Top Banner
90

El sentido perdido Piera Aulagnier

May 13, 2023

Download

Documents

Welcome message from author
This document is posted to help you gain knowledge. Please leave a comment to let me know what you think about it! Share it to your friends and learn new things together.
Transcript
Page 1: El sentido perdido Piera Aulagnier
Page 2: El sentido perdido Piera Aulagnier

~ . F

l,

t ¡ t ¡

' !

1 '

: 1 .

' l '

l ¡. ': .

¡ '

EL SENTIDO PERDIDO

. . .

., ' .

Page 3: El sentido perdido Piera Aulagnier

ColecclÓn "LO INCONSC~NTE'' dirigida por Robert(J Harari. . ·.

1. PUNTUALIZACIONES PSICOANALJ.TICAS. O. Mannoni, C Stein y G. Roso/ato (Comp. R. Hatari) · . · · .. . . . . · ..

2. TEXTURA Y ABORDAJE DEL INCONSCIENTE.Roberto Harari 3: RENACIMIENTO DE ED'fPO.MauriclciA.badi . 4. D. W~ WINNICOIT.D. W. Winnicottyotros S. LA PERVERSION • .P. Aulagnier y otros 6. CLINICA YMETAPSICOLOGIAl.J. Clavreulyotros ·1. LA TEORIA PSICOANALITICA Y·LOS ESQUEMAS

REFERENCIALES. Jabiie L Szpi/kll · . . 8. LA REALIZACION IMPOSIBLÉ •. Bncruc:ijadas de la psicopatolog{a

psicoanalítica. Jaime L Szpilka . 9. ESTUDIOS CRITICOS~ OWtian David y otros 10.EL NARCISISMO.BélaGnmberger . 11.LA FUNCION DEL F AW EN LA LOCUllA.Antonio Go4ino ·Cabas 12. EL SENTIDO PBRDIOO.Piera AuTagnier

EL SE.NTl.DO· PERDIDO

Pi.era Aulagnier ...

. ~EDITORIAL TRllB .

Buenos Aires

Page 4: El sentido perdido Piera Aulagnier

Traducción Irene M·. Agoff

1a. edici6n, 1980

Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.723 . Prolu'bida su reproducci6n parcial o total • Impreso en la Argentina/Prlnted in Argentina © Capyright 1980 por EDITORIAL TRIBB Rivadavia 2358, 4to. "2" Buenos Aires REPUBUCA ARGENTINA

INDICE

I SOCIBDADES DE PSICOANALISIS Y PSICOANAUSTA DE SOCIEDAD ............................... : .•.•. 7

D ~PROBLEMA ACnJAL: LAS CONSTRUCCIONES . PSICOANALmCAS • • • • • • • • . • . . . • • • . • • • . . • . . . • : • • • 37

.m EN BUSCA DE LO PERDIDO ......................... 63 ~

IV TIEMPO DÉ PALABRA Y TIEMPO DE ESCUCHA: NOTAS CLINICAS ••••.•••••••••• : ,· •••••.• ; ..•••••• 65

. .•

V A PROPOSITO DE LA REALIDAD: SABER O CERTEZA ..•.•• . 85

VI IDSTORIA DE UNA.DEMANDA E IMPREVISIBiLIDAD · DE SU FUTURO (Notas actuales) • . • . • . • . • . . • • • . • • • • • • 101 --:; .

VD A PROPOSITO DE LA TRANSFERENCIA: EL RIESGO DE • EXCESO Y LA IWSION MORTIFERA •••• ~ •••••••••••• 115 .:_ ..

VD1 EL DERECHO AL SECRETO: CONDICIONPARA PODER PENSA.R ••••.•••••••• • .•••••••••.••••••••.•• 135.

IX UNANEOFORMACION DELLACANISMO .••••••••••••• 151·

X LA ELECCI<?N DE CRITERIOS EN AL OBRA DE. FREUD •••• 157-

Page 5: El sentido perdido Piera Aulagnier

~: :

\ l: ,,.

' i ¡ r. f Í'

Preámbulo

1 SOCIEDADES DE PSICOANALISIS. Y

FSICOANAUSTA DE SOCIEDAD*

·~ .. •. D 'un autre cóté, par attachement a leurs opinions, ces gens (les philosophes) ont·l'air de se comi:>orter comme ceux qui, dans les discussions, défendent leurs theses envers et contre tout. Rs supportent sans fléchir n 'imparte quelle conséquence, convaincus qu' ils sont de détenir des principes vrais. Comme si certains principes ne devaient pas dtre /ugés aux conséquen<:,es qufen <!écoulent, et surtout a leur rmt.

Aristóteles, De Cae/e, fil, 7-306 a 11-15

(Traducción Budé )"'"'

~ .· &te .text~ es ~tÍtinuación del publieado en mayo último oon el título ~~·~:·;;:.· ·. "¿Puede· uno no ser persa?'". Dicha primera parte ~rataba sobre el problema

suscitado por Ja enseflanza del pSicoanálisis y sobre· 1a trampa en la que el analista·enseftante corre el riesgo de caer1. Lo sucedido entre el momento

~· . . en que lo escribíam<>S y el actual, demostró que nuestros temores estaban . ampliarpente justificados. La .pregunta que entonces. fonnulamos: "¿Cómo ~ sedo (persa, freudiano, Iaéaniano)?" y la respuesta que en los hechos le dio ~ la Escuela Freudiána de ·París, culminó en una tercera escisión den.tro t

t

! r

¡

1

·t Cf. L 'lllC<Jnscient, nº 8: "Enselgnement iie la ps}rchanalyse?", P.U.F.

• "Sociétés de psychanalyse et psychanalyste de société", artículo publicado en . Topique nQ 1, 1969.. ·

•• ''Por otro Jado, por apego a sus opiniones, esas personas (los· fdósofos) parecen comportarse como aquellos que. en las ~scusiones,. defienden sus tesis contra · viento y mi.tea. Soportan sin flaquear ctialquier consecuencia, convencidos de poseer p~ciJ?.ios verdaderos. ¡Como si algunos principios no debieran ser juzga­dos por las consecuencia;Sque'deell<>SresulúUJ, y sobre todQ por su fin!"· (N. de T.).

7

Page 6: El sentido perdido Piera Aulagnier

1: ¡:

del área psicoanalítica france~. ¿Simple movimientO pasional (que"~ nues~ tro medio se. bautiza como transferencia) por parte de un grupo de ~alis· · ·tas? ¿Revelación de la agudez.a de una crisis que afecta al movimiento psico­analítico en su conjunto y al ftmcionamiento de las sociedades que preten· · den ser sus depósitarios? ¿Necesidad para algunos de hallar una solución que. en igual grado escape al conf ormísmo esterilizante y se niegue a un "después de nosotros, el diluvio". frase que asoma éada vez más tras ciertos "slogans'' que invitan a una parte de la intelligentsia a participar en cruzadas subversivas? Espe(ariíos que este textQ ayude a los lectores a decidirlo. · ·

Ardua será la ·tarea para quienes no sori analistas: los antecedentes del problema pertenecen a un terreno demasiado específico como para que las extrapolaciones no constituyan, la mayoría de las veces, una fuente de error. f Para los analistas, la dificultad será la.misma que la nueSt:ra: la cuestión pone ¡, forzosamente en juego, para cada analista, su opción "política", y e~o de- ~ volviendo al término su sentido originario, el referido a la Ciudad, y en 1.:.

nuestro· caso a la ciudad analítica. Pues bien, de la política a la polémica ~ la asociación no es sólo fonética: el deslizamiento resulta tan fácil para el t autor como para ellector. · · . · . ,,

Con el fm de precavernos contra este peligro hemos tratado de basar ,~ ••. ·.:·.·.·. nuestro análisis en . una reflexión teórica, dejando de lado toda querella personal; pero aun así reconocemos que nuestro análisis y nuestra crítica hallaron su .fuente principal en las cuestiones que nos planteó la Escuela

. freudiana de París. Y esto por las siguientes razones: . . . ·· · . r ' 1) La crítica de las mstituciones de sociedades de tipo clásico data de ' t

largo tiempo atrás, sobre todo gracias a la contn'bución de Jacques Lacan. ¡ En los últimos meses se realizaron análisis muy pertinentes en el propio f seno de dichas sociedades, y difícilmente podríamos producir otros mejores.. ~

2) El punto de partida de lo que legítimamente podemos llamar "mo~ f: vimiento lacaniano" fue rico en promesas, y permitió creer en Uha. saluda· f. ble renovación del funcionamiento de las Sociedades psicoanalíticas. Las aperturas y enriquecimientos teóricos que apOrtaba la eñseftimza de Lacan,. justificaban la esperanza de que sus aplicaciones en el seno de un sociedad permitirían evitar los escqllos con que hasta entonces nos habíamos topado. El indisimulable fracaso que de esto resultó es particulamlente inquietante, pues plantea el problema de la alienación que la constitución de toda so-: ciedad de analista$ parece inducir: ¿s!' trata de una alienación inevitable?, ·¿es post"ble precaverse de ella? · . .

3) Hemos formado parte de la Escuela fieudiana de París desde Sll fun· dación; hemos colaborado en su or8aniza,ción y contnouido al trabajo en ella realizado. Esa. experiencia, rica en enseflanzas¡así como lo que debemos . a la teoría de J..Lacan, nos permite -tal vez más que a otros- elucidar

. ciertos fenómenos propios de los grupos psicoanalíticos. · Pero resulta evidente que a su vez este análisis se inserfa en una pro­blemática más general: la que plantea, desde el origen, la existencia de "SQciedades J>Sicoanalíticas". A decir verdad, nuestro estudio hubiera

. tenido que interrogar a las instituciones psicoanalíticas dentro de una pers:-. pectiva histórica; pero no lo haremos, y nos aten4femos a parámetros espacio-temporales bien precisos: la sit:oación del psicoanálisis en Francia en 1969.

o

. · Definiremos ahora el sentido que otorgamos a dos términos que halla· rán frecuente empleo en este texto. Por didacta designamos al analista que analiz.a a un Sttjeto -al que llamamos . candidato:. que, en el transc;ur­so de su propio análisis, descubre o confmna su deseo de ser analista. Lo designaremos con el mismo término, ya sea que el analista obtenga el tí· tulo de didacta después de un cuma rigurosamente establecido, 9 que "no se autorice .más que por sí mismo".

L- Lo extraterritoria1: sociedad de psicoanálisis y ~de demanda

Con la poca ortodoxa fórmula "sociedad .de demanda'', queremos marcar la relación hoy existente entre la sociedad, término aquí'tomado en sentido amplio, y la función del Psicoanalista a 1a que esa sociedad apela. Esta entrada en materia. se sitúa, por lo tanto, en un campo extraterritorial en relación con ·et psicoanálisis. Ya veremos que· tal extraterritorialidad no lo hace menos importante. Comprobamos que, por el momento, la ley de 1~ ?,ferta y la demanda parece favorecer a los psico~, ya sea que nos dirijamos a aquel que supuestamente cura (el terapeuta) o a aquel que supuestamente sabe (.el ensei'iante). · . ·

No somos sociólogos, y nuestr9 Interés fue siempre incitado por la psique del Sltjeto tal como ella nos interroga en nuestro camp<>. Pero nues­tra experiencia, así como nuestro trabajo en el medio hospitalario, nos per-miten formular dos observaciones: · ·

l) Ya· sea en los hospitales psiquiátricos, en los i.iispensarios,.en los Ins· . .titutos médico-pedagógicos, o en los centros de educación o de reedpcación,

la demanda de psicoterapeutas (término que designai, dé hecho~ a analistas)· crece de manera progresiva; · . · .

. 2) El malestar que segrega la sociedad contem.Poránea muestra la exa· cerbación de determinados conflictos psíquicos y revela el cállejón sin sa~ lida al que conducen la mayoría de las soluciones propuestas. En una parte de los stgetos, la reivindicación de la felicictad o de la' hoertad (cual· quiera, que sea· la idea que se fonne uno de ellas) parece proporcional a la

. difictµ'tad que les significa contemporizar con un principio 9e realidad que, por algunas de sus exigencias, les parece un absurdo o un puro producto de la presión social2 • Para cierta parte -sin duda menor- de la sociedad, -el recurso al psicoanalista se explica por este estado de cosas y por la imagen que aqué!Ja se hace de él: una mezcla de hombre de ciencia, mago y con·

. sejero psicológico. Es a esa "imagen" compuesta que se llegará a pedir la h'beraci6n de un taedium vitae que tiende a convertirse en el mal del siglo .

Estos dos factores explican por qué el analista-terapeuta se ve solicita· do cada vez más, por qué las listas de espera se alargan. . .

Si ahora nos volvemos del iado del "saber", comprobamos un fenóme­nó paralelo. Lo hemos analizado ·en el texto antes citado, y sólo recordare· . mos que la "ciencia analítica" fascina de manera creciente a los sostenedores

2 El mall'S18.r, pa&;,Cido en. particular p_or la gener.ición de los más jóvenes ofrece su

·demostracion mas evidente. .

Page 7: El sentido perdido Piera Aulagnier

de. otras disciplinas )' en algunos va aoompaiíad~ ¡>Qr Wlll suerte de totalita­rismo ideológico que, por razones muy criticables, presenta al analista como el depositario de un ~ber último .. De ei.to deriva Ótro tipo de· demanda: ~l .. ana.Usta pasa a ser ·el enseñante, él invitado de élite, el autór del best:seller del año (esto independientemente del valor de lo que dice o escnoe). . ..

· Tal estado de cosas planteá el problema de las repercusiones que el ana­lista pi:ovoca en nuestra disciplina, y particularmente en dos registios:

- la vocación; . "- la contrapartida exigida por la sociedad como precio de su demanda.

. a) A propósito de la vocación

,. í i' ~ r

f'. !·

f f ,. r

Aunque el ambiguo término "vocación" traicione un resabio idealista, a menudo lo hallamos reunido con el adjetivo "psicoanalítica". La "voca­ción" del candidado: ¿,no es esto lo que supuestamente se verifica cuando se habla de "selección", o lo que, cuando se rechaza la idea de selección, se considera que sólo la cura puede probar? A. mitad de camino entre el llamado, la misión, el destino, .el interés, este término sigue marcado, sin e~bargo, por el uso que se le dio en el campo religioso para designar a aquel que ·es llamado por Dios. ¿A qué. "llamado" responderá, pues, el futuro analista? La respuesta hoy en día más frecuente se apoya en dos conceptos: el "dese9 de saber", en su sentjdo más general, y el "deseo de transgredir", en Su sentido más específlco. Transgresión, subversión, revolución: no so- f: mos nosotros quienes rehusáremos esta dimenSión a la obra de FreÜd. Pero · . f no podemos eludir la cuestión del motivo por el cual aún hoy se emplean . ;.

. e~os ténriinos, y la de a]go que sólo remitiría a Ja.nostalgia de un pasado ¡ c~ya aureola los analistas querrían preservar. t

. · Embarcúse en un luj089 transatlántico para dirigirse a América, e insta~ f

· larse en la Santa María para intentar la aventura, pueden responder a un ~ mismo deséo de descubrir nueV'a!I ~rras, pero nos parece azaroso hablar r:

llen ;!IDdbos casos ded ,"vocacionesá" edq~alentes en los viajeros. Los "Carave-. ¡ es e nuestros · 1as vuelan r pi o y bien, y ofrecen un menú seductor; t

además, el pilotaje automático está a punto de reemplazar los desfalleci- ~ mientos, siempre posibles, del sujeto humano. No pretendemos con ello I~.· que en nuestro dominio la ".\'.ocación" se ha convertido'en ~palabra va· r.:

cía de sentido, pero pensamos que el riesgo no está excluido y que la aspere- L za con que a veces se intenta reivindicar la exclusividad del título de ''trans..;. ~ ~s~r". o de apóstol del deseo de saber. resulta sospechosa: recuerda la ~ mala fe o la mala conciencia, Ser tentado por la función psicoanaiítica ~ implica ciertamente un interés por los procesos de·conocimi~to y un asom- ' ~

1 .. :.·

bro, diría Aristóteles, ante las contradicciones de la psique. Lo cual prueba dos cosas.: que la energía pulsibnal pudo escapar, en su mayor· parte, a la represión y ponerse· al ~cio de la sublimación; y que, por razonesligadas i a la historia individual del sujeto y a su medio· cultural, fue en el campo del l saber donde encontró su camino real. ¡

Pero en este registro todavía no hay nada que permita hablar de YOCl:!­

ción ni analizar la razón de una elección particular. Esto cae de su peso en ' cuanto al interés pÓr conocer. pero en cuanto . al "objeto" del asombro, ¿nos permitirá justificar en nµestro dominio el ·.término vocación? ¿No re-

• 10'

. mite más bien ·ª una serie de elementos' de la que no puede ser eliminado ningun~? El papel desempeñado por· el .azar de un encuentro del espíritu,

. la valorización o la oposición "social", la experiencia Ílf ectiva singular, el medio cultural, ¿no están aquí para recordarnos que el término "sobredeter-minaclón" no es una calificación exclusiva del síntoma? ·

Entonces, ¿cómo y por qué dividir en el sujeto lo que viene de su es-· tructura singular y lo que es respuesta a wia inducción exterior? Todo lo · que tenemos derecho a decir (y a querer verificar cuando funcionamos como didactas), es que en ciertos casos la inducción puede kr lo único en · j~ego, Y .por ello puede influir sobre la elecéión del sujeto de manera iluso­na y peligrosa. Y que, en el punto opuesto, motivaciones pulsionales pueden tratar de abrirse un camino bajo el disfraz de lo que ya no es sublimación ~ó ~itución, disfraz operad~ en nombre de una ética que no es Ja del SUJetO smo la del gruPQ, sin que exista, en realidad, concordancia entre ellas. · · · · ·

En cuanto a .la ·~gresión", cuando toma el camino del saber nos invita asimismo a renunciar a ciertas formulaciones que huelen a apoiógía · ·y -lo que es más desagradable- a autoapología. .

. Entre el Eppur si muov.el de Galileo, las af'mnaciones de Darwin y el · ~urso de Freu~, no ~emos de qué modo podría cuantificarse la transgre- · s1on que en ellos mtemene. Con la acepción que por nuestra parte le damos~

. y fuera del registro perverso o psicótiCo, la transgresión es el movimiento que lleva al sujeto a sobrepasar lo "sabido": lo que éi transgrede es una ver­dad planteada hasta entonces como ley sagrada y como garantía de un saber (y por lo tanto de un dominio posible) sobre el orden del mundo. Al hacer­I<:i, destituye al· saber instalado y lo hace en nombre de una verdad in statu nascendi que, a su vez.retomará su función en la espera de un nuevo trans­gresor. ~sí como ~l saber se inscnbe en Wl movimiento cuyo origen es, a ~oble titulo, Wl nuto, y cuyo punto de detención es impensable:·-én el sen­tid~ fuerte del térmJno Oo qile anularía pensarlo como actividad psíquica), de ~~ modo. Ja. transgresión debe ser· concebida como aquello· que, en e~ moymnent~ viene a representar los puntos de viraje. Creer en la posibilidad de una transgresión "última" es recrear el mito. d\' un saber swno de un absoluto del conó.cimiento: lo caricaturesco es preeonizar esa con~ión en nombre de "cortes,. últimos, sean ésios epistemológicos o estructurales.

~ hé~ de que Galileo, Dárwin, Freud o Marx (y algunos otros) ha­yan sido iguálmente transgresores, no significa que las verdades por ellos P~ de relieve sean equivalentes. Pero el destino de sus obras nos invita a meditar sobre la recaída de esos primeros movimientos de transgresión e~ el campo de un ~curso recodificado en sú honor, recaída que trae apa­~da una recuperacton proporcional a la fuerza y al impacto que los carac-tenzaban. . . : . Aquel que ha te~do la audacia y el genio necesarios para tales transgre­

Clones puede transmitir a s~ herederos muchos "bienes", pero no, por cier­to, la posibilidad de desmantelar ellos mismos· una barrera que ya había sido derribada. Esto nos devuelVe al problema de la vocación de los freudia­nos contemporáneos. Si bien podemos af'mnar que un deseo de conocer que

. privilegia al hecho psíquico sigue· siendo el bien común que ~mpammos con Freud y sus pnmeros adeptos, y nos autoriza para decimós sus discípu-

11

Page 8: El sentido perdido Piera Aulagnier

los,· ¿nos hace esto posible dejar en silencio el papel que juega esa ~duc­ción extraterritorial, de la que pretendemos creer que no es excl\1S1V.ll o dominante en la elección de la función psicoanalítica? Reconozcamos que el vuelco del juicio social (poco importa que, eomo preveía Freud, no s:a

. más que la otra cara de una resistencia siempre ·activa, nos da a buen precio · la aureola de transgresores; ¿nos ha recuperado la sociedad, o es el analista . el que ha recupérado ciértos problemas de loo que·mucho" Ie costó prescin­dir?

Ese "análisis original", siempre por reinventarse, ¿es sólo un último mito? La ?osibilidad de la aventura, la audacia de la exploración de tierras ví~genes, la angustia por lo desconocido, ¿han de encontrarse en un ~co linaje? ¿Se tratará del linaje que, partiendo de Anna O ... , se transmttiría, en la sucesión de los analizados, mientras que el linaje de los analistas pre· sentaría una solución de continuidad desde el origen? Seguros de Ja ·fegiti· midad de nuestro saber, tentados por el. espejismo de ·úna f~rmalizacióri

. que pretende recubrir exhausti.vámente el ·campo psíquico, ¿quedaríamos reducidos a vivir la audacia y la ha7.aña por interpósitas personas? ¿Acaso.

·hemos pasado insensiblemente del deseo de conocer al deseo de hacernos . reconocer, del rol de exploradores al de promotores? Pero estas preguntas

apuntan más al analista en funciones que al candidato, al que debem~ vol· ver.

En cuanto a éste, los elementos que hemos aislado como motiWcio-nes inducidas por la coyuntura socio-cult~al facilitan dos extra~os posibles:

púeden ocultarle, bajo la apariencia de .una elección racional, Ja espe­cificidad de un deseo y de una intención por él mismo ignoradas~ opuestamente, pueden disfraz.ar una elección profesion;tl que obedece a la fascinación de los emblemas sociales, como deseo de saber. . . De esto resulta en la práctica un incremento· progresivo de las deman-"

das que a su vez amenaza, si no conducir a ·error al analista, al menoi ha· cerÍe muy difícil una buena respuesta. Y esto más aún p<?r cuanto. el ana~ lista en 1969, se encuentra en W1a situación bastante paradójica: o bien apre~do en el movñniento de exteitsión facilita el incremento de la de­manda y favorece una institucionalización de tipo universitario, o bien trata de defender la extraterritorialidad de su campo, reacciona contra toda: . mtegración y reivindica lo "subversivo" de su función, "con el reSultado de ver crecer a su auditorio e mtemificarse los aplausos, lo que vuelve sos~· chosos ciertas posiciones y ciertos anatemas. . · ·

De estos sefialamientos extraeremos lfls siguientes conclusiones con · respecto al problema dela "vocación": ·, . . . .:._ La demanda social satisface motivaciones secundarias opuestas a las de los pioneros; siii embargo, sabemOs que los beneficios sec:m<!arlQS d~ una néürosis pueden acabar ocupando el lugar de lo que constituía su pnmum mavens. y que pueden resistir. más que cualquier otra defensa, a Ja acción del análisis. · · · · . - Tales motivaciones, no extrapsíquicas sino extraanalíticas. no pued~ ser menospreciadas en .Ja elucidación de las razones de la "ele'cci6n", ~· hecho éste más importante, en el papel que les corresponde en el dev~ del psicoanalista. El paso de la posición que rozaba con la excomum6n

12 '

¡

r u . r [ .[ ~·

r t r ¡ ¡. 1 .•

( ¡ . ;

'

(ya sea ·por parte de la moral o por la dei saber oficial) a Ja que roza eón la oficialización, no puede dejar invariada la relación del sujeto con su fun­ción y con Ja concepción que de ella se forma. - Colócado ante este estado de hecho, ¿cómo podría el candidato rehusar al cQmienzo la representación de su tarea futura que le remite la sociedad, y reencontrar ese gusto por el riesgo, por lo difícil, por la aventura que cons­tituyó el capital de nuestros predecesores?

b) La contrapartida ádeudada

A partir del momento en que la sociedád reconoce la legitimidad de una función, la designa como necesaria y recurre a ella, es normal que exija

. ciertas garantías en recompema. . Podemos hablar de recuperación, de resistencia, de renegación, pero si

reducimos el problema a estas dimensiones practicamos algo que es necesa· rio en un psicoanálisis pero imposiole en otra parte: ponemos entre parén­tesis la realidad de los hechos. Hay psicoanalistas que ejercen (entiendan ellos por este ténnino lo que fuere) en hospitales, que ensefian en faculta· des, que funcionan en. instituciones: desde la escuela a la fábrica, desde los centros de formación más diversos a los seminarios más seleccionados, y son· pagados, mal en general pero pagados igualmente por hacerlo3 • Pa­gados no por un individuo sino por representantes de la sociedad: ¿puede reprocharse a estos últimos que quieran preservane de los francotiradores .o de los falsiIJCadores? Sobre todo cuando se piensa, con razón, que el "en­fenno" (es decir, lo que el profano llama de este modo) no tiene la posi'bi· lidad de juzgar. Desde ese momento la sociedad, basándose en modelos co· necidos, planteará la cuéstión de la legitimidad del ''título": en una primera

. ~stancia, incómoda frente a la oscuridad de ciertas def'miciones que le son propuestas, se limitará a atnouir la responsabilidad comiguiente a las socie· dades fonnadoras y las cansiderará 8arantes de la habilitación de un nuevo y extraiio. funcionario, el aiialista: En un segundo momento, más desen:gafta­da o· creyéndose m~ advertida; o ahora conjuntamente más desconf'mda y más "demandante"; intentará .. planificar" el problema y considerará la posib:ilidad de "diplomas" o de ~·estatutos" sobre los cuales podrá legislar.

. Las sociedades psicoanalíticas así interpeladas hallarán tres razones para respondei:: . . .

ellas temen én igual grado las falsificaciones4 y la desvalorización de sus "funcionarios"; temen más aún, :y de manera ampliamente justificada, la intromisión en los procesos d~ fonnación de modelos heterogéneos; por ramnes mucho más ambiguas y contradictorias, no qujeren llevar el d,ebate extramuros: no es privativo de los lacanianos cierto deseo

. de es0terismo. 3

Dejl!Jllos de lado ~l problema del reembolso por la Seguridad ~cial, el que tam· .. poco es tan simple, como pretenden tanto los partidarios de la aceptación como los partidarios del rechazo.

. . 4

Cf. Ferenczi, Sur l'organimtion du mozwement psychanalytique, 1911. Leyendo este texto veremos que esos temores ya habían sido mencionados. ..

Page 9: El sentido perdido Piera Aulagnier

Si la formación psicoanalítica pudiera ser superpuesta a una forma­ción de tipo universitario, la respuesta no presentaría dificultades. Podría encararse una ensef!.anza que, inspirándose en Freud, tratara en primer lu­gar de su obra y después de las ~plinas cuyo conocimiento aconsejaba aquél a los analistas5 •. La única fuµción .de las sociedades ps~coanalíticas sería supervisar el saber de los alwnnos. Sin duda, así opinaría un profano. Diremos por qué es esto imposible; por ahora, constatemos los hechos: - Las sociedades psicoanalíticas rio pueden seguir haciendo oídos sordos

· frente a tina sociedad en la que están cada vez más integi:adas. Lo que la so­ciedad exige de ellas anula esa extraterritorialidad que querrían reivindicar. No es posible al mismo tiempo felicitarse por un reconocimiento que ya era el deseó, ambivalente sin duda, de Freud, y declamle ·nulo y sin valor. Es preciso tener la lucidez de evaluar sus consecuencias y peligros. - Nadie puede sostener que este tipo de institución sea inútil: .. El analista sólo se autoriza por sí mismo", reza una fórmula dictada en el seno de una Escuela que proclama en voz bien alta .S"J. vo.cación formadora y hasta su utilidad pública. La desáparici6n de estas sociedades sólo dejaría lugar a dos soluciones :finalmente idénticas: o bien el paso del poder a las cátedras · universitarias, o bien la reducción de la obra de .Freud a la riada. Por lo déIDás, creemos que sólo algwios sostienen tal ~ón; seguros de la pe­rennidad de las sOciedades •a•·.qµe pertenecen, pueden ~ el lujo de un derrotismo gratuito y de una crítica:a:¡la que saben carente de efectos.

Por lo tanto, las sociedades psicoanalíticas, como organismos de for­mación, se ven confrontadas con.una doble· contradicción; es útil reconocer­la antes de decir si se la puede superar Y.cómo.

Por una parte, los procesos de habilitación que tales sociedades esta­blecen se vuelven, si no lo son ya, condición para la }>osibilidad de ejercer; esto hace que no puedan ignorar las presiones exteriores. Ahora bien: esos

, mismos procesos deberían evidenciar, en realidad, la inquietud de los "le- . gisladores" de no tomar en oonsideración más que aquello que resguardi á la ·experiencia didáctica de . toda injerencia del poder, venga de donde venga. . . '

Por otra. parte, al tiemj>o que denuncian el error que consistiría en moldear la formación :pialítica. sobre cualquier otro "modelo" existente (con el . corolario de modelar una sOci~d psicoanilítica inspirándose en otro tipo de asociación), no pueden :prescindir de "modelos,. so pena de caer . en la anarquía y la irresponsabilidad absoluta, o en una oligarquía y hasta en Una. autocracia. De1egiindo en.algúnos o en.uno áolo el derecho de l~gislar, la sociedad se consolaría por lo que. ni siquiera podría haber perdido: el derecho de ser responsable de su destiño. .

Esta doble contradicción es origen de un malestar de vieja data. Pero entre 19106 y hoy, han pasado cincuenta y nueve años: ¿tampoco nosotros

5 Cf. J. P. Valabrega. La psychanaJyse savante, L 1nconscient, nº. 8, P.U.F. 6 Fecha en la cual. el IIº Congreso de Psicoánálisis, rewüdo en Nuremberg, votó,

14

a proposición de Feienczi,. los estatutos de Ja Asociación psicoanalítica interna­. cional que agrupa a la casi totalidad de las sociedades psicoanalíticas existentés. · Suele designársela con la sigla I.P .A. (Intemational hycho-Analytical Associa· tio~. . .

..

1 1 -

1 li

1

' ( r.

hemos "aprendido ni olvidado nada"?. (olvido manifestado como esa nos­. talgia de un tiempo primero al que se mitifica con excesjva facilidad).

11.-El "intra~muros": didáctica o transmisión y formación

· Estos términos designan para todo analista la razón de ser de las socie-dades psicoanalíticas. .

Ya hemos definido qué se entiende por didáctico. El término "trans­misión", de empleo más reciente en nuestro lenguaje, apunta a aiSla:r dicho acceso a un modo de conocimiento coextensivo de un análisis, y justifica la exigencia de un análisis para el futuro psicoanalista. Pero no está exento de ámbigüedad cuando se quiere definir.el objeto que se ha de transmitir. En efecto, ¿transmite el analista, como en todo análisis, esa capacidad y ese deseo de analizarse, sine qua non de toda cura que no haga de la desapa· rición del sínwma su único criterio de éxito? ¿O .existirá, en el caso del

. didáctico, un ''además"? En caso afümativo, ¿cómo aislarlo? . Por lo que se refiere al término "fonnación", éste engloba la totalidad

de los procesos· de habilitación. Cualquiera que seá la terminología elegida y las modalidades de aplicación, reaparecerán, de hecho, tres entidades bien conocidas: el didáctico, el control y la enseñanza.

· . Nuestra meta es demostrar que la mayor parte de los problemas que periódicamente suscifa tal o cual punto de la formación, emanan de y remi­ten a ese punto neurálgico que es la relación didáctica; contrariamente a lo pretendido, la experiencia muestra que es en su campo donde la "pureza" del análisis está más amenazada, tanto por los efectos de algo que hemos denominado "lo extraterritorial" como por los efectos de un fenómeno supraterritotial llamado transferencia. Este será, pues, el tema central de nuestras reflexiones. · · ·

·,

a) Los participantes en presencia: el analista, . el candidato, la sociedad

~e ·la "sóciedad" 1 , en la persona de sus representantes, proyecta de entrada su sombra sobre el encuentro, es una evidencia cuyos efectos se­cundarios quedan por elucidar. Al f Qrmular su demanda el candidato opera, implícita o expücitamente, una doble elección: elige un analista y elige un modelo . de forniacióri y poi lo. tanto de sociedad. Dicho modelo es lo que el discurso. de la sociedad transmite como su propia teoría de la formación.

Ya sea que el candidato dirija su demanda, según un procedimiento bien delmido, a un. didacta cuyo saber está supuestamente garantizado por una lista, o a un analista que "no se autoriza más que por sí mismo", su elección implica una suerte de opción a priori que encuentra sus motivaciones en lo extraterritorial (el candidato, en el momento en que formula su demanda, no está en mejores condiciones que la "proposición" de J. Lacan8 para

·1 Hablam~s aquí de 1as soci~ades psicoanalíticas. 8 &ta ''pro~si~n" será analizada en la Última parte de este texto. Fue publicada

en febrero ultimo por J; Lacan en el n° 1 de la Revue Scilicet; rogamos al lector remitirse a ella.

15

Page 10: El sentido perdido Piera Aulagnier

criticar, con una perspectiv¡t psicoanalítica, los eStándares ins¡)irados en fa Asociación psicoanálítica internacional (I. P. A.) ·

Pues bien, dicha opción, primer paso en el recorrido analítico, lo con~ duce a pronunciarse sobre lo más espinoso de nuestra teoría; el problema de la fonnación. · ·

Coa~ así el riesgo de caer en la trampá de una teorización cuyo valor le parecerá demostrado por la importancia numérica de los miembros de la sociedad que 1a enuncia. Virgen aún de toda posibilidad de juicio funda-

. do corre el peligro de ser metabolizado ipso facto en "alumno" de una so- · ciedad cuyos intereses se le demandará defender (o de la que creerá tener que constituirse en abogado), incluso antes de que pueda pronunciarse sobre lo que está en juego. La posición de alumno destituirá a 1a de adepto.

Si en la relación analítica (didáctica o personal), el analista ocupa· ima­ginariamente el lugar. de e.se Otro que supuestamente sabe, y esto desde la primera sésión, en el caso del didáctico y de manera igualmente inmediata, la sociedad pasará a ser el campo de proyección -también imaginaria en el rol que le hará jugar el candidato- de una instancia última que garantiza (o invalida) el saber de ese "Otro" elegido (el analista).

Al "sujeto supuesto saber" se agrega una "sociedad supu~sta saber" que, según los movimientos trailsferenciales e~ juego, ref~zará el vínculo transf erencial frente al analista o lo desplazara a otro registro; en . ambos casos se tornará mucho más difícil desenmascararlo. · .

Pero, ¿qué representa "la sociedad" para el candidado? Aquí es preciso distinguir dos dominios: el de una teoría sobre la psique (podremos hablar, así de sociedades. freudianas, junguianas, adlerlanas). y el de una teoría

' ' ña9 E sobre el método que permite tenei: acceso a lo que esa teona ense . n Francia, las separaciones se han producido en func~ón de. to que. sucede ~ el segundo registro, sin pe:r1uiclo de que se tachara inmediatamente de antl-freudianos a·fos ex colegas. · . . . Esto hace que la "sociedad'' represente p~ ~1 sujeto tanto el lugar donde se enuncia la %uena" interpretación de Fré~d, como el lugar donde ·se die:- .. : ... ··~ .. ~~.:;:;"reglas, únicas que Permitirían su transmisión. ·

· Ahora bien la segunda representación no rém.ite ya al anonimato. de una Sigla (S.P .P:', ·u.F .. E.F .P., Q.G.)1·o sino a aquell~s a quie~es la socie-. dad elige como sus ''representantes" y en quienes deleg;i., Ja funCion de hacer aplicar esas justas reglas. Aquí la proyección im~naria choca con un. "po- : der" que tiene bases en la realidad, ~er y .realidad, a los que el candi~t? · tendrá que hacer frente y que conciernen, .en el mas alto grado, a su di­dacta", ya que ·es de ellos que obtiene éste .su ~estidura (cualesquier_a · que sean los modos de investidura elegidos) •• Esta )>u~sta· entre paréntesis de lo real". adagio bien conocido por losan~, tropieza en~onces con ~ · real _que amenaza siempre con efectuar en la cura una efracción tanto mas

9 As{, todas Jas sociedades existentes en Francia proclatnan su juramento de fideli­dad a Fr~ud; y las diferencias de interpretación d! su obra. que cada cual ofrece, reaparecen tanto entre los· miembros de una llllsma sociedad como entre Jos miembros de sociedades diferentes.

1 O Las ~tro siglas represen~, en. orden ~onológico, ,ª Jas c~tr~ sociedades ~':is- -tentes en Francia: Sociedad psicoanaJÍtíca de. Paru, ASOCl!lcion psicoanabtica francesa, Esciiela freudiana de París, Cuarto ~rupo.

16

....

fácil y tanto más perniciosa cuanto que el analista corre a su vez el riesgo de proyectar sobre ese mismo ''rear~ SUS propios fantasmas', SUS PJ'.Oplos sefiuelos. ·

Mostraremos por qué. razón un() de los efectos posibles de esa inter­reacc.ión real-imaginario es producir un "resto" que escapa ·a la operación tr.insferencial y a su elucidación, y será la causa de un punto. ciego en el campo más problemático para el actuar del analista: la relación poder-sa­ber. Ese ''resto", ese no-analizado que se torna no-analizable, no por ello está perdido: va a servir para cimentar una relación analista-sociedad (o, · mejor dicho, analista-representantes de la sociedad) que perpetuará, al abri­go de toda posibilidad de interpretación, la problemática transfe~enciat. El peligro que representa esa efracción, cuya responsabilidad incumbe al funciQnamiento de las sociedades, fue denunciado hace largo tiempo por 1~ ~ths. Las diferentes soluciones propuestas demuestran la inquietud de los legisladores por proteger. al caildidado de algo que, según los casos, se llamó "trailsf etencia lateral". "pasaje al acto" o ''fuga del análisis", ténninos qué desígnan esa tendencia propia del ·candidato a cortocircuitar el "dolor de transferir" gracias a los caminos que le ofrecería la acción, · incluido, y sobre todo, el que consiste en pasar del diván al sillón. Tal in· quietud nada ofrece de criticable, muy, por el contr~o; pero es preciso que a su ~ no sirva para ocultar los efectos laterales que aparecen 4el lado del analista cuando el: que deinap.da análisis es coltjuntamente un candidato-

·alumno y por lo tanto un futuro miembro de la Soéiedád a la que.el analista .pertenece. · . · .

Pen8amos .que ciertos efectos propios del didáctico, así como su&" conse­cuencias sobre· el funcionamiento del grupo, ron ante todo obra del analista

.' y de su investimiento del campo didáctico.

b) El didácticó y sús avatares

Avatar significa metamorfosis, cambio. De manera errónea, y sin duda por asociación con aventura, avería, afrenta [avanie], se la emplea a veces para designar un accidente del recorrido, ·una aventura que termina mal. En nuestro subtítulo este doble sentido podría estar justificado. Y a hemos dicho por qtté 1a inVestidura para la función didáctica es. siempre tn'butaria del código que rige a una sociedad. Decir que esa función sólo puede ser atn'buida por el demandante y que aquel que "didactiza" no puede sino . "auto-autorizarse", en nada invalida el hecho de que tal decreto sólo puede ser aplicado a partir del momento en que una sociedadlo impone en nombre de su teoría sobre la formación.

Pór eso es que siempre reapai:ecerá, presidiendo 1a apertura de la parti­da didáctica, Ja instancia del póder. Abordamos ya en la primera·parte de eSte texto el problema de la vocación del candidato. Ahora bien. 1a "voca· ción fonnadora o didáctica", ¿no es algo que toda institución psicoanalí-tica está dispuesta a inscnl>ir en sus estatutos? · .

Pero, : ¿quiénes son los llamados por esa "vocación"? La respu"esta podría parecer sencilla: aquellos que, en una sociedad, prueban su interés ·

. por la formación (didáctas, analistas de control, ensefiantes). En realidad, y por razones esta vez intraterritotiales, esa "vocación" puede estar también

.17

Page 11: El sentido perdido Piera Aulagnier

" .''

. . . ~

sobredetemünaaa y ser. también ambigua. Comprobamos, en primer .lugar, que la fórmula "formar un alumno" designa en general, para el anali$, a .

· fa· fímclón didáctica. Esto se. ve co.nfmnado por el empleo que de ella se .·hace en nuestros grupos: "el alumno" dé fulano e~ el título que por~? co­

mún se da al analizado de aquel a quien se está ·~oml>rando, y no al. con­trolado" o al "enseñado". uso· revelador y que descu?re un~ .~e. los ele­méntos en juego en.Ja "vocación". Agreguemos que si se··~. cntic~do, Y

. con razón, el empleo que a veces se da al _ad~etivo .. perso~:· _Para dif eren­ciar el análisis así llamado del análisis didáctico (y todo análiSIS ~ pe~sonal en el más alto grado}, el adjetivo "didáctico", tomado en su ~ntido literal, plantea el problema de si todo análisis no supone. ~ecesanamente una . dbnensión didáctica. La lectura de los infonnes de análisis hec~s po~ ~~a~? difícilmente pemtitiría negarlo. Cuántas veces n? le ~emos exp car -zado la textura del sueño, del fantasma, o, mas directame~te, ~ o cual

· hipótesis teórica. Además, cualesquiera .que sean las te~~enc1as mas moder- . nas de nuestra técnica, ¿puede discutirse que el ~SIS apunta a que. el sujeto que a él se somete tenga acceso a un conocinuento sobre su funcio­namiento psíquico? En ambos casos transmitiríamos un cierto. saber sobre. un cierto objeto, y la especificidad de esta "transmisión" radica en que ella no puede efectuarse directamente desde los textos (la obra de Freud} ~ lector, sino que exige esa experimentación in vivo que implica la presencia . de un analista: . ·

1 . . i i •

· · Paradójicamente, el psicoanálisis se presenta como ª. cien_cia , m· ventada por un "autodidacta", cuya teoría tiene como pnmer postulado que no puede haber "autodidactas'' en su dominio. El autoanálisis de Freud, matriz de la que nació su obra, se :convertirá para sus sucesores en aquello que éstos sólo pueden alcanzar, en el n:.1ej~r de los casos, despu~s .de un psicoanálisis, en el sentido ortodoxo del tenruno. · · .

Lo que puede pareéer una paradoja es, sin em~argo, la evide~c1a que nuestJ;a teoría bnpone. El primer bien que nos lego Fr~~d se situa clara· mente del lado de la transferencia: en Freud, el autoanálisis es ese proceso, esa exploración que no ~ apoya"en ~ modelo teórico del que haya podido disponer a priori. .Decir que Fliess desempefió para Fr~ud el rol de analista es una verdad a inedias. Si bien es cierto que ocupo. para Freu~ el lugar de ese interlocutor ausente y sil~n~oso al .que le deci~. lo qu~ iba descubnendo en el laberinto de su propio mcoDSCiente, tamb1en es cierto que F1iess nunca comprendió nada en cuanto· al papel q~e se le bnpu~?!l: y este no-saber, esta opacidad, poseyó para Freud función de revelacion. el Otro que supuestamente sabe se le fue apareci!ndo poco a ~ en su demudez, y descubrió que ese "saber" que quetia hacerle asumir no .era otra cbsa qiie el objeto de su propio· deseo, que lo que él demandab;i a F1ie_a& era que le garantizara un Iugai: donde ese objeto .existiera, do~~ sól? qu~­ra reencontrarlo. Cuando fuerce al.Sileno a abnrse, descubnra en el~ bien más preciado: la obra de arte que él mismo _había .elaborado l~tamente, y en ésta recon~rá a la transferencia. Al nusmo :uempo. sabra que acaba de del!()ubr:ir el camino por el cual debe pasar el SUJeto para que la apertura

11 Sobre e~e derecho de denominación, cf. C. Castoriadis en el n° 8 de . L 'lncons· cient. ·

)8 '"

1

l E

del Sileno no dé al vacío, a la nada. Este proceder ya no está en nuestras manos. La obra de Freud nos des- .

poseyó de él. Puesto que el ~·camino" se ha vuelto modelo (se trate de la primera o de la segunda tópica), puesto que el proceder fundador se ha vuelto texto, toda tentativa de autoanálisis (eQtendemos: sin la condición previa de un análisis) se toparía con efhecho de que, no pudiendo sino re­petir el proceder de Freud al utilizar el modelo ofrecido, es Freud quien bnplícitamente ocupará para nosotros el lugar de Fliess.

. Puesto que su texto vendrá a representar al Otro que supuestamente sabe; este últbno quedará inmovilizado en el registro de un saber bien real •

· La apertura del Sileno devendrá sinónimo de la apertura de los textos: en · ella se releerá constantemente el autoanálisis de Freud, y no el propio. El conocimiento es siempre, en parte, reinvención, e bnplica la necesidad de una interrogación: si el .conocimiento psicoanalítico es interrogación sobr.e el deseo, aún · es menester que exista un deseo al que interrogar. ¿Qué quiere? La pregunta que Freud dirigía sin duda á Fliess, sólo podemos hacerla frente al analista, o sea, frente a un sttjeto gracias al cu.al podemos creer que somos el objeto de su deseo. El texto no puede ocupar su lugar: quizá pOdemos utilizarlo para indagar en el deseo del autor, pero este deseo qesigna ya en el texto ~ objeto, y la respuesta nada puede decimos sobre nuestro deseo. El texto sólo es tal. a partir del momento en que se hace obra, parte desprendida del autor, como tal autónoma y que se ofrece· como objetó elaborado por uµ déseo sobre el cual el lector: ya no tiene ningún pode~ ·

Lo que podríamos llamar ''transferencia con el texto" en. sí mismo no puede llegar a ser objeto de análisis s.i no resulta reinteirogado desde

. otra parte: la relación del. sttjeto can el escrito de Freud, con· su saber; con su teoría, sólo podrá elucidarse el día en que el sujeto haga de dicha rela• ción aquello por lo cµal· él tienta M deseo de otro sujeto. Por eso; en este dominio, la posición 'de Freud • siendo, a doble tituló, origjnal: funda­dor de tina teor1a que hemos hecho nuestra, es aquel que oJjgina una trans-: misión (y un linaje) que no puede pasar sino.de analista afüturo a"nalizado: El lugar que ocupan los textos en este caso (nos referimos a sus escritos) es muy particUJar~ Entre el texto como saber, y su áplieacióil, es decir, aque­llo que hace en~ a didio saber en el campo de Já acción, aquello que puedé realizar sus miras, se .ipterpone ese "practicante"' particular que es el analista (y, por lo tanto,· 1a· experiencia de un psicoanálisis). ·

. Leer, comprender, conocer la obra de Freud no exigen, desde luego, la condición previa de un. análisis; péro la relación del sttjeto oon este cono-· "

. cimiento no Será la mislÍla· en los dos casos, porque para que el mismo se convierta en la herramienta gracias a la cual el "conociente" puede tomarse por. ·objeto a concicer, para que pueda saber lo que espera "en verdad" de esa herramienta,¡¡ qué deseo.responde, se torna neceSario ese tercer témii~· no que .es el analista. De allí que el practicante, lejos de desempeñar un rol · secunwmo en relación .con el texto, se convierta en .lo único que puede de-. volverle su potencia de acto. ·

Por eso es un gra\'e error querer diferenciar al analista-practicante del ; ánalista a secas. Este último título sólo puede aplicarse a.aquel que asume ·1a responsabilidad de un método y por lo tanto de una práctica; sólo ellos

19

Page 12: El sentido perdido Piera Aulagnier

:. !

pueden hacer que el saber legad<i por Freud pase del campo de la exégesis, del campo de la pura teoría, al de la praxis que le es específica. Este paso dividirá a los intérpretes de Freud en dos ·categorías: los que indaga.ti en su obra, y que pueden tener derecho al título de teóricos, y los que la prac­tican, o sea, los analistas; para los cuales actividad teórica y actividad prác­tica no pueden estar disociadas. Si estos últimos son tan susceptibles en lo referente a la interpretación de los textos de Freud, es porque saben que ahí se encuentra justamente el punto donde .para ellos se opera la articula- · ción. La interpretación del texto que opera el analista (se trate del texto de Freud o del texto de su propio discurso inconsciente) es aquello por medio de lo cual justificará su método, así como éste deberá probar, en espejo, Y en sus efectos, la legitimidad de una interpretación que remite al analista a su subjetividad, a su práctica, a su interpretación.

Freudiano entre los freudianos, lacaniano entre los lacanianos, discípu­lo entre otros discípulos, el arialista (intérprete . a doble título)~ heredero, en el campo de Ja teoría, de un bien común que tiene que compartir con el conjunto de sus pares, reivindicará por el contrario su "sin~dad" ·(es decir, .aquello· que le permite ser en su _propio nombre transmisión de~ texto) en un dominio donde vuelve a verse confrontado con su soledad .. el acto arialítico.

En dicho dominio podrá experimentar los efectos de la singtdaridad de su interpretación, podrá reconocer su paternidad,. hacer f?On e~~s ''su" obra. El analista se asume .como intérprete en el registro de la .aceton (y el análisis fonna parte· de él): intérprete de los textos de Freud e intérprete de lo que el analizado demanda a esos textos. ·

En cuanto a la "singularidad" de la escucha y de Ja interpretación, que hace del. analista no el enés:inlo ejemplar de un modo de empleo repro­ducido ad libitum, sino aquel que pretende ser el único garante y deposi· tario del método que aplica (roles a los que no puede aspirar en. lo que se· refiere a fos textos), éste es el "bien" que sólo puede trarismitirse de boca a oreja que sólo puede transmitirse a aquel cuyo proyecto es convertirSe a su 'vez en analista, o sea el candidato. Ese "además" a transmitir, propio de la relación didáctica, tiene que ver, pues; con aquello que en el psicoaná­lisis pertenece al registro del actuar, o sea de una praxis y no del solo saber.

Pero este "además" fácilmente revela. la aporía a la que escolta: querer transmitir lo "singular" de su interpretación, de su accionar, de su estilo, es negar al candidato el derecho a su "singularidad".

La causa del mayor avatar que amenaza al didacta enfrentado con esta aporía es la tentación que puede experimentar . de poner su método, su interpretación, en el lugar del texto. El candidato ya no será remitido a los fun&unentos de una teoría por experimentar, por enriquecer, por reinter­pretar; por el contrario; se le demandará que consolide la peI1!1utación operada. La teoría quedará sometida al método, y éste s6lo podrá usurpar su lugar si denuncia a toda reinterpretació:ti, a toda reeJaboración, como contrarias a la ortodoxia. En efecto, el menor atentado ~ esta óltima pone inmediato f'm a la posibilidad, para el analista, de pe.rpetuai: su linaje. _Si la singularidad del candidato ahora analista reaparece, el didacta Sentirá ipso facto que su "filiación" peligra. Ahora bien: esta "singularidad" no es· un lujo, un accesorio facultativo, sino que al mismo tiempo atestigua el interés

?O

1 · · -en el sentido f~ que el analiota diiige a .los textoi, y su acceso a un í conocimiento (aquí habría que entender este término como "renacer

·con''***) que. lo compromete en lo más profundo de sí mismo. Cuando esta vía queda proluoida, asistimos al mecanismo . tan bien

descrito por Freud con respecto al·duelo. Por las razones mencionadas, la· transformación de un método en texto cierra al sujeto el acceso al saber: di~ cho acceso implica y exige no Ja seguridad, desgraciadamente, sirio la posi.Di­Jidad de un rebasamiento, de una nueva transgresión.

. la reanudación de un discurso que, opuestamente, sólo puede sostener los emblemas con que se adorna preser\rándose de todo cuestionamiento posible, priva al analizado· del objeto que puede ser sostén de su deseo de saber. Lo que se le ofrece es un "conocido" y no un "por conocer'', y un "conocido" que se quiere exhaustivo: frente a este duelo, el sujeto hará una regresión y se identificar.[ con el objeto perdido. En el caso que nos interesa asistiremos a la identificación del candidato con el autor del modo de empleo, y un moV:iiniento regresivo ocupará el lugar de algo que habría podido convertirse en invitación a la transgresión y al conocimiento. El di­dáctico se transforma en adoctrinamiento, la teoría en dogma, el analista enmesías. · ·

Esta tentación es aún más aguda por cuanto amenaza satisfacer tanto ~1 deséo del analista como el del analizado. Lo· que caracteriza al dominio analítico, ese espacio donde se conswna un análisis, es que, incluso si el análizado lo ignora, am'Qos ~cipantes apuntan al mismo fm: desemnasca- . rar lo atinente al deseo. Pero mientras que el analizado se formulará la pre­gunta del deseo del anatista, querrá hacerse objeto de la respuesta, y no :podrá desenmascarar el suyo propio sino porque en cada ocasión· tem;lrá que reconocer que el objeto del deseo 4el analista es otro y está en otra

. parte; el analista se preguntará por el deseo del analizado, por el objeto fantamzático que éste persigue; si llega a proponer al analizadQ un objeto ."real" que fije su deseo, la búsqueda quedará detenida, el fantasma se es­conderá nuevamente en el inconsciente,. y el analista tendrá la ilusión de haber ·descifrado el enigma del otro cúando ne> habrá hecho otra cosa que leer en tln espejo el mensaje de su própio deseo. El analizado teµdrá la ilu·

. sión de haber logrado acceso a un conocimiento, mientras que no ha sido más que e~ eco fiel de un mensaje que traduce un deseo que no es el suyo. Lós. dos se habrán dejado apresar en la trampa de la transferencia: · - El analista didacta, por no haber sabido desenmascarar a tiempo lo ati· nente a su· deseo de· "fonnad.Or", lo que arrastraba consigo de recuperación narcisístic;:a, de satisfacción h1>.idinal, de fantasma de maestría .(¿'no es el alumno el único que púede permitirle, sin dejar de respetar en apariencia

· nuestra deontología, ser el beneficiario de una transferencia, demasiado pesada de soportar cuando uno sabe que de ella sólo podemos esperar un efecto de apertura parael sujeto y en su exclusivo provecho?). - El analizado, más excusable pue~ se lo habrá inducido a volver a reco­rrer .un ca.mino que conoce bien por haberlo elegido repetitivamente: la idealiµtción siempre le parecjó más accesiole que la sublimación, y transf e-

*** Juego de pa1abras entre connaissance, "conocimiento" y co-naissánce, "co-na· cimiento" (N. de T.).

/

(

Page 13: El sentido perdido Piera Aulagnier

rir sobre los hombros de otro la responsabilidad del deseo, más fácil que ser único responsable de la elección; la ilusión siempre le ·pareció más humana que la verdad. .

Vemos as( que la permutación entre práctica y texto acarrea una nue- · va permutación: ya no es Ja teoría freudiana lo que se utiliza para la elucida­ción de la transferencia, sino la transferenciá ·lo que . se pon~ al servicio de un sometimiento teó:rioo. Cada vez que el analista, así fuese sin saberlo, se Sirve del poder que le ofrece la transferencia para consolidar su dominio teórico, amputa del campo de lo ~ble una. zona que se verá anexada a su propio campo h'bidinaJ. Si bien es cierto que la función de aiialista invita a servirse del análisis;de la transferencia para pennitir al sUjeto el des• ciframiento del dese<>-ínconsciente, este desciframiento exige que-.todo lo que en el discurso se presenta como.efecto de transferencia pueda sei: de­vuelto al remitente. Es sobre este camino invertido, V\1.elto a reconer P<>r el mensaje, que podrá tener lugar la.inteiprétación. . . .

Todas.· IaS veces que ·el analista se propone como destinatario real y de derecho de la oferta o de una de sus partes; impide ese moviinieuto de retorno, fija el mensaje, hace imposi'ble para el analizado y ~ sí mismo esa lectura segunda que es la inteipretación .. Bn el campo de lo imaginario donde se ·despliega la transferencia; se constituye así un enclave que será abusivamente justificado por ambos participantes eri función de su perte­nencia a un "real" y, .como tal; al resguardo de la acción interpretativa.

Todo aquello que, por la astucia de tran.Sferencia, formule el candidato com<;> ·dirigido. al analista en cuanto encarnación d~ e~ saber, de. ese modelo, de esa maestría que se 1~ imputa, y todo aquell<? que, por paI'@ del analista, venga a responder con un actise de recibo que atestigüe la prjma de placer . que allí encuentra; serán definidos desde ese momento como diálogo extra­transfer~ncial, "real" (¡y, desde luego, justificado!) rvconocimiénto del saber de uno, "real"( ¡e .igualmente justificada!) apreciación· de la aptitud del otro para analizar. . • -. ·

Para preservar el eridave, candidato y analistil enfrentarán una tarea muy difícil: ·ponerlÓ fuem del· alcance de cualqui~r pulsión agresiva. Esta· hazafia, y Ja hay cuando se. considm Ja energía que un psicoanálisis mo­viliza én el campo pulsionat, ilerá alcanzada por dos caminos: .-. -O bien,. por Un c:ontratQ tácito, todo lo que tep.ga ·que ver ron.la

práctica se considémá de entiada cómo algo intocable, algo. que debe e.X-· cluirse de lo analizable del discurso (como coilsecuenc:ia, también se verá excluido lo. que toca más de ,cerca a ese ~seo de ser analista que en un didáctico constituye el punto mayor de ~téncia). ; .

. La agresivida~ sen~ como particularmente peligrosa por el candida­to, qujen temerá la violencia de la retorsión, y µmtbién temida por el ana· lista, quien se sentirá cuestionado en su ser mismo, será desviada en una . buena parte a lo extraanalítico, y reaparec~ como cimiento de los clanes, de las camarillas, de las rivalidades intra e intersociedades. Si esta salida se cierra, si esta deSviación resulta impracticable, veremós cómo hace irrupción la agresividad en el enclave mismo, y asistiremos a una dramática ruptura de la relación analítica (lo cual prueba lo que decíamos sobre el ~cter nó analizable del enclave: la agresividad· sólo puede ser Í1ctuada, la palabra

· ya no tiene lugar). · ·

n 1

- O bien, segundo camino posible,. se estabiecerá ·un stritu qua, "in­terminable" como el análisis del mismo nombre. La relación didáctica -tá­citamente asegurada en su perennidad- podrá permitirse el lujo de un falso cuesüonamiento de sí misma. En 1este Ca.so, lo que se q;>nstituye en enclave es, en cierto sentido, la totalidad del campo: enclave sometido a la pesadez y opacidad de una relación .alienante e inanalizable porque los dos parti­cipantes la justificarán con esta paradoja {y este absurdo) extremo: la rela­ción didáctica y su "pureza" implican una transferencia de trabajo (que debe entenderse como transferencia teórica) que, ;vaya a saber por qué mi-· ]agro, se hallaría depurada de toda escoria transferencial. Una vez más ese "real", con motivo siempre cuestionado por el analista, es requerido como ayuda, es reintroducido en el campo didáctico y servirá como sello de garantía al nuevo "freudiano" o al nuevo "freudismo"; gracias a lo cual el ~ta pasará a ser, para el candidato, ese Otro de él mismo al que delega la tarea de ser sujeto de una enunciación de la que ya no es otra cosa que eco del enunciado. · · · . A1guna8 veces se habló, a propósito del psicótico, de "psicoterapia . de sostén", sin que se supiera demasiado, por lo demás, a quién o a qué cosa supuestamente se sostiene. En el caso presente, de buena gana propondría­mos el térmirto "didáctico de sostén", puesto que aquí, por lo menos, se puede decir qué hay que sostener para ambos participantes. El candidato sostiene la mira de poder del analista; el analista, el deseo que el candidato, de una vez para siempre, ha alienado en su provecho. ·

Si hemos analizado extensamente este tipo de avatar fue porque nos enfrenta con aquello que la relación anaiítica, independientemente de cualquier otro factor1 2 , puede segregar.

. Si I}O existiera ~l deslizamiento inducido por la relación didáctiéa en cuanto tal, poco peso tendrían los factores extrínsecos que derivan de la inserción del didáctico en los parámetros de una sociedad, a la cual pertene~ ce uno y a la cual el otro demanda pertenecer. Opuestamente, si no existie­ran estos factores heterogéneos, si el poder que ejerce una sociedad no · interfiriera a su vez en los parámetros de la experiencia wdáctica, el desli·

, zamiento am'ba h,:tdicado sería un poco menos difícil de evitar. ·Lo que de hecho ocurre es una inducción recíproca que produce

como efecto la exacerbación de un conflicto donde se enfrentan intereses muy diversos. Poder del psicoanálisis, poder de la sociedad, poder del psico­analista, una e~tratla lucha de prestigio viene así a des~ar el campo en el que se desenvuelve nuestra acción y, con o sin nuestra complicidad, llega a desnaturalizarla. · · · . · Ahora bien: esos tres poderes no son homogéneos, y no pueden quedar

agrupados bajo un mismo título. Por poder del psicoanálisis, el más fácil de definir, no puede sino designarse su acción sobre la psique. Está en su poder removilizar la energía de esta última, actuar sobre las fuentes mismas de su ñmcionamiento. En este caso, y con razón, el poder remite al con­cepto de saber:.designa un efecto posible del misnio.

1 2 .. Agreguemos que en cualquier soci~dad se puede asistir a accidentes semejantes. Pero no es~ en su podef evitarlos; es su deber estar advertidas de ellos y saber 9ue pueden favorecer o contener su propagación.

23

Page 14: El sentido perdido Piera Aulagnier

Otra. coSa sucede en los ottos dos registros, aunque también aquí sea . el saber lo que se invoca como justificación. En cuanto al poder de la s<>:". ciedad, en nuestra primera parte habíamos delineado s_us caracteres: .ese; · poder preside la elécción de una opción sobre la fonnaci6n: que se enunciara como proceso de habilitación. En nombre del saber, de la experiencia, de la exacta interpretación del discurso freudialio, cualidades imputadas a

· sus dirigentes, la sociedad impondrá un modelo del que emanará directa· · mente el sistema de funcionamiento necesario para hacer respetar su aplica· ción. Hemos calificado a este poder de teórico-práctico: en efecto, siempre lo veremos referido a una teoría, y en especial a una ''teoría del didáctico" pregonada por el o los legisladores. Por otra parte, no debe olvidarse que esta opción "teórica" produce un impacto directo· sobre·el poder práctico: legisb!,, de hecho, sobre· el acceso al título de psicoanalista; se supone que lo defieride contra las usurpaciones, que garantiza su letímidad. Ya dijimos que se trata de un poder que las sociedades psicoanalíticas no pueden ne· garse a ejercer; es cuestión de comprobar si e~tá al servicio del psicoaná· lisis o de los psicoanalistas.

En este punto ·interviene el tercer factor: el poder del psicoanalista, en cuanto representante elegido por la sociedad y en el cual ésta delega el ejercicio de su propio poder. Tal delegación, como aquella elección, se con· vertirán casi siempre en objeto de una lucha de prestigio, lucha en la cual parece disolverse, de manera ·tan total como desésperante, ese saber sobre la psique que debería ser nuestro patrimonio. .

Tan inquietante disolución se opera en el seno mismo de la función psicoanalítica: el analista que ejerce en su sillón y el analista que ejerce en el seno de una sociedad psicoanalítica como ,-epresentante de su poder, . de su ideal, de su teoría, funcionan en ambos casos en nombre del.psicoaná· · lisis y en tanto que psicoanalistas. i.a fisura que surge entie discurso y acto . en el ejercicio de . la fwlci6n "social";· no puede carecer de efectos en ·et ejercicio de la función "psicoanalítica". En otras palabras. la fisura no se · produce entre dos caras de la función psicoanalítica sino en el propio seno de cada una de ellas: el didacta analizará en nombre de la verdad de una teoría, pero como trasfondo apuntará a defender el sistema que le ase~ sus emblemas de "funcionario"; el "funcionario•• pretenderá representar al

. defensor desinteresado de un sistema teórico, pero como. trasfondo, apun· tará a asegurar la intocabilidad de su poder de "didacta", querrá preservar el prestigio que confiere el número de alumnos formados, la aureola que

• ofrecé en nuestro dominio, el título ·de teórico; en sfutesis, apuntará a la ' . defensa de una práctica a la que quiere proteger de cualquier cuestiona· miento (que de hecho sería su cuestionamiento). ' ·

Fácil resulta advertir aquello que, en el sistema de las sociedades tal . como generalmente· se lo aplica, favorece esa doble fisura. La instituciona­lización de una jerarquía, la multiplicación de los "exámenes de pasaje" . (selección, acceso al control, acceso al título), cuya consecuencia es la mul·

· tiplicación de los poderes y la delegación en los representantes de la soci€ldad de una responsabilidad de la que el candidato se ve amputado cada vez; el . choque en ciertos puntos del recorrido entre el que analiza y el que juzga a un mismo sujeto: todos estos factores no pueden sino contribuir a reforzar los peligros que denunciamos anterion:itente. Pero antes de. decir por qué

24

l quienes criticaron con la· mayor pertinencia ese estado de cosas a su vez tropezaron con escollos igualmente graves, hay que· preguntarse por el sentido. al que remite el enunciado, tan fre~enteinente invocado, de uná ''teoría del didáctico", o de un ''hacer la teoría del didáctico", que fue y sigue siendo, para cierta escuela, el blasón propuesto a sus adherentes.

Hem~ recordado que ·en el áréa psicoanalítica francesa las· escisiones siempre estuvieron motivadas por disensiones en cuanto a las reglas de for•

. mación y por la crítica de sus resultados en el plano del pbder y en la je· rarqUización a· que daban lugar dentro del sistema de las sociedades. Agre· guemos que los reagrupamientos resultantes siempre tomaron como refe­rencia una "teoría de.la~ ... en cuyo nombre se denuncia como escollo· algo que otros definen como condición necesaria y positiva. ·

Lo primero que ha de averiguarse es si hablar de ''teoría del didáctico" no remite a Wl recorte arbitrario, ·que favorece la coartada gracias a la cual el análisis propone como mira de saber algo que es, en realidad, una mira de poder. Llegado el caso,la "teoría del didácticoº no es más que un abuso de lenguaje que abre el camino a una serie de abusos en otros registros.

Nuestra respuesta apelará a la obra de Freud y al capital teórico que nos ha legado. Su teoría -disC?úlpesenos.'la repetición:- propone conjunta· .mente un modelo de la estructura psíquica y el método para sú exploración, . método que ha.ce del análisis de la transferencia su camino real.

Si el modeio ilustra los e•ementos univerSales propios de la estructura . de la psique, el método, lo que llamamos teoría' de la cura, nos pone en cada

. caso frente a una combinatoria singular de aquellos elementos primeros. Esa singularidad que hacía hablar a Freud de "elección" -de ~ neurosis, pero también, más generalmente, de todo tipo tte defensa- es el enigma que se ofrece a la interpretación. · · '

. Nuestra acción apunta a brlnaar aÍ 'srijeto la posibiliciad . de ·hallar $us catlsas inconscientes y subjetivas, a fin. de transfonnar en histona de la que es autor algo que hasta allí estaba excluido del campo de su ·saber y del campo de su dominio.· La elucidación del sentido de esta combinatoria, que ha de ser haDado .cada vez, es lo ·que apuntamos a alcanzar pqr medio del

. análisis del modelo transferenciQI propio de ese sujeto frente a ese analista. · Más allá. de una nosología que se apoya tan sólo ,,n una descripción

sintomática, la cJínica psicoanalítica; si este ténnino pietende poseer un . sentido, deberá aislar una serie de entidades definidas justamente por mo-. delos transferenciales. ·

Por lo tanto. el accionar· del analista remite a una teona de la cura •. única cosa que pe.nnite desprender en cada caso lo específico y lo no SU· pe:rporu'ble. Parafraseando lo que sosteníamos a propósito .de la estructura, diremos que Freud nos legó los elementos universales de una teoría del "psicoanalizar'', y que esa teoría nos pÍ'Ueba que, aun en los casos de diag· n6sticos id6nticos,. existen moaalidades específicas de la vivencia transf e· rencial. Si por ''teóría del didíctico'~~simplemente se quiere seiialar el interés que reclama, para el analista, el· estudio de un tipo de defensa paru· culannente favorecido por la posición de "candidato" del analizado, pensa­mos que ésta es una alegáci6n muy útil, pef9 el ténnino ''teoría" nos párece ambicioso y ambiguo. En efecto, a partir de aquí el analista tendrá que. meditar sobre aquello 9ue la teoría de .la cura le pennite traer a la luz·

25

Page 15: El sentido perdido Piera Aulagnier

como efecto emanado de una demanda que toma "al análisis" como objeto . · y que, con ello, amenaza inducir en él un tipo particular de sordera. . ·

· Si, opuestamente, por medio de una "teoría del (lidáctico" se pretende jemrquaar un sector de la: teoría de la aua hasta hacerle ocupar su lugar· e invertir el orden de precedencia (o sea, pretender que Ja teoría de la cura no es más que una aplicación de Ja primera), pensamos que semejante pro-cedimiento debe ser den'unciado. · ,

· En efecto, para que diCha afmnación tenga Ú.na jiistificación teórica, previamente habría que demos.trar la. verdad de los tres postulados siguien­tes;

1) La relación transferencial vivida por el candidato debería ser dife­. rente de la de cualquier otro analizado, lo cual, implicitamente, equivaldría

a postular la existencia de una "elección" estructural o sontomática especí­. fica de los candidatos y compartida por todos (tendríase aquí una suerte

de nueva entidad clínica: pqdn'a hablarse de histeria, de neurosis obsesiva, etc., de candidato). · .

2) Habría que probar que el analista "que didactiza" no puede hallar en la "teoría de la cura" los elementos que le pennitan entend.er lo que se baila en juego en este caso; si ai¡í fuQm, no ~ trataría de ~cer una teoría del didáctico sµio 4e reinterrogar a la teoría psicoanaütica •. La . sordera parcial que afectaría at analista se presentaría en ,la totalidad de· su campo de actividad. · . . 3) Habría que demostrar que cada vez que aquel que se tiende sobre el diván se presenta como ·un "candidato", el "e$tilo" del análisis debe. quedar modificado de manera particular; lo cual contrade.ciría el ·loable esfuerzo realizado por muchos para reintegrar el didáctico al campo de la c;ura psicoanalítica en sentido propio (esa reintegración es h? único que puede devolVer al didáctico su sentido). ·. . · ·

ConSideramos que estos postulados denuncian por sí nlismos su propio absurdo, y prueban que los abogados de semejante posición sacan prove­cho de la confuSión que para muchos se open. entre lo que pertenece al registro del f unciónamiento y lo que pertenece al registrq d¡, Ja teoría. Ilustraremos esto con dos ejemplos. Hasta 1963, las dos sociedades exiJ.. tentes en Francia adoptaban el principio de una "lista" de didactaS. JamáS se aplicó. ~~e principio en nombre de una ''teoría 4el·didáctico", sino ~ función de consideraciones que apelaban a los conceptos de experiencia,. responsabilidad, conocimiento de Ja ~bra de Freud, etc., o 5ea, en función de razones que podríamos llamar prácticas o experimentales. Puesto que se· pensaba que el didacta puede ser el punto de partida de un "linaje" de analistas, y que tiene una responsabilidad particular en la defensa de la teoría freudiana y su aplicación, se concluía que dicha responsabilidad debía ser patrimonio de aquellos que ya habían dado sus pruebas en la práctica analítica. . .

Las justificadas crítkas que se. formularon contra este principio apela­ban, a su vez, al mismo orden de razones; la expe~~ muestra que la lista servía casi siempre para preseivar, y las pruebas "examinato~" exigidas al futuro didácta solían ser criticables. Las diferentes actitudes· frente a la "selección" nos proporéionarán. otro ejemplo. J'ambién ·aquí las .dos partes se remiten, ya sea a la expe~ncia, ya sea a conceptos teóricos gene·

26 . '

1

rales. Así podemos resumir la posición de los defensores de la selección:

1) El candidato que comienza una cura d_e objetivo didáctico C01tlpro­mete de entrada la responsabilidad de la sociedad.

2) La situación de "alumno en didáctico" puede estar ya amonedada en objetivos profesionales. ·

3) Una vez embarcado en este procedimiento, el sujeto corre el riesgo de escapar a otras medidas de control dejándolas siempre para después. .

4) Por último, la teoría psicoanalítica ensefia que existen estructuras particulannente reacias a la acción de la cura, y de allí el interés por

. desalojarlas cuanto antes.

A lo cual los oponentes -entre quienes nos oontamos- responderán que, de hecho, el "sí" de Ja selección institucionalista de entrada, en nom· bre de la sociedad y como didáctico, un análisis del que sólo mucho más tarde podrá decirse a qué fm apuntaba; y que, excepto ciertos casos extre· mos, Ja teoría psicoanalítica nos invita a desconfiar de los juicios apresura-dos sobre cuál podrá ser la respuesta del sujeto a la acción de la cura. .

También aquí el problema radica en la idea que nos hacemos sobre la función de la SQciedad y los efectos que sus intervenciones pueden tener en el curso de un análisis, exactamente del mismo modo en que nos hemos plánteado, Y seguimQS haciéndolo, la cuestión de las consecuencias que podría tener sobre todo análisis la. intervención de la Segundad social 0 de cualquier organi8mo oficial. lo que se halla en tela de juicio es la teoría psicoanalítica, y no tma hipotética teoría del didáctico.

En este punto nos ~ece imponerse una conclusión: o bien estamos en presencia de un abuso de lenguaje, y la fórmula "teoría del didáctico" só­lo se emplea como sinónimo de una "reflexión sobre la formación" fórmula · esta última que engloba e~ conjunto de reglas, sugerencias, investÍgaciones . que t~ sociedad freudiana, a partir de la teoría de la cura, propone como

.las mas aptas para impedir que el didáctiqo pueda salir de los parámetros propios de una cura .psicoanalítica. En este caso, el· proyecto de "hacer

· una teoría del didáctico" remite de manera precisa a una reflexión analítica muy difícil y muy ·necesaria, sobre lo que es, o debería ser, una sociedad d~ psicoanálisis y sobre las motivaciones propias de sus representantes. ·

O 'bien ese proyecto reivindica un objetivo más ambicioso, se proclama puntO final de un saber de la teoría sobre Ja teoría, y se convierte en el se- ·

· ftuelo gracias al cual es dejada en la sombra toda reflexión sobre la fonna­cióri o toda reflexión ·sobre las sociedades psicoanaüticas, a los que se con­sidera sin 'duda remas un poco demasiado explosivos. · · :

Es interesante verificar de qué manera jugaron los coíiflictos futerso~ ciedades o intrasociedad en esa confusión posible. Cada vez que se cues­tiona el proceso de fonnación, se verá a sus defensores transformarlo de · pronto en sucedáneo de teoría psicoanalítica, y acusar de heréticos a los atacantes: éstos, a su vez, se dedicarán a demostrar que no se trata de posi­ciones teóricas sino de conveniencias prácticas. Las justif'J.Cadas críticas así f~ladas por Lacan y sus alumnos al conformismo y la burocratiza. ción que inducía la instancia internacional, apuntaban a probar que algunos

· de los decretos de dicha instancia no se basaban en ningún postulado teóri­. co, sino que servían para perpetuar un funcionamiento que no se quería

27

Page 16: El sentido perdido Piera Aulagnier

· volver a cuestionar por razones de pura conveniencia pe~rial. · · . Por desdicha, nuestra experiencia en la escuela freu~ de :,arf s nos

demostró que la astucia del poder, como la astucia de la alienacion, nada tienen que envidiar a la de la razón: ponen igualmente en marcha un en­granaje cuya fuerza irrepresible producirá ineluctabl~ente aquello .que constituía su mira última. En nuestro preámbulo rendíamos homeruge a lo que para nosotros significó ei aporte de la teoríá de ! . Lac3;11, la lucide; con que sefialó las trampas en las que se enredaba el psicoanalista; recordá· bamos la justificada esperanza que de ello podía resultar para aquellos que se interesaran por el. porvenir del psicoanálisis .•. y nos interroga'bamos sobre la razón de lo que calificamos como fracaso. .

