TRIBUNA DE ECONOMÍA Todos los artículos publicados en esta sección son sometidos previamente a evaluación externa anónima
TRIBUNA DE ECONOMÍA
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María Ángeles Caraballo Pou*Carlos Usabiaga Ibáñez**
EL DEBATE METODOLÓGICOACTUAL EN ECONOMÍA: UNAINTERPRETACIÓNEn este trabajo se plantea una interpretación del complejo abanico metodológico actualexistente en Economía. Tras un repaso muy sintético de los principales hitos en este campohasta los años ochenta, se realiza una descripción más profunda de las principalescontribuciones a partir de dichos años, en donde destacan los enfoques pluralistas.Teniendo en cuenta la explosión de la literatura en este campo, se hace un esfuerzo porcaracterizar las diferentes posiciones, apuntando los trabajos básicos. El artículo se cierracon unas reflexiones sobre el estado actual de la ciencia económica, surgidas al hilo de larevisión metodológica.
Palabras clave: metodología económica, pensamiento económico.
Clasificación JEL: B41.
1. Introducción
Si nos hubiésemos enfrentado a la tarea de abordar los
enfoques metodológicos de la Economía en los años se-
senta el trabajo habría sido relativamente sencillo, ya que,
como apunta Boland, en aquellos momentos, salvo el co-
nocido artículo de Friedman, había muy poca literatura
metodológica relativa a la Economía. Sin embargo, a partir
de los años ochenta, esta tarea resulta ardua, porque ha
habido una auténtica explosión de publicaciones sobre
metodología económica1, marcada en gran parte por la
aparición del libro de Blaug La Metodología de la Econo-
mía. Esta obra le dio credibilidad a la metodología como
rama de la Economía, al ser Blaug un historiador del pen-
samiento económico de reconocido prestigio; aunque tam-
bién es cierto que en el interés por la metodología han
destacado algunas escuelas económicas concretas, de
tendencia heterodoxa. Por su parte, gran parte de los eco-
nomistas ortodoxos consideran las discusiones metodoló-
gicas como inútiles y piensan que no ayudan al avance de
la Economía. En este artículo pretendemos sistematizar
los distintos enfoques metodológicos actuales y enfatizar
la contribución que pueden prestar en la explicación del
complejo panorama que presenta la teoría económica en
nuestros días.
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* Universidad de Sevilla.** Universidad Pablo de Olavide.1 Sólo las referencias bibliográficas básicas requerirían un epígrafe
adicional; por ello, remitimos a las principales recopilaciones de trabajos—también numerosas—. Entre ellas, destacaríamos las editadas por
REDMAN (1989), CALDWELL (1993), BACKHOUSE (1994a) y elambicioso handbook de DAVIS, HANDS y MÄKI (1998).
Se debe señalar que la propia definición de metodología
ha ido evolucionando a lo largo del tiempo, al hilo de las
distintas posiciones mantenidas por las corrientes de pen-
samiento. Sintéticamente, pueden distinguirse tres etapas
en lo que se refiere a las controversias en torno a la meto-
dología económica: una inicial, en la que el centro del de-
bate gira en torno al método inductivo frente al deductivo;
una segunda etapa, que surge a partir de la aparición de la
Filosofía de la Ciencia; y la más reciente, caracterizada
por la irrupción del relativismo en la Economía. En este ar-
tículo nos centraremos en esta última etapa, por ser la
más reciente y menos tratada. Sin embargo, para centrar
nuestro análisis, revisaremos brevemente los rasgos fun-
damentales de la evolución del debate metodológico en
Economía desde sus inicios.
2. Antecedentes
Puede decirse que las primeras discusiones explícitas
referentes a la metodología económica se sitúan en torno
a la década de 1830, con la publicación de la obra de Se-
nior Introductory Lecture on Political Economy, en 1827, y
el ensayo de Mill On the Definition of Political Economy
and on the Method of Investigation Proper to It, en 1836.
Inicialmente, la discusión se centró en la naturaleza de las
premisas de la Teoría Económica y en el método de razo-
namiento más adecuado para esta materia. Con posterio-
ridad, las posiciones metodológicas se irían radicalizando,
dando lugar, hacia 1880, a la famosa «polémica del méto-
do», entre la escuela historicista alemana, que abogaba
por el método inductivo, y la escuela marginalista austría-
ca, que defendía el método deductivo a ultranza y que de-
rivaría en lo que se denominó el «apriorismo neoclásico».
Sin embargo, sería la postura conciliadora de J. M. Key-
nes, que intentaba conjugar la inducción con la deducción,
la que perduraría hasta nuestros días2.
Al hilo de la evolución de las posiciones metodológi-
cas, se va precisando también la definición del objeto de
la Economía. Así, la visión de los clásicos era panorámi-
ca; su objeto de estudio era la sociedad en su conjunto y
el prisma de análisis se centraba en las fuerzas que
guiaban su progreso económico. De ahí la concepción
de Economía Política de los clásicos (la vieja Political
Economy), mantenida igualmente por los historicistas.
El tránsito a la Economía moderna (bautizada por Mars-
hall como Economics) acotó su ámbito de estudio y el
papel de los economistas, lo que se refleja en la defini-
ción de Robbins, tan controvertida pero aún viva des-
pués de siete décadas en nuestros manuales de Econo-
mía, o al menos en aquéllos que siguen la tradición neo-
clásica3. Asimismo, en esta primera etapa surge otra
cuestión que va a generar un largo historial de contro-
versias: las distintas áreas de estudio que pueden dis-
tinguirse dentro de la Ciencia Económica. Tradicional-
mente, se ha distinguido entre la Economía Positiva y la
Economía Normativa4; distinción que ya encontramos
en autores clásicos, como Senior, Mill y Cairnes, en los
marginalistas y en los austriacos. Sin embargo, el deba-
te metodológico posterior ha ido difuminando cada vez
más la frontera entre ambas áreas.
El siguiente gran hito en la evolución de la metodolo-
gía económica fue la aparición de la Filosofía de la Cien-
cia que, como apunta Echeverría (1999, páginas 11-12),
surge como consecuencia de las profundas transforma-
ciones sufridas por algunas disciplinas científicas a fina-
les del siglo XIX y principios del XX, y que modificaron
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2 Paradójicamente, a pesar de toda la controversia y de los avancesmetodológicos del siglo XX, muchos manuales de Economía actualessiguen dando por sentado que éste es el método científico adecuado
para la Economía. Como botón de muestra, véanse MANKIW (2002,páginas 15-16) y RUFFIN y GREGORY (2001, página 12).
3 Véanse, por ejemplo, los manuales de SAMUELSON y NORDHAUS(2002, página 4), MANKIW (2002, página 3) y RUFFIN y GREGORY(2001, página 5).
4 J. M. Keynes añadió el «arte»: la formulación de reglas adecuadaspara la consecución del fin dado. Recientemente, COLANDER (2001) hadefendido la relevancia de esta tercera rama, y ha apuntado que loseconomistas académicos se han centrado en la Economía Positiva,perdiendo el arte de la Economía. Es muy interesante el planteamientoque expone Colander sobre cómo las instituciones académicas hanllevado a la Economía hasta su estado actual.
las concepciones filosóficas sobre la Ciencia; surgiendo
la Filosofía de la Ciencia con el objetivo de reflexionar
directamente sobre el conocimiento científico y de afir-
mar su especificidad en relación al conocimiento huma-
no en general. Suele concluirse que fue la aportación de
Hutchison (1938) la que introdujo esta disciplina en el
ámbito de la metodología económica, al aplicar las
ideas del Positivismo Lógico a la Economía. De esta for-
ma, se abrió el período moderno en el estudio de la me-
todología económica.
Inicialmente, surgen como tareas centrales de la Filo-
sofía de la Ciencia el establecimiento de los criterios de
demarcación entre la Ciencia y la No Ciencia, y la deter-
minación de los criterios para evaluar las teorías. Por lo
que se refiere a la primera tarea, en esta etapa la con-
frontación de la verificación con la falsación5 constituye
una pieza fundamental de los debates metodológicos en
Economía. Ciertamente, el falsacionismo, a pesar de las
múltiples críticas que ha recibido, ha despertado un in-
dudable atractivo entre los economistas6; aunque la ma-
yoría de los estudiosos de la metodología económica
parecen estar de acuerdo en la percepción de que el fal-
sacionismo rara vez, o más bien nunca, ha sido verda-
deramente practicado en Economía7. Hands (1992, pá-
gina 23) va aún más lejos, y señala que el desacuerdo
básico entre los críticos y los defensores del falsacionis-
mo no es sobre si el falsacionismo ha sido practicado,
sino sobre si debería practicarse.
Por su parte, los programas científicos de investiga-
ción (PCI) de Lakatos8 se han interpretado en muchas
ocasiones como un intento de relajar y hacer más practi-
cable el falsacionismo, dando lugar a lo que puede de-
nominarse como un criterio de demarcación histórico.
La aplicación de la metodología de Lakatos a la Econo-
mía ha ido fundamentalmente en la línea de intentar re-
construir algún episodio particular de la historia del pen-
samiento económico desde el prisma de los PCI9.
