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Psicoanalisis de La Amistad- Ignace Lepp

Aug 07, 2018

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IGNACE LEPP

PSICOANÁLISIS

de la

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IGNACE LEPP

PSICOANÁLISIS

DE LA

AMISTAD

E D I C I O N E S C A R L O S L O H L É

BUENOS AIRES - M ÉXICO

www.facebook.com/psicologiaMG

http://pdicologiapdf.blogspot.mx/

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T r a d u c c i ó n  del origina l franc és:

LES CHEMINS  E  L'AMITlÉ

por Alicia Balbina

  Góm ez

Ünic a e d ic ión de bida me nte a u tor i z a da  por Edi t ion s Be rna rd Gra s se t ,

Par ís ,

  y  p r o t e g i d a  en  todos  los  pa í s e s . Qu e d a he c ho  el  de pós i to

que pre v ie ne  la ley N' . 1 1 . 7 2 3 . T o d o s  los  de re c hos r e se rva dos .

©

  E D I C IO N E S C A R LO S L O H L É ,

  Buenos Aires, 1965.

f e bre ro

 de  1976

T i r a d a

  3 000

 e je m pla re s .

I m p r e s o  en la  A r g e n t i n a  -

  Printed

  in

  Argentina.

PRÓLOGO

l/lE

  HA

  OCURRIDO,

  en el

  curso

  de mi ya

  larga

J.TJ carrera

  de

  escritos, escribir sobre asuntos

  to-

talmente vírgines,

  y

  otras veces sobre otros

  que

  pocos

autores habían tratado antes

  que yo No

  sucede

  lo

mismo esta  vez Pocos temas existen,  en  efecto,  que

hayan sido objeto

  de las

 reflexiones

  de tan

  numerosos

escritores

  y

  pensadores como

  el de la

  amistad.

  Ya

Homero,

  en la

  Odisea,

  nos

 habla

  de

  ella.

  Por

  Platón

y Jenofonte sabemos que Sócrates conversaba

  a

  menudo

co n  sus discípulos sobre  la  amistad. Aristóteles, Cice

rón,  Séneca,- Horacio, Ovidio  y  tantos otros autores

célebres

  de la

  antgüedad grecorromana

  le

  consagraron

obras enteras

  y

  partes importantes

  de tal o

  cual

 de sus

libros.

  Lo

  mismo hicieron autores cristianos antiguos,

como

  los del

  Medioevo.

  Más

  próximos

  a

  nosotros,

Montaigne, Shakespeare  y  otros innumerables escrito

res hicieron  su elogio, en tanto  que Nietzsche, Schopen-

hauer

  y sus

 émulos pusieron

  en

 duda

  su

  posibilidad.

No

  es que

  todos esos autores entiendan

  por

  amistad

exactamente

  la

  misma realidad psicológica

  o

  afectiva.

Para los

 que

 se sitúan

  en la

 tradición socrática,

  la

  amis

tad significa ante todo  una  intensa comunión intelec-

tuah Para los autores cristianos,

  se

 trata principalmen

te de la comunión

  en

 Dios. Para otros,

 el

 término posee

un sentido equivalente

  al de

  camaradería

  de

  lucha ,

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8

PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

mientras que los románticos, siguiendo a J. J. Rousseau,

ponen el acento sobre la efusión sentimental. En nues

tros días se dice mi querido amigo a todo el mundo,

hasta el punto de que la palabra acaba por perder todo

sentido concreto.

Si después de tantos autores ilustres me propongo

analizar y desarrollar una vez más el tema de la amis

tad, es porque ha desempeñado un gran papel en mi

propia existencia y querría saldar mi deuda a este res

pecto. Ya en mi primera juventud, gracias a ella ex

perimenté las alegrías más profundas y más puras y

me fue posible triunfar sobre numerosos obstáculos

que obstruían el camino de mi vida. Si hoy, en la edad

madura, continúo creyendo en el hombre y teniendo

confianza en el porvenir de la humanidad, creo que es

todavía a mis amigos a quienes lo debo. Por otra par

te ,

  mi larga práctica en la psicología profunda me ha

permitido verificar, en numerosos seres, el importante

papel que la amistad es capaz de desempeñar en la

promoción de la existencia, y comprobar la penuria de

quienes se ven privados de ella. Es, pues, también obra

útil la que querría hacer al escribir este libro.

En un principio, cuando un o de mis editores amigos

me solicitó que escribiera un libro sobre la amistad,

me había propuesto escribir una obra más bien poé

tica , para cantar sus sublimes bellezas. Pero a medi

da que el trabajo avanzaba, veía, cada vez más clara

mente q ue un asunto tan importante debía tratarlo

como psicólogo y pedagogo; que no se trataba tanto de

cantar a la amistad como de enseñar su práctica. Hago

pues amplio uso de mi experiencia personal y de la de

quienes se han confiado a mí. Del mismo modo que mis

demás obras de psicología profunda, éste no será un libro

erudito. Convencido de que la amistad representa uno

de los valores existenciales más fundamentales, que

puede hacer la vida de los hombres infinitamente más

' bella y fecunda, me propongo persuadir también de ello

PRÓLOGO

9

a todos mis lectores. Quisiera ayuda rlos a hacer amigos,

a hacer sus amistades cada vez más fecundas, a enc on

trar en ellas cada vez más alegría creadora

Nos ocuparemos ante todo del hombre solo, de la poco

envidiable suerte de quien no tiene amigos. A veces son

las condiciones sociológicas las que hacen para ciertos

seres imposible o demasiado difícil ganar amigos. En

ocasiones, y probablemente lo más a menudo, los obs

táculos son más bien psicológicos, interiofes al sujeto

mismo. Analizaremos los rasgos específicos de la amis

tad entre hombres, entre mujeres, entre hombres y

mujeres, entre esposos, entre padres e hijos, y tam

bién entre maestros y discípulos. Después trateremos

de dar una respuesta satisfactoria a la debatidísima

cue tión de si cada uno de nosotros puede tener varios

amigos o si hay que contentarse con un único amigo.

Compa raremos las dos relaciones afectivas más inten

sas,

  la amistad y el amor, cuidando evidentemente de

no crear oposiciones artificiales. Tras haber discernido

la naturaleza específica de la amistad entre otras rela

ciones interhumanas, como por ejemplo la solidaridad y

la camaradería, analizaremos la función primordial de

la amistad en la promoción de la existencia humana,

llamando la atención al mismo tiempo sobre los escollos

que la amenazan y sobre los medios de que hay que

valerse para paliarlos. Y nuestro má s ferviente deseo

es que este libro contribuya en débil parte a prom o

ver un orden social en el cual los lazos de la amistad

prevalezcan cuanto sea posible sobre los antagonismos

y los intereses.

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I

S O L E D A D Y

  DESARRAIGO

D E L H O M R R E M O D E R N O

^ | j  L HOM BRE NACE Y MU ERE SOLO,  y ú n i c a me n t e

-I_ J enga ñánd ose puede, "entre dos acontec imientos

capi tales , creer que no es tá solo", af i rman aproximada

me nte los por t avoces de l pes imismo, cuyo má s em inen te

represen tan te en nues t ros d ías es p robab lemente Jean-

Pau l Sar t re . ¿Semejan te pes imismo puede ex t raer

de la experiencia exis tencial argumentos en su apoyo?

En nuestr a opinión, no ente ram ente . En efecto, bas

t an tes n iños v ienen a l mundo rodeados de una t e rnura

y un amor cuya marca se impr ime p rofundamente en

su alma y los preserva del complejo de abandono a lo

largo de toda su vida, pese a todas las experiencias

decepcionan tes ,que pued an t ener después. Igua lme nte

me ha ocur r ido ver mor ibundos que has ta su ú l t imo

al i en to parec ían mantener l a más in tensa comunión

con aquel los a qu ienes amab an . Y como hab lam os en

nuestra condición de psicólogo y no de metafís ico, sos

tener que no se t rata s ino de comportamientos i lusorios

o nacidos de la mala fe, no significa para nosotros abso

l u t a me n t e n a d a .

Dicho esto , no es menos cierto que a muchos  hom

bres y mujeres les ha tocado en suerte la más total

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1 2 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

so ledad , no so lamente en las horas de su nacimiento y

su muerte, s ino en todo el t rascurso de su existencia

en e l t i empo. Es to ocurre en nues t ra época probable

mente más que nunca, t an to a causa del desarra igo

socia l de un número demas iado e levado de nues t ros

contemporáneos como en razón de una toma de con

ciencia más aguda de su indiv idual idad y su s ingular i

dad por par te de cada uno. Mient ras que la conciencia

de per tenencia a l grupo socia l prevaleció , en la mayo

ría de los hombres, sobre la de su individual idad, no

conocieron e l sen t imiento de abandono s ino cuando al

gún avatar los separó del grupo social del que forma

ban parte, lo que sucedía, pese a todo, sólo bastante

rar am en te . En e l actual es tado de desarro l lo de la con

ciencia indiv idual ocurre a menudo lo que a pr imera

vista puede parecer tan paradójico, es decir, que en nin

guna par te l a so ledad es mayor y más penosa que en

nues t ras grandes c iudades . C ier tamente , en e l l as uno

vive en inmensos edificios o en habitaciones de hoteles,

donde el menor ruido y todo sonido vocal son oídos

por vecinos , donde a menudo la menor in t imidad se

hace difíci l . Uno se ve zarandeado sin cesar en la

batahola de las cal les , de los autobuses y del subterrá

n e o .  Muchos son los que se quejan de no poder estar

jamás solos, de no encontrar jamás la posibi l idad del

indispe nsab le recog imiento . Lo peor es que , por la

fuerza de la cos tumbre, muchos hombres y mujeres de

es ta época se han vuel to ps íquicamente incapaces de

estar solos y por lo tanto de recogerse, de tomar con

ciencia de su verdadera s i tuación en e l mu ndo . Expe

rimentan la imperiosa necesidad de i r al cine, al café

o a l bai le , no porque tengan deseos de ver una pe

l ícula, beb er una copa o bai l ar, s ino senc i l lame nte por

que la vida lejos de la baraúnda se les ha hecho inso

por tab le . Durante l as vacaciones l es es "absolu tamen

t e "  necesario i r a los mismos lugares donde va "todo

el mundo" , p lan tar su t i enda a l l á donde ya se encuen-

SOLEDAD Y DESARRAIGO DEL HOM BRE MODER NO 1 3

t ran p lantadas centenares de o t ras t i endas , aun cuando

les sería posible acampar t ranquilos no lejos de al l í , en

un lugar más sol i tario.

Parece pues que e l hombre jamás ha es tado menos

solo que en esta época, que si hubiera que compade

cerlo sería, más que por su soledad, por su fal ta de

soledad. En real idad, la paradoja es sólo aparente; no

hay contradicción entre la soledad psicológica y la au

sencia fís ica de soledad. En ningima parte, efect iva

mente , se encuent ra e l hombre más to ta l y dolorosa-

mente so lo que ent re l a mul t i tud y l a baraúnda. Los

eremi tas re t i rados a l des ier to es tán inf in i tamente me

nos so los que los habi tan tes de nues t ras grandes c iu

dades, que se codean sin cesar en los ómnibus, los

subte rrán eos , los cinem atógrafo s y los bai les . Pa ra

no confundir el ais lamiento fís ico del ermitaño con la

soledad moral del ciudadano, con frecuencia nos ser

v i remos , para des ignar es ta ú l t ima, del t érmino inco

municación . Para poner f in a l a incomunicación no

bas ta de n ingún modo romper e l a i s lamiento f í s ico

zam bu l l éndos e en l a m uchedum bre anón i m a . Lo t r á

gico en la condición del hombre moderno, lo que cons

t i tuye su soledad, es la ausencia de diálogo, de comuni

cación espir i tual con el prój im o. El erm itañ o en su

desierto puede comunicarse con Dios por la oración,

y por el pensamiento con todos los que le son queridos,

con la humanidad entera , s i su capacidad de amor ha

alcanzado las dimensiones de ésta. El solo no dialoga,

no se comunica con nadie . Lo más grave es que a

m enudo s e vue l ve r ad i ca l m en t e i ncapaz de ve rdadera

comunicación existencial , de la que, por lo menos

conscientemente , no exper imenta n inguna neces idad .

En el curso de mi práct ica ps ico terápica me ha acon

tecido con f recuencia t ener que a len tar a hombres

que v iv ían en una to ta l so ledad , a buscar l a comunica

ción con sus semejantes, porque me parecía el único

medio de preservar los de la enfermedad ps íquica más

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14

P S I C O A N Á L I S I S D E L A A M I S T A D

grave. Bas tante generalmente he chocado con la ne

gat iva: el paciente declaraba que tenía horror a los

demás , que en n inguna par te se sent í a más a gus to

que cuando podía permanecer so lo . Y, s in embargo,

cada vez que me ha s ido dado penet rar más profunda

mente en e l ps iquismo de ta les enamorados de la so

ledad , se es tab leció que inconscientemente sufr í an a

causa de ésta, que su sent imiento de infel icidad y su

vis ión pes imis ta de la humanidad y de la v ida es taban

condicionados por el la. Sin ser conscientes de el lo, es

no obstante la comunicación afect iva con los demás lo

que buscan casi todos los que l lenan los cines, los

bai les, los cafés y otros lugares púb licos. Y los que

se l l aman misánt ropos y se encierran en su habi tación

con la sola compañía de su gato o su canario, reprochan

además inconscientemente a los hombres e l que no los

hayan acogido .

*

La mul t i tud que se encuent ra en los lugares públ icos ,

lejos de favorecer el diálogo y la comunicación, los hace

en real idad difíci les , s ino imposibles. Las relaciones

que en el la se establecen entre los individuos son fatal

mente superf ic ia les e impersonales , puramente funcio

nales. Cómo podría ser de otra manera, s i casi todos

los que las forman v iven en la inautent ic idad , s in haber

adquirido conciencia de lo que son el los mismos, de lo

que son los demás , de lo que buscan cuando se acercan

unos a los otros.

Numerosos jóvenes que se conf ían a mí , puntual izan

su incapacidad para soportar la soledad, así sea por al

gunas horas . Para escapar de e l l a , se asocian a bandas

que se reúnen los sábados y domingos , y en bandas pa

san su t iem po l ibre y sus vacac iones. No se t ra ta s in

embargo de "p i l luelos" , s ino de muchachos y mucha

chas de buena fami l ia , de es tudiantes univers i t ar ios o

S O L E D A D Y D E S A R RA I G O D E L H O M B R E M O D E R N O 1 5

de grandes inst i tutos. Si pasan largas horas en torno a

una mesa de café, no es por el gusto de las bebidas fuer

tes ( lo má s a menu do só lo consumen jugos de f ru tas ) , n i

por ser adictos al  bridge  o a la "canasta"; es senci l la

mente para es tar juntos . Me he es forzado entonces por

saber cuáles son los temas de sus conversaciones. Les

he pedido relatos detal lados, y pude así comprobar el

total vacío de la mayor parte de sus conversaciones.

"¿Qué ta l?" "Bien , ¿y tú?" Su vocabular io usual es de

una pobreza ex t raord inar ia , a l punto de impos ib i l i t ar

toda verdad era comun icación . La pel í cu la que ha n v i s

to es "fabulosa" o un "bodrio", s in que nadie sea capaz

de explica r el por qu é de este juicio suma rio. Se dice

también una palabra sobre t a l camarada ausente , so

bre tal noc he pa sada fuera de la ba nd a y . . . eso es

todo. Generalmente se separan con la sensación de ha

ber perdido el t iempo, decepcionados los unos de los

ot ros por no haber d icho nada de lo que realmente im

por ta . Pero como no t i enen a su a lcance n inguna o t ra

comunicación , se apresuran a volver a encont rarse lo

más pronto posible.

La mayor ía de las re laciones en t re adul tos no valen

mucho más . Es verdaderamente espantoso escuchar l a

conversación de personas cul tas en una cena o cóctel .

Lo más a me nud o no t i enen n ada que deci rse . El

éxi to de ciertos juegos, como por ejemplo el  bridge,  se

expl ica s in duda porque proporcionan a l a gente l a im

presión de escapar de su soledad, s in tener que hacer el

gasto de la conversación. Per o estos pal iat ivos no pue

den ofrecer una solución, por poco sat isfactoria que sea,

al angust ioso problema que plantea la soledad del hom

bre moderno.

La misma fami l ia no es , a menudo, más que una yux

taposición de soledades. Creen conocerse porque están

s iempre juntos , mient ras que en real idad nadie se abre

verdaderamente a los demás . Evidentemente , se "quie

r en" , pe ro con un am or pu ram en t e i n s t i n t i vo , an i m a l ,

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1 6 P S I C O A N Á L I S I S D E L A A M I S T A D

en e l que las facul tades propiamente humanas cas i no

par t i c ipan . No se  comprenden,  no sospechan siquiera

que haya a lgo que comprender en los padres o en los

hi jos , en los hermanos y hermanas . La gran mayor ía

de las desintel igencias conyugales de que he tenido oca

s ión de ocuparme profes ionalmente , no ten ían su or igen

en la desarmonía carnal , s ino en la fal ta casi total de

comunicación de los esp í r i tus . El desacuerdo carnal

mismo, como tendremos opor tunidad de es tab lecer lo en

ot ro capí tu lo , no es , lo más a m enu do, s ino la consecuen

cia de la fal ta de comunicación espiri tual . Esta fal ta se

hace sent i r t an to más negat ivamente cuanto los seres

poseen mayor desarro l lo in te lectual .

En numerosos casos , es ta d i spar idad ent re l a madurez

intelectual y la pobreza afect iva, causa principal de la

ausencia de comunicación , da lugar a neuros i s más o

meno s graves . M . R . , de c incuenta años de edad , me

lancól ico , no exper imenta n ingún gus to por l a v ida ,

ve todo con pesimismo; su juicio sobre los seres hu

manos en general y sobre cada una de sus amistades en

par t i cu lar , es de lo más des i lus ionado. Ha real izado

varias tentat ivas de suicidio y atribuye a su cobardía no

hab er osado l l egar has ta e l f in . S in embargo, t iene un a

ocupación b ien remunerada y socia lmente bas tan te ha

lagadora . Es tá casado con una mujer que es tá muy le

jos de ser mala, que cuida muy bien de él y con la que

casi no t iene choques. Sus hi jos t riu nfa n conv enien te

mente en sus es tudios y moralmente l e proporcionan

toda clase de sat isfacciones. ¿A qué se debe en tonces

ese "complejo de infel icidad", ese disgusto por la vida?

En el curso de la psicoterapia se comprueba que M. R.

no ha tenido jamás, a lo largo de toda su vida, verda

dero contacto afect ivo. Es "bueno", todo el mundo es

bueno con é l , pero nadie lo ha amado nunca verdade

ram en t e , com o t am poco é l ha am ado ve rdaderam en t e

a nadie . Ha hecho un mat r imonio de conveniencia ;

sus relaciones con sus hi jos se basan en "principios":

' • S O L E D A D Y D E S A R R A I G O D E L H O M B R E M O D E R N O 1 7

él cumple sus deberes para con el los, el los lo obedecen,

paro n i de una par te n i de o t ra hay n ingún calor afec

t ivo.  R . exper imenta , pues , e l penos í s imo sent imiento

de que ni su mujer ni sus hijos ni sus colegas y co

nocidos lo com pren den . En un a sesión posterior, reco

noce que é l t ampoco ha hecho nunca nada para com

prender a los demás, ni para darse a conocer a el los

en lo que cree ser más au tént icam ente é l mism o. M ás

aun, hasta una toma de conciencia consecutiva a la

ps ico terapia (es su "neuras ten ia" l a que lo ha hecho

consultar al doctor), nunca se le había ocurrido la idea

de que las re laciones in terhumanas pudieran y debie

r an i r m ás a l lá de l a "buena a rm o n í a" . Du ran t e m u

cho t iempo se había sent ido perfectamente sat isfecho

de su suerte. Cuando finalmente se sint ió acuciado por

el sent imiento de fracaso y desdicha, no estableció nin

guna relación entre este complejo y lo que él l lamaba

su "salvaj i smo". En e l curso del t ra tam iento aprend ió

a dialogar primero con su psicólogo, después con sus

famil iares y finalmente hasta con sus colegas. Le na

cieron amistades y toda su vida se encontró t rasforma-

da, así como su concepción del mundo y de la huma

nidad entera .

*

Dado que el hecho y el carácter nefasto de la extra

ord inar ia so ledad del hombre moderno parecen incon

testables, se plantea el s iguiente problema: ¿esta s i tua

ción es i rreversible, i rremediable, o existen siquiera

medios de sal i r de el la? No es posible remit irse a la

psicoterapia, tan sólo después que la gente haya alcan

zado,

  como M . R., los umbra les de la desesperación .

Conocida es la respuesta que brota de los anál is is sar-

t r i anos : Todo hombre que haya sobrepasado la t r iv ia

l idad cot idiana y haya alcanzado la conciencia de sí

(de su "para sí"), no podría percibirse sino solo y

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1 8 P S I C O A N Á L I S I S D E L A A M I S T A D '

abandonado. La palabra conciencia ser í a s inónimo de

conciencia desdichada, desdichada jus tamente porque

se sabe en la imposibi l idad radical de real izar esta

com unión c on el prój imo que todo ser -hum ano cree

es la condición sine qua non de su fel icidad. Amor,

amis tad , camarader ía de lucha proceder ían por igual

de la mala fe inconsciente de los hombres , demas iado

cobardes pa ra adm i t i r su i r remed iable so ledad . Desde

L'Étre et le Néant  has ta  Le Diablé et le bpn Dieu,  pa

sando por  Les Chem ins de la Liberté  y  Huis Clos,  toda

la obra sar t r i ana t i ene, como uno de sus t emas esencia

les,  l a impos ib i l idad connatural a l a condición humana,

de sal i r de su insoportable aislamiento por medio del

encuentro con el prój imo. El otro no podría ser para el

yo más que un enemigo.

Errar í amos s in duda, a l acordar le t an ta importancia

al pesimismo satriano, s i sólo se t ratase de un proce

dimiento l i terario o de la neurosis personal del fi lósofo.

En rigo r, s i Sar tre ha h al lado ta nto auditorio* en tre

tantos novel is tas, vulgarizadores de sus tesis , y entre

tan tos jóvenes de nues t ro t i empo, es porque su propia

exper iencia co incide, parcia lmente por lo menos , con

la de muc hos de sus contemporáneos . Es e l por tavoz

de una f racción importante de la humanidad de la

época que vivimos.

La filosofía de la soledad fatal y de la consiguiente

infel ic idad no podr ía , con todo, pre te nde r que es t raduc

ción de la to ta l idad de la exper iencia hu m an a. Con

referencia a nues t ra propia exper iencia ex i s tencia l ,

t an to d i recta como indi recta , creemos- .nues t ro deber

señalar la falsedad del pesimismo del existencial ismo

sar t r i ano , por lo menos en la medida en que és te pre

tende rendi r cuenta adecuada de la condición huma

na total . El encuentro con el Otro en su al teridad pro

p ia se presenta , efect ivamente , como el acontecimien

to cent ra l en la t rama de la ex i s tencia de la mayor ía

de los seres hu m an os. Per o nos ha sido dado com -

S O L E D A D Y D E S A R R AI G O D E L H O M B R E M O D E R N O 1 9

probar que es te encuent ro , l e jos de no poder ser más

que una fuente de i lus iones y decepciones , en muchos

casos proporciona a los hombres l a opor tunidad por

excelencia de real izarse , de cumpl i r p lenamente su

vocación de hombres . S i por desgracia no s iempre es

así,

  s i en nues t ra época en par t i cu lar e l encuent ro con

e l p ró j i m o ra ram en t e a r r i ba a una com un i cac i ón au

tént ica con él , la explicación debe buscarse no en una

impos ib i l idad esencia l cualquiera , s ino s implemente

en las condiciones de vida psicosociales de la humani

dad moderna, en la desarmonía que exis te en t re su

desarrol lo intelectual y afect ivo.

La comunicación exis tencia l con los demás puede

reves t i r muy d i ferentes modal idades , pero s iempre y

necesar iamente es de orden afect ivo . Cuando se t ra

ta de un in tercambio únicamente in te lectual , cada

uno pone en juego tan só lo sus pensamientos e ideas ,

pero no su ser mismo; l a comunicación es en tonces

solamente ex t r ínseca. P rob able me nte porque c ier tos

fi lósofos y sus discípulos no conocen más que esta es

pecie de in terminables d i scus iones , en una sala de re

uniones o en torno a una mesa de café, sobre pol í t ica,

l i t era tura y ar te , creen que deben af i rmar l a impos ib i

l idad del hom bre de sa li r de su incom unicación . Per o

como el ser humano es capaz de amar y ser amado,

la incomunicación no cons t i tuye en modo alguno la

fa ta l idad de nue s t ra condición en e l mu ndo . La e ner

g ía afect iva , que se puede l l amar  libido  en el sent ido

que Jung da a es ta palabra , no es tá , c ier tamente , a

disposición de todos los hombres en la misma canti

dad ni con la misma cal idad. Existen seres afect iva

mente ricos y otros pobres, así como hay seres más o

menos dotados in te lec tualm ente . En razó n de los con-

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2 0 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

l'l icios  neurót icos, la energía afect iva puede hal larse

fuer temente inhib ida o repr im ida au n en quienes

in ic ia lmente es taban super iormente dotados , a l punto

que en algunos casos se t iene razón al hablar de una

verdadera atrofia afect iva. Además, la riqueza afect i

va no siempre corre parejas con la riqueza intelectual .

Exis ten hombres in te lectualmente sobredotados que

padecen una asombrosa pobreza afect iva, así como los

hay de una gran r iqueza afect iva cuya capacidad in te

lectual es bas tan te mediocre .

Teresa , joven  agregée  univers i t ar ia , se encomienda

al ps ico terapeuta porque se s ien te incapaz de amar .

No experimenta esos sent imientos fuertes, t iernos y

apas ionados , que e l l a sabe caracter izan a l amor , n i por

sus copart ícipes sexuales, ni por sus padres ni cama-

r a d a s .

  En e l curso del t ra tamiento se comprueba, efec

t ivamente , que t i ene un in tenso egocent r i smo, s in ser

en modo alguno una egoísta. Pero el egocentrismo no

es en el la más que la sobrecompensación de su com

plejo de inferioridad, de su fal ta de confianza en sí

mism a. Al no amarse suf ic ien temente a s í mism a, no

podía amar a los demás . (Pues , cont rar iamente a l a

opinión corriente, el egocéntrico, lejos de amarse con

exceso, se ama poco o nada.) Una vez que la psicosín-

tesis l ibró a Teresa de su complejo de inferioridad y le

dio una confianza normal en sí misma, sus relaciones

con los demás no tardaron en convert i rse en vínculos

afect ivos norm ales . Y se conclu yó su soledad.

En var ias de nues t ras obras an ter iores hemos denun

ciado el error de Freud y los freudianos, de considerar

la energía afect iva, la l ibido, como de naturaleza es

pecíficamente sexual . En efecto, en esta hipótesis la

única forma verdaderamente au tént ica de comunica

ción entre los seres sería el am or sex ual . Todos los de-

mas afectos y aficiones serían la resul tante de desvia

ciones, represiones o sublimaciones de esta l ibido se

xual . El la sería la fuente de los diálogos platónicos

SOLEDAD Y DESARRAIGO DEL HO MB RE MODE RNO 2 1

y de la comunicación m ís t ica . En real idad , es Jung

quien ha visto con acierto. La energía afect iva es por

natura leza indi ferenciada. De la cant idad y cal idad

de l ibido de que dispone, el individuo puede hacer, se

gún las c i rcuns tancias , t a l o cual empleo . Por lo me

nos en teoría, el que hace un desgaste demasiado in

tenso de energía afect iva en el plano del amor sexual ,

ya no dispondrá casi de el la para act ividades creado

ras ,

  para e l serv ic io de la comunidad , para e l amor a

Dios.  En la práct ica, no siempre es así . No es raro

que e l amor apas ionado por una mujer acreciente con

s iderablemente l a capacidad del hombre para amar a

Dios,

  a sus padres y amigos , renovando al mismo t i em

po su impulso creador . Y v iceversa . Hem os ten ido

ocasión de comprobar en numerosos casos que el ad

venimiento del hombre a un autént ico amor por Dios

o la humanidad puede acrecentar su capacidad de amor

erót ico. En psicosíntesis nos ha sucedido que curamos a

impotentes y frígidos haciéndoles sal i r de su egocentris

mo,

  despertando en el los un vigoroso interés por una

"gr an causa ". Sólo el abuso de la ene rgía afect iva en

una esfera dada t iene consecuencias nefastas para el

lolal de la vida afect iva. Efe ct ivam ente, el l i be rt i na je

perjudica la creat ividad, las relaciones con la comuni

dad humana y con Dios . La beater í a , que es a l amor

a Dios lo que el l ibert inaje es al amo r erót ico, h ac e al

su je to inepto para e l amor de los hombres y t ambién

para toda act iv idad verdaderamente creadora . Lo mis

mo ocurr e con aque l la desviación del am or por la

acción creadora que l l amamos  activismo.  P o r o t r a

par te , e l l iber t ino no ama en verdad eró t icamente , corno

I¡impoco el beato ama realmente a Dios ni el act ivista

la acción creadora . Todos e l los permanecen encerra

dos en su sol ipsismo; ninguno logra alcanzar  ixna

verdadera comunicación afect iva.

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2 2 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

Hace a lgunos años , consagramos un largo es tudio

al anál i s i s del amor eró t ico

1

, de toda la miseria y gran

deza que encierra, de sus posibi l idades de éxi to y de

sus riesgos de desviación. Sin emba rgo, la expe riencia

atest igua que el amor erót ico no puede sat isfacer ple

namente l a neces idad de comunión exis tencia que más

o menos oscuramente exper imentan todos los seres hu

ma nos . No a todos los hom bre s les es dado hal l ar la

compañera eró t ica adecuada, con quien puedan a lcan

zar una autént ica comunión in terpersonal ; demas iado

a menudo parejas sexuales "perfectas" permanecen cada

una encerrada en su so ledad . Además , ex i s ten voca

ciones o condiciones de vida inconci l iables con la co

municación eró t ica . Por o t ro l ado , en todos los huma

nos hay períodos de la vida que no son propicios para

la unión eró t ica: l a adolescencia , l a ve je z . . . Y por

fin, aun quienes viven un amor erót ico casi perfecto

no podr ían contentarse con é l , ya que en es tado puro

revela una gran f rag i lidad . Pa ra que dure , es necesar io

que se al ie con otras formas de afect ividad, menos

sumisas a l as mutaciones de la carne.

