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Historias de Terror - I - "El árbol"

Mar 10, 2016

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Jacques Pierre

Este libro forma parte de la colección del primer concurso de cuentos de terror de El Club de los Libros Perdidos, y lleva el título del cuento ganador, "El árbol" de Mauro Alfredo Insaurralde Micelli. Su descarga es gratuita siempre que se respete el derecho de autor de cada uno de sus participantes. está prohibida terminantemente la venta del presente libro.
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Page 1: Historias de Terror - I - "El árbol"
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HISTORIASDE TERROR

I“El árbol”

NOTA: El presente libro está conformado por los concursantes del primer certamen decuentos de terror de EL CLUB DE LOS LIBROS PERDIDOS, se permite su difusióngratuita y libre, según lo acordado en las bases del concurso. Está prohibido el usocomercial o la venta de todos o cualquiera de los cuentos participantes.

1.

“El árbol”

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(Cuento ganador del concurso)

Mauro Alfredo Insaurralde Micelli

En medio del bosque hay un árbol muy particular. No se parece a ningún otroque hayas visto nunca, aunque su tronco es de madera y tiene raíces y ramas y hojas.Es extraño porque a diferencia de otros árboles no está confinado a ese solo lugar.

Se mueve a través del pensamiento y si cierras los ojos, seguro que ahí estará. Sellama exactamente como lo primero que pensaste al oír de él. Su tamaño es el mismoque tú te has imaginado y el color de sus hojas es, precisamente, tu color favorito.

A pesar de su apariencia juvenil, el árbol tiene más años que la Tierra misma,aunque rejuvenece cada vez que alguien lo ve. En el medio de su tronco tiene un rostroque, por casualidad, es igual al de la persona que te resulta más repugnante. Su ojoderecho es del mismo color que el tuyo y el izquierdo es un espejo. Tiene muchasramas y cada vez que alguien lee este cuento, le crece una nueva. Sobre la frente de surostro está grabado el nombre de la persona que más aprecias y en el nido que estásobre la rama más larga, habita un pajarillo color sueño llamado Mirko, que repite una yotra vez lo que estás pensando ahora.

Las raíces del árbol llegan hasta los corazones de tus amigos y se alimentan desus acciones, así que si ves a tus amigos cansados, ya sabes a quien culpar.

Bajo la raíz principal vive una serpiente cuyo nombre no se menciona y que secría cada vez que estás triste. Si la serpiente crece lo suficiente, el árbol muere y con éllos corazones de tus amigos. Por eso no es bueno sufrir demasiado.

Del costado de una de sus ramas sale una mano en cuya palma parpadea unojo. Con esa mano sostiene el Destino y con ese ojo observa al Mundo. En la parte deatrás tiene escrito el secreto del Universo, aunque nadie nunca ha podido determinarcuál es la parte de atrás de un árbol.

Sobre la copa vive un mono llamado Fobia que se ríe de ti cada vez que algo teasusta. La única forma de ahuyentar al mono es venciendo todos tus temores. Lo ciertoes que el mono nunca se va realmente.

Si todo esto no te ha convencido de que éste es un árbol extraño, tal vezescuchar su “otra” manera de alimentarse te sirva de algo. Una vez que alguien ha vistoa este árbol o escuchado hablar sobre él o tan solo leído un cuento sobre su existencia,queda atado a su vida. Muchos sabios han dicho en tiempos remotos que si este árbolno existiera, los humanos seríamos, en esencia, inmortales. En definitiva, una vez queel árbol ha entrado en tu ser, se alimenta de tu energía vital, secándote lentamente,todos los días un poquitito más. Eventualmente te mueres y tu cuerpo se convierte enabono para nuevos retoños del árbol.

Pero no tienes nada de qué preocuparte, ya que si nunca has oído hablar deeste árbol, de aquel que habita en el medio del bosque, entonces no tienesabsolutamente ninguna razón para temerle.

2.“Uno, dos, tres”

Sabrina Barrado-frea

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Era capaz de oler su miedo. Apenas un ovillo bajo las sabanas. Un pequeño ytembloroso ovillo espiando en dirección a la ventana. El terror pintado en sus ojos,buscando frenéticos en todas direcciones, intentando captar alguna imagen. Siemprehabía temido a la oscuridad, por ello dejaba entreabierta la persiana de su habitaciónpara que se colara la luz de la farola. Pero aquella noche, era la tormenta quieniluminaba a su antojo. Solo un par de segundos.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis…. La luz. Dibujando los contornos enintermitencias espectrales, antes de sumirlo todo nuevamente en la asfixianteoscuridad. Densa, casi palpable…y otra vez aquella voz. La voz que le despertó ensueños.

Apenas un murmullo, un susurro, que poco a poco elevaba el tono hastamezclarse con el trueno. Naciendo de la nada, hasta convertirse en una explosióncontinuada, haciendo temblar los cristales, elevando su ritmo cardíaco hasta alejarse,perdiéndose en la noche. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. La luz. Una sombra se mueve lentamente en un rincón. Arrastrando los pies,balanceándose, haciendo crujir sus ásperos ropajes. Siente como cada músculo setensa petrificándola en su postura de ovillo. Su corazón palpitando en la yema de losdedos, en las sienes, en sus labios. Puede oír cómo se mueve, el roce de sus pies en lamoqueta, el murmullo que escapa como suplicante hasta convertirse en lamento, enurgencia, en grito.

Uno, dos, tres, cuatro…. La luz. Descubre la silueta que se cierne amenazante asu lado. No puede ver su rostro. Sus manos huesudas se estiran dolorosamente paraalcanzarla y en la oscuridad pronuncia su nombre. Apenas un murmullo, un susurro,hilando cada silaba como si su garganta se ahogara en sangre. El peso de un cuerposubiendo a la cama. Una mano junto a su cabeza, la otra rozando su espalda. Puedesentir el aliento a través de la sabana, putrefacto, frió.

Uno, dos, tres…La luz. Un rostro a dos centímetros del suyo. Los ojos ciegos,lechosos. Unas pocas hebras de fino y largo cabello adheridas a su cráneo. La carnecorrompida, el hedor que se desprende de su boca. Una hilera de pútridos ypuntiagudos dientes, sus labios agrietados murmuran su nombre, apenas un susurro…En la oscuridad una pegajosa lengua se desliza por su mejilla, saboreándola, dibujandola línea hasta su oreja, allí se detiene, sisea su nombre y ríe.

Uno…cuenta el espectro, dos. La luz. Una sonrisa macabra, un destello de fuego en sus ojos, un silencio de

muerte. Tres….dice, antes de abrir sus fauces para devorarla.

3.

“Mujer macabra”

Miriam Juarez

Los espejos ocultan algo muy siniestro. Y si nunca lo sintieron así, pues vean loque me sucedió. Escuche un grito, un grito escalofriante, estaba asustada y por algunarazón no podía abrir los ojos, me encontraba tendida en una cama y me costólevantarme, sentía las piernas inmóviles, respiraba con dificultad hasta que una vez másun grito que hizo ensordecer mis oídos, solo quería huir de ahí, al llegar a la puerta sentí

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una presencia extraña detrás de mí que me respiraba en la nuca y un olor a sangreputrefacta invadió el cuarto, abrí la puerta el miedo me estaba paralizando no queríavoltear la mirada no deseaba ver quién o qué me perseguía llegue a un pasillo parecíael de un hospital y el grito me perseguía por todos lados entre en pánico apenas sentíafuerzas para escapar, una luz y unos ruidos que provenían de otra habitación llamo miatención, sentí alivio hasta que abrí la puerta y un resplandor luminoso cegó mi vista porun momento, cuando logre ver bien había una mujer a la que apenas se veía el rostro,solo sus ojos, como dos agujeros negros que parecían no tener fin, era una miradapenetrante que me estaba observando y su boca que escurría sangre, órganos y pielme sonreía diabólicamente mientras desgarraba y destrozaba a un hombre con susdientes, quise dar la vuelta para encontrar una puerta que me lleve a la calle pero esamisma criatura se abalanzo sobre mí, la empuje y corrí lo más rápido que pude yaparecí nuevamente en aquella habitación donde me vi recostada entonces me dicuenta que yo solo era un espíritu que debía hacerme reaccionar porque esa cosa iría adevorar mi cuerpo, frente a la cama había un espejo tome fuerzas para romperlo y queel ruido lograra despertarme pero no lo conseguí, traspase el vidrio, quedé atrapadadentro de él mientras la mujer macabra se aproximaba y me observaba curiosamentedesde el otro lado, sonríe y llora lágrimas negras creo que todo esto es el mismoinfierno, de este otro lado comencé a sentirme a salvo ya no quiero escapar de estaoscuridad y silencio de muerte aunque mi cuerpo sucumbe en una cama no deseocontemplarlo, ya no estoy asustada solo observo el demonio con sus manosensangrentadas que comienza a arañar el espejo como si eso le permitiese en algúnmomento ingresar por mí.

Por eso si te estás cepillando tus dientes por la noche frente a un espejo y derepente ves unas manchas de huellas digitales si las limpias pero no puedes quitarlas ypermanecen asegúrate que no sean marcas del otro lado del vidrio porque el demonioya vino por mí y estoy tratando de salir por el cristal de algún espejo para invadir tualma. Que tengas buenas noches.

4.

“El tormento nunca termina”

Julio David Alonso

Para cuando lean esto, ya estaré muerto. Tal vez nadie crea esta historia, peronecesito desahogar mi espantoso tormento. Mi hora se acerca, sólo me queda tiempopara contarles este extraño y aterrador suceso que me ha perturbado tanto.

Mis noches se habían convertido en una verdadera tortura. Ya no soportaba másesa tediosa e irritante música del vecino, quien además, era el dueño de la casa en laque yo vivía, me la arrendo hace unos meses, cuando decidí salir de la casa de mispadres, y vivir solo. Ahí, en la casa, disfrutaba tanto mis ratos de solemne soledad,durante el día. Amaba despertar en las mañanas y estar en la terraza, viendo elamanecer de un nuevo día, escuchando mi música favorita y bebiendo un pocillo de

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café. Pero, como les cuento, ¡ya no aguantaba más! Estaba tan perturbado… No seimaginan cuanto aborrecía al maldito viejo, tanto así, que… -quisiera que se murieraese maldito viejo – murmuré. Y… ahí fue donde se me vino a la cabeza esa retorcidaidea de querer matar al viejo. Es un viejo extraño, se la pasa encerrado en su casahaciendo quien sabe que cosas… además no tiene familia, y todos en el barrio loaborrecemos, ¡sobre todo yo! Si… lo mataré. Nadie lo va a extrañar… ¡si, lo haré!,pensé. Pase toda la noche pensando en cómo matar al viejo. Luego… se me ocurrióuna torturadora y osada manera de matarlo. (Confieso que sentí una refrescantealegría, al pensar que por fin me iba a deshacer del viejo).

Amanecí una vez más trasnochado y perturbado… pero con una clara idea, quea partir de ese momento no dejaba de rondarme la cabeza. Entonces... aliste una sogay le hice un nudo de horca. Ya sólo faltaba que llegara el inminente momento, que seríaesa noche, que el viejo viniera a cobrarme la renta. Ya sólo faltaban minutos… mientrasyo acariciaba la soga que tenía lista para el viejo. Sonó la puerta, tiene que ser el viejo,pensé. Abrí la puerta, y si… era el maldito viejo. Lo recibí amablemente y le pedí quepor favor tomara asiento. Le ofrecí un trago, - ya vengo… voy por el dinero para pagarle–le dije. Como se imaginaran, en realidad fui por la soga, la tenía escondida en lacocina, y entonces… la tomé, maldito viejo… tantas veces, le pedí respetuosamenteque le bajara el volumen a su música, pero este hacia caso omiso. Si… esto ya esdefinitivo. ¡Su hora ha llegado!, pensé. Volteé a mirarlo, muy nerviosamente. Con lasoga atrás, entre mis manos, me acerque a él con pasos sordos, hasta que llegue a ladistancia perfecta… y sin más, rápidamente le puse la soga y comencé a ahorcarlo… yoapretaba cada vez más y más fuerte, mientras el agonizante rostro del viejo sedesvanecía... Su agonía por fin cesó, con mi pie lo sacudí, y me aseguré que estuvierabien muerto.

–Maldito viejo, ya no me fastidiaras más –dije sonriendo. Me senté al lado delviejo ya muerto, cada vez que lo veía, me aterraba más lo que había hecho.

-¿Ahora qué haré con el cadáver? No hay un lugar cerca para enterrarlo obotarlo… y si llego a salir, algún vecino se daría cuenta, ¡maldita sea! –pensé en vozalta. Desesperado y cada vez más y más aterrado de ver el cadáver del maldito viejo…con vehemencia, decidí descuartizarlo, y así lo hice. Corte su cabeza, brazos y piernas.Cuando lo estaba desnudando para cometer el macabro acto, encontré amarrado en sucuello un extraño símbolo metálico, algo como satánico.

No le preste mucha atención, después de todo, era un viejo muy extraño.Empacado en una bolsa de basura, lo guarde en el baño del primer piso, ya que estepermanecía cerrado con llave, era realmente asqueroso ese baño, era el lugar idealpara guardarlo, mientras pensaba en la manera de deshacerme del cadáver… No mepude abstener más, y entonces, salí a la tienda por cigarrillos, nunca antes había estadotan nervioso. Luego llegue, y puse música para relajarme. Fumando y con el extrañosímbolo del viejo en mis manos, me preguntaba: ¿Qué demonios es esto? Ahora todoserá más fácil, sólo tengo que deshacerme del cadáver, pensé. Y ya más tranquilo, mefui a dormir… Estando en mi cama, sentí una escalofriante presencia, abrí los ojos muylentamente… y ahí estaba, ¡era el maldito viejo! Tenía un rostro adusto. Yo me quedéestupefacto, y el horripilante viejo comenzó a sonreír como un demonio. Iba a gritar… yjusto en ese momento, desperté gritando de una pesadilla. El sueño se me habíaquitado, así que fui al baño a echarme agua, abrí el lavamanos, baje mi cabeza paraecharme agua en la cara, y, cuando la volví a subir… miré en el reflejo del espejo alviejo. Volteé a mirar… ¡y era él!

El maldito viejo, tenía en sus manos el serrucho con el que lo había

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descuartizado. Era como si se hubiera levantado de sus propios restos, como si hubieraresucitado para vengarse de mí… Tenían que haberlo visto ustedes mismos, para saberel horror que sentí en ese momento. Comenzó a acercarse lentamente, con su sonrisamacabra, y yo, horrorizado, como nunca antes lo había estado, salí a correr, bajerápidamente las escaleras… y de repente, golpearon la puerta. Antes de ver quién era,trate de tranquilizarme, y entonces, abrí la puerta, y eran dos agentes de policía.

–Buenas noches señor, estamos aquí porque los vecinos nos informaron queescucharon alaridos y ruidos extraños –dijeron los policías.

–Lo que pasa es que tuve una horrible pesadilla –respondí. Era obvio quevenían a inspeccionar la casa, así que los hice pasar… Escrutaron cada rincón de lacasa, hasta que… vieron la puerta del baño, donde había guardado el cadáver.

-¿Hay algún inconveniente si nos presta la llave de esta puerta?

–No, claro que no. Comencé a ponerme tenso, fui por la llave, y también toméun revólver que tenía muy bien escondido. Tenía que matarlos o me descubrirían, y mearrestarían por haber cometido un homicidio tan sádico, pensé. Les di la llave, a medidaque la llave entraba en el cerrojo, yo iba cogiendo el revólver, alistándome paramatarlos. Finalmente abrieron la puerta… Yo estaba que me moría de los nervios, ypara mi sorpresa… el cadáver ya no estaba, y entonces, solté el arma, quedandoanonadado… -¿por qué esa cara señor? –preguntaron al notar mi reacción.

-No, sólo que estoy impresionado de ver lo deteriorado que esta ese baño, comosiempre permanece cerrado- respondí.

–Sí, la verdad está hecho un asco. Uno de los agentes entro y encontró elextraño símbolo del viejo. Lo observo, y me pregunto qué era eso. Yo le dije que me lohabía regalado un amigo. Los agentes ya se iban a ir… pero, antes me preguntaron porel dueño de la casa: el viejo. Ellos habían golpeado en su casa, pero nadie les abrió. Asíque yo les dije que él había salido de viaje. Al no quedar muy convencidos del todo, mecitaron al otro día para interrogarme. En tono de advertencia me dijeron que tenía queestar allá a las 3 pm o ellos vendrían por mí.

-¡Es en serio! –me aclararon. Finalmente los agentes se fueron.

Siendo las 3 am, yo me quedé pensando en lo que había sucedido, y en lo queiba a suceder.

-¿Habrá sido una aparición o una aterradora alucinación lo que vi? No podíacreer que el cadáver había desaparecido, y mucho menos que se me había presentadoen el baño. Todavía nervioso, subí al segundo piso, donde el viejo se me presento.Entre al baño, prendí la luz, y dispuesto a enfrentar el miedo, corrí la cortina. No habíanada, por ninguna parte. De repente, la luz comenzó a titilar… hasta que se apagó. Muyasustado, en la inmensa oscuridad, busque el switch de la luz para volverla a prender.Cuando la prendí… Vi que apareció en el espejo un mensaje escrito con sangre quedecía:

''No me puedes matar. Dices la verdad o vendré por ti y te mataré''

Era algo realmente espantoso. Desesperado y mucho más aterrado, comencé aconsiderar las opciones que tenía.

–Si llego a decir la verdad, me meterán a la cárcel, quien sabe cuántos años... –y si no… el maldito viejo me seguirá atormentando, hasta matarme. Finalmente toméuna decisión. Pero antes de llevarla a cabo, necesitaba desahogarme. Siendo las 3: 30pm, yo sigo aquí escribiendo, desahogando este maldito infierno que he vivido lasúltimas horas de mi vida. Están golpeando la puerta, ¡maldita sea! Deben ser esos

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agentes de policía que han venido por mí… El tiempo se ha acabado, y si… mi hora hallegado.

Este fue el escrito que dejo un joven antes de suicidarse con un disparo en lacabeza. Joven quien asesino tan sádicamente al dueño de la casa en la que él vivía. Alparecer el joven padecía trastornos mentales. Encima del escrito dejo un extrañosímbolo, que era del dueño de la casa. Del dueño de la casa no se encontró ni unrastro, quien según los vecinos, era un viejo extraño, quien además, tenía un extrañopacto con el diablo. Los vecinos han dicho que en las noches el viejo se asoma a laventana, todo lleno de sangre con un serrucho en las manos. Unos jóvenes que seatrevieron a entrar a la casa, aparecieron descuartizados.

5.“El rostro macabro”Edgar Poe Escritor

"Desde antes de su nacimiento, eran esperados con muchas ansias por sumadre y soñaba con el día que naciera su primer hijo, al que había prometido dedicarletodo el tiempo del mundo y ser la mejor madre. Cuando ese día llegaba, el padre seapuraba a conseguir un doctor o una partera, ya que viviendo afuera de la ciudad eramás difícil tener asistencia médica.En el camino pues se encontró con un carruaje quede casualidad llegaba al pueblo, en el año de 1950 era común todavía que la genteviajara de esa forma, el conductor al ver la prisa de aquel hombre le preguntó cuál era laprisa:

"Es mi mujer que dará a la luz, en estos momentos me dirijo a buscar un Doctoral otro pueblo".

-Pues aquí llevo al Dr. Cartwright quién va de paso solamente pero pregunte sile puede ayudar.

Detuvo la marcha y el hombre con prisa le preguntó:

-Disculpe Doctor, ¿Será posible que nos pueda ayudar? Mi mujer está muy mal,está por dar a luz.

-Pues voy de paso solamente, pero con gusto la puedo ver.

-Se lo voy a agradecer mucho, le pagaré, se lo aseguro.

El carruaje continuó la marcha hasta llegar a la casa del hombre quién vivía conalgunas comodidades en el pueblo, siendo dueño de una pequeña fábrica de zapatos.

Al llegar a la casa, dejó su abrigo y su sombrero a la entrada y fue guiado haciala habitación donde se podían escuchar los gritos de dolor de la pobre mujer.

El Dr. Cartwright llevaba siempre un pequeño maletín por alguna emergencia, lopuso junto a la mesa que estaba a la par de la cama, examinó a la mujer, tenía unafiebre muy alta, se le acercó a él y le dijo que su mujer estaba muy mal pero que haríatodo lo que pudiera.

Se escuchó el grito de la mujer y luego el llanto de un niño... el hombre se alegrómucho pero en eso el Dr. le dijo que lo sostuviera luego de envolverlo en una toalla, la

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mujer se había desmayado por todo el trabajo y el esfuerzo que había hecho, perocuando el doctor la revisó, se dio cuenta que la mujer había fallecido... el hombre quedómudo de la impresión y el niño no dejaba de llorar... pero luego se escuchó un segundollanto, a lo que el doctor siguió revisando el vientre de la mujer porque pensó que erangemelos, pero no encontró nada.

Entonces se dio cuenta que los llantos venían detrás del niño, se acercó arevisarlo... pero no encontraba nada... al revisar su cabeza, se asustó mucho y de laimpresión casi lo bota, si no es porque el padre del niño estaba cerca para ayudar asostenerlo. Le señaló al padre para que viera también, el hombre no salía de suasombro... al ver que el niño tenía en la parte de atrás de su cabeza... otro rostro... elcual era el que se había unido al llanto.

El doctor muy asustado le dijo que se retiraba y que no le debía nada, así quesalió en cuanto pudo y rápidamente el carruaje se alejó a todo galope con los caballos.

El hombre sentía que no tenía fuerzas para poder aguantar todo en esemomento, le pidió a su criada que sostuviera al niño mientras él se ocupaba de su mujerque acababa de fallecer.

La criada se desmayó cuando vio la otra cara del niño que le sonrió cuando estala descubrió. Dejándolo caer al suelo y salió rodando debajo de la cama.

Justo afuera el pobre hombre no soportaba y sentía que un nudo se le hacíamuy grande para su garganta y los ojos que casi se salían. Cuando ya no pudo mas, sefue al granero, colgó una cuerda con la que se ahorcó muriendo en el acto.

Para la suerte de la criada, no había quién se ocupara de la casa, la fabrica yahora el recién nacido, no tuvo más remedio que hacerse cargo de todo, incluyendo alniño.

Sabemos muy bien que los niños no piden nacer y no tienen la culpa de habernacido con algún defecto, pero cuando este niño llegó a los 21 años, la pobre criadahabía tenido que aguantar muchas burlas y el desprecio de todo el pueblo.

Una noche cuando la luna estaba llena, alrededor de la 1 de la madrugada, unfuerte dolor de cabeza despertó al ahora hombre de dos caras... se sentó a la orilla dela cama, se dio cuenta que su otro rostro estaba dormido cuando este le habló. Todavíacon sueño, decidió tratar de dormirse de nuevo...

Al siguiente día, cuando desayunaba, el otro rostro dejó salir una carcajada muyfuerte... casi no hablaba pero el hombre se volvía loco cuando se reía de esta forma, lacriada que había sido como su madre, se asustaba mucho cuando esto pasaba... hastaque un día le hablo e mitad de la noche.

"Ha llegado la hora de matarlos a todos".

Le dijo en una voz suave pero luego se iba haciendo más fuerte hasta que en ungrito le dijo de nuevo:

"Mátalos a todos, a todo aquel que se ha burlado de nosotros incluyéndola aella".

-¡Cállate! Dijo el hombre muy alterado pero esta no dejaba de hablar, así que elhombre decidió acostarse boca arriba de modo que esta quedará justo en la almohada.

Su deseo por deshacerse de esta otra cara era obvio, pero no se ahogaba,parecía respirar con la misma nariz de este.A la siguiente semana...

Llegaba un cartero que recién había empezado ese empleo y se perdió porquecasi todos los caminos eran iguales, entró a la casa y tocó a la puerta para pedir serubicado, cuando le abrieron la puerta fue prácticamente empujado hacia adentro,

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resbaló y cuando trataba de levantarse, el filo de un gran cuchillo lo detuvo, el hombrese asustó y pensó que era un robo. Cuando el cuchillo fue retirado, solo vio a unhombre con un traje muy elegante, con una corbata negra y unos extraños zapatosnegros, como que eran dos tallas más grandes, pero cuando el cartero trataba delevantarse, fue atravesado en el cuello por ese filoso cuchillo, el hombre cayó al suelomientras una risa diabólica se escuchó venir por el rostro macabro que lo unía con suhermano.

Ya habiendo convencido a su hermano que matara a todo el que se lesatravesara en su camino, la siguiente fue la misma mujer que los había criado, estandoen la cocina no se había percatado de lo que acababa de suceder en la sala.

Justo en el momento que salió de la cocina para buscar a los hermanos paraque comieran, ya la esperaban detrás de la puerta, al terminarla de abrir, le clavaron elmismo cuchillo en la frente, cayendo de espaldas con la comida que llevaba en unacharola.

Habiendo así comenzado su diabólico plan, decidieron ir al pueblo... se fueron alestablo, ensillaron un caballo y salieron lo más rápido que pudieron. Ya en el camino,encontraron a una hermosa mujer que se dirigía a comprar, el hombre detuvo el caballoy ofreció llevarla, pero esta sintió mucho miedo al escuchar una segunda voz... así quedesde arriba, solo deslizo el cuchillo por su cuello... hasta que la cabeza salió hasta elotro lado del camino.

Siguiendo el camino comenzaba a oscurecer, al fondo se veían las primerasluces, de paso una pequeña anciana llevaba una carga en su cabeza, le incrusto elcuchillo por la espalda hasta que esta cayó de rodillas, luego con el pie la empujó haciaadelante para sacar el cuchillo, pero ya a esta hora, un leñador quién había llegado a lacasa y encontrado los cadáveres, les venía siguiendo el rastro con su hacha en mano.Luego, cuando disponían de entrar a una pequeña casa donde Vivian una pareja deancianos, fueron alcanzados por el leñador que ya había alertado a algunas personas,estos habían encendido algunas antorchas y rodearon la casa, les gritaban quesalieran, pero se negaron. El leñador que no les tuvo miedo se lanzó por una de lasventanas para sacar a los ancianos, pero cuando sacaba a la señora, fue herido demuerte a un costado.

Cuando intentaron salir por otra ventana y con los ancianos a salvo... la gentedecidió darle fuego a la pequeña cabaña, dejando a los hermanos en medio del humo ylas llamas, entonces la risa diabólica se escuchaba a todo pulmón, de repente solo seescuchaba como los chillidos que hacen las ratas. El hombre que era el dueño delcuerpo culpo a su hermano, el que nunca había tenido movimiento por sí solo y quehabía llevado a su lado siniestro a este, pero era demasiado tarde... estos murieroncalcinados por las llamas.

Los pobladores se alegraron que se habían deshecho de los hermanos y soloesperaban a que todo se consumiera, ya cuando quedaban las llamas muy pequeñas ycasi todo era cenizas, decidieron entrar... encontraron el cuerpo quemado cerca de unade las ventanas... cuando uno de ellos lo presiono con un palo, se llevo el susto de suvida, el rostro diabólico, todavía estaba vivo... y dejo escuchar un grito tremendo y selevanto hasta que pudo morderle la oreja a este ultimo que se le había acercado.

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6.“Fuga”

Marcelo Baez

La sangre no lo impresionó. Tampoco las gotas que fueron salpicando de a pocosu camisa hasta que el rojo se volvió negro, casi.

¿Cómo sería la muerte? Se preguntó en un momento cuando brotaron lasprimeras gotas. ¿Sería dulce? Seguro que no. Debe ser silenciosa. Tanto como estemomento sin gritos.

¿La muerte será definitiva? Tal vez. O tal vez no. Porque siempre creyó en otrasvidas. Entonces no había muerte, al menos no del todo. Entonces, dijo, aquel era unacto de resurrección necesario

Una suerte de morir para vivir. No entendió esa contradicción en el momento ysiguió hundiendo la hoja del cúter, abriendo la piel. Estaba abriendo la vida. Lo invadióen ese momento la curiosidad del científico. Estaba buscando la vida misma en eseacto, en esa muerte.La vida eran esas gotas de sangre que caían en el piso, las quemanchaban su camisa, las que de a poco salpicaban la pared.

Quería ver el momento preciso en el que la vida se fuera de allí. Había cerradopuertas y ventanas. Quería verla huir, como él lo había hecho siempre. Quería verlarendida a sus pies, convertida en una mancha triste que pasa por debajo de la puerta ensu premura por abandonar la escena del crimen. Y se sintió poderoso. Le estabaganando a la vida misma. La tenía en sus manos que temblaban.Y sonrió.Fue justoantes que el cúter cayera al piso junto con su cuerpo y la mancha de sangre en el pisotraspasara la puerta, huyendo del lugar, llevándose la vida consigo, silenciosamente enla noche.

7.“Un paseo nocturno”

Enrique Camargo

Hace unos años el Cementerio Católico de Santiago, en Chile, promovió unaserie de visitas guiadas en su recinto, principalmente para realizar fotografías y en plande turismo.

Cuando vi el anuncio, me interesó enseguida. Yo conocía el lugar a la perfeccióndurante el día y si a pleno sol destacaban sus plazas, sus paseos, sus esculturas y susmúltiples criptas de diseño diverso, indudablemente la noche permitiría hacerinteresantes cuadros nuevos. Me puse a investigar el calendario, para escoger unafecha coincidente con una luna llena.

Finalmente llamé por teléfono y realicé una reserva. La fecha seleccionada, caíaen una semana más. Si bien alguna vez ya había capturado imágenes en el lugar, mehizo el propósito, por creer que resaltaría el contraste, de recorrerlo el día previo y

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aprovechar de hacerme una idea de que lugares seleccionar para mis fotos.

Cerca del mediodía del mismo viernes, me subí al metro que me dejó a pocospasos de la entrada y crucé los enormes portones negros, el amplio vestíbulo,continuando derecho hasta el primer patio. Era este una terraza circular. La flanqueabanbancos para el descanso, intercalados por esculturas de arcángeles con las alasextendidas, montados en pedestales que se perdían entre macizos de flores. Allí tomémis primeras fotografías, desde distintos ángulos y posiciones. Bajé por una rampainclinada, que desemboca en otros patios y callejones interiores a nivel del suelo.Deambulé entre las criptas, disparando aquí y allá mi cámara, mientras memorizabamentalmente el recorrido, para repetir después las tomas, durante la noche. Recorrídespués un sección de tumbas en tierra, bastante deteriorada por cierto. Con crucesque iban desde apenas un par de maderas mal claveteadas con un cartelito borroso,escrito a mano, con las consabidas leyendas:

QEPD RIP ROSA MONSALVO JUAN PEDRAZA A1917- 1982 5.6.1923- 17.8.1971

Al lado de algunas un tarrito de lata, vacío desde hacía tiempo o un ramito secodesde hacía meses. Un par de fosos recientemente excavados, con los montones detierra a su lado, esperaban pacientemente a sus futuros ocupantes. Al doblar por unpasaje estrecho, me topé de frente con un cortejo. Avanzaba dando tumbos; un grupode hombres muy serios y formales, de corbata y terno portaba el féretro sobre loshombros y un manojo de mujeres lagrimeantes, les seguía detrás a pocos pasos.Simulé rezar frente a una tumba, mientras pasaron con murmullos de lamentos, por milado. Los seguí con la mirada, dispuesto a captar algunos planos que plasmaran susufrimiento.De más está decir que todo esto, con sigilo y con respeto.

Algún desventurado pasó cerca, con ramito de flores azules, apretado entre lasmanos. Me miró distraídamente, por un momento sus ojos brillaron con un destelloextraño, no sé si compasivo o con desaprobación, cuando me vio enfocando la cámaraal entierro, de bruces sobre una lápida. Cuando bajaron el cajón, arreciaron los llantos ycapté desde mi escondite: un rostro surcado de lágrimas; el gesto desesperado de unamuchacha, muy pálida, de vestido negro, extendiendo los brazos hacia el frente,mientras intentaba inútilmente reprimir un grito; un niño que se estiraba desde losbrazos de un adulto para dejar caer un último clavel en el sepulcro; los abrazosrepetidos; los sepultureros indiferentes comenzando a palear tierra; los amagos dedesmayo superados apenas en los brazos de un pariente y luego la comitivatambaleante que se marcha, por un estrecho sendero de cruces.

También me dirigí a esas enormes galerías de nichos, arracimados como unacolmena, con sus interminables hileras de dedicatorias de piedra, sus placas de bronce,cargadas de flores, algunas frescas, otras secas, otras que comienzan ya a marchitarse.Un molinete de plástico, girando a veces, a los soplos de la brisa en la tumba de algúnniño, que ya no reiría nunca más sorprendido con el súbito aleteo de colores.

Habré pasado, fácilmente unas dos horas, vagando por todos los rincones antesde retirarme satisfecho con la toma conseguida. Ya en la casa, descargué las tarjetasde memoria y dividí las fotos en secciones según su ubicación o el tema. La tarde se meesfumó en otros menesteres y ya pasadas las 9 pm, me dirigí de nuevo al cementerio.Llegué contorneando el alto muro, hasta los portones de hierro, que permanecíancerrados. Solo mantenían abierta, una pequeña puertita lateral; un cartelito indicaba elacceso, con una flecha que apuntaba hacia adentro, en la vereda. Allí realicé misprimeras tomas, antes de entrar, después recorrí un pasillo sombrío hasta dar con elvestíbulo principal.

Ya había allí un pequeño grupo reunido, unas siete u ocho personas, alrededor

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de un guardia de uniforme. Me acerqué con una cámara en la mano y las otras doscolgándome del cuello. Intercambié saludos, estreché algunas manos más o menosentusiastas y con un par de muchachas que se mantenían serias y apartadas, bastó conun movimiento de cabeza, que no se dignaron en contestar. La visita comenzaba a las10 pm exactas, todavía faltaban unos minutos y aparentemente esperábamos a que secompletara el grupo. Poco después de la hora prevista, llegaron casi a la carrera, unaparejita de jóvenes, casi adolescentes. Adiviné en la mochila de la muchacha, la siluetadisimulada de una botella. El guía alzó la voz y nos reunimos en torno a él, en el centrodel recinto. Se presentó y enumeró algunas recomendaciones y datos históricos a losque no presté demasiada atención, ocupado en revisar una vez más la carga de misbaterías.

El guardia inició el recorrido abriendo paso, señalando el camino con la luz de sulinterna, nosotros lo seguimos en rebaño, entre murmullos y comentarios que seprolongaban en ecos, rodando por los desiertos pasillos, multiplicándose a lo lejos enlas sombras.Salimos al exterior, en la misma explanada que yo había recorrido por latarde.Realmente bajo esta luz, a la que se sumaban jirones de niebla, todo parecíadiferente, los ángeles parecían flotar pálidamente entre la bruma, con las alas muyabiertas y los bancos apenas dibujaban sus contornos entre las sombras. Repetíalgunas tomas de la tarde, reproduciendo los mismos ángulos y descubriendo otrosnuevos.Aquí y allá destellaba un flash y los mármoles relucían de pronto con reflejosblancuzcos y azulados antes de perderse de nuevo en la oscuridad.Un par de nubesocultaron parcialmente la luna, flotábamos entre un resplandor espectral, casifantasmas.

Confirmé mis sospechas respecto a la parejita, cuando los vi semi esconderseen el arco de una galería de nichos y beber directamente de la botella, apenas un pocoretrasados del grupo. Me llegó el murmullo de sus risas contenidas. Durante el primertrecho coincidió el recorrido, con el que antes yo había hecho, pero al llegar al tercerpatio, el guardia siguió por una callejuela entre las criptas, mientras yo quería ir al sectorde los sepulcros en tierra.Me detuve dudando, si seguir al grupo o desviarme haciadonde a mí me interesaba. Me dije que en medio de aquel silencio, no me sería difícilreencontrarlos siguiendo el ruido de las voces y las luces de las linternas. Así que medecidí y opté por seguir por un sendero que creí reconocer del paseo de la tarde, que seperdía en las sombras, a mi derecha.

Atravesé ese barrio de los muertos más pudientes y desemboqué en lossuburbios de las tumbas más modestas. Aquí las sombras se hacían más densas,ausentes casi de reflejos entre los senderos estrechos. Encendí la luz de mi cámara,para ver bien donde pisaba, con la vista clavada al suelo.

Me detuve tratando de hacer memoria, viendo si podía identificar el lugar delsepelio, alcé la luz del suelo y la dirigí alrededor. El haz dio de pronto en la figurainconfundible de una muchacha, estaba sentada sobre una lápida, sacudía sus hombrosen estertores, su cabeza apoyada sobre la cruz.Por lo visto no había sido yo, el únicoen separarse del grupo.

No pareció percatarse de mi presencia, pero pisé sin querer un manojo de floressecas y el ruido la sobresaltó vi enderezarse de pronto su silueta. Me encaminé haciaella murmurando un saludo y una disculpa, no fue mi intención interrumpirla.Ella apenasse movió, en la penumbra me pareció que limpiaba su cara de lágrimas, era la vivaimagen de la tristeza. Tomé como sea un par de instantáneas, mientras me acercaba aella. Llegué a su lado y me senté con ella sobre la tumba. Instintivamente puse unamano sobre su brazo, pretendiendo consolarla. Estaba gélida.

