JUNTO A LOS PATRIOTAS ESPAOLES EN LA GUERRA CONTRA EL
FASCISMOMemorias de los soviticos participantes en la guerra civil
de Espaa. Editorial de la Agencia de Prensa Nvosti, Mosc, 1986
INDICE Introduccin Solidaridad e internacionalismo La ayuda de
los trabajadores de la Unin Sovitica a la Repblica espaola La
guerra nacional-revolucionaria del pueblo espaol y la Unin Sovitica
Junto a los marinos espaoles en la guerra nacional-revolucionaria
El gran entusiasmo revolucionario espaol La artillera de la Espaa
republicana Los combates en la defensa de Madrid En el primer
combate contra el fascismo Visto por un patriota espaol
Conclusin
INTRODUCCIN Se cumple medio siglo del comienzo de la guerra
nacional-revolucionaria del pueblo espaol (1936-1939). Cinco dcadas
son, simultneamente, un plazo grande y breve; podra parecer que
durante los aos transcurridos las heridas que caus la guerra civil
en Espaa tendran que estar ya cicatrizadas y curadas del todo. Sin
embargo, ello dista de ser as. De hecho, esas heridas siguen siendo
dolorosas y delicadas; la guerra ha dejado profunda huella en la
realidad espaola, en la vida cotidiana del pueblo, causando no
solamente una comprensible amargura, sino tambin despertando y
agitando la memoria.
Efectivamente, es imposible olvidar los incontables ejemplos de
heroica resistencia de la Espaa revolucionaria, que puso de relieve
autnticos modelos de proezas, tenacidad y decisin inquebrantable de
defender las conquistas democrticas y la independencia nacional en
la lucha contra el entonces naciente fascismo. El abnegado combate
de los demcratas y patriotas espaoles contra la invasin fascista,
en la que tomaron parte las fuerzas de la reaccin imperialista y
del fascismo locales y forneas, ejerci una potente influencia
movilizadora en los sectores progresistas del mundo entero, activ
sus acciones en aos posteriores,
cuando la Alemania nazi desencaden la Segunda Guerra Mundial. En
Espaa surgi por primera vez un frente antifascista real, que rebas
las fronteras nacionales. La lnea del frente que divida a Espaa en
dos partes, al mismo tiempo pasaba por muchos otros pases,
dividiendo a todo el mundo en partidarios de la Espaa democrtica,
por un lado, y enemigos de sta o promotores de la Espaa
reaccionaria, por otro. En aquellos aos apareci un potente y amplio
movimiento de solidaridad de las fuerzas democrticas de todo el
mundo con la Espaa republicana y el campo de batalla contra el
fascismo all se hizo una verdadera escuela de guerra por la que
pasaron muchos pueblos, partidos polticos, estadistas. Si ese
primer baluarte de la lucha contra el fascismo hubiese cado sin
combate, si las fuerzas antifascistas no hubiesen adquirido all una
inapreciable experiencia de lucha, el destino de Europa y del mundo
habra podido desarrollarse por otras vas, tal vez ms dolorosas para
las fuerzas del progreso social y de la democracia.
La experiencia de la guerra nacional-revolucionaria espaola
demostr la notable importancia de la solidaridad del movimiento
obrero y de todas las fuerzas democrticas a escala internacional en
la lucha contra el fascismo. La ayuda moral, poltica y material que
prestaron a la Espaa antifascista la democracia internacional y el
movimiento obrero y comunista fue un potente estmulo para los
defensores de la Repblica frente a la invasin fascista. A la turbia
ola del fascismo y del chovinismo se oponan las fuerzas del
internacionalismo proletario; amplios sectores democrticos se
levantaron a la lucha antifascista, creci la voluntad de las masas
de resistir ante una eventual agresin fascista, el movimiento
antifascista cobr gran auge en todo el planeta.
Al defender la Espaa democrtica, los patriotas y los demcratas,
en primer lugar los comunistas, al mismo tiempo defendan del
peligro fascista a sus pueblos. Llegaron a mostrar que eran una
gran fuerza internacional, consolidaron su prestigio e influencia
entre las masas no slo en Espaa, sino tambin en muchos otros pases.
Ello tuvo una extraordinaria importancia en vsperas de la contienda
mundial, ya a punto de estallar, contra la fiera fascista.
El ejemplo, ms brillante de la solidaridad de los pueblos
amantes de la libertad con la Espaa antifascista fue la creacin de
las brigadas internacionales. La nobleza de su contribucin a la
defensa de las conquistas revolucionarias del pueblo espaol no
puede ser impugnada ni siquiera por los ms furiosos enemigos de la
democracia y del progreso social. La proeza de los combatientes
internacionalistas, de los "voluntarios de la libertad", quedar
para siempre en la memoria de los pueblos como smbolo de
solidaridad y hermandad, como ejemplo de valenta de hombres que
combatieron, muchos de ellos murieron, en la tierra espaola por el
triunfo de los ideales humanos. Hay que reconocer que la larga
lucha del pueblo espaol contra la reaccin interior y exterior no
hubiese sido posible en aquellos aos sin la ayuda activa y el apoyo
de la Unin Sovitica. Esta ayuda fue muy variada, amplia y bastante
eficaz, Sin las armas y el material de guerra soviticos, sin los
asesores y los expertos que llegaron de la Unin Sovitica, las
fuerzas revolucionarias espaolas hubiesen sido derrotadas mucho
antes de marzo de 1939. Precisamente la ayuda de la Unin Sovitica
permiti que la Repblica espaola crease un ejrcito cuyo herosmo,
firmeza y capacidad de combate hizo posible contrarrestar durante
32 meses al
ejrcito de los sublevados e invasores. Esta ayuda y apoyo moral,
poltico y diplomtico sovitico jug un papel decisivo.
Veamos este aspecto ms detalladamente.
La Unin Sovitica, ya en los primeros das de comenzadas las
operaciones militares, demostr su solidaridad con la Espaa
republicana. En la carta que los dirigentes soviticos mandaron a
Francisco Largo Caballero, Presidente del Gobierno espaol, se
subrayaba que los comunistas y los trabajadores de la Unin Sovitica
consideraban como un deber ayudar, en la medida de sus
posibilidades, al Gobierno espaol que encabezaba la lucha de todos
los trabajadores espaoles, de toda la democracia espaola contra la
camarilla militar fascista, agente de las fuerzas fascistas
internacionales. El telegrama del dirigente sovitico J. Stalin al
Secretario General del Partido Comunista de Espaa, Jos Daz, tuvo
gran repercusin en todo el mundo. En ste se deca que "los
trabajadores de la Unin Sovitica no hacen ms que cumplir con su
deber al prestar, con arreglo a sus posibilidades, ayuda a las
masas revolucionarias de Espaa. Ellos comprenden bien que la
liberacin de Espaa de la opresin de los reaccionarios fascistas no
es slo causa de los espaoles, es causa de toda la humanidad
avanzada y progresista".
Los extractos de memorias de soviticos que participaron
activamente en los sucesos de Espaa incluidos en esta recopilacin,
reflejan el ambiente de aquellos tiempos, los sentimientos de los
soviticos que se apresuraron a ayudar al pueblo espaol en su lucha
contra el fascismo. A pesar de que estos textos tienen un carcter
particular, al mismo tiempo ofrecen un cuadro general de aquellos
difciles das de resistencia al fascismo.
El diplomtico fue uno de los ms importantes frentes de lucha en
defensa de la Repblica espaola; el acadmico I. Maiski, a la sazn
embajador sovitico en Londres, cuenta los acontecimientos en ese
terreno. Cuando en agosto de 1936 las potencias occidentales, bajo
la bandera de "no intervencin", intentaron poner a Espaa en manos
de los agresores fascistas, la Unin Sovitica, unindose al Acuerdo
de No Intervencin, frustr los planes de los partidarios de
"apaciguar" a la Alemania hitleriana y a la Italia fascista, que
cercaron a la Espaa revolucionaria en un anillo de fuego. La
participacin de la Unin Sovitica en el Comit londinense de No
Intervencin impidi que la guerra civil espaola derivase en un
amplio conflicto internacional, ayud a limitar la intervencin
talo-alemana en los asuntos internos de la Repblica.
La Unin Sovitica utiliz el Comit de Londres, as lo demuestra I.
Maiski de una manera convincente, como una tribuna para
desenmascarar la intervencin taloalemana y a los que la amparaban.
El Gobierno sovitico preparaba una u otra accin diplomtica en el
marco del comit sin dejar de comunicrselo al Gobierno republicano
espaol, concordando con ste sus iniciativas internacionales. El
representante sovitico en el Comit de Londres reiteradamente
subrayaba que, siendo miembro del Comit de No Intervencin, la URSS
no estaba dispuesta a contemplar impasiblemente cmo iban
estrangulando las potencias fascistas y los conformistas del comit
al pueblo espaol tapndose con la hoja de parra de la "no
intervencin". La Unin Sovitica exiga que todos los participantes
del acuerdo cumpliesen al pie de la letra las condiciones
convenidas sobre la "no intervencin",
dejando a los espaoles, sin intervencin fornea, decidir por s
mismos el resultado de las operaciones militares. Las acciones en
apoyo de la Repblica espaola que emprendi la Unin Sovitica en el
mbito internacional crearon serios impedimentos a los esfuerzos de
las potencias fascistas y de los "apaciguadores" anglo-franceses
orientados a sofocar la resistencia de la Repblica espaola.
Cuando la Unin Sovitica comprendi que la poltica de "no
intervencin" tan slo encubra una verdadera intervencin fascista,
inmediatamente declar que en adelante se consideraba libre de las
obligaciones que se desprendan del Acuerdo de No Intervencin.
Durante nido el perodo de operaciones militares la Unin Sovitica
prest una considerable ayuda moral, poltica y material a la Espaa
republicana. En esta recopilacin se habla detalladamente de esto,
se muestra el papel de las organizaciones y de los representantes
soviticos en esta ayuda. Esta fraternal ayuda suscit en los
trabajadores de Espaa una repercusin muy cordial. El lector conocer
las manifestaciones de esta amistad y simpata de los espaoles hacia
la Unin Sovitica a travs de las memorias de los participantes
soviticos en las brigadas internacionales, de los consejeros
militares y de otros representantes oficiales.
En la recopilacin se relata cmo se realizaron en la Unin
Sovitica las colectas de medios, alimentos, medicinas, ropa. El
Consejo Central de los Sindicatos Soviticos abri con tal motivo una
cuenta especial; a finales de octubre de 1936 en sta ya haba ms de
47,5 millones de rublos. Con este dinero se compr y se mand a Espaa
decenas de toneladas de harina, azcar, mantequilla, millones de
latas de conservas, ropa, medicamentos. En total de 1936 a 1939 el
Fondo de Ayuda al pueblo espaol recogi ms de 274 millones de
rublos.
La Repblica espaola recibi de la Unin Sovitica la materia prima
que necesitaba, petrleo y derivados, madera, algodn, mquinas y
bienes de equipo para la industria de defensa que se creaba con la
ayuda de los expertos soviticos, carne, trigo, otros comestibles.
Daremos aqu solamente unas cifras generales: en 1936 las
exportaciones soviticas a Espaa fueron de 194.662 toneladas por una
suma de 23,8 millones de rublos; en 1937, 520.143 toneladas por una
suma de 81,09 millones de rublos; en 1938, 697.978 toneladas por
una suma de 109,8 millones de rublos y a comienzos de 1939, 6.810
toneladas por una suma de 1,6 millones de rublos.