La más universal y , en nues t ra opin ión , l a más no

ble de todas l as comunicaciones in terhumanas , l a úni

ca capaz de arrancarnos de la soledad, es la amistad.

Quien no tenga amigos no podrá t ener s ino una con

cepción pesimista de la vida y de la condición

1

  h u m a n a ,

cualesquiera sean, por lo demás, las sat isfacciones que le

ofrezca la existencia. Una verdadera amistad, por el

contrario, permite disfrutar de fel icidad y alegría aun

en med io de las peores t ribulac iones . Según que u no

crea o no en la posibi l idad de un a am istad auté nt ica ,

considerará a la soledad como un desdichado accidente

y como la fatal idad de la condición hu m an a. Y no se

t ra tará de conclus iones del razonamiento abs t racto , s ino

de las de la experiencia existencial .

1

  Psicoanálisis del amor,  Ediciones Carlos Lohlé, Buenos Aires,

1960.

I I

N A C I M I E N T O D E L A A M I S T A D

A

L PARE CER, LA AMISTAD

  puede es tab lecerse en to

dos los n iveles de la condición humana. Ya en

los j ard ines de infantes puede observarse que ent re

los niños de cuatro o cinco años se establecen relacio

nes de preferencia . S in emba rgo, unos d ías an tes er an

todos igualmente extraños unos a otros, quizás no se

habían v i s to j amás . Con f recuencia sucede que dos

niños cuyos padres v iven en la misma casa y que por

lo t an to se conocen desde s iempre, no tardan en hacerse

de amigos d i ferentes en la escuela . Lo mismo ocurre

a m enudo . con he rm anos y he rm anas . Los am i gos que

los padres pretenden e leg i r para sus h i jos raramente

agradan a éstos, y no es raro que los que el igen por s í

mismos no gus ten a los padres , s in que se pueda af i r

m a r  a priori  que s e t r a t e si em pre de un com por t a m i e n

to react ivo de niños celosos de su inde pen den cia e n

relación con la in tervención paterna. Hay só l idas

amis tades en t re cr iminales , como las hay ent re genios

y ent re santos . U n escr itor que es tuvo in tern ado u n

t iempo en un hospi ta l ps iquiá t r i co , descr ibe en su no

vela los sólidos lazos de amistad que un ía n a dos d e

sus compañ eros de desdicha. És tos se com po rta ba n

como amigos no só lo en sus momentos de lucidez, s ino

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24

P S I C O A N Á L I S I S D E L A A M I S T A D

aun cuando el del i rio hacía presa de el los. En este

estado, ambos perdían por completo el sent ido de la

real idad, y uno se creía un cabal lo, el otro un perro.

Trotaban uno a l l ado del o t ro en cuat ro patas ; se

conducían uno respecto del otro como un cabal lo y

un perro que se quis ieran mucho, y parecían compren

derse adm irablem ente . Ta n sólo la amis tad parecía

resist i r la acción destruc tura de la locura. Nosotros

mismos hemos podido observar la existencia de amis

tades e lect ivas en uña ins t i tución para n iños anorma

les,  cuya sensibi l idad era, s in embargo, poco despierta.

Andró M al raux , en  Les Noyeus de l'Altenburg,

muest ra que aun ent re dos so ldados enemigos puede

es tablecerse una corr ien te amis tosa , lo que también

era, bajo otra forma, la tesis de Romain Rolland en su

célebre  Jean-Christophe.  La am istad no se deja detener

ni por las fronteras nacionales ni por las barreras de

las clases sociales. En mi juventud conocí a dos jóve

nes que eran amigos inseparables . Má s tarde, bajo l a

ocupación a lemana, uno se encont ró compromet ido en

cuerpo y a lma en un movimiento de res i s tencia , y se

adh irió al com unism o. El otro, por el con trario, al pa

recer con igual buena fe , mi l i t aba act ivamentp en un

part ido fascista cuyas simpatías se incl inaban hacia la

Alemania nazi . En un combate en t re los maquis y l a

mi l ic ia , no habr ían t ra ic ionado, probablemente , l a cau

sa que servían, por evi tar el disparar uno contra otro.

Y sin embargo, con gran escándalo de los camaradas de

par t ido respect ivos , cont inuaron cons iderándose mutua

mente amigos . Cuando se encont raban , bas taba que la

conversación recayese sobre otro tema que la pol í t ica,

para que la corriente afect iva se restableciese entre

ellos,

  para que v ibraran nuevamente a l un í sono como

en otros t iempos. Vínculos de amistad semejantes exis

ten igualmente en t re hombres de re l ig iones d i ferentes ,

y hasta entre creyentes y ateos. Es verdad que en tales

casos se t ra ta s iempre de hombres que han a lcanzado

N A C I M I E N T O D E LA A M I S T A D

25

un grado re la t ivamente e levado de madurez ps íquica ,

y que por el lo son capaces de comprender incluso a

quienes no part ic ipan d e su fe y sus convicciones. Como

veremos más adelante, en los seres menos evoluciona

dos,

  la amistad supone simil i tud de las condiciones de

vida e ident idad de las opiniones o las creencias.

Los humanos más evolucionados esp i r i tualmente y

más desl igados de las cosas temporales y terrestres, por

lo general tampoco menosprecian el afecto amistoso.

Conocemos, por los relatos evangélicos, la amistad de

Jesús por su discípulo Juan, hi jo de Zebedeo, así

como por Lázaro y sus her ma nas . Dad o que le p lugo

asumir l a condición humana, e l Hi jo de Dios mismo

no desdeñó, por lo tanto, las alegrías de la amistad.

Éste es el caso también de la mayoría de sus mejores

imitadores, los santos y los ascetas. Y hasta es muy

significat ivo que muchos de el los creyeran que debían

romper todos los lazos humanos y l legar a despreciar

todos los bienes de este mundo, pero que no se creye

ran de ningún modo obligados a renegar de sus lazos

de amistad . San Anton io, que pasa por ha ber s ido uno

de los más austeros entre los "Padres del Desierto" y

cuyas práct icas ascét icas nos parecen tan excesivas, se

decidió a salir de su desierto sólo en nombre de la

amista d. Viéndose su amig o Atan asio, obispo de Ale

jandría, expuesto a las persecuciones, Antonio acudió

para pres tar le ayu da. A un en los monas ter ios de ob

servancia muy estricta, en que la regla veda toda

preferencia, las amistades logran, a pesar de todo,

nac er y florecer. Cierto es que los proced imientos de

la enseñanza de la ascesis y del desasimiento hacen

que muchos rel igiosos y rel igiosas crean que deben

combat i r sus sent imientos de amis tad "par t i cu lar"

(¡como si pudiese exist i r alguna amistad que no sea

part icular ) y se acusan de el los como de un pecado, en

confesión o ant e la com unida d. No creo que tal rech azo

de uno de los más nobles —sino el más noble— sen-

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2 6 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

t imientos del corazón humano pueda favorecer e l

progreso espiri tual . Pero ésta es otra cuest ión, sobre

l a que t end rem os que p ronunc i a rnos m ás ade l an t e .

Queda, pues , comprobado: l a amis tad es l a más

universal de todas l as re laciones in terhumanas de or

den afect ivo. Los simples y los evolucionados, los san

tos y los criminales, gozan de sus alegrías, encuentran

en el la el medio de sal i r de su soledad. La cuest ión

que ahora se plantea es la de saber sobre qué bases se

establece la amistad entre dos seres. Ya hemos visto

que la amistad hal la su fuente en la energía afect iva,

en la l ibido. Cuanto más ricos son los seres cuanti ta

t iva y cual i tat ivamente en l ibido más fuertes y ricas

son sus amis tades ; hay una inmensa d i ferencia cual i

tat iva entre la amistad que unía a Sócrates y sus dis

cípulos y la que prevalece en una banda de jóvenes

pi l luelos. Con todo, no es de esto de lo que se t rata

por el momento, s ino más bien de esto otro: ¿Por qué

nuestra l ibido se vuelve más bien hacia tal persona que

hacia tal otra? ¿Según qué cri terios, conscientes o in

conscientes, elegimos a nuestros amigos, suponiendo

que realmente los el i jamos?

Hemos comprobado anter iormente que la amis tad

puede nacer en t re hombres de re l ig iones , de naciones ,

d e  profesiones muy  d i ferentes .  Con todo, puesto que

toda amis tad impl ica c ier to grado de comunión, debe

haber en t re amigos c ier ta s imi l i tud , c ier ta comunidad

de intereses, más o menos esenciales. Un art is ta el ige

sus amigos generalmente en t re ar t i s tas ; un hombre de

ciencia en t re hombres de c iencia ; un comunis ta en t re

comunis tas , e tc . C ier to que un p in tor comunis ta puede

ser amigo de un pintor catól ico, y yo conozco profun

das amis tades en t re creyentes cr i s t i anos y musulmanes .

NACIMIENTO DE LA AMISTAD 2 7

En el pr imer caso es e l amor a l a p in tura lo que crea

una comunión suf ic ien temente fuer te para res i s t i r a

las divergencias ideológicas, y en el segundo se t rata de

creyentes que han superado el estadio sociohistórico

de la fe rel igiosa. Su m ad ur ez psicológica es suficien te

para permi t i r l es comprender y amar a aquel los que

piensan y s ien ten d i s t in tamente de e l los , no a pesar ,

s ino más al lá de las divergencias. Cuando se t rata de

seres ps íquicamente menos evolucionados , e l nacimien

to de la amis tad presupone una s imi l i tud más tangi

ble de las condiciones de vida, así como una mayor

identidad de opiniones y creencias.

La mayor o menor comunidad de in tereses , sean és

tos "subl imes" o pedes t res , no bas ta s in embargo por

s í so la para expl icar e l nacimiento de la amis tad en

t re dos seres humanos . He aquí un joven que se une

a un grupo musical , cuyos miembros todos profesan

las mismas convicciones pol í t icas o rel igiosas que él .

Si al cabo de un t iempo más o menos largo se hace

amigo de o t ro joven per teneciente a l grupo, no es ne

cesar iamente porque su comunidad ideológica o mu

sical sea más perfecta, ni porque se hayan reconocido

mutuamente como "mejores" . Se da en efecto en la

exper iencia corr ien te que no s iempre e l i j amos por

amigo a aquel que objet iva o subjet ivamente nos pa

rece e l mejor en t re los que f recuentamos . Au n la su

bl ime y di lecta amistad que Cristo consagró a su dis

c ípulo Juan no prueba en modo alguno que Él es t i

m as e a  este último más  que a  los otros; y he  a q u í  la

pru eba : a Pedro confió el gobierno de su Iglesia. Así

como el enamorado puede muy b ien reconocer que

otra mujer es más hermosa que la que es objeto de su

pas ión , y s in que de e l lo resu l te n ingún daño para

és ta , yo puedo muy b ien admi t i r que mi amigo no

es el más intel igente ni el más generoso de todos los

que conozco, y que muy probablemente no rehusar ían

tampoco ser amigos míos. En todo caso, el joven mu-

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2 8 PSICOANÁL ISIS DE L A AMIST AD

sico de que acabo de ocuparme, confiesa que en su

grupo hay mejores mús icos que su amigo y has ta que

con a lgunos o t ros in tercambia ideas sobre asuntos re

l igiosos o pol í t icos con mayor faci l idad que con él ,

que es má s bien taci turn o. ¡Sin em barg o, es éste el que

se ha convert ido en su amigo

Cualquiera sea , pues , l a importancia de las "cual i

dades" del o t ro , no bas tan por c ier to para expl icar

por qué lo hemos e leg ido preci samente a é l por amigo.

Exis ten por o t ra par te verdaderos " f lechazos" de

amis tad , ps ico lógicamente muy semejantes a los del

amo r . Nos encont ram os con Fula no por pr im era vez,

pocas cosas sabemos sobre él , apenas ha dejado entre

ver lo que piensa y cuales son sus gustos, pero ya ex

per imentamos por é l un gran impulso de s impat ía , que

remos rhá o menos conscientemente a t ra er su a tención ,

desper tar en é l un impulso análogo hacia nosot ros .

Cier tamente , es ta especie de f l echazo no engendra to

davía la amistad; es sólo la primera chispa y son necesa

r ias numerosas condiciones para que de e l l a bro te una

verdadera l lama de amistad, capaz de resist i r a los

contrat iempos de la vida.

Por completo que supongamos e l inventar io de los

móvi les racionales que tendr íamos para querer a

Fulano, no es suf ic ien te para expl icar lo adecuadamen

te .  Esto no ignifica, s in embargo, que el f lechazo se

produzca sin motivos ni móviles, pues éstos se hal lan

le jos de ser s iempre y exclus ivamente de orden racio

nal . Mient ras nues t ra conciencia quizás ignora todo to

davía acerca del o t ro , nues t ro inconsciente puede ya

hab er reconocido en él un amigo pos ib le , ad iv inan do en

t re é l y nosot ros mis ter iosas af in idades que tardarán

años quizás en hacerse p len am ente conscientes . El

inconsciente parece ad iv inar a veces , no so lamente lo

que el otro ya es, s ino también lo que es capaz de l le

gar a ser , qu izás gracias a nues t ra amis tad , preci sa-

N AC IMIE N T O DE L A AMIST AD

29

mente . Ent re e l o t ro y nosot ros ad iv ina un parentesco

potencia l de a lmas . También importa saber que las

motivaciones, tanto inconscientes como conscientes, de

la am istad, lejos están de ser todas egoístas. Im po rta

no sólo lo que tenemos derecho de esperar y recibir

del otro, s ino por lo menos otro tanto lo que nos sen

t imos má s o menos capaces de dar le . La am is tad es

por esencia generosa.

*

Con todo, para que pueda nacer y desarro l larse l a

am istad ent re dos seres, imp orta que un o y otro, se

encuent ren en es tado de  disponibilidad.  M e ha suce

d ido a menudo encont rarme en presencia de personas

que se quejaban de no tener amigos ; según e l las , na

d ie l as querr í a por amigas . Ahora b ien , he podido

comprobar casi s iempre que esto se debía a su propia

fal ta de d i sponib i l idad , porque es taban demas iado ocu

padas para poder acoger a l o t ro . Puede t ra tarse de un

estorbo exterior, es decir, que no se dispone de bastante

t iempo o de energía afect iva para las necesidades de la

amis tad . Ta l es e l caso par t i c u lar de t an tos hom bres

de negocios, obl igados por su profesión a tener innu

merables relaciones, comidas de negocios t ras comidas

de negocios. En el las se hab la de todo, me nos de lo

verdaderamente personal de cada uno. Es raro que

una verdadero amis tad pueda f lorecer en ta les con

dic iones . Lo más a menudo, s in embargo, l a ocupa

ción que hace imposible la amistad es de orden inte

rior, subjet iva. El otro en cua nto otro no interesa al

egocént r ico . És te b ien que querr í a t ener un amigo,

pero por las sat isfacciones egotistas que sería capaz de

pro cura rle. El narcisis ta sólo busca en el otro un a es

pecie de espejo de su propio yo hipertrófico. Tod a de

semejanza, toda divergencia, le parecen obstáculos

insuperables para lo que é l en t iende por amis tad . No

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30 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

to lera n inguna cont radicción , espera que e l amigo lo

escuche y lo apruebe, que es té s iempre l i s to para aco

ger lo . Cuando exper imente l a neces idad de hacer lo ,

i rá a verlo todos los días, no dejándole ninguna posi

b i l idad para su v ida personal o para o t ras re laciones .

Después , no se lo ve más durante d ías y semanas , s im

plemente porque ya no lo desea. Poco importa que sea

entonces el otro el que está solo. Nada t iene de extraño

que un "amigo" semejante decepcione, y que uno evi

te ins t in t iv am ente tom arlo por amigo. A veces l a in-

disponibi l idad de origen egocéntrico deriva de la neu

rosis y entonces sólo una buena psicoterapia está en

condiciones de volve r al sujeto capa z de am istad . En

ocasiones, s in embargo, una toma de conciencia y es

fuerzos voluntar ios pueden bas tar para e l lo .

En la disponibi l idad de los seres hay grados, y en

consecuencia más o menos opor tunidades para e l los de

viv i r la amis tad . S i l a amis tad surge más a me nud o y

m ás f ác i l m en t e en l a j uven t ud que en l a edad m adura

o en la vejez, se debe a que el ser joven se hal la ge

neralmente más d i sponib le . De es to resu l ta que mu

chos hombres y mujeres só lo t i enen amigos de juven

tud; s i és tos desaparecen , se s ien ten incapaces de anu

dar nuevos v ínculos amis tosos . En verdad , l a amis tad

no es en modo alguno pr iv i leg io de la juventud única

mente . Yo conozco una anciana dama que pasa los

ochenta años de edad y es tá s iempre d i spues ta a t rabar

nuevas amis tades , y efect ivamente todavía l as hace,

tan to en t re gentes de su propia generación como ent ré

los jóvenes. Se podría aducir, quizás, que la persona de

edad capaz de hacerse de nuevos amigos ha conservado

joven su corazón, o qu e ha vu el to a serlo. Sin em barg o,

normalmente , es deci r , s i supiese pro teger su in t imidad ,

a l menos parcia lmente , cont ra l a ag i tación del mundo,

el adul to evolucionado y no neurót ico deber ía ser más

apto para la am istad qu e el adolesce nte. En efecto, en

este úl t imo es normal cierto grado de narcisismo, y si a

NACIMIENTO DE LA AMIS TAD

31

pesar de todo logra hacer amigos, es porque la disponi

b i l idad l l eva en é l generalmente ventaja sobre e l nar

cisismo. La necesidad y el deseo de la amistad t riunfan

del miedo de am ar . El adul to , a meno s que se encue n

tre inhibido por confl ictos psíquicos, debería estar más al

abrigo de la tentación del narcisismo. Y los obstáculos

exteriores a la disponibi l idad deberían dejarse vencer

más fáci lmente, a condición, por su puesto, de qué su

deseo de amistad no sea una simple veleidad.

.

El impulso amistoso, como hemos visto, brota a

menudo de las profundidades afect ivas de nues t ro ps i -

quismo, mucho antes que hayamos podido adqui r i r e l

conocimiento racional del otro. Nuestra l ibido se en

cuent ra es t imulada por nues t ra d i sponib i l idad para l a

amis tad , por nues t ra neces idad de amis tad . Per o s i

nues t ro impulso nos l l eva hacia t a l ser más b ien que

hacia los demás , es porque nues t ro inconsciente cree

reconocer en él una pareja potencial para el diálogo,

para l a comunión. Ha adiv inado ins t in t ivamente que

hay a lgo en común, a lgún parentesco fundamental en-

Ire el otro y nosotros; s i no, el diálogo sería impensa

ble.  S invem bargo, en t re seres que se parec en dem a

s iado , a l punto de no ser más que un eco mutuo, no

podría desarrol larse verdadero diálogo. Las diver

gencias , l as d ivergencias complementar ias , importan

en efecto tanto, por lo menos, como las s imil i tudes,

para que sea posible la comu nicación amistosa. Po r

ot ra par te , para saber s i nues t ra amis tad con o t ro es

v iable , nues t ro inconsciente hace e l inventar io , no tan-

lo de los y os estáticos del otro y nue stro, com o del

ideal del yo

  de uno y otro.

Innumerables factores en t ran en la formación de

nues t ro ideal del yo , de es ta imagen ideal que que-

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32

PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

rríamos real izar en nosotros y que da cierta conver

gencia a nuestras energías y a nuestros esfuerzos dis

persos. En el niño , ese ideal del yo se com pone casi

por entero de lo proyección de la imagen que incons

cientemente se ha formado de sus padres, lo que no

quiere decir que sea el exacto retrato de estos úl t imos.

Ella quiere l legar a ser como mamá; él , ser en todo

semejante a papá. Pero tampoco es raro qu e e l n iño

se encuentre en confl icto afect ivo con uno u otro de

sus padres, sobre todo porque cree que lo quieren

poco o que no lo quie ren. Enton ces su ideal del yo

es exactamente el reverso del progenitor con quien

está en confl icto, quiere l legar a ser radicalmente dis

t into de este úl t imo. El niño el ige entonces sus amis

tades no en función de lo que él mismo es, s ino en fun

ción de su ideal del yo de origen pa ren tal . El mu -

chaci to que está en su casa rodeado por un amor ma

ternal demasiado protector, puede buscar en la escuela,

como amigo, a alguno más fuerte y prest igioso, capaz

de ejercer par a con él el mism o papel protector. Per o

también puede ocurrir que su inconsciente se rebele

cont ra es ta pro tección maternal exces iva , aun cuando

conscie nteme nte se sienta a gusto con el la. Enton ces,

por un proceso de sobrecompensación psicológica, se afi

cionará a uno más débil , al cual podrá a su vez proteger

y dominar .

Poco a poco, a part i r de la adolescencia, el ideal del

yo se va haciendo más complejo, al al imentarse en otras

fuentes que la famil ia. Los héroes de las novelas y las

pel ículas, los personajes históricos, los maestros admi

rados ,  cont r ibuyen, cada uno por su par te y en grados

diversos, a la formación de nuestr o ideal del yo. Lo

más a menudo, todo es to permanece muy confuso , pero

no por el lo influye menos en muchas de nuestras deci

siones y elecciones, en part icular en la elección de nues

tros amigos.

Este ideal del vo Querríamos, por cierto, real izarlo en

NACIMIENTO DE LA AMISTAD

33

nosot ros mismos , y más o menos as iduamente nos es

forzamos en el lo. Pero es sobre todo en aquel los a

quienes quis iéramos hacer nues t ros amigos , donde bus

camos su eco , su reproducción . Tod a vez que na ce en

nosotros el deseo de tener por amigo a tal ser que

quizás hemos t ra tado por pr imera vez, es que nues t ro

inconsciente ha ad iv inado ya que a l menos por c ier tos

aspectos de su personal idad corresponde a nuestro ideal

del yo, sea en acto, sea tan sólo potencialmente.

S in embargo, no bas ta para que nazca la amis tad ,

que el otro sea más o menos conforme a nuestro ideal

del yo . Hace fa l t a además que es te nues t ro ideal del yo

coincida por lo me nos en par te con el del otro. Si

fal ta esta coincidencia, el impulso amistoso que nos

l leva hacia el otro cae a menudo en el vacío.

El amor eró t ico puede muy b ien ser so lamente uni

latera l . Ha sta es lo que ocurre con frecuen cia en

tre los adolescentes, que ni s iquiera se atreven a so

l ici tar reciprocidad al objeto de su pasión. Entre los

mismos adul tos , e l amor uni la tera l es tuvo muy de moda

en la época romántica. Por otra parte, es más bien raro

que el "flechazo" t raspase a dos seres en el mismo mo

mento . Por lo menos durante un t i empo, l a mayor par te

de los amores son unilaterales. "Si te quiero, ¿qué te

importa?" , d ice un enamorado románt ico a l a mujer

que ama. La l i t era tura y l a v ida abundan por igual en

ejemplos de amor s in reciprocidad . Lo más a menudo,

cuando tal estado de cosas se prolonga, es que se t rata

de lo que se ha convenido en l l ama r "a mo r de sdichado" .

Pero conozco también casos en que e l amante uni la te

ral acepta sin sufrir demasiado la fal ta de reciprocidad,

y hasta l lega a encontrar en su amor la fuente de un

gran enr iquecimiento ex i s tencia l . As í Max, joven que

habia caído muy bajo moralmente , se enamoró de la

esposa de su mejor amigo. Sabiendo que era una mu

jer v i r tuosa y además enamorada de su mar ido , n i por

un solo instan te pensó e n qu e el la lo amase" y p or otra

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34

PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

parle nada hizo para lograrlo. Pero por lo menos quiso

hacerse d igno de la amada, y en su manera de v iv i r

se produjo un cambio radical .

La amistad, por el contrario, es inconcebible sin re

ciprocidad. Claro que puede uno decirse amigo de la

naturaleza o amigo de los an imales , s in que ent re en

juego la noción de reciprocidad. Pero se t rata en tal

caso de una extens ión puramente analógica de la pa

labra amistad. En su sent ido propio, la amistad implica

s iempre y necesar iamente d iá logo, comunión, y supone

entonces, por definición, dos términos. Yo no puedo

llamarme amigo de Fulano, s i no es cierto que él , a

su vez, también está dispuesto a reconocerme a mí por

amigo.

Es ta ex igencia de reciprocidad hace, ev identemente ,

más aleatorio el nacimiento de la amistad. Yo puedo

-creer que he hal lado en Fulano la perfecta encarnación

de mi ideal del yo y sent irme l levado por un gran

impulso amistoso hacia él ; pero si él no reconoce en

mí su propio ideal del yo, o si , más simplemente, se

encuent ra en ese momento indisponib le para l a amis

tad , mi impulso corre r i esgo de no hal lar n inguna aco

gida. Surge entonces la tentación, a la que muchos

sucumben, de creer que la amistad es imposible, de

est imarse indignos de la amistad de aquel los a los que

querr í an tener por amigos . S in embargo, es puro ro

mant ic i smo creer que nues t ro ideal del yo se encuent ra

encarnado en un solo ser, y que si éste no nos quiere

por amigos, estamos defini t ivamente condenados a la

so ledad . Ante todo, importa saber que n ingún ser hu

mano real iza perfectamente nues t ro ideal del yo; luego,

que hay c ier tamente muchos , quizás una mul t i tud , que

lo encarnan parcia lmente , en d iverso grado, pero lo

suf ic ien temente para que ent re nosot ros y cada uno

de el los pueda establecerse una autént ica comunicación

existencial . El que busca la amistad con sinceridad y

perseverancia, t iene todas las posibi l idades de encon-

N A C I M I E N T O D E L A A M I ST A D 3 5

Irarla un día. Lo importante es no dejarse descorazonar

jamás por los fracasos, por mucho que se repi tan.

La si tuación de aquel cuya amistad se sol ici ta, no

siempre es más cómoda que la de quien se ha dedicado

ii la búsqueda de el la. Muchas veces he experimen

tado lo embarazoso de esta s i tuación. Un hombre, que

es asiduo lector de mis l ibros, cree haber encontrado

en el los la explicación de sus problemas existenciales.

Tiene la impresión de que nadie mejor que el autor

de esos l ibros está en condiciones de comprenderlo, y

por lo tanto de ser su amigo. Me escribe, viene a ver

m e,

  pronto me ofrece su amistad. ¿Qué debo hacer

yo? Siento por él piedad, hasta cierta s impatía, y es

toy dispuesto a comprenderlo y ayudarlo. Pero es otra

cosa lo que espera de mí. Ahora bien, para mí es claro

desde un comienzo, que yo por mi parte nada espero

de él, y que por esto no es posible entre nosotros nin

guna reciprocidad , n inguna verdadera amis tad . La mis

ma si tuación se produce de vez en cuando con personas

que recurren a mí para la psicosíntesis . Lo más fre

cuentemente , no se t ra ta de n inguna manera de una

"trasferencia" en el sent ido freudiano preciso del tér

mi n o ,

  es decir, de un desplazamiento del confl icto neu

rót ico sobre el terapeuta. Más senci l lamente, en el t ras

curso de las entrevistas terapéuticas, los seres toman

más aguda conciencia de su soledad y de su consi

guiente desdicha. Nace en el los un vivo deseo de co

municación con los demás, y a medida que van ca

yendo sus inhibiciones neurót icas, se s ienten cada vez

más disponibles para la amistad. ¿Qué cosa más na

tural entonces que experimentar el deseo y creer en

la posibi l idad de una verdadera y profunda amistad,

preci samente con aquel a quien se en t regan como ja-

N A C I M I E N T O D E L A A M I ST A D 3 7

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36 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

má s lo ha n hech o has ta en tonc es , y que tan- b ien pa

rece comprender los? Para más , e l ps ico terapeuta es l a

pr imera persona que los toma en ser io , los escucha

atentamente y l es mani f ies ta s impat ía . Se incl inan ,

por lo t an to , a pensar que es t ambién e l único que

puede hacer lo , y en consecuencia e l único amigo po

sible. Existen casos en que, efect ivamente, entre el

ps ico terapeuta y su paciente puede es tab lecerse una

verdadera re lación amis tosa , una amis tad que se pro

longará mucho más a l l á de l a conclus ión de la t erapia ,

y s in que se t ra te de cualquier "cont ra- t ra s ferencia" .

Sin embargo, en la gran mayoría de los casos el sujeto

siente muy bien, y sin que el psicólogo tenga necesidad

de decí rse lo , que no podrá contar con una verdadera

reciprocidad de par te de es te ú l t imo. Sufre más o me

nos por e l lo , l amenta "no tener nada que dar en cam

b i o "

  de lo que recibe. El psicólogo debe alentarlo con

del icadeza a hacerse d i sponib le para l as amis tades que

pueden ofrecérsele en e l ambiente natural de su v ida.

Le hace comprender que, s i an tes no ha encont rado

amigo, se debía a sus confl ictos neurót icos, obstáculo

que de ahí en adelante no debe seguir exist iendo. Y ob

tendrá su l ibre consent imiento para ese par t i cu lar í s imo

género de re laciones afect ivas que pueden y aun deben

exist i r en el curso de un tratamiento psicológico, y

que no son eró t icas n i , p ropiamente hablando, amis tad .

Con f recuencia me ha s ido dado comprobar que es ta

relación afect iva  sui generis  con el psicoterapeuta, s i rve

a los sujetos para el aprendizaje de la amistad. Mu

chos no esperan siquiera el f inal de la terapia para

trabar sól idas amistades con personas que a veces co

nocían desde hacía años , s in haber osado esperar que

ent re e l los pudiese surg i r una amis tad . Tanto es as í ,

que e l pr incipal y a menudo el único obs táculo para

el nacimiento de la amis tad hay que buscar lo en e l

su je to mismo que se queja dolor idamente de no poder

tener amigos .

La amis tad debe ser quer ida . No bas ta , s in embargo,

querer la para que nazca, aun cuando sean dos los que

la desean . Yo he pasado personalmente por es ta ex

per iencia . Hace años , t rabajaba en una misma tarea

con un hombre cercano a mí por l a edad y la cu l tura .

Yo lo es t imaba mucho, t an to por su in te l igencia como

por sus cual idades espiri tuales. Nos sent íamos perfec

tamente al unísono, tanto en el plano ideológico como

en el esp i r i tual . Raramente he deseado conver t i rme en

amigo de alguien como entonces; le part icipé mi deseo,

y también en él era de todo punto evidente que exis

t ía el mismo deseo. Hicimos meri torios esfuerzos para

lograr un acercamiento , nos es forzamos por es tab lecer

un diálogo tan ínt imo como fuese posible, y nos com

portamos en todo como amigos. Todo fue en vano, la

chispa afect iva no bro tó jamás . Debimos res ignarnos

a no ser más que buenos camaradas , "amigos" en e l

sent ido ampl io de la palabra . Nos comprendíamos a

mar avi l l a in te lec tualm ente; pero en -lo afect ivo n o v i

brábamos a l un í sono. Que quienes por su par te real i

cen una exper iencia semejante , no inf ieran de e l l a l a

imposibi l idad de la amistad como tal , s ino solamente

la impos ib i l idad de su amis tad con Fulano.

