PARTE II
PARTE ILas contribuciones de Piera Aulagnier7. CONSTITUCIN DEL
PSIQUISMO EN PIERA AULAGNIEREl deseo inconsciente mueve al sujeto
en direccin al otro y a vincularse con l, pero esta operacin a su
vez excede al deseo inconsciente. Ante la presencia del otro emerge
la pulsin cuya investidura procura hacerla objeto. No obstante, el
otro excede y eso configura un campo de novedad.
1. BERENSTEIN (2001)
El inters en dedicar un captulo a los modos segn los cuales se
constituye el psiquismo para Aulagnier radica en el nuevo abordaje
que esto posibilita para problemticas que no solamente responden a
la psicosis, sino a otras expresiones del malestar psquico
especialmente elocuentes hoy en da. Si bien la teora freudiana dej
planteados los ejes fundamentales, hay todo un abanico de
cuestiones que se fueron abriendo a partir de las actuales formas
del malestar en la cultura y en la sociedad. Por otra parte, la
riqueza de los planteos de Aulagnier permite otro enfoque de la as
llamada "normalidad", cuyo perfil viene a ser relativizado
precisamente en la medida en que se lo ubica respecto de todos los
accidentes y hallazgos que marcan la emergencia de una
subjetividad. Dada esa complejidad, las rutas del itinerario aqu
planteado no siguen un orden preexistente, sino que procuran
explorar esa diversidad.
Desde su funcin y su presencia, la madre predigiere, modela,
remodela, modifica, transforma, y el infans metaboliza, es decir,
representa. Interesada por este complejo y sutil interjuego, este
pasaje "entre" la madre y el infans, encontr en Aulagnier elementos
para definirlo. Esta caracterizacin se desarrolla a partir de su
concepto de "zona-objeto complementario" o "imagen de cosa
corporal", que remite a una actividad inaugural en el psiquismo
como lo es, en trminos de la autora, la de las representaciones
pictogrficas, las cuales describir ms adelante. En stas vienen a
quedar figuradas por un lado, a partir del trmino "zona", la
actividad del infans, y por otro, a partir del trmino "objeto", la
actividad de la funcin materna, sin que sta sea reconocida en su
exterioridad por el infans y posteriormente por el adulto. Como he
sealado en "El itinerario", en La violencia de la interpretacin
Aulagnier contina, profundiza y ampla ciertas problemticas
freudianas. Una de ellas es su modelo de construccin y
funcionamiento del psiquismo, en el que centralmente privilegia una
tarea, "la actividad de representacin". Destaco que la
representacin, el afecto y la investidura estn solidariamente
ligados e intrincados. Dicho de otro modo, el trabajo que se
plantea al aparato psquico supone metabolizar, representar e
investir.
Ahora bien, qu es la actividad de representacin?
Aulagnier la define en estos trminos: "[es] el equivalente
psquico del trabajo de metabolizacin caracterstico de la actividad
orgnica"; vale decir, la "metabolizacin" es inherente a la
actividad de representacin. Esta postura es auspicios a para la
prctica clnica, ya que sita ese proceso en trminos de un trabajo
presente de modificacin continua, incesante, indeterminado e
inacabable.
Precisamente, Aulagnier pone de relieve, en el concepto de
pulsin de Freud, la "exigencia de trabajo"; as la teora pulsional
da cuenta del nacimiento de la actividad de representacin, que
tiende un puente de trnsito constante entre el presente y el
pasado. Esta actividad pulsional, su representacin, interesa por el
poder de modificacin y de movimiento que impone al cuerpo, respecto
de s mismo, de los otros y del medio circundante, as como en funcin
de aquello que ya est representado en el psiquismo, es decir, de
modificacin y renovacin. Aulagnier encuentra la fuente de la
investidura y de la desinvestidura en Freud (1915), quien enunci el
"tomar en s" o el "rechazar de s" como atraccin o rechazo.
Desde los inicios, el conflicto pulsional entre Eras y Tnatos es
inherente a los propsitos del deseo. En este punto se plantean
diferencias con Winnicott, para quien dicho conflicto no reviste
ese carcter ya que, como lo consign en el captulo 3, su concepto de
pulsin es otro.
Ahora bien, Eras es deseo de presencia, movimiento, "deseo de
deseo", "deseo de placer", tendencia a ligar, a representar. Su
meta es unificante. Atrae, fija, busca-encuentra los objetos fuente
de placer. Pero ms que la atraccin hacia los objetos, me interesa
destacar el encuentro de un soporte para ellos, asegurando la
exigencia de investidura por el afecto placer; ms precisamente, el
objeto investido puede ser cambiable; ocurre lo contrario en el
encuentro del soporte que no es tal. Se trata de formulaciones
prximas al concepto de funcin objetalizante de Green (1984).
La pulsin de muerte, Tnatos, tiende a rechazar en un movimiento
de des investidura aquellos objetos que movilicen deseos. La
victoria de esta pulsin sera un agujero, un vaco en el caudal
representacional de objetos, soportes y relaciones, una
desinvestidura de los objetos investidos por la sexualidad y las
pulsiones de vida. Lo que importa aqu no es tanto el objeto como el
movimiento de desinvestidura, de desestima, movimiento que se
diferencia de la accin de la represin como tambin de la accin de la
desmentida. "Deseo de no deseo" son los trminos de Aulagnier para
situar la pulsin de muerte.
Tnatos tiende, as, a un antes impensable, a un antes del deseo;
desfigura lo figurado. Por mi parte postulo no slo un trabajo de
desinvestidura, sino tambin de desfigurabilidad, (l) cuya meta habr
de ser, entonces, la de encontrar otros objetos o medios que
posibiliten otro tipo de figurabilidades.
Aulagnier sostiene que el odio y el amor nacen conjuntamente,
designan el afecto y la meta caractersticos de las representaciones
inaugurales. El amor une, atrae las zonas con los objetos en forma
indisociable, y el odio los rechaza, los desinviste. No obstante,
frente al sufrimiento ineludible, Eros puede desinvestir ciertos
objetos, pero esta vez su meta sera encontrar otros objetos,
soportes y relaciones. Es en la expectativa de placer, que la
autora punta como esperanza, donde el sufrimiento queda articulado
en la economa psquica y en la economa de las investiduras.
El sufrimiento, en el cual predomina la pulsin de muerte, corre
el riesgo de que el movimiento de desinvestidura no slo comprometa
el objeto (o los objetos), sino la relacin, el soporte como tal. La
alternativa es la de procurar que el sufrimiento est en funcin de
una economa psquica que apunte a preservar y a conservar las
investiduras.
En otro orden de consideraciones, Aulagnier propone los trminos
"apuntalamiento" y "prstamo" (emprunt). Me ocupar especialmente de
este ltimo concepto, que se constituye en operador terico y cobra
el estatuto de aporte fundamental a la teora psicoanaltica en lo
que atae al estudio de la relacin psique-cuerpo-mundo. Una de las
acepciones de este concepto reenva a "dispuesto", "que est a mano",
"pronto", "prestado". Vale decir, en el entorno de la psique
resulta posible tomar como prstamo algunos elementos indispensables
que se encuentran al alcance.
1. Neer de Estvez (2002) seal que el prefijo "des" denota
negacin o inversin del significado, privacin, exceso o demasa.
Tambin podramos habilitar el trmino "disfigurabilidad", en el cual
el prefijo "di s" indica imperfeccin, dificultad o anomala.
Junto al cuerpo biolgico y al cuerpo ergeno, Aulagnier trabaja
el cuerpo sensorial; en ese registro observa que el conjunto de las
funciones sensoriales son tambin fuente de informacin libidinal.
Subraya aqu el "prstamo", trado del modelo somtico, del modelo
sensorial, para la puesta en figuracin de aquello que llama
"objeto-zona complementario". Las funciones sensoriales informan a
la psique en su condicin de "fuentes de excitacin y de placer" o
como fuentes de displacer o de dolor. Un exceso de informacin puede
llevar a rechazar la leche, a cerrar la boca; pero lo que la
criatura no puede, frente a circunstancias similares en otro
registro sensorial, es taparse la cavidad auditiva; de ah la
importancia que la autora otorga a la voz y a los enunciados del
portavoz. Por otra parte, una falta de informacin -que constituye
asimismo un exceso-2 puede ser fuente de mutilacin de la zona del
objeto complementario.
Adems, en su obra Aulagnier se refiere a otros prstamos, tales
como las teoras, el conocimiento de la cultura, etctera; tambin los
hace extensivos al conjunto de la actividad de representacin
(pictogrfica, fantasmtica e ideica), del cual me ocupar ms
adelante.
Desde esta perspectiva, formula que el yo construye su historia
a partir de los materiales que la psique toma como prstamo.
Lus Hornstein (1986), dialogando con Aulagnier, quiso saber por
qu utilizaba el trmino "metabolizacin"; la respuesta formulada
entonces subray el hecho de que la psique es, en todos sus
procesos, una actividad de representacin. Cuenta tambin Aulagnier
en esa entrevista, que Green le haba preguntado por qu no utiliz el
trmino "transformacin" en lugar de metabolizacin; precis entonces
que este ltimo "tiene un sentido ms duro, ms esencial que
'transformacin', ya que alude a la transformacin de lo heterogneo
en lo propio".
Desde los primeros encuentros, en el registro de la
sensibilidad, existe en el infans una "espera" del objeto. En
Winnicott "espera" es expectativa de algo; en Bion (1988) es la
preconcepcin como estado de expectativa "para recibir un
restringido margen de fenmenos", por ejemplo la expectativa del
lactante por el pecho. Esto es importante, por un lado, ya que el
infans no est preparado permanentemente para recepcionar y para
inscribir todo tipo de fenmenos, y por el otro, presenciamos en el
infans una actividad activa de expectativas.
2. Una de las variantes de la violencia secundaria.
En el nivel de lo representable, la informacin sensorial es
estimulada por los objetos que provee el cuerpo materno. Surge as
la actividad de los rganos de los sentidos, explicada segn
Aulagnier por el placer ergeno que la acompaa. El acto de
investidura es la nica va por la cual las funciones del cuerpo
pueden ser erogeneizadas. Esto garantiza no slo un placer mnimo,
sino que su meta ser la expectativa de una prima de placer en la
actividad psquica. Para lograrla, uno de los efectos necesarios es
el despliegue de la actividad alucinatoria.
Entre las tareas del yo (je), se cuenta la de "reflexionar"
acerca del acierto o del error respecto del bienestar psquico que
comporta aquello tomado en prstamo, as como reconsiderar la relacin
que el yo establecer entre un acontecimiento y su vivencia psquica.
Esta relacin debe permitir movimientos, dudas, causalidades y
juicios. Aulagnier indica con especial precisin la importancia de
esta tarea de reconocer aquello que se toma como prstamo.
A mi modo de ver, se trata de sutilezas que llevan a diferenciar
lo propio de lo ajeno en el complejo proceso de subjetivacin. Por
ejemplo, tratndose de la adolescencia y de lo "nuevo" del cuerpo
que entonces emerge, solemos escuchar algunos relatos que son
enunciados en un cdigo tomado en prstamo de la realidad social y
cultural. Esto es ms frecuente en pacientes con trastornos
alimentarios -la anorexia, entre otros-, en las adicciones o en las
as llamadas patologas del vaco. Frecuentemente este vaco es ocupado
por creencias o convicciones que no se constituyen en certezas
delirantes, porque se enuncian en un lenguaje consensuado y
compartido, tomado como prstamo del dictado de la moda predominante
en esa realidad sociocultural (Levin de Said, 1994a).
