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Sep 28, 2018

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TRIBUNA DE ECONOMÍA

Todos los artículos publicados en esta sección son sometidospreviamente a evaluación externa anónima

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María Ángeles Caraballo Pou*Carlos Usabiaga Ibáñez**

EL DEBATE METODOLÓGICOACTUAL EN ECONOMÍA: UNAINTERPRETACIÓNEn este trabajo se plantea una interpretación del complejo abanico metodológico actualexistente en Economía. Tras un repaso muy sintético de los principales hitos en este campohasta los años ochenta, se realiza una descripción más profunda de las principalescontribuciones a partir de dichos años, en donde destacan los enfoques pluralistas.Teniendo en cuenta la explosión de la literatura en este campo, se hace un esfuerzo porcaracterizar las diferentes posiciones, apuntando los trabajos básicos. El artículo se cierracon unas reflexiones sobre el estado actual de la ciencia económica, surgidas al hilo de larevisión metodológica.

Palabras clave: metodología económica, pensamiento económico.

Clasificación JEL: B41.

1. Introducción

Si nos hubiésemos enfrentado a la tarea de abordar los

enfoques metodológicos de la Economía en los años se-

senta el trabajo habría sido relativamente sencillo, ya que,

como apunta Boland, en aquellos momentos, salvo el co-

nocido artículo de Friedman, había muy poca literatura

metodológica relativa a la Economía. Sin embargo, a partir

de los años ochenta, esta tarea resulta ardua, porque ha

habido una auténtica explosión de publicaciones sobre

metodología económica1, marcada en gran parte por la

aparición del libro de Blaug La Metodología de la Econo-

mía. Esta obra le dio credibilidad a la metodología como

rama de la Economía, al ser Blaug un historiador del pen-

samiento económico de reconocido prestigio; aunque tam-

bién es cierto que en el interés por la metodología han

destacado algunas escuelas económicas concretas, de

tendencia heterodoxa. Por su parte, gran parte de los eco-

nomistas ortodoxos consideran las discusiones metodoló-

gicas como inútiles y piensan que no ayudan al avance de

la Economía. En este artículo pretendemos sistematizar

los distintos enfoques metodológicos actuales y enfatizar

la contribución que pueden prestar en la explicación del

complejo panorama que presenta la teoría económica en

nuestros días.

TRIBUNA DE ECONOMÍAFebrero 2004. N.º 813 205ICE

* Universidad de Sevilla.** Universidad Pablo de Olavide.1 Sólo las referencias bibliográficas básicas requerirían un epígrafe

adicional; por ello, remitimos a las principales recopilaciones de trabajos—también numerosas—. Entre ellas, destacaríamos las editadas por

REDMAN (1989), CALDWELL (1993), BACKHOUSE (1994a) y elambicioso handbook de DAVIS, HANDS y MÄKI (1998).

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Se debe señalar que la propia definición de metodología

ha ido evolucionando a lo largo del tiempo, al hilo de las

distintas posiciones mantenidas por las corrientes de pen-

samiento. Sintéticamente, pueden distinguirse tres etapas

en lo que se refiere a las controversias en torno a la meto-

dología económica: una inicial, en la que el centro del de-

bate gira en torno al método inductivo frente al deductivo;

una segunda etapa, que surge a partir de la aparición de la

Filosofía de la Ciencia; y la más reciente, caracterizada

por la irrupción del relativismo en la Economía. En este ar-

tículo nos centraremos en esta última etapa, por ser la

más reciente y menos tratada. Sin embargo, para centrar

nuestro análisis, revisaremos brevemente los rasgos fun-

damentales de la evolución del debate metodológico en

Economía desde sus inicios.

2. Antecedentes

Puede decirse que las primeras discusiones explícitas

referentes a la metodología económica se sitúan en torno

a la década de 1830, con la publicación de la obra de Se-

nior Introductory Lecture on Political Economy, en 1827, y

el ensayo de Mill On the Definition of Political Economy

and on the Method of Investigation Proper to It, en 1836.

Inicialmente, la discusión se centró en la naturaleza de las

premisas de la Teoría Económica y en el método de razo-

namiento más adecuado para esta materia. Con posterio-

ridad, las posiciones metodológicas se irían radicalizando,

dando lugar, hacia 1880, a la famosa «polémica del méto-

do», entre la escuela historicista alemana, que abogaba

por el método inductivo, y la escuela marginalista austría-

ca, que defendía el método deductivo a ultranza y que de-

rivaría en lo que se denominó el «apriorismo neoclásico».

Sin embargo, sería la postura conciliadora de J. M. Key-

nes, que intentaba conjugar la inducción con la deducción,

la que perduraría hasta nuestros días2.

Al hilo de la evolución de las posiciones metodológi-

cas, se va precisando también la definición del objeto de

la Economía. Así, la visión de los clásicos era panorámi-

ca; su objeto de estudio era la sociedad en su conjunto y

el prisma de análisis se centraba en las fuerzas que

guiaban su progreso económico. De ahí la concepción

de Economía Política de los clásicos (la vieja Political

Economy), mantenida igualmente por los historicistas.

El tránsito a la Economía moderna (bautizada por Mars-

hall como Economics) acotó su ámbito de estudio y el

papel de los economistas, lo que se refleja en la defini-

ción de Robbins, tan controvertida pero aún viva des-

pués de siete décadas en nuestros manuales de Econo-

mía, o al menos en aquéllos que siguen la tradición neo-

clásica3. Asimismo, en esta primera etapa surge otra

cuestión que va a generar un largo historial de contro-

versias: las distintas áreas de estudio que pueden dis-

tinguirse dentro de la Ciencia Económica. Tradicional-

mente, se ha distinguido entre la Economía Positiva y la

Economía Normativa4; distinción que ya encontramos

en autores clásicos, como Senior, Mill y Cairnes, en los

marginalistas y en los austriacos. Sin embargo, el deba-

te metodológico posterior ha ido difuminando cada vez

más la frontera entre ambas áreas.

El siguiente gran hito en la evolución de la metodolo-

gía económica fue la aparición de la Filosofía de la Cien-

cia que, como apunta Echeverría (1999, páginas 11-12),

surge como consecuencia de las profundas transforma-

ciones sufridas por algunas disciplinas científicas a fina-

les del siglo XIX y principios del XX, y que modificaron

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MARÍA ÁNGELES CARABALLO POU Y CARLOS USABIAGA IBÁÑEZ

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2 Paradójicamente, a pesar de toda la controversia y de los avancesmetodológicos del siglo XX, muchos manuales de Economía actualessiguen dando por sentado que éste es el método científico adecuado

para la Economía. Como botón de muestra, véanse MANKIW (2002,páginas 15-16) y RUFFIN y GREGORY (2001, página 12).

3 Véanse, por ejemplo, los manuales de SAMUELSON y NORDHAUS(2002, página 4), MANKIW (2002, página 3) y RUFFIN y GREGORY(2001, página 5).

4 J. M. Keynes añadió el «arte»: la formulación de reglas adecuadaspara la consecución del fin dado. Recientemente, COLANDER (2001) hadefendido la relevancia de esta tercera rama, y ha apuntado que loseconomistas académicos se han centrado en la Economía Positiva,perdiendo el arte de la Economía. Es muy interesante el planteamientoque expone Colander sobre cómo las instituciones académicas hanllevado a la Economía hasta su estado actual.

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las concepciones filosóficas sobre la Ciencia; surgiendo

la Filosofía de la Ciencia con el objetivo de reflexionar

directamente sobre el conocimiento científico y de afir-

mar su especificidad en relación al conocimiento huma-

no en general. Suele concluirse que fue la aportación de

Hutchison (1938) la que introdujo esta disciplina en el

ámbito de la metodología económica, al aplicar las

ideas del Positivismo Lógico a la Economía. De esta for-

ma, se abrió el período moderno en el estudio de la me-

todología económica.

Inicialmente, surgen como tareas centrales de la Filo-

sofía de la Ciencia el establecimiento de los criterios de

demarcación entre la Ciencia y la No Ciencia, y la deter-

minación de los criterios para evaluar las teorías. Por lo

que se refiere a la primera tarea, en esta etapa la con-

frontación de la verificación con la falsación5 constituye

una pieza fundamental de los debates metodológicos en

Economía. Ciertamente, el falsacionismo, a pesar de las

múltiples críticas que ha recibido, ha despertado un in-

dudable atractivo entre los economistas6; aunque la ma-

yoría de los estudiosos de la metodología económica

parecen estar de acuerdo en la percepción de que el fal-

sacionismo rara vez, o más bien nunca, ha sido verda-

deramente practicado en Economía7. Hands (1992, pá-

gina 23) va aún más lejos, y señala que el desacuerdo

básico entre los críticos y los defensores del falsacionis-

mo no es sobre si el falsacionismo ha sido practicado,

sino sobre si debería practicarse.

Por su parte, los programas científicos de investiga-

ción (PCI) de Lakatos8 se han interpretado en muchas

ocasiones como un intento de relajar y hacer más practi-

cable el falsacionismo, dando lugar a lo que puede de-

nominarse como un criterio de demarcación histórico.

La aplicación de la metodología de Lakatos a la Econo-

mía ha ido fundamentalmente en la línea de intentar re-

construir algún episodio particular de la historia del pen-

samiento económico desde el prisma de los PCI9.

