Elementos elegíacos en la poesía de Claudio Rodríguez
Jorge Fernández GonzaloCurso de Doctorado: La Elegía en los Siglos de Oro
1-. INTRODUCCIÓN
Claudio Rodríguez (Zamora, 1934-Madrid, 1999) es una de las últimas grandes
figuras que nos ha dejado el siglo XX en nuestra poesía. Aunque los trabajos críticos
sobre su obra ya empiezan a ser varios y de calidad, aún queda para que consiga la
difusión de un Machado o de un poeta del 27, por mucho que su calidad poética no diste
de la de éstos. Con sólo cinco libros Claudio Rodríguez se ha hecho con algunos de los
premios más importantes de nuestras letras, él que nunca se dejó zarandear por las
comidillas literarias ni por las tertulias de los autores de su generación. Con Don de la
Ebriedad (1954), su primera obra, escrita hacia los 18 años en sus largos paseos por los
campos de Zamora, consigue nada más y nada menos que el prestigioso premio
Adonáis. Gracias a un uso irracional de la palabra, casi a la manera de Rimbaud,
Claudio nos muestra su sensibilidad ante la naturaleza y un afán de conocimiento o
claridad en la terminología claudiana. La agudeza de aquel joven escritor supone un
revuelo en el panorama lírico de la época, y pronto Vicente Aleixandre se fija en él y
traban juntos sincera amistad. Claudio, ya en Madrid, estudia románicas en la
Universidad Central (hoy Complutense) aunque destaca más como jugador de fútbol en
el equipo universitario que como estudiante. Su memoria de licenciatura, “el elemento
mágico en las canciones infantiles de corro castellanas” nos remite directamente a su
segundo libro de poesía, Conjuros (1958), en donde la palabra es capaz de conjurar la
esencia de las cosas igual que en el lenguaje intuitivo de los niños.
En los años más importantes de su formación poética disfrutó de un lectorado en
Nottingham (1958-1960) que le acercó a la literatura inglesa, en concreto a T. S. Eliot (a
quien tradujo) y a Dylan Thomas, con quien le une, muy especialmente en los últimos
años, un uso del lenguaje irracional e imaginativo, pero nunca surrealista. Del año 1965
es su obra maestra Alianza y Condena, con la cual consiguió el premio nacional de
literatura. En esta obra se sopesa la dicotomía entre conocimiento posible del mundo
(alianza) y la imposibilidad de llegar a las consecuencias últimas de la cognición
(condena). Todo el poemario, y en cierto modo toda su obra, se mueve en esta
dicotomía entre posesión y pérdida de la realidad.
La siguiente obra, el vuelo de la celebración (1976), es un viaje consciente hacia
la felicidad a través de la palabra poética y de la posibilidad de captar el mundo
mediante ella. A pesar de todo, el despegue de esta obra, “Herida en cuatro tiempos” es
un poema lleno de desazón como veremos en nuestro trabajo; cerca de su fecha de
realización encontramos la muerte de su madre y de una hermana, a la que debemos
añadir la pérdida del padre cuando nuestro autor contaba tan sólo 13 años.
Para muchos Casi una leyenda (1991, nótese la creciente distancia entre la
publicación de sus libros) supone un descenso en la calidad de la obra claudiana. Pero
nada más lejos de la realidad; el lenguaje y el ritmo se convierten en una partitura
musical en donde los temas de la muerte y del conocimiento del mundo a través del
amor se alternan durante el poemario.
Pronto recibirá algunos premios que abalan su trayectoria artística como la
concesión de un sillón de la Academia de la Lengua (1992), el Príncipe de Asturias de
las Letras (1993) y 5 días después el II Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana de
la Universidad de Salamanca.
Claudio Rodríguez muere en Madrid, el 22 de julio de 1999, dejando inacabado un
poemario, con el título provisional de Aventura, que hoy está recogido en edición
facsímil por el estudioso de su obra Luis Miguel García Jambrina. En los últimos años
de su vida sus problemas con el alcohol habían destrozado su salud, pero no la lucidez
con la que siempre supo acercarse al poema.
Para nuestro trabajo sobre la elegía en Claudio Rodríguez seleccionaremos
algunos de sus textos más claramente relacionados con el género, así como otros versos
que nos puedan ayudar a comprender su concepción sobre la muerte y cómo los temas
elegíacos entran a formar parte de la poética claudiana. Para el análisis de nuestros
poemas utilizaremos los comentarios de María Rosa Lida de Malkiel sobre la estructura
clásica de la elegía, esto es, consideraciones sobre la muerte, lamento de supervivientes
y alabanzas del difunto1.
1 En su edición sobre el Libro de Buen amor, Buenos Aires, Losada, 1941, p. 159.
2-.COMENTARIO DE TEXTOS
2.1- EUGENIO DEL LUELMOQue vivió y murió junto al Duero
I
Cuando amanece alguien con gracia de tan sencillascomo a su lado son las cosas, casiparecen nuevas, casisentimos el castigo, el miedo oscurode poseer. Para esapropagación inmensa del que amafloja es la sangre nuestra. La eficacia de este hombre,sin ensayo, el negociodel mar que eran sus gestos ola a ola,flor y fruto a la vez, y muerte y nacimientoal mismo tiempo, y ese gran peligrode su ternura, de su modo de irpor las calles nos dabanla única justicia: la alegría.Como quien fuma al piede un polvorín sin darse cuenta íbamos con ély como era tan fácilde invitar no veíamosque besaba al beber y que al hacerle trampasen el tute, más en el mus, jugabade verdad, con sus cartassin marca. Él, cuyo oficio sin horarioera la compañía, ¿cómo ibaa saber que su Dueroes mal vecino?
II
Caminos por ventilarque oreó con su asma,son de tambores del que él hizo arrullosiendo de guerra, leyes que dividíana tajo hombre por hombrede las que él hizo injertos para poblar su agriovacío no con saña, menos con propaganda,sino con lo más fértil, su llaneza,
todo ardía en el horno de sus setenta y dos años.Allí todo era almasiempre atizada, incendio sin cenizasdesde el sueldo hasta el hijo,desde las canas hasta la ronquera,desde la pana al alma. Como alondrase agachaba al andar y se le abría un pocoel compás de las piernas, con el airedel que ha cargado mucho (tan distintodel que monta a caballo o del marino).Apagada la oreja,oliendo a cal, a arena, a vino, a sebo,iba sin despedida:todo él era retorno.Esa velocidad conquistadorade su vida, su sangrede lagartija, de águila y de perro,se nos metían en el cuerpo comomúsica caminera. Ciegos para el misterioy, por lo tanto, tuertospara lo real, ricos en imágenesy sólo de recuerdos, ¿cómo vamos ahoraa celebrar lo que es suceso puro,noticia sin historia, trabajo que es hazaña?