¿P uede p res en t a r s e i gua l m en t e e l cas o con t r a r i o?

¿Puede uno hacerse amigo de a lguien s in querer ser lo?

No parece que e l lo pueda suceder . C ier tamente , he

mos hablado antes del "flechazo" amistoso, pero éste

no l lega a ser verdadera amistad sino después de ha

ber s ido rat i ficado por los sujetos. Jamás es uno amigo

de alguien a pesar de sí mismo. Por oscura que sea

una fuente , l a amis tad no puede adqui r i r forma más

que a p lena luz .

*

38

P S I C O A N Á L I S I S D E L A A M I S T A D

N A C I M I E N T O D E LA A M I S T A D

39

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Para que l a amis tad nazca y c rezca son ind i spen

sables , como hemos vis to , ciertas s imil i tudes , aunque

también c i e r t as desemejanzas . Al parecer , en t re c i e r

tos g rupos de carac teres y t emperamantos , es cas i im

posible la amistad. Un hombre que los caracterólogos

clas i f icaran entre los act ivos primarios emotivos, ten

dería s in duda en vano a la amistad con un no act ivo

secundario no emotivo. Es necesario que por lo menos

exis ta s imil i tud en uno de los t res planos. Asimismo,

en t re un in t rover t ido y un ex t raver t ido , l a amis tad es

dif íci l , s i no imposible. Con todo, en el primero puede

lograrse c i e r t a ex t ravers ión , a l menos median te l a ps i

coterapia, as í como en el segundo cierta int rovers ión,

con lo que es tarán en condiciones de formar la más

i d e a l p a r e j a d e a mi g o s , d e s e mp e ñ a n d o a p r o x i ma d a

mente e l uno cerca de l o t ro e l papel que Jung a t r i

b u y e a l  anima  respecto del  animus,  y viceversa. Una

iden t idad demas iado g rande en t re los carac teres o t em

peramentos demues t ra a menudo ser un obs tácu lo para

la comunicación amistosa. Ésta, al no t ropezar en apa

riencia con una dif icul tad, corre el pel igro de dete

nerse en la superficie entre dos extravert idos , de que

dar en una sen t imenta l idad demas iado inef i caz cuando

se t rata de dos int rovert idos .

Con bas tan te f recuencia se observan amis tades en

t re seres que parecen rad ica lmente opues tos en t re s í .

Ta l l inda n iña t i ene por "amiga de l a lma" a una

feota; el mejor de la clase es inseparable del más hol

gazán. Los sujetos de es ta s i tuación serían lo más a

menudo los ú l t imos que pud ieran dar una exp l i cac ión

racionalmente sat isfactoria de tales amistades . Por ot ra

parte, no s iempre es verdad, como lo afi rma la opi

n ión cor r i en te , que l a n iña bon i t a qu iera hacer resa l

tar mejor su bel leza, obl igando a compararla con la

fealdad de su amiga. En el t rascurso del anál is is ps i

co lóg ico , muy a menudo se reve la que se t ra t a mes

bien de una especie de compensación. La l inda niñ3

como e l a lumno aven ta jado t i enen l a sensac ión , más

o menos in tensa , de que no merecen ser lo que son ,

y tener por amigos a la fea y al holgazán, es para

e l los un modo de "pagar" . Pero , más senc i l l amente ,

t ambién puede ocur r i r que e l inconsc ien te de l a n iña

hermosa y de l a lumno br i l l an te hayan ad iv inado en

la fea y en el mal es tudiante cual idades más secretas ,

que a ellos les faltan. En cuanto a la fea y al holga

zán , su inc l inac ión puede emanar t ambién de una

necesidad inconsciente de compensación. En todo caso,

nada nos autoriza a considerar

  a priori

  tales amistades

como inautént icas . Si bien exis ten sobrecompensacio-

nes neuró t i cas , t ambién l as hay per fec tamente sanas .

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I I I

L O

  QUE LA

  A M I S T A D

  NO ES

P

ARA COMPRENDER BIEN  la realidad propia de la

am i s t ad ,  es de  ev idente importan cia d i s t ingui r la

de o t ras re laciones in terhumanas

  que por

  a l gún

  as

pecto  se le  a s em ej an . P o rque ,  en  efecto, como tantas

oirás, la  pa l ab ra am i s t ad  se bas t a rdea  en  nuestros días

ter r ib lemente .  Se dice o se  escribe  mi  que r i do am i go"

a personas

  con las que se

  m a n t i en en apenas vagas

relaciones sociales.

  Con

  f recuencia ,

  al

  p ronunc i a r l a

  o

escribirla

  se

  pone c ier ta nota

  de

  condescendencia: c ier

to pat rón gus ta t ra tar

  a sus

  subordinados

  de

  "quer idos

amigos" , pero cons iderar í a incongruente  que uno de

dios tuviese

  la

  idea

  de

  l l am ar l o

  a su vez

  "quer ido

nmigo" . Es  corr ien te deci r , acerca  de  F u l a n o :  Es uno

de mis  am i gos " , cuando  se  t r a t a  tan  sólo de una  per

sona  a  qu i en  se  encuen t r a  de  t i em po  en  t i empo  en

sociedad  o en un  c lub cualquiera .

De esta extensión excesiva

  del

  concepto

  de

  amis tad

resul ta

  que

  m u c h o s

  no

  saben

  ya

  s iquiera

  que la

  ver

dadera amis tad puede exis t i r ,  esa  am i s t ad  de la que

hablamos  en  este l ibro  y a la que  puede cabe r  un

papel decisivo

 en la

  p rom oc i ón

  de la

  ex i s tencia . Nada

hacen , por lo  t an to , para hal larse d i sponib les par a es ta

' 4 2 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

LO QUE LA AMISTAD NO ES 43

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amistad, y renuncian así a la única posibi l idad de

escapar de la soledad que sufren.

No abrigamos de ningún modo la intención de idea

l izar desmedidamente la noción de la amistad. Como

queda dicho en el primer capí tulo de este l ibro, la

amistad no es, en manera alguna, el privi legio de ra

ras "almas bel las". Si bien en niveles diferentes, se

la ve embellecer la existencia de santos y de pecado

res ,  de adultos y de niños, de sabios y de simples. No

se sigue de esto, s in embargo, que haya derecho a

cal i f i car de amis tad a cualquier re lación in terhumana.

Al proponernos d i ferenciar cabalmente l a amis tad de

lo que no lo es, no tenemos el propósi to de arrojar

por el lo descrédi to sobre esas otras relaciones inter

humanas . La mayor ía de e l l as desempeñan una fun

ción importante y muy posi t iva en la existencia in

dividual y colect iva de los seres humanos. Pero son

otra cosa que la amistad y el papel que les cabe es

diferente del que cumple ésta.

En la base de todas l as comunicaciones in terhuma

nas se encuent ra l a so l idar idad humana. En épocas

pasadas, la conciencia de esta sol idaridad tenía bien

precisos l ímites. Uno se sent ía sol idario de su famil ia,

de su t ribu, de su nación, más tarde de su clase. Di

fíci lmente se concebía, entonces, que se pudiese ser

amigo de quienes no formaran par te de la misma co

lectividad. El prodigioso desarrollo de los medios de

locomoción y de comunicación t iende de más en más

a la abolición de todas esas fronteras. Cada vez son

más numerosos los que se conciben espontáneamente

como miembros de la humanidad , an tes de toda con

ciencia de sol idaridad nacional , racial , de clase o de

iglesia. Esos hombres y esas mujeres no creen de nin-

guna m anera habe r cum pl i do t o t a l m en t e s u debe r

cuando han sat isfecho sus obl igaciones respecto de su

famil ia y de su país natal . Les conciernen personal

mente l a hambruna de China, l a esclav i tud de Arabia ,

el racismo de África del Sur, la persecución de los

protestantes en España y la de los cris t ianos en ge

neral en los países comunistas. Se sienten de algún

modo responsables de todos esos males y est iman que

es su deber hacer lo posible por combatirlos. En algu

nos,  la conciencia de la sol idaridad l lega más al lá de

la comunidad humana, toma d imens iones propiamente

cósmicas. A ejemplo de un san Francisco de Asís , se

dicen amigos de los animales y de las plantas, del

universo en su total idad.

Verdad es que la conciencia de la sol idaridad uni

versal no es absolu tamente nueva. La han exper imen

tado en muy al to grado no sólo santos como Francisco

de Asís ' y tantos otros, s ino tam bié n la ha n profesado

los estoicos y otros filósofos de la Antigüedad, del Re

nacimiento, de Oriente y Occidente. Sin embargo, se

t ra taba en tonces de indiv iduos re la t ivamente poco nu

merosos y cuya evolución espiri tual aventajaba sobre

manera l a del conjunto de sus contemporáneos y com

pat r io tas . Lo que es , pu es , una. no ve da d p ropia de

nuestra época, es la extensión sin precedentes de la

conciencia de la sol idaridad universal . Cierto que no

es todavía cosa de todo el mundo, y aun asist imos de

vez en cuando a re tornos tumul tuosos del fanat i smo

nacional o racial . Pero éstos no son, pese a todo, más

que recaídas del impulso esp i r i tual que hemos ana

l izado en .muchas de nues t ras obras p recedentes . La

evolución de la noosfera es s in duda alguna irrever

sible,

  y por esta circunstancia, la conciencia de la so

l idar idad universal só lo pued e d i fundi rse má s y más .

De es to se s igue que las re laciones in terhumanas ,

ya de orden económico y racional , ya de orden afec

t ivo,

  se dejarán l imi tar cada vez menos por f ronte-

4 4 P S I C O A N Á L I S I S D E L A A M I S T A D

L O Q U E L A A M I S T A D N O E S 4 5

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r a s .

  Ya son f recuentes l as amis tades en t re hombres

que o t rora habr ían cre ído que debían combat i rse y

odiarse . Pero tan to más urgente es d i s t ingui r l a amis

tad de lo que no lo es, puesto que la confusión sólo

podría perjudicar así a la amistad como a las restantes

re l ac i ones i n t e rhum anas .

Los jóvenes de hoy confunden fáci lmente a l amigo

con el "amigóte" . S in embargo, se t ra ta de real idades

bien diferentes. Se l lama amigotes a los miembros de

una misma pandi l l a , l a cual se asemeja , en general ,

menos a una comunidad de personas que a un rebaño,

cuya conciencia es sobre todo gregaria. Los amigotes

salen juntos , f recuentan los mismos lugares de d iver

sión, pero son poco aficionados a conocerse unos a otros

m á s í n t i m a m e n t e ,  más  pe r s ona l m en t e . A m enudo he

hecho hablar a jóvenes sobre sus relaciones con sus

amigotes . Lo más f recuentemente ignoraban todo lo

referente a su famil ia, sus estudios, sus act ividades

profesionales, sus proyectos para el futuro. Sus con

versaciones se l imi taban cas i s iempre a t r iv ia l idades .

Por lo general se han conver t ido en camaradas por

puro azar , por haberse conocido en un salón de bai le ,

en un "asal to" , en la p laya. Todo lo que hay de co

mún entre el los es el gusto por el   twist  o cualquier

otro bai le de moda, o el ser todos "fanát icos" del can

tor en boga. Por otra parte, los amigotes se sienten

más cómodos en pandil la que de a dos, pues en el

pr imer caso bas ta gr i t ar y re í r a coro , mient ras que

siendo dos sería necesario decirse algo y el los no t ie

nen nada que deci rse . A pesar de todo, en t re dos ami

gotes bro tan a veces sent imientos de amor o de amis

tad ; pero en tonces por lo general se a le jan de la banda,

dejan de ser compinches . Marcos , de d iecinueve años ,

que es tudia decoración , se queja de aburr i rse t er r ib le

mente porque se encuent ra so lo . Ahora b ien , me en

tero de que forma par te de una pandi l l a , con la que

va varias veces a la semana al cine o a bai lar y con

la que pasa las horas muertas en los cafés de moda.

Sin poder explicarse cómo puede sent irse solo, estando

rodeado por t an tos camaradas (que por lo demás é l

l lama a veces sus amigos), es con todo consciente de

la insuficiencia afect iva de este t ipo de relaciones. Un

día , t ras unas vacaciones escolares de a lgunas sema

n a s ,

  me topo con Marcos to ta lmente t ras f igurado. Su

alegría no es art i f icial , no está disgustado de la vida,

no se queja de que se aburre ni de estar solo. Es

porque durante esas vacaciones ha hecho un "verda

dero" amigo. Ya no t i ene deseos de f recuentar su pan

di l la; ahora va al cine y a bai lar con su amigo. La

gran novedad de es tas re laciones res ide , para é l , en

que su amigo y é l se "comprenden" , aun cuando se

pasen las horas juntos s in hablar de nada. De ahora

en adelante ya no hay neces idad de expl icar le a es te

joven la d i ferencia en t re un amigo y un amigóte ,

pues sabe que aun e l mejor "amigóte" no equivale

a un amigo.

Una de las re laciones in terhumanas más d i fundidas

en nuestro t iempo es la que resul ta del ejercicio de

la misma profesión. Los que la ejercen no son, evi

dentemente , amigos , aun cuando ocas ionalmente se den

este nombre en público, s ino colegas. Por lo general ,

l as re laciones en t re co legas son puramente obje t ivas ,

s in pro longación a lguna fuera del t er reno profes ional .

Hay, s í , e l banquete o e l congreso anual de los no

tar ios ,

  de los ginecólogos o de los profesores de idiomas;

pero de el los no resul tan casi relaciones de hombre

a hombre. La so l idar idad que puede haber en t re co-

4 6 PSICOANÁ LISIS DE LA AMISTAD

LO QUE LA AMISTAD NO ES 47

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legas , lo más a menudo sólo exis te frente a terceros;

entre s í son más bien compet idores y en general se

conducen como tales . Por ot ra parte, los que t rabajan

juntos en una misma tarea y cuyos intereses son real

mente sol idarios , no se l laman colegas s ino camaradas .

La camaradería se s i túa, s in duda, en un nivel exis-

tencial muy superior al de los amigotes y los colegas .

Los camaradas no se contentan con dis t raerse juntos

y su relación tampoco se funda sobre el ejercicio de

una misma p rofes ión . Se t ra t an como camaradas por

que sost ienen una lucha común por una causa que

les es igua lmente quer ida . Hay pues camaradas de

lucha, camaradas de part ido o de s indicato. Una forma

part icular de camaradería exis t ió en los campos de

pris ioneros de guerra, la cual tenía por cl ima no tanto

los combates en que se había intervenido conjunta

mente, como los sufrimientos que se padecían enton

ces.  Es s ignif icat ivo que los vínculos de la camaradería

nacida de la guerra o el caut iverio sobreviven a veces

largos años a la s i tuación que les ha dado nacimiento.

Andró Mal raux ha exa l t ado , en var i as de sus no

velas ,

  l a comunión en t re camaradas de lucha . Los hom

bres que , t an to en e l l evan tamien to de Can tón como

en la guerra civi l española, luchan hombro con hom

bro con t ra e l mismo enemigo , pueden muy b ien per

tenecer a clases sociales , cul turas , naciones , rel igiones

y part idos diferentes ; la camaradería de combate borra

todas esas divergencias individuales , hace lat i r los co

razones a l un ísono . Nada parece más normal que com

part i r el úl t imo t rozo de pan, y aun la úl t ima pi ldora

de cicuta con el camarada; no se vaci la s iquiera en

ar r i esgar l a v ida para sa lvar a l camarada de una s i

tuación pel igrosa. Gracias a la camaradería, cada uno

puede alcanzar un es tadio superior de exis tencia; la

camarader ía e l imina l a t r iv i a l idad co t id iana .

Durante cerca de diez años tuve ocasión de vivir

personalmente con g ran in tens idad l a mís t i ca de l a

camaradería, y es toy pues en condiciones de tes t imo

n iar que Mal raux no exagera su g randeza . Nues t ra

camarader ía se fundaba en nues t ra per t enencia a l mis

mo part ido revolucionario , en cuyo seno teníamos la

concienc ia de luchar por los "mañanas que can tan" ,

es decir , por una futura sociedad humana en la cual

no habría más desigualdades de derechos ni de for

tuna , n i exp lo tac ión de l hombre por e l hombre , n i

n inguna o t ra in jus t i c i a . Recuerdo un mi t in en Moscú ,

en la Plaza Roja, en el cual part icipaban decenas de

millares de jóvenes llegados de todos los países del

mundo . Jamás exper imenté más v ivamente l a s ign i

f icación profunda de la camaradería que cuando to

dos juntos , cada uno en su propia lengua, cantamos

La Internacional.  Si l a pa lab ra "mí s t i ca" no hub iese

tenido entonces para nosotros un sent ido netamente

peyora t ivo , habr ía hab lado de comunión mís t i ca en

t re todos aquel los jóvenes . Entre camaradas , la dis

t inción entre lo "mío" y lo " tuyo" apenas exis t ía , por

supuesto que todo se compart ía. Un fervoroso mil i

tante l legó a proponer a un propagandis ta profesional

del part ido, a quien suponía privado de mujeres desde

hacía mucho, en razón de sus act ividades , que com

part iera el lecho con la suya.

Por muchos de sus rasgos, la camaradería se parece,

pues , engañosamente a l a amis tad . Y s in embargo , no

es amis tad . Lo que en l a camarader ía cuen ta es in

f in i t amente menos l a persona de l camarada que su

par t i c ipac ión en l a lucha común. Cier to que a me

nudo se es t ab lecen en t re a lgunos camaradas l azos de

af in idad par t i cu lar , de p red i l ecc ión in te rpersonal , y

entonces cabe decir que esos camaradas son   también

amigos . Pero es t a amis tad permanece s i empre subor

dinada a las exigencias de la lucha y obedece nece

sariamente ' a las di rect ivas del part ido. Pedro y Juan,

a quienes conocí bien, eran desde hacía años cama-

radas amigos como los que acabamos de seña lar . Un

4 8 PSICOANÁLISIS DÉ LA AMISTAD

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día , l a d i rección del par t ido sospechó que Pedro man

tenía relacione s con los "ene migo s de clase ", y f

ue

a Juan , su mejor amigo, a quien con toda natural idad

encargó espiar lo y f inalmente "desenmascarar lo" . S i

hubo alguna vaci lación o a lgún pesar en Juan , en

todo caso él no lo demostró y encontró normal obe

decer al part ido. Se ha visto igualmente, después de

las grandes "purgas" s ta l in ianas , a comunis tas cono

cidos por su valor, renegar de sus mejores amigos y

prestarse como test igos contra el los en una parodia de

jus t ic ia . Y no obraban as í por cobard ía , c ier tamente .

Aun en los países l ibres, donde no hay gran cosa que

temer por parte de las secretarías del part ido, todos

aquel los que en un momento dado se han v i s to obl i

gados a romper con e l comunismo, han perd ido a l

punto todos sus amigos, lo que desde el punto de vista

mar xis ta se jus ti f ica perfec tamen te . Mie nt ras qu e la

amis tad es una re lación subjet iva , l a camarader ía es

d¿ orden objet ivo , y e l marxismo subordina s iempre

lo subjet ivo a lo objet ivo. Con esta perspect iva, es in

concebib le que se pueda cont inuar s iendo amigos cuan

do se ha dejado de ser camaradas. De ahí se s igue que

también la camarader ía , no obs tante su bel leza y gran

deza, cons t i tuye una comunidad "cerrada" en e l sen

t ido bergsoniano del t érmino. Puede c ier tamente d i s

cut irse, a fin de establecer s i "objet ivamente" no es

superior a la amistad; pero lo indiscut ible es que no

es l a amis tad y por lo t an to no desempeña las mis

mas funciones que ésta.

I V

L A A M I S T A D Y E L A M O R

L

Ó G I C A M E N T E , D E B E R Í A M O S  haber anal izado las se

mejanzas y d i ferencias en t re l a amis tad y e l amor

. en e l capí tu lo preced ente , a cont inuación de las com

paraciones de la amis tad con la camarader ía y l as de

más re laciones in terpersonales . S i , no obs tante , l e con

sagramos un capí tu lo especia l , es porque las re laciones

en t r e l a am i s t ad y e l am or s on m ucho m ás num eros as

e ín t imas aún que las que hemos descubier to en t re

la amis tad y l a camarader ía .

Ante todo, ambos , l a amis tad y e l amor , son re la

c iones subjet ivas . Uno quiere a Fulano, o es su amigo,

no porque per tenezca a l a misma nación , a l mismo

par t ido o a l a misma re l ig ión , s ino a veces has ta a

pesar de todo eso , senci l l amente por ser quien es . Mien

t ras que es fáci l p reci sar por qué cons ideramos a Fu

l ano nues t ro am i gó t e , co l ega o cam arada , a m enudo r e

su l ta muc ho má s d if í c il expl icar , t an to a nosotros mism os

como a los demás , l as mot ivaciones de nues t ros sen

t imientos amis tosos o amorosos . Es tas mot ivaciones , en

efecto , son a menudo inconscientes . Amis tad y amor

son ambos comunicaciones afect ivas , mient ras que la

cam arader í a puede m uy b i en s e r i n t ens a y au t én t i ca ,

s in que los camaradas a l i en ten uno por e l o t ro n ingún

5 0 P S I C O A N Á L I S I S D E L A A M I S T A D

L A A M I S T A D Y E L A M O R

51

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impulso nacido del corazón. Por otra parte es sabido

que en el s iglo xvn, apenas se hacía en Francia dis

t inción ent re l as palabras "amigo" y "amante" , a t a l

pu nto am is tad y amo r parecían semejantes . Hoy. d ía ,

s in embargo, importa tomar conciencia t an to de las

s imi l i tudes como de las d i ferencias que pueda haber

ent re es tas dos formas pr incipales de la comunicación

afect iva.

Ocioso resul taría, s in duda, discut ir s i el primer lu

gar en las relaciones interpersonales debe reconocér

sele a la amistad o al amor. Lo indiscut ible es que una

y otro pueden hacer sal i r al individuo de su incomu

nicación y promover lo a un n ivel super ior de ex i s

tencia .. Un a persona puede sos tener m uy leg í t ima me nte

que la amis tad cuenta más en su v ida que e l amor ,

mient ras que o t ra puede, con igual razón, af i rmar lo

cont rar io . Y a un en ^la v ida de un a m isma persona

hay a menudo al ternancia en t re es tas dos formas de

comunicación afect iva . Ent re n iños y adolescentes , nor

malmente sólo existen lazos amistosos, y con razón

se considera la adolescencia como la edad por exce

lencia de la amistad. Los adultos jóvenes, s in desde

ñar la generalmente , se incl inan a conceder e l pr imer

lugar, en su vida afect iva, al amor. En efecto, corrien

temente se comprueba que cuando un joven se ena

mora, se a le ja de sus amigos a l menos durante un

t iempo, aunque unos años más tarde vuelva a encon

trarse con el los. Entre los adultos, la amistad y el

amor parecen igualmente indispensables para e l equi

l ibrio y la fel icidad- de la persona, acordándosele la

primacía ora a éste, ora a aquél la, según las s i tua

ciones y los individuos. En la edad madura, sobre todo

en los hombres de nivel espiri tual elevado, la amistad

t iende nuevamente a ocupar e l pr imer lugar . Es ta

al ternancia en t re l a amis tad y e l amor ex i s te has ta

en la vida ',de la pareja con yug al , como tend rem os

ocas ión de comprobar lo .

Sabido es que los t rovadores cantaron las bel lezas

de la amistad amorosa. A pesar de todo, se t rataba

en real idad de amor , un amor que la moral y l as

costumbres de la época obl igaban a ser "platónico".

Este género de amor, que con toda sinceridad se l la

ma amis tad , es todavía bas tan te común ent re los ado

lescentes, poco conscientes del ínt imo lazo existente

entre sus pulsiones sexuales y sus emociones afect ivas.

En tre ad ultos, la amistad amoro sa no \ es , por c ierto,

impos ib le , y en a lgunas c i rcuns tancias has ta puede re

comendarse. Es preciso, s in embargo, que quienes con

traigan esta relación posean estructuras morales y es

piri tuales sól idas, para que la amistad amorosa no se

convierta, contra su voluntad, en amor sin más ni más.

En este  terreno,  l as i lus iones nacen muy fáci lmente .

Pero si es verdad que el amor puede, en algunos ca

sos,

  disfrazarse de amistad, grave yerro sería el de

no ver en toda amistad más que amor disfrazado.

Cierto que la misma energía afect iva al imenta el amor

y la amistad, pero como ya queda dicho, esta energía

afect iva, la l ibido, es en sí misma indiferenciada y

se colora con los sent imientos que nutre.

Para que una persona sea capaz de amar de amor ,

es preci so que haya a lcanzado c ier to grado de madurez,

no sólo psíquica, sino también física. Si los freudianos

hablan del amor especí f icamente sexual en t re los n i

ños,  no es, al menos en los casos normales, más que

por postulado doctrinal , pues según el los la afect ividad

toda, s i no la vida psíquica en su conjunto, t iene na

turaleza sexual . En real idad , e l ser humano no es ap to

para e l amor has ta l a puber tad . C ier to que no es ne

cesar io que e l amor t i enda s iempre conscientemente a

la unión sexual , y entre los adolescentes por lo general

5 2 PSICOAN ÁLISIS DE LA AMISTAD

LA AMISTAD Y EL AMOR

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no t iende a el la; pero hasta el más platónico de los

amores es a pesar de todo de naturaleza sexual .

La madurez fís ica no es en modo alguno necesaria

para la amistad . Si bien las forma superiores y su

bl imes de la amistad suponen un al to grado de madurez

psíquica, no hay razón sin embargo para considerar

inautént icas las amistades de los niños y de los ado

lescentes, y hasta las que existen entre seres muy poco

evolucionados . La amis tad parece ser l a más "natural"

expresión de la afect ividad humana, lo que explica que

se la encuentre en todos los niveles del desarrol lo afec

tivo.

  Más aún , es lo que más ef icazmente cont r ibuye

al desarrol lo afect ivo del individuo. A menudo he

tenido ocasión de comprobar que los adultos incapa

ces de amor son precisamente los que no han tenido

oportunidad de real izar su aprendizaje, en su infancia

y su adolescencia, por medio de la amistad.

El amor , por subl ime y subl imado que se lo suponga,

es necesar iamente una pas ión carnal . De aquí resu l ta

que casi s iempre entraña cierta confusión, cierto os

curecimiento de las facul tades intelectuales y vol i t ivas

del sujeto. A un cu and o no siemp re revista ese carác

ter "demoniaco" con que aparece en las novelas de

Dostoievski , la l i teratura de todos los pueblos abunda

en ejemplos de amor a pesar suyo, que cae sobre el

sujeto como u n rayo , como la fatal idad. Ta nt o los

sabios de la ant igüedad como los moral is tas más re

cientes, han puesto en guardia a sus discípulos contra

la pas ión del amor , cuya t i ran ía des t ructora perciben .

S in duda por es te mism o mot ivo , más o menos confusa

mente conocido, muchas rel igiones, y entre el las el

cris t ianismo, exigen de sus sacerdotes y otros candi

datos a la perfección espiri tual , la renuncia al amor

carnal . Con, razón o s in e l l a (en n ues t ra opin ión m ás

bien sin el la), est iman a este úl t imo difíci lmente con

ci l i ab le con una v ida esp i r i tual verdaderamente in ten

sa . De cualquier manera , lo c ier to es que e l amante ,

mientras se hal la bajo la influencia de la pasión, di

fíci lmente consigue ver a su amada con objet ividad.

Mient ras uno ama apas ionadamente , no es consciente

más que de las cual idades del ser amado; más aun ,

t ras forma en cual idades has ta sus más notables defec

tos.  Una muchacha de mi conocimiento encont raba

"m arav i l l o s o" e l t a r t am udeo de l hom bre que am aba ,

as í como un enamorado cons idera encantador que su

amada b izquee. Es más grave aún cuando el amor tor

na en virtudes las más escandalosas deficiencias mora

les del amado. Conocí una joven de buena famil ia,

dotada de buena educación y de una perfecta moral

personal , que amaba a un crapuloso " i racundo" , y veía

actos de valor, casi proezas cabal lerescas, en lo que no

era más que asal tos a las casas. Pero cuando la pasión

pierde in tens idad o se ex t ingue, a menudo se l l ega a

aborrecer hasta las cual idades más posi t ivas del otro.

¡C uán t os ' m ar i dos t achan de "m an í a" e l a f án de l i m

pieza y orden de una esposa a la que han dejado de

amar , y cons ideran grata bohemia la suciedad y des

orden de su am ante Y de repente , ¡qué feo parece ese

lunar , en e l que la pas ión hacía ver t an ta bel leza

No sostengo que las cual idades fís icas de nuestros

amigos nos resu l ten siempre indi ferentes . Somos m uy

leg í t im am ent e sensibles al encan to, la bel leza .o la

fuerza de nuestros amigos, y estamos orgullosos de

el los. Fue quizás la melodía de la voz o la suavidad

de la mi rada lo que l l amó nues t ra a tención sobre Fu

lano y s i rv ió de punto de par t ida a nues t ra amis tad .