La Unin Sovitica tambin suministr a la Repblica espaola material
de guerra, armas de fuego, municiones y otros equipos militares que
tanta falta le hacan y que no poda adquirir libremente en el
mercado mundial. Durante los 32 meses de la guerra los republicanos
recibieron de la URSS 648 aviones, 347 tanques, 60 carros
blindados, 1.186 caones, 20.486 ametralladoras, 497.813 fusiles,
una considerable cantidad de balas, granadas, bombas de aviacin,
torpedos y otros pertrechos.
Todos estos suministros se hacan por mar en medio de la piratera
declarada por
parte de la flota y de la aviacin fascistas en las rutas
mercantes del Mediterrneo. Al transportar el material de guerra se
tomaban las necesarias medidas de seguridad. La carga se haca en
los puertos de Sebastpol, Odesa, Kerch, Feodosia, Leningrado,
Murmansk. Para asegurar el paso de los barcos sin obstculos se
cambiaba su silueta exterior, en las bordas se ponan otros nombres,
los puntos de carga se camuflaban escrupulosamente, etc. Como
resultado, de 56 "y griegas" (el cdigo de esos barcos) slo se hundi
una de ellas y dos no pudieron pasar el bloqueo. La flota
republicana jug un significativo papel en materia de garantizar la
seguridad del transporte de las cargas militares. Esto lo relata
muy bien en sus memorias el almirante N. Kuznetsov.
Los amplios suministros de armamentos soviticos hicieron que el
Gobierno espaol solicitara el envo de asesores militares soviticos
para ayudar a los republicanos a dominar este material de guerra.
La llegada de los asesores militares soviticos tambin ayud a
solucionar el problema de la escasez de oficiales en el ejrcito
republicano (la mayora de los oficiales espaoles viejos se pas al
campo de los franquistas). Los jefes de las Milicias Populares
espaolas prcticamente no tenan experiencia de conducir operaciones
militares. Todo esto motiv que el Gobierno de Largo Caballero
dirigiese al Gobierno sovitico la insistente peticin de mandar a
Espaa expertos y asesores de elevada calificacin que pudiesen
encargarse de tareas de responsabilidad como prestar ayuda a la
Repblica para formar un ejrcito regular, ensear a su personal de
mando la tctica del combate, la direccin de las unidades y
secciones militares, la organizacin de los estados y las planas
mayores, entre otras.
Los voluntarios soviticos sentan una gran y emotiva simpata por
el pueblo espaol y un gran odio al fascismo, estaban dispuestos a
dar a la causa de la Repblica todos sus conocimientos y experiencia
militar y, si fuese necesario, tambin su vida. En la URSS los
comisariados militares y las organizaciones del partido reciban
decenas de miles de solicitudes para ir a Espaa a luchar contra el
fascismo. Por eso se seleccionaban los mejores entre los mejores.
Durante todo el perodo de las operaciones militares en Espaa
estuvieron y combatieron cerca de tres mil expertos militares y
civiles soviticos. Todos ellos tenan rigurosas instrucciones de no
sobrepasar en sus actividades la calidad de asesores. En las
memorias de los consejeros militares soviticos incluidas en esta
recopilacin se ven fcilmente las grandes relaciones amistosas que
se establecieron entre los jefes militares soviticos que combatan
en Espaa y los efectivos de las Fuerzas Armadas republicanas.
Los asesores militares soviticos jugaron un notable papel en la
preparacin y la instruccin de las unidades del ejrcito popular
espaol, en la organizacin de los estados y las planas mayores y los
servicios de la retaguardia, en la creacin de escuelas y cursos
militares tan necesarios para el nuevo ejrcito popular. En este
libro se puede apreciar la actuacin abnegada, calificada y oportuna
de tales jefes soviticos como los consejeros militares principales
Ya. Berzin (1936-1937), G. Shtern (1937-1938), K. Kachnov
(1938-1939); los consejeros en el Estado Mayor Central K.
Meretskov, B. Smonov; los consejeros en el comisariado militar
general I. Nesterenok, D. Kolsnikov; los consejeros de aviacin A.
Berglts, Ya. Smushkvich, E. Ptujin y otros; los consejeros de
artillera N. Vronov, V. Goffe y otros; los Consejeros de la Marina
de Guerra N. Kuznetsov, N. Pterski, V. Alafuzov y otros.
Con la ayuda de los asesores que llegaron a Espaa, en el pas se
cre un sistema de escuelas militares y diferentes cursos que
permiti, hasta cierto punto, liquidar la aguda falta de
especialistas militares entre los mismos espaoles. Adems, a peticin
del Gobierno republicano, a principios de 1937 en la Unin Sovitica
comenz a prepararse personal espaol como aviadores, navegantes
areos, tcnicos de aviacin; se instruyeron numerosos militares de
estas especialidades. Los especialistas militares soviticos
prestaron gran ayuda en la creacin y en la organizacin de la
industria de guerra espaola. En la propia Espaa se organiz la
reparacin y la produccin de aviones, tanques, carros blindados y
tambin de reflectores, proyectiles, bombas de aviacin,
municiones.
El herosmo, la firmeza y la abnegacin que mostraron los
soviticos en Espaa quedarn para siempre inscritos en la historia de
la lucha contra el fascismo. La proeza de los soviticos en Espaa,
ha dicho Dolores Ibrruri, estar siempre en la memoria del pueblo
espaol con un sentimiento de profundo agradecimiento. Nuestro pas
respald al pueblo espaol en todo lo que pudo, desde el apoyo
diplomtico y la ayuda econmica hasta la aportacin personal de los
voluntarios soviticos que estuvieron hasta el ltimo da junto a los
espaoles defendiendo Barcelona y Madrid en las barricadas.
La guerra civil espaola hizo surgir a las brigadas
internacionales, ejemplo de la amplitud y de la eficacia que puede
tener la solidaridad internacional de los trabajadores.
La extensin del movimiento de solidaridad con Espaa super en
mucho a todo lo que haba existido en ese sentido hasta entonces: a
la Pennsula Ibrica llegaron "voluntarios de la libertad" de 54
pases. Los primeros combatientes de otros pases que se pusieron del
lado de los antifascistas espaoles contra los franquistas y los
intervencionistas extranjeros fueron los deportistas obreros que
llegaron a mediados de julio de 1936 a la olimpiada obrera de
Barcelona y tambin muchos exiliados antifascistas entonces
residentes en Espaa. Todos estos formaron algunas unidades
militares que combatieron en muchos frentes. Al principio este
movimiento voluntario tuvo un carcter espontneo y espordico, pero
ms tarde se consigui introducir en l elementos de organizacin y
disciplina. La direccin de la Komintern consider necesario comenzar
la creacin de brigadas internacionales antifascistas integradas por
personas con experiencia militar. El Presidente del Gobierno
espaol, Francisco Largo Caballero, despus de las conversaciones
correspondientes, dio su conformidad para que se formaran las
brigadas internacionales como unidades independientes con su propio
mando.
La fecha oficial del nacimiento de las brigadas internacionales
se considera el 14 de octubre de 1936, cuando el primer numeroso
grupo de voluntarios extranjeros lleg a Albacete, donde ms tarde se
estableciera el centro de formacin de las unidades militares
internacionales. El 20 de octubre tuvo lugar la apertura oficial de
la base de Albacete; los representantes del mando de los
internacionalistas acordaron con el Presidente Largo Caballero los
principios fundamentales de la creacin de las brigadas
internacionales. El 22 de octubre el ministro de Guerra de la
Repblica espaola dio la orden de crear las brigadas
internacionales. El 25 de octubre en la base de Albacete comenz la
formacin de la primera brigada. A principios de
noviembre ste lleg al Frente de Madrid y poco despus llegaron
tres brigadas ms.
Esta recopilacin testimonia que las brigadas internacionales,
que fueron un importantsimo elemento del ejrcito republicano,
hicieron un gran aporte a la causa de la lucha contra la invasin
fascista. Al mismo tiempo, se hizo todo lo necesario para no
permitir ninguna contraposicin de stas con otras unidades del
ejrcito republicano. Las brigadas internacionales no tenan un
carcter de partido nico, sino que se apoyaban en los principios de
un frente popular. Esa fue una forma de colaboracin militar armada
de las masas de trabajadores y de las fuerzas antifascistas en la
lucha contra e fascismo. Las brigadas aglutinaban a todos los
antifascistas.
Los combatientes de las brigadas internacionales se cubrieron de
gloria en los frentes de la Espaa republicana, elevaron, segn la
expresin de Dolores Ibrruri, la bandera del internacionalismo
proletario hasta las ms altas cspides del herosmo y de la
abnegacin.
Esta recopilacin persigue el propsito de mostrar el herosmo y el
sacrificio de los soviticos que combatieron junto a los
republicanos espaoles por sus ideales, de confirmar la nobleza de
la Unin Sovitica en el papel que jug en los acontecimientos
espaoles.
SOLIDARIDAD E INTERNACIONALISMO [1] Todo el modo de vida de la
sociedad inculc y afianz en el pueblo sovitico el espritu de
solidaridad proletaria y de internacionalismo. Los soviticos seguan
con gran atencin las batallas de clases en los pases capitalistas y
la lucha de los trabajadores contra la reaccin y el fascismo,
sintindose consternados por sus reveses y alegrndose de sus
xitos.
Mosc pas a ser la segunda Patria para los perseguidos por las
camisas negras en Italia y por los nazis en Alemania, as como para
los revolucionarios que se vieron obligados a huir de Bulgaria,
Polonia, Grecia y otros pases en que existan regmenes fascistas. A
comienzos de 1934, los luchadores de los Schutzbund austracos,
participantes en los combates antifascistas de Viena, fueron
acogidos fraternalmente en la URSS y encontraron asilo en ella. En
octubre del mismo ao, cuando la reaccin espaola ahog en sangre la
insurreccin armada de los mineros asturianos, alzados a la lucha
contra la amenaza fascista, una ola de solidaridad con ellos se
extendi por todo el Pas sovitico. Las obreras del complejo textil
moscovita "Triojgrnaya Manufactura" (Las Tres Montaas) (que lleva
el nombre de Flix Dzerzhinski) acordaron destinar medio da de
jornal al Fondo de Ayuda a los mineros asturianos. Secundando su
iniciativa, los trabajadores de la Unin Sovitica reunieron tres
millones de pesetas para las familias de las vctimas del terror
fascista. Numerosos participantes en la insurreccin, pertenecientes
a distintos partidos, encontraron asilo poltico en la URSS.
En la primavera de 1936, la mayora del pueblo espaol vot a favor
del Frente Popular en las elecciones de diputados a Cortes. Despus
de esta victoria, los luchadores asturianos regresaron a su Patria,
declarando en una carta de despedida al pueblo sovitico: "Los
revolucionarios espaoles emigrados en la URSS nos disponemos a
abandonar este pas. Nuestra estancia en l nos ha proporcionado
muchsimos conocimientos y experiencia gracias a la hospitalidad
fraternal del proletariado sovitico, que nos ha hecho ms llevadera
la amargura de la emigracin".
Pero no haban pasado seis meses cuando las fuerzas reaccionarias
de Espaa lanzaron un reto armado a la Repblica.
La sublevacin militar fascista en Espaa, iniciada el 18 de julio
de 1936, y la connivencia de los Estados fascistas con los
insurgentes suscitaron en la Unin Sovitica una airada protesta. El
2 de agosto se celebraron en numerosas empresas mtines de
solidaridad con el pueblo espaol. Por ejemplo, en la resolucin
aprobada en un mitin de los obreros de la fbrica electromecnica
"Ordzhonikidze", de Mosc, se deca: "Enviamos nuestro saludo
fraternal a los trabajadores de Espaa, que luchan heroicamente bajo
la direccin de su Gobierno por la libertad, por la Repblica
democrtica, contra el fascismo, contra los sublevados, contra los
traidores a la Patria. Muera el fascismo! Viva la victoria del
pueblo espaol!".
