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RNC Número 333 / Tomo II / 2006

Jan 03, 2016

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casabello
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DIRECTOR FUNDADORMARIANO PICÓN SALASFundada en 1938

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SAEL IBÁÑEZ > Director

AÑO LXVIII ABRIL-MAYO-JUNIO DE 2006. Nº 333

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CONSEJO DIRECTIVO

Sael IbáñezDirector

Maritza JiménezJefe de redacción

Melbis GuzmánCoordinación editorial

Ligia GuerraSecretaria ejecutiva

Freddy CornejoDistribuidor

Javier LuquezAsistente

CONSEJO EDITORIAL

Maritza JiménezAntonio TrujilloGabriel Jiménez EmánWilliam OsunaCósimo Mandrillo

Hecho el depósito de leyDepósito legal N° P. P. 193802DF 102ISSN: 0035-0230

Fundación La Casa de BelloMercedes a Luneta. Parroquia Altagracia. CaracasTeléfono: 562.5584 Telefax: [email protected]

>EDITORES

MINISTERIO DE LA CULTURACONSEJO NACIONAL DE LA CULTURA-CONACFUNDACIÓN CASA NACIONAL DE LAS LETRASANDRÉS BELLO

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SUMARIO

PRESENTACIÓN 7

TESTIMONIOSDIEZ AÑOS 11

LOS 150 NÚMEROS DE LA REVISTA NACIONAL DE CULTURA 13

VEINTICINCO AÑOS 15

Mariano Picón Salas ~ HACE VEINTICINCO AÑOS 17

Reinaldo Leandro Mora ~ LOS 25 AÑOS 25

LA REVISTA DEL INCIBA 29

Simón Alberto Consalvi ~ MARIANO PICÓN SALAS 33

CUARENTA AÑOS 39

CINCUENTA AÑOS 41

José Francisco Sucre Figarella ~ LOS 50 AÑOS DE LA REVISTA 47

José Antonio Escalona Escalona ~ CINCUENTENARIO DE LA RNC 49

Juvenal López Ruiz ~ UNA REVISTA EJEMPLAR 55

Arturo Croce ~ LA REVISTA NACIONAL DE CULTURA (60 AÑOS) 57

Simón Alberto Consalvi ~ CONFESIONES CON NOSTALGIA 61

Pedro Grases ~ EL MENSAJE DE 1938. LA REVISTA NACIONAL

DE CULTURA 63

José Luis Salcedo Bastardo ~ TESTIMONIO BIOGRÁFICO 65

Gustavo Pereira ~ EL VIEJO NUEVO TIEMPO 67

Simón Alberto Consalvi ~ EXPERIENCIA ÚNICA EN AMÉRICA LATINA 75

José Antonio Escalona Escalona ~ INDEPENDENCIA DE CRITERIO 81

Francisco Pérez Perdomo ~ TRES POETAS 85

Oscar Sambrano Urdaneta ~ PASOS POR LA REVISTA NACIONAL

DE CULTURA 87

Carlos Noguera ~ COMPROMISO AFECTIVO 95

María Beatriz Medina ~ LA RNC Y LA VOCACIÓN POR LA PALABRA 99

William Osuna ~ EL GALLO DE ORO DE SAN SEBASTIÁN DE LOS REYES 101

Douglas Palma ~ COMPAÑERAS DE VIAJE 105

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Gabriel Jiménez Emán ~ REVISTA NACIONAL DE CULTURA: CRÓNICA

PERSONAL 121

Maritza Jiménez ~ EL DISEÑO EN LA RNC: AGENDA RESUMIDA 135

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RNC 7

PRESENTACIÓN

DESPUÉS DE LA calurosa acogida de los lectores al número antoló-gico con el que iniciamos la actual etapa en la vida de la RevistaNacional de Cultura, quisimos cerrar esa revisión con una selec-ción de editoriales y artículos, aparecidos en sus sucesivos aniver-sarios, y testimonios de sus protagonistas sobre su vigencia en lavida cultural del país a lo largo del tiempo.Son opiniones que muestran la construcción de un sueño de

país en el ámbito cultural, social e intelectual, a través de unapublicación estatal capaz de mantenerse firme en el tiempo y delograr convertirse en memoria en la que puede leerse el pasadoedificando el futuro.Pero también quisimos sumar a esos recuerdos, anécdotas y

afectos de sus protagonistas, un elemento pocas veces considera-do cuando se habla de nuestra Revista: el diseño gráfico.La siempre aguda pluma de don Mariano Picón Salas, en el edi-

torial de su número 25, refiere la aventura que fue emprender,junto con artistas y dibujantes entre los que realza la figura deRamón Martín Durbán, la solución visual de la publicación enaquellos años iniciales de mucha vitalidad y sempiterna penuriapresupuestaria.El recorrido visual que aquí realizamos permite apreciar cómo,

en efecto, la Revista Nacional de Cultura ha sido un espejo de esaactividad en Venezuela, y constituyen sus páginas —al igual queen el terreno literario— un valioso instrumento a la hora de rea-lizar cualquier balance sobre esa disciplina, todavía carente deuna historia comprehensiva en nuestro país, a pesar de valiosascontribuciones como las de Alfredo Armas Alfonso.

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Pero la Revista también fue espejo de la evolución de un géne-ro, la reseña bibliográfica, indispensable al desarrollo de la litera-tura. Lo constatamos en esos comentarios de escritores sobrelibros de otros escritores aparecidos en su oportunidad, en undiálogo generacional que representa un estudio cruzado de obrasde una gran seriedad, amplia visión cultural y aguda lucidez a lahora del análisis, constituyendo sorprendentes pequeños ensayos.Sobre ese criterio, a partir de este número ofrecemos en varios

volúmenes la muestra de esas reseñas de los libros aparecidas enla Revista desde sus inicios hasta su número 300, en lo que será,sin duda, una gran enciclopedia de la literatura venezolana desdeel año 1938 hasta el presente reciente.Los dos volúmenes, pues, que ahora presentamos son una forma

de ofrecer nuestra Revista a sus lectores en oportuno y virtuosofresco de su itinerario estético y didáctico. Recuento y homenajeque ha tenido el propósito inestimable de revivirla con entusiasmo.

Sael Ibáñez

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� TESTIMONIOS �Un recorrido por la memoria

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RNC 11

DIEZ AÑOS

�CON EL PRESENTE número esta revista cumple el décimo año desu publicación.La Revista Nacional de Cultura fue fundada en octubre de 1938

por don Mariano Picón Salas, quien para entonces desempeñabael cargo de Director de Cultura y Bellas Artes del Ministerio deEducación Nacional. Desde entonces ha sido dirigida sucesiva-mente, después de Picón Salas que fue su primer director, porJosé Nucete Sardi, Juan Bautista Plaza, J.M. Siso Martínez, ElisaElvira Zuloaga y Luis Alfredo López Méndez, este último actualDirector de Cultura. Han desempeñado sucesivamente la Jefaturade Redacción de este órgano publicitario los escritores VicenteGerbasi, J.A. Escalona Escalona, Humberto Rivas Mijares y J.L.Salcedo Bastardo, quien la ejerce en la actualidad.Desde su fundación ha sido propósito firme de los directores

de esta revista hacer de ella, a la vez que un índice de la culturanacional, un órgano de difusión de los problemas universales queinquietan al hombre de nuestra época. En sus páginas se ha aco-gido siempre, sin sectarismos de ninguna clase, la colaboraciónde los más diversos escritores, tanto nacionales como extranjeros,y ha sido anhelo permanente de sus directores traer a ella lapalabra de los jóvenes que puedan aportar algo positivo y nove-doso al acervo cultural de la comunidad venezolana. Dentro,pues, de éste, su ya tradicional espíritu, cumple con este núme-ro su décimo año la Revista Nacional de Cultura.

RNC Nº 65

Noviembre 1948

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Con el número 150 se entrega el Índice Onomástico.

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LOS 150 NÚMEROSDE LA REVISTA

NACIONAL DE CULTURA

LA REVISTA NACIONAL DE CULTURA, fundada por Mariano Picón Salasen noviembre de 1938, nació bajo el signo del diálogo intelectualy orientada por el deseo de reencontrar los valores de la tierra vene-zolana. Ambos propósitos se han mantenido en lo que es ya casiun cuarto de siglo, tiempo en el que sus páginas se han nutridocon el testimonio de los mejores escritores nacionales, america-nos y europeos, y en el que se ha procurado reflejar, sin mezquin-dades, reservas ni estrecheces dogmáticas, ese cambiante yextraordinario panorama que es el pensamiento y la problemáti-ca espiritual del hombre. Por ello, entre sus colaboradores seencuentran —con muy escasas e involuntarias excepciones— lasfirmas de ensayistas, poetas, narradores y críticos de muchospaíses, los cuales han venido a hospedarse en esta casa intelectualde los venezolanos. De ese modo, la Revista Nacional de Culturano sólo ha recogido en sus páginas el testimonio del devenir cul-tural de nuestro país, sino también algunos de los aspectos mássobresalientes de la cultura universal contemporánea.Testigo fiel de esta mantenida orientación es el Índice

Onomástico que se entrega junto con este número, y que abarcatodos los autores que han colaborado en nuestra Revista, o que

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han sido objeto de estudio en ella. Dicho Índice es el único hitoque dejamos al llegar a esta edición centésimo quincuagésima;pero es también —así lo creemos— el mejor servicio que podíaprestarse a sus lectores.El Ministerio de Educación reitera su profundo agradeci-

miento a cuantos se han ocupado públicamente en comentar estaRevista, y también lo hace a todas aquellas numerosas personase instituciones que a diario escriben guiadas por el interés deconvertirse en nuevos lectores, o en reconocimiento por el envíode esta publicación que ha venido a demostrar, una vez más, quela cultura es el mejor camino para el acercamiento espiritual delos pueblos.

RNC Nº 150

Enero, febrero 1962

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RNC 15

VEINTICINCO AÑOS

LA REVISTA NACIONAL DE CULTURA cumplirá en noviembre de1963,veinticinco años. Con tal motivo, el Departamento dePublicaciones del Ministerio de Educación ha previsto algunasactividades que complementen el mantenido esfuerzo de unapublicación que honra el trabajo intelectual de Venezuela y delmundo hispano hablante en general. Una de esas actividades con-siste en la reedición fotostática de los nueve primeros números deesta Revista, cuyo tamaño original fue de un octavo (31 x 23 cms).La razón de que ahora se reproduzcan reducidos, obedece aldeseo de uniformar la serie y de facilitar su ubicación dentro delas hemerotecas.Confía el Ministerio de Educación en que los lectores y colec-

cionistas de la Revista Nacional de Cultura recibirán con beneplá-cito esta primera reedición, que habrá de continuarse con otrosnúmeros agotados y solicitados con insistencia.Estas frecuentes peticiones evidencian la bondadosa recepción

que ha tenido la Revista y empeñan la responsabilidad, gratitud ycelo de los que hemos tenido el señalado honor de dirigirla bajoel patrocinio del Estado venezolano.

ARTURO CROCE

Director

OSCAR SAMBRANO URDANETA

Jefe de Redacción

Caracas, diciembre de 1962

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En la imprenta del Ministerio de Educación se editaba la revista en suprimer cuarto de siglo.

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HACE 25 AÑOS

HACE 25 AÑOS, cuando se fundó la Revista Nacional de Cultura,Caracas era todavía una ciudad deleitosamente provincial queapenas sobrepasaba los 300 mil habitantes. Ni el buen MonsieurRotival, fino urbanista francés que por aquel tiempo proyectó loque dos lustros después se adulteró y distorsionó en la AvenidaBolívar, podía prever el desarrollo velocísimo de la urbe ni que enel estrecho valle se apretujaran como ahora más de un millón ymedio de gentes precipitadas y nerviosas. Adornado con viñetasdel paisaje vernáculo, desde los chaguaramos esbeltísimos, losfloridos bucares de tan frondosa trayectoria en las letras venezo-lanas, los puentes sobre las quebradas caraqueñas y los últimosburritos que transitaban en los caminos rurales, apareció el pri-mer número de la Revista.Era casi un trabajo artesano ya que para no abrumar de mayo-

res gastos al Ministerio de Educación que la propiciaba, se impri-mió en la imprentita de ensayo, para simple ejercicio de los alum-nos que había en la Escuela Técnica Industrial. Lentamente aqueltaller de prueba se iría ampliando y enriqueciendo de maquina-ria gráfica. En sus primeras entregas la revista no podía darse ellujo de pedir asistencia a las más elegantes prensas caraqueñas de

Mariano Picón Salas

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La arquitectura refleja el proceso modernizador de la ciudad: Museo deBellas Artes (1938-39), Escuela Gran Colombia, Museo de Ciencias (1939)y Ciudad Universitaria (1940).

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la época, como la muy famosa Litografía del Comercio. El modes-tísimo presupuesto de impresión apenas alcanzaba al millar debolívares. Hace 25 años Venezuela era también veinte veces máspobre, desde el punto de vista fiscal. Pero la aventura tipográficaque era la Revista en su comienzo, nos invitaba al placer de dibu-jarla y compaginarla, de inventarle tipos y viñetas. En aquellostrabajos nos acompañaron con su colaboración, destreza y conse-jos algunos artistas plásticos y dibujantes como López Méndez,Rafael Rivero y los chilenos Armando Lira y Marcos Bontá. A laaltura de 1939 o comienzos de 1940, hizo su aparición enVenezuela el insustituible Ramón Martín Durbán, quien durantelargos años y con suma generosidad, ha sido el magnífico ilustra-dor de la literatura venezolana; el que iluminó con la fina caligra-fía de su dibujo los libros de poetas y escritores. Ahora queDurbán yace enfermo y un poco olvidado de sus amigos de ayer,vale la pena recordar cuánto le deben en gratuita dádiva las letrasvenezolanas. Para complacer la vanidad de muchos de nosotros,Ramón Martín parecía extraerse dibujos del bolsillo. Tenía la máspoética ignorancia del dinero, y cuando había que cobrar a uninstituto oficial acaso se satisfacía con lo necesario para pagar lascervezas en una peña de amigos. Tan grande y generoso artista secontentaba con lo que los teólogos llaman la congrua sustentación.Coincidió, entre otras cosas, la aparición de la Revista Nacional

de Cultura, con un curioso renacimiento e impulso a la enseñan-za de las artes plásticas en nuestro país. Bajo la sabia pedagogíade los Monsanto (Antonio Edmundo y Bernardo) la vieja Escuelade Bellas Artes trasladada a la esquina del Cuño había ensanchadosu horizonte de oficios y técnicas. Me tocaría como funcionariodel Ministerio de Educación, contribuir a la redacción del nuevoReglamento de la Escuela. Lo que se quería fundamentalmenteera que no nos pusiésemos a esperar que nos nacieran escultoresy pintores de genio, de los que hay pocos en cada generación, sinoque paralelamente a las Artes Puras se desarrollaran las ArtesAplicadas, y las gentes no sólo apreciasen la belleza o la invenciónde las formas a través de un cuadro o una estatua, sino también

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de un tapiz, de un jarro, de un esmalte, de un vitral o un graba-do; que las manos de los artistas o de los aspirantes a tales, sir-viesen para domesticar las más variadas materias. Las artes secansaban de esa retórica Belleza que se escribe con mayúscula, yquerían mejorar, también, los más modestos utensilios del hom-bre; acompañarle no sólo en el Museo sino en la vida cotidiana.¡Y con qué brava alegría se pusieron a trabajar los talleres de laEscuela del Cuño! Cuando faltaba un ceramista, un grabador, unvitralista, se buscaba sin ninguna xenofobia, en el extranjero.Gran parte del desarrollo plástico de Venezuela data del impulso,casi misionero, de entonces. Y es muy divertido seguir a través dela Revista los primeros vitrales, pintura al fresco, tapices y cerámi-cas que hacían los alumnos de la Escuela. Si no hubo tantos genioscomo en el Renacimiento, por lo menos se mejoró el gusto públi-co y alcanzó nueva estima y valoración el trabajo de los creadores.Quizás aprovechábamos una nueva y estimulante mística de

la Cultura que había brotado a la muerte de Juan Vicente Gómez.El país anhelaba superar el largo tiempo perdido. El siglo XX nosencontraba, aun cronológicamente, con treinta y tantos años deretardo. Pero desde Bolívar también los venezolanos se ponen,cuando es necesario, las botas de siete leguas. No somos irreme-diablemente aletargados. Quizás, más bien, pasamos sin ningunatransición psíquica, de la modorra a la impaciencia. Con las ArtesPlásticas renacían en esos años las Letras, la Política, la sensibili-dad nacional que se había disminuido y empequeñecido en laanacrónica dictadura semi labriega del viejo caudillo de La Mulera.Tuvo que dar su última boqueada el dragón sagrado para quedescubriéramos con su inquietante virginidad problemática, unaVenezuela sometida al silencio, el enclaustramiento y la igno-rancia. ¿Y gran parte de la Historia del país no había sido, míti-ca y simbólicamente, un prolongado combate de San Jorge conlos dragones?En 1938 apenas comenzaban a formarse en Venezuela los equi-

pos de técnicos y expertos que ahora contribuyen a la planificacióndel Estado. Era preciso repicar y andar en la procesión. En los

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editoriales y en muchos artículos de la Revista Nacional de Culturaen sus primeros números, se guarda registro de la unánime preo-cupación nacional de entonces. Escribíamos sobre escuelas einmigrantes, sobre humanización y aprovechamiento racionalde nuestra abrumadora naturaleza. Bajo el nombre augusto deHumboldt, segundo descubridor del paisaje americano, maestroen volcanes, cordilleras y torrentes, poníamos una cruzada demejor uso y rescate de nuestros recursos naturales. Temas y tareaspara grupos de técnicos. Pero era el momento, necesario y exci-tante, en que los escritores nos adelantábamos a abrir el caminode los especialistas. Otras causas humanas se defendieron con fer-vor en esos comienzos de la revista, como el de aquellos fugitivosisraelitas de una especie de barco fantasma que escaparan a laspersecuciones de Hitler y sin documentación y papeles, buscan-do paz, llegaron a nuestras playas. ¡Qué conjunto valioso deindustriales, intelectuales y empresarios integraba ese grupo deinmigrantes! Un hacendado venezolano les ofreció provisoriorefugio en la hacienda de Mampote, cerca de Guarenas, y en mag-nífico gesto de solidaridad humana numerosas familias deCaracas acudieron a llevarles ropas, alimentos y medicinas.Muchos de esos refugiados prosperaron, al correr de los días; fun-daron industrias e introdujeron nuevas técnicas y oficios en elpaís, pero nunca olvidarán (me lo decía en días pasados uno delos veteranos de esa diáspora) semejante gesto del pueblo ygobierno de Venezuela que les libró del horror nazista. Y acogién-dolos como acogimos después a tantos emigrados de España,Italia y Europa Central ¿no seguíamos realizando aquel encuen-tro y conciliación de pueblos y sangres en una nueva esperanza,que fue la Utopía de América, desde que apareció su nombre enla Historia Universal?Se llamó la Revista Nacional de Cultura, pero esto no significa-

ba que nos íbamos a enclavar en un receloso nacionalismo. Lonacional era para nosotros —a ejemplo de la mejor tradiciónvenezolana, la tradición que está en Bolívar, Simón Rodríguez,Andrés Bello o Cecilio Acosta— no sólo lo que se encuentra a la

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sombra del campanario en que se nació, sino el mejor botín delaprendizaje, leyendo en aquel gran libro de la Naturaleza y delmundo de que habla en una entusiasta carta juvenil donFrancisco de Miranda. Los fundadores de nuestra República, lospadres de la nación, no fueron venezolanos sedentarios que sequedaron oyendo los chismes de la aldea, sino que aprendieronen contacto con otros pueblos y culturas. Cuando no tenían parapagarse el costoso pasaje oceánico, viajaban en las lenguas y loslibros extranjeros, como el buen don Cecilio Acosta. Que las preo-cupaciones de Venezuela se ampliaran con las preocupaciones dela Humanidad, era el mejor programa. Y desde el primer númerocolaboraron en la revista junto a los escritores de Venezuela, otrosdel extranjero. Se hacían traducciones o se comentaban obras ocorrientes espirituales del momento. Recuerdo sin tener tiempode releer los números iniciales de la revista que allí se hicieronlos primeros comentarios en nuestro país a las teorías caractero-lógicas de Klages; a la entonces muy novedosa Psicología de laGestalt, al fascinante, casi mágico libro de Egon Friedl Historiadel alma europea, extraño testamento espiritual de aquel historia-dor que sería víctima de los nazis, y se reactualizaron antes deque el Fondo de Cultura Económica de México diese la primeratraducción española y lo rescatase de su relativo olvido algunoscapítulos de las Reflexiones sobre la Historia Universal de JacoboBurkhardt. Leíamos mucho, en disparadas direcciones, en aque-lla época y otros amigos nos acompañaban a descubrir en diver-sas lenguas.No podíamos olvidar contra toda vanagloria literaria que la revis-

ta se distribuía extensamente entre los maestros de Venezuela,y aunque después se les ofreció como publicación gemela y com-plementaria la revista Educación, había que llevar a sus páginas unmaterial que renovase algunos envejecidos y oxidados tópicosque aún circulaban en la enseñanza venezolana. Ese fue el objetode ciertos cursos libres y conferencias que se dictaron en elInstituto Pedagógico de Caracas y de que se registraran resúmenesy comentarios en las páginas de la RNC. Aunque después hubo

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Juan Vicente Gómez, a su muerte otra etapa comienza a perfilarse.

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muchos glosadores y comentaristas de una obra artística tan depu-rada y misteriosamente venezolana como la de Armando Reverón,el solitario de Macuto, contra quienes lo consideraban un extra-vagante y casi un loco, la Revista y la Dirección de Cultura leorganizaron un homenaje en el Museo de Bellas Artes y tocó aquien escribe estos apuntes, hacer como una primera aproxima-ción y análisis de su obra.Los caminos de la Cultura suelen ser más silenciosos, susu-

rrantes y confidenciales que los que quiere abrir la Política conmayor bullicio y agitación colectiva. Pero creo que en los 25 añosde esta Revista se recorre la trayectoria más vivaz de inquietudes,sueños y problemas que han sacudido la conciencia venezolana.Y aun para inventar el futuro, es necesario repensar el pasado. Elrecuerdo de un buen amor parece dotarnos de la energía y la espe-ranza para seguir amando.