III
No bajo la cabeza,Eugenio, aunque yo bien sé que ahorano me conocerían ni aun en casa.La muerte no es un río, como el Duero,Ni tampoco es un mar. Como el amor, el marsiempre acaba entre cuatroparedes. Y tú, Eugenio, por mil caucessin crecida o sequía, sin puentes, sin mujereslavando ropa, ¿en qué aguaste has metido?Pero tú no reflejas, como el agua;como tierra, posees.Y el hilván de las callesde tu barriada al par del río,y las sobadas briscas,y el dar la mano sin dar ya veranoni realidad, ni vidaa mansalva, y la lenguaya tonta de decir «adiós», «adiós»,y el sol ladrón y huido,
y esas torres de húmedapólvora, de calibreperdido, y yo con este aire de primero de junioque hace ruido en mi pecho,y los amigos... Mucho,en poco tiempo mucho ha terminado.Ya cuesta arriba o cuesta abajo,hacia la plaza o hacia tu taller,todo nos mira ahorade soslayo, nos cogefuera de sitio.Nos da como vergüenzavivir, nos da vergüenzarespirar, ver lo hermosaque cae la tarde. Peropor el ojo de todas la cerraduras del mundopasa tu llave y abrefamiliar, luminosay así entramos en casacomo aquel que regresa de una cita cumplida.
(Alianza y condena, 1965; PC, pp. 151-154)
2.1.1- ANÁLISIS DE EUGENIO DEL LUELMO
La primera composición de nuestro autor en que aparece claramente un
componente elegíaco como tema integrador del poema tardará en llegar. Su tercera obra,
Alianza y Condena, comprende una composición dedicada a un vecino de su pueblo
natal, en Zamora. Destaca a primera vista, para el conocedor de la obra claudiana, que
tanto tono como motivos se asemejan más a la dinámica de Conjuros, su segunda obra
(más cercana a un realismo social, pero trascendido gracias a la palabra poética) que a
esta obra central de nuestro autor, en donde no es el plano humano, sino el plano del
conocimiento el verdadero protagonista. Por otro lado, el nivel métrico y formal se
acerca un paso al conjunto de Alianza y Condena, con interesantes juegos de polimetría
(versos de 7 y 11 principalmente), y abandono de la rima consonante que con tanto
acierto había cultivado Claudio en su segundo libro. La elegía muestra, a grandes
rasgos, la personalidad humilde y despreocupada, la sencillez y la llaneza de Eugenio
del Luelmo, siempre en un ambiente cotidiano (el pueblo, las partidas de cartas, etc.)
acompañado de reflexiones sobre la vida y la muerte, y de la posición del autor ante
estos trágicos sucesos. Un cantor de la vida como Claudio Rodríguez se enfrenta aquí,
por primera vez en su andadura poética, ante un hecho que escapa a su concepción
optimista del mundo. Aún así el poema no trata el tema con pesimismo y desgarro, sino
con cierta aceptación y ternura, actitud moderna con respecto al tratamiento de la elegía
en siglos anteriores.
2.1.1.1 Estructuras elegíacas
El poema está divido en tres partes bien delimitadas a través de las cuales los
temas y motivos elegíacos avanzan de una manera ordenada. La primera nos presenta en
unas pocas pinceladas al amigo homenajeado: aparece como un hombre ingenuo, a
quien todos ganan a las cartas, pero a quien invitaban con cierto deje de ternura. Amigo
de sus amigos, cuyo oficio sin horario era la compañía, Eugenio del Luelmo se nos
muestra honrado, optimista, capaz de despertar la simpatía de los demás aunque quizá
no pocas veces fuera objeto de sus burlas. La imagen que besaba al beber nos da buena
cuenta de su visión sencilla de la vida, acorde con la de nuestro poeta, pero desde la
ignorancia y no desde unos sólidos presupuestos teóricos claudianos.
La descripción del protagonista está enmarcada en dos momentos imprescindibles
para la comprensión del poema. En primer lugar la apertura del poema no es para nada
la prototípica dentro de los esquemas clásicos de la elegía, al menos no si analizamos
bien cual es la verdadera intención de nuestro autor;
Cuando amanece alguien con gracia de tan sencillascomo a su lado son las cosas, casiparecen nuevas, casisentimos el castigo, el miedo oscurode poseer. (...)
No es, como pudiera parecer a primera vista, un pleno homenaje al amigo, sino
que aparece implícito un tema distinto (¿secundario o principal?) como es el de la
posesión. Recuérdese como en las primeras composiciones del libro el tema de la
posesión del mundo (“Porque no poseemos” es el título del tercer poema) había
introducido y desarrollado las ideas de Claudio Rodríguez. El mismo título del
poemario, Alianza y Condena, es la dicotomía que sintetiza los modelos de
acercamiento del poeta a la realidad cognitiva, proximidad y ebriedad unas veces,
oscuro desamparo por la otredad del mundo otras. Como veremos al analizar el resto de
la composición, nuestro poema está inserto en un macrocontexto cuyo tema es la
cognición, y no la muerte, lo que le permite una total adecuación a las necesidades que
el presente libro exigía2. El final del fragmento se acerca más al tono elegíaco, incluso
podríamos destacar, hecho insólito en Claudio, el curioso efecto dramático que supone
no dar más información sobre el Duero (¿por qué es mal vecino? ¿Acaso la muerte de
Eugenio ocurrió en sus aguas?); la pausa, el blanco del papel y el giro semántico de los
siguientes versos contribuyen al golpe de efecto, propio de estructuras narrativas más
que poéticas.
El segundo fragmento tiene ya plenas características poéticas, gracias a una
descripción desordenada, con altos visos de lirismo y sin apenas acción. Frente a la
tremenda carga realista y cotidiana de los fragmentos anteriores nos encontramos aquí
algunas descripciones metafóricas (Esa velocidad conquistadora / de su vida, su
sangre / de lagartija, de águila y de perro ...) pero siempre desde comparaciones
relacionadas con el ámbito rural en que él se movía (oliendo a cal, a arena, a vino, a
sebo), muy lejos ya de los largos panegíricos del Siglo de Oro en donde todo eran
hazañas y altos valores morales. Un dato frívolo contrasta con la riqueza simbólica del
pasaje, el de su edad: 72 años, así como el dato puntilloso de su forma de andar
(encorvado como una alondra, por haber cargado mucho en su vida) nos remiten al
concepto de homo faber ensalzado, de obrero dignificado por la visión del poeta, propio
de la época en que fue publicado y del movimiento de realismo social que coleteaba por
aquel entonces. El fragmento se cierra con algunas de las obsesiones típicas de Claudio
Rodríguez (¿cómo vamos ahora / a celebrar lo que es suceso puro?); el poeta se
encuentra desconcertado ante la aparición real de la muerte.