Al da siguiente, la Plaza Roja de Mosc y las calles adyacentes
se llenaron de gente. Los manifestantes portaban carteles en los
que se deca: "La causa del pueblo espaol es nuestra propia causa!",
"Tendamos la mano de ayuda al pueblo espaol!", "Abajo los
sublevados fascistas y sus inspiradores!".
Abri el mitin Nikoli Shvrnik, secretario del Consejo Central de
los Sindicatos de la URSS. Tanto l como los dems oradores P.
Makrov, obrero de la fbrica "Serp i molot" (Hoz y Martillo); E.
Bystrova, obrera de la fbrica "Krsnaya zari" (Aurora roja); A.
Fadiev, escritor, y A. Fersman, acadmico hablaron de la solidaridad
del pueblo sovitico con la justa lucha de' la Repblica espaola
contra los facciosos. Los asistentes al mitin ms de 120.000
personas aprobaron un mensaje al Presidente de la Repblica espaola,
Manuel Azaa, y al Presidente del Consejo de Ministros, Jos Giral, y
exhortaron a los trabajadores de la Unin Sovitica a recaudar dinero
para el Fondo de Ayuda a la Espaa republicana. Aquel mismo da se
celebr otro gran mitin de solidaridad con los antifascistas
espaoles en la Plaza de Palacio, de Leningrado, al que acudieron
100.000 personas. Despus tuvieron lugar manifestaciones
multitudinarias de solidaridad en Rostov del Don, Dniepropetrovsk,
Kev, Novosibirsk, Omsk, Ivnovo, Odesa, cuenca hullera del Donts y
en otros muchos lugares. En todas partes, los trabajadores
acordaron por unanimidad hacer colectas y recoger ropa, efectos y
vveres para el Fondo de Ayuda a los antifascistas espaoles.
En septiembre se public en los peridicos una carta de las
obreras del complejo textil "Triojgrnaya Manufactura", dirigida a
las obreras, campesinas, empleadas y amas de casa de la URSS, en la
que proponan organizar la ayuda con vveres a las mujeres y los nios
de Espaa. Este llamamiento encontr eco en todos los sectores de la
poblacin de la Unin Sovitica: entre los obreros, empleados,
koljosianos e intelectuales. Destacadas figuras de la ciencia,
el arte y la literatura hicieron al Fondo de Ayuda cuantiosos
donativos. "Aplaudo la magnfica iniciativa de los obreros escribi
V. Kachlov, Artista del Pueblo de la URSS. Entrego mil rublos al
Fondo de Ayuda al heroico pueblo espaol e invito a todos mis
camaradas, los trabajadores del arte, a seguir el ejemplo de las
principales fbricas de Mosc". Los pintores 1. Grabar y A.
Guersimov, el escultor M. Manzer donaron obras suyas para el Fondo
de Ayuda a Espaa.
"Cada da comienza con un pensamiento: qu hay de nuevo en Espaa?
dijo el poeta Nikoli Tjonov en el diario Leningrdskaya Pravda. En
estos das difciles seguidnos con gran cario la lucha de los hroes
que pelean por una humanidad nueva y les deseamos una victoria
rpida y completa".
Despus de visitar la URSS a Comienzos de 1937, el conocido poeta
espaol Rafael Alberti dijo en un artculo titulado "Mi Mosc" que. al
entrar en cualquier casa vea en la pared un mapa de Espaa, que Mosc
y los moscovitas vivan al unsono con la vida del pueblo espaol, en
impulso nico con l. El Mosc de 1937, agregaba, es la ciudad del
amor fraternal a mi Patria.
Ni siquiera los nios quedaron al margen del impulso solidario de
todo el pueblo. Aniuta Sosnin, del lejano I)aguestn, escribi a un
peridico: "Mam y pap me han dicho que los nios pequeos pasan ahora
hambre en Espar u... lle decidido entregar el dinero que tengo en
la hucha (16 rublos y 20 kopeks) en ayuda de los nios del pueblo
espaol. Haba ahorrado este dinero para comprarme un regalo, pero he
resuelto esperar por ahora". Las redacciones de los peridicos
juveniles e infantiles recibieron entonces miles de cartas como
sta.
El 6 de agosto de 1936, en la cuenta corriente del Fondo de
Ayuda a la Espaa republicana, abierta por el Consejo Central de los
Sindicatos de la URSS, haba ya 12.145.000 rublos, y a fines de
octubre del mismo ao, 47.595.000 rublos.
Con el dinero recaudado por los soviticos se compraron y
enviaron a Espaa productos alimenticios y ropa. El 18 de septiembre
de 1936 zarp de Odesa el primer buque, el "Neva", con vveres; le
siguieron los barcos "Kubn", "Zyrianin", de nuevo el "Neva" y
"Turksib". Llevaron a Espaa cerca de 1.000 Tm de mantequilla, ms de
4.200 Tm de azcar, 300 Tm de margarina, 250 Tm de artculos de
confitera, 4.130 Tm de trigo, 3.500 Tm de harina, 2.600 Tm de
pescado ahumado, 300 Tm de tocino y carnes ahumadas, cerca de
2.000.000 de latas de conservas, 125.000 botes de leche, caf y
cacao condensados, 1.000 cajones de huevos y 10.000 juegos de ropa,
principalmente para nios. Estos envos fueron seguidos de decenas de
otros semejantes.
La ayuda material y el apoyo moral de los soviticos al pueblo
espaol no ces durante toda la guerra. En julio de 1938, el segundo
aniversario del comienzo de la guerra antifascista del pueblo
espaol se conmemor en toda la URSS con reuniones de los
trabajadores y una intensificacin de la recogida de recursos en
ayuda de Espaa.
En diciembre del mismo ao se comunic que los sindicatos y
diversas organizaciones haban recaudado otros 14.000.000 de rublos,
con los cuales se haban comprado vveres para Espaa.
Los peridicos, la radio, el cine y el teatro participaron
activamente en el movimiento de solidaridad. La radio transmita a
diario los partes de guerra del mando republicano y los peridicos
publicaban resmenes de las operaciones en los frentes. Las
corresponsalas de Ily Ehrenburg, Ovadi Svich y, sobre todo, de
Mijal Koltsov, as como los reportajes cinematogrficos enviados
desde Espaa por R. Karmn y B. Makasiev sumergan a los lectores y
espectadores en la atmsfera en que vivan la Repblica espaola y en
que combatan sus defensores.
Escribieron a Espaa cartas de amistad miles de empresas,
diversas organizaciones sociales, famosos obreros y koljosianos
como, por ejemplo, el minero innovador Alexi Stajnov, la koljosiana
Mara Dmchenko y la tractorista Pasha Angulina, escritores y
artistas, veteranos de la revolucin y escolares. Muchas de estas
cartas y las respuestas a ellas vieron la luz en la prensa sovitica
y espaola.
Las visitas a la URSS de delegaciones de trabajadores espaoles y
combatientes del ejrcito popular y sus entrevistas con los
trabajadores soviticos se transformaban en emocionantes
manifestaciones de solidaridad.
El Pas de los Soviets acogi con autntica solicitud paternal a
los nios espaoles. En la primavera de 1937 lleg el primer barco.
Trajo a bordo nios y nias de tres a diecisis aos procedentes de
Asturias, aislada por los frentes de guerra del resto del
territorio republicano. En noviembre de 1938 haba en la Unin
Sovitica 2.848 nios espaoles. Se organizaron para ellos
escuelas-internados, en las que se les enseaban en su lengua
materna. Todos los nios espaoles llegados a la URSS recibieron
enseanza general y profesional, y una parte considerable, enseanza
superior. En los aos de la Gran Guerra Patria, muchos de ellos se
incorporaron voluntarios al Ejrcito Rojo y, al lado de sus
camaradas mayores que haban encontrado asilo poltico en la URSS,
defendieron con las armas en la mano su segunda Patria.
La opinin pblica sovitica, los sindicatos, las organizaciones
femeninas y juveniles, la Cruz Roja, el Socorro Rojo Internacional,
cientficos y dems intelectuales tomaron parte activa en la
convocacin y celebracin de congresos y entrevistas internacionales
contra la guerra y el peligro fascista y en ayuda del pueblo
espaol.
El prestigio internacional del Estado sovitico y del Partido
Comunista de la URSS y el ejemplo de la ayuda del pueblo sovitico
contribuyeron a extender el movimiento internacional de solidaridad
con la Espaa republicana. Para las fuerzas progresistas del mundo
entero fueron como un lema y un llamamiento a acudir en ayuda del
pueblo espaol las palabras del telegrama remitido por J. Stalin,
Secretario General del del PC(b) de la URSS, a Jos Daz, Secretario
General del (1' del PCE: "Liberar a Espaa de la opresin de los
reaccionarios fascistas no es asunto privado de los espaoles, sino
la causa comn de toda la humanidad avanzada y progresiva".
La ayuda fraternal del Pas de los Soviets suscit entre las masas
populares de Espaa frenticas manifestaciones de simpata por el
pueblo sovitico. El 14 de octubre de 1936, cuando lleg a Barcelona
el buque "Zyrianin", casi toda la poblacin de la ciudad se ech a la
calle: en el muelle se congregaron ms de 200.000 personas. En otras
ciudades portuarias Cartagena, Valencia, Alicante, etc.-- se
registraron manifestaciones semejantes.
Los acontecimientos posteriores y los aos de prueba de la guerra
profundizaron la confianza y la estimacin de los trabajadores
espaoles al Pas de los Soviets y la gratitud por su constante ayuda
mltiple. "El pueblo... vinculaba su salvacin al Estado sovitico",
escribi el historiador espaol A. Ramos Oliveira.
Poetas tan famosos como Antonio Machado y Miguel Hernndez
dedicaron inspiradas estrofas al Pas de los Soviets. En un mensaje
potico consagrado al XX aniversario del Ejrcito Rojo, Rafael
Alberti deca:
Yo quisiera esta noche, presentes y lejanos guardas de las
pacficas labores de los hombres, haciendo de mi voz pulmn de todo
un pueblo, en vuestro aniversario de orden y luz deciros: Que el
corazn de Espaa viva siempre en vosotros!
El sentimiento de afinidad singular de los dos pueblos vease
acentuado por la semejanza de la situacin militar y poltica en que
se encontraba el pueblo espaol y de la que hubieron de vivir los
trabajadores soviticos en los aos de lucha armada contra los
guardias blancos y los intervencionistas extranjeros. La victoria
del pueblo sovitico en la guerra civil era ejemplo inspirador para
los defensores de la Repblica espaola y afianzaba su fe en el
xito.
El 20 de octubre de 1936, en vsperas de los combates decisivos
por la capital espaola, Jos Daz recalc la semejanza existente entre
la guerra en Espaa y la guerra civil en Rusia, entre la defensa de
Madrid y la defensa de Petrogrado en 1918, y lanz esta consigna:
"Haremos de Madrid el Petrogrado de Espaa". Los combatientes del
ejrcito republicano extrajeron enseanzas de firmeza revolucionaria
de pelculas soviticas como "Chapiev", "Los marinos de Cronstadt",
"El diputado del Bltico" y "El acorazado 'Potiomkin' ". En el
glorioso 5 regimiento de las Milicias Populares haba unidades
denominadas "Leningrado" y "Los marinos de Cronstadt".
