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La participacin poltica deni@s y jvenes-adolescentes.
Contribucin al debate sobre lademocratizacin de la escuela
Graciela Batalln* y Silvana Campanini**
RESUMEN
El artculo profundiza en el carcter inherentemente poltico de la
participacin de ni@sy jvenes adolescentes en el espacio pblico en
general y en la escuela en particular,problematizando el habitual
soslayamiento del que es objeto. Se sostiene que esta
invisibilidadse debe al status jurdico dependiente que se les
asigna, conjuntamente con limitacionesconceptuales relativas al
campo de lo lo poltico bajo el presupuesto de la igualdad de
lossujetos ante la ley. A su vez, los mbitos y las formas que
canalizan la participacin de lasnuevas generaciones en el mbito
escolar se nutren de una concepcin infantilizadora queevita el
conflicto social y la emergencia de lo poltico. Las experiencias y
debates en tornoal bien comn devienen marginales a la vida escolar,
limitando las potencialidades de lainstitucin en tanto espacio para
el ejercicio de la ciudadana en el presente y la confianzaen el
futuro ciudadano.
PALABRAS CLAVE: Infancia, Juventud, Participacin poltica, Bien
Pblico, Ciudadana.
* Doctora de la UBA con mencin en Antropologa Social, Profesora
Titular Regular; Co-coordina-dora del Programa de Antropologa y
Educacin, Seccin Antropologa Social, Instituto de
CienciasAntropolgicas, Facultad de Filosofa y Letras (UBA).
Direccin electrnica: [email protected]** Licenciada en
Ciencias Antropolgicas, Profesora Adjunta interina; Investigadora
del Programade Antropologa y Educacin, Seccin Antropologa Social,
Instituto de Ciencias Antropolgicas,Facultad de Filosofa y Letras
(UBA). Direccin electrnica: [email protected] de
realizacin: agosto de 2008. Fecha de entrega: octubre de 2008.
Fecha de aprobacin:diciembre de 2008.
Cuadernos de Antropologa Social N 28, pp. 85106, 2008 FFyL UBA
ISSN: 0327-3776
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y Silvana Campanini
ABSTRACT
This article discusses the invisibility but inherently political
character of children and youngadolescents participation in public
sphere in general and in school especially. We proposethat their
invisibility owes to their juridical dependent status, together
with conceptuallimitations relative to the academic field of
politics, under the assumptions that this oneneeds from the
equality of the subjects in law terms. At same time, areas and
forms thatcanalize the participation of new generations in schools
nourish of a childish conception,which avoids the conflict and
their collective resolution. The experiences and debates aroundthe
common good are marginal in the school life and restrict the
potential of the institutionwhile specific institution for
exercising the citizenship in the present, and the developmentof
the confidence in the futures citizen.
KEY WORDS: Infancy, Youth, Political participation, Common Good,
Citizenship.
RESUMO
O artigo aprofunda no carter inerentemente poltico da participao
de crianas e jovensadolescentes no espao pblico em geral e na
escola em particular, problematizando ohabitual soslaiamento do que
objeto. Sustenta-se que esta invisibilidade deve-se ao
statusjurdico dependente que tm, junto com limitaes conceptuais
relativas ao campo de opoltico, sob o oramento que este necessita
da igualdade dos sujeitos perante a ley. Por suavez, os mbitos e as
formas que canalizam a participao das novas geraes na
escola,nutrem-se de uma concepo infantilizadora que evita o
conflito e sua resoluo coletiva.As experincias e debates em torno
ao bem comum so marginais na vida escolar e restringema
potencialidade da instituio em tanto espao especfico para o
exerccio da cidadania nopresente e o desenvolvimento da confiana no
futuro cidado.
PALAVRAS-CHAVE: Infncia, Juventude, Participao poltica, Bem
Pblico, Cidadania.
LOS SUJETOS DE DERECHO RESTRINGIDO Y EL SENTIDO NATURALIZADO
SOBRE LA POLTICA
Los conceptos centrales que organizan el pensamiento y la
prctica polticason objeto hoy de un intenso debate. Las nociones de
espacio pblico, interesescolectivos, participacin y decisin,
representacin y legitimidad, entre otras, ylas instituciones en las
que se encarnan, son impugnadas o reformuladas en sucapacidad para
desarrollar una autntica democracia en una sociedadcrecientemente
desigual y fragmentada. Tanto se lo mire desde los fenmenos
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sociales en curso, como desde el mbito acadmico, tal debate
manifiesta la emer-gencia y demanda de reconocimiento de una
diversidad de actores sociales vincu-lados con problemticas de
gnero, tnicas, o de identidad auto asignada, queactan dentro o
fuera de las instituciones (los partidos, el gobierno, la escuela,
launiversidad, los sindicatos, las asociaciones civiles, etc.),
orientando la construc-cin de la vida en comn. Con importantes
antecedentes en la historia de nuestropas, estas prcticas se
encuadran hoy en un contexto indito de movilizacionessociales que
manifiestan nuevas demandas.1
En nuestra investigacin, cuyo inters de conocimiento son las
relacionesentre infancia, juventud y poltica, analizamos algunos
ncleos de este debatedesde un enfoque histrico-etnogrfico.2 A
nuestro entender, el anlisis del regis-tro realizado en distintos
campos empricos resulta fructfero para potenciar lareflexin terica
en la comprensin de las relaciones antedichas.3 Al indagar
laexperiencia y las reflexiones de ni@s y jvenes-adolescentes
escolarizados vincu-ladas con lo poltico, nuestro propsito es
desnaturalizar los presupuestos que sos-tienen la exclusin de las
nuevas generaciones del campo de la reflexin de lateora poltica,
por una parte, y por otra, explicitar la imbricacin que tiene
elpensamiento y la accin de los miembros de esta franja de edad con
el debatepoltico ms inclusivo sobre la profundizacin de la
democracia, el que incluye,desde luego, a la escuela y a otras
instituciones o mbitos de la vida social.
