permitirá
relacionar su vida misma con lo que
acontece en la narración, pero también
dejará llevar su imaginación hacia lugares
insospechados; a eventos y situaciones
increíbles cuya seducción lo envolverán
con el fin de que pueda disfrutar la obra
del escritor.
Hace falta una mayor divulgación del
arte en todas sus expresiones; retomar
la concepción de la literatura propuesta
por Nabokov es importante, no sólo
para quienes degustan de la literatura,
sino también para promover formas de
pensamiento distintas al actual utilitarismo
y consumismo, frívolos en sí mismos, que
nos permean hoy en día. t
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AUTOR LANZA DEL VASTOTÍTULO JUDAS NÚM. DE PÁGINAS 232FORMATO 12X18CM
Judas de Lanza del Vasto es una novela fascinante, que hace verosímil la traición del apóstol, porque está escrita desde el punto de vista del traidor. Lanza del Vasto (nacido en Italia en 1901, muerto en España en 1981) resultó finalmente un apóstol del gandismo cristiano, pero cuando la escribió (en 1934, en francés) era un vagabundo, que eligió la pobreza y el ayuno, después de cursar un doctorado en filosofía, abandonarlo y convertirse al catolicismo. Escri-birla fue una liberación del Judas que llevaba adentro: la inteligencia prometeica, antigua y moderna, que no se rinde al don y la gratitud, porque prefiere la conquista: robar el fuego de los dioses, no simplemente recibirlo y agradecerlo. Su catarsis desembocó en un movimiento espiritual, pacifista, ecológico y artesanal (El Arca), que tiene comunas actualmente en Fran-cia, Italia, España, Argentina, México, Israel y Canadá. La traducción (admirable) es de Aurora Bernárdez, por encargo de Victoria Ocampo, que dio a conocer al autor, lo invitó a Argentina y en 1957 sondeó con Alfonso Reyes la posibilidad de que viniera a México, donde (según Reyes) Octavio Paz, Ramón Xirau y Elena Poniatowska ya sabían de él. Judas es una de las novelas más profundas del siglo XX y se instala en el centro mismo del problema del mal: el pecado contra el espíritu. Con espantosa lucidez y sorprendente lirismo, Lanza del Vasto rastrea en la figura de Judas las tentaciones del espíritu moderno.
«Escribirla fue una liberación del Judas que llevaba adentro: la inteligencia prometeica, antigua y
moderna, que no se rinde al don y la gratitud, porque prefiere la conquista: robar el fuego de los
dioses, no simplemente recibirlo y agradecerlo». Gabriel Zaid, Letras Libres.
«Judas de Lanza del Vasto se presenta, en nuestra opinión, como la historia más completa y sugerente
escrita jamás sobre el traidor». Anna Roda, Cultura Cattolica, Italia
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AUTOR JUAN CARLOS QUEZADASTÍTULO CORAZÓN MECÁNICONÚM. DE PÁGINAS 98 FORMATO 16X23CM
El narrador de esta novela, llamado, al igual que su autor, Juan Carlos Quezadas, se empeña en hacernos creer que lo que leemos no es una novela, sino una crónica, una relación de hechos verídicos. Todo comenzó cuando la editorial Jus le encargó que escribiera una novela de terror para incluirla en su catálogo. El problema fue que a Juan Carlos no se le ocurría nada. Nunca antes había escrito un libro de terror y no se sentía capaz de hacerlo. Por lo tanto, se presentó en la editorial para pedir una ampliación del plazo de entrega de su libro. No encontró a la editora y en vez de esperarla se fue a dar una vuelta por los alrededores. De pronto, se vio ante un pequeño callejón, donde viviría ya no en su imaginación, sino en carne propia esa historia de miedo que tanto buscaba.Cualquier historia ficticia apela a la credulidad del lector en el momento de la lectura; de otro modo no sería posible que quien lee se sintiera sobrecogido por unos conflictos y unos personajes que en el fondo no son más que papel y tinta. En Corazón Mecánico, esta apelación se vuelve aún más apremiante, ya que el libro nos invita explícitamente a creer en la veracidad de lo que nos cuenta, pidiéndonos que lo leamos como realidad y no como ficción. El efecto conseguido es, sin duda, perturbador: si lo leído es verdad, entonces lo sobrenatural no está sólo en nuestras fantasías, no sólo forma parte de las historias que nos inventamos, sino que está al acecho, esperando por nosotros detrás de cualquier esquina, listo para darnos un buen susto. Los límites entre verdad y ficción quedan, pues, difuminados, al menos mientras leemos.
«La historia que nos cuenta, la de unas criaturas hechas por la mano del hombre que cobran vida, la
de unos siameses que ni siquiera la muerte consiguió separar, se nos revela de forma gradual, astuta,
deparándonos constantes sobresaltos y sorpresas hasta su última página».
Javier Munguía, Revista de lectores, México
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Dieta literaria
En la vida de los escritores siempre hay
complicaciones no sólo por el hecho de
escribir, sino también por lo que muestran
en sus escritos y los problemas que
pueden enfrentar al buscar la publicación
de sus obras. La vida de un escritor no
siempre es tan dulce como algunos
piensan, ni tampoco la de un editor; en
ellas hay aventuras, sueños irrealizables,
así como alegrías y satisfacciones; el
quehacer literario es en sí mismo hermoso
y enigmático.
En Jus Revista Digital en este mes de
marzo, se promueve la reflexión en torno
a la relación existente entre escritores y
editores; relación que puede ser fructífera
para ambos o en ocasiones áspera sin
dejar de ser cordial; la relación que hay
entre quien escribe y quien publica llega a
convertirse en un verdadero romance.
Por tal motivo, en este mes, nos permitimos
hacerles las siguientes recomendaciones
para propiciar una mayor comprensión
de este tema, pero además que permita al
lector disfrutar de la lectura.
La primera recomendación es la novela
El juego del ángel (2008) del escritor español
Carlos Ruiz Zafón. El relato se ubica en las
prmeras décadas del siglo XX en Barcelona.
David Martín es un joven escritor de 17
años, quien es invitado a colaborar en un
periódico de esa ciudad; queda a cargo de
la redacción de la contraportada mediante
la que adquiere celebridad por las notas de
carácter policiaco que comienza a realizar.
No obstante, el joven escritor tiene como
meta última escribir una importante novela,
lo que buscará realizar durante todo el relato.
Sin esperarlo, ya con unos años de madurez
profesional, el escritor encuentra en un
personaje enigmático de nombre Andreas
Corelli, a quien también se le conoce como
“El patrón”, una interesante oportunidad.
Corelli le propone no sólo escribir una gran
novela, sino algo fuera de lo común, un
libro con los elementos pertinentes para
crear una nueva religión; por el trabajo
pretende pagarle a Martín 150 mil francos,
una suma considerable para la época. El
trato se convierte en un contrato con el
diablo, del cual el protagonista no podrá
salirse tan fácilmente; sin embargo, a lo
largo de la novela aparacerán personajes
extraordinarios como un sencillo librero,
quien asume un papel paternal al aconsejar
al escritor en sus decisiones, así como un
amor imposible y un jefe de redacción
bastante agrio.
La obra de Ruiz Zafón nos conduce por
esas relaciones que establece un escritor
con su editor, las cuales pueden llegar a
ser esclavizantes. Sin duda una novela que
aportará mucho a la discusión abierta en
este número.
Marzo 2014
Carlos Ruiz Zafón
JUS Marzo 2014
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Este libro constituye no sólo la oportu-
nidad de conocer en profundidad a
Dostoievski, sino también representa la
posibilidad de comprender el mundo
literario, intelectual y social de su época,
vistos con sus propios ojos. Sin duda el
lector disfrutará de la pluma crítica de
este autor, a la vez que gozará con la
magia de sus relatos.
Por último les sugerimos el libro
La razón frente al azar (2010) del
ensayista y editor Rafael Borràs Betriu,
quien ha trabajado para sellos editoriales
como Planeta, Plaza & Janes, entre otros. El
texto contiene las memorias y experiencias
de este editor a lo largo de su carrera, por
lo cual constituye información de primera
mano acerca del quehacer de los editores
a quienes dentro del mundo literario, con
frecuencia, se les relega al segundo plano.
Borràs Betriu documenta su trato con
agentes literarios, escritores e incluso
políticos. Detalla con cierto humor lo
que ocurre al interior del mundo literario
cuando, por ejemplo, se están “cocinando”
posibles premios entre académicos,
personajes de la literatura y la política. Así
mismo el editor plasma las dificultades que
conlleva otorgar un premio; las decisiones
a tomar son complicadas sobre todo
cuando un libro, para quien lo juzga, posee
más un gancho comercial que verdadera
calidad literaria.
Estas son las tres recomendaciones de este
mes para nuestros lectores. Como siempre
eseperamos que su lectura anime una
conversación sobre este tema. Así mismo
estámos seguros que cada lectura ayudará
a vislumbrar con una nueva óptica el tpo
de relación que se desprende cuando un
escritor y un editor entran en contacto. t
La siguiente recomendación es una
compilación hecha por el célebre
escritor Fiodor Dostoievski, Diario de
un escritor (2010), la cual se llevó a
cabo como publicación mensual entre
los años 1873 y 1881, el año de su
muerte. Dostoievski no sólo publicó
partes integrales de su pensamiento,
sino también se preocupó por realizar
una crítica pública y social en relación a
los acontecimientos de esos años en su
natal Rusia.