Se organizaron por doquier Asociaciones de Amigos de la Unin
Sovitica. Se dio el nombre de Lenin a diversas calles y escuelas de
Espaa. A pesar de las dificultades derivadas de la guerra, en la
Repblica se aprovech en gran escala la experiencia de la Unin
Sovitica en el terreno de la instruccin pblica: se organizaron
facultades obreras, universidades nocturnas, etc. Entre los obreros
industriales se extendieron la emulacin en el trabajo y el
movimiento stajanovista.
Comunistas, socialistas, republicanos e incluso anarquistas
hablaban entonces de la Unin Sovitica como del mejor amigo y el
mejor ejemplo digno de imitacin. "Como socialistas y espaoles deca
el 5 de noviembre de 1937 el diario socialista Adelante, admiramos
y estamos agradecidos a este gran pueblo, que ha hecho realidad
nuestros sueos. Rusia es la hermana mayor que muestra el camino al
proletariado de todo el mundo".
A. Esbert, catedrtico de la Universidad de Barcelona, que
presida una delegacin espaola, dijo en un mitin celebrado en Mosc:
"El pueblo sovitico nos ha tendido su mano de solidaridad porque
comprende que nuestra lucha es la causa de toda la humanidad
progresiva... Declaramos que siguiremos vuestro gran ejemplo y
siguindolo, venceremos".
La sublevacin militar fascista y la intervencin de los Estados
fascistas colocaron a la Repblica espaola en una situacin muy
difcil.
Cuando estall la rebelin, el Gobierno de la Repblica estaba
convencido de que las "democracias occidentales" Inglaterra, EE.UU.
y, sobre todo, Francia le prestaran la ayuda necesaria para
restablecer la legalidad y el orden republicanos.
Pero ocurri otra cosa. El Gobierno de Francia, presionado por el
Gobierno conservador de Inglaterra y por los medios reaccionarios
franceses, que ansiaban concluir una alianza con el fascismo, se
neg a vender a la Repblica espaola aviones y otro armamento y
prohibi la exportacin incluso del material de guerra que estaba ya
pagado y en espera de ser embarcado para Espaa. Simultneamente, el
primer ministro francs, el socialista Len Blum, propuso a los
gobiernos de los Estados europeos, incluida la Unin Sovitica,
firmar un acuerdo que obligase a abstenerse de toda ayuda militar a
ambas partes beligerantes en la guerra espaola.
La URSS y la Repblica espaola no tenan entonces relaciones
diplomticas. Los contactos iniciados en 1933 entre ambos pases,
interrumpidos por el Gobierno reaccionario de Lerroux al subir al
poder en el otoo de dicho ao, no fueron reanudados ms tarde por los
gobiernos democrticos de Azaa y Casares Quiroga.
Sin embargo, la Unin Sovitica determin su actitud ante la
propuesta de no intervencin basndose en los intereses del pueblo
espaol y de su Gobierno legtimo. El Gobierno sovitico subray en
todo momento cun injusto era enfocar el problema de la guerra
espaola de tal modo que se restringiesen al Gobierno legtimo del
pas sus derechos soberanos y se le colocase en idntica situacin que
a los facciosos. Al mismo tiempo, la defensa de la democracia
espaola y de la paz internacional exiga de la Unin Sovitica no
permanecer al margen del Acuerdo de No Intervencin. Este acuerdo,
al que se haban adherido 27 Estados europeos, era apoyado por el
propio Gobierno espaol y acogido favorablemente por vastos sectores
democrticos de numerosos pases, que entonces crean an en la
sinceridad de los propsitos de Len Blum de cortar la intervencin
talo-alemana.
Al adherirse al Acuerdo de No Intervencin, el Gobierno sovitico
present dos condiciones indefectibles: 1) que Portugal se adhiriese
tambin obligatoriamente a dicho acuerdo; 2) que cesase
inmediatamente la ayuda que prestaban a los rebeldes ciertos
Estados. Estas condiciones determinaron la lnea de conducta de la
diplomacia sovitica en la lucha por la causa de la Repblica espaola
con posterioridad, cuando se constituy en Londres el Comit de No
Intervencin con participacin de todos los pases que haban suscrito
el acuerdo.
Los representantes soviticos en el Comit de Londres denunciaron
infatigablemente el verdadero carcter y los resortes secretos de la
hipcrita poltica de "no intervencin", cuyos organizadores
propugnaban de palabra la neutralidad, pero, de hecho, ayudaban a
los invasores fascistas. Desde la tribuna del Comit de Londres, la
delegacin sovitica dio a la publicidad sistemticamente y puso en
conocimiento de la opinin pblica internacional los hechos
probatorios de la agresin de los Estados fascistas en Espaa y de
sus crmenes contra el pueblo espaol. Por consiguiente, la labor de
la diplomacia sovitica en el Comit de Londres, representada por el
embajador de la URSS en Inglaterra, Ivn Maiski, fue un sector del
frente de solidaridad internacional con el pueblo espaol.
Casi al mismo tiempo que entraba en funciones el Comit de
Londres, Espaa y la Unin Sovitica establecieron relaciones
diplomticas. El 29 de agosto de 1936, el representante
plenipotenciario sovitico M. Rozenberg hizo entrega de sus cartas
credenciales al Presidente de la Repblica espaola, Manuel Azaa. V.
AntnovOvsienko fue nombrado cnsul de la URSS en Barcelona. Este
hecho tuvo gran importancia para el desarrollo ulterior de la lucha
liberadora del pueblo espaol y ech por tierra los planes de los
Estados fascistas de aislar a la Repblica espaola en el mbito de la
poltica exterior.
El pueblo de Madrid recibi jubilosamente a los primeros
emisarios del Pas de los Soviets.
La Unin Sovitica aprovech todas las posibilidades para apoyar la
justa causa del pueblo espaol. Desde la tribuna de la Sociedad de
las Naciones, en distintas conferencias internacionales y a travs
de las vas diplomticas habituales, el Gobierno sovitico defendi el
legtimo derecho del pueblo espaol a decidir por s mismo sus
destinos, sin ninguna ingerencia extranjera. Cuando la descarada
intervencin armada de las potencias fascistas llev a la Repblica al
borde de la muerte y movi al Gobierno espaol a pedir ayuda militar
a la Unin Sovitica, esta ltima la prest.
La parte sovitica en el Comit de No Intervencin, tras repetidos
e infructuosos intentos de moverle a adoptar alguna medida contra
la creciente intervencin italoalemana, declar en las sesiones del
7, 23 y 30 de octubre de 1936 que el Gobierno sovitico slo vea una
salida de la situacin creada devolver al Gobierno de Espaa el
derecho de comprar armas fuera del pas y no se consideraba ligado
por el acuerdo en mayor medida que los gobiernos que aprovisionaban
a los rebeldes a pesar del acuerdo.
La firme posicin de principios de la Unin Sovitica fue aplaudida
por los hombres avanzados del mundo entero. El 10 de octubre de
1936, Romain Rolland, Pablo Picasso, Luis Aragn y el fsico famoso
Paul Langevin dirigieron una carta a M. Litvnov, Comisario del
Pueblo de Negocios Extranjeros de la URSS, en la cual decan que en
dos ocasiones importantes, en las que estaba en juego la suerte de
la justicia y del derecho de los pueblos..., a propsito de Abisinia
y Espaa, la URSS haba insistido en que fuera escuchada la voz de la
conciencia mundial. Los intelectuales agregaban expresan su
gratitud a la URSS por haber salvaguardado, en el caos y el
oscurantismo actuales, los principios indestructibles de la
justicia, de la dignidad y de la paz. Numerosos intelect uales de
Europa y Amrica se adhirieron a esta carta.
La opinin pblica de la Espaa republicana acogi con aprobacin la
firme actitud de la Unin Sovitica. El diario socialista Claridad
deca, refirindose a la declaracin hecha por la parte sovitica en la
sesin del 7 de octubre del Comit de Londres: "La 'nota del Gobierno
sovitico arranca la careta a los Estados fascistas; la Unin
Sovitica --170 millones de personas est resueltamente a nuestro
lado". "La comedia ha terminado. Rusia ha declarado pblicamente que
no se considera obligada. La posicin de la Unin Sovitica rebosa
dignidad. La URSS ha dado una merecida leccin a los dems pases",
declar el peridico anarquista Solidaridad Obrera. "Es la primera
voz que ha sonado fuera de nuestro pas en defensa de las libertades
espaolas, amenazadas por el fascismo", recalc El Liberal.
En aquellos das se difundi tambin la siguiente declaracin del
lder anarcosindicalista Garca Oliver: "Si los fascistas atacan algn
da a la Unin Sovitica, ir a defenderla. Soy anarquista. Dejar a un
lado todos los programas e ir all como combatiente, como soldado,
como soldado rojo".
A todo lo largo de la guerra, la diplomacia sovitica defendi
infatigablemente los intereses de la Repblica espaola. Entre los
numerosos episodios de esta batalla incruenta tuvieron una
importancia singular la lucha por poner fin a los actos de piratera
de los submarinos y los aviones italianos en el Mediterrneo y la
tenaz resistencia de la URSS a que, se reconociera al "gobierno"
faccioso del general Franco los derechos de parte beligerante.
Los gobiernos de la Unin Sovitica y de Espaa establecieron las
ms cordiales relaciones de amistad y colaboracin. Estn impregnadas
de un espritu de sinceridad y confianza las cartas que cruzaron en
diciembre de 1936 y enero de 1937 los dirigentes de la URSS (K.
Voroshlov, V. Mlotov y J. Stalin) con el primer ministro de la
Repblica espaola, Francisco Largo Caballero.
En la carta de los dirigentes soviticos se deca, entre otras
cosas: "Hemos juzgado y seguimos juzgando que es nuestro deber, en
los lmites de nuestras posibilidades, el acudir en ayuda del
Gobierno espaol, que encabeza la lucha de todos los trabajadores,
de toda la democracia espaola, contra la camarilla
militar-fascista, agente de las fuerzas fascistas
internacionales.
"La revolucin espaola se abre caminos que, en muchos aspectos,
difieren del camino recorrido por Rusia... "Con todo, creemos que
nuestra experiencia, sobre todo la experiencia de nuestra guerra
civil, debidamente aplicada a las condiciones particulares de la
lucha revolucionaria espaola, puede tener determinado valor para
Espaa. Partiendo de ello y en vista de sus insistentes ruegos, que
a su debido tiempo nos ha transmitido el camarada Rozenberg,
accedimos a poner a su disposicin una serie de especialistas
militares, a quienes dimos instrucciones de aconsejar en el terreno
militar a aquellos oficiales espaoles en ayuda de los cuales deban
ser destinados por ustedes. "Se les advirti de modo terminante que
no perdieran de vista que, con toda la conciencia de solidaridad de
que hoy estn penetrados el pueblo espaol y los pueblos de la URSS,
el especialista sovitico, por ser extranjero en Espaa, no puede ser
realmente til sino a condicin de atenerse rigurosamente a la funcin
de consejero y slo de consejero. "Creemos que precisamente as
utiliza usted a nuestros camaradas militares. "Le rogamos que nos
comunique en pie de amistad en qu medida nuestros camaradas
militares saben cumplir la misin que usted les confa, ya que,
naturalmente, slo si usted juzga positivo su trabajo puede ser
oportuno que sigan en Espaa".
Ms adelante, los dirigentes soviticos recomendaban la adopcin de
medidas en provecho de los campesinos y de la burguesa, pequea y
media, as como para proteger la propiedad de los ciudadanos de los
pases que no apoyaban a los facciosos.