Con todo, l a par te que desempeña lo carnal , aun en

el sent ido extenso que damos aquí a esta palabra, es y

sigue siendo secundaria en el nacimiento y los progre

sos de la am istad . De el lo se sigue que ésta se hal la

incomparablemente menos su je ta que e l amor a l as

al terac iones de la sensibi l idad. Es por lo tan to má s

serena. Uno acepta al amigo sin i lusiones, con pleno

cono cimie nto de sus virtud es y defectos. Todos somos

54 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

LA AMISTAD Y EL AMOR 5 5

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evidentemente más indulgentes con los defectos de

nuestros amigos que con los de quienes no son indife

rentes o , con mayor razón aún, an t ipát icos . No porque

la amistad nos enceguezca, como se dice que ocurre

con el amor; muy por el contrario, esta afección que

exper imentamos por nues t ros amigos nos permi te ver

más profundamente , y as í nos encont ramos en mejo

res condiciones para comprender las circunstarlcias

exteriores y las motivaciones inconscientes que pue

den influir sobre el los y hacerlos desviar del camino

recto. El finísimo psicólogo que fue san Agust ín dice

con razón:  Nemo nisi per amicitiam cognoscitur;  sólo

gracias a la amistad se pue de conocer a alguien . Ad e

m á s ,

  l a c lar iv idencia en profundidad que media en la

am istad no se l imita a los amigos. Quie n ha pasado

por l a exper iencia de una amis tad autént ica y ha te

nido por lo tanto la posibi l idad de penetrar en la sub

je t iv idad del pró j imo, habrá adqui r ido una exper ien

cia que le resul tará muy beneficiosa para todas sus

relaciones con los demás. Dado que nos habremos

negado a juzgar "objet ivamente" , es deci r , según las

so las apar iencias ex ternas , e l comportamiento de nues

tros amigos, deduciremos con buena lógica, aun en los

casos en que no se t rate de nuestros amigos, que las

apar iencias no proporcionan s ino una mínima par te de

la verdad. Nos esforzaremos entonces por conocer y

comprender los móviles secretos de todos los que t ra

tamos , aun de aquel los que en e l pr imer momento nos

sean ant ipát icos. Pablo, estudiante de veint idós años,

se destacaba por la extrema severidad, y hasta male

volencia, con que juzgab a a su círculo. Sólo veía por

todos lados egoísmo y tontería, y afirmaba que en

"nues t ra época" ha dejado de ex i s t i r l a grandeza

de alma, la franqueza, la leal tad, la fidel idad en el

am or. En el anál is is se comp robó que Pab lo hab ía

fracasado lamentablemente en a lgunas t ímidas t en ta

t ivas de t rabar relaciones amistosas y amorosas, por

otra parte a causa de su propia fal ta de disponibi l idad.

Algunas sesiones de psicosíntesis bastaron para amen

guar, s ino el iminar, su narcisismo, y el joven no tardó

en confesarnos, con una alegría en la que se mezclaba

no poca confusión, que acababa de hacerse amigo de

un compañero de estudios conocido de hacía años, pero

del que nunca había supues to que tuviese t an tas af i

nidades con él . Poco a poco, gracias a esta amistad,

todas las relaciones de Pablo con su ambiente se modi

f icaron . Dejó de juzgar sum aria y severam ente a sus

herm anos y herm ana s , as í como a sus cam arad as . S i

por acaso hablaba de las "ext ravagancias" de a lguien ,

en seguida le buscaba "excusas". De este conocimien

to ampl io de los demás resu l tó un saludable apacigua

miento de su tens ión , a l punto que de melancól ico que

era no tard ó en volverse alegre y opt imista. Ha sta e n

el p lano pol í t i co , fue renunciando paulat inamente a

su ext remismo de o t rora .

La amis tad puede, pues , conver t i rse para nosot ros en

una verdadera escuela de s impat ía , capaz de ex ten

derse progres ivamente a todos los seres humanos y por

fin al cosmos entero.

*

Por su naturaleza , e l amor no puede ser s ino exclus i

vo,   es decir, que en estado de reciprocidad sólo puede

exist i r entre dos seres. Implica, en efecto, tanto el in

tercambio carnal como la comunión espi r i tual , y todos

saben que la car ne supone l ímites bien precisos. Po r

esto es difíci l evi tar qu e el am or sea celoso. M uc ho

mas   que todos saben, por intuición o por experiencia,

que la atracción carnal carece de estabi l idad: la que

parecía t an hermosa ayer puede de pronto dejar de

a t r ae r t o t a l m en t e nues t r a m i rada , no po rque haya

cambiado, s ino s implemente porque nues t ra l ib ido

car nal se ha fi jado sobre otro objeto. Psicoló gicam en-

5 6 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

LA AMISTAD Y EL AMOR

57

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te ,

  pues , nada t i ene de asombroso que sea inherente

al amor un sent imiento de mayor o menor insegur i

dad , aun cuando por lo demás no se pongan en duda

las cual idades morales del amado, sobre todo su sin

cer idad . Una mujer puede af i rmar que es tá absolu ta

mente segura de la au tent ic idad del amor que le t es

t imonia su mar ido , y con todo sent i rse incómoda cuan

do le ve interesarse por otra mujer o hablar de el la

con entusiasmo. Esto explica, aparte toda perspect iva

propiamente rel igiosa, por qué todas las sociedades

t ienden a ins t i tucional izar e l amor , a rodear lo del má

ximo de garant ías objet ivas. En los primeros t iempos del

rég imen comunis ta en Rus ia se predicó e l "amor l ibre" ,

pero la insegur idad resu l tan te fue a t a l punto catas

trófica, que el Estado soviét ico sint ió vaci lar hasta sus

cimientos . No le quedó entonces más remedio que vol

ver a someter al amor a leyes y reglamentos.

En una amis tad d igna de ta l nombre, no hay lugar

para los celos. Como tendremos ocasión de anal izarlo

más de cerca, la amistad de nuestro amigo con otras

personas no encierra n inguna amenaza para l a que

existe entre él y nosotros. Por el contrario, no podre

mos menos que benef ic iarnos con e l enr iquecimiento

que haya adqui r ido en contacto con sus demás amis

t ades .

  El terreno de la comunión amistosa es, en efec

to ,

  de orden espiri tual , y está en la naturaleza del

espíri tu no conocer las l imitaciones propias de la car

n e .  Pueden ser muchos en tonces los que par t i c ipen en

un mismo bien esp i r i tual , s in que por e l lo d i sminuya

la par te correspondiente a cada uno. Y has ta e l amor

erót ico es capaz de superar su natural procl ividad a

los celos, cuando marcha a la par con la amistad.

Las amistades celosas- existen, ciertam ente . Son ha sta

bastante frecuentes entre los adolescentes, y aún más

en tre las adolescentes. Per o esto no debil i ta en na da

nu estr a argu me ntac ión. Si en efecto es así , se debe a

que en esa etapa de la maduración afect iva persiste

todavía cierta confusión entre amistad y amor, pues

el inst into sexual no ha podido desl igarse aún plena

mente de la afect ividad general . Basta que el adoles

cente o l a adolescente descubran e l amor , para que de

jen de ser celosos en sus am ista des . Cu an do los celos

se manifiestan en las amistades entre adultos, nos en

cont ramos a menudo f ren te a personas que todavía no

han conseguido superar el infant i l ismo en el plano

afect ivo. Salvo que lo que l lam an am istad sea en rea

l idad amor, un amor que los sujetos no quieren reco

nocer por motivos inconscientes.

La amis tad exige fidel idad tanto como el am or. El

ser incapaz de fidel idad es tan poco apto para la amis

tad como para el amor. Esta fidel idad no siempre es

fáci l y exige casi s iem pre cierto esfuerzo. Los en am o

rados consideran a menudo el esfuerzo de la fidel idad

como una casi t raición al amor, pues conforme a la

idea que se forjan de su amor, todos los sent imientos

y todas las conductas que inspira deberían ser espon

taneidad pura . Ahora b ien , dada la importante par te

que en el amor corresponde a la carne, la fidel idad

verdaderamente espontánea no dura por lo general

má s que el ard or de la pasión. Yo he sido con frecuen

cia test igo del asombro de amantes que habían com

probado por experiencia que su fidel idad estaba lejos

de ser "a toda prueba", que tanto el los como su com

pañera podían exper imentar a t racción por una terce

ra persona. Erróneamente deducían de es to que su

amor había muer to . La mayor ía de las parejas real

mente fieles reconocen que han l legado a el lo gracias

a un esfuerzo y que la conciencia de la necesidad del

esfuerzo no ha afectado en nada la autent icidad de

su amor .

58

PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

El amigo comprende mejor la necesidad del esfuerzo

L A AMIST AD Y E L AMOR 5 9

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para m ante ner l a f idelidad . Al comprobar en su ami

go el deseo de luchar contra todo lo que, en él y en

torno de él , podría conspirar contra la fidel idad pro

metida, lejos de inferir que sus sent imientos son frá

gi les , redobla su confianza en él . Además, la promesa

de fidel idad entre amigos no t iene necesidad de for

mularse con palabras y e l verdadero amigo tampoco

lo exige. La simple toma de conciencia de nuestra

amis tad por Fulano, y del consent imiento que pres ta

el otro a el la, implica ja, s in necesidad de fórmulas, el

juramento de f idel idad .

La fidel idad entre amigos resiste mejor que la de

los amantes las pruebas de la separación, la vejez, los

cambios fís icos e intelectuales. Podemos estar sepa

rados de nues t ro amigo durante años , en cuyo t ras

curso ambos quizás hay amo s cambiado muc ho. Al

volver a vernos, basta por lo general un corto t iempo

y algún es fuerzo para que nos s in tamos nuevamente

amigos y reanudemos el diálogo existencial , como si

j amá s se hubiese in ter rum pido. La razón de seme

jante fidel idad hay que buscarla en el hecho de que la

amis tad , cont rar iamente a l amor , se funda en lo es

p i r i tual , en lo que hay de permanente en e l ser huma

no .  Nuestras condiciones de vida, nuestro aspecto fí

s ico, incluso nuestras ideas y convicciones habrán cam

biado o evolucionado, pero en lo más profundo de

nuestro ser seguimos siempre idént icos a lo que éra

mos hace años, decenas de años. El hecho de que la

fidel idad en la amistad, tal como acabamos de descri

birla, exista, podría servir como val ioso argumento

contra cierta "fenomenología" que sost iene que en el

hombre •—como también en e l universo mater ia l— no

exis te n inguna sus tancia permanente por debajo o más

al lá de los fenómenos siempre cambiantes, y que por

esto toda promesa de fidel idad es una prevaricación

contra la existencia.

* *

La amis tad exige, t an to más que e l amor , perfecta

s incer idad y rechaza la men t i ra . En r igor , se podr ía

admi t i r que los amantes t engan uno respecto del o t ro

una s incer idad in termi tente , s in que e l amor resu l te ,

no obs tante , des t ru ido . En e l momento del éx tas i s car

nal pueden muy fáci lmente y en resumidas cuentas s in

ceramente , exagerar e l valor de los sent imientos que

rec í p rocam en t e exper i m e n t an . En es e m om en t o s on ,

pues ,

  capaces de prometerse una fidel idad que en otros

ins tan tes - no t i ene n en mod o algun o in tención de ob

servar . Con la amis tad no podr ía ocurr i r lo mism o. Es

preci samente es ta ex igencia de perfecta s incer idad lo

que hace la amistad difíci l , s ino imposible, para ciertas

personas , demas iado habi tuadas a d i s imular su verda

dero yo , a menos que no hayan tomado s iquiera con

ciencia de su existencia. N o es que los amig os d eb an

entregarse a incesantes confidencias, del género de las

que pract i can las adolescentes y las mo dist i l las . La

concepción rousseauniana de la amis tad , en teramente

fundada en la efus ión sent imental , no corresponde cas i

a las necesidades afect ivas de los adultos de nuestra

época. Lo que cuenta para l a s incer idad amis tosa es

que uno se descubre al amigo tal como es, a cara des

cubierta, s in afectación ni aparato escénico. En. sus

actos y palabras , e l amigo debe mos t rarse por en tero

ante e l amigo. S in embargo, es ta ex igencia debe enten

derse recta me nte . El que, a pre tex to de s ince r idad ,

hace demost raciones de su mal carácter y de sus defec

tos ante sus amigos, con riesgo de hacerlos sufrir , no

t iene n ingú n derecho a l t í tu lo de amigo s incero . En

efecto, no se t rata solamente ni ante todo de exhibir

nues t ro yo es tá t i co , que a menudo no es más que una

ment i ra . La s incer idad amis tosa , as í como la misma

amis tad , apela a nues t ro d inamism o afectivo . En n úe s-

6 0 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

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t ro hacernos y tal como somos en el t rance de hacernos,

es como debemos mostrarnos a nuestros amigos. Un ser

que hubiese renunciado a hacerse , se volver ía por e l lo

incapaz de verdadera s incer idad , y por lo t an to , de ver

dadera amis tad .

*

Quiera el lector no deducir de estas comparaciones

ent re l a amis tad y e l amor que depreciamos és te para

mejor exal tar aquél la . Es tamos p lenamente convenci

dos de que la fidel idad y la s inceridad son indispen

sables para c imentar es ta comunidad de amor por ex

celencia que es e l mat r im onio . Pero , como lo verem os

en un capí tu lo pos ter ior , para que e l amor pueda ser

vir de fundamento a esta unión, es preciso que se aso

cie a- la am istad.

V

L A S A M I S T A D E S " P A R T I C U L A R E S "

L

A EDAD MÁS FAVORABLE

  para e l nacimiento de la

amis tad , ya lo hemos d icho , es l a juventud , l a

adolescencia. La may oría de las am istades sól idas, qu e

res i s ten v ic tor iosamente a todas l as t empes tades de la

v ida, se anudan entonces . Muchos adul tos f rus t rados

en la amis tad hal lan como excusa y expl icación de

su estado el hecho de que las condiciones de su vida

les impidieron hacerse de amigos en la adolescencia,

o bien que los han perdido, como si lo natural fuese

(cosa que no es c ier ta) que só lo pudieran hacerse ami

gos en la adolescencia.

Y s in embargo, muchos educadores desconf ían de

las amistades entre adolescentes. En muchos colegios,

in ternados y noviciados , e l reg lamento prohibe toda

conversación a solas entre dos, prescribe que se debe

es tar " raramente so lo , nunca a so las con o t ro , hal larse

s iempre t res juntos , por lo me nos " . En cuanto se ob

serva que dos adolescentes se buscan mutuamente y

mantienen conversaciones confidenciales, se sospecha

que t i enen re laciones equívocas , s i no homosexuales .

Para designar y exponer en la picota del ridículo es

tas amistades de adolescentes, se há inventado la ex

pres ión "amis tades par t i cu lares" . ¡Como s i pudiera

62

PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

L AS AMISTADE S "PAR T ICU L AR E S" 6 3

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exis t i r amis tad que no sea "par t i cu lar" Tr ata r de

vedarla a los jóvenes es querer privarlos de la más

preciosa experiencia afect iva, que como ninguna otra

puede cont r ibui r ef icazmente a su maduración ps íquica ,

a la el iminación de su narcisismo y a la indispensable

ext ravers ión .

Verdad es que a menudo la amis tad rev i s te en t re los

adolescentes, sobre todo entre las niñas, un carácter ex

cesiva me nte sent im enta l . Se las ve pasearse toma das de

la ma no o por la c intu ra; besa rse; escribirse todos los

d ías car tas t i ernas y has ta apas ionadas . Muchos edu

cadores —y no siempre por culpa de los vulgarizadores

de la doct r ina f reudiana—, profesan impl íc i t amente l a

tes i s de que toda sent imental idad y toda ternura t i enen

origen erót ico, que las "amistades part iculares" sólo

pueden ser, por lo tanto, erot ismo latente y, en conse

cuencia , inmorales .

Yo no sostengo que entre los adolescentes no existen

en absolu to re laciones más o menos expl íc i t amente eró

t i cas y homosexuales . Gr an cant idad de homosexuales

cuyo confidente he sido, han hecho, efect ivamente, el

aprendizaje de su "paraf i l i a" con los "amigotes" de la

adolescencia , lo más a me nud o en un in ternado. Pero ,

habida cuenta de las innumerables amis tades juveni les ,

aqué l las no con st i tuye n sino raras- excepciones, por

m uy lam entables qu e se l as cons idere . ¿Se deber ían

prohibir las ascensiones, a pretexto de que todos los

años a lgunos a lp in i s tas encuent ran la muer te en la

m on t aña? Adem ás , a l pa rece r y s egún nues t r a s i n

formaciones , no son por reg la general l as "amis ta

des par t i cu lares" l as que s i rven de t rampol ín para l as

desviaciones homosexueles en los colegios o interna

dos.  Lo más a menudo el in ic iador parece haber s ido

un camarada de más edad que no era jus tamente e l

propio amigo.

Que en las mani fes taciones de ternura en t re amigos

adolescentes pueda haber a lgo de " turb io" es con f re-

cuencia exacto . Corresponden a es ta edad importantes

modificaciones psicológicas y fisiológicas. El instinto

sexual despierta, la necesidad de amar y de ser amado

se hac e imperiosa. Por lo gen eral , el adolescen te no

establece ninguna relación consciente entre los sent i

mientos t i ernos o apas ionados que exper imenta por su

amigo y los sueños y deseos "impuros" que por otra par

te lo asal ta n. Recorda mos la teoría de la "l ibido " que

nos ha parecido la más ajustada a la real idad psicoló

gica: la energía afect iva es en sí misma indiferenciada,

capaz de desembocar tanto en la amistad como en el

am or erót ico. Sólo hacia el f inal de la ado lescencia,

cuando la sexual idad ha a lcanzado suf ic ien te madu

rez , una par te más o menos importante de la l ib ido ,

según los indiv iduos , toma un color ido netamente eró

t ico. En las amistades entre adolescentes reina más

bien la confus ión , t an to mayor cuanto menor es l a toma

de conciencia de las real idades propiamente sexuales.

Una de las peores consecuencias del freudismo mal

comprendido es l a de hacer t emer en esas amis tades

t iernas y sent imentales de la adolescencia, un comienzo

de homosexu al idad . Pero es ex t re mad am ente ra ro

—siempre que no in tervenga un educador torpe—

que ta les amis tades inhiban la evolución normal del

inst into sexual hacia un compañero del otro sexo. Cier

to que a veces en esas manifestaciones de la ternura

amis tosa puede mezclarse un poco de emoción carnal .

Pero ser ía un error a larma rse más de la cuenta . Ocu

rre que los amigos adolescentes conceden mucho lugar

en sus conversaciones a lo erót ico, y a veces hasta "se

m ira n" y "se tocan" . S in embarg o, l a búsqueda de

placer t iene en esto mucho menos lugar que la sat is

facción de una curiusidad al f in y al cabo perfectamen

te no rm al a esa edad. Sólo ocasio nalm ente, casi por

azar, puede la sat isfacción de esta curiosidad conducir a

una sat isfacción propiamente erót ica. En todo caso, de

una manera cas i general , es ta especie de amis tad de-

6 4 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

L A S A M I ST A D E S " P A R T I C U L A R E S " 6 5

chachos , no t a rdó en resurg i r , después de a lgunas

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más iado exc lus iva y más o menos equ ívoca , en t re jó

venes , se normal izará s in dif icul tades y casi s in dejar

t raumat i smos , en cuan to uno u o t ro o ambos amigos

hayan a lcanzado e l g rado de madurez a fec t iva su f i

ciente para es tar en condiciones de amar en el sent ido

prop iamente e ró t i co de l t é rmino . Pongamos como

ejemplo el caso de una pareja de amigos que he cono

c ido rec ien temente .

Marcos y Miguel , alumnos de un colegio rel igioso,

eran a los ca to rce años amigos inseparab les . Du ran te

las vacac iones manten ían una in tensa cor respondencia ,

en l a que hac ían un verdadero abuso de l vocabu la

rio sent imental , copiado de sus lecturas de los román

t icos . Se hac ían m utu as "conf idencias" y se hab ían

compromet ido a "dec í rse lo todo" . No es so rp renden

t e ,  por lo tanto, que a es ta edad del despertar sexual ,

sus confidencias versasen también, y hasta princi

pa lmente , sobre ese aspec to . Comparaban l as seña

les de su naciente vi r i l idad y l legaron a veces , inclu

s ive, a " tocarse " m utu am ent e . En sum a, aquel lo pa

rec ía e l p ro to t ipo de esas "amis tades par t i cu lares" que

tan to tem en los educad ores . Sin embarg o, nues tros dos

muchachos t en ían l a suer t e de ha l l a rse en re l ac iones

de gran confianza con uno de los padres educadores del

co leg io , a qu ien hab laron f rancamente de su amis tad

y de sus man ifes taciones a veces confusas . El sacerdo

te ,

  su f i c i en temente in te l igen te y ps i co lóg icamente in

fo rmado , no d ramat i zó l as cosas , l o que con segur idad

h a b r í a t r a u ma t i z a d o má s o me n o s g r a v e m e n t e a a m

bos jóvenes . Hacia los dieciocho años, Marcos se ena

mo ró de l a he rm an a de Mig uel . Es te ú l t imo , cuya pu

ber t ad se ' desvanec ía má s l en ta me nte , se mos t ró a l co

mienza ce los ís imo y padec ió por l a aparen te d i sminu

c ión de in t imidad

  co n

  su amigo. El deseo de igualar

a és t e es t imuló , no obs tan te , su p rop ia m adu rac ió n afec

t iva , y p ron to t ambién é l se enamoró de una mucha

cha . En lo tocan te a l a amis tad en t re ambos mu-

f luc tuac iones , reves t ida de un es t i lo no tab lemente d i s

t in to de l an ter io r . De ah í en ade lan te es tuvo exen ta

de sensiblería y excesivo sent imental ismo, hasta en

t rando a veces en e l p l ano de l a emulac ión . Ho y , M ar

cos y Miguel son hombres que han pasado l a t re in tena ;

ambos es tán casados y son padres de famil ia, pero su

am is tad pers is t e . Só lo en c i rcuns tanc ias bas tan te par

t iculares uno de los dos debía recordar lo que en la

época de su adolescencia había habido de l igeramente

confuso en es ta amistad. Sin embargo, apostaría a que

s i e l padre , por t emor de l as "amis tades par t i cu lares" ,

se hub iese inmiscu ido en e l l a ind i scre tamente , t ra t ando

de separar a los amigos , l a madurac ión normal de su

afect ividad se habría inhibido y quizás desviado más o

men os g ravemen te . S i conf i a r demas iado en l a na tu

raleza puede entrañar r iesgos, desconfiar con exceso es ,

según nues t ra exper i enc ia , i n f in i t amente más pe l ig roso

todav ía . No me parece p rovechoso exponer aqu í los

numerosos casos de paraf i l i a homosexual que hemos t e

nido ocasión de conocer, y cuya causa había res idido en

la desviación de la maduración afect iva a consecuencia

de torpezas de es te género por parte de los educadores .

El exceso de culpabi l ización, en efecto, marcha casi

s iempre en sent ido opuesto al objet ivo perseguido por

e l educador . És te , ev iden temente , no t i ene que aprobar

lo que a veces puede haber de demasiado sensual y

sen t im enta l en la amis tad ado lescen te . Que hab le de

e l lo ob je t iva y serenamente , y sobre todo que con t r ibu

ya cuan to pueda a l a madurac ión afec t iva de los jóve

nes .

  Pero ante todo, que no exhorte a los adolescentes

a poner f in a su amistad, con el pretexto de que no todo

es en el la perfe ctam ente "p ur o" . Esto sería i r en con tra

del f in buscado.

*

6 6 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

Menos jus t i f i cada aún mues t ra ser l a desconf ianza

LAS AMISTADES PARTICULA RES 6 7

ampl ias . Es excelente que cada adolescente

  tenga

  su

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respecto de las t i ernas amis tades en t re much ach as . Su

desper tar eró t ico se produce por lo general mucho más

t a rd i am en t e que e l de l os m uchach os . La m a yor í a . de

el las adquiere conciencia de su sensual idad sólo gra

cias a un in ic iador mascul ino . Poco importa que los

ps icoanal i s tas acier ten o yerren a l cons iderar ero t i smo

larvado la necesidad de efusiones sensibles y sent i

mentales que se mani f ies tan en cas i todas l as amis ta

des en t re adolescentes mujere s . Ser ía absurdo cons i

derar las " lesb ianas que no saben que lo son" . A un

las amis tades en t re n iñas muy exclus iv i s tas y celosas

s e no rm al i zan cas i s i em pre cuando a l canzan m adurez

afect iva suficiente para hacerse sensibles al homenaje

mascul ino . A lo sumo podr ía af i rmarse que las mues

t ras de ternura que se prodigan c ier tas amigas ado

lescentes expresan el deseo y la espera inconsciente de

amar a un hombre y ser amadas por é l . S i un escaso

porcentaje de muchachas pasa , a pesar de todo, por l a

experiencia de la desviación sáfica, no es casi nunca

en compañía de una amiga de su edad; l a in ic iadora

es generalmente una persona a lgo mayor , ya conf i r

mada en es ta paraf i l i a .

1

El único escol lo verdadero, desde el punto de vista

ps ico lógico , de l as "amis tades par t i cu lares" en t re ado

lescentes de uno y otro sexo, es el de que amenazan

encerrar a los dos amigos en el narcisismo en pareja.

El lo puede resu l tar una t raba más o menos mani f ies ta

a su ex t ravers ión , a su adaptación a l mundo exter ior .

Para aminorar es te r i esgo , los educadores no deben

cont rar iar l as amis tades par t i cu lares , s ino cuidar más

bien que se in tegren en grupos o comunidades más

1

  Véase el capítulo V de nuestra obra  sicoanálisis del amor.

amigo, pero también que tenga además amigotes y ca

L

maradas . Los movimientos juveni les , en par t i cu lar e l

scoutismo,  nos parece n e l ma rco ideal par a l a expans ión

de la amis tad ent re adolescentes . Los padres

  que

  p re

f ieren que su "chico" , en lugar de formar par te de un

grupo, pase todo su t i empo l ibre en compañía de su

único amigo, cu idadosamente e leg ido por e l los ,

  come

ten un  grave error psicológico y pedagógico.

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V I

L A A M I S T A D E N T R E H O M B R E S

H

EMOS COMPROBADO,  por lo meno s t eó r i camente , que

la amistad puede surgir entre seres humanos de

toda condición, de toda edad, de cualquier sexo. Impor

ta no ideal izar en demasía es ta noción, al punto que

parezca asequible tan sólo a seres de

  élite.

  Para que ha

ya amis tad , bas ta que se encuen t ren rea l i zadas por lo

menos a lgunas de l as cond ic iones fundamenta les que

hemos anal izado en los capítulos precedentes; es raro

encon t rar l as todas reun idas en una amis tad humana.

Sin embargo, s igue en pie que no todas las amistades

se s i túan a l a misma a l tu ra , que hay a lgunas más

merecedoras que o t ras de es t e hermoso nombre de amis

t ad . S i l a "verdadera amis tad" se encuen t ra más a me

nudo entre cierta categoría de personas que entre ot ras ,

se debe en nuestra opinión tanto al nivel de desarrol lo

psicológico como a las condiciones sociológicas. La ma

yor parte de los ejemplos célebres de grandes amistades

se dan en t re hombres . La Bib l i a nar ra l a ex t raord inar i a

amis tad ex i s t en te en t re Jonatá n , h i jo ma yor de l rey

Saúl , y el joven David, de quien Saúl sospechaba que

quería robarle el reino y a quien pers iguió como rebel

de .

  Jonatán sacri f icó con alegre ánimo sus derechos al

t rono en aras de su amis tad , y cu ando encon t ró l a mu er-

70

P S I C O A N Á L I S I S D E L A A M I S T A D

t e en la guerra , e l do lor del poeta David inventó bel l í

L A A M I S T A D E N T R E H O M B R E S

71

amis tad ent re n iños y adolescentes , y en seguida ten

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s imos acentos para l lorar lo . También son hombres todos

los que los Evangel ios presentan expl íc i t amente como

amigos de Jesús: Juan, Lázaro, los apóstoles y discípulos

en general . Has ta a Judas , des t inado a en t regar lo a

sus enemigos en e l j ard ín de Getsemaní , l l amaba Jesús

"amigo", mientras que -jamás se sirvió de este vocablo

al d i r ig i rse a María Magdalena o a l as hermanas de

Lázaro , de l as cuales , s in embargo, parece haber s ido

huésped con frecuencia. Igual cosa sucede con las amis

tades de que hablan los diálogos socrát icos de Platón

y o t ras" innumerables obras de la an t igüedad, no só lo

gr iega s ino también la t ina , árabe y has ta or ien ta l . Más

cerca de nosotros, ¡en qué términos de calurosa afec

ción hab la un Mon taign e de su amigo La Boétie La

prematura muer te de és te l e dejó inconsolable , y su

pérd ida le parece inf in i tamente mayor que la de su mu

jer y sus hi jos. Fáci l nos sería mult ipl icar los ejemplos

de grandes y hermosas amis tades en t re hombres , expo-

rter "casos" tomados de la l i teratura u observados en

torno nues t ro .

El hecho de la amis tad ent re hombres y e l impor

tan te papel ex i s tencia l que desempeña ¿nos prmi t i r í a

deduci r que só lo en t re e l los puede haber amis tad ver

dadera? Muchos autores as í lo han pensado: P la tón ,

Ari s tó te les , C icerón , san Agus t ín , Montaigne y t an tos

ot ros af i rman que no puede haber amis tad autént ica

más que ent re representantes del sexo mascul ino . Para

establecer esta tesis se apoyan en su propia experien

cia . En cuanto a l a opin ión corr ien te , es tá p lenamente

dispuesta a adherirse a el la. Se supone que sólo los

hombres son capaces del desinterés, seriedad y fidel i

dad en la medida ex ig ida por l a amis tad . Los modernos

dirían que sólo el los se hal lan en posesión de madurez

afect iva suficiente.

La tes i s presentada en es tos t érminos nos parece ex

ces iva . En e l capí tu lo precedente hemos hablado de la

dremos ocasión de establecer la existencia de la amistad

aun en e l in ter ior de o t ras muchas categor ías de hu

m anos . Af i rm ar que no puede haber am i s t ad au t én t i ca

más que ent re hombres equivale a res t r ingi r con exceso

esta noción, a hacer de el la patrimonio exclusivo de las

élites.  Que ent re seres de excepción , como Jonatán y

David , Jesús y e l após to l Juan , Montaigne y La Boét ie ,

l a am i s t ad apa rezca m ás s ub l i m e que en t r e r ep res en

t an t es de l com ún de l a hum an i dad , e s i ndudab l e ; pe ro

no obs tante , en t re es tos ú l t imos exis te t ambién y e jerce

una función exis tencia l importante .

Lo que es cierto, en cambio, es que la amistad des

empeña en la v ida de los hombres un papel de pr ime-

rís imo plano, y esto en todos los niveles de su desarrol lo

intelectual y afect ivo. Los santos y ascetas, los cuales

creen que deben renunciar a l amor y a l a mayor ía de

los demás goces t er res t res , no renuncian por lo general

a l a amis tad . Jesús mismo, como hemos v i s to , t en ía sus

amigos . Conozco, por o t ra par te , muchos hombres que

encuen t r an g ran p l ace r en una com pañ í a f em en i na ,

sobre todo cuando se t ra ta de mujeres bel las y esp i r i

tuales . S in embargo, es ta compañía no puede reempla

zar para el los, por lo general , la amistad con otros

hom bres . La m ayor í a c reen que pueden s e r "ve rdade

ram en t e e l l o s m i s m os " ún i cam en t e en p res enc i a de un

amigo de su propio sexo; hablan y se comportan muy

dis t in tamente con e l amigo que con sus re laciones fe

meninas , por ín t imas que és tas sean . Cuando ta l amigo

les fa l t a , l a mayor par te de los hombres se s ien ten efec

t ivamente f rus t rados , pese a su éx i to en t re l as mujeres ,

i nc l u s o qu i zás pes e a un ve rdadero "g ran am or" . En

efecto , e l mismo amor no reemplaza durablemente , en

el hombre, a l a amis tad con o t ros hombres . Muchas jó

venes esposas in terpretan mal l a imper iosa neces idad

que empuja a su mar ido a cont inuar sus re laciones de

amis tad mascul ina . Se ofuscan , se celan , se creen poco

72 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

amadas . En real idad , no exis te n inguna cont radicción

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ent re e l amor por l a esposa y l a amis tad ent re hombres ;

son dos órdenes complementar ios de comunicación exis -

tencia l . Inclus ive he podido observar que, de una ma

ner a gen eral , los homb res que por complacer a su esposa

rompen con sus amigos, o que no t ienen amigos, son

menos fi rmes y logrados en amor, que los demás. La

amis tad enr iquece e l amor , en lugar de amenazar lo .