Como ya se ha comentado, estrechamente vinculada a
la cuestión de los criterios de demarcación, surge la tarea
de establecer reglas que evalúen las diversas teorías que
han sido calificadas previamente de científicas. En este
sentido, destaca la aportación de Friedman. Así, su artícu-
lo «La Metodología de la Economía Positiva», publicado
en 1953, se ha convertido en uno de los trabajos metodo-
lógicos más influyentes en el ámbito de la Ciencia Econó-
mica y, como señala Caldwell (1994, página 173), en una
«pieza maestra del marketing». Este autor también apunta
que nunca un trabajo tan breve sobre metodología ha sido
capaz de generar tanta controversia10.
La propuesta metodológica de Friedman es bien co-
nocida. Este autor considera que la validez científica de
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5 Como es sabido, el principio de verificación como criterio dedemarcación aparece unido al movimiento filosófico denominadoPositivismo Lógico, que se articuló en torno al Círculo de Viena en lasdécadas de 1920 y 1930. Por su parte, el falsacionismo es expuestofundamentalmente por POPPER (1934).
6 HANDS (1992, páginas 21-22) sintetiza las razones de su éxito,acudiendo a criterios filosóficos, sociológicos e ideológicos.
7 La bibliografía sobre las dificultades de la aplicación delfalsacionismo en Economía es muy extensa. Destacan, entre otras, lasaportaciones de PAPANDREOU (1958), BOLAND (1977), CALDWELL(1984), HAUSMAN (1988) y BLAUG (1980, 1994).
8 Lakatos propone una síntesis, que intenta evitar la postura ahistóricade Popper y el relativismo de Kuhn; el resultado, sin embargo, puede
clasificarse más bien de popperiano —véanse BLAUG (1962,página 835) y BACKHOUSE (1994b, página 175).
9 Entre la bibliografía referente a la aplicación de la metodología deLakatos a la Economía cabe destacar las recopilaciones de LATSIS(1976), DE MARCHI (1988) y BLAUG y DE MARCHI (1991). Enparticular, los intentos de reconstruir la historia del pensamientoeconómico en términos de PCI son muy numerosos, aunque, segúnHANDS (1992, página 35), en su mayoría incorrectos. Así, por ejemplo,BLAUG (1976) utiliza la noción de PCI para explicar la vigencia de laeconomía neoclásica, O'BRIEN (1983) para analizar la influencia de A.Smith en la Economía, y VINT (1994) para exponer la historia de ladoctrina clásica sobre los salarios. HANDS (1992, página 43) apuntaaquellas aportaciones que, a su juicio, han seguido fielmente lasdirectrices lakatosianas.
10 La controversia que ha generado el ensayo de Friedman bordea elabsurdo. CALDWELL (1989, páginas 11-12) distingue entre la «granmetodología», que son los trabajos seminales, y de la que el artículo deFriedman es una buena muestra, y la literatura metodológicasecundaria, que surge como respuesta a los trabajos seminales. Puesbien, el trabajo de Friedman ha generado una crítica a la literaturasecundaria —véase, por ejemplo, BOLAND (1979)— e incluso unacrítica a la crítica de la literatura secundaria —DENNIS (1986), entreotros. Ante este panorama, podemos llegar a plantearnos la utilidad deeste tipo de controversias, especialmente porque ni el propio Friedmanse sintió motivado para responder a una sola de esas críticas ocomentarios.
las teorías se fundamenta en su valor predictivo, por lo
que el realismo de los supuestos es irrelevante para
evaluar las teorías, puesto que esta característica no
supone ventaja alguna respecto a las teorías que no la
poseen. Sin embargo, a pesar de las cinco décadas
transcurridas, la controversia en torno a qué quiso decir
exactamente Friedman cuando habló de «realismo» y
qué entendía por «supuestos» sigue abierta.
Muchos metodólogos han intentado criticar o defender
el prediccionismo apoyándose en alguna corriente de la
Filosofía de la Ciencia. Sin embargo, estos esfuerzos han
resultado a la postre poco fructíferos, ya que, finalmente,
no han logrado encuadrar a Friedman en ninguna tenden-
cia filosófica; en parte porque, como juiciosamente señala
Mayer (1993, páginas 220-221), Friedman es ecléctico en
relación a la Filosofía de la Ciencia, y no le importa tomar
lo que más le conviene de las distintas tendencias en este
campo, aunque sean contrapuestas —quizá por ello se
señala que en su trabajo hay vestigios del falsacionismo
popperiano, del empirismo lógico y del pragmatismo de
Dewey. A todo esto hay que añadirle el escaso conoci-
miento de la literatura metodológica que tenían tanto
Friedman como la audiencia a la que iba dirigido su traba-
jo11. Sea como fuere, las críticas citadas hacia Friedman y
su obra parecen haber producido poco efecto, ya que el
prediccionismo, al menos entre las filas ortodoxas, parece
firmemente asentado en la práctica de los economistas12.
En esta segunda etapa, y centrada en las dos tareas co-
mentadas, la Filosofía de la Ciencia da lugar a una con-
cepción de la metodología económica de tipo prescriptivo.
Así, se plantea como una rama de la Economía que exa-
mina cómo los economistas justifican sus teorías y las ra-
zones que ofrecen para preferir una teoría sobre otra, y
que proporciona unas reglas que se deben seguir para ha-
cer avanzar a esta ciencia —Blaug (1992, página xii).
Los cambios en la Ciencia a partir de la Segunda
Guerra Mundial propiciaron una nueva y profunda trans-
formación en los estudios sobre ella. En opinión de
Echeverría (1999, páginas 12-13), el punto de inflexión
básico fue la obra de Kuhn, que supuso un giro histori-
cista en la Filosofía de la Ciencia, introduciendo en ella
el relativismo y, de su mano, la Sociología. Para Kuhn la
Ciencia ha de entenderse como un proceso histórico de-
sarrollado por comunidades de investigadores; concep-
ción que conduce al relativismo porque implica que la
Ciencia carece de fundamentos objetivos: es el conjunto
de conocimientos que en cada momento se acepta por
la comunidad científica como Ciencia.
A nuestro juicio, el valor de la aportación de Kuhn no ra-
dica tanto en los conceptos novedosos que emplea, como
los de revolución científica o paradigma, que hoy día for-
man parte de la terminología habitual en los estudios so-
bre la Ciencia, como en el cambio que supone en la con-
cepción misma de la metodología su visión relativista de la
Ciencia, ya que lleva a obviar los criterios de demarcación
o las reglas prescriptivas para la evaluación de las teorías
científicas. Es decir, el relativismo transforma radicalmente
la dirección de las discusiones metodológicas. Por tanto,
en esencia, en el debate metodológico actual en Econo-
mía se enfrentan dos posiciones: los que defienden la me-
todología prescriptiva tradicional, que gira en torno a las
dos cuestiones básicas de la Filosofía de la Ciencia ya co-
mentadas, y los que siguen los nuevos enfoques, más cer-
canos a una metodología de tipo descriptivo.
3. La evolución de la metodología económica desde
la década de los ochenta
Al hilo de lo comentado, a nuestro juicio, el panorama
metodológico que surge en Economía a partir de los años
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11 Friedman admite su falta de dominio de la literatura metodológica.Así, reconoce que la obra de Popper fue casi la única literaturametodológica que había leído antes de 1953, así como no haber leídomucho más sobre estos temas desde entonces —MAYER (1993,página 215)—. Asimismo, MAYER (1993, página 215) señala que elensayo de Friedman no iba dirigido a una audiencia moderna ymetodológicamente sofisticada. Por el contrario, cuando apareció estetrabajo, la mayor parte de los economistas, al menos en Norteamérica,no sabían casi nada acerca de la Filosofía de la Ciencia.
12 Una buena muestra de lo firmemente asentado que está puedeencontrarse acudiendo a los manuales. En este sentido, en muchos deellos se acepta el poder predictivo como criterio de valoración de lasteorías —véanse, por ejemplo, LIPSEY y CHRYSTAL (1999, página 26)y RUFFIN y GREGORY (2001, página 12).
ochenta puede sintetizarse de la forma siguiente. Por una
parte, siguiendo la terminología de Dow (1997a, pági-
na 80), encontramos la «vieja guardia metodológica», que
mantiene la concepción de una metodología de tipo pres-
criptivo y que aboga básicamente por el falsacionismo. En
segundo lugar, los problemas ya comentados que presen-
ta la aplicación del falsacionismo a la Economía han lleva-
do a algunos autores a realizar una relectura o reinterpre-
tación de la contribución de Popper. Finalmente, bajo la
denominación de pluralismo metodológico hemos englo-
bado a todos aquellos enfoques deudores, en mayor o
menor medida, del relativismo de Kuhn, y de los que surge
una concepción de la metodología de carácter esencial-
mente descriptivo. A continuación, caracterizaremos a
cada uno de estos enfoques.
La «vieja guardia» metodológica
Sin lugar a dudas, y dejando de lado los matices, el de-
fensor más importante del papel del falsacionismo en Eco-
nomía es Blaug13. Así, su obra La Metodología de la Eco-
nomía es responsable, en opinión de Backhouse (1994c,
página 3) y Caldwell (1994, página x), de asentar definiti-
vamente al falsacionismo popperiano como la metodolo-
gía económica «ortodoxa». En esta línea de apoyo al fal-
sacionismo también se encuentra Hutchison, quien llega a
afirmar que es incluso más importante en Economía que
en las ciencias naturales. Otros autores, como Backhou-
se, aceptan el falsacionismo pero a través del prisma de
Lakatos14, cuya metodología más ecléctica y flexible po-
dría ser más adaptable a la Ciencia Económica. Finalmen-
te, están aquellos autores que introducen modificaciones
en la noción de falsación, con la pretensión de hacerla
más aplicable a la Economía; en este sentido, destaca la
noción de «plausibilidad» de Klant (1994).
