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La segunda guerra mundial antony beevor

Aug 22, 2015

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  1. 1. La Segunda Guerra Mundial constituye la culminacin de toda una carrera dedicada a la investigacin y la narracin histricas. Armado con la erudicin ms actualizada, apoyndose en un descomunal trabajo de investigacin en el que siguen prevaleciendo las cartas y los diarios de los
  2. 2. combatientes, y desplegando sus asombrosos recursos narrativos que le permiten casar los grandes acontecimientos con las ancdotas ms reveladoras , Beevor nos muestra aqu el inmenso retablo de una guerra que se extendi desde el Atlntico Norte al Pacfico Sur, desde las nevadas estepas
  3. 3. septentrionales a los ridos desiertos del norte de frica; desde la jungla de Birmania hasta las fronteras de la Europa oriental; desde los prisioneros del Gulag reclutados para los batallones de castigo hasta las indecibles crueldades de la guerra entre China y Japn. Aunque Beevor se enfrenta
  4. 4. a un panorama gigantesco, jams pierde de vista a los soldados rasos o a los civiles cuyas vidas fueron destruidas por las fuerzas titnicas desencadenadas en una guerra cuya historia sigue asombrndonos y emocionndonos como ninguna otra.
  5. 5. Antony Beevor La Segunda Guerra Mundial ePub r1.0
  6. 6. JeSsE 01.09.14
  7. 7. Ttulo original: The Second World War Antony Beevor, 2012 Traduccin: Tefilo de Lozoya & Juan Rabasseda Gascn Retoque de cubierta: JeSsE Editor digital: JeSsE ePub base r1.1
  8. 8. Para Michael Howard
  9. 9. INTRODUCCIN En junio de 1944 un joven soldado asitico se rindi a un grupo de paracaidistas americanos durante la invasin aliada de Normanda. En un primer momento, sus captores pensaron que era un japons, pero en realidad se trataba de un coreano. Se llamaba Yang Kyoungjong. En 1938, a los dieciocho aos,
  10. 10. Yang Kyoungjong haba sido reclutado a la fuerza por los japoneses para integrarse en su ejrcito de Kwantung en Manchuria. Un ao ms tarde, fue hecho prisionero por el Ejrcito Rojo en la batalla de Khalkhin-Gol y enviado a un campo de trabajos forzados. Las autoridades militares soviticas, durante un perodo de crisis en 1942, lo obligaron, junto con otros varios miles de prisioneros, a integrarse en sus fuerzas. Posteriormente, a comienzos de 1943, fue hecho prisionero durante la batalla de
  11. 11. Kharkov, en Ucrania, por las tropas nazis. En 1944, vistiendo uniforme alemn, fue enviado a Francia para servir en un Ostbataillon que supuestamente reforzaba el Muro Atlntico desde la pennsula de Cotentin, en la zona del interior prxima a la Playa de Utah. Tras pasar una temporada en un campo de prisioneros en Gran Bretaa, se traslad a los Estados Unidos, donde no dira nada de su pasado. Se estableci en este pas y falleci en Illinois en 1992. En una guerra que acab con la
  12. 12. vida de ms de sesenta millones de personas y cuyo alcance fue mundial, Yang Kyoungjong, veterano a su pesar de los ejrcitos japons, sovitico y alemn, fue, comparativamente, afortunado. No obstante, el relato de su vida tal vez siga ofrecindonos el ejemplo ms sorprendente de lo que fue la indefensin de la mayora de la gente corriente ante las que seran unas fuerzas abrumadoras desde el punto de vista histrico.
  13. 13. El ciudadano coreano Yang Kyoungjong, que haba sido reclutado sucesivamente por el Ejrcito Imperial de Japn, el Ejrcito Rojo de la Unin Sovitica y la Wehrmacht alemana, fue capturado por los americanos en Normanda en junio de 1944. Europa no estall en guerra el 1 de septiembre de 1939. Algunos historiadores hablan de una guerra de treinta aos, de 1914 a 1945, en la que la catstrofe original fue la Primera Guerra Mundial[1]. Otros sostienen que la larga guerra, que empez con el golpe de estado bolchevique de
  14. 14. 1917, se prolong como una especie de guerra civil europea[2] hasta 1945, e incluso algunos indican que esta no lleg a su n hasta la cada del comunismo en 1989. La historia, sin embargo, nunca es una sucesin de hechos inapelables y sistemticos. Sir Michael Howard sostiene convincentemente que el ataque de Hitler a Francia y a Gran Bretaa por el oeste de Europa en 1940 fue, en muchos sentidos, una extensin de la Primera Guerra Mundial. Gerhard Weinberg hace tambin
  15. 15. hincapi en que la guerra que empez con la invasin de Polonia en 1939 fue el primer paso dado por Hitler para poder cumplir su primer objetivo, el Lebensraum, esto es, conseguir espacio vital, en el este. Ni que decir tiene que est en lo cierto, pero las revoluciones y las guerras civiles que estallaron entre 1917 y 1939 introducen diversos factores que complican el panorama. Por ejemplo, la izquierda ha credo siempre rmemente que la Guerra Civil Espaola marc el comienzo de la Segunda Guerra Mundial,
  16. 16. mientras que la derecha a rma que represent el primer enfrentamiento de una Tercera Guerra Mundial entre el comunismo y la civilizacin occidental. Del mismo modo, los historiadores occidentales han solido pasar por alto la guerra chino-japonesa de 1937-1945 y la manera en la que esta qued incluida en el marco de una guerra mundial. Por otro lado, diversos historiadores asiticos sostienen que la Segunda Guerra Mundial comenz en 1931 con la invasin de Manchuria por parte de los
  17. 17. japoneses[3]. Podemos dar vueltas y vueltas alrededor de todos estos argumentos, pero lo cierto es que la Segunda Guerra Mundial fue claramente una amalgama de con ictos. En su mayora fueron con ictos entre naciones, pero la guerra civil internacional existente entre la izquierda y la derecha in uy en muchos de ellos e incluso fue su factor dominante. Por lo tanto, es sumamente importante que, desde la retrospectiva, observemos algunas de las circunstancias que
  18. 18. desencadenaron el con icto ms cruel y destructivo que haya conocido la humanidad. Fueron tan horribles las consecuencias de la Primera Guerra Mundial que, al nalizar el con icto, Francia y Gran Bretaa, sus principales vencedoras en Europa, se encontraban completamente exhaustas y tenan la rme determinacin de no repetir, costara lo que costara, aquella terrible experiencia. Los estadounidenses, tras su
  19. 19. contribucin vital a la derrota de la Alemania imperial, queran desentenderse de lo que consideraban un Viejo Mundo corrupto y depravado. Europa central, fragmentada por las nuevas fronteras acordadas en Versalles, tena que afrontar la humillacin y la penuria de la derrota. Con su orgullo herido, los o ciales del ejrcito austrohngaro Kaiserlich und Kniglich vivieron una especie de cuento de la Cenicienta, pero sin nal feliz: sus uniformes de cuento de hadas fueron sustituidos por ropas radas
  20. 20. propias de un desempleado. La amargura de tantos o ciales y soldados alemanes ante la derrota se intensi caba an ms al pensar que hasta julio de 1918 sus ejrcitos no haban sido derrotados, lo que haca parecer el repentino colapso de la nacin totalmente inexplicable y siniestro. En su opinin, todos los amotinamientos y revueltas vividos en Alemania durante el otoo de 1918 que precipitaron la abdicacin del kaiser haban sido provocados por bolcheviques judos exclusivamente. Los agitadores de
  21. 21. la izquierda haban desempeado ciertamente un papel en todo ello, y en 1918-1919 los lderes revolucionarios alemanes ms destacados haban sido judos, pero las causas principales del descontento haban sido el agotamiento causado por la guerra y el hambre. La perniciosa teora de la conspiracin impulsada por la derecha alemana la leyenda de la pualada por la espalda formaba parte de su tendencia inherente e irracional a confundir causa y efecto. La gran in acin de 1923-1924
  22. 22. vino a socavar la seguridad y la rectitud de la burguesa germnica. La amargura provocada por un sentimiento de vergenza nacional y personal dio paso a una ira irracional. Los nacionalistas alemanes soaban con que llegara el da en el que poder vengar la humillacin del Diktat de Versalles. El nivel de vida fue mejorando en Alemania durante la segunda mitad de los aos veinte, principalmente gracias a los cuantiosos prstamos realizados por los norteamericanos. Pero la depresin que azot al mundo tras el hundimiento de la
  23. 23. Bolsa de Wall Street en 1929 supuso para Alemania un golpe an ms duro cuando Gran Bretaa y otros pases abandonaron el patrn oro en septiembre de 1931. El temor a una nueva etapa de enorme in acin impuls al gobierno del canciller Brning a seguir vinculando el valor del marco alemn al precio del oro, lo que provoc una sobrevaloracin de esta moneda. Los Estados Unidos haban cerrado el grifo del crdito, y la poltica de proteccionismo cerr los mercados a las exportaciones alemanas. Todo
  24. 24. ello dio lugar a un desempleo masivo, lo cual no hizo ms que favorecer espectacularmente las promesas demaggicas que apostaban por soluciones radicales. La crisis del capitalismo haba acelerado la crisis de la democracia liberal, que acab perdiendo toda su efectividad en muchos pases europeos debido a la fragmentacin de la representacin proporcional. Incapaz de solucionar los grandes desrdenes civiles, la mayora de los sistemas parlamentarios, creados tras la cada de tres imperios
  25. 25. continentales en 1918, se vio engullida por esta espiral. Y las minoras tnicas, que haban vivido relativamente en paz con los antiguos regmenes imperiales, comenzaron a verse amenazadas por doctrinas que hablaban de pureza nacional. El recuerdo reciente de la Revolucin Rusa y de la violenta destruccin provocada por otras guerras civiles en Hungra, Finlandia, el litoral bltico y, de hecho, la propia Alemania, favoreci enormemente el proceso de polarizacin poltica. Con aquel
  26. 26. ciclo de miedo y hostilidad se corra el peligro de convertir la retrica incendiaria en una profeca autorrealizada, como no tardaran en demostrar los acontecimientos en Espaa. Cualquier alternativa maniquea apuesta por romper un centrismo democrtico basado en el compromiso. Y en esa nueva poca colectivista, las soluciones violentas parecan sumamente heroicas a ojos de numerosos intelectuales, tanto de la izquierda como de la derecha, y de los resentidos veteranos de la Primera Guerra Mundial. Ante aquel
  27. 27. desastre nanciero, el corporativismo estatal se convirti de repente en el orden moderno natural de buena parte de Europa y en una respuesta al caos provocado por las luchas de facciones. En septiembre de 1930, el Partido Nacional Socialista pas del 2,5 por ciento de los votos a obtener el 18,3 por ciento. La derecha conservadora de Alemania, con su poco respeto por la democracia, acab destruyendo la Repblica de Weimar, abrindole a Hitler as las puertas de par en par. Subestimando peligrosamente la
  28. 28. implacabilidad de Hitler, pens poderlo utilizar como una marioneta populista para defender su idea de Alemania. Pero, a diferencia de la derecha alemana, el futuro dictador saba perfectamente lo que quera. El 30 de enero de 1933, Hitler fue nombrado canciller e inmediatamente se puso manos a la obra para acabar con cualquier oposicin potencial. Para las futuras vctimas de Alemania, la tragedia fue que una parte importantsima de la poblacin del pas, harta de tanto
  29. 29. desorden y tanta desconsideracin, estaba dispuesta a seguir ciegamente al criminal ms temerario que haya conocido el mundo. Hitler consigui despertar sus peores instintos: el resentimiento, la intolerancia, la arrogancia y el ms peligroso de todos, el sentimiento de superioridad racial. Independientemente de la poca o mucha que quedara, la con anza en el Rechtsstaat, esto es, en el estado de derecho, se vino abajo ante la insistencia de Hitler en que el sistema judicial tena que estar
  30. 30. al servicio del nuevo orden[4]. Las instituciones pblicas los tribunales, las universidades, el estado mayor y la prensa se sometieron a los dictados del nuevo rgimen. Los opositores se vieron irremediablemente aislados, y fueron acusados de traicionar el nuevo concepto de Patria, no solo por el propio rgimen, sino tambin por todos aquellos que le daban su apoyo. Sorprendentemente, a diferencia del NKVD de Stalin, la efectividad de la Gestapo era escasa. Casi todas sus detenciones respondan