REPRESENTACIN-AFECTO-INVESTIDURATodo nuevo objeto investido en
el curso de nuestra existencia viene a ocupar el lugar de algo ya
esperado.
P. AULAGNIER (1986)
El trmino "representacin" conlleva obstculos semnticos y abarca
diferentes campos de funcionamiento. Jacques Derrida (1987) lo
expresa como "hacer venir ante s lo existente". La presencia se
presenta y se vuelve presente, se re-presenta. En ese sentido, el
prefijo "re" no slo tiene valor de repeticin sino de
disponibilidad, "del hacer-venir, devenir-presente como lo que est
ah, delante; pre-puesto"; es la puesta a disposicin. Tambin destaca
el valor del prefijo "pre", como presentacin, "estar ante". Esto
supone que previamente el mundo se constituy en mundo visible,
audible, tocable. De esta manera, se abre un campo muy prometedor:
el de lo presentado y el de lo impresentado, que superara la
polmica acerca de "lo que falta", "lo que no tiene", "lo que no
puede"; queda tambin incluida la acepcin que reenva a "lo que se
debe prestar", etctera. Lo impresentable se situara as como lo no
decible, lo irrepresentable (aquel fenmeno no representable), lo no
metabolizable por ninguno de los tres procesos representativos,
porque no posee para el sujeto la necesaria carga afectiva
(Aulagnier, 1986b); lo integran materiales incognoscibles que
Aulagnier (1975a) designa en trminos de "real", diferencindolos de
la "realidad", que es lo real "humanizado". Al respecto, Winnicott
se ocupa, en su trabajo sobre el desarrollo emocional primitivo, de
la presentacin del objeto, lo cual derivar en lo presentado y lo
impresentado. El alcance de este concepto abre el interrogante
acerca de la distincin entre lo impresentado y lo impresentable,
como tambin sobre lo irrepresentado y lo irrepresentable. A su vez,
este concepto queda desarticulado de una teora objetal de la
relacin del objeto.
Ahora bien, entiendo que aqu se sita la actividad de representar
y metabolizar; en este registro se refiere al modo segn el cual
ciertos objetos, heterogneos a la psique, se van ubicando en
algunos de los tres espacios-sistema-relacin, de los cuales me
ocupar ms adelante. Me interesa centralmente esta concepcin para
considerar los modos en que el analista presenta y se presenta en
el espacio analtico.
La presencia puede implicar cercana o una lejana inaprehensible.
En suma, la presencia requiere estas especficas caractersticas para
llegar a producir distintos tipos de representaciones, que, por su
parte, tendran "que permitir la metabolizacin de los elementos
presentados. En este punto, Winnicott y Aulagnier coinciden, por
ejemplo, al referirse al concepto "madre": madre-mundo, madre-medio
ambiente. Ambos se ocupan de los modos en que aparece este
concepto, y tambin del modo en que el padre del nio est investido
en el psiquismo de la madre, de donde resultarn distintos
desenlaces.
Esta perspectiva, comn a ambos autores, insiste en la cualidad
material y singular de la presencia de la que se trata, ms all del
perfil de la figura de los padres, en este caso. Queda subrayado,
as, que la actividad de representacin est ligada, adems, por un
lado, al afecto y a la investidura y, por el otro, al estado y al
momento psquico segn el cual el otro est presente y convocado: "el
momento en que esto ocurre". El objeto existe psquicamente por su
poder de modificar la respuesta sensorial y, de este modo, acta
sobre la experiencia psquica.
Entonces se puede concebir un modelo de psiquismo relativamente
abierto a lo nuevo, a lo diferente, como as tambin a remodelaciones
y neoconfiguraciones. El representar (metabolizar) no supone una
imagen plana del psiquismo, sino una compleja figura de varias
caras, dimensiones, con profundidad, perspectiva, volumen, espesura
e historia. Esta concepcin permite trabajar con aquellos pacientes
que se presentan con pobreza identificatoria, es decir, por
ejemplo, identificados a algn rasgo identificatorio de la figura
materna o paterna tomada como totalidad. A partir de este modelo de
psiquismo, donde quedan incluidas la profundidad y las diversas
perspectivas, podemos encontrar otras facetas para ampliar el
abanico representacional. Sostengo esta postura en el "algo hubo,
algo hay". Entonces habr... PICTOGRAMA
Se trata de un concepto de Aulagnier que entiendo en trminos de
"matriz relacional originaria".
Jan Hacking, filsofo de la ciencia, propone: "Como filsofos,
demos la bienvenida a las fantasas [...]; propongo otra fantasa.
Los seres humanos son representadores. No horno faber, digo yo,
sino horno depictor. La gente hace representaciones".
La fantasa auspiciada por Hacking (1996) podra ilustrar la idea
de pictograma en Aulagnier (horno depictor, la gente hace
representaciones). Eleg esta cita por las semejanzas que sugiere
entre depictor y pictograma.
Baranger (1981), comentando la traduccin que hizo de una
conferencia de Aulagnier, dijo haberle resultado un honor
transmitir su belleza. Subray la semejanza del concepto de
pictograma con el de fantasa inconsciente de Melanie Klein y de
Susan Isaacs, pero encontr que el de pictograma da cuenta de una
mayor coherencia terica, por el modo en que retorna el elemento
corporal. El pictograma, para Aulagnier, y a partir del trabajo
realizado por ella con pacientes psicticos, es una construccin del
analista que emerge en el proceso analtico; es una representacin,
est compuesto por imgenes de cosas corporales o zonas-objetos
complementarios en los que estn representados la vivencia psquica y
el afecto psquico, que solamente pueden existir para la psique
gracias a una representacin. El pictograma no es una produccin
esttica sino una permanente puesta en forma y figuracin. Aulagnier
seala que el estado de prematuracin propio del nuevo ser lo
enfrenta a una realidad relacional. El nacimiento de la vida
psquica estar signado por el proceso originario y las
representaciones pictogrficas; la actividad del proceso originario,
con sus ritmos y su periodicidad, es una creacin que se repite y
deja un "fondo representativo" que acompaa las vivencias y
experiencias del yo.
Tanto para Winnicott como para Aulagnier, en los orgenes se
presenta la misma paradoja: la vivencia del infans promueve
reacciones en el otro, aun cuando este otro sea desconocido para l;
pero esa vivencia slo es tal en funcin de lo que promueve en el
otro. En Freud se tratara del pasaje de la alteracin interna a las
acciones especficas.
El objeto existe psquicamente por su poder de modificar la
respuesta sensorial y de este modo acta sobre la experiencia
psquica. Ahora bien, slo existe lo externo a la psique si es
soporte de investidura. Los progenitores, como representantes del
mundo externo, aportan al estado de completud del infans, estado
que forma parte de la representacin pictogrfica: zona-objeto
complementario.
En 1984, Aulagnier avanza en esta idea otorgndole al
sujeto-objeto un "plus" que habr de sumarse a esa
complementariedad. Queda as planteada la zona-plus del objeto
complementario. Este concepto, situable en trminos de primeros
representantes del encuentro, es un hallazgo feliz. En efecto,
"permite sortear distintas aporas metapsicolgicas, entre ellas las
que hacen hincapi en las fallas que seran propias del infans, el
monto constitucional de la pulsin de muerte, el fracaso ambiental,
la pulsin sin objeto, el autoerotismo sin objeto, etctera" (Levin
de Said y Torres de Aryan, 1991).
Los elementos que constituyen el objeto-zona complementario,
puestos en relacin por el pictograma, son indisociables. La imagen
de la cosa corporal, ese plus del objeto en la zona complementaria,
es una produccin con cualidad de certeza, cualidad que caracteriza
al pictograma. Nstor Barbn (2002) lo formula en estos trminos: "lo
pictogrfico, expresin psquica de un mundo-cuerpo; marca de lo
arcaico; representante de lo no reprimido, con asiento en un ms all
del proceso primario".
Entonces, en lo originario se representa aquello que resulta
representable, metabolizable, del encuentro del infans con el
mundo, a partir de una instancia que Aulagnier llama
"representante". Green (1983), coincidentemente con la autora,
ubica este concepto de "representante" en un espacio anterior al de
"significante"; postura que en ambos da cuenta de otro modelo de
construccin psquica.
El representante autoengendra el placer, contempla su propia
imagen en lo que engendra, es decir en lo visto, en lo odo, en lo
degustado, en lo percibido. Se inscribe, se escribe, se pictografa
dando forma a la "corporizacin figurativa" de sus manifestaciones
afectivas. Lo autoengendrado se corresponde con lo autocreado de
Winnicott, situable en trminos de aquel estado de fusin,
indiferenciado, del infans con el mundo.
Aulagnier investiga tambin la relacin entre la organizacin del
espacio psquico, del espacio somtico y la de aquel que corresponde
al ambiente psquico. El espacio psquico materno sera, para ella, el
garante en el nivel intersubjetivo. De no cumplirse esta condicin,
se estara por fuera de lo humano. El psiquismo del infans se
construye desde el deseo y desde la historia de los otros que lo
preexisten. Toda expresin de vida del beb, sus expectativas, como,
por ejemplo, su sonrisa, su llanto, son codificados por la madre
como un mensaje para ella. Al mismo tiempo la madre, cuando
codifica, le ofrece al infans su pecho-alimento-sonoro, le otorga
un handling (al usar estos conceptos se refiere a Winnicott) y le
proporciona una "ilusin": absolutamente necesaria en esos momentos
de la vida psquica. Este handling y esta ilusin (3) son suficientes
para satisfacer y dar placer a la necesidad somtica y ergena.
Experiencia de placer, desde esta perspectiva, es sinnimo de
experiencia de 'satisfaccin.
Aulagnier llama demanda primaria a la bsqueda de ser respondido.
Para especificada, plantea la dialctica de la identificacin
primaria: "la madre desea que el infans demande" y "el infans
demanda que la madre desee".
Recordamos que para Freud (1950 [1895]) el mediopsquico
ambiente, del que hablan tanto Winnicott como Aulagnier, est
sealado como el objeto de la accin especfica y adecuada, aquel
individuo experimentado que provee el alimento y se acerca como
objeto sexual en posicin favorable; en esas condiciones, la
vivencia de satisfaccin se inscribe como acontecimiento en el
psiquismo. Subrayo este trmino, "acontecimiento", ya empleado por
Freud, para destacar su relacin con lo formulado por Aulagnier: la
"teora del encuentro", (4) a la que acuerda un lugar primordial.3.
Obviamente Aulagnier (1982), al usar estos conceptos, se refiere a
Winnicott. 4. Barbn (2001) subray las posibles definiciones del
trmino "encuentro": hallazgo, acto de coincidir en un punto dos o
ms cosas, claros que se dejan al imprimir, etctera. La psique y el
mundo nacen por efecto de un "estado de encuentro", surgido a
partir de varios des-encuentros, no encuentros, encuentros y
re-encuentros. La autora lo llama el estado de existente, es decir,
propio de aquello que se mantiene religado a la vida psquica,
entendiendo por talla supervivencia del cuerpo, soporte de una
investidura libidinal que domine la accin de Tnatos.