RNC Nº 161

Noviembre, diciembre 1963

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LOS 25 AÑOS

Reinaldo Leandro Mora

AL ATRASO Y ALDEANISMO que durante muchos años sufrió la culturade nuestro país vino a oponerse, en forma decisiva, el talento y lasensibilidad de los más alertas en la tentativa halagadora y patrió-tica de hallar la fuente de nuestra verdadera tradición y endere-zar el destino del arte y las letras nacionales hacia una proyecciónecuménica. Al período bárbaro se opondría el afán renovador. Alestancamiento, la actividad lúcida de una generación pensante ycapaz. Conjurábase así la nefasta influencia que amenazó desvir-tuar, confundir y en veces aniquilar nuestras mejores reservasespirituales. Fruto de esa preocupación inmediata fue la RevistaNacional de Cultura que fundara hace 25 años y dirigiera en susprimeros números uno de nuestros escritores más distinguidos,don Mariano Picón Salas.Se notó para aquella época, en diversos campos de la tarea

pública, una suerte de anheloso interrogante y expectativacomún. Como luego se vería, no todas las respuestas estuvierona la medida de la esperanza popular. Pero es clásica la convicciónde que un pueblo no despierta en vano. Al tomar conciencia desí misma, por la prédica y ejemplo de sus más honrosos maestros,escritores, artistas, Venezuela asumió, una vez más, la certeza de

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su responsabilidad histórica. La experiencia posterior ha demos-trado, sobre todo en los últimos años, su clara, impostergabledecisión de ser por sí misma un pueblo libre con propios e incon-fundibles caracteres. Lo que más tarde sería plena conquista de lasoberanía nacional, empezó siendo conciencia y adquisición dela soberanía de la palabra. Escritores, maestros, políticos, profesio-nales, obreros, estudiantes, lenta pero tenazmente fueron apor-tando experiencia y saber a la noble empresa de construir unanación más culta.En el esfuerzo realizado para dotar al país de una educación

eficaz e integral, para incorporar al disfrute de la cultura vastossectores sociales, para llevar información, conocimientos, goceartístico a quienes hasta ayer carecían de tales posibilidades, laRevista Nacional de Cultura ha venido desempeñando un modes-to pero positivo papel.Abierta a las más vivas corrientes del pensamiento, en ella

tuvieron cabida reputadas firmas de Venezuela y el exterior.Prestigiosos escritores de América y Europa ilustraron sus pági-nas. En sus diferentes secciones hallaron eco las ideas, el relato,la historia, la poesía. Cada tendencia literaria o estética, cadagénero, cada noticia o reseña cultural de general interés, encon-tró en la Revista adecuado instrumento de divulgación. Jamásperdió de vista, no obstante, su orientación primigenia ni descui-dó, hasta donde fue posible, la altura de las ideas en ella expresa-das y la calidad de sus textos. Su carácter nacional no fue sino unmodo de asimilar y armonizar la literatura foránea con la propia,porque entendimos la cultura como el más auténtico y generosopatrimonio del hombre, sin distingos de credos, razas o naciona-lidades y porque pensamos que tal actitud no podía pervertir nidebilitar sino, contrariamente, estimular y fortalecer los rasgos,ya muy definidos, que dan peculiar fisonomía a la cultura nacional.Al cumplir sus 25 años de existencia la Revista Nacional de

Cultura totaliza 161 números distribuidos en unas 30 mil páginas.Ellas representan el testimonio creador de varias generaciones yvariados países. Muestran asimismo lo más valioso de semejante

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empresa: un activo fervor por preservar, desarrollar y enaltecerlos bienes de la cultura que, al cabo, constituyen para los pueblossu mejor legado y su más noble herencia.Al celebrar este aniversario queremos expresar nuestro sincero

reconocimiento y gratitud a todos aquellos escritores y artistas,venezolanos y extranjeros, que prestigiaron con su presencia nues-tras páginas y gustosamente nos acompañaron en esta misiónorientadora, educativa y de cultura social.

RCN Nº 161

Noviembre, diciembre 1963

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Bajo el sello del INCIBA, con el crédito de Fernando Irazábal, se iniciala firma del diseño (Nº 167, 1975).

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LA REVISTA DEL INCIBA

A PARTIR DE LA PRESENTE EDICIÓN, el Instituto Nacional de Culturay Bellas Artes asume la responsabilidad de la Revista Nacional deCultura. No es poco ni mucho menos circunstancial compromi-so. Ideada por la visión humanística de Mariano Picón Salas, yfundada por el Ministerio de Educación en noviembre de 1938,como un alegato de civilización contra la barbarie en que muchosdecenios de autocracia habían postrado al país, la Revista propo-nía la inmediata búsqueda de Venezuela y la amorosa inmersiónen lo venezolano, e invitaba a redescubrir Venezuela y la expre-sión venezolana. Tan reiterado propósito, consignado en el pri-mer editorial, traducía a su vez una realidad humana y espiritualrestituida, por fin, a su naturaleza idónea: la justicia, la libertad,la democracia. Enunciarlo, como lo hacía la Revista, ya era pro-clamar en estado de emergencia a la cultura nacional; diferir cual-quier otro argumento por la toma de conciencia de las posibilida-des sociales sobre las cuales se cimentaría, en última instancia, lacoherencia de planteamientos éticos y estéticos de la Revista.Con la hondura de intenciones y la dignidad asociada a la pro-

fesión intelectual, la Revista ha mantenido, asimismo, la continui-dad de circulación a través de veintisiete años de vida. Formas

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básicas de la cultura, la una, el método analítico y la propiedadexpresiva para acercar la experiencia a los modelos trascendentes,encontraba necesario complemento en la otra, la consecuenciaeditorial. En el establecimiento de esa doble fidelidad, jugó papelpreponderante la interpretación dinámica de Venezuela que dioorigen a la Revista. Y no podía ser de otra manera. La transición entodos los órdenes de un país arcaico, estaba reclamando, juntocon las modernas disciplinas de estudio para interpretar los pro-blemas substanciales, esfuerzos ininterrumpidos y oportunos dedivulgación. En ese sentido, la Revista recogió los ecos directosde la Venezuela sacudida de raíz por los nuevos tiempos.La asimilación del pensamiento nacional y extranjero, a igual

nivel dialéctico, culminará pronto por otorgarle a la Revista elsabor de internacionalismo que distingue a sus páginas. Pero,¿acaso la deliberación de toda cultura no supone la previa y libreconcurrencia de las ideas propias y ajenas? Somos mundo porqueparticipamos, precisamente, del mundo, independientemente elhecho de que estemos o no, por aldeanismo, o por ignorancia,conscientes de ese vínculo; mucho más si ejercemos a sabiendasese privilegio de humanidad. Por lo tanto, en aquella medida enque los hombres confrontemos los unos con los otros la esencia,el misterio, la audacia, la fortaleza, la disciplina, la integridad dela vida, ya habremos comenzado a adquirir la capacidad ymuchos de los instrumentos que nos permitirán encaminarnos alas grandes demandas de la historia y del destino. Cualquier otravía nos conducirá a los falaces regocijos parroquiales pintadospor los costumbristas, sobre cuyas cabezas no han reparado toda-vía que ya están de vuelta los astronautas. El índice de materiastratadas con largueza por propios y extraños, nos indica que laRevista no se ha apartado ni un solo momento de una marchaurgida de mundo, como debe ser. Rendimos tributos en estenúmero, publicando trabajos suyos, a quienes después deMariano Picón Salas, y con asistencia de sensibles colaboradoresde mesa, supieron mantener la calidad venezolana y procurarleel concurso internacional de ideas a la Revista. Sucesivamente,

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al frente de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación,actuaron como directores: el historiador y crítico José NuceteSardi, el fallecido compositor Juan B. Plaza, los pintores ElisaElvira Zuloaga y Luis Alfredo López Méndez, el novelista e histo-riador Ramón Díaz Sánchez, el también fallecido poeta ManuelFelipe Rugeles, el novelista y poeta Arturo Croce, el ensayista J.M. Siso Martínez. A este último, actual Ministro de Educación, letocó el honor de ejecutar el decreto de creación del INCIBA, pre-sidido inicialmente por Mariano Picón Salas y ahora por J.L.Salcedo Bastardo. Revaloriza el Instituto, por una parte, la accióny los recursos de la cultura en Venezuela, y por la otra, los empe-ña mucho más como bienes intransferibles de la colectividad,como lo son en realidad. Hasta cierto punto, el INCIBA deriva delmensaje de ilustración sostenido y difundido por la Revista, conla cohesión generosa, atenta, cifrada en la unidad de la historia,del pasado de tradiciones ilustres con el presente legalizado porla democracia constitucional (después de la tecnificación deloprobio que durante diez años sostuvo la última dictadura);cohesión que quiere ir, enriquecida por las más altas certidum-bres de patria cierta y verdadera, al futuro. ¿En qué forma laRevista, en esta nueva etapa, responderá a sus obligaciones con lacultura nacional, ahora cuando el medio y los fines han sidoreforzados por el INCIBA?, es una pregunta cuya respuesta sereservan los planes concretos de trabajo. Volvamos, pues, a ellos,con los mejores augurios, en lo que tienen de inminencia espiri-tual y también del orgullo de recomenzar la historia.

RNC Nº 167

Enero, junio 1965

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Mariano Picón Salas: lúcida conciencia de transitoriedad.

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MARIANO PICÓN SALAS

Simón Alberto Consalvi

EN NOVIEMBRE DE 1938 Mariano Picón Salas fundó la RevistaNacional de Cultura. Tres años antes había muerto en Maracaypara consternación de quienes lo llamaron héroe de Plutarco,pero para alivio de los venezolanos, el General Juan VicenteGómez. No se ha estudiado todavía, porque su figura parece caerpesadamente sobre la conciencia del país, ni la persona ni el fenó-meno que constituyó el dictador y la dictadura por él ejercida. Uncomplejo sórdido de intereses nacionales y extranjeros aguardaaún el análisis histórico. Preferimos, por lo general, estudiar lahistoria antigua o discutir sobre el siglo XIX, a pesar de que éste,—como lo observó el mismo Mariano Picón Salas— se prolongóhasta la muerte del General en diciembre de 1935. Quién fue ycómo fue Gómez y qué factores pusieron en sus manos tanto y tanlargo poder político, son preguntas aún sin respuesta. Nos hemoscontentado, treinta años después, con la anécdota que lo descri-be como un pastor de rebaños apoderado de toda una nación ocomo un analfabeto zamarro rodeado de doctores, de escritoresbarrocos y parlamentarios engolados y solemnes.

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Sólo su muerte natural pareció bastar para que una imagenvenezolana más auténtica comenzara a perfilarse. En el primereditorial de la RNC se habla o se hace eco el redactor de la nece-sidad de redescubrir nuestro propio país.

Ahora llegamos a los treinta años de la RNC.

El espectáculo venezolano de 1968, la intensa y dinámicamodernización del país, el desarrollo de la educación y la cultura,la democratización de las estructuras políticas, contrasta notable-mente con aquella Venezuela del año 36 que amaneció pregun-tándose si era cierto, si era humanamente posible que el dictadorestuviese ya muerto. Era para no creerlo y en algunos espíritusmedrosos su fantasma parecía continuar una larga agonía, entanto otros que sólo se adiestraron para el panfleto, el combate o ladiatriba (el autor de Memorias de un venezolano de la decadencia oel autor de El hombre de hierro) parecían haber perdido con lamuerte del dictador la más singular razón de sus vidas: la decombatirlo. Rufino Blanco Fombona dirá en alguna ocasión:

—El General Gómez era mucho enemigo y valía la pena pelearcon él.

También añoraron al Dictador los gladiadores solitarios.

Uno de los intelectuales que vivió con mayor intensidad aqueltiempo venezolano de sordidez, silencio o fuga fue, precisamen-te, el fundador de esta Revista. Nació en Mérida en 1901, al tiem-po en que Castro y Gómez acababan de pasar por allí en buscadel poder, desatinado como Don Quijote el uno, taimado comoSancho el otro, pero mejor dotado que el personaje famoso parael ejercicio del mando en la Barataria de tierra firme.En 1919 Mariano Picón Salas, adolescente, pero con una eru-

dición asombrosa para su edad, llega a Caracas. Trae ya, escritoen Mérida, su primer libro juvenil: Buscando el camino.

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A partir de entonces, MPS inicia un trabajo intelectual que notendrá pausa y que lo llevará a ser en poco tiempo el ensayistamás lúcido y sagaz, el prosista más elegante, el escritor más lealconsigo mismo y con la cultura que hayamos tenido en este siglo.Fue un brillante intérprete de la historia y del proceso culturalhispanoamericano y un intelectual que vivió hondamente eldrama del hombre contemporáneo. Fue el humanista que vioacongojado e inquieto el proceso de destrucción de las grandesculturas, el aniquilamiento de las guerras europeas, la segundade las cuales vivió de cerca en su experiencia de Praga. Europa-América. Preguntas a la esfinge de la cultura es un testimonio deaquellos años en que Mussolini o Hitler pusieron a prueba el des-tino de la humanidad.De la Conquista a la Independencia es una de las obras funda-

mentales de Picón Salas, como su biografía de Pedro Claver, ElSanto de los esclavos o sus ensayos de Comprensión de Venezuela.Fue intérprete de Miranda, historiador de la cultura; escribió

sobre el pasado más remoto y sobre los orígenes de nuestra for-mación prehispánica y en cuanto a la historia política dejó Los díasde Cipriano Castro y su novela Los tratos de la noche sobre aquellaCaracas de la voracidad y de la transacción, del trato nocturnoy vergonzante de los años 50 de la que fue testigo y cronista.Manejó el idioma con sabiduría, destreza y gracia y fue uno de

los más altos valores del mundo de habla hispana.Si de alguna manera quisiéramos buscarle denominador

común a la obra y al espíritu del gran escritor, la clave no seríaotra que la dada por él mismo en ese breve volumen, el de lacomprensión, no sólo de Venezuela, no sólo de América Latina,sino también del mundo. Es la necesidad de comprender lo quealienta toda la obra de Picón Salas, contra el mito y contra el tabúde las palabras. Amó a su tierra y quiso entenderla. Y así comoViaje al amanecer es el canto más amoroso en las letras venezola-nas, sus ensayos de interpretación del proceso histórico y del pro-ceso cultural constituyen el más apasionado y el más humanísti-co intento de comprensión de nuestro país. Don Mariano quiso

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comprender y quiso que los otros comprendiéramos también. SuPequeña confesión a la sordina, que precede sus Obras Selectas,pero fundamentalmente, sus ensayos de Regreso de tres mundos,nos dan la visión interior de este gran escritor. Regreso de tresmundos, escrito pocos años antes de morir, pero creado para eso,para dejarlo cuando la muerte viniera, porque —se preguntaba¿quién le pone el cascabel al gato, es decir a la muerte y al absurdodestino del hombre en el orden o desorden de la naturaleza? Es el tes-timonio de un humanista, de un hombre que quiere dejar singran pretensión (como la botella al mar) razón de lo que ha hechoy pensado y de lo que, en definitiva, quisiera enseñar: la adoles-cencia en Mérida, sus años de formación, la tentación de laLiteratura, la cifra redonda del año 20 (cuando el diabólico nego-cio del petróleo iba a fortalecer al duro y tosco pastor que domi-naba en la Venezuela de 1920, y se llamaba Juan Vicente Gómez),la estación en Caracas, el viaje y la vida en Chile, el profesor deBellas Artes, la palabra Revolución, la vuelta a Venezuela, vicisi-tud de la política, añorantes moradas: en once capítulos donMariano nos resume su aventura vital y la aventura de sus ideas,su legado de comprensión. Lo escribió en Río de Janeiro (57-58)y dijo en las páginas de Introducción:

—Y así arrojo esta botella al mar por si alguien quiere imponersedel pequeño testimonio de añoranza o de salvación. Y agregó:

—Es la prueba necesaria de que aun la existencia más humildecumplió su destino, y nosotros, entre tantos seres a quienes quisimos ya quienes combatimos, conquistamos nuestra migaja de tiempo histó-rico. Es el paso irreversible de uno por el meridiano de su época y desu generación; la suma de problemas que nos acosaron y que sólo exis-tirán como pasado, es decir como cuento y memoria para quieneshabrán de sucedernos. Ellos nos mirarán con la misma lejanía anec-dótica con que ahora miramos los versos románticos y los daguerrotipos.

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Lúcida conciencia de transitoriedad, ¿o lúcida conciencia depermanencia?A cuatro años de su muerte no podemos todavía descifrar su

mensaje.

RNC Nº 186

Octubre, noviembre, diciembre, 1968

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En los 70 el CONAC continúa su edición (Nº 239, edición aniversaria)

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CUARENTA AÑOS

CON LA PRESENTE entrega, se cumplen cuarenta años de esta Revista.Sin dejar en ningún momento de ser nacional, la revista nunca hasoslayado los valores y aportes universales como contribuciónefectiva al impulso y fortalecimiento de los nuestros.Se ha convertido, de este modo, en instrumento básico y eficaz

para el desarrollo de la cultura de nuestro país, sin sectarismos nidiscriminaciones de ninguna clase. La colaboración seria, docu-mentada, creadora, ha sido el único aval exigido en la escogenciade los materiales que en ella se publican. No se ha preferido enningún caso, con exclusión de otras, a una determinada orienta-ción estética o ideológica, pues sabemos que el hecho cultural noes patrimonio privativo de una sola orientación, una persona ouna generación, sino que es la obra continuada y fecunda detodos los hacedores de cultura de un país. Los escritores ya reco-nocidos y los que apenas comienzan, han encontrado aquí ampliaacogida, con la sola carta de presentación de sus propios trabajos.Sin encerrarse en las riesgosas paredes de un nacionalismo

mal entendido, la Revista ha abierto con amplitud sus páginas atodas las corrientes del arte y de las ideas que se debaten en elconvulsionado mundo contemporáneo, sin temores inhibitorios

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a perder nuestra identidad, sino, por el contrario, con la concien-cia plena de afirmarla, confrontarla y robustecerla. Cerrarse enuna época como la nuestra, tan requerida de esas confrontacionesy tan sometida a ellas, comporta un miedo y una timidez inexpli-cables. Lo nacional y lo universal no se niegan recíprocamente,sino que más bien forman una trama vital y necesaria. Así como louniversal abre nuevas perspectivas a un país, lo nacional, comoopinaba Unamuno, es la vía adecuada para alcanzar la universa-lidad. El miedo a lo universal delata nuestras propias carenciasy frustraciones.El temor al contagio revela un cuerpo que carece de la suficien-

te fortaleza para asumir su defensa, su identidad y su autonomía.Más aún. Cuando nuestro país propugna y acoge entusiasta yenfáticamente la idea del integracionismo latinoamericano en elcampo de la economía, la Revista no podía menos que solidarizar-se con estas formulaciones y realizaciones y tratar de aplicarlas,hasta donde ello fuese posible, en el campo específico de la cul-tura. De allí nuestro gran interés por abrir fervorosamente nues-tras páginas al mayor número de pensadores y artistas de AméricaLatina, con el rigor del pensamiento y con el talento creador.La vasta y variada acepción de la palabra cultura nos ha impues-

to obligatoriamente, a nuestro pesar, algunas limitaciones insu-perables, como ocurre con todas las publicaciones de esa natura-leza. La infinita amplitud hubiese hecho a esta revista improba-ble. Pero en los 239 números hasta hoy publicados, dentro de losprocesos normales de transformación impuestos por el tiempohistórico, es evidente la fidelidad mantenida a ciertas normas ydirectrices trazadas desde un día del mes de noviembre de 1938,año de su fundación. El grande y brillante ensayista venezolanoMariano Picón Salas fue su primer director, hasta 1940. Sus hue-llas y su presencia viven en la Revista.

RNC Nº 239

Noviembre, diciembre 1978

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CINCUENTA AÑOS

EN ESTE AÑO, la Revista Nacional de Cultura alcanza los cincuentaaños de su fundación.Este cumpleaños es un acontecimiento insólito. Pocas publica-

ciones de este tipo han alcanzado tan larga vida en países tantransitorios como el nuestro. En Latinoamérica, es también uncaso excepcional.En el mes de noviembre del año 1938, el gran ensayista vene-

zolano Mariano Picón Salas, durante la gestión como Ministro deEducación del científico Enrique Tejera, concibe y pone en mar-cha esta extraordinaria empresa de la cultura. Desde ese entonceshasta ahora, la Revista Nacional de Cultura ha venido jugando unpapel trascendente en la promoción y difusión de la misma.La exaltación y difusión de nuestros más sostenidos valores,

pasados y presentes, nos pone a salvo de caer en modas tempo-rales y poco saludables para lograr nuestra propia reafirmación,nuestro particular desarrollo.Sin encerrarse en prejuiciados esquemas nacionalistas, las

páginas de esta publicación han estado siempre abiertas a las másdiversas orientaciones del arte y del pensamiento que han discu-rrido a todo lo largo de su espacio histórico. Una ojeada rápida alos 268 números publicados así lo corrobora.