  31. 31. simplemente a las denuncias de unos ciudadanos alemanes por otros. El cuerpo de o ciales del ejrcito, que se haba jactado siempre de su tradicin apoltica, tambin se dej seducir por la promesa de reforzar las fuerzas militares y de un rearmamento a gran escala, aunque sintiera un profundo desprecio por un pretendiente tan vulgar y desaliado. El oportunismo se ali con la cobarda ante la amenaza de la nueva autoridad. En cierta ocasin, el mismsimo Otto von
  32. 32. Bismarck declar que la valenta moral era una virtud muy rara en Alemania, que cualquier alemn perda inmediatamente en el instante que se vesta de uniforme[5]. Como no es de extraar, los nazis queran conseguir que prcticamente todo el mundo se pusiera un uniforme, empezando por los nios. El mayor talento de Hitler consista en saber descubrir y explotar las debilidades de sus adversarios. La izquierda alemana, marcadamente dividida entre el partido comunista y los
  33. 33. socialdemcratas, no haba supuesto ninguna amenaza real. Con gran facilidad, el dictador alemn super tcticamente a los conservadores que, arrogantes e ingenuos, pensaban que podan controlarlo. En cuanto logr consolidar su poder con una serie de estrictos decretos y con encarcelamientos en masa, se centr en poner n a las limitaciones que supona el tratado rmado en Versalles. En 1935 volvi a entrar en vigor el servicio militar obligatorio, los britnicos aceptaron que Alemania reforzara
  34. 34. su poder naval y se constituy o cialmente la Luftwa e. Ni Gran Bretaa ni Francia protestaron con determinacin ante aquel programa acelerado de rearmamento. En marzo de 1936 tropas alemanas volvieron a ocupar Renania violando abiertamente, por primera vez, los tratados de Versalles y de Locarno. Esta bofetada en toda regla a Francia, que haba controlado la regin durante los ltimos diez aos, provoc en Alemania que la gura del Fhrer comenzara a ser
  35. 35. venerada por toda la poblacin en general, incluso por muchos de aquellos que no lo haban votado en las pasadas elecciones. Su apoyo y la dbil reaccin anglo-francesa animaron a Hitler en su determinacin. Con gran astucia, Hitler haba restaurado el orgullo alemn, mientras su plan de rearmamento, mucho ms que su tan cacareado programa de obras pblicas, pona freno al desempleo. Pero aquello tena un precio, la brutalidad de los nazis y la prdida de libertad, precio que, en opinin de la mayora de los alemanes,
  36. 36. mereca la pena pagar. Paso a paso, con la defensa a ultranza de su poltica, Hitler fue seduciendo al pueblo alemn, que comenz a perder los valores humanos. Donde este hecho se hizo ms evidente fue en la persecucin a la que se vio sometida la poblacin juda, que se desarroll a rachas. A diferencia de lo que generalmente se cree, sola estar ms dirigida desde el seno del partido nazi que desde las altas esferas. Las apocalpticas arengas de Hitler contra los judos no significaban necesariamente que ya
  37. 37. hubiera decidido llegar a una solucin nal de aniquilacin fsica. Simplemente deseaba que los camisas pardas de la SA pudieran agredir a los judos, atacar sus tiendas y empresas y saquear sus posesiones para as satisfacer una mezcla incoherente de codicia, envidia y supuesto resentimiento. Llegado este punto, la poltica nazi tuvo como objetivo desposeer a los judos de sus derechos civiles y de todas sus pertenencias, para luego, con la humillacin y el acoso, obligarlos a abandonar Alemania. Los judos tienen que salir de
  38. 38. Alemania, s, tienen que salir de toda Europa, coment a Goebbels el 30 de noviembre de 1937. Esto costar un tiempo, pero debe conseguirse y se conseguir[6]. En su obra Mein Kampf, mezcla de autobiografa y mani esto poltico publicada por primera vez en 1925, Hitler haba dejado bastante claro su plan de convertir Alemania en la potencia hegemnica de Europa. En primer lugar, llevara a cabo la uni cacin de Alemania y Austria y, a continuacin, poblara de alemanes los territorios que fuera
  39. 39. recuperando al otro lado de las fronteras del Reich. Los pueblos de una misma sangre deben compartir una patria comn, escribi. Solo cuando esto se cumpla, el pueblo alemn tendr la justi cacin moral de tomar posesin de tierras extranjeras. El arado suceder entonces a la espada; y de las lgrimas de la guerra brotar para las generaciones venideras el pan de cada da[7]. Su poltica de agresin quedaba perfectamente de mani esto en la primera pgina de Mein Kampf. Aunque todas las parejas de
  40. 40. alemanes que contraan matrimonio deban adquirir un ejemplar de su libro, parece que pocas se tomaron en serio sus belicosas predicciones. Preferan creer sus ltimas declaraciones, repetidas hasta la saciedad, en las que manifestaba no desear la guerra. Y los osados movimientos de Hitler ante la aqueza britnica y francesa venan a con rmarles sus esperanzas de que el Fhrer podra conseguir todo lo que quisiera sin que se desencadenara un grave con icto. No vean que la sobrecalentada economa alemana
  41. 41. y la rme determinacin de Hitler de hacer uso de la ventaja armamentstica del pas hacan que la invasin de pases vecinos se convirtiera en un hecho mucho ms que probable. Hitler no pretenda simplemente recuperar los territorios perdidos por Alemania con el Tratado de Versalles. Consideraba una infamia limitarse a dar solo un paso tan tmido como aquel. Herva de impaciencia, convencido de que no vivira lo su ciente para hacer realidad su sueo de una supremaca alemana.
  42. 42. Quera que toda Europa central y todos los territorios de Rusia hasta el Volga quedaran integrados en el Lebensraum alemn. Su sueo de subyugar regiones del este haba sido alimentado por la breve ocupacin alemana en 1918 de los estados blticos, parte de Bielorrusia, Ucrania y el sur de Rusia hasta Rostov del Don. Esta expansin fue consecuencia del Tratado de Brest-Litovsk, un Diktat de Alemania al amante rgimen sovitico. El granero de Ucrania tena un inters especial para Alemania, sobre todo tras la
  43. 43. hambruna vivida en este pas durante la Primera Guerra Mundial a causa del bloqueo britnico. Hitler estaba rmemente decidido a impedir que en Alemania volviera a reinar una desmoralizacin como la de 1918, que dio paso a la revolucin y al hundimiento del pas. Esta vez seran otros los que pasaran hambre. Pero uno de los principales objetivos de su proyecto del Lebensraum era apropiarse de la produccin petrolfera del este de Europa. El Reich se vea obligado a importar,
  44. 44. incluso en tiempos de paz, alrededor del 85 por ciento del petrleo que consuma, lo que se convertira en el taln de Aquiles de Alemania durante la guerra. Pareca que la posesin de colonias en el este era la mejor solucin para que Alemania asegurara su autonoma, pero las ambiciones de Hitler iban mucho ms all que las de cualquier otro nacionalista. En lnea con su pensamiento social darwinista de que la existencia de una nacin dependa de la lucha por su hegemona racial, Hitler pretenda
  45. 45. reducir drsticamente la poblacin eslava utilizando deliberadamente unos medios salvajes: el hambre y la esclavizacin de los supervivientes, convirtindolos en siervos. Su decisin de intervenir en la Guerra Civil Espaola en el verano de 1936 no fue una cuestin de oportunismo como se ha indicado en numerosas ocasiones. Hitler tena la rme conviccin de que una Espaa bolchevique, junto con un gobierno de izquierdas en Francia, supondra una verdadera amenaza estratgica para
  46. 46. Alemania por el oeste, sobre todo en un momento en el que deba enfrentarse a la Unin Sovitica de Stalin por el este. Una vez ms, supo aprovecharse del pavor de las democracias a una guerra. Los britnicos teman que el con icto espaol pudiera derivar en otra con agracin europea, y el nuevo gobierno francs del Frente Popular tena miedo de actuar solo. Todo ello permiti que los nacionales de Franco se aseguraran la victoria nal gracias al agrante apoyo militar de los alemanes, y que la Luftwa e de Hermann
  47. 47. Gring pudiera poner a prueba sus amantes aparatos y experimentar nuevas tcticas. La Guerra Civil Espaola tambin permiti un acercamiento de Hitler con Mussolini, cuyo gobierno fascista colabor con el envo de un cuerpo de voluntarios italianos para luchar junto al ejrcito de los nacionales espaoles. Pero a Mussolini, a pesar de todas sus bravatas y de sus pretensiones en el Mediterrneo, le preocupaba seriamente la determinacin de Hitler en cambiar drsticamente el statu quo. El pueblo italiano no
  48. 48. estaba preparado, ni desde el punto de vista militar ni desde el punto de vista psicolgico, para una guerra europea. En su afn por obtener un aliado ms para la futura guerra con la Unin Sovitica, Hitler estableci un pacto anti-Comintern con Japn en noviembre de 1936. El imperio nipn haba comenzado su expansin colonial en Extremo Oriente en la ltima dcada del s i g l o XIX. Aprovechando la decadencia del rgimen imperial
  49. 49. chino, haba entrado en Manchuria, invadido Taiwn y ocupado Corea. Tras derrotar a la Rusia zarista en la guerra de 1904- 1905, se haba convertido en la principal potencia militar de la regin. A raz del colapso de la Bolsa de Wall Street y de la subsiguiente depresin mundial, en Japn haba crecido un sentimiento antioccidental. Y una clase dirigente cada vez ms nacionalista vea Manchuria y China de una manera muy similar a cmo los nazis contemplaban la Unin Sovitica en sus planes: una vasta
  50. 50. regin con una poblacin a la que someter para cubrir las necesidades de las islas que constituan el estado nipn. Durante mucho tiempo, el con icto chino-japons ha sido la pieza que faltaba en el rompecabezas de la Segunda Guerra Mundial. Por haberse iniciado mucho antes del estallido de la guerra en Europa, a menudo se ha tratado como un asunto totalmente distinto, pese a haber sido testigo del mayor despliegue de fuerzas terrestres japonesas en Extremo Oriente, as como de la
  51. 51. intervencin tanto de los Estados Unidos como de la Unin Sovitica. En septiembre de 1931, los militares japoneses idearon el llamado incidente de Mukden, en el que dinamitaron un tramo de una lnea frrea para justi car la anexin de Manchuria a su pas. Debido a la precaria situacin de su agricultura, queran convertir esta regin en una importante zona de produccin de alimentos con los que abastecer sus necesidades internas. La llamaron Manchukuo y establecieron en ella un rgimen ttere, con el emperador chino
  52. 52. depuesto, Henry Pu Yi, como cabeza visible. El gobierno civil de Tokio, que no era del agrado de los militares, se vio obligado a apoyar al ejrcito. Y la Sociedad de Naciones, con sede en Ginebra, rechaz las peticiones chinas de sancionar a Japn. Grandes cantidades de colonos japoneses, en su mayora procedentes del campo, comenzaron a llegar a la regin para apropiarse de las tierras con la complicidad del gobierno, cuyo plan era conseguir que, en veinte aos, se establecieran en la zona, en
  53. 53. calidad de colonos, un milln de familias de campesinos nipones. Todos estos actos dejaron a Japn aislado desde el punto de vista diplomtico, pero el pas se senta exultante por su triunfo. Esto marc el inicio de una progresin fatdica del expansionismo japons y de la in uencia militar en el gobierno de Tokio. Una nueva administracin mucho ms predadora y el ejrcito de Kwantung en Manchuria extendieron su control prcticamente hasta las puertas de Pekn (Beijing). El gobierno del
  54. 54. Kuomintang de Chiang Kai-shek, con sede en Nanjing, se vio obligado a ordenar la retirada de sus fuerzas. Chiang pretenda ser el heredero de Sun Yat-sen, que haba querido introducir en China una democracia de estilo occidental, pero, en realidad, no era ms que el generalsimo de unos seores de la guerra. Los militares japoneses comenzaron a dirigir su mirada hacia el vecino sovitico del norte y hacia las regiones del Pac co del sur. Evidentemente, en esta zona sus objetivos eran las colonias de
  55. 55. Gran Bretaa, Francia y Holanda en el sudeste asitico, con los yacimientos petrolferos de las Indias Orientales Neerlandesas. De repente, en China, el 7 de julio de 1937, los japoneses dieron un paso adelante en aquella situacin de calma tensa, llevando a cabo un acto de provocacin en el puente de Marco Polo, a las afueras de Pekn. En Tokio, el ejrcito imperial garantiz al emperador Hiro Hito que China poda ser derrotada en pocos meses. Se enviaron refuerzos al continente, inicindose una campaa marcada