Por mi parte considero que el cuerpo, los otros y el mundo renen
las caractersticas de extraterritorialidad, extra temporalidad,
extrarrelacionalidad, y que se representarn en el psiquismo a
partir del prstamo y del proceso de metabolizacin.
Las "primeras lactaciones tericas" de Winnicott remiten en
Aulagnier al encuentro originario boca-pecho que inaugura la
experiencia de placer. Se trata de registros inaugurales que
instituyen distintas dialcticas. Aqu "inaugural" no significa
primero en el orden cronolgico, sino que indica el hecho de que, a
partir de esos encuentros, se empieza a inscribir aquello
susceptible de ser escrito, pictografiado. Dicho de otra forma, "un
molde relacional espera y precede al que ser uno de sus
soportes".
De este modo arribamos a las hiptesis que modelizan para
Aulagnier la actividad psquica. Mi lectura, en trminos
descriptivos, queda expresada en el cuadro de la pgina 142.
Mi intencin, al colocar al yo en los bordes del espacio
secundario, y ms all de l, es la de acordarle una autonoma a esta
instancia, en tanto y en cuanto el yo adviene a un
espacio-tiempo-relacin que le es propio. En dicho espacio y para
mantenerse en l, est condenado a investir. Por otra parte, le caben
al yo otras muchas tareas. As, por ejemplo, no basta con ese
advenimiento, como tampoco basta con hacer consciente lo
inconsciente, sino que ser cuestin, adems, de saber qu hacer con
esos logros una vez que el yo advino.De ah surge la condena a
investir el cuerpo, el mundo, la pulsin, el propio yo, los otros,
para protegerlos del riesgo de desinvestidura.
Ahora bien, me remito al cuadro. La actividad psquica, para
Aulagnier (1975a), est constituida por tres modos de representacin
y metabolizacin. stos van delimitando tres espacios-lugares, cada
uno con sus leyes, es decir, regulados por postulados o
causalidades relacionales. Son tres procesos con tres escrituras,
tres lenguajes, como en Winnicott. En ambos autores se entre cruza
la misma preocupacin: la creacin de otro espacio, que es, adems,
distinto de los presentados por Freud; en Winnicott ser el espacio
transicional y, en otro registro, en Aulagnier el espacio
originario. Aqu es elocuente citar a Freud (1941 [1938]) cuando
dice: "la psique es extensa, nada sabe de eso, de su propia
extensin, lo sabe por proyeccin. La espacialidad acaso sea la
proyeccin del carcter extenso del aparato psquico". Esta idea de
espacialidad es articulable con aquella que desarrollan Winnicott y
Aulagnier cuando se ocupan de la creacin de los espacios.
Lo que est por fuera de este modelo de psiquismo es el soma, la
relacin con los otros y el mundo externo, que forman parte de la
extraterritorialidad psquica. Slo ocuparn lugar en el territorio
psquico mediante la compleja actividad de representacin ya
planteada.
Estos espacios psquicos son heterogneo s entre s, y el proceso
de metabolizacin trata de homogeneizar lo heterogneo para ubicarlo
en ellos. Placer y sufrimiento son cualidades del afecto propias de
la experiencia psquica que remite a esos espacios psquicos. El
afecto "mide" los grados de investidura que poseen las
representaciones (Aulagnier, 1982).
El puente entre el espacio corporal y el espacio que rodea al
infans est representado por el espacio psquico materno, mediante
representaciones en las que tambin se figura la relacin de esos
encuentros, lo cual me habilita a plantear las representaciones
relacionales.
Afecto y representacin no guardan entre s un orden de primaca,
ya que desde los inicios trabajan la investidura y la
desinvestidura. El afecto inviste la representacin a partir de la
atraccin o el rechazo que liga representante y representado: afecto
de la representacin y representacin del afecto.
El postulado de auto engendramiento de Aulagnier corresponde al
proceso originario, y es un postulado paradjico, porque desconoce
los conceptos de exterioridad, de separacin y diferenciacin, es
decir, de la presencia-ausencia del otro. Correspondera al yo
(moi)-ello indiferenciado (Freud, 1923).
El proceso originario es anterior a los procesos primario y
secundario trabajados por Freud, as como tambin al fantasma
originario. El proceso primario remodela los materiales del proceso
originario; Aulagnier llama a esta operacin "engrama pictogrfico";
quedar representada all la fantasa originaria de la escena
primaria.
La importancia del proceso originario reside en que las
representaciones pictogrficas, si bien son constitutivas, se
actualizan en distintos momentos del procesamiento psquico y del
acontecer de la vida. Se trata de pictogramas de unin o pictogramas
de rechazo. An ms, considero que, al postularse un espacio
originario con sus respectivas representaciones, lo no representado
desde la teorizacin freudiana viene a quedar incluido en una
representacin pictogrfica, de modo tal que se desplaza, se corre el
concepto de no representacin, y de lo irrepresentado, tal como,
desde mi experiencia, lo demuestran la clnica y la
metapsicologa.
De igual modo articulo los tiempos del proceso originario con el
yo primitivo real y con la desestima estructural. Se trata de un
espacio de signos perceptivos, huellas traumticas, matrices,
tctiles, sensoriales, imgenes mnmicas directas, huellas mnmicas,
enunciados, etctera. Entre sus expresiones clnicas podemos
encontrar actos, impulsiones, compulsiones, ciertas
certezas-convicciones, ciertas adicciones y afecciones
psicosomticas, as como el sentimiento de deshumanizacin, formas de
pensamiento delirante primario, expresiones del cuerpo fragmentado,
angustia automtica; pnico, ira, furia, ''vivencias incalificables"
(5) a predominio de Eros o de Tnatos. Las manifestaciones en las
que predomina la actividad de Tnatos fueron estudiadas en detalle
por Aulagnier (1984) en sus "historias llenas de silencio y de
furor". Quiz sea un obstculo epistemolgico haber incluido tambin,
en el espacio originario, la puesta en relacin en el interior de la
representacin pictogrfica; pero me resulta operativo ubicarla ah
como puesta en relacin, aunque no sea reconocida como tal. Esto es
as porque, al manifestarse, por ejemplo, un acto o la expresin de
un pensamiento delirante primario, estn representados en ellos la
relacin pulsin-objeto-investidura. Aun cuando no se reconozca al
objeto en su exterioridad, dada la indiferenciacin zona-objeto, est
claro que es un fragmento de objeto placentero o displacentero en
estado de fusin con el infans. Esta representacin pictogrfica se
actualiza, pero en su actualizacin no hay escena; de ah el trabajo
del analista ligando-figurando una escena como puente a la
fantasa.
Aulagnier (1963-1985) propone el uso del "lenguaje pictrico"
para abordar la irrupcin de representaciones pictogrficas en un
proceso analtico. Este lenguaje aporta una representacin-soporte a
las intervenciones analticas.
En Anlisis terminable e interminable (1937a) Freud hace una
observacin respecto del Hombre de los Lobos. Se pregunta cmo en el
contexto de una determinada continuidad, el estado psquico de su
paciente era interrumpido por ataques o episodios patolgicos, que
daban cuenta de fragmentos o estratos psquicos no reprimidos de su
historia infantil. 5. Odette (Aulagnier, 1984).
En un trabajo anterior (Levin de Said, 1998), reportndome a esta
cuestin, me planteaba qu espacio y qu tiempo les otorgamos a
aquellos fragmentos psquicos de la historia infantil apuntados por
Freud que irrumpen en una continuidad del proceso psquico y de la
vida subjetiva. Considero que dichos fragmentos estn relacionados
con categoras del ser ms que del tener y se evidencian como no
representados, no reprimidos. Estn compuestos por huellas mnmicas
asociadas por simultaneidad y contigidad, que no renen las
caractersticas de la categora de representacin de cosa,
especificada por Freud sobre la base de criterios analgicos y
causales. En Aulagnier, se trata de las representaciones
pictogrficas que pertenecen al inconsciente no reprimido. Por
ejemplo, cuando aparecen como pictogramas de rechazo, ataen tanto a
fallas en algn enlace de la identificacin primaria como a dficit en
la instalacin de las contrainvestiduras primarias.
Acerca de esta cuestin de ubicar lo originario, hubo, en su
momento, riqusimas contribuciones aportadas a la teora
psicoanaltica. Entre ellas, se cuenta la formulada por Winnicott
(1971a) en trminos del "temor al derrumbe" o bien de la "irrupcin
de estados de desintegracin". Jos Bleger, por su parte (1967),
ubicaba el estado de in diferenciacin yo-mundo como ncleo
aglutinado, en la posicin glischro-crica, anterior a la posicin
esquizoparanoide de Klein. Bion (1972) llamaba a estas
manifestaciones "terror sin nombre". Didier Anzieu (1987) las ubic
en una tpica psquica arcaica, como simbolizaciones muy tempranas a
las que denomin "significantes formales". Bollas (1987) hizo
referencia a "lo sabido no pensado que necesita ser figurado", as
como a la irrupcin de memorias tempranas de existir. Entre otros
planteos, Joyce McDougall (1989) estudia las "expresiones-actuadas"
como descargas frente al dolor mental que exceden la capacidad de
absorcin de las defensas. Thomas Ogden (1992) formula la hiptesis
de una posicin ms primitiva, la "posicin autista contigua", en la
que las tempranas vivencias, ritmos de contigidad sensorial,
texturas, sonidos y formas se relacionan con objetos antes de ser
reconocidos como tales. C. y S. Botella (1997) designan "huellas
perceptivas", "restos puros de elementos sensoriales" a las
inscripciones que no renen la cualidad de representacin. Julia
Kristeva (1998) se ocupa de "lo fuera-del-tiempo", esto es,
aquellas huellas mnmicas que se encuentran fuera del tiempo
consensuado. Marucco (1999) habla de las repeticiones de vivencias
tempranas sin ligadura en trminos de "huellas mnmicas
ingobernables". Guy Rosolato (2000) propone el "significante
analgico de demarcacin", a diferencia del "significante lingstico".
Rodolfo D'Alvia (2002) reflexiona sobre lo irrepresentable en
psicoanlisis y presenta la "clnica de los fenmenos residuales".
Considero que para todos ellos se trata de la actualizacin de
fragmentos psquicos no reprimidos.
Como vena diciendo, Aulagnier (1975a) da cuenta de esta misma
cuestin pero le otorga otra categora a aquellos fragmentos
psquicos; para ella, son representaciones, "representaciones
pictogrficas", esto es, manifestaciones fugitivas del afecto
enunciadas en palabras no habitadas por el sujeto; alucinaciones
sensoriales ocasionadas en el encuentro con un acontecimiento al
que no se le pueden adjudicar otras significaciones, etc. Marisa
Rodulfo (1992) a partir de su rica experiencia en psicoanlisis con
nios y adolescentes, explica ejemplarmente el modo en que se
abordan en el proceso analtico estas expresiones clnicas.