En esta compilación el autor documenta
hechos tan importantes como el
conflicto entre occidentalistas y
eslavófilos, así como los problemas
de educación de esos años en el país
mencionado. Además de ello, el escritor
también hace valiosas críticas literarias
a la obra de otros escritores rusos como
Pushkin, Lémontov o Anna Karénina;
también dentro de estas páginas se
podrán encontrar grandes relatos del
mismo Dostoievski como “La mansa” o
“El muzhik Maréi”.
En la edición echa por el escritor
Paul Viejo, se encuentran todas las
colaboraciones publicadas por el escritor
ruso antes de 1873.
Rafael Borràs increpa a la policía durante una manifestación (El País, 11 de abril de 2003-Foto: Jordi Roviralta)
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AUTOR PIOTR BEDNARSKITÍTULO LAS NIEVES AZULESNÚM. DE PÁGINAS 144 FORMATO 14X21CM
«La temperatura rebasó los cuarenta grados bajo cero. La nieve era azul, la frontera entre la tierra y el cielo se desvaneció. El sol, despojado de su esplendor, privado de su brillo, languidecía en la miseria proletaria. El intenso frío absorbió todo calor vivificante y sólo quedaron el fuego, el amor y trescientos gramos diarios de pan rancio para alejarnos de la muerte.» En las entrañas del sistema represivo soviético, en la gélida Siberia de los gulags, un niño trata de serlo conservando el entusiasmo por la vida que la vida le niega. Porque la muerte triunfa en torno a él. A pesar de ello, a despecho de cárceles y desapariciones, el joven Petia, condenado a la madurez antes de cumplir diez años, logrará espantar el miedo o desarmar el espanto apoyado en una fe inquebrantable y, sobre todo, en la fuerza cálida de la poesía. El recuerdo de una época feroz irrumpe así en la novela menos ficticia. Y la desborda. Y la ennoblece. Porque la ficción logra a veces reflejar todas las aristas de la barbarie si también consigue recortarlas contra el fondo de lo indeleblemente humano. Entonces nos redime.
«Belleza absoluta, ésa es la expresión que le corresponde a este pequeño volumen.» E. R., Le Monde
«Sus palabras sobrias apelan directamente al corazón del lector.» Neue Presse
«Esta pequeña novela es una joya [...]. Si los libros pueden cambiarnos, Las nieves azules lo hará de
forma dramática.» Mittelpunkt
«No hay demasiada literatura sobre los campos de concentración soviéticos y sus miles de víctimas.
Este libro tan rico en matices nos obliga a abrir los ojos y mirar hacia la oscuridad humana.» Quel
Bokan!
«Poético es el lenguaje que describe los horrores sin someterse a ellos.» Märkische Allgemeine Zeitung
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¡QUIERO PUBLICAR!Susanna Tisler Steiner
“…Y Caperucita se fue esa mañana al
bosque, y estaba decidida a hacer algo:
sabía que el Lobo estaba por ahí, y quería
verlo para que le hiciera un favor… Agarró
su cestita como todos los días, y puso en
ella cerezas, que le gustaban mucho a su
amigo, y pastelitos de liebre…”
—¡Ehhh!— exclamó la mamá de la
Pequeña Lulú— Ese cuento no va así, lo
estás confundiendo con otro.
—Hace años que no como cerezas—
reclamó el Lobo Feroz.
—Bueno, al que le gustan es al lobo de Los
tres cerditos— puntualizó la escritora—
pero no tiene sentido que, con la de
cuentos que ocurren en el Bosque, los
personajes se tengan que multiplicar:
tres lobos, cuatro príncipes, no sé cuántas
madrastras…. Un lobo es un lobo, y esta
vez Caperucita quería —y mira al lobo
fijamente, para que éste no huya de la
historia— que le presentaras al Príncipe,
que desde hace cien años tiene que
despertar a una princesa. Lo quiere seducir
y que tú te lleves a la Princesa para que
ésta no estorbe…
A estas alturas, la Abuela, la Madrastra, y el
mismo Guardabosques ya no sabían qué
hacer. Llegaron Hansel y Gretel, pero la Bruja
los echó fuera, para que no enredaran aún
más la historia.
—Pues esa niña de rojo ya ha hecho
de las suyas —, se “chivó” un pirata del
Guardabosques, uno al que le dicen Capitán
Garfio, se fue a festejar con el Príncipe a
una casita, que creyeron era la casita de
chocolate, y cuando abrieron la puerta
vieron siete camitas, siete sillitas, siete
platos, siete cubiertos…
—Y entonces, ¿para qué quiere ahora
esa chiquilla de rojo pedirle favores al
Lobo? No lo entiendo… — la mamá de la
Pequeña Lulú seguía protestando, aunque
su hijita, que entendía perfectamente la
historia, le pegaba tirones en el borde de la
falda para que callara.
La escritora comenzaba a sentirse descon-
certada. Tal vez Caperucita la había
engañado.
—Es que en los lindes del bosque, ahí donde se
han construido unos chalets, se ha instalado una
editorial—. Al ser tan pequeño, Pulgarcito se
metía en todos los sitios y siempre sabía más
que los demás, y con esta explicación quiso
ayudar a la escritora, que le caía muy bien.
Cuando Caperucita fue a ver a los editores
y les habló de su historia, que alguien
escribiría y querría publicar, la enviaron a
documentarse y hacer fotos, y a entenderse
mejor a sí misma como personaje, y a no
pasarse ni de original ni de repetitiva, y a
escribir como siempre se ha hecho y a no
inventar cosas surrealistas, porque si no,
nadie comprará su libro.
Y colorín colorado…. t
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El DestiempoGabriela Fonseca
Hay quienes nacen viejos y se van volviendo
más jóvenes hasta quedar convertidos en niños
conforme pasan los años. Cuando en-tienden
la independencia, esperan demasiado de ella,
y la van perdiendo al enve-jecer, temores que
nunca lloraron en brazos de sus mayores, los
persiguen en sueños como adultos que no
entienden por qué el aburrimiento que nunca
los molestó de pronto los tortura.
Así era Danilo Tormen. No tenía ningún
recuerdo de una existencia anterior, ni lo
torturaban sus sueños, ni recordaba que
había sido un niño demasiado tranquilo y
observador que dormía poco y comía mucho.
Su espíritu era el de un hombre de más de 80
años.
Él no lo llamaba aburrimiento, sino “media-
nía”, “rutina”, “introversión”.
Nació con noción de la muerte y sin temor
a ella, a diferencia de los demás niños que
llegamos a un momento en perdemos al
ángel inocente que nos protege, hasta el
día que descubrimos que llegará el fin de
nosotros y de todas las cosas.
Aunque estos seres que nacen viejos y se hacen
más jóvenes, con el tiempo son muy extraños,
nadie se percata de su existencia pues para eso
habría que ver el alma y el espíritu. Es más común
cuestionar a un niño porque se comporta como
niño que preguntarse por qué es callado y
contemplativo, y no nos imaginamos que es
porque ya tiene una noción de la muerte.
Y claro, estos niños al crecer se vuelven
más extrovertidos, dependientes, inse-
guros, caprichosos, fantasiosos y con
menos tolerancia a la frustración porque, en
secreto, viven todo a la inversa, a destiempo.
Estos fenómenos no tienen explicación más
allá que el capricho de las almas, aunque
hay quienes lo atribuyen a reencarnaciones
erróneas, influencias de necromantes o
destinos inclumplidos en vidas anteriores.
Claro, la psiquiatría tiene teorías sobre
trastornos que tienen más credibilidad
entre la comunidad científica, pero que en
realidad no se acercan más a la realidad que
las supersticiones.
Danilo Tormen seguía siendo un anciano
de espíritu cuando entró a la universidad a
estudiar la carrera de letras. Con la paciencia
de un viejo dentro de un cuerpo joven de
ojos sin cansancio, terminó la carrera y ganó
becas para estudiar más de un posgrado,
sin que le llamaran la atención la bohemia,
el desmadre y el temperamento artístico
que disfrutaban sus contemporáneos.
Su carácter sin impetuosidades y temprana
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erudición hicieron que la más importante
editorial de su país le ofreciera su primer
y único empleo. Durante su periodo
de prueba impresionó su capacidad de
lectura al mismo tiempo veloz y minuciosa.
Antes de firmar su contrato, para lo cual
la empresa le solicitó dejarse extraer
unas cuantas gotas de sangre para usarla
en vez de tinta, Danilo preguntó en qué
consistiría exactamente su puesto.
“Vendrán personas a entregarte su
corazón por escrito, para eso necesitamos
que seas un dictaminador sin rostro,
porque la mayoría de las veces desecharás
eso que las personas te entregan. Serás lo
que se interponga entre su sueño de verse
en páginas impresas que leerán millones.
Te encargarás de decirles que su historia
puede ser interesante, pero no rentable”,
le respondió un patrón sentado en un
sillón de terciopelo rojo dentro de un
cuarto lleno de libros empastados en piel
en el que Danilo nunca volvería a estar.