Como ya se ha comentado, estrechamente vinculada a

la cuestión de los criterios de demarcación, surge la tarea

de establecer reglas que evalúen las diversas teorías que

han sido calificadas previamente de científicas. En este

sentido, destaca la aportación de Friedman. Así, su artícu-

lo «La Metodología de la Economía Positiva», publicado

en 1953, se ha convertido en uno de los trabajos metodo-

lógicos más influyentes en el ámbito de la Ciencia Econó-

mica y, como señala Caldwell (1994, página 173), en una

«pieza maestra del marketing». Este autor también apunta

que nunca un trabajo tan breve sobre metodología ha sido

capaz de generar tanta controversia10.

La propuesta metodológica de Friedman es bien co-

nocida. Este autor considera que la validez científica de

EL DEBATE METODOLÓGICO ACTUAL EN ECONOMÍA: UNA INTERPRETACIÓN

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5 Como es sabido, el principio de verificación como criterio dedemarcación aparece unido al movimiento filosófico denominadoPositivismo Lógico, que se articuló en torno al Círculo de Viena en lasdécadas de 1920 y 1930. Por su parte, el falsacionismo es expuestofundamentalmente por POPPER (1934).

6 HANDS (1992, páginas 21-22) sintetiza las razones de su éxito,acudiendo a criterios filosóficos, sociológicos e ideológicos.

7 La bibliografía sobre las dificultades de la aplicación delfalsacionismo en Economía es muy extensa. Destacan, entre otras, lasaportaciones de PAPANDREOU (1958), BOLAND (1977), CALDWELL(1984), HAUSMAN (1988) y BLAUG (1980, 1994).

8 Lakatos propone una síntesis, que intenta evitar la postura ahistóricade Popper y el relativismo de Kuhn; el resultado, sin embargo, puede

clasificarse más bien de popperiano —véanse BLAUG (1962,página 835) y BACKHOUSE (1994b, página 175).

9 Entre la bibliografía referente a la aplicación de la metodología deLakatos a la Economía cabe destacar las recopilaciones de LATSIS(1976), DE MARCHI (1988) y BLAUG y DE MARCHI (1991). Enparticular, los intentos de reconstruir la historia del pensamientoeconómico en términos de PCI son muy numerosos, aunque, segúnHANDS (1992, página 35), en su mayoría incorrectos. Así, por ejemplo,BLAUG (1976) utiliza la noción de PCI para explicar la vigencia de laeconomía neoclásica, O'BRIEN (1983) para analizar la influencia de A.Smith en la Economía, y VINT (1994) para exponer la historia de ladoctrina clásica sobre los salarios. HANDS (1992, página 43) apuntaaquellas aportaciones que, a su juicio, han seguido fielmente lasdirectrices lakatosianas.

10 La controversia que ha generado el ensayo de Friedman bordea elabsurdo. CALDWELL (1989, páginas 11-12) distingue entre la «granmetodología», que son los trabajos seminales, y de la que el artículo deFriedman es una buena muestra, y la literatura metodológicasecundaria, que surge como respuesta a los trabajos seminales. Puesbien, el trabajo de Friedman ha generado una crítica a la literaturasecundaria —véase, por ejemplo, BOLAND (1979)— e incluso unacrítica a la crítica de la literatura secundaria —DENNIS (1986), entreotros. Ante este panorama, podemos llegar a plantearnos la utilidad deeste tipo de controversias, especialmente porque ni el propio Friedmanse sintió motivado para responder a una sola de esas críticas ocomentarios.

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las teorías se fundamenta en su valor predictivo, por lo

que el realismo de los supuestos es irrelevante para

evaluar las teorías, puesto que esta característica no

supone ventaja alguna respecto a las teorías que no la

poseen. Sin embargo, a pesar de las cinco décadas

transcurridas, la controversia en torno a qué quiso decir

exactamente Friedman cuando habló de «realismo» y

qué entendía por «supuestos» sigue abierta.

Muchos metodólogos han intentado criticar o defender

el prediccionismo apoyándose en alguna corriente de la

Filosofía de la Ciencia. Sin embargo, estos esfuerzos han

resultado a la postre poco fructíferos, ya que, finalmente,

no han logrado encuadrar a Friedman en ninguna tenden-

cia filosófica; en parte porque, como juiciosamente señala

Mayer (1993, páginas 220-221), Friedman es ecléctico en

relación a la Filosofía de la Ciencia, y no le importa tomar

lo que más le conviene de las distintas tendencias en este

campo, aunque sean contrapuestas —quizá por ello se

señala que en su trabajo hay vestigios del falsacionismo

popperiano, del empirismo lógico y del pragmatismo de

Dewey. A todo esto hay que añadirle el escaso conoci-

miento de la literatura metodológica que tenían tanto

Friedman como la audiencia a la que iba dirigido su traba-

jo11. Sea como fuere, las críticas citadas hacia Friedman y

su obra parecen haber producido poco efecto, ya que el

prediccionismo, al menos entre las filas ortodoxas, parece

firmemente asentado en la práctica de los economistas12.

En esta segunda etapa, y centrada en las dos tareas co-

mentadas, la Filosofía de la Ciencia da lugar a una con-

cepción de la metodología económica de tipo prescriptivo.

Así, se plantea como una rama de la Economía que exa-

mina cómo los economistas justifican sus teorías y las ra-

zones que ofrecen para preferir una teoría sobre otra, y

que proporciona unas reglas que se deben seguir para ha-

cer avanzar a esta ciencia —Blaug (1992, página xii).

Los cambios en la Ciencia a partir de la Segunda

Guerra Mundial propiciaron una nueva y profunda trans-

formación en los estudios sobre ella. En opinión de

Echeverría (1999, páginas 12-13), el punto de inflexión

básico fue la obra de Kuhn, que supuso un giro histori-

cista en la Filosofía de la Ciencia, introduciendo en ella

el relativismo y, de su mano, la Sociología. Para Kuhn la

Ciencia ha de entenderse como un proceso histórico de-

sarrollado por comunidades de investigadores; concep-

ción que conduce al relativismo porque implica que la

Ciencia carece de fundamentos objetivos: es el conjunto

de conocimientos que en cada momento se acepta por

la comunidad científica como Ciencia.

A nuestro juicio, el valor de la aportación de Kuhn no ra-

dica tanto en los conceptos novedosos que emplea, como

los de revolución científica o paradigma, que hoy día for-

man parte de la terminología habitual en los estudios so-

bre la Ciencia, como en el cambio que supone en la con-

cepción misma de la metodología su visión relativista de la

Ciencia, ya que lleva a obviar los criterios de demarcación

o las reglas prescriptivas para la evaluación de las teorías

científicas. Es decir, el relativismo transforma radicalmente

la dirección de las discusiones metodológicas. Por tanto,

en esencia, en el debate metodológico actual en Econo-

mía se enfrentan dos posiciones: los que defienden la me-

todología prescriptiva tradicional, que gira en torno a las

dos cuestiones básicas de la Filosofía de la Ciencia ya co-

mentadas, y los que siguen los nuevos enfoques, más cer-

canos a una metodología de tipo descriptivo.

3. La evolución de la metodología económica desde

la década de los ochenta

Al hilo de lo comentado, a nuestro juicio, el panorama

metodológico que surge en Economía a partir de los años

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MARÍA ÁNGELES CARABALLO POU Y CARLOS USABIAGA IBÁÑEZ

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11 Friedman admite su falta de dominio de la literatura metodológica.Así, reconoce que la obra de Popper fue casi la única literaturametodológica que había leído antes de 1953, así como no haber leídomucho más sobre estos temas desde entonces —MAYER (1993,página 215)—. Asimismo, MAYER (1993, página 215) señala que elensayo de Friedman no iba dirigido a una audiencia moderna ymetodológicamente sofisticada. Por el contrario, cuando apareció estetrabajo, la mayor parte de los economistas, al menos en Norteamérica,no sabían casi nada acerca de la Filosofía de la Ciencia.

12 Una buena muestra de lo firmemente asentado que está puedeencontrarse acudiendo a los manuales. En este sentido, en muchos deellos se acepta el poder predictivo como criterio de valoración de lasteorías —véanse, por ejemplo, LIPSEY y CHRYSTAL (1999, página 26)y RUFFIN y GREGORY (2001, página 12).

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ochenta puede sintetizarse de la forma siguiente. Por una

parte, siguiendo la terminología de Dow (1997a, pági-

na 80), encontramos la «vieja guardia metodológica», que

mantiene la concepción de una metodología de tipo pres-

criptivo y que aboga básicamente por el falsacionismo. En

segundo lugar, los problemas ya comentados que presen-

ta la aplicación del falsacionismo a la Economía han lleva-

do a algunos autores a realizar una relectura o reinterpre-

tación de la contribución de Popper. Finalmente, bajo la

denominación de pluralismo metodológico hemos englo-

bado a todos aquellos enfoques deudores, en mayor o

menor medida, del relativismo de Kuhn, y de los que surge

una concepción de la metodología de carácter esencial-

mente descriptivo. A continuación, caracterizaremos a

cada uno de estos enfoques.

La «vieja guardia» metodológica

Sin lugar a dudas, y dejando de lado los matices, el de-

fensor más importante del papel del falsacionismo en Eco-

nomía es Blaug13. Así, su obra La Metodología de la Eco-

nomía es responsable, en opinión de Backhouse (1994c,

página 3) y Caldwell (1994, página x), de asentar definiti-

vamente al falsacionismo popperiano como la metodolo-

gía económica «ortodoxa». En esta línea de apoyo al fal-

sacionismo también se encuentra Hutchison, quien llega a

afirmar que es incluso más importante en Economía que

en las ciencias naturales. Otros autores, como Backhou-

se, aceptan el falsacionismo pero a través del prisma de

Lakatos14, cuya metodología más ecléctica y flexible po-

dría ser más adaptable a la Ciencia Económica. Finalmen-

te, están aquellos autores que introducen modificaciones

en la noción de falsación, con la pretensión de hacerla

más aplicable a la Economía; en este sentido, destaca la

noción de «plausibilidad» de Klant (1994).

