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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 73 (2014), 393-414 Edith Stein: mujer y filosofía EZEQUIEL GARCÍA ROJO (Madrid) RESUMEN: La filosofía marca el modo de pensar y de vivir de Edith Stein. Por su condición de mujer hubo de hacer frente a prejuicios seculares. Se constata la apuesta decidida por dicho saber y por abrirse hueco en el mundo intelectual ‘varonil’. Se reseñan los constitutivos principales de su filosofar fe- menino. PALABRAS CLAVE: filosofía, mujer, discriminación, verdad, Edith Stein. Edith Stein: Woman and Philosophy SUMMARY: Philosophy is a determining factor in the thought and life of Edith Stein. As a woman, she was forced to confront age-old prejudices. This article deals with her determination to pursue the study of philosophy and to make a path for herself in a “male” intellectual world, and with the key principles of her feminine way of engaging in philosophical discourse. KEY WORDS: Philosophy, woman, discrimination, truth, Edith Stein. El que hoy contemplemos sin sobresalto la expresión Edith Stein, mujer filósofa, no deja de ser el resultado de un largo y trabajoso pro- ceso. En los tiempos de Edith Stein -primera mitad del siglo XX-, ‘mujer y filosofía’ eran campos alejados, y en buena medida asumi- dos como incompatibles. Para la mentalidad de entonces, continuado- ra de la mantenida desde siempre, resultaba algo fuera de lo común, el que la mujer osara adentrarse en el severo campo de la filosofía. Salvo raras y honrosas excepciones, y por no se sabe qué razones, el
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Edith Stein: mujer y filosofía

Jun 04, 2022

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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 73 (2014), 393-414

Edith Stein: mujer y filosofía EZEQUIEL GARCÍA ROJO (Madrid)

RESUMEN: La filosofía marca el modo de pensar y de vivir de Edith Stein.

Por su condición de mujer hubo de hacer frente a prejuicios seculares. Se constata la apuesta decidida por dicho saber y por abrirse hueco en el mundo intelectual ‘varonil’. Se reseñan los constitutivos principales de su filosofar fe-menino.

PALABRAS CLAVE: filosofía, mujer, discriminación, verdad, Edith Stein.

Edith Stein: Woman and Philosophy

SUMMARY: Philosophy is a determining factor in the thought and life of Edith

Stein. As a woman, she was forced to confront age-old prejudices. This article deals with her determination to pursue the study of philosophy and to make a path for herself in a “male” intellectual world, and with the key principles of her feminine way of engaging in philosophical discourse.

KEY WORDS: Philosophy, woman, discrimination, truth, Edith Stein. El que hoy contemplemos sin sobresalto la expresión Edith Stein,

mujer filósofa, no deja de ser el resultado de un largo y trabajoso pro-ceso. En los tiempos de Edith Stein -primera mitad del siglo XX-, ‘mujer y filosofía’ eran campos alejados, y en buena medida asumi-dos como incompatibles. Para la mentalidad de entonces, continuado-ra de la mantenida desde siempre, resultaba algo fuera de lo común, el que la mujer osara adentrarse en el severo campo de la filosofía. Salvo raras y honrosas excepciones, y por no se sabe qué razones, el

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filosofar aparecía coto reservado a varones, infranqueable para las féminas.

Me interesa destacar el esfuerzo que supuso para Edith Stein aca-bar con dicho prejuicio secular, hasta llegar en ella a la armonización pacífica de ambos elementos: ‘mujer y filosofía’. En este proceso, como en alguna otra esfera, Edith Stein fue pionera, en lo que le co-rresponde. Y si ha pasado a la historia como ‘mujer filósofa’, parte del mérito se debe a su empeño personal por derribar barreras menta-les ancestrales que hacían inaccesible al género femenino el saber fi-losófico.

No se pretende exponer la filosofía de una mujer, aunque algo se dirá, sino cómo se forjó una filósofa (no una filosofía); y lo de ‘forjar’ le corresponde acertadamente, puesto que habrá de encajar golpes y contragolpes, los cuales, lejos de quebrar su propósito, servirán a templar mejor el espíritu decidido que la habitaba.

1. BAJO EL ‘EROS’ FILOSÓFICO Nos situamos en la primavera de 1911. Concluido con éxito el pe-

ríodo escolar, y después de disfrutar de las merecidas vacaciones, to-ca dar un paso decisivo en la evolución personal de la joven Edith Stein. El brillante expediente con que concluye el bachillerato augura una carrera universitaria prometedora. En la mentalidad hebrea no es de recibo desperdiciar talentos; el sentido pragmático excluye opcio-nes ‘altruistas’, incapaces de garantizar un futuro confortable. La me-nor de la familia es consciente de las expectativas depositadas en ella por parte de los suyos. Lo sabe, y no quiere desairarlos. Echará mano de la estrategia del camuflaje lingüístico para contentar a todos, in-cluida ella misma. Nos lo cuenta en el relato autobiográfico: “Llegó el tiempo para todos de pensar en la elección de la profesión. Apenas me quedaba nada que pensar. La cuestión me la había planteado por vez primera antes de ingresar en el instituto. Cuando mi amplia fami-lia supo que yo me preparaba, mi primo Franz se informó en un am-plio círculo sobre lo que yo iba a estudiar [en la Universidad]. Yo le dejé adivinar. Repasó todas las facultades; finalmente dijo: ‘Ya lo sé: literatura e historia’. Yo asentí: ‘Literatura y filosofía’. Mi hermana Frieda puso durante esta conversación la cara cada vez más larga.

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¡Parecía que yo no pensaba en absoluto en el aspecto práctico de la vida! Leía en su rostro el horror que le producía, y me reía por dentro.

De hecho yo no me preocupaba mucho por la manera de ganarme el pan, pero comprendía que debía tener una cierta consideración a mis familiares. Sabía que las disciplinas que me interesaban eran las adecuadas para la enseñanza. Y cuando me preguntaban por mis es-tudios, enumeraba las disciplinas sobre las que yo quería hacer mi examen de estado: alemán, historia y latín. También estaba en mi pro-grama la filosofía, pero no hablaba de ella, porque no sabía todavía si estaba considerada materia de examen.” Y completa: “Nadie estorbó mi elección. Mi madre puso en este asunto su mano protectora, aun-que ocasionalmente decía que le hubiese gustado para mí la carrera de derecho. A esto tenía yo el argumento de que hasta entonces no habían admitido todavía mujeres a los exámenes de esa facultad. Ninguna de las dos pensábamos en una profesión social para mí; por lo demás, mi madre no me hacía más que una discreta sugerencia. Ella quería dejarme en completa libertad. ‘No debe entrometerse na-die. Nadie nos ha dado nada. Haz lo que creas mejor’. Así pude se-guir mi camino sin ser perturbada.”

