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19030515_LA REVISTA BLANCA

Mar 03, 2018

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  • 7/26/2019 19030515_LA REVISTA BLANCA

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    L R E V I S T B L N C

    SOCIOLOGA, CIEKCIA Y AETE

    A f i e V I N t m .118 AdmDsliScida: Cristbal Sorin, 1, l a d r 15 H ay o1903

    EXSFiVRT CO

    Al estudiar la esclavitud en su historia primitiva, vese cl r iitenteque no es un a ins

    t i tucin humana, s ino un hecho

    providencial

    As hablab a, hace veinte aos , co ntra la em ancipacin d e los negros, un publ ic is ta

    que ms tarde a lcanz br i l lante posic in ( i ) .

    Providencia l De toda s las injustic ias co m et idas por los hom bres, n ingun a m s abo

    minable que esta inst i tucin de violencia y de barbar ie, convert ida, por unafilosof

    de-

    pravada , en hecho necesar io y fa ta l , determ inado por la Sabidura an nim a y sagrada

    que a lgunos suponen proceder de las peripecias de. la histor ia y de los dest inos hum ano s.

    Semejante fatal ism o, engend rad o po r las ab errac ion es de la metafsica, t iene su apo

    yo en las autor idad es m s ant iguas y veneradas. Causa tr i s teza ver cm o toda s las rel i

    giones de la t ierra , todas las legislac iones y todas las f i losof as han legi t imado, en sus

    principios y consecuencias,

    la

    esclavitud, grabada con letras de fuego en los l ibros sa

    grado s de todo s los pueblos , no como hecho t rans i to r io , s ino com o sen tenc ia inapelab le

    de la voluntad divina, s i rviendo de base las con cepciones d e los m s subl im es legisla

    do res de la an t igedad . La fe, la Sabidura hum ana y la ley han se.unido , con sagrand o su

    humillante adhesin este ultraje la moral y

    los derechos de la naturaleza, estable

    ciendo com o principio lo que desde el or igen de las sociedades era un hecho bruta l ,

    consecuenc ia del b rba ro an tagon i smo que d ivid a los homb res .

    Sin embargo, la ciencia puede justificarse de su desvo las leyes'eternas de la justi

    c ia , consid erando que jam s pretendi la infa l ibi l idad y que su fecundo intelecto corr ige

    progresivamente los errores de su exuberante juventud, semejanza de la lanza de Aqui-

    es , la divina Pelias que curaba las heridas que causaba.

    Pero esta disculpa no cab e la re' igin , que, segn los creyentes, es em an aci n d e

    vida y de luz, y por tanto inmutable, no pudiendo progresar porque es, desde su or igen,

    la verdad absoluta, y la verdad no cam,bia.

    As , pues, el problem a se plantea por s mismo de este m od o: la inspiracin divina

    se ha equivoca do al predestina r fatalmente la esclavitud una gran pa rte de la hum ani

    da d, tod os los esfuerzos d e la c ivil izacin para em ancipar las razas, todo s los progre

    sos realizados en este sent ido han sido ot ros tantos sacr i legios que esperan su cast igo.

    Que la razn eli ja , puesto que la fe es m uda y nun ca ha desl inda do esta espantosa

    con t r ad i c c i n .

    En el m und o d e hierro de la ant igedad , entre las c ien nacio nes dispersas desde las

    colum nas d e Hrcules hasta las r iberas d e la India^ desde las estepas de Sci ta hasta los

    __

    i) Can iicr de CaFagnac.

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    6 7 2 I A REVISTA BLAKCA

    valles del Nilo, encon traris, con los mismos caracteres, pesa r de la diferencia de razas,

    de costumbres, de religiones, de leyes, esta insiitucin, que es como el lazo de unin de

    los pueblos. En Ro ma como en Menfis, en Cartago como en Jerusaln, en Atenas como

    Babilonia, por debajo de la casta ms despreciada vegeta un ser sin nombre, sin alianza

    y sin familia, solo y mudo en medio de la muchedumbre, vctijna del desprecio universal

    y de las ms b4rbaras vejaciones, para el cual no hay ley, ni patria, ni religin, ni arte,

    ni nada de lo que constitua la vida de los dem s hoibres . Y, sin emb argo, era sobre

    este plido fantasma, sobre esta imagen de la nada, que reposaba, como sobre base eter

    na, el inmenso fardo d e las sociedades antiguas, que se hubiesen hundid o si la esclavi

    tud dejara de existir un solo momento.

    Y esta iniquidad estaba de tal forma encarnada en las costumbres,-que ninguna pro

    testa se levant durante siglos; ninguna dud a invadi el espritu de los hom bres, ningn

    esfuerzo se intent. Los filsofos, en sus aven turadas conce pciones, jams pusieron en

    duda la legitimidad de esta institucin, la que consideraban como base sagrada de todo

    orden social. El mismo cristianismo, pesar de lo que se ha dicho , no solamente no ha

    cam biado la condicin material de los esclavos, sino que, adm itindolos en su comu

    nin, ha consagrado formalmente su abyeccin, imponindoles la obediencia como un

    debe r sagrado. Por lo dems, al aceptar el smbolo mortfero q ue consagra etern a ser

    vidumb re una porcin de la hum anida d, era forzosamente llevado no ver en las vcti

    mas ms que la maldita posteridad de Can. C uan to la influencia q ue ha podido ejer

    cer sobre la emancipacin progresiva llevada cabo por los siglos, ha sido singularmente

    exagerada por las teoras sistemticas de las escuelas modernas. La Iglesia jams ha pro

    testado contra la institucin (i); pero en cambio ha sabido aprovecha rse de ella, como

    lo atestiguan los monum entos de la historia: los prelados, los papas, todas las corpora

    ciones religiosas han posedo en todos tiempos gran nmero de esclavos y de siervos. Se

    podran c itar nume rosos ejemplos de la acerba y vida tena cidad d el clero para reivin

    dicar, y esto hasta los tiempos m oderno s, sus pretendidos derech os, sobre los siervos de

    sus dominios. Es digno de notarse que fu bajo los auspicios del cristianismo que se es

    tableci la esclavitud en Amrica, en el mom ento en qu e comenzaba desaparecer de

    los Estad os civilizados de Eu ropa . La historia tam poco olvidar qu e en los feudos ecle

    sisticos del siglo xviii y en la Revolucin francesa, se han enc ontr ado las iiltimas vcti

    mas de la servidumbre. Hasta ltima hora, pesar de sus leyes, pesar d e los decretos

    de sus Parlamentos, pesar de la opinin pblica, la Iglesia no quiso emancipar sus sier

    vos,

    siendo preciso, par a su eterno baldn , que la Revo lucin se los arran cara de las

    manos.

    En tre los roma nos, pu eb o exclusivamente belicoso, que la dureza de las costum

    bres militares reuna la sp era avidez de las razas merca deres, la esclavitud tena un ca

    rcter quiz ms atroz qu e entre los dems pueblos de la antigedad. Su definicin legal

    del esclavo respira el ms salvaje desprecio por la humanidad: Meiio ^ vilqu nulo Todas

    las miserias hum anas estn contenida s en este texto feroz y desdeoso . V arrn cuenta

    los esclavos ent re los instrumen tos oratorios; Cicern los considera como animales de

    labranza; en general, eran tratados como cosas. Los seores podan aplicarles los ms

    (1)

    Hase

    d cho que en 1167 el

    papa Alejandro

    II I

    decret

    en ua

    concilio

    que la

    esclavitud

    e ra

    anticriitiana. Despus

    de

    nuestras investigaciones sobre

    las

    actas

    de los.

    concilio

    en la

    cotecciin

    de

    Harduin

    de

    Labbcus

    en loi

    Anattt dt

    sish as de Earonius y en las de su crtica por el abad Flcury etc., esumos seguios de la inexactitud de semejante aser-

    t o . . B U C H E Z .

    Tngase presente que el pensador que citamos y que haceu n a u l confcin, e un catlico ardiente y

    sincero.

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    crueles castigos por las faltas ms leves, entregarlo s las fieras del circo , ato rm entarlos

    lanzarlos en sus viveros para q ue engo rdara n sus mu renas favoritas. Cu ando un escla

    vo mataba su amo, hacan morir, juntam ente con el matador, sus comp aeros ino-

    ceates. Los patricios romanos y los rices propietarios tenan, como los seores de la

    Edad Media, sus prisiones domsticas, elergastuhim, donde trabajaban desgarrados por

    lo s golpes y cargados de cadena s, aquellos que haban excitado la clera de sus feroces

    poseedores. Cuando se dice, con suma ligereza, que la situacin material de los antiguos

    esclavos era, bajo cie rtos as]ectos, men os du ra que la de los siervos y hasta de las cla

    ses asalariadas, en el sentido de que sus seores tenan inters en alimentarlos conve

    nientem ente fin de obten er de ellos la mayor suma d e trabajo, se hace un a suposicin

    gratu ita que nadie ha tenido la molestia de verificar, la alusin se refiere aquellos

    que rodeaban sus seores y que formaban como una aristocracia de su casta. Pero, en

    do que toca al inmenso rebao de los que eran empleados en las grandes explotaciones

    agrcolas industriales, su suerte no poda ser iiis miserable. En Sicilia y en Campania

    eran ab und antes y ricas las tierras, divididas en vastas propied ades, posedas po r algu

    nos senadoras caballeros romanos, en las que numerosas cuadrillas de esclavos estaban

    dedicadas la cultura; y estos labradores, que arrastraban la cadena, moran de hambre.

    Esta fu una de las causas princip ales de la prim era gue rra civil. Lo mism o ocu rra en

    toda Italia. Diodo ro nos relata que negab an la alimentacin los esclavos labrado res y

    pastores, por lo que estos desgraciados se escapaban en bandad as, dedicndose al mero

    deo.

    Es ridculo atri bu ir aquellos viejos q uirites semibrbaros los clculos y corabin a-

    -ciones de los econom istas ingleses. Las caden as, las tortura s, les parec an medios mu

    cho ms sencillos y, sobre todo, menos costosos para estimular la pereza de sus vctimas

    C ua nd o la enfermedad la vejez, con todo s sus achaqu es, ya no les perm ita presta r

    nuevos servicios, cuan do ya no podan venderlos, los ma taban golpes los exponan

    en las carreteras para que sirvieran de pasto las aves de rapia.

    La guerra eterna que Rom a sostena con todos los pueblos, tena por resultado: de

    un lado, la multiplicacin de los esclavos en Italia por los prisioneros de gue rra; de

    otro , el agotamiento de la poblacin indgena. La vieja raza itlica, raza de agricultores

    y de soldados, don de se rechitaron dur ante much o tiempo las legiones, desapa reca len

    tam ente consumid a por la doble accin de una legislacin voraz y de un a lucha sin fin.

    >fsta poblacin hizo, sobre todo, asombrosos progresos, despus de la destruccin de Car-

    tago.