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Siempre se ha respetado la libertad de creación y pensamientoy nunca se han pretendido imponer modelos, nacionales o extran-jeros, como arquetipos obligantes. Sus páginas han registrado lasmás variadas orientaciones de las artes y las letras, sin parcializa-ciones ideológicas, cronológicas, estéticas, pues la revista ha dadocabida a todas ellas y considera que, de esta forma, al registrarlas,revela, al mismo tiempo, la unidad y diversidad de la nación. Alacogerse el diálogo, con sus naturales e inevitables discrepancias,se reafirma la libertad y se contribuye a fortalecer la unidad colec-tiva dentro de una pluralidad de concepciones.Sin limitados y estrechos puntos de vista, se pretende una

visión más amplia del mundo, cuyas múltiples resonancias debe-mos percibir con la más absoluta libertad de espíritu.La colaboración seria, documentada, creadora, ha sido el único

aval exigido en la escogencia de los materiales que en la Revistase publican. No se ha preferido en ningún caso, con exclusión deotras, a una determinada orientación estética o ideológica, puessabemos que el hecho cultural no es un patrimonio privativo deuna sola orientación, una persona o una generación, sino que esla obra continuada y fecunda de todos los hacedores de culturade un país. Los escritores ya reconocidos y los que apenascomienzan, han encontrado aquí una sincera acogida, con la solacarta de presentación de sus propios trabajos.Las interacciones en todos los órdenes que exige el mundo

contemporáneo, no permiten ya a publicaciones de esta naturale-za circunscribirse dentro de los límites de una estricta rigidezgeográfica, sino que obligan, por el contrario, a una visión másuniversal de los fenómenos de la cultura, sin soslayar, claro está,los muy específicos, de cada nacionalidad. Partiendo obligada-mente de un determinado espacio geográfico, se requiere de unasensibilidad vigilante para percibir los grandes cambios de lahumanidad. También una libertad a toda prueba, que nos garan-tice esta libre escogencia, sin temores y equívocos. Sin esta plenalibertad del espíritu no estaríamos en capacidad de asumir unaposición crítica y lúcida frente a lo que nos viene de otras latitu-

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Portada del número 269, que da inicio al cincuentenario.

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Decreto de Jaime Lusinchi del Año de la Revista Nacional de Cultura.

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des. La aceptación incondicional, indolente, irreflexiva, es ya unademostración de servidumbre. La libertad no debe ser una abs-tracción, sino una actitud vital que nos abra los ojos ante elmundo y nos preserve de los riesgos de tantos y tan amenazado-res avasallamientos.En general, las revistas nacen como expresiones de grupos o

movimientos literarios que pretenden revisar, o al menos así lo pro-claman, la obra realizada por sus predecesores. Estas revisiones setornan las más de las veces en inquisiciones, en requisitorias. Lossurrealistas, por ejemplo, elaboraron grandes listas de libros yautores que no deberían leerse. Recomendaban, asimismo, otraslecturas de sus preferencias. Es una característica insalvable de lasrevistas puestas al servicio de grupos o movimientos artísticos. Enconsecuencia, estas publicaciones en vez de congregar propen-den más bien a dispersar.La Revista Nacional de Cultura nace bajo otro signo. En el edi-

torial que para su primer número escribiera Mariano Picón Salas,se insiste con mucho énfasis en la necesidad de un rescate de latradición histórica y, a través de ésta, en el redescubrimiento delpaís con nuevas ópticas. Era una tarea colectiva la que insinuabaPicón Salas y no grupal. Se convocaba así a la unidad despuésde la diáspora que provocara la más larga dictadura sufrida hastahoy por el país. El pasado sería el punto de partida para la recons-trucción de la fragmentada nacionalidad. Pero un pasado no enten-dido solamente como culto mortuorio, sino aprovechado y esgri-mido como herramienta esencial y eficaz para la revisión y rec-tificación de la existencia colectiva.La cultura tiene una acepción muy vasta y compleja. Vendría a

ser, en última instancia, el resultado del quehacer del hombre, lasuma de todas las actividades de una colectividad. Desde estepunto de vista es improbable que se pueda dar una muestrarepresentativa de nuestra cultura. Por eso nos hemos limitado acampos más específicos, verificables en sus páginas, pero con laconvicción cierta, dentro de estas limitaciones, de que la revista,desde estos campos, ha contribuido en alguna medida importante

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a impulsar los cambios y las transformaciones sociales que se vie-nen operando en el país. Es nuestra creencia y ella nos satisfacey justifica.En este quincuagésimo aniversario de la fundación de la Revista

Nacional de Cultura, queremos muy entrañablemente recordar aquien fuera su fundador y primer director, el desaparecido yexcepcional ensayista Mariano Picón Salas, cuya vigilancia orien-tará siempre los pasos de la revista.

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Enero, febrero, marzo, 1988

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LOS 50 AÑOSDE LA REVISTA

José Francisco Sucre Figarella

EL CINCUENTENARIO de la fundación de la Revista Nacional deCultura constituye un acontecimiento de especial significaciónpara la historia cultural de Venezuela. Durante su existencia se haconvertido en uno de los principales instrumentos para la discu-sión de las ideas, para las valoraciones críticas, para la exaltaciónde figuras nacionales e internacionales. Verdadero reflejo de unaconciencia de la cultura como autenticidad e identidad.Destacados hombres de letras han estado dirigiendo sus activi-

dades. Sea oportuna la ocasión para citar a su fundador, MarianoPicón Salas, cuya sabiduría y magistral contagio humanístico,supieron desde los primeros momentos asignarle a la revista susverdaderas funciones.1938 era un año que correspondía al despertar intelectual del

país, después del largo proceso de aislamiento y estancamientodurante los años de la dictadura gomecista. El país alcanzaba unperíodo extraordinario de renacimiento cultural. Se formaban gru-pos literarios, se abrían las puertas de la comunicación con losmovimientos artísticos del exterior, la lucha de ideas parecíatomar cauces más racionales y fundamentados teóricamente.

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Dentro de esta atmósfera de creatividad es indudable que laRevista Nacional de Cultura irradia una proyección estimulante.En sus páginas apretadas reunidas en un cuidadoso formato se vatejiendo una clara vocación de cultura de grandes ambiciones.Desde esa fecha inicial del año 38, la revista ha pasado por

diferentes etapas y ha estado bajo diferentes direcciones. Loimportante de ese vasto período es que ha podido darle continui-dad a su labor. Se han ido acumulando los años, pero no en vano.Hay un rico testimonio de su presencia. Años de la guerra mun-dial, de la posguerra, aun bajo el rigor del más reciente período,la revista ha estado a la altura de sus funciones.Con el año 58, treinta años después, la revista entra en un pro-

ceso de transformaciones que dura hasta nuestros días. Treintaaños más de su ejemplar existencia, la revista actualmente man-tiene no solamente su excelente calidad en cuanto a su conteni-do sino que también ha elevado su presentación introduciendonovedosas ilustraciones.El Gobierno Nacional que preside el Presidente Jaime Lusinchi

está consciente de toda la significación de esta publicación quecoincide igualmente con el cincuentenario del Museo de BellasArtes, por lo que ha ordenado una serie de actos conmemorativos.La presente edición que es la primera de las cuatro que este añoserán editadas, cuenta con el apoyo y las simpatías del Ministeriodel Estado para la Cultura, y me complace registrar que ellasrepresentan una integración del país en sus más diferentes aspec-tos. Una comprensión de Venezuela, como diría su fundador, a lahora de la madurez histórica.

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Enero, febrero, marzo, 1988

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CINCUENTENARIODE LA RNC

José Antonio Escalona Escalona

LA CREACIÓN —hará cincuenta años— de la Revista Nacional deCultura establece una divisoria maestra, de orden histórico, enla que podría calificarse también de geografía espiritual deVenezuela. Al cabo de su medio siglo de existencia, quedarádemostrado que no ha habido en el país otra publicación similarque la supere en continuidad y calidad. Sus siglas ocupan mere-cido lugar en los más autorizados repertorios hemerográficos delmundo. La RNC es una institución que con todo derecho exigeya el decreto de patrimonio cultural de Venezuela.Con motivo de la recordación de su inminente cincuentenario,

creo oportuno señalar algunos datos referentes a la trayectoria dela misma, limitándose, claro está, al tiempo en que estuve al fren-te de ella. He de cumplir así, de manera sencilla y sucinta, con lasolicitud que para la presente edición me hizo su actual director,Vicente Gerbasi.Antes que nada, debo advertir que el consagrado autor de Mi

padre, el inmigrante, ha sido —desde muy joven— uno de los másantiguos y asiduos colaboradores de la RNC. La primera colabo-ración suya se encuentra en el número 6, correspondiente al mesde abril de 1939, es decir, a cinco meses apenas de la aparición

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de su número inaugural. Posteriormente, a partir del número 52(setiembre-octubre, 1945) figura como Secretario de Redacción,hasta el número 54 (enero-febrero, 1946), en virtud de haberingresado ese año a la diplomacia, donde culminó su carreracomo Embajador.

***

A propósito de este cargo de Secretario o Jefe de Redacción,Oscar Sambrano Urdaneta —con su precisión habitual— en elprólogo que escribió para el volumen contentivo del Indice de los150 primeros números de la RNC, anota lo siguiente: Durante laépoca en que el maestro Juan Bautista Plaza, distinguido compositor,director, musicólogo y profesor, especializado en música sagrada, fueDirector de Cultura y Bellas Artes del Ministerio de Educación, ingre-só a la RNC el excelente poeta Vicente Gerbasi, con el cargo deSecretario de Redacción. Desde entonces, los Directores de Cultura yBellas Artes continúan figurando como Directores de la Revista, aun-que en la práctica han declinado en el Secretario o Jefe de Redacciónlas atribuciones inherentes al manejo de esta publicación.Tal delegación de funciones por parte de quienes fueron direc-

tores de Cultura y Bellas Artes, obedeció a dos circunstancias. Laprincipal: que la hoy inexistente Dirección de Cultura y BellasArtes, no era simplemente un departamento del Despacho deEducación. Equivalía, en realidad —guardadas las proporcio-nes— a un no burocratizado Ministerio de Cultura. Por tanto, susactividades, en escala nacional, sus proyecciones hacia el ámbitoexterior, hipotecaban por completo el tiempo del director respec-tivo. De ahí el requerimiento de encomendar a la competencia deotro funcionario todo lo concerniente a la edición, administra-ción y distribución de la RNC. La segunda circunstancia se con-creta al hecho de que varios directores de Cultura y Bellas Artesprovenían vocacionalmente y profesionalmente del campo de lamúsica y de la pintura. En razón de ello, preferían que un escri-tor asumiera la específica responsabilidad de dirigir la Revista.

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Sucedía a Vicente Gerbasi en dicho cargo. Y confieso que a laejercitación del mismo debo muchas de mis experiencias intelec-tuales y el enriquecedor conocimiento —personal o por corres-pondencia— de los colaboradores de la RNC. Pero mi vincula-ción con ella data de 1944, casi al iniciar estudios superiores enel entonces recién fundado Instituto Pedagógico Nacional.Comencé como corrector auxiliar de pruebas del número 45,bimestre julio-agosto de aquel año. Muy luego fui promovido porel maestro Plaza a redactor. Y desde marzo de 1946, ocupé laSecretaría o Jefatura de Redacción, hasta fines de agosto de 1947,cuando, en uso de licencia, viajé al Brasil, para realizar cursos depostgrado. Al regreso, asumí otra vez el cargo. En consecuencia,mi nombre figura de nuevo al frente de la Revista desde setiem-bre de 1949, hasta diciembre de 1957.

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Aludí a la calidad de la RNC. Obviamente este esencial carác-ter ha consolidado su prestigio más allá de todas las fronteras.Lo evidencia la valía de las firmas que han enaltecido sus páginas.En ellas están impresos con perduración luminosa los nombresde una mayoría de representantes conspicuos de las letras his-pánicas y de los máximos creadores de las artes plásticas enVenezuela. Tales estupendos resultados han sido obra de un tenazempeño en obtener las mejores colaboraciones. Quizás haya sidoésa la más ardua de las tareas. No siempre los muy encumbradosescritores se muestran espontáneamente propicios a publicar enlas revistas. Hay otros, en quienes no priva el desgano. Pero losesclavizan actividades ajenas a la creación literaria y no disponende tiempo para colaborar con la frecuencia deseada. Presumo queno faltará alguien que, al revisar la nómina de colaboradores,extrañe la ausencia de algún escritor eminente, entre los que sue-len considerarse inomitibles. Recuerdo, al respecto, casos como el

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de nuestro Julio Garmendia. No hubo modo en que accediera aentregar un cuento inédito para la Revista. En cambio, con PabloNeruda me acompañó la suerte. Conseguí, como primicia, unacolaboración suya exclusiva; y, después de siete años de circularla RNC, apareció su nombre por primera vez en las páginas de lamisma con su poema Alturas de Macchu Picchu.

***

Recuerdo, asimismo, que, durante el desempeño de mi segun-da etapa como jefe de redacción, tomé la iniciativa de proyectardesde la Revista sendos Panoramas de las Letras Contemporáneasde nuestra América. Al efecto, escribí a quienes estimé con mayorautoridad crítica en cada fraterno país para la realización delproyecto. Una vez concluido, se dispondría de un magníficocompendio de historia actual y continental de nuestra literatu-ra. Los primeros textos aparecieron en sucesivas entregas.Infortunadamente, no se pudo al fin cumplir en totalidad el peda-gógico programa.Lo que sí logré mantener al día fue la información biobiblio-

gráfica. Rarísimo sería el libro valioso —de actualidad entonces—que no se hubiese comentado en la Revista. Más aún: obrasextraordinarias de ciencia y de filosofía, escritas en otros idiomas,mucho antes de su traducción al castellano fueron reseñadas enla RNC. Esto último hay que abonárselo, entre otros, al vigilanteinterés y sabiduría del maestro Juan David García Bacca.Y por lo que toca a la producción literaria de aquellas décadas,

es de justicia, igualmente, ponderar la disposición y el acierto deotro calificado equipo de especialistas en reseñas bibliográficasdedicados con puntualidad y asiduidad a enjuiciar responsable-mente las obras literarias no sólo venezolanas. Si esos juicios seordenaran y editaran en volumen, tendríamos un orientador repo-sitorio de indispensable consulta para estudiantes e investigadores.

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Inalterada, como la sección de Reseñas bibliográficas, se hamantenido la denominada Colaboradores, de cada edición de laRevista. Una necesidad didáctica me indujo a crearla, con el obje-to de suministrar a los lectores una muy comprimida noticiabio-bibliográfica y valorativa acerca de dichos colaboradores.No obstante la extrema brevedad de las fichas insertas al finalde cada número, siguen siendo una fuente informativa que, enmuchas ocasiones, suple la falta de diccionarios, actualizados, deLiteratura Hispanoamericana.¿Y por qué no? Suelen ser también como una especie singular

de tarjetas de recíprocas presentaciones, a distancia, para diver-sos escritores de sucesivas promociones. La sección en referenciacomenzó con el número 56, en el tercer bimestre de 1946.Pienso ahora que un posible estudio estadístico de esta sec-

ción, revelaría, entre otras cosas, la amplitud sin discriminacionescon la que han sido invitados siempre a colaborar en la RNC inte-lectuales de todos los países de nuestro idioma. Tal vez resaltaríacierto predominio numérico de colaboradores oriundos de unadeterminada región. Ello no podría interpretarse como delibera-da preferencia. Parece más bien, efecto de la poca propensión queintelectuales de otras latitudes, incluida Venezuela, muestran paraatender a la renovada solicitud que les hace la RNC. ¿Olvidanacaso que el destino de publicaciones de esta naturaleza depen-de, en cuanto a su valor y trascendencia, de la cooperación uná-nime? Por consiguiente, a la Revista Nacional de Cultura hemos desentirla entrañablemente como una obra de creadora y conjuntaparticipación de todos.

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Vicente Gerbasi dirigió la revista desde 1975 hasta su muerte, en 1992.Foto: Enrique Hernández D’Jesús.

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UNA REVISTA EJEMPLAR

Juvenal López Ruiz

LA REVISTA NACIONAL DE CULTURA que llega a los cincuenta años defundación es una de las realizaciones más coherentes en materiacultural. Es un exponente fiel de los más legítimos valores de laciencia, las artes y las letras. Para colmo llega a manos del públi-co lector gratuitamente, en una expresión de eficacia y buengusto. Manifestación fiel de la cortesía y el estímulo.No hay en América Latina una publicación que la iguale en

esos caracteres.Fue fundada por Mariano Picón Salas en cuyo recuerdo fiel

reproduce en su número 268 un capítulo de su libro Viaje al ama-necer. Está hoy bajo la dirección del poeta Vicente Gerbasi, quiencasi la vio nacer, y ha trabajado en ella con alternativas en el servi-cio diplomático. Otros nombres memorables le ofrecieron su dis-ciplina y su talento desde posiciones idóneas de la Dirección deCultura y Bellas Artes, el INCIBA y ahora CONAC, con plenoapoyo en su gestión. Lo certifican palabras del presidente de laRepública, doctor Jaime Lusinchi implícitamente, en el acto deentrega a los premios nacionales de literatura, música, artes plás-ticas, teatro, arquitectura y cultura popular. El Ministro de Estadopara la Cultura y Presidente del Conac, doctor José Francisco

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Sucre Figarella, de cuyo organismo depende la Revista Nacional deCultura, la refiere en términos elocuentes: dice: El cincuentenariode la fundación de la Revista Nacional de Cultura constituye unacontecimiento de especial significación para la historia cultural deVenezuela. Durante su existencia se ha convertido en uno de los prin-cipales instrumentos para la discusión de las ideas, para las valoracio-nes críticas, para la exaltación de figuras nacionales e internacionales.Verdadero reflejo de una conciencia de la cultura como autenticidade identidad.En el designio que involucra a todo el país en términos cultu-

rales, es justo que en el interior las universidades, liceos, agrupa-ciones, dependencias oficiales, periódicos, etcétera, reciban conpuntualidad ese regalo selecto que es la Revista Nacional deCultura, al menos en sus niveles directivos. Sus páginas debenservir de emulación a la juventud que en la provincia cultiva lasletras, para conquistar el acceso a ellas en sus producciones.

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Octubre, noviembre, diciembre 1988

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LA REVISTANACIONAL DE CULTURA

(60 años)

Arturo Croce

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COMO DIRECTOR DE la Dirección de Cultura y Bellas Artes tuve elhonor de ser uno de los directores de la Revista Nacional deCultura. Estuve muy bien acompañado por dos escritores impor-tantes del país. El primero de éstos fue el poeta Rafael ÁngelInsausti, quien dejó poco tiempo después el cargo para irse acumplir en Francia una especie de secretaría, junto con JuanOropeza, en la UNESCO. La colaboración de Insausti fue muyvaliosa en esos días en los que la responsabilidad de mi actuacióndebía continuar atendiendo la reorganización de las diversas divi-siones que la Dirección de Cultura tenía que atender para mejorarsu funcionamiento. Bajo la atención cultural de Insausti se publi-caron importantes números de la Revista. Al dejar de hacerlohabía que reorganizar también una división de publicaciones,apenas existente. Para ello se pensó en crear el Departamentode Publicaciones, que ya había comenzado a ser una buenaparte de la propia oficina central de la Dirección de Cultura.Afortunadamente estaba ya en manos de Oscar SambranoUrdaneta, quien hizo una programación importante, que le dio a

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ese departamento un gran funcionamiento. Sambrano Urdaneta,con devoción casi religiosa, hizo algo que es necesario retrotraerpara acentuar un trabajo de la importancia que él hizo con esainteligente forma de actuar. Así la Revista debió salir fuera del ámbi-to cercano de la Dirección de Cultura. Sambrano se encargó, enefecto, de crearla, de darle la importancia que la Revista necesitaba.De ahí en adelante el Departamento de Publicaciones hizo unadiligente selección de una literatura digna de un órgano como elque era necesario mantener. Cuando más tarde se hizo una reor-ganización cultural y se creó el Inciba, se dispuso que varias delas Divisiones de la Dirección de Cultura se quedaran en elDespacho de Educación. Entre ellas se escogió el Departamentode Publicaciones, así como el Centro Audiovisual, recientementecreado, y otros más.En pocos días se nos ocurrió a Sambrano y a mí, publicar una

edición facsimilar de los primeros números de la Revista, que bienvalía la pena para darle a ésta su merecimiento, desde cuando fuecreada por Mariano Picón Salas. En ésos se cuenta con colabora-ciones muy importantes, que enaltecían la publicación continuadade la Revista Nacional de Cultura. Redactamos una introducción,que firmamos Sambrano y yo (…)La Revista Nacional de Cultura, sin dudas, ha cumplido toda

esa visión de sus creadores. Han estado junto a ella quienes quie-ren estar junto al pueblo, hombres que han dado su capacidadhasta donde su propia fuente ha suministrado la materia y el espí-ritu. (…)Quienes han dirigido la Revista Nacional de Cultura han sabido

orientarla de acuerdo con su propio criterio, pero generalmentehan correspondido al deseo de escritores renombrados, concapacidad para despertar el mejor de los entusiasmos intelec-tuales. Cada uno de quienes han llevado sus propias orientacio-nes, ha servido con entusiasmo y responsabilidad a sus lectores.Solamente han pedido que la revista esté más abierta a las nue-vas generaciones, que no se cierren a las búsquedas literarias.

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Venezuela y todo el mundo interesado en ella, espera que laRevista Nacional de Cultura siga cumpliendo con la preocupacióndel Estado por llevarla a seguir su buen camino.

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Pedro Francisco Lizardo tomó su conducción en 1994.