En la carta de respuesta, fechada el 12 de enero de 1937, Largo
Caballero deca:
"La ayuda que prestan ustedes al pueblo espaol... nos ha sido y
contina siendo de gran beneficio. Estn ustedes seguros de que la
estimamos en su justo valor. "Del fondo del corazn, y en nombre de
Espaa y muy especialmente de los trabajadores espaoles, se lo
agradecemos; esperamos que en lo subsiguiente, como hasta ahora, su
ayuda y sus consejos no nos han de faltar... "Los camaradas que,
pedidos por nosotros, han venido a ayudarnos, nos prestan un gran
servicio. Su gran experiencia nos es muy til y contribuye de una
manera eficaz a la defensa de Espaa en su lucha contra el fascismo.
Puede asegurarles que desempean sus cargos con verdadero entusiasmo
y con una valenta extraordinaria... Les estoy muy agradecido por
los consejos de amigo que contiene el final de, s carta. Los estimo
como una prueba de su cordial amistad y de su inters por el mejor
xito de nuestra lucha".
Las relaciones sovitico-espaolas siguieron siendo
invariablemente amistosas hasta el final de la guerra
nacional-revolucionaria. Despus de la dimisin del Gobierno Largo
Caballero, en. mayo de 1937, el primer ministro de Espaa, el
socialista Juan Negrn, declar al representante plenipotendiario
sovitico que era partidario ferviente del acercamiento multilateral
entre Espaa y la URSS tanto en el terreno econmico como en el
poltico y militar.
La Unin Sovitica ayud a la Repblica espaola a romper el bloqueo
econmico y financiero. En 1937, la URSS facilit a la Espaa
republicana 457.904 Tm de mercancas diversas por valor de
92.444.000 rublos. El transporte de estas cargas no se pareca en
nada a las travesas comerciales corrientes.
Cada buque bajo el pabelln de la URSS o de la Repblica espaola
poda ser agredido por los submarinos o los aviones fascistas y ser
hundido o apresado para los franquistas. Desde el comienzo de la
guerra en Espaa hasta el 4 de mayo de 1937 se cometieron 86
agresiones contra barcos soviticos, fueron hundidos los buques
"Komsomol", "Timirizev" y "Blagev" y llevados por la fuerza a
puertos que ocupaban los fascistas los mercantes "Petrovski",
"Vtoraya Piatiletka", "Soyuz Vdnikov" y "Smidvich". Los fascistas
atacaban y hundan los buques de cualquier pabelln nacional si
sospechaban que llevaban cargas de los puertos soviticos a la Espaa
republicana. Segn datos de la Agencia de Prensa Stefani (agencia
oficiosa italiana), la aviacin militar italiana atac desde 1936
hasta 1938 a 224 buques de distintas naciones. En esta situacin, el
comercio entre la URSS y Espaa se redujo en los primeros siete
meses de 1938, en comparacin con el primer semestre de 1937, en ms
de la mitad en lo que respecta al tonelaje y en cerca de tres
cuartas partes en cuanto al valor.
Movido por el deseo de eludir el bloqueo financiero (las
autoridades francesas secuestraron el oro espaol consignado en
Pars), el Gobierno espaol deposit en el Banco de Estado de la URSS
una parte de sus reservas de oro, de las cuales pagaba sus compras
tanto en la Unin Sovitica como en otros pases. Cuando se agot este
fondo, el Gobierno sovitico concedi a Espaa (en el otoo de 1938) un
crdito de 85 millones de dlares. Los ltimos suministros de
armamento sovitico se efectuaron tambin a crdito. El general
Ignacio Hidalgo de Cisneros, que en nombre del Gobierno espaol firm
en Mosc el convenio acerca de estos suministros, dice que tiene el
derecho de "asegurar ante todo el mundo que la ayuda de la URSS fue
completamente desinteresada y que a los soviticos esta ayuda les
cost muchos sacrificios...".
Desde los primeros das de la sublevacin fascista comenz a llegar
a las organizaciones sociales y a las instituciones gubernamentales
de la URSS un verdadero torrente de solicitudes de ciudadanos
soviticos que deseaban marchar a Espaa para participar en las
operaciones militares al lado del pueblo. El Acuerdo de No
Intervencin no prohiba la salida de voluntarios, y algunos de ellos
vieron realizado su deseo en septiembre de 1936. Fueron los pilotos
de caza L. Kopts, E. Erlykin y A. Kovalevski; los pilotos y
observadores de la aviacin de bombardeo E. Shajt, Z. Zajarev
(Garnov), G. Tpikov, G. Tjor, V. Jolzunov, P. Gibelli, I. Proskrov,
G. Prokfiev y A. Jevesi, y los ingenieros Z. loffe y Ya.
Zalesski.
Al llegar a Espaa se incorporaron, junto con los voluntarios de
otros pases, a las unidades internacionales de aviacin mandadas por
oficiales espaoles. Los pocos aviones de que disponan estas
unidades eran de tipos anticuados y no podan compararse con los
alemanes e italianos que actuaban al lado de los sublevados. A
pesar de la desigualdad de fuerzas, los pilotos republicanos
incluidos los voluntarios soviticos entablaban combate
intrpidamente con los aviones fascistas y bombardeaban los
aerdromos, las concentraciones de material y las posiciones del
enemigo.
La aviacin de los intervencionistas, aprovechando la
superioridad en el aire, abra a las .divisiones fascistas el camino
de la capital. El ncleo de estas divisiones lo constituan las
unidades de la Legin Extranjera, bien armadas y entrenadas, y los
fanticos mercenarios de las tribus marroques. Frente a ellos no
pudieron resistir en campo abierto las tropas leales al Gobierno
republicano, formadas por destacamentos voluntarios autnomos de las
Milicias Populares, armadas mucho peor que el enemigo y carentes
casi en absoluto de instruccin militar. A finales de octubre, la
lnea del frente se acerc al propio Madrid.
El Gobierno y los partidos del frente popular, especialmente el
Partido Comunista, hicieron esfuerzos gigantescos para formar
unidades militares regulares con los destacamentos inconexos de las
Milicias Populares. Mas para cumplir esta tarea hacan falta dos
condiciones: tiempo y armas. El tiempo lo concedieron los heroicos
defensores de Madrid al parar al enemigo ante los muros de la
ciudad. Las armas llegaron de la Unin Sovitica. Constituyeron la
base material de la defensa de la capital y de la abnegada hazaa de
sus defensores: los patriotas espaoles y sus amigos, los
voluntarios internacionales.
Los buques con el material de guerra adquirido en la Unin
Sovitica empezaron a llegar a los puertos espaoles a mediados de
octubre. Los barcos "Komsomol", "Stari Bolshevik", "KIM",
"Volgols", "Lenin" y "Andriev" llevaron 50 tanques y 100 aviones,
adems de autos blindados, fusiles, caones, ametralladoras pesadas y
ligeras, lanzagranadas y municiones de tipos diversos.
Sin perder tiempo, el mando republicano, con la ayuda de los
voluntarios soviticos, lanz al combate por Madrid todo este
material a finales de octubre y comienzos de noviembre. La guerra
entr en una nueva fase.
Durante el otoo de 1936 y el invierno de 1936-1937, de los
puertos del Mar Negro zarparon para Espaa 23 transportes con
material de guerra, armamento y municin. Esto permiti formar y
pertrechar las brigadas y divisiones regulares del ejrcito popular,
defender Madrid, ganar la batalla del Jarama y derrotar en marzo de
1937 en Guadalajara al cuerpo expedicionario italiano. Al mismo
tiempo que el material de guerra, llegaron de la Unin Sovitica
varios grupos de voluntarios: aviadores, tanquistas y otros
especialistas militares.
La aparicin en el cielo de Madrid de los cazas republicanos tipo
I-15 e I-16 procedentes de la Unin Sovitica y pilotados por
voluntarios soviticos, es una de las pginas ms brillantes de la
pica defensa de Madrid. El jefe de la aviacin de la Repblica,
Hidalgo de Cisneros, la recuerda as en sus Memorias:
"Durante aquellos crticos das, la aviacin enemiga, tanto en los
frentes como sobre la capital, trabajaba a placer, pues la nuestra
haba sido prcticamente anulada... "El 6 de noviembre por la maana
hicieron su aparicin los `Junkers' de bombardeo alemanes,
acompaados por una escuadrilla de cazas 'Fiat' italianos... como
tenan por costumbre... En aquel momento, y antes de que las
sirenas
terminaran de dar la alarma, un grupo de aviones con los
emblemas rojos de la aviacin republicana surgen en el cielo de
Madrid y se lanzan rpidos, giles y potentes, contra los aparatos
fascistas. "No puedo, y lo confieso, describir, an ahora, mis
reacciones ante aquello. Estaba tan excitado, que lo raro fue que
no me estallase el corazn. "El espectculo que pudieron ver los
madrileos aquella maana fue algo grandioso, de los que no se
olvidan jams... "La gente abandona los refugios, se lanza a la
calle y, sin acordarse del peligro de las bombas, aquel pueblo que
haba estado sufriendo da tras da, sin poderse defender, los
terribles bombardeos enemigos, presencia con emocin inenarrable la
primera batalla area en defensa de su ciudad. "Entre las acrobacias
de los combates y el ruido de las rfagas de las ametralladoras, los
madrileos vieron cmo los aviones republicanos derribaban, uno tras
otro, nueve aviones enemigos, mientras el resto de las escuadrillas
fascistas salan huyendo, cada uno por su lado, perseguidos por los
cazas de la Repblica. "Los madrileos, locos de alegra, con lgrimas
en los ojos, daban vivas a la aviacin republicana. Y lo que
verdaderamente me sorprendi, pues crea que habamos guardado muy
bien el secreto de la llegada de aviones soviticos, fue que tambin
vitoreaban a la Unin Sovitica con un entusiasmo y un jbilo
imposibles de describir. "Desde aquel da y durante cierto tiempo
cambi la correlacin de fuerzas en el aire...".
A lo largo de todos los meses de la encarnizada batalla por
Madrid, casi cada da y, con frecuencia, varias veces al da se
libraron combates en el cielo, que no cesaban incluso cuando en la
tierra se produca una breve pausa en las hostilidades.
El agregado militar de la URSS en Madrid, V. Grev, dijo acerca
de los voluntarios soviticos: "Es imposible describir el herosmo de
los aviadores, que entraban en combate con fuerzas enemigas
superiores en nmero, perdan hombres y aparatos y entablaban los
combates siguientes con un herosmo y una tenacidad mayores an... La
aviacin de caza, a pesar de que ceda en nmero a la del enemigo,
supo proteger la ciudad".
Los lmites de un artculo impiden recordar aqu los nombres de
todos los voluntarios soviticos hroes de estos combates areos y
mencionar personalmente a los ingenieros, peritos y obreros que
montaron en plazos brevsimos los aviones llegados de la Unin
Sovitica y aseguraron su constante preparacin para lanzarse al
combate. De los 160 aviadores que participaron en la defensa de
Madrid citaremos solamente a los altos mandos de aviacin y a los
jefes de unidades: Ya. Smushkvich (Douglas), consejero principal de
aviacin; P. Pumpur, consejero del grupo de cazas; S. Densov, P.
Rychagov, S. Trjov y K. Kolsnikov, jefes de escuadrilla; N. Balnov,
V. Bocharov, G. Zajrov, L Kopts, 1. Lakiev y S. Chernij, jefes de
patrulla.