    Los patricio s, los nobles y los caballeros, no solamente se haban usurp ado las

    tierras del dominio pblico, sino que absorban, por la hipoteca y la usura, las pequeas

    here dad es plebey as; y como hallaban m s lucrativo el sistema del viejo C atn , y cam biar

    ^n pastos las tierras de labranza, distribuan sobre sus inmensas propiedades latifundia)

    pastores estlavos, que sustituan los trabajadores libres; los cuales, quedaban as redu-

    -cidos la ms abyecta miseria, forzados expatriarse. Se sabe cuantas existencias hu-

    mai^as costaba la ociosidad y comodidad de un no ble ciudadano roman o, Los hubo, que

    -devoraban hasta v einte m il. La victoria n o apo rtaba suficientes cautivos; hab a necesidad

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    necesariamente la d isminucin progresiva d e los esclavos), y dand o lderecho de ciuda

    dana los italianos, etc. Pero la faccin de los ricos, aplast en su principio estas gran

    des reformas, y los dos nobles tribuno s fueron sucesivamente inm olados en holocausto-

    ai Dios Trmino, el fetiche etrusco, guardin de las heredades, emblema silencioso de la

    prosperidad patricia.

    Ya nada impidi el torrente; y en la poca en que Espartaco intent su revoluciiv

    73-71 ante s de nuestra era), la agricultura en Italia estaba arruin ada po r veinte siglos,,

    y la repblica romana componase de un puado de Strapas, reinando sobre rebaos de

    esclavos.

    En tre stos infortunados, los haba qu e eran destinados matarse entre s en el cir

    co, para solaz del pueblo roman o. Esto gladiadores degladius espada) combatan, ya

    uno s contra otros, ya contra las fieras, porqu e los leones, las pan teras y los tigres, prote

    gidos p or l ley rom ana en frica y en Asia, eran trados aquellas fiestas de m uerte, y-

    aquellos feroces actores del desierto, eran saludados con los gritos de entusiasmo de una.

    much edum bre delirante, cuando se destrozaban las vctimas hum anas en la arena rocia

    da con esencia de azafrn con aguas, de olor. En los juegos pblicos, no era raro con

    tar hasta mil parejas de gladiadores. Sabido es qu e despus del triunfo de Trajano so bre

    los Dacios, sucum bieran unos diez mil gladiad ores, en juego s que du raron ciento vein

    titrs das.

    Cuan do slo combatan un es contra otros, los reunan, su entrada en el circo, de

    dos en dos, segn su talla, su fuerza y su agilidad, y comenzaba el comb ate. Ta n pr on ta

    como uno de los combatientes era herido y bajaba sus armas en seal de derrota, el

    vencedor interrog aba con la vista los espectad ores; si stos determ inab an perd on ar al

    vencido, levantaban la man o con el pulgar dob lado; en caso contrario, levantaban la

    man o cerrada con el dedo tendido , y entonces el desgraciado era degollado. Muertos y

    mo ribun dos eran en seguida arrastrados con los garfios fuera de la arena ensangren tada.

    y amontonados en el

    spoliarum

    don de remataban los que an respiraban y que no era

    posible curar para entrar en nuevos combates.

    Esta feroz diversin estuvo en uso duran te ms de seis siglos. Lo s roman os la esta

    blecieron en todos los pases de su dominio, y an hoy se encuentran vestigios de ta

    maa barbarie en las corridas de toros.

    Los gladiadores no com batan slo en el circo: los festines, las exequias y las fiesta

    particulares tenan por complemento obligado estas escenas de carnicera, que hacan

    las delicias de todas las clases de la sociedad. Jams pueblo alguno sinti tan ho rrible

    deleite en ver correr la sangre humana. La mayora de los personajes notables nnantenan

    gran nmero de esclavos destinados la muerte, y los profesores de esgrima, los la^

    nist i

    los ejercitaban en todas clases de combates para luego venderlos alquilarlos.

    El ao 73 antes de nuestra era, doscientos de estos desgraciados, encerrados en una

    escuela de esta naturaleza, en Capua, en su mayora galos, tracios y germanos, formaron

    uh

    complot

    fin de evadirse ir la conquista de su libertad arm as en mano . La oc a

    sin pareca iavorab le; los mejores g enerales de la repb lica estab an ocup ados fuera d e

    Italia con sus legiones: MeteUo y Pompeyo com batan Sertorio en Espa a; L culo

    combata Mitrdates en Asia.

    Descub ierta la conjuracin por un traidor, lograron escap arse la vepganza de su

    amo unos setenta y ocho de los conjuros ms resueltos, armndose, al

    huif

    de cuchillo

    y mac hetes olvidados en las coc inas . Ya-fuera.de Cap ua se em :ontr|u-on coq varias ca

    rretas cargadas de armas de gladiadores; las cogieron, aumentaron su gente con algunas

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    B -

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    cuadrillas d e fugitivos, y, apo der ndo se, por fin, de un sitio bien fortificado situado

    sobre una montaa(Freishemius,

    Suplm . de

    lo-Lvo^, conjeturare que esta montaa era

    ^ l Vesubio). E>espus de haber d estru ido algunas tropa s enviadas con tra ellos desde

    Cpua, lo que les permiti equiparse militarmente, se organizaron con cierta regularidad.

    Sin duda que antes de entablar contra el'poder romano una lucha insensata, este puado

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    lares.

    El botn y la venganza parece, que tambin les preocupaba ms que los resulta

    dos grandiosos prom etidos por la victoria, siendo preciso dejarlos destruir varias ciud a

    des de la perezosa y opulenta Campania. Sin embargo, Espartaco pudo lanzarse las-

    montaas de Lucania, terreno favorable un ejrcito que careca de organizacin y d e

    disciplina, venciendo sucesivamente los dos capitanes del pretor Varinio, y, poco des

    pus,al propio pretor , quien, en un comb ate desastroso perdi tropas , bagajes, su caba

    llo y hasta los haces pretOrianos. Tam poc o esta vez pu do impedir sus soldados el sa

    queo de varias ciudades de Lucania, pesar de hacerles ver que, con semejante co ndu cta,

    slo conseguan arrojar al partido roman o los pueblos cansados del yugo, y que quiz

    hubiesen apoyado la rebelin.

    El xito atrae la muchedumbre. Las asombrosas victorias de Espartaco, sus procla

    mas todos los oprimidos d e Italia, engrosaro n en poco tiempo su ejrcito, hasta el n

    mero de setenta mil hombres. Fij su cuartel general en Turium, ocupse durante el in

    vierno de la organizacin militar y poltica de sus huestes irregulares, y promulg leyes^

    y estatutos, que fueron adoptados por todos los fugitivos galos, etruscos y latinos que en

    traban en esta liga sagrada. Segn se ve por un fragmento de Salustio, la ley lucaniana

    lleg ser comn todas las agrupac iones de esclavos fugitivos, que este gra nde movi

    miento haba determinado , an del otro l ^ o del P . Prohibi en su campo el oro y la,

    plata, acogi todos los mercaderes que traan hierro, compr caballos, mand forjar ar^

    mas,

    despleg, en fin, la actividad de un capitn y la inteligencia organ izado ra de n

    hombre de accin.

    El Senado romano, que en un principio haba afectado por esta rebelin, el desprecio-

    altivo que los barones de la Edad Media mostraron m s tarde por las sublevaciones d e

    los siervos de la gleba y de los burgueses comunalistas, comenz, sin embargo, 'inquie-

    tarse seriamente, y envi contra Espartaco dos cnsules la vez, como en los gran des

    peligros pblicos.

    En este mom ento, manifestse de nuevo en el ejrcito de esclavos, ese miserable es

    pritu de divisin, que deba serle tan fatal; los galos y germ anos , quisieron formar u a

    cuerpo aparte, y se hicieron liatir por los cnsules. Los que escaparon, tuvieron la felici

    dad d e hallar Espartaco , que los acogi y salv. Cuan to ste ltimo, ya sea po rq ue

    estas discordias le hicieran renunciar sus vastos planes de destruccin del poder roma

    no .favor de los esclavos, ya porque su nico objeto, com o dice Plutar co, fuera el de.

    conducir sus com paeros hacia la tierra natal de la libertad, lo cierto es, que l abando

    n la Lucania y ejecut aquella marcha asombrosa travs de Italia erizada de solda

    dos,

    y, dirigindose por los Apeninos hacia el Norte, destruy su paso los dos ejrcito

    consulares, otros dos pretorianos, llegando, por fin, siempre combatiendo y siempre vic

    torioso, orillas del P, cuyas aguas desbordadas le cortaron el paso.

    Despus de haber intentadp, p ero en vano, sublevar las ciudades cisalpinas, que odia-

    ban el yugo romano, pero q ue se hubieran avergonzado d e aliarse con los esclavos, vi-

    se obligado ceder la embriaguez de sus soldados que quisieron marcha r Rom a. El

    Senado, sobrecogido, envi Craso con treinta y cinco mil hom bres de viejas tropas,

    las que se unieron los restos de todos los ejrcitos derrotados. No obstante, el general

    romano litoitse cubrir el Lacio, no osando arri^gar una batalla contra el terrible gla

    diador y contentndose coa'hacerle hostigar miserablemente por sus tenientes,^invara-

    blemente vencidos cada vez que tenan la temeridad de librar un comb ate. ObligadOj,

    as, retroceder hacia las regiones meridionales, ^ a rt ac o form el proyecto de lanzar

    algunos miles de hombres con tra Sicilia, n de volver ence nder el fuego mal cxtin

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    guido de la segunda guerra servil. Los piratas sicilianos compEometirott^Atransportar

    los, recibieron de l anticipos considerables, los embarcaron dejndolos en la ribera. En

    tonces construy barcos, pero la tempestad los destruy. Sin emb argo, en medio de la

    ruina de todo s sus proyectos y de las divisiones de su ejrcito, aquel hom bre adm irable

    conservaba la audacia de sus resoluciones y la llama de su indomable energa. Y era tal

    el terror que an inspiraba, que Craso intent encerrarlo en el istmo de Reggio por me

    dio de un foso y una trinchera de quince leguas de longitud. El jefe de los esclavos mos

    tr el ms profundo desprecio, tanto este trabajo colosal,

    como,

    enemigos que n o osa

    ban atacarle de frente; luegO, cuando los vveres comenzaron faltarle, derrib una par

    te de la muralla dura nte una noch e tempestuosa, forz la lneaxlelos roma nos y pele

    libremente en Lucania, donde extermin una vez ms las tropas de dos tenientes de Cra

    so , que intentaron impedir su retirada. Este ltimo escribi al Senado pidiend o que le

    enviaran Pompeyo fin de que lo secundara, que la sazn regresaba d e Esp aa, y

    Lc ulo, que volva del Asia. Pero pronto se arrepen ti de su determinac in, busc ando

    ocasiones de concluir con la guerra, con la mira ambiciosa de que slo l cupieran los

    hono res de la victoria. Y esta ocasin le fu facilitada por sus propios enemigos, qu e

    cada vez eran ms dbiles causa de sus eternas discordias, n cuerpo considerable de

    galos habase separado del total del ejrcito y andaba errante, con la apata y serenidad

    propias de esta raza. El general romano no tard en atacarlos con fuerzas superiores, ex

    terminand o unos doce mil. P or lo dems, aquellos indisciplinables galos combatieron

    con un herosmo que casi justificaba su presuntuosa audacia: supieron morir en su pues

    to , y entre los cadveres slo dos aparecieron heridps en las espaldas.

