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ULTIMA DCADA N30, CIDPA VALPARASO, JULIO 2009, PP. 41-66.
LA PARTICIPACIN POLTICA DE JVENES ADOLESCENTES EN EL CONTEXTO
URBANO
ARGENTINO. PUNTOS PARA EL DEBATE
GRACIELA BATALLN,* SILVANA CAMPANINI,** ELAS PRUDANT,*** IARA
ENRIQUE****
Y SOLEDAD CASTRO*****
RESUMEN Los fundamentos jurdico-institucionales que organizan la
poltica entendida aqu como prcticas reguladas a travs de las cuales
los sujetos participan de la direccin y gobierno de la sociedad en
la que son miembros excluyen a nios y jvenes en funcin de su
minoridad. A partir de la reconstruccin del trabajo de campo en dos
contextos diferenciados el Programa La legislatu-ra y la escuela
del Poder Legislativo de la Ciudad Autnoma de Buenos Aires y
centros de estudiantes de colegios de nivel medio se analizan
as-pectos problemticos relativos a los contenidos y mtodos de la
participacin de los jvenes en el espacio pblico.
Las prcticas documentadas por nuestra investigacin reactualizan
la tensin analizada en la literatura contempornea respecto al
sentido dado a la poltica y lo que puede entenderse como lo
poltico, a cuya luz se enfocan las preocupaciones y debates que
circulan entre los jvenes. La reflexin profun-diza sobre los
derroteros de la construccin del bien comn que stos formu-lan y las
formas de la participacin poltica que conciben legtimas,
compro-metiendo en el anlisis los efectos que stos pudiesen
implicar para una even-tual democratizacin de la escuela.
PALABRAS CLAVE: INFANCIA, JUVENTUD, CIUDADANA, DEMOCRACIA,
ESPACIO PBLICO
* Profesora Titular Facultad de Filosofa y Letras, Instituto de
Ciencias
Antropolgicas, Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina.
E-Mail: [email protected]. ** Docente Facultad de Filosofa y
Letras, Instituto de Ciencias Antropo-
lgicas, UBA. E-Mail: [email protected]. *** Docente Facultad de
Filosofa y Letras, Instituto de Ciencias Antropo-
lgicas, UBA. E-Mail: [email protected]. **** Docente Facultad
Filosofa y Letras, Instituto de Ciencias Antropolgi-
cas, UBA. E-Mail: [email protected]. ***** Estudiante
avanzada de la carrera de Ciencias Antropolgicas, Facul-
tad de Filosofa y Letras, UBA. E-Mail:
[email protected].
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La participacin poltica de jvenes 42
A PARTICIPAO POLTICA DE JOVENS ADOLESCENTES NO CONTEXTO URBANO
ARGENTINO.
APONTAMENTOS PARA DEBATE
RESUMO Os fundamentos jurdico-institucionais que organizam a
poltica entendida aqui como prticas reguladas atravs das quais os
sujeitos participam da direo e governo de sua sociedade excluem
crianas e jovens por serem menores de idade. A partir da reconstruo
do trabalho de campo em dois contextos diferenciados o Programa A
legislatura e a Escola do Poder Legislativo da Cidade Autnoma de
Buenos Aires e centros de estudantes de colgios de nvel mdio
analisam-se aspectos problemticos relativos aos contedos e mtodos
de participao dos jovens no espao pblico.
As prticas documentadas por nossa pesquisa reatualizam a tenso
analisada na literatura contempornea a respeito do sentido dado
poltica e o que se pode entender como o poltico, sob cuja luz se
enfocam as preocupaes e debates que circulam entre os jovens. A
reflexo aprofunda os roteiros da construo do bem comum que os
jovens elaboram, bem como as formas de participao poltica que
acreditam legtimas, incluindo na anlise os impactos que poderiam
ter numa eventual democratizao da escola. PALAVRAS CHAVE: INFNCIA,
JUVENTUDE, CIDADANIA, DEMOCRACIA, ESPAO PBLICO
THE POLITICAL PARTICIPATION OF ADOLESCENTS IN AN ARGENTINIAN
URBAN CONTEXT. POINTS FOR DEBATE
ABSTRACT
The legal-institutional foundations that organize the policy
acknowledged here as regulated practices through which the subjects
participate in the direction and gov-ernment of the society in
which they are members exclude children and adolescents based on
their minority. From the reconstruction of the work in two
differentiated contexts the Program the legislature and the school
of the Legislative Power of the Independent City of Buenos Aires
and student centers of middle class schools problematic aspects
regarding the contents and methods of the participation of the
young people in the public space are analyzed.
The practices documented by our investigation make known the
tension ana-lyzed in a contemporary literature aspect to the sense
given to the policy and what can be understood like as the
politician, whose light focuses on the concern and debates that
circulate amongst youth. The reflection deepens on the direction of
the construc-tion of the communal property which are formulated,
and the forms of the participa-tion politics which are conceive as
legitimate, jeopardizing in the analysis the effects that these
could imply for a possible democratization of the school.
KEY WORDS: CHILDHOOD, YOUTH, CITIZENSHIP, DEMOCRACY, PUBLIC
SPACE
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Batalln, Campanini, Prudant, Enrique y Castro 43
1. EL PROBLEMA TERICO: LAS PRCTICAS POLTICAS DE JVENES
ADOLESCENTES EL NCLEO DE ESTA presentacin es el anlisis de los
contenidos y formas de la participacin de jvenes-adolescentes en el
campo de las acciones en las cuales se debate el bien comn o
espacio pblico. Conceptualizar de tal modo las prcticas de estos
sujetos implica su-marnos a una vasta discusin dentro de la teora
poltica contempor-nea, para la cual el espacio pblico sobrepasa los
fundamentos jurdi-co-filosficos que organizan la poltica, entendida
slo como prcticas reguladas a travs de las cuales los ciudadanos
participan del gobierno de la sociedad.
Los ejes del argumento que desarrollaremos se sostienen en la
hiptesis de que la invisibilidad de la participacin de los jvenes
adolescentes en torno al bien comn en general, y dentro de la
escuela en particular, se debe a concepciones naturalizadas
respecto de la pol-tica en tanto prctica formal y privativa de
quienes tienen derecho jurdico por mayora de edad y a la vez, a una
concepcin de infan-cia y juventud adolescente que los reconoce
principalmente en su con-dicin de sujetos dependientes del mundo
adulto (Batalln y Campa-nini, 2005). Dentro de esta concepcin, los
nios y jvenes son de hecho excluidos, ya que en tanto menores no
son ciudadanos en ple-no derecho (Adorno, 1973).
Las acciones, demandas y propuestas de los jvenes adolescentes
documentadas por la investigacin nos permiten abrir interrogantes
sobre cmo conceptualizar su prctica poltica, a fin de incorporarlas
como legtimas en el marco del debate general sobre la profundizacin
de la democracia.
A fin de aclarar el punto de partida de nuestro desarrollo,
enten-demos conceptualmente a lo poltico diferenciado de la
poltica, re-servando para sta ltima el ejercicio de la actividad
poltica o, lo que es lo mismo, las formas institucionalizadas de la
democracia represen-tativa (Rosanvallon, 2002; Mouffe, 1999).