“¿Y yo cómo voy a saber si una historia es
rentable o no si nunca he trabajado en
esto?”, preguntó Danilo sin alterarse.
“Porque sólo alguien como tú puede
saberlo, aunque no te des cuenta. Todos
tratan de ser originales u honestos,
innovadores o clásicos. Todos son iguales
porque intentan ser únicos y eso sólo los
hace como todos”, respondió el patrón
cuyo rostro parecía una perla en forma
de garbanzo recostada entre pliegues de
terciopelo.
Al ver que Danilo seguía con una cara de
pasmo que no correspondía a su edad
espiritual, el patrón le explicó más, con
tono impaciente.
“Esto es lo único que necesitas saber: Sólo
hay tres tipos de manuscritos rentables:
los que están sangrando, los que son una
cicatriz, y los que tienen gangrena. El amor,
las lágrimas, el lodo, la belleza, el sudor, la
bilis y todo lo demás no nos interesa”.
El patrón se inclinó sobre su escritorio
antiguo de madera negra, y siguió
hablando.
“Escribir es una necesidad que en cuanto
se satisface despierta el violento deseo
de la recompensa y no hay recompensa
para todo el que lloró tinta, de la misma
forma en que no hay un monumento o
placa para todo el que murió de forma
heroica. El mejor esfuerzo y las mejores
intenciones no son suficientes. Pero eso lo
tiene muy claro una persona como tú. Por
favor ocupa tu oficina y ponte a trabajar”.
Durante los años que siguieron, Danilo
Tormen entró puntualmente a las ocho
de la mañana a una oficina sin ventanas
con tubos incandescentes en el techo
y lámparas de luz cálida en todos los
rincones. Para llegar a su escritorio y un
sillón giratorio debía esquivar varios
montones de manuscritos engargolados
o cosidos que se acumulaban por la
alfombra a lo largo de la semana. No tenía
archiveros ni gabinetes porque ninguno
de esos ejemplares debía ser guardado.
Al final de una semana todos debían
desaparecer: los muchos rechazados que
eran devueltos a los escritores, si es que
ellos iban por ellos; y los publicables, que
no llegaban a ser más de uno al mes se
iban también.
Danilo tenía una secretaria sentada afuera
de su puerta y ni siquiera le hablaba. Sólo
le ponía en su escritorio torres formada
por manuscritos con una X en la primera
página para que fueran devueltos a
sus autores o destruidos, si nadie los
reclamaba.
Después de muchos años de cumplir su
labor, el espíritu de Danilo, como estaba
destinado, se volvió más joven, y por lo
tanto, curioso e inseguro. Su existencia
era del todo satisfactoria; su salario era
abundante, su vida familiar y amores
extracurriculares eran tan exitosos como
predecibles, por lo que no merecen ser
mencionadas en esta narración.
En el dictaminador surgió la necesidad
del adolescente de conocer, explorar y
hallar explicaciones, así como un impulso
de desafiar a la autoridad; en este caso,
el garbanzo nacarado que seguramente
permanecía gozando la soledad de su
lujosa oficina.
Esto hizo que en algunos de los
manuscritos rechazados con un tache,
Danilo incluyera la instrucción escrita
a su secretaria de ponerse en contacto
con el autor, decirle antes que nada que
su obra no sería publicada, pero que el
dictaminador estaba interesado en hablar
con él, y proceder a hacer una cita.
Un hombre mayor, alto y esbelto, fue
el primero en recoger su manuscrito
rechazado de las manos de Danilo Tormen,
quien le preguntó a qué se dedicaba.
El hombre respondió que era médico y
que en sus ratos libres escribía.
“Su obra no cubre los requisitos que
nuestra editorial exige para la publicación,
pero debo decirle que nunca entendí cuál
era la historia que usted quería contar”.
El doctor respondió: “Lo sé. Creo que lo
único que funciona para entender es
estar solo. Perdóneme por quitarle su
tiempo”.
“Pero si yo lo hice llamar…”
“Me refiero al que ocupó leyendo mi
novela”, dijo el hombre antes de ofrecerle
su mano a Danilo como despedida.
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El siguiente autor convocado presentó
una novela que trataba de un burdel
embrujado por los fantasmas de las
prostitutas que ahí fallecieron a mediados
del siglo XIX.
El dictaminador se encontró ante una
de esas mujeres que claramente están
atrapadas dentro de un cuerpo más
maltratado del que les corresponde,
vestía de forma sencilla rayando en lo
pobre.
“El problema con su obra es que
pareciera costumbrista, pero después
se vuelve fantástica y su tono no logra
sostener ninguna de las dos tendencias
satisfactoriamente a lo largo de la
historia”, le explicó Danilo.
“Yo creo que si omitiera usted la parte
de los fantasmas y se apegara a contar
la historia de la ciudad, sin poses góticas,
tendríamos un libro equilibrado y
conmovedor que pudiera interesarle a la
editorial”, agregó.
La mujer respondió con una voz que
correspondía más a una gnóstica que
a alguien ataviada con un bolso de piel
falsa.
“La historia escrita tiene la posibilidad
de retratar la realidad con distintos
grados de disfraz. Siempre están las
opciones de escribir lo que debió ser, lo
que exactamente fue, y de volver estas
realidades paralelas tan bellas, grotescas,
edificantes, simplonas o violentas en una
cantidad infinita de variables. El reto no
es ése. Ésta es una historia de fantasmas,
no una guía turística de provincia. Le
aseguro que esos fantasmas son reales
y no hacen lo que uno les pide. Intenté
darles vida en el texto y lamento que me
faltara el talento para reflejarlo, pero no
los puedo omitir. Le agradezco mucho su
atención”.
Los autores siempre salían de la oficina
de Danilo Tormen abrazando sus manus-
critos a su pecho, como si cargaran a un
bebé mortalmente herido.
“¡Qué puedo hacer yo si mi musa es muy
ligera de cascos?”, le respondió a Danilo
un hombre de manos temblorosas y
olor a alcohol rancio, cuya obra fue
rechazada por consistir exclusivamente
de descripciones de mujeres desnudas
con un mínimo de historia.
“Si parece que no tomo en serio a mis
personajes es porque todos están inspi-
rados en personas a las que desprecio”,
¿por qué iba a escribir de otra cosa sino
de lo que me revienta de ira?”, argumentó
otro autor, joven y lleno de tatuajes, que
escribió una novela ambientada durante
la Guerra de los Cristeros.
“El personaje del chamán que sacrifica
niños en rituales malignos está inspirado
en mi padre. Ni modo que escribiera
la verdad y le dijera a todo mundo
que me abandonó. ¿Usted hablaría
tan claramente de algo tan íntimo?”, le
respondió una mujer joven de maquillaje
impecable traje sastre.
“Muchos personajes son lo que hubieran
sido, o lo que debieron ser, lo que siempre
desee y lo que en realidad nunca debió
ser. Claro, podríamos ser nuestros propios
biógrafos, pero ¿quién quiere revivir
algo tal y como uno lo recuerda? ¿Quién
querría leerlo?”, dijo la mujer antes de
marcharse con el manuscrito abrazado.
Un anciano de lentes gruesos no res-
pondió cuando Danilo le preguntó hacía
cuántos años había escrito su libro,
evidentemente escrito en los años 60 con
un estilo ya muy rebasado por el tiempo.
“Lo malo de los sueños es que nunca te
avisan cuándo debes olvidarlos. Debían
traer instructivo y fecha de caducidad.
¿No es cierto, joven?”, le dijo con una
sonrisa antes de salir de la oficina. Fue el
único que prefirió dejar el manuscrito en
el escritorio de Danilo para ser destruido.
Cuando llamó al autor de un extraño texto
lleno de arcaísmos y culteranismos que
degeneraba de una historia casi bucólica
a un cúmulo de espumarajos e insultos
contra el gobierno y la reforma agraria
se topó con un hombre vestido con un
uniforme de una empresa de limpieza de
oficinas.
El dictaminador le preguntó qué había
tratado de manifestar con su escrito.
El autor se encogió de hombros.
“Tus opiniones no sirven, tus sentimientos
no valen nada, tus experiencias son las
de cualquiera, tu corazón es desechable
y tu alma no le interesa ni al diablo. Lo
sabes, y aún así lo escribes”.
Danilo se sobresaltó al principio, pues
cuando el hombre empezó a tutearlo se
sintió directamente aludido e insultado
cuando escuchó “tus opiniones no
sirven”. El autor tomó su manuscrito y se
retiró, como todos.
Las palabras de ese autor y el de
muchos otros se quedaron retumbando
dentro del cráneo del dictaminador;
tanto las escritas como las que fueron
pronunciadas. Siguió haciendo su
trabajo, pero llegó el día en que Danilo
Tormen era ya un niño impresionable,
sensible. Su espíritu, en vez de curtirse
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se convirtió en algo cálido y palpitante
atrapado en su cuerpo lleno de años.
Su atención comenzó a fallar, pero no por
su vejez, sino porque cualquier estímulo lo
atrapaba y se lo llevaba consigo. El silencio
comenzó a molestarlo. Su mente, que
durante mucho tiempo tenía la habilidad
de llenarse y vaciarse a voluntad, empezó a
volverse una esponja insaciable, un espacio
retacado de recuerdos vívidos, voces y
fantasías que no lo dejaban dormir. Sus
diarias lecturas no hacían más que llenarlo
de humores extraños, inestabilidad y ansia.
