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19000801_LA REVISTA BLANCA

Jul 05, 2018

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    QoíaBoraésrQS

    Soledad Gustavo.Luisa Michel.

    Pedro Dorado.F. Giner de los Ríos.Juan Giné y Partagás.Pompeyo Gener.U. González Serrano.José Esquerdo.A. Sánchez Pérez.Fernando Tarrida.

    Francisco Salazar.Alejandro Sawa.

    rgi^ Manuel Cossío.0QrQnÍ3

    Alejandro Lerroux.Miguel Unamuno.

    Anselmo Lorenzo.Fermín Salvochea.Ricardo Mella.Adolfo Luna.Jaime Brossa.Ricardo Rubio.Pedro Corominas.José Nakens.Nicolás Estévanez.Doctor Boudm.Donato Luben.

    01? « ; i l f «• i «• « TT i" n I. e «-s.

    Admin i s t r a c i ón

    1 C R l S T Q B i L B O R D i U 1:^l i

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    BIBLIOTECt>E

    L A R E Y I S TA • íL A C O N Q U I S T A D E L P A N ^^ ̂P Rropotline-2 pesetas.L A S O C I E D A D F U T U R A Por SoMadGustavo—20 céntimPí PDnmPiyíJi Qíini l lT por P. KropotWne, y la Wograna de éste, esDIJ luUDlJDJl lü OUumÜ por Anselmo Lorenzo.—20 céntimos.Almanaque ilustrado de «La Qnestione Sociale», para 1900.—7 cts.L EY D E H ER t N C l A Drama en cnatro actos, por Federico Orales.—H O N O R A L M A Y V I D A Drama en tres actos, del mismo antor.—E L I D E A L D E L S I G L O X X Por Palmlro de W ia . -2 0 céntimosU rail i l l í U • f f i i Po rlmilio Z. Arana. - 30 céntimos.

    L OM B RO SQ • Y L O S A M R Q U IS TA S P < > ^ « M « « « ^ - - 1 m ^S O C I O L O G Í A A N A R Q U I S TA Por 3 . Hontseny.-7S céntimos.EL SOCIALISMO Y EL C O M E S O D E L O T O E S Po^&• Ham on.-1 pesC o n f e r e n c ia s p o p u l a r e s s o b r e s o c i o l o g í aPor A peiucer.— 75 cént

    L X P E S T E R E L I G I O S A Por 3. Most.-20 céntimoLa M i 811 pasal sii preseÉ | su porair. K t L rE L E S P I R I T O R E Y O L U G I O M R I O Q K̂ r o p o t K i n e 2 0 L a m u i s r V I2I f a r n i l i a . PorEmlUo Z. Arana.—50 céntlmosí

    i c i i priw aFilTUi l i l l lL A L E Y Y L A A U T O R ID A D 'Por P - KropQtl[ine.-20 céntimos.L a M e d i c i n a y e l P r o l e t a r i a d oPor Emilio z . Arana.—30 céntimos.E L ' A M Ó E ~ I B E ^ ^ p«s«tas.

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    I R E V IS T B I M CSOCIOLOGÍA, CIENCIA Y ARTE

    l ü l l 1 :1 1 .1 l i l l H I I I l l I I • f i l I

    ADMINISTRACIÓN:I ANO l l l . - N U M . 5 1 , I i SAN OPROPio, 7.-MADR1D | i • ^e Agosto 1900 i ]

    SOClOI iOí í lA. I -a evoJuc ión de la Filosofía en España, por Federico Urales,—El toJstoi'smo y el anarqu ism o , por un grupo de es tudiantes franceses.—La anarquía: su ñn y s u s medios, por Juanlirave.

    C I K K C I A Y A R T E ; Fisiología, por el Dr. Fernando Lagríiilge.—Crónica cientiñoa, por Tarrida delMármol Crónica artística, por P edro Corominas.—Marido y mujer, novela, por heón Tolsto i.

    S E C C l O í í l i I I t R E : E) g-afo de la barricada, po r Luisa Miohel.T t t l B l I H i A D E lá O B R E R O : Entre jaras y brezos, por Aurelio Muñiz.—Amor, po r Aladdiu.

    I SOCIOLOGÍ

    L E V O L U C IÓ N D E L F IL O S O F Í E N E S P Ñ

    (CONTINUACIÓN DEL PRIIVIER CAPÍTULO)

    No podemo s bailar u na Es paña intelectual ante s del cristianismo , po rque antdel cristianismo no existia España.Sucedió entonces en religión, en ñlosofía y en arte lo que ahora es fácil suceda

    arte, en ciencia y en sociología. Podrá ser destruido el poderío material de la Eurdel centro, particularm ente de Francia; pero no se destruirá su poderío mo ral, yque llevara á térm ino tal empres a, quedaría sujeto á la revolución que representaespíritu francés, no la nación francesa.

    Por la fuerza dominaron los romanos aquel pueblo cultísimo, monumento de ay de filosofía, que se l lam ó Atenas, m as Atenas dom inó á Rom a por la fuerza Platón y de Aristóteles. Los bárbaros del Norte saquearon la ciudad que Rómulo fdara, derrumb aron s us templos, destruyeron el má rmo l, gloria del arte rom ano ; plos bárbaro s del No rte, con to do su poder, rindieron ho men aje al espíritu que Roencarnaba y cayeron rendidos á las plantas del cristianismo.

    Y repárese en este hecho significativo. P ara que Esp aña existiera como naciófué menester que tribus venidas de otros países la emanciparan del poder romanque á BU costa de estas tribus se ciñera corona. P ara que los españo les cono cierancristianismo fué necesario que esta misma raza, que había vencido á Roma, fuese vcida por el ideal ro man o y que lo llevaran á otro s países envuelto en sus -afanesdominio y de rapiña. ¡Quién sabe si de otro modo seríamos aún paganos y escla

    No queremos discutir aquí si los españoles obtuvieron ó no ganancia moral é ilectual al dejar de ser colonos romanos y de adorar á los dioses del Olimpo. Connamos el hecho únicamente, porque otra cosa no permite la índole de este trabajo

    ** *Los antiguos pensadores de Grecia y Roma hacían de los habitantes de nues

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    país el m ism o caso que los pensad ores de hoy hacen de los pue blos escasos de lucesy de fuerzas some tidos á otros pueblos ó á un ideal em brute cedo r y tirano ; y ha staque aprov echán dcse de la tolerancia religiosa que los reyes godos establecieron en

    este país vinieron á la Pen ínsu la los prim eros prop agan distas cristianos los españolesno supieron que había hombres capaces de morir por sus creencias filosóficas.Para nosotros toda religión positiva t-s una idea filosófica.H ay dos clases de religiones: las nat ural es y las po sitivas; las prim eras son un

    sen tim iento q ue se convierte en adoración hacia las cosas ó las personas ; la segun daes un cálculo que se convierte en comercio. Las religiones positií-as de hoy tuviero nal princip io todos los caracteres de las naturales y á med ida que el ho m bre se separab a de la sencillez para entriu- en t i fausto y la hipocresía ad ornaba á su religión connuevos y mundanos encantos.

    Asi convirtieron en positivas á las religiones natu rales los que de la religión vivían.

    La s religiones m odern as son má s positivas que las antig uas porque necesitanmayo r nú m ero de sacerdotes que las sostengan y.cu and o de la religión se hace unmedio de vida se la hiere de muerte.

    El último período de la religión pagana era un comercio más que un sentimientoy hasta rnás que una filosofía ó tanto como una filosofía. El cristianismo quiso volveral sen tim iento prim itivo y arrojó del tem plo á los mercad eres; pero hoy el cristianism o práctico es má s comercial que el pag anism o merecedor d e las c ensu ras delMaestro.

    Cualquier espíritu que tenga necesidad de una religión ó que crea tenerla si oyealabanz as á los dioses de labios de Pla tón se sentir á paga no. Sin em bargo el paga-cismo en tiempos del autor de la Repúhlka como el cristian ism o de los escolásticosera ya un a filosofía es decir una perversión del se ntim iento religioso p orqu e estesentim iento se convierte en retórica en metafísica ó en sofisma cuan do h ay quie nvive de la piedad ó de la c redu lidad ajena y se piensa negociar con las creencias delos dem ás cua ndo la m ulti tud en exceso bondad osa siem pre ofrece regalos y ofrendas halaga y ensalza en demasía á los propagandistas de uu ideal cualquiera. Por esocuida n poco de la salud del pueblo aquellos que perm iten que el pueblo se fanaticeen ellos. El que cultiva su popularidad es un tirano y el hombre tendrá tiranos mientras no sepa em anciparse del atavismo idólatra que le persigue desde el día que teniendo facultades para sentir la grandeza de un fenómeno natu ral no tuvo suficien.te conocimiento para explicárselo racionalmente.

    «

    El paganismo careció de sacerdotes españoles^ como el cristianismo no tiene sacerdotes naturales del país en muchos del Oriente y en no pocas colonias dependientes de Estados europeos. Van á propagar una religión en medio de otra ó van á representar el poder m ater ial que los sujeta á otro pue blo como hace n los frailes esp añoles

    en Fernando Póo é hicieron en Filipinas.Cuando en tales países se presenta una fuerte invasión moral filosófica ó religiosa

    casi siem pre obtiene la victoria y la vieja idea exótica allí m uer e sin deja r hu ell ade su existencia.

    Esto pasó en España á la invasión de los godos y díl cristianismo. Como en nuestro país no había sacerdotes paganos natura les de Esp aña esto es quie n viviera de la

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    religión pagana, el paganismo no dejó raíces, no dejó un ideal filosótico ni religioDe ahí que no haya ñlosofía española antes del cristianismo. En Filipinas el catcismo resistirá algo al protestan tismo, porque , pocos ó mu chos, hay allí sacerdo

    del catolicismo, hijos del país, que defenderán tenaz mente la religión que lesvida.Para que España tuviera religión y filosofía propias, fué necesario que esta relig

    y esta filosofía, en aquel entonces una misma cosa, porque más que una filosofía una teología, mantuviera á los hijos ilustres de España. Apareció aquí el cristiamo, lo abrazaron los mcjíires, y estos mejores, que al principio fueron cristiano s sentim iento, por bondad , sin mácula alguna, se pervirtieron al compás de los obquios que de sus adeptos recibían y pensaron vivir del ideal. Así se formó la retórla metafísica y la filosofía españolas.

    No es esto inferir un agravio á los apóstoles del cristianismo: es reconocer nuehumanidad; mejor dicho, es reconocer la naturaleza del hombre.L is necesidades de la vida y hasta las debilidades que nos lega un pasad o de

    tentación y de categorías sociales, perv ertirán al ideal m ientra s no sustentem osideal, mejor aú n, mientra s no prac tiquem os un ideal que nos pe rmita la satisfaccde aquellas necesidades y haga imposible la formación de categorías sociales entrehombres.