· A esa interrogación es que vamos a responder. No se trata de poléllll­ca, sino de poner de relieve las contradicciones y_ los err?res que encon~· mos en el proceso de habilitación al títul!> de ps1Coanalist,íl que ha elegido la Escuela fre'1diana de París al votar la ''Proposición del 1 de octubre de 1967" de J. Lacan 13 • Si se . considera la importancia de esta escuela Y el papel cumplido por Lacan en el área psieoanalítica &anc:em• es e~dente que los actos de aquélla comprometen pesadamente el ~estñio del pStc~aná­lisis; puesto que ella ionna, en éfecto, un número conStderable de analistas, plantea a todo analista el problema del riesgo que de esto puede resultar, a breve plazo, en cuanto al modelo que defina, para una buena parte de los futuros candidatos, qué es un psicoanaJ,ista y cuál es. ta función que. éste tiene que aswnir. · · ·

Repetir las historietas que se cuentan sobre las originalidades de La~ y hasta sobre los azares de su personalidad es algo .que sobre todo permite a sus partidarios y detractores ocultarse mutuamente lo esencial de 1;1D. P.~·

. blema que los concierne al mismo título: los efectos de toda te~cion cuando quiere hacerse dogma, la violencia ~sí.· cometida~ sobre la !erdad en provecho de los enunciantes, c~quiera que sea el en~ciado escogido •.

La escuela fundada por Lacan en 1:963, semejante en esto a toda aso­ciación de psicoanalistas. reunió a cierto número de ellos (nosotros inclusi· . ve) que compartían una doble opción: en el registro de la teoría, recono-. cían el valor de la interpretación de Freud a~ por Lacan Y la imF· tancia de la avanzada que su teoría autorizaba; en el registro de la formación, ad.herían a las críticas formuladas por Lacan y consideral?an posi"ble la . . aplicación de un modelo de f onnación que supiera evitar los callejones sin salida denunciados.

Ese modelo supuestamente.al servicio del psicoanálisis, no era una vana utopía: la teorí~ de Lacan sentó un postulado que pennitía, o debió haC:X-· lo abrir el camino a una aplicación nueva del funcionamiento de una socie· chd psicoanalítica. Según este postulado, cuya verdad demostró Lacan de manera ejemplar, el nudo del análisis didáctico (que nosotros ent!n~ mos como ese punto de mayor resistencia cuya superación es lo umco que pennite la tenninación de un psicoanálisis) es la elucidación del deseo de ser analista (o del deseo del analista), que siempre ameruu:a cumplir la función de una pantalla sobre la cual se proyectaría como efecto de" 1;ranS·

U Esa, proposición fue votada por la E.F .P. recién en enero de 1969: esto motiv6 nuestra renuncia.

28

ferencia lo que en realidad es "efecto del analista" (la llamada contratrans· ferencia), y viceversa. Conocer el objeto del deseo del analista, aquello que motiva su accionar: tal es la cuestión que todo análisis renueva para el analista y que todo didáctico háce surgir para el candidato como punto último de lo analizable. De allí, en la práctica, la puesta en guardia contfa · toda ingerencia externa por parte de la sociedad, la éual, decidiendo en nombre del candidato, vendría a cortocircuitar el análisis de su deseo, para no estatuir sino sobre la serie de las demandas que él le dirige.

Pero desde ese momento.tacan enunciaba un segundo postulado cuya contradicción con el primero se fue revelando progresivamente en el propio funcionamiento de la Escuela freudiana de París. Dicho segundo postulado es el de Ja "pureza del didáctico". ESta calificación, .ambigua, merece refle· xi6n, pues autoriza dos interpretaciones. La entendimos entonces, y seguí· · mos entendiéndola, como a~ello que especifica la mira esencial del pro­yecto del didacta: llevar lo más lejos post"ble el análiSis del deseo inconscien· te aprovechando al máximo la relación que enlaza, en este caso,· objeto de demanda y objeto de deseo. . . ·

En efecto; de entrada existe para el candidato una equivalencia entre lo que es objeto de. su demanda (hacerse analista) y lo que puede ser objeto de su deseo. Este cruce, fuente de muchas dificultades, nos parece positivo en un punto: mientras que en lo que llaman análisis ~rapéutico; la satis· facción que en él puede hallar Ja demanda (por ejemplo, la desaparición del síntoma o el acceso a tal o cual éxito sexual o profesional) amenaza ser asimilada por el analizado a una respuesta adecuada a su deseo, y así puede convertirse en la razón de una detención de Ja cura, en el caso de un didáctico la demanda remite directamente al candidato a la cuestión de su

. deseo de análisis •. En este plano no puede haber (o no debería haber) res· puestas parciales posi"bles: el proyecto que sostiene la demanda del candi­dato lo remite de entrada a un deseo de análisis {de analizarse, de analizar)

. . . . que deberá reconocer como objeto de su demanda. Y, puesto .que ese · . .,objeto", o mejor dicho su persecuclón, depende del análisis de su propio·

· deseo inconsciente, se abrirá para él (al menos esto debería ser posi01e) ese acceso a ur.ia demanda de saber que toma a lo desconocido de su deseo como objeto. Esta apertura no es específica del didáctico, pero pensamos· que en esta última relación debería poder h"berarse al máximo de las escorias de que es portadora: en el campo del didáctioo más exenta debería hallarse

· del peso de esos beneficios secundarlos que pueden acabar tomando el prime.r lugar, y modificando la trayectoria de un movimiento cuya meta era. el desciframiento de la psique.

. Di~o. esto, volvamos al 8egundo postulado .de. Lacan y a la ambigüedad . del calificativo por él escogido: ambigüedad porque; dentro del contexto . en que lo plantea14 (el acta de fundación), de entrada instituye al didáctico. como última (de. b~ gana agregarí~os "como única'') proeza. Nuestra elección del término no es casual: a partir de aquí no sólo queda reinstau· · rada una jerarquía de valores sino que, y esto es mucho más grave, dicha 14 En el acta do funclación de J. lacan puede leerse, con respecto a las diferentes

secciones que constituye "1. Seci:lón de pslcoaná1Jm puro -:-o sea, praxis y doc­trinlt-del p&iCOllJlálms propiamente· dicho, ·eJ cual no·es otra ·cosa -Y quedará esta~ . blecido en su lugar- que el psicoa:rlálisis didáctico". .

29

Page 17: El sentido perdido Piera Aulagnier

jerarquía no apunta ya simplemente al gradus analítico sino al acto ana}íti.; co. Entre el primero y el segundo postulado aparece una c1ara antinomia (la "proposición" dirigida a resolverla no ~ más que atestiguar su irre­ductibilidad); en efecto, mientras que el primero denunciaba al deseo del analista, ó al deseo de análisis: como el último refugio. donde podía para· petarse un "resto" escapado del análisis, punto último siempre por rein· terrogar, el segundo olvida las implicaciones que de esto. resultan para el analisia y para la cura, y hace del "didactizar" el sumo emblema ofrecido por Ja sociedad como estímulo a sus mejores miembros. En ~sta sola frase: "No hay más análisis puro que el didáctico", se anuncia ya la falla por la

. que van a introducirse los excesos que seguirán. ·En efecto, tal jerarquización del acto psicoanalítico será entendiqa

como un juicio acerca de una praxis que siempre fue y nunca podrá ser sino teórico-clínica. ·

Si se defme al didáctico como el ºariálisis puro", es difícil reprochar á los adeptos de este principio· que extraigan de él una segunda conclusión: que los análisis de intención no didáctica no son ~ que un subproducto, un ."aproximadamente" que acarreará un menosprecio apenas velado hacia el terreno clínico. ·

Esta jerarquización del didáctico nos conduce a una segunda contra· dicción: en efecto, sostener e~ posición, implicaría poder justificar sus fundamentos teóricos. Ahora bien: es el postulado <te una "teoría del di· dáctico", tal como la enuncia Lacan, lo que viene a justificar, a posteriori, la legitimidad de la jerarquización instituida. Lo que la Escuela freudiana de París propone; y de manera oficial, no es una teoría sino. • • ¡una invi-tación a hacerla! 15

• ·

Y será en nombre de esa hipotética teoría por venir que se impondrán los mecanismos del sistema establecido. Nos enfrentamos, pues, con 'Un falso silogismo que se enunciaría, poco más o menos, como sigue: -:-no hay teoría del didáctico- su responsabilidad incumbe a las estructuras de las socieda­des) nosotros cambiamos las estructuras, de donde: somos los depositarios (¿futuros?) de una teoría del didáctico. ·

Este paralogismo culmina en la ''propOsición" de Lacan, que. no hace inás que exacerbar la contradicción de su punto de partida. En efecto, ese proyecto que, adoptado por la Escuela, estatuye sobre el proceso que de· berá recorrer el candidato aspirante al título de psicoanalista de la Escuela, demuestra de manera iguabnente clara lo que dicho título representa en el . espíritu de Lacan1 6 , y cómo Ja posición que el mismo defiende no se sos-. ·

. .

•15 No conocemos textos de Jacaiú.anos sobre este tema preciso, mientras que su con­tribución a Ja teoría psicoanalítica y a la teoría de la transferencia ha sido muy importante.

16 Pensamos que lo mejor es reproducir aquí íntegramente la parte del texto que se refiere a ello. •'. •. ¿Quién se presenta al jurado de aprobación? Psicoanali· zantes que se _proponen ser reconocidos como A.E. Pues, ¿por qué pretender menos, si se tiene coraje·para ello? El analista de 1a Escuela es, no lo olvidemos, el que contribuye al progreso del psicoanálisis. Por qué no comenzar, desde que se-a• • · . "Por el contrario, hay personas que má/i modestamente /ie contentarán con pro­bane como anali/ita:. Aquí es Ja Escuela Ja que se inmiscuye, y de manera siempre

tiene sino a partir de escisiones arbitrarias planteadas sucesivamente entre teo~ía. Y clínica, reconoc!111iento válido en. el interior de la Escuela y reco­nocmuento por el extenor, ausencia de jerarquía y restablecimiento, en realidad, de una escala de valores que separa a los "modestos" de los "va­lientes", condena del "control" y exigencia de éste para el "practicante".

Hemos hablado de contradicción: en efecto, cómo definir de otro modo la crítica que el mismo texto dirige a la existencia del título de didac­ta en la mayoría de las sociedades, y esa investidura. dada a los psicoánalistas de la Escuela por oposición a los que más modestamente se contentarán

. con probarse como analistas. No basta con cambiar las denominaciones . para que cambie el espíritu de ciertos actos. . · ¿Cómo no tachar de contradictoria una proposición que en nombre de la teoría psicoanalítica, diferencia a los analistas "que co~tnbuyen al avance del psi~o~" ~~ aquellos que, ~n su sillón, tratan de pon_er ~ . prueba la teona p&lcoanal1tica? (nos gustana saber de qué modo "probarse como analista" es una prueba qe modestia ..• ).

. Finalment~'. .oo.mo no encontrar la contradicción más extrema y grave ~ una pr?~c1~? que, en e,t mismo momento en que quiere volver a cues­tíonar Ja 'rutma que se denuncia ·en los demás (con alguna razón p0r .~tra parte), rutina que sería responsable de la desnaturalización·del ~­sIS, ofrece el título de psicoanalista,. en el. sentido en que se Jo entiende en ese text~, e~ nombre ~e una sola prueba: que el Candidato sepa testimoniar

. Jo que significa para el ese momento de particular prueba que representa el fmal de un análisis,. testimonio que lo libera de toda necesidad de este otro, a nuestro entender mucho niás difícil: ~l que se ·refiere a lo que para él rep~esenta el. acto Fco~ítico, es decir, ~ber asumido en la práctica, Y no snnpJ~~te e?.mte_nc_1on, Ja responsabilidad de análizar a otro· sujeto.

!al e~on as1 ~twda entre teoría y clínica nos parece contraria al , propio espíritu de los·textos freudianos y a lo que .constituyó el discurso de J • La~. Per?; como decí~os en nuestro preámbulQ, plantea un pro:.· blema que concierne al funcionamiento de una sociedad psicoanalí~ca,.

P?Siti:va. Esta at?,_buye el título de .A.M.E. sin que haya para eso necesidaa de nmguna postulac1on. · . "Est~ será obra del órgano estable en de:venir,dcl jurado de aprobación. .' · .. X dicho título constituye una in:vitación de la Escuela a presentarse piira la califi. ciondeA.E.

. ..~ro, des~e e~ moll!e:°to, tal calificación sólo puede ser obtenida por interme­dio del testimoruo decisivo de su capacidad. "Es ~e~~ la autoritación de uno dt; sus psicoanaliuntes al título de A.E. La auton_zacion del A.M.E. que lo "fonno" para el mismo título.emana, por· 10 tanto del nusmo hecho. • "Pero lo _que se. presenta para ser A.E. es todo psicoanalizante, én el ·sentido de . que el psi':°analista no se completa sino al volver a serlo en su posición con res­pecto al su1eto supuesto saber. ''.1'ª!'1 el ¡i;iic~alista responsable de! psicoanalizante que haya hecho admitir, Sl aun es solo miembro de la Escuela, esta no puede hacer menos que introducirlo en ~<;s A.M.E., desde donde entonces se presentará a sí mismo al jurado de apro-bacion. . "Se :ve que el interés de esto radica en que el accew a la posición equivalente a lo que en _otra parte s~ llama didacta, no se pierde ya en el tiempo recuperado de la beatitud, Y que incluso se toma muy lejos de suponerla". (El subrayado es nuestro). ·

31

Page 18: El sentido perdido Piera Aulagnier

cualquiera que sea. Nadie puede discutir válidamente el saber de Lacan, su conocimiento de Freud y la extensión de su experiencia. ¿Cómo expli· car entonces el paradójico resultado que pretende ser el punto sumo de su teoría?

También aquí obtenemos la respuesta con el examen de algo que he­mos llamado los avatares posibles del didáctico y del didacta.

Pensamos que ése es el escollo con el que tropezó de manera catastró-fica la Escuela freudiana de París. .

Fascinados por el prestigio de la interpretación de Freud que Lacan ofrecía, los lacanianos quedaron igualmente fascinados por el saber del que Lacan se hallaba investido. A su vez, éste se vio confrontado con una paradoja de la que no es único responsable: mientras que preconizaba el retomo a Freud y a los textos, no supo ver que la mayor parte de sus adep­tos encontraban más confortable aceptar de una vez para siempre su inter­pretación, y se libraban así de la inquietud de reinterrogar a los textos mismos. Se creó entonces lo que hemos denominado una induCción recí­proca: en el lugar del texto sus alumnos prefüieron poner la, palabra de Lacan; rápidamente le dieron valor de ley, sin ver que con ello_ renunciaban a esa "singulari~d" que consideramos exigencia indispensat:?le para el accionar del analista; tal exigencia es lo único que puede poner en tela de juicio lo "confortable" de su posición.

En cuanto al "Maestro", cayó en la trampa de la oferta que él mismo indujo. La tentación de crear su linaje, de marcar con su exclusivo sello la filiación psicoanalítica, no encontró resistencia alguna.

· Desde ese m~ento ya. no se trató para los alumnos de probarse como analistas, de poner a prueba la singularidad de sus escuchas en lo vivo de

·una experiencia analítica, sino de probarse como "analizados'', o sea, de convertirse en testigos del valor de la escucha. de su analista. Es de "su" coritnoución al avance del psicoanálisis (nos referimos a la contrib~ción del analista) que deberán ser la prueba. Con ello, el analizado podrá pres·

· cindir de un concepto. sin embargo muy lacániano: el del ·a posten"ori (apres-coup].****

La investidura al título. de Analista de la Escuela (entendido como lo que en otra parte llaman didacta, y también como el título que en la Escuela lleva el propio Lacan), va a jugarse en el testimonio (a po dudarlo, muy im­. portante) de lo que implica para el candidato ese momento de transición entre la posición de analizado que le pertenece y la de analista que ambicio· na tomar. En cuanto al ·,'a posteriori" que tendrá que experimentar cuando,

. convertido en el ·analista de hecho de otro sujeto, advierta la escasa "beati· tud" que esto supone, cuando e_nfrentado con la responsabilidad de su es· cucha difícilmente pueda refugiarse en el "des-ser" ["désétre'1 1 7 sin arras· . trar catastróficamente en él a su partenaire, dejará su prueba a aquellos que, queriendo probarse como analistas, no pueden, en efecto, escapar á

. ello.

17 Términos utilizados por J. Lacan en el texto antes citado.

****De esta forma se traduce en lo sucesivo la forma apres-coup, concepto'rreudiano· reelaborado por l.acan y retomado por sus discípulos, entre los que se contó la autora de este h'bro (N. de T.).

32

El "psicoanalista" (de la Escuela), que ha pagado de una vez para siem-. pre su tributo al progreso del psicoanálisis gracias a su participación única en la ''teoría del pase"1 7

, podrá confortarse, si no en la beatitud, al menos en la buena conéiencia. En cuanto a los colegas "practicantes'', se les dejará ta tarea de perpetuar la "rutina" de los controles, poner a pnieba su acción pone~ en tela de. jlJicio su saber y sin duda también tá de tranquilizar ai extenor (e~tendido como la sociedad en sentido amplio) .. Personalmente hemos considerado como la más insosteruole de las contradicciones preci· samente a esa división instaurada entre dos tipos de investidura. O bien el control es una fonnalidad abusiva, inútil ·y vacía de sentido: entonces habría que .demo~arlo y. demandar su abolición, o bien constituye, en efec­to, el cuestiona.nuento necesario· de su saber que todo analista debe aceptar· es impensable que queden exentos de él aquellos que como "didactas" po: . sibles tienen la responsabilidad de formar analistas. .

De modo que, gracias a Lacan, quienes habían sido promotores de un movimiento que denunciaba, entre otros, el peligro de asimilar psicoaná­lisis con especialidad médica, quienes pretendieron evitar la reducción del

. objetiv~ anal~tico a un objetivo. ''normalizador" [visée"normalisatrice"], . se fueron ~c1endo defensores de una posición que asimila el acto analítico, en lo que. tiene de más ambicioso, a, una suerte de prueba iniciática y eso-térica, olvidando; que, S?~ cual fuere el' precio que tenga que pagar el analista durante su propio análisis (en des-ser, en depresión o en angustia), no está por ello hoerado frente a· aquel que viene a· demandar que se lo ayude a recu-perar su verdad. · . Este "no e~tar ~oerado" implica que "el progreso de la teoría", en sí

bien deseable, S1ga siendo coextensivo de una repetida puesta a prueba de la experiencia clínica y del saber del analista. · · . ~sí finaliza esta segunda parte: el análisis del intra-muros de los dos tipo~ de ~iedad existentes hoy en día en Francia, lleva a poner en evi­dencm peligros .Y errores opuestos en la (orma pero .igualmente graves en el fondo. Nuema conclusión será breve.

SOCIEDADES DE PSICOANALISIS Y P$1COANALISTA -DE SOCIEDAD

Hemos dicho en la primera parte que es utópico imaginar conjunta· mente la pennanencia del psicoanálisis en. nuestra cultura y la ausencia d.~ t~ so;tedad fonnad~ra. Asimismo, quisimos demostrar que la situa-cion didáctica lleva en sí nusma su propia posfüilidad de destrucción. . . Por desgracia, y más que en otros campos, la experiencia nos prueba ~ue no b~ con saber: ia ironía del destino de las sociedades psicoanalí- . tícas consiste en que_precisa.mente el saber específiep que sus representantes· ostená!Ji sobre el fenómeno transferencial, se disuelve en el momento en · qu~ actúa .sob~ la propia t~tura social. Tal disoluc16n no nos parece un ac~dente meVitable, y ello_ nempre que se den dos condiciones: 1) Que el peligro ~presentad~ por ~ ~o .. , por ·ese "inanalizable" que amenaza escapar a Ja expenencia didáctica sea,.Ja preocupación •primera de todo analista interesado en el problema d' la formación; 2) Que el analista en-

33.

Page 19: El sentido perdido Piera Aulagnier

. '

.cuentre y sepa mantener una cierta .. modestia». Y aquíno estamos ifo­nizando.

En función misma de su objeto, nuestra teoría induce más que cual­quier otra la posibilidad de una fuga hacia la brillantez teórica; estamos más desprovistos que otros investigadores de una posibilidad de experimen· · tación; nuestro oficio. contrariámente a '1a opinión del profano. pone a dura prueba nuestro narcisismo. ,

El mismo Freud soñaba con la posibilidad de una especie de contraprue· ba que Ja ciencia positiva (biológica o neurofJSiológica) podría aportarnos . Este sueifo pone de manifiesto cierto malestar del que el analista no puede escapar; es el precio que se debe pagar por una función en la cual, a la gra·

. vedad de la responsabilidad que ella implica, se opone la imposibilidad de recurrir al consultante, al texto que se adaptaría punto por punto a ese caso, al llamado a un tercero que ·podría decidir por nosotros. Frente· al. éxito o al fracaso de una cura, el an8lista sabe que está solo para responder~ que nadie puede reproducir exactamente la misma experiencia y confirmar

1

o invalidar sus resultados. A lo singular del .caso se opone lo .singular del. 1

analista~ a menos que seamos ciegos, éste es un estado .de hecho que pesa gravemente sobre nuestros hoinbros. Habiendo · renunciado al socorro de Ja ciencia del cuerpo, hoy se ·sueña con el recurso a las ciencias más celebradas: lingüística, matemáticas, lógica.; de ellas esperaremos la ''prueba del nueve" .de .nuestras operaciones.

Sueño bien comprensible y al que todos nos inclinamos. Hay que saber renunciar a él: así se apoye en los grafos de Lacan, o en los modelos de una adaptación social confonne a nonnas bien establecidas.

Renunciamiento difícil, sin duda, y más aún por cuanto también hay que aceptarlo en base a la existencia de un modelo perfecto e inmutable· · de sociedad psicoanalítica. O ·bien los analistas~ cosa que un grupo ha in­tentado hacer1 8 , . tienen la ••modestia" de probarse de manera continua oo· roo .analistas en función y como representantes de una sociedad (lo cual implica un cuestionamiento, también continoo, del grupo, de los efect0s que de él resultan y de los inesperados escollos .que encontrará en su evolu­ción), y en este caso existirán sociedades de pskoamílisis, o sea organismos que podrán pretender que han sabjdo aplicar ·a sí mismos la experiencia freudiana; o bien los analistas huirán hacia el sueño: asegurados de una teoría Sin falla,_ creyendo, ¡por fm!, en la posibilidad· de una "prueba del nueve.. que a cada una ·de sus operaciones venga a decirles "he aquí Ja verdad y he aquí el error", seguros desde ese momento de que este modelo teorico no plantea ningún problema cuando se convierte en modefo "so· cial", asistiremos a fa producción de psicoanali$tas de sociedad, a la acelera­da fragmentación de los grupos existentes, a la creación de sectas, cada una de las cuales propondrá "su" pSicoanaliSta, "su" teoría, "sus" reglas de fonnación; '"su,. modelo: el nombre de Freu~ pasará a ser ta coartada gracias a la cual cada una pretenderá ser la heredera en título, el sello que garantizará su autenticidad.

Así, habiendo vaciado de sentido el recurso a Freud, y habiendC? trai· . .

·u Cf. al respecto el documento publicado al final del número 1 de Top/que JObre el'~oGrupo". ··

34

cio~do el respeto debido a su saber, a su mensaje, el psicoanalista, desam­parado ante una fragmentación que atestiguará Ja falsedad de todas sus pretensiones, tratará de consolarse pretendiendo que no hay más verdad que en la alienación. Sin perjuicio de esperar, en el fondo de sí mismo, que en lo extraterritorial alguien pueda volver a proponer un día, para el deseo de saber del hombre, una meta digna de ser perseguida.

Entre estas dos posibilidades ofrecidas al psicoanálisis, es difícil prede­cir cuál tendrá Ja razón. Parafraseando a Aristóteles diremos. que toda verdad., todo principio, todo acto de buena fe deben y deberán siempre ''ser juzgados por las consecuencias que d~ ellos deriven y sobre todo por su fin •.. " .

. El psicoanálisis no puede sustraerse a esta pmeba, y las sociedades de psicoanálisis todavía menos; en cuanto al psicoanalista, le importará hacer de · ese lema el único credo que él tiene e) derecho y el deber de recitar cada vez que se instala en su sillón, y cada vez que en el seno de la sociedad a Ja que pertenece fWlciona como responsable del porvenir del psicoanálisis.

Page 20: El sentido perdido Piera Aulagnier

n

UN PROBLEMA· ACTUAL: LAS CONSfRUCCIONES . PSICOANALMCAS1 * .

"Silencio y extensión del tiempo valen más que construcción y reme­moración": tal podría ser la inOrateja de las historias analítica8 que ac.tual­mente se' escriben. Perd6nesenos la humorada: si la hubiéramos escrito en forma de interrogación habría illl$ado nuestra propia perplejidad frente a la evolución que se anuncia eil la técnica psicoanalítica y frente al modelo miplícito que de eDa emana. No nos parece que dicho modelo pueda ser

. superpuesto al que se desprende de la obra de Freud; la diferentja· entre ambos represettta uno de los problemas .más actuales que el psicoanalista debe enfrentar. ·

Si bien es cierto que la .totalidad de fa obra ·de Freud. puede .leerse como • la elaboración de un trabajo que da .cu~ta de la experiencia analítica y pone en tela de juicio a toda: definición que pretendiera ser inmutable, ru.>s pareció necesario, para no extraviamos en el dédalo de cuestiones que tal problema hace surgir, referirnos a un texto de 'F'reüd de particular ~encia con respecto a nuestro objétivo: •'Construcciones en análisis". : Dicho texto nos enfrenta de etitrada con tres éUestiones:

escrito. en 1937, representa una de las últimas contn"bUclones de Freud a la técnica psicoanalítica. Los cuatro decenios que lo separan de los primeros escritos otorgan todO' su peso a su deftnición del trabajo del anilllsta, así como a la demostración, en él contenida, de la relación. existente entre su práctica y su ética.3 • ¿Qué sucede hoy al respecto? la· hnportancla conferida al trabajo de construcción halla su razón. J?rimera en la· ñmción de "historiador" que Freud atn"buye al psicoana· lista. la descripción que ~e él ofrece hace surgir la hnagen de la pacieil·

. Texto 'ae dos conferencias pronunciadas en las Facultades universitarias Saint-Louls d~ Bruselas, el 25 y 26 de febrero de 1970.

2 S. Freud, Conrttuctions in A~, Standtiid Ed., voL XXIII. 3 Por este término entendemos el proyecto q~e. subtieJ!de el trabajo del análista.

• "Un probieme actuel: les constructions psychanalytiques", artículo publicado en Topique, nº 3, 1970. . -

Page 21: El sentido perdido Piera Aulagnier

. d lústoria cuyo capítulo esencial habría sido borra~o te reescntura . e ?11ª E .tura· trazada por una mano extrana

la ·amnesia mfantil. sa escn · hist porca la r,._e,_la..--ct"ón detÓd.o sUJ'eto con los comienzos de su proptadi ?" evo 1 w· o de su me o crr-

. ria; que sÓio palueden se~. :=Pd~: e1:'~n~ m:':a que no es la suya. cundante, por go que e ª · . · · ib t ·o de una his· Si en el plano del texto consciente, el SUJeto es tri ." ifiat:l . ·1 fue to~ia que le será proporcionada por la m:!~ !~1t:X,t~n~:~ente? ¿hasta qué punto pu~ .re~edmo~:,~::tde la construcción del psico­¿Hasta qué punto segwra sien

anan:ita~ ud insiste en el rol de garante de la verdad a que esta de!fina­cuan o r~ . d hibe utilizar una sugestión cualquiera, ¿no do el analista, c~ ~ se ~ la transferencia nunca está pura de olvida hab~r escrito !J.1:1";;º :e lantea el problema d~ la repetición toda. esco~ de esela constipOtruc. cl~n J;bido a que ésta "repite" un original que mterv1ene en . ._ y fantasnlático reparto del saber.

. diib . Ja . terrogaci6n que las subtiende: ¿so-. Tras estas cuestiones se q¡a ~ . 6

del · cóanálisis y del trabajo mos hoy capac.:es de fonnular una defuuc1 n psi ue suceda de hecho en del psicoanalista que no qued~ de~entit &:!° q 'dá entre· Ja aÍnbiclón nuestra práctica, .Y que permita.su:ntada con :'~dura reaÍidad" de· un· del discurso teónco Y una F". ndental? ·- .. Sltjeto que no es ni un ser teónco ru.un ser trasce

l. EL PSICOANALISTA Y SU CONSTRUCCION

· ct~ente se aceptan de .manera Uno de los raros post~UC:,~ge la presencia de un analista y de ·

u~~ es elQude. ~e 'éS:.si la razón por Ja cual muchos de nuestros teóricos .un analizado. u:a sea · • ce1 cla de la cura. . · parecen tentados de fonnuJar Ja de~~=r :'uer:! sobre un modelo del

Pero esto su~ndría que noocido . r todos -lo que está lejos de suce-analista y del analizado recon po • · · b" . bié Ja diferencia entre modelo Y sujeto r~ ~· o ien ~er-:, smo tanib. n qi:..a para iodo el mundo, lo cual constituye una meXiStente. o 1en · . . .

utopía. . . . . l analistas no parecen inclinad~ .a creer en utopías. Pues bien, aunque os. . ·clón resulta ambigua. La

tenemos J:i impre:ón .! ::::.. ~:e'.:':1 analista, del 8nali7.a~o vehemenCJa con i: nada ignoran acerca de las profundas diferencias o de la cura, prue. que co1eps ro paraleÍamente parece existir en que lo separan del;e otros inm~ti:1es. un modelo del anal,ista (Freud). cada uno .el deseo • preservar. ué no Enuna von N ••• o Anna O ••. • por un modelo del anali1.ado (por q lllJ

0 se deduciría del encuentro origi·

ejemplo) Y un modetrailolo de ~~ ....... dC::petirse idénticamente (lo que con· nal, poseedor del ~x .,. ..... _ ·

validaría Ja peremuda~ del _modelo). una experiencia primera y las que si-Si el anhelo de -~d entre ue no se ede descuidar el peso de dos

guieron nos parece utópico, es poiq es:': ue nos separa de Freud y distancias que no son puramendete tempart~ de Jos ~dos de hoy en día. Ja que tepua a Anu O.• • ._ ·

.1jl .

La primera es función del genio creador de Freud y de la herencia teórica que nos legó. Si bien esa herencia nos autoriza a proseguir su obra, también nos despoja de un elemento sobre cuya importancia volveremos. ·

La segunda, situada del lado deJ analizado, cuestiona igualmente la iJu. sión de una posible identidad; Creer en el porvenir del psicoanálisis no auto· riza, muy por el contrario, a descuidar los parámetros socioculturales en Jos que aquél encuentra su Jugar. Pero sj algunos de esos parámetros han evoiucionado relativamente poco desde Freud hasta eJ presente, no ocurre lo 'mismo en ese sect()r social donde los efectos del psicoanálisis han desem­peñado un paJ?cl al marcar con su impronta a ése que podríamos llamar "el analizado modelo 1970".

En la sesión, eJ psicoanalista puede poner Ja realidad entre paréntesis; a partir deJ momento en que esa realidad que la sc>ciédad constituye deja de poner entre paréntesis al discurso i>Sicoanalítico, se produce una incJu. sión· C\,lVas repercusiones en nuestía propia téCnica habrá que analizar. No cabe sino. a8ombrarse del escaso interés que estos fenómenos han sl1Scítado

. en general. entre Jos analistas. Pero serla una evasiva arrojar exclusivamente sobre el campo social Ja resporisabilldad de algo que, según los puntos de· vista que, se adopten. recibe el nombre de progreso o de retroéeso. Primero hay que interrogar al psicoanalista y reflexionar sobre los avatares sufridos por el .. modelo" al que Freud se adecuaba y que Je pennitió escribir: ·

"La tarea del analista es reconstituir lo olvidado a partir de las huellas dejadas por éste, o más exactamente construido. Y .serán el momento que elige para comuni· car at paciente sus construcciones, Ja manera en que lo hace, las explicaciones que agre­ga, los que van a enlazar entre sí las dos partes del trabajo analítico, la suya y Ja del paéiente. ·

" ••• Ese trabajo preliminar es paralelo al que se construye del fado del analiza· do ••• todo analista sabe que en un tratamiento pslcoaJll!fítico Jos dos modos de traba·

.· jo son conducidos paralelamente, el primero siempre un Poco adelantado sobre el ~ gundo, que lo alcanza poco a poco; el analista completa un fragmento de construcción y lo comunica al sujeto con el. rm de que ·éste reciba su influencia. A partil del nuevo material que entonces surge, podrá elaborar u~ nuevo fragmento utilizado de In mlSr)la manera·y avanzar poco a Poco alternando así hasta el rmaJ. · ·

•• ••• Si en Jos.informes de técnica analítica. se habla tan poco de construcción, es Porque más bien se habla de las interpretaciones y de sus efectos. Pero me parece · qu¡; el término construcción es de lejos el máSapropiado. La interpretación defü1e una manera de tratar un elemento singular del material, como por ejemplo una asocia· cl6n o un lapsus. .Pero cuando ·se expone al sujeto un fragmento de su vida infantil que había olvidado, se hace una construcción".

Hemos reproducido textuahnente este pasaje porque su claridad no deja lu~ a ninguna ambigüedad sobre qué era_ para Freud el modelo de la ges­tión paicotlllll/ltica, que tiene derecho a esperar el analizado y por qué ra-

. zón sólo éste conserva el privilegio de decidir sobre la verdad o inexactitud de Ja Construcción. Sin prejtizgar' sobre los· resultados en Jos que podrá de- · sembocar nuestra cómparación, quisiéramos hacer notar la impresión de .solidez, el peso de realidad, por así decir, que se desprende en estas líneas · del modelo del analista.

El analista parece máS emparentado con un rudo trabajador afanándose sobre su obra y defendiéndola, dispuesto a arremangarse para ayudar al otro a salir del camino en eJ que corre ~l riesgo de atascarse, que co~o una suerte . de asceta del silencio que observa con tranquilidad el espectáculo que se le '>frece y espera que eJ otro quiera salir de su atolladero, no eXigiendo si-

39

Page 22: El sentido perdido Piera Aulagnier

;::

·, .. ¡,

quiera la confirmación de aquello que podría demostrar la legitimidad de

esa posición. . · did · dri Pero antes de proseguir tenemos que dis}F!:·el malenten º,~ue po a

suscitar el empleo del término "constrúcc1on . opuesto ~. de . mterpre~­ción". Es evidente que ambos forman parte, al mismo tiempo, del trabajo . que incumbe al analista. Nos parece indiscuti'ble que éste se encuentra, en los dos casos, en posición de intérpret~', Lo que, ·a nuestro parecer, ·puede diferenciar los dos términos en la acepcion que Freud les da en este texto, és lo que el intérprete busca poner de manifiesto en uno Y otro caso. La interpretación -y el ejemplo del lapsus. dado .por Freud lo. co~mna- esta­ría del lado del esclarecimiento del f~cionamiento de la psique, la constru~­ción, por su parte, estaría del lado del descifrado de su estructura .. La pn· · mera hallaría su material en el hic et nunc de un dicho (o de un act~do, como en el acto fallido) donde de pronto se deja Ver. cómo ello ~unQJO~, cómo yo [je]** habla, actúa o es actuado ~do el discurso Y la mtenci6n tropiezan con un deseo que se rehusa al silencio. . •

Con ·esta acepción, interpretar remite a la parte del traba)o del analista que, a partir de un elemento singular, descifra las l~es que ~en los p~e­sos prinlario y s.ecundario. Por eso Fre~d puede decir que la mterpreta~ó~. de la imagen de un suei'io, en la medida en que descansa s~~re el análisiS de los mecanísmos propios del desplazamiento y la condensacion, pertenece a este tipo de desciframiento. • . . •

La construcción, por el contrano, y el e1e:qiplo que ~ Freud lo demues . tra4 viene a interrogar una puesta en escena fantasmát:ica que es efecto de · la estructura del deseo y de las leyes que la gobiernan. Su meta es una puesta · ·

en sentido que exige la referencia a un modelo que .dé cuenta de 1! estruc· . tura del fantasma y de la pulsi6n. Esa estructura qwere que el de~o .d~ la.

· pulsión sea apuntar a una eterna satisfacción y ch~car ~n un. prohi~~do igualmente inmutable. Esa puesta en sentido que efectua e!. ~curso d~l aruilista hará que a ]a opacidad del fantasma, a la aparente insignifi~cia 0

al exceso de signíficancia del recuerdo encubridor. venga a sustit~ ese fragmento de la historia pulsional que revela aquello que causó su dest1· no y con ello nos mues~ uno de los avatares sufridos por el deseo. ,,

·La construcción tiene por f"in reencontrar ese "fmgmento de verdad que perte~ece a Ia historia del conflicto pulsional, él ~o fundamento

4 He aquí el ejemplo con~ttui~~ por Fr~ud e_n dicho texto: "Hasta cierta edad se . consideró usted el poseedor umco Ir lnd1scut1do de su madr~! pero luego la lle~da . de otro niño l& causó una grave desilusión. Su ma<Jre le deJo durante cle:tº. tiem­po, pero al volver ya no se consagró exclusivamente.~ usted. Sus sen~1entos para con ella. se hicieron ambivalentes, usted comenzo a dar importanCJ.a a su

¡>adre ••• ",etc.

** La diferencia que el francés permite entre los pronombres fe Y mol (los que a su vez dan lugar a la diferencia conceptual establecida po~ tacan ~tre .el le Y el "" i} puede ser traducida exactamente en castellano, donde solo existe la for· "'º' •no • • i t h d t der- que .. Yo'' ma "Yo". Por ello, en este capitulo y los SígU en es a e en en , .., . t duce a Je· se consignará ''Yo" {mol]" cuando el vocablo frances utilizado sea e:e último. Eno sin perjuicio de prescindir de tal consignaci6n cuando el contex-

to la haga innecesaria (N. de T.).

l . . de la estructura psíquica5

• Su rol es sustituir el. blanco de la leyenda del fantasma J>OI'. la inscripción que estaba inscripta sobre otra escena, enlazar al aparente J?.O sentido de un enunciado la puesta en escena· a la cual de dere­chó pertenece y que el velo de la amnesia había recubierto.

Cabe entonces preguntarse_ si una separación ·demasiado intranSigente· no relegará la interpretación, en sentido estrecho, a un papel secundario en relación con el de la construcción. '

En realidad, no creemos que en el espíritu de Freud haya existido una jerarquía de esta índole, y toda· separación que pretendiera ser radical sería no sólo arbitraria sñio también errónea.

Decir que la interpretación busca poner de manifiesto uno de los ras· · gos del funcionamiento de la psique no debe hacernos olvidar que de esa · operación resulta ún suplemento, y ·que este suplemento representa el ele· mento gracias al cual el analista podrá llevar a buen puerto sus construccio• nes. La ~terpretaci6n de una imagen del SÚefio muestra en qué consiste· el proceso de desplammiento y cómo ñmciona. Pero también indica, para ese

· sujeto singular y en esa historia singulat, lo que constituye la razón no del de8plaumiento sino de los elementos sobre los cuales se ha operado.

Otro tanto puede decirse del lapsus, del acto fallido o del chiste. La in­terpretación del elemento singular saca a la luz, por lo tanto, la singularidad de una elección que nos remite . a una historia que ya nada tiene de univer­sal. La suma de esas elecciones, reencontradas por el añalista en ocasión de sus interpretaciones, permitirá la elaboración de.una construcción que de­vuelva su sentido a una página de la historia del sujeto.

En cuanto a la influencia .que ejerce~ dicha construcción sobre el dis· curso del analizado, la misma se manifestará en la puesta en acción de una

, serie de mQdos de funtjonamiento de los que la rememoración, la asocia·· ción, la negación darán testimonio. Podríamos agregar que la construcción pennitirá al analizadO mterpretar ciertos elementos o ciertos procesos qe su historia actual como r~petición de una historia pasada; y que la interpretá· ción le hará po&'ble remodelar, gracias al descubrimiento de· las leyes del funcionamiento psíquico y seg6n una nueva arquitectura, uiia parte de las

. construcciones por medio de las cuales se contaba la historia de su infancia. · Vemos así ima doble interreacción siempre activa entre interpretación

y construccióñ;entre trabajo del analista y trabajo del analizado.Dicha inter· reacción es la clave de bóveda del "modelo" que da Freud· de una técnica que pretendía ser capaz de enunciar claramente el fin que se proponía: con· ducir al sujeto a rememorar lo que la amnesia infantil había reprimido e in· ducir en él una "convicción inquebrantable" en la veracidad de nuestro tra· bajo. Pero la lucidez y la honestidad que autentificaban esa pretensión, hacían que el pi:opio Freud se preguntara por qué la convicción puede reemplazar, sin dafro en el resultado que se espera de un análisis, la ausencia de relD$mloración. Una última clta. del texto nos permitirá retomar esta cuestión por nuestra cuenta: ·

5 La dualidad pulsional es para Freud el primer elemento de una universalidad que trasciende inclusive lo.-hwilano para englobar a lo viviente en su conjunto. Si bien reconoció el lado hipotético del discurso que apunta a dar cuenta de esa duaJi.d;ad, nunca puso en duda su existencia, como tampoco la presencia de. un sistema consciente y un sistema inconsciente. ·

41

Page 23: El sentido perdido Piera Aulagnier

. ' .... :

~: .· .

"Hay otro punto que quisiera profundizar y explicar. El camino que.resulta de Ja construcción en el analista debería conducirnos hasta Ja rememoración en el paciente; pero no siempre nos lleva tan lejos. Con fncuencia no conseguimos que el paciente 1e­

. memore lo que fue reprimido. Sin embargo. si el análisis fue llevado conemamente, inducimos en él una inquebrantable QOnvicción sobre la veracidad de nuestra construc­ción que desembocará en el IUismo resultado terapéutico que Ja rememoración de un recuerdo. Conoce1 las circunstancias en que esto se pxoduce o cómo es pOSl"ble que lo que consideramos como un sustituto incompleto pueda dar no obstante un resultado completo, todo esto sería tema para investigaciones ulterlom'". .. ·

En cuanto a tales investigaciones ulteriores, Freud no pudo emprender­las: ¿podemos nosotros, treinta afios después, aportar elementos de res­puesta? Al hacerlo, volvemos a las preguntas que nos formulábamos al co­núenzo: ¿qué sucede hoy con el proyecto delanalista?,¿basta qué punto la convicción del anaHz.ado puede ~exenta de tod.o efecto de transferen-c~? . .

11. EL PROYECTO DEL ANALISTA

Si por un lado la construCctón es Ja condición preliminar indispemable para el .trabajo de. rememoración que se espera del analizado, presupone ·igualmente otra que se ha heého al mismo tiempó ineluctable para el analista:. su conocimiento teórico (su modelo, podemos decir) de la obra de Freud7

Está obndición previa r~i>resenta una especie de. armazón primera que él tendrá que recubrir y completar gracias al material qu~ el ~do le apor· te. Que el resultado €'.mal sea una choza, una fortalei.a. o un Jglú, esto no im· pi~ que ciertos eleméntos arquitecturales estén universabn~nte presentes,.

· sin lo cual sencillamente no habría construcción. Inclusive puede compro­barse que cuanto más apunte Ja. CODStrucc;ión ~ combinar entre SÍ elemeJitOS que pertenecen a las experiencias más arcaicas del sujeto, más. recurrirá 81 ·andamiaje teórico y menos podrá contar con el aporte de su rememoración.

. ~ de manera abrupta que la comtrucción a la que puede Ubrarse el analista, concerniente ll .aoontecimientos que pertenecen a la fase oral, ¡corre el grave riesgo de no ser más que un sustituto incompleto ofrecido a la con-­Vicción del analizado y no a su rememoración.

El sujeto, decfam0s~ sigue sieÓdo tributario ~ la memoria y del sáber · · , · matemos en Ja reconstrucc16n que se da a sí mismo de su historia cuando

ésta toca a su primera infancia. No está en sus manos rememorar lo q.ue fue su naclmiento o de c¡u4 modo vivió. su encuen~ -con el pecho. Esa parte de su historia no puede conocerla .sino tomando Préstamos del discurso familiar, al que no puede desmen1ir ni conf'umar. Su única alternativa es,

· o bien aceptarla, o bien. asumir que quedan pásiQás, en blanco. Y ¡)or más lejos que µegue. su ~. hay allí vivencias que estarán' pérdidas para ·

6 Cuando Freud habla de sústitudón entre una construcción y una rememora­ción; sól? ~tá peDsando en lo refeddo ~ un recuerdo aislado; a un fragmento de Ja historia y no -porque esto no tendua sentido en su concepción del análisis­en lo referido a una construcción que slistituyera en su totalidad el blanco del · que Ja amnesia infantil ei responsable. ·

· 7 la a~encia de ~ conllición prewa en Freud y Ja diferencia que ella implica ser.in examinadas más ~e. . · . .

42.

1 ~

siempre, como recuerdo personal, para una rememoración. . El sujeto no puede llenar ese blanco de su historia sino por medio de

W1f1 pala~ra diferente que viene a reconstruir a posteriori Ja hipótesis 'de un pnmer tiempo en que exigió y rechazó el pecho, odió y amó al Otro, rehusó · ~ ac~~ó hacer. su primer don excr~encial. Esta h,ipótesis no es un puro

· e.1erc1eto de estilo o de brillantez teorica, sino algo que quedará construido a partir de lo que se revela en el sujeto como efectos o cicatrices de esas · primeras experiencias. Sin embargo, la convicción que puede acarrear en el analizado no es el resultado de una rememoración en sentido estricto: se s~q~ por reactivar la repetición inducida por la transferencia. Pero repetición y transferencia son armas de doble filo. La repetición en anáJi. sis de las emo.ciones pasadas puede pennitirle al sujeto reconocer, en función de una experiencia que esta vez halla sitio en su discurso, la verdad de la construcción que se le prqpone. Pero esa repetición es también lo que puede · ~cerle aceptar como parte de su historia toda palabra del analista, in.ves·. · tido por la tz:ansferen~ con la omnisciencia de esa memoria diferente que

· había gatantizado al SUJeto que nada de su historia ni de su deseo estaríá perdido.

De esto resulta que cuanto más apunta el proyecto del analista a la com· · pleción de la construcción histórica, más riesgo corre de ·no poder halltr en la rememoración su propia autentificación: de aquí también el peligro para nuestra teoi:fa de caer en la trampa de una aprobación en la cual la transferencia hace las veces de verificación. Si se hiciera el balaitce de las adqu~cione~ teóricas debidas a los. sucesores de Preudª; lo principal sería ~.creciente unportancia dada a lo que ll~an fases pregenitales, y la ambi­c1on de eJa!:>o~ de manera cada. vez más de~da los elementos primeros de l~ expe~~ncm hwnana. Pero si podemos decir, con Freud, que Ja téoría de _las puls1ones reprc:senta nuestra mitología, cabe agreP,r que, fiel en esto a. lá estruct':11"a del mito, encontramos allí la fascinación que ejerce la revela­ción del ongen. Hay que preguntarse si no es lista ]a raron de uno. de los avatares sufridos por el modelo, y si al resultado tera¡}éutico que reivindica· ba el ~ecto de F~e~d no vino.ª sustituirlo un resultado teórico que res­~~de mas a la amb1cion del analista que a la espectativa del artalizádo. Esta última hallará entonces satisfacción en el espejismo de un "saber-todo'" ~de~damente eSpeiado. Pero el analista también se encuentra en posi­~ de espera con r~cto a la "veraeidad" del trabajo de construcción objeto de su búsqueda de teórico. Es cierto que dicha veracidad encontrabá en la rememoración su autentificación por excelencia: desde el momento en que debe renunciar a recurrh: a ella, ¿quién y qué cosa deslindará verdad Y error, convicci61' y sugestión? Este problema se une al de la def'uúción del "proyecto analítico". Después de haber denunciado con razón la orto· pedía. ~dapta~ de ciertas concepciones, después de haber p\l!'stO en t•Ja de ju1ct0 el tennino "terapia" aplicad~>. al psicoanálisis, se tiene lá impresión de que para una parte de los analistas el proyecto que. subtiende su práctica . se confunde con una búsqueda metafísica sobre el origen·y la estructura.

Esa búsqueda puede justificarse teóricamente; pero :no. consigue fundar

8 F.sto ~e tanto para la teoría de M. Klein como para la de i. Laan,·a qui~nes :1-e debe el lado positivo del balance. .

43

Page 24: El sentido perdido Piera Aulagnier

una praiis que no puede ignorar lo que espera _ese otro (el ilnaliiado) que comparte la experiencia. El· hecho de que el analista se niegue a convertirse en una especie de ortopedista de la Psique nos parece conforme con su función, pero que denuncie toda intención terapéutica como' una escciria que hay que eliminar nqs parece el resultado de una ambigüedad. Lo cual no significa que haya que asimilar el psicoanálisis a cualquier otro trata· mienfü en el sentido médico del término, sino que no se puede borrar de un · plumazo ese "suplemento" que representa la curación9

• El ténnino "cura· ción" debe ser· entendido como el desenlace de un proceso que apunta al retomo de una verdad que permita al analizado renunciar a los sefiuelos y a los beneficios secundarios de su sintomatología .. Si seguimos ·pretendiendo, con Freud, que hablar de "resultado terapéutico" no tiene nada de ofensivo, . sino todo lo contrario, para el proyecto del psicoanalista, es porque tal resul• tado sigue siendo uno de los eteinentos que prueban la legitimidad de nues· tro trabajo. Que ese resultado no sea tan indiferente para el analista como a veces quiere hacerlo creer, esto nos parece indirectamente demostrado por el problema que plantea el final de una cura. Cllalesquiera que sean la orto· doxia y la habilidad del analista, es inherente a su método privarlo de lo que constituiiía la prueba ideal del éxito de un psicoanálisis1

<> : la seguri· . dad de que él Sujetó analizado ºnunca volverá a· ser víct]Jµa "de ningún otro conflicto" 1º. Si bien con el término ''trabajo" definimos la totalidad de nues4"a acción, es evidente ·que, a decir verdad, .el juicio sobre su eficacia

· en lo esencial se nos escapará siempre. El devenir de ese trabajo, su destino una vez que hemos estimado que ha llegado a su meta sigue siendo, para el analista, una interrogación. Excepto el caso en que la reanudación del análi· sis .nos permite ver qué cosa había quedado en· suspenso, no p0demos sfuo formular hipótesis, porque su no reanudación. en. ningún cas0 puede hacer las veces de prueba. De•allí que sólo el analizado posea la respuesta acerca del punto inás esenc~ de nuestro trabajo, es decir, el final del análisis como tenninación de una construcción. El analista tiene que poder hacer el duelo

··de esa llltima verificación: ella no puede sinoºsegüir siendo ''faltante". Cabe. preguntarse si esta "falta" no es más difícil de soportar cuando el analista renuncia cada vez más a valorizar lo que pertenecía al orden de la "cura· ción" para sustltÚirlo por el mito de UD posible saber sobre el origen, en CU•

ya búsqueda todo analizado estaría dispu~sto a sacrificar. un· "tiempo intermi· nable" .11

• Así, dicho "sacrificio" pasaría a ser la prueba por excelencia del .valor del proyecto, con el Corolario de la· presentjil, también intennina· ble, de aquél que en cada sesión prueba al analista que hace suyo su modelo de la cura (coino su modelo de fin de cura o de no-fin de cura ... ).

9 la "curación por añadidura" es una fónnula debida a J. Lacan .. El empleo que a veces se ha hecho· de este enunciado prueba cuán fácil es entender mal cuando el malentendido sirve a beneficios secundarios que a· menudo se toman "pri· · marias". ~ . ·

10 Cf. al respecto lo que escnl>e J'..reud en Anlzlids terminable e interminable. 11 Cae de su ·peso que no estarnos cuestionando el evidente no-fin del trabajo de

a u to análisis al que puede consagrarse el sujeto, sino la duración de la relilci6n analítica, experiencia que exige la presencia de un analista y una de cuyas metas debería ser la posioilidad, para el analizado, de· retomar por su cuenta la prosecu- · ción de Ja búsqueda. · ·

44' ·I

El analista se ahorra así esa ''falta" que aspira a que el a posteriori de la experiencia pueda por sí sólo darle su plena significación, y también se ahorra el duelo de un no-saber sobre el destino de su trabajo. Pero olvida que el precio a pagar prueba, sin ambigüedad alguna, el fracaso· de su cons­trucción teórica. En efecto, en este caso el analizado demuestra que el no-fin de la construcción supone la repetición de un fantasma de "saber-todo", y no es posib]e sino porque la transferencia permite al analizado enajenarse . en el deseo del analista. Pero, .ya sea que hablemos de construcción o· de in· terpretación, que nos proJ:>ongamos descifrar los elementos de una estructu­ra o las reglas de su funcionamiento, hoy parece evidente que ese trabajo descansa en la posesión, por parte del analista, de una condición previa,· el ''ya-ahí" de un triple modelo de. la estructura, del funcionamiento y de la cura, al que ·se remite implícitamente cada vez que analiza, que interpreta o que construye. A esto nos referimos cuando hablimos de la herencia que nos legó Freud.

.¿Pero qué hay de esto para el creador de los modelos? No es cuestión de encarar un tema fr~uentemente tratado por los analistas: la historia del descubrimiento freudiano. Digamos simplemente que la posición de Freud analista tiene una particularidad que ya no está en nuestras manos repetir: el resultado de su trabajo de construcción y de interpretación era algo que, conjuntamente, en la unidad de la cura desembocaba en la elaboración de un análisis, y en el plano del saber conducía a la elaboración del psicoaná­lisis. La interpretación de una imagen onírica, de un lapsus, de un chiste, se tomaba poco a poco mterpretación del lapsus, del suefio; del chiste: La construcción de la escena primaria a partir del suefto narrado por el "Hom­bre de los lobos" se volvía construcción del concepto de escena primaria, y la reflexión sobre la historia de una cura se hacía modelo de la infraestruc­tura de toda cura (o sea, la teoría: de la transferencia).

Hay ihgenuidad y megalomanía cuando se pretende que el analista (¿hará éste de cada cura, como idealmente debería, una experiencia de la .. que espera la validación de ~a teoría indefinidamente cuestionada?) está en una posición idéntica ·a la de Freud. Si bien es cierto ·que para noso­tros es posible reconstruir con un sujeto su historia, ya no lo es tanto construir la historia del sujeto. De modo que,_ en· este punto, la distancia que nos separa de Freud sigue siendo irreductible. Verificamos un modelo, no lo creamos.

Nuestra insistencia en la existencia de tal distancia no proviene de un afán de modestia, sino de lo que ella implica en cuanto a la técnica analí· tica y de las modificaciones en ella inducidas, comprendida esa suerte de desvalorización que parece afectar al término mismo: "técnica". .

Seríá. mteresante preguntarse· cUál es el lugar que hoy se concede, en el -sis, a la rememoración y a la construcción. Si formuláramos la pre· gunta. a los analizados que se levantan de los diferentes divanes, no nos sorprendería comprobar que una parte confesaría que hubo poca rememO· ración, en el sentido preciso que da Freud a este término; pero que son muy capaces de- damos y de darse una construcción que recubre la totalidad

. d~ su hlstona .. ¿Acaso los decenios que nos separan de Freud habrían desem· ~ocadó .en 1in refuerzo de la resist~ncia a rememorar? ¿o bien debemos .buscar la razón d~ ·.esto en la técnica analítica y en la posición del analista

45.

I_.-

1--

Page 25: El sentido perdido Piera Aulagnier

en cuanto heredero de wia teoría? . Agreguemos que si bien todo analista se preserva de construir a priori

la historia de un sujeto, si bien conoce el peligro que implicaría reducir la singularidad de una historia a los elementos .de ~ hlst~ univ~rsal, ~? es menos cierto que a partir de lo que llaman 1os cmco p~eros ~1?utos , en su mente puede elaborarse una especie de construcción. Es bc1to pre· guntarse hasta qué pwito la construcción del modelo histérico h~redada de Freud no amenaza con sustituir la construcción que él11ropondrá para el discurso de un detenninado histérico particular. ¿Es acaso para precaverse contra este peligro que el analista es llevado a privilegiar cada vez más su propio silencio? ¿O este silencio debe entenderse como el resultado de una complicidad no ·confesada, existente desde el principio entre ~os. cons~c­cíones: la del analizado y la del analista, que encontraron a pnon su valida· ción en el modelo fréúdiano?

Entre el ideal de una rememoración sin falla, jamás realizable, Y la au· sencia de rememoración, no hay simplemente una distancia, sino en verdad la separación de dos técnicas, de dos estilos y quizá de dos teorías del aná· lisis. . .

· Cabe también preguntarse qué cosa esperamos de la verificación por parte del analizado, a partir del momento en que la verdad de la c~ns~c­ción y de la teoría freudiana se ha vuelto para nosotros una evidencia. Una respuesta posible sería decir que el objetivo del análisis.es dar al analiza. do el medio para verificarla por ñ mismo1 2 • Este objetiv~. t~óricamente

· compartido por el analizado de ayer y de hoy nos penmtira abordar la otra cara del problema, es decir, la relación que mantiene, una pa:te de los analizados, parte que parece ir en awnento, con la teona freud1ana y su construcción del aparato psíquico. . · .

Digamos que si bien es cierto que la amnesia infantil no pierde sus de­rechos no lo es menos que en ciertos sttjetos encont~emos no un blanco·

\ en su hlstoria sino un texto que viene a recubrirlo. Ese texto repite la hls· ¡ toria de Edipo o, si se prefiere, el texto freudiano que cuenta la historia

{

1

de la infancia, no de ese sujeto sino del S1Qeto. En otros ténninos, ~parte ! de los analizados posee a priori un saber que podr.ía expresarse as1: por un

lado, el sujeto conoce la existencia de Ja amnesia infantil; por el otro, cree

\ saber las razones de su existencia y su función, lo que hará que a los blancos

, de su hlstoria pueda sustituirlos el anonhnato de un t~xto·que la cultura ha l institucionalizado como discurso científico. \ No podemos subestimado que esto implica, y sería tan erróneo redu­~ cirio a un puro actó de defensa como ver allí una victoria de la verdad que·

circula .en nombre del análisis sobre los mecanismos de represión. Creemos que esto debe ser pensado como uno de los éfectos del'descubrimiento freudiano y de su reconocimiento, y que ese efecto debe ser incluido en toda reflexión sobre el presente y el futuro del psicoanálisis y de sus apli-caciones. .

A partir de estas comprobaciones, podemos retomar nuestra pregunta: ¿qué resulta de esto para el analista t para el analizado en el trabajo que se

12 Podemos afümar que esa prueba, cada vez que está presente, autentifica plena­mente que un análisis tuvo lugar.

46

reparten? El hecho de que ese rasgo particular de algunos analizado~ de hoy no ·pueda aplicarse más que a una parte de ellos, no debe hacer olvidar- que su número sólo puede ir en aumento, y que ell general representan a aque­llos sobre quienes pesa la responsabilidad del futuro del análisis, es decir,

. aquellos que emprenden esa tarea con la perspectiva de llegar a ser, a su nalist 13

vez, a as • , · . •. . _ • ¿Hasta qué punto tendremos to<lav1a la suerte de oir .un lamas habna

· pensado en eso"? 14 ; ¿acaso podemos llegar a decirlo nosotros mismos, frente al descubrimiento de fü singular de una historia?

A partir det momento en que analista y analizado buscan y encuentran en los textos de Freud un modeló conceptual de las leyes universales de Ja estructura psíquica y de su funcionamiento, uno y otro sentirán la tentación

· de reemplazar lo singular que hay que _encontrar, por un universal que ya se po~. El trabajo que exige un análisis arriesga proseguir~ ent~?ces sobre dos caniles paralelos que no tendrán otros pwitos de art1culac1on que los de la identidad del postulado de comienzo y la identidad de la construc­ción final. La elaboración del analizado será ahora para el arudista tan sólo

. una lenta y fastidiosa construcción que viene a repetir lo que cree haber sabido siempre. Para el analizado, será aquello con lo cual él reemplaza su

. propia regre$ión gracias a los elementos de una historia que, aunque univer~ sal. no es sustituible tal cual por la suya propia. . .

Admitiendo -esto felli:mente se ve- que uno y otro escapen a la ten· tación, hay que preguntarse cuál es el ptecio que debe·pagarse y cómo modj-flcará ese precio nuestra manera de conducir una cura.. . . . _

Con esta óptica abordaremos un problelI1a qui'. en los últimos anos tuvo el privilegio de ocupar el primer puesto en muchas discusiones,. en muchos trabajos: el del deseo del analista concebido como punto neurálgico del desarrollo de una cura. No puede discutirse que se trat\ de un problema

· esencial, pero cabe. que nos preguntemos hasta qué .punto -lo que no ,le resta nada de su imPQrtancia, al contrario- no ~nstitUye algo que podna· mos denomiñar un problema actual (según la acepción, en Freud, del ténnino "neurosis actual"). . . · ·

Si pensamos en Freud, ·tenemos la. impresión de que el proyecto que subtiende su búsqueda y su gestión de analista es :menos enigmático de lo . · que a veces se. cree. El ténnino deseo debe seguir remitiéndonos, por ciertQ~ . a su lugar de origen, el inconsciente, pero no podemos descifrar su enigrná sino por medio del análisis de lo que él instrumenta en el registro de las motivaciones, de las acciones, de las pasiones. tal como se dejan ver en la existencia del sujeto. · ·

El informe de un psicoanálisis conducido por Freud nos muestra en­tonces la pasión (ténnino que nos parece justificado) que lo anima cuando

13 Podemc., y debemos preguntarnos hasta qué punto. el creciente po.r~entaje de . estos últimos en :'la' agenda de una parte de los analistas, y particularmente

de aquellos que se interesan pór la teoría, o que se supone lo hacen, no· ~a.lsca eier· ta visión del análisis; nosotros mismos nos hemos planteado la cuest1on .• Pero, aunque así.fuera, esto no haría más que reducir el alcance de lo que estamos atirinando y no lo haría falso por ello. · ·

14 Frase en .la que Freud.ve la confirmación por el analizado de la verdad de la in-· .terprctación.

47

Page 26: El sentido perdido Piera Aulagnier

se inclina sobre un discurso, sobre un síntoma di! que espera que el análi- . l sis venga a aportar una piedra al edificio que construye. Saber_ lo 9ue tiene ' que ver con la psique, tal es el objeto de wt deseo que en él Jamas se des-

. miente, y que incluso parece exacerbarse a todo lo largo de su vida. . · Pero es preciso buscar más allá: ese deseo no puede ser separado en

Freud de una interrogación siempre renovada sobre el psicoanálisis en cuan­to método que al analista y al analizado les otorgá acceso ·a ese saber. Por .no haber renunciado nunca a proclamar la supremacía de un conocimiento de sí mismo s0bre la ilusión, Freud pudo seguil:. si~ºdQ fiel • .sin.falso .pudor ni subterfugio, a un deseo. decuriir en. eLcuiiJYe(a el.~omtiruaje _qu:_~s!Jl y analizado rendían a la verdad, la derrota .que jnfJ.igían a la i1usion y. !l. !it_ alienación.

Deseo de saber y deseo de curar: a ellos debemos el nacimiento del psicoanálisis; y si éste no resultó la experiencia de un solo hombre fue por­que para cierto número estos dos deseos pudieron seguir preservando una alianza que asimila acceso a la verdad y acceso a la curación (en el sentido psicoanalítico que es lícito dar a este término); comenzando por aquellos que vienen a demandarnos un saber que no representa un puro lujo intelec-·

. tual sino un bien que les permite vivir. ' Pero aunque sobre este punto pueda hallarse cierta continuidad, hay

otros sobre los cuales el efecto del tiempo se ha hecho sentir, modelando de manera particular la conducción actual de nuestras curas. Si intentamos comparar lo que podemos deducir de los textos relativos a los análisis conducidos por Freud y sus primeros alumnos, con lo que sabemos sobre lo que hoy sucede en los análisis más ortodoxos, podemos formular algu­nas comprobaciones bastante generales: una muy acentuada prolongación de la duración media de la cura psicoanalítica, prolongación. que .a veces hace surgir el espectro del análisis inteJ?llinable; una actitud cada vez más reservada por parte del analista en su contribución a las construcciones y a la interpretación; la creciente dificultad con la que parece chocar cuando se trata. de dar una def"lllición de los criterios· de f"mal de la cura;· cierto de­sinterés por fa investigación clínica en favor de una indagación teórica cuya aplicación clínica a veces ya no se advierte.

En cuanto· a los analizados, puede observarse, al menos· en Wla parte de ellos, una toma de posición que nos parece llevar en' sí misma una con· tradicción. Hemos dicho que el sujeto que viene a demandarnos un análisis parece a menudo haber adherido a priori a una construcción teórica de la psiq11e que implica la aceptación de una serie de conceptqs tales como · inconsciente, represión, complejo de Edipo, castración, a part~ de los éUales · habrá de elaborar cierto modelo del funcionamiento psíquico.

¿Cuáles son Jas causas y los efectos de una adhesión sem~ante? Dentro del registro de Jas causas nos parecen esenciales dos factores: . . · .

1 º) La sugestión, en el sentido estricto del término, que· ejercen el dis­curso científico y el mito de la omnipotencia de la ciencia en nuestra cultu· ra. Esa sugestión haee que todo discurso que se proclame científico se vuelva ipso facto, sin necesidad de su puesta a prueba, verdad intocable. .

2º) La dominancia en el sujeto de una ilusión de poder y de omnipo­tenciá que nuestra época ha exacerbado en el mismo momento en que le permitía hacer del objeto científico su nuevo soporte.

48

Si consideram0s lo que de esto· resulta, nos parecen capitales. dos consecuencias: · ·

· 1.- Por una parte, quedará favorecida la proyección pretlansferencial sobre el analista, de un saber cuya extensión y' potencia son proporcionales a la fueri.a de la ilusión que el 819eto quiere preservar;

2.- Por Ja otr;a, uria contradicción que hace que de manera paradójica hoy sea el analizado, o mejor dicho el futuro analizado, el que viene a cues­tionar el paralelo existente para Freud entre acceso al Saber, acceso a. la verdad y acceso a la curación. Así, hemos hablado de contradicción y de paradoja, pues esta posición nos parece servir especialmente a las defensas neuróticas, y pensamos que en sí misma lleva su propia renegaCión.

Si bien es cierto que en una parte de quienes. vienen a consultarnos a veces es trabajoso aislar una sintomatología clásica, no lo es menos que lo que hace sus veces, y a·mentido los propios síntomas, parecen·interpretados de entrada por el analizado, como consecuencia de una neurosis que ya no es considerada como el accidente sobrevenido en el transcurso .de una exis·

· tencia sino como la existencia universal del accidente neurótico. En otros términos, la interpretación que el analizádo se da de la teoría ~

freudiana le permite no advertir la contradicción inherente a una posición que por una parte reniega del síntoma como portador de un mensaje parti­cular que hay que . descifrar y; por la otra" hace de toda sintomatología JI

ta· prueba de' la universalidad de un mensaje neurótico cuya razón esencial 1 sería la de que el hom~re es un ser hablado por el lenguaje. \

. El analista, al funcionar como tal, se verá enfrentado con una situación \ nueva, cuya primera consecuencia será' que toda construcción que se pro- '> ponga 'al analizado Corre el riesgo de ser entendida como confmnación de r lo que su.estructura P,Síquica posee de universal, y de ser empleada para re- ! forzar las resistencias que se oponen al retomo de un reprimido que es es- j trictamente individual.

En el plano de la interpretación el analista encuentra la misma difi. cultad. El analizado favorecerá todo aquello que, en Ja interpretación, se remita. a las leyes ge~erales del funcionamiento, leyes que ya ha hecho suyas; por el contrario, se dedicará a minimizar todo aquello que apunte a la singularidad del elemento interpretado.

Pues bien: este tipo de resistencia puede ser particulannente difícil de dem'bar. En efecto, se sirve de annas que, por así decir,nosotros mismos le hemos. pro1>9rcionado. Se le puede dernostrar a un sujeto que su negativa . a creer en hi .función del lapsus es desmentida por los términos .que inter­vienen en el lapsus que ha cometido. Pero es más difícil demostrarle que

·cuando nos interpreta su lapsus afirmando, por ejemplo, que si ha dicho que no quería irse cuando quería decirnos que ya no .quería venir, es por­que probablemente desea quedarse, no hace más que aplicar un esquema que le sirve para eneubrir de qué lugar quiere irse y en qué lugar desea . quedarse. Y esto resulta más difícil· porque al hacerlo hace uso de una. verdad parcial que no puede ser simplemente denunciada como error y que le sirve para cerrar la cuestión que el lapsus habría hecho surgir en él.

Tenemos que destacar el Jado confortable que puede ofrecer al analis­ta una actitud semejante si no tiene cuidado con ella. Se ve ofrecido en ban­deja de plata lo que su trabajo tenía la tarea de hacer surgir peno~amente.

.d.Q

Page 27: El sentido perdido Piera Aulagnier

·:,

.;_,

Pero de manera opuesta y con mayor lucidez, puede ver en lo que sucede la nueva forma que cobra la armadura neurótica, y ello con el fm de despo­seerlo de un trabajo que también era el soporte de su proyecto.

Pero en· ambos casos, cualquiera que sea la interpretació~ que el ana­lista se dé de este comportamiento, al modelo de trabajo analítiCo tal como Freud lo proponía verá sustituirse el modelo al que antes aludíamos. Tiem­po y silencio poseerán un .espacio cada vez mayor en la <;e>nducción de nuestros análisis. En el primer caso, porque analista y .ana1izado adlúeren de hecho al .mismo mito sobre la adquisición mágica de un saber que ya no necesitaría ese penoso trabajo que conduce al sujeto desde el borde del error al de la verdad. El deseo de preservar la omnipotencia imputada a ese saber Ueva a ambos participantes a esquivar indefuúdamente la prueba que representaría el fin del análisis. En el segundo, porque el arialista siente que su trabajo -construir e interpretar- viene efectivamente a influir, como decía Freud, sobre el analizado, pero esa· influencia se manifiesta en especial como refuerzo de una construcción defensiva que hace de _él su material por excelencia. Pondrá entonces silencio y tiempo al servicio del deimantelamiento de las defensas, y esperará. para construir o para interpretar, a que el analizado haya podido darse cuenta del escaso éfecto que puede esperar de su recurso a esquemas upiversales que le sirven para . encubrir aquella parte de su propia historia que quiere ignorar. .

Si esto es lo que sucede, cabe preguntarse por qué motivo. en el mo­mento en qué el problema de la técnica se toma ·particulannente agudo, una buena parte de los analistas parecen relegarlo fuera de su -campo de reflexión y convertirlo en una suerte 4e subproducto ofrecido como máxi~ mo al debutante. ¿Habrá caído el propio añalista en Ja trampa de una construcción a priori .incomnovible del modelo técnico, modelo · que no quiere cuestionar? ¿O bien el problema es. demasiado ¡¡ctual y el analista no ha tomado la distancia necesaria para darle una respuesta?

De tod.os modos, no podrá ignqrarlo por mucho .tiempo. A partir del momento en que se debe reconocer que algo se ha movido en el sistema de las defensas, que lo que sucede en el campo ~ los añalizados ya no se puede superponer a lo que ocurría en tiempos de Freud -y esto vale tam· bién para l9s analiStas-, deja de ser pensable· que ppdamos subestimar las consecuencias resultantes sobre Ja puesta en práctica de lUla teoría,, ni sopre el modelo técnico al que ella se remit•· Si se mantuviera wi stam quo de esta índole, debería ser interpretado como Ja nueva forma que ha­bría cobrado Ja armadura neurótica, esta vez del analista, y a breve plazo no podría sino producir nefástas consecuencias para el porvenir del psico· análisis. . , . ·

Aunque debemos reconocer que por ahora la única respuesta es la pro­longación del tiempo del aDálisis y u.na prud~te reserva en cuanto a las. construcciones o a las interpretaciones a darse. es preciso advertir que nos hallamos más del lado del ~'bricolage .. que del lado de una reflexión teóri­ca. Por otra parte, no deben subestimarse los inconveñientes de un bricolage de este tipo. . .

La actual. duración de los análisis plantea un problema con respecto a la gama cada vez más reducida de personas a las que pueden aplicarse. .

Por lo que se refiere al analista, éste no puede acantonarse, sin correr·

so

l el riesgo de una segura esterilización, en una posición de espectativa pura y simple y en un silencio "mortal".

Hacerse preguntas no equivale a dar respuestas, pero es una condición previa indispensable para toda posibilidad de hallarlas. Concluiremos estas reflexiones sobre el modelo y la construcción con un ejemplo clínico que aunque constituye un caso límite y bastante particular, nos servirá como ilustración. ·

111. THOMAS Y SU CONSTRUCCION '

El calificativo de "límite" aplicado a alguien que llamaremos Thomas, se justifica por varios motivos. Este sujeto nos planteó; más que otros, el problema de los, límites de nuestro saber teórico y clínico, así como el de los límites de Ja:mdicación de análisis, una vez que nos negamos a recurrir exclusivamente a la referencia nosográfica. Agreguemos que constituyó .el ejemplo hablante de lo que una referencia de ese orden puede tener de vago y ambiguo, si de ella se espera la obtención de un etiqueta que pemú­ta élasificar al sujeto en un marco que daría testimonio de la habilidad del clasificador. El colega qué nos había hablado de él antes de enviárnoslo, nos había hecho pensar en una estructura perversa, y es verdad que en su historia aparecían conductas fetichistas. En las primeras entrevistas que mantuvimos con él, la rigidez, la precisión, el tono de su discurso, la pre­sencia de rituales de reaseguro, cierta frialdad, hablaban en favor de un sistema obsesivo de defensa antiguo y muy bien consolidado. .