  56. 56. por el horror, impulsada en parte por la matanza de civiles japoneses llevada a cabo por los chinos. El ejrcito imperial reaccion, dando rienda suelta a su furia. Pero la guerra chino-japonesa no termin con una rpida victoria nipona como haban pronosticado los generales de Tokio. La sorprendente violencia de los agresores sirvi para estimular an ms la frrea resistencia de los agredidos. Cuatro aos despus, Hitler ignorara este hecho durante su ataque a la Unin Sovitica. Algunos occidentales
  57. 57. comenzaron a ver una gran analoga entre la guerra chino- japonesa y la Guerra Civil Espaola. Robert Capa, Ernest Hemingway, W. H. Auden, Christopher Isherwood, el realizador cinematogr co Joris Ivens y muchos periodistas visitaron China y expresaron sus simpatas por la causa de este pas. Varios izquierdistas, algunos de los cuales se desplazaron hasta el cuartel general de los chinos comunistas en Yanan, apoyaron a Mao Zedong, aunque Stalin respaldara a Chiang Kai-shek y el
  58. 58. Kuomintang. Pero ni el gobierno norteamericano ni el britnico estaban preparados para intervenir de manera eficaz. El gobierno de Neville Chamberlain, al igual que la mayora de la poblacin britnica, segua estando dispuesto a convivir con una Alemania rearmada y revitalizada. Muchos conservadores consideraban a los nazis una especie de baluarte contra el bolchevismo. Chamberlain, un antiguo alcalde de Birmingham de
  59. 59. rectitud trasnochada, cometi el gran error de pensar que los dems estadistas compartan valores similares a los suyos, as como el pavor a la guerra. Haba sido un ministro muy capaz y un e ciente canciller del Exchequer, pero no saba nada de poltica exterior ni de asuntos de defensa. Con su camisa de cuello de puntas, su bigote eduardiano y su eterno paraguas, demostr no saber estar a la altura de su cargo en el momento de afrontar la evidente implacabilidad del rgimen nazi. Otros, incluso muchos de los que
  60. 60. expresaban sus simpatas por la izquierda, tambin fueron reacios a enfrentarse al rgimen de Hitler, pues seguan estando plenamente convencidos de que Alemania haba recibido un trato sumamente injusto en la conferencia de Versalles. Adems, les resultaba difcil poner objeciones a las pretensiones de Hitler de anexionar al Reich, por cuestiones tnicas, regiones fronterizas con Alemania, como la de los Sudetes, en las que haba poblacin de origen germnico. Lo que ms horrorizaba a britnicos y franceses era la idea
  61. 61. de que pudiera estallar otra guerra en Europa. Permitir que la Alemania nazi se anexionara Austria en marzo de 1938 no pareca un precio demasiado elevado para salvaguardar la paz mundial, sobre todo porque la mayora de austracos haba votado en 1918 a favor del Anschluss, o unin con Alemania, y veinte aos despus celebraba el triunfo nazi. Las pretensiones austracas al nal de la guerra de que ellos haban sido las primeras vctimas de Hitler, eran completamente infundadas.
  62. 62. Ms tarde, Hitler decidi que quera invadir Checoslovaquia en octubre[8]. Con ello pretenda asegurar el bienestar de la poblacin despus de la recoleccin de las cosechas por parte de los agricultores alemanes, pues los ministros nazis teman que se produjera una crisis en el suministro de alimentos de la nacin. Sin embargo, para exasperacin de Hitler, Chamberlain y Daladier, durante las negociaciones de Mnich en septiembre, le concedieron los Sudetes en la esperanza de
  63. 63. mantener la paz. La actitud de estos dos dirigentes dejaba a Hitler sin su guerra, aunque al nal le permitiera ocupar todo el pas sin derramar una gota de sangre. Chamberlain tambin cometi un grave error al negarse a hablar con Stalin. Esta postura in uy en la decisin del dictador sovitico en agosto de aceptar que se rmara el llamado Pacto Molotov-Ribbentrop. Como creera ms tarde Franklin D. Roosevelt que poda hacer con Stalin, Chamberlain pens, con absurda autosu ciencia, que l solo poda convencer a Hitler de que
  64. 64. mantener buenas relaciones con los Aliados occidentales iba en inters del dictador alemn. Algunos historiadores sostienen que, si Gran Bretaa y Francia hubieran estado dispuestas a entrar en guerra en el otoo de 1938, los acontecimientos se habran desarrollado de manera muy distinta. Desde luego, es probable que hubiera sido as desde un punto de vista alemn. Pero lo cierto es que ni el pueblo britnico ni el francs estaban preparados psicolgicamente para comenzar una guerra, sobre todo porque no
  65. 65. haban sido informados correctamente de la situacin por los polticos, los diplomticos y la prensa. Cualquiera que hubiera intentado advertir de los peligros que implicaban los planes de Hitler, como hizo Winston Churchill, habra sido tachado simplemente de belicista. No fue hasta noviembre cuando comenzaron a abrirse los ojos y a comprobar la verdadera naturaleza del rgimen de Hitler. Tras el asesinato de un funcionario de la embajada alemana en Pars por un joven judo de origen polaco, los
  66. 66. camisas pardas nazis se lanzaron a las calles, dando inicio al pogromo alemn que conocemos con el nombre de la noche de los cristales rotos, Kristallnacht, por los destrozos que sufrieron las ventanas y los aparadores de las tiendas. Aquel otoo, con la amenaza de la guerra cernindose sobre Checoslovaquia, una violenta energa comenz a apoderarse del Partido Nazi. Los camisas pardas de la SA prendieron fuego a las sinagogas, agredieron y asesinaron a judos y rompieron los escaparates y los
  67. 67. aparadores de sus tiendas, lo que permiti que inmediatamente Gring lamentara el coste en divisas extranjeras que supona recomponer aquel destrozo con vidrio importado de Blgica[9]. Muchos alemanes quedaron horrorizados ante esos hechos, pero, en poco tiempo, la poltica nazi de aislamiento de los judos consigui que la inmensa mayora de la poblacin se mostrara indiferente a la suerte que corran sus conciudadanos. Y fue tambin una parte importante de la poblacin la que no tard en
  68. 68. dejarse llevar por la tentacin de apropiarse fcilmente de las posesiones y los bienes incautados a los judos y por lo que representaba la arianizacin de sus negocios y empresas. La manera en la que los nazis fueron enredando cada vez a ms ciudadanos alemanes en su trama criminal pone de relieve su extraordinaria astucia. La ocupacin del resto de Checoslovaquia en marzo de 1939 una violacin agrante de la convencin de Mnich vino a demostrar que la pretensin de
  69. 69. Hitler de poner al amparo del Reich a las minoras tnicas alemanas no era ms que un pretexto para anexionarse territorios. Ello oblig a Chamberlain a comprometerse con Polonia, como seal de advertencia a Hitler ante otros posibles proyectos de expansin del dictador. Ms tarde, el Fhrer se lamentara de no haber conseguido entrar en guerra en 1938 debido a que los britnicos y los franceses aceptaron todas mis exigencias en Mnich[10]. En la primavera de
  70. 70. 1939 cont al ministro de asuntos exteriores rumano lo impaciente que estaba, utilizando los siguientes trminos: Ahora tengo cincuenta aos, dijo. Pre ero entrar en guerra ahora que cuando tenga cincuenta y cinco o sesenta[11]. (En agosto expres este mismo pensamiento al embajador britnico)[12]. As pues, Hitler revel que pretenda cumplir su objetivo de dominacin europea en el arco de una vida, la suya, que supona que iba a ser corta. Su vanidad obsesiva le impeda con ar en otra persona
  71. 71. para llevar a cabo la misin que se haba impuesto. Se consideraba literalmente insustituible, e incluso dijo a sus generales que el destino del Reich dependa exclusivamente de l. El Partido Nazi y todo su catico sistema de gobierno nunca fueron concebidos para ofrecer estabilidad o continuidad. Y la retrica hitleriana del Reich milenario pona de mani esto una signi cativa contradiccin psicolgica, viniendo, como vena, de un soltero impenitente que por un lado senta la satisfaccin perversa de poner n a la
  72. 72. reproduccin de sus genes, y por otro ocultaba una fascinacin insana por el suicidio. El 30 de enero de 1939, con motivo del sexto aniversario de su ascensin al poder, Hitler pronunci un importante discurso ante los miembros del Reichstag. En l inclua una profeca fatdica, una profeca que l y los que lo siguieron en su solucin nal recordaran compulsivamente. Declar que los judos se haban mofado de su presagio de que iba a dirigir Alemania y de que tambin iba a
  73. 73. poner solucin al problema judo. Luego dijo en tono vehemente: Hoy voy a volver a ser profeta: si la comunidad nanciera juda internacional, dentro y fuera de Europa, consigue conducir de nuevo a las naciones a una guerra mundial, el resultado no ser la bolchevizacin del planeta y, por lo tanto, la victoria de los judos, sino la aniquilacin de la raza juda en Europa[13]. Esta vertiginosa confusin de causa y efecto yaca en lo ms profundo de la obsesiva espiral de mentiras e imposturas con las que el propio
  74. 74. Hitler se llevaba a engao. Aunque Hitler estuviera preparado para la guerra y deseara la guerra con Checoslovaquia, segua sin entender por qu la actitud de los britnicos haba cambiado tan de repente, pasando del entreguismo a la resistencia. No haba dejado de lado su idea de atacar a Francia y Gran Bretaa ms tarde, pero en el momento que l decidiera. El plan nazi, tras la dura leccin aprendida durante la Primera Guerra Mundial, contemplaba abordar
  75. 75. aisladamente cada uno de los con ictos para evitar combates en ms de un frente a la vez. La sorpresa de Hitler ante la reaccin britnica fue una muestra ms de la falta de conocimientos histricos de este autodidacta tirnico. Desde el siglo XVIII, la intervencin de Gran Bretaa en casi todas las crisis europeas haba respondido a un modelo, modelo que explicaba perfectamente la nueva poltica del gobierno de Chamberlain. El cambio de actitud no tena nada que ver con la ideologa o el idealismo. Gran
  76. 76. Bretaa no estaba preparndose para detener el fascismo o el antisemitismo, aunque este aspecto moral resultara til ms tarde para la propaganda nacional. Las razones de aquel cambio de postura haba que buscarlas en su estrategia tradicional. La invasin hostil de Checoslovaquia por parte de Alemania pona claramente de mani esto la rme determinacin de Hitler de dominar Europa. Esto supona una amenaza en toda regla al statu quo, que ni siquiera una Gran Bretaa debilitada y contraria a la guerra poda
  77. 77. permitir. Hitler tambin subestim la ira de Chamberlain, que vio cmo haba sido completamente engaado en Mnich. Du Cooper, que haba presentado su dimisin como Primer Lord del Almirantazgo por la traicin cometida por su gobierno con los checos, escribi que Chamberlain nunca conoci en Birmingham a alguien que se pareciera en lo ms mnimo a Adolf Hitler Nadie en Birmingham haba roto nunca la palabra dada al alcalde[14]. Quedaba terriblemente claro cules eran las intenciones de
  78. 78. Hitler. Y la sorpresa que supuso su pacto con Stalin en agosto de 1939 no vino sino a con rmar que Polonia era su siguiente vctima. Las fronteras de los estados, haba escrito en Mein Kampf, las crean los hombres, y ellos mismos son los que las modi can. Visto en retrospectiva, tal vez parezca que el ciclo de resentimientos que comenz tras la rma del Tratado de Versalles hizo inevitable el estallido de otra guerra mundial, pero lo cierto es que en la historia nada est predestinado. Como consecuencia de la Primera Guerra
  79. 79. Mundial, buena parte de Europa qued dividida por fronteras inestables, y convertida en escenario de innumerables tensiones. Pero no cabe la menor duda de que fue Adolf Hitler el principal arquitecto de aquella segunda, y mucho ms terrible, con agracin, que se extendi por todo el mundo para llevarse millones de vidas, y al nal incluso la suya propia. Y, sin embargo, en lo que resulta una intrigante paradoja, el primer enfrentamiento armado de la Segunda Guerra Mundial aquel en el que Yang
  80. 80. Kyoungjong fue hecho prisionero por primera vez se desencaden en Extremo Oriente.
