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CUADERNILLO IBEROAMERICA INDÍCE Págin a CRÍTICA IGLESIA, RAFAEL E. J., Introducción al estudio de la arquitectura colonial hispanoamericana, 1995 2 YARZA, JOAQUÍN, Arte y arquitectura en España 500-1250, Ed. Cátedra, S.A., 1985 11 GUTIERREZ, RAMÓN, Arquitectura y urbanismo en Iberoamérica, Ed. Cátedra, S. A., 1983, Madrid 13 ROJAS, PEDRO, Historia general del arte mexicano, Época colonial, Editorial Hermes, S. A., México – Buenos Aires, 1963 37 BAYÓN, DAMIÁN, Sociedad y arquitectura colonial sudamericana. Una lectura polémica, Colección Arquitectura y Crítica, Editorial Gustavo Gili, S.A. España 55 DEVOTO, FERNANDO y MADERO, MARTA, Historia de la vida privada en la Argentina, País antiguo. De la colonia a 1870, Tomo 1, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. Buenos Aires 66 DESCRIPCIONES: Convento fortaleza de San Nicolás. Actopan. México Catedral y Sagrario. México Catedral. Cuzco. Perú Catedral. Córdoba. Argentina Catedral de Puebla, México Santuario de Copacabana. La Paz. Bolivia Iglesia San Francisco. Lima. Perú Iglesia de Santa Prisca. Tasco. México Iglesia de San Francisco. La Paz. Bolivia Iglesia del Pilar. Buenos Aires Iglesia Casabindo, Argentina Estancia jesuítica de Santa Catalina, Córdoba, Argentina Casa patronal, Chile Casa del marqués de Torre-Tagle, Lima, Perú Casa Colorada, Chile 75 79 81 83 87 89 90 94 95 97 98 100 103 106 109 PAPELES DE CATEDRA BRUGNOLI HISTOTIA II 1
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CUADERNILLO IBEROAMERICA 2013

Sep 05, 2015

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Florencia Rossi

CUADERNILLO IBEROAMERICA 2013
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H311

CUADERNILLO IBEROAMERICA INDCE

Pgina

CRTICA

IGLESIA, RAFAEL E. J., Introduccin al estudio de la arquitectura colonial hispanoamericana, 19952

Yarza, Joaqun, Arte y arquitectura en Espaa 500-1250, Ed. Ctedra, S.A., 198511

GUTIERREZ, RAMN, Arquitectura y urbanismo en Iberoamrica, Ed. Ctedra, S. A., 1983, Madrid13

Rojas, Pedro, Historia general del arte mexicano, poca colonial, Editorial Hermes, S. A., Mxico Buenos Aires, 196337

Bayn, Damin, Sociedad y arquitectura colonial sudamericana. Una lectura polmica, Coleccin Arquitectura y Crtica, Editorial Gustavo Gili, S.A. Espaa55

devoto, fernando y madero, marta, Historia de la vida privada en la Argentina, Pas antiguo. De la colonia a 1870, Tomo 1, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. Buenos Aires66

DESCRIPCIONES:

Convento fortaleza de San Nicols. Actopan. Mxico

Catedral y Sagrario. MxicoCatedral. Cuzco. Percatedral. crdoba. Argentina

Catedral de Puebla, Mxico

Santuario de Copacabana. La Paz. BoliviaIglesia San francisco. lima. perIglesia de Santa Prisca. Tasco. Mxico

iglesia de san francisco. la paz. boliviaIglesia del Pilar. Buenos Aires

Iglesia Casabindo, Argentina

Estancia jesutica de Santa Catalina, Crdoba, Argentina

Casa patronal, Chile

Casa del marqus de Torre-Tagle, Lima, Per

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Introduccin al estudio de la arquitectura colonial hispanoamericana

Arq. Rafael E.J.Iglesia

1995

El habitar como fundamento terico

La introduccin a algunos aspectos de la arquitectura colonial latinoamericana, requiere ciertas aclaraciones sobre el encuadre terico que se utilizar. Este encuadre se basa principalmente en el desarrollo de una conceptualizacin del fenmeno de "habitar", fenmeno que ser historizado en nuestra exposicin. Haciendo del sustantivo un verbo: cambiando "hbitat" por "habitar", se transforma un hecho, una cosa, en una accin.

Ha dicho Roberto Doberti:

La palabra "habitar" seala algo que es ineludible para los seres humanos. No existe ninguna persona que no habite y no hay momento alguno en que no lo haga: habitamos todos y habitamos siempre.

(...) la cercana, cotidianeidad y familiaridad del habitar tiene como consecuencia que no se reconozcan sus incgnitas, sus opacidades, su compleja y velada estructuracin. (Doberti: 25)

Habitar

"Habitar" segn el diccionario Enciclopdico Hispano Americano (de W.M.Jackson) es vivir, morar en un lugar o casa. Vivir es mucho. Es difcil definir un verbo tan amplio. Morar es algo ms limitado. Y cuando se trata de "morar/vivir en un lugar o casa", ya estamos ms cerca de lo nuestro.

Habitante es quien vive en un lugar o casa (vivienda). Habitacin es la parte del edificio destinada a habitarse, o la accin o efecto de habitar.

... la cuestin de las habitaciones reviste hoy un rol primario en el modo y en el espacio dentro de los cuales la gente puede construir la propia identidad y la propia cultura. (...) el habitar no es una superestructura, sino sustancia de la libertad cotidiana (La Cecla: 8)

"Lo de uno" es ese lugar de intimidad secreta donde las cosas y los seres conservan silenciosamente la historia olvidada de cada uno de nosotros. Al reencontrar la casa, la villa, la regin, el pas, es sobre todo reencontrarse as mismo. (Salignon: 12)

Desde el psicoanlisis se advierte que el lugar de habitar, sobre todo el 'domus' est cargado del recuerdo prenatal de la madre como continente (hbitat fisiolgico) primigenio, de all los valores de identificacin (Rascovsky). Esta identificacin se culturaliza cuando los objetos circundantes, constitutivos del hbitat, se integran al proceso identificador: 'mi rincn', 'mi pipa', como tan bien lo expone Proust en "A la bsqueda del tiempo perdido".

Del sustantivo al verbo

Hemos elegido un verbo, una accin, para alejarnos, refrescndonos, del tradicional punto de vista que atiende casi exclusivamente a las cosas, los objetos, que justifica la dura aseveracin de Vladimir Illich:

Habitar es un arte que se les escapa los arquitectos, no slo porque se trata de un arte popular y porque procede con ritmos que escapan a su control; no slo por que tiene un tipo de complejidad elstica que va ms all del horizonte de los bilogos simples y de los analistas de sistemas, sino sobretodo porque no existen dos comunidades que habiten del mismo modo. (Illich: 17)

Por eso creo que debemos analizar acciones, no slo objetos, por maravillosos que estos sean. Si bien no hay historiador o crtico que haya podido escapar de alguna referencia al habitar (vivir), siempre se ha llegado a ella a travs de los objetos, no de la accin de habitar. Casi siempre, el habitar, como el habitante, han sido presentados como la "cosa" modelable, como lo que se debe cambiar desde la arquitectura y cunto ms se lo cambiara, ms vanguardista se era; y esto, sin conocer realmente el fenmeno.

Habitar refiere a un sinnmero de fenmenos (entre los que tambin hay cosas, objetos), que debemos modelizar para comprenderlos. Es decir, debemos reunirlos en un discurso conceptual que indique relaciones, caractersticas, mutaciones.

El espacio vivido

Primer constatacin: yo vivo. Y vivo en un lugar. Y un lugar refiere a espacio. El espacio es pues causa necesaria de mi habitar: sin l no habito, no vivo. Al mismo tiempo que habitar supone "hacer habitable al espacio". Adems, como bien lo dice la psicologa:

El espacio en que vivimos, ese espacio otro, esa tpica de lo imaginario que contiene todo el tesoro simblico -el interior del cuerpo materno, escenario de infinitos amores, creaciones, luchas y muertes-, ese utpico lugar, que como vemos resulta ser heredero del interior de aquel otro, el primer amor prehistrico, segn Freud, el inolvidable, familiar y siniestro, es ese espacio-escenario que en construccin permanente como producto de nuestra realidad fsica proyectada, llamamos ciudad. (Zak: 44)

Mi lugar, el lugar donde vivo, mi "pago", "mi barrio" o "mi casa", puede ser simultneamente el lugar de nacimiento, o un lugar adoptado. La evocacin de "mi lugar" indica una exterioridad y una interioridad. Hay algo afuera de m ntimamente relacionado conmigo a travs de la habitacin

... all donde el ser humano se funda histricamente y cotidianamente en su habitar.

El anclaje histrico es cultural, simblico, potico histrico; el anclaje cotidiano es prctico, imaginario y fluctuante. (Salignon: 29)

Espacio vivido y entorno

"Espacio vivido" est implicado en la nocin de entorno, de la cual Teymur ha recogido 73 acepciones. Los trminos ms comunes: "enviroment", "sorrounding", "milieu" (Hernndez) distinguen entre el entorno y quien lo habita (usa, goza, padece). Presentan dos unidades diferentes y a veces, disociadas. "Espacio vivido" acenta la relacin del hombre con su hbitat:

en un flujo de experiencias que se implican y explican una a otra lo mismo en lo simultneo que en la sucesin. (Merlau-Ponty: 296)

Desde el espacio vivido el habitar es un acaecer conjunto del habitante (con su pasado, dimensin de la experiencia; su presente, dimensin de la accin y su futuro, dimensin de las expectativas) y el sitio habitado (con su pasado, lugar del recuerdo; su presente, lugar de las conductas y su futuro, el que sin el habitante tiende a la destruccin).

El espacio vivido no nace slo de las percepciones de las formas, sino de percepciones que toman sentido segn se responda preguntas que nos planteamos frente al entorno (Hernndez, Lewin).

De una ciudad no disfrutas las siete o las setenta y siete maravillas, sino la respuesta que da a una pregunta tuya. (Calvino, 1984: 56)

Si el habitar tiene sentido, es porque le permite al ser humano tener acceso a una serie de intencionalidades como espacio-tiempo esencial de proyectos, de futurizaciones, de transformaciones, de apropiaciones y de identificaciones que hacen que la vida est ligada a la manera de habitar. (Salignon: 32)

Vivencia y espacio vivido

Adems de la distancia fsica o geomtrica que existe entre m y todas las cosas, una distancia vivida me vincula a las cosas que cuentan y existen para m, y las vincula entre s. (Merlau-Ponty: 301)

Aristteles y Descartes unan ntimamente al espacio con el cuerpo individual (Gmez Millas). He aqu una unidad donde pareca haber dos: perceptor y realidad. All se unen hechos que son interdependientes, relacionados por la vivencia individual y actuada del hbitat.