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-¿Por eso viniste?-le dije en voz baja, intentando iniciar una conversación. Nisiquiera se volvió, se sacudió un poco como si fuese a llorar de nuevo, sentí bajo mimano sus estremecimientos.

-¡Tranquila! ¡Tranquila! - le murmuré- ¡Lo siento!

Un vientecillo frío sopló de pronto y le revolvió el pelo. Un pájaro se posó unpoco más allá y graznó desde la oscuridad un par de veces.

-¿Puedes ayudarme? - dijo apenas con voz entrecortada - ¡Yo no sé comovolver ! – agregó - ¡Si claro ! ¡Por supuesto! No te preocupes, yo también me separé delgrupo, para tomar algunas fotografías - le contesté.

Ella alzó lentamente la otra mano y aferró con desesperación la mía, posadasobre su brazo. Apretaba intensamente mi muñeca. Sus dedos eran largos, blancos,finos, una mano delicada, pero que apretaba con tanta fuerza con ansiedad, al puntoque me provocaba dolor. No quería moverme, ni retirarla, por no sobresaltarla aún más,pero un calambre helado me llegaba hasta el codo ya desde la muñeca. Se hizo unsilencio. Yo me preguntaba en vano como llegó hasta allí antes que yo, por dondehabría venido. Parecía algo más calmada, tranquilizada por mi respuesta o por mipresencia. Me puse de pie y la ayudé a incorporarse.

Ella no soltaba mi muñeca. El calambre helado ya me llegaba a la axila y seguíatrepando y latiendo. Encendí la luz nuevamente, para señalar el camino de regreso.Mesobresaltaron sus pies descalzos, en el circulo de luz, pálidos, casi azules, manchadosde tierra.

- Pero.... estás descalza - exclamé.

La luz se movió un poco sobre el suelo. Iluminó brevemente unas coronas yunos ramos sobre un montón de tierra removida y fresca. Un poco más allá un féretroabierto, la tapa volcada a un lado. Quise dar un salto pero mi muñeca seguía atrapadafirmemente entre sus dedos, sentí sus uñas clavadas en mi carne. Alcé bruscamente laluz, volvió hacia mí por fin su cara. Entonces vi sus ojos glaucos, ciegos, muertos. Merecorrió un escalofrío.

- ¿Me llevarás entonces a casa? - dijo todavía ella forzando una sonrisacadavérica. De mi garganta brotó un alarido y de un tirón brusco, me zafé de aquellaszarpas.

Corrí sin rumbo fijo, sorteando cruces y lápidas, mientras sentía su llamadolastimero a mis espaldas:

- ¡No me dejes aquí! ¡Llévame! ¡Llévame a casa!

Sin aliento llegué al fin al vestíbulo de entrada. Todas las puertas permanecíancerradas. La luz titiló un par de veces y se apagó con las baterías agotadas.

Me arrastré como pude hasta un rincón. Creo, no, estoy seguro más bien que vifantasmas blancos, semitraslúcidos, esa noche deambulando. Desde mi rincón sentídescorrerse cerrojos herrumbrados, abrirse secamente candados oxidados, puertas decriptas que chirriaban y sutiles pasos.Allí me encontró el guardia, hecho un ovillo, en lamañana del sábado. Con la mirada perdida, murmurando incoherencias, el pelocompletamente blanco y frotando con insistencia la mancha violeta de mi muñeca.

Durante el día, siento que recobro algo de lucidez y supongo que lo imaginétodo, que fue una crisis de nervios, aunque no querido aún mirar las fotos. Pero cuandose pone el sol, comienzo a ponerme tenso, tembloroso, insomne y desde las sombrasun murmullo parece repetir apenas perceptible:

-¿Me llevaras entonces a casa?

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8.“En la oscuridad de mi mente”

Jeovanni Moreno

Era un día normal como cualquiera, venia de comprar unas cosas de ateos enSacacoyo, se me hiso un poco tarde ya que había platicado con algunos amigos y comolos microbuses van llenos cuando inicia a anochecer decidí irme a pie a casa,recorriendo una distancia aproximada de un kilometro, todo parecía normal pero desdeque inicie a recorrer un lugar donde no hay alumbrado eléctrico inicie a sentir un friotétrico y la sensación de que alguien te está observando, pero como es una ruta quepaso casi a diario seguí caminando, pero esa mirada extraña y aterradora cada vez lasentía más cerca, los perros de las casas vecinas ladraban y aullaban como sintiendoesa presencia que cada vez la sentía más a mi lado, pero en esa oscuridad con una luzde luna apagada no se distinguía demasiado, seguí y cuando un vehículo paso vi unachiquilla caminando como unos 50 metros antes de mí, me pregunte tan noche y andasola?

Mala onda eso pensé bueno llegando cerca del portón de mi casa la vi ahíparada con su vestidito con un color blanco lleno de suciedad señalándome la entradahacia mi casa, todo esto gracias a la luz de otro vehículo, al llegar al portón ella ya noestaba, abrí el portón y realizo ese ruido de rejas oxidadas, entre y salude a mi esposa ypara relajarme de esa larga caminata inicie a escuchar algo de música pero mientrasmás sonaba la música en mi radio, me sentía más extraño y raros escalofríos recorríanmi cuerpo y una angustia y un dolor se aprovechaba de mi ser, decidí salir un rato alpatio de mi casa cubierto por la sabanas de el frio y la oscuridad, pero desde lejos esaniña seguía ahí observando, me acerque a ella y pregunte y seguía señalando laentrada de mi casa, decidí tomar una lámpara e ir a observar y me encontré a unanciano que me dijo, por años has buscado y estudiado lo espiritual, llego el tiempo detu recompensa hoy ellos se iniciaran a comunicar, luego él se levanto y camino hastadesaparecer en la oscuridad, luego de decir eso me quede paralizado y sentí esacantidad enorme de presencias extrañas no me pude mover, sentí que un puñado dearena callo desde esas ramos del árbol que me cubría del sereno, la voz se me fue nopude decir nada quede inmóvil total mente, sentí como unas manos huesudas, con uñaslargas y frías iniciaron a subir desde mi cintura lentamente hasta mi espalda, en esemomento mi cuerpo no se movía y mi mente estaba aterrorizada, era una sensación demiedo grande, sentí como lo helado se volvía húmedo y las largas uñas rasgaban mipiel, luego desaparecieron y otras manos de alguien menor me todo las rodillas, elviento empezó azotar con su furia los arboles, los perros ladraron, luego de unmomento… desperté en mi cama y le conté el sueño a mi esposa pero al levantarmeme dijo amor… mi espalda está totalmente lastimada con las marcas de las uñas de esaentidad extraña y en mis rodias tenia moretones simulando las manos que me

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tocaron…. Desde ese día siento esas presencias extrañas en la oscuridad… viendo yesperando el momento que puedan quebrar mi espíritu… sintiendo que cuando duermome observan sin saber cuál será el final de la pesadilla.

9.“Aquí, mi historia”Fabricio Asmus

Ya no sabía qué hacer, pasaba mis horas mal gastándolas en nada, leyendohistorias de miedo y demás cosas, no me iba mal en nada tampoco, tenía una buenavida social, y una hermosa familia bien ubicada económicamente.

¿El problema? Contenía demasiado odio encima, pero no esos que tú dices “levoy a pegar a tal persona” sino un odio más profundo, no sé si odio, o… deseo, deseode cometer mi primer homicidio de forma brusca pero delicada. Temía que cumplami deseo ya que mi vida era perfecta: familia con dinero, muchos amigos, muchasfiestas, muchas chicas a mi alrededor… no me faltaba nada.

¿Por qué esto? ¿Por qué yo tenía que desde un principio involucrarme con éstascosas? Nunca le había tocado un pelo a nadie, pero cuando pasaba por al lado de unapersona, ya sea desconocida o un amigo mío, me lo imaginaba muerto de la peormanera. Sé que esto no era normal, no se lo comentaba a nadie, pero me comían lasganas de hacerlo, y también me comía el miedo que tenía hacia mí mismo.

Al acostarme a dormir, soñaba con escenarios como los de Hostel o Jigsaw,sabía muchos métodos de tortura, y éstos aparecían en mis sueños, construidos a lujo ydetalle de cómo eran en realidad, pero siendo utilizados con personas desconocidas, obien, con alguna persona cercana.Llegué al punto máximo que ya no podía soportar,me sentaba a almorzar junto a mi familia, y a mi derecha se situaba mi hermana, yo,sosteniendo el cuchillo con la mano derecha, me la imaginaba agarrándose el cuellointentándose quitar el cuchillo que yo había introducido en el mismo, sin resultado,tirarse al piso y agonizar ahogándose en su propia sangre, mientras que mi padresaltaba a ayudarla, mi madre a los gritos llamaba al hospital, y mi hermano junto a mihermanita se quedaban pálidos sentados en sus lugares sin mover un pelo, sinentender la situación, ni yo la entendía, era como matarme a mí mismo… todo esto eraun sueño, un sueño que lo repetía en todas las horas de almorzar.

Creo que hoy en día, el único odio que tengo es hacia mi persona, y hacia lasenfermeras que me traen calmantes cada 3 horas, además me molestan las visitas queme hace mi familia irrumpiendo mi calma queriendo llevarme al cementerio paraobsequiarle flores al cadáver de mi hermana.

10.“El Juego de los dioses”

Dante Augusto Conti

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¿Alguna vez se sintieron ser parte de una nada?, mirar al cielo y sentir un vacíodesolado, pero ¿estamos solos realmente en esta diminuta dimensión?...

Siempre me gustó desafiarme en partidas de ajedrez, y ¿saben qué?...nuncapude ganar. Más de 30 años de desafío y solo logre derrotas, una tras otras. A veceslas piezas parecían tener vida, se movían y me hablaban. Me casé muy joven, miesposa era la más bella de todas, única en su belleza. La única que lograbaentenderme, ella era mi otra mente por así decirlo; pero nunca logré entender ¿por quéestaba conmigo?... tan sólo era un loco que jugaba horas y horas al ajedrez. Yo a ella laamaba mucho, pero jamás le pude demostrar. Este maldito juego me enloqueció y mealejo de todo.

Mis manos tiemblan al escribir esta historia. No logro entender ¿por qué lo hice?,a ella no le gustaba que juegue al ajedrez, decía que me volvía loco y violento, yo noera así. Nunca fui nervioso, no sé, no sé ¿por qué rayos lo hice? jamás le podría hacerdaño, yo la amo, ¿acaso creen que yo la puedo hacer algo?, ella lo es todo para mi, síque lo es, y ustedes no entienden nada, ¡ustedes son los locos!

Una noche, mientras tomaba unos tragos de vino y pensaba alguna táctica parapoder ganar, decidí utilizar varias tácticas, por así decirlo, ya estaba preparado paraganar, ésta vez no iba a perder; pues fui tras esa batalla, pero cuando llegué a mioficina, me encuentro con algo peor, mi juego había desaparecido; me empecé aenloquecer, ya temblaba y los nervios ya se adueñaban de mí, ¡¿donde rayos estaba miajedrez?!

En ese instante, empecé a sentir un olor a quemado que venía de la chimenea,– ¿que podría ser? – me pregunté ya agitado. Cuando de pronto observo que desde lachimenea mis guerreros, mis luchadores del coliseo estaban ardiendo en llamas. Mimujer había quemado todo mi juego, ya no me quedaba nada. Esa noche me desconocícompletamente. Jamás odie tanto a una persona, ¿por qué tuvo que hacerlo?, aquellaira que tenía era inexplicable, la insulté, la pegué, la pegué demasiado, pero yo noquería hacerlo, ella se lo buscó, ¡se lo merecía!, ¿qué otra cosa podía hacer? Mismanos ya sangraban de tanto golpearla, mi ropa estaba cubierta de sangre y dolor. Laquería matar, oh sí que quería, pero aún podía controlar mi cuerpo, aún podía sentircompasión por ella, ¿Ustedes que hubiesen hecho?

Ya no podía jugar más, nunca más; y no era lo mismo tener otro tablero, eseera especial, todavía recuerdo como mis guerreros ardían en llamas. Podía sentir sudolor, pero yo también me estaba muriendo, mi cerebro salía por mis orejas como agua,mi visión era cada vez más borrosa y mi cuerpo se estaba pudriendo, todo era comouna maldición…

Sólo me sentaba en el sillón observando y aguardando la llegada de ellos,mientras oía el canto gregoriano, esperando que algún día vuelvan mis guerreros pero,yo sabía que nunca volverían, jamás los volvería a ver. Hasta que después de tantoesperar y pensar, decidí que hacer, la culpable de esto tenía que pagar, solo así seterminaría esta maldición, ya no podía sentir compasión por mi mujer, tenía que pagar,¡esa maldita tenía que pagar! Yo había muerto en esa chimenea juntos con misguerreros, y de mi ya no quedaba nada, solo el odio, ese rencor de venganza, y ¿deella?, jajá jajá, esa es la mejor parte, la que disfruto mas, claro que me vengue. Esaperra, no volverá a molestarme nunca más, ¡ya no!, saben ¿Por qué? jajá, porque ellaahora forma parte de mi nuevo juego, y ahora si no volveré a perder, ya no, no tendrémás obstáculos, nunca más los dejaré irOh queridos lectores, ¿alguna vez jugaron conun ajedrez hecho de huesos humanos?

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11.“La cripta catedralicia”C Elena Manzanarez

Me repetí varias veces no cavar demasiado hondo el nicho, si es que veo el cadáver, unmismo pensamiento una y otra vez, invadía mi mente. Y es que los movimientossísmicos provocan un total desorden en la superficie de los enterramientos y nichossobre todo los de mayor magnitud que generan un caos que dura muchos años.

1972 diciembre, que desastre, pensé observando a mi alrededor los restos delas pilas bautismales hechas de mármol que se encontraban todavía cubiertas pormalezas y en cada escombro sin brazos, algunos que otro sin rostros , se encontrabanlas esculturas de los Santos y Patronos afectados por el terremoto.

La gente que sobrevivió solo pensaba mucho en sus muertos y casi nadie en losmuertos ya muertos para ahorrar su sufrimiento y dolor.Proceder o no aldesenterramiento? me interrumpí...El sepulcro debía encontrarse en cualquier parte, notenía ninguna anotación que me indicara donde buscar primero y buscar luego. Si eraun nicho cubierto de mármol debía estar sellado aún, pero con suerte la acción delmovimiento pudo haber ido en perjuicio de su bienestar.

¿Cuántas veces había estado adentro de la destruida Catedral sola? Perdí lacuenta , si existía alguna advertencia de no entrar por peligros de derrumbe nunca lo vi.Ni existían otras personas vivas buscando al menos porque nunca vi alguna ni nadiemás se interesará por las paredes estilos ecléctico, árabe y románico del edificiodedicado al Apóstol Santiago. Cierto semidestruido y fuera de servicio, como casi todasu capital muerta de condición y aspecto. Y allí crecí yo en la ciudad muerta. Riquemera todo lo que se podía respirar y soñar y escribir sobre ella. No había esperanza.Delos edificios quedaron incólumes las estructuras metálicas, y hasta la armazónestructural que era el esqueleto del edificio de esta iglesia, lo que fue una luz deesperanza para el futuro de las nuevas construcciones de salir ileso, ante este tipo decatástrofes como el terremoto de ese año, que tiró al suelo, en asfixiantes nubes depolvo muchos edificios. Paradójicamente, se construyó en Pennsylvania, EE.UU la casaKauffman, o Casa de la Cascada, del Arq. Frank Lloyd Wright probablemente el edificiomás famoso de la arquitectura moderna de todos los tiempos. Una casa con voladizosen hormigón armado de hasta diez metros de longitud. En la catedral destruida, seaplicaron los mismos materiales pero no se aplicó el sistema constructivo símbolo de laarquitectura moderna: el concreto armado. Grave error.Ahora en medio de sus mustiasy enormes paredes sin los enormes vitrales de colores está lucia lúgubre y negra. No sepodía estar adentro más de unos minutos ni siquiera yo logre estar más de una hora. Unambiente espeso embargaba su estancia, Y unos ruidos que a veces se escuchaban avarios metros a la redonda perjudicaban al más valiente. Nunca la vi de noche, siemprefue de noche en sus interiores.

Pero como dije anteriormente la visitaba casi a diario. Al principio no sabía de lastumbas de los sacerdotes, pero luego se lo escuche al personal del Palacio Nacionalcuando bajé al sótano por papeles que ellos desechaban. Siempre andaba por allí entreellos pero ellos al contrario estaban vivos y lejos de causarme miedo la información meinquieto más bien la curiosidad por ser su desenterradora. Ya tenía práctica entre misobjetos desenterrados a los alrededores tenia colecciones de botellas de vidrio

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miniaturas e instrumentos de una antigua Clínica. No había que ser diferentedesenterrar un nicho sería sin complicaciones.

Las decoraciones del edificio a pesar de sus referencias paganas, estrictamentedecorativas, tenían imágenes de alto contenido cristiano nada me asustaba más queencontrar al apartar la maleza con mis manos alguna que otra estatua de diseño llorosoen el rostro a personajes como Isabel La Católica, Hernández de Córdoba, FrayBartolomé de las Casas y hasta figuras de este siglo como Monseñor Lezcano. Losfrontones exteriores, cuatro en total, la lucha de San Miguel Arcángel contra el demonio,la exaltación de la Virgen en el frontón este y la descripción de apóstoles y fundadoresen el frontón norte. Las que eran de material caro habían sido ya usurpadas muchosaños atrás.

-¿Había tumbas en ese templo, usted recuerda nombres de esos privilegiadosdifuntos? Me interrumpió una voz.

Parpadeé un poco y le respondí

-Ahh si era cierto muy cierto. En el templo existieron tumbas, son catacumbas lapaz bendita de sus sepulcros.

Las catacumbas de la catedral, estaban y están aproximadamente a 3 metrosbajo el nivel de piso principal, la cual es más o menos a nivel del terreno desde elexterior. En 1972 hubo saqueo de tumbas, quedando abandonados algunos restos,como José Dolores Estrada Vado. Sus cenizas fueron sacadas de la cripta catedraliciapara que al día siguiente 12. Como para entonces no habían computadoras niimpresoras, las copias de las informaciones las hacían con papel carbón en lasmáquinas de escribir mecánicas, les sacaban fotocopias. Los papeles de computadoraeran enormes .Don Eduardo López Meza fue siempre un devoto religioso católico,aunque nunca fanático, y por tanto conocía, por lecturas de la Biblia y relatos dehistoriadores, sobre cómo los primitivos cristianos (y otros perseguidos en laAntigüedad) se reunían para intercambiar informaciones en subterráneos en Roma yotros lugares de Europa, porque eran perseguidos por emperadores romanos y otrosgrupos de la Nobleza criminal europea.

López Meza habló de esta historia cuando leía las informaciones en el Barrio ElRiguero. Estaban allí algunos periodistas de Agencias Informativas Extranjeras, lascuales empezaron a hablar del Periodismo de Catacumbas en Nicaragua. Y así con eltiempo se fueron desenterrando muchos de los sacerdotes de sus templos.Exactamente unos meses después mi fallido intento por desenterrar la cripta yo misma,ellos visitaron la catedral y lo hicieron.

Es muy difícil ver las escenas en persona les dije que nadie puede estar más deuna hora y acá les muestro las fotos y la galería de los sepulcros. Esto le mostrara queno invento la historia y así verá cual era Mi patio de juego.

-Pero no te quedes observando las fotos mucho tiempo es lo mismo en ellas meentiendes... ¿me entiendes? ¿Después de haber encontrado el personaje y haberlousted enterrado está satisfecha?

-No sé, no sé.

Y miré mis manos manchadas de tierra oscura.

12.

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“La carta”Gonzalo Escobio

Sin título y sin historia es muy difícil comenzar con un cuento y mucho más lo essi este es de un género tan manipulado como el de terror, como lograr escribir algo sincaer en la tentación de copiar a los grandes escritores que uno ha podido leer. y teneruna idea original se hace difícil para los que no practicamos la escritura como unhabito ,lo cierto es que me tentó tanto la idea de poder generar un cuento, que decidíhacer lo único que podía y era irme hasta una vieja casa francesa que hay acá en laciudad de mar del plata que se llama Chateau de fontenac donde sus pisos de maderaya derruidos y las pocas paredes que quedan dan un verdadero ambiente lúgubre y siuno se para en el centro y mira hacia la buhardilla con esa escalera de caoba de finesdel siglo XIX que forma una imagen de infinito y donde las pocas luces crean fantasmasvisuales, si uno llega imprevista mente pareciera que sigue siendo ocupada por susoriginales moradores .la vista desde el balcón que da al mar es casi perfecta y eninvierno la bruma marina crea una imagen londinense como en los cuentos de CONANDOYLE. Estoy acá sentado tratando de que se me ocurra algo, cuando escucho elchirrido de cadenas pasar al mi alrededor, lógicamente me incorporo de un salto ycomienzo a merodear los cuartos a ver si logro dar con el ruido, pensando que quizáuna ventana se hubo abierto y las hojas golpearan con las fallebas de bronce. Sigosintiendo el ruido y se acerca de todos lados, corro, corro y corro por los pasillostratando de alcanzar la puerta abro una puerta para esconderme y zac.

CARTA ENCONTRADA EN LA RECONSTRUCCIÓN DEL CHATEAUFONTENAC POR UNO DE LOS OBREROS 8/02/1925

13.“Su destino era morir”

María García

-Tenemos la teoría, señora Ana, de que su hija sufría de esquizofrenia, y queeso la llevo a...suicidarse.

-¡Eso no es cierto! ¡Mi hija no era ninguna anormal! Debe haber otra explicación,debió ser un asesino, debió haber sido otra cosa.

-Señora Ana, hemos llegado a esa conclusión gracias a un riguroso estudio delas evidencias, lamento decirle que no hay otra explicación.

Al oír estas palabras la señora Ana dejó escapar toda cantidad de improperiospor su boca y comenzó a romper todos y cada uno de los cuadros que aquella rotafamilia tenía en su biblioteca. La policía la dejo sola en su apartamento, ya se habíanllevado el cadáver a la morgue y habían arreglado aquel desastre, ya ellos no podíanhacer más por aquella señora.

Ana se quedó sentada en el sillón de la sala, abrazando sus piernas y diciendo

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miles de cosas rápidamente entre susurros, cosas que ni ella misma entendía, pero quelas decía para que su mente se concentrara solo en las incoherencias que salían de suboca y no en la tragedia que acababa de vivir, pero aquello era imposible, seguíarecordando una y otra vez a su pequeña hija tirada en el suelo esa mañana, comotantas otras veces la había encontrado. Seguía culpándose por no haberse dado cuentade que algo iba mal, "quizás si hubiese sido una mejor madre no tendría que estarsufriendo de esta manera tan atroz ¡oh por Dios fue mi culpa!"

Sus lágrimas inundaron la alfombra de la sala mientras ella se arrancaba lospellejos de su boca como una manía que creyó haber perdido hacia tiempo ya, cuandode pronto escuchó un ruido, uno fuerte como si algo grande se hubiese caído en uno delos cuartos; se quedo quieta, aterrorizada, ¿que podría haberse caído? se preguntaba,había sonado exactamente como cuando su hija se caía de la litera cada noche, y esesonido tan familiar hizo que su corazón comenzara a palpitar como loco, su espalda sellenaba de un extraño cosquilleo y sentía como si alguien la observara desde el pasillo,una sensación espantosa que la hacía sudar, oh por Dios no quería mirar, ella estabasola pero eso clavaba sus ojos en ellas, tentándola, llamándola a que viera eso que sehabía caído, entonces, escucho como algo de vidrio se quebró en mil pedazos y volteoinvoluntariamente, no había nadie.

Pero lo que había escuchado era cierto, algo pasaba en uno de los cuartos, nolo quería aceptar pero sabía perfectamente de que cuarto provino. Se levantó del sillóny atravesó el pasillo, sintiendo como por primera vez aquellas sombras de las paredesle hacían sentir atrapada en una oscuridad que no podía terminar de entender, sus piesse hicieron pesados, sus lagrimas comenzaron a caer y su corazón palpitaba tanviolentamente que amenazaba con asesinar a su poseedora, cuando por fin se asomóal cuarto de su hija. No podía gritar, el verdadero terror es mudo, silencioso, por esocuando vio a su hija tirada en el suelo con la cara cubierta por su cabello, como siemprela encontraba, se echo hacia atrás petrificada, con la boca abierta intentando gritar perosolo gemidos salían de ella, temblaba de terror ante aquello que era imposible, cerró losojos rogando porque todo aquello fuese mentira y que cuando los abriera se encontraracon un cuarto vació y con un boleto de ida directamente al manicomio, pero al abrirlosella seguía ahí, inmutable.

Por un momento dejó de temblar dándose cuenta de que lo que estaba ahí en elsuelo era su amada hija y nadie más, entonces, el deseo de que nada hubiera pasadoinundó la locura de la señora Ana y la hizo acercarse, cargarla y volverla a colocar en sulitera, arropándola y besando su frente, entonces se alejo. Pero apenas puso un piefuera del cuarto volvió a escuchar el golpe y su hija volvía a estar en el suelo, pero estavez su cabello no le cubría el rostro, esta vez uno de sus ojos la miraba fijamente.

La señora grito y corrió a abrazar a su petrificada hija, llorando y deseando saberqué pasaba, mientras miles de sombras la rodeaban y sentía que algo esperaba a queotra vez se subiera a la litera. Entonces lo hizo, agarró a su hija, la abrazó fuertemente yse acostó en la litera, esperando, cuando por fin él llegó y ella comprendió comosiempre la estuvo esperando. Le sonrió y Ana supo que iba a morir, que su vida habíallegado a su fin, entonces, todas las luces se extinguieron y sólo quedaron los gritos.

14.“Parálisis del sueño”

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Ariel Elias

Sabía que algo no estaba bien. En su mente vagaban sensaciones de confort ycalidez del hogar; pero por alguna extraña razón; la neblina ocultaba toda posibilidad dever más allá de ella.

El desconcierto y la incertidumbre; se habían apoderado rápidamente de él; y sucorazón repetía una letanía de latidos con frenesí suficiente; para procurarle un fuertedolor en el pecho.

De repente; en aquel infinito nuboso que lo rodeaba; pudo percibir a lo lejos unaluz. Brillante pero no cegadora, clara pero no natural.Como si de un insecto nocturno setratase; se dejó llevar por el encanto de aquella luminaria; tratando de alcanzarla entrela densa bruma. En una fracción de segundo; con la certeza de una velocidad imposiblepara ser cierta; se encontró cara a cara con su rostro.

Una mujer de una belleza inenarrable. El halo de luz que desprendía; lograbaocultar a duras penas su total desnudez.

Él quedó estupefacto. En una confusa mezcla de miedo y excitación; que nolograron superar sus ansias de comprender aquel acertijo.

– ¡¿Qué es todo esto?! ¡¿Qué diablos está pasando?! Se preguntó en suspensamientos. Porque… Claro… En ese preciso instante cayó en la cuenta, que nopodía pronunciar una sola palabra. De hecho… ¡Estaba totalmente paralizado!

– Eso es exactamente lo que te sucede. Le contesto la hermosa dama, enrespuesta a sus pensamientos.

Aun sin poder mover un solo músculo; esgrimió una repregunta mental; parasocorrer a la desesperación que lo embargaba por completo.

– ¡¿Qué cosa?! ¡¿Qué estás diciendo?!

La mujer; con la sonrisa más maravillosamente sombría que él jamás hubiesevisto; le respondió:

– ¡Tú lo dijiste! ¡Diablos! Eso es lo que te está pasando. O si prefieres; como losantiguos solían llamarme: Súcubo.

–Y todo lo que te resta por saber; es que puedes despedirte de la paz queexperimentabas mientras te quedabas dormido en tu cama. Ahora estás en misdominios; y supongo que ya sabes que aquí reina el llanto y el crujir de dientes.

Desde aquel momento; y muy de vez en cuando; él logra abrir los ojos de aratos; como si pudiese observar la habitación del manicomio que lo aloja; dejando caeralgunas lágrimas, que los médicos llamaron llanto de dolor; por la expresión de surostro. Y luego; sencillamente vuelve a cerrarlos… Hasta la próxima vez.

15.“Los Vampiros no sólo te quitan la Sangre si no la Energía”

Paola Andrea Dahmen

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Terribles personajes que nos acechan en la vida diaria. Generalmente lescreemos y terminamos muy mal... Conocerlos es el primer paso para enmendar nuestrainocencia.

Vampiros emocionales. De acuerdo, el término es bastante dramático, y algunosdirían que hasta excesivo… pero después de un encuentro –por breve que sea– conuno de estos individuos, todos estamos de acuerdo en que es el único que realmentelos describe.

Después de tratarlos, nos sentimos como si una especie de “Drácula psíquico”nos hubiera agotado emocionalmente, dejándonos deprimidos, sin energía, con elánimo apagado. Todos conocemos por lo menos uno. ¿No lo crees?

Haz una prueba sencilla: ¿Existe alguien que evitas o rehúyes, sea en persona opor teléfono? ¿A quién te cuesta mucho trabajo devolverle una llamada, porque la solaidea de hablar con él o ella te cansa? Después de compartir con cierta persona, por“agradable” que haya sido el encuentro, ¿te quedas tensa, molesta o agotada… ymuchas veces ni siquiera entiendes por qué?

Si has respondido que sí a cualquiera de estas preguntas, no lo dudes: estástratando con un vampiro emocional. Lo insidioso de este problema, es que puede ser undesconocido… o un ser querido: el padre, el cónyuge o el mejor amigo. De igualmanera, la relación puede ser cercana o distante; la persona agradable odesagradable… pero el efecto que tiene sobre ti siempre es tóxico.

Existen dos clases de vampiros emocionales –ambos igualmente tóxicos– quedebes aprender a reconocer.

Amenaza invisible. El primero es el vampiro invisible. Y es que muchas veces, elcomportamiento de estas personas no es abiertamente tóxico, por decirlo de esta forma.Por lo tanto, es difícil reconocerlas y “neutralizarlas”. Después de todo, son pocos losque no captan cuando alguien se comporta de una manera grosera o desagradable conellos, o cuando trata de ofenderlos de acción o de palabra. Pero dicen que no hay peoradversario que un enemigo invisible, y es verdad.

Muchos vampiros emocionales operan “por debajo del radar”. En otras palabras:su comportamiento tóxico no es evidente; este se oculta detrás de una actitud o unaspalabras inocentes. Esto se debe a que ellos envían “mensajes dobles”, que es el artede decir una cosa aparentemente inocua, e insinuar otra muy diferente.

Vale aclarar que, muchas veces, el vampiro emocional no opera a nivelconsciente; no sabe el efecto que tiene en los demás. Simplemente, es su forma deser.

Vampiro a la vista… La segunda clase de vampiro emocional es más fácil dedetectar, pero no menos difícil de sobrellevar. Estos son algunos de los ejemplares máscomunes, de acuerdo con las teorías de las expertas en relaciones interpersonalesCheryl Richardson, autora de Take Time for Your Life (Toma tiempo para tu vida) y ladoctora Lillian Glass, autora de Toxic People (Gente tóxica).

En otras palabras: nuestra reacción ante los demás tiene un impacto biológicoen nuestro organismo, ya que durante un contacto social segregamos hormonas queafectan desde nuestro corazón hasta nuestro sistema inmunológico. Según Goleman,las buenas relaciones son como una vitamina; las malas, como un veneno. Y no soloeso: las emociones ajenas son contagiosas, lo mismo que un catarro. ¿Entiendes ahorapor qué es tan importante neutralizar a los vampiros emocionales?

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16.“Una pesadilla viva”

Michael Öz

Ya van trescientas noventa y ocho noches de sueño intranquilo. Casicuatrocientas noches, malas noches. Y no es por el ruido que doblega la inútil fragilidadde las ventanas o el incómodo colchón deformado. Tampoco he de inculpar losaborrecibles olores propios de la ciudad. ¡No!, uno llega a acostumbrarse a todo eso,uno se habitúa. Menos aún, podría declararme temeroso de la oscuridad de la noche.Es la condenada mañana que, con su llegada, deviene la razón de todo mi sufrimiento.

¿Cuál es la causa de mi interminable angustia? Pues bien, evitemos los rodeos,esto es lo que sucede: Cada mañana, cuando dispongo a ducharme, me encuentrosometido ante el ineludible presentimiento de que un gigantesco y feroz ratón aguardapor mí, en la ducha, con la siniestra intensión de atacarme por la espalda y arrancarmela cabeza de una sola mordida. Aclaro que al referirme a la bestia roedora en términosagigantados, no lo hago con el afán de exagerar sus proporciones. El maldito ratón encuestión, ha de medir alrededor de los dos metros, poco más, poco menos.

Nunca le he visto, nunca hemos estado frente a frente. Ustedes se preguntarán:¿Cómo deduzco su tamaño entonces?, quizá no le he visto físicamente, pero sí sucastigadora imagen. La misma imagen que cada noche, cada día, se introduce comocientos de letales perdigones en mi sistema nervioso. El miedo mismo, con su dedo enel gatillo, disparándome al cerebro escenas de mi muerte, obra cruel de un roedorgigante, verdugo, repulsivo.

No debe confundirse a la inmunda criatura con una rata, he dejado claro que setrata de un ratón. Su cuerpo no es alargado, característico de las ratas, todo locontrario, su estructura es regordeta, casi redonda. Sus ojos negrísimos, perfectamentecirculares. Estamos hablando de una masa por poco esférica y peluda.

Ante semejante lío, lo he intentado todo, me he cambiado de edificio cinco vecesen menos de trece meses. Igual da ducharse de día, de tarde o de noche, su asquerosaimagen me persigue cuando sea. Claro está, los fines de semana no me ducho, sondías de sacrificio, aseo versus calma. Mis necesidades sí las puedo realizar con todaseguridad, el inodoro no está vetado. Es la ducha el territorio prohibido, el sitio que nohe de profanar.

Abandonado a mi suerte, sólo con el espanto, el mal sueño y el creciente horroren este cuartucho maloliente. Lejos está de ser una ciudad limpia, por mi ventanadesfilan diariamente no menos que hedores nauseabundos, provenientes de unpequeño mercado situado justo frente al edificio. La fetidez, entonces, requiereúnicamente cruzar la calle con su morboso afán de divulgar su casi palpable existencia.Frutos descompuestos, acumulados, amontonados en una orgía pestilente. Cabezas depescado, restos de cerdos, pollos y reses, asquerosos residuos viscerales, aguasnegras. Y, no muy lejos, el rasposo cantar de un vagabundo, perfumado de orina,interrumpido constantemente por el vómito provocado por algún licor barato.

Todo este escenario no contrasta la sombría atmósfera que ha invadido elcuarto. Hace apenas 20 horas recibí en manos de mi jefe el documento que

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sentenciaba mi despido, el suceso irrebatible a causa de un desempeño decaídosemana tras semana. ¿Puede, de alguna manera, empeorar mi condición actual? Trasengullir el último trago de cerveza, la novena de la noche, he ingerido también la dosisde valor suficiente para enfrentar de una vez por todas a la endemoniada bestia,causante de toda esta amargura que, al día de hoy, se ha tornado por completointolerable.

Casi cuatrocientas noches, cuatrocientos insomnios. Casi veinte kilos perdidospor una dieta diaria de tormentos aderezados por el miedo. Me dirijo a paso lento, muylento hacia el baño, hacia la ducha. Llamo, exclamo con el pensamiento la llegada delroedor en esta noche, esta madrugada lluviosa. Exijo a viva voz su aparición mientras,desnudo, posiciono ambos pies sobre el piso helado y humedecido por las primerasgotas que, gradualmente, se juntan y transforman en un chorro que golpea mi pecho,despertando súbitamente la ansiedad y el temor.

Al cabo, cuando mucho, de un par de minutos, advertí un repulsivo olor a cloaca,a porquería. El olor de la bestia, el inherente olor de la muerte. Miré hacia el espejo, suempañada superficie mostraba una enorme forma grisácea aproximándose lentamentepor detrás. Mi cuerpo no respondió, mis piernas ancladas al suelo, mis brazospesadísimos como piedra me dejan a merced del engendro, de su inminente ataque.Sus largos bigotes inician un recorrido desde mi espalda hasta encontrar mi cuello.Inmóvil, siempre mirando por el espejo, veo aparecer sus desmedidos incisivos que, deinmediato, incrusta a la altura de mi hombro izquierdo.

Un dolor, el dolor, intenso, preciso para despertar mi organismo inerte. Meencogí abruptamente, mis brazos moviéronse hacia atrás, furiosos, sólidos contra suinflado y empapado estómago. Un chillido, horrible, ensordecedor. Giré hacia la bestiaque caía pesadamente fuera de la ducha. Intentó torpemente reincorporarse. Sinpensarlo, exasperado salté sobre la repugnante bestia. Caí de rodillas sobre su tráquea,chillidos ahogados, sus movimientos entorpecidos por el piso resbaloso. Mis brazos, mispiernas, mi humanidad castigada, desgarrada por los indomables intentos del brutalroedor que descargaba su desesperación, su instinto por la supervivencia, susasquerosas y filosas uñas arrancando, desfibrando mi piel, mi propia carne.