El último de los fragmentos del poema es una solución al problema que la muerte
plantea dentro de su concepción epifánica. Eugenio del Luelmo, tan cercano antes,
aparece descentrado en el transcurso del párrafo a pesar de que el poeta fuerza su
aparición (dos veces sale su nombre, otras tantas el pronombre personal Tú y tres su
homófono átono tu). Las primeras líneas retoman el tema de la muerte como un río (vid.
a continuación el apartado sobre temas elegíacos) y la relación del moribundo con este
2 Lo que nos hace llevar más allá nuestras elucubraciones; planteamos la hipótesis de que este poema hubiera sido redactado en la época en que se forjaba Conjuros, como advierte la temática, pero reelaborado ex profeso para ubicarlo en este nuevo poemario. El macrocontexto habría sido un añadido fruto de una recreación posterior, hecho frecuente en nuestro poeta (Cfr. GARCÍA BERRIO, A; Forma interior: la creación poética de Claudio Rodríguez, Málaga, Ayuntamiento, 1998.), quien siempre fue un constante revisor de su obra.
medio (“¿en qué aguas / te has metido?”; casi a modo de moderno ubi sunt), lo que
parece confirmar la pregunta que quedó abierta en el primer fragmento; la muerte por
ahogamiento. Tras un giró esencial en el tema de la vida como un río, Claudio retoma
en la última parte –nótese el adelgazamiento de los versos, para lograr intimidad y
resaltar el giro epifonemático del último de ellos– el tema de la posesión del mundo a
través de los sentidos:
Nos da como vergüenzavivir, nos da vergüenzarespirar, ver lo hermosaque cae la tarde.
Ante el suceso amargo de la muerte Claudio se repliega, parece despreciar su
propia actitud celebratoria, pero –hay un pero en el poema– no es necesario, porque la
llave, símbolo de la esencia o del alma del amigo, pasa por todas la cerraduras del
mundo, símbolo de totalidad de lo creado con que se ha fusionado su alma en esta
original metáfora3, lo que permite al poeta reconciliarse con el mundo como si la muerte
fuera una cita cumplida:
(...) Peropor el ojo de todas la cerraduras del mundopasa tu llave y abrefamiliar, luminosay así entramos en casacomo aquel que regresa de una cita cumplida.
2.1.1.2 Temas elegíacos
En el anterior apartado, en donde pretendíamos dilucidar la disposición de los
temas dentro de la estructura del poema hemos dejado entrever ya algunos de los más
íntimamente relacionados con los tópicos elegíacos. Dejando al margen el marco en que
se inserta el poema (problema de la muerte dentro de la concepción celebratoria de la
vida) nos encontramos con un homenaje al amigo muerto. Tanto el Siglo de Oro como
el recién acabado siglo XX muestran ejemplos de poemas elegíacos en donde la amistad
es un valor loable. Aún así nos parece destacable la poca implicación del poeta para con
el protagonista: la voz de Claudio lo describe desde la lejanía, mero intérprete de los 3 Para comprender la visión de la muerte en nuestro autor cfr. el poema “Solvet seclum” en Casi una leyenda, del que hablaremos más adelante.
actos sinceros e ingenuos de Luelmo, y nunca desde el trato familiarizado y cercano. Da
la impresión de que no existía una auténtica amistad, una intimidad que destaque por
encima del trato con otros vecinos, como si Luelmo fuera simplemente una figura
entrañable en el pueblo, quizá algo desdeñada entre los demás para relaciones profundas
de amistad, una especie de tonto del pueblo. Claudio ordenaría aquí el material poético
mediante un proceso que podría haber heredado de otro genio, esta vez de la pintura;
Velázquez. Ambos retrataron la ingenuidad y la miseria del hombre con algún problema
congénito (compárese el poema con los cuadros “el niño de Vallecas” o “el bufón
Calabacillas”) pero con la misma dignidad con que se puede trazar el retrato de un rey o
de un noble. La palabra claudiana respeta, reclama la figura de Eugenio del Luelmo y
nos la muestra digna dentro del espectro de tipos humanos, como había hecho su
maestro Aleixandre. Quien sabe sí, ante su pérdida inesperada, el propio Claudio
hubiera querido demostrarse la importancia del amigo ido, de aquel hombre que pasó
sin ser notado por la vida.
El otro gran tema que nos muestra el poema y que nos acerca a la tradición
elegíaca es el tema de la muerte como un río, de tradición bíblica aunque entregado a la
posteridad en las palabras de Jorge Manrique:
Nuestras vidas son los ríosQue van a dar en la marQue es el morir.
Las palabras de Claudio Rodríguez contradicen al poema medieval. “La muerte no
es un río, como el Duero”. El mar, como el amor, acaba en cuatro paredes, y no en un
espacio inabarcable e ignoto.
Merece recordarse, al respecto, la importancia que el Duero tiene en la poesía de
Claudio Rodríguez, relacionado con el tema de la muerte –podríamos hablar de
“campos simbólicos” de asociación, similares a los campos semánticos– pero por
motivos que deberíamos buscar en la biografía de nuestro autor. Una costumbre en el
pueblo de Claudio Rodríguez era arrojar un ramo de flores al Duero una vez al año: el
ramo simboliza la muerte –una muerte genesíaca, “florida” en palabras del poeta– y los
niños deben perseguirlo y tirarle piedras, para ahuyentar la muerte y recibir la
primavera. El poema “un ramo por el río” nos describe la escena.
¡Que nadie hable de muerte en este pueblo!
¡Fuera del barrio del ciprés hoy díaen que los niños van a echar el ramo,a echar la muerte al río!¡Salid de casa: vámonos a verla!¡Ved que allá va, miradla, ved que es cosade niños! Tanto miedopara esto. Tirad, tiradle piedrasque allá va, que allá va. (...)¡Nadie se quede en casa hoy! ¡Al río,que allá va el ramo, allá se va la muertemás florida que nunca!...Ya no se ve, Dios sabesi volverá, pero este añoserá de primavera en nuestro pueblo.
(Conjuros; PC, p.121)
Es un rasgo importante de la poética claudiana esta desdramatización de la muerte;
no hay que temerla, porque es sólo parte del orden de la naturaleza, lo que nos muestra
asi una filosofía cercana al pensamiento oriental o al animismo. Todos los intentos de
Claudio por desdramatizar la muerte cuajan en el poema de Eugenio del Luelmo, en
donde los símbolos acuáticos, relacionados con una muerte cristiana, son sustituidos por
fuerzas telúricas, en donde la tierra es engendradora de vida y en donde la muerte
adolece del sentimiento de telicidad cristiano. “Como tierra, posees” nos dice nuestro
autor; la tierra es posesión y el agua pérdida, del mismo modo que las religiones
orientales tienen una visión cíclica de la muerte y la religión cristiana habla de marcha
del alma del cuerpo. De hecho, en su libro Casi una Leyenda, en el poema “Secreta”
(último del tomo de poesías completas) la visión de la muerte en Claudio Rodríguez
llega a su culmen con este verso: “Tú no sabías que la muerte es bella” (PC, p. 365).