As como en los campos magnticos la viruta de acero evidencia las lneas de fuerza, en el campo vivencial del espacio vivido, las conductas evidencian esas fuerzas preexistentes. En esta vivencia reconozco tres aspectos: el perceptivo, que la geometra racionaliza; el instrumental (que el uso actualiza); el significativo (que el smbolo instaura). Que se corresponden en cierta manera a las categoras que Joseph Sonnerfeld asign al entorno: geogrfica (objetiva); operacional (utilitaria); perceptiva (simblica) y de comportamiento.

Las concepciones disciplinarias "modernas" del espacio, no desarrollaron suficientemente el concepto de espacio vivido, pues el concepto funcional no basta para comprender cmo dentro del espacio habitado se satisfacen los deseos de creacin, de libertad, de ritmo, de conocimiento, en tanto aspiraciones subjetivas y colectivas que suponen un "suplemento espiritual" (Bertrand, Lefebvre 1976, Ventos).

Segn Toms Maldonado me nutro del espacio para existir, lo someto, lo transformo de acuerdo a mis fines, lo uso y lo transfiguro segn los valores que reconozco (o deposito) en l. Todo esto simultneamente. Casi el mismo modelo es el propuesto por Stephen Carr, segn la secuencia: 1) identificar (especificar) necesidades (desajustes); 2) incorporar informacin; 3) planear (decidir) acciones; 4) actuar; 5) evaluar lo actuado y su escena (Carr).

El espacio del habitar no puede ser el "lugar de nada" o el "lugar de nadie". Es una extensin donde "algo tiene lugar" o "algo puede tener lugar".

En la concepcin y en el uso del hbitat la intencionalidad del habitante nos permite pensar en el espacio vivido como (ejemplo ya mencionado), un campo fsico donde las fuerzas se revelan slo cuando algo las pone en accin.

Se trata de un flujo donde los habitantes instalan, no de cualquier manera sino de ciertas maneras, objetos y prcticas que a su vez les permiten otras intencionalidades y otras formas de accin (Salignon).

En la filosofa clsica, el "sujeto" y el "objeto" permanecan el uno ajeno al otro. Se juntaban en las simas de lo Absoluto, de la Identidad original o terminal. Hoy en da lo mental y lo social coinciden en la prctica: en el espacio concebido y vivido. (Lefebvre, 1976: 13)

Espacio vivido y cultura

La ciudad es uno de los mejores ejemplos de aquello que Rodolfo Kusch llama geocultura. En la cultura occidental se trat a la ciudad como un instrumento, y as se la vivi.

Santo Toms recogi de Aristteles esta idea y concluy:

El hombre est naturalmente hecho para la sociedad o la repblica... de donde se puede concluir que la formacin de las ciudades es indispensable para las necesidades de la vida del hombre. (Del Gobierno del Prncipe)

Ciudad es as sinnimo de sociedad, o mejor dicho de "cultura urbana", o de cultura a secas, porque, la sola constitucin del conjunto es un acto cultural y signa al espacio que se ha de ocupar.

Asimismo, la consistencia integra de una cultura se halla ligada indisolublemente al lugar, "sufre la gravidez del suelo". Podramos decir que el territorio es condicin de la cultura. (Zicovich: 1)

Este espacio fsico es condicin necesaria de la ciudad. De hecho, todos los pensadores de la ciudad occidental, desde Aristteles hasta Santo Toms de Aquino, pasando por Vitrubio, han insistido en las cualidades fsicas del hbitat artificial. En el siglo XVIII la Enciclopedia, en el artculo "Ville" slo se ocupa de los aspectos fsicos.

Pero, como nos indican los antroplogos, el carcter "natural" del espacio se pierde al convertirse en una creacin cultural.

Dado el carcter cultural del espacio vivido, aunque el espacio fsico permanezca inmutable con respecto a sus cualidades originales, es ya artificial en tanto es un instrumento de satisfaccin de necesidades humanas.

... la ciudad se sita en la confluencia de la naturaleza y el artificio . (Levi-Strauss)

Leamos un bello prrafo de Aldo Rossi:

... se ha sealado muchas veces el valor del "locus", entendiendo con ello cierta relacin singular y sin embargo universal que existe entre cierta situacin local y las construcciones que estn en aquel lugar. La eleccin de un lugar para una construccin concreta como para una ciudad, tendr un valor preeminente en el mundo clsico; la situacin, el sitio, estaba gobernado por el "genius loci", por la divinidad local, una divinidad precisamente de tipo intermedio que presida cuanto se desarrollaba en ese mismo lugar. (Rossi: 185)

El territorio

El concepto ecolgico de "territorio", propio de la etologa y de la antropologa, (Carpenter registra 32 acepciones) deriva del de espacio vivido. Es el espacio vivido identificado en funcin de su situacin cultural, engarzado en la trama cultural (en el caso de los animales, en un sistema ecolgico). Ejemplos: cama, cuarto, casa, calle, barrio, ciudad. El habitar territoriza al espacio, el "ser en" lo califica.

Los territorios son espacios "para vivir all" que se valoran segn un delicado proceso de simbolizacin (Cassirer, Guidoni, Lefebvre 1983, Levy-Strauss, Silva, Rapoport, Vargas Llosa).

El sitio

He caracterizado otras unidades espaciales elementales a las que llam "sitios". Prefiero "sitio" a "lugar" ("Las ciudades son colecciones de lugares al mismo tiempo que lugares en s mismas"; Briggs: 79); porque lugar viene de "locus", estar situado para otro, estar localizado, como el blanco para el arquero. Desde su interpretacin aristotlica, lugar significa:

... un limite, un limite inmvil que inmediatamente envuelve a un cuerpo. Aristteles dijo: "lugar es el lmite inmediato e inmvil del envolvente" (Fis. IV, 212 a.20; en Vial Larran:31).

La definicin aristotlica se cierra con "cada cuerpo ocupa su lugar".

Pero esta ocupacin singular y exclusiva es ms la del cadver en su tumba que el cuerpo naciente y vivo. En el orden del nacimiento y de la vida, el lugar propio, al igual que la individualidad absoluta, son ms difciles de definir y de pensar. (Aug: 59)

Lugar es: "espacio ocupado o que puede ser ocupado por un cuerpo cualquiera" (Diccionario Hispanoamericano); sitio es: "paraje o terreno determinado, que es a propsito por su utilidad para una cosa". Por esta particularidad de que "algo tenga lugar" prefiero, en castellano, la palabra sitio. El sitio refiere al mismo tiempo al arquero, al blanco y al arte del tiro al blanco. No es el uso que los gegrafos dan a 'site', que para ellos indica el lugar natural donde se levanta una ciudad.

Es algo similar a los "puntos singulares" (es desafortunada la mencin geomtrica) o al "locus" de Aldo Rossi, el que:

as concebido acaba poniendo de relieve, dentro del espacio indiferenciado, condiciones, cualidades, que nos son necesarias para la comprensin de un hecho urbano determinado. (Rossi: 186)

El sitio es el lugar donde se ha desarrollado una secuencia de actividades cotidianas, u otras repetidas regularmente, lugar que se ha integrado con esos rituales (Noschis, Rossi).

En los sitios los rasgos territoriales se asocian con usos y usuarios, fines y experiencias pasadas, as adquieren identidad, se reconocen.

A menudo una parte de la ciudad -slum, ghetto o bidonville, Park Avenue o Wall Street- connota ms que el total porque la parte designa con menor error los procesos mayores. (Morse: 307) (Trad.propia)

En este proceso actan tres sistemas: la urbs (material, geometrizable, gozable estticamente); el comportamiento (social, conductual) y la significacin (representativo, simblico). Esto se concreta en valores y disvalores, preferencias y rechazos, una axiologa que indica que debe hacerse all, que no debe hacerse all y que da lo mismo hacerlo o no hacerlo. En la mitologa, la religin y la tradicin primordial, hay sitios asociados con fuerzas csmicas y sobrenaturales (Castaneda, Guenon, Hall, Rapoport, Rossi, Ryckwert): tmenos griegos, "ciudades santas", sitios con poder.

Los sitios evocan sucesos en la memoria colectiva del grupo. Como anota Rapoport:

En todos los casos encontramos la definicin de un 'lugar' especial que se distingue y se asla de la generalidad del espacio que lo rodea. Como el templo griego, no tiene por qu ser un espacio cerrado, sino simplemente un lugar de un gnero muy especial y dotado de un significado especfico, un lugar que sea, en suma, reflejo de una concepcin del mundo. (Rapoport, 1974: 23)

... esta nocin del lugar y del tiempo parece inexpresable racionalmente, aunque comprende una serie de valores que estn fuera y ms all de los sentimientos que experimentamos al captarlos (...) son los signos concretos del espacio; y en tanto que signos estn en relacin con lo arbitrario y la tradicin. (Rossi: 186)

Bollnow, Cerasi, Hall, Lynch, Panerai, Rossi, entre otros, han propuesto el uso del concepto de sitio, para calificar el entorno humano. Venturi vio a Las Vegas como un sitio. Rossi, los llama "hechos urbanos", con forma y significacin propias, reconocidas como "unicums" irrepetibles.

Amrica

Ya no podemos dudar que Amrica fue, para Europa, el motor de cambios fundamentales, aunque stos fueron, por mucho tiempo considerados como exclusivamente europeos, la presencia de Amrica decidi, por as decirlo, el destino europeo, sobre todo, el rumbo elegido por la modernidad. Fueron los aportes objetivos, como recursos financieros y comestibles, y los imaginarios, como la instauracin de una nueva unidad global que inclua tierras nuevas sumadas al viejo mundo de Asia, Africa y Europa, los que dieron un encuadre a las acciones que Europa llev adelante con el nombre de modernidad. En sus inicios, esta modernidad se ensayar en Amrica (Fernndez) y muchos de sus frutos, entre otros la instauracin formal de repblicas, inexistentes en Europa, cambiarn el curso de la historia europea. Sin embargo, Amrica fue territorio de expoliacin y rapia para los europeos, centrados en su cultura y casi incapaces de reconocer el valor cultural de otros pueblos.Las condiciones del habitar latinoamericano colonial

El hbitat natural

Uno de las primeras experiencias, primero de los conquistadores, y de los colonizadores despus, fue el encuentro con vastas extensiones de territorios poco o nada antropizados, lo que estableca una gran diferencia con Europa, cultivada desde siglos atrs y densamente poblada por ciudades. En el mundo del siglo XV, la misma Europa estaba, relativamente, menos poblada que Asia, donde se encontraban las grandes concentraciones de poblacin. frica y Amrica eran territorios de baja densidad demogrfica.