Una mañana, pidió a su secretaria comprarle
una libreta rayada de pasta dura y una
pluma fuente con tinta verde. Después de
la comida, encontró dichos objetos en su
escritorio. Danilo Tormen los tocó y olió
como un juguete nuevo, abrió las páginas
color crema de la libreta, y en la primera
hizo unos pequeños trazos al margen para
probar la pluma.
Escribió una oración que pensó al levantarse,
luego una respuesta a ese pensamiento,
luego escribió un deseo. La escritura creció
lentamente, con una letra que no reconocía
pues no la había visto desde que estudiaba
y llenaba fichas bibliográficas.
Un rostro de mujer se acercó de pronto a
sus palabras escritas. Él dejó caer la pluma
y la miró parada ahí, en su oficina. Sintió el
pelo de su nuca erizarse y ganas de soltarse
a llorar de miedo como un niño aterrado.
Era una adolescente delgada. Tenía los
ojos oscuros, la nariz pequeña y burda,
piel morena y cabello negro desordenado
que le caía por los hombros. Vestía un
fondo antiguo lleno de encajes, llevaba la
mitad de los pechos descubierta, zapatos
puntiagudos, medias negras, había
moretones en sus brazos.
“Le aseguro que esos fantasmas son reales
y no hacen lo que uno les pide”, dijo la voz
que permanecía dentro de la cabeza de
Danilo Tormen. t
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TRAICIÓNDaniel Zetina
Él ya sabía que era un mal escritor cuando
logró que lo tradujeran al alemán, a través de
un convenio de las dos naciones en materia
cultural. Pero, ¿qué pasó? Que su novela cobró
bastante fama en Alemania. Por eso viajó a
aquel país, donde fue elogiado por los críticos
que asistieron a su presentación. Por supuesto
que él sólo entendía gracias a un intérprete
que le proporcionó la embajada. De cualquier
modo, el lenguaje de los aplausos es universal,
así que él se sintió cómodo, sorprendido y, ¿por
qué no?, feliz.
De regreso al hotel, se preguntó cuál sería la
causa de aquella exaltación del público y de los
presentadores, si la obra, no cabía duda, había
resultado un rotundo fracaso en su propio
país. Los pocos ejemplares que conservara
la editorial original, ya deberían ir camino a la
hoguera o a la trituradora.
Después de dormir como un nene, él se
levantó y se dirigió al restaurante del hotel,
adonde se había citado para desayunar con
el traductor, quien se había disculpado por no
poder asistir al acto público del día anterior,
bajo el argumento de que no le gustaban
los reflectores. Ahí estaba. Un tipo agradable
de verdad, casi optimista, que, por supuesto,
hablaba el idioma de él de manera fluida y
clara. Pasaron el rato comentando sobre sus
autores favoritos y los lugares que ambos
deseaban visitar.
Con un buen sabor de boca, y con dos
periódicos donde aparecieron reseñas de su
libro, él regresó a su país en primera clase.
Una vez de vuelta, y gracias al cheque de las
regalías de la segunda edición alemana, él se
empeñó en aprender alemán. Cuatro meses
después de asistir a clases se sintió preparado
para comenzar a leerse a sí mismo en aquel
idioma. Tomó un ejemplar de la traducción y
comenzó.
Su sorpresa fue creciendo renglón a renglón.
Ahí no estaba la historia que él había escrito
con una beca del Fondo Nacional de Literatura
años antes, cuando todavía era una joven
promesa. No se quedó satisfecho y realizó
las más extrañas investigaciones acerca del
traductor, la agencia y la editorial alemanes.
De acuerdo con sus pesquisas, el primero tenía
una excelente reputación, la segunda era la
más importante en lenguas extranjeras y la
última era nada más y nada menos que la más
seria de todas. Al tiempo, y gracias al cheque
de las regalías de la tercera edición normal y la
primera de bolsillo de la traducción, él regresó
a Berlín y, con un alemán incipiente pero
entendible, continuó sus investigaciones. Tras
una semana las dio por finalizadas.
El traductor, de apellido Steiner, había ganado
más dinero que él con la novela. Incluso, se
le había otorgado un galardón por traducir
literatura de un país exótico. Los elogiadores de
Steiner no reparaban en calificativos; no parecía
tener opositores por ningún lado. También lo
habían propuesto para el premio al traductor
más arriesgado, y ahí no paraba la cosa: el
servicio exterior lo había promovido para ser
embajador honorario y puente de enlace
cultural entre las dos naciones, nombramiento
que aún estaba pendiente. Mucho más de lo
que él había logrado, pues en su país casi nadie
se había enterado aún de su éxito en Alemania
y por lo tanto no había recibido ningún trato
preferencial de parte de nadie. Ni siquiera le
habían otorgado una nueva beca.
Después de pensarlo mucho y muy bien,
citó a Steiner en un café. Éste llegó un tanto
desconcertado, quizá previendo que su secreto
hubiese sido descubierto. Desconfiado, se hizo
acompañar por tres corpulentos amigos que se
sentaron a poca distancia.
Tras el cordial saludo, él, con paciencia y
alegría, comenzó hablando en alemán, y luego
combinó el alemán con su propia lengua.
Su propuesta fue la siguiente: él se mudaría a
vivir a Berlín lo más pronto posible y Steiner
lo conectaría con lo más selecto del mundo
literario. Se comprometió, además, a entregar
un nuevo manuscrito cada año, durante por lo
menos un lustro. Y remató diciendo que, a partir
del texto que recibiera, Steiner podría escribir lo
que se le viniera en gana y presentarlo al editor.
No habría problema con la versión original
pues esta nunca saldría a la luz, ¿para qué?
Ése fue el comienzo de una gran amistad que
duró muchos años, durante los cuales ambos se
mantuvieron fieles a sus compromisos. Huelga
decir que el éxito y la bonanza colmaron sus
vidas de alegría y sus cuentas de dinero.
Por cierto, él nunca regresó a su país. t
Fotografía : Román P. G. - http://www.flickr.com/photos/supercoco/
JUS Marzo 2014
45
AUTOR MARTÍN CAPARRÓSTÍTULO EL INTERIORNÚM. DE PÁGINAS 680 FORMATO 14X26 CM
¿Se puede narrar un país, esa entelequia? ¿Es posible articular con palabras la abigarrada suma de confusiones que hierve bajo la solemnidad triste o hueca de una bandera? Tal vez no. Alguien, sin embargo, ha logrado narrar la persecución de ese relato y convertirla en el gran hallazgo. Un hom-bre contempla la carretera: «Sería un alivio tener una misión. Pero no aspiro a tanto —escribe—. Me contentaría con saber qué estoy buscando. Quizás, en el camino, lo consiga». Lo consigue porque hallará la búsqueda.El Interior es la dilatada niebla suspendida a espaldas de las patrias que alardean de su fachada. El exterior de Argentina se llama Buenos Aires: más allá comienza el olvido. Martín Caparrós salió a su encuentro armado con el oficio de los grandes narradores (buena pluma y mejor oído); lo contempló en pías iglesias y sórdidos burdeles, en caminos polvorientos, lejanas aldeas, estancias, hospitales y quebradas; lo escuchó en malhechores y carceleros, optimistas y desesperados, víctimas y verdugos, amos y peones, santas y putas. ¿Dónde están las añoradas esencias? «Cuando escucho la palabra esencia saco mi revólver», responde el viajero. Hay otras peguntas no menos esenciales y otras respu-estas literalmente aventuradas. Este libro es la crónica de esas aventuras y de una melancolía. Un testimonio implacable. Una impecable melancolía.
«El argentino Caparrós es heredero de una tradición que incluye tanto a Sarmiento como a Kapus-
cinski, a Capote, a García Márquez y a Tomás Eloy Martínez, y por algo frecuentemente es
considerado el mejor cronista en lengua española.» Gastón García, Letras Libres
«El mejor cronista actual de América Latina: un soberbio entrevistador, un viajero dotado de una
cultura enciclopédica y una fina ironía.» Roberto Herrscher, La Vanguardia
«Martín Caparrós es un clásico, sólo que nadie lo sabe. [...] El interior es una road movie en forma
de libro que puede ser leída como la “gran novela argentina”. Ésa que se espera y nunca llega.»
Jorge Fernández Díaz, La Nación (Buenos Aires)
«Un perturbador sistemático, un sembrador de dudas.» F. Lazzarato, Il Manifesto
JUS Marzo 2014
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Notas sin sentidoDaniel Arriaga
Entraste a Internet. Abriste la página web
y de los textos posibles que encontraste, se
detuvo tu mirada justamente en éste, el cual
has abierto para leer. Detienes la mirada en
las primeras líneas.
Comienzas a leer, tus ojos siguen cada
renglón como máquina de escribir, persiguen
las letras de izquierda a derecha y repiten este
movimiento por varios renglones, terminas
de seguir las líneas. Terminas el relato.