Y ahora sí, con el asentimiento materno y cierto desencanto de hermanos, fruto más bien del respeto que les infundía la fuerte perso-nalidad de la menor, se matricula en la facultad de Filosofía de Bres-lau. Va a cumplir 20 años; las perspectivas académicas y las ilusiones personales juegan a ponerse de acuerdo, con lo que el éxito parece garantizado. Esta fecha (1911) y el acontecimiento (ingreso en la Universidad) inauguran un currículum interrumpido en contadas oca-siones. Su vida, a partir de ahora y hasta el ingreso en el Carmelo Descalzo (1933), girará en torno a centros académicos, con sede en diferentes ciudades. No le supondrá molestia personal alguna el tras-lado a otro centro, si llega a la conclusión de que el presente no le ofrece nada nuevo; una fuerza interior la empuja a ello.

Hay también otra razón que explica la inmersión de la joven en el espacio universitario y el consiguiente desapego familiar: está estre-nando la libertad. Una libertad hasta ahora no practicada en todo su vigor, al estar más bien tutelada por los mayores, y que se traduce en cierta estrechez de miras al interior de la familia; cosa que Edith Stein no comparte, pero ha de respetar. La Universidad supuso para la ben-

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jamina abrir horizontes, sacudirse prejuicios, asumir categorías uni-versales, encauzar las aspiraciones del espíritu. Su ánimo halla en la filosofía la referencia adecuada para la concepción de otro mundo, o por lo menos, otra manera de contemplarlo: es posible acercarse a las personas y a las cosas con perspectiva diferente a la adoptada por la mayoría. A confirmar lo dicho, cabe aducir la afiliación al movimien-to socialista con su apuesta en defensa de la mujer. Ella, como mujer, unida a otras mujeres y a quienes remasen en la misma dirección, de-cide aportar su esfuerzo por mejorar algo este mundo, por superar se-gregaciones, por olvidar valoraciones machistas, por defender la ori-ginalidad tanto del hombre como de la mujer. No sospechaba enton-ces, que transcurridos unos años probaría en sus carnes la discrimina-ción sexista proveniente de la jerarquía universitaria.

Concluida la carrera filosófica en 1916, en el fragor de la primera guerra mundial, Edith Stein se cree con las dotes suficientes para dar a conocer lo aprendido bajo el patrocinio del –en palabras suyas- ‘fi-lósofo de nuestro tiempo’1, que no es otro que Edmund Husserl. Su-perando prejuicios seculares fuertemente arraigados también en la so-ciedad germana de principios del siglo XX, la joven laureada se entre-ga a la hermosa tarea de iniciar a otros en el arte del filosofar, prime-ro en Freiburg, como asistente del profesor Husserl, y más tarde -ante la imposibilidad de acceder a una cátedra por su condición de mujer y de judía- en el domicilio familiar de Breslau. Informa en abril de 1920: “En plan de bromas también yo he comenzado a impartir lec-ciones de introducción a la filosofía desde el punto de vista fenome-nológico. Pero no en la universidad, sino, con la propia venia legendi, en mi casa”2. A este fin fue componiendo un tratado cuyo título pre-cisamente reza: Introducción a la filosofía. En la primera página hallamos lo que entiende por filosofía, ateniéndose al análisis etimo-lógico del vocablo (φιλος - σοφία): “Si nos atenemos al sentido origi-nal del término, prescindiendo de todo lo que se ha ido adhiriendo a él, después de un largo uso y abuso de la expresión, y si queremos captar el contenido puro del término, entonces tendremos que recurrir

1 E. STEIN, Autobiografía. OC I, p. 329. OC = E. STEIN, Obras completas,

5 Vols. Editorial de Espiritualidad, Monte Carmelo, El Carmen. Madrid-Burgos-Vitoria 2002-2007.

2 E, STEIN, Carta 94 a Roman Ingarden (30.IV.1920). OC I, p. 699.

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a Platón. Para él, la filosofía es el amor a la sabiduría, es decir, el ‘eros’ platónico, la tendencia al conocimiento puro. -Y añade-: Sin embargo, con esta definición no podremos darnos por satisfechos hoy día”3. La inquietud, la pasión por saber, el atractivo que constituye descubrir la verdad de las cosas, actuó de estímulo interior irresistible a lo largo de la existencia de esta mujer. Edith Stein es filósofa por naturaleza, por vocación, por exigencia irrenunciable, porque se sin-tió desde siempre cautivada por hallar la verdad; y no descansó hasta ver satisfecho este anhelo (eros) al desvelársele que la verdad del hombre, de ella, no es otra que Dios4.

2. MUJER Y FILOSOFÍA (REMAR CONTRA CORRIENTE) La filosofía es un saber (más que una ciencia), tan antiguo como

el pensar mismo del hombre; hunde sus orígenes en los tiempos en que el ser humano apreció la capacidad de reflexionar, de cuestionar, de observar el entorno y también de mirar hacia dentro. Es propio de nuestra raza la curiosidad, el afán insaciable por descubrir, por llegar un poco más allá. El potencial sorpresivo convierte a las personas en niños perennes, infatigables en su preguntar.

Bajo esta perspectiva, cada persona (niño o niña) que viene a este mundo y abre los ojos de la mente, está en condiciones de ejercer como filósofo o filósofa; aunque únicamente sirva para desenvolverse en la vida sin mayores despistes, tratando de hallar algún punto de re-ferencia satisfactorio en la existencia, a partir del cual comprender dónde estamos y lo que nos sucede. En cuanto sabiduría, la filosofía es ante todo una forma de estar el hombre en el mundo.

3 E. STEIN, Introducción a la filosofía. OC II, p. 671. 4 La opción de Edith Stein por la escuela de E. Husserl estuvo motivada

por contemplar en ella el cumplimiento de hondas aspiraciones personales. “La fenomenología procede como si, por principio, no hubiera límites para nuestra razón. Ciertamente, se concede que la tarea de la razón es infinita; que el conocimiento es un proceso infinito; pero el conocimiento camina de-rechamente hacia su meta, es decir, hacia la plena verdad, la cual –como idea reguladora- prescribe la dirección del mismo. Otro camino hacia la meta no puede concebirse desde el punto de vista de esta filosofía”. E. STEIN, La fe-nomenología de Husserl y la filosofía de Sto. Tomás de Aquino. OC III, p. 199.