En defensa de la «vieja guardia» metodológica, debe

reconocerse que, a pesar de las dificultades de la aplica-

ción del falsacionismo en general y a la Economía en par-

ticular, la ortodoxia económica sigue básicamente ancla-

da en Popper, quizá porque se considera a la evidencia

empírica como el único árbitro de la verdad en Economía;

visión enraizada en el falsacionismo popperiano.

Las «reinterpretaciones» de Popper

Hands (1993, página 68) señala que, paradójicamen-

te, la visión estrictamente falsacionista de Popper no en-

caja demasiado con la aproximación de los propios

«popperianos» a la Economía y otras ciencias sociales.

En esta línea de razonamiento surgen básicamente dos

reinterpretaciones de Popper, atribuidas a Boland y

Hands: el «Popper socrático» y el análisis situacional.

El «Popper socrático» o racionalismo crítico

En esencia, Boland (1992, 1994) afirma que el falsacio-

nismo popperiano ha sido malinterpretado, lo que ha con-

ducido a que muchos autores lo consideren inaplicable a

la Economía. Además, en opinión de Boland, una lectura

detenida de la obra de Popper nos hace ver que éste, bá-

sicamente, lo que hace es atacar a la verificación como

criterio de demarcación, pero no existe una propuesta se-

ria por parte de Popper de la falsación como criterio alter-

nativo. Por otro lado, se ha interpretado habitualmente al

falsacionismo como un método estático de justificación o

como una fórmula que garantiza el éxito de las teorías,

cuando realmente, en opinión de Boland, el papel del fal-

sacionismo en el progreso del conocimiento radica más en

enfatizar que la Ciencia es un proceso que en ofrecerse

como el método que asegura ese proceso.

La idea de proceso en Popper, según Boland, tiene re-

miniscencias del aprendizaje «socrático» —un sistema se-

gún el cual siempre aprendemos mediante la exposición

de nuestra ignorancia. Así, para Popper, la refutación de la

EL DEBATE METODOLÓGICO ACTUAL EN ECONOMÍA: UNA INTERPRETACIÓN

TRIBUNA DE ECONOMÍAFebrero 2004. N.º 813 209ICE

13 Esta posición la ha reiterado con frecuencia. Véase, por ejemplo, elprólogo a la segunda edición de su afamado libro.

14 Véase BACKHOUSE (1994b). Este autor también defiende lautilización de las prescripciones metodológicas frente a las nuevastendencias postmodernistas, argumentando que la metodologíaeconómica debe desarrollarse a través del análisis de la Economía y nomediante la imposición de esquemas desarrollados para otras ciencias—BACKHOUSE (1997).

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ignorancia es siempre un movimiento en la dirección co-

rrecta; por lo que si explicitamos las explicaciones falsa-

bles los científicos estarán en posición de mejorar nuestro

conocimiento mediante la refutación de nuestra ignoran-

cia. Por tanto, cuanto más falsables sean nuestras expli-

caciones, mayores serán nuestras oportunidades de

aprender. Según esta interpretación, la crítica, y no la fal-

sación, se erige en el eje del procedimiento y del avance

científico. La Ciencia progresa mediante la crítica, pero sin

alcanzar nunca una meta final, siendo la búsqueda de la

verdad —y no la posesión de la misma— la que caracteri-

za al método científico. Para Boland (1994, página 268)

esta visión del Popper socrático resulta revolucionaria,

puesto que concibe a la Ciencia como un proceso en per-

manente estado de movimiento; desechándose así la vi-

sión tradicional de la Ciencia como un sistema de verda-

des estables e incorregibles.

Llegados a este punto, nos podríamos plantear si el

racionalismo crítico que invoca Boland constituye real-

mente el mensaje principal de Popper. Sin embargo,

como apunta Hands (1992, página 37), probablemente

ese objeto de discusión no resulte muy fructífero, sino

que lo verdaderamente relevante es plantearnos qué

podría aprenderse a partir del racionalismo crítico. En

este sentido, parece que su aplicación en Economía su-

pone simplemente que debemos mantener una actitud

más crítica hacia las teorías económicas; pero no queda

muy claro qué avances concretos puede conllevar este

planteamiento. Concluimos con Hands (1992, pági-

na 37) que el problema básico del racionalismo crítico

no es que se pueda argumentar mucho en contra de él,

sino más bien que no se puede decir mucho con él.

El análisis situacional

El análisis situacional (AS) es considerado por autores

como Hands o Boland15 como la verdadera filosofía de

Popper para las ciencias sociales. Así, según estos auto-

res, aunque Popper defiende la unidad del método para

todas las ciencias16, también admite las dificultades que

supone la aplicación del método de las ciencias naturales

a las ciencias sociales17 y, por ello, propone el AS.

De forma muy esquemática, Hands (1992, pági-

nas 27-29) expone que el AS de la conducta X de un su-

jeto A en una situación S es el siguiente. Hay una des-

cripción de la situación: el sujeto A se halla en una situa-

ción S. Después analizamos la situación: en la situación

S lo racional es hacer X. Y, finalmente, aplicamos el prin-

cipio de racionalidad: los sujetos siempre actúan racio-

nalmente. Conclusión: por tanto, A hizo X. Como hemos

podido apreciar, la lógica del método descrito descansa

en el principio de racionalidad, tan familiar para los eco-

nomistas, pero que no debe confundirse, aclara Popper

(1957, página 157), con un principio psicológico. En de-

finitiva, como concluye Blaug (1994, página 112), el AS

es la denominación popperiana para el concepto econó-

mico de elección racional; por lo que no es más que la

generalización para todas las ciencias sociales de la

metodología del análisis económico y, especialmente,

de la Microeconomía18.

A pesar del énfasis puesto por autores como Hands o

Boland en la relevancia del AS, debe reconocerse que

Popper no realizó una sistematización de la metodolo-

gía de las ciencias sociales con el mismo rigor que para

las ciencias naturales. Por otra parte, resulta paradójica

la poca atención que los metodólogos económicos le

han dedicado al AS, en comparación, por ejemplo, con

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15 Para BOLAND (1994, página 277) el procedimiento crítico descritoanteriormente es el plato fuerte, mientras que el AS o el falsacionismono son más que aplicaciones del mismo.

16 Como el propio POPPER (1957, página 145) afirma, esto no quieredecir «que no exista diferencia alguna entre los métodos de las cienciasteóricas de la naturaleza y de la sociedad; tales diferencias existenclaramente, incluso entre las distintas ciencias naturales, tanto comoentre las distintas ciencias sociales. (...) Pero (...) los métodos de losdos campos son fundamentalmente los mismos».

17 Véase POPPER (1957, páginas 119-134 y páginas 157-158).18 HANDS (1992, página 29) plantea, desde nuestra perspectiva, la

cuestión fundamental: ¿qué puede aprenderse del AS aplicado a lametodología microeconómica? Este autor concluye que la aceptación deque las explicaciones microeconómicas siguen el AS popperiano noinfluye ni facilita la tarea de elaboración de las teorías y modelos.

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el falsacionismo riguroso, si tenemos en cuenta que

Popper (1985, página 358) llega a plantear que el AS

podría ser el único método válido para las ciencias so-

ciales19. Este hecho puede deberse, quizá, a la falta de

claridad de Popper en la exposición del AS y a la contra-

dicción subyacente que aparece entre el falsacionismo,

para el que las generalizaciones universales utilizadas

en una explicación científica deben ser falsables y haber

sido sometidas a rigurosa corroboración, y el AS, que se

sirve de una generalización universal, como es el princi-

pio de racionalidad, al que difícilmente se le puede atri-

buir la condición de falsable. Por último, debemos seña-

lar que Blaug (1992, páginas 231-232) considera que

Popper malinterpreta el papel de la racionalidad en Eco-

nomía, porque plantea ese postulado en referencia a la

motivación de un individuo aislado, mientras que los

economistas están más interesados en el comporta-

miento agregado de los consumidores y productores en

los mercados, y esa agregación requiere supuestos adi-

cionales. Es decir, las explicaciones del comportamiento

económico se apoyan en algo más que la racionalidad,

lo que indica que ese principio por sí sólo es débil20. Así,

los resultados tan alentadores obtenidos por la econo-

mía neoclásica, que llevan a Popper a recomendar el

principio de racionalidad como la llave maestra para

abrir todas las puertas de las ciencias sociales, se ba-

san también en otros pilares relevantes.

El pluralismo metodológico

La irrupción del relativismo en los estudios sobre la

Ciencia tiene un fiel reflejo en el pluralismo metodológi-

co, impulsado en Economía especialmente por Cald-

well. La justificación de las tendencias que, en nuestra

opinión, pueden englobarse bajo esa denominación re-

quiere una breve incursión en algunas cuestiones termi-

nológicas21. Así, muy sintéticamente, el pluralismo pue-

de plantearse a dos niveles. Por una parte, tenemos el

pluralismo «ontológico», que supone que la realidad es

una construcción social que no es independiente del su-

jeto que la estudia; de este modo, la realidad es una plu-

ralidad «creada» por los distintos observadores. Por

otra parte, tenemos el pluralismo «epistemológico», que

implica que hay muchos mecanismos para conocer la

realidad. El pluralismo ontológico implica necesaria-

mente el epistemológico y se asocia con el postmoder-

nismo, que sería la acepción extrema del pluralismo22.

Por el contrario, el pluralismo epistemológico no implica

el ontológico, ya que se puede aceptar la existencia de

una única realidad —realismo ontológico—, pero con

una pluralidad de formas de entenderla; en esta línea si-

tuamos al realismo, la versión suave del pluralismo.