La sangre corría con mayor intensidad por mi hombro, bullía desde la profundaherida provocada por sus inmensos dientes. Los esfuerzos del enorme ratóndisminuyeron, aproveché para tomarlo del cuello (o lo que entendemos por cuello) conambas manos, siempre colocado sobre su cuerpo, y empecé a golpear su cabezacontra el suelo una y otra y otra vez. Crujía su cabeza con cada golpe, pero no medetuve, continué el castigo, como queriendo cobrarle a su cráneo cada una de lasnoches en vela, cada uno de los escalofríos y las náuseas que me había provocado pormás de un año. Finalmente la bestia cedió, ni un solo músculo, ni un solo espasmo másde agonía manifestaba su gigantesca masa que yacía sin vida. El fin de una pesadillaviva.

Con la luz del día próxima a asomar, envolví el cadáver con unas mantas hastaformar un bulto blanco. Aparecieron del mismo algunas pintas de sangre, o mi sangreteñía las mantas, no lo sabía. Lo cierto es que las heridas, la batalla, el esfuerzo habíandisminuido mis fuerzas casi por completo. Salí hasta la calle arrastrando los restos delmismísimo demonio. Me dirigía hasta un lote abandonado, a unos trescientos metrosdel edificio. La oscuridad se despedía y la hediondez exterior no hacía más que volvermás tétrica e insoportable la escena.

Conforme avanzaba, decenas de roedores, roedores comunes, salían de losbasureros, las alcantarillas, los caños, siguiendo mi travesía. Atraídos sin duda por el

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cuerpo peludo, horroroso, reventado en su interior. Aquel cuerpo cubierto en mantasque, con serias dificultades, arrastraba por las calles.Al llegar al lugar, podía contabilizarunos doscientos, trescientos tal vez, entre ratas y ratones que habían seguido cada unode mis pasos. Observaban, inquietos y ruidosos, cómo sepultaba al descomunal animalbajo la tierra. Medio metro bajo mis pies reposaba aquella perversa aparición,estrangulada, liquidada por mis propias manos. Fue en ese preciso instante cuandoconsumí la última cuota de energía, el último resto de fuerza, y caí sobre la tierra, sobreel barro. Pocos pasos separan mi cuerpo caído de la fosa improvisada, donde aquelmonstruoso cuerpo reposa cual banquete servido para un mar de gusanos concebidosdesde sus propias entrañas.

No más insomnio, no más miedo. Estremecimiento, escalofríos, fiebre. Losvigilantes roedores se sumergen por montón hasta el cuerpo yerto de la bestia,formando un belicoso hervidero de barro, y emergen luego bañados de su sangredivina, desde la cabeza hasta la cola. Vomito el temor, el asco y las cervezas. Heacabado con su dios, su divinidad suprema. Los veo acercarse, despacio, cientos deroedores a punto de inmolarme. Sin arrestos para defenderme, permanezco aferrado ala tierra y observo. Se detienen, todos a mí alrededor, no atacan, no chillan, no semueven. Continúan ahí, a un metro de distancia, pasivos, en vigilia, comovenerándome.

17.“Hoy me siento muy nerviosa”

Verónica Cedillo

Hoy me siento muy nerviosa, ya eran varias cosas “extrañas” las que mesucedían y a nadie parecía importarle más que a mí. Ya saben, luces que se prendensolas, grifos del agua abiertos, voces desde el piso de arriba llamándome “mamá”,objetos personales que desaparecen y luego vuelven a aparecer. Le había recriminadoa mi esposo que durante las madrugadas me destapaba ya que me jalaba las cobijas yen las mañanas aparecían tiradas de su lado de la cama, él solo se reía y bromeaba alrespecto, "amor ves muchas películas de terror", y si pero la verdad era que entre las 2y 3 de la madrugada sentía como tiraban de las cobijas, sin embargo, trataba deconvencerme a mi misma que era Carlos, mi esposo, quien las jalaba. La noche de ayermientras acomodaba la cama para dormir repetía en mi mente... las cobijas amanecentiradas de su lado porque él las jala. Dormí tranquila pero nuevamente el jalón de lascobijas me despertó a las 2:43 am, esto no está pasando, pensé mientras volvía aquedarme dormida. Ya de mañana, para mi sorpresa, las cobijas nuevamenteamanecieron tiradas, pero, estaban tiradas de mi lado de la cama. No era un sueño,alguien jalaba las cobijas mientras dormíamos.Al fin era sábado, Samantha, Daniela yOctavio, mis hermosos hijos, pasarían la noche con sus primos, bombones y salchichas

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asadas mientras contaban historias de terror. Mmm olvidaron llevarse las salchichas.Hablo por celular con Samantha y le pregunto: "¿No tenían que llevar ustedes lassalchichas?" Mientras se escuchan risas al otro lado me contesta:

"Porfas mamá tráenoslas porque se nos olvidaron" "Esta bien pero me esperanafuera porque no pienso bajarme del auto". Particularmente esta semana había sidoagotadora y estresante en el trabajo, así que en lo único que pensaba era en una cenadeliciosa, un ducha caliente y que mi esposo me dé un masaje con aceite de almendrasdulces ¡oh si!

Ya en el auto y a pocos metros de llegar a esa zona donde parece que la luzjamás existe miro por el retrovisor y me parece ver una pequeña silueta sentada en elasiento trasero, asustada volteo bruscamente pero no hay nadie, uffff y aquí vamos.Luego de conducir por un rato comienza a moverse mi asiento justo como cuando losniños pequeños suben sus pies al respaldo de estos y comienzan a aventarlos haciaadelante. . . El corazón comienza a latirme muy rápido pero trato de convencerme a mimisma que es un vehículo de modelo atrasado y que el asiento esta flojo. Si eso debeser.

Ya casi llegando veo a mis hijos brincando y alzando las manos como si no losviera, bajo el vidrio de la ventana y saco la mano para entregar las salchichas. "Andentomen las salchichas, nos vemos mañana. Los amo..."

Ellos siguen como locos agitando sus brazos y haciendo muecas graciosas. ¿Yahora estos qué? Al fin a casa, a descansar, en eso me llega un mensaje al celular,"¿Oye Mamá de quien es el niño que traes en el asiento de atrás?" Siento que unescalofrió recorre todo mi cuerpo mientras se me eriza la piel. Lentamente levanto lamirada y veo por el retrovisor.

Dicen que no sufrí. El infarto fue fulminante.

18.“La presencia de Satanás”

Oscar Albortante

Corría el año de 1998, y eran vacaciones de verano, cuando se nos ocurrió,como cada año ir a visitar a la abuela, a su pueblo natal, Calcahualco Veracruz. Comocada año también se celebraba la fiesta del pueblo, de la flor del durazno muy conocida.La familia empezó a llegar de varias partes de México.

Empezamos todos a desempacar y escoger los mejores lugares, la abuela felizde ver a sus hijos, nietos y bisnietos, recorría sus casas sin terminar de hacer una cosabien, ya que todos la interrumpíamos con cualquier cosa. No pude evitar salir por lapuerta trasera de una de las casas, una extraña fuerza me obligo a ir a ese lugar, dondetan solo se veían los cultivos de maíz de la abuela y después atrás de ellosUnabarranca muy alta y una misteriosa soledad se percibía en el ambiente, de pronto sentíun opresión muy fuerte en mi pecho, que me hizo helar el corazón.

Y regresar de inmediato con los demás. Mi abuela de inmediato se dio cuenta delo ocurrido conmigo al verme pálido y aturdido, luego me tomo en sus brazos y medioalgo de beber no supe que era, solo que sabía muy dulce y me hizo reaccionar. Mesentó en una silla mientras una sombra de preocupación la invadió en ese momento,

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me dejo en la cocina mientras que ella se fue a su cuarto en secreto que nadie laacompañara. Tras lo ocurrido todo volvió como a la normalidad ya todos instaladosaprovechamos para cenar, mientras la mesa estaba llena de platillos típicos del pueblo,toda una delicia.

Entre bromas y pláticas entre grupos cenamos.Era hora de tomar café paraunos, leche para otros y los más osados un trago de mezcal, la noche empezaba a caery una misteriosa neblina empezaba a apoderarse del pueblo, mientras unos primos y yosalimos al patio de enfrente a fumar, de pronto nuestra platica se vio interrumpida poralgo que vimos en el cielo, sobre las nubes algo empezaba a arder y nos quedamosdescifrando que era. Unos decían que había sido un rayo, otros decían que un cohete eincluso que era un avión dijo otro. Cuando de repente mi abuela salió de la cocina y conun grito nos dijo que eso era una bruja de inmediato todos corrimos hacia la casaporque esa bola de fuego se aproximaba cada vez más, mientras mi abuela con unaspalmas empezó a agitarlas en contra de esa cosa.

Que estaba en el aire, después que la alejo.

Nos dijo con voz preocupada: hoy no es una buena noche para salir quédensetodos en casa, y nos pidió que si alguien tenía que salir al baño lo hiciera acompañadode varias personas ya que el baño estaba afuera en la parte de atrás, de pronto senublo más el cielo y empezó a llover, un frio desgarrador se sentía en el aire, habíallegado el momento en que la abuela nos contaría un secreto que nos dejaría a todostemblando, no se arriesgaría a dejarnos con la duda por nuestro propio bien.

Nos juntó a todos en la casa de piedra, asegurando puertas y ventanas empezóla confesión. Nos contó que años antes, cuando ella y el abuelo se casaron.

Eran muy felices pues se amaban mucho y tuvieron que vivir en contra demucha gente que les envidia su felicidad, nos dijo que el abuelo era un joven muyparecido y que traía locas a varias muchachas del pueblo, pero el solo tenía ojos paraella. La abuela también en su juventud era muy hermosa y también tenía muchospretendientes y de igual modo ella solo vivía para amar a su esposo, nos contó como undía.

Ella salía a buscar al abuelo para llevarle de comer. Tomo el camino de siempreal monte donde se encontraba el cuidando sus animales ya que tenía muchos porqueeran muy prósperos en ese tiempo, nos dijo después que en el camino se encontró conun desconocido, al parecer un extranjero de muy buen aspecto, que venía montado ensu caballo negro como la noche y sus ojos rojos como llamas de infierno, entonces eljinete no pudo contenerse ante la belleza de ella y de inmediato saco unas bolsas llenascon monedas de oro y se las mostro a la abuela y le dijo que si se iba con él se lasregalaría que tenía más en su casa, a lo cual la abuela no acepto y con una carcajada ledijo que ni ese amor compraría todo el amor que ella sentía por su esposo el jinete sellenó de cólera a la burla de ella e intento tomarla por la fuerza, mientras ella gritaba atodo pulmón al abuelo que de inmediato escucho y fue en la ayuda de su amada, loderribo del caballo y se revolcaron en el piso mientras el caballo tiraba golpes con suspatas al abuelo queriendo proteger a su jinete, pero el abuelo era muy hábil y tomandouna piedra muy afilada.

La estrello en la cabeza de su enemigo, atontándolo por unos momentos, queaprovecho el abuelo para sacar su cuchillo y cortar su garganta, mientras ese hombreagonizaba, le habla a su caballo que fuera con su amo a contarle lo sucedido, el caballosalió de inmediato a gran velocidad y el hombre empezó a maldecir a los abuelos,diciéndoles que él era un servidor de Satanás y que se acababan de meter en un gran

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problema, que el vengaría su muerte a lo que acto seguido el abuelo, termino su obraestallándole otra piedra en su cabeza de repente la tierra cobro vida y reclamo el cuerpodel jinete, así como la tierra se abrió de igual modo se cerró ante los ojos atónitos de losesposos, solos las bolsas de oro quedaron sobre él, la abuela pensó en dejarlas ahí,pero el abuelo creyó que se las merecían por aquel acto infame que hubiera cometido eljinete, y así lo hicieron se llevaron las bolsas con el oro, había transcurrido un año yadesde aquel entonces, que ya lo habían olvidado.

Cuando de repente escucharon un ruido por atrás de la casa, el abuelo salió agran velocidad a ver qué pasaba, no lo podía creer era su caballo favorito.

Que se dirigía a gran velocidad a la barranca, él le chiflo como siempre pero estavez el caballo no le hizo caso, fue cuando se decidió a ir tras él, cada vez se acercabanmás a la barranca, el abuelo ya lo había perdido de vista cuando estaba al filo delprecipicio.

Miro hacia abajo pensando encontrarlo muerto, pero para su sorpresa no habíanada en el fondo de la barranca de pronto miro hacia a tras de él estaba el jinete quehabía matado un año antes eso no le causo tanto temor hasta que vio a suacompañante el amo del jinete el mismo Satanás en persona, entonces el abuelo tratode correr pero sus piernas ya no le funcionaron solo pudo ver por última vez comoSatanás lo empujaba al desfiladero.

Mientras la abuela atónita observaba de lejosTambién sin poderse mover,porque todavía esa presencia maléfica se lo impedía, una amenaza corría nuevamentede ese ser, diciéndole que volvería por una alma más. Todos estábamos absortos demiedo.

Al escuchar que en esa noche se cumplí un año más desde aquel trágicosuceso. Nos dijo que no había escapatoria otra vez el jinete y su amo volvería a cobrarsu venganza, de inmediato corrimos a buscar protección dentro de la casa, queríamossalir pero la lluvia se había convertido en una tormenta aliada a la obscuridad que nosenvolvía, todos empezaron a armarse de sus creencias desde talismanes mágicos.

Hasta artículos sagrados, cada quien tomo su lugar de repente escuchamoscomo la puerta de la casa se vino abajo, de inmediato todos caímos de rodillas parapedir algún tipo de protección pero era tarde. Ese ente maligno ya está ahí y venia poralguien. De pronto paso sobre la sala donde estaban la mayoría, yo corrí hacia el últimocuarto de la casa en el fondo solo habían unas ollas de barro colgadas en la pared miabuela me acompaño mientras la luz se iba, el jinete y su acompañante fueron pornosotros. Parece que nadie les importaba mas solo la abuela y yo, cuando entraron alcuarto solo se escuchaban los gritos de terror de los demás habitante de la casa.

Y fue cuando sentí por primera vez esa presencia. La presencia de Satanás, endonde ya no te puedes mover, ni hablar casi ni respirar mientras va avanzando. Tucorazón se quiere detener, tus lagrimas no puedes contener, los minutos se hacenhoras, las ollas empezaban a romperse, y sientes como cuando se te sube el muertopero con más fuerza y no puedes ni hacer una oración en tu mente pidiendo ayuda. Depronto se acercaron a mi querían mi alma, pero la abuela no sé cómo de un salto sepuso enfrente de ellos y un grito desgarrador salió de ella y cayó fulminada en el suelo.Ellos salieron por la puerta de atrás y todo poco apoco regreso a la normalidad, cuandoencendimos la luz la abuela yacía muerta en el piso, terminando con la maldición.

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19.“La historia”

Carlos Perras Porras

La historia se inicia en un una de las tantas veredas de mi ciudad en una casahumilde hecha en bareque (un material parecido al cemento pero hecho de estiércol),contaba únicamente con 2 habitaciones en las cuales dormían de a tres personas, enuna los padres con la abuela y en la otra los 3 hijos, había un corredor pequeño en elcual dormía un perro grande y viejo de color negro que raramente se movía de estelugar.

Un día el mayor de los hijos, Alfredo, que tenía tan solo 12 años decidió salir aconocer él solo los alrededores de su vereda pues nunca habían salido las cercanías desu casa, salió a eso de las 10 de la noche sin hacer el más mínimo ruido, sabiendo quetodos en su casa estarían dormidos. Alfredo quería saber por qué su padre nunca losdejaba pasar de ciertos puntos de su vereda así que emprendió el viaje descalzo yúnicamente cubierto por una manta que le había regalado su abuela; esa noche estabatotalmente nublada y no se veía ni una sola estrella en el firmamento, Alfredo camino ycamino y dio tantas vueltas que ya ni se acordaba de su camino de regreso, así que enese momento y transcurridas aproximadamente 2 horas desde su aventura, elmuchacho empezó a sentir miedo al verse tan rodeado de tantos árboles y tanto sonidoextraño que nunca en la vida había escuchado.

Alfredo de repente se acordó de las palabras de su madre que le decían quecuando sintiera miedo se acordara de las oraciones que ella le había enseñado, así queAlfredo siguió caminando y rezando esperando encontrar una salida, cuando en mediode una de las oraciones se le olvido el final de esta, volvía a empezarla a ver si seacordaba del fragmento que le faltaba pero por más que intentaba acordarse no lolograba, cuando una voz en sus oídos le susurró al oído el pedazo de oración que lehacía falta, Alfredo sintiendo esa voz aterradora atrás de él no fue capaz de voltear sumirada para saber de dónde provenía, temblando y casi a punto de gritar siguió rezandocuando de pronto esta voz le dijo que no valía de nada rezar pues a los niñosdesobedientes ni dios los puede salvar.

Alfredo corrió y corrió y cuando al fin se sintió cansado descanso sobre unapiedra, volteo su mirada hacia atrás pero cuando lo hizo no logro ver nada, así que apesar de que sintió un alivio al saber que no había ya nada tras él siguió caminandobuscando la salida, cuando por fin dio con algo que el reconoció, un árbol grande en elcual había un columpio en el que él junto con sus hermanos iban a jugar, se dirigióhasta el árbol pero antes de llegar vio que había algo sentado en su columpio se acercómás y se sorprendió al ver que el columpio empezó a balancearse bruscamente, yasabiendo cual camino llegar a su casa corrió queriendo abrasar a sus padres, pero en elmomento en que llego a su casa su perro lo recibió con unos fuertes ladridos y unamirada amenazante, su padre al escuchar esto salió sobresaltado a ver qué pasaba,cuando salió a la puerta solo vio al perro ladrándole a la nada.

Desde entonces los padres y hermanos de Alfredo no dejan de buscar al niñoque salió caminando por el tan temido bosque de las brujas.

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20."Mi hermano el nervioso"

Jony Hernández

Me llamo Dylan, tengo 16 años y me encuentro a kilómetros de donde partióManuelita, Pehuajó. Mis padres murieron hace ya 7 años en un accidenteautomovilístico en el cuál yo también estaba involucrado. Nunca los olvido. Yo vivía enuna cabaña, la cual era de mis padres, y conjunto con los valores que me inculcaron esel patrimonio que me dejaron. Me gusta dormir, mi cama para mi es mi casa entera,duermo mucho. Tengo un hermano, o tenia. No lo sé.

Hace ya un tiempo que no lo veo. No sé nada de él, a tal punto que casi olvidosu cara. Antes, hace un par de años atrás me venía a visitar. Hace ya un tiempo que elcamino a la cabaña se borró. Tal vez habrá ocurrido lo mismo con su memoria.

Recuerdo aquél día, nublado, lluvioso, especial para dormir. Mi hermano en lacocina improvisaba una masa, su cara blanca por el polvo de harina. ¡Qué rico!,pensaba yo, tortas fritas.

Eran las diez de la mañana. Él tenía frió, pero yo no. Tal vez, el tiempo ha dehaberlo enfermado. Con este tiempo loco, nadie se salva. Un día lluvia, al otro día uncalor insoportable. Pero ¡bueh!, ¿Qué le vamos hacer? Por suerte yo particularmente,no sufro ninguno de los dos estados climáticos. Y ahora que lo recuerdo, de máspequeño si sufría el calor tanto como el frió, pero por suerte ha sido una instancia quesuperé. Todo lo contrario a mi hermano, él sí que es "gallina" como lo apodaba miabuelo.

Ya que lo hemos mencionado, voy a describir a mi hermano. Él es un hombre de24 años, petiso y morocho. Terminó el colegio y trabaja en un campo, cerca de CarlosTejedor, un pueblo muy pintoresco ubicado a unos 70 kilómetros de donde me situó yo.Trabaja en una estancia que no recuerdo su nombre, pero es grande. Supo tener novia,pero se caracteriza por la soledad, le gusta estar solo. Es muy callado, y serio, esoportuno a la hora de hablar. Tal será que podemos estar sentados uno al lado del otroy no te habla. ¡Ah! y no le vallas a hablar de noche, se pone nervioso seguro. Quedótraumado desde aquél accidente, porque no era así antes. Miren, para que lo conozcanmejor les voy a contar una anécdota de ese día.

Después de haber terminado de cocinar, el abrió las ventanas porque decía quehabía olor a fritura, no lo sé. Tal vez era el hambre que tenía en ese momento que nosentí ni el olor ni el sabor, solo atiné a comer esas pintorescas tortas fritas. Y él, siempretan nervioso cuando uno le habla, cuando le comente que no sabían a nada las tortasfritas se exaltó, y empezó a traspirar. Si, es así de nervioso mi hermano. Y el muyexagerado empezó a llamar a todos, diciendo lo que yo le había dicho. Es obvio quenadie le creía aquél comentario. Solo era una broma, pero estaba tan violento que hastase lo tuvieron que llevar, y es desde entonces que no me visita, solo por una bromasobre una torta frita. ¡Es tan raro mi hermano!, hasta pareciera que... ¡Uh! hablando deroma. Ahí vienen los enfermeros del psiquiátrico con mi hermano, seguro me viene atraer flores, ¡hasta que se acordó de mi!, bueno amigos, los dejo, me voy a hacer eldormido a mi cama. Cuando gusten en querer hablar un rato más. Ya saben. Les dejomi dirección: Cementerio 14, tumba 7. Los veo.

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21.“Antiguas decisiones”

Ivana Panza Covacevich

6 de Febrero, 1212.

Mis años como sacerdote han terminado. No por mi futura muerte ni nadamenos, sino por el mal, lo oscuro, mis fuerzas para seguir se han marchitado sin veruna luz al final del camino. Debido a los acontecimientos pasados, mi fe ha disminuido.Hasta ahora no encuentro ninguna razón lógica para ello. Estoy en duda con laexistencia de Dios, si realmente existe, ¿por qué dejó que el ejército de las tinieblascaiga sobre nosotros? Las sequías, la peste, las muertes sin razón, la brujería. Para losfuturos lectores, el final de esta historia será inesperado. Como nuestro futuro en laTierra.

Fue exactamente hace 2 años la noche que dejó marcada mi vida y la noexistencia de un Dios supremo. Era un día como cualquier otro en la Iglesia de lasMontañas. Apenas eran las 15.00 hs cuando de repente entró un hombre. Se le notabaasustado y pálido, entonces me apresuré para ayudarlo. Con rapidez en sus palabrasme preguntó si podía regalarle 5 minutos de charla, por supuesto que acepté. Dijo quequería recibir ayuda lo más antes posible.-¿Cómo te haces llamar querido? Exclamé yo.

–Arcángel, Arcángel de Craiova

– ¿A qué se debe tu deseo de hablarme urgentemente?

–Padre, he pecado. He hecho algo que espero que sea reversible. Le hevendido mi alma al Señor del subsuelo, padre del mal, culpable de todos los males deestas tierras.

Apenas terminó de decir su última palabra sentí como un nudo mi la garganta sehospedaba ahí para no irse.

–Pero, ¿tú estás loco? ¿A qué precio? ¿Qué le has pedido?

Exclamé con una mezcla de rabia y miedo.

Todos sabemos que la oscuridad es muy poderosa y su resentimiento hacia losseres vivientes es mayor que cualquier acción del bien.

– ¿A qué precio? Bueno, seguramente se ha enterado de las sequías de loscampos. La agricultura es todo lo que me queda para subsistir. Mi familia ha muerto enlas Cruzadas y la Burguesía se ha llevado sus riquezas, es decir, la herencia que mehabían dejado mis padres. Le juro que recé, recé por años, noches pero ningún milagrollegaba. Hasta que me rendí y acudí con una bruja, cuyo nombre no diré porque prometíno delatarla, para que hable con su maestro y me ayude a tener una vida y camposasombrosos. A cambio, le regalé mi alma. Padre, si usted estuviese en mi lugar hubiesehecho lo mismo.

–No lo sé querido, no lo sé. ¿A qué has acudido a mí?

–Supongo que no me ayudará, pero intentaré. El 1 de Noviembre mandaráalguno de sus representantes. Especialmente eligió ese día ya que es la noche de losmuertos donde la conexión entre los mundos es posible, donde también las almas enpena y cualquier esclavo del Infierno vaga por las calles en busca de su nueva víctima.Mi llegada con usted es pedirle si puede ayudarme a que eso no ocurra. Quiero

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deshacer el trato. Me ha dado inmensa felicidad y alimento por medio de la mejora delos campos y la buena vida, pero mis días se terminan. No sé si sabrá ayudarme oquerrá hacerlo, soy un pecador, seguramente el peor de todos estos tiempos.

Pasaron unos segundos hasta que mi mente pudiese plantear una soluciónlógica.

-Por más que tu pecado haya sido en vano, tú alma esta cerca de sufrireternamente, Dios acepta a todos y todas por igual.

Nunca vi tanta felicidad en un hombre, su pobre e inmunda sonrisa iluminaba laspuertas del paraíso.Le expliqué que se requería de mucha fe, valentía y esfuerzo parala misión que querría realizar. Recuerda que nos estamos enfrentando a fuerzassuperiores a la del hombre.

Desde hoy hasta el día que me has nombrado rezaras por ti y tu gracia infinita.La noche del 30 se llevara a cabo el exorcismo. Debes traer tu objeto más preciadopara darlo a cambio de tu alma. Asegúrate que tenga valor alguno.

–Muchas gracias Padre, no sé cómo agradecérselo.

–Dijo con gran entusiasmo.

El hombre se retiró y dejó un ambiente tenso y miedoso, nadie sabía cuál era elfuturo de este pobre campesino. Estuve toda esa tarde investigando y hablando conotros sacerdotes para ver cómo podía ayudar al muchacho que se había metido enespacios que nadie puede controlar.

Ya habían pasado los 2 días de rezo y había llegado el 1. La iglesia habíacerrado sus puertas temprano para tener tiempo de preparar todo. Esa noche era fría,nubosa y por suerte la Luna no estaba en su punto máximo. Cualquiera de los sirvientesdel Señor del Infierno que venga a buscar el alma del pecador, se alimenta de la luz deella.

Arcángel había llegado justo a tiempo. Salimos al patio de atrás de la Iglesia yformamos un círculo de sal con 20 velas prendidas por fuera, eso ahuyentaba los malosespíritus. Los dos entramos en él. En mi mano llevaba la Biblia Sagrada y él un crucifijo.Empecé a recitar las frases de la misma, cada vez más fuerte y con más potencia devoz. Pasados los 10 minutos se pudo notar una silueta que venía caminando entre losárboles. Con solo verla producía angustia y tus únicos pensamientos eran desufrimiento. Mientras se nos acercaba de escuchaban gritos y llantos de inocentes, yruidos que no puedo explicar. Una neblina negra que se arrastraba por el piso nosinvadió a tal punto de querer romper el círculo sagrado. En una milésima de segundo laneblina desapareció y enfrente nuestro se posó una muchacha de cabellos largos y ojospálidos. Recuerdo estar parado enfrente de Arcángel, y que él comenzara a llorar yrezar por su vida.

Comencé a leer la Biblia desde la parte que la había dejado, se vio que a ellaninguna palabra le hacía daño ya que solo sonreía y tenía a su mirada clavada en elcampesino. Ella levantó su mano en la cual tenía filosas unas pintadas con sangre,rompió la barrera que nos mantenía a salvo. Extendió su mano hacia adentro y conrapidez, Arcángel derramó agua bendita encima de su brazo. La muchacha comenzóchillar y gritar. Se tiró al el piso de rodillas y en pocos segundos ya estaba de pie, todoel tiempo manteniendo la mirada en los dos y con esa sonrisa morbosa en su cara.Levantó sus brazos al aire, cerrando sus ojos y el cielo se puso negro, la neblina habíavuelto. Se escuchaban voces a lo lejos, aullidos de lobos hambrientos que venían hacianosotros. Risas que causaban piel de gallina. Llantos de personas suplicando piedad.Con el movimiento de sus manos abrió las nubes y se pudo ver la Luna en su punto

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máximo. Esto significaba un punto negativo para nosotros.

–Sirviente del infierno, anticristo personificado, deja a este pobre hombre en paz.He aquí por su alma la malla de plata del hombre que más gente asesino en lasCruzadas, su padre.

Con sus ojos cerrados y mirando al cielo exclamó:

– ¿Para qué la querría? Lo puedo ver en persona todos los días de su miserablevida, monje mugriento. Disfrutaremos de tu alma cuando tus cortos años de vida seacaben. El alma de este cerdo ahora me pertenece y no podrás hacer nada paradetenerlo.Bajó su cabeza, fija hacia adelante, y sus brazos al mismo tiempo, abrió susojos, los cuales se habían transformado en negros, sin pupila alguna ni nada que losdiferenciara de una persona. Cuando sonrió se le pudieron notar dos afilados colmillos.Con una expresión de miedo lo miré al pecador, y susurré:

-Él ha mandado. Un... Vampiro.

Apenas terminé de decir la última palabra ella ya había levantado vuelo mientraslargaba una risa escandalosa. Mientras buscaba la sección de exorcismos paravampiros, paralizado de miedo Arcángel dio un paso atrás. Esto le costó la vida. Yaestaba fuera del círculo y desprotegido, ella aprovechó y en un santiamén agarró de suspiernas y lo arrastró totalmente fuera. Lo único que recuerdo ver es el pobre cuerpo deeste hombre cerca de la Luna, siendo llevado por el sirviente del fuego lejos de laciudad. Una lágrima cayó de mi mejilla al ver que había fracasado. Desde ese miserabledía, mis ganas de seguir con la palabra del Señor son nulas. Lo que me preguntaréhasta el día de mi muerte, que ya sea próxima.

¿Dónde estaba Dios cuando el pobre muchacho era arrastrado hacia el Infierno?

22.“Horrorizante muerte del viejo depresivo”

Esteban Navarro

Todo fue sangriento y lúgubre.

La muerte en el monte más cercano al infierno, donde el viento hace un sonidosinfónico y tenebroso y donde los caminos rocosos te pierden en el horror, tan alejadoera aquel monte, que nada no se acuerda de nada y nadie, de nadie.

Todos los días el envejecido anciano se levantaba a las tres de la madrugada ysalía con dirección al espeso bosque a talar unos cuantos arboles para tener con quecocinar la comida de cada día, pero el día 26618 de su existencia comenzó a sentirseagotado y apesadumbrado.

El pobre anciano al llegar el medio día se dispuso a cocinar, con unas cuantasastillas que aun quedaba del día anterior. Busco algo de verduras, pero solo logroencontrar unas cuantas, que había hallado en el bosque.

Al llegar la noche; cuando el desquiciado viejo permanecía echado en la camade paja, de repente escucho un fuerte golpe en el techo de la vieja choza, unossegundos después escucho el segundo; el viejo alarmado se sentó en una de las orillasde la cama, asustado y a punto de sollozar. Unos minutos después se escucho un gato

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maullar alarmante y diabólicamente, seguido de un tercer golpe, esta vez al otro lado dela puerta de la choza. Entonces con pasos temblorosos se acerco a la puerta y alabrirla, lo que vio fue la escena más triste y macabra que había presenciado en muchotiempo; su gato Celio yacía bañado en sangre, muerto y con sus ojos casi salidos deorbita por todos los golpes que le habían propinado. El viejo con un sollozarprofundamente ahogado, tomo delicadamente a su fallecido gato Celio en sus manos ylo sumergió en una olla de agua hirviendo y cuando solo faltaba la cabeza por sumergirpareció escuchar en su imaginación, el delirante maullar de su gato y fue cuando se diocuenta que Celio estaba agonizando, pero era demasiado tarde.

Para el día 26619, el caquéctico viejo no tuvo las suficientes fuerzas paralevantarse y seguir con su rutina madruguera, en cambio paso toda la mañana lloraba eimaginando situaciones tristes en su vida de joven. Al medio día se aproximo a la cocinay saco de la olla el cuerpo sudado de Celio y comenzó a comérselo desde una de laspatas, mientras suspiraba incansablemente.

Cuando por fin termino de comerse, casi por completo el cuerpo de Celio, salióde su casa y camino por largo rato por los senderos oscuros e inhóspitos del bosque. Lanoche se acercaba tácitamente y el débil anciano al darse cuenta de eso, volteo sumirada hacia atrás y luego hacia todos los lados y se dio cuenta que estaba perdido.

Siguió, pero esta vez casi trotando porque las picaduras de mosquitos lo teníancon la piel adolorida y solo trotando podía despejarlos un poco. Esa noche pareció quela Luna se había ocultado y que los demás animales bizarros del bosque aprovechabaneso para pasearse de un lado hacia el otro en busca de carne humana y eso era unaamenaza.

El viejo estaba exhausto. Dio un paso más y se tumbo pesadamente contra elcamino rocoso, y sus heridas empezaron a abrirse y la sangre empezó a correr por supiel y el olor era insoportable para el mismo, pero para los demás extraños animales eraaroma ferviente de carne. En la madrugada del día siguiente los animales nocturnos semarchaban, para darle espacio a los necrófagos; y antes del amanecer el viejo ya novolvería a su choza, ni su espíritu, ni su tristeza, ni su ansiedad...

23.“El siguiente”

Salvatore Papardello

Una vez más recuerdo ese viejo sueño que tuve durante mi infancia y que memantuvo despierto más noches de las que quisiera poder recordar. Me encuentro dentrode una extraña caverna, es una especie de media esfera o al menos eso parece, en elcentro hay una especie de cristales de distintos tamaños los cuales forman un circulo,pero de forma extraña solo se puede acceder a este lugar atreves de un hueco que enel centro de la cueva, justo arriba del agrupamiento de cristales, los cristales son de 3colores y un pedazo transparente, la base es purpura, seguido de un tono azul claro,pasando por un transparente y finalmente termina en un rosa, todos los colores sonbastante tenues y se puede ver claramente atreves de ellos, los cristales a pesar de subelleza tienen algo anormal, puedes distinguir muy bien cada color pero cuando tratasde analizarlos no puedes percibir cuando se cambia de un color a otro, atreves del

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hueco en el techo de la cueva el cual es su única entrada, se alcanza a percibir unaluna llena con un encantador halo de un color azulado, y la luz que produce hace queresalten aun mas los cristales y es lo que permite una visibilidad buena dentro de lacueva creando el escenario más hermoso que jamás podría haber llegado a encontrar,la parte rara por así decirlo es que al rededor de estos cristales hay una gran cantidadde cráneos de destinos tamaños y formas, como si en algún momento de todas lasetapas de la evolución humana alguien hubiera caído en la trampa mortal de estoscristales y su cráneo hubiera sido puesto ahí a propósito en una especie de ritualenfermizo que se lleva a cabo desde tiempos inmemoriales, estoy obsesionado tratadode analizar ese escenario cuando me percato que no soy el único ahí dentro, comomencione antes, la luz de la luna reflejada en los cristales proporcionaba una mediaesfera de luz con un radio de unos 5 metros aproximadamente, y el brillo era tal que apesar que no lastimaba la vista lograba desvanecer mi sombra y no se perdía con latétrica oscuridad que rodeaba campo de protección que sentía yo dentro del circulo, sinembargo, había algo en la oscuridad, algo viejo, siniestro e inmóvil, no se cuento tiempollevaría ahí pero estoy seguro que llevaba observándome desde que me desperté ahí,lograba reconocer a duras penas una extraña silueta que podría asimilarla a humanapero de un tamaño y proporción algo más grandes y hoscos, a pesar de sentirmeprotegido dentro de la luz, gracias a esta no lograba adaptar mi vista a la oscuridad queme rodeaba, sin embargo después de muchos intentos logre reconocer esa silueta queestaba ahí y por lo que logre notar, el me esperaba, llevaba ahí tanto tiempo, y siempreestuvo esperando por mí.

Traté de analizarlo y para mi sorpresa al mirarlo empecé a recordar toda clasede sentimientos de los cuales tenía años que ya no sentía, sentía enojo, duda,cansancio, sueño, miedo, estaba horrorizado, alerta, mis pies temblaban, si ese ente sehubiera movido, aunque fuera en lo más mínimo, estoy seguro que habría mojado mispantalones, pero solo estaba ahí, esperando, mirándome y yo lo miraba, no tengo ideade cuánto tiempo transcurrió, uno de esos momentos donde siento que han pasadoaños y a duras penas han pasado unos segundos, pero sobre todo a pesar de todos loque sentía lo que más tenia era una soledad abismal, como si estuviera dentro de unagujero negro y estuviera consciente de que jamás podría salir de ahí, y mientrasmiraba ese par de ojos negros, incluso más negros que la oscuridad que le rodeaba,cuál sería mi sorpresa que me vi a mi mismo, viéndome, como si estuviera mirando unespejo solo que no podía moverme, cuando pude reaccionar a pesar de no podermoverme y la luna empezaba a avanzar del centro de la cueva, mi cara sonriólevemente, pronuncio unas vagas palabras con una figura triste y mi cuerpo empezó aalejarse, trate de gritarle de agarrarlo, moverme siquiera pero no, ahí estaba inmóvil,quería llorar mientras lo veía alejarse en la luz de los cristales pero me resultototalmente inútil, entonces comprendí, jamás lo aprobaría pero no tenia opción alguna,sabía que el paso lo mismo que yo y que yo tendría que hacer lo mismo que el, soloesperar y rezar a los dioses por no volverme loco y que le espere a ese cuerpo la peorde las torturas por darme esta maldición.