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CONFESIONESCON

NOSTALGIA

Simón Alberto Consalvi

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(…)ASUMÍ LA DIRECCIÓN de la RNC en un momento singular deAmérica Latina. Es la verdad. Fue el tiempo que se conoció comoel boom. Paradójicamente, una palabra importada fue la adecua-da para describir aquella eclosión inesperada. Jóvenes novelistasasombraron al mundo. La aparición de Cien años de soledadrevolucionó las letras. Uno de los números de la RNC fue dedica-do a la gran novela: el gran escritor uruguayo Emir RodríguezMonegal escribió un ensayo: Novedad y anacronismo en Cien añosde soledad. Armando Durán entrevistó a Gabriel García Márquezen Barcelona, donde entonces residía. Pedro León Zapata ilustróla edición con una serie de dibujos memorables.En 1967, Mario Vargas Llosa ganó el Premio Internacional de

Novela Rómulo Gallegos, con La casa verde. Fue todo un aconte-cimiento: a Caracas vinieron escritores de nuestros países a cele-brarlo: aquí vimos al escritor Juan Rulfo y al escritor Juan CarlosOnetti. En las páginas de la RNC se registró el fenómeno literariode América Latina: Zona sagrada, El siglo de las luces, Tres tristestigres, Rayuela, La mala hora, País portátil, Sobre héroes y tumbas. Nohubo barreras y nos asomamos también al mundo portugués:

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Grande sertao, veredas, de Joao Guimaraes Rosa; al mundo deDalton Trevisan y al laberinto de Clarice Lispector. CésarFernández Moreno, el argentino hasta la muerte, entrevistó aJorge Luis Borges para la RNC. Emir Rodríguez Monegal publicóun capítulo, El duro exilio europeo, de su gran biografía de AndrésBello, El otro Bello, que a poco editó Monte Ávila. (…)Otra expresión del boom latinoamericano, esta vez en las artes

plásticas, tuvo lugar entonces. Paralelamente, surgió el cinetismo.En las páginas de la RNC se analizó la obra de Jesús Soto, CarlosCruz-Diez y Julio Le Parc. La arquitectura (Villanueva, Gropius),la música (la visita inolvidable de Krzysztof Penderecki), la filo-sofía, las artes plásticas eran analizadas por los críticos de la RNC:Pablo Picasso, Robert Rauschenberg, y cuantos venezolanos lla-maban la atención de Roberto Guevara. En 1968, Marisol Escobarnos representó en la Bienal de Venecia y su arte extraordinarioilustró la RNC.Dirigí la Revista Nacional de Cultura desde su número 179, año

29, de enero-marzo de 1967 hasta el número 187, enero-marzode 1969. Al celebrar sus 30 años, escribí, como era lógico, una notasobre el fundador, en 1968. Dirigir la RNC fue para mí una granexperiencia, llevada a cabo con el escritor Rafael Pineda, jefe deredacción disciplinado, alerta y consecuente. Nada me agradatanto como escribir remembranzas para quien ahora está en elcomando, con tanta dedicación y persistencia y tanta fe en lasletras venezolanas, y uno de sus más finos cultores, como PedroFrancisco Lizardo.

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El MENSAJE DE 1938.LA REVISTA

NACIONAL DE CULTURA

Pedro Grases

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EN 1936 HABÍA TERMINADO el largo silencio político de casi cuaren-ta años y despertaron las empresas del nuevo país, y una de lasiniciativas más vivas fue la creación de un órgano de pensamien-to con la Revista Nacional de Cultura. Ha visto hasta ahora más de300 salidas que saludamos con inmenso placer. Es un ejemplode continuidad en un país considerado como poco constante. Elcontenido anotado en los dos catálogos publicados (Indice de losnúmeros 1 al 50, por Mariela Vaamonde, Caracas, 1946; y los 150primeros números por Oscar Sambrano Urdaneta del Nº 1 al150, Caracas, 1962), son elocuentes testimonios de la publica-ción. En una carrera de más de medio siglo no se le puede califi-car de improvisación sino de acto de respeto y perseverancia,digno de imitarse.La empresa de pasión venezolana tiene dolientes, que con fre-

cuencia han manifestado su fe y han aplaudido las acciones posi-tivas. Hay que reconocer el certero espíritu analítico de MarianoPicón Salas, su fundador, y primer director, junto a la bondadcreadora de Rómulo Gallegos. Con la publicación se aspiró alredescubrimiento de Venezuela (…).Se han cumplido las apariciones durante seis décadas de la

Revista Nacional de Cultura, la publicación periódica más

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expresiva del pensar y sentir de la Nación Venezolana. Trescientosnúmeros publicados son ya un testimonio de voluntad y firmeza.Vemos el hecho con toda la fuerza de un compromiso y comomanifestación de un pueblo que sentía la apertura por una granreacción en apasionada competencia y búsqueda de definiciónpropia. Nacida la revista después de un tiempo de sometimiento,emprende en forma entusiasta la tarea de fortalecer y recordar losvalores patrióticos de su historia, pensamiento y acción.La hora de la recuperación de la doctrina política fue compar-

tida por toda la comunidad nacional. En 1936 se abre la esperan-za de futuro y en 1938 bajo las manos expertas de Mariano PicónSalas, se inicia el nacimiento de la Revista Nacional de Cultura, quedesea proclamar el misterio y la esperanza de una sociedad queaspira a rectificar su errada trayectoria. Se restablece el derroteromoral, la conciencia de poner la historia al servicio de una empre-sa de libertad. Se vivió la felicidad de contribuir al progreso delpaís, elevado objetivo para una comunidad moderna.Y así se acometió con alegría la obra educativa para todo un

pueblo que si había sufrido algunos altibajos es natural y expli-cable, pero el país vibrante y noble se lanzó a retomar la sendade cultura para una tierra que había dado tantos frutos en su laborintelectual.Las seis décadas transcurridas desde la aparición de la Revista

son una clara manifestación de voluntad por sentir legítima ladecisión tomada. El camino recorrido forma un derrotero moralpara quien lo sirve.Se tributaba el respeto a los definidores de la libertad política

venezolana, por lo cual ha tenido páginas ejemplares, que sintie-ron su tierra como llamado, mandato y fascinación.

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TESTIMONIOBIOGRÁFICO

José Luis Salcedo Bastardo

(…)EN DOS OPORTUNIDADEs me correspondió la responsabilidad dedirigir este prestigioso órgano cultural. Ello empieza a mediadosde 1948, cuando por espontánea iniciativa del inolvidable perio-dista don Luis Troconis Guerrero—director a la sazón del diarioEl País—, el Ministro de Educación, Dr. Luis B. Prieto F. me desig-nó para llenar la vacante por la renuncia de Humberto RivasMijares como jefe de redacción. Me correspondía así trabajar conla destacada directora de Cultura Doña Elisa Elvira Zuloaga;luego sería con el sobresaliente pintor Luis Alfredo López Méndez.Ya desde el inicio de mi actividad intelectual, en mi Carúpano

natal primero y luego en Caracas, hube de interesarme y vincu-larme a la cultura. Parecía estar en mi camino el encuentro con laresponsabilidad de esta Revista. Andando el tiempo ha querido laprovidencia que a partir de la Revista Nacional de Cultura yo com-parta aspectos del destino con ese maestro egregio del pensa-miento nacional que fue, es y será don Mariano Picón Salas (…)

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En los 90 un nuevo tiempo señaló el diseño de Waleska Belisario.

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EL VIEJO NUEVO TIEMPO

Gustavo Pereira

ILAS TRADICIONES Y REALIDADES culturales condicionan el procesodel artista y del intelectual mediante múltiples y diversificadosconductos, en veces discordantes, que distancian o acercan loscontenidos ideológicos de aquéllas, pero no forman parte de lasraíces del mundo representado.En ninguna cultura existe unipolaridad. Toda especificidad

cultural es acumulación permanente, milenaria, de múltiplesinfluencias recíprocas y no siempre el dominio político-econó-mico decreta el perecimiento de la cultura avasallada. Grecia yRoma son ejemplos de cómo este proceso puede a veces imbri-carse y revertirse. ¿Qué mejor prueba que la sobrevivencia y eltriunfo final de la cultura helena ante una Roma imperial que laseñoreaba, para demostrar cómo las altas hechuras del espírituson capaces de despuntar sobre la espada?Pero este hecho evidenciado históricamente no significa que en

los tiempos actuales el fenómeno opere de forma similar. Entreotros factores, el desarrollo de los mass-media ha trastocado el sis-tema tradicional de dominación y la globalización del mercadocapitalista ha introducido variantes que permiten que a través de

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las comunicaciones se consoliden los hilos del tejido desnaciona-lizador bajo nuevos esquemas.Otro tiempo y otras realidades han impuesto nuevas disquisi-

ciones que demandan, a su vez, nuevas respuestas.

IINuestra herencia cultural no arranca sólo de 1492.Miles de años de conformación tuvieron nuestras culturas aborí-genes, legatarias incuestionables, pero no pocas veces negadas,del ser nacional. Espíritu y alimento nos entregaron y nos entregan:el gentilicio venezolano no puede —aunque quiera— prescindirde su progenie, de la hondura de su sustancia, de sus formas deestar en el mundo. Por mil cauces de la sangre, de la lengua y delvivir trazaron la pertenencia y marcaron para siempre la natura-leza de las cuatro quintas partes del mestizaje de nuestro ser.Cuanto sobrevivió y sobrevive de su acervo hibrida el pan nues-tro de cada día que no solo en trigo o en palabra pudo resplande-cer porque milenios antes habíanse forjado aquí otros panes y otrasvoces primordiales de profundos y actuales esplendores.Milenios de tradición cultural nos legaron también del ponien-

te africano. Gentilicios Congo, Luango, Tarí, Mina, Mondongo,Angola o Carabalí dejaron sus cenizas en los ingenios y plantacio-nes coloniales y mucho de su sangre y su legado en la tierra y enlas aguas caribes.Eso que alguien llamó el alma nacional, disforme, enrevesada,

múltiple, enmarañada, revuelta, nos identifica en la diversidad,nos iguala en la desemejanza, nos solidariza en la injusticia, nosequilibra en el isocronismo y la pretendida uniformidad etnocen-trista que los imperios y sus alabarderos promueven como artícu-lo de fe. Nuestra unidad es el ayuntamiento de nuestras disimili-tudes obligadas a forjarse en fuego redentor y larga contiendaliberadora. Totalidad multiforme como la poesía, sumergida en elespejo universal, proteica en su corporeidad inseparable.

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Reclamo, en suma, al derecho de ser independientes y diferen-tes, porque el mundo se enriquece en lo distinto y nada de cuantoacontece bajo el sol nos es ajeno.

IIICreían los antiguos sabios mayas Ah Kinob de Yucatán (los delculto solar y del tiempo) en cierto orden intrínseco que rige ciclotras ciclo, el acaecer universal. En su transcurrir ilimitado e infi-nito, como una rueda supragaláctica, el tiempo recomienza susciclos, y con éstos las cosas del mundo de los hombres se reaco-modan, se subliman y se transforman, en un proceso de alternan-cias y sucesiones recurrentes. Con cada período, la humana can-didez renueva aliento y esperanza y un futuro esplendor asomaentonces hasta el previsto día del declive. La historia se repite asícomo en el curso y decurso de los cuerpos celestes, y la rueda delos katunes se cierra en un ciclo sin fin en el cual el pasado esprofecía, y la profecía es el pasado (*).Cuenta Sahún que entre los náhuas el tiempo transcurría como

sucesión infinita de períodos de 52 años a los que llamaban xiuh-molpilli, que significa atado del año, es decir rotación completade los años. Durante la última noche del xiuhmolpilli se reuníanlos habitantes de Tenochtitlán, compungidos, en los cerros cir-cundantes a esperar la llegada del amanecer. Al ver que despun-taba el sol, en ellos renacía la dicha del vivir, por lo que volvíana encender los fuegos sagrados, limpiaban sus casas y se entrega-ban nuevamente a las cosas del mundo. Los dioses les habíanconcedido otros 52 años.Y un nuevo ciclo de su historia recomenzaba.

IVSe dice que este año entramos, los venezolanos, a otro tiempo.Se supone que será un tiempo de transformaciones profundas, delas que no escapará la acción cultural del Estado.

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La pluralidad cultural fue el sello de Gustavo Pereira.

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“Espíritu y alimentos nos entregaron y entregan...”

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¿Cómo habría de expresarse esa acción en un ámbito que comoel cultural supone un sostenido, y desde luego complejo, proce-so de interrelación?Nadie discute que el Estado venezolano haya soslayado invete-

radamente el decisivo rol de la cultura en el desarrollo democrá-tico. Para su dirigencia política —con excepción de unos pocosespíritus lúcidos y de las breves experiencias de algunos funcio-narios, gobernadores y directores de cultura, rápidamente sepul-tadas por sus sucesores— la acción cultural no fue más que fru-gal aditamento, adorno declarativo del que pudo prescindirsecuando los criterios economicistas ocuparon el lugar de la razón.Su misión casi exclusiva pareció circunscribirse al otorgamientode subsidios y erogaciones contingentes, de los cuales casi el 90%quedaba en Caracas. Asumiendo como atributo privativo la liber-tad creadora de artistas e intelectuales —pretexto a la vez para laincuria y la dejadez de sus deberes— condenó a la ignorancia a unochenta por ciento, o más, de la población, para quien la libertadcreadora se tradujo en analfabetismo, deserción escolar y todasuerte de miseria física y espiritual.Las causas de tal postración se mantuvieron intocadas, bajo el

amparo de leyes anacrónicas y cúpulas partidocráticas y el estímu-lo o la soterrada complacencia de quienes medraron a su sombra.Tal desidia o abandono no debe atribuirse solo a la incompren-sión básica o a la ignorancia de la significación transformadora dela acción cultural. Razones más avenidas con la geopolítica, conel reparto del mundo, con los imperios económicos en definitiva,debe haber. De otra manera no nos hallaríamos ante la conster-nadora circunstancia de que nuestros creadores, privados de losmedios necesarios para realizar o divulgar su obra, se vean cons-treñidos a los pequeños espacios y auditorios hurtados a unospocos organismos estatales, a la amistad, los intereses o la tole-rancia de los propietarios.¿Cuánta música de nuestros compositores, cuántos filmes de

nuestros cineastas, cuántos libros de nuestros escritores e investi-gadores, cuánta programación de radio y televisión digna y valo-

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rizadora de nuestro patrimonio cultural están al alcance verda-dero de los venezolanos, de los latinoamericanos? ¿Algún podersupraterrestre habrá distribuido talentos y menesteres, funcionesy oficios, dignidades y vasallajes? ¿La secular interiorización, ladesestima, el menosprecio, el quebranto de tantos de nuestrosvalores ancestrales, el expolio de nuestras tierras, la orfandad denuestras postergaciones, la lastimosa relación de omisiones, fla-quezas y desalientos atribuibles a nuestras irresoluciones, habránsido capaces de detener la rosa de los vientos que antaño nos hizolibres y libertadores?Una de las responsabilidades del trabajador cultural, del artis-

ta y el intelectual, es dar respuesta a estas interrogantes.Fundar el lenguaje liberador dentro de una práctica liberadora.Acaso toda política cultural cuyo fin sea en verdad transformar

un presente por mil títulos consternador y cuyo objetivo crucialsea liberar al ser humano de las cadenas de la alienación, debatener por causa prima la participación directa de las mayorías enel proceso formativo y creativo, en la elaboración de los planes,en la valoración y rescate de las tradiciones culturales nacionalesy en la promoción y difusión masiva del hecho creador.Porque ninguna responsabilidad intelectual individual podrá

ser nunca superior al deber colectivo de conquistar la concienciaque hará de este presente otro. Ninguna responsabilidad indivi-dual es capaz de ofrecer solución alguna a los grandes problemasdel mundo en que habita, pero la singularidad compartida ayudaa propiciar el develamiento de los azares oscuros de la fragmen-tación y el enmascaramiento. Por borrar la memoria y rendir ladignidad, ¿cuánto espeso lodo de derrotismo y de excrecenciamoral ha cubierto la historia de nuestra América?

VEn este cierto o supuesto nuevo tiempo, la Revista Nacional deCultura pretende ser portavoz de tales (y otras) inquietudes —acasolas mismas de ayer, bajo actuales rostros e inéditas palabras— nosólo entre los venezolanos sino también entre nuestros hermanos

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latinoamericanos y el resto de la humanidad. Que a la voz de losgrandes muertos —para decirlo con la de uno de ellos, MarianoPicón Salas, en el número primigenio de la revista, hace 61años— se agregue —en el eslabón y continuidad histórica— la delos grandes vivientes; de los que quieren imprimir el signo de su ideal,su esfuerzo, sus sueños, su voluntad realizadora, en el patrimoniomoral colectivo (…) Y se ofrece y acoge a quien supo ver y definir unarealidad venezolana; a quien sintió su tierra como llamado, manda-to, fascinación.Y así, como otrora presagiaban los Ah Kinob de Yucatán en su

alto culto alimentado por la razón, habrá de ser entendido elentendimiento de los dioses de la tierra y se verá aparecer otrolinaje: el de los nuevos hombres sabios descendientes de aquellosque una vez y otra fueron insultados por el rabioso de su tiempo,por el hijo del mal que los llamó hijos de la pereza, cuyos rostroshabían sido estrujados contra el suelo pero que nacieron cuandodespertó la tierra.

(*) cf. Miguel León-Portilla, Tiempo y realidad en el pensamientomaya, México, UNAM, 1994.

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EXPERIENCIA ÚNICAEN AMÉRICA LATINA

Simón Alberto Consalvi (2006)

APENAS HABÍA MUERTO Juan Vicente Gómez; sin embargo, los inte-lectuales venezolanos estaban preparados y dispuestos para echarlos fundamentos de un nuevo país, movidos por el ánimo no sólode ponerse a tiempo con el tiempo, sino de recuperar en lo posi-ble el que aparentemente estaba ya perdido. Uno de ellos escribióque habíamos entrado al siglo XX con 35 años de retraso. Quienasí habló fue Mariano Picón Salas, uno de los humanistas mástolerantes y más universales de su época.A su regreso del prolongado exilio chileno, (1923-1936), Picón

Salas fue nombrado por el ministro de Instrucción Pública,Caracciolo Parra Pérez, como Superintendente Nacional deEducación. Fue entonces cuando propuso (y logró) la contrataciónde pedagogos chilenos para que vinieran a Venezuela, lo cualdesató una tempestad desde las páginas del diario La Religión queacusaba a Picón Salas de conspirar contra Dios. De todos modos,y con la asesoría de los chilenos, fue creado el Instituto Pedagógicoque contribuyó a modernizar la educación en Venezuela.Al poco tiempo, el escritor renunció y fue enviado a

Checoslovaquia como Encargado de Negocios. Hasta allá llegaronlas iras de sus adversarios, y meses después fue destituido. No

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S.A. Consalvi: “...Que la revista permanezca y persista en su visión es unbuen signo.”

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tuvo otra alternativa que regresar a Chile, a un segundo e invero-símil exilio. Volvió a la Universidad de Santiago, donde era propie-tario de la cátedra de Historia del Arte y de Literatura Comparada,como entonces se decía del titular. Para fortuna suya y deVenezuela, las puertas se le abren otra vez en 1938, y así puedeensayar su segunda vuelta a la patria. Entonces fue designadodirector de Cultura y Bellas Artes del Ministerio de Educación.Fundó la Revista Nacional de Cultura, como uno de sus proyectosmás amados. Escribió unas notas sobre la Caracas de 1920, cuan-do él había llegado desde su lejana tierra de Mérida, páginas enlas cuales evocó figuras de aquel tiempo como Fernando PazCastillo, Enrique Planchart, José Antonio Ramos Sucre y el pintorFerdinandov, y escribió un ensayo sobre Armando Reverón quesetenta años después se considera entre los mejores textos sobreel pintor.Picón Salas consideraba que las revistas culturales daban fiso-

nomía a los países y eran indispensables para la difusión de suslogros en el mundo de la creación. Venía de Chile, donde se mira-ba en el espejo de la revista Atenea, donde había logrado espaciosprivilegiados para sus propios escritos. Pensaba, naturalmente, enlo que antes, y a pesar de las circunstancias políticas habían signi-ficado en nuestro país experiencias como las de El Cojo Ilustrado,o la revista Cultura Venezolana.Estos son los antecedentes de la Revista Nacional de Cultura, y

la historia de su fundador. El hecho de que la revista se hayamantenido en el tiempo, y se haya constituido en registro de losanales intelectuales de Venezuela en la segunda mitad del sigloxx, y se proyecte hacia el futuro, como todos deseamos, es buentestimonio de la visión de Picón Salas. Cuando en los 60, antesde que la muerte lo sorprendiera un 1º de enero, en vísperas detomar posesión de su cargo como presidente del InstitutoNacional de Cultura y Bellas Artes, entre sus planes figuraba lacreación de otra revista, Mar de Cosas, que imaginó como vehícu-lo de proyecciones masivas de divulgación.

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Haber figurado entre los directores de la Revista Nacional deCultura es un privilegio; fui director durante el tiempo que ejercíla Presidencia del Instituto de Cultura y Bellas Artes, 1967-1969.Paralelamente, y quizás pensando en Picón Salas, contribuí a lafundación de la revista Imagen. En la RNC trabajé con RafaelPineda, su jefe de redacción, quien había sido buen amigo de donMariano, y tenía enorme aprecio por su obra. Entonces, como enotras etapas, la Revista Nacional de Cultura acogió lo mejor de lasletras venezolanas o extranjeras. Una edición memorable queahora recuerdo fue aquella que recogió una de las primeras entre-vistas al autor de Cien años de soledad, hecha por el ensayistaArmando Durán en Barcelona, una edición ilustrada por PedroLeón Zapata con dibujos tan imaginativos que interpretarongenialmente los personajes de la gran novela de Gabriel GarcíaMárquez. Fue por entonces cuando Mario Vargas Llosa ganó elprimer Premio internacional de novela Rómulo Gallegos por Lacasa verde. Así está registrado en las páginas de la RNC.Aquellos fueron buenos tiempos. Los tiempos del arte cinético,

de Soto, Cruz Diez y Le Parc; del teatro de Harold Pinter, delPrimer Festival de Arte de Caracas, del boom novelístico latinoa-mericano. En las paginas de la RNC está el registro entusiasta delo que ocurría en el mundo de las letras, según escritores o críti-cos de diversas edades y visiones: Juan David García Bacca,Fernando Paz Castillo, Luis Beltrán Guerrero, Guillermo Sucre,César Dávila Andrade, Julieta Fombona, Francisco PérezPerdomo, Elisa Lerner, Rafael Pineda; de la música, en las reseñasde Eduardo Lira Espejo o Israel Peña; en artes plásticas según lavisión de Roberto Guevara o Juan Calzadilla; del cine, segúnRodolfo Izaguirre; del teatro, según Isaac Chocrón, LeonardoAzparren Jiménez o Rubén Monasterios. Fueron los tiempos deMarisol Escobar en la Bienal de Venecia, de País Portátil, y de lafundación de Monte Ávila Editores. Trabajábamos con entusias-mo y registrábamos los sucesos y las creaciones de nuestros escri-tores, músicos y pintores. Recuerdo que en 1968 celebramos los

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treinta años de la revista; escribí entonces una nota sobre el granfundador con el devoto entusiasmo que siempre sentí por su obra.Que la Revista Nacional de Cultura permanezca y persista en su

misión, es un buen signo. Testimonio de lo que ha representadoa través de los años es la Antología de textos de distintas épocaseditada en dos tomos. En sus páginas nos reencontramos con losnombres de quienes durante años contribuyeron de manera nota-ble a nuestra cultura, como el propio Picón Salas, Pedro EmilioColl, Ramón Díaz Sánchez, Arturo Uslar Pietri, Vicente Gerbasi,Juan Beroes, Guillermo Meneses, Luis Beltrán Guerrero, AntonioMárquez Salas. Cronológicamente, dice Sael Ibáñez, su director,se trata del número 332. El marco temporal dentro del cual ella semueve ininterrumpidamente desde su fundación hasta el presente.Próxima a celebrar las siete décadas, la Revista Nacional de Culturaconstituye una experiencia excepcional en América Latina.Quizás sea conveniente renovar los votos que formuló don

Mariano en su primera nota editorial de noviembre de 1938: Aquíestamos, desde las páginas de esta revista en emocionada contempla-ción y búsqueda de Venezuela.