Estas preocupaciones se anudan problemticamente al conocimiento
de loque sucede en el primer largo perodo de la vida al que se
trata paradjicamentecomo una difusa transicin desde la dependencia
del mundo adulto hacia laautonoma de sus miembros en el futuro,
momento en el que supuestamenteejercern la verdadera ciudadana, e
indistintamente como un microcosmoshomogneo (la nueva generacin)
que confronta con el mundo adulto (la viejageneracin). Este cierre
conceptual arrastra implcitamente un conceptoesencialista de
cultura que fija y tipifica conductas, impidiendo complejizar
elanlisis y distinguir prcticas y pensamientos justamente en
transicin.
La propuesta es contribuir a repensar nociones y conceptos para
compren-der y explicar la accin de un sujeto no en pleno derecho
(Adorno, 1973: 72) enel plano de lo poltico, a fin de que sea
posible visualizar la participacin desus integrantes e incluir sus
aportes e inquietudes en la construccin del co-mn y de las formas
de convivencia (o, lo que es lo mismo, el carcter demo-crtico de la
sociedad).
Precisamente, en el ltimo lustro se consigna en nuestro pas y en
la reginun progresivo protagonismo de ni@s y jvenes adolescentes en
la escuela (en
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y Silvana Campanini
centros de estudiantes, consejos de grado y convivencia), as
como su presenciaactiva en mbitos informales como las
movilizaciones callejeras en las queexpresan demandas especficas,
ya sea como acompaantes de petitorios y deman-das al Estado, o como
protagonistas directos de propuestas de transformacin endiversos
espacios pblicos de los que son integrantes.4 Sin embargo, el
carcter desujeto de derecho restringido que se les asigna vuelve
problemtica la legitimi-dad de sus acciones en tanto ciudadanos en
el presente. Prueba de ello es el escasodebate terico para
interpretar sus acciones cuando stas involucran al poder,
algobierno y la poltica en general, y a sus mbitos privativos en
particular, tal comoes la institucin escolar. De hecho, las
prcticas institucionalizadas de socializa-cin de las nuevas
generaciones en las normas ciudadanas son circunscriptas ameros
ejercicios propeduticos que debern aplicar los proto ciudadanos de
hoyen el futuro. La postulacin de los ni@s y jvenes-adolescentes
como actores conprotagonismo poltico en grados variables parece
exceder y hasta traicionar lascategoras cotidianas y acadmicas con
las que se interpretan estas prcticas en elespacio pblico, sobre el
inexpugnable sobrentendido de que el mundo de la polises privativo
de los iguales ante la ley.
La perspectiva de investigacin adoptada ha buscado describir
analtica-mente las actividades y debates de ni@s y jvenes en el
campo de lo poltico,haciendo visible y recuperando su protagonismo
en el contexto de una sociedadprofundamente interpelada por
distintas tradiciones poltico-ideolgicas que ac-tan
contemporneamente en un mismo presente. Se procura evitar el
anlisisque homogeniza a las prcticas de las nuevas generaciones en
virtud de su comnpertenencia a una categora jurdico-demogrfica
(menores de edad) y tambinaqul que entrega una presunta explicacin
de su comportamiento social a travsde los particularismos
territoriales o de distinciones varias, tales como gustosmusicales,
corporales, estilos de vestimenta, entre otras, las que operan
tcitamen-te como sub-culturas cerradas que confrontan entre s y
eventualmente con elmundo adulto en general (Batalln y Campanini,
2005).5
El objetivo de este artculo circunscrito a algunos aspectos
tericos sobreun campo relativamente nuevo es propiciar el debate en
el terreno de la antro-pologa de la educacin, a fin de incorporar
el anlisis de la accin social protago-nizada por ni@s y jvenes
adolescentes en la dimensin de lo poltico y particu-larmente en la
discusin sobre la eventual democratizacin de la escuela.
DanielResaltado
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EL DEBATE CONCEPTUAL SOBRE LO POLTICO Y LA EXCLUSIN DE LA ACCIN
DE LASNUEVAS GENERACIONES
La preocupacin acerca de los contenidos, alcances y derroteros
posibles dela democracia actual ocupa desde hace dos dcadas un
lugar destacado en el deba-te de las ciencias sociales y la
filosofa poltica. En trminos generales, la discusinha puesto en
entredicho: a) la naturaleza de la poltica en su capacidad para
orga-nizar los marcos de una vida justa y digna en el seno de las
sociedades capitalistas,b) la posibilidad de la poltica para
canalizar el debate social en marcos institucionalesdemocrticos y
c) los contenidos asignados a la ciudadana y los criterios para
designara los iguales dentro de tal comunidad (Arendt, 1997; Butler
et al, 2003; Fraser, 1993,2002; Habermas, 1986; Laclau y Mouffe,
1985; Mouffe, 1999; Laclau, 2002).
Entendemos al terreno de lo poltico como el campo de la
construccin dela vida en comn (la comunidad y su regulacin). Las
prcticas y discursos sobreesta dimensin de la vida social conllevan
conceptos y nociones de uso sobreformas de gobierno y la
participacin de los individuos y de los diversos sectoressociales
que conforman la totalidad social. Algunos autores distinguen
dentro deaquel amplio escenario a la poltica, entendiendo por sta
al ejercicio de la activi-dad (Rosanvallon, 2003). Esta precisin es
a nuestro entender una contribucinpara descartar la asociacin
vulgar del concepto a las meras formasinstitucionalizadas de la
democracia representativa.