Pero con igual claridad habían aparecido elementos interpretativos relativos a su director, del que sospechaba que oía todas sus comunica· ciones telefónicas, y de quien se pregwitaba si a veces no lo hacía seguir con el fm de penetrar el misterio que él, Thomas, representaba para su superior jerárquico. Paralel¡uúente a estos "elementos", existía una certidumbre inquebrantable en una construcción delirante relativa a su relación con Dios. Tenemos que detenemos un instante en esta construcción. La cer·

. teza de Thomas concernía al conocimiento que pretendía poseer ·sobre el deseo de Dios a su respecto y sobre los errores de los que dicho deseo era responsable. El primero era el de haberlo creado "homosexual", el segUndo, creer que él habría aceptado ese veredicto, el tercero, no haber comprendido que en realidad era Thomas quien guardaba en su manga la última carta, ya que con su suicidio probaría a Dios que se equivocaba y que no podría sino lamentar eternamente ( ¡sí, se trata de Dios!) haberse extraviado tan profundamente. Dios .es para Thomas lo bastante poderoso y lo bastante poco razonable (bastante Ioco, dirá) para impedirle tener acceso a la mujer, pero no.lo bastante para obligarlo a amarlo y a reconciliarse con él. Podemos reconocer aquí· ciertos acentos schreberianos ... Agreguemos que a los 28 años Thomas ~unca tuvo una experiencia sexual (ni hétero ni homosexual), y que da la impresión de que considera a la homosexualidad éomo un desti­no que le es estrictamente singular. En realidad, ella es la marca que lo designa como el elegido perseguido por Dios, el único objeto de sus desig­nios, lo cual prueba que Thomas es el único ser hwnano que conoce en ver­dad y en su propia carne el enigma del deseo de Dios. Cosa que él demuestra

51

Page 28: El sentido perdido Piera Aulagnier

. ::•

con el interminable "proceso" que intenta contra sus ministros: Thomas vi­sita sin cesar a sacerdotes de su conocimiento para: convencerlos del error inherente a su interpretación de los textos sagrados y para demostrarles la verdad de fa súya propia. Hay cierta analogía entre este intenninable alegato que dura desde hace diez años, y el lado pleitista que encontrarnos en ciertos delirantes (con conocimiento de causa, evitarnos el. ténnino "personalidad ·paranoica", psiquiátricamente justificado, qu~ ~aria a Thomas en un lugar nosológico que en este caso nos parece reductor).

Este es el complejo cuadro que Thomas nos ofrece, al que se agrega su "estilo" bastante particular de conducir el análisis. De una regularidad ejemplar, siempre puntual en sus sesiones desde el momento en que se ins­tála en el diván prosigue un discurso que, en general, jamás tiene un punto de detención, salvo.nuestro "Bien, señor" que cierra la sesión, lo cual nos invita al silencio, si no nos lo impone. Cada vez que intervenimos, su res­puesta será tan firme como estereotipada: rechaza nuestra intervención y decreta que no tiene nada que ver con lo que él nos dice; de manera igual­mente sistemática, algunas sesiones después le oiremos retomarla por su cuenta, volver a enunciarlá en nuestros propios términos pero sirviéndose de ella para la consolidación de su.sistema defensivo. . ·

En cuanto al material proporcionado en los dos primeros años, se cen­tró sobre su relación con Dios, su suicidio, del que habla con inquietante

· precisión y, su deseo por el cuerpo masculino~ deseo que no tiene ninguna veleidad de satisfacer ya que es su no satisfacción lo que garantiza su posi­ción frente a Dios y le pennite presentarse como diferente del deseo del .Otro y como objeto de aquello que dicho deseo apunta. Parafraseando la bellísima definición de Freud a propósito del sueño de la hermosa carnice­ra -el deseo de un deseo insatisfecho-, diremos que para Thomas se trata de preservar la no satisfacción de su deseo como prueba del deseo· de Dios a su respecto y prueba de la diferencia que separa a estos dos .deseos. Tho· mas no puede ni renunciar a ser objeto. del deseo del Otro (y aquí vemos la legitimidad de esta terminología de Lacan), ni aceptar responder a una de•

. manda que siente como la anulación de su existencia, como el retomo a un estado de indíf erenciación en el espacio matémo. Incapaz de asumir la diferencia de sexos y de aceptar que el Otro no tenga sitio en la escena de lo real, trata de salvaguardar su derecho a la palabra jugando con una dif e· rencia (o mejor, una antinomia) de los deseos, que ló preserva tanto del encuentro con el sexo femenino como del temor de- desidentificaclón que la homosexualidad representa para él. En cuanto a nosotros, lo que quiere · probarle a la analista (en la que comienza viendo la posibilidad que él, Thomas, ofrece a Dios con el fin de que éste . reconsidere sus errores, lo que hace de la analista el instrumento de Dios), és que el no que simboliza

· para Thomas su único punto de 'referencia identificatorio (él es el ·sujeto que dice eternamente no al eterno deseo de Dios), resiste a toda prueba, rechaza todo compromiso.

Este cuadro, como todo cuadro semejant~. es forzosamente incompleto y reductor. Hemos visto hundirse la aparente solidez del disc:urSo, y hacer irrupción una angustia masiva con frecuencia acompañada por una vivencia de despersonalización. También ocurrió que Thomas promnnpiera en · llanto .. Cie~os sueños ponían de manifiesto un trabajo que se realizaba en ·

52

profwdídad mientras thomas intentaba presemr de toda brecha sti siste­ma defensivo •. También estaba su -fiel preJencia en las sesiones, que probaba la perseverancia de una demanda que, por disfrazada que estuviese, expresa· ba la esp_eran7a de hallar Wla salida al atolladero en que siempre había pennanec1do extraviada. Estos toques bastan para dar una visión general det de~no de sus sesiones hasta el momento en que tienen lugar al fmal del segundo afio de análisis, los hechos que vamos a relatar. Agr~guemos que en· ese momento Thomas había c9m~do a frecuentar algunos medios homosexuales, pera que e.$to. en apariencia no había conmovido su cons-trucción, a la que sé contentaba con remodelar1 5 • .

Un día pasa Thomas ante una h"brería y se entera de la encuesta reali· zada ~r Wl semanario sob~e el problema de la homosexualidad, y que sobre el. tema ya se ~ publicado una serie de artículos; compra la revista

_ en cuestión Y se procura los nínneros anteriores. Estos artículos incluyen la yublicación de cartas enviadas i?or homosexuales y una serie de textos . cien.!'ficos que, bajo diferentes flnnas, explican de manera simplifica.da pero no siempre. falsa algo que, en una perspectiva general, constituiría la teoría psfcoanai:ít1ca ~e la homose:c.uandad. Thomas se arroja literalmente sobre . esta ~dilla, Y en el espacro de algunas $emanas asisto, muy sorprendida, a _la instalación de una constnµ:ción sin falla que viene a dar cuenta de las causas de su hymosexualidad, que "explica" los menores heéhos por él viví· dos, ~nstrucClón tan elaborada e incomnoVi'ble cómo su sistema delirante con respecto a Dios •.• pero. que· lo reemplaza totalmente. Identificación con el deseo inconsciente de la Madre, identificación negativa con el Padre negación d~ la diferencia de. ~os, angustia de castración, culpa edípica: etc.: a partir de estos elementos, tomador desordenadamente de los tex­tos, Thomas va a elaborar un soberbio andamiaje estructural, sirviéndose con. bastante sutileza de elementos aue fonnan parte de ·su 'anamnesis real (ausencia del Padre, hijo preferido de la Madre, odio hacia un hennano mayor, ambivalencf!J con respecto a ·su hennana menor, etc.), y que desem· boca en su construcción teórica de la homoséxualidad, construcción que mantiene una e~ relación cori la verdad y con el fantasma. · · · Cuando Thomas afirma que "'es hómosexual p0rqÚe sin duda respondió .

al deseo inconsciente de la Madre, porque la ausencia del Padre y el desin· !e~ ?e Ja !-fadre por éste, así como su preferencia C<?f1. respecto a él, le

. mipidíeron 1denti:fica.rSe con tm. Padre poderoso", está del lado de la verdad Y si Cuando ptoclama que con su homosexualidad ha "respondido al de~ inconsciente materno" encontramos, desplazada sobre la Madre, su certeza de conocer el enigma del deseo de• Otro y su esperanza de hacerlo resp0n· ~ble de su drama,. hal1amos también nuestra· propia interpretación implí· cita, o sea que Thomas no pudo escapar al deseo de wa madre l'ara la cual

. 1S la hómosexuaHdad resi.llta un efecto del deseo y de la perversidad de Dios· él,

· 'f!1omas, es~l único que ha ~rCI"bido esta verdad; en el proceso que intenta co~tra Dios. el IegaJo de la acusacion aumenta en importancia. En cuanto a la demanda que dirige al analista, cobra un carácter más extraño: el rm del análisis no tendrá · !llntido ni podrá sobrevenir si no coincide con el rm del fenómeno homosexual en

· lll' totalidad. Lo cual prueba tanto su imPosi"bilidad dé renunciar a esa relación como Ja omnipotencia divina que él proyecta sobre noiotrosy el desafío que no~ lanza. .

53

\.

( '·.

Page 29: El sentido perdido Piera Aulagnier

'1.:

....

él representaba la realización de su propio fantasma (el de ella). Otro tanto podríamos decir con respecto a lo qué enuncia acer.ca de su relación con . · el Padre o con su fratria. .

Es difícil dar cuenta ·de la suerte de metamorfosis que se va operando bajo nuestros ojos: súbito desvanecimiento del personaje de DiÓs y J><lrale­lamente de los elementos interpretativos referentes a su medio laboral,

· abandono igualmente súbito de las ideas de suicidio, cesación de los fenó­menos de angustia, proyecto de cambiar de trabajo y de encontrar algo más interesante, alejamiento del medio familiar. Estos elementos sincrónicos y que surgen en un lapso tan breve me dejaron aún más perpleja por el he­cho de que en lo sucesivo no volvieron a reaparecer ni las ideas delirantes, ni las ideas de suicidio, ni los dementos interpretativos tales como se expre­saban al principio de su análisis. Agreguemos que esta construcción nada tiene que ver con un insight o con una rememoración cualquiera. Los ténni­nos empleados por Thomas (identificación negativa, complejo de castra­ción, Edipo invertido) no lo remiten a ninguna verdad subjetiva; los toma confusamente de la lectura del texto, repite un discurso que se enuncia en otra parte y que afmna: "ésta es la verdad''. Retoma por su cuenta esta afirmación, en una construcción semejante a un artificio.· Pero los efectos de dicho "artificio", tales como aparecen'an ante.la mirada de un observa­dor, se parecen mucho a lo que llamaríamos un "resultado terapéutico". En nuestro dominio es aventurado servirse del "si ... "; no obstante, expre­saremos nuestra impresión diciendo que si en ese momento hubiéramos interrumpido el análisis, es probable que Thomas no habría vuelto a su estado anterior. El sistema delirante que lo caracterizaba nos parece haber sido definitivamente reemplazado por su construcción "psicoanaliz.ante'', con el efecto eapital de la desaparición del proyecto suicida y el investi­miento de ciertos sectores . de su actividad. El hecho de que no creímos tener que hacerlo (Thomas prosigue su análisis) prueba que no hemos ig­norado el papel puramente defensivo de su construcción, y que ese ·dis­curso que. vi~ne a sustituir exhaustivamente los blancos de su historia tiene muy poca relación con el retorno \!el texto original.

Pero esto no disminuye en nada la importancia de la cuestión plantea­da por lo sticedido: ¿por qué la adhesión instantánea y total a ese discurso? ¿CómÓ explicar sus efectos? Por ser exterior al objetó de nuestro texto, callaremos todo lo que podría ser dicho con respecto a esa palabra terce­ra, y escrita por hombres, que viene a confmnar a posteriori algunas de nuestras intervenciones, o lo que representó para'Thomas el doble hito iden­tificatorio que se le ofreciera: identificarse con los autores de las cartas, con el. drama de aquellos a quienes llama sus "hermanos", e identificarse con wia palabra que interpreta en nombre del psicoanálisis per.o que no es la nuestra, También dejaremos de . lado el fantasma de omnipotencia que Thomas persigue y lo que para él significa despojarnos de un saber deJ que de pronto se ve absoluto depósitario. Más pertinente nos parece una cuestión, quizá secwidaria en la lústoria de Thomas pero prbnera en el problema que tratamos: cuando nos anuncia que es homosexual porque ése es el deseo inconsciente (y no conocido por ningún otro) de su Madre; no hace más que cambiar .los términos del enunciado primero sobre el de­seo de Dios, dejando intacto el fantasma en que se sostenía. La diferencia

54

1

· radica en que en este segundo caso Thomas ·se sirve ·de una construcción que se 'pretende científica, y que en esa construcción, que halla su mate· -rial en un saber institUcionaliz.ado 'por la cultura, desarma la angustia y la culpa_. Le concede una especie de nuevo "estado civil" que le da derecho de ciudadanía en un sistema donde encuentra otro código identificatorio · que le pennite descubrirse confonne con un modelo cuya autenticidad b Ciencia garantiza.

Debemos agregar que cuando Uegó a nosotros, Thomas conocía otro discurso científico al que, por el contrario, había rechazado: el discurso médico q~e a~ilaba la ho~osexualidad a una cmíermedad endocrina (así se lo hab1an dicho dos médicos). Thomas no podía sino rechazar ese dis­curso, ya que, por una· parte, al tfansformar la homosexualidad en enfer­medad; .d~orizaba la fllllción de signo que él le había asignado, y porque ese veredicto amenazaba reforzar su ang'usUa inconsciente de ser transfor­mado en mujer, angustia testimoniada por sú compulsi'Va necesidad de rea~ segurarse, no acerca de su salud sino acerca de su morfología {de allí la serie de pruebas. an~pométri~· a las que periódicamente se. consagraba, los · cursos de gunnaSJa correctiva, sus tentativas por desarrollar su sistema mus-. cul~, etc.); La ~ciencia analítica" ·viene, por el contrario, a garantizarle (as1. lo entiende el), en e) plano anatómico, la integridad de su cuerpo, y coiyunqmente lo descarga de toda culpa, pues es otro el responsable de su deseo. Además, elemento de gran importancia, ella reemplaza a los minis­tros de Dios que ponían en duda su certeza. por esos nuevos ministros del Dios&ber que, de manera opuesta, vienen a garantizqr su legitimidad.

A9u~ finaliza nuestro ejemplo. Es evidente-que Thomas constituye un caso Jmute y, por ello, no ejemplar. Está en análisis y .su itdhesíón a algo que hace ~s veces de discurso de Freud debe ser vinculada, manifiestamente, ª.su relaCJón conmigo. Además, su necesidad de apoyarse en una construc-. c16n _Y wt saber que no deje ninguna brecha a Ja ·pregunta que su deseo podria fonn~, nos remite a lo singular de su drama; Pero esto no bnpide que, por particular que sea, nos aporte lllla ilustración sobre la función de­fensiva, en el sentido psicopatológico del término, que puede desempeñar el sa~, ~ lo que en ~u nombre se construye por poco que aquel que es su depositario sea revestido de los emblemas que un grupo, una cultura 0 un · suje!? le disciernen en nombre de ~ verdad cientJTica, en nombre de la su­gestion o en. nombre de Ja transferencia. Este ejemplo cünico nos ser\.irá · también de ~unto de pasaje hacia las reflexiones que siguen, y que tratan sobre la función que puede ser atnbuida al psicoanálisis y sus construcciones cada vez que el teórico y.el objeto interrogado se sitúan en el exterior de la situación analítica, es decir, fuera de los patrámetros que delimitan el campo en el que se desenvuelve un psicoanálisis.

N. VERDAD E ILUSIONEN LA BUSQUEDA DE SABER

. . Thomas nos demostró que al igual qúe cualquier tema delirante el sa­ber puede ponerse al servicio del deseo y dé su sinrazón. Podemos pregun· .tamos sí, mutatis mutandis, la circulación de cierto discurso analítico no cumple una fllnción análoga: rechazar la hipoteca que hace pesar sobre -el

SS

Page 30: El sentido perdido Piera Aulagnier

"Bien-Saber" el descubrimlento de Freud en •l momento ntismo en que so 'I acepta la hipótesis de la existencia del Inconsciente. Así se ahomlría el t interés que debe pagarse por todo derecho de hipoteca: tener que renun­ciar a la certeza de que la relación del sujeto con el saber, con la ciencia o con el psicoanálisis, es algo que lo h"bera de -su enajenación en la ilusión. Es· sabido que.la hipoteca exige el pagó regular de intereses: esto hace que· el prestatario- se vea siempre desposeído de una parte de lo que tiene. Esta metáfora financiera ilustra·a1go que nós parece ser el punto neurálgi-co del balance ~ue podría efectuarse en cuanto al aporte psicoanalítico a nuestra cultura1 y. sus efectos. Tenemos la impresión de que en algún lugar las cuentas fueron falseadas; Pero antes de prosegUir, y con el fm de evitar malentendidos, deseamos recordar que el término "reflexiones"' que hemos empleado, debe ser tomado al pie de la letra. La.actualidad del problema, la imposibilidad en que nos hallamos de tomar la · diStancia necesaria con · ~ a una evaluación correcta, el he~o de que forzosamente seamos . parte activa de la cultura y del discurso ·interrogado, no nos permiten supe. rar el estadio de una reflexión que interroga y no ·pretende ni responder ni interpretar.

Lo que queremos demostrar es que el disCUI'® psicoanalítico no se halla al resguardo de los efectos y de los perjuicios, de.las ilusiones y de los erro­res 'de los que todo saber ,puede conv~ en soporte. La falta de origina­lidad de una posición semejante nos parece proporcional al olvido en el que caen periódicamente, y no por casualidad, una parte de los conceptos psico~ analíticos. Esto explica que nuestro propósito ~ea recordar el status que cobran en nuestra teoría el concepto de ilusión y el de verdad, con ello mismo cuestionado, para indagar acerca de su matriz común: el deseo de saber. . ,

Ya en las prime.tas páginas de un célebre texto de 192717 , Freud defi· ne la ilusión dentro de una perspectiva psicoanalítica:' lo que dice pone en tela de juicio la relación del sujeto con la verdad y abre una pregunta que deja cernirse una sombra sobre esa bílsqueda de dcerteza'' que no sólo es patrimonio del delirio. Diferente del erra( (no es por fuerza un error), se emparenta con la idea delirante pero no coincidé con ella porque, contra~ riamente a ·ésta, no está en necesaria contradicción con, la realidad. !,.a espe­cifica el vínculo que la enlaza al cumpimlento de un deseo, y de allí la defi; nición de Freud: · . .

"Definimos una creencia como ilusión cada vez que el cumplimiento de un anhe­lo es un factor eminente en su motivación. Al hacerlo, no tenemos en cuenta su rela­ción con Ja realidad, de la misma forma que la ilusi6n· misma no tiene en cuenta su verificabilidad (o su verificaci6n)".

Si comparamos esta definición con la que ofrece clásicamente el Robert o cualquier otro diccionario (aberración, error, interpretación errónea), se· advierte la originalidad de la acepción psicoanalítica, y la transposición del

16 • Piense se en la respuesta ofrecida al discurso analítico a partir del momento en que la sociedad lo ha institucionalizado y le ha dado acceso a sus Academias. Tan en­tusiasta respuesta es inquietante: la ''peste" no puede tener carta de ciudadanía en un ~_!IDdo civilizado sino a partir del momento en que se está seguro de una vacunacton sin .fallas. · · · .

1 7 S. Freud, El pDrVenir de una 11usi6n.

56

obj~to ~ cual dirige ~ juicio. '(a no es el enunciado de la creencia lo que hará dectr que determmado SUJeto está en la verdad o en ~1.error, sino lo que en el enunciante se revela' como causa desconocida por él de su acepta­ción o de su rechazo del enunciado. En otras palabras, lo que queda cuestio· nado Y funda la posición del psicoanalista es el deseo de aquel que declara verda~ro o falso el enunciado (y no ya la verdad o el error de éste). Esta d~finición trae .. aparejada una importante consecuencia: si creer en una "verdad" o rechazar un "error" pueden ser igualmente efecto de la ilusión que el sujeto quiere preservar, de ello resulta que todo saber, por exacto que sea, como t?~ ciencia, puede pasar a ser soporte de una ilusión que a~ al cumplimiento de un deseo que rehusa .someterse al principio de realidad. Lo cual demuestra de inmediato la dificultad que implica dar un status psico~ítico al ténnino "verdad". Ahora bien: éste es un concepto Y una referencia a los que el analista, como todo ser hablante, no puede re·

. nuncfar~ La rela~ón del sujeto con el discurso implica la posibilidad de des· lindar la verdad de la menti.m; para que "yo" hable, es precisó que ''yo" sepa si "yo" miento o si "yo" dig9 la verdad. Que dicha referencia a la ver· dad dependa de una ilusión, que se conVierta en certeza delirante que cons­tituya la prueba en virtud de la cual se acepta no saber estas' diferentes funciones en nada disminuyen la ineluctabilidad de su prese'ncia.

De allí que el problema de la verdad nos conduzca a indagar ese deseo de

1 S:ber (que) no forma parte de los factores elementales de la vida efecti­

va , Y que sin embargo se muestra coextensivo de la entrada del infans en el lenguaje Y presente desde. la primera demanda que éste dirige a la supuesta

. depositaria de un "saber-todo" tanto como de una "respuesta-total". Agre· · ~;mos ·que pan. Freud tal deseo "corresponde por una.parte a una $Ub/ima­·cton de la necesidad de posesión, y por la otra utiliza el deso <Je ver" (el subrayado es nuestro). Esta definición plantea un doble problema: ·a qué remite aquí el término "sublimación'', y en qué consiste la ''utiliz~ción"

.. . de la pulsión escópica? Cabe preguntarse si, con Freud, podemos decir que . ese deseo nace en el nifto entre "el tercero y el quinto año .. en el momento

en que "amenazado por la llegada real o supuesta.de un 'nuevo niño a·la f~mi~fa Y porque t~e que este acontecimiento traiga aparejado para él una dzsmmuci6n de cuidados y amor, se pone el niñó a reflexionar y su mente a traba/ar': lo cual lo enfrenta al "gran enigma": ¿4e dónde vienen los niftos? ·

.Pensamos que esta pregunta es heredera de otra q~e Ja ha precedido · 1 d " 1 '• que o que suce e entre e tercero y el quinto afio" no es el comienzo de

~ actividad intelectual provoc'ada por el "deseo de investigar y de saber" smo ese momento . de prueba en que el nMo, debe renunciar a creer que Otro puedé seguir garantizándole la verdad del dicho y continuar siendo el lugar de una ''respuesta-total". y donde deberá aceptar su soledad1 9 y el peso de Ja duda. · ·

Pero, ¿qué decir del "saber", en cuanto objeto de deseo, en un antes

1 9 s; Freud, flls en11t1yoÍ sobre ta teorl'a de ta sexualidad. 19

"En su investJgación sexual, el nifto es siempre un solitario: pÚa él se trata de un primer PH> con viStasa orientarse en el mundo; y se sentirá extraño a las personas de. su medio circundante que hasta allí habían gozado de su plena coniianza".

S7

(

\.

\..

Page 31: El sentido perdido Piera Aulagnier

·''i .

de esa prueba? En un texto sobre Ja transgresión20, hemos escrito que el

deseo de saber es, ante todo, la búsqueda de un saber sobre el deseo, cuyo dominio así se espera obtener. Lo interrogado en primer lugar es ese objeto­enigma del deseo materno, cuyo conocimiento es concebido por el niño corno posibilidad de revestir su apariencia y convertirse en su Amo. Aquí Ja fuerza de la ilusión nos parece lo único en juego en Ja búsqueda de una "verdad" de la que se espera, podríamos decir parafr~do a Lacan, que volverá a lo real más apto para el deseo y confonne con .el fantasma. Que el discurso sea por excelencia el instrwnentó por el cual el sujeto interroga lo real, que esa interrogación nazca de ese .. asombro'" {del que hablaba Aristóteles) que experiinenta el st!feto enfrentado a Ja contradic­ción existente entre realidad y fantasma, esto no bnpide que lo que en un prbner momento se espera como respuesta sea la renegación de un visto, de un oído. y de l;l1l percibido que previamente había venido a con­tradecir el enunciado fantasmático. Esto. explica que el saber puede ponerse perfectamente al servicio de Ja ilusión y, con ello, renunciar para siempre a encontrar ia verdad en su camíno2 1 • El abandono por el niño de una mira pulsional que hallaba en el tener, el ver, el saber22 , tres objet~ aptos para satisfacerla, abandono necesario en vis~ de ~ asunción en norqbre pro· pio de esa búsqueda "solitaria" que obliga al sajeto a aceptar Ja incertidum­bre y la incompleción de todo conocúnlento, debe ser entendido, en nuestra . opinión, como algo que viene a marcar Ja relación .eiltr.e el sujeto y el saber · con el sello de la castración. No podemos sino recordar ·aquí los ténninos de lo que hemos estudiado al respecto en otro sitio2 3 : aceptar Ja· castración · bnplica que el sujeto del discurso (y del saber) renuncie a que uña· voz en Ja ·escena de lo real {es decir, la Madre) sea el garanté de una certeza de verdad y que haga de los "textos" la única referencia posible. Ahoni bien, como el lenguaje y como el saber, el "texto" no tiene origen ni fm. Discurso de un muerto, participa del destino propio del discurso: ser una eterna re­misión que cada vez agrega una página en Ja que Ja palabra ''fut" ·ya ilo tiene sitio, página que siempre puede venir a de~o~ar el error de lo que· hasta allí se planteaba como saber absoluto. . :

Aceptar ese riesgo bnplica que Ja energía h'bidinal al servici? de· lo "crea­do" (y también de lo .. aprendido") haya podido renunciar a encontrar en la actividad productora, o en ~'el objeto" que de ella resulta, un placer eróge-

2º. cr. nuestro texto: "Le désir de savoír daiis ses rapports a la transgression", en L 1nconsciente, n° 1, P.U.F.

2l Lo que a doble título ilustra el fetichista: si el fetiche cumple la función de rene­gar de un primer ''visto" insoportable, el sa~r que el perverm pretende poseer s:>bre la verdad del goce viene a 511*.vez a renegar de la ·verdad de su deseo, se dedwa a preservar la represión y a protegerla de la irrupción de la angustia. . ·

2 2 Que en un primer tiempo el saber pueda ser apto para el fantasma, nos parece corumnado también por la creencia del niño eo la omnipotencia del pensamiento y en el Slber adivinatorio que atribuye a la Madre (como suele ap¡uecer en el deli· rio con la forma de delirio de interpretación o de delirio de observación). ·

23 Eá el seminario que desarrollamos en Santa Ana hemos consagrado· diferentes exJ)osiciones a este problema. Hemos tratado de demostrar que mientras la voz materna siga· siendo garantía· de la verdad del discurso que le da al nifto, hay .. pla· cer .. én tanto que clave "/ soporte de su relación dbcuniva.

S8

no: aquí encuentra su razón de ser el término "energía sublimada" (o, sbn­plemente, sublimación). ·

. En conclusión, vemos que el deseo de saber·sucede a un deSf',O de tener y de ver cuya mira de omnipotencia comienza por com~artir. r que, seme• jante en esto a Ja totalidad de Ja libido pulsional, la subl1'!'ac10~ es uno de los destinos pOSI'bles para él, pero no fonosamente su destino. . · . Si a partir de estas bases interrogamos psicoanalíticamente 1~ relación

. del sqjeto con la verdad, podemos decir, parafraseando lo que dice Freud sobre la ilusión, que "defmiremos una creencia como soportada por una búsqueda de verdad cada vez que Ja renuncia a Ja realización del deseo nos parezca compatfüJe con su motivación". Tampoco aquí . podemos tornar en consideración solamente su ''relación con la realidad", y debt'mos fun­dar nuestro juicio en aquello que podemos conocer acerca de las motiva-· clones del enunciante cuando renuncia a juzgar. lo que: sería mucho más cómodo sólo en función del enunciado. Sólo la elucidación de Ja relación . del sujeto con el error, con la verdad o con el saber, nos dirá cuál. es su posición, si la verdad objetiva de su enunciado confmna o contradice 1a ·verdad del enunciante y de sus motivaciones24

• .

Este señalainiento nos pennite abordar una última cuestión: ¿a qué responde Ja adhesión de una parte de nuestros contemporáneos a la teoría

· analítica?· ¿Cuál es el efecto de la circulación en ciertos sectores de la cultu­ra de nuestras constr.ucciones o de nuestros modelos? Es fácil dem~trar

· por qué el saber psicoanalítico puede ejercer una fascmación privilegiada. Recién nácido en esa serie infinita de respuestas que el hombre ha dado sobre el enigma de su ser {serie cuya diversidad y perennidad prueban la fuerza con la que el problema se bnpone ), ha reve~do Ja existencia de "otra escena", y por primera vez ese espacio, ya sospechado por l~s filóso!os pero que éstos déjaron sin cultivar, encontró en F reud a aq~~I que revelo lh tópica, Ja dinámica, la economía que le son propias. Se pudo levanta: su mapa metapsicológico, lo cual forzó a revisar todo lo· que se había diclio hasta entonces sobre la naturaleza del mundo psíquico. De állí la facilidad · con que se abrió camino una prbnera ilusión, consistente en creer· que se posee un Ultimo "Texto" que permite f1!char alegremente del r~gistro del saber aquello que de él se ignora, y que aporta finalmente un punto de origen. (aquí comienza el saber) y un punto fmal (aquí tennina ~ v~~dad). A Ja creencia en el advenimiento del saber absoluto se agrega la ilus1on de ·1a presencia de un origen también absoluto: ahora el anillo podría cerrarse. Ya no hace falta demostrar que se pidió al psicoanálisis pone~ al servicio de esa ilusión: las pruebas abundan a nuestro alrededor. Pero no debemos su~tbnar algo· que corresponde a Ja especificidad del. objeto propio del psicoanálisis: el inconsciente, sus leyes y sus efectos. Más allá del mito del poder que el saber siempre ha inducido, ¿qué ilusión más particular· es responsable de Ja recuperación {según un ténnino de moda) o de Ja asepti· zación dé algo que Freud podía llamar, con motivo, '1a pest~"? , ,

Creer que se posee la respuesta a una pregunta seme.iante sena en s1 una il~ón: prbnero porque aun aqu~ será el a posteriori de nuestra cultura

• 2 4 a. lo que escribimos al respecto en "Commmt peut"()n ne pas etre Persand? ... en L '/nconscicnt, nº 8. P.U.F.

59

Page 32: El sentido perdido Piera Aulagnier

(su porvenir y el de sus ilusjones actuales) lo único que podrá dar un justo testimonio, y después porque esto exigiría que interrogáramos a ese vasto y complejo dominio que es la "sociedad", lo cual no está en nuestras manos. Sin· embargo, hay un punto sobre el que quís:iéramos dar elementos de res­puesta: el relativo a la represión y a su economía. Hemos dicho elementos, lo cual debe ser tomado a1 pie de la letra. La represión está en el fundamen­to del destino del Sltjeto y de la civilización, y ello par dos razone!: por una parte, éS el precio con que el ngeto paga su paso al otro lado del estado in· fantiJ.2 5

; por la otra, es el precio por medio del cual el individuo se asegura . su supemvencia como ser social; es aquí donde aprieta el zapato: ni el suje­to ni la ~dad pueden garantizar los efectos de un pago semejante~ ni es· tatuir sobre Wl "precio óptbno" ni impedir los fraudes, por exceso o por defecto. Hay que agregar que el rasgo esencial de lo reprimido es apuntar al retomo a la escena de lo consciente y de la acción, y que en este caso suele comprobarse qu~ las defensas instaladas contra ese peligro son más nefastas que el peligro mismo. .

Por otra parte, ¿cuál es la meta explícita del psicoanálisis sino el escla­recimiento de esos mecanismos, la reemergencia de ése "fragmento de ver· dad históri~" que el discurso del sujeto, como el discurso de la cultura, apuntan eternamente a velar? Toda ilusión debe ser concebida, en última instancia, corno el compromiso fümado entre la instancia represora, el impacto de lo reprimido y la posi'bilidad de dar nacimiento a un enunciado que esté lo bastante deformado para ser aceptado sin conflicto por el Sltjeto y sea lo bastante conforme con el deseo para que la h'bido lo invista. Es líci· to decir que la revelación inherente al discurso de Freud, fuera del campo

·de la psicopatol91Jía strictu senso, pone en peligro (y, a nuestro parecer, siempre pondrá en peligro) aquello que en la estructura social tjene la función de consolidar la represión (de la satisfacción pulsional, podemos agregar), por ser neceSaria para su propio funcionamiento. Lo cual demues­tra l¡i respuesfa' primera y "natural" que había sucitado Freud: su puro y · simple rechazo. 1.as razones por las cuales este rechazo no pudo mantener· se no pueden .ser buscadas en el campo del propio psicoanálisis: son función de una 'fsituación", de un momentQ de la historia que Devaba en sí tanto

· la po~d del advenimiento del ~curso de Freud como Ja razón de las respuestas que se le dieron. ·

Pero la dimensión hist6rica no debe hacer olvidar la universalidad de · ciertos conceptos freudianos, ni subestimar Ja perennidad de lo que ellos demuestran sobre la relación· del sujeto con lo "real" (término en el cual incluimos ese real muy ambiguo que es lo social). Uno de los resultados de la irreductibilidad de tal relación será que el discurso culturát, 'Portavoz de la institución social, apuntará siempre al sojuzgamiento del saber, por revolucionario que sea, a la consolidación de la institución que ese discurso tiene Ja función de preservar2 6

25 Reconocer que la sublimación permite ahorrárselo (cf. Freud en su Introducción al narcisismo) no impide que siempre haya reprimido.

26 La historia demuestra que esta intención puede fracasar; pero esa misma historia prueba con qué constancia las reca.í~s en el fracaso serán empleadas para conso-

t:.n.

Por esto, paralelainerite al discurso·que pone de manifiesto en el indi· viduo la armadura nem:óUca que éste se ha forjado utilizando una parte· de nuestros enunciados, saldrá a la luz, pero esta vez en el campo st>cial, un discurso q1._1e pretenderá que puesto que Ja cultura actual conoce la ex.is· tencia de la represión, esto prueba. que ella no posee acción represora, que puesto que está dispuesta a cuestionar las leyes de su f Wtcionamiento,. se ha h'berado de su yugo, que porque sabe que cuando habla de "pro­greso atómico" se refiere en realidad a las armas del mismo nombre, está al abrigo del ''acto fallido" que amenaza dar h'bre curso a la pulsión de muerte de Ja que es portadora. .

No es casual, p<>r cierto, que de todos los conceptos freudianos este · último siga siendo el menos aceptado y el más discutido por el discurso

· • psiooanalítico que se precie de tal. Porque el sujeto creyó en la p0S1bilidad de un autoconocimiento que podría no hacer el duelo de la iluSión que lo soporta, y la cultura ante el advenimiento de un discurso que garantizaría la solidez y perennidad de sus postulados, así la construcción psicoanalítica

' pudo hacer la función de· pantalla sobre la cual ie proyecta el sueno de fm saber que no sabe renunciar a la fascinación del poder y de la ilusión. Pero la cilesti6n no es tan sencilla, y la posición del analista que intenta r~nder a ellá resúlta ambigua. Decir que la circulación del discurso analítico en la cultura J:Duestra que él mismo se ha vuelto parte activa del sistema defensivo que preServa el statu quo neurótico que exige la sociedad, es transponer al nivel social lo que denunciamos en el caso del individuo. Pues bien, cada vez que, segíin- los términos de Freud, consideramos a la "humanidad como un todo y Ja ponernos en el lugar del individuo humano singular", debernos preguntarnos hasta qué pWtto la psique del todo se deja reducir a la del uno, y si no se trata de la ilusión de la existencia de una analogía completa que nos autorizaría, en los dos casos, a pretender una misma exbaustividad de lo analizado o de lo analizable. Sin embargo, en el caso de la sociedad, no se puede eludir la cuestión de los límites impuestos a la neutralidad del analista. la natura1eza del objeto analizado produce forzosamente un· im· pacto ~ el intérprete, quien no puede excluirse de un discurso cultural y de. un modelo de civilización que le dan su status de sltjeto en tanto que sersocial. · ·

Si la aplicación de nuestro modelo al hecho cultural (se trate de etnÓ­log{a, de mitología o de sociología), muestra la legitimidad de ciertas ana~. logías, cabe preguntarse si dicha aplicación no eneuentra su punto de deten· ci6n cada vez que el "hecho" impone ''un resto", o sea, cada vez que Ja aplicación del modelo, corno la naturaleza del objeto sobre el cual se aplica, vienen a demostrar la existencia de un a priori indispensable para que la experiencia pueda ser pensada, pero que escapa a la verificación que ·1a ex· periencia se propone. Hemos tratado este problema más a fondo con refe· rencia al "psicoanálisis didáctico".Y al "resto" que amenaza hacer aparecer en él la relación del analista con su saber2 7

lidar el nuevo andamiaje que~ a su vez y de manen. análoga, va a preservar su cons­. trucci6n de los daiios del. tiempo y a evitar a sus paredes el deterioro que ciertas

insc:ripcionés les hacen sufrir. · 27 Cf. nuestro texto "Sociedades de psicoanálisis Y psicoanalista de !X>Ciedad",

en este mismo volumen. .

Page 33: El sentido perdido Piera Aulagnier

... · ..

Aquí diremos, de manera más general, que si interpretar remite siempre a una interrogación sobre el deseo y sobre las astucias de su sinrazón, una de las. astucias más eficaces y tenaces consiste en que el propio deseo del intérprete se abra su camino en el corazón mismo de la interrogación. En este caso la respuesta corre el riesgo de no ser más apta que el enunciado para satisfacer el fantasma del enunciante. La neutralidad del analista no tiene que ser confundida con la imagen dt: Epinal que uno se hace de ella: la calma olímpica del que se niega a enunciar Wl juicio, frustra al ana-

. lizado de toda respuesta a su demanda, y lo induce. 7COn benevolencia y una. 'lusta autoridad"- a interiorizar un "buen superyó" que.es, como por azar, el del juez mismo.

. . Esa .imagen hace pensar en la que ilustran los tres monos de la parábo­la asiática: no oír nada, no ver nada, no decir nada. La neutralidad debe ser comprendida como ese lento y difícil aprendizaje al que supuestamente se somete el analista a lo largo de toda su práctica. Poder respetar esa posición implica que siga paso a paso el discurso forjado por un deseo que no es el suyo, que sea capaz de hacer callar su narcisismo y sus creencias para pasar a ser la escucha de wi discurso que no tiene derecho a interpretar sino ft'.Spetando totalmente sus contornos, su estilo; su singularidad.

La legitimidad del campo donde la acción del intérprete tiene carta de ciudadanía se define por la poSl'bilidad, para e~ analista, de preservar su neutr~dad. Dicho campo está lejos de ser üifmito, y la no transgresion ~e ·sus fronteras .tanto más difícil de respetar por cuanto el analista interroga algo que desborda el campo de la clínica. En este •'fuera de terreno" di~ fícilmente puede evitar encontrarse como sujeto que adlúere a su verdad, a su modelo, a su ilusión. ·

Nuestra convicción sobre la procedencia de estas reflexiones atinentes a un.a cultura y una sociedad que son las nuestras, no impide que Sepamos que nuestro deseo está forzosamente en juego cada vez que somos parte activa d~ lo interpretado.

Es por eso que ·en este punto comi~nza la interpretación de la que nuestro propio discurso puede hacerse objeto. ·

..

···1:

111

EN BUSCA DE LO PERDIDO*

Obtener una respuesta que devuelva a su propia historia un sentido per­.dido es una de las motivaciones presentes en todo ·recorrido analítico. Para el. analizado, la certeza de que el analista posee de entrada esa respuesta no constituye un efecto de la transferencia sino su causa. Esto explica que en toda la extensión de la relación analítica persistiran la demanda de un "saber perdido", que sólo el Otro podría aportar, y la ilusión del posible encuentro con una "respuesta absoluta" por fin recobrada. JJusión, porque el final del recorrido de~J.:JJ>.i:~~ a!_suje.t<;) que,t~~--ª~1fü1,g4;t_J1ois.má~ que una voz prestad¡¡ al deseo, elcual no puede escapar al ofre~imiento de Tána­toS'~C?~~~P!.#1.~9 dema~dár. inclell_nidame.iztc. Pennanece así velado lo que la cepetició!l de la demandif amenazaría desenmascarar ante el sujeto: que . !odo -2!>1~-t~~ ~ . .!!!.~.-~'..~ sc:~~--<l!>ºg~ _ Cli<l.~-~!e.~~!l!Q .cu.n.ipJ~. Jaf ll~cic)J!

. de hacerse sucesivamente ~porte e imán para una deman.da.. rtu~va. Las re- . flexiones clínicas iiquí "refu:Udas nos parecen. demostrar que esa ilusión y ese riesgo· ocupan el centro de la problemática de todo sujeto: his~Q.~ia .. de una mirada perdida que cµestj~µa _lo que el de~. d.e.Ia Madre quería excluir de su·pioplo saber, historia de un sentido i>erdido, y perdido poi:_remi~ir ine­luctablemente · a un. deseo ~risato; historia de un recuerdo perdidq y sin embargo repetido. bajo la forma del imposible fracaso y del imposible goce. Más allá de la singularidad de sus propias historias; los protagonistas parecen ·compartir en un punto la misma esperanza:· conocer la causa de un vacío, d~. una f.a)ta -del .. ~~rpq._ qel ~~er,_4e la memoria, defgoce=·que.ñingún objeto parece ya oolmar. . .

Pero otro punto de encuentro se· manifiesta en una interrogación que concierne, esta vez, a los diferentes autores: ¿qué busca.reencontrar el ana­~. qué demanda y a quién, al publicar un texto? ¿La demostración de la legitimidad de su técnica? ¿La demostración de la corrección de la teoría? ·¿La prueba .de su saber y de su sa~r hacer?

• "A la quete du perdu", artículo publicado en Topique nº 7-8, 1971 •

63

Page 34: El sentido perdido Piera Aulagnier

Es indudable que la respuesta no se reduce a una de estas fórmulas ni a su simple suma. Pero 1a démanda que se expresa a través del texto que uno ofrece a la tectura, viene a recordar que para et analista también existe una pregunta relativa a su saber y a la espectativa de una certeza siempre espera· da y siempre huidiza. .

A pesar de tal similitud, sus motivaciones y proceder difieren de las que son propias del analizado; es que el analista sabe, por mucho que Jo fascine el objeto de su búsqueda, que. lo "~!.Q!do" no designa. !lin.roín objeto, ni si.quiera.parcial, sino lo que todoo6jeto tiene la füiiéi6n de velar:, Ja paradó­jica· nostalgia por un objeto original que nunca tuvo existencia sobre la esce:-. na de'ló teaL · ·

/ \ . ÉJ. objéto perdido no es Otia; ~QS3 ql!e l<?. 'J.llil. ~l deseo per¡fiQ .al aceptar escuchll a Eros: poder ser objeto de su propia _sa,tisf'.acción, hacerse él mi~: mo ref objeto que se-:~fr~ce~a$úpropiii'déman~. Es Cierto que l9perdido del deseólé'perinitió ~vitar que coincidieran el momento®.. su nacimiento y el de"Siimuerl~;-y sobrevivir gracias a su apoyo~n la_demanda. ·

··r:riüíaliiado iiiterrogando al. analista, el analista interrogando a los tex· tos, su texto interrogando al lector: se traza as{ un circuito que permite a la demanda de saber no cerrarse sobre s{ misma, seguir siendo .abertura e interrogación para aquellos que a su vez cuestionarán lo perdido original que el deseo persigue. . · : ·

Habiendo llegado at final de su recorrido, Javi~r. cuya historia nos ofrece Anne Gasqueres, concluye: ·

"Cuando uno da vuelta la página de un boro no por ello la arranca: al volver las páginas unas tras otras uno tennina cerrando el boro: tal vez no lo abrirá más. Pero esto no quita que lo ha leído". . · ·,# Si el análisis respondió a la demanda de Javier, si el libro analítico pudo cerrarse, es porque sus páginas vinieron a dar un sentido a la historia de la relación del sujetó con sus diferentes objetos: aquellos a los que se debió

. renunciar, aquellos que uno espera obtener, aquellos cuyo recuerdo se des· · dibuja, aquellos cuya httella es tal que obliga al sajeto a volver las páginas

· en sentido füverso. , Desde nuestro lugar de· lector, reflexionando sobre esos discursos que

no nos estaban dirigidos, nos preguntamos entonces si las últimas líneas del libro analítico no siguen viniendo a decir, a quienes vuelven sus páginas, el imposiole retorno de lo perdido al que ningún objeto puede sustituir, el necesario renunciamiento a la omnipotencia del des~, la posibilidad de aceptar que la demanda persevera a pesar de lÍl • incompleci6n inherente a los objetos de la respuesta. .

Esa pregunta se dirige a los autores de los textos y no a sus protagonis· tas, interroga a ese saber de los otros que obliga y permite cuestionar _nueva· mente sus propias hipótesis, su propia marcha. .

· Pero quizá todo texto psicoanalítico, acabada su lectura, alcance ese mismo fm: recordar al lector que en el campo del saber no puede existir ob· jeto último, ningún "sumó sabido", mítico, ninguna certeza perdida por re· cuperar, a falta de lo cual lo que estará definitivament~ per~do para el saje· to es la posibilidad de diferenciar entre saber, fantasma e ilusión. .

64.

l

IV

TIEMPO DE .. PALABRA Y TIEMPO DE ESCUCHA: Notas clínicas*

Las páginas que siguen fueron extraídas de un proyecto' de trabajo acer~ de la técnica psicoana~ítica1 • De entrada se impyso a nuestra refle­xión, como pivote de las cuestiones propias de este dominio, un concepto: el de "tiempoº. Tiempo de Ja sesión, tiempo del análisis~ tiempo de la: me­moria que del mismo el SQjeto conserva, atemporalidad del Ello opuesta a la temporalidad que constituye y preserva al Yo: el cpnjunto de estas i::~stio­nes desemboca en otra, planteada en el desarrollo y conclusión de la expe­rien~ :UWítica ~ la relación con el tiempo propia de los dos sujetos en presen~. No es necesaria una larga experiencia para comprender hasta qué• punto la .vivencia temp0ral, dentro de los parámetros de la sesión, puede di· ferir de un sujeto al otro, y la distancia que se manifiesta entre la del ana.tiSta

· y Ja del.~alizado. Pero querer interrogar la relación del sujeto con el til[mlpo -es impebsable si no aceptamos cuestionar nueSt:ra·metapsicología en lo que pose(l dé más ·esencial y más arduo: el. p_roble,!!t_!J!!Ll.!empo no puede que­~-~~~~ ·~-~~pr.Q~J~a ad-Yo, en_~~1<>. ·agente y elicto-aeHUjetOcO:. ~o s.er.~6:1'.Í~º y ~r.J() tanto temporal, ni del problema del Ello romo msta.neta que se haDa bajó la égida de ,la atemporalidad de un deseo indes· ~~1:>le, dirigido a repetir y a preservar la ftjeza de sus puestas en escena.

. ·En estas páginas, ni siquiera se trata de abordar la metapsicologi'a de Ja temporalidad; lo que ellas.indagan es uno sólo de ios caractere8 presentes en el tiempo analítico: su relación con su realidad. Ambos, tiempos de la sesión f ti~po del análisis, poseen .el privilegio de instrumentarse en una realidad temporal que ni el analista ni el analizado ignoran: el primer°',podrá enfren­tar Ja dgi_c,ultad ·de saber qué sucedió en esa. sesión, atin cuando conoce el ·. tjempo de su dufáci6n; al ·segundo le será diríclt reeonocer qué cosa se fue de~nvolviendó sesión tras sesión, dentro del conjunto de la aventura vivida,

1 Un¡t párte del seminario 1970-1971 estuvo centrada en éste tema.

"Temps de parole et temps de récoute: remarq~ cliniques", artículo·publicado en:Topique Nº 11-12, 1973. . . ·

65

Page 35: El sentido perdido Piera Aulagnier

aun cuando ~be. qué tiempo exigió: Tenemos aquí ~na "-r~álid~d~' que no · •se deja P,Oner . en.tre ningún parénteSis~. y que interpela al arialista tanto en . el campo de su éti~ como en .el de su teoría. En .. su étiCa, en la .medida

en Si~.~ arr~,ga. el derecho de. decidir. el tiempo dé fa sesfoii, e@ que sólo él t~e~l!.~!~~l>il!~~ d_~Ja ~iecci~~· '1. e~o .~~:~.;!>~11.t~ de <iu!~~ soll1~

. c1on ~c;¡u.e_ a 1tlUCh()~ P.al'el;:IO 1tlaS ~conom~ca, y que <JUlZ3S _sea la mas ~ensa(a

. a pesái' dé sülado simplificador y hasta simpli~. fue negarse a la. elección.: . y hji.~4'-L4~Jli.)J\lfació~. 4e•ia sesión una re~ que; én wtúria instan!=ia~-n~ posee otra·referencPi que .etrecuisq a. lo ,que.~Jistituyó prim~framente la

· éle.ccióiJ. d:~ freu~. En su teona, porque el tiempo del aiiálisís plantea de . manera abiupta·la cuestión. ·de. su proyecto y también· de su posibilidad de aplicación: ¿algunos me8es, alguno~ años, algunos decenios2 ? i,Cómo pretender que el tiempo de la experiencia no viene a revelar lo que en el ''proyecto analítico"~ caIÍibíado o .se. ha vuelto imposible? . .

· Ahora bien, s(en el caSQ de la sesion se trató de res0lver:et'problema . por medio de una c;odificación ~ceptadá, en el._d~l ariálisis parece éh0carse con una dificultad a la que no ·se ha sabido; por el momento, dar solución .. · A. riu9·stro: parec;er, n0: e~ segur~· que ·ambos. pr9}?J~mas puc$n .sepáram,

. . y aún menos que' ·ef. .Problema del' tiempo pueda dif ere.ncJarse.. cj.(ll modelo que se forja el ana&ta. acerca• de cuáJ debería ser la: meta ·acf trabajo analí• ti<;o. Hat_~~L!mª'. ~spe.ci~t;de .~·,~ú9ia .de· taJealldad~ .9ue ~~~éA~~~tlr­bar la tranqUilidad ctel.anali$l.Y a recordarle que el senuel~,tiene bm1tes, que lo' fuiiíghíarlo y l!) siA'tbólico no pqéden p.reserYat sus dominios-y SU,.· fu11-ción sino e11 ~aJ.ltP q\lll el tercer ténnirio de ta trí!Ída sea respetadp. EJ!gn.pla­no más clínico,..se haC<! eyjd~pte que ~11tre ~~ta. Y.. ~aliz.ad.l:i .el tiempo re­presenta aquéllo queJtt analista: ó..fn~ce, aquello !l .lo qune C()mprometé en algo_qµe.J:Q,Q .~ayor .. o menor suerte, .se-ha Jlamádo éóntiafo ariilit¡c.o. LO' que el analista·supuesta.rqeri.te ofrece y asegUra, sesión iiiiS sesión, es \iri cier­to "tiempo :de. escú~ijl."; cori~e~te a lÓ. qÚ~ eae' dei lado .~e la trariSfe­rencia. y d~. ~. ~pejisft,i9.~,J~\$il "ofem'.' forma pacté de· aquello de 19,.cuaj el' analizadó puede tener una p~ba tangible .. · ·. ·. · · · . · · ' . . · ·

De aquí de~ nuestra afmnación sobre IÓ que ella revéla, explícita o. implícitamente, en cuanto ll las opciones te6rictJS ®! analista y, iµás pieci· · $amente, en cuanto. á su éoncei?ción de la .. ftinclón .del discurso que se des.a­rrolla en sesión. Ya 'heJl1os hablado3 (\e los daños qué· puede ocasionar . la idealización de· algo que podríamos llaniai 'IDáquina de· hablar''; y del papel así conferido a un puro fenóméno dé sugestión del que la transferen-

. cía se· hace agent({; De manera abrupta recordamos·que la cú~stión.planteada · por el tiempo de la sesión remit~ a dos opciones éapitale.~: ltR!im~I'!l 'f'.e en

el d4cur~ que se de~1.1v.uelve. en sesión el frutR 4e una súerte de autonomía: de l<:>s fol'.lemas? los q!J.«'. e_~e11de.nán~~ unos ron otro;i1 en cualqUier J!iótne!l· · to y de cualquier modo; .. di!rán luz ¡¡ una .~'cadena" son()ra.que miJagrosa­ment~ libemíi.al sajet~ def yllgo de la: búsqueda. det~ntido: ~i:o \Jnávez

. aliviado de este pretendido yugo~ ¿q:ué funcjón ¡xxlría. COnsefV8! el ~cur~ · sino la de una denuncia violenta y repetitiva de la: nulidad dé tooo ·sentido·

•• • ' • • • • ........... '' > '· • ·-·

2 · · Cf'. al r~ecto .. Un problema actual: tas con~tn,lcclones Psicoanalíticas'', en este ·mismo volumen. · ·

3 _cr .. Idem; "Sociedades de psicoanálisis y psicoanalista de· síX:iedad'.' ~ ··

66 j

· y de to~ Pr.~!C._l!s}f>!La..~P.illquier proyecto. que apunte a la vei:<lad del enun~ ciado? Esta opinión es, a nuestro entender, no. sóÍi> tai~ siiio también c~n,-

. tradictória por eseJt.cia. · ·· . · . La -~~! ... ~&, _priyi]egi:fr la función <ie.!!jgnifi~a"ión.propiá .deLdiscurs.a4

,

y en .~ste. !?80 para el arialista ya no se trata d~t~J!ajt~. aj _qgQ la emi&i§n, de ~d()s sonoros, delos que queremos creer que resW.tllfí:µt,'.xoz muer:ta" en cualquier otro espacio, sino .. de autorizarlo y ayudarlo a desarrollar-una· cadena no de significantes sino de signific;acio.n.es. única que perµiite i:ec0~ brar, gracias a un lentO desciframiento, el sentido de un afecto reprimido

•y el afecto de un sentido que no se quería reconocer5 • · · ·

Ahora bien, es propio· de la. Significación, y .de la construcéión del sen. tido al que ésta apunta, constituir un trabaj~ motivado por la presión que ejerce una interrogación que puede pennanecer latente y a la que aquel espera responder: la ~ri~_ridad del trabajo analítico de penn~tir que el s1.1j,O.

. f? en~uentre a qué pregunta "ie.rtas. !espuestas esperan inútilmente irnpoQfi!t . . silenCio. En uno y otro caso, no es posible ahorr#Se un tiempo de palabra .y ~ tiempo de escucha, sin los cuales no habría ni tiempo para compren• · der ni tiempo para concluir: n~_l9 4.fi!mµestran.ciertos mecanismos delf'en· sivos que transforman las sesiones en enclaves .temporales sill.relacíón:en· tre sí y .m.1ados de• conjunto .de. lo vivido p<>r el sajeio: Es sabido que en· ~te- ~ªso el _a11alista. tiene la impresión. de hallarse, (r~nie, '~Já rep!'tició!l mm~~ble, y cansadora de un11; prim~a ~ón qµe se re-diría <;9nstantemen·

' te. Por }utblante, y lo ~s. que pueda Se! .. et "grit9'\ y p<>r .único que sea el te~Qnio c¡ue él aporta sobre el desampar() o. la l'!lbia que lo provocan, no po~na bastar pa~a. ~rmitir .la reconstrucción- de- wia lústoria y de una tem~ porlilid~d"'qiié . siempre. remiten . á esa. pciihera . séde dé .. Significacfones y de interpretaciones en las cuales el sujeto creyó, wia y otra -vei, hallar Ja' ''raz??'~ de Jos afectos sentidos y la posibilidad .de domesticarlos. El t1aJ:>ajÓ ~itic_o ~p~~ ~ i.><>n.:er. '!e lll1lnifieSto. .esas s1grur,lC3ciones perdi4as y_reeri· rru~.•,q~.~-~"-1~31!~ .~nf!~nla!l.a.Ls~et~ (:()ªla per,s.!ste11cia, d~ un. ªfe~Q

. al cual lo 1D5ensato aparente no hace más que agregar un "además" de sufri· . · miento. · · · ·· · ... ·· .. ·· · ·' · . · Se advierte que _el problema del tiempo proyecta su ~ombra ·y su i.rilpac- .

to sobre el coltjunto de la práctica y ·de la .teoría analíticas. Es por: eso que . aislar, como lo hacemos en este texto, el tiempo de la sesión y particular­~ente la relación de la escucha. del analista con. la temporalidad que el d_iscurso del sQjeto atestigua, resµlta Wl artificio. Pero este artificio permite, S1 ~o responder, al menos delimitar una pregunta: ¿qué i;l~mimda 1a fun­ción anah'ti~_al .tienipo? ¿Qué-viene a decir el ~iempo de la fuñción aeer:'

. ca de eSa de~t!a y ~yecto qµe· fa motiva? . . '

si por el término pr~ceso designamos no ef análisis propiamente dicho sino la tot,alidad del tiempo durante el cual la actividad psíquica de un su: jeto hace de .la experiencia analítica, futura, en curso o terminada, aquello que ella .indaga o aquello poi lo cual ella se deja cuestionar, podemos dividir·

4 Cf. Toplque, números 7·8: P. Castorbidis-Aulagnier, "Le sens perdu".

5 cr, ,And:ré Green. Le discoun·· i'i~ant, excelente trabajo. sobre el problema del afecto. . ·-

67

Page 36: El sentido perdido Piera Aulagnier

lo en cuatro secuencias: el· "antes" del encuentro, el "prólogo", el "análi­sis", el "después" del encuentro. ''Prólogo" y "análisis" podrán a poste- · riori definir exactamente sus tiempos, el "antes" difícilmente reencontrará su punto de origen, y el "después" deberá renunciar a prever su propia du- · ración. Si ahora considel'lQllOS los recorridos inscriptos en esas secuencias, ''prólogo" y "análi.sis" muestran lado a lado los del analista y del analiza­do, "antes" y "después" dos recorridos solitarios que han convergido hasta cruzarse en ocasión del primer encuentro, para diverger finalizado ·el análi­sis. Esa convergencia y ese punto de unión resultan de tma condición previa que persistirá a lo largo de todo el camino: la común adhesión a lo que lla­marnos hipótesis fundamental; la inevitable resonancia del calificativo ele-. · gido muestra lá importaiícia" que le concedemos. E~_hipt)t~sis compartida . por el analista y el eventual analiz.ado puéde enunciarse suscintamente con esta proposición: el reconocimiento _de la existencia del inconsciente. El

-dernan<fante.6 puede n() .. 1ulber leído una sola línea de Freud: lo mismo el discurso cultur31 -de su grupo, del amigo o del consejero"'."" hará sus veces. El sÚf rimien~o. neurótico basta . para hacer surgir una demanda de ayuda, pero· por sí sola, a menos que exista un error de comando por lo general carente. de efectqs, rio puede hacer que se golpee a la puerta de un analis­ta 7 • A lo Suino podemos decir que, en ciertos casos, ''prólogo" y tiempo d~l "antes" coinciden·; no· es. seguro que sea éste el mejor camino de entra-

. da en la aventura analítica. A pesar de lo confuso que pueda· ser la idea del eventual anali7.ado sobre el térriiliio ''fu.consciente", y de la distancia exis­tente entre lo que ~l y el analista subsumen bajo ese conce.pto, tal acuerdo, aunque ambiguo, producirá un impacto y consecuencias a lo largo . del

· proceso. Es la clave de bóveda que permite a esa construcción llamada trans-. fer~ncia no., caer dei lado . de la pura depenclencia afectiva; la "poca certe­

za"· autoriza al analizado a reconocer y asumir ta autonomía de su demanda, el enunciado que sú "yo" debe pQder reivindicar ~mo razón y motiya-ción . de una elección qÜe él no puede reducir a una prueba de amor ofrecid~ al !Dporte transferencial. · · . · · - ·

Cuando razón y motivación ya no pueden sino recurrir al. amor. o liJ . odio, es"iñüy posi"ble. que el proceso encuentre un c::scollo insuperable~ Otra

· coSá. es· decii: que durctnte el análisis esa ''poca certeza" podrá ser sometida al deseo transferencial y ofrecerse corno validación o como desmentida a lo

. que uno sabe -y aquí sin miedo al en-or- que es la oPción teórica del · ofertante. Analizar la relación analítica pri:vilegiando_ los fenómenos 4e . transferencia estf'riiás qüe"jüStlficádo;. con la condición .. de. no olvidar.

que- sencillamente IÍO ha~ría análisis Si SU primer ef ect~ n() fuera consolidar el investintlentO par el sujeto de ese modelo de sli propio fwicionamient~ psíquico que va a privilegiar el trabajo psicoanaütico apoyado en esas fonnas de peruiamiento lliunadas rememoración, aSQCiaci~J1·.-~~lato. del sue­ño, puesta del fantama en p~bras. Ya desde q~e se inaugura, el proceso induce en la j>sique un nuevo equilibrio de su economía libidinal. Ninguna otra cosa puede· explicar esa "luna de miel" de la que habla Freud: de~o de

6 Los términos "demandante" y "ofertan te", aquí empleados, designan respecti-vamente al analizado y al analista.

7 Cf. P. Aulagiñer, "La spécificité d'une demande ou la premiere séance", en Iriterprétation, voL ~. Nº 2.

seduciOiQ_~ ~'-~ seguflllll~~~ seduCci~n. del sujeto por esa fonna de su activi<1:3:4_p~qaj?- El analista tiene razón al desconfm <Je.este breve idilio~ pero también .. conoce su utilidad en la arniadura del proceso. Aquello que en general_ anuncia él fmal o la interrupción de un análisis nos suministra otra_ ~eba,ºe8ta veza contrario. El.''Yll ti~ te11.ge> nada más qtie de.Cir aqui"' muestra el desinvestimiento de cierto modelo de actividad de la psique, y la n~. deJ>fesfya que suele acompafiar al enunciado da testimonio de la pr~-

. sencia de un duelo que exige ser· elaborado y analizado en el análisis y antes de su f"m, duelo que concierne a esa imagen de sí mismo que representabá _ al.,~eto en su propia psique como "agente de una actividad p~coanalíti- .: ca de la que simultáneamente era objeto.

Lo que hemos desigrlado como "tiempo del antes" representa el tiempo durante el CUal madma en el sujeto "la idea" que lo conducirá a lo del ana· . lista; idea que nO surgiría si~ paralelam~rite, el sujeto no hiciera suya la hipó·· ~ ... ,.

· tesis de que existe una razón oculta para eso que hasta entonces ha sufrido

1 como un destino, que hay un sentido por encontrar, y que este sentido -tal

/

1.es· el cebo .iluso~ ~ue siempre ocupa un Sitio en las motivaciones. d~ la l demanda- -le permttirá hacerse amo de un deseo para el cual todo sufruruen·

.1) to es escándálo. · · Ilusión, .desde luego, pero 'ella pennite ·que pliraJ.elamente al sufrimien-

to, ;el diséutso de y sobre ese sufrimiento se ofrezca al sujeto como segundo .polo- de investimiento; segundo. polo que hallará Bli principal aliado en· el interés que se espera de nuestra eseucha, a la cual el sujeto demandará valo­.~ar ~ producción psíquica cada vez que ella pudiera resonar en sus propios oídos como insensata. Se· advierte así el papel de la hipótesis fundarn~ntal.

· Esti ºcreencia: que el sujeto concecte a lo que todavía no conoce, este "si" · pr~unciado antes de toda posi'bilidad c;le verificación, nos prueba que. la

psique pudo forjarse por sí misma un modelo de ñmcionarniento que privile­gia él trabajo exigido por un análisis. Primer movimiento narcisístíco que in· duc~ una primera distancia, aünc¡u'e sea mínima, de la compulsión a re¡)etir,' inn~vacl6n original que propone a' la psique una nueva representación de SU•

funci~; Este primer tiempo jamás es coditicable; todo lo que puede decirse de él es que en tanto la hipótesis no se vuelva parte activa de las opciones del sujeto, no habrá analisis8 • · · . . . .. 8 De manera apenas hwnorística, pod~os decir que el éompromiso psiCoanalí>··

tico se formaliza entre dos discípulos de la teoría freudfana; el primero, por ser heredero del saber del texto, y el segundo, por ser heredero de una cultura que concede un sitio a ese sabei. Este modelo no puede ser superpuesto al modelo médico-enfenno, aunque eSte último evidencia que Ja acción terapéutica debe

. tener en cuenta la creencia que el enfermo le otorga. . Pero es escaso el parentesco imtie la ideología del "buen medicamento", el deseo

· de tmgarlo~ y la ideología del buen análisis y el deseo de hablar. Tomar un medi-. camento supone Ja certeza .de que el médico no lo.ha prescrito por error o por .sadismo, ·pero el interés, el investimiento del enfenno penn~ece centrado en su enfermedad, en su sufrimiento, en su esperanza de curación, y no en la valoriza­ción del acto de tragir. El enfermo dgue una _preScripclón que sólo le exige respeto por el horario y la dosis. Puesto que confía en el saber. del médico -Y en este. campo la ideologÍa de una cultura cumple an papel esencial- se someterá a. su terapéutica. Casi siempre le hnporta poco saber cómo actúa el medicamento o cómo funciona el órgano enfermo. _El paciente iigu~. acepta y se somete: estos verbos muestran su relación.

h \ > !

. í

\ 1 1

1

1

/ ·/

Page 37: El sentido perdido Piera Aulagnier

•· . El prólogo. concierne a lo que habifualmente llamamos entrevista preli­t¡ minar .. Aquí el primer rol ~rii. de.~~peñado ~~.el analista, a quie~ inc~m- .

1 birá la tar~ de proponer la mdi~c1on y de decidir ~bre su eventual llll~lica~

· ción. Como la indiéáción no puede implicar su propio compromiso con . ¡ [ ese sujeto, las razones de la indicación, y las de su elección no son idénticas. · Las primeras remiten· directamente a los criterios de lo analizable que posea · el analista. Tales criterios están lejos de ser unánbnes, ·y hallamos una prue­ba ejemplar en las· opciones de los analistas frente á la psicosis o a la peiver­sión. Dicha diversidad suscita en sí una compleja cuestión. ¿Cómo justifi­car que analistas que en a.Pañencia adhieren a una misma teoría puedan estar tan divididos en cuanto a sus posi'bilidades .de aplicación? En nuestro campo es difícil so.stener .que.modelo teórico y ·moddo de ia·cura ~dos entida­des distintas, y pór eSQ tales divergencias plantean un probleipa que no abordaremos. Por el momento ba$rá decir que aquí tenemos una prueba ·.

' del lugar que ocupa la ilusión en es~ frente unido que los adeptos de la, teo-ría freudiana querrían presentár. . . · · · .. · .. , . .. . . · · · · · Por el contrarió, vamos .a indagar en las motivaciones ·de la. e.lección.· Si las ·separaciones de las de Já indieación es pdr una ráz6n· que todos conoce- .

. mos, la de que la analizabilidad. de Wl sujeto reconocida por el analista es. . . una condición necesaria pero· n(> suficiente pára su .propio comprQmiso en .

. este análisis. A los criteñós de JO analizable que el aiialista puede justificar . .. en noml?re de sus opciom:s teórfoas se. agrega, por lo tanto, unJa~or .perso­

nal que pareee escapar a toda codiitcación, y de·aUí su interés .. : · ,_. . ." · . •. . . A ese factor Freud lo llamaba "simpatía", pero es evide{lte que ~ ana- ·· lista no supone· una sinJplÍt(á .universal •••. El .término d~ F~eud ·remitiría. entonce.$ a 1a empatía, .a las.. póáibilidádes 4e id~tificac1pn, al J>U'~tesco . .

' entie dos leng~jes o·entr~ cierto tipo de oonflictos.'Esto rii;>es fals~.pero .. . no nos parece suficiente~ Persónalmente e.riunciátémos dos.·té~~:>s: !°te~

f! rés y aburrimientó. El interés9 nos pare~ nueitro aliad.!> ·por ex.~elencia; el \\aburrlIDiento, ese advel'safio que .puede traer aparejada.la renunciaanuestra · función awque nuestra: presencia continúe". La electjón :es o debcrrfa ser la

. ·Con el·rnedicamenÍó y COR el acto terapéuticó;aqufla "hlpÓtesb fundamental''. · . · no iJr¡plipa más que· la creencia en el Saber diagnóstico y en la, eficacia _terapéu-

tica: : '.. . . . . · . . · Por. cierto que ~ora e8 pwible allaJizar con mayor profundidad el ~ento . ·

de esta' hipótesis, sacar.a· iuz lo inlagjnario deí cueq>o y del saber, la ~ensión .. tr.ulsferencial, la angustiá de muerte que 5e esconde".. trai¡ . el temor al resfrío, el deseo de inmortalidad que se revela tras Ja hazaña delinjerto. : · · · · · · .

. Nadie negará ímpottailcia: a estos. faC:tores, ni ~ t"ol .4;11. la c~ón ·o eJ f1:'!38º'. pero hay que. comprender. que .representan la tfimeDSJon la{ente de .Ja reJacion; Y · que Ja eficacil\ del acto terapéutico ,permite cásl· siempre .y a ·veees demanda . quedá,r ve,lada. Lo que eh:newco;espe~ del paciente' puede 5erlo in~. de 1~ . que demandará el analista: su meJor. aliado. puede ser. k. puesijí·entre ~enteSis de sil imfermedad por el. ~jeto, .el olrido de. su sufrmuento, .. su ·p~l>ilidad: de·· distaÍtciarse de él y de inv'5tir otros c~P<>s. , · _ . · . . . . · · : • · . : : Podría '.replicarse que l.Q mismo sucede con el smtoma: es con~Jdo el l!apel _de :

. pantalla y .el ~recto 4e i'~nc~ q.ue éste puede c~Plir; Pero lonalogia,se d~ · tiene: la adhesión a· lá . hipótesis fund:unental y ·su ~cion en la .econorn:ia ps1-

quica no tienen· SU equivalente en. Ja adhesión ·a la lúpótésis médica, la CuaJ, en este canÍpo, es de lejó.s. más .é:onservadora y pllSiva; . . · ... ' . . . ·. . . . . . . . ' .

9 Dejamos de lado ~; motivacio:ríes eConÓIJ)icas qúé puedéD ititeri~nir en la. élec- ... . ción. no porque no ~stan sino porque son e\ridentes, • . . . . ·., ; . ' . . : .

:;. 1·

'(· ·coósecueii~ia de n~na preVisión.so,bre ms posibilidades r. 10~ i;iesgos dtf

·Ja. presencia de uno y otro en la partidaS aquí el factor tiempo recobra to· .::aa':su irhP.or~cia: eµ efeeto,:el tiemp0 impartidQ para l;l .decisi6n de ta· r ~lección re$1.dta·m~y Jiinitádo, y ef ti~Q'lpo ofrecido al proceso e8 • .Por defi~ . ¡1 piciól.'l; ~Q deflJÜdo,; Tres, cuatro, cinco encuentros deben permitir ·ai aitalis-. ¡[ ta calibrar no IQ que será la cura, sino. lo que será la respuesta de su escucha .. ;:Ese SU:jeto·al que escuchará durante años, ¿puede interesar.a su escucha o

corre. el riesgo. de hacer que ésta ~ disuelva en el aburrimiento? En este . 'punto. se ei1frentan dos concepciones atitinó~cas .de la relación ailalítica. J>odemo11·.concebirla: comq ·un fal$o encuentro. re,Pétidb ·(falso encuentro

. 1Dllcho más frecuente que. la falSa· demanda de la: que tanfo 8e habla); la es~ ·. 4~cha. 9-ºéda reducida entonces· al puro. fenóm.eno ~cústico que quiere que

·_. SI alguien Jí~bla en· una habitación, las ·pata,bra5 pronunciadas se oigan. '.._. Desde é~ ~omento el análista verá en·. el aburrimiento .ante el discurso

tjído ~ pruef?a de que su escucha no privilegia ningún sector del discur5o, · .. y ilobie .Í()do. agr(lgam<>S tioso.tr.os, que. ella no. pri\':ilégiá al discurso mismo, . . En éste Ca.so ~!:problema que·:pJanteam~.esJnexistente, pero la indicaéión ·.y:el análiSi.s tambi~n. As.istirein0sal eJlSailcliani.iento·sm f"mde la mdicación,; ·

·· · • . .al acortanllénto'd~t i>rQfogo y a Ja :enga,ftifa del proceso_, · ·· · .· . . . . · · : , i .. ': P~ro. tambi~n pu~de . eo~cebir~ e}aJláljsis: como: tm. tr;abajo y una actl~

. ·)· '?did~d. prosegw.dos en co~un: desde ese moment9:la· escucha ilo es posibl1;1 · _;..,,,··si.no es fuente; ~n elánalista,de un interés no_:só}Q prir e~análisís en generál ·

t · :<¡Y por el ~ur.8? ~mo c~P?' d~ , ·investigación~ ~() po: este discurso, el -; de .este si.g~to,. en este análisis. Sm embargo, se trata aqµ1 de un problema ·

/que· ~~eamente :Se prefiere velar; ser anali.sta no .basta para que todo dis- · ·. ~· .. como·t~stigo de una netuosís; o de·una. psicosis, interese. Hecho aún" · JlláS 'perturbante, .. ,e~ Jl'.lUY difíciJ definir objeijvámente cwµ es la "c¡rlidad" · del disc11rso: que . mótiva nuestra escuelia.: .nivel éuJtural, intélig~nciai sensi~

. bilid~d. estas eriti~des cuyo :rol .en ~ relación no analítica creemós poder ' ·. · defuur-, pier<len ·su· ilusoria: claridad- en nueStro ~po .. La experienciá no \ 'sólo . prueQá :·que . el $3ber cultural,. Ja brillantez iiltelectual, el seniido' ctíti- .. i -co ·de ,un .Stljeto .Pu.éden . ir· a la par con u,na total incapacidad para servirSe . de ~llos en su experiencia per~nal, sino que ~rila tlÚSlfla medida su ;iparente •. ausencia puede ser un· modo .de defensa que desaparecerá a lo largo del tra~

. yecto: . . .' .. . . , · . · · . · .' . . . . · . . . . . . • .. · Que(fa entoñees el~ado'il,l»"inst;glil': a)a aptitud para ailalizar5e: .