Es en este preciso momento donde reacciono y me percato de que en realidadnunca fue un sueño y continuare atormentándome en mis propios pensamientos, misrecuerdos, mis penas pero sobre todo mis pecados…

Eso hace ya bastantes lunas, tantas que he perdido la cuenta, pero aun asíestoy seguro que alguien más caerá en esta miserable trampa a demás de mi y noimporta cuánto tarde, llegará y me podre mover una vez más. A pesar de todo el tiempoque llevo aquí en soledad y la ira que solo los desdichados anteriores y yo en mi inmóvilestado pueden saber, me imagino cómo será el próximo en caer y lo único que puedo

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hacer por él es sentir mi más profunda lastima, por ese pobre miserable y por la largaespera que también tendrá que sufrir por el siguiente detrás de él.

24.“Historia Verdadera”Luis Cuenca García

Era la 1:00 am, cuando fui a mi cuarto y volví con una frazada. Apague eltelevisor, las luces, una por una, y me quede a dormir en el sofá. Comencé a rezarhasta que me quede tranquilo y me dormí.

A las 3 de la mañana, me desperté. Hacía frio y la colcha estaba a la altura demis rodillas. Me estire, cogí la colcha y la sacudí con la intención de cubrir todo micuerpo; en eso, dos manos invisibles cogieron ambos lados de la colcha tratando deahorcarme, en el último momento logre poner un brazo antes de que cerrara la frazadaen mi cuello y una cara de humo apareció. Solo llegue a sonreír, el sonrió, y desperté.Me siguió desde mi cuarto…

25.“El libro”

Gabriela Ourfali

Cuentan que el libro estaba maldito, que cualquiera que lo leyera moriría, y quetodos los que lo habían intentado, de una forma u otra, habían muerto. Algunos se reíany se burlaban sobre eso, otros se mantenían alejados de él, desconfiados, sin sabermuy bien si creer o no, pero por las dudas, ni lo miraban. Y estaban los que tenían lacerteza que era cierto, que con sólo abrirlo y empezar a leer, morirían.

Y yo, que no creía en nada que no fuese racional, sabía que era "puro cuento" yque las muertes habían sido naturales, nada que no sucediera a diario.

Así que pensé que era un buen día para leerlo y demostrar que malditos puedenllegar a ser los hombres, no los libros.

El libro estaba en un estante de una biblioteca, solo, alejado de los demás. Ellugar debo admitir, bastante terrorífico, y sonreí, no iba a dejar que me intimide, así quelo tomé, comencé a leer y al instante lo supe, moriría.

La sensación era difícil de explicar, miedo extremo y resignación, pero ya estabahecho, así que seguí y me di cuenta que estaba leyendo mi propia muerte, la peor delas muertes imaginables, empecé a temblar y ya no se detuvo.

26.

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“Jamás te dejaré”Nubes Wand

Allí estaba Ricardo, en aquel cementerio, siempre iba todos los lunes al salir deltrabajo, ya lo conocían los sepultureros, así que por compasión le daban cinco minutosmás antes de cerrar el lugar. Hacía tres semanas había muerto margarita su esposa, ydesde el día que la enterraron iba a visitarla con un ramo de rosas blancas, las que aella no le gustaban a decir verdad no le gustaban las flores, allí las ponía encima de sulápida mojada por las gotas de lluvia. Sollozó un rato y luego salió hacia su casa,pensando en ella y en sus últimas palabras:”Jamás te dejaré”…

Cada vez que recordaba esas palabras, se estremecía, sentía un leve escalofrióno sabía si era miedo de que ella cumpliera sus palabras o era felicidad por que lohiciera.

Esa noche como de costumbre llegó a su casa, subió al cuarto, no preparó nadade comer, estaba adelgazando demasiado pero no le importaba, solo podía pensar enMargarita y en esas palabras que retumbaban en su mente como un martillo. Observóuna foto de ella en la pequeña mesita de la cama, no soportó su mirada, sintió pavor yvolteó la foto, luego temblando tomó un pequeño espejo de mano, que estaba al lado dela foto, era el espejo de Margarita allí ella pasaba horas mirándose cuando estaba viva.Él lo tomó y vio a través de él, un sudor frio recorrió su espalda, la brisa de la nocheentró por la ventana dando un golpe ensordecedor, y los ojos de margarita brillaban enel espejo… la voz de margarita se escuchaba y se hacía más fuerte diciéndole :“¡JAMÁS TE DEJARÉ!“, su cuerpo se paralizaba, mientras ella lo observaba por elespejo con esos ojos tan vivos que expresaban maldad y compasión era algoespeluznante, sentir esa piel tan blanca con tonos azules…la noche se hacía eterna nopodía moverse, luego ella salía del espejo y se posaba sobre su pecho , era muypesada parecía un cúmulo de piedras puntiagudas sobre su piel .Tan helado era sufantasma que el cuerpo de Ricardo también se amorataba, él cerraba sus ojos y ledecía:

– ¡Perdóname, perdóname, prometo que llevaré flores a tu tumba pero,perdóname!

Ella no decía nada lo miraba con ojos quietos y se hacía cada vez más pesadasobre él, hasta que lo dejaba inconsciente, esas eran los noches de Ricardo una trasotra. Al día siguiente se levantaba cansado, aturdido, con ojeras hondas, ya parecía uncadáver andante, todo porque el día que margarita murió, lo vio en la cama con otramujer, ella no soportó la idea y se lanzó por la ventana, no sin antes decirle a Ricardoque jamás lo dejaría.Cada noche va Ricardo a su casa esperando pagar su penaatormentado por el fantasma de margarita una tras otra noche el espectro se posa en supecho y no hay quien lo pueda salvar de ese horror… Quizá la muerte pero a losculpables la muerte les huye…

27.

“Una historia de horror”Roldán Aponte

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El bombillo candente me iluminaba el rostro sin permitirme ver más que unasilueta inidentificable, detrás del mismo. Mi cuerpo yacía tendido en el asiento-camilla,casi inmóvil, casi entumecido, casi trinco como respuesta al augurio que mis sesos sehabían adelantado a predecir. Era inevitable, sabía que ocurriese de un momento aotro, que ese hombre entraría por la puerta y mi destino sería aun más doloroso quecomo creía. Pero hasta el pesimismo tiene una pizca de esperanza como amnistía alterror audible que retumbaba en mi pecho en forma de latidos acelerados queescuchaba desde adentro. Aun esperaba que no fuese necesario, de que aquella siluetadel hombre de dos metros de altura llegara con su voz grave y me dejase marchar. Séque llegara de cualquier momento a otro y cumplirá con su promesa si el muy vil a estoes a lo que se dedica. Pero el pánico no es menos apacible cuando se mezcla conincertidumbre. Llegará y sabrá dios qué me hará. En la sala contigua escuchaba losgritos de un niño.

¡De un niño! ¡Pero si los niños son ingenuos! Sus gritos llegaban con tal claridadque me sembraron la duda sobre las concretas paredes. ¡Esto es un horror, estatensión es inaguantable, que llegue ya y haga lo que tenga que hacer o que me deje ir,que me libere! Me resigno, quizás sea un mal necesario. Pero de pronto cesaron losgritos del niño, y ahí fue que el tugurio se me volvió negro, negro, negro de ónix auncuando la bombilla seguía en mi cara. Me jodí pensé, nada más, solo un simple y seco‘me jodí’. Justo cuando pienso eso entro la figura de 2 metros con taladro en manoizquierda y manguera en la derecha. Si ya estoy jodido pues al menos que sea zurdo.

No hago más que alcanzar a ver el brillo de la luz la bombilla refractándose en elmetal plateado del taladro se clava en mí hasta estremecer mis nervios y azotar el dolorintenso. ¡Era el olor a hueso quemado, me estaba taladrando los huesos el hijo de puta,mientras se me escapaban los gritos como si nunca me hubiesen pertenecido! ¡Ni lapeste a hueso calcinado, ni mis huesos perforados le basto a este macabro entre loschirridos de su taladro! Saco su taladro del primer hueso y que lo clava en otro hueso,ya las lágrimas se me escapan. Al menos tuvo una pizca de sensibilidad al inyectarmeesa anestesia que al parecer era edición limitada que de tan poca que me puso, sentíahasta el espacio hueco. Seguido saco unas pinzas plateadas las cuales creí que mearrancarían el cráneo por el orificio bucal. Para mi mayor horror él se detuvo y me dijo‘muy bien Campeón, ya he removido dos de las muelas dañadas, nos vemos el lunesque viene para las otras dos.

28.“El panteón del Edén”

Miguel Mendez

El tiempo se derretía junto contigo en el viejo jacal, ahí donde nos convertimosen nada. ¿Te acuerdas Gertrudis?, ¿te acuerdas?... Las voces resonaban como ecosen algún lugar olvidado en la mente de Esteban Crisantos; el zumbido del vientolastimaba los oídos, haciendo que la piel se erizara con cada chiflido que parecía eltuene lamento de alguna persona, se confundía con las tantas voces que invadían la

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cabeza de Esteban Crisantos.

– ¿Por qué ya no volviste?, ¿porque me dejaste aquí tan sola? Yo no queríahacerlo tú me obligaste, espero y te sientas contento, mis muñecas nunca se hancurado del todo… Cada tumba tenía su lamento, Esteban lograba escucharlosclaramente cada vez que se acercaba a una, parecía que le hablaban a él.

– Tengo frío, mucho mamá, ¿Por qué ya no has venido a verme?...

–Ya no me llores, no ves que aquel rio de lágrimas no me deja cruzar…

–Ruega por nosotros, Santa María, ruega por nosotros… ave María llena eresde gracia bendita eres entre todas las mujeres y bendita sea el fruto de tu vientreJesús…

Tantas voces sin consuelo, pensaba Esteban mientras daba ligeros pasos entrelas tumbas, buscando algo que ni el mismo sabía a ciencia cierta que era. Temblando acausa del frio sosteniendo enfrente de él una lámpara de petróleo, alumbraba concautela cada paso que daba, cuando escucho el ligero crujir de las hojas, girorápidamente para observar si alguien lo seguía, le pareció mirar algo entre las tumbas:era una persona o eso parecía, una figura flaca, de mediana estatura parecía un niño,de piel blanca pálida y calvo.

Se percató de que aquel ser estaba descalzo. Se detuvo en seco, Estebantratando de tener contacto con la criatura pero esta solo corría alrededor de él. Estebantrataba de aluzarlo pero la criatura era demasiado rápida. Entonces escuchó una voz,pensó que era algún lamento que provenía de otra tumba pero esta vez era un anciano:el velador.

– ¿Qué andas haciendo? Aquí y a estas horas.

– Es culpa de un sueño…

– ¿Cómo que de un sueño?

–Pues sí, soñé con algo no sé qué era pero me acuerdo que tenía ojos muybonitos, no era ni persona, ni animal era una cosa y en mi sueño aquí lo encontraba…no hare mucho ruido, ni soy ladrón de tumbas, solo vine a desengañarme y me iré.

–Anda, pues lo voy a dejar estar aquí una hora más solo una y cuidado con elsin ojos, yo por eso siempre traigo mi pala, le da por atacar a la gente mucho cuidado;yo si fuera usted me iba pero bueno allá usted muchacho– dijo el anciano perdiéndoseentre las tumbas con su pala al hombro.

El petróleo ya casi se terminaba solo una débil flama era la luz de Esteban entretanta oscuridad, y los lamentos de las tumbas lo seguían distrayendo de su búsqueda. Yla leve respiración acompañada de unos pasos que lo seguían desde hace un rato.Sabía muy bien que en cualquier momento solo la luz de la luna tendría para seralumbrado.

–Yo soñé con la muerte, nunca pensé que sería así tan simple, aquí debajo de latierra hago lo que siempre me gusto dormir y dormir solo en veces platico con lasoledad ella fue la única que siempre me entendió, la única que me quiso realmente ycuando llegue aquí era la única que siguió conmigo…

Esto escuchaba Esteban al sentarse en una improvisada tumba sin nombre o talvez borrado por el largo paso del tiempo.

Se levantó dio un largo suspiro, observo su lámpara y la flama ya casi muerta,sabía que casi se le terminaba su hora y aun no encontraba nada, un fuerte viento sedejó venir provocando que la rama de un árbol cayera muy cerca de él, haciendo queEsteban Crisantos soltara su lámpara rompiéndose bruscamente contra una tumba.

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Todo quedo en oscuridad, hasta que la luz de la luna empezó a aclarar elalrededor, sin ojos sentía el olor de Esteban y sin poder mirarlo sabía dónde estaba seacercó a él, estaba desnudo solo un trapo le cubría debajo de la cintura, y un traponegro alrededor de los ojos su cuerpo esquelético haciendo ligeros movimientostratando de seguir el ritmo del viento. Acercándose al aterrado Esteban; este se quedóatónito sin decir nada y sin saber qué hacer.

Se levantó lentamente. Aquella criatura estaba justamente enfrente de él, se diocuenta de que este estaba ciego, pensó<<tal vez por eso, el anciano lo llamo sin ojos>>tomo una roca y la arrojo a otro lado para distraer al ser.

Y cuando sin ojos se dio la vuelta para caminar hacia el sonido, Esteban selevantó por completo y comenzó a correr, seguía corriendo sin voltear atrás, se habíaolvidado de su sueño lo único que tenía en su mente era salir de ahí.Fue cuando cayóbruscamente a un hoyo, era para algún nuevo muerto: el golpe había sido fuerte, seincorporó suavemente se tocó la frente tenía sangre, miro alrededor. Noto algo en elsuelo medio enterrado empezó a escarbar y saco una pequeña caja rectangular, encimade la tapa tenía dos orificios en forma de ojos con dos cristales preciosos, << lo heencontrado>> dijo y salió del hoyo. Camino a paso rápido, sin correr mirando nervioso asu alrededor, pensando como abriría la caja y que abría a dentro de esta, al llegar lapuerta estaba cerrada con un enorme candado, tal vez el anciano tendría la llave perono quería seguir estando en aquel cementerio y mucho menos encontrarse con lacriatura llamada sin ojos.

Empezó a escalar la puerta del cementerio… solo sintió el fuerte golpe en laparte trasera de su cabeza y el fuerte sonido metálico de la pala… La caja se abrió alcaer, solo tenía arena.

–Por esto fue que vino, pobre muchacho– dijo el viejo velador

Sin ojos miraba con sus oídos, sintiendo los sonidos que le producían macabrasimágenes de una persona siendo enterrada viva.

Esteban comenzó a despertar y lo único que miro fue un montón de tierracayéndole en la cara y volvió a cerrar los ojos.

– Sólo escuchaba el zumbido de la noche, fue mi sueño, fue el culpable de queterminara aquí, me hubiera marchado… cuando pude… solo escuchaba el zumbido dela noche y todas esa voces de animas condenadas al purgatorio…

La noche caía bajo el Panteón del Edén.

29.“Las fiestas terroríficas de mi pueblo”

Julian Bahamon

Caigo en las carreteras de Masaya en Nicaragua a media noche, empiezo arezar a lo loco, miraba esos espíritus queriendo tirarlos quizás a su desgracia entrerezos y llanto. De los nervios no podía ni gritar, no entendía que pasaba, de pronto estesueño era una de las peores pesadillas.

Me levanto del suelo al que había besado casi obligado por lo que creía erandemonios; estaba en el medio del baile de los ahuizotes que se celebran en esta ciudadcada año en noviembre. Que susto.... Llegaron a Siuna, a las tres minas y ahí sí que se

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asusté junto a mi amiga Angy que fue testigo del encuentro que tuve con la Cegua, unamujer de vestido blanco que en vez de caminar vuela, con todo el cabello en la cara;porque dicen que si miras su rostro podrías morir del miedo. Esta mujer es conocidaporque solo se le aparece a los hombres apuestos pero ebrios y yo sería la victima de laella y entonces antes de que me siguiera molestando desapareció.

30.“Las sombras”

Omar Cárdenas Mendoza

Todas las noches iba con el Jesús en la boca al baño. Atravesar los escasoscinco metros que separaban su cuarto del retrete se le antoja un penoso viacrucis. Haceya mucho tiempo que había dejado de tomar agua por las noches; pero su vejiga erauna negra perra llena de costumbres – a las doce menos diez, minutos más, minutosmenos, despertaba a Maribel; no importaba que el sueño fuera el más profundo o real,no importaba el calor y seguridad del edredón. El dios retrete exigía el sacrificio de laorina.

Lo primero que notaba al salir de su cuarto, frío sin importar qué estación delaño fuera, era la sonora respiración de su madre, quien hace mucho ya había dejado debuscar monstruos debajo de la cama para calmar a su hija. El pasillo estaba plagado deretratos añejos que contenían sonrisas congeladas y uno que otro muerto. A la derechase encontraba la mesita del teléfono, donde reposaba el armatoste que palpitaba cada 5segundos con una fuerte luz blanca: el blackberry de trabajo de Ana, su madre. AMaribel se le antojaba un corazón mecánico que despertaba justo a las 11: 50, sólopara disfrutar con el miedo, con su miedo; caminaba despacio, de puntillas, con lamirada fija en el picaporte del baño, tratando de ignorar los ojos que la seguían cadaque la luz los golpeaba. Aún recordaba la vez que… “pero qué tontería, es obvio queme seguían, tonta, todos los retratos que miran fijo al foco lo hacen, pero esa vezparpadeó, no lo niegues”.

A mitad del camino, debido al miedo que erizaba ya los brazos de Maribel, larespiración de Ana parecía combinarse con la luz palpitante del celular: el pasilloparecía vivo –estaba vivo-; la chica corría, siempre a puntillas, el último trecho y seaferraba al picaporte y a la seguridad del baño. Vaciaba la vejiga, se echaba un poco deagua fría en la cara, para retornar a su centro, se armaba de valor por dos largosminutos y salía a la carrera, aún de puntillas, a la seguridad de su cama.

A la mañana siguiente, durante el transcurso del día, el miedo se desvanecía yMaribel volvía a ser la chica alegre de siempre, al menos hasta cerca de la medianoche.El próximo mes se cumplirían cinco años, largos cinco años en el distrito, desde que suvida se había vuelto este claroscuro.

Y así hubiera seguido si no fuera por Miguel, Miguel y sus ridículas fijacionescon el terror – pensaba Maribel. Cuando por fin le confió su miedo irracional, buscandoun remanso de paz, su compañero de trabajo se desternilló de risa y pronto vio laposibilidad de una risotada (como gustaba llamar a lo que él suponía una carcajada). Lecontó la leyenda –“Créeme, es real, bueno, tan real como es una leyenda”- de por quéla gente siempre apaga todas las luces en la noche, a pesar del miedo ancestral,genético, que producía a todo humano la oscuridad.

-Se dice que en la noche, los muertos, sus almas mejor dicho, tienen pase libre

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para deambular por la tierra. Pero no creas que cualesquiera muertos, sino aquellos quehan perdido la vida en situaciones violentas o bien sin capacidad de alcanzar la luz.Aprovechan la oscuridad de la noche para andar de aquí para allá, buscando algo, nosaben qué, se supone que una forma de redimirse; pero al no recordar nada de su vidaanterior… pues sólo deambulan. Lo que más parece gustarles es mirar a los vivosdormir; si por alguna razón te levantas por la noche, a eso de las tres, alcanzarás a versus oscuras figuras por el rabillo del ojo. A veces, si son osados, estarán justo frente ati, con los ojos fijos en ti.

- No mames Miguel, cállate, eso lo sacaste de Facebook.

- No, de verdad que no, las figuras oscuras, su historia, se puede trazar más alládel internet; hay registros en revistas médicas que catalogan a tales visiones comotrastornos del sueño. Pero eso no es lo importante; lo importante, te decía, es que sólodeambulan por la noche. Es pues su reino. Cuando nuestros ancestros conocieron elfuego, al principio, lo usaban sin pensar. Pero es entonces que sucedieron los primeroscontactos con las sombras, atraídas por la luz, confundidos por la luz… quizá pensabanque era la luz de la redención, el dichoso túnel de luz, qué se yo; en fin, pues lassombras iban tras ella y los hombres conocieron por vez primera el terror, no el miedo;ese ya lo conocían con los depredadores, el terror puro, así como tú cuando vas amear.

- Tarado.

- El fuego, las reuniones en torno al fuego, se volvieron un ritual de paso, sóloaquellos que se atrevían a hacer un círculo en torno a la llama, en una noche quecoincidía con la última luna de octubre, y que permanecieran por al menos una hora,podrían ser parte de la tribu como hombres –no, no recuerdo el nombre, da igual-. Losque fallaban la prueba se consideraban por siempre niños; a veces eran expulsados, aveces vivían como ayudantes del hogar.

- ¿Y las sombras, se presentaban?

- No siempre, quizá en el fondo tengan una conciencia, quizá. Pero las vecesque lo hacían no quedaban nadie que pudiera contar qué había pasado. A la mañanasiguiente, los ancianos de la tribu, se encontraban con un círculo de cadáveres, concabellos blancos, y un grito ahogado en espuma.

- Dios, creo que ya no quiero seguir escuchándote.

- Al contrario, creo que esto es lo importante, ven; anda.

- Vale, pero no quiero nada gráfico, por favor.

- De acuerdo, esto es rápido, como te decía, a pesar del miedo genético a lanoche, por los depredadores o lo que tú quieras (las sombras); la humanidad decidiódormir a oscuras, un poco como muertos; pero pensaban que, si no había luz, no habríasombras que merodearan cerca. Hoy en día han aumentado los reportes de lassombras, debido a que la noche ya no es tan oscura como hace apenas 50 años, ahoraestamos prácticamente bañados en luz: las lámparas de la calle, los neones de lastiendas, la luz naranja de toda la ciudad, etc. Bueno, pues resulta que las sombras sóloviven para la luz, buscan la luz; de nuevo, y sólo imagino, quizá piensen que es elcamino a la paz. Aquí es donde entras tu Mabelita, quizá tu miedo irracional viene deuna memoria ancestral; sabes que la luz atrae a las sombras y sabes que no estás solacon esas idas al baño. Pero no me hagas mucho caso, sólo es una historia…

Su compañero de trabajo le dedicó una mirada burlona, esperaba haber regadoun poco más las semillas del miedo que ya anidaban en Maribel. Después de todo, sedecía, su miedo era ridículo. Esa noche, Maribel obligaba a su vejiga a resistir, pero a

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las doce y cuarto por fin se rindió. Salió al pasillo, estaba hecha un manojo de nervios,sus músculos se tensaban a cada paso, sus poros exudaban hielo y su boca maldecía acada paso al cabrón de Miguel. Tal como estaba, todo le parecía hiperbolizado,magnificado; los ronquidos de su madre eran terribles y, lo peor, es que calzaban a laperfección con los cegadores flashes del teléfono. A mitad de camino, Maribel detectóun leve crujir a su espalda, acompañado de pequeños suspiros. “No, no, no, no” sumente se había nublado, la negación pugnaba por convertirse en un grito. Se pensó enel baño y se calmó –“llega al baño chica, llega al baño y quédate allí; no importa que nosalgas hasta mañana”. Pero, justo al dar el primer paso, notó que las paredes vibraban,que los cuadros, las imágenes de éstos, la veían con frías miradas (“y parpadean”);enseguida notó el movimiento justo delante de su visión, las sombras, parecidas amanchas de aceite, se movían torpes, infaustas, como sin rumbo, como tratando deencontrar algo, sin saber qué. Bastó esa grotesca imagen para que un no, más quejidoque palabra, saliera de la garganta de Maribel, un no que detectaron sus tenebrososhuéspedes. Por fin, con dirección, con propósito, por fin.

Al día siguiente un alarido irrumpió el sueño de muchos vecinos del Edificio A:Ana era todo brazos y piernas y cabellos y bata al viento; corría al encuentro del cuerpoinerte de su hija, esa estatua horrible, de cabellos blancos, y cara desfigurada por eldolor.

31."La sonrisa"

Lorena Cecy Meza

Tenía desconfianza más de la normal por aquella mujer, desde el primermomento que la vi. Noté algo muy diferente en su mirada, en su postura en su voz. Ensu rostro siempre había una sonrisa extendida.

Mi padre, confiaba en ella la conocía hacía un par de meses, por lo cual creyóque podría cuidar de mí, durante el período en cual él se hallaría ausente de casa.

Esa primera vez que la vi, ella acarició mi rostro con sus manos, deslizandosuavemente sus dedos en mis facies, sus dedos eran suaves pero muy fríos, fríos comohielo, la frialdad de sus manos me provocó estremecimientos en la espalda, miedo ymucho temor. Pero no le di mucha importancia, supuse que tal vez esa sensación sedebía a pasar la mayoría de mi tiempo viendo y leyendo películas y libros de terror,ganando una imaginación al límite.

Al día siguiente mi padre partió de casa, dejándome una nota sobre mialmohada, la cual apenas desperté leí detenidamente.

“Hijo pórtate bien con Lizbeth, es una buena mujer, sé que pronto te encariñarascon ella.

Regresaré dentro de unos meses, haz tus deberes y ya deja de ver y leerpelículas y libros de terror, que es lo que te causa que creas en criaturas y monstruosbajo tu cama o en la casa, recuerda lo que te dijo tu madre la última vez, en fin… Buenohijo te quiero mucho, nos vemos pronto un abrazo fuerte.

Tu papá”

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Al concluir la lectura de la nota que mi padre me dejó, la puerta de mi cuarto seabre y por ella ingresa Lizbeth, en manos traía una bandeja, la cual al parecer era paramí, el verla ingresar a mi cuarto sin quitar su sonrisa y con ese desayuno me recordó aesos días en los que mi madre solía ingresar a mi habitación con el desayuno, no podíaevitar recordarla la amaba tanto que el simple hecho de ya saber que no volvería a verlaotra vez me incitaba a dejar escapar unas que otra lagrima.

―Buenos días ― me dijo sin quitar de su rostro la sonrisa, sus ojos claros seadueñaron de mis sentidos, su voz endulzó mis oídos, y por alguna extraña razón esetemor que sentía desapareció de mí por completo, me di y le di la oportunidad deintentar que nos lleváramos bien, durante la ausencia de mi padre.

Con las horas y el correr de los días fuimos estableciendo una buena relación.

Como todo adolescente solía reunirme cada fin de semana con mis amigos parajugar al fútbol o a los juegos de vídeos. Ellos eran mis amigos de la infancia siempreque podíamos nos ayudábamos entre nosotros, motivo por el cual me animé a contarlesque desde hacía unos días mi padre había contratado a una mujer como mi niñera, lesdescribí como era, desde la frialdad de su piel, la risa fija que no borraba de su cara yhasta incluso la melodiosa voz que me hechizaba. Como era de esperarse, ellos seburlaron de mí, por el hecho de tener una niñera y también por la manera en la que leshabía descrito el aspecto de la misma, bromas de mal gusto pero muy divertidas comosiempre, solíamos hacernos.

Pero por una desconocida razón tuvimos que alejarnos, algo infrecuente estabaocurriendo en el barrio. Sucedían cosas muy extrañas, hechos inexplicables. Vecinosafirmaban que esto se debía a una extraña leyenda urbana, sobre la cual no queríancontarme.

Esos días el miedo y el espanto se adueñaron de mí.

Esos fines de semana en los cuales solía dormir en casa de mis amigosterminaron, uno a uno y poco a poco cada uno de ellos fue muriendo de maneras taninusuales, que se creía habían sido objetos voladores no identificados (OVNI), listospara atacar la tierra. Pero solo eran ideas inventadas para ocasionar espanto y miedoen el vecindario.

Mi amigo de 14 años fue hallado en la cancha en dónde acostumbrábamos apracticar deportes, totalmente descuartizado, lo extraño del hecho es que solo estabasu cuerpo, su cabeza no se hallaba en ningunos de los derredores del sitio, todos misamigos menos uno habían muerto de maneras muy confusas. El saber que mis amigospoco a poco se alejaban en cuerpo de mí, me trastornaba, me producía insomnio, porlas noches el sueño se me interrumpía, solo me sentaba en mi cama, me cubría lacabeza y rezaba intensamente, por primera vez creía en un dios, que por un tiempo creíinexistente.

Mis noches eran horribles, todos los días creía oír ruidos provenientes de la sala,pero no quería bajar temía por mi vida, esas noches me llenaban de pánico, lo peor deellas era que siempre llamaba a Lizbeth para que me hiciese compañía, pero parecía noencontrarse en casa, esas noches a pesar de sentir mucho temor, me levantaba,respiraba profundo y buscaba en mí, el valor suficiente para ir a buscarla. La buscabapor cada rincón, en cada habitación, exceptuando la sala. Pero no residía en la casa.

Solo volvía a mi cuarto intentando dormir, cosa que no podía lograr.

Cada día, me enteraba las horribles muertes que sucedían con el transcurso delos días, Lizbeth siempre me despertaba con el desayuno y a pesar de losacontecimientos siempre sonreía. Cada vez que le preguntaba a dónde estaba en las

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noches, me afirmaba estar en su habitación durmiendo. Lo cual creía por el simplehecho de encontrarme asustado y que tal vez en profundidad no prestaba atención.

Las muertes de jóvenes, adultos, ancianos, me provocaban insomnio, helabanmi sangre, ya no dormía por las noches.

–En esta noche hay una gran tormenta, la lluvia cae con gran intensidad, lasgotas golpean todo a su paso de manera agresiva, hay truenos, relámpagos, estoy acáen mi habitación, aún puedo oír ruidos en la sala, pero… Estos son diferentes a los denoches anteriores, tengo que salir y averiguar que hay en mi sala, no puedo quedarmeencerrado, si voy a morir, quiero saber qué es lo que me va a matar.Debo sacar el valorde algún lado, tengo que respirar profundo y atreverme a bajar las escaleras, ya notengo que tener miedo.

Bajé cuidadosamente las escaleras, tratando de no hacer mucho ruido, cada vezmás escuchaba el masticar fuete, el crujido como si se estuviesen rompiendo huesos.Me acerqué al marco de la puerta y sigilosamente me animé a ver qué era lo que habíaahí, pude ver, vi una criatura con un vestido blanco desgarrado y manchado que estabaencima de un cuerpo.

–Ese cuerpo… ese cuerpo es el de mi amigo, lo sé, es su cuerpo― pensé enmis adentros, mientras sentía la adrenalina velozmente adueñarse de mí, mis piernastemblaban, casi no podía resistir las ganas de llorar, quería gritar, pero si lo hacía lacriatura se aventaría hacia mí.

– ¡Demonios! ¡Demonios! ¡Tengo mucho miedo! – pensaba en mis adentros, nosabía qué hacer, el ver el cuerpo de mi amigo siendo devorado por esa extraña criatura,me daba rabia, tristeza, una mezcla de sentimientos, que no sabía cómo controlar.Nuevamente me animé a ver una vez más a la criatura en la sala. Esta rompía de unamanera abrupta los huesos del cuerpo ya sin vida, los arrancaba sin piedad del cuerpo yse alimentaba del mismo, lo disfrutaba tanto, que veía como lentamente con sus manosquitaba las vísceras y las acomodaba en su boca, la sangre manchaba la alfombra grisde la sala.

Pronto sin darme cuenta, noté que me estaba viendo y en sus manos tenía lacabeza ya despojada en su totalidad del cuerpo de mi joven amigo me miró con susclaros ojos verdes, su sonrisa extendida machada con sangre coagulada, en susdientes blancos pequeños trozos de carne. A penas con mis fuerzas ya compuestas,giré y tomé carrera a toda prisa hacía mi habitación, subí velozmente las escaleras, nopodía casi respirar, mis latidos eran muy fuertes, mis piernas no querían seguirayudándome, tropecé en unos de los pasillos per continué mi huida, no quería morir.Pronto encontré la puerta que creí estaba muy alejada de mí, por fin mi cuarto alcancé aver, entre rápidamente, cerré la puerta coloqué el seguro, y me escondí entre missábanas, la tormenta continuaba, los relámpagos y los truenos me erizaban la piel. Lascortina de mis ventanas estaba a un lado la luz de los rayos chocaban contra el vidrioreflejándose en una de las paredes de mi cuarto. Aún no recobraba mis patronesnormales de respiración, el corazón parecía pronto escaparía por mi boca. En eseinstante la puerta de mi habitación se abre… Creí haberlo estado imaginando cuandosiento que mis sábanas comienzan a descender de mí, comienzo a sentir que algo tocamis pies, algo totalmente frio, frio como hielo, frio como las manos de Lizbeth, frío comoaquella caricia que rozo mis mejillas, pero seguí sin darle importancia a lo que ocurríaobservaba la sombras que se dibujaban en la pared de mi habitación, cuando veo sedibuja la figura de una mujer en el reflejo de la pared que va subiendo lentamente a micama.

Luego la sábana me descubre la cara y es cuando… y es cuando… y es cuando

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la veo a ella posicionando sus manos a mi cabeza, sonriente como siempre, lo últimoque pude sentir fue un dolor profundo que quebranto mi cuello.

32.“Nepamuseno”

Sam Aguilar

“¿Puedes sentirme? Porque estoy muy cerca…”

– ¿Qué? – pregunte mientras me volvía a mi compañero.

–Yo no he dicho nada. Vamos, apresurémonos para poder irnos ya.

Esa noche debía quedarme a limpiar el anfiteatro después de haber roto unfrasco que contenía un corazón en formol. Medicina era muy agotador y apartequedarme a limpiar no iba a hacer que comprendiera mejor anatomía para pasar misexámenes.

Afortunadamente para mí, no era la única en el anfiteatro ese viernes en lanoche. Ariel, un buen amigo, se ofreció a ayudarme con la limpieza. El me gustaba, ycreo que yo a él, pero esa noche no estábamos en el lugar más romántico del universo.

-¿Tienes planes para hoy? – pregunté inocentemente.

–¿Además de nuestra cursi cita aquí? Solo estudiar. No comprendo bien losmúsculos. ¿Tú?

–Tengo asuntos pendientes con la almohada.

Ariel rió. Sabía que no había dormido mucho, porque mis ojeras lo hacían saber.

–Ya vuelvo, voy a meter el corazón en la morgue.- avisé.

–Ok. Pero con cuidado, Sam. ¿Quieres que te acompañe?- preguntópreocupado mi amigo.

–No. Voy y vuelvo en menos de lo que dices “esternocleidomastoideo”.

No podía creer lo nerds que nos habíamos vuelto. Entré en la morgue y rodeé elúnico cuerpo que había ahí. Lo habíamos nombrado “Nepamuseno” gracias a laoriginalidad de mi amigo Luis Adrián. Dejé el corazón junto al cerebro y los riñones.Entonces escuche una voz susurrar mi nombre. La ignoré y me dirigí a la puerta, queestaba cerrada.

– ¿Ariel? ¿Puedes abrir la puerta, por favor? ¿Ariel?- Espere una respuesta,pero nada. Comencé a sentir frio y un poco de miedo.

– ¿Tienes miedo? – escuché la voz venir del centro del cuarto, donde estaba elcuerpo. Entonces saltó frente a mi Ariel.

– ¡Tarado! ¡Me va a dar un infarto! – dije mientras lo empujaba.

–Lo bueno es que se dar RCP– dijo guiñándome un ojo.

Abrió la puerta y me dejó salir primero. En cuanto estuve afuera, cerré la puertatras de mí.

– ¡Casi me golpeas la cara! – gritó Ariel.

–Te lo tienes bien merecido- contesté entre risas. –Ok, ya. Sal para poder irnos.

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–Sam. Hay algo que debo decirte. Tal vez no es el mejor momento ni el mejorlugar, pero…

– ¿Pero?

–Espera, no encuentro mi celular. ¿Lo tomaste?

–No. Tal vez se cayó en la morgue.

Le marqué a su número, y efectivamente, sonó dentro las puertas de las queacabábamos de salir.

–Vuelvo rápido, no te vayas a ir. De verdad, necesito decirte esto.

Estaba nerviosa, no sabía que decir ni que esperar. De pronto, me sobresalté alescuchar la puerta cerrarse repentinamente.

–Muy graciosa, Sam. Ya. Déjame salir- dijo Ariel algo molesto.

– ¡No me quieras asustar! Tú cerraste la puerta.

Se escuchaba el forcejeo.

–Esta trancada, Sam. Necesito que me ayudes.

Empezamos a tratar de abrir la puerta, yo por fuera y él desde adentro.Entonces, Ariel dejó de empujar.

– ¿Ariel?

– ¡CORRE, SAM! ¡CORRE YA! EL CADAV…- Se oía golpes y gritos, así comofrascos que se quebraban. Ariel no terminó la frase.