Al describir la evolucin de las teoras liberales de la
democracia bajo tresmodelos la democracia como proteccin, la
democracia como desarrollo y lademocracia como equilibrio,
Macpherson ya haba sealado la creciente inca-pacidad de la forma
democrtica representativa para garantizar una
democraciaparticipativa en una sociedad dividida en clases
(Macpherson, 1994). Lareformulacin de tales teoras se ha visto
alimentada y confrontada por los proce-sos sociales derivados de la
transformacin neoliberal de las sociedades contem-porneas y por
movimientos sociales a travs de los cuales sujetos con
identidadautoasignada han reclamado nuevas o diferentes formas de
inclusin en la ciuda-dana (Castel, 1996; Bourdieu, 1999; Wacquant,
1997). El debate terico y laconflictividad social han conducido a
reelaborar una nocin de lo poltico querebase lo meramente estatal,
permitiendo reconocer formas de participacin queconfrontan,
modifican o trascienden las formas representativas instituidas.
De particular importancia por los debates a que dio lugar ha
sido la con-ceptualizacin de J. Habermas acerca de la emergencia de
la esfera pblica oasociaciones democrticas en las sociedades
capitalistas, como mbito analti-
DanielResaltado
DanielResaltado
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camente distinguible del aparato del Estado y del mercado, que
rene los intere-ses comunes o intereses pblicos de los sujetos
privados en lo tocante a laregulacin de su trfico mercantil y a su
posicin ante el poder poltico, convir-tiendo tales intereses en
objeto de comn raciocinio (Domnech, 1986).
Nancy Fraser reconoce los aportes de este autor, a la vez que
refuerza unaserie de limitaciones de lo que se ha dado en llamar
democracia deliberativa. Sucrtica se centra en la supuesta
neutralidad del espacio pblico, sostenida en lacreencia de una
eficaz puesta entre parntesis de las desigualdades sociales, segnla
cual ste es un lugar vaco culturalmente, desprovisto de un ethos
especfico yque se acomoda a una neutralidad perfecta (Fraser, 1993:
27). En consecuencia,discute el problema conceptual relativo al
bien comn y el sentido de pblico enlas sociedades estratificadas,
reiterando que ste es un escenario estructural don-de la
contestacin o negociacin ideolgica y cultural se lleva a cabo.6 En
estepunto Fraser se detiene poniendo en cuestin que un pblico
democrtico re-quiere oportunidades para que las minoras puedan
convencer a otros de que loque en el pasado no era pblico en el
sentido de ser un inters comn, hallegado a serlo en el presente.
Dado que el resultado de la deliberacin no sepuede conocer con
anterioridad, el bien comn no puede ser presumido previa-mente, por
lo que no viene al caso poner lmites sobre qu tpicos, intereses
ypuntos de vista son admisibles en la deliberacin. La idea de
contrapblicos subor-dinados (que expresan la voz de minoras,
agrupamientos y categoras sociales enel espacio pblico), acuada por
la autora, implica una nocin de hegemona quesobrentiende el dominio
de unos intereses por sobre otros.
Si se analiza la dinmica social en la Argentina, es posible
acordar que losreclamos de desocupados y las protestas sociales
proceden como tales contrapblicos,demandando y exigiendo los
derechos ciudadanos al trabajo y la vida digna desdeel lugar de
fuerza de la marginalidad, a fin de evitarla o resistir. Su
continuidad ypermanencia ha ido transformando los tpicos del debate
social sobre el carcterdemocrtico de la sociedad y de las polticas
del Estado, conjuntamente con laexplicitacin de propuestas y
acciones autnomas. Sin embargo, volviendo a ladimensin conceptual,
la reflexin de Fraser limita la potencialidad contenida enla nocin
de contrapblicos, al sostenerse en un concepto de identidad
tributariodel culturalismo, en argumentos tales como que La
participacin significa laposibilidad de hablar en su propia voz y,
a travs de ella, en un idioma y un estilo,construir la identidad
cultural. La reconstruccin democrtica del espacio socialse orienta
hacia la conformacin de un mosaico de culturas e intereses, ms que
auna redefinicin de los mrgenes, alcances y contenidos de la vida
en comn.
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Nuestra perspectiva reconoce los aportes hasta aqu sintetizados,
pero aspi-ra a trascender el estilo predominante de investigacin
sobre la temtica, el que seha caracterizado por el registro de las
manifestaciones simblicas y contestatariasde grupos juveniles
contemporneos (Reguillo, 2000; Feixas, 1998; Barbero,
1998).Nociones como las de tribu y consumo cultural con las que se
engloba talesexpresiones, abrevan en el mencionado culturalismo, al
segmentar arbitrariamen-te a los grupos y a sus prcticas segn la
pertenencia social y ecolgica, reduciendolos alcances y
preocupaciones que estas generaciones elaboran acerca del
espaciopblico a los intereses del endogrupo (Lesko, 1992; Padawer,
2004).
Asimismo, la resistencia militante o la indiferencia hacia las
instituciones ymodalidades vigentes que dan cauce poltico a la
participacin, no constituyen lasnicas expresiones con connotaciones
polticas que los ni@s y jvenes-adoles-centes elaboran hacia el
mundo pblico. El registro de estas prcticas debe asimis-mo incluir
las numerosas experiencias en las que se expresan preocupaciones
ypropuestas de construccin de la vida en comn, ya sea en mbitos de
pertenencia(como la escuela y su entorno) o que los trascienden,
como cuando manifiestanintereses de justicia e igualdad referidos a
las polticas pblicas de la ciudad o delpas, y que no necesariamente
los afectan directamente.7
Para que las categoras analticas de la ciencia poltica puedan
alcanzar a losni@s y jvenes-adolescentes, es necesario cuestionar
justamente la paradoja delcontenido monoltico asignado a la
transicionalidad en la que se ubica a las nue-vas generaciones,
abriendo la reflexin a la posibilidad de formular
diferentesintereses y modalidades de participacin segn momentos del
ciclo vital infantil yjuvenil. En efecto, si bien, como
adelantramos, el amplio perodo que abarcaa la escolarizacin y se
extiende hasta la mayora de edad ubica a sus miem-bros en un status
de no sujeto en pleno derecho ante la ley debido a su depen-dencia
con respecto al mundo adulto, el nfasis puesto en la minoridad y en
laproteccin que fundamenta tal situacin jurdica, al tiempo que vela
(cuida) porellos, vela (ignora) el carcter poltico de su
participacin.8
Tal vez como desafo conceptual se requiere replicar el
movimiento quepermiti la profunda extensin horizontal de los
iguales cuando demandaron sulugar dentro del mbito de lo pblico,
portando identidades sociales dismiles a lahegemnica, y a quienes
finalmente les fueron reconocidos diferentes tipos deprotagonismo
en la sociedad (Grassi, 1999). En este caso, se tratara de
habilitartal condicin de posibilidad a las generaciones que sern
necesariamente herede-ras de lo comn.