·. confesemos que .éstos· térmÍJlOS san. ~onfUSO.s. Propondremos a título de hi-pótesis que er abúnimiento, romo m&nif estación de nuestro desinvestimien-

. ' to. del trabajo p_siooanalitico y de núestra escucha, Surge como respueStá a ' . . la antinoüm, . que opone, en -ciertos . casos, el. modelo del procesó al que · adhiere elanaliZado y el modelo qÍi~ privilegia el analista. ·· · · · · · . ·· ..

·· ·. · · En' otros. ~térininos, nuestra éscuclui espera, en él discurso, cualesqtriera · . que sean pór otra parte sus enunciados manifiestos y la-agresividad, la seduc~ · · ción y; más generahnente, las· resistencias que puede evidenciar, la presencúl . de.un ''factor" :que pruebe en el sujefo la persi$tenciil de su.fuvestimiento

.· {rente a ~ modp de aCt:ivídad psíquica ántes d~(mido. Sí hemos .puesto el ·

. t~ó factor en~e. comillas. es patll evitar. qúe •S41· crea cerradá· una cues~ ·: · tión que no lo .eStá; Defmir ese facto.r no es ci>sa simple;·. Seríll il~orio creer

eq. St! identidad. ·para todo analista; :Y parece depender estrictamente de lo ... . . . . . ·. ·;- . . . ' . . ' . '. - : . . ,• . . . ~

71

Page 38: El sentido perdido Piera Aulagnier

que cada uno de ellos espera del proceso y del modelo que presta a su f Í.UF ción. . . .

· . Por fortuna e8e modelo está inevitablemente presente en todos noso· tros. Pretender. µna equivalencia entre nuestra necesidad de no privilegiar

. ninguna de las élecciones -:-éticas, políticas, prof ~onales o amorosas- que el anali7.ado pqdrá hacer durante o hacia el final del recorrido, y una supues· . ta indiferencia por el éxito o el ftacaso de. nuestro trabajo, es una tontería; o bien si ta1 pretensión respondier.t a la verdad, una deshonestidad. -

Cabe entonces preguntarse si tan enigmático factor no remite a lo ·que en la elección ya no es función de lo que el analista Silbe, sino de lo que pue­de no saber aeerca de su relación con el modelo al que refiere su función y que motiva su actividad, mientras que ese modelo no puede cumplir su función analítica sino encontrando un estilo de economía psíquica del otro que esté más allá o más acá de la simple sintomatología. Lo cual nos remite

· a la necesidad 'de un autoinvestim:iento, por parte del sujeto, de ciertas ma· nifestaciones de su.actividad psíquica,·y nos prueba que el proceso analítico no sólo exige que se comparta una hipótesis sino también que ambos sujetos

· en presencia invistan, a pai:tjr de sus posiciones respectivas y a ?esar de la di­ferencia de sus motivaciones, un mismo objeto definido por lo que el dis­curso que se desenwelve en ta se$ión tiene de específico1 0 ; ·nuestra pri­mera participación en el trabajo que en ella se efectúa es la valorización con la que nuestra escucha lo asegura. · ·

Si Ja relación puede existir, es porque los dos participantes encuentran _tql objeto.soporte que ofrece un punto de articulación al investimiento de dos sujetos a los que, por otra parte, nada une. Las circunstancias de que el

· analista. deba ser ese representante sobre el cual se proyectarán los diferen-. tes actores pasados, de que sea neceSario que su neutralidad facilite el.impac­

to del seiiuelo proyectivo, d,e que se proponga como repetición de un ya-vi­vido. no bastarían paiá dar la dimensión psicoanalítica al proceso si parale­lamente el analista no pudiera preservar esa anti-repe ticiórt, esa innovación ate$tÍguada por el valor de significación concedido a una actividad diScursiva .Q.ue, .basta allí y en otra parte,.está condenada al silencio. Es necesario in· ?SiStir sobre el rol esencial de wt interés que sólo puede ser eficaz si no se \~duce a un "hacer como si". En este último caso, es-sabJdo a qué precio el discurs.o puede continuar. Insistencia justificada, porque su all$encia pue­de ~fiarse gracias a wa serie de racionalizaciones que apelan al deseo . del analista (quien, en última instancia, supuestamente desea la nada), a

· la neutralidad (que ya: no es la neutralidad del juicio sino 'úna neutralidad de intenci6n, cuando nada· es menos neutro que la intención dél analista), a la atención flotante que se convierte en desatención constante.

. . 10 En un trabajo en ejecución hemos retomado este problema para mostrar P?r.

qué mzón el paso del proceso primario al proceso secun~o o, en i,uestros te; minos, el paso de la puesta en escena a la puesta en sentido, exige que la energm psíquica im;sta esa manifestación de su propia a;tividad que el.discw:so pennite, y su reivindicación del sentido y de la significación. Lo cual da cuenta de lo que afirmamos acerea del inVestimiento, durante el tiempo de la expeñencia analí· tica, de una representación de sí como "actividad anaJizante" y com? pro~ de un "además" de sentido que a la verdad haga posible, lo que no qmere.de!irex-haustiva·o segura. - ·

72

., ... ''::.·,.·-.· ··.• .·• ;·:.

· A partii de aquí, la responsabilidad de la desvfución, de. Ja interrupción, del. fracaso, caerá sólo del lado del analista: en nombre del respeto por su b°bertad se opera una violencia inadmist°ble que se sirve de la ttansf erencia, y por Io tanto de la inevitable pérdida de una cierta Ubertad afectiva, para _asegurarse la presenC:ia fiel de wt partenaire y expulsar enseguida hacia esa · misma tnmsf'erencia la responsabilidad de los eventuales fracaso! •.

Estas reflexiones nos han alejado, en apariencia, del problema del tiem- · .po. pero en realidad muestran la importancia que debe concederse al tiempo

. { del_ prólogo'. Tiempo durante· el cual el analista no tiene que intei:rogar ! simplemente una demanda, sino que además tiene que interrogarse sobre / Jas m~~vaci?nes de su respuesta; entrevistas que deben servirle para prever · ~s. resistencias que amenaza forjar su escucha y juzgar lo que preserva.de analftico su respuesta, Es lamentable ~~ tiªº;utreducirlas.cada-vezmás; E.~.:_s_:__~RQ. <le, reflexiOif.es]Q. único que permite el análisis de la res­P'!e..8.~!'!!~nJ"!PDl'tante com'! el de. la.de,nanda. Análisis necesario para que se pe~e la intenogáción sobre la legitimidad del modelo: ·cada vez que una demánda de análisis recibe como respuesta el si de la indicación y el no de la elección, Viene a significar al analista lo que en su modelo escapa ·

. a la teoría y responde a su singularidad. Tal singularidad no tiene que ser deplorada ni ensalzada; ella muestra la diferencia que distingue al sujeto· de una computador.t, pero no por ello puede quedar ignonda en la ilusión de que no cumplirá un papel en la relación. Su análisis está sujeto a cambios;

. no es un dato. constituido de una vez para siempre sino, por el contl'ar:lo, algo que se f OIJa y sedimenta en el analista como respuesta a· sús experien­cias, a sus opciones teóricas, a los movimientos y acontecimientós de su ~ropia vida .. Por ello representa algo· que nunca será lo ya-analizado Sino lo · Siempre·por·interrogar: mucho más que en la pura teoría, es en lo cotidiano de la prá~ca, cuando el teórico se welve actor de su propia teoría, que se ~e. en ~cción aq~ello que en el analista resiste a la teoría, al modelo y al aná· lisis ~o. El ti~ del prólogo representa ese tiempo en el que el anaUs- · ta que escucha una demanda analiza las motivaciones que decidirán su res­puesta. Una vez cumplido ese trabajo, el eventual "sí" inaugurará er tiempo de las sesiones. ·

· 1

También ~quí es evidente la complejidad de la relación con el ti~po: si la sesión posee un tiempo fijo, su número no. Tiempo de la sesión y tiem· po de la cura carecen de relación, pero ambos plantean un problema que ningún analista ignora. En este trabajo nos contentaremos con indagar en el primero, más fácilmente delimitable en la perspectiva que nos interesa,

· aunque sólo fuese porque es el analista el que lo decide: por cierto que tal decisión. concierne más al final que al comienzo de la. sesióil, mientras. que el retardo está en manos del analizado. Al respecto podemos abrir un pa­réntesis para señalar· que si el comienzo de la sesión pennanece en manas del analizado, teóricamente lo mismo debería suceder con el final: en los hechos nada impide al sujeto abandonar el diván diez minutos antes del tiempó impartido. Pero es raro que el analizado haga uso de esta libertad. Si dejamos de lado el caso· en que la repetición constante· del retardo for- · · ma ~ de un mensaje sintomático, ek frecuente que durante el desarro­llo de :un análisis el sujeto se pennita llegar de vez en cuando después de la

73

Page 39: El sentido perdido Piera Aulagnier

ho;. fijac!;i:P<>filá .,;,1onc<s ncionaÍli;ir ·"'' _,, o ci..cJr C~n &a!iquO.. J que se .retrasó .. vobintiµialnClite;'..º incluso sorprenderse él ~ó ~e c¡ue l

··el retardo impreYistq soqrevenga.Jus~nte eJ .día en que no te.nia,nmgun~ : : g¡Úla de \renil a :v.etno~.· LO cuáf.dem~estra~ y nadie se sóiprenderá por ~llo~ · · que dmante. el .~ hay ~bínentoS en: que sopo~ él· tiempo ·d~. la .. . sesión es una tareunuy dificil. : . . . . . . . .· . : . . . . . •. . .· •. · .. • .. ·, .• .· : Sin eníb~o~ es evidente· qu~ el Slljeto pOdría aeortar ese .tieJJlpo le:­. v~tándose ange8 del Piomento previstq; EstqxiSibilidad es•evQcada, muy

a menudo en una Suerte. de. fantasma quue DOS confiesa SÚlo ambages é.OJi: · ·la" formá de: "Me pregunto·qú.e baría·'IJ,Sted 'Si•yo ·me.levantara antes del·:

.. fipal~', o "Alguna .vez. quisiera imie antes del mo~to previsto por usted"/ ·o~ 1l1ás simplemente, "Tengo.muchas gana$ de- Itme";Fantasm.i'J~·dijimOs; ·. porque ~ 1a . g{áíi .mayoría de fos. casos el~ sujeto no. tra~ucjrá es~o en actos. Así, en la relación del analizado con el tiempo de la s~Ston?. ~QJD1e~o ·y fui; páre~n tener : valores dife,en~~ ¿Se •be t;Stó. a que elmQD,lento·. · del. fin, .por tazo~s que hay que .analizar• .se hallaria de. e~üada p:ua ~l .en ·: las exclusivas manos del anillista? ¿Se •débe a que el SUJeto no puede·frus"' ··

· tnme de nueStra pi~ncla y frti$tiámos ·de la ·suya sinó én efigi~?.· ¿s,e d~be :'· . ~ qu~·nuestra presen.cíil detiene la posibilidad del pasaje al a~o1.o inc,l~so~: hipó~sis .,de, consecilencias.n1ás giavés, ¿~ 4eb~ a que.,' d11~te ~; ~SI~n;> existe . por sil. parte, siquiera fuese de m.anera .lat~~· tal ~~~e:11to .• de nuestra e$CUC,ba que no. púed,e sh'.i.o a.ceptat la frustraciÓJl ÜDPUeSta pero •

. no provoeaJ'.la? Dej!ifemos abie$S e~.etiesti()lie8. . :• . " · ". · . · · . :, . : · . ': . · Si ahora volvemos, no. ·al fm· o al con:tlénzo. SinQ: á lo. q~ suce!fe<e,itre•

. estos dos momentos; o: sea ;µ ti,empo· de la sCSión~lo. primero. será· p~gilntar~ .' . se en noinbre de: qué Criterios serlo ha ftjádó •. PJ.íctieaménte~: ~ que,':. con potas ex~epciones, p<>i lo geneial se r:e.tomó.: el .elC$ido po(Freu~.': '. ·Eri nµestra opinión,· es seguro .qu.e nada nos penriite ·decir q~e .~· tiata del> tiM1Pº óP.timo ~-e1diScur~:delanalirado, ~uieilpod(í• tener~rf~~;,·'.

·mente teSlones 1DaB·1argas, Sena una.superchena.~.q1,1e.es.su .··,,1.m .·. ·lo que dét~6 n~stra el~óil.· &e tiempo elegido.pot'-el ~tá, ·¿l<i: •. · fue en eambio .por "su bie1'-;'? s. el· .de él? .. Si se ~e. y ~~óstrareni.QS ~r. ·

. · .q~é ~.esto necesario,.q1ie~l ... f:ién1po ~.~ e~:no.pµede .. ~.~.-~ .:· · :se~ón ·~ la otra ;y qW) su 4uración debé set. cOIQpatibl.e:coa n~ posibfil,.:. ·dad &noportal ~ t.érisión,~.p~.d&fC?i~ sesJ®eii> prQb~bleineri~·:· . Sería. difí~ exténder en ;nuch<>. el tieD1Pc?,;cáll?'Pe<>· lit:' ~teg\lnta ~~~-;~,

. planwaise. pues,. de otro ·mol'Jo:· .. ¿cq¡t ·es .el tiempo mUQlll.O nec"sa:r-.o .• ·· patá qÚe su breveda4 no Sé eo~vierta en u~(obstáCulo gara elariálisiS? ¿Có-:::· mo '.evaluarlo ·mi· ~currit a una costuúlbio qué sería ·pura: reedición dél t:iem• .·: po del propfo ~? Es 'ciCrtoqu.;,. Já re~ no. p:Uede <le~~ en· .ufi número· fijo de minutos, ~io ·sí: puede indicar mí. otden diil'.e.'¡(tensión : que mu.estra' .que to4á redúcci~ Sistemática :es f:iicQiilpatible· eón. up, pr~.: ce59 que lló de~ ,e~erame.nte en 1a sugestión; Pir.1. ~~: rec~~ ,, ·rem.Os a ·µJi ejempló. cl~co .que :nada. ti~n~. de·~~~ sal":º d. fonnJu".:' parte de· ses1on~ que tuvieron ,higar mientras . reflexio~aín0s: sóbre . el .tema, .. Jo· cual ·quizá nos hizo más ~es ·a la ~ensión temporal de la ,

·.sesión., · ·. ···· · : ·: ·;: : .. ' '· · .. : ·· ... ·: .· . . .. \ . .. . : : 1~ e~ ea·~:desd~ .haée ¡µ!utios~eses. Habla·¿ci~:s9~t~·ja\•

74.:

menudo con pasión; es· raro el silencio. La sesió~ que relatamos coinienza con la reanudación del tema que había cerrado. la última entrevista: ¿por qué una desCónfianza tan grande haciá 1a$ mujeres, por qué ese miedo cada veZ·que cree sentir. que ellas lo desean? Ai¡Uí surge un silencio de alg1inC1s

· minutos, silencio que en mis oídos resuena como una doble pregunta: ¿qué respuesta espera él de mi parte en to relativo a su miedo por el deseo de la mujer? ¿qué co5a de. su propio discurso de pronto le produjo miedo?

·En ese momenjo, J~an mmpe.el silencio y me. dice: · "Esta noche tuve .dos sueños que voy a contarle. En el primero yo

. veía dos verdugos que habían venid,o a decapitar a mi hermáno Denis. EstQ me parecía natural.· Lo que en ellos me impre8ionaba era el traje muy ne­gro que llevaban y sus pelucas igualmente negras. Yo no podía rniiar sus caras, que es~ban cubiertas por· una máscara, tambiéri ella· negra. A su vez, no quería mirár a mi hermano De~.: Me decía que prefería conservar el récuerdo de un cuerpo entero.· En ese momento entró mi madre y me tomó de la mano. El suéfio se inteúumpió aquí. Tuve un segundo suefio. También se trataba de la muerte de mi hermano Denis".

En ese momento.se levantó.y consultó un papel metido en el bolsillo de la chaqueta, a la que había dejado sobre una silla colocad.a frente a mí; . y en aparienciá sin darse. cuenta del lapsus que acababa de cometer a prop~ · sito del personaje del segundo sueño~ siguió hablando: · . .

"En el segundp sueno yo estoy en prisión. Tienen que cortanne la ca· beza, Entra un hombre. de barba; prueba una primera v&z, una segunda y no lo consigue~ Menea sús cabellos negros y yo le digo que eso no me gusta, que no quiero que me fa corte~ •. El me mira, me dice que está de acuerdo y se va". .

Terminado el retato de estos dos suefios, lean se entrega a la serie de asociaciones que paso a comunicar: • · , · ·

· Primero brota el asombro: ¿por qué debe morir Derus, si es .su hermano . preferido? .

Denis y 8u· expresión ~ten a Jean a una se.de de recuerd~ que van a enunciarse en el orden siguiente: . · · · ·

La expresión de .Denla nifto y su mutua complicidad frente .a los. otros hennalios. (Contará un recuerdo que data de 8U3 seis aflo1 ). El disco preferido de Denis, oído con gran frecuenda dUr.mte sus va· · caciones de adolescente&. · · · Ese mismo disco ha1ladO por azar la semana pasflda mientras bailaba con una muchacha a la que estaba cortejando. Esta muchacha le recuerda a Jacqueline~ su primer amor, y todas las veces qúe había bailado con ella al son de ese disco. . Jacqu'eline, a quien conoció en la universidad, le hace pensar en su tesis sobre Kant comenzada hace seis años, mome-eo que coincide. con su descubrimiento de Freud. ·

. Kant, en· la certeza lóÍJita opuesta a la inteaogación del discurso psi· coanalíüco y a las cuestiones que él se plantea. · Ese discµrso, en la angustia (de la que no había hablado) experimentada hace do1 sesione&. cuando habiendo callado durante algunos minutos tuvo de pronto un enojOSQ núedo de no poder decir. nunca más nada •

15

Page 40: El sentido perdido Piera Aulagnier

Esé miedo en su temor frente al silencio del padre y al silencio impues­to dutante la misa. La misa; en el castigo que le infligió su padre una vez en que había transgredl.ilo ese silencio. El Padre, e.n el silencio de Dios y de la Iglesia; ambos le habían ilispira­do un terror sagrado y a veces un odio sact11ego. . . Dios, en el sexo, en su culpabilidad de adolescente, y nuevamente en Jacqueline y eñ su primera experiencia sexual~ Ahora los ~cuerdos de Jacqueline quedarán precisados: el color de s~s ojos, su voz. . . . Y por último, tras algunos instantes, se plantea (y Die plantea) una pre- ·

gunta que en el fondo se enlaza con el coniienzo de la sesión: ''Por qué, cuando bailaba con Jacqueline, le gustaba tanto escuchar la· .

música preferida del hermano? ¿Su· excitación y su placer~ se debían a "una identificación que yo habría operado entre J acqueline y ini hermano?"

Esta pregunta coincide éon el final de la sesión, que le es significado· por mi habitual: "Bien, señor" ..

Mientras Jean habla, he aquí la cadena asociativa ·que se desenvuelve en. mí misma y que al terminar la &esión intenté reconstituir con la mayor. fidelidad posible.

Lo negro de la peluca me parece haber sido el punto de partida. de la serie de reflexiones-asociaciones siguientes: - La primera sesión, en la que me dijo haber quedado impresionado, sin .

explicar las razones, por mi color mate y mis cabellos muy negros .. · - : El verdugo det primer s\ieño me parece una indicación de aquel que me

representa en su sueño actüal, el personaje portador de muerte que se opone a la madre, quien ofrece a Jean su mano para protegerlo de tin fin parecido. . . La imagen de la niano de un nifio en la de su madre resuena en mis oídos como· ia nostalgia de un tiempo pas{ldo, y de la protección que uno querría recobrar en esta sesión y a través de mi man.o. En el momento en que se levanta, compruebo que después de haber hablado del verdugo enmascarado, Jean se acomodó para ver un instan­te IÍli cara y mostrarme la suya. ·cuando sobreviene el lapsus -es la primera vez que comete uno-, me· hago dos preguntas: ¿Pone Jean en escena su segundo.suefio para cas· tigarse por el primero? Su lapsus, que hace de Denis aquél a quien el sol· dado quiere salvat, ¿pone de manifiesto el temor de que la anali.sta -puesta en el lugar de la madre-:- lo c~gue por su deseo de cercenar el . cuerpo del hermano? . . . .

... Cuando me habla de su miedo al silencio, e;J!:perimentado en la sesión pasada, trato .de 'recordar su contenido para i>reguiitarme q\ié es lo que

76.

pudo susdtar su angustia. . . · . Sú angustia frente al -silencio me..~~ V!)lver a ver, en un flas~·back, su tiempo de palabra siempre lleno, siri espacio vacío del que mi palabra amenazaría aprovecharse. · . . Y de pronto recobro intacta una impresión olvidada: la que experi­menté a lo liego del prólogo. La emoción y la pasión con que Jean ha.; bía intentado convencenne de su "i;iecesidad".de análisis, de su "amor"

por F~eud, dé su "pasión" por la verdad11 , me plantearon insistente­mente el problema de su pOSI"ble reacción. cuarido ese saber que preten­día poseer, y poseía, sobre.la teoría freudiana y en parte sobre sí mis· mo, quedará inevitablemente cuestionado por su propio análisis1·2; y también: el de la seducción· que ejercía sobre mí este discurso. Ahora bien, tal seducción, aunque perci"bida, no había dejado de producir ef~ctos sobre un tiempo de espera que yo me ingenié en abreviar. · ·Cabe entonces· preguntarse si, habiendo llegado al final de mi tiempo

de escucha en esta sesión, no .tropiezo al mismo tiempo que Jean con una pregunta igualmente atemparal: ¿cuál es mi respuesta a la relación del otro con el saber? ¿Por qué razón esa "búsqueda de verdad", proclamada con. cierto· exceso, había ieso;nadp sin embargo en mis oídos como una in·· vitacióri a escuchar a este paciente? En este punto brota en el. trabajo ·del analista algo que inevitablemente lo remitirá a lo que.fue·y sigue siéndosti propia problemática, en una economía psíquica que privilegia .la actividad y el modelo del analista. Si la. primera parte de mis asociaciones indagan en. la relación transferencial de Jean, la última pregunta me dewelve al hecho de que tal cuestión no puede encontrar respuesta sino por el análisis de mis inv:estimientos singUlares. Lo que. yo había "olvidado" no concer­nía a ninguna de las frases pronunciadas por Jean, sino .a una de tas moti­vaciones de mi "sf', perci"bida, pero sin .duda no bastante cuestionada. Hay que agregar que si esos primeros meses de análisis rápidamente me habían probado su necesidad de asegurarse su apropiaCión del saber ·rreu· diano, con el fantasma, entre líneas de que una interpretación pudiese significarle que ese saber no lo preservaría de la revelación de. un. "horror'' por él mismo ignorado,:también me habían hecho más sensible a la pre­sencia en Jean de un déseo de seducción en busca del discurso más apto para llevarlo.a buen puerto.· . · · '

Sf pusiér.imos lado con lado estas dos series de asociaciónes y aislára~ mos ~ellas solo·el factor relativo a/ tiempo, tendríamos, del lado.de Jean, un trazado ziglagileante que va desde el tiempo del suefio de la J;toche precedente hasta ·sus seiS .afios; vuelve al tiempo de la adolescencia, sale nuevamente a la búsqueda del padre de la infancia y retoma al tiempo del saber y de Dios, etc.; trazado.que termina con una pregunta que.hemos calificado de atemporal: ¿cuál es la relación entre goce, placer, y el sexo delpartenaire imaginario cuya sombra se proyecta sobre el otro real? ·

Si nliramos del lado del analista, vemos dibujarse un trazado que parte de.una palabra privilegiada en el hie et nunc dt1l discurso, el.negro cuatro

. veces pi:esente en el ~lato de los suefios, y que culmina en una problemática del prólogo q~e había quedado en la sombra.

Esta palabia pasa a ser .la brújula indicadora del camino que permitirá 4escubrir quién y qué cosa representa ella para el sujeto en esta fase del análisis. Dicho camino lo condtlt'.e, según las veces, al tiempo de la primera

11 Los términos son del analizado. 1 2 EJi ocasión de una primera intervención mía efectuada algunas sesiones después

- del comienzo, Jean me · demandó imperativamente que hiciera el favor de callarme,.porque, agregó: "Si pienso que usted puede hablar, me ·angustio dema· siado y .tengo que huir".

11

Page 41: El sentido perdido Piera Aulagnier

1

'1

sesión, a la angustia exper:ifflentada por Jean hace dos se!iones, .al. mied~ que le da Ievant!ll'Se en esta sesión, a la res"?ancia de wia nosta1f!a. infantil que se ha vuelto actual. · al estilo de los pri!"eros meses de análisis. Y •• por último, a una impresión olvidada: su propia pregunta (la de la analista) en ocasión del prólogo. · · . · · , . . ,

Asociación libre de un lado, atención flotante del otro, ¿que relacton liga el trabajo efectuado en esos d~ espaci()S psíquicos'? Recordemos que se trata de ánalizai uno de los aspectos presentes en esos dos ~cursos, Y no de analizar esos dos fragmentos de discurso. Aspecto elegido porque demues· tra la función del tiempo eri el desarrollo de la sesión. Pero antes de prose- · guir ,. es preciso recordar que· de· ningún mQdo hacemos de nuestf<? ejem!>lo una suerte de .. sesión modelo". ni pretendemos que en cualquier sesión·

· podríamos hallar el mismo tipo de: trazado. Hay otros posibles, por ~em­plo Lucien comenzará hablándonos de su trabajo y de las preocupaciones que actuahnente. le cauSa. uno ~ ~ clien~es. De esto pasad., gra~ a un lazo en apariencia enteramente logico, a la un~gen del padre, también abo­gado y a las relaciones que mantiene con sus propios expedientes; de allí a Ja ~dre y a Ja angustia que en ella provoca, todo terpor de enf ennedad' en un miembro de su familia; de la madre a una tía, muerta recientemente y que fiieia un pecionaje muy amado de · su infancia, la tía que tan bie~ sabía contar cuentos, etc. En este caso el trazado parece enlazar entre s1, más qiie fechas, una parte de los objetos sucesivamente investidos por la h'bido del sujeto; ese trazado recorre el espacio de los investimientos, de 1,os cuales privilegia a algunos de sus· representantes. · · .

Por fin, podrá haber sesiones donde no habrá, o muy poco, asociaciones 'stricto sensu, suerte de discurso enteramente centrado en lo actual, se trate. de lo actual de un afecto vivido afuera o se trate de lo actual de la transfe· rencial; y el sujeto nos hablará de su esperanza,· de su dolor, de su agresiVi· dad, de nuestro amor o de nuestro rechazo. . . .

. Existen también lllomentos en que el discurso se emparenta mucho con algo que· ya no es sú:Jo una f onna depurada de Ja resistencia, sesiones ocupadas en el monútono informe de las .actividades de Ja jornada o en la repetición, igualmente cansadom; de lo ya -dicho- en abundancia. Si de­jamos de Jado este último tipo de sesiones, que también poseen su impor~ .

· taneia en Ja cura~ ·así fuera sólo porque a menudo son las úruclls que per­miten al analizado tomar. conciencia de una agresividad a nuestro respecto que pennanece :velada para él, es evidente que nuestra concepción sobre la fwición del tiempo en .Ja sesión de Jean puede aplicarse a cualquiera, . independientemente del estilo de discurso que en ella se desenvuel:ve. . ·

En el ejemplo que ~emos comunicado dejamos de lado D:lUChos enun· ciados cuya tr.mscripción habría llenado cierto nümero de páginas. Quizá nos hemos equivocado, pues su fiel lectura· habría indicado .exactamente el tiempo necesario para su escucha. Lo que aquí nos ·importa es mo8trar que la serie asociativa exige materialmente que se le conceda un cierto tiempo, y también que ella no puede tener: lugar sino gracias á nuestra pre­sencia, Ja que va a inducir. determinada elección que nunca es efecto del. azar ni juego de significantes. . · . · . . · Volvamos al relato.de Jean. A partir de un ·elemento del sueño: la ex­presión que presentaba Denis, parece producirse una irradiación hacia otI:as

78

. . . . .

represerif4cion~s, otras- huellas nmésic~. totalmente heterogéne~ en su. . biSCripción temporal. Una. serie de recuerdos.que no son representaciones. · inconscientes reeobr~as van a unirse según U!l Jazo témporo-espacial di· ·· ferente al del discUrso lógico. Lo que la· cadéna asociativa comienza por sacár a luZ ~s una organización lógica no prevista, una nueva relación entré los. elementos· del re la to del sueño de ~ noche y el recuerdo .de un otra parte.

. .y un otro . tiempo. La asociacióµ pone al dei;cubiertó Ja posibilidad de. un . nuevo vínculo en.tre una serie de repre8entaclones que pueden' pertenecer, ·. en su .totalidad; a las inseripciories inconscien.tes, y tener sin embargo un valor re:veladOr que s6lo esta clase de trabajo permite; lo cual queda probado e._ el casQ presente por Ja conclusión ala. que Jean amoa. .· ·.· ·· · . ·

.. . . . Esa posibilidad de ensamblaje no~es úriica ni obligatoria, pero, como . decíamt>s;. ntJnca es efecto del azar. Responde. al lugar que, en el momento : en que el sujeto habla, ocupa aquel del que no habla pero que lo hace ha- . ' ~lar, el analista y.la relación transferenci3l ql)e a él lo liga. Sila hlstoria del . suj~to-es única responsable de los ~lemento:s del ensamblaje, la transf erelÍcia > es, t;e9[JQl1sable :de la elección qué. .. ese ensamblaje va a privilegiar1 3 en el· · niomento en qUe~: el .sUefio pasa a ser el relato que se nos ofrece; del mismo

modo en que es rc;sponsable de los significantes que el sueño, a su vez, privi· . · tegia .. Esta elección deQe entenderse como una primera etlpa de1 "levanta~ mie~to de. Ja represión"; De· lo que .el sujeto se libe~ en un primer tie~pó, .. es del);'incu/o lógico y temporal que normalmente rige el discurso. El aná~. lisis :exige que. se dé al 5ujet0 la posibilidad de recorrer el mayor número pOsihle de ·esos nuev_os Circuitos; i;:l papel de una eventúal.intetpretación será reyelar al. Sltjeto ta: razón oculta del trazad<> ·elegido. . · .

Hemos Visto recorrer el tiempo y el espacio del análisis:aldiscurso interior que,. e~ eJ··~ta, acompaña al del analizado. Si el discurso del

·:· analizado i:em'odela · y reconstruye el. tiempo de .su história, 1á escucha del. . analistá • reconstituye paialelamente el: tiempo del aiJálisis, indaga en las fue~. que ttansitail . su esJ>acio: su és~éha el;lbora' sesión tras sésión la .historia de. la. transferencia. ~·dos ,historias,. Ja que cuenta los ácon~

· . ~cintientos ~ una vida y la que Cl1enta las :aventuras de la transferencia,"_ •· se d.esenvuelven lado con ·lado y se. remiten Ja. u.tia. a la otm. La elección .de ,

.. : los "áC()Dtecimientos-recuerdos" o de Jos :''aconteclmientos·imágenes07 que. · ~1 trazado. de cualquier'.sesión va a religar, siempre: depe ser comprendí$:

como .un efecto de Ja. transferencia. Al tiempo que el discurso necesita. .· .para que el'. tru;adó recé>Jra una 1*ifÍlera eSpiral, rtlSJ>Onde el tiempo que · n.ecesita el ana).ista para localiiar y ~guir las fluctuaciones y la ·sobredeter-.

. mmacjÓQ propias de su representante en la escena.del inconsciente del otro. Mieittras c;l !Ul1llista 8e. Con.t~te con el estilO: aforístico que ~uncia que el sujeto '.'hace· tm,a transferencia paterna~· o "materna", o aún qúe revive

. umi rel.ació1,1 sadomasoqu~ o de dependencia, o. ~ • -la lista es infmita-, .·no: com~ndérá Qada de· lo que· sucede, ni, sobre· to4;lo~ qué .qlliere decir

. e$Cllch;lr~ .La eficacia.' pOsible d~·:su conOclmiento · d~ loo mecanismos trans· · .. fe.rencial~' depende de su ca.pacida~ para CÚestlonarl~ del. míSmo modo '·.que cuesti0113fÍa el ~l~eAto de un. ~efto. Lo que el representante trans·

.. \3: Lo :QÚe á;;.u~ent!I' eiá1iqr8m~!...eitinull$tia hwestigación como "postUJa~o del ·; :· n~".:. · .. ·. ..,-- .... · . . . . . . ....

79

Page 42: El sentido perdido Piera Aulagnier

·feren1::ial muestra es Ja estratificaci6n que Jo especifica, su estructura en facetas, de las cuales una sola será privilegiada cada vez por el esclarecimien~ ·

. to dado. Reconocer el objeto al que ella pertenece implimt no olvidar que­. é~te está compuesto por su totalidad y no por Ja sola anteposición. El tiem~ po de Ja escucha pennite que se ch1mje una espiral que circunscribe '.el hic "et nunc de un momento de la transferencia .

. En tá sesi6n relatada vemos al sueño servirse de un índice y de un califi· cativo: lo negro, para hacer de él Ja in~gnia puesta en el ojal del verdugo y del soldado, aquello que pennite reconocer quién está detrás del disfraz. Pero la "madre buena" reencontrada, el soldado que tan fácilmente sé deja ·convencer de "no cortársela", ¿quiénes son, sino además dos facetas dife. rentes de nosotros mismos, la de la madre protectora, la de un padre cuya imagó aterradora se ha transfonnado en la imagen de un representante del poder·que reconoce a Jean el derecho de vivir y de gozar? En esta óp­tica, discurso y eseucha de la Sesión permiten aun otra lectura: ellos aislan y. religan entre sí cierto número de . atributos propios del representante transferencial. Cuando Jean nos ofrece el recuerdo de una madre demasiado seductora, de un padre cuyo silencio aterraba, de un Dios exc_esivamente exigente, de su primer goce sexual, no hace más que continuar un "diálogo" que una y otra vez reinterroga a los primeros destinatarios a los que dirigía su pregunta, con la esperaru:a de una respuesta que le dijera quién desea su muerte, quién quiere su goce, -quién envidia su sexo, quién espera su saber. La historia narrada en· Ja sesión reconstruye, decíamos, la de los acontecí· mientos: la historia que elabora el analista, las aventuras. de la transferencia. Pero estas dos construcciones son las dos caras· de un mismo discurso que no puede recobrar su sentido sino preservando· su copresencia y su ligazón. El recorrido propio de las asociaciones del analista se especifica por estar centrado alrededor de una misma pregunta: ¿qué mensaje no dicho horan las asociaciones del sujeto sobre lo que su presencia. induce en lo actual de ese momento transferencial? ¿Cómo pasar de lo oído. al afecto desconoci· do y responsable de la elección? Esa inducción es Jo único que puede ates­tiguar la dinámica propia de la transferencia, que jamás puede concebirse como un statu quo relacional. La transferencia es un movimiento, a veces . vertiginosó para aquel que quiere seguir su recorrido laberíntico, que re·

. pite en el ffiieroespacio y en el microtiempo d~ una sesión y de un análi· sis el tiempo y el espacio del pasado. Esa repetición es posible y eficaz, paradójicamente, debido a que no es repetición en la relación, es decir, ese punto común que ofrece a ambos participantes la seguridad de que dis· curso y escuchii no han caído del lado de un delirio de asociación y de un delirio de interpretación: seguridad y punto de articulación representados por lo que hemos denominado hipótesis fundamental. . .

Cuando al final del recorrido de su sesión Jean interroga el enigma del objeto causa de su placer, enuncia una pregunta que esta vez se dirige, no ya al representante proyectado sobre el analista, sino a lo que el analista, como tal. representa: el garante de la existencia de un. saber sobre su deS<'.o que Sólo ese modelo de discurso puede esperar alcanzar, y que es lo único que penniti!á al sujeto la reapropiación de su derecho a vivir, a gozar, a hoerar su cuerpo del peligro inherente a heridas que no quieren cicatrizar.

80

Si iras estas reflexiones acerca de una ~sión retomamos nuestra pre· gunta sobre el tiempo necesario para que se opere en ella un trabajo psico­analítico, es posiole fonnular una primera respuesta.: Ese tiempo será fun. ci6n de la aptitud del analista para investir la escucha", cualquiera que sea el contenido de la: sesión; Lo cual no quiere decir que todas las sesiones deben y pueden producir un interés idéntico, sino que toda sesión debe ser escuchada, recibida por el analista, como objeto de interrogación, como pregunta que jamás obtiene una respuesta unívoca o manifiesta. Esto

· implipa ·que el analista haya aceptado probar su escucha en el respeto al discurso que se le ofrece, y que exige, más que ningún otro, que se le deje tiempo para ~spirar. detenerse, recomenzar. divagar, comprender, y esto' en cada sesión.

El problema del tiempo nos preocupa porque el acortamiento de las sesiones nos parece un fenómeno que tiende· a extenderse, al menos en Frantja, y no exclusivamente ni siempre entre los lacanianos. Corre a la par con algo que revela la tentaci6n de recurrir a otros modelos, a los que ~eprochamos no que sean diferentes sino que pretendan seguir siendo

.. freudianos. Si nos parece demasiado fácil resolver .la cuestión aconsejando pum y simplemente que se adopte eJ tiempo canónico de cuarenta y cinco

. minutos, lo cual sena, de todos modos; un mal menor, es porque, en efecto, resulta imposi'ble pretender que representa el tiempo óptimo. En .este do­minio es cómodo criticar; pero esa crítica es_tá aun más justificada cuando cuhnina, como por obra· del azar y de manera unívoca, en un acortamiento del tiempo y raramente en su contrario. Aquí se destaca con claridad lo que sosteníamos al encarar este tema: o sea, que el problema del tiempo· no puede ser separado del de un modele;> que de cuenta de lo que el analiSta · espera del proceso que pone en marcha. El tiempo al que aquí se alude .es . el tiempo de la escucha; pues bien, es· evidente t¡ue un análisis más sutil. de su funci6n no podría tolerar el callejón sin salida, aquí consentido,. de lo ·que constituye su manifestación eiencial: el.ácto de interpretar. Sól9 $U.

. análisis nos permitiría probar por· qué razón respondemos a la cuestión. de la duración de la sesión diciendo que debe ser el máximo que el analista puede dar, habida cuenta de la tensión qu~ ~lla puede movilizar y de la aten· ci6n que exige. . ·

Contrariamente a algo que se enuncia con excesiva facilidad; el· factor económico no alcanza a explicar la reglamentación escogida: los analistas cuyos analizados pertenecieran a la minoría más afortunada enfrentarían el mismo problema. La-certera gratificatjón que podría' suponer el elevado precio de la sesión, no los pondría al abrigo del peso de la sesión; lo cual queda demostrado por .la falta de concordancia entre la opción tempoi31 del analista y el status económico de sü tipo de clientela. La pOSt~dad

· de soportar cierta clase de tensi6n y de disponer de una atención iguahnente · · particular mide, en nuestra opinión, la capacidad de un sujeto para la fun·

ción analítica. Sería ridículo emprender una especie de concurso de aguante . y parañ:asear al Hombre de las ratas con un: "tantos minutos, tanta bra­vuta .. , pero es lícito afirmar que toda tentación de reducir sensi&Iemente el tiempo de la sesi6n es el indicio de una transfonnación del modelo-que, a nuestro parecer, constituye una desviación de la función y de la escuéha.

Queda _en pie el problema de justificar la identidad del tiempo de las

81

Page 43: El sentido perdido Piera Aulagnier

. ~sion~s.>A~uí la respuesta .es más sencilla,· y podenio~ ... contentarno8 con · : reSiimir. lo que. todos saben. ':f..a.Jgualdad de la duración. r~sp~:mde· a dos. raz0nes· evidéntes: pr~bar al ari~~o que nos privíl~giamos tafo cual c~n- · ·tenido nlanifiesto, tal o c\.lal dOglllfl $obre Ja éstructurá psí~a;. y:· asegu· rarle que,' diga lo que diga, asífuese,.la '.'nada" del silencio~ Conserva el ae-· . reCho ·~ una e~ucha' qqé Se irit~pe· en nonib~, de' una reg1a aéeptada y. .• no en nombre del. plapei ó deldispl~cer del 'ánalista frente a su 4iscurso~ . ". , Pero detÍás de estás evideiléias. sale a Ja luz·otro factor>más'deteimi· . . ruiüjé y· e~cial., Hemos deniostiádO; que la duración de. la sesión no se'. : : .define P9f el bien · Pelanalizado.: re8ponde á lina regla dictada por el ana- · ~ y aeeptada por A otro. Con ·mucha frecliencla. ef final de .la 'sesión : . sorprende :al stijeto; quien parece tener conciencia de que ese fll1;81 no está·· j'1Stifie~do lógicamente por la cadencia de su: djscurso. Tal hi~,iru¡Jc}ón jmpuesta qu$. siii ~ÍJ~ contrab~ceáda por la duración. siri límite ftjo, ... · .

. ·cQDcedida al munero de sesiones:.. Pero en.los parámetros de la seSión se la vi· virá casi siénipre, cualesquiera que sean los matices, coro<;> algo del poder del ·analista que·se inSciibé en lo real 1 4 • En el Il)omento en que me levanto, des· .. j>ojo .efectivamente ai::sujeto de lii pOSi!>ilidad de.proseguir su ~~ Inte­mimpo lo que primero provoqué, es decir, el privilegio que él concedió a un modelo · particúlar de Su. actM.dad psíquiCa. · Quiebro la caderiá asociativa,

. ·:m~ presento como aino del· tieinpo de Ja sesión; Amo que sin dqda·_obedecé ·a una regla, pero a una regla de la que he.mus demostrado claramente que es · funcló:íi dé ló:que eV•amo,. puede soportar_ y ofrecer~ DUJ:ante un instante, "en ~se espaCio que se halla bajo el d<?minio de Ja transferencia y de lo ima· gmaifo, . .lntroouzco, en el corazón mismo del objeto at)alítico; ese elemento

·. pe'--.re3ij.dad que. ·decide·. sil fin provisoriO~ .Al ponér ~rmino a la $eSión, me · :. extrajgo del rol tránsferencial para actuar en nf?mbre de una "realidad ana, ' lítiéa ... que se .r.effiite . 3· Up S!J,ber técnico que la justifica.·.En ese pacto que excluye el."hacei:".en provecho del ~'decir-todo;J,yo actúo el/in. Me con~

·;vierto en ese acto. de levan.tanne que temporahnente se .sitúa en la frontera que sep~ la Se.siOri de lo que está. fuera de ella, y :que por fo tanfo. coin9.

. toda iínea fronterizá que diV.ide una 'superficie, pertenece igualmente a las · . dos.partes: : . ·· .· · .· · ..' . . . .. . . · '.. · · . .. -. : . : .: .. • ' ·.. En elespacio ·de la sesiqp. ese ácto pu~e res0nar éomo la.J?rue~a de:· · ,•· ~ fnistración, ·y ·en et 'espacio: de 19 ~tm seSi6n ·como lá mamfestación .... .de ,una regl3 ~gida por. la reálidad (dél tiemi>o; del tmbajo; de Ja fattga,· · . ·deldiriéro; etc.). m 'sujetó-Se: ve enfrentado enú.>nces a 11,Jl enunciad9 doble . y. éontradiétorto/Con un oído :oye elenwiciado delagente. de frustr3éión, .. :~:el·O:Ú()·el eii~iádo qet sa~r.delBnallsta(aqµí entendeni0spor ".Sa· · bét-'· esQ que el sujeto, con r.tzón~ y e.sperénioSlo. nos· presta. como cónQ..· cimiénto que.justifica las regbs impuesµas por tiuéstm. técnica)~ 'Metafóri· · cáilen~e. ~os que en e~ breve mstante,.quesépara su acto de callarse de. 8u·: ac!O dl,l.Jevantusé del div;iu; se:'ve ~nfren.~do a u. superposición de .. .

.· dOS: iiná~nes del an;WSta .q~ él separará~ ·en ínay~r o menor gfctdo~ en el. · .... . ~9Jlleilto: en que nos tie~de la m!lJl.O. Esto ·exPliea que en ciertos casos,;

. entré' .el momento en que acepta canarse y aquel en que decid,e incorpo~ · ... ; . tianscuir.ln. algunos. segilndos;· sin. duda necesmos para .que. el sUjeto pase .••.

. , . - . ' . · .. · .... · -· . ··-. . .. ·- •'

...• ·

de una represéntación a 1a otra, y no oiga nuestro: "Bién, señor", como una Ultima interpretacion de .la que podría .re.apropiarse y a la que podría re.elaborar en su propio discurso transferenciaL Otras veces, la precipitación con Ja que a]gUnos sujetos se incorporan, ya sea que en este caso el que habla resulte el personaje transferencia! al que desde ese momento no se puede más que obedecer, ya sea que el sujeto intente escapar a la necesi· dad 'de. reemplaiar a dicho personaje por aquel que dice cortesmente, comó lo haría cualquier otrq, "hasta la vista" •. Lo cual prueba que la tenden­cia del sujeto en análisis lo conduciría por el la,do de una interpretación transferencial de.'tod,o lo que el analista puede decir o hacer; y prueba tam­bién que estaría tentado de .ballar en lo real aquello que viniera a confir· mar la verdad de sus proyecciones, y nunca lo contrario.

·De esto resulta que cada vez que et' analista introduce en la relación. elementos de realidad concernientes al desarrollo de . ~ cura y al moqelo · propuesto, se trate de modificaciones temporal.es o de cualquier otra cosa, suscita en el sujeto dos re$puestas y sólo dos. Unas veces, gracias a la trans­f erenciá, esas modificaciones serán interpretadas como la prueba de su amor o de su. rechazo, lo que : signifiéa que el analizado se acerca peligrosamente a una interpretación que lo de.spoj~ poco a poco de toda posibilidad de· analizar su··propia posiéión transferencial y su propio juego proyectivo; también significa que buscá apoyo. en algó que en ·la realidad de nuestro compOrtamiento no puede ser fenomenológicamente puesto en duda, por ejempló que se le haya retenido cinco minutos o una hora, para' hacer de esto Ja. prueba de la verdad iiidiscutible' de 8u interpretación transferencúil global,. con la grave consecuencia de que, si no se hunde .~ una psicosis propiamente dicha, se hunda sin embargo en una alienación y en una depen· dencia de la omnipotencia de nuestro deseo.que marcarán elftn delprocero como proce,vo analítico. Otr.i.s veces, interpretará la diversidad de la dura­ción de las sesiones como respuesta al contenido manifiesto de su discurso,

. y aquí su interpretación a menudo debe acercarse a la verdad, y con ello pensara que conoCe. y a veces conocerá cuál es el tipo de discurso que seduce a la .escucha. En· este caso el análisis es igualmente imposible~ ya que la- asociación; que ahora no posee más. que su apariencia, no atestigua lo ignorado de la transferencia .sino que obedece eonscientemente a un .deseo de seducir que el analista, de manera ·paradójica y desdichada, resulta el único en desconocer• s. ·

La cónstancia del tiempo impartido a las sesiónes no es un síntoma de obsesionalización, sino algo que asegura a los dos participantes que la inte~ nupción no es un signo que viene a revelar lo que el a'1alista desconoce acerca de Su propio deseo, acerca de su relación con el placer esperado o de su negativa a aceptar un posible displacer .. Al igual que el respeto por el tiempo de la sesión, la preocupación por dar al discu00 la libertad de callarse, de interrumpirse, de decir lo que fuere o de revelar lo inesperado, sin sanción y sin premio, es el único testimonio que el analista pueda dar al otro y darse a sí mismo de la legitimidad del modelo de su práctica que debe a 1a teoría de Freúd. ·

. . .· 1 5 .Cf; en este mismo volumen~ "Sociedades de psic~ y psicoanánsta de socie-.

dad"'. .

83

Page 44: El sentido perdido Piera Aulagnier

Al comenzar este texto recordábamos que estas notas clínicas ~o tenían la ambición de responder al problema que el tiemplo plantea al analista, se trate del tiempo empírico al que está sometida su acción o del concepto teórico que el paicoanálisis ha venido a cuestionar. ·

Pero sí ·esperamos que demuestren en un punto, .independientemente del problema del tiempo de palabra, el lugar que el analista ·está en ia obli­gación de conceder a lo que de la realidad, y en algo que está en su prin· cipio, no puede caer del lado de lo imaginario. Es cierto que durante la se­sión el analµ:ado vive una "temporalidad afectiva" y que, si ·no poseyera un reloj, a menudo sería incapaz de saber si corrier.on cinco o éincuenta minutos. Asimismo, es evidente qll.C' cuando nos acusa de haberlo privado de- cinco piinutos de sesión, ve en este "de menos" el símbolo y la repetición de una desposesión primera que nada tiene. que ver con la realidad tem· poral a la que alude. .

Pero también es indudable que nue$tra función consiste en hacerle tomar conocimiento de aquello que es obra de su proyección transferencial, no dando ningún apoyo objetivo a sus f~tasmas; OIVidar eSte imperativo implica someter a un serio riesgo a la psique de quien creyó enc0ntrar en

· nosotros un aliado. A veces se comprueba, casi siempre a posteriori, en ocasión de un segundo análisis que el sujeto viene a demaÍida.r, las conse-

. cuencias del rol de aprendiz de brujo que el analista desempefió cuando in· dujo al analizado a hacer de la interpretación transferencial, en n0mbre de la verdad del deseo inconsciente, la M.ica referencia lícita con J.á cual desde ese momento el sujeto tendría que afrontar el conjunto de. los acon· tecimientos, afectos o intenciones .que tejen su existencia y ·la de los de­más. Se lo puede ver volcarse así en un "delitio psicoanalítjco'' que, para diferenciarse de cualquier otro delirio, no tiene más razón que la de utili· zar interpretaciones culturahnente toleradas en un medio restiingido. '

Por otra parte, con frecuencia nos sorprendió ta· ausencia de todo juicio crítico, en personas perfectamente capaces de hacer uso de él, ctiando se trató de pronunciarse sobre el discurso emitido por un · malista: en nombre del hecho de que son "supuestos saber'', pareció haberse renunciado de una vez para siempre a exigir que Sus discursos produzcan sentido. Ciertos analistas pueden ver aquí, tal vez, la prueba de que se·los ha hecho gar;mtes de un sentido "diferente": pensamos que no sólo no están más exonerados que cualquier otro sujeto del deber de pronunciar un discurso sensatci, sino que esa ·aparente tolerancia: por parte de los escuchas oculta, én realidad, el deseo de estar seguros de no tener que enten4er nada, y que tarde o temprano, y más bien temprano que tarde, a la fascinación sucederá . la agresMdad de aquel que se da cuenta de haber caíqo én una trampa.

ta realidad·es como el deseo: indestructible, hicognoscible, sigue sien· do no obstante aquello que jamás se deja reducir al silencio, aquello a lo · cual el .sujeto sólo tiene acceso gracias a la interpretación que su discurso da de ella, pero conjuntamente, aquello que protege a esa interpretación del riesgo de hundirse en un discurso delirante que ya no demandaf a nada ni a nadie, salvo a lo experimentado pór el.cuerpo propio tal como se represen· ta sobre otra escena,· la seguridad de que existe un garante del sentido y

· de la significación de sus enunciádos. Poner una cierta realidad entre parén· tesis equivale a aprisionar, junto a ella, al psicoanálisis mismo.

84

. v. A PROPOSITO DE .LA. REALIDAD:

SABER O CERTEZA1 *

"El penS{mliento mítico y el pensamiento ciéntí· flco han. 'explicado' un proceso cuando ló interpre-·

· taron a pqrttf de sus puntos de vista específicos·~ Emst Cassirer.

La cóajootjón o de nuestro título posee valor ·de· disyunción' excbi- · siva:· saber. exige qúe se renuncie a la certeza de lo sabido, querer'la certeza

. implica migarse a reconocer que todo saber es coextensivo de un movimien­to continuo. El propósito dél WisNrieb que propulsa a la psique en su b(ls-: qued~ 4e. sab~~ será sustituir ta dJSYüñ~ión ·poflá:conjiiricl6ri)í~ .&.~fiiori­

. zont~n:le·:eSa. búsqueda se· perfila la esperanza de una certeza recobrada que permi~ su. cierre, lo que prueban esas coiiStrücciónes psíqilicas qué son· el mito;~ lii religión, la ~eolog{a y el. delirió y, en igual medida, en todo sujeto,

· la relación del Yo cori l'll.!!abe:f. · . · · . ' Peiisamiento mítico y pensamiento científico múestran, a despecho de · Sus diferencias, el lugar que en ellos vienen a ocupar la nostalgia de una cer· teza perdida y la de un primer modelo de la actividad psíquica en el cual saber y certeza coinciden. Si el efecto de esa nostalgia parece decrecer cuando se pasa del diséurso .mítico al discu:rSo científico, este último no· pudo conqu¡Star su lugar.sino· dejándose atribuir un obje:tiv.o· cercano al .de su predecesor: prometer al sujeto, que renuncia a la certeza del mito y del disCursó sagrado. un saber que se ofrece como posible vía de acceso. a una certeza futura y siempre diferida. La supremacía de una búsqueda de saber

1 Estas páginas se exttaJeron de fa introducción que estamos realizando sobre el .• tema La violencia de la interpretación. Lamentames el matiz aforístico de una

serie de afümaciones para las que faltan las demostraciones propuestas.

* "A propos de la r~te: Sav~Ír ou certitude": .artíc~Io-publicado en Topique Nº 13, 1974. .. · : .

85

Page 45: El sentido perdido Piera Aulagnier

. sobre una exigencia de.. pérte,z.a se ~poya en la promésa:_de. UJJlt~mm.~cia. en certeiá:''·;·cuya:obtención el saber diferidó ¡)enliiürr;,t. La analogía de este mooo' propuesta entré . Ja ecooOµiía qtie dge til problemática principio de

. . placer-principio de realidad y la que actúa en Ja problemática certeza-saber, no es Una simple metáfora: ella pone de manifiesto esa relación. del sujeto. con el lenguaje que pretende que ·el afecto experimentado o buscado no

· pueda Ser disociado del enunciado que lo defme y expresa. Toda experiencia de placer, en el registro del Yo, implica que el enunCiado que designa a éste como sujeto u objeto del afecto seá para él fuente de un placer identi­ficatorio. La psique encuentra como su ya~í que le ¡},reexiste un discurso· que le . atribuye sus enunciados identificatorios: esta atrib.ución es ]a fun. ción que instituye .al Yo. Pero una vez instituido el Yo, ~·relación con el saber pasa a ser la clave dé. bóveda respon.sabte de la mayor Q menor solidez

. de 138 construcciones que se· elaboran en. su teneno. A partir de este'.momen­to, saber y certeza representan los dos pólos a cuyo alrededor gravita la ener-.. ~

· gía que actúa en los p.-ocesos de identiticaci6n. Es propio del Y.o no poder l . aprehenderse sino. en la fonna de un saber del. Yo sobre el Yo,' no poder \ existir sino apropiánd9se de una serie de enunciados identificatoribs cuyo · ¡ · poseedor exclusivo es el discurso y que plantean, conjuntamente y e~ una· 1

relación· de reciprocidad, algo que vuelve a la psiqu~ como primeras imáge- j: nes del Yo y del objeto exterior a él y por él investido: · . .j

El análisis de la función y naturaleza de esta serie de enunciados deli­mita los dos únicos sectores del campo del saber que nos ptopo~mos indagar: el que se encuentra en el principio de un trabajo de identificación que concierne- al Yo en tanto que organizador de un espacio psíquico y. al .que ambiciona hacer coincidir con el suyo propio, y el que concierne al objeto-otro como testigo de la existencia de un espacio extrapsíquico cuyo investimiento induce. La adquisición por el Yo de un saber sobre los hitos ídentificatorios que lo definen para la mirada del otro y le penniten definir a ese otro en una relación de reciprocidad, es coixtensiva ·de su entrada en la escena psíquica. El análisis de. los límites que en ese regi$tro pued,e cónce­. der a la duda, el espacio que debe reservar. a un nflcleo de ceEteza, el fügar que puede otorgar al error y á la mentira, sugieren otra éoniprensión de los diferentes "destinos" accesibles al Yo e invitan a entender de otro modo lo que separa• razón y delirio. La razón, cu·i1quiera que sea el ·concepto que cada cultura designe con este ténnino, implicará Ja adquisición por el Yo ·de un discurso que· acepta lo que "l saber cultural impone comQ reconocl·

. miento de la realidad, se trate de la realidad del Yo o del mundo; podo · demás, ambas son interdependiéntes, · ·

El delirio sexÍ la manif~st!Jción ~ Ja,dC5posesión: dP. ese saber padeci,da por el Yo, desposesión a la que sustituirá una certeza que intenta reinodelar .

· · la realidad, pero a expensa5 del Y o, el que ofrece una parte de sí mismo en holocausto. La noción de ~dad es indisociable del modélo que el discui:so · da. de ella, y esto se debe a que la realidad humana se impone ante todo por · esos fragmentQs del espacio exterior en que cierto número de objetos in·

. vestidos Ubidinalmente institúyen a la instancia llamada Yo en ese a poste- . rlorl que viene a desigwirlo. como deseo y como demanda de esos objetos. ' El primer. "saber" sobre la separación, sobre el pé°!1o como objeto del .

86

otro; ~s·tambiért un p~er "saJ>ef.'.:so~re éLYo.en cuantó.húsq~eday rei~ ·• . yjqdicációll Ael d~n_. de ~ho .objeto. Tal "saber'\ que funda)a. ef(isteJ1Cia : . del. $Uj~to separ¡Qo del ol;>jeto~ .de. uil ;espació psíqwco ·y.de'tm'. ·espacié>.· . . éxtrapsfquico; est;i_en· el origen dé un movimienfo que hace :coin:Cidit l</ .. ·. real llutJtg.no' y. lo real cognoscible. La prim~ra. oond,i~ión . p~ ef llivesti· . miento c;lcHa reálidad es que ehnunciádo qu.e fa.define,.sea recibido como . definici69 ~rtificada conforme con el objetó~ a1 que. Sé> tefiete: corifrima~ ción :<iue .. el enunciádo · comienzá·. por .. deber al· ~vestjlmenfo h1>i~8I del .

. que ·goza: ·Ja · voz de, wi .· primer· ••enu~~~e'-eriseñai}t.,.":': prlvilegladQ: (la Madre o su sUstitUto)~ · ·. · · · ·.•· • ·. ' .. :. · • . < : · · . / .

·. >:El p·as.~t~ este mo.do de garantía 4 ~. veÍifacióh q~{~e demari& áJ: .•. ~her . d~l texto2 /~o hará. más «¡~e . ref óIZ.ar: la . re~~n: ';qµ1(ide,ntifica. a la: . realidad .. con. el modefü c¡ue. de ella da el: saf>er> r: elvíric:ul<:> · qú,e esté. saber · · 9eberá preservar· con. una íniril qe Ví!rl/ad. TercedéDIJ.irio que :nene a agre- .

:'. gaise a,rbinomiotealidad-~bet: y qu.e n9-·PJJ~de set ~ CQllfundid<i: con el de . .'.~; deLque ~s 8Jltin6mic&; .10,.:pwpi~. d~ )a ·cert~ ~ ~l recfulZO del·•. 'a.trib:U.1~ .c.onl'f.i~u~vó ~ la: yei:dad:r ~ :~e$ti6J1ilPili!laéVEsj~. ~'.éplí9~ qu,e : ~ · ~r y C:~rteza pueden· oponérse; 1'- .Có!lsima «sa~r Q veri:iad'~ es ún.absut~'. do;,· A.gr~gqemos qúe de otro inOdo· ta úil.ica éonsécúéné~ia 'ióiiéa para sÜs par.

··· tidários sería ~l mutisn,io absoluto .. Lo· qu,e todo.sujeto .denomina "sabei:" :, COJ1Ciemé:~:~Jla; ser.ie•de enu:Qciados; y haSta a úrio.solo,q\)~pretcm'de decir· :' µft.a v~r~chobre ·~l' obje~o 'del que. habla; Y~Jéa qu~~se re~ÍT;i·:a,1 preciosa­: . : ~o . de: la pallJ.~rá ·griega y se,· hable:, de ~ep~ema~; ·o· .. qµe $e :a:Oime que· el: . ~b!:ir pu~e':é{)nv~I'tirse ·en:Ja ín'Qrd~ ~U~ ~Ce~ a.fa. ve,rcI.ad :_lo que

aun. es:.un enunc:iad.o sobre el saber, reivmdicadó: l:Omo. vercfaderp..., nada . ·· .. ~hiatá ·•ton. eµci . Et. hecho, :(lé · qtie el enunciÍlate. aeepte t~con®er que. ·

... ' nada'. le ga,:aDtlia que UÍl saber futuro no 'lo'íonanh abandonar :el en\ln~ . • ·· cia<lo. ·actúal~. ·no. hace •más que p~óbáf. ia in'ención qUé · lo áitinla; pr~ten• . '-der babW·con un propósito de verqad p0sfüle; La búSq\ieda d.e sabér no es. :. ~ble dé un proyecto de ver~d, ·se .ttate del diScuiso \~ótidiano o del. · diS<:urso teórico.:, .. ·.·· · · , .. · · · · " ·.' ..

, La en~rg;a .pr~~~ ~l Mss-ii.feb q~e .atenaza al sujeto '·no existid~ si et·: Yo:.nó esp~ alc&Ílzar par este medio una verdad qonfinnatória o invall- '

. <f;mte de fa en,µnciada poi. ouo; Es sabido que esta búsqueda pU:ege. revelar- . ',~ ·c'ulpable. Q p.robil>i!fa, co#l~ Jo deil;luéman .· la:. jQhibici6g :·neurótiéá y· Ja . desp~ón ~cótic_a: Hay 91Ili pW.eba que se ofr~cf ahrt~ta a l,o lug~ de~ .

. ~ · e~pt'.~htja,_: ·la,· britl~te2j.:•)t la: f~in~ón. ej1utjdas. por el ·~'sujetQ-:supue$: tq..sabet": d~ansáJl.:.S,Ob.r~·l'el óbjeto'' . ·,que el.an8lii.ad.o.iifiputa ~:dicho sa:. •: .. be~: ·1?e~. ·~Uién es ·er_sü.i<'.to que.li¡il)l:a.:, •~nun~ en slí ltJpr ilQa. 4;:ert~": zaidentificatona que/e concierne; .. · · · .· : . · · • • · . · · ·

« . : •. . ta: pose~~n de esá véniad qúe se le akil>uye ~.el ~otor de latransfe-. renc.iá::eJ ~alis~ es aquel .que SU!>Uesfámente conoce los enunciados que 'defjneri ''ele verdad" el modelo de la realidad psíquica .y el modelo;del Yo

: de:: otrc~<En ef ectoi· clJa!qiiieia que sea. bl. siritomatología neurótica, su nú.• , · cleo. §.iemp~ po~e.:~ descubierto un córitlicto ide~tificat(>rio~ E$ propio •· .. , . " . . . . . . ' . ., ' .. ' ·. . ' . ~ ' '

' '.1 : Ell·. ¡;:uáJit#.: a ~ ieepclbn QU~ se da al téÍmi~O~ V~ p; ~to~diih~~lagilier, · : "~mande-et Identificatión", en L 'lnci:mscient, No 7 •. >. :, . ' ., · .

' ·;, .. · ._·

Page 46: El sentido perdido Piera Aulagnier

del Yo neurótico ser presa de una duda insosteruble concerniente a su . verdad y a Ja de sus afectos. El lugar que el analista viene ll ocupar en Ja experiencia nQ es una creación de ésta; el analista no hace más que dar cuerpo a la ·iltisi6n, siempre ·presente en la psique, de poder encontrar sobre la escena de lo real a otro que garantice la certeza de los enunciados por . medio de los cuales el sujeto se define· y define su .modelo de la realidad. Ilusión que es causa y no efecto de la transferencia; el efecto transferencial

.. consistirá en hacer creer, durante la experiencia, que la ilusión es realizable. ·; Lo cuat explica todo lo que presenta de particular y de diferente la relación \ del psicótico con el analista, quien se ve entonces enfrentado a un sujeto

/ que niega tal rol a su discurso y al discurso en genetal. La prueba de ver­\ dad, que el psicótico no ha abandonado, es hallada por él en aquello que, ¡ en su propio cuerpo, él indica como causa de un· sufrimiento que prueba 1 la legitimidad de la representación inconsciente que del mismo se da, repre­\ sentación cuya leyenda reside en los enunciados de su discurso.

la aptitud para la transferencia, en el sentido ortodoxo del ténnino, es la aptitud propia de todo sujeto, fuera del campo de la p$icosis. Esta generalidad resulta de la función metapsicológica que desempefian saber y certeza en la probfümática·identificatoria. ·

: Así como, de este modo, la aptitud para la transferencia revela ser una consecuencia general de la relación del sujeto con el discurso y con el vínculo entre éste y la realidad, la aptitud para interpretar es un corolario igualmente fundamental~ Más c¡ue de aptitud habría que hablar aquí de exigencia. El proceso secundario, vale decir, la actividad de pensar como

.. obra del Yo, es un prodigioso trabajo de interprétación operado sobre el conjunto de lo perci'biqo. Trabajo que transforma lo que se presenta bajo

· l~ inquietante luz de lo desconocido y de lo heterogéneo, en nombre de una causalidad3 que hace. del· mundo y de sus fenómenos los efectos de una causa que la psique puede entonces recobrar bajo el aspecto de lo fa­Jniliar; causa que es su creación y que con ello dotará de un mdice de

: · "psiqueidad" a todo lo. qu.e' se impone como fuente de percepción. Esto ofrece una primera indicación acerca de lo que designaremos con el ténnino modelo: construcción· teórica propia de un sistema, científic9 o no,. qqe intetj>íefa uri conjunto en nombre de una categona catisal común a los el!'· mentbS que lo constituye!).. La denominación de Un objeto. es decir, el status ·psíquico que te· impone el proceso secundario, supone implícita o explícitamente una interpretación acerca de lo que es causa de su existen­cia y de su investimiento. El proceso primario está separado del proceso secundario por las leyes . a las que se encuentra sometida la interpretación que opera el Yo: lo que caracteriza al proceso primario es un modo de actiVidad en el cual la representación de Ja causa de la e~itación, y del afee-

3 Con referencia a la versión mítica del mundo, dice Cassirer: "Por' lo tanto, en el interior del pensamiento mítico parece tratarse tan poco de una arbitrariedad aleatoria cualquiera, que más bien se. buscaría hablar, por el contrario, de upa suerte de hipertrofü1 del "instinto" de causalidad y de la necesidad de una explica­ción causal", Cf. Cassirer, La philosophie des formes gymboliques. Vol. II, La

. pemée myt!zique. ·

88

'1f'.-'~''· ?;. ¡e.·

'i.)

1

to que indisociablemente Ja acompafia, se dan ·en la re8plandeciente luz de lo · no cuestionable. · . '

Puede habbrse de úna interpretación del. ello siempre que se agregue \ que la experiencia que éste realiza ~ padece se presenta en una puesta en escena en la cual lo representado en ese autoproducto que no reconoce o~ ca~ ?~ 8'! engendramiento q~e la actividad misma de representa- . ción •. la 'logrea del ello se caractenza por sostener la coincidencia entre /' el orden de la causa y el del efecto: lo puesto en escena siempre. es, conjun- ; tamente, :presentación de su causa y efecto de su acción. Uno de íos re­sultados consiguientes será el atn'buto de certeza del que está dotado todo aq~Do que se elabora en .su campo; a la inversa, la interpretación bajo la égida del Yo y de su trabaJO de puesta-en-sentido, se caracteriZa por su de­pendencia de una prueba de verificación y pof. su posi'bilidad de recurrir, cuando la verificación· no puede efectuarse, a otro tipo de garantía. El sis• tema "teórico" al que el Yo adhiere no puede evitar el cuestionamiento al que otro sistema puede ~eterlo, ni una referencia tercera en la cual p.ueda apoyarse. .

De allí la importancia que cobra en la cultura la f1mci6n de un referen· te, ~1 cual asegura al discurso un n6cleo no cuestionable que se impone al cODJ~to de los enunciantes como punto de detención, como parapeto frente al vértigo de la caída al abismo de una interrogación sin rm a falta· de lo cual el sujeto sólo podría asistir a la dislocación del discurso ' que ya no remitiría sino al :porqu6: de todo enunciado y con el corolarlo de la desinte1P.'3ción de los dos polos del binomio Y o-Realidad. Tal función de parapeto fue cumplida durante largo tiempo por el discurso de lo sagrado4

que· colocaba en el otigen un primer enunciante mítico o divino, donado; de un sistema lingüístico y de un modelo teórico de la causalidad del mun­do, al resguardo de todo enjuiciamiento. La declinación de lo sagrado en nuestra cul~a y su sustitución por la "ciencia" tuvo lugar al precio de . una . serie de crisis que una y otra vez vinieron a cuestionar las parámetr0s identificatorios propios de una cultura dada y de sus sujetos. Tendremos que analizar los efectos producidos en el Yo :Por un diS<;orso cultural que ha .. tomado del de Freud una serie de enunciados •. Pero CQnsiderar, como pre>'·-, ponemos, que la realidad humana es aquello que se presenta ante el sujeto en y por un modelo teórico-lingüístico, gracias al cual cada elemento es m.. terpretado como signo de la coherencia y de la lógica del sistema propuesto, es optar por una concepción de la psique que desplazá al registro del Yo la definición que Jacques la~ da del inconsciente. Ahora diremos del Yo que está estructurado por el lenguaje, y de aquí su dependencia con respec­to ª. la posiciQn. identificatoria que el discurso de los otros le asigna. la pregúnta que .formularemos al discurso cultural puede entonces plantearse ~í: ¿tmá}es. son los hito! identificatorios que ese discurso inevitablemente debe asegurar para que el Yo pueda preservar su función? ¿Qué sucede ,1

cuando esós hitos son desinvestidos por el Yo?

Lo que el hombre "ve" cuando mirá el cielo, el árbol, la piedia o a . ,

4 Sobre Ja función ontológica de lo sagrado es .ejemplar la obra de W. Otto, Cf. particularmente W. Otto, Dyonisos, ses cultes et :es rites. ·

89

Page 47: El sentido perdido Piera Aulagnier

90.

· fiel has.ta el final de S\l obra. ''J>~o CllR_ital~~ en, )a, ev~lus:~9fi-~-~~iq\lf'. '' el 'pnncípio de reafütad tiene oomo condición previa 1á de~q>ci.{>1r ~)!:~!'i~ .. méntada. por el sujeto aí. descubrir ·ia. no concor~cia. ~tre· satis(accjó.n. · · ¡Uucinada y satisfacción real,. y~ei· fracaso que la persistencia de la necesidad

y Sti repetición i@ponen a la leyenda: de ,la á}ucinación. ])e allí el abandóno . de. eSe 'il)odo de satisfacción. "En su· lugar~ la, pSique 'd~l?~~ecid,irs,e, a_repre-' sentar .el estaaó' iéií 'del mwidó. exterioi i a' ti.1tfu de apartá.rle una' modifi- ' cacióri re.i. Lo representado ya no es: lo agractable/ sirió 'lo que es real a Pe- '

· ~del ·displacer que puede producir"; L¡t.s\lpreµi.acía de este principio de · funcionamiento ~lo puede imponerse si privilegia un trabajo. de cognición

. que busque apoyo. sobre esos fenómenos del pensamiento consciente qué son la atención, Ja memoria, la acción clirigida a .tllµ. modificación de la rea­lidad,. y que pemii~en lina puesta a prueba de la percepción por medio del ·.recurso a la ~ememoración de 1as experienciils pasadáS .. N\levo· proceso. de 'pensamiento que implica que la represen~ción de las cosas está enlazada· a · una representación de las palabras, que la evaluación y la previsión han· . . podj.do tñimfar sóbré la inmediatez de lo experimentado. . . · . . . , . Pero• ese principio, cuya tarea es, por lo tanto, Ja adquisi~ióri de urt co-. · riocinúentO, ·coilserVa como meta la salvaguardiá .•. del placer. "~~ aJ:>.iµtd<r . na lY! plact?' actual. irieierto en cu~to ... :.H!l~.J~~dos., caµ el f~ .~ ob- .

. tener. PO.f<>llá"!:íaW'Cpt¡icefiegüio)r. dife~d~"· Porlolanto, en la actividad psíqui<:a""'pasani;-a-ocupa!' el pruner lugar la evaluación del precio que el yo

· tendrá qúe papr wr ~ placér, en lo inmediato ~ro sobre todo en ela pos­. teriori. El precio· aquí en juego concierne al afecto experimentado por el Yo~ y place,( y displacer designan. a partir. de su. entrada en escena, aquello que tn· ·m cqmpo \,¡ene ·a tc:Stimoniar el efei::to de una economía hbi.dinal

· que, porsu.parte .. coneieme al conjunto ~l espacio psíquico.

' · ·Esta si.Jscinta referencia basta para demostrar. la ambigüedad del terre-. no sabre el que· actúa el priBCipió de realidad: por una parte se perfila la · "rea1idad corporaf', que demanda a la psiqúe tener conocimiento de lá rea­

. · lidad de la ne.césidad, de la imperiosidad de lá presencia del. objeto conf onile · ·con ella, y actuar de modo que rueln al mundo exterior apto para favo­

recer la superviVencia del cueg>o; realidad que parece estar centrada sobre un saber del cúerpo y de la necésj~d; y sob.te _el conjPnto de l;lS experien-

". cias q11e permiten' al yo [moi] evitar aquello que lo pone en peligro y "no · . combatir sino por aquello que le e8 ú tif'5 ; útil, debe agregarse, pará la sai- ·

. vaguarda de · sus funciones. La realidad ásí concebida ·designa el . "saber" · · sobre el cual. "las pulsiones de cb~rvación" deben apoyarse necesariámeri-

. te : pant alcall7.ar su fm. Ella subsume lo que hay que oonocer para que el . yo [nioil pueda actuar efiéazlÍlente a fm de que ló real le·proporcione aque· .· Ilo que responde a sus neéesidade8. . · . . · . · · .· . · . · . . ···

. . Freud nunca áb~donó esta diritensión pragmátiea y positivista del . C()ÍlceptO dé realidad.· Pero de entrada se dibuja el, otro "objeto" que viene ·a interi:ogai al princij>io de. realidad. y que, paradóji~ente, no es otra cosa

. . que:. Ta. ·Téiziidád psíqtJ.ica misma. Lo ·que entonées se procura es un conoci-

.: miento ~rea de la eoononüa Ubldinal propia defsujeto: la tarea del yo . · . . : . '. ' . . .

91

Page 48: El sentido perdido Piera Aulagnier

. ~ -.

. '·

90

· fiel lias~ el final de s~ obra. "P~o ca@a1.'~ eri la. ey<>.l~!!>~~-~p8-i~tt.~. el p:r.iJiciPiO de. réa.li~d tiene romo condiciót1. previa Ja :d~~epci~t1.~:lCP!'~'i~. mentada por el sujeto al descubrir Ja no conco~cia entre satisfacci.Qn .