  81. 81. 1 EL ESTALLIDO DE LA GUERRA (JUNIO-AGOSTO DE 1939) El 1 de junio de 1939, Georgi Zhukov, un general de caballera
  82. 82. de corta estatura y robusto, recibi un mensaje en el que se le requera que acudiera inmediatamente a Mosc[1]. La purga del Ejrcito Rojo iniciada por Stalin en 1937 segua en marcha, por lo que Zhukov, que ya haba sido acusado en una ocasin, supuso que en aquellos momentos haba sido declarado enemigo del pueblo por alguna denuncia. El siguiente paso consista en meterlo en la picadora de carne de Lavrenti Beria, como sola decirse para indicar el sistema de interrogatorios que segua el
  83. 83. NKVD. En la paranoia que desat el Gran Terror, los altos o ciales fueron de los primeros en ser fusilados como espas trotskistas- fascistas. Unos treinta mil fueron detenidos. Entre los de mayor rango, muchos haban sido ejecutados, y la mayora torturados para obtener de ellos ridculas confesiones. Zhukov, amigo de muchas de las vctimas, tena preparada una bolsa con lo necesario para pasar una temporada en prisin desde que comenzara la purga dos aos atrs.
  84. 84. Llevaba tiempo esperando aquel momento, y escribi una carta de despedida a su esposa. Solo te pido una cosa, comenzaba diciendo. No llores, mantente fuerte, e intenta resistir con dignidad y honradez esta amarga separacin[2]. Pero cuando el tren en el que viajaba lleg a Mosc al da siguiente, Zhukov no fue detenido ni trasladado a la Gran Lubyanka. Le indicaron que se dirigiera al Kremlin para entrevistarse con el viejo camarada de Stalin del I Ejrcito de Caballera de los
  85. 85. tiempos de la guerra civil, el mariscal Kliment Voroshlov, por aquel entonces comisario del pueblo para la defensa. Durante la purga, este soldado mediocre, desconocido y de pocas luces[3] haba reforzado su posicin, eliminando celosamente a otros comandantes de talento. Ms tarde, Nikita Khrushchev lo llamara con una gran crudeza descriptiva el saco de mierda ms grande del ejrcito[4]. Zhukov se enter de que tena que volar hasta el estado satlite sovitico de Mongolia Exterior.
  86. 86. All, deba asumir el mando del LVII Cuerpo Especial, formado por hombres del Ejrcito Rojo y de las fuerzas mongolas, para in igir un golpe decisivo al Ejrcito Imperial de Japn. Stalin estaba furioso porque, por lo visto, el comandante local apenas haba obtenido resultados positivos. Con la amenaza de los nazis de una guerra en el oeste, quera poner n a los actos de provocacin que llevaban a cabo constantemente los japoneses desde su estado ttere de Manchukuo. La rivalidad existente entre Rusia y Japn se remontaba
  87. 87. a los tiempos de los zares, y era evidente que la humillante derrota sufrida por la primera en 1905 no haba sido olvidada por el rgimen sovitico. Con Stalin, se haba reforzado enormemente su presencia militar en el este asitico. Las autoridades militares japonesas estaban obsesionadas con la amenaza del bolchevismo. Y desde la rma en noviembre de 1936 del pacto anti-Comintern entre Alemania y Japn, haban aumentado en la frontera mongola las tensiones existentes entre los
  88. 88. destacamentos fronterizos del Ejrcito Rojo y el ejrcito nipn de Kwantung. La situacin se haba caldeado considerablemente a raz de una serie de choques fronterizos en 1937, y de un importante enfrentamiento armado en 1938, el llamado incidente de Changkufeng, en el lago Khasn, a unos ciento quince kilmetros al suroeste de Vladivostok. Los japoneses tambin estaban furiosos porque la Unin Sovitica prestaba su apoyo al enemigo chino no solo desde el punto de vista econmico, sino tambin
  89. 89. blico, con el envo de tanques T- 26, numerosos asesores militares y escuadrones areos formados por voluntarios. Los lderes del ejrcito de Kwantung se vean cada vez ms atados de pies y manos, sobre todo despus de que el emperador Hiro Hito se negara en agosto de 1938 a permitir que se respondiera a los soviticos de manera contundente con un ataque masivo. Su arrogancia se basaba en la creencia errnea de que la Unin Sovitica se quedara de brazos cruzados. Pidieron carta blanca para actuar como
  90. 90. consideraran oportuno en cualquier incidente fronterizo que pudiera producirse en un futuro. Pero lo que en realidad les mova era un inters personal. Si se mantena vivo un con icto menor con la Unin Sovitica, Tokio se vera obligado a aumentar el nmero de efectivos del ejrcito de Kwantung, no a disminuirlo. Teman que, de lo contrario, algunas de sus formaciones pudieran ser trasladadas al sur para luchar contra los ejrcitos nacionalistas chinos de Chiang Kai-shek[5]. Algunos miembros del estado
  91. 91. mayor imperial en Tokio vean con buenos ojos la postura beligerante de las autoridades de Kwantung. Pero la Armada y los polticos civiles estaban seriamente preocupados. Las presiones de la Alemania nazi para que Japn considerara a la Unin Sovitica el principal enemigo los incomodaba sumamente. No queran meterse en una guerra en el norte de China, en las regiones que limitaban con Mongolia y Siberia. Esta divisin de opiniones provoc la cada del gobierno del prncipe Konoe Fumimaro. Pero cada vez era ms
  92. 92. evidente que iba a estallar la guerra en Europa, y las discrepancias en el gobierno y en los crculos militares no disminuyeron. El ejrcito y los grupos de extrema derecha no dejaban de hablar pblicamente, a menudo exagerando los hechos, del nmero cada vez mayor de enfrentamientos que tenan lugar en las fronteras del norte. Y el ejrcito de Kwantung, sin informar a Tokio, promulg una orden en virtud de la cual se permita al comandante sobre el terreno llevar a cabo la accin que considerara
  93. 93. pertinente para castigar a los posibles agresores. La orden en cuestin fue aprobada con la llamada prerrogativa de iniciativa sobre el terreno[6], que autorizaba a los ejrcitos el movimiento de tropas por razones de seguridad dentro de su zona de accin, sin tener que consultar con el estado mayor imperial. El incidente de Nomonhan, llamado ms tarde en la Unin Sovitica la batalla de Khalkhin- Gol por el ro en el que tuvo lugar, comenz el 12 de mayo de 1939. Un regimiento de la caballera
  94. 94. mongola cruz el Khalkhin-Gol, buscando pastos para sus peludas y pequeas monturas en las onduladas tierras de la vasta estepa. Adentrndose en la zona, se alejaron unos veinticinco kilmetros del ro que los japoneses consideraban la frontera, hasta llegar a una gran aldea, Nomonhan, donde la Repblica Popular de Mongolia situaba la lnea fronteriza. Fuerzas manches del ejrcito de Kwantung forzaron su retirada al ro Khalkhin-Gol, pero luego los mongoles contraatacaron. Las escaramuzas
  95. 95. entre unos y otros continuaron durante dos semanas. El Ejrcito Rojo envi tropas de refuerzo. El 28 de mayo soviticos y mongoles destruyeron un contingente japons de doscientos hombres y varios vehculos blindados bastante obsoletos. A mediados de junio, los bombarderos de la aviacin del Ejrcito Rojo atacaron diversos objetivos mientras sus fuerzas terrestres avanzaban hacia Nomonhan. A partir de ese momento, los acontecimientos se precipitaron. Las unidades del Ejrcito Rojo en la
  96. 96. zona recibieron refuerzos del distrito militar Trans-Baikal, como haba solicitado Zhukov a su llegada el 5 de junio. El problema principal al que se enfrentaban las fuerzas soviticas era que tenan que operar a casi setecientos kilmetros de distancia del centro ferroviario ms prximo al que llegaban los pertrechos y suministros, lo que signi caba un esfuerzo logstico inmenso, con camiones desplazndose por unas pistas de tierra tan maltrechas que para realizar un viaje de ida y vuelta tardaban cinco das.