Cerrarás Internet, te dirigirás a casa; te
sentarás por un momento y después de eso
sonará el teléfono, al contestarlo te dirán
que acaban de encontrar un montón de
notas de una persona que quisiste mucho,
una que ya no pertenece más a tu vida.
Tu corazón palpitará muy fuerte, sentirás
que toda tu sangre baja al estómago en un
golpe violento de sorpresa. Preguntarás por
el contenido de las notas; te dirán que no
tienen ningún sentido.
Dejarás pasar algunos días. Cuando por fin
tengas el paquete entre tus manos, temblarás
de emoción, pero no querrás abrirlo hasta
que te encuentres solo, hasta que se vuelva
un hecho de absoluta intimidad.
Leerás las líneas: en la primera página
estará tu nombre escrito en una especie
de dedicatoria confusa, pensarás que al
terminar estas notas entenderás las cosas
que nunca comprendiste de esta persona.
Verás que el escrito está divido en seis
partes, son como una especie de capítulos;
regresarás al primero y leerás cosas tan
personales y diminutas que ni siquiera las
podrás recordar. Transcribirás los fragmentos
entendibles en una especie de diario para
que puedas comprender: una escaleta de
recuerdos personales. Escribirás:
Primera parte: Se dedicó toda su vida a
cumplir con su trabajo, a desenvolverse en
sus tareas, con lo cual pudo mantenerse y
al mismo tiempo formarse como la persona
que siempre conocí.
Detendrás tu pluma en el cuaderno para
pensar en lo que escribiste, para comprender
qué es lo que te intentó decir con este trozo
de vida; seguirás las letras nuevamente con
la mirada.
Segunda parte: Deseó enormemente
cumplir su sueño, el mismo que te contó
mil veces. Expresa cuánto deseaba que se
cumpliera.
Tercera parte: Se retira de todo, sale de la vida
de mucha gente para ponerse a escribir estas
notas. En una frase se lee: “al final de este
camino te escribo mi vida, desde el olvido”.
Te darás cuenta de que nada tiene sentido,
de que es un intento perdido descubrir
algo de esa persona a través de ese collage
de ideas. Seguirás leyendo con curiosidad,
Fotografía : Marcelino Domínguez Moldes
JUS Marzo 2014
47
abandonando la esperanza de resolver
un misterio a través de esos escritos.
Transcribirás todo para guardarlo como
archivo, que sólo tú tendrás y nadie más
comprenderá. Escribirás:
Cuarta parte: Encontró un libro en su
vida, aquél que lo hizo persistir en su
sueño, que le mostró el camino que
siguió; un libro que llegó a sus manos de
manera casual, sin que lo buscara y que
se reflejó en la persona en que más tarde
se convirtió.
Recordarás haber visto ese libro en su
casa, empolvado y oculto en un orden
sin importancia para ti, aunque bien
sabías que en su estante cada libro
tenía un lugar estratégico. Recuperarás
las esperanzas de que ese regalo tenga
algún sentido, pensarás que te debes de
volver esa figura oculta en el mundo de
los libros: serás el editor. Interpretarás
sus ideas, les darás sentido, descifrarás
lo que se encuentra en esas palabras,
continuarás leyendo, descubriendo y
escribiendo.
Quinta parte: Ese día todo perdió sentido
para él, se encerró en un mundo de
recuerdos rotos y sueños frustrados,
descuidó su cuerpo… y su alma fue tras
éste en el camino del dolor.
Sexta parte: El día en que su sueño
se lograría, perdió la oportunidad y
vio cómo el anhelo se desvanecía por
un evento que nadie hubiera podido
predecir, que no dependía de nadie, que
solamente ocurriría.
Cerrarás las notas… pensarás… dejarás
el cuaderno entre tus manos… la espe-
ranza se habrá ido de nuevo. Nada se ha
aclarado ni de ti, ni de su relación, ni de
él. Hojearás las notas desesperadamente,
dándoles una última oportunidad de que
muestren algún sentido, y encontrarás en
la esquina de una página oculta la frase
“Dios habló aquí”, eso no responderá
nada… hojearás cinco veces más. No
encontrarás nada. Pensarás que son
las disparatadas de alguien, guardarás
el texto y pasará muchos días en la
oscuridad, acumulándose de objetos por
encima de él y del polvo.
El tiempo y los días transcurrirán
borrando así, lentamente, el recuerdo de
la persona y de las incoherentes palabras
que te dedicó antes de su partida; el
polvo y el tiempo esconderán esas frases,
hasta que dejes de pensar en ellas, hasta
que ya no importen más, y ni siquiera el
tenue olor de su casa –impregnado en las
hojas- despierte en ti recuerdo alguno.
Así continuarás hasta que una noche
sueñes algo sumamente extraño, con tan
poco sentido, que despertará en ti ese
recuerdo profundamente enterrado…
Te viene a la mente la voz del sueño: “el
método que domina este escrito no es el
mismo con el que pretendes interpretar”.
Entonces descubrirás que esas palabras
tienen sentido. Despertarás aún cobijado
por la noche, tropezarás con los muebles
y el mareo de haber permanecido
las últimas horas en la cama te hará
tambalear. No te importará que tengas
que levantarte dentro de poco tiempo,
correrás a buscar esas notas olvidadas,
sacarás cada libro arrojado de manera
descuidada e impulsiva, reordenarás
tus cosas varias veces, te frustrarás al no
encontrar las hojas y al hincarte bajarás
la cabeza para mirar tus pies descalzos
en el piso frío; verás debajo de unos
papeles eso que buscabas. Lo levantarás
con cuidado, lo releerás, y descubrirás
que todo adquiere sentido si se cambia
el orden de las partes.
Te sumergirás de nuevo en el papel de
editor, interpretarás las ideas; descubrirás
finalmente lo que dice, pero todo seguirá
siendo un mensaje vacío. Sabrás que se
trata de una especie de recuento de su
vida, y que los apartados se deben de
leer en el siguiente orden:
Segundo
Sexto
Quinto
Cuarto
Primero
Tercero
Te detendrás… intentarás responder por
qué dejó eso en tus manos.
Las labores del día siguiente han dejado
de preocuparte… una idea se dibuja en
tu mente… intentas perfeccionarla…
la tienes. El orden de los eventos es lo
importante, si su vida hubiera sido de
alguna otra manera o algún hecho hubiera
transcurrido en el momento no indicado,
no te encontrarías sentado en el piso
con los pies descalzos, las notas entre tus
manos y una emoción tan grande, de ésas
que pocas veces se sienten en la vida.
De pronto, te llega el pensamiento de
que todo en la vida es una coreografía
meticulosamente planeada, y la prueba
está en el manuscrito sinsentido que
posees, no sabrás si ése es el propósito
que vislumbraba la persona que te dejó
el escrito, pero de pronto sabrás que se
trata del sentido que la vida querría que tú
entendieras.
Entonces, recordarás cuando te detuviste
en la página web para comenzar a leer este
relato… e inevitablemente, pensarás en el
sentido y orden de los eventos, sabrás que
este texto lo inició todo y que ahora forma
parte de esa coreografía meticulosamente
diseñada, pensarás…
Después, podrás esperar la llamada, el
guiño, la voz…. Lo que sea que te anuncie
el propósito de tu existencia, para luego
hacer tu propia edición-interpretación.t
JUS Marzo 2014
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Vida de palabrasMarta Mañes
—¡Hola, buenos días! Aquí les traigo lo que
me pidieron. He seguido sus detalladas
exigencias, tal y como me indicaron en
su correo. He venido en persona desde
muy lejos para entregárselo. Está listo.
—¡Ah! Muy bien. Perfecto. Así es como
nos gusta. Pase, pase. Lo estudiaremos,
valoraremos y le diremos algo sobre la
salud y posibilidades de su bebé. Si no
le molesta… le atenderemos en breve.
Mientras tanto, siéntese en esta sala y espere.
—¿Es cierto que le darán vida? —pregunté.
La recepcionista me miró con una sonrisa
amable.
—Déjeme su currículo, se lo entregaré
al Boss —respondió con cierta ironía y
suspenso—. Me ha dicho que le transmita
que nos gustó mucho lo que vimos por
las redes del espacio y su información
sobre las ideas de los seres imaginarios,
por eso la hemos contactado. Confíe en
nosotros. Somos profesionales. Llevamos
1325 años en esto. Tenemos experiencia
en dar vida a muchos bebés. Espere.
No podía creer hasta dónde había
llegado. Sí. Lo había conseguido. Todo un
éxito hasta la fecha. Antes de llegar hasta
allí había vivido numerosas experiencias
insanas. “¿Sabe que podemos copiar
su prototipo si no se une a nosotros?
Tenemos a su hijo completamente
identificado, codificado, no nos falta
ningún detalle, podemos crear un clon
mañana mismo… y no se enterará de
nada… ” Me dijeron en Universal Sopa
de Letras. ¡Uf! Qué miedo pasé aquellas
semanas. Salí corriendo e intenté salvar
a mi bebé como mejor supe. Lo llevé
al registro de seres y le puse nombre y
apellido de inmediato para asegurarme
de que estaba todo en regla. Era mi
hijo legítimo, y no iba a dejar que me
lo arrebatasen tan fácilmente. Otro
sobresalto fue cuando me dijeron en
Mundo de Palabras: “Muy guapo su hijo.
