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UNIVERSIDAD DE LA HABANA
FACULTAD DE ARTES Y LETRAS
LAS INSULAS DEL REINO
Análisis del espacio en la novela Tuyo es el reino, del escritor cubano Abilio Estévez
TRABAJO DE DIPLOMA
Autora: Patricia Rivera Valdés
Tutor: Lic. Jesús David Curbelo
Curso 2011-2012
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Índice
Introducción…………………………………………………………………………………………….3
Capítulo I……………………………………………………………………………………………….19
1.1“Evidencias introductorias”. Consideraciones necesarias sobre………………..19
el espacio literario.
1.2 Mieke Bal: Espacio y lugar………………………………………………………………….22
1.3 Algirdas- Julien Greimas: Los elementos sensoriales de representación. …23
espacial.
1.4 Janusz Slawinski: Unidades morfológicas de representación espacial……….24
1.5 Gaston Bachelard: Reminiscencias espaciales………………………………………..30
1.6 Michel Butor: “Filosofía del mobiliario”……………………………………………….33
1.7 Conclusiones al margen………………………………………………………………………34
Capítulo II
2.1 Las ínsulas del reino…………………………………………………………………………. .36
2.2 La literatura: un universo alternativo……………………………………………………..37
2.3 Espacio metaficcional: «La Isla»……………………………………………………………40
Descripción…………………………………………………………………………………..39
Escenario o lugar……………………………………………………………………………39
Lo «insular» y «los insulares»…………………………………………………………..43
Las casas y el mobiliario de la finca: identidad y otras connotaciones…..48
2.4 Las islas añadidas…………………………………………………………………………………61
La isla como utopía………………………………………………………………………..62
Pueblos islas o espacios insulares……………………………………………………..63
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La existencia insular…………………………………………………………………………63
La isla de la conciencia…………………………………………………………………….63
Confluencias…………………………………………………………………………………..63
2.5 Texto y contexto…………………………………………………………………………………..63
3.1 Conclusiones……………………………………………………………………………………….71
Bibliografía……………………………………………………………………………………………….76
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Introducción
La década de los años 80 constituyó un punto de giro para la literatura cubana. “El
enfrentamiento al dogmatismo, a la excesiva ideologización y las manifestaciones a
favor del realismo socialista fueron retos que afrontó esta generación y, una vez
vencidos estos escollos, los narradores más jóvenes llegaron con el privilegio de acceder
a un espacio que los escritores precedentes ya habían conquistado”.1 Podemos
mencionar algunas novelas distintivas de esa época, publicadas específicamente en el
año 1987: Las iniciales de la tierra, de Jesús Díaz y Un tema para el griego, de José
Luis Hernández. Este período funcionó como una fase de tránsito necesaria por la cual
tuvo que atravesar la novela cubana para llegar a la nueva fase originada en los 90. Así
emergen nuevos temas, acordes a otro momento histórico, expresados en formas y
estructuras diferentes.
Gran parte de las ficciones producidas durante los 90 se caracterizan por un fuerte tono
pesimista y desencantado. Temas como la crisis de valores éticos, la duda ante el rumbo
de la construcción del socialismo, el homosexualismo, el tratamiento descarnado de lo
erótico, la crítica a las instituciones y el éxodo de cubanos que emigran por el Puerto del
Mariel o la crisis de los “balseros” del año 1994 a los Estados Unidos marcan e inician
esta literatura. Asimismo, la parodia, la intertextualidad, la ausencia de los llamados
metarrelatos ideológicos, nuevos códigos y el alejamiento de los referentes explícitos
son algunos de los elementos típicos de la posmodernidad que estarán presentes en la
producción de estos años.
El nuevo planteamiento que formulan, común también para los autores de otros
géneros, no es el de la realidad literaria y su reflejo, sino el de la realidad
literaria y su complejidad en tanto arte, su grado de indeterminación, su
condición espiritual de experiencia única y su capacidad para interrogar la vida
desde ángulos hasta ahora inexplorados.2
El sujeto creador es protagonista de un mundo que parece ir a la deriva. Se encuentra
ante el derrumbe de los viejos paradigmas. Ante la Historia oficial y heroica queda la
cotidianidad, envuelta en todas las carencias económicas y conflictos que formaron
parte de un espantoso canto coral. La isla de Cuba se transforma en el mundo interior de 1 Historia de la Literatura Cubana, t. III. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2008, p. 617.
2 Ibídem, p. 618.
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muchos. La investigadora y ensayista Cira Romero3 ilustra tal idea al comentar la
relación apasionada que experimenta con la Isla la novelística de los 90. Según su
opinión, esta relación se produce de diferentes formas: una de ellas puede ser la
aprehensión de mundos interiores angustiosos, contemplados muchas veces por
adolescentes. También, la Isla puede contemplarse desde la visión de una Habana
pasional o caótica. Así, se abre en la literatura cubana un ciclo de utopías donde la
historia es desacralizada y el futuro no aspira a más que a la mera cancelación. La
realidad da paso a las (re)escrituras que marchan en busca de explicaciones imposibles
de obtener por la vía sensorial.
La ciudad se convierte en un espacio esencial donde priman los conflictos sociales. El
lenguaje igualmente juega un papel crucial en tanto evidencia la forma de comunicación
de un sujeto diferente al acostumbrado por las novelas anteriores. Homosexuales,
prostitutas, seres solitarios y angustiados resultan de gran interés para el escritor de este
tiempo. La Isla se convierte muchas veces en alegoría de la nación cubana. Gran parte
de esta producción propone la noción del tiempo como libertad, como la reconquista de
algo oculto por el ser pero que, en definitiva, se resiste a ser aprisionado y vuela fugaz
hacia algún lugar. La realidad del individuo se trasviste de un amasijo de símbolos.
Cualquier nexo con la urbe cobra sentido a través de los códigos mismos que anulan la
imagen real de los objetos a los cuales reproducen.
Es el momento definitorio para plasmar las desilusiones ante la pérdida de la utopía
social concebida por la Revolución. La novela se aleja de cualquier tono épico y político
abriendo paso a la creación de un universo romántico donde la existencia se sabe vacía.
Sobresalen en este período autores como Francisco de Oraá, Atilio Caballero, Alejandro
Álvarez Bernal, Abilio Estévez, Rafael J. Benítez, Armando Cristóbal, José Prats Sariol,
Eliseo Altunaga, Arturo Arango, Leonardo Padura, G. Vidal, Antonio Rodríguez
Salvador, Alberto Garrandés. En 1998 Ena Lucía Portela publica El pájaro: pincel y
tinta china y Gregorio Ortega Juego de Espejos. En 1999 aparecen obras de Abel
Prieto, Miguel Mejides, Jesús David Curbelo, José Miguel Sánchez, Pedro de Jesús y
Gerardo Fernández Fe. El escritor y ensayista Francisco López Sacha en su libro Pastel
flameante4 intenta establecer un nexo común entre todos:
3 Ibídem, p.619.
4 Francisco López Sacha: Pastel flameante. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2006. p. 251.
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Con estos narradores la novela cubana abandona los referentes explícitos, la
copia al carbón de la denominada realidad social, para afirmarse en un juego de
ficciones. Ahora como en los grandes modelos que anteceden en la obra de
Carpentier, Lezama, Piñera o Sarduy, lo que la novela incorpora del universo
circundante son las historias no resueltas en la dinámica de la nación, las
pulsiones internas, los conflictos inéditos, y más aún, la historia del país contada
o novelada a imagen o semejanza de cada autor (…) Lo que ha ganado la novela
cubana, lo que la hace atractiva, es precisamente eso, una conciencia de la
ficción más poderosa que la conciencia de lo real.5
Se ha intentado mencionar brevemente, y podría resultar hasta atropellado, algunas de
las características esenciales de la literatura producida durante los años 90 por escritores
cubanos. Este pequeño recorrido aspira a encontrar algún nexo común entre los
escritores del período. El escritor y ensayista Jorge Fornet6 analiza cómo muchas de
estas obras responden al desencanto de sus escritores ante un cambio de perspectivas al
historiar el proceso revolucionario cubano. Así, emergen obras como El lobo, el bosque
y el hombre nuevo (1990), de Senel Paz; Árbol de la vida (1990), de Lisandro Otero;
Las palabras perdidas (1992), de Jesús Díaz; La nada cotidiana (1995) de Zoe Valdés;
Tuyo es el reino (1997), de Abilio Estévez; Paisaje de otoño (1999), de Leonardo
Padura Fuentes, y El vuelo del gato (1999), de Abel Prieto. Casi todas presentan a un
personaje-narrador que escribe una historia del pasado que se intercala o actualiza con
el presente, y tienden a volver o a transcurrir en momentos trascendentales para la
revolución cubana. Algunos de los personajes, además, llevan nombres significativos
como Patria o Victorio. El motivo del ciclón aparece, en algunas, como culminación de
la historia a la cual pretenden volver tanto los personajes como los escritores, a la
manera de preguntas que han quedado sin respuestas o extraviadas por el camino de la
revolución.
Dentro de este corpus se ha seleccionado como objeto de estudio la novela Tuyo es el
reino del escritor Abilio Estévez, nacido en La Habana en 1954, quien ha sido
dramaturgo, poeta y narrador. Su producción literaria está compuesta por las piezas
teatrales La verdadera culpa de Juan Clemente Zenea (1987), la cual fue galardonada
5 Ibídem
6 Jorge Fornet: Los nuevos paradigmas. Prólogo narrativo al siglo XXI. Editorial Letras Cubanas, La
Habana, 2006.
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con el Premio José Antonio Ramos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba
(UNEAC) y el Premio de la Crítica Cubana a la mejor obra de teatro publicada en forma
de libro; Perla marina (1993); Santa Cecilia y La noche (1995) ― esta última
merecedora del XXIV Premio Teatral Tirso de Molina, otorgado por el Instituto de
Cooperación Iberoamericana de Madrid. En 1997 publica La noche y Un sueño feliz, la
cual obtuvo el Premio de la crítica especializada de La Habana por la puesta en escena.
Además, realizó tres piezas aunadas posteriormente en un libro titulado Ceremonias
para actores desesperados: Santa Cecilia, Freddie y El enano en la botella. Esta última
obra obtuvo el premio Rine Leal al mejor texto presentado en el Festival de Teatro de
Pequeño Formato de Miami y Premio al mejor texto en el Festival del Monólogo de
Cienfuegos.
Su narrativa presenta obras como los dos libros de cuentos Juego con Gloria (1987) y
El horizonte y otros regresos (1998); las prosas poéticas Manual de las tentaciones
(1989), galardonada ese mismo año por la Crítica Cubana y ganadora del Premio Luis
Cernuda de Sevilla. Su novela Tuyo es el reino (1997) obtuvo el 1999 el Premio de la
Crítica Cubana y en el año 2000 conquistó en Francia el Premio al Mejor Libro
Extranjero. En el 2002 publica Los palacios distantes novela seleccionada como el
Libro del Año de La Vanguardia. Posteriormente publicó: Inventario secreto de La
Habana (2004), El navegante dormido (2008) y El bailarín ruso de Montecarlo (2010).
Sin embargo, en su obra se destaca, de forma excepcional, Tuyo es el reino, que
constituye, por diversas razones, una muestra fundamental de la literatura cubana
realizada durante los años 90. Se toma precisamente esta por el especial tratamiento
que, en nuestra opinión, hace del espacio literario, a diferencia de otras.
A pesar de que la obra esteviana cuenta con algunos estudios críticos de notorio valor,
no se puede afirmar a plenitud que se hayan realizado numerosos estudios. Su narrativa
posee muchas interrogantes por atender, a diferencia del teatro, más revisitado por la
crítica cubana. El teatro del autor ha sido estudiado por nombres como Amado del Pino
y Teresa Pérez. Amado del Pino, en su ensayo titulado “Abilio Estévez: del sueño del
mago al delirio del poeta”7 realiza un exhaustivo análisis de cada una de sus piezas
teatrales y la relación de continuidad y ruptura que pueden presentar dentro de su
producción y con respecto también a otras obras antecesoras y contemporáneas. Plantea
7 Amado del Pino: “Sueños del mago”, en Alarcos, La Habana, 2004. p. 154.
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que, a diferencia de algunos autores que usan a poetas de la nación cubana como punto
de partida para una etapa de su creación, Abilio conserva el diálogo entre poesía y
escenario. Lo poético en su obra teatral no es solamente “referencia incidental o motivo
anecdótico, sino parte de la estructura misma de sus obras y un legado del que, con una
libertad que muchos llamarán postmoderna se aprovecha intertextualmente
combinándolo con su poderosa voz de dramaturgo y también de poeta”8. De menor
envergadura resulta el texto de Teresa Pérez, que toma como objeto de estudio La
verdadera culpa de Juan Clemente Zenea y Timeball de Joel Cano. Se propone indagar
cómo en estas obras el espacio de representación está marcado por la memoria poética e
histórica que constituye, en su opinión, una de las constantes de la dramaturgia cubana.
Otros autores han acudido al teatro de Abilio Estévez, aunque de forma más general,
como Norge Espinosa,9 Carlos Espinosa,
10 Raquel Carrió,
11 Armando Correa,
12 y
Ernesto Rodríguez.13
No ahondamos en los textos mencionados debido a que la gran
mayoría aluden a una pieza en especial. Además, dado que nuestro mayor interés se
centra en la narrativa de Estévez, solo hemos optado por tomar como texto icónico
dentro de los estudios de su teatro el realizado por Amado del Pino por ser, a nuestro
juicio, el más completo y esencial, que aúna y sintetiza gran parte del criterio de los
autores mencionados anteriormente.
Otra suerte ha corrido su vertiente narrativa que, a pesar de estar integrada por cinco
novelas y dos libros de cuentos, cuenta con menor número de estudios de rigor. Nuestro
trabajo, por tanto, intenta sumarse a estas voces con el propósito de realizar un
acercamiento más e iluminar una obra tan rica como la de Abilio Estévez, que resulta
significativa por su alto valor literario. La presente investigación, de este modo,
continúa y dialoga con una importante tradición de la que forman parte las poéticas de
Virgilio Piñera, Lezama Lima, José Soler Puig, Alejo Carpentier, Antonio Benítez Rojo
y Reinaldo Arenas. La obra de Estévez, junto a estas grandes voces de la literatura,
transforma la Isla en alegoría de la nación y bebe de la llamada obsesión por la
8 Ibídem
9 “Por la noche y un sueño feliz”, en La gaceta de Cuba, no. 3, La Habana, 1999, pp. 59-60.
“El enano en la botella: una ceremonia para el bufón de Dios”, en Tablas, no. 1, La Habana, 2003. 10
“Una dramaturgia escindida”, prólogo a Teatro Cubano Contemporáneo (antología), Madrid, 1992. 11
“La verdadera culpa”, Introducción a La verdadera culpa de Juan Clemente Zenea, en Conjunto no. 2,
La Habana, 1987. 12
Introducción a Hoy tuve un sueño feliz, en Tablas no. 3, La Habana, 1989. 13
Presentación a Perla marina, en Tablas no. 3, La Habana, 1993.
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identidad que tanto ha marcado el discurso literario latinoamericano en su sentido más
amplio. Podría resultar, entonces, una raya más a las múltiples visiones que se han dado
desde la literatura a las cuestiones del espacio insular, pero nuestro interés no reside en
demostrar un qué sino un cómo.
La ensayista e investigadora, Odette Casamayor Cisneros, ha publicado dos ensayos en
los que toma como muestra la narrativa de Abilio Estévez dentro de un conjunto de
autores que relaciona y compara. El objetivo final de ambos textos no es analizar
exclusivamente la obra de Abilio, sino que se visita este espacio en la medida que sirve
para recorrer un camino en busca de otras respuestas. El primero de ellos se titula
“¿Cómo vivir las ruinas habaneras de los años noventa?: Respuestas disímiles desde la
isla en las obras de Abilio Estévez, Pedro Juan Gutiérrez y Ena Lucía Portela”.14
La
autora plantea cómo cada uno de estos autores se sitúa desde una perspectiva diferente
ante una ciudad, según su criterio, en ruinas. Cada visión que ellos ofrecen responde “a
determinados proyectos morales, que intentan rescatar, alejarse o ignorar preceptos
éticos dominantes desde los albores mismos de la nación cubana”.15
La ensayista escoge
para ilustrar sus ideas, en el caso de Abilio, la novela Los palacios distantes, (2002).
Según su lectura, la novela es una utopía posible ante el caos, en la que se ofrece como
solución “sobrevivir a la barbarie ambiente, pertrechados dentro de un mundo mágico,
cerrado, regido por otro orden”.16
Asimismo, destaca la relación que presenta tal novela
con la prosa carpenteriana en cuanto a las descripciones que se realizan de la ciudad y a
la vez, establece un vínculo con el autor de Paradiso, a través de la concepción de la
historia que se presenta en la obra. Por otra parte, muestra los rasgos que se esbozan de
la poética piñeriana en cuanto al tratamiento sensual de la ciudad, y el nexo con otros
dos grandes escritores como Cabrera Infante y Reinaldo Arenas, al cual se acerca al
abordar los efectos aniquiladores que pueden llegar a tener la luz y el calor para el ser
insular.
Por otra parte, “Últimas imágenes de exilios y diásporas: miradas insulares desde
algunas obras narrativas cubanas”17
indaga en la asiduidad con que recurren algunos
autores cubanos como Leonardo Padura, Marilyn Bobes, Alexis Díaz Pimienta, Pedro
14
En Caribbean Studies, julio-diciembre, vol. 32, no. 002, Universidad de Puerto Rico, San Juan, Puerto
Rico, 2004, pp. 24-35. 15
Ídem. 16
Odette Casamayor Cisneros, en Unión no. 55-56, 2004. pp. 28-37. 17
Ibídem. p. 25.
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9
Juan Gutiérrez y Abilio Estévez a las miradas sobre exilios y diásporas, tal como indica
el título, con lo cual señala las características similares que aúnan a las obras en cuestión
desde este punto de vista, por ejemplo, “ […] la presencia de la imagen del cubano feliz
en su tierra en oposición al paradigma del emigrante muerto, nostálgico y sufriente”.18
En el caso de Abilio Estévez, toma nuevamente Los palacios distantes (2002) e
incorpora Tuyo es el reino (1997). Sentimientos, sensaciones y reflexiones sobre la Isla
y sus habitantes se encuentran en la novela. Para los personajes de la misma, la huida es
una solución probable que, además, se intensifica a medida que se multiplican los
signos de este mundo en decadencia. La idea de abandonar la isla se hace más latente al
final de la novela con la construcción de una balsa compuesta por algunos maderos. A
diferencia de estos, los protagonistas de Los palacios distantes (2002), aunque sueñan
con escapar, no acometen ninguna acción para lograrlo. Encuentran sus utopías en las
ruinas de un viejo teatro que esconde la nación soñada por cada individuo. El Liceo
simboliza una ciudad a la medida de las aspiraciones de cada uno de los seres que lo
habitan.
La estudiosa española Fernanda Bustamante, en su investigación titulada “Narrativa de
Abilio Estévez: hacia una estética de la sujeción-expolición”19
se propone demostrar
cómo el proyecto literario del autor ha ido articulando una estética de la sujeción-
expolición en la que Cuba es la materia escritural y el narrador totalizador su soporte.
Con ese fin, el artículo recorre las novelas Tuyo es el reino (1997), Los palacios
distantes (2002), e Inventario secreto de la Habana (2004). Según la autora, la obra
narrativa esteviana es “incapaz de desprenderse de Cuba y del "todo narrativo",
envolviendo sus relatos en una retórica de la redundancia y saturación”.20
Con este
estudio divergimos en varios sentidos: porque constituye a nuestro juicio, en muchos de
sus enunciados, uno de los tantos acercamientos estereotipados que se realizan sobre la
Isla y la literatura cubana. Bustamante manifiesta que la propuesta narrativa del escritor
Abilio Estévez radica en desmantelar cabalmente el imaginario exotista de Cuba a partir
de la utilización de recursos y métodos postmodernos. Igualmente, comenta que la
utilización reiterada de elementos en la obra de Estévez como la fragmentación
18
Ibídem p. 28. 19
Bustamante, Fernanda: “Narrativa de Abilio Estévez: hacia una estética de la sujeción-expolición”.
Universidad de Barcelona, España. (Versión Digital tomada del sitio web: www.aisthesis.com). 19
Ibídem, p. 29.