  97. 97. Semejante di cultad indujo al menos a los japoneses a subestimar la capacidad de combate de las fuerzas que iba reuniendo Zhukov. Enviaron la 23. Divisin del teniente general Komatsubara Michitaro y parte de la 7. a Nomonhan. El ejrcito de Kwantung pidi mucha ms presencia area para apoyar a sus tropas. Esta solicitud gener preocupacin en Tokio. El estado mayor imperial mand una orden prohibiendo cualquier acto de represalia, y anunci que uno de sus o ciales iba a desplazarse
  98. 98. inmediatamente hasta all para analizar la situacin e informar debidamente a Tokio. Esta noticia hizo que los comandantes de Kwantung decidieran completar la operacin antes de que los obligaran a interrumpirla. La maana del 27 de junio, enviaron varias escuadrillas areas para bombardear bases soviticas en Mongolia Exterior. En Tokio, el estado mayor se puso hecho una furia y expidi una sucesin de rdenes prohibiendo toda actividad area. La noche del 1 de julio,
  99. 99. aprovechando las horas de oscuridad, los japoneses cruzaron el Khalkhin-Gol y se apoderaron de una colina estratgica, poniendo en peligro el anco sovitico. Tras tres das de intenso combate, sin embargo, Zhukov consigui al nal repelerlos y enviarlos de vuelta al otro lado del ro con la ayuda de sus tanques. A continuacin, ocup parte de la margen derecha del Khalkhin-Gol y puso en marcha su gran operacin de engao, la denominada por el Ejrcito Rojo maskirovka. Mientras preparaba secretamente una gran ofensiva,
  100. 100. Zhukov simulaba que sus tropas creaban una lnea defensiva esttica. Se enviaron mensajes mal codi cados en los que se peda ms y ms material para la construccin de bnkeres, con la ayuda de altavoces se difunda el ruido de martinetes en funcionamiento, y se distribuyeron pan etos titulados Lo que debe saber sobre defensa el soldado sovitico en cantidades ingentes para que algunos cayeran en manos del enemigo. Mientras tanto, Zhukov iba reuniendo y escondiendo tanques de refuerzo
  101. 101. aprovechando la oscuridad de la noche. Los conductores de los camiones soviticos acabaron exhaustos despus de traer las reservas de municiones necesarias para la ofensiva por las terribles carreteras que separaban aquel lugar del centro ferroviario al que llegaban los pertrechos[7]. El 23 de julio, los japoneses lanzaron un nuevo ataque frontal, pero no consiguieron romper las lneas soviticas. A raz de sus problemas para abastecerse de pertrechos, tuvieron que esperar algn tiempo antes de volver a
  102. 102. estar preparados para poder emprender un tercer ataque. Pero ignoraban que para entonces las fuerzas de Zhukov habran aumentado hasta los cincuenta y ocho mil hombres, con aproximadamente quinientos tanques y doscientos cincuenta aparatos areos. A las 05:45 del domingo 20 de agosto, Zhukov lanz su ataque sorpresa, al principio bombardeando con la artillera durante tres horas, y luego con tanques y aviones, as como con las fuerzas de infantera y de
  103. 103. caballera. El calor era as xiante. Con unas temperaturas que superaban los 40, se cuenta que las ametralladoras y los caones se atascaban y que las polvaredas y las cortinas de humo que levantaban las explosiones dejaron en tinieblas el campo de batalla[8]. Mientras la infantera sovitica, que inclua tres divisiones de fusileros y una brigada paracaidista, resista con rmeza en el centro, entreteniendo al grueso de las fuerzas niponas, Zhukov envi a sus tres brigadas de blindados y una divisin de
  104. 104. caballera mongola desde una posicin ms atrasada para que fueran rodendolas. Entre sus carros de combate, que a gran velocidad vadearon un a uente del Khalkhin-Gol, haba varios T-26, modelo utilizado en la Guerra Civil Espaola para ayudar a los republicanos, y unos prototipos ms rpidos de lo que luego sera el T-34, el tanque medio ms efectivo de la Segunda Guerra Mundial. Los obsoletos tanques japoneses no tuvieron ninguna oportunidad. Sus caones no podan disparar proyectiles perforadores de
  105. 105. blindaje. La infantera japonesa, pese a carecer de caones antitanque efectivos, combati desesperadamente. El teniente Sadakaji fue visto cargando contra un tanque mientras blanda su espada samurai hasta que por n cay abatido. Los soldados japoneses lucharon desde sus trincheras blindadas, causando importantes bajas entre sus atacantes, que en algunos casos trajeron tanques lanzallamas para acabar con ellos. Zhukov pareca no inmutarse por las prdidas que
  106. 106. sufra. Cuando el comandante en jefe del Frente Trans-Baikal, que haba venido para observar el desarrollo de la batalla, sugiri la conveniencia de detener la ofensiva, Zhukov respondi lacnicamente a su superior. Si interrumpa los ataques y luego volva a lanzarlos, dijo, las prdidas soviticas se multiplicaran por diez por culpa de nuestra falta de decisin[9]. A pesar de la rme determinacin de los japoneses de no rendirse al enemigo, sus anticuadas tcticas y su armamento
  107. 107. obsoleto los condujeron a una derrota humillante. Las fuerzas de Komatsubara fueron rodeadas y prcticamente aniquiladas en lo que fue una prolongada matanza en el curso de la cual se produjeron sesenta y una mil bajas. En el Ejrcito Rojo, siete mil novecientos setenta y cuatro hombres murieron en combate, y quince mil doscientos cincuenta y uno resultaron heridos[10]. La maana del 31 de agosto la batalla haba concluido. Mientras se libraba este combate, se rmaba en Mosc el pacto nazi-sovitico, y cuando lleg
  108. 108. a su nal, tropas alemanas se concentraban cerca de las fronteras de Polonia, listas para comenzar la guerra en Europa. Hasta nales de septiembre fueron producindose enfrentamientos aislados, pero en vista de lo que ocurra en el mundo, Stalin decidi que era prudente acceder a las peticiones japonesas de alto el fuego. Zhukov, que poco antes se haba dirigido a Mosc pensando en su inminente detencin, volvi entonces a la capital para recibir de las manos de Stalin la estrella dorada de Hroe de la Unin
  109. 109. Sovitica. Su primera victoria, un magn co acontecimiento en un momento horrible para el Ejrcito Rojo, tuvo importantes consecuencias para todos. Japn haba sido sacudido hasta los cimientos por esta inesperada derrota, que sirvi para enardecer el nimo de sus enemigos chinos, tanto el de los nacionalistas como el de los comunistas. En Tokio, la faccin que abogaba por golpear el norte y por una guerra contra la Unin Sovitica, recibi un duro revs. Los partidarios de golpear el sur, encabezados por la
  110. 110. Armada, vieron, pues, reforzada su posicin. Pocas semanas antes de la Operacin Barbarroja, en abril de 1941, y para consternacin de los alemanes, rusos y nipones rmaran un pacto de no agresin. As pues, la batalla de Khalkhin-Gol tuvo una importancia determinante en la posterior decisin de Japn de dirigir sus fuerzas contra las colonias francesas, holandesas y britnicas del sudeste asitico, y enfrentarse a la marina de los Estados Unidos en el Pac co. La negativa de Tokio de atacar a la Unin Sovitica en el invierno de
  111. 111. 1941 tendra, pues, una gran in uencia en el drstico giro geopoltico que dara la guerra, en lo concerniente tanto a Extremo Oriente como al enfrentamiento a vida o muerte de Hitler con la Unin Sovitica. La estrategia de Hitler durante los aos anteriores al estallido de la guerra haba carecido de consistencia. Unas veces el Fhrer haba con ado en llegar a una alianza con Gran Bretaa como paso previo a su objetivo nal de atacar a la Unin Sovitica, para luego cambiar de idea y preferir
  112. 112. dejar inefectiva cualquier in uencia de ese pas en el continente, lanzando un ataque preventivo contra Francia. Para proteger su anco oriental si por n optaba por atacar primero por el oeste, Hitler haba obligado a su ministro de asuntos exteriores, Joachim von Ribbentrop, a entrar en conversaciones con Polonia para proponer una alianza. Los polacos, perfectamente conscientes del peligro que supona cualquier provocacin a Stalin, y sospechando acertadamente que Hitler deseaba convertir su pas en
  113. 113. un estado satlite, se mostraron sumamente cautelosos. Pero el gobierno polaco haba cometido un gravsimo error por puro oportunismo. Cuando Alemania entr en los Sudetes en 1938, sus fuerzas ocuparon la provincia checoslovaca de Teschen, que Polonia vena reivindicando desde 1920 por considerarla tnicamente polaca, y tambin avanz su frontera hasta los Crpatos. Este movimiento irrit a los soviticos y alarm a los gobiernos britnico y francs. El exceso de con anza de los polacos no hizo sino favorecer
  114. 114. los planes de Hitler. Al nal qued demostrado que la idea de Polonia de que poda crearse un bloque centroeuropeo para frenar la expansin de Alemania la que llamaban una Tercera Europa no era ms que una quimera. El 8 de marzo de 1939, poco antes de que sus tropas ocuparan Praga y el resto de Checoslovaquia, Hitler indic a sus generales que tena la intencin de aplastar a Polonia. Sostena que entonces Alemania podra aprovechar los recursos polacos y extender su dominio hasta el sur de Europa
  115. 115. central. Haba decidido asegurarse el control de Polonia con la conquista, no con la diplomacia, antes de lanzar un ataque por el oeste. Tambin les habl de su intencin de acabar con la democracia juda de los Estados Unidos[11]. El 23 de marzo, Hitler invadi el distrito lituano de Memel para anexionarlo a Prusia oriental. Decidi acelerar su plan de guerra por el temor a un rpido rearme de Gran Bretaa y Francia. No obstante, segua sin tomarse en serio las palabras pronunciadas por
  116. 116. Chamberlain el 31 de marzo en la Cmara de los Comunes, prometiendo su apoyo a Polonia. El 3 de abril orden a sus generales que plani caran la llamada operacin Caso Blanco, esto es, un proyecto para invadir Polonia que tena que estar preparado a finales de agosto. Chamberlain, cuyo visceral anticomunismo haca que fuera reacio a entenderse con Stalin, sobrestim la capacidad de los polacos y no supo crear a tiempo un bloque defensivo para frenar a Hitler en Europa central y los
  117. 117. Balcanes. De hecho, en sus garantas a Polonia los britnicos excluan implcitamente a la Unin Sovitica. El gobierno de Chamberlain solo comenz a reaccionar a esta clara omisin cuando llegaron informes que hablaban de negociaciones comerciales entre alemanes y soviticos. Stalin, que detestaba a los polacos, estaba muy preocupado porque los gobiernos de Francia y Gran Bretaa no haban conseguido poner coto a las ambiciones de Hitler. Por otro lado, el hecho de que no lo hubieran
  118. 118. invitado un ao antes a discutir el futuro de Checoslovaquia solo haba servido para aumentar su resentimiento. Adems, sospechaba que los britnicos y los franceses solo queran meterlo en un con icto con Alemania para no verse ellos obligados a recurrir a las armas. Como es de suponer, prefera que fueran los estados capitalistas los que se enzarzaran en una guerra de desgaste. El 18 de abril, Stalin puso a prueba a los gobiernos de Francia y Gran Bretaa, ofrecindoles una alianza que contemplaba la
  119. 119. prestacin de ayuda a cualquier pas de Europa central que se viera amenazado por una fuerza agresora. Los britnicos no saban qu hacer. En un primer momento, dejndose llevar por su instinto, tanto lord Halifax, ministro de exteriores, como sir Alexander Cadogan, su secretario permanente, consideraron la dmarche sovitica una maniobra con nes malvolos[12]. Chamberlain tema que aceptar semejante propuesta solo iba a servir para provocar a Hitler. De hecho, fue lo que impuls a Hitler a