A comienzos de noviembre entraron en accin los bombarderos
rpidos (BR) soviticos, que eran entonces los ms modernos y
perfectos en su clase. Los BR, que superaban en velocidad a todos
los aviones de caza fascistas, podan cumplir misiones de combate
sin proteccin de los cazas. Bajo la direccin general de A.
Zlatotsvtov, las escuadrillas de I. Proskrov, V. Jolzunov y E.
Shajt bombardearon aerdromos y objetivos estratgicos de los
fascistas tanto en la profunda retaguardia en las provincias de
Burgos, Salamanca, Sevilla, Cdiz, etc. como en la zona del
frente.
Una tercera variedad de la aviacin republicana la constitua el
grupo de aviones de asalto (SSS), que mandaba K. Gsev.
En la batalla area por Madrid, los aviadores voluntarios
soviticos perdieron a 21 camaradas, entre los que figuraban V.
Bocharov, P. Gibelli, K. Kovtun, S. Trjov e I. Jovanski,
galardonados con el ttulo de Hroe de la Unin Sovitica.
Las prdidas de los intervencionistas fueron incomparablemente
mayores. En noviembre y diciembre, los pilotos republicanos
derribaron 70 aviones fascistas. Pero el balance principal de la
batalla area por Madrid consisti en que se puso fin al dominio de
la aviacin talo-alemana en el cielo de Madrid. Con ello se frustr
el plan de la estrategia fascista: tomar la capital sobre la
marcha, empleando la tctica de "la aviacin barre todos los
obstculos y la infantera ocupa el territorio ya limpio". A los
piratas areos fascistas slo les quedaba descargar su clera en
vuelos nocturnos, destruyendo las barriadas de vivienda de la
ciudad y matando a la poblacin civil, a las mujeres y a los
nios.
Todas las tentativas de los generales fascistas de irrumpir en
las calles de Madrid fueron rechazadas enrgicamente por sus
defensores. Franco se vio obligado a renunciar al asalto frontal de
la ciudad e intent tomarla con una maniobra envolvente. Despus de
completar sus tropas y recibir abundantes refuerzos de los
intervencionistas, emprendi la ofensiva al Noroeste de la capital
(en enero de 1937); despus, al Sudeste, en el ro Jarama (en
febrero) y, por ltimo, al Nordeste, a lo largo de la carretera
ZaragozaGuadalajaraMadrid (en marzo). Mas tambin estas tres campaas
fracasaron.
Resultaron vanas las esperanzas del mando fascista de que los
defensores de la Repblica tendran menos capacidad combativa y
firmeza en campo abierto, que tras los muros de Madrid. A comienzos
de 1937, a diferencia de septiembre y octubre de 1936, los
fascistas no encontraron en su camino destacamentos inconexos de
las Milicias Populares, sino brigadas y divisiones regulares de las
tropas leales, subordinadas a un mando nico, apoyadas en el combate
por los tanques y la artillera y protegidas desde el aire por la
aviacin, que los patriotas espaoles denominaban con orgullo "La
Gloriosa".
Durante la batalla de febrero de 1937 en el Jarama, en el aire
se registraron grandes batallas, en las que participaron
simultneamente hasta ochenta aviones. Pero el cielo quedaba siempre
en poder de la aviacin republicana. El general Vicente Rojo,
entonces jefe del Estado Mayor del Frente de Madrid, habla en su
libro "Espaa heroica" del comportamiento de los aviadores en el
sector del Jarama: "La aviacin colabor con las tropas de tierra de
manera que en algunos momentos fue decisiva... El coraje que ponan
nuestros aviadores en atacar y derribar aviones enemigos produca en
tierra un saludable efecto de emulacin. Los servicios dados por los
aviadores superaban todos los clculos; piloto hubo que
realiz en una sola jornada siete servicios, todos con combate,
pues las circunstancias en que se luchaba exigan una verdadera
congestin de trabajo y de esfuerzo". Al citar estas palabras de
Vicente Rojo, Hidalgo de Cisneros seala en sus Memorias: "Debo ser
justo y dejar bien sentado que, por entonces, en la aviacin
republicana estaban en mayora los pilotos soviticos".
Los fascistas sintieron ms an en su propia pelleja la fuerza de
la aviacin republicana en el sector de Guadalajara, donde a
comienzos de marzo, slo ocho das despus de la batalla del Jarama,
50.000 italianos del cuerpo expedicionario pasaron sbitamente a la
ofensiva en direccin a Madrid y rompieron la lnea de las tropas
gubernamentales, dbilmente fortificada.
El mando republicano lanz toda la aviacin disponible contra las
columnas motorizadas de los intervencionistas, que se extenda por
la carretera una decena de kilmetros. Bajo los golpes que se les
asest desde el aire, fuerzas considerables del enemigo fueron
dispersadas o desmoralizadas antes ya de llegar al campo de
batalla. Las unidades de reserva del Frente del Centro pararon a
las vanguardias del cuerpo expedicionario italiano, que haban
avanzado treinta kilmetros. Despus, el contraataque de la infantera
y los tanques republicanos hicieron huir a los camisas negras.
La revista militar francesa Revue de 1'Arme de l'Air dijo :cerca
de esta derrota de los agresores italianos: "Mas indiscutible
parece la maestra misma de las unidades aeronuticas gubernamentales
que han participado en esta batalla. Sus escuadrillas han mostrado
que tienen capacidad de maniobra, son mandadas con energa y estn
bien entrenadas para los ataques en vuelo rasante. El mando de la
aviacin ha aprovechado magnficamente la imprudencia increble de los
Estados Mayores fascistas, acostumbrados a combatir en Abisinia
contra un adversario totalmente privado de aviacin".
Para completar el cuadro es preciso agregar que el mal tiempo en
la zona de Guadalajara (lluvia, aguanieve y nubes bajas) era tan
inadecuado para aplicarle el concepto de "favorable para volar" que
la aviacin agregada al cuerpo italiano (cerca de cien aviones) no
se atrevi aquellos das a despegar.
La maestra tctica del mando de la aviacin republicana y de los
voluntarios soviticos se patentiz tambin con toda brillantez en la
operacin de Zaragoza, en el Frente de Aragn, durante el verano y el
otoo de 1937. Un relevante episodio, que tuvo gran repercusin en la
prensa militar internacional de aquellos aos, fue el ataque de los
cazas a una base de aviacin fascista. Al amanecer del 25 de
septiembre, la escuadrilla de A. Serov, apoyada por las
escuadrillas de A. Gsev y G. Plschenko, bajo el mando general de I.
Erimenko, atac el aerdromo de Garrapinillos, cerca de Zaragoza, en
el que haba ms de sesenta aviones. El golpe fue sbito. Ni un solo
avin fascista logr despegar. Las bateras antiareas fueron reducidas
por el fuego de los cazas. Hicieron explosin ocho bombarderos
cargados de bombas. Casi todos los aviones enemigos ardieron
tocados por balas incendiarias.
Despus de las prdidas sufridas en el Jarama y en Guadalajara,
los
intervencionistas italo-alemanes aumentaron el volumen de los
suministros de material a los rebeldes, sobre todo de aviones y
artillera antiarea. Al mismo tiempo, llegaron a Espaa nuevas
unidades de la aviacin regular italiana y de la "Legin Cndor"
alemana. "Mussolini e Hitler han enviado a Espaa no slo materiales
de aviacin o de artillera antiarea para armar las unidades
espaolas, sino formaciones constituidas", afirm la revista francesa
Revue militaire gnrale.
Simultneamente aumentaron en grado considerable los obstculos
con que tropezaba el suministro de armamento sovitico. Varios
transportes de la Unin Sovitica con armas, aviones y tanques fueron
hundidos por submarinos italianos.
Los intervencionistas trataron de superar a la aviacin
republicana tambin en el aspecto tcnico, A mediados de 1937
aparecieron en Espaa modernsimos aviones alemanes, el caza
"Messerschmitt-109" y el bombardero "Heinkel-111", y el bombardero
italiano "Savoia-79". En algunos aspectos no eran inferiores a los
aviones soviticos e incluso los aventajaban. En estas condiciones,
durante el segundo y el tercer ao de guerra se manifestaron en
primer plano, con mayor brillantez an, las cualidades personales de
los voluntarios soviticos y de todos los aviadores republicanos,
cualidades que los fascistas jams pudieron superar.
Los especialistas militares extranjeros destacaron que la
aviacin republicana posea un factor que equilibraba la desigualdad
numrica e incluso tcnica en aviones: su elevada moral. El general
francs Armengaud dijo despus de visitar los frentes de guerra en
Espaa: "Suele ocurrir que una sola escuadrilla de `Moscas' obligue
a tres escuadrillas de `Fiat' a abstenerse de atacar... Los
`Moscas' inspiran temor a sus adversarios tanto por su velocidad
como por el arrojo de los pilotos que los utilizan... Los `Chatos'
han abatido `Messerschmitt' alemanes: tan grande es la confianza de
los pilotos republicanos en la maniobrabilidad de su aparato".
La audacia y valenta de los defensores de la Repblica, ya fuesen
voluntarios soviticos, aviadores espaoles o amigos internacionales,
tenan su origen en el convencimiento de que luchaban por una causa
justa. El combate contra fuerzas enemigas superiores en nmero no
fue una excepcin para los voluntarios soviticos ni para toda la
aviacin republicana, sino una regla a todo lo largo de la guerra.
Con una particularidad: los fascistas sufrieron casi siempre
prdidas mayores que los republicanos. Citaremos slo dos
ejemplos.
Todo Madrid observ el 18 de julio de 1937 cmo atacaron 20 cazas
republicanos a 40 "Fiat" que aparecieron sobre la Ciudad
Universitaria en lo ms lgido de la batalla de Brunete. Se entabl un
combate, en el que intervinieron tambin ocho "Messerschmitt". El
enemigo perdi seis aviones, en tanto que todos los aparatos
soviticos regresaron indemnes a su aerdromo.
Un ao despus, en agosto de 1938 y en los meses posteriores,
durante la batalla en la orilla derecha del Ebro la ms importante
librada en los dos primeros aos de guerra, los pilotos republicanos
sostuvieron victoriosamente combates areos con fuerzas enemigas
superiores. He aqu unas cuantas cifras: el 14 de agosto, los
republicanos derribaron 19 aviones fascistas y perdieron uno; el 24
de agosto
abatieron sieteaviones y perdieron dos. Un despacho de la
Agencia Havas (francesa) informaba el 29 de agosto que los pilotos
republicanos haban derribado en 25 das de combates en el Ebro 93
aviones enemigos, perdiendo 15 propios. Estos datos reflejaban
fielmente la superioridad de los aviadores republicanos sobre los
mercenarios fascistas. Importa sealar que cuando se libr la batalla
del Ebro haba sido renovado por completo el contingente de
voluntarios soviticos; sin embargo, los nuevos pilotos de las
escuadrillas de P. Korobkov, S. Gritsevts y N. Guersimov pelearon
con la misma valenta y abnegacin que los primeros defensores del
cielo de Madrid.
Para aquel entonces, la mayora de los pilotos de la Repblica
eran jvenes patriotas espaoles al mando de los jefes de escuadrilla
Arias, Bravo, Morquillas, Pereira, Zarauza y otros, instruidos en
las escuelas de aviacin soviticas y templados en los combates ala a
ala con los amigos soviticos.