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tiempo/espacial y estructural; la disolución del sujeto y de la identidad cubana y el
antiesencialismo son, en realidad, aparentes. Esta propuesta literaria, según la autora,
intenta “terminar con la condición fantasmagórica de la Isla y sus sujetos, con aquella
condición surgida tras la imposición eterna de un silencio, lo que hace que el imperante
terror al borramiento total de lo cubano vea en la saturación un medio de perduración y
subsistencia”.21
Si bien es cierta la existencia en esta narrativa de algunos elementos
tildados de postmodernos, sería erróneo afirmar que una obra como Tuyo es el reino
desmantela un imaginario exotista y hurga en una identidad aparente. Habría que ver
desde qué punto de vista esta autora― española― ofrece una visión de la cultura
cubana y qué conocimientos sobre ella puede tener para emitir tal juicio de valor ¿Qué
sería en todo caso lo exótico para ella? Y debemos de recordar el significado que da la
Real Academia Española al término, definiéndolo como: extranjero, peregrino,
especialmente si procede de país lejano y en una segunda acepción como extraño,
chocante, o extravagante. Tuyo es el reino, por ejemplo, se forma a partir de la
superposición de discursos artísticos, étnicos, religiosos y genéricos que conforman el
gran ajiaco de la cultura cubana. La identidad de la nación también reside en la
hibridación de lo alto y lo bajo, de lo nacional y lo universal, es decir, en la suma de
todos los elementos. No se considera que una obra que propone la salvación de un país a
través de su cultura, que surge, como primera instancia, desde la lengua, constituya
algo exótico. La obra de Abilio, heredera del legado piñeriano, se caracteriza por la
multiplicidad de alternativas inconclusas y se resiste, igualmente, a una sola lectura.
Podemos describir determinados presupuestos estéticos, pero la finalidad de todo
escritor al escribir su obra es algo que pierde sentido ante la actualización del texto por
un lector de determinadas características. Por las razones expuestas, no tomaremos este
estudio como bibliografía crítica de punto de partida para nuestra investigación.
De mayor trascendencia es el artículo titulado “Visitaciones al reino de otro mundo”,
realizado por la ensayista cubana Mayra Beatriz Martínez. 22
La autora realiza un
recorrido por la novela Tuyo es el reino en el que analiza algunos de sus elementos
fundamentales. Aunque no se detiene en cada aspecto de manera profunda, los juicios
emitidos por ella poseen gran lucidez y precisión. El acercamiento que hace la
investigadora al espacio, los personajes, el narrador, y otras cuestiones, serán punto de
21
Ídem. 22
En Unión, no. 34, 1999, pp. 88-91.
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partida crucial para la realización de nuestro trabajo. Así, la autora plantea que en la
novela prima la abolición de las barreras espaciales en función de un tiempo subjetivo.
Existe, según su criterio, una intención de recalcar la coexistencia de los tiempos, de
desdibujar sus límites objetivos en un tejido de relatos ocasionales que compone la
psiquis humana. Además, afirma que la idea de la Historia se muestra en la novela como
una trenza de acontecimientos, puesta en duda, lo que implica un enjuiciamiento tácito.
Estamos en presencia de una interpretación de los hechos, alejado del corpus de historia
en pequeñas historias, la cual opera a través de ese tiempo subjetivo que esboza. El
espacio de la narración es un territorio aislado, diferenciado de la ciudad.
Hay una exclusividad del espacio en el cual se privilegia una rara confluencia de
elementos- personajes, acciones, ideas- que se suponen tradicionalmente
relegados y excluidos en la literatura y en la propia vida.23
De esta forma, la construcción espacial que prima en la novela es la isla dentro de la
isla; lo que, a juicio de esta ensayista, podría interpretarse falsamente como una
construcción alegórica encargada de fijar o definir constantes de identidad a la nación
en su conjunto dada su evidente reiteración en torno a lo cubano. Afirma que la novela
opera de forma diferente, pues, los factores de definición niegan cualquier abstracción
homogeneizante, y se resisten a cualquier representatividad: suponen, muy al contrario,
el quebrantamiento del concepto de realidad en tanto, lectura totalizante de lo existente-
e intentan una interpretación no causalista de sus espacios episódicos.
No obstante, esta no es la única novela donde el “componente espacial” adquiere
valores trascendentales. Podemos decir desde una mirada superficial, que la narrativa
esteviana se caracteriza por la utilización de ejes temáticos dicotómicos como: vida
/muerte, presente / pasado, memoria / olvido, realidad / irrealidad y placer /
sufrimiento. Ciertamente, gran parte de sus novelas explotan el recurso de una memoria
narrativa que recuerda un espacio, lo crea y (re)crea. Durante este ejercicio las
barreras de tiempo se desdibujan dotando a la obra de incertidumbre o ambigüedad
temporal. Así, la precisión del cuándo queda relegada a la certeza de leer un espacio que
no es más que recuerdos de un pasado en el intento de volver a ser vivido de múltiples
maneras, porque la realidad ha sido abolida en pos de la obra de arte y la memoria ha
convertido el ejercicio del recuerdo en trama fabular.
23
Ibídem, p. 89.
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Vemos que en su novela Los palacios distantes (2002), los protagonistas Victorio,
Salma y Don Fuco ante los deseos de escapar de una ciudad hostil, se refugian en las
ruinas del Pequeño Liceo de La Habana. A través de los recuerdos del pasado, de un
ensartado de hechos, personajes históricos y mitos logran revivir un tiempo abolido. En
este juego de remembranzas, los límites entre realidad y ficción se difuminan. Sin darse
cuenta, en las ruinas de dicho teatro encuentran la ciudad soñada a la medida de sus
aspiraciones individuales, porque es un espacio recreado por subjetividades. No
solamente el escenario vuelve a su época de esplendor, sino que ellos también pierden
sus desilusiones. Huyen de un presente que sufren, para volver a un pasado de goce. De
esta manera, la vuelta a ese espacio “otro” es posible gracias a la memoria. El propio
título alude a los palacios, en representación a los lugares que todos soñamos o
recordamos.
Por otra parte, su tercera “novela”, Inventario secreto de La Habana (2004), es también
una amalgama de motivos ensartados a través de la memoria y un intento de construir
una imagen de La Habana a partir de una selección de elementos y mitos. Intercaladas
en la historia principal, aparecen citas de diversas figuras de la historia que cuentan sus
impresiones sobre la ciudad. Sin embargo, este libro no logra ser, apenas, un contorno
habanero, porque es una ciudad edificada por la fragmentariedad de muchas voces,
tiempos― y lo más importante― por una memoria individual que ejerce un acto de
selección y reconstrucción. No podemos hablar de una Habana, sino de varias, pues
cada individuo habita un espacio de manera diferente. Por tal razón, es imposible leer un
inventario tal cual, sino uno secreto, ese que se encuentra escondido en los recuerdos de
Abilio Estévez, y por lo tanto, lo que leemos es su ciudad habanera. Algo semejante
sucede en El navegante dormido (2008): Valeria, desde su apartamento de Nueva York,
reconstruye hechos acontecidos durante un pasado lejano, en Cuba. Rememora un
momento crítico de la vida de ella y su familia, encerrados en una casa durante un
ciclón. A partir de este ejercicio memorístico la protagonista renueva una serie de
situaciones que la hacen cuestionarse el presente lo cual aparece de igual forma en otra
de sus novelas, El bailarín Ruso de Montecarlo (2010), donde Constantino Augusto
Moreas gracias a sus estudios sobre José Martí logra viajar a España y allí decide
permanecer, aunque, ignora que la memoria de su pasado lo persigue hasta cualquier
rincón del mundo.
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Como se habrá podido observar, la articulación del binomio espacio / memoria es un
motivo recurrente en las novelas de Abilio Estévez. A través del acto de la
rememoración, los personajes consiguen habitar un espacio que no logra ser fiel al
pasado porque está conformado por la invención de los recuerdos, más que por lo
vivido. Y así sucede con la literatura, un espacio construido por muchas realidades y
recuerdos que un día decidimos convertir en ficción.
También se ha hecho referencia a este autor en otros libros de manera muy fugaz, pues
son textos substancialmente panorámicos como Historia de la Literatura Cubana, tomo
III, el cual ofrece un apéndice destinado a la literatura producida entre 1989 y 1999;
Pastel flameante, del escritor Francisco López Sacha, donde el autor realiza un
recorrido muy general por los autores de esta etapa en el ensayo titulado “Literatura
cubana y fin de siglo” y Los nuevos paradigmas. Prólogo narrativo al siglo XXI del
ensayista Jorge Fornet. Este último resulta más revelador que los mencionados al inicio
debido a que es de suma importancia porque coadyuva a establecer algunas
características distintivas presentes en la mayor parte de la narrativa producida en los
años 90 que pudieran influir sobre la obra que nos proponemos analizar. De estos tres
libros será el último el más provechoso para nuestra investigación.
Sin detenernos en motivos, es importante señalar que de las cinco novelas escritas por
Abilio Estévez, en Cuba solo ha sido publicada Tuyo es el reino por Ediciones Unión,
en 1998. Este dato nos pude conducir a justificar erróneamente el olvido que ha tenido
tal importante autor para la crítica cubana. Su obra ha caído para los estudios literarios
del país en una suerte de petrificación. Simultáneamente a esto, se realizan
acercamientos de críticos extranjeros que ofrecen una visión estereotipada y foránea de
una narrativa que exige una sensibilidad superior hacia la cultura e historia de la isla.
Aunque Tuyo es el reino cuenta con algunos acercamientos de ensayistas cubanos como
Odette Casamayor, Mayra Beatriz Martínez, Francisco López Sacha y Jorge Fornet, no
podemos afirmar que se haya hecho un análisis suficiente que sature los estudios sobre
la novela.
Este trabajo surge en primera instancia de una curiosidad especial por las características
históricas de los años 90 que condujeron a la narrativa cubana por nuevos derroteros
como la renovación del lenguaje literario, el predominio de los espacios citadinos y
sujetos marginales, la codificación de la realidad y la (re)invención y desacralización de
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la historia. La literatura producida durante estos años plasma la desilusión ante la
pérdida de la utopía social y crea un universo romántico de existencia, muchas veces,
desalentado. Otro elemento que motiva esta investigación es el deseo de reavivar, en el
campo de los estudios literarios cubanos, el interés por la narrativa de Abilio Estévez, a
diferencia de su teatro, mucho más visitado por la crítica del país.
Así, tomamos como objeto de estudio la obra del escritor cubano Abilio Estévez con el
ánimo de dibujar una de las oscuras zonas de su quehacer literario y de unirse a algunos
de los escasos estudios cubanos sobre él. Como muestra fundamental de la investigación
se recurre a su novela Tuyo es el reino, de 1997, por ser la más representativa y rica de
su producción narrativa, en cuanto a algunos elementos esenciales de la literatura de los
años 90, como es el caso de la creación de un universo utópico condenado al caos. Vale
la pena mencionar, que la novela ha sido galardonada con el Premio de la Crítica
Cubana y seleccionada en Francia como el mejor libro extranjero del año 2000. Resulta
de gran significación, además, el tratamiento que realizado en la novela por el autor del
espacio narrativo.
El propósito fundamental de esta investigación es demostrar la importancia que posee el
espacio en la novela Tuyo es el reino como elemento organizador en torno al cual se
construyen características no espaciales que convierten al texto literario en una
estructura productora de diversos significados.
Para el cumplimiento del mismo nos hemos trazado como objetivos generales:
1-Realizar un análisis del espacio literario constituido en la novela que permita poner
en evidencia los procedimientos y estrategias narrativas que se emplean en el texto.
2-Analizar los principales mecanismos constructivos a partir de las estructuras
morfológicas de representación espacial de Janusz Slawinski.
La investigación se estructurará con el interés de coadyuvar a la demostración de la
importancia que posee el espacio narrativo como eje estructurador de otras
significaciones en Tuyo es el reino con el fin del cumplimiento de los objetivos
anteriormente expuestos.
Decidimos dividir la investigación en dos capítulos. El primero se titula “Evidencias
introductorias, Consideraciones necesarias sobre el espacio literario.” En este
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15
presentaremos el marco teórico-metodológico que consistirá en un debate teórico acerca
de algunas de las concepciones sobre el espacio, y en especial, las que nos resultarán
más útiles para el análisis de la novela. Dentro de las teorías seleccionadas, y que
constituirán un soporte imprescindible, se encuentran los conceptos del semiólogo ruso
Iuri Lotman (1922-1993) el cual fue uno de los primeros en ver al texto literario como
un signo integral que engloba otros signos menores: el espacio narrativo es uno de ellos.
De esta forma, tomaremos conceptos sustentados en sus teorías sobre la noción de
límite como rasgo tropológico fundamental. Además, veremos los esquemas espaciales
de naturaleza dicotómica en torno a los cuales se construyen conceptos de otra índole y
el acontecimiento: la transgresión del propio límite. También trabajaremos con las
distinciones realizadas por Mieke Bal entre espacio y lugar así como la importancia de
los elementos sensoriales a través de los cuales se percibe la realidad novelada,
sustentados en las teorías de Algirdas- Julien Greimas. Janusz Slawinski será un poco
más abordado debido a que sus análisis resultarán esenciales, pues su principal
contribución radica en distinguir con precisión los mecanismos morfológicos de
representación espacial: la descripción, el escenario o lugar y los sentidos añadidos.
Desde otra perspectiva, debatiremos algunos de los criterios del filósofo, teórico y
crítico francés, Gaston Bachelard, sobre la importancia que posee la ensoñación como
un escape de la realidad para el sujeto y los valores que conservan los espacios vividos
restituidos a partir del acto de la rememoración. Por último, haremos mención al estudio
de Michel Butor en su texto “Filosofía del mobiliario” donde expone la importancia que
presentan las artes decorativas y los objetos debido a la estrecha relación que surge entre
ellos y la existencia del hombre.
El segundo capítulo titulado, “Los espacios del reino” consiste en la aplicación de las
bases teóricas analizadas durante el capítulo I. Debido a que la novela está engranada
sobre la base de tres circunstancias: la metaficcional, la ficcional y la objetiva histórica
hemos decidido comenzar con un análisis de las características que posee el espacio
narrativo en el marco general de la obra y que contribuye a la creación de un espacio-
refugio. Este acápite se titula “La literatura: un mundo alternativo”. Luego,
investigaremos sobre el espacio metaficcional de la obra partiendo de las unidades
morfológicas de representación espacial expresadas por Janusz Slawinski. Veremos
también, las funciones que posee el escenario o lugar construido en cuanto a que
establece la determinación de un territorio perfectamente definido, constituye un
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conjunto de localizaciones e intervendrá como índice objetual de la estrategia
comunicacional instituida. Veremos, igualmente, la importancia que posee la atmósfera
en la conformación de este universo narrativo así como elementos propios de la cultura
insular que adquieren gran relevancia en la medida que construyen la visión de la
realidad por parte de los personajes. Por otra parte, advertiremos las categorías que
poseen la casa y el mobiliario como componentes de análisis de los personajes a través
de las relaciones que mantienen con estos pues, ambos no son solamente signos de una
identidad individual, sino también de una colectividad y un grupo social determinado.
Además, debido al constante diálogo que se establece en la novela con la cultura insular
indicaremos algunos de los sistemas semánticos construidos alrededor de este tópico y
las posibles confluencias que presenta con la novela. Por último, reafirmaremos la
relación que posee Tuyo es el reino con el contexto histórico- social y literario durante
el cual fue escrito y se intentará sistematizar el análisis de los procedimientos espaciales
realizados en función del marco global de significaciones de la obra.
En las conclusiones veremos que establecer un análisis que ponga en evidencia algunos
de los procedimientos y estrategias narrativas adoptadas en la novela nos permitirá no
sólo demostrar la importancia que posee el espacio narrativo como elemento en torno al
cual se construyen características no espaciales que se erigen en el marco global de
significaciones de la obra sino también la aplicación que poseen los presupuestos
teóricos expuestos durante el primer capítulo. Así advertiremos que el espacio literario
en esta novela constituye un componente crucial pues representa una vía de modelación
de la actitud del hombre frente a su cultura, y una forma indirecta de juzgar sobre su
propia identidad y sus modos de existencia social. El estudio del mismo resultará ser un
ejercicio imprescindible para una comprensión general del texto literario debido a que
más allá de ser una mera figuración tropológica contiene una sistematización
perceptible y programática de atributos y significaciones culturales estrechamente
relacionados con los lugares presentados y una axiología ligada a ellos.
Vale la pena hacer mención a los resortes compositivos fundamentales de los cuales nos
valdremos en la investigación. Con la intención de llevar a cabo una aproximación
panorámica de la narrativa de los años 90, dentro de la que se inserta el objeto de
estudio, se ha consultado el libro Historia de la Literatura Cubana, tomo III. Este
resulta imprescindible para cualquier acercamiento inicial pues ofrece una visión
general de algunas de las características y principales autores de la época. Por un
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17
sendero similar se encuentra el ensayo titulado “Literatura cubana y fin de siglo” del
escritor cubano Francisco López Sacha, publicado en su libro Pastel flameante el cual
recorre, también, algunos autores y aspectos de la literatura del período― aunque la
fugacidad termina muchas veces por opacar su discurso. Más provechoso será, Los
nuevos paradigmas, del ya mencionado Jorge Fornet, puesto que el libro introduce la
variable del desencanto para analizar algunos de los factores que pudieron influir en la
producción estilística de determinados autores de la década. Aunque un tanto alejado de
los títulos anteriormente mencionados, un libro fundamental, desde un punto de vista
más historicista, es Los juegos de la Escritura o la (re)escritura de la Historia, del
narrador, ensayista y crítico, Alberto Abreu Arcia.24
Dicho autor, realiza en el libro un
análisis sobre los procesos históricos, sociales y culturales que fueron marcando al
discurso de diferentes manifestaciones artísticas, dígase: artes plástica, ensayo, cuento,
novela, etc. En el caso específico del último ensayo, dedicado a la narrativa cubana
contemporánea, señala que su objetivo principal es solo graficar las nuevas dimensiones
a las cuales se abre la palabra dentro de la escritura de fin de siglo. Sus prácticas
desmanteladoras del proyecto ontológico de lo cubano, la nación y su devenir desde la
incorporación de oralidades y espacios negados o excluidos de este proyecto
teleológico, y que propician una historia nacional desde lo moral, lo ético y sus espacios
inéditos. 25
El soporte primario será a partir de los textos propiamente teóricos sobre el espacio
narrativo. Para ellos tomaremos algunos textos comprendidos en Los desafíos de la
ficción (Técnicas Narrativas). Este libro no solo resulta útil por brindar información
sobre los personajes sino porque posee ensayos de disímiles cuestiones narratológicas
que pueden coadyuvar a un mejor desempeño en el análisis de la obra. El espacio
constará de un corpus más amplio y voluble a medida que se vayan marcando los
intersticios en el análisis de la obra. Janusz Slawinski en su artículo “El espacio en la
literatura: distinciones elementales y evidencias introductorias” hace referencia a la
importancia que posee el espacio literario. Según este autor, “la fábula, el mundo de los
personajes, la construcción del tiempo, la situación comunicacional literaria y la
ideología de la obra aparecen frecuentemente derivados de la categoría del espacio,
24
Alberto Arcia Abreu: Los juegos de la Escritura o la (re)escritura de la Historia, Fondo Editorial casa
de las Américas, La Habana, 2007. 25
Ibídem, p., 410.
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18
como aspecto, particularizaciones, o disfraces de ella”.26
Iuri Lotman, a través de
Estructura del texto artístico27
plantea cómo resulta pertinente considerar el texto
literario como un espacio específico. La creación de un texto entraña a la estructuración
de un espacio que es, esencialmente, artístico. Para este autor, “la estructura del espacio
del texto establece un modelo de la estructura del espacio del universo, y la sintagmática
de los elementos en el interior del texto, en el lenguaje de modelización espacial”.28
Aunque no deja de reconocer que la espacialidad constituye un nexo sustancial entre un
texto literario en sí y la cultura de la cual se produce.
Los modelos históricos y lingüísticos nacionales del espacio se convierten en la
base organizadora para la construcción de una “imagen del mundo”, un modelo
ideológico global de un tipo de cultura dado. Sobre el fondo de estas
construcciones adquieren significados los modelos espaciales particulares
creados por un texto o grupo de textos dados.29
26
Janusz Slawinski: “El espacio en la literatura: distinciones elementales y evidencias introductorias”, en
Criterios, La Habana, 1989, pp. 268. 27
Iuri Lotman: Estructura del texto artístico. Editorial Itsmo, Madrid, 1988. 28
Ibídem, p. 271. 29
Ibídem, p. 272.
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19
Capítulo I
1.1 “Evidencias introductorias”
Consideraciones necesarias sobre el espacio literario
Uno de los tópicos más polémicos y volubles en la historia de la humanidad es el del
espacio. Durante muchos años, el anhelo por poseer ese “otro lugar”, por conquistar el
horizonte, ha sido la causa fundamental de innumerables guerras. La virtud de
emancipación cultural de un territorio también fue un factor subordinado a las
condiciones −favorables o no− de su espacio. Asimismo, el poder se vincula a este
tema, puesto que, a mayor posesión de territorios, mayores riquezas y prestigio social.
Otro de los conceptos estrechamente fusionados con el del espacio es el de la identidad.
