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56 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO Pienso en mi padre y veo su sonrisa. Detrás de sus ante- ojos de vidrio veo sus grandes ojos verdes. Y aún más adentro se encontraban sus pensamientos.“Yo soy de las montañas”, me dijo alguna vez, mientras juntos ad- mirábamos las nubes estrellarse con suavidad en las fal- das del Ruco Pichincha, el volcán que imponentemente resguarda la bella ciudad de Quito. “Me gusta el aire frío” decía mientras se abrigaba dentro de su suéter de alpaca y el sol andino tornando sus ojos verdes en dos grandes bolas de fuego. “Cuando era niño, me gustaba cabalgar por las praderas. Juntos, el caballo y yo, recogíamos mo- ras salvajes que llevábamos a casa para comer con mis hermanos”, me dijo. Junto a mi padre, mirando el atardecer, trataba de imaginar esos tiempos de antaño. Esos tiempos en que los caballos eran amigos. Imaginaba el momen- to en que, solo, mi padre decidió partir en un avión de hélice con dirección a Alemania. En su siempre in- trigante y misteriosa mirada imaginé reflejada la incer - tidumbre de nunca poder compartir un tazón de mo - ras con su familia. Una familia ecuatoriana dispersa por el mundo. Como las moras salvajes regadas por el bosque. En esos momentos, mientras la noche lentamente cubría la ciudad comencé a buscar una manera de jun- tar los cabos sueltos de la historia: Imaginé a mi padre, con su chamarra de cuero y la nieve posándose lentamente en sus amplias cejas negras mientras por las calles alemanas marchaban los estu- diantes con ilusiones de revolución. Vi en sus ojos despertar su deseo de volver a Améri- ca Latina. Imaginé su mano adentrarse en su pelo rizado y ne- gro mientras, sentado en un escritorio, escribía su pri- mera obra: El discurso crítico de Marx. Luego lo vi, frente a un mar de ojos atentos expli- cando las teorías de la modernidad y la resistencia de lo barroco. Luego lo vi, después de una vida entera, junto a mí viendo un atardecer caluroso y cómo las nubes se con- vertían en noche, esperando entrar para comer un pla- tillo de moras. Pienso en mi padre y me digo a mí mismo “yo tam- bién soy de las montañas…”. Pienso en mi padre Carlos Echeverría Serur Palabras pronunciadas en el homenaje a Bolívar Echeverría en la editorial Siglo XXI el 8 de junio de 2010. Bolívar Echeverría, Raquel Serur, Carlos y Alberto Echeverría Serur
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Pienso en mi padre - Revista de la Universidad de México · 56 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO Pienso en mi padre y veo su sonrisa. ... ras salvajes que llevábamos a casa

Nov 02, 2018

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Page 1: Pienso en mi padre - Revista de la Universidad de México · 56 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO Pienso en mi padre y veo su sonrisa. ... ras salvajes que llevábamos a casa

56 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO

Pienso en mi padre y veo su sonrisa. Detrás de sus ante-ojos de vidrio veo sus grandes ojos verdes. Y aún másadentro se encontraban sus pensamientos.“Yo soy delas montañas”, me dijo alguna vez, mientras juntos ad -mirábamos las nubes estrellarse con suavidad en las fal-das del Ruco Pichincha, el volcán que imponentementeresguarda la bella ciudad de Quito. “Me gusta el aire frío”decía mientras se abrigaba dentro de su suéter de alpacay el sol andino tornando sus ojos verdes en dos grandesbolas de fuego. “Cuando era niño, me gustaba cabalgarpor las praderas. Juntos, el caballo y yo, recogíamos mo -ras salvajes que llevábamos a casa para comer con mishermanos”, me dijo.

Junto a mi padre, mirando el atardecer, trataba deimaginar esos tiempos de antaño. Esos tiempos enque los caballos eran amigos. Imaginaba el momen-to en que, solo, mi padre decidió partir en un aviónde hé lice con dirección a Alemania. En su siempre in - tri gante y misteriosa mirada imaginé reflejada la incer -tidumbre de nunca poder compartir un tazón de mo -ras con su fa milia. Una familia ecuatoriana dispersapor el mundo. Como las moras salvajes regadas porel bosque.

En esos momentos, mientras la noche lentamentecubría la ciudad comencé a buscar una manera de jun-tar los cabos sueltos de la historia:

Imaginé a mi padre, con su chamarra de cuero y lanieve posándose lentamente en sus amplias cejas negrasmientras por las calles alemanas marchaban los estu-diantes con ilusiones de revolución.

Vi en sus ojos despertar su deseo de volver a Améri-ca Latina.

Imaginé su mano adentrarse en su pelo rizado y ne -gro mientras, sentado en un escritorio, escribía su pri-mera obra: El discurso crítico de Marx.

Luego lo vi, frente a un mar de ojos atentos expli-cando las teorías de la modernidad y la resistencia de lobarroco.

Luego lo vi, después de una vida entera, junto a míviendo un atardecer caluroso y cómo las nubes se con-vertían en noche, esperando entrar para comer un pla-tillo de moras.

Pienso en mi padre y me digo a mí mismo “yo tam-bién soy de las montañas…”.

Pienso enmi padre

Carlos Echeverría Serur

Palabras pronunciadas en el homenaje a Bolívar Echeverría en la editorialSiglo XXI el 8 de junio de 2010.

Bolívar Echeverría, Raquel Serur, Carlos y Alberto Echeverría Serur

sec 01 ok_Revista UNAM 01/07/10 01:32 p.m. Page 56