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Edith Stein fue una ‘mujer filósofa’, en el sentido fuerte y restrin-gido del término; lo que la convierte en un sujeto ‘especial’ por la marcada vinculación de los dos apelativos. No estamos ante una mu-jer que además es filósofa. Todo su ser femenino estuvo impregnado del talante filosófico; no se trata de una suma de añadidos, sino de una unidad de ser, de sentir, de vivir como tal. Y lo que hoy nos des-pierta cierta admiración y gozo, en el caso del sujeto que nos ocupa fue fruto de no pocos sinsabores y desencuentros, de duros enfrenta-mientos y removimiento de barreras ancestrales.

Hasta época reciente, es escaso el número de mujeres que asoman en los listados filosóficos. No faltan quienes, para dar una explicación de dicha disparidad, recurrieron y recurren a criterios ‘biológicos’ o ‘psicológicos’: el ser de la mujer es inferior al del varón, afectando a su potencial racional. Los grandes pensadores griegos (casos de Pla-tón y Aristóteles) admitieron sin mayores sonrojos la inferioridad fe-menina respecto del varón, sustrayéndola de tareas y ocupaciones re-servadas al segmento masculino. En la concepción de la antigua Gre-cia, la mujer es un varón deficiente, y hasta su psique (alma) se desa-rrolla tardíamente.

Esta discriminación secular persistirá en los tiempos modernos (incluidos los ‘ilustrados’ y postilustrados, defensores de la libertad e igualdad), adquiriendo carta de naturaleza, y afectando e infectando al sistema educativo implantado en los estados europeos modernos. Los mismos planes de estudios ayudarán a consagrar la inferioridad intelectual femenina, dificultando el acceso a determinados estudios superiores; y eso en pleno siglo XX. Recuerda nuestra autora: “Me había disgustado siempre el que no tuviéramos un bachillerato feme-nino humanístico, y quería ahora reparar este hueco”5.

Estos supuestos, asumidos por la inmensa mayoría de generacio-nes y generaciones, hay que decirlo, han condicionado el desarrollo de la cultura, de la historia, de la política, de la religión, de la huma-nidad entera. Edith Stein, como mujer dotada de una gran inteligencia y sentido común, reaccionará con energía ante tales abusos consenti-dos a lo largo de la historia, y que ella habrá de sufrir en sus carnes. Nacida en la culta y desarrollada Alemania a finales del siglo XIX,

5 E. STEIN, Autobiografía. OC I, p. 297.

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perteneciente a una Europa orgullosa de sus avances científicos y es-pirituales, sabrá sacar a la luz las carencias de una civilización des-considerada con la mitad de sus moradores. A principio de los años 30 de la centuria pasada nos dejaba juicios severos como el siguiente: “Hace aproximadamente treinta años, el Estado hacía bien poco por la formación de las chicas en comparación con la formación de los muchachos… Política y jurídicamente, al final del siglo pasado las mujeres estaban equiparadas a los menores de edad, es decir, a los ni-ños y a los disminuidos psíquicos. La Constitución del 1919 trajo consigo el principio de igualdad, que las convertía en ciudadanas de pleno derecho”6. Algo tuvo que ver Edith Stein en la conquista políti-ca mencionada. Es la época en que el corazón de la joven judía y de su reducido grupo íntimo rebosa de nobles ideales, “a cuyo triunfo queríamos colaborar a través de nuestra acción en el mundo”7, en pa-labras de la autora.

En un escrito de 1932 rememora los sentimientos que la embarga-ban al finalizar el primer conflicto bélico europeo, y que motivaron su encaminarse hacia tareas sociales: “La guerra (1914-1918) incidió tan enérgicamente en la vida de casi todas las familias, que las mujeres y madres, las hermanas e hijas hubieron de ser despertadas hacia la par-ticipación vital en el destino del Estado”8. Claro que no todas vieron la necesidad de un compromiso militante; Edith Stein, sin embargo, sí.

Cabe contemplar la vida de Edith Stein como paradigma de su pensamiento, como ese intento por ver realizadas sus convicciones irrenunciables, por más que las circunstancias no jueguen a su favor. Volviendo al principio: no es de recibo asumir sin más la menor dis-posición del género femenino respecto del saber filosófico. El poten-cial racional se halla inscrito también en el cerebro femenino, y el

6 E. STEIN, Problemas de la formación de la mujer. OC IV, p. 468-469. “La constitución de la república de Weimar trajo consigo el cumplimiento de las exigencias femeninas en un alcance tal, que ni siquiera las más osadas pioneras de la lucha del movimiento feminista hubiesen podido tenerlo por posible tan rápidamente. Y con ello se verificó un cambio”. E. STEIN, El valor específico de la mujer en su significado para la vida del pueblo. OC IV, p. 74.

7 E. STEIN, Autobiografía. OC I, p. 257. 8 E. STEIN, Problemas de la formación de la mujer. OC IV, p. 464.

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concebir la realidad según una cierta lógica no es privilegio exclusivo del sexo masculino. Esta mujer parte de un principio elemental sobre el que sustentar su discurso: la fuerza de la razón es patrimonio del ser humano, de todo ser humano, sin distinciones. En condiciones normales, toda persona está capacitada para comprender, para juzgar, para decidir, para valorar… En palabras suyas: “Al querer y al actuar, el tratar y el producir, toda la praxis tiene que ser iluminada y guiada por la inteligencia”9. Acepta el supuesto de que la ‘ley de la razón’ asiste a todo entender humano10, por lo que no es de recibo acotar áreas de aplicación en virtud del sexo.

Puede suceder que circunstancias, presiones, herencias, intereses o malentendidos de todo tipo, hayan frustrado la puesta en práctica de la ‘tendencia filosófica’ en la mujer. Edith Stein, que se sintió femi-nista ya en su juventud, aspira a quebrar dicha inercia secular, por lo que ante un auditorio femenino expresará su firme convicción: “Aun-que la actividad abstracta por término medio le va menos a las muje-res, y aunque la pura recepción intelectiva por sí no aporta todavía ninguna formación real, sin embargo el entendimiento es la llave para el reino del espíritu, el ojo del espíritu, a cuyo través entra la luz en la oscuridad del alma”11. En consecuencia, no sería de recibo vetar a media humanidad el acceso a tan atractivo reino (el del espíritu), al amplio y rico mundo de la cultura, por prejuicios sexistas que minus-valoran la capacidad racional de la mujer.

Desde la cátedra de Münster, las atentas y perplejas oyentes bien pudieron escuchar de la profesora Stein la siguiente consideración, en la que asocia saber filosófico y condición femenina: “La tendencia a una imagen compacta del mundo, la tendencia metafísica, está en el espíritu humano en cuanto tal, y en las chicas se encuentra incluso muy fuertemente definida”12.

9 E. STEIN, El intelecto y los intelectuales. OC IV, p. 221. 10 Cfr. E. STEIN, Fundamentos de la formación de la mujer. OC IV, p.

