Page 1
ANA MARÍA STUVEN V. La seducción de un orden. Las elites y la
construcción de Chile en las polémicas culturales y políticas del siglo XIX.
Santiago, Ediciones de la Universidad Católica de Chile,
2000, 316 págs.
Si se tiene presente que hacia 1870 la población total de
Chile alcanzaba a poco más de un millón novecientas
cincuenta mil personas, que ese mismo año los inscritos en
el registro electoral eran poco más de 43.000 ciudadanos y
que los votantes en las elecciones parlamentarias
realizadas ese año fueron 30.632, y si además se tiene
presente que en el mismo año 1870 las personas que sabían
leer y escribir eran poco más de 340 mil, es decir, el
17,6% de la población del país, podrá recién aquilatarse de
qué tipo de elite se trata y de cuántas personas se habla
cuando se alude a la elite chilena de la primera mitad del
siglo XIX.
Pues bien, a esa elite, y a sus querellas internas en
materias políticas y culturales, está dedicado este
riguroso estudio de historia de las ideas. Su afirmación
central es que "La clase dirigente era un grupo
esencialmente conservador, abierto a un cambio que se
percibía como inevitable, y al cual había que conducir a
fin de no alterar el rumbo trazado y la estructura de poder
consolidada por la misma elite" (p. 20). Tres tipos de
elementos es posible distinguir como aquellos que son, a la
vez, el acervo cultural que se reconoce como propio, y el
objeto de "la polémica como medio articulador del disenso
posible". Se trata de los valores religiosos, éticos e
Page 2
históricos, los valores político-sociales, y el espíritu de
la época.
El trabajo está dividido en tres partes.
En la primera se explicitan los elementos del consenso
social que operan como sustrato de continuidad y cambio.
Esos consensos dicen relación en primer lugar con el orden
social que debe existir en una sociedad que transita desde
el principio de la legitimidad monárquica a la legitimidad
republicana y democrática, y a su necesaria traducción
institucional. "Para comprender los primeros puntos de
inflexión del concepto de orden, es fundamental insistir en
que incluso los sectores más conservadores de la clase
dirigente chilena se encontraban inmersos en un mundo de
definiciones ideológicas fundamentalmente liberales...",
pero la conciencia colectiva de esa clase dirigente,
paradójicamente, "...se entroncaba con una percepción, muy
conservadora, de que existía un "orden natural de las
cosas" y que todo cambio, aceptado en el plano intelectual,
debía graduarse en función de ese ‘orden’" (p. 42). En
segundo lugar, se trata del consenso en torno a la
religiosidad católica como la expresión de la fe común de
una sociedad unida. "Chile era un país católico y el Estado
así lo reconocía"; es más, "El Chile oficial y las
expresiones públicas de los miembros de la clase dirigente
daban testimonio de su fe católica" (p. 54-55).
A continuación se presenta a los actores implicados en el
asunto y el contexto en que su acción tiene lugar: la clase
dirigente que "no necesitó imponer su autoridad frente a
Page 3
grupos rivales. Era el grupo llamado naturalmente a
gobernar..." (p. 61) y dentro de ella se trata
fundamentalmente de aquellas personas que integran lo que
se ha dado en llamar la generación de 1842: Bello,
Lastarria, Bilbao, Pedro Félix Vicuña entre otros; el grupo
de argentinos que se avecindó en Chile por esos mismos años
huyendo precisamente de la "falta de consenso" de la elite
de su país entre los que se cuentan Sarmiento, Fidel López
y Alberdi, y de la voz de la Iglesia expresada
especialmente por el Arzobispo de Santiago, Rafael Valentín
Valdivieso.
Enseguida, la autora se detiene en las polémicas que tienen
lugar en la primera parte de la década del 40. Por de
pronto la discusión casi por sí misma. En palabras de
Sarmiento "¡Viva la polémica! Campo de batalla de la
civilización, en que así se baten las ideas como las
preocupaciones...". Pero también en torno a las ideas
relevantes. El tema de progreso: "Describir la
manifestación de esta noción de un cambio inevitable y de
un presente en transición, es decir, en movimiento, es
fundamental para comprender el sustrato de legitimidad y la
necesariedad de la polémica. Esta visión, predominante al
interior de la clase dirigente chilena a comienzos del
siglo XIX, es la única capaz de explicar por qué, por una
parte, se crea el espacio para polemizar sobre la apertura
hacia el cambio, y, al mismo tiempo, se ponen límites para
asegurar que este no tenga consecuencias sobre el cuerpo
social ni la estructura de poder" (p. 112). También el tema
Page 4
de la educación, que "Debe ser la tarea prioritaria de
Estado y la meta social más importante en la medida que
permitirá que las incertidumbres propias de un ideario
nuevo y poco consolidado no se tengan que expresar
necesariamente en una desestabilización social" (p. 119).