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Simtricamente, si bien la funcin de formacin ciudadana asignada
a laescuela liga a sta inextricablemente con la democracia y la
poltica, los conceptospropios de este campo semntico (tales como
poder, autoridad, legitimidad, re-presentacin, control,
participacin, transparencia, etc.) y los usos que de talesnociones
se hace lugar, presentan limitaciones para recuperar la
especificidad delas formas de convivencia en esa institucin. Tales
herramientas analticas ori-ginadas en la preocupacin sobre el
gobierno y la ley como responsabilidad de losiguales parecen
sobrepasar ese particular mundo, volviendo dificultosa la re-flexin
de la escuela en cuanto mundo constituido por un sujeto
jurdicamenterestringido y, por lo tanto, inhabilitado para la
actuacin poltica (Batalln et al,2001; Batalln, 2007; Giroux,
1993).9
Dado que estas prcticas y la conflictividad que les es inherente
existen yexpresan un potencial de enriquecimiento para la vida
democrtica ms all de losmuros escolares, un primer interrogante a
responder es de qu modo analizar laheterogeneidad de intereses de
los miembros de esta edad de la vida en torno alcampo de lo poltico
y de la poltica en la cotidianeidad de la vida en la institu-cin.
La reconstruccin histrica deviene central, entonces, para
contrarrestar ladivulgada idea de la apata e indiferencia o el
comportamiento meramente icono-clasta que se atribuye en general a
la nueva generacin, considerando las tradicio-nes e hitos que
conforman la memoria y las identidades de los colectivos, as
comolas fuentes de formacin e informacin con las que, especialmente
los jvenesadolescentes, nutren su pensamiento.10
LA HISTORICIDAD DE LAS CATEGORAS INFANCIA Y JUVENTUD ADOLESCENTE
Y LOSPROCESOS DE INFANTILIZACION EN EL PRESENTE
Hablar de la transicionalidad o indeterminacin de esta edad de
la vida(que abarca actualmente hasta los 18 aos), exige hacer
referencia a los aportesseeros de Philippe Aris.11 Este autor
advierte sobre la necesidad metodolgicade poner en tensin la larga
duracin y los cambios contingentes, ubicandohitos y configuraciones
sociales diversas en el registro documental de la historia yde la
etnografa, a fin de relativizar la naturalizacin esencialista de
las edades de lavida. La tesis del autor es que tanto la categora
de infancia como la de juventuddesaparecen en las sociedades
occidentales en la Edad Media,12 siendo recinen los siglos XIV y
XV, durante el Ancient Rgime, que puede constatarse
el(re)descubrimiento de la infancia y la paulatina difusin de un
sentimiento
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hacia esta edad de la vida, acompaando la aparicin de la cultura
escrita y dela escuela en occidente.13
Aris sostiene que es el encierro y la exclusin del mundo de la
experienciaproducido por la escuela lo que permite la
autoconciencia sobre esta etapa de lavida a sus protagonistas.
Posteriormente, la explosin escolar que se extendidesde 1930 hasta
nuestros das, en el marco de los cambios socioeconmicos de laera
industrial, permiti la reconstruccin de otra categora, la
adolescencia, a laque no se le atribuye funciones activas dentro de
la sociedad (Aris, 1995).
La adolescencia de hoy en da se encierra en su condicin y la
prolongams all de la edad de sus arterias, en una sociedad
imaginaria, indefinidamentejoven. Como se mantiene en una situacin
de dependencia, en particular conrespecto a la madre, pasa por
peridicos arrebatos de rebelin, de emancipacin,que acompaan,
prolongan o reemplazan las tensiones develadas por el psicoan-lisis
(Aris, 1995).
El documentado anlisis del autor finalmente desemboca en una
conse-cuencia simblica simple, entendiendo que es el deseo de
prolongar la juventudpor parte de los adultos la causa que lleva a
retrasar la autonoma de los jvenes,principalmente prolongando el
purgatorio de la escolarizacin.
La emergencia histrica de esta categora demogrfica resulta
inseparableno solamente de su relacin con la educacin escolarizada
y la familia nuclearburguesa, sino tambin de las nociones
individualistas del derecho y la economacapitalista, es decir, del
conjunto institucional sancionado por el Estado moderno(Daz de
Rada, 2003; Baratta, 1998). Vinculado a la temtica especfica que
aqunos interesa, la reconstruccin de la sociedad moderna
capitalista ha puesto derelevancia la participacin de ni@s y jvenes
en mbitos pblicos y procesospolticos tanto en Europa como en
nuestro pas (Thompson, 1989, 1995; Cavigliaet al, 1996; Barrancos,
1987; Carli, 2002). No obstante, el enfoque centrado en elprogreso
que domin la autocomprensin de la sociedad hasta bien avanzado
elsiglo XX, privilegi la mirada centrada en las instituciones de
proteccin de lainfancia y de la juventud, visualizndolas como
espacios a-polticos en tanto losaislaban del conflicto social y la
explotacin econmica. Slo muy recientementese ha puesto en
entredicho el complejo tutelar tanto por sus implicancias en
eldisciplinamiento de los individuos como de los conjuntos
sociales. Es precisa-mente desde la investigacin sobre el
tratamiento judicial y jurdico de menoresque ha comenzado a
exponerse una problemtica que corresponde extender atoda la
institucionalidad relacionada con la infancia y juventud.
Analizando ladiscusin generada en torno a la edad en que
corresponde pensar a un sujeto
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y Silvana Campanini
como penalmente responsable a la luz del registro transcultural,
Daz de Radaargumenta que sta no podr ser abordada racionalmente, en
tanto no se escla-rezcan las relaciones especficas entre la ley
estipulada desde las interpretacionesde los adultos y las prcticas
de institucionalizacin de rdenes morales ejercidasen los diversos
mbitos infantiles. Las prcticas institucionales descansan en
elsupuesto bsico de que los menores no son artfices de su mundo
sociocultural,concepcin que el autor atribuye al modelo de un
adaptacionismo externalista.
La relacin entre el sujeto individual y la cultura queda as
sancionadacomo una relacin transitiva no reflexiva: el individuo
recoge la cultura para s,como si de un objeto exterior se tratase y
de ese modo queda en la sombra todo loque el sujeto le hace a la
cultura al intervenir en las relaciones sociales de las que lmismo
forma parte (Daz de Rada, 2003).
En trminos epistemolgicos, no se trata de pensar en nuevos
sujetos, sinode abordar el conocimiento de esta relacin,
entendiendo a sus protagonistas comoun sujeto social con
potencialidades que requieren ser documentadas y analizadasen su
complejidad (Willis, 1988; Bourdieu, 2000; Batalln y Morgade,
1992;Batalln y Varas, 2002).
EL MANDATO DEMOCRATIZADOR DE LA ESCUELA Y LA INVISIBILIDAD
POLTICA DE LOSSUJETOS QUE LA CONFORMAN
La escuela se defini histricamente por la separacin y resguardo
de losni@s y jvenes de otros mbitos potenciales de socializacin (la
calle, la fbrica,los cultos, entre otros) y del entorno social
percibido como problemtico. Talseparacin del nio/joven del mundo
domstico-privado se fundament asimis-mo en el mandato moderno por
el cual la escuela sera la institucin pblicaencargada de la
instruccin y del aprendizaje en el conocimiento universal y en
laconvivencia ciudadana responsable. En lo que corresponde a esta
problemtica, elapelativo de pblico para la escuela tiene
particulares connotaciones ya que estaadjetivacin comporta: a) la
obligatoriedad del Estado en la distribucin igualitariade la
educacin como un bien social, b) la constitucin de un espacio no
do-mstico para el desarrollo progresivo de los vnculos sociales
entre adultos ymenores y, concatenado con lo anterior, c) el
reconocimiento de la particula-ridad de la institucin educacional,
como coparticipada (la comunidad esco-lar) entre
madres/padres/tutores y el Estado (Rockwell, 1995; Batalln y
Va-ras, 2002; Batalln, 2007).
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La expansin de la escolarizacin obligatoria enfatiz y prolong el
carc-ter transicional de esta etapa de la vida, proyectando la
participacin plena deni@s y jvenes a un futuro, reforzando las
definiciones jurdicas sobre la ciuda-dana propiamente dicha como
competencia de los adultos.
El rechazo a pensar la escuela como un mbito poltico que incluya
elprotagonismo de los ni@s y los jvenes adolescentes precisa ser
comprendido,tal como adelantramos, en la lgica del sentido comn
prevaleciente acerca delpoder y algunos de sus trminos asociados,
an vigentes. Especficamente, la pro-teccin escolar de la infancia
frente a una exterioridad social a la que se cualificabacomo
inmersa en la contienda violenta y la explotacin laboral, condujo a
enfati-zar la asociacin del poder con la dominacin, la violencia y
la coercin de fuertessobre dbiles. En este proceso de construccin
de la institucin escolar, los aspec-tos productivos de lo poltico
en relacin con su capacidad para reformular racio-nalmente las
condiciones de la convivencia, quedan eclipsadas, trasladadas, o
bienmitificadas.14
De modo complementario, la dinmica de los vnculos
intra-escolares queresponden a la lgica burocrtica de un sistema
jerrquico-vertical, refuerza lamencionada concepcin sobre el poder
que describe la subordinacin tambin delos adultos (principalmente
de los docentes) y su exclusin como categora anal-tica pertinente
para reflexionar sobre la escuela como un espacio democrtico.
Dehecho, el efecto de la dominacin del poder de la burocracia se
condensa en laobediencia debida que deben acatar los agentes; en el
caso de la escuela, los maes-tros, en virtud de su ubicacin en el
extremo dbil de la jerarqua. Si bien sonvistos por nio@ y jvenes
adolescentes como los portadores del poder, para losmaestros ste se
ubica afuera de los vnculos escolares, en las autoridades
supe-riores del sistema o en la presin o el control que reciben por
parte de padres yapoderados. De hecho, y siguiendo la lgica de los
maestros, en la naturalizadarelacin con los ni@s y jvenes no
existiran relaciones de poder, sino el ejercicioaltamente
auto-recriminado del abuso o la violencia.15 En definitiva, el
poder, conla mencionada carga de significado, aparece ajeno para
analizar lo que sucede en laescuela y para comprender su
particularidad, al tratarse de una institucin semipblica (Batalln,
2003: 685).