204. Cf. E. STEIN, La misión de la mujer. OC IV, p. 247. 11 E. STEIN, Fundamentos de la formación de la mujer. OC IV, p. 204. 12 E. STEIN, Problemas de la formación de la mujer. OC IV, p. 535.

“Habría que considerar tarea propia de la escuela el que las chicas conozcan y comprendan el mundo y los seres humanos, y a tratar con ellos”. E. STEIN, Fundamentos de la formación de la mujer. OC IV, p. 205.

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Se da por descontado que una ‘metafísica femenina’ ha de gozar de contenidos y metas diferentes a la de los varones. Por supuesto, que en la psicología diferencial defendida por Edith Stein, los modos y preferencias intelectuales de uno y otro género habrán de aparecer. Nos ha dejado escrito este hermoso párrafo, que se nos antoja un au-torretrato interior: “En el alma de la mujer existe un deseo natural es-pecialmente fuerte de esos valores que nutren al alma. Es receptiva para lo bello, para entusiasmarse fácilmente con lo moralmente noble, pero sobre todo abierta a los valores terrenos más elevados, inefables, que se encuentran en el ser mismo de las almas”13. El pronunciamien-to steiniano aquí referido no soportaría una simple aplicación estadís-tica, por cuanto que el número de filósofas sigue siendo muy inferior al de filósofos; la historia del pensamiento lo atestigua con suficiente claridad.

3. FILÓSOFOS CONTRA LA FILÓSOFA (CUANDO LA RAZÓN ABDICA DE SUS RAZONES)

La razón (mente, inteligencia) es ciertamente, y de ello estuvo

convencida desde el principio Edith Stein, uno de los instrumentos singulares de que goza el sujeto humano; no en balde se ha definido a éste como ‘animal racional’. Es un arma poderosa a disposición de las personas, con la que ha tratado de saber quién es él, quiénes son sus semejantes, y qué es ese mundo con el que ha de habérselas. Pero como todo artefacto depende su eficacia de la mano que lo sustenta.

Ya se dijo anteriormente: la razón proyectó su lado oscuro cuando a los inicios de la reflexión filosófica optó por ‘encarnarse’ en sujetos ‘masculinos’. Con dificultad y bajo control la racionalidad alcanzaría al sexo femenino, dada su inferioridad ‘natural’ respecto del varón. En las escuelas clásicas de la Grecia antigua, la cabeza pensante co-rrecta es la del varón, porque así lo ha determinado la sabia ‘naturale-za’; la mujer, en cuanto ‘varón deficiente’, logra dosis de racionalidad en la medida en que se aproxima al ideal varonil. Dicho prejuicio caló tan hondo, que ha sido asumido y defendido por culturas de todos los tiempos y latitudes. Después de todo, la razón ha seguido cabalgando

13 E. STEIN, Fundamentos de la formación de la mujer. OC IV, p. 203.

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a lo largo de la historia siempre a lomos masculinos; salvo honrosas excepciones. El varón se apoderó de la razón y la distribuye según él considera conveniente desde su ‘ponderada racionalidad’ (lo que no deja de ser una ironía).

Reseñamos algunos momentos significativos en que Edith Stein fue consciente de las ventajas que supone la apuesta por la razón (la razón en sí), pero también de aquellos en los que hubo de sufrir en carnes propias el mal uso (abuso) de la misma (la razón en nosotros).

1.- Si Edith Stein apuesta por la filosofía, en parte fue porque en ella advirtió la ocasión propicia para ayudar a corregir un error secu-lar. Desde joven su sensibilidad y autoconocimiento se sintieron in-cómodos ante posturas discriminatorias asumidas ingenuamente por la mayoría de los ciudadanos de su tiempo. Está convencida de que la razón no es compatible con parcialidades ni exclusivismo, y siempre en la misma dirección; no puede ser campo vetado para un sector de la sociedad. Cuando así se presenta, hay que sospechar que estamos ante un abuso o un mal uso de la misma, con una extralimitación. Ya el hecho de que una mujer, allá por el año 1911, se inscriba en la fa-cultad de filosofía viene a indicar que un cierto espíritu inconformista y de sana rebeldía habita en ella. Pocas mujeres osaban frecuentar las aulas de la filosofía, mas para la autora la filosofía es “cosa de la ra-zón que investiga seria y sobriamente”14, sin entender de sexos, y aquí radica el motivo de la elección inapelable steiniana por dicho sa-ber.

2.- A la par que frecuenta la facultad de filosofía, con no menor empeño y coherencia de principios trabaja por la defensa del valor y de la promoción de la mujer. No resultó fácil alzar la voz en una so-ciedad instalada sobre clichés avalados por la inercia de la tradición y sin crítica alguna. Desde la perspectiva que otorga el paso de los años, en 1931 informa a una religiosa de su evolución al respecto: “Como estudiante y joven universitaria he sido feminista radical. Más tarde el asunto no me interesó lo más mínimo. Ahora busco, porque creo que ha de ser así, soluciones lo más objetivas posibles”15. Efecti-

14 E. STEIN, La fenomenología de Husserl y la filosofía de Sto. Tomás de Aquino. OC III, p. 198.

15 E. STEIN, Carta 294 a Calista Kopf (8.VIII.1931). OC I, p. 938.

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vamente, la rebeldía juvenil ante una situación vejatoria pronto halló su cauce de expresión: “Desde este sentimiento de responsabilidad social -refiere nuestra autora- me puse decididamente en favor del de-recho del voto femenino. Esto era entonces, incluso dentro del movi-miento ciudadano femenino burgués, no del todo evidente”16.

Edith Stein actuaba en esta cuestión motivada, no por la novedad del momento o por la exaltación de un movimiento radical; interviene en consideración a posicionamientos objetivos, serios, razonados; aportando argumentos filosóficos, metafísicos, diríamos, cuya validez no depende de prejuicios ni resentimientos. Llegará a proclamar ante un auditorio femenino: “Nuestro ser y nuestra vida se nos plantean como problema. No podemos pasar de largo en la cuestión de qué es lo que somos y debemos ser. Y no sólo la inteligencia reflexiva nos lleva a plantearnos la cuestión, la vida misma ha convertido nuestra vida en problema”17. Esto lo decía a finales de 1932, en una atmósfe-ra en que se percibía el empuje de otra manera de concebir al ser humano, y en consecuencia, a la mujer, como será la propuesta del Nacionalsocialismo.