Ahora bien, cuando en los adultos emerge un pictograma de
rechazo, observo por mi parte que el sujeto no padece tanto en
funcin de la falta de objeto, sino ms precisamente en funcin de la
falta de complementariedad entre ellos. Algo que se distingue de la
experiencia ante un pictograma de unin, donde se presenta '-en
forma solidaria la complementariedad, aunque no se la reconozca
como tal. Por ejemplo, momentos creativos fugitivos o reencuentros
"sorpresivos", que devienen en elecciones creativas sin que el
sujeto se lo haya propuesto explcitamente. En este ltimo sentido,
las reflexiones que expuso Carlos Fuentes en una entrevista (2001)
pueden resultar ilustrativas. Deca el escritor en esa ocasin algo
muy emocionante: "Hay sueos que records y sueos que no registrs y
que no pods recordar. De repente, te invaden y te guan la escritura
a zonas que no habas pensado. Un misterio maravilloso, esa sorpresa
que te escribe la mejor parte de la vida, te lleva... a los
senderos de la sorpresa".
Retorno ahora las contribuciones relativas al modo de situar lo
originario, lo arcaico, lo primordial en el psiquismo, es decir,
aquellos fragmentos psquicos no reprimidos, que nos enriquecen y a
un tiempo desafan tanto las formulaciones del desarrollo terico y
tcnico, como nuestras modalidades de abordaje clnico.
Christian Delourmel (2001,2002) trabaj intensamente esta
cuestin, centrndose en la clnica con pacientes en quienes predomina
una problemtica de lmite en el momento de la consulta. En estos
casos, el autor propone modificaciones que afectan tanto la posicin
del analista como el dispositivo analtico, ya que el objetivo es,
segn entiende, el de sostener la "actividad de representancia".
Si nos reportamos a lo formulado a propsito del proceso
originario, el encuentro entre el rgano sensorial y un objeto
exterior potencia la actividad de las funciones del cuerpo y la
excitacin de las funciones sensoriales. As, la representacin
pictogrfica es una "puesta en forma" del modelo sensorial, una
"puesta en presentacin de la psique para la psique". Estas primeras
representaciones del encuentro boca-pecho remiten al cuerpo y al
prstamo que la psique tom del modelo sensorial. Se figuran como
boca vaca, llena o plena, o por un ojo vaco o lleno por lo visto, o
bien segn las cualidades sensoriales de lo audible, tales como
sonidos sin sentido, placenteros o displacenteros, etctera. La
experiencia se representa como el aporte de placer al pecho-boca,
que Aulagnier llama el "objeto-zona complementario". Se trata de
representaciones de la experiencia de la psique con el mundo; en
ese registro se constituyen e invisten los primeros eslabones
afectivos que hacen a la identificacin primaria.
Por la importancia que tiene en el planteo de la autora, subrayo
nuevamente el momento de encuentro entre zona y objeto. Slo en
funcin de ste, las informaciones sensoriales cobrarn valor y peso
de fuente de experiencias. En dichos encuentros la respuesta
sensorial sufre modificaciones que posteriormente se representarn
como cuerpo unificado. El acto inaugural del encuentro boca-pecho
solamente es acto en la medida en que el infans "invista lo
encontrado".
En ciertas circunstancias, el no poder del objeto llega a ser el
no poder del deseo materno frente a un sufrimiento; es entonces
cuando el representante (infans) resulta enfrentado al no-poder de
auto engendrar el objeto complementario. El estado de privacin se
expresa por un estado somtico que informa a la psique de la falta
de un aporte ergeno sensorial. Al decir de Aulagnier, en esta etapa
de su vida psquica el infans tendr que "renunciar demasiado
rpidamente a una ilusin" tan necesaria para l. Nuevamente
observamos las semejanzas con Winnicott en el movimiento y la
creacin de la ilusin, si bien las conceptualizaciones son
diferentes.
La ayuda es presencia sin metfora; slo de este modo se
constituye la dimensin de la ausencia. El espacio al que el yo debe
advenir, "espacio hablante", est constituido por el discurso y por
el deseo de la pareja parental. Aulagnier(1975a) entiende este
discurso como violencia primaria, una de cuyas funciones es la
anticipacin; se trata de una violencia necesaria, ejercida por la
funcin anticipatoria materna, por la cual la madre interpreta y da
sentido a las expresiones del infans. Laplanche (1987) puntualiza
al respecto que los cuidados maternos o el "atentado paterno" son
seductores porque vehiculizan lo enigmtico, formulacin donde
encontramos ecos de la referida a la violencia primaria.
A partir del embarazo se instala una relacin con el hijo
por-venir, cuerpo imaginado, imagen-soporte acompaada de un
discurso al que ms tarde Aulagnier llamar "sombra hablada".
Alphonse De Waelhens (1972) llama a esta relacin "trabajo .de
nacimiento".
,
Las producciones psquicas de la madre, as como sus actos, sus
enunciados, y otras tantas marcas ya modeladas, derraman un flujo
portador y creador de sentido. Son producciones que se anticipan en
forma continua tanto a las posibilidades y capacidades de respuesta
del infans, como al reconocimiento de su significacin. Estas
producciones de la madre le dan un "ndice libidinal" y una
investidura relacional atravesados por la marca de lo paterno en el
psiquismo de la madre. Pero esta madre no es la madre todopoderosa,
ya que es un referente identificatorio, que dice tambin de sus
deseos y conflictos, marcas de la psique materna que la criatura
metabolizar, figurar y representar en su propio psiquismo. En esta
madre ya oper, en principio, la represin; lo hizo, por un lado, "a
travs de la dimensin histrica materna" y, por otro, en su condicin
de fuente del discurso de la realidad externa, con lo cual el hijo
tendr un lugar en el sistema de parentesco, en la estructura
lingustica y en la nominacin de los afectos. Todo esto forma parte
de la violencia primaria que se manifestar en el encuentro del
infans mediante la voz materna, y representar un ramillete de
miradas y voces que tocan.
La voz materna, ese "pecho-leche que habla", supone como
portavoz el atributo sonoro del pecho. La funcin de la madre, por
medio de su voz, "acuna el conjunto de las manifestaciones del
infans", le transmite sus deseos, a un tiempo que, anticipadamente,
porta la voz como delegada de un discurso social, discurso del
conjunto. A su vez, modela y remodela la realidad que deber
representar el infans, realidad humana por estar investida de
libido materna y por la funcin de prtesis de la psique de la
madre.
Quizs el trmino "violencia" resulte en espaol un obstculo
semntica. Se trata de acciones, de transferencias anticipadas
efectuadas por el portavoz, que posibilitan la entrada a la vida y
la organizacin del psiquismo del infans. Estas acciones especficas,
estos enunciados que tocan al lactante, se anticipan a sus
respuestas, as como a las significaciones que les pueda atribuir.
Este discurso, sobre el cual no explayar en este itinerario, dar
fundamento al "contrato narcisista" (Aulagnier, 1975a).
La presencia de la voz materna como cualidad sonora del pecho
dice del deseo materno, pero tambin es fuente de placer o
displacer. La voz, con su corre lato auditivo, habilita la
apropiacin del sistema semntica por parte del infans.
Aulagnier habla de flujo ideico, que se instituye como base del
pensamiento: son argumentos que fluyen de la madre por medio de su
voz cuando nombra las cosas (fro, calor, susto, risa) y que dan
sentido a cuanto le ocurre al beb. Con relacin al cuerpo del
infans, ella habla de los anhelos maternos (souhaits), narcisistas,
de las idealizaciones proyectadas en el hijo por-venir, por-llegar.
Tal es el valor de la sombra hablada en el imaginario materno. Pero
cuando el hijo nace, ese cuerpo que viene a situarse entre la
sombra y el portavoz puede ser fuente de un "riesgo relacional"
(Aulagnier, 1986a). Aquellos anhelos investidos por la libido
materna debern desplazarse al nuevo cuerpo. El riesgo de
preinvestir una imagen sin su soporte implica aceptar la separacin,
lo nuevo, esto es, la diferencia entre la imagen y el soporte,
ahora s, del nuevo ser.
Entonces, todo cuanto ve la mirada de la madre estar atravesado
por su propia historia infantil, por la relacin con el padre del
nio, por los efectos de su actividad de represin y sublimacin. En
forma conjunta, los factores que organizan los modos de vivir son
la investidura materna respecto del nio. De no ser as, la psique de
la madre padecer lo que la autora llama "traumatismo del
encuentro". Se trata tanto de no-encuentros como de encuentros con
el infans que se sitan fuera de la historia de la madre y que el
infans vivir como experiencias de desposesin. Su hijo no es lo que
ella esperaba, sino lo que esperaba la sombra hablada. Winnicott
dice que uno de los motivos del odio de la madre hacia su beb
estriba en que ella reconoce que su hijo no es slo producto de su
propia concepcin. Al respecto, Aulagnier agrega que, "as como no
hay cuerpo sin sombra hablada, no hay cuerpo psquico sin una
historia que hable de l".
En los tiempos inaugurales y tratndose del encuentro con el
infans, la madre tiene primaca en el registro temporal; pero
asimismo, como deca, en sus referentes identificatorios, alberga la
marca de lo paterno, "el atributo paterno". El lugar de este
atributo es diferente: se trata del otro sin pecho, en relacin con
el cuerpo ergeno de la madre. Todos ellos son elementos que forman
parte de la figuracin escnica y representan el prototipo edpico.
Aulagnier no ha cesado, a lo largo de sus postulaciones, de
refrendar el lugar de lo nuevo, del acontecimiento, ya se trate de
las tareas psquicas como talo del trabajo del analista en el
proyecto teraputico.
Los obstculos y los descubrimientos en la cotidianidad de la
clnica actual generaron replanteo s metapsicolgicos y tcnicos.
Queda ubicado, conceptualizado y sistematizado un procesamiento ms
elemental, ms primordial, ms originario de la vida psquica, como as
tambin cuestiones que aqu solamente mencionar. Se trata de aquellos
fragmentos psquicos pertenecientes al inconsciente no reprimido,
que irrumpen en un proceso analtico: admiten y enriquecen la
reconceptualizacin de algunas nociones como encuadre, trabajo de la
transferencia, regresin, interpretacin, contratransferencia,
repeticin, temporalidad, atencin flotante, teorizacin flotante,
sntomas, etc.... sufrimiento... esperanza. Ya que podemos
caracterizar como saludable un procesamiento psquico en el cual las
expresiones de lo arcaico, de lo originario, pierdan hegemona pero
no protagonismo. Ello significara que entonces, de este modo, su
manifestacin inesperada u ocasional resultara admisible a ttulo de
un tipo de procesamiento y no slo bajo el perfil negativo de una
devastacin, cualquiera sea su registro. Finalizo el itinerario de
este captulo retornando la afirmacin: "Todo nuevo objeto investido
en el curso de nuestra existencia viene a ocupar el lugar de algo
ya esperado", Aulagnier avanza en su formulacin, segn la cual, "no
es eso slo, por supuesto, pero disfruta de una 'investidura en
busca de soporte'''. Si bien en la clnica no siempre encontramos la
forma concreta de esta expectativa, no obstante y aunque sea
ilusorio, "si todo va bien", quien ocupa el lugar del esperado
desencadena el fenmeno que la autora llama "amor". El trmino
"disfruta", aqu presente, una vez ms resulta auspicioso para la
dinmica de la cura. CUERPO"La representacin anticipada del objeto
de la espera...desencadena el fenmeno que P. Aulagnier (1986a)
llama el "amor".El inters por esta temtica ha sido exhaustivamente
estudiado por muchos psicoanalistas cuyas contribuciones han sido
fecundas para el psicoanlisis contemporneo. Uno de estos aportes
fue el brindado por Aulagnier, quien centra su inters por el cuerpo
en la funcin que ste posee como mediador.1 El cuerpo pone en
relacin, por un lado, dos psiques y, por otro, la psique y el
mundo. Por esta razn, la oferta cultural, la realidad y el cuerpo,
sern claves para que en el momento de advenir el cuerpo hablado
adquiera un estatuto psquico, es decir, disponga de un
espacio-relacin psquico. Ledo de esta manera, el yo se encontrar
con el cuerpo placer y con el cuerpo sufrimiento, ambos cuerpos de
su propiedad, categorizados como experiencias matriciales.