Un segundo conjunto de argumentos permiten comprender la
invisibilidaddel protagonismo de las nuevas generaciones en la
escuela, derivados de la polmi-ca terico-poltica de las funciones
de la escuela en la sociedad moderna. Para losliberales, la
constitucin de la escuela como espacio pblico igualitarista, capaz
deposponer las diferencias sociales, econmicas y culturales de
quienes acceden a
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ella, supuso un pacto democrtico de neutralidad valorativa
(condensado en elderecho universal a la educacin) que exige por
definicin la exclusin de losintereses polticos. Imbuidos de esta
tradicin, los ejercicios de socializacin ciu-dadana que se ofrecen
a los nin@s y jvenes persiguen un acercamiento a lasformas
institucionalizadas y ritualizadas de la poltica y, al hacerlo,
limitan y pos-ponen la explicitacin del conflicto y la confrontacin
que le son inherentes.
La proteccin adulta niega la influencia (o la posible
influencia) que lascorrientes de pensamiento y las tradiciones
partidarias tienen directa o indirecta-mente sobre los jvenes, las
que al no explicitarse ni discutirse producen el efectopreanunciado
de manipulacin. Tales resguardos y tendencia a infantilizar a
losmiembros de esta etapa de la vida pueden encontrar adems su
explicacin en elcarcter de inusitado terror con que la dictadura
militar castig las formas departicipacin poltica de los jvenes en
las ltimas dcadas.16 Los peligros de ladifusin de las distintas
ideologas y el rechazo a los discursos politizados en lasescuelas
se constituyen tcitamente entre los adultos responsables en un
lmitepara la promocin del anlisis y del debate sobre formas
progresivas y fundamen-tadas de participacin del sector.
La naturaleza polticamente neutral de la escuela ha sido
rebatida por loscrticos radicales, al sealar el profuso compromiso
tcito de la institucin con lareproduccin (poltica) de la sociedad
desigual. No obstante, la omnipresenciadel poder en la escuela que
resaltan las perspectivas reproductivistas y foucaultianasproduce
un efecto analtico similar al anteriormente comentado, al encallar
elanlisis acerca de formas organizativas pertinentes a la escuela
como un particularmundo protagonizado por ni@s y
jvenes-adolescentes.17
En dicho contexto, la participacin orgnica o contingente,
directa oindirecta de estos sujetos en reclamos y propuestas
argumentadas de transfor-macin de los mbitos escolares y no
escolares, de los que tambin son (en espacioy tiempo)
protagonistas, resultan marginales a la vida cotidiana
escolar,difuminndose los efectos emancipadores ligados a la
produccin de conocimien-to y a la formacin presente del futuro
ciudadano, en el campo de lo poltico.18 Esen esta trama de sentidos
y tradiciones sobre lo poltico en la escuela, en la cual esposible
hallar una explicacin de la naturalizada exclusin de las nuevas
genera-ciones de la mtica comunidad escolar, la que hasta an hoy no
es masivamentereclamada por ellos.
DanielResaltado
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Cuadernos de Antropologa Social N 28, 2008, ISSN: 0327-3776
CONCLUSIONES
Existe una contundente justificacin acerca de que ni@s y jvenes
sonsujetos inaugurales (Arendt, 1997:123) al mismo tiempo que
sujetos de cuidado yrecepcin de la acumulacin cultural.19 La idea
de lo nuevo que viene a renovar almundo est en el trasfondo de
muchas teoras sobre lo poltico, que ignoran elproceso de desarrollo
del nio/joven que culmina en l. Al nominar a los jvenescomo un
bloque generacional opuesto al mundo adulto, lo nuevo que
ellosrepresentan es indistintamente idealizado o peyorativamente
estigmatizado.20 Ensuma, la perspectiva culturalista no permite
superar el particularismo del anlisissobre ste u otro fragmento
social, al tiempo que los escinde del anclaje que po-seen en el
acontecer de los procesos sociales. En el caso de los jvenes
escolarizadoses la orientacin pedaggica y la organizacin jerrquica
propia de la institucinescolar la que los constituye como un sujeto
uniforme en el polo subordinado dela relacin, atribuyndoles por
tanto intereses meramente corporativos frente auna jerarqua en la
que no tienen participacin. De este modo el
comportamientoidentitario que se asocia a una cultura juvenil
responde ms bien al arraigoinstitucional de las prcticas, a su
decantacin y repeticin. Por el contrario, elregistro etnogrfico
documenta que las manifestaciones de los jvenes como co-lectivo
estudiantil /juvenil son fugaces y contingentes frente a la
predominanciade polmicas, distinciones y clasificaciones,
tradiciones y pertenencias, con lascuales los jvenes construyen la
vida cotidiana y las prcticas en el ejercicio de suprotagonismo en
el terreno de lo poltico.
Frente a la escisin generacional del anlisis, es interesante
considerar lacategora de contemporaneidad, en el sentido dado por
Schtz. Este concepto per-mite analizar los vnculos entre al menos
tres generaciones (contemporneos, an-tecesores y sucesores) que
comparten un presente histrico, y ofrece un funda-mento
complementario a la nocin de heterogeneidad social, permitiendo
enten-derla como producto de procesos de socializacin y apropiacin
singular (Heller,1976) que entraman a las distintas generaciones.
Siguiendo el enfoque histrico-etnogrfico propuesto, se vuelve
factible analizar y valorar las polmicassociopolticas de las que
participan ni@s y jvenes adolescentes en virtud deadhesiones a
diversas tradiciones poltico- ideolgicas de las organizaciones o
co-lectivos polticos en las que abrevan y con las que en ocasiones
polemizan desde suparticular perspectiva, constituyendo series de
apropiaciones que los vinculan conotras generaciones y
simultneamente contribuyen a diferenciarlos. Consecuente-mente, se
hace factible sustituir la presuposicin de que a una edad de la
vida le
DanielResaltado
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La participacin poltica de nios y jovenes... / Graciela Batalln
y Silvana Campanini
corresponde un contenido especfico y homogneo de prctica
poltica, por lapregunta acerca del sujeto colectivo que se
construye a travs de la prctica polti-ca como proceso dinmico que
vincula a la totalidad societal. Muy especialmente,la imbricacin
histrica e institucional entre la nueva y vieja generacin
permiteconsiderar a las prcticas de ni@s y jvenes en el terreno de
lo poltico, comoanalizadores de la crisis de las formas
tradicionales de la poltica, a la vez questas manifiestan tambin
continuidades.
