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Jul 23, 2020
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Créditos MODERADORA
Aria
RECOPILACIÓN y REVISIÓN Sttefanye & Aria
DISEÑO Aria
TRADUCTORAS
Abby Galines
Agus901
Akanet
Any Diaz
Aria
Axcia
Boom
bluedelacour
Crys
Isa4418
kuami
Kyda
Lectora
Loby Gamez
Looney Ivashkov
magdys83
maggiih
Malu_12
Mari187
Mica
Nelly Vanessa
nelshia
Niki26
Pachi15
Valalele
vivi
CORRECTORAS
Crys
Kuami
Loby Gamez
maggiih
Maria_clio88
mayelie
Pachi15
PepitaCPollo
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Índice
Sinopsis Capítulo 16
Capítulo 1 Capítulo 17
Capítulo 2 Capítulo 18
Capítulo 3 Capítulo 19
Capítulo 4 Capítulo 20
Capítulo 5 Capítulo 21
Capítulo 6 Capítulo 22
Capítulo 7 Capítulo 23
Capítulo 8 Capítulo 24
Capítulo 9 Capítulo 25
Capítulo 10 Capítulo 26
Capítulo 11 Capítulo 27
Capítulo 12 Capítulo 28
Capítulo 13 Epílogo
Capítulo 14 Sobre la autora
Capítulo 15
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Sinopsis
raceling se encuentra con La Selección en la arrolladora historia de la escritora debutante Victoria Aveyard sobre Mare de diecisiete años, una chica común cuyo una vez latente poder mágico la lleva a las
peligrosas intrigas del palacio del rey. ¿Su poder la salvará o la condenará?
El mundo de Mare Barrow está dividido por la sangre; aquellos con la común sangre Roja, sirven a la élite de sangre Plata, dotados con habilidades sobrehumanas. Mare es una Roja, que malvive como una ladrona en una pobre aldea rural, hasta que
un giro del destino le lanza frente a la corte de Plata. Ante el rey, los príncipes y todos los nobles, descubre que tiene su propia habilidad.
Para cubrir esta imposibilidad, el rey la fuerza a jugar el papel de una princesa de Plata perdida y la desposa a uno de sus propios hijos. Mientras Mare se ve metida más y más en el mundo de los Plateados, lo arriesga todo y usa su nueva posición para
ayudar a la Guardia Escarlata —una creciente rebelión Roja— incluso mientras su corazón le tira hacia una dirección imposible. Un movimiento erróneo puede
conducirle a la muerte, pero en el peligroso juego en el que participa, la única certeza es la traición.
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dio el Primer Viernes. Hace que la aldea se llene de personas y
ahora, en el calor del pleno verano, esa es la última cosa que alguien quiere. Desde mi lugar en la sombra, no es tan mal, pero
el hedor de los cuerpos, todos sudados por el trabajo de la
mañana, es suficiente para hacer que la leche se corte. El aire brilla con calor y
humedad, e incluso los charcos de la tormenta de ayer están calientes, girando con rayos de arcoíris de aceite y grasa.
El mercado se desinfla, con todos cerrando sus puestos por el día. Los
comerciantes están distraídos, descuidados, y es fácil para mí tomar lo que sea que quiera de sus mercancías. Para el momento en que he terminado, mis bolsillos resaltan con baratijas y he tomado una manzana para el camino. Nada mal para unos pocos
minutos de trabajo. Mientras el montón de gente se mueve, me dejo llevar por la corriente humana. Mis manos se mueven rápidamente entrando y saliendo, siempre en
toque fugaces. Algunos billetes del bolsillo de un hombre, un brazalete de la muñeca de una mujer, nada demasiado grande. Los aldeanos están demasiado ocupados
moviéndose alrededor para notar a una carterista en medio de ellos.
Los altos edificios con pilares por los cuales la ciudad está nombrada —Los Pilares, muy original— se elevan todos a nuestro alrededor, tres metros arriba del enlodado terreno. En la primavera la orilla más baja queda bajo el agua, pero ahora es
agosto, cuando la sequía y la insolación acechan la aldea. Casi todos esperan por el primer viernes de cada mes, cuando el trabajo y la escuela terminan temprano. Pero yo
no. No, preferiría mejor estar en la escuela, aprendiendo nada en una clase llena de niños.
No que estaría en la escuela mucho más. Mi cumpleaños número dieciocho se acerca y con eso, el reclutamiento. No soy aprendiz. No tengo un trabajo, así que seré enviada a la guerra como todos los otros holgazanes. No es de sorprender que no haya
trabajo, con cada hombre, mujer y niño tratando de evitar el ejército.