Cuerpo-placer y cuerpo-sufrimiento devendrn en representacin de
cuerpo-unificado. Las primeras posesiones del yo (je) sern los
primeros objetos mediante los cuales investir sus primeros
referentes identificatorios y narcisistas iniciales, para que luego
ese yo habilite el verbo "ser". Entonces ese cuerpo de su propiedad
ser su "bien", su "haber" (avoir), su "tener" (avoir) ms preciado y
precioso.
1. Vase "Mdiateur relationnel" (Mijolla-Mellor, 1998).
Quisiera destacar especialmente el "haber", en funcin de qu?, de
que "algo tuvo que haber habido". De no ser as, estaramos frente a
la muerte psquica. Sin suficientes experiencias de satisfaccin y de
dolor no se constituyen los cimientos del psiquismo. stas sern
referencias importantes para el analista frente a las as llamadas
patologas del vaco y del desamparo. Por eso subrayo: "algo tuvo que
haber, algo hay". Ahora bien, qu se hace con lo que hay constituye
la clave de otra temtica.
El encuentro del yo con este "objeto-cuerpo" puede presentar
otra caracterstica, que Aulagnier expone en trminos de la "relacin
persecutoria". Es interesante porque ya no se trata entonces ni del
cuerpo-placer ni del cuerpo-sufrimiento, sino de otro tipo de
experiencia que presenta una paradoja. Si bien el yo, para
preservarse vivo, debe investir a otro, aunque ya no le sea posible
fantasmatizar a ese otro, no obstante, en determinadas
circunstancias, para mantener su estatuto de viviente, deber
encontrar en el espacio de la realidad externa un perseguidor, "un
odiador". El yo reconstruye de ese modo una realidad ya no "por un
deseo sino contra un odiador". Situacin que comporta en la clnica
otras vas de abordaje. Da cuenta de ello la ilustracin clnica del
seor M. R. presentada por Aulagnier (1975a). Winnicott, de acuerdo
con su conceptualizacin, lo trata como la puesta en marcha de un
potencial paranoide.
Freud (1890) present desde sus comienzos los afectos como
estados anmicos y la participacin del cuerpo en ellos; es as que
habl de las expresiones emocionales, de los estados afectivos y de
las expectativas angustiadas y esperanzadas. El afecto como estado
anmico coparticipa en expresiones y exteriorizaciones corporales,
adems de hacerlo en todos los estados anmicos, tales como los
"procesos de pensamiento" o el "pensar en representaciones", todos
ellos, dice
Freud, en cierta medida afectivos.
Al respecto, David Maldavsky (1995) seala que el afecto es un
testimonio de dos vitalidades, de la propia vitalidad pulsional y
de la vitalidad de un interlocutor. El afecto constituye el "ncleo
de la subjetividad as como del encuentro intersubjetivo".
Aulagnier (1986a) presenta los afectos en sus expresiones
somticas, las emociones y el estado de sufrimiento como
manifestaciones que no slo se muestran a la mirada del otro, sino
que lo comprometen en el marco de la intersubjetividad. Interesada
por los primeros encuentros en los tiempos de la infancia, se ocupa
de los "signos y de las inscripciones corporales", por ser stos gua
de orientacin espacial, temporal y relacional. En esta etapa de su
elaboracin apela a hiptesis metapsicolgicas ya planteadas en La
violencia de la interpretacin (1975a) y explicita cmo juega el
factor temporal en los primeros encuentros entre la psique y el
mundo. Le otorga entonces un valor privilegiado al "momento" en que
se da el encuentro zona - objeto - complementario. Hablar de
"momento" es remitirse a ritmos, perodos, frecuencias,
inscripciones. Me refiero con ello a la temporalidad en que se
inscriben los encuentros, los acontecimientos, y que a mi entender
enriquece el estudio metapsicolgico de esta dimensin
El medio psquico ambiente mantiene relaciones con el espacio
psquico y el espacio somtico, a partir de los efectos que la
realidad tiene en la organizacin y funcionamiento del psiquismo.
Aulagnier (1986b) lo llama "las fuentes somtica y discursiva de
nuestras representaciones de la realidad". Pone de relieve as la
funcin metapsicolgica de la realidad en la problemtica
identificatoria y relacional, entendida como los modos segn los
cuales se asocian el espacio psquico y el espacio somtico. Esta
asociacin habilitar el pasaje del cuerpo sensible al cuerpo
relacional, que se cursar cuando la psique reconozca como un
espacio separado del suyo a los sujetos del entorno que le
aportaron la modificacin de sus expresiones corporales, abriendo a
su vez la va a otro principio de causalidad. Ya no ser un principio
de autoengendramiento, ni del deseo del otro, sino que podr
habilitar otro principio con otras causalidades: la causalidad
interpretada, la del azar, la de sus propios deseos, etctera.
Considero, por lo expuesto, que en la obra de Aulagnier el cuerpo
relacional se eleva a la categora de nuevo concepto, y ser fuente
de investidura de representaciones relacionales. La preservacin de
esta investidura ampla el abanico afectivo-representacional. Las
denomino representaciones-relacionales-sostn. stas anidan y evocan
a la madre o al amado en su ausencia sin que esto signifique
desaparicin. Se refieren en filigrana a la "relacin pensada",
relacin exhaustivamente trabajada por Aulagnier en su libro Los
destinos del placer (1979).
Las representaciones-relacionales-sostn preservan en el espacio
psquico un soporte-objeto-relacional, manteniendo de este modo un
vnculo de ser con el otro, en el otro y por el otro (Levin de Said,
1999c).
El espacio corporal representado por el cuerpo, cuyas leyes son
heterogneas a la psique, es fuente del modelo somtico y del placer
ergeno.
Aulagnier (1986b) le agrega a la madre otra funcin: la funcin de
modificador, y llama "comportamiento materno" a aquellas acciones
modificadoras del espacio del infans; de modo tal que la madre no
slo responde a las necesidades del hijo ofrecindose como fuente de
placer y sufrimiento, sino que tambin esa funcin, que es
modificadora de la realidad somatopsquica, posibilita la
investidura de un mundo habitado y habitable. Aquello "visible del
cuerpo", las expresiones y actividades corporales y gestuales,
gritos y silencios, son expresiones corporales que sern captadas
por la capacidad sensorial de la madre, como del componente somtico
de su emocin y, por medio de su funcin-accin modificadora, la madre
dar cuenta de lo que ella piensa conscientemente: el pensar en cada
momento lo que le aporta a su nio. Vale decir, sus acciones son
respuestas del modo de pensar su relacin con el nio y del modo en
que ella se posiciona como madre frente a l. Alcira M. Alizade
(1992, 1999) introduce la funcin de "darse cuerpo", destacando en
ella "la materialidad de la presencia corporal de un semejante y su
incidencia en la realidad psquica". Retornando la experiencia del
sufrimiento, en ciertas circunstancias en que ste irrumpe como
"imposicin" (Berenstein, 2002), cuando su intensidad o su calidad
exceden la respuesta operativa del nio, este ltimo cumple una
funcin autoinformante que, a su vez, genera en los otros un llamado
a un cambio, una modificacin en la organizacin del espacio psquico
parental. Las expresiones corporales, la sensorialidad, junto con
lo motriz, son intentos de modificar la realidad. Posteriormente
darn lugar a la actividad de pensamiento. Cuando "todo no va bien",
Aulagnier (1984) presenta el mecanismo de la "somatizacin", como un
recurso "que hace las veces de una actualizacin de la potencialidad
psictica".
Cada vez que la madre se sienta excedida al no poder dar cuenta
del sufrimiento del nio, recurrir a su reserva terica que cumple la
funcin de "parafantasma". (2)
Por otro lado, Aulagnier aclara que, si los aportes maternales
son de placer apaciguarn la necesidad psquica; pero no suceder otro
tanto si slo obedecen al deber. Entiendo as que no se trata de lo
que se ofrece sino del cmo, de las modalidades en que se lo ofrece,
de las alternativas de estar en-can-por el otro. Vale decir, las
respuestas del entorno dirn cules son las maneras en que viene a
ser pensada la relacin con ese nio. Se trata tanto de maneras
atravesadas por concepciones que singularizarn la relacin con el
nio, como de aquello que las modas del discurso cultural imponen,
todo lo cual tambin aporta a las llamadas "fuentes somticas de las
representaciones de la realidad". En el proceso originario, el
mundo slo se conoce por los efectos sobre el soma. El estado de
privacin somtica informa a la psique de la bsqueda-encuentro de un
aporte ergeno sensorial, que ser representado en los primeros
tiempos como autoengendrando el objeto faltante. Aulagnier llama a
esta actividad "pictograma de unin". Pero en el caso de que un tal
estado de privacin persista ms all de un umbral tolerable, el
estado de sufrimiento har que la zona ergena rechace el objeto
complementario, lo desinvista, y esta accin organiza el pictograma
de rechazo.
2. Funcin de barrera antiestmulo y de nuevas
contrainvestiduras.
En otro nivel de conceptualizacin, es un pensamiento muy
emparentado con el de Winnicott, quien lo expresa as: "cuando un
nio pequeo no entiende acerca de la ausencia de la madre ms all de
cierto umbral, ella est muerta desde el punto de vista del pequeo".
Estas teorizaciones profundamente clnicas abren un campo promisorio
en cuanto al abordaje de estos estados.
Con respecto al pictograma, esta representacin arma una
corporizacin figurativa que ser fuente de sus experiencias en su
propio espacio. La representacin de esas vivencias somticas permite
a los procesos primario y secundario hacerlas fantaseables y
pensables, gracias a la puesta en relacin y a otras causalidades.
De no ser as, de no resultar preservada esta puesta en relacin, la
vivencia somtica tendr tambin efectos catastrficos, cuyo abordaje
resulta especialmente ilustrativo en los estados de autismo y de
psicosis. Numerosos estudios psicoanalticos dan cuenta de ello, por
ejemplo el de Tustin (1987) con el concepto de objetos
autosensibles y objetos autistas.