    Pero, amenazado Espartaco de ser cogido entre tres ejrcitos, dirigise hacia Brindis,

    donde,pensaba embarcarse para Sicilia, cuando sus soldados, engredos.por algunas vic

    torias recientes, le obligaroh cam biar por comp leto de resolucin, hacin dole volver

    atrs y ma rchar contra los roman os. Esto convena Craso, que acab aba de saber que

    Pompeyo se acercaba, tanto ms presuroso de acabar con la guerra, cuanto que- el ejr

    cito debilitado del enemigo le augu raba un a victoria segura. El encu entro tuvo lugar

    orillas del Silaro. Forzad o librar un combate que de ningn modo estaba en sus pla

    nes,Es parta co dud , quiz, en el ltimo mo mento, de una causa que haba servido coi

    un genio y una grandeza de que la historia no nos ofrece un segundo ejemplo; aquella

    gran alma herida entrevio quiz con amargo desaliento que sus compaeros de esclavi

    tud no posean las fuertes cualidades necesarias para la conquista de su libertad. Sinti,

    cuando menos, que todo dependera de aquella batalla, y preparse darla con un he

    rosmo grand ioso y desesperado^ En el mom ento de d ar la sefial de com bate, mat su

    caballo, profiriendo estas varoniles palabras; las nicas que la historia nos ha trn aniti-

    do:

    tSi venzo, hallar muchos entre los romanos; si soy vencido, no quiero huirl

    ; Em bisti con los suyos contra las legiones rom anas atac ndo los con vigor, y, ya con

    el cuerpo acribillado de heridas,,an com bati de rodillas durante m ucho tiempo, hasta

    quedar sepultado bajo los cadveres de los enemigos quienes haba derribado Cuftrai-

    ta mil esclavos perecieron coi

    ^}

    sublime vencido en esta inmortal derrota que re oia t^

    poren tossiglos las cade nas d e tas ra zas o primid as. Algunos m illares de fugitivos fueron

    destruidos por Pompeyo, el hombre de las victorias fciles, al que cupo el howo ocBoso

    de haber exterminado los ltimos grmenes de la rdaelin 71a os antes de nuestra era. .

    As termin aquella guerra que hizo temblar ^ m a en el apogeo d e su g r a n d ^ a

    militat, llenndola de confusin; as pereci el ijis gfande, quiz, de to dos cuan tos ha ^

    emp uado la espada por la verdadra.causa de la justicia y de la igualdad.

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    7 8 LA REVISTA BLANCA

    La esclavitud ha desapa recido, en par te, del cdigo de las nacion es civilizadas; los

    siglos han pulverizado las osamen tas de los opresores y de las vctimas, y aquel polvo

    desde hace mucho mezclado, ha sido amasado por las pisadas indiferentes de las gene

    raciones libertas; pero el recuerdo del noble esclavo de Capua h a queda do como tradi

    cin heroica en el nimo de los luchadores de todos los siglos; ha quedado, en honor de

    la conciencia hum ana, para recordar combates inmortales, sufrimientos que nunca han

    sido vengados, y cuya amarga evocacin ms de una vez ha fortalecido el corazn de

    cuantos han hum edecido con su sangre la bandera de las causas vencidas, enseando los

    hombres despreciar los triunfos de la iniquidad.

    o is COMBES

    Traducido de

    eAntis du Peuple

    peridico que se pubeaba en 185S.)

    aNARQUlSMO

    rtica de la sociedad presente

    El exterutinio por la vida

    Esta repugnante lucha social es la caricatura de la lucha por la existencia de Darwin

    y no su complemento, como algunos pretenden, capciosamente.

    E n los animales, el triunfo del ms fuerte del mejor dispuesto para perpe tuar la

    vida, resulta de la contienda que sostienen todas las especies contra la naturaleza y unas

    especies contra otras. En la sociedad humana no ocurre tal cosa; en la sociedad humana

    la lucha se establece de hombre hombre, y el que tiene ms astucia para matar y hferir,

    aquel triunfa.

    E duca, lector, tus hijos, si tienes varios, unos den tro de la moral ms perfecta y d e

    Ia,s ideas ms justas y los dem s ejerctalos en la astucia, la hipocresa y la traicin en

    que pa ra vivir exige la sociedad prese nte; haz que los primeros estn sanos, que renan

    condiciones para ad aptarse al medio am biente natural, y no te preocupes de la salud f

    sica de los segundos. Ya vers cmo en la lucha por la vida que los someter la actual

    .sociedad, en la lucha de adap tacin social triunfarn los astutos, hip critas y traidores ,

    y en la lucha por el adaptam iento la naturaleza y para la perpetuacin d e la especie,

    triunfarn los ms sanos y los mejores. Aqullos quizs no teng an hijos, y si los tienen

    los tendrn enclenques, quiz mu erui jvenes, pero econmicam ente, socialmente pros

    perarn ms que los otros. E sto demuestra qu e una es la lucha por la existencia de que

    nos habl Darwin, y otra es la lucha por los medios de vida ^ue nos obliga la so

    ciedad. ;

    Yerran, pues, los que, juzgando al hombre ti l cual se maniesta hoy, lo creen inca

    paz para t ejercicio de la anarqua y los que pretenden dignificarlo antes en esta socie

    dad que niega elemeatm de vldi los individuos de superiores cualidades morales.

    En la actualidad tenemos establecida, no la lucha por la vida, sino el e.\termno por

    una Ti b que asegura de antemano la naturaleza, pero que la sociedad convierte en pro-

    blema de orden puramen te social. ^

  • 7/26/2019 19030515_LA REVISTA BLANCA

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    LA REVISTA BLANCA 7 9

    Justicia de la anarqua

    E amor Ubre

    El eminente psiclogo francs Ch. Ribot, dice que la m ayora de los hom bres supe

    riore s son hijos de amores ilegtimos, y e apo yo de su tesis cita unos cuantos nombres.

    Na turalm ente, el director de iZevsto M terfjm, de Pars, no habla ms que de hechos

    pro bad os, y los genios que nos exhibe en concepto de ejemplos son pblicame nte reco

    no cid os como el fruto d e amores furtivos. Pero, qu sabemos de los hom bres de genio

    que, al parecer, na cieron de una unin legal? Nad a, y, sin em bargo, pueden tambin te

    ner por padre un amante y no un marido.

    El hech o, por s solo, da una gran fuerza al amo r libre y lo atesora los ojos de la

    natu ralez a, del talento y de la hermosura, p orque Ch. Ribot, no slo dice que el fruto de

    un am or ilegitimo es m s genial qu e el de una unin legtima, sino qu e afirma que es

    nls herm oso. La consecuencia es clara: con el amor libre el frujo de la unin de do s

    cu erp os sera ms inteligente y m s be llo. Poi- qu? Porq ue serla el verdade ro fruto del ,

    am or; lo que no suced e actualmen te, que la mayora de los matrimonios tienen por

    mvil el inters, y las pocS personas que se casan po r amor lo pierden los dos ms

    afios de vivir contaitm ente ypor urm en compaa de otra persona. Liego el matri

    mo nio, el lazo indisoluble de los esposos ejerce un a accin deprime nte en el carcter, en

    la inteligencia y en la belleza de la humanidad. Si de este hecho, positivo, cientfico, de

    ducim os los efectos que ttos-sugiere aq uella parte d e la psicologa fisiolgica que n os dice

    que el hom bre es tanto m? bueno m oralmente cuanto ms sano est fsicamente y cuan

    to m s perfecto es orgnicamente, tendrem os que la sociedad actual, con su rgimen eco

    nmico, con sti,moral religiosa, con sil libertad condicional/no slo impide que el hom

    bre sea bueno co n los medios de luchfe qu impotie, sino que es un obstculo para qu e

    las personas, hereditariamente, naturalmente, renan condiciones de inteligencia, de bon

    dad y de belleza;

    Desde este momento las pasiones, los vicios, las enfermedades y los defectos heredi

    tarios que se presentan como un obstculo insuperable al establecimiento de la sociedad

    an jquica , dejan de reunir fuerza bastante para que sean tenidos en cuen ta. Las leyes

    de la brencia, si existen par a el mal, .para sem brar Ifi fealdad

    jf

    la idiotez, es preciso

    qu e existan tambin para el bien, para hacer al ho mb re genial y hermoso por Medio

    del amor que lo engendra. Establezcamos, pues, este amor, quitemos la esclavitud del

    ma trimonio, impidamos que dos cuerpos engendren sin quererse, slo por el cumpli

    miento de una funcin m ecnica, de un deber impuesto que produ ce mo nstruosidades,

    fealdades, y por la herencia misma, por esta heren cia que ahora es una dificultad la

    anarqua, podremos establecerla sin reparo.

    Intil es hacer la crtica del m atrimon io presente; al alcance de todo el mu ndo est

    que no responde ningn fin elevado, ninguna idea generosa, ningn ideal superior.

    U nos se casan para adquirir criada, otras para tener am paro; stos para pescar buena

    dote, aqullas porque su familia se lo exige. Y as vemos hombres feos ricos casados con

    mujeres hermosas pobres, y viejos achacosos unidos con joven zuelas. Dnde est el

    amor, dnde est aqul amor puro, grande, santo, pasional, arrebatador quien el sabio

    francs, tomando la estadstica por testimonio, atribuye la produccin del, genio )de la

    belleza? Est en los amores furtivos, en los amores ilegtimos, en los amores que podra

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    6 8 o L A RE VIST A B L ANCA

    mos llamar libres; en los otros no hallaris ms que disputas, que fastidio, que disgu stos,

    que cansancio y martirio. Este es el ambiente que los hijos engendrados sin am or respi-

    ran en el seno de la familia dentro de la sociedad presente. Buena semilla moral para la.

    procreaci n de los hom bres futuros '

    El gobierno e e l esoraen

    Pero,

    ipo r qu es m enester la autorid ad, el Gob ierno, el Estado? Nad ie lo sabe . Se

    acepta el principio como la religin impuesta por la fe.

    Creen los partidarios del poder que la misin de todo Gobierno es ayuplar al hombre

    honr oy velar por su seguridad? Se engaan como bobo s. El hom bre honrad o ha de

    guard arse de la autoridad co mo de la peste . Defienden al Go bierno porq ue le estiman

    necesario, sinceramente?

    Que piense el lector en la ayuda que del Estado le ha venido.

    Muy pocos individuos habr que se vean justamente favorecidos por el Estad o; al

    contrario, el Gobierno protege los peor, postergando mritos positivos.

    Si el Estado se mete en la enseanza, es paca coartarla y para nonbrar catedr ticos

    de su h ornada. Lo mismo podramos decir hablan do d e la magistratura. La indepen-

    denc ia de la justicia es otra mentira convencion al. La justicia es de partid o; no ya de

    da se. E l Ministerio asume todos los poderes y.

    los

    inclina don de quiere. De qu sirve

    pues, el Gobierno? No sirve ms qu e para manifestar su influencia, en bien en mal de

    la equidad, que esto es lo de m enos, segn lo reclame un tu nan te una person a de b ien.

    Un juez es un servidor del gobernador del presidente e.la Aud iencia; y estos seores

    son funcionarios del Esta do ; ap rietan suaviza n la pena , la persecucin la benevo-

    lencia, segn las rdenes que reciben del m inistro, (i) No hay justicia, no hay auto ridad

    independiente. Y desde el momento que el espritu de bandera es lo que lo mueve todo

    en las esferas de la autorid ad, alta y baja, no busquis en ella consuelo ni am paro

    alguno.