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En el número 57, de 1946, fue publicado en primicia Alturas deMachuPicchu de Pablo Neruda.

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INDEPENDENCIADE CRITERIO

José Antonio Escalona Escalona (2006)

MI RELACIÓN LABORAL con la RNC duró desde 1944 hasta 1958,salvo el lapso en que el ministro Luis Beltrán Prieto Figueroa meotorgó licencia para cursar un postgrado en el Brasil. Comencécomo auxiliar del corrector de pruebas de la revista. Tiempo des-pués fui nombrado adjunto al secretario de redacción de lamisma, Vicente Gerbasi. Lo sucedí cuando pasó él a desempeñarun cargo diplomático. Posteriormente la denominación de secre-tario se sustituyó por la de jefe de redacción. Sabido es que, en lapráctica, es éste el editor responsable de la Revista. No obstante,continuaba figurando como director quien, a la vez, ejercía laDirección Ministerial de Cultura y Bellas Artes, la abuela del actualConac. El único cabal director fue su fundador, don MarianoPicón Salas.Cuando asumí plenamente tal responsabilidad, lo primero que

logré fue que se dotara de adecuada imprenta propia a la RNC. Enaquel entonces se venía editando en una pequeña imprenta en laEscuela Técnica Industrial. Otro de mis objetivos primordialesconsistió en mantener la puntualidad de la aparición, cada bimes-tre. Por ejemplo: el número de ella primero del año, comenzabaa circular el último día de febrero. Con ese propósito, organicé

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una oficina en local aparte, para preparar todo lo concerniente asu inmediata distribución.La RNC disfrutaba oficialmente de total franquicia. Por ello,

se enviaban gratuitamente sus ejemplares a los suscritores deCaracas, de los Estados y del exterior. Los despachaban sin demo-ra los empleados de la Oficina Central de Correos, situada enCaño Amarillo.Consagrados intelectuales de diversos países enriquecieron

las páginas de la RNC con sus colaboraciones, a quienes se lespagaba, a veces anticipadamente, sus honorarios. Tal el caso dePablo Neruda, que exigió el triple de lo establecido por la exclu-sividad, como primicia, dentro de la publicación, de Alturas deMacchu Picchu, que a partir de su aparición adquirió una famaextraordinaria.La RNC acogió sin distinción a nuestros escritores y poetas

bisoños, con la condición única de haber publicado por lo menosun conocido libro. La excepción fue Ana Enriqueta Terán, a quienle publiqué sus iniciales poemas cuando todavía no había dado aluz su poemario primigenio. Posteriormente fui el primero endestacar en la RNC el valor de su sorprendente clasicismo, queoriginó la elogiosa ocurrencia de llamarla Garcilaso con faldas.Puse máxima atención en que toda obra literaria —en prosa o

en verso— de autor venezolano, fuese reseñada en la RNC. A talefecto, conté con un equipo autorizado de jóvenes escritores,coetáneos míos, cuyos nombres no cito aquí para evitar el peligrode una omisión, puesto que estoy escribiendo de memoria en unapartado lugar, sin posibilidad de hacer consultas bibliográficas.Lo que sí recuerdo es la trinidad de nombres formada por losespañoles Juan David García Bacca y Domingo Casanovas y elfrancés René L.F. Dumond, a quienes solicité comentar las obrasen otros idiomas, de ciencia y filosofía que, a juicio de ellos,tuviesen genuina trascendencia.Considero justo manifestar que inicié y sistemáticé la sección

denominada Colaboradores. Como es habitual en revistas de simi-

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lar naturaleza, la RNC publicó en cada número una síntesis bio-bibliográfica de sus colaboradores.Organicé una sección informativa de la mayor utilidad futura,

como lo es el registro puntual en cada número de la RNC de losactos semanales de las instituciones culturales y académicaspúblicas y privadas. Durante mi gerencia dicha sección la redac-tó —pero sin firmarla— la distinguida Yolanda Castillo Milianide Sambrano Urdaneta.Debe reconocerse que durante su existencia la RNC ha mante-

nido una independencia de criterio a toda prueba. Siempre harespetado —como debe ser— la posición política de sus colabo-radores, sin exclusión alguna. Esto me hace recordar un inciden-te ocurrido durante la dictadura pérezjimenista. He aquí loshechos: una mañana me llamó desde Miraflores el secretario de laPresidencia, Rafael Pinzón, quien había sido profesor mío y alcual solía tratar sin formalidades. Sin saludo previo y en tonoenfático me dijo: El Presidente quiere saber a qué se debe que en unarevista oficial (y acentuó la palabra) aparezca tamaño elogio para elmayor enemigo de nuestro gobierno. Aludía Pinzón a las obras másrecientes del ilustre escritor trujillano Mario Briceño Iragorri, a lasazón exiliado en Madrid.El inquietante elogio era nada menos que el merecido análisis

de aquella obra, suscrito por Oscar Sambrano Urdaneta. Al ins-tante y serenamente le repliqué: Usted está en un error, profesor.Esta Revista, tal cual su nombre lo indica, no es un órgano político nilo ha sido de ningún régimen y yo —como responsable editorialmen-te— defiendo y defenderé siempre su autonomía. Entonces él, entono áspero, me anunció: considérese desde este momento destitui-do, y colgó el teléfono. Acto seguido se me ocurrió telefonear a migentil amiga, la pintora Elisa Elvira Zuloaga, de quien fui colabo-rador inmediato cuando ella desempeñó la Dirección Generalde Cultura y Bellas Artes (entiendo que la primera mujer enVenezuela que ocupó un cargo ministerial de tal jerarquía). Lerelaté el enojoso incidente y coincidió en que se trataba de una

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intromisión inadmisible y de un desacato al entonces ministro deEducación, doctor José Loreto Arismendi, de quien ella era ami-guísima. Y me dijo: Voy a comunicarme con José Loreto. Al saberlo,él no va a tolerar tal irrespeto a su investidura.Al día siguiente, el ministro me mandó a llamar y, sin más

preámbulo, manifestó: El asunto quedó arreglado, y me ratificóen el cargo.

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TRES POETAS

Francisco Pérez Perdomo (2006)

FUI JEFE DE REDACCIÓN de la Revista Nacional de Cultura durantecatorce años. Allí nos encontrábamos, casi a diario, VicenteGerbasi, Elí Galindo y quien esto les dice. Vicente Gerbasi era,casi siempre, el encargado de pedir y recibir los trabajos. Comoaltísimo poeta que era, no era nada fácil que alguien se le negaraa prestar su colaboración para la Revista. Era nuestro anzuelo.Gerbasi hacía una primera lectura de los textos solicitados. Yo,como jefe de redacción, hacía una segunda lectura de los textospropuestos. Y Elí Galindo, el menor del grupo, hacía la terceralectura. Fue así sin jamás premeditarlo de antemano. Quedócomo una costumbre muy acerba. Vicente Gerbasi era el más altopoeta del grupo. En 1945, cuando escribió Mi padre, el inmigrantey en 1952 Los espacios cálidos, el ensayista Mariano Picón Salas, araíz de la publicación de ese libro, dictó una conferencia en losespacios de la Biblioteca Nacional, hoy Palacio de las Academias.La adjetivación se valoró con todo respeto. Hicimos valer lo quedice César Vallejo en una de sus máximas: Un poema es una enti-dad mucho más orgánica que un ser orgánico en la naturaleza.A un animal se le amputa un miembro y sigue viviendo. A unvegetal se le corta una rama y sigue viviendo. Pero si a un poema

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se le amputa un verso, una palabra, una letra, un signo ortográfi-co, muere. A la formación florentina de Vicente Gerbasi, agrega-remos la muy precaria nuestra. Gerbasi era el poeta mayor delgrupo. Así lo decidimos. Nos aventajaba en conocimiento, ensabiduría y, en suma, en conocimiento de la vida misma.

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PASOS POR LA REVISTANACIONAL DE CULTURA

Oscar Sambrano Urdaneta (2006)

MI PRIMER ENCUENTRO con la Revista Nacional de Cultura se produ-jo a comienzos de los años '40, cuando cursaba el 6º grado dePrimaria en la Escuela Federal Graduada del pueblo donde nací.A este plantel —como creo que ocurría en el resto del país—, lle-gaba puntualmente la publicación originalmente mensual delMinisterio de Educación Nacional, como se recibía tambiénOnza, Tigre y León, revista para niños fundada por Rafael RiveroOramas. El director de la Escuela acostumbraba poner ambaspublicaciones a la orden de los alumnos interesados en leerlas. Yoera uno de ellos. De manera que mi primer paso por la RevistaNacional de Cultura fue el de lector, condición que he conservadohasta el presente.Lejos me encontraba entonces de imaginar que con los años

llegaría a ser colaborador esporádico y hasta redactor fijo en lasección de Libros. Mi primer texto, sobre la ortografía de AndrésBello, apareció sin firma en el número 74 (mayo-junio de 1949)como informe de la Comisión Editora de las obras completas delhumanista. El primer artículo calzado con mi nombre está en elnúmero 97 (marzo-abril de 1953), y se titula Trascendencia de lasnuevas obras completas de Andrés Bello.

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A partir del número 133 Oscar Sambrano Urdaneta asume la Jefaturade Redacción.

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Por aquel tiempo ejercía por segunda vez la jefatura de redac-ción de la Revista mi gran amigo, el poeta J.A. Escalona Escalona,quien tuvo la ocurrencia de aglutinar un grupo de redactores dereseñas bibliográficas, formado por Orlando Araujo, Rafael ÁngelInsausti, José Ramón Medina, Pedro Pablo Paredes y yo, punto departida del Grupo Cinco, que por entonces constituimos. Debutéen la sección Libros correspondiente al número 96 (enero-febre-ro de 1953) con cinco notas: Las nubes de Arturo Uslar Pietri,Vida anecdótica de venezolanos de Eduardo Carreño, La Tienda deMuñecos de Julio Garmendia, Peonía de Manuel VicenteRomerogarcía y Mitos y tradiciones de Tulio Febres Cordero.Más de una vez me he referido a las peculiares circunstancias

en las que escribí aquellas primeras notas (estaba yo recién casa-do), y al puente de amistad que una de ellas me tendió con JulioGarmendia, y también con Uslar Pietri. Entre 1953 y 1956 escri-bí 67 reseñas en la que considero una de las secciones másimportantes de la Revista Nacional de Cultura, por la alta calidadde la mayoría de sus redactores, muchos de ellos especialistasreconocidos en el área que les había sido asignada, como eran elfilósofo Juan David García Bacca, el filólogo Ángel Rosenblat, elmaestro Pedro Grases, el crítico ítalo-venezolano Edoardo Crema,el poeta Vicente Gerbasi, para citar a manera de ejemplo, nom-bres indiscutibles que no agotan la lista.A la condición de lector, colaborador y redactor de notas

bibliográficas de la Revista, a partir del número 133 (marzo-abrilde 1959) añadí la categoría de jefe de redacción. En la práctica,éste ejercía las funciones del Director, que figuraba sólo concarácter nominal por presidir la Dirección de Cultura y BellasArtes del Ministerio de Educación, entidad de la que dependíaadministrativa y jerárquicamente la Revista.Como me he comportado frente a todas las responsabilidades

que me han sido asignadas, también con la Revista procedí a estu-diar y poner en práctica innovaciones importantes para su mejo-ramiento. Quiero dejar constancia, en honor a su memoria, que

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recibí apoyo total por parte de Arturo Croce, en ese tiempo direc-tor de Cultura y Bellas Artes. Su generosidad, su bonhomía, suamplitud intelectual, su espíritu progresista, me permitieronorganizar, a petición suya, el Departamento de Publicaciones delMinisterio de Educación, que en la década de los años '60 llegó aser uno de los más concurridos lugares de encuentro y tertulia deescritores, poetas y artistas plásticos.La tarea prioritaria que emprendí de inmediato fue mudar las

cinco o seis dependencias con las que debía integrar elDepartamento, entre ellas, la Revista Nacional de Cultura. Antes deque terminara el año de 1959, las trasladé de la vieja casona des-tartalada e insalubre, en donde se encontraban de Zamuro aMiseria (hasta la dirección era triste), a un edificio a estrenar,el Centro Cruz Verde, situado entre las esquinas de Cruz Verdey Velásquez.Ya en la nueva sede, y a solicitud mía, Croce aprobó la adqui-

sición de algunas máquinas tipográficas que aumentaron y mejo-raron la capacidad del taller de imprenta. Se organizaron oficinasadecuadas para la revista Tricolor y la revista Educación y para lasala de diseño, diagramación e ilustraciones. Se creó la secciónde investigaciones bibliográficas que confié a Domingo Miliani.Se organizó un eficiente servicio de distribución de publicacio-nes. Y en lo que concierne a la presentación gráfica de la RevistaNacional de Cultura, se regresó a sus portadas tradicionales, con-forme a diseño modernizado del maestro Cruz Diez. Aumenté eltiraje que llegó a 15.000 ejemplares por número, todos los cualesse repartían gratuitamente a suscritores e instituciones del país ydel exterior, entre los que la Revista gozaba de alto prestigio. Otramodificación fue la reconsideración y el aumento de los honora-rios a los colaboradores, los cuales, y gracias a un eficaz sistemaadministrativo, podían hacerlos efectivos mediante cheques, en elmismo momento en que entregaban sus trabajos. Destaco porúltimo la elaboración de un Índice analítico de los primeros 150números, que por años fue la única herramienta de que se dispuso,

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Oscar Sambrano Urdaneta con Julio Garmendia.

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hasta que hace algún tiempo, el Celarg digitalizó los 100 prime-ros números, iniciativa desafortunadamente interrumpida, a laque debiera dársele continuidad.Hacia enero o febrero de 1993 fui invitado por el Dr. José

Antonio Abreu, presidente del Consejo Nacional de la Cultura,para que le sugiriese algunas ideas relativas al destino de laRevista, cuyo director, el poeta Vicente Gerbasi, había fallecidoel 28 de diciembre de 1992. Le insinué tres soluciones, todas lascuales fueron aceptadas y puestas en práctica por el Dr. Abreu:designar director al poeta y periodista Pedro Francisco Lizardo;adscribir administrativa y jerárquicamente la Revista a laFundación La Casa de Bello; crearle a la publicación un fideico-miso, originalmente constituido por treinta millones, con lafinalidad de que tuviese garantizados los fondos necesarios paraatender sus gastos, liberándola de los altibajos del presupuestonacional. Debo añadir que cuando presidí el Consejo Nacional dela Cultura, dispuse el aumento de dicho fideicomiso a cuatrocien-tos millones, para compensar el alza inflacionaria de los costos desueldos, colaboradores, imprenta y distribución de la Revista, lacual, desde hace trece años, tiene sus propias y cómodas depen-dencias en la sede de la Fundación La Casa de Bello, recientemen-te denominada Fundación Casa Nacional de las Letras Andrés Bello.Culmino estas remembranzas señalando que el único cargo

que me faltaba para completar la serie de lector, colaborador,redactor de notas bibliográficas y jefe de redacción, era el dedirector de la Revista. Y lo fui durante siete años, con carácter adhonorem y bajo la denominación de Director General, desde elnúmero 292-293 (enero-junio de 1994), hasta el número 317(enero-febrero-marzo de 2001). Todas las posiciones que desem-peñé en la Revista Nacional de Cultura fueron obra del azar, quie-ro decir que no solicité ninguna de ellas. Pero me alegra haberlasatendido y poder afirmar que hice cuanto estuvo a mi alcance porhonrar la excelente publicación fundada por Mariano Picón Salashace 68 años, desde el principio, una de las mayores voces impre-sas de la cultura venezolana, gracias a la riqueza del material y

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a la memoria que guardan sus hasta hoy 332 números, todos loscuales hacen de ella la publicación periódica cultural de existen-cia más útil y dilatada de nuestro país, y también, muy probable-mente, de casi toda la América Hispana.

Tierra Firme, mayo, 2006.

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En 2003, Carlos Noguera inició su dirección con el número 325, diagra-mado por Marisela Balbi.

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COMPROMISOAFECTIVO

Carlos Noguera (2006)

LA REVISTA NACIONAL DE CULTURA, al igual que la Biblioteca PopularVenezolana, está vinculada a mis recuerdos de infancia, comoherramienta inicial de la lectura. Había en mi casa en Tinaquillo,el pueblo donde nací y estudié la Primaria, una biblioteca, al ladodel famoso cuarto de los santos, donde estaba toda la RevistaNacional de Cultura y bastantes números de la Biblioteca PopularVenezolana que llegaban a la biblioteca de la escuela, o bien sepodían adquirir a buenos precios.Después colaboré mucho con la Revista a lo largo de toda su

historia, desde 1963, quizás 64, a raíz del Premio Universitariode Poesía, que recibí en esos años por el libro Laberinto elemental,otorgado por un jurado que presidía Guillermo Sucre. El día dela ceremonia, él se me acercó para saludarme, y opinó que eselibro debía ser divulgado. Yo te voy a dar la tarjeta de un amigo mío,me dijo, y resulta que era Luis García Morales, que estaba traba-jando en la Revista. Así que Guillermo me sirvió como puentepara que se publicaran allí fragmentos de mi libro.Fue mi primera colaboración. Se trataba del texto Labertinto

12, que después formó parte del libro Laberinto, publicado por

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Ediciones En Haa. Una anécdota que vale la pena mencionar, endoble sentido, porque en esa década, si bien era yo un escritor enciernes —tendría apenas 18 ó 19 años y estudiaba tercer año dePsicología— se me había vinculado con la oposición, y a pesar deeso, una institución pública como la Revista Nacional de Culturame llamó para publicar mis textos. Un ejemplo de la apertura quesiempre ha caracterizado a la publicación.Hay además muchos otros recuerdos para mí vinculados con

ella, como el afecto de mucha gente que trabajó allí y que eranamigos de uno, como William Osuna, por cierto, o María BeatrizMedina, que estuvo años en esa publicación. También estabaPedro Francisco Lizardo, que era amigo mío. Nosotros coincidía-mos algunas veces en Sabana Grande, y él me pedía siempre frag-mentos de lo que estuviera escribiendo. Por eso colaboré muchoen esa época, con textos como Juegos bajo la luna o La flor escrita.Así que de alguna manera la gente siempre estaba enterada de enqué estaba trabajando, gracias a Pedro Francisco. De manera,pues, que estuve como colaborador prácticamente toda mi vida,desde 1963.Por eso, cuando me llamó el poeta Pereira para plantearme la

posibilidad de que lo sucediera en la dirección de la Revista, miprimera sensación no fue la conciencia de la responsabilidad quehabía que asumir, sino el recuerdo afectivo que me unía a ella.Conmovido por esa circunstancia, me aproximé a la RNC

como director con el mismo cariño con que lo había hecho siem-pre, porque ella estuvo siempre presente, desde los inicios de mivida como lector.Afronté entonces la responsabilidad, primero con ese recuerdo;

luego con el enorme peso que significaba una publicación quehabía sido primero concebida, y luego dirigida, por don MarianoPicón Salas, extraordinario ensayista de estatura no sólo venezo-lana, sino mundial.Después, todos los nombres vinculados a su trayectoria, hasta

el momento en que entré a dirigirla, desde Gustavo Pereira hacia

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atrás. Todos esos poetas y escritores venezolanos que uno habíaconocido a través de su lectura en esas páginas, como VicenteGerbasi, entre tantos otros.Era, pues, un compromiso de envergadura por todas estas

razones: por la historia de la Revista y la personalidad de quien lahabía fundado, y, al mismo tiempo, un compromiso conmigomismo por mi relación personal con ella, que ha sido una rela-ción afectiva, de mucha querencia.

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María Beatriz Medina fue jefe de redacción hasta 2005.