Los siglos anteriores estuvieron signados por la creencia de que el pertenecer a un cierto
lugar era una marca incuestionable de determinados valores identitarios. Hoy día, dicha
opinión es mirada bajo sospecha porque, si bien es cierto esto en alguna medida, con la
era de la globalización se hace cada vez más difícil hablar de territorios fijos. Las
fronteras se desdibujan y las pertenencias se vuelven, muchas veces, subjetivas.
Estamos en el tiempo de las “nuevas cartografías latinoamericanas”30
donde el “estar”
ya no es un parámetro indudable de existencia.
Pero aun así, el espacio continúa siendo un ser latente en nuestras vidas. La relación con
este, de alguna manera, nos signa. Esto se puede explicar a través de varias disciplinas:
la biología, por ejemplo, ha demostrado cómo las células de nuestro organismo cambian
según las estaciones del año. Nuestra sangre se condensa o aligera a partir de la estación
en que nos encontremos. Las pupilas se dilatan ante la luz del día y una vez caída la
noche, se contraen. La psicología explica que durante el desarrollo infantil, se produce
la diferenciación entre el “yo” y el “otro”. El niño necesita constatar que la madre no es
él para adquirir sentido de su propia existencia. Sin embargo, mucho antes de que se
produzca este proceso el bebé ya posee relaciones instintivas con su medio: ante el
calor, el frío y la humedad. Una vez tomada conciencia de su entorno, comienza a dar
las primeras pruebas por querer maniobrarlo y controlarlo. Algunos lingüistas son
partidarios de la teoría del origen del lenguaje a partir de las preposiciones y los
30
Término acuñado por Román de la Campa, en Nuevas Cartografías latinoamericanas. Editorial Letras
Cubanas, La Habana, 2006.
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20
adverbios. Argumentan cómo las relaciones espaciales y temporales son la función
primaria del pensamiento. Nuestra percepción “aquí”, “allá”, “antes”, “después”,
“ahora”, “arriba”, “abajo”, preceden a cualquier otra estructura de expresión lógica. Es
por esta razón que el “dónde” y “el cuándo” constituyen y han constituido siempre unos
de los elementos medulares de nuestra existencia.
Los estudios literarios, en sus inicios, contaron con varias perspectivas. La escuela
formalista poseía el criterio de que el espacio literario era simplemente un topos, un
lugar o escenario meramente físico y decorativo donde posaban los personajes. Por otra
parte, las reflexiones marxistas de la Teoría del Reflejo, de Georg Lukács, o el
Estructuralismo Genético, de Lucien Goldman, lo consideraron como un reflejo de
estructuras sociohistóricas del contexto en el que surge la obra. Sin embargo, fueron los
aportes de la escuela de Tartú- Moscú los que rebasaron gran parte de las concepciones
tradicionales y mecanicistas establecidas hasta entonces.
La semiótica soviética contó con una figura imprescindible para el desarrollo del
espacio artístico: Iuri Lotman (1922-1993). La relevancia de sus estudios reside en el
hecho de considerar la estructura del texto literario como un “signo integral”, “único”,
“de particular contenido” a partir del cual se derivan otros signos constitutivos que no
proceden de una segmentación de la cadena textual, sino de agrupamientos jerárquicos.
Para cualquier acercamiento al tema espacial en la literatura, resulta de obligatoria
lectura El problema del espacio artístico, donde afirma que “la estructura del espacio
del texto se convierte (muchas veces) en modelo de la estructura del espacio del
universo, y la sintagmática de los elementos en el interior del texto, en el lenguaje de
modelación espacial”.31
Para Lotman, el espacio es:
[…] un conjunto de objetos homogéneos (fenómenos, estados, funciones,
figuras, significados variables, etcétera) entre los cuales se establecen relaciones
semejantes a las relaciones espaciales corrientes (continuidad, distancia. etc.).
Además, al considerar el conjunto de objetos dados como espacio, se hace
abstracción de todas las propiedades de estos objetos, excepto de aquellas que
están determinadas por esas relaciones de tipo espacial tomadas en
31
Iuri Lotman: Estructura del texto artístico. Editorial Itsmo, Madrid, 1988. p. 35.
Page 22
21
consideración […] De aquí la posibilidad de poder construir modelos espaciales
de conceptos que no poseen en sí una naturaleza espacial.32
A partir de esos modelos y el lenguaje, el hombre realiza una interpretación de su
realidad circundante. Mediante esquemas espaciales de naturaleza dicotómica, se
forman conceptos de otra índole: culturales, religiosos, políticos y morales. Sólo que
estas connotaciones binarias van estrechamente de la mano con la evolución de la
humanidad y el contexto social. El hombre interpreta la vida en diversas etapas de su
historia espiritual. De esta forma, el eje fundamental de un texto se realiza a partir de
sus oposiciones variantes:
Los modelos históricos y lingüísticos nacionales del espacio se convierten en la
base organizadora para la construcción de una « imagen del mundo », un modelo
ideológico global propio de un tipo de cultura dado. Sobre el fondo de estas
construcciones adquieren significado los modelos espaciales particulares creados
por un texto o grupo de textos dados.33
Otro de los aportes del semiólogo con respecto al espacio es la noción de límite. Lotman
afirma que en este concepto se halla el rasgo tropológico fundamental. Todo texto debe
estar dividido en “dos subespacios que no se intersecan recíprocamente”, 34
dos
espacios bien delimitados y diferenciados. En la forma en la que el límite divida al
texto reside una de las características fundamentales de la obra. La pertenencia de los
personajes a cada uno de estos subespacios marcará, muchas veces, sus rasgos
distintivos o sus relaciones sociales con el resto, y la trasgresión de esa frontera conlleva
al acontecimiento.
El acontecimiento es uno de los conceptos primordiales en cualquier estudio
narratológico, acuñado originariamente por los formalistas rusos, a partir de los cuales
se comenzó a desarrollar. Mientras que para Lotman es “la mínima unidad indisoluble a
cualquier construcción argumental”; 35
A. N. Veselovski lo nombra motivo y lo define
como:
32
Ídem. 33
Ibídem, p. 25. 34
Ibídem, p. 9. 35
Ídem.
Page 23
22
Una fórmula que sirve como primera respuesta a la sociedad acerca de las
cuestiones que la naturaleza siempre ha planteado al hombre o que fija aquellas
impresiones particularmente vivas de la realidad que parecían importantes o que
se repetían. El rasgo del motivo es su esquematismo icónico y elemental.36
Lo importante de estos conceptos−tanto el de límite, como las oposiciones binarias y el
acontecimiento− es la manera en la que cada autor los materializa en su obra. Las
desviaciones que se hacen de un sistema de valores que parten de la realidad es lo que
resulta realmente significativo para el análisis de una obra en particular, pues, como
afirma Lotman: “un texto artístico no es la copia de un sistema: se forma a partir de
realizaciones significantes y de no realizaciones significantes de sus exigencias”. 37
1.2 Mieke Bal: Espacio y lugar
Mieke Bal en su libro Teoría de la narrativa (Una introducción a la narratología)
realiza una distinción reveladora entre espacio y lugar. 38
Para el autor, el lugar es un
elemento propiamente de la fábula, es el lugar donde se sitúan los actores y se produce
el acontecimiento. Los contrastes o localizaciones y las fronteras entre ellos se
consideran medios fundamentales para aclarar el significado de la fábula, e incluso, para
determinarlo:
Los lugares se pueden situar, del mismo modo en que se puede indicar en un
mapa la situación geográfica de una ciudad o de un río. El concepto de lugar se
relaciona con la forma física […] La historia se determina por la forma en la que
se presenta la fábula. Durante este proceso se vinculan los lugares a ciertos
puntos de percepción. Estos lugares, contemplados en relación con su
percepción reciben el nombre de espacio.39
El teórico introduce un elemento estrechamente relacionado al del espacio: la
percepción o focalización desde la cual se percibe. Un texto es siempre narrado a partir
de una determinada selección de elementos que entran en el campo espacial que se
desea reconstruir sobre la base de datos verbales y de presupuestos semánticos y
36
Apud: Iuri Lotman: obra citada, p. 56. 37
Ibídem, p. 57. 38
Mieke Bal: Teoría de la narrativa (Una Introducción a la Narratología). Editorial Cátedra, Madrid,
1987, p. 101. 39
Ídem.
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23
enciclopédicos. El espacio en la novela, pues, es seleccionado y filtrado por esa actitud
perceptiva que puede ser el narrador, un personaje o varios, como es el caso de la novela
polifónica. Es por eso que la distinción que hace este teórico entre espacio y lugar se
hace fundamental, por el hecho de incluir en el concepto de espacio literario, a la figura
del narrador, como voz generadora de la diégesis. En la selección que haga un escritor
de una voz narrativa determinada, se encuentran muchas de las llaves maestras para
entender el por qué del lugar de la ficción, puesto que está filtrado, permeado y
subjetivado por la voz o las voces que lo producen. “La instancia discursiva del juicio
ético se insinúa profundamente en la óptica y la percepción del espacio, en el que se
distribuyen los elementos tradicionales de la topografía y la prosografía (el ambiente, la
descripción física, el carácter)”.40
1.3 Algirdas- Julien Greimas: Elementos sensoriales de representación espacial
Dada la importancia que posee el punto de vista, los elementos sensoriales a partir de
los cuales se percibe el mundo tienen fundamental importancia en la novela. La vista, el
oído y el tacto también pueden provocar la representación de un espacio en la historia,
de una reconstrucción subjetiva del universo. En ese sentido, los estudios greimasianos
fueron los primeros en hablar de un espacio literario que, lejos de sus características
topológicas, proyectivas y métricas, podía ser identificado por elementos aeróticos,
térmicos o acústicos. El registro sensorial de Greimas está delimitado básicamente en
cinco categorías: visual, que contiene la eidética, cromática, y la luz; el auditivo, donde
se encuentran la música, las voces, los ruidos, los sonidos ambientales, entre otros; el
táctil, dentro del cual está el elemento térmico y las texturas; el gusto, y por último, el
olfato.41
Afirma que estos órdenes sensoriales se organizan a partir de la jerarquía que
impone la distancia que opera entre un sujeto que observa y el elemento observado.
Analiza el valor semántico y sociocultural que pueden tener estos registros al conformar
toda una atmósfera espacial cargada de sentido, imprescindible en el marco global de la
40
Angelo Marchese: “Las estructuras espaciales del relato”, en La narratología hoy. Editorial Arte y
Literatura, La Habana, 1989, p. 316. 41
Algirdas- Julien Greimas: Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje, t. II. Editorial
Gredos, Madrid, 1991.
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24
obra. Según Greimas: “El espacio organizado de la percepción se convierte en una
percepción biomática donde todas las sinestesias resultan posibles”.42
1.4 Janusz Slawinski: Unidades morfológicas de representación espacial
El tema del espacio artístico, cuenta con disímiles estudios, pero ninguno resulta tan
abarcador y claro como el de Janusz Slawinski. En su artículo titulado “El espacio en la
literatura: distinciones elementales y evidencias introductorias”43
afirma que el espacio
siempre ha sido considerado un elemento de segundo plano con respecto a otros
componentes de un texto, no obstante, constituye el centro de la semántica de una obra
y la base para los otros ordenamientos que aparecen en ella.
“La fábula, el mundo de los personajes, la construcción del tiempo, la situación
comunicacional literaria y la ideología de la obra aparecen cada vez más
frecuentemente como derivados respecto de la categoría fundamental del
espacio, como aspecto, particularizaciones o disfraces de ella”.44
El estudio de las funciones del espacio artístico resulta revelador, puesto que afecta
cuestiones tan elementales como la estructura sintáctica de un texto, así como a su
dimensión semántica y a los personajes que aparecen en ella. Es por esta razón que se
considera como un factor de coherencia y cohesión textuales al crear una memoria que
facilita tanto el desarrollo de la trama como el éxito del proceso de lectura. Esta
categoría ha sido siempre una de las bases compositivas para un número elevado de
géneros literarios como la novela griega, la de caballería, la picaresca y la gótica, entre
otros; además de ser el exponente principal de factores ideológicos y psicológicos, las
cuales adelantamos cuando hablamos de los conceptos binarios espaciales de Lotman.
Determinadas categorías espaciales como lo pueden ser: cerca y lejos, cerrado y abierto,
derecha e izquierda, dentro y fuera, permiten establecer una serie de operaciones
axiológicas que pueden ser denominadas con términos que no poseen en sí una
naturaleza espacial y se encuentran subordinados a múltiples factores como la
producción cultural de una época, una región, una poética en particular o la voz
narrativa. Estos conceptos espaciales se pueden relacionar a categorías como: acogedor 42
Algirdas- Julien Greimas: De la imperfección. Fondo de Cultura Económica, México, Universidad
Autónoma de Puebla, 1990, pp. 72-73. 43
Janusz Slawinski: “El espacio en la literatura: distinciones elementales y evidencias introductorias”, en
Textos y contextos, selección y traducción por Desiderio Navarro, t. II, La Habana, 1989, pp. 265-287. 44
Ibídem, p. 26.
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25
y hostil, propio y ajeno, protección e indefensión o burguesía y proletariado. El texto
funciona en múltiples ocasiones como un modelo de la estructura del espacio del
universo, de patrones supratextuales, netamente ideológicos. Es uno de los medios
fundamentales de expresión de una realidad. Y como también se mencionó
anteriormente, muchas veces, el espacio se convierte en un signo propio del observador,
en una proyección del que mira, en un espectador que focaliza, determina y escoge
determinados datos para codificarlos en materia verbal y narrativa. De este modo, no se
proporciona a la narración un fragmento del mundo sino una selección e imagen
subjetiva de quién la percibe. Para Slawinski, toda obra literaria: “comunica
directamente sobre la naturaleza del espacio en forma de exposiciones filosóficas,
reflexiones líricas o sentencias”,45
pero es en el marco global de la obra donde tales
realizaciones llegan a su significación final.
Nuestra investigación se centra, primordialmente, en el funcionamiento de los
mecanismos de representación espacial −en los cuales intervienen grandes figuras de la
diégesis−, sus desviaciones significativas y su importancia para la significación global
de la obra literaria. Según Slawinski:
La constitución del espacio presentado transcurre en tres planos o unidades
morfológicas de la obra […] tres procesos simultáneos de montaje, que son, en
el fondo, diferentes manifestaciones de un mismo proceso semántico”.46
Estos
tres elementos son: “la descripción”, “el escenario” y “los sentidos añadidos”.
La descripción es el primer mecanismo de representación y producción espacial. Sin
ella, los elementos de la diégesis no pudieran ser representados. A pesar de que se le ha
visto como un parásito esclavo de la narración, sus funciones son el elemento genésico
para el crecimiento espacial de la obra y su significación. Slawinski, consciente de esto,
plantea que “el espacio presentado puede surgir del comunicado sólo en la medida en
que fue proyectado en él por los significados de oraciones de determinado tipo. Éstas
son los oraciones descriptivas”.47
Sin embargo, no es el único recurso de representación
espacial: la relación verbal que establezcan entre sí los personajes, los acontecimientos
45
Ibídem, p. 9. 46
Ídem. 47
Ibídem, p. 28.
Page 27
26
y los objetos, también poseen privilegios para incursionar y reproducir un dato espacial
dentro de la historia. Según el propio autor:
[…] Estamos ante una descripción no sólo cuando se presente como un
segmento textual convenientemente extenso, estilísticamente homogéneo e
independizado, sino también cuando aparece diseminada en el contexto
dominante de tipos de enunciado distintos, en pequeñas dosis textuales —apenas
visibles en un ambiente heterogéneo. Pero hay que decir más: la descriptividad
no es tanto una «forma» como una tendencia semántica que puede tener índices
independientes muy reducidos en la superficie del texto e intervenir como un
aspecto de un enunciado de carácter esencialmente no descriptivo —un relato,
un monólogo lírico o un examen. Independientemente del grado de nitidez y de
la dimensión de los elementos descriptivos, su función es constante: la inclusión
del parámetro espacial en la semántica del mensaje.48
Sin lugar a dudas, la descripción no es una forma elocutiva estática capaz de reproducir
estados de cosas. Aporta a la obra el primer plano figurativo y produce entes semánticos
incuestionables. Es, por tanto, un mecanismo productor de sentido que interviene, no
siempre, a la manera de enunciado descriptivo. Angelo Marchese en su texto “Las
estructuras espaciales del relato” hace mención a las diversas funciones que puede
cumplir la descripción entre las que se encuentran las funciones: “decorativa”,
“dilatora”, “demarcativa” e “indicativa”. 49
Lejos de estas nomenclaturas, los elementos
descriptivos manifestados a partir de una amplia gama de efectos o maneras de
producirse juegan un papel decisivo en cualquier relato: la inclusión del parámetro
espacial en la obra. La descripción aporta, de manera implícita o explícita, sus primeras
connotaciones. Como plantea Fernando Aínsa: “Es en la descripción literaria donde
términos como camino, escenario, distancia, horizonte, lugar, universo y paisaje se
convierten en las figuras privilegiadas de las descripciones del «estar- aquí»”.50
El segundo plano de unidad morfológica fundamental para el espacio narrativo es el
escenario, entendido como el lugar o conjuntos de lugares donde confluyen otros
componentes como lo son: los acontecimientos, los personajes, las acciones y las
48
Ídem. 49
Angelo Marchese: obra citada, p. 312. 50
Fernando Aínsa: Espacios del imaginario latinoamericano. Propuestas de geopoética. Editorial Arte y
Literatura, La Habana, 2002, p. 20.
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27
vivencias. A diferencia de estos otros elementos, que pueden ser analizados por sí solos
como unidades morfológicas independientes dentro de la obra −narrador, personajes,
trama fabular- el escenario está indisolublemente ligado a ellos. Se encuentra, de alguna
manera, subordinado a estas categorías y resulta imposible un análisis completo del
mismo sin atender a estos componentes. Es una de las grandes figuras semánticas de la
obra, puesto que integra y aúna muchos elementos sin los cuales sería imposible
concebirla. Atendiendo a esto, Janusz Slawinski, habla en su estudio sobre el carácter
aspectual que posee cualquier análisis del escenario, por lo cual, “es realizado en
atención al papel de las categorías espaciales en la constitución de unidades de otro
género”.51
El autor afirma que semejantes categorías pueden ser aplicadas a partir de
tres usos propios del escenario:
a) Determina (o sea, diferencia, separa, clasifica) el territorio en que se extiende
la red de personajes;
b) constituye un conjunto de localizaciones —de los acontecimientos fabulares,
escenas y situaciones en que participan los personajes;
c) interviene como índice objetual de cierta estrategia comunicacional instituida
en el marco de la obra.52
En cuanto al primer aspecto, el escenario como “orden paradigmático del mundo
presentado”, 53
establece oposiciones posibles o relaciones que se puedan dar entre
personajes o grupos de ellos. Lotman hablaba de la importancia de un mundo o universo
narrativo fragmentado en dos partes bien diferenciadas donde la no pertenencia, o
viceversa, de un personaje a cada una de estas zonas podría definir cuestiones
psicológicas, grupos sociales, modo de vida, aspiraciones, entre otros. Por supuesto,
estamos hablando de principios muy básicos que pueden ser aplicados a determinadas
obras con facilidad, en cambio, se dificulta tal uso para otras un tanto más complejas,
sin olvidar algunas que pudieran obviar esta teoría. Lo importante es cómo estas
disposiciones, en principio espaciales, cumplen funciones de otra índole, ya sea, aportar
atributos a un personaje o delimitar subespacios a partir de los cuales puede surgir el
acontecimiento, una vez transgredidos.
51
Janusz Slawinski, obra citada, p. 13. 52
Ídem. 53
Ibídem, p. 14.
Page 29
28
El segundo apartado es quizás una de las aplicaciones más conocidas y estudiadas del
escenario: la importancia del espacio representado como figura significativa para el
desarrollo de la trama fabular. A partir de la transgresión de un límite o frontera por
parte de un personaje se produce el acontecimiento del cual hablamos anteriormente.
Existen muchos géneros o subgéneros narrativos que explotan este recurso tras la
manipulación del horizonte de expectativas del lector. Sabemos de antemano que los
castillos y las casas lúgubres son más comunes en novelas de corte fantástico; que la
picaresca utiliza el recurso del camino como lugar propicio para el aprendizaje y la
conversión o transformación de su protagonista, entre muchos otros. Es fundamental ver
cómo el significado de cualquier tipo de representación espacial puede ser crucial para
las distintas fases del transcurso de la fábula.