Como ya he sealado, Aulagnier (1984) tambin presenta una
metapsicologa de la emocin. Las expresiones somticas y emocionales
conmueven, e-mocionan a la madre, la mueven, y en ese movimiento
ella modificar la vida "psicosomtica" de su hijo. Para la autora,
el nio es un "psicosomtico polimorfo", como tambin un "somatizante
polimorfo". Estas expresiones no corresponden al campo
psicopatolgico, sino que subrayan que todo trastorno en el nio, sea
alimentario o del sueo, est en funcin de llamar a su entorno o de
expresar por su cuerpo conflictos familiares. En esta misma lnea,
la construccin de las teoras sexuales infantiles tiene carcter de
necesariedad y de no contingencia en el procesamiento del
psiquismo. Los pacientes que han padecido tempranamente afecciones
somticas congnitas, o manifestaciones somticas, si bien se
encuentran en el cruce de distintos abordajes, crean teoras
sexuales infantiles con el objeto de aferrarse, de apegarse a ellas
como un modo de sostn psquico. As, se constituyeron algunas teoras
como creencias o convicciones en el intento de superar traumas
temprano s (Levin de Said, 1995).
La necesidad de crear y sostenerse en estas teoras est vinculada
a otorgar una causalidad que, si bien puede resultar conclusiva y
nica, intenta superar traumas. En s misma, esta operacin pone al
descubierto traumas psquicos tempranos, relacionados con duelos
tempranos. Las teoras, cuando funcionan como certezas y
convicciones, no dejan lugar a preguntas ni a inquietudes.
Posiblemente los interrogantes pudieron haber sido vividos como
prohibiciones, ya sea cmo pensar el dolor, las emociones, las
prdidas, la angustia.
Retornando el componente somtico de la emocin materna, ste
contribuye a la circulacin de la experiencia de placer compartida.
Es decir, lo que circula en y entre ambos en temprano s tiempos de
dependencia. Aulagnier, por la clnica, ilustra el modo en que el
afecto-sufrimiento de la vida infantil, es decir la experiencia de
sufrimiento corporal, no encuentra una causa para poder pensarse,
un aporte relacional para poder hablar de l. Pero cuando la
vivencia depresiva de la madre, por causas ajenas al nio, le impide
expresar la prima de placer necesaria para los contactos y los
intercambios, y exteriorizar el sufrimiento, nos encontramos con
algunas de las causas del desamparo psquico infantil. La psique del
nio no dispondr del "alimento placer que necesita", y las
consecuencias en l devendrn en traumas. A partir de esta postura,
en la que nada resulta determinante ni definitivo, superada la
infancia, el nio podr o no llamar a otros, es decir repartir los
objetos de su demanda, de sus investiduras. La emocin inaugura una
doble va: por un lado, la respuesta-movimiento de la madre
anticipadora-modificadora y, por el otro, en el infans, la
representacin en su vida psquica de su relacin con esas historias y
discursos que lo precedan a l. Son varios los elementos que
organizan en la madre los modos de vivir su investidura en relacin
al nio. Ya que lo que su mirada ve est atravesado tambin por su
resonancia emocional, por su historia somtica infantil, por el
efecto de sus represiones y sublimaciones, y asimismo por la
castracin, por la relacin con el padre del nio, por el momento
temporal de la llegada de ste al mundo. A causa de estos elementos,
el cuerpo del infans ser para ella una prueba que legitimar sus
sentimientos y pensamientos por el nio. De esto depender su puesta
en memoria, de cmo su vivencia emocional se acompaa de su
comportamiento consciente o inconsciente, que modificar o no las
expresiones de su hijo.
Dicho de otra manera, el componente somtico de la emocin en el
nio resuena en el componente somtico de la emocin materna. sta es
la base de lo que ser el anclaje somtico del amor que la madre
ofrece al hijo, base de los primeros captulos que la madre cuenta
al nio, no slo sobre su origen, sino tambin sobre todo origen.
Aulagnier transmite haber tenido la sensacin, con ciertos
sujetos, de asistir a una infancia que les fuera robada cuando
nios, al no poseer su yo una representacin relacional del beb.
Cuando faltan estos primeros captulos de la historia, presenciamos
una automutilacin con efectos catastrficos; ejemplo de ello es su
paciente Phillipe. El dolor fsico o psquico que exceda los umbrales
de tolerancia y en el que el sujeto no pueda otorgar causalidades
en el nivel del proceso primario o secundario, la paraexcitacin,
producir una ruptura en la paradesinvestidura. Aulagnier (1984)
muestra cmo el analista revive en sesin una experiencia de
desposesin, como fenmeno de desconexin entre lo que el paciente
dice y lo que siente respecto del cuerpo. A su vez, el analista se
enfrenta, ms que a fenmenos irrepresentables, infigurables, a
fenmenos que dicen de lo desfigurable, de aquello no pasible de
otras puestas en figurabilidad. Ser una expectativa esperanzada que
en la escena transferencial se aporte al trabajo de la
figurabilidad, desfigurabilidad, disfigurabilidad, todos juegos de
trminos que amplan el trabajo de la figurabilidad. De la puesta en
escena para un proceso de ligadura que habilite otras causalidades
y sentidos. En ciertas circunstancias el dolor o el padecimiento no
encuentran una escena relacional para poder entrar en la va de la
resignificacin. Por ende, tanto la puesta en figurabilidad como las
construcciones son trabajos preliminares a la puesta en
significacin de otro tipo de intervencin que al ser significada
habilitar posteriormente la resignificacin.
Si todo va bien, la vivencia y experiencia de sufrimiento por el
cuerpo estar relacionada con las respuestas del medio, y del dolor
psquico de los integrantes de ese medio. Ya no ser un sufrimiento
de un rgano sino un sufrimiento psquico que se relaciona con un
trastorno somtico. Esta experiencia es la que permite situarse en
una historia relacional: el cuerpo formar parte de puntos de
certeza; de no ser as, entonces presenciamos experiencias de
desposesin del propio cuerpo. Son experiencias catastrficas en las
que se quebr el vnculo entre la fuente somtica y la fuente
relacional-discursiva de las representaciones de la realidad y del
cuerpo. Nuevamente, cuando no todo va bien, el estado de
sufrimiento, desvinculado de parmetros relacionales y de la relacin
yo-cuerpo, quedar inscripto como un blanco en la historia de ese
cuerpo, y tambin puede quedar como un cuerpo desafectivizado sin
posibilidad de armar una fantasa. Por todo ello, est claro que el
sufrimiento posee una funcin relacional; de lo contrario, el dolor
lo llevara, dice Aulagnier (1982), "a la experiencia de soledad
absoluta", y sta no es compartible. El "efecto sufrimiento", o el
modo en que el sufrimiento tendra efectos, sealar lo que acontece
en su medio psquico ambiente, que sern pruebas en la construccin de
la historia infantil. Encontramos el efecto de ello en psicosis, en
adicciones, en trastornos alimentarios de la gama de la anorexia y
de la bulimia, en trastornos del dormir, etctera.
En este sentido, es elocuente citar a Denis Vasse (1977) por la
articulacin que establece entre un cuerpo y el otro; entre el
ombligo y la voz: "en el acto del cierre umbilical emerge el primer
grito". Por esa clausura el recin nacido entra en un modo de
relacin, de alianza; su voz lo lleva a salirse del cuerpo biolgico
y a habitar el lenguaje.
TAREAS DEL YOJunto al deseo y al placer ligados a la comunicacin
de sus propios pensamientos, junto al placer solitario resultante
del fantasma ertico, debe preservarse un placer ligado a la
presencia de pensamientos secretos que, por ello, no acompaan ni
persiguen el placer de una zona ergena ni el placer orgsmico.
P. AULAGNIER (1976)
Corresponde dedicarle al yo un captulo en funcin de que es una
instancia cuestionada, por ejemplo, en su tarea de separarse del
ello por demandas del mundo externo o, ms tarde, en la tarea de
regular su vasallaje del ello, del supery, del ideal del yo y de la
realidad externa. En ese sentido, Aulagnier le otorga un lugar
privilegiado en su obra.
Eleg titular este captulo "Tareas del yo", y no "Trabajos del
yo", ya que el trmino "trabajo" implica una actividad que posee una
amplitud generalizada, a diferencia de "tareas", trmino que, si
bien alude a trabajos, remite a actividades que poseen una
especificidad propia.
El yo (je, no moi) es presentado por Aulagnier como instancia.
Su importancia reside en lo siguiente: en principio, el yo no est
constituido sino que se va constituyendo, adviniendo en un espacio
y tiempo de procesos relacionales. Esto s implica tareas, ellas
son: pensar el cuerpo, los deseos, la realidad del yo (je), de los
otros, como tambin dar sentido a la realidad con la que vive. En La
violencia de la interpretacin (1975b), la autora dedica un captulo
a enunciar y desarrollar exhaustivamente los elementos que
constituirn la construccin del yo; vale decir, aquello que subrayo
como el pasaje de lo constitutivo a lo construido.
En el nivel de lo constitutivo son varios los factores que dan
cuenta de cmo debe estar organizado el espacio para que el yo pueda
y deba advenir. Entre ellos, la funcin de anticipacin del portavoz;
la accin de la represin en el psiquismo del portavoz; el grado de
ambigedad que caracteriza la relacin de la madre con el hijo en
cuanto al saber y al pensar en ella; el tipo de enunciados emitidos
por la madre que al nominar las emociones y los afectos, puedan
transformarse en sentimientos; el efecto del redoblamiento de la
violencia; el modo en que la pareja parental inviste el mundo
externo; el deseo del padre para ese nio. Ser tarea del yo poner en
relacin esos elementos con un orden de interpretacin y de
causalidad. El funcionamiento del yo implicara moverse en mltiples
postulados de causalidad en el espacio psquico y en el espacio del
pensamiento. En ese sentido, la posibilidad de crear pensamientos,
y el placer en pensarlos, (l) aporta al yo la prueba de su propia
autonoma. En tiempos inaugurales el placer, el sufrimiento y la
realidad compartida nacen conjuntamente. Con el trmino "realidad"
Aulagnier (1975a) entiende "la realidad de las relaciones humanas".
El yo se va construyendo una historia a partir de los enunciados
del conjunto de sus posibles identificadores.
Otra tarea del yo es poner en memoria e historia el tiempo
pasado, modificar captulos, agregar otros y garantizar algunos como
anclajes estables. De all el permanente trabajo de reconstruccin,
construccin sobre aquello que Aulagnier llama el "fondo de
memoria".
1. Sophie de Mijolla-Mellor (1992) dedica su libro Le plaisir de
pense a la memoria de Piera Aulagnier.
Para tener categora de existente, al yo se le impone la tarea de
estar condenado a investir su cuerpo, a los otros y a la realidad.
Dicho de otro modo, el sujeto est condenado a investir los
encuentros que sern fuentes de placer, como asimismo, de tanto en
tanto, fuentes de sufrimiento. El yo nombrar esos encuentros en una
tarea que Aulagnier llama el "memorizado afectivo". Es verdad, el
trmino "condenado" en nuestro idioma posee un obstculo semntico; el
estar condenado implica una exigencia de trabajo, el estar
condenado al movimiento. Es una imposicin a investir y sostener el
encuentro del sujeto-representante que inviste al objeto, el
soporte del objeto y las relaciones con l. De no ser as, el
movimiento de desinvestidura, como manifestacin de la pulsin de
muerte, apuntar ms al acto de desinvestidura que al objeto en s
mismo y al representante (el sujeto que inviste al objeto). El
riesgo que esto conlleva es que en algn entramado de la vida
psquica y/o en sus soportes se encuentre con un agujero, una
"nada", un desgarrn en el tejido experiencial (Green, 1993).