Aunque en el hbitat aborigen haba tambin ciudades, y muchas de ellas eran grandes ciudades, recuerden la admiracin de Corts por Tecnochtitln, de la que dice, en su segunda carta al Rey:

... hay muy grandes ciudades y de maravillosos edificios y de grandes tratos y riquezas, entre las cuales hay una ms maravillosa y rica que todas, llamada Tenustitlan, que est, por maravilloso arte, edificada sobre una grande laguna... extraas y maravillosas cosas de esta gran ciudad... Tiene esta ciudad muchas plazas, donde hay continuo mercado y trato de comprar y vender. Tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay cotidianamente arriba de sesenta mil nimas comprando y vendiendo...

La poblacin de Tenochtitln superaba a casi todas las ciudades europeas. En general Amrica Latina no presentaba la densidad poblacional de Europa ni el alto grado de antropizacin de su suelo, las principales culturas americanas eran fundamentalmente rurales.

Por otra parte, la novedad de lo que se descubra exiga, por un lado, una actitud abierta a los cambios requeridos por las nuevas circunstancias, y por el otro una actitud conservadora instauradora de las viejas costumbres europeas en el nuevo y desconocido mundo.

Las crnicas evidencian el asombro y la maravilla ante la novedad, al mismo tiempo que dan cuenta del esfuerzo por entender las nuevas cosas de acuerdo a los esquemas mentales y conductuales europeos, resaltando las semejanzas y admirndose con las novedades, algunas de ella casi ininscribibles en los esquemas europeos. Se sabe que Coln no pudo reconocer los manates, sino asimilndolos a las sirenas europeas y as, lleg a la conclusin de que las sirenas indianas eran feas y cantaban mal.

La toponimia, testimoniando la necesidad de enraizamiento, nos da innumerables ejemplos de bautismos nostlgicos: Nueva Espaa, Nueva Granada, Crdoba, Guadalajara, etc.

Los recin llegados no tenan relaciones afectivas de larga data con el lugar, las relaciones imaginarias y afectivas con el nuevo hbitat, slo podan basarse en recuerdos y/o en la construccin de una nueva relacin de apropiacin, caracterstica de toda conquista. Tampoco se daban las condiciones de la incorporacin a otro "habitar", como el que experiment Marco Polo o los mismo espaoles frente a la cultura hispano-musulmana, como lo ejemplifica Don Pedro I, llamado el Cruel, quien edific su palacio, el generalife de Sevilla, segn los modos del habitar musulmn.

La novedad en la construccin de hbitat aumentaba por las condiciones diferentes de los lugares: extensin, clima, tipo de explotaciones, recursos naturales, seguridad, culturas aborgenes, etc. y se limitaba por la necesidad "identificatoria" de no desligarse de la cultura original.

Los espaoles debieron sentir al llegar a Amrica algo as como una embriaguez del espacio, la posibilidad de planear en gran escala de anchura y amplitud. Acostumbrados a las ciudades medievales, aprisionadas entre murallas y a la intrincada morfologa de las ciudades musulmanas... (Chueca Goita, a: 184)

Por un lado se crearon ciudades nuevas, con trazas casi desconocidas en Espaa; por el otro se construyeron formas habitables que a toda costa queran parecerse a las de la madre patria.

Por otra parte, no podemos olvidar que la proporcin de conquistadores y colonizadores con respecto a las poblaciones locales era sumamente baja, sobre todo Mxico y en Per donde se concentraba la mayor parte de la poblacin americana (40% en Mxico y 17% en el Per, el 0,05 en el territorio del Ro de la Plata). Hacia 1570 el 1,25% (118.000) de la poblacin latinoamericana era blanca, el 2,45% (230.000) era mulata y el 96,3% (8.927.150) era aborigen (Del Castillo). La poblacin hispana de los primeros cincuenta aos del arribo, apenas llega a 30.000 sobre 11.280.000 (del Castillo) de poblacin indgena (lo que acentuaba la necesidad de diferenciacin cultural exigida, no slo por la poltica de dominacin sino por la psicologa del desarraigado. La mayor parte de los espaoles provena del oeste de Espaa (84,2%), de las regiones de Castilla, Len, Extremadura y Andaluca (Del Castillo).

Esto implica costumbres habitacionales mediterrneas y latinas. Por otra parte el mestizaje favoreca la transculturacin relacionada con los modos de vivir: comidas, organizacin familiar, etc., lo que motiv cambios e innovaciones intermedias entre los modos aborgenes y los hispanos, que luego se llamaran indianos en el continente, y que formaron la base de la cultura criolla.

La organizacin familiar tambin cambi, con la aparicin de concubinas indgenas y de gran cantidad de hijos. A esta estructura se agregaban, como parte de la familia (aunque sin los derechos de los integrantes bsicos) los esclavos africanos y los indgenas encomendados.

La ciudad

Estadsticas

Fundacin de ciudades en HispanoamricaPERIODONUEVA ESPAAPERUTOTAL

1492-1521181159

1521-1573142133275

1573-1750226174400

1750-1810109114223

525432957

El territorio que primero lig a los blancos con la tierra fue sin duda la ciudad, cuya fundacin instauraba una relacin mltiple: econmica, poltica, militar y demogrfica. El asentamiento hispnico se realiz subespecie urbana. Como en Espaa, donde la villa y la ciudad eran el modo predominante de habitar.

La ciudad indiana surge por inters comn del Estado y de los individuos. Sobre stos acta la fuerte tradicin urbana peninsular de la Edad Media y la necesidad de controlar puntos vitales de las zonas conquistadas, bien por su inters estratgico (defensa contra los indios, centros de comunicaciones) o econmico (tierras frtiles, minas, puertos, centros comerciales); adems, y quiz sobre todo, el nico medio para los espaoles de hacer valer sus derechos frente a la Corona es integrarse en comunidades polticas y sociales que representen de alguna manera al pueblo; el municipio, institucin que en Castilla ha entrado por entonces en decadencia, se trasplanta a Amrica y cobra all nuevos bros y relieve poltico (...). (Del Castillo: 343)

Esto era una innovacin, con respecto a la tradicin indgena. Los nativos, a pesar de la existencia de grandes ciudades, vivan principalmente como nmades o en pequeos asentamientos. Los conquistadores adaptaron los espacios urbanos aborgenes, a su gusto y voluntad.

Grandes ciudades originales, como Mxico y Cuzco, fueron transformadas y ocupadas segn las necesidades hispnicas: apropiacin de los mejores solares, resemantizacin de espacios, reorganizacin de territorios asignando lugares descentrados a los indgenas ("cercados"), creacin de nuevos elementos morfolgicos, como la Plaza mayor (Del Castillo).

Las ciudades nuevas slo fueron habitadas por espaoles y tambin se fundaron pueblos de indios, donde estaba prohibida la residencia de espaoles.

El espacio urbano colonial se organiz segn una traza cuadricular, de la que existan antecedentes en Asia y Europa, algunos de ellos anteriores al Descubrimiento, como las "bastides" francesas y algunas ciudades espaolas (Santa Fe, Puerto Real), y cuyos fundamentos histricos incluyen tanto aspectos religiosos y cosmo-simblicos, como racionalizaciones como las de Hipodamos de Mileto (Ryckwert). Ya en el siglo XIV, el franciscano Eiximenis, propuso una ciudad cuadricular, resumiendo una larga tradicin ideal en el trazado de ciudades.

Los territorios que la ciudad instauraba eran fundamentalmente tres: la urbe propiamente dicha; las zonas cercanas de propiedad comunal, como los "ejidos" (donde se instalaban los servicios insalubres, como los mataderos y los hospitales); y las "dehesas", "montes" y "chacras", donde los vecinos podan realizar actividades de produccin agrcola (Del Castillo) y lugares de las "estancias" o "ranchos" muy similar a la de los cortijos andaluces.

Hubo ciudades caracterizadas por sus actividades especiales, como las mineras, las reducciones y las ciudades de frontera.

Hay tipos de ciudades muy variables, surgidas de circunstancias geogrficas, climticas e histricas diferentes, pero su plan general es el mismo. (...) En todo caso, los espaoles no cesarn de crear nuevas ciudades; a fines del siglo XVI totalizaban varios centenares. Haban hecho surgir una civilizacin tpica y exclusivamente urbana. La ciudad indiana se hace muy pronto clula bsica en los aspectos econmico y demogrfico, unidad social primaria, entidad poltica importante y centro eficaz de difusin cultural. (Del Castillo: 345)

Traza y solares

La traza en damero, a diferencia de las distribuciones lineales, sobre una calle, o de las agrupaciones sobre calles anulares o tortuosas con expansiones y estrechamientos, produce una organizacin espacial del espacio pblico con caractersticas propias.

Entre ellas, una homogeneidad territorial o iasotopa, slo alterada por la plaza mayor, que indica la posibilidad de un crecimiento ilimitado. Tambin permite la localizacin ordenada y a priori de los principales elementos urbanos, entre los cuales se destacan la Plaza Mayor y la manzana o cuadra.

La cuadra, en la que ubicaban los solares era de considerables dimensiones, comparada con los solares habituales en la pennsula. El gran tamao de las manzanas (140 varas de lado) era desconocido en Espaa (Nicolini, Tern). Los lotes ms grandes posibilitaban la construccin de grandes viviendas.

Desde lejanos antecedentes: Olinto, Priene, Mileto o Timgad, los islotes (nuestras manzanas) tuvieron tamaos que no superaron los cincuenta metros. En Pompeya la dimensin aument hasta 100 metros. Las pocas ciudades europeas de traza regular rectangular, como las bastides francesas, las vile nouve italianas y las navarro-aragonesas espaolas, tenan manzanas pequeas con lotes a veces de cinco metros de ancho.