  120. 120. llegar a un acuerdo con el dictador sovitico. En cualquier caso, polacos y rumanos recelaban de ese ofrecimiento. Teman, con razn, que la Unin Sovitica exigiera que el Ejrcito Rojo pudiera entrar en sus territorios. Por su parte, los franceses, que desde antes de la Primera Guerra Mundial ya vean en Rusia su aliado natural contra Alemania, se mostraron mucho ms receptivos a la idea de una alianza con la Unin Sovitica. Y, dndose cuenta de que deban actuar conjuntamente con Gran Bretaa, comenzaron a
  121. 121. presionar a Londres para que accediera a entablar negociaciones militares con Mosc. A Stalin no le sorprendi la vacilante reaccin de los britnicos, pues tambin tena secretamente en su agenda un plan de expansin de las fronteras soviticas por el oeste. Ya le haba echado el ojo a la Besarabia rumana, a Finlandia, a los estados blticos y a Polonia oriental, especialmente a los territorios de Bielorrusia y Ucrania cedidos a Polonia tras su victoria de 1920. Los britnicos, reconociendo al nal la
  122. 122. conveniencia de un pacto con la Unin Sovitica, no comenzaron a entablar negociaciones hasta nales de mayo. Sin embargo, Stalin sospechaba, no exento de razn, que lo nico que quera el gobierno britnico era ganar tiempo. Al dictador sovitico le sorprendi an menos la legacin militar de franceses y britnicos que el 5 de agosto, a bordo de un lento vapor, parti rumbo a Leningrado. El general Aim Doumenc y el almirante sir Reginald Plunkett-Ernle-Erle-Drax
  123. 123. no tenan ningn poder de decisin. Solo podan informar a Pars y a Londres. Su misin, en cualquier caso, estaba condenada al fracaso por otras razones. Doumenc y Drax se encontraron con un problema insalvable: la insistencia de Stalin en que las tropas del Ejrcito Rojo tuvieran derecho de paso por los territorios de Polonia y Rumania. Era una exigencia con la que ninguno de los dos pases iba a transigir. Ambos estados sentan una descon anza visceral hacia todos los comunistas, sobre todo a Stalin. El tiempo iba
  124. 124. pasando mientras las estriles negociaciones se prolongaban hasta la segunda mitad de agosto, pero ni siquiera los franceses, que queran desesperadamente alcanzar un acuerdo, consiguieron convencer al gobierno de Polonia de que cediera en ese punto. El comandante en jefe de las fuerzas polacas, el mariscal Edward migy-Rydz, dijo que con los alemanes corremos el peligro de perder nuestra libertad, pero con los rusos perderamos nuestra alma[13]. Hitler, airado por la pretensin
  125. 125. de britnicos y franceses de incluir a Rumania en un pacto defensivo contra cualquier futura agresin de Alemania, decidi que haba llegado la hora de considerar seriamente dar un paso impensable desde el punto de vista ideolgico: rmar un acuerdo con los soviticos. El 2 de agosto, Ribbentrop habl por primera vez de la idea de establecer un nuevo tipo de relacin con el representante sovitico en Berln. No hay ningn problema, desde el Bltico hasta el mar Negro, le dijo, que no pueda ser resuelto entre
  126. 126. nosotros dos[14]. Ribbentrop no ocult los planes alemanes de agredir Polonia, insinuando que podan dividirse el botn. Al cabo de dos das, el embajador alemn en Mosc coment que su pas estaba dispuesto a considerar los estados blticos una zona bajo la esfera de in uencia sovitica. El 14 de agosto, Ribbentrop plante la idea de visitar Mosc para comenzar las negociaciones. Molotov, el nuevo ministro sovitico de asuntos exteriores, expres su preocupacin por el apoyo alemn a Japn,
  127. 127. cuyas fuerzas seguan combatiendo con el Ejrcito Rojo a uno y otro lado del Khalkhin-Gol, poniendo, no obstante, de mani esto la predisposicin sovitica a seguir con las negociaciones, especialmente en lo tocante a los estados blticos. Para Stalin, los bene cios parecan cada vez ms evidentes. En realidad, desde la rma del tratado de Mnich, no haba dejado de considerar la posibilidad de alcanzar un acuerdo con Hitler. En la primavera de 1939 se dio un paso ms en este sentido. El 3 de
  128. 128. mayo, tropas del NKVD rodearon el comisariado de asuntos exteriores. Purga a los judos del ministerio, fue la orden de Stalin. Limpia bien la sinagoga[15]. Maxim Litvinov, el veterano diplomtico sovitico, fue sustituido como ministro de asuntos exteriores por Vyacheslav Molotov, y diversos judos fueron detenidos. Un acuerdo con Hitler permitira a Stalin ocupar los estados blticos y Besarabia, por no hablar de Polonia oriental si los alemanes invadan este pas por el oeste. Y, como saba que el
  129. 129. siguiente paso de Hitler iba a ser contra Francia y Gran Bretaa, con aba en que el poder alemn se debilitara en lo que esperaba que se convirtiera en una guerra sangrienta con el oeste capitalista. Ello le dara tiempo para reconstruir su Ejrcito Rojo, debilitado y desmoralizado en aquellos momentos por sus propias purgas. Para Hitler, un acuerdo con Stalin iba a permitirle comenzar su guerra, primero contra Polonia, y luego contra Francia y Gran Bretaa, incluso sin contar con
  130. 130. aliados. El llamado Pacto de Acero rmado con Italia el 22 de mayo signi caba muy poco, pues Mussolini no crea que su pas estuviera preparado para la guerra hasta 1943. Hitler, sin embargo, segua apostando por su corazonada de que Gran Bretaa y Francia se acobardaran y no entraran en guerra cuando invadiera Polonia, por mucho que hubieran garantizado lo contrario. La propaganda de guerra de la Alemania nazi contra Polonia se
  131. 131. intensi c. Los polacos fueron convertidos en los causantes de la invasin que estaba germinndose contra su pas. Y Hitler tom todas las precauciones necesarias para evitar cualquier tipo de negociacin, pues esta vez no estaba dispuesto a verse privado de una guerra por unas concesiones acordadas en el ltimo minuto. Para arrastrar a la opinin pblica alemana en aquella empresa, no dud en explotar el resentimiento de su pueblo hacia Polonia por haberse quedado con Prusia occidental y parte de Silesia
  132. 132. tras el detestado acuerdo rmado en Versalles. La Ciudad Libre de Danzig y el corredor polaco que separaba Prusia oriental del resto del Reich fueron utilizados como ejemplos de las injusticias cometidas por el Tratado de Versalles. Pero el 23 de mayo, Hitler declar que la guerra que se avecinaba no era por la Ciudad Libre de Danzig, sino por un Lebensraum en el este. Los informes que hablaban de la opresin a la que se vean sometidos los casi un milln de individuos de origen alemn de
  133. 133. Polonia fueron manipulados burdamente. No es de sorprender que las constantes amenazas de Hitler a Polonia dieran lugar a una serie de medidas discriminatorias contra esas personas, y a nales de agosto unas setenta mil huyeron al Reich. Las declaraciones de los polacos, acusando a los individuos de origen alemn de participacin en actos subversivos antes de que estallara la guerra, eran, casi con absoluta seguridad, falsas. En cualquier caso, la prensa alemana cada vez se haca ms eco de noticias que hablaban de
  134. 134. persecuciones de las minoras alemanas en Polonia. El 17 de agosto, durante unas maniobras del ejrcito alemn a orillas del Elba, dos capitanes britnicos de la embajada, que haban sido invitados en calidad de observadores, percibieron que los o ciales alemanes ms jvenes se mostraban muy con ados y seguros de que el Ejrcito Alemn poda enfrentarse al mundo[16]. Sus generales y altos funcionarios del ministerio de exteriores, sin embargo, teman que la invasin de Polonia desencadenara un
  135. 135. con icto armado en Europa. Hitler segua creyendo que los britnicos al nal no empuaran las armas. En cualquier caso, pensaba, la rma inminente de un pacto con la Unin Sovitica acabara por tranquilizar a aquellos generales a los que les asustaba la posibilidad de que se desencadenara una guerra en dos frentes. Pero el 19 de agosto, por si los britnicos y los franceses declaraban la guerra, el Grossadmiral Raeder orden que los acorazados de bolsillo Deutschland y Graf Spee, junto con diecisis submarinos, se echaran a
  136. 136. la mar y pusieran rumbo a aguas del Atlntico[17]. El 21 de agosto, a las 11:30, el ministro de asuntos exteriores alemn anunci desde la Wilhelmstrasse que se haba propuesto la rma de un pacto de no agresin nazi-sovitico. Cuando en el Berghof se recibi la noticia de que Stalin estaba dispuesto a entablar negociaciones, se cuenta que Hitler, cerrando el puo en seal de victoria, dio un golpe en la mesa y exclam ante los all presentes: Ya son mos! Ya son mos![18]. En las cafeteras los
  137. 137. alemanes demostraban su alegra, pues pensaban que aquello signi caba la paz, observara un miembro del personal de la embajada britnica[19]. Y el embajador, sir Nevile Henderson, inform a Londres poco despus en los siguientes trminos: La primera impresin en Berln fue de gran alivio Una vez ms, se ha visto rea rmada la fe del pueblo alemn en la capacidad de Herr Hitler para alcanzar sus objetivos sin entrar en una guerra[20]. La noticia conmocion a los britnicos; pero para los franceses,
  138. 138. que haban depositado muchas ms esperanzas en un pacto con su aliado tradicional, Rusia, fue una verdadera bomba. Curiosamente, el generalsimo espaol, Francisco Franco, y las autoridades japonesas fueron los que quedaron ms sorprendidos. Se sintieron traicionados, pues nadie les haba dicho que el instigador del pacto anti-Comintern estaba deseando rmar en aquellos momentos una alianza con Mosc. El gobierno de Tokio se vino abajo al recibir la noticia, que, sin embargo, supona un duro revs para Chiang Kai-shek
  139. 139. y los nacionalistas chinos. El 23 de agosto, Ribbentrop realiz un vuelo histrico a la capital sovitica. Apenas quedaban unas pocas cuestiones espinosas que aclarar en las negociaciones, pues los dos regmenes totalitarios se haban dividido Europa central en un protocolo secreto. Stalin exigi que se le concediera toda Letonia, a lo que Ribbentrop accedi tras consultarlo con Hitler por telfono y recibir su aprobacin. Una vez rmados el pacto pblico de no agresin y los protocolos secretos, Stalin propuso
  140. 140. un brindis por Hitler, y le dijo a Ribbentrop que era perfectamente consciente del gran amor que siente la nacin alemana por su Fhrer. Aquel mismo da, en un ltimo intento por evitar la guerra, sir Nevile Henderson se haba dirigido a Berchtesgaden con una carta de Chamberlain. Pero Hitler se limit simplemente a culpar a los britnicos de apoyar a los polacos en su postura antialemana. Henderson, aunque era un ferviente partidario de la poltica de apaciguamiento, al nal se
  141. 141. convenci de que el cabo de la pasada guerra estaba sumamente ansioso por demostrar lo que era capaz de hacer en la siguiente en calidad de generalsimo y conquistador[21]. Aquella misma noche, Hitler orden que el ejrcito se preparara para invadir Polonia tres das despus. A las 03:00 del 24 de agosto, la embajada britnica en Berln recibi un telegrama de Londres con una contrasea: Raja. Los diplomticos, algunos de ellos an en pijama, empezaron a quemar documentos secretos. A medioda,