El tercer y último respecto, en palabras de Slawinski, es que “el escenario del mundo
presentado constituye un sistema reducible en su organización a los supuestos de la
situación comunicacional intratextual”.54
Las propiedades que posea el espacio o los
espacios producidos en la obra se pueden explicar a través de los procesos o estrategias
de entendimiento receptivo aportados por el autor. No basta en una novela con la
representación de un espacio dado. Muchas veces el autor apela a la capacidad del lector
de decodificar o construir determinados valores espaciales. Un espacio elíptico convoca
a una figuración de sus espacios en blanco; un espacio caótico y desordenado exige una
reorganización de sus elementos presentes, sin embargo, un espacio excesivamente
cargado, reiterativo, desprovisto de elementos omitidos supone una lectura menos
atenta. La situación comunicacional intratextual se halla estrechamente vinculada a los
puntos de vista. La focalización o perspectiva desde la que se narra la obra no es más
que una estrategia comunicacional adoptada por su autor, por eso se hace tan importante
la forma en la que esta sea producida o narrada, pues, supone también una determinada
manipulación de los componentes espaciales de la presentación.
La última unidad morfológica de montaje espacial es: “los sentidos añadidos”. Mientras
que la primera unidad, “el enunciado descriptivo”, es la encargada de generar la
representación de un espacio, una escena donde acontezcan las acciones principales de
la trama fabular; el escenario, en su proceso de concretización, produce significados
54
Ibídem, p. 15.
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29
adicionales los cuales se construyen sobre las representaciones espaciales. “Los objetos,
las distancias, las direcciones, las escenas y los paisajes pueden actualizar en la realidad
presentada de la obra un estrato de connotaciones nuevo, no inferible de la semántica de
la propia enunciación, como una marca simbólica más o menos clara”.55
Según
Slawinski:
Estamos ante connotaciones que pueden ser movilizadas en la medida en que
existan en la obra una sistematización perceptible y programática de los atributos
y componentes de los espacios presentados y una axiología ligada a ellos. Desde
luego, al considerar esos sentidos añadidos, que por lo regular tienen un carácter
más o menos estándar, estamos obligados a salir del mundo interior de la obra:
en dirección a los sistemas semánticos de la tradición literaria y cultural que los
hacen admisibles.56
El aporte de Janusz Slawinski es esencial para los estudios teóricos sobre el espacio
narrativo, pues su principal contribución radica en delimitar y distinguir con claridad y
precisión los resortes compositivos fundamentales para construirlo. Son tres
mecanismos que tienen lugar de manera simultánea pero alternan en matices distintivos:
la descripción cumple con la función de dotar a la obra de representación espacial al
modelar un escenario; este, a su vez, contiene grandes figuras narrativas como el
narrador, el tiempo, los personajes, y está estrechamente vinculado al desarrollo de la
trama fabular. Con el apoyo sistemático de los dos componentes morfológicos
anteriores se puede llegar a “los sentidos añadidos”. El espacio literario es uno de los
signos constitutivos que conforman un signo superior: la obra literaria que, como signo,
se caracteriza por tener expresión y contenido. Partiendo de la importancia que posee
esta categoría narratológica y su estrecha relación con el resto de las figuras narrativas,
podría concluirse planteando que en muchas obras literarias, el diseño espacial es uno
de los mecanismos fundamentales e imprescindibles para la producción de sentido. A
partir de las figuras morfológicas de representación espacial y de las desviaciones
significativas realizadas por un autor, se puede llegar a establecer determinadas
sistematizaciones y regularidades fundamentales. En estos casos, el espacio narrativo se
erige como figura principal de una propuesta narrativa y, en muchas ocasiones, hasta de
una poética.
55
Ibídem, p. 16. 56
Ídem.
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30
1.5 Gaston Bachelard: Reminiscencias espaciales
Desde otra perspectiva, el filósofo, teórico y crítico francés, Gaston Bachelard (1884-
1962), se une a los estudios realizados sobre el tema. Su corpus literario se apoya en dos
corrientes de pensamiento: la fenomenología y el psicoanálisis. Sus textos La poética
del espacio (1957) y La poética de la ensoñación (1960) se encuentran dentro de la
segunda etapa de su producción literaria.57
En este primer texto, expone junto a otras
ideas, la importancia que puede poseer el espacio vivido como lugar propicio para
resguardar ciertos valores de intimidad. Más allá de la mera descripción del lugar, lo
importante es la relación que el individuo establezca con él, los hechos acontecidos, la
forma en que lo habite. Bachelard afirma que “el matiz es cómo habitamos nuestro
espacio vital de acuerdo a todas las dialécticas de la vida, como nos enraizamos, de día
en día, a un rincón del mundo. La casa es nuestro rincón del mundo, nuestro primer
universo”.58
Una vez abandonado ese primer espacio, el hombre puede regresar a él a través de la
ensoñación la cual define como: “una huida fuera del mundo de lo real, sin encontrar
siempre un mundo real consistente. Tiene lugar en un estado intermedio entre el sueño y
la vigilia, y conduce al sujeto de la ensoñación hacia otros mundos de felicidad”.59
La
ensoñación representa un escape de la realidad para el sujeto, donde el hombre tiene los
privilegios de recordar y volver a vivir esos espacios del pasado, pero también de
recrearlos. Es en el ensueño donde se guardan los valores de esos espacios vividos, los
cuales pueden ser restituidos a través de los recuerdos. De esta manera, la casa,
entendida como ese primer espacio vivido posee gran importancia para los recuerdos,
los pensamientos y la vida del hombre.
Bachelard plantea que a través del “topoanálisis” se puede realizar un estudio
sistemático de los pasajes de nuestra vida íntima. La memoria protege los recuerdos del
olvido y el espacio contribuye a ello:
57
Su obra suele ser estudiada a partir de dos etapas: la primera desarrollada bajo los presupuestos de un
“espíritu científico” donde aparecen los textos: El nuevo espíritu científico (1934), La formación del
espíritu científico (1938), Psicoanálisis del fuego (1938), El agua y los sueños (1942), La tierra y la
ensoñación de la voluntad (1948) y El materialismo racional (1953). La segunda etapa posee obras que
intentan caracterizar un “espíritu poético” donde se encuentran: La poética del espacio (1957) y La
poética de la ensoñación (1960). 58
Bachelard, Gaston: La poética del espacio. Fondo de Cultura Económica, Francia, 1987, p. 28. 59
Ibídem, p. 29.
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31
En ese teatro del pasado que es nuestra memoria, el decorado mantiene a los
personajes en su papel dominante. Creemos a veces que nos conocemos en el
tiempo, cuando en realidad sólo se conocen una serie de fijaciones en espacios
de la estabilidad del ser, de un ser que no quiere transcurrir, que en el mismo
pasado va en busca del tiempo perdido, que quiere "suspender" el vuelo del
tiempo. En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido. El espacio
sirve para eso.60
Bachelard privilegia, en el acto de rememorar, la característica espacial que poseen los
recuerdos, pues, “en el ensueño el espacio lo es todo porque el tiempo no anima ya la
memoria, no registra la duración concreta”. 61
El hombre piensa sobre la línea de un
tiempo abstracto que materializa en una realización espacial. Lo que el sujeto recuerda
no son series temporales sino fijaciones en un espacio. La localización en un espacio
determinado es más provechosa que las duraciones que ya fueron abolidas para el
conocimiento de la intimidad del ser. Todos los espacios del pasado donde el hombre ha
vivido momentos de goce o sufrimiento son resguardados en la memoria con esos
mismos valores, son espacios constitutivos del ser.
Durante la rememoración, el hombre no recuerda un espacio tal cual sino una selección
de los elementos que fueron significativos a partir de características propiamente
subjetivas y sensoriales. De este modo, la memoria es el agente de una reconstrucción
imposible dado que el ejercicio memorístico es directamente proporcional al ejercicio
fabular. En la medida que se recuerda un espacio se está (re)creando otro.
Solo recordamos de los espacios del pasado lo necesario para situarnos en esos lugares
de ensueño. Estos espacios inscriben en el hombre “la jerarquía de las diversas
funciones de habitar”. Cada individuo posee los recuerdos de espacios vividos a la
manera de diagrama de las funciones de habitar. Es a través de la imagen y el recuerdo
que esos espacios pueden ser erigidos una vez más:
Así, más allá de todos los valores positivos de protección, en la casa natal se
establecen valores de sueño, últimos valores que permanecen cuando la casa ya
no existe. Centros de tedio, centros de soledad, centros de ensueño que se
60
Ibídem, p. 31. 61
Ídem.
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32
agrupan para constituir la casa onírica, más duradera que los recuerdos dispersos
en la casa natal. 62
Así, vivir un espacio en la imaginación es un poder conferido por la casa, que posibilita
que nuestros recuerdos tengan albergue tras sus muros, en el lugar de la memoria.
Nuestra intimidad se encuentra resguardada en esos espacios y, por eso, una mirada
hacia el pasado deber partir del análisis de los mismos en relación con el sujeto que los
habitó, sus costumbres, las situaciones vividas, las situaciones soñadas y las imágenes
principales. Vinculada a la memoria, la casa posee el valor del sueño último que
permanece aun cuando esta ha desaparecido. De tal forma, casa y sujeto están
fusionados a través de las experiencias vividas y los recuerdos que el hombre tenga de
ellas.
Bachelard establece además una distinción fundamental entre “la casa de los hombres”
y “la casa de las cosas”. En la segunda, los objetos y muebles que la constituyen juegan
un papel esencial para el resguardo de los valores de intimidad. Con respecto a esto dice
Bachelard:
Lo que guarda activamente la casa, lo que une en la casa el pasado más próximo
al porvenir más cercano, lo que mantiene en la seguridad de ser, es la acción
doméstica. En cuanto se introduce un fulgor de conciencia en el gesto maquinal,
en cuanto se hace fenomenología lustrando un mueble viejo, se sienten nacer,
bajo la dulce rutina doméstica, impresiones nuevas. La conciencia lo rejuvenece
todo. Da a los actos más familiares un valor de iniciación. Domina la memoria.63
Solamente hicimos referencia en este apartado a una de las tantas propuestas que hace
Gaston Bachelard en La poética del espacio, por ser la que está más vinculada a nuestra
investigación. La utilidad que posee para nuestros estudios es complementaria, sin
ignorar que muchos teóricos y críticos literarios han cuestionado las deficiencias
presentes en la obra. El propio Janusz Slawinski, en el texto analizado anteriormente,
plantea que: “la vasta esfera de problemas- alimentada por las ideas de Jung y Bachelard
[…] no funciona en el pensamiento científico-literario de hoy como una unidad
independiente”. Observa cómo muchas veces esas obras son anexadas a problemáticas
62
Ibídem, p. 37. 63
Ibídem, p. 75.
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33
de estilística, poética histórica o culturología. María Rubio Martín, en su obra
Estructuras imaginarias de la poesía64
afirma que: “la obra de Gaston Bachelard se
presenta bajo el signo de lo ambiguo y lo sugerente. Su gran atractivo reside
precisamente en la imprecisión de sus postulados teóricos y en el hechizo de su
exquisita pluma”.65
También habla sobre la ambigüedad de sus propuestas que en
ocasiones no llegan a ofrecer una teoría acabada. Finalmente, la obra bachelardiana ha
sido considerada66
como micro- crítica literaria por su falta de coherencia, acabado y
rigor expositivo, reluciendo más por la condición de poeta y filósofo de su autor que por
los postulados teóricos presentes en ella.
1.6 Michel Butor: “Filosofía del mobiliario”
Michel Butor, en su texto “Filosofía del mobiliario”67
expone, también, la importancia
que presentan las artes decorativas y los objetos en la novela. Plantea la estrecha
relación que hay entre ellos y la existencia del hombre. La presencia de los mismos en
la escena no se reduce a la mera descripción con fines decorativos sino que son signos
constitutivos de las características de los personajes. Según Butor, “los objetos tienen
una vida histórica correlativa a la de sus dueños, porque el hombre no forma un todo por
sí solo”.68
Al escribir una novela no se compone simplemente un grupo de acciones
humanas sino que están integradas a un sistema que incluye elementos materiales
necesariamente vinculados a los personajes de manera positiva o negativa. En palabras
del autor: “los objetos son, por lo tanto, los fósiles de la realidad humana, y mientras
aún no haya muerto, son ya su osamenta, su esqueleto externo”.69
El escritor tiene la función de amueblar un espacio. De construir un complejo universo
lleno de niveles y signos que conforman la obra narrativa. Los objetos vienen a ser una
suerte de datos semánticos, de pequeños códigos que se introducen a partir de los cuales
se derivan características de los personajes, no sólo con ellos mismos sino con el lugar
habitado. El mobiliario habla sobre la forma de habitar un escenario y sus valores
positivos o negativos. En la manera que sea amueblado− o no− este espacio residen
64
María Rubio Martín: Estructuras imaginarias en la poesía. Ediciones Jucar, Madrid, 1991. 65
Ibídem., p. 84. 66
Ibídem., pp. 85-86. 67
Michel Butor: “El espacio en la novela”, en Sobre la literatura, t. II. Editorial Seix Barral, S. A.
Barcelona, 1967, pp. 51-75. 68
Ibídem, p. 68. 69
Ibídem, p. 72.
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34
muchas de las claves constitutivas de una obra. Como plantea Fernando Aínsa:
“construir y habitar han concretado el lugar, el topos, al describirlo lo han convertido en
logos. El espacio imaginario resultante puede reflejarlo, trascenderlo o desmentirlo; en
todo caso lo significa y enriquece”.70
1.7 Conclusiones al margen
Como se habrá podido inferir, el interesado en acercarse al espacio literario cuenta con
un problema esencial: la diversidad de criterios teóricos y la carencia de un estudio que
logre aunar varias de estas propuestas. Durante mucho tiempo el espacio fue obviado o
desvalorizado por los estudiosos de la literatura y, quizás, esto se deba a la “supuesta
subordinación” que posee con respecto al resto de las figuras narratológicas. Hace unos
pocos años que se comenzaron a retomar estos estudios en el ámbito académico. Aun
así, son pocos los que ofrecen una visión profunda y a la vez “abarcadora” sobre el
tema. El espacio literario a las alturas del siglo XXI continúa siendo una zona por
conquistar en el ámbito de los estudios teóricos. Muchos vacíos han sido completados
de un tiempo a esta parte pero entre ellos podemos observar los intersticios no
contemplados con detenimiento, las fisuras de un tema inagotado. No ignoramos con
estos planteamientos las múltiples perspectivas que encierra este tópico, quizás, en ellas
resida la fragmentariedad que gobierna cuando se habla de estudios sobre espacio
literario. Como plantea Alicia LLarena “ salvo excepciones, cualquiera que se acerque a
lo que conocemos por «espacio literario» deberá conquistar a retazos, diseminadas
como capítulos en medio de una teoría general, esparcidas al roce de cualquier otra
cuestión, las observaciones teóricas sobre este capital elemento”.71
Este breve capítulo no pretende ser la excepción de la regla. Hemos tratado de hacer tan
solo una traza sobre la cual erigir nuestra investigación cuyo interés principal radica en
demostrar el protagonismo que posee el tratamiento del espacio narrativo en la novela
Tuyo es el reino para la configuración del marco global de significaciones de la obra.
Intentaremos hacer un análisis de la puesta en práctica de las unidades morfológicas de
representación espacial propuestas por Janusz Slawinski, y las desviaciones
significativas que conforman esta propuesta literaria: una de ellas es la utilización de la
70 Fernando Aínsa, obra citada, p. 15.
71Alicia Llarena: “El espacio narrativo o el lugar de la coherencia: para un estudio de la novela
hispanoamericana actual”, en Hispamerica, Maryland, vol. 24, no. 70, abril, 1995, pp. 3-16.
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35
memoria y su especial utilidad en la representación espacial, para lo cual la propuesta de
Gaston Bachelard se hace indispensable. Nos apoyaremos también en muchos de los
conceptos básicos que se han manejado en este capítulo como lo son: la noción de límite
y acontecimiento, del semiólogo Iuri Lotman; las distinciones establecidas entre espacio
y lugar, por Mieke Bal; los registros sensoriales, de Algirdas- Julien Greimas y la
importancia concedida a los objetos por Michel Butor. Es importante señalar que estos
criterios sólo serán utilizados como apoyaturas secundarias con respecto a las teorías de
Slawinski y Bachelard.
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Capítulo II
2.1 Las ínsulas del reino
[…]Bajo la lluvia, bajo el olor, bajo todo lo que es una realidad,
un pueblo se hace y se deshace dejando testimonios.
«La isla en peso»
Virgilio Piñera
El espacio narrativo, entendido a través de los conceptos desarrollados durante el
capítulo anterior, es un componente crucial en todo texto literario y no se limita a ser
una opción de mera literaturidad sino que constituye una vía de modelación de la
actitud del hombre frente a su cultura, y una manera indirecta, pero significativa de
juzgar su propio entorno o sus modos de existencia social. Tuyo es el reino es una
novela donde el espacio, lejos de ser una simple figuración topológica adquiere―por
sus características― interpretaciones y significados culturales imprescindibles en el
marco global de significaciones de la obra. Este capítulo intenta decosntruir la diversa
red de elementos que lo componen con el ánimo de asir la propuesta narrativa oculta en
este universo de símbolos.
Primeramente, la novela entrelaza tres circunstancias: la ficcional, la metaficcional y la
objetiva histórica. La ficcional abarca la mayor parte de la obra y se estructura a partir
de cuatro capítulos titulados: «Una noche en la historia del mundo», «Mi nombre es
Scheherazada», «Los fieles difuntos» y «Finis Gloriae Mundi». En ella se narran hechos
acaecidos en una finca de Marianao llamada «La Isla»72
los cuales transcurren durante
los últimos meses de 1958, antes del triunfo de la Revolución Cubana; y aunque no se
haga referencia al factor histórico de forma explícita en esta parte de la novela, sí se
alude al mismo de forma simbólica. En un epílogo titulado «La vida perdurable»,
asistimos a la condición metanarrativa del texto: uno de los personajes de la ficción,
Sebastián, declara que motivado por el acto de la escritura y por su maestro, Virgilio
Piñera, se decidió a contar la historia de su infancia. A partir de estas tres circunstancias
intentaremos demostrar la riqueza que posee el tratamiento del espacio narrativo como
72
Debido a la confusión que puede ocasionar la nomenclatura del espacio ficcional con el de la propia
Isla de Cuba, haremos referencia al nombre de la primera como «La Isla» y a Cuba como la Isla.
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37
elemento organizador en torno al cual se construyen características no espaciales que
convierten al texto en una estructura productora de diversos significados.
2.2La literatura: un universo alternativo
Desde tiempos inmemorables, la literatura ha sido un sistema alternativo a la realidad;
ese “otro espacio” que en épocas de catástrofes le ha servido al escritor como refugio
donde conservar sus más preciados tesoros. Gaston Bachelard nos comenta cómo la
ensoñación representa para el sujeto un escape de la realidad, donde el hombre tiene los
privilegios de recordar, volver a vivir los espacios del pasado y también de recrearlos.
Es en el ensueño donde se guardan los valores de esos espacios vividos, lo cuales
pueden ser restituidos a través de las imágenes; aunque durante esta rememoración no
se recuerda un espacio tal cual sino una selección de los elementos que fueron
significativos a partir de características propiamente subjetivas y sensoriales. La
memoria funciona siempre como catalizador y agente de una imposible reconstrucción
pues el ejercicio memorístico conduce inevitablemente a la fabulación. Como dice Hugo
Achúgar: “en toda representación se produce una sustitución, una traducción. La arcilla
amasada de la efigie traduce, sustituye, representa el individuo. Amasar es traducir, es
transformar, es cambiar, es llevar el material o la materia de un estado a otro”.73
Sebastián, protagonista y narrador de la novela, se decide a recrear el espacio de su
infancia con la intención primera de evadirse de una realidad que percibe, de alguna
manera, como hostil:
[…] El espectáculo de la calle resulta pavoroso: desde hace una semana no
pasan los basureros, bolsos de basura crecen y en las esquinas, con ellos, crece
también el número de moscas y es mefítica la inservible brisa que corre.
Amenazante y feroz como un animal, el sol se apodera de la calle. Una multitud,
hombres y mujeres en bicicletas, sudorosos, llorosos, tristes, cansados,
aburridos, llena la calle brillante, también feroz, también amenazante. Otros se
sientan en las aceras, inexpresivos, a esperar no saben qué, que no hay nada que
esperar, ni siquiera se sientan a matar el tiempo, no hay tiempo, el tiempo no
existe, el tiempo no es ningún niño que juega a los dados, no hay niños, no hay
73
Hugo Achúgar: “Ciudad, ficción y memoria. Primer ingreso a las ciudades sumergidas”, en Casa de las
Américas, no., 208, año XXXVIII., julio-septiembre, 1997, p. 18.
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38
dados, el tiempo en esta calle, en esta ciudad, es un remolino de polvo con dos
fechas, nacimiento y muerte.74
El acto de la escritura es el medio que encuentra este sujeto como forma de escape y
aislamiento. La ensoñación le permite la evasión, la cual no es más que la recreación del
espacio de su infancia a partir de una jerarquía de elementos que le fueron significativos
en un pasado y le resultan simbólicos desde el presente. Como dice Bachelard, “los
espacios del pasado expresan en el hombre una jerarquía de las diversas funciones de
habitar”75
y siempre se deberá partir del análisis de los mismos en relación con el sujeto
que los habita, sus costumbres, las situaciones vividas, las situaciones soñadas y las
imágenes principales. Este mundo ficcional además de tener la particularidad de ser la
recreación de la visión de un niño de once años, Sebastián, constituye un juego de
recuerdos y ficción, que se instaura en un espacio simbólico sobre la base de recuerdos
pueriles. Y sabemos que toda representación espacial se organiza en función de la
perspectiva que lo guía. Toda novela en la medida que aspira a ser una estructura dotada
de sentido propone su propio sistema de lugares:
La representación por la palabra de una visión del mundo deviene siempre una
operación subjetiva. […] La imagen del espacio se filtra y se distorsiona a través
de mecanismos que transforman toda percepción exterior en experiencia
psíquica y hacen de todo topos un espacio experimental. […] La intencionalidad
del sujeto define pues la objetividad de las cosas.76
A partir de estos primeros elementos podemos ver que el lugar constituido en el marco
principal de la obra es un territorio donde el individuo no se siente a gusto y, por lo
tanto, crea un espacio alternativo perteneciente a su vida pasada compuesto por
recuerdos y fabulaciones donde la perspectiva que lo guía resulta fundamental, puesto
que , instaura la captación de un sitio “conflictivo” en varios sentidos: es un lugar
constituido por la nostalgia de la infancia y el tiempo pasado que re-construye a través
de la escritura; y conformado de forma fragmentaria, pues, en alguna medida, está
marcado por el ritmo de la memoria y la visión de un universo infantil. Por lo tanto, la
74
Abilio Estévez: Tuyo es el reino. Ediciones Unión, La Habana, 1998, p. 352. 75
Gaston Bachelard: La poética del espacio. Fondo de Cultura Económica, Francia, 1987, p. 28. 76
Fernando Aínsa: Espacios del imaginario latinoamericano. Propuestas de geopoética. Editorial Arte y
Literatura, La Habana, 2002, p. 19.
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39
escena se construye sobre la base de elementos simbólicos que poseen estrecha relación
con el espacio y toda mirada al pasado implica, de una forma u otra, un enjuiciamiento
tácito de la realidad.
2.3 Espacio metaficcional: «La Isla»
Descripción
La novela se desarrolla en una finca de Marianao llamada «La Isla» que a su vez se
encuentra dentro de una isla real: la Cuba de finales de los años 50. Este lugar cumple
con las características propias de la geografía insular y sus personajes poseen una
relación conflictiva con este espacio que se corresponde con muchos de los mitos que
han sido trazados sobre la existencia isleña.
Es un lugar con límites bien precisos: se diferencia del resto de la ciudad por una gran
puerta que da a la calle de Línea; se cuenta que la entrada debió haber sido suntuosa
hace años pero ahora tiene dos severas columnas que sostienen un frontón y una
“solemne verja bastante herrumbrosa” que permanece cerrada con candado; para entrar
es necesario tocar una campana. Está, además, rodeada y cercada por árboles; la
vegetación es exuberante, heterogénea y hasta irreal.
Este sitio se muestra como un espacio alternativo, un microcosmos diferenciado del
resto de la ciudad donde “no importa que allá afuera, en la calle, el calor sea
insoportable. El zaguán está fresco y húmedo”.77
De ahí se accede a una galería que
posee paredes amarillas y techos sucios. Se observan objetos como “una escupidera de
metal”, “una percha desgastada sin uso” y estatuas que decoran toda la región. Las casas
se disponen de forma rectangular y en el centro hay una fuente de agua verdosa que
tiene la escultura de un niño con una oca en los brazos.
«La Isla» se divide en dos espacios: «el Más Allá» y «el Más Acá». El primero es
prácticamente intransitable y solo se puede acceder a él través de una estrecha puertecita
de madera. Es: “una amplia faja de terreno no delimitada por el rectángulo del edificio,
una faja de terreno libre que corre hacia el río”.78
Luego hay un marabuzal, llamado
Monte Barreto, que conduce por un torpe camino hacia el mar.
77
Ibídem, p. 16. 78
Ibídem, p. 17.
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40
A través de la voz del narrador queda representado el espacio narrativo en las primeras
páginas de la novela. Según Janusz Slawinski, la descripción es la primera unidad
morfológica de representación espacial donde se muestra meramente el plano figurativo
de la ficción. Vemos cómo mediante narraciones de este tipo ―aunque el teórico deja
claro que no son los únicos mecanismos reproductores del espacio―queda figurado el
escenario.
Escenario o lugar
El escenario es el lugar o conjunto de lugares donde confluyen otros componentes como
son: los acontecimientos, los personajes, las acciones y las vivencias. Tal estructura se
encuentra de alguna forma subordinada a dichos elementos. En el capítulo anterior se
hizo referencia a las tres funciones básicas que cumple el escenario. Estas son:
a) Determina (o sea, diferencia, separa, clasifica) el territorio en que se extiende
la red de personajes;
b) constituye un conjunto de localizaciones —de los acontecimientos fabulares,
escenas y situaciones en que participan los personajes;
c) interviene como índice objetual de cierta estrategia comunicacional instituida
en el marco de la obra.79
El escenario en Tuyo es el reino es un lugar perfectamente escindido y delimitado. Si
recordamos al semiólogo ruso Iuri Lotman, vemos que la noción de límite es el rasgo
tropológico configurador de esta novela. La isla está dotada de una compleja estructura
a la manera de cajas chinas: una «Isla» dentro de otra “isla”;80
la primera, se subdivide,
como mencionamos anteriormente, entre «el Más Acá» y «el Más Allá». Según Lotman,
en la forma en que el límite divide al texto reside una de las características
fundamentales de toda obra. La pertenencia de los personajes a cada uno de estos
subespacios marca sus rasgos distintivos o sus relaciones sociales con el resto; y la
trasgresión de la frontera conlleva al acontecimiento.
Todos los personajes de la novela habitan «el Más Acá» y les es imposible trascender
esas fronteras pues, el «Más Allá» es prácticamente intransitable. Pertenecen a un
79
Janusz Slawinski: “El espacio en la literatura: distinciones elementales y evidencias introductorias”, en
Textos y contextos, selección y traducción por Desiderio Navarro, t. II, La Habana, 1989, pp. 265-287. 80
Cuba
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41
mundo cerrado y monótono en contraposición a esa otra “amplia faja de terreno libre”.81
Resulta curioso que el único personaje que vive fuera de la isla es un jamaiquino, el
profesor Kingston, quien puede entrar a esta cada vez que lo desee.
Si miramos la finca desde una perspectiva alegórica tiene sentido que el jamaiquino
Kingston― nombre también de la capital de Jamaica― viva muy cerca de «La Isla»
aunque forme parte de ese sitio al que llaman «Más Allá» y al cual no pueden acceder el
resto de los personajes. Objetivamente Jamaica, al igual que Cuba, es otra de las islas
del mar Caribe. Por tanto, esta referencia puede poseer cierto carácter simbólico en la
construcción de un sistema de signos mayores en torno a la nación cubana perceptible a
lo largo de la novela.
Los dos pedazos en los que «La Isla» se fragmenta se pueden mostrar a través de pares
dicotómicos de naturaleza espacial como dentro/fuera o cerrado/abierto, los cuales
connotan significaciones de otro tipo: carcelario/libre, hostil/feliz. Dichas connotaciones
se presentan a partir de los parlamentos de los propios personajes que reflexionan
asiduamente sobre su condición geográfica.
El acontecimiento en la novela está dado a partir de la transgresión del límite. En la
descripción del espacio vemos que «La Isla» es un sitio doblemente enclaustrado donde
la reja y el candado refuerzan esta idea. Helena, uno de los personajes, es la encargada
de vigilar el lugar; y la protectora de la llave que permite el acceso a la finca. Dos
acontecimientos simbólicos desencadenan una serie de cambios en este sitio: un ciclón
y la presencia de dos seres extraños.
La perspectiva desde la que se relatan los hechos de la trama fabular es un sistema de
narración enmarcado y polifónico. Se aprecia la presencia de un narrador principal pero
es imposible discernir su identidad. Sólo en el epílogo, Sebastián declara explícitamente
ser el narrador quien les cede la voz a los distintos personajes que, generalmente,
reflexionan sobre su pasado o sobre los hechos presentes en forma de monólogo. Sus
parlamentos no poseen marca alguna por lo que en ocasiones resulta imposible descifrar
la identificación del emisor. La realidad, por lo tanto, se va conformando a través de una
visión poliédrica, mediante sistemas de alusión relacionados con elementos de la
atmósfera y el espacio habitado por los personajes.
81
Abilio Estévez: obra citada, p. 17.
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42
Este mundo aparentemente monótono se ve amenazado en el primer capítulo donde de
forma inesperada todos presencian dos hechos insólitos: una tormenta y la aparición de
dos figuras: un marinero y un herido. Cada personaje narra las circunstancias
extraordinarias en las que se ha desatado el huracán el cual ha sido utilizado en la
literatura cubana, desde el siglo XIX, como recurso estético y posee gran valor
simbólico. Según Fernando Ortiz:
El ícono cubano símbolo del huracán […] lo fue de la revolución como
fenómeno cósmico. Revolución que destruye y reconstruye, que deshace y
rehace, que así desarraiga como resiembra y hace germinar. El símbolo de la
“revolución”, que tanto aniquila como crea, en la fenomenología cósmica como
en lo social. La rueda del alfarero con sus revoluciones forma las vasijas de
barro y así fue como, en la mitología egipcia se crearon los seres humanos; pero
también esa misma rueda revolucionaria transforma las sociedades, según la
metáfora milenaria de esos mismos pobladores de Egipto.82
La tempestad que se desata a finales de octubre no es más que la representación
simbólica de un acontecimiento histórico real: el cambio que trajo la Revolución
Cubana. Este símbolo desencadena un conjunto de peripecias en la novela que tiene su
equivalente en la circunstancia histórica objetiva. Los vientos que desata la tempestad
son la señal de un cambio; esos aires que remuevan todo lo muerto, lo estático y lo
rutinario del mundo de «La Isla».
Los personajes experimentan una serie de sucesos raros que evidencian la presencia de
alguien en el lugar. Este hecho junto al motivo de la tempestad constituye el
acontecimiento; el elemento desencadenante de la trama fabular: El profesor Kingston
oye pasos en el «Más Allá»; la señorita Berta se siente observada; Irene, al llegar a su
casa se encuentra un jarrón roto y no puede recordar el origen del mismo; Mercedes ve
un hombre en la ventana; Helena, custodio del lugar, ve un desconocido y se encuentra
una de las estatuas manchada de sangre; Rolo se halla un marinero en la estación de
trenes; Marta siente a alguien detrás de la puerta y cuando abre se encuentra un charco
de sangre; Chacho deja de hablar ese día; Chavito desaparece; Merengue presiente que
82
Fernando Ortiz: El huracán, su mitología y sus símbolos. Fondo de Cultura Económica, México D.F.,
2005, p. 467.
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43
es una mala noche; y Tingo y Sebastián acceden al «Más allá » donde encuentran a un
herido envuelto en una bandera cubana.
La tempestad, el herido y el marinero son los detonantes de los cambios que sufrirá el
lugar, que culmina incendiado por uno de sus personajes. La configuración del espacio
en este universo narrativo es fundamental pues juega un papel protagónico en el
desarrollo de la trama fabular y constituye un factor esencial en la transformación de
dicho universo.
«Lo insular» y «los insulares»
La novela se conforma, básicamente, a través de sistemas de alusión de naturaleza
espacial. La relación que poseen los personajes con su espacio es plasmada a través de
secuencias narrativas que aluden a tópicos propios de la cultura insular como son: la
lluvia, el mar, la vegetación, el clima y la luz. Es un universo conformado a partir de lo
sensorial, pues, la captación del mismo y sus transformaciones sólo puede tener lugar a
través de los órganos de los sentidos. Según Greimas: la vista, el oído y el tacto son
factores principales para la representación de un espacio en la historia narrativa.
Los personajes mantienen una relación conflictiva con su espacio. Además habitan una
doble isla, tienen un modo de existencia insular que los limita y afecta en alguna de sus
experiencias vitales ya que todos poseen cierta deficiencia paradigmática: el profesor
Kingston respira con mucha dificultad; Berta se siente constantemente observada; Irene
ha perdido la memoria; Marta es ciega; Chacho deja de hablar; Tingo es retrasado;
Tatina es síndrome de down; la Condesa Descalza está loca; Casta Diva es una
frustrada; Rolo posee una preferencia sexual diferente y Mercedes se siente inconforme
con su identidad pues desearía ser un personaje de novela.
Todos son seres “afectados” o “alternos”, víctimas de la paranoia o condición insular
aunque la experimenten de maneras diversas. El capítulo II, «Mi nombre es
Scheherazada» se presenta la primera secuencia narrativa de carácter espacial en torno a
la lluvia que ha desatado la tempestad. El narrador introduce los comentarios:
Llueve. Con furia. Como este relato se escribe en Cuba, la lluvia cae con furia.
Diferente sería si se estuviera escribiendo en cualquier parte del mundo. Aquí no
existen orvallos (como escribiría un autor gallego), ni eternas lloviznas parisinas.
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Aquí sólo se puede describir una lluvia desesperada. En Cuba el Apocalipsis no
sorprende: ha sido siempre un suceso cotidiano. Razón por la cual, este capítulo
comienza con un aguacero que presagia el fin de los tiempos.83
La transgresión del límite y el huracán han traído como consecuencia esencial un
cambio de atmósfera simbólico y apocalíptico que comienza a ser percibido por los
personajes. Todos, encerrados en sus casas, monologan sobre las sensaciones que les
trae la lluvia. A Rolo le gusta sentirse encarcelado, el olor de la humedad y el sonido del
agua; Casta Diva odia tales emociones; Lucio adora la lluvia porque se pone triste y
nostálgico; Irene no se deleita con ella, pues le refuerza su condición amnésica, antes se
ponía a recordar su pasado; Merengue disfruta de la lluvia pero reconoce que hay algo
diabólico en esa tarde; Doña Juana duerme mejor con el sonido del agua; Berta se
siente más observada dentro de su casa y no puede escapar a «La Isla» en busca de
compañía; Mercedes aprovecha la ocasión para travestir su identidad en algún personaje
de novela; Marta siempre que llueve tiene la impresión de que va a poder soñar, lo cual
nunca se cumple; Melissa sube desnuda a la azotea y siente que es acariciada por miles
de manos; Tingo adora no tener que ir a la escuela y Sebastián aprovecha la oportunidad
para leer o contar historias.
Otro de los elementos propios de la geografía insular que aparece reflejado como
secuencia narrativa es el mar, tratado en la novela a partir de varias connotaciones.
Representa el límite objetivo, la frontera, la cárcel que despierta en el habitante de la
isla el deseo de transgredir el horizonte pues, en contraposición a ese pequeño territorio
oclusivo, simboliza la noción de infinitud y libertad. También podemos verlo como
lugar de sosiego y placer; o espacio capaz de despertar nostalgia en los personajes a
través de la contemplación de sus olas que como los recuerdos, siempre regresan a la
arena. Así pues, el mar es un lugar de significaciones ambivalentes que como bien
afirman Luis Álvarez y Margarita Mateo:
Esta dualidad de sentidos de la insularidad ―cerco y lejanía, encierro y libertad,
contención y soltura, recogimiento y expansión― remitirá siempre a una
conciencia de la distancia, tangencia física y límite que puede asumirse hacia el
interior, buscando un repliegue frente a la vastedad del paisaje […] pero también
puede volverse hacia afuera en un afán de romper el aislamiento y suplir con el
83
Abilio Estévez: obra citada, p.89.
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45
espacio o la fantasía aquel espacio otro que le fue vedado. La mirada fija en el
horizonte puede conducir al espejismo, a suplir lo ausente por la fuerza de la
imaginación.84
En el capítulo III, algunos de los personajes se dirigen hacia el mar. Aparentemente,
todos buscan distraerse de los problemas que están aconteciendo en «La Isla» pero
vemos cómo la contemplación de este vasto horizonte acuoso les despierta sensaciones
desiguales. Vido disfruta el placer de nadar entre las cálidas aguas mientras que
Mercedes se pone nostálgica. Al igual que las olas que regresan siempre a la arena, sus
recuerdos le vuelven a la memoria para recrear el día en que su madre desapareció.
Rolo, sentado junto a estos personajes, aprovecha el mar como motivación para
reflexionar. En cambio, la Condesa Descalza percibe el mar como condición fatal,
cárcel y encierro:
Según el Diccionario de la Academia, Isla es una “porción de tierra rodeada
enteramente de agua”, […] para el habitante de las islas se trata de algo profundo
y patético. […] La frase del diccionario utiliza palabras que nos llenan de pavor:
“porción de tierra”, quiere decir algo menguado, algo breve, una cantidad
arrebatada a otra mayor; “rodeada”, participio de un verbo de connotaciones
guerreras, de resonancias carcelarias; “enteramente de agua”, observen como la
frase adverbial evoca la posibilidad de escapatoria: el agua símbolo de origen y
la vida lo es también de la muerte.85
Otra de las connotaciones que están presentes en la novela es el mar como vía de
salvación y escape. En el capítulo IV, « Finis Gloriae Mundi », Sebastián, Vido y Tingo
construyen una balsa para escapar de «La Isla», aunque finalmente esta es destruida por
las olas. Se trata, además, como lugar relacionado con la muerte. Según Cirlot en su
Diccionario de Símbolos:
The symbolic significance of the sea corresponds to that of the «Lower Ocean»
the waters in flux, the transitional and mediating agent between the non- formal
(air and gases) and the formal (earth and solids) and, by analogy, between life
and death. The waters of the oceans are thus seen not only as the source of life
84
Luis Álvarez Álvarez y Margarita Mateo Palmer: El Caribe en su discurso literario. Santiago de Cuba,
2005. p. 96. 85
Abilio Estévez: obra citada, p. 179.
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46
but also as its goal. «To return to the sea» is «to return to the mother», that is, to
die.86
Varios personajes se adentran en el mar como significación simbólica del acto de morir:
Kingston es conducido por el marinero al océano, donde se monta en un bote junto con
su esposa muerta y se aleja; luego es encontrado fallecido en su cama por los habitantes
de la finca. Marta también sube a un barco que encuentra en la orilla y ve como la isla
explota a lo lejos. Merengue, en cambio, ve a Chavito, su hijo ―personaje
desaparecido― caminar sobre el agua pero en vez de seguirlo, decide regresar a su casa
porque no confía en la veracidad de tal acontecimiento.
El mar, por lo tanto, es otro de los elementos espaciales que, además de poseer una
configuración simbólica, influye sobre la vida de estos seres: les ofrece deleite, los
protege, los cerca, los oprime, les permite rememorar, escapar de la isla y hasta les
propicia una forma “otra” de acceder al mundo de los muertos. De este modo,
constituye una parte esencial de sus vidas.
También se ofrece una visión hiperbólica de la vegetación que rodea en forma circular a
«La Isla», la oculta del resto de la ciudad y amenaza a los personajes con destruir sus
casas mediante fuertes raíces que crecen de manera desmedida y levantan las aceras de
las galerías. La Condesa Descalza afirma a lo largo de toda la novela que no viven en
una isla sino en un “monstruo lleno de árboles”. Para otros, la abundancia de la
vegetación es:
[…] una amplia arboleda de pinos, casuarinas. Majaguas, yagrumas, palmas,
ceibas y las matas de mango y de guanábana que dan los frutos más grandes y
más dulces, Y hay también (cosa sorprendente) álamos, sauces, cipreses, olivos,
y hasta un espléndido sándalo de Ceilán.87
Esta condición de la vegetación debe ser mirada bajo sospecha y tiene estrecha relación
con una característica sui generis del propio espacio y que hemos ido desarrollando de
86
Eduardo Cirlot: Diccionario de Símbolos. Editorial Routledge & Kegan Paul, 1962.
(Su sentido simbólico corresponde al de << océano inferior >>, al de las aguas en movimiento, agente
transitivo y mediador entre lo no formal (aire, gas) y lo formal (tierra, sólido) y, analógicamente, entre la
vida y la muerte. El mar, los océanos, se consideran así como la fuente de la vida y el final de la misma.
<<Volver al mar>> es como <<retornar a la madre>>, morir). 87
Abilio Estévez: obra citada, p. 15.