    Es por eso malo el hombre? No; como no tiene la vida asegurada se pone al servicio

    de quien ms y mejor se la asegure. Los hom bres que representan la autoridad no son

    una excepcin en esta regla.

    Las mismas leyes econmicas que, aparentemente, hacen necesario el Poder para

    evitar el crimen, para impedir el robo, que no evitan ni impiden, pesar de todo, h acen '

    que el poder no pueda llenar la misin qu e le esta encom endada. El hom bre roba

    mata para asegurarse un a existencia que la sociedad le niega, y la autoridad sucumb e

    las exigencias del Poder por la misma ley social que el otro mata roba.

    La prctica, el hecho, habla ms elocuentemente que mi tosca pluma.

    El que haya tenido relaciones con la autoridad, de cualquier clase que ella haya sido,

    puede haber visto que es cierto cuanto queda expresado.

    _ _

    _ (

    . (I) Entrego estas cua rtillis i la imprenta al da siguien te de haber pablicad o la CactUtla Circular d el seAor acal de

    Tribunal Supremo, declarando punible el grito de viva la repblica , dado en tale* y cuales citcunstancias.

    Hablando de sta circular, dice //m /^tf ;^/d el 6 de Maye:

    ' tPimemos fuera de tod o debate al fiscal del Supremo: mercen os su persona la consideracin m is afectuosa; peto el sefipr

    BugaUal, representante del gobierno en el mis alto Tribunal del reino f homtoe de partido que en caso algaoo puede excu

    sar sumisiones de inspiracin i trimite* de consult>para ciertos actos de general trascendencia, no estt prectttmente, con

    tenido en su Circular; dpcumentos tales com o el

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    LA REVIST BL NC 6 8 1

    En b ien de la nacin, d e la colectividad, qu ha hech o el Poder? Qu maravilla h a

    iijventado? El pararrayos , lagravedad , la microb iologa, la vida celular, la circulac in

    de la sangre, la electricidad, l vapor, la multiplicidad d e los mun dos, la brjula, el sis-

    tema solar, el peso del aire?... N po r cier to. Al ser aquello d escubierto, ayud po co ni

    mucho los inventores? Al contrario, el inventor tuvo que pagar al Estado una contri-

    bucin crecidsima, si quiso continuar sus trabajos.

    Las obras del Poder , del Go bierno, del Est ado , que con todos esos nom bres qui ere

    atrincherarse por nuestro mal, pueden contarse.

    Hizo del rayo una manifestacin (Je la ira de Dios; d la Tierra, un mundo nico; de

    la esfera terrqu ea una superficie pla na, y despus p ar el sol citando ste dab a vueltas a l-

    rededo r de la tierra

    F E O E R I C O

    U R A L K S

    Hh

    UNA VICTIMA DE NIETZSCHE

    Historia de Sergio Pietrovitch.)

    CONCLUSIN)

    U na vez comp rendido qUeio se podr v encer, queda el mo riit Serg io Pietrovich re-

    solvi morir y la muertese le present como una victoria.

    Este pensamiento de la muerte no le era nuevo. Ella le haba solicitado ya anterior-

    mente, como sucede todo hombre cuyo camino se llena de obstculos; pero inactiva y

    lejana como su sueo del milln. Se present esta vez, no ya con el car cter de vaga

    veleidad incierta, sino con el de una imprescindible necesidad, de una conclusin in-

    evitable, de un hecho, de un a solucin. La salida, que ella condujese lo descon ocido,

    las tinieblas, esto impo rtaba poco... C onfusamente l supona alguna existencia ulterior;

    pero sin temerla: con l no arrastraba sino el yo libre, independiente del espritu dbil

    y del corazn atnico, presa de la tierra, con la que sta bien p odra enge ndrar u

    nuevo corazn y un^nuevo espritu. En cuanto arraig la tranquila resolucin de morir,

    sabore po r primera vez en su vida ufia alegra grave y digna, la del esclavo que acab a

    de romper sus caden as. ,

    No soy, pues, un cobarde. F u la primera alabanza d e l s mism o; la acept con

    orgullo, sin vanidad. El pensamiento de la muerte hubiera debido, lo que pa rece, sim-

    plificar todos los cuidados de la vida material y de un cuerpo, en adelante nad a aten-

    dible. Ocurri lo contrario; Sergio Pietrovitch volvi ser el ho mb re puntual y meticu-

    loso de antes. Se asombr de haber podido tolerar tal desorden en su c uar to, arregl

    todo sobre la mesa, puso los libros en orden, y en el mismo orden que en el pasado. En

    la tabla superior su tesis para el concurso (fu remitida ms adelante Novikov), y com-

    pletamente aparte Asi

    h bl b

    Zarathustra No haba vuelto abrir la obra maestra de

    Nietzsche, y segn tod a eviden cia, ni siquiera hab a acab ado su le ctura , porqUe sus

    notas con lpiz, en las mrgenes,sedetenan la mitad de la tercera parte. Tal vez tema'

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    6 8 LA BEVISTA BLANCA

    encon trar all algo nuevo inesperado, propio para trastornar aquella labor penosa q ue

    le dejaba la impresin de un suefio espantoso y luminoso.

    Se dirigi al bao . Con delicia nad en la piscina; despus, habien do encontrado all

    un com paero, entr con l en la Cervecera alemana, en dond e se tom una botella

    de cerveza. D e vuelta su cua rto, limpio, fresco, una vez puesta una camisa blan ca,

    sabore largamente una gelatina de frambuesas, rociada con t. Pidi entonces una aguja

    su propie taria y repas su chaqueta , la cual, estrecha y usada , cruja sin cesar bajo los

    sobaco s. Sus dedos gruesos y cortos atrap aba n con dificultad la delgada aguja, que se

    escapaba en el pao demasiado viejo.

    Varios das fueron consagrados la elaboracin del cianuro de potasio, y una vez la

    bebida pu nto, Sergio con temp l con satisfaccin el frasquito, pen sand o, no en la

    muerte que contena, sino en la perfeccin de su preparacin, obtenida en tan poco

    tiempo . La patrona, una mujercita negruzca, que fu una entretenida en sus tiempos,

    olfateaba algo anorm al; subi visitarle: satisfecha de com prob ar qu e pareca volva

    tomar el curso de su vida laboriosa, le felicit, charl largamente de los funestos efectos

    de la soledftd sob re los jvenes, lo qu e la llev referir la historia de uno de sus cono

    cidos, un emp leado de p olica, el cual g ana ba su vida con holgu ra; pe ro al cual sus

    negras ideas le hab an conducido la bebida, de suerte que finalmente haba cado en 1

    ltima degradacin, y en la actualidad estaba instalado, como memorialista pblico, en el

    mercado de Khitrovka, en dnde por un vaso de aguardiente redacta las cartas y peti

    ciones... Y esta historia deba poco despus narrarla todos los cotnpafieros de Pietro -

    vitch, aadiendo que ella haba observado instantneamente una chocante semejanza

    entre el polica y el estudiante.

    Baje usted, pues, d cuando en cuando, sus habitaciones tomar el t, concluy

    diciendo, sin ningn otro pen samiento por lo dem s. Ha ra usted bien, asimismo, en vi

    sitar sus amigos, porque, en fin, qu significa eso de que no vaya usted nunca casa

    de nadie y que nadie venga la suya?

    Sergio sigui el consejo y pas ver cuantos cono ca; pero sin detene rse con nin

    gun o. Ms adelante, los estudiantes afirmaron qu e la locura se mostraba ya visiblem ente,

    y se asombraron de no habe r tenido cuidad o. Sergio, de ordinario silentoso y tmido,

    hasta en tr los suyos, se haba hec ho locuaz, com unicativo y alegre; rea, tomaba par te,

    gustos o, en todas las futilidades, alimento acos tum brado de las conversaciones; hasta

    hab laba de Novikov en tono de igualdad, y le decla raba superficial. Lleg hasta canta r,

    afirm un estudiante jovencillo; con una exageracin ton manifiesta, que todos le contra

    dijeron. Pero, en suma, hubo una nim idad sobre lo inslito de sus ^maneras, y si en el

    momento nadie se inquiet por ello, fu porque nadie prestaba nunca atencin Sergio

    Pietrovitch. A este propsito, algu nos que ms adelante censuraron semejante indife

    rencia, suscitaron la pr egu nta: Se pod a salvarle en aquella crisis suprem a de su vida?

    Decan que s ; no por el ascendiente de alguna voluntad extraa y dom inadora, sino

    merced la influencia tierna de un ser querido , su madre, una mujer qu e, cobrndole

    afeccin, le sacase de la hipnosis mortal que tena su espritu bajo el imperio de la

    idea fija. Ningn razonamiento poda tocarle , una ternura le hubiese salvado; U n grito

    del corazh d e su ma dre, la vista sola de aquel rostro querido del qu cada arruga le

    era familiar d esde la infancia, y aquellas lgrimas qu e conm overan hasta un . hom bre

    de hierro; s, todo esto era capaz de traer d e nu evo su conciencia la realidad. H onra do

    , y dulce, no hubiera aceptado el introducir la muerte en aquel corazn maternal, sino

    que hubiese concedido el vivir, lo menos, por aqullos que le queran; muchas veces

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    LA REVISTA BLANCA 6 8 3

    naturalezas dbiles se vieron d e esta manera apartada s del suicidio, y definitivamente se

    afirmaron en el pen sam iento de que vivir requ iere m s valor que m orir. Y cuntos,

    despus lamentan todava la brevedad de la vida

    Y los estudiantes se acusaban: un simple telegrama de diez palabras la m ad re, y

    Sergio viva. Otros, epilogando desde el punto de vista social, deploraron con energa la

    falta de unin, de fraternidad, de tal ma nera, que en poco tiempo se fundaron crcu los

    de estudios, en los que se discutan las cuestiones sociales...

    Sergio decidi darse la muerte el viatnes i i de Diciembre, fecha en que la ma yor

    parte de los estudiantes march aba de vacaciones. For la ma ana puso en ei correo una

    voluminosa carta recomen dada para Smolensk, dirigida Novikov, y guard e recibo

    en su cartera. To da aquella carta, en la que anunciaba su resolucin desarrollando los

    motivos, pareca escrita con ocasin, no de s mismo, sino de un extrao y de un indife

    rente. Despus pas al refectorio de los estudiantes, en donde permanec i largo tiempo

    sentado la mesa, conversando con los que conoca. En seguida subi su cuarto y

    durmi mucho profundamente. E ran ya las diez'pas adas cuando se despert y se hizo

    traer el t; los vecinos oyeron entonces de nuevo sus pasos martillar el piso: uno, do s,

    tres,

    hacia ade lante ; uno, dos< tres, al volvese. Cu and o, ya la noche muy avan zada, la

    criada, medio dormida, volvi subir para recoger la tetera y la vajilla, Sergio le habl

    mucho como para retenerla; estaba m uy plido, ella lo certific despus...