    Los apóstoles de todas las religiones y de todas las doctrinas políticas y sociahan hecho lo mismo después, en mayor grado aquellas ideas y aquellos propagan

    tas más inclinados al sacerdocio, al santón, al directorio, al amo. Y en esto taculpa tiene el pueblo que por su ignorancia y debilidad cerebral echa sobre sus hbros el peso de UÜ tirano, como el hombre que, por considerarse superior á los demáen pensamiento ó en palabra, regularmente en palabra, se deja levantar sobre el nde sus herm anos. Ha y m adera de tirano en todo individuo, pobre ó rico, radicconservador, que va en busca del aplauso.

    Los pueblos que necesitan amos, abrazan un ideal á propósito para formarlohacen un dictador hasta de quien jamás pensó serlo.

    Las religiones positivas fueron una evolución de las naturales. Al principio hom bres ad oraba n á su Dios, sin intervención de sacerdotes. Después los más asté inteligentes concibieron un ideal religioso, un catecismo, y vivieron de lo que sban con intervenir entre los hombres y los dioses.

    Próxima su muerte, las religiones se distinguieron por su positivismo, por el rácter m ercantil que los sacerdotes ó los apóstoles dieron á sus actos. Y así comoreligiones positivas fueron una evolución de las naturales, la leyenda de Jesucristla de Bud ha , la de Gonfucio y la de Zoroastro. En cada uno de esos elegidos se rten los principales hechos de sus antecesores, hecho que demuestra que las religipositivas son plagios un as de otras, más pu ras, más sencillas las nue vas que las jas, todas de un fondo moral admirable en el hombre que las encarna y en sus me diatos sucesores; pero todas conv ertidas en especulación comercial cuand o se ade sus fundadores.

    Cu alquiera que hay a leído las antigu as religiones, habrá visto el parecido qtienen con las modernas, y no sólo habrá visto este parecido, sino el génesis de en la muerte de otra.

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    Para que los lectores den fe de nue stro aserto, si no les bas ta la ho nra da pala bradel autor, les acons ejárn osla lectura de Estudios de filosofía india TpnhliceLáos en laRevista Filosófica ed itad a por Ribot París, 1876-83); Filosofía moral y política de la

    China por M. G. Pau stue r París, 1874). Ad em ás, en el capítulo siguien te y an tes d eestudia r la filosofía griega, harem os un a peq ueñ a reseña de la religión y filosofíaorientales.

    Las obras citadas dem uestra n de una ma nera absoluta que el origen del cristianism o no es divino , á me nos de dárselo igual á las doc trinas que le precedieron , ydemuestran, por consiguiente, que las religiones reveladas son filosofías de los profetas.

    Nosotros consignarem os que poco a ntes de in iciarse la actu al era religiosa, porefecto de las persecuciones que los filósofos sufrieron en Rom a y por el e ngran decimie nto científico y filosófico que Ale jandría recibió de la influencia q ue Aristóteles

    ejerciera sobre el fundador de a quella ciud ad, en Alejandría se hallaron reunidostodos los sabios de la época, así persas como judíos, griegos como roma nos . Allí lospensadores judíos quedaron adm irados de la semejanza que las obras de M oisés tenían con las de Platón, ignoradas para ellos hasta entonces.

    El hecho, casual ó no, denota un mo vimiento filosófico pu ram en te hu m an o hac iaun nuevo ideal religioso.

    Además, en la historia de la filosofía, ¿dónde vemos el trastorno moral é intelectual que había de producir una doctrina que no estuviese preparada por la evoluciónintelectual de varios siglos?

    Sócrates es condenado á muerte por propagar la unidad divina; Zenón, trescientosaños antes de Jesucristo, presenta cuatro virtudes cardinales que, tom adas al pie dela letra, son las qtie constan en la doctrina que hoy se nos sirve con el nom bre d ecristiana; Cicerón expone, por vez primera en la filosofía occidental, la idea de la caridad; el concepto de la moral que Filón explicó en Alejandría al nacer el cristianismo es idéntico al de la mo ral cristiana. El cristianismo, que fué perseguido e n susprimeros tiempos, se impuso por la fuerza cuando hubo ganado el brazo de los Césares. El p rimer creyente en el Dios único se manifestó q uinien tos años antes de Jesús;el últim o que adoró á los dioses del Olimpo vivía quin iento s año s después de emp ezada la era actu al. Desde Sócrates á San Ag ustín ha y una co nti nu ida d filosófica que

    no cesa un mo me nto. Las ideas funda me ntales de la filosofía aristotélica han sidola base de nuestra teología.

    No hay , no pue de hab er, pue s, un a revelación divina ; h ay , sí, un a evolución filosófica.

    FEDERICO URALES.

    L T O L SH O [ L m i p O1)

    Presentam os al Congreso revolucionario una Mem oria sobre el tolstoísmo po rqueTolstoí goza entre ciertos revolucionarios de una mu y gran de reputación : m uch oscom pañeros encu entran en su prop agan da una gran analogía con la nue stra. Procuraremos exa min ar hasta qué pun to es justificada esta opinión.

    L) Memoria presentada al CONGRESO OBKKRO REVOLUCIONARIO INTKBNACIONAL por elgrupo de studiantes socialistas revolucionarios intemacionalistas de Farís.

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    K R E V I S T A B L A N C A B

    Por una parte, apreciaremos la influencia que las teorí s de T olstoi ejerzan en elpensamiento socialista y revolucionario, y determinaremos si su acción puede ser benéfica ó si, por el con trario, condu ce neces ariam ente á ciertas desviaciones. Por otro

    lado, veremos también si estas teorías son aplicables en la prárHm y qué consecuencias resultarían de su aplicación .

    En Fran cia se suele representar á Tolstoi casi como un pensador anarq uista. E nInglaterra se constituyen colonias en que los anarquistas cristianos trat an de regularsu vida según los principios del tolstoiamo. Lo mismo ocurre en Holanda, donde estemov imiento reviste carácter religioso y logra un gran núm ero de adeptos entre lospastores protestantes jóvenes. En Fra ncia n o hay tal movim iento de sectas religiosasy se descuida ge ner alm ente este aspecto del tolstoismo : sólo se da im por tanc ia á suaspecto crítico, á su negación del estado de cosas exis tente . Pero ra ram en te se pregu nta aquí qué papel ha representado el tolstoismo en Rusia, su país de orige n.Este papel dista mucho de corresponder á la idea que se forman de Tolstoi los quele tienen por revolucionario. Por de pronto, el momento en que formuló por primeravez sus teorías, coincidió con aquél en que comenzaba á notarse en las filas de la juventud avanzada cierto descorazonamiento. El movimiento revolucionario, tan intenso en los años precedentes, que condujo k la m uerte violenta de Alejandro II en 13de Marzo de 1881), ha bía h echo germ inar en todos la esperanza de un próx im o estallido revolucionario, y como esta extensión del movimiento revolucionario no llegó áprovocar una verdadera revolución, debía resultar de ahí necesariam ente un ciertoabatim iento. El m ovim iento terrorista h abía gastado tantas fuerzas en tan poco

    tiempo, que era necesario un nuevo período preparatorio para que pudiese renacer elmo vimiento revolucionario en todo su antiguo esplendor. Y en este mom ento en quela inclinación al desalien to era de por sí dem asiado gran de y en que se em pezab a ádudar de los antiguos programas revolucionarios, apareció la propaganda de Tolstoi.Esta propaganda estaba en contradicción completa con todas las creencias que domin aban hasta entonces en el espíritu de la juve ntud rusa. Reemplazaba Tolstoi losfines sociales y políticos por el perfeccionamiento ind ivid ual; -la lucha implacableque no retrocedía ante los medios terroris tas se convertía en la no resistencia al m alpor la violencia. Desesperada del cam ino seguido hasta entonces, la ju ve nt ud rusa selanzó en dirección opue sta. Los jóvenes de la n ueva generación pues los ant igu osm ilitante s hab ían perecido casi todos en la lucha) aban don aban en masa las ciudades y se dirigían al campo á organizar colonias y á ocup arse en su perfec cionam ientomoral. Felizmente no pudo predominar mucho tiempo esta tendencia; al cabo de algunos años, los ins tint os sociales ha n triun fado en la juven tud rusa. No por esto hadejado de arrastra r esta corriente, en una época de desaliento m om entáne o, un grannú m ero de jóvene s qu e en otro caso se ha brí an consagrado á un a acción socialista yrevolucionaria. Por otra parte, el mismo Tolstoi se da cuenta mucho mas que ciertosrevolucio narios de la diferencia que le separa de ellos, aun en la man era de p lan tea rla cuestión. Para é l, no sólo tod a acción revolu ciona ria es m ala por ser violen ta, si no

    que hay error en toda acción que tiene por objeto un cam bio social práctico. En sus«Cartas á los liberales» 1), dice; «Para alcanzar los ñne s que se prop onen libera les yíevo lucio nario s, el únic o m edio eficaz es vivir conforme á su conciencia. E sto no significa que poda mo s empezar á vivir según nue stra conciencia atend iendo á estos

    1) Bevue Blanche 1899.

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    fines. Es imp osible empez ar á vivir asi ate nd ien do á. cualq uie r fin ex terio r. Sólo sepu ed e vivir conforme á su concien cia en v irtu d de convicciones religiosas claras ysólidas. Y si estas conviccione s son estab lecida s, su s consecu encias ea la vid a práctica ve nd rán por si solas». Asi el fin social es secu nda rio y el p erfecc ionam iento individu al se coloca en prime r término , perfeccionamiento qu e ni siquiera se justificapor el fin que se persiga, y se reduce así á, un a satisfacción en que entra un a bu en aparte de egoísmo.

    A pesar de esto, goza Tolstoí de un gran prestigio en tre los partidos e xtrem os. Lodebe sobre todo á su crítica de la sociedad actual, de la Iglesia exis ten te, del E stad o,del militarismo; en una palabra, de todos los órganos y de todas las funciones del régime n actual. H ay qu e aña dir su crítica de las clases dom inan tes y de su para sitismo, y sus simp atías por los traoajadores ea general y los del cam po ea pa rtic ula r.

    Sus artículos sobre el hambre en Rusia, como sus artículos críticos, los podría firmarcuidquier revolucionario y hacen olvidar á men ud o, gra ci\s sobre todo al talen to delautor, todas las divergencias teóricas que puedan separarnos de él.

    Pero no podemos contentarnos con esto. Hem os de exam inar si ve rdid eram en teposee un ideal social y cuál sea este ideal. ¿Coinci le con el nue stro? ¿En qué d irección impu lsa la individ ualida d que pretend e educar? Sólo después de responder áestas pregu ntas, podremos dedu cir si podem os adherirnos las teoría s de Tolsto í, sipodemos considerarle como uno de los nuestros ó si, sin dejar de reconc cer la pro fundida d de su crítica y de su gran talento, hemos de limitarn os á este reconocim ientoy buscar la solución d e los problem as en otras concepciones sociales. El origen y larazón de ser de todo su sistem a es el pro blem a de la vida , el qu e Tolsto í con ta nt aansia ha b uscado solución; esta solución forma la base de su moral indiv idua l y social. En el curso del inquieto estudio que hizo de los pesimistas y del examen riguroso á que som etía todos sus actos, no tardó en convencerse con terror de qu e la vid aera esencialmente contradictoria. He aquí en qué consiste la contradicción:

    Para tod o hom bre, vivir es sinónim o de buscar la felicidad, y el ho m bre sólo tiene en cuenta su propia vida y su propia felicidad individual.