A partir de los presupuestos de la teora liberal angloamericana
que oficia de fundamento jurdico de las instituciones polticas
mo-dernas la conceptualizacin y construccin del inters general o
bien pblico ha resultado problemtica para dar cuenta del proceso
creciente de las demandas sociales y de la ampliacin democrtica. Al
concebir a los sujetos como individuos con intereses privados, el
inte-rs general slo puede formularse como resultado del voto
(derecho
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La participacin poltica de jvenes 44
privativo de los adultos), o bien como capacidad del Estado, en
tanto expresa tal voluntad popular o soberana.1
Los intentos contemporneos de la filosofa poltica por resituar
el potencial crtico de lo poltico como proceso que sobrepasa la
pol-tica se condensan en el concepto de esfera pblica que elaborara
Habermas. En tal formulacin, la esfera o espacio pblico se
caracte-riza por el conjunto de prcticas deliberativas en la que
los individuos, despojados de los intereses del intercambio de los
bienes y del trabajo social, discuten sin restricciones acerca de
las cuestiones de inters general (Habermas, 1986). Este esfuerzo,
conjuntamente con el de otros autores, se encuentra interesado por
recuperar la concepcin republicana de la res pblica como resultado
de un proceso de amplia participacin de sujetos, que no se agota ni
se expresa cabalmente en la arquitectura institucional de la
poltica.
La reformulacin actual de las teoras clsicas ha considerado,
conjuntamente con la crtica anteriormente sealada, el papel de los
movimientos sociales en el marco de la globalizacin y del
predomi-nio del capitalismo neoliberal, atendiendo especialmente a
aquellos conjuntos sociales con identidad autoasignada (mujeres,
minoras tnicas, sexuales, entre otros) que han reclamado nuevas o
diferentes formas de inclusin en la ciudadana. Al analizar el
status subordinado de las mujeres, Nancy Frazer ha aportado
elementos para profundizar la historicidad de lo que se entiende
por pblico o inters comn, sos-teniendo que lo que en el pasado no
era pblico en el sentido de ser un inters comn, ha llegado a serlo
en el presente (Frazer,1992). Esto significa que el resultado de la
deliberacin no puede ser conoci-do con anterioridad. Junto con el
bien comn, la idea de contrapbli-cos subordinados (que expresan la
voz de minoras, agrupamientos y categoras sociales en el espacio
pblico) acuado por la autora, im-plica una nocin de hegemona que
sobrentiende el dominio de unos intereses por sobre otros2 (Frazer,
1992; Laclau y Mouffe, 1985). 1 Para un anlisis exhaustivo de los
lmites y atolladeros de la teora libe-
ral para comprender el proceso de construccin poltico cultural
de lo que en cada momento histrico se concibe como lo poltico/la
poltica, vase Somers, 1996/97; y Souza Santos, 1998.
2 De particular importancia para el debate que aqu reproducimos
ha sido la confrontacin del pensamiento feminista en relacin a los
principios de la democracia deliberativa, justamente discutiendo
una supuesta neu-tralidad del espacio pblico, sostenida en la
creencia de una eficaz pues-ta entre parntesis de las desigualdades
sociales, segn la cual ste es
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Batalln, Campanini, Prudant, Enrique y Castro 45
Si bien la reflexin a la que han dado lugar esta discusin
destaca el carcter variable del sujeto poltico, ampliando la nocin
de la de-mocracia al entenderla como un proceso de construccin y
reconstruc-cin, tiende a reproducir el sesgo esencialista segn el
cual los nue-vos sujetos se reconocen sobre la base de rasgos
identitarios comunes (mujeres, minoras lingsticas, culturales o
sexuales), o bien en fun-cin de un inters comn (a modo de ejemplo,
considrese los ecolo-gistas). La nocin de sujeto colectivo que
resulta as involucrada debe debatirse en el plano epistemolgico,
dado que la naturaleza del sus-trato que permite la identificacin
mantiene de modo indiscutido un trasfondo culturalista en la
constitucin de endogrupos, esta vez bajo clasificaciones sociales o
de intereses particulares.
Los aportes a los que nos hemos referido resultan centrales, por
tanto, para habilitar la posibilidad de la pregunta acerca de las
prcti-cas polticas de nios y jvenes, pero contienen los peligro
terico-metodolgico de circunscribir el campo de anlisis a las
preocupacio-nes especficas de esta franja etrea e interpretar sus
demandas e inte-reses solamente bajo el cristal de sus posiciones
en la estructura de edades de la sociedad.
El enfoque puesto en juego en nuestra investigacin se aparta de
la perspectiva culturalista que engloba las manifestaciones
simblicas y contestatarias de los jvenes segn su pertenencia social
y ecolgica a travs de nociones como las de tribu y cultura juvenil,
limitando con ello los alcances y preocupaciones que elaboran las
nuevas generacio-nes acerca del espacio pblico y que trascienden
los intereses del en-dogrupo (Reguillo, 2000; Feixas, 1998; Martn
Barbero, 1998; Lesko, 1992; Padawer, 2004).
En trminos epistemolgicos y en lo que a nuestros sujetos se
refie-re, se trata de recuperar la perspectiva etnogrfica para el
conocimiento de la infancia y la juventud adolescente como un
sujeto social con potencia-lidades no conocidas que requieren ser
documentadas (Bourdieu, 2000; Batalln y Varas, 2002; Batalln,
2007). En este sentido privilegiamos el registro de numerosas
experiencias en las cuales los jvenes expresan sus intereses y
propuestas en torno a los diferentes mbitos de la vida en co-mn,
poniendo en juego explcita o tcitamente las categoras que para
ellos hacen manifiesto el estatus de justicia e igualdad. Con esta
orienta-cin, la investigacin reconstruye tanto los contextos que
fundamentan
un lugar vaco culturalmente, desprovisto de un ethos especfico y
que se acomoda a una neutralidad perfecta (Frazer, 1992).
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La participacin poltica de jvenes 46
normativamente las prcticas de socializacin en la formacin
ciudadana (la escuela y los programas gubernamentales especficos),
como aquellos en los cuales el sentido de las prcticas
socializadoras se mantienen en el plano tcito de la interaccin (el
barrio, la calle, el piquete).3 La preocu-pacin recurrente en la
tarea de reconstruccin etnogrfica ha sido la vinculacin que las
prcticas y debates llevados a cabo en tales mbitos establecen con
la escuela, puesto que tanto terica como institucional-mente
constituye el nico espacio comn en cual los jvenes adolescentes son
sujetos constitutivos. 2. LOS CONTEXTOS EMPRICOS DE LA REFLEXIN
Este artculo toma como campo emprico dos contextos institucionales
en los que participan jvenes adolescentes escolarizados. Por una
par-te, se hace referencia a las acciones que ellos emprenden como
parte del Programa La legislatura y la escuela, impulsado por el
Poder Le-gislativo de la Ciudad Autnoma de Buenos Aires desde 1998,
y por otro a las actividades y debates poltico gremiales que
desarrollan al interior de los centros de estudiantes de
establecimientos secundarios radicados en el rea metropolitana de
Buenos Aires.
El Programa La legislatura y la escuela fue creado con el
objeti-vo formativo de introducir a nios y jvenes de escuelas
pblicas y privadas de la ciudad en las formas del debate
democrtico.4 En su marco, se desarrollan sesiones especiales en las
que los alumnos asu-men el rol de legisladores por un da y deciden,
mediante el debate
3 Proyecto de investigacin Infancia, juventud y poltica. La
participa-
cin de un no ciudadano en el espacio pblico. Directora: Graciela
Batalln. Adems de los autores de este artculo, integran la
investiga-cin Ana Padawer, Liliana Dente, Marina Rubinstein, Mnica
Crdoba y Gabriela Scarf. Esta investigacin ha recibido
financiamiento de la Secretara de Ciencia y Tcnica de la
Universidad de Buenos Aires, por el perodo 2004-2007.