– ¡ARIEL! – gritaba mientras movía la puerta tratando de abrirla. Entonces dejóde escucharse sonido alguno. El velador llegó y juntos abrimos la puerta. Para el horrorde mis ojos, el cuerpo sin vida y ensangrentado de Ariel estaba en el piso, con rasguñosen la cara y pedazos de vidrio enterrados en el cuerpo. Tenía un agujero en el pecho ysu corazón no estaba. Vi al cadáver y me di cuenta que en su pecho, estaba el corazónde Ariel.

Desperté entre gritos y llanto. Los médicos llegaron a donde yo estabapataleando y dando lucha por salir de mi cuarto. Siempre pasaba, y los encargados delhospital psiquiátrico ya estaban acostumbrados a esos recuerdos nocturnos. Mesedaron y mientras volvía a quedarme dormida, escuchaba la voz entremezclada deAriel y del cadáver.

“¿Tienes miedo?”

33.“La Pasión de Sombra”

Sebastián Alberto De Zaldúa Leveque

Abrió los ojos, todavía todo oscuro. Le resultó imposible calcular la hora. ¿Lascuatro de la mañana? ¿Acaso importaba? Miró a su costado.La muchacha, delgada yde largos rulos negros, dormía a su lado. Observó ese hermoso cuerpo, reprimiendocualquier sentimiento o deseo. Una más para saciar su instinto.

Siempre le fue difícil controlarse. Ese deseo interno, nacido en su adolescenciacuando todavía no terminaba la escuela, afloró en los momentos menos oportunos.

Fue una fortuna conocer cómo controlarlo o desviarlo, pensó.

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– ¿Victoria? – la llamó susurrando. Ella volteó en su dirección.

Ese cuerpo desnudo, volvió provocar que el deseo aflorara en su cuerpo ymente. ¿Qué era eso? ¿Deseo de poseerla una vez más? ¿O ella lo poseía a él?Pasión, lujuria, furia y alegría, más otras cosas que no podía definir. Acercó las manoshacia ella.

Victoria abrió lentamente los ojos.

Se conocieron de muy pequeños, compartiendo con otros niños juegos en losratos libres. Al llegar a la adolescencia, sus caminos se separaron y pasaron años sinverse. Cuando se reencontraron, Sombra era otra persona… si llegaba a serlo.

No se atrevió a hablarle sobre su pasión secreta, pero la atracción entre los dosresultó irresistible.

Varios días pasaron entre cruzamientos y saludos a distancia. En un momento,Sombra la invitó a la casa, dejando fluir todo como el río hacia el mar. Su instinto gritabalo fácil que resultó todo el asunto.

– ¿Ya estás despierto, sombra? – preguntó ella.

Aunque nunca le gustó, se resignó a llevar ese apodo desde la niñez por serflaco, callado y casi nunca llamar la atención. Es su nombre ahora, nadie se acuerda elverdadero.

– ¿No estás cansado? – preguntó ella – te veo re despierto ¿No estás cansadoen serio?

Luego de la pasión maratónica, Victoria no esperaba verlo tan despierto.

– ¿Querés un poco más, muchachote? – le preguntó mientras se sentaba frentea él.

El cuerpo desnudo de Victoria volvió a asombrar a Sombra. No tenía nada deespecial, pero eso resultaba especial. Pechos pequeños, el vientre un poco abultado ylas piernas delgadas al igual que los brazos. Lo único excepcional fueron los ojos,intensos como el encendido de un fósforo en la oscuridad.Es momento del ritual, hablóuna voz en su interior.

Es momento de tu verdadera pasión, susurró otra.

Victoria le miraba. La contemplación pasó desde la lujuria hasta la impaciencia.

– Vengo en un momentito – dijo y saltó de la cama.

– ¿Qué? – dijo ella – dejate de joder, boludo.

– Tengo más forros en la otra habitación – contestó y salió.

Al entrar en el cuarto de al lado, admiró una vez más sus trofeos.

Unos de la época en que su pasión le controlaba. Anillos, uñas, pedazos de pielbien conservados, un ojo en agua y hasta una mano de mujer disecada, aún con unanillo dorado y enmarcaciones tribales en el dedo índice. La miró y recordó la palabragrabada en el interior de la joya: “Flor”.

Durante tres años, se dejó llevar con mucho remordimiento por esos caminososcuros. Esa voz dirigió sus acciones.

Los más nuevos son mechones de pelo y algunas prendas íntimas de susparejas. La primera época terminó al descubrir que esa maldad, esa vitalidad, podía serencarrilada por otra pasión hasta entonces desconocida.

Debutó a los veinte años con una ex profesora de su escuela. El momento fueglorioso para los dos. Toda la energía aplicada en matar, la usó esa noche y no volvió a

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escuchar la voz asesina durante mucho tiempo.

Pero ese día estuvo con Victoria a toda pasión. Casi sin detenerse. Entonces¿Por qué susurró desde el fondo de su mente esa vieja voz tan pronto?

La cabeza comenzó a dolerle, partiéndose. Al cabo de unos segundos, la batallade voces y deseos terminó.

Victoria estaba sentada en la cama, envuelta con la sábana. Al verlo entrar,comprendió que seguirían aunque sea un rato más. Mientras sombra se acercaba, ellase inclinó hacia adelante, abriendo la boca.

El primer puntazo le dio de lleno entre los testículos. La sangre manó entre losdedos de Sombra. Su sorpresa le cerró la garganta, impidiéndole gritar.

– ¿No te la esperabas no? – dijo Victoria mostrándole un pequeño cuchillo depunta curva – eso es por mi hermana.

– ¿Qué? – Sombra no podía coordinar.

–La mano que tenés en esa habitación es de mi hermana – contestó Victoriamoviendo el cuchillo de derecha a izquierda – sospechaba que fuiste vos. Cuando tedormiste me fui a asegurar. ¡Hijo de puta ni siquiera le dejaste el anillo al cuerpo!

¿Hermana? ¿Anillo? Sombra recordó que la muchacha fue una vista porcasualidad en la calle. La siguió y aprovechó el momento para saciar su pasión. Nuncarelacionó a esa mujer con Victoria.

– ¿Tu hermana?

–Puta madre – Victoria avanzó hacia él – ¡Mi hermana mayor! ¡Florencia! ¡Flor!¿Sos sordo o qué?

Tiró otro puntazo, hiriéndolo en el abdomen. Extrajo el cuchillo, sin dejarseamedrentar por los alaridos, y lo clavó el pecho. Para mala suerte de ella, no tocó nipulmón ni corazón.

Sombra llevó la mano derecha hacia atrás y agarró la tijera pegada con cinta a laespalda. No sería solo un mechón de pelo o un corpiño el trofeo de esa madrugada.

Victoria sacó el cuchillo y quiso apuñalarlo de nuevo, pero Sombra blandió lafilosa tijera hacia adelante, hiriéndole en medio del pecho izquierdo.

– La puta que te parió – pronunció entre jadeos mientras se llevaba la manoizquierda a la herida.

Las miradas se cruzaron. Pero ya no había lujuria ni deseos de entregarse.Encontraron la fuerte decisión de matar.

Ambos se movieron rápido. El cuchillo de punta curva, se introdujo en el pechode él hasta el mango. La tijera se enterró en la espalda de ella.

El dolor fue tan intenso que ninguno de los dos gritó. Se unieron en un abrazosangriento hasta atender la llamada de la oscuridad.

Despertó y alejó con asco a Sombra. Éste sostenía fuerte todavía la tijera, demodo que en ese movimiento, la retiró del cuerpo de su cuerpo.

La herida en su espalda resultó ser superficial y dejó de sangrar en algúnmomento de su desmayo.

Victoria arrastró su cuerpo en dirección a la cama y se irguió apretando fuertelos dientes, conteniendo el grito que luchaba por ser libre.

Busco su ropa, vistiéndose con la remera negra y los jeans, metiendo su ropainterior debajo de la remera.

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El menor movimiento, le provocó una punzada de dolor. No sabía cuánto tiempopasó entre ese abrazo mortal y su despertar, pero aún sentía casi toda la espalda y lasnalgas con la sensación de la sangre. ¿Cuánta había perdido? ¿Cuánta le quedaríadentro? Ella no lo sabía.

Salió de la casa de Sombra en dirección al hospital. Ya sabría qué decir cuandollegara.

El Sol iluminaba las sucias veredas de la ciudad. Ella agradeció aquella luz y elcanto de los gorriones despertando. Poco a poco, recuperó algo de fuerzas, solo losuficiente para mantener las piernas funcionando.

Nada de pensar o mover los brazos, querida, pensó, cumpliste y es la hora deseguir adelante.

Apoyada contra la pared e inclinando el cuerpo, recorrió las cinco cuadras que laseparaban del hospital.

Mientras cruzaba la puerta giratoria de entrada, mientras una enfermera corríahacia ella, Sombra ya planeaba el ajuste de cuentas.

34.“Por la noche al llegar a casa”

Daniel Felipe

Por la noche al llegar a casa estaba muerto de cansancio, no quise ver ni comernada, tan sólo quería acostarme a dormir, falto con tocar la almohada de la cama paraquedar profundamente dormido...

Fueron los chillidos de Lester los que me despertaron, quise ver qué hora erapero al reloj se le había acabado la pila, así que me acerque a la ventana para mirar siya era de día, pero todo seguía completamente oscuro - tal parece que todavía es denoche- me dije a mí mismo.

Me dispuse a dormir nuevamente pues notaba que todavía estaba muy cansado,pero los chillidos de Lester no me dejaban así que fui a ver qué pasaba pero todoestaba en orden, arropé bien al animal y regrese a mi cuarto, más me demore yo enacostarme y cerrar los ojos que en volver a escuchar los chillidos, esta vez eran másfuertes y agitados, volví a ir a ver qué pasaba y me sorprendió ver la luz encendida -¿seme olvidó apagarla?- me pregunte un poco nervioso, aunque sabía que yo no la habíaprendido, pero no le di mucha importancia puesto que a veces se me olvidan las cosas,me cerciore de apagar la luz y volví al cuarto para poder dormir. Al acostarme los volví aoír pero esos no eran como los anteriores, eran muchos más fuertes y escalofriantes,eran como voces que se camuflaban en los chillidos, el miedo se apoderó de mí, perodecidí ir a ver. Con la piel de gallina y el corazón en la mano quite la manta con la quehabía arropado a Lester, pero lo único que vi fue un cofre con el número 6-6-6 – yLester, ¿a dónde se fue Lester? – me preguntaba mientras que daba pasos hacia atrás,me puse una chaqueta y unos zapatos tan rápido como pude y sin medir cuán oscuroestaba, me fui al cementerio.

Por el camino ignoraba la idea de que ella cumpliera su amenaza, lo primero quehice al llegar allí fue buscar la tumba de Helena, revise el día en que había muerto y las

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fechas concordaban, hoy 6 de junio del 2006, helena cumplía 7 años de muerta...deasesinada, hoy le sacaban los restos, hoy metían sus cenizas en un cofre, hoy...

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo). Hoy 6 del mes 6 del año 6 Helenaregreso para vengarse y sé que no lo hará con la muerte.

35.“Sombra”

Daniela Bermúdez

–Escucho pasos detrás de mí.

–¿Y? ¿Acaso te olvidas de que tienes sombra?

Hay una parte de la ciudad a la cual se le atribuyen muchas historias; la mayoríade las personas aseguran son falsas. Pero aún así evitan frecuentarla durante la noche.

Excepto tú, por supuesto, siempre desobedeciendo las reglas… Tomas el mismocamino para ir a casa todas las noches, ese que prácticamente te hace dar vueltas encírculos, en la oscuridad, tu única compañía.

A tu lado se extiende un callejón, nunca habías reparado en él, pero hoy algoresalta. Te acercas. Un hombre mira la luna, tirado en el suelo, a pocos pasos de él unatubería gotea, formando un pequeño charco aparentemente marrón.

–Oye, viejo.

–Lo llamas al llegar a su lado.

– ¿Qué haces? ¿No sabes que debes dejar descansar a los muertos? –siseauna voz desde las sombras. Entornas los ojos y te parece distinguir la silueta de unhombre de mediana edad.

– ¿O eres de esos intrépidos que buscan desafiar a la muerte?

– Quizás sea un bandido cualquiera, a pesar de que no lo parece.

Una ambulancia pasa velozmente por la avenida, iluminando el callejón por unossegundos ¿O lo imaginaste? ¿Acaso el rincón dónde se encuentra el desconocido nopermaneció oscuro?

– ¿Oyes eso? Nadie puede escapar de su hora.

Miras a la oscuridad, de donde proviene la misteriosa voz, cerca de ti un gatoaterriza sobre un basurero con un sonido metálico y se da a la fuga. Desvías la mirada yte encuentras con los ojos vidriosos del cuerpo, un escalofrío te obliga a cerrar los ojos.¿De esos extraños orbes amarillos brotaron gusanos? Cuando vuelves a abrirlos noestán ¿Fue tu imaginación?

– ¿Le temes a la muerte? –susurra una voz a tu oído y el frío metal recorre tucuello. Giras y te encuentras con los desorbitados ojos de un loco, unos ojos grisesinyectados con sangre. Te sonríe, apuntando la daga directo a tu corazón. Tu cuerpo se

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paraliza, comienzas a dejar de existir.

– No ¿Y tú?

El arma se abre paso en tu pecho, mas la mano que la sujeta de pronto seagarrota, y comienza volverse negra. Su dueño la mira aterrado e intenta alejarse,sacude el brazo en medio de gritos sin resultado, la mancha se extiende, por todo elbrazo, parece como si se descompusiera. El rostro del hombre se tuerce en muecasincomprensibles cuando la extraña sombra llega a su corazón, al que raja hasta queexplota en pedazos, y la sangre comienza a brotar por sus ojos, sus oídos, su nariz…

Te acercas a mirar al hombre que, tirado en el piso, contempla la luna;manchado de sangre y con la mitad del cuerpo negro. Extraes la daga de tu pecho,derramando algunas gotas rojas, y lo tiras a su lado.

–Es difícil temerle a la muerte cuando eres su sombra.

36.“Los fieles difuntos”

Fermina Daza

Mi tío José siempre tuvo la costumbre de quitar los dientes a los muertos de lafamilia el día en que retirábamos los huesos de la tumba, los guardaba en una pequeñacaja.

En muchas ocasiones desperté en medio de la madrugada sudando, fatigadapor los sueños, o el sueño, pues siempre era el mismo. Yo, caminando en elcementerio, sobre las tumbas, con un vestido blanco, del cual, con cada paso, salíanmontones de flores. Al llegar al final de la segunda hilera de tumbas encuentro a unaniña acurrucada; a este punto del sueño el panorama ha cambiado totalmente: meencuentro en un camino largo lleno de cuevas, en el sueño soy consciente de que deboentrar a esas cuevas; que las personas que hay en ellas están endemoniadas y nopuedo dejarme tocar. Veo el camino y veo la niña acurrucada a mi lado, la niña me miray descubro su cara de perro rabioso. Me sobresalto, quiero irme de allí. Empiezo acaminar, y al entrar en las cuevas, solo alcanzo a percibir las sombras de los que allíhabitan, su energía maligna, su deseo de salir de ahí.

Al salir de la última cueva, veo a un hombre alto, bello, vestido con un pantalóndoblado en las botas hasta la rodilla y una camisa blanca; es mi abuelo con su ropa deantiguo cortero de caña, me tiende la mano, me acerco a él y lo abrazo. Al abrir su bocapara sonreír: mi abuelo no tiene dientes, su rostro se arruga rápidamente y sus ojos secaen, y termino viendo un cráneo pelado. En ese momento despierto. En una de esasnoches, desperté y seguí así por unos instantes en medio de la oscuridad y el silencioquieta, sobresaltada. Un murmullo rompió con ese silencio, y empecé a escucharmuchas voces juntas que rezaban padresnuestros, se escuchaban como si seacercaran a mi habitación, intenté despertar a mi hermana que dormía a mi lado, perocuando posé mis manos sobre su pierna, atravesé su cuerpo y sentí un frío de muerte,una mujer salía de mi habitación y le escuché decir a los niños que no despertaran a mihermana, que ahora ella estaba más tranquila.

Poco a poco empezaron a llegar a mi todos los ruidos del exterior de la

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habitación, personas, niños y el grupo rezando. Empecé a sentir calor de velas, y meguíe por la luz de sus llamas hasta el salón, cuatro velas, un ataúd, cortinas blancas yuna cinta negra donde, en letras doradas, escribieron mi nombre. Y mi tío ido,ensimismado, apretando entre sus manos una pequeña caja metálica.

37.“Relato de ruta”

Julieta Macarena

Mi padre siempre me ha contado historias de terror, siempre dice que son cosasque le sucedieron a en las que me cuenta, pero hay una sola historia que yo creo querealmente es cierta, porque es la única que logra erizarle la piel mientras la relata. Antesde transcribir su relato es preciso aclarar que durante casi toda mi infancia él trabajóviajando por muchas provincias Argentinas, y de esos viajes surgieron muchas de sushistorias.

Así comienza siempre a relatar esa historia que logra estremecerlo:

–Íbamos con tu tío por la ruta 9, Villa María (Córdoba), volvíamos de hacer untrabajo ahí cerca .Estaba oscureciendo ya así que decidimos parar a cenar en elsiguiente parador que cruzáramos, íbamos planificando el día siguiente y llegamos alacuerdo de que si la cena de hoy resultaba ser buena, volveríamos a almorzar en elmismo lugar al día siguiente antes de volver a trabajar en el sitio del cual nosestábamos alejando. Entre charlas y mates, oscureció. La ruta estaba bastante vacíasalvo por algún camión que se nos cruzaba cada tanto. Las luces propias de lacamioneta en la cual viajábamos iban iluminando nuestro camino, de repente las lucescomenzaron a iluminar la curva a la cual nos aproximamos, y ahí, en medio de la ruta,campo y oscuridad lo vi. Era un hombre mayor, un "viejito”, con barba y pelodespeinado, se encontraba parado al borde de la ruta; estirando el brazo hacia elasfalto, moviendo un bastón en el aire intentó detener nuestro vehículo. No había nadaa su alrededor, no había luces, no había un auto roto esperando por una grúa, no habíauna bicicleta y lo más importante no había más personas, ni casas en kilómetros ykilómetros. Por alguna razón, tu tío que era quien manejaba, no detuvo la camioneta.

Al pasar la curva ambos nos miramos y empezamos con las preguntas: " ¿loviste?" "¿cómo lo viste vos?" "yo lo vi con un bastón" "estaba solo" etc., así nosaseguramos de haber visto lo mismo.

Kilómetros más adelante, nos detuvimos a cenar en un parador de camioneros,seguíamos tensos por el asunto, pero ninguno de los dos quiso decir más nada acercade lo que habíamos visto. Al día siguiente volvíamos a trabajar al mismo lugar, y comonos gusto la cena de la noche anterior decidimos parar en el mismo parador sobre laruta 9, después de estar un rato ahí empezamos a escuchar comentarios de loscamioneros que nos helaron la sangre. cuando preguntamos qué era lo que habíapasado, de qué situación hablaban, (buscando despejar nuestras dudas), nos contaron,que la noche anterior, unos kilómetros más adelante en una curva en esa misma ruta,un camionero con mucha experiencia y muchos años al volante, había volcado sucamión y había fallecido.

Casi sin color en la piel, preguntamos a qué hora aproximadamente y nos dijeronque fue "tipo 11 de la noche", nosotros habíamos cruzado esa curva a las 10 de la

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noche, enseguida comprendimos que ese camión era el que iba esa noche unoskilómetros más atrás de nosotros, y supimos que el hombre del bastón, que no pudohacer que tu tío detuviera la camioneta, si logro que aquel camionero detuviera sucamión.

38.“Acorralado”

Sarquis Boutros Héctor

A la salida del mercado, las cosas habían cambiado. Un olor nauseabundoinundaba las calles, pero no podía identificar el origen. Es más, pensé que el problemaera yo, pues nadie se percataba de lo mismo. Por eso continúe mi camino.

Apenas avancé, un niño me observaba y salvo por el movimiento de su cuellosiguiendo mi recorrido, parecía petrificado. Simulé ignorarlo. Su madre no hacía menos,se complotaba con su hijo para incomodarme.

Los autos aminoraban su marcha cuando pasaban cerca de mí, me observabanigual que ese niño. La situación ya me estaba intimidando. Me empecé a preguntar quetenía, quizás en mi rostro o me observaban porque el olor nauseabundo provenía de mí.Me acerqué a la vitrina de un negocio para verme… y nada. Estaba intacto al igual quemi apariencia en general, lo que incremento mi curiosidad. Apenas doy vuelta paracontinuar mi marcha, una señora de aspecto extraño, plantada delante de mí. Estababastante ennegrecida, tenía una especie de trompa en la cara y ojos tan grandes quepude ver mi mirada desorbitada en ellos. Pero no era lo más extraño después de todo:cuando enfoco mi atención en el resto de la escena, otras “personas” de aspecto similarpegaban saltos atléticos y algunos ayudados con alas semitransparentes que se movíancon gran rapidez. Todos me observaban.

No mostraban expresión en lo que todavía pintaba ser su rostro, no interveníanen mi paso, pero tampoco abrían camino. Algunos intentaban tocarme con su dedoíndice, el cual ya tenía un aspecto más velludo, como comprobando algo, quizásevaluando al extraño. No parecían inmutarse ante mi presencia y solo yo me veíasorprendido por la situación.

Sin cambiar en alguna forma mi aspecto, me estaba convirtiendo en un completoextraño.

Entonces corrí hacia mi casa. La compra de veneno para moscas, se habíaconvertido en una odisea.

Una vez allí y con ese frasco en mi mano, apenas si podía pensar en matar aesos insectos que fueron motivo de mi vida al mercado. Lo que había ocurrido me dejóparalizado. El pánico tomaba total control sobre mí y aumentaba cuando estaba máscerca del lugar a desinfectar.

Cuando aviste la alacena en cuestión, el alivio invadió mi cuerpo, esas moscasque tanto me molestaban, estaban siendo devoradas por unas arañas. No podía evitarel placer de verlas realizando intentos paupérrimos para escapar a esas justicieras.

Inmediatamente, otro momento de tensión volvió a surgir, pues siendo elremedio peor que la enfermedad, esas moscas pasaron a ser el menor de mis

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problemas.

Decidí guardar el frasco en un cajón, donde sorprendentemente tambiénencontré otros tres, pero ninguno para matar arañas.

Y entonces se me ocurrió ir al mercado y buscar algo con que puedacombatirlas. Al salir, la ciudad tenía otro aspecto al igual que sus habitantes. El olornauseabundo había desaparecido, pero sus habitantes parecían tener la necesidad deestar escondidos, como a la expectativa de cazar a un descuidado.

39.“Túnel”

José Próxima Estrella Del Reggae Correa

Siempre que me levantaba temprano para ir al colegio pasaba a la casa de unamigo que vivía a unas manzanas de la mía, siempre llegaba temprano ya que sumadre me invitaba a desayunar, para llegar a la casa de mi amigo yo siempre agarrabaun atajo con el cual me ahorraba gran parte del camino, era un túnel de drenaje que eramuy oscuro, húmedo y apestaba a desechos, era un agujero de aproximadamenteveinte metros de largo, yo lo atravesaba corriendo, por el miedo que este me daba, aunque jamás hubo algún peligro ahí durante los cuatro años que llevaba haciendo elmismo recorrido casi a diario.

Una mañana como las otras, yo me encontraba atravesando por aquel túnel y yacuando iba saliendo de este de pronto sentí una mano que jalaba mi pantalón,rápidamente me estremecí, luego escuche una voz muy débil y ronca, yo no supe cómoreaccionar hacia aquel terror que sentía, un pequeño rayo de luz entro hacia ese sucioagujero y observé el rostro de un hombre con un aspecto terrible el cual me pidió un parde monedas, rápidamente me sentí tan aliviado que hasta solté una pequeña carcajada,no traía dinero así que se lo dije y seguí mi camino hasta llegar a casa de mi amigo.

Semanas más tarde igualmente al estar concluyendo mi trayecto a través deaquella oscura alcantarilla sentí de nuevo ese jalón y el estremecimiento el cual fuemenor al de la ocasión pasada, fue la misma voz y el mismo hombre que aquel día measusto de tremenda forma. Dejé de pasar por eso camino ya que por días me molestoese hombre.

Muchas veces después de clases me iba con un pequeño grupo de compañerosa pasar la tarde jugando canicas o fútbol, rápidamente caía la noche y yo regresaba ami casa, así era cada dos o tres días por semana, pero una tarde empezó a caer unaguacero demasiado fuerte cuando yo regresaba a mi casa, entonces observe el túnel ydecidí entrar aun que ya era muy noche, iba corriendo por que el túnel empezaba allenarse de agua, la cual me llegaba ya casi a las rodillas, yo iba demasiado asustado yno observaba absolutamente nada, entonces tropecé y resulte lleno de excremente ylodo, trate de correr pero como yo nunca había tocado las paredes del túnel me dicuenta de que este tenía varias direcciones, yo tomé una diferente a la de siempre porequivocación, yo estaba ya muy asustado y cansado, solo quería salir ya de esaoscuridad pero cuando ya no supe hacia donde seguir, decidí detenerme y me senté apensar cómo salir pero yo era muy pequeño, solo tenía trece años de edad, el llanto meempezó a ganar cuando de pronto comencé a escuchar pisadas y gritos de

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desesperación a mi alrededor, me asuste aun más de lo que ya estaba, los gritos y laspisadas se volvían más fuertes, era como si a mi alrededor hubiera demasiada gentehuyendo de alguien o de algo y de gritos de desesperación, luego pasaron a ser gritoscomo de tortura, sentí un golpe muy fuerte en mi cabeza que me hizo perder laconciencia no se por cuanto tiempo, cuando desperté sentí que alguien me arrastrabaentre las aguas sucias tirando de mi pantalón, yo no supe cómo reaccionar, pues estabademasiado asustado.

Sentí que me metían a un cuarto y luego encendieron una lámpara de petróleo,me tomaron de los hombros y me pusieron en una mesa, logre ver el rostro de unhombre muy desaliñado el cual me recordó a aquel que me pedía las monedas al finalde la alcantarilla, yo le pedía que no me hiciera daño y me ayudara a llegar a mi casa, elno dijo nada, solo me tomo y me colgó de los brazos en unas cadenas que colgaban deltecho, yo no aguantaba el dolor y de pronto sentí como los huesos de mis brazos sesalían de su lugar, el dolor era insoportable, yo solo gritaba, el hombre solo estabasentado frente a mí, observando mi sufrimiento, de pronto noté una reacción en él, seacerco a mí y me tomo de los pies, y comenzó a tirar de ellos, el dolor que yoexperimentaba era demasiado para un ser humano y mas para un niño de mi edad,creía yo, entonces comencé a escuchar los gritos y las pisadas que había oído cuandorecién me perdí en el túnel, al hacerse intensos logré ver que alguien entraba en elcuarto pero solo percibí una sombra gigantesca que tomo el hombre que había atado ylo arrogaba contra una pared, entonces comenzó a despedazarlo frente a mí y acomérselo, yo creía estar soñando, no pensaba que todo eso que me estaba pasandofuera real, mi cuerpo comenzó a sangrar, entonces la gigantesca sombra se levantóante mí, yo la miraba con tanto terror y con tan solo dos de sus dedos en los cualestenía uñas demasiado largas me arranco de la cara el ojo izquierdo, después mi ojoderecho, y luego desapareció, dejándome ahí colgado, con mi pequeño cuerpo bañadoen sangre, colgando de la piel.

40.“El amigo”

Yesid Caicedo

Es probable que muchos de ustedes hayan vivido esa experiencia entre el sueñoy la realidad, donde el sujeto en cuestión se reconoce en su cama, puede observar todolo que sucede en su habitación, pero no puede mover ningún centímetro de su cuerpo.Es esa angustiosa y aterradora parálisis que nos deja a merced de cualquier peligronocturno. Así me encontraba esa madrugada cuando pude reconocer a un personajeubicado en un rincón de mi habitación. La oscuridad reinante en la habitación estabadistribuida de forma irreal, como si estuviese observando todo desde un plano diferente.Volví a fijarme en mi acompañante, no sé si podía verme o solo detectar mi presenciacon otros sentidos diferentes a los convencionales, pues lo recorrí con la mirada de lospies a los hombros y me di cuenta que no tenía cabeza. Un escalofrío recorrió micuerpo y mi mente se transportó hacia el pasado.

Recordé cuando volví a Villa Bonita después de diez años de haber partido porcausa de una tragedia. Aquel pueblo donde viví cinco años mientras finalizó miadolescencia y comenzó mi adultez ya no tenía esa atmósfera alegre y bulliciosa que

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tanto admiraba, ahora se había convertido en un pueblo fantasma, la violencia habíaasesinado a muchos de sus habitantes, a otros los había impulsado a huir y otrossimplemente se habían quedado sumidos en la desolación y el olvido.

Me alojé en lo que fue la casa de mi tío con sus muebles, camas y enseresiguales a como los recordaba, pero el lugar estaba deshabitado, solamente frecuentadopor una señora que prestaba de el servicio de aseo a cambio de un buen sueldo porparte de mi tío, quien ahora vivía en la capital del departamento. Estuve una semana enel pueblo y la víspera de mi partida me quedé a cenar con una de las pocas familias aquienes la violencia no arrebató sus tierras. Hacia la medianoche después de tomar seisbotellas de cerveza decidí regresar a mi alojamiento, entonces los dos hijos menores dela familia se ofrecieron a acompañarme y nos fuimos caminando en medio del campo.La familia tenía una camioneta, pero había un problema con el arranque del motor y losrepuestos debían buscarse al día siguiente. Debíamos caminar media hora desde lacabaña hasta la casa, por lo que en el camino empezamos a contarnos nuestrasexperiencias en esos diez años transcurridos.

Cuando caminábamos cerca del río vimos a una persona caminar en direcciónopuesta a la nuestra. Debido a los efectos del alcohol y a que era noche de Luna Nuevano pude detallar al hombre hasta que estuvo muy cerca, entonces me di cuenta que notenía cabeza. Me quedé paralizado mientras aumentaban los latidos de mi corazón y mirespiración se entrecortaba, intenté gritar pero no podía mover la mandíbula. Entoncesuna luz alumbró detrás de nosotros, la figura despareció, escuché un camión detenerse,unas puertas abrirse con prisa y unas personas corriendo. Cuando los campesinos merodearon recuperé la movilidad y entonces me di cuenta que uno de mis acompañantesestaba gritando de espanto y el otro estaba tendido en el piso. Después de unossegundos me di cuenta que su corazón se había detenido.

La presencia estaba caminando hacia mi cama, decidí cerrar mis ojos, el únicomovimiento que tenía permitido además de gritar, pero no salían palabras de mí boca.Sentí cuando me quitó la cobija y luego sus manos halaron mis pies. Entonces loreconocí y supe lo que quería. Me pedía que le devolviera su cabeza, me reclamabadevolverle la paz. No sabía que había pasado con su cabeza, solamente la vi una vez,cuando la dejaron en una caja con una nota en la puerta de la casa de mi tío. Cuandoleímos la nota decía que debíamos abandonar el pueblo sino queríamos compartir eldestino de nuestro amigo.

Sus manos empezaron a tocar mis costillas, sentí un cosquilleo mientras micorazón parecía reventar. Entonces escuché golpes en la puerta de la entrada principaly unas voces que pronunciaban mi nombre. Me desperté y eché una mirada a laventana de la habitación, donde la poca luz que entraba me indicó que aún no habíaamanecido.

Mientras seguían golpeando y llamando a la puerta me levanté de la cama, salíde la habitación y me dirigí a la entrada principal para abrir la puerta. Eran los vecinosdel barrio, me comunicaban que unas chicas habían jugado a la tabla Ouija yempezaron a convulsionar. Regresé a mi habitación para cambiarme de ropa y recogerla biblia, el agua bendita y los objetos que necesitaba para enfrentar la situación. Nohabía tiempo que perder, me esperaba mucho trabajo por realizar.

41."La risa"

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Míxer Sánchez - Brandom Sánchez

Elena, de trece años, y Verónica, de dieciséis años, eran dos hermanas quevivían en un rancho muy alejado de la ciudad, demasiado alejado. Ahí no había muchoen que entretenerse más que ver televisión por cable, el problema con ello era tenerque ver las películas repetidas miles de veces, o que la mayoría de las ocasiones nohabía algo muy bueno que ver ahí, preferían salir a caminar en los amplios espaciosabiertos, contemplando los animales silvestres que corrían entre los árboles o hierbas.Pero era en la noche cuando salían a pasear, disfrutaban de observar el infinito cielonegriazul repleto de estrellas que brillaban esplendorosamente en ese manto oscuro, sepasaban horas sentadas en el porche de su casa observando la luna, ambas habían idoa la ciudad y sabían que un cielo nocturno y contaminado no se comparaba si quiera ala majestuosidad de la maravilla que tenían cada noche. La luna las bañaba con suresplandor azul casi blanco.

–Verónica –le decía Elena a su hermana mientras contemplaban la luna una detantas noches que lo hicieron.

–Estaremos juntas siempre, ¿verdad? –Verónica la miró sonriendo.–Claro que sí, nena, siempre –y abrazó a su hermana menor. También disfrutaban de leer, de hecho, entre ellas, además de leerse una a la

otra sus historias favoritas, habían escrito varias historias fantásticas sobre héroesmontados en corceles que combatían dragones, misteriosos asesinatos, incluso unromance que fue basado en el último novio de Verónica. Eran muy unidas, eran lasclásicas hermanas que discutían por tonterías y a los diez minutos de haber peleado yase reían de ello. De esas hermanas que hacen travesuras y se encubren entre sí. Quizáeso fue lo que las llevó a lo siguiente.

Sus padres tenían que ir a la ciudad para que su madre viera al doctor, puesestaba enferma, algo que fue agravándose con el tiempo, lo que hacía esto algo menostolerable es que no tenían ni idea de que enfermedad era, sus padres no habían tenidomucha educación, y las chicas eran sólo eso, chicas. Chicas jóvenes con ganas deconocer.

La ciudad estaba muy retirada de su hogar, y era muy cansado conducir de ida yregreso un solo día, así que su padre optó por quedarse allá y regresar hasta el díasiguiente. Confiaban los dos en que sus hijas no saldrían en la noche, al menos no pormucho tiempo, pues sabían que, si por ellas fuera, se quedaban hasta el amanecerviendo el cielo y contando las estrellas. Y ese era el problema, sin su madre o su padrepara llamarlas para la cena o para dormir, ellas podían quedarse contando estrellas (yuna historia para cada una) toda la noche.

–Lo prometemos –dijeron al unísono mientras su padre les indicaba que no sequedarán hasta tarde fuera, ni mucho menos alejarse de la casa. Obviamente las dossabían que eso no iba a pasar. Sus padres se fueron con la certeza de que sus chicasobedecerían, así que con confianza las dejó su padre a ellas dos a cargo de la casa, yde ellas mismas.

– ¿Salimos? – Le preguntó Elena a Verónica.–Claro que si – contestó ella –Vamos a caminar hasta tardísimo –dijo Elena muy

emocionada, nunca le habían temido a la oscuridad, pero esa noche iban a aprender atemerle.

Salieron de su casa en la oscuridad de la profunda noche, caminaron hasta el

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área de las máquinas que usaban los trabajadores para trabajar la tierra, solían jugarahí, pero desde que una serpiente casi muerde a Elena no se suben a un tractor que noesté moviéndose. Atravesaron el área de máquinas, hablando de las estrellas, lahermosísima luna que las bañaba con su resplandor. Llegaron a un camino que era elque conectaba el rancho con la salida a la carretera, éste era largo, muy largo, a ellasles pareció excelente para disfrutar aquella noche de caminata nocturna. Llevabanminutos caminando por ese camino de terracería. Ambas en silencio, perdidas en suspensamientos.

El camino tenia de un lado una selva de carrizo, altos carrizos que hacían unestrepitoso ruido cuando el aire los agitaba, daba la impresión de que algo caminabapor ahí dentro. Por el otro lado había terreno baldío, separado del camino por unalambrado de púas. Ahí no había nada, no al menos hasta esa noche. Elena y Verónicanotaron que había una casa destruida ahí, no muy lejos de la cerca de púas. Las dos lamiraron extrañadas pues no debía estar ahí, nunca había estado, era imposible queestuviera ahí. Como has de haber adivinado, lector, las hermanas fueron a fisgonear, alllegar notaron que la puerta estaba rota, totalmente hecha pedazos. Dentro de lasruinas había un pentagrama pintado en el suelo y en el techo, eran sorprendentementesimétricos. Estaban pintados aparentemente con sangre, las paredes estabanagrietadas, parecía que tenía años de estar ahí, algo que, para Elena y Verónica, eraimposible pues ellas vivían ahí de toda la vida y nunca la habían visto, nunca en su vida.Nunca había estado ahí. Hasta esa noche.En el piso habían restos de animales quehabían sido mutilados: Cabezas de gallinas, patas de cabra, incluso lograron ver dospequeñas extremidades, parecidas a las de… ¿un bebé, quizá? No lo sabían, lo que sísabían era que había sangre por todas partes, manchaba la pared y se encharcaban enalgunas partes del suelo. Las chicas estaban aterradas ante aquel espectáculo tangrotesco y bizarro. De pronto, entre todo el silencio apacible de la noche aquella, unsusurro comenzó a irse acercando a ellas, poco a poco iba acercándose a ellas, cadavez tomando más fuerza, tomando forma, la forma de una risa, una risa terriblementeespantosa, aguda, que penetraba los oídos de las chicas. Cuando tuvieron ésta risasobre ellas, Elena notó que su hermana se quedó quieta, viendo el pentagrama delsuelo.