. . . ;tluciIÍada y satisfacción reat, fer fulcaso que la. persistencfa de la necesidad y sU re¡;étición hµponen a lá leyenda. de la álucinación. l;>e allí el abandono

. de· ese modo de satisfacción. "En su· IUgar, lll p!liqlle de~_ºeci.clirse.a_repre·

. sentar ~el estado'~ .del mund() exterior y a triitili de aJ>ortafle una nio~fi- .. cacióii ~ •. Lo representado ya no es lo agradable; sino· 10 que es real a pe· ·.

· ~ del ·di$placer que puede producir". L¡i supreµiacía de este principio .de · :funcionamiento sólo puede iníponerse si privilegia w:i trabajo. de cognición

. que busque apoyo sobre esos fenómenos del pensamiento consciente qué son la atención, la memoria, la aCción dirigida a w:ia modificación de la rea­.lid.ad, y que pemü~en lina puesta a prueba de la ·percepción por medio del · recurso a Ja ~ememoración de 1as experiencias pasadáS .. Nµevo· procesó -de pensamiento que implica que la represen!ación de las cosas está enlazada·a una . representación de las palabras, que la evaluación y la previsión hai1 . po«ndo triunfar sóbre Ja inmediatez de lo experimentado. · · · .. · Pero esé principio, cuya tarea es, por lo tanto, la adquisición de UÍi co- · :riocifi.úento; consel'Va como nieta la salvaguardia .•• del placer. "~~llP!t!>-d<r na · · actual, iricierto en cuanto ~a. sus resultados, con el fm d~. ob-tene m-uñ~pfiicef'següro·y:diferiilo":Porlo18Ilto~ en ta aí::tividad

. psíqoi~lf'j>asaráii.-ocúpar el piiitier lugar ia evaluación del precio que el yo · tendrá qlie .pagar wr ~1 ·placer,. en lo inmediato ~ro sobre todo en ela po~­

. teriori. m precio aquí en JU4'go concierne al afecto experiinentado por el Yo~ y placei::y displacer designan, a partir de su. entrada en escena, aquello ·que en sti cqmpo v:i,ene ·a testimoniar .el ef ect9 de una economía libidiilal

. que, por su parte .. concierne al conjunto d~l espacio psíquico.

· ·Esta sUscinta referencia basta. para demostrar. la ambigüedad del terre· .. no sobre el que· actúa el priftcipio de realidad: por una parte se perfila la · "realidad. corporal'\ que demanda a la psiqúe tener conocimiento de la rea­lidad de la necesidad, de Ja imperiosidad de Iá presencia del. objeto conf orrile con ella, y a~ de modo qué Vuelva al mundo exterior apto para favo­

. recer la suPérvivencia del cuerpo; realidad que parece estar centrada sobre un saber del cúerpo y de Ja neccjsid.q.d,' y sob.te .el conj11nto de 1~ experien­

•. cias que permiten' al yo [moi] evitar aquello que lo pone en peligro y "no . combatir sino pór aquello que le es útif'5 ; útil, debe agregarse, para la sal-. . vaguarda de sus funciones. La realidad ásí concebida ·designa el . ''saber" ·

s<;>bre el cual. "las pulsiones de conservación" deben apoyarse necesariámeri-. te para alcanzar su fm. ~lla subsume lo que hay que conocer para que el .. yo [nwi}pueda actuar efiéazmente a fin de que lo.real le proporcione aque- .· · . no que responde a sus necesidades. . . . . .· .

Freud nunca . ábaQdonó esta diritensión pragmátiea y positivista · dél. · . C()ncepto dé realidad. Pero de entrada se diouja el, otro ••objeto" que viene 'a interrogar al principió de realidad y que, paradójicamente, no es otra cosa

: . que la. réaüdad psíquica misma. . Lo que entonées se procura es un conoci·. . . µtiento. ac~ u~ la econonííá b"bidinal propia . del . sujeto: la tarea del y<> .

. . . . ,~ ·. ".

91

Page 49: El sentido perdido Piera Aulagnier

[mor] es prever el a posteriori ·que s~: a todo placer, y su meta, pac~ con los dictados de una realidad ps1qu1ca cuyo acuerdo es tan necesano para su supervivencia como el objeto más elemental .~.e la nec~~d. P~e: lamente a una realidad "material" encontramos algo mmatenal , la pStque, ambos representan~ al ritismo título, los campos de aplicación impuestos

., ... :· ~¡ . ·'

. al principio de realidad.· Principio que se remite al modo de trabajo' que el · proceso secundario debe aplicar para apropiarse de un "conocimiento,,. el de aquello que se le aparece como sus condiciones vitales, y el del tipo ! los límites de las modificaciones que puede aportar en ellas. Estas condi­ciones implican d·e entrada, para todo. sujeto, la copresencia de cuatro

factores: 1) el buen funcionamiento c;te·ciertos sistemas fisiológicos, 2) un medio ambiente conforme ~on.las necesidades del cuerpo, 3) el consenso del grupo6

, · .

4) el consen8o de su propj.a psique. · , Queda de inmediato al ·descubierto la heterogeneidad de los dos re-

gistros aquí presentes: el primero concierne a las leyes naturales que rigen el euerpo, y el segundo. a las leyes propias de la "naturaleza" de la psipie. una parte de cuyos efectos se manifiesta con la forma de lo cultural. Dicha heterogeneidad es responsable de otra que se evidencia en los dos-campos sobre los cuales el proceso secundario apunta a ejercer su domini~: el del mundo físico y el del mundo psíquico. Ahora bien, si la resistencia que opo­ne cada uno de ellos es de naturaleza diferente, otro tanto sucede con el tipo de conocimiento que el sujeto puede adquirir de los mJsmos. 4."r~aH<Jad natural" presenta la paradoja de ser conjuntamente lo incognosci"ble por exéelericia y lo que se da al sujeto como coincidencia absoluta con lo· cognoscible. De esta "realidad" no existe ni puede existir, para la mirada

. del fu.jeto, más qüe aquello de lo que tiene conocimiento; lo .que cae ~ueía de ese campo no puede tener un status. de existente p.im la psique. La m.ter­pretacióti del ·mundo que el modelo_cultural ofrece podrá incluir, a lo ~o, la hipótesis de la existencia de un no-cognoscible. De todos modos,!-' . rea­lidad natural'• siempre· coincidirá con la teoría que propone el conocmuento de ella que viene a inteipretarla. Otro-carácwr del funcionamiento psíqui­co está copresente en el fundamento del conjuntp de estas construcciones: todo acto de conocimiento tiene, como condición previa, un acto de inves­. timiento hmdinal. En virtud del investimiento hmdinal del que es soporte> el objeto 'exige qué la psique le conceda un status en su campo: la realidad coincide con lo cognoscible, pero ~e a su vez recubre el 981Dpo de los investimientos del sujeto. Es propio de la h"bido tender a apropiarse de todo objeto Susceptfüle de atraerla: el conocimiento obedece a un mismo movimiento centrífugo.

Si ahora se mira hacia ese otro "objetQ" representado por el espacio psíquico. se comprueba que no sólo también coincidirá, para .el Yo, con lo

6 . Entendemos por .. gnipo,; ya sea et conjunto cult11!31 en sentid~ amplio, ya~ el subconjunto cayo disCUISO y modelo ético son pnvlleglados por elmedio fan11-liar en el que el sujeto viene a ubicarse: Ja voz paxental se hace sil portavoz. Cf. Parte consagrada al contrato narcisista que funda Ja relación del individuo con el . conjunto del cual pasa a ser un elemento.

f

qu? .éste .cree conocer de él, sitio que el.conócimiento que de él puede ad~ qumr. ~ci~ con .el

7 saber del Yo sobre el Yo, es decir, con su propio

espacio identificatono • A estQ se debe que aquello que en el ca,mpo de- ta pstque pennanece fuera del conocimiento reduzca otro tanto el espacio en el cual el ! ~ reconoce ~ proyección de su propia superficie. En este caso el conocmnento se :maniliesta con la forma de un saber identificatorio uno de cuyos rangos será tratar de dejar fuera del saber o fuera del cam~ todo aqu~llo que amena~ cuestionado. AJa mira ~e expansión del saber que concierne .ª lo exte~or. ~ opone. una mira de exclusión def saber que c~cieme a lo m'!1'8psíqu1cq. Sm embargo, lo que en este campo será progre: SJ.Vamente conqUistado por el Yo siempre es el efecto de una efracción de una violencia. que primero padeció y qµe después tratará de dominar Para someterla a sus fines.

.El conocimiento se encuentra, pues, bajo el dominio de dos vectores de sentidos opuestos: aquel que lo lleva .. naturahnente" hacia la apropiación de un espacio extrapsíquico,. y aquel que ~bi~n ''naturahnente" fo lleva ..• ~·-~;~\)· .{' a desviarse de esa parte ·de ,!a. psique heter~~·al Yo. Pero, puesto que e~ en manos de esa "parte nnponer al Yo sus dictados (incluido un vere-

. dicto de muerte), éste~ ve obligado a descubrir un objeto confonne con un deseo que seguirá sténdole extrafio, pero cuya exigencia no puede ig­norar.

. Si vo~vemos. a Freud. comprobamos que el principio de reali~d ·se re­fiere al dispositivo que permite al Yo apropiarse de . esos fragmentos del saber que ~ toman para é1 una necesidad vital: poder nombrar el objeto de la necesidad y actuar sobre él, saber qué objeto ofrecer al investimiento hoidinal Y al des~ inconsciente, c::on el fin de que el Yo mismo pueda pasar a ~r soporte privil~gia.do de ese mvestfmiento, y así cohnar el duelo del º12~~8 • Aquello que en la realidad. tiene que ser reconocido ''iiecesarlarñen-; te;, comprende esos .fragmentos del espaci9 exterior que ~ imponen a la psiqu~ comp diferent!s de la primera representación por ella forjada, y ese espacio interior Y hetérogéneo a é1 que se impone al Yo como fuente de los afectos que s6 manifiest:m. en su campo: lq que llamamos sent:imienlos

· por o~~ón a la cualidad inconscienté del at;ecto. . · •

~be conc~~:entonces que el prlnc@io de realidad no pretende ser ·definición de ~ real objetivo: no es sino el conjlinto de las categorías a las ~e el. proceso secundario deb~ plegarse a fin de tener conocimiento de una ~~d -del cu~, ~el mundo y de la psique- qúe el Yo en­cuentra, mviste, remodela, mterpreta, pero que no es su construcción autónoma.

7 !:O P;1ragmte d!:~8te 5trab~jo codnsagrada al ~o se ~atizad por qué razón y de qué l.,·, . . . uceStvo~ ~ .ese espacio se~ rechazados por el mismo Yo ;

fuera d~ su campo_r hallarán sitio en ~tro espacio -el inconsciente- que deviene

11

para el Yo .copdicion d~ su propia existencia, efecto y consecuencia de ésta: el \x:-> Yo inC011SC1ente quedara entonces definido como esa fuerza represora que con- ' s~rva fuera del aw.i>o los_ 'eJluncl!ldqs que· se han Vuelto ~m1lictorkiHOii los _hitos'iden~~tonos gracias a Jos ·cuales el Yo puede preservar una relación de no-contradicaon con Sil proyecto identificatorio.

Cf. frell.d, El yo y el ello.

Page 50: El sentido perdido Piera Aulagnier

. Por consiguiente, debe renunciarse á asimilar principio de realidad y . realidad y reconocerse que el analista. como todo sujeto, inviste un modelo

de 1a realidad, motjelo que lo precede y que debe a su cultura. Analizar el fenómeno de la alucinaqión,, por original que sea en este terreno el aporte de la concepción psiOOánalítica, implica haber reconocido primer<!_ __ 9~e eSte fenómeno es diferente. del. de la percepción; sin embargó, fa relación que ésb.- mantiene supuestaniérite con el objeto real no responde a una· defu:UciOñ ··pslq9a:nalítica, sino· á la que resulta del saber teórico pfopIQ. de

· nuestta cultura. Esta aparente trivialidad no deja de resultar problemática.

En efecto, el analista no puede .. pensar" la teoría analítica sino apo­. yándose sobre el saber que la hizo posible y respetando las. categorí;is a las que aquélla debe someterse; pero por otra parte, su análisis de la re­lación entre· el sujeto :y el mundo de la percepción, de las razones de dicha relación y de sus consecuencias, viene a reinterrogar al modelo en su tota­~dad, obligando a veces a difíCiles enjuiciamientos. Ahora bien (y éste es, a nuestro entender, un punto esencial): no le e8tá dado a la actividad reflexiva prescindir de la referenéia a un modelo que nunca puede ser au-

·. · tónomo sin volverse autistico, y que debe ofrecerse al Yo como instru­mento q\ie le pi;lnnita verificarla pertinencia.de estos enunciad()s. . El modelo de la realidad psfg_ujca, genial construcción de Freud, se

'-define por su dif~gjl COñ re~cJo a w_i ·m~!!~-~.J.!l.~ajjda~.que..F.t~d encuentra, y que acepta nó por mgenwdad o comomusmo smo porque

. en él reconoce la "ananké" a que está sometida Ja actividad del proceso secundario. Ningún objeto puede escapar a esta .. ananké". sin caer del lado de la locura. Lo cual explica a qué desconocimiento responde ·la apología del "estado. de locura": los Sujetos que lo viven y págan su pr~cio raramente fonnulan tal apología; .sí lo hacen. •en cambio, quienes hallándosé fuera

· de su campo no son cápaces d_e "~nsarla" sino desde el exterior. Imaginan entonces~ a partir de tal exterioridad, lo que la locura sería si constituyera un modo. de ser elegido por el proceso secundario y bajo sil d~o. Posi­ción que mucho .recuerda a la del buen burgués que explica al proletaria-.

. do. cuánta suerte tiene de estat protegido contra los peligros- del ocio de la sobrealimentación. Sin llegar a tales exceso, la posición· imalítica acerca de la realidad parece instaurar. a veces una fisura, impücita o explícita, en­

. tre aquello que el analista, como sujeto, defme inevitablemente ·con e8te · término, y el ·modelo que de él se perfila cuando habla desde su lug;¡r de· · teórico y de práctico. De :µIí nuestra pregunta:_¿qué realidad viene a rein­

terpretar el discurso analítico? ¿A qué prueba de verdad está sometida esa interpretación? '

. Hemos dicho ·.que· Ja actividad de interPretaci~ es· una exigencia ·del proceso secundario, en tanto éste se halla en pos de urui causa que dé razón de" lo que encuentra. En el tranScurso de este trabajo hemos de ana·. lizar aquello que pennite separar la dimensión interpretativa propia de todo discurso, la interpretación psicoanalí~ y la interpretación delirante. Sin embargo,. a pesar de sus seguras diferencias, la meta que se proponen es común: dar. una s.igniñcación del fen6n_ieno .conforme con el m~lo del conjunto privilegiado por el U,terpretante.

94

.. ·;,··.·¡· .

1

Toda ínterpré~ción supone un desplazamie1'to a la ~teg0ría dé la cou~ · .sa. Int~rpretar in.tplica siempre la ·adheSión ·del sujeto a una constru®ióh teó?ca que le permite organizai el conjunto' del C8.Ippo de laúignifi~ciones segun un centro. de gravedad que cambie el orden y el tipo de relaciones· . preexistentes. Dentro del campo de la significación; sean cuales fueren sus parámetros específi~s, el problema del origen ocupái:á el lugar central. Si todo :ruto ~s mito de un. origen, toda teoría. supone la espei;anz.a de aportar·.·· la ve~?'c1ón de la primera significación relatjva a sus enunciad0s. El psi~· co:málisIS no ~scapa ~ esta regla. En este caso; la interrogación concierne al onge~ del SUJeto ps1quíc?: al. hacerlo, terminará planteando el problema del ongen de lá aetividad teórica misma: · · . · . ~in traic¡onarla, p\iede decirSe que la t~ría psicoanalítica es "u~a

teona sobre el origen de Ja teoría inf¡mtil dé la sexualidad'" de állí su ambi- · ción de aportar una nueva interpré.tación de la . rclaclón ·d~t sujet~ . con el .

tsabder ,Y del "(o ~n ~ngy.aj~_.. -~~ .~ar:it<?. ptjJ.ne.r. Qbj!3~o- IDl..t~U~~~~P.teb

·. e,n ra qµe fil\'estir Para convertirlo en el instrtunento privilegiado de su busq~eda. Esto exp~ica que . la .. reali~ad" mve~gadá por el psieoanáliSiS . c~nc1e~ a Ja;g_~~QI) 4j: ~ '!1.~~lQa._ qu~ .el. ~~e~ ~gQ 5\~J~Y,a; s\Jce-.

.·:Q~~rtan~ts-<I~e~:~~~o~í/;3;~trg:Z:Jca~c~~1; ~~!~:~: · de ~ his~ria.: hiS~oria ~e una ~~era téoría de 1a sexualidad de la que d.aD testimoruo nuto colectivo y mito mdividual, historia de una Serie de ínter- · pretacione~ reprim~das por el Yo, histpria de .uri modelo responsable de los. cultos Y ntuales que él imponía y a los que el sujet9 .sigue sacrificando . aunque ya nada sepa del modelo perimido. Ahora bien . se trate de una

·. hi~toria. singular o de la Historia de Jos sujetos, árilbas éom~Uten ~ misma · exig~nc:ia; n~ pueden pennit~se confesar que nada conocen sobre su origen. . La lúst~na por la cual ~n SUJeto ~ cuenta y se asupie como tal exige; como. toda histona. q~ el pr~~r ~~J,>l~!>.- no sea una serie de _hoJas,.ep_ blanco; en caso contr~o. el ~onjúnto de fa8~otiiS qüe~í(S()i,Dettdo al riesgo 'de

. que.~ d!ª• ~ mscribuse ~n e~as \ID!! ~9r:a ~ ~~ ~~a}al,Sédad; ~u ~:~ulr~: ¡ue. :Jnnmc:r &1~~~ ~o eu~.d!-~.:~sctjt,o ~9 ~-!!~ª" úruc0s ~e ued a os dár (f:>P.!~ ...... 9.U.~~Jl~S pret~~--~-~b.é~.Y .$9J:I: los ..

~-.--'1 ...... J>_" .. ~ rec:;or ... o.que eh.utor.vio, percifüo_yoyóen e.lle•ano · tiempo en que se e J',jhía. . . ·, · , .... " · ·· · . · · ~. " ·

. · ''Y~?)ia~c:··:::»~d.é, ~ste primer momenfo, n~sarló p~ 4ue la historia . . e~ta, el SUJeto no. puede saber. nada, como tampoco. puede prescindir de . dicho saber; por eso, neces.ariamente pi;ldirá prestado a los discursos de l0s otr~s. Lo mismo sucede con la historia de la realidad psíqÜica tal como se. esc~e en un análisis. Tampoco aquí puede dejarse·en blanco un primer capitulo. Pero en este éasó no se pedirá prestado á los discursos de los otros sirio :11 conjunto de l0s cap.ítu.Ios, ya escritos por el propio sujeto, que .Je pernuten recuperar a postenon el que faltaba; en el campo de tma historia singular se denomina entonces reconstrucción. . · · • . . · ·

·. · . Si ahora· pasamos a Ja historia de Ja psique tai como la escn'be la teoría p~c~tica, se impon'!rá· un títul() direrente. Es del cÓnjµtÍtp_ d~ las histonas 01das. Y reconstruidas que el analista toma en préstamo el mate·

. rial que pennite reencontrar.el texto de los primeros parágrafos:·~ llamarán· entonces postulados. Si a este doble préstamo debem0s· lá existencia de una:

95

Page 51: El sentido perdido Piera Aulagnier

,,, .(

práctica y de una te~ía psicoanalítiCa, también le debem~ la doble exi­gencia que de ellas emana: en el registro de.Ja práctica, la de tener que so­meter a toda reconstrucción a la prueba de la respuesta que .suscita en el ·

· otro; y en el registro de la teoría, la de tener que reinterrogar indefinidamen­te a los postulados para asegurarse de que siguen siendo concordantes con sus propios a posteriori: es decir, con lo que debemos a la prosecución de la experiencia del análisis. La necesidad de tal reinterrogación explica el lugar que la exigencia teórica ocupa en nuestra disciplina; renunciar a ella sería olvidar qúe en este terreno n:ihgún postulado, ninguna hipótesis puede hacerse dogma ni aspirar a la evidencia de la demostración matemá­tica; y también, con consecuencias más graves. sería olvidar ~e en _pocas disciplinas pueden construirse teorías y proponerse nuevas hipótesis con tanta facilidad: Terreno movedizo que conserva enterradas para siempre sus primeras capas geológicas, la psique opone una pertinaz resistencia a las piquetas que intentan excavar sus últimas profundidades. S61o queda a los ge6logos proponer una hipótesis sobre la naturaleza de ese primer suelo; una vez propuesta dicha hipótesis, nada es en apariencia más fácil que reor­ganizar la historia de las estratificaciones que siguieron. Res~dad~ su primer. secreto, la psique parece prestarse con extrafia condescendencia a las interpretaciones y. lecturas más diversas de su hiStoria, e incluso a veces

· p~ce aportarles la ilusión -de Í!J prueba. Lo muestra la historia de las ideas, de las teorías, de los mitos que sucesivamente pretendieron suministrar la fulgurante demostración de que todo había sido explorado, de que ya no ha· bía secreto para el hombre en el orden del mundo, · ·

El deseo de recuperar esa certeza mítica o teórica, .inde~damente perdida y buscada, explica la fascinación que · sucitó la teoría de Freud cuando vino a decir que el orden del m~do hallaba su lógica seereta y últi· ma en lo desconocido de la estructura psíquica, que toda demostración era primeramente efecto de la necesidad para ta psique de interpretar y saber, con la aparición, en un segundo momento, de una serie de hipótesis de las que se esperaba qué fuesen cada vez más exhaustivas y demostra­bles. Sería tentador decir que a partir del momento en que la teoría fréu­diana revelaba que al secreto del origen el investigador sólo podía oponerte una hipótesis, que debía renunciar a la certeza de la evidencia; pasado el efecto de choque todo se volvería posible, como si el hombre no pudiera vengarse de la certeza que se le quitaba, de la pérdida que debía aceptar

. en el registro de sus verdades y de sus creencias, sino proclamando que ~ lo sucesivo ya no volvería a caer en la trampa de "tener que demostrar", y que "lo hipotético de la hipótesisr' se convertía en garantía suficiente. de su razón de ser y en justificación de su ~alidez. , .

· La Ubertad de pensar descubría un nuevo tirano allí donde menos se lo hubiéra esperado: la orden ·terminante de innovar, de negarse a toda puesta a prueba, por obra de la cual al terrorismo del dogma se sustituía el terrorismo de un discurso que denunciaba como culpables de lesa libertad a todos aquellos que quisieran cuestionar la legitimidad de sus hipótesis. De aquí deriva también la fascinaci6n por' todo discurso teórico que pr&-· sente con la práctica una distancia tal que, o bien de entrada se declare que no hay posfüilidad de demostración directa, o .bien se pretenda lo inverso,

96

. . , . ,"':

. . gracias a un pré~arilo abusivo y engafioso tomado a otras disciplinas. Al hacerlo, el analista olvida que si no puede evitar la ambición teórica, menos . aún puede ahorrarse la d~ un.rigor en su práctica. Toda elevación teorizante que de una u otra man,era lleve a esquivar la . prueba de la práctica, es una · mistifiqaci6n. A veces se tiene la impresi6n de (1Ue lo que hoy·circula bajo el sello de teoría psicoanalítica pone de manifiesto una extrafia complicidad entre los practicantes de diversas disciplinas; complicidad que·lleva a acapa­rar lo que es verificable y está verificado en una de ellas, y por lo general .

. en un sector bien preciso, ~ justificar lo que no se es capaz de demostrar y se pretende innovación teórica. :se oscila en~e una posición que clama que basta con decir para que algo sea, y una posición de repliegue que se pro.tege contra el riesgo de que se responda que entonces es posfüle decir, con Ja .. misma seguridad, lo contrario, buscando la imposi"ble prueba de lo "dichó," en una verificación que de hecho se aplica a enunciados y objetos heterogéneos.

Lo efectivain~te incómodo en la posición analítica es que no se puede escapar a la necesi.dad de reinterrogar sus postulados, que sólo pueden con­servar sus st~tus si prueban su conformidad con los nuevos aportes de la experiencia, sin lo cual el analista caerá del lado de la fe ideológica y del juramento de fidelidad teórico. El hecho de -que el postulado sea de Freud

- no basta para preservarlo ·dé un riesgo inherente al propio objeto de la _gestión analít;ica. Se trate de un análisis singular o del análisis de los fenóme­nos. culturales, el analista tiene que vérselas con la historia de la relación entre un. SlJ.ieto o los sujetós y los modelos de la realidad a los que sucesi­vamente conc~ valor de certem. Busca lo que cada uno de ellos viene

. a revelar sobre las mzones de su función y sobre las consecuencias de su aplicación. raratelamente se escn1>e entonces, ·entre líneas, el relato de una ~e. de abandon&s y duelos, resultantes de no querer renuneiar a un modelo aunque éste. se vuelva contradictorio con el que un nuevo saber impane como definición de fa reali«%ld, precio.. con el que el sujeto o la cul· tum pagan su adhesión a una doble interpretación cuyas dos significaciones son antinómicas; y cuya coexistencia es. responsable de aquello que en el sujeto se .presenta como conflicto neur6tico y en la cultum como.ms mo-mentos de cr:iSis. · · .

Puesto .que el modelo de la realidad -tiene siempre ~omo corolario una imagen identificatorla del Yo, un momento de su historia perdida pero no por ello desinvestida, la reconstrucción de los diferentes modelos corre pare­ja con la de las fases y aventuras del proceso identificatorio. Esa reconstruc­ción se apoya en la rememoración y reactivación de las interpretaciones que el sujeto se dio en su momento de lo~ afectos por él sentidos y que el analista reinterpretará de manera que e~ Jecuq(l.Q_.del afec.to X- ~lJúec.to

!~cr6i:::·:si:t: ~~:n:~c:~i!:-9,Jll:tí:i~~:ºi~~ ,.,...,,.,·)t:<·"·lc·~°'"·"-•···~·r·~'•~t • , •.,f·'»"i"-··-""···•·•v~•• •"• -~ p una· mteij>tetaéton que 'lial1ába Sú razón en la proyección sobre el aconte-cimiento, fuente de afectos, de una puesta-en-escena forjada por el fantas­ma, es sustituida por una interpretación que interpreta el faiitasma como manifestación del deseo inconsciente, es decir, que le da un status que hace del fantasma y del inconsciente el ob¡eiá de un conocimiento posible para el Yo,

97

Page 52: El sentido perdido Piera Aulagnier

,;, '·i

Como toda. interpretación, la interpretación psicoanalítica .opera un desplazamiento y ~na mutación de la categoría de la causa que va a reorga­nizar de otro modo el conjunto del campo de las significaciones. Pero, ¿cuál es "la causa" que el analista persigue sino l¡i que a sus ojos es motor

· de los sentimientos que el Yo experimenta, espera· o decreta imposibles para él? El analista sabe que la designación de esa causa no estaba. ausente en el discurso del sujeto, que la exigencia de interpretación. y -~1 proceso de identificación no podían dejarla en blanco: de allí su recurso a la proyec~

.. ción. Gracias a lo cual el Yo preseri'aba la órganización de su patrimonio de significación, pero al precio de una interpretación que imputaba a un extra-Yo y a un extra-psique la responsabilidad de lo que el Yo hace o pa­dece, compro.miso que priva al Yo de toda posibilidad de modificación sobre la causa pero 10 libera de la responsabilidad de su propio sufrimiento.¡ ·::; La mterpretaclón psicoanalítica apunta a desplazar el lugar de esa causa ·al .~~. propio espacio psíquico: da de él una nueva· designación -el deseo incons- '·if­ciente~ y propone una def'mii::ión que el discw:so del Y~ puede apropiarse '.;· por estar de acuerdo con su organización. Esta ampliación del campo del .saber del Yo sobre lo que ~s causa de sus afectos, es paralela a la amplia­ción de su saber identificatorio.

"Dónde ello estaba, Yo debe advenir". El acceso al lugar del que el Y o va a tomar posesion tiene como condición previa su apropiación de ese saber .. diferente" en Virtud del cual su discurso vendrá a hablar el incons­ciente. Se sustituyen así a un extradiscurso los enunciados· que dan voz a lo que de él había estado excluido o reprimido. Veremos por qué razón tal reapropiación tropieza con un resto irreductible: El resultado de esa mu-

. tación de- la causa implica, en el campo de las significaciones, su reorganiza· · ción según un modelo interpretativo que constituye en su pivote a la defmi·

ción freudiana del deseo inconsciente y de su estructura. Lo que fue ~cho permite defuíir mejor qué porción de la "realidad" es cuestionada a lo largo de la experiencia analítica.

. El analista parte de un modelo de la realidad que resulta de un saber heredado·<le su propia cultura y que organiza un campo de' significaciones compartido con sus semejantes.La pregun.....,.!!...9..ll.!.._e!_~-~.P~!~?.-~Jl· cierne a ~-~~Y~~de d~tjyar. d!~~~!:l!~J1~ -~e se~J?.~ ~.tod~t~¡ jet.?t-~l!:.Pl!...n..!~~º~º-~· ~.~~, .. ~11!{8 .. e,~ .D1W~~~qu~Je. imP.ºll.4U~ . diScurso y aq1;1el .<i~~ ~~ pr~~~tJ11. y_ qu~. r~~n~~ .!tJ!)!l .. dictado& del de.seo,.. Pregliiifa.nci exenta de riesgos sobre el modelo culturafmismo: éste corre el peligro de que se denuncie lo que en él no tiene otra razón de ser que su propia resistencia a toda verdad que venga a cuestionado. Pero debe desta­carse· que si bien el análisis es capaz de demostrar por qué es necesaria la referencia al modelo cultural, si bien es asimismo capaz de revelar las iluSio· nes o las desviaciones que éste puede implicar y sus consecuencias, no está

. en sus exclÚsivas manos hacer tabla rasa con ella ni pretender que te es po­siole dar de la realidad una definición que nada deba a lo cultural. Para hacerlo, sería menestar que concediera fe a la ilusión que la designaría como depositaria de las leyes· del discurso y la dotaría con el poder de reor­ganizar su campo de significaciones.

98

Más difícil es reponder a la segunda pregunta: ¿a qué prueba de verdad están .sometidas las C<?l)Stnrcciones de la teoría psicoanalítica? El conjunto de. este trabajo, como todo trabajo psicoanalítico, aspir~ a ser una respuesta. El esclarecimiento de las motivaciones y de las implicaciones de toda hipó­tesis, la puesta a pru~ba que representa el heeho de-proponerlas a la crítica de los lectores, son el único camino por el cual et analista puede responder a aquella pregunta. Por eso, en este texto nos. limitaremos. a decir a· qué­tipo de prueba no puede aspirar el análisis.

En primer lugar, a la que antes denunciamos y que consiste en recurrir a verificaciones que sólo tienen valor en la:s disciplinas a las que pertenecen; En segundo lugar, a tqda prueba que deje entrever.que la intención .del veri­ficador,.. aun ignorándola éste,· es $UStituir a la pregunta por la verdad la res-. puesta de la certeza. Hay pocos campos en los· que el duelo de la certeza y de cierta forma de saber sea tan constante como en el nuestra. Todo fin de análisis. impone al analista la necesidad de ~enunciar a saber en qué se con­vertirá; el trabajo en él efectuado. Sólo el analizado podrá dar testimonio de esta prueba a la que el futuro someterálas construcciones por él elabora· das; y, en general, n<> viene a comunicarle al analista ese testimonio. Alana­lista le queda ese ·particular banco de pruebas representado por la llamada dimensión terapéutica. No deja de ser problemático, aunque ningún analista tenga derecho a esquivarlo. Ni la "curación por añadidura" ni la "curación a cualquier precio" -si por curación se entiende .la desaparición de los sín­tomas- nos parecen divisas aceptables para el analista, y menos aún si por curación nos remitimos a lo que escribe Freud en uno de stis últimos textos: "asegurar las mejores condiciones psíquicas para las funciones del yo

. (,noiJ .. ", y esto gracias "a una relación psicoanalítica basada en el amor por la verdad, es decir, en un reconocimiento de 'la realidad que excluye todo engaño y todo simulacro"9. Es preciso volver· "modestamente" a

· Freud, y afinnar que el. análisis es un trabajo que concierne al Y o, que su objetivo consiste en permitir que éste haga el duelo de una certeza· que no· podía mantener sino al precio de su adhesión a un modelo de la realidad en. el cual la proyección tenía la mayor parte; proyección que despoja al sujeto de toda posibilidad de acción sobre el modelo y lo obliga a recusar todo acto que viniera a probarle su error. Si la inln'bición, bajo sus diferentes formas, · se presenta más como un rasgo general de la neurosis que como un síntoma particular, es porque representa el m9do de defensa por el cual el sujeto de· ·tiene todo movimiento que lo Uevara a reconocer lo que es y lo que él es. La repulsa que el sujeto opone a una realización, sin embargo fuente posible dé- placer; se.justifica en una economía b"bidinal que no quiere aceptar pa­gárlo al precio de cierto saber. Si reivindicamos la presencia de una dimen­sión terapéutica en el trabajo .analítico, es porque creemos no en un hipo· tético modelo de la norm~dad,. sino en qna posible evaluación del precio con qúe el sujeto paga. determinada clase de defensas, de .inhibiciones, de ilusiones. Si el analista: no poseyera criterios que lo autorizan a .privilegiar

·cierto modo: de reparto de los investimientos libidinales, si le fuera imposible diferenciar lo que un modelo debe a enunciados reconocidos como verdad-e~ · ros y h> que debe a ·enunciados efectos de la ilusión, no habría.ninguna ra-

. . '

9 Freúd, Análisis terminado y análisis interminable.

99

Page 53: El sentido perdido Piera Aulagnier

z6n ni ninguna posibilidad de serlo.

Aceptemos el augurio de Freud cuando planteó en el c~razón de la retación psicoanalítica cierto "amor por la verdad· que se mamfiesta por ~ deseo de reconocer la realidad", y la obligación resultante: denunciar como error toda prueba de verdil.d dotada de !os oropeles de:~ certeza que pone al saber y al trabajo del analista a cubierto ~e cualquier mterro~­ción. Así comó en las ciencias exactas un pequeño numero de demostraeto· nes escapan al cuestionamiento -nunca de manera indefini?ª• por. lo _de­más-, en nµestra disciplina el poder de verdad de un enunciado exige q~e aquel que lo hace suyo renuncie a creer al resguardo de ~ duda lo que s~ embargo pudo parecerle definitivaménte demostr_:i~º· So~o a ~e precio tiene la verdad alguna posibilidad de encontrar la umca verificac16n conf or: me con su ·ambición: descubrirse trampolín para aquella que le sucedera

. y 1 que sin ella no habría podido ser. El_ an~a está sometid~ a las. ~as leyes metapsico16gicas que las que son. propias de sus seme.iantes. esta es "una dura ananké" a la que no puede negarse; tener conochniento de e~ leyes no da derecho a ninguna derogaci6n-:Hay actos heroicos de rebelion, y otrós que apenas son repetició~ de rabias y desesperaciones·infántiles.

La interpretación psicoanalítica no puede aspirar, en nombre ?e la verdad a declarar. nulo y sin "ningún· valor el préstamo tomado a una mter· pretacl6n preexiátente y a las categ9rí~ lógicas ·que la hicieron pos!Dle. La "lógica". del ·inconsciente es un descubrimiento que se debe al del Y o: · el trabajo del analista no tiene otra meta que pennitir al Yo de otro reco· nocerla y ~cerla pactar con sus propi~~ miras. ~ber o certeza: pa:afrasean·

· do a Freud, pondremos · im a e*s consideramones sobre l~ realidad Y el · saber .expresando la esperanza de _-que ."no esca~ a la a~~nc16n de.nu~os

estimados lectores de qué modo conuenza l surgir tamb1en en estas pagmas . la supremacía de un principio de saber ~~J,re. el desecúle .certeza"

10• .

• • .,, ••. • .••O:'

1 o "ES¡>ero que no escapará a la atención de nuestros estbfiados lectores de qué mo­do comienza· a surgir también en estas páginas la supremacía del principio de rea· lidad". Freud, Los dos principios del funcionamúmto mental.

100

'·~~~ . ...• , •...

. .·

.· .VI filSTORIA DE UNA DEMANDA E

IMPREVISIBILIDAD DE SU FUTURO* (Notas actuales)

Si -pór porvenir def psicoanálisis entendemos el lugar y la f onna que po­dría cobrar, en el futuro, una Praxis que siguiera·reivindicando el calificati­vo de psicoanalíti03, confesamos nuestra incapacidad para.formular un pro- · nóstica cualquiera, por la sencillil razón de q.ue esto implicaría podet hacer un diagnóstico sobre su presente. Ahora bién: cuando se observa lo que hoy se pretende "prácticaº psicoanalítica, cuando se advierte la parte que ocu­pan en el discurso de buen número ~ sus practicantes -témiino más apro·

. piado aquí que el _de práctico- · la ideología, la repetición:· y las estereo­tipias, se tiene la inipresi6n, a despecho de una aparente referencia a los . mismo~ postulados de Freú?! de ~ contemp~do un traje de Arle(iµín:. que, le.Jos dé aportar al análisis un sabor festivo, le quita toda alegría y todo. valor. _Por eso' nuestra .c~µm°bución al debate será muy modesta, y se limita..' rá a indagar en tres facfoi~~ responsables de tal estado de cosas, factores que

. no da1an de hoy y euyó po<Jer y efectos el correr del tieµipo no hizo más que amp!ifi.~. ;t.'c .

. · . La esperanza de tomar de ias disciplinas matemátiatS o físicas" un mo­delo que pudiera. ofrecer una representación de la "cosa psíquica", modelo que aboliera t~a diferencia entre la "cosa" y su "representación"' supone

· ilusiones que no dejamos de advertir. No obstante ello, será de un físico; · pór. mucho tiempo dedicado. al problema:. epistemológico propio de su cienc~. de ~en tomaremos. su definición del concepto de p;midigma; tér· :mino con el cual designa un "conjunto teórico-práctico'; particular cada \lez pero necesario y presente en toda disciplina científiea. · .

Esta définición sólo en parte puede aplicarse al modelo t~óüCo-prácti· co que el)>sicoanáli$ hace valer como praxis1 • ·

. . .• • '"L 'bistolre d'une demande et Í'im¡Írévjsiblité de son futur (remarques actuelles)" .

artículo publicado ·en R~e franraise de psychanalyse, Nº 1·2 Tomo xxxix' . . 1975. • . •

1 No podemÓS r~Ünciar al placer de evocar la respuesta· de RU:therfÓrd cuando .se le pre~ntó ~e qué mo_d~ había d~bierto 'el comportam~ent'? de las partÍculas

Page 54: El sentido perdido Piera Aulagnier

Ya.hemos visto que una de la3 cosas que et~adigma procura ·a la co­munidad científica es un criterió para seleccionar problemas de los qt1.e está

· segura -·en tanto el p(Ua<Jigma e3 aceptado COlfW algo "que cae de su pe- · s<> ·~ - 11ue ·tienen una sOlució.n. · Eri amplísima medida, tales serán los únicos problemas que la comunidad reconocerd como científicos, y los únicos que invitará 4 sus adeptos a resolver. Otras cuestiones, incluidas las que con an-. terioridad .parecían ·estándar, se rechazan por parecer metafísicas o relativ(IS a otras. disciplinas, y a veces por resultar demasiado problemáticas como

. para que se pierda él i¡empo en el/Os. Por consiguiente, un paradigma puede aislar a la comunidad de otros problemas que son importantes en el plano socia~ pero que no pueden ser reducidos a la forma de su rompecabezas pues resulta imposible f orniularlos en los ·términos conceptuales e Instru-mentales que el paradigma propone2. . · · . .

· Agreguemoi que según este autor, integra el "destino" de todo para: digma el encontrar, en el transcprsó de su aplicación experiínental~ "anoma­lías" que sencillamente comenzará por no ver. Su pertenencia a1 campo de

· Ja ciencia hara qu.e e&te desconocimiento, Gonfrontado con. la repeticil>n y · la suma de esas anomalías, no puedá ser. preservado, y que ·se reconozca · ~na ~ontradicción entre lo que enuncia ·ta teo°Zía ,.Jo que muestra la. expe-nenc1a. . · · · Volviendo a nuestra disciplina, puede d cirse que también ella posee el ·equivalente de un paradigma, que le pemlite decretal'.'cuáles son los pro· blemas que le conciernen y a los que cabe espeiar.(¡ue aporte una solución; también puede decirse que en un primer tiempo dicho paradigma condujo a la comunidad psicoanaJítjca al aislamiento, y dio lugar .. a que."se le negará todo derecho a reivindicar el título de ciencia y todo dereeho de pala~ra . sobre "otros problemas importantes en ·el plano social": · · ·

Pero la analogí~ se malogra en cuanto comienza a indagarse la relación que teórico y experimentador mantienen con sus modelos, y esto tanto en el dominio· de las ciencias "exactas" como en el de' las "humanas". .. C~J~.11_11 .l_!!()~~}_~Jt~?.~j~~ .. glJ.!~!~-~.~:!1i~f:!. ~ l~:_:~.~'!i.~~".,9, .~~.l<? social' ,' y más aún· si e discurso cultural ~w.Wte. y:faV.Ql~CJt.Sl! circülaci9J1.

se comprueba que··e1. ~bJ.~~9.~'_ai· qu~. ~e á~lia1J~Illl·~9JJ~~B.Q.!i::•~g~g­te" respons¡tbJe· de. dicl!a.~P.!íci.tcJ.~~· El ~o del que·se habla y el geó· metra que de él habla adquieren la extraña propiedad de coin9idir-. De esto resulta un~ interacción entre los resultados que el :recurso al m9(lelo su­puestamente había pennitido y los efectos que se· manifiestan sobre los "agéntes"; esos efectos, al modificar lo que en lo su~sivo estos últimos de-· manden al modelo, actliarlÍ.n sobre la esencia de éste, y ello· aun cuando

· su fonnulación, su apariencia~ podríamos decir, siga siendo la misma. · l La relación 'del analista con su teoría, y en especial eón ese conjunto j conceptual que le peIIIJite fundar una praxis; muestm que. todo ~bio ~ . . . .~ . ' ... :

alfa: "Simplemente me pregunté qué haría yo si fuera una partícula alfa". Tal ve:.r .. sea preciso poseer el geiiio ·que semejapte descubrimiento requiere, para gozar de · la lucidez que permite una respuesta de esa clase. ·

2 Íhoma¡·K~. ''The Structure of Scle~tific Révolutions''. p. 31, lntemadonal Encyclopedia of unified science, vol. 11, Nº 2, 1962 (la ~ducción e.S nuestra). Hemos traducido eJ. término granted por "allmit de sol". ["algo que cae de su pe- · so", en esta versión casteUana. N. de T.]. . · . · · ·

1Q2

en ei T?Qdelo teórico supone ·una modificación de la rélación en~~ éste yli · el ~ta, Y .que toda modificación de dicha .relación se traduce por un'·

· Clll!1b10 en· la demanda que aquél dirige al módelo: desde este momento, es' el modelo lo que queda modificado, · . . · ~ modelo del funcionamiento psíquico creado por Freud se define;·\ a1 nusmo título, por la. coastrucción teórica que propone y pc:>r las denían- ; ~a las <IW:,P~ten~; responder. La historia de esas démandas y la evolu-· ·· c1on ~ los objetos demandados nos narran la historia c;le la teoría y la • del vmc~? que a ella nos enlaza. Dicha historia no se deja resumir en una~ ; pocas pagm;as, pero es pOSJ"ble reflexionar sobre lo que revela en cuanto ' . ~ los· rl~gos una ·doble interacción que hace coi:rer a nuestra praxis: la 1!1teracción prese~te entre el modelo teórico-práctico y la respuesta·<¡Ue de ,· el se· espera,. y Ja 1~ente constante que se ejerce entre Ió que el analista , demanda a su teona y a su práctica, y otras demandas presentes en el cam- .. posocial. . · · ·

•· . Estas ill~. examinadas con mayor atención, p~eban que sus fonnu­l;aciones Y sus objetos son función de. las. ideologías que el discurso cultural Y. ~ iilstituciones respeetivatnente privilegian. Entre el proyecto que el analista declara conforme con su teoría y· c01~ su práctica y lo que el profa-1:º espera comQ p~a por su valorización d~ un proyecto que. cree idé~­tico, aparece un fenomeno de ósmosis muy peligroso. .. La; teoría de. ~reu?. nunca ~retendió. ser simple oferta de conceptos;

retvmdicaba una mtencion práctica; def'lDlda por· los efectos que es lícito esp~ de su ªP_licactón en la práctica analítica: intención cuya realización esa .misma teona asegma como posible, lo que no quiere decir segura~ Es eyiden~ que el inconsciente actúa siempre y én otra parte, pero otra. c;osa es decir que las formas con las cuales puede aparecer son no sólo función de Ja situación sino que a~s no . son equivalentes ep cuanto a Ja posi"bili­~d. !'°'a. el Yo de reconoceria.,s y de operar en ellas una modificacióit"que . ~plique ~nte todo la suya propia •. Entre los ef ectds del inconsciente ejer- · . ~~dose. en la escena del mundo. y los que están presentes en la escena ana"'. · lítica,. se ~prueba una ~cia ~ductfüle: .él analista es quien mejor · puede. suministrar· una explicación de los primeros; en cuanto a los segun­dos,· tiene . el derecho de proponer una interpretación que pueda modifi-. car su status y su acción. · . ·

Es . ~portante insistir sobre uná verdad que a veces los analista.$ Í>áie-. '7n CODSlderar, sorprendentemente, como un límite culpable: el incons­c1entc:, tal como Freud lo descubre y define, depende del campo que la expenencia instaura y reivindica como propio. La experiencia analítica in· ~ en. los fenóm~n~s psíquicos tal como se presentan ·cada vez que el · ~Jeto encuentra e mvJSte a otro como sopQrte privilegiado tanto de su li­~tdo co""? m: ~ .. demanda identificat?ria. Si ~ respuesta aportada por di- · cha expenenCJa vmo a revelar }o parcial o erroneo que el conjunto de las ~espuestas precedentes coµteq1a, es porque la disposición del encuentro nnpone, de~tr~ del ~po de los investimientos, un artificio que pennite a la expenencia ~proxunarse a las condiciones presentes en ocasión de los primeros encuenµ-os entre . el sujeto y los objetos de sus investimien~ tos Y demandas pasados. Es evidente que la distancia no sólo no será lle­nada nunca, sino que su presencia es una condición que el analista tiene el

103

Page 55: El sentido perdido Piera Aulagnier

' [,

r

1

1

l t

· deber. de preservar, d tiempo ·que pennite a la ilusión del retomo ocupar el frente de ta escena.

Pero el analista también tiene derecho a afmnar que la particularidád del campo analítico. es lo único que puede hacerle posible al ·sujet? tanto la repetición de dicha ilusión como la posibilidad de.renunciar a e~. De esto deriva que el analista sea un sujeto ql,le cree poder .asumir en n~m~ P.r<.>· pio el proyecto que sostenía ·la "práctica" del fundador, y que. en~uentra en su eventual realización aquello que responde a su .deseo. . . . .. ;· .

· Debe agregarse que el éxito de este proyecto rio dispone de olra prueba ·de verdad que la posibilidad de alcanzar un mismo resultado, lo cual con· fmna otra particularidad del m<;idelo legado. por Freud: legado de un saber

· que hasta entonces se ignoraba •.. pero también legado cuyo valor, en el es­píptu del legador, era c~xtensiV(;>:de los resul~dos especí?co~ de la expe~

. rlencia a Ja que subtiende y que. solo ésta podría reproducir. St en la evolu­ción de una teoría que no puede quedar separada de su proyecto concede­mos uná importancia pnvilegiada'iil factor tiem-¡>0, es porque el uso "cu!·

. tural" de nuestrQs conceptos acarrea la consecuencia de que hoy en d1a es del exterior que vuelve al campo de la experiencia analítica ~ proyecto elaborado por.· el campo social y ~us ideologías. De este proyecto:~'profano", el ·analista ~orno sujeto que comparte la· misma: cultura resulta ser, por cierto que (su ·mane~a;. parte activa. Desde ese mome~to podrán hallar ac­ceso ál campo psicoanalítico proyectos y deman~ que viene de otra parte y qUe. le hacen' correr el riesgo de ser "colonizado .. poco a poco por un "poder-saber'' extrafios3 • . · · •

· Creemos que ni hoy ni mañana podrá imp~dirse.tot:inente e8!e a;ci:so, pero sí puede hacerse más problemático el éxito de la. coloniza016n SI se esta advertido de que a ella se deben tres "anomalía8". cotidi~amente

· presentadas. Tales "anomalías" dan .testimonio de la~ contradicciones sur· gidas entre nuéstra teoría y ciertos efectos de su "aplicación": seguir deseo-·

. nociéndolasCequivaldría a renun·ciar·al psicoanálisis.. . · ·Alin cuando ·todavía se ejei:ce aquí una constante interreacci6n; tra­

taremos sucesivamente tres fenómenos que denuncian Ja presencia de di· chas contradicciones:· cierto abuso de la inter.Pretación aplicada, Ja ·triviali· zación de los conceptos freudianos y ~la priori de la certeza.

· LA INTERPRETACION APUCADA

· Aflnn~ que el modelo analítico sólo p~ede ser teó~co-pr.iCtico, ~ que : esta "práctica" exige el respeto d~ 1~ p~etros, propios. del espacio. :n . que se desarrolla ·la sesión, ¿no llllPlica olvi&u: su ~OS1'b~dad ~e aCCion en ese vasto dominio que el propio Freud pareció privilegiar hacia el fmal de sil vidá, o sea el dominio del psicoanálisis aplicado? Consideramos que no hay aquí contradicción; todo analistll reconocerá que .sería inconcebible que e~ modelo freudiano hay!i podido tener otras fuentes que la de un en•

3 Es cierto que tos analistas dieron prueba de un mismo deseo de extraterrltoriali· ·dad y de "colonización": pero la experiencia muestra que, ·ai hacerlo, han jugado, Y.s~guen haciéndolo, a "el que pierde gana". ·

104

.. , ;~-.•.. ...

1f cuentro ~ dos dÍscursos vivientes. Ei genio de Freud al leer a Schrebet o a .Frazer quizás hábría descnbiertó. Un mensaje hasta entonces ignorado, pero puede tenerse. la certeza de que dicho mensaje habría sido diferente . del .que le brindó el discurso de Ja histérica: aplicar el modelo fuera del . campo analítico impliéa su preexistencia y exige también una reducción .. Por eso, más que de· psicoanálisis aplicado, fónnula contradictoria en sus ténninos, debería hablarse de "interpretación aplicada", y decir que con· ello . se opera un triple recorte: en la t~oría, en su aplicación y en su proyecto.

Cuando él analista propone su 'futerpretac16n de un texto o de un f en6· ~meno éfnico, casi. ntmc,:a pretende ejercer sobre éstós un poder cualquiera.ºe mo~6,n; su intención se limita a explicar por qué razón hay cas'os en que es posI'ble. plantear una identidad causal entre dos f en6menos que son.

· heterogéneos en su forma, su tiempo y su espacio. Cuando él analista in­. tei:preta Ja funci6n del tto mateino entre los ·:me1anes1os o detenninado COÍl•

· flicto de. fuerzas en el. campo social, como manifestaciones de una causa que él identifica con el deseo edípico · o con cualquier ·otra causalidad psíquica,. :postuht una analogíá entre lo que muestran lo escrito o lo visto y otras hianifestáCiones:-por él linaJ,izadas durante las experiencias a Jas que debe su interpretaci6n. Aplica un "saber" adquiriao en otra parte, con un fm explicativo del que resulta único beneficiario. No tiene ningún deSéo,

. y ningún poder, de cambiar la estructura social de los '.trobriandeses. Del saber interpretativo espera una prima de conocittüentoi 'qbe le dé placer, placer que no puede hacer compartir salvo por el colega que vea en su tra~ . bajo una confirmación de Ja legitimidad del propio. . . ·" ... . "--t,~ ...

Por eso hemos hablado de t.µta reducción del m.odelo teórico dél que se extraen lQs conceptos que penniten comprender tal o cual aspecto del funcionamiento psíquico. Agreguemos que en este caso, ganancia en saoer

· y prima narcisística no ponen forzosamente en tela de juicio el valor del trabajo resultante: invitan, sin duda, a una gran vigilancia, pero el placer que así puede encontrar. el intérpre~ puede ser paralelo a un rigor del . pensamiento que evita cierto escollo: el de no ver ya en el fenómeno estu· diado más ·que una respuésta · prefonnada por su propio ·deseo de. há11ar

. una confirmación de su saber. Otra cosa sucede cuando ~e comprueba que la interpretación se pone al servicio de un.deseo de doníinio sobre.sí fnismo y sobre el otro, o sobre los otros, y cuando se espera que ella ofrezca un . medio que pennitiría abolir toda causa de conflicto, así se trate dé un ·con·

. flicto trabado entre dos sujetos o de uno que posea c0mo escena el campo social. En ambos casos se espera la realización de un mismo fm.: ·obtener la prueba de que "sufrimiento psíquico" y "sufrimiento neú~6tiéo" son· sinf>Dimos, y deSc:ono~r qu~ tal negativa a aceptar cualqúier causa de sufri­miento y cualquier fonna de conflicto no es sino la fonna· privilegiada que

· puede cobrar el rechazo del Yo en lo relativQ a la irreductibilidad de la realidad psíquica. . . · Por . razones de comodidad, . ilustraremos esta desnaturalización · del proyecto psicoanalítico reflexionando acerca de lo que podríamos llamar . "la .autoaplicación" de la interpretación: el medio analítico es un campo 4é observación privilegiado paia hacerlo. Permite afirmar que· en una parte importante de casos el recurso a este ejercicio de "interpret8ción autoapli· cada" tiene Cl?filO. motivación el conflicto afectivo que puede oponer el

tOS

Page 56: El sentido perdido Piera Aulagnier

'.-;

~: ~11_' ~.

~ ~¡ r~i ij ¡; j!

1 I·

intérprete al amigo, ál alu'mno o al colegá, y que ~e propone dem<!Strar a. estos últimos que sus conductas, o sus discursos, son exp.resión de un. deseo' . · . inconsciente que ellos -ignoran y que uno desenmascara en su lugar: AL,;,, hacerlo se deniega al Yo del otro todo derecho .de conoclmiento sobre su· • .. propia acción, y se le rehusa la autonomía que uno concede en demasía ,· : . al propio, ya sea que se afume que la acción apuµta no al intérprete sino a la im!lgeñ proyectada sobre él, ya sea que se demuestre que ella es la dene· gación de una motivación inconseiente, o que·se pruebe que no hace más . que realizar un deseo .oculto del intérprete. En esta tarea, el intérprete postula una abusiva equivalencia entre los parámetros de .una situación y de una relación de 1aS que él y el otro son al mismo 'titulo parte activa, y los parámetros heterogéneos de una experiencia analítica en la c'ual, efectivamente, el ·analista tiene. el dereé:hó y el deber de decirse que el amor; la envidia o el odio del que se le habla se refieren a un primer destina· tario pasado. . · ·

Este modo de ·aplicación ya no sólo implica un préstamo tomado a lo teórico, sino que tiende a ·una modificación de las fuerzas Jibidinales obrant~s en el confficto y posee, por lo tanto, una intención pr,áctica. De allí que el intérprete, en este caso, se adjudique un préstamo tomado a la teoría de la relación transferencial, préstamo que ~pone la denegación de los fundamentos miSmos de dicha teoría. El mismo análisis podría efec­tuarse cuando 1a interpretación aplicada toma como objeto el campo social y sus conffictos, campo y conflictos cuyos efectos el intérprete padece efectiv_amente, sea o no analista. Decir que las fuCIZaS que organizan el cam-po social no carecen de relación con las fue!Za$ que organizan el campo psíquico es una ~osa; creer que en ambos casos una misma interpretáción se aplica de manera exhaustiva y que sería· lícito esperar de ella resultados ~énticos, es extrapolar abusi.Vamente el campo de Ja interpretación y caer , .en 1a ilusión. Pero, ¿qué analista podría declararse inocente de.todo abuso de esta· clase? Y si se declara culpable, ¿cómo puede difei:enciar; salvo tal· . vez en el a posteriori, Ja interpretación abusiva de la interpretación lícita? ¿Qué puntos de referenc~ posee el analista, no ya en su funci{>n, lo·que a veces es más fácil, sino en su funcionamiento como suj~to privado que ama, que rechaza, que envidia, que deSC?a? ¿Qué puntos de_ referencia pose!' para decidir sobre lo verdadero y lo erróneo. en esa autoaplicaéión. de la inter­pretación? ¿Hasta qué punto puede interp.retu- su relación con el campo social? ¿Dónde se detiene el trabajo de autoaruilisis y d6nde comieiliil la obra de sus mecanismos de desconocimiento? No responderemos a estas pr.eguntas, y tampoco· estamos seguros de que seá posi'ble una respuesta clara. Al hablar de cierto abuso de un conocimiento debido á la teoría de Freud no apuntábamos a ninguna acusación, sino á demostrar que a par-tir del momento en que 1á circulación del :modelo analítico indujo una cierta forma de demanda y una cierta forma de espe~ativa, de nada ser· vida al analista pretender -lo que además sería equivocado- que él no tiene nada que vei:, que SQ trata de un malentendido de los p1ofanos, y se­guir desconociendo la existencia de. ese ruido de fondo que-siempre ame­naza transformarse en ese telón de fondo sobre el cual irá -a tejer sus eJa-boraciones teóricas. : ·

El lústprlador que quisiera formular una previsión sobre- el ·_p0rvenir

106 1

del mmm debería creerse capaz de adivinar cuál será laf órmulación futura. d~ una demanda que, por su parte, persistirá mientras haya.sujetós:.indepen- · dientemente.de ~s formas que pueda cobrar;nos recuerda que todo sujeto co~erva ~~.el trasfondo de sí mismo la 'ilusión de que un día podría surgir ~ sab~r. qu~ demo~trara q~e ~tración y muerte, sufrimiento y conflic­~~ ·~~f.. ~as que sunples . accidentes" sobre los cuales podría_ ejercerse

LA TRIVIALIZACION DE NUESTROS CONCEPTOS Y S!JS _EFECTOS SOBRE NUESTRA TEORIA

. .

.Así como e~ uso prolongado dé un úÍstruÍDenfo aéaba por desafd;lrló, º: bien por desaJUstat algunos de sus engranajes, a la larga el empleo de · una ~aJ:d>~ lle':ª~ trivializar lo que era insulto ·o elogio extremo; en nues-. tr~ ~1plina ~os a una similar trivialización .y deterioro de conceptós teoncos que en ~or con~rvan su valor, pero cuyos efectos se ven desba· ra~d~s. ~ detenoro se manifiesta de modo privilegiado en la forma de una : t?v~~ón de su ~:a~ón: reducidos. a una simple funQión explica­tiva, pnvados de. toda accion innovadora y perturbante, se intentará volver-. los co~onn~s con el conjttnto de los enunciados del disQurso cotidiano · ~!~~~:~:· discurso l!l que ante todo se le demanda que pennanezca en lo ·

· · Duran~ ~ buéOa época el esfuerw de_ los. analistas se diri~ó a lograr· · : una fonn.alización de la teoría y de Ja experiencia. que "Se! acercará cuanto . fuese ?OSJ.'ble !J. las exigencias propias de una éiencia. Sin embargo, los logros obtemdos .en este dominio tuvieron el paradójico re·sultado de cuhninar en~- ideologiza~ión de 1a nueva "ciencia" por el canipo cultural~ ideologi-. zacio~ que com6 ·pareja c_on un derecho de préstamo ejercido sobre sus

. enunci¡!.dos. De. esto. resulto un híbrido discurso gracias al cual los ideÓlo· .· gos. _qu~ se ,lo:. apropian esperan, hacer pactar al. sratu q_uo de Ja institllción -:-e.Jerc1to, sabe1, poder, familia.~ .. -:-· con· Ja interpretación que el discurSó

. ~ Freud of:rece. del deseo de mutabilidad y C1e la negativa a tódo cam-· w. . . . . • • ·Porque no es p<>lible presexvar, salvo renegando. d~ ellas; 'la contradic­

c1on,presente entre los -dos.~scursos a lo8 que ufl mismo sujeto apela, tanto· · cuando proclama que un hiJo debe ·resultar. conforme con las normas pater- . · nas como cuan~o exhibe el ·:saber~ que .le pennite · interpretar el· conflicto que opone a Edipo. Y .Layo. ~~6?1plo tomado entre muchos otros igualmente · claros Y fr~~· st su .. análisis ofrece pocas difi~ultades, Otra cosa sucede · cdi~~o el ~ta pretende aportar una respuesta que resolverí1,1. Ja ~ontra-~. . . .

• . 'Es eVidente que el modelo que nuestta cuÍtura proponía sobre Ja ~xua~ . . .. · lidad humana Y su temporalidad,. y el modelo de Freud, :SOn antiilómicos . . . ' así c_~o la definición ,_ue se diera del instinto 'materno como prueba d; . una. alianza· p~stableetda y. natural entre· la p~matwación. del infan_~ y .. 4

. Es evidente. que un discurso tan híbrid!) re~parecerá entre los ideólogos del campo adversarló. · ·

107

Page 57: El sentido perdido Piera Aulagnier

·1a· función materna, y la que propone la teoría psicoanalítica: lo mismo . podría comprobii!se en lo que concierne a la institución de la familia. Pero

si el modelo psicoanalítico apo~ una interpretación hasta entonces des. · ·conocida de las fuerzas a las que obedece dicha instituci6n, no es cierto

que forme parte de su proyecto definir. otra, ni tampoco proclamar la: nece­sidad de. destniir la actual. Personalmente consideramos, con la certeza de disgustar a los sostenedores de posiciones opuesw, que la esencia del mode­lo análítico es proponer otra interpretación de la relación qne une al sujeto con ·sus instituciones socioculturales;· dícha interpretación siempre pondrá en peligró el statu quo qué toda institución apunta a preservar, y muestra que el . complemento de justificación que el saber siempre ha ofrecido al poder es una necesidad para su ejercicio pero que, opuestamente, nuestro saber teórico y clínico no basta, por sí sólo, para damos con6cimiehto M los medias necesarios para la instalación de otras institucione~ Si indagamos en el discurso freudiano para aislar el atributo que lo dif etencia de entrada

' de cualquier discurso cultural, ·no. recurriremos tanto al término "contra· dicción" .como al de "distancia":'lo caracteriza su necesidad, por cuanto quiere preservar la especif'icigad de su· funci6n, de mantener una d¡,tancia, una diferencia con todós los otros discursos; cualesquiera que fuesen.

A ese precio la experiencia analítica conser\rará el poder de hacer apa· recer aquello que en los enliric:iados por medio de los cuales el sujeto se·de­

. fine y define su reladón con la realidad, es función de sus ilusiones, de sus · miedos, de sus duelos, y podrá ofrecerle otro modelo de localización. Esa distancia y esa oferta representan el riesgo que el discurso psicoanalítico hace correr y seguirá haciendo correr al saber instituido, pero también aque­llo por medio de lo cual pµede instrumentarse su prop:ia desnaturaliz3ción.'

. En efecto, es más fácil llenar una distancia que negar una contradicción patente~ más narcisisante ofreéei fo que los otros es¡)erañ qUe hacerles ácep­tar lo "nuevo". El D)edio más seguro para responder a esa espera será excluir del campo y del discurso analíticos a todo elemento cuyo SUrgimiento sólo es cóncebible si se respetan los parámetros que definen y preservan' Ja ex­periencia del mismo nombre~ Lo que sorprende cada vez más en los modelos teóricos· cp1e $e utilizan én · nueimrdiscii>lina es su reduCci9D: a wia serie . mínima de enunciados- de alcance universal, en provecho 'de una. difusión . .del modelo pero a oosta. de lo qtie conStituía su armazón esi>ecífica y su ' mWá ~lar. Extrafia nivelación de las aspere2:as, de la riqueza y las a.pOrías" 1

del .discurso freudiano, gracias · a ·lo ·cual se mantendrá a esa "serie" de ' · enunciados fuera del campo de lo cuestionaple. En otra parte hemos mostia: . do por qué. razón el. mayor riesgo. que amenaza al. discurso analítico es el · de desli7MSe del registro de!_!!!_'l!er al de la ce.rteu¡5

• Cada vez que se opere ese· deslizamiento se comprobará· que el analista no hace más que demandar al modelo exactamente lo que le demanda el profano. Lioerádo de la necesi·

· dad de tener que demostrar la legitllllidad de su teoría, en y p,or medio de . Ja experien~. prueba que sus predecesores le habrían legado de. una vez . para siempre, reclamará el. derechó de .desplazar su campo de batalla a lo

5 Cf. P. Castoria<fh-AulagÍtier, La violeÍ'i~ de l'inte;.,,rétation. Du pfctograme d l'énoncé, Ptesses Universitaires de Francé; cQL "Le f'ürouge"'. a\>ril de 1975, y de ·la misma autora, "Á propósito de la realidild: saber o certem", en este mismo volumen. · · · ·

108

.. , .... ~ .-.•: . <¡

'li!

j

extra-analítico. Lo cual, en sí, nacb tendría de criticable si al hacerlo no . • ~orriera el riesgo de encontrarse él mismo fuera de ·su campo, es decir, de instaurar una relación con su teoría y con sti práctica· en la cual mira narci· · sista y esperanza de do~o ti~n IOs roles prh!lordiales. -· · . · ·

· Hoy en d1a el ·problema es el parentesco presente entre el discurso · ~ítico -ya sea que éste reivindique el pragmatismo y la adaptación · social o que, en el otro extremo, proclame la supremacía del "des-ser" - . ; · y los discUQos idéol6gicos que circulan en .. la cultura y que proclaman, : con la misma fuema y utilizando 'loa mismoa términos, la adaptación social o, a la inv~, la universalidad >: ~ sup.remacía de la subversión. Lo que merece reflexión no es Ja desapanc16n del efecto de escándalo sirio la 'anu­lación de toda diferencia entre la interpretación que en el transcurso de wi análisis permite revelar lo que es efecto del deseo inconsciente, y aquella por .lá ~ el dis<mrso cultural y el sujeto singular se arrogan el derecho 4e. . JUStiflcar O de denun~ todo deseo, (lesde el momento en que favorece 6 .. • pe;turb~ el orden·que defiende el primero o los intereses particulares que· pnvilegia el segundo. _ . . . , ..

·. Agreguemos· que es más fácil demostrar la presencia y efectos de Ja "ttI· ·::. ~ación" que decir cómo evitarla: para hacerlo habría: que inclinarse : : senamente sobre la extraiia economía libidinal que inevitablemente toda ·. institución psicoanalítica acaba. por reproducir~ bajo·.~ ~.otra forma, y ( sobre las razones que toman tan. difícil al analista defmir con clai:idad · cuál es el proyecto que subtiende:su experiencia, qué es lícito esperar del cono~ento adquirido sobre la realidad psíquica y cuáles son la$ ilusiones que tiene el deber de rechazar. · · .

I>ejamos sin respuesta estaS cuestiones; y pondremos f"m a nueStras reflexiones sobre el efecto de la trivialización.sufrida por nuestros concep· tos, mostran~o d~ qué m~o puede reap~er en el.in~erior drl campo de nues~ expenencia, especialmenie en Jos sujetos cuyos intereses intelectua· . les giran alrededor. de los textos freudianos. Será su consecuencia el desin- ~\ ' vestimi~nt~ del. discurso a.sociativo en proveého del .discUtso interpretafüto, / la aroczacion libre cedera el lugar a Ja int~r..e.t.~ci{J.f1. .~:oqligadá ", lo que .1

pennite que a .partir de un elemento -lapsus, suefto, emoción- se desarrolle· ! una cadena interpr~tativa en hí que no falta ningún eslabón y que, por ello, ·,,'?

no puede presentar ninguna abertura. Todo pensamiento o imagen impre- i " visto, será explicado gracias a una interpretación preconocida: el sueflo de (. · · · ' i:una. ?erida será vinculado con Ja angustia de castración:·ía angustia de cas·' \

tracton con el deseo inconsciente, el deseo inconsciente con el amor por \ la madre, el amor por la madré córi el objeto del deseo en tanto que in· ) defecti.Dlemente faltante, etc~ 1 . • · )

. Se desenvuelve así una cadena 1conceptual rerilitida a un saber que el Yo del analizado ha hecho suyo, que puede manejar con perspicacia, pero cuyo resµltado es anular cualquier ef ~cto de la interpretación sobre la eco­nomía ·psíquica. Sin contar con que el anaJizado, a . menudo de manera

· · oportuna; a veces puede concluir sus "asociaciones-interpretaciones" inter­pretando el conjunio como signo de ·un deseo, desconocido por él. de se­ducimos. Esta última frase resume adecuadamente el problema plaÍlteado: · representa una nueva fonna de la n~8ªción que se expresa por medio de uná afnmación que ~e .a lo reprimido volver, pero que priva a esa vuelta

109.

Page 58: El sentido perdido Piera Aulagnier

..

de toda carga afectiva y por lo tanto de todo poder de transformación. En efecto, ¿qué dice el sujeto? rextuabnente, que su discurso es aquello· por medio de.lo cuál se e~presa su deseo .. inconsciente"·a nuestro resp~to;de

. hecho ~niega de la presencia de ese deseo al negar acceso a la emoción de la que deberíá ser pÓrtador. Lo que nos ofrece. es una construcción in­terpretativa; peri si lo propio y .eficaz de la ca.dena asociativa son lá imposi­bilidad de su cieae, pues su remisión de ténnino a ténnino es indefmida y

· no· previsfüle, y de allí surge el efecto de. sorpresa y la reacciQ.n emotjva que ella puede. slÍscitar, lo propio del sistema interpretativo es poder anillarse

.. siempre en ún.punto de origen, lugar de una interpretación primera que : constituye su postulado de partida6 • . · . ·

Vemos así al analizado, ~ntro de los parámetros mismos de la expe-. riencia, protegerse de ella recurriendo a un sistema interpretativo ya usad~, en el dóble sentido del ténnino, y apelar a un saber que debe no a la expe .. · rienc~ sino a ta ideología circulante én el discurso de su grupo. Para el ·suje­to en análisis el fin es enunciar la eventual interpretación del analista en un momento ·elegido por su propio Yo: el sentido literal de los enunciados ·pádrá ser fiel a lo que el analista habría podido fonnular, pero el tiempo

. de su enunciación viene a garantizar que lo "dicho,. no dará acc.eso á1 afee-. to que, en un tiempo diferente, habría podido provocar. ·

: . En la.interpretación trivialiiada los enunciados conservan tá forma ilu­sória de una fuerza~ servicio dei proyecto analítico, mientras que en rea-. lidad ya no remiten sino a las significaciones codificadas de un discursa demasiado rutinario y usado pam.que su aparente coheSión y el &t~ma de referencia preexistente a la. experiencia corran algún riesgo serio. La gene­r~ación del ·recurso. a ·la interpretación ·acarrea como consecuencia una indiferenciación del tiempo de su aplicación: el analista se ve entonces en-. frenµ.do á un ···antes dél hecho·" que ql,tita todo poder de."a.posteriori" a· su interp¡etación. Por poco qué háya caído en .Ja tmmpa de una ideali­zación del paradigma, trarisformando su~ enunciados en una serie de fór­mulas mágicas que actilan wr la sola fuerza de su enunciación, sin tener .

· que atender al ·1\lgar. al tiempo y al.·tento trabajo necesario para ofrecerles . un. sqélo sobÍ'e· el cúal puedan actuar, nos topue.mos con la anulación de

toda dif erencm entre las referenciils de los dos discursos, y el analista' y el . arullizadQ! funcioriarán desde ese· momento bajo la égida.de uno solo:·aquel que le viene del exterior. A partir de este momento la experiencia cae en su totalidad del lado de una· m.is!Qa ideolOgía cultutal, que analizado y ana­lista defünderári .. COl1$ecuencia. e~trema. de una colusión entre dos discur-. sos que se 'opera a expensas del anal(ti@. · · · · · · . · Queda por considerar .una tercera "anomalía~7 que también se maní-

. . ·fiesta dentro de los parámetros· de nuestra experiencia. Es pr-0bable que si ~amos .hacia el pasado ruillaríainos un mismti fenómeno, pero pensa~ ·.

· mos que la expansión del discw:so analítico lo reforzó y generalizó. · ' . ' . . .

· 6 · . Én éstos casÓs ·el "sistema" ailalítico está más mea del que rÍge el ~c:Urso psi· coaD<llítico: toda sistematilicié!n de Ja interp.fetá(:ión conduce a re$ultados esencialmente Idénticos. · ·

? . Es ciertó qu~ es: un corofariQ ~que acabanÍpi de mencionar~ • '

ito

LA APERTURA DE LA PARTIDA Y EL "A PRIORI" DE LA CERTEZA

. . .

. . TÓdos sabemos que entre los sujetos que llegarán a ser analistas el ob­jetivo · didáctico de· sus demandas está con frecuencia presente desde la apertura de la partida. En la mayoría aparecerá una proximidad en el éam­Pº. de_ sus ~ve~en~os teóricos-pr~cos antecedentes al análisis: psi-· qwatna, soc1ologia, pSicologfa son J.as. discíplinas en las cuales la demanda · de análisis es más frecuente. La motivación que se antepone como razón ·de. la demanda . es a menudo la incomodidad y los límites que siente el SUJeto enfrentado a las exigencias de una práctica que le revela la insuficien­cia de su conocimiento de nuestra teoría: se ve que la "demanda" es ya un producto, un resultado de la práctica del modelo. También se habla de un malestar subjetivo, pero aquí daremos nuevamente las gracias al modelo que permitió "reconocer" que la causa debe ser buscada en la psique del de· ~an~~· En la mayor .parte .de los casos resulta de·. esto que no sólo el mvestimiento del modelo preexiste a la demand'a8 sino hecho de conse­euen~· ~ graves! que su ver~d, antes de toda puesta a prueba por la expenenCJa, es ·conSiderada como obvia". En una ya extensa práctica, muy rari:mente hemos oído al joven psiquiatra, sociólogo, psicólogo o filósofo, decir en las entrevistas preliminares que querría intentar la experiencia para sa~r si "la teoría dice la verdad": hablará de poner a prueba su deseo de ~ -:bastante se Je .machacó los oídos con' este "slogan" para que sepa lo que tiene que decir-, de una posible duda sobre su capacidad para llevar · a buen . puerto la experiencia analítica o incluso antepondrá sus .. ín » 1 s toma$ para asegurar al analista en la conveniencia de su eventual

respu~a. afirmativa. Pero parece que le resulta absurdo imaginar qu~ la ex~enen~ia q11e emprende pueda llevarle a declarar falso el paradigma pr~1?~estido,, l~ que qu~da confmnado por otr~ fenómeno: el sujeto en análiSIS podra mtemunp:ar su propia experiencia o reconocer que ésta hl!­fracasado, pero es raro que justifique 4nte sus propios o/os esa interrupéión .· o ese fracaso por su descubrimiento de la no·verdad de la teoría .