Verdad es que c ier tas amis tades mascul inas es tán más

o menos teñ idas de eró t ica homosexual . En par t i cu lar ,

entre los griegos de la época clásica era así, y nos causa

algún embarazo e l c i t ar los más hermosos tex tos p la tó

n icos para i lus t rar l a amis tad ent re hombres . Pero con

clu i r de e l lo que toda amis tad es un amor homosexual

más o menos bien sublimado, const i tuiría con todo una

grave y muy i l eg í t ima s impl i f i cación . Las más autén

t icas amistades entre hombres que he tenido ocasión

de conocer t ienen por sujetos, precisamente, personas

en quienes aun el más freudiano de los psicoanál is is

buscar ía en vano e l menor rasgo de invers ión sexual .

Además , l a amis tad ent re inver t idos se parece muy

poco a la amistad tal como la hemos descri to y definido.

Es celosa y caprichosa, y proporciona más preocupa

ciones que paz y alegría. En lo que se refiere a los grie

gos de t iempos de Platón, no me parece que las práct icas

homosexuales en tonces en uso nos au tor icen a ex tender

un juicio peyorat ivo a todo lo que di jeron y escribieron

de sublime sobre la amistad. Reinaba al l i cierta con

fusión, s in que por el lo cada real idad perdiera su natu

ra leza especí f ica . En nues t ra opin ión , no habr ía n in

guna falsedad psicológica en decir que su amistad exis

t ía no  a causa  de su amor homosexual , s ino más b ien

a pesar  de él.

VI I

A M I S T A D E S F E M E N I N A S

A

NADIE SE LE OCURRIRÍA  poner en duda qne la amis

tad en t re hombres es pos ib le y que desempeña un

papel importante en su v ida. Por e l cont rar io , a me

nudo se muestra escepticismo en cuanto a la posibi l idad

de que haya verdadera amis tad ent re mujeres . Muchos

hombres cons ideran  a priori  a las mujeres demasiado

fút i les y egocéntricas para ser capaces de una amistad

duradera y sól ida. Conocen por cierto la existencia de

adhes iones apas ionadas en t re mujeres adolescentes , pe

ro se niegan a ver en el las el germen de la amistad,

en comparación con sus propias amis tades de la juven

tud. Claro está que dos muchachitas que se besan con

ternura , se pasean ten iéndose por l a c in tura y mur-

murándose conf idencias , no buscan una cerca de la

o t ra , más o menos inco nscientem ente , o t ra cosa que

un sucedáneo del amor erót ico. El único modelo no

equívoco de amistad entre adolescentes, sería el de los

varones , que in tercambian más puñetazos que conf i

dencias . Mient ras los varones amigos ev i tan los "me

l indres" sent imentales y d i scuten con preferencia sobre

ideas generales, las amistades entre jovenci tas pecan a

los ojos de los hombres, con razón o sin el la, por dar

demas iado lugar a l in t imismo. Lo mismo ocurr i r í a con

7 4 PSICOAN ÁLISIS DE LA AMISTAD

todas l as amis tades femeninas , cualquiera sea l a edad y

A M I ST A D ES F E M E N I N A S ^ 5

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condición de las amigas.

S in embargo, no son los hombres los que con mayor

tenacidad dudan de la pos ib i l idad y au tent ic idad de

la amis tad ent re mujeres . Muchas mujeres lo hacen más

categór icamente aún . Cant idad de mujeres in te lectuales

me han d icho que envid ian a los hombres por sus re

laciones amis tosas , que les proporcionan un goce que q

el las les estaría vedado para siempre. Simone de Beau,

voi r , que pasa por ser e l más au tor izado por tavoz de

l a "m u j e r m oderna" , dec l a ra pe ren t o r i am en t e : "Las

mujeres son , unas para o t ras , camaradas de caut iver io ;

se ayudan a sopor tar su pr i s ión y has ta a preparar lg

evas ión; pero e l l iberador l l egará del mundo mascu-

l ino ."

  1

  Con es to quiere deci r que ent re mujeres podrá

haber c ier ta compl ic idad , pero jamás amis tad . Com

pó r t ens e dos m u j e res com o am i g as t e i nm ed i a t am e n t e

desper tarán en o t ras mujeres l a sospecha de que man

t ienen relaciones más o menos inconfesables. La sos

pecha de safismo se afirma cuando se t rata de dos mu

jeres sol teras, sobre todo si viven juntas.

¿Quién negar ía que pueden exis t i r desviaciones más

o menos abier tamente l esb ianas de la amis tad ent re

mujeres? Amores sáf icos ex i s ten , indudablemente , aun

cuando sean inf in i tamente menos f recuentes de lo que

sos t ienen las malas l enguas . Pero re laciones homose

xuales hay también ent re los hombres , y has ta son con

gran probabi l idad notablemente más comunes que ent re

mujeres. Sin embargo, dejando a un lado a los fideístas

del psicoanál is is , a nadie se le ocurriría valerse de este

argumento cont ra l a pos ib i l idad y la real idad de muy

autént icas amis tades mascul inas , en las que e l ero t i s -

Le deuxieme sexe, II, p. 365.

m o no e j e rce abs o l u t am en t e n i ngún pape l . Y aún pode

mos deci r más : se t ra te de hombres o de mujeres , l a

presencia más o menos consciente de factores homose

xuales en sus re laciones , no nos au tor iza en modo al

guno a negar o poner en duda la ex i s tencia de verdadera

am i s t ad en t r e e s as pe r s onas . En e l p s i qu i s m o hum ano

las cosas se presentan raramente con la s impl ic idad a

que t i enen af ic ión las categor ías racionales .

He t en i do opo r t un i dad de conoce r c i e r t o núm ero de

amis tades femeninas en las que e l saf i smo ocupaba

e fec t i vam en t e a l gún l uga r . En l a g ran m ayor í a de l o s

casos se t ra taba de un saf i smo to ta lmente inconsciente .

As í l a am i s t ad en t r e Te res a y An i t a s e p res t aba m uy

especia lmente a l a in terpretación mal ic iosa y l a pareja

e ra e l hazm er re í r de t odo e l ba r r i o . Te res a exh i b í a

t odos l o s s i gnos de un "m uchacho m a l og rado" : b i go t es ,

espaldas an cha s , voz tenante, e tc . , qu e e l l a ac en tua ba

con s u m anera m as cu l i na de ves t i r s e y e l c i ga r ro que

jamás se l e caía de los l ab ios . Ani ta , por e l cont rar io ,

t en í a e l a s pec t o de una f em i ne i dad cas i i n fan t i l . Am bas

j óvenes s e hab í an conoc i do s i endo a l um nas de l m i s m o

es t ab l ec im i en t o e s co l a r y no hab í a n t a rdad o e n hace r s e

am i gas i n s epa rab l es . C om o e l i g i e ran l a m i s m a p ro fe

s i ón , l e s hab í a pa rec i do pe r fec t am en t e na t u ra l v i v i r en

e l m i s m o dep ar t am en t o , t an t o po r m o t i vos económ i cos

com o po r e s t a r m enos s o l as . C uando s e pas eaban i ban

d e l b r a z o, y h a b i t u a l m e n t e T e r e s a t e n í a p a r a c o n A n i

t a l a s a t enc i ones de un hom bre b i en educado pa ra con

s u am ada . En r e s um en , l a s apa r i enc i as e ran t a l e s , que

yo m i s m o apenas ab r i gaba dudas s ob re e l ca rác t e r s á -

f i co de e s t a am i s t ad . Ahora b i en , un d í a Teres a s e d i r i

g ió a mí a causa de c ier tas d i f i cu l tades con que t rope

zaba en e l p l an o p ro fes i ona l . P oco des pués a c ud i ó a m í

t a m b i é n s u a m i g a ,  y  m e conver t í en con f i den t e y con

sejero de am ba s . E n e l t rascurso del aná l i s i s ps ico ló gico

de un a y o t ra se h iz o c laro que la v i r i l ida d ps icof i s io-

lógica de Teresa  y  l a f em i ne i dad i n f an t i l d e An i t a

76

P S I C O A N Á L I S I S D E L A A M I S T A D

hab ían desempeñado , e fec t ivamente , una función de ter

A M I S T A D E S F E M E N I N A S  77

caso de  la s  dos mujeres de que acabamo s de ocup arno s ) ,

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minan te en e l nac imien to de su amis tad . Ani t a t en ía

necesidad de ser protegida y mimada, pero su infant i

l ismo iba de la mano con su temor a los hombres: una

amiga vir i l izada resolvía perfectamente la s i tuación.

En cuanto a Teresa, se sent ía en perpetua competencia

con los hombres y por lo tanto se prohibía el buscar

en ellos el calor afectivo de que tenía necesidad: la

pequeña Ani ta sat isfacía plenamente su deseo de dedi

carse a alguien más débi l . Pero ambas es taban total

mente inconscientes de esas motivaciones de su amistad.

En los diez años que duraba su convivencia, jamás

hab ía hab ido nada p rop iamente e ró t i co en sus re l ac io

n e s ;

  su r iguroso superyó rel igioso les impedía hasta

pensar que pudieran ser una para la ot ra algo dis t into

de una amiga . En e l cu rso de l t ra t amien to adqu i r i e ron

concienc ia de l a na tu ra leza "p la tón icamente sáf i ca" de

su amis tad . ¿Era p rec i so , pues , que renunciaran a e l l a?

Yo las disuadí de es to categóricamente. Para mí no ha

bía duda posible en cuanto al aporte positivo de esta

amistad en la vida de las dos mujeres . Exis t ían además

tan tos menos mot ivos para una rup tu ra , cuan to que

la psicosíntesis había llevado a cabo cierto equilibrio

en ambas, y por esto los riesgos de una desviación les

b iana de su re l ac ión eran desde en tonces incomparab le

me n t e me n o r e s .

2

Para comprender deb idamente es t e género de amis

tades ,  conviene referi rse una vez más a nuestra con

cepción general de la l ibido, de la energía afect iva,

que por su naturaleza no es sexual s ino indiferenciada.

Cuando por cualquier mot ivo, ya se t rate de "fal ta de

ocasión", ya de inhibiciones neurót icas (como en el

2

  Es propio de l espír i tu ps icoanal í t ico ten der no a d es tru ir ,

s ino a corregir lo que parece desviado. Se t ra te de la amis tad,

de l amor, de la fe re l igiosa o de los pr inc ipios mora les , no nos

proponemos jamás su des trucc ión, s ino sólo la e l iminación de sus

mot iva c ione s ne uró t i c a s .

esta energía afect iva no puede hal lar empleo en el amor

eró t i co , a f luye normalmente , con mayor o menor abun

dancia, hacia es ta ot ra forma de comunión afect iva que

es la amistad. No hay pues nada de anormal , ni de

"inmoral" , en que la amistad entre dos mujeres sol te

ras ,  es decir , frust radas en el amor erót ico, se parezca

por algunos de sus rasgos a es te amor, más que la amis

tad entre dos mujeres erót icamente real izadas . Lo mis

mo vale, aunque con diferencias no desdeñables , pa

ra los hombres . Esto s in duda expl ica, por ejemplo, la

fuerza y la int imidad de las amistades anudadas en

los campos de pris ioneros de guerra o de deportados

pol ít icos . Encontrándose al l í los hombres frust rados en

amor, disponen de tanto más l ibido para la amistad,

s in que en la inmensa mayoría de los casos pueda at r i

buirse nada "sexual" a es ta relación.

Pero volviendo a las mujeres , en nuestra opinión

ser ía una imperdonab le c rue ldad querer a r ro jar e l en

t redicho o el descrédi to sobre su int imidad amistosa,

con el pretexto de que tales amistades hacen consumo

de una l ib ido que "normalmente" deber ía encon t rar

sal ida en relaciones amorosas con hombres . Es infini

tamente más pel igroso para el equi l ibrio psíquico de

los sujetos dejar sin empleo la libido. Por mi parte,

he a l en tado s i empre a l as mujeres sexualmente f rus t ra

das a t rabar con otras mujeres relaciones amistosas tan

ínt imas e intensas como fuera posible, enseñándoles a

aminorar, dado el caso, ciertos r iesgos de desviación

parafíl ica que su conciencia moral desaprobaría. Mien

t ras que la l ibido reprimida expone al r iesgo de la

neurosis, o por lo menos al de la aridez afectiva, su

sub l imación en amis tad l e permi te hacer hermosa y

fecunda la exis tencia de mujeres que s in eso serían la

mentables despojos . Si la "sol terona" de otrora se pres

taba al r idículo por sus pequeñas manías y por su es t re

chez de ideas , era menos, según nuestra experiencia,

78

PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

por ser una f rus t rada sexual que porque su género de

AMIS TADES FEMENINAS

79

y preocupaciones que, equivocadamente o no , é l juzga

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vida cas i no le permi t í a lograr l a subl imación por l a

amis tad . Muy d i s t in tas son las cosas para muchas mu

jeres sol teras de hoy día, sobre todo cuando t ienen la

suer te de e jercer una act iv idad profes ional acorde con

sus gustos. En todo caso, hay que concluir con las estú

pidas bromas o las sonrisas de intel igencia con que se

ab rum a a l a s am i gas que v i ven j un t as y encuen t r an

en su mutuo afecto l a fuerza y e l valor necesar io para

enfrentar los duros combates de la v ida .

S in embargo, ser í a er róneo hacer de la amis tad un

don reservado únicamente a l as so l teras . Hemos v i s to

en e l capí tu lo an ter ior que has ta los hombres perfecta

mente fe l i ces y real izados en su v ida conyugal expe

r imentan la neces idad y los benef ic ios de la amis tad

con o t ros hombres , y que todo e l mundo encuent ra es to

norrnal . ¿Por qué no habr ía de ocurr i r lo mismo con

las mujeres casadas? Para su propia desdicha, muchas

son las esposas jóvenes que creen que e l amor conyugal

puede colmar completa y def in i t ivamente todas sus

neces idades afect ivas , y que cons ideran cas i como una

t ra ic ión a l amor toda o t ra forma de comunicación exis -

tencia l . De ahí se s igue que descuiden o aun rompan

las re laciones amis tosas que ten ían antes de casarse ,

mos t rándose a l mismo t i empo celosas de las amis tades

veces al cabo de varios años de casadas, esas mujeres

adquieren conciencia del vacío que produce en su v ida

la ausencia de la amis tad . Muchas veces he podido com

probar has ta qué punto la amis tad de la esposa con o t ra

mujer podía ser ú t i l a l amor conyugal . Una mujer que

todo lo espera de su mar ido no tarda por lo general

en conver t i rse para és te en una carga. Hay problemas

que su mar ido s igue cul t ivando. Sólo poco a poco , a

que no pued e o no debe com par t i r con su mu jer , au nq ue

sólo sea pa ra n o inquie tar la . T iene sus amigos y mot ivos

de interés que no son los mismos de su esposa. El ex

clusivismo afect ivo de ésta origina a menudo, por lo

tan to , una penosa tens ión capaz de comprometer más

o menos gravemente e l amor conyugal . Es ta t ens ión

desaparece por reg la general cuando la mujer en tabla

re lación y en t ra en comunicación amis tosa con o t ra

m u j e r .

De acuerdo con nues t ras informaciones l a amis tad

ent re una mujer casada y una so l tera demues t ra ser

pa r t i cu l a rm en t e f ecunda , t an t o pa ra una com o pa ra l a

otra. Para la sol tera, en efecto, part icipar a t ravés de

su amiga en la vida de un hogar, sus alegrías y preo

cupaciones , cons t i tuye una ocas ión de expans ión ps í

quica .

 

Más par t i cu larmente para l as so l teras que no

viven más con sus padres, es bueno ser. recibidas en

una fami l ia en cal idad de amigas , poder in teresarse

en sus h i jos , e tc . El t emor de que ta l in t imidad con un

hogar pueda hacer a c ier tas so l teras más dolorosamente

conscientes de lo que fal ta en su propia vida, no carece

cier tamente de fundamento; pero me parece que es te

inconveniente queda ampl iamente compensado con e l

enr iquecimiento afect ivo que pueden obtener . Más aun

puede apor tar , qu izás una amis tad semejante a l a mujer

casada, sobre todo cuando no e jerce n inguna act iv idad

profes ional o ex t rafam i l iar . La in t imidad con un a mu jer

que t rabaja en una profes ión y que por es te mot ivo

t iene más contactos con e l mundo exter ior , que nor

malmente se in teresa más que una madre y esposa en

los acontecimientos del mundo y d i spone de más t i empo

para l a l ectura y d iversas act iv idades cu l turales , puede

permi t i r a l a mujer casada la ampl iación de su hor i

zonte más al lá de los cuidados y hechos menudos de la

v ida domés t ica . Es t imulada y enr iquecida por su ami

ga, podrá t ambién d ia logar mejor con su mar ido y los

8 0 P S I C O A N Á L I S I S D E L A A M I S T A D

amigos de

  éste, y

  no sent i rse completamente

  fuera de

A M I S T A D E S F E M E N I N A S

81

t e rnu ra s en t i m en t a l que gene ra l m en t e f a l t a en l a s r e

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ambiente" .

*

Nada nos au tor iza a suponer que la mujer media no

es apta para una autént ica amistad. Los que así lo

af i rma n se ref ieren por lo general a l pasado. Pero aun

suponiendo que en e l pasado las grandes amis tades en t re

mujeres fueran efect ivamente raras , ser í a absurdo de

duci r de aquí cualquiera pos ib i l idad es t ructural . La

naturaleza de la mujer no es, como tampoco lo es el

hombre ni el universo en su conjunto, un dato estát ico,

defini t ivamente fi jada de una vez por todas. Fueron

las condiciones de vida de la gran mayoría de las mu

jeres las que les hicieron difícil, si no imposible, vivir

ese género de amis tad que celebran P la tón y Mon

taigne, y cuyas bel lezas señalamos nosotros mismos

aquí . Salvo magníficas excepciones, las mujeres apenas

habían a lcanzado, has ta t i empos re la t ivamente recien

tes ,  la conciencia de sí como personas. Eran educadas y

vivían en función del hombre; sólo de él esperaban toda

su real ización , y cre ían que é l neces i taba únicamente

su ternura , una buena madre para sus h i jos y una

buena ama de casa . Las que no se casaban, se veían

des t inadas , en nues t ro mundo occidental y de t rad ic ión

cr i s t i ana, a l convento , o b ien vegetaban en e l hogar de

un hermano o una hermana casados . C ier to que las mu

jeres de las clases l lamadas "superiores", las que dis

ponían de t i empo Ubre, se f recuentaban ent re s í en e l

pasado más de lo que lo hacen hoy. Para convencerse

de el lo, basta remit irse a la l i teratura del s iglo xvn,

o hasta a las novelas de Proust . Pero la esfera de in

tereses y preocupaciones de esas damas era ex t remada

mente res t r ingida. Sólo podían "par lo tear" sobre cosas

fút i les , a menos que buscasen unas en las otras, como

es corriente en los gineceos de los países islámicos, la

laciones entre esposos. Es fáci l comprender que esas

amis tades se pres tasen más a l a i ronía y l a chanza que

a la admiración .

Es evidente que las condiciones de existencia, así so

ciales como psicológicas, de la mayoría de las mujeres

evolucionadas apenas se parecen a l as de l as "preciosas"

de quienes acabamos de hablar . Aquél las real izan los

mismos es tudios ser ios que sus camaradas mascul inos

y e jercen , cada vez con mayor f recuencia , ac t iv idades

profesionales semejantes. Se interesan por la fi losofía,

la l i teratura, el arte y la rel igión, así como por la pol í

t i ca y l a economía, a menudo has ta con mayor pas ión

que los hombres . De donde se deduce que en sus re la

c iones mutuas ya no las conforman las fú t i l es chacha

ras m undanas . Es t án , pues , p l enam en t e d i s pues t a s a

comprometerse en es ta comunicación d ia logal que es l a

esencia misma de la amis tad . El pr incipal obs táculo

para que nazca y se desarro l le una autént ica amis tad

ent re mujeres , proviene de la superv ivencia de pre

juicios de otra época.

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V I I I

L A A M I S T A D E N T R E H O M B R E S Y M U J E R E S

E

N DOS CAPÍT UL OS PRE CE DE NT E S  hemos anal izado la

amis tad ent re personas del mismo sexo. ¿Tienen

razón los numerosos moral is tas y psicólogos que piensan

que só lo podr ía haber amis tad ent re personas del mismo

sexo y sospechan que sea amor erót ico más o menos

conscientemente d i s imulado toda ten ta t iva de amis tad

ent re hombres y mujeres? Evidentemente , no es d i f í c i l

c i t ar casos en que un hombre y una mujer han hablado,

uno al otro y a otros, de su profunda y "pura amistad",

has ta e l d ía en que se han encont rado , "como por ca

sual idad" , uno en brazos del o t ro . Es tá b ien c laro que

se habían engañado sobre l a verdadera naturaleza de

los sent imientos que exper imentaban. En nues t ras d i

versas obras de psicología profunda hemos expuesto y

anal izado varios de esos amores que no osaban confesar

su verdadero nombre. Contentémonos con dar aquí un

ejemplo par t i cu larmente t íp ico , del cual hemos ten ido

que ocuparnos hace muy poco.

Hace c inco años que Andrés y Elena es tán casados ,

y bien casados. Cierto día va a vivir en la misma ciu

dad que la pareja , El i sabeth , amiga de juventud de Ele

na. Elena se s ien te enormemente fe l i z , qu izás has ta va-

8 4 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

nidosamente fe l i z , rec ib iendo a su amiga en su hermosa

LA A MI STA D EN TR E HOMBR ES Y MU J ER ES 8 5

t i ran tentadas a concluir de es te episodio, que no de

ben ser t an inocen tes como Elena .

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casa, os tentando ante aquel la sol tera de t reinta años de

edad su d icha de esposa y madre . La inv i t a a menudo ,

a l pun to de i r r i t a r a su mar ido , que a pesar de todo

prefer i r ía pasar de vez en cuando un domingo so lo con

su mujer y sus hi jos . Sin embargo, Elena no cesa de

l l amar l a a t enc ión de su mar ido sobre l a in t e l igencia

y la cul tura de El isabeth. Poco a poco, Andrés va com

probando que, efect ivamente, la amiga de su esposa es

una "mujer super io r" ; es é l qu ien , cada vez más , d i a

loga con el la, mientras Elena se entrega a sus tareas

de ama de casa . Du ran te var ios años une a los t res

una in tensa y hermosa amis tad ; pasan jun tos no so

lamente los domingos, s ino también las vacaciones de

verano . Un d ia E lena descubre que de t i empo en t i em

po,

  los otros dos se reúnen sin ella.. Ante esto, experi

menta un poco de celos , en verdad, pero es t imándolos

indignos de su hermosa 'amistad, hace lo posible por

repr imi r los . Su b ru ta l desper t a r se p roduce cuando su

mar ido l e hace saber que ama a E l i sabe th , que desde

hace poco es su amante y que quis iera divorciarse de

el la para casarse con su amiga. Fáci l nos resul ta com

prender los rep roches que E lena se hace a s í misma

por su imprudencia; pero se equivoca al acusar a su

a mi g a d e e mb a u c a d o r a , d e h a b e r " ma n i o b r a d o " p a r a

robarle su marido. El isabeth creyó hasta el f inal en la

to ta l "pureza" de su amis tad con Andrés , y es t e mismo

no tuvo conciencia de la progresiva metamorfosis de

la amis tad en amor has ta muy t a rde , cuando "cas i por

casual idad" comenzó a besar a la amiga cada vez con

mayor t e rnura y f recuencia . Por o t ra par t e , es to se

produjo después de ciertas decepciones y conflictos en

sus relaciones con su esposa. Esta amistad entre un

hombre y una mujer condu jo , por lo t an to , a l a des

t rucc ión de l a a rmonía de una fami l i a , s in que pueda

ponerse en duda l a s incer idad de n inguno de los ami

gos. Y pienso que muchas de nuestras lectoras se sen-

Pero lo más a menudo , Eros no se des l i za en l a

amis tad en t re e l hombre y l a mujer en un

  clima

  de

tanta leal tad y buena fe como el del caso expuesto.

Con bas tan te f recuencia acon tece que un hombre p ro

pone a una mujer su amis tad , ún icamente porque su

pone que e l l a rechazará sus avances amorosos . Ade

m á s ,

  a veces él se engaña al mismo t iempo que el la.

"Pues to que no me es t á permi t ido ser su amante —se

d ice—,

  que a l menos l a t enga por amiga ." Y has ta

puede es fo rzarse s inceram ente e n no ser más- que ami

go, s in dejar por eso escapar la ocasión propicia para

a lcanzar su p r imer ob je t ivo . En cuan to a l as mujeres

que admi ten es t e género de amis tad , su buena fe su

pera por lo general a la de los hombres , sobre todo

cuando carecen de exper i enc ia amorosa . De acuerdo

con el conocimiento que hemos podido adquiri r sobre

estas cosas , part icularmente sospechosa resul ta la amis

t ad que hombres casados de c i e r t a edad b r indan a mu

jeres jóvenes , lo más a menudo a su secretaria, con el

pretexto de hacerse consolar de la incomprensión que

padecen por parte de la esposa. No s iempre les fal ta

s inceridad subjet iva; pero a pesar de todo, lo que en

real idad buscan es un género de afecto dis t into de la

s imple y s incera amistad.

Las dif icul tades y fracasos bien reales que acabamos

de exponer, ¿son suficientemente probatorios para for

zarnos a concluir que la amistad entre hombres y mu-*

jeres es imposible? No lo creemos. Si hay fracasos , los

éx i tos son por lo menos igua lmente numerosos . Podr ía

mos c i t a r s in n ingún es fuerzo numeros ís imos e j emplos ,

cuyo éx i to nad ie podr ía poner en duda . En p r imer lu -

8 6 PSICOANÁL ISIS DE LA AMISTAD

gar se p resen tan en nues t ra memor ia l as g rand iosas y

un iversa lmente conocidas amis tades que embel l ec ie ron

L A A M I S TA D E N T R E H O M B R E S Y M U J E R E S 8 7

t e l ec tua l y mora l , man t i ene desde hace muchos años

ín t imas re l ac iones amis tosas con Enr ique , s in que haya

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la vida de tantos santos y santas y que han demos

t rado ser ex i s t enc ia lmente de una ex t raord inar i a fe

cundidad. Clara y Francisco de Asís , Teresa de Ávi la

y Juan de l a Cruz , Juana de Chan ta l y Franc i sco de

Sales deben a su mutua amis tad , por lo menos en par t e ,

el haber real izado tan grandes cosas para gloria de

Dios. -Que tales amistade s fueron ple na m en te confor

mes al espír i tu cris t iano, lo prueba el hecho de que ya

en los primeros s iglos de nuestra era los hagiógrafos

hacen su e log io . As í encuen t ran admi rab le l a amis tad

que habr ía ex i s t ido en t re san Jerón imo y san ta Pau la ,

y a t r ibuyen una semejan te , s i b i en con menor funda

mentó , a san Ambros io con Mónica , l a madre de san

Agust ín . Me parece que el espléndido éxi to y la fecun

d idad esp i r i tua l de t a l es e j emplos pueden muy b ien

absolver a las amistades entre hombres y mujeres de

sus pocos fracasos , en lugar de dejarnos impresionar

por és tos al punto de declarar aquél las imposibles .

Pero los grandes santos y míst icos es tán lejos de ser

los únicos que lograron tal comunicación amistosa. Mi

guel Ángel y Colonna Vi t to r i a no eran p rec i samente

san tos , como t ampoco l as numerosas pare jas de ami

gos de distinto sexto que nos son conocidos por la l i

t e ra tu ra an t igua , med ieva l y moderna . Aún en nues

t ra época, tan fascinada por el erot ismo, conozco mu

chos hombres y mujeres que no son santos ni héroes ,

pero que extraen, a pesar de todo, de la amistad que

los une las mayores y más puras alegrías de su exis

t enc ia . La amis tad de t res de Andrés , E lena y E l i sa-

beth bien habría podido no fracasar, y conozco otras

semejantes que pers is ten largos años s in sufri r en mo

mento a lguno l a menor in te r rupción .

En ciertos casos , la no erot ización de la amistad en

t re un hombre y una mujer se ve fac i l i t ada por d i

versos fac to res . Germana , mujer de g ran ca l idad in -

hab ido j amás e l menor equ ívoco sobre l a na tu ra leza de

ambos. En su juventud, ha s ido víct ima de la pol io

mie l i t i s , cuyas g raves marcas mues t ra su cuerpo . Qui

zás s in eso su amigo l a habr ía amado t ambién eró t i

camente . Pero lo que hay de e j emplar en es t e caso para

nues t ro p ropós i to , es e l hecho de una l a rga , hermosa

y fecunda amis tad en t re un hombre y una mujer de

nues t ra época . En e l caso de muchas o t ras amis tades

igualmente duraderas y fecundas , no ex i s t e obs tácu lo

fís ico para la erot ización. Son amigos, y no amantes ,

por motivos de orden moral , o bien porque uno y otro,

o aun los dos , es tán comprometidos erót icamente con

o t ro ser . Un hombre y una mujer desd ichados en su

respect ivo matrimonio son poco aptos para es ta clase

de comunicación, mientras que quienes son fel ices en el

amor pueden emprender lo con un r i esgo in f in i t amente

menor de desviación.

*

* *

Sin duda, uno se expondría a penosas desi lusiones

s i p re tend iera es t ab lecer su amis tad con una persona

del o t ro sexo sobre un t e r reno puramente esp i r i tua l .