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LA RNC Y LA VOCACIÓNPOR LA PALABRA

María Beatriz Medina (2006)

ESTA INVITACIÓN QUE convoca en torno a la Revista Nacional deCultura no podía ser más asertiva, así que en el momento en elque Maritza Jiménez me pidió esta suerte de testimonio colectivo—a pesar de estar inmersa en la centrífuga de una institución enetapa de supervivencia— no me pude negar.Parecía sencillo, estaba armado—pensé—, pero no resulta fácil

articular una relación puntual y personal con la tradición de estarevista que resume, de alguna manera, la historia de un país. Porello esta aproximación surge de la subjetividad de un paseanteque se aproxima a esta publicación con la única certeza de que lalectura no tiene un solo cauce, lo que si bien representa una difi-cultad para el abordaje, constituye —al mismo tiempo— desdeeste espacio una fuente de riqueza, pues proyecta la evolución yla reflexión del pensamiento en nuestro país. Antes de que OscarSambrano Urdaneta me llamase para ejercer la Secretaría deRedacción ya existía una conexión especial con la revista, puescon ella tuvo mi padre un nexo especial y en ella publicó por pri-mera vez algunos de sus poemas y escritos.Trabajar en el campo de la edición redimensiona las posibilida-

des que la lectura ofrece porque permite interactuar, no sólo con

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la palabra escrita sino con distintas perspectivas de ver el mundo.Y haber transitado esa ruta desde el espacio de la RNC bajo laégida de Pedro Francisco Lizardo, Gustavo Pereira y CarlosNoguera me permitió abordar varios itinerarios de lectura que meabrieron las compuertas para la comprensión del contexto globaly particular de este país y buena parte del mundo. Lizardo mepermitió participar en una línea de trabajo que delineó VicenteGerbasi; Gustavo reorientó la línea editorial conceptual y gráfica-mente, mientras Noguera continuó con impronta propia estanueva etapa que amplió a la edición de la revista en línea.La relación humana, alguna más cercana que otra, se transfor-

mó las más de las veces en orientación, incluso en la divergencia,y ha sido para mí un aprendizaje integral ya que trazar una rutade lectura del país, depurada, decantada, madurada desde estatribuna ha constituido una experiencia personal y social que mevincula con un quehacer y un pensamiento en el que uno puedereconocerse o no. Siempre, eso sí, con un hilo conductor: la voca-ción por la palabra que responde a una mirada atenta y escruta-dora. Una experiencia particular y colectiva, en fin, que me hadado la posibilidad de vincularme en la distancia con un proyec-to moldeado por don Mariano Picón Salas que pretendía ser tri-buna del pensamiento, el diálogo y la discusión en un momentoque se hacía necesario, tan necesario como lo es hoy.Desde aquí he pretendido hacer desde el debe ser, aunque he

sido sólo un simple actor tras bastidores bajo la batuta de creado-res, un lector siempre en proceso de ser que contribuía junto a unequipo a ofrecer una ventana del país a nosotros mismos y a losotros, una ventana abierta que pudiese distanciarse, definitiva-mente, de un camino de certezas.

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EL GALLO DE ORODE SAN SEBASTIÁNDE LOS REYES

William Osuna (2006)

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CONOCÍ A ELÍ GALINDO en aquel año 76 del siglo pasado. Amboscompartimos mesa y lecturas de poemas escritos desde la condi-ción de jóvenes poetas en el recién fundado Centro de EstudiosLatinoamericano Rómulo Gallegos. Elí conversaba de Poe, Las flo-res del mal, Dante. Yo de oficinas, desiertos de papeles, pesadillascon aire acondicionado, los beat; el Aullido, En el camino. Porcomplicidad que afinan la nocturnidad y el verbo infinito, laconversación se alargaba más allá de las cervezas y las sardinasde entonces.Antes de ese encuentro con el poeta, laboraba en la Oficina de

Recursos Humanos del Consejo Nacional de la Cultura. Valedecir que yo era un humano sin recursos. Sueldo mínimo, leysevera de los horarios, ajeno por igual a detractores y a literatos.Pasaba mi temporada en el infierno, en esa especie de Siberia,donde me tenían confinado, recortando artículos de la prensacultural para un supuesto archivo de la palabra, documentos quenunca vi ni escuché.Así fatigaba las horas de la tarde. Terminaba mis labores, motea-

do el rostro de tinta, como un carapintada o como un cunaguarobajo la luz de neón y el fardo de periódicos que no terminaba jamás.Un día, el Compadre Galindo, que era el compadre de todos, sin

que mediasen razones de sacramento ni pila bautismal, me obse-quió una visita, y entre líos de periódicos y tinta, pudo distinguir

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“...le faltas a la poesía venezolana...”

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mis utensilios de trabajo: tijeras, goma, carpeta manila, el méto-do del Gulag y sus razones. Razones que nunca entendí. Pero queme llevaban directo a clausurar el oficio de poeta.Me dijo: Quítate ese delantal y esos guantes de enfermero. Mañana

te apareces en el patiecito de los correctores con las tildes bien puestas.Atravesé el desierto de papeles, desenredé los cables telefóni-

cos, recuerdos. Distinguí el perfume de la secretaria, el bostezodel subordinado, la verja de hierro. Ese día del cual ya no tengoel recuerdo, llegaba a la Revista Nacional de Cultura por complici-dad fraternal con Elí Galindo.Acompañado de su extrema paciencia, excesivamente genero-

so, ponderado de virtudes que él y sólo él percibía en mí, esto lepermitió reñirme de lunes a viernes hasta ver el hueso de la ter-nura. Me consta, fui su víctima. No me permitía cantar las cancio-nes de Tito Rodríguez. Disgustado, camorrero, colérico, me cen-suraba aquello de Cara de payaso/Boca de payaso/Pinta de payaso.El Compadre ripostaba: Vicente no está para oír esas cosas, esos

gritos gregorianos que se escuchan en tu barrio.Y ante el magisterio de Vicente Gerbasi, el paso encontrado de

Francisco Pérez Perdomo y nuestro querido y recordado fotógra-fo Sebastián Garrido, más la figura de coraje y leyenda, de Leónplatinado, viejo ñángara cuatriboleado José Vicente Abreu, sopor-taba su reprimenda: la uva que arrecia el carácter de aquellos quede la noche vienen y hacia la noche van.Querido Elí: le faltas a la poesía venezolana, gallo de oro de San

Sebastián de los Reyes. Déjame leerte un poema:

San Baudelaire

San Baudelaire, patrón mío,tú sabes que tengo en una lavativade lino, malva y almidón,empapada el alma de Molière

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Si no eres un animalsácame de esta tienday te nombro gran almirantede mi flota del Atlántico

(Texto de un loco. Citado por Vicente Huidobro)

Afuera llueve Baudelairey la lluvia entra en los vidrios de la nocheMe retiro al sitio donde vivocierro las ventanasentro de pie al sueñoDejo vagar mis rasgos sobre las yerbas cortasUn perro negro lame mis cabellosMe acerco a los ríosdonde los peces sacan las bocas del aguay beben de la lunaRozo las aguas con mi mano derechay la llevo a los ojosdesciende color a las siluetas que circundan dentro de míllenas de humedadde tierra confusa

Regreso hondo

Caigo aún más en la noche

San Baudelaire extiende sus pardas alasy me cubre el viento cargado de lluviay me veo cruzar las colinasen su compañíalos dos cubiertos por capas negrasél hablando del infiernoy yo silenciosotropezando con las rocas.

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COMPAÑERAS DE VIAJE

Douglas Palma (2006)

A distinguir me paro las voces de los ecos…Antonio Machado

CUANDO EL JUICIO está por encima del hombre y no por debajo,como debe ser, éste comienza a carecer de aquél: así va la fraseque pronuncia Juan Solito cuando habla por segunda vez conMarcos Vargas. Este Juan Solito es uno de los caracteres galleguia-nos de más misteriosos presentimientos, suerte de gran maestroiniciático. Algo similar me parece descubrir en las palabras delviejo rey que exclama man must endure / his going hence e'en as hiscoming hither. /Ripeness is all (el hombre debe soportar/ su ir yvenir./ La madurez lo es todo): posee finalmente un ojo que logracalar entre los meandros de la vida y de la historia y sacar la ense-ñanza que tarde le llega. Algo similar suele suceder en la vida delos pueblos: al cabo del ir y venir, de las incontables vicisitudeshistóricas, sucede la madurez, el tiempo en que las formas surgeny las instituciones comienzan a nutrirse de la única savia que lashace crecer: la democracia, la participación democrática de lospueblos en el diseño de su destino. Sólo que las ideas debenacompañar al hombre, no supiritarlo, como bien lo diría Juan

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La RNC y sus contemporáneas (Foto: revista El Farol 1953).

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1 En El pintor de la vida moderna, Baudelaire escribe: El dandismo es el último destello de heroísmo en las decaden-cias [...]. El dandismo es un sol poniente; como el astro que declina, es soberbio, sin calor y lleno de melancolía. Pero,

¡ay! la marea entrante de la democracia, que todo lo invade y que todo lo nivela, ahoga día a día a estos últimos repre-

sentantes del orgullo humano y derrama oleadas de olvido sobre las huellas de estos prodigiosos mirmidones (El pintorde la vida moderna. Murcia: Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos, 1995, p. 116).

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Solito. Me ha parecido congenial evocar estas figuras estando enel trance de parafrasear algunas ideas sobre la Revista Nacional deCultura y las otras revistas que han acompañado su existencia.Cierto, la madurez de los pueblos se manifiesta en un tiempo

muy diferente al de las almas individuales. Cuando en 1939 apa-rece el primer número de la Revista Nacional de Cultura la socie-dad venezolana apenas ha salido de una larga, cruel y fastidiosadictadura y se halla en el camino de una transición hábilmentedosificada 1. Es por ello que Mariano Picón Salas en el editorial ini-cial habla de un ansia de recuperar una potente tradición histórica,de abonar y preparar el suelo nativo para una nueva empresa deCultura y Justicia. En ese mismo editorial el escritor admitía lanecesidad de redescubrir a Venezuela, de una amorosa inmersiónen lo venezolano: serán éstas las líneas definidoras de los primerosnúmeros de la RNC. Picón Salas, acabada expresión de la éliteintelectual venezolana, concebía lo nacional-popular como pro-blematicidad que debe asearse en el contacto con lo europeo, conlo que realmente posee espíritu (mundo de la Conciliación, dearquetipos y formas: ¿Hubiera sido tan claro y elocuente, tan fogosa-mente preciso Simón Bolívar si no aprende su misión de libertador enlas grandes utopías y sistemas…?) y tenía quizás en mente unpropósito sanitarista, similar al que se produjo en el campomédico durante todos esos años. Probablemente estoy siendoinjusto con las ideas del escritor merideño, quien en el mismoeditorial afirmaba que algunos hombres se han puesto ahora a mirara su pueblo. Quieren conversar con él y extraerle en lenguaje claro elmensaje y la inquietud presente; verlo y encontrarlo con amor en elalto regocijo y la diafanidad de quien ha comprendido.En Venezuela la publicación de revistas literarias es una tradi-

ción que viene desde los tiempos de Juan Vicente González y en

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el siglo XX han sido varias las que han acompañado la vida de laRNC: Ya en 1939 aparece la revista Viernes, dedicada sobre todoa la difusión de la obra de los nuevos poetas del momento, a latraducción de autores europeos poco conocidos. En 1943 apare-cen las revistas Suma y Bitácora. El formato de Suma no era el deuna revista, sino más bien el de los actuales encartados. Su con-sejo de redacción estaba integrado por Rafael Clemente Arráiz,Juan Beroes, Pedro Beroes, Gustavo Díaz Solís, Alejandro Lasser,Juan Liscano, Guillermo Meneses, Francisco José Monroy,Aquiles Nazoa y José Salazar Meneses. Asume una función especí-ficamente antológica, de extensión cultural, en oposición a las peñaso grupos (esotéricos sanedrines de iniciados); en el número 4 (enerode 1944) Juan Liscano en el texto Un poemario y un manifiesto poé-tico habla de un materialismo poético venezolano que no encajaperfectamente en el materialismo dialéctico de los socialistas… perode todos modos coincide en muchos puntos —y por el camino de laintuición— con las concepciones dialécticas de los marxistas militan-tes. La tendencia materialista, apunta Liscano, se afirma conWhitman y en Venezuela es cultivada por Antonio Arráiz, OteroSilva, Carlos Augusto León.Bitácora nace el mes de marzo y la dirigen Mario Briceño

Iragorry y Vicente Gerbasi. Su primer número trae, entre otrosmateriales, un poema de Tristan Corbière (poeta que según AndréBreton en la Antología del humor negro instala el automatismo ver-bal en la poesía francesa) traducido por Enrique Planchart, untexto de Rafael Oliveira titulado Pasión del conde Lautreamont y unartículo de Domingo Casanovas sobre la Revista de Occidente (UnaRevista no consiste en una mera colección de fascículos y de artículosdiversos. Una Revista es una casa, una tertulia, una dirección edito-rial…). En este primer número la revista es definida como unatribuna abierta a las voces de nuestros intelectuales preocupados porla gravedad de esta hora de angustia del mundo occidental… En esaforma entendemos servir al momento nacional y al momento deAmérica. En el número 8 (octubre-noviembre-diciembre 1943)significativamente se inserta un ensayo del poeta inglés Stephen

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Tabla Redonda (1959).

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Spender (una de las voces poéticas más escuchadas en elmundo anglosajón, entonces y ahora, junto con W. H. Auden,Christopher Isherwood y Louis MacNiece) titulado La guerra y laexperiencia poética, traducido por Ramón Hernández Ron.Entre mayo y junio de 1958, derrocada otra de las dictaduras

de estas repúblicas intervenidas hasta en sus distracciones (así des-cribió Fernando Ortiz a la Cuba de 1908), aparece Sardio con unComité de Dirección compuesto por Guillermo Sucre, RómuloAranguibel, Luis García Morales, Rodolfo Izaguirre, AdrianoGonzález León. Ese primer número suscribe un Testimonio: Nadieque no sea militante permanente de la libertad puede sentir la porten-tosa aventura creadora del espíritu… Vivimos en medio de prejuiciosy cofradías. Nos falta meditación, trascendencia. Nuestra escala devalores está regida por la timidez y la complacencia. Pero la culturaes algo más que el juego deleitoso de gentes que se rinden pleitesía.En el mismo número se comentan los sucesos del 13 de mayode ese año cuando Richard Nixon intentó hacer una ofrenda alLibertador en el Panteón Nacional: la protesta es definida comouna reacción incontrolada, instigada por ciertas fuerzas oscuras ene-migas de nuestra naciente Democracia. En los números 3-4 se comen-ta el descontento caraqueño con el triunfo de Rómulo Betancourtcitando una frase de Juan Liscano (poeta, hombre de izquierda, exi-lado durante la dictadura militar estirpada (sic) en enero del 58): Sí,Venezuela, cuídate de tus demócratas pitadores de Caracas.Ha de ser Cuba, la Cuba revolucionaria asediada por los yan-

quis y los pitiyanquis, el motivo de la escisión de Sardio. En notatitulada Cuba, un caso de locura los integrantes más radicales de larevista dan fe de los cambios sustanciales ocurridos en la isla(reforma agraria total, un ascenso al poder de las clases desposeídas yun corte definitivo de la dependencia imperialista): En Cuba por pri-mera vez hasta un lenguaje político directo ha surgido, en abierta disi-dencia con la retórica banal de aulas, congresos y mítines… Cuba esinexplicable para quienes han permanecido apegados a fáciles esque-mas de la revolución, a principios considerados como intangibles,haciendo traición a la dialéctica. Muchos de los integrantes de

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2 Recientemente se publicó Cruz del Sur: una librería, una revista, una causa (Caracas: MonteAvila Latinoamericana. 2002).

Sardio participarán en la vida de otra revista, Rayado sobre elTecho, órgano del grupo El Techo de la Ballena y en la redacciónde una revista que pudiera decirse acompasaba la acción política,En Letra Roja, la cual si mal no recuerdo coincidía en su apariciónquincenal con Clarín de los Viernes, páginas centrales del diarioClarín dedicadas a los asuntos culturales. Incluso, en los tiemposmás duros de la lucha armada de los años sesenta las FuerzasArmadas de Liberación Nacional publicaban, clandestinamente,una revista de combate cultural donde se juntaba el teatro deGarcía Lorca con las instrucciones para fabricar bombas.Dos revistas aparecen casi contemporáneamente en el segundo

lustro de los años 40: Cultura Universitaria y Cruz del Sur. La pri-mera estuvo dirigida por Israel Peña y en su Señal se afirma:Creemos cumplir con un deber de hombres cultos, o más bien de volun-tarios de la cultura, al ofrecer al estudiantado venezolano las páginasde esta revista, como campo de acción y de reflexión para su espíritu.Eso sí, que para penetrar en ellas deje afuera los odios. Sólo la pasióndel bien y la belleza le será aquí admitida. Varios de los primerosnúmeros rindieron homenajes: a Pedro Emilio Coll, Cervantes,Andrés Bello… Cruz del Sur manifestó desde sus números inicia-les un marcado ímpetu antiimperialista y de investigación sobrela realidad venezolana, amén de sus cuadernos de arquitectura.Los números 12 y 13 contienen los materiales de una mesaredonda sobre la poesía venezolana actual entre cuyos participan-tes contamos a Mariano Picón Salas, Miguel Otero Silva, RafaelPineda, Mario Torrealba Lossi, Vicente Gerbasi, Juan ManuelGonzález, Héctor Mujica, Luis Luksic, José Hernán Briceño yRamón Díaz Sánchez, moderador. En el número 13 se publicó unbuen estudio de Rafael José Cortés sobre Guzmán, elipse de unaambición de poder de Ramón Díaz Sánchez que merece ser releído2.

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3 Zona Franca era dirigida por Juan Liscano y la Redacción estaba formada por GuillermoSucre y Luis García Morales. Su novedosa diagramación tenía el antecedente, incluso con-ceptual, de la revista CAL, dirigida por Guillermo Meneses y diagramada por Nedo M. F. Lapoeta Maritza Jiménez tiene inédito el trabajo La revista CAL y la literatura venezolana del60, presentado como tesis de maestría en Literatura Latinoamericana Contemporánea en laUniversidad Simón Bolívar.

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Cuando en 1960 aparece el primer número de CríticaContemporánea apenas ha comenzado la lucha armada de aque-llos años en nuestro país. Su comité de redacción estuvo com-puesto originalmente (luego vinieron las distancias) por OrlandoAlbornoz, Germán Carrera, Gustavo Carrera, Rafael di Prisco,Pedro Duno, Marisa Kohn de Becker, Juan Nuño, AntonioPasquali, Federico Riu. Esta revista intentó establecer el cartabóncientífico y puro del marxismo universitario. En este primernúmero destacamos dos notas: una sobre la revista CulturaUniversitaria, firmada A. P. (Antonio Pasquali), criticando sueclecticismo, indefinición y dudosa periodicidad; la segundanota, firmada por Gustavo Luis Carrera, trata sobre la necesariareforma de los estudios de letras. Ocho años más tarde GustavoLuis Carrera se opondrá, incluso legalmente, a la Renovación queintentó una radical reforma de los estudios de la Escuela de Letras.Argumentó la izquierda intelectual de la época que la aparición

de Zona Franca en 19643abrió el camino a la incibación de ciertos

intelectuales que vieron en la derrota del intento guerrillero laquiebra de todo proyecto revolucionario. El 18 de enero de 1965se crea el Instituto Nacional de Cultura (luego pasará a llamarseInstituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, INCIBA: de ahí elneologismo incibar) diseñado por Mariano Picón Salas. En el pri-mer número de Zona Franca leemos: Los propósitos de esta publica-ción son más bien afirmativos. Nos atraen más que la negación: el sen-tido creador, la propensión a construir, el esfuerzo por conciliar lasmotivaciones, los símbolos, las naturalezas del hombre. Ahora bien,el propósito incibador pudiéramos detectarlo en la aceptación deArgenis Rodríguez como colaborador, pues este escritor habíasido guerrillero y mantenía una actitud crítica frente a la dirigen-

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4 Es extraño que Sanoja Hernández no haya posado su ojo acucioso en antecedentes comoCultura Nacional y El ingenioso Hidalgo, aparecida la una en enero de 1935 y la otra enmarzo del mismo año. Cultura Nacional estuvo dirigida por el muy católico y gramático J.M. Núñez Ponte (la revista se dedicará especial y más intensamente (al) estudio y cultivo denuestro hermoso idioma, propósito que a veces contradecían las erratas). El IngeniosoHidalgo, editado por Pedro Sotillo, Arturo Uslar Pietri, Julián Padrón y Bruno Plá, en suúnico número se ocupó del mito de Edipo (A.U.P.), el milenario del poeta persa Firdusi yla pintura surrealista (B.P.).

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cia política que aupó esa desesperación histórica. ¡Cómo enseñael tiempo! Imagen, órgano del INCIBA aparece en mayo de 1967(dirigida por Esdras Parra y diagramación de Karmele Leizaola):desea dialogar, en primer lugar, con los estudiantes venezolanos,los artistas jóvenes que con tanto vigor buscan nuevos caminos, creany recrean. Imagen se benefició de la renovación tipográfica y dediseño tanto de CAL como de Zona Franca y sirvió de cauce amuchos creadores de izquierda todavía reluctantes en la colabo-ración con órganos culturales del Estado. Sin embargo, parado-jalmente colaboraban con la RNC: consúltese el número 179,coevo del primer número de Imagen.No atafagaba a la RNC la existencia de otras voces, incluso disi-

dentes (de una disidencia que luego se vería recompensada):Jesús Sanoja Hernández en el primer número de Papeles (apare-ció en julio de 1966 y era el órgano del Ateneo de Caracas; elcomité de redacción estuvo formado por Miguel G. Arroyo,Arturo Croce, Salvador Garmendia, Miguel Otero Silva, LudovicoSilva) escribe un breve texto titulado El retorno, tiempo de empezardonde afirma que las revistas y los grupos literarios de Venezuelano se han formado como espíritu masónico ante la opresión delas viejas generaciones y luego realiza un recorrido desdeCosmópolis (lo que se fue y lo que quedó), válvula (unicornio, unigé-nito, unilateral), El Cojo Ilustrado (interesante como un bostezo)

4, la

revista que fue Viernes…, Contrapunto (revisión de valores),Cantaclaro (veintiochista en la actitud humana), Sardio (viernista yantiveintiochista. Más forma que pasión y penitencia), El Techo de laBallena (con sus ganas de cuadrar forma y contenido —lo violento,

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5 En un editorial titulado ¿Por qué la ballena? aparecido en el número 3, agosto 1964, de estarevista (cuyos redactores eran: Carlos Contramaestre, Adriano González León, JuanCalzadilla, Edmundo Aray, Salvador Garmendia, Francisco Pérez Perdomo, Daniel González,Rodolfo Izaguirre, Efraín Hurtado, Caupolicán Ovalles, Hugo Baptista) se asienta: Poblar,despoblar, declararse en huelga, santificar los niples, tirar las cosas a la calle…

6 Sanoja Hernández también colaboró con Tabla Redonda, una revista nacida ya en 1958. En1968 apareció otra revista universitaria, Actual, en cuya Jefatura de Redacción se encontra-ba Salvador Garmendia y se imponía como principal función establecer y mantener víncu-los efectivos de comunicación entre escritores, artistas e investigadores de nuestros países… Enel primer número merece destacarse la nota de Alfredo Chacón Sobre el IV Simposio de laFundación Interamericana para las Artes (al cual asistieron, entre otros, Gonzalo Sánchezde Lozada, ingeniero y cineasta boliviano, Lilian Hellman, Oscar Lewis, Jules Pfeiffer (cari-caturista), Robert Lowell, poeta), incluida en su obra antológica Se solicita pensamientopara esta realidad (Caracas: Oscar Todtmann Editores. 2005).