3.- Su inmersión en la política (noviembre de 1918) estuvo oca-sionada por el mismo empeño: superar la irracionalidad de la segre-gación social y cultural de la mitad de la población. Es consciente de la valía y de la necesidad de la mujer para la buena marcha de la so-ciedad; de los beneficios de una mayor participación de aquélla en los ámbitos donde se toman decisiones que afectan a todos (hombre y mujeres). Leemos en una carta de 1918: “Aparte de la fundación del partido, estoy ocupada en el trabajo explicativo, necesario, para con-vencer a las mujeres que acudan a las elecciones. Ambas cosas sirven de preparación para la Asamblea nacional, que para nosotros/as, ac-tualmente, es la cuestión vital”18. Edith Stein se alinea con el pensar platónico, según el cual, correspondería a los filósofos ponerse al frente del gobierno de ciudades y pueblos, dado el amplio y profundo conocimiento que poseen del hombre y del mundo; gozan de una pre-rrogativa conseguida no sin esfuerzo: conocer la verdad del ser. De

16 E. STEIN, Autobiografía. OC I, p. 303. 17 E. STEIN, Vida cristiana de la mujer. OC IV, p. 312. 18 E. STEIN, Carta 73 a R. Ingarden (30.XI.1918). OC I, p. 664.

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hecho, como mujer filósofa, se sintió espoleada a participar en la or-ganización política de la recién surgida República de Weimar, aunque pronto hubo de renunciar a dicha empresa, muy a pesar suyo, ante la estrechez de miras y la aparición de intereses partidistas de sus corre-ligionarios.

El motivo filosófico (platónico) que está a la base de dicha inicia-tiva lo hallamos en una conferencia habida en la universidad de Hei-delberg en diciembre de 1930, donde pregona: “El auténtico político ve una amplia situación de conjunto tal como es en realidad y, a la vez, siente la preocupación de cómo podría y debería ser, y el modo de llegar a lo que debería ser”19; y no a lo que contenta a la mayoría. Su querido maestro Edmund Husserl (filósofo) ya se había percatado de la peligrosa deriva hacia la que se encaminaba el viejo continente a poco de iniciarse el siglo XX. Si el mundo sigue derroteros desacer-tados es debido a la ausencia de verdaderos filósofos al frente del mismo; y si Europa entra en crisis, dando paso a la barbarie, es debi-do al olvido de la filosofía. La salud espiritual europea estará a salvo en la medida en que la filosofía -la consideración de la existencia sub spepcie aeterni- asuma las funciones de cerebro operativo20. Dista muy mucho la consideración de la realidad meramente política, del análisis que lleva a cabo el filósofo. Reportamos la radiografía que de la sociedad alemana (y también europea occidental) deduce esta pen-sadora en 1928, y que sigue siendo válido para hoy y para todos noso-tros: “¿Cuál es, pues, la gran enfermedad de nuestra época y de nues-tro pueblo? En la gran masa existe hoy un desgarro interior, una ca-rencia total de convicciones seguras y de fundamentos sólidos, un de-jarse llevar sin rumbo y, como resultado de la insatisfactoriedad de semejante existencia, una ‘embriaguez’ en placeres cada vez más nuevos y refinados; entre aquellos que quieren una vida con un con-

19 E. STEIN, El intelecto y los intelectuales. OC IV, p. 227. El subrayado

es mío. 20 Si se quiere que Europa salga de sus crisis, habrá que modificar los pa-

radigmas epistemológicos vigentes y recuperar lo que constituye el genuino espíritu europeo, y que no es otro que el surgimiento de la filosofía. Europa es la heredera de Grecia, es un proyecto filosófico. Será, por tanto, tarea de la filosofía “ejercer su función en la humanidad europea: su función arcóntica de la humanidad entera”; lo escribía en 1935. E. HUSSERL, Crisis de las cien-cias europeas y la fenomenología trascendental.

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tenido de vida serio, se da una inmersión exagerada en un trabajo pro-fesional unilateral que, si bien les preserva del torbellino de la vida epocal, tampoco puede detener ese torbellino. El remedio contra esta enfermedad de la época son seres humanos completos, en el sentido en que los describíamos: cimentados en fundamento de eternidad [va-lores], en sus intuiciones y en su actuación independiente de las tor-nadizas opiniones de moda, teorías de moda, y vicios de moda. Tal ser humano semejante es como una columna sólida en la que se pue-den anclar muchos: gracias a él pueden también reencontrar un suelo seguro bajo sus pies”21. ¿Estamos en condiciones de imaginar a un político de los nuestros, y a sus numerosos asesores, entregados a se-mejante reflexión?

4.- Un momento singularmente duro para la filósofa recién docto-rada, por irracional, será la negativa proveniente de perspicuos ‘filó-sofos’ contemporáneos (todos varones), a los intentos por acceder a una cátedra universitaria (entre los que hay que nombrar a Edmund Husserl, a Martin Heidegger y a Martin Hönecker). Oigamos la con-clusión de la recomendación husserliana al respecto: “La Dra. Stein ha obtenido una extensa y profunda formación, y son indiscutibles sus aptitudes para la investigación científica independiente y para la labor docente. Si la carrera académica estuviera abierta para las da-mas, ella sería, desde luego, la persona recomendada en primer lugar y más calurosamente para las oposiciones a cátedra”22. La endogamia masculina había calado hondo en los ‘maestros’ del saber, y no resul-ta fácil sacudírsela. El anhelo steiniano porque en la ‘nueva Alema-nia’ el concurso a cátedra no entrañase dificultad alguna23, no se verá cumplido.

Si la actitud del querido maestro se le antoja acomodaticia al espí-ritu reinante y poco digna de un pensador ‘libre’, el argumento que se

21 E. STEIN, El valor específico de la mujer en su significado para la vida

del pueblo. OC IV, p. 79. Algo parecido encontramos en X. ZUBIRI, “Nuestra situación intelectual”, escrito en 1942; en: Naturaleza, Historia, Dios, Edito-ra Nacional, Madrid 8ª ed., 1981, p. 31.

22 E. STEIN, Carta 3**. Carta de recomendación de Edmund Husserl a Edith Stein (6.II.1919). OC I, p. 1658-1659. Cf. E. STEIN, Carta 13 a R. Ingarden (20.II.1917). OC I, p. 574.

