ARQllITECTURA Clasicismo nórdico (19 l 0-1930). Ex pos i ció n en la sala de la Dirección General de Arquitectura. M.O.P.U. Organizada por el Mu seo de Arquit ec tura Finl ande- sa, en co l aborac i ón co n l os de Suecia y Noru e ga y la R ea l Aca demia Dan esa de Bell as Artes, se ha exp ues to en la sa la de la Direcc ión Gen era l de Arquitec tura y Vivi e n- da ( M.O.P.U. ), la e xposic ión del título , compues ta por una magnífica y compl e tí s ima co lecc ió n de plan os y dibujos or ig in ales y de fotografía s sob re el novece nti s mo arquitectónico de los países nórdicos. As imi sm o, la Dirección General de Arquit ec tura ha e ditado en cas te ll ano el cuidado catá l ogo de la mu es tra co n la inclus ión completa de l as obras y con al gunos en sayos tanto actua l es como de la época. La Direcc ión Gener al ha organizado igualmente un c icl o d e con- ferencia s. A con tinu ación inse rtamos un pequeño en sayo del prof esor Al an Co lquh oun, ya pub li cado en ingl és, y ·es crito espec ia lme nte como come n tario sobre el te ma. Clásico, pnm1t1 vo, vernáculo El reciente interés por el neoc lasicismo escan dinavo de los primeros a ños veinte ha rev itali zado la vieja e xpresión de "Clasicismo vernáculo". A pri mera vista, el l igar estas dos pa labras parece, como po - co, sorprendente, pues desde el roman ti cismo la tra dición clási ca se o ponía precisamen- te a la "vernácula", casi sie m- pre con vent a ja p ara la segu n- da. El clasicismo representaba lo qu e e ra rígido y acadé mico: no olvidemos que la palabra "clásico", se refe ría original- mente a l as cu atro primeras clases soc iales e nunciad as por Servio Tulio. Su apli cación metafórica en l os estilos litera- rio s co nfiri ó a la escritura "clásica" un march amo de ar - tifici os idad y de clase domi - nante, serie de asociaciones que llevaron a considerar la arq ui- t ectu ra como un a rte liberal. Por o tra parte, la a rquitec- tura vernácu la era considera- da el prod uc to espont áneo de una soc i edad indí gena y "or- gánica". Esta era la o pinión de l os reformistas de l siglo X IX, desde la forma religiosa y "regresiva" de Pug in , a la l aica y "progresista" de Vio- llet le Duc. Fue Fre derich Sh lege l el que primero utili zó la anti n o- mia "clásico / romántico" para el a rte. Podríamos espe ra r que el término clásico, que ident ifi- l ·1 Opinión. Alan Colquhoun ca ba una a rquitec tura basada en los modelos antiguos, hu- biese a parecido contemporá - ne a mente al té rmino románti- co. No es, p u es, sorprende nte no en contrar este úl timo tér- mino en el diccion a rio de Quat remére , pero su ausencia en el de Viollet le Duc (e in- . cluso en el de Ernest Bosc) es má s so rpr e nd ente. Es preciso concluir , pues, que la t eoría de la segunda mitad del siglo XIX, así como la teor ía n eo- clásica esta bl ecía n un a dist in - c ión fundamental entre la ar- quitectura de la Antigüedad y la del Renacim iento, distin- ció n que convertía en dema- s iado ge n érico el té rmino "clásico" como para que tu- vi era alg ún va l or c rítico. De hecho tanto Qua tremére como Viollet consideraban la a rqui- tectura a nti gua fundada so bre la naturaleza, y los dos se in - teresaron por la a rquitectura prim it iva. Para Qu a tremére era el resu ltado de una esci- sió n deb ida a deformaciones culturales, econ ómicas y cli- mát i cas, el núcleo orig inal que se ha rí a vi sib le en todos l os desarrollos pos terio res. Pa - ra Viollet se trataba de un a de l as diversas formas cu lturales de Europa, cada un a de ellas destinada a transformarse ra- di ca lmen te por el progreso de la hi sto ria. Sus ideas co n res- pecto al con cepto de imita- ción t amb ién e ran dist intas. L'l!> observacion e!> de Qua- tremére !