    Pero todos los días advie rte que esta felicidad está inten sam ente un ida á la viday á la felicidad de todo lo que le rodea.

    Así, el hom bre atiende sólo á la vida indiv idua l; sólo ella existe para él; pero suconcien cia reflexiva le enseñ a todos los días qu e los sufrimien tos le am ena zan y qu emorirá.

    ¿Qué felicidad puede proporcionar una existencia que es una muerte lenta,?Tal es la dificultad fun dam enta l q ue Tolstoi se propuso resolver. Buscó en todas

    las ciencias la definición de la vida y no la encon tró. ;

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    da «es la de la fuerza y de la energía» , es el suicidio. «La cu ar ta es la deb ilidad , yconsiste en seguir arraU rand o su vida com prend iendo el mal y la falta de sentido.»

    En este últim o estado se enc ontra ba el airaa de Tolstoí cua ndo advirtió que las

    gentes no existían por si solas, que millares de seres han pedido á lo fe el sentido dela vida. Se vuelve á ella, p ero ésta le pid e el sacrificio de la razón. No pue de acceder,porque la razón es la única base que une todos los seres vivos. Busca una creenciarazonable, estudia las religiones se mezcla o cn los teólogos, y de su com ercio sacasólo un adoloroso sen tim iento de tf^rror»: los creyen tes se c ond uce n peor qu e losincrédulos.

    Tolstoí comienza entonces á «acercarse los creyentes del pueblo, hom bres sen-cillos é ignorantes, pobres peregrinos, monjes sectarios, labradores» (1). Los sencillosle ilum ina n; le dan la solución, le enseñ an que la contradicción de la vida se resuel-ve por e ¡livor Todo se aclaró para él.

    Asi se crea un a religión en que la idea de Dios se confund e" con la de la vidamisma: la religión del amor. Pera él es la doctrina de Cristo establecida en toda su pureza. El exam en detallado de cómo e.«ta doctrina es interp retad a por Tolstoí rebasalos limites de nues tro tem a; asi es que sólo darem os aq uí los cinco m and am iento sque para él la resumen: «líl primero prohibe la cólera y el desprecio: vive en paz; conlos otros, no consideres como legítima la cólera contra nadie».—El segundo, aconsejala castidad, conden a el adulterio y el divorcio.—E l tercero, conden a el ju ram en-to .— E l cuarto , proscribe la violencia. Si te peg an, sufre; si te hacen trab ajar, traba-ja,— El quinto prohibe la guerra; am arás á tvis enemigos y á nadie tendrá s por ex-

    tranjero.Los preceptos má s im portan tes son, á nuestro entend er, el prime ro (la ley del

    am or) y el cuarto (la no resistencia). Desde el pu nto d e vista de Tolstoí, son los má sim po rtante s, pues en ellos se resum e para él la doctrina de Cristo purificada. Es tánestrechamente unidos entre sí y sólo cuando se ha penetrado el sentido de la no resistencia se com prend e en teram ente el de la ley del am or. «El eje de toda la idea estáen las palabras: «no resistas al malo» (2). En nin gú n pu nto insists tanto Tolstoícomo en éste: sabe que para nosotros es el má s difícil de ad m itir. Rep ite y pre sen taen toda s sus form as esta idea qu e, gegún él, es esencial. La violencia es m ala enprincipio, porque es contraria al amor: no se puede amar al prójimo y hacerle daño.La violencia es mala en la práctica, porque el mal apetece el mal y no se puede aca-bar el m al con el m al. Asi, nada teme tanto como lo s conservadores cristianos pa-triota s qu e profesan la infalibilidad d e la Iglesia y los revolucionarios-ateos. Ni unos,ni otros qu ieren re nu nc iar al derec ho de resi.stir con la violencia á lo qu e tiene n por«el mal» (3). To das las resoluciones son tentativas pa ra romp er esta m asa (los ho m -bres un idos por el error) por me dio de la violencia. Los h om bres se figuran qu egolpeando esta masa se romperá y la ata ca n; pero al esforzarse por qu eb rarla , laforjan (4).

    L a violencia, por otra par te, es contraria á la naturaleza hum an a; sólo pred om ina

    «gracias á la m áq uin a gub erna m enta l y social, cuya tarea consiste en desm enuzar la

    (1) Mi confesión pág. 167 y siguientes.'2) Mi religión pág s. 12 15.(3) Mi religión pág, 43.,'4) Mi religión pág. 2G4

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    responsabilidad de los crímenes que se cometen de modo que nadie sienta hasta quépu nto son estos actos contrarios á la naturaleza, Unos reda ctan las leyes, otros lasaplican, éstos endurecen los hombres en la disciplina, es decir, en la obediencia irre

    flexiva y pasiva, y los hom bres así endurecidos se hacen instrum entos de toda clasede coerción y matan á sus semejantes sin saber con qué fin ni con qué motivo» (1).Esta m oral del am or por difícil que parezca es, dice Tolstoi, perfec tam ente apli

    cable. Jes ús y sus discípulos la practic aron, y es m uch o má s fácil seguirla que alcanzar la pretendida felicidad mundana que se opone á la existencia cristiana. «Losmártires del m un do son má s numero sos que los m ártires de la religión. Ni la muerte , ni los sufrimientos pueden alcanzar mi vida, habiendo renunciado á la vida individual y colocado mi felicidad en la vida universal. Moriré como los demás, como losque no observan la doctrina de Jesús. Pero mi vida y mi m uerte tend rán un sentidopara mí y para todos» (2).

    El fin del homb re en la vida es la salud de su alma; para ello ha de vivir en Dios ypara vivir en Dios ha de renunciar á iodos los goces de la vida: trabajar humillarse su-frir y ser caritativos (3).

    E nt re las reglas que hem os de seguir hay una im por tante desde este p un to devista la ley del trabajo: se ha de trabaja r y abstene rse de explo tar el trabajo ajeno .Este último hábito sale al encuentro de la utilidad: satisface las pasiones y nos hacemos sus esclavos hasta el punto de no poder satisfacerlas; al encuentro de la justicia:«es malo beneficiarse para el propio solaz del trabajo de individuos, que por el hechomism o de su condición no pued en darse la centésima parte de los goces que contribuyen á proporcionar al que les emplea». Desde el punto de vista cristiano, «el hombre que realm ente am a á su prójimo, lejos de servirse del trabajo ajeno pa ra su p lacer, dará antes bien su parte de actividad p ara con tribu ir al bien estar de los otros ».E l ho m bre ha de trab ajar seg ún sus fuerzas físicas, intelectuales y m orales . Pero elque alega ser el cerebro para vivir del trabajo ajeno, no hace un a división del trabajo, sino una usurpación del trabajo ajeno. El trabajo intelectual no dispensa deltrabajo físico. El trabajo nícmu l es la condición indisp ensab le de la felicidad hu m ana. Cada cual debe, si puede, asegurarse la vida.

    Si el hombre puede practicar libremente la abstinencia y el trabajo, no sucede lo

    m ism o con el amo r. Se estrella al qu erer hacerlo contra un obstáculo e xterior: laorganización social que consagra la desigualdad y la violencia en medio de la propiedad y de la autoridad, del dinero y del Estado.

    ¿Qué se ha de hacer para deshacerse de estos obstáculos? La pre gu nta «¿qué hacer?» la resuelve, según Tolstoi, el hombre que dice: «para mí no necesito el Es tado ;sé que no tengo necesidad de las prese ntes instituciones gub ernam entales, por locual no puedo privar á los hom bres de mi trabajo para darlo en forma de im pue stopara las instituciones; sé que yo no tengo necesidad de Ad min istración, ni de tribunales fundados en la violencia; sé que yo no necesito atacar á los hombres de las de

    m ás naciones, ni ma tarles; por lo cual no necesito tom ar parte en la guerra ni prepara rm e para ella». «El me joram iento d e las condiciones de la vida, el acuerdo en-

    (1) Mt religión pág. 81.(2) J í t r«/tflí4()n, pá g. Ifil(8) Mi eon/esión pág- 104,

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    tre la realidad y la conciencia, se hará por los esfuerzos personales de individuos aislados y no por una reorganización violenta de la sociedad.»

    Cuand o se em pren de el exam en crítico de las teorías de Tolstoí, lo que prim ero

    apare ce es su hostilida d ma nifiesta hacia los datos de la ciencia y las solucionescientíficas de los diferentes problemas. Cierto es que pretende haber buscado «en todas las ciencias» la contestación á sus preguntas; pero en realidad hay muchos indicios pa ra creer que un gran nú m ero de hech os científicamen te establecidos y degeneralizaciones científicas le son desconocidos. E n el m ismo escepticismo lo envuelve todo, ha sta los desc ubrim iento s de la bacteriología; y en lo conc ernien te á lavida social en particular, fácilmente se ve que lo ignora todo: las relaciones socialesde su época, la situac ión de las diferentes clases, las diferen tes teorías sociales y losdiferentes m ovim iento s. El progreso, dice, es un a sup erstición, y pa ra prob arlo lebasta que exieta todavía la pena de muerte.

    En el punto de partida de su sistema, encontramos una idea que le había de Ik-var á consecuencias erróneas. Como objetivo de sus investigaciones, se propone Tols-tüi resolver problem as que en lealidad no tienen ning una solución. Con tinuam entese preg unta : «¿para qué? ¿y después?»; quiere fundar la vida en un princ ipio superior á la misma, separar artificialmente el sentido de la vidade la vida inferior.

    Nota con razón que la ciencia le muestra el cómo de la existencia, sin mostrarle elpor qué La filosofía le enseñ a que nue stras nociones se aplican á lo finito, no á loinfinito; á lo relativo, no á lo abso luto. La ciencia y la filosofía le rem iten en últim oanálisis á la vida misma.

    Pero Tohtoi no puede dar á su existencia un punto de apoyo en lo absoluto, y deahí deduce ilegítima m ente que no tiene ning uno . «Entonces le será posible negarsepor el suicidio», dice. Sí; pero tam bié n le será posible afirmarse. Si no podem os sacar de lo absoluto na da que funde la existencia de lo relativo, tam poco podem ossacar nada que funde la necesidad de su no existencia.