Los argumentos aqu presentados permiten comprender por qu
siendotanto el resguardo de la infancia como la socializacin en el
ejercicio democrticocotidiano ambas condiciones necesarias para la
constitucin y legitimidad de laescuela como una comunidad, la
relacin entre ellas ha resultado histricamen-te problemtica. Las
concepciones acerca de lo poltico y el poder tejidas en tornoa la
escuela han conducido a cuestionar alguno de los trminos de la
relacin, obien a descartar a la misma escuela en tanto institucin
imposible. En este pun-to la controvertida interpretacin sobre su
papel, como lugar de reclusin y cal-vario o bien como el mbito
privilegiado especfico del mundo de infancia, me-rece ser
repensada. En nuestro pas este debate tiene antecedentes histricos
quetestimonian las concepciones sobre escuela y educacin del primer
socialismo, delanarquismo y del movimiento de la escuela nueva.
Aunque soterradas por lavisin hegemnica de la historiografa
argentina, estas propuestas se encuentranen la base de las prcticas
de protagonismo de ni@s y jvenes adolescentes quehoy podemos
registrar. La necesidad de recuperar esta reflexin resulta
insoslaya-ble en la actualidad, alertada por la existencia de
propuestas de escolarizacinalternativas que indican un camino
incierto relativo al bien educativo, garantiza-do en y por el
estado. La no realizacin del contenido emancipador prometidopor la
educacin, a la que contribuye la infantilizacin y silenciamiento de
losni@s y jvenes como sujetos polticos, promueve el abandono de la
escuela comoespacio pblico, favoreciendo la segmentacin social.
En lo que respecta a la investigacin acadmica, la amplitud de
intereses,prcticas y debates que estos sujetos expresan hoy en
torno a la vida ciudadanaamerita un esfuerzo redoblado por darle
acogida en categoras de anlisis quepermitan comprenderlos como
protagonistas polmicos de una sociedad en laque aspiran a ser
reconocidos como partcipes. Siguiendo a Clifford Geertz eneste
punto, se trata de devolver a los megaconceptos de las ciencias
sociales esaclase de actualidad sensata que hace posible
concebirlos, no slo de manera realis-ta y concreta sino, lo que es
ms importante, pensar creativa e imaginativamente
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Cuadernos de Antropologa Social N 28, 2008, ISSN: 0327-3776
con ellos (Geertz, 1995). En este camino nos interesa repensar
los conceptos queconstruyen la vida democrtica, incluyendo las
prcticas sociales que permanecenprejuiciosamente veladas.
NOTAS
1 Los artculos contenidos en el reciente nmero de Cuadernos de
AntropologaSocial recuperan algunas de estas problemticas desde la
perspectiva de la disciplina.Vase Cuadernos de Antropologa Social,
nmero 27, Seccin Antropologa Social,Instituto de Ciencias
Antropolgicas, FFyL, julio 2008.2 Proyecto de Investigacin UBACYT
F-134: Infancia, Juventud y Poltica. Laparticipacin de un no
ciudadano en el espacio pblico. Programacin 2004-08. Directora:
Dra. G. Batalln. El equipo de investigacin se encuentra
integrado,adems de las autoras, por Ana Padawer, Elas Prudant
Leiva, Iara Enrique, SoledadCastro, Marina Visintn, Marina
Rubinstein, y en su primer tramo, CarolinaPostiglioni. Colaboraron
especialmente en el trabajo de campo y en la realizacinde este
artculo, Elas Prudant Leiva, Iara Enrique y Soledad Castro.3 El
corpus de la investigacin registra, entre otros, las actividades
desarrolladas enel marco del Programa La Legislatura y la escuela
(Legislatura del Gobierno de laCiudad Autnoma de Buenos Aires)
destinadas a estudiantes de nivel primario ysecundario; las
organizaciones estudiantiles en la escuela media; las
organizacionesno gubernamentales que los acogen dndoles un lugar
relevante en tanto sujetosde derecho, entre las cuales se encuentra
Pelota de Trapo y la participacin endiversas organizaciones
sociales, vinculadas a movimientos de base territorial, comoas
tambin movilizaciones auto convocadas y protestas espontneas que
los vuelcana la calle, entre las cuales se destacan por su difusin
pblica las realizadas algobierno de la ciudad de Buenos Aires en el
2005, a colacin de los sucesos deCromagnon. Para un desarrollo
detallado de los contextos de prcticas involucradosen la
investigacin, vase Batalln et al, 2005; Batalln et al, 2007.4
Limitndonos al registro documental de nuestra investigacin, los
nin@s y jvenes-adolescentes son partcipes activos de los piquetes y
protestas organizadas por losmovimientos de desocupados; al mismo
tiempo, resultan los protagonistas centralesde La Marcha por los
Nios del Pueblo que la organizacin Pelota de Trapoanualmente
organiza en conjunto con la Central de los Trabajadores de
Argentina
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La participacin poltica de nios y jovenes... / Graciela Batalln
y Silvana Campanini
(CTA) y los gremios docentes, a fin de exigir el cumplimiento de
los derechos dela infancia y la juventud; se auto-convocan y
auto-organizan en sentadas y tomasde los edificios escolares,
especialmente a partir de 2006, reclamando porcondiciones de
seguridad edilicia y por la provisin estatal de educacin, al
tiempoque participan en las conocidas marchas conmemorativas de La
Noche de los Lpicesy dems movilizaciones que involucran el
cumplimiento del mandato constitucionaldel derecho a la educacin
pblica y gratuita.5 Un anlisis detallado acerca del carcter poltica
e ideolgicamente heterogneode las prcticas polticas de los jvenes
adolescentes en torno a los centros deestudiantes pude verse en
Enrique, 2008, cuya investigacin individual formaparte del
Proyecto.6 Las citas de Fraser corresponden a la traduccin
realizada por Jos FernandoGarca. Las cursivas son nuestras.7 En lo
que hace a nuestra temtica particular, el registro documental del
ProyectoLa Legislatura y la escuela muestra a los ni@s y jvenes
mayoritariamenteorientados hacia la resolucin de problemticas que
involucran el bien comn,tales como el rediseo de la bandera del
gobierno de la CABA, la contaminacinde los ros y la necesidad del
boleto para discapacitados, entre otros. Por el contrario,los
proyectos legislativos que ellos elaboran para participar del
programa y cuyoobjeto se centra en problemas propios de estas
edades de la vida o que secircunscriben a sus propios mbitos
institucionales y sociales, no solamente resultanminoritarios, sino
incluso son rebatidos en el recinto por los restantes
estudiantes.Para un examen detallado, vase Batalln et al, 2007.8 En
un mismo sentido, Baratta ha argumentado que la efectiva conquista
deespacios protegidos para la infancia no debera interpretarse como
incapacidadpara ejercer su voz y opinin (Baratta, 1995:143).9 La
investigacin etnogrfica en educacin ha puesto de manifiesto los
procesostcitos de coercin, negociacin y resistencia que llevan a
cabo los nin@s y jvenesen las dinmicas escolares (vase, entre
otros, Rockwell, 1996). No obstante, elargumento que aqu
presentamos procura hacer visible la accin poltica de
estascategoras de sujetos, tal como ellos la explicitan en su
relacin con el bien comny la vida democrtica, lo cual es
analticamente distinguible de los procesos antesmencionados.