Pero ni la gran maestra combativa, ni la valenta e intrepidez de
los pilotos republicanos ni sus victorias tcticas en las batallas
areas pudieron mantener el dominio de la aviacin republicana en el
aire. Ya en la operacin de Teruel (diciembre de 1937febrero de
1938), los intervencionistas y los rebeldes dispusieron de cinco a
seis veces ms aviones que los republicanos. Esta desproporcin
aument en el transcurso de 1938. Al proteger a sus bombarderos o
rechazar las incursiones de los fascistas, los pilotos republicanos
asestaron sensibles golpes a los "Fiat", "Messerschmitt" y
"Heinkel", pero no pudieron limpiar de ellos por completo el cielo:
les faltaban aviones. Y entretanto, los aviones procedentes de la
Unin Sovitica, embalados en cajones, se cubran de polvo en
cualquier puerto o depsito ferroviario de Francia en nombre de la
"no intervencin"!
Al comenzar la guerra, en el ejrcito republicano no existan,
prcticamente, unidades de tanques. El primer grado de tanquistas
soviticos lleg a Espaa al mismo tiempo que los tanques T-26,
adquiridos por el Gobierno republicano en la URSS, y constaba de 80
voluntarios encabezados por S. Krivoshin. Su primera misin consisti
en preparar cuadros espaoles para formar unidades de tanques
republicanas. Con este fin, el Ministerio de Guerra organiz en
Archena un centro de instruccin mandado por el coronel Paredes. Sin
embargo, la situacin en el frente exigi que los tanques entraran en
combate y los voluntarios soviticos participaran en la batalla por
Madrid antes de que estuviesen preparadas las tripulaciones
espaolas de los tanques.
El primer combate se libr en los accesos meridionales de Madrid,
en el sector de Cecea, el 29 de octubre de 1936. En l, los
tanquistas de la compaa mandada por el capitn Paul Armand (15
carros, tripulados por 34 soviticos y 11 espaoles) revelaron
valenta excepcional, causaron grandes prdidas al enemigo y
frustraron su ofensiva en dicho sector. Desde aquel da, los
tanquistas soviticos y espaoles que tripulaban los T-26 no
abandonaron ni una sola hora la lnea del frente durante las varias
semanas en que se decidi la suerte de la capital. Fueron la nica
fuerza mvil de choque dispuesta en todo momento, cumpliendo las
rdenes del mando del Frente de Madrid, a atacar al enemigo en el
sector amenazado del frente y apoyar a la infantera. Dolores
Ibrruri recuerda: "Luchaban los tanquistas todo el da, la mayor
parte del tiempo sin apoyo de la infantera.., sorprendiendo al
enemigo, destruyendo sus bateras, sembrando el pnico en sus filas.
Actuaban
limpiando los accesos de la ciudad, de la maana a la tarde.
Volvan al anochecer. Por la noche arreglaban los tanques y contra
toda norma tcnica y humana, ya que la resistencia de los hombres y
del material tiene un lmite, volvan al combate a la maana
siguiente. Muchos de estos hroes eran tanquistas soviticos..."
La intensa participacin en los combates dio lugar a que a fines
de noviembre de 1936 estuvieran averiados una gran parte de los
tanques y requiriesen serias reparaciones. Haban muerto en combate
N. Selitski, S. Bystrov, D. Mzylev y P. Kuprinov, y a consecuencia
de las heridas recibidas, S.Osadchi. Cayeron tambin, peleando en la
retaguardia del enemigo, A. Klmov, I. Lbach y el mecnicoconductor
P. Miklich. Muchos tanquistas resultaron heridos.
Las bajas sufridas en los combates fueron repuestas a fines de
noviembre de 1936 con el segundo grupo de tanquistas voluntarios.
El Gobierno espaol nombr a su dirigente, D. Pvlov, jefe de la la
brigada de tanques. Fue equipada con carros T-26 y, en lo sucesivo,
completada con otros de esta clase adquiridos en la Unin Sovitica.
Con carros de otro tipo los rpidos BT, llegados a Espaa en el
verano de 1937 se form un regimiento internacional de tanques al
mando de S. Kondrtiev.
Los tanquistas voluntarios soviticos tomaron parte en todas las
grandes batallas libradas desde el otoo de 1936 hasta la primavera
de 1938. Sin el apoyo de los tanques era inconcebible ni un sola
operacin ofensiva o defensiva de las tropas republicanas. La Unin
Sovitica proporcion a la Repblica los tanques armados de can que
utilizaba entonces el Ejrcito Rojo y que eran los mejores en
aquellos tiempos. Las calidades tcticas y tcnicas de estos carros
de combate siguieron siendo insuperables hasta el final mismo de la
guerra en Espaa. La Revue militaire gnrale francesa corrobor en
1938 "el fracaso de los carros alemanes e italianos empleados en
Espaa". A esta misma conclusin llegaron tambin especialistas
militares de otros pases.
Los tanques republicanos tuvieron que hacer frente, sobre todo
en las operaciones ofensivas, a un enemigo serio: no a los tanques
de los facciosos, sino a su artillera, que los intervencionistas
suministraban en abundancia al general Franco. Pero en la defensa
activa, en los contraataques, los tanques republicanos asestaban al
enemigo golpes demoledores. As ocurri, por ejemplo, en enero de
1937 al Noroeste de Madrid y, especialmente, en las tres semanas
que dur la sangrienta batalla del Jarama, en la que, como dice el
general Vicente Rojo, los tanques jugaron especialmente un papel
extraordinariamente til. Bajo el mando de M. Petrov e 1. Urban,
jefes de batalln, y de G. Sklezniov, D. Pogodin y V. Barnov, jefes
de compaa, los tanquistas salvaron all la situacin ms de una vez, y
rechazando y aniquilando a los grupos de moros y legionarios que
pugnaban por cortar la carretera de Madrid a Valencia.
Los voluntarios soviticos y sus compaeros de armas espaoles
emplearon con xito la experiencia adquirida en estos combates en
las batallas de Guadalajara y de Brunete, as como en todas las
operaciones posteriores. Al recibirse las primeras noticias de la
ofensiva de los intervencionistas en la direccin de Guadalajara, se
envi all una compaa de siete tanques, con la misin de cerrar el
paso a la vanguardia motorizada del cuerpo italiano. La atac con
audacia y durante todo el 8
de marzo de 1937, junto con un batalln de infantera, contuvo el
avance del enemigo. Ms tarde, cuando llegaron reservas del Frente
del Centro, toda la brigada de tanques al mando de D. Pvlov
particip en la victoriosa contraofensiva de las tropas republicanas
contra los fascistas italianos, abriendo paso a la infantera. En la
ofensiva de Brunete, los tanquistas, sufriendo grandes prdidas,
atacaron los nudos fortificados de la defensa fascista Quijorna,
Villanueva y Los Llanos, con lo que ayudaron a las brigadas de
asalto republicanas a tomarlos y a defender despus las posiciones
conquistadas.
Citaremos algunos de los numerosos ejemplos de elevado espritu
combativo de los voluntarios soviticos. En el Jarama, el jefe de
tanque Vasili Nvikov rechaz al enemigo durante todo un da en un
carro averiado por un proyectil entre las posiciones republicanas y
las fascistas. El y el mecnico-conductor estaban heridos. El
tirador haba muerto. Pese a ello, Nvikov no abandon el tanque hasta
que, al hacerse de noche, no lleg ayuda y el carro fue remolcado a
una zona fuera de peligro. En el hospital se descubri que Nvikov
tena trece heridas.
Idntica firmeza revel P. Tsaplin, jefe de una compaa de
blindados, durante un combate librado junto a Teruel en enero de
1937. Herido, y con el tanque averiado, dispar contra el enemigo
durante ocho horas y luego se abri paso hasta el dispositivo de su
unidad. En aquel mismo combate, el jefe de tanque K. Bilibin salt a
tierra bajo el fuego enemigo de artillera y ametralladora, repar
una oruga estropeada y condujo de nuevo el tanque al ataque. Ms
tarde, en el Jarama, muri al salvar a los tripulantes de un tanque
averiado.
Los tanquistas soviticos y espaoles no cedan unos a otros en
herosmo. Cerca de Guadalajara, la seccin de tanques de Ernesto
Ferrero ametrall desde una emboscada cerca de veinte "Ansaldo"
italianos y una columna de camiones con infantera. All tambin, el
voluntario A. Abramvich y su seccin condujeron al ataque a una
compaa de infantera republicana y capturaron cuatro piezas de
artillera, ametralladoras y numerosos fusiles. Abramvich pereci el
10 de julio durante un ataque en Brunete. En un combate en
Majadahonda (al Noroeste de Madrid), G. Sklezniov, jefe de una
compaa de blindados, se acerc a rastras a un tanque en llamas
abandonado por sus tripulantes heridos y lo puso a salvo del fuego
enemigo. En febrero de 1937 contraatac con su compaa a los moros,
que se haban abierto paso hacia el Puente Pindoque, en el Jarama, y
los rechaz. Al da siguiente muri durante un segundo contraataque.
La hazaa de Sklezniov fue repetida por el suboficial Vktor Nvikov.
El 13 de octubre de 1937, durante un combate ofensivo en Fuentes de
Ebro que fue para los tanquistas el ms duro y sangriento de toda la
guerra, Vktor Nvikov result herido y recibi graves quemaduras, pese
a lo cual sac del combate su tanque en llamas. Otros muchos
tanquistas voluntarios soviticos, espaoles y combatientes de las
brigadas internacionales dieron aquel da pruebas de excepcional
valor y estoicismo. Los jefes de tanque S. Laputin y P. Seminov,
cercados por el enemigo, dispararon hasta el ltimo proyectil y el
ltimo cartucho y lograron llevar a los combatientes heridos de sus
tripulaciones hasta las posiciones republicanas. Los tanquistas
soviticos perdieron en Fuentes de Ebro a 16 de sus camaradas.
La preparacin de tanquistas espaoles en el centro de instruccin
de Archena, bajo la direccin de instructores soviticos, continu con
todo xito. Y en el otoo de 1937, todas las tripulaciones de los
tanques T-26 (y en el verano de 1938, todas
las de los BT) estaban formadas por soldados y oficiales
espaoles. Slo unos cuantos tanquistas soviticos siguieron en Espaa,
desempeando hasta el fin de la guerra funciones de instructores y
consejeros en las brigadas de blindados.
La Marina de Guerra espaola ocupaba un lugar importante en los
planes de los sublevados fascistas. La inmensa mayora de sus
oficiales, que formaba en Espaa una casta singularmente
privilegiada y cerrada, estaban complicados en el complot contra la
Repblica. Pero al producirse la sublevacin, la conciencia poltica y
la vigilancia de los marinos y suboficiales permitieron reducir a
la impotencia a los conjurados. La mayora de los buques
permanecieron fieles a la Repblica, aunque quedaron privados de
casi toda la oficialidad. "La escuadra la mandan los cabos", se
deca entonces de la marina republicana.
Los marinos soviticos invitados por el Gobierno espaol como
consejeros (N. Kuznetsov, V. Alafzov, N. Basisti, N. Abrmov, N.
Pterski, S. Sapzhnikov, G. Zhkov y otros) centraron su atencin
principal en ayudar al mando republicano a asegurar la llegada de
cargas militares por va martima. De acuerdo con un plan exacto
confeccionado especialmente en cada caso concreto, los buques de
guerra reciban en alta mar, al salir de las aguas territoriales del
Norte de Africa, a los transportes procedentes de la Unin Sovitica
y los escoltaban hasta los puertos espaoles del Mediterrneo. Adems,
los consejeros ayudaron al mando de la flota y de algunos buques a
resolver otros problemas relacionados con las operaciones navales.