En defensa de la «vieja guardia» metodológica, debe
reconocerse que, a pesar de las dificultades de la aplica-
ción del falsacionismo en general y a la Economía en par-
ticular, la ortodoxia económica sigue básicamente ancla-
da en Popper, quizá porque se considera a la evidencia
empírica como el único árbitro de la verdad en Economía;
visión enraizada en el falsacionismo popperiano.
Las «reinterpretaciones» de Popper
Hands (1993, página 68) señala que, paradójicamen-
te, la visión estrictamente falsacionista de Popper no en-
caja demasiado con la aproximación de los propios
«popperianos» a la Economía y otras ciencias sociales.
En esta línea de razonamiento surgen básicamente dos
reinterpretaciones de Popper, atribuidas a Boland y
Hands: el «Popper socrático» y el análisis situacional.
El «Popper socrático» o racionalismo crítico
En esencia, Boland (1992, 1994) afirma que el falsacio-
nismo popperiano ha sido malinterpretado, lo que ha con-
ducido a que muchos autores lo consideren inaplicable a
la Economía. Además, en opinión de Boland, una lectura
detenida de la obra de Popper nos hace ver que éste, bá-
sicamente, lo que hace es atacar a la verificación como
criterio de demarcación, pero no existe una propuesta se-
ria por parte de Popper de la falsación como criterio alter-
nativo. Por otro lado, se ha interpretado habitualmente al
falsacionismo como un método estático de justificación o
como una fórmula que garantiza el éxito de las teorías,
cuando realmente, en opinión de Boland, el papel del fal-
sacionismo en el progreso del conocimiento radica más en
enfatizar que la Ciencia es un proceso que en ofrecerse
como el método que asegura ese proceso.
La idea de proceso en Popper, según Boland, tiene re-
miniscencias del aprendizaje «socrático» —un sistema se-
gún el cual siempre aprendemos mediante la exposición
de nuestra ignorancia. Así, para Popper, la refutación de la
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13 Esta posición la ha reiterado con frecuencia. Véase, por ejemplo, elprólogo a la segunda edición de su afamado libro.
14 Véase BACKHOUSE (1994b). Este autor también defiende lautilización de las prescripciones metodológicas frente a las nuevastendencias postmodernistas, argumentando que la metodologíaeconómica debe desarrollarse a través del análisis de la Economía y nomediante la imposición de esquemas desarrollados para otras ciencias—BACKHOUSE (1997).
ignorancia es siempre un movimiento en la dirección co-
rrecta; por lo que si explicitamos las explicaciones falsa-
bles los científicos estarán en posición de mejorar nuestro
conocimiento mediante la refutación de nuestra ignoran-
cia. Por tanto, cuanto más falsables sean nuestras expli-
caciones, mayores serán nuestras oportunidades de
aprender. Según esta interpretación, la crítica, y no la fal-
sación, se erige en el eje del procedimiento y del avance
científico. La Ciencia progresa mediante la crítica, pero sin
alcanzar nunca una meta final, siendo la búsqueda de la
verdad —y no la posesión de la misma— la que caracteri-
za al método científico. Para Boland (1994, página 268)
esta visión del Popper socrático resulta revolucionaria,
puesto que concibe a la Ciencia como un proceso en per-
manente estado de movimiento; desechándose así la vi-
sión tradicional de la Ciencia como un sistema de verda-
des estables e incorregibles.
Llegados a este punto, nos podríamos plantear si el
racionalismo crítico que invoca Boland constituye real-
mente el mensaje principal de Popper. Sin embargo,
como apunta Hands (1992, página 37), probablemente
ese objeto de discusión no resulte muy fructífero, sino
que lo verdaderamente relevante es plantearnos qué
podría aprenderse a partir del racionalismo crítico. En
este sentido, parece que su aplicación en Economía su-
pone simplemente que debemos mantener una actitud
más crítica hacia las teorías económicas; pero no queda
muy claro qué avances concretos puede conllevar este
planteamiento. Concluimos con Hands (1992, pági-
na 37) que el problema básico del racionalismo crítico
no es que se pueda argumentar mucho en contra de él,
sino más bien que no se puede decir mucho con él.
El análisis situacional
El análisis situacional (AS) es considerado por autores
como Hands o Boland15 como la verdadera filosofía de
Popper para las ciencias sociales. Así, según estos auto-
res, aunque Popper defiende la unidad del método para
todas las ciencias16, también admite las dificultades que
supone la aplicación del método de las ciencias naturales
a las ciencias sociales17 y, por ello, propone el AS.
De forma muy esquemática, Hands (1992, pági-
nas 27-29) expone que el AS de la conducta X de un su-
jeto A en una situación S es el siguiente. Hay una des-
cripción de la situación: el sujeto A se halla en una situa-
ción S. Después analizamos la situación: en la situación
S lo racional es hacer X. Y, finalmente, aplicamos el prin-
cipio de racionalidad: los sujetos siempre actúan racio-
nalmente. Conclusión: por tanto, A hizo X. Como hemos
podido apreciar, la lógica del método descrito descansa
en el principio de racionalidad, tan familiar para los eco-
nomistas, pero que no debe confundirse, aclara Popper
(1957, página 157), con un principio psicológico. En de-
finitiva, como concluye Blaug (1994, página 112), el AS
es la denominación popperiana para el concepto econó-
mico de elección racional; por lo que no es más que la
generalización para todas las ciencias sociales de la
metodología del análisis económico y, especialmente,
de la Microeconomía18.
A pesar del énfasis puesto por autores como Hands o
Boland en la relevancia del AS, debe reconocerse que
Popper no realizó una sistematización de la metodolo-
gía de las ciencias sociales con el mismo rigor que para
las ciencias naturales. Por otra parte, resulta paradójica
la poca atención que los metodólogos económicos le
han dedicado al AS, en comparación, por ejemplo, con
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15 Para BOLAND (1994, página 277) el procedimiento crítico descritoanteriormente es el plato fuerte, mientras que el AS o el falsacionismono son más que aplicaciones del mismo.
16 Como el propio POPPER (1957, página 145) afirma, esto no quieredecir «que no exista diferencia alguna entre los métodos de las cienciasteóricas de la naturaleza y de la sociedad; tales diferencias existenclaramente, incluso entre las distintas ciencias naturales, tanto comoentre las distintas ciencias sociales. (...) Pero (...) los métodos de losdos campos son fundamentalmente los mismos».
17 Véase POPPER (1957, páginas 119-134 y páginas 157-158).18 HANDS (1992, página 29) plantea, desde nuestra perspectiva, la
cuestión fundamental: ¿qué puede aprenderse del AS aplicado a lametodología microeconómica? Este autor concluye que la aceptación deque las explicaciones microeconómicas siguen el AS popperiano noinfluye ni facilita la tarea de elaboración de las teorías y modelos.
el falsacionismo riguroso, si tenemos en cuenta que
Popper (1985, página 358) llega a plantear que el AS
podría ser el único método válido para las ciencias so-
ciales19. Este hecho puede deberse, quizá, a la falta de
claridad de Popper en la exposición del AS y a la contra-
dicción subyacente que aparece entre el falsacionismo,
para el que las generalizaciones universales utilizadas
en una explicación científica deben ser falsables y haber
sido sometidas a rigurosa corroboración, y el AS, que se
sirve de una generalización universal, como es el princi-
pio de racionalidad, al que difícilmente se le puede atri-
buir la condición de falsable. Por último, debemos seña-
lar que Blaug (1992, páginas 231-232) considera que
Popper malinterpreta el papel de la racionalidad en Eco-
nomía, porque plantea ese postulado en referencia a la
motivación de un individuo aislado, mientras que los
economistas están más interesados en el comporta-
miento agregado de los consumidores y productores en
los mercados, y esa agregación requiere supuestos adi-
cionales. Es decir, las explicaciones del comportamiento
económico se apoyan en algo más que la racionalidad,
lo que indica que ese principio por sí sólo es débil20. Así,
los resultados tan alentadores obtenidos por la econo-
mía neoclásica, que llevan a Popper a recomendar el
principio de racionalidad como la llave maestra para
abrir todas las puertas de las ciencias sociales, se ba-
san también en otros pilares relevantes.
El pluralismo metodológico
La irrupción del relativismo en los estudios sobre la
Ciencia tiene un fiel reflejo en el pluralismo metodológi-
co, impulsado en Economía especialmente por Cald-
well. La justificación de las tendencias que, en nuestra
opinión, pueden englobarse bajo esa denominación re-
quiere una breve incursión en algunas cuestiones termi-
nológicas21. Así, muy sintéticamente, el pluralismo pue-
de plantearse a dos niveles. Por una parte, tenemos el
pluralismo «ontológico», que supone que la realidad es
una construcción social que no es independiente del su-
jeto que la estudia; de este modo, la realidad es una plu-
ralidad «creada» por los distintos observadores. Por
otra parte, tenemos el pluralismo «epistemológico», que
implica que hay muchos mecanismos para conocer la
realidad. El pluralismo ontológico implica necesaria-
mente el epistemológico y se asocia con el postmoder-
nismo, que sería la acepción extrema del pluralismo22.