El pluralismo como metametodología

El pluralismo como metametodología ha alcanzado

una amplia difusión gracias a Caldwell. Básicamente,

esta posición se basa en la afirmación de que no existen

criterios que nos permitan elegir entre las diversas me-

todologías alternativas; además, aunque existiesen ta-

les criterios, nunca estaríamos seguros de haberlos en-

EL DEBATE METODOLÓGICO ACTUAL EN ECONOMÍA: UNA INTERPRETACIÓN

TRIBUNA DE ECONOMÍAFebrero 2004. N.º 813 211ICE

19 La primera exposición del AS aparece en POPPER (1957,páginas 156-157), siendo denominado como «método cero». Ladiscusión más reciente sobre el tema la realiza en su autobiografía,donde aclara que el AS es un intento de generalizar el método de laTeoría Económica (que identifica con la teoría de la utilidad marginal) alresto de las ciencias sociales —POPPER (1974, páginas 93-94).

20 Además, el principio de racionalidad no está exento en absoluto deproblemas metodológicos. Así, por una parte, tenemos la discusiónsobre su «status» lógico, encabezada por CALDWELL (1994,páginas 146-164), BOLAND (1997, páginas 74-83) —que lo califica deproposición metafísica— y BLAUG (1992, páginas 230-231) —quemantiene que el postulado de racionalidad es irrefutable, pero no por símismo, sino por una cuestión de convención—. Por otra parte, muchosautores critican el principio de racionalidad por contribuir a que elproceso de toma de decisiones sea totalmente mecánico; lo que hallevado a una serie de formulaciones alternativas, como la racionalidadlimitada de SIMON (1959, 1978) y la racionalidad procesal deHARGREAVES-HEAP (1989, páginas 116-147).

21 Para una mayor profundización en estas distinciones terminológicasvéanse por ejemplo DOW (1997b) y MÄKI (1997).

22 Las características de esta versión fuerte del pluralismo sedescriben en SAMUELS (1997).

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contrado, por lo que todas las posiciones metodológicas

resultan legítimas23. En este sentido, Caldwell (1994,

páginas 245-250) señala que, en lugar de dedicar es-

fuerzos inútiles a intentar encontrar la mejor metodolo-

gía, los metodólogos deberían dedicarse a promover la

comprensión metodológica entre los economistas, me-

diante la reconstrucción racional de los contenidos me-

todológicos de los distintos programas de investigación

en Economía, su valoración crítica, y la discusión de sus

fortalezas y debilidades.

El pluralismo ha ganado muchos adeptos, precisa-

mente por su versatilidad. Sin embargo, otros autores

influyentes, como Blaug (1990, página 6), acusan al plu-

ralismo de fraude, al interpretarlo como una excusa para

no hacer nunca un juicio definitivo sobre las teorías en

conflicto. Desde nuestra perspectiva, la posición de

Caldwell, aunque puede parecer conformista y poco

comprometedora, puede interpretarse también como

una llamada a la cordura ante las posturas extremas en

los debates metodológicos.

El pluralismo en versión suave: el realismo crítico

El realismo crítico hunde sus raíces en el realismo

trascendental de Bhaskar (1978, 1989), que pretende

ser un enfoque aplicable tanto a las ciencias naturales

como a las sociales. Para este autor, en el estudio de la

Ciencia hay que incluir también el ámbito trascendental,

que consiste en los esquemas cognoscitivos y las herra-

mientas conceptuales que están detrás de las prácticas

científicas. Ambos, esquemas y herramientas, tienen

carácter real, y son los que definen la verdadera natura-

leza de las cosas, más allá de las simples regularidades

empíricas, ya que la investigación científica depende de

ellos. Por otro lado, dichos esquemas y herramientas no

son directamente contrastables, sino que proporcionan

los términos en los que las contrastaciones deben lle-

varse a cabo y los criterios para evaluar tales contrasta-

ciones. La aplicación del realismo trascendental a las

ciencias sociales, y en particular a la Economía, se ha

denominado como «realismo crítico», y ha sido desarro-

llado fundamentalmente por Lawson24.

Este autor parte de la crítica hacia la economía neo-

clásica, ya que considera que se desarrolla al margen

de la realidad económica, empleando además un méto-

do erróneo: el deductivismo. Este método, según Law-

son, no debería aplicarse, ya que sólo es adecuado

para sistemas cerrados, y la Economía es un sistema

abierto, sin fronteras pretederminadas, y que está fuer-

temente relacionada y condicionada por la Historia, la

Sociología, etcétera. De aquí surge la concepción de

una ontología organicista, que no es incompatible con el

realismo ontológico —los objetos que estudia la Ciencia

existen y actúan independientemente del científico que

está investigando— que caracteriza asimismo a este

enfoque. Así, para Lawson (1997a, página 18), el realis-

mo es inexorable, ya que toda filosofía presupone una

realidad. Por ejemplo, los que reducen la Ciencia a la

conversación presuponen como objeto esa conversa-

ción, otros plantean una realidad de pensamiento eco-

nómico, etcétera.

Como método alternativo, Lawson (1994) propone el

análisis trascendental, basado en la retroducción25. Sin-

téticamente, este método consiste en lo siguiente: se

212 TRIBUNA DE ECONOMÍAFebrero 2004. N.º 813

MARÍA ÁNGELES CARABALLO POU Y CARLOS USABIAGA IBÁÑEZ

ICE

23 Esta propuesta puede recordarnos el anarquismo teórico deFEYERABEND (1975), que postula la imposibilidad de los principiosmetodológicos universales y considera que las reglas metodológicasconstituyen un freno para el avance de la Ciencia. No obstante, la visióndel pluralismo no es negativa en relación a la metodología en sí, sino encuanto a la posibilidad de elegir entre los diferentes métodos —véase,en este sentido, la opinión de SAMUELS (1997, página 75).

24 Véanse por ejemplo LAWSON (1994, 1997b). Para unacaracterización sintética de esta corriente, véanse LAWSON (1997a,páginas 17-24) y LAWSON, PEACOCK y PRATTEN (1996,páginas 140-143). Otras referencias bibliográficas relativas al realismocrítico como corriente filosófica y sus aplicaciones a la Economíaaparecen recogidas en LAWSON, PEACOCK y PRATTEN (1996),RUNDE (1998) y FLEETWOOD (1999).

25 Sin embargo, no debe considerarse como una propuestametodológica excluyente. Así, LAWSON (1997b) se limita a rechazar elmonismo metodológico, sugiriendo la necesidad de abordar los objetosde las ciencias sociales de forma distinta a como se estudian los objetosde las ciencias naturales, y acaba invocando el pluralismo metodológico.

Page 11: TRIBUNA DE ECONOMÍA - revistasice.com · metodología», que son los trabajos seminales, y de la que el artículo de Friedman es una buena muestra, y la literatura metodológica

acepta el hecho de que los objetos existen con indepen-

dencia del conocimiento, pero la forma de acceder al co-

nocimiento de los objetos siempre está imbuida por las

circunstancias históricas y las formas sociales; además,

la construcción de la explicación de cualquier fenómeno

siempre supone un esquema cognoscitivo previo. En el

marco de esta concepción, la retroducción consiste en

moverse desde el nivel primario de conocimiento del fe-

nómeno al análisis de las estructuras que lo han genera-

do; un paso más en la retroducción consiste en ir de esas

estructuras a las causas que han provocado éstas, y así

sucesivamente. De esta forma, el conocimiento científico

avanza conforme se alcanzan estadios más profundos

en ese análisis de las estructuras cognoscitivas. El objeto

de la Economía, por tanto, no es la predicción de los fe-

nómenos; sino la identificación y la comprensión de los

mecanismos, estructuras o tendencias que subyacen y

gobiernan los hechos económicos, y que forman parte

del ámbito trascendental de la realidad.

Entre las aplicaciones del realismo de Lawson a la

Economía destaca la aportación de Lawson, Peacock y

Pratten (1996), quienes lo emplean para el estudio de

las instituciones. Por su parte, Runde (1998) analiza,

desde la perspectiva del análisis trascendental, la cues-

tión de la elección entre las distintas explicaciones cau-

sales existentes en Economía. Finalmente, señalare-

mos que uno de los proyectos más ambiciosos en esta

línea es el intento de reconstrucción de la economía

postkeynesiana a partir de los presupuestos del realis-

mo crítico; cuestión que está siendo objeto de un inten-

so debate en la actualidad26.

Otro autor vinculado al realismo es Mäki (1997), quien

parte del realismo ontológico e insiste en que la verdad

no es algo socialmente construido. Existe, según su pro-

pia expresión, Un Único Mundo, del que se deriva una

verdad objetiva; pero admite el pluralismo epistemológi-

co, ya que hay muchas formas de conocer ese mundo,

lo que explica la existencia de diversidad de teorías y le

lleva a abogar por un pluralismo metodológico. En la ac-

tualidad, la investigación de Mäki se caracteriza, esen-

cialmente, por su intento de sintetizar los enfoques del

realismo y la Retórica27.

La acepción extrema del pluralismo: las tendencias

postmodernistas

Dentro de las tendencias postmodernistas, vamos a

centrarnos en la Sociología del Conocimiento Científico

y en la Retórica de la Economía.