.Dos explicaciones son entonces posibles: puede afirmarse que cualquie­ra qu.e sea la forma que. tome }a resistencia -y sabeinos que la fuerza y la astucia p~eden .serlo- no esta en sus manos renegar de lo que enuncia nuestro discurse) acerca de la estructura del inconsciente. Pero como sabe~ mos que la renegación del afecto, del saber y hasta de lo visto es una de las v~s privilegiadas. que por lo generai toman los mecanismos de defensa, seme1ante afinnación produce perplejidad. O bien hay que creer que en el caso de un didáctico el sujeto está dispuesto a éuestionar sus amores sus de-

. se~, su trabajo pero no ese "saber", . que aquí hay un "bien" del \¡ue no quiere ser despojado, y que prefiere acusarse del fracaso o acusar de él al analista, pero preservar a toda costa su fe en un paradi~a, transformado en dogma.

Si esto es así, y tal es nuestra opinión, debemos conciuir que incluso antes de que comience la experiencia, la existencia de un "saber" particu-a

lnvestimie.nto. <:,interés qu~ no sólo no ~enen nada de criticable sino que.además son u~a cond1cion necesana para que exista ese tipo de demanda. Lo problémáti· co está en aquello que dicha "demand;( se niega a cuestionar.

111

Page 59: El sentido perdido Piera Aulagnier

1! .; r, .

lartelativo a la psique es iilvestida po; et.sujeto co1_1!o una certez~ al abrigo de lo cuestionable: nueva conf'mnacion de la funcion que podra re-tomar el "objeto-saber" en ciertas fases de la partida. Pero no es posib~e limitar~ · a aceptar esta evidencia sin preguntarse sobre sus consecuencias. Y e~to más a6n por cuanto el fenómeno nos enfrenta a una mo~esta parado3a: mientras que nuestra teoría viene a demostrar que los úrucos .caracteres que pueden asegurar q_ue un "si:ber". no ha caíd~, y~ del lado ~el do.gma, serán su cuestionabilidad y la exigencia de un penodico recuestionanuento de nuestra relación con ese mismo "saber'\ vemos en este caso al futuro analista, o a a,quel que desea llegar a serlo, rehusar todo cuestionamiento en nombre de una certeza preestablecida. Esperamos que quede claro lo que intentamos destacar: en efecto, el analista corre el riesgo de esc~ote~ la paradoja al proclamar que ~ cree en :t modelo, ;es. porque ~ C::XJ?~nen~ que prosigue le prueba su verdad, y seriamos l?s -últimos e~ discutid~. No ponemos en tela de juicio ni el valor ~e la :eo~1a de Freud ?1 n~estro mves· timiento a su respecto9 ·; pero valor e mvestim1ento no nos ttnp1den pregun· tamos que quiere decir que la certeza preexiste a la ex~eriencia, Y P.ºr qu~, en estos casos, el sujeto no puede ofrecer a los mecanismos de reSIStencia que provoca la experiencia su rechazo del modelo. . · . ·

En el horizonte de estas preguntas se perfila otra ·qu.e es sin duda la más esencial: si la certeza preexiste a la experie~cia, la cual en rigor es lo

· único que puede jactim;e de aportar al sujeto la prueba objetiva de la verdad del paradigma, ¿qué recurso posee el analista para probar .y probarse que e~ en efecto a su propia experiencia, y sólo a ella, que debe esa p~e~? S1 el fin del proceso analítico implica haber renunciado al ex,~eso de iluStones que sostenía la apertura del juego, no puede, inversamente; sino confirmar a aquel que ha pa$11tl9 a iser analista la verdad de los postulados de la teo­_ ría1 b. Verdad que hallaría así, a posteriori, su garantía en la puest¡ta pru~-ba a la cual se ha aceptado someterla y someterse: . · ·

Pero aún habríá que definir los límites qu~ esa "certeza recuperada" debe respetar para resultar conforme con el proyecto analí~co Y con su cuestionamiento, nunca clausurable. · .

Es indiscutible que la teoría psicoanalítica . defiende un i_nodel~ del funcionamiento psíquico que impone otra conc.,pción del· funciQnam1ento

· del Yo pero este modelo sólo puede proponerse al Yo, únic\l instancia · que pu~de darle "derecho de palabra" en el espacio psíqUico. Y que deberá

aceptar, para hacerlo, convertirse en el agente de su propia transforma· ción. · . . ·

Desdé ese momento, ¿son evaluables.las fonnas de resi$tencia que el y o puede oponer en el curso mismo· y ·en el corazón mismó de la opera­ción de apropiación que efectúa? ¿Qué cosa debe la-evolución'de la teoría . . .

9. Esto no quiere decir qu'e dicho valor deba se~ admitido Y IeJl!'tido COil';O ~texto sagrado y como tal, acabado y perfecto de una vez pam siempre. 81 ast fuera, · toda preg~nta sobre el porvenir del psicoanálisis perdería su objeto.

1 O Tal es, a nuestro parecer, la causa de esa "exigencia de verificación~ .que en los mejores casos parece . sufrir el analista. Este no ha olvidado la paradoja presente en su propia apertura de p~tida: el a posteriori de la prue?a .que e~ª~·~º basta para anular la. cuestion que debe plantearle el a pnon de la Jillputacion de verdad concedida al modelo. ·

112

anaHtica a 1a prosecución de la experiencia del analista? ¿Qué debe a las defensas del Yo, a partir del momento en que tales defensas no se mani· fiestan ya por el rechazo sino- por una metabolizadón del modelo que tiende a tomarlo conforme con ·miras preexistentes? Aquí no podemos evi· tar preguntarnos si nuestra relación con 1a teoría no está inexorablemente condenada a un periódico reenjuitjamiento que vuelve necesaria la fonna cobrada por una resistencia que se manifiesta por el poder del Yo, una vez superado el efecto de choque, de apropiarse de un discurso cuya carga explosiva previamente ha descebado. Lo que entonces viene a la mente es la metáfora de· la lucha que libran la eficacia de los antibióticos y la resis· tencia de los linajes mutantes. Se tiene la impresión de la posi'bilidad de una misma evolución en los linajes del "Yo"11

• No es que la eficacia de una teoría exija 1a periódica invención de una nueva, lo cual resultaría un pos· tulado absurdo, pero creemos en la necesidad, para el analista de estai ad­venido de los efectos de deterioro por el que siempre estarán amenazados sus conceptos, y de la astucia de un Yo, comenzando por el suyo propio; que siempre tenderá a anular lo que se presenta bajo el aspecto de algo "di· ferente" que viene a comprometer su statu quo identificatorio. .'-"; ·

Creemos así que no puede haber statu quo teórico; a falta de nuevos . ,aportes, toda teoría se momifica. Teoría y práctica analíticas deben anhe·

lar que aparezcan ·innovaciones probatorias de que ellas siguen vivas, pero, a la mversa,, habría que exigir que aportes y modificaciones respeten un proyecto que debe permanecer fiel a la definición que Freud le dio.

Aqu.í" culminan las observaciones que deseábamos propon_er ·para la reflexión de nuestros colegas; ellas conducen a una sola y misma cues- .

. tión: "¿cómo recuperar y preservar un proyecto que constantemente arril!sga bastardearse?". La experiencia nos demostró que si bien la teoría de Lacan podía defender mejor sus conceptos contra el peligro de su trivia· . ~ación, no les ofrecía, por el contrario, ninguna protección contra el de · su fetichizaci6n; entre estos dos accidentes la diferencia es de pura forma;

.. · sús. motivaciones y consecuencias son idénticos. Se comprende que a par· tir 'de semejante comprobación hayamos renunciado a toda veleidad de hacer pronósticos. Es cierto tarnbi~n que la inquietud de prever y defender ·el porvenir dél psicóanálisis nos pareció a menudo una maniobra y un despla· zamiento que pennite a los ánalistas no reflexionar' sobre su presente. . Y para terminar con una ·observación más constructiva y optimista,

digamos que estamos convencidos de que la teoría psicoanalítica posee los medios que pennitirían a esa reflexión convertirse en la promesa de un porvenir posible~ · ·

¡Y ante todo en los linajes de los "Yo analíticos"!

113

Page 60: El sentido perdido Piera Aulagnier

.. , ..... '· ·.·;,, .... · .

• ·"·:t:

·,

VII A PROPOSITO DE LA TRANSFERENCIA:

EL RIESGO DE EXCESO Y LA ILUSION MORTIFERA*

A. Lo8 presupues~os teóricos

Escribimos estas páginas poco. 'después de la publicación de un libro1

que clausura la primera etapa de una indagación sobre la metapsicología, etapa en la cual se concedió un lugar de importancia aI·ariáJisis'.de la fun· ción del Yo en la construcdón delirante. . ·

La escasa distancia temporal que nos separa de dicho· texto explica que aquí tan sólo podamos apelar a reflexiones "en vías" de elaboracióit, forzosamente parciales y no acabadas. ·Tales reflexiones son prolongación lógica de un trabajo que, a nues~os· propios ojos, sólo encontrará su pleno sentido cuando hayamos podido mostrar que la aplicácíón a la experiencia . ¡málítica ·de Jos . conceptos por nosotros fonnulados pennite comp~nder :mejor la siilgulandad del proceso que en ella se desenvuelve, así como la· de los eséollos que pueden llevarla al fracaso. . · · · Los el~entos de análisis que propon~os conciernen al re~tro de la neurosis:·sólo fuera del campo de la psicosis 8e puede af"umar que la ar~

. madura• así como la prosecución de la experiencia, presuponen por I?ªrte de.lOS dos Süjetos en presenc:iá la aceptación a priori de un extraño pactO, potél c de ellos acepta hablar su sufrimiento su lacer, sus suefios, su cue¡po, su mundo, y e otro se compromete a asegurar la presencia de suescucha par¡[ toda palabra pronunciada •. Pacto que ni uno ni otro podrán respetarj~s de manera tótal ni constante, aun cuando sus dos cláusulas d~b~ seguir siendo la me.ta .. ideal" propuesta a la atención de los dos SÚjetos en pr~sencia~ El .. decir todo" de la regla fundamental cobra un .

1 Cf. Pieia ~odadis-Áuiagnier, La Violence de.l'interprétation. Du Pi.ctogrammé · a.l'Enon'cé; París, P.U.F., abril de 197.S (Le fil rouge).

* "A.propOÍ d~ ~ansfert: Íe risque d'excés et l'illusion mortif~re", artículo publi•. cádo ~n Savoir, faire, espérer: les. limites ·de la raison. Publications des Facultés Universitaites Saint·Lollis, Bru8e~s; 1976.

115

Page 61: El sentido perdido Piera Aulagnier

sentido específico cuando se refleXiona sobre lo que va a signific~ para · el Yo la demanda que se le dirige: la puesta-en-pa!abra! de pe~1entos

de los que es al mismo tiempo agente y referente, mchudos, y q~.iza so~re todo, esos pensamientos que -como .ciertos fantasmas- pr.etendían ser y "se pensaban~_p.o comunicables: . . · . ·

Ya desde el comienzo de la partid~ el Y o del analizado se ve proyec· tado por el ariálisis al htgar de un sujeto que supuestamente puede Y quiere transfonnar pensamientos ·en "actos": actos de p~bra, desde_ll_lego, pero que cómo todo acto pueden ·actuar sobre la realidad de lo VIVtdo por el enunciante así fuese sólo· porque pueden enfrentarlo con una respuesta no previsi'ble. Con la sola ubicación de los peones sobr~ el tablero 8!!31ítico, uno de los sujetos. encuentra que se Je atrfüuye un 'poder-querer }/.abiar sus pensamientos, y el otro un "~~esto saber" sobre el deseo inconscien· te que juega en esos mismos pensamientos. - ..

Si a lo largo de la_ experiencia la proyección al lugar del sujeto "supues· to saber" pesará gravemente sobre los hombros d~l analista; lo mjsmo sucede con ei analizado, al que el proceso imputa la posibiµdad de una puesta:.en-palabras dei conjunto de las prod11cciones psíquicas que su _Yo puede conocer. Hablar sus pensamientos a otro es, p,ara el Yo;~c;a]mente un .acto, y quizás·-eracro por excelencia: ya~ ma aprendio lo. que puede costarle iñterpe1ar a otro Y o y _§illarse frente a UJl8 re!J?uesta ~~s· peraua que va il ac~ sin que'él pueda oponerse a ell~, sobre su relacion, con sus propios hitos identificatorios. De allí la angustia que puede ~-ex­perimentar el sujeto sobre el diván, !1º s!em~re en r~ón de lo ?u~ p1e.nsa sino con motivo de una regla cuyas lIDplicaciones mide a postenon. Mien­tras se pennanezcá en el registro. de la neurosis, el :hacer ~a~" en la sesión. es mucho más fácil de observar que el "decir todo ; esto último representa para el Yo, a justo títUlo, una- acción tanto más peligrosa cu:mto que la re· gla fundamental exige que ·se prive de todo poder de elecetón sobre este «hacer.decir". Peligro cuyas consecuencias se compren~en c?and? se sa~ que itida neurosis posee como primum movens un. c~nflict? 1~enti.ficatono en el ser mismo del Yo. Conflicto entre representaerones 1deicas, y.por lo tanto pensamientos, que tienen como referente un mismo Yo al que le ~s

·imposible imponerles una coexistencia pacífica: de allí su lucha por exc!utt de su campo toda representación que contradiga a otra a Ja que qwere

· ·privilegiar en su tiempo actual. Pero lucha destinada al fracaso, porque es adenlás ese mismo Yo el que, con .todo desconocimiento, sigue invistiendo con idéntica fuerza representaciones contradictorias de sí mismo. ·

La primera tarea del proceso analí~co se~ favorecer 18: exp~esi6~ del . conjunto de esas representaciones, gracias a lo cual el conflicto.1dentifica­torio se actualizará y se .. hablará,, en el hic et nunc d'e tas sesiones. Primer tiempo necesario para que el ~abajo analítico permita q_?e una ~e ~e esas representaciones devengan para . el Y o no ya lo que este· repetitivamente ñitenta reprimir, sino aquella que puede conservar entre las representa­ciones de su propio·pasadp. El fin~l proceso implica. e?tre og.co.sas, la posibilidad para el Yo ·de no segwr gastando su energ1a en re ~. deséonocer o que o ~. su· d~ o a conservar y por lo tan~ a mve~tir su recuerdo y, a]!!_ inversa, que ese mikmo Y o ace e transfenr e~clusiva· mente ·al futuro la posfüilidad y el anhe o de actuar sobre una realidad del

......_.., --116

;1·.··. ···~\, "

.. rntpido que él encuentra y encontrará, eón el -fin de que ella tome "vivt"bles" representaciones del Y o c:Qnformes con lo que esa mstancia espera de su propió proyecto identi.ficatorio. .

. Este rodeo acerca del confli~o neurótico muestra que su núcleo se si~ entre el ·Yo '.y los pensamientos por medio de los cuales se presenta a sí mismo y se ~senta con respecto a los otros, conflicto que el proto­colo de la experiencia comienza por reforzar gracias ál privilegio concedido a su puesta-en-palabras y a lo que tiene de particular el trabajo de pensa· miento al que el Yo apela para responder a esa exigencia. Tal refuerzo del

. . conflicto, del que el analizado siempre tiene una suerte de intuición antes incluso de qite se opere, es fuente de la ilusión y de la espectativa transferen·

• c~s: la existencia. de otro a quie.n se supone saberlo todo, a priori, sobre · las ~caciones ignoradas de los pensamientos y deseos ·que·se le ex· presan, "sabe~ todo" que disolvería corno nieve al sol el conflicto que los . desgarra y el Sufrimiento .resultante. Pero esa ilusión, necesaria para el de· sarrollo de la experiencia, en $Ud de su inmediata acción sobre la relación que vincula al Yo con sus pensamientos y más aún a causa de las transfor· nia~ones sucesivas y complejas que va á inducir en esa misma relaci(m, puede desembocar a veces en una consecilencia "paradójica" .que invertirá el 'fm al. que el pr.oceso apuntaba. En este caso, la transferencia se pondrá al servicio de un deseo de. muertEi del Yo por el Yo, que se realizará no a . través del suicidio sino del deseo de no desear pensar más, de Ja tentativa de irtl¡>oner silencio a esa forma de actividad psíquica constitutiva del Y o. Victoria, parcial en tanto. que hay vida, de algo que podríamos llamar déseo · de autoenajenaclón en lo relativo a los propios pensamientos. · ·

Antes de proseguir, debemos resumir brevemente nuestra conceptua· lización del Yo y de los factores que permiten su entrada en Ja escena psí· quica2

• Rogamos al lector tener presente este esquema referencial; de lo contrario, las reflexiones que siguen perderán sentido.

1. El concepto de violencia primaria y el origen del Yo

Uno de los caracteres específicos de la vida psíquica hace que el sujeto se vea repetitivamente enfrentado con experiencias, discursos, 'demand¡is, que muy a menudo se ·anticipan a sus pOSioilidades de respuesta y siempre a lo que el sujeto puede. P.,rever en cuanto a las causas· y a las consecuencias de ~ exi>eriencia que él produce o padece. Cuanto más .se mira hacia el co­mierizo de la vida, más excesiva es esa anticipación:: exceso de sentido, ex· ceso de excitación, exceso de frustración, exceso de oferta. Toda respuesta del medio psíquico ambiente en el que se impregna la psique del inf ans lleva

. en sí un ''menos" en relación. con lo que el deseo inconsciente demandaba, pero también un "más" en relación con lo que esa respuesta espera, a su vez, de aquel al que ella se ofrece y se impone. · . . Este carácter encuentra su fomia más pura y exacerbada cuando se exa-1

mina la prob~ática demanda-respuesta propia de esta fase, en .la 'cual lo que se demanda a la voz materna (y hemos mostrado que ·en esta etapa lo esperado es, de hecho, un atributo de. sonoridad imputado al pecho) es un · puro "placer de oir", ·mientras qú.e lo que· ella ofrece son palabr!lS y un flujo

. . .

2 Cf. op. fit., cap. I y cap. IV •

117

Page 62: El sentido perdido Piera Aulagnier

. . . ' . . .

discursivo ~rtador .Y creador de un sentido; que se anticipa.de lejos~ _PO. der del inf ans de "entender" su significación. !.a consecuencia del desajuste que separa las producciones psíquicas del "YO:.' mate?I~ de las ~el infa!'s, cobrará su fomia completa· en el momento en:que este último deba· apropiar-se de un comienzo· de saber en el campo semántico, hacer suya una p~era

. Serie de significaciones sobre las cuales sólo secundariamente podrá ejercer · su derecho a . la duda, a la contradicción, a la elección' y, por lo de~ás. siempre respétando los límites que impone a todo sujeto etorden del dis­curso, el que nunca puede presentarse como creación autárciéa de un solo.

. Por lo tanto, en el encuentro entre la psique del infans y el sistema de signif_!gclón del gue la voz materna se hace primer portavoz, ~· violencia primaria tan absoluta como .necesaria. Por el discurso que la madre dirigí al niño, y sobre el riiño, ella se crea una representación ideica de éste con el {!Ue identifiéa el ser del inf ans, forcluido ¡>ara siempre en cuanto tal de· su conocimiento. Pues bien, este discurso y los hitoª-Jdentl!!catorios que es el único en oder · _ .. on lo u el ans én el momen.!o en que a· quiere los primeros. rudinle~Jcng¡i~ y . .Pasa al estado d~ niño, -a:ébjmí apropiarse: eri un primer tiempo. uria imagen del ~n saber sobre quién es Y o -que vienen de otra parte-, van· a hacer irruP.;

· · ciÓn-en su espacio psí uico y a dar cue o, arád "icamente" a una ins· . tancia, el Yo, que tendrá e p er e sprenderse de los eféctos de una violeñciaili-cual debe su propia existencj¡t ... ·Es· ~·necesidad para el. fUQcionamiento psíquico ·que de entrada el discllfSO materno traduzca . el gritó en ténninos de llamada, en· t~rminos de· demanda de amor la espera de uñlinposible cierre narcisístico; en términos. de una· intención ~1ª.. . coneíeme lo que sólo se·dirigía a "objetos" fanta,smatizados como parte del cue~ própio que se debe rejnrotporar o destruir. .

. Vemos que esta .. traducción" .supone~ .. traición" si se la compara con el texto origúial, pero dicha traición pasa a ser, inversamente, recons· tnicción neceSllria, si se tiene presente a qué instancia se dirige: al Yo, cuya presencia en Ja psi~e del inf ans, cl. discurso de Ja madre anticipa de entrada. Error nó sólo "mevitable -pódríamos decir que el Yo no puede dirigirse máS que a otro .Y ó- sino además indiS~ble pam que el espacio psíquico c:p,\e rodea al infans se convierta; en ese espacio al cual su Y o podrá advepir. Es por eso.que al término "violencia" le hem~ afiad.ido el doble calificativo de necesária y de primaria: no Sólo l?orque es temporalmente prinJera, sino porqUe hay que diferenciarla de otras fo~ de violencia (secundada) a Jas que abre el camino, pero que se distinguen .de ella por . ejercerse contra ese Yo al que la primera había dad.O nácimientó. . . . .

.Reproducimos aquí nuestra definición del coneepto áe· vioiencia primaria: "Llamamos violencia primaria a la a.Cción psíquica por medio. de la cual se im~& a la psique cieotr:Ouna élección, un pensaíajentó, ll!!ª .· acción!.-mQ..tivádos por el deseo de aquel que lo impone pero g,ue se apoyan_. en un objeto que· responde para ~l óti'o ..ª-la categoría de lo ne<;eS3J:i9. ·: Al ·enlatar el registro del deseo .de uno al c;le Ja necesidad y lo imp~rioso

. del otro, el objetivo de la violencia asegwa su victoria: inStrwnentando el de5eo sobre el objeto de .una necesidad, la violencia primaria alcanza · . su fin, que. es hacer de ,Ja re3lización del deseo de aquel que lo ejerce aque-. " lfo que devendrá el·objeto demandado por quien la ·padece.: TfJ...Y'ol~ncia ·

.us

·;.1·" ;.

·.'·5

l

intrinca entre sí esos tres ~gistros fundamentales que son lo imperioso, . o Ji'"' necesidad, el deseo y1íi demanda, coñfusion gue hice imposible deSen·

·. mas~la comó tal cuando se presenta bajo la aparieneia de lo demandado y d!_ lo esperado. Hay que agregar que casi sie~pre· lleva a los dos partiiiiii· res a desconocer sus caracteres constitutivos; La violencia primaria ejercida · pqr el· efecto de anticipación del discurso materno se manifiesta esencial· mente en esa oferta de significación cuyo resultado es hacerle émitir una . respuesta que ella formula en el lugar y sitio del infans"3

Si analizarnos los efectos de la interpretación forjada por el discurso materno, del deseo y de la demanda que ella ·imputa al infans, se h3llarán

. los caracteres . que acabamos de describir: el "agente" que interpreta está motivado por un deseo heterogéneo al del infans, el deseo de la madre que espera seguir siendo una oferta. continua y necesaria para él. Dicho deseo se instrumenta sobre algo que es, para el infans y con doble motivo, un objeto necesario para que· haya supervivencia física y psíquica: la satis· faCclón de las necesidades del éuerpo y la satisfacción de una "necesidad" libi~ •. Lo que la madre desea se convierta en aquello que la psique del 1nfam va a demandar y esperar: ambos desconocerán la violencia opera· da por una respuesta que prefonna lo que desde ese momento será demanda· do y aquello a lo cual se deberá ·renunciar. Tanto la necesidad que esa violencia representa, como el desconocimiento que Ja acompafia, tomarán posible su riesgo de exceso: si bien es cierto que no se actualiza forzosa· mente, · siempre está en ·el 'horizonte de· to posible, suerte de tentación más peligrosa aún por responder en la madre al deseo siempre resurgente de poder fmalmente ser y seguir sienQQ para otro ese dispensador de todos los bienes al que él mismo debió renunciar. · .

2. El riesgo de exceso

Lo que corre el riesgo de ser.deseado y .de ser realizado concierne ·a la no- modificación de un statu quo relacional. (lue nada cambie: este .a1\llelo. basta para invertir radicalmente los efectos de algo que durante un 'mo­mento fue lícito y necesario, y para transformarlo en la condición por excelencia necesaria, aunque no suficiQnte, para Ja creación del pensaínien· to delirante (del nifio ). Anhelo sosten.ido por un deseo cuya loea desme· sura queda probada por lo que su realización implicaría: la exclusión del infans del orden de la . temporalidad, la fijación de su ser y de su devenir en ese momento en el que del mundo sólo puede conocer e investir una imagen de la que el portavoz e~ . donador, la imposibilidad de pensar

. una representación que no haya sido ya .. pensada y propuesta;por;la 'psi· que de otro. · . . Si bien es.cierto que, salvo el caro de delirio, ninguna madre cree posi· ble detener la evolución física del nii'Ío, es preciso advertir que 8u anhelo apunta a lo psíquic<>, que es un devenir concelniente a lo pensado y a los pensamientos del ruño lo. que ella querría preformar para ·evitar que llegue lo que. "normalmente" debería llegar: lo que el niño deba y logre pensar desembocará en el oMdo del tiempo y de la vivencia de ese primer en~ cuentro;.la imagen de la madre perderá la en~guecedora brillantez de la

·3 . Qp. cit., p. 40.

119

Page 63: El sentido perdido Piera Aulagnier

';

!

~ J

:i

Í .que estaba dotada; al saber que ella pretendía poseer -y no sin alguria ra­zón- sobre lo que el niño demandaba y deseaba y sobre la causa de su goce o de su sufrimiento, deberá sustituirse el reconocimiento de su ignorancia,

No examinaremos aquí 1o que permite a la madre tal· renunciamiento -nada podemos decir de ello, en efecto, sin apelar a la problemática de 1a represión y a· su transmisión-, y en cambio nos preguntaremos por algo que parece constituir una ha.Zaña mucho más difícil: ¿cómo logra el Yo

. del niño desprenderse de la trampa que le dio nacimiento? Esa instancia que primero se constituyó can la intrusión, en el espacio psíquico, de una primera serie de enunciados identificatorlos forjados por una heterogénea actividad de pensar, ¿cómo puede percibir su propio estado de sujeción y conseguir h1>erarse de él? ¿Cómo se puede pasar de un "Yo hablado" PQr el discurso del portavoz, a un cwy o hablo" que puede enunciar un discurso que desmiente al ael otro? ¿Cfuno obligarlo a reconocer gue ya no posee ninguna certeza sobre ese Y o al que en parte sigue· invistiendo como su objeto privilegi!do? Logro más sorprendente .. aún por cuanto no hay ~~ subestimar 1a fascinación quesupoñeta reláción descripta y que es CO.!_X· tensiva del encuentí'ó. entre. un· poder-comprender del niño y el discurso del que ~l ·portavoz es me~dor. Rela.ción cuya persistencia Sólo podrí~ conducir al absoluto de la alienaci6n4

, pero también relación que responde a ese deseo de fmal de búsqueda que proyecta su sombra sobre todo deseo, cualquiera que fuese su objeto, y por lo tanto sobre el deseo de conoci­miento mismó.

Todo deseo lleva en sí la loca esperanza del ~ncuentro con un objeto que volvería carente de motivo a su propia resu~gencia: hallar a otro cuyo pensamiento poseería el conjunto de las res.puestas~ al que nunca tendría que· demandársele que demostrara su legitimidad, porque de una vez para siem­pre se habría reconocido en él al garante de la verdad absoluta: he aquí un fantasma del Yo cuya familiaridad todos percibimos. Un.a cosa es que todo sujeto retroceda con horror cuando comprende· cuáles serían las conse· cuencias de su realización,. y otra es decir que soñar con· esa posibilidad

· implica una sensación de tregua, de silencio, de quiettid, ·que no deja de suscitar un efecto de fascinación. De allí nuestra pregunta: ¿cfuno se opera ·esa renuncia al "saber todo" del Otro? ¿Qué cosa hace posible la reivindi· cación de un derecho de. autonomía sobre el propio penSamiento?-,.. ·

'• 4 Por alienación entendemos una situación relacional en la que el Yo remite la

totalidad de aus representaciones ideicas (de sus pensamientos) al juicio exclusivo de otro que puede, y sería el Único en poder, dotarlas de S!Dtido o declararlas insensatas. La ¡dienación es sinónmio de la pérdida su~rida por el Yo de todo de­recho de goce y de todo derecho de juicio sobre su propia actividad de pensar. Debe agregarse que un estado semejante nunca es totalmente actualizable en tanto que la vida persista. Representa la mira de un fantasma que pone en escena el asesinato de la actividad de pensamientos frente a un Y 6 que se convertiría en el testigo viviente de ese crimen infinitamente repetido. Fantasma que ignora la contradicción incontorneable sobre la que fracasa su realiz3ción: Yo y actividad de pensamiento son los dos elementos que componen ui1a misma y única entidad. De tal fraeaso da testimonio la ·psicosis; ésta muestra que, en tanto que el sujeto esté vivo, un Último fragmento del espacio ocupado por el Yo rehusa entr,egarse y prosig~ una lucha sin piedad contra ei resto de su territorio, enrolado en las filas de (liña tos.

120

3. Un derecho de' goce in?fienable

. · La .ne~rosis · nós p~eba que, a pesar del elevado precio pagado por el su3eto, este puede ser pnvado del ·derecho de gozar sexualmente sin caer por este motivo en la locura: la ~ocura nos muestra que si se despoja alS\ifetO del derecho de gozar de su autonomía de pensamiento,· sólo J!Uede sobre­vivir . tratando de recuperar aquello que le fue expropiado mediante el re­curso a Uña construcción delirante, creación de ún Yo que intenta y consi· gne así pre8exvarse un "poder hablar" que le garantice ~ existencia de üña funcióñ pensante en su propio espacio psíquico.

Los analistas se han inclinado con diligencia, y a justo título, sobre el complejo de Castración y sus consecuencias; al hacerlo, permitieron conce· bir de otro modo el concepto de .sexualidad y de sujeto. Pero quizá no me­ditar~ lo suficiente sobre otro riesgo que Sil propia estructura hace correr . .al sujeto: que .se lo despoje de un placer concerniente al ensar la in~· table l!:!.11I!Utaci6n gue esto supone. o un derecho de oce sobre . la proR.,ia·.actividad de pensar, reconocerse elderecho de pensar lo gue e otro ~ piensa Y lo aue no sabe que uno piensa, es una condición necesaria · para el funcionamiento del Y o. Pero el acceso a este derecho p.feiiiPoneel abandono de la creencia e,q. el "saber-todo,, del portavoz, la renuncia a en­contrát sobre la escena de la realidad una voz que garantice to verdadero y lo falso, el duelo de un placer Ubidinal ligado al don de una pura sonori· dad. Esto sólo es posible .si el nifio descubre que el discurso del portavoz dice Ja ve:dad pero tam~én puede mentir, que su propio enunciado puede est~ moti~ado por el deseo de engafiar· y que nada le asegura a priori que esta al ab!J8o del error, cualquiera que sea su fe en Ja verdad de lo dicho u oído. . · ·

·. El de~briJniente de. que el discurso puede ser portador de verdad · o de mentira es, para el nifio2 tan fundamental como el descubrimiento de· · )a diferencia. de sexos; poder '.dudar de lo oído es tan indispensable como . pode~ dudar de la realidad de una construcción qúe reve1a hallarse bajq la égida del fantasma. Sólo a este precio puede el sujeto cuestionar al Otro -y cuestionarse- sobre quién-es Yo, sobre la definición de .Ja realidad que

· el discurso ofrece y sobre· Ja intención que anima al discurso del Otro y de los ?tros: Per~ este ~estionamiento y esta duda sólo ·son posibles para el niño si el discurso· del portavoz acepta ser puesto en te1a de juicio y re· conoce para sí; como para la :voz infantil, la existencm de un referente· que .ningún sujeto singular puede encamar y al que todo sujeto puede, al m1S1Do título y con los mismos derechos, apelar. Hay un punto en el que

. goce ~xual Y goce de pensar comparten un mismo carácter: es muy difícil expenmentarlo,. lo que no significa imposible, si el partenaire tiene ta firme intención. de negarlo al otro. Debe agregarse que la imposición de no pensar otra cosa que 1o ya-pensado por el otro es una 1 contrajlicción en los térmf.·

·nos: pensar es crear pensamientos, y "crear,, nunca púede ·hacerse sinó­nimo de un simple "repetir~. El Yo no puede pretenderse creador de un eco: en este caso es el eco el que se propondrá como única e irrisoria prue ba de la existencia del Y o. · ·

Esto explica por qué razón goce ·del cuerpo y goce de 1a propia acti~ · vidad de pensar designan los dos terrenos sobre los cuales. podrá ejercene.

121

Page 64: El sentido perdido Piera Aulagnier

. .

por excelencia, la inlúbición neurÓtica: la neurosis pon~ de ~esto el eguilibrio y la analogía que pueden establecerse . entre unpQtencia sexual e' impotencia intelectUal, entre e.l goce de~ cu~o Y el place~ esperado . de la propia actividad de pensar, entre la ~cac1on de ~espacio corporal que uno podrá concebir, con esta condietón, como hab;'f't autónomo del Yo, y la imagen de un espacio psíquico que el Yo·debera.~ent!' repre­sentarse como un espacio unificado y ocupado por una acti.vtda~ autonoma.

En el lugar y tiempo . de la sesión, .tanto el goce del cuerpo como su imposibilidad s(>lo pueden ser hablados: esto explica que el sujeto privi­legie su trabajo de pensamiento y de pue~~-en-palabras, y plantee en este doble registro el objeto de su demanda· Jib1dinal y el espectro de nu~ rechazo5

• Por escueto que resulte este resumen de la relación entre el "f? ! sus

pensamientos y entre la actividad de pensar y·.su agente, nos pennitiri cen­trar las reflexiones que siguj'm sobre el conflicto actuante· en· los }'e~· mientos transferenciales", cmiflicto del que es responsable la antinomta presente entre los ~s fiñes que ellas esperan~.

B. Reflexiones .. en curso" sobre el conflicto transferen~

1. El snjeto supuesto saber Dentro del registro de la neuroSis, la demanda de análisis mu~stra que

en la gran mayoría de los casos -Y de ellos hablaremos- preexiste en el demandante una cierta "idea" del concepto "analista". Esto exp~ca por qué razón de entrada se transfiere sobre el sujeto al que Se. dirigirá Ja aeman· da de análisis la imagen de "ptro" al que descub~os haber espt;.rado en.­contrar desde siempre. De allí la frecuencia de ese p~íodo de, luna de núel"6 que. puede vivir el ~do, ~do cree. haber ~n~n~~ final~ mente a aquel que .poseeria, y habna de d9volverle, esa ~ cuyo duelo jlPllás se pudo hacer. ¿Mitad de quién y de q~. y p~ qué com.pl~­ción por recuperar? ¿Acaso se trata, como en el mito plat~mco, de reurur las dos mitades que primitivamente habían fonnado parte,de un.solo cuer­po? ·¿O, como para Tiresias, se tra~ de apropiarse .del saber sobre un goce desconocido, el del sexo complementario?· No hay duda de que estos fan·· tasmas fonnan parte de un patrimonio compartido, pero si se entiende Y se respeta lo que el sujeto nos expresa al comienzo de.la partida, se comprende que cualquiera que sea el fm que lo motiva, la esperanza de su realización ·se instrumenta, a sus propios ojos, sobre y por un saber (sobr~ el cuerpo, el sufrimientó, el goce, el deseo) que nos imputa,y del qu~ e.spera apro-. piarse; En otros términos, la- demanda del neurótico tiene como condi­ción ya realizada el investimiento por el Yo de una búsqueda de pensa· mientos y de palabras a las éuales atrfüi.1ye. un poder mágico, tamo sobre

5 Para nosotros, el término re_gresión 'designa específicamente el retomo a un modo de investimiento del pensamiento y de Ja palabra que va a dotar a estos dos "ob­jetos" de un poder erógeno qu.e hará de ellos los representantes del c::onjunto de los objetos perimidos a que apuntaban las pulsiones. . . .

6 Término tomado de Freud.

122

r · su sufrimiento como sobre su goce.. . . . · El Calificativo de "mágico" muestra la desmesura de aquello que se ·

espera del saber .. analítico", pero no por eso hay que subestimar lo que implica el hecho de que ese poder (gozar, no sufrir más, o cualquier otra realización ·esperada por el Y o) sea esperado por el sesgo de un saber. .

Posibilidad de gozar. de su pensamiento, poder pensar el goce, ser po~ seedor de una actividad de pensar que poseería la totalidad. de lo pensable <

sobre el ÍWlcionamiento psíquico: tal es el triple fin de la demanda que .. dirige el Yo al analista. En el registro del Yo, el deseo-de un poder-todo es· sinónimo de un deseo de saber todo, "saber" gracias al cual se podría prohibir a la propia psique todo pensamiento que sea fuente de sufrimiento, "saber" S9bre lo que piensan Jos otros en virtud del cual se podría ejercer sobre -ellos un dominio total •. Lo prueba el fm último al que apunta el poder del déspota: conocer los pensamientos de todos sus súbditos, lograr que no conozcan· ni piensen sino lo que él quiere hacerles saber y hacerles pensar•

· Es por ló tanto "saber" lo que se viene a .demandamos.y lo que se .espera obtener. De allí Ja sing\Ílaridad de la partida que se jugará y que la vuelve Qistinta de cualquier otra: la especificidad del sabér taf como se constituí· rá sesión tras sesión, revelará. que para los. dos sujetos resulta de la crea" ci6n de algo que ni uno ni otro conocí~ antes de la experiencia. Pero esa Singularidad sólo será descubierta, si lo es, porque la experiencia revela ser diferente; con respecto al analizado, de aquella que, con total desconocí-

. . mi~ntó, suponía éste posible. La relación que ha existido. entre el· infans y el portavoz, entre un no­

sabe.i;·nada del Yo ·sobre el Y o y el saber-todo imputado al discurs0· del · OtrQ, no es idéntica a la telación que se. instaura en ocasión del encuentro entre un. Y 9 que no carece de saber y ese otro sujeto supuesto saber. Empe­ro, she indagan de cerca las motivaciones transferenciales, surge el proble­ma de una serie de · analogías. Al sujeto-supuesto-sabe.r no se le imputa "saber". ni siquiera el saber en .general, sirio de manera especí~ca un cono­

·cimiento .que le pe'.nnitiría decir "en verdad" y ,sin duda p?siblé cuáles son el deseo y Ja identidad del Yo del demandante. El poder que se proyecta s9bre el analista encuentra aquí su fuente y sus razones (a los ojos del ana· ~do; desde luego). Hay. otro que conoce vuestro .deseo,· que sabe quién es. verdaderamente Yo, que posee los enunciados conformes; y los únicos corif ormes, con Ja realidad de Ja que hablan,. que tiene el póder de decretar lo que es ilusión y lo que no lo es en ·la historia misma del Y o. Entonces, ¿cómo negar que el espejismo transferencial·propone a la mirada un paisaje que comparte." los caracteres de lo "ya-visto"?, y ¿cómo negar que este "yá.,.vjsto" hace pensar irresistiblemente e~ el encuentro inaugural entre la psi9ue Y. el pórtavoz? · ·

· Prlniera analogía a Ja que vienen a agregarse. otras doi¡. El exceso de poder del que el portavoz puede volverse ·responsable no tiene otra causa, dijimos, qúe la simple prolongación temporal de una ilusión que prim~ro. fue necesidad vital para el Y o. El· exqeso tempoml de la relación transf eren· cial ·puede tambien llevar a la wposi'bilidad, para el Yo del analizado, de·

. ~ar la autonomía de un pensamiento -el suyo- que.para siempre re· .. sultar4 dependiente de lo que piensa el analista; de sus palabras, de su teoría.

En ambos.·easos, una misma y única experiencia puede dar al Yo las armas._

123

Page 65: El sentido perdido Piera Aulagnier

que le pennitan luchar para adquirir su autonomía, adquisición que nill'.l· ca puede resultar s6lo de- la oferta del ºU:º de co~cederla ~o que exige el compromiso activo del Yo que la adqwere; o bien, a la mve~, pue~e inducir al Y o a renunciar a toda lucha, a negar que haya una diferencia -entre verdad y mentira y a rechazar el trabajo de la duda que resilltaría del reconocimiento de esa diferencia. Trabajo de la duda que es sinónimo del trabajo de duelo exigido por ese .. bien" particular que se llamaba ''cer­teza" y que es preciso abandonar6 bit 1 No tener que dudar: deseo qu~ uno ·puede creer realizado al dejar a otro 1a respon~bili~d de de~ar pensar y -de pensar westro deseo para perderse en un silencio escandido por un único enunciado indefinidamente repetido: "E1 Yo no piensa nada".

Segunda analogía, pues, entre los dos. resultados de un exceso de la ilusión. -Está presente una tercera: hemo~ ~cho que autono~í~ y alie~a· ción. comparten una misma causa y una rrusr_na fecha de nacmuento, pero también que ninguna de las dos p~ede realizarse, salvo excepciones siem· -pre posfüles, sino por la suma c;te dos deseos y de dos placeres compartidos. Es menester que el ~eseo de aútonomía del Yo exista ~~o su de~o, ~ero que el Yo oiga en la voz· del portavoz el anhelo de facilitai'le su ~alización. A ese precio, la lucha que libra el Yo contra su estado inaugural de depe~­dencia se revelará a posteriori como una lucha- librada contra una tendencia de su propio deseo, contra una ilusión cuyo duelo él debe hacer, por obra de 1o cual la autonomía adquirida podrá ir a la par con el sentimiento de que la madre sigue amándolo, que le da placer el que él sienta plaeer al crear pensamientos nuevos7 • Asimismo, la negativa del Yo a usar de ese derecho de libertad sobre su pensamiento muestra casi siempre que tiene como aliado al deseo materno de rehusarla. · _ ·

Tampoco en este registro la relación transf erencial deja de presentar analogías. Si designamos con el término "pensamiento transferencial" al conjunto de _pensamientos, expresados o ~º· que se presentan en la ment~ del analizado durante el tiempo de la sesión y que se refieren· a los senti· mientoS vividos por el Y o, es evidente que estos pensamientos a i:ie~udo serán expresados con displacer, ya sea que acompañen a un sufrimiento psíquico efectivo o que hablen lo que uno quisiera callarª. En tales mo· mentos, pensar en la sesión será fuente de displacer. Pero et proceso analí· üco detiería poder encontrar tunbién "momentos" en los cuales pensar en la 8esión, pensar la sesión, pensar para la sesión, sea fuente de placer. Este placer desempefia un rol esencial en el investimient~ por el Y.o d~ la ~e~ que· persigue el proceso analítico y de ese modo particular de trabaJO p~1qu1-co que exige el "a.nafu.arse". La ~~ción transferencia! nos mue~ que ese placer, para estar presente ser reconocido como tat por el analizado, casi siempre e e poder a o sobre la convicción de e e tra a·o_~_. lítico j_ os pen~entos que de él re tan son fuente de placer Pll!ª el

. . 6 flÍI ce. "A propósito de la realidad: saber o certeza" en este mismo volumen. - . ·

- -

7 Es olMo que esa autonomía. se trate del Yo de un niño _o del Yo de Fréud,-es _ relatiVa y debe respetar límites que ella no elige pero que le son jmpuestos tanto por Ja ~uctum propia. de Ja psique como por fa estructura propia del lenguaje.

a Defudmos como "sentimiento .. todo afecto de que el.Yo tiene conoclmie_nto Y cuya denominación posee. Cf. óp. cit., cap; IV. _ _ _ · . - ·

124

,.1,-• _c.,-J~, '•

- - ana[ista. O incluso .que, para éste, pensar lo imprevisto a partir de los ·pens1. · míeñfos que debe al analizado puede ser uria actividad fuente de placer.

Esta convicción que el analizadÓ nécesita conf'mnarse periódicamente, puede ser, a ojos vistas, nada más que una ilusión, y mantenerse a pesar de la evidencia contraria: cabe preguntarse a qué precio es esto posi"ble. Para ello basta pensar en lo que implicaría la .Presencia de un analista que sólo .pudiera pensar con displacer el conjunto de los pensamientos que tienen como '~ferente a ta sesf'on: tampoco aquí pretendemos que ese displacer pueda ser evitado, pero muy distinto sería no poder hallar nunca en la propia escucha uná fuente de placer. Si tal no-placer es constante o mucho más frecuente que su contrario; el analista escapará del displaCQ? pensando "otra cosa" o reduciendo cada vez más el tiepipo de las sesiones,. o aun. haciendo lo necesario para _que el analizado no hable· más que un -_ discuao conformé con lo que le da plácer (al anaJista). Tres soluciones que, por desgracia, casi siempre son peñectmµente realizables: basta para 'ello que el analista ab~ de ta transferencia y la convierta en un instrumen· to al exclusivo servicio de su placer. y de lo que él no quiere saber sobre su propio desinvestimiento en lo que concierne a su función y al trabajo .. psíquico que ~ exige. Tal abuso de poder y, más aún, de confianza -en el sentido más estricto del término- hará qúe el analizado, que evidente· mente no puede reconocerlo en tanto quiere conservar su investimiento para su análisis con este analista, tenga que rechazar las pruebas que de él le vuelven. Rechato que se hace poSI"ble gracias a una serie de racionaliza· clones que pueden ·acercarse peligrosamente a un remodelado de la realidad -de su vivencia ·de y en Ja Sesión, remodelado que mucho se emparenta con las defensas psicóticas. A su vez, este rechazo exigirá que el analizado acepte denegar toda siqgularidad y poi: lo tanto;todo valor creativo a sus propios pensamientos: el anal.iSta. y su teoría ya han pen$ado todo lo ptm· sable. con respecto al sujeto y a es(e sujeto. La creencia en la singularidad de su historia será denunciada como una ilusión, ihlsión que es preciso perde\' para alcanz'ar ta suprema sabiduría que lleva a proclamar que el. Yo es un· puro seftuelo y que basta con saberló. para •• : seguir instalándose indefinidame~ sobie un mismo diván- y. frente a un mismo silencio y a una misma ''ausencia,. del analista; -~ p0S11>ilidad de ~ortarlo prueba

. que el deseo del Yo no puede sino encontrar Ja "nada". única imagen con· forme con su •supuesta" verdad y con su. "des-ser" congénito.

- Vemos qll". existe una efectiva analogía entre el riesgo de ex~eso del que el portavoz puede hacerse responsable al rehusar al infans experimentar placer en crear pensamientos, y el exceso de frustración del que se toma .responsable et aDalista incapaz de prestar atención y de ieconocer la singu· laridad de ese sujeto y de ese análisis en cuanto. fuente de nuevos pensa· mientas_ -pero, con. ello, fuente de una posi1>Je duda acerca de sus certezas te6ñcas preestablecidas-. ·Queda así al descubierto la paradoja propia de Ja demanda dirigida por el sujeto a ese otro sujeto supuesto saber: que asegure ser poseedor de ese "bien-saber" que uno e!lpera desde "siempre, pero que simultáneamente pruebe, de -manera implícita, que hay pensa·

· · mientos, obra del trabajo de pensar del anaHsta, que pueden aportarle "lo · que él ·n.o poseía de toda Ja vida; que existe intereambio, esperado e inves­

tido pór am~ partenaire& Esta segunda demanda casi siempre iesulta

1?C:

(

Page 66: El sentido perdido Piera Aulagnier

velada para el analizado, pero si el analista olvida su presencia y su funeión i···.

corre el gran riesgo de despojar al primero de un factor indispensable para el posible éxito del proyecto analítico.

2. El proyecto analítico

Lo p edente demuestra que la transferencia sólo uede desenipeñar su papel de aliada de este pro.r_ecto si, para os dos sujetos,. pensar la expe­riencia que se desenvuelve se presenta como fuente posible de nuevos pen­samientos, ellos mismos fuente de un placer compartido. Si nos limitamos . · a cOñiiderar lo que sucede en. el campo del analizado~ esto significa.que la relación que vincula al Y o con sus pensamientos y con su actividad de pensar en la situación analítica, también ha de poder ser cau8a de placer.· Pero aun es preciso aclarar qué entendemos aquí por "placer". Pedimos disculpas por-. el aspecto abrupto de las fónnulas · que Siguen; y que no podríamos desarrollar sin desbordar los lúnites de este· texto. Planteamos que el análisis -y por lo tanto el analista- tienen un proyecto que puede . definirse como sigue: pennitir al Yo liberarse de su "sufrimiento neurótico", liberándolo de los efectos de alienación que resultan de la copresencia y de la equivalencia afectiva que él preserva entre las representaciones por las cuales se delme, a su propio respecto y al de los otros, en tanto q11e Y o actual, y representacfones que pertenecen al pasado de ese mismo Yo. Pa­sado que con ello se ve paradójicamente transfonnado en futuro, pues vendrá a designar lo que el Yo espera repetir en su "mañana", esperanza siempre frustrada y siempre renaciente. El fm del proyecto analítico es;· primeramente y ante todo, "temporal"; apunta a hacer posible que el sujeto invista y cree representaciones que anticipen por definición lo que ya nunca pudo ser: un moment9 del tiempo futuro que, precisamente por ser futuro,

' jamás será idéntico a ningún momento pasado. Este poder de anticipar es la tarea específica del Y o y de la actividad. d$'

pensar; ret9ma por.su. C(Uenta la anticipación ejercida por·el discurso que les pennitió existir;. para que el Yo adviniera, primero fue preciso que el discurso materno lo anticipara gracias a su creación de esa "sombra. ha­blada" a la que comenzó por .dirigirse el Yo materno; sombrá hablada que viene a preformar el lugar q11e ocupará .el Yo, al que ella anuncia y hace . posi1>Ie. Una· vez. advenido,. incumbirá al. Yo la tarea, vital para él -en· el sentido más .fuerte del ténnino-, de (IUtoanticipane.en-cada·momento de su inapresable presente proyectándose sobre lo que devendrá. el Yo en el momento que sigue, momento cercano o bien sepamdo por un decenio, esto poco importa. Vivir irriplica el invesµiniento anticipado del tiempc» futuro, y la posibilidad para el Yo· de. investir ese mismo fu~ supon~ ~. preexistencia constante de una .representación, por él creada; de ese tiempo por venir~ Tales representaciones de un. tiempo donde· "el Yo deberá deve­nir" son para nosotros . sinónimos: de lo que llamaremos los anhelos que motivan los pen8amientos y la acción del Yo y-podo tanto, del anhelo que subtiende su proyecto identificatorio. m ténnilio anhelo no debe ser confundido con el de fantasma consciente. En efecto, si ·bien es cier(o que en el anhelo, que expresa la meta a la que el Yo aspira y en vista de la cual

· · ordena SÜ actuar, siempre hallaremos la particip~ón del deseo inconsciente y del fantasma que· lo pone en escena, no podemos hacer de ella una simple

12~

traducción de este deseo en lenguaje. En efecto, dos rasgos diferencian radicalmente la puesta-en-sentido del

anhelo, de la puesta en escena del fantasma: --°' - el anhelo anticipa uná experiencia cuya realización se espera. posible ~.:;:

pero que, a la inversa de. la leyenda del fantasma, no se realiza ipso facto· \ por su sola representación; . · . , ·

- el acontecimiento que uno espera realizable respeta la categoría de ·-') l~ posible y, además, se inscribe en una experiencia futura que reconocemos L diferente de otra experiencia cuyo recuerdo mantenemos. Experiencia (

. ya pasada que sin embargo servirá de patrón oro al que se recurrirá para \ evaluar el ''verdadero" valor de esos "bienes" particulares que el sujeto j llama felicidad y sufrimiento. '

, V~~s a explicar qué entendemos expresar con ~ metáfora del "pa­~o~ ?ro . Antes, concluiremos estas reflexiones sobre el proyecto analítico 1DS1Stiendo s_obre el doble papel que en él cumple la temporalidad. Inducir al .Yo ~ privilegiar la realización diferida de un placer implica un misino· pnvilegio otorgado al investimiento del tiempo futuro a expensas del tiempo pasado:~~~ ello se ve .también valorizado por el sujeto ese "poder de trans­fonnac1on de la realidad que Freud designaba como atributo y premio de 1:1 "~?~dad". Sin tener que recwrir a la negación de lo que la "dura realidad .unpone, esperamos cambilµ' lo que advendrá,.pero no podemos anula_r lo que fue. Y t~avía debe agregarse que, a la inversa, el relato de ese tiem_po pasado sera completamente reconstruido por el analizado y en u~ s~ntido rem°'!elado. El proyecto analítico tomará apoyo en la experien­c.ra. smgular, realizada por el analizado, de su relación con su propia tempo­ralidad, para permitirle sustituir el tiempo vivido por el relato histórico de un tiempo que puede, pero sólo a este precio -es decir, transformán­~o~ en ~n puro relato-, pasar a ser para el Yo ese patrimonio inalienable, uruco qu~ _Puede aportarle la certeza de que para él es po~ible un futuro. Fonnulaeton abrupta y parcial, pero que a nuestros ojos respeta su espíri­tu, de la definición que permitiría esclarecer la meta que se propone el proyecto analítico. ·

3. Sobre las creaciones de "tiempo-mixto"9

., Lo q11e acabamos de decir acerca de la relación con la temporalidad bas­tar~a para demostrar que el éxito del proyecto tiene. como condición la P?sibilidad, par~ el .analista y el anali7.ado, de aceptar y anhelar que lo pro­pio. de la expenenc~ sea el tener que acabarse. El tiempo futuró que se ha de _mvestir es tam~1én _aqu_el en q11e la presencia del analista.ya no será nece­saria. Antes de senalar que cosa puede hacer imposible este anhelo, conside-

9 ·"Ellos (los fantasmas) están por una parte muy ·orgaJÍizados,. son no contradicto- \ rios Y han sabido sacar provecho de· todas lás cualidades del.sistema consciente· ; a nuestro juicio le sería difícil distinguidos de las formaciones de este sistema: Pero, por '!tra parte, son inconscientes e incapaces de tornarse conscientes. Ha ,~. de compararse/os con e80s hombres de sangre mixta que en general se parecen a los.blancos, pero cuyo color de o~ige1J, se revela en algún indicio llamativo y que, p~r esta razon, permanecen excluidos de la sociedad y no gozan de los privilegios reservados.a los blaneos". Cf. S. Freud, The unconscious, S.E_, t. XIV, p. 190 (el subrayado es nuestro). . ,/

127

Page 67: El sentido perdido Piera Aulagnier

raremos una mamf~tación particular del deseo incó~te; deseo que siempre logrará infiltrarse en el registro del Y o y convertirse en apoyo de las demandas, de los anhelos, de las acciones que animan al Y o Y le hacen vivir, actuar, sofiar y morir. · .

Es propio de todo anhelo o, su~tamente, d~ todo ~eseo dec"-?l~ y del que el y 0 se reconoce sujeto, inclwr dos vectores de. sentid~ contrarío.

- uno que propulsa al sujeto y lo pro-yec..a. ha~ ~ busque~ ~e u~ momento futuro, condición vital para que el SUJeto mvista ese ob3eto por conocer y que ha imaginado: su tiempo futuro; ·

- paralelamente, este anhelo re~ta estar sometido a lo que llamarem'>S la re-percepción de lo mismo en el registro del afecto.

Bajo la égida. del Yo, la actiVi~d psíquica ~s cal?az de p~sar -repre­sentarse- un obieto un acontecinuento, una situaetón, un mundo, pero

J ' " •• ,, lo 1 Yo no es capaz de imaginar, de pensar una nueva p~cepC10D. • . que e espera re-experhnentar en el futuro como alegna o sufrimiento (traduc-.ón en .términos del Yo del binomio pblcer-displacer) sólo le es represen· ~ble como re-percepción de una experiencia afectiva ya conocida. El Yo puede representarse un mundo en el cual tOdas las flores estarán P.erfuma· das puede actuar sobre la "realidad botánica" de ese mundo sele~onando sus' especies, pero no puede representarse un perfume ~ recumr a olores ya conocidos. Las experiencias originales de placer y displa~e~ no son me­morizables; sin embargo, per.siste de ellas esa huella emgmatica que hace que todo deseo también esté animado··p?r 1a búsqueda de algo que es, por excelencia lo Perdido: un momento del tiempo pasado. .

"Dese~ vivir" es la primera condición para que haya '?da psíq?Ica• pero preservarse como sujeto desean~e supone el entrelazamiento ex1tOSf:! . de dos miras antinómicas: . • . ...

_ el investimiento de un tiempo· futuro cuya espera se halla mvestida positiVamente, gracias a lo cual· quedará ~Y~~do p~vamente. aquello qué el proceso primario, pot su parte, segwra ignorando. el cambto, . c~~o condición inherente y constitutiva del tiempo mismo. En este doble inv~s­timiento se verá, y con motivo, la manifestación esencial del poder de Eros, así como el anhelo de vivir es aquello a. través de lo cual se expresa su ·pre· sencia y su fuerza; · · · . •

-- la esperanza del retomo de lo que se sintió J).umnte una -e_xpenencia que ya tuvo lugar. Esperanza sobre ~ que va a instrum~ntarse 1a pulSi~n de muerte, cuya irreductible presenc:Ja se expresa a traves de la nosta}gia por el retomo de un '!tiempo muerto'~. . .

La tarea del Yo será conseguir la amalgama de esas dos nmas c?n~-dictorias, con el. fm ·de investir el tiempo futuro. ~ ~uanto ex~e_ncia. por hacer, sin dejar de preservar la esperanza de ~ue dicha exr.en~~cta. ~ vea acompañada por una vivencia que el Yo deStgne como •. fe~c1dad · · vivencia que el sujeto no puede pensar. o sea representarse, Stno apelándo a un "estado" ya vivido. Paradoja siempre _actual~ el Yo y que n~ pu~de soslayar;Freud lo sefiala al expresar que la nnage~ e3emplar de~ expen~-. cia de felicidad es, para todo hombre, la del lactante ado~eCI~dose e~ tos brazos de su madre después de la mamada. No porque la vivencia. pie el adulto imputa a esta imagen sea siempre verdadera -el sueíio del mfans también está habitado por los monstruos del odi~, sino porque, en el

128

movimiento regrediente que atrae la mirada del hOínbre hacia efpasado, ésa es la primera figuraC!6n de un "instante" original de felicidad que puede reconstruir. · ·

Para qne el Yo pueda privilegiar un anhelo de vida a expensas de ~n deseo !fe muerte, es preciso que logre pensar con placer la "idea" de su futuro. Ahora bien: esto implica que el Yo-·tenga·a 81úlisposicl6ñ eliecílér~ doaé momentos pasados en los cuales hu~~/: ~r,~~~~.t_:·p~~~ ... Desde aquí se iq>one otra comprol>aci6ti re111.tiva a una función muy particular que incumbe al Yo: reconstruir su pasado de manera que expe­riencias de placer cuya huella. mnésica no pudo conservar, puedán ser enJa:.. · zadas a situaciones más tardías pero a cuyo recuerdo puede recu$. Lo que el Yo no sabe, Y. nunca podrá saber, es que todo recuerdo por él privile· giado no es otra ·cosa que algo que metafóricamente podríamos llaÓlar un "recuerdo-pantalla": Jos recuerdos que su memoria cree elegir "libremente" son en realidad representaciones que se irilponen al sujeto gracias a sus· puntos de semejanza -reales o ficticios- con otrás repre~taciones repri· midas cuya carga. afectiva podrá ser' por este motivo, parcialmente transfe· . rida sobre el recuerdo memorizable. · · ·

.Tales ret>resentaciones olvidadas pueden formar parte de un "conod.do" que ha caído bajo el efecto de. la represión; en. este caso, a veces pc;idrán ser recuperadas. Peró también pueden no .haber tenido lugar nunca, pór más lejos que uno se remonte, en lo decible, no haber sido nwica otra cosa

. qúe representaciones pictográficas, obra del proceso orlginario1 0 , y eilton­ces no podrán dar lugar a ninguna toma de conciencia que no esté medfati· zada por una· construcCión que no tiene más garante que la teoría aDalitica a la cual se la debe. · ' · La activi<fa~ de rememora9ión ·del .Y o aupone .a su lado una fullci6n de reconstruéci6n que remodela una historia en Ja cual siempre faltará el texto original de lós primeros capítulos. Sin embargo, esta ''rememora;.· ci6n·rec~cd6n,, aportanf al Yo Ja certeza de su eJtjst:encia pasada ·y presente, pero Pl:fl que dicha certeza ·&e vea acompaftada: del deseo de un . futuro todavía es me,nester que et Yo quede asegurado de que estuvo en sús manos ~pedmentar placer y que por lo tanto· el anhelo de volver a exped­·mentarlo es realir.able. El pasado "afectivo,, del Yo, que es tamb.Nn el Wrlco . pasado que importa para el Yo, aquel que él reconstruye, idealiza . o reprime, es no s61o una conStrucci6n sino también una reconstrucción que siempre debe permitir su eventual recomienzo. Reelaboración nece-· lfl!.r.ia para que el Yo pueda transferir de una representación de acontecf... miento a otra, más cercána o más lejana, el investimiento qlie ·hará <fe la vivencia, atn~uida a posteriori al suceso re~scogido, lo que él espera que el futuro. le ~á reencontrar. Equivalencia afectiva arbitrariamente planteada por el Yo entre recuerdos vinculados a momentos temporales que. el Yo reconoce como diferentes, y que unas veces, según las nécesi· · dades de su causo. representarán la referencia paradigmática de un estado de felicidad, y otras de un estado de Sufrimiento.

Es preciso· que esta "listaº de referentes pueda quedar abierta, es pre·. ciso que el Yo conserve la posi1>ilidad de privilegiar momentos de sn hiato~

ro ' E.n ~to a los. conceptos de pictograma y d~ oii8marló. cf. op. cit • .' cáp. n. ·

.j29

Page 68: El sentido perdido Piera Aulagnier

· actual,' Q de .~u pasado inmediato, para que .bi. tlistanCia ~evitableme,qte . presente: entre el pJace.r·vivido y ~1 placer esperado ~o atmiga al.deseo del

.. · .Yo fuiciit ta única e imposible búsqueda de. un pasad9 perdido pata siemp~. .· · · El'análisis nQS prueba qt1e Jas experienclu de placer y de displacer de

. · ·tas· primeras etapas de·. ia vida nunca. son menionzables. mientras que todo -. lleva .a· creer que 'los afectos que ~afiaban a esos momentos nunca : . más recupei:arán .su intensidad. primera. De allí ésa nostalgia índe_SlJmligable,

ese dUelojamás beeho ·que concierne. ésp~ÍficilJnente a la flérdida de. un recuerdo: el Sujeto)abl' que no está en· suS .manos re~daf las. primeras .

· mám;Ulas, 'tos priínetós arrullos, Ja aleJ?.Ía. que acompafió el encu~.ntro. en . ·el espejo. o los. primer.os pasos. que fue capaz de dar. Reconoce la melucta~ . · · bilidad ® este .(lgUjiro de memoria, lo· cua! no .impide que.jamás·haga to~ · · tal:niente su dÜefu. La fuerza· de la:. nostalgia y el ~chazo del. duelo reapa-

. récen en' la ·telacióll. a:PaJítiea y, en la ilusi6ii_tíansf.é.tenéial: encontrar.a. al-. gUien:que.ubci qué é_osa'fue el Yo de• ·su~~. que conoce la totalidac;t · de· 1u·,historu.. y. la fotalidad ·de l<>S deseo~ y de los placeres que. fueron $\iy~' y qu~ peímitirúi recúp~tar ~ éoínp1eci6n de . uri pasado ~n. ~l que

. . . " . · .. palábi:a. ~ ~epreSelÍtaCión •. ningún ~ .. faltarían.. . ·.' . -~mteresari~ apuniar.,.qúé·di~ ilusión a veces cone ehiesgo de ser· éompllr#da .por el. pro~o." analista~. Jiabíamoi atribuido el. calificativo de

. · "tiempcHiiixto" :a ias iepiesentacioJ}es por Jás ~ates ·et Y Q pone-ef1-Sentido · .. y .pone-en-forma sus propi0$ deseos: aquí pqdemos dar un_paso más y decir . . . que .Ja .tixtura:det y o mismo tiéite cómo matetjal fibras de ~tiempo-mixto".

· 4~i.ái1Usi6n'niortífemy~l ~~bUso" detransfe~ . .

·. · . Pre~rvill: el anhelo de que ·.ia · ~xpenencm, analítica tenga' ~ fin:· si la • preiencia. ~ UÍ1 an,helo :~jante es neéesaiia .para el . desenvolvimiento

<fel p..roééso árialítiCo; de~c>s:.preguntamos b11-jo. qué condiciones puede mantenef el Yo tal· anhelo~ cuarido ~ relación' trari'Sfer~n'c.úil no puede sino . refomi . el: deseO de q11e nuestra . presencia ~o vaya ~- faltar jamás. o bien,

.. ·~ que es eqtiivalente, pregúÍltamos cuáles $OJ1 fo~ factores·que·pueden anti~ . -~ dicho· arihelo en pi:ovecho de un único deseo: asegurarse Ja perennidad . · y Ja íepetieión del enétlentro cpn . otro que tendrá el poder .de' decidir, en . . cada ocasión~ sobre la verdad o f~d de nue~o propio ~n~.. .

· · · DelegÍlcíón de un derecho · de· decisión .que sólo es la fonna ·apenas · · élisfnizada ~l. de~o de dejar a ese mismo otro Ja responsabilidad de pensar : en n:íresti:o lugilr y de expresar· -en nuestro nombre los enunciados .snpUes·

· tameiite conformes. con nuestro .d~ .. Este de.ae.ojle __ ~QJ~ner que pensar 1 · niáS para no ser ya sino el reeeptáculo d.e un '"ya:pensadO:Por:(ifñ)~ ~' ¡ . -. a nueSiiojfaiecer; ti mañiféstacióii'por medio de la cual se expresa un. déseo '. . de .muerte,"um vfu. q1,1e. pudo someter a··Sµs fines· al' Yo JDismo. Cuando el ¡ deseo. de no' ¡>Cñái'Súlo lo que yá tVé: penííad~ ~ si$n_pré y. pata siem-· ¡ ·· pre poi: el ánaliSta · 0cupa él frente de' Ja escena, debe. coneluirse· que en 1a ; .parte que ~sempeña ~l:análiiado é,Ste. 4efiende los intereses de '.Táilatos. ! El- riguioso análisiS c;le · Ja relación transf'erei;icial, tal ·como. se ~Ieee ; . desde el. coonenzo del encuentro,. permj,te . efectuar otra coµiprobación­¡. . que consíderáriioo e8encial: en la demanda ·que el sujeto dirige a eSe otro-su- . · puesto-saber; ánhelo de Vida y 'dése() de muerte e~ Sie.lllpre y de.entrada .. p.reSentes. ·En· ef écto,. la realización de un deseo· de muerte ~ncemjente al . : . .' . ., . ·' .. : . . .· '

130.

··1· .·. ·. Y o Y del que elfo es. fumbién agente puede cobrar,pmv e.a ;.,,;,,,,,;,, dos .

ÍOflllas: la Ifiuerte del cuerpo delque él u otro puede 'ser el asesin6 la ma~

1. . tanza: de su pensainient,o, por' élo por otro. No hablaremos aquí d: los aD.- · helos. de m~i:!e centrad.os .en el, C1_1erpo ni. de las ideas. suicidas que los expte•

f san ~ ambigue~d posible. Más miport;u:ite,.nos parece un conjunto de for7

·

¡. · :mul~ciones que ~an a]rededor de' 1a actividad.depénsar;aeJvacío·delpen~ . ~ sanuento, de lo mal-pensado o de la negativa ·a pen8ar' a trávés de las ciiales ·. 4 . el' Yo··~xpresa .un d~seo1 desconocido por él, de recobrar ese momento d~ . :.~.j . enge~iento en.el ~ual toqavíá ~l Íio ex:iStía, saivo como lo "y'a-pensadé. . ll por 'el diScurso del p9rta:voz.- "Antes" de un estado de coiülictc> .. antes'; ~ de Ja ·prµeba que implica el 4ut;i!o de Já certeza y)a aceptación de t~ner que: § · dudar de .la palabra. del Otro, 'antes" en el cual Ja realización del deseo . " '. ?e n0; .tener ·que pensar se ptese:nta,ba co~o respuesta acorde con ei deseo · . f.~ ·... . nnp~_!a-do: al Otro'. Freud· decía • q\le ta. muerte tiene algo en coilliín con 1a . a . pul~1~ W: muerte que infil~ta eltejido celular misnio1 ~.Pensamos que est~--) ·

'

.

. ,·.··· . -~ºnJu.nt_o ~con~xo que . se mailifi_esta fuera ·M· la psicosis 'eón la in.Íu"bicfón · ! . mt~l~, ~ iniposi"bilidad. de ~VesUz' actividades. Creadoras·; e1 abui'rimfen~. \ · tQ X el djspla~:.que_,prqvoca tódo trabajo de tefleXión, la repetición obsesi- > va de pe~~entos idénticos;. el sentimiento de vacío del pensamiento .r

. son. expresiones y·re~a:ion.,s·parciaJes de un.ere.seo de mue.rte de1 ctú;L . el Yo e~ agente y cuyo obJe.to es ese "ótro él _mismo", representado p~uus \ p~nsam1entos ·Y ante todo poi: los pensamientos .a través de. los cuales.·se· .1 piensa y sin los cuales no existiría. · . · · · · . · · · · ' . · i

Si huéstra hipótesis es c-Orrecia, d~ ~lla. resultari dos corÓlarids: ... · · _.' : · . . ...:Ja ~úsqueda: de saber, e¡ an:ielo que quedará_y p(lbe quedar fri.tsh-ado~

. · de reencontrar. t()(fos los pensamientos pe.r9!4i:>$ y de ·pQder pensarlo todo; . . eLptacc:r,:de- ser re~Iio<:ido .c~in<:> ereador ·de un· n~evo ·pen8arnieritc~; '.son un conjunto de·motivaciones al servicio de Eros .. De~ll!.,P~ll.~~-cualq1:1ier!i que sea la meta proyectada, $Opone el.~e.seo de ·que e~ ac_ti!i.d~d. pe~~ª;. ' '. .·

. -.:-. _el rec~o ~~· toda búsq.ueda d~. sa~er. el 11o·plircef .Y ... e~ ·~o:'de,e~. I . rel~tivo. a ~s ~ciones del propio pensamiento expresan,. a la ll}ve.rSa; -~ , desmv.:estimiento de,; e.sta actividad~. un deseo de destiuh"Jir· o· de am:iiada. · . en síntesis el' deseo de darle muerte. . . . . ' . . . . .• . ·. J: : · En 1á mayor parte. de 198 ~s Eros. tomará )4· pi:~~dencla,: sin Ioirár .

·nunca, empero, forcluir ra~ente la preSellci¡¡:de sil adverfuio:.nó trata- ' rc:mo:s aquí acer~a de los efectos q-qé resultan dé esta mevitable intrlneación~. " · · m d~} compromiso que. en este terreno. repl'ese~tl!- lo que llamamos st.Íbli~.

. mac1on:. Basta a nµestro propósito con señalar que elanalisti se 4állá frente . a una~de~da_ya habitada por ese deseo antinómico, yfr1mte a'-un~µjeto·

. que, sin dejar de procl~ar ·que .del análi!!is y del analistá espera.. poder sa~.- : · f~cer .sus ~elos, su busqueda de goce, de placer y de. saber, también nos· dice llilpbcitamente que lo que al mismo tiempo y contradictor.útrn.ente e8?em es que quede aniquilada para siempre . tocta causa dé posiblejuffi.

.· lDlento, 9ue ~ueda nQ temer.~ nunca .más la apari~ón de un deseo iinposi~ . • -: b!e de ser sa~fecho, que todo pensamiento fuente. de· displacer. quede tedu- · .. . c1do al silencio~ •. Si 1a espera nos mtiestra el investiiniénto de un· futuro, . · .

. la. esperanza atestig¡¡a la presencia _del deseo de re.encontrar el silenci9 de, · • . . . . '. .. . ' ,· '

ú . Cf. S. Freud, El problema ecot1ómico del ~asq_quismO.

Page 69: El sentido perdido Piera Aulagnier

un pasado muy lejano. . . Deseo de vida y ·deseo de muerte están presentes, por lo tanto, de

entrada; lOs dos harán irrupción en la relación traniferencial y tratarán de• someterhi a sus fmes. Se comprende entonces que la iluSión de haber encontrado a un sujeto supuesto saber, a un sujeto·que.~see la totalidad de lo pensable, pueda ponerse .al servicio de un deseo·.de no tener que pe~ __ más para delegar en ese otro este poder y este· derecho •. Hay otro ·que.~ pensar en nuestro lugar y en nuestro nom)>re; desde ese momento,

· · el Yo· puede creer posible, respondiendo a este deseo, haber· reall7!ado su propio deseo de dar muerte a su actividad dé pensar. El yo no piensa mas, sé limita a aceptar la presencia continua de una perfusión que tmvasáría hacia su propio· espacio· psíquico "pensamientos" que lo piensan y que él sólo tendría . que repetir "mécánican:iente". Gracias a lo cual . puede creer realizable el . fantasma de resultar testigo vMente de 1a muerte indef'mida­mente repetida de su propio pensainiento, y de poder gozar del "'asesinato. ·

· de alma" 2 cumplido robre él por otro y por su deseo. · · . .. · · . Ahora podemos definir lo .. que denunciamos. coino manifestación de

un "ab~ de transferencia" del que el analista se hace culpable: toda prác­tica y toda conceptualización ·teór:ica que amenacen confirmar al 'analizado Ja legitimidad de la ilusión que le hace afumar que lo que se tiene· que pensar . sobre el sujeto y sobre este sujeto, ya fue pensado de una vez pari.. siempre por UN analista13 y, .por lo tanto; que el analista no puede esperar ni oir. nada nuevo de y en. el discurso que se le ofrece. Algo que era una ilusión. útil para la instalación· de~ transferencia, se transforma en una ilusión mor-

.. tífera que privará al analizado de ·todo interés por Ja ·búsqueda de pensa-mientos nuevós.y de representaciones perdidas, l>úsqueda cuyo investimien~

· to el proceso. eXJge. Si otro posee la totalidad de lo pensable, po(:o importa . que uno le. hable o se calle; baSt:a con esperar y repetir lo que casi SÍe1l1pre · se conseguirá adiV:inar acerca de ~ ideas "técnicas'' y "teóricas" del analis­.. ta •. E~ abilso .de pOder también puede ser ejercido a través de lá. interpre-

taclóti. a ultranza y, podríamos deck, prefabricada, o a trávés de Ja persis­·. tencia de un silencio que vendrá a probarle al analizado que en el encuentro no hay intercambio de saber, y que lo que él dice no aporta niilglln nuevo

. 'pensamiento al analista; también háy abuso de . poder en el desprecio pór · .. el tiempo de la. sesión, por las maniobras de seducción a las que se apelará

para velar· a1 sujeto, y robre todo a uno mismo; el abuso .de confianza que ·se comete. · · ·

. En todos estos casos,· el f áctor detenninante del fracaso del proéeso conciepÍe a algo que constituye, en nuestra opinión, la .causa de ese abuso: la negativa, por parte del analistt, a . oir y recon~r la singularidad del discurSó qúe se te dirige, el displaeer que parece ocaiioitarle toda palabra que pudiera obligarlo a aceptar· nuevos. pensamientos y a renunciar a ótros, su paso atrás frente~ a todo. aquello que pudiera hacerle dudar·de.lo que consideraba demostrado para siempre. .