23 Cf. E. STEIN, Carta 76 a R. Ingarden (27.II.1918). OC I, p. 670.

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aporta por parte de la instancia universitaria de Gotinga para impedir el acceso, le sonaría a broma de mal gusto: “Muy apreciada señorita Doctora: Muy a pesar mío, debo comunicarle que, por consejo de la comisión preparatoria, no estoy en condiciones de presentar su traba-jo al encargado de dictaminar. La admisión de una dama a las oposi-ciones a cátedra sigue encontrando dificultades”24. Edith Stein, por su parte, recurrirá directamente al Ministerio de Ciencia manifestando su desacuerdo, y solicitando una aclaración ‘racional’. La respuesta mi-nisterial le llegó en estos términos: “Me adhiero a la opinión sosteni-da por usted en su instancia del 12 de diciembre de 1919 en el sentido de que el hecho de pertenecer al sexo femenino no debe representar obstáculo alguno para la oposición a cátedras. He tomado nota del ca-so concreto referido por usted y lo he puesto en conocimiento de to-dos los cargos competentes”25. Desconocemos si la protesta steiniana sirvió a enmendar en el futuro semejantes actitudes poco racionales. Desde luego que ante sucesivas tentativas igualmente fallidas, en abril de 1920 le comenta a un amigo filósofo: “Estoy harta de los in-tentos de concurso a cátedra. Es demasiado el tiempo y las fuerzas que reclaman; tiempo y fuerzas que se pueden emplear mejor”26.

5.- La discriminación femenina proveniente de la esfera docente se le hizo patente ya a los inicios del desembarco en Gotinga en 1913. Se había infiltrado como algo ‘natural’ en la dinámica universitaria, afectando a distintas áreas académicas. No resultó fácil a esta inquieta mujer abrirse paso ante tan marcada oposición mantenida por presti-giosos docentes; le tocará en suerte abrir ventanas por donde penetre aire fresco que renueve poco a poco el ambiente un tanto enrarecido. He aquí una muestra, sacada del relato autobiográfico: “El motivo por el que yo había venido a Gotinga había sido la Filosofía, y a ella que-ría dedicar la mayor parte de mi tiempo. Pero no podía abandonar las otras disciplinas. Dado que no había proyectado más que un semestre de estancia allí, no quería desperdiciar la ocasión de conocer a otros germanistas e historiadores distintos de los de Breslau. El curso con

24 E. STEIN, Carta 2* de Eduard Hermann a Edith Stein (29.X.1919). OC

I, p. 1417-1418. 25 E. Stein, Carta 3* de Konrad Haenisch a Edith Stein (21.II.1919). OC

I, p. 1418. 26 E. STEIN, Carta 94 a Roman Ingarden (30.IV.1920). OC I, p. 699.

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Richard Weißenfels sobre ‘Börne, Heine y la Nueva Alemania’, era descanso más que trabajo. También disfruté al estricto y temido Ed-ward Schröder como un ‘fenómeno’ no preocupante... Al igual que su cuñado Roethe, en Berlín, era enemigo de que las mujeres estudiasen [en la Universidad], y no había recibido hasta entonces a ninguna se-ñorita. Me tocó vivir su ‘conversión’. Cuando al comienzo de aquel semestre distribuyó las llaves del seminario a los miembros asistentes -para ello debíamos ir pasando por delante de él, uno a uno, y con un apretón de manos prometer que no nos llevaríamos a casa ningún li-bro de la biblioteca del seminario-, declaró públicamente que a partir de entonces permitiría el acceso al curso superior del seminario a se-ñoritas, pues lo habían merecido por su aplicación y meritorios traba-jos”27. Gracias al tesón de la joven Stein se corrige en parte una dis-función sexista en un espacio que debería ser adalid en la defensa y promoción de libertad e igualdad de todos los sujetos, cual es la Uni-versidad.

Lo que hoy nos resulta difícil de comprender, en la sociedad y en el espíritu de la época en que se movía Edith Stein, era percibido co-mo lo lógico, lo normal, lo convenido, lo coherente, lo más racional. Eso sí, la razón se había aliado con el poder (político, cultural, reli-gioso, varonil…), favoreciendo su abuso, y que a la postre, terminará por desencadenar auténticas tragedias en la civilizada y próspera Eu-ropa: asistimos al dominio de la sinrazón en aras de la misma razón. Bien que fue víctima esta pensadora, llegado el tiempo, de semejante delirio irracional.

4. EL FILOSOFAR DE EDITH STEIN (DE UNA MUJER) Unas pinceladas (tres en concreto) con las que enmarcar la activi-

dad filosófica de esta mujer del siglo XX: Edith Stein es filósofa por naturaleza, parte de la convicción de que la verdad existe y está en nuestra mano alcanzarla, y el gran tema a afrontar no es otro que la vida misma.

27 E. STEIN, Autobiografía. OC I, p. 368.

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1.- Filósofa por naturaleza

Lo que hacía la menor de los Stein al anunciar a los suyos en abril de 1911 su opción irrevocable (matricularse en la Facultad de Filoso-fía de Breslau), no era sino exteriorizar una inquietud que, con el paso de los años, había adquirido carta de naturaleza, por lo que no con-templa alternativa alguna. Es como si una fuerza superior la impulsa-se irremediablemente a explorar este saber, desoyendo los consejos y propuestas del entorno. Traemos a colación un texto esclarecedor, tomado de una carta de 1918, donde la filósofa ya doctora, después de cuidar a la entera familia Husserl convaleciente de una fuerte gripe, confiesa con qué se siente más identificada ‘por naturaleza’: “Los 10 días que he actuado como ama de casa y enfermera me han apartado por completo de todo28, y ahora cuesta trabajo conseguir otra vez la concen-tración necesaria. Trabajo de hogar y filosofía no se compaginan. La se-ñora Husserl ha constatado ciertamente que soy una utilísima muchacha de servicio y que hube de renunciar a la filosofía. Pero por naturaleza pertenezco decididamente al género de los grillos, y prefiero que se ocu-pen de mí un par de hormigas, en lugar de dedicarme yo misma a la fas-tidiosa praxis”29.

Bajo el calificativo de ‘por naturaleza’ se quiere dar a entender la sintonía que esta mujer tuvo con un modo de afrontar la vida y de concebir el mundo, desde los momentos primeros en que se despertó en ella la luz de la razón. Es así como Edith Stein se contempla a sí misma: es filósofa por necesidad, por vocación sentida ya en la niñez y nunca traicionada. Se vio agraciada con esa ‘potencia innata’ -de la que habla Tomás de Aquino-, y con el compromiso de actualizarla a lo largo de los años. En otro momento habla de la irresistible “necesi-dad interna de indagar el logos de este mundo”30 que siente todo ver-dadero filósofo. Se confirma lo que se propuso al principio: Edith

28 Cuando esta mujer se dedica a algo, se entrega del todo. Os invito a

leer el capítulo autobiográfico donde recoge los meses transcurridos como enfermera en el hospital militar de Weisskirchen durante la primera guerra mundial. E. Stein, Autobiografía. OC I, pgs. 415-453.

29 E. STEIN, Carta 69 a R. Ingarden (29.X.1918). OC I, p, 660. 30 E. STEIN, La fenomenología de Husserl y la filosofía de santo Tomás de

Aquino. Ensayo de una confrontación. OC III, p. 197. E. STEIN, ¿Qué es filo-sofía? Un diálogo entre Edmund Husserl y Tomás de Aquino. OC III, p. 168.