Entonces, el sujeto estar "condenado a investir" esas
representaciones que forman parte de sus anclajes y referentes
identificatorios para mantener su estatuto de existente. De ese
modo se protege del riesgo de desinvestidura, ya que para Aulagnier
investidura y desinvestidura son dos movimientos psquicos
fundamentales, como seal en el captulo "Constitucin del psiquismo
en P. Aulagnier".
As, Aulagnier presenta una metapsicologa del sufrimiento. Se
tratara de las vivencias y experiencias de un sujeto enfrentado al
rechazo, a la prdida de un objeto investido, y al modo en que su yo
procesara esas vivencias. El sufrimiento es una necesidad y es
tambin un riesgo. Solamente a partir de esta experiencia del
sufrimiento, el psiquismo conoce el concepto de diferencia, de
alteridad, de cambio, de diversidad, pero an ms el concepto de la
mismidad. Tambin postula Aulagnier un tipo de sufrimiento cuya
problemtica se diferencia del masoquismo.
Ahora bien, se le presenta al yo una paradoja frente a la
vivencia de sufrimiento. Frente al sufrimiento, el yo tender a
huir, a desinvestir y, consecuentemente, a perder objetos fuentes
de placer; pero, por otro lado, slo podr conservar el objeto fuente
de sufrimiento relacionndolo con una causa fuente de placer y de
deseo. Paradoja ya presentada por Freud (1911) al enunciar el
pasaje del principio de placer-displacer al principio de
realidad.
En principio, la nocin de anticipacin preanuncia el espacio al
que el yo pueda advenir. Y, en segundo lugar, dicha funcin de
anticipacin del uno al otro es anticipacin a lo nuevo, a lo
inesperado, para que lo nuevo no se transforme en traumtico. De
este modo, el atributo de "advenido" caracteriza al yo, que, adems
de ser una instancia, ser el "saber sobre s mismo". "El yo no es ms
que el saber que el yo puede tener acerca del yo". Es que el yo est
configurado por los enunciados que nomina y que hacen decible su
estatuto de existente.
Otra tarea del yo frente a la desinvestidura es encontrar un
recurso, una defensa, que Aulagnier (1982) llama la
"paradesinvestidura". Se trata de que el yo, al ejercer su funcin
de anticipacin, suee, invente, desee, busque conocer y pensar su
vivencia con el objetivo de enlazarla a una causa que sea soporte
de investidura. De este modo, la esperanza de vida ser la espera de
placer. El yo anticipado buscar causas frente al sufrimiento,
conjugando el tiempo futuro, tiempo que Aulagnier (1982) denomina
"esperanza".
Resulta un aporte importante el trabajo de la accin de la
desinvestidura bajo el predominio de Eros. Se trata del retiro de
investidura, pero esta vez con la expectativa y la esperanza de
ubicar, encontrar, buscar o crear otros objetos en su capital
libidinal o en sus referentes identificatorios. Es una
desinvestidura en busca de ligazones, religazones, nuevos soportes
y relaciones. Como hemos visto anteriormente, tambin hay una
desinvestidura con predominio de Tnatos.
Placer y sufrimiento son trminos por medio de los cuales el yo
piensa los efectos y afectos de los encuentros y las experiencias
que vive. Queda subrayada la actividad del pensamiento. Aulagnier
llama yo-morfismo al modo en que el placer y el sufrimiento, como
vivencias subjetivas, se relacionan con experiencias de placer y
sufrimiento. Slo el yo conoce, mueve, cambia y modifica a partir de
recurrir a las causalidades.
El sufrimiento se presenta en la clnica de la psicosis como el
encuentro con una "experiencia del develamiento" (Aulagnier, 1982).
Se trata de un fenmeno que compromete al "otro de la necesidad", en
el cual el sufrimiento "arroja un velo sobre lo que ha sido
entrevisto". De este modo, se desplaza al presente o al futuro lo
que ocurri en tiempo pasado. Winnicott nos provee imgenes cercanas
al enunciar el "temor al derrumbe", aquello que ocurrir en un
futuro, tema expuesto en el captulo sobre trauma. Al yo advenido,
predicado ausente en la psicosis, se le expropi la temporalidad en
cuanto concepto de futuro.
Para no recurrir a defensas psicticas, el yo deber preservar su
funcionamiento en el registro libidinal, identificatorio y de
pensamiento: su tarea ser recurrir a los mltiples principios de
causalidad. Por ejemplo, articular el principio de autocausalidad,
autoculpabilidad o auto engendramiento con el principio del deseo
del otro a quien l inviste y por quien es investido; al de la
realidad de los otros, al azar, a las leyes naturales que rigen la
realidad externa, al cuerpo y sus leyes, a las causalidades
demostradas, interpretadas o culturales. Asimismo conservar la
dimensin de cuestionamiento, de apertura, de duda, de interrogacin,
de relativizacin, de crtica y de diferencia.
"Pensar" e "investir" son verbos que sostienen al yo en la
escena psquica, al igual que el verbo sufrir, ya que todo
sufrimiento compromete al que sufre. Entonces tendr que conservar
la investidura de pensamiento, aunque sta sea fuente de
sufrimiento, de desilusin, de dolor, siempre y cuando responda a
las exigencias de la realidad compartida. As, para Aulagnier,
pensar la pulsin es reconocer la relacin del pensamiento con la
economa psquica y, de este modo, conservar el estado de placer que
convoca al yo pensante. En Los destinos del placer (1979) presenta
dos paradojas respecto del yo pensante, y asimismo trabaja de un
modo original una especial relacin: la relacin pensada, el otro
pensado y la representacin de la relacin de esa relacin pensada.
Representacin que estar sujeta a las leyes del lenguaje y a la
puesta de "decibilidad". El yo advenido atraves la prueba de la
castracin, la renuncia a las certezas y a los emblemas
identificatorios, y as puede dudar, estar en conflicto, sostener la
angustia, la incerteza y el cuestionamiento. El yo en su
advenimiento pondra en actividad la tarea de pensar la pulsin, la
relacin con su cuerpo, con la realidad de los otros y con sus
deseos. Seran representaciones ideicas que tambin forman parte de
la actividad del pensar. Deriva de ello otra tarea del yo: se trata
de uno de los postulados sobre la teora de la cura en Aulagnier.
Toma, para esta teora, el concepto de modificacin, diciendo que se
puede modificar un granero, convirtindolo en una biblioteca o en un
palacio, siempre que se respeten sus caractersticas. Lo que es
posible modificar y cambiar ser lo que le sea ms provechoso,
confortable y habitable al yo: su puesta en sentido.
En 1983 (Aulagnier, 2000), en un seminario sobre "Lo potencial,
lo posible, lo imposible: categoras y coordenadas del campo
clnico", retorna el concepto de potencialidad. Concepto presentado
con anterioridad en 1975a, designa con l las respuestas a las que
tendr que recurrir el yo, repitiendo, inventando, reinventando o
creando cada vez que una experiencia psquica ponga en riesgo su
existencia. Dicho de otro modo, el conjunto de defensas que el yo
puede movilizar frente al ello, al mundo externo, al yo de los
otros y a los ideales.
Entonces slo partiendo del advenimiento del yo como investidura
psquica tendr valor el concepto de psicopatologa. De este modo, el
yo dispondr de un abanico de respuestas frente a los duelos,
conflictos, heridas, cicatrices, dudas narcisistas y libidinales,
como efecto del encuentro que el yo permanentemente tendr con lo
mismo, con lo diferente, con lo diverso. De aqu, otra tarea del yo:
"est en el poder del yo el desidentificarse" (Aulagnier, 1984), es
decir, buscar otras figurabilidades, articular, prevenir, inventar,
recordar salidas conocidas y logradas o nuevas, para continuar con
su funcionamiento. Investir porvenires diferentes de lo actual y de
los nuevos acontecimientos. Otra tarea del yo es su
autoanticipacin, a la que Aulagnier llama tambin proyecto
identificatorio; se trata de un proyecto que incluye "el principio
del objeto diferido". Principio que aporta tambin a la posicin del
analista. Debido a la actividad del yo, las representaciones
pictogrficas y fantasmticas tendrn que metabolizarse en otras
"representaciones relacionales" que se procesarn en el espacio
secundario.
Nuevamente aqu se hace presente el principio de constancia y
cambio. Vale decir que la regulacin de este principio, en el
trayecto identificatorio, implica contener elementos estables,
constantes, para dar lugar a los cambios, a lo no predictible, a la
movilidad, y anticiparse para que pueda ser procesado y
metabolizado. Dado que el yo est en estado permanente de encuentro
con la realidad y con los otros, e incluso, dice Aulagnier, no slo
con el encuentro de los otros sino con "la mirada de las cosas" que
lo identifican, tendr que procesar y metabolizar todo lo nuevo, lo
que cambia, para que el principio de constancia y cambio contine
con su tarea de regular lo que permanece, como garanta para
efectuar cambios. Lo que permanece no es esttico sino que est en
permanente movimiento que implica cierto equilibrio; de este modo,
puede tener lugar lo modificable y lo no modificable. sta es otra
tarea del yo: regular estos movimientos.
As, el funcionamiento del yo deber conservar una potencialidad
identificatoria (el self en Winnicott) que le garantice la
conviccin de que existe. Se trata de certezas bsicas constitutivas
(fondo de memoria), para de ese modo advertir las diferencias, el
antes, el despus y el porvenir que le devuelvan su estatuto de
existente, que le garanticen que un yo ha existido. De esta manera,
el yo, realizando sus tareas, conjugando los tiempos, trabajando en
las diferencias de s mismo a s mismo, garantizar el funcionamiento
de su pensamiento y su lugar de enunciante e identificante.
En suma, se trata de investir porvenires diferentes del actual y
de los nuevos acontecimientos. Sin embargo, en nuestra poca esta
postura ha sufrido deslizamientos, uno de ellos es cierta exaltacin
y sacralizacin de lo nuevo y de lo novedoso. De tal modo, entonces,
se homologa lo verdadero con lo reciente, y se inscribe como nica
consistencia lo puramente actual. Pero ms all, por supuesto, de la
conveniencia de valorar lo nuevo por lo que implica de novedoso y
de posibilidad de cambio, indudablemente no podemos olvidar, por
eso, no slo el valor de innovacin sino el de renovacin, esto es, el
que supone contar o habilitar recursos de subjetividad que implican
un trabajo, "una exigencia de trabajo" incesante de reconstruccin
respecto del cuerpo, de la realidad de los otros, como tambin de s
mismo y del mundo. La reconstruccin, a diferencia de lo puramente
novedoso, o de lo puramente creativo, permite una continuidad en el
tiempo y una identificacin con los cambios que se van haciendo a lo
largo de un proceso, en el que uno pueda reconocerse en constante
transformacin y renovacin. El suponer que slo lo nuevo es verdadero
llevara al camino de una desubjetivacin, ya que resulta por dems
sorprendente que entre las cosas que no son totalmente nuevas est
uno mismo. En suma, estamos condenados a una tarea incansable como
es la de habilitar el espacio del haber y as tambin la de
reconfigurar y renovar, nuevamente, un lugar para vivir.