Por el contrario, el pluralismo epistemológico no implica
el ontológico, ya que se puede aceptar la existencia de
una única realidad —realismo ontológico—, pero con
una pluralidad de formas de entenderla; en esta línea si-
tuamos al realismo, la versión suave del pluralismo.
El pluralismo como metametodología
El pluralismo como metametodología ha alcanzado
una amplia difusión gracias a Caldwell. Básicamente,
esta posición se basa en la afirmación de que no existen
criterios que nos permitan elegir entre las diversas me-
todologías alternativas; además, aunque existiesen ta-
les criterios, nunca estaríamos seguros de haberlos en-
EL DEBATE METODOLÓGICO ACTUAL EN ECONOMÍA: UNA INTERPRETACIÓN
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19 La primera exposición del AS aparece en POPPER (1957,páginas 156-157), siendo denominado como «método cero». Ladiscusión más reciente sobre el tema la realiza en su autobiografía,donde aclara que el AS es un intento de generalizar el método de laTeoría Económica (que identifica con la teoría de la utilidad marginal) alresto de las ciencias sociales —POPPER (1974, páginas 93-94).
20 Además, el principio de racionalidad no está exento en absoluto deproblemas metodológicos. Así, por una parte, tenemos la discusiónsobre su «status» lógico, encabezada por CALDWELL (1994,páginas 146-164), BOLAND (1997, páginas 74-83) —que lo califica deproposición metafísica— y BLAUG (1992, páginas 230-231) —quemantiene que el postulado de racionalidad es irrefutable, pero no por símismo, sino por una cuestión de convención—. Por otra parte, muchosautores critican el principio de racionalidad por contribuir a que elproceso de toma de decisiones sea totalmente mecánico; lo que hallevado a una serie de formulaciones alternativas, como la racionalidadlimitada de SIMON (1959, 1978) y la racionalidad procesal deHARGREAVES-HEAP (1989, páginas 116-147).
21 Para una mayor profundización en estas distinciones terminológicasvéanse por ejemplo DOW (1997b) y MÄKI (1997).
22 Las características de esta versión fuerte del pluralismo sedescriben en SAMUELS (1997).
contrado, por lo que todas las posiciones metodológicas
resultan legítimas23. En este sentido, Caldwell (1994,
páginas 245-250) señala que, en lugar de dedicar es-
fuerzos inútiles a intentar encontrar la mejor metodolo-
gía, los metodólogos deberían dedicarse a promover la
comprensión metodológica entre los economistas, me-
diante la reconstrucción racional de los contenidos me-
todológicos de los distintos programas de investigación
en Economía, su valoración crítica, y la discusión de sus
fortalezas y debilidades.
El pluralismo ha ganado muchos adeptos, precisa-
mente por su versatilidad. Sin embargo, otros autores
influyentes, como Blaug (1990, página 6), acusan al plu-
ralismo de fraude, al interpretarlo como una excusa para
no hacer nunca un juicio definitivo sobre las teorías en
conflicto. Desde nuestra perspectiva, la posición de
Caldwell, aunque puede parecer conformista y poco
comprometedora, puede interpretarse también como
una llamada a la cordura ante las posturas extremas en
los debates metodológicos.
El pluralismo en versión suave: el realismo crítico
El realismo crítico hunde sus raíces en el realismo
trascendental de Bhaskar (1978, 1989), que pretende
ser un enfoque aplicable tanto a las ciencias naturales
como a las sociales. Para este autor, en el estudio de la
Ciencia hay que incluir también el ámbito trascendental,
que consiste en los esquemas cognoscitivos y las herra-
mientas conceptuales que están detrás de las prácticas
científicas. Ambos, esquemas y herramientas, tienen
carácter real, y son los que definen la verdadera natura-
leza de las cosas, más allá de las simples regularidades
empíricas, ya que la investigación científica depende de
ellos. Por otro lado, dichos esquemas y herramientas no
son directamente contrastables, sino que proporcionan
los términos en los que las contrastaciones deben lle-
varse a cabo y los criterios para evaluar tales contrasta-
ciones. La aplicación del realismo trascendental a las
ciencias sociales, y en particular a la Economía, se ha
denominado como «realismo crítico», y ha sido desarro-
llado fundamentalmente por Lawson24.
Este autor parte de la crítica hacia la economía neo-
clásica, ya que considera que se desarrolla al margen
de la realidad económica, empleando además un méto-
do erróneo: el deductivismo. Este método, según Law-
son, no debería aplicarse, ya que sólo es adecuado
para sistemas cerrados, y la Economía es un sistema
abierto, sin fronteras pretederminadas, y que está fuer-
temente relacionada y condicionada por la Historia, la
Sociología, etcétera. De aquí surge la concepción de
una ontología organicista, que no es incompatible con el
realismo ontológico —los objetos que estudia la Ciencia
existen y actúan independientemente del científico que
está investigando— que caracteriza asimismo a este
enfoque. Así, para Lawson (1997a, página 18), el realis-
mo es inexorable, ya que toda filosofía presupone una
realidad. Por ejemplo, los que reducen la Ciencia a la
conversación presuponen como objeto esa conversa-
ción, otros plantean una realidad de pensamiento eco-
nómico, etcétera.
Como método alternativo, Lawson (1994) propone el
análisis trascendental, basado en la retroducción25. Sin-
téticamente, este método consiste en lo siguiente: se
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ICE
23 Esta propuesta puede recordarnos el anarquismo teórico deFEYERABEND (1975), que postula la imposibilidad de los principiosmetodológicos universales y considera que las reglas metodológicasconstituyen un freno para el avance de la Ciencia. No obstante, la visióndel pluralismo no es negativa en relación a la metodología en sí, sino encuanto a la posibilidad de elegir entre los diferentes métodos —véase,en este sentido, la opinión de SAMUELS (1997, página 75).
24 Véanse por ejemplo LAWSON (1994, 1997b). Para unacaracterización sintética de esta corriente, véanse LAWSON (1997a,páginas 17-24) y LAWSON, PEACOCK y PRATTEN (1996,páginas 140-143). Otras referencias bibliográficas relativas al realismocrítico como corriente filosófica y sus aplicaciones a la Economíaaparecen recogidas en LAWSON, PEACOCK y PRATTEN (1996),RUNDE (1998) y FLEETWOOD (1999).
25 Sin embargo, no debe considerarse como una propuestametodológica excluyente. Así, LAWSON (1997b) se limita a rechazar elmonismo metodológico, sugiriendo la necesidad de abordar los objetosde las ciencias sociales de forma distinta a como se estudian los objetosde las ciencias naturales, y acaba invocando el pluralismo metodológico.
acepta el hecho de que los objetos existen con indepen-
dencia del conocimiento, pero la forma de acceder al co-
nocimiento de los objetos siempre está imbuida por las
circunstancias históricas y las formas sociales; además,
la construcción de la explicación de cualquier fenómeno
siempre supone un esquema cognoscitivo previo. En el
marco de esta concepción, la retroducción consiste en
moverse desde el nivel primario de conocimiento del fe-
nómeno al análisis de las estructuras que lo han genera-
do; un paso más en la retroducción consiste en ir de esas
estructuras a las causas que han provocado éstas, y así
sucesivamente. De esta forma, el conocimiento científico
avanza conforme se alcanzan estadios más profundos
en ese análisis de las estructuras cognoscitivas. El objeto
de la Economía, por tanto, no es la predicción de los fe-
nómenos; sino la identificación y la comprensión de los
mecanismos, estructuras o tendencias que subyacen y
gobiernan los hechos económicos, y que forman parte
del ámbito trascendental de la realidad.
Entre las aplicaciones del realismo de Lawson a la
Economía destaca la aportación de Lawson, Peacock y
Pratten (1996), quienes lo emplean para el estudio de
las instituciones. Por su parte, Runde (1998) analiza,
desde la perspectiva del análisis trascendental, la cues-
tión de la elección entre las distintas explicaciones cau-
sales existentes en Economía. Finalmente, señalare-
mos que uno de los proyectos más ambiciosos en esta
línea es el intento de reconstrucción de la economía
postkeynesiana a partir de los presupuestos del realis-
mo crítico; cuestión que está siendo objeto de un inten-
so debate en la actualidad26.
Otro autor vinculado al realismo es Mäki (1997), quien
parte del realismo ontológico e insiste en que la verdad
no es algo socialmente construido. Existe, según su pro-
pia expresión, Un Único Mundo, del que se deriva una
verdad objetiva; pero admite el pluralismo epistemológi-
co, ya que hay muchas formas de conocer ese mundo,
lo que explica la existencia de diversidad de teorías y le
lleva a abogar por un pluralismo metodológico. En la ac-
tualidad, la investigación de Mäki se caracteriza, esen-
cialmente, por su intento de sintetizar los enfoques del
realismo y la Retórica27.
La acepción extrema del pluralismo: las tendencias
postmodernistas
Dentro de las tendencias postmodernistas, vamos a
centrarnos en la Sociología del Conocimiento Científico
y en la Retórica de la Economía.
Por lo que se refiere a la Sociología del Conocimiento
Científico (SCC), se debe comenzar señalando que este
enfoque cuestiona la aplicación de los principios tradi-
cionales de la Filosofía de la Ciencia al conocimiento
científico. Su crítica a la epistemología mina cualquier
proyecto metodológico, al concebir el conocimiento
como un producto del sistema social. Así, la SCC centra
su análisis en el contexto social, externo e interno, del
descubrimiento científico. Sus orígenes los encontra-
mos en la Sociología de la Ciencia de Merton y en el re-
lativismo de Kuhn. Dentro de la SCC se pueden distin-
guir, básicamente, dos líneas de trabajo: el Programa
Fuerte, y la Etnometodología y el Constructivismo.