4 La Resolucin N151/98 reglamenta el funcionamiento del Programa
como actividad bajo la rbita de la Direccin General de Gestin y
Par-ticipacin Ciudadana, dependiente de la Subsecretara de Labor
Parla-mentaria, de la legislatura de la Ciudad Autnoma de Buenos
Aires. Es-te Programa se desarrolla ininterrumpidamente desde su
creacin hasta la fecha, aunque la frecuencia e importancia que le
asigna el gobierno de la ciudad depende del cariz poltico que le
imprime el bloque que presida el Programa.
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Batalln, Campanini, Prudant, Enrique y Castro 47
parlamentario, propuestas que han surgido de sus propias
iniciativas. Los proyectos y discusiones a los que dan lugar
documentan el amplio espectro en el que nios y jvenes se construyen
como partcipes acti-vos de la sociedad en la que son miembros.5
El segundo contexto institucional son los centros de estudiantes
secundarios, cuyos objetivos normativamente previstos son
posi-bilitar la participacin de los alumnos en cuestiones que sean
de su inters y favorecer el avance de una cultura poltica
pluralista en el contexto de los temas que les conciernen y de
aquellos que hacen a la sociedad en su conjunto.6
Los mbitos institucionales referidos heredan las discusiones
so-ciales desplegadas durante las tres dcadas de recuperacin de la
par-ticipacin ciudadana. Al mismo tiempo, son atravesados por
contin-gencias polticas en las que los jvenes han sido
protagonistas circuns-tanciales. En el espacio temporal de nuestra
investigacin tuvo lugar la tragedia de la discoteca Cro-Magnon, en
la que casi dos centena-res de personas, mayormente jvenes,
perdieron la vida. Este suceso termin con la destitucin del jefe de
gobierno y marc el inicio de movilizaciones y demandas
estudiantiles, en las que predomin una fuerte crtica a los partidos
y dirigentes polticos.
El registro etnogrfico de las prcticas polticas realizado, da
cuenta de la naturaleza y alcances del protagonismo de las nuevas
generaciones, y posibilita abrir interrogantes en torno a dos temas
tericamente articulados. Por una parte, las preocupaciones de los
nios y jvenes en relacin a la poltica entendida como la accin
mancomunada orientada hacia el bien comn y, por otra, aquellas
relativas a las formas legitimadas de organizacin y representacin
de la accin poltica en el mbito de las escuelas. 3. EL BIEN COMN
COMO CAMPO DE DEBATE Los proyectos legislativos elaborados por los
nios y jvenes adoles-centes en el marco de la experiencia La
legislatura y la escuela, as 5 Para una presentacin desarrollada
del Programa, vase Batalln et al.,
2005. 6 En la ciudad de Buenos Aires los centros de estudiantes
se rigen por la
ley N137, sancionada el mismo ao que el Programa La legislatura
y la escuela, 1998. Ambas normativas han sido fruto de un intenso
debate social en torno a los alcances y lmites del protagonismo de
nios y j-venes. Para una ampliacin de estos temas, vase Batalln et
al., 2005.
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La participacin poltica de jvenes 48
como las sesiones parlamentarias en las cuales participan,
pueden ser analizados como debates dentro de la esfera pblica, tal
como sta fuera conceptualizada por los autores que hemos presentado
sintti-camente. Los proyectos que se presentan y la discusin entre
los jve-nes de distintas escuelas rebasan ampliamente los objetivos
formativos con los cuales se dise y difunde la experiencia.7 De
hecho los pro-yectos aprobados en estas jornadas educativas, son
tomados por algu-nos parlamentarios, siguen el trmite en las
comisiones respectivas, son tratados en las reuniones ordinarias y
finalmente se transforman en decisiones estatales.8
Invirtiendo el sentido comn adultocntrico que oblitera el
prota-gonismo de las nuevas generaciones, los temas y debates que
se des-pliegan a lo largo del Programa La legislatura y la escuela,
se ofrecie-ron como un documento inesperado en torno a la densidad
de las apro-piaciones y crticas que los jvenes realizan sobre la
poltica, mostrando conexiones con el debate general de la sociedad
sobre estos temas.
La elaboracin de los proyectos que se presentan en la
legislatura es precedida por charlas informativas que brindan
miembros de ese cuerpo en los establecimientos.9 Aunque no
constituya una norma formalmente establecida, los alumnos
usualmente votan la iniciativa que ser objeto de elaboracin grupal,
dentro un conjunto de propuestas. El proyecto elegido se constituye
en un primer producto de decisin y jerarquizacin colecti-va, que
incluye asimismo la envergadura de la accin proyectada esto es, si
se plasma en un proyecto de ley, de resolucin, o de declaracin y el
alcance del proyecto escolar/institucional, barrial o de
alcance
7 Los objetivos perseguidos por el Programa son el aprendizaje
de la
prctica democrtica a travs de la elaboracin de propuestas, que
tien-dan a reflejar las demandas de los diferentes participantes
aplicando las reglas del debate legislativo y conocer, por
intermedio de la vivencia, la experiencia democrtica, revalorizando
la prctica poltica (Resolu-cin N151/98).
8 En diversas ocasiones, las propuestas de nios y jvenes han
alcanzado la aprobacin parlamentaria, aunque su autora queda
desdibujada tras la firma del diputado que los levant de estas
sesiones especiales e im-puls el trmite parlamentario habitual.
9 Las charlas incluyen los tpicos relativos a la arquitectura
constitucional e institucional que organiza el gobierno de la
ciudad, las funciones y mecnica de trabajo del poder legislativo,
las reglas discursivas que de-ben respetarse en la redaccin del
proyecto y en su debate y los objeti-vos perseguidos con la
propuesta.
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Batalln, Campanini, Prudant, Enrique y Castro 49
social general.10 Un breve paneo por los temas presentados
durante el desarrollo de nuestra investigacin, nos muestran
propuestas diver-sas que hemos agrupado como: demandas sociales
referidas a la in-fraestructura y al medio ambiente que rodea las
escuelas; proyectos sobre aspectos pedaggicos-institucionales con
relacin al mbito escolar y proyectos que llamamos
poltico-ideolgicos por que no estn referidos a ninguna necesidad o
demanda material.
Entre los primeros proyectos la demanda o crtica que encierran
apelan por ejemplo a la construccin de salas de biblioteca o
gimna-sios, la gratuidad del boleto estudiantil o la necesidad de
contar con bolsas de trabajo para los egresados de la escuela
secundaria y a la erradicacin del polo petroqumico que contamina
los barrios al sur del centro de la ciudad; la adecuacin del
transporte pblico para dis-capacitados; la creacin de centros
asistenciales y recreativos para barrios alejados; entre otros.
Entre los segundos podemos destacar proyectos vinculados
directamente a lo pedaggico, tales como la necesidad de contar con
gabinetes multidisciplinarios en las escuelas; la inclusin de
materias de informtica; la enseanza de primeros auxilios y de
educacin sexual. Finalmente, entre los proyectos de carcter
simblico o ideolgico por ejemplo el cambio de nombre de calles y
establecimientos escolares que recuerdan a figuras de la histo-ria
cuestionadas por la nombres de personajes respetados; la necesidad
de recordar la memoria del genocidio de la ltima dictadura
preser-vando lugares o transformando los espacios de la ciudad y la
modifi-cacin de la bandera actual de la ciudad que simboliza la
corona espa-ola en su guila negra, por otra que incluya al cndor
como emblema de la libertad americana.