Pero ¿cómo no advertir que esta p9sici6n implica que en el mismo

.12 Término tomado de Schreber. 13 Que ese supuesto poseedor de u~a teoría a Ja que n~ le falta ninguna respuesta

sea su propio analista; Freud o cualquier otro teórico, es equivalente. .

· ~~.fumado. la Pi:ecedéncm ·el· dese~ de no tenei que: ~ensar ·más? · . eten. r que se posee la totalidad de lo pensable, o proclamar qúe ·ya nÓ

. hay nada más. f.llle: entender porque todo es equivalente o seftuelo, son éxac' · tamente lo Jll1SIDO. Los dos sujetos que en est~ .caso se encuéntran comp· ·ar- . ten una misma nu O# • . • . _ . . ,, Ston, ~·mismo deseQ de no pensar más que en un. "ya· · P~do pm:-otro, • un mJSDlO rechazo de la duda y, como trasfondo, ún trusm() deseo. mOrtífe~Q concerniente ·al Yo y sus pensamientos: de esto . resulfirá un <Jiálogo de muertos. · · · · . · · ·

. · En. estas 'considera~ones sobre ~ problimiática transferencial~ sólo nos hemos abocado·ª» los. nesgos, que ella hace correr a los dos participantes en la relación .P~. entre _el Yo. y sus pensamientos. Hemos dejado de lado la !Dt~cc.tQn eXistente entre dicha re1aci6n y 1as representaciones.· que originario '1 primario se forjan de la vivencia de la experiencia analfti~ . ca:. U:n examen del ~ajo de pensamientQ del Yo y de su status en la PTflCtica analítica. e~ el examen conjunto del trabajo y del· status de esas.~ producciones psíquicas que s~n fuente .de la actividad de pen1ar · ·

• le ~ponen ~ límites y prese~ Siempre· de lo no-pensable: Al dar fo~· · escri~ a estas ~exion~. nos propusimos acercar al· lector· y· a nosotros·· mfsmon ese (in. · · · · ·

· Iúnio de 1975 ..

Page 70: El sentido perdido Piera Aulagnier

1.

il ·¡

,1

l.

.··:

·., •'·

... ··,· .. '

· ....

... • ..

•._,:: .

l j ·l ¡¡ ~ ' u ~ ~

~ ¡¡ ·1 ~.!

f:'. ".-'

~ ¡¡ ., " g_ ;~

!~ ,. ~ ~ ~ o

".··

·. ,•,

..

. vm .. · .•·.Et DERECHO .AL· .SECRETO: · .. · .

CONDICION· ·PARA PODER PENSAR*. .• := . '. • . . . ·, . ·. ' '

.....

"P.ero~· ¿qu~ le hace decir á usted que sn'rimjerestá locar Fué-evidente que mi pregurifa le parec~ó absurda o" de mata fe; y es~ seffor que.había veni~

· do ·a pediill)é cÓJisejo ·con respecto a su mujer, respondió: "Veamoo, señora~ es evidente": ella dice. tOdo. lo, que. pása por su . cabeza~ todos. s~ pensillpiel).; fos~·; ·: . · · · · .. . · · . · : :> . . : ·· : ·

·. ·~gnósticó ~prof¡mo" ·probatorio dé que a los ojos de los otr9á la tócu. ra ·es, 3nte· tOdp, Joéura de .un di~curso. Lo q~' en.píimeta inS.tancia susdta · la ·angilsw.··tie1· éspectadó(.es la pérgida, en.el.otro, de_!9~~.P~~Rµ¡d!'cJ.. d~ el~cción.y .de 'deéision sóbré ·la 'pu~stª er(paliílfüis .. ,i:le. ~ .P..ensamiento;

. espectlicülifae~uiiá amputación intolerabíe para el funcioriamíéqto del pen· siuniento; evocaci6r{ de un·peligio mórta1Jllf.e,J{>9.Q,)'o c.orrió efectivamente cuandq· s' produjo su· entrada en Ja escena psíquica. Peligro vivido .en un

. pasado lajano, experiencia aparentemente ólvidada y cuyo rastró encontra~ . rncis, Sin embargo, en todo hombre;"bajo ese Sentimiento de honor que lo ciñe a la idea de que podría ser despojado de ioda posibilidad de. eiecciórt · sobre .sii .silencio;y SC;>bie su palabra. Si el derechó de decir todo,:.como tari :.

·.bien. expreSa. · Blanchot, es la fonna miSma de la. libértád humana, la orden · de decir todo implicaría. para el sujetó al que se Ia · iinpúsiera un estado dé absoluta estjavitud,.Io transformaría· en unrobothablante .. · ·. · . · ... · .··. .· El genió. de Georges OrWeU ~o .Se engáfió al res¡)ecto! en· su profética

.'ficción de aquello en que nÚestro muQdO podría converfuse, imagina como últll!ía . mir:a del poder totalitario la creaciQn de Ja. "novlengi1.a ".' Una vez instituida esa ~uevalengua~ "toda idea herética -es decir, toda idea que se

· apart:ua .de los" principios dei angsoc- seríá literalme.Í}te impensable, ál . menos en. la m.edida en· que.· el Pensamiento depende .de las pabibras. El · vocabiñ¡írió · d~ la i)ovlengua se hallaba construido de . tal modo que po: · día suministrar .. una .expresión exacta y a menudtj pléna de matices a las

-* · "Le dr~it áu .' seerel: condition . -pour pouvciir .péns.er",. artículo publicado en · Nouvelle Riwue de Psyclúinalyse, XfV .• 1976. . . . . . .

. '. . '. ' .

·"135:

Page 71: El sentido perdido Piera Aulagnier

' .

• ideas que un miembro .del ·Partido podía explicableinen~ ~eseár :cómu~ nicar. Peto excluía todas las otras ideas,. e incluso la poSlbilidad de llegar a ellas pot méiodos indirectosh. · · . . . - . . . . ~ · . ·

Orwell había comprendido que uno de los medi?s !lue ~ef:uutiVam~te . pueden hacer del hombre un robot hablante consisba ~. tomar, ~ no imposible, al merios Sin objeto y sin plac~r, to~o pensamiento secreto. s~. 10 hájo esta condición podrían pleguse lo.s sujetos a la orden de un decr: . todo que se ha .vuelto aceptable porque tiene como presupuesto 1á susti- · tución por una· simplé actividad de repetición y de memorización automa- .

· tica. lo que era actiVidad de pensar y creación de ideas. • . Preservárse el derecho y la posibilidad de crear pensamtent.os. y, más

simplemente, de pensar, exige arrogarse el de elegir los pensanuent~ que · · uno comunica y aquellos que uno mantiene secretos: é.sta es~ condición .. vital para el funcionamiento del Yo. ·r.a n~cesidad de este defecho es evi­

dente, pJia todo hambre y para todo analis~; pero po~ lo· qu~ se ~fiere ·. a éste ~tinio, la razón fue vinculada, de manera demasiado pn".fiegiada. Y demasiado generalizadit, con el contenido de los p~entos secre~os. y. con su rol en el trabajo de represión. De manera mas o menos ~plícit1!; se estábleci6 una equivalencia· entre la P?81°hilidad ~~ "p~ se~tamente y la poSi'bilidad de "fantasmatiZar consctenteme!1te : pues1>1en, sus verdad que ef fal)tasma erótico, salvo. momentos particulares, .forma parte de los pensaMientos~ secretos, nó es ,erdad que tod? pensamiento 1!8ClW> tenga que ser entendido e mterpretado como el equivalente de un fantasma Y de

2 . · un placer masturbatorios . . . . . .

. · Es cierto que, si no se concediéra el derecho de pensar representacion~s fantasmáticas, el Y o se vería forzado a gastar la mayor parte de su energia . ·

. .en la repre&i6n fuera de su espacio de esos niismos pensamientos.y, hecho · ~áS grave; en prolu'bit su acceso al conjunto de los temas·y de.l~ términos

1 . Georges Orwell, )984, Gallimard, "F.ollo", p •. 422, . : 2 ~·Et fantasma masturbatorlo Y. Ja.· fantasmadzación erótica que. ·acompafia al ~

·. cuentro ~ual representan. en el re~ de lo de~1>1e para Y Pº! el Ya, lo ma.s · . cercano a taS construcciones fantasmaticas inconscientes'. Son los únicos q!le• con

el sueño y aun' de manera más directa, nos permiten comprender de que modo .. ! el sujet~ figuró en su épocia la escena p~, es ~ecir, 1á ~uesta en escena por

{ la cual respondió a ;1a cuestión .de los ~es: ongen de el mismo, origen d!"l _ \ · placer, origen del deseo, origen del sufrimiento. · . .

Fantasmas en los cuales reapárecen amasados los préstamos tomados .Pot el di· · rector· de Ja puesta· en escena.· a sus experiencias erógen~, ª· ciertos elem~os.

universales del funcionamie.nto psíquico, ~ su interpretacion de tas. aventuras sin­gulares de su historia. La fantasmatimcion er6tii:a .mer_f!lce de nuestta parte una . atención· privilegiada: es lo. único que nos m'!estra m vwo el an~je corporal de Ja actividad de pensar, eUa preserva la relacion entre el, placer erogeno inscripto en el' cuérpo y el p1acer de pensar ese c~erpo y ~us-experlencias que se halla~a presente en una primera etapa de la actividad psiquica Y de la que, saivo algún momento particular, .sólo quedan vestigios. Abandonarse a softar lo que se haría si se ~ Ja lotería, y perniitirse fantasma tizar modificando al capricho de uno tal

0 cuÍil pasaje de Sade, nó son actividad~s. ps{q~cas. equivalentes en el plano.

axialítico, aunque apelen a una mi~ actiV:idad .nnagma'ti~ Y nos prueben la auseÍléia de defensas demasiado rígidas. Aunque tes~te obvio, recordemos ~~e cuando hablamos de fantasmas conscientes nos tefenremos a una construccton ideica a la cual el fo mimw da el ua'tUB de fantaS11111. .

136

a ,ellos i.Uii~?~~ 'e~ la conse~enda de empobrécer peli8rosamente, ~ Íuic~~.; lo; su ~roi>:~ capital ideico: conocemos el Silencio que, por :un proceso de·

· · conWnútacion, puede ·Jnstalarse ·en una sesión·si el sujeto ha:decidido así · fuese sin sabedo abjertaniente; no pensai en deterrt)inada idea o áco~te- . ' cfuüe~to del que rio :quiere hablatnos. Agreguemas que. ti1 es la única razón. ". qúe nos autQrjza a recórdar al sujeto que la experiencia P!esupone el respeto, ·· de· un pacto ·por, el Cual se; ha comprometido . a hacer todo lo posfüle ·por poner. en palabras ~ totalidad de sus pensanúentos: pero. aún es preciso .

·saber respetar Ja· distancia que· separa la mención de ese pacto y una·actitud · que despoja· al sujeto de tpdo derecho a un pensamiento autón()mo, y hace d!l disCUfSO. del. analista Ja "novlengua" impueSto:a·todos aquellos que ha."

. b1an vemdo ..;..ifónía del deStino- a pet;lirle .que los ~yudara ·a 'reconquistar · o a preservar ese derecho. · · · . . ..

Sf es verdad que eti el registro del Y() la posi'bilidad de fantailmatiZar presupone la de mantener secretos esos pensamientos, la pérdida del dere- '

. cho al secreto supondría, al 1adp de· un "en exc~so" por reprimir, un "de. ?'eno~" ·por P-'..nsar: dos eventualidades que· ·ameriazan volver. igualmente unp()Stble 1ll actiVidad de pensar y, con ello, la existencia misma del Yo.

. . ·. "Podér pensar ~crétaínen~ en una n~be rosada'": en . una primerá fase· del funcion~ento 'del Yo, y a lo Jargti de cieit • _ meptos de su acti-vi~ad, lo esenciál de . este enunciado' recae sob~ ·e · ...,., - . no sobre el complemento .de óbjeto. Por no sáberlo, se afirmara l que "rtube" está allí po~ el pecho, "tosada!' por la corbata del analista, y "secretamente,.

· para expresar sµ :résistencla o .las tendencias autísticas de Su pensamiento. · · La brillantez interpretativa del contenido manifiesto' viene a encubrir

]a.totat.ignóran~ de lo que se mueve en el fondo: este. tipo de iirtetpreta-' ·. ciÓf!,, po~ .poco,que se la aplique sin discernimiento .Y de manera g~µeraliza·

da, en. c1ert~, n'Úmero d~ casos no hace más que repetir una misma violenCia . · ' abusiVa impuesta ya al sujetó, y prueba que nada se ha comprendido' acerca

de lo que éste·· anhelaba· poder. hallar f'mabllente en .la situación analítica. Esta ~rdera. eneuentia clrcunstancias a~enuantes .en tanto que: el analista 8e acantone en el registro de la pura neurosis3

: es cierto que, eri este caso, lo que casi siempre . tiene· valor de mensaje es el contenid.o ·del enunciado,

. y lo que debe inJetpretarse es el ·"nube ro8ada'~. ,fero esta opción s610 se· Justif!c~ por· el hecho de que, la mayoría de .las veces, la. neurosis p~fte al SUJeto preservar. su. derecho a mantener pensan)iento!I secretos, derecho que·ni si<¡Uiera pienia terier que discutir·en tanto que cobra para él la fonna ... de lo "natural"; de ló garantizado-a-priori, de un "bien" 'que no presenta. ' problemd y jamás se halla en peligro. · · . · . .

· ,Sólo. cqti' la prósecuCión de la experiencia y en momentos 'particulares · d~ ésta; ntmca en forma continila pues ello la volvería insostenible, com· . ~reñde~ que'. la' Singhlaridad 'de dichi experiencia y .de la relación .analí· · tica no ~te~ne. tante, como lo creiá, en el hecho de tener que expresar · · pensamientos o afei::tos«lue nos conciernen, y no recfüir núiguna resp\lestá.­~o ei):eSa .extrafia· conminación "interiorizada" qúe lo. ~obliga" a hablar· ·como si estuviera despojado de todo derecho de elección sobre lo dicho y

. ·~·.· . . . . . . . . .

. 3. ··Pero ad~rnáS ~~.P!eclso .tecoréhr que esa •.Pureza;' se está haciendo rara.

137

Page 72: El sentido perdido Piera Aulagnier

lo 11~ diéiro~ sentimiento transitÓrii:> que sólÓ se presenfi:' e~.üieterntinad.0.s : hitos· decisÍvos párttetilares defrecorriilo aiUlític.o, ·pero ~üyo .alean~ y

. ri~sgós n~ liayqµé $ube~; Eri efeeto;.Ja.pr~iléia-Y.:el·te~or:_de una­p~ba semejanté son :i;esponSá.bles ~l.exceso de· pasión ..:...amor u odio~.: . ,que de pronto p~ede rut~ írrupci(>n :en la: rela~n,a.tjaütica; Morilentos de. ex..:ésóS méV;t:ables que, si llega: uno a superarlos. '¡>Ue_den f~c::ilitar .la. cónti- :· nuaci6n del recorrido; pero también~ a Ja in~sa. fijar a ambos partiéipante~ e~ ~un statu quo mortífero. Despóse~6n que representa ta: fOrma»úlmna:. de'

Ja dependenciá; el. SÜjeto en análisis ·sólo.puede soportar lá existencia de ese. riesgo porqué logra racionalizar 8u consecuencia apelando al ~iiuelo trans- .

· ferencial, que hace de rioso:tros los depo&tarios omliipoterites de un ... se~ ·creto del secreto" .. J>aSa:mos a ser aquel que supuestamente es él único en saber por qué razón secreta, piensa él ial~s pensm:iuentos: 'todo aquello qúe

. fue desérlto y · añalizado con. los ténninos de dependencia, .regresión, frus·

. trlción, no recipn;>cidad en .la sitÍlació.n ¡má}ítica. encucµitra su ~usa pmnera · cµi algo que: equJ,vocadamente .es: p~tado ci>mo una simple c9Mición, ·técnica, Olvidando lo q~e 1a "ley'; ®Iaasóclaciónlibre &upondrfad,eilept; . de ina.sumible> de escaridáÍbSo· en. C.u$tqiliet otra situaéión; Si~~- ~ndi-ción es efectivamente . necesarili.; y éste es· et ~ •. riuéaira pri:rnénfiar!'ll debería. 1er no ·olvidar. n"uac! que ~Ua rei>~senla ·i>ára nuestro uaoájo Un: . aliado indisp~sable, pero un alia:~ó. &empre pr~nt() P!lfa cambiarse .. de'. chaqueta y pasarse a otrQ bando: si el sujetoJascinádo por:la, puesta en.

. Silencio de ·su propia aciividad de pensar so abandona· a la posición de .limi- · . taiiie. a. reflejar -lo que ya fue pensado ;por. el analiSta;. si' Se contenta ~ñ . repetir nuestras formalizaciones de. su ·mundo psíquico y coi;\ no hablal: . ah.ora Sitio el new slJ.eak pregona~ pór lt?S diferente,s_'~¡utidós'' anhlíticos, . habremos. transfonnado. en su. co11trári.o/ no/!!ns v.Olens; .·una éxperienciil. que pretendía s~r desalienante. · · . ._ "·~'·: . · · . . . . .. Puesto que el neurótico .. casi sie~pre. consigue no. encerrai'sé; y no. en~

'ceita.mos ~n ·esa tranipa, pero tamb~ po~ué. co~!i o_culta.nie·:y. ~; . tamos que de hecho hemos caído. fotal' y definitivamente .en ·ella~. él ~-: . &ta,-en t:áñto que no ~ ~ fre~te. a ·ti. psico8fs; pt.iedo. creer.:_como .su: prjiénalre,. en Ja "natUralidad" y en la Omnipre5encla •de.~·· p9siQiJidad de .. 'pensa.r :steretamente. Lejos de ~~otéar: ·et:: probl(?~~ · ~ preten.dida -~ . "iiátur3Jidad" Jiabr(á debido· ha.cer que nos preguntáramos·ª qué necesidact: Vitíit: ·responde', lo c\lál nos hubiera: penmtido vei alg-0. que ;sálta a los oj()~~ 'é¡u~ ·su. _p!Srdida .. éltá en el func1ament0 de la psic~, cil.Je ~ntra: s~~ éonse.; cuencias trata de luchar el delirio. . : " .· . .· . . ·· . . · · . · 'i · · r .. ·· , Hay que dai priJebas· de una extraña· soiilera: plim éOm.pW el ~scurso ·

1 ~esqilttofc~nico con Q~ discurso que:pabna'"hecbo'UJ)a:reir.esión'' ª.~ es7 ¡ .tado ·de. JibertaQ absoluta, que habna rehu~dQ todo·.obstáculo·semant1co. i .:¿Jtxplica el exceso dt!l· lihertad la tan grande .fr(tcuencia de ese 6onjuritó .. de · .. ¡. trast()mós que .se iffiPooen · a.l ·sujet~. 'en .hr f?i:ma Mt~bó qe· sil ~e~cr~to, : ..

\ de~~ toinp~si6n a no- pensar··~· que. 1de.. as: fuente de. sufrimie_nto. : der_, :: vac10 de- su . pensamiento o de su · mt-Olerable tr~árencia para· Jí -nuraaa.. ·.·

i de~ tos otros? H¡iy qué hacerse tambiéÚ urui ~xtráiia i~eil:de. Ja )iberta~fy \ _de. lo que quieren 4:cti: ,pensamien'?. ! lengu;a,e:: TilÍJlJ,ién ~qui la psi~od.8 .. \ nos .·ofreée· una aµipliaeton ma1<foscop1ca de:~ tipQ de ·fenom~nos psí<¡w~.' \ cos. qlle, fueta de ~ qampo, sólo aparecen bajo •Una fornía mucho. más

. :. . ', . . . ' . . . . . .. . - .. :

·.138 .· ..

. · .... -

. ~retay ~iiréiai. :_ . .. . .. · . . . . . . . . .. .

. . · Si nuestr~ ~ábajos aportaron álgo' .nuevo ~cefea , .. dé la· ~ctMdad de peiisar, es por.q1,1e nos pareció que.a p;irlir de lo que bl psi~OslS .nos enseña podemos. espem._· éénpprender las coitdiéiorie& Y' pi:~~ptíesfos que perrnitie~ . ron a:I pensamiento y al diséurso rur. los otros escápar -l;le ·,ella. Mientras ·. nos acantónemos _fuera del. campo ·dé la psicosis~ am.enázan :quedar en la .

:·sombra las condiCionesnecesarias pára.unfuncionaníiento. no:psicótico de la .· actividad de pen.saf y~ por lo tanto, tiel Yó. Hay que. sabet'escúchar a aque.- .·

. ?.os para los cua}es tales condiciones jamás fomiaron parte de un derecho · adquirido, y ·menos a~ "natural", P!ll'a advertir la fragilidad de los cllnien- ·. ·· tos y de .~os fundamentos· de nuestra Tazón,Ja 1u~ qúe 1Íl' apropiación y · presetvacion de ese derechorepresentarpn para todo Yo. ' . · . . Mientras el analista indague la función del pensar seci:etamente en el

exélusivo Tegistro de la neurosis; no advértirá sinp su testilfadó ~ás aparente, aunque_ :tipnbién él_ esencial: penni~ que el Slijeto ·fant~átiee sin . tener . que hundirse en el süefio o sin.tener que pagado con úñ compromiso sinto­mático. Se le eseapará otra condición que hace posibie .esa función: es · preciso que pensar secretamente h~ya sido una activiqad autorizáda y fuente

·de placer para·que Ja fantasmatización diurna se incorpore a·.esa experlen· · .cia y no lO inverso. · · · · · · .. · ...: .. ------- -~-..:. . -... . , . . La ~osibilidad del secreto forma parte de las condiciones q~e penniti· : ra:n al. SUJeto, en ·un segundo momento; dar el ,status de fán~~a 'a algunas . de sus constru:ciones jdeicas que por este hécho él düerencia de1 conjúnt!'.L de sus pensamientos: el fm y el placer que espera de. ellas serán igualmente . ~erenciados •• él.pensamiento actuado y el perisli.mi~nto- .qµe halla en si •.

.inismo su p_ropia .razón de ser podrán quedar separados. ·· · . · . · · . · . · · · . • · .. . · La psicos.is nos_ muestra qué sigriifica para·e1 Yo no poder c<>ncedér ya . el status de fantasma a un pensamiento, no poder separar ya: 10 que es tal de lo que no Jo es: las razones de esa imposibilidád no p:uederi ser reducidas a

. . Ja pérdida del derecho dé consex:var pensanüenttis secretos4 ' pero eniende· ':;:-mos· que la: defmiciói1 del témüno fantasma. (o:üúalqú•~r.equiv~ente prof~-. '· · ; ·no). ~~e .como. una de ~ cualidades inh~rente'• a dichá entidad psíquica . . ~·.la posibililhld de~nnail~r-~creta. De manera mlÚ!·general,:diremosque '.: <lebe poder·p~ un pJacer de peD$aJ'. que no·tiene más razón qué el . pino placer de crear ese pensainjento: su eomunicáci4Ii eventual y el s.Uple-: , mento .de placer que .de. ello puede i:esult~ deben resultar.facUitativós, · · ¡. · · · A.l ~do delde$eo,y delpláeei ligados a ~cóniu.ni~ióil~~lospropios·: : .pensanuentos, a:I_Jado ·del placer solitario que resulta del fantaSi:na erótico ' debe ser·pre$erv~do'un placer vinculad()~ la presencia de peDSamieiitos se: ! C~etós que, por -~u~~ nó a~omP~iln ni apuntan al plii.eey de una zona érógeJia . ¡ . ru: al placer ~rgasm1~. 81 es cierto que poder comunicar los pensaÍnientos, .. · • ·desear hacerlo,.· esperar .una respuesta a ellcis . forman parte del funciona~ · · : .. rnÍeJ1tO 'psíqüfoq .f: COllStitu}'.eh SUS condiciones vitales, támbien éS ciertó . ; . que pata:l.elamente debe coeXistir 1a: posibilidad, Pl!ia el süjeto", de crear pe~i~ntt>s cuyo único ~ séa. ap9rtat, al Yo que kis pieJ1S8, la p(Ueba de

'4 .. • . '. . : ,,. ·'·.: . ,· . . . . .. :- . . . . . . .· Este deré~ho no tiene- n¡ida tjue:ver coii fo que·Uamamos retiéencia ausencia de

. comuu_icación, Y: menos. tóqavía :Con la. orden de canar. que apare~e en ciertás formas. de delirio. ·. · · · · · · • ·

' ,· .

139

•, ..

Page 73: El sentido perdido Piera Aulagnier

. ·la autonoínía . del espacio que. habita y de la autonomía de una función . . pensante que es el ·único en poder asegurar: de allí el placer senti~o por el Y o al pensarlos. · · . . .. . ·

· . Pero para compiender el rol y la riecesidad de esa actividad de eclipse . y hasta ptJ.ntual, es preciso trasladarse al drama jugado en ~e lejano. mo­mento en que el Yo debió apropiarse los primeros rudimentos del lenguaje.· Aquello que en el adwto hace las veces de ~versión~ de resabio deljuego

. infantil~ queda enf0nc~ alumbrado por otra luz y revela la razón.secreta y olvidada de su función.· En el registro del Y o, concebid() por nost>1r()S como · agente de la actividad de pensar y como Ja instancia constituida por los pensamientos que la piensan y la "hablan". y por las cuales ella se piensa y . se "pone-en-sentido", debe resultar posible una. piiJna de placer muy parti-. cular que no tiene otra causa ni otra mira que probarle la permanencia: de un derecho de goce inalienable concerniente a sus propio~ pensapúentos. ·

Antes. de cobrar el aspecto de 1o. "natural", de lo "gá:(antizado", q'!e . pennite -como antes dljirnos- que su presenCiil no constituya un problema y que se olvide que ella· fue el problema esencial del Yo, tal dérecho de gozar de la actividad de pensainiento fne el blanca de ú~a lucha én la culd · la. victoria no estaba asegtirada en absoluto. · ·

En un libro reciente, cercano además. al punto . en que. se encuentra nuestra reflexión, analizamos extensamente la organización del "medio psíquico" en el que et·Yo ·puede advenir y las cóndiciones re8porisables de. sú a:pelici6n al delirio5 • Rogamos :at lector q~e se remita a ese texto. tas reflexiones que siguen, relativas a1 papel desempefiado .en su época por el · "pensar secretamente", no hacen más qu.e delinear el marco e~ cuyo interior . prosigue nuestro trabajo sobre el análisis del Yo y de fa actividad de pensar .. ··

. . . . Extraídas de una investigación en eurso, itates refleXiones .no pretenden . llegar a ninguna conclusión áprestirada si,ho que ,ésperan facilitar al lector.y . a nosotros rliismo.s 1a continuación del caminó. ·Agreguemos que tenemos · · la alentadora sensación· de q'Qe én ·· eSte óltimo .decenio, y por parte. de : diferentes autores, se produjo cierto. puntó· de V:ini.je, d;\scretamente pero.· no con menos.eficaclá; en la investigación analítica: la actividad de pensar, · qué quiere· decii penSm-, bajo qué ·condiciones s~ejante actividad resulta posible y pensable, ·son cuestiones que ct>mienzan a oeupár el frente de la : escdná. Por cierto que queda por recorrer un largo .camino; pero nos parece de. b.uen augurio para. el futuro 4e riuestrá disciplina comprobar que lejos del ruido . de •las nuevas modas ó del taciturno. machaqueo del dogma, co-.

· mien".za a descifrarse una vía a la cual, eféc'Í:ivaménte~ sólo la obra de Freud po.día conducimos pero que él llÜ811l;O no había aún recorrido. . · . ' · . Parale:laniente 31 interés cada vez más acentuapo que su$ci~ los casos llamado·s "límites"~· ciertas comprobaciones. elínicás y .sus insiStentes repe­ticiones-.comenzaron a despertar interés.- · · . . " .

Entre ·ellas, . hay una qué 110s parece haber jugado up. rol determinanté · en esta nüeva vía de enfoque del funcionamjento psíquico Y· SUS•enigmas: · ComprobaCión que impuso a los .más avisados, o a· los más lúcidos, una revisión; difícil en todo sentido, de Jo que .hasta entonces habían sido los criterios de .Jo. aníilizable. ¿Sé debe esto a que, pasado el tiempo, nos hemos

. 5

• La ViÓlenc~ de t'interprétation. Du fJictogramme a l'énoncé, P.U.F:, 1975.

.f40

· 'Vlielto más :e.xigentes o más c:tam'id~tes?' ¿Se debe .a Ja extensión q~e cobi-¿ ~ d-:man~ de·~ ¿Es M.t~ón .del ineVitable deterioro que su vulga- .

· nzac.t~n hizo sufrir a una parte de los conceptos freudianos? ¿O hay que ~tn"butrlo a causas cuyo papel sólo .más tarde se hará evidertté? Hoy es unposfüle resp()nder, pero un hecho se i:Qlpone a todo análista: así nos viéramos confrontados e~ la forma más pUrá.de neurosis, así respondiera el sujéto, en el plano sintomático, a los criterioí más f'mnes de lo analiza­ble; esto· no bastaría .para garantizar que Ja. experiencia pueda llevarfo más

· ~,de .una. sedación de los Síntomas, es decir, al útlico punto que, y con motivo, puede representar la ineta- del proyecto analítico. · · ·

La poSI'ble tealh:aeión de ese proyect() muestra· que ella depende de un factór que ya n~ puede ser enlazado a la nosología, por psicoanalítica que ésta. se pretenda, sino que. es función de "algo" diferente .cuya intuición ·" acabaron por tener la mayQría de los analistas, pero cuya conceptualiza~ ción sigue siendo diffc.ü a pesar de los áportes que en esté dominio debemos a trat,ajos recientes6 ."Personalmente, sabiendo que ésta es sólo una primera etapa, pensamos que el análisis de .ese "factor", del cual depende, no lo ol· v.idemos, no s6lo el po81"blé éxito de nuestro trabajo de analista.S sino tinte todo una. comprensión, que ya no se contenta con palabras. de las fuerzas psíquicas .actuantes ~ ambos participantes en la. parte que aceptan desem­p~ar, deb.e favorecer el. análisis de la flinción del placer -y, en con8ecuen­c1a, del displacer- en .sus creaciones. particulares llamadas pensamientos. , Para el analizado y p~ el analista, el trabii.f o psíquico que ei desarrollo y . , el éxito de la experiencia exigen sólo puede sosteners.e · si ambos pueden · hallar placer .:..1o cual no significa, muy por el ·cont,:aiio,, que su opuesto esté ausente- en esa creación de pensamientos que se denomina "análisis".

El término creación d~be entenderse aquí en dif erentés ruveles: · ' ' - creácifui por el analizado' de una nue:va veiíión de su historiá singu-

. lar, ·versión que nUJ.lca ·existi6 tal cual an~s del 3Jiálisis, en ningún recoveco · de lo reprit1Jido, y que, sin análisis, jamás ful_bría existido bajo esta· forma; ·· · . - creación por el. ahilista que; a J_)artir,de Sil propia conquista teórica,'. de su saber' relativo a tá psique y á ~funcionamiento,- se descubre.cons- .• truyendo con el otro algo_ nue110, algáine$peradó; ·

- creación por los dos participantes de una. historia concermente a. su relación recí~a -lo. que podemos llamar.Ja "historia transferenciát"­que les revela una de las po81"bilidades de.las que· en ese registro éran·potta-. dores; . . ·. . . . . . . · · . · · . . ~ creación, por último¡ de un objéto psíquico que. no. es otra ·~ . que.esa .historia pensada y hablada que se establece sesión tras sesi6n;Acti· vidad crea~ora que enséifa a un~ y eonfirina 81 otro que toda paÍábra exige . )a presen~ &:·~.voz y de una escucha, y que es preciso aceptar esa parte de dependencia recípJ!:>ca propia de toda relación humána. A lo cual se agrega l.~'.s¡gtliente:nada puede ser creado sin.que sea investi~a la suma

6 · :Pen~~; en pantciilar, en.lo~· trabajos de Winni~tt; Bfon y, más próxfuto a :nosotros. Green.· . · · · · . · · · ..

1 :m. ~u~ódíc~o. '}to-saber" def~sta nos pare~ un sfogan que Ji~ p~dfdci su· · atniCtiVº· S1 ast no füera, esiienunos contn"buir a la deinistificaeióri de una consigo

, . na.que pone .de manifieS;to ana gran ingenuidad, o una gran deshonestidad. · · . ·. . . . .

14i

Page 74: El sentido perdido Piera Aulagnier

de. trabajo que esto exige; mietÍtrás ~q1Je eii'. preci$0:ieconocer . que ·1~ propio • de toda creación es encontrar un "destmo~ .que el autor nunca poc1tá decidir. apriori l: · :: · ·· .. · . · .... · · · .'~· ·. . ·: · >: . :· · : · · Esta prueba; qúe no carece de .relación con 1a asunci~n de 1a· ca&tra­clón~ a veces páliece inaceptable para er analista; wmsfünnar el am.illsis

. ~n una.relación iµtenninable y al analizado en un ádepto fielc~Y.0.$ pensa-.. mientas futuros se conocerán de- antemarió, pueh10 harán: IriáS que· repetir. .

· io que sé le indujo a penSa.r, son dos ~s. de esquiviirJa;· .. _ . ~ ·

. : : ~sie ~conjtnto de ~cota~ion~s .· ~i;f~ : ~;e_~dad :'tkl ~~aj~ d,e . _. pens¡múento en la situación .analítica púede. parecer aJena· a>n~estrp propcr, sffo •. En .realidad,. ellas tocan inuy: de .ée.re11:·a nuestra.pregun~a $obre .el.

. peÓ$3miento, el pláeer y Iá. n~eesidad qeLSécret~ en tanto que a~toconfir• . . níación . que se da ·el. sujeto del .dere¡;ho -~.goce del Yo sobre su pr()pia llctivi~d:ae pensmnien,to.· ,.. . . : .. _ ... < . · · _· · · · · . . · . . ·: •. . También · nos penniten .cú:cunscrll>ir m:ejor la. p~doj~~ que ya .sé había_..

: . pte.sét .. :ido: si pe'risal secreuim~nte es i!P.a- necesidad Pára el f~CÍOJ>ándento . . ps(quico• del Yo~ y si. el "deéfr . todo'~· "8 una exigen.cía dé~ -tPJbajp llll:alí-. tiéo,. ¿cbmo éóiic& estas dos cortdiciQnes con.tr~~torias? · · · · . · ... ' . . . . . - . ··-·.·: '· .·.·

·N~idad y 'furl'ci9ii del d~techo 81 sé~eto : , · · .. ,_ .._ · · ... : ·.Ai\~~Íii;rr las 'ie6rías sexuaies:iriran~~.~fr~uddeinósir6 elpipel

· deC,¡;.iv.6: qué· para el penSámiénto-. d.éi: 1Üílº ju• el desqubi,imieíi_to . de la._ ·, menilia::Presente en la respµesfa: parenül_ ~-s\I. ptegU.nta_ sabré el origen. • · . ·: : · · A nuestro parecer, el descubti:mierttó de tal inéntjra conduce al niño a · ún· segUÍldo descubi::Unientp, fun4amental párá: su ~suucturación: Ja ·propia· posibiliQ¡¡d •. de·ri)entir, es deéir. lá posibilidád de.!lSConder:al O~o.y a los. otros· \!Da. pa~ de ·sus pensaniientos; la· :de. penSar lo_ ~e· el Otro .. no sabe · que uno·pie~a y lo qúe ~ó querríá qµe unO: pe~~ ·,'_ · · . : .. · · : < .', .. Enunctü:: tina· men~ es enunc~ .. u,n .. p~nsan'liento del: q~é uno; sabe .

·.:'c¡:úe .·~~.:ta. negación de:·oti:o mantenido. el} se~reto.; Desc\lb:rirsei ca¡>llf ·de : " mentir~ !lescubrir que·: el . ()tro puede· Créer el entµi~do .mentiro!IO~ es algo. , ·. q~e::· ~sta ~·primer. góÍpe ·Y :t1un~ién. elm~ ~~-a· Ja. cr.eenc~·en la. om~ . nip9tentjÍÍ:. parental. En; ·ou~· parte.:· d.e111o:s~0s, 'que el' de~uQrimien~Q · :de que ~t ~W:so pueclé. decb::to -ver!iader~ .-0 ló :falsó es~ 'páta el niñº· taµ . ·esencilÍI eon:io él descubi'imierit(»fle la. difer~ncia;.de sexos, de lá:morl!llidad.,

.. : o .dif los Jfptlt.~s del pod~:r qel de~oe. '1'.31 d~b~nt<) ló ó~~ ~-.haci;r.:' -_· suya la P.~ueba. de la duda.,.· qu.., ~- impon~ recono~·.que la: pahtPI,ll ~ · . ~ ¡mW;da, .iriá$ vª1onzada, i haSta. ta . qu~: se- t~ibe: ooij. el placer_ más SnJri dé:f~' · .:-Í>~edQ' revelar· ser . ulla. met,ttir¡¡~· reeÓn~tmre.nto. qu( JO.':dejá. ,lie~do ·p¡µ-a ... · idempñVfi:ente ·ai)engilaje, '.del qú~.$ ero,~ lia·'apre11did(), .l.lna ·vez,· . abandonada .Ji ilusión de lá- fUsión de: los espacios Corporales; que' es lo. . dmoo :qu,e' :-p~ede .' a~eguraÍl~. q~~. &epaiación:nÓ qUi~re qecit ·aishllajent~;:

.. ·:y que ahnenos en el registro dé·ta voz y de la: ~scúcha·é~ posible.u~~;,'.

.. puóde· ~arse uria reullión~ .La certez.á. que cónstifiiíá el pá~rilrionipi:le

... l~s corutfu.eciOries"(lé lo orlginarlÓ y de:lo pririlano. es ·sus:titiü~,:-~n., el : . regfstro d~i .yo, por ia· iicí:P:osibilidad de esquivar la pruelj~ ~ la: ducJa,;; ~Qr¡f

.. · c.f. iA v.wú~~~·aú~mte/p;¡,ªti;n. . : .... ¡· .· · ·· ,,. ... . .

...... : .. "' -· '. ···, . '" ·. '

.. •.

•• ... ~: ·:. ;. ,!,

·bien: si. ellengu~je. ei poder de ~ear pensainientos, el dese~ y·la n~cesidad de comwiic.ar permanecen no sólo investidas sfuo que .además, van. á ubicarse ·

· entre los "bienes" que el Y Q ptivile~á cada vez más, es porque como . _contrapartida .de ese conjunto de pruebas el Yo, ante la adqui~ción del .· . lenguaje y ante sus primeras construcciones ideicas9 ~·descubre los límites .··

que en ese .registro es capaz· de .oponer a la fuena dé::érracci6~,del deseo materno. · · · · . · · · . ·· . .. . . ''"'-:::~:;~::::;.;~;.:'./ . . . .

En ~a fase en que 8u ,vida aún perníanece dependiente de los cuidados . del exterior, y en príiner lugar.de la madre, en.tma fase. en que el mundo que lo.rodea comiel)Zl!. á de\folverle 1á imagen de su dependencili·afectiva; la prueba de. to· irrisorio de su poder y ci.e los. límites que por todas partes . cercan su ~seo, el niño se da cuenta de que sin embargo está. en su poder crear "objetos". -pensamientos.:... que sólo .él puede conocer y sobre los éuales logra negar al Otro todo derecho de fiscalización. · . · . . ·

: ·. El investimiento y lá instalación de una imagen unificada y singular del cuerpo propio. tienen como presupuestó el reconociinientp de la aut9- .

. nomía y de. la unidad del "lugar .. y de la "función~. pgíqú.ícas enlos cuales: y gracias a los cualés ptitiden penSarie la unificacióri y la autonomía, tanto· · ·del cuerpo -coiµo del Yo. Del. cuerpo; el Yo s61o-. conace en realidad la \'-. representación. que de él· se forja graciás a lós pensamjentos por los cuáles"\ [ lo piensa y· se piensa, ilusoriamente, com_o único habitante de ese esp~cio:· 1 \ ._ por eso· no. puede existir :una :iniágeri unifi~da del cuerpo, ni una imagen t/ que lo repres~te . ~omo espacio separado y diferente. del cuen>O del otro,. 1 ¡ . ni. como hábitat ·autq,nomo, si esos~ cuatro atributos (uitifieación, separa~ /1 · ción, autonomía,· diferencia) no sori. reconocidos como parte integrante f · de la instancia psíquica que forja lo que llamaremos "cuerpo pensado". 1

. . Tal vez sea útil recordar que lo que denominamos_ áutonomía o~li-. · · bertad del peilSamiento de hecho representa, para .el Yo, la única condición ' que puéde m_otivar y justificar el investin:tiento narcisístico tanto del tra· ,bajo de. puesta-en-sentido .que le in9uínbe como de ias producciones. que

, de él resultan, .El pensamiento es irivestido, ante. todo; en .cuanto creación . ·que uno debe a sí mismo; nada cambia ·ep esto el hécho- de ·q,ue se trate:qe · un pensamiento de otro. Obligar ·á un sujeto a no pensar más que peÍlsa-: ,

· mien~os impuestos, así· fuesen los más idílicos o los más risueños, hada· tmposible todo placer para la íÍlstancia pensante (el Yo).- o entonces; si hay·

. placer, eS preciso dar intervención al placer que puede acompafiar al silen-. cioso asesinato de la propia aétiv.idad de pensar. . · · · . . A esto se. agrega otro factor: en la_ relaCión madre-hijo., será .. en el re-

gistro. del pensar que va a horarse ·una lucha decisiva concerniente a la ~cep­tación o el rechazo, por parte de la madre,· del reconocimiento de _la 4if e- : .rencia, de la singularidad, de la autonomía de ese nuevo ser que ha fom:iado • parte . de su propio cuerpo,. y que en efecto dependió totabnente de ella para su superv'iVencia. · · ·

Dejamos _aquí ~e lado las formas con las cuales puede manifestarse su

: 9 Cf •. al respecto el artículo IV d-~ nuestro libro. Recordemos que bi aceptaciói;i : de Ja ley del discurso por. el sujeto deja lugar, sin embargo, a una parte de auto-nomía y de libertad. · . · . · · ·

143

Page 75: El sentido perdido Piera Aulagnier

teChazo1º y las cOnsecueri.CiaS de éste, y nos timftamOS a considerar e} caso favorable en que· ella ·es capaz de reconocer el derecho dei niño a no repetir ningún "pasado" perdido, sino a proponerse como posible origen de. una nueva aventura, de·un destino desconocido e :imprevis:t'ble.

Si esto es lo que sucede, la madre podrá aceptar entonces el no saber siempre lo que · él piensa, el pennitir el juego y el . placer solitario de un. :pensamiento fascinado por el poder que descubre poseer y por las creacio· nes que de él derivan. Pero aun es menester que los dados no estén cargados: esa ·oferta de h"bertad en realidad no tiene que venir a probar a la madre y ¡:i. sugerir hip6critamente al niño que darla rio significa ningún riesgo, ya sea porque dé todos modos se adivinará lo que él piensa "verdaderamente", ya sea porque sus pensamientos no son más que las ridículas y nuevas futi· "lidades que han reemplazado a las viejas. El derecho a mantener p\W3.Ínien· tos secretos debe ser una conquista del Yo, el resultado de una victoria conseguida en una lucha que opone al deseo de autonomía del niño la inevi·

'. table contradicción del deseo materno a su respecto. Contradicción que , unas veces le hace favorecer el alejamiento,.~ independencia que el niño

\ .i demanda, y otras tratar de retardar. ese momento ••• E$ propio del Yo no !;\ ¡', poder !1Unca sencillamente esperar que se lo haga ser, sino tener que llegar

1

:( iJ 1¡ a s:rlo en .una situación e~, la cual el conflicto jamás ·está totalmente ex­. ¡ : cluido. Se trate de su relacion con otro o con otros, o con esa parte de su . ! \ propia psique que siempre escapará a su jurisdicción, el estado de paz es

· ' ' un estado transitorio. · · . ' · Tener que pensar, tener que dudar de lo pensado, tener que·verifiéar·

lo: tales son·ms·eiíiencias ·que el Yo no puede esquivar,el precio con el qué. paga· su dereého de ciudadanía en el campo social y. su participación en la

. aventura cultural: Pero aún es P'.!:eciso que no se le impida enconti;ar mom.@­tos en los cualet puede go:a:ar de un puro p1acer efllazado a la presencia de un pensamiento que no tiene ottá meta que reflejarse sobre sí mismo~· que . no nec'é"Sita de la duda ili de la verificación porque no se dirige á ningún destinatario exterior, ,pensamiel)to cuya sola mira ·e1 garantizar al sujeto la

. ex.istencfa de mn prima de placer ligada a la actividad de pensar en sí1 1 •

Pronto aprendió el Yo que pensar es un "trabajo" necesatjo, pero un trabajo que supone muchas· pruebas, fuentes de' displacer, trabajo que le deja muy· poco respiro y, heQho más grave aún, cuyas. c~nsecuencias raramente puede predecir. · . . ·

Una de las condiciones -no la única, desde luego- para que el investi­miento de esta 1,1ctividad se mantenga, es que el· Y o pueda preservarse el derecho de gozar de momentos de placer "solitario" que no caigan bajo .. el golpe de la proluDición, de la falta, de la culpa. A la dura :manké que impone al Yo aceptar la ley del discurso que permite á un sistema cultural y a un sistema de parentesco tener sentido, ·que le revela que el mundo sólo es modificable a muy largo plazo y muy parcialmente, que le demuestra

. que su mundo psíquico es iguahnente resistente y oscuro, el Y o debe poder

1 0 Las hemos examinado extensamente en la parte de nuestro libro consagrada a la psicosis. ·

11 . Volveremos sobre Ja diferencia radical que separa ese píacer autónomo de lo que . llaman un pensamiento o un placer autÍStico. . ·

144

oponer, como en su época al poder materno, la inalienabmdad dé su de~cho de goce. sobre algunos de sus pensamientos, su derecho a pensar secrei~ mente y a sentir con ello placer. . · · . · · . . . . "Pensar secretamente en uná nube rosada": también ~quí el análisis ?os revela que algo que parecía un acto psíquico gratuito, irrisorio, resto m~antil y a veces avergonzado, fue y sigue siendo, para la actividad psí· qwca del Yo, un acto de h"bertad duramente adquirido y ún acto que re· sUlta, para el funcionamiento de esa instancia, tan esencial como el suefio para la actividad psíquica.

,

La paradoja o el aprendiztje de ~ alienación ·

Un análisis a fondo de lo que llamamos paradoja inherente a la situación • ana1ítica, exigiría que expusiéramos nuestra concepción. de la actividad de' pelisamiento en la ·psicosis y que por otra parte analizáramos ta relación entre placer Y pensamiento en el .registro de la sublimación. Esto nos lleva· ría ~asiado lejos: contentémónoa con seftalar que ese proceso no puede definirse simplemente como un camino ofrecido a Ja elaboración de un ma­terial fantasmático, escapando con ello a 1a·represión; esa elaboraci6n y el placer resultante. de~efian un papel," pero no son lo l1nico e~ juego. Lo cual no n~ impide ~ que no existen en y· para la actividad psíquica act9s gratuitos, es decir, actos que no apunten a una prima de placer, er6-ge~o, sexual o ~cisista. El análisis nos prueba que, paralelamente al placer erogen~ o sexuál y.~- placer narcisista tal como puede experimentarse en. · la relación d: prestigi~, de dominio, de rivalidad entre sujetos, existe una -fo~a de acttvidad ps1quica .que va ac~mpaf'i~da por una prima de placer narciSista muy particular: prnna esencial para el Yo si se consideran las consecuencias de su áusencia. Este place:i: dependerá del modo de inveStl· ~ento entre el agente pensante. y los pensamientos. Este placer -qile es de igual naturaleza que el que puédé acompaf'iar al pensar secretamente- de·· be ser diferenciado, como él, de lo que se defme con el téimino "autístico". Dos caracteres lo separ.m. de étte: . . . · •

- por una parte, su aspecto transitorio y. sobre todo no contradictorlo • '\ · ni ·co~ctivo ~ una exigencia de Significación compartida y, por lo tanto, ) · de. C<>Jl":unicaci6n, que no s~lo persiste sino que es favorecida pór los mo- · ! mentos de. tre~, de suefio, de creación 12 • No hay níriguna Similitud entre . 1? que puede repre~ntar para Cualquier sujeto el momento de paseo solita· ._, no que puede c.o!lcederse a:ites ~e re!DCOf!.trar la v~a ~omún, y lo que repre·, ·

. senta para el ttnstonero, quien sOJ.o tiene esta post'bllidad para probarse que · todavía puede mover su cuerpo, recorrer indefmidamertte el espació paiá . siempre invariable y desierto de su celda; . · .

. -: por la otra, este placer solitario :muestra incluir una suerte de olvido . · de lo "c_reante" en ·provecho de lo "creado", un don h'bidinal hecho á .

ªHis.Mtijestz ~he though~':. Sería e~vocado establecer una analogía fiel; entre cre1:c:ron de pénSamiento y creactón de un nifio, entre el don narcisis~, ta del. autor· en .provecho de la obra y él' don parental en provecho del niño'

·. . pero debe considerarse la presencia de puntos comunes. / '

12 '. Podfíamos decir ·~de recre:i~ón" -en el sentido fuerte: y en el ~tido que te dan 1~ escolares- de su.propio mundo. ·

145

(

(

(

(

Page 76: El sentido perdido Piera Aulagnier

• · : Recordado esto, ocurre q~e para .nosotrQs, fuera.dél terreno ~e la pato- · . .··· logia, no· puede hilber. actMdad de. pe~ si no se n.ic~e p}acer o. se l~, espe­

ra :en recompensa, y que ese placer solo e~ posible · por ~atural,eza . ~,el . : pensaÍniento puede aportar la prueba de que no es-la Sllllple re~etic~on ·. . de un ya-pensado-desde-siempre. ~· compren~ entonces que la si.t~c16n, 3na1ítiéa . si el ánalista no tiene cuidado, graclllS a la. parte de sugestjon de . Tu, qut· ra.' transferencia nunca ~stá exenta -lo. que Freud tiecí~-~on todas las letras-,. puede llegar a imponer al sujeto un_a puesta-en-:e~u~cion·pree~table-

. · cída,' preconocida, "predigerida" de su pr-0p10 mundo psíquico .. Poco impor~ .·. . ta entonces el modelo que se privilegie, el del buen ciudadano ~ el del sub­

versivó sagaz, pues los daños serán igualmente graves. . . . · .· · · . · · .. · ... . · · Todo- pew speak impone que no sq haga otra cosa que repe"! fielmente un ya.dicho, un ya-escrito, un ya-pensado; en este nu~v? len~a1e 1que ape• nas.es un código rígido, quedará llrohfüido y se hara ':111posible que· algo "nuevo" encuentre 8.llí sitio. A pesar del lado voluntariamente oscuro del

· ejemplo escogido, cómo .no· reconocer q~e en muchos aspectos recuerda los . reSilltados de esa suficiencia interpretatiVa· que muestra que todo. aq~ell? que el wjet(,) podría d~C.~ y. pensar es ent~dido como efecto de las il~Stones infantiles · coJno~c~>'müm · . la mentira ~cterística ~e todo ~· ·como m~.ti~~j~(iTónipe-1' . · 1cio. Gracias a lo cual. el analista PQ~,.

. según su eac'u'ela;:.¡~liiil" 6 no escuchar,_ interpretar o callarse, ~guro. ··c~mó ·está d~ q~e. diga el &ujeto lo que 'diga, su única tarea consistú:á en · demostrarle· que : todo ese ruidó no estabi allí más ~ué para escon.der una . historia conocida desde . síempre: .la que contaba Sofocles, a menos que, ·. más afdía, prefiera. sustituirla por un cuento nihilista: . • . . . . ·. ·. :

No puede haber realización del proyecto analítico, m trabaJO que me· . rezca. este calificativo, si l,llllbos participantes no son capaces: de co!fe~ el tje~o . de descubrir pensamientos que podrían cuestiomu- sus cono~n­tos más finnes: esto vale, . por idénticas razones, .taµto p~ el cinalizado. como para el análista, éon respecto a lo que el p~er9 crtua conocer s()bre . sí~o; y con respecto a lo que el segundo. cre1a. al resguai:do d~ la duda

, en su· propia teoría. CQITer dicho riesgo no implica.que éste te~drá lugar,· sino aceptar una apuésta que concierne, para los dos~ a ~a.posesión· de sus. bienei¡ más preciados. Apuesta sólo soste~~le si .se ~enmen~ el d.~seo de,·. favorecer en sí niismo y en otros el surgun1ento de un pensamiento 1'uevo, Esto presüpone que. el &ujeto goce de una libe~d de pe~entó que .in· .. Cluye también la.de mantener secietos dete~m~dos pensmmentost ~o.por

. vergile:óza, culpa o temor, sino ~pte:iie:ite ~rque co.rifirnian al ~Jeto su . , derecho a esa parte ~ autonom1a ps1qwca cuya preservación es .;Vital para .

· ·él. En este punto tropezamos con fa pamdoja presente en Ja si~~ióri ana· · 'lítica: ·cómo favorecer el investimiento de la lib~rlad'de pensar e imponer· . 6 . . . . .. . . ~ .

. la clausula del "decir-todo"? · . . . · . En primer lugar, demistifiquemos ciertas .mcio~ones. que ?º

. hacen máS. que. negada existencia de Ja paradOJa. Por cierto que en J_á ~ mensa mayoría. de íos éasos el. análista ll<? espera ni extrae provecho alguno

·. ·: ''personal.. de lo qué. se. le dice, y es '.cierto que la reg1a del; "decir-to~o." . co,nstituye una exigencia· de. nue~ técnica ¡le?O que en realidad el SUJeto.,

. sobre el divári · es'.él único que· puede d~tjdir si -co~~ pensamient~ secre­. tos ó si acept;l ponerlos en·palab~, y también es .. ciert<> que. el analista no . ~" . . ' . - . ' :.. .

...: ..

. : . . . . . . . . . . . . . . (/. . .. .. . . .

es ni un inquisidor tÍi un comisar:io de policíá y que, una veúecórdada even~ 'tuaimente la regla, sólo le queda espera ló que el sujeto quiera decirle·. Aun .podemos añadir que sólo porque el sujeto sé lb dice se entera él de que

· éste conser1a secreto un pensamiento~ .· . · . ·Pero estas comprobaciones no llevarán a olvidar otras, igualni,ente evi·

dentes. · · · · La prm\e,:a ·es .que los analistas; cuando tratan sobre el "secreto;', se

refieren' casi siempre al contenido de ciertos pensamienfos suseitad.os por la · relación trwferenciflÍ y que el sujeto querría mantener s~cretos en la ilu~

.· sión de .protegerla. Es raro que él .analista se interese por la función del se-. creto "en sí''; también aquí se halhl jus~éado en parte por lo qué sucede . en el dominio de :ta neurosis; Pero además es menester que no olvide que si ·

. "cfortos secretos" no son más. que globos creados por la transferencia, Ja función def pens¡Ír secretamente es· otra cosa. . · . · . . . . La Segunda.• CQ.mprobacióil . concierne al. "provécho" del analista: Si

·.por prove~h9.~:entiendé simplemente el don de dinero. o el plaéer sexual, · nuestn(µeq-nfólbgíá en este registro es generalmente reS¡>etada., Pero Ja sin- . gularidad'·"&,:ta 'sitUáéi6n analítica: induce. y pérmite que. otro "provecho" '

• lleglie a ·realizarse: el triunfo· Ílarcisístico ·que puede aportar: ese donlinio . .. del oti:o ejercido por la sujeción de su modo y de'sU forma de pensaimento

. a los p:ropios. . . . .. . . . ' . . . . .· . . . . . . . : .. La tercera comprobación nos pone frente al peligro' que inevitableménte· repx:esenta· la. ·tranSferencia para la libertad de pe~ del artallzado -como .

• . · toda: relación pasional, por lo demás..:. e igualmente para la libertad mentál · ·del analist(tentado, así fuesti sin saberlo, por abu~ de ella: por no poder .·evitar ese abuso~ se <.mredará en uná búsquedá de placer que sólo pue4e ob­. tener pioIµbiéndose pensar fo que efectivamente sucede · so.bre la. ·escena . analítica y negán9ose' a ver que el énfrentamiento o la alianza tienen. lugar· . · entre dos títeres q~e ignoran serIC:.· · . . . · . ·· . · · >

· · ·u· cuarta comprobación eori.cieme ·a·ia .pretendidam~nte. libre a(':epta~ ción de la ~eglá. Para que e~ término "libre" conserve su ~ntido, sería preci:- '

· .. so qúe esa;elección no ·estuviese somelida al impactó transferencia!; ahora· ; .bien: ,Cóno~os elpapel ésenclal que desempeña el desetj dif compláeer• .. : ~os. ~. seducim~ de agredjmos, de· desaf"mmos. ~n la puesta en pa.Iabras . : del' sujeto o en sus siléné;ios .. También sabemo8 que éste nµnca eligió libre~ · : men~é laá · cónsei:Úeni:ias de Sli. erttusia'srilo . transfereilcial, por .la sencillísi• · · :n)á t¡izó~.d~ de él:no.tenfa. niitgún cionocimiento vetdad~ra antes de la ex~. : . per:(iméia.. . .. . .. -: . : : >. ' . .:. . . . .. - . . . . . . . . . . . >

, ... <Podt(aniQs. seguiiy recordárd?ór:ejeiriplo; que no.·hay ningilnamedida · : : coniúri. ·entte lo que púe4e representar; ·pata.Ja economía psíquica delsujeto; .

: el frac~ó de su ariálisis. y Jó qu~ iepre8enta. para el altalista-eHracaso 9e un. ~' eventúalidad~que; con motivo, d~be ser capaz de aceptar~ . . . · . :. .

. : h.tterrumpáni0$ ·aquí. niie~o · :mven,tarió~ y reconozcai:nos que ciert,as· · ·: . !obligaciones proPiáS. de fa. sirilacióri ·analítica. no ha~~n más qri.e .redóbJar.

. lá .. PÍiínera ]>aradója': analista. y analizado , son forzados a". favorecer una: · :; sitfulcióri y UnlJ. rélación qmf poseen c9mo ·condición. de : eficacia el estable~: ..

.. i;:iniiento de una.$erie de (áctorés. que ainenázan ~ducir; .en ambos; ~sos.· : · · irusino::i . eféctoi. ~ alienación con~Jó~ cuales: 1'1cha· el trabajo analítico y'· · ':· y cúya desapariéiÓÍl representa .él fm.último de n4esira labor. • . . .

·. •• 14~··

Page 77: El sentido perdido Piera Aulagnier

Esta doble paradoja no puede ser evitada: es lo rlnico que hace posible · el proyecto analítico, así como el· mayor responsable de su eventual fra~ caso. Por desgracia, no hay regla analítica o simple arreglo formal que per-

.· mitan esquivarla. . . . · Investir la actividad de pensar, ser capaz . de sentir placer al favorecer

.·. ese investimiento en otro, amar.·et riesgo de descubrir otra verdad a pesar del precio que cueste, tales son las cualidades psíquicas· que el analista J¡abrá podido hacer suyas durante su propio análisis o a las que nunca deberá re­nunciar. Si se admite, como esperarilos;qrie el análisis llamado "didáctico" ·

· no lleva necesariamente a la segunda eventualldad, el analista, si es. capaz · .. frente a todo sujeto de respetar su autonomía de pensamiento, de favore­. cerla, podrá poner su trabajo inte:rpretativo al servicio de la búsqueda de :verdad del otro, y no al · servicio de su sufiéiencia de supuesto teórico.

· ' . Solo con esta condición previa podrá reflexionar sobre las pOSt'bles yaria-. clones que impondrá en ·su técnica cuando se las vea con la psiCosis; e in~

terrogarse sobre la significación particular que· en este dominió pueden . cobrat el silencio, la cláusula del "deciHodo", la posibilidad 'de redescubrir el placer de pensar secretamente. , . , , . . .

Mientras.se pennanezca en el dominio de la neurosis; él ·-decir-todo", · · como meta hacia la cual futenta uno acercarse sin alcanzada nunca en su

totalidad, puede ser aceptado sin mayor perjuicio: En efecto~ el ne~rótico . tenderá, durante la sesión, a investir sobre todo "pensamientos transferen­tiales'\ raramente pensará en una "nube rosada" por el s61o placer de penm ... este pensamiento. Agreguemos, heclto _:más importante, que. esto puede ocu· . rrirle en momentos de momentáiiea calma transferencia} y cuando no é:icpe- ,

··· rime,:ita ninguna dificultad en petmitifse ese momento de placer. sile~cioso, · · de tregua, nos hable o no a posteriori de él. Péro para que esto resulle :posj~ .. · ble es preciso, además, que el analista nQ se haya transfümiado:en una má-

,.,~quina de interpretar. Otra cosa sucede en la psicosis o en s'ujetps no forto-. · · · · siunente psicóticos pero cuyo problema toca. directame11te al inyestimient9 .. · . de la actividad de pensar. En est~s casos; lÍt puesta en marcha de la artme.;. · · ·ría interpretativa -metáfora aquí bien oportuna- rto puede.sino hundii al sujeto en el sentimiento de que SU: pensamiento sólo puede prodqcir f~ . dad, algo no _audible por no ~bei sid() oido jamás; no c~~cable· p:)r no habersidO~creÍdo jamás. Durante toda .una primera fa~ del ·análisis; ~ . tratará de aytidar al sujeto a_ investir una»cXperiencia ·de plaeer qite siempre

· vivió como prohfüida: exp~rimentar· i>laCér én .crear ideas', pensar ·con ptar · - .cer y nq pagar efderecho- a---;comiiñicár sus pensamientos con la obligació'IJ ·

· de .tener qúe háéerlo Siempre y sin resjJifo. Ofrecerle la libertad de comuni;;: · car· y conjuntamente el placer de pensar 'con, para, petó: tam1>ién im:lepen-. dienterpenté del otro y a veees a pesái del otro, exige qúe sepamos que pani . estos sujetos ciertos pens3mientos no tienen-otro fm que probarles que tie~ nen derecho a pensar, que no hay nada· que interpretar smq que haéedes "entende:i;" nuestro placet de. ser testigos de su reinvestimiento dél P~* miento. Sabemos· con qué aparente· facilidad el esquizofrénico puede aceptar las interpretaciones más áudaces •.•. y la nulidad de sus resultado_s. · .• En rea~ lidád, lo que él oye es que el otro Viene nuevamente a ne~ el sentido y la

· función de su pensamiento en provecho de uná verdad qué ese niiSnio otro. _ex.lge imponer. · · · · i

. 148º

·1: ..

i f; t

1 .

· _Aunque' st1piérámos q.ue el padre.-del sujeto en meteorólogo, y que · la n:ª~ s6~o se vestía. de rosa, hay casos en que al analista le es impost"ble' . d~cidir a prtori y de .una vez para;·siempre si, cuando el sujeto le menciona. · ~ sonrisa fugitiva ·que perc:füi6 ac0mpafiando al pensamiento de una "nube .rosada", ·debe interpretarle el enunciado o simplemente escucharlo con placer Y asegurar al sujeto que es su dereclto inalienable crear un pensa· miento que sea fuente <Je placer;simplemente para goiar de él. ·

· Lo mismo en cuanto al silencio: tampoco aquí podemos limitam0s a . interpretarlo como. "~encía". Sabemos clÍán positivo puede ser en el · flujo discurSivo_ df! ·que el delirante puede ·dar pruebas, ver apare~er un m?111en!~ .. de -~.eD:~~ ~e. atestigua el __ derecño-·que"de--pronto Se arroga el su3eto a ~!lP tener que responder más a· la orden: terrilinante de decir todo ·

. -irhpUesta p0r un· prime~ contrato que la madre fmn6 abusivamente en . f~·del ~o-, contrato al que no pudo negarse y que paga con su

· Sedamos lo~ úl'j;imQS en prec.oniZar frente a la psicosis uña actitud de escucha. ~.Y de.· sil~ció •. Estos análisis exigen nuestra participación en una construccion de la histona del sújeto que éste no puede reescribir por sí s61<;>. Hemos defendido, para el analista, no el derecho sino el deber ..:.Contrariamente a lo que debe 'hacerse en la neurosis- de tratar de conocer las· prueb~ ·que jalonaron la historia infantil del sujeto, y hemos sefialado ta ventaja ·de ·apoyar ~estras interprétaciones en acontecimientos ·de su · ~alidad histórica cada vez que se los puede hallar. . · ·

·· · ~l'O todo este .trabajo no haría más qlie perennizar elstatu quo si pa· ralebµnente el analista· no tomara en cuenta una exigencia.esencial: descu­brir que es ~-de petisar con placer y·de pensar su placer, condición '· · previa n~. para tóda actividad de pensar que no deba pagarse con la

. alienaci6n ·Y con ·una Si~ci6n .conflfotiv~ por la cual todo pensamiento ·deba enfrentar. a Er~ con una fuerza adversa que intente imponer un silen­. cio definitivo al Yo. ·

·... . " "Tódas· las veces: que mi penBamiento se detiene, Dios juzga extingui­

das mis facultades· mentales; ·considera que ha sobrevenido la destrucción de níi ~n y que con ello se·te da la posibilidad del retirq". Recordemos que el retiro· de los rayos divinos. y la muerte s0n para Schreber uná sola . y misma. cosa. · · · ·

-. · Tener qúe pénsai sin descanso, nó poder pensar sino con sufrimiento Y luchando c~ntra el peligro de ver instalarse un siléncio mortal: tal es el

'_ . cuadro :que Schrel)er nos· descn1>e; En sus grandes líneas l<>. reenoonira:mos . eri mu~. fo~ .dé psicosis. Se .COínp~n?e. qile p~iento y placer

sem.,; p~ estos SllJetos, dos conceptos .antinonucos, y que· elijan renunciar a vmr~.ya no tener qge pensar ~s que pensamientos gue son fuente

. d~~o. El _P.la~~-la actffi4ª9.A.~t~tl.S!f~~!!.e q~rocurar es p~l Yo una necesidad y no):Ul..pmmio 31· ~~-p_QdríLr..~IUIDciaf. ·. # •

Un~ de las condici~es de un placer semejante es que él Yo tenga·la seguridad de que le· est.á·garantizada una parte de libertad no alienable al placer, al deseo, al discurso, ni a la teoría de ningún otro y sobre todo de aquel que aceptó acompafiarlo en la aventura analítica. . , . Poder pensar sééretamente en una.' "nube rosada.,, Y. -sentir ron. ello

\ ._ 14~

(

(

(

(

e (

\._

Page 78: El sentido perdido Piera Aulagnier

. pJaCer: hác~~ esto posii:J1e .es. la pomer~ tarea q~é II9S Íinporie la pSfcosis. Sólo Uria vez eumplida -:lo cual' está lejos de • 8egur0-:- Pod,rá. proseguirse. él: Camino· con el. senthnieritp .de .que el.· paisaje qqe lo bordea se nos ·ha .vuelto familiar.. · · · · · · · · · ·· · · · ·

·- '•'

• ! • • • • '

· ... ,

.·'

.....

•.

:·.150

. ; .... '.

.. ..

: . •. •, ....... ".' ..

::.:

\ .·:

'!

í .! i 1

¡;

~

l ,, ~ 1

l . l'. . l

1

. . . IX . UNA NEOFORMACION.DELLACANIS.MO*

· · ·. En moinentog en que :este númeré;> entraba en prénsa nos llegaron las "Info.rinaciones". reproducidas a c0ntinuaci6n. Creúnos nuestro deber po- ·• nerlas sin tardanza en conocimiento de nuestros.colegas y denunciai- una "c~ación" que . .üuplica un·triple escándalo: fre.rite al psicoaliálisis, frente a

. aquellos a quienes se autorizará a ·conducir cur~, frente a todos aquellos . a ·quienes el "direétor científico del Cámpo. Fr.éudiano" (!) propone· una formación pi:ofesional.acelerada consagrada por un diploma de psic<?analis-· .ta clínico. Confiados en· el prestigie> .del qüe gozá el no111bre de Lacán; quie- · nes· demanden seguit esa fo~iici6n no poseerán niilgún ·rµedio para juzgar·

.a. priori sobre la mi'stificación de la que se haeen mvoluntarios cómplices . Hay ·que ser muy ingenuo para creer que, con·excepción de algunos, podrán; · una vez·"fonnados'",. emitir un juicio· objetivo sóbi'e fos. resultados. toda fonrtación. própone e induce sus propios Criterios de autojuzgamiento; esto es ci~9, en:.partiéúlar~ para las·qUI) ínter~san·más de cetca al propio sujefo. y · mucho . m~s aón para el psicoanalista; La manip'1fa:ci6n tiene límites más allá de los cuales eria miSma se. denunda. · · · '

Este pri.Íner y. breve comentario sobre Ja 'neoformación establecida por Lacan:está finnada por analistas que pe~necen al Cuarto Grupo~ como to­do texto fmpa~o, s61o-com~romete la l'.esponsabilidad de los· autores. .. ... Sin·.embargo,. estamos. convencidos de que .cuando nuestros colegas

··.·hayan podido reflexionar sobre este claro e inquietante. síntoma del estado· .. de. enfermedad en. qúe ·se halla el psicoanálisi8 .en general y el lacanismo en ·particular, habráll.de'súrgi.r otros textos. Nuestra.prinlera tareá era iµfor·

·. marlos:· a· ello :responden ·estas páginas. Su~ ·a:utores se próporte11 publicar~· . en un futuro ~uy próximo, un análisis que:· esta vez no tratará sobre el sin·.·

· toma ~o so9re -sus c~msas. EStamos seguros de· que otrqs se wµrána noso~ . tros para contribuir a dicho trabajo. · · · • · · · ·

·. · He· aq~j las: ~fonnaciories que reprodueimos in éxt'ens'o: ... · . . . . . . ..

·• ·•u~e-n~fOimation du lacarusmé\ artículo publicado.en Topique N~ iS, 1971 •· . (en éolábo!.a~ión)~ • · · · · · ·

. ·:.

·.tSl·

Page 79: El sentido perdido Piera Aulagnier

Universidad de París V 111 · ·

. DEPARTAMENTO DE PSICOANALISIS. CAMPO FREUDIANO .

Director Científico: Jacques Lacan

1 nformaciones· ·Octubre de 1976 ·

CREACION DE LA SECCION CLINICA

La sección· clínica del Campo freudiano, que acaba de ser creada. tiene el fin. de ful')dar una ensenanza Clínica psicoana-1 ítica. que responda a la definición propuesta por Jacques .Lacan.: ''La clínica psicoanalítica es lo real en tanto 9ue .:S lo .1mpos1~ ble de soportar. El inconsciente es, a .la vez, su camino y su hue­lla, por el saber que: élcon~titoyé: al impoi:-erse i~I deber de re_pu­diar.todo ro que implica la idea de conoc1m1ento • .· · . . .

·Queda entendÍdo que esta tarea incumbirá .a los participantes rio menos que a los responsables de la enseñanza. . •,

La enseñanza · incluirá presentaciones de casos, cursos te<r· ricos y conversa.dones sobre ·la. práctica, a razón. dé 6 horas :Semanales. . : . · · . . · . · : · • · . · •.. · · Podrán participar en e~os trabajos, d.entro del !Imite de:p!a· ·zas disponibles, las personas que respondan a .las dos cond1c10-nes siguientes: . · . ' , · . . · _ · : . · , . . a) haber trabajo durante los ultu!1~~ dos. anos como m 1mmo,

. en una institución vinculada al dominio de la sal.ud. mental {o . ser psiquiatra en formació~}; · • . . ·. ·. · · ·. · . · : ·

_. · ~L~er•.titul~r de una ~.attri:se, o haber ter.minado .el cuarto ano.de los estudios de medicina. , . . ·. . . .

· 'Queda· abierta .la posibilidad de. que una u ot~a de estas con-dié::iones 5ea derogada. . . . . · . .. .• · · , ·. · ·. · Quienes hayan asistido. a la enseñanza de l.a s~cc1on· el m1c~ .podrán presentar, al cabo de dos años, un. memorial que atesti­güe su formación. . . . . . . · ·. · · · • · . . .. .

Este rríemori'al podrá valerles ~I Diploma .~e chnica ps1coan~- · 1 ítica, actualmente en trámite de '1omologac1on ante el Conse10 de la Universidad de París Vl.11~ · · · . .·· · ·

ANUNCIO DE LAS ENSEÍQANZAS

1. Presentaciones . . La. prácti~a de :presentaciones de_ ~?SOS !nt7~t~rá 'poner. a,

prueba la· cltnica que nos lega la trad1~10~ ps1qt,11atrica Y que el . psicoanálisis, aunque· sólo fuese por el metodO. .de ex~me~ que . él induce; indica· de maner~ diferente. Esa .d1fe.re.r.iF'?: e.debe ser sólo crítica .Y negativa, en provecho de una defecc1on de la clínica?

152 1

l l

1

. ' Cada participante será invitado a responder a la pregunta . - co~ su audición y su trabajo. . · .

· .• · · Responsa.bles: Marc~I Czernak, Charles Melman.

2. Cursos : . . . . ' '

Aún debe ser elaborada una clínica de la época del discurso . analítico. Puesto que hay ·síntomas típicos, existe una clínica, pero el síntoma que recibe su consistencia de la experiencia

· freüdiana· no es el síntoma producido por la observación médica. ¿cómo circunscribir, escribir, enseñar el síntoma analítico?

Tal es la pregunta que, para este primer año, será formulada por diversos participantes a partir de su práctica de la cura o del estudio de casos clásicos. Programa de curso donde no se ad· mlte ninguna ambición de exhaustividad~ . . . . . .