La poesía sirve de consuelo en este primer poema elegíaco dentro de la obra
claudiana. Del mismo modo que la palabra puede transformar nuestra visión del mundo
y transformarlo, la muerte debe hacerse materia del poema para poder sobrellevar su
carga. En este caso la muerte que da pie a la elegía es la de un amigo, no demasiado
próximo; pero veamos qué ocurre cuando la muerte llama a la misma puerta de la casa
del poeta.
2.2- HERIDA EN CUATRO TIEMPOS
I AVENTURA DE UNA DESTRUCCIÓN
Cómo conozco el algodón y el hilo de esta almohadaherida por mis sueños,sollozada y desierta,donde crecí durante quince años.Sí, esta almohada desde la que mis ojosvieron la amaneciday el resplandor nocturnocuando el sudor, ladrón muy huérfano, y el fruto transparentede mi inocencia, y la germinación del cuerpoeran ya casi bienaventuranza.
La cama temblorosadonde la pesadilla se hizo carne, donde fue fértil la respiración,audaz como la lluvia,con su tejido luminoso y sin ceniza alguna.
Y mi cama fue nidoy ahora es alimaña;ya su madera sin barniz, oscura,sin amparo.
No volveré a dormir en este daño, en estaruina,arropado entre escombros, sin embozo, sin amor ni familia:entre la escoria viva.Y al mismo tiempo quiero calentarmeen ella, vercómo amanece, cómola luz me da en mi cara, aquí, en mi cama.La vuestra, padre mío, madre mía,hermanos míos,donde mi salvación fue vuestra muerte.
IIEL SUEÑO DE UNA PESADILLA
El tiempo está entre tus manos:tócalo, tócalo. Ahora anochece y hay
pus en el olor del cuerpo, hay alta mareaen el mar del dormir, y el surco abiertoentre las sábanas.La cruz de las pestañasa punto de caer, las labios hasta el cielo del techo,hasta la melodía de la espiga,hasta la lámpara de un azul ya pálido,en este cuarto que se me va alzandocon la ventana sin piedad,maldita y olorosa, traspasada de estrellas.Y en mis ojos la estrella, aquí, doliéndome, ciñéndome, habitándome astutaen la noche de la respiración, en el otoño clarode la amapola del párpado,en las agujas del pinar del sueño.
Las calles, los almendros, algunos de hoja malva,otros de floración tardía, frentea la soledad del puentedonde se hila la luz: entre los ojostempranos para odiar. Y pasa el aguanunca tardía para amar del Duero,emocionada y lenta,quemando infancia.¿Qué hago con mi sudor, con estos añossin dinero y sin riego,sin perfidia siquiera ahora en mi cama?¿Y volveré a soñaresta pesadilla? Tú estate quieto, quieto.Pon la cabeza alta y pon las manosen la nuca. Y sobre todo veque amanece, aún aquí,en el rincón del uso de tus sueños,junto al delito de la oscuridad,junto al almendro. Qué bien sé su sombra.
IIIHERIDA
¿Y está la herida ya sin su hondo pétalo,sin tibieza,sino fecunda con su mismo polen,cosida a mano, casi como un suspiro,con el veneno de su melodía,con el recogimiento de su fruto,consolando, arropandomi vida?
Ella me abraza. Y basta.Pero no pasa nada.No es lo de siempre: no es mi amor en venta,la desnudez de mi deseo, niel dolor inocente, sin ventajas,ni el sacrificio de lo que se cotiza,ni el despoblado de la luz, ni apenasel tallo hueco,nudoso, como el de la avena, dela injusticia. No,no es el color canelade la flaqueza de los maliciosos,ni el desencanto de los desdichados,ni el esqueleto en flor,rumoroso, del odio. Ni siquiera la viejaboca del ritode la violencia.
Aún no hay sudor, sino desenvoltura;aún no hay amor, sino las pobres cuentasdel engaño vacío.Sin rendijas ni vendasvienes tú, herida mía, con tanta noche entera,muy caminada,sin poderte abrazar. Y tú me abrazas.
Cómo me está dañando la miradaal entrar tan a oscuras en el día.Cómo el olor del cielo,la luz hoy cruda, amarga,de la ciudad, me sananla herida que supura con su alientoy con su podredumbre,asombrada y esbelta,y sin sus labios ya,hablando a solas con sus cicatricesmuy seguras, sin eco,hacia el destino, tan madrugador,hasta llegar a la gangrena
Perola renovada aparición del viento,mudo en su claridad,orea la retama de esta herida que nuncase cierra a oscuras.Herida mía, abrázame. Y descansa.
IVUN REZO
¿Cómo el dolor, tan limpio y tan templado,el dolor inocente, que es el mayor misterio,se me está yendo?Ha sido poco a poco,con la sutura de la soledady el espacio sin trampa, sin rutinade tu muerte y la mía.Pero suena tu alma, y está el nidoaquí, en el ataúd,con luz muy suave.
Te has ido. No te vayas. Tú me has dado la mano.No te irás. Tú, perdona, vida mía,hermana mía,que esté sonando el airea ti, que no haya techosni haya ventanas con amor al viento,que el soborno del cielo traicionerono entre en tu juventud, en tu tan blanca,vil muerte.Y que tu asesinatoespere mi venganza, y que nos salve.Porque tú eres la almendradentro del ataúd. Siempre madura.
(El vuelo de la celebración, 1976; PC pp. 223-230)
2.2.1- COMENTARIO A HERIDA EN CUATRO TIEMPOS
¿A qué herida se refiere nuestro poeta? Confesamos que después de haber leído
muchas veces y durante varios años sus poemas, incluso después de haber alabado la
calidad de éste en concreto, no habíamos reparado en el hecho real que motivó esta
larga composición, aunque son varias las pistas que lo denuncian:
Te has ido. No te vayas. Tú me has dado la mano.No te irás. Tú, perdona, vida mía,hermana mía,(...)Y que tu asesinatoespere mi venganza, y que nos salve.
Quizá la cursiva pueda servirnos de ayuda para situar uno de los hechos más
dramáticos que le tocó vivir a nuestro poeta: el 31 de julio de 1974 muere asesinada en
Madrid su hermana María del Carmen, a manos de un antiguo novio4. Quizá el hecho de
ser una muerte violenta le habría hecho aún más amargo el duro trago. Con motivo de
aquel trágico suceso Claudio escribe uno de los poemas más angustiosos de su obra,
aunque por momentos pueda parecer que el motivo principal, la muerte de su hermana,
aparezca desdibujado.