Por lo que se refiere a la Sociología del Conocimiento

Científico (SCC), se debe comenzar señalando que este

enfoque cuestiona la aplicación de los principios tradi-

cionales de la Filosofía de la Ciencia al conocimiento

científico. Su crítica a la epistemología mina cualquier

proyecto metodológico, al concebir el conocimiento

como un producto del sistema social. Así, la SCC centra

su análisis en el contexto social, externo e interno, del

descubrimiento científico. Sus orígenes los encontra-

mos en la Sociología de la Ciencia de Merton y en el re-

lativismo de Kuhn. Dentro de la SCC se pueden distin-

guir, básicamente, dos líneas de trabajo: el Programa

Fuerte, y la Etnometodología y el Constructivismo.

El Programa Fuerte suele vincularse a la denominada

«Escuela de Edimburgo», destacando en ella autores

como Barnes, Bloor y Shapin. Su objetivo consiste en

reducir el conocimiento científico a sus causas socioló-

gicas. Desde esta perspectiva28, el conocimiento no es

una creencia verdadera, sino una creencia que cuenta

con el apoyo de la colectividad; es decir, no hay ninguna

referencia a la verdad objetiva. En este sentido, las cau-

EL DEBATE METODOLÓGICO ACTUAL EN ECONOMÍA: UNA INTERPRETACIÓN

TRIBUNA DE ECONOMÍAFebrero 2004. N.º 813 213ICE

26 En el simposio recogido en el Journal of Postkeynesian Economics(1999, volumen 22, número 1), y en el que intervinieron conocidospostkeynesianos, como Davidson, Dow y Rotheim, se analizó lacoherencia del proyecto postkeynesiano a la luz del realismo crítico. Lasopiniones y conclusiones fueron diversas. Quizás, la contribución másesclarecedora fue la de Lawson.

27 PETER (2001) recoge los puntos esenciales del debate entre elrealismo y la Retórica, así como la síntesis de Mäki.

28 Véanse BLOOR (1976, páginas 2-3) y BARNES (1977, página 1).

Page 12: TRIBUNA DE ECONOMÍA - revistasice.com · metodología», que son los trabajos seminales, y de la que el artículo de Friedman es una buena muestra, y la literatura metodológica

sas del conocimiento científico son, según Mäki (1992,

página 69), factores macrosociales externos a la Cien-

cia: valores culturales, ideologías políticas, etcétera.

En opinión de Barnes (1985), el interés de los científi-

cos no se centra en la búsqueda de la verdad, sino en el

reconocimiento por parte de la comunidad científica y de

la sociedad. Además, su trabajo está condicionado por

las instituciones científicas, que compiten entre sí y mu-

chas veces tienen intereses contrapuestos, lo que tam-

bién impulsa a la defensa de teorías alternativas. En de-

finitiva, para la SCC los conocimientos que se generan

sobre la naturaleza no son objetivos o verdaderos, sino

algo socialmente construido, en función de los intereses

de los científicos. Desde esta perspectiva, la realidad

económica, la Teoría Económica o la metodología, en

palabras de Samuels (1997, página 67), son «construi-

das», no son «encontradas». Por otro lado, en este con-

texto, el objeto de la Economía no se plantea como algo

dado y acotado, sino más bien como un proceso cam-

biante29. La versión más radical del Programa Fuerte es

el denominado Empirical Programme of Relativism, que

señala que las diferentes culturas generan sus propios

paradigmas, verdades e incluso naturalezas.

En esencia, la Etnometodología y el Programa Cons-

tructivista pretenden dar un contenido específico a la

afirmación de que la Ciencia está socialmente condicio-

nada.

A diferencia del Programa Fuerte, la Etnometodología

tiene más bien una orientación microsociológica, al in-

tentar describir la vida de los científicos y sus comunida-

des, observando su trabajo diario. Esta corriente tam-

bién plantea la idea de que cada teoría sólo puede ser

valorada dentro de una comunidad científica específica,

negándose, por tanto, la existencia de criterios genera-

les de valoración de teorías. La Etnometodología estu-

dia las estrategias seguidas con el propósito de maximi-

zar los atributos sociales específicos de los científicos

individuales o de los grupos científicos30. En este senti-

do, uno de los temas más estudiados es el de los objeti-

vos e intereses últimos que persiguen éstos, y que mar-

can sus investigaciones; apareciendo la perspectiva

económica o de mercado como uno de los posibles ele-

mentos a tener en cuenta bajo este enfoque. En esta lí-

nea, se ha desarrollado, por ejemplo, la denominada

Economía del Conocimiento Científico, que enfoca la

Ciencia desde una perspectiva explícitamente económi-

ca, concibiendo el conocimiento científico como resulta-

do de un proceso económico31; llegándose a plantear el

análisis coste-beneficio como criterio de selección de

proyectos. No obstante, el enfoque económico no se

considera como único y excluyente, sino más bien como

una herramienta adicional que puede contribuir a escla-

recer las controversias surgidas en torno a la delimita-

ción y evolución de la Ciencia.

Debemos recordar que ha habido algunos intentos de

reconstruir la actividad de los economistas en los térmi-

nos de la Etnometodología32, siendo quizá el más cono-

cido el de Leijonhufvud (1973), aunque en opinión de

Mäki (1992, página 76) estos intentos no se ajustan bien

a este enfoque.

El Constructivismo es una parcela dentro de la Etno-

metodología que se centra en el estudio del lenguaje de

una comunidad científica en particular. En Economía

esta línea de trabajo ha alcanzado una notable populari-

dad gracias a la Retórica de McCloskey, aunque en ho-

nor a la verdad esta autora no recurre al Constructivis-

mo para justificar su aportación.

214 TRIBUNA DE ECONOMÍAFebrero 2004. N.º 813

MARÍA ÁNGELES CARABALLO POU Y CARLOS USABIAGA IBÁÑEZ

ICE

29 En definitiva, parece que la concepción de Economía más acordecon este planteamiento se corresponde con la famosa definición deViner: «Economía es lo que hacen los economistas».

30 Por ejemplo, LATOUR y WOOLGAR (1986) consideran que eseatributo es la credibilidad; e interpretan el laboratorio y la comunidadcientífica en términos cuasi-económicos de mercados en los que loscientíficos intentan vender sus productos —artículos, etcétera— paramaximizar ese atributo.

31 Véase, por ejemplo, en este campo la reciente contribución de SHI(2001).

32 YONAY (2000), por ejemplo, resume en doce puntos la visión de laCiencia desde la perspectiva de la Etnometodología y aplica cada unode ellos a la Economía.

Page 13: TRIBUNA DE ECONOMÍA - revistasice.com · metodología», que son los trabajos seminales, y de la que el artículo de Friedman es una buena muestra, y la literatura metodológica

Desde nuestra perspectiva, los enfoques de la SCC

pueden contribuir a que los economistas reflexionemos

sobre la labor que desarrollamos, los intereses que nos

mueven y la dinámica en la que muchas veces nos en-

contramos inmersos en lo que se refiere al mundo de las

publicaciones33. Entre otras cosas, estas corrientes

desmitifican la Ciencia, en el sentido de que debe reco-

nocerse que el avance científico no se mueve simple-

mente por un afán de alcanzar la verdad, sino que mu-

chas veces su orientación también está marcada por

factores socioeconómicos, y, más concretamente, por

los recursos económicos puestos a disposición de la co-

munidad científica y los criterios impuestos por quienes

suministran esos recursos34. Sin embargo, también

pensamos que algunas de las cuestiones apuntadas por

la SCC no son centrales. Por otro lado, a nuestro juicio,

los enfoques de la SCC pueden promover también cier-

to conformismo, al afirmarse que la verdad objetiva no

existe, con lo que no podemos evaluar el trabajo científi-

co, ni incentivar su mejora. Así, cualquier labor científica

que se desarrolle tiene el mismo status una vez que se

acepte por la comunidad científica en cuestión.

Aunque han aparecido diversas publicaciones sobre

la relación entre el «lenguaje» y la Economía previas a

la década de los ochenta —baste recordar que una de

las obras más exitosas de Keynes llevaba por título

Essays in Persuasion—, no cabe duda de que la Retóri-

ca ha alcanzado su máxima difusión en Economía gra-

cias a la obra de McCloskey. En esencia, según esta au-

tora, la Retórica consiste en una forma literaria de exa-

minar la conversación. Para McCloskey (1985,

página 217) la Ciencia avanza mediante la buena con-

versación35. Esta autora es consciente de que su posi-

ción puede ser calificada de irracional; por ello, enfatiza

que la invitación a la Retórica no implica la sustitución

del análisis económico habitual o de las Matemáticas

por un lenguaje «florido». Es decir, no se nos está invi-

tando a una nueva metodología, ya que la Retórica su-

pone en cierto modo la antimetodología —McCloskey

(1985, página 79). En síntesis, su mensaje es el siguien-

te: los economistas en su trabajo diario no aplican la

metodología prescriptiva oficial —afortunadamente,

porque ello frenaría el avance de la Economía—; por

tanto, lo que cuenta finalmente en el discurso científico

es una buena argumentación; y ahí es donde entra en

juego la Retórica, de la que los economistas están muy

necesitados, ya que carecen de una Retórica «oficial»

que describa de manera convincente lo que encuentran

convincente, lo que conduce, a menudo, al fracaso de

sus argumentos36.

Aunque las reacciones que ha suscitado la propuesta

de la Retórica como instrumento para el análisis econó-

mico son diversas, en general, y no solamente desde

las filas ortodoxas, no ha sido valorada como una alter-

nativa consistente, sino más bien como un enfoque pro-

vocador o como una herramienta adicional37. En esta

línea se manifiesta por ejemplo Boland (1989, pági-

nas 169-170), para quien la Retórica simplemente debe-

ría formar parte de los enfoques sociológicos. Rosen-

berg, sin embargo, se muestra más tajante38, y concluye

EL DEBATE METODOLÓGICO ACTUAL EN ECONOMÍA: UNA INTERPRETACIÓN

TRIBUNA DE ECONOMÍAFebrero 2004. N.º 813 215ICE

33 A este respecto, BOLAND (1997, páginas 279-286) aborda laparafernalia que se ha creado en torno a las revistas de economía demayor prestigio, y los criterios que guían la publicación en las mismas.Con el mismo tono crítico se manifiesta COLANDER (1996), afirmandoque se trata de un entorno cerrado al que sólo tiene acceso undeterminado tipo de publicaciones.