Contradiciendo la mirada evolucionista que presupone intereses
particulares progresivamente complejos segn las edades; los
proyectos que presentan tanto los nios de la escuela primaria como
los jvenes 10 Un proyecto de ley es toda mocin destinada a crear,
modificar, sustituir
o suspender una ley, institucin o norma de carcter general. Los
pro-yectos de resolucin engloban aquellas decisiones del cuerpo
legislativo sobre temas de su incumbencia (responder solicitudes de
particulares, otorgar acuerdos, decidir la composicin u organizacin
del cuerpo, en-tre otras). Los proyectos de declaracin, por ltimo,
contienen proposi-ciones que reafirman las atribuciones de la
legislatura, expresan la opi-nin del cuerpo sobre cualquier hecho
de carcter pblico o privado, o bien encomiendan al Poder Ejecutivo
la realizacin de un acto en un tiempo determinado.
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La participacin poltica de jvenes 50
adolescentes trascienden las demandas especficas externamente
adjudi-cadas por el mundo adulto. Por el contrario
mayoritariamente, los pro-yectos expresan medidas prcticas que
materializan los principios de la modernidad, es decir que incluyen
el horizonte de la justicia, la igualdad y la solidaridad en una
sociedad que se percibe fragmentada.
La apropiacin de las ideas rectoras de la ideologa de la
moder-nidad, en el contexto de la construccin histrica del papel
estatal en una sociedad segmentada a la que hiciramos referencia,
produce una intensa polmica acerca de lo que corresponde que sea
concebido como bien comn y, por ende, valioso. Ella se plasma
especialmente en el debate al interior del recinto parlamentario.
En ste, los jvenes deben sopesar y discutir argumentadamente las
iniciativas propias y ajenas, poniendo en juego capacidades
retricas y argumentativas a fin de sostener y convencer a los otros
estudiantes-legisladores.
Es precisamente la concentracin de iniciativas en los temas
vin-culados a la reparacin de las condiciones materiales de vida,
visuali-zadas como impedimento al ejercicio pleno de los derechos,
la que seala cun imbricados resultan los proyectos de nios y jvenes
en la historicidad de la construccin de la intervencin pblica. El
inters general o bien comn, refiere por tanto, no solamente a los
aspectos regulativos que le corresponde aplicar al Estado sobre el
cuerpo social (tpicos de la concepcin liberal), sino igualmente a
las medidas de justicia distributiva que permiten la participacin
ciudadana a travs de la provisin de bienes materiales y
simblicos.
El carcter abierto y polmico de cada sesin seala un derrotero
que no puede ser ensayado ni previsto con anterioridad. En cada
se-cuencia de debate resultan implicados los criterios de
pertinencia (qu nos corresponde hacer?) y de jerarqua prioridad de
las inicia-tivas (qu debemos o podemos hacer?), sealando el viraje
del legis-lador desde aquel rol de vocero y redactor de intereses y
demandas, a ste de co-responsable de la actividad estatal.11 En
esta instancia el registro etnogrfico los muestra compenetrados con
la tarea de evaluar los motivos de cada decisin en el marco de la
totalidad de proposi-ciones. Bajo el sustrato de una jerarqua
implcita de prioridades, en la que se reactualiza la acepcin del
bien pblico como reparacin por parte del Estado, los proyectos
relativos a temticas pedaggicas, o los
11 Es importante destacar que se es el cometido de lo que
aparece como
un entrenamiento cuyo objetivo se expresa en la consigna
legisladores por un da, con el que se promociona el programa en las
escuelas.
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Batalln, Campanini, Prudant, Enrique y Castro 51
que de modo genrico hemos denominado poltico-ideolgicos,
resul-tan poco atractivos para el grueso de los
alumnos-parlamentarios.
Tal es el caso de una de las sesiones donde una escuela presenta
un proyecto (entre otros siete,) que pide la incorporacin de la
materia informtica en la currcula de nivel secundario. Los
argumentos que lo sostienen aluden al derecho a una educacin de
calidad e igual para todos. Sosteniendo que la actualizacin en este
sentido est en la base de una nueva ciudadana. No obstante la
implicancia pedaggi-ca de la iniciativa, obtiene el voto negativo
de los presentes. Los ora-dores que deniegan su aprobacin, siguen
la lnea de razonamiento segn la cual la alimentacin y la seguridad
son anteriores a solicitar recursos para la computacin, alegando
que si no hay presupuesto para docentes, incorporar una materia
como sta aumentara an ms el gasto. Consecuentes con el juicio,
aprueban con un debate expedi-to la mocin que tiene por objeto la
implementacin de comedores escolares obligatorios en barrios
carenciados de la ciudad, an cuando esta propuesta tambin
comprometera el presupuesto estatal. Esta preocupacin, se impone
por la abrumadora evidencia del deterioro socio-econmico de la
poblacin, y permite interpretar que la nocin de bien pblico opera
en un doble registro simblico. Por una parte, expre-sa la
solidaridad y responsabilidad que las nuevas generaciones
mani-fiestan hacia quienes estn excluidos del modelo vigente. Por
otra, resta importancia (o considera ajeno) a las propuestas que
algunos jvenes impulsan sobre problemticas y soluciones referidas
al contexto peda-ggico escolar, al concebirlas como acotadas y
especficas.
Efectivamente, al calor de estos debates podemos volver a la
pre-gunta que interroga acerca de la particularidad de lo que es el
bien comn para nios y jvenes y el por qu de la no consideracin de
la vida escolar como una responsabilidad propia al momento de
decidir por todos y para todos. 4. EL DEBATE SOBRE LA ACCIN POLTICA
DE LOS JVENES: TEMAS CONVOCANTES Y REPRESENTATIVIDAD a) Los temas y
el campo de accin En el espacio escolar, el protagonismo poltico de
los jvenes-adolescentes encuentra su lugar natural en los centros
de estudian-tes. Si bien estos no son entidades homogneas (dada su
diversidad relativa a las tradiciones que los configuran), las
discusiones y pre-
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La participacin poltica de jvenes 52
ocupaciones que se dan dentro de stos suponen el derecho a la
orga-nizacin autnoma (o relativamente autnoma) del
estudiantado.12
Como organizaciones institucionalizadas, los centros han tenido
una lenta recuperacin luego de la restitucin de la democracia en la
Argenti-na, aunque nuestra investigacin documenta la revitalizacin
y el incre-mento de la movilizacin estudiantil en los ltimos aos,
luego de los sucesos del 2005 anteriormente mencionados. El
popularmente llamado efecto Cromagnon constituye un parteaguas en
la visibilidad social del sector estudiantil. Este hecho implic una
grieta en el orden institucional en el que se desarrollaba la
educacin secundaria, manifestndose en la fugaz suspensin de las
jerarquas, la apropiacin del espacio por parte de los estudiantes,
la subversin del tiempo dedicado a la enseanza curricu-lar y
particularmente al protagonismo que adquirieron los jvenes al
de-mandar de modo directo por sus derechos. Si bien las peticiones
giraron en torno a la seguridad y el mantenimiento de los edificios
escolares, ello no agot la movilizacin que trascendi esta
circunstancia, exigindose al Estado el compromiso con la educacin
pblica. Las formas de protesta franquearon los mtodos pacficos
habituales y exhibieron medidas ms acentuadas como cortes de
calles, la toma de edificios escolares, abrazos a las escuelas,
entre otras formas de lucha.13
Estos sucesos activaron el desarrollo cotidiano de las
organiza-ciones estudiantiles, tiendo conflictivamente las
interpretaciones de jvenes y adultos tanto en relacin con el papel
de la direccin de los
12 En la Argentina, los centros de estudiantes como forma de
organizacin
de segundo grado de los estudiantes secundarios, son tributarios
de una tradicin asociativa protagonizada por estudiantes
universitarios desde mediados del siglo XIX. En los comienzos del
siglo pasado, los alumnos asistentes a colegios nacionales fueron
los primeros en darse este modo de organizacin, experiencia que se
multiplicara en otras modalidades del nivel medio pblico a partir
de la reforma universitaria de 1918. Su continuidad estuvo sujeta a
los avatares polticos del pas, siendo prohi-bidos por distintos
gobiernos militares y civiles.