    Sin embargo, diferencia de los das precedentes, o pensaba en modo alguno en la

    mue rte, hasta estaba tranquilo y alegre. La nocin del acto qu e iba realizar no le

    volvi hasta u na dos horas antes de absorber el veneno. Las ideas le llegaron lejanas,

    imprecisas, incoherentes. La primera imagen fu la de la propietaria que encontrar ma

    ana el cadver y se asustar; despus el aspecto de ese cadver. En este mom ento su

    pensam iento se desvi y se escap hacia- los recuerdos de su infancia, precisam ente la

    muerte de su to, que ocurri en casa de los padres de Sergio; ste, de eda d entonces de

    siete aos, y al que llamaban Sierigo (i), fu llevado ca sa de uno s vecinos. Al atra vesa r

    la antesala, ech una mirada la gran sala y entrevio la mesa en donde coma la familia,

    y sobre aquella mesa dos plantas de pies con calzado completam ente blanc o. Esto dur-

    un Segundo; pero fu bastante para toda su vida, y, en aquel momento todava, no poda

    representarse la muerte sino bajo el aspecto de aquellos pies rgidos vestidos de blanco....

    En seguida se acord de un entierro an reciente, indigente y extrao. Extra o, porqu e

    nadie en las calles pareca verle pasar, nadie se descubra. C uatro man daderos llevaban

    sobre unas anga rillas el fretro cubierto con algo indefinido y som bro, y los cu atro

    mand aderos, marchando al mismo paso, andaba n de tal manera, que el fretro se balan-

    Ciaba com ps como si h ubiese descendido flotando po r.la corriente de un ro y el

    viento levantase un faldndel pao. Y detrs del fretro no se vea ni sace rdote, ni pa

    riente, nadie.

    Cuand o el pensamiento de Sergio volvi en s mismo, se hizo de repente agud o y

    como luciente, semejante un cuchillo recin afilado. Durante un minuto oscil, indeci

    so ;solicitado la vez por el silencio de la noch e, la tetera apa gad a, el tic-tac del reloj

    sobre ia mesa, y despus, habiendo , sin duda, enco ntrado lo que buscab a, desarroll e l

    cuad ro d d entierro de Sergio P ietrovitch, hasta tal punto minucioso, preciso, exacto, real

    y terrorfico, que se estremeci

    y

    sus manos se helaron; el antro negro y abrupto de la

    fosa, un fretro estrecho y anguloso, los botones verdosos de su uniforme y los progresos.

    I) Di m in ut iv o iif-ctitUOso-

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    6 8 4 l A REVISTA BLANCA

    de la deScotoposicin del cuerp o, le pareca q ue no fuese S ergio quien lo evocaba, sino

    q^e un a ma no gigantesca detallase, hojease co m o un Ubro ese irreprod ucible pasaje de

    la vida la muerte.

    Sergio se despert de s visin; quiso grita r d e terror, mir el frasquito y se puso

    recular, como si alguien se aprestase vacirselo por fuerza en la boca. Tena miedo de

    s mismo, de la espantosa, traicin de sus brazos y de sus piernas; mientras reculaba, todo

    su cuerp o, to do su ser se ^t re m ec a y quera lanzarse hacia el frasco; sus pies, sus manos>

    su bo ca, hasta sus huesos y sus venas se llenabais del apetito loco, frentico, irresistible,

    . de arrojarse imp etuosam ente, de coger, de vaciar el frasco con delicia, con avidez.

    No quierol No quiero mu rmuraba Sergio Pietrovitch, alzando sus maqos y de

    fendindose co ntra s mismo y retroced iendo siem pre; perO la vez le pareca que se

    ace rcab a y que el frasco* creca la vista. Al fin la pue rta le cer r el cam ino, dej de mi

    rar, lanz un grito, dio un paso adelante. En aquel momento fu cuando entr la criada,

    y, habiend o recogido lentamente k . vajilla qu e distinguan mal sus ojos soo lientos, pre

    gunt al marcharse:A qu hora hay que despertar usted? ,

    Sergio la retuvo , le hab l, y no entend a ni las pregu ntas ni las respuestas de la do

    mstica. Solame nte un a vez su cereb ro se vio tod o entero obstarudo por esta,frase: A

    qu hora hay que despertar usted? Reson, repercuti, volvi empezar, obstinada

    mente, hasta concluir por no representar ms que una serie de sonoridades desprovistas

    de sentido. Despus l comprendi. Como todo el mundo, se desnudar, se meter en la

    cam a y al da siguiente le despertarn, y comenzar u n nuevo da, obligatorio, y Serg io

    Pietrovitch continuar siendo un ser viviente como todo el mundo, porque no,quiere mo

    rir, porque no morir, porque nadie podra obligarle absorber el contenido pl frasco.

    Siempre posedo de un temblor, c o p el frasco, le descorch, aspir el olor de almen

    dras {(margas, le volvi poner el tapn^ y, lentam ente, con mano que no dejaba de tem

    blar, le escondi en el estante, de tr s de los libros. Pues bien, lo habla tenido en sus Ala

    nos y viva an, ya no tema ni al frasco ni s mismo.

    Un a vez acostado se encontr salvado , y su cuerpo , calentado po r las mantas, se con

    gratul hasta en Sus menores rincones. Estiraba las piernas, u s manos que estuvieron

    punto de cometer el crimen, y le pareci que algo sordamente en l cantaba, como si su

    sang re se regocijase por no haberse conv ertido en un amasijo viscoso infecto, y por

    continuar saltando, alegre y roja, travs de los vasos e^aciosos. La alegra desbordada

    de su corazn, que entonaba el himno friunfal de la vida.

    Vivir, vivir pen saba Sergio encog iendo y estirand o sus ded os dciles y ligeros, Q ue

    permanezca desgraciado, perseguido, despreciado de todos y burlado, el ms bajo en la

    escala hum ana, n cero, un nada^' barro q ue se sacude de los tapidos pero vivir, vivi-

    rl Ver el sol, respirar, podr encoger y estirar sus dedps, vivir, vivirl \la. vida. Es

    una felicidad tal ]Una tal riqueza Y nadie se la arrebatar, y se prolong ar mu cho tiem

    po, m ucho tiempo , siempre Un n mero indefinido de da s alum brarn la aurora , y du

    rante to dos esos das, vivir he aqai.qu e por primera vez desde varios das, la ima

    gen de 8u p&dve y de su mad iele visit, y muy conmovido, besaba con el pensamiento

    las viejas arrugas que estuvo po nto d e llenar de lgrimas, y su corazn estall bajo el

    grito triunfal: yo vivo, vivo, vivo Lailtma sensacin, al dormirse con un sueo alegre

    y ligero, fu el sabor de una lgrima salada que humedeci sus labios.

    Helab a y brillaba el sol cuand o se despert . Estuvo mu cho tiempo n darse cuenta

    de por qu su cama se encontraba hecha como de ordinario, y por qu l se encontraba

    en ella vivo; le aquqjaba un ligero dolor de ca.beza, y todo su cuerpo estaba molido. Pun-

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    to por pun to voyi sus recue rdos todo, el da ante rior, y su terror le parec i incom pren

    sible, an te aquella muerte que se haba ya representado unas diez veces. La muerte, el

    entierro, la fosa... pues bien, s, era evidente que le enterraran , y que cavaran una fosa

    y qu e en esa fosa se descomp ondra su cue rpo. Repas cu idadosame nte las terr>les vi

    siones de aquella noche , pero haban palidecido ya y se borrab an cad a vez ms, como

    suce de cominmente ante el da y sus realidades precisas. Qu haba de espantoso en

    aquellos fnebres cuadros? El entusiasmo por la vida era lo que ahora le pareca incom

    prensible, irracional, absurdo. En resumen, l, Sergio Pietrovitch era sencillamente un

    cobarde y un fanfarrn. .

    Y he aqu que se acOrd de la carta enviada Novikov, y en la cual' anunciaba su

    suicidio com o un hecho realizado. Enrojeci de vergenza y sinti que su resolucin d

    morir permaneca igual; firme, inquebrantable, tanto como la vspera antes de ceder su

    inexplicable espanto. El temor haba desaparecido, pero la vergenza acerba persista, y

    Serg io se rebel contra s mism o. L a fuerza ciega que Je arranc de las profundidades de la

    no existencia haba lograd o por algunas horas solamente, pero logrado, sin embaigo , des

    honrar al fugitivo cobarde. La vergiienza acab de dispersar hasta el recuerdo del acce

    so de coba rda; aqulla suprema victoria se llev de un golpe todo malestar corporal; la

    cabeza se despej, el ce r br o se volvi poner trabajar con la vivacidad vertiginosa,

    la potencia y la decisin que se observa en ciertos accesos de fiebre intensa. Los labios

    temblaban de deseo de hablar, y sobre su lenguasp agolpaban palabras en las cuales en

    otro tiempo jam s hubiera pensado, y que ni siquiera comprenda. Se deca que si ahora

    persistiese en subsistir, necesitara bebe r una copa tal de odio y de desp recio hacia s

    mismo, que al lado de ella el veneno se converta en nctar; su yo, el yo> insumiso

    altivo, de quien la volun tad audaz, aca ba d e deshacer el desptico

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    8 LA REVISTA BLANCA

    PBODTJCGION Y DISTRIBUCIOK

    (D i.Ij AgU aiidone , de tmmai

    n una conferencia da da recientemente en Miln por Arturo Labrla, el cono cido

    socialista intransigente, director de La

    anguardia

    So cialista,ha d emostrado, segn este

    peridico, que el problema que urge importa resolver no es el de la distribucin de la

    riqueza, sino'el de la organizacin racional de la produccin.

    De Malthus ac, los conservadores de todas las escuelas han sostenido que la miseria,

    no se deriva de la injusta distribucin de la riqueza, sino de la limitada productividad

    de la deficiente indu stpa hum ana. .

    1 socialismo es, en ^ origen histrico y en su esencia fundam ental, la negacin d e

    aquella tesis; 64 o que es lo mismo, la afirmacin precisa de que e l proble ma social es,,

    ante todo, una cu ^t n de justicia social, una cuestin de distribucin. Mas cuando los

    socialistas tnpezaro n pactM- con el pod er y con las clases poseedoras, esto es, cua ndo

    han dejado en realidad de ser socialistas, se pusieron tambin, con formas u n poco m s

    modernas, sostener la tesis de los conservadores.

    Si semejante tesis fuese verdadera, sera falso qu e el antagonism o en tre patrono s y

    obreros fuese irreductible, porque hallara solucin en el inters q^e tendrian obreros y

    patronos en aumentar ia produccin; sera falso el socialismo, cubando menos, ctno me

    dio actual para resolver el problema social. Y,

    en

    efecto, ya hemos odo Turati soste

    ner que los obreros deben en las huelgas cuidar de que no se arruinen los patronos y sus

    industrias, y antes de Turati, Ferri haba dicho que los socialistas fjeban favorecer el en

    riquecimiento de los burgueses; y los ms distinguidos representantes del socialismo de

    mocrtico italiano van por ah aturdindonos con el inters que tienen los proletarios de

    ser gobernados por una burguesa rica, corts, moderna.