En Amrica, ocurri la experiencia de una ciudad, de traza geomtrica, pero con manzanas mucho ms grandes que las europeas, como Tenochtitln. En la remodelacin de Mxico se inaugur la nueva escala con 235 metros por 225. Tambin en Puebla, fundada para colonos espaoles, la manzana fue de gran tamao: 170 por 80 metros. De ah en ms las manzanas ms pequeas fueron de 70 metros de lado. Luego, en Lima, en 1535, se adopt el cuadrado de 130 metros de lado (150 varas =450 pies), dividido en cuatro solares iguales.

As se crearon grandes solares, que por sucesivas subdivisiones, resultaron en los lotes actuales (en Buenos Aires las cuadras miden unos 120 metros de lado y los lotes ms comunes unos 8,66m de ancho). All se construyeron casa, al principio exentas, pero muy pronto encuadradas por medianeras y en orden cerrado sobre la calle, al modo peninsular.

Una junto a otra formando una lnea continua, propia de casi todas las ciudades espaolas y sobre todo de las musulmanas. Esta disposicin crea el carcter de la ciudad, dndole a las calles una peculiar conformacin, sobre todo cuando las calles son rectas y perpendiculares ente s.

Por lo general las casas urbanas se organizaban alrededor de amplios patios, con una tipologa semejante a la de las viviendas pompeyanas, tipologa caracterstica del Mar Mediterrneo, que reflejaba una organizacin y constitucin familiar tradicional que se mantena desde el Imperio Romano.

Referencias bibliogrficas

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Arte y arquitectura en Espaa 500-1250

Joaqun Yarza

Manuales Arte Ctedra

Ediciones Ctedra, S.A., 1985

Captulo 12

El Cister

La profunda vitalidad del siglo XII occidental se manifiesta en la capacidad de encontrar soluciones no slo a los nuevos problemas expansivos, sino a los viejos que algunos podan suponer crticos. El monaquismo de Cluny, representante mximo del espritu benedictino, resultaba para algunos demasiado vinculado a los asuntos materiales y para otros excesivamente preocupado en conferir al ritual una extensin y un esplendor que pareca inapropiado. Desde el siglo XI este malestar cristaliza en movimientos de abandono del mundo de los que uno, tan tmido como sea su comienzo, se va a convertir en una de las fuerzas ms poderosas de la Iglesia, traicionando, sin duda el espritu primero que determin la nueva actitud. En 1075 Roberto y un pequeo grupo de monjes abandonan su monasterio y se retiran a Molesmes, lugar totalmente apartado de vas de comunicacin y de poblacin. Aos ms tarde, por diversas circunstancias, ha fundado en Citeaux un nuevo monasterio, seguramente de una humildad extrema, que se convertir en el origen de la orden cisterciense.

Pero este movimiento rigorista inicial, que por sus mismas motivaciones no deba haber tenido demasiada trascendencia, atrajo a dos personalidades poderosas: el ingls Esteban Harding, primero, y a Bernardo de Claraval, despus. Es este ltimo, San Bernardo, la figura definitiva que trastoca el orden primero y consigue imbuir de su poderosa personalidad a la nueva reforma de la orden benedictina.

Organizacin de un monasterio

Existe una cuidadosa planificacin que, derivada de lo anterior cluniacense y, en trminos ms generales, medieval, introduce novedades y, sobre todo, no permite sino escasas diferencias. Esta organizacin est pensada desde dentro, por lo que su desarrollo orgnico se acusar de forma irregular en el exterior, si las condiciones lo exigen, al tiempo que requiere una ubicacin geogrfica concreta. Por lo general se buscan sitios apartados de las rutas usuales, pero abundantes en agua, generalmente aprovechando la proximidad de ros de poca importancia, que se utilizarn ampliamente. Para ello es frecuente que el monasterio no est lejos de los montes, aunque ya en un valle, si bien no conviene generalizar demasiado. El agua se canaliza de modo que, al menos, haya una conduccin hasta el lavabo del claustro y otra que, atravesando las dependencias de la vida cotidiana no sacralizada, sirva para la limpieza y como recolectora de desperdicios.

Las dependencias se disponen en torno al claustro, como ocurre en todo monasterio de entonces. La iglesia colocada al norte o al sur suele tener planta de T en algunos de los primeros edificios franceses. Puede mantenerse o cambiarse en abadas de la misma Francia o de otros pases. En su cabecera y transepto se disponen varias capillas con el fin de que slo se diga una misa diaria en cada una y los hermanos puedan orla con frecuencia. Dos puertas pueden abrirse en este transepto. Una da paso a la sacrista en el extremo opuesto y, la otra, de muy pequeas dimensiones, conduce al camposanto. Se prefieren las tres naves a la nave nica. En el lado adosado al claustro se abren dos nuevos vanos pequeos. Uno sirve de paso a los monjes, cerca de la cabecera; el otro, a los conversos o legos. Estamos ante una de las ms claras manifestaciones de orden jerrquico establecido. Los conversos van a hacer una vida completamente aparte. Se les considera de inferiores dotes intelectuales y su trabajo ser preferentemente manual. No slo no juegan un papel de gobierno, sino que se intenta que no tengan ningn contacto comunitario con los monjes. Para ello, esta puerta no se abre al claustro directamente, sino al llamado pasillo de los conversos, que les permitir el acceso a sus dependencias sin necesidad de encontrarse con los monjes. Para que no se produzca este encuentro es necesario que se compartimente el espacio interno de la iglesia. Es sta una condicin necesaria y que, sin embargo, no se conserva en los monasterios actuales normalmente. La nave principal est dividida en dos partes. Delante, prximo al transepto, el coro de los monjes. Un muro sobre el que se situaban los monjes enfermos serva de separacin del coro de los conversos concebido de la misma manera.

Distribuido as el espacio interior, se ve claramente que no hay lugar para otros fieles, lo que es natural en monasterios cuya intencin no los incluye.

En el lado oriental del claustro se sitan varias dependencias importantes de los monjes. En los grandes monasterios conservados estas dependencias se establecen abajo dando cada habitacin al claustro, a medida que nos alejamos de la iglesia se dispone el armaruim en primer lugar, pequeo ambiente en el que se guardan los libros piadosos de obligada lectura, lectura que puede hacerse en el mismo claustro, en el lado prximo a la iglesia, en el mandatum, banco corrido adosado al muro. Viene luego la sala capitular. En ella se leen los captulos de la orden de San Benito, adems de tener su confesin de faltas los monjes ante el abad. Para las reuniones generales se disponen bancos en los lados, en ocasiones tambin de piedra y corridos. Otras dedicaciones (aqu se elega abad, por ejemplo) convierten la sala en uno de los edificios claustrales ms importantes despus de la iglesia. La comunicacin con el claustro se haca a travs de una gran puerta, pero tambin se abran grandes ventanas laterales que permitan ver y or a los que estaban fuera, seguramente los conversos, lo que suceda en el interior. El ambiente inmediato era la caja de la escalera que conduca al dormitorio comunitario. Se acceda a l por sta y por otra escalera comunicada directamente con la iglesia. Otro pequeo ambiente, el auditorium, se abra al interior y al exterior y en l el abad distribua los trabajos manuales diarios.

Siguiendo la costumbre antigua, y pese a alguna oposicin dentro de la orden segn esa misma orientacin, viene luego una gran sala de los monjes, que en tiempos avanzados lleg a alcanzar dimensiones considerables. Terminaba en el cuarto de letrinas. En el piso superior estaba el gran dormitorio, uno de los ambientes ms notables.

En el lado opuesto a la iglesia se sucedan el calefactorio, refectorio y cocina. El refectorio, de enorme tamao obligadamente en las comunidades numerosas, orientaba su eje mayor en sentido norte-sur, para permitir la ubicacin de calefactorio y cocina en el mismo lado para que sta sirviera, asimismo, para los conversos. El resultado de esta distribucin, pensada desde dentro, es que al exterior los salientes y entrantes estaban en relacin con las dimensiones muy diferentes de las tres dependencias, mientras en el lado este, el muro era seguido, slo rota su lnea por la iglesia.

El lado occidental se reservaba a despensa y habitacin de conversos. Posea su refectorio propio y sus letrinas, as como otro gran dormitorio.

Arquitectura y urbanismo en Iberoamrica

Ramn Gutirrez

Manuales Arte Ctedra

Ediciones Ctedra, S. A., 1983, Madrid

Captulo 1

El Caribe, polo del Nuevo Mundo

En el espritu de la Espaa que descubre y conquista Amrica viven simultnea y contradictoriamente la decadencia del mundo medieval y la apoteosis de la reconquista del propio territorio.

Amrica vendr a perpetuar algo ms aquel mundo feudal y proyectara el espritu y la mstica del dominio del espacio y el espritu que haba culminado en la rendicin de la ciudad de Granada por los moros.

En el pensamiento y las narraciones de Coln se unen la sorpresa de lo inesperado, la fantasa de la utopa, el sueo del paraso terrenal, el mito y el trasfondo del desconcierto que apela al marco bblico para explicar el origen del nuevo mundo. Se habrn de superponer as, durante mucho tiempo el mundo real y el imaginario que crea el conquistador, cuyo nuevo conocimiento ms amplio de lo real, excita an ms febrilmente la imaginacin por lo desconocido.

En este proceso dialctico Espaa se prolongar en Amrica en las dos fases troncales de su sentido misional y de la ocupacin territorial poltica y econmica.

Las instituciones jurdicas de la baja edad media, el idioma y el mundo de creencias religiosas constituyen las tres herramientas unificadoras de un proceso que proyecta a Espaa como la sntesis que no logra alcanzar en su propio territorio.

La escenografa de la primera etapa de la conquista ser el Caribe, pero la primera visin insular no agotar las ansias del descubrimiento hasta prolongarse en el mundo continental que habra de depararle an mayores sorpresas.

Sin embargo esta primera etapa, que abarca casi medio siglo desde el descubrimiento de Coln en 1492, sealar la huella del impacto cultural espaol en el nuevo mundo, perfilar sus dubitaciones y sus ideas y afianzar mediante el pragmtico sistema del ensayo-error-correccin los caminos y propuestas de una etapa ms compleja.

La Espaola con su capital, Santo Domingo, cubri las expectativas iniciales en el doble papel de nexo con Espaa y de punto de partida para las expediciones que habran de descubrir Puerto Rico (Ponce de Len), Cuba (Velzquez), Panam (Balboa), Tierra Firme (Ojeda) y finalmente la de Corts para Mxico.