– ¡Verónica! –Gritó ella con lágrimas de horror– ¡Vámonos, por favor! –tomó asu hermana por el hombro y la giró, la risa se hacía cada vez más aguda sobre ellas, yse agudizó más para Elena cuando vio que su hermana lloraba un líquido oscuro yespeso, sus ojos se habían vuelto negros y se había mordido uno de sus dedos hastahacerlo sangrar.

– ¿Por qué? –Preguntó ella sonriendo – ¡Yo soy la que se ríe!Elena corrió lo más rápido que pudo, aquella risa seguía resonando por encima

de ella. Podía escuchar también como alguien la seguía, corriendo igual. No miró atrásporque tenía un objetivo: resguardarse en casa.

Entró y lo primero que hizo fue correr a su cuarto y meterse debajo de lassábanas, presa del pánico no se le ocurrió nada más que hacer eso y tomar su Cristoque colgaba encima de su cama.

La risa seguía sobre ella, fuerte y tenebrosa, parecía burlarse de Elena. Depronto empezaron a golpear con fuerza las ventanas de su casa, al mismo tiempo lapuerta de enfrente, las paredes igual eran aporreadas con violencia, la risa seguía ahí,burlándose de una Elena que no le quedó más remedio que refugiarse en la oración.Tomó el Cristo con todas sus fuerzas, cerró los ojos y comenzó a rezar.

–Padre nuestro, que estás en el cielo…– los golpes cesaron, pero no la risa, yademás de ella, algo la interrumpió, una voz lúgubre y fría.

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-¿A quién le rezas? –Preguntó aquella voz grave y pesada– ¿De quién teescondes? –Abrió los ojos y lo que vio casi detuvo su corazón: Era el Cristo que estabaentre sus manos quien le hablaba, la veía con un par de ojos brillantes.

– ¿De quién te escondes? – Volvió a preguntar el Cristo, en ese momento, Elenasalió de su refugio lanzando lejos el Cristo, en eso, su hermana apareció en la puerta desu cuarto, la risa provenía ahora de ella, tenía la boca abierta, esbozando unacarcajada, con la boca deformada en una mueca obscena y burlesca. Cuando dejó dereírse, la diabólica carcajada quedó reducida a una sonrisa, igualmente obscena, giró lacabeza un poco, penetrando a su hermana con su mirada posesa.

–Hermanita –dijo sonriendo, con la cara y ropa manchadas de algo espeso yoscuro–Un, dos, tres por ti… – dijo y se lanzó sobre Elena, que, lo último que escuchóantes de desmayarse fue aquella siniestra risa.

A la mañana siguiente, Elena se despertó y lo primero que hizo fue buscar a suhermana, corrió hasta el camino de tierra a buscar las ruinas, no había nada, solokilómetros de terreno baldío, sus ojos se humedecieron.

– ¡No puede ser! –Gritó a la nada, cayó de rodillas, y el llanto la invadió porcompleto.

– ¡Estaba aquí! – sus padres se acercaban rápido en su camioneta a lo lejos.Elena levantó el rostro con las mejillas húmedas, con un pequeño rayo de esperanza alver que sus padres habían llegado, bajó su padre y se acercó a ella, ésta le contó lo quehabía pasado. Su madre se había quedado hospitalizada, ahí permanecería por unasemana, quizá más. Se dirigieron a su casa para buscar a Verónica.Y la encontraron.

Verónica se hallaba clavada por los brazos en la pared de su casa, en éstaestaba el mismo pentagrama que habían visto las dos hermanas en aquellasmisteriosas ruinas, los dos vieron con horror como Verónica levantaba la cabeza, y conuna sonrisa llena de sangre seca y su cara deformada preguntó.

– ¿Salimos, hermanita?

42.

“En puntas de pie”

Adriana Bouso

Esos carnavales quedo registrada en una única foto su mirada, que dabaescalofríos.Yo conocía esa mirada, hueca, vacía, carente de sentimientos. Fue cruel,bestial, aún cuando tenía cuerpo de niño. Lo sé porque en la infancia fuimos vecinosdurante un breve tiempo.

Aparecía de la nada, de repente, como si nos observara y estudiara nuestrosmovimientos. Esa cerca mínima que separaba nuestros patios parecía que le servía degarita de vigilancia. Llegó un momento en que, con mi hermano, no queríamos salir ajugar en la parte de atrás de nuestra casa, para evitar encontrarlo.

Su accionar me marcó de tal manera que durante muchas noches tuvepesadillas relacionadas con el fuego. Le gustaba amenazar diciendo que si nohacíamos lo que él quería, era capaz de encender una fogata con nosotros en el medio.Nunca me animé a contárselo a mis padres.

Yo le tenía terror, me espantaba, helaba la sangre en mis venas. Pero ante cada

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maldad, los adultos de su entorno lo tomaban como una travesura.

La noche de la foto, el bullicio no permitió escuchar a sus víctimas. Al díasiguiente algunas de las mascotas de nuestro vecindario aparecieron ahorcados,colgados, en puntas de pie. Vencidos por el cansancio se dejaban caer. Yo sabía quienhabía sido.

Él y sus padres desaparecieron, nunca más volvimos a verlos.

Hasta hoy que, reconocí su mirada en el identikit del presunto asesino serial,pegado en las casas de mis vecinos, en mi propia casa, en la casa de mi infancia.”

-Oficial por favor, ayúdeme. Aún estamos en carnavales…

43.“Que oscura era la noche”

Mauricio Torres

Que oscura era la noche, tan fría y solitaria, el viento le golpeaba la caramientras él seguía corriendo, sabia con toda seguridad que si llegaba a alcanzarlo¡moriría! y no solo moriría, estaría destinado a sufrir de la manera más ominosa jamásimaginada ¡solo Dios sabia hasta qué punto podría llegar esa “mujer”!

Pero, ¿es realmente una mujer? Es posible que tanta maldad y tanto horrorpueda estar presente en ella, ella que se veía tan delicada, tan hermosa, tan deliciosa.Los árboles eran grandes, imponentes y se juntaban tanto, que pareciese que solotenían como objetivo que él se detuviera.

Corría ahora más despacio y aunque quisiera acelerar la marcha su cuerpo noresistiría mucho más y pronto caería desfallecido, llevaba 30 minutos corriendo desdeque salió despavorido de ese lugar maldito. -¿por qué habría aceptado ir con ella a sucabaña, si apenas la conocía?- solo la había visto entrar al bar y sentarse solitaria en labarra. Oh pero ¿Quién podría negarse al ver esas piernas? Ese cuerpo no es de los quese ven todos los días y además él no era precisamente el galán de telenovelamexicana.

Ya no podía más, estaba exhausto, se recargo contra un gran árbol, lloraba,sabía que era el fin. Tal vez si no hubiese sido tan curioso, tal vez si no hubiese visto alos animales colgados en la cocina, pero era un idiota, tuvo que subir a preguntar, debióhaber salido corriendo sin mirar atrás, ¿por qué no le basto con ver la sangre regadapor todo el piso? ¿No eran esos ojos salvajes e inertes suficiente advertencia?

Y ahora estaba ahí, llorando como un pequeño, las lágrimas y el sudorempapaban su rostro y su camisa y sin ninguna otra opción ladeo la cabeza, cerró losojos e intento dormir, su cuerpo se había rendido y su mente había perdido la corduradespués del asqueroso y horroroso suceso; ella tan delicada, ella, una dama, ahorasentada en su sillón rojo, poseída devoraba con tanto gusto un gran trozo de carnecruda, roja, viscosa y con un hedor nauseabundo. En sus ojos estaba la maldad física,ya no brillaban y su color verde inicial había sido reemplazado por un negro infinito, uncolor que representaba todo y nada.

El sol empezó a emerger, las sombras de la noche ya comenzaban a huir.Estaba amaneciendo, ¡está a salvo! no morirá, una sonrisa empezó a dibujarse en surostro demacrado por el miedo y el cansancio, su esperanza se estaba reiniciando, en

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su mente otra vez un millar de pensamientos felices; pronto estaría en su casa y lapesadilla habría terminado.

De repente un fuerte ruido, un dolor agudo, insoportable, sus ojos alcanzan avislumbrar algo, era ella, un ángel y vio por última vez las más hermosas piernas quejamás hubiese visto.

44.“Las ruinas”

Cristhian Ortiz

El bosque cada vez es más espeso, dichas ruinas no las encuentro y la imagende mi esposa perdida se grafica en el cielo, ya son tres muertes que llevo presenciando,junto a mi compañero estoy aterrorizado por la forma en que los cuerpos fueronencontrados, almas condenadas con cuerpos desmembrados en aquel árbol queindicaba en camino a las ruinas pre-colombinas, ¿acaso era una señal? Pero mi esposaSarah estaba allí, con frio, con miedo, mi amigo apresura me hace apresurar el paso, yaque alguien nos perseguía al salir del bar del pueblo anterior.

Sarah se encontraba en una exploración de unas ruinas pre-colombinas en elOriente de un país llamado Ecuador, en el cual me encuentro ahora, ella es arqueólogay espeleóloga profesional, junto a su equipo estaba en una investigación de campo,muy decidida a ir aunque en esa región se corre una leyenda urbana de personas quehan vuelto locas de buscar las ruinas, sin ningún resultado viable o satisfactorio, ya esmedio día y llegue al fin a la población donde se comunicó conmigo por última vez.

En la habitación que había rentado en el pueblo adyacente, ya habíapresenciado un asesinato, junto a un cordón amarillo de letrero “No pasar” en elcorredor que lleva hacia mi cuarto, un gendarme se acercó hacia nosotros y pregunto sisabíamos algo pero nuestro rostro de sorpresa le contestó, nos dijo:

–Asesinaron a una persona aquí –dijo el policía –pueden pasar, pero si irrumpiry solo a coger sus cosas.

Caminé hacia al fondo del pasillo, era la habitación anterior a la mía, y en lapared estaba escrito con sangre “Ella no está aquí, olvídala”. Fue pura coincidencia o enefecto eso era para mí, pero me hizo helar la sangre y recorrió un frio espeluznante enese pasillo, hasta salir corriendo de ese lugar, ¿habrá sido una señal de que mi esposaestá muerta? Mi amigo está presionándome para que desista en mi búsqueda pero yono puedo desistir, ella me está esperando en algún lugar del bosque, y un psicópataasesino anda suelto.

Una neblina espesa y olor a azufre había tomado este bosque, hasta que metopé con una muralla de unos tres metros de altura y una entrada de roca maciza, ypictogramas aborígenes, ¿aquel sería el lugar? Mi amigo dijo que allí estaría. Mearriesgué a investigar, tentado por el deseo de encontrarla a ella y su grupo deinvestigación.

–Tengo un presentimiento –me dijo, esto está muy mal, ya habían tres personasasesinadas en el camino ¿acaso eso no es suficiente?

Solo con una pequeña antorcha improvisada mi amigo y yo entramos enaquellas ruinas antiguas, y el frio aumentaba mientras mis miedos de convertían en

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reales, mi compañero había desaparecido, y la antorcha empieza a extinguir su llama,todo se estaba confabulando en contra mí. Perdido allí encontré a uno de losexploradores, Martin tipo alto y robusto, todos sus años en el gimnasio se notaban ensus músculos. –que paso, y Sarah donde esta –le dije. No me contesto, sus ojosexpresaban un pánico a lo que había allí. –todos están en una recamara a unos 500metros dentro de estas ruinas –me contestó, hay que ir a verlos porque hay alguien másaquí, y una persona desconocida esta empalada en la recamara siguiente a esta, juntoa una escritura en la pared que dice “Si la sigues buscando, ella morirá”. Ya no cabíanmás dudas que alguien no quería que yo encuentre a Sarah, ella no moriría, haría loque fuese para que ella salga de aquí sana y salva.

Me acerque junto a Martin dicha recamara, y efectivamente estaba allí, lapersona que nos venía persiguiendo, empalada y sangre por todos lados. Miré mi mapa,y en la parte de atrás narraba una leyenda local de incas que cuidaban su territorio aunestando muertos. Los últimos destellos de la lámpara solo alumbraban el camino, miamigo había desaparecido y estábamos cerca de encontrar la recamara cuando sientoque Martin ya no estaba, Lo busqué por los pasillos pero no aparecía, y una vos estabaen el aire diciendo. “aléjate de aquí, esto ya no es tuyo”, pero recorrí hasta encontrar aSarah y un acompañante de su grupo que había sobrevivido.

Salíamos de aquella recamara, y vi a su acompañante bañado en sangregritando:

--Ya te olvidaste de mí, Yo soy tu otro yo, el que no duerme, yo soy tu locurareprimida –mientras se rasgaba parte de su piel –, soy lo que no quieres hacer y te damiedo, soy aquello que ocultas por temor a lo que diga los demás pero ya no aguantomás estar escondido debajo de tu cama esperando a que mires –replico, sus órganosya se hacían visibles, y corrió hacia mi desplomándose en el camino.

Hasta que recordé a mi amigo, él me decía siempre que hacer, en soledadconversaba con él hasta que en ese manicomio lo perdí, decían que era yo, pero yo loveía. Justo cuando me di cuenta estaba ahorcando a Sarah, refutando que por culpa deella me había perdido, ya no conversaba conmigo. Eso no podía estar pasando, lasveces que recuperaba podía recuperar mi conciencia veía como mi esposa se extinguíaentre mis manos, tenía que tomar el control nuevamente, y hacerlo rápido.

–¿Qué haces?

–Matando a quien casi me mata –me dijo.

-Ya no más. ¡Basta ya!

Cerca de mí se encontraba un arma, no dejaría que Sarah muera, cueste lo quecueste.

–Estás loco, si haces eso moriremos los dos –replicó -no importa, lo único queme interesa es la seguridad de ella.

Un disparo se dejó oír en toda la recamara, se había disparado en la frente a símismo. Mientas Sarah había presenciado dicho suceso, no lograba aceptar la realidad,en profunda depresión enloqueció siendo encontrada cinco días después colgada de unárbol.

45.“Actitudes sin retornos”

Alberth Ramirez

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Yo sabía que él no era normal, y el también lo sabía, fingía ser bueno y yonunca lo dudé, no por miedo pues su vida me valía lo que me vale el resto de lo demás,pero no sé quién es él y no me interesaba saberlo. Me contaba todo y yo solo queríaescucharle, sobando sus miles de pensamientos que me excitaban, era feliz.

Al inicio no me importó; nada me importa ya, pero después del suspiro quefulminó su mirada, esa mirada que odio de mí. Supe que vendría algo mejor.

Se recordaba la primera vez que la vio, solo era una perra más mordiendo lo queél también mordía; la ignoró. Tenía tiempo solo para él, solo él podía vivir en su mundoinviolable y tangible a la vez.

Igual que todas las mañanas, abre la puerta de la oficina para saludar a su jefe,y en la silla el cuerpo anterior había sido reemplazado por la nueva perra, sonrío.

–El tigre nunca como lejos – me dijo.

– Yo también lo sé - le dije.

Ambos habíamos encontrado algo en común y en él por primera vez meencontraba viéndome como en un espejo que acusa por confesar aquellas cosas queen verdad somos.Después de esa mañana nada fue igual, lo obligaron a asistir mástemprano, nuevas reglas regían sus labores. Para todos era algo normal en nuevo jefe,para él era el inicio de la guerra.

“Si a mí también me gusta la palabra guerra”, le dije sin fijarme que sus mejíascoloradas empezaban a moverse en pos de acuerdo.

Nunca fui un asesino, nunca lo he sido, quizás en eso me convierta, peroempezaré por asesinarlo a él pensé.

Iniciamos lentamente, imaginando una y otra vez la forma en la que él podríavengarse de todos aquellos a quienes necesitaba eliminar, ella sería la primera, lasojeras comenzaban a marcarse más en mi rostro, se habían perdido las horas.Hambriento solo necesitaba un plan.

Siempre me ordenaba gritándome “Hay víctimas que suelen ser perfecta”.

Él imaginaba torturarla penetrándole un clavo en el cerebro con un martillo comose hace en la madera indefensa; atarla y apuñalarla cientos de veces en el corazónhasta volverlo un colador, hacerla pedacitos, envolverla en plástico y tirarla a la basuracomo carne descompuesta, o refrigerarla y una vez congelada venderla como carne decerdo.Siempre decía que le gustaba la sangre, beberse la de ella gota a gota seríagenial o partir su brazo izquierdo y recorre sus venas hasta llegar a su corazón.

–Un hombre puede dar lo mejor de sí, sin saber que en ese momento pierde loque es – me dijo.

Moví mi cabeza confirmando un sí.

Cuando él camina piensa que todos son asesinos, que todos pueden dañarle,que todos son la víctima perfecta.

Intenté cerrar mis oídos y no volver a escuchar su voz y al abrir mis ojos, unavez más en el mismo lugar, la misma historia, el mismo consultorio, el mismo psiquiatray como siempre su pregunta fue:

–¿Quién es él?

–Ese él soy yo.

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46.“La hora entre horas”

Marta Di Carlo

Los hechos ocurrieron literalmente como lo voy a relatar: En un mes de octubrede cierto año olvidado, una pareja de ancianos que habitaba en una vieja casona, en lapopulosa ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, fueron encontrados, muy juntos ytomados de la mano, con el mismo rictus de espanto en sus rostros y en sus ojos elmismo terror. Cuentan en el barrio que "la casa los hechizó, se llevo sus almas".

La casa es suntuosa, extrañamente los años no han podido con ella, solo lahiedra fue creciendo sin freno cubriendo las altas paredes y el césped crecido casioculta los ventanales. Curiosamente, pese a tantos años pasados en soledad, sin quenadie se hubiera atrevido a habitarla y pese a su lóbrega apariencia, aún es posibleobservar magníficos detalles arquitectónicos en sus líneas. Los ancianos llegaron en unfrío mes de marzo, vivían solos y eran muy queridos por los niños que se acercaban aescuchar los cuentos y a recibir alegremente las golosinas que la "abuela Rosa" (comoles gustaba llamarla) les preparaba todos los fines de semana. Y sucedió que unanoche, llegada la hora entre horas, cuando un día termina y otro nuevo comienza anacer, cuando las sombras lo rodean todo, los ancianos se hallaban durmiendo sumidosen la inmensa oscuridad y el majestuoso silencio que a gritos los instaba a despertar...

Alguien, una sombra caminaba por el pasillo delante de la puerta del cuarto.Alguien estaba allí. La mujer creyendo que el esposo desvelado caminaba por elcorredor lo llama, "-Juan, ven a descansar a mi lado".... Y Juan se da vuelta a su lado ycontesta..."-Tranquila querida, estoy aquí.” Pasaron algunos días con sus noches encalma y el raro episodio se iba olvidando hasta que, nuevamente llegada la hora entrehoras, el temible ser volvió a manifestarse y esta vez a ella le hablo:

"-No temas mujer, no te haré daño, te suplico que me sigas hasta el últimocuarto, allí te señalaré tres tablas del piso que deberás quitar para luego bajar losescalones, en tu mano derecha deberás llevar una vela blanca encendida, si lo hacesbien, si no te asustas, me presentaré ante ti y te revelaré el lugar en donde se encuentraoculta una inmensa fortuna. A cambio solo he de pedirte una cosa, algo que deberáshacer por mí, pero no debes asustarte. Escucha mujer, sígueme". "-JUAN, JUAN¡DESPIERTA!". Pero el llamado y los gritos de la anciana no despertaban al marido,hasta que por fin atino a encender la luz, la figura desapareció y el hombre despertó.¿Cómo explicarle? Seguramente su esposo no le creería, pero él le creyó y le prometióque se marcharían muy lejos al amanecer. Pasaron el resto de la noche sin dormir y conlas luces encendidas.

Reuniendo muy pocas cosas se dispusieron a huir del lugar pero entoncescomenzaron los golpes, los ruidos, la confusión, se apresuraron a llegar a la puerta perounos pasos antes ésta se abrió de par en par. Y allí estaba. Ante ellos, parado yelevándose cada vez más, furioso los miraba, se acercaba, sus ojos ardían y todoterminó para ellos.

Han pasado casi veinte años y estoy aquí, mirando la casa, sin dar crédito a losdichos y cuentos sobre el lugar. Sin embargo...dos ancianos se asoman, me llaman.

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47.“Bajé del carro”

Carlos Velarde Palomino

Bajé del carro, la luna me miraba casi riéndose de mi pobre andar, la calleestaba oscura y sólida como siempre. Tendría que caminar esas 6 cuadras para poderllegar, al fin, a mi casa, a tener un reparador sueño después del desgastante día detrabajo. Empiezo a moverme a través de la vieja pista donde jugaba hasta cansarmecuando era niño, había dado un par de pasos cuando comencé a sentir este malestar,comenzó como un pequeño palpitar por todo mi cuerpo, no le tomé importancia y seguíavanzando.

Era extraño, la penumbra de la noche le daba un velo misterioso a la luna queparecía seguir riéndose de mi andar, esta oscuridad tapaba más de la mitad de la pocaluz que se podía obtener a estas horas. A medida que avanzaba el palpitar se hacíamás fuerte, pensé que sería estrés, después de todo, nadie aguanta trabajar todos losdías y encima doce horas. ¡Pum! Se escucha un ruido seco detrás de mí, enseguidagiro la mirada para ver de qué se trataba, sin embargo la ausencia de luz y el pocointerés que le tomé me hicieron seguir mi camino. Había avanzado un poco más cuandode pronto.

¡Ahh!, un alarido se escuchó por toda la avenida, volteé inmediatamente paraver de dónde venía el sonido, sin embargo, no noté a nadie. A causa de los ruidos nome había percatado que el palpitar de mi cuerpo había desaparecido; en cambio,apareció un escalofrío siniestro que recorría mi espalada de arriba hacia abajo. Escierto, hoy estoy impaciente por llegar a mi casa, acelero el paso, al doblar la esquina,¡PUM!, otro golpe seco pero más fuerte que el anterior me hizo quedarme parado, seescuchó tan cerca que pareció que lo hicieron justo detrás de mí.

“No entiendo, no veo a nadie por la calle”, pensé. Sigo caminando y veo unaextraña imagen, entre la poca luz y el escalofrío, me pareció ver a una mujer lavandoropa fuera de la quinta donde yo vivía. Acercándome a mi destino, pude constatar queefectivamente había una mujer lavando ropa fuera de la quinta, viéndole de cerca,parecía una mujer mayor de unos cuarenta años, delgada y con la cabeza gacha, tanto,que no podía verle el rostro. Decidí hablarle (nunca la había visto por aquí), llegué hastaella y le dije: “Disculpe, ¿Quién es usted?”. La mujer me ignoró completamente y siguióestrujando la ropa entre sus blancas y muy delgadas manos. Yo insistí:

”Señora, ¿Qué hace usted aquí, a estas horas?”, la mujer siguió ignorándome.Esta vez, sentí algo que nunca había sentido, una opresión en el pecho que casi mehace perder la respiración, estaba exhausto de sólo hablarle, casi estaba ahogado porel escalofrío de mi espalda y de nuevo ese palpitar en todo mi cuerpo, parecía como si

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alguien martillara cada una de mis articulaciones, huesos y músculos al mismo tiempo.Algo me inquietaba y me aventuré por última vez, en esta ocasión le agarré su mano,estaba helada, y le dije: “Seño…”, me quedé frío, sin aire y ese maldito palpitar que sehizo intensamente fuerte mientras tocaba su mano, cuando de pronto alzó la cabeza y,¡AHHH!, comencé a correr, no puedo creerlo, era un cráneo, ¡Un maldito cráneo!,sobresalía por sobre su cabellera lacia y negra. He corrido hasta perder el aliento y nopuedo sacarme esa imagen de la mente. Estoy tomando aire en un poste de luz, queme alumbra en una solitaria esquina de la avenida, mi sombra se eleva hasta la mitadde la calle, la veo de arriba a abajo cuando de pronto observo a otra sombra llegandohasta donde está la mía, no pienso, sigo corriendo, no lo había notado pero el escalofríose había ido y el palpitar se había hecho un rumor en mis oídos. Ya no puedo corrermás, me detengo en medio de la calle para recobrar el aliento, me recuesto sobre unacasa y tomo un pequeño descanso, la calle está oscura… El rumor en mis oídos sehabía distorsionado, “Debe ser por el cansancio”, pensé.

Al cabo de unos minutos, el ruido en mis orejas estaba disparejo, se escuchabancasi sin un patrón unos chasquidos, uno inmediatamente después del otro o dos almismo tiempo, si el palpitar se había hecho un rumor debía de tener un intervalodefinido como cuando a uno le late el corazón muy fuerte, es capaz de seguir lasecuencia de latidos, los chasquidos se hicieron más fuertes, no tardé en darme cuentade que esos ruidos no provenían desde dentro de mí sino desde afuera y eran… eran..¡Pasos!, sí, ¡Pasos!, entonces había más de una de esa horrible cosa que vi en laentrada de la quinta. ¡Aaarggg!, se escucha detrás de mí, el miedo me paraliza, giro lacabeza y hay una enorme multitud de espectros de todo tipo, el palpitar comienza denuevo, el escalofrío llegó con tanta fuerza que casi se me doblan las rodillas, es elmiedo, el miedo extremo, doy la vuelta para emprender, quizá, el último escape; sinembargo, detrás de mí hay más de estos fenómenos, mi corazón late muy fuerte casi nipuedo respirar, me rodean, no puedo creerlo, estoy completamente rodeado, seacercan lentamente hacia mí, murmurando: “Matar… morir…”, lo repitan como si fuerauna oración, una plegaria hacia su amo. No puedo contener el aliento, estoy a punto dedesmayarme, los ojos se me nublan, las piernas me pesan. Siento una mano en mihombro, y en mi oído un “Mat…”

Me levanto, y miro, no hay nadie, menos mal, todo está en orden. Desatranco ydesclavo la puerta, las ventanas de la misma manera, “Hoy tendré que buscar otrolugar”, pensé. Ahora me estoy mudando mucho, desde ese día en que me bajé delcarro.

48.“Plus ultra”

Juanma Mendoza

Esta es mi peor historia…

Juan es un chico común a todos los chicos de su edad, apenas saliendo de laadolescencia. Una mañana, como todas las mañanas después de desayunar tomó suslibros de facultad, las llaves de la casa y se prestó a partir. Pero antes de irse notó algúnrasgo diferente en los rostros de sus padres, pálidos, casi temblando, y con ojosvolados, sus rostros se asimilaban a los rostros de las personas locas, desquiciadas,estaban como alterados. Algo estaba pasando y lo incumbía a él.

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Una vida experimental.

Hijo, hay algo que tenemos que decirte, ya eres una persona adulta y creemosque es momento que lo sepas. No vamos a dar vueltas, por más difícil que sea para tiasimilar esta información que te vamos a develar. El rostro demacrado de su padre seacercó a Juan y con voz quebradiza, tenebrosa y alta le dijo: Tú no eres igual al resto delos chicos de tu edad, tu vida es un experimento, nosotros no somos tus padres, tú eresun invento científico, no posees órganos ni huesos, no tienes genes, tampocoantepasados, tu vida no es una vida en realidad, ya no sabemos que eres, ni siquieraeres considerado una especie, no eres ni siquiera un experimento genético.Los ojos deJuan tenían ganas de llorar pero no tenían lagrimas, Juan ya dudaba de siquiera tenersentimiento, sólo atinó a irse corriendo de allí, pero todas las puertas estaban cerradas,también las ventanas, sus padres armados con filosas cuchillas se acercaban a élrepitiendo al unísono la frase “Debes dejar de existir hoy”. Juan estalló los vidrios deuna ventana con su cabeza, quedo desconcertado y ensangrentado pero pudo escaparde sus asesinos. Corrió sin rumbo por la ciudad, no podía entender ni explicarse lo quehabía ocurrido. Corrió por la vereda que linda con el mar enfrente de las casas de suciudad, su cabeza había dejado chorrear hilos sangre, y ya no sentía el dolor de laherida. Su recorrido tuvo su primera escala en la casa de Marcos, su mejor amigo.

Marcos discúlpame por cortarte ayer, pero no es normal que llames a las 4 de lamañana solo para hablar de tus inventos. De todas formas es otro el motivo por el cualestoy aquí… mis padres, o lo que creí que eran mis padres…

Marcos interrumpe el relato de Juan, nada parecía ser más importante que sunuevo invento, él era un experimentado inventor, una especie de Edison moderno… loque había logrado ahora era uno de los sueños de la humanidad entera… el viaje através del tiempo.

Viajeros sin tiempo.

He descubierto que es posible el viaje en el tiempo… Este es el camióntransportador, el antiguo camión de mi padre fue programado para viajar a través deltiempo, el pasado, el futuro, al alcance del hombre, puedes verlo, imagina dóndepodemos llegar…

Juan no lograba encontrar sentido a las palabras de su amigo, optó por huir dellugar, solo quería correr hasta la universidad y allí refugiarse, el día se presentaba llenode imprevistos y locura. Mientras marchaba desesperado, algo extraño había en elbosque próximo a la universidad… un alarido estremecedor y ruido a gente corriendo...de pronto del bosque salieron cientos de indios caníbales y practicantes de ritosumbandas; rápidamente comenzaron a atacar a las personas desmembrando suscuerpos, descuartizando literalmente a niños y ansíanos que eran los más débiles, lacarnicería era general y aterradora, la ciudad se poblaba de gritos espeluznantescargados de temor y muerte… los caníbales saqueaban sin pudor las propiedades,controlaban a los atacantes a través de sus muñecos vudús, los cuales prendían fuegocon antorchas y provocaban la incineración de los lugareños. Los caníbales gozaban deun festín sangriento de muerte.

Juan regresó como pudo a la casa de Marcos y lo encontró absorto mirando lapantalla del televisor. La locura aumentaba segundo a segundo. Las noticias mostrabana gigantescos platos voladores atacando las ciudades más importantes del mundo conrayos luminosos que destrozaban monumentos y edificios, el saldo era de miles demillones de personas muertas, la situación era incontrolable. Se mostraban suicidiosmasivos de las personas que se tiraban al vacío desde edificios que se derrumbaban enpedazos. Las detonaciones extraterrestres eran como rayos eléctricos que provocaban

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explosiones impactantes y descargas de mega voltajes. El mundo era salvajementeinvadido.

La invasión.

El mundo se bestia de fuego, terror y miedo pero sobre todo de muertesabsurdas y llenas de dolor. Los muchachos vieron a través del ventanal de la casa quelas naves extraterrestres habían llegado a su ciudad, destruyendo todo, la genteabandonaba sus hogares, corrían sin rumbo, se produjo caos vehicular, el enojo, latristeza y la impotencia se adueñaba de los sentimientos de los seres humanos todos.Las radios anunciaban el fin del mundo, el apocalipsis. De pronto todas las emisorasradiales y televisivas dejaron de transmitir, fuertes reflectores se encendieron en lasnaves nodrizas, por medio de las luces en las superficies de los objetos volantes,tenebrosos monstruos extraterrestres bajaron a la tierra. Esos seres median no menosde 2 metros cada uno, eran bestiales mentes criminales, asesinos invenciblesdispuestos a matar a todo ser humano viviente en el planeta. Con sofisticadas armasmataban brutalmente a la gente y a los indios sin piedad y sin tener un mínimo deremordimiento, inexplicablemente las muertes de inocentes se multiplicaban segundo asegundo, la invasión era general.

Marcos propuso huir en su invento, viajar a otros tiempos, él estaba seguro queeste era el fin de la humanidad, a partir de este día los monstruos extraterrestres seadueñarían del planeta. Pero Juan no quiso ir, prefirió quedarse a combatir contraaquellos monstruos invasivos. Él no soportaba ver a sus seres queridos y quieneshabían sido sus amigos, morir, desangrados o electrificados por la bestialidad de esosmonstruos.

Allí se separaron, Marcos huyó, quizás al pasado, Juan se quedó en el calvario,buscando algún espasmo de justicia en todo esto. De pronto, lo impensado… las aguasdel mar comenzaron a elevarse, un desesperado grito se escuchó proveniente de lasprofundidades del mar y un inmenso reptil que yacía sumergido, pobló la ciudad. Lacriatura era monstruosa, su cuerpo era de una enorme altura, su cabeza se perdía entrelas nubes, su respiración levantaba vientos de aproximadamente 100 grados en laescala de Richter.

Reptil amenaza.

La enorme bestia comenzó a devorarse los platos voladores y a destruir todo asu paso, era un verdadero eclipse reptílico. Pero en forma conjunta 10 millones denaves extraterrestres se enfilaron frente a las voluptuosas patas del reptil y comenzarona disparar más de un villar de rayos ultra espaciales hasta derribar al monstruoso ser,éste cayó como desde del cielo provocando un movimiento sísmico mundial. El animalera enorme como un océano, al caer convaleciente sobre el mar, comenzó a beber elagua hasta secar el mar, su cuerpo se había hinchado de manera desmesurada, ahorael reptil era una bola oliva gigante como el sol. Las naves comenzaron a disparar susrayos hasta que el animal explotó en millones y millones de pedazos, provocando unestruendo impactante y ensordecedor y una lluvia de sangre y carne alrededor de todoel planeta. Los extraterrestres eran otra vez dueños del planeta tierra, habían ganado labatalla a esa monstruosidad de la naturaleza.

Al día siguiente desde el cielo comenzaron a llegar otras naves interplanetariasmuy diferentes en sus diseños, estas nuevas naves comenzaron a inmolarse sobre lasantiguas naves extraterrestres, eran camicaces, era otra raza extraterrestre que invadíael invadido planeta.

Se desató entonces una feroz y sangrienta guerra, ambas razas extraterrestres

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se confrontaron a muerte dentro del planeta tierra, los seres humanos eran cautivosespectadores de la atroz y abominable guerra. Las muertes se multiplicaban segundo asegundo llegando a trillones de seres humanos y entes extraterrestres muertos.

Muertos vivientes. De repente desde una de las naves nodrizas, un intoxicante yhorrendo olor comenzó a expandirse sobre todo el planeta. Entonces los muertoscomenzaron a levantarse de sus tumbas, también los humanos y extraterrestresrecientemente muertos en combate revivieron en forma de muertos vivientes, almasdeambulantes buscando carnes vivas para comer y apaliar sus dolores.

Los cadáveres cobraron vida y una infernal batalla se reprodujo en sueloterrícola. Todo parecía no tener fin, ya nadie podía morir, o diría mejor, descansar enpaz. Cuando ya parecía que el destino estaba escrito y llegado a su final un granestallido ilumino el cielo, y de allí surgió Marcos en su camión del tiempo,inmediatamente localizó a Juan quien rápidamente se subió a bordo y sobrevolaronvelozmente aquel vil espectáculo en que se había transformado el mundo en que ellosvivían. Se miraron como prediciendo el desastre mayor que se avecinaban, otroestallido iluminó el cielo y entonces miles de manadas de dinosaurios hambrientosemergieron desde el cielo, Marcos los había traído. Las especies se adueñaron deltodo, poblaron la superficie deshecha de lo que quedaba del planeta, devorando a losmuertos vivientes, los dinosaurios dominaban otra vez. Marcos pidió a Juan que estavez venga con él, a vivir en algún tiempo del pasado una vida normal y le reveló unsecreto: Asteroideal. He intentado viajar al futuro y ahora sé que algo terrible ha desuceder, mañana cuando empiece a amanecer, un asteroide un millón de veces mayora la tierra impactara y destruirá todo, un nuevo big bang. El destino está escrito ynosotros llegamos al final. La vida es un ciclo, el universo tendrá que volver areconstruirse. Una nueva especie surgirá, tal vez el hombre, tal vez los dinosaurios oquién sabe. ¡Huyamos! dijo Juan, pero un voraz tiranosaurio se abalanzó sobre elcamión, destruyendo la carcasa, los chicos lograron evadirlo pero cuando intentaronviajar a través del tiempo, el sistema ya no funcionaba… la noche ya se había instalado,la casa de Marcos estaba destruida por los ataques, era imposible reparar el camión deltiempo. Marcos tuvo una idea, la última esperanza que les quedaba… fueron volandocon el camión hasta la NASA, el viaje les llevó varias horas, allí podrían encontrarmaterial para repara el camión. El tiempo pasaba y no encontraban nada que podíaayudarlos entre las destruidas edificaciones de la NASA. Ya empezaba a amanecer y elfuego del cráter veía aproximarse enormes bolas de fuego destruían el planeta. Losmuchachos se subieron a un transbordador espacial y escaparon del planeta. Se fueronhacia los confines del universo, lejos de la vía láctea, lejos del sistema solar, lejos detodas las galaxias.