Mis hermanos fueron a la guerra cuando cumplieron dieciocho, enviados a pelear contra los Lakelanders. Solo Shade puede raramente escribir, y me envía cartas cuando
puede. No he oído de mis otros hermanos, Bree y Tramy, por más de un año. Pero no tener noticias significaba buenas noticas. Las familias podían pasar años sin saber nada, solo para encontrar a sus hijos e hijas esperando en el umbral de su puerta, con
permiso de irse a casa o algunas veces felizmente dado de baja. Pero generalmente recibes una carta hecha con papel duro, sellada con el sello de la corona del rey debajo
de un pequeño agradecimiento por la vida de tu hijo. Tal vez incluso recibas algunos botones de sus uniformes rasgados y destruidos.
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Tenía trece cuando Bree se fue. Me besó en la mejilla y me dio un solo par de pendientes para compartir con mi hermanita, Gisa. Eran abalorios de piedra colgando, del difuminado color rosa del atardecer. Perforamos nuestras orejas esa noche. Tramy
y Shade mantuvieron la tradición cuando se fueron. Ahora Gisa y yo teníamos en cada oreja un juego con tres pequeñas piedras que nos recordaban a nuestros hermanos
luchando en algún lugar. Realmente no creía que tuvieran que irse, no hasta que el legionario con su armadura pulida apareció y se los llevó uno detrás del otro. Y este otoño, vendrían por mí. Ya había empezado a ahorrar y robar, para comprarle a Gisa
unos aretes cuando me fuera.
No pienses en eso. Eso es lo que mamá siempre dice, sobre el ejército, sobre mis
hermanos, sobre todo. Buen consejo, mamá.
Calle abajo, en el cruce de los caminos Mill y Marcher, la multitud crecía y más
aldeanos se unían a la corriente. Una pandilla de niños, pequeños ladrones en entrenamiento, ondeaban a través de la refriega con dedos pegajosos y minuciosos.
Son muy pequeños para ser buenos en esto, y los oficiales de Seguridad son rápidos para intervenir. Normalmente los niños serían enviados al ganadero, o a la cárcel en el
puesto avanzado, pero los oficiales querían ver el Primer Viernes. Lo resolvieron dándoles a los cabecillas algunos golpes fuertes antes de dejarlos ir. Pequeños
mercenarios.
La más pequeña presión en mi muñeca me hace girar, actuando por instinto. Agarro la mano suficientemente tonta para robarme, apretándola tan fuerte que el
pequeño granuja no será capaz de escapar. Pero en lugar de un niño flacucho, me encuentro mirando un sonriente rostro.
Kilorn Warren.
Un aprendiz de pescador, huérfano de guerra y probablemente mi único amigo real. Solíamos golpearnos el uno al otro cuando éramos niños, pero ahora que éramos más grandes, y que él era treinta centímetros más alto, trataba de evitar altercados. Él
tenía sus usos, supongo. Alcanzar las repisas altas, por ejemplo.
—Te estás volviendo más rápida. —Se ríe, sacudiéndose de mi agarre.
—O tú te estás volviendo más lento.
Pone los ojos y arrebata la manzana de mi mano.
—¿Estás esperando a Gisa? —pregunta, dándole una mordida a la fruta.
—Tiene un pase por el día. Trabajando.
—Entonces sigamos moviéndonos. No quiero perderme el espectáculo.
—Y qué tragedia sería eso.
—Tsk, tsk, Mare —se burla, sacudiéndome un dedo—. Se supone que esto sea divertido.
—Se supone que sea una advertencia, tonto.
Pero él ya está caminando con sus largas zancadas, obligándome a casi trotar para alcanzarlo. Su paso ondea sin equilibro. Piernas de mar, las llama él, aunque no ha
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estado en el lejano mar. Supongo que largas horas en el bote pesquero de su capitán,
incluso en el río, están teniendo algún efecto.
Al igual que mi papá, el padre de Kilorn fue enviado a la guerra, pero a diferencia del mío que regresó con una pierna y un pulmón menos, el lord Warren
regresó en una caja de zapatos. La madre de Kilorn huyó después de eso, dejando a su joven hijo valerse por sí mismo. Casi se murió de hambre pero de alguna manera
siguió metiéndose en peleas conmigo. Lo alimentaba así no tendría que patear un saco de huesos, y ahora, diez años después, aquí está él. Al menos es aprendiz y no
enfrentará la guerra.
Llegamos al pie de la colina, donde la multitud es más densa, empujando y dando codazos por todos lados. La asistencia al Primer Viernes es obligatoria, al menos que seas, como mi hermana, un “trabajador esencial”. Como si tejer seda sea
esencial. Pero los Plateados aman su seda, ¿o no? Incluso los oficiales de Seguridad, unos pocos de todos modos, pueden ser sobornados con algunas piezas cosidas por mi
hermana. No