    Es ta investigación, esta dudfi, han atorm entado á Tolstoí dura nte largo tiemposin con ducirle á un a solución. Citemo s lo que dice á este respecto un crítico revolucionario de Tolstoí, Pedro Lavroff «Este proctso psíquico es m uy p enoso, lo cual nobasta para darle un carácter lógico. Al contrario. La tend enc ia á hacer la preg unta :¿para qué? denota en estos casos un a repu gna ncia á la solución lógica de sus problemas. Lógicamente, el problema del fin (ó de la causa final) sólo puede plantearse porlos diferentes miembros de una serie de actos del ser que razona y de resultados producidos por estos actos, de m aner a que el resultado y la causa pertenezcan á un am ism a serie. En u na serie de teorem as que conducen á una conclusión determinadapuede preguntarse para qué sirve tom ar en con sideración tal ó cuál de estos teorem a s . Un hom bre que se propone u n objetivo determin do puede pregu ntar para quésirve.tal ó cuál acto hech o en vista de este objetivo. Un hom bre que posee u na convicción práctica determinada puede hacerse la m ism a pregu nta con respecto á cadaacto rel cion do con esta convicción, cualqu iera que sea el conten ido de esta últim a:la idea de un a vida de ul tra tum ba , el deseo de un a paz universal, la destrucción delorden capitalista ó el deseo de un a venganza perso nal. Pero es ilógico pre gu ntar :*¿para qué vivimos?» mientras no se haya elaborado ninguna convicción; preguntar;«¿por qué dese am os algo?», puesto que los deseos están fuera del dom inio som etido^ nu estro razo nam iento . El que quiera razonar lógicamente no puede repetir conf oíste i: «estos prcbienLas son pro blem as legítimos» y decir que «la ciencia es culp a

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    ble», porqu e p retend iendo responder á ellas uo responde. Mientras no se ha elaboradouna creencia, la pregunta «¿para qué vivinaos?» no sólo es ilegítima, sino absurda. Ycuan do se ha adqu irido una convicción, la ciencia pre ten de resolver esta cuestión , y

    la resuelve realm ente, ya que perm ite exam inar los medios capaces de conducir alfin indica do por esta convicción. C ada cual pue de contes tar ento nces la pre gun ta:¿para qué vive? Esta contestación pued e sei m uy ruin: para eniiquecerse ; pue de serm uy mística : para la glori i del cielo; pue de ser, en fin, la que m e per m ito cons iderarcomo mo ralm ente racionnl: para contrib uir al desarrollo de la conciencia y de lasolirlaridHd en el género hum an o. Pero cualnu iera qu e sea la contestación, la preg unta ulterior: «¿y después?» queda excluida. El hombre que piensa lógicamente se propone M»j9í/)?i o^waZ rfeíerminacZo hacia e) cual se inclina... E n todo caso, no m ira másallá de esiefin ̂ (1).

    Tolstdi no adm ite reta lim itaci ón. Se inclina poi- com pleto á salir del do m inio delo que considera como vida inferior, rehu sa por com pleto tom arla como base de lavida superior, porque cree contradictoria? estas dos existencias.

    Nos parece esto má s extrañ o, po*que él mismo ha dem ostrado que esta vida anim al no pue de enson trar su satisfacción en sí mism a y que las desgracias má s se ns ibles de los hombres nacen de no poseer el sentido de la vida.

    Continuará.)

    L N RQUÍ

    S T J E ^ I lS r Y s u s M i K I D I O S

    XIVL a i n ic ía t i - a I n d i v i d n a l .

    Teoría y prádkn.—jjos-qne exfrenvtn la annranli. Tirlriativn y ngrupnciün.—Juerjo descubierto. A nueva teoría, inetica nueva. Kaj)oleón I y EfipaTia. Fuerza de lo iniciatva. Méjico y Napoleón III.—Toma de la Hasfilla. Atinencia de jefes.—Marcha délasmujeres hacia Versalles y MaiUard — FA 10 de Agosto de 1792.—Espontaneidad de loshechos revolucionarios. El sitio y la ynnnunie en 1871.—Derrota/los por falta de iniciativa.—Maleficencia de creer en los jefes. Per-tpicitcia y falta de iniriatiira en la multitud.— Iniciativa y enordinación —Infernacinnalismo.—Identidad de sufrimientos en todoslos pueblos.— La miseria es el fruto que pruluce la riqueza.— Torpeza de los gobiernosburgueses. La revolución se hace chora.—Ejemplo.

    Trabajar por si mism o, no entregarse á ningú n ind ividuo ni grupo; obrar como sepiensa, como se siente, sin ocuparse de los reproches ni los anatemas, es lo que teóricamente se admite en las ideas anarquista-.

    Teóricam ente, si, porqu e en la práctica falta mu cho para que lleguemos á libertarnos en absoluto de los viejos abs urdo s y antiguo s errores de nu estr a educac ión, yde las preocupaciones actuales.

    Se invoca la libertad individ ual, se proclama la libre iniciativa del indiv iduo ; perocuando es necesario hacer algo, nadie se mueve. Si se reún en en grupos se acostumbra á oir pero rar á dos ó tres indiv iduo s, siemp re los mism os, y en ellos ee con ña y

    (1) P. Lavroff los Viejos prMeinas.

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    de ellos se e«pera todo. Loa más activos, los que trabajan, adquieren también suscios, y con frecuencia se muestran intfilerantes contra los que no piensan como el

    Se discute sin embargo, y por más que en ajiariencia parece que no se adelan

    en el fondo la cosa marcba.Nuevas aspiraciones han nacido en el cerebro humano; los hom bres providencihan perdido sus prestigios; una pequeña Jnz empieza á iluminar el fondo del entemiento humano y la silueta de la personalidad individual aparece ya en el caminla libertad marchando hacia su emancipación.

    Esta idea, como otra cualquiera, ha ten ido sus extremos: ¡Iniciativa | Autonohan gritado algunos. «Esto quiere decir que debemos ir solos adonde nos dé la gsin ocuparnos de nadie: Grupos y sociedades; eso son antiguallas y sobran entreotros.» «No hay más que mi Yo; hago lo que quiero y que revienten los demás.»

    Habremos de dem ostrar que la iniciativa y la autonomía se concilian perfeme nte en las agrupaciones. Aquí no contestaremos m ás que á los que, reconociel principio de iniciativa y autono mía individual, dicen sin embargo, que no sosas aplicables, sino en una sociedad transform ada; que por ahora, pa ra luchar emente con la sociedad actual, debemos subordinarnos al principio de la discipúnico que nos puede perm itir trabajar con fruto contra la burguesía, cuyas fuestán organizadas.

    Considerando la revolución como una lucha entre ejércitos, «sería agradablenos dicen, teniendo que combatir con fuerzas organizadas, la cuenta que de nosdarían al lanzar contra ellas una multitud sin cohesión y obrando sin coordinaBÍn plan combinado, cada cual por su lado, á la ventura».

    «Se necesita un a voluntad central para un ir los esfuerzos, saber aprovecharpuntos frágiles del enemigo y lanzar hacia ellos la? fuerzas revolucionarias que,minadas, serian impotentes.»

    Influenciados por lo que tienen ante los ojos, olvidan, los que así razonan, lodebe ser una revolución económica; no pueden concebir que á una teoría nuevrresponda una táctica nueva también.

    En presencia de los ejércitos formidables que ponen en pie los gobiernos actuse preguntan cómo sería posible resistir su fuerza sin oponer otra fuerza igual, impnuente si fuera preciso.

    Si para combatir el poder los revolucionarios se entretuv ieran en copiar ó imlas luchas pasadas, jugando á soldados y dando batallas militarm ente ordentendrían también necesidad de otra táctica y de crear clases, toda una intermiescala jerárquica.

    La ommune del 71 nos d^ el ejemplo de que tal proced imien to es absu rdo . ese sentido cualqu iera que sean las fuerzas de que dispongamos, estaremos si

    en evidente inferioridad con nuestros enemigos.No hay que olvidar tampoco que la revolución no es posible hasta que las habiendo más ó menos contaminado á todo el mundo, el ambiente que se reesté impregnado de ellas. En estos ptrío dos , el ejército mismo está inocu lado presenta ese estado de espíritu bru tal que lo convierte en instrum ento pasivmanos de quienes lo conducen.

    Para concluir de desorganizarlOj es menos preciso usar la estrategia que re

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    (H LA IfEVJSTA bLAÍyCÁ

    actos que descompongan é ilustren á loa individuos sobre nuevas situacionuevas.

    Cada vez que los pueblos han querido firmemente resistir contra los in

    ha n intentado concen trar sus fuerzas formando grandes ejércitos es que , cel oíror del m ilitarismo, no creían más que en el éxito ruidoso de las grany si alguna vez en la historia ha sido posible á los pueblos invauidos el orlitarmente sus fuerzas, no fué jamás, y esto ha de tenerse muy en cuenta, sde hab er vencido al enem igo en las luchas pequ eñas de detalle, encarniztinuas.

    Militarmente, España fué vencida por Napoleón. Sus ejércitos destruibierno dispersado, su territorio invadido, por todas partes el enemigo erpero como los españoles no habían renunciado á la lucha, cada casa se cun a fortaleza, cada vuelta de cam ino y cada breña en una emboscada; cator se volvió un bravo soldado, y con paciencia de luchador convencido, enemigo, hacía su trabajo y desaparecía, invisible por la complicidad y prtodos, volvía im pune m ente á la lucha cuan do la ocasión se le presen tabaEl soldado retrasado sabía que en cualquier aspereza del terreno, detrás dárbol, un tiro, un a puñ alada , acabaría con su v ida sin tener tiempo siqver la cara á tan formidable adversario.

    Cuando el ejército «invencible» entraba en un pueblo sabía que en él nna da , ni víveres, ni agua; sólo la soledad de la m uerte acompañ aba al vluego, alguna s horas después, para los temibles perseguidores hab ía todo

    cesitaban: pa n, vino, arm as. Y todo esto sin necesidad de órdenes ni poder central. Había, sí, una jtiva; pero como iba á salto de mata, según el decir de aquellos tiempos, llegaban demasiado tarde y sin concierto alguno; sólo el espíritu popular, dores y táctica propia, bastó para destruir al gran bruto del siglo.

    Todos los plaues de Napoleón y sus prestigiosos geuerales fueron destrupueb lo, desorganizado según se despren de del razonamien to de los par tidorganización disciplinada.

    Lo mismo sucedió en Méjico, adoijde B aden gue (1) fué á realizar el gra

    su reinado. La situación fué la misma; las batallas dieron la victoria ai ipoblaciones fueron tomadas al asalto; pero las escaramuzas, los motines yllas consumieron muy pronto al ejército victorioso. I^os conquistadores trenunciar á su presa.

    Lo dicho prueba que la verdadera fuerza radica en la voluntad del indenergías é iniciülivas aplicadas á tiempo , con perseverancia y con tinuid ainvencible.

    ISi examinamos los hechos de las revoluciones pasadas, observaremos q

    blos son siempre vencedores cuando obran por-sí mismos, empujados porcimientos, y que sólo son vencidos cusndo ge entregan á sus jefes.Cuan do las masas se sublevan , la prim era explosión es siempre un he

    táneo.

    ;i) Nombre'^esprí'fiHtivo que los republkanos, y el pueblo fraocés eu genNapoleón (JV. Id T.)

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    Sin jefes y sin previo acuerd o, sólo por el im pu lso de las c ircunstancias que lashacen sentir y obrar , realizan los actos qu e la necesidad le imp one. Después de lavictoria aparecen los jefes.

    E n 1789 m ient ras que los Estados gene rales discu tían y ergoteaban con el re y,diu é hizo el pueb lo amotin ado? Una voz salió no «e sabe de dónde ; un a boca desconocida gritó; lA la Bastillal La Bastilla era el fuerte del rey, encarnación de la leyendade tiranía. La multitud sin plan y sin jefes se lanzó al asalto de la fortaleza, organizóel ataque allí mismo y la Bastilla fué destruida.

