La calidad educativa un espacio de lucha por la hegemonía Revista “La Tarea” No.18 José Luis Martínez R.* * Tutor-docente de la Maestría en Educación: Práctica Educativa (MEPE) del Instituto Superior de Estudios Pedagógicos del Estado de Guanajuato (ISEPEG). 1. Introducción La lucha cotidiana por la constitución de un hombre nuevo , de un ciudadano democrático, de una educación pública acorde con los planteamientos constitucionales y de una sociedad más justa, equitativa y democrática, requiere la construcción de la hegemonía por parte de las fuerzas sociales y políticas que coinciden en estas líneas fundamentales de un proyecto alternativo de Nación. La construcción de hegemonía para ese proyecto de nación se da en todos los campos de la vida social, no sólo en la lucha sindical-reivindicativa, no sólo en la lucha político- electoral, no sólo en la lucha ideológico-cultural, no sólo en nuestras prácticas cotidianas; se da también en la construcción de conceptos, en la constitución de discursos y en la producción de proyectos alternativos de educación, de escuela, de práctica docente o de estrategias de aprendizaje. También en estos campos construimos la hegemonía que hará posible ese hombre nuevo, esa sociedad alternativa y esa patria sin excluidos. Nuestro proyecto de educación tiene como eje principal nuestra concepción de hombre y de sociedad; ya que uno y otra
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La calidad educativa
un espacio de lucha por la hegemonía
Revista “La Tarea” No.18
José Luis Martínez R.*
* Tutor-docente de la Maestría en Educación: Práctica Educativa (MEPE) del
Instituto Superior de Estudios Pedagógicos del Estado de Guanajuato (ISEPEG).
1. Introducción
La lucha cotidiana por la constitución de un hombre nuevo, de un ciudadano
democrático, de una educación pública acorde con los planteamientos
constitucionales y de una sociedad más justa, equitativa y democrática, requiere la
construcción de la hegemonía por parte de las fuerzas sociales y políticas que
coinciden en estas líneas fundamentales de un proyecto alternativo de Nación.
La construcción de hegemonía para ese proyecto de nación se da en todos los
campos de la vida social, no sólo en la lucha sindical-reivindicativa, no sólo en la
lucha político-electoral, no sólo en la lucha ideológico-cultural, no sólo en nuestras
prácticas cotidianas; se da también en la construcción de conceptos, en la
constitución de discursos y en la producción de proyectos alternativos de
educación, de escuela, de práctica docente o de estrategias de aprendizaje.
También en estos campos construimos la hegemonía que hará posible ese
hombre nuevo, esa sociedad alternativa y esa patria sin excluidos.
Nuestro proyecto de educación tiene como eje principal nuestra concepción de
hombre y de sociedad; ya que uno y otra se encuentran en interacción dialéctica,
siendo el hombre producto y productor de lo social y viceversa. Nuestro proyecto
educativo busca proporcionar al hombre los medios intelectuales
para comprender y transformar la vida social, así como el mundo natural y el
mundo subjetivo. Por esa razón un elemento clave de nuestro proyecto educativo
se centra en el estudio y la constitución de sujetos sociales plenos.
En este marco podemos asociar e incluir la calidad educativa como un
elemento de nuestro proyecto de educación. La calidad en nuestro proyecto no es
un elemento central, a diferencia de la tendencia pragmático-conservadora, sino
que tiene un carácter subordinado y complementario a nuestra concepción de
hombre y de sociedad. Requerimos de una educación de calidad para construir el
hombre nuevo y la sociedad alternativa.
En este sentido, coincidimos con Verónica Edwards (1991), cuando afirma que:
“La calidad es un valor que requiere definirse en cada situación y no puede
entenderse como un valor absoluto. Los significados que se le atribuyan a la
calidad de la educación dependerán de la perspectiva social desde la cual se
hace, de los sujetos que la enuncian (profesores, padres de familia o agencias de
planificación educativa, etc.) y desde el lugar en que se hace (práctica educativa o
planificación ministerial, por ejemplo). El concepto de calidad, en tanto significante,
es referente de significados históricamente producidos y en ese sentido es un
concepto que no puede definirse en términos esenciales, ni absolutos: por tanto,
tampoco es un concepto neutro. No es pensable una sola definición de calidad,
dado que subyacen en ella las que se adopten acerca de sujeto, sociedad, vida y
educación. Al dar por supuesto el
concepto de calidad y solo operar con él, este aparece como si fuera neutro y
universal. Sin embargo, la definición de calidad de la educación conlleva (un)
posicionamiento político, social y cultural frente a lo educativo”.
Si bien el concepto de calidad surgió y se le ha dado relevancia en los
organismos gubernamentales y en los medios empresariales, tanto en el nivel
internacional, como en el nacional; hoy ese concepto ha penetrado en la
consciencia, en las preocupaciones y en los discursos de sentido común de la
gran mayoría de la población.
El magisterio en su conjunto y en especial los educadores críticos y
democráticos no pueden hacer caso omiso de esta realidad; antes bien, se
requiere incorporar estos elementos a nuestro discurso, de tal modo que no
debiliten nuestros proyectos, sino que por el contrario, los hagan más fuertes, así
como a nuestras concepciones y discursos, permitiendo construir alianzas más
amplias con los diversos actores sociales y dar mayor viabilidad a nuestros
proyectos. Estamos hablando de la necesidad de realizar dos operaciones
fundamentales, una en el plano filosófico-epistemológico de subsunción, de tal
modo que la calidad educativa la integremos, de manera subordinada en nuestros
esquemas conceptuales, y otra segunda operación en el plano político-ideológico,
que tiende a la construcción de hegemonía por parte de las fuerzas sociales y
políticas de carácter democrático.