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Cuadernos de Antropologa Social N 28, 2008, ISSN: 0327-3776
10 La investigacin de campo realizada por Iara Enrique y Soledad
Castro sobre loscentros de estudiantes en la Ciudad Autnoma de
Buenos Aires y en el Conurbanobonaerense documenta las mltiples
polmicas que suceden entre los participantesestudiantiles respecto
a la legitimidad de las identidades partidarias e ideolgicasen los
centros de estudiantes y su anclaje aceptado o no en las
prcticaspolticas juveniles y en las formas organizativas gremiales
de las generacionesprecedentes. Al mismo tiempo, el grado de
sedimentacin que la participacinestudiantil adquiere en cada
escuela deviene central para explicar las
orientacionespoltico-gremiales que cada centro desarrolla y su
relacin con las autoridadesescolares.11 Vase Aris, 1986, 1987,
1995.12 No haba jvenes hombres sino hombres jvenes. La edad adulta
comenzabapronto, antes de la pubertad, y acababa tambin pronto,
poco despus de los 30aos, en el umbral de una vejez precoz expuesta
a las enfermedades y a la muerte(Aris, 1995). En lo que refiere a
la investigacin acadmica, este autor afirma queHubo un tiempo en
que los historiadores tendan a creer que la sensibilidadhacia la
infancia no haba cambiado nunca, que era un elemento permanente de
lanaturaleza humana, o que se remontaba al siglo XVIII, al siglo de
las luces. Hoy sesabe que ha tenido una gestacin larga y gradual,
que ha surgido lentamente en lasegunda parte de la Edad Media, a
partir del siglo XII-XIII, y que se ha impuestodesde el siglo XIV
con un movimiento en constante progresin (Aris, 1986).13 Entre los
rastros que permiten visibilizar este proceso, Aris destaca la
iconografay el monumentalismo ligado al culto de la muerte, que
documentan la salida delos ni@s del anonimato y de la indiferencia
de tiempos pasados.14 Una autora como H. Arendt, que resalt el
carcter inaugural de los sujetos enel espacio de lo poltico y su
capacidad para debatir la vida en comn, no obstanteha esgrimido
juicios contrarios cuando reflexiona sobre el rol que la escuela
debeasumir con las nuevas generaciones, compelindola a transmitir
el legado de lamodernidad. Para este punto, vase Arendt, 1996.15
Vase Batalln, 2007.16 Como es de pblico conocimiento, el proyecto
de desaparicin de personas nosolo castig a quienes eran
identificados como jvenes militantes, sino incluso alos estudiantes
secundarios que reclamaban por el boleto estudiantil, en
latristemente clebre Noche de los lpices.
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La participacin poltica de nios y jovenes... / Graciela Batalln
y Silvana Campanini
17 Para un anlisis detallado de estos obstculos conceptuales a
la hora de pensar laescuela y la infancia, vase Batalln, 2007.18
Varios de los proyectos legislativos que elaboran los estudiantes
primarios ysecundarios han sido retomados por los legisladores y
sancionados como normasde la Ciudad, a pesar de lo cual no se les
reconoce institucionalmente la autorainicial. De igual forma, las
escuelas de procedencia de los legisladores por un da noincorporan
los temas y propuestas que sus alumnos han plasmado, dando cierre
alejercicio ciudadano una vez que ha concluido la sesin en el
recinto parlamentario.Para una ampliacin de este desarrollo, vase
Batalln y Campanini, 2007.19 Las consecuencias en el mbito
educativo de esta paradoja filosfica han sidoampliamente analizadas
por Phillippe Meirieu (1998) en su libro Frankensteineducador.20 En
el caso de la primera fase de la vida, muchas de las
interpretacionesprovenientes del pensamiento evolucionista podran
analizarse como procesos deapropiacin y seleccin de los discursos
simples con los que los adultos se dirigena los ni@s. De ese modo,
las distinciones bsicas del pensamiento infantil o de loque se
conoce como idealismo de la juventud, son cualidades cargadas
deconductas fantaseadas por parte del mundo adulto, ligadas la
necesaria socializacincomo proceso de integracin a la vida en
comn.
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