El Programa Fuerte suele vincularse a la denominada
«Escuela de Edimburgo», destacando en ella autores
como Barnes, Bloor y Shapin. Su objetivo consiste en
reducir el conocimiento científico a sus causas socioló-
gicas. Desde esta perspectiva28, el conocimiento no es
una creencia verdadera, sino una creencia que cuenta
con el apoyo de la colectividad; es decir, no hay ninguna
referencia a la verdad objetiva. En este sentido, las cau-
EL DEBATE METODOLÓGICO ACTUAL EN ECONOMÍA: UNA INTERPRETACIÓN
TRIBUNA DE ECONOMÍAFebrero 2004. N.º 813 213ICE
26 En el simposio recogido en el Journal of Postkeynesian Economics(1999, volumen 22, número 1), y en el que intervinieron conocidospostkeynesianos, como Davidson, Dow y Rotheim, se analizó lacoherencia del proyecto postkeynesiano a la luz del realismo crítico. Lasopiniones y conclusiones fueron diversas. Quizás, la contribución másesclarecedora fue la de Lawson.
27 PETER (2001) recoge los puntos esenciales del debate entre elrealismo y la Retórica, así como la síntesis de Mäki.
28 Véanse BLOOR (1976, páginas 2-3) y BARNES (1977, página 1).
sas del conocimiento científico son, según Mäki (1992,
página 69), factores macrosociales externos a la Cien-
cia: valores culturales, ideologías políticas, etcétera.
En opinión de Barnes (1985), el interés de los científi-
cos no se centra en la búsqueda de la verdad, sino en el
reconocimiento por parte de la comunidad científica y de
la sociedad. Además, su trabajo está condicionado por
las instituciones científicas, que compiten entre sí y mu-
chas veces tienen intereses contrapuestos, lo que tam-
bién impulsa a la defensa de teorías alternativas. En de-
finitiva, para la SCC los conocimientos que se generan
sobre la naturaleza no son objetivos o verdaderos, sino
algo socialmente construido, en función de los intereses
de los científicos. Desde esta perspectiva, la realidad
económica, la Teoría Económica o la metodología, en
palabras de Samuels (1997, página 67), son «construi-
das», no son «encontradas». Por otro lado, en este con-
texto, el objeto de la Economía no se plantea como algo
dado y acotado, sino más bien como un proceso cam-
biante29. La versión más radical del Programa Fuerte es
el denominado Empirical Programme of Relativism, que
señala que las diferentes culturas generan sus propios
paradigmas, verdades e incluso naturalezas.
En esencia, la Etnometodología y el Programa Cons-
tructivista pretenden dar un contenido específico a la
afirmación de que la Ciencia está socialmente condicio-
nada.
A diferencia del Programa Fuerte, la Etnometodología
tiene más bien una orientación microsociológica, al in-
tentar describir la vida de los científicos y sus comunida-
des, observando su trabajo diario. Esta corriente tam-
bién plantea la idea de que cada teoría sólo puede ser
valorada dentro de una comunidad científica específica,
negándose, por tanto, la existencia de criterios genera-
les de valoración de teorías. La Etnometodología estu-
dia las estrategias seguidas con el propósito de maximi-
zar los atributos sociales específicos de los científicos
individuales o de los grupos científicos30. En este senti-
do, uno de los temas más estudiados es el de los objeti-
vos e intereses últimos que persiguen éstos, y que mar-
can sus investigaciones; apareciendo la perspectiva
económica o de mercado como uno de los posibles ele-
mentos a tener en cuenta bajo este enfoque. En esta lí-
nea, se ha desarrollado, por ejemplo, la denominada
Economía del Conocimiento Científico, que enfoca la
Ciencia desde una perspectiva explícitamente económi-
ca, concibiendo el conocimiento científico como resulta-
do de un proceso económico31; llegándose a plantear el
análisis coste-beneficio como criterio de selección de
proyectos. No obstante, el enfoque económico no se
considera como único y excluyente, sino más bien como
una herramienta adicional que puede contribuir a escla-
recer las controversias surgidas en torno a la delimita-
ción y evolución de la Ciencia.
Debemos recordar que ha habido algunos intentos de
reconstruir la actividad de los economistas en los térmi-
nos de la Etnometodología32, siendo quizá el más cono-
cido el de Leijonhufvud (1973), aunque en opinión de
Mäki (1992, página 76) estos intentos no se ajustan bien
a este enfoque.
El Constructivismo es una parcela dentro de la Etno-
metodología que se centra en el estudio del lenguaje de
una comunidad científica en particular. En Economía
esta línea de trabajo ha alcanzado una notable populari-
dad gracias a la Retórica de McCloskey, aunque en ho-
nor a la verdad esta autora no recurre al Constructivis-
mo para justificar su aportación.
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MARÍA ÁNGELES CARABALLO POU Y CARLOS USABIAGA IBÁÑEZ
ICE
29 En definitiva, parece que la concepción de Economía más acordecon este planteamiento se corresponde con la famosa definición deViner: «Economía es lo que hacen los economistas».
30 Por ejemplo, LATOUR y WOOLGAR (1986) consideran que eseatributo es la credibilidad; e interpretan el laboratorio y la comunidadcientífica en términos cuasi-económicos de mercados en los que loscientíficos intentan vender sus productos —artículos, etcétera— paramaximizar ese atributo.
31 Véase, por ejemplo, en este campo la reciente contribución de SHI(2001).
32 YONAY (2000), por ejemplo, resume en doce puntos la visión de laCiencia desde la perspectiva de la Etnometodología y aplica cada unode ellos a la Economía.
Desde nuestra perspectiva, los enfoques de la SCC
pueden contribuir a que los economistas reflexionemos
sobre la labor que desarrollamos, los intereses que nos
mueven y la dinámica en la que muchas veces nos en-
contramos inmersos en lo que se refiere al mundo de las
publicaciones33. Entre otras cosas, estas corrientes
desmitifican la Ciencia, en el sentido de que debe reco-
nocerse que el avance científico no se mueve simple-
mente por un afán de alcanzar la verdad, sino que mu-
chas veces su orientación también está marcada por
factores socioeconómicos, y, más concretamente, por
los recursos económicos puestos a disposición de la co-
munidad científica y los criterios impuestos por quienes
suministran esos recursos34. Sin embargo, también
pensamos que algunas de las cuestiones apuntadas por
la SCC no son centrales. Por otro lado, a nuestro juicio,
los enfoques de la SCC pueden promover también cier-
to conformismo, al afirmarse que la verdad objetiva no
existe, con lo que no podemos evaluar el trabajo científi-
co, ni incentivar su mejora. Así, cualquier labor científica
que se desarrolle tiene el mismo status una vez que se
acepte por la comunidad científica en cuestión.
Aunque han aparecido diversas publicaciones sobre
la relación entre el «lenguaje» y la Economía previas a
la década de los ochenta —baste recordar que una de
las obras más exitosas de Keynes llevaba por título
Essays in Persuasion—, no cabe duda de que la Retóri-
ca ha alcanzado su máxima difusión en Economía gra-
cias a la obra de McCloskey. En esencia, según esta au-
tora, la Retórica consiste en una forma literaria de exa-
minar la conversación. Para McCloskey (1985,
página 217) la Ciencia avanza mediante la buena con-
versación35. Esta autora es consciente de que su posi-
ción puede ser calificada de irracional; por ello, enfatiza
que la invitación a la Retórica no implica la sustitución
del análisis económico habitual o de las Matemáticas
por un lenguaje «florido». Es decir, no se nos está invi-
tando a una nueva metodología, ya que la Retórica su-
pone en cierto modo la antimetodología —McCloskey
(1985, página 79). En síntesis, su mensaje es el siguien-
te: los economistas en su trabajo diario no aplican la
metodología prescriptiva oficial —afortunadamente,
porque ello frenaría el avance de la Economía—; por
tanto, lo que cuenta finalmente en el discurso científico
es una buena argumentación; y ahí es donde entra en
juego la Retórica, de la que los economistas están muy
necesitados, ya que carecen de una Retórica «oficial»
que describa de manera convincente lo que encuentran
convincente, lo que conduce, a menudo, al fracaso de
sus argumentos36.
Aunque las reacciones que ha suscitado la propuesta
de la Retórica como instrumento para el análisis econó-
mico son diversas, en general, y no solamente desde
las filas ortodoxas, no ha sido valorada como una alter-
nativa consistente, sino más bien como un enfoque pro-
vocador o como una herramienta adicional37. En esta
línea se manifiesta por ejemplo Boland (1989, pági-
nas 169-170), para quien la Retórica simplemente debe-
ría formar parte de los enfoques sociológicos. Rosen-
berg, sin embargo, se muestra más tajante38, y concluye
EL DEBATE METODOLÓGICO ACTUAL EN ECONOMÍA: UNA INTERPRETACIÓN
TRIBUNA DE ECONOMÍAFebrero 2004. N.º 813 215ICE
33 A este respecto, BOLAND (1997, páginas 279-286) aborda laparafernalia que se ha creado en torno a las revistas de economía demayor prestigio, y los criterios que guían la publicación en las mismas.Con el mismo tono crítico se manifiesta COLANDER (1996), afirmandoque se trata de un entorno cerrado al que sólo tiene acceso undeterminado tipo de publicaciones.
34 ECHEVERRÍA (1999, páginas 258-260) pone como ejemplo a laspolíticas científicas de EE UU desde los años cincuenta, y su influenciasobre las líneas de investigación seguidas.
35 Dentro de esta línea también podríamos incluir a Klamer. Para esteautor no existe método, ni verdad, ni fundamento del conocimientoeconómico. Asimismo, aboga por el estudio de la práctica discursiva delos economistas, dando un papel especialmente relevante a la audienciaa la que se dirigen, puesto que ésta determina las figuras retóricas delas que puede hacer uso el economista en sus argumentaciones. Klamertambién apuesta por un enfoque interdisciplinar, y por mantener«conversaciones enriquecedoras» con críticos literarios, sociólogos,matemáticos, etcétera.
36 MCCLOSKEY (1983, página 515) y (1985, página 228).37 Así, por ejemplo, MILBERG y PIETRYKOWSKY (1994,
páginas 95-96) señalan que el análisis marxista se enriqueceríanotablemente a través de un análisis retórico. Por su parte, LUKS (1998)aplica el recurso de la Retórica a la economía ecológica.
38 Véase CALDWELL (1987, página 219).
—al igual que Blaug (1994, página 130)— que la Filoso-
fía de la Ciencia no debería tomarse demasiado en serio
a la Retórica. Por otro lado, algunos economistas hete-
rodoxos tampoco parecen muy conformes con este en-
foque, al tildarlo de neutral. Así, plantean que McClos-
key no critica el contenido de la economía ortodoxa39,
llegando incluso a calificar a la Retórica como parte del
aparato conservador en Economía —Bellofiore (1994,
página 80).
Uno de los autores que ha analizado con más rigor los
fundamentos de la Retórica y sus posibilidades como
proyecto metodológico es Mäki, llegando a proponer un
intento de síntesis entre la Retórica y el realismo40, que
le aportaría a aquélla una teoría sobre la verdad. No
obstante, McCloskey no ha mostrado excesiva inclina-
ción por esta línea de trabajo, al considerarla como un
análisis filosófico de escaso interés para los economis-
tas41.
A nuestro juicio, algunas de las críticas comentadas
van más allá de lo que la propia McCloskey plantea en
sus trabajos, ya que, como ella misma argumenta, la
Retórica no conducirá a una revolución en el contenido
de las teorías económicas —McCloskey (1994). Así,
para McCloskey (1988, página 29), la Retórica es con-
sistente con diversas creencias sobre la Economía;
además, no es revolucionaria, ni conservadora, es in-
trínsecamente nada —McCloskey (1994, pági-
na 339)—. En cualquier caso, la aportación de McClos-
key supone una bocanada de aire fresco y de provoca-
ción en la enmarañada discusión metodológica de
nuestros días. Asimismo, McCloskey ha propiciado la
apertura, o más exactamente la reapertura, de una im-
portante línea de trabajo sobre la relación entre el len-
guaje y la Economía42. Desde nuestra perspectiva, esta
línea de trabajo encierra notable interés, porque no
cabe duda de que la Economía ha desarrollado su pro-
pio lenguaje, en general altamente formalizado, que mu-
chas veces se convierte incluso en juez de nuestra
Ciencia. Así, ¿quién no ha asistido al menosprecio a
priori de un artículo económico por carecer de formula-
ciones matemáticas importantes, o al caso exactamente
contrario? Por último, debemos reseñar que el estudio
del lenguaje también resulta útil a la hora de clasificar a
las escuelas económicas, ya que éstas llegan a acuñar
incluso su propio vocabulario, en ocasiones notable-
mente desarrollado. Por ejemplo, la praxeología se aso-
cia a los austriacos, los animal spirits con Keynes y los
postkeynesianos, los costes de menú con la Nueva Eco-
nomía Keynesiana (NEK), la oferta agregada sorpresa
con la Nueva Macroeconomía Clásica (NMC) y la cali-
bración con el ciclo económico real.
4. Algunas reflexiones al hilo del debate
metodológico
A nuestro juicio, a la luz de los debates metodológicos
comentados, deberíamos plantearnos qué puede apren-
derse de ellos y si contribuyen verdaderamente al avance
de la Economía. En este sentido, cuestiones tradiciona-
les en las controversias entre los metodólogos, tales
como el objeto de la Economía o el papel en la misma de
los juicios de valor, parece que no sólo no se aclaran con
el paso del tiempo, sino que crece el grado de confusión
o desacuerdo. Así, es obvio que carecemos de un con-
cepto generalmente aceptado del objeto de la Economía,
como no sea para la ortodoxia la conocida definición de
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39 Sin embargo, en nuestra opinión, MCCLOSKEY también critica enocasiones los excesos de la ortodoxia. A modo de ejemplo,MCCLOSKEY (2000) realiza una crítica muy irónica sobre ciertosartículos aparecidos en la American Economic Review (AER), apuntandoque parecen afrontar problemas de ajedrez en lugar de la realidadeconómica.
40 BOYLAN y O'GORMAN (1995) critican tanto a la Retórica como alrealismo, y proponen el «holismo causal» como enfoque superador deambos. No nos detendremos en este enfoque, ya que muchas de lasdiscusiones filosóficas que plantean estos autores apenas tienen quever con la metodología económica.
41 Véase el debate mantenido por MÄKI (1995) y MCCLOSKEY(1995), así como la reciente aportación de MÄKI (2000).
42 Una buena muestra es el proyecto conjunto de diversosdepartamentos de Literatura y Economía de universidades italianas queaborda el estudio de la metodología de Keynes a partir del lenguaje desus obras —véase por ejemplo MARZOLA y SILVA (1994).
Robbins. La variedad de posiciones mantenidas a este
respecto pone de manifiesto que el objeto de estudio de
la Economía es polifacético, y que quizá lo que diferencia
a la Economía de las otras ciencias no es tanto el objeto
en sí, como la perspectiva desde la que se analiza el
mundo; es decir, en lugar de hablar de un objeto econó-
mico hablaríamos de un prisma económico43.
En cuanto al papel de los juicios de valor en Econo-
mía, encontramos todo un abanico de posiciones. En un
extremo, la ortodoxia neoclásica, inspirada en Fried-
man44, para quienes la separación entre la Economía
Positiva y Normativa es factible y necesaria45. En el otro
extremo, la epistemología empirista nos apunta que nin-
guna observación —incluidas las relativas a las ciencias
naturales— es independiente del sistema teórico y con-
ceptual del observador, por lo que ninguna Ciencia pue-
de calificarse de objetiva y, por tanto, la Economía tam-
poco; en definitiva, sólo hay cabida para las proposicio-
nes normativas. En esta segunda línea se sitúan
básicamente las escuelas de la heterodoxia económica.
Una vez más, las discrepancias entre los economistas
parecen insalvables, y no conducen a conclusiones pre-
cisas46. Por nuestra parte, y dejando de lado los mati-
ces, pensamos que la división entre las parcelas positi-
va y normativa de la Economía es posible, o al menos
que sería deseable, ya que existen unos hechos econó-
micos que queremos conocer y explicar. Para esa tarea,
son necesarios los modelos de la Teoría Económica. En
este sentido, la frase generalmente atribuida a Marshall
sintetiza nuestra opinión: «ningún verdadero economis-
ta puede prescindir de la Teoría, ya que sin ella los he-
chos por sí mismos son mudos».
Las discusiones anteriormente comentadas no han
contribuido demasiado a mejorar la labor de los econo-
mistas, sino más bien a que se haya formado, especial-
mente en la ortodoxia47, una opinión bastante despecti-
va sobre la utilidad de la metodología. En este sentido,
en una postura autocrítica incisiva, Boland (1997, pági-
na 284) apunta que los metodólogos se preocupan por
la cuestión de si importa la metodología o por qué debe-
ría importar, pero sin embargo prestan poca atención a
la cuestión de cómo la metodología podría convertirse
en algo importante. Boland también se plantea lo si-
guiente: ¿por qué las discusiones sobre la necesidad
del realismo, o sobre si los supuestos ad hoc son un vi-
cio o una virtud, o sobre si la Economía debería ser con-
siderada como una Ciencia, o sobre si la metodología
debería ser una forma de crítica literaria, etcétera, tie-
nen que resultar interesantes para los teóricos económi-
cos ortodoxos? En su opinión, incluso algunos metodó-
logos encuentran estas discusiones aburridas y poco re-
levantes. Concluimos con Boland en que, si la
metodología de la Economía pretende ser algo más que
una subdisciplina marginada, los metodólogos tendrán
EL DEBATE METODOLÓGICO ACTUAL EN ECONOMÍA: UNA INTERPRETACIÓN
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43 Esta idea se plasma ya en los manuales de Economía másrecientes, que suelen incluir entre los capítulos iniciales uno denominadoalgo así como «pensar como un economista» —véase, por ejemplo,MANKIW (2002, capítulo 2).
44 Véanse, por ejemplo, FRIEDMAN (1953, página 10) y FRIEDMAN(1967, página 86).
45 Sin embargo, BOLAND (1997, páginas 118-121) objeta que dentrode la ortodoxia económica existe una gran confusión sobre qué seentiende por Economía Positiva. A este respecto, distingue entre lasconcepciones mantenidas por los economistas de cuatro prestigiosasuniversidades: Harvard, MIT, Chicago y la London School of Economics.