13 La reconstruccin a travs de medios grficos nos permite
precisar que el conflicto se desat antes de iniciarse el ciclo
lectivo (febrero de 2005) y alcanz su mxima expresin a finales del
mes de mayo del ao 2005 con una marcha hacia Plaza de Mayo en la
que confluyeron docentes y estudiantes. Si bien los sucesos se
desarrollaron principalmente en la Ciudad de Buenos Aires, su
posicin estratgica de doble jurisdiccin Capital de la Nacin y
Ciudad Autnoma implica una mayor visi-bilidad de sus asuntos en el
mbito nacional.
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Batalln, Campanini, Prudant, Enrique y Castro 53
colegios, como al mismo movimiento estudiantil. Al interior de
ste, las posiciones se dividieron entre los grupos combativos y
aquellos que juzgaban excesivo el tono de la protesta y el
contenido de las pro-puestas. Puede decirse sin temor a dudas que
durante ese perodo los jvenes fueron protagonistas de la defensa de
lo poltico, ya que su movilizacin y demandas desbordaron las
reivindicaciones contingen-tes para orientarse hacia la defensa del
bien pblico.
Recobrada la dinmica normal de las instituciones y centros, el
registro etnogrfico recupera los obstculos y limitaciones que los
estudiantes atribuyen a sus organizaciones para convertirse
efectiva-mente en un sector representativo del estudiantado y
genuinamente reconocido por los adultos como parte de la comunidad
escolar. Como adelantamos, estas dificultades se encuentran en
sintona con el descrdito de la actividad poltica general instalada
en el sentido co-mn ciudadano, exigiendo a sus dirigentes y
militantes la bsqueda permanente de respuestas para enfrentar el
menoscabo de la actividad. En el caso de los jvenes, esta
conflictiva construccin discurre a tra-vs de la insatisfaccin que
en muchos de ellos provocan las formas de la participacin y los
mecanismos de representatividad.
A fin de precisar el anlisis, es posible sealar un arco de
posi-ciones diversas respecto a la actividad, los contenidos y la
orientacin que corresponde dar a los centros de estudiantes, los
que encuentran su particularidad ms notoria en el legado de
tradiciones u orientacio-nes poltico-pedaggicas que se han
desarrollado en este campo y con las cuales los estudiantes se
identifican. La presencia de tales tradicio-nes en el accionar
estudiantil resultan tambin variables segn el gra-do en que son
reconocidas e incorporadas a la historia institucional, de la cual
devienen distinciones y marcas a travs de las cuales se
identi-fican. Siguiendo las categoras locales, es posible trazar
ciertos derro-teros en el accionar poltico de los centros, segn
pertenezcan a la rbita de las universidades nacionales (somos del
Pellegrini); a es-cuelas pblicas que congregan los tres niveles de
enseanza (los del normal) instituciones ambas reconocidas por su
prestigio y por las prcticas polticas de sus estudiantes o, bien, a
establecimientos comunes en los que se disuelve la historicidad del
movimiento estu-diantil y de la institucin, y en los cuales los
proyectos poltico-gremiales resultan sujetos a los vaivenes de la
orientacin que le im-primen las autoridades escolares en la escala
local.
En la vida interna de los centros de estudiantes, la
investigacin re-gistra en la actualidad la preocupacin compartida
entre dirigentes, mili-
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La participacin poltica de jvenes 54
tantes y simpatizantes, acerca de las formas ms adecuadas
genuinas para sostener y reavivar la accin poltica manteniendo el
protagonis-mo del sector. En este punto, las controversias acerca
de los intereses que los centros deben encauzar, se organizan segn
una construccin simblica que delimita el adentro y el afuera del
mbito escolar, configurando en su oscilacin la legitimidad y la
politicidad que puede atribuirse a tales preocupaciones. Aunque
esta controversia puede marcar una tensin entre diferentes
posiciones, el trasfondo comparti-do de las discusiones se apoya en
la idea de preservar y profundizar la democracia en trminos
generales.
En un foro virtual gestado entre estudiantes de una escuela
de-pendiente de la Universidad de Buenos Aires, argumentos rspidos
entre participantes polemizan acerca de la jerarqua de las acciones
a encauzar, comprometiendo en tales razonamientos el alcance de lo
poltico que los jvenes pueden legtimamente adjudicarse. Una
se-cuencia del debate incluye las siguientes participaciones.
Estudiante 1 (dirigente estudiantil): No, primero democratizamos
adentro, y despus vemos qu hacemos afuera, primero los baos, y
despus vemos si nos cogen con el presu-puesto, primero un bar ms
limpio, y despus vemos si hay desapareci-dos en democracia.
Estudiante 3 (dirigente estudiantil): La diferenciacin entre el
adentro y el afuera es ridcula, y [pienso] que no se pueden aislar
las esferas. Aunque no lo creas, para tener un buen bar tambin hace
falta ir a una marcha por otras cosas. [Estoy] contra esa distincin
absurda del adentro y el afuera, contra esa boludez de pri-vilegiar
el adentro, y contra eso de separar lo poltico de lo no polti-co,
cuando no ir a una marcha es tan poltico como ir.
Entre los dirigentes estudiantiles que privilegian las temticas
relacio-nadas con el adentro, el centro debera orientarse hacia las
activida-des deportivas, artsticas y ldicas (recreativas) o bien,
hacia iniciati-vas comprometidas con la preservacin e higiene del
edificio y la am-pliacin de servicios sin fines de lucro, tales
como jornadas culturales, biblioteca, fotocopiadora y bar. Estas
acciones buscan afirmar los lazos de sociabilidad entre los jvenes
a partir del compromiso entre pares, rechazando el calificativo de
polticas en sentido amplio, por la asociacin que perciben entre ste
trmino y la militancia partidaria.
-
Batalln, Campanini, Prudant, Enrique y Castro 55
Quienes postulan una posicin antagnica, visualizan la
perspec-tiva recreativa como la concepcin de un club con la
consecuente postergacin de lo poltico. En su razonamiento, el
centro de estudian-tes debe ser un espacio combativo, delimitado
por categoras tales como lucha, poner el cuerpo, objetivos (en
tanto plataformas o programas), y abocado a formas de accin
centradas en las tomas, las marchas y los cortes de calle. Las
principales demandas que enarbolan se refieren a la poltica
educativa que afirma garantizar la igualdad de oportunidades,
reclamando un incremento significativo del presupuesto, que es
correlativo con el derecho de hacer valer los derechos.14
La demanda de una educacin que encarne los valores de la ley
1420, es decir laica, gratuita y al servicio del pueblo, muestra a
los estudiantes combativos abrevando en el mito fundador del
sistema educativo argentino. En esta misma lnea, reclaman
orientaciones libres e irrestrictas para la escuela secundaria
acorde a una concep-cin universal de la escuela pblica, y elaboran
razonamientos anta-gnicos a la reforma del sistema educativo
nacional, tanto sea la san-cionada en 1992 como la recientemente
aprobada en 2006. Ambas leyes son concebidas por este sector como
privatistas, es decir, orientadas a promover las relaciones de
mercantilizacin en detrimen-to de la proteccin estatal de la
igualdad de oportunidades,15 motivo por el cual es legtimo asimismo
confrontar con las empresas educati-vas y la iglesia catlica como
actor principal del sector de la educa-cin privada en la Argentina.
Por el contrario, las demandas de los docentes, a quienes
visualizan como trabajadores de la educacin, ameritan trascender la
frontera sectorial de las peticiones estudiantiles, para invocar la
defensa [comn] de la educacin pblica en tanto derecho
ciudadano.
