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NOMBRE:
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María Emilia Riquelme y Zayas

Mar 12, 2016

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Cuento de la vida de María Emilia Riquelme y Zayas, fundadora de las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada
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Cuento: María Emilia Riquelme

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¡Hola queridos amigos! Soy María Emilia, una buena amiga de

Jesús y quiero contaros muchas cosas bonitas de mi vida para

que vosotros también os hagáis sus amigos y queráis mucho a

nuestro Padre Dios, como yo lo quiero.

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Cuento: María Emilia Riquelme

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Nací en Granada, una ciudad de España, un 5 de agosto de

1847. Mis papás eran muy buenos y se querían mucho, sus

nombres eran Emilia Zayas y Joaquín Riquelme.

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Cuento: María Emilia Riquelme

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Mi papá era un militar valiente que servía muy bien a su

patria en los distintos cargos públicos que le confiaban.

Cuando yo llegué a este mundo se sintió un poco apenado

porque quería tener un niño, para que después fuese militar

como él, pero se le fue pasando y siempre me cuidó con

mucho cariño.

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Cuento: María Emilia Riquelme

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Mi mamá era una señora muy culta, generosa y con gran

corazón, además era muy piadosa; con ella aprendí desde

pequeña a conocer y amar a Jesús con todo mi corazón.

Mirad, ¿os cuento un secreto? De mi papá heredé el carácter

valeroso y firme, y de mi mamá la dulzura y generosidad.

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Cuento: María Emilia Riquelme

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A los dos días de nacer me llevaron a bautizar con una

lista de nombres tan larga, ¡que si os cuento no termino! Al

fin me quedé con María Emilia. Ese día volví a nacer como

hija de Dios y de nuestra querida madre la Iglesia.

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Cuento: María Emilia Riquelme

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Dios permitió que desde pequeña también aprendiera a sufrir

y se llevó a mi mamá al cielo cuando yo apenas tenía siete

años. ¿Os imagináis cuanto lloré? Pero Dios no me dejó sola y

un día me mandó a su hijo Jesús en brazos de su madre

María, y desde entonces la Virgen María fue para mí la

Madre que me acompañó hasta el final de mi vida.

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Cuento: María Emilia Riquelme

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Para educarme bien, mi papá me llevó como interna en un

colegio donde exigían mucho, pero enseñaban muy bien.

Permanecí en él hasta que acabé la etapa escolar.

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Cuento: María Emilia Riquelme

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En Pamplona, donde vivíamos entonces, por las noches

escuchaba cómo hablaban los soldados que vigilaban el barrio

militar: “Centinela, ¡alerta! ¡Alerta está!”, contestaba el que

estaba de guardia. Así aprendí que yo también debía estar

alerta contra cualquier cosa que me pudiera apartar del

camino de Dios. ¿Y sabéis cuál era ese camino? Jesús me

pedía que yo le ofreciera mi vida toda para Él.

Cuando ya podía acompañar a mi papá, me tocó asistir con él

a muchos de sus compromisos sociales y como era un buen

militar al servicio de la Reina de España, tuvo que cambiar

de residencia frecuentemente por distintas ciudades.

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Cuento: María Emilia Riquelme

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Muy decidida a hacerle caso, se lo dije a mi papá… ¡la que

se armó! Así que con mucha tristeza por no hacer lo que

Jesús me pedía, tuve que continuar cuidando a mi papá

Joaquín hasta que Dios se lo llevó también al cielo.

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Cuento: María Emilia Riquelme

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Cuando me quedé sola intenté entrar en alguna familia

religiosa, pero me di cuenta de que ese no era mi camino.

Entonces pensé en construir una capilla en una finca que

heredé de mis padres, ubicada en Granada, con el gran deseo

de tener a Jesús en la Eucaristía y que muchas personas

vinieran a adorarlo, como yo. Puse todas mis fuerzas para

realizar esta tarea y el templo quedó hermoso, así como la

casa alrededor de él.

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Pensé en invitar a una comunidad de Hermanas para que

viniesen a habitar la casa, pero Jesús quería otra cosa y me

envió a varias jóvenes con los mismos deseos de adorar y

amar a Jesús, como yo.

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Entonces surgió fuertemente en mí el deseo de formar mi

propia familia religiosa, para que no sólo yo, sino muchas

otras personas se consagren a Él y acompañen a Jesús,

especialmente presente en la Eucaristía.

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Acababa de nacer una nueva familia religiosa, ¿adivináis cuál?

¡Sí, claro! La de las Misioneras del Santísimo Sacramento y

María Inmaculada.

Y un 25 de marzo de 1896 –en la fiesta de la Anunciación

de María, cuando el Señor, por medio de un Ángel, le hizo

saber que había sido elegida para ser la Madre de Jesús, el

Hijo de Dios- en esa bonita capilla, toda radiante de luz,

pude ver realizado mi sueño de consagrarme a Jesús con

los tres votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia.

Me acompañaban siete jóvenes con las que empezamos el

noviciado.

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Cuento: María Emilia Riquelme

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Una familia que sigue creciendo hasta hoy para servir en

distintos lugares del mundo, enseñando a los niños, jóvenes,

papás, abuelitos,… a toda la gente, a amar mucho a Jesús y

a ser buenos hermanos entre todos, para que formemos en

el mundo la gran familia de Dios.

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Desde que comenzó a crecer esta familia tuve el deseo de

que el Señor nos llevara también a otros lugares fuera de

Granada, como a Pamplona, Madrid,… y también fuera de

España, a otros países al otro lado del mar; pero aunque

tuve una vida muy larga, hasta que no cumplí 93 años no se

pudo hacer realidad este sueño, más bien fueron mis hijas

Misioneras quienes se encargaron de ir a otros países.

Primero llegaron a Brasil, después a Bolivia, Perú, Colombia,

México, Estados Unidos, Angola en África, y Filipinas en

Asia,…

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Lo primero que hacían las Hermanas era construir una

capilla donde poder adorar a Jesús y una escuela para poder

enseñar a leer y escribir a los niños, pero sobre todo, a

querer mucho a Jesús y a María. ¡Este era el sueño que Dios

había puesto en nuestro corazón! Un sueño que sigue

poniendo en el corazón de muchas personas. ¿Sabes? Jesús

también tiene un sueño para ti, ¡búscalo en tu corazón! Él

está deseando contártelo para que seas muy feliz.

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¿Y qué más os puedo contar? Que soy muy feliz por ver

crecer esta familia y desde el cielo, donde Jesús me llevó

para estar con Él un 10 de diciembre de 1940, yo bendigo a

todos, pido al Señor para que seáis muy buenos y que cada

uno de vosotros ame mucho a Dios, a Jesús, su Hijo, y a su

madre la Virgen María.

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¿Sabéis cuál es el secreto para esto? Tenéis que hacer

como yo: ¡Aprender a subir bajando! ¿Suena gracioso, no?

Pues esto quiere decir que hay que ser humildes, sencillos,

hacerse pequeños. Esto le gusta mucho a Jesús, el más

humilde de todos, por eso quiso quedarse entre nosotros en

un pedacito de pan y un poco de vino, para que en cada

Eucaristía se convirtieran en su Cuerpo y en su Sangre, y así

poder alimentarnos y estar muy cerca de nosotros.

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Cuento: María Emilia Riquelme

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¿Verdad que queréis tener a Jesús así de cerquita? Desde

ahora, a prepararse bien para la Primera Comunión y no

dejéis de visitarlo para charlar con Él como vuestro gran

amigo. Seguid a Jesús y seréis muy felices como yo lo soy.

Os quiero mucho,

María Emilia Riquelme y Zayas