Aunque siento decirle que nosotros, que
somos los mejores en esto, tenemos
a las mejores parturientas del mundo,
llevamos años preparándolas para dar
a luz un bebé como el de usted; eso
no nos costará ningún plus ahora que
hemos visto el suyo. Tenemos un buen
presupuesto invertido hasta la fecha en
esto, y sólo es cuestión de tiempo. Usted
no es nadie, lo entiende, es una madre
prescindible ¡ja,ja,ja!”. Se rió mientras me
dejaba allí de piedra. Salí descompuesta
pero nada me iba a amedrentar. ¡Era
mi hijo! Regresé a casa para comprobar
que mi bebé seguía conmigo, que
estaba a salvo, que se encontraba bien.
Quería asegurarme de que no podían
arrebatármelo. Que nadie lo había
secuestrado.
Estaba en pleno siglo XXXVI, en un uni-
verso lleno de mundos sin almas, sabía que
encontrar el lugar adecuado para dar vida
a mi bebé era una cuestión de no decaer.
Fotografía: http://www.flickr.com/people/14450543@N03/
JUS Marzo 2014
49
De pronto miré hacia adelante y me
encontré allí sentada. Sentí que era distinto.
Conexión sensorial y mental de un espacio
que me abrazaba. Había conseguido
entrar en las oficinas de la fábrica que daba
“Vida” a las “Palabras” y mis letras sobre mi
bebé iban a ser estudiadas con cariño, de
manera segura y seria.
La joven señorita me acompañó hasta una
sala. Dentro había una pequeña neverita
mini-bar y una televisión panorámica
que afortunadamente me acompañó
durante la larga espera. Pasaron los días,
y las semanas, y los meses. Yo seguía
allí sentada. Silencio. Nada. Anduve
caminando por las imágenes del desierto
que salían en la enorme pantalla. Me
recordó a largas caminatas por bosques,
montañas, océanos, y viajes que tuve que
hacer a desconocidos planetas oscuros.
Por los que tuve que pasar hasta llegar a
aquella sala. No me importaba. Estaba
acostumbrada a luchar por la verdad y
la vida de mi bebé. Finalmente, tras la
espera, decidí actuar. Como imaginaréis,
salí de aquel habitáculo algo desmejorada,
la comida había sido escasa y ya no me
quedaban pastillas de refuerzo vital como
había dispuesto en otras épocas donde la
abundancia de ellas para mantenernos con
vida en situaciones extremas había sido lo
habitual. Me dirigí hacia la recepción.
—Disculpe. Dijeron que me dirían algo
en breve…y llevo meses esperando una
respuesta. ¿Le darán vida a mi bebé?
—Un momento —respondió sin pestañear.
De repente tocó un botón violeta y se
abrió una puerta. Un hombre vestido
con un mono especial de color verde
esperanza la cruzó. Se dirigió hacia mí sin
dudar.
—¿Es usted la madre de este BeBé?
—Sí. Respondí. sssssssssssssssssssssss
—Creemos que su hijo tiene alma, perso-
nalidad, así que vamos a incorporarlo a
nuestra cadena de producción para darle
vida. Felicidades. Ha conseguido algo muy
difícil en estos tiempos.
Noté que de mis ojos brotaban unas
lágrimas extrañas, diferentes. Pasé mi
mano por mi rostro y me dí cuenta de
que mis dedos estaban llenos de letras
húmedas. t
JUS Marzo 2014
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La muerte del falsificadorGerardo Ugalde
Hace tiempo escuché la historia de un
hombre con la capacidad de reproducir
con exactitud las estructuras gramaticales
de cualquier autor que haya existido. Su
nombre carece de importancia compa-
rándolo con la asombrosa habilidad ya
mencionada. Según la leyenda, éste, al
darse cuenta de que los escritos poseían
ciertas afinidades con los autores que
en turno leía, concebía un plan para
aprovechar el talento que emanaba
a raudales. Tomó pluma y papel, y
automáticamente su mano parecía pensar
las palabras que alguien, menos él, diría.
Desafortunadamente ninguno de los
textos que escribió bajo el influjo de las
voces sobrevivió para transcribirlos en el
artículo. Los que dicen haberlos leído, juran
que la fidelidad de las plumas de Homero,
Cervantes, Milton, Poe, Darío y Borges,
entre otros renombrados y desconocidos
autores, se encontraban en los escritos.
Haciendo uso de la razón pensó en publicar;
contaba ya con quince libros de doscientas
páginas cada uno; un aproximado de
quince cuentos, doce ensayos, una novela
y, cuarenta y ocho poemas.
Al mostrárselos a varios editores, todos
ellos opinaron que lo que él había
realizado no era innovador, aceptando de
antemano la calidad en el estilo. Con más
tristeza que odio, arrancó cada hoja de
esos quince libros para después realizar
una enorme hoguera. Quemando sus
demonios, el hombre se adentró al fuego.
Observó maravillado el paso de las llamas
sobre las palabras, por lo que contemplaba:
el papel se consumía lentamente, ardiendo,
pero no desintegrándose. La tinta de las
letras resplandecía sobresaliendo del
fuego, adquiriendo un nuevo significado.
La fogata permaneció encendida toda la
noche.
Tres semanas pasaron sin que se
acercara a un libro y sin volver a escribir.
Pensaba las palabras que se entretejían
recordando el sonido antes percibido.
La capacidad para escribir igual a
otras personas no era únicamente
característica de su mano, sino de su
mente, y también, de su lengua.
Al leer la biblioteca del universo, su
inconsciencia quedó marcada de por vida.
Fotografía : Victoria Aguiar
JUS Marzo 2014
51
Que no haya podido vivir de la literatura
que surgía de él, es inexplicable de manera
clara y concisa. Mi teoría es que hay un
número limitado de estilos, y sólo se
puede poseer uno. Lo que para el lector
de esta historia pareció al principio un
milagro, concluyó para el protagonista en
una tragedia. Es la desesperación la mejor
respuesta a cualquier pregunta formulada
en el caso. Viajando alrededor del mundo
con un baúl, el hombre llevaba los textos
“perdidos” de Arreola, Ambrose Bierce,
Rimbaud y mucho otros literatos que
jamás finalizaron su obra. Alemán, francés,
chino, bengalí, el que fuera; el hombre
poseía importantes papeles codiciados
por demasiadas personas.
De la noche a la mañana, la fama y la
fortuna arroparon al escritor. Su habilidad
de mimetizar su expresión, re-utilizando el
lenguaje de los grandes, lo llevó a la gloria.
Mas yo había mencionado que la tragedia
es el tema de su muerte. Diez años más
tarde, cuando las masas gozaban de nuevas
antologías, un filólogo mexicano encontró
pequeños defectos que no cuadraban.
Comparando el estilo era el mismo, pero
el contenido no. Continuó estudiando una
y otra vez hasta la ceguera, diseccionando
cada término, símbolo, puntuación, tiempo
y musicalidad. Después de un trabajo de
tres años, el hallazgo era la recompensa
justa. Los textos no correspondían a los
autores que se suponía. Presentó su tesis
y defendiéndola de manera magistral. Los
estudiosos de la literatura reaccionaron de
manera ambivalente; les llevó un año de
revisión exhaustiva hasta comprender la
teoría del filólogo. Tenía razón, los textos
eran un fraude. La noticia se dispersó
por los círculos académicos. Maestros y
alumnos arrancaban las apócrifas páginas.
En acto de venganza rodearon la casa del
hombre que los había engañado; lanzaron
las hojas a su patio formando un gran
anillo montañoso que circundó su casa.
El falsificador observaba con miedo la
muchedumbre. Objetos como piedras,
ladrillos y palos rompieron las ventanas.
El filólogo también se encontraba
presente, en la mano llevaba un original
de Virgilio. Sacó del bolsillo de su levita un
encendedor y lo acercó al libro, después lo
arrojó a la montaña de mentiras.
Todo esto lo soportaba el hombre de
manera filosófica. Subió a su estudio y
sentándose detrás de su escritorio escribió
con verdadero estilo:
Plata que cortas el firmamento z
durante mi perpetuo sufrimiento, z
permíteme observar tu desaparición z zz
por más tiempo. t
Fotografía : Borja - www.flickr.com/people/26888489@N02/
JUS Marzo 2014
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El autor desconocidoSinhué Bellescusa
Tomó el ejemplar con sus manos y lo
abrió para deslizar una ligera mirada
por las letras marcadas continuamente
que resplandecían su tinta por el papel.
Su trabajo como editor le generaba
escaso tiempo libre y darse un momento
para atisbar un libro de un escritor
desconocido era en sí mismo una tarea
inimaginable. Pero sin darse cuenta de las
magnificencias del recorrer del tiempo, se
encontró con un espacio, que bien pudo
utilizar para un acto banal o simplemente
entregarse al descanso, pero prefirió mirar
algunos de los mamotretos arrinconados
en la esquina del olvido, que se apilaban
como las esperanzas perdidas de los
diversos escritores que están en la eterna
búsqueda de ser leídos.