Para este grupo, el tema de la memoria surge como un inters
recurrente que enmarca la defensa de la democracia, la que exige
nue-vamente avanzar ms all de la propuesta estatal vigente a la que
acusan de despolitizar los derechos humanos circunscribindolos al
14 En el tpico incluyen inversin en infraestructura escolar;
ampliacin de
los programas de becas y viandas; mayor cobertura para los
estudiantes respecto al transporte pblico; oposicin frente a la
disminucin de n-meros de cursos, entre otros.
15 Se trata de la Ley Federal de Educacin, sancionada durante el
gobierno del Presidente Menem y de la Ley Nacional de Educacin,
aprobada a fines de 2006 como contrarreforma de la primera.
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La participacin poltica de jvenes 56
derecho a la vida ligando las reivindicaciones actuales con el
pro-yecto sociopoltico sostenido treinta aos atrs por un sector de
la juventud.16
Particularmente en establecimientos con tradicin de compromiso
social, las propuestas del centro avanzan en la direccin de
profundi-zar la autonoma de la organizacin reclamando a los
directivos el control en el reparto de las viandas y las becas que
reciben los estu-diantes, y la suspensin de la seguridad privada en
las escuelas, personal que es acusado de obstaculizar las acciones
colectivas propo-sitivas de los jvenes.
En una posicin intermedia del espectro antes esbozado, los
sim-patizantes de centros de estudiantes de escuelas pblicas,
embarcados en la confrontacin recurrente con directivos para
garantizar la exis-tencia de la entidad gremial y la orientacin que
corresponde darle, proponen un equilibrio entre el adentro y el
afuera. La preocupacin por los asuntos estudiantiles resulta vlida
tanto como la de los asuntos externos, siempre y cuando la balanza
no se incline en de-trimento de uno de los extremos. Garantizar una
adecuacin a lo espe-cficamente escolar resulta crucial en aquella
confrontacin, motivo por el cual la frustracin de tales
expectativas fundamentalmente de aquellas acciones que involucran
el adentro escolar es origen de duras crticas hacia el centro de
estudiantes, como puede leerse en el siguiente comentario extrado
de una entrevista con una joven, ex militante del centro.
Desde principio de ao estn diciendo que van a hacer una jornada
de limpieza, nunca vi ni un cartel que diga nada sobre la jornada
de limpie-za. Entonces son cosas que vos decs no funcionan... Para
que un CE de estudiantes funcione equilibradamente tiene que haber
tanto de lo inter-no como de lo externo para equilibrar las dos
cosas... porque nosotros en definitiva somos el Liceo [nmero de la
escuela] y tenemos que sus-tentar lo que tenemos, cuidar lo que
tenemos y hacer que los chicos que capaz no tienen idea de lo que
pasa en el mundo se enteren y ese estilo de cosas, que este ao la
verdad no estn haciendo nada.
Esta perspectiva es coherente con la lgica de sentido comn que
de-fine lo que es pertinente segn las edades de la vida, resultando
desfa-
16 Esta preocupacin es subsidiaria de la historia poltica de
nuestro pas y
su idea de justicia remite a una experiencia indita en la
Argentina como fue el juicio a la junta militar.
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Batalln, Campanini, Prudant, Enrique y Castro 57
sado para la etapa adolescente que se transita demostrar
desmedido inters por asuntos extraos a la experiencia vital. As, si
bien las cuestiones del afuera deber ser conocidas y tenidas en
cuenta, el mbito de competencia de los jvenes es circunscrito por
un adentro especficamente escolar.17 En ausencia de prcticas
estudiantiles arrai-gadas en la institucin, y obligados a legitimar
las acciones frente a una autoridad reacia a otorgar credibilidad,
quienes aspiran a dirigir estos centros se ven compelidos a
recuperar y recrear una tambin esquiva identificacin con los
intereses genricos del estudianta-do, procurando eliminar toda
referencia partidaria en la poltica.
Es precisamente esta evitacin, la que conduce a un sector del
es-tudiantado a considerar sospechosa cualquier peticin o
confronta-cin con el Estado, pues sta sera una actividad de los
partidos polti-cos. As, mientras sus compaeros militantes sostienen
la necesidad de efectuar reclamos por las condiciones edilicias y
la provisin de recur-sos, stos proponen como medida prctica
autogestionar los fondos en colaboracin con las autoridades y
organizar una actividad estudiantil que sustituya la indiferencia
gubernamental.
De un modo anlogo, no resultan homogneos los lazos que unen a
los estudiantes con sus pares comprometidos de los aos 70. En
tan-to para los que se autocalifican de militantes, el trmino mismo
de estudiante traza una continuidad generacional con aqullos; para
otros, resulta prioritario reconocer formas alternativas e
igualmente vlidas de serlo.
La reconstruccin de esta lnea de pensamiento al interior de los
centros de estudiantes en proceso de formacin, impide hacer un
juicio homogeneizante respecto a la posicin que las jvenes
generaciones tendran en torno a la tensin de lo poltico/la poltica.
En el caso en que estamos analizando, la legitimidad del accionar
estudiantil depende precisamente de su capacidad para neutralizar y
rechazar la poltica entendida como la organizacin
institucionalmente prevista de los inter-eses antagnicos en la
sociedad, en pos de fundamentarse en un genri- 17 Algunos de los
dirigentes reconocen que planteos como fuera yankis
de Irak no tienen nada que ver con ellos y que la gran mayora no
los entiende por ello propone retomar las demandas de los alumnos
para contar con su apoyo, refirindose a un centro que brinde
opciones re-creativas y adems se ocupe de que el colegio est en
condiciones mate-riales adecuadas para llevar adelante los procesos
de enseanza-aprendizaje (funcin que otrora corresponda
exclusivamente a la co-operadora).
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La participacin poltica de jvenes 58
co inters estudiantil orientado hacia la intimidad recreativa o
admi-nistrativa de la institucin escolar. b) Las formas de
organizacin y su legitimidad Los centros de estudiantes se
organizan a travs de estatutos que si-guen las disposiciones
legales vigentes en las jurisdicciones. Si bien son redactados por
los estudiantes, que cuentan para ello con cierto margen en la
definicin de la organizacin deseable, generalmente adoptan la forma
de la democracia representativa sugerida por la nor-mativa, en
analoga a las instituciones del Estado.18 Aunque existen
variaciones estatutarias, en lneas generales el reglamento dispone
que todos los estudiantes regulares, a modo de pueblo soberano,
confan el poder de decisin sobre los asuntos comunes a otros
estudiantes de-signados a travs del voto anual. Los candidatos
deben conformar o participar de agrupaciones estudiantiles y
presentar programas, tal como en las campaas polticas. Al mismo
tiempo prev dos categor-as de representantes con voz y voto: los
integrantes del comit organi-zador y los delegados por curso,
quienes asumen el compromiso de reunirse semanalmente en asambleas
ordinarias con el objetivo de deliberar acerca de las inquietudes y
necesidades de los estudiantes.