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Stein es ‘mujer y filósofa’, sin forzar la conjunción; no son capas su-perpuestas: tan ‘natural’ es lo de sentirse ‘mujer’ como ‘filósofa’.

Desde tales posicionamientos, bien podría deducirse que no fue Edith Stein quien optó por la filosofía, fue ésta quien la ganó para sí en los albores mismos de la existencia. Suena a confesión personal la expresión que hallamos en un escrito suyo de 1929: “Este espíritu lo trae consigo a este mundo como potencia el filósofo nato -porque el verdadero filósofo tiene que haber nacido como filósofo”31; a lo que cabría añadir: y deberá llevar vida de filósofo. Algo de ello se des-prende al asomarnos al devenir de tan singular mujer, en el que el in-dividuo y el entorno trabajan al unísono, afianzando más y más su manera de ser filosófica. Edith Stein nació filósofa, pensó como filó-sofa y vivirá como filósofa32. Pondrá en labios de un familiar -con la que coincidió en los años en que estudiaba filosofía en Gotinga-, lo que suena además a convicción personal: “Se alegraba [mi prima] al comprobar que yo era una de las personas que siguen el camino para el que han nacido”33.

31 E. STEIN, ¿Qué es filosofía? OC III, p. 168. 32 Le atrajo el modo de vida sencillo, de contacto con la naturaleza, sose-

gado, laborioso, de convivencia y de reflexión con los amigos, que el matri-monio Conrad-Martius había procurado en su finca de Bergzabern: “Vivir pobremente conforme a un ideal religioso hondamente arraigado”. ELISABETH DE MIRIBEL, Edith Stein, dall’unisersità al lager di Auschwitz. Paoline, 3ª ed., Milano 1990, p. 49.

33 E. STEIN, Autobiografía. OC I, p. 367. Edith Stein había nacido para la filosofía, y vivía como filósofa. La elección, más tarde, por el Carmelo en-tronca con dicha aspiración como una especie de continuación casi natural. Algo de esto queda constatado en la confesión de otra gran carmelita, Teresa del Niño Jesús, cuando comenta la reacción de un tío suyo a la intención de ingresar en el Carmelo; y comenta: “No me dio permiso para irme; al contra-rio, me prohibió hablarle de mi vocación antes de cumplir los 17 años. Era un atentado a la prudencia humana, decía, dejar entrar en el Carmelo a una niña de 15 años. Siendo la vida de las carmelitas a los ojos del mundo una vida propia de filósofos, sería hacer un grave daño a la religión permitir que la abrazase una niña sin experiencia”. TERESA DE LISIEUX. Obras completas. Manuscrito A. Monte Carmelo, Burgos 1976, p. 176-177.

Por su parte, Edith Stein no tiene reparos en incluir a santa Teresa de Je-sús en el gremio de los ‘filósofos’, por su hondo conocimiento del ser huma-no y la búsqueda de la verdad.

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Es fácil percibir cómo la vida misma -ese complejo entramado del yo y el mundo que lo envuelve- irá modelando el espíritu de la in-quieta judía según una determinada orientación. Contemplando su re-corrido con suficiente perspectiva, se constata la precoz y pertinaz presencia de ciertos elementos (tales como dominio de la razón, radi-calidad, austeridad, inconformismo, atención a lo esencial, amor a la verdad, dignidad humana, responsabilidad social…), los cuales, casi de manera natural, encauzan la evolución personal hacia intereses ne-tamente filosóficos. Puede decirse que Edith Stein se mueve en este hábitat con total normalidad; constituye su atmósfera ideal, y en él desea emplear y gastar los recursos a su disposición. No resulta ex-traño, pues, defender que desde siempre fue filósofa; nos es permiti-do, al amparo de su misma terminología, apostillar que Edith Stein ‘nació ya filósofa’.

2.- La verdad existe

El espíritu inquisidor e inconformista de que goza Edith Stein la obliga a no atenerse a lo aprendido hasta ahora, y menos a lo impues-to por convención o tradición, sea en el campo que fuere. Aspira a conquistar y no a aceptar sin más lo ofrecido. Hoy sabemos que juega con ventaja: se siente habitada por un espíritu indagador en perma-nente vigilia. Las distintas etapas de la vida le propiciarán las ocasio-nes oportunas para su puesta en marcha. Una de ellas será la crisis de la adolescencia, cuando todavía frecuenta las aulas escolares: lo im-partido por los profesores no es suficiente alimento para su espíritu ávido de saber; se le antoja que han penetrado en su vida elementos no previstos en la planificación escolar, pero que merecen atención. La intuición la lleva a explorar en otra parte, aun sin tener garantías de éxito en lo emprendido; es ese ‘sano instinto’34 que una vez más se hace sentir y obliga a arriesgar pensamiento y vida. Y así “en los re-creos y en el camino a casa hablábamos de las cuestiones que en la escuela se daban de pasada. En ella [compañera] y en mí se había despertado la primera búsqueda de la verdad”35.

Sin pretenderlo, la joven judía conecta con el ideal platónico de que la pasión por la filosofía surge ante la experiencia de la admira-

34 E. STEIN, Autobiografía. OC I. p. 258. 35 E. STEIN, Autobiografía. OC I. p. 264.

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ción (thaumasein36), donde concurren el no-saber y el deseo de cono-cer; esa composición perfecta de confesión de humildad y de confian-za en uno mismo. Edith Stein busca la verdad, sobre todo la verdad del ser humano, la verdad de sí misma, al caer en la cuenta del miste-rio que encierra su vida, su persona; misterio que tratará de esclarecer con los recursos a su disposición; siendo el más cualificado el intelecto, hasta que le sea ofrecida otra senda hacia la Verdad (con mayúsculas). Seguramente que la primera experiencia de asombro a la que habrá de enfrentarse será el irrumpir de un mundo nuevo en su afectividad de adolescente, y el consiguiente precipitado de cuestio-nes paralelas que inundaron su desconcertado cerebro. Es entonces cuando entra en funcionamiento ese mecanismo de defensa personal que constituye el conocer: buscar claridad, descubrir la verdad de sí, de los demás, del mundo, de cuanto exista.

‘La búsqueda de la verdad’; he aquí el gran argumento, el gran ideal, el objeto más deseado de la entera existencia de Edith Stein. Con tal de avanzar en el complicado terreno de la verdad, será capaz de sacrificar cuantas propuestas le salgan al paso si no favorecen la dirección elegida. Siendo universitaria surgió la cuestión de qué habría de prevalecer en la mujer: el matrimonio o ejercer la profesión. Por la reacción podemos calibrar cómo se las gastaba Edith Stein en lo referente a su vocación (filosófica): “Erna y nuestras dos amigas tenían fuertes dudas sobre si no se debería sacrificar el trabajo pro-fesional en favor del matrimonio. Solamente yo mantenía siempre que por nada del mundo renunciaría a la profesión”37.