Los contradictores en torno a estos temas se agrupan en el
Instituto Nacional y en la recientemente fundada
Universidad de Chile, por un lado, y en las páginas de la
Revista Católica, por otro, aun cuando no se trata
necesariamente de trincheras definidas o excluyentes.
Y por último, se nos presentan los desafíos al consenso y
su correlato: el temor a desorden social que la autora
sitúa de preferencia en la segunda mitad de la década de
1840. Se trata de explicitar los elementos que "empezaron a
minar ese consenso, sustento sobre el cual se apoyaba el
espíritu de optimismo y confianza de la clase dirigente
chilena" (p. 129). Asimismo, las relaciones entre la
Iglesia y el Estado que experimentan una tensión creciente
a partir de 1843 y que se profundiza con la dictación de la
Ley de Régimen Interior que "dejaba a los curas párrocos
sujetos a la autoridad del intendente provincial, y de un
decreto de marzo de 1845 que prohibía la profesión de votos
monásticos antes de los 25 años de edad...", lo cual dio
paso a "una serie de polémicas que demuestran la
polarización de la discusión entre dos bandos
crecientemente irreconciliables" (p. 132). También, las
reformas institucionales que se convirtieron en la demanda
permanente de la oposición al gobierno. Finalmente la
Page 5
influencia de la revolución de 1848 que "tuvo profundas
consecuencias en Chile... legitimó un discurso republicano
democrático que ya afloraba como bandera de oposición. La
constante interpelación que esta hacía al pueblo como
depositario de la soberanía popular, su discurso reformista
institucional y la importancia creciente que asumieron las
doctrinas del liberalismo democrático... recibieron un
certificado de legitimidad de parte de sus mentores
franceses" (p. 149).
Todo lo anterior polarizó la discusión entre los
partidarios del orden que llegaron a crear, en 1845 la
"Sociedad del Orden" y que vincularon la noción de orden
con la de autoridad y "los nuevos liberales que habían
salido del espectro consensual para convertirse en
oposición real". En fin, "La década de 1840 llegó a su fin
marcada por la manifestación de visiones del mundo
divergentes de las que tradicionalmente había sostenido la
clase dirigente chilena... hasta culminar en la Revolución
que sufre el país en 1851" (p. 158).
La segunda parte del libro está dedicada a las polémicas
que la elite es capaz de sostener no obstante los marcos
del consenso. Una primera querella se entabla respecto a la
ortografía y al uso del lenguaje. Ella se ligaba
directamente con la función educacional del Estado, que
había sido asumida institucionalmente en la década de 1840.
Samiento presentó a la Universidad una Memoria sobre Ortografía
Americana que constituía la "culminación de su reflexión
sobre el tema... (y) parte con una denuncia de la
Page 6
imposición de reglas "tiránicas" del idioma en España, las
cuales alcanzaron su clímax, a su juicio, con la
Inquisición, que impone de vuelta al latín como lengua
docta y el fin de todo pensamiento racional" (p. 186). El
pronunciamiento de la Facultad de Humanidades fue muy
prudente: "cree que la reforma ortográfica debe hacerse por
mejoras sucesivas", lo cual significó en la práctica la
mantención de dos ortografías simultáneas.
Otra polémica se desató a propósito de la literatura y el
movimiento romántico en general y "tuvo como sustrato el
punto de vista común a toda la elite en torno a la
concepción utilitaria de la cultura. Surgió, en realidad,
por la lectura del contenido sociopolítico del texto
romántico más que por un problema de crítica literaria" (p.
200), y constituye una "polémica al interior de un
consenso, que reflejó muy bien los problemas de gradualidad
en el cambio, de democratización de la sociedad, y de
tensión por la influencia de la cultura en la conformación
de nuevas estructuras de poder" (p. 207).
