Rector Mayor La devoción al Sagrado Corazón de Jesús P ara estimar debidamen- te y practicar con prove- cho la devoción al Cora- zón Santísimo, conviene, ante todo, comprender bien cómo es esta devoción de todos los tiem- pos: es la más sublime y la más provechosa de las devociones. Devoción de todos los tiempos Se remonta a la cuna del cristianismo. Se puede consi- derar a la Santísima Virgen como la primera y la más ar- diente adoradora de este Corazón divino. Desde el prin- cipio se desarrolla prodigiosamente porque el mismo Jesús quiso invitar a todos los hombres a venir a Él y a aprender de Él, que era manso y humilde de corazón; porque de su Corazón brotó el don más excelente, el sa- cramento de la Eucaristía; porque en la cruz quiso abrir su Corazón y mantenerlo constantemente abierto para servir de refugio a todos sus hijos. De algún modo, los apóstoles, inculcando el amor a Jesús Redentor, comenzaron esta devoción y la propaga- ron por todo el mundo; después, los Padres de la Iglesia la alimentaron con especial afecto. A lo largo de los si- glos, santos y santas como san Bernardo o santa Ger- trudis se extasiaron en la adoración del Sagrado Cora- zón de Jesús. Y ¿qué decir de nuestro san Francisco de Sales? La beata Margarita María Alacoque decía de él: “Mientras el beato Francisco vivía en este mundo, hacía su descanso en el Corazón de Jesús, donde no podía ser interrumpido ni por las mayores ocupaciones. La fami- liaridad con el divino Amor le llevó a la práctica de las dos virtudes propias del Sagrado Corazón de Jesús: la dulzura y la humildad…”. Él fue el primero en proponer al mundo como objeto de un culto particularísimo este Corazón adorable y se complacía en atraer a Él, el amor de todos los corazones… Todo esto acontecía antes de que el mismo Jesús se complaciera en descubrir a la beata Margarita María de Alacoque, en Paray-le-Monial, los infinitos tesoros que tenían que manifestarse todavía. En efecto, el Señor ma- nifestó a la Santa grandes maravillas, se mostró decidi- do a difundir en nuestro tiempo todas las riquezas de su Corazón adorable, animándola a hacerlo honrar con un culto especial. Un soplo de vida nueva se propagó en la Iglesia y, de año en año, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús se extendió por todas partes. Aquellas palabras de Jesús, repitiendo cuánto había amado a los hombres y su lamento de no haber recibido de ellos más que infidelidades; cómo nos había manifes- tado las más grandes pruebas de su caridad sin otra res- puesta por nuestra parte que la frialdad, la ingratitud y los ultrajes; y cómo quería derramar incluso sobre los hijos más indignos nuevas efusiones de su bondad y de su misericordia infinita, excitó un sentido de dolor y un incendio de amor en muchos, que con toda la energía de su alma, desafiando la burla, los insultos y persecucio- nes del mundo comenzaron a predicar por todas partes el amor de Jesús, el culto debido al Corazón Santísimo. Pero en ningún otro tiempo la devoción al Sagrado Co- razón de Jesús se extendió tanto como bajo el pontifica- do del inmortal León XIII. Desde el principio de su pon- tificado, este gran pontífice difundió esta devoción y no dejó pasar circunstancia alguna sin hablar de ella, exal- tarla y propagarla. Ofreció a Don Bosco la construcción de la monumental iglesia del Sagrado Corazón en Roma. Hemos de estimar en alto grado este gesto, porque, en cierto modo, así nos encontramos unidos a todos los obs- El 21 de noviembre del año 1900, el primer sucesor de Don Bosco, beato Miguel Rua, escribió a los salesianos una hermosa circular sobre la devo- ción al Sagrado Corazón de Jesús. Quería preparar con ella el acto solemne de la consagración de la Congregación Salesiana al divino Corazón, que se celebraría la noche del 31 de diciembre. Se trata de un texto largo, del que seleccionamos y sintetizamos algunos pasajes. ANS Altar de la parroquia salesiana del Sagrado Corazón en Roma (Italia). 4 • BS • Junio de 2014