  142. 142. se comunic a todos los sbditos britnicos que deban abandonar el pas. El embajador, aunque apenas haba dormido tras su viaje a Berchtesgaden, jug una partida de bridge con miembros de su personal aquella tarde. Al da siguiente, Henderson volvi a entrevistarse con Hitler, que ya haba regresado a Berln. El Fhrer se ofreci a rmar un pacto con Gran Bretaa una vez concluida la invasin de Polonia. Sin embargo, Henderson lo exasper cuando respondi que, para alcanzar un acuerdo,
  143. 143. Alemania deba desistir de su poltica de agresin y marchar, adems, de Checoslovaquia. De nuevo, Hitler declar que, si tena que estallar una guerra, mejor que fuera entonces y no cuando tuviera cincuenta y cinco o sesenta aos. Aquella noche, para verdadera sorpresa y consternacin de Hitler, fue rmado o cialmente el pacto anglo-polaco. En Berln, los diplomticos britnicos se prepararon para lo peor. Habamos trasladado todo nuestro equipaje personal al saln de recepciones de la embajada,
  144. 144. escribira uno de ellos, que ya empezaba a parecer la estacin Victoria tras la llegada de un tren procedente de alguna de las ciudades portuarias[22]. Las embajadas y los consulados de Alemania en Gran Bretaa, Francia y Polonia recibieron instrucciones exigiendo que se ordenara a todos los ciudadanos alemanes que regresaran al Reich o se trasladaran a un pas neutral. El sbado, 26 de agosto, el gobierno alemn cancel las celebraciones con motivo del XXV aniversario de la batalla de
  145. 145. Tannenberg. Pero, en realidad, aquella ceremonia haba sido utilizada para camu ar una concentracin masiva de tropas en Prusia oriental. El viejo acorazado Schleswig-Holstein haba llegado a las costas de Danzig el da anterior, supuestamente en visita de buena voluntad, pero sin haber informado previamente de ella a las autoridades polacas. Los depsitos del buque estaban llenos de bombas con las que los alemanes iban a atacar las posiciones polacas de la pennsula de Westerplatte junto al estuario del
  146. 146. Vstula. Aquel n de semana los habitantes de Berln disfrutaban de un tiempo esplndido. En Grnewald, a orillas del Wannsee, se concentraba un gran nmero de nadadores y de personas tumbadas al sol, que parecan ignorar la amenaza de una guerra, a pesar de que la radio ya haba anunciado la inminente introduccin de las cartillas de racionamiento. En la embajada britnica, el personal empez a beber las ltimas botellas de champagne que quedaban en la bodega. Se haba dado cuenta de
  147. 147. que en las calles haba cada vez ms soldados, muchos de ellos calzados con botas nuevas de color amarillento que an no haban sido debidamente ennegrecidas con betn. El inicio de la invasin haba sido programado para aquel da, pero Hitler, ante la resolucin de Gran Bretaa y de Francia de prestar apoyo a Polonia, haba decidido la noche anterior que se aplazara la accin. Segua esperando que los britnicos dieran seales de vacilacin. Sin embargo, incomprensiblemente, una unidad
  148. 148. de los comandos de Brandenburgo, que no recibi a tiempo la orden de aplazamiento de la operacin, se haba adentrado en territorio polaco para ocupar un puente de importancia vital. Hitler, esperando an poder responsabilizar a los polacos de la invasin, hizo ver que estaba dispuesto a entablar negociaciones tanto con Gran Bretaa como con Francia, y tambin con Polonia. Y puso en escena una farsa: no solo se negaba a exponer a las autoridades polacas los puntos de las posibles conversaciones, sino
  149. 149. que adverta que no estaba dispuesto a recibir a ningn emisario de Varsovia, jando, adems, un plazo lmite, la medianoche del 30 de agosto. Tambin rechazaba la oferta de mediacin del gobierno de Mussolini. El 28 de agosto, orden de nuevo que el ejrcito se preparara para comenzar la invasin el 1 de septiembre por la maana. Ribbentrop, mientras tanto, se convirti en una gura ilocalizable tanto para el embajador polaco como para el britnico. Esta actitud
  150. 150. concordaba con su postura habitual de mantenerse apartado y observar el desarrollo de los acontecimientos desde cierta distancia, ignorando a todos los que lo rodeaban como si no fueran dignos de compartir sus pensamientos. Al nal, accedi a entrevistarse con Henderson el 30 de agosto, a medianoche, justo cuando expiraba el plazo para aceptar los trminos de una paz que nunca haban sido comunicados. Segn el informe de Henderson, Ribbentrop elabor un extenso documento que me ley en voz alta en alemn, o ms bien que
  151. 151. me recit atropelladamente, con un tono de mxima irritacin Cuando termin, le ped, como era de esperar, que me permitiera v erlo. Herr von Ribbentrop se opuso categricamente, arroj el documento sobre la mesa con gesto de desprecio y dijo que ya haba caducado porque no haba llegado a Berln emisario alguno de Polonia antes de que dieran las doce de la noche[23]. Al da siguiente, Hitler emiti la Directiva n. 1 para la llamada operacin Caso Blanco, la invasin de Polonia, cuya puesta en marcha
  152. 152. haba venido gestndose durante los ltimos cinco meses. En Pars, la noticia fue recibida con sombra resignacin, por el recuerdo del ms de un milln de muertos de la anterior guerra. En Gran Bretaa, aunque se haba anunciado la evacuacin masiva de nios de la ciudad de Londres para el 1 de septiembre, la mayora de la poblacin segua creyendo que todo aquello no era ms que una fanfarronada del lder nazi. Los polacos no pensaban lo mismo, aunque en Varsovia no se vieran signos de pnico, solo de
  153. 153. determinacin. El ltimo intento nazi de construir un casus belli sera verdaderamente representativo de sus mtodos. Ese acto de propaganda negra haba sido plani cado y organizado por el brazo derecho de Himmler, Reinhard Heydrich. Heydrich haba formado un grupo de lite, seleccionado cuidadosamente entre los hombres de la SS de su mayor con anza. Dicho grupo deba simular un ataque contra un puesto aduanero alemn y contra la emisora de radio de la localidad
  154. 154. fronteriza de Gleiwitz; a continuacin tena que transmitir un mensaje en polaco. Hombres de la SS se encargaran de ejecutar a unos cuantos prisioneros del campo de concentracin de Sachsenhausen, previamente drogados y vestidos con uniformes polacos, cuyos cuerpos dejaran abandonados como testimonio del ataque. El 31 de agosto, por la tarde, Heydrich telefone al o cial que haba dejado al mando del plan para ordenarle que diera la contrasea que indicaba la puesta en marcha de la operacin:
  155. 155. Abuela fallecida![24] Resulta escalofriantemente simblico que las primeras vctimas de la Segunda Guerra Mundial en Europa fueran prisioneros de un campo de concentracin asesinados para escenificar una burda farsa.
  156. 156. 2 LA DESTRUCCIN TOTAL DE POLONIA[1] (SEPTIEMBRE-DICIEMBRE DE 1939)
  157. 157. En las primeras horas del 1 de septiembre de 1939, las fuerzas alemanas estaban listas para cruzar la frontera polaca. Para todos sus efectivos, con la excepcin de los veteranos de la Primera Guerra Mundial, iba a ser la primera experiencia en el campo de batalla. Como cualquier soldado, la mayora de esos hombres se preguntaba en la soledad de la noche cuntas probabilidades tenan de sobrevivir y si iban a salir indemnes de
  158. 158. aquella empresa. Mientras aguardaban la orden de encender motores, el comandante de uno de los tanques que se encontraban en la frontera de Silesia describi el fantasmagrico paisaje que lo rodeaba en los siguientes trminos: El bosque en tinieblas, la luna llena y una ligera neblina conforman un escenario irreal[2]. A las 04:45 se dispararon desde el mar, cerca de Danzig, los primeros obuses. El Schleswig- Holstein, un veterano de la batalla de Jutlandia, se haba trasladado durante las ltimas horas de la
  159. 159. noche previas al alba a una posicin prxima a las costas de la pennsula de Westerplatte. Abri fuego contra la fortaleza polaca con su armamento principal de 280 mm. Una compaa de las tropas de asalto de la Kriegsmarine, que haba permanecido escondida a bordo del Schleswig-Holstein, lanz ms tarde un ataque en la costa, pero fue repelida con gran rmeza. En la ciudad de Danzig, los voluntarios polacos se volcaron en la defensa de las o cinas centrales de Correos situadas en Heveliusplatz, pero poco pudieron
  160. 160. hacer cuando las tropas de asalto nazis, la SS y las fuerzas regulares alemanas comenzaron a ocupar sigilosamente la ciudad. Casi todos los supervivientes polacos fueron ejecutados tras la batalla. Las banderas nazis empezaron a ondear en los edi cios pblicos, y las campanas de las iglesias a sonar, mientras sacerdotes, profesores y maestros y otras guras destacadas de la ciudad eran detenidas junto a los judos[3]. En el vecino campo de concentracin de Stutthof tuvieron que acelerarse los trabajos para
  161. 161. acomodar a los nuevos prisioneros que iban llegando. Ms tarde, ya en plena guerra, Stutthof se convertira en el principal centro de suministro de cuerpos humanos para los experimentos del Instituto Mdico Anatmico de Danzig en los que se procesaban cadveres para la obtencin de cuero y jabn[4]. La decisin de Hitler de retrasar seis das la invasin haba supuesto para la Wehrmacht la oportunidad de movilizar y desplegar otras veintiuna divisiones de infantera y dos divisiones motorizadas ms. En aquellos momentos, el ejrcito
  162. 162. alemn contaba con casi tres millones de hombres, cuatrocientos mil caballos y doscientos mil vehculos[5]. Un milln y medio de efectivos haba sido trasladado a la frontera con Polonia, muchos de ellos provistos exclusivamente de cartuchos de fogueo con el pretexto de que iban a realizar ejercicios de maniobras. Pero cualquier duda sobre su verdadera misin qued disipada cuando recibieron la orden de cargar sus armas con balas reales. No se procedi, en cambio, al despliegue de todas las fuerzas
  163. 163. polacas, pues los gobiernos britnico y francs haban advertido a Varsovia de que un llamamiento a las armas prematuro habra dado a Hitler la excusa perfecta para lanzar un ataque. Los polacos haban pospuesto la orden de movilizacin general al 28 de agosto, pero luego, al da siguiente, volvieron a cancelarla cuando los embajadores de Francia y Gran Bretaa les instaron a contener la accin en la esperanza de que, en el ltimo minuto, fructi caran las negociaciones diplomticas. Al
  164. 164. nal, la orden fue dada el 30 de agosto. Pero tantos cambios haban dado lugar a una situacin de verdadero caos. Solo alrededor de un tercio de las tropas de vanguardia polacas se encontraban en su puesto el 1 de septiembre. Su nica esperanza era resistir hasta que los franceses lanzaran en el oeste la ofensiva prometida. El general Maurice Gamelin, el comandante en jefe francs, les haba garantizado el 19 de mayo que dicha ofensiva tendra lugar con el grueso de sus fuerzas[6] como mximo quince das despus
  165. 165. de que su gobierno ordenara la movilizacin. Pero los tiempos, al igual que la geografa, no favorecieron a los polacos. Los alemanes no tardaran en alcanzar el corazn de su pas desde Prusia oriental por el norte, Pomerania y Silesia por el oeste y la Eslovaquia bajo control nazi por el sur. Desconocedor del protocolo secreto del pacto Molotov-Ribbentrop, el gobierno polaco no puso empeo en establecer una frrea defensa en la frontera oriental. La idea de una doble invasin coordinada conjuntamente por los gobiernos
  166. 166. nazi y sovitico segua pareciendo una paradoja poltica demasiado lejana.
  167. 167. A las 04:50 del 1 de septiembre, mientras esperaban recibir la orden de ataque, las tropas alemanas pudieron or el rugido de los motores de los aparatos areos que se acercaban por la retaguardia. Y cuando la nube de aviones Stuka, Messerschmitt y Heinkel pasaba por encima de sus cabezas, los soldados del Reich comenzaron a proferir gritos de jbilo, sabedores de que la Luftwa e se diriga hacia los aerdromos polacos para llevar a cabo un ataque preventivo. Sus o ciales les haban informado de que los polacos responderan con
  168. 168. tcticas engaosas, utilizando francotiradores civiles y prcticas de sabotaje[7]. Se deca que los judos polacos eran amigos de los bolcheviques y germanfobos[8]. El plan de la Wehrmacht consista en invadir Polonia simultneamente desde el norte, desde el oeste y desde el sur. Su avance deba ser rpido e implacable[9], utilizando tanto columnas blindadas como aviones de la Luftwa e para coger por sorpresa a los polacos antes de que estos pudieran establecer unas lneas defensivas adecuadas. Las
  169. 169. formaciones del Grupo de Ejrcitos Norte atacaran desde Pomerania y Prusia oriental. Su prioridad sera enlazar en el corredor de Danzig y avanzar hacia Varsovia en direccin sudeste. El Grupo de Ejrcitos Sur, a las rdenes del coronel general Gerd von Rundstedt, tena que avanzar rpidamente desde el sur de Silesia hacia Varsovia formando un gran frente. El objetivo era que los dos grupos de ejrcitos cortaran el paso al grueso de las fuerzas polacas que se encontraban al oeste del Vstula. El X Ejrcito, situado en el centro
  170. 170. de aquella hoz en el sur, dispona del mayor nmero de formaciones motorizadas. Por su derecha, el XIV Ejrcito avanzara hacia Cracovia, mientras tres divisiones de montaa, una divisin panzer, una divisin motorizada y tres divisiones eslovacas atacaban hacia el norte desde Eslovaquia, estado ttere de los alemanes. En el centro de Berln, la maana de la invasin, formaciones de guardias de la SS ocupaban a Wilhelmstrasse y la Pariser Platz
  171. 171. mientras Hitler se diriga desde la cancillera del Reich hasta la pera de Kroll, donde el Reichstag celebraba sus sesiones tras el famoso incendio de su sede. El Fhrer manifest que sus razonables peticiones a Polonia, aquellas que con tanta cautela haba evitado exponer al gobierno de Varsovia, haban sido rechazadas. Ese plan de paz de diecisis puntos fue publicado aquel mismo da en un cnico intento de demostrar que las autoridades polacas eran las nicas responsables del con icto. Para
  172. 172. jbilo de todos los presentes, anunci la recuperacin de Danzig para el Reich[10]. El diplomtico suizo Carl-Jakob Burckhardt, alto comisionado de la Sociedad de Naciones para esta ciudad, fue obligado a abandonarla de inmediato. En Londres, una vez aclaradas ciertas dudas referentes al modo en que se haba desarrollado la invasin, Chamberlain dio la orden de movilizacin general. Haca diez das que Gran Bretaa haba dado los primeros pasos con el n de prepararse para la guerra.
  173. 173. Chamberlain no haba querido ordenar una movilizacin total por miedo a que ello provocara, como ocurri en 1914, una reaccin en cadena en Europa. Las defensas antiareas y las de las costas haban sido su principal prioridad. En cuanto se tuvo noticia de la invasin alemana, su postura dio un giro de ciento ochenta grados. En aquellos momentos nadie poda creer que las declaraciones de Hitler haban sido simples faroles. En el pas y en la Cmara de los Comunes los nimos estaban mucho ms exacerbados que un ao
  174. 174. atrs, cuando la crisis de Mnich. No obstante, el Gabinete y el Foreign O ce tardaron casi todo el da en redactar un ultimtum dirigido a Hitler exigiendo que retirara sus tropas de Polonia. Pero cuando ya estuvo terminado, el documento en cuestin distaba mucho de parecer un verdadero ultimtum, pues en l no se jaba plazo alguno para cumplir con lo requerido. Al da siguiente de recibirse en el consejo de ministros francs un informe de Robert Coulondre desde Berln, Daladier dio la orden de
  175. 175. movilizacin general. La palabra guerra, propiamente dicha, no ser pronunciada en el curso de este Consejo, dijo uno de los asistentes al mismo[11]. Se hizo referencia a la guerra solo con eufemismos. Tambin se dictaron instrucciones para proceder a la evacuacin de nios en ambas capitales. Todos suponan que las hostilidades comenzaran con numerosas incursiones areas de los bombarderos alemanes. Aquella misma noche se impuso un apagn elctrico general. En Pars las noticias de la
  176. 176. invasin haban provocado una gran conmocin, pues durante los ltimos das haban aumentado las esperanzas de que pudiera evitarse el estallido de un con icto blico en Europa. Georges Bonnet, ministro de exteriores y el ms rme partidario del apaciguamiento, culpaba a los polacos por su estpida y obstinada actitud[12]. Continuaba queriendo recurrir a Mussolini para que actuara como mediador con el fin de llegar a otro acuerdo como el de Mnich. Pero la mobilisation genrale sigui adelante, con
  177. 177. trenes llenos de reservistas partiendo de la Gare de lEst de Pars rumbo a Metz y a Estrasburgo. Como caba esperar, en el gobierno polaco de Varsovia se empezaba a temer que los Aliados volvieran a tener miedo de enfrentarse a Hitler. Incluso algunos polticos de Londres sospecharon, por la imprecisin de la nota emitida y por la ausencia en ella de un plazo determinado de tiempo, que Chamberlain quisiera intentar rehuir su compromiso con Polonia. Pero lo cierto es que Gran
  178. 178. Bretaa y Francia estaban siguiendo las vas diplomticas convencionales, como si con ello estuvieran marcando las diferencias con los partidarios de una Blitzkrieg no declarada. En Berln, la noche del 1 de septiembre segua siendo atpicamente densa y calurosa. La luz de la luna iluminaba las calles oscuras de la capital del Reich que en aquellos momentos sufra un apagn elctrico general por temor a posibles incursiones areas de los polacos. Tambin se impuso otro tipo de apagn. Goebbels decret
  179. 179. una ley en virtud de la cual quedaba terminantemente prohibido escuchar emisiones radiofnicas extranjeras. Ribbentrop se neg a recibir la visita conjunta de los embajadores britnico y francs, de modo que a las 21:20 Henderson entreg la carta exigiendo la retirada inmediata de las fuerzas alemanas que haban entrado en Polonia. Media hora despus Coulondre entregaba la versin francesa de esta peticin. Hitler, tal vez incitado por la poca contundencia de dichas misivas, segua estando
  180. 180. convencido de que, en el ltimo momento, los gobiernos de ambos emisarios se echaran atrs. Al da siguiente, antes de trasladarse al hotel Adlon, situado a la vuelta de la esquina, el personal de la embajada britnica se despidi de los alemanes que estaban a su servicio. Dio la impresin de que las capitales de las tres naciones entraban en una especie de limbo diplomtico. En Londres volvi a pensarse en una nueva posibilidad de apaciguamiento, pero el retraso se deba a una peticin del gobierno
  181. 181. francs, pues este necesitaba ms tiempo para movilizar a sus reservistas y proceder a la evacuacin de civiles. Los dos gobiernos estaban convencidos de la necesidad de una actuacin conjunta, pero Georges Bonnet y sus aliados seguan esforzndose por posponer el funesto momento. Por desgracia, Daladier, cuya falta de resolucin era notoria, permita que Bonnet siguiera alentando la idea de celebrar una conferencia internacional con el gobierno fascista de Roma. Bonnet se puso en comunicacin telefnica con
  182. 182. Londres para solicitar el apoyo ingls, pero tanto lord Halifax, ministro de exteriores britnico, como Chamberlain, hicieron hincapi en que no haba nada de qu hablar mientras las tropas alemanas siguieran en territorio polaco. Ms tarde, Halifax tambin se puso en comunicacin telefnica con Ciano para despejar cualquier posible duda en este sentido. La frustracin por no haber conseguido jar un plazo en el impreciso ultimtum haba provocado una crisis de gobierno en Londres a ltima hora de
  183. 183. aquella tarde. Chamberlain y Halifax explicaron que era necesario actuar codo con codo con los franceses, lo que significaba que de estos dependa la decisin nal. Pero los escpticos, con el respaldo de los jefes del estado mayor que se encontraban presentes, rechazaron esta lgica. Su temor era que, sin una iniciativa rme por parte de Gran Bretaa, los franceses no dieran ningn paso. Haba que jar un plazo de tiempo. Chamberlain estaba an ms conmocionado por la manera en la que haba sido recibido en la
  184. 184. Cmara de los Comunes haca apenas tres horas. Los argumentos que haba esgrimido para justi car su tardanza en declarar la guerra fueron escuchados con un silencio hostil. Luego, cuando Arthur Greenwood, actuando como lder del Partido Laborista, se levant para responderle, pudo orse gritar incluso a algunos de los conservadores ms acrrimos: Habla en nombre de Inglaterra!. Greenwood dej bien claro que Chamberlain tena que dar una respuesta a la Cmara a la maana siguiente.
  185. 185. Aquella noche, mientras en Londres resonaban con furia los truenos de una fuerte tormenta, Chamberlain y Halifax se reunieron con el embajador francs, Charles Corbin, en Downing Street. Se pusieron en comunicacin telefnica con Pars para hablar con Daladier y Bonnet. El gobierno galo segua insistiendo en que no se le pusiera prisa, aunque Daladier ya hubiera recibido haca unas pocas horas el apoyo unnime de la Chambre des Dputs para entrar en guerra. (Sin embargo, la palabra guerra propiamente
  186. 186. dicha segua evitndose supersticiosamente en los crculos o ciales franceses. En su lugar se haban utilizado durante los debates en el Palais Bourbon eufemismos como las obligations de la situation Internationale). Como Chamberlain, llegado este punto, ya estaba plenamente convencido de que su gobierno iba a caer al da siguiente si no se presentaba un ultimtum rotundo, Daladier acab por aceptar que la respuesta rme de su pas no poda ser objeto de ms dilaciones. Dio su promesa de que Francia tambin
  187. 187. presentara su ultimtum al da siguiente. A continuacin, Chamberlain reuni a los miembros del Gabinete britnico. Poco antes de la medianoche qued redactado y aprobado el ultimtum de nitivo. Sera presentado en Berln al da siguiente, a las 09:00, por sir Nevile Henderson, y expirara dos horas despus. La maana del domingo, 3 de septiembre, sir Nevile Henderson cumpli al pie de la letra las instrucciones que haba recibido.
  188. 188. Hitler, al que Ribbentrop haba asegurado una y otra vez que los britnicos se echaran atrs en el ltimo