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47
forma elíptica. Los pares dicotómicos realidad e irrealidad responden a un solo factor: la
heterogeneidad. Este mundo es construido a partir de fragmentos, impresiones, acciones
e ideas de sus personajes. Cada uno posee una forma peculiar de percibir el espacio e
interactuar con él. La imagen del entorno se va conformando a través de muchos
pensamientos y formas de concebirlo. Es por esto que se dice que: “ la Isla (el Más Allá
y el Más Acá) es muchas islas, muchos patios, tantos, que a veces ellos mismos que
viven allí desde hace años, se pierden y no saben a dónde dirigirse”88
y para cada hora y
cada luz hay una isla diferente. Cada uno vive y es una isla propia, encarnando un poco
la simbología de la conciencia que fluye en el mar de los pensamientos así como fluyen
los monólogos de los diferentes personajes a lo largo de la novela. Geográficamente, es
una isla dentro de otra y, a su vez, muchas islas en su interior; disímiles realidades y
personajes. Así, se pone en crisis el concepto de realidad como lugar coherente y
ordenado.
En el último capítulo, Dios, con la imagen física del herido aparece ante Berta y le dice
que ha perdido la isla en una apuesta con el diablo, representado simbólicamente como
el marinero. Todos los personajes perciben físicamente diferentes a estas dos figuras lo
cual es una manera de figurar las múltiples representaciones a través de las cuales se
enfrenta el ser humano a la espiritualidad. Cada uno posee su propio modo de ver a
Dios, ya sea mediante la práctica de una religión y adoración a una imagen u otra.
Aunque sabemos que este mundo ficcional no es más que la construcción memorística y
subjetiva de uno de sus personajes, para quien la única religión capaz de ofrecerle al
individuo la vida eterna es la literatura; y en ese reino, Virgilio Piñera es su Dios.
88
Ibídem, pp. 17-18.
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48
Las casas y el mobiliario de la finca: identidad y otras connotaciones
Según Bachelard, la casa es un instrumento de análisis del alma humana pues contiene
valores de intimidad debido a que en ella se alojan nuestros sentimientos, pensamientos,
recuerdos y olvidos. A través de la relación que surge entre la casa y el hombre
podemos apreciar no sólo los valores de intimidad en el espacio interior sino también
cómo influye este dialogo en el comportamiento del individuo.
A partir de un análisis de las casas de «La Isla» y el mobiliario que contienen,
observamos las diferentes formas en que cada personaje se relaciona con ellas; y las
funciones que cumplen como sistema caracterizador de este universo.
En consonancia con un espacio monótono y rutinario, las casas, desde un punto de vista
externo, están dispuestas una al lado de la otra formando un rectángulo que detiene “a
duras penas el avance de los árboles”.89
Visualmente, tal reiteración arquitectónica de
elementos refuerza las connotaciones de un espacio hostil e inerte que lucha contra un
entorno agresivo y el avance del tiempo. Se dice que las paredes de las galerías son “de
un amarillo deslucido, y el techo, supuestamente blanco, es tan amarillo como las
paredes”.90
Internamente, las casas que habitan los personajes son lugares lóbregos,
oscuros, pequeños que fortalecen la idea de encierro natural. Las ventanas de la casa del
profesor Kingston, por ejemplo, están tan altas que sólo pueden ser cerradas por una
vara.
La casa, además, es el refugio por excelencia de cada uno de los personajes de la
novela, el lugar propicio para la rememoración y la reflexión, asunto esencial para la
trama fabular si recordamos que la realidad ficcional se va conformando a través de los
monólogos de cada uno de ellos. Esto se puede ver en el parlamento de Consuelo:
Ignoro si todos los seres humanos conocen qué encierra la frase “quedar sin
casa”. No hay perplejidad que se le pueda comparar. No hay desamparo que se
le pueda comparar. No hay terror que se le pueda comparar. Es que cuando una
casa se la lleva el mar, no se va solo un techo donde guarecerte de la intemperie,
de la lluvia, del frío, de la luna, no se va solo el lugar donde sueños, grandezas y
mezquindades están a salvo de la mirada severa del otro, del que te busca y
89
Abilio Estévez: obra citada, p. 15. 90
Ibídem, p. 16.
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49
estudia para saber en qué lugar del cuerpo escondes la debilidad, en qué lugar
guardas lo que no debe ser visible, es que no va solo lo que te protege y da calor,
el lugar que permite que tú seas lo más tú de todos los tú que muestras, es que
una casa no es solo el Lugar, aquel del refugio y del pudor, una casa también es
el almacén de tus recuerdos. […] es también el lugar que has construido a tu
escala, donde no te sientes una mísera partícula en el plano infinito en el tiempo
y en el espacio, es ponerle límites al universo y decir […] mi lugar es este, y es
bueno porque es mi lugar.91
La casa es un signo insuperable de identidad que le otorga fuerza expresiva a la
narración y al mundo que se desea representar. Como espacio interior donde transcurre
la vida de los personajes es representativa de sus valores de intimidad, sus gustos y
necesidades. A una escala mayor, esta construcción arquitectónica es un símbolo
representativo de una cultura y del entorno de una sociedad o nación. No en vano decía
Martí que la historia del hombre se podía contar a partir de sus casas. A. Rapoport
afirma que:
La casa no es solo una estructura, sino una institución creada para un complejo
grupo de fines, porque la construcción de una casa es un fenómeno cultural, sus
formas y organización están muy definidas por el milieu cultural al que
pertenece. Desde hace mucho tiempo, la casa es, para el hombre primitivo, algo
más que un techo y, casi desde el principio la función era mucho más que un
concepto físico o utilitario. Si la función pasiva de la casa es la provisión de un
techo, su fin positivo es la creación de un entorno más adecuado al modo de vida
de un pueblo, en otras palabras, una mirada espacial social.92
Dentro ella, se encuentran los objetos y el mobiliario que también son esenciales en este
sentido pues forman parte de una cultura del gusto, de la época, de las costumbres
sociales y de los poderes adquisitivos. En Tuyo es el reino se utilizan estos elementos
como factores de caracterización de los personajes y su grado de conformidad o no con
el universo narrativo. Como afirma Michel Butor los objetos son “signos constitutivos
91
Ibídem, pp. 305-306. 92
A. Rapoport: Vivienda y cultura, Editorial Gili, S. A., Colección Arquitectura y Crítica, Barcelona,
1972, p. 76.
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50
de las características de los personajes”93
y “tienen una vida histórica correlativa a la de
sus dueños”.94
Así, podemos ver que los asientos son un componente reiterativo a lo largo de toda la
novela, debido a la importancia que tiene la reflexión en la vida de estos seres y la
conformación de la realidad. Cada personaje posee un asiento distintivo― aunque
predominan los sillones. Kingston―personaje negro y proveniente de un país
colonizado― ocupa una comadrita negra, mueble colonial. La señorita Berta es católica
y refinada y aparece sentada en una butaca de muaré. Merengue, personaje de intelecto
bajo y pobre, tiene un sillón de rejilla rota que a duras penas ha sido reconstruido y
Lucio, personaje joven e hiperactivo lo que más odia es sentarse en el sillón de su casa.
Tales muebles no sólo se utilizan como factor de caracterización sino también que son
elementos significativos de una espera cotidiana y repetitiva, de un tiempo que no
transcurre, de una existencia monótona que los convida a recluirse en los recuerdos del
pasado. Expresan la inercia y atemporalidad de un universo rutinario.
Cada personaje mantiene una relación distintiva con sus objetos lo cual está
estrechamente vinculado a sus características personales. Rolo lleva una relación feliz
con su espacio vital: es un hombre que ama la literatura y construye un hogar-librería
donde vive y trabaja, por lo tanto, convive con todos los objetos que ama: sus libros.
Casta Diva, en cambio, odia su casa y los objetos pues le reafirman el caos en el que
vive y sus frustraciones:
Odia el espejo y odia esa imagen […] También odia la reproducción de La
sagrada cena, del Tiziano, manchada por la humedad de la pared. Odia su juego
de cuarto, tan barato, de mala madera, comprado a plazos en “Orbay y Cerrato”,
y odia la butaca, tapizada con damasco dorado renegrido por años y años de
sudores, y odia la cama de Tatina, que es una cama de hospital, de barrotes
metálicos pintados de blanco. Lo único que ama de su cuarto es el bargueño de
nogal adornado con taracea. Es que el bargueño está cerrado con llave, y ella
93
Michel Butor: “El espacio en la novela”, en Sobre la literatura, t. II., Editorial Seix Barral, S. A.,
Barcelona, 1967, p. 68. 94
Ídem
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51
guarda con celo esa llave, y en él están sus secretos, su alma, como ella dice,
aquello que es en verdad.95
Los objetos están estrechamente vinculados a la vida de los sujetos y su identidad. Es
por eso que algunos de los personajes no se sienten a gusto con ellos. Casta Diva es uno
de los más paradigmáticos en ese sentido. Ella siempre soñó con ser una cantante
famosa de ópera, una gran diva, pero sus sueños se fueron disolviendo con el transcurso
de los años y con la responsabilidad que supone el cuidado de dos hijos retrasados. La
disconformidad que posee con su vida es obvia. Este personaje mantiene una relación
conflictiva con su espejo pues es el encargado de reiterarle no sólo que ha perdido su
belleza y ha envejecido sino también que ha fracasado y no ha logrado realizar sus
sueños. La imagen de Casta Diva cobra vida detrás del espejo, se burla de ella, quiere
marcharse de ese encierro o en otras ocasiones, asesinarse. La intolerancia que posee
este personaje con el mueble es consecuencia de la disconformidad que siente con la
realidad, con su identidad.
Chacho, desde que ocurre la tempestad en «La Isla» comienza a perder sus capacidades:
deja de hablar y no se levanta de la cama. Un día, de forma inesperada, toma su
uniforme, sus medallas y los diplomas ganados como radiotelegrafista del cuerpo de
señales y los quema en una gran hoguera. Este acto de destruir sus objetos más
preciados es una forma de romper definitivamente con la realidad; aquellas cosas que lo
definen y que son el resultado de años de trabajo y esfuerzo.
Irene― también el día de la tempestad― llega a su casa y se encuentra un jarrón hecho
trizas en el suelo. Este adorno representa simbólica y objetivamente la pérdida de su
memoria, de esos recuerdos perdidos que no podrán volver a ser reconstruidos y de los
que ahora sólo quedan fragmentos. Vemos que para ella las cosas, los objetos,
constituyen la reiteración diabólica de su condición amnésica:
[…] un jarrón, un vestido, un abanico, una mesa, una mancha en la pared,
¡cosas!, y las cosas ¿no estarán para algo en el mundo? […] Las cosas informan
algo, las cosas sumadas a las cosas son el mundo, y de pronto ¿Qué cosa es el
hombre sin las cosas?, gracias a las cosas uno sabe dónde está, y para dónde va,
así como de dónde viene. […] Si las cosas que están en el mundo comienzan a
95
Abilio Estévez: obra citada, p. 71.
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52
perder el valor, el mundo comienza a perder el valor, y una nada tiene que hacer
en él.96
Como vemos, los elementos materiales se vinculan a los personajes de forma negativa o
positiva en la medida de que son signos constitutivos de una existencia. Mientras que
Rolo ama sus libros; Casta Diva odia su espejo pues le multiplica la realidad con la que
se siente disconforme; un jarrón roto representa para Irene su condición amnésica y
Chacho rompe definitivamente con la realidad a través de la destrucción de sus objetos
más distintivos y preciados.
Pero la casa y los objetos son, además, signos representativos de una identidad cultural
mucho más amplia. La isla está conformada por elementos heterogéneos e importados
que no son más que el símbolo de una cultura hispanoamericana construida con
ingredientes diversos traídos a lo largo de la historia y aculturizados. El mobiliario de
Rolo, por ejemplo, está compuesto por una cama de hierro, un escaparate de lunas
manchadas, una comadrita “con su excelente madera (majagua tal vez) que es como la
idea platónica de la comadrita en sí”,97
una mesa “pésima imitación del Renacimiento”,
y un juguetero. Así mismo, todas las casas están conformadas por objetos pertenecientes
a diversos movimientos culturales y épocas, desgastados y corroídos por el tiempo.
Además, se puede apreciar cómo algunos han perdido su función primaria. El zaguán de
la isla posee lámparas de hierro, sin adornos “casi ninguna tiene intactos los cristales”;98
“una escupidera de metal oscuro”99
y “una percha de madera que se ha desgastado sin
uso”.100
El mobiliario también contribuye a reforzar la idea de un mundo en ruinas,
caótico y corroído.
En ese sentido, expresa simbólicamente la realidad cultural de los años 50 donde
predominaban los elementos provenientes de un pasado colonial español y los nuevos
gustos importados por la cultura norteamericana de esos tiempos. Se dice que la isla:
[…] no fue construida en una fecha, sino en muchas, a lo largo de años, en
dependencia de la mayor o menor fortuna de los negocios del padrino, […] se
96
Ibídem, pp. 110-11. 97
Ibídem, p. 24. 98
Ibídem, p. 16. 99
Ídem. 100
Ídem.
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53
hizo a lo largo de sucesivos gustos y necesidades. Y quizá por eso tenga el aire
de improvisación que muchos le achacan”.101
Siguiendo la misma línea, «La isla» está rodeada de estatuas de naturaleza varia. Hay
provenientes de la cultura griega como: El Discóbolo, Diana Cazadora, Laooconte y
sus hijos o La Victoria de Samotracia. Procedente de la cultura norteamericana se
encuentra la imagen de la actriz sueca Greta Garbo que ha sido considerada uno de los
rostros más icónicos del cine. De Cuba, hay tres figuras simbólicas: el busto de Martí, el
Elegguá y la Virgen de la Caridad del Cobre. Estas resultan icónicas y sintetizadoras de
dos expresiones nacionales imprescindibles para la cultura cubana, en las cuales, cada
figura es representativa: la literatura y la religión afrocubana y católica.
Estas estatuas de carácter y procedencias diversas cumplen una función importante en la
construcción de este universo espacial. Primeramente, coadyuvan a construir la visión
de un mundo cultural heterogéneo donde se mezcla lo culto y lo popular; la cultura
clásica, la colonial española, la norteamericana y la cubana. Igualmente, son obras de
arte que no reproducen tal cual a sus modelos sino que son reapropiaciones,
interpretaciones de las obras originales lo cual nos convida a recordar las nociones de
transculturación de Fernando Ortiz y el gran ajiaco en el que sintetizó a la cultura
cubana, caracterizada por la hibridación y reapropiación de modelos provenientes de
diversas culturas. No es gratuito que las únicas imágenes genuinas en este universo
sean las propiamente cubanas: a diferencia de las otras estatuas, “torpes
reproducciones”, la Virgen se nos describe con rasgos propiamente autóctonos:
Es una imagen humilde y pequeña, sin fasto, como el original que se halla en el
santuario del Cobre. Todos saben que esta Virgen es la patrona de Cuba; pocos
saben que no hay en el mundo imagen más modesta (mide apenas veinticinco
centímetros), sin retorcidas refulgencias, casi construida con la intención de que
cueste reparar en ella. El artista (eminente) que talló la cara mestiza, es, por
supuesto, anónimo. El traje (sin adornos) fue hecho con tosca tela de un amarillo
casi blanco. Carece de corona; para ser sincero, falta no le hace: el pelo endrino
es adorno suficiente.102
101
Ibídem, p.17. 102
Ibídem, p.18.
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54
Las esculturas como manifestación artística, son un símbolo de lo elemental y lo puro,
de la eternidad. Ellas están estrechamente vinculadas a la temporalidad pues son una
forma de prolongar la existencia en la actitud demiúrgica de la piedra. Por lo tanto, las
estatuas en la novela representan una esencia nacional, la expresión cultural de un
pueblo que se ha ido conformando a lo largo de sucesivos años por diversas fuentes,
gobiernos e interpretaciones o reapropiaciones culturales. Además, evidencian la
importancia que posee el arte en la vida de estos sujetos, aquello que los representa y los
guía. En general, a lo largo de toda la novela, se ofrece una visión del arte como faro de
una sociedad; y uno de sus rasgos identitarios por excelencia:
Las estatuas y los caminos eran como la Virgen, un modo de sentir que
estábamos protegidos por un orden superior y eterno, algo seguro en medio de la
contingencia, algo que nos iba a sobrevivir; lo indiscutible es que, aunque el
hombre parezca dolerle que las cosas lo sobrevivan, resulta que […] al propio
tiempo le alegra que así sea, para poder cantar a esas cosas[…] y dejar una
prueba de su paso por la tierra, y también para poder mirar con ojos efímeros lo
que tiene valor eterno y sentir que algo palpa de la eternidad, que algo de ella lo
contagia.103
Aunque prime la connotación que hemos tratado de comentar, también pueden verse
como objetos que refuerzan la inercia y la atemporalidad de este universo. Al igual que
los personajes, las estatuas son figuras estáticas condenadas a la intemperie y las
agresiones de «La Isla». Consecuentemente, las esculturas son, además, metáforas de la
existencia de los personajes. La Condesa Descalza dice que son: “seres mudos e
inmóviles, pero tan vivos como los demás, tan tristes y débiles como los demás”.104
Otro elemento del mobiliario que adquiere una significación narrativa incuestionable en
la novela son las puertas. En un universo tan delimitado, la puerta representa una suerte
de “límite del límite”, el elemento que contribuye a la separación y definición de los
lugares. Es también un espacio con matices de transición hacia la otredad, de
transgresión, de una demarcación o prohibición. Las puertas poseen la capacidad de
diferenciar áreas y, además, de transformarlas. Según Cirlot, simbólicamente
representan: “a feminine symbol which, notwithstanding, contains all the implications of
103
Ibídem, p. 325. 104
Ibídem, p. 18.
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55
the symbolic hole, since it is the door which gives access to the hole; its significance is
therefore the antithesis of the wall”.105
En este universo narrativo, la puerta como elemento especial adquiere diferentes rasgos
semánticos: el principal es el de establecer los límites entre las diferentes zonas de la
isla. La primera puerta que conocemos en la novela es:
[…] la gran puerta que da a la calle de la Línea, que está en una zona de
Marianao llamada […] Reparto de los Hornos. La entrada debió haber sido
suntuosa hace años. Tienen dos severas columnas que sostienen el frontón y la
solemne verja, bastante herrumbrosa, que permanece cerrada. En lo alto de la
verja, junto a unas letras retorcidas donde se lee LA ISLA, hay una campana. Si
uno quiere que le abran, debe mover la verja varias veces para que las
campanadas avisen. 106
Esta puerta separa a la finca, llamada «La Isla», del resto del territorio de la propia isla
de Cuba. Es el umbral a un espacio alejado del ámbito citadino que, según se indica,
tuvo un pasado esplendoroso pero que ha quedado abandonado al paso del tiempo y la
mala fortuna, lo cual se evidencia en el descuido de su verja. Además, es un lugar al
que no se permite acceder por mera voluntad sino que es un sitio que permanece cerrado
con candado. Por lo tanto, se puede decir que esta isla es una suerte de microcosmos, un
lugar a-islado y circular que cumple la función de laberinto pues es un lugar que
contiene dentro de sí muchos espacios: ocultos, prohibidos e inaccesibles.
La isla está dividida entre «el Más Acá» y «el Más Allá» por “una estrecha puertecita de
madera, construida hace muchos años por Padrino, y ahora casi destruida”.107
Las
características de la puerta se corresponden simbólicamente con la imposibilidad de
acceso a esa otra parte, a esa “faja de terreno libre”.108
Es el umbral hacia el misterio y
la prohibición. Esta división paradójica entre un «Más Acá »y un «Más Allá» responde
más que a una localización geográfica, a un punto de vista desde el cual se observa el
mundo. Los personajes viven una vida donde prima la imposibilidad de trascender el
105
Eduardo Cirlot: obra citada, p. 85.
(Un símbolo femenino que, no obstante, contiene toda la implicación del agujero simbólico, ya que es la
puerta que da acceso al agujero; su importancia por tanto, es la antítesis de la pared.) 106
Abilio Estévez: obra citada, p. 16. 107
Ibídem, p. 17. 108
Ídem.
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56
horizonte. El habitante de una isla siempre tendrá como sueño el más allá, ese otro lado
del mundo al que no puede acceder porque tiene como frontera el mar. Y esto se
relaciona también con el diálogo entre lo insular versus lo continental; ese más acá en
que se vive y ese más allá en el que se sueña vivir. Mientras para los habitantes de «La
Isla» el «Más Allá» es prácticamente intransitable; un extranjero puede atravesar su
puerta diariamente. Precisamente el anhelo por el mítico horizonte es una presencia
innegable en toda forma de existencia insular.
Estos dos pedazos de la isla se pueden presentar través de pares dicotómicos de
naturaleza espacial como dentro/fuera, cerrado/abierto o definido/ indefinido que
connotan significaciones como: carcelario/libre, hostil/feliz, conocido/ desconocido. La
mayor parte de los personajes viven en el más acá, dentro de «La Isla», lugar cerrado y
hostil―aunque no todos lo sientan de este modo. Por lo tanto, esa puerta es un núcleo
generador de un sentido diferente. Al trascenderla no sólo se accede a un escenario
“otro” sino también se cambia, de alguna manera, el statu quo impuesto por la región.
Las puertas, además, ofrecen a los personajes seguridad y resguardo―la función más
evidente― una vez que la finca comienza a ofrecer sucesos extraños y peligrosos. Pero
hay una puerta en especial que resulta significativa para el marco general de
significaciones de la obra, situada en casa del tío Rolo y descubierta por Sebastián:
La alfombra azul no puede ocultar un desnivel en el piso. Sebastián se acuclilla,
levanta la tela gruesa. Debajo, una puerta de madera. En el piso: sin cerradura:
una puerta de madera. Duda y se atreve: la levanta. Casi no pesa. Del rectángulo
que acaba de abrir en el piso, hacia un pozo de oscuridad, desciende una
escalera. 109
Esta puerta, ubicada en la librería, conduce a un sótano, un sitio “mágico”, un agujero
metafísico que recuerda muchísimo al «aleph» de Borges. Una vez que Sebastián
comienza a descender se percibe el cambio de atmósfera, se accede a un universo donde
el personaje puede ver el futuro y escuchar voces que no reconoce. Al final de la novela,
cuando la finca se incendia, Sebastián se refugia en este sitio que lo lleva por un viaje a
los infiernos y finalmente a una suerte de paraíso donde se encuentra ubicado Virgilio
Piñera, que es el herido, Scheherazada y el maestro. Simbólicamente en el centro de la
109
Ibídem, p. 121.
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57
librería se encuentra la salvación. El «aleph» descubierto por este personaje simboliza el
mundo del conocimiento. El único reino que puede garantizarle resguardo y eternidad al
hombre es el de las letras.
Como hemos visto, en la novela la literatura adquiere una sistematización de
significaciones que le atribuyen la propiedad de ser un espacio creado por el hombre,
propicio para refugiarse ante un medio angustioso y conservar sus recuerdos; pero
también lugar que se funda y sobre el cual se ejerce cierto poder. El escritor se hace
soberano de su propio reino al instaurar y organizar un sitio acorde a sus intereses,
necesidades y recuerdos.
A través del análisis que hemos hecho vemos cómo el espacio es uno de los elementos
configuradores de la trama fabular y el factor desencadenante del acontecimiento. La
realidad ficcional se va configurando a partir de la dinámica de los personajes con su
espacio vital y las diversas maneras en que lo habitan. La naturaleza insular juega un
papel protagónico en la vida de estos individuos. Elementos como el mar, la lluvia, el
clima y la luz son percibidos por cada uno de formas diferentes de acuerdo a sus modos
de concebir la existencia. La casa y el mobiliario son elementos de caracterización de
los mismos así como también son representativos de una identidad cultural más amplia.
Muchas de estas representaciones espaciales son percibidas, primeramente, por los
órganos de los sentidos pero, sin lugar a dudas, el espacio constituye el factor esencial
en la conformación y acción de este universo ficcional.
Paradigmáticamente, entre introspecciones y extraños sucesos, los meses avanzan en
«La Isla». El 22 de noviembre los personajes se reúnen para celebrar el día de los fieles
difuntos y realizan una comida que recuerda muchísimo al pasaje bíblico de La última
cena, lo que se corrobora en el capítulo IV, que constituye el declive y fin del lugar,
supuestamente, incendiado por doña Juana, pero desde una perspectiva simbólica
representa el surgimiento de la revolución cubana. El fin es diseñado a partir del cambio
radical del escenario expresado en la transformación de los componentes espaciales que
hemos venido analizando. Se produce un cambio de atmósfera notorio y apolítico: el
cielo se torna rojo y una neblina recorre toda la isla la cual es captada por los
personajes, en primera instancia, a través de los órganos de los sentidos. Ellos
comienzan a escuchar quejidos por doquier y olores desagradables que no saben de
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58
donde provienen. El olfato, el gusto y el oído son procedimientos estéticos que
coadyuvan a configurar el cambio alegórico:
Y no se trataba únicamente de los quejidos […] sino de un olor desagradable que
después de la medianoche se hizo más y más intenso, hasta que casi pareció
imposible respirar. Un olor que no podía saberse bien a qué era, y que tampoco
podía determinarse de donde llegaba.110
Todos salen a «La Isla» con el fin de encontrar el origen de los lamentos y comienzan
a desligarse paulatinamente de la realidad; a perder sus sentidos. Ya en el capítulo
anterior, «Los fieles difuntos», el profesor Kingston se percata de que perdió el gusto.
Ahora los personajes:
Dejan de sentir la gravedad de sus cuerpos. No saben a ciencia cierta si cada
miembro de su cuerpo responde a las órdenes de sus cerebros. Las voces se
apagan antes de escapar de los labios. […] También ignoran si el tiempo
continúa transcurriendo o se ha detenido como todo en la Isla; carecen de la más
mínima noción temporal. 111
Estas pérdidas no son casuales si recordamos que los elementos sensoriales: la vista, el
oído, el tacto son componentes primarios en la representación de un espacio. Según
Greimas: “el espacio organizado de la percepción se convierte en una percepción
biomática donde todas las sinestesias resultan posibles”.112
La carencia de sentidos y el
borramiento de los límites entre la realidad y la ficción representan simbólicamente la
perdida de este espacio tal cual. La transformación de un universo que representa
metafóricamente el cambio histórico. Las plantas comienzan a desvanecerse; la tierra se
convierte en arena, no hay flores; las casas se observan vacías sin puertas ni ventanas, ni
muebles; y las estatuas han desaparecido. El final evidencia la importancia que poseen
todos estos elementos en la conformación del universo narrativo y la vida de los
personajes que, ante la pérdida de los mismos, se sienten conmovidos y desahuciados.
Resulta interesante que la representación física del demonio sea la de un marinero. Los
marinos son seres destinados a vivir en medio del mar, sin rumbo fijo, aquellos que, a
110
Ibídem, p. 257. 111
Ídem. 112
Algirdas- Julien Greimas: De la imperfección. Fondo de Cultura Económica, México, Universidad
Autónoma de Puebla, 1990, p. 72.
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59
diferencia de los personajes de «La Isla», tienen el privilegio de viajar y conocer otros
países. Se aprecia un efecto de contraste: mientras que el demonio puede ir a donde se le
antoje; estos seres están destinados a vivir inertes en un sitio enclavado en medio del
mar. La condición insular es demoníaca, una suerte de maldición. En muchas ocasiones
se ha asociado a la isla con el símbolo del bote, esa pequeña porción de madera que
flota solitaria sobre el océano a diferencia de los continentes, grandes fracciones de
tierras, firmes y seguras, que coexisten a su vez, con otros países:
[…] el hombre de la isla se cree siempre en una balsa, se cree siempre a punto
de zarpar y a punto de zozobrar, sólo que esa balsa no surca el mar, y es en el
momento en que descubre que la isla no se moverá, en el momento en que el
hombre de la Isla se percata de que su balsa está fija al fondo marino por alguna
fuerza eterna y diabólica.113
El demonio-marinero es el que gana la finca y conduce a sus sometidos, de forma
paradigmática, al mar y a la muerte. Marta se sube a un barco en el que desaparece.
Kingston también es llevado al mar por el marinero y luego encontrado muerto en su
cama. Merengue ve una sombra blanca que lo conduce al más allá donde se encuentra
una llave, un pañuelo con sangre y a su hijo Chavito caminando sobre el océano. Rolo
se topa a este demonio por «La Isla». La Condesa anda de la mano con el marino y
luego de ser derrumbada la casa de Consuelo se dan cuenta que ella ha muerto dentro.
Chacho se ha convertido en conejo y ha desaparecido. Irene ha perdido totalmente la
memoria. Casta Diva se mira al espejo y no se encuentra ni se oye cantar.
El final de este universo narrativo está representado a partir de la transformación
apocalíptica del espacio.114
Algunos personajes pierden sus capacidades sensoriales de
percepción espacial. Unos empeoran sus deficiencias y otros mueren. Además, los
elementos naturales y materiales también desaparecen lo cual constituye no solo la
transformación de una realidad, sino también la pérdida de los valores que encarnan los
objetos como modo de vida. Se sientan el 31 de diciembre de 1958 a esperar que
aparezca un joven marinero y alguien grite ¡fuego!, pues la isla termina incendiada por
uno de sus personajes.
113
Abilio Estévez: obra citada, p. 181. 114
Siguiendo el concepto desarrollado por Mieke Bal en el cual espacio incluye a la percepción.
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60
A partir de un análisis del escenario como unidad morfológica de representación
espacial vemos la importancia que posee como figura significativa e imprescindible
para el desarrollo de la trama fabular en Tuyo es el reino. La novela ficcional, ofrece un
orden paradigmático del mundo presentado y establece oposiciones entre las zonas que
se configuran: entre la isla de Cuba y «La Isla»; y «el Más Acá» y «el Más Allá». A
través de estas delimitaciones se definen pertenencias de los personajes, cuestiones
psicológicas, modos de vida y aspiraciones; pues todos pertenecen al «Más Acá» y
poseen una existencia en correspondencia con las características de la zona que habitan
que es un espacio insular: oclusivo y cerrado del que muchos desean escapar. El
acontecimiento surge, precisamente, a partir de la transgresión del límite y el cambio de
atmósfera. Como dice Janusz Slawinski, “el significado de la representación espacial es
crucial para las distintas fases del transcurso de la fábula” 115
pues la novela trasciende
con el cambio paulatino del escenario y culmina con la desaparición simbólica de
componentes estrechamente vinculados con lo espacial: primeramente la pérdida de las
capacidades sensoriales de los personajes, las cuales permiten la percepción del espacio;
y por último, con la pérdida de elementos propiamente espaciales como los caminos, las
casas y los objetos.
En el capítulo I mencionamos que “[…] el escenario del mundo presentado constituye
un sistema reducible en su organización a los supuestos de la situación comunicacional
intratextual” 116
y las propiedades que posee el espacio o los espacios producidos en una
obra se pueden explicar a través de procesos o estrategias de entendimiento receptivo
aportados por el autor. Una de las estrategias más importantes en este sentido es la
focalización o la perspectiva, puesto que, la forma en la que es producida o narrada una
historia supone también una determinada manipulación de los componentes espaciales
de la presentación.
Como vimos, desde un punto vista externo, el narrador principal es un personaje que
construye una obra a partir de la rememoración y re-creación de su espacio vital. Tal
mecanismo de representación justifica, por una parte, este tempo narrativo secuencial
que se va conformando mediante una amalgama caótica de planos alusivos―donde
priman los de naturaleza espacial. Internamente, la trama fabular es un fluir coral de la
conciencia de los personajes y la interacción con su espacio vital que se diversifica en la
115
Janusz Slawinski: obra citada, p. 16. 116
Ibídem, p. 15.
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61
medida en que significa la visión subjetiva de cada uno de ellos. Una isla dentro de otra
y muchas islas en su interior. Estos mecanismos perceptivos de representación
tropológica adquieren sentido como estrategia de entendimiento receptivo aportado por
Abilio Estévez pues forma parte de la interpretación de una realidad que se pretende
mostrar conflictiva, fragmentaria, plural, inacabada y no oficial.
Para Janusz Slawinski, el espacio se presenta a través de tres mecanismos de
representación: la descripción, el escenario y los sentidos añadidos. Ambos tienen lugar
de forma simultánea pero alternan en matices distintivos. Vimos en nuestro análisis
cómo el primero es la representación de un espacio que modela el escenario. Este, a su
vez, contiene otras figuras como los personajes, el narrador y el tiempo, además,
posibilita la delimitación de los territorios y el surgimiento del acontecimiento. Con el
apoyo de estos dos elementos se conforma la última unidad espacial, los sentidos
añadidos, que son:
Connotaciones que pueden ser movilizadas en la medida en que existan en la
obra una sistematización perceptible y programática de los atributos y
componentes de los espacios presentados y una axiología ligada a ellos. Desde
luego, al considerar esos sentidos añadidos, que por lo regular tienen un carácter
más o menos estándar, estamos obligados a salir del mundo interior de la obra:
en dirección a los sistemas semánticos de la tradición literaria y cultural que los
hacen admisibles.117
2.4 Las islas añadidas
La novela Tuyo es el reino posee una sistematización perceptible y programática de los
atributos y componentes de los espacios presentados y una axiología ligada a ellos. La
determinación espacial es uno de los elementos configuradores del texto evidenciado,
por una parte, en el diálogo constante que se establece con la cultura insular desde una
pluralidad de perspectivas lo cual nos hace ir en busca de los sistemas semánticos
construidos alrededor de este tópico. Brevemente analizaremos algunas de las
connotaciones que posee la isla como imagen simbólica y existencial.
117
Ibídem, p. 16.
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62
La isla ha sido fuente de inspiración con connotaciones míticas, psicológicas y
literarias. Fernando Aínsa comenta que ya desde su primera acepción:
La palabra isla se complica de inmediato cuando se quiere precisar cuál es la
condición representativa de la condición insular. Aparecen entonces las variantes
geográficas de los islotes, las islas situadas en los ríos y lagos, las más ambiguas
islas flotantes, y los islarios; los archipiélagos […] También surgen la figura de
la isla nación como Inglaterra o Madagascar, y la paradigmática Cuba.118
Como segunda acepción es “la ínsula latina o islote urbano, esa ciudad amurallada y
rodeada por el foso de agua que la aísla, isla aislada que encarna la tautología semántica
de la insularidad”.119
Muchos han visto este espacio como el lugar paradisiaco y
también, como territorio oclusivo o carceral que niega toda felicidad posible.
La Isla como utopía
La época del Renacimiento resultó conflictiva para el hombre en cuanto a luchas,
doctrinarias, pugnas nacionales y tensiones de todo tipo. El hombre ante el anhelo de
cambios sociales creó las llamadas utopías que surgen, en primera instancia, a partir de
una disconformidad con el tiempo y espacio real. La utopía es el “no lugar”, la
construcción de una sociedad imaginaria ubicada en un sitio ausente en los mapas al que
solo se puede llegar por naufragio o extravío. Los mundos utópicos suelen ser espacios
cerrados y autosuficientes. Generalmente, se explica el origen de estas sociedades a
través de mitos fundacionales que muestran a los pobladores de la región utópica como
elegidos por la providencia. A través de efectos de contraste, el narrador opone el
tiempo real al tiempo remoto de la utopía, ambos poseen rasgos radicalmente opuestos.
Este mecanismo sirve para cuestionar el orden real a través de los contrapuntos
establecidos que se mezclan y bifurcan en el transcurrir de la historia. Geográficamente
las utopías son porciones de tierra pequeña limitada por agua lo cual se corresponde con
la isla. Dentro de los autores más famosos que utilizaron la metáfora de la isla como
lugar utópico es plausible señalar a Tomas Moro con su novela Utopía; Bacon con La
nueva Atlántida y Campanella con La città del sole.
118
Fernando Aínsa: obra citada, p. 29. 119
Ibídem, p. 30.
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63
Pueblos Islas o espacios insulares
En la tradición latinoamericana existen también los llamados espacios insulares míticos
o pueblo islas que, a pesar de no ser propiamente la representación física de este
accidente geográfico, poseen muchas de sus características, dentro de las que cabe
señalar como primera condición el aislamiento. Podemos mencionar dentro de dicho
grupo a la Santa María, de Juan Carlos Onetti; Comala, de Juan Rulfo en su novela
Pedro Páramo o Macondo en Cien años de soledad.
La existencia insular
Para Margarita Mateo Palmer, lejos de lo propiamente geográfico, la insularidad es “un
modo peculiar de enfrentar la existencia, […] una mentalidad, una manera de encarar el
cosmos”. 120
La condición insular puede significar una limitación de la experiencia vital
expresada en esos elementos propios de la geografía insular como el mar y la vegetación
que cercan al individuo en una suerte de “insularismo psicológico”, “en lo rutinario, lo
estático y la desidia mental”.121
La isla de la conciencia
Por otra parte, la isla es asociada también a la conciencia humana, concepto sustentado
en las ideas de Ernst Jung que se basó en la tradición hindú donde la isla es concebida
como el punto de fuerza metafísico en el cual se condensan la inmensa lógica del
océano. La isla es el refugio de la conciencia contra el mar del inconsciente y la síntesis
y la voluntad; lugar propicio para la soledad y reflexión del individuo.
Confluencias
Como hemos mencionado, la novela dialoga con muchos de los mitos que se han
trazado sobre la cultura insular. El marco general de la obra, es un espacio que
evidencia un momento de caos social. El escritor construye a través de sus recuerdos y
los poderes de la ficción un sitio alternativo a la realidad. Esto coincide con la primera
característica de las utopías, que surgen en momentos de crisis sociales, económicas y
120
Luis Álvarez Álvarez y Margarita Mateo Palmer: obra citada, p. 56. 121
Ídem.
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64
políticas; y establecen un contraste entre el presente y el pasado, entre la sociedad de
origen y la de destino. La determinación espacio- temporal no resulta gratuita en la
novela. No es casual que la finca sea llamada «La isla» y cumpla con las características
geográficas de los espacios utópicos: cerrados y aislados del resto de la sociedad a los
cuales solo se puede acceder a través de un naufragio. Es precisamente un marinero
quien irrumpe en la vida de los habitantes de la finca; quien transgrede el límite y
propicia―junto al herido―el acontecimiento fabular. Así, este lugar tiene por nombre
«La Isla» y tiene como característica principal la inaccesibilidad.
Además, este espacio es creado por los recuerdos de Sebastián que ante la crisis del
presente se reconstruye un paraíso. La finca es un lugar constituido por la nostalgia de la
infancia; por el tiempo pasado y perdido. Según Bachelard, lo fundamental en el acto de
rememorar es la característica espacial que poseen los recuerdos, pues, “en el ensueño el
espacio lo es todo porque el tiempo no anima ya la memoria, no registra la duración
concreta”.122
El hombre piensa sobre la línea de un tiempo abstracto que materializa en
una realización espacial. Lo que el sujeto recuerda no son series temporales sino
fijaciones en un espacio. La localización en un espacio determinado es más provechosa
que las duraciones que ya fueron abolidas para el conocimiento de la intimidad del ser.
Todos los espacios del pasado donde el hombre ha vivido momentos de goce o
sufrimiento son resguardados en la memoria con esos mismos valores; son espacios
constitutivos del ser. Estas ideas se corroboran en la novela al ver la importancia que
posee para Sebastián su espacio natal:
(La ISLA) tantos recuerdos, tanta dicha, el único lugar donde pude ser feliz,
hasta el punto que he llegado a pensar que mi vida verdadera, la real, fue aquella
de la isla, y que el resto cuanto viví después, no ha sido más que pobres
variaciones, pretextos para hacer memoria, el mejor modo de repetirlo, unas
veces bien, otras no tanto. Puede deducirse, entonces, que mi vida duró once
años.123
Y es preciso acotar que aunque este espacio signifique para el protagonista el edén
perdido, la imagen del paraíso es dinámica. Es usual que se recuerde al pasado de forma
idílica y se neutralicen las ilusiones futuras que se aproximan al presente. Se tiende a
122
Ídem. 123
Abilio Estévez: obra citada, p. 336.
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65
rememorar con melancolía o tristeza lo cual permite, en ocasiones, una reclasificación
de las experiencias, una revalorización del pretérito y una reflexión sobre el tiempo
actual. Así, vemos una relación dialéctica entre espacio “que se vive” y “espacio
vivido”. Mientras el protagonista vivió en la finca fueron continuos sus deseos de
escapar hacia otro sitio; y desde el presente desea regresar a aquella «Isla».
La inserción de la novela en el marco histórico referente al triunfo de la Revolución no
es gratuita. Un grupo de elementos simbólicos conforman el declive del mundo
ficcional con la significación que trajo este cambio político para el país. Sólo en el
epílogo Sebastián hace alusión al contexto histórico social en el que se desarrolla la
diégesis. Le dice a su maestro, Virgilio Piñera:
Quiero contar la historia de mi infancia, la historia de aquella «Isla» en que nací,
en Marianao, en las afueras de La Habana, junto al Cuartel de Columbia, narrar
la historia de aquellos que me acompañaron e hicieron desdichado o feliz,
regresar a los meses finales de 1958 en que estábamos próximos, sin saberlo, a
un cambio definitivo en nuestras vidas, aquel ciclón que abriría puertas y
ventanas, y destruiría techos y echaría abajo paredes, ignorábamos entonces el
poder de la Historia en la existencia del hombre común. […] Ignorábamos que
éramos las fichas en el tablero de un juego incomprensible, no pudimos
percatarnos de que la huida del tirano con la familia hacia República
Dominicana, la entrada en La Habana por los Rebeldes victoriosos (que
tomamos por enviados del Señor), transformaría tanto nuestras vidas como si
hubiéramos muerto la noche del treinta y uno de diciembre de 1958, para nacer
el primero de enero de 1959 con nombres, cuerpos y almas completamente
transfigurados.124
Todo espacio utópico parte de un desencanto con el tiempo presente a partir del cual se
establece un contrapunto con el pasado. Aunque no se haga en la novela de forma
explícita, se puede apreciar cierta decepción en la voz narrativa. En el epílogo Sebastián
declara que tuvo: “la ingenuidad de creer que sería exorcismo suficiente, que los años
por venir estarían pletóricos de paz y de bonanza”.125
Este parlamento muestra rasgos de
124
Ibídem, pp. 361-362. 125
Ibídem, p. 339.