Una tercera discusión se produce a propósito de la
disciplina histórica y de la investigación de la historia
patria. La autora muestra "el proceso de validación de la
disciplina histórica en la cultura chilena, incluso más
allá del ámbito académico como parte constitutiva del
proceso de creación de la identidad nacional, y como
instrumento de poder, en la medida en que la recreación del
pasado explicaba el presente y servía de argumento para la
creación del futuro" (p. 222). Para ello analiza los
Page 7
trabajos de Lastarria y las polémicas que desataron y su
incidencia en los valores que sustentaba la clase
dirigente.
Una última polémica se sitúa en el límite de lo tolerable y
termina en escándalo. Ella está ligada a la publicación de
"Sociabilidad Chilena", de Francisco Bilbao, uno de los
protagonistas principales de todo el período. Es el
"responsable de que se pusiera a prueba el espíritu de
tolerancia inaugurado pocos años antes, y que la elite
chilena desplegara todos sus recursos en la defensa de los
valores que sustentaban su poder" (p. 251). Sus ideas
fueron recibidas como revolucionarias por "casi todo el
mundo" intelectual del país, y el autor fue enjuiciado y
"condenado por los delitos de blasfemia e inmoralidad al
pago de una multa en dinero. La acusación por sedición fue
abandonada" (p. 270), y más tarde los decanos aprobaron su
expulsión de la universidad. Ese juicio "constituyó un
mecanismo de defensa importante contra un ataque percibido
como artero" (p. 271).
La primera parte del libro contiene lo medular de la tesis,
en tanto que las polémicas que se analizan en la segunda
constituyen su constatación empírica.
El conjunto de este trabajo, de lenta lectura, da cuenta en
forma irrefutable de la riqueza del debate de la elite
chilena al promediar el siglo XIX y de su cercanía
intelectual con los avatares del pensamiento occidental.
COLLIER, SIMON. 2005.
Page 8
Chile: la construcción de una República1830-1865. Política
e ideas. Santiago:
Ediciones Universidad Católica de Chile
El libro consta de cuatro partes. En la primera, el autor
se dedica a contextualizar la nueva república. Realiza, por
lo tanto, una descripción de la situación económica,
social, demográfica, geográfica y política del período
1830-1865. Es importante destacar que en esta primera parte
se define con precisión al actor político y social
relevante de la época: la clase alta o los “chilenos
educados”, como los denomina el autor. Sin embargo, Collier
es cuidadoso en señalar que no toda la clase alta
participaba en política, y que se debe incorporar en el
análisis un segundo grupo social: los artesanos. Es así
como el propio autor reconoce la importancia de los
artesanos en el ámbito político. Si bien señala que muchas
veces éstos tuvieron un rol de subordinación respecto a los
intereses políticos de la clase dominante, se torna
necesario explorar su papel con mayor exhaustividad,
quedando además como tarea pendiente indagar sobre el rol
desempeñado por otros actores de la época.
La segunda parte del libro destaca las principales ideas
políticas del período 1830-1865. El autor analiza sobre
todo las nociones de libertad y orden, alrededor de las
cuales se articularon los proyectos liberal y conservador,
respectivamente. Se indaga además en las tendencias
internas del grupo conservador, en tanto el proceso de
liberalización política tuvo lugar bajo los gobiernos
Page 9
decenales de los presidentes conservadores (1831-1871).
Queda claramente reflejado en este apartado que la
existencia de divergencias respecto a otorgar un mayor
énfasis al orden o a la libertad en la forma de gobernar,
generó constantes roces entre conservadores y liberales,
así como entre las distintas alas conservadoras. La
existencia de estas diferencias, permitió la evolución
gradual desde un sistema de gobierno centrado en el orden a
uno centrado en la noción de libertad. Dicho tránsito se
hizo posible gracias a la visión más liberal de los
conservadores moderados, que derivó finalmente en la
conformación de la fusión liberal-conservadora en 1857.