La presentación de los textos era muy
similar, hojas blancas engargoladas con
pastas negras como símbolo de una
rústica formalidad, como convención de
un sistema escueto entre literatos. La tinta
negra desplegada por la simplicidad de las
hojas, tan inertes, que gracias a las letras se
agarran a un resquicio de vida que en su
forma anterior y natural tuvieron.
Elegir un ejemplar entre más de un
centenar de aspirantes a escritores era
una tarea ardua. Se preguntaba cuántos
materiales valdrían la pena. El prejuicio por
enfrentarse a un texto desconocido no le
motivaba mucho y sabía que podía pasar
su vida leyendo aspirantes a escritores
sin encontrar, aunque sea, una promesa
de las letras. Abrió el primero y le bastó
con leer el título para desecharlo: “Tú
tienes el poder de lograrlo”, pues si algo
odiaba aparte de los libros de superación
personal, era a la gente que aspiraba a
dedicarse a eso. Pasó uno tras otro con
nombres como: “El abismo”, “La infame”,
“Deseos carnales”. Alcanzó a leer un par de
páginas de algunos, pero ninguno lo había
atrapado y desechaba uno tras otro como
si se tratara de papeles viejos.
Estiró la mano para alcanzar el siguiente
material, pero al intentar tomarlo las hojas
se esparcieron, no había contemplado que
el manojo de papel no estaba engargolado,
era el único que destacaba por su mala
presentación. Se levantó del sillón para
Fotografía : Jorge Luis Pérez - http://www.flickr.com/photos/apofica
JUS Marzo 2014
53
recoger las hojas y se encontró con la
peculiaridad de que el texto estaba sobre
hojas de cuaderno en letras color rojo y
hecho con máquina de escribir. Miró más
de cerca la hoja y por un momento le vino
la nostalgia del golpeteo de la máquina
de escribir que arrojaba las letras hacia
la cinta que se alienaba con el papel y el
rodillo, como si las palabras en las hojas se
erigieran como una artesanía. Intentaba
recordar cuándo fue la última vez que
escribió en una máquina de escribir, pero
el pasaje parecía haberse desvanecido de
su cabeza.
Las hojas se habían regado por el suelo,
se agachó para juntarlas y las metió en el
folder viejo que soltaba fragmentos de
polvo que sólo eran visibles a su paso por
la luz que regaba la lámpara postrada a un
lado del sillón. Se sentó y abrió el folder,
fijó la vista en la hoja, pero sólo había
letras, no había un título distintivo. Pasó
a las siguientes pero no encontraba algo
que le diera orden al texto, las páginas no
se encontraban numeradas y cada hoja
iniciaba con una mayúscula y terminaba
con un punto y aparte.
Al no encontrar el inicio del libro empezó
a leer al azar. Desde las primeras líneas
lo atrapó la fuerza de la narración, la
creación de imágenes en secuencia
a través de la descripción, no faltaba
detalle alguno. Devoró hoja tras hoja
y cada una parecía tener vida propia,
como si fueran historias distintas, pero
siempre había algo que entrelazaba los
textos: un objeto, un personaje, un lugar
o una acción. Sabía que estaba ante una
obra maestra sin precedentes, que cada
renglón le permitiría al lector ser parte
de una experiencia nueva, pasajes vívidos
creados por las palabras.
Extático se levantó y salió con rumbo a casa
de un viejo amigo. César, su antecesor, que
había permanecido por años en el puesto
de editor y quien se encargó de darle
prestigio a la editorial. Abrió la puerta y el
viejo editor tocaba el piano, ensimismado
miraba el pentagrama descifrando cada
nota para transformarla en sonido.
Después de retirarse como editor decidió
perder el contacto con las letras, por
eso había optado por aprender a leer la
música, tarea que le llevo varios años para
alcanzar a comprender e incluso pensaba
que las notas decían más que las palabras,
lo cual era causa de largas discusiones
entre el viejo y el nuevo editor.
Seguía tocando cuando sintió la presencia
de su amigo, dio los últimos golpeteos en
las teclas y recordó ese folder lleno de
hojas. La casa se llenó de silencio.
—Quiero que leas esto— dijo el editor—
lo encontré entre la pila de libros de los
autores no publicados. Me parece que es
una joya.
—Ya lo he leído— dijo el viejo con
indiferencia.
—¿Qué te pareció?
—Tú ya lo has dicho, es una joya.
—Entonces por qué nunca lo publicaste—
preguntó con incertidumbre— lo cierto
es que no encontré ninguna referencia
del autor o la fecha en que se escribió,
pero pudiste haber buscado al autor.
El viejo tenía la mirada clavada en el
folder y recordó las sensaciones que
le causó el libro en su momento. Sabía
perfectamente quién era el autor.
—Ya estoy retirado y no puedo hablar del
tema.
—¿Cómo vienes con eso a estas alturas?—
inquirió con un dejo de enojo— Al menos
dime quién es el autor para contactarlo y
ver si acepta una oferta.
—Eso no será posible, porque quien
escribió ese libro fuiste tú.
La noticia le llegó de golpe, pero pensaba
que era una broma de su viejo amigo,
hasta que cayó en cuenta de que tal vez
eso es lo que le había generado empatía
con el texto. Las cosas transcurrían en su
mente como un recuerdo que se difuminó
en la estela de la vejez, transformando las
palabras en imágenes y hechos que algún
día fueron parte de sí mismo. Poco a poco
empezó a recuperar los vagos recuerdos
de cuando se tomaba el tiempo para
escribir sin afanes pretenciosos, sólo por
el simple hecho de plasmar sus ideas.
—Si piensas que es tan bueno, por qué
nunca lo publicaste— preguntó triste a
la vez que tomaba el folder con las hojas.
El viejo lo miró de reojo y pensó por unos
segundos entre mentirle y mantener
la eterna amistad o simplemente
decantarse por la verdad generadora de
consecuencias a veces irremediables.
—Nunca lo publiqué porque era muy
bueno, estoy seguro que hubiera
cambiado el curso de las letras, pero a
veces hay que entender que tienes el
poder para que las cosas no te rebasen
y ese texto estaba por encima de mí.—
Calló un instante buscando las palabras
correctas y continuó.— Así como ahora
tú tienes el poder de desechar un libro y
acabar con las esperanzas de escritores
en ciernes, yo estuve en esa posición.
Las decisiones suelen ser determinantes
y acabar perdidas en tiempo y espacio.
Ahora puedes componer algo de lo que
hice mal, pero nada te asegura que ese
libro tenga la misma fuerza en los lectores
de ahora.
El editor aglutinó el amasijo de papeles
y salió sin decir una palabra. Cuando
cruzó el umbral de la puerta escuchó las
lejanas notas del piano. Siguió sin rumbo
mientras el viento soplaba y las hojas
volaban una a una vaciando la historia
que jamás será leída. t
JUS Marzo 2014
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PlagiarioDaniel Zetina
Una nota periodística en La Nación reveló
que Juan Larrea, quien había publicado
veinte libros de superación personal, no
era el verdadero autor de ninguno de ellos.
Además, el reportero dio a conocer a quien
sí los escribió, es decir, a la autora de las
obras: se trataba de la esposa de Larrea;
ella contó todo en una entrevista secreta y
exclusiva para aquel diario.
Era por todos sabido que, gracias a su
editor, Larrea había ganado una fortuna y
que a consecuencia de ello –o sin ninguna
relación–se había dedicado durante más
de diez años a una vida bastante dispersa,
de la cual daba cuenta su recalcitrante
alcoholismo. Tres años antes de las
declaraciones que lo hundieron, el mismo
editor le había recomendado poner todos
sus bienes y cuentas bancarias a nombre
de su esposa –se ignora si ya lo sabía–, para
evitar que lo despilfarrara en una juerga y
dejara desprotegidos a los seis hijos que
habían procreado juntos; la mayoría no eran
más que veinteañeros talegones sin oficio.
La noticia fue una bomba y pronto se
reprodujo en otros medios de comunicación.
Larrea, entonces, evadió toda entrevista y se
encerró en su casa de campo, hasta donde
un grupo de reporteros lo siguió en busca
de alguna exclusiva.
El plagio resultaba terrible tomando en
cuenta que gracias a su obra Larrea había
recibido además de la “Medalla al Mérito
Cultural del Senado”, el “Premio Nacional de
Promoción de la Lectura”, la “Orden en Letras
de la Universidad Nacional”, la “Presidencia
Honoraria de la Academia Nacional de
Desarrollo Humano” y la “Vela Amarilla de
las Adoratrices Perpetuas Guadalupanas”;
galardones otorgados por los valores que
sus libros promovían.
Con Larrea escondido, su mujer continuó
con su estrategia desde un departamento
que la familia tenía casi abandonado en
la capital del país: concedió entrevistas a
otros dos periódicos nacionales antes de
hacerlo a tres radiodifusoras, y, por fin,
a un matutino de televisión. Esto último
llevó la noticia al gran auditorio e hizo que
las autoridades judiciales —por encargo
directo del senador Jorge Calvo— iniciaran
una investigación.
El juicio, sustentado más en lo moral que
en lo legal, transcurrió con más calma de
la que se esperaba, si se toma en cuenta
el escándalo inicial. Los medios también
fueron perdiendo interés en el asunto,
hasta que trascendió que la esposa de
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Larrea había ofrecido información
adicional al jefe de la policía, lo que abrió
una nueva línea de investigación. Hasta
entonces, Larrea había gozado de total
libertad y sus abogados ya le endulzaban
el oído con promesas de impunidad.