La meta -hallar la verdad- se le antoja inaplazable, aunque para ello habrá que superar fronteras seculares y derribar prejuicios inte-resados. Ni que decir tiene que pronto cae en la cuenta de que su mejor aliada en la empresa emprendida es la filosofía38; ese saber que, con paso firme y riguroso, aspira a lo universal, a la visión de

36 ARISTÓTELES, Metafísica I, 2; 982b 12-13. 37 E. STEIN, Autobiografía. OC I, p. 245. 38 Al elaborar el plan de estudios en el semestre primero de la universi-

dad, nos da cuenta de lo que de verdad le interesa: “Un dato agradable que percibí de las determinaciones de exámenes fue que la ‘Propedéutica Filosó-fica’ era una asignatura con examen. Naturalmente decidí enseguida elegir esta asignatura. Con ello tenía yo una coartada moral para mis estudios prefe-ridos”. E. STEIN, Autobiografía. OC I. p. 299.

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totalidad, a lo último y fundamento de todo, para lo cual habrá de servirse de cuantas ayudas le vengan ofertadas. Ya en su primer es-crito expresa la convicción de que el saber filosófico goza del ca-rácter de ultimidad, más allá del cual no nos es permitido asomarnos; “Esto signfica que debe dar cuenta última, lograr claridad última”39. La filosofía ha de ser la ‘ciencia primera’.

Se parte del ‘acto de fe’ de que, puesto que en el ser humano se da el anhelo por la verdad, ésta ha de existir. Y efectivamente, para Edith Stein la verdad existe; sucede que “la verdad es una, pero se puede separar para nosotros en muchas verdades que debemos con-quistar paso a paso; tenemos que profundizar en un punto para que podamos conocer mayores valores, pero cuando se ha abierto un horizonte más vasto, entonces percibiremos en nuestro punto de par-tida una nueva profundidad”40. Está convencida ya a los inicios de que la tarea en la que se embarca requiere una larga singladura, y de que los favores prestados habrán de ser bien acogidos.

3.- Filósofa de la vida (y desde la vida)

Cuando en 1921, hace partícipe a su amigo filósofo Roman Ingar-den, un poco de pasada, de la evolución intelectual y religiosa pro-pias, y que desembocaría en la inminente apuesta por la Iglesia Cató-lica, a un cierto momento de la carta le desvela un comportamiento interesante: “En los últimos años he vivido mucho más que he filoso-fado”41. Ahora bien, dicha declaración en rigor no sería del todo co-rrecta, por la sencilla razón de que, en el caso que nos ocupa, la vida y el filosofar van de la mano; ha vivido tanto como filosofado, y des-conocemos a quién otorgar la primacía. Asistimos a una especie de simbiosis mutuamente enriquecedora: es la vida (humana) el gran ar-gumento del pensar steiniano; estamos ante una filosofía vinculada inevitablemente a la existencia del sujeto. No es extraño, pues, que unas líneas más adelante en la misma carta pueda leerse: “Mis traba-

39 E. STEIN, Sobre el problema de la empatía. OC II, p. 118. Elaborando

la tesis nos confiesa: “Esta lucha por la claridad se cumplía entonces en mí a través de grandes sufrimientos”. E. STEIN, Autobiografía. OC I. p. 380.

40 E. STEIN, Ser finito y ser eterno. OC III, p. 610. 41 E. STEIN, Carta 107 a R. Ingarden (15.X.1921). OC I, p. 721.

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jos [filosóficos] son sólo posos de aquello que me ha ocupado en la vida”42.

En estricta coherencia las investigaciones steinianas no podrían albergar otro contenido. Se filosofa desde la vida; y lo que anhela el hombre de hoy y de siempre es una “filosofía de la vida”43. Esta combinación filosofía-vida permanecerá inalterada a lo largo de las diferentes etapas que configuran la evolución personal de Edith Stein. Cuando en 1933 le toque hablar ante auditorios femeninos católicos, seguirá haciendo hincapié en la interrelación de ambas cuestiones (ya se citó más arriba): “Nuestro ser y nuestra vida se nos plantean como problema. No podemos pasar de largo en la cuestión de qué somos y debemos ser. Y no sólo la inteligencia reflexiva nos lleva a plantear-nos la cuestión, la vida misma ha convertido nuestra vida en proble-ma”44. Claro está que una luz nueva iluminaba a estas alturas la inves-tigación steiniana al respecto. El encuentro con Cristo sirvió a desco-rrer horizontes y disipar nubarrones, que propiciaron el cambio de postura frente a sus congéneres y hacia sí misma. Un pensador no ha de conformarse con el simple existir, ha de hallar razones para vivir, descubrir el sentido de su estar en el mundo, lo que no siempre resulta fácil. En el caso de Edith Stein se constata este proceso, y nos lo con-fiesa en carta de 1924: “He aprendido a amar la vida desde que sé pa-ra qué vivo”45.

La existencia humana será la gran cuestión a tematizar por esta pensadora de la primera mitad del siglo XX, muy en consonancia con filósofos contemporáneos, caso de Sartre o Heidegger, aunque desde posicionamientos bien diferentes. La seriedad de quien lo lleva a cabo y la importancia del objeto bien merece nuestra atención y agradeci-miento, también hoy, en el 70 aniversario de la culminación de una vida tensa toda ella en la búsqueda de la verdad. Una verdad que al-canzó a identificarse con el Dios revelado en Jesucristo, quien desde el bautismo en 1922 hasta el holocausto en Auschwitz -veinte años

42 E. STEIN, Carta 107 a R. Ingarden (15.X.1921). OC I, p. 721. 43 E. STEIN, ¿Qué es filosofía? OC III, p. 177. 44 E. STEIN, Vida cristiana de la mujer. OC. IV, p. 312. 45 E. STEIN, Carta 116 a R. Ingarden (19.VI.1924). OC I, 738.

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más tarde-, se conformó en centro y razón del vivir y del morir46 de Edith Stein, de santa Teresa Benedicta de la Cruz; como alguien ha dicho: “Una gran filósofa de pobre hábito marrón”47

46 “Cristo es el centro de mi vida”. E. STEIN, Carta 133 a R. Ingarden

(13.XII.1925). OC I, p. 761 47 T. RENATA, Edith Stein. Una gran mujer de nuestro siglo. Monte Car-

melo. Burgos 1998 2ª ed., p. 10.