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callejero, rudo) –en una misma letra y espíritu)5. Sanoja concluía

su breve nota comprobando un reflujo de la actitud contestataria,que, sin embargo, dos o tres años más tarde habría de resurgirdurante la Renovación de la Escuela de Letras en la UniversidadCentral de Venezuela: Muy apagadas suenan hoy las trompetas. Seretorna. Las aguas parecen calmas. Solitarios (los de la rebelión indi-vidual) y grupales (los de la rebelión colectiva) dan la impresión deque ya libraron su guerra. Si la llama está anunciando cenizas, ven-drán otros con el ardor de siempre, con la ilusión de siempre. Tal vezsea esto lo eterno.

6

Aun cuando nos hemos limitado a Caracas, dos revistas, lejanasen el tiempo (1964 y 1971) y en el espacio (de Puerto La Cruzuna, de Barquisimeto la otra), Trópico Uno y JOB, no sólo acentua-ban el carácter comprometido (incluso más allá del sentido sar-treano) con las luchas políticas de la izquierda revolucionaria(JOB en su número 4 publica un Llamamiento para la constitucióndel Frente Socialista Revolucionario) sino en el más acentuado de laaventura vanguardista, tanto en el lenguaje como en la intención(Trópico Uno entiende que la poesía no se fabrica de acuerdo a fór-mulas deliciosas, rigurosamente aprendidas en las Escuelas de Letra).La revista oriental estaba a cargo de José Lira Sosa, GustavoPereira, Carlos Hernández Guerra y en números posterioresJesús Enrique Barrios, Luis José Bonilla, José Barroeta, Eduardo

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Zona Franca (1970) e Imagen (1975), marcaron la década.

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7 En 1969 aparece Letras Nuevas, órgano de la Asociación de Escritores Venezolanos, dirigi-da por José Ramón Medina (el secretario de redacción era Julio E. Miranda y el diagrama-dor Pascual Estrada Aznar). En el número 5 (agosto-septiembre 1970) César Valle escribesobre la Poesía venezolana comprometida a propósito de los libros Gran tiempo de AlonsoPalma, Precaria calma de Elena Hochman y Carteles de San Fusil y Píndaro de Angel Pasos.

8 Sinfonía del náufrago, novela de Alberto Amengual, publicada luego de la aventura grupal,narra momentos de la historia íntima de El Falso Cuaderno. El Manifiesto del texto de SaelIbáñez es elManifiesto de los Estudiantes de Letras, leído en los prodromos de la Renovación.

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Lezama. El número 4 de TU estuvo dedicado a la nueva poesíavenezolana (Efraín Subero publica un poema titulado Cantopersonal a un Bolívar de carne y hueso: Has tenido predicadores quete desconocen, / historiadores que han pretendido reptar sobre tunombre, / gente que te ha querido convertir en Dios, / sin darse cuen-ta que lo que hiciste fue grande / porque era la obra de un hombrede pies pequeños / que medía 1.47 de estatura) y una muestra de loslibros seleccionados en el Primer Encuentro Nacional de JóvenesPoetas (Gustavo Pereira, Argenis Daza Guevara, José Barroeta).El número 3 de JOB no sólo incluye poemas de Antonio Urdaneta,Gerardo Escalona, Alvaro Montero y Luis Sutherland, amén delas ilustraciones de Altagracio Agüero, sino incluso las palabrasde Francisco Prada ante el Tribunal Militar con sede en SanCristóbal.

7

Culminamos este recorrido en mayo de 1976 cuando es publi-cado el primer número de Falso Cuaderno (nombre que de inme-diato nos remite a Guillermo Meneses) en cuya coordinaciónfungen Jorge Nunes, Angela Zago, Carlos Noguera, José MorenoColmenares, Lubio Cardozo, Sael Ibáñez, José Vicente Abreu,Napoleón Bravo, José Balza, Alberto Amengual (redacción),Manuel Espinoza (ilustraciones). En el primer número se publi-can unos poemas de María Fernanda Palacios en perfecta concor-dancia con la sección en que se ilustra el pensamiento de CarlosCanache Mata. En el número 7 Sael Ibáñez realiza un Viaje alre-dedor del Manifiesto y hoy, contemplando las ruinas de la Escuelade Letras, podemos dudar de si en verdad habremos ganado elderecho a ocupar el Palacio de la Felicidad.

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9 Menefreghismo, qualunquismo y el francés je m'en fous son los equivalentes del español meimporta un pito, pero referido a cuanto sucede en lo social y en lo político. Expresiones típicasde quienes no eran capaces de advertir el peligro fascista en la Europa de los años treinta.

10 Guillermo Sheridan, Contemporáneos, revista mexicana de cultura, en: Lectura crítica de laliteratura latinoamericana, Caracas: Biblioteca Ayacucho. No. 195. pp. 183-204.

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Entre las postrimerías de los setenta y los ochenta se publicandos revistas: La Gaveta Ilustrada y República del Este. La primerafue inicialmente órgano de un taller literario de la UniversidadSimón Bolívar, pero en definitiva vocero de la nadería, del mene-freghismo pequeño burgés

9y la imbecilidad de niños bien que tie-

nen dinero, pluma y papel. República del Este es la expresión deuna mala conciencia: muchos de sus integrantes estuvieron com-prometidos con las luchas de las izquierdas. La revista era el órga-no de una república que se reunía en los bares Camilo's, LaBajada y El Vecchio Mulino (los tres sitios eran considerados elTriángulo de las Bermudas) y en 1980 realizaron unas eleccionesen las que salió electo Presidente de la República del Este elempresario de pompas fúnebres Elías Vallés. La revista publicabaartículos relacionados con la ecología, la literatura, la política,entrevistas, poesía (en su número 5 aparece un poema de VíctorValera Mora titulado Conversaciones con el Triángulo de lasBermudas). Debo hacer notar que entre la República del Este y elChino Valera Mora corría una cierta antipatía matizada por laamistad con Caupolicán Ovalles, Orlando Araujo, HéctorMaierston… Por ello resulta contraproducente un reciente home-naje al Chino Valera Mora en la República del Este.El escritor mexicano Guillermo Sheridan en un ensayo sobre la

revista mexicana Contemporáneos10delinea algunas características

de las revistas literarias: diversas intimidades que… optan por unarepercusión pública, aglutina, organiza, dispersa, se mueve hacia elpasado con miras a su presente, estimulan, compiten, edifican el gustode su época. Pudiéramos afirmar que la RNC al contrario de lasrevistas literarias no sólo cumple la función de llenado que les atri-buía Alfonso Reyes (nebulosas cargadas y finas, que llenan los inters-ticios entre los libros) sino que incluso ha servido como pararrayos

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Falso Cuaderno se publica en 1976.

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de los movimientos que subrepticiamente se mueven en el limode lo social, construyendo los pisos del edificio con que solemosidentificar al país, pues, aun en los momentos de mayor enconopolítico, en sus páginas han publicado poetas, narradores, ensa-yistas, que en ese mismo momento santificaban los niples o sabo-reaban las riquezas del extravío.Sesenta y ocho años: el tiempo suficiente para poder ver desde

lejos lo que ahora es cercanía: el nacimiento de una revista queretrata en sus páginas la cultura del país, esa cultura que con unapizca de egoísmo han querido algunos cercenar de su jugo recón-dito y arrinconar en espacios enjutos. He querido leer el tiempode esta revista y unir las diferentes experiencias intelectuales a lasque sus páginas dieron cauce con ese cemento indestructible queno es producto del azar de un día (doblemente parafraseo aBreton): por ello es posible afirmar que la RNC ha sido contem-poránea de todos los creadores y escritores desde su nacimiento,pero jamás será coetánea de ninguna otra revista: pertenece así atodas las generaciones que desde 1939 han sido.

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Gabriel Jiménez Emán, testigo de una década.

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REVISTA NACIONALDE CULTURA:

CRÓNICA PERSONALCOMO SI ALGUIEN ME LO ESTUVIERA PREGUNTANDO

Gabriel Jiménez Emán (2006)

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PARA MÍ ES UNA COSA muy grata ponerme a recordar los días en queme acerqué a la Revista Nacional de Cultura, por allá en el año1972. La oficina de la revista quedaba en la urbanización LasMercedes en Caracas, en un pequeño edificio que estaba ubicadoen la calle París en cruce con Caroní, llamado edificio Macanao.Ahí visité por primera vez a Vicente Gerbasi, a Baica Dávalos y aFrancisco Pérez Perdomo. También estaba un escritor de Corollamado Juvenal López Ruiz que era muy culto y versado en lite-ratura esotérica, que era jefe de redacción de la revista y escribíamuchas notas y reseñas sobre libros, y venía de trabajar conGloria Stolk desde 1970. Vicente Gerbasi la dirigía, él era unhombre muy cordial y bien plantado que me recibió en su ofici-na y me preguntó si yo escribía. Él era el gran poeta venezolanode entonces, la figura más reconocida viviente nuestra, y la ver-dad yo estaba un poco asustado. Pero le dije que sí y entonces élme dijo que escribiera algo para la revista y eso me estimulómucho, que un poeta de su talla me diera la confianza de poderiniciarme en una revista tan importante como esta, fundada pornuestro primer ensayista Mariano Picón Salas.

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La revista acababa de estrenar un nuevo diseño debido a AlirioPalacios y tenía muchos colores y viñetas hermosas. Recuerdoque mi primer trabajo fue una nota sobre el libro de Víctor ValeraMora Amanecí de bala que hacía poco se había publicado enMérida en la Editorial La Draga y el Dragón, que dirigía CarlosContramaestre. La nota apareció en la sección de reseñas de librosy yo me entusiasmé mucho cuando vi mi nombre impreso allí porprimera vez. Creo que eso fue por el año 1973.Después poco a poco fui llevando traducciones del inglés, poe-

mas o cuentos que Vicente y Francisco fueron publicando paula-tinamente. La presencia de Pancho Pérez Perdomo —que era eljefe de redacción ya desde el año 1978— fue muy positiva enaquel entonces; él, además de ser un gran poeta, es un lector muyatento de literatura contemporánea, de autores como Kafka,Joyce, Borges, Beckett, y de los franceses también, de los surrea-listas y los vanguardistas. Francisco era muy afable conmigo, íba-mos a tomar café o cerveza por ahí cerca, y conversábamosmucho, él nos enseñó muchas cosas a todos nosotros.Recuerdo también a Elí Galindo, que desde el año 1979 se

incorporó a la revista como asistente de redacción. Elí trabajabacon mucho esmero y entusiasmo y siempre nos veíamos. Por esamisma época me dieron un trabajo a mí como jefe de redacciónde la revista Imagen que dirigía el poeta carabobeño PedroFrancisco Lizardo, cuya oficina estaba al lado de la Revista Nacionalde Cultura. Eso fue muy bueno porque entonces yo tenía más pro-ximidad con ellos y nos hicimos amigos. Me hice amigo de ElíGalindo y salíamos a conversar mucho, tomábamos cerveza ycomíamos pollo en una pollera que había cerca; también habíapor ahí muchas pizzerías buenas, restorancitos italianos muy aco-gedores. Elí, Francisco y Baica colaboraron mucho con nosotrostambién en la revista Imagen, que también dependía del Inciba.Después cayó por ahí en aquel edificio Macanao Caupolicán

Ovalles con su Gran Papelería del Mundo, y se trajo con él al ChinoValera Mora para que lo ayudara. A mí me dio mucha alegría veral Chino allí, porque yo lo había conocido en Mérida cuando tra-

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bajaba allá con Salvador Garmendia en la Dirección de Cultura dela ULA, y después los dos se vinieron para Caracas, no sé porqué.Ah, sí, ahora me acuerdo, fue porque se unieron a mujeres quevivían aquí en Caracas: el Chino a Aminta y Salvador a la NegraMaggi, eso fue, y el Chino vivía por aquí cerca de las Mercedes enun sector que se llama El Naranjal. Entonces esos dos grandesescritores que yo tanto admiraba se vinieron para acá y yo estabamuy contento por eso, porque los tenía cerca. El Chino Valera eraun tipo fuera de serie: un poeta desprendido de todo afán mate-rial, un trovador, un hombre de una conciencia social tremenda,el mejor poeta social que ha tenido este país en el siglo XX, queha hecho del panfleto político un discurso estético sin preceden-tes, con una poesía rebelde, revolucionaria en todo sentido, yademás de eso autor de poemas amorosos brillantes, extraordina-rios; realizó una obra trascendente que ha tenido miles de lecto-res aquí y fuera de aquí, un reconocimiento impresionante ymerecido. Ahora han creado un premio con su nombre y eso meparece un acto de justicia. Yo le hacía reseñas y contraportadas asus libros y luego realicé dos antologías de su obra que han teni-do una resonancia sorprendente. Qué gratificante es asistir a estereconocimiento y recordar así al Chino.En el mismo piso pero hacia la otra ala del edificio Macanao

estaba Ángel Ramos Giugni, que trabajaba en la coordinación deartes plásticas o algo así. Él era muy amigo de Baica Dávalos ysiempre salíamos a compartir por ahí en Bello Monte, SabanaGrande, Chuao o Las Mercedes. Aquello era una cosa maravillo-sa, aquella cantidad de poetas, narradores, artistas, todos metidosen aquel pequeño edificio de la Biblioteca Nacional donde traba-jaban otras dependencias del Inciba, del Instituto Nacional deCultura y Bellas Artes, cuando eso aún no se había creado elConac. En ese edificio funcionaba una escuela de danza, dondehabía hermosísimas bailarinas. Recuerdo que las bailarinas, cuan-do les daba sed, bajaban a tomar agua en un dispensador deagua potable fría que había en el piso de nosotros, y cuando baja-ban ellas, Vicente Gerbasi nos llamaba para que las viéramos y

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Víctor Valera Mora, su poesía señaló otros rumbos.

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nos decía: ¡Poetas apúrense, que ya los ángeles bajaron a tomar agua!Infinitas son las anécdotas como aquella, con el Chino Valera,Caupolicán, Baica, Elí, Ángel. También por ahí mismo como auna cuadra vivía el poeta Juan Calzadilla, en el mismo edificiodonde había vivido Ramón Palomares, a ambos yo los habíaconocido en Mérida años atrás. Yo me había venido de Mérida yme los encontré aquí, ellos se habían venido también, igual queel Chino Valera y Salvador Garmendia. Ahora todos estábamoscompartiendo allí en Las Mercedes y en Chuao y en SabanaGrande, nos volvíamos a ver las caras en circunstancias comple-tamente diferentes, porque Caracas aun siendo una ciudad com-plicada nos brindaba mayores opciones para ser nosotros mis-mos, para ser libres de decidir nuestros destinos, y esa experien-cia fue muy rica y muy hermosa, encontrarnos todos allá enCaracas luchando por lo mismo, por la literatura, por el país, connuestro derecho a ser bohemios y a fundar repúblicas disparata-das que iban a contracorriente de todos aquellos gobiernos inefi-caces. Leíamos, amábamos, escribíamos, cometíamos errores,pero vivíamos en nuestra ley.Recuerdo que Salvador Garmendia trabajaba como libretista de

televisión y nos acercábamos a él; Salvador venía mucho por laRevista y colaboraba en ella, y yo me iba caminando desde LasMercedes hasta Chuao donde vivía Salvador, me iba caminandopor la avenida Río de Janeiro, porque yo estaba enamorado deMaría Elena Maggi y compartíamos apartamento. Salvador visita-ba mucho a Vicente Gerbasi en la Revista o en su casa de ElCafetal. Una vez Salvador y Baica Dávalos me llevaron a conocera Miguel Otero Silva en su casa. Yo fui a la quinta Macondo conellos y allá conocí a Miguel Otero y casi no hablé nada; me quedéescuchando lo que hablaban aquellos tres genios. Fue una tardeinolvidable para mí. Miguel Otero me felicitó porque había leídouna entrevista que me había hecho Ramón Hernández para ElNacional en esos días, y yo me quedé paralizado, que MiguelOtero, ese venezolano tan célebre e imponente, me dijera aque-llo, a un mocoso como yo.

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Con Baica Dávalos también mantuve una gran amistad. Lotomé como a un papá (tenía la misma edad de mi padre), era unhombre extraordinario y generoso, un escritor argentino de laregión de Salta que llegó a Venezuela invitado por Juan Liscano atrabajar en la revista Zona Franca, y después Liscano le buscópuesto en la Revista Nacional de Cultura. Con él compartí saberesy beberes, le gustaba el mar y siempre íbamos a la playa, tambiéna los ríos, hasta me lo traje una vez para San Felipe y aquí un díase acostó en el cauce del río Yurubí a disfrutar del agua y se reíay se reía. Sabía mucho de literatura inglesa, de Joyce, de Yeats, deLawrence, de Malcolm Lowry y sobre todo de Dylan Thomas, dequien siempre recordaba versos. Le gustaban los poetas beat y losBeatles, y cantaba aquella canción de Los Beatles conmigo, quese llamaba When I`m sixty four: When I get older, loosing myhair/many years from now… También cantábamos cancionesargentinas y rancheras y bebíamos cervezas como unos cosacos.Con el Chino Valera también cantaba yo canciones rancherasacompañándome con mi guitarra, corridos de la RevoluciónMexicana, y él se emocionaba mucho cantando y hasta se le salíanlas lágrimas. Había un dúo de Pedro Vargas y Agustín Lara en unacanción que se llamaba Aquel amor. Cuando lo cantábamos a dúohaciendo dos voces diferentes la gente siempre nos aplaudía.Qué bella fue aquella época, en verdad. Caupolicán Ovalles

siempre la pasaba con nosotros. Él era un hombre genial, a cadamomento decía algo que nos mataba de risa. Tenía un humorextraordinario, un humor clownesco, imitaba a la gente de quienhablaba, era un comediante fabuloso y un hombre muy culto.Andaba siempre contando anécdotas de escritores venezolanosy echando cuentos. Publicaba mucho en la Revista Nacional deCultura. También se acercaba por ahí el poeta Aquiles Valero y elpoeta Eleazar León, que eran muy amigos del poeta Elí Galindo.Elí siempre fue un poeta sencillo, un poeta muy noble, un poetatan jovial, todo el mundo lo quería. Yo siempre lo admiré y loquise mucho, y confiaba en su criterio. Aquiles Valero tambiéndecía cosas muy divertidas y muy inteligentes y con un gran sen-

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Caupolicán Ovalles, humor extraordinario.

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Alirio Palacios, dirigió el primer taller de diseño del CONAC.

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tido crítico, y nos hacía reír siempre. Y Eleazar León, un granpoeta y un gran amigo, un hombre de una palabra cargada defuerza y sentido, de una conversación de altura, un hombre llenode ideas. Y Ángel Ramos Giugni, como ya dije, gran escultor ypintor que también escribía cuentos, un hombre con un gustoexquisito, con una generosidad sorprendente, siempre aportabaideas para la Revista. Se la pasaba metido en la Revista Nacional ytenía un carro deportivo fabuloso, fumaba habanos y usaba per-fumes finos y se vestía como un galán de cine y las mujeres loadoraban. Siempre nos invitaba a tomar vinos y a degustar suscomidas, porque además cocinaba bien. Era un artista completo,un artista de primera talla. También visitaba mucho la Revistaporque era amigo de Elí, el poeta Luis Sutherland, de CiudadBolívar, que era licenciado en Letras en la UCV como Eleazar ycomo Elí. Luis escribía una buena poesía, era un hombre grave ysobrio, un hombre parco pero muy claro en sus juicios y muyinteligente, era un hombre de palabras muy precisas. Con él com-partimos todos en calles y casas tantas cosas comunes.Pedro Francisco Lizardo solía aparecer a veces por allá, a

hablar con Vicente. Ellos eran dos grandes poetas carabobeñosque nacieron en dos pueblitos de ese estado: Vicente en Canoaboy Pedro Francisco en Bejuma, y escribieron sus máximos poemasinspirados en esa tierra mágica llena de fantasmas preciosos. Mipadre, el inmigrante Vicente y La viva elegía Pedro Francisco. PedroFrancisco tenía un humor medio disparatado, era una gran per-sona y nos apoyó mucho a todos nosotros. Ahí en la revistaImagen trabajaban unos poetas que a veces visitaban la oficina dela Revista Nacional: José Benavides, un español que era el esposode Ida Gramcko y amigo de Miguel Otero Silva, y el gran poetachileno Mahfud Massis, un poeta de porte árabe, PremioNacional de Poesía en Chile y un hombre de una gran personali-dad humana y literaria, que tenía un programa sobre poesía enRadio Nacional de Venezuela. Era un tipazo y era dueño de unhumor grave y respetuoso. Yo era jefe suyo en la revista Imagen;ese gran poeta tenía por lo menos veinte años más que yo, y a

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mí me daba vergüenza ser jefe de él. Él me regaló sus librosTestamento sobre la piedra y El libro de los astros apagados, un parde libros formidables.Alirio Palacios era uno de los diseñadores de la Revista por

aquel entonces, desde los años 70; con él intercambiábamos ideasy charlas. Recuerdo que al lado del edificio Macanao había unaquinta, la quinta Louisiana, donde funcionaba un equipo de dise-ño gráfico coordinado por Santiago Pol, con quien compartía-mos. Santiago ya había comenzado a hacerse famoso con sus afi-ches y a ganar premios, y tenía una paloma domesticada que eraprotagonista de muchos de sus primeros afiches, y nosotros letomamos cariño a aquella ave. Con Santiago colaboraba otropoeta amigo, Orlando Contreras, que murió muy joven hace años.Él era un poeta muy querido, un poeta lleno de sueños y proyec-tos, que nos acompañó en nuestras andanzas y era muy amigo delpoeta William Osuna, un poeta caraqueño que también trabajóen la Revista Nacional como redactor desde el año 1991 y quepoco a poco fue afinándose como uno de nuestros mejores poetasurbanos, que trabaja muy bien con los elementos propios de lagran ciudad. William, que le dice a sus amigos mis panitas burdastrabajó un tiempo con Elí Galindo y Pérez Perdomo y entre todosrevisaban los materiales para la Revista, que fue incorporando através de ellos nuevas firmas, así poco a poco nuevos artistas,pensadores, historiadores de Venezuela, América Latina y elmundo, han venido colaborando en ella.Después de la muerte de Vicente Gerbasi, se nombró un

Consejo Consultivo para la revista en 1992 donde estaban algu-nos directivos del Conac y en la Coordinación General se nom-bró a Pedro Francisco Lizardo, en la redacción a William Osunay en el diseño gráfico a Cecilia Feo Figarella, que se había incor-porado a este trabajo de diseñadora desde 1986, creo. Despuésen 1994 Oscar Sambrano Urdaneta, que era presidente del Conac,también fue nombrado director general de la Revista y PedroFrancisco director a secas. Pedro Francisco, Oscar Sambrano yJosé Ramón Medina venían de trabajar juntos en Biblioteca

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William Osuna, poeta de la ciudad.