E l mismo gran pes imis ta La Bruyére cons idera v iab le

la amis tad en t re un hombre y una mujer , s in que por

e l lo e l hombre deba de jar de ser hombre y l a mujer ,

mujer . San Franci sco de Sa les , que v iv ió personalmen

te una de l as más cé lebres y hermosas amis tades en

t re hombre y mujer , reconoce

  qu e

  los sent idos desem

peñan cierta función aun en la más espir i tual de es tas

relaciones . En efecto, el los son los intermediarios de

nues t ra p r imera impres ión de l o t ro . Bas ta l eer l a co

r respondencia de san Franci sco con su amiga Juana

de Chan ta l para persuad i rse de que n i lo sen t imenta l

ni lo sensible fal tan en es ta amistad entre santos .

8 8 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

En las amis tades mís t i cas en t re hombres como Fran

c i sco de Sa les y mujeres como Juana de Chan ta l , Eros

LA A MISTAD EN TR E HOMBR ES Y MU J ER E S 8 9

*

* *

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no está por cierto ausente; pero la subl imación es tá

t an per fec tamente lograda , que con razón se l as con

s idera como "no carnales" , en el sent ido corriente de

la pa labra carna l . En cuan to a los hombres y mujeres

"ord inar ios" , va le más para e l los y su amis tad que

sean p lenamente consc ien tes de l papel , mayor o me

nor según l as personas , que Eros desempeña en su re

l ac ión . E l an t iguo adag io : "Quien qu iera hacer e l án

gel ,

  hará e l bobo" , se ap l i ca t ambién a nues t ro p ro

b lema. Ev iden temente , no se t ra t a de repr imi r e l Eros ,

s ino de sub l imar lo . Es ta pa labra , sub l imación , debe

en tenderse en un sen t ido bas tan te d i fe ren te de l que

le da la psicología freudiana. En efecto, la verdadera

naturaleza afect iva del hombre no se l imita a sus so

l as pu l s iones ins t in t ivas . Nada hay de an t ina tu ra l en

t ra t a r de d i r ig i r to t a l o parc ia lmente l a energ ía a fec

t iva de es tas puls iones hacia facul tades más específ i

camente humanas . Creemos haber demos t rado su f i c i en

t emente en p receden tes obras nues t ras ,

1

  que l a na tu

ra l eza de l hombre se encuen t ra mucho menos en su

pasado an imal que en e l porven i r cada vez más es

p i r i tua l i zado hac ia e l cua l marcha . La sub l imación de

la l ibido, es decir , su aducción hacia act ividades cada

vez menos carnales y más espir i tuales , se s i túa por

en tero en l a l ínea de l a na tu ra leza humana en deve

n i r . Ta l sub l imación , per fec tamente l eg í t ima, es en l a

p rác t i ca más o menos rea l i zab le , según e l g rado de

madurez afect iva y espir i tual de los sujetos . Entre la

"amis tad amorosa" que cu l t ivan los t rovadores (en

que la presencia de Eros es taba apenas ocul ta) y la

de un Franci sco de Sa les con una Juana de Chan ta l ,

h a y i n n u me r a b l e s ma t i c e s .

1

  Véanse en particular  Teilhard et la foi des homm es y La

nueva moral,

  Ediciones Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1964.

Cualesquiera sean los obstáculos , alentamos la f i r

me conv icc ión de que l a amis tad en t re hombres y mu

jeres no es en modo a lguno un idea l i r rea l i zab le . Mas

só lo es v iab le en t re personas que hayan a lcanzado un

grado re l a t ivamente a l to de esp i r i tua l i zac ión , en qu ie

nes los va lo res l l amados super io res p reva lezcan mani

f i es t amente . En és t a , más que en l a que une a per

sonas del mismo sexo, es indispensable que la comu

nión entre los amigos se real ice en la persecución de

un mismo idea l , en l a rea l i zac ión de una obra común.

Aun en tonces no hay garan t ía con t ra l a i r rupc ión más

o menos tumultuosa de la pasión erót ica. Con todo, los

beneficios de una relación semejante son tan grandes,

que en nues t ra op in ión no es impruden te acep tar con

todo conocimiento de causa los r iesgos que encierra.

Por o t ra par t e , nada verdaderamente va l iosos podr ía

cumpl i r se en l a ex i s t enc ia humana s in r i esgo de des

viación o error. Quien no se at reve a arr iesgar, no

saldrá jamás de la t r ivial idad cot idiana. ¿Somos de

masiado opt imistas al suponer que los progresos de la

noos fera y l a madurac ión afec t iva de l a humanidad

se ha l l an en v ías de cumpl imien to , con un r i tmo su

f i c i en temente ráp ido para que un número cada vez

ma y o r d e h o mb r e s y mu j e r e s p u e d a a l c a n z a r mu y

pronto los beneficios de tal amistad?

Por lo que se refiere a los jóvenes de sexo dife

rente, una amistad de la que es té desterrado Eros es ,

en nues t ra op in ión , p rác t i camente impos ib le . Su expe

riencia de la vida es aún muy escasa para que es tén

en condiciones de efectuar la indispensable subl ima

ción. No se conocen bastante a s í mismos y evidente

mente menos a los demás . A l a espera de una mayor

madurez a fec t iva y esp i r i tua l , que se con ten ten , pues ,

con l a hermosa y f ranca camarader ía , o con l a amis

t ad de g rupo cuyo e log io p ron to haremos .

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I X

L A A M I S T A D C O N Y U G A L

E

N E L CAPÍT UL O ANT E RIOR  se ha t ra tado de la amis

tad en t re hombres y mujeres que, por d iversos

mot ivos , quieren o deben renunciar a uni rse con los

lazos del amor erót ico. ¿Significaría esto que la amis

tad y e l amor son por naturaleza inconci l i ab les? Tal

es ,  en efecto, la opinión de un La Bruyére, y el mis

mo Montaigne af i rma que e l a lma de las mujeres que

los hombres desposan no es bas tan te v igorosa para

soportar el peso de la amistad. La experiencia y la te

sis de los dos grandes moral is tas se ajustan al pen

samiento y las costumbres de los ant iguos. Los grie

gos pract icaban la amis tad con las "heta i ras" , mujeres

l ibres entendidas a menudo en arte, f i losofía y l i tera

tura; pero jamás habr ían soñado en buscar es ta c lase

de comunión espiri tual con sus esposas. En el Japón,

los hombres cu l tos y ref inados encuent ran en las   geis-

ha s  l a amis tad con representantes del o t ro sexo. Ver

dad es que los griegos, los japoneses y todos los que

juzgan a sus esposas indignas o incapaces de amis tad ,

por lo general t ampoco les br indan un amor apas io

nado .

  Las aman por razón o por deber .

S in embargo, l a amis tad y e l amor conyugal es tán

muy lejos de excluirse

  una a otro. A lo que sabemos,

9 2 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

Plutarco fue e l pr imero en af i rmar que la esposa era

tan to y más d igna y capaz de amis tad con e l hombre

LA AMISTAD CONYUGAL

93

eró t icamente no todo resu l tara ópt imo, aun s i e l

amor-pas ión no durara más que en los mat r imonios por

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que la heta i ra . S i semejante amis tad parece haber s ido

ot rora re la t ivamente rara , en nues t ros d ías se hace cada

vez más f recuente , a medida que las conciencias evo

lucionan y que las condiciones y mot ivaciones del ma

t r imonio se t ras forman.

Ante todo se hal la el caso, de más en más frecuente,

del mat r imonio ent re amigos . En efecto , como lo hemos

dicho en e l capí tu lo an ter ior , los hombres evoluciona

dos de hoy no es con hetairas,  geishas  o sus seme jantes

con quienes buscan anudar re laciones amis tosas . Las

gentes se conocen, se hacen part ícipes del diálogo exis-

tencia l , se convier ten en amigos , en la univers idad ,

en los cí rculos de mil i tantes pol í t icos o rel igiosos. Me

ses,  años má s tard e, los" dos amigos co mp rueb an que

se aman. Pues to que n ingún obs táculo insuperable se

opone, con toda natural idad deciden casarse . El amor ,

ev i den t em en t e , no am enaza pa ra nada s u am i s t ad , n i

és ta d i sminuye e l ardor de aquél . Por e l cont rar io ,

am bos s e e s t i m u l an , s e nu t r en m u t uam en t e .

Con demas iada f recuencia , l a pareja que se ha for

mado a causa de un " f lechazo" , sobre l a única base de

la a t racción carnal , comprueba a l cabo de a lgunos me

ses de v ida en común, que no t i ene nada que deci rse ;

que son ext raños uno para e l o t ro . En efecto , es propio

del ardor erót ico ser muy vivo en sus comienzos, pero

tender a d i sminui r , s ino a ex t ingui rse to ta lmente , des

pués de obtenida la sa t i s facción . Es más b ien l l amarada

que fuego. Raro es que una pas ión puramente carnal

resista las inevi tables dificul tades y desencantos de la

v ida de todos los d ías . Es en es ta categor ía de "mat r i

monios por amor" donde se da la mayor proporción de

divorcios ; a menudo la separación sobreviene después

de sólo uno o dos años de unión.

Evidentemente , es muy d i s t in to lo que acontece con

las parejas a l as que une una só l ida amis tad . Aun s i

flechazo, la armonía entre los esposos no se destruiría.

Cont inúan comunicándose en e l mismo plano que

antaño, an tes que naciera e l amor , se habían encon

t rado como amigos . Se conocen en profundidad y no

se dejan perturbar por lo tanto por los defectos super

ficiales del otro. Tienen algo que decirse, aun fuera del

lecho conyugal . Pero sobre todo, el amor erót ico ad

quiere generalmente en t re los esposos-amigos mayor

in tens idad y más larga duración .

Para i lus t rar l as precedentes cons ideraciones , permí

taseme presentar dos "casos" que he ten ido opor tunidad

de observar de cerca.

Eduardo y Fanny se conocieron en un "asal to" . Bai

laron toda la noche, una v iva pas ión recíproca los inf la

mó y esa misma noche se convi r t i eron en amantes .

A l gunos m es es m ás t a rde , com o l a m uchacha quedara

encin ta , se casaron . En ese momento sabían muy poca

cosa uno del o t ro , pues cas i no se habían in ter rogado

acerca de sus gustos ni -de sus convicciones. Se "enten

d ían" sexualmente , y eso les bas taba para sent i rse fe l i

ces juntos . Pero ¡ay la v ida conyug al no t rascu rre

solamente en e l l echo. Poco después de su mat r imonio ,

cuando se encont raban so los , e l mut i smo se hacía to ta l .

Eduardo re in ic ió b ien pronto sus sa l idas con camaradas

de su época de so l tero , s in exper imentar e l menor de

seo de asociar a su mujer también. En esas condiciones,

l a f idel idad conyugal só lo podía aparecer carente de

sent ido; n i uno n i o t ro rechazaban las aventuras que

se les br indaban. Las re laciones sexuales en t re ambos

esposos no se h ic ieron menos f recuentes ; pero en lugar

del amor no expresaban más que un odio sadomaso-

9 4 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

quis ta, y és te les impedía separarse defini t ivamente.

Cuando después de s i e t e años de mat r imonio , Fanny

LA AMISTAD CONYUGAL 9 5

u n ma t r i mo n i o f e l i z , mu c h a ma y o r i mp o r t a n c i a q u e

ahora . Y b ien , hace qu ince años que Mar t ín y Susana

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recur r ió a mi ayuda , padec ía la l a edad de menos de

t re in ta años , una g rave depres ión nerv iosa , mien t ras

que su mar ido hab ía perd ido todo va lo r para con t inuar

la necesaria lucha por la vida y se obsesionaba cada vez

más con la idea del suicidio.

Con seguridad, no todos los matrimonios por "f le

chazo", en los que fal ta la verdadera amistad, l legan

a una s i tuac ión t an d ramát i ca como la de Eduardo y

Fanny. No obstante, bajo su forma excesiva, el "caso"

expuesto conserva todo su valor t ípico y encierra para

noso t ros una p rec iosa enseñanza . Tan to más que se

t rataba de dos personas no carentes , por cierto de cierta

e n v e r g a d u r a .

*

Cuando conocí a Mar t ín y Susana , hace de es to

ve in te años , e ran ambos es tud ian tes y desempeñaban

un papel ac t ivo en un movimien to un ivers i t a r io re l i

gioso.

  Se complementaban rec íp rocamente : e l l a e ra más

in te l ec tua l , é l , más "p rác t i co" ; a menudo t raba jaban

juntos. Ella lo inició en la filosofía y en una vida espi

r i tua l más p ro funda; é l , po r su par t e , l e h izo descubr i r

los placeres de la música y en cierta medida aun los

de l depor te . En resumen: cons t i tu ían una e j emplar

pareja de amigos, entre los que no exis t ía el menor

vest igio de f l i r teo, tanto más cuanto que Susana care

cía de toda coquetería y hasta del encanto indispen

sable a una muchacha. Sólo cinco o seis años más tarde,

cuando ya es t aban p ro fes ionalmente compromet idos en

la vida, decidieron casarse. Yo me mostraba más bien

escéptico acerca de las posibilidades de éxito afectivo

de es ta unión. En efecto, era bien evidente que había

muy poca pasión erót ica entre ambos amigos, y en esa

época yo adjudicaba a és ta, como condición previa de

se casaron. Tienen varios hi jos y no son muy jóvenes

ya. Su amistad es s iempre tan verdadera como en los

t iempos de su juventud, o más bien se ha profundizado

y embel lecido, gracias a las preocupaciones y alegrías

compar t idas duran te t an tos años . En e l t e r reno eró t i co ,

_

 los comienz os, según su propia confesión, fueron bas

tante di f íci les ; pero su amistad t r iunfó sobre todas las

dif icul tades y poco a poco lograron la armonía también

en es te plano. Teniendo en cuenta la s i tuación afect iva

pasada y p resen te de es ta pare ja , no c reo que sea mu cha

presunción suponer que , s i por cua lqu ier mot ivo —en

fermedad o ve jez , por e j emplo— deb ieran un d ía re

nunciar a l a comunión eró t i ca , su un ión con t inuar ía

consol idada por los f i rmes vínculos de la amistad.

Es ev iden te que no todos los mat r imonios en t re ami

gos y s in pasión erót ica inicial son tan afortunados

como el de Mart ín y Susana. Con todo, de es te ejemplo

se s igue que la amistad puede const i tui r una excelente

base para e l amor y que ambos , amor y amis tad , se re

f u e r z a n m u t u a m e n t e .

También podr ía hab lar de una pare ja de anc ianos

esposos que conozco muy b ien . Han a lcanzado una

edad en que e l amor e ró t i co apenas puede expresarse .

Lo que cons t i tuye un v íncu lo inquebran tab le en t re e l los

y embel lece el ocaso de sus vidas , es la profunda amis

tad que los une desde s iempre. Sus intercambios inte

lectuales y espir i tuales son s iempre igualmente inten

sos,

  y son capaces todavía de entusiasmarse y de discut i r

con pasión sobre muchos asuntos . Y comparo a es ta

pare ja c on otr a, en que los esposos se ha n am ado m u

cho en su juven tud , pero no han s ido nunca amigos .

Ya no pueden sopor ta rse y se hacen mutuamente im

posibles los úl t imos días de su exis tencia.

9 6 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

Normalmente , l a amis tad , as i como es tá l l amada a

sobrevivir al amor, debería precederlo. Conozco, s in

LA AMISTAD CONYUGAL

97

ot ro ,

  pues c reen conocer s e m u t ua m e n t e " a fondo" ,

mient ras que en real idad apenas se conocen, encegue

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embargo, muchas parejas de esposos que no eran ami

gos antes de casarse. Fue el f lechazo o la s imple comu

nidad de intereses famil iares y sociales lo que sirvió

de punto de par t ida a su unión . La amis tad nació más

tarde. Sin que fuesen conscientes de el lo en un princi

pio,  había en t re ambos bas tan tes af in idades para ser

virle de base. Sobre todo en la generación de nuestros

abuelos, era bastante corriente, por lo menos en las

capas "super iores" de la sociedad , que e l mat r imonio

resul tase de "arreglos" en t re los padres , s in que los

jóvenes tuviesen la posibi l idad de conocerse de cerca

previamente . A menudo, pues , no había en e l comienzo

amis tad n i amor; pero a pesar de todo ocurr í a que des

pués del mat r imonio nacían una y o t ro , o b ien una u

ot ro .

  La pareja de ancianos esposos que he mencionado

más arriba pertenece a esta categoría.

El nacimiento de la amis tad en e l mat r imonio sur

gido del flechazo tampoco es imposible  a priori,  a con

dición de que los esposos no se desal ienten tan pronto

como vean disminuir el ardor de los sent idos que habían

tomado por la gran pasión de su vida. Al conocerse más

p ro fundam en t e pod rán m uy b i en l og ra r l a com un i ón

amistosa. El mayor obstáculo para el nacimiento de la

amistad se encuentra, en tales casos, en la sobreest i

mación del amor que mot ivó e l mat r imonio . Muchos

jóvenes enamorados creen en la eternidad de su pasión.

No buscan s iquiera conocerse más profundamente y

apenas dan importancia a l hecho de que no t i enen gran

cosa que decirse. Creen más o menos conscientemente

que la carne cons t i tuye una real idad suf ic ien temente

sól ida para unirlos defini t ivamente. Cuando al cabo de

algunos meses o años desaparece la embriaguez carnal ,

ya es gene ralme nte demas iado, t arde par a qu e pueda na

cer la amistad. La acumulación de decepciones de todo

orden los habrá dejado indisponibles uno respecto del

cidos como estuvieron al principio por el fuego de su

pas ión mient ras és te duró encendido .

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 »

X

L A A M I S T A D E N T R E P A D R E S E H D O S

P

ARA

  l a formación del t er reno en que pu ede ger

m i na r l a am i s t ad no s e r equ i e ren de n i nguna m a

nera los " lazos de sangre" . Es , en efecto , una real idad

de orden espi r i tual , y todos saben que e l parentesco

espi r i tual no es s iempre idént ico a l parentesco por  la

carne, as í como a menudo acontece que es te ú l t imo no

impl ica n inguna af in idad de los esp í r i tus . Muchos son ,

efect ivamente , los hermanos y hermanas , los padres e

h i jos que no guardan ent re s í n inguna af in idad esp i

r i tual , n inguna comunidad de ideas n i de t endencias .

Cier to que a veces ex i s te una verdadera amis tad ent re

he rm anos y he rm anas ; pe ro no nos pa rece exagerado

decir que ha nacido, no a causa de los lazos de sangre,

sino más bien a pesar de el los.

Lo que generalmente hace más d i f í c i l l a amis tad-en

t re hermanos que ent re "ext raños" , es esa especie de

pudo" q"ue domina a menudo nues t ras re laciones . Como

viven bajo e l mismo techo, creen erróneamente cono

cerse a fondo unos a otros, y por eso no se atreven a

comunicarse preci samente lo más hermoso y generoso

de sus aspiraciones; a esto se suman los pequeños ro

ces de la v ida co t id iana. No es raro que hermanos y

hermanas aprendan a conocerse gracias a t erceros b

1 0 0 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

merced a grupos de los que forman parte. Conocí en

ot ro t i empo a dos hermanos que se t en ían muy poca

LA AMISTAD ENT RE PADRES E HIJ OS 1 01

obediencia y respeto . Eran raros los que in ten taban

entablar un diálogo con sus hi jos, aun cuando éstos ya

hub iera n l l egado a adul tos .- S i un hom bre de t re in ta

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est ima mutua. A la edad de veint icinco años, por cami-.

nos dist intos pero convergentes, se hicieron mil i tantes

del mismo part ido pol í t ico. Con gran asombro descu

br ieron entonces cuánta era su comunidad espi r i tual y

cómo, desde su más temprana juventud , l es insp i raba

un mismo generoso ideal . No tardaron entonces en

conver t i rse en grandes amigos .

La am i s t ad en t r e he rm anos y he rm anas no s i em pre

parece muy deseable en la adolescencia, o por lo menos

lo es sólo en ciertas condiciones. Los expondría, eri

efecto, a encerrarlos en un círculo famil iar demasiado

estrecho, favoreciendo así el narcisismo y obstacul izan

do la necesaria extraversión de los adolescentes. Sería

preciso entonces que a la amistad fraternal se añadiese

siempre la de jóvenes ajenos a la famil ia. Mejor aún

ser ía que hermanos y hermanas se h ic iesen amigos , no

en el seno de la famil ia, s ino más bien por intermedio

del mundo exter ior . Las agrupaciones de jóvenes , como

por ejemplo el  scoutismo,  nos pa recen pa r t i cu l a rm en t e

adecuadas para favorecer el f lorecimiento de tales amis

t ades ,

  sin que de el las surjan obstáculos para la el i

minación del narci s i smo juveni l . Al comprobar que

entre sus hi jos existe una amistad demasiado exclu-

yente de lazos afect ivos con e l mundo exter ior , los

padres, en lugar de fel ici tarse deberían más bien in

quietarse y t ra tar de poner remedio favoreciendo sus

contactos con otros jóvenes.

En t iempos no muy lejanos, la cuest ión de la amis

tad entre padres e hi jos ni s iquiera se planteaba. El

padre era, o por lo menos quería ser, el jefe, el repre

sentante de Dios y de la patria, a quien los hi jos debían

años se atrevía a contradecir a su padre a propósi to de

cualquier asunto , se lo acusaba inm ediata me nte de i r res

petuoso. Conozco todavía famil ias "bien", en que en

la mesa sólo el padre perora. En cuanto a la madre,

generalmente pro tegía y quer ía a sus "pequeños" , pero

tampoco se comunicaba verdaderamente con e l los . En

t re padres e h i jos j amás se t ra taba n inguna cues t ión

un poco personal o ínt ima. Casi no había hi jos que

fuesen iniciados en los problemas sexuales, por ejemplo,

por el padre o la madre. La víspera del casamiento, la

madre decía a lo sumo a su hi ja, con gran rubor y

confusión, que debía "permit ir" todo lo que el hombre

quis iera , porque ent re mar ido y mujer no habí

 a*

 pe

cado "en eso" . El padre , cuando quer ía mos t rarse par

t i cu larmente "abier to" , daba a su h i jo , en es ta misma

ocasión, algunas indicaciones út i les para que la joven

pareja no tuviese un bebé demas iado pronto . Muchas

personas que pasan la cuarentena, y no pocos joven-

citos,

  con los que he conversado acerca de sus relacio

nes con sus padres, me han confesado que no han tenido

jamás con és tos verdadero in tercambio , que no han ha

blado nun ca con ellos de hom bre a -hombre, o de mu jer

a mujer, sobre rel igión y pol í t ica, arte y l i teratura. En

general , su padre se habr ía contentado con proclamar

más o menos perentor iamente sus propias ideas , no

admi t iendo que uno de sus h i jos pudiera rep l icar le o

tener otras. Recuerdo la consternación, el escándalo,

de cierta rica famil ia burguesa, al enterarse que uno de

sus hi jos, de más de t reinta años de edad, se había

afi l iado al part ido Comunista: nadie en la casa se ha

bía dado cuenta de que tuviese semejantes ideas. . . ¡y

con razón Adem ás , en o t ros t i empos , y todavía ho y

en par te , es bas tan te corr ien te que un "h i jo de fami l ia"

se adhi r iera a un par t ido revolucionar io o a un movi -

1 0 3 I-SICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

miento poco conformista, menos por ínt ima convicción

que por reacción cont ra e l au tor i t ar i smo paterno , aun

que muy a menudo él mismo fuera inconsciente de las

LA AMISTAD ENTR E PADRES E HIJOS 1 0 3

carencia afect iva de la vida conyugal , pero por esto

mismo hay a lgo de turb io en sus mot ivaciones . No es

posible dudar de que es dañosa para los hi jos. La ver

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verdaderas motivaciones de su act i tud. En el terreno

rel igioso, los padres creyentes exigían a sus hi jos la

"práct ica" , s in preocuparse mucho por su es tado de

alma y de conciencia.

*

* *

En nuestros días, son cada vez más numeíosos los

padres que asp i ran a una verdadera amis tad con sus

hijos.

  Conozco muchas famil ias en que ésta existe, efec

t ivamente , en t re padres que a lcanzan la cuarentena e

hi jos que están entre los dieciséis y los veinte años,

con gran beneficio tanto para los unos como para los

otros.

  Sin embargo, es preciso reconocer que, aun en

la presente fase de desarrol lo de la conciencia humana,

el logro de tal amistad no es s iempre fáci l .

Al decir esto pienso en aquel la mujer que ha logrado

establecer relaciones amistosas con su hi ja mayor. Por

desgracia, su am istad se fund a, man ifiesta me nte, en

su compl ic idad cont ra e l mar ido y padre , a l cual n in

guna de el las puede soportar. Por otra parte, es la ma

dre ,  c ier tamente , l a que ha comunicado a l a h i ja sus

propios sent imientos de desprecio y host i l idad contra el

hombre de la casa . P ienso también en ese hombre que

jamás ha ten ido la menor comunión espi r i tual con su

mujer, y que por vía de compensación, ha establecido

una muy ín t ima con su h i ja . Tal o t ro padre ha hecho

de su h i jo adolescente un amigo y un "compinche" ,

con el que asiste a espectáculos deportivos y  cabarets,

pero sobre todo para sustraerlo a la influencia de su

mujer , que juzga nefas ta y ' que ha pesado grave men te

sobre su propia vida. En todos estos casos, y podríamos

ampliar la l is ta, la amistad con el hi jo aporta segura

mente a uno de los padres c ier ta compensación a l a

dadera amis tad debe ser para  y n o  contra  algo o alguie n.

La amis tad ent re padres e h i jos —más aun que la de

hermanos y hermanas— impl ica para los segundos e l

riesgo de poner obstáculos a su necesaria extraversión,

a su or ien tación hacia ese mundo exter ior en e l que

tendrán que real izar su vocación de hombres y muje

res .  Esto es verdad para las amistades "posi t ivas", y con

mayor razón para l as reaccionales o compensator ias ,

de las que mencionamos a lgunos e jemplos más ar r iba .

Estos bien reales escol los no deben interpretarse* sin

embargo, como una pues ta en guard ia cont ra l a amis tad

ent re-padres e h i jos , y menos aún como su condenación .

Muy por e l cont rar io , hemos ins i s t ido en presentar los

porque es tamos f i rmemente persuadidos de la fecun

didad existencial de este t ipo de relación, tanto para

los padres como para los hi jos. Para contar con todas las

posibi l idades de éxi to a favor, es necesario no ignorar

las d i f i cu l tades . Evidentemente , a los padres , más que

a los hi jos, toca la iniciat iva de apartar los obstáculos y

vencer las dificul tades.

Como lo dejamos dicho, la amistad de uno de los

padres con uno de los hi jos no debe ser, a ningún precio

y n i aun inconscientemente , una compl ic idad cont ra e l

otro progenitor o los demás hi jos. Los más aptos para

entablar una autént ica amis tad con sus h i jos son , ev i

dentemente, los padres que no sólo se quieren, s ino

que además son amigos entre s í . Por otra parte, esta

amis tad no debe hacerse exclus iva , s ino que, muy por

el contrario, debe favorecer la amistad de los hi jos

con otras personas, ajenas a la famil ia y más próximas

a el los por la edad. Por úl t imo, para que la amistad

ent re padres e h i jos lo sea verdaderamente en e l sen

t ido que damos nosot ros a l t érmino, es indispensable

que los üadres renuncien del iberadamente a todo auto-

1 0 4 PSICOANÁL ISIS DE L A AMIST AD

r i t ar i smo, a toda voluntad de dominación . En la medida

de lo posible deben promover en sus hi jos el sent i

miento de la igualdad y la responsabi l idad , lo que no

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excluye, c laro es tá , c ier ta au tor idad que los padres

deben poseer. Pero autoridad no es, en todo caso, lo

mismo que autor i t ar i smo.

Confesemos que la real ización de todas las condi

c iones indispensables para l a promoción de la amis tad

fami l iar no es nada fáci l . S in embargo, es tamos en

condiciones de atest iguar, sobre la base de numerosos

ejemplos que conocemos , que de n ingún modo es im

pos ib le . Y el resu l tado que se puede descontar vale ,

ciertamente, los esfuerzos que exige.

X I

L A A M I S T A D   E N T R E  MAESTRO

Y D I S C Í P U L O

P

ARA UN MAE ST RO,  tener un discípulo es cosa bien

dist inta de tener un alumno. En efecto, uno puede

ser alumno de alguien, s in reconocerlo por el lo como

maes t ro : aprende lo que le enseña, s in adher i rse nece

sariamente a sus ideas ni al espíri tu de su enseñanza.

En cambio , en t re maes t ro y d i sc ípulo ex i s te s iempre

cierto parentesco espiri tual , cierta relación afect iva.

Bergson me decía un día que para ser su discípulo no

era en modo alguno necesario profesar todas las tesis

esenciales de su fi losofía; bastaba experimentar el mis

mo amor que é l por l a verdad y la misma pas ión en

su búsqueda. Y que podía haber en t re sus a lumnos

algunos que repi t ieran dóci lmente todas las tesis del

maestro, s in ser por este motivo sus discípulos, porque

podr ían muy b ien haberse adher ido más a l a l e t ra que

al espíri tu de su obra.

Cuando se habla de la amis tad ent re maes t ro y d i s

c ípulo , ¿cómo no pensar en pr imer lugar en los mag

níficos relatos eva ngélicos que nos m ue stra n a- Jesús

entre sus discípulos y amigos? Él no enseña de la mis

ma manera que los escribas de las s inagogas, que

t ienen la pretens ión de t rasmi t i r f i e lmente e l conoci -

1 0 6 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

miento de las Santas Escr i turas y de la Tradic ión . Más

que a su intel igencia, Jesús se dirige al corazón de sus

LA AMISTAD ENTÍIE MAESTRO Y DISCÍPULO 1 0 7

*

* *

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discípulos. Con toda evidencia los ama, y el los a él .

Viven Juntos , toman juntos sus comidas , pasan a me

nudo la noche bajo las estrel las , ninguno de el los posee

nada. Los evangel i s tas nos t rasmi ten una cant idad de

conversaciones entre Jesús y sus discipulos que se des

arrol laron a lo largo de los t res años de la vida pública

de Cri s to . Tres cuar tas par tes de la enseñanza evangé

l ica, por lo menos, se componen de estos diálogos amis

tosos entre maestro y discípulos, lo que explica el carác

ter a menudo f ragmentar io y o t ras veces paradojal de

la misma.