    Algun os no mb res se popularizan entre la m ultit ud ; pero éstos no son los jefes, sonlos iniciadores, sencillamente, cuyo parecer y opiniones, .que no son órdenes, acoge lamultitud, porque son la expresión de sus sentimientos; la personalidad de estos nprn-bres desaparece tan pronto como el acto ae ha efectuado.

    Si al hecho en sí lo desposeemo s de su leyenda , reconoceremos que la tom a de laBastilla, faé m aterialm ente una cosa insignificante, pero imp ortan te, sin embargo, porel efecto moral; este acto del pueblo hizo temblar al rey y dio audacia al tercer estadopara hablar fuerte á la nobleza y á la misma personalidad real.

    ¡Y la m arch a de las mu jeres hac ia Versalles -̂E l espíritu rev olucion ario ten ía á todo París agitado . Se decía que la corte, al ale

    jarse de París, era la causa de qu e los comestibles hu bie ran sufrido un considera blea.iimento en sue precios; se m ur m ur ab a sord am ente y se decía que era preciso quevolviese el rey á París.

    Cierta m añ an a un a joven se apodera de un tambor en el cuerpo de guardia deSan Eu staq uio ; emp ieza á sonarlo por las calles y la m ul titu d en masa le sigue; seorganiza un ejército de mujeres, invaden el Ayuntamiento, empujan á los concejales,les trat an de malos ciudadanos y amen azan nada m enos que con quem ar todos lospapeles del archivo y el edificio entero.

    E n este estado los ánim os aparece Maillard y dice á las mu jeres que su idea nodeb e ejecutarse y sólo lo consigue cua ndo les aconseja que vayan á Versalles y él vacon ellas; se tra en de allí al rey, y, vigilado dire ctam ente por el pueb lo, le dificultan los•Manejos antirrevo luciona rios. Este M ailíard, que surge no se sabe cómo de entr e lam ult itu d, desaparece en seguida par a confun dirse con ella y sólo le vemos reaparecer

    nuevamente en las jornadas de Septiembre. Después la historia ya no nos habla másde él.

    E l 10 de Agosto, cuando los parisienses se apoderan de las TuUerias y hacen prisionera á la familia rea l, ¿dónd e esta ban los jefes D anto n, Ma rat, etc., etc.?

    La multitud eclipsada se subleva; saben que el obstáculo es el rey y los que le rodean, y de la mu che dum bre alborotada sale un grito: ]A las TuUerias Y esta muchedumbre se lanza sobre el palacio real; arrolla los guardias de orps y á los suizos, descerrájalas puertas, obliga al rey á constituirse prisionero de la asamblea nacional, dela cual no sale sino para subir al cadalso.

    Y a los acon tecim ientos en este terreno todav ía no los dirige nad ie; los jefes nohan aparecido aún. Los que comprendían con más precisión y viveza las cosas indicaban el pu nto do nde d ebía n desc argar los golpes, y con esto no hacían sino precisa rlo que toda la población sentía.

    E n estos m om entos el ind ivi du o es nada, se sigue sólo su inspira ción. La mejorprueba es que, en cuanto se realiza el acto, nadie sabe de dón de partió la iniciativa.

    E n 1830, 1848, el 17 de Marzo de 1871, en toda, en toda fecha revoluciona ria, la

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    victoria es de la multitud anónima, que desadoquina las calles, que echa á oprimen, que va eila misma adonde PUS iras deben desencadenarse con provecho ysólo es vencida cuando ebria de victoria, es bastan te estúpida para confiarción á j fes indecisos que tergiversan y de.struyen su impulso; entonces confítoda su causa, sin apercibirse de que en vez de conservar y asegurar sus coÚnico que haceu es echar sobre su cuello el yugo que ha destruido.

    JUAN GEAVE.Se continuará este capítulo.

    f^ CIENCI Y RTEsjy a)

    F I S I O L O G Í A(COKTIIIU ACIÓX)

    La corrupción rápida que sufre el animal recargado está causada por mnes químicas que se producen en los músculos. Los músculos no son otra ccarne del anim al; representan en peso más de la.m itad del an im al, y no edente que una alteración de composición en semejante masa pueda tener eacentuados sobre el organismo entero.

    Los músculos que han trabajado con exceso sufren una alteración en sución química. De alcalinos que eran en el estado de reposo, pasan á ser áctienen ácido láctico, que no se encontraba en ellos antes del trabajo; son men oxigeno y están más cargados de ácido carbónico que en el momento dMuchas materias nitrogenadas, que resultan de combustiones del tejido mcular, se aumentan considerablemente.

    Estas substancias, cuyo último grado de combustión es la urea, formande cuerpos que no difieren entre sí, sino por una proporción mayor ó mengeno, y, por consiguiente, por un grado más ó menos pronunciado de oxidcombustión. Todos los autores enumeran entre ellos la creatina, la hipoxácido inósico, etc., y, en fin, el más conocido y el más interesante, por eljuega en la gota: el ácido úrico.

    Estas substancias son generalmente poco cristalizables, y tienen porcom ún el disolverse en el alcohol, cuan do se hace macerar en este líquido ufatigado. Se llaman, de un modo general, substancias extractivas.Se encuentran tales substancias en los músculos en estado de reposo, pcuentran en mucha mayor cantidad á consecuencia del recargo. Liebig extraer una cantidad diez vpces mayor de creatina de un zorro forzado, que de los otro, sacrificado en el laboratorio, donde habla vivido enjaulado.

    ¿Qué parte corresponde á las substancias extractivas en la producción d¿Tienen el principal papel en los accidentes infecciosos que se observan e

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    recargados? He aquí cuestiones que pronto encontrarán, sin duda, respuesta satisfactoria. M. Gautier (Academia de Medicina, 15 de Enero de 1886) ha demostrado que,entre los productos del trabajo mu scular, se forman alcaloides, cuya potencia tóxicano es inferior á la de los venenos señakulis ya en las carnes putrefactas bajo el nombre de ¡ptom aínas». Es imp osible, en el estado actual de la ciencia, desig nar por susnombres y por sus caractere.s químicos lüs substancias orgánicas que son los verdaderos age ntes de los fenómeno s del recargo; pero todo nos lleva á creer que los alcaloides,llamados por M. Gautier leucomaínas son la causa de muchos accidentes, mal conocidos todavía, que sufren Ion anim ales y l e hom bres recargad os. En el hom bre, es raroobservar casos de recargo agudo, sobre toio en nuestra época de civilización. La antigüe dad nos ha legado un ejemp lo célebre, el del soldado de M aratón, el cual, queriendo ser el primero en anunciar la vlíjtüria, fué de una sola carrera hasta Atenas y

    Cayó muerto al llegar.Ha sido posible cerciorarse de que la fatiga, llevada á sus últimos límites, acarrea

    en el hom bre, como en el anim al, la rigid-z rápida de todo el sistema mu scular. Sehan visto com batientes, mu ertos después de un a lucha encarnizada y larga, cuyoscuerpos, en estado de recargo agu.do, habían conservado ex trañ as actitudes. Sus cadáveres habían quedado en posiciones correspondientes a los movimientos de defensa yde ataque. La rigidez cadavérica, sobrevirúenda en el momento mismo de la muerte,había sorp rendido los movim ientos en su últim a actitud, y los músculos, instantáne amente rígidos, los habían mantenido.

    Biijo el influjo del recargo agudo, la rigidez cadavérica invade tan rápidamente losmúsculos de la cara, como los del resto del cuerpo, y, por la misma razón, puede conservar en esos músculos la contracción que tenínn en los últimos momentos de la viday la expresión de las últimas sensaciones que se experimentaron. Ea las personas quemueren asesinadas y que, habiendo tratado de defenderse, se han agotado en algunosminutos de lucha suprema, se ha comprobado algunas veces una expresión de espanto, que persistía muchas horas después de la muerte. Sus esfuerzos desesperados paraescapar de los asesinos habían ocasionado un pronto recargo; la rigidez de los músculos de la cara, sobreviniendo rápidame ntp, había corserv ado en la fisonomía un a especie de fotografía de la última expresión.

    Si parece demasiado extraño que la rigidez cadavérica haya podido producirse enel m om ento mismo de la mu erte , citaremos u n hecho señalado por M. Ch. R ichet,que ha visto pon erse rígidos los mú sculos an tes de qu e el corazón ha ya cesado delatir (1).

    Los malos efectos del recargo sobre la carne de los animales han sido indicadosfrecuentem ente p or los veterinarios y por los ind ustriales que se ocu pan de su conservación. La carne de un anim al m ue rt ) en plena fatiga se pone de prisa fiácida,húmeda, toma un olor acre, un olor de ropa sucia según la expresión de MM. Raillet6t Vilain, y es imposible conservarla m ucho tiem po. Es peligroso hacer uso de la carne

    de los anim ales sometidos al recargo, si no se la come en fresco. Se han citado epidemias de tifus, debidas al consumo de anim ales cansados por haberles hecho seguir alejército en marcha. Estos hechos son bien conocidos de los fabricantes de conservaade carnes; estos industriales toman precauciones para remediar los inconvenientes dela fatiga en los anim ales que ellos hacen m atar , fía los saladeros de la Am érica del

    (1) Oh. Richet, Les usclea et les Nerfs. Paría, Alean.

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    Sur 86 tiene gran cuidado de no ma tar, inm ed iatam en te que llegan, los bueyes mediosalvajes, que han tenido que hacer largas carreras para ir desde las Pampas al matadero. Cada establecimiento tiene un gran cprral, donde los animales descansan antesde eer sacrificados. Sua carnes no se conservarían, si fueran utilizadas antes de que losbueyes recargndo8 hubieran teniio tiempo de eliminar, durante dos ó tres días de reposo, los productos de la fatiga. En oposición á estos hechos, en que el recargo da álas carnes propiedades nocivas, podrían citarse otros en que se procura la fatiga comomedio de desenvolver en los animales, que se van á sacrificar, cualidades culinariasparticulares. He oído á algunos gastrónomos q ue, en otras ocasiones, se comía en Pa ríscarne de vaca mucho mejor que hoy. Antes de haber ferrocarril, las bestias conducidas á pie, por jornadas cortas, andaban á veces más de cien leguas antes de llegar almatadero; se diría que la fatiga del camino ponía tierna la carne y le daba un gusto

    «á avellana». En la Italia meridional hay la costum bre, antes de m atar los búfalosque vienen casi en libertad, y cuya carne es dura y coriácea, de perseguirlos mu chotiemp o á caballo y hacerlos galopar todo lo posible. Su carne , después de estas correrías loca?, adquiere, dicen, un gusto más sabroso.