2.2.1.1 Estructuras elegíacas
De nuevo nos enfrentamos ante un poema de largas dimensiones, hecho frecuente
en nuestro poeta. La división cuatripartita responde a un mínimo de narratividad que
supone el viaje de vuelta a casa, el dolor (dos secciones) y el miedo al olvido. El
primero de estos tiempos, titulado “Aventura de una destrucción”, se abre con la voz del
poeta ante la casa familiar, ante su cama y su almohada, mostrando un sentimiento de
desolación y pérdida por la nostalgia de su propia infancia. Esa cama que fue nido de su
infancia, ahora es alimaña, ruina. La voz del poeta se muestra desamparada, sin amor ni
familia, y recuerda a su padre (fallecido en 1947) a sus hermanos y a su madre (fallecida
en 1975, no sabemos si antes o después de la creación del poema; presumiblemente
antes). El comentario final, que estructura el poema, es tajante: “donde mi salvación fue
vuestra muerte”. El ambiente familiar enrarecido en la casa de los Rodríguez fue una
losa que condicionó la forma de ser del joven Claudio, niño retraído y no especialmente
alegre5. Sólo las escapadas por los campos de Zamora y los primeros poemas (ambos a
la vez; Claudio Rodríguez componía poemas andando) pudieron salvarle en su juventud
del hastío y la rutina familiar, así como la huida a Inglaterra con Clara Miranda años
después.
Tras el enfrentamiento con su pasado, el bloque número dos es una reflexión
compleja y desordenada sobre el paso del tiempo, el dolor por permanecer en aquel
cuarto, y luego las calles, el Duero nuevamente... Todo sucede de noche, como las
pesadillas que dan nombre al título, hasta que llega el amanecer. El fragmento está
escrito bajo un cierto ilogismo, onirismo diríamos más bien, propio de quien deambula
por las calles o por las habitaciones sin saber cómo remediar los sentimientos que le
abruman. El final le sitúa frente al almendro, junto a su sombra; ¿símbolo acaso del
dolor, del dolor conocido –Qué bien sé su sombra- como nos dice Claudio?
4 Cfr. Antonio Machín Romero; Claudio Rodríguez: la época, la poesía y sus poemas; Barcelona, Ed. PPU, 2001.5 Cfr. Dionisio Cañas; Claudio Rodríguez, Madrid, Júcar , 1988.
“Herida” es el título del tercero de los poemas. El dolor no es ya un símbolo ni
una manifestación onírica, sino física, de hondo pétalo (¿compara nuestro poeta la
herida con una flor?) que está arropando su vida, en forma de herida en la piel.
Pero esta no es una herida normal; no muestra el desencanto de los desdichados,
ni el esqueleto del odio, ni siquiera un dolor inocente ni el sacrificio de lo que se cotiza;
ahora el dolor y la herida son sinceros, no motivos poéticos, no materia del poema, sino
auténtico dolor por el hecho fatal que el poema aún no nos ha revelado. Al mismo
tiempo el dolor es aceptado; la herida es, quizá, (“Ella me abraza. Y basta”) el tributo
que los que se quedan rinden a los que se han ido, el luto con que guardar su memoria.
La cuarta y última parte concluye con un sentimiento de pérdida de ese dolor. El
poeta se pregunta el porqué de esa pérdida, de ese olvido. Aparece ya con perfecta
nitidez un tú poético, identificado con la hermana (ahora sabemos que no es una
hermana metafórica, sino real). El dramatismo llega a su culmen en versos como éste:
Te has ido. No te vayas. Tú me has dado la mano.
En donde el poeta exige, a pesar de conocer la imposibilidad de su deseo, el
regreso de su hermana María del Carmen. Novedosa es para la tradición poética la idea
de venganza, de venganza real por el asesinato, que no suele aparecer en poemas
elegíacos; no es un venganza simbólica, como en muchos textos en donde se critica la
violencia y se propone como alternativa o fuerza de choque el uso de la palabra. Claudio
Rodríguez nos muestra sin tapujos un dolor real, un sentimiento de venganza que no
necesita de adornos metafóricos para vibrar y hacerse materia del poema:
Y que tu asesinatoespere mi venganza, y que nos salve.
Se conservan aquí, con bastante fidelidad dentro de las muchas posibilidades de la
elegía del siglo XX, las unidades estructurales que Maria Rosa Lida de Malkiel
consideraba necesaria para los esquemas clásicos de la elegía; consideraciones sobre la
muerte, lamento de los supervivientes, alabanza del difunto. El poema claudiano sigue,
al menos, este movimiento de concreción, desde un discurso más general (en su poema
son reflexiones sobre el dolor, no tanto sobre la muerte) hasta avanzar hacia la figura del
muerto (muerta) pero sin pasar por el discurso de alabanza que se hizo tópico y gastado
en el Siglo de Oro.
2.2.1.2 Temas elegíacos
De nuevo encontramos una alusión al río Duero:
Y pasa el aguanunca tardía para amar del Duero,emocionada y lenta,quemando infancia.
Aquí encontramos una referencia clara a la infancia; el río debió ser testigo de sus
correrías por los campos de Zamora y no es extraño que asocie una vuelta al hogar a la
imagen del río. Las sábanas de su cama y la figura del río se nos muestran como objetos
no alterados por el paso del tiempo, que le inducen a recordar los primeros años en la
casa familiar. Ahora bien, parece extraño que de nuevo en un poema elegíaco esté
presente la imagen del río. Tras un vistazo por la obra claudiana hemos delimitado las
más importantes apariciones del río Duero en su poesía, y tres de esas cuatro
apariciones están insertas en poemas relacionados con la muerte6. La otra alusión es un
poema titulado “Al ruido del Duero” (PC, p.82-83), en donde el poeta, tras una larga
estancia fuera de casa, se reencuentra con el río y con su sonido, música dentro de la
percepción del poeta. El río es fundador de ciudades, y el poeta le pide protección
(guarda / todas mis puertas y ventanas como / tú has hecho desde siempre) para
terminar con un juego de palabras y nombrar al río río Duradero. La falsa etimología
nos muestra la concepción del poeta en esta primera fase de su poesía. Es interesante
cómo el mismo objeto puede ser a la vez fundador de ciudades e indicio de muerte. Pero
no es tan extraño este tipo de metáforas bilaterales si entendemos el sentido genesiaco
de la muerte en toda su poesía, desde la muerte florida del poema “Un ramo por el río”,
o las potentes imágenes del poema Solvet Seclum7:
(...) del hueso que está a punto de ser flauta,y el cerebro de ser panal o mimbrejunto a los violines del gusano,
6 Recordemos; en los dos ya comentados en nuestro trabajo y en el citado “Un ramo por el río”.7 “Dies irae, dies illa, solvet seclum in favilla”; El día de la ira, ese día reducirá el mundo a ceniza; es un fragmento de la Misa de los Difuntos del Dies irae. Fue creada en el s. XIII por Thomas de Celano.
la melodía en flor de la carcoma,(...)con la putrefacción que es amor puro,donde la muerte ya no tiene nombre...
(PC, pp. 362-363)
Esta concepción de la muerte sin dramatismo, y la consecuente visión de la vida
como Duradera, igual que el río, hace que dicho símbolo cree una serie de asociaciones
simbólicas o campos simbólicos en donde la muerte sólo puede ser comparado con un
río en el sentido de fuerza generadora, no como dirección hacia un fin desconocido.