,· Los primeros éursos estarán·. a cargo de élaude Dumézil, con referencia al nif\o. · Los siguientes serán conducido.s por .

. Jean Clavreul, Claude. Conté, Sólange Faladé, Jacques Lacan, Jacques-Alain· Milfer,. etc. ·

3. C.on\iemciones ·Durante conv~rsa~iones eón a~alistás, se tratará de sef'ialar las

exigenci~s producidas por su práctica en las instituciones, cuando.· llega!'. a interrogar la ,relación de esa práctita con el discurso. analltico. , . ·

, Así, Ja· clínica psicoanalítica podría ser puesta en perspecti· va a partir de la experiench1 de cada uno. · · ·

Responsables; André Bondepierre, Christian Simatos . L~ ens~~anza -comenzará el 1 o .de diciembre. Tendr~ lugar ·

lc;>s d1as m1ercoles (por la tárde y la noche). Las personas que deseen asistir deben e5c~ibir a la sigt.iiente dirección: Départe­rttent de Psyéhanalyse •. section clinfque; Unlversité de Paris VIII, Route de la Tourelfe • 75571 PARIS CEDEX 12. .

. . Puesto que hay que desconfiar. ~e los sofistas y de lQs so~as, ~oga­mos á1 lector someta a un análisis de ·semántica elemental la fónnula: ''Di· . ploma de clínica psicoanalítica". Es .lícito esperar, por la salud mental de . quienes dumnte dos afios hayan seguido estas "ensefíanzas'' y preparado un memorial, que cuenten con utilizar el diploma obtenido. ·

Pero, ¿para qué puede servir un diploma de clínica psicoanalítica sino par.a ocuparse de clínica psicoanalítica? A menos que se caiga en· el dominio de Ja pura estafa, ¿los que disCiemen ese diploma,_ qué título van a reconocer a los que lo obtendrán sino el dé psicoanalista clínico? .·, ·

Esto queda. ~ado, por sj hacía falta, por Ja pregunta insctipq : en el programa de.primer afio: "¿Cl>mo enselfiu el síntoma analítico?" · .··

Así, se "crearán" psicoanalistas clínicos, o clínicos de síntomas. anatí· . ticos, diplomados. En este dominio, Ja lengua francesa no pennite dist:hi- · guir entre clínico y practicante; con: toda razón, los ·diplomados reChaza­rían tal distinción.

153

(

(

. (

)

Page 80: El sentido perdido Piera Aulagnier

.,,• ..

· Que \Un diploma wtlvefsit~o baste. páia instltuirkí. a usted COJno psi· coaiialista ya es en sí una renegación de Freud y delpSicoanálisis .. Ehli~ur-

. so vacío resultante hallará desde ese momento su justo lugar en esas escenás. donde cada uno canta su estrofa sobre hÍ muerté d,el sujeto,. sobre el necesa­rio asesinatn de Ja verdad, sobre Ja muerte del perisillniento: ¡Qué lástima .. que estas ti:es escuelas de defunción no hayan llegado a convencer a los.

· nóevós augures de lo que tiene de absurdo querer enseñar a no-sujetos y a . · muertos-viv9S! .su · silenció· habría pennitido, a quienes· ya no . tendrían· que sufrir Stts voces, preservarse un. derecho que habría podido . creerse inalienable: re8ultar seres dotados de la f acuitad de pénsar y de la Ubertad

,' de juicio que es su condición. ' ' . . ,· '. . · · El hecho de que haya sido Lacan ·quien alegremente hizo caer al p~co­

análisis en .lo instituido 1i"niversitarici, · fue para algunos de los firmantes una sorpresa: no pensaban que .su arreglo de cuentas y stis vieja$ deudai¡ . persQnales . y paSionales con las instituciones . psicoanalí:ticas. en general, y con su escuela en particular~ lo .habrían llevado hasta ese extremo. Pero cuando uno se entera' de cuáles son las condiciones exigidas a los puevos candidatos, comprende que Lacán ha caído mucho más allá. Tres. de estas . condiciones dan prueba -del más puro confo.pnismo universitario:.cuatro años de esíudips médicos o ser p~quiatra en fonnación o. poseer .una, ·

· mai'trise (pero ¿de qué). A est<> se agr.ega Un.a cuarta~ ,cuya vagtiedad permite· aceptar· a todos aquellos que respondan a las conµiciones ideológicas implí· · · citas y preexigidas, :'haber trabajado dos aftos en una institución que. in· terese al dominio· de .la salud mental'!. Como nunca·se es demasiado. pruden~ . te, presúrosamente se avisa que se han prev.üito dero~iones. · . . . · ...

·El · currictiluin demandado sorprende prlmer-0 por ·su µivialidad; perQ . ·para los analistas p~ a· ser 'm~y poco trivúil ·cuando .. se compttieba qúé. condición no inciúyé: Ja de )laber hecho la experiencla·personal de unaná· lisis, y la de haber adquirido una idea de qué quiere· decir éonipartir con . otro esa experiencia, las exigencilis y pruebas que esto supone. . .

Se di~eniliá un diploma de psicoanalista clúúco a personas qµe: ya no· tendrán necesidad,· para ejercer esa futlción, de aaber. aceptado para sí mismas Ja experiencia de un análisis. Dos años de adoctrinamiento en Ja. teoría ·de · Lacan ·la reemplazarán· con ventaja; en efecto, ¡qué economía .. de ·tiempo Y, dinero! Dicho sea· est0 al P3Sl!i'• .es la primera vez que V~OS . a Laca.ti y·a sus disc(pulos dar pruebas de modestja: dos años no b¡lStarían, .· por cie'rto, para enseñar la teoría de Fre.ud •. Los analistas de la Escuela Freli.· diana que ef ectivame,nte piensan que esa fonnación acelerada e~ posible. tienen el deber de decir que "psicoanalizai'" se ha vuelto uná práctica arcaica 'y caduca,. que sé puede enseñar. et "síntoma arutµtico~ y aprender a cuI8.!"lo con mucho menos gasto. Vista la práctica de algunos, ¿no estará planteada

Ja preguntá? · . .. · Pero también· éabe imaginar otra respue~ de la mas pura inspiraci~n ·

lacanhÚla:. reconocer a alguien éomo psicoanaliSta practica.rite ·y a otro '·"pasante" como analista (¿teórico? ¿no practicante?), ~on dos cosas radi· calmente diferentes. En este caso hay· ·que rendir. homenaje ·a la inventiva del director científico, quien creó u~ ·nueva·cate~orfa, más. aún· un.nuevo concepto:. · · · · · · · ·

lJl analista,prácpcante-na-aMlista, · · ·

154

. ' '

... o~sisé prefü~re: · .. .. .. . . .. . El afl(llista:.Cllnico-nO..a'nalista. · . · . · · · · · · · · . .·. }>ero el. ÍisOinbrÓ decrece.· lUiW. una . segurtda refle'Xióri: yá en 1968, :

L!l~ · había hecho sa:ber a los analistas practicantes; eil su. ~'Proposición", que eJfos eran sólo analistas dé segunda clase: ia primera' e\taba reservada . .

.. a los. "puros~,. qidenes se ocupan de la "pura" teQrla y del "puro" didiíctieo. ·, · l,os impuros debían contentarse con forinar parle de· los. "que más. ·

, mode.stamente se· c:onten~án con probarse. como analistas" 1·; Jos primeros, • · l~ puros,. .. ¡en apariencia no teman ninguna razón pata sométei-se a·. esa . pruebid .. La ll:tYeStid~ pór el Maestro basta. . · · · · · · · . · . · : El modesto ·status que la ~oposición" concedía a los píacticantés se · · . ha ti;~sformad.o, ·ocho años deS¡>u~s. e& un stq.tu.s· de nó-existencia ·para . ellos nusmQs en ta,ntó que analistas. · · . . . . . . · · . . A. menos, que es.ternos asistiendo a: una primera ~tapa; la segunda· ~J"Ía :·

: la· denuncia de· toda práctíc;a analítica en provecho ·del solo recitado del : .. dogma lacaniano. Ésto· será más difícifde hacer trágir: cqn excepción dé· .. · fos "'profes0res . titulares'\ lo~ intere8es económicos. de fa· mayoría, que · . guarda. un pruden~e silencio~ la harán re¡¡ctjonar. ¡Poi: vez. primé~ veremos · .. al dinero al servicio de la· desaliená.ción! ·

.. . . .. .. Por el contrario, Y: C9lno los ~nos .. nó son Iris únicos re8ponsab1es ·

. d~ la enfennedad. que golpea al ·medio analítico; es probable· que se creen

. otras cátedras: se exp~cará vi,rtuo¡iamente que es nocivo qtie un diploma; sin du~.muy. bien amonedádó. en el mercado del trabajo, sea discernido en· el exclusivo nombre de Lacan. Esta vez. "en nombre· de Freud" se establecé: rán ~tros. Sin duda se exigirá de. Jos alumnos. q'ue hayan. se~ido · o que : . sigan .un análisis; salvo ·escasas· excepciones; los·daños serán los mismos. Una

·cosa. es abrir. a los no analistas una enseñimza analítica que.les penníta comprender mejor, cuestionar mejor, ejercer mejor su propia. profesión,, Y que. les ayude a reflexionar sobre sus conceptos y sus teorías, y muy otra disceniir diplomas. de psícoan~2 • Un último punto merece ser destacado en lo rel!ltivo al de, psicoaria]üta-clíruco que va a distribuir el d.epartan;iento ·de Vincenn~: Ja distinci6~ jerárquica entre los púros que pudieroQ pagarse el .diván de Lacan y de sus preferidos, y los imp\Jros que sólo pueden pagar-

. se 1~ gasto~ de inscripción universitaria, tie.µe como implícita contrapartida.. . una jerarqu1a .que concierne. a los que sufren de "síntomas analíticos": A: · ·

. los.· neuróticos :y psicóticos que pose~n .. cierto stalÍding económico se lés : · segmrá: aconsejando -tengan la seguridad;... los divanes de los puros; y con . los· no.poseedores que pueblan las diversas instituciones, lbs .. psiooanalistas­pra-cticántes-no-analistas" ·harán· ampliamente su. negocio .. De igual modo, .. no es casual que a esas . mismas instituciones se les demande proveer el

.. material necesario para los trabajos practicos de lós futuros diplomados y para las "presentaciones" ofrecidas a un público que, en gran parte, Viene.·. aht~ todo a admirar el espectácul9 · del Maestro descifrand.o · 10s elligmas ·. ·

. de Ja locura .. r . .

La cita entre comillas es de J. Lacan. Ver al respecto nú~eros 1 y 2 de Topiqu,e . .. ·

2 El respeto dé esa difere~cia esencial ~ torna cada vez ~ás putiunente formal en los: diversos departamen~o~ dJrigjdos P'or amÍlistas en las unjversíd¡ilfes parisillas. Hay que espe?.r que .el ultllllo paso dado por La<;an en la escalada "dipJomativa" los haga reflexionar. · • · · . · · · . · ·

155

Page 81: El sentido perdido Piera Aulagnier

· · Apmemonos. a ~eer a Clérambault: veremos· éómo un: clínico de Válor excepcionat logra, con total buena fe, reenoontrar en cada caso presenta­do. sin una sola excepción, lo que quería ver en él: la confirmación del dogma que él mismo había eláborado. . . · :

· La presentación nunca fue. y no puede· ser un acto terapé~tico. Si no puede dar pruebas de u~a extrema vigilancia,' cualidad poco expandida, amenaza tener efectos devastadores. Los espectadores, una .vez salidos al aire h1>re, ignoran lo que .sucede en los corredores vedados al público, y les alegra que, por sus despegues, los analistas presentadores no hayan decidido hacer demostrar a ·los ''presentados" que no son más que bote· llas de Klein o nudos borromeanos disfrazados de sujetos.

Sería escandaloso qué el psicoanálisis resultara una terapia de lujQ; tanibi~ lo es formar, para uso de los· psicóticos y de las instituciónes, terapeutaS a menor precio y ·ralsos analistas.

Np tenemos ninguna otra cosa ·que decir a~~ del "síntoma"; sobre· las causas. tratará lo que siga. Pero ·agreguemos·· que es triste ver cómo. se. despoja a los sujeto8, y esto vale para la ma}'oríá de los erisefiántes y de . los futuros. enseftados, . de una actividad crítica . que les habría. permitido· . comprender en qQé mistiñcáci6n del espíritu y de la obra de Fi:eud cola· boran. . · . . .

-~'Retomo a .. Freud't, ·"campo freucnano" ••.• tales son Jas banderas bajo las cUales Lacan pretendía y pretende quizáS ·aún condüc~ SU. éom.: bate: ¡qué amnesia, qué engafto y, sobre todo,. qué total desprecio por todo aquello· y todos aquellos a ·quienes él prQClamaba -querer proteger de:los abusos institucionales! . . · . ..

Un hwnor inconsciente reencuentra tal v.ez aquí sus derechos, pero es más newo qÚe la nochd.

. : .. . · . I>ieia Castoriadis·Aulagnier . · . Jem.Paul Valabrega·

Natbalie Zaltzman

l

J J ,

. .. X.· . . LA "ELECCION DE CRITERIOS EN·

LA. OBRA DE FREUD1 •

"Es charlatán el t/ue· emprende. un· tratamiento sin pos~er .los conocimientos y· capacidades necesarios"~

· S. Freud..MI 11/da y el p~ . . . .. .

:. . Toda· acción quertía adecuarse: aÍ fin qUe pemgue y Ja mo~a: a los OJOS de·un observador exterior o a Jos de su propio agente .:_pero entonces·

· a posterforl- podrá parecer err6néa Y· hasta. antinómica~ Su puesta en acto· apwt~ igualmente· a ua resultado ya investido por su "agente". Bsta es una ley . gene?-1: _el acto !aDido'. et la~, el acting-out lo confinnan, aunque en el último caso la instancia responsable del acto ya no es la misnla. Será·

. tarea ?el. Yo· a<!~ 1os medios de conocimiento qµe le pemutan separar lo pom.ble .. aeio nn~1>~e. lo permitido ~ 1.o·. v~do, lo lícito. de lo prOhi­bi~: e~os~ttes binomios o d~ea ~ el campo.de su realidad,

. deeidirút a~re su o sut orientaciones, le suministrarán los .criterios en virf:Ud . . de los cuales podd o creerá prever Jai conseeuencfas del acto pensado antes del .actuar2 ~ El análisis de los factores psíquicos que hacen posi'bles .o impo­~I~_ c_:orrectas o ilusorJas tal~. previsiones, cóincide con el aúlisis del

• · .. ¡;., clioix ·des critares dans t•óeuvre de .Freud". artículo publicado en 7b""-•• Nº 21, 1978. . · . . . . ,...,_

1 . Estas páginas fueron extraídas del pdmer capítulo d~ una obra que será editada. por P.U.F •• y que 1ep1esenta la segunda parte de 1A flfolence dt1 l'lnterpriirztlon. F.n esta continuación del trabajo me propongo someter a la prueba de la práctica analítica. Y especialmente en el dominio de Ja psicosis, tas. concepciones meta­psicotógicas Y tas opciones teórko-p.ráctica$ a tas· que había am"bado y que hube . de proponer a Ja reflexl~n def lector. C91Do p~ comprobarse. sigue entera· mente en pie mi mnviccion de que uia análisis lo mu completo posibló de Ja ac:ti­Yidad de pen_samlento. y clel Yo qu\' es su agente, nos abre.el camino que pennite la p~clon Y et enriquecimiento de una conquista que el analista debe al trab&JO de sus predecesores y. ante todo al. de Freud. üz vtolenctt de 11ntt1prha· tfon¡ P.U.F .. Col. "Le Fil Rouge'", abdl de uns.

2 . . Los critedos que permJten a ~-~ujeto_plant~ COIIectamente los ~os polos que

157

. {

Page 82: El sentido perdido Piera Aulagnier

1 funcionamiento psíquic.o. ~a su totalidad: .esto habla de Su '~portancia: · j El ténnino "pn1visión"~ es decir esa anticjp¡i.ción ¡>Qr la cual .el sujeto ve · lf por :medio.: del pensamiento un re~ultado todavía. n,o ·presente, no tiene · ... !

. fügar ni sentido·. sino. para el Y 0 :, en el registi;o del ello; ficción Y: ·visión '. ~ coinciden. . . . . .: : ; ¡ . . \ . . . .

.. : . ·. 4 acción psíquica que subtiende Ja. puesta en ·eseena 'de. una represen­. tación fantasµtática es "Visión" inmediata de aquello a.que se apuntll con la · r~ptesentación, y esa ViSión es, ~onjuntaniente·, realización. d.el fin· prop1:1es-. . to: la presentación sobr.e ·la escena de: Ja realidad psíquica "de un deseo que se realiza:' durante la fantaslÍ'latización, aporta una respuesta confoI:me con la miÍa pu1sional. · · · " .. · " . · ·. ·. · :. .' · . , · · .· .

·. . Sólo en el registro del Y o y del pensamiento puecie 10 pre.visto precedér a lo .visto; sabenios .. que no solamente.puede precederlo smo qué adem.ás. está en susinanos. liinitar el campo de lo visible.·Apr~nde,mo8 también,que lo .pre•visto por·et.pensil:iniento podrá~r ~esmen~do por el afecto que sus·· . citani el' encuentro en. la realidad con Ja. "cosa", el "acontecimiento". El .. . sujeto :puede lograr evitarse -cierto es que nun<l!l pcir completo...:.. esa des· ·· )n~tida,, aprovechando su "'pre-Yisto" -correcto o:.enteramente.Uusorio?·:

. áquípoco. importa.,- para pi:ohibirse el acto, .Para inluoirlo. Pero Pal! todo . . sujeto, la preservación de sil·. v.ida psíquica y. de su '.vid¡¡ fíSica muy pro.nto .

exigjtá que le sean posibles un número mínimo de pr~visiones ·correctas, y el crecimiento de este mínimo .dependerá del "destinó" de ·Ja& pulsion:es y. de' fo que· de. ellas reSul~ para el "destino"' del Yp_: desde luego; diclio crecimiento. nunca podrá abarcar el conjúnto· de 10: 'que ·la eX:isW.¡;tcia Qos

· obliga a ~xperimentar o nos permite .descubra. . .. ·· .· . . . . ~ . . .. · · La . posibilidad de prever es paralela . a la . adquisición de lc;>s· criterios nece~os para pensar tales previsiones: prever ehesul~o de u.tia experien.: cjil quíinica o esperaJ que se dé un résulfadó inesperado, lo cual •bién es una previ$ión, presupQne un primer cQn~iiniento, aunqufl. sólo· fueSC? pa:icial, de 1aS propiedades. ~e los ·.cuerpos se>bre·los que uno e:itpeñm,enta. Prever Ja éonseeuenc.iá. de un encuentro ert el terreno·de los.afeotos presupt>-ne·un prim.er conochriiento de las respuestas psíquicas que se juzgan posfülés (fu~ agresiQt1~ placer, sufrimiento,, amoi, rechazo). . : ·. .. _.. .. · .

Lo .íñiSmo sucede en el encuentro analítico y en la experiencia .a que puéde. dar lup; No habría encµe~tro si anaUSta y ~do· no hubieran previsto una primera c~uencia posiole de dicho· encuentr9: el c;ompro­miso .iecíproco en úna experiencia analítica. No J;i.abría experiencm. analítica si ·el analizado y el analista no hubieran prev.isto y preinvestido un resn1tado de la experiencia, juzgado como poslble. . · · . ·.:. ..

· Considerando ~ólo al analista, esa· previsión del o· W? los ''posibles" i¡ apunta'a reSRonder a dos cuestiones: · · . ·:' . · · · · ...,,.~..,.,,,.,

· -. ¿Cuáles son los ~mes '<J_Ue fonnan parte de lo "poSi"ble" de.ta expe~

especlfi~ estos tres binonllos. son ~nciales para una puesta-en-forma y una puesta-en-sentido coherente de la. ·escena de la realidad y~ los 9bjecos de piacer, . .ínvestimiento y deseo qUe están presentes en ~ eScena. y qi¡e podrán y de~rán proponerse a la libido de objeto i a Jos, .. dese05" {wuméh) del Yo. La cónfusión entre "imposiblé, vedado, probtl>idótt y. "posil>le, permitido, 1Ícit9" es un c;info-.

· ter propió ·de Já psicOsis. Una de sus conseeuencias se n,ianifestará po~·ese· sentí.: · miento . de PeJJ>lejidad y confusión que experimenta el sujeto enfienfado a un ·

mundo .caótico que le seni.preciso reordenar. ·

158 t

riencia? . . . . . . . · .:_ ¿Cuáles· son los fmes·que se espera poder alcanzar con detenninado . sujeto singular? . · . · . · · La primera previsión concierne a algo que, ideahnente, pofuía estribar'

en los criterios de terminación del aílálisis. Tales criterios toman en consi­deración los universales propios del funcionamiento psíquico y los univer­

. sales que re~tan de la aplicación del protocolo que la experiencia analítica exige sof?re ese mismo funcionamiento (es decir, los universales de la teoría de Ja transferencia). . · . . · .

La segunda previsión concierne a los criterios de lo analizable para determinado sujeto particular. . . · · . · . · La adquisición de estos dos órdenes de criterios no fonna parte, en nirÍ­

. gún analista,. de un saber o una intuición· "innritos1,'3 , sino que pre-supone dos pre-adq1.1isiciones: , . ·

3

. 1. El conocimiento de una teoría del funcionamiento psíquico q,ue :· pe.rmite_juzgar lo 2ue es compatible y lo que es incompatible con las .

leyes que lo rigen • Veremos por:qué razón siempre fonnarán parte de esta misma pre~adquisición el privilegio concedido por el analista .

. á uno de los "posibles" de ese funcionamiento y .las consecueni;iai¡ de · ·ese privilegio. Por cierto que la psicosis fomµi parte, y cuánto·, de tales·

. "posibles": conscientemente; el fin al ·que apunta Ja experiencia no es volve~ .psicótico al sujeto que no lo era al comienio de la partida. In-.

· conscientemente .. ,, a esto volveremos. Cuando se critica la intención .. a~ptatiya", "nonnalizante", de' tal o cual m~dalidad de la práciic'a,' se piensa que esta opción ppne ·en evidencia la sujeción del funciona-

. miento.psíquico del .analista:a la ideología de Su clan; cuando se critica . a ~ otra inooalidad que . ve en la introyección del buen superyó del

.·,an.alista el fin por alcanzru::; se ve en ello la prueba de una autoidealiza•· ·¡:ión que se juzga alienante. Cuando $1 pretende que la experiencia del "des-ser" ·es la .única prueba con valor de ·revelación para el ser, ~se ponen de lado las 'ilusiones, el trompe l'oeil, todo aquello que se ma· nifiesta en el sujeto como bÚ$qµeda de verdad. Cualquiera que sea la elección .efectuada por el analista, siempre hay elección entre los "posi'bles" o·las potencialidades del funcionamiento psíquico. E incluso pretender que son equivalentes, pretensión que debe ser muy rara pues destruiría la razón misma de nuestra práctica. sería también· una elec­ción, la consecuencia de un juicio en'útjdo 8obre ese mismo funciona~

·miento.. ·

· 2. El con9cimiento ·de las condiciOnes cuya pt~:sencia ·en un sujeto se · '.',,·

Al!hn!sn,t·º• creer q~e· su propio. análisis sería no :una condición necesaria sino·una C?,ndicion suficiente. para adquirirlo, es una ilusión; dejarlo creer, una mistifica-cion. · · · ·

4 ¿Qué podríamos comprender de un sueño si no cono~iéramos primeramente 'las

. leyes del funcionam~ento.del proCCS?.Primario y el trabajo de censura qÚe en éi' v~ a opera! el· Yo? Sin este pre-adqumdo, podemos reemplazar La interpretación de los sue~os por la lectura de uno de los muchos trabajos·consagrados a la .clave

.· .. de l?s suenos. En efecto, esto. bastará para saber que en un sueño; a menudQ '1a· serpiente representa un pene. . . . . '. · ..

159

Page 83: El sentido perdido Piera Aulagnier

( \

juzga necesaria para que éste pÚeda áceptár y proseguir la e.xperiencia analítica, alcanzar o acercarse al fin que supuestamente ella hace posible ..

· · Pretender que estos otros criterios son inexistentes ·e inútiles .equival· dría a decir que a Ja experiencia ~ le atribuye un poder sobre el cual no tendrían ningún ascendiente las resistencias que el sujeto puede oponerte, salvo temporariamente: bastaría con contar por décadas la duración de la experiencia para que ésta alcance su fin. O bien, opción no muy diferente; una pretensión semejante pre-supone · hacer. del inconsciente una suerte de nuevo dios. m curandero convencido de que en sus manos habita un poder sobrenatural, no tiene necesidad ninguna de conocer de qué manera actúa ese poder cuando las posa sobre el enfenno: su confianza en el saber· poder del.Dios que opera a través.de sus manos no tiene ninguna necesidad de ir acompañada por uñ conocimiento sobre ·el modo en que ese Dios •opera· casi siempre tal confianza en lo irreal corre junto a la ignorancia . sobre 'ta acción de ese poder real que es la· sugestión. En cierto número de

casos se tiene la impresi{m de que el deseo inconsciente ha ocupado para el analista el lugar dejado vacante por Ja magia o por Di~s:. de él nada tendría que· ser conocido, salvo que pose~ un poder que mag¡camente se ejercerá, puesto que se asegµra la presencia d~ un lugar de encuentr? para dos inconscientes; el del analista y el del analizado. De esto resultara, para esos dos inconscientes puestos en presencia, algo que va a: ser hablado por la voz "inspirada" de los dos co-experimentadores. Por lo demás, basta con que una sola de esas voces "sea· habláda": aquel que escucha •• una vez ·que ha pennitido el surgimiento de la· palabra inspirada, ha tennmado su tarea.

. · Dejemos de lado estas parodiall.y ~olvamos hl análisis. Hemos dicho que los criterios de los "pon'bles" en lo concerniente ·a1 análisis "en. sí"; Y los criterios de lo "posi1>1e" en lo concerniente a determina(Jo ánális~ . particillar, son la consecuencia directa de un conocimiento te~o, cono·. cimiento jamás clausurado ni iJja40 ya que Jas opcion~. del te6_rico ?epen­den a su vez de lo que la práctica ltJ reve~ como realizable o me~ble: si el practicante sólo puede ver lo que. va a desarrollarse en eDa porque pudo pre-ver una parte de eso visible,·10 impreyísto.cuya pre8:8ncia debe~ reconocer vendrá a modificár, a su vez, las previsiones que abrirán la próxi· ma sesión y la próxima partida, y esto en un movimiento que nunca se cierra o que nunca debería hacerlo. . .

Estas consideraciones introductorias se proponen d~mostrar la interac· ·ción presente entre: . . ·. . ' . . - ia concepción teórica del analista relativa al funcionamiep~o psí·

160

quico y sus potencialidades o sus "post'bles"'. . m privilegio conferido a una fonna de dichos "posibles" que el ana­lista juzga más apta para .realizar un fin "x" (aquí no se puede genera­lizar, pues este x privilegiado, tanto por el propio funcionamiento psíquico del. analista como por el de su partenaire, es~ conse.· cuencia de la primera concepción. · · .. ·

- Su concepción de los efectos de la experiencia sobre el funciona-. . . . -

1

miento psíquico y sobre las condiciones necesarias pára que dicho efecto se realice.

Esta interacclón es, por supuesto, circular; lo inesperado que va a.' imponemos la experiencia modificará nuestra teoría del funcionamiento mental y con ello nuestra relación con nuestra propia actividad psíquica.

Esto explica que no podamos separar la teoría que funda una práctica, la teoría· del funcionamiento psíquico, y la teoría identiftcante de la que dependen los hitos del Y o del analista y, con ello, aquellos a los cuales apela en su puesta-en-sentido de la realidad y de sus pensamientos.

Fonnularé aquí una primera observación con respecto a un problema que reaparecerá con frecuencia: cuando hablo del funcionamiento psíqui· co me refiero, evidentemente, a fo que la teoría ensefia sobre el funciona· miento del proceso secundario, sobre el del proceso primario y sobre las consecuencias de su coexistencia y de su heterogeneidad. Dentro de este · registro, no hay ninguna precedencia pOSt'ble. La radical novedad aportada por Freud en lo relativo al Yo [Jl{of] es función de algo que él descubre y que denomina ~o; la· necesidad para el Yo [Moi] de apropiarse de ese segun· do modo de funcionamiento que se halla bajo la égida del proceso se~nda·

· . rio sólo puede comprenderse en función de lo que Freud descubre acerca del funcionainiento del proceso primario (sin lo cual nada podría decirse de las vicisitudes ·del funcionamiento mental). El principio de realidad, o bien es una trivialidad o bien.extrae su sentido de lo que ·Freud nos dice sobre la .. locura" de la mira del principio del placer, y sobre la necesidad de una fueaa "de oposición" que pueda diferir su victoria, y así de seguido. En el conocimiento teórico, Yo [Moi] y Ello son enteramente tn1>utarios el uno del otro; también aquí, todo nuevo aporte a la comprensión de uno. de los dos se traducirá en nuestra concepción del otro.

Pero ¿qué sucede cuando se pasa a la práctica? Consideremos en primer lugar lo que Freud dice, o sea que está en sus manos hacer "advenir al Yo [Moi] allí donde era el ello". Esta fórmula dice., precisamente, lo que quiere

· decir: una parte "del espacio del ello caerá bajo la jurisdicción del Y o [Mor1, o,. y ésta es Otra fonna de expresarlo, cierto número de representa­

. clones psíquicas reguladas exclusivamente por el proceso primario podrán ser tranSformadas, reelaboradas porque el proceso secundario particip~

· en su construcción, o bien porque podrá tomarlas direc~ente a su cargo. A su vez, este proceso se .Hberará otro tanto del dominio que ejerce a sus expensas el proce!o antagónico, y se reducirá otro tanto el espacio que se haDa bajo el poder de éste. Tales modificaciones exigen .qu~ se le haga posible al sujeto aceptar la irreductible presencia del proceso primario, lo ·que significa que no puede liberarse sino de un exceso de proyección, de la demqsiado grande infiltraci6n del fantasma en el espacio del Y o. Las leyes que dgen el proceso prlmario son incambiables:' éste ·es un axióma de nues· tra téoría, y me refiero a la teor;ía freudiana. El fantasma inconsciente siempre ,será preséntación de un representante metonímico del objeto ex· terior, puesto-en-éscena como si se tratara.de un objeto dependiente de y sometido al solo deseo del sujeto que fantasmatiza; la circularidad del fan­tasma quedará inmodificada. Ja realización fantasmatizada del deseo seguirá siendo única realización posi'ble si lqlO ha permanecido en el exclusivo re· gistro de lo primario. Esto es lo que quedará fmahÍlente del recorrido ana-

161.

(

(

(' 1

(

(

(

(

(

Page 84: El sentido perdido Piera Aulagnier

litico bajo la égida del ello, y si nada quedara sigoilicaría 'que estaría en ma­. nos del análisis abolir al ello; ni la más extrema megalomanía podría preten­. dedo: funcionará según leyes sobre las cuales no tenemos ningún poder de modificación. . · · Lo cual se ve conf'mnado por las diferentes definiciones de Freud sobre lo que i~eahnente debería pennitir el análisis: · .

· ._ · 1. Una reducción cuantitava del espacio psíquico bajo la .égida del ello y, de este modo, la reducción de su poder de soinetimiento sobre el Yo [Moi].

· .z. Permitir que el Yo [Moi) someta a sus propios fines una parte íie.Ja energía pulsional, gracias ·a una facilitación de los mecanismos-de sublimación Y ~s al investimiento de wí placer sexual realizable con o.tr'o real y que ya no es fuente de conflicto. · .

· 3. Cambiar la relación presente entre el Yo [Moi] y los efectos en su propi.o espacio de lo reprimido que vuelve. : . · ' 4. Transformar la organización fantasmática, o $ea algunos de los con­tenidos inconscientes, de manera oue nierdan objeto las inlu"biciones, las de-·

. fensas, la :mgustia a las que el Yo [Moi] se veía obligado a recurrir. con la .espe-ranza conjunta de protegerse de ellas y de satiSfacerlas. · ; .Pero lo que es verdad para las tres primeras .,definiciones vale para la úl­

tima y hasta en su forma caricaturesca: si el analista pensara que está en sus· manos transformar, domesticar, desarmar al ello, dificilmente podría preten-­der que el hacerlo reS¡>onde a una "demanda" inconsciente de éste, o.que está en !3 naturaleza del proceso primario anhelar transformarse en proceso secun- . ·darlo, o que forma parte. de la moción pulsiomtl, deisus miras ''naturales" su-· blimarse. No tendría ningún sentido hablar de 11~ "demañaá';-delello ~ue tendría por destmatario a "un analista". Tampoco i~ndría sentido hablar del sufrimiento 5 del ello: elello actúa sobre el otro, inc\usive puede .provocar su

. muerte, ·y esto no impide que ·a ese otro, en tanto que otro, lo ignore to~-·-., !llente. El único •:otro" con el cual tropieza el ello, el único "otro" contra el,

cual amenaza movilizar su "fuerza ciega'~, es el Yo, que ~ el ello no es otra cosa.que.la barrera que se opone a su apoderainiento de la totalidad del espa~ cio psíquico. No es nuestro inconsciente el que desea conocer acerca de su es· tructur~. de. sus propósitos, de su poder, de su funcionamiento: el ello es esa

· estructura, ese· propósito, ese funcionamiento. El ello nada demanda al anÍIÍis· ta, por la sencilla rcizón de que lo :ignQra, así como ignora . el concepto' de ex-terioridad. · . : · . · . • i:mrentado a los éfectos de las fuerza& actu~tes en ese lugar del espacio ps1qu1co del que a su vez está excluido, del que habría querido no saber nada · y que ya no puede igliomr, es el Yo quien nos. dirige,.~ c;l~manda con la espe-· ranza de que se le provean los medios que lé pennit¡m.transformar en algo cognoscible, P«?nsable~ dominable, ese "extra-Yo" del espacio.psíquico. Por idealizado, por ilusorio que sea el poder que atribuye al. sab~r del qué espera . ª?,ropiarse, tal ~speranza no puede quedar reducida a una simple y pura. ilu­s1on: y, en particular, · por parte del analista. Cuando Freu4 habla de la posi­ble acción del análisis sobre el funcionamiento psíquico o de los escollos de este mismo funcionamiento, se refiere, explícita o .implícitamente, aí binomio proceso secundario-principio. de realidad. El funcionamiento del proceso· pri-

5 En. el primer. capítulo d~l trabajo citado· podr<\ leerse la diferenc~ que efectuo ·entre sufrimiento y displacer. . · · ·

162

1 1

1

r

¡,

-~

n:ano no }iene "posibl:_s" ·en ~e~eral, tiene un sólo "posible" que es incam­b~~ble, as1 como el ~eno segu:ira $ndo lugar en su figtiración a la condensa­c1on "f al desplazamiento y manteniendo secreto 8u "ombligo". Lo que va a cam~~ o lo que puede cambiar deberá recurrir al proceso secundario y será func1on:

l. de su posibilidad de atribuir el status de fantasma a ciertos conteni-dos de la ~sique, cuya participación en sus propias construcciones (es decir.,

· en su jrabaJo de pensamiento) se habrá vuelto capaz de aceptar; . 2. de su posibilidad de encerrar a una buéna parte en las "reservás" de · las que los suenos y los ensuefios irán a alimentarse, y, con esto: ·

. 3~ de reducir las consecuencias para y en su propio funcionamiento, de aqueUo que sigue funcionando ·de manera adecuada a su ley y a su mira, es decir, .lo pr,iµlario. · . . ., . Si en .estás considerac~ones he . optado por Ja terminología y Ja concep- ·

Cion fn;ud1anas, .el Yo [Mo1] o el /ch, es.porque de.seaba mostr~ que son in- · dep~ndientes de la novedad que puede aportar mi concepción del Y o. Con mi term~ología, Y. en otro texto 6. , demostré lo que a mis ojos justifica su perti•

· ne~cm: el proceso .secund~o es un proceso que se encuentra bajo la égida del Y o!, a su vez, esta ~nstanc1a es el agente de esa forma particular de la represen­~~10? ~ue denommo puesta.en-sentido, vuesta-en-pensamiento o representa-ClOll idelca. . · , ..

Como consecuenda, para mí el fui priffiero del análisis es transformar las rep~esentaciones por medio de las cuales el.Yo pensará el placer,.el goce, la

· re~dad, Y su propia actividad de pensamiento. No se confunda la acepción .que doy· al ténnino "acción de pensar"; el mismo designa ese acto psíquico que construye la representación que se da el Yo de su placer, de su g0ce, de su cuerpo, de su propio espacio psíquico. A propósito de lo originário, he escrito que afecto del pictograma y pictograma del afecto eran una sola y misma cosa· en el registro del Yo, lo mismo sucede entre el pensamiento del afecto y la ex: perientja q~e' acompaña a este pensamiento. Lo que penriíte al Yo pensar el . afecto es lo que, por este mismo hecho, lo transforma en "sentimiento": es · d:cir.' en una vivencia nombrable, investible, cognoscible. Apropiarse de los· tennmos que no~bran á los sentimientos en el discurso, es tan necesario para

. el Yo como apr<>piatse de los ténninos del sistema de parente8co: por ·eso · reuní a los do~ conjuntos de denominaciones en lo .¡ue llamé 'llenguaje fun·

damental" 7 · · ·

· El ! o nada podría conocer acerca de los afectÓs que pu~en invadiilo si no pudiera nomb~los, es decir, pensarlos 3

• Incluso con respecto al afecto, . para el cual, efeqüvamente, no dispone de denominación, ha fuventado una

coq el· fin de reconocer su presencia: la angustia. En boca del profano este . . . . . )

6 . Cf. obra y¡¡ citada.

1 Cf. Ja misma obra, págs. 157 y siguientes. . . :s

¿Hay que recordar que la posibilidad para el afecto de investir, de ligarse a objetos que existen en la esce.na de Ja realidad es una condición para que Ja realidad exista para el Yo y. para que ese mismo Yo pueda reconocerse deseante de un objeto? ¿Hay que ~bray~r ';lue la elección del objeto (fantasmático o real) decidirá sobre .la ~Jase de. mvesttm1ento, la clase de libido compatible con la "natu1aleza" del · objeto elegtdo Y con el ~fuculo, la relación sujeto-objeto resultante?

163

Page 85: El sentido perdido Piera Aulagnier

ténnino es aquello por medio de lo cúal ese .mism~ profano puede nombrar y reconocer en sí mismo la presencia de una vivencia cuya causa no puede fonnar parte de su deciole. El pensamiento es el apoyo necesario para que el Y o pueda asumir un afecto, metabolizarlo en un sentimiento, gracias a lo cual podrá pensarse agente de· un deseo, de un sufrimiento, de un anhelo,. de un odio, y no simplemente padecerlos: poder pensar el goce/gozar de este pen­samiento/ gozar;· poder pensar el placer/experimentar placer· en este pensa­miento/experimentar placer: en el registro del Yo, los tres ténninos de estos dos trinomios son inseparables. · . ·

Mucho se ha comentado· en los últimos afios acerca de lo que efectiva· . mente separa placer y goce, comentario que -así lo supongo- tiene como pun­to de partida una pertinente observación de Lacan. En un seminario ya anti-. guo, hacía notar que uno puede decir "he gozado", que uno puede decir "·¡goza!'\ en el modo imperativo, pero qu~ uno no puede .gozar y enunciar: ºYo gozo". En otros términos, sería propio del goce abolir, en el momento

. fugaz.en que se lo vive, la posibilidad para· quien lo experimenta de operar la · · · puesta a distancia necesa:ria para la emisión de 'l!n juicio sobre lo que se si~nte.

· Cierto es que hay. que dif erenclar entre experunentar y pensar en el registro · .· d.el plac;er·y en el del goce: en fos preliminares, o dentro del re~o de los

placeres yarciales, a menudo resulta p(>Slole una suerte de separaci61:1 entre las representaciones que acompafian a los placeres erógenos, y p.ensannentos por .

. . los cuales el Yo puede emitir un juicio sobre los primeros. Agreguémos que detenninado placer puede dejar qu.e coexista1i paralelamente pensamientos cuyo tema puede ser muy diferente 11 .• Esto no es verdad en cuanto al goée, lo

·· éuhl no significa que el goce implique la desaparición total del Yo en prove­cho dii un "goce del ello": sin éontar con que la expresión "goce del ello" es~ cuando· menos, ambigua. Gozar pre-supone que durante su y ese momento el sujeto haga suya la certeza . de una total coincidencia entre el cuerpo del goiante y la causa pensada de su goce. Coincidencia que tendrá los mismos ca· ractete'S: élé evidencia que acompafian a la representación fantasmática, de la

• que no pot esto es un equivalente absoluto. . · · Ergoce permite y exige una alianza fugaz entre el cue~ mortal y un Yo

que reconoce en este veredicto una condición· de su goce y de 8u ·sei: viviente~ P.or eso, no tiene necesidad de informane de su no-muerte a trayés de un "yo goza". Asimismo el Yo, en los momentos en que inviste de manera satisfacto­ria, plena, su propia actividad de pensamiento, no tiene necesidad de enun-

. ·ciarse.un ''yo pienso~. para asegurarse que efectivamente piensa. E iguahnente, . . en sus momentos no conflictuales: no tiene necesidad de formularse un ''yo

roy"para a:segurárse'de·queexiste.;Agreg¡u:é al respecto una última ac9tación: . los dos enunciados perfómiativris· que· son "Y o pienso?• y "Yó soy", a menu­

do deben entenderse ·c0mo las respuestas del Yo a una pregunta que se halla en el origen de toda forml\ de.angustia, pre_gunta que él espera reducir al ~en- · cío antes de que aqué1lla. sobrevenga.' La duda con la que bruscamente se en-

.. frenta se formula como~ ... ¿acaso Yo es?", o "¿existe Y_ o?", o "¿,puede el Yo

9 Tai co~xistencb ci~ un. doble tren de pensamientoi sólo es pOsible si el ¡>Jacer intelecttllll estético, sexual, no traspasa cierto umbral: cuando ello ocurre, Ja señe

. de pensairdentos que tienen otro tema será o bien reducida al silencio, o bien . padecida como una molestia importante, y entonces estaremos en presencia de

un mecanism~ de defensa ~o a prohibir el placer. ·. ·

164

J l ¡

t

pensarse como un existente?". El lado perentorio de la respuesta será aún más · acusado por la insistencia de la du,da y de las causas que la motivan. Esta pro· blemática revJgte un aspecto muy·particular en el registro de la psicosis1 0

Concluido este paréntesis, volvamos.a Freud.

Si ·Se acepta Ja hip6tesis de una interacción: presente, en ·todo analista, entre su concepción del funcionamiento psíquico, el ,privilegio que concede a unQ de los "pOS101es" de ese funcionamiento, y su concepción de la teoría de Ja práctica, se comprenderá que toda opción teórica concerniente al Y o y a la actividad de pensamiento, vayá acompaftada de una opción sobre lo que cabe.esperar.alcanzar, y permitir al otro alcanzar, por medio de la experiencia ~tica, Y· se traducirá en el modo de conceptualizar la teoría de esta prácti.: ca.

· De allí qúe en. esta interrogación sÓbre la teoría de la práctica, encontre· mos tres órdenes de consideraciones, a veces intrincados y otras tratados se·

. paradamente: ·. l. El que ·concierne a los universales presentes en el funcionamiento del

·pensamiento, las leyes que lo rigen y las consecuencias resultantes. · · · · ~- El que trata acerca de la acción de la experiencia analítica, su "proto·

colo" sobre ~sa misma función, y acerca de las condiciones cuya presencia se j~.necesarfa para que se pueda proponer y para que otro pueda respetarlo.

~~El qUe trata de los resultados qúe podría alcanzar la experiencia. . Si nos enµen,méramos imaginando a un analista que creyera que forma

parte de las poteudalldades del funcionamiento psíquico, ver lo invisible o sobreyiv:ir a la muerte del cuerpo, 'O que pudiera formar parte de los "posi· bles'.' del proceso secundario, realizar con el penilamiento una transforma· ci6n de la realidad que nada tendría que envidiar a la que opera el proceso primario en el campo del fantasma, es evidente que éste sería el tipo de "po· der" que para sí mismo privilegiará, que será con estas promesas que seduci·

.. rá a quien se embarque con élen Un análiSis y modifroará las condiciones de· . la.~xperienéia de manera de facilitar estos reSUltádos. Si, dando muestras . de menos. fantasía, imagináramos. a un analista que tuviera lá convicción de . que no existCI ~ás Cl!lº una sola re:Presentación de la realidad adecuada a la

10 . . . Aunque no hable do ella aquí, igualmente importante es. la ieJaclón pensamiento/ cuerpo, se trate do la acción sobre el cuerpo de· los pensamientos· por los cuales · .el Yo piensa su cuerpo, o de Ja acción sobre Ja actividad de pensamiento de lo que puede ocunq en el espacio del cuerpo (enfermedades~ intervenciones quinÍr· gicas, dolores. malformaciones). Mutatis mutandil, podríamos parafrasear lo Freud escn1le con respecto a Ja pulsión, y decir que el cuerpo es úiJ. .. objeto (o un espacio) límite entre el espacio (o el objeto) psíquico y el espacio (o el. objeto) de la iealicJad••-. La importancia que he conferido a Jas éonsecuencias del préstamo tomado por Ja psique al modelo somático -y en particuJar al sen· . sorial- es f'Undamental para: comprender la función y posibilidad misma. del · pictograma; pero de manera más reducida, más puntual, volverán a piesentarse sus RC&Ídas en el coitjunto de las representaciones. Incluso este concepto, en apa· ñencia tan abstracto, como es el concepto «espacio", demuestra, en ·el análisis · de la-psicosis; m dependencia de lo que fue el primer acceso a una representación .

. del espacio eorporal. Esa representación va a la par; en su figilración primera y · en sus elaboraciones sucesivas, con. la representación del espacio psíquico: suela· · bomción no es separable. Lejos de reducirlo, la función que concedo al pensa· miento devuem toda su importancia al cueipo y al afecto. · ·

165

(

( .

r 1

(

/ {

'

Page 86: El sentido perdido Piera Aulagnier

.estructura. de ia psique y alaestruétura de la realidad, el fm propuesto por el experimentador será logi-ar que el Sújeto reconozca no ser otra cosa que un efecto de esa ''estructura". La única otra alternativa POS11>le consistirá en o­cupar el lug3r de aquel que tiene 1Íl ilusión de aceptar y domiriai' ese "des~ · tino estructural", imponiendo a otro,. y a otros, que lo reconoz~an y a su vez . se plieguen a él: de aquí derivará otra teoría de la psique, otra teoría de la práctica y otra manera de poner en actqs a esta últiina: a esto le llaman:. "didáctico". . · ·· ·

Si examinamos con atención lo que sucede entre los analistas merecedo·. res de este calificativo, comprobaremos que la conc~pción que el analista po· see de la actividad psíquica y su concepción del rol desempeñado por el Yo en el dominio de la neurosis y en el de la pSicosis, entre otras consecuencias van a justificar su decisión .de decretar analizable o no analizable ese conjun-to de trastornos designados con el ténnino "psicosis". ·

En atención a que creo posible y necesario hallar otra conceptuatiiaCión de la teoi:ía de la práctica en el registro d~ la psicosis,.expenmenté la neces.i· dad de reinterrogar a mis propios criterios teórico-prácticos. Sólo la culmina­ción de la indagación én curso pennitirá juzgar los resultados de tal cuestio-namiento. ·

Pondré fin a estas páginas con algunas reflexiones sobre los criterios de lo analizable que nos propone la obra de Freud.

Los criterios de lo analizable en Freud . . .

Si dejáramos a un lado aquello que la prosecusión de la práctica creada e inaugurada por Freud enseñó a sus .sucesores, para limitarnos a indagar en la obra que él nos dejó, puede parecer relativamente fácil definir los criterios que, a los ojos de .freud, justifican .que dos sujetos acepten. embarcarse en · una experiencia analítica, se trate de los criterios de lo analizable, de los cri­~erios que presiden el comienzo de la partida, de ·los criterios que permiten formular cuál podría ser, en derecho, su desenlace, o incluso de los criterios que dan cuenta, a posteriori' de las razones verosímiles, si no seguras, de ºsu fracaso o de lo que el desenlace "real" de la experiencia tiene de parcial. Es cierto que la prosecución de su propia práctica y la elaboración de la teoría

• que de ella resultará, obligarán a Freud a modificai: sus criterio~, pero en lo esencial les seguirá siendo fiel. . . . · . · ·.

Las condiciones que Freud juzga ne~esarias y suficientes para la apertu-ra de Ja partida puedén resumirse en estos ténninos: .

l- Dos motivaciones (que podríamos llamar implícitas, tan evidentes le parecen a Freud) y que están en la fuente de toda-demanda de análisis:

a). la esperanza de liberarse -por medio del anál~sfs- lo cual presupone un p;reinvestimiento de la representación que de él uno se forja, de síntomas fuente de un sufrimiento psíquico que podrían hacer-compartir a estos suje­

,tos la queja expresada por el Hombre de los Lobos: "no puedo seguir viVien­do así".

b) la presencia, en un número mucho piás reducido de ~ujetos, del deseo · de adquirir los conocimientos que· les pemútan ejercer, a su vez, la práctica analítica en beneficio de los primeros. .

2. Dos condiciones cuya presencia Freud juzga necesaria para una res­. puesta afirmativa a aquellirs deman$s; .

166

...., la aptitud para la transferencia en los primeros; - la aptitud para autoanalizarse o la· aptitud para el análisis en los se­

: .. gundos. Si se admite que quien toma la responsabilidad de juzgar sobre la presen- ·. ·

cia de la primera aptitud en aquellos que le demanden un análisis, es un: suje­to que ya ha recibido, o que ya se dio, una respuesta afirmativa en lo concer­niente a la presencia en él de la aptitud que le concierne, las razones. que justifican embarcar a un sujeto en una aventura analítica pueden formularse así: . ·

a) ia convicción del analista, resultado de las entrevistas preliminares, de · que forma parte de lo posible -lo cual no significa de lo seguro- el hecho de que gracias a la experiencia analítica ese sujeto alcance o se aproxime al fin que ésta se propone. · ·

b) la presencia de ·un sufrimiento psíquico cuya causa será reconocida, por el analista, como algo que forma parte del inconsciente ..

c) la presencia, en el sujeto, de un aptitud para ia transferencia. Antes de abordar las cuestiones que plantea esta formulación de IOs cri­

. terios de· lo analizable, detengámonos un momento sobre ia aptitud, juzgada por Freud como necesaria, para que un sujeto pueda ejercer la función'analí­tica.

La aptitud para analizar

Freud es muy p9co prolijo en cuanto a los caracteres que especifican es· ta "aptitud". "No ser demasiado neurótico';, "poseer cierta aptitud Uinata para la introspección, que facilitará la aptitud para el análisis de los propios sueños y del propio inconsciente", "un fmne amor por la verdad y cierta ca­pacidad de aceptar las exigencias de la realidad": la presencia, en un sujeto, de las cualidades psíquicas que he resumido en estas fórmulas justificaría que se lo c~ea ºcapaz -y ~ue se crea capaz- de adquirir, con la ayuda de su propio análisis, los conocimientos que exige el "saber analizar" y aquellos que le'pemútirán utilizarlos correctamente en ~u pJ;áctica 11

Al lado ·de estos criterios que podemos llamar· '.'psicoanalíticos", se agre­garán una serie de consideraciones éticas(ser capaces de experimentar simpa­tía por el sufrimiento del otro, merecer la confianza que debemos sucitai en el analizado si pretendemo~ que la transferéncia no sólo sea posible sino ·que además se convierta en parte en nuestra aliada, ser capaces de no abusar del poder con el que esa misma.· transferencia va a dotarnos). Pero estas mismas consideraciones no son sino la aplicación a nuestra disciplina de una concep­ción 9e la ética propia del Freud-sujeto y que el Freud-analista retoma por su cuenta. .,

Si.consideramos el último . .texto de Freud acerca de los problemas que

11 Todo lo que se escribió en su época sobre los "criterios de selección;', parece ha­ber ocupado muy poco espacio en los-textos de Freud. Quizás ya había compren· ido que los criterios defendidos por sus contemporáneos estaban demasiado some• tidos a fines institucionales para aspirar a algún valor analítico. Hay que reconocer a Freud el mérito "de'· haber sabido desprender los suyos de esa servidumbre: pero también lo que conservan de insuficiente. Es cierto que lo que se escribió des­pués de Freud sobre la "selección", en la mayoría de los casos viene a revelar una sujeción aún mayor al poder y a las futilezas institucionales .

167

Page 87: El sentido perdido Piera Aulagnier

· suscita Ja práctica arialítica (Análws terminado y análisis intérminablé). nó aparecerá ningún cambio esencial: quedará acentuada Ja puesta en guardia contra Ja tentación de poner los conocimientos ad9uiridos al servi~o ~e Ja_s propias defensas y de los propios intereses neuróticos, se subrayara cuan di­ficil resulta no abusar del poder una vez que un sujeto posee los medios para ejercer tal abuso, pero es obvio que Freud no había esp~do al año 1937 para advertir este doble riesgo. De igual modo, la .~acion de qu.e.no se puede ser analista sin haberse sometido a la expenenc:ia de un análisJS per­sonal, quedará mitigada por este "riece~ente breve,. que la e~c~fa, restricción que no deja de ser problematica en un texto donde Freud ~s1ste y demuestra por qué razón toda tentativa de reducir el tiempo necesano p~­ra Ja cura analítica reveló ser imposible o peligrosa. Mucho más que Jas apti- . tudes exigidas en el analista y en el analizado, son las razones i?conscientes que pueden obstruir la experiencia y su resultado Jas que constituyen ·el ob­jeto de este texto. Cómo no sorprenderse de que a pesar de que en Ja época en que Freud· lo escribe, la institución analítica ya había instalado sus buró· cratas, sus ritos de pasaje, y conocido una s~e de escisio~es, Freud perma-. nezca mudo acerca de los criterios que decidieron esos ntos, acerca de los criterios responsables de 1:8 carrera y de la f ~nnación, e inclu~ ac~a de esa exigencia enteramente pnnceps, y que no tiene nada de abusrvo , de de­mandar a quien quiera ejercer la práctica analítica, que ante todo se someta a Ja práctica del "control". ·

Hay que volver a un texto de 1925. Mi vida y el psicoa~l~, para en­tender ·por qué razón juzga insuficiente Ja ensefi~a de Ja ~ed1cma en cuan­to a la preparación para e1 oficio de analista. La unportancia.que Freud con­cede a disciplinas no médicás como Ja historia, 1as religiones, la mitología, la literatura, traz~ un "perfil" que conserva su pertinencia• Lo mismo sucede con fo que escn'be sobre la diferehcia entre el "deseo de curación", en el sen· tido estricto que cobra dentro del dominio de Ja medicina, y aquel "deseo del terapeuta analista" cuya necesidad y p!esencia jamás pon~ en duda pero . que se sostiene de una mira que ya no es identica a la del médico. . . · Pero ·ta pertinencia de este perfil está lejos de ago~ Jas cuéstiones q~~ en este dominio permanecen en suspenso. El silencio de Freud repercutirá

·· en su análisis de las apti~des cuya presencia juzga necesaria en sus pacientes.

La aptitud para 1a transferencia y los criterios olvidadós

La "aptitud para Ja transferencia" no es sólo una condic~ón ésenc~ p~­. ra que Ja experiencia analítica resulte post"ble, sino que ademas, es el cnteno

: en. virtud del cual Freud operará Un recorte ~la psicopatología, recorte en­; tre aquello que, segúri él, forma parte de lo analizable. y }o que n~ puede ha­

cerlo. La presencia de la aptitud· para la transferencia en un su1eto es una condición para que.pueda actualizarse, durante la experiencia, una ''De~sis .de transferencia", Ja cual a sú v~ es condición necesaria para la ~ión de lo que Vidennan llama "espacio analítico", único en el cual podríamos e­jercer nuestra función en confonni&.d con el fm que la subtiende 1 3

12 Lo abusivo será el uso que podrá hacerse de esa exigencia.

13 s. Viderman, La con!111Uction de l'espace analytique, Editions DenOOI, 1970 -Le célezte et le sublunaire, P.U.F., coL "Le fil rouge .. , 1917.

168

P~ Freud, la "aptitud para la transferencia'' es el carácter.que especifi· ca ese .. posible" ~1 funcionamiento mental que lo toma susceptible de sa­car provecho de u;11 tratamiento psicoanalítico. No dudo de que en el esp~­tu de Freuddebepan sumarse otros caracteres, presentes en el funcionamien­to psíquico de quien demanda un análisis, para provocar Ja respuesta afirma­tiva del analista; y tampoco pongo en duda que Freud sabía tanto como to-· dos nosotros que no todo neurótico es susceptfüle de plegarse a las cláusulas del contrato o de sacar provecho de nuestra práctica. Si habló tan poco de ellos, ¿es porque tenía Ja convicción de que la ausencia de dichos caracteres

.. era razón suficiente para que el primer encuentro fuese también el único? ¿Consideró que 1a .necesidad de su presencia fonnaba p~ de una evidencia compartid:a por todos los analistas? Pero, qué decir de los "olvidos" que pre· senta su exanie~ de las fuerzas que pueden oponerse a una terminación co- ·. rrecta del análi$is: lo que se destaca concierne a la etiología de los ·trastornos psíquicos (factores constitucionales o factores traumáticos, o incluso la fuer· Z'a de las pulsiones y su acción sobre el yo, el exceso de intolerancia de éste ante.las exigencias de Ja realidad, y hasta esa frecuente resistencia, a veces in· desarraigable, cuyos iesponsables son el instinto de muerte y lo que Freud denomina "repudiación de lo femenino"); a Ja inve~. nada. se dice sobre las condiciones que pennitirían a un neurótico, independientemente de las cau· seis "negativas" que acabo de enUmerar, investir y lograr su propia experien· cía analítica. . .

La posfüilidad de privilegiar qetenninado modo de trabajo del pensa­miento en las sesiones, la preservación, en el sujeto, de lo que· el propio Freud había definido con el ténnino "wiesHrieb", su poSt1>ilidad de transferir esa "pulsión de sabe.r" a aquel "saber" muy particular que el análisis pennite ad· quirit, el ya-ahí de· ciertas cualidades a las que es preciso denominar,extr~ o

· 'preanalíticas, he aquí un conjunto de factores que- F.reud tomó, por cierto, en consideración en. el ejercicio de su práctica, pero cuyas causas metapsico· lógicas, que habrían pódido dar cuenta de ellos, 'dejó en silencio. Como ya he·· dicho, una de las razones de tal silencio fue, probablemente, el hecho de que tenía que parecerle evidente que su consideración y evaltiación eran 'ta­reas preliminares a las que a ningún analista se le. hubiera oc~rrido sustraerse. Pero. creo que también existe otra razón: el escaso Jugar que ocupa en 1a o·

.. bra de Freud el análisis de la actividad de pensamiento, no sólo dentro del campo psicopatológico sirio ante todo en el analista. Su descubrimiento es lo bastante rico para que no haya necesidad de prestarle algo que no forma par­te de él •

·Podemos reSumir esta lectura diciendo que los criterios que "conscien· temenW' decidían la elección del Freud-practicante suponían, por una par­te, un juicio diagnóstico Ouzgar si los síntomas presentados por el sujeto ma­nifestában una neurosis de transferencia, y por lo tanto pennitían deducir la presencia, en este mismo sujeto, de una aptitud para la transferencia) y, por la otra, un juicio "pronóstico" (~tar de prever si 1a clase de resistencias · que este rllismo sujeto opondrá a la experiencia no vuelven demasiado alea- · toria Ja esperanza de ·.conducirla a buen puerto). Pero a estos criterios' se

Estos dos trabajos coñstituyen el estudio más pertinente· que conozco sobre estos problemas. Lo que me .separa de ellos es el escepticismo del autor en lo relativo al análisis de las psicosis.

169

(~

r (

(

e (

(

(

(

e

(

(

'~

Page 88: El sentido perdido Piera Aulagnier

añaden otros; igualmente deterÍÚiiiantes: los que permiten a Freudjuzgar si podrá o no experimentar, con ·respecto a dicho sujeto, esa "simpatía" justi-. ficádainenté considerada por él como necesaria.para la preservación de una

· relación analítica. No obstante,. eón excesiva frecuencia se olvida que dicha "simpatía"- corresponde tÍimbíén," y quiiá por enc~a de todo;-a lo .que

. en el sujeto depende de su "no-patología". El analista. elige su campo·de .

. lo analizable en nombre de criterios que asimismo atienden a fmes ya in­vestidos por quién demanda un análisis, fines independiéntes, en: parte al menos, de· sus síntomas neuróticos. Tal· elección efectuada por el analista siempre estárá parciahnente motivada ·por sus ide¡iles éticos y cul~rales. Estos.ideales nunca son reductibles a las adquisiciones, debidas a su propio ánálisis, de lo no analizable que en él se resguarda, lo que tal vez sea una necesidad para nuestro funcionamiento; No podemos quitarnos los anteo­jbs analíticos cuando allí estaban los cultí.lrales que llevábamos antes de cálzamos nuestro .. segundo par: debe recordarse que llevar dos pares de an­teojos a .veces !:mee difícil tener una viSión clara. de lo que la realidad_, inte· rior, exterior, social, .impone a nuestra mirada. He déjado de lado la rela­ción· presente en Freud entre. el conjunto de sus criterios y la relación del s.ujeto con la realidad. Ahora bien: el análisis de esta relaci~n sirve'·a Freud. como hilo conductor para aislar esas. cuatro modalidades. del funcl.on'.ami.ento · psíquico que él define, respectivamente, con los -términos de normalidad,· neurosis, perversión, psicosis. Al no poder discutir aquí la .acepción que da Freud al. concepto de .realidad1~~, concluiré con algunas consideraciones

· relativas a los criterios que le penniten fonnular su definición de los "po· sibles", no ya del funcioriainiento psíquico sino de la experiencia analí-tica.

Los critedos del fm del análisis . . Hemos visto que uno de los corolarios de la teoría que posea el analista

acerca del funcloiiamiento psíquico, será su concepción de lo que considera posible o imp9S1'ble COJJlO resultado de la éxperiencia analítica. Sean cuales fueren las dif.icultades que hallaiá Freud en su práctica, sean cuales fueren las ilusiones a las qúe deberá renunciar, n.«? sólo -estó es obvio para todo analista que ·no se haya convertido en. lo que Freud lláma un "charlatán" -seguirá invistiendo en su trabajo de. analista una· meta que juzga compatible · con la experiencia, sino que aportaiá ·pocas variaciones a la definición que de ella da y se da a sí mismo. Las escasas fonnulaciones de Freud que voy a citar. son de una claridad ejemplar y no necesitan comentario alguno. Las tornaré de:.dos textos:Mi vida y el psicoanálisis, de 19~, y el otro, ya citado, Análisis terminado y analisis. interminable, de 193715

• .

Del primero sólo citaré dos breves pasajes Síngulannente pertinentes: ·

.. 14 El análisis del concepto de realidad y de su función en la teoría de Freud no

podía tener lugar en los límites de este artículo. 15 Escogí estos dos textos entre otros en los cuales hallaríamos formulaciones ·

idéntit::as a las que aquí se citan, porque los· doce años que Jos separan prueban la fidelidad de Freud sobre este punto. Además, incluso con respecto al primeto, escrito en 1925, difícilmente podría pretenderse que sufre de la "juventud" del Freud-practicante: veinticinco años de práctica lo preceden.

170

"Debemos fijáinos esta metá: réducir al mí~o el número de Índivíduos que abordan, insuficientemente annados contra ella, la vida civilizada",· "nuestro fm terapéutico es fácil de· deteÍminar: queremos reconstituir el

. y o, liberarlo de sus obstáeulos, devolverle el dominio del ello perdido para él como consecuencia de sus precoces represiones. Hacemos el análiSis con este solo fin, toda nuestra técnica converge hacia él. .. Cuando incita·

. moS al enfermo a elevarse por encima de SUS propias resistencias y a COIDU·

nicarnos todo, educamos su yo para superar sus tendencias a la fuga y Ié . enseñamos a soportar la vecindad de lo reprimido". ·. .

• ".ayamos ahora a Análisis terminado y análisis interminable, y a fo qi.ie .. · all1 dice Freud sobre un resultado de la terapia posible de derecho, si no de hecho. Citaré enteramente . un parágrafo que merece toda nuestra aten-., 16 .. . . . . .

c1on · : ~te t.odo, debemos decidir qué entendemos por ambigua frase: "fm de un análisis"; Desde un punto de vista práctico la respuesta es senci­lla.. Un análisis está terminado cuando . el analista y el paciente dejan de encontrarse para la sesión analítica. Esto sucede cuando se han cumplido aproximadamente dos condiciones: en primer lugar, que el paciente ya no sufra de sus síntomas y haya superado sus angustias e inlúbiciones; en segundo lugar, que el analista juzgue que el material reprimido que 8e ha hecho consciente, que esa parte de lo incomprensible que fue explicada y que las resistencias interiores que fueron superadas •. son suficientes· para . que no haya que temer una repetición del proceso patológico antes maní· . festado. Si dificultades exteriores impiden a un analista alcanzar este objeti­vo, ·es mejor hablar de un análisis incompleto que de un análisis no tenni­nad~. La otra significación del término "fm de un análisis" es mucho más ambiciosa. En esta acepción, ha de preguntarse si el analista tuvo sobre el paciente una influencia bastante grande para que haya seguridad de que la prolongación .del análisis no aportaría ningún cambio ulterior. Por. lo tantQ, se presupondría que por los medios del análisis podría alcan­zarse .~n. ~vel de normalidad psi'quica absoluto y, además, un nivel que pensana:mos se podría preservar como si hubiésemos logrado resolver todas · las represiones del paciente y llenar los agujeros de su memoria. Tenem"os. que preguntar a nuestra experiencia si tales resultados pueden ser alcanza· dos; y después a ,nuestra teoría si hay posibilidades de que esto ocurra. C,ualquier analista habrá tenido algunos casos que culminaron en este gra· tificante resultado; ha conseguido hacer desaparecer perturbaciones neuró· ticas de su paciente que no fueron reemplazadas por ninguna otra. "Y al­gunas páginas más adelante p\lede leerse: "El problema del análisis es ase­.gum; las' mejores condiciones psicológicas para el funcioitamiento qel yo; . hecho esto. ha terminado su tarea". . · · . , Escnbir en el mismo texto que "la no~alídad en general es una ficción

ideal" y que "toda persona norinal lo es medianamente", o incluso que el yo normal posee caracteres que lo acercan al yo del psicótico y otros que lo acercan a:l yo del neurótico, sin que por ello coincida con éstos, no le lle· . vará sino a declarar que la "nonnalidad" es el estado que nos pondría frente­ª un yo que habría adquirido "las mejores condiciones psíquicas posibles~

16 St. Ed. vol. XXIII, cf. pág. 219·220 y pág. 250. La traducción y el subrayado me pertenecen. · ·

171

Page 89: El sentido perdido Piera Aulagnier

. pala su propio funcionamiento, peto que semejante "normalidad" forma . parte de los ideales, incluidos los que Freud inviste. Si bien Freud llegó a reconocer que ese "ideal" y ese fin sólo excepcio~ente se al~ al final del trayecto, y que casi siempre s6lo serán parciahnente realizables, siguen siendo para él la "estrella polar" que debería orientar nuestra m.archa, aquello hacia lo cual analista y analizado deberían ~tar de ap~oxnnarse gracias y por el trabajo analítico. No debe confundirse lo que dice Freud sobre los escollos contra los cuales puede fracasar el proyecto, y lo que dice sobre lo que este mismo proyecto debería investir como meta. Para Freud fonna parte de los "posioles" del yo privilegiar un modo de fuhcionamient? . que reduce al mínimo, aunque no las anule, el µamado a defensas neuróti· cas y, más aún, psicóticas. Ahora bien: los criterios que le permite_!l definir lo que este modo de funcionamiento del yo sería y presupondría son la . clave de bóveda de su corpus teórico, de la teoría de la práctica de él ema­nado y, asimismo, de los hitos identificatorios por medio de los cuales Freud puede pensar su propio ideal de sujeto singular~ _. . . Mal haríamos ·en sonreimos frente a la formulación que Freud elige en el pasaje citado: ''un nivel de normalidad psíquica a~soluto".· Todo analista le preserva su lugarteniente: si pretendiera que ese "nj.vel" óptimo presupondría. la valorización de una parte de locura, el re~hazo de una parte o del conjunto de las "exigencias de la realidad", esto demostraría, además, que el analista no puede evitar la emisión de wi juicio .-así fuese in petto­sobre los "poSioles" del funcioiiamiento mental. Dicho juicio dependerá del poder que el analista impute a tal o cual Q:e aquellos "posiüles"; Si se

. afmnara -lo cual sería falso- que el funcionamiento· psíquico en el que puede desembocar un análisis fonna parte de un. coajunto de ~oilidades igualmente patolóiicas, debería justificarse el privilegio .que el analista concede a esta forma de patología. Privilegio bastante podero,so pata haberlo induCido, durante ·y. después de su propio análisis, a hácer todo cutmto puede para que su propio funcionamiento mental se lo· apropie. Las mzohes del privilegio que Freud confiere a ''un nivel de nonnalidad psíquica~ lo más absoluto posiole, fueron explicadas por él en 1911 en su texto sobre Los dos principios del funcionamiento mental: cuanto más se acerque ~l. sujeto a dicho nivel, más capaz se volverá de émitir un '~uicio imparcial" sobre la verdad o el error de las ideas (el ténnino es de Freud) por las cuales podrá tomar conociiniento de las verdaderas "circunstancias de la realidad

· exterior". Poder a,propiarse de ese juicio de verdad es, según Freud, una conqÚista decisiva para el yo en la lucha que h1>ra por $U "~aguardia" y por "la· obtención de un placer segur<~", por muy diferido que resulte. ·

Así juzga Freud, pero, ¿podemos decir que todp analista comparte esta opción? ¿Puede sostenerse. que los diferentes juicios emitidos podos analistas concuerdan en cuanto . a Ja. necesidad, la legitimidad o la arbitra-

. riedad de las "exigencms de Ja realidad" que el campo social impone a los sujetos? Ciertamente, no. Por eso, en la manera con que el analista teoriza y conduce su práctica, siempre se verá la participación de lo singular~ no. teorizable y poco analizable que preserva su relación. con la realidad, con su propio proyecto identificatorio y con algunos de los fines que espera alcanzar. Podemos reducir esa participación, pero no anularla.

172

Publicar una parte de un capítulo hace imposi'ble aportarle una conclu­sión cualquiera. Espero sin embargo haber podido demostrar, gracias a JaS citas de Freud17 , que los criterios que de hecho y de· derecho dan cuenta de Ja práctica analítica apelan a los·presupuestos teóricos del practicante, a conocimientos que la cultura a la que pértenece le asegura son verdaderos, y a un anhelo1 ª que concierne y privilegia. uno de los "poSJ"bles" del funcio­namiento mental. A través de ese prlvilegio se expresa una mira del Yo det·analista que concemirá a los dos sUjetos en presencia, mira que no es separable de los objetivos que en su práctica persigue. "Teoría infantil", "teoría adulta" y "teoría analítica" de la realidad, están en una relación de interreac:ci6n, representan la otra · ~ de las "teorías" identificantes que el Yo deberá apropiarse sucesivamente para poder pensarse y pensar su mundo. No le es posi'ble· al hombre pensar una realidad "en sí". Para . el Yo, la realidad coincide con lo que es pensable o eón lo que cree pensa- ·

· ble o con .lo que espera se haga pensable de las causas que supuestamente dan cuenta de lo. que en esa misma realidad encuentra. El Yo es .. de Jiaci-

. miento" un intérprete: su reacción, su respuesta h'bidinal a los aconteci­mientos y fenómenos con los que lo enfrenta su encuentro con lo existente dependerán, esenciahnente Si· no exhaustivamente, de su interpretación sobre la causa a la cual los atribuye. Con esa "tealidad interpretada,. tiene 7 que vérselas el analista; su tarea será tratar de interpretar, a su vez, las cau- ·

· sas desconocidas de Ja interpretación de la realida4 privilegiada p0r el Yo, t eada vez que este mismo Yo entre en conflicto con una de sus propias l interpretacionet sobre lo que es causa de la realidad,:·de él mismo, de su placer, de .su sufrimiento. " ..

La relación entre el sujeto y lo que Freud define (piensa) bajo el térmi­no ."realidad", le pennitió elucidar las cuatro modalidades poSioles del fun­cionamiento psíquico y fónnular sus criterios de lo analizable. Si el análi­sis· de la actividad de pensamiento desempeiia el mismo papel en mi indaga-

• ci.6n, . es porque nos permite comprender mejor cómo se construye esa repr~ntación y esa interpretación de la realidad que hace posible al sujeto orientarse en ella. y deslindar mejor cuáles son los compromisos posioles entre la "lealidad psíquica"1 9 y un~ "realidad material" de la que Freud

· decía; ya en sus primeros textos, que para la mirada del hombre sigue · .. siendo tan incognoscible como el inconsciente mismo.

Enero de 1978

1 7 En este texto me he limitado. a analizar la /Unción que cumplen en su práctica · los criterios elegidos por el analista: tal función seguirá siendo siempre la misma. Nada be dicho sobre lo que la práctica posfteudiana ptrdo·aportar de nuevo en· relación con los criterios elegidos por Freud: dicho aporte no es desdeftable.

ia

19

Es sabido que Freud casi nunca habla'.liel o de los "deseos" del /ch, sino de s~s anhelos. o, en el registro inconsciente, de sus pulsiones. No es. seguro que el tér­mino "anhelo~ pueda ser reemplazado siempre por el de "deseo», como se tiende a hacer (Y me incluyo). . · ·. . Por "realidad psíqiiica" entiendo exactamente lo que Freud define .con este tér­mino: el conjunto de las representaciones fantasmáticas. forjadas· por. el proceso primario, que tienen para dicho proceso valor de reálidad y atn"buto de certeza, Y que ,t011 sus pueifas.en.escena de una realidad de la cual no puede conocer otras representaciones. ·

173

/.

í

(

(

(

(

(

(

\..

(

Page 90: El sentido perdido Piera Aulagnier

" .... -. \•

·~ :· ~

·,- ,.·. .. , "/

j

¡

~ ¡

¡ 1. ¡ ¡

! 1

! l i·t

1 1 ·. t . ¡ ., ¡

l I í ¡

9

lt t

1

. Este libro se terminó. de Imprimir en los talleres gráficos de ta calle

Atenclo 1443, .Lallús, en el mes de Abril de 1980

r . "