La tercera parte del libro puede ser calificada de medular,
en tanto en ella se plantea la tesis central. Para el
autor, en el período de la república temprana se instauran
las bases de la tradición política del Chile moderno, a
saber, el sistema multipartidista y el establecimiento de
coaliciones políticas. A lo largo de los capítulos de este
apartado el autor hace explícito, a través de la
interacción entre los actores políticos, el proceso
mediante el cual dicha tradición es forjada. Si bien
conservadores y liberales diferían respecto a la forma en
que se debía gobernar, ambos partidos se situaban bajo el
alero del liberalismo decimonónico. En su dimensión
política, el pensamiento liberal del siglo XIX sustentaba
las ideas de un gobierno representativo y de libertad
civil, mientras que en términos económicos avalaba el
desarrollo del sistema capitalista. El concepto de progreso
Page 10
fue especialmente valorado entre los chilenos educados,
quienes lo consideraron como la clave del desarrollo del
país. La primacía de esta idea se vio reforzada por los
avances técnicos y científicos que se produjeron a nivel
mundial, algunos de los cuales fueron introducidos en la
realidad chilena. Es así como en el área del transporte se
logró implementar el servicio ferroviario e intensificar el
servicio naviero. Asimismo, se destaca la influencia
extranjera en el desarrollo del pensamiento liberal de la
clase educada, siendo especialmente importantes los
contactos establecidos con Francia e Inglaterra. El
planteamiento anterior no implica de ninguna manera
soslayar la presencia de conflictos entre los partidos
Conservador y Liberal, aspecto que queda reflejado en las
guerras civiles del período presidencial de Manuel Montt
(1851-1861). Más aún, la existencia de éstos, dentro del
marco liberal predominante, favoreció la liberalización del
sistema político chileno.
La tesis expuesta por Simon Collier constituye un aporte
para la comprensión del período conservador y su posterior
impacto, en tanto analiza cómo se fue produciendo la
liberalización gradual del sistema político chileno. Al
respecto, y a pesar de las diferencias entre liberales y
conservadores relativas a la opción de privilegiar una
forma de gobierno basada en el orden o la libertad, la
influencia del liberalismo decimonónico permitió a ambas
facciones abrazar la idea de progreso. Es así como los
conservadores terminaron finalmente por flexibilizar su
Page 11
posición, en aras de garantizar el desarrollo y la
estabilidad política del país.
Gabriel Salazar Vergara
La Violencia Política y Popular en las “grandes alamedas”.
La Violencia en chile 1947-1987 (una perspectiva histórico
popular).LOM Ediciones,
Santiago de Chile, 2006.
El desarrollo de la crítica es un elemento indispensable
dentro del conflicto social, ya que, a partir del
discurso crítico se desarrollan diversos puntos de vista
históricos, desde los cuales es posible realizar: una
evaluación retrospectiva de los errores y fracasos de una
estructura determinada, realizar una reevaluación de las
estructuras criticadas, o, realizar una prospectiva
metodológica de los cursos históricos a seguir; de esta
manera, la heterogeneidad de discursos y posiciones frente
a una problemática social, incuban dentro de la sociedad,
una descomposición de la colectividad, fracturando de modo
dramático la condición de “sociedad”, dividiendo en
núcleos polarizados las epistemologías, y conduciendo a un
debate histórico-intelectual, en conjunto con una lucha
social. En este caso, la crítica a la propia historia y a
la forma de dominación socio-económica son el refugio
permanente de la violencia. Al realizar un análisis de
VPP, se deriva directamente un problema en base a la
interpretación de los procesos de intervención de
Page 12
modernización librecambista del Estado, o el simple
fracaso del proyecto popular socialproductivista (base
estructural de la problemática). Estos dos puntos de
interpretación histórica de la sociedad chilena generan una
polarización de la población (fractura socio-política en
los procesos de estructuración y reestructuración del
Estado) pero a su vez, desarrollan un equilibrio
indispensable para el funcionamiento político; este
equilibrio, es sin duda, un elemento que detiene la
integraciónsocial y la sanción de los conflictos
históricos.
En este caso, el equilibrio político se sustenta bajo la
falta de proyectos políticos, renovación de las
epistemologías (problemática de historicidad y
ahistoricidad) y proyectos de la clase dirigente hacia la
integración de la clase popular.
Esta falta de proyectos incide en una fractura de orden
social y cultural, en base a la “identidad”, a la falta de
“comunidad” y “solidaridad” entre los individuos, no
existiendo un proyecto de Nación, ni bien social, sino
que corresponde a un interés de clase y una pugna por el
control social y económico. Es así como se observa una
“sociedad en convivencia”, y no una “sociedad
autocrítica”, estimulando la unificación de la Nación
(como concepto dominador), y no planteando ni
desarrollando un valor histórico al conflicto.
La formación de una solución a la fractura social parte
del reconocimiento de que coexisten diversas
Page 13
epistemologías reales, y por ende, válidas, en este caso,
el problema consiste en agruparse y depender como sujetos
colectivo a un sector determinado.