Un grupo de marinos soviticos A. Golovk, V. Drozd, S. Ramishvili y
otros trabaj en los Estados Mayores de la Marina de Guerra, en la
base naval de Cartagena. En los buques mismos actuaron I. Elisiev,
V. Bogdenko y otros especialistas.
Algunos marinos voluntarios fueron nombrados capitanes de
submarinos y lanchas torpederas. 1. Burmstrov, I. Grachov, N.
Eguipko, V. Egrov, G. Kuzmn y S. Lisin mandaron en distinto tiempo
submarinos; A. Batrakov, V. Lijolitov, S. Osipov y otros, lanchas
torpederas, cuyas tripulaciones estaban formadas en su mayora por
voluntarios soviticos, debido a la falta en Espaa de personal
preparado.
1. Burmstrov y N. Eguipko se cubrieron de gloria por la
dificilsima travesa de sus submarinos desde Francia, donde estaban
en reparacin, hasta Cartagena a lo largo de la costa atlntica de la
Pennsula Ibrica y a travs del Estrecho de Gibraltar, es decir, por
una ruta que los fascistas controlaban en casi toda su
extensin.
Los consejeros soviticos de las distintas armas hicieron una
aportacin sustancial a la defensa de la Repblica y a la organizacin
del ejrcito republicano. En contra de lo que decan los infundios de
la propaganda hostil a la Repblica espaola, los consejeros no
desempearon ni podan desempear en el ejrcito republicano ningn
papel dominante. Observaron estrictamente a todos los niveles el
principio de "ayudar, pero no mandar" y se atuvieron con la misma
consecuencia a las reglas de la colaboracin eficiente con todos los
oficiales republicanos, independientemente del partido a que
perteneciesen.
Basndose en su experiencia y en la confianza que tenan en la
Unin Sovitica los
oficiales fieles a la Repblica, los consejeros contribuyeron a
mejorar la organizacin del ejrcito, los mtodos de direccin de las
tropas y la elaboracin de los planes de operaciones en los frentes.
Bajo la influencia de los consejeros, en cierto grado, se cambi la
tctica de defensa pasiva de los primeros meses de guerra por la
tctica de defensa activa, de aprovechamiento de todos los medios y
posibilidades para asestar golpes a los facciosos y los
intervencionistas. Los consejeros ayudaron al mando espaol y a los
Estados Mayores a emplear con acierto el nuevo material de guerra
sovitico. Prestaron ayuda a los Estados Mayores al confeccionar los
reglamentos, disposiciones y ordenanzas de la instruccin de las
tropas y del uso de distintos tipos de armas.
El Gobierno de la URSS recomend como consejeros a expertos jefes
militares. Desempearon sucesivamente el cargo de consejero
principal Ya. Berzin (19361937), G. Shtern (1937-1938) y K. Kachnov
(1938-1939).
Diversos especialistas militares soviticos trabajaron como
consejeros en el aparato central de las Fuerzas Armadas de la
Repblica: P. Ivanov, K. Meretskov, B. Smonov y V. Butyrski (en el
Estado Mayor Central); I. Nesterenko y D. Kolsnikov (en el
Comisariado General de Guerra); A. Berglts, Ya. Smushkvich, I.
Gltsev, V. Lopatin, E. Ptujin, A. Agaltsov, A. Andriev, F.
Arzhanujin, A. Sharpov, V. Kotrov, A. Repin, Z. Yoffe e I. Prchek
(en el Estado Mayor de aviacin); N. Vronov, M. Klich, Y. Goffe y M.
Dmtriev (en el Estado Mayor de artillera); Ya. Tykin y N. Nagorni
(en el Estado Mayor de la defensa contra aeronaves), y los mdicos
I. Kliuss, R. Rougauz y A. Veliki (en la Direccin de Sanidad
Militar).
En los Estados Mayores y el mando de los frentes actuaron como
consejeros: R. Malinovski, M. Shumlov, P.Btov, I. Kulik, I. Maxmov,
A. Mokrosov, I. Chsov, V. Yushkvich, N. Ivanov, P. Vechni, V.
Kolpakch, V. Kumeln, V. Frolov, D. Kovaliov, P. Liapin, E. Toikko y
M. Nedelin.
Los consejeros adjuntos al mando de los cuerpos de ejrcito,
divisiones y brigadas (N. Biriukov, N. Liaschenko, V. Mslov, P.
Nvikov, A. Pomshnikov, E. Trotsenko, M. Jvtov (Jrchenko), S.
Churlov y otros), as como los instructores soviticos voluntarios qu
actuaron bajo su direccin, ayudaron a los oficiales y soldados
espaoles y de las brigadas internacionales a dominar el manejo de
las armas soviticas y a preparar en el aspecto tctico a las
unidades para las distintas formas de combate.
En los perodos de tregua entre las grandes operaciones, todo el
ejrcito republicano se transformaba en una escuela inmensa:
estudiaban los oficiales y los soldados. Haba gran escasez de
instructores. En las brigadas eran contados los oficiales espaoles
que tenan instruccin militar. Por eso, el mando republicano acept
con gratitud la ayuda de los consejeros e instructores
soviticos.
Las dificultades originadas por su desconocimiento del espaol
fueron superadas con la ayuda de intrpretes, en su mayora educandos
de los centros de enseanza superior de Mosc y Leningrado. Todos
ellos marcharon voluntarios a Espaa y cumplieron valientemente con
su deber.
En la primera lnea, bajo el fuego del enemigo, cumplieron tambin
abnegadamente su misin los instructores de ametralladoras y
artillera: A. Rodmtsev, N. Griev, D. Tsiurupa, 1. Tatrinov, Ya.
Ischenko, Ya. Izvkov, I. Seminov, V. Podgoretski, N. Boiko, N.
Pidorenko, M. Pliujin, N. Liaschenko, P. Nvikov y otros. Los
consejeros e instructores de los destacamentos guerrilleros (J.
Mamsrov, I. Strinov, A. Sproguis, V. Troin, K. Orlovski y otros)
hicieron frecuentes exploraciones en la retaguardia del enemigo,
cumpliendo importantes misiones del mando y dando ejemplo de
audacia, ingeniosidad y valenta.
Entre los cados en los combates en tierra espaola figuran los
instructores N. Boiko, V. Dmtriev y V. Tsvetkov, as como los
consejeros V. Busjn, I. Pidgola, I. Skalko y A. Fomn.
Un grupo de ingenieros y obreros soviticos prest ayuda a la
Repblica en la organizacin de la industria de guerra. En Madrid,
Valencia, Barcelona, Sagunto, Murcia, Cartagena y Sabadell se
organiz la produccin de armas de infantera, artillera y municin, la
reparacin fabril de tanques y aviones y la fabricacin de autos
blindados e, incluso, aunque en pequeas proporciones, de aviones de
caza. La Unin Sovitica facilit la documentacin tcnica necesaria
para ello.
A medida que los jefes y los Estados Mayores espaoles fueron
adquiriendo experiencia de organizacin, operativa y tctica, el
Gobierno sovitico retir paulatinamente a los consejeros e
instructores.
Los pilotos y otros especialistas voluntarios salieron de Espaa
en septiembre y octubre de 1938 despus de la decisin del Gobierno
republicano de retirar del frente a los extranjeros. En febrero de
1939 slo quedaba all un pequeo grupo treinta hombres de consejeros
y personal auxiliar, que despus del golpe capitulador del coronel
Segismundo Casado abandon tambin Espaa. En su tierra quedaron para
siempre 165 voluntarios soviticos. Uno de cada seis tanquistas y
aviadores voluntarios no regres a la Patria.
Los patriotas y demcratas espaoles han valorado as en la
"Historia del Partido Comunista de Espaa" la hazaa de los
voluntarios soviticos: "En la gran ayuda moral y material del pas
del socialismo a nuestro pueblo destaca con inmarcesible y
emocionante recuerdo la de los heroicos voluntarios soviticos que
llegaron a Espaa para ensear a nuestros soldados y a los jvenes
comandantes de nuestro ejrcito popular el manejo del moderno
material de guerra y el arte militar contemporneo. Derrochando
modestia y valor, ellos mostraron cmo se deba combatir en el aire,
desde los tanques modernos y contra ellos. Los voluntarios
soviticos merecen ocupar un puesto de honor en la historia de
nuestra guerra".
En publicaciones occidentales se pueden encontrar cifras
fantsticamente exageradas sobre la participacin de los soviticos en
las operaciones militares en Espaa. La realidad es que durante toda
la guerra espaola combatieron y pelearon al lado de la Repblica
unos 3.000 voluntarios soviticos, de ellos, 772 aviadores, 351
tanquistas, 222 consejeros e instructores de diversas armas, 77
marinos de guerra, 100 artilleros, 52 militares de otras
especialidades, 130 obreros e
ingenieros de las fbricas de aviacin, 156 radiotelegrafistas y
otros trabajadores de transmisiones y 204 intrpretes. Con una
particularidad: en Espaa jams estuvieron al mismo tiempo ms de 600
u 800 soviticos. Tales fueron la "intervencin sovitica" y las
"divisiones soviticas" sobre las que tanto grit la propaganda
fascista y que utilizaron como pretexto los hipcritas
"apaciguadores" del fascismo en los medios gobernantes de Pars y
Londres para colocar al mismo nivel la ayuda del pueblo sovitico a
la Repblica espaola y la invasin masiva de Espaa, al lado de los
rebeldes, de centenares de miles de soldados y oficiales de los
ejrcitos regulares italiano y alemn.
El volumen global de los suministros de material de guerra
sovitico se ve expresado en las cifras siguientes: desde la Unin
Sovitica se envi al Gobierno espaol 806 aviones de combate
(principalmente cazas), 362 tanques, 120 autos blindados, 1.555
piezas de artillera, cerca de 500.000 fusiles, 340 lanzagranadas,
15.113 ametralladoras, ms de 110.000 bombas de aviacin, cerca de
3.400.000 proyectiles de artillera, 500.000 bombas de mano, 826
millones de cartuchos, 1.500 Tm de plvora, lanchas torpederas,
estaciones de reflectores para la defensa antiarea, camiones,
emisoras de radio, torpedos y combustible. No todos estos
pertrechos blicos llegaron a su lugar de destino, pues, como hemos
sealado ya, algunos buques soviticos y buques de otros pases
fletados al efecto fueron hundidos por los piratas italianos o
conducidos a puertos que se hallaban en poder de los facciosos.
Las cargas militares soviticas llegaban a Espaa por dos caminos:
por mar a los puertos espaoles del Mediterrneo y a travs de
Francia. Ambos caminos eran inseguros en extremo. El Gobierno
francs dejaba pasar por su territorio slo de cuando en cuando, y no
por completo, el material de guerra, que permaneca meses y meses en
Francia. Desde el otoo de 1937 hasta la primavera de 1938, la
frontera pirenaica estuvo cerrada hermticamente para el armamento
sovitico. La ltima gran remesa de material de guerra sovitico
enviada a Francia comenz a llegar a travs de la frontera
franco-espaola slo a fines de enero de 1939, cuando gran parte de
Catalua haba sido ocupada por los fascistas y no existan ya
aerdromos para el montaje de los aviones.
La lucha contra el fascismo en Espaa fue una lucha por la paz.
La derrota de la Repblica espaola, de la que son responsables en
mucho los "apaciguadores" del fascismo en los gobiernos de Pars,
Londres y Washington, abri el camino de la guerra. Tan slo seis
meses despus de caer la Repblica espaola, la Alemania fascista
desencaden la guerra mundial. Embriagado por sus fciles victorias
sobre Francia y otros pases capitalistas de Europa, Hitler agredi
prfidamente a la URSS en 1941. Todo el pueblo sovitico, encabezