Eje temático n° 3: Comunicación, cultura y Política Autora: Lic. Cecilia Beatriz Díaz Institución: Graduada y docente de Universidad Nacional de La Matanza (U.N.La.M.). Doctoranda en Comunicación Social (U.N.L.P) Título de la Ponencia: “Telesur: un paso regional hacia la democratización de la comunicación” “Comenzamos a desalambrar los latifundios mediáticos latinoamericanos en el camino de la democratización del espectro televisivo en nuestra región. Era obvio y esperable: después de 513 años se está terminando la afonía de las mayorías, y aquellos que nunca tuvieron voz ni imagen hoy las comienzan a tener” 1er. Director de Telesur, Aram Aharonian, 2006 RESUMEN La señal de noticias internacional Telesur salió al aire, por primera vez, el 24 de septiembre de 2005 como producto de una decisión estratégica política-comunicacional, emitida y pensada desde Latinoamérica. A partir de la asociación inicial entre las televisoras públicas de Venezuela (51 por
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Telesur: Un paso regional hacia la democratización de la comunicación
Ponencia presentada en las I Jornadas de Estudios Sociales sobre América Latina y el Caribe, UBA 2012.
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Eje temático n° 3: Comunicación, cultura y Política
Autora: Lic. Cecilia Beatriz Díaz
Institución: Graduada y docente de Universidad Nacional de La Matanza (U.N.La.M.).
Doctoranda en Comunicación Social (U.N.L.P)
Título de la Ponencia:
“Telesur: un paso regional hacia la democratización de la
comunicación”
“Comenzamos a desalambrar los latifundios mediáticos latinoamericanos en el camino de la
democratización del espectro televisivo en nuestra región. Era obvio y esperable:
después de 513 años se está terminando la afonía de las mayorías, y aquellos que
nunca tuvieron voz ni imagen hoy las comienzan a tener”
1er. Director de Telesur, Aram Aharonian, 2006
RESUMEN
La señal de noticias internacional Telesur salió al aire, por primera vez, el 24 de septiembre
de 2005 como producto de una decisión estratégica política-comunicacional, emitida y
pensada desde Latinoamérica. A partir de la asociación inicial entre las televisoras públicas
de Venezuela (51 por ciento), Argentina (20 por ciento), Cuba (19 por ciento) Uruguay (10
por ciento), el objetivo fue proponer una agenda alternativa al discurso de la
norteamericana CNN en español.
Sin dudas, Telesur implicó una etapa del proceso de instalación en el debate público del rol
de los medios de comunicación masivos en las democracias contemporáneas, al tiempo que
constituyó un antecedente del impulso de legislaciones, reformas y regulaciones a la
explotación comercial de los espectros radioeléctricos nacionales.
Esta iniciativa se contextualiza en la decadencia del paradigma neoliberal en la región y con
el surgimiento de gobiernos populares que encuentran su principal oposición en los medios
de comunicación concentrados. Éstos últimos habían configurado, en décadas, un mapa
mediático caracterizado por: la hegemonía de conglomerados de medios que continúan
produciendo contenidos desde los centros urbanos, con la exclusión de las minorías locales
y la finalidad comercial en la explotación de las licencias.
De ese modo, la creación de Telesur significó un instrumento concreto de la defensa de los
valores del pluralismo y soberanía cultural, pugnados desde la Academia y que se ponen en
juego en los flujos comunicacionales mundiales. Tal como lo hizo Al Jazzera, la señal de
noticias latinoamericana se propuso construir un espacio de resistencia frente a la lógica de
países periféricos-centrales así como también enfrentarse a las corporaciones locales que
instalan el pensamiento único en la región.
Sin embargo, la demanda por la democratización de la comunicación fue sostenida por la
academia y organizaciones sociales que no lograron alcanzar la atención de los pueblos
latinoamericanos. Por un lado, este pedido no constituía una inquietud electoral ni cotidiana
para la mayoría de los ciudadanos, acuciados por problemáticas más urgentes. Por otro
lado, toda reforma tendiente a regular a los monopolios mediáticos fue desarticulado por
ese actor, a través de la construcción de agenda, no sólo con la exclusión del tema, sino a
través de otros mecanismos que modelan a la opinión pública. Las etapas de ese proceso de
construcción del sentido fueron necesarias para desnaturalizar el status quo de la
comunicación masiva de licenciatarios privados. Esto implicó desarrollar otras reformas
parciales, como lo es la puesta en el aire de Telesur.
Por eso, la nueva señal es parte de un movimiento regional, ya que le han sucedido el
debate y la modificación de políticas de comunicación locales. En ese proceso, se
evidenciaron (y se evidencian) los desafíos gubernamentales para impulsar cualquier tipo
de reforma, ya que implicó la confrontación con un actor político de gran influencia en la
opinión pública, como lo son los medios de comunicación concentrados.
En síntesis, este trabajo se propone analizar y describir las características de Telesur como
estrategia geopolítica en vistas a su aporte a las discusiones sobre la democratización del
capital simbólico que conlleva la comunicación social.
Introducción
Desde la teoría de la Agenda Setting han proliferado los estudios focalizados en investigar
la influencia de los medios de comunicación por sobre otros actores sociales y políticos
(McCombs, 2006). Pero, ¿qué ocurre cuando el tema de agenda es una reforma en materia
comunicacional que afecta los intereses de los medios? ¿Cómo regulaciones sobre los
espectros radioeléctricos de la región como la producción de los Estados nacionales que la
componen construyen aceptación pública con un discurso tan influyente como el mass
mediático en contra?
En el continente Latinoamericano se sucedieron diversas políticas tendientes a la
integración de la comunicación regional, es decir: “acciones y omisiones de las instancias
estatales de todo tipo que, de acuerdo a las concepciones y legitimaciones de cada sociedad y
cada tiempo histórico, determinan u orientan los destinos de la creación, la producción,
difusión y consumo de los productos culturales y comunicativos” (Bustamante, 2003, p. 34).
Cuando se suceden medidas activas en políticas de comunicación se ejerce el rol del
estado como una responsabilidad que actúa como garante y estimulador del ejercicio de la
libertad de expresión y al mismo tiempo controla que no se cercene tal derecho, es decir
coordinador de acciones donde la comunicación es entendida como servicio público y la
información como bien social (Graziano, 1986). Por lo tanto la intervención pública en la
definición de políticas de comunicación es necesaria para garantizar una mayor
democratización de los sistemas de medios (Mastrini & Mestman, 1996). En ese sentido, la
legitimación de regulación aseguraría “el acceso, la diversidad de opinión –pluralismo- y una
verdadera independencia frente a los intereses creados” (McQuail, 1992). Esto se vuelve aún
más complejo al requerir el consenso de diversos Estados.
Sin dudas, instalar en el debate público la demanda y la acción para democratizar el
sistema mediático requiere de un proceso complejo en medio de un escenario adverso. En
este trabajo se sostiene que para llevar este tema de agenda de los ámbitos académicos y de
organizaciones sociales fue determinante la iniciativa de los Estados para desarrollar
proyectos regionales en materia comunicacional que iniciaron procesos de reforma en ese
sector. En ese sentido, la señal Telesur significó el inicio de la ruptura en la región del
paradigma neoliberal de la comunicación.
Telesur: La pantalla regional con ojos latinoamericanos
La señal de noticias internacional Telesur salió al aire, por primera vez, el 24 de
septiembre de 2005 como producto de una decisión estratégica política-comunicacional,
emitida y pensada desde Latinoamérica. Al inicio, se asociaron las televisoras públicas de
Venezuela (51 por ciento), Argentina (20 por ciento), Cuba (19 por ciento) Uruguay (10 por
ciento), y más tarde, Bolivia y Nicaragua (5 por ciento cada una), con el objetivo de proponer
una agenda alternativa al discurso de la norteamericana CNN en español.
Esta asociación nace por la coexistencia de gobiernos nacionales proclives a la integración
regional (Carballal Cano, 2009). De esa forma, ese es uno de sus principales objetivos junto a
constituirse como un medio de información alternativa en la grilla mundial, con una agenda
social latinoamericana.
En consecuencia, el género que predomina en la señal regional es el informativo pero con
un posicionamiento ideológico diferenciador que alcanza lo estético. Desde la comunicación
comercial la realidad se sintetiza en los noticieros de actualidad con el predominio de la
secuenciación ficcional de los hechos y esto tiene la intención de borrar el proceso histórico
en el que se enmarcan (Aharonian, 2006).
En la búsqueda por contextualizar los hechos, Telesur se vale de informes documentales,
mesas de debate, entrevistas con cientistas sociales entre otros géneros. La unión con la
historia se vincula con otro valor simbólico, tal como la defensa de la identidad cultural, es
decir a “Pluralidad de voces, variedad de enfoques: la inconmensurable diversidad de un
continente y su imaginario, más que una señal, Telesur es un punto de encuentro, un espacio
para (re)conocerse, comprenderse e integrarse” (Moya Padilla & Brito Delgado, 2006).
En efecto, Telesur constituye una ruptura con el rol neoliberal en la comunicación
instalado en la región, ya que conlleva a la llegada de la soberanía en los discursos
mediáticos, como una estrategia de acción política. Para entender dicho cambio, es necesario
caracterizar el poder mediático y su influencia para instalar agenda gubernamental y social.
La Agenda de la Mediocracia
El neoliberalismo en Latinoamérica se correspondió, históricamente, con la centralidad de
los medios de comunicación como vectores entre el poder político y una sociedad civil, cada
vez más numerosa y atomizada. Esto fue caracterizado por democracias representativas ya no
basadas en intereses clasistas, sino en imágenes mediáticas. Es decir, primaron los medios de
comunicación y la personalización de los dirigentes, en detrimento a los partidos políticos,
como espacios de lucha y debate (ABAL MEDINA, 2004, pág. 94).
En este proceso, la televisión fue el principal media porque instauró una revolución
multimedial. Parafraseando a Sartori (1998), se transformó al homo sapiens, producto de la
cultura escrita, en un homo videns para el cual la palabra fue destronada por la imagen. El
concepto de la “videopolítica” sintetizó el poder de la imagen para inducir opiniones,
pseudoacontecimientos y concentrar las campañas electorales.
El panorama fue abarcado por el debate acerca de la llamada crisis de la representatividad
política, donde confluyen desde análisis apocalípticos hasta otros más optimistas; como el de
Manin, quien sostiene que se experimenta una “metamorfosis” en la que se combinan
elementos de la democracia parlamentaria de Inglaterra, del siglo XVIII-XIX, en cuanto a la
creciente personalización, pero esta vez bajo la lógica mediática (MANIN, 1992).
En este sentido, se conceptualizó a este sistema político como “Mediocracia”. Para Meyer,
se trata de “la colonización de la política por los medios” (MEYER, 2002, pág. 35), como
signo del dominio mediático. Sin embargo, en este trabajo se opta por la acepción de Exeni
en la que se entiende “mediocracia no como gobierno de los mass media, sino como gobierno
cercado por la mediatización, […] de alta intensidad porque habita-altera, sin tregua, la
agenda nuestra de cada día” (2010, pág. 5).
Desde esta perspectiva, los medios de comunicación constituyen un nuevo actor en la
construcción de los problemas públicos en las democracias actuales, confeccionando una
agenda. Así, “se puede llamar propiamente formación de la agenda al proceso mediante el
cual las demandas de varios grupos de la población se transformen en asuntos que compiten
por alcanzar la atención seria de las autoridades públicas”, explican Cobb y Ross (1976, pág.
126).