La construcción de las epistemologías históricas y
ahistóricas, tienen su origen en la formación y
conformación de la sociedad chilena, donde la
epistemología ahistórica funda sus intereses
históricamente en la clase dirigente, en base a la
monopolización de los aparatos gubernamentales
administrativos , lo que el autor denomina “constelación
de ideas G”, las cuales tienen como finalidad, la
homogenización del Estado, para la perpetuación de la
clase dominante (monopolio de dominación). Esta
estabilidad y/o equilibrio político es en base a la propia
imposición histórica y valórica de la clase dominante y
principalmente por las propuestas modernizadoras “G”, las
cuales no desarrollan un cambio sustancial en el sistema
político nacional, sino que al contrario, se van renovando
y transformando legalmente, y con dosis de violencia
política constituyente, para un bien privado, como es el
proyecto librecambista, transfigurado como proyecto
nacional, e ideas progresistas de nación, descrito en tres
fases por el autor; Autoritarismo Portaliano (1830-91),
Parlamentarismo post- Portaliano (1891-1925) y la
estabilidad neo-Portaliana (1925-73).
A partir de estos puntos históricos, el autor plantea una
inestabilidad del sistema político, y a su vez, un modelo
estereotipado de formas económicas-políticas
Page 14
estabilizadoras, las cuales son precedidas por fases de
violencia constitucional, armada y no armada, civil y
militar, estatal y no estatal, incluso represiva en muchos
casos. De esta forma los movimientos populares surgen como
un rechazo a las formas y maniobras gubernamentales de
accionar, y como repudio a la modernización y desarrollo
“librecambista histórico”, y el acudo de la violencia como
un Derecho histórico popular.
Al contrario de las ideas “G”, se pueden observar las
Masas Populares Particulares “P” o aquellas que no poseen
la generalidad y el control,
en este sentido y en base a las ideas “G”, las masas
populares se encuentran fuera de toda lógica totalitaria
por poseer un sentido particular en las demandas sociales,
y no un sentido nacional en sus intereses. De esta manera,
las constelaciones “G” no poseen una permeabilidad en base
a las propuestas “P”, para el desarrollo en conjunto de
una gobernabilidad, incidiendo en la frustración de todo
proyecto popular.
Desde un punto de vista “P”, la formación de una Ciencia
Popular Orgánica conlleva en un contexto político,
educacional, intelectual y social, a una organización de
una dinámica social humanizada, donde las demandas
particulares sean capaces de desarrollarse en un sistema de
equilibrio social “P-G”. La búsqueda de un pensamiento,
en base a una realidad determinada, como es la de los
movimientos populares (realidad constante de abandono
institucional y encierro pragmático de las ideas
Page 15
particulares), conduce a entender la Historia como su
propia ciencia reclusa, ya que, al analizar la historia
del bajo pueblo, nos enfrentamos a diversas “oleadas de
agitación social”, las cuales se ven truncadas por la
falta de un pensamiento formal
-a modo de discurso teórico-.puesto que la intervención
popular y particular, en contra de las constelaciones “G”,
acuden directamente a la ahistoricidad y a la formalidad
nacional, debilitando la intencionalidad histórica de cada
una de las jornadas de malestar social.
El autor acusa una pugna entre la historicidad popular y
la ahistoricidad oficialista, la cual pretende más que
monopolizar los agentes institucionales, pretende
monopolizar la Historia, a través de un Nacionalismo y
una Identidad, ya que, el gran miedo del oficialismo, es la
propia Historia; a las explosiones populares y a la
colectividad crítica hacia el grupo de constelaciones “G”,
en definitiva, temor a la pérdida del poder.
Este miedo a la Historia genera que las constelaciones “G”
posean actitudes y acciones estratégicas de forma
ahistoricistas, entre las cuales, es posible identificar la
Violencia Represiva a las masas populares, representantes
de la historia en movimiento, de las demandas, del cambio
y la reestructuración humanizada de la sociedad. Junto
con el actuar oficialista en contra de las epistemologías
históricas y representaciones populares, surgen prácticas
que en el inconsciente parecieran ser formas directas de
una ciencia popular, pero no son más que simples y
Page 16
retorcidas formas de populismo, o de un falso interés
social por ascender al poder; “profetismo popular” y la de
reproducir las “formas ‘G’ de comportamiento científico-
político”, falseando y suplantando la Ciencia popular,
motivando y manteniendo viva una irracionalidad política.