A la fundacin de la Isabela le seguir en 1498 la que realiza Bartolom Coln de Santo Domingo, que determinar la despoblacin del antiguo asentamiento.

La nueva ciudad fue trasladada cuatro aos ms tarde a la ribera derecha del ro Ozama dando origen al primer asentamiento semirregular del urbanismo americano.

Cuando estuvo avanzada la conquista de Mxico, las condiciones naturales del puerto de La Habana quitaron a Santo Domingo la primaca generadora que otrora tuvo, pero haban bastado esas primeras dcadas para consolidar la imagen de Espaa en Amrica como prolongacin lineal de su arquitectura.

Los programas arquitectnicos

Esta primera etapa de la arquitectura americana est pues marcada por la transferencia lineal de propuestas arquitectnicas de Espaa a Amrica.

Las variaciones son atribuibles a la procedencia regional de los conquistadores y sus referencias culturales, a la realidad intrnseca de las reas del Nuevo Mundo y al papel que se les fue asignando en el proceso de ocupacin del espacio e instrumentacin econmica y poltica del continente.

No condicionados fuertemente por el medio, los espaoles trataron de aplicar sus experiencias y programas arquitectnicos directamente. Las limitaciones de materiales y mano de obra especializada los llevaran a utilizar tambin las propias experiencias nativas.

El drenaje para Espaa no fue pequeo y la poblacin de la metrpoli, que en tiempo de los Reyes Catlicos era de diez millones de habitantes, descendi con la expulsin de moriscos y judos y sobre todo por las migraciones a Amrica a siete millones y medio en 1610. Solamente el rea de Andaluca que serva de concentracin antes de la partida a Amrica crece notoriamente mientras se despueblan Castilla, Extremadura y Aragn.

Mientras Sevilla llega a los 18.000 habitantes en 1646, Potos, convertida en un eufrico campamento de mineros andaluces y vascongados que usufructan la mita indgena, alcanzaba los 160.000 habitantes. El mundo nuevo era amplio y ancho, prometa la riqueza y la redencin y perpetu el espritu de la cruzada religiosa unido al espritu de la aventura y la codicia.

La consolidacin del casero, su defensa y abasto culminarn otras instancias, donde los criterios bsicos de las ordenanzas de poblacin definirn la trama urbana de asentamiento. Criterios que en ltima instancia nacan tanto de la experiencia americana cuanto de la aplicacin de las antiguas teoras vitrubianas, es decir, menos de Espaa que de la propia Amrica.

La vivienda era refugio y en el sistema pragmtico del ensayo-error, constitua el basamento esencial de la ciudad.

La tradicin de la casa romana pas de Andaluca a las Antillas, pero se adapta a las propias variaciones que sufra en el sur espaol. En primer lugar la compacidad; en Santo Domingo, donde las posibilidades de disponer tierra eran mucho mayores que en Espaa, sin embargo vemos la adopcin de la solucin de vivienda en dos plantas con los problemas tecnolgicos que ello implicaba.

El desarrollo del partido se haca en terrenos estrechos, pues todava no se haba formulado el criterio de divisin de manzanas en cuatro solares, y adems irregulares, lo que llevaba a respuestas arquitectnicas variadas tipolgicamente. Este criterio refleja la transferencia lineal de la experiencia andaluza ms que una reelaboracin en formacin de las nuevas alternativas, aunque es posible que las limitaciones del recinto amurallado forzaran cierta densidad.

Palm apunta sin embargo, con nitidez a la confluencia de la tipologa romano-andaluza-mediterrnea con ciertas variaciones antillanas, como la prolongacin de la traza y su quiebra, formando un primer patio denso (El martillo) con varios cuartos apiados y oscuros, y un segundo patio ms flexible y abierto que permite, mediante la ventilacin cruzada, recuperar los valores de la brisa antillana.

La estrechez de las calles en La Habana estaba vinculada tambin a la propia experiencia sevillana y la influencia morisca se perpetuaba en los amplios zaguanes, y los patios a veces aporticados que constituan el ncleo vital de la residencia.

La limitacin que esta arquitectura popular habra de tener a diferencia de la espaola es su insercin en la regularidad de una trama urbana a modo de damero. All la calle es un hecho a priori, y no la consecuencia de la integracin de las viviendas. La mentalidad renacentista defini la forma urbana con antelacin, y la arquitectura deba atenerse a ella.

Desaparecen pues todas las riquezas espaciales propias del aprovechamiento de emplazamientos de topografa accidentada (se buscan lugares donde el damero pueda desarrollarse simplemente) y se anula sobre todo el factor sorpresa, aquel que segn Baroja, diferenciaba a las ciudades hechas por los hombres o por los arquitectos.

En las residencias urbanas antillanas no faltarn las vinculaciones con las propuestas de una arquitectura de mayor nivel econmico, urbano o rural de Espaa.

En Cuba o Puerto Rico, la disponibilidad de madera de alta calidad facilitar la realizacin de artesonados y entramados mudjares.

La piedra porosa de la zona habanera, permitir desarrollar portadas de cantera de sumo inters que van sealando durante los siglos XVII y XVIII las expectativas urbanas de la ciudad-puerto.

Las tipologas de los Ayuntamientos o cabildos, con mayor certeza an debieron estar vinculadas a las imgenes formales y a los planteamientos funcionales idnticos de sus pares espaoles.

Los modelos metropolitanos servirn de base para las catedrales, hospitales, templos y claustros conventuales

Captulo 2

Mxico. El encuentro de dos culturasEl espaol encontr un panorama absolutamente diferente cuando sus expediciones entraron en contacto con las culturas que se haban desarrollado en territorio mexicano.

A la sorpresa de las condiciones naturales del medio geogrfico habra de sumarse ahora el impacto que el desarrollo de estas civilizaciones produjo en el espritu del conquistador. Ya no se trataba de tribus dispersas que vivan de una economa de subsistencia, con organizaciones primarias y carentes de cohesin poltica, militar y espiritual. El mundo mexicano era la anttesis de la precariedad formativa que los espaoles arrasaron en La Espaola.

Cuando el 14 de julio de 1520 Hernn Corts destruye la resistencia azteca en el valle de Otumba, abra las puertas a la conquista de Tenochlitln y empezaba a poner la huella del vencedor sobre la increble traza urbana de la ciudad vencida. Este simple y a la vez complejo hecho variar la transculturacin directa del periodo antillano condicionando la propuesta espaola a la preexistente obra indgena.

Frente a ella el espaol actuar rechazando o aceptando pero siempre lo americano significar un condicionamiento previo.

El sentido misional de la conquista de Amrica parecer ntido en las tareas de las rdenes religiosas en las sierras de Nueva Espaa. Franciscanos, dominicos y agustinos abrieron fronteras y avanzaron en el territorio consolidando poblados, organizando asentamientos y difundiendo el mensaje evanglico en los ms remotos confines. La ocupacin del espacio fsico y la propaganda de la Fe constituan los dos ejes que movilizaban la fuerza vital de la conquista. Territorio, produccin, mano de obra, riqueza aparecan a veces desdibujadas por las hazaas de las misiones, martirios, testimonios de caridad, organizacin del indgena y capacitacin, o los proyectos utpicos.

Era la Espaa de la Reconquista y las Cruzadas superpuesta a la Espaa mercantilista sujeta a los intereses de la banca europea mas all de su aparente podero imperial.

El empuje humanista del renacimiento convivira con las medievales expresiones del gtico que manifiesta los propios tiempos de la aculturacin americana y la persistencia de las formas feudales (jurdica y sociales) que se haban trasladado a Amrica.

La proyeccin de la arquitectura gtica hasta el ltimo tercio del siglo XVI marca una de las caractersticas notables de esta primera etapa mexicana que posibilita la perdurabilidad de un lenguaje expresivo que haca casi medio siglo apareca como agotado en la metrpoli. En efecto, la catedral de Segovia (1525) sealaba el ltimo intento gtico en la pennsula, mientras Diego de Sagredo con su tratado de Medidas del Romano (1526) daba inicio a la difusin del pensamiento renacentista vitrubiano.

La acumulacin de las formas expresivas gticas y renacentistas marca nuevamente, no tanto la transicin, sino la utilizacin libre del repertorio espaol disponible.

Junto a la arquitectura aparecen, a veces previamente, otras circunstancias (dado que muchas veces se ocupaban asentamientos indgenas preexistentes) donde las ideas urbanas del espaol, por ejemplo, eran contradictorias con las del indgena.

La ciudad y los centros ceremoniales prehistricos valoraban los espacios abiertos y como bien seala Chanfn Olmos daban ms importancia al conjunto que al detalle. Por el contrario en el pensamiento urbanstico espaol del XVI confluan las demostraciones empricas del urbanismo medieval y- las teoras de las ciudades ideales renacentistas.

La experiencia de la ciudad fortificada con sus espacios abiertos funcionales y residuales, emergentes de un crecimiento orgnico, expresaba la vida urbana espaola, pero junto a ella las teoras de la ciudad vitrubiana, las utopas, los principios de diseos ideales o militares de los tratadistas se adecuaran a las exigencias imprescindibles de planificacin y sistematizacin que la ocupacin continental requerira.

Urbanismo y arquitectura se constituan, pues, desde sus inicios como procesos de sntesis de experiencias y teoras europeas -que no ejecutadas en Espaa se verificaban en Amrica- y por la superposicin de ideas espaolas y realidades americanas.

Los nuevos programas arquitectnicos

En ese proceso de reelaboracin cultural, los programas arquitectnicos que haba depositado el espaol en el Caribe habran de ser sometidos en Nueva Espaa a variaciones cuantitativas y cualitativas.

Las primeras, generadas por la necesidad de atender a una poblacin que superaba holgadamente las experiencias urbanas y rurales del conquistador, las segundas de modificacin de premisas para asegurar el dominio poltico y la evangelizacin religiosa, incorporando los valores simblicos y artsticos con sentido didctico.

Antiguas propuestas de arquitectura fueron retomadas en aras de resolver creativamente problemas inesperados ya sea de superficie cubierta, ya sea de valoracin del espacio externo por el indgena.

La flexibilidad del espaol le llevar inclusive a aceptar las antiguas experiencias tecnolgicas nativas, luego de verificar su importancia para resolver por ejemplo los problemas de cimentacin de la catedral sobre la laguna de Mxico (1563).

Pero donde aparece con nitidez la impronta americana en la arquitectura del siglo XVI, es en los programas de las construcciones religiosas novohispanas que marcan la adaptacin de las tipologas tradicionales a las condicionantes del nuevo mundo.

