Arte antiguo norteamericano
Pieles de bisonte pintadas
CON ocasión de haberse celebrado recientemente (13 de abril de 1934) en París la Exposición) de las "Peintures rituelles des indiennes de l'Amerique du Nord", organizada en las salas
del Museo Etnográfico del Trocadero por M. Paul Ri-vet, M. H. G. Riviére, con el auxilio técnico del doctor Paul Kirchhoff, queremos dar al público español sobre la base de estas pinturas una acabada noticia sobre lo que ellas significan dentro del arte etnográfico norteamericano.
Antes de entrar a un estudio de los objetos mismos, que nos han de servir de guías útilísimos para comprender un arte casi desaparecido, indicaremos la procedencia de las pieles de bisonte que forman esta colección, única en el mundo. Tienen dos procedencias bien distintas que hemos de puntualizar en su 'debido valor. Originariamente son de las posesiones francesas de Norte América, en su mayor parte, traídas, poco tiempo antes de la Revolución francesa (año 1785), por un aristócrata francés, con destino a la colección que formaba para la educación de los príncipes de la Real Casa francesa; y han sido exhumadas y presentadas a los ojos maravillados de la ciencia desde el depósito oscuro y olvidado donde quedaron durante largos años
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en Versailles. Otra fuente grande de materiales ha sido el desaparecido Gabinete de Historia Natural del Rey, cuyos restos han sido hoy recogidos para formar en conjunto con los otros esta exposición.
Los objetos en sí, las pieles de bisonte, que forman esta colección tienen para nosotros un valor documental de primer orden, pues culturas y razas que, por su rápida europeización, perdieron muy pronto sus características propias, se nos presentan hoy con todo su valor artístico y cultural, aportando al conocimiento de las antiguas civilizaciones de la pradera un acervo de nuevos elementos que hace que sean calificados por la ciencia como únicos en el mundo, por su calidad y cantidad.
Las tribus de donde proceden son las de Arkansas y Kappa, Omaha y Dakota, del grupo lingüístico Sioux, y Cree y Montagnais, del grupo lingüístico Algonqui-no (fig. I).
Como ejemplo del enorme valor histórico y documental de estas pieles, citaremos solamente la que en la Exposición figura con el número 9, en la cual encontramos con torpes caracteres europeos las palabras OV-GAPPA . TOVARIMON, OVZOVTOVOVI y AC-KANSAS, que nos sitúan los objetos en el espacio y, como veremos, en el tiempo. Estos nombres los encontramos en Tonti y Gravier, viajeros franceses; permítasenos hacer de ellos una ligera comparación fonética, que arrojará una similitud asombrosa:
Tonti (1688) Kappa Toriman Osotony Gravier (1700) Kappa Tourima Sitteou Akansas Pieles (antes de 1788) Ovgappa Tovarimon Ovzo-
tovovi Ackansas. Esta piel viene, pues, a probarnos como los indios
de Kappa se reunieron con los del Arkansas, lo que Pratz en su historia de la Luisiana (1758) nos dejó escrito, sin que hasta los momentos actuales tuviéramos
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ningún elemento material que lo corroborara. Como documento de comprobación artística es también inapreciable, porque viene a probar la noticia que Joutel (1687) nos diera sobre la forma en "clomus" de las construcciones de los indios de Arkansas, a diferencia del tipo acostumbrado en el Norte (fig. II).
Históricamente nos muestra, además, el momento en que la europeización, que tan pronto habían de adoptar, comienza entre los indígenas, y así vemos una batalla en que una parte de los indios combate aún con sus primitivas armas, mientras que otros disponen ya de las armas de fuego que los europeos-franceses generosamente han repartido entre ellos.
Hemos de hablar ahora del valor extraordinario que para los indios de la Pradera tiene la piel de bisonte, fundamento de su economía durante mucho tiempo y centro de sus actividades, manifestadas en la célebre Dansa del Bisonte, preparatoria de la caza, que precedía a las épocas en que los rumiantes pasaban en su constante peregrinar en busca de pastos, y de la cual esta colección ejemplar nos da un maravilloso ejemplo, desconocido hasta ahora. Estas pieles se hallan decoradas con pinturas que han sido ejecutadas en su mayor parte con anilinas y colores europeos, pero sin que esto pueda significar influencia ninguna del viejo mundo en la ingenua manifestación artística de los indios americanos. La pintura ha sido aplicada sobre diseños marcados en la piel mediante un hueso recalentado, que deja en ella una profunda marca, que es lo que pudiéramos decir la guía de la composición que allí ha de ser ejecutada.