En base a la problemática del desarrollo de una ciencia
teórica popular, que respalde el proyecto historicista, y
en conjunto con la imposición librecambista ahistoricista,
el autor plantea que en la Historia nacional han existido
siete ciclos de violencia política pragmática, destacando
en un primer punto, que los hechos de violencia política
comienzan en una primera fase como hechos semidelictuales
o semipolíticos (“agitación social”) y en una segunda fase,
estos actos comienzan a politizarse y a incluir a cierto
sector político civil, y en segundo lugar, que los ciclos
de VPP han concluido con la intervención de las Fuerzas
Armadas, la reestructuración política (coaliciones), y la
restauración de la institucionalidad. En este sentido,
podemos hablar de tres tipos de Violencia, Violencia
Política Popular, Violencia Nacional Desarrollista (VND) y
la Violencia Libre Cambista (VLC), las cuales poseen cada
una un rol y un engranaje determinado de accionar en los
distintos escenarios.
VPP es una investigación que se refiere a los “hechos y
procesos” de Violencia Política en la Ciudad de Santiago,
entre 1947 – 1987, este análisis, se orienta a la
interpretación desde el sujeto histórico popular, el cual,
a través de su actuar, genera actitudes y acciones
Page 17
políticamente “violentas” (desde un punto de vista
oficialista, los cuales atentaron contra la normalidad y
normativa institucional, también llamada delincuencia),
con el objeto de establecer las tendencias de mediano
plazo de la VPP desde 1978-1990.
El periodo en estudio 1947-73, se caracteriza por la
hegemonía política del movimiento Nacional Desarrollista y
por los deslizamientos nacional-populistas, lo que incide
en dos situaciones para el desarrollo de la VPP; en una
primera instancia, la prolongada validación de modelos
nacional-estructuralistas aplicados por la mayoría de los
gobiernos democráticos, y en un segundo punto, las
contradicciones y las crisis nacional-estructuralista y su
“divorcio” con el populismo, se encarna a través de
movimientos populares, organizados contra la violencia
constitucional.
La VPP es interpretada como una generalidad de hechos
(multiplicidad de acciones), como la estructuración de
las masas populares, como sujetos conglomerados,
semianónimos, y a su vez afirmar que la VPP contribuyó al
comportamiento de tres tipos de significado de
historicidad; I) el significado de disconformidad, II) el
discurso de los cambios, que prima por sobre los discursos
valóricos (a forma de salida), y III) la organización no
institucionalizada del proyecto popular.
Estos hechos generales de VPP son analizados e
interpretados bajo un modelo estadístico y un modelo
descriptivo, examinando específicamente tres aspectos
Page 18
principales; i) motivación, razones que dan origen e
inicio a los hechos de VPP, ii) en su forma de origen,
espontáneo, derivado u organizado y iii) sus objetivos y
contras, este punto desarrolla la orientación de los
hechos de VPP y al blanco dirigido de la acción, pero
estas acciones u objetivos son básicamente in situ, de
corta planificación, por esta razón conviene hablar de
adversarios o de “contras”; en el estudio se distinguen
siete tipos de adversarios, los cuales son dirigidos
plenamente hacia todo tipo de institucionalización
gubernamental y económica, como; adversarios políticos,
fuerzas de orden, patrones y autoridades entre otros
agentes internos o externos.
Estableciendo que los hechos de VPP son dirigidos
básicamente a la institucionalidad y a los agentes “de
orden” o “represivos” - a la Gobernabilidad- estos actos
violentos poseen diversos instrumentos para expresarse,
entre ellos; actos, asambleas, marchas, desfiles, huelgas,
paros, jornadas de protestas, manifestaciones,
propagandas, agresiones, ataques, sabotajes,
enfrentamientos, incidentes electorales, preparativos
clandestinos de VPP (organización tardía armada) y
rebeliones contra la institucionalidad, siendo estos,
apoyados bajo instrumentos corporales, del medio o
entorno, armas de fuego y bombas.
Al examinar las estadísticas y las clasificaciones
expuestas por el autor, es necesario expresar nuevamente,
la intención (de las fuentes y la interpretación) de
Page 19
remitirse a; I) la necesidad de la clase popular para
optar y ser integrado de forma política a las decisiones
gubernamentales, II) la lucha contra la irrupción
violentista capitalista y las condiciones precarias de la
clase popular y III) la pugna por el control y el poder
social, económico y político de la sociedad. Siendo los
periodos de 1971-73 y de 1980-85, los más devastados por
los hechos de VPP.