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Ayacucho. Oscar Sambrano siempre ha sido un caballero, unhumanista, un hombre elegante, un profesor extraordinario y unescritor muy fino, que nos apoyó siempre desde La Casa de Belloy desde la Biblioteca Ayacucho y desde luego desde la RevistaNacional de Cultura. Él es un intérprete clave de la literatura vene-zolana del siglo veinte, especialmente de las obras de AndrésBello y Julio Garmendia.Se ha tomado en cuenta siempre en la Revista la calidad artís-

tica de los textos, aunque dando cabida permanente a reflexionesde carácter filosófico, histórico y social. Esto es lo que la ha hechoperdurar en el tiempo sin perder su calidad, que no se ha conver-tido en portavoz ideológico de ningún gobierno, y espero que semantenga así, para que sea un espacio de reflexión libre, dandocabida a autores de distintas tendencias y voces del país; luegodel fallecimiento de Pedro Francisco, la Revista queda en manosdel poeta Gustavo Pereira desde el año 2000, y posteriormentedel escritor Carlos Noguera desde el 2002, ambos con experien-cia en el terreno editorial. Gustavo siempre ha sido un poeta sin-cero, afable, muy humano, con una sonrisa a flor de piel y ungran sentido de la amistad. Gustavo es un símbolo de la amistadpara nosotros, un poeta revolucionario y de un corazón inmenso,un escritor de verdad, preocupado siempre por la gente humilde,por la gente que sufre, y participó con nobleza en el procesoconstituyente de la nueva Venezuela que queremos forjar todos,con la cultura por delante.Yo creo del mismo modo que es una suerte que gente como

Carlos Noguera, un gran narrador y profesor titular de psicologíaen la Universidad Central, un hombre amplio, esté ahora diri-giendo nuestra primera casa editorial, Monte Ávila, él es un hom-bre muy justo y concienzudo y siempre nos da ánimos en estesentido, pues todos nosotros hemos tenido que librar batallas enel campo editorial independiente, para salir adelante con muchoesfuerzo, todo lo hemos hecho así y creo que los frutos están a lavista. Muchos de nosotros tenemos años haciendo revistas ylibros, y ahora precisamente acabamos de aceptar un nuevo reto

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con la revista de la Red Nacional de Escritores que acaba de salir,y el actual Ministro Francisco Sesto nos ha apoyado mucho en laRed, creo que está entusiasmado. A mí me gustaría que todospudiéramos continuar haciendo revistas de calidad, con un nivelartístico suficiente para ser aceptados por los lectores, y muchode esto se lo debemos al impulso inicial que nos dio la RevistaNacional de Cultura.Creo que la Revista Nacional de Cultura es el germen de todo

nuestro trabajo editorial posterior, es una verdadera escuela en laque nos hemos formado y aprendido todos, porque lo hemoshecho con alegría y entusiasmo. Hemos tenido la suerte de com-partir con todos estos escritores extraordinarios de nuestro país yde mantener una amistad en el tiempo ungida por la poesía, y poreso es una amistad que no podrá morir nunca. Todo esto nos vaa servir para seguir haciendo realidad los sueños de la palabra,para seguir alimentando la utopía del arte, esa fábrica de bellezaalternativa que llamamos poesía, que llamamos literatura, esareligión laica, ese mundo de la palabra impresa por donde respi-ra la cultura, que al fin y al cabo ha sido y es nuestro mejor regalo.

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Número 209-210-211 diseñado por Alirio Palacios con carátula deSantiago Pol.

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EL DISEÑO EN LA RNC:AGENDA RESUMIDA

Maritza Jiménez (2006)

Quizás ninguno de los profesionales de nuestro siglo ejerza tanta influencia en elpúblico como el diseñador gráfico y quizás ninguna acción pase tan inadvertida

como la suya.

(Miguel Arroyo. Gerd Leufert diseñador. 1966).

SI EN EL terreno literario la Revista Nacional de Cultura permitehacer el seguimiento de nuestras letras en los últimos 68 años, enel campo visual su recorrido resulta fascinante para el ojo intere-sado en aproximarse a la historia, aún por escribirse, del diseñográfico en Venezuela.La Revista Nacional de Cultura puede leerse, efectivamente,

como expresión de los cambios estéticos en la cultura venezola-na y mundial, afirma Santiago Pol, quien dirigiera el Taller deDiseño del Consejo Nacional de la Cultura en los años 80, déca-da en la que la Revista parece consolidar los grandes cambiosvisuales que empezaran a sentirse en los 50, pues hasta los pri-meros cuarenta es prácticamente notoria en la publicación, comoen todas las de su época, la ausencia de una voluntad que dieraforma visual a su valioso contenido.

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Ya en la Europa de principios del pasado siglo, la Bauhaushacía sentir su influencia modernizadora en todos los ámbitos deldiseño, pero en la Venezuela de 1938, cuando aparece la RevistaNacional de Cultura, las funciones del impresor y el editor todavíano están diferenciadas. Picón Salas reconoce los esfuerzos realiza-dos en esos primeros años para resolver visualmente la RNC conla colaboración de artistas plásticos y en especial el papel desem-peñado por Ramón Martín DurbánLa llegada del offset, iniciando los 40, representa un cambio

notable, y es Elite, una publicación a la que en algún momentohabrá que hacer justicia, la que lo inaugura en Venezuela. Sudirector, Juan Carlos Guruceaga, abre una puerta a la moderni-dad en esa revista que data de 1925, al solicitar la asistencia dedibujantes para montar las páginas. Y, más aún, al encargar de sucuidado a una artista plástica como Ninón Crespo.Empezando los 40, eran los Talleres Tipográficos de la Escuela

Técnica Industrial los responsables de dar solución visual al valio-so contenido de la Revista Nacional de Cultura. Una solución queinicialmente se limita, en el mejor de los casos, a la incorpora-ción, con mayor o menor audacia, de ciertos elementos tipográ-ficos, como blancos, bigotes, juegos con familias de letras, y otras.Aparte de fotografías esporádicas, a veces de dificultosa resolu-

ción, y alguna que otra viñeta sin los créditos correspondientes,las primeras señales de una conciencia visual parecen apreciarseen la publicación en 1946, cuando Ramón Martín Durbán ilustrael poema Alturas de Machu Picchu, de Pablo Neruda, publicadoen exclusiva. Posteriormente, y también de manera esporádica,imágenes criollistas de artistas como Virgilio Trómpiz y, sobre todo,Carlos Cruz-Diez, irán añadiéndose para enriquecer la publicación.La coincidencia de la Segunda Guerra Mundial influirá decisi-

vamente en lo que se ha tenido como el arranque del diseñográfico en Venezuela, en la medida en que trae al país a dos dise-ñadores como Gerd Leufert y Nedo M.F., que vienen de Europacon una concepción artística del diseño e introducen el cambiodel artesano tipógrafo por el diseñador.

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Gerd Leufert, Nedo M.F. y Carlos Cruz-Diez, impulsaron el diseñoen Venezuela.

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Por otra parte, está la industria petrolera, a cuyo influjo lleganal país dos diseñadores como el inglés Jimmy Teale y el nortea-mericano Larry June, al influjo de quienes veremos revistas comoTópicos, Shell, El Farol o Nosotros, entre otras, que dieron la opor-tunidad a escritores y artistas de publicar su producción y esta-blecieron un nivel de calidad que será sin duda determinantepara el diseño gráfico en Venezuela.El cambio visual se siente en la RNC comenzando los 50, cuan-

do la imprenta de la Dirección de Cultura y Bellas Artes delMinisterio de Educación asume su producción. Son los años enque Pérez Jiménez inaugura lo que se conocería como el nuevoideal nacional, definido como la transformación positiva delmedio físico, a la que se suman numerosos artistas y arquitectos.La Ciudad Universitaria de Caracas continúa siendo el máximoicono de esa intención modernizadora.Los 50, años de abundancia petrolera, son también la década

de la participación de nuestros artistas en el estallido mundial delarte abstracto, y entre sus más destacados representantes para elmomento está Alirio Oramas, cuyas imágenes renuevan el reper-torio visual en las páginas de la Revista, al tiempo que las ilustra-ciones aumentan en número y calidad.Un vuelco definitivo se aprecia en los 60, cuando la RNC pasa

al naciente Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes. Otrarevolución estética, epistemológica se dice, está en el aire con elnacimiento del pop art, proveniente del corazón de EstadosUnidos. En Venezuela, como en casi todo el continente, se carac-terizan esos años por un clima de profundos cambios políticos ysociales que hallan expresión en la llamada guerrilla y lo que seconsideró su equivalente literario, las vanguardias, cada una consu correspondiente publicación.En medio de la efervescencia de aquellos años, destaca la fun-

dación, en 1964, del Instituto de Diseño Neumann, por iniciati-va del empresario Hans Neumann, quien obtuvo la colaboraciónde los artistas gráficos Humberto Jaimes Sánchez, ArgenisMadriz, Nedo Mion Ferrario, y Gerd Leufert entre otros que

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El Farol (Nº 225,1968), diseñado por Nedo Mion Ferrario.

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Portada de Gerd Leufert para El Farol Nº166 (1956).

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tuvieron la visión de integrar el diseño bidimensional y tridimen-sional en un corpus pedagógico que duraba tres años, orientadohacia la publicidad y el arte, y que aglutinó a destacados artistasde esos años.En la Revista Nacional de Cultura, una firme voluntad de solu-

ción visual se aprecia en esa década ya desde la portada misma,con el moderno logo del Inciba, diseñado por Leufert, y la incor-poración, por primera vez del crédito del diseñador FernandoIrazábal y, posteriormente, Daniel González, integrantes ambos,de uno de los grupos vanguardistas más destacados de la década:El Techo de la Ballena.El diseño del índice, fotos a doble páginas, incorporación de

cursivas y fondos negros, el ludismo en los tipos para los títulos,entre otros elementos, dan cuenta de los nuevos tiempos hasta los70, cuando el Inciba da paso al Consejo Nacional de la Cultura y,con él, a una nueva institucionalidad cultural.Entre otras innovaciones, destaca la intención oficial de dar

formalidad a esos estudios, con la creación del Centro deEnseñanza Gráfica (Cegra) y del Taller de Diseño Gráfico, respon-sable del manejo de la imagen visual de la institución. A su cargoestarán un destacado artista, Alirio Palacios, que aprendiera en laChina los secretos de la gráfica, y, posteriormente, un diseñadorgráfico como Santiago Pol, ambos con una presencia notoria que seprolongará en las páginas de la publicación hasta entrados los 80.Mención aparte merece también en la década la creación de

los talleres de reflexión visual, a cargo de Carlos Cruz-Diez, enel Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad SimónBolívar, los cuales produjeron las primeras investigaciones publi-cadas sobre el tema en nuestro pais.Una nueva conciencia del diseño como fenómeno cultural,

parece aflorar en los 90, cuando son incorporadas las escuelas dediseño al Ministerio de Educación; el país crea su propio comitéante la Asociación Latinoamericana de Diseño (ALADI); se creanel Museo de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz Diez, en 1992;el Centro de Arte La Estancia, para promover el diseño gráfico

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Santiago Pol, fundador entre otros diseñadores, del Taller Experimental deArte. (Foto: Aurismar Villamizar).

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e industrial y la fotografía, donde tiene lugar en 1996 la expo-sición El Diseño Gráfico en Venezuela y, ya en el nuevo siglo,la consideración de esta disciplina artística en la llamadaMegaexposición, organizada por el Ministerio de la Cultura.En cuanto a la Revista Nacional de Cultura, a partir de esa déca-

da tenemos que hacer mención a la presencia de la mujer comodiseñadora. Desde Cecilia Feo Figarella, que asumiera esa laboren los 80, por sus páginas han pasado en los últimos años lasdiseñadoras Waleska Belisario, Marisela Balbi, y, actualmente,Clementina Cortés.

SANTIAGO POL:LA RNC HA SIDO UN ESPEJO DEL PAÍS

Cinco meses antes del estallido del mayo francés, Santiago Polregresaba al país, tras una fallida y amenazante aventura amoro-sa. Un par de años en la capital francesa se traducían en una mili-tancia en el Partido Comunista en la clandestinidad, estudios enla Escuela de Bellas Artes de París, y ese noviazgo que abrupta-mente lo trajo de retorno a Venezuela.Y fue en ese viaje cómo, casi por azar, dio inicio a una carrera

que lo convertiría en uno de los diseñadores venezolanos másreconocidos internacionalmente:En el avión venía pensando: ¿Y ahora qué vas a hacer en Venezuela?

No hablaba francés; dinero no tenía; obra, no existía. ¿Ahora qué vasa hacer?, me preguntaba. ¿Por qué no haces algo que te guste mucho?Y ahí, viendo las nubes desde el avión, pensé: Voy a hacer afiches.Santiago Pol le ha dado nombre y apellido al cartel en Venezuela,

como el creador de un lenguaje visual cuyo fundamento cons-titutivo podríamos resumirlo en la más pura intención surrea-lista: Crear un mundo donde el hombre encuentre lo maravillosoaproximando dos realidades lo más lejanas posibles. Sin duda, su

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formación plástica influye en ello. Pero mucho más sus experien-cias al lado de artistas y diseñadores que han sido sus maestros.Yo tengo una educación pictórica, pero no de una sola escuela,

explica. Mi padre era maestro de obras. Trabajé con él, después enuna imprenta y en el diario El Nacional. Mis maestros en pintura fue-ron Ramón Martín Durbán, Rafael Ramón González, Ángel Hurtado,Pedro Briceño, Jacobo Borges, Régulo Pérez y Manuel Espinoza, entreotros. Ya en Francia, trabajé con Víctor Vasarely e hice exposiciones enfiguración, surrealismo, pop art, cinetismo. Cuando regresé al país,participé junto con Andrés Salazar, Víctor Hugo Irazábal, Luis Ludery Oscar Vásquez, entre otros, en la fundación del Taller Experimentalde Arte, dirigido por Víctor Valera. En un tiempo tuve como maestrosa Gerd Leufert, con quien trabajé en la serie Estampillas de Venezuela,y compartí la docencia en la Escuela de Artes Plásticas con Nedo.Pero su intención estética parece trascender la idea misma del

plano, para proyectarse en la búsqueda de una praxis que contri-buya a la transformación del individuo, vale decir, de la sociedad.Por eso, a más de cuatro décadas de trayectoria, hoy podría men-cionar, entre sus más grandes satisfacciones, los autobuses dise-ñados para la Misión Sucre, o el espacio académico de diseño inte-gral de la Universidad Nacional Experimental del Yaracuy. Alláestamos haciendo una escuela de diseño dirigida al ser humano queestá en la provincia del sector centro occidental del país.Sin embargo, fuerza es reconocer los numerosos premios y

reconocimientos internacionales que, a lo largo de estas cuatrodécadas de producción, avalan su producción artística. Entreotros, podríamos citar la Mención Especial en la VI Bienal delAfiche en Varsovia, en 1978; Medalla de Oro del 25º FestivalInternacional del Documental y Cortometraje de Leipzig, 1982;el Merit Award Art Directors Club de Nueva York, 1993; PortadaInternacional del Print Portafolio de la Declaración Universal deDerechos Humanos, Sur África 1999, y el Afiche JuegosOlímpicos de Beijing 2008. Además, en 2002 diseñó un mes delalmanaque climático para la ONU y la representación interpreta-tiva de la Torre Eiffel para la conmemoración de los 50 años de la

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Santiago Pol: Le chapeau melon (1999).

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Alianza Gráfica Internacional. Además, el Premio Nacional deArtes Plásticas y la representación de Venezuela en la Bienal deVenecia 2005.Y fue durante sus años como jefe del Taller de Diseño del

Consejo Nacional de la Cultura, cuando el artista, junto con otroscreadores, concibió la idea de confrontar internacionalmentesu trabajo.Hacíamos un promedio de cinco afiches al mes, relata, y no recibía-

mos nunca feedback. Ciertamente, el diseñador trabaja para el pre-sente y cualquier reconocimiento es un valor agregado. Pero yo sentíaque no estábamos llegando a donde queríamos llegar. Veinticinco añosdespués me asombra ver cómo la gente recuerda un trabajo mío. ¿Porqué no decían nada en aquel momento? Bueno, por eso yo me pregun-taba si era que estábamos trabajando mal, y se nos ocurrió mandar-los al exterior, a revistas, asociaciones de diseño, casas editoriales.Todos contestaron, y eso significó una apertura que todavía estoy dis-frutando. En Holanda me incluyeron en el libro El diseño de AGI. Y enChina en otro sobre grandes maestros del diseño mundial; en Japón,participaré en el congreso internacional del AGI en Tokio y enAlemania en otro libro sobre el diseño gráfico en América Latina.Fue una década de reconocimiento mundial para Venezuela.

Alvaro Sotillo obtuvo en Leipzig el galardón al Libro más bello delmundo, y el diseñador español Eric Satué, en su libro El diseñográfico desde los orígenes hasta nuestros días, publicado en 1989,cita en uno de sus capítulos a los venezolanos Alvaro Sotillo,Oscar Vásquez, Santiago Pol, Andrés Salazar o Waleska Belisario,ubicándolos dentro de parámetros internacionales.Sobre esa experiencia en el Taller de Diseño del Conac, al que

ingresó en 1971, Pol recuerda:Estaba ubicado en la quinta Luisiana de Las Mercedes, y ya habían

pasado por ahí Alirio Palacios y creo que también John Lange. En laRevista, una de las primeras cosas que cambiamos fue el índice, paraintroducirle el número de páginas. El trabajo era hermoso, pero siem-pre teníamos problemas con la impresión. Ahora el Estado venezolanose está ocupando de estas cosas con el interés que amerita, pero en

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aquel momento teníamos que pelear mucho el presupuesto. La buro-cracia estaba por encima del valor estético, y cada número era unalucha. Las ilustraciones no se podían pagar, y no era de extrañar queen algunos casos los mismos diseñadores hicieran las ilustraciones oalgunos collages.La RNC —continúa— es un espejo de lo que ha venido ocurriendo

en las artes y en el diseño en Venezuela. Su prolongación en el tiempola convierte en un documento invalorable a la hora de estudiarnos anosotros mismos. Y no solo en la literatura. Lo mismo tendríamos quedecir sobre el diseño y, sobre todo, de las ilustraciones. En ella encon-tramos trabajos de artistas como Durbán, Jacobo Borges, Carlos Cruz-Diez, entre tantos otros, que allí aparecen por primera vez, y eso nospermite una visión más completa de su obra.La revista nace prácticamente durante la Segunda Guerra Mundial,

que crea en Europa una estampida de inmigración muy fuerte. Yomismo soy el resultado de eso. Por esa época, en Venezuela los diseña-dores no existían como tales, sino artistas que hacían diseños, comoCarmelo Fernández, Pedro Ángel González —que hizo Café ElNegrito y Manteca Los Tres Cochinitos— o Alejandro Otero. PeroNedo M.F., Gerd Leufert, Larry June, entre otros, llegan al país con unconcepto del diseño tipográfico como oficio, y cambian al tipógrafoartesano por un diseñador.El país que en todos los sentidos vemos reflejado en los primeros

números de la Revista Nacional de Cultura es el país anterior al boompetrolero. Ahora, ¿tiene eso que ver con el diseño gráfico? Sí y no. Sí,porque esas petroleras, cuando llegan aquí, movidas por la imperiosanecesidad de vender el petróleo al exterior a través de una serie decosas, como revistas corporativas, o informes anuales de ganancias ypérdidas, por ejemplo, se encuentran con una industria gráfica muyatrasada y deciden importar diseñadores, como Larry June o JimmyTeale, que, junto a creadores del país, darán un impulso notable aldiseño en Venezuela.Todo eso está reflejado en la RNC, porque por sus páginas ha pasa-

do todo un país. Ya en los 60, Fernando Irazábal y Daniel González,diseñadores del Techo de la Ballena, dejan su impronta. Y luego Alirio

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Palacios. En términos de ilustraciones, han pasado por ella grandesnombres de la plástica venezolana, lo cual es un mérito, porque notodos los artistas plásticos tienen destrezas para hacer ilustracionescon los rigores que requiere una técnica para la reproducción.Entre los artistas que Pol recuerda destaca a Mario Abreu,

cuyas ilustraciones acompañan con frecuencia muchos textos desus amigos. El se reunía con los escritores de la manera más hermo-sa que te puedas imaginar. Mario no era fácil, era un poco como Goya,pero su aporte iba mucho más allá de las gráficas y las ilustracionesque hacía. La literatura venezolana, y sobre todo la poesía, fueron susgrandes pasiones.

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Corrección de textosMaritza JiménezIlustracion de portadaSantiago PolDiseño gráficoClementina CortésDiagramaciónAna Beatríz MartínezImpresiónEdiciones Anauco

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Esta revista se terminó de imprimiren el mes de octubre de 2006

en los talleres de Ediciones Anauco,Caracas, Venezuela. En su diseño se utilizaronlas familias tipográficas Futura y Berkeley.

En su impresión se usó papel Saima Ivore de 60 gramos.La edición consta de 5.000 ejemplares.

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