Los conventos mexicanos del XVI

Sin duda es posible encontrar un paralelo entre los antiguos conventos medievales que jugaron un papel preponderante en la ocupacin de las reas rurales y los conventos mexicanos del siglo XVI constituidos en las avanzadas de la evangelizacin indgena a la vez que delimitaban las reas de frontera.

Las funciones externas (catequesis, liturgia, enseanza, asistencia) y las internas (produccin agrcola y artesanal, formacin espiritual) eran similares, pero los problemas de escala y concepcin cultural variaron las propias propuestas arquitectnicas, aunque los elementos aislados (iglesia, claustro, huerto, celdas, equipamiento, etctera) eran semejantes.

Las modificaciones de programas pueden verificarse en varios aspectos: la fortificacin, el uso del atrio, las capillas abiertas y el sistema de posas.

Los conventos fortificados

Por supuesto que existen en Espaa monasterios medievales fortificados y rodeados de murallas almenadas, pero en su escala y cantidad son irrelevantes frente a las concreciones mexicanas del XVI. Los atrios amurallados y almenados servan de eventual ciudadela y proteccin a los nefitos y sus pertenencias, los templos elevados con almenas y garitones que junto con ventanas elevadas, troneras y saeteras los convierten en espacios defendibles, frente para el armamento indgena a pesar de las dimensiones de las almenas.

Las moles de estos templos macizos de piedra, con rudos contrafuertes, sealaban en el paisaje mexicano hitos que daban las referencias precisas para la nueva fisonoma de estos asentamientos avanzados de la conquista, aunque recientes argumentos de Chanfn Olmos relativicen su uso defensivo.

Los atrios y su equipamiento

Las necesidades de culto y catequesis se multiplicaron cuando se trat de adoctrinar a millares de indgenas.

Los espacios cubiertos eran insuficientes y la propia experiencia indgena de sus conjuntos sacrales al aire libre haca conveniente en el proceso potencial de un sincretismo religioso recurrir a modalidades litrgicas externas.

El atrio no era meramente la proyeccin espacial de un templo estrecho y macizo, sino la revitalizacin del valor social del mbito natural, bien que acotado por el cerco perimetral e ntimamente vinculado a la idea de casa del Dios.

El proceso de yuxtaposicin que se manifestara en Mxico con la ubicacin de la catedral sobre la zona templaria azteca se reiterara en las huacas y santuarios de interior pasando as a ocupar los templos lugares dominantes y utilizando no pocas veces las antiguas plataformas y pirmides como temenos o basamentos.

El atrio significaba la recuperacin, para el indgena, de su espacio abierto y la posibilidad del desarrollo de su ritual procesional que era una de sus variables culturales esenciales.

Por ello el equipamiento del atrio tendi a potenciar la idea de sitio, de lugar de estar, y a jerarquizar funciones religiosas y sociales sealando la estratificacin por sexos y edades a la vez que puntualizando los niveles diferenciados del aprendizaje.

Junto a los rincones del atrio -en una tipologa que con variantes de tratamiento y calidad se expandira por toda Amrica- se alzaban las capillas posas que constituan los elementos ordenadores del espacio.

Estas capillas posas tendan a sealar los puntos de reunin perimetral para la evangelizacin de hombres y mujeres, nias y nios. Junto a esta funcin cotidiana las posas servan para significar el recorrido procesional dentro del atrio y constituan el estilo preciso del aposentamiento o posada de las imgenes trasladadas en andas por la muchedumbre de catecmenos.

Las estaciones representadas arquitectnicamente por las posas proyectaban no solo un jaln simblico sino tambin una presencia funcional en el ordenamiento del espacio externo en su uso ceremonial.

Las pequeas capillas-posas, ubicadas generalmente en los rincones, formaban parte de la muralla que cercaba al atrio, pero en ejemplos sudamericanos se proyectaron inclusive en el exterior del mismo ocupando extremos de plazas de pueblo (que pasan a funcionar como atrios) o inclusive a confundirse con oratorios localizados a las salidas de los caminos en consonancia con los puntos cardinales.

En definitiva ello es posible por la valoracin de los espacios mticos, las necesidades de referencias posibles para ordenar el cosmos y sentir la presencia dinmica del hombre sobre la naturaleza. En todo ello, las creencias paganas del indgena y las ideas del cristianismo confluyen en un proceso de simbiosis cultural y de sincretismo religioso que se va decantando de los antiguos usos mediante las extirpaciones de idolatras pero se va insertando en la reconversin de contenidos simblicos de esta arquitectura que va caracterizando a Amrica.

El atrio contendr tambin a veces cruceros de piedra que recogiendo antiguas tradiciones europeas de sacralizaci6n de espacios pblicos adquieren significados renovados.

Estas cruces de piedra pueden tambin localizarse en claustros internos y en plazas mostrando un gradiente de funciones de diversa escala y variados destinatarios.

Es frecuente encontrar en estas cruces, ubicadas sobre escalinatas, elementos que sealan la participacin del indgena, entre ellos las incrustaciones de obsidiana y la decoracin geometrista. En el caso de Acolman el recurso escenogrfico de colocar en la cruz slo la cabeza de Cristo, sin el cuerpo, le confiere un hondo dramatismo ajeno a la sensibilidad artstica figurativa del arte europeo.

El atrio es pues en su conjunto un elemento esencial de esta arquitectura religiosa del XVI mexicano y no meramente una estructura arquitectnica subsidiaria del templo tal cual era habitual en el viejo continente.

Las capillas abiertas

Tanto Palm como Antonio Bonet Correa han sealado los antecedentes europeos de las capillas abiertas americanas y el sentido de extroversin del culto.

La mayora de los ejemplos aparece vinculada a las posibilidades de realizar los oficios desde templos ubicados junto a ferias, mercados o lugares comerciales que suelen ser muy concurridos los domingos y fiestas.

Este tipo de capillas abiertas utilizadas en el Mxico del XVI nacen de requerimientos funcionales amplios y con una riqueza tipolgica que supera vastamente los templos europeos conocidos.

Las causales pueden rastrearse ya sea en las respuestas espontneas y precarias, en tiempos en que se construan los templos, la necesidad de albergar a multitudes que no caban en las iglesias, el recurso de la libre y la presunta claustrofobia (temor al espacio cerrado) de los indgenas desacostumbrados a las vastas superficies cubiertas. En algunas zonas los propios presbiterios de los templos actuaron como capilla abierta provisional hasta la culminacin de las obras.

Todas ellas confluyen complementariamente y permiten ratificar una tipologa americana pues sin duda la estructura templaria indgena expresaba lo esencial de una capilla abierta.

La utilizacin del espacio en forma jerrquica para espaoles, indgenas principales, hombres y mujeres diferenciadamente, puede arrancar de las prcticas de uso de los espacios externos y su progresiva insercin en los templos, a la vez que de remotas variables de las tradiciones judeocristianas.

La riqueza de este proceso de sntesis cultural que obliga generar nuevas respuestas arquitectnicas, seala la distancia entre la experiencia mexicana y la transferencia lineal del periodo antillano.

En la capilla abierta y el teocalli indgena el sacerdote que oficia el culto es el nico que est a cubierto, mientras los fieles estn en el exterior. Es probable que ello pudiera originarse, como las capillas posas, en ramadas provisorias que permitiran este contacto ms directo y precariamente jerarquizado, pero no es menos cierto que en tal caso el xito de la relacin funcional motiv notables respuestas arquitectnicas.

Las opciones ms frecuentes son las de la capilla abierta conformada como un espacio al que se accede por un gran arco, ubicada al fondo del atrio, junto al templo, en forma similar a los accesos de las porteras de convento. Se ubicaba all un altar con gradas y el conjunto se mantena al mismo nivel del atrio. El espacio estaba cerrado en tres partes y abierto en el frente que daba hacia el atrio semejando el presbiterio del templo.

Es esta en definitiva una traslacin de la idea tradicional de la capilla mayor que se prolonga hacia el atrio cual un templo inconcluso.(...)

En la insercin de la capilla abierta en el conjunto tiene tambin relacin la disposicin de ste respecto del atrio que a veces es tangencial y desplazado, en otros tangencial y central e inclusive hay casos donde est ubicado en el centro del espacio abierto, ya sea compartimentndolo ntidamente y generando un atrio del templo y un atrio de reunin o fragmentando un espacio integral. En otros ejemplos el atrio parece adquirir autonoma avanzando las capillas posas y cerrando virtualmente el espacio previo al conjunto templario mientras que en oportunidades el conjunto edilicio se desgrana en construcciones que abandonando el ncleo compacto se derraman en el espacio abierto.

Como puede apreciarse estas variables y otras muchas sealan la capacidad creativa, la sensibilidad de adaptacin al medio topogrfico, la intencionalidad del arquitecto y la evolucin de los partidos arquitectnicos a partir del programa comn.

No debe extraarnos, pues, que a partir de aquella incipiente capilla de la ramada, o de la concreta realidad del presbiterio exteriorizado surjan propuestas ms complejas, como las de organizacin de naves perpendiculares al eje del templo con presbiterio central.

Esta tipologa permita incorporar a cubierto no solo al oficiante sino a una parte jerarquizada del cacicazgo indgena y acostumbraba paulatinamente a la conciencia del espacio cubierto de mayor envergadura.

Estos espacios de reiterada dimensin, soportes y cubierta, generan la nocin de indelimitacin ambiental que nos aproxima a la experiencia del espacio rabe con diversas lecturas de una gran riqueza de sensaciones.

La concepcin de estos espacios de tipo saln no se compaginaba muy claramente con la funcin direccional del templo cristiano y la jerarquizacin del altar mayor, y es probable que se haya llegado a ellos ms bien por la necesidad de albergar cantidades ingentes de nefitos indgenas y a la vez protegerlos de rigores climticos.

Menos frecuente es la alternativa del templo cristiano basilical abierto en su cabecera y donde la utilizacin del rea cubierta se hara jerrquicamente en un gradiente de espaoles a indios de diverso nivel desde el altar mayor al atrio abierto.

Las capillas abiertas en el resto del territorio americano son menos espectaculares y en general adoptan la forma de un balcn abierto sobre la plaza o atrio al que se accede desde el coro o por escalinata independiente. Pero al igual que las posas podemos hoy sealar con absoluta certeza que fue sta una respuesta homognea en todo el territorio a los requerimientos funcionales de la catequizacin del indgena americano.