46 De nuevo insistimos en que este tipo de debates no aparecerecogido en los manuales, sino que en ellos encontramos esta distinciónplanteada como una afirmación y no como objeto de controversia. Bastacomo ejemplo el título del manual de LIPSEY y CHRYSTAL (1999):Economía Positiva —véanse asimismo SAMUELSON y NORDHAUS(2002, página 7), MANKIW (2002, páginas 20-21) o RUFFIN yGREGORY (2001, páginas 13-14).
47 HOOVER (1995, página 716) apunta que la falta de interés de laortodoxia por la metodología se remonta hasta Irving Fisher, quien en sudiscurso presidencial ante la American Statistical Association en 1932 yamanifestó el escaso interés que tiene la metodología para la Economía.En este sentido, Chick afirma que los economistas ortodoxos desconfíande las discusiones metodológicas, mientras que los heterodoxos lasaman —USABIAGA (1999, página 54)—. Para Chick existe unaexplicación obvia: los economistas ortodoxos tienen una posición deprivilegio que no desean ver amenazada mediante la discusión de laspremisas metodológicas sobre las que se apoyan. Como prueba de estedesdén hacia la metodología BOLAND (1997, página 282) señala quedos de las revistas más prestigiosas de la economía ortodoxa —elJournal of Economic Literature y la AER— apenas publican artículosmetodológicos.
que dedicar más tiempo a leer Teoría Económica y me-
nos a sus filósofos de la Ciencia favoritos.
En la línea de Boland, pensamos que lo esencial es
reorientar adecuadamente los debates metodológicos,
ya que la metodología puede proporcionar una ayuda
inestimable en la resolución de muchos problemas prác-
ticos. Por otra parte, pensamos que la discusión meto-
dológica no tiene fin, porque todos los implicados tienen
parte de razón. Así, a nuestro juicio, las tendencias me-
todológicas comentadas persiguen finalidades distintas,
lo que hace que no sean del todo comparables. Por
ejemplo, unas persiguen un papel prescriptivo en orden
a poder elegir entre las teorías, otras atienden a los fac-
tores sociológicos que inevitablemente afectan a la in-
vestigación científica y otras atienden al «lenguaje» que
emplean los economistas. Desde esta óptica, todas
esas tendencias pueden aportar algo y no tienen por
qué ser incompatibles. Sin embargo, tampoco estamos
abogando por una posición pluralista, o del «todo vale»,
ya que no pensamos que todas las aportaciones meto-
dológicas tengan la misma categoría; sino simplemente
que sirven para fines y aplicaciones distintas, y de dis-
tinto orden de relevancia.
Por otra parte, pensamos que la metodología puede
contribuir también a explicar el panorama actual que
presenta la Economía48. A nuestro juicio, como recoge
el enfoque del realismo, existe una única realidad eco-
nómica —realismo ontológico— que se pretende expli-
car, pero la forma de aproximarnos a esa realidad es di-
versa —pluralismo epistemológico. Básicamente, exis-
ten dos formas de aproximarnos a esa realidad en
Economía: la ortodoxia y la heterodoxia; y para enten-
der por qué la convergencia entre ellas es prácticamen-
te imposible podemos recurrir a la metodología. Así, las
premisas metodológicas de las que parten cada una son
muy dispares y, como señala Boland, esas premisas tie-
nen categoría metafísica. Es decir, aunque no son tauto-
logías, tampoco son demostrables, sino que simple-
mente se aceptan como punto de partida. Al no plan-
tearse su demostración o contrastación, no hay diálogo
posible entre las dos posiciones. Por otro lado, debe-
mos señalar que, aunque la ortodoxia no parece prestar
atención a la metodología, sí asume implícitamente cier-
tos principios básicos que la separan de otras formas de
hacer Economía49. Por su parte, la heterodoxia es más
proclive a explicitar y justificar sus premisas metodológi-
cas.
Desde nuestra perspectiva, para entender por qué se
aceptan unos presupuestos metodológicos u otros —lo
que acaba siendo una cuestión de juicios de valor—,
hay que recurrir a factores que están en la línea de lo
que argumentan los enfoques postmodernistas, como la
SCC o la Retórica. Es decir, nos enfrentamos con comu-
nidades científicas en las que existen unas ciertas re-
glas del juego idiosincráticas: un lenguaje, unos criterios
para la elaboración de artículos, unos foros a los que
acudir, unas revistas donde difundir sus ideas, unos
cauces de financiación de la investigación, etcétera.
Todo esto dificulta el diálogo entre las distintas escue-
las, al no existir apenas vehículos de comunicación o de
contacto entre ellas50. Por ejemplo, nunca encontrare-
mos un artículo de economía radical en la AER, inde-
pendientemente de su calidad y originalidad.
218 TRIBUNA DE ECONOMÍAFebrero 2004. N.º 813
MARÍA ÁNGELES CARABALLO POU Y CARLOS USABIAGA IBÁÑEZ
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48 Para dar una visión general de las tendencias económicas hemossistematizado el pensamiento económico contemporáneo en forma deescuelas, lo que también es, cómo no, objeto de controversia.USABIAGA (1999) recoge la opinión de diversos economistas en torno aesta cuestión. Por ejemplo, SARGENT (página 252) y QUAH(páginas 232-233) consideran que la categorización en escuelaseconómicas es un esfuerzo inútil, mientras que BEAN (página 42) yNICKELL (página 208) reconocen su utilidad, al menos a efectospedagógicos; opinión esta última que compartimos.
49 En nuestra opinión, como señala HOOVER (1995, página 733), lametodología es inevitable. Parafraseando a Keynes, Hoover nosrecuerda que los economistas prácticos que se creen exentos decualquier influencia metodológica son habitualmente esclavos de algúnmetodólogo difunto.
50 Así, por ejemplo, los economistas ortodoxos pugnan por publicar enla AER o en el Journal of Political Economy, los economistas radicalesdifunden sus ideas mediante la Review of Radical Political Economics,los institucionalistas a través del Journal of Economic Issues, y lospostkeynesianos mediante el Journal of Postkeynesian Economics.
Muy sintéticamente, podemos esbozar las premisas
metodológicas de los enfoques ortodoxo y heterodoxo
en los siguientes puntos: a) Nivel epistemológico: la or-
todoxia otorga un papel preponderante a la predicción,
mientras que la heterodoxia enfatiza el poder explicativo
de los modelos. b) Presupuesto ontológico: el individua-
lismo neoclásico frente al enfoque de grupo —holísti-
co—, que acentúa la importancia del contexto social, de
las instituciones, etcétera. c) Principio de racionalidad:
la racionalidad sustantiva del agente optimizador neo-
clásico frente a la racionalidad limitada, que atiende a
las convenciones sociales. d) La confianza en el siste-
ma de precios y el mercado como mecanismo de asig-
nación eficiente de los recursos frente al escepticismo
heterodoxo respecto al funcionamiento y la existencia
misma de los mercados, lo que tiene repercusiones en
el ámbito de las prescripciones de política económica.
e) Objeto de la Economía: el intercambio y la asignación
óptima de los recursos escasos para la ortodoxia frente
a un amplio abanico propuesto por la heterodoxia.
Como puede apreciarse, las premisas citadas son
prácticamente antagónicas. Quizá el error que se come-
te habitualmente radica en intentar aplicar reglas pres-
criptivas para elegir entre las escuelas, ya que la acep-
tación de unas u otras premisas se realiza en función de
los juicios de valor, para los que difícilmente hay un cri-
terio objetivo de elección. Ahora bien, pensamos que la
credibilidad de cada escuela frente al resto se sustenta
también en el esfuerzo que se hace para desestimar los
modelos y desarrollos que sean inútiles, pero creemos
que en este punto aún estamos lejos de haber conse-
guido un avance significativo51.
Por otra parte, es bastante obvia la hegemonía de la
economía ortodoxa; basta con ver los planes de estu-
dios y los manuales que se emplean en las universida-
des españolas. Para algunos autores, esto se debe bá-
sicamente a factores institucionales52. En nuestra
opinión, estos factores obviamente influyen, pero quizá
la principal ventaja de la ortodoxia radica en que su con-
tenido presenta cierta unidad, en el sentido de que hay
un lenguaje común, se utilizan técnicas matemáticas y
econométricas similares, hay factores institucionales
comunes en cuanto a las publicaciones, etcétera. Por
otro lado, también se ha reaccionado con rapidez para
afrontar los fenómenos económicos adversos —el cintu-
rón protector ha funcionado—. Por el contrario, en esen-
cia, lo único que tienen en común las escuelas hetero-
doxas es su crítica a la ortodoxia, pero en muchos otros
aspectos —lenguaje, técnicas, revistas en las que publi-
can, etcétera— su falta de homogeneidad es patente.