Para realizar lo anterior analizaremos las posiciones más relevantes sobre el
significado, delimitación y alcances del concepto de calidad
educativa; identificaremos y valoraremos la posición dominante al respecto, y con
esa base propondremos un significado alternativo para dicho concepto, que sea
coherente con nuestro proyecto general de educación, de hombre y de sociedad.
En el próximo apartado abordaremos diversas posiciones discursivas acerca de la
calidad, entre ellos los planteamientos de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE), por su relevancia internacional; además, la
aportación del Centro de Estudios Educativos, A. C. (CEE), en virtud de su
importancia en nuestro país; así como los planteamientos de algunos académicos
mexicanos que tienen amplia resonancia en las instituciones educativas.
2. Diversos sentidos o conceptos de calidad en el campo educativo
Los diversos estudios acerca de la calidad señalan que la ubicamos tanto en los
“insumos”, como en los procesos y en los resultados de esos procesos. Por otra
parte las últimas conceptualizaciones de la “calidad” señalan un desplazamiento
de su significado hacia las “marcas comerciales”, de tal modo de que ahora, más
que considerar los insumos, procesos y productos como de mayor o menor
calidad, se consideran de calidad las marcas con las que se identifican aquellos
componentes del proceso económico. En ese sentido, siendo “idénticos” unos
insumos, procesos o productos, que difieran en la marca, esta es la que indica si
son de mayor o menor calidad. Por lo tanto lo esencial de la producción de calidad
se concreta en la producción de marcas.
En ese orden de ideas los actores educativos pueden
realizar procesos similares o idénticos, utilizando recursos idénticos y produciendo
resultados “idénticos”, sin embargo al ser producidos es escuelas públicas, serán
considerados seguramente de menor calidad que aquellos producidos por
escuelas privadas; o si son producidos en una institución privada como el “Tec. de
Monterrey” o la “Autónoma de Guadalajara” serán de mayor calidad que los
producidos en la UNAM o en una Escuela Normal.
Las instituciones educativas cuya propiedad es de la Iniciativa Privada o de la
Iglesia desde hace muchos años se han esforzado por “posicionar” su marca en el
mercado, es decir entre los usuarios y consumidores de sus “productos”, de tal
modo que automáticamente estos son considerados los de mayor calidad en el
país. Mientras que los gobiernos conservadores y pragmáticos se han preocupado
por acreditar instituciones y empresas con programas como los de “Premio
Guanajuato a la Calidad (educativa)”, “ISO-9000” y otros similares; de este modo
proporcionan una “marca” a las instituciones educativas que ganan esos premios o
alcanzan una cierto grado o calificación en esos programas; dichas instituciones
los exhiben con orgullo e intentan posicionarse ante sus similares o competidoras,
en este caso aunque estas instituciones no crean la marca, se integran a una
dinámica y a una racionalidad donde se les otorga la marca por parte de entidades
gubernamentales o paragubernamentales.
Como un ejemplo relevante de lo anterior es el nuevo Programa de Escuelas
de Calidad (PEC) que ha implementado la Subsecretaría de Educación
Básica y Normal de la SEP. De acuerdo con las “Reglas de Operación”, difundidas
en febrero del 2001, se pretende incorporar a ese programa 50 mil escuelas en
todo el país durante la administración federal foxista; para ello destinará a cada
escuela un monto de 300 mil pesos, durante el presente año. Entre los propósitos
explícitos del programa se dice que el “PEC se fundamenta en la necesidad de
hacer efectiva la igualdad de oportunidades para el logro educativo de todos los
educandos, es decir, busca la equidad en la calidad de la educación que se ofrece
en las escuelas de enseñanza básica.” Frente a este propósito cabe preguntarse
si efectivamente atendiendo a una mínima parte de las escuelas del país se
fomenta la equidad o si al contrario, se profundiza la inequidad, y si además de
profundizar esta lo que se busca es certificar a los establecimientos que ingresen
al programa, provocando con ello una nueva desigualdad educativa.
En dichas investigaciones también se ha encontrado que lo que se designa
como de mayor o menor calidad no es una cosa o un hecho objetivos, sino
diversas características de esos hechos que corresponden con las creencias y
valores de los sujetos; características a las que estos mismos sujetos designan
como “calidad”. En ese sentido un hecho educativo, una escuela o una práctica
docente no son de mayor o de menor calidad por sí mismas, sino por que los
sujetos implicados le asignan un valor y las señalan como de máxima o escasa
calidad.
En ese sentido la producción de marcas educativas y la certificación de
establecimientos
imponiendo esas marcas, se muestra como un hecho pleno de política educativa
que profundiza las desigualdades y la inequidad, socavando por lo tanto una
política de calidad educativa para todos.
La aportación del CEE en México
En 1994, el CEE definió públicamente su concepto de calidad de la educación,1 al
establecer una “Definición operacional de la calidad de la educación”, señalando
que en sus diez años de investigaciones donde habían evaluado la calidad de la
educación, se habían aplicado los siguientes “criterios”:
“La equidad en la distribución de oportunidades educativas (refiriéndose) al
acceso al sistema escolar... a las probabilidades de permanecer en el mismo...
aprobar el grado... terminar satisfactoriamente el ciclo.
La relevancia (que) puede ser apreciada (en la satisfacción efectiva) de las
necesidades, aspiraciones e intereses de cada uno de los sectores a los cuales se