34 ECHEVERRÍA (1999, páginas 258-260) pone como ejemplo a laspolíticas científicas de EE UU desde los años cincuenta, y su influenciasobre las líneas de investigación seguidas.

35 Dentro de esta línea también podríamos incluir a Klamer. Para esteautor no existe método, ni verdad, ni fundamento del conocimientoeconómico. Asimismo, aboga por el estudio de la práctica discursiva delos economistas, dando un papel especialmente relevante a la audienciaa la que se dirigen, puesto que ésta determina las figuras retóricas delas que puede hacer uso el economista en sus argumentaciones. Klamertambién apuesta por un enfoque interdisciplinar, y por mantener«conversaciones enriquecedoras» con críticos literarios, sociólogos,matemáticos, etcétera.

36 MCCLOSKEY (1983, página 515) y (1985, página 228).37 Así, por ejemplo, MILBERG y PIETRYKOWSKY (1994,

páginas 95-96) señalan que el análisis marxista se enriqueceríanotablemente a través de un análisis retórico. Por su parte, LUKS (1998)aplica el recurso de la Retórica a la economía ecológica.

38 Véase CALDWELL (1987, página 219).

Page 14: TRIBUNA DE ECONOMÍA - revistasice.com · metodología», que son los trabajos seminales, y de la que el artículo de Friedman es una buena muestra, y la literatura metodológica

—al igual que Blaug (1994, página 130)— que la Filoso-

fía de la Ciencia no debería tomarse demasiado en serio

a la Retórica. Por otro lado, algunos economistas hete-

rodoxos tampoco parecen muy conformes con este en-

foque, al tildarlo de neutral. Así, plantean que McClos-

key no critica el contenido de la economía ortodoxa39,

llegando incluso a calificar a la Retórica como parte del

aparato conservador en Economía —Bellofiore (1994,

página 80).

Uno de los autores que ha analizado con más rigor los

fundamentos de la Retórica y sus posibilidades como

proyecto metodológico es Mäki, llegando a proponer un

intento de síntesis entre la Retórica y el realismo40, que

le aportaría a aquélla una teoría sobre la verdad. No

obstante, McCloskey no ha mostrado excesiva inclina-

ción por esta línea de trabajo, al considerarla como un

análisis filosófico de escaso interés para los economis-

tas41.

A nuestro juicio, algunas de las críticas comentadas

van más allá de lo que la propia McCloskey plantea en

sus trabajos, ya que, como ella misma argumenta, la

Retórica no conducirá a una revolución en el contenido

de las teorías económicas —McCloskey (1994). Así,

para McCloskey (1988, página 29), la Retórica es con-

sistente con diversas creencias sobre la Economía;

además, no es revolucionaria, ni conservadora, es in-

trínsecamente nada —McCloskey (1994, pági-

na 339)—. En cualquier caso, la aportación de McClos-

key supone una bocanada de aire fresco y de provoca-

ción en la enmarañada discusión metodológica de

nuestros días. Asimismo, McCloskey ha propiciado la

apertura, o más exactamente la reapertura, de una im-

portante línea de trabajo sobre la relación entre el len-

guaje y la Economía42. Desde nuestra perspectiva, esta

línea de trabajo encierra notable interés, porque no

cabe duda de que la Economía ha desarrollado su pro-

pio lenguaje, en general altamente formalizado, que mu-

chas veces se convierte incluso en juez de nuestra

Ciencia. Así, ¿quién no ha asistido al menosprecio a

priori de un artículo económico por carecer de formula-

ciones matemáticas importantes, o al caso exactamente

contrario? Por último, debemos reseñar que el estudio

del lenguaje también resulta útil a la hora de clasificar a

las escuelas económicas, ya que éstas llegan a acuñar

incluso su propio vocabulario, en ocasiones notable-

mente desarrollado. Por ejemplo, la praxeología se aso-

cia a los austriacos, los animal spirits con Keynes y los

postkeynesianos, los costes de menú con la Nueva Eco-

nomía Keynesiana (NEK), la oferta agregada sorpresa

con la Nueva Macroeconomía Clásica (NMC) y la cali-

bración con el ciclo económico real.

4. Algunas reflexiones al hilo del debate

metodológico

A nuestro juicio, a la luz de los debates metodológicos

comentados, deberíamos plantearnos qué puede apren-

derse de ellos y si contribuyen verdaderamente al avance

de la Economía. En este sentido, cuestiones tradiciona-

les en las controversias entre los metodólogos, tales

como el objeto de la Economía o el papel en la misma de

los juicios de valor, parece que no sólo no se aclaran con

el paso del tiempo, sino que crece el grado de confusión

o desacuerdo. Así, es obvio que carecemos de un con-

cepto generalmente aceptado del objeto de la Economía,

como no sea para la ortodoxia la conocida definición de

216 TRIBUNA DE ECONOMÍAFebrero 2004. N.º 813

MARÍA ÁNGELES CARABALLO POU Y CARLOS USABIAGA IBÁÑEZ

ICE

39 Sin embargo, en nuestra opinión, MCCLOSKEY también critica enocasiones los excesos de la ortodoxia. A modo de ejemplo,MCCLOSKEY (2000) realiza una crítica muy irónica sobre ciertosartículos aparecidos en la American Economic Review (AER), apuntandoque parecen afrontar problemas de ajedrez en lugar de la realidadeconómica.

40 BOYLAN y O'GORMAN (1995) critican tanto a la Retórica como alrealismo, y proponen el «holismo causal» como enfoque superador deambos. No nos detendremos en este enfoque, ya que muchas de lasdiscusiones filosóficas que plantean estos autores apenas tienen quever con la metodología económica.

41 Véase el debate mantenido por MÄKI (1995) y MCCLOSKEY(1995), así como la reciente aportación de MÄKI (2000).

42 Una buena muestra es el proyecto conjunto de diversosdepartamentos de Literatura y Economía de universidades italianas queaborda el estudio de la metodología de Keynes a partir del lenguaje desus obras —véase por ejemplo MARZOLA y SILVA (1994).

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Robbins. La variedad de posiciones mantenidas a este

respecto pone de manifiesto que el objeto de estudio de

la Economía es polifacético, y que quizá lo que diferencia

a la Economía de las otras ciencias no es tanto el objeto

en sí, como la perspectiva desde la que se analiza el

mundo; es decir, en lugar de hablar de un objeto econó-

mico hablaríamos de un prisma económico43.

En cuanto al papel de los juicios de valor en Econo-

mía, encontramos todo un abanico de posiciones. En un

extremo, la ortodoxia neoclásica, inspirada en Fried-

man44, para quienes la separación entre la Economía

Positiva y Normativa es factible y necesaria45. En el otro

extremo, la epistemología empirista nos apunta que nin-

guna observación —incluidas las relativas a las ciencias

naturales— es independiente del sistema teórico y con-

ceptual del observador, por lo que ninguna Ciencia pue-

de calificarse de objetiva y, por tanto, la Economía tam-

poco; en definitiva, sólo hay cabida para las proposicio-

nes normativas. En esta segunda línea se sitúan

básicamente las escuelas de la heterodoxia económica.

Una vez más, las discrepancias entre los economistas

parecen insalvables, y no conducen a conclusiones pre-

cisas46. Por nuestra parte, y dejando de lado los mati-

ces, pensamos que la división entre las parcelas positi-

va y normativa de la Economía es posible, o al menos

que sería deseable, ya que existen unos hechos econó-

micos que queremos conocer y explicar. Para esa tarea,

son necesarios los modelos de la Teoría Económica. En

este sentido, la frase generalmente atribuida a Marshall

sintetiza nuestra opinión: «ningún verdadero economis-

ta puede prescindir de la Teoría, ya que sin ella los he-

chos por sí mismos son mudos».

Las discusiones anteriormente comentadas no han

contribuido demasiado a mejorar la labor de los econo-

mistas, sino más bien a que se haya formado, especial-

mente en la ortodoxia47, una opinión bastante despecti-

va sobre la utilidad de la metodología. En este sentido,

en una postura autocrítica incisiva, Boland (1997, pági-

na 284) apunta que los metodólogos se preocupan por

la cuestión de si importa la metodología o por qué debe-

ría importar, pero sin embargo prestan poca atención a

la cuestión de cómo la metodología podría convertirse

en algo importante. Boland también se plantea lo si-

guiente: ¿por qué las discusiones sobre la necesidad

del realismo, o sobre si los supuestos ad hoc son un vi-

cio o una virtud, o sobre si la Economía debería ser con-

siderada como una Ciencia, o sobre si la metodología

debería ser una forma de crítica literaria, etcétera, tie-

nen que resultar interesantes para los teóricos económi-

cos ortodoxos? En su opinión, incluso algunos metodó-

logos encuentran estas discusiones aburridas y poco re-

levantes. Concluimos con Boland en que, si la

metodología de la Economía pretende ser algo más que

una subdisciplina marginada, los metodólogos tendrán

EL DEBATE METODOLÓGICO ACTUAL EN ECONOMÍA: UNA INTERPRETACIÓN

TRIBUNA DE ECONOMÍAFebrero 2004. N.º 813 217ICE

43 Esta idea se plasma ya en los manuales de Economía másrecientes, que suelen incluir entre los capítulos iniciales uno denominadoalgo así como «pensar como un economista» —véase, por ejemplo,MANKIW (2002, capítulo 2).