    Estos hechos no están en contradicción con loe primer os que citamo s. Prue bansiempre que la fatiga acumula en los animales principios nuevos, cuya presencia modifica profundamente las cualidades de la carne. Si estos productos no están en cantidad de masiado grande, y sobre todo, si se come el anim al inm ed iatam en te desp uésde muerto, para evitar la fermentación pútrida", cuya aparición se precipita por aquellos productos, la carne fatigada es inofensiva. Las materias extractivas producentam bién una especie de sazonam iento de las carnes, dándoles un a punta de gusto , unsabor agradable al paladar. Los aficionados prefieren este sabor al de la carne ordinaria, como prefieren á la caza fresca la caza pasada.

    El recargo es siempre lo que puede explicar ese gusto particular de la carne de losanimales que lo han sufrido antes de ser muertos. Un carnicero de los alrededores deLimoges tenía la reputación de vend er carne de cerdo muc ho mejor que la de lasotras salchicherías. Aquel bestia no mataba jamás á sus animales sin torturarlos; lessacaba los ojos y los desangrab a lentam ente. E n ciertos cantones del M ediodía deFrancia no se degüella á los patos hasta después de haberlos desplumado vivos, conobjeto de ablandar sus carnes por el sufrimiento. Algunas cocineras se alaban de dará un conejo casero el sabor de uno del campo, matándolo por un procedimiento muylento, por ejemplo, colgándolos, con u n nud o corredizo, que va apretánd ose poco ápoco, y hace que el animal patalee largo tiempo, antes de que sobrevenga la muerte-

    Estás inhu m ana s prácticas sólo merecen la indignación de las gentes de corazón;pero hay que reconocer, desde el punto de vista científico, que la idea que las presideno carece de fundamento. La carne del animal que ha sufrido mucho puede tener ungusto particular, lo mism o que la del anim a recargado, porqu e el sufrimiento da lugaral recargo. La desgra ciada bestia ma rtirizada se agota en esfuerzos desesp erados par a

    escapar al dolor y gasta en algunos minutos tanta fuerza nerviosa, como la que podríahacer durante un largo trabajo.

    Se ha no tado desd e hace m uch o que los anim ales á que se hace sufrir vivisecciones para los experimentos de fisiología, y que no sucumben más que al cabo de ciertotiempo de sufrimiento y de lucha impotente para sustraerse al dolor, presentan después de su mu erte todo el aspecto de los anima les forzados: pelo erizado, em pap ado sen sudor, rigidez cadavérica rápida, y carnes prontamente invadidas por la putrefac-

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    L A R E V I S TA B L A N C A 8

    ción. He aquí, pues, bastantes hechos, en apariencia bien discordes, que no podíperarse encontrar agrupados juntos. Tienen, como creemos haberlo demostradolazo común; el desarrollo en el organismo de ciertos productos de desasimilaciónresultan de la cantidad demasiado grande de trabajo muscular efectuado. Estosductos se encuentran, lo mismo en el cuerpo del hombre que sufre el recargo debajo, que en el del animal que ha luchado mucho tiempo contra el sufrimiento, que en ambos casos hay el mismo exceso de fatiga. El recargo lento es debido, comoel agudo, á que el organismo se impregna de los residuos del trabajo; pero los dentes llevan una m archa menos rápida y tienen una terminación habitu almmenos fatal, á causa de que la dosis de substancias nocivas es menos considerpor ser el ejercicio que las produce menos violento.

    Este estado se observa en las personas cuyo cuerpo se somete á trabajos dema

    sostenidos, ó á fatigas repetidas con demasiada frecuencia y no interrumpidasdescansos suficientemente prolongados.Supongamos un hombre entregado á un trabajo fatigoso, pero que no traspas

    nada absolutamente la medida de sus fuerzas. El trabajo es soportado y produel organismo los malestares habituales de la fatiga consecutiva y de las agujetael individuo reanuda al día siguiente el mismo ejercicio, los residuos del trabala víspera no han sido todavía eliminados, cuando otros nuevos vienen á añadiaquéllos para aumentar la dosis. Supongamos que en los días siguientes el trcontinúa sin interrupción; la dosis de las substancias nocivas acumuladas en la saumentará más y más, y alcanzará al cabo de cierto tiempo una proporción sufipara determinar accidentes graves. En ese día la fatiga tomará las proporcionUna enfermedad y se establecerá el estado de recargo.

    Este recargo lento conduce á enfermedades de larga duración, ó bien á estmorbosos mal caracterizados, que no constituyen, propiamente hablando, enferdes, pero que imprim en al organismo una modificación profunda, capaz de hasufrir su influjo pernicioso, á las menores perturbaciones de la salud que se acaaccidentalmente. El organismo inficionado por los productos de desasimilaciónterreno admirablemente preparado para los gérmenes más maléficos.

    Las perturbaciones más ó menos duraderas de la salud, que son consecuenclos excesos del trabajo, las estudiaremos en el capítulo siguiente.

    FERNANDO LAGRANGE.(Traducción de Eicardo Rabio.)

    CRÓNICA CIENTÍFICALa fecundación de las flores en Nueva Zelanda. — Observaciones de M. Thompson. —

    Misión de las abejas Cambios de fisononií2.—Aspecto de los árboles y de las plantas:ideas de Saint l.éger sobre la fisonomía de las plantas.—Bl lenguaje de las flores.—Eltelegráfuno de M. Pou lsen.

    Ün naturalista neozelandés, M. Thom pson, ha publicado recientemente en Naturede Londres, una interesante memoria sobre algunos hechos observados por sí en Dunadin (Nueva Zelanda). Durante una treintena de años ha cultivado en sla mayor pa rte de las flores com unes de Eu ropa y de la región tem plada del N

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    8 LA REVISTA BLANCA

    Antes de la introducción de las avispas en aquel medio ambiente—diferentes paralas plan tas indicadas—, algunas de ellas no producían semilms; pero en cuanto lasavispas y las abejas se hubiero n ins talado y multiplica do, extend iéndo íe por toda lacolonia, todo cambió por completo; las plantas primiciales, en particular, produjeronsemillas en abundancia.

    La Revue cientifique recuerda, con este motivo, que del mismo modo se reproducela trinitaria, el azafrán y otras muchas especies, hasta tal punto, que en la primavera66 en cu en tra cada plan ta rodeada de un a colección de tallos jóveufs proced entes delas semillas que se han sembrado por sí mismas. Sabido es que la introducción de lasabejas, efectuada por la Sociedad de Ac lima tación de Ca nterb ury, tenía por objetoobten er la fecundación de flores, que hasta entonces habían sido abs ulut am ente estériles.

    M. Th om pso n ha creído obse rvar cierta variación en la fisonom ía de las e.«peciesque ha introd ucido en la isla oceánica. Ante todo, conviene ponerse da acue ido sobrelo que dignifica la idea fisonomía aplicad a á un vegetal; esta jjalabra evoca la idea deexpresión pero, ¿qué puede expresar un ser como el vegetal, mu lo, sordo y ciego? Delo qu e se relaciona con la intelige ncia y los sentido? , na da ; p- ro de lo referente á lavida , todo. Si en vez de com parar la plan ta al anim al so lo consi lera con relación á latierra que le sostiene, á los seres inorgán icos que le rodean, se elevará sobre ellostant o como el anim al se eleva sobre la planta, y m ás aún, porqu e tiene lo que ellosno tien en: la ind ivid ual ida d de las funciones, la facultad de re produ cir seres sem ejantes á sí mismo.

    Según la mayo ría de los botánico?, quiene s sólo considera n al árbol bajo su relación científica, no es éste, en realid ad, un indiv iduo com puesto de raíces, tronco,ramas y hoja, sino que éstas solas constituyen el individuo vegetal vivo; las ramas, eltronco y el cuerpo de las raíces son una espacie de suste ntác ulo, como un polipe ro,alimentado por el residuo de las hojas viajas que mueren.

    Sin detenerse á discutir esa teoiía, quy no acepta completam ente el sabio brasileñoSaint-Lége r, observa que, aun adm itiéndola, no es menos cierto que de hecho cadaespecie vegetal tiene raíces, tronco , ra m as y hojas de forma, tam añ o y disposiciónespeciales, y no solam ente varía n las especies, sino que cada indiv iduo tiene sus

    cualidades particulares.Muchos botánicos añaden que el vegetal no tiene altura determinada; que no hay

    razón algu na para que u n árbol cese de crecer, y qu e si su s raíces pu die ran extenderse siempre, si su tronco y follaje no ha llar an dificultad en su libre crec im iento ,crecería inde finidam ente. Saint-Léger les objeta qu e si en teoría el árbol no pu ed emorir más que por accidente, lo cierto es que el accidente se presenta siempre y, porconsiguiente, pu ed e considerarse como formando parte integran te del destino delárbol; cree encontrar en eso un a razón má s para con tinuar considerando el vegetalcomo aparece á nu est ra vista, es decir, como un ser indi vid ual formad o de diversas

    partes unida s entre sí por una vida com ún que lleva en su co njunto un a expresiónresultante de todas sus partes.«El árbol, añade S aint-Léger, crece, declin a y m uer e; tiene 6u infancia, su juven

    tud, su madurez, su decrepitud, y adem ás de las cicatrices que todo género de lesiones dejan sobre su tronco y sus ram as, si bien las hojas renacen cada prim ave ra conla misma lozanía, su madurez se degrada, su corteza cae, el musgo y los parásitos leinvaden, sus frutos pierden su sabor y sus se m ilb s su,fecundidad .

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    LA BEVISTA. BLANCA 8 3

    Hay, pues, un a realidad de hecho que atribuye al vegetal una «individualidde forma y proporción. De esto á atribuirle una fisonomía no hay más que un p

    Si de los árboles pasamos á los arbustos y á las ñores , veremos que nos prese

    efectos expresivos no menos notables, debiéndose á ellos la creación del lengualas flore?, eimboiismo que sólo es justo cuando se rtüere á una cualidad sensibcaracterifctica de cada una de ellas; pero qu e es falso si se funda en una analforzada ó sobre una cualidad secundaria. En el primer caso se encuentra la miollamada vulgarmente «la flor del recuerdo» ó «no me olvides», porque nos recupor su pequenez y su tinte pálido y simpático, un-objeto lejano cuya imagen dinu ye y palidece por la ausencia; la rosa, cuya delicadeza y frescura justifica e ltimiento universal que le ha otorgado la represeatación del amor; la violeta, ocudose bajo la hoja de la planta, emblema de la modestia.

    Por el contrario, en ciertos casos vemos desviarse el verdadero simbolism o hlas falsas analogías; por ejemplo, ni el color ni la forma justifica la significaciónbuida á la ñor llamada pensamiento; pero esta flor, en su contorno y en los raque marcan el centro de su corola, tiene algo que le asemeja á una cara humanasiempre fea, y tal es el motivo superficial y poco galante que ha decidido de l silismo que se le cuelga lo mismo que del nombre que se le ha dado.

    «

    Entre las maravillas que es dado admirar á los visitantes de la Exposición ePalacio de la electricidad, hay una que producirá sin duda una revolución en la

    fonía y la fonografía: el telegráfono ó telégrafo parlante, cuya invención, debidaingeniero danés, M. Valdem ar Poubsen, está llamado á reem plazar ventajosamel fonógrafo y á multiplicar las aplicaciones del teléfono.