DE LA CUESTIN DE LA IDENTIFICACIN AL PROYECTO
IDENTIFICATORIOPens que las identificaciones inconscientes son en
cierto sentido similares a la propia libertad. Esta ltima no se
puede dispensar con un permiso; en algn momento J. McDoUGALL (1987)
Las concepciones del "siendo" de Winnicott y el "adviniendo" de
Aulagnier se sitan ambas en la perspectiva de la continuidad.
El proceso identificatorio y su actividad constituyen otras de
las cuestiones fundamentales en la obra de Aulagnier. Dicho proceso
concierne a una multiplicidad de factores, entre los que se cuentan
el trayecto, los emblemas, la dialctica, los referentes, conflictos
y anclajes por los que atraviesa. La autora define al proyecto
identificatorio en trminos de la "autoconstruccin continua del yo
por el yo", tarea que le permitir a esta instancia, el yo, el
acceso a temporalizar e historizar lo vivido, esto es, el acceso al
tiempo historizado-relacional.
Por ello, para considerar el advenimiento del yo, importa
describir el modo segn el cual se compone el espacio de la
organizacin familiar. Forman parte de ste la funcin materna como
portavoz, la accin de la represin y la sublimacin en el psiquismo
materno, el deseo del padre por la madre y el deseo del padre por
ese hijo. Ya Freud (1933 [1932]) haba ubicado en el perodo de
ligazn-madre preedpica, la preexistencia en la madre del vinculo
con el padre del nio. La madre funcin como yo parental anticipado,
l ya historizado, ubicado en su sistema de parentesco, arrulla y
acuna a travs de su lenguaje identificatorio, de sus enunciados
identificantes, sueos, anhelos, conflictos, demandas, ofertas y
deseos hacia ese hijo recin venido: su identificado.
1. Concepto de marco en Winnicott. Los encuentros inaugurales
tambin generan una matriz conflictual: el origen de la vida psquica
y del conflicto nacen en forma conjunta. Estos encuentros
instituyen adems otra matriz, la matriz identificatoria que emerge
del primer juego identificatorio: "La madre desea que el infans
demande y el infans demanda que la madre desee". Interjuego del
identificante y del identificado en el proceso de la identificacin
que Aulagnier (1963-1985) llama demanda primaria. De este
interjuego dan cuenta tambin el narcisismo primario, la
identificacin primaria, y el sostn del ser. Interjuego que
garantizar la potencialidad identificatoria. N o obstante, hay un
momento en que no coincide lo que se demanda con lo que se ofrece.
De hecho, la madre puede ofrecer muchos emblemas narcisistas y
reconocer a su nio como lo ms bello e inteligente, pero, dice
Aulagnier, hay un reconocimiento que no puede otorgarle, que es el
que le dara su estatuto de sujeto en el campo del goce. Por esta
razn, la prueba de la castracin es llamada el "tiempo para
comprender". Tiempo que permitir el pasaje de la identificacin con
el proyecto.
El proceso identificatorio como tarea del yo est anticipado y
pre-parado por la investidura parental en cuanto primer
identificante. ''Y o soy la investidura de ese identificado que me
ofrece, me impone, me devela el yo materno".
El proceso de "incorporacin" en Freud, prototipo de todo
mecanismo identificatorio, es desarrollado por Aulagnier como
"deglucin de una buena imagen". El nio metabolizar lo que ser
fuente de placer ergeno y primer sop1te del mecanismo
identificatorio.
Aulagnier (1963-1986) despliega su dialctica identificatoria en
tres tiempos sucesivos: la identificacin primaria, la identificacin
especular y la identificacin con el proyecto. Uno de los destinos
de la identificacin y del conflicto identificatorio es el estado de
alienacin. Estado que compromete el trabajo del pensamiento y
excluye toda causa de duda, de angustia, de conflicto y de
sufrimiento. En los comienzos dos deseos heterogneos se fusionan.
Para la madre, el pecho es un emblema identificado por ella como lo
que su hijo espera. Se trata no solamente del alimento-pecho sino
del alimento psquico y, ms an, del sentirse demandada-deseada. El
infans le demanda su deseo de amor, de vida. "La boca es al pecho
lo que el infans es a la funcin materna". Aqu resulta elocuente lo
puntualizado por Freud (1933 [1932]) al sealar que ...la madre es
activa hacia el hijo, ella le da de mamar como asimismo deja al
hijo mamar de ella". Estas dos posiciones, una subjetividad
advenida y una por advenir, en exceso complejas y heterogneas, la
del hijo y la de la madre, en un punto se corresponden. Esta
correspondencia, a mi modo de ver, guarda semejanza con la idea de
superposicin (overlap) de la que habla Winnicott.
Ahora bien, el placer de la madre al cuidar al nio ser
deserotizado si el deseo de la madre se satisface en otro lugar. De
este modo ella le muestra los lmites de su poder, de su propia
castracin y su adecuacin al deseo del padre y a la ley. "Si todo va
bien" el nio hace la siguiente experiencia: esta madre, primer
objeto privilegiadamente investido, no responde puntualmente a su
deseo. Entonces el nio descubre que tanto sus deseos como el placer
sexual de la madre se satisfacen y responden a otro soporte, a otro
lugar, y esto lo llevar a la "bsqueda", es decir, a preguntar y
responder, a formular soluciones y teorizaciones. Su madre ya no es
su objeto de deseo sino que en ese momento hereda su condicin de
ser sujeto de deseo, sujeto deseante.
Una parte de aquella bsqueda lo llevar a reconocer otros niveles
de relacionalidad, a encontrar un lugar en el sistema de
parentesco, al conocimiento del concepto de funcin paterna y, a su
vez, al concepto de sucesor de esa funcin paterna, entendido como
transmisin. De este modo surge el anhelo en el nio de ocupar en
otro tiempo, en el futuro, el lugar y la potencia paterna. Es que
el deseo de muerte y la angustia de castracin forman parte del
deseo de hijo y del deseo de padre por ese hijo, donde se conjugan
el acceso a la identificacin simblica, a la ley y al donante del
nombre. En algunas circunstancias, encontramos ciertos relatos de
madres que no incluyen el reconocimiento de ese deseo de padre
hacia el nio. Este efecto de no-lugar, de no inclusin, de
desestima, es una de las causas del devenir psictico que observamos
en algunos nios. En lo que llamo la "clnica de la abyeccin"
escuchamos relatos y funcionamientos maternos en los cuales la
madre no slo no reconoce al padre de ese nio, sino que, de manera
ms desgarradora aun, desconoce a su nio. El efecto de este
desenlace no trata de los posibles devenires psicticos o perversos,
sino del devenir "4e la abyeccin como tal, tema del que no me
ocupar en esta oportunidad.
LA CONFIGURACIN DE LA IDENTIFICACIN PRIMARIA
Freud (1923) caracteriz la identificacin primaria con los
progenitores como otro de los mecanismos de "mayor valencia" de
ligazn afectiva. Este tipo de identificacin primaria es la ms
temprana, directa (no es el efecto de una investidura de objeto
anterior), e inmediata (no est mediatizada). Sus efectos son ms
duraderos y universales; es por ello que se constituye en matriz
identificatoria primaria, en sostn del ser. Marucco (1980)
diferencia en el proceso de identificacin primaria distintos tipos
y momentos. Ellos son: la identificacin primaria reflexiva, activa
y pasiva.
La identificacin primaria establece los primeros enlaces
afectivos entre el nio y el mundo, que se halla representado por
los padres, quienes constituyen para aqul un ideal o un modelo,
situable en trminos de deseo y de promesa de configuracin para el
advenimiento de su yo. Investir libidinalmente no es slo al otro
como objeto, sino que en principio es querer hacerse don de placer
para l; pero, an ms, lo que importa es la circulacin del placer. La
respuesta del otro se convierte en aquello que define el valor del
don. Winnicott se refiere a este aspecto en trminos del
desconocimiento y el reconocimiento de la deuda. El nio expresa por
medio de la identificacin su vnculo de objeto, el "ser", "yo soy el
objeto". Tras la prdida del objeto, Freud (1941 [1938]) ubica el
"tener":
"El pecho es un pedazo mo, yo soy el pecho", y ms tarde, "yo lo
tengo, es decir yo no lo soy... ". Winnicott, cuando examina esta
primera experiencia en el contexto de la identificacin primaria,
dice que slo cuando el beb y el pecho son uno, el beb puede
"ser".
La unin fusional, el apego, la empata y el compromiso son
aspectos ligados a la identificacin primaria. Vale decir, la
investidura y la valoracin del otro le otorgan estima al ser (Levin
de Said, 1996). Quisiera destacar el trmino "estima" (Corominas,
1983) como sinnimo de aprecio, reconocimiento, valor. En Freud
aparece "valor" como "investidura" (Besetzung), monto de afecto,
significacin, posesin.
Me apoyo en estas consideraciones para comparar la identificacin
primaria con un edificio, y advierto que para construirla son
necesarios algunos materiales, entre los cuales me resulta
imprescindible la estima. La eleccin del trmino "estima" me permite
el siguiente interjuego: estima-autoestima-desestima. Su
articulacin surgi en un trabajo de pensamiento, y en un tiempo de
apres coup, a partir de lo relatado por una paciente en una
consulta. Se trata de una mujer profesional de 45 aos; el motivo de
consulta es la crisis laboral y afectiva que atraviesa. Llorando
desconsoladamente, relat sus padecimientos, y dijo, entre otras
cosas, que no coma pero beba alcohol para olvidar y para dormir.
Haba llevado a cabo varios intentos de suicidio como consecuencia
de experiencias frustradas de contacto con la gente. Precis
entonces: "Tomo mucho para que me d estima y autoestima", y con voz
muy alta: "Para qu vivir?... "Qu hago con mi vida?... "Intento de
nuevo matarme?... "Me qued sin afectos y sin trabajo, me
desestimaron, nadie valor nada lo que yo haba hecho?.. A nadie le
import nada de m? Me baj la autoestima. No apreciaron mi persona,
no me estimaron, me desestimaron... Fueron estos enunciados los que
me llevaron a trabajar estos trminos. La estima, este valiossimo
material, es provisto en el marco intersubjetivo en los albores de
la configuracin del psiquismo, por el deseo, el valor, la
investidura y la responsabilidad que prodigan las figuras
parentales.
Son muchos los autores que enfatizan el estatuto del objeto en
la perspectiva de la actividad que cumplen los progenitores en la
constitucin del psiquismo temprano. Freud le otorga a ese objeto la
funcin de objeto de la accin especfica y adecuada, como tambin
objeto en posicin favorable; Winnicott, el de madre suficientemente
buena; Bion, funcin de reverie; Aulagnier, funcin de anticipacin,
portavoz; Bollas, objeto-proceso transformacional. Como dijimos,
los progenitores como modelo son los primeros representantes del
mundo externo, y desde ese estatuto hacen intervenir acciones
especficas y transformacionales por medio del sostn que aportan la
mirada, la voz, as como tambin de sus conflictos y de su deseo
respecto de ese hijo. Dicho modelo se vuelve eficaz cuando se
metaboliza, porque constituye el soporte sensorial; esto es, aporta
los codificadores de los estados somtico s, autoconservativos y
libidinales. Ahora bien, es, y so