El cráter era dimensionalmente gigante, supera 1 millón de veces ya no a latierra sino al sistema solar todo… al impactar con los planetas una extrema explosiónhizo vibrar el universo y el todo, el fuego se juntó con el sol, el entero paisaje estalló ytodo se hizo fuego, las estrellas, la luna, el planeta, el sol, TODO absolutamente sevolvió naranja, se volvió fuego, llamas ardientes, todo se consumió en fuego, lostripulantes del transbordador se encontraban rodeados de fuego, eran testigos del bigbang, el comienzo de la vida.El fin, el comienzo…

Cuando ya nada más asombraba, enfrente a la nave que contenía a Marcos y aJuan una luz blanca iluminó fuertísima, Marcos miró a Juan y le dijo: Ambos somos unexperimento que mí verdadero yo ha creado para registrar a través de las cámaras ennuestros ojos, el plus ultra, el día del fin.La luz comenzó a descender su brillo y unanave idéntica a la de ellos apareció enfrente a su vista y a través de la ventanilla se

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veían allí dentro dos personas con ropas muy antiguas – de los años 1600-1700- losrostros de estas personas eran pálidos, asustadizos, con ojos exaltados ymisteriosamente eran exactamente iguales a los rostros de ambos chicos.

49.“Listones”

José Juan de Jesús

Siempre está sentado allí, mirando su pierna, no la que tiene sino la que le hacefalta. Come para una pierna, bebe para una pierna, respira para una pierna. Su vida esla pierna que le falta. Aunque si lo ve detenidamente le faltan más extremidades; supierna imperial se ha llevado sus brazos y sus oídos. Le regalé una pata de palo, bonitay garabateada, con risos para simular los músculos, pero no la ha querido, para mí quees porque se imagina que es mía, es cierto, pero en aquel entonces no lo sabía.

Mi hijo era tan alegre que me sentía fastidiada frente a él. Todos los días selevantaba a las tres de las mañana echando saltos, se ponía la chamarra de lana deborrega y salía a corretear conejos, no importaba si era noche cerrada, si llovía ogranizaba, ni si la neblina le hacía caer una y otra vez. Cuando atrapaba a algunoconejito le colocaba una cintita roja en el cuello con un nombre que allí mismo escribíacon tina china y lo dejaba libre. Decía que era para tener presa a la suerte, ya sabe, poreso de los nombres y las patas de conejo. Por la tarde cantaba hasta que la voz se leapagaba, cantaba desentonado y a gritos, los perros le coreaban con aullidosmelancólicos, los pájaros revoloteaban desorientados y trinando; eran bonitas laspercusiones cuando chocaban con las paredes de madera o con las ventanas. A vecescenábamos pájaro y, una que otra vez, búho. Cuando terminaba de cantar el silencioera abrumador, un silbido caliente y constante inundaba cada rincón de la casa.

Y ocurrió. En una madrugada vinieron y se llevaron su pierna. No sé quiénesfueron, él nunca me lo dijo, él nunca lo dice; mire, vaya a preguntárselo y verá que no ledirá. En la madrugada cuando no escuché que se levantaba para ir a amarra su suertesupe que mi hijo se había olvidado de sí. Yo no sé por qué estaba despierta a esa hora.

Eran pasadas las tres, él estaba sentado, así como está ahora, mirando supierna vacía, esperando que apareciera de un momento a otro, esperando que creciera.Arriba de la rodilla sólo tenía un listón ancho y rojo amarrado; se leía su nombre enletras de sangre cuajada.

50.“La muchacha que bailó con el Diablo”

Mónica Davila

Ameca es un pequeño poblado que se encuentra a pocos kilómetros de laciudad de Guadalajara en el estado de Jalisco.

Mis abuelos me cuentan que cuando el gobierno intentó aplicar la ConstituciónPolítica sometiendo a control los actos religiosos y la vida de los sacerdotes, variaspersonas buscaron defender sus creencias, rebelándose contra el gobierno.

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Había en el pueblo una muchacha de nombre Juana Jiménez. Era muy conocidaen la región por su belleza: de ojos grandes color de esmeralda, de cabello rubio,brillante y sedoso, nariz aguileña y labios finos tan seductores como esperando lacaricia de un hombre. Su cuerpo alto y bien proporcionado; siendo todo un conjunto degran admiración que conmovía al más escéptico caballero. Además su voz ycomportamiento hacían gala de una persona alegre y sencilla, lo que le permitíafácilmente comunicase con los demás. De un aspecto sensual, bullanguero peroprecavido.

Gustaba de cuanta fiesta se realizaba en la región y complacía y a todos los quele invitaban a bailar, puesto que era su mayor diversión, permaneciendo hasta que laorquesta tocaba el último son. Su jovialidad se hizo tan popular en la región que variosjóvenes acudían especialmente de la ciudad de Ameca a las fiestas de esa parteesperando tener la fortuna de bailar con la bonita Juana.

Ella por su parte también se deleitaba mostrando sus cualidades femeninas;circunstancia que despertó la inspiración de muchos que aprovecharon para cortejarla ydeclararle un apresurado enamoramiento, sin que ninguno fuera correspondido, porqueella mantenía la preferencia de seguir libre para disfrutar con toda holgura su juventud.Así transcurría la vida jubilosa de aquella encantadora muchacha en la realizaciónfrecuente de los bailes por toda aquella región, hasta que un día llegó a oídos de uno delos hijos del alcalde de Guadalajara, quien de inmediato se ilusionó de tener ante sí aaquella bailarina, ansiando pronto ser enterado de la realización de alguna fiesta paraacudir en busca de aquella doncella, a la que aseguraba enamorar por cualquier mediohasta verla en sus brazos.

A poco tiempo se cumplía aquel anhelo, pues el 25 de julio cuando se celebranlas fiestas del santo patrono, Santiago Apóstol, acostumbraban a cerrar los festejos desu iglesia con la celebración de un baile.

Con esmero y cuidado, vistiendo un hermoso casimir y portando finas joyas, setraslado en un carro especial aquel ilusionado caballero en busca de la atractivajovencita. Al llegar al jolgorio, luego dio con la prenda que le habían anunciado, pues yase encontraban bien dispuesta para bailar con el primero que la invitara.

Se acercó a ella aquel joven apuesto dejando entrever su condición social yeconómica como queriendo cortejarla; la invito a bailar, lo cual ella aceptógustosamente, con ello el caballero presumía el principio del triunfo de su conquista. Sinembargo a pesar de que mucho platicaron mientras que la orquesta amenizaba susmelodías, el obsesionado caballero no logró conseguir su propósito y sumamentedecepcionado se regresó a la ciudad de Guadalajara, y como despecho y por venganzale comunicó a su padre en forma alevosa y exagerada que por el rumbo de Ameca serealizaban frecuentes orgías con excesiva venta de cerveza y mezcal. Estas eran lascausas, según él por las que los vecinos con frecuencia se estaban rebelando contra elgobierno, por lo que le sugería ordenara cuanto antes la suspensión de todos aquellosfandangos, cosa que así fue.

Esta disposición desde luego, vino a afectar la vida voluptuosa, de Juana,porque transcurrieron varios días y meses sin que en ese lugar se realizará ningunafiesta. Desesperada por aquella mala temporada, una noche cuando en el orienteaparecía la irradiante luna llena, sentada en una vieja silla de tule, en el patio de lacasa, envuelta en melancolía imploraba algún medio que permitiera conseguir lacontinuación de las fiestas en las casas de aquella región. En eso estaba cuando se leocurrió decir: -como quiero que pronto haya un baile en este pueblo, tengo muchasganas de bailar, pues si ahorita el diablo me invita con el mismo que salgo a bailar. No

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acababa de decir estas palabras cuando de repente se paro en aquel patio frente a ella,un jinete muy guapo montado en un gallardo caballo, que con voz ronca y suave ledecía.

–Juanaaa, Juanaaaa, vengo a invitarte a un baile que tiene lugar aquí cerquita...¿aceptas?

A lo que ella repuso, -pues si me espera a que me arregle, caballero galante,con gusto lo acompaño, siempre y cuando usted me lleve y me traiga.

–Desde luego que sí.

Poco tiempo tardo en arreglarse y juntos salieron al rancho de él portezuelodonde se realizaba el dichoso baile.

Ahí se divirtieron de lo lindo y cuando iba a amanecer le dijo el caballero aJuana.

–Juana ya nos hemos divertido ¿le parece a usted que volvamos a su casa?

A lo que Juana contesto afirmativamente. Iban los 2 montados en el briosocaballo a todo galope y cuando se aproximaban al panteón que se encuentra a laentrada del poblado de Ameca y se escuchó el cantar de un gallo que anunciaba elamanecer.

Esta era la señal para que le diablo abandonara sus correrías por esta vida.

Así la joven Juana empezó a ver la transformación de aquel hombre que poco apoco iba convirtiéndose en un horrible animal con cuernos, una pata de puerco y otra decaballo que primero la elevo y después fue arrojada al suelo quedando envuelta enhumo y un insoportable olor a azufre. Al clarear el día los vecinos quedaronsorprendidos de ver que la joven Juana en otro tiempo la más bella muchacha deAmeca estaba demacrada con quemaduras y rasguños en todo el cuerpo; y su lindacabellera además de ahumada desprendía un olor desagradable como de muchos díassin asearse.

Cuando la gente quiso averiguar sobre estos hechos, nadie pudo saber laverdad pues ella solo en su locura decía que la invitaran a bailar, y así andaba por lascalles del pueblo pidiendo que lleven al baile. Pues aún en estos tiempos se escuchapor las noches el clamor de Juana pidiendo a los muchachitos parranderos que la llevena bailar. Y muchos que la escuchan y la ven acaban mudos de tan aterradora mujer queles pide la lleven al baile.

51.“El cuerpo colgante”

Sony Lop

Mi vida no siempre fue sencilla, tuve un momento de debilidad en el que porpoco pierdo todo…incluso a mí mismo. Durante ese período de vagancia llegué a unnuevo país, recuerdo que entonces no tenía mucho dinero y tuve que buscar unavivienda accesible. Sé que las casualidades no existen, pero en aquél momento mepareció un golpe de buena suerte encontrar un conjunto de departamentos pequeños,construidos hace poco más de treinta años en una zona tranquila habitada solo porancianos. El departamento que me ofrecían estaba deshabitado desde hace dos años.

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Vi que solo tenía dos piezas separadas por una puerta corrediza: de un ladoestaba la sala-comedor y una pequeña recámara con clóset, del otro lado estaba elbaño y la cocina separados por un pequeño recibidor que desembocaba a la puerta deentrada. No era muy grande pero para una o dos personas era más que suficiente,además realmente no tenía planeado comprar muchos muebles, así que decidí rentarlo.

Lo primero que llamó mi atención fue hallar en la “mini-cocina” aquel viejoaparato metálico, rectangular y un poco grande: el calentador de agua. De él salían dostuberías en la parte inferior y una más gruesa y corta de la parte superior quedesembocaba a una ventilación cuadrangular forrada también de aluminio. Me parecióalgo extraño y peligroso tener un calentador de agua dentro de la vivienda en sí ycuriosamente el resto de los departamentos sí lo tenían afuera. Me acostumbré a dormiren la pieza que era sala-comedor, cerca de la puerta corrediza, junto a la cocina. Pasóaño y medio y estaba tranquilo y contento. Pero…

En el mes de octubre comencé a tener insomnio, la última vez que lo tuve fuehace algunos años atrás y ahora nuevamente, sin motivo aparente, no podía dormir.Pero lo realmente inquietante fue que empecé a sentirme observado, como si alguienme vigilara, no sabía de dónde venía aquella “mirada”, pero casi podría asegurar quealguien estaba ahí, conmigo cada noche.

Pasaron tres noches y entonces extrañamente tuve la certeza de que aquella“mirada” se colaba por una rendija a través de la puerta corrediza, como si alguien mevigilara desde la cocina. No soy de los que se asusta fácilmente…pero desde ese día, lasensación de sentirme vigilado fue en aumento. Mi insomnio también empeoró y en lasdos o tres horas que lograba conciliar el sueño, tenía pesadillas. Al principio no lograbarecordar el contenido de aquellas pesadillas pero despertaba con una sensación deintenso temor. Gradualmente se hicieron cada vez más frecuentes: inicialmente una veza la semana y después ya casi diario.

Una de esas noches, al sentirme observado, instintivamente voltee hacia lacocina y miré a través de la rendija de la puerta corrediza. Al principio solo vi oscuridadpero conforme pasaron varias noches, poco a poco pude ver que se asomaba algo:parecía una manta maltratada colgada de un perchero, me reí de mi “visión” al recordarque justo en ese lugar se encontraba el calentador de agua…Pero sentí la necesidad deseguir atento y entonces, después de un par de noches más, lo que vi me dejó perplejo:aquellas tuberías de la parte inferior finalmente tomaron la forma de algo parecido aunas piernas y a cada lado de lo que se suponía era el calentador en sí, se asomaronun par de…¿brazos? Sí, todo aquello parecía un cuerpo colgado! Podía ahora ver entrela oscuridad que aquello ya no era el calentador de agua con sus tuberías sino que erael cuerpo de una mujer que colgaba de su cuello, vestida con algo parecido a una batade hospital, la cabellera negra y larga, los brazos y piernas con un pálido tono azulado,las uñas opacas, trozadas y sucias.

Conforme pasaron las noches mi insomnio era casi insoportable y las pesadillasaún más intensas pero desafortunadamente comencé a tener un recuerdo más vívidode lo que había soñado. En mi pesadilla volvía a revivir el descubrimiento gradual deaquel “cuerpo colgado” y después de varias pesadillas más, todo se concentró en lacabeza: veía cómo esa cabeza comenzaba a moverse lentamente de un lado a otro,balanceando su cabellera suavemente, como si aquella mujer se despertara.

A finales de noviembre, una noche desperté casi gritando: La cabeza de la mujerse había balanceado lentamente y al final, súbitamente la levantó…Fue horrible: susojos inyectados en sangre, sus labios secos y con llagas, la piel con el mismo tinteazuloso y pálido a la vez, con una expresión de ira incontenible.

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Por aquellos días ya estaba yo bastante cansado y ojeroso. Uno de miscompañeros amablemente me invitó a visitar algunos templos sintoístas y fue ahí dondeme atreví a platicarle de mi insomnio, mi sensación de ser vigilado, las pesadillas y loque veía cada noche en mi cocina. Él solo me dijo:

-Probablemente el insomnio te hace ver cosas porque tu mente está cansada…¿O crees que hay algo más?

No respondí nada porque no sabía qué decir; almas en pena, espíritus,fantasmas, de todo eso siempre fui escéptico. Transcurrió el día y traté de relajarme;Observé cuidadosamente cada uno de los amuletos que vendían en aquellos templos…pero no compré nada, tampoco soy creyente de esas cosas. Ya casi al finalizar nuestravisita, mi compañero me extendió su mano al tiempo que me preguntó:

-¿Los quieres?

En su mano tenía tres papelitos rectangulares con algunas inscripciones negrasy figuras rojas, no sabía que eran y al preguntarle por ellos solo me los dio diciendo:

-Pégalos en tu casa: en las paredes y en la puerta de entrada.

Esa noche, poco antes de acostarme, vi aquellos papelitos en mi escritorio yrecordé las palabras de mi compañero. Sin saber exactamente la razón, simplementedecidí pegarlos como me lo indicó.

Pasaron varias noches y aunque el insomnio seguía, la sensación de servigilado había desaparecido. Y no solo eso: ahora aunque trataba de encontrar la figurade aquel cuerpo colgando en la cocina, lo único que lograba ver entre la oscuridad erael calentador de agua.Hasta hace poco volví a ver a mi compañero y le dije:

–¿Recuerdas aquellos papelitos que me regalaste?

–Sí, ¿los pegaste?

–¿Qué son?

–Amuletos. Un monje me los obsequió. ¿Te sirvieron?

Al decirme esto, él me sonreía tranquilamente y sentí que no era necesario darmás detalles al respecto, así que solo correspondí la sonrisa y le dije:

-Gracias.

52.“Me acuerdo de ti”

Diego Orozco

Ciudad de Guatemala 14 de febrero.

Me acuerdo de ti…, me recuerdo de Juan Rulfo…, me acuerdo quien soy. Algoimportante tenía que hacer, antes de irme a trabajar deje todo listo la noche anterior,algo importante que no logro recordar. Un día desperté y fui quien soy, supe quien erayo, pero después de dormir…no supe a donde ir.

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Una mañana fría de noviembre te conocí, sentada en el parque central, tomandofotos al palacio, era muy de mañana pues aun la neblina no se dispersaba, el lugarestaba en silencio y es todo lo que me acuerdo. Eras linda como la foto de una postal yeras demasiado hermosa para poderte olvidar; entre veces y reflexiones te tome de lamano y pudimos hablar, tocarnos…, jugar. Jugar a ser felices por toda nuestra vida.Mario Benedetti nos bendijo en ese lugar.

Quien eras, tu rostro se me escapa entre luces fugaces e ideas que danzan deun rato a otro, no recuerdo bien tan solo tus ojos. Esos mismos que podía perderme enel abismo oscuro de tu alma, perderme por la eternidad antes de darme cuenta quenunca me moví del lugar. Esos ojos que mostraron que la noche es corta y que la luz sedivisa en los cerros, en los bosques, esos mismo que me enseñaron a teñir tu pelo decolor verde y esparcirte como hojas de sauce en los bosque, para que tú misma meacariciaras en el verano y me dieras una colcha cómoda en el invierno. Como olvidartesi aun te tengo presente.

Ese silencio ensordecedor me vuelve a despertar… quien soy… quien era…quehago cuando estoy despierto… el agua… mar… me recuerdo de ese lugar… en esosmomento donde la arena acariciaba tu piel y el mar furioso sacando espuma por la bocate bañaba quitándotela, en cambio te regalaba conchas y estrellas para que fueraseternamente suya. Pero tus ojos, esos ojos indescifrables que nunca pudo entender elazul oscuro me eligieron a mi por el resto de la eternidad, que tiempo hermoso, ocurrióhace unos minutos que me besaste en los labios, fue ayer que te jure amor bajo unaltar, hace una semana que te fuiste con tu abuela que te vino a traer para vivir con ellaen el paraíso, a cuadra y media donde vive el Nazareno. Fue hace tiempo que siguesiendo ayer… la verdad no recuerdo bien el día ni el lugar.

Ahora despierto y no me muevo, me quedo quieto, tan quieto como un colibrí enel aire, me muevo tan lento como las dunas en los desiertos, sin embargo mispensamientos cabalgan apresuradamente hacia ti como estrellas fugaces, un céntimode distancia existe entre tus pensamientos, labios y mis versos. Es de noche y es triste,tan triste como Neruda y sus versos. Quien eras antes de ser quien soy ahora, quehacías antes de conocerme, quien era yo antes de verte, unos perfectos extraños seconocieron una vez y dejaron de ser desconocidos para ser viejos amigos.

Santiago, Santiago te escucho llorar en la cuna, pobre niño déjame consolarte,déjame cargarte en mis brazos para que dejes de tener miedo, nunca te dejare solo ni siquiera un tantito, porque en mis brazos te protegeré como la sierra de losChucumatanes protege el Occidente. No dejare que ni las gotas de invierno toquen turegazo. Traeré frutas frescas para que comas en las praderas, eres hermoso pues tienelos ojos de tu madre, esos negros ojos que me hacer dormir nuevamente.

Al despertar no recuerdo quien soy…, quien era y de donde provengo, quien esel joven que acaricia mis cabellos. Quien soy, recuerdo que tenía algo importante quehacer pero no lo encuentro. Ese joven sigue acariciando mis cabellos. Hace unas horascabalgaba en la pradera con mi hermano, mi caballo era hermoso, era de color ceniza,nos gustaba correr en los pasillos y competir quien era el más veloz. Mi caballo dejabamarcada la tierra con rayos y truenos mientras mi hermano cosechaba estrellas en elfirmamento. Era hermoso cabalgar con él hasta el infinito del tiempo y regresar antes deque acabaran sus sueños. El nombre, el nombre de mi hermano no recuerdo, pero susonrisa era franca, tan buena como lo tiene que ser un hermano, escucho su voz y gritofuertemente, aquí estoy mírame porque tú eres bueno y tienes un alma noble, tráemeotra vez al cenizo para que podamos cabalgar juntos.Ayúdame a juntar piedritas decolores en los pastizales de pétalos y flores porque tú me acompañaras a dejar un

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regalo de cantos y bosques a ella, esa mujer de los ojos negros, como la noche, ellamisma que me dijo su nombre.Recuerdo que su nombre iniciaba con alegría, luegoseguía escrupulosamente un jardín llenos de girasoles. Nunca las tristezas existían.

Donde una palabra de amor se decía con el corazón, repetidas veces. Algunasveces se sellaba el trato con un beso. Era hermoso su nombre tan grande y tan bello.Me recuerda al amanecer y el atardecer, a la lágrima de jade que tenía en su pecho.Hace días que no te miro en mis pensamientos, no recuerdo tu rostro. Pero sigoamándote, sigo presente en ti desde ese día que te prometí hacerte feliz.

Los dos envejecemos como viejos amigos y aun siento la vida correr en tusvenas. Amor, dime qué forma tenían tus ojos, que no recuerdo más que el negro de losfirmamentos, escucho multitud de voces entre rezos y murmurando en bullicio peroninguna eres tu ni tampoco pronuncian tu nombre, donde estas que no te encuentro conmis ojos, ven abrázame fuerte no te pierdas en la multitud, el mundo es muy grande sino te encuentro y más aun si te pierdo…

Quien soy, que tenía que hacer ayer, porque tanto sueño. Recuerdo que teníaque hacer algo importante el día de hoy. Hoy es tu cumpleaños cumples un año ycaminas, al verme corres a mis brazos y te levanto para que puedas tocar el sol con tudedo, eres hermoso más hermoso que el jade de tus manos, más hermoso que lasllanuras y los ríos, porque tienes los ojos de tu madre, dime en secreto cual es elnombre de ella, dibújame su rostro en el aire, para que pueda conocer más que elabismo de sus ojos. Son hermosos como esa mañana que la despertar me dijo que teesperaba, como esa mañana que pude tomar una taza de café con tu dibujo bajo elbrazo, como esa misma mañana que me contaste que iba ser abuelo. Que hermosasmañanas juntas en una sola, debe ser hermoso vivir nuevamente con ellas, no es fácilolvidar cada momento, pero tengo miedo que al despertar tenga que buscarte bajo lamultitud para escucharte.

Escucho el silencio bajo mis brazos nuevamente despierto quien soy, me levantotodos los días por la mañana hacia mi trabajo, algo importante hago todos los díasporque uso saco y corbata, algo importante hace ella usa vestido y carpeta, nos damosel beso de despedida y cada quien a su trabajo yo con su recuerdo y la promesa devolver y ella con un hasta pronto y una sonrisa pintada en su pecho con su corazón, quedice tu corazón amor que dice de nuestro amor, seguirás amándome cuando estemosviejos, seguirás haciéndolo cuando escuchemos truenos a lo lejos, me seguirás amandoaunque solo recuerde tus ojos. Eres hermosa entre mis sueños e ideas danzantes, ereshermosa desde mi mundo metido en una cascara de nuez. Era linda como la mar y elviento de Rubén Darío.

Quién era yo…, alguien que tiene sueño nuevamente y que lo sofocan estascuatro paredes. Ese alguien que murió hace una semana y su alma se fue con Diosayer, ese alguien que no recuerda quien soy y tiene deseos de dormir. Tal vez aldespertar recuerde quien era ayer…

53.“Lo oculto”

Patricia Hulya Dajruch

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Aquella noche no fue diferente a otras; una media luna brillaba en el cielo quehacía proyectar la sombra de un árbol sobre la única pared desnuda en mi cuarto.Soplaba un viento vago del norte que arrastraba consigo el aroma del azahar que mellegaba a través de la ventana abierta. El pueblo dormía ya. Sobre los tejados un gatopaseaba con parsimonia; de vez en cuando se oía el ladrido de algún perro. Bajo lasfarolas languidecían oscuras figuras sobre las callejuelas de tierra bordeadas dearbustos. La noche parecía inanimada sin embargo yo sabía que la vida bullía por todoslos rincones más allá de las sombras. El insomnio me dominaba hacia bastante tiempo,durante el día esperaba pacientemente la llegada de las horas nocturnas, y permanecíadespierta hasta el amanecer, momento en el que me sentía segura para poderentregarme al sueño sin ningún temor.

La necesidad de escarbar la noche era inmutable y tenía la sensación que ellahacía lo mismo conmigo: así mutuamente enfrentadas nos encontrábamos a diario. Almenos la tibieza de la primavera dejaba atrás el frío de un invierno particularmentecrudo, en el que no podría jamás prender el hogar de modo que esperaba que seprecipitaran los acontecimientos. Sentir el azahar invadir la estancia era tan agradableque estuve a punto de olvidarme la razón por la que estaba de pie en la ventanamirando cómo se sucedían las negras siluetas desdibujadas bajo la luz lunar.

Mi comprensión era muy inexacta para poder descifrar semejante designios queme acechaban. Algunas veces parecía que todo aumentaba, la oscuridad, las sombras,el sonido del viento, y hasta parecía posible oír el caminar de los gatos sobre los tejadosde las casas vecinas, en otras oportunidades el silencio semejaba a la sordera totaldonde no llegaba sonido alguno y las cosas disminuían su tamaño natural. Lo que másme extrañaba era que nadie más que yo percibía tales cosas y era el único ser quepermanecía insomne, pues al menos los gatos y los perros dormitaban de a ratos. Asíes como ella (la noche) y yo nos mirábamos cara a cara, en un reto donde ignorabacuales eran las armas apropiadas para vencer el enemigo. Cuando el cielo se cubría ylas estrellas no brillaban imaginaba encender una vela sobre el escritorio dondepermanecía abierto un cuaderno de poemas que insólitamente no podía seguir siendoescrito. Por más que imaginara un escenario iluminado, no podía de ninguna manerahallar la paz. El presentimiento era acuciante pero lejos de hallar una solución alproblema, a veces dudaba de mi propia cordura.

Esa noche en que el norte traía todas las bendiciones, tan benévolas, anunciabaseguramente la mayor catástrofe. Esperaba temblando la llegada del adversario, puessabía que se estaba aproximando, lo decía ese sudor frío que comenzaba a perlar mifrente. Lentamente inició el suplicio nocherniego, ciega de estupor sentí un soplo en lasparedes y estas hinchándose respiraban como un ser vivo y desde el fondo de la tierraprincipió a latir un gigantesco corazón. Me acorralé en un rincón del ventanuco. Habíallegado la hora de la tan temida contienda. Sentí erizarse mi pelo, y deseaba podergritar mi terror más mi boca permanecía cerrada; mis ojos abiertos en la espesa negruracentuplicaron su visión, y observé como una gigantesca mosca peluda venida desde elespacio, cuyo vuelo la traía hacia mí. Tensé mis mandíbulas, mis ocho patas cada vezmás enredadas en miles de hilos impedían la huida. Quise cerrar mis seis ojos perocarezco de parpados. Sola esperé mi muerte en esa casa deshabitada y vetusta.

54.“No cortes tu cabellera”

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Demian Lobo Estepario

Después de 6 meses abandonó el hospital; "desahuciado", les dijo el médico acargo de Alexander. El último mes de su vida lo pasaría en su hogar, a lado de susseres queridos.

La última mujer de su vida, Ofelia, a pesar de sus infidelidades, de sus malostratos, cuidó de él con afecto, con algo de ternura, con algo del amor que alguna vez leprofesó generosamente.Por las tardes otoñales, mientras él escuchaba los poemas queella le había escrito cuando se conocieron, Alexander le cepillaba su larga cabelleracolor caoba, suplicándole que no se la cortara, jamás; él no sabía a dónde iría cuandomuriera, si recordaría su actual vida, a sus seres amados, su pasado, perolo que síquería llevarse al otro mundo, era la dulce y hermosa imagen de Ofelia y su cabelleralibre, ondeando con el viento.Llegó la primera Navidad sin él, habían pasado dos mesesde luto, de silencio,de llanto, tal vez el nuevo año traería la curación a tanto dolor.Lo quemás recordaba la joven viuda eran las últimas palabras de Alexander, atribuidas a lafiebre, a la agonía, al sufrimiento físico y moral provocadas por la leucemia: "jamás tecortes tu cabello, jamás o morirás..."

Entre sueños y vigilia veía su rostro, intentaba acariciarlo, aunque se alejaba, sedesvanecía, únicamente escuchaba una voz lejana, una advertencia: "jamás te cortes tucabello..."

Un tono violáceo enmarcaba sus ojos causado por varias semanas sin poderdescansar ni dormir plenamente; la recomendación del médico fue el valium, sinembargo, ella sabía que corría el riesgo de convertirse en sonámbula, ya habíasucedido algo así antes.Las pesadillas continuaban, el sueño comenzaba cuando ellaintentaba abrir la puerta de su dormitorio, escuchando murmullos, risas ahogadas, unfuerte empujón, la puerta cediendo, sobre la cama él desnudo sobre una mujer, a quienpudo reconocer. Esta vez no lloró, no gritó, cerró la puerta y caminó, silente, tranquila,despertando poco a poco...mas la sensación de ser engullida por un pozo obscuro no lopermitió...él se encontraba frente a ella, reclamando porqué razón ya no existían loscelos, porqué esa indiferencia, por qué esos planes de cambiar su aspecto. Jaló el airea sus pulmones desesperadamente cuando por fin pudo despertar.

¿Era lo que se dice "cargo de conciencia"? ¿Por sentirse atraída y enamoradadel chico que la consoló durante los meses de agonía y de luto? La vida continuaba,¿acaso su subconsciente no lo entendía? En un día más llegaría un nuevo cumpleaños,una fecha especial para recomenzar, para cambiar de imagen, para volver a amar.Estaba decidida, un corte de cabello, transformar su vestuario, tirar o quemar la ropanegra; era primavera, los colores brillantes la animarían para continuar su camino.Tenía pensado guardar su larga trenza, no quería verla tirada por el piso de la estéticaal día siguiente, destrozada y finalmente yendo al bote de basura. Esa noche secó sucabello después de lavarlo, lo peinó, lo trenzó con sumo cuidado, lo admiró unosminutos...mientras recordaba los días felices a lado de Alexander, las promesas deamor, las rosas, los poemas que juntos escribieron bajo la sombra de un sauce...laslágrimas del primer adiós, las noches de reconciliación...la saeta de la primera traición,con la que pronto comenzó a secarse su admiración y afecto por él.

Era tarde, casi media noche, tomó las tijeras pero no se decidió por completo acortar...las abrió, calculó la medida, hasta la nuca...mas la cobarde mano se negó aseparar aquella masa de cabellos rojizos de su dueña. Se levantó de la cama, abrió laventana, los nervios y las altas temperaturas de aquella primavera le provocaban un

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intenso bochorno. Un profundo sopor la invadió, el valium había hecho su efecto.

Alexander, de nuevo se le enfrentaba, reprochándole su comportamiento, susnuevas decisiones, su traición amorosa y sobre todo, estar decidida a cortar sucabellera. La tomó por el cuello, comenzando a estrangularla sobre su cama, mediaespalda estaba al filo de la orilla del colchón, Ofelia recordó que tenía cerca de ella lastijeras con las que cortaría su trenza, le faltaba el oxigeno, sentía que perdía elconocimiento, a tientas buscó las tijeras, las consiguió abrir para cortar la mano deAlexander y quedar liberada. Para ser un sueño, para ser un cargo de conciencia,aquella mano era sólida, gruesa, fuerte, aún así, consiguió desgarrarla con la navajadejando de sentir la asfixia... caía de la cama, hacia atrás, su viaje al piso fue largo,lento, frío...de nuevo engullida por un pozo oscuro. El escandaloso ruido de una sirenase acercaba al edificio donde vivía Ofelia, seguido por otro de una patrulla. De laventana del segundo piso colgaba una larga trenza de cabello rojizo, los agentes,quienes derribaron la puerta para investigar el accidente de la joven notaron que estabacortada de un extremo, del otro, se mantenía atorada a una ménsula metálica quesostenía unos libros, cerca de la ventana.

55.“Cuidado con lo que anhelas”

Lily Nova

Era una noche fría y oscura, de esas que utilizan como subterfugio los escritoresde terror para generar expectación en el público; de esas mismas que estaba viendo enla pantalla de su televisor, mientras se preguntaba por qué debían ser tan oscuras quecasi no podían apreciarse las imágenes.Una ola de frío recorrió su espalda, pero nopensó que fuese por el film, ya que más que miedo, daba gracia… ¡había visto tantos¡!y, en definitiva, eran todos iguales: mucha sangre, algún fantasma, uno que otrodemonio… Ese espasmo era real, como si un cuchillo helado penetrara sus entrañas.Miró en todas direcciones, pero estaba sola, ninguna ventana abierta, ni un soplo deaire, ni un sonido aparte del de su respiración y el de los gritos de la protagonista de lapelícula intentando escapar de aquel demonio.

Puso pausa en el reproductor, se levantó de la cama y, sin encender la luz (algosiempre criticado por ella en aquellos filmes que veía) abrió los ventanales y salió a lanoche fosca de su pequeño jardín. Observó en la penumbra con ojos entrecerrados. Allíno podía distinguir nada, pero el estremecimiento de su alma era cada vez máspoderoso y helado.

Encendió un cigarrillo (eso siempre lograba tranquilizarla cuando se sentíaabrumada por alguna sensación extraña), pero cuando iba a llevárselo a los labios paradar la segunda pitada alguien (algo) se lo arrebató de sus manos ya temblorosas y, alsegundo, le echaba el humo en la cara.

–¿Quién eres? – preguntó con voz entrecortada.

La respuesta fue el silencio espectral e inusitado en su barrio siempremurmurante… y más humo de cigarrillo que ahogaba sus gemidos.De pronto, vio comoese ente aplastaba el cigarrillo. Los sonidos habituales comenzaron a penetrar en susoídos. Creyó que aquello había concluido. Se preparaba para entrar, diciéndose que

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Morfeo era muy gracioso, hacerle soñar con un espíritu que todo lo que anhelaba era unmísero cigarro. Preparaba su rostro para emitir una sonrisa y entrar a terminar supelícula, cuando sintió un viento helado que la traspasó como ráfaga, haciendo temblarsu camisón de seda con tal violencia que parecía querer salir de su cuerpo, perotraspasándola. No podía moverse, la vida que de repente había tomado esa prenda, selo impedía. Comenzó a girar su vista para vislumbrar a su agresor etéreo.

Nada… sólo la bruma espesa y una fuerte carcajada.Sintió que sus muñecasquemaban como mil infiernos. Al dirigir allí su vista, vio pulseras de fuegoaprisionándolas… extendiéndose por sus brazos… envolviéndola hasta su espalda.

– ¿Quién eres? – volvió a preguntar. Y se corrigió de inmediato.

– ¿Qué eres?

Otra vez nada… sólo ya su miedo indescriptible y el olor a piel quemada.Unafuerza la volteó y el fuego se escurrió también por su pecho. Sintió unos labios de fuegoque incendiaban los propios. Cuando los liberó, lanzaban llamas.

– Soy tu dueño y tú, mi esclava– dijo una voz perversa, mientras la soltaba.Entonces pudo verlo. Y el pavor que sintió heló su alma, a pesar de las llamas queestaban abrazándola.

–¿Qué quieres? – preguntó con el hálito de vida que le quedaba.

–Soy la muerte– respondió el demonio– y vine a llevarte conmigo, como túanhelabas.

Al día siguiente, cuando su madre llegó a visitarla, encontró la televisiónencendida, con el reproductor en pausa. La cama revuelta. El ventanal abierto. Ni rastrode ella.

En el centro del jardín, un círculo de pasto quemado en el que ondulabanlenguas granas que, aún hoy, después de muchos años, no se apagan. Y cuentan losque han habitado esa casa, que en las noches neblinosas, se puede olfatear eldesagradable hedor a carne quemada y se oye una voz femenina que gime:

–¡Devuélveme a casa!

56.“El administrador”Claudio Valdivia

Entre canales, puentes, calles adoquinadas y una espesa niebla, se alza vetustala librería de los hermanos Gerlach y Joost Van Middelkoop. No tiene nombre.

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Simplemente tiene un cartel de madera, cuya pintura ha desaparecido aunque se intuyefue roja y dorada y se lee en letras mayúsculas: BOEKEN. No es la mejor librería de laciudad, tampoco es la mayor, pero es una buena librería y los hermanos VanMiddelkoop trabajan aquí desde hace veinte años. Yo trabajo para la familia VanMiddelkoop desde hace más tiempo. Soy el administrador de la librería, y escribo estopara no olvidar. Porque sé que los acontecimientos que presencié no estabanconfigurados para la mente humana. He conocido los títulos secretos, los cantosdorados de los libros ocultos y antes de que mi mente quede nublada por la locura,quiero dejar por escrito lo que ocurrió.

Durante el mes de abril de 1832, en mi condición de administrador de la libreríame desplacé hasta la ciudad de Hilversumm, al sureste de Amsterdam junto con JoostVan Middelkoop, el hermano encargado de adquisiciones, ya que nos habían avisadode que la librería de un anciano señor, se vendía, al haber fallecido éste recientemente.Llegamos temprano a la casa de aquél hombre. Las puertas estaban abiertas y variosempleados fornidos estaban sacando los muebles. El hijo de inmediato nos reconoció.