44 Véanse, por ejemplo, FRIEDMAN (1953, página 10) y FRIEDMAN(1967, página 86).

45 Sin embargo, BOLAND (1997, páginas 118-121) objeta que dentrode la ortodoxia económica existe una gran confusión sobre qué seentiende por Economía Positiva. A este respecto, distingue entre lasconcepciones mantenidas por los economistas de cuatro prestigiosasuniversidades: Harvard, MIT, Chicago y la London School of Economics.

46 De nuevo insistimos en que este tipo de debates no aparecerecogido en los manuales, sino que en ellos encontramos esta distinciónplanteada como una afirmación y no como objeto de controversia. Bastacomo ejemplo el título del manual de LIPSEY y CHRYSTAL (1999):Economía Positiva —véanse asimismo SAMUELSON y NORDHAUS(2002, página 7), MANKIW (2002, páginas 20-21) o RUFFIN yGREGORY (2001, páginas 13-14).

47 HOOVER (1995, página 716) apunta que la falta de interés de laortodoxia por la metodología se remonta hasta Irving Fisher, quien en sudiscurso presidencial ante la American Statistical Association en 1932 yamanifestó el escaso interés que tiene la metodología para la Economía.En este sentido, Chick afirma que los economistas ortodoxos desconfíande las discusiones metodológicas, mientras que los heterodoxos lasaman —USABIAGA (1999, página 54)—. Para Chick existe unaexplicación obvia: los economistas ortodoxos tienen una posición deprivilegio que no desean ver amenazada mediante la discusión de laspremisas metodológicas sobre las que se apoyan. Como prueba de estedesdén hacia la metodología BOLAND (1997, página 282) señala quedos de las revistas más prestigiosas de la economía ortodoxa —elJournal of Economic Literature y la AER— apenas publican artículosmetodológicos.

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que dedicar más tiempo a leer Teoría Económica y me-

nos a sus filósofos de la Ciencia favoritos.

En la línea de Boland, pensamos que lo esencial es

reorientar adecuadamente los debates metodológicos,

ya que la metodología puede proporcionar una ayuda

inestimable en la resolución de muchos problemas prác-

ticos. Por otra parte, pensamos que la discusión meto-

dológica no tiene fin, porque todos los implicados tienen

parte de razón. Así, a nuestro juicio, las tendencias me-

todológicas comentadas persiguen finalidades distintas,

lo que hace que no sean del todo comparables. Por

ejemplo, unas persiguen un papel prescriptivo en orden

a poder elegir entre las teorías, otras atienden a los fac-

tores sociológicos que inevitablemente afectan a la in-

vestigación científica y otras atienden al «lenguaje» que

emplean los economistas. Desde esta óptica, todas

esas tendencias pueden aportar algo y no tienen por

qué ser incompatibles. Sin embargo, tampoco estamos

abogando por una posición pluralista, o del «todo vale»,

ya que no pensamos que todas las aportaciones meto-

dológicas tengan la misma categoría; sino simplemente

que sirven para fines y aplicaciones distintas, y de dis-

tinto orden de relevancia.

Por otra parte, pensamos que la metodología puede

contribuir también a explicar el panorama actual que

presenta la Economía48. A nuestro juicio, como recoge

el enfoque del realismo, existe una única realidad eco-

nómica —realismo ontológico— que se pretende expli-

car, pero la forma de aproximarnos a esa realidad es di-

versa —pluralismo epistemológico. Básicamente, exis-

ten dos formas de aproximarnos a esa realidad en

Economía: la ortodoxia y la heterodoxia; y para enten-

der por qué la convergencia entre ellas es prácticamen-

te imposible podemos recurrir a la metodología. Así, las

premisas metodológicas de las que parten cada una son

muy dispares y, como señala Boland, esas premisas tie-

nen categoría metafísica. Es decir, aunque no son tauto-

logías, tampoco son demostrables, sino que simple-

mente se aceptan como punto de partida. Al no plan-

tearse su demostración o contrastación, no hay diálogo

posible entre las dos posiciones. Por otro lado, debe-

mos señalar que, aunque la ortodoxia no parece prestar

atención a la metodología, sí asume implícitamente cier-

tos principios básicos que la separan de otras formas de

hacer Economía49. Por su parte, la heterodoxia es más

proclive a explicitar y justificar sus premisas metodológi-

cas.

Desde nuestra perspectiva, para entender por qué se

aceptan unos presupuestos metodológicos u otros —lo

que acaba siendo una cuestión de juicios de valor—,

hay que recurrir a factores que están en la línea de lo

que argumentan los enfoques postmodernistas, como la

SCC o la Retórica. Es decir, nos enfrentamos con comu-

nidades científicas en las que existen unas ciertas re-

glas del juego idiosincráticas: un lenguaje, unos criterios

para la elaboración de artículos, unos foros a los que

acudir, unas revistas donde difundir sus ideas, unos

cauces de financiación de la investigación, etcétera.

Todo esto dificulta el diálogo entre las distintas escue-

las, al no existir apenas vehículos de comunicación o de

contacto entre ellas50. Por ejemplo, nunca encontrare-

mos un artículo de economía radical en la AER, inde-

pendientemente de su calidad y originalidad.

218 TRIBUNA DE ECONOMÍAFebrero 2004. N.º 813

MARÍA ÁNGELES CARABALLO POU Y CARLOS USABIAGA IBÁÑEZ

ICE

48 Para dar una visión general de las tendencias económicas hemossistematizado el pensamiento económico contemporáneo en forma deescuelas, lo que también es, cómo no, objeto de controversia.USABIAGA (1999) recoge la opinión de diversos economistas en torno aesta cuestión. Por ejemplo, SARGENT (página 252) y QUAH(páginas 232-233) consideran que la categorización en escuelaseconómicas es un esfuerzo inútil, mientras que BEAN (página 42) yNICKELL (página 208) reconocen su utilidad, al menos a efectospedagógicos; opinión esta última que compartimos.

49 En nuestra opinión, como señala HOOVER (1995, página 733), lametodología es inevitable. Parafraseando a Keynes, Hoover nosrecuerda que los economistas prácticos que se creen exentos decualquier influencia metodológica son habitualmente esclavos de algúnmetodólogo difunto.

50 Así, por ejemplo, los economistas ortodoxos pugnan por publicar enla AER o en el Journal of Political Economy, los economistas radicalesdifunden sus ideas mediante la Review of Radical Political Economics,los institucionalistas a través del Journal of Economic Issues, y lospostkeynesianos mediante el Journal of Postkeynesian Economics.

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Muy sintéticamente, podemos esbozar las premisas

metodológicas de los enfoques ortodoxo y heterodoxo

en los siguientes puntos: a) Nivel epistemológico: la or-

todoxia otorga un papel preponderante a la predicción,

mientras que la heterodoxia enfatiza el poder explicativo

de los modelos. b) Presupuesto ontológico: el individua-

lismo neoclásico frente al enfoque de grupo —holísti-

co—, que acentúa la importancia del contexto social, de

las instituciones, etcétera. c) Principio de racionalidad:

la racionalidad sustantiva del agente optimizador neo-

clásico frente a la racionalidad limitada, que atiende a

las convenciones sociales. d) La confianza en el siste-

ma de precios y el mercado como mecanismo de asig-

nación eficiente de los recursos frente al escepticismo

heterodoxo respecto al funcionamiento y la existencia

misma de los mercados, lo que tiene repercusiones en

el ámbito de las prescripciones de política económica.

e) Objeto de la Economía: el intercambio y la asignación

óptima de los recursos escasos para la ortodoxia frente

a un amplio abanico propuesto por la heterodoxia.

Como puede apreciarse, las premisas citadas son

prácticamente antagónicas. Quizá el error que se come-

te habitualmente radica en intentar aplicar reglas pres-

criptivas para elegir entre las escuelas, ya que la acep-

tación de unas u otras premisas se realiza en función de

los juicios de valor, para los que difícilmente hay un cri-

terio objetivo de elección. Ahora bien, pensamos que la

credibilidad de cada escuela frente al resto se sustenta

también en el esfuerzo que se hace para desestimar los

modelos y desarrollos que sean inútiles, pero creemos

que en este punto aún estamos lejos de haber conse-

guido un avance significativo51.

Por otra parte, es bastante obvia la hegemonía de la

economía ortodoxa; basta con ver los planes de estu-

dios y los manuales que se emplean en las universida-

des españolas. Para algunos autores, esto se debe bá-

sicamente a factores institucionales52. En nuestra

opinión, estos factores obviamente influyen, pero quizá

la principal ventaja de la ortodoxia radica en que su con-

tenido presenta cierta unidad, en el sentido de que hay

un lenguaje común, se utilizan técnicas matemáticas y

econométricas similares, hay factores institucionales

comunes en cuanto a las publicaciones, etcétera. Por

otro lado, también se ha reaccionado con rapidez para

afrontar los fenómenos económicos adversos —el cintu-

rón protector ha funcionado—. Por el contrario, en esen-

cia, lo único que tienen en común las escuelas hetero-

doxas es su crítica a la ortodoxia, pero en muchos otros

aspectos —lenguaje, técnicas, revistas en las que publi-

can, etcétera— su falta de homogeneidad es patente.