En esta misma línea encontramos de nuevo, como ya vimos en el comentario al
poema sobre Eugenio del Luelmo, la idea de unión con la persona ida, la necesidad de
que la palabra cree una visión unificadora con el personaje de la elegía. Subrayamos a
continuación las ideas que corroboran esta hipótesis:
Te has ido. No te vayas. Tú me has dado la mano.No te irás. Tú, perdona, vida mía,hermana mía,que esté sonando el airea ti, que no haya techosni haya ventanas con amor al viento,
Eliminar techos y ventanas implican una idea de unión más allá del espacio físico,
que niega la separación ineludible que supone la muerte. Destaca la oración “No te
irás”, contra toda lógica, pero funcional dentro de la mecánica del poema por expresar
un deseo más que una orden.
El otro gran hallazgo dentro de los temas elegíacos que presenta el poema, como
ya decíamos, es la alusión clara y directa de un sentimiento de venganza. Es poco
frecuente en un poema elegíaco descubrir una posición tan brusca y sincera; Claudio
Rodríguez sabe introducir el tema con eficacia pero sin efectismos gratuitos: tras la
larga exposición sobre el sentimiento de dolor y la pérdida real, la venganza es un tema
conclusivo, inserto en la lógica del discurso.
2.3 PERRO DE POETA
A Sirio, que acompañó a Vicente Aleixandre
A ti, que acariciasteel destello infinito del traje humano cuandodentro de él bulle el poema.A ti, de rumboso bautizo, que con azul saliva y lengua zalameralamiste frescos pulsos trémulos de altas bridas,unas manos creadoras, con mimo de sal siempre,ahora que recuerdoaños de amistad limpiate silbo. ¿Me conoces?Fue hace seis años, cuandomi cadena era de aire, como la que tu amote puso en el jardín. Os mirabais, pisabais tú su región inmensa sin murallas,él tu reino sin huellas.¿Quién era el servidor? ¿Quién era el amo?Nadie lo sabrá nuncapero el ver las miradas era alegre.Un buen día, atizado por todas las golondrinas del mundohasta ponerlo al rojo,callaste para aullar eterno aullido.
No ladraste a los niños ni a los pobressino a los malos poetas, cuyo tufoolías desde lejos, fino rastreador.Quizá fueron sus hijosquienes en esa hora de juerga ruin, colgaronde tu rabo,de tu hondo corazón asustadizola ruidosa hojalata cruel e impresade sus vendidos padres. Fue lo mismo.Callaste. Pero ahoravuelvo a jugar contigo desde esta sucia nieblacon la que el aire limpio de nuestro Guadarramaharía un sol de julio, junto con tus amigos,viendo sobre tu lomo la mano leal, curtida,y te silbo, y te hablo, y acariciotu pura casta, tu ofrecida vidaya para siempre, Sirio,buen amigo del hombrecompañero del poeta, estrella que allá brillascon encendidas faucesen las que hoy meto al fin, sin miedo, enteraesta mano mordida por tu recuerdo hermoso.
(El vuelo de la celebración, 1976; PC pp. 242-243)
2.3.1- COMENTARIO A PERRO DE POETA
Nos encontramos ante una elegía a animales, en concreto al perro de Vicente
Aleixandre, Sirio II8. El tema no es excepcional dentro de la literatura española. En
concreto un interesante poema de Unamuno –uno de esos pocos que nos confirman un
verdadero Unamuno poeta– nos muestra la misma idea pero con fines muy distintos:
ELEGÍA A LA MUERTE DE UN PERRO
La quietud sujetó con recia manoal pobre perro inquieto,y para siemprefiel se acostó en su madrepiadosa tierra.Sus ojos mansosno clavará en los míoscon la tristeza de faltarle el habla;no lamerá mi manoni en mi regazo su cabeza finareposará.(...)
(En Cancionero, poema número 260)
El largo poema unamuniano desemboca en una profunda meditación sobre la
muerte. Frente a este poema de sorprendente intuición filosófica, nos encontramos con
el poema claudiano, más luminoso y musical, pero de menos intensidad dramática 9. Se
hace aquí patente la vieja idea de la menor calidad de muchos poemas elegíacos, por ser
motivo de encargos o de imposiciones ajenas al fluir poético del artista. Así muchos
poemas elegíacos o de homenajes (“de circunstancias” reza la terminología clásica)
sacrifican su calidad literaria para enaltecer la figura del homenajeado. En este caso
hemos podido rastrear en otros autores poemas dedicados a la saga de perros de
Aleixandre. El mismo poeta ganador del premio Nobel escribió un poema a Sirio I, y el
también poeta y crítico literario Calos Bousoño otro a Sirio III10, todos ellos de escasa
altura literaria en contraste con el resto de sus respectivas poéticas. Nos toca analizar,
8 El poema no dice que éste sea el segundo perro de Aleixandre; este dato y algunos más que no aparecen en el poema en sí los hemos localizado en el libro de Carlos Bousoño Oda a la ceniza. Monedas contra la losa; Madrid, Clásicos Castalia, 1987. Edición de Irma Emiliozzi. Vid. nota en p. 239.9 En este punto nos abala la opinión del profesor García Berrio (Op. Cit.) en donde se destaca, p. 644, cierta mediocridad de este poema, sobre todo en comparación con el tono general del poemario.10 Cfr. Bousoño, op. Cit. en p 239.
ahora, la importancia de la composición de Claudio Rodríguez, la única de entre las tres
que constituye una elegía.
2.3.1.1 Estructuras elegíacas
El poema está estructurado en dos párrafos casi idénticos en extensión (21 y 22
versos respectivamente). La primera parte es una descripción de Sirio, recordado seis
años después de que poeta y perro se conociesen. No debieron ser escasas las visitas de
Claudio a su amigo Vicente Aleixandre (en realidad todos los poetas de tres
generaciones debieron conocer a alguno de los perros aleixandrinos) y es curioso que el
amigo no formara parte de ningún asunto poético (sí de dedicatorias) mientras que su
perro protagoniza una de las composiciones. Los últimos tres versos de esta estrofa
muestran el hecho fatídico de la muerte con una imagen de una enorme fuerza
expresiva:
un buen día, atizado por todas las golondrinas del mundohasta ponerlo al rojo,callaste para aullar eterno aullido.
La segunda parte presenta mayor desorden, aunque todo se encamina hacia la
transformación del perro en estrella una vez muerto, como sugiere su nombre. Se
acumulan, por tanto, críticas a los malos poetas y una escena (¿real o simbólica? ¿causa
de la muerte de Sirio?) en donde unos niños juegan con él y le cuelgan latas del rabo.