Ot ro subl ime ejemplo de amis tad ent re maes t ro y

discípulos nos lo proporciona la vida de Sócrates. Difíci l

es hal lar una p in tura más grandiosa de es te género de

amis tad que la que se nos impone a l a l ec tura de las

úl t imas conversaciones de Sócrates con sus discípulos,

en su celda de la pris ión. ¡Qué profunda afección de

parte de uno y otros, s in que el maestro deje de ser

el maestro ni los discípulos olviden que lo son

Si tuviéramos que proponer un tex to que g lor i f ique

la amis tad ent re maes t ro y d i sc ípulo , e leg i r í amos pro

bablemente aquel en que P la tón habla de su amigo

Dión. Pero en tonces ser í a necesar io hacer abs t racción

del contexto de homosexual idad que rodea con su halo

confuso esta amistad. Es preciso que nos si tuemos en las

cos tumbres helénicas de la época para comprender que

la amis tad de P la tón con Dión es , a pesar de todo, una

amistad entre maestro y discípulo, bien dist inta del t ipo

de la que d i fundi rán Gide y sus pál idos émulos .

También san Agus t ín en sus  Confesiones,  en los ca

p í tu los dedicados a l a comunidad de amigos reunidos

en torno de é l en Cas iaco , nos br inda un hermoso e jem

plo de amis tad ent re maes t ro y d i sc ípulos . Y podr ía

mos pro longar l a l i s t a de t a les amis tades e jemplares

casi al infini to.

Ev i den t em en t e , no e s m aes t ro e l que qu i e re , n i aun

ent re los más eminentes hombres de c iencia y profe

sores.

  E l m aes t ro debe r enunc i a r , t an t o po r l o m enos

como el padre que quiere ser amigo de su h i jo , a l au to

r i t ar i smo, a todo esp í r i tu de dominación , a lo que muy

j us t am en t e s e l l am a "pa t e rna l i s m o" . Tam poco es s en

ci l lo para un a lumno conver t i rse en amigo-discípulo

de un maes t ro . S i es te ú l t imo debe a l i ar e l pres t ig io

y la humi ldad con e l respeto profundo por l a perso

nal ida d de sus d i sc ípulos , no se podr ía ser u n auté nt ico

amigo-discípulo más que a condición de es tar ya suf i

c ien temente es t ructurado en cuanto persona? °^e haber

a l canzado un g rado r e l a t i vam en t e a l t o de m adurez i n t e

lectual y afect iva . S i no , l as t en ta t ivas de comunicación

profunda con a lguien fuer te , lo que es por def in ic ión un

maes t ro , corren e l r i esgo de l l egar a l a d i s locación del

yo del discípulo; en lugar de discípulo, será sólo un

seguidor , y como ta l , nada tendrá para ofrecer en

cam bi o a l m aes t ro . Ahora b i en : j am ás s e r epe t i r á bas

t an t e que s ól o puede haber ve rdadera a m i s t a d en l a

reciprocidad .

*

* *

La p r i m era cua l i dad de que debe ha l l a r s e r eves t i do

un h om bre pa ra s e r r econoci do, com o m ae s t r o po r o t ro s

hombres , es e l  prestigio.  E l p res ti g io pue de m u y b i en

ser fict icio, fruto de una i lusión; en este caso^ no podrá

haber ve rdadera am i s t ad m aes t ro -d i s c ípu l o , p o r l a s en

c i l l a r azón de que no hay m aes t ro . En l o s ve rdaderos

m aes t ro s , e l p res ti g i o s e funda en una s up er i o r i d ad r ea l ,

aunque no s ea r econoc i da po r t odo e l m undo . Nos pa

rece s upe r f l uo ex t endernos aqu í s ob re e l p res t i g i o que

gozan c i er to s can t o res y p r i m eras f i gu ras q u e e s t án en

1 0 8 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

boga, a los ojos de sus admiradores . En es te caso se t rata

de un prest igio creado para las necesidades de la pu

bl icidad, y los admiradores de tales f iguras no son de

LA AMISTAD ENT RE MAESTRO Y DISCÍPULO 1 0 9

y rec ib ida . Es to es aun más par t i cu larmente c i e r to en

la amis tad en t re maes t ro y d i sc ípu lo . Prec i samente por

temor a sufri r la influencia de alguien más fuerte, mu

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ningún modo sus discípulos , como tampoco el las son

maes t ros . De una manera genera l , no ex i s t e cas i amis

t ad en t re unos y o t ras ; a lo sumo, vaga camarader ía .

Lo más a menudo , lo que da lugar a l a re l ac ión

exis tencial maestro-discípulo es el pres t igio intelectual

y espir i tual . Sin embargo, és te no es de orden pura

mente rac ional ; no bas ta ser un eminen te hombre de

ciencia o un austero asceta para ser elegido como maes

t ro .

  En este género de elección intervienen general

mente factores de orden afect ivo, y jus tamente por es to

la relación maestro-discípulo puede dar paso a la amis

tad. Se sabe por experiencia que una idea t iene una

acog ida muy d i s t in t a según que sea p ropagada por

a lgu ien "s impát i co" o "an t ipá t i co" . Cuando los pesca

dores de l l ado T iber íades abandonaron s in pensar sus

barcas y sus redes para seguir a Jesús en su vida erran

te ,  no fue ún ica n i p r inc ipa lmente porque hab ían reco

nocido la superior verdad de sus enseñanzas , s ino más

bien en razón del misterioso ascendiente que Él ejercía

sobre el los . Sólo mucho más tarde, y en gran parte

bajo la influencia de la amistad que se es tableció entre

el los con Jesús , l legaron también a comprender aquel las

enseñanzas . Casi lo mismo aconteció con Sócrates y sus

discípulos . De aquí se s igue que para comprender, por

ejemplo, lo que es el cr is t ianismo —o el socrat ismo—-

es más importante conocer la persona de Jesús —o la

de Sócrates— que su doctr ina. Ésta sólo adquiere todo

su sent ido para aquel los que en vir tud de un impulso

afect ivo se han l legado a convert i r en discípulos-ami

gos del maestro.

* *

Cada amis tad es una fuen te de in f luencia e j e rc ida

chos se n iegan a darse un verdadero maes t ro y a con

vert i rse en amigos de él . Así sucede, sobre todo con

seres débi les y vaci lantes . Conscientemente o no, s ien

ten que si se ejerciera sobre ellos el prestigio de otro

y acep taran su in f luencia , no quedar ía g ran cosa de

el los mismos. Pese al ai re ufano que a veces adoptan,

qu ienes a f i rm an que no t i ene n neces idad de , maes t ro

y que se bastan a s í mismos, no son, por

  lo

 «-tanto, de

n inguna manera fuer t es n i se s i en ten t a l es . Por o t ra

par t e , se eng aña n creyendo que , po r e l hecho de- sus

t raerse a l a in f luencia de un maes t ro , no su f ren n in

guna. La peor forma de influencia es la que se recibe

inconsc ien temente , y que p rov iene de personas que ño

se quer r ían a n ingún p rec io por maes t ros . E l hombre

verdaderamente fuer t e y cuyo yo es t á b ien es t ruc tu

rado , sabe que n ingún ser humano se bas ta , que cada

uno de nosotros , para l legar a ser él mismo, necesi ta de

los demás . Encon t rar un maes t ro que qu iera conver

t i r se en nues t ro amigo , -es una g ran suer t e en l a v ida .

Grac ias a é l podremos ac tua l i zar a l máx imo nues t ras

pr inc ipa les v i r tua l idades . E l hombre que t i ene conf ian

za en s í mismo, lejos de rehusarse a ser discípulo, el ige

l ib remente e l maes t ro que cree más adecuado para

ayudar lo a conver t i r se en é l mismo. Si hay un ar t e de

ser maes t ro , lo hay t ambién , apenas menos d i f íc i l ,

de ser discípulo. Por ot ra parte, los que han l legado a

ser los más e f i caces maes t ros han comenzado , genera l

mente, por ser excelentes discípulos . Hasta Cris to co

me nzó por hacerse ba u t i zar — y po r lo t an to in ic ia r—•

por el Precursor.

Para cap tar b ien l a na tu ra leza de l a amis tad maes t ro -

discípulo, , imp orta d is t ingu ir con clar ida d e ntre dos es

pec ies de in f luencias . Ex i s t en , e fec t ivam ente , in f luen

c ias que avasa l l an a qu ienes l as rec iben . És tas emanan

1 1 0 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

de un pres t ig io de género muy d i s t in to del que debe

poseer el verdadero maestro. Es el prest igio que gozan

entre las mult i tudes los agi tadores y los dictadores, los

LA AMISTAD EN TR E MAESTRO Y DISCÍPULO 11 1

maravi l losas convers iones que d iar iamente se produ

cían en su iglesia.

Con todo, cuando se t ra ta de la amis tad ent re maes

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Hit ler y los S ta l in . Cuando uno recuerda aquel la ver

dadera h i s ter ia co lect iva que se había apoderado de uno

de los pueblos más civi l izados del mundo bajo la in

f luencia de un A dolph H i t ler , co mpre nde *ía re t i cencia

que exper imentan muchos , que es tán le jos de ser débi

les ,

  respecto de hombres prest igiosos cuya influencia

podr ía l l evar los a donde no desean l l egar

Igualmente nefas ta puede mos t rarse l a inf luencia que

emana del pres t ig io más o menos ar t i f i c ia lmente creado

de ciertos cabeci l las intelectuales. Basta recordar la que

ejerc ió o t rora un J . -P . Sar t re sobre una par te impor

tan te de la juventud f rancesa . C laro que no hacemos

de n inguna manera d i rectamente responsable a l a f i lo

sofía sartriana de los crímenes y abusos ' , ' existencial is-

t a s "

  de la década del cincuenta. Pero el prest igio del

sartrismo se fundaba, menos sobre esta fi losofía que

sobre l a orques tación de la publ ic idad u t i l i t ar ia que se

hizo alrededor de su autor.

No hay que olvidar, s in embargo, que al lado de la

influencia que somete está la que l ibera y eleva. Ésta

es precisamente la que ejerce sobre sus discípulos todo

maestro digno de este nombre. En ciertos casos se ejerce

con tanta discreción qué el mismo discípulo apenas lo

advier te , y re t rospect ivamente cree de buena fe que su

evolución espiri tual se ha l levado a cabo independiente

mente de toda inf luencia ex ter ior . Por o t ro l ado , a

veces sucede que e l mismo hombre que e jerce l a mayor

influencia sobre otros lo ignora, y es el primero en asom

brarse por e l papel deci s ivo que ha desempeñado en e l

dest ino de los demás. Tal fue, por ejemplo, el caso del

famoso Cura de Ars . Creía s inceramente que las mu

chedum bres que acud í an a Ars l o hac i an pa ra vene ra r

las rel iquias de santa Fi lomena, y que era esta santa

desconocida de todos la que obraba los milagros y las

tro y discípulo, es normal que ambos sean conscientes

de la corriente de influencia que va del uno al otro.

No es que e l amigo-maés t ro quiera necesar iamente

influir en el amigo-discípulo para modelarlo conforme

a su propia imagen. El maes t ro d igno de es te nombre

es tá más b ien convencido de tener a su cargo un men

saje t rascendental , y es es te mensaje lo que querr í a

comunicar , en pr imer lugar , a los que ama. El d i sc í

pulo ,

  por su parte, se muestra dóci l y disponible res

pecto del maes t ro , porque s ien te más o menos confu

sam ente que e l pres t ig io de és te provienen de una real i

dad superior, que sobrepasa a uno y otro.

t

Podría preguntarse e l l ec tor s i l a amis tad ent re maes

tro y discípulo, tal como acabamos de describirla, es

una verdadera amis tad . ¿No hemos ins i s t ido a menudo,

acaso, en que la reciprocidad es su condición esencial?

Ahora b ien , en apar iencia e l maees t ro no hace más

que dar y el discípulo recibe. Pero aun si fuese efect iva

y necesariamente así , la reciprocidad afect iva no se

vería, con todo, imposibi l i tada. Ya en el plano de los

bienes materiales, uno de los amigos puede ser rico y

el o t ro pobre; e l pr imero hace par t í c ipe a l segundo de

sus r iquezas , mient ras que és te no t i ene nada para dar

—mater ia lmente se en t iende— en cambio de lo que

recibe. ¿Por qué no habr ía de ocurr i r a lgo semejante

con la part icipación en los bienes espiri tuales? La amis

tad, en efecto, el imina todo sent imiento de inferioridad

en e l que recibe; no hay en e l l a lugar para e l cá lcu lo .

Por lo que se refiere al que da, ¿no es cierto que se

encuent ra más a legr ía en dar que en recib i r? Pero en

1 1 2 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

l a amis tad maes t ro-d i sc ípulo hay más aun . Todos los

que se creen, con cierta razón y sin demasiada presun

ción, invest idos de la misión de maestro respecto de

L A AMIST AD E NT RE MAE ST RO Y DISCÍPUL O 1 1 3

t ro .

  Esto se debe a que por lo general son intelectual-

mente menos orgul losas y por lo t an to reconocen con

mayor faci l idad su necesidad de ser guiadas. Se sienten

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ot ros hombres , cons ideran como una ins igne gracia

tener discípulos, y más todavía contar entre éstos con

amigos. El maestro es por regla general de más edad

y más experimentado en la vida que sus discípulos.

Estar rodeado por seres jóvenes que lo aman y acogen

con entusiasmo y reconocimiento el mensaje que les

comunica , no puede s ino procurar le una gran a legr ía .

En ta l amis tad encuent ra como un baño de Juvencia ,

se s ien te rev iv i r , has ta inmorta l . Porque lo que con

s idera más importante en s í mismo, su mensaje , cont i

nuará v iv iendo y le sobreviv i rá , gracias preci samente

a la amistad de sus discípulos. Si veinticinco siglos

después de la muer te de Sócrates , l a humanidad puede

segui r benef ic iándose con su enseñanza y en par t i cu lar

con la grandiosa lección de su muerte, ¿no es precisa

mente gracias a Platón y algunos otros discípulos ami

gos? ¿Qué habría s ido de la Buena Nueva de Jesús

sin esos discípulos amigos que fueron los apóstoles y

los evangelis tas? ¿No es gracias a sus amigos Vinoba

y Nehru que M aha t m a Gandh i con t i núa s u ob ra ce rca

del pueblo h indú? Puede haber , c ier tamente , vanidad

en la satisfacción que siente el filósofo, el hombre de

ciencia o el art is ta a quien un joven admirador dice

"mi quer ido maes t ro" . En los verdaderos maes t ros , es

deci r , en aquel los que conceden mayor importancia

al mensaje del que son portadores que a s í mismos, se

trata más bien de la alegría de ser así reconocidos y

como confirmados en su misión.

Las jóvenes cul tas, más a menudo que sus colegas

hombres , parecen d i spues tas a l a amis tad con un maes-

fe l ices admirando y amando al que las ha in ic iado in te

lectual o esp i r i tualmente . La amis tad ent re un maes t ro

de edad y su joven discípula ha demostrado ser, según

nues t ra exper iencia , l a forma más exquis i t a de amis tad

ent re hombres y mujeres . La única d i f icu l tad res ide en

que la mujer , en su ard iente deseo de admirar y ser

guiada, tome por maes t ro a quien no posea las cua

l idades esencia les , a quien no t rasmi ta a lgún mensaje

t rascendente a su propio pequeño yo . Los hombres ,

como ponen menos sent imiento, s i no sensibi l idad, en

su admiración por e l maes t ro e leg ido , por lo común no

corren tan to r i esgo de engañarse y son por e l lo más

fieles a su maestro-amigo. Pero en desquite, muchos

de el los se conforman con apropiarse del mensaje o la

enseñanza del maes t ro , s in es tab lecer con é l n inguna

relación afect iva de amistad.

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XII

C O M U N I D A D E S D E A M I G O S

H

ABLAR  de una comunidad de amantes o de enamo

rados sería monstruoso. Verdad es que en las so

ciedades "primit ivas" se observa a veces la promiscui

dad sexual o, con mucho mayor frecuencia, la pol igamia.

Pero se t rata de un nivel bastante bajo del desarrol lo

humano, y en ese nivel no es posible todavía hablar

de amor. Más que en cualquier otro aspecto, la evolu

ción se da en este dominio rect i l íneo y uni l íneo, en el

sent ido de la re lación de inmediatez en t re  un  hom bre

y  un a  mujer. Los anarquistas y ciertos comunistas que

en o t ro t i empo preconizaban para e l porveni r de l a

humanidad e l amor l ibre en forma de promiscuidad

sexual , desconocían profundamente l a l ínea general de

la evolución humana. Aun suponiendo que, conforme

a sus esperanzas , los amantes no es t imaran más ú t i l

ra t i f i car su unión mediante un procedimiento legal ,

es ta unión ser í a de todos modos r igurosamente monó

gama. No ignoramos, por cierto, que en ciertos medios

ul t rar ref inados se organizan "par t idas" de promiscui

dad sexual . Pero ta les "par t idas" no t i enen nada de

común con el amor y proceden, con toda evidencia,

de la pervers ión sexual . Una persona más o menos

1 16 PSICOANÁL ISIS DE L A AMIST AD

ps íquicamente normal no podr ía amar , en efecto , a

va r i a s pe r s onas s i m u l t áneam en t e .

Otra cosa es lo que ocurre con la amistad. Sé bien

COMUNIDADE S DE AMIGOS

117

y deseable , cuanto que es re la t ivamente raro que uno

se encuent re con uno de sus amigos en perfecta comu

nión en todos los planos de la existencia. De éste, por

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que muchos opinan lo cont rar io , pues sos t ienen que

nadie puede tener más que un so lo "verdadero" amigo.

Es porque conciben la amis tad demas iado es t rechamen

te ajustada al modelo del amor. Verdad que los adoles

centes, y sobre todo las adolescentes, no t ienen más que

un "amigo del corazón" a quien hacen sus conf idencias .

En esa e tapa de inmadurez afect iva , como hemos v i s

to en capí tu los an ter iores , l a amis tad es esencia lmente

sent imental , y posee numerosos rasgos comunes con

la in t imidad amorosa, s i b ien excluye, con la mayor

frecuencia , e l ero t i smo propiamente d icho . Es tas amis

tades son celosas como el amor, y así se conocen verda

deros dramas de celos en las amistades de adolescentes

mujeres que l legan a veces hasta el suicidio; lo más

a menudo, s in embargo, se contentan con hablar mal

de la " r ival" , y aun con persegui r la . Es te género de

amis tad celosa y exclus iva se encuent ra t ambién a ve

ces en t re los adul tos ; pero en t re adul tos cuya madurez

afect iva es muy escasa , a menos que se t ra te de homo

sexual idad más o menos consciente o de cualquier o t ro

fenómeno psicopatológico.

Como lo hemos subrayado en var ias ocas iones , l a

amis tad es por naturaleza más esp i r i tual que carnal ,

s in desdeñar por eso lo que puede haber de sensible

en las re laciones en t re los seres humanos , en t re quienes

has ta lo más puro esp i r i tualmente ar ra iga necesar ia

mente en lo carnal . Hemos v i s to t ambién que, cont ra

r iamente a l amor , l a amis tad no es tab lece una comu

nicación inmediata, de sujeto a sujeto, s ino que los

amigos se comunican por in termedio de a lgo t rascen

dente , un ideal o una "causa" común. Ahora b ien ,

nada se opone a que al servicio de ese ideal , de ese

t rascendente , encont remos muchas personas capaces de

convertirse en nuestros amigos. Y es tanto más posible,

ejemplo , me he hecho amigo, porque juntos luchamos

por un mismo ideal re l ig ioso . La naturaleza humana

es ,

  s in embargo, una real idad muy compleja , general

mente t an to más compleja cuanto más evolucionada

es la persona en lo espiri tual y afect ivo. Yo no me apa

siono solamente por cierta concepción pol í t ica o rel i

giosa del mundo; también siento vivo interés por los

estudios psicológicos e históricos, por ejemplo, que no

at raen en lo más mínimo a mi amigo X. Para é l , en

cambio , cuenta enormemente l a mús ica , para l a cual

por mi par te es toy muy poco dotado. ¿Qué cosa más

normal y más deseable que yo tenga o t ro amigo, con

el que pueda in tercambiar ideas en e l t er reno de la

invest igación histórica y psicológica? Y es igualmente

normal y deseable que mi amigo X tenga o t ro , mús ico

como él . Nues t ra amis tad no t i ene que versé amenazada

en lo má s mínim o por l as o tras , en las que no ha brá n in

gún mot ivo valedero de celos . Muy por e l cont rar io ,

cada uno de nosotros puede lograr, por intermedio de

sus diversas amistades, el pleno desarrol lo de sus facul

tades espiri tuales y afect ivas. La que nos une a X y

a mí saldría con el lo beneficiada, mientras que si per

maneciéramos encerrados en un amis tad narci s i s ta de

dos,

  habr ía muchas probabi l idades de que, t arde o t em

prano, exper imentáramos insat i s facción y decepción ,

por no poder comunicarnos con el amigo en todos los

aspectos que cuentan para uno o e l o t ro .

Cuanto más r ica , compleja y afect ivamente madura ,

"abier ta" , en e l sen t ido bergsoniano de la palabra , es

una pe r s ona , m ayor núm ero de am i s t ades e s capaz de

1 1 8 *. PSICOANÁ LISIS DE LA AMISTAD

viv i r s imul táneamente . Conozco a lgunas que son o

fueron verdaderos cata l i zadores , verdaderos cent ros de

irradiación de la amistad. Tal fue, por ejemplo, el caso

COMUNIDADE S DE AMIGOS

119

En m i j uven t ud v i v í i n t ens am en t e l a am i s t ad com u

ni tar ia , cuyo punto de en lace y maes t ro era un famoso

poeta revolucionar io . Éramos b ien d i s t in tos unos de

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de un Emmanuel Mounier , del f i lósofo Jacques Mari -

ta in , del padre dominicano Maydieu , y en t i empos an

ter iores , de un Mersenne, de una señora Swetchine, y

has ta de una Clara Schumann. Los que no creen en

la posibi l idad de la plural idad de comuniones amistosas,

decían a veces que los "irri taba" oir a esos hombres

hablar de muchas personas l l amándolas amigos . Les

parecía que desvalor izaban la hermosa palabra amis tad .

S e equ i vocaban : M oun i e r , M ar i t a i n , M ayd i eu , t en í an ,

efect ivamente , muchos amigos , no en e l vago sent ido

que hemos visto usar para designar a s imples cono

cidos,

  sino en el sent ido propio y recto de la palabra.

Y con cada uno de esos muchos amigos comulgaban

existencialmente.

Nada impide, por o t ra par te , que mi amigo X y mi

amigo Y se hagan igualmente amigos . Puede haber

ent re e l los un p lano de comunicación a l que yo , por

mi par te , no tengo acceso . De es te modo pueden cons

t i tu i rse verdaderas comunidades de amigos .

Las comunidades de amigos se forman generalmente

en torno de un maestro, de uno de esos catal izadores

de la amis tad de que nos hemos ocupado más ar r iba .

Así aconteció, por ejemplo, con el grupo de discípulos

reunidos en torno a Jesús, antes de const i tuir , a la

muer te del Maes t ro , l a Ig les ia . Un v ínculo semejante

parece haber unido también a los discípulos de Sócrates,

así como a los de san Agust ín en Casiaco. Inclusive

muchas grandes órdenes re l ig iosas han ten ido como

punto de par t ida una comunidad de amigos reunidos

al rededor de un maes t ro quer ido y admirado.

otros por los orígenes sociales, la cul tura y el tempe

ramento , y procedíamos de paí ses muy ext raños en t re

sí .  Pero todos comulgábamos en nues t ra común admi

ración por el amigo-maestro y en este ideal de una fu

tura sociedad humana y f ra ternal que ten ía en é l uno

de sus más puros y en tus ias tas pro tagonis tas . Y era

amis tad lo que nos .un ía , no una s imple cam arade r ía . \

Camaradas, y excelentes, todos los teníamos fuera de

este cí rculo de amigos. El cimiento de este úl t imo era,

como el de toda amis tad , de naturaleza afect iva , mien

t ras que a los buenos camaradas los apreciábamos de

una manera obje t iva .

Muchos años más tarde, fu i yo a l que una vein tena de

jóvenes cris t ianos el igieron como eje de su comunidad

amistosa. Yo los quería, efect ivamente, a todos como

amigos y todos el los me devolvían esta afección amis

tosa; la amistad con muchos de el los todavía dura,

t r iunfante sobre vein te años de v ida y movimiento .

S in embargo, más s igni f icat iva aún que la de cada uno

de esos jóvenes conmigo era la que los unía entre s í

y que también ha res i s t ido en general a l t i empo. No

obstante, al tas barreras sociales los separaban a veces

en el comienzo. Hijos e hi jas de ricas famil ias burgue

sas se codeaban con jóvenes de orígenes muy modestos.

Apar te e l pequeño núcleo in ic ia l , l a mayor ía de los ,

miembros de la comunidad sólo conocían, antes de

adherirse a el la, a uno o dos de sus demás componen

t es ;

  más raro todavía era que fuesen amigos de an tes .

Gracias a l  estilo  y a las act ividades de invest igación

in te lectual y esp i r i tual de l a comunidad , muy pronto

se estableció entre todos una autént ica y personal ís ima

amis tad .

No es que no importe quién se adhiera a una comu

nidad de amigos, con la cert idumbre de l legar a serlo

1 2 0 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

pron to de todos . Deb en preexis t i r c ier tas af in idades pro

fundas , a menudo inconscientes , menos quizás en t re

todos los sujetos que entre cada uno de el los y la

COMUNIDADES DE AMIGOS

121

esposos que se const i tuyeron en aquel grupo, s iguen

os tentando la marca comuni tar ia . Su amor no las ha

hecho encerrarse en s í mismas : l as fami l ias que han

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comunidad , pues es és ta l a que obra como in terme

diar ia de l a amis tad . La comunidad de que es tamos

hablando, pasó muchas veces por es ta exper iencia . Jó

venes que habían oído hablar de el la sol ici taban, de

alguno de nosotros, ser recibidos en su seno. Pero algu

nos no tardaron en a le jarse , porque no había bro tado

la chispa de la amistad.

En efecto , l a amis tad , en una comunidad de amigos ,

no p ierde de n ingún modo su carácter de re lación afec

t iva de Tú a Yo. Cada uno de los veinte o t reinta miem

bros de la comunidad tenían en el la y gracias a el la,

vein te o t re in ta amis tades d i ferentes en t re s í , pero

todas r igurosamente personales . Merced a l "c l ima" a l t a

y d inámicamente esp i r i tual e in te lectual que a l l í re i

naba, resu l taban par t i cu larmente propicias l as condi

ciones para que floreciese la amistad entre todos. El

encuent ro se producía inmediatamente , en e l p lano de

lo esencial , mientras que en los contactos inmediatos

entre los seres se precisa por lo general mucho t iempo

para pasar de las fut i lezas sociales a la comunicación

autént ica .

Como ya lo di j imos en otro capí tulo, la amistad entre

jóvenes de ambos sexos sólo nos parece viable en el

marco de es tas comunidades de amigos . La p lural idad

de las relaciones amistosas que al l í se establecen, así

como el n ivel re la t ivamente e levado de la comunica

ción, const i tuyen la garant ía casi segura de que la

amis tad no serv i rá de pantal la inconsciente a Eros . Con

segur idad , no se excluye de n ingún modo que en ta les

comunidades e l amor venga a agregarse a l a amis tad

ent re a lgunos de sus miembros . As í ocurr ió en la comu

nidad de que hemos hablado a t í tu lo de e jemplo . Pero

tal amor se funda sobre la sól ida base de la amistad.

Vein te años más tarde, l a mayor ía de las parejas de

formado no son narci s i s tas s ino que se mues t ran aco

gedoras y ab ier tas a l mundo.

En muchas car tas , Tei lhard de Chardin habla con

gran fervor de la comunidad amistosa que se había

const i tuido entre los hombres de ciencia con los cuales

t rabajaba. Per tenecían és tos a naciones , razas y re l i

g iones muy d i s t in tas ; pero todos es taban animados por

el amor al conocimiento y a la verdad y creían con

fervor en el progreso. Y este amor y esta fe les permi

t í an t rascender todas sus d ivergencias .

La acción común —y es preciso que sea una acción

posi t iva y en lo posible, creadora— es, en efecto, la

pr imera condición para que un grupo se convier ta en

una comunidad de amigos . Puede t ra tarse de la inves

t igación cient í fica o espiri tual , de la acción social ,

pol í t ica o apostól ica; pero en ningún caso basta encon

trarse en el s imple plano de los ocios. En esto funda

mentalmente se d i s t ingue una comunidad de amigos de

una banda de "amigotes" . La pr imera t i ene por base

lo esencial , por lo menos lo que es subjet ivamente

esencial para todos sus miembros. La segunda, por el

contrario, se funda en lo inesencial ; forma por el lo

no un edificio sól ido y durable, s ino un simple con

glomerado de ex i s tencias yuxtapues tas .

Teór icamente , no deber ía haber n ingún l ími te cuan

t i tat ivo para el amor amistoso. No es en absoluto por

piadosa metáfora que se dice de Cristo que es el  amigo

universal  de todos los hom bre s sin excepción. De nin

guna m anera s e exc l uye

  a priori

  que un día, un día

que quis iéramos lo más cercano pos ib le , l a humanidad

1 2 2 PSICOANÁL ISIS DE L A AMISTAD

l legue a ser lo que soñaba en su visión optimista Tei l-

hard de Chardin , y que entonces cada uno pueda ser

verdaderamente amigo de todos los demás humanos .

Por ahora y s in duda por mucho t i empo todavía , l a

COMUNIDADE S DE AMIGOS 1 23

muerte l e había qui tado . Era i r reemplazable en e l

corazón de Agust ín; pero el lo no le impidió en absoluto

.considerar a sus demás discípulos igualmente como

autént icos amigos. En efecto, el bien que comunica la

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conciencia y el corazón de la inmensa mayoría de los

hombres son demas iado es t rechos para ser capaces de

am i s t ad ve rdaderam en t e un i ve r s a l . Las ún i cas com u

nidades de amigos hoy día viables deben tener las

d imens iones de nues t ra capacidad de conocimiento y de

amor; só lo a lgunos seres excepcionales pueden a lcanzar

la casi universal idad. En la práct ica, y según mi expe

r iencia , aun para seres esp i r i tualmente evolucionados ,

la comunidad amis tosa no parece que pueda abarcar

más de vein te o t re in ta personas .

Pues aun en e l seno de una comunidad , l a amis tad

sigue siendo un lazo afect ivo interpersonal . Hablar, por

ejemplo , de "naciones amigas" , como se hace en los

discursos oficiales, no quiere decir gran cosa, por lo

menos en e l es tad io actual del desarro l lo humano. Ad

miramos, ciertamente, a los estoicos, los primeros sin

duda que preconizaron e l es tab lecimiento de v ínculos

de amis tad no só lo en t re indiv iduos s ino también ent re

pueblos y Es tados . Pero por e l momento nos parece

más real is ta imitar, en la medida de lo posible, a un

Leibniz , que asp i raba a cons t i tu i rse en todo e l mundo

una comunidad de amigos ín t imos , ambición no muy

dis t in ta de la de Tei lhard de Chardin .

Ins i s t imos una vez más en que la p lural idad o comu

nidad de amigos no encierra n ingún debi l i t amiento ,

para nues t ro esp í r i tu , del sen t ido de la palabra "amis

tad" . Por o t ra par te , t ampoco excluye c ier ta j erarquía

afect iva . Uno puede muy b ien ser "más amigo" con

Fulano que con los demás , s in que és tos puedan sen

t i rse frustrados. Cristo mismo tenía su amigo preferido

en la persona de Juan, y con Sócrats aconteció otro

t an t o .  En sus

  Confesiones

  san Agu s t ín hab la con pro

funda emoción de la desaparición del amigo que la

amis tad es de naturaleza esp i r i tual . Se puede por lo

tan to dar "más" a uno, s in que por eso la par te de los

ot ros quede d i sminuida.

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xm

P R O MO C I Ó N D E LA EX I STEN C I A

P O R L A A M I S T A D

D

ESDE

  LA MÁS REMOTAS  a n t i g ü e d a d , i n n u me r a b l e s

moral is tas , f i lósofos y pensadores han afi rmado

que un so lo amigo verdadero va le in f in i t amente má s q ue

la posesión de todas las r iquezas y honores del uni

verso . Parece , e fec t ivamente , que mien t ras un hombre

no haya v iv ido l a exper i enc ia de una f i rme y p ro funda

amistad, no puede tener s ino una vis ión pesimista de la

n a t u r a l e z a h u ma n a . L o má s a me n u d o , e l a c o n t e c i

miento decis ivo en la vida de un hombre no lo cons

t i tuye el azar que lo ha puesto en posesión de una

gran fortuna, ni los éxi tos obtenidos en el terreno de la

competencia deport iva, pol ít ica o intelectual , s ino más

b ien l a adqu i s i c ión de un verdadero amigo . Por ag ra

dab les que sean e l poder y l a r iqueza , con t r ibuyen es

casamente a l a rea l i zac ión de nues t ra vocac ión humana;

pueden inc lus ive conver t i r se en un obs tácu lo para nues

t ra rea l i zac ión ; en todo caso , nada agregan a nues t ro

yo sol i tario . El espír i tu de posesión origina casi infal i

blemente avaricia en el sujeto y celos en los demás.

Ahora bien, es indudable que sólo gracias a la genero

s idad y al olvido de s í puede haber pleno desarrol lo

de l se r humano . E l amigo es por exce lenc ia aquel que

1 2 6

  PSICOAN ÁLISIS DE LA AMISTAD

se abre a nues t ra generos idad y que nos hace par t i c ipar

de la suya; por su intermedio, por lo tanto, es como

podemos ejerci tarnos en la práct ica de la generosidad y

olvido propio. La comunicación con el amigo, es decir,

PROMOCIÓN DE LA EXISTENCIA POR LA AMISTAD 1 2 7

en el juego y otras distracciones, sucede que nos damos

cuenta de que ent re nosot ros y Fulano exis ten profun

das afinidades, que vibramos con el mismo ri tmo y so

mos capaces de exper imentar emociones , asp i raciones ,

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con la vida ínt ima de otro, t rasciende en efecto, nece

sar iamente , e l dominio del t ener , de esos in tercambios

de orden objet ivo que son esenciales para la camara

dería y hasta para el amor erót ico. Lo que exige y

promueve la amistad es el intercambio directo de ser

a ser, es decir, la verdadera comunión.

La amis tad es por naturaleza una comunión espi r i

tual , y t i ende a impulsar nues t ro ser y nues t ra r iqueza

espi r i tual . S in embargo, no debemos perder nunca de

vista que los humanos no son ni serán jamás puro espí

r i tu . Por a l to grado de esp i r i tual ización que hayamos

alcanzado, no dejaremos de ser seres carnales, por lo

que nues t ras amis tades deben fundarse igualmente

tanto sobre nuestra condición espiri tual como sobre

nuestra condición carnal , s i no la amistad dejaría de

ser una real idad concreta y sólo raros seres de   élite

t endr ían acceso a e l l a . Ahora b ien , e l hombre común

tiene necesidad de la amistad, en la misma medida al

menos que los santos y los héroes , para poder a lcanzar

formas superiores de existencia.

La amis tad ent re seres que no son puro esp í r i tu , s ino

que se hal lan en vías de progresiva espiri tual ización es,

ciertamente, un diálogo de ser a ser, pero necesi ta

contar con la mediación del universo sensible. Esta

mediación se real iza por el conocimiento y el amor

comunes hacia alguna cosa que nos sobrepasa y en la

cual nos encontramos. En esto, como en lo demás, lo

objet ivo y lo subjet ivo, lejos de excluirse, se complemen

tan. En ocasión del t rabajo o de la lucha común, y hasta

pensamientos e in tu ic iones más o menos idént icas . Es ta

real idad objet iva , que s i rve de medianera a l a amis tad ,

puede ser la naturaleza, el arte en todas sus formas, la

historia de nuestro país o de la humanidad, las luchas

por la liberación de pueblos o clases, la filosofía y la

ciencia, las lecturas y las meditaciones. Todas éstas no

cons t i tuyen , seguramente , o t ras t an tas  causas  de la

amis tad , pero con todo son inf in i tamente más que s im

ples " lugares" de encuent ro ; por in termedio de e l l as

la amistad se da un cuerpo y puede promover la exis

tencia de los amigos.

No basta a los amigos comprobar que conocen y t ie

nen afición a las mismas cosas; ésta no es más que la

primera fase. Para que la amistad crezca y se haga cada

vez más profunda, es necesar io impulsar l a exper iencia

adqui r ida . P rogres ivamente , a medida que se profun

diza e intensifica su coexistencia, los amigos adquieren

la fi rme certeza de que no son dos soledades que se han

encontrado por azar, s ino que en el los circula una mis

ma savia esp i r i tual , que todo lo que eventualmente pue

da separar los , no puede ser más que accidente re la t iva

mente fas t id ioso . Una misma luz los i lumina; marchan

hacia un mismo fin, y tanto peor s i no lo hacen siempre

por los mismos caminos.

Al amigo estamos dispuestos a comunicarle, no sola

mente cuanto poseemos, s ino también y sobre todo,

cuanto somos. Sin embargo, es propio de la comunión

amistosa no sólo dar s ino también recibir . El que esté

dispuesto a darlo todo a sus amigos, pero no quiera

1 2 8 PSICOANÁL ISIS DE L A AMIST AD

recib ir nad a de el los, obte ndr á m u y pocos beneficios de

la amis tad . En efecto , es tamos hechos de manera que

las potencias y r iquezas que se encuent ran en nos

otros en estado de virtual idad, difíci lmente pasan a ser

PROMOC IÓN DE L A E XIST E NCIA POR L A AMIST AD l ü y

sobrepasa

  po r

  mucho la suma de capacidades de todos

los amigos.

*

*

  *

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acto si las fuerzas de la inercia que hay en nosotros

no se ponen en movimiento por un l l amado o so l ic i

t ación exter ior . Para que nues t ra in te l igencia , nues t ro

corazón, nues t ras facul tades de acción se pongan en

marcha, es preci so que o t ro hombre, semejante a nos

otros y sin embargo diferente, nos haga l legar el l la

mado, nos comunique e l mensaje . Por o t ra par te , puede

ser que ese Ot ro que nos t rasmi te e l mensaje , lo haya

recibido de nosotros mismos. La amistad se hace fe

cunda cuando acogemos generosamente e l mensaje o e l

l l amamiento que nos l l ega del amigo, y cuando és te , por

su par te , recibe e l que nosot ros l e proponemos . Ade

m á s ,

  e l l l amado de que se t ra ta apenas se deja d i s t in

guir del amigo mismo: al acoger a éste en su real idad

profunda, acogemos e l mensaje de que es por tador pr i

vi legiado con respecto a nosotros.

En la amis tad y por l a amis tad hacemos la expe

r iencia de nosot ros mismos; merced a e l l a podemos ad

qui r i r conciencia de nues t ra propia t rascendencia en

relación con las pequeneces y miser ias que cons t i tu ían

nues t ro des t ino mient ras no éramos más que un yo so l i

t ar io . Gracias a e l l a descubr imos en nues t ra ex i s tencia

una nueva d imens ión; de ah í en adelante vemos con

otros ojos, no sólo nuestra propia vida, s ino también el

universo en tero . ¡Qué maravi l l a volver a ver en com

pañía de un amigo pai sajes y cuadros que ayer había

mos admirado solos, oír junto con otro la s infonía que

ya nos había dele i t ado Ahora mi ramos y o ímos no só lo

con nuestros propios ojos y oídos, s ino además con los

de nues t ro amigo. Y no se t ra ta de una s imple acumu

lación cuant i t a t iva de las capacidades indiv iduales de

cada uno: el Nosotros amistoso posee su propia vista, su

propio oído, una capacidad de conocer y apreciar que

Las amis tades más "verdaderas" y fecundas t i enen

en v i s ta , s i empre y necesar iamente , o t ra cosa que la

amis tad misma. El narci s i smo no es pr iv i leg io única

mente del yo: puede también haber un narci s i smo de

dos o de varios, un Nosotros narcisis ta. Cuando la amis

tad se encierra en el cul to narcisis ta de sí misma, s in

proponerse o t ro f in que su propia promoción , l a con

templación de su propia bel leza , grande será e l r i esgo

de fracaso. Esa "otra cosa" a cuyo servicio se consagra

la amistad, puede ser la práct ica del arte o la fi losofía,

l a lucha por un mundo mejor , e l serv ic io de nues t ros

he rm anos hum anos , e l de Di os . C uan t o m ás t r a s cen

dente sea e l punto de encuent ro de los amigos , más

hermosa y f i rme será su re lación . S in embargo, en n in

gún m om en t o podem os p re t ender que nues t r a am i s t ad

con Fulano es tan profunda y sól ida que ya no existe

n inguna neces idad de sobrepasar la en un t rascendente .

P a ra que pe rdu re , hay que r ehace r l a , r enovar l a , p ro

fundizar la , s in cesar , exactamente como la v ida .

Los amigos compar ten la ex i s tencia ; cada uno v ive,

no sólo la propia sino también la de sus amigos. Pero

no se t rata de la apropiación de la vida del otro, del

modo como el amo se apropia de la existencia del es

c lavo o e l conductor de masas subyuga a aquel los que

exper imentan su ascendiente : hacemos nues t ra l a ex i s

tencia de nues t ro amigo dent ro del más absolu to respeto

por su a l t er idad . Es to supone, en pr imer lugar , que de

jamos a l amigo par t i c ipar exactamente de la misma

manera en nues t ra ex i s tencia . Gracias a su pecul iar

d inamismo, l a amis tad nos hace pasar del es tado de la

exis tencia par t i cu lar a l es tado de la ex i s tencia compar

t ida , lo que s igni f ica una verdadera metamorfos i s

  de

1 3 0 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

nuestra vida. En los jóvenes, esta metamorfosis se real i

za, por lo general , en forma espontánea y fáci l ; basta a

veces cruzarse l as mi radas , e l in tercambio de a lgunas

frases ,

  un apretón de manos , un pequeño serv ic io hecho

PROM OCIÓN DE LA EXISTE NCIA POR LA AMISTAD 13 1

indigencia. Efect ivamente, como la generosidad es su

condición y su esencia, es preciso que sepamos qué po

demos ofrecer a nues t ro amigo. No tardamos entonces

en darnos cuenta de que lo que poseemos y somos está

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o recib ido , para que dos personas adquieran conciencia

de que ent re e l l as ha nacido una mis ter iosa comunión

y se abran a una mutua osmosis . En cambio , cuando se

t ra ta de adul tos que han exper imentado f racasos y de

cepciones en sus relaciones afect ivas con sus congéneres,

por lo general sólo logran vencer su desconfianza y va

ci laciones y l legar a esa metamorfosis de su existencia

por l a amis tad , en forma paulat ina .

La amis tad no exige para nacer , como tampoco para

crecer y cumplir su papel de propulsora de la exis

tencia, la perfecta igualdad en cuanto a cul tura y edu

cación, medio social y nivel intelectual de los amigos.

Una igualdad aproximada en a lguno de esos p lanos

puede, todo lo más, faci l i tar los encuentros de donde

brote la chispa de la amistad. En efecto, puede haber

autént ica amis tad ent re amos y esclavos , en t re maes

tros y discípulos, entre hombres y mujeres, entre ricos

y pobres . S in embargo, no podr ía cumpl i r aquel la mi

sión de promotora de las existencias s ino t iende a crear

cierta igualdad entre los amigos. En esta igualdad, que

hemos des ignado con e l nombre de  existencia compar

tida,  queda d ia léct icamente superado cuanto separa a l

patrón del obrero, al amo del esclavo, al hombre de la

mujer . En la amis tad , an tes de exper imentar a l o t ro y

a s í mismo en cuanto r i co o pobre , hombre o mujer ,

maestro o discípulo, uno se experimenta a s í mismo y

al o t ro como HOMBRES.

Gracias a la amistad logramos la toma de conciencia

s imul tánea tan to de nues t ra r iqueza como de nues t ra

muy por debajo de lo querr í amos dar le . Es necesar io

entonces que cont inuemos adqui r iendo, y merced en

gran par te a nues t ro amigo, podremos acrecentar nues

tras riquezas, tanto en la esfera del tener como en la

esfera del ser.

La amistad no se conforma con promover los tesoros

y bel lezas "interiores" de los amigos; en igual medida,

por lo menos, impulsa su capacidad de acción. Exist i r

quiere decir obrar y crear, pues sólo actuando se real i

za el hombre, cualquiera sea el género de su acción.

Cuanto más actúa, más faci l i ta la actual ización de las

v i r tual idades de su ser . El mismo pensamiento se nut re

y toma forma en la acción; de otro modo estaríamos

frente a un pensamiento puramente abs t racto , s in as i

dero a lguno en la real idad . Del mismo modo nues t ra

capacidad de amar se exper imenta y for ta lece en la

acción y por e l l a . La amis tad puede acrecentar cons ide

rablemente la capacidad de acción y creación de los

hombres . Los amigos pueden, actuando uno con o t ro

y uno por o t ro , a lcanzar un n ivel esp i r i tualmente e le

vado de ex i s tencia , que a i s ladamente nunca podr ían

haber pretendido a lcanzar .

La acción de que aquí se t rata y que const i tuye como

el esqueleto de la amistad, no es en absoluto la vana

agi tación n i e l "acto gratu i to" , t an loados ayer por

Gide y sus émulos . Tampoco t i ende a l a aprobación

egocentris ta de una parcela del universo, como la con

cibe por ejemplo la fi losofía sartriana. La verdadera

amistad no se sat isface con "hacer algo juntos", s ino

que propende a l a  co-creación.  Al t ras formar juntos e l

mundo, propulsando la "noosfera" , ac tuamos cre t iva-

mente a l mismo t i empo unos sobre o t ros , promoviendo

nuestro ser espiri tual .

1 3 2 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

La acción creadora de los amigos se produce por su

común esperanza, por su compromiso común al serv ic io

del t rascendente . Cuanto más fuer te y noble es ta espe

ranza, más profunda y coherente l a acción , y más au

PROMOCIÓN DE LA EXISTENCIA POR LA AMISTAD 133

es agente . Los demás no pueden apor tar les n ingún enr i

quecimiento , como tampoco el los pueden br indar nada

existencialmente val ioso a los demás; sólo pueden pro

vocar en éstos una reacción de autodefensa.

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tént ica la amistad de los que a el la se entregan.

Los amigos actúan unos con los otros, unos sobre

otros y también unos por otros. La amistad l leva a su

más al to grado la conciencia de la sol idaridad inter

hum ana . Los cam aradas de l ucha com ba t en j un t o s po r

el t r iunfo de una causa; los cam arad as de t rabajo a ctúan

unos con los otros; ni éstos ni aquél los se proponen

expl íc i t amente actuar unos por los o t ros . En la amis tad ,

la obra común no se deja separar del actuar en común,

ni los dos de aquel los que actúan juntos.

Hay seres rad icalmente incapaces de amis tad , y no

a causa de su indigencia, s ino, podría decirse, de su

excesiva riqueza. A veces^ hombres espiri tualnierrte

evolucionados y generosos no logran hacerse de amigos,

porque creen que nada t i enen que esperar de los de

m á s ,

  pues p iensan que poseen todo cuanto les hace

fal ta. Por el lo están dispuestos a dar y no a recibir .

O b ien son seres demas iado autor i t ar ios , que no to leran

ninguna or ig inal idad en los seres a quienes aman o a

los que querr í an tener por amigos . No es l a comuni

cación dialogal lo que querrían real izar con estos úl

t imos,

  sino más bien la fusión, es decir, la destrucción

del yo de los demás, su absorción por su propio yo. 1 oda

afirmación de s¿ de los otros les i rri ta y provoca su

agresividad, y si no consiguen subyugar a aquel a quien

querr í an por amigo, lo rechazan , declaran que la amis

tad es imposible y se repl iegan en su orgulloso sol ip-

s i smo. Tales hombres no conocerán nunca los goces de

la amis tad n i d i s f ru tarán de la promoción de que e l l a

Fundada sobre e l amor , toda amis tad verdadera no

sólo tolera y salvaguarda la autent icidad personal de los

amigos , s ino además la impulsa y exal ta . Nada más

falso y pel igroso para la amistad que el difundido pre

ju ic io de que para favorecer la es preci so renunciar a

los ragos dist int ivos de la propia personal idad, esfor

zándose por imi tar serv i lmente a l o t ro . La amis tad no

es de n ingún modo una es fera anónima de repet ic iones

e imi taciones ; para que f lorezca y dé f ru to , importa que

cada uno de los amigos se convierta al máximo en él

mismo. S i e l o t ro no encuent ra en mí más que una

pál ida imagen o un débi l eco de é l , ¿qué podrá esperar

de su amistad conmigo que ya no posea?

Ser capaz de amis tad , de comunión espi r i tual con

otro no es en absoluto indigno del hombre superior.

Muy al cont rar io , es l í c i to ver en ta l capacidad preci

samente e l s igno de la super ior idad esp i r i tual y de una

fuer te personal idad . Los mediocres es tán demas iado

apegados al éxi to y la eficacia inmediatos, son dema

siado egocéntricos y por lo tanto muy poco respetuosos

de la personal idad del otro. Si no son bastante fuertes

para subyugar a los demás , se someten serv i lmente a

ellos,

  y en n ingún caso puede haber en tonces amis tad .

La verdadera amistad sólo es posible a condición de

que reconozcamos y aceptemos las d i ferencias que más

bien que separarnos , nos d i s t inguen de los demás . C ier

to que el orgullo y el amor propio ponen obstáculos a la

comunión amis tosa; necesar iamente t endremos que des

pojarnos de e l los . Pero hay que tener cu idado para no

arro jar , jun tamente con esas escor ias , lo que cons t i tuye

preci samente l a r iqueza de nues t ra personal idad , por

que la amistad es, en efecto, más bel la y fecunda cuan

do uno de los amigos es verdaderamente é l mismo. Aho-

1 3 4 PSICOANÁ LISIS DE LA AMISTAD

ra bien, haciéndonos cada vez más disponibles para los

demás, nos volvemos cada vez más nosotros mismos.

En la amis tad descubr imos lo que somos , pero más aún

quizás, lo que somos capaces de l legar a ser.

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Verdad que es normal y necesar io que e l amigo e jer

za influencia sobre el amigo. Pero esta influencia no

t iene por f inal idad pr incipal comunicar a l o t ro nues t ras

r iquezas , s ino más b ien hacer le descubr i r l as suyas . De

aquí que la amistad exi ja gran discreción, mucho des

interés, olvido de sí y renuncia al amor propio. De

bemos escuchar a nuestros amigos, incluso y sobre todo

cuando no dicen gran cosa, estar atentos a todas las

manifestaciones de su ser ínt imo. En la práct ica esto

demues t ra ser , a menudo, mucho más d i f í c i l que dar les

lo que ya poseemos y recibir lo que t ienen de acabado.

S i nos abandonáramos a semejante faci l idad , ser í amos

ineptos para una amis tad autént ica .

X I V

P L E N I T U D D E T O D O L O H U M A N O

T

RAS T ODO CUANT O HE MOS  dicho de bueno, a lo largo

de estas páginas, acerca de la amistad, de la fide

l idad y de la espiri tual idad que la caracterizan, inicia

mos este úl t imo capí tulo, no sin vaci laciones. Sin

embargo, t en iendo en cuenta l a f inal idad eminentemen

te "práct ica" de es te l ibro , resu l tar í a pel igroso hacerse

demasiadas i lusiones. Cierto que la amistad nos pro

mete goces, descubre el sent ido de nuestra existencia y

el de la existencia de los demás. Pero, por perfecta que

pueda ser, no puede estar l ibre, como tampoco lo están

las res tan tes formas de comunicación in terhumana, del

riesgo de fisura y acabamiento.

No es en absoluto cierto que la amistad aun la más

hermosa no pueda concluir en fracaso y decepción. El

amigo con quien creemos haber logrado la más completa

unión es susceptible de dejarse sol ici tar por otros l la

mados que resul tan ser inconci l iables con la forma

alcanzada por nues t ra amis tad , o de evolucionar en una

dirección en que nos será imposible seguirlo. Es de te

mer , en tonces , que se a le je paulat inamente de nosot ros ,

que nuestros vínculos amistosos se debil i ten y final

m en t e s e rom pan .

La muerte del amigo es s in duda el f in menos catas-

1 3 6 PSICOANÁLISIS DE LA AMISTAD

t róf ico de una verdadera amis tad . Bas ta recordar l as

inmorta les páginas en las que Montaigne e logia a su

di funto amigo Et ienne de la Boet ie , para persuadi rse

de que, por lo menos en casos privi legiados, la amistad

P L E N I T U D D E T OD O L O H U M A N O 1 3 7

mejor será no forzar nada, y guardar por lo monos un

t ierno recuerdo de la amis tad muer ta . En cuanto a l

amigo de aye r , ha y qu e conforma rse con tener e n 61, de

ah í en ade l an t e , un buen cam arada .

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puede sobreviv i r a l a muer te . En mi escr i tor io , mi mi

rada se posa a menudo en e l re t ra to de mi an t iguo

am i go Em m anue l M oun i e r , m uer t o hace ya ca t o rce

años .  Pues b ien , lo s ien to tan próximo y presente como

en la época de nuestros interminables diálogos. Sin ha

b lar de Cr i s to y sus amigos , l a amis tad ent re maes t ro

y discípulo especialmente, como lo test imonia en par

t i cu lar e l caso de Sócrates , puede t r iunfar de l a prueba

de la muer te . Y has ta se puede exper imentar una au

tén t ica amis tad hacia un maes t ro muer to l argo t i empo

atrás y cuyo discípulo se ha l legado a ser por mediación

de su obra . As í , innumerables fueron los amigos que

Jesús l l egó a t ener en reg iones muy remotas de Pales

t ina en la época del Imper io romano.

Una separación f í s ica pro longada demues t ra ser una

prueba mayor para l a amis tad . Verdad que en muchos

casos la amistad sobrevive a tales separaciones; los ami

gos vuelven a encont rarse después de d iez o vein te

años como si se hubiesen separado la víspera. Esto su

cede con tan ta mayor faci l idad s i e l in tercambio de una

in tensa correspondencia ha mantenido e l d iá logo ent re

los amigos . En es te t er reno es muy lamentable que e l

precip i tado r i tmo de la v ida moderna no favorezca e l

in tercambio de esas ín t imas y ex tensas car tas usuales

en o t ro t i empo. Hoy d ía , uno se conforma con dar no

t i c ias suyas de vez en cuando, pero ya no t i ene t i empo

de dialogar por carta. El pel igro de que la separación

física l legue a la paulat ina separación de las almas es,

pues ,

  mucho mayor que antaño. La evolución de cada

uno se ve sometida a condiciones de vida y a relaciones

diferentes, y de el lo puede derivar tal alejamiento espi

r i tual en t re los amigos , que a l volver a encont rarse ya

no les sea posible reanudar el diálogo. En este caso, lo

No es raro que la amis tad ent re dos hombres t enga

fin a causa de las mujeres. Antes de casarse con Juan,

Mati lde había sido novia de su amigo Jorge. Este úl

t imo había roto su compromiso por motivos que el la

misma reconocía que eran hones tos y valederos . Ade

más quer ía s inceramente a su mar ido . Pero es to no

impedía que exper imentara respecto a Jorge un v ivo

rencor y que no parara has ta consegui r que su mar ido

rompiera su re lación con su amigo de s iempre. Segu

ramente, este fin de sus relaciones amistosas, bajo la

presión de factores exteriores a el los, les resul tó pe

noso ;

  pero a l menos ambos hombres pudieron conservar

en lo recóndito de su corazón, sent imientos de est ima

y afecto , pues no se habían engañado uno a l o t ro .

También puede ocurr i r lo cont rar io , es deci r , que la

amis tad ent re dos mujeres concluya a causa de un

hombre. Nicolasa y María eran amigas inseparables

desde la infancia . Su amis tad cont inuaba aun después

del casamiento de Nicolasa, al punto de inspirar celos

a su marido, quien tenía la impresión de que su esposa

comulgaba esp i r i tualmente mucho más con su amiga

que con él . Como María no le desagradaba, empleó toda

su "ciencia acerca de las mujeres" para conquis tar la .

Tras muchos esfuerzos lo logró, y entonces se ingenió

para que su mujer lo sorprendiera en la compañía , a l

menos sospechosa, de María . Es to , ev identemente , puso

f in a l a amis tad ent re ambas mujeres . Nicolasa no

ignoraba, por c ier to , que su mar ido había in ten tado

seducir a María por celos. Lo odió un poco por el lo,

1 3 8 PSICOANÁL ISIS DE L A AMIST AD

pero no tardó en perdonar le su poco l impia t re ta ; en

cambio, a su amiga de toda la vida no se lo perdono,

aunque sabía que era más b ien v íc t ima que culpable .

Es te t ipo de reacciones es bas tan te general en t re l as

P L E N I T U D D E T OD O L O H U M A N O 1 3 9

tos,

  los "após ta tas" del par t ido habían t ra ic ionado a

éste al mismo t iempo que a la amistad.

En el seno del cris t ianismo, el espíri tu de tolerancia

ha hecho en los úl t imos t iempos muchos progresos. Co

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m uj e res , m i en t r a s que un hom bre r eacc i ona r í a de m a

nera muy d i s t in ta en una s i tuación análoga: aborrecer ía

a su mujer y perdonaría con faci l idad a su amigo.

El peor desengaño resu l ta , ev identemente , de l a t ra i

ción de la amistad por el amigo. No nos es difíci l

imaginar cuánta debió ser la t r is teza y el dolor de

Jesús cuando d i jo a Judas , que l l egaba para en t regar lo

con su beso a sus enemigos: "¿Qué hacer aquí , amigo

m í o ? "

  La tragedia de la vida de Cristo habría s ido

inf in i tamente menor , s i e l que lo en t regó a l Sanheür ín

y a Pi lato hubiese sido uno de sus enemigos fariseos. No

es éste el lugar para que intentemos anal izar el proceso

psicológico que hizo de este amigo de Jesús un traidor.

Lo cierto es que Judas existen siempre, y bajo todos

los cielos de la tierra.

Hay hombres que se ident i f i can de ta l modo con la

"Causa" a l a que s i rven , que exper imentan a lgo as í

como una t ra ic ión personal cuando su amigo abandona

dicha causa. Los comunis tas , en par t i cu lar , han sufr ido

a sus expensas esta dolorosa experiencia. Nada nos

autor iza a poner en duda la au tent ic idad de las amis

tades que habían anudado con a lgunos camaradas de

part ido. Pero cuando su conciencia les obl igó a aban

donar és te —digamos , después de las grandes "purgas"

s ta l in ianas o de la sangr ien ta repres ión de los l evanta

mientos populares húngaro y polaco de 1956—, has ta

sus mejores amigos , en t re aquel los que creyeron que

su deber consist ía en permanecer fieles a él , renegaron

de el los y rompieron todo vínculo con el los. Según és-

nozco padres de una fidel idad sin tacha a su Iglesia,

que sin embargo no dejan de ser ínt imos amigos con

antiguos cofrades que rompieron con el la. En esto puede

verse un signo de madurez psicológica y afect iva.

No es posible sentar como tesis que todas las amis

tades que, por una razón o por o t ra , han f racasado o

concluido, fuesen falsas amistades. En esto como en

todas las cosas, no hay que perder nunca de vista que

todo lo humano es frági l , más o menos frági l según los

individuos y las s i tuaciones. Hasta sería pel igroso for

jarse de la amis tad una idea inhumanamente e levada.

En efecto , muchos no se a t rever ían en tonces a en ta

b lar amis tades y renunciar í an as í a una de las más

profundas fuentes de fel icidad de la vida. Por otra

par te , aun en las amis tades más logradas , queda s iempre

un dejo de insat isfacción. Querríamos compart i rlo todo

con nues t ros amigos , no guardar nada para nosot ros

solos.

  Ahora b ien , l a exper iencia demues t ra que todo

ser humano posee un núcleo cent ra l t an ín t imo, que es

práct icamente incomunicable . De ahí que, incluso en

las más hermosas amis tades , haya un sent imiento más

o menos confuso de que no somos queridos y compren

didos en forma total , de que nosotros mismos no que

remos y comprendemos a nues t ros amigos "a fondo" .

Pese a todo, no obstante sus imperfecciones y l imi

taciones, la amistad representa uno de los bienes más

preciosos de la condición humana. Lejos de dejarnos

inhib i r por sus imperfecciones y l imi taciones , merece

cier tamente l a pena que nos comprometamos en e l l a

va l e ro s am en t e .

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Í N D I C E

PÁG.

Prólogo 7

I . Soledad y desarra igo del hom bre mo dern o 11

I I .  Na cim iento de la amis tad 23

I I I .  L o q u e l a a m i s ta d n o e s . . . . . . . 4 1

IV. La amis tad y e l am or 49

V. Las amis tades "pa r t i cu lare s" 61

V I.

  La amis tad ent re hom bres 69

VIL Am is tades femen inas 73 '

VI I I . La am i s t ad en t r e hom b res y m u j e res . . . 83

IX . La amis tad cony ugal 91

X . L a a m i s ta d e n t r e p a d r e s e h ij os . . . . . . . 9 9

X I .  La amis tad ent r e ma es t ro y d i sc ípulo . . 105

XI I . Com unidades de amigos 115

X III . P romoción de la ex i s tencia ppr l a amis ta d 125

XV I. P len i tud de todo lo hu m an o 135