Cabe sealar como otro elemento vital incorporado al atrio el de la fuente o piln de agua que constitua el abastecimiento bsico para la comunidad religiosa y los indgenas e inclusive la pileta de bautizo para catecmenos.

Muchas de estas fuentes se integraron a la vida urbana aprovechando antiguos manantiales con acequias y tajamares que transformaron la fisonoma de los poblados.

Los programas tradicionales

El templo y el convento

El partido arquitectnico definido por los benedictinos en la baja Edad Media inclua los elementos esenciales de la organizacin en torno a los patios enclaustrados, un sistema de vida y economa autosuficiente y una tarea recoleta o itinerante mendicante que serva para la propagacin de la fe. El paulatino afianzamiento del convento como centro de irradiacin cultural (biblioteca, talleres artesanales, botica-enfermera) fue generando las pautas de su complejidad de funciones.

En Mxico como en el resto de Amrica la alternativa de estos centros se enfatiza en el sentido misional y de evangelizacin vinculado a la accin pobladora y organizadora del territorio que tienen a su cargo las rdenes religiosas y fundamentalmente entre ellas, las de San Francisco, San Agustn y Santo Domingo.

Entre 1570 y 1620 estas rdenes erigieron cerca de 250 conventos en territorio mexicano rivalizando en la envergadura y calidad de sus edificios a pesar de las reglas propias sobre la pobreza de recursos y las disposiciones reales al respecto.

Es cierto que las dimensiones habituales eran insuficientes y que los partidos arquitectnicos reflejan los cambios de programa, pero no menos cierto es que el grado de refinamiento ornamental, la prestancia volumtrica y la minuciosidad tecnolgica sealan notables facetas de estas obras. En las portadas de los templos y porteras vuelven a presentarse los motivos decorativos del gtico isabelino, del plateresco y de otras vertientes renacentistas, sin olvidar, ya desde fines del XVI la intensa circulacin de los tratadistas como Vitrubio, Alberti, Serlio y Vignola, adems de Sagredo.

Si los espacios extremos (atrio, fuentes, capillas posas, capillas abiertas) constituan la expresin de la insercin del mundo indgena en la reformulacin de un programa arquitectnico cristiano, la permanencia del templo y el claustro sealaba tambin la vigencia del mundo europeo transculturado.

Las iglesias reiteran la tipologa del templo gtico de una nave profunda, bvedas de crucera y cabecera poligonal con contrafuertes. Los claustros del convento tambin mostraban en general dimensiones reducidas que tendan a hacer compactas las habituales construcciones. Los templos se integraban en el conjunto edilicio, organizado por los claustros, trabndose con las incorporaciones de espacios (sacristas, contrasacristas, accesos a plpitos y coro, depsitos, etctera.) que perteneciendo a su uso definan estructuras arquitectnicas del convento.

En general la pared lateral de la Iglesia ocupaba un lado del claustro principal, aunque no faltarn casos en que entre dicha pared lateral y el claustro se ubiquen los recintos anexos al templo ya mencionados o inclusive capillas adicionales.

Los espacios internos del convento, celdas, oficinas, talleres, refectorio, saln de profundis, cocinas, alacenas, portera, biblioteca, sanitarios, se distribuan alrededor del claustro, que tena una o dos plantas.

Los condicionantes culturales y teolgicos

Es evidente que la increble realizacin de obras de arquitectura que caracteriza al siglo XVI mexicano no pudo efectuarse sin una imprescindible participacin masiva del indgena.

La valoracin de esta participacin ha originado, sin embargo, en la historiografa duras polmicas en concordancia con el nfasis americano o europeo del analista. La revaloracin de esta arquitectura a partir de sus propias circunstancias parece un requisito obvio, pero durante aos los esfuerzos han tendido ms a incluir las obras en la comparacin con un contexto metropolitano que a realizar el esfuerzo de entenderlas en s mismas para luego valorar los aportes. Quizs el cambio de acento en la preocupacin analtica hubiera ahorrado la defensa de la decisiva presencia indgena.

Los cronistas espaoles son ambivalentes en su valoracin de las calidades artesanales del indio mexicano, como lo seran de las de los nativos de otros lugares de Amrica (los guaranes por ejemplo). Suelen ponderar su habilidad para aprender y para copiar y a la vez sealan reiterativamente la carencia de creatividad e iniciativa.

Debe tenerse en cuenta que no todos los segmentos del mundo mexicano del XVI tenan el desarrollo cultural y la experiencia constructiva del Valle de Mxico y quizs sto relativice los juicios de valor en funcin de las regiones y parcialidades analizadas.

Tambin es necesario recordar que aztecas e incas tenan un sistema vertical de organizacin que tenda a especializar y a radicar en sitios comunes a artesanos de la misma disciplina. Los cdices mexicano y los cronistas, como el inca Garcilaso, e inclusive los visitadores espaoles verificaron esta situacin.

La habilidad manual del indgena se vislumbra en la capacidad de asimilacin de tcnicas tan dispares como las de las bvedas de crucera gticas, la finura de las portadas platerescas o los lazos de la carpintera mudjar.

Por supuesto que el alcance masivo de las transformaciones tecnolgicas estuvo vinculado a la introduccin de un instrumental adecuado y fundamentalmente de la rueda y las herramientas metlicas que facilitaron el trabajo de cantera. Todo el equipo que facultaba la realizacin de los artesonados mudjares debi ser incorporado al mundo cultural del indgena.

A las experiencias de manejo de las piedras tradicionales mexicanas, como el tezontle, se uni -al igual que en el Per- la reutilizacin de las piedras labradas de antiguos monumentos prehispnicos.

Por el contrario la abusiva utilizacin de la madera en la construccin de iglesias de tres naves, con pies derechos, alfarjes, retablos y entablonados, limit las posibilidades de utilizacin de este recurso desde mediados del XVII en virtud de la devastacin efectuada. Las canteras y caleras tuvieron una ms racional explotacin, aunque la cal fue el material ms costoso en virtud de su escasez. Los indgenas continuaron utilizando en este caso el barro mejorado como aglomerante, debiendo sealarse que conocan prcticamente todas las tcnicas de alfarera que usaba el espaol a excepcin de la tapia, de origen rabe.

La incorporacin tecnolgica de la bveda -ms all de los sistemas de hiladas avanzadas- constituy absoluta novedad para el indgena y su transferencia fue decisivamente pragmtica ya que los tratadistas sobre el tema slo alcanzaron divulgacin en el siglo XVII. Aqu es donde podemos ver tanto la eficacia de transmisin de conocimientos como la capacidad de aprendizaje ya mencionada. Junto a las experiencias tecnolgicas y de adiestramiento aparecen los problemas de sensibilidad expresiva ya sea en la forma de trabajo, en la representacin icnica de los modelos europeos o en la propia temtica.

En el primer caso ya se ha sealado la tendencia indgena de trabajar la piedra en bisel y chata generando, por falta de bulto o cuerpo realzado, un sentido planista que provendra de una visin bidimensional del indgena, (...) evidencia la interpretacin local de un programa europeo como una de las variantes de esta integracin cultural.

Otra variante es la reelaboracin icnica del modelo que ha generado la conocida interpretacin de Jos Moreno Villa sobre la existencia de un arte tributario Tequitqui que alcanzara la validez que tiene el mudjar (morisco sometido al espaol) en la pennsula Ibrica.

El anlisis de las cruces de los atrios conventuales o en los caminos, la libertad compositiva de los elementos (flores de lis en los maderos, inexistencia del Cristo, reduccin del Cristo a la cabeza, presencia de donantes, etc.) sealan aspectos cuya procedencia podra quizs rastrearse en antecedentes europeos.

Por ltimo la incorporacin de elementos de la flora y fauna local, manifiestan el arraigo contextualista en un entorno que no es indiferente.

Amrica contina integrando, como le sucedi al propio mundo espaol, los aportes culturales de diversas procedencias, pero a la vez va creando su propio lxico. Al Mxico del XVI no slo lleg la experiencia pragmtica del maestro espaol, arribaron tambin los trabajos de los flamencos y alemanes, los conceptos eruditos de los tratadistas renacentistas, y los productos culturales del oriente de Filipinas o la China cuyos galeones incorporaron por Acapulco conceptos y formas de aquel remoto origen. En definitiva era una arquitectura insertada en la escala imperial de Carlos V y Felipe II que una a los valores establecidos por el espaol la propia cosmovisin indgena en los grados de independencia y creatividad que los programas arquitectnicos, sus disponibilidades tecnolgicas, el control y su misma experiencia le permitan.

Gtico tardo y plateresco en la arquitectura mexicana del XVI

Una breve mencin cabe hacer finalmente a los tiempos de la arquitectura mexicana en relacin con los movimientos de las ideas europeas.

La persistencia de formas arquitectnicas est vinculada a la transferencia pragmtica de criterios constructivos, a la reiteracin de los resultados positivos y a la renuncia de buscar nuevos programas una vez consolidados eficientemente los existentes.

Por otra parte es obvio que el indgena no define el programa y el maestro espaol mantiene relativo contacto con la metrpoli una vez que se incorpora al mundo americano. Slo el tratado de arquitectura y los elementos grabados son la fuente de realimentacin que trasciende lo conocido por el propio artesano.

Quizs donde la concentracin de los esfuerzos estticos y simblicos puede medirse con mayor nitidez es en las portadas conventuales, antesalas de la Casa de Dios y nexo entre lo sacro y lo profano.

La tendencia definida como invariante por Chueca, de concentrar la ornamentacin, caracteriza a la arquitectura espaola y se vincula perfectamente con las posibilidades y usos de los frailes espaoles afianzando a la vez la fuerza masiva que los indgenas valoraban en la obra conventual.

La sensibilidad planista del indgena encontr un cauce ms prximo en los lxicos formales del gtico tardo y el mudejarismo, el uso del alfiz como elemento de encuadre, an resuelto con pilares goticistas, introduca un elemento de orden y creaba un marco para la decoracin concentrada que el horror vacui indgena expresara superlativamente en varios ejemplos.

Encontraremos en las portadas confluencias gtico-mudjar, lxico renacentista, rasgos platerescos, del gtico tardo isabelino (herldica, perlas, pinjantes en bulbo del intrads, etc.) y del plateresco.

Las grandes catedrales mexicanas

El planteo general de las catedrales del XVI parece derivarse de la traza rectangular con cabecera plana que defini Andrs de Vandelvira para la catedral de Jan hacia 1540 retornando al esquema de iglesia-saln que exhiba la catedral de Sevilla.