Como ya vimos en el poema Herida en cuatro tiempos, hallamos de nuevo una
necesidad de comunicación con el ser ido, una negación de la pérdida: “y te silbo, y te
hablo, y acaricio (...)”, con lo que volvemos a la idea de eliminar todos los elementos
escatológicos y amargos de la muerte para incluir este tipo de composiciones dentro de
la poética celebratoria de Claudio Rodríguez. El final del poema ofrece una imagen
onírica en donde el recuerdo del animal sirve de consuelo a los vivos.
El esquema total no difiere mucho de los usos clásicos de la elegía: las dos
primeras palabras, “A ti”, sitúan el homenaje inicial hasta llegar a la idea de la muerte
del perro; después circunstancias de la muerte y lamento final. Se trastoca sólo en el
orden la estructura que María Rosa Lida proponía para la elegía (consideraciones sobre
la muerte, lamento de supervivientes y alabanzas del difunto; en nuestro poema este
tercer punto pasaría a ocupar el primer lugar), dejando así el lamento como nota final
del poema.
2.3.1.2 Temas elegíacos
Una de las imágenes más interesantes del poema, como ya dijimos, es la que
relaciona la muerte con las golondrinas. No tienen fama de pájaros macabros como la
corneja o el cuervo en la tradición literaria, a pesar de las posibles implicaciones
simbólicas de su plumaje negro; de hecho con Bécquer se comportan como símbolos del
advenimiento de la primavera en su famosa rima LIII. En este poema aparecen
relacionadas con la muerte, pero las golondrinas también son protagonistas de otro de
los poemas claudianos (“A las golondrinas”, PC, p. 91-92) es donde se destaca más la
marcha que la vuelta (“cuantas veces / quise alejarme con vosotras”), y no sólo en este
poema, sino también en “Brujas a mediodía”, primera composición del libro Alianza y
Condena:
(...) contemplamosel hondo estrago y el tenaz progresode las cosas, su eternodelirio, mientras chillanlas golondrinas de la huida.
(PC, p 136)
Esta información nos sirve para enmarcar el símbolo de las golondrinas dentro del
pensamiento claudiano, símbolo de viaje y transición, pero especialmente de huida.
Quizá hasta podríamos ver una cierta visión negativa de estos pájaros propiciada por la
estridente repetición del fonema /i/ en los versos finales, que representan el sonido
agudo de estos pájaros. De cualquier manera, parece que la muerte también aparece
representada en el imaginario mítico de Claudio Rodríguez como un viaje, una huida,
por lo que el símbolo de las golondrinas encajaría dentro de la concepción clásica de la
muerte; el resto del poema presenta temas muy similares a los ya estudiados, como
cercanía del ser ido (“con encendidas fauces / en las que hoy meto al fin, sin miedo,
entera / esta mano mordida por tu recuerdo hermoso”) y desdramatización de la
pérdida.
2.4- OTROS ELEMENTOS ELEGÍACOS
La obra de Claudio Rodríguez no presenta muchos más momentos que
pudiéramos relacionar con la elegía y con la muerte. Varios de esos poemas ya los
hemos citado; “Un ramo por el río” nos ofrecía la imagen casi ritual de unos niños
arrojando piedras al ramo, símbolo de la muerte en la conciencia de todos los vecinos;
“Solvet seclum” era el compendio de la teoría de Claudio para explicar el fenómeno de
la muerte. Sin duda es el último libro publicado por nuestro autor, Casi una Leyenda, el
de más ricas interpretaciones sobre dicho fenómeno, de hecho, una de las secciones se
titula “Nunca vi muerte tan muerta”, en donde poemas como “los almendros de
Marialba” dan una imagen de una muerte cíclica, como las sucesiones de la primavera y
del invierno, al igual que la flor de los almendros. El poema “Sin epitafio” corrobora la
idea de una no-muerte, de una disolución del hombre con la naturaleza (“tanto secreto
que es renacimiento”). En el siguiente se nos ofrece una curiosa representación de la
muerte, muy alejada de las violentas personificaciones medievales, pero también
mediante una figura alegórica, como un Cristalero, y con motivos de baile como en las
Danzas de la muerte (“Danza sobre esta lápida”), no ya para mostrar el poder
igualatorio de la muerte sino para insertarla en un entorno festivo y desmitificador, bajo
el sugerente título “El cristalero azul (la muerte)”. El último poema, “Secreta”, nos
presenta la idea de una resurrección posible (“¿Y si la primavera es verdadera?”) con
que se cierra la obra publicada en vida de nuestro autor11.
Junto a su concepción de la muerte cabe mencionar los poemas de despedida, unos
pocos en nuestro poeta, y relacionados en muchas ocasiones con la elegía. El poema
“Adiós” supone una despedida, fría por lo demás, hacia un tú no especificado, quizá
genérico, para escapar de esa “tierra del escarmiento”, como él la llama:
(...) Quedatú con las cosas nuestras, tú, que puedes,que yo me iré donde la noche quiera.
(PC, p. 191)
11 El último libro, Aventura, son los apuntes de un poemario en proyecto, publicado en 2005 en edición facsímil por García Jambrina, como vimos en la introducción, que no ofrece datos relevantes para nuestro trabajo sobre la elegía.
El poema “Ballet del papel”, y su sencillo endecasílabo de cierre (“Adiós, y buena
suerte. Buena suerte”) nos ofrecen una escena de despedida, no de personas, pero sí de
los papeles que el viento arrastra y que provocan cierto estado de ánimo en el autor.
Podríamos ampliar el objetivo de nuestro trabajo e incluir en este apartado todo lo que
supone para nuestro poeta un sentimiento de pérdida, pero eso nos obligaría a incluir
demasiado material; baste este sencillo poema, muy explícito, en donde se muestra
cómo la sensibilidad de nuestro autor se lamenta de la pérdida de las cosas; en otros los
sentidos se vuelven engañosos y el conocimiento de la palabra sobre el mundo parece
tambalearse y dudar. Toda la obra de Claudio Rodríguez es una alternancia de
movimientos entre la adquisición del mundo y su celebración (Alianza) y la
imposibilidad de alcanzar una conciencia plena del conjunto de la realidad (Condena).
Pero esto merece un trabajo más minucioso que el nuestro y un enfoque distinto.
Sí nos parece admisible ocuparnos, para concluir, de un poema muy cercano a la
elegía clásica, aunque de factura netamente moderna; el poema “Un suceso”, de Alianza
y Condena, nos muestra el llamado tópico de la transeúnte. Para entender este tipo de
poemas hay que remitirse a Baudelaire y a su poema “A une passant”12, en donde el vate
francés inauguraba un topoi literario moderno; el yo poético se cruza con una mujer
hermosa (o un hombre, según el caso), y se lamenta porque no volverá a verla jamás.