    El telegráfono no es m as qu e un teléfono ordinario cuya línea va á pasar epuesto receptor, á un pequeño electro-imán, ante el cual voltea una espiral de nque rodea un tambor. Las corrientes desarrolladas en la línea por las vibracionenoras, en vez de ejercer su acción sobre el receptor de los teléfonos ordinarios, obsobre el electro-imán. Merced á las propiedades maguéticaa del níquel, este eleimán , entran do en acción, im an ta la parte del espiral que pasa ante sus polos ytermina en ella toda una serie de modificaciones que corresponden á las vibracsonoras iniciales que han sidq, transform adas en vibraciones eléctricas prim ero vibraciones magnéticas después.

    Así cargada, por inducción, de un potencial magnético la bobina de níquel qen disposición de restituirla bajo la misma forma en que la ha recibido. Bastaráello voltear la espiral delante de un receptor telefónico, y esto en un espacio de po cua lquie ra, para que ejerza su acción sobre la lío ea y reproduzca fielmentmismas vibraciones sonoras cuya influencia había sufrido anteriormente.

    La espiral de níquel puede ser reemplazada por otra de acero.El telegráfono de Poubsen, perfeccionamiento notable del fonógrafo, es una n

    aplicación del fecundo principio de la reversibilidad.TAREIDA DEL MÁRMOL.

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    8 4 1,A KEVISTA BLANCA

    CRÓNICA ARTÍSTICAUna de las cosas que ha llamado prime ro mi atención al llegar á la c iud

    Barcelona ha sido la profusión de carteles con que se anunciaba el CK^treno, entro de Novedades, de un a obra sacada por cñerto autor italiano de la famosa de Sienkiewicz^

    No sé si en estas crónicas h abla ré algáu dia do la novela ( ) del dra ma, au nqparece que no. (¿MO vadis es un nuevo episodio de esa tende ncia de los modernistaencuadrar los argumentos do sus obras en el mundo antiguo.

    A prim era vista parece que asistimos á un a corriente parecida á las que lugar al Renacimiento, y á fines del siglo pasado al Neoclasicismo. El arte, sinse m om entáne am ente falto de ideales, iba á buscarlos presuroso en la vida de los griegos y romanos. El romanticismo proteste) de esa tendencia y cantó lginarias bellezas del mundo medioeval.

    Es difícil establecer la genealogía del neobizantinismo. Pero quizás puede rarse que, sean ó no sus iniciadores, los que han generalizado el movimiento hFlaubert y Villiers de ITsle Ada m. Y aunq ue es verdad que no sólo Bizancio el ideal de todos los escritores modernistas, hay que convenir en que la concvulgar y corriente de su espíritu predomina en todos.

    La decadencia romana, la bacanal babilónica, las invasiones de los bárbaro

    capital de Constantino, la viciosa sociedad que presidía al florecimiento de lalas alejandrinas, han proporcionado á Flaubert, Villiers, Paul Adam, Lonys, Swicz y á casi todos los m odernos auto res franceses escenarios espléndidos pmenguadas creaciones de su estío. Son los enamorados de la be uté du geste los encarnizados creadores de frases éblouissantes los aristocráticos despreciadores del vulgo.

    Es ta corriente am enaza generalizarse. Algunos escritores, fuertes ha n suftentación: Ibsen debió sentirla al escribir Emperador y Galileo. Hasta el B lanco y Ne-gro ha ilustrado su memez habi tua l con cuentos asirlos ó egipcios (porque, segusto corriente, lo mism o da), y M éndez Bringa ha dejado un m om ento de mujeres feas para dedicarse á los elefantes, templos con (íapiteles de lotus, piy otros excesos.

    Esto sería convertir el arte en vana función de espectáculo. La falsedad escomo fondo, y el gesto ampuloso como forma. Y en cuanto á la vida, el triunfoimbéciles é impotentes que necesitan ver la vida á través de una mentira creala ignorancia de las generaciones que fueron.

    En el fondo de todo esto hay una miseria intelectual que abruma. E\ alma fecunda y fuerte encu entra en todas las cosas la intrusa belleza que la vida puso hlos objetos más pequeños; para el ojo penetrante del artista las imágenes de ldad pasan envueltas en flotantes túnica s de inefables misterios. Pero el seudtor, el tendero abortado , busca en vano las extravagancias de la vida en la ractu al, y, al no encontrarlas, la desprec ia, y se solaza en la descripción pintorlas edades m ás antiguas para dorn rl s con la.s invenciones miserables de su espíritu

    Durante la última quincena me he dedicado exclusivamente a vivir. El artsiderado como espectáculo, no ha entrado para nada en mi distribución del t

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    LA lUSVlbtA m-ANCA S ̂

    Por lo dem ás, los pocos días (jue pasé en Madrid no me ofrecieron ocasión algUna estud iantin a gallega (juo tocaba l jota y un certamen cursi, organizado por Blan-co y Negro fueron los dos únicos contecimientos rtísticos de aquellos días. Y está claro(-lue no molestaré á mis lectores hab lando m al de semejantes atropellos.

    Prefiero decir cuatro palabras acerca de las cos s que he visto. El último edificioque llama la atención al salir de Madrid es el palacio del Ministerio de Fomentoestán rodeando ahora de un a verja m onu m enta l. La verdad es que había otrosdios más económicos y no menos artísticos de embellecer atiuellos alrededores.

    El enorme muro de contención de tierras levantado en la parte posterior delticio será realmente una obra monumental, que llamará la atención más que la misma, üesde la calle que sube al Observatorio se verá el Ministerio como sumeen una esplanada despejada y honda.

    La verja,

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    8 L A K E V I 8 TA B L A M CA

    tión tan viva de desorden que en fuerza de vivir entre ella? env enen an forzosamente nuestras almas.

    Por fin va n á publicarse uno s ensayos de Ra lph W aldo Em erson en c astellano.Desde que en 1851 fueron trad ucid os al francés po rE m il e M ontégut eran algo conocidos en España; pero ha sido preciso cjue un editor modernista los hiciese traducirde nuevo por Will para que llegasen hasta nosotros. Sin embargo parece qiie el editor Bernardo Rodríguez con m uy b uen acuerdo ha de term inado seguir la edición inglesa en la agrupación de estos ensayos.

    E l filósofo de M assachu sset fué pasto r de la secta de los u nita rios que form an elgrup o m ás indep endien te del protestantism o.

    Es un filósofo de la vida práctica. Sus hermosos ensayos miran más á la obra y ála acción que al ideal de la vida. Un hombre sanamente religioso encontrará enEm erso n esple nden tes efluvios de inspiración divina; un h om bre san am ent e ateo pres-cindirá de la forma religiosa y encon trará en el hereje de Co nc or du na interpre taciónoptimista y consoladora de la vida.

    Confieso que el ensayo titulado De la confi nz en sí mismo es un a de las obras quehan producido en mi espíritu más profunda: impresión. Hace ya algún tiempo que loleí y después he vuelto á leerlo y estudiarlo. Me he esforzado en convertir aquellasideas en subs tancia propia y estoy seguro de qu e algo de las ideas de Em erson haquedado fundido en la propia esencia de mi alma.

    Es un au tor de los que ayu da n á vivir. Su lectura nos vigoriza hacién dono s am arlo que él l lamaría ese rayo de la divinidad que brilla en el fondo de nuestro espíritu H eaquí un hermoso pensam iento. Serla una lástima que nos parásemos en la forma yrechazásemos por la forma de la expresión la verd ad sana de la idea.

    Ese principio de la confianza en sí mism o hace de Em erson un individua listaportentoso . Glorifica al héroe y aun ha hecho de un e stadio de los que llam a repre-sent ntes de la humanidad la obra más herm osa de su vida. Pero por encim a del héroecoloca al over soul la sup eralm a ó alm a sup rem a que se refleja en cada un o de nosotros.

    Emerson parece á veces un iluminado. Entonces se comprende su entusiasmopor Sduvedenborg. Su filosofía se derrama como torrente luminoso sobre las páginasdel libro . Los erudito s los sabios nad a tie nen que busc ar allí si no es u n latigazo sinpiedad ó una puñalada irónica.

    Creo que se publicarán en castellano otras obras de E m erson y entonces podréseguir desarrolland o las teorías no m uy com plicadas del gran filósofo am erican o.En tre tanto los que quieran gozar la impresión profunda de un a verdadera reliquialiteraria lean el libro de los ocho ensayos y prénd nlo con devoción.

    PEDRO COEOMINAS.

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    MA.Rir 0 Y MUJER

    N O V E L A(CONTINUACIÓN)

    I I

    El viaje, una semana en Moscou, el camino, las ciudades desconocidas, la llegadaá San Petersburgo, las visitas á nuestros pa rientes, la instalación en nuestro nuevodomicilio, todo eso se deslizó corno un sueño. Era tan variado, tan nuevo, tan aley aparecía tan cálidamente iluminado por su presencia, por 3U amor, que nuestra

    vida tranquila en el campo me hizo el efecto de una cosa pasada hacía mucho y enteramente insignificante.Con gran sorpresa mía, en vez de la frialdad y de la acogida allanera que espera

    ba encontrar en la sociedad, fui recibida en todas partes con una cordialidad tan fca y expresiva, que no parecía sino que todos mis nuevos amigos sólo esparaban llegada para ter completamente felices. Encontré esa afable solicitud, no sólo en misparientes, sino de parte de personas completamente extrañas.

    También mi marido encontraba á cada mom ento, de la ma nera má s im prevista,muchos amigos de que no había hablado nunca, y lo que m e sorprend ió y desagradómucho fué que expresaba á m enu do juicios mu y severos sobre personas que m e pa-tecian la misma bondad.

    Me asombraba verlo tratar secam ente ó evitar á muchos sujetos que me agradaban. A mí me parecía que cuantas más personas amables conociese uno, tanto mejy para mí'todas eran á cual mejores.

    Antes de nuestra marcha del campo me había dicho Serguei Mikailovich:—¿Quieres saber cómo nos instalaremos en San Petersburgo? Aquí pasamos

    pequeños cresos, y allí figuraremos entre los más pobres; por lo mismo, no deberpermanecer hasta más allá de Pascuas, y tendremos que abstene rnos de frecuentarla sociedad, ó nos veremos en m ás de un apuro; luego que para ti me gustaría más...

    —¿A qué frecuentar la sociedad?—exclamé.— Iremos un poco al teatro, oireiuosbuena música en la ópera, h arem os algunas visitas á nuestros parientes más p róximos, y ante s de Puscuas estaremos de vuelta en el campo .

    Pero, apenas llegamos á San Petersburgo, se olvidaion todos esos planes. -Yo meencontr iba transportada súbitamen te á un m und o de placer enteramente nuevo parami; me hallé arrastrada de repente por ese alegre torbellino, y se me ofrecieron tantos intereses ignorados hasta entonces, qua olvidé de pronto todo mi pasado, y,darme cuenta de ello, renuncié á todos los planes que tanto habla acariciado en otrosdÍHS. «Todo lo que he conocido hasta aquí—pensaba— no era más que una n iñe|Esta es la vida verdadera, y apenas empieza ahoral ¿Quién sabe lo que me reserva elporvenir?»