Recurriendo al prisma de Lakatos, pensamos que en

Economía existe un PCI dominante, que es el neoclási-

co, el cual, a pesar de ser el centro de las críticas de to-

dos los economistas heterodoxos y de muchos metodó-

logos, se mantendrá hasta que no surja una alternativa

de mayor peso. Así, el núcleo duro de la ortodoxia es la

microeconomía neoclásica. La Gran Depresión y la obra

de Keynes (1936) podían haber dado al traste con la or-

todoxia, pero gracias al modelo IS-LM de Hicks (1937) y

a la síntesis neoclásica de Modigliani (1944) ésta consi-

guió aunar los resultados macroeconómicos keynesia-

nos con la tradición microeconómica walrasiana, con lo

que el núcleo del programa permaneció prácticamente

intacto. Posteriormente, los nuevos retos teóricos y em-

píricos de los setenta, en lugar de conducir definitiva-

mente al abandono de la economía neoclásica, provo-

caron más bien lo contrario; así, la NMC significa en

cierto modo una mayor aproximación a la microecono-

mía neoclásica. Como afirmaba Lakatos, el cinturón

protector podrá ser ajustado y reajustado, e incluso

completamente sustituido. Pensamos que esto es preci-

EL DEBATE METODOLÓGICO ACTUAL EN ECONOMÍA: UNA INTERPRETACIÓN

TRIBUNA DE ECONOMÍAFebrero 2004. N.º 813 219ICE

51 En este sentido, y con el tinte falsacionista que le caracteriza, nosparece que el criterio de BLAUG (1992, página 248) para la elecciónentre los programas de investigación puede ser relevante: ¿Quéacontecimiento, si se materializara, nos llevaría a rechazar eseprograma? Así, en opinión de Blaug, un programa que no puedeafrontar esta pregunta queda bastante alejado de los estándares máselevados que puede alcanzar el conocimiento científico.

52 Véanse a este respecto por ejemplo las opiniones de COLANDER(1996), GALBRAITH (1996) o BOLAND (1997, páginas 279-286).

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samente lo que ha ocurrido: el modelo IS-LM actuó

como cinturón protector frente a la aportación de Key-

nes (1936), siendo posteriormente sacrificado.

Somos conscientes de que se puede argumentar en

contra de nuestra posición que dentro de la ortodoxia

también existen discrepancias; basta con recordar las

controversias entre neoclásicos y keynesianos, neokey-

nesianos y monetaristas y, más recientemente, entre la

NMC y la NEK. Sin embargo, en nuestra opinión, esas

controversias se han desarrollado en un marco teórico

común; factor que unifica a la ortodoxia. Así, por ejem-

plo, las controversias de los años cincuenta y sesenta

pueden interpretarse en último extremo en función de

los distintos valores de las pendientes de las curvas IS y

LM. En los setenta, las aportaciones de la NMC condu-

jeron a enfocar los temas macroeconómicos desde una

perspectiva microeconómica walrasiana de vaciado

continuo de los mercados. Por último, las contribuciones

de la NEK a partir de los ochenta se han realizado, tam-

bién, en términos microeconómicos, pero cuestionando

el vaciado continuo de los mercados53.

Desde otra perspectiva, Mankiw (1992, página 564)

comenta que la Ciencia Económica —aunque habría

que hablar más bien de la ortodoxia— está condenada a

oscilar entre dos extremos irreconciliables. Así, la histo-

ria del pensamiento económico funcionaría como un

péndulo entre dos visiones de la Economía: a la dere-

cha, la visión clásica —con su defensa a ultranza del

buen funcionamiento de la economía de mercado— y, a

la izquierda, la visión keynesiana —que manifiesta su

escepticismo hacia el mercado—, siendo las fluctuacio-

nes económicas una consecuencia de los fallos del mis-

mo. En opinión de Mankiw, la Gran Depresión movió el

péndulo de derecha a izquierda. Por su parte, la NMC,

en los años setenta, movió el péndulo hacia la derecha,

proclamando Lucas la muerte de la economía keynesia-

na. Por último, la NEK habría movido de nuevo el pén-

dulo hacia la izquierda, por lo que esta escuela llega a

denotarse como una «reencarnación» de la tradición

keynesiana.

Resulta curioso observar cómo dentro de la ortodoxia

no hay consenso sobre si existe consenso54. A pesar de

ello, desde la década de los noventa están apareciendo

numerosas aportaciones que parecen cuestionar que

los extremos de la ortodoxia sean realmente tan irrecon-

ciliables, al emplearse por ejemplo en un mismo trabajo

conceptos y herramientas característicos de la NMC, la

NEK y el ciclo económico real55; lo que constituye a

nuestro juicio un claro síntoma de convergencia en la or-

todoxia. En este sentido, quizá en los próximos años las

clasificaciones tradicionales de las líneas macroeconó-

micas ortodoxas —keynesianismo, monetarismo, NMC,

NEK, ciclo económico real, etcétera— irán perdiendo re-

levancia.

Por el contrario, en la heterodoxia, no hay atisbo de

consenso, aunque pensamos que esto es consecuen-

cia, también, de sus postulados metodológicos. Así, el

rechazo de la metodología de tipo prescriptivo y su incli-

nación por los enfoques asociados al pluralismo, en los

que todo es relativo, ha acabado plasmándose en un

amplísimo abanico de escuelas de pensamiento: los

220 TRIBUNA DE ECONOMÍAFebrero 2004. N.º 813

MARÍA ÁNGELES CARABALLO POU Y CARLOS USABIAGA IBÁÑEZ

ICE

53 En este sentido, pensamos que en la actualidad la tradicionaldicotomía «clásicos/keynesianos» podría más bien plantearse entérminos de «vaciado/no vaciado de los mercados».

54 Para ilustrar esta afirmación, resumiremos las opiniones de diversoseconomistas entrevistados por SNOWDON, VANE y WYNARCZYK(1994). Así, Fischer, Tobin, Barro y Lucas niegan la existencia deconsenso. Por su parte, Phelps matiza su respuesta negativa, aludiendoa los modelos de la NEK estadounidense que emplean la noción de tasanatural de desempleo. Sin embargo, otros entrevistados se muestranmás optimistas. Laidler, por ejemplo, apunta hacia la introducción derigideces nominales en los modelos de la NMC. Asimismo, Mankiwseñala que la aparición de modelos del ciclo económico real con efectosmonetarios apunta hacia algún tipo de consenso. Por su parte, Minfordse manifiesta como el más optimista de todos en este sentido.

55 A modo de muestra, entre las aportaciones recientes en esta línease encuentran las de KIM (2000), que plantea un modelo de equilibriogeneral con costes de menú para precios y salarios, y KOLLMANN(2001), que introduce la determinación solapada de precios y salarios enun modelo de ciclo económico real para analizar los efectos de losshocks monetarios sobre los tipos de cambio. Por otro lado, CLARIDA,GALÍ y GERTLER (1999) concluyen que la inclusión de rigidecesnominales es necesaria para poder evaluar los efectos de la políticamonetaria.

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postkeynesianos, la Nueva Economía Institucional, los

neorricardianos, la economía radical56, la economía

marxista57, la escuela austriaca, la economía de la ofer-

ta y el estructuralismo.

Desde nuestra perspectiva, el papel esencial que re-

presenta la heterodoxia es el de la crítica, necesaria

para que se limiten los excesos que se observan a ve-

ces en el análisis económico neoclásico. Así, por ejem-

plo, en muchas ocasiones las revistas especializadas

nos ofrecen complejos modelos cuya relación con la

realidad es muy forzada, y que apenas sirven para po-

der explicar los fenómenos económicos que nos aconte-

cen. En otras ocasiones se articulan trabajos con un

aparato econométrico desorbitado para concluir con

unos resultados inciertos, a los que, además, se podría

haber llegado a través de un razonamiento mucho más

simple. Y así podríamos seguir con muchas otras mues-

tras de desvaríos en la ortodoxia58. Sin embargo, a

nuestro juicio, la multiplicidad de escuelas que confor-

man la heterodoxia, así como su radicalismo para re-

chazar todo lo que provenga de la economía ortodoxa,

sin proporcionar una alternativa clara, puede restar fuer-

zas al papel crítico comentado. En este sentido, la estra-

tegia de la ortodoxia parece más flexible, y quizá más

efectiva, porque en lugar de rechazar frontalmente todo

lo que proviene de la heterodoxia va asumiendo algunos

de sus planteamientos, pero traducidos eso sí al lengua-

je neoclásico. Así, a modo de ejemplo, los mercados de

trabajo duales de los institucionalistas se han traducido

en el enfoque insider-outsider, la racionalidad limitada

en el comportamiento «casi-racional», la relevancia que

otorgan los postkeynesianos a los modelos de compe-

tencia imperfecta ha sido absorbida por la NEK, y la

consideración de ciertos factores institucionales, como

por ejemplo los contratos salariales o los sindicatos, for-

ma ya parte habitual de los programas de Economía

que impartimos en nuestras facultades de Economía.

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EL DEBATE METODOLÓGICO ACTUAL EN ECONOMÍA: UNA INTERPRETACIÓN

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56 Dentro de la economía radical, suele incluirse la «economíafeminista». En relación a esta última puede consultarse la recopilaciónde PETERSON y LEWIS (1999).

57 Para una visión relativamente reciente de la economía radical, laeconomía marxista y los neorricardianos remitimos a la recopilación deMOSELEY (1995), que tiene especial interés por las réplicas ycomentarios realizados por metodólogos y economistas ortodoxos.

58 En USABIAGA (1999) diversos autores ortodoxos reflexionan sobreeste aspecto.

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EL DEBATE METODOLÓGICO ACTUAL EN ECONOMÍA: UNA INTERPRETACIÓN

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MARÍA ÁNGELES CARABALLO POU Y CARLOS USABIAGA IBÁÑEZ

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