En síntesis, La Violencia Política y Popular nos entrega
tres estructuras para la discusión histórica, la crítica y
la reflexión, partiendo en una primera instancia, por el
cuestionamiento teórico e histórico de la formación de un
grupo dominador en base a la apropiación de la
institucionalidad y los aparatos administrativos del poder
y el control social, dejando como base la desigualdad
económica, política y social, como primer discurso para la
formación de una identidad violentista en Chile.
En un segundo análisis, se desarrolla un trabajo riguroso,
minucioso, detallista, de los hechos de violencia en el
periodo de 1947-1987, indagando en el desarrollo y
ejecución de los hechos (de forma estadística y
descriptiva), en la conducta de los hechos de VPP, con lo
cual se desarrolla y refuerza la hipótesis de que la
violencia proviene en definitiva por las distintas fases
de transformación que posee la irrupción librecambista y
sus políticas “G”, las que solo resguardan a un sector de
la sociedad.
Page 20
Y en un tercer análisis, describe los hechos de VPP de tal
manera de que se reproduzcan de modo esquemático en cada
uno de los escenarios históricos, partiendo por el
nacional-desarrollismo, el nacional-populismo y el
Neoliberalismo. Se intenta expresar cómo los movimientos
populares utilizan la violencia para exigir, denunciar y
fiscalizar a un grupo determinado de la sociedad, que
utiliza aparatos globales para un uso particular.
Mario Góngora
La Tesis central de Mario Góngora en su libro “Ensayo
histórico sobre la noción de Estado en Chile” es la
afirmación de que “el Estado es la matriz de la
nacionalidad: la nación no existiría sin el Estado, que la
ha configurado en los siglos XIX y XX”.
El primer fenómeno que Góngora destaca es la importancia de
la guerra para el desarrollo nacional. Este autor señala
que Chile fue una tierra de Guerra. Fue importante la
guerra en el periodo colonial y lo siguió siendo en el
siglo XIX; basta con recordar las guerras de independencia,
la guerra contra la confederación Perú-Boliviana, la guerra
naval contra España, la guerra del Pacífico, la guerra
civil de 1891 “… y, durante todo este tiempo, la inacabable
“pequeña guerra” contra los araucanos… Chile fue un país
guerrero. El símbolo patriótico por excelencia fue Arturo
Prat. El hecho bélico, el recuerdo del combate heroico y la
imagen de Chile como país guerrero han dejado profundas
Page 21
huellas en la conciencia nacional y han definido los
contenidos del sentimiento patriótico que ha animado al
Estado y a la nacionalidad chilena”.
Mario Góngora considera que el Estado que surge de las
guerras de Independencia y de los “desórdenes” que le
siguieron se comenzó a definir con Portales “…quien aceptó
como ideal político la democracia, pero quien estuvo
convencido de que Chile no poseía aún la virtud republicana
que él consideraba indispensable para el buen
funcionamiento del sistema democrático y quién por eso, con
criterio realista, organizó un gobierno fuerte y
centralizador, renovando así, bajo formas republicanas, la
vieja monarquía española”. Este gobierno fuerte se
sustentaba en la legitimidad que le confería la
constitución le permitía conjurar los peligros tanto de un
democratismo utópico como de un caudillismo arbitrario. El
Estado portaliano perduró, con algunas modificaciones hasta
el año 1891, fecha que (para Góngora) marca un hito
importante en el desarrollo nacional. En 1891 termina el
régimen portaliano y también termina el largo periodo del
Chile guerrero. A finales del siglo XIX se presenta como
“otro” Chile que se presentaba con nuevos núcleos sociales,
con nuevas riquezas, con nuevos problemas y con una nueva
mentalidad. La República parlamentaria lcalifica a la
aristocracia gobernante de “política fantasmal”, comouna
política incapaz de afrontar las nuevas realidades
económicas y sociales.
Page 22
En relación a la tesis central del Ensayo, “la tesis de que
el Estado ha dado forma a la nacionalidad chilena” es donde
se concentran las mayores polémicas. Hay quienes rechazan
la tesis pero hay otros que van más allá, formulando
críticas al concepto que Mario Góngora tiene del Estado,
afirmando que no se encuentra en el ensayo una definición
clara del concepto, de modo que todas las consideraciones
en torno a la noción del estado quedarían un tanto vagas e
imprecisas.