A pesar de contar con este respaldo normativo, fruto del
esfuerzo post dictatorial por ampliar los mrgenes de participacin
democrti-
18 En el caso de la Provincia de Buenos Aires (res. 4900/05), el
modelo de
estatuto establece la Asamblea de Representantes (compuesta por
los delegados de cada curso) como rgano deliberativo y la Comisin
Di-rectiva (presidente, vicepresidente, secretario, tesorero y
vocales), la que debe ser propuesta en listas y acreditada mediante
elecciones por voto secreto no obligatorio. Asimismo, incluye el
cargo de Consejero Do-cente con fines consultivos respecto a la
normativa vigente y al queha-cer institucional, cuando le es
solicitado por la Asamblea. En la Ciudad de Buenos Aires, la
regulacin de los centros de estudiantes secundarios busca
garantizar el derecho de asociacin civil avalado por la
Constitu-cin Nacional de 1994. Su propsito principal gira en torno
a normalizar el modo de organizacin de los jvenes escolarizados en
el nivel medio, para impedir la actuacin de resabios autoritarios
que obturen su parti-cipacin. As, el centro es reconocido
jurdicamente como un espacio escolar cuyo fundamento es promover
valores democrticos entre alumnos secundarios y establecer un
puente entre la escuela y la socie-dad mayor.
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Batalln, Campanini, Prudant, Enrique y Castro 59
ca, nuestra investigacin documenta la existencia de una
frustracin reiterada a la hora de garantizar los cargos electivos,
principalmente en relacin con la convocatoria y la permanencia de
los estudiantes. Tratar de comprender la problemtica implicada tras
opiniones segn las cuales el estatuto no alcanza para legitimar las
acciones colecti-vas de los estudiantes, esgrimida por muchos
jvenes, conduce a nues-tra investigacin a interrogantes que enlazan
la especificidad de la problemtica del protagonismo juvenil con el
debate social ms am-plio acerca de la capacidad de las formas
polticas para encauzar la voluntad general. Se trata, en sntesis,
de los esfuerzos en s mismos, imposibles de superar el efecto de
distancia, de diferenciacin y de opacidad entre representante y
representado, que subyacen a la teora y la prctica liberal del voto
y la representacin. Souza Santos destaca el carcter paradjico de
esta pretensin, recuperando la afirmacin de Kant, la
representatividad de los representantes es tanto mayor cuanto menor
sea su nmero y cuanto mayor sea el nmero de los representan-tes...
Por la propia naturaleza de esta teora... el inters general no
puede coincidir, casi por definicin, con el inters de todos.19
La preocupacin por la forma que debe asumir el protagonismo
estudiantil y, concomitantemente, por la legitimidad de las
decisiones que se adoptan a ttulo del grupo, es motivo de
recurrente discusin, dando lugar a posiciones heterogneas que
discrepan polarizadamente. Mientras para algunos la democracia
representativa implica la concen-tracin de poder en manos de uno
pocos, la democracia directa favo-rece el incremento de la
participacin. En esta perspectiva, la horizon-talidad de las
relaciones significa un avance de la igualdad e inclusin, expresada
en el derecho a la palabra (todos podemos hablar). Para otros, por
el contrario, el ejercicio de la democracia directa es entendi-do
como una carencia de organizacin (partimos de la nada) que oculta
bajo su amplitud, la voluntad de aquellos estudiantes que tienen
capacidad de protagonismo sobre el trasfondo de una escasa
interven-cin del colectivo estudiantil. Desde esta posicin, la
creacin de me-canismos representativos ofrece un momento de decisin
a aquellos que permanecen en silencio, cuanto menos en la instancia
de elegir sus delegados y representantes gremiales.
Las situaciones en que las autoridades escolares obstaculizan la
conformacin de los centros o las acciones programadas por stos,
19 Souza Santos recupera aqu el artculo 1 del Proyecto de Paz
Perpetua
de 1795, de Kant (Sousa Santos, 1985).
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La participacin poltica de jvenes 60
ofrecen una instancia privilegiada para analizar el atolladero
en que se encuentran las propuestas por conformar mecanismos de
participacin amplios y consensuados. En ellas, los dirigentes
electos son recurren-temente acusados de no hacer nada,
producindose una permanente desercin de dirigentes y delegados.
Quienes permanecen como grupo activo con el propsito de impulsar el
centro, se ven compelidos a prescindir de los mecanismos formales
de organizacin (de hacerlo, deberan convocar a elecciones); es
decir, se imponen formas de par-ticipacin directa igualmente
carentes de legitimidad, desde la pers-pectiva del estudiantado
restante. Si las formas de democracia directa se basan en la ilusin
de la total participacin del conjunto de los es-tudiantes (un
estudiante=un voto), el esfuerzo de los comprometidos no tiene
destino. En un crculo vicioso, se ven conducidos a la bs-queda de
mecanismos que efectivicen la plena transparencia (difun-dir
actividades, recolectar firmas que apoyen las decisiones, realizar
asambleas extraordinarias, establecer modalidades de consulta,
etc.) entre los intereses de los militantes y quienes no los son y
a enfrentar nuevas discusiones sobre posibles estrategias.
A su vez, la ausencia de agrupaciones que se postulen para las
elecciones, puede dar motivo a la disolucin de la organizacin
estu-diantil o ser objeto de intervencin de las autoridades,
quienes desde sus espacios, motorizarn la formacin de agrupaciones
orgnicas afines a sus intereses.
En sus formas de expresin cotidiana, el dilema se vuelve
irreso-luble. Como sealara Souza Santos (1985) para la problemtica
polti-ca contempornea, el alter ego del espontanesmo y la
autenticidad con la que se percibe los intereses particulares es la
apata y la desmo-vilizacin poltica. Lo que se sustrae en la polmica
es precisamente el carcter construido no transparente, a travs del
disenso, de la voluntad general.
c) El debate interno sobre criterios de participacin: las
edades, la retrica, los liderazgos
En el espacio escolar, la utilizacin de las categoras genricas
estu-diantes y compaeros resulta recurrente, sea como parte de las
exhortaciones que se dirigen entre s los estudiantes, apelando a la
construccin de una homogeneidad de intereses y preocupaciones que
borra las diferencias etreas e ideolgicas, sea para diferenciarse
de quienes ubican como adultos y autoridades. La dinmica
poltica
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Batalln, Campanini, Prudant, Enrique y Castro 61
estudiantil no es, sin embargo, monocroma, aunque la preocupacin
por desdibujar o rechazar, segn el caso, las afinidades partidarias
y el desempeo protagnico que muchos estudiantes ostentan por
expe-riencias polticas iniciales en tales mbitos, ejerce un efecto
de censura orientado a rescatar idealizadamente una voz y un inters
autnti-cos, por no contaminados, del grupo de pertenencia.
Soterrados bajo estas preocupaciones explcitas, es posible rastrear
otros criterios in-ternos que orientan la participacin, los que
establecen una distancia entre el recin llegado y aquel que lleva
un periodo ms prolongado en el centro (vos porque vens hace unos
meses, pero yo que vengo desde el ao pasado), frente a la cual se
dirime la credibilidad y la eficacia de lo dicho.
Si bien los estudiantes ms jvenes, los novatos, constituyen una
masa crtica a la cual convocar y movilizar en los perodos de
intensa actividad poltica convocatorias, campaas electorales,
marchas y movilizaciones cuyas afinidades disputarn los
dirigentes-militan-tes, el destino predominante de su participacin
en las actividades de ndole poltica es mantenerse (o ser
mantenidos) en el silencio.
El derecho a la palabra y su eficacia simblica, como elementos
constitutivos de la accin poltica, son valorados y recreados en los
trminos de la problemtica estudiantil, y sobre su consideracin los
estudiantes se autorizan o inhiben la expresin de opiniones. El
regis-tro etnogrfico reconstruye a los jvenes de los primeros aos
inten-tando infructuosamente ser escuchados en una reunin (sera
bueno que todos pudiramos hablar), o ser objeto de desestimacin
median-te miradas, muecas y gestos cmplices, situacin que termina
por in-hibirlos (viste la boludez que dijo?). El temor que les
infunde quedar mal ante la mirada de quienes conocen mejor las
reglas del juego, correlativo a los intentos de jerarquizar la
participacin, pueden no obstante ser puestos en cuestin por los
recin llegados, quienes retoman la categora compaeros para
reivindicar su condicin de par y copartcipes de la construccin de
un espacio comn.