    De esta suerte discurría. La inquietud y el comienzo de hastio que me atormentaban en el cam po se desvanecieron como por arte de magia. i amor á m i marido re-vistió un carácter más tranquilo, y ya no volvió á cruzarme por las mientes la idea depreguntarme si él me amaba menos.

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    88 LA KKVI8TA BLANCA

    ¿Cómo dudar de su cariño cuando adivinaba todos mis pensamientos, participabade todos mis sentimientos y prevenía mis menores deseos?

    Su calma había desaparecido, ó, por lo menos, ya no me excitaba; luego veía que

    en ese nuevo medio no era menos querida, y me admiraban más.M uchas veces, al volver de un a visita, después de un a presentación, ó cuan dotenía gente en casa y tem blaba interiorm ente ante la idea de no cum plir bien misdeberes hospitalarios, me decía él:

    — ¡B rav o, hija mía l ¡A nimosl... |Te aseguro que te las arreglas mu y bienlY me quedaba tan contenta.Poco después de nuestra llegada escribió á su m adre , y me llamó pa ra ponerle

    un a postd ata á la carta, negándose á dejarm e leerla; pero yo insistí hasta que me laentregó.

    Decía á su m adre: «No conocerla u sted á M ariquita; y o mism o la desconozco.¿Dónde ha aprendido esa noble y graciosa seguridad, esa afabilidad, esa bondad yese arte del mundo? Y á todo esto tan sencilla, tan natural, asociando á esas cualidades tanto corazón... A quí todo el m un do está encan tado de ella; yo mismo no mecaneo de admirarla, y, si fuese posible, la admiraría más aún.»

    «¡Cómo —pensé.— ¡Esta mujer soy yol» Y se apoderó de mí una alegría loca; mepareció que nunca había amado tanto á mi marido.

    Estaba muy lejos de esperarme el éxito que alcancé cerca de nuestros parientes.Por todas partes me decían, ora que mi tío estaba encantado conmigo, ora que mi tía

    no hablab a m ás que de m i, ó que no se hallaría otra igual en todo San Petersburgo,

    y hasta una señora me aseguraba que, con sólo quererlo, sería la más exquisita detodas las mujeres de piundo.

    Una prima de mi marido, la princesa D..., ya entrada en años, se declaró enamorada de mí, y me dijo tantos piropos que acabó por trasto rnarm e la cabeza.

    Cuando esa prima me invitó al baile por primera vez, se dirigió á mi marido. Ser-guei se volvió hacia mí y me preguntó con cara solapada sonriendo maliciosamente:

    —¿Tienes ganas de, ir al baile?A sentí con una inclinación de cabeza, pon iénd om e m uy colorada.—¿No tiene todas las trazas de un criminal que canta de plano?— exclamó con

    una sonrisa bondadosa.— Tú has dicho que no debem os frecuentar la sociedad, y que no te gusta—respondí sonriente é implorándole con la mirada.

    —Si tienes muchas ganas, iremos—respondió.—No, quedémonos en casa; puede que sea mejor...

    ,—¿Tú tienes ganas de ir, di? ¿Un deseo grandísimo?—me preguntó de nuevo.No contesté.— Fre cue nta r la sociedad no es todavía un a gran desgracia—d ijo—; pero los de

    seos mundanos no satisfechos, esos sí que son malos y peligrosos... Conque, irás á esebaile, es menester—concluyó con tono decidido.

    — L a veidid — txclam é— ¡tengo unos deseos irresistibles ... ¡Jamás los he sentidomayores por nadal...

    Fu i á ese baile, y superó mis esperanzas con much o. A llí me creí m ás que antesel centro en cuyo alrededor gravitaba todo; parecíame que se había iluminado aquelsalón, y tocaba aquella orquesta en honor mío, y que la muchedumbre entera de invitados no había ido mas que para admirarme.

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    LA REVI TA BLANCA 9

    Desde mi peluquero y mi doncella hasta mis parejas, sin olvidar los hombres deedad avanzada , que no hacían mas que atravesar el salón, todos parecían querer de-clararme ó darme á entender que estaban enamorados de mi.

    Mi prim a me comu nicó el veredicto pronu nciado sobre mi persona; se estimab aque yo no me parecía á la» otras mujeres, que tenia cierta sen'ñllez, cierto atractivo yfrescura que recordaban el campo.

    Ese éxito me lisonjeó hasta el pu nto de que confesé francam ente á m i m aridoque desearía ir á otros dos ó tr^s bailes aquel invierno. «Para quedar bien saciada»—añadí hipócritamente—, tratando de hacerme ilusiones á mí misma.

    Serguei Mikhailovich consintió de buena gana, y en un principio me acompañó álos salones con verdadero placer; estaba orgulloso de mis éxitos, y parecía haber olvi-dado ó dejado á un lado sus proyectos antiguos...

    Pero bien pron to empezó á aljurrirse, y se le hizo insoportable aque lla vida. Yoestaba ha rto preocup ada de otras cosas para advertirlo , y, cua nd o acertab a á encon-trar su mirada seria y profunda que me dirigía una muda interrogación, no compren-día lo que quería decir.

    Las atenciones de que era objeto en todas partes y la atmósfera nue va de lujo yde placeres elegantes que respiraba por prim era vez, hab ían confundido toda s m isideas. Yo no tenía ya aquella conciencia de la supe rioridad de m i m arido que mesubyugaba en el campo, sino la grata persuasión de ser igual á Serguei entre las gen-tes del gran m un do , has ta de aven tajarlo en ciertas cosas, y al propio tiem po se afir-

    maba con más independencia é intensidad mi amor por él. De forma que me era im-posible comprender lo que podía disgustarle en aquella vida.No podía sustraerm e á un se ntim iento de orgullo y de satisfacción, cuan do al en-

    trar en un baile veía volverse hacia mí todos los ojos, y á mi marido desvanecerse enseguida en la m asa negra de Ins fracs, como si tuvie ra vergüenza de confesar d e -lante de aquella multitud que yo le pertenecía.

    «¡Aguarda — solía decirme, buscand o al otro extre m o del salón su fisonomía, qu eexpresaba generalm ente el aburrimiento.—¡Aguard. Ya com prenderás al volver alcampo por quién me alegro de ser bella y qué es lo que me halaga en todo lo que merodea esta noche.»

    creía de bue na fe que no me lisonjeaban todos mis éxitos sino porq ue un díapodría sacrificárselos.

    El único peligro que hubiese podido tem er en aquella vida era la posibilidad dedejarm e suby uga r por alg uno de los jóvenes que encontra ba y provocar los celos d emi marido; pero él demostraba tan gran confianza en mí, permanecía tan tranquilo éindiferen te, y todos aquellos jóvenes me p arecían tan insignificantes á su lado, q ueno estimaba muy temible ese único peligro.

    Sin embargo, las atenciones de todos esos jóvenes me causaban placer, satisfacíanmi am or propio y me llevaban á mirar como un m érito el amo r que profesaba á mim arido. De todo esto se resentía m i m ane ra de ser con él, que iba siendo m ás libre yhasta un poco negligente.

    Una noche, al volver del baile, llegué á decirle amenazándole con el dedo:— |Hola ¡Hola Ya he visto con qué anim ació n h abla bas esta noche á la se-

    ñora N...Nom bré un a dam a m uy conocida en San Petersburgo. Le lancé ese dardo para

    sxcitar su atención, porque estaba taciturno.

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    9 LA REVISTA BLANCA

    —jAhl ¡Por qué has dicho eso, Mariquita ¿Y cómo lo dices?Pronunció esas palabras entre dientes, y haciendo un gesto como si sin

    dolor fííico, continuó;—Deja 6888 expresiones á ios demás; entre nosotros son inconvenientes.

    neras de Ber no sirven mas que para alterar nuestras antiguas y verdaderas rque espero no tardarán en renacer.

    Me avergoncé de mi conducta, y guardé silencio.-¿Volverán, Mariquita? Di, ¿qué crees tú?

    —Nuestras relaciones no han cambiado ni cambiarán.Era sincera en aquel momento al hablar así.—¡Dios lo quiera —exclamó.-- Porque ya es tiempo de volver a] campo.Yo me dije sencillamente: «Si se aburre á veces, ¿no me he aburrido yo p

    nuestras relaciones se han modificado un poco, volverán á ser lo que antes nos encontremos solos con su madre en Nicolskoe.»

    Ai-í pasó el invierno, y contra nuestras intenciones permanecimos en Saburgo para las fiestas de Pascuas. Nos proponíamos partir después de la Semta, teníamos hecho el equipaje, y mi marido, que hacia compras para llevartodo el m un do y proveerse de las cosas que faltan en el cam po, estaba dhumor.

    Cuando menos lo esperábamos, nos sorprendió mi prima y nos suplicó zásemos nuestra marcha para asistir á la reunión de la condesa R... Dijo qu

    desa tenia singular interés en que asistiese yo, que un principe Real, M...por San Petersburgo, se había fijado en mí en el baile y deseaba conocermereunión expresamente para verm e, porque declaraba que era la mujer másde Rusia. Todo Petersburgo estaría en esa reun ión, según mi prima, y añayo faltaba se desluciría la fiesta.

    Mi marido hablaba con otra persona en el extremo opuesto del salón.—¿Verdad que irá usted, María?—insistió mi prima. .—Nosotros teníam os la intención de marchar pasado mañana— respondí

    mirando á mi marido.Se encontraron nuestros ojos; él los apartó precipitadamente.—Yo le suplicaré que se quede— respondió mi prima—y el sábado ire

    reunión para volver del revés la cabeza al príncipe. ¿No es verdad?e continuará. LFÓN TOSLTOÍ.

    SECCIÓN LIBRE

    EL GATO DE LA BARRICADAR E C U E R D O S D E L P S D O

    La primavera de 1871 se presenta de nuevo á nuestra mente , primaverante en flores y verdura; pero que, al pasar, arrastró en pos de si la liberta

  • 8/16/2019 19000801_LA REVISTA BLANCA

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    y la vida de otros. Rod eada con un a guirna lda de florea y em pap ad a en sang re laommun sucumbió.

    En e parqu e de Neuilly, en M ayo, los árboles inclinaban su s ram as, agobiadas por

    el peso de un a lujuriosa y aromá tica vegetación. A veoes los pájnros, atraíd os ha ciaallí por lo frondoso del foilnje, y tomando el tronar de las ametralladoras por el de latormenta, al que se iban ya acosíumbrando, suspendían el vuelo para mirar á su alrededor, con ojos brillantes é investigadores, á las quintas desiertas, saltando algpnosante la pu erta ab ierta ó posánd ose, con aire ind iferente, en algún m ueb le; tal v¿z unpiano, aban don ado en ei jardín, hasta que los dispersaba la re pentina explosión deUna granada que, como hoz gigantesca, venía chocando contra las rama?, rompiendoy destrozan do en toda s direcciones, en tan to qu e las balas, al caer sobre las hojas ,hacían el mismo ruido que produce la gianizada.

    En tan poético y encantador paraje, al ünal de la calle de Peyronet, se levantabaUna barricada, á la que los vers