Este lugar común sólo es posible a partir del crecimiento de las ciudades en los últimos
siglos, en donde a diario nos cruzamos con personas que no conocemos, mientras que en
las sociedades medievales y aún en las del Siglo de Oro la vecindad creaba unos lazos
que hoy sólo son apreciables en pueblos y localidades muy pequeñas. Así dicen los
versos de Claudio Rodríguez:
(...) Cómo renuncio a mi deseoahora. Me lastimo y me sonrojojunta a esta muchacha a la que hoy amo,a la que hoy pierdo, a la que muy prontovoy a besar muy castamente sin quesepa que en ese beso va un sollozo.
(PC, p. 180)
No es, de todas formas, de los poemas más dramáticos dentro de esta tradición de
poemas, pero aún así si hay una cierta pesadumbre por la despedida y por el sentimiento
12 Cfr. BAUDELAIRE, Charles.- Las flores del mal. Trad. de Antonio Martínez Sarrión. Alianza , 1984, Madrid., poema 111.
de pérdida que nos acerca a los tonos elegíacos que nos interesaban destacar en nuestro
trabajo.
3. CONCLUSIONES
Terminamos nuestro trabajo sobre la elegía en Claudio Rodríguez retomando
algunas de las ideas que han formado parte del estudio. Por un lado vimos cómo la
poética celebratoria de Claudio es coherente en todos los sentidos, a pesar de que la
balanza se incline unas veces a favor de la condena y otras de la alianza; el fenómeno
de la muerte tiene que hallar cabida en el pensamiento de aquél que tanto había cantado
a la vida. La solución la encuentra Claudio en un imaginario simbólico con abundantes
referencias a la tierra y a la resurrección. Cuando el agua hace presencia en los poemas
de tono elegíaco nunca se corresponde con la visión cristiana de telicidad; todo es
resurrección en la poesía de Claudio Rodríguez, por eso la muerte es un ramo de flores
que se hecha al río, en un intento simbólico de matar la muerte. No cabe duda de que
hay cierta concepción agraria del mundo en su obra, sin que esto, a estas alturas, pueda
representar un menosprecio de su quehacer poético. Los núcleos urbanos no tienen en la
actualidad tan presente el ciclo de las estaciones como un movimiento circular de vida y
muerte, en donde lo que se acaba servirá para abonar la nueva vida. Claudio no hace
sino equiparar esta visión del mundo en constante renovación con su honda poética, una
de las más interesante de las últimas décadas.
Así las pérdidas que a lo largo de su vida le acometen hasta tal punto de entrar a
formar parte de la materia del poema inciden en todos los casos en una fingida cercanía,
sólo posible a través de una palabra poética capaz de conjurarlas y hacerlas próximas,
incluso reales dentro del cerco del poema. “Te has ido. No te vayas. Tu me has dado la
mano”. Hasta en el dolor más hondo, la pérdida de la hermana, casi puede ser tocado
por el poeta.
De cualquier manera es fácil notar cómo la elegía claudiana siempre se inserta en
una finalidad secundaria o en un marco que alimenta la línea temática elegíaca; en el
primero de nuestros ejemplos veíamos cómo el problema de la posesión encerraba en un
marco estructural distinto el tema en donde se describían las acciones de Eugenio del
Luelmo. “Herida en cuatro tiempos”, el más logrado de los tres poemas con diferencia,
está dividido en partes que nos van acercando al tema en un tono creciente de desgarro e
intimismo. El regreso al nido familiar y la infancia son temas que se desarrollan en los
primeros tiempos del poema para presentarnos con mayor cercanía el dolor por la
pérdida de la hermana y el sorprendente deseo de venganza. Por último el poema a Sirio
parece girar entorno a una idea de ascensión (recordemos el título del poemario, “el
vuelo de la celebración”) que acabará por fusionar el objeto nombrado con la idea que
representa, la estrella doble Sirio. Quizá este juego retórico de transformaciones casi
ovidiano sea la razón del poema, la semilla que permitió que fuera engendrado, lo que
explicaría que otras muertes en la vida de Claudio (como podría haber sido la de
Aleixandre en 1984) no suscitaran otra composición elegíaca.
Hemos visto cómo la poesía de nuestro autor comenzaba con escasas referencias a
temas elegíacos (no hay elegías propiamente dichas en ninguno de sus dos primeros
libros) para acabar, en Casi una leyenda, con toda una sección preocupada por esa
visión cíclica y desmitificadora de la muerte. Si bien no es original, al menos si es
perfectamente coherente con su poética, lo que nos muestra una obra escueta pero
cerrada, una de las principales voces poéticas que los últimos años del siglo XX han
ofrecido en el panorama español.
4. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
ARIÈS, Philippe: Historia de la muerte en Occidente, Barcelona, El Acantilado,
2000.
BAUDELAIRE, Charles.- Las flores del mal. Trad. de Antonio Martínez
Sarrión. Alianza , 1984, Madrid., poema 111.
BOUSOÑO, Carlos; Oda a la ceniza. Monedas contra la losa; Madrid, Clásicos
Castalia, 1987. Edición de Irma Emiliozzi.
BUSTOS TOVAR, Jesús José, "La elegía como forma del discurso poético", en
Teoría del discurso poético, Toulouse-Le Mirail, Université, 1986, pp.9-20.
CAMACHO GUIZADO, E., La elegía funeral en la poesía española, Madrid,
Gredos, 1969.
CAÑAS, Dionisio; Claudio Rodríguez, Madrid, Júcar , 1988.
GARCÍA BERRIO, A; Forma interior: la creación poética de Claudio
Rodríguez, Málaga, Ayuntamiento, 1998
LIDA DE MALKIEL; María Rosa, el Libro de Buen Amor, Arcipreste de Hita,
Buenos Aires, Losada, 1941.
MACHÍN ROMERO, Antonio; Claudio Rodríguez: la época, la poesía y sus
poemas; Barcelona, Ed. PPU, 2001.
RODRÍGUEZ, Claudio; Poesía Completa (1953-1991); Barcelona, Tusquets,
2004.
-Aventura, facsímil de Luis Miguel García Jambrina,
Salamanca, Tropismos, 2005.
Índice
1. INTRODUCCIÓN: p. 22. COMENTARIO DE TEXTOS: p. 4
2.1 EUGENIO DEL LUELMO: p. 42.1.1 Análisis de Eugenio Del Luelmo: p. 6
2.1.1.1 Estructuras elegíacas: p.72.1.1.2 Temas elegíacos: p. 9
2.2 HERIDA EN CUATRO TIEMPOS: p. 122.2.1 Comentario a Herida en cuatro tiempos: p 15
2.2.1.1 Estructuras elegíacas: p. 162.2.1.2 Temas elegíacos: p. 18
2.3 PERRO DE POETA: p. 202.3.1 Comentario a Perro de poeta: p. 21
2.3.1.1 Estructuras elegíacas: p. 222.3.1.2 Temas elegíacos: p. 23
2.4 OTROS ELEMENTOS ELEGÍACOS: p. 243. CONCLUSIONES: p. 274. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA: p. 29