    Esta nueva predicacin d e

    lo

    socialistas, que tiende h^cer abandonar al proletariado

    consciente la va madre de la lucha de clases empujndolo hacia el callejn sin-salida del

    reformismo burgus, es tanto ms peligrosa cuanto que toma por pretexto un hecho cier

    to ,el de la insuficiencia de produ ctos actua l para satisfacer, aun en lmites restring idos,

    las necesidades de todos, y despus de haber imp resionado al pblico con la' dtnostra-

    cin de aque l hecho^ con un pequefio expedien te sofstico cam bia e efecto en causa y

    saca in detenerse las errneas conclusiones que sirven sus'propsitos.

    Es necesario analizar el sistema.

    CiertO'que la prod uccin en g eneral y los artculos de primera necesidad son escasos,,

    insuficientes, casi ridiculamente pe queos con relacin i. lo que debera y podra ser.

    El hambriento qu e pasa por los almacenes atestados de gneros alimenticios, el que

    careciendo de todo ve los esfuerzos que hacen los com erciantes po r vender loi gn ero s

    demasiado abundantes en relacin las demandas del pblico,'podrn creer que hay d

    todo en abundancia pa ra todos y que slo faltan los medios para poder comp rar. Lo s

    anarquistas, ilusionados con las cifras ms menos cabalsticas de la estodstfca y aun

    para disponer en la propaganda de un argumento impresionante y de ^ i l comprensin

    para la masa ignorante, hati podido sostener que la produccin efectiva supera, con lar

    gueza, toda s las necesidades racionales y qu e bastara que el pueblo tomase posesin

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    *

    IA REVISTA Bl ANi.A 6 8 7

    . .

    de la riqueza para qu todos pudiesen vivir en la abun danc ia. Y el hecho de las sucesi

    vas crisis sedicentes de sobreproduccin (esto s, el trabajo que falta porque los patronos

    no hallan compradores pa ra los productos qu han acum ulado) ayuda confirmar en la

    mente de la generalidad esta impresin superficial.

    Mas jin poco de crtica fra har com prender sbitamente que esta pretendida gran de

    riqueza debe ser una ilu.

    Lo que consume la gran m asa del pueblo es insuficiente satisfacer las ms elemen

    tales necesidades: la inmensa mayora de los hombres come poco y mal, viste y vive mal

    y est mal provista de todo; m uchos mueren lentamente de h am bre y de fro. Si verdade-

    rinen te se produjese tanto que alcanzase pa ra tod os, por qu los ms no consum en bas

    tante y dnd e se acumula el excedente anual de la produccin? Y por qu inconcebible

    aberrac in los capitalistas, que hacen produ cir para vend er y obtener beneficios, conti-

    nuaranHaciendo producir aquello que no habran de vender?

    Por la concurrencia que los capitalistas se hacen entre s y la ignorancia en qtie a l ^ .

    nOs estn de la cantidad de productos qu los otros puedan en un momento dado laniar

    la plaza; por el espritu de especulacin, po r la avaricia de k gana ncia y por error de

    previsin puede ocurrir y ocurre frecuentemente en las industrias manu facture ras, cuya

    potencia productiva es ms elstica, que se produzca ms de lo que se dem anda en un

    momento dado; pero enton ces sobreviene la crisis, la suspensin del trabajo, y el equili

    brio se restablece: la larga, normalm ente, no se produce ms que aquello que se con

    sume. Es el consumo el que gobierna la produccin y no la inversa.

    Por lo dem s, respecto los prod ucto s alimenticios, que son los de m s vital hnpor-

    tanc ia, basta tener en cuenta las terribles consecuencias en los pases agrcolas de una

    cosecha que falta p ara convencei s de que comiendo tan mal como come la generalidad;

    apenas se produce lo bastante para ir tirando d un ao otro.

    Si toda la masa de la riqueza producida anualmente, de la cual hoy ms de la mitad

    va parar al pequ eo nm ero de capitalistas, fuifese distribu ida igualmente entre to do s,

    la condicin del obrero mejorara muy poco y adems su parte correspondiente aumen

    tara, no en las cosas necesarias, sino en mil bagatelas, poco menos que intiles, cuando

    no daosas; En cuan to al pan, la carne, la casa, al vestido y dem s artculos de pri

    mera necesidad, la parte que los ricos consumen en exceso disipan, distribuida entr e

    la masa innumerable, no producira cambio alguno sensible.

    As, pues, la producciti es Insuficiente y urge aumentarla: estamos de acuerdo.

    Pero,

    jpor qu hoy no se produc^ ms? Por qu hay tantas tierras in cu ltas y tantas

    mal cultivadas? Por qu tantas mquinas paradas? Por qu tantos obreros desocupados?

    Por qu no se edifican casaS para todos, se hacen vestidos p ara todos, etc., puesto que

    abundan los materiales y los hombres aptos y deseosos de utilizar dichos materiales?

    La razn es clara, y h habr de parecer nueva quin quiera qu e se d ^ a socialista.

    Y es que los medios

    e

    produccin, suelo, materia prima, instrumentos de trabajo, no

    estn en mandas de todos los que tienen necesidad d e los productos, sino que po te ne ce n,

    por el con traro, como p ropiedad privada un pequeo n mero de personas que se sirve

    de ellos para hacer trabajar los dem s por su cuenta y slo en la can tidad y forma

    qu conviene su propio inters.

    Hoy el hombre no tiene derecho parte algeia de los producto^ por el solo |techo

    de ser hom bre; si come y vive es nicamen te porque el capitalista, el poseedor d e los

    medios de produccin, tiene inters en hacerlo trabajai; para poderlo explotar.

    Ahora bien; el capitalista no tiene inters en desarrollar la produccin ms all de

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    LA

    REVISTA BLANCA

    '

    un cierto lmite y, po r tanto , est interesado en que haya siem pre una relativa cares ta.

    En otros trminos, el capitalista hace producir en tanto cuanto puede vender los pro.*

    duQtos ms caros de lo que le costaron y aumen tar la produ ccin fin de que paralela

    mente aumenten sus beneficios; pero cuando ve que para vender ha

    de

    rebajar en

    de

    masa los precios y que laabundan cia conducira una disminucin absoluta de bene

    ficios, retienelaproduccin almacenada como sucede mil veces, destraye tina pa rte

    de los productos disponibles para aumentar el valor de laparte restante.

    Por eso si se quiere que la produccin crezca de tal m odo que alcance satisfater

    plenamente las necesidades de todos^ es preciso que aqulla sea dirigida en el sentido de

    1^

    necetidad de satisfacerlas, y no ya por los beneficios particulares de algunos^ Es nece-

    s a i ^ qne todos tengamos derecho gozar d e los productos; es necesario qu e todos ten-

    gantCil derecho usar de los medios de produccin.

    Si todoel

    que.

    tiene hamb re tuviese derecho tom ar el pan que necesitare, sera pre

    ciso hafier de modo que hubiese pan para saciar

    todos,

    y

    entonces se,cultivaran

    las

    tierras incultas,y los mtodos antiguos se sustituiran mtod os de cultivo ms p roduc

    tivos.

    Si, por el contrario, como ocurre hoy, la riqueza existente en medios de produc

    cinyen p roductos acumulados perteneciera unaclase especial c personas , yesta

    clase, provista de todo, pudiese prender y fusilar los hambrientos que gritan demasiado,

    la produccin continuara reducida al lmite sealado x>or los intereses capitalistas.

    En conclusin;lacausa de la escasez de produccin e s hoy la distribucin limita da;

    y si se quiere destruir el efecto se necesita destruir la causa.

    Para que se produzca bastante para todos, es preiso que todos tengamos derecho

    consumir bastante.

    De modo que queda demostrada la verdadera tesis socialista, sea, que el problema

    de la miseria es ante todo una cuestin d e distribucin.

    ERRICO MALATESTA

    Traduccin de R . U ella.)

    ' .

    J^ L

    ]p^l?l0L

    TX^ t GL

    ( C O N C L U S I N )

    . X

    El sabio miraba con la mayor atencinel mango del pual y el aplastamiento adver.

    tido por M. Trcamp. E ste examen dur alguno s segundos, durante los cuales, abrumado

    y desalentado Baltasar, mir maquinalmentesu amigo, sin tom arse el menor inters

    por su conducta. Cornelio, sin pronunciar una palabra, se subi en uqasilla y observ

    con el mismo cuidado los alamtxres de la campanillayla man era cmo haban podido

    romperse...

    Dnde estlacampanilla?pregunt bruscamen te.

    :

    Enlasala grande respondi Baltasar.

    do rae lio fr del alambre que d ^ a estar puesto en comunicacin on ella, pero n

    se oy ningn campsmillaza

    jAhtdijo Ba ltasar. jEjllo hab a previsto todo ; haba desenga ncha do el tiradorl

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    LA RBV18TA. BLAN CA 63 9

    Comelio,sin responder, mir con atencin el sitio por donde pasaba el alambre: era

    por un tubito de hoja de lata, del dimetro de un cafin de pluma; el aJaml^pe conta con

    facilidad, y, evidentetnehte, el obstculo no proceda de all.

    Vete ver la campanilladijo Baltasar.Se mueve cuando tirt? del; alambre?

    Baltasar fu al umbral de la puerta, y obedeci sin comprender.

    Se mueve?repiti Comelio, tirando varias veces del alambre.

    Un pocodijo Baltasar;pero no puede tocar. Est derecha y vuelta, con la boca

    hacia arriba. Parece tomo si alguna cosa la retuviese en esa posicin.

    Est biendijo Comelio;luego lo veremos. Sujtame la mesa de escritorio para

    que rae suba en ella.

    Baltasar volvi al gabinete hizo lo que le ma ndaban . Cornelio pas de una pernad a

    des de la silla la mesa; y, ayudnd ose co n el cuchillo, se emp in trabajosamente hasta

    el ventanillo redondo, como si hul?iese querido juzgar por s mismo las dificultades de la

    empresa.. Baltasar abr a la boc a para interroga rle, cuapd o oy Gdula llamarle desde

    la pieza inm ediata. Sali escap e y enco ntr k vieja emoc ionadsima, y los agen

    tes de polica que haban acudido su llamamiento..

    Seorgritabaacaba de escaparsel

    Cristiana?

    S ,

    seor. Acababa yo de levantai

    me;

    la he visto atravesar la habitacin y huir por

    la pa rte del jard n. ]Ay, Dios mol Corran ustedesi escape , que va ocu rrir una des-

    gracial .

    Ah, viborilla exclapn M. Tricamp. Cm o se h aca la m uertal lEn ma rcha;

    vosotros por el jardn

    To dos los agentes salieron, con M. Trica m p la cabeza. Y Baltasar entr corrien do

    en la alcoba de la joven para cerciorarse de que G dula deca la verd ad. . ,

    n efecto, Cristiana haba desaparecido; pero encontr en la alcoba Cornelio, quien

    haba bajado por el ventanillo redondo. El sabio tenii apartadas las cortinas de la cama,

    ' y su actitud demostraba la ms viva estupefaccin.

    . S, sil Anda... bscala le dijo Baltasar furioso y convenc ido d e que la causa del

    estupor de su amigo era la desaparicin de Cristiana. chala un galgo Bien ves q ue

    es culpable, puesto q ue huye

    . .

    Lo qile veorespondi volvindose Cornelio, temblando de emocin y echando

    lumbre por los ojoslo que veo es que, la inocente es ella, y nosotros los culpables ...

    y nosotros somos los estpidosl

    ,Ests loco?