Para eso, cada sector de la sociedad civil debe persuadir al resto y fundamentalmente a los
gobiernos sobre la relevancia y prioridad de su demanda, para que alcancen un lugar en la
agenda pública. “Los problemas de la política son entonces, construcciones sociales que
plasman ciertas concepciones particulares de la realidad” (Cobb & Elder, 1984, pág. 115) y
más allá de sus trayectos como temas públicos, un factor preponderante son sus definiciones
ya que “no son sólo estructuran y encuadran las elecciones posteriores de la política, sino que
también sirven para afirmar una concepción particular de la realidad” (loc. Cit.).
Constantemente en los sistemas democráticos contemporáneos entran en pugna las
agendas gubernamentales, mediáticas y sectoriales para conformarse en una única agenda
pública. En efecto, “por agenda de gobierno suele entenderse el conjunto de problemas,
demandas, cuestiones, asuntos, que los gobernantes han seleccionado y ordenado como
objetos sobre los que han decidido que deben actuar o han considerado que tienen que
actuar” (Aguilar Villanueva, 1993).
Por su parte, la agenda mediática posee un gran un valor para el resto de los actores por su
capacidad de difusión y anclaje en el público masivo. Incluso, esto se traduce en los
innumerables estudios basados en la teoría de la agenda setting y su influencia en las
percepciones de las audiencias en homologar la jerarquización temática que construyen los
medios con la pública (McCombs, 2006).
En la Mediocracia, “los medios de comunicación seleccionan/construyen un conjunto de
hechos o temas para otorgarles tratamiento noticioso-informativo-de opinión y, en esa
dinámica, establecen un criterio de importancia de los asuntos considerados como públicos,
los cuales tienden a influir tanto en el sistema político como en el llamado “clima de opinión
pública”. Así pues, la primera tarea de la fijación de agenda, la más evidente, consiste en el
proceso de selección/construcción temática mediante el cual se incluyen tanto como se
excluyen un conjunto de asuntos para su tratamiento informativo” (Exeni, 2010, pág. 25).
Camino hacia la democratización de la comunicación: La demanda por la integración
“La lucha (por los derechos a la comunicación e información) sigue siendo política, se
basa en una disputa en torno a recursos económicos y simbólicos, y es cada vez más
necesario volver a plantear la necesidad de democratizar los recursos comunicacionales de la
sociedad”, exhortaron los comunicólogos argentinos Guillermo Mastrini y Diego de Charras
(2005), cuando las reformas tendientes a pluralizar los medios de comunicación en
Latinoamérica se percibían improbables. Sin duda, el diagnóstico fue compartido por la
comunidad académica y por las organizaciones sociales representativas de intereses
minoritarios, que fueron excluidos de la propiedad de licencias y la producción de contenidos
por la legislación heredada de los regímenes militares y/o reformas en la década de los 90’,
en privilegio de la concentración económica.
En el caso argentino, la demanda de estos sectores cobra fuerza con la recuperación
democrática en 1983, donde no solo se exige la propiedad de licencia sino la distribución de
lo simbólico. Desde el ámbito académico se pugnaba por la democratización del
conocimiento universitario: “la reapropiación social de la ciencia, y se articula alrededor del
abordaje de problemáticas socialmente relevantes, de manera de garantizar el acceso al
conocimiento necesario y suficiente para que los ciudadanos y ciudadanas puedan tomar
decisiones autónomas respecto de estas temáticas” (Gugliotta & Spiegel, 2010). Ese
mecanismo en los medios de comunicación implica “una decisión política que demanda
enfrentar distinto tipo de desafíos” (Ibíd.).
A pesar de este reclamo, se inició un proceso de aplicación de medidas neoliberales en la
comunicación que resultaron en la conformación de multimedios que propagaban el
pensamiento único (RAMONET, 2001).
Más allá de las alternancias de gobierno de distinto signo político en América Latina, la
propiedad de los medios tradicionales viró hacia “conglomerados pluri-industriales de la
comunicación producto de la inyección que el capital extranjero y la convergencia
tecnológica impregnaron al sector” (Blanco & Germano, 2004, pág. 13). Un escenario que se
replicó y profundizó hasta inicio del siglo XXI en los países de la región con las