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66
desilusión con respecto a lo que creyó que sería el futuro en contraposición a lo que es
en el presente.
A pesar de todas las características similares que posee el espacio construido con las de
las sociedades utópicas hay muchas divergencias significativas. Una de ellas reside en el
hecho de que las utopías siempre están sustentadas en mitos fundacionales que hacen a
los pobladores del territorio seres elegidos y bendecidos por la providencia divina. Sin
embargo, la finca de Marianao es fundada por una pareja incestuosa de hermanos,
Enrique y Argelina, que huyeron del espacio citadino con el ánimo de evitar los
comentarios de las personas. Argelina sale embarazada y da a luz un monstruo que es
asesinado al nacer por una de las pobladoras de la isla y enterrado en esa tierra. En el
libro Violation of Taboo vemos que:
La idea del incesto está vinculada al deseo de hacer el mal, el impulso muy
humano de transgredir todo tabú o prohibición. Simbólicamente, esta actitud
representa la rebelión, el Individuo desafiando una orden que pretende reprimir
su libertad. Y no solo tiene las connotaciones de la extrema violencia, sino
también del extremo amor. El incesto puede ser vinculado con un deseo de
comprometerse en lo que puede parecer la más íntima de todas las uniones. El
precio del incesto es muy alto. Como lo demuestra la antología, los amantes
incestuosos casi siempre tienen un fin trágico ya al ser aplastados por la propia
culpa o ya porque la sociedad los ha marcado a fuego con la culpa de ella.126
De esta forma el mito fundacional de «La Isla» lejos de mostrar a sus habitantes como
elegidos y bendecidos los muestra como seres malditos, destinados a sufrir un final
trágico o una existencia tormentosa lo cual constituye una desviación significativa de un
sistema de valores sobre la realidad que se va conformando en el decursar de la diégesis.
El tema del incesto ha sido un tópico recurrente en novelas latinoamericanas como Cien
años de soledad y Pedro Páramo que casualmente, representan también espacios
insulares míticos o pueblos islas que a pesar de no ser propiamente la representación
física de una isla, poseen algunas de sus características. Fernando Aínsa expresa que:
“la isla de tierra firme de la narrativa latinoamericana es espacio privilegiado de la
nostalgia y la memoria: anacrónica, arcaizante y pre-moderna, protectora de un pasado
126
Donald W. Cory y R.E.L. Masters: Violation of Taboo, Editorial Julian Press, New York, 1963, p. 9.
Page 68
67
idealizado”.127
Por lo tanto, podemos decir que «La Isla» de la novela coincide en varias
similitudes con estos espacios utópicos tan usuales de la literatura latinoamericana.
Pero la insularidad no sólo se manifiesta meramente en lo geográfico sino que los
personajes poseen una forma “insular” de enfrentar la existencia. Son seres que viven
aislados y presentan limitaciones o deficiencias relacionadas con los sentidos aunque no
todos interactúan con su medio de la misma forma: unos viven felices en esta suerte de
paraíso tropical rodeado de mar y vegetación; mientras que otros sienten estos
elementos como opresiones de un medio carcelario y hostil. A pesar de lo anteriormente
dicho, todos coexisten en un mundo donde reina lo estático y la monotonía.
Por último, el fluir de la conciencia humana juega un papel protagónico en la
construcción de la realidad que es erigida de forma fragmentaria a través de los
monólogos y reflexiones de los personajes. Cada uno es presentado desde la categoría
de «conciencia isla» ya que sus discursos son una especie de idiolectos que solo pueden
ser unificados por la arquitectura compositiva de la voz del narrador.
Así, el espacio ficcional de la novela posee varias funciones: la primera es la de
representar el paraíso de la infancia. Como dice Bachelard, a través de la ensoñación y
gracias a la literatura el hombre puede crear esos espacios y evadirse de la realidad. El
lugar creado no sólo le sirve como rememoración sino también como mecanismo para
establecer una reflexión sobre el tiempo- espacio instaurado en el presente de la novela.
Dentro del universo narrativo creado, los elementos propios de la naturaleza insular así
como las casas y los objetos, son significativos para la vida de los personajes en tanto
los caracterizan y representan, metafóricamente, muchos rasgos de la cultura cubana.
La realidad es conformada través de una suma de elementos simbólicos que, en alguna
medida, podrían expresar una alegoría de la nación cubana aunque, este en particular, es
un espacio construido polifónicamente, a través del diálogo con muchos de los mitos
que se han trazado sobre la cultura insular. Por eso, todo intento clasificatorio en cuanto
a este universo puede culminar en un acto fallido, en un naufragio, pues se cuenta y se
crea un espacio compuesto por múltiples realidades subjetivas.
127
Fernando Aínsa: obra citada, p. 41.
Page 69
68
2.5 Texto y contexto
Los años noventa constituyeron un período de crisis económica y social para nuestro
país lo cual, por supuesto, tuvo repercusiones en la literatura. Muchas de las ficciones
de ese tiempo estuvieron marcadas por un tono pesimista y desencantado ante la
realidad. El escritor, inmerso en el derrumbe de los viejos paradigmas, optó por crear
espacios alternativos, mundos interiores y angustiosos. Estos años trajeron consigo un
ciclo de utopías. Ante el “desencanto”128
ocasionado por las condiciones del momento,
la historia devino un ejercicio de recuperación y representación de la contramemoria,
una reubicación del pasado.
Tuyo es el reino es precisamente eso: la utopía de un escritor ante el desencanto.
Sebastián―narrador y alter ego de Abilio Estévez― escribe la novela tomando como
punto de giro el triunfo de la Revolución Cubana. La literatura es el mecanismo que
posee el escritor para volver al pasado y recrear lugares; aunque toda intención
fundacional contiene en sí un acto de poder, de establecer límites e instaurar un orden
acorde a necesidades, prioridades e intereses subjetivos. Se trata de crear una historia
alternativa a la oficial, de desacralizarla narrándola de una manera “otra”. En este
ejercicio, el escritor se convierte en el dios supremo, el portador de la verdad y la razón.
Es el reino, mi reino, animado otra vez. La Isla de mi infancia de nuevo frente a
mí. Y aquellos que la poblaron. Sus estados de ánimo, victorias y fracasos. El
destino de ellos dependerá de mí, de este cuaderno. Es hora de escribir: escribo.
Por el momento, ocupo el lugar de Dios. Y como ahora el que crea soy yo, las
cosas, por supuesto, no serán, no han sido, como alguna vez fueron. Rectifico.
Escojo. Recompongo.129
La escritura adquiere un sentido lúdico, un juego de espejos entre realidad y ficción que
ampara al escritor. El espacio representado en el marco ficcional de la novela es un
complejo conjunto de símbolos que podrían verse como una alegoría a la isla de Cuba
pero, precisamente, la intención no es narrar ese momento trascendental la historia
cubana, sino de contar esas muchas historias no oficiales contenidas en el fallido acto de
la unificación. La finca de la novela es un espacio alternativo a la ciudad, aislado y
128
Término con el cual se suele asociar a los escritores de esta época y utilizado por Ambrosio Fornet, en
Los nuevos paradigmas Prólogo narrativo al siglo XXI. Editorial Letras Cubanas, 2006. 129
Abilio Estévez: obra citada, p. 363.
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69
apartado. Es una isla paradigmática, construida por muchas voces “alternas” que
conforman las disímiles visiones sobre una misma realidad. “La Isla (el Más Allá y el
Más Acá) es muchas islas, muchos patios, tantos, que a veces ellos mismos que viven
allí desde hace años, se pierden y no saben a dónde dirigirse”.130
Estamos ante un universo descentrado que se construye y deconstruye a partir de las
identidades de los personajes. Los límites entre realidad y ficción se confunden en este
juego de lógica esquizofrénica. Sebastián no puede organizar este espacio pues la
memoria es inestable y fragmentaria. Lúcidamente afirma Hugo Achúgar que:
La memoria absoluta no es posible. O mejor sería decir que postular la validez
probatoria de la memoria no es defendible o creíble. Los rescates del pasado, los
amuletos para el recuerdo son invenciones de la angustia, fantasmas del deseo.
La memoria es una vieja paridora de fantasías, una comadrona eficaz, una
persistente maga, una engañosa pitonisa. Como si se tratara de Casandra al
revés, la voz de la memoria profetiza de un pasado inexistente que nuca nadie
habrá de creer, o que todos están dispuestos a creer como si se tratara de algo
incuestionable pero saben […] que se trata de un como si, que estamos frente a
un simulacro.131
Se trata de desacralizar la historia de Cuba u oficializar las historias alternativas. La
novela posee un fuerte tono testimonial en cuanto a la percepción de un contexto
trascendental conservado en la memoria colectiva de muchos. Esto se materializa a
través de la multiplicación de alternativas argumentales no resueltas; opciones que el
narrador se complace en mantener como indefinidas. Vemos que la historia no es más
que un entretejimiento continuo de acontecimientos que se conservan en la memoria a
partir de la percepción de una realidad. Por encima de una mención oficial de los hechos
históricos y el respeto cronológico de los mismos, se expone una reapropiación o
interpretación de estos, escindidos en muchas historias operadas mediante un tiempo
subjetivo. Tuyo es el reino articula una propuesta de un momento histórico significativo
para la isla de Cuba compuesta por visiones particulares que no pretenden ser
representativas de una sociedad organizada y unitaria sino ofrecer la mirada de un grupo
social específico o del propio narrador.
130
Ibídem, pp. 17-18. 131
Hugo Achúgar: obra citada, p. 23.
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70
Y se dice que en la memoria descansa la conciencia que el hombre tiene sobre su
identidad pero cuando hablamos de memoria tampoco podemos asir un único concepto
pues existen memorias hegemónicas, subalternas, olvidadas y sepultadas. El escritor es
el encargado de rescatar una memoria colectiva subalterna figurada en ese espacio. Su
representación simbólica adquiere gran importancia en el marco global de
significaciones de la obra. La perspectiva desde la que se narran los hechos, su sistema
polifónico y su diálogo con los diferentes tópicos de la insularidad proponen un espacio
o una concepción sobre la identidad y la Historia de Cuba que se resiste a cualquier
abstracción homogeneizante, a cualquier representatividad. Cada quien puede formar su
propio reino gracias a los poderes de la literatura. «La Isla» siempre podrá ser creada
una vez más porque no hay una isla sino muchas, y todas coexisten en el reino de la
literatura. Para formar una realidad propia tan sólo: “[…] bastarán las palabras. Aliadas,
confabuladas, poderosas. No es acaso justo y hasta necesario que en el principio haya
sido el Verbo, que la complejidad del mundo haya comenzado por una simple
palabra”.132
132
Abilio Estévez: obra citada, p. 364.
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3.1 Conclusiones
Un paisaje nunca está referido a sí mismo sino a otra cosa, a un más allá.
Es una metafísica, una religión, una idea del hombre y del cosmos.133
Octavio Paz
Establecer un análisis que puso en evidencia algunos de los procedimientos y estrategias
narrativas adoptadas en Tuyo es el reino por el escritor cubano Abilio Estévez, nos
permitió demostrar la importancia que posee el espacio narrativo como elemento en
torno al cual se construyen características no espaciales que se erigen en el marco global
de significaciones de la obra. Para ello, nos fueron de gran utilidad los presupuestos
teóricos expuestos durante el primer capítulo. El espacio literario en esta novela
constituye un componente crucial pues representa una vía de modelación de la actitud
del hombre frente a su cultura, y una forma indirecta de juzgar sobre su propia identidad
y sus modos de existencia social.
Desempeña un papel fundamental en la novela y el estudio del mismo resultó ser un
ejercicio imprescindible para una comprensión general del texto literario pues más allá
de ser una mera figuración tropológica contiene una sistematización perceptible y
programática de atributos y significaciones culturales estrechamente relacionados con
los lugares presentados y una axiología ligada a ellos.
A modo de resumen podemos decir que el diseño espacial en la novela asumía diversas
funciones. Primeramente, las características del escenario constituido en el marco
principal de la obra, las cuales se correspondían objetivamente con la crisis de los años
90 durante los que fue realizada Tuyo es el reino, le servían al escritor como motivo
principal para la fundación de un espacio que, bajo la justificación de ser un sitio
construido por los recuerdos de la infancia, poseía rasgos altamente simbólicos que
conformaban en muchos aspectos una “supuesta” alegoría de la isla de Cuba pero el
propósito esencial era la utilización del beneficio de la literatura como ejercicio de
poder que le permitía al sujeto creador fundar un espacio según sus intereses y
necesidades.
Octavio Paz: “Paisaje y novela en México”, en Corriente alterna. México, Siglo XXI, 1967, p. 7.
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Acorde a las teorías del semiólogo ruso Iuri Lotman, desarrolladas durante el capítulo I,
pudimos ver que el espacio creado dentro de la metaficción tenía como rasgo
tropológico fundamental la noción de límite y se diseñaba a partir de esquemas
espaciales de naturaleza dicotómica que connotaban conceptos de otra índole. Estas
connotaciones binarias eran, en la novela, el resultado de una interpretación del
contexto por parte del mismo narrador y los personajes. Como vimos, era una isla
dentro de otra «Isla» que a su vez se dividía entre «El Más Acá» y «El Más Allá»,
división que respondía más bien a un modo de existencia insular y al anhelo por
trascender el horizonte que posee el habitante de las islas. La pertenencia de los
personajes a cada uno de estos subespacios marcaba sus rasgos distintivos y movilizaba
los llamados grupos binarios de naturaleza espacial como: dentro/ fuera, cerrado/abierto
y definido/ indefinido percibidos y connotados por los habitantes como carcelario/libre,
hostil/feliz, infierno/paraíso. La transgresión del límite constituía el factor
desencadenante de la trama fabular y el acontecimiento.
La realidad ficcional se construía a partir de las diferentes perspectivas que poseían los
personajes con respecto a la infracción de los dos seres extraños y el cambio de
atmósfera, este último, representado a partir de un huracán, recurso estético utilizado
por la literatura cubana con la significación de los cambios que puede traer una
revolución política, lo cual efectivamente sucedía en la circunstancia histórica en la que
se inscribían los hechos: el triunfo de la Revolución Cubana.
La realidad se conformaba a partir de la relación de los personajes con su espacio que
era plasmada a través de secuencias narrativas que aludían a tópicos propios de la
cultura insular como lo eran; la lluvia, el mar, la vegetación, el clima y la luz. Estos
elementos naturales adquirían diversas funcionalidades en la novela partir del punto de
vista desde el cual eran captados, puesto que, la dinámica entre los personajes y su
entorno alcanzaba resonancias subjetivas para cada caso. Por lo tanto, los elementos
sensoriales, sustentados por las teorías greimasianas tenían una aplicación estimable en
la novela, debido a que dicho universo se conformaba mediante la percepción o las
percepciones de un espacio por los órganos de los sentidos como: el olfato, el gusto, el
oído y el tacto.
A partir de las teorías de Gaston Bachelard y Michel Butor vimos la importancia que
poseían la casa y los objetos como instrumentos de análisis de los personajes a partir de
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73
la relación positiva o negativa que adoptaban con estos elementos y, en un sentido
mayor, como símbolos representativos de una cultura y del entorno de una sociedad o
nación, los cuales de varias formas, poseían relación simbólicas con la propia cultura
cubana y rasgos que contribuían a sistematizar el espacio cerrado, estático y monótono
que se intentaba construir. La casa y los objetos eran signos insuperables de identidad
no sólo individual sino también colectiva.
Corroboramos además que “el significado de la representación espacial (era)134
crucial
para las distintas fases del transcurso de la fábula”135
pues la novela iniciaba con la
transgresión del límite, luego el cambio paulatino del escenario y finalmente con la
desaparición simbólica de los componentes estrechamente vinculados a lo espacial
como lo elementos sensoriales, las casas y los objetos.
Este análisis pudo ser posible gracias a la aplicación de la escisión realizada por
Slawinski en cuanto a los mecanismos morfológicos de representación espacial entre
espacio, escenario y los sentidos añadidos. Así pudimos comprobar que aunque estas
tres estructuras tuvieran lugar de forma simultánea a partir de postulados descriptivos se
modelaba el escenario que contenía a otros elementos como los personajes, el narrador y
el tiempo además, que posibilitaba la delimitación de territorios y el surgimiento del
acontecimiento.
Luego analizamos por separado los sentidos añadidos donde apreciamos una
sistematización perceptible y programática de atributos y comprendimos que la
determinación espacial era uno de los elementos configuradores del texto evidenciada,
por una parte, en el diálogo constante que se establecía con la cultura insular a lo largo
de toda la novela desde una pluralidad de perspectivas lo cual nos hizo analizar algunas
de las connotaciones que poseía este tópico de la isla como sistema semántico
cimentado por diversas culturas.
Así, vimos que el espacio construido se correspondía con muchas de las características
de las utopías: por surgir en momentos de crisis, establecer un contrapunto entre el
presente y el pasado e instaurarse en lugares aislados a los que sólo se puede acceder
por naufragio. También advertimos el diálogo que establecía la finca con los llamados
134
La utilización del tiempo en pasado es de nosotros. 135
Janusz Slawinski: obra citada, p. 16.
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74
pueblos- islas, 136
construidos por la literatura latinoamericana, debido no sólo a su
estado de incomunicación y soledad sino también por ser lugares privilegiados de la
nostalgia y la memoria.
Además el diseño psicológico de los personajes se acomodaba muy bien a los criterios
de Luis Álvarez y Margarita Mateo en cuanto a la insularidad como un modo de
enfrentar la existencia, una mentalidad y una manera de encarar el cosmos que, a la
manera del fluir de la conciencia, iban conformando la realidad de manera fragmentaria
a través de monólogos y reflexiones pues los discursos de estos seres resultaban una
suerte de ideolectos.
Y sin dotar al contexto de una importancia protagónica, apreciamos que esta obra bebía
mucho de la época en la que fue creada, años de crisis económica y social que
influyeron de manera significativa en los escritores lo cual los hizo ver el proceso
revolucionario con cierta desilusión e ir en busca de las utopías del pasado. Lejos de
toda la amplia gama de significaciones que poseía el espacio narrativo en Tuyo es el
reino y las cuales analizamos a lo largo de todo el capítulo II percibimos que se acudía
al espacio como ejercicio de poder, de dominio de un lugar que se fundaba gracias al
acto de la escritura y le permitía al escritor ser Dios e ir en busca de respuestas que le
permitieran no sólo un refugio y resguardo de sus recuerdos sino también la
comprensión de un presente caótico.
Desde otro punto de vista, pudimos ver el sentido lúdico que se ejerce con la historia
oficial a través de la perspectiva desde la cual es representado este espacio. Al ser un
espacio primeramente re-creado por un niño que introduce a las diversas voces de
personajes “alternos” que vivieron este momento trascendental de la historia de Cuba “a
su manera propia”. De este modo, la finca, «La Isla», es un espacio fundado por una
memoria subalterna, y narrada por un grupo de seres que poseen como denominador
común la paranoia insular. Esta pluralidad de visiones desde la cual se pretende
instaurar el espacio constituye precisamente la propuesta de la obra. Se trata de crear
una isla construida a partir de la superposición de discursos étnicos, religiosos,
artísticos, genéricos, por una fusión entre elementos de baja y alta cultura, por un
pluriperspectivismo.
136
Por Fernando Aínsa: obra citada.
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75
Y toda práctica espacial constituye una manipulación sobre los elementos básicos del
orden construido, por eso, podemos afirmar que los mecanismos que dotan al espacio de
la novela de características heterogéneas están en función de aportar la interpretación
propia de Abilio Estévez no solo sobre lo que es el espacio, sino sobre lo que representa
vivir en una isla y ser cubano.
Por lo tanto, esta novela da cuenta de los avatares profundos de lo cubano y signa, a su
manera propia, un retrato esencial sobre la cultura insular, concebida como heterogénea
y plural, como infierno y paraíso, como “la maldita circunstancia” y “la fiesta
innombrable”. La identidad no se puede encasillar en un estereotipo o en una única
forma de ser, pues la identidad, como la vida, la historia y los espacios, es dinámica y
plural.
Pero nunca se debe olvidar que el espacio literario es un signo artístico, una
construcción imaginaria de quien escribe, y en especial, de quien lee.
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