Pero, la policía fiscal, la criminal y la
especializada en protección de los
derechos industriales e intelectuales
levantaron nuevos cargos, con lo que la
defensa de Larrea se vio por completo
rebasada.
Las nuevas revelaciones fueron aplas-
tantes. A cambio de trato preferente y
cierta protección oficial, la esposa develó
la verdad oculta y junto con el jefe de la
policía terminó de subir al patíbulo a su
aún cónyuge.
—Las obras publicadas por Larrea no
fueron escritas por Larrea, como todos
ustedes saben —dijo el jefe de la policía
en rueda de prensa—. Pero tampoco
fueron escritos por la esposa de Larrea,
como se dio a conocer antes. En realidad
se trata de una imprecisión.
Frente a los medios, la señora afirmó haber
“entregado” –textual– una por una las
veinte obras a Larrea, pero nunca aseguró
haberlas escrito originalmente como
ustedes supusieron y afirmaron. La señora,
aquí presente, es traductora de profesión
y con su trabajo sacó adelante a su familia,
incluyendo al mismo Larrea, antes de
que éste fuera famoso. A título personal,
ella tradujo diferentes manuales de
superación durante sus tiempos libres, por
mera afición, pues nadie la contrató para
ello. La señora declaró ante la autoridad
competente, y bajo juramento, haber dado
los libros traducidos a su esposo, con la
esperanza de que los leyera y mejorara
como persona, se volviera responsable y
se motivara para que pudieran lograr un
mejor futuro como familia. En ello no hay
ningún delito que perseguir, obviamente.
La señora nunca supuso lo que Larrea haría
con las traducciones. Larrea abusó de la
señora y al llevarlas con un editor violó
varias leyes, entre ellas, la Ley de Propiedad
Industrial e Intelectual, la Ley de Derechos
de Autor y el Código Penal Federal. Cómo
hizo su fama, todos lo sabemos. La señora
declaró que nunca denunció a su marido
porque Larrea, ciego de poder, la tenía
amenazada, prohibiéndole por años
regresar a su antiguo oficio. Finalmente,
y como un acto de entereza cívica y de
gran valor moral, denunció las prácticas
fraudulentas de su marido. Hasta aquí los
hechos. La Procuraduría Nacional realizó
las investigaciones necesarias y gracias a
ello diez autores y diez editores extranjeros
sin filial en nuestro país presentaron las
denuncias correspondientes. Además, se
le han sumado otros cargos: extorsión,
calumnias, amenazas, abuso de confianza,
falsedad de declaración, e incluso, por
una causa adicional que no vale la pena
explicar, por abigeato. Le espera un juicio
que seguramente será breve por la cantidad
de evidencias y testigos en su contra. Su
editor, quien ha demostrado haber actuado
en todo momento de buena fe, rindió ya
su declaración preparatoria. A él sólo se
le acusará de especulación comercial en
menor grado y se le impondrá una sanción
económica que no mermará del todo sus
finanzas, pues el gobierno no pretende
acabar con una próspera empresa. Aunque
hay que esperar también la sentencia
definitiva, les puedo asegurar que el falso
escritor Juan Larrea no será visto por la
calle de nuevo… Por último, debo aclarar
que, pese a lo que se rumora en los corrillos
periodísticos, la señora y yo no tenemos
ninguna relación íntima. t
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Spike Jonze nos coloca en un espacio ine-
xistente con una historia contada en una
enorme ciudad y con una problemática
sumamente actual. El corte es de tipo
romántico y de ciencia ficción, en el que se
involucran una cercanía tan estrecha con
una inteligencia artificial llamada Samantha
(Scarlett Johansson), al tiempo que se
difuminan las dimensiones de lo físico y lo
virtual. Se trata de una sociedad en la que
los vínculos humanos se han modificado
por completo, y que está estrechamente
arraigada a su tecnología: de esta relación
depende el orden emocional de los
consumidores.
El protagonista es un escritor de cartas, las
dirige a personas que no conoce, fingiendo
ser alguien muy cercano al destinatario,
por lo que intenta dotar sus letras de una
cercanía e intimidad tales que logren
conmover al lector. Es un escritor del futuro
que pareciera ser próximo, una metáfora
de nuestro tiempo cuando delegamos al
pensamiento y la creatividad (en el mejor
de los casos) a otras personas, pero también
ejemplifica los casos en que ocupamos
fórmulas pre programadas por máquinas
para poder expresarnos, para poder
entablar comunicación o arte masificada:
ahora, la estructura de la historia y narración
de un libro o película es la misma, se le trata
como producción en masa de “arte”, sin
la visión del artista, sino de un grupo de
empresarios y estadistas -con pensamientos
abstracto-matemáticos- que dan forma
final al producto u obra.
Una importante referencia de lo que se
puede llamar “crear”, es el puente que se
genera entre el receptor y el emisor -el artista
y el espectador-, en este pasaje, el conducto
es el arte -dando un arriesgado concepto-,
y en Her observamos que las personas se
han dejado de vincular unas a otras, que
se ha cedido ese terreno al ámbito de
las máquinas; ahora la creatividad de los
dibujos, las cartas, los saludos o despedidas
es ocupada por máquinas.
Her // Spike JonesDaniel Leguízamo
//Datos de la película//Spike Jonze. Dirección y guion
Theodore Twombly (Joaquin Phoenix)Samantha (Scarlett Johansson)
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Samantha es una personalidad virtual,
no existe en este plano, su realidad se
encuentra en el cyber espacio, pero aún
con esta existencia alejada de la nuestra, su
vinculación con el protagonista Theodore
Twombly es muy estrecha, es una relación
en la que comparten y complementan
ideas, y que además llevan a un nuevo nivel.
El medio por el cual se desea transmitir este
mensaje ha cambiado -un medio que ha
pasado de ser de los rugidos a las señas, de
éstas al lenguaje verbal, de éste al escrito y de
este último a lo visual-, ahora encontramos
un nuevo medio de comunicación virtual,
en donde la tecnología nos permite entablar
una óptima comunicación e inclusive ayudar
a que nos expresemos de “mejor” manera.
Samantha es la cumbre de esta tecnología,
ayuda al escritor, quien a su vez ayuda a sus
clientes a expresarse mejor. La importancia
de ser claro y certero en los mensajes y
pensamientos ha dejado de ser primordial
en nuestras vidas, nuevamente nos vemos
envueltos por la inmediatez de la sociedad
“moderna”, la estética y el pensamiento
quedan de lado y son remplazados por lo
certero y lo práctico.
La película, aunque pareciera tener una
perspectiva pesimista que inclusive podría
causar miedo entre los espectadores,
es una visión con una óptica distinta
de nuestro tiempo. Hemos trasladado
nuestra vida social al plano de lo virtual,
un espacio lleno de incertidumbre. En
la vida actual, ya no es extraño escuchar
casos en que no se sabe si las personas
con las que se habla en el plano virtual
existen físicamente o sólo son el
producto de alguna comercializadora o
la imaginación y montaje de imágenes
de otra persona, de una que no es en el
plano físico. En este sentido, el hecho de
pensar en que podemos enamorarnos
de alguien inexistente no se encuentra
distante, mientras que el medio virtual
podría complementar nuestras ideas y
pensamientos, incluso podría ser que
éste se vuelva una especie de fábrica de
pensamientos –ahora tampoco suena
descabellado-.
El escritor deja de ser la fuente principal
de creatividad e inclusive de promoción
para la publicación de su obra, para
ceder este aspecto al ente virtual. Her
es una crítica inteligente a la forma en
la que hemos delegado nuestras vidas.
Sostenida en la actuación de Joaquin
Phoenix, quien soporta constantes
primeros planos, esta película nos lleva
por la incertidumbre del enamoramiento
hacia ese algo que se encuentra en un
plano cada vez más invasivo en nuestra
realidad: la virtualidad.t
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William Ferreira Caricaturista uruguayo nacido el 17 de diciembre de 1970 en Montevideo, Uruguay.
Estudió dibujo y pintura con Álvaro Fontana en “Continental School” desde los 12 años, momento en el cual comenzó un viaje sin retorno dedicado al estudio de lo que él considera cariñosamente como un “oficio -arte”:
“Intento trabajar mis caricaturas como lo haría un herrero o maestro de armas japonés, si hacer una espada samurai es una cuestión espiritual, intento en mis caricaturas capturar el espíritu del personaje, más que deformar grotescamente”.
Trabaja como profesional desde hace 23 años para el diario El País de Uruguay.
Realizó muestras colectivas e individuales en Uruguay.
Actualmente reside en Alemania y publica en la revista Sábado Show del diario El País de Montevideo en caracter de colaborador.
Es amante del cine y de la vida.
www.facebook.com/ferreira.caricature
Galería del Mes William Ferreira (caricaturista)Redacción Jus
John Lennon
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Vito y Michael Corleone
PARA VER MÁS TRABAJOS DE WILLIAM FERREIRA PUEDEN DIRIGIRSE A:
WWW.FACEBOOK.COM/FERREIRA.CARICATURE