–Vienen de la librería de Amsterdam, ¿verdad?

–Sí – respondió Joost. –Los libros están en la oficina de mi padre. Suban laescalera, son todos suyos por el precio convenido.

–Si no me interesan ―aclaró Joost― volveré a por los doscientos florines,caballero.

–Aquí estaré. No se preocupen, si no les interesan los libros tengo otra oferta.Ahora si me permiten tengo mucho que hacer.

Subimos la escalera de madera oscura de un bello color rojizo. Al llegar al pisosuperior vimos que el pasillo ante nosotros era largo. Al extremo derecho vimos doshombres intentando sacar una butaca de terciopelo, que parecía ser muy pesada. Alextremo izquierdo vimos una puerta cerrada que de inmediato nos llamó la atención.

El picaporte giró con facilidad y entramos en la biblioteca del anciano. Nosencontrábamos en un lugar curioso. De inmediato me produjo una sensación difícil dedescribir. Una intranquilidad luctuosa se apoderó de mi corazón. Volví a mirar a mialrededor y conté: Era una habitación octogonal. No es necesario que indique que eloctógono es una figura geométrica asociada a la Magia Negra, ¿Acaso Joost no habíapercibido tal hecho?

–Traiga el baúl, Clemens –me dijo, mientras pasaba el dedo a lo largo de lostomos acumulados frente a él.

–Sí, señor.

Mientras los metía en el baúl me di cuenta de que bajo la alfombra que pisabaalgo cedía. Pero no quise decir nada. Continué introduciéndolos en silencio, mientrasJoost los sacaba y clasificaba según su valor. Finalizamos el trabajo. Fui a por lascorreas, con las que agrupamos los manuales de menor valor. La habitación quedovacía. Pero Joost quería mirar en los cajones, ya que el muchacho nos había dicho quetodos los tomos que encontrásemos eran nuestros.

–Espéreme aquí, Clemens, volveré pronto.

Me senté en la silla, estaba cansado. Volví a intentar abrir los cajones. Seguíancerrados. Me levanté. Caminé hasta el lugar donde antes me pareció que la alfombracedía, y la levanté. Vi unas marcas en la madera, una especie de dibujo hechotoscamente con una navaja o un cuchillo. Aparté la mesa y la silla. Dibujado en el suelo,un pentagrama inscrito en dos círculos concéntricos presidía el centro de la habitación

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octogonal. En el interior del círculo había símbolos que necesariamente eran unlenguaje desconocido para los legos en la materia, me arrodillé para descubrir confacilidad que el lugar donde cedía el suelo había sido manipulado y una de las tablas,cortada, daba paso a un hueco en el cual vi dos tratados de tapa naranja. Cogí loslibros, y los coloqué junto con los de menos valor, volví a colocar las tablas, puse laalfombra en su sitio y devolví la mesa y la silla a su lugar original. Una vez hube hechoesto, la puerta se abrió. Joost llegaba con una llave negra, sonriente.

–¡Clemens!, ¿Qué hace en el suelo? Vamos ayúdeme a ver si hay algo quevalga la pena en esos cajones. Resoplé y me levanté. Abrimos los cajones. Una libretanegra escrita a mano que Joost ojeó rápidamente.

–Esto es basura –dijo él– Lo guardaré por si acaso –repuse–. Me miró de reojo.

–Como quiera, Clemens.

En el cajón derecho había un abrecartas, pluma y un tintero muy curioso decolor rojo.

–¿Puedo cogerlo? –inquirí.

–Claro Clemens, cójalo si quiere.

Volvimos a Ámsterdam aquella misma tarde. Cuando llegamos ya eran casi lasdoce de la noche. Dejamos el material en la tienda, pero me cuidé mucho de meter lostratados ocultos en mi bolsa, junto con la libreta negra. Joost estaba contento, sabía queganaríamos dinero con aquél negocio. No sabía lo que podríamos perder.

Durante los meses siguientes llevé una doble vida. De día continuaba mi sencillotrabajo de ayudante en la librería, por la noche volvía a mi modesta habitación doscalles más abajo y leía los libros de tapa naranja. Éstos no eran sino auténticos librosde magia. Hablaban de un mundo paralelo al nuestro, un mundo al que se podíaacceder a través de elaborados rituales, sólo reservados a los conocedores de lossecretos de la «Entrada multiforme». Leía con avidez aquellos textos malditos sin darmecuenta de que me absorbían. Cada día me sentía más débil, comencé a toser, tuvefiebre intermitente y mi sueño se redujo a un par de horas diarias de sobresaltadaspesadillas. Sin embargo no podía parar, ya que el ansia de conocimiento es una de laspasiones naturales más extendidas en el hombre.

Cuando hube terminado la lectura de los volúmenes pasé a la libreta. Significóun desafío todavía mayor. Los libros estaban escritos en latín, y me habían instruidoasimismo en el enrevesado alfabeto de signos que vi inscritos en los círculosconcéntricos de aquella habitación. Ahora sabía que aquellos círculos y aquélpentagrama en una habitación octogonal no eran sino un lugar de invocación. A travésde esos símbolos se podía acceder al mundo paralelo donde espíritus, entes ydemonios de mayor o menor nivel habitaban, deseosos de poder acceder al mundohumano. Un mundo lleno de materias que para ellos eran el mejor de los manjares:Nuestra sangre, nuestra bilis, nuestra carne, nuestra vida, nuestras almas.

Pero volvamos a la libreta; aparentemente no era sino una agenda, con nombrescomunes de todas las nacionalidades. Cada nombre se componía de un nombre de pilay un apellido común. A su derecha, figuraban tres números cuidadosamente dibujadoscon tinta roja. Tardé meses en descubrir que realmente era una lista. Cada uno de losnombres correspondía a un ser del inframundo y el número era una referencia de supoder y de su plano de existencia. El anciano señor era un hechicero, no cabía ningunaduda, y la cantidad y variedad de seres con los que parecía haber contactado memaravillaba y horrorizaba.

Pasé los meses siguientes intentando purgar mi cabeza de toda aquella malsana

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información. Pero no pude evitar hacer ciertas cosas ya que vivía sólo en mi cuarto. Melevantaba sonámbulo por las noches, lo sé porque a menudo amanecía sobre el suelode mi cuarto con un cuchillo en la mano. Y con el cuchillo, inevitablemente fui labrandomi propio pentagrama, mis propios círculos concéntricos, y dentro de los círculos, lasviejas e infalibles runas de protección. En el interior de esos círculos concéntricos y bajola protección de aquellas runas podría recorrer los planos de existencia y tratar conoscuros seres cuya naturaleza hubiera preferido ignorar. Pero el atractivo de aquélmundo de espantoso poder había calado hasta el fondo de mi ser, y resistirse a sullamada resultaba imposible. Pronto una alfombra ocultó lo que los antiguos hechicerosllamaban «Ghol Bakh» es decir la tabla de salvación, el ancla que me mantenía asido almundo humano en mis exploraciones a través de la espesa materia del universo de losplanos.

Mi poder se fue incrementando, y el deterioro de mi cuerpo fue rápidamenteocultado a través de un hechizo de vitalidad que aprendí de un demonio menor. Mesentía cansado, pero mi aspecto era cada vez más lozano, y mi trabajo en la libreríaseguía siendo un bálsamo en el que me sumergía como en un viejo pasatiempo. Losacontecimientos se precipitaron, sin embargo con la llegada de un visitante inesperadoa la tienda. Era un caballero bien parecido, elegantemente vestido y fuerte.

Decía que había adquirido un inquietante tomo de geografía de nuestra tienda.Éste describía con detalle una región que él tenía la intención de explorar. Dicha regiónse hallaba en el interior de la selva en los alrededores del Río Apure. Pero había un parde páginas que le confundían, ya que se encontró con un mapa extraño, escrito con unalfabeto que no conocía en el que vio escrita la palabra Schöld.

Me levanté incómodo, sintiendo el sudor frío recorriendo mi espalda, cayendo engruesas gotas bajo mis axilas, sequé el sudor de mis manos en los flancos de mi gabány me acerqué, oyendo mi propia voz, baja, ronca, indecisa, reveladora.

–¿Puedo ayudar?

–Ah, Clemens, no creo, pero nunca está de más: Eche un vistazo.

Me asomé al texto. Era uno de aquellos volúmenes que sacamos de casa delviejo, pero había sido encuadernado otra vez y habían incluido ese mapa. Lo miré condetenimiento.

–Señor, evidentemente ha habido una confusión. Parece ser que encuadernaroneste volumen hace unos años e incluyeron por error un mapa que no pertenece a estazona.

El señor me miró con detenimiento, y podría decir que noté algo en su mirada.Quizá se me notaba el sudor, o el nerviosismo. Quizá mis manos temblaran o habíaalgo en mis ojos que le hizo sospechar. Afortunadamente Gerlach intervino para darmeun respiro.

–Quizá quiera Usted otro volumen similar, seguramente tenemos alguno ennuestro establecimiento, con gusto lo cambiaríamos por este volumen defectuoso.

–No se preocupen, me gusta éste. Ya me ha servido bien en varias ocasiones. Yes curioso encontrar un mapa de un lugar extraño para mí, que llevo tantos añosviajando. Schöld parece un lugar que merece la pena conocer ―dijo sonriendo.

Oír pronunciar ese nefasto nombre por segunda vez me produjo un dolorlacerante. Nadie debe pronunciar esos nombres en voz alta. No pude evitar agarrarmeal mostrador para sorpresa de todos en el local.

«¡Clemens! ¿Está Usted bien?, ¡Clemens!, ¡Clemens!»Me desmayé aquél día,

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fue una estupidez levantarme a hurgar en el mapa. Pero tenía que hacerlo. Supe queme llevaron a mi habitación y dormí varias horas seguidas encharcado en sudor.Cuando desperté el silencio nocturno inundaba mi habitación. Me incorporé conesfuerzo y repetí las palabras "vita dominum vita daemon vita ad astram intelligo". Deinmediato me sentí mejor pues el poder del antiguo lenguaje siempre es capaz deinsuflar vida al corazón. Guardé mis libros, aquellos cuya atracción es intolerable.

Entendí que mi existencia como administrador de la librería de los hermanosVan Middelkoop había llegado a su fin. Cogí la lámpara de queroseno junto a mi lecho yesparcí su contenido por toda la habitación. Una vez en la fría calle, y mientras meengullía la oscuridad de los húmedos callejones, giré el rostro y comprobé como ardíami habitación, y cómo el fuego se extendía sin freno por la fachada. No tenía tiempopara los vivos.

57.“La casa de Baal Zebub”Cristina Angelica Bottini

Yo era un desgraciado, eso era, me ganaba la vida haciendo cualquier cosa queme diese dinero sin importar qué era: así robé, así golpee gente, así estafé; mi vida tuvocomo propósito solo el respirar. “El maldito”, así me llamaban ese último tiempo,recuerdo, y el nombre me cabía como anillo al dedo: robaba a los muertos sus alhajas.

La noche aquella en que fui al cementerio por última vez lo hice con un“compañero” nuevo, eso recuerdo, un sujeto gigante que conocí en un bar fuera delmuelle y al que invité un par de copas para cerciorarme que esa noche alguien máspodía cavar tumbas por mí, hacer el esfuerzo por una mísera parte de lo que robara, yasí nos conocimos. Fuimos al lugar cargando palas y un par de linternas pasada lamedianoche de un crudo invierno que hacía dormir al sereno a la luz del fogón en sugarita. Hacía mucho frío y una bruma pegajosa se había hecho con las tumbas cegandonuestros pasos casi a tientas; las cruces y los ángeles desnudos se nos aparecían derepente como imágenes que venían a encontrarnos: silenciosos habitantesabandonados entre muertos.

A lo lejos aullaba un perro y hasta los pasos tenían eco. Buscamos la tumba deun rico mercader que habían enterrado hacía dos días y nos pusimos a cavar ensilencio como quien hace un trabajo ; aquel hombre estaba muy asustado peronecesitaba dinero para dar de comer a su familia, eso me había contado, así que haceraquello no le era una opción sino un derecho.

Trabajamos sin descanso hasta sacar toda la tierra que cubría aquel cajón yapenas las palas chocaron con la madera dejamos de hacerlo .Me tiré como siempre allídentro y con una barreta abrí la tapa que separaba aquel muerto de la vida. Al destaparaquel cajón me inundó el pútrido olor que conocía más que bien.

Lo alumbré con la linterna y el pálido rostro huesudo de boca abierta aparecióante mis ojos como ahogando un grito de espanto al verme:

–Dios mío…–dijo el gigante dando un paso hacia atrás.

–Es solo un muerto– dije entonces–, no puede hacerte nada, no le temas- yarrancándole a tirones sus pertenencias agregué –.A los vivos es que debes temerles, a

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esos perros…

Hice mi “trabajo” y luego salí de allí sin más vueltas. Juntamos nuestras cosas yseguimos hasta la próxima tumba que tenía por recuerdo haber visto llenar un día de lasemana en curso; no cualquier tumba, solo me interesaban aquellas en que las pompasmerecían tanto esfuerzo. Aquel hombre caminaba como si alguien lo siguiera, estabatan asustado que seguramente creía que el muerto venía tras nuestro para reclamar suscosas.

El siguiente cadáver estaba en un panteón alejado de la entrada al cementerio,en un lugar en que se podía hacer ruido forzando las grandes puertas de hierro yromper candados sin que nadie más que nosotros escucháramos los mismos. Sabía deél que era un hombre rico, nada más, y que su cuerpo había sido traído desde Brasil porsu familia para ser enterrado con sus abuelos paternos como era su último deseo porcumplir una vez muerto. Nada más sabía, solo eso, pero el cortejo que supoacompañarlo ese día en que lo trajeron y las coronas y las ropas con que vestían susdolientes me hablaba claramente de riqueza; mucha riqueza. Por eso no podía norobarlo esa noche: porque quizá mi destino estuviese señalado por él y por sus cosas…

Apenas llegamos a las puertas de hierro el gigante se detuvo de repentediciendo “yo no entro”, lo miré entonces y le pregunté por qué y solo contestó que allídormía un “hombre de fe negra” señalando un símbolo que había en una de las puertas:un símbolo pagano. Ver a un hombre de ese tamaño tan asustado me hizo dudar unmomento, pero yo no tenía dioses ni demonios a quienes encomendarles mi alma asíque pronto forcé aquellas puertas y más pronto me metí; yo era un ladrón, no uncreyente. Recuerdo como si lo estuviese sintiendo aún el olor a flores podridas y amuerto que me golpeó apenas entrar: a humedad, a cosa vieja, a madera y cera develas.

Apenas alumbré con la linterna vi un par de cajones sobre unos estantes,coronas de flores viejas y nuevas a un lado, en el piso, y muchas velas rojas y negrasque supieron arder hasta volverse una mancha rojinegra a un lado de la entrada a unsubsuelo que estaba cubierta por una puerta de madera que tenía por manilla unaargolla pesada ; la tomé mientras miraba la figura del gigante recortarse en el umbral dela entrada queriendo entrar al fin pero no pudiendo hacerlo por sus miedos:

–¿Vienes o te quedas –le dije; jamás pudo entrar.

Me metí en ese lugar oscuro como una tumba misma solo teniendo por visión loque la luz de la linterna me permitía, el aire estaba enrarecido y pesado y la escalera decemento era bastante empinada y de peldaños angostos .Bajé hasta tocar el suelo.Arriba me pareció escuchar que el gigante rezaba.

El lugar no era espacioso, apenas si cabía aquel cajón y algunos candelabrosdonde quemaron más velas; una urna vacía en un rincón y algunas rosas rojas que semarchitaban sobre la tapa de caoba negra lustrosa. El lugar era inquietante. A pesar deestar solo me sentía observado y algo me erizaba los pelos de la nuca como nuncaantes; los ruidos de arriba se acrecentaban como si esa fuera una caja de resonancia ycualquiera, por pequeño que fuera, se agigantaba allí dentro. Hasta mi respirar parecíael respirar de otro en esa oscuridad y ese silencio.

Abrí la tapa del cajón sin mucho esfuerzo ,solo hice palanca con la barreta ycedió , se despegó de los clavos con que la habían sellado con un crujir de maderasrotas, seco y corto como un disparo ; entonces vi por fin al muerto: era un hombre demediana edad que estaba vestido con una túnica blanca solamente, su piel negra ahoraera de un gris fuerte y su contextura robusta se veía aún mayor por la hinchazón delcuerpo; en la frente tenía dibujada con cera la imagen de una cruz invertida y de la boca

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le asomaba un pedazo de papel que alguien había puesto ahí casi a la fuerzaabriéndole la mandíbula. Recuerdo que antes de comenzar a sacarle todo el oro conque cubría sus dedos y aquel enorme medallón que descansaba en su pecho lo penséun momento, no sé por qué dudé entre sí hacerlo o no, solo sé que por vez primera lopensé; él era una especie de sacerdote y yo iba a robarlo …Pudo más mi oficio y lorobé: primero le saqué el pesado medallón que tenía en su cuello y lo sopeséalegremente calculando el valor que podría tener, pensando en las cosas que podríacomprarme gracias a él ; luego puse la linterna en un extremo del cajón y comencé aforcejear para hacerme con sus anillos ,los dedos hinchados los aprisionaban confuerza. Como no pude sacar a tirones aquel primer anillo decidí usar un cuchillo quesiempre llevaba conmigo y cercenar al fin los dedos para no perder más tiempo ;cuando corté el primero se apagó la luz de la linterna y me quedé de pronto a oscuras…fue entonces que escuché aquel susurro casi inaudible a mis espaldas que me detuvo elcorazón:” accipitt dominus ad tenebras”… una vez…” accipitt dominus ad tenebras”…yotra vez…Me quedé como clavado de terror en donde estaba sin poder mover ni un solomúsculo, solo sintiendo como se me quería escapar el corazón por la garganta y no mequedaba un solo pelo sin erizar en la espalda y ni respirar podía : algo había allíconmigo y yo me sentía una pequeña rata encerrada en una caja con un ser enormerespirando enfurecido. Me oriné los pantalones, pude sentir como corría tibiamente miorín por la pierna y se metía en los zapatos y caía al suelo:

–…Accipitt dominus ad tenebras…–insistió en repetir aquella cosa a misespaldas, cada vez más cerca, cada vez más grande al rondarme.

– ¿…Qué…quieres…?.- alcancé a decir a punto tal de desmayarme peroesforzándome por no hacerlo, por no caerme allí. Esa cosa siguió repitiendo entresusurros lo mismo sin contestar mi pregunta, me respiró en el oído y sentí su fétidoaliento a bestia inundándome completo, me rozó la espalda y pude sentir lo enorme desu ser, su voz en un gruñido casi humano casi perro y me sentí morir de espanto comosi me clavaran mil cuchillos en el cuerpo.

–…Solo…dime qué…qué quieres…–insistí.

Entonces esa cosa dejó de moverse un momento y como si intentara imitar mivoz dijo:

– Dime…”; a lo que pregunté qué cosa quería que dijese y volvió a repetir lo quehasta el cansancio escuché como únicas palabras de su boca:

– Accipitt dominus ad tenebras…

Lo escuché con atención y luego repetí aquellas palabras que él quería no unasino dos o tres veces…y entonces sentí que se iba, que la presión del aire volvía a sernormal y me quedaba solo en ese espacio como cuando entré .Todo seguía oscuro,nada podía ver salvo una oscuridad no tan cerrada que dibujaba el rectángulo deaquella entrada que me parecía imposible de alcanzar porque mis piernas no se movíanpor más que eso quería y solo mis ojos no estaban paralizados por el terror. No sécuánto tiempo pasó hasta que sucedió aquello pero juro que me pareció una eternidad:volví a sentir nuevamente la presencia de aquel ser pero esta vez ya no era un perro niuna bestia ni un ser terrenal siquiera conocido, esta vez era “algo”: una sombra, unaliento…algo que carecía de cuerpo pero era una presencia intimidante que jamásolvidaré; parecía el rostro de una gárgola su cara fantasmal, una sombra escurridiza sucuerpo todo. Primero me rondó sin prisa, recuerdo, y luego sentí como un abrazo ,comoun fuego, que me atrapaba entero y me jalaba como queriéndome mover, comoqueriendo separarme de mi cuerpo, comencé a sentir un dolor insoportable, como si medespellejara, como si me desgarrara entero cada músculo a cuchillo desprendiendo las

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carnes de los huesos ;pude sentirlo mordiéndome ,quemándome a cada contacto consu cuerpo como abrazando al fuego y me sentí morir una y mil veces hasta que merendí al final y él se hizo con mi cuerpo.

Cuando desperté yo era ese muerto: me faltaba un dedo y mi nuevo cuerpoestaba frío como el hielo y se pudría inevitablemente en esta caja de madera a la queantes destapé y “él” volvió a cubrir.

Desde entonces solo espero. He perdido la cuenta del tiempo que hace que meencerró en este cuerpo ahora huesudo y solo he conseguido que una mente meescuché desde lejos para contar mi historia, y espero por aquel incauto que haya leídoen voz alta aquel conjuro del demonio para “invitarme” a cambiar lugar con su cuerpo encualquier momento.

58.“Un Sueño de terror”

Yaz Morales

Antes pensaba que todo yo estaba envenenado, pero no, y aunque no sé cuáles su tamaño si siento la fuerza de su presencia.

He cavilado como hacerlo, es un pensamiento que no me deja ni dormir, seráesta noche, casi ni necesito planearlo, casi puedo ir caminando con los ojos cerradospor donde te llevaré.

Apenas puedo esperar la hora, el sueño me traiciona, hoy serán tus alaridos losque escucharé en el silencio de la oscuridad. He tenido ganas de… ¿humillarte?, seríamuy compasivo creo, por tratarse de ti.

He repasado muchas veces en mi mente cómo con mis propias manos te golpeóen la cara hasta sangrarte la nariz, hasta romperte la boca, hasta lograr que supliquesen llanto que ya no lo haga; he desgarrado tus ropas, mientras a carcajadas celebro mihazaña; he sentido entre mis manos la tensión de tu cuello hasta casi juntar mis dedos ydesorbitarte los ojos, te tengo oprimido contra el viejo sillón verde y de ahí no te sueltohasta que se te dificulta la respiración.

También te he arrastrado por las escaleras sujetándote de los cabellos y tú conlos pies descalzos no puedes correr más que yo, mientras lo intentas llevas la ropahecha jirones, corres casi desnudo queriendo huir de mí.

Otras veces de una patada te saco al patio y de ti me río mientras te intentasincorporar de nuevo, te acoso por el pasillo y forcejeamos en el piso mientras intentodegollarte con el cuchillo grueso, ese que ocupamos para cortar la carne y los huesospara el perro, después, te sacudo como muñeco destruido mientras tu cuerpo se azotacontra el barandal.

Termino y tu cuerpo es casi nada, heridas con sangre y lágrimas es lo único quequeda de ti. Finalmente me burlo de tu insignificancia… Pero al final sólo me doy cuentade que el único que llora soy yo, claro si sólo tengo 10 años y esto no lo he planeado,me lo has hecho vivir muchas noches; pero lo he soñado, lo he deseado… así, como túse lo has hecho a mi madre.

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¡Si por un momento pudiera hacerte sufrir!

59.“Ni uno más”

Florencio Cortez

Pese a que habían pasado más de veinte años, el día que lo volví a escucharfue como si lo hubiese escuchado la noche anterior. En mi mente tenia grabado elsonido de sus dientes rechinando y el zumbido que hacían sus alas al chocar con lamadera del closet. Mi esposa no despertó, recuerdo que había escuchado que antes deatacar a sus víctimas soltaba una especie de polvo que caía sobre aquellos no le eranútil, era un polvo capaz de hacer caer a la gente en un sueño profundo. Me levante,ahora era adulto, no debía temerle, pero así era. Mi abuela le llamaba el cucuy, mi hijole llamo el coco hace una semana, supe que había regresado por mí… pensaba quehabía regresado por mí.

Cuando era niño mato al menos a cinco, todos de mi escuela, y siempre tuvemiedo de ser el siguiente, día a día vivía con el temor de abrir los ojos y verlo sobre demí, con sus ojos rojos; mi abuela siempre dijo que eso era imposible, pero cuandoencontraron al quinto niño dijo: “Ni uno más” y me protegió.

Esperamos la siguiente luna llena, se decía que cuando aparecía se sentía unhormigueo en la espalda, lo había sentido las 5 veces que apareció, y aquella noche losentía de nuevo. Cuando le dije que escuchaba el rechinar de dientes y el zumbido, miabuela me tomo por los hombros, me señalo su viejo ropero y me dijo: “¿Lo ves? Esa essu morada, mientras el permanezca ahí no te hará nada, pero debemos encerrarleprimero”; entonces me levanto tomándome por la cintura y me lanzo dentro del ropero, asus fauces, indefenso y lo cerro. Grité, desgarré mi garganta cuando escuché surechinar de dientes cada vez más cerca de mí, rasque las puertas del ropero hasta quepor bajo de mis uñas comenzó a brotar sangre, le escuche rezar y decir palabrasextrañas. Sentí el aliento del cucuy por encima de mi hombro, y comencé aconvulsionarme, fue justo cuando sentí que mi abuela me jalo y una vez fuera delropero lo cerro y grito de nuevo: “¡Ni uno más!”. Y todos los sonidos que el cucuy haciadesaparecieron, pensé que para siempre.

Ahora había regresado, pero tenía la fuerza para afrontarle, así que caminehacia el closets mientras que sus sonidos se hacían cada vez más fuertes y abrí de paren par las puertas…Nada, estaba vacío, pero ahora los sonidos no venían del closet,venían de la habitación de mi hijo.

Corrí a su habitación, abrí la puerta y al verle acostado, durmiendo, indefenso,sentí de nuevo esas ganas de ahorcarle como las había sentido cuando el cucuy mehabía obligado a matar a los niños de mi escuela, de ver como su vida se extinguía,ahora tenía edad para sentir placer al hacerlo y no solo curiosidad como antes…Perono, no a mi hijo, no a nadie más, no de nuevo.

Así que corrí hacia la ventana y me lance, la caída era de 8 pisos desde nuestrodepartamento, y mientras caía con el cucuy sobre mi espalda le escuche gritar de terrorporque estaba a punto de morir, y cuando todo se detuvo el cucuy desapareció, ya noestaba, no podía herir a ningún niño, ni uno más...

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60.“Parque Maurin”

Natalia Arcieri

Esa noche caminaba presurosa, se había demorado en sus actividades y elautobús ya no pasaría a recogerla. Sólo podrá arribar a la avenida principal luego derecorrer varios tramos por la ruta vieja o atravesar el temido y abandonado ParqueMaurin.

Ninguna de las opciones es buena, pues la ruta vieja es extensa y no cuenta consalida alguna; es una derruida autopista en desuso. Ahora bien, solo queda el recorridopor el Parque Maurin. Es en verdad un atajo con vegetación abundante, caminosestrechos de piedra adosada alumbrados por algunos de los faroles que aún están enfuncionamiento. La gran mayoría de ellos se hallan destruidos y vastos tramos oscurosse extienden por el Parque.

Allí en sus épocas de bonanza solía colmarse de gente y niños correteando portodos sus rincones, internándose en los juegos de madera y rodeando la fuenteprincipal ubicada al centro. Ahora todo es muy distinto, las hamacas oscilanherrumbradas entre fierros retorcidos, los senderos tapiados por hojas muertasarrastradas por una brisa álgida y la fuente, la fuente se ha llevado la peor parte, lamayoría de los querubines que la contornean han sido decapitados. Algunos relatosurbanos hablan de una maldición, otros de entidades demoníacas y espíritus malignos,todos coinciden en que luego del nefasto otoño del 95, la muerte instaló su imperio en elParque Maurin.

Pero Iris no cree en cuentos de fantasmas aunque no dejan de inquietarla lasaberrantes historias del 95. No puede pasar por alto la masacre ocurrida ese otoñodurante el Festival de "Hojas Secas".

Todos los años un grupo de padres y maestros de alrededores se reunían consus niños en el tradicional recibimiento de la estación otoñal, mediante disfraces, juegosrecreativos y extensas meriendas. La jornada era aguardada con entusiasmo por todos,más aún por los pequeños. Pero aquel viernes nefasto, los hechos ensombrecerían elevento para siempre. Una joven pareja comienza una fuerte discusión sentados al bordede la fuente, al principio sin importancia el resto de padres hace caso omiso a lo que allíocurre. Mientras, en los juegos de madera un niño llora al tiempo que otros dosempujan con fuerza la hamaca en la cual se encuentra. Una niña advierte la presenciade un ave oscura la cual deposita en sus pies una pluma que sale disparada al batir lasalas para emprender su vuelo internándose entre la espesura. Detrás corre la niña conla pluma entre sus manos bordeando la fuente donde la discusión de la pareja va enaumento.

El niño en lo alto de la hamaca continúa llorando. El hombre en un arrebatoempuja a la joven que cae dentro de la fuente golpeando su cabeza con el filo demármol, inconsciente yace debajo del agua. Otros padres se exaltan y corren asocorrerla, la joven ha muerto. Con total cobardía el hombre huye por la misma ruta queinstantes antes la niña saliera en busca de la extraña ave. Un grito escalofriante paralizael bullicio, proviene de entre la vegetación, la niña se arrastra envuelta en sangre y solose ve parte de su cuerpo entre la densa plantación y en un santiamén desaparece como

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si se la tragara la tierra. El caos se apodera de la gente que comienza a correrdesenfrenada, el niño en lo alto de la hamaca cae al piso... El llanto cesa.El hombrecausante de la muerte de la joven aparece con un corte profundo en su garganta y caeestrellando su cabeza en el filo de la fuente, la muerte inmediata y coincidenteestremece a la multitud. Algunos padres, desatan una corrida desenfrenadaatropellando a niños, niñas, mascotas y otros padres, de los cuales los más pequeñosse llevan la peor parte. Dos adultos empujan con fuerza a una jovencita que seencuentra estática cercana al portón de acceso. Mientras un fuerte ventarrón azota alparque elevando las hojas y arremolinando los senderos, los amplios portones de hierrose cierran cercenando a la jovencita. La entrada se sella con el cadáver de la niña yambos adultos, causantes de conducirla a su fin, voltearon con la intención de iniciaruna corrida en sentido opuesto. No lo logran, la turba exaltada se dirige vigorosa a suencuentro provocándole la asfixia a ambos y a otros tres niños.

De pronto una maestra envuelta en llamas irrumpe en la escena, encendiendomechas humanas con facilidad, gracias a las hojas secas y otro tanto de materialesinflamables que revolotean en el parque. El caos y la sangre bañan por completo alParque Maurin. Algunos comentan que una extraña mujer de cabello oscuro y miradalánguida deambulaba momentos antes de la masacre. Se piensa que se trata de la hijadel cuidador del Parque quién padecía una severa enfermedad mental y alucinaciones.

A veces se la podía ver corriendo asustando a los niños a quienes invitaba conun banquete de gatos y cuervos destripados. Pero Iris debe tomar una decisión y pese alos rumores opta por el camino más corto y a su entender más resguardado. Es así quedecide traspasar el portón principal de hierro, la reja se abre trabajosa y un ruidoestridente se instala en el Parque. Iris se detiene y contempla todo, recordó que en esemismo portón una pequeña perdió la vida y estremecida soltó la puerta y se introdujosendero adentro. Cada paso se anunciaba con el crujir de las hojas muertas, el silencioera verdaderamente sepulcral, aún no estaba a su vista la fuente ni los juegos demadera donde lo peor había ocurrido. Iris caminaba lento, la oscuridad reinante eraofuscante y temía torcerse un tobillo allí dentro. El camino apenas se veía y por delantetodo era cerrazón y vegetación. De pronto escuchó el resonar del portón de hierro de laentrada principal y el sonido de una cadena estrangulando los retorcidos hierros. Lamujer se quedó impávida, no sabía si alguien había entrado o solo trancaban laspuertas luego de cierta hora. Eso la desconcertó bastante y decidió dar vuelta atráspero en ese mismo instante escucha el llanto de un niño. El corazón se le detuvo y casino respiraba, parada allí entre ese sendero interminable trató de convencerse que algúngato se encontraba por la zona, pues muchas veces se confunden con niños llorando eintentó calmarse. Aguardó un instante, nuevamente el silencio espesó el aire y decidióseguir la ruta, lo más sigilosa posible. A su paso un farol que pende lánguido comienzaa parpadear súbitamente exaltando a la ya temblorosa Iris. La tenue luz le deja entreverun claro donde se ubica la fuente y los juegos de madera. La contempla a la distanciaentre los arbustos que restan flaquear para llegar al lugar y mientras camina se tropiezacon la cabeza de un querubín enterrada en la maleza. Una extraña ira se apodera deella, se levanta enfadada y patea la cabeza con fuerza la cual es arrancada de lasmatas muertas que la enlazaban para rodar y perderse sendero adentro.

Adelante está la fuente y el camino se va despejando cada vez más.Por uninstante piensa en lo ocurrido y esgrime una suave carcajada y sin percatarse seencuentra en pleno corazón del parque. Una álgida ventisca comenzó a revolverle loscabellos, las hamacas comenzaron a oscilar suavemente y el espejo de agua que aúnqueda en la fuente empieza un gorgoteo incesante. Nuevamente el llanto del niño lasobresalta, pero esta vez se torna cada vez más fuerte al mismo tiempo que la hamaca

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se eleva alto. Algo pasa fugaz cerca de la fuente y hace que Iris se retrotraiga hacia elsendero. Ahora se escucha un murmullo que va en aumento.

La escena cobra vida, la pareja que discute, el niño en la hamaca, la jovencayendo al agua, la niña corriendo con la pluma en la mano hacia donde ella seencuentra. Y antes de llegar la mujer de cabello oscuro la intercepta, trae entre susmanos el negro cuervo destripado. La niña la contempla y grita al tiempo que la mujerintenta contenerla y la lastima con un machete filoso. Iris tapa su boca para no emitir ungrito. La niña parece verla y cuando intenta huir la mujer la arrastra de sus piernas ycorta su cabeza, la que luego patea con fuerza.

El cobarde que asesino a la joven la observa impávido y la mujer le corta lagarganta. Una maestra la ve a lo lejos mientras esta se aproxima ensangrentada, tomaun bidón junto a un árbol con el cual la rosea y la enciende como a un mechero. Iris nosale de su asombro y estupor, es testigo de todo lo que allí ocurre. Ve a todos corriendodespavoridos y piensa en detenerla, así que corre tras ella mientras toma una piedra ycuando la mujer se voltea... Los ojos de Iris se sumergieron en su peor pesadilla, esamujer misteriosa no era otra que ella. En una suerte de estado de trance vuelven a sumente los recuerdos, aquel niño de la hamaca que yace muerto era su hijo bastardoproducto de la violación de su padre. La noche que dio a luz, su hermana fue la únicacompañera, sabía que su padre la molestaba por las noches y siempre quería a Iris poreso ese día bajo la hoguera como único testigo planearon matarlo.

Pero Iris se adelanto y lo descuartizó, bañada en sangre fue al cuarto de suhermana y entre ambas ocultaron lo ocurrido. En lo sucesivo Iris se tornó extraña,gustaba desmembrar pequeños animales y siempre vagaba ocultándose en el parque, asu hijo lo odiaba tanto como a su padre. A su hermana la amaba más que a su vida,vida que le fue arrancada cuando pegó su cabeza en el filo del frío mármol. De prontoIris vuelve en sí, no puede entender que fue de su vida, su trabajo, aquella decisión de irpor el trayecto corto o el largo, ella no mato a esas personas, ella no ocasionó lamasacre del Parque Maurin. Corre desesperada hacia el portón principal donde verestos de la niña cercenada. ¡Esto no puede estar pasando!- grita con todas susfuerzas. ¡Yo no soy esa Iris!- esgrime desconsolada. Una voz en su cabeza emerge y lehace recordar todos sus macabros actos. ¡Siempre fuiste tú y yo Iris, solo decidisteolvidarme pero ahora ya eres mía! Has vuelto por mí - dice la voz con una enormecarcajada. Iris parecía tener una batalla consigo misma entre lágrimas, rabia, ira,carcajadas y silencio.

Abre sus ojos y mira a su alrededor, al parecer sigue sola acurrucada entre losadoquines del sendero. Se levanta, seca sus lágrimas y se dirige hacia la fuente pararecobrar el aliento. De entre la espesura se arrima un gato gris al que acariciasuavemente. Lo agarra entre sus brazos, lo abraza y su mirada noble se vuelve turbia,la furia la domina mientras recuerda a su padre, los maullidos del gato que lucha por suvida cesan. El animal muerto lo posa en su regazo mientras le canta una canción decuna. Algunos dicen que la mujer fue poseída por la maldición del parque y nadie jamásvolvió a verla, otros dicen que a veces se escuchan gemidos desde las profundidadessuplicando que la pesadilla se acabe. Para quienes la conocieron, decían que era unamujer extraña y que a veces la escuchaban cantar canciones de cuna, las mismas queafloraban por las noches desde el corazón olvidado del Parque Maurin.

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