En el otro extremo de las competencias discursivas, la imposicin
a travs del tono de voz y la elocuencia oratoria, propios de los ms
grandes, garantizan un turno en el debate y la posibilidad de ser
escu-chado, siempre que se evite el riesgo de emular la seduccin
del dis-curso poltico. De all que, aunque paradjico, un desempeo
exitoso del protagonismo estudiantil puede ser objeto de crtica, al
desequili-brar lo que se consideran los rendimientos discursivos
normales entre los estudiantes. Recuperando nuevamente en este
campo la paradoja
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La participacin poltica de jvenes 62
que hemos expuesto en los acpites anteriores, la eficacia de la
palabra como constructora del sentido del mundo puede acabar
destruyendo la buscada autenticidad del mundo estudiantil. 5.
CONCLUSIN: EL SENTIDO DE LA POLTICA PARA LAS NUEVAS GENERACIONES Y
EL MUNDO ESCOLAR COMO MBITO DE DISCUSIN Sealamos, en la
introduccin, que nuestro inters por documentar el protagonismo
poltico de las nuevas generaciones reconoce una pre-ocupacin de ms
amplio espectro relativa a la eventual democratiza-cin de la
escuela, como la comunidad genuina de pertenencia de los
estudiantes. Fundamentndose en la reflexin acadmica contempor-nea
acerca de lo poltico entendida como el campo de construccin de la
vida en comn (la comunidad y su regulacin), es posible interrogarse
por qu la escuela como mbito de la vida en comn de estos sujetos,
no puede ser pensada en su construccin y regulacin con la
participacin progresiva de stos ltimos. Debemos recalcar que
ensayar el horizonte terico que abren estas preguntas no implica en
ningn sentido negar la necesidad de la proteccin adulta
responsa-ble que tienen las nuevas generaciones; ni en modo alguno
proponer la autonoma poltica de este sujeto. Se trata de
deconstruir una franja de indeterminada dependencia, sustituyndola
por una tambin por el momento terica transicionalidad, capaz de
distinguir los niveles crecientes de agencia que van alcanzando en
sus apropiaciones del mundo social.
En tal sentido, la profundizacin del registro etnogrfico en lo
que refiere a las capacidades propositivas de los jvenes y a los
deba-tes complejos que esgrimen en relacin al bien pblico y la
legitimi-dad de las formas polticas para canalizar su realizacin,
no hizo sino ampliar especularmente el interrogante acerca de los
motivos por los cuales aqullas energas no encuentran en la
institucin escolar su continente propicio. De modo complementario,
en qu medida las prcticas institucionalizadas para la expresin de
los intereses polti-cos de los jvenes que hemos documentado,
resultan orientadas en direccin a aqulla posibilidad.
En sus versiones ms progresistas, las disposiciones acerca del
go-bierno escolar reservan ste a la comunidad de directivos,
docentes y padres o apoderados, excluyendo a los alumnos en funcin
de su mino-ridad, segn el razonamiento jurdico al que hemos hecho
referencia. La
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Batalln, Campanini, Prudant, Enrique y Castro 63
participacin prevista para stos ltimos en el mbito escolar se
canaliza a travs de los centros de estudiantes y en los consejos de
convivencia. Como documentamos en el punto anterior, los centros
resultan compe-lidos a fundamentarse ya sea en los intereses
genricos y, por tanto, sectoriales, de los estudiantes esto es, a
devenir propiamente una agrupacin gremial, ya sea a proyectarse en
un igualmente genri-co afuera, confluyendo con la demanda social y
poltica mayor. En la perspectiva que pretende encauzar las acciones
hacia el adentro de la vida escolar, las posiciones gremialistas
descalificadas por los ms politizados como de entretenimientos o de
actividades culturales, con-siguen plasmarse con dificultad, del
mismo modo que tampoco es masivo la aceptacin del discurso poltico
que expresan las corrientes que dirigen los centros. A lo largo de
esta oscilacin, las tensiones entre lo poltico estudiantil y la
poltica estudiantil (asociada a los partidos y las tradiciones
combativas) pueden leerse entonces como expresiones de la
imposibilidad de encontrar destino en la institucin escolar,
entendida como una comunidad heterognea y plural, frente a la cual
asumir responsabilidades progresivas en su construccin. Esta
deviene, o bien el lugar del antagonismo o alianza entre posiciones
(directivos, padres, estudiantes), o bien un espacio indiferenciado
de la totalidad social, sin especificidad alguna para reclamar para
s y para sus sujetos constituyentes.
Resituar lo que es propio de esta comunidad resulta un eslabn
imprescindible para encontrar soluciones transitorias a la paradoja
del protagonismo estudiantil que enlaza la representacin, la
decisin y la autenticidad, siempre al riesgo de fundirse en la
apata poltica mayor, de la cual las nuevas generaciones no son
responsables.
Por otra parte, la riqueza de los temas y debates que los
estudian-tes se permiten desarrollar en la legislatura, correlativa
a los mltiples mbitos en los que la sociedad contempornea involucra
la construc-cin del bien comn, contrasta con aquellos que son
permitidos o for-mulados como objeto de debate en los centros
escolares y los consejos de convivencia.20
Sin embargo, sealamos que dinmica del debate parlamentario
produce un efecto paradjico en lo que refiere a nuestra
interrogante.
20 Los alumnos no encuentran en los consejos de convivencia un
espacio
para canalizar sus propuestas, ya que, en sus trminos, se pasan
todo el ao discutiendo los problemas de sanciones disciplinarias
puntuales y de vestimenta de los alumnos.
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La participacin poltica de jvenes 64
Al ubicarlos, siquiera como simulacro, en la responsabilidad de
deci-dir y legislar para todos y por todos, tiende a difuminar los
intereses relativos al mbito escolar por considerarlos demasiado
puntuales o especficos, frente a las concepciones dominantes del
bien comn como reparacin de daos o inequidades sociales. Ms an, si
bien la legislatura es escenario del potencial de este sujeto para
preocuparse por el espacio pblico, la autora de los proyectos que
resultan de inte-rs para los legisladores ser omitida, bajo el
supuesto de que stos constituyen ensayos para la civilidad futura,
y no expresiones autn-ticas de participacin ciudadana.
Recuperar la concepcin de la escuela como espacio pblico,21
supone el doble desafo de conceptualizarla como espacio poltico,
retomando el sentido productivo del poder que fuese eclipsado por
la acepcin de control y dominacin, la que a su vez ameritaba la
protec-cin de la infancia hasta su mayora de edad. Si aqul sentido
remi-te a la capacidad de lo poltico para reformular racionalmente
las con-diciones de la convivencia, hemos documentado las
posibilidades e intereses progresivos que las nuevas generaciones
expresan en torno a su construccin.
BUENOS AIRES (ARGENTINA), MARZO 2009
RECIBIDO: MARZO 2009 ACEPTADO: ABRIL 2009
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21 En otro trabajo hemos argumentado esta posibilidad es funcin
de la
triple connotacin que contiene la escuela en tanto comporta: a)
la obli-gatoridedad del Estado en la distribucin igualitaria de la
educacin como un bien social, b) la constitucin de un mbito no
domstico para el desarrollo progresivo de los vnculos sociales
entre adultos y jvenes (conformndolos en un semi pblico) y;
concatenado a lo anterior, c) el reconocimiento de la
particularidad de la institucin educacional, como co-participada
entre madres/padres/tutores (en tanto usuarios indirectos) y el
Estado (Batalln y Campanini, 2005).
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