    'Y tengo c ogido tu ladrt -;-afiadi Co m elio co n exaltacin creciente. Voy

    decirte yo tod o cuanto ha hecbO; y cmo ha entrado , y cmo ha salido ... Y te,dir su

    nombre ... Y, en primer lugar* no ha entra do po r esta, alcoba, ni por este agujero; sino

    por

    la- chim enea de tu gabinete.-

    Por la himenea?

    -r-iS, por la chimenea ... Y com o, sego costum bre, iba tras el me tlico, en pos de

    tu Oro y de tu plata, ha recorrido en prim er trmino tu cartera, forzando su cerrad ura

    de acero, luego tu escritorio, rompiendo la cerra dura de hierro; y haciendo un bulto

    con tus florines y tus ducados y tus alhajas, se lo ha llevado todo, dejndote .por despe

    dida el pu al en el tabique^.. Y desde ah, desp egan do.e l pap el de ; la pa red , ha salta

    do la alcob a de esa infeliz criatura, don de ha dejado caer una peiia Y si quieres

    ,yer lo que ha sido de tu medalln, ven

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    LA REVIST A BLANCA

    Separ las cortinas de la cama y.mostr Baltasar el pequeo crucifijo de cobre de

    la joven, enteramente dorado de pies cabeza, y resplandeciente en ese nuevo estado...

    'He ah lo que ha hecho con el marco de oro ...

    Y m etiendo la mano en la concha q ue serva de pila de agua ben dita en el crucifijo,

    sac d e ella las dos placas d e cristal del medalln, fundidas en una sola pieza, con la flor

    en el centro:

    {Y h aqu l que ha 'he ch o con lo demsi... .

    Baltasar miraba su amigo con aire extraviado.

    Y si quieres tambin sabef cino ha salido prosigui Co melio, llevndole la

    ventana sin darle tiempo ni para respirarmira ...

    Y Sealaba al vidrio ms alto, horad ado por un agujerito del dimetro de una bala

    cjhn;'y tan limpio, tan jedondo, tan perfecto, que el operario- ms hbil nO hubiera

    podido hacerlo mejor. '

    Pero ^^exclara al fin Baltasar, que crea estar en sueosquin ha hecho todo

    e s t o ? . . . ^ .

    Ah, majadero ... No ves qu e iia sido.EL

    RAYO?

    '

    Uno que hubiese cado los pies de Baltasar no le hubiera atontado ms... iba A

    pedir explicaciones C om elio, cuand o ste le impuso si encio, y se puso esuchar. Un.

    gran clamoreo alzbase por la parte del muelle, y pareca subir desde la calle al aproxi'

    marse. Abrieron la venta na y vieron agitarse la mu che dum bre, gritar y refluir hasta; la

    escalinata del prtico, donde se detuvo para abrir paso una camilla conducida por

    agentes de polica... y e n la cual estaba tendijjo el cue rpo de Cristiapa ...

    X I . ; - . . ; ;

    La desdichada criatura se haba arrojado al Amstel, de donde acababa de sacarla Pe-

    tersen , el vigilante noc turno . -

    Al ver ese plido rostro, esos ojos, al parecer, cerrados para siempre, y esos brazos

    rgidos, por donde corra el fro de la muerte, Baltasar y Cornelio precipitrolse al en

    cuentro de la camilla, cogieron en brazos la joven, y la transportaron al saln, delan

    te del fuego, sobre un colchn que M. Tricam p tuvo cuid ado de hacer que extendieran

    all. Trata ron de reanimarla, la calentaron entre sus brazos, suplicndola y llamn dola

    como si hubiera pod ido orles; pero las mano s estaban heladas... el corazn ya no lata.

    Al ver la desespe racia de ellos, no hay nadie que teniendo alma no se hubiera deshe

    cho en llanto. La pedan perd n, se acusaban s mismos To do el mun do lloraba; por*

    que la m ultitud haba invadido la estancia y I05 rodeab an. Al fin, en medio de su d olor,

    Com elio tuvo un rayo de luz, y pegando sus labios los de C ristiana, se puso aspifar y

    respirar con fuerza, facilitando con las ia ios el juego de los- pulm ones. Du rante ese

    tiempo, M. Tricam p haca calentar botellas d e ba rro, planchas y todo cuanto pudiese

    valer lo mismo para pon erle debajo d e los brazos y las piernas de la joven^.... Hubo un

    terrible momento de angustia y de silencio ...

    Bah dfjoi alguien.Demasiados afanes por una ladrona ...

    Baltasar dio un salto; pero no tuvb nad a que hacer. Haban puesto ya al hom bre

    la puerta.

    -^[R espira exclam Cornelio jadeante.

    H ub o u n clamor de a legra. To do el m undo crea en el robo . Pero, de qu servira la

    desgracia si no fuese para tener compasin de los culpables?

    Algunos minutos despus Cristiana suspir, y reapareci un poco la vida en

    su s

    me-

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    jillas. Un mdico, que acudi, dijo que estaba salvada, y que era preciso conducirla su

    alcoba. Quedronse solas con ella las mujeres, la desnudaron y la metieron en la cama.

    Cornelio y Bartasar iban y venan llenos de gozo, dando consejos travs de la puerta,

    preg unta ndo qu haca falta, yend o en su busc a, y en niedio de todo esto, felicitndose

    y apretndose la man o. En cuanto los hombre?, disertaban gravemente alrededor de

    la lumbre, acerca de la mejor manera de reanimar los ahogados.

    rDon Baltasardijo M. Tricam p,vo y retirartne,con mis hombres,porque la mu

    chacha no est hoy en estado de ir detenida...

    ]Detenidalexclam Baltasar.Pero, no le ha dicho usted Cornelio..,? Pero, si es

    inocente... Conocemos l ladrn.

    El ladrn ^replic M . Tricm p. Pue s, quin es?...

    El trueno dijo Baltasar.

    M. Tricamp abri unos ojos de, palmo.

    El trueno?...

    ^S, seor Tricamp dijo Cornelio con burla,el trueno, ms bien el rayo

    Usted aplica la Fisiologa la investigacin de los delitos... Yo aplico la Fsica...

    Y me sostendr ustedexclam M. Tricamp exasperado^ue el rayo es quien ha

    hech o tod o e^o?

    >Ha hecho mucho ms;replic Cornelio.Y los clavos que plapta en un espejo

    sin romperlo; y la llave que saca de la cerradura y deja colgada en su clavo; y el papel

    de cigarrillos que aparta delicadamente del bronce puesto en fusin; y la plata que vola

    tiliza travs de las mallas de la bolsa q ue pe rmanece intacta; y las herramientas de za

    patero que clava en el techo, y las imana tan bien que las agujas corren como locas tras

    de l martillo; y la pare d que arran ca de su sitio y tra nsp orta en u na sola pieza veinte

    pasos ms all; y el bon ito agujero qu e ha hech o en la vidriera de Crisfiana; y el papel

    del tabique despegado con tanta pulcritu d; y ese medalln, cuyos dos cristales ha fundi

    do sin estropear la flor, para dejar galantemente nuestro amigo el ms delicioso esmal-,

    te que pueda verse, y su futura un regalo de boda que ningn obrero hubiera sabido

    hacer; y, en fin, el oro del marco con el cual ha dora do todo el crucifijo, d e Cristiana?...

    Vaya replic M . Tricamp. Eso n o es posible ... jY el bulto... ese bulto que ella

    entreg por la ventan a un hombre ... .

    Presente exclam Petersen.Ese hombre era yo

    Usted?

    S,

    seflor Tricamp. Y el paquete es ropa blanca que ella me haba preparado para

    mis hijitos, que est n enfermos . . ~

    Bueno, bueno; ropa blanca dijo T ricam p exasperado .P ero, y el oro, la pla ta,

    los ducados y florines, y las dems joyas, dnde estn?...

    -^Pardiez dijo Cornelio, dndose una palmada en la frente.Ahora me lo recuer

    da usted... .

    S alt sobre la mesa arrimada la pared, y volviendo boca abajo la camp anilla,

    con un violento esfuerzo, exclam:

    Aqu estn

    Un gran lingote de oro, plata y pedrera cay de la campanilla, con el badajo suelto,

    tod o ello fundido y aleado , com o sa be el rayo fundir y alear. El me tal en fusin, ac .

    rreando las piedras finas y las perlas, haba seguido el alambre conductor de la campa

    nilla, con esa facilidad de transporte,y ese capricho de recursos que slo tiene la electri.

    cidad, y que participa del prodigio y del milagro.

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    M. Tricamp recogi el lingote y qudesele miranda con asombro.

    Pero , en fin, dijo dirigindose Corilelio;qu le ha pue sto usted n la pista?..

    Comelio se sonri.

    Aquella misma perla negra qu e m e puso en la man o usted, seor Tricam p, de-

    safindome que viese en ella una prueba de inocencia.

    jLa perla negral

    S,

    seor Tricamp; mire usted ese puntito blanco imperceptible... Es una quema

    dura

    A fe ma, seor,'dijo Tricamp saludndolel sabio es mucho ms fuerte que y.

    Me inclino... y ahora mismo voy ponerme estudiar Fsica y Meteorologa... Pero nad a

    menos que esta prueba haca falta para alejar de mi espritu una sospecha que comenza

    ba ir en aum ento, y que ruego usted que m e perdone ... Y es la de qu e Usted era el

    cm plice de la seo rita *-

    En ltimo caso dijo Co melio rindose lo que puede servir usted de consuelo

    es que no se equivoc en el sexo.

    Era la

    chispa

    elctrica

    M. Tricam p se march , por no oir ms, seguido por la muchedum bre, ansiosa de

    propalar la extraa noticia; y Gd ula se present anunc iar que Cristiana iba mejor,

    que lo saba todo y que deseaba verles.

    Qu decir de aquella escena? Baltasar rea, Comelio lloraba; Cristiana, quien le es.

    taba prohibido hablar, rea y lloraba.

    M i peque a Cristiana dijo Baltasar de rodillas junto la cama;si no quieres

    darme un disgusto, no rechaces el regalo que te voy hacer.

    Y dej encinia de la cama el lingote de 0^0, plata y pedrera.

    Cristiana hizo ademn de rehusarlo.

    |0h dijo con presteza Baltasar, tapndola la boca.Necesitas una dot^...

    ... Si me quieres por marid*aadi Comelio.

    Cristiana n respondi nada; pero m ir con hmedos ojos al buen sabio que la haba

    salvado el honor y la vida... Y yo, que estaba aU pjresente, les asegu ro ustedes que

    quela mirada no quera decir qu e *No ,

    * V. SARDOU.