>Obre los que era n in- ca p aces de distinguir e ntre mode lo y tipo , e ntre imitac ió n litera l e imitación moral (o conve nciona l) podrían wmar- se pe rfectamente como una crít ica a Viollet, que n egaba que el temp lo de piedra fuese una imitac ió n de una estruc- tura de madera. simp l eme nte porque no era copia exact a. Qu at remére aprobaba la ar - quitect ura griega porque era imit ac ión de un acto origina l, la representación de un a idea de la n atura lela, y Viollet po r- que no era un a imitació n en abso lu to, s ino un acto orig i- nal li gado a la n at ura leza de los materiales, la expresión de las fuerzas n atura les. L as consideracio nes a nte- riores avudan a ver cómo "ver- náculo'; y "élásico", pueden combinarse gracias a las con- notaciones comunes de primi- tivo que tienen, a pesar de lo que las teo rías romá nticas y sus derivac io nes modernas po - drí an inducir a creer. P or otra parte, muestran l os punws co - munes e ntre los que h oy bu s- can las motivaciones i rreduci- bles de la arq uitectura en un clasicismo primitivo, y las ideas de Viollet y Quatremére. Todo esto revela la necesidad de creer en un a realidad natu- ra l a la que , al fin, la forma arq uitectó ni ca se re fi era, un a correlación objetiva que ga - ra ntice que el sign o a rquitec- tu ra no se refiere simplemen - te a otros signos, en infinita regresión, s in o que , al fin, lle- g ue a una verdad o ntológi ca. Si el movimi e nto moderno ha s ido un inte nto pa ra escapar a este mi smo tra nsc urrir, ne- gando que la hi storia se pue - da presentar como un· ca lei- doscopio de valores relativos y mutables, por lo que se- rí a l óg ico el eg ir únicamen- te a qu é llos del momento ac- tua l. Todavía, y a unque ya est e- mos en con diciones de rei nter- pretar la arquitectura de la Antigüedad en términos de es- te género de prim itivism o, quedan a lgun as dudas respec- to a la ide niificación e ntre ar- qu itect ura ve rn ácu la y clásica. Cier tame nte lo que se con oce como a rquitect ura clásica es el producto de una arquitect u- ra mediterránea y vern ácu l a. Pero, la única aprox imac ión que podemos hacer a esta ar - qu itec tura vernácu la es a t ra - vés de o tra púb lica y religiosa de gran refinamiento esté tico , cosa con la que "primitivo" no encaja en abso luto. Lo que el Renaci mi ent0 querría recu- pera r era una arquitect ura so- fist i cada, equ ivalente a l os textos clásicos. Ci eno es que esta tradición nos ha legado un tratado, el de Vitrubio, que con tiene, entre o tras cosas, el mi t0 de los oríge nes. El Re na - cimiento, sin e mbargo, no pretendía llegar a estos oríge- nes, s in o a l resu ltado final de una cu ltura comp lej a. La pie- dra de wque de esta cultura era un sistema estético que tanto en l iteratura como en los o tros ca mpos artísticos , era compl eta men te di st into a los prop i os de o tras cu lturas. En "Mímesis", Er ic Au erbach descri be la litera tura clásica como carac t erizada por "un abundante despliegue de con- junciones, una precisa gra - duación de oraciones tempo- rales, concesivas y comparati- vas y de construcciones de par- ticipación", y co n trapone es- tos elementos a l os textos bí- blicos y medievales, a su ten- denc ia a "dar juntas imágenes independientes, como en un hilo de perlas" y a " dividir el curso de los acontecimientos en un mosaico de imágenes separadas". Este análisis pue- de aplica rse también, en lí- neas gen era les, a la arquitec- tura, y lo que emergería tras esta críti ca formal es que exis- ten d os activas tradiciones en el a rte e uropeo , trad iciones que podr ían ser lla madas hi- potaxis clásica y parataxis no clásica . Esto es lo que confirma la interpretación romántica del clasici smo, pues fue precisa- me nte la estructura paralácti- ca del arte medieva l lo que atraía a l os romá nti cos, y que se encuent ra en l as formas ver- náculas nó rdi cas. La man era paraláctica de poner las cosas junt as una al lado de otra, podría parecer contradi ctoria con la t eoría romántica de la forma orgá ni- ca. Sin embargo, es pr ecisa - me nte la espontane idad y la falta de j erarq uí a lógica lo que pareció a los románticos la evidencia de una estru c tu ra y de un principio interno más profu nd o. La mente clásica había deseado corregir el de- sorden su perficial y la ilimita- da variedad de la natura leza de acuerdo con un ideal t ipo- lógico. La idea de imitación de la n at ura leza impli caba la identificación de la es tru ctura subyacente de ésta con la par-