Sobre este esquema se realizarn las catedrales de Puebla, Mxico, Guadalajara, Mrida y Oaxaca.

Captulo 3

Espaa y el imperio incaico: espina dorsal de Sudamrica

Articulado en un proceso de paulatino englobamiento de antiguas culturas y vertebrado en el macizo andino, el imperio incaico constitua un mundo organizado sobre las bases econmicas y polticas estables, con fronteras pacificadas aunque siempre en proyecto de expansin.

La fuerza del medio natural andino haba moldeado la personalidad indgena y habra de dejar su impronta en el espaol. La estructuracin transversal de imperio integraba la costa; la sierra y la ceja de selva en una organizacin econmica y social complementada, algo que el espaol no aceptara plenamente, desarticulando parcialmente el aparato productivo incaico.

La simple erradicacin del inca implic la modificacin de la cpula del poder poltico manteniendo -ahora en manos del espaol- el control de la pirmide social del imperio.

Apoyados en la increble infraestructura de puentes y caminos incaicos, en el equipamiento de los tambos, psitos y graneros (colcas), en la organizacin social y cultural de los ayllus indgenas, los conquistadores se hicieron cargo de una mquina que una vez domesticada aseguraba la autosuficiencia de mantenimiento.

En rigor, si la ambicin de riquezas no hubiera guiado la tarea del conquistador, la potenciacin de las capacidades con su tecnologa hubiera asegurado un salto cuantitativo notable en la produccin racional que haban desarrollado los incas.

Pero la explotacin de la minera exiga concentrar y movilizar indgenas y llev a la multiplicacin irracional de la antigua mita incaica, mientras los indios encomendados eran reducidos a las ms lamentables condiciones de vida por una actividad esclavista que motiv quejas de religiosos y algunas medidas parciales de autoridades, en general ms preocupadas de la eficacia de la recaudacin tributaria que de la defensa de los derechos indgenas.

Si el ncleo del imperio incaico estaba en el Per, en realidad se prolongaba desde el Ecuador hasta el noroeste argentino, quedando como reas marginales hacia el norte, Colombia y Venezuela, y hacia el sur la regin del ro de la Plata y el rea guarantica.

El anlisis de estas regiones permitir comprender las formas de asentamiento espaol de Sudamrica.

Ecuador

Sobre los lmites del imperio incaico, en medio del macizo andino, Sebastin de Belalczar habra de fundar el asentamiento de San Francisco de Quito al pie del volcn Pichincha, en diciembre de 1534.

El trasplante espaol se realiz sobre sitios cuyo carcter no les impuso serios condicionantes por asentamientos preexistentes, aunque en algunos casos debieron adaptarse a un medio y formas d e produccin que fueron determinantes. Como en Nueva Granada, los espaoles no encontraron contextos culturales tan fuertes como para variar sus tradiciones tecnolgicas o introducir un proceso de reelaboracin, por lo menos en el perodo fundacional del siglo XVI.

El espaol a la vez se miraba en un paisaje que lo anonadaba: la montaa, los valles inconmensurables, la riqueza minera y la fertilidad de la tierra se unan a la distancia de la metrpoli para llevarlo a recrear su experiencia anterior para adaptarla a su nueva circunstancia.

Los mundos espirituales tambin eran diferentes y si el conquistador traa sus conjuntos de creencias asentadas ahora en el racionalismo renacentista, el indgena tena la omnipresencia del escenario natural donde anidaban las deidades de su cosmos mgico. Si la conquista material fue acompaada por la accin misional no cabe duda que la expresin predominante del arte religioso en el periodo hispnico est expresando no slo la capacidad de potenciar las aptitudes del indgena en los valores simblicos, sino tambin los requerimientos de una accin didctica que no pocas veces debi dirigirse a los propios espaoles teida de reivindicacin humanista en la defensa del indgena.

Es sobre el mundo devastado del indgena donde actuaran casi dialcticamente los objetivos de una conquista polticoeconmica y de otra espiritual que con encuentros y desencuentros trataron de incorporar a los indgenas vencidos a su nuevo sistema.

Las antiguas huacas en territorio ecuatoriano fueron asoladas en la extirpacin de la idolatra y en la bsqueda de riquezas y sus testimonios no habran de condicionar la generacin de los nuevos asentamientos.

Quito presenta un emplazamiento topogrficamente complejo que deba aprovechar los intersticios entre antiguas quebradas de vertientes que bajaban del Pichincha. La tarea de formar la ciudad apareca as condicionada y la generacin de espacios pblicos estuvo vinculada no slo a la extensin de los edificios singulares, como los atrios de los templos, sino dirigidos a regularizar y salvar las vallas de la topografa irregular.

El Per. Bolivia

La cada de Atahualpa en Cajamarca y la ocupacin del Cusco, capital incaica, seala el comienzo del dominio espaol sobre las tierras peruanas.

La increble conquista del territorio se sustanci el hbil manejo de los conflictos internos del incanato y en la intrepidez notable del espaol. La ocupacin del espacio plantea desde un comienzo un horizonte nuevo, cual era la vinculacin con la metrpoli, privilegiando as el asentamiento costero.

La fundacin de Lima en 1535 como puerto y nexo cambi el epicentro del nuevo orden poltico y econmico, relegando la antigua vertebracin serrana. Sin embargo la concentracin poblacional y la estructura de produccin instalada converta al Cusco, sus valles y el altiplano en el rea de mayor rendimiento.

La proyeccin fundacional espaola con la conformacin de las ciudades de La Plata (Sucre, 1539), Huamanga (Ayacucho, 1539), Arequipa (1540), Chuquiabo (La Paz, 1549), etctera, seala la tendencia a respetar una realidad concreta que se afianzar an ms a partir del auge de Potos como principal centro productor de minera en la segunda mitad del XVII.

Las condiciones del medio fsico costero y serrano model dos formas de desarrollo, impuso tecnologas y modos de vida distintivos y prolong el tradicional problema de integracin de dos realidades diferentes bajo un poder centralizado.

La estabilidad poltico-econmica del virreinato del Per se alcanzar en el ltimo tercio del siglo XVI cuando se superan los conflictos con el indgena con el apresamiento del ltimo inca en Vilcabamba y se desvanecen las frecuentes rebeliones y guerras civiles entre espaoles. El desarrollo de las ciudades presenta caractersticas peculiares y en cierta forma autnomas, aunque los movimientos ssmicos de los siglos XVII y XVIII obligaron a rpidas reposiciones edilicias. En Lima los ejemplos que perfilan el ocaso del gtico tardo son reducidos.

Una de las caractersticas notables de la regin es la movilidad de los maestros de obras ya que varios de ellos actan sucesivamente en Lima, Cusco, La Paz y Sucre, sealando la articulacin profesional de la produccin arquitectnica.

sto explica la transferencia de tcnicas y conocimientos as como el desarrollo de formas expresivas que no hubieran aflorado naturalmente si no hubiera existido esta movilidad interna.

Los artesonados mudjares de Potos -a 4.000 metros de altura- expresan la vigencia de esta realidad capaz de movilizar recursos y materia prima desde puntos lejanos en aras de afianzar rasgos culturales.

El proceso de sntesis de lo espaol en Amrica es ratificado en el caso del Per donde nos es fcil identificar formas expresivas de la transculturacin. Una arquitectura espaola instalada en Amrica puede encontrarse en Lima, una superposicin de lo espaol sobre lo indgena puede verse en el Cusco y un proceso de sntesis renovadora identifica la arquitectura de la regin arequipea y del Altiplano desde fines del XVII.

El caso de Cusco es notorio en la afirmacin de condicionamientos de una realidad preexistente. La traza de la ciudad, la localizaci6n de los edificios-smbolos, la ocupacin de las reas y unidades residenciales e inclusive la expansin sobre las andeneras o zonas de produccin agrcola, estn sealando los lmites de la teora al posible modelo urbano espaol.

ste a su vez modifica tambin esta realidad, vara la escala de la plaza incaica (Huacaypata) colocando casas con prticos y generando los espacios fragmentados de la plaza de Armas y la del Regocijo (Tianguez) a la vez que cubre parcialmente la presencia del ro Guatanay y mediante puentes ms frecuentes busca integrar las barriadas.

La ciudad crece desmontando andenes; los edificios se construyen utilizando las piedras de los antiguos monumentos incaicos.

En las casas, los vanos trapezoidales y muros ciclpeos de las antiguas canchas se mantuvieron en uso aunque los ndices de ocupacin del rea central cusquea por el espaol seala la baja densidad y la expulsin de la poblacin indgena hacia los barrios perifricos mientras se trasplantan tipologas de viviendas espaolas.

El terremoto de 1650 que asol la ciudad de Cusco determin la reedificacin de buena parte de los antiguos conventos y templos, que a su vez volvieron a sufrir notorios daos en un nuevo sismo del ao 1950.

Muros incaicos o de transicin, portadas residenciales platerescas, artesonados mudjares expresan sin embargo los notables ejemplos de una arquitectura que se prolonga hasta mediados del XVII.

En el altiplano, el rea del Collao constituye el epicentro del desarrollo de comunidades de pastores que reflejan la notable capacidad de adaptacin del indgena a los duros condicionantes de un medio fsico hostil.

En torno al lago Titicaca y a 4.000 metros de altura sobre la base de antiguas doctrinas dominicas y las reducciones encaradas desde 1572 por el virrey Toledo se form una constelacin de poblados.

En la mitad del siglo XVI se erigieron increbles templos con el aporte de mano de obra indgena y la accin de maestro de obra espaoles.

En estos templos vemos nuevamente la convergencia entre los planteos goticistas (cabecera ochavada, arcos apuntados), lo mudjar (cubierta de madera, nave estrecha y prolongada), lo renacentista (portadas principales). Pero a ellos debemos sumar los emplazamientos que ocupan alturas y zonas de antiguas huacas indgenas, trazados que respetan formas urbanas incaicas y la persistencia de formas de estructuracin social del poblado.

Las capillas abiertas elevadas y los focos de predicacin al aire libre en espaciosos atrios, donde inclusive se divida a los indgenas segn su procedencia e idioma, muestran en la labor de los jesuitas de Juli la acumulacin de las experiencias doctrinales novohispanas.

Las cruces procesionales, las capillas posas y la ubicacin dominante del templo proyectan la imagen de sacralizacin de