    C R N I C C I E N T F I C

    El

    radium / Vern

    los degosf Dos errores popidares: La lactancia perjudicial la

    madre;

    exageracin

    de la influencia hereditaria

    En las estepas de la frontera ruso-siberiana se h de sc ub iot o un depsito relativa

    mente abun dante de radium. La noticia ha producido gran sensacin: en los centros

    cientficos de Lon dres, don de W iliam Crooks, Ke brn y casi todos los fsicos se ocupa n

    preferentemente de las n ot ab le propiedades de ese metal, sobre todo de la que consiste

    en producir luz y calor sin perder nada de su energa, ya conocida de nuestros lectores,

    por haber tratado en una crnica anterior del ms curioso, ms costoso y ms escaso de

    todos los metales. '

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    LA REVISTA BLANCA 9 I

    Esa escasez, la cantidad insignificante sobre la cual se ha podido opersur hasta ahora,

    ha impedido los esposos Curie, Btquerel y Crooks sacar de sus experimentos con

    clusiones capaces de crear una termoqumica m oderna sob re bases absolutam ente n uev al;

    po r eso. se ha acog ido co n entusiasmo la n oticia da da recientem ente po r la Titfuo

    Vremia de San PetersbUTgo, y, si se confirnia, p reparm ono s ver nove dades cientficas

    de la mayor importancia.

    , . . , *

    * *

    Fun dado s en la seriedad del corresponsal yanqui del Daily Tekgraph dimos efl otra

    crnica la noticia del descubrimiento del aemtcon des tinado da r od o los Srdos.

    Quisiramos tener la misma confianza en el apara to del profesor P eter Stiens pTa d ar

    vista los ciegos; p ero resulta dudoso que pu eda lograrse tan hala^efta esperan za. El

    Dr. Styrax ha dedicado- ete asunto un estudio en que se muestra reservadttmo.

    Segn l, en todo s los casos en qu e el nervio ptic o no est eiteramen te obliterado

    es posible, po r una accin fsica cualquiera sobre es te nervio (Una corriente el^Arica, p or

    ejemplo) produ cir la sensacin de luz en el cen tro p tico del cerebro y dar tes ciegos

    la ilusin de la luz^ mas para haeerhs ver st necesitara restitu irles ls

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    694 Vf REVISTA BLAN'CA

    nocid o; todo s I08 mdicos que han colocado un polo de mqu ina elctrica sobre el ojo,

    y el otro en la n'ic a, saben q ue en el mo me nto del cierre de la corrien te, si sta es sufi

    cientem ente fuerte, el sujeto acusa un relm pago ms menos intenso; pero ste es un

    experimento peligroso que no aconsejamos nuestros lectores. ,

    Es muy posible que en los casos de ceguera causada por debilidad del nervio ptico,

    la aplicacin de la electricida d sea til; pe ro en los otros casos, esperam os resultadi)S

    ms positivos para declaramos.

    * *

    Ha y conformidad muy general acerca de que la lactancia ma ternales la mejor para

    el nio, y que la artificial debe ser considerada slo como un recurso siempre imperfecto

    y perjudicial al nio en muchos casos; pero existe tambin la creencia popular de que esa

    lactancia ventajosa para el nio es perjudicial para la madre.

    Dejando un-lado la conveniencia del nifo, hay en este asunto dos puntos importan

    tes: la conveniencia el perjuicio para la madre.

    Respecto del primer punto nos limitaremos indicarle; no tenemos propsito ni oca

    sin de tratarle por hoy: todos los que se ocupan de asuntos' relacionados con la mujer

    consideran sta como un accesorio humano ms que como un ser verdaderamente hu.

    ma no; no es un ser perfecto, sino la hem bra del ser, un instrumento de reproduccin de

    la especie; y as, lo mismo en las sociedades salvajes sencivilizadas del pasado que en

    la civilizacin presen te, en la tribu qu e en la familia, la mujer es la esclava de l hom bre

    del presente y del futuro, del hom bre fo rmado y del que se va forman do; nunc a el ser li

    br y absolutamen te dueo de s mismo. Quin piensa en lo que puede ser la mujer en

    la sociedad comunista en que racional y econm icamente constituida, reemplace la

    familia, en que no haya familia, ea que el hom bre pue da ser moralmente perfecto, no

    slo despojado de ese sentimiento paterna l de que tanto se habla, sino veces hasta

    ignorando que sea tal padre, y en que la madre

    pong

    el hijo, libre de los cuida dos ma-

    ternales , por haber sido stos reemplazados ventajosamente po r instituciones Sociales en

    que se prodiguen con toda la perfeccin imaginable?

    Respecto del segundo punto, dice el sabio gineclogo Dr. V. Nalpsse:

    En cuan to las ventajas fsicas que r e p ^ r ^ la madre de ia. lactancia materna, dire

    mos que l mujer que cra su hijo se restablece mejor y ms pronto despus de su-parto,

    porq ue sus rganos entran en un reposo relativo consecu encia del cese de sus funcio

    nes durante el tiempo empleado en la lactancia.

    Tambin se observa que la lactancia cura enfermedades anteriores de la mujer, como

    la anemia, por ejemplo, en qu e las funciones digestivas se ejercen ms activamente, en

    que se alimenta ms y e n que la secrecin lctea en tretiene el equilibrio de todas las fun.

    clones, ,

    Cree el citado doctor que la simple indic^icin de estas ventajas, opuestas los males

    que se exponen las mujeres que no cran sus hijos por vanos tem ores ridculos con

    vencionalismos, deben d eterminarla cum plir la-ley natural, lo que por tal se entiende.

    En un as unto d e esta ndole n o p od a faltar el asp ecto sen timental, y al efecto afiade:

    Adems, la mujer que haya apreciado una vez el in ^ a b le placer que experimenta una

    m adre siendo testigo d e las primeras sonrisas de su hijo, seguramente se negar dividir

    sus debere s ma ternales con una extra a. Y solwe e*o to' cbe de cir q ue, siendo el

    sentimiento una manera de nuestro ser, nadie pieasa en suprimirle^ y que slo podr va

    riarse la ocasin, la manera,

    las,

    c-cunstncias y aun el obje ta de su manifestacin.

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    LA REVISTA BLAKCA 6 9 5

    En muchos casos de neurastenia 6 de demencia se atribuye la herencia lo que slo

    s efecto del contagio, es decir, que estas enfermedades se comunican por la m adre al

    hijo antes de su nacimiento.

    El Dr. Foveau, de Courmelles, en

    Le Mdecin ^

    dedica la

    impresion bilid d

    del hijo,

    ntre su concepcin y su nacimiento, un estudio muy interesante, en el que seala he-

    chos desconocidos que convendra que fueran generalizados.

    La m adre da su sangre y sus impresione s de toda clase su hijo duran te nueve me

    ses,perodo de gestacin importante y generalmente desconocido. La educacin del nio

    debe empezar desde la primera hora de su existencia; deben vigilarse las impresiones, las

    sensaciones y la alimentacin de la madre, porque as como un veneno ingerido por ella

    pa sa la sangre del ser que lleva en sus entraas , todas las sacudidas fsicas y morales

    obran sobre los dos organismos.

    En lo material hay defectos y aun motstruosidades que se transmiten los nipS por

    as emociones,, deseos y capricho s ma ternales, y aunque en nuestros das no parezca

    cientficamente demostrado, sabido es que en el fondo de las tradiciones y preocupa-

    aciones populares suele haber una parte de verdad que la ciencia tarda mucho en despojar

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    g L REVIST BL IC

    los productos, valor eventual y variable cada nuevo instante, que suele ser recargado y

    aumentado considerablemente, con las comisiones y el sobreprecio en perjuicio de los

    consumidores, que son los que todo lo pagan en definitiva, ya

    que slo del

    mero es posible

    sacarlas correas...

    La inm oralidad d e tales manejos es evidente. Pero no haya cuidado, no, de que los

    seores economistas levanten suvo autorizadapara condenar virilmente estas indignas

    tramoyas despojadoras, promovidas por los especuladores, de buena ymala fe con el

    alza y baja de los precios en la venta de los artculos negociables. No condenar n, no,

    el fraude del comerciante avaricioso ni el agio del financiero inmoral. Servir

    la,

    causa del

    mundo d e los negocios; he ah el noble afn de los seore s econom istas. Y como al ne

    gocio no le conmueven las necesidades de la Hu m anidad , por muy grandes que stas

    pudieran suponerse; como el negocio se nutre con la guerra y especula con el ha m bre;

    como, en una palabra, el nico objetivo del negocio estriba, nicamente, exclusivamente,

    en procurar, por todos los medios imaginables, el aumento, siempre creciente, dlos be

    neficios y gana ncias del especulador, p or eso y para eso se inventaron y establecieion

    los signos ce crditola moneda y el billete de Bancocomo medio, el ms seguro,

    eficaz y poco expuesto, de ejercer el dominio del mundo econmico, comerciando con

    la retencin legal de las riquezas sociales y explotan do las fuerzas del trabajo proletario.

    Bajo la influencia perniciosa del rgimen capitalista, lo que principalmente preocupa

    los llamadossabios oficiales es proc urar el fomento prep ond eran te de las clases privi

    legiadas expensas del trabajo proleta rio, vistiendo todo lo falso y vetusto de bellos

    oropeles legalistas y adornand o todo lo tiranizador y corrom pido con pom pas deslum

    bradoras de majestad y cxcelsitud.

    En las altas esferas sociales don de se agitan, endiosados y libres, los excelsosy los

    superiores hablase, incesantemente, cargantemense, de probidad , de moralidad, de rec

    titud y de justicia, y, al,propio tiempo, los que blasonan-cellos sabrn con qu razn

    dejustos recios probo s y virtuosos: los reyes, los nobles, los magistrados, los generales y

    los grandes rentistas Y propietarios, cuantos, en fin, disfrutan de privilegios, de honores,

    autoridad y poder, revulvense inmundamente en elU do dorado de la indignidad ms

    abyecta y vergonzosa, viviendo, bullendo y camp ando soberanamente costa de las ri-

    qtiezas que el pueblo ham briento, vejade y despojado, amasa con el sudOr de su frente

    augusta...

    . El despojo es la ley suprema qu e todo lo regula y determina bajo el imperio del ca

    pitalismo*

    El valor intrnseco de la moneda de pjata. nica mon ada empleada hoy da en Es

    paa para toda operacin de ps^ ar servicios y adquirir productos, es bastan te inferior

    la mitad de su valor de circulacin.

    Una moneda de dnoo pesetas cons iderad a en su justo valor intrnseco, en el valor

    verdadero de su p k t a y coste de acuacido, escasamente si vale do jp^etos muma

    cnt^s. Luego si slo vale dos pesetas nmenta cntimosya hee pomr por dneo pese^

    tas nadie podr negar que esto supone un medio de despojo, tan legal y corriente como

    se quiera; pero despojo al fin.

    La Qicmedadigmoslo de una vez y para siempreen la dualidad enm araada d e

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    LA REVISTA BLANCA 9 7

    SUvalor decattibi,sirve las mil maravillas p ara ar regla rlo todo sattisfaccrn de los

    capitalistas y de los especuladores, con perjuicio evidente de los hombres del trabajo.

    To do s los enga os socia,les parten de la base ficticia en que se apoyan las ope racio

    nes de la vida industrial, comercial y financiera en el desenvolvimiento econ mico de

    sus ntimas relaciones con los factores hum anos del trabajo. Porq ue, lgicamen te discu

    rriendo, cmo se va concertar, ni es posible que se concierte, cambio alguno racional

    y justo entre los tenedores de un element de valor imaginario y variable, cual lo es la

    mon eda, y los poseedo res de la fuerza del trabajo, traducida . dispuesta traduc irse,

    siempre