La aplicación ele estas pieles no es en todas la mis-ma, y por el arte de que están repletas podemos deducir los diferentes usos a que estaban destinadas, que pueden ser agrupados en tres categorías principales: pieles que sirven de traje, pero traje o vestido que no
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habría inconveniente en llamar profano; pieles que realzan la importancia del que las posee con relación detallada de sus heroicidades, hechos de armas y gestas gloriosas. A veces sirven como mortaja de un guerrero y llevan la larga lista de los hechos en que tomó parte (fig. III).
Un segundo grupo es el que, compuesto también por trajes o vestidos, éstos tienen un carácter religioso o amulético, de protección o de hechizo, y así están cuajados de signos, símbolos y emblemas, como el número 12 de la Exposición que tiene en su centro una gran serpiente y cuya finalidad fué servir de protección contra las picaduras del reptil representado (fig. IV).
El tercer agrupamiento es el de pieles que no tienen un destino determinado, y que por sus representaciones de tipo simbólico y religioso debemos interpretar como pertenecientes a ceremonias de este tipo. Fueron indudablemente tapetes litúrgicos o pieles que, depositadas en el suelo, servían de asiento al sacerdote, gran mago u hombre medicina.
Artísticamente las pieles están cuajadas de diferentes representaciones, que nos proponemos analizar del modo más rápido, pero a la vez más justo posible. Es un arte típico, característico del indio de la Pradera; arte primitivo sin idea de aglomeración, sin profundidad, sin perspectiva, pero no horro de una profunda idea de asociación de figuras y escenas, quizás tan fuerte como la pudiéramos hallar en cualquier otro arte. La idea asociadora del indio americano para ser comprendida necesita ser mirada con unos ojos desprovistos de todo prejuicio crítico europeo, y así en la piel marcada con el núm. 15, ó en la núm. 9, encontramos escenas contrapuestas, separadas, que para nosotros no tendrían la más mínima relación, pero que el indio encuentra relacionadas, e incluso asocia por medio de una línea que va indicando la sucesión cronológica de ellas.
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Este arte hemos dicho que es tipico y propio de los indios de las praderas y, por tanto, aparte de las pequeñas diferencias que podamos encontrar por razón de las diferentes tribus que lo hayan ejecutado, es dado decir .que pertenece a un gran grupo artístico. Hemos hecho esta indicación para que la diferenciación en tipos de representaciones que a continuación se va a trazar pue-.da ser bien comprendida.
En este arte encontramos diferencias artísticas bien definidas y que no tienen una razón de ser debida a procedencia artística, sino a tipo de influencia o significación simbólica. Son a saber:
Elementos puramente geométricos o decorativos. Son éstos los que forman los encuadramientos y a veces el •centro de las composiciones; pero no porque los llamemos decorativos ha de entenderse que están desprovistos de una significación profundamente simbólica, ya sean los anillos rituales, ya sean las curvas simples o dobles y muchos elementos más del mismo tipo, como en la fig. V.
Representaciones, ya sean de animales u hombres de tipo estilizado: estilizaciones de tipo geométrico o estilizaciones simples, como las que nos muestra la figura VI.
Representaciones magníficamente naturalistas, de ' una semejanza con la naturaleza, que maravilla, como el bisonte, la flor o el ciervo de la fig. VII y, por último, el grupo que nos atrevemos a llamar decorativo, no por r|ue desempeñe este papel, sino por la enorme cantidad de elementos que dentro de las representaciones de animales o de plumas no significan otra cosa, tal como nos lo hace patente la fig. VIII.
Esta disimilitud de representaciones no tiene otra ¿ase que la diferencia de importancia simbólica que el artista indio ha querido dar a cada una de sus producciones artísticas, lo cual tiene incluso una base o razón
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de orden social: las cosas animadas, las cosas vivas, están ejecutadas por los hombres, mientras que las de tipo geométrico o inanimado han sido llevadas a cabo por las mujeres como realización de lo que en sueños han visto.
El simbolismo religioso o influencia que la religión tiene en este arte es constante, y así lo vemos en el papel enorme que juega la representación solar, ya sea simplemente por medio del disco o por medio de un glóbulo irradiando líneas.
Curioso es, para terminar, indicar el simbolismo de los colores, que podemos apreciar en la piel núm. 15 de la Exposición o historia de un guerrero, en la que el rojo es sangre o heridas; el negro y azul, victoria o enemigos muertos; el amarillo, caballos de guerra; el blanco, la nieve o el invierno, y el verde, la hierba o verano.
MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS
Y
PAUL KIRCHHOFF.
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