Recurriendo al prisma de Lakatos, pensamos que en
Economía existe un PCI dominante, que es el neoclási-
co, el cual, a pesar de ser el centro de las críticas de to-
dos los economistas heterodoxos y de muchos metodó-
logos, se mantendrá hasta que no surja una alternativa
de mayor peso. Así, el núcleo duro de la ortodoxia es la
microeconomía neoclásica. La Gran Depresión y la obra
de Keynes (1936) podían haber dado al traste con la or-
todoxia, pero gracias al modelo IS-LM de Hicks (1937) y
a la síntesis neoclásica de Modigliani (1944) ésta consi-
guió aunar los resultados macroeconómicos keynesia-
nos con la tradición microeconómica walrasiana, con lo
que el núcleo del programa permaneció prácticamente
intacto. Posteriormente, los nuevos retos teóricos y em-
píricos de los setenta, en lugar de conducir definitiva-
mente al abandono de la economía neoclásica, provo-
caron más bien lo contrario; así, la NMC significa en
cierto modo una mayor aproximación a la microecono-
mía neoclásica. Como afirmaba Lakatos, el cinturón
protector podrá ser ajustado y reajustado, e incluso
completamente sustituido. Pensamos que esto es preci-
EL DEBATE METODOLÓGICO ACTUAL EN ECONOMÍA: UNA INTERPRETACIÓN
TRIBUNA DE ECONOMÍAFebrero 2004. N.º 813 219ICE
51 En este sentido, y con el tinte falsacionista que le caracteriza, nosparece que el criterio de BLAUG (1992, página 248) para la elecciónentre los programas de investigación puede ser relevante: ¿Quéacontecimiento, si se materializara, nos llevaría a rechazar eseprograma? Así, en opinión de Blaug, un programa que no puedeafrontar esta pregunta queda bastante alejado de los estándares máselevados que puede alcanzar el conocimiento científico.
52 Véanse a este respecto por ejemplo las opiniones de COLANDER(1996), GALBRAITH (1996) o BOLAND (1997, páginas 279-286).
samente lo que ha ocurrido: el modelo IS-LM actuó
como cinturón protector frente a la aportación de Key-
nes (1936), siendo posteriormente sacrificado.
Somos conscientes de que se puede argumentar en
contra de nuestra posición que dentro de la ortodoxia
también existen discrepancias; basta con recordar las
controversias entre neoclásicos y keynesianos, neokey-
nesianos y monetaristas y, más recientemente, entre la
NMC y la NEK. Sin embargo, en nuestra opinión, esas
controversias se han desarrollado en un marco teórico
común; factor que unifica a la ortodoxia. Así, por ejem-
plo, las controversias de los años cincuenta y sesenta
pueden interpretarse en último extremo en función de
los distintos valores de las pendientes de las curvas IS y
LM. En los setenta, las aportaciones de la NMC condu-
jeron a enfocar los temas macroeconómicos desde una
perspectiva microeconómica walrasiana de vaciado
continuo de los mercados. Por último, las contribuciones
de la NEK a partir de los ochenta se han realizado, tam-
bién, en términos microeconómicos, pero cuestionando
el vaciado continuo de los mercados53.
Desde otra perspectiva, Mankiw (1992, página 564)
comenta que la Ciencia Económica —aunque habría
que hablar más bien de la ortodoxia— está condenada a
oscilar entre dos extremos irreconciliables. Así, la histo-
ria del pensamiento económico funcionaría como un
péndulo entre dos visiones de la Economía: a la dere-
cha, la visión clásica —con su defensa a ultranza del
buen funcionamiento de la economía de mercado— y, a
la izquierda, la visión keynesiana —que manifiesta su
escepticismo hacia el mercado—, siendo las fluctuacio-
nes económicas una consecuencia de los fallos del mis-
mo. En opinión de Mankiw, la Gran Depresión movió el
péndulo de derecha a izquierda. Por su parte, la NMC,
en los años setenta, movió el péndulo hacia la derecha,
proclamando Lucas la muerte de la economía keynesia-
na. Por último, la NEK habría movido de nuevo el pén-
dulo hacia la izquierda, por lo que esta escuela llega a
denotarse como una «reencarnación» de la tradición
keynesiana.
Resulta curioso observar cómo dentro de la ortodoxia
no hay consenso sobre si existe consenso54. A pesar de
ello, desde la década de los noventa están apareciendo
numerosas aportaciones que parecen cuestionar que
los extremos de la ortodoxia sean realmente tan irrecon-
ciliables, al emplearse por ejemplo en un mismo trabajo
conceptos y herramientas característicos de la NMC, la
NEK y el ciclo económico real55; lo que constituye a
nuestro juicio un claro síntoma de convergencia en la or-
todoxia. En este sentido, quizá en los próximos años las
clasificaciones tradicionales de las líneas macroeconó-
micas ortodoxas —keynesianismo, monetarismo, NMC,
NEK, ciclo económico real, etcétera— irán perdiendo re-
levancia.
Por el contrario, en la heterodoxia, no hay atisbo de
consenso, aunque pensamos que esto es consecuen-
cia, también, de sus postulados metodológicos. Así, el
rechazo de la metodología de tipo prescriptivo y su incli-
nación por los enfoques asociados al pluralismo, en los
que todo es relativo, ha acabado plasmándose en un
amplísimo abanico de escuelas de pensamiento: los
220 TRIBUNA DE ECONOMÍAFebrero 2004. N.º 813
MARÍA ÁNGELES CARABALLO POU Y CARLOS USABIAGA IBÁÑEZ
ICE
53 En este sentido, pensamos que en la actualidad la tradicionaldicotomía «clásicos/keynesianos» podría más bien plantearse entérminos de «vaciado/no vaciado de los mercados».
54 Para ilustrar esta afirmación, resumiremos las opiniones de diversoseconomistas entrevistados por SNOWDON, VANE y WYNARCZYK(1994). Así, Fischer, Tobin, Barro y Lucas niegan la existencia deconsenso. Por su parte, Phelps matiza su respuesta negativa, aludiendoa los modelos de la NEK estadounidense que emplean la noción de tasanatural de desempleo. Sin embargo, otros entrevistados se muestranmás optimistas. Laidler, por ejemplo, apunta hacia la introducción derigideces nominales en los modelos de la NMC. Asimismo, Mankiwseñala que la aparición de modelos del ciclo económico real con efectosmonetarios apunta hacia algún tipo de consenso. Por su parte, Minfordse manifiesta como el más optimista de todos en este sentido.
55 A modo de muestra, entre las aportaciones recientes en esta línease encuentran las de KIM (2000), que plantea un modelo de equilibriogeneral con costes de menú para precios y salarios, y KOLLMANN(2001), que introduce la determinación solapada de precios y salarios enun modelo de ciclo económico real para analizar los efectos de losshocks monetarios sobre los tipos de cambio. Por otro lado, CLARIDA,GALÍ y GERTLER (1999) concluyen que la inclusión de rigidecesnominales es necesaria para poder evaluar los efectos de la políticamonetaria.
postkeynesianos, la Nueva Economía Institucional, los
neorricardianos, la economía radical56, la economía
marxista57, la escuela austriaca, la economía de la ofer-
ta y el estructuralismo.
Desde nuestra perspectiva, el papel esencial que re-
presenta la heterodoxia es el de la crítica, necesaria
para que se limiten los excesos que se observan a ve-
ces en el análisis económico neoclásico. Así, por ejem-
plo, en muchas ocasiones las revistas especializadas
nos ofrecen complejos modelos cuya relación con la
realidad es muy forzada, y que apenas sirven para po-
der explicar los fenómenos económicos que nos aconte-
cen. En otras ocasiones se articulan trabajos con un
aparato econométrico desorbitado para concluir con
unos resultados inciertos, a los que, además, se podría
haber llegado a través de un razonamiento mucho más
simple. Y así podríamos seguir con muchas otras mues-
tras de desvaríos en la ortodoxia58. Sin embargo, a
nuestro juicio, la multiplicidad de escuelas que confor-
man la heterodoxia, así como su radicalismo para re-
chazar todo lo que provenga de la economía ortodoxa,
sin proporcionar una alternativa clara, puede restar fuer-
zas al papel crítico comentado. En este sentido, la estra-
tegia de la ortodoxia parece más flexible, y quizá más
efectiva, porque en lugar de rechazar frontalmente todo
lo que proviene de la heterodoxia va asumiendo algunos
de sus planteamientos, pero traducidos eso sí al lengua-
je neoclásico. Así, a modo de ejemplo, los mercados de
trabajo duales de los institucionalistas se han traducido
en el enfoque insider-outsider, la racionalidad limitada
en el comportamiento «casi-racional», la relevancia que
otorgan los postkeynesianos a los modelos de compe-
tencia imperfecta ha sido absorbida por la NEK, y la
consideración de ciertos factores institucionales, como
por ejemplo los contratos salariales o los sindicatos, for-
ma ya parte habitual de los programas de Economía
que impartimos en nuestras facultades de Economía.
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EL DEBATE METODOLÓGICO ACTUAL EN ECONOMÍA: UNA INTERPRETACIÓN
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56 Dentro de la economía radical, suele incluirse la «economíafeminista». En relación a esta última puede consultarse la recopilaciónde PETERSON y LEWIS (1999).
57 Para una visión relativamente reciente de la economía radical, laeconomía marxista y los neorricardianos remitimos a la recopilación deMOSELEY (1995), que tiene especial interés por las réplicas ycomentarios realizados por metodólogos y economistas ortodoxos.
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EL DEBATE METODOLÓGICO ACTUAL EN ECONOMÍA: UNA INTERPRETACIÓN
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224 TRIBUNA DE ECONOMÍAFebrero 2004. N.º 813
MARÍA ÁNGELES CARABALLO POU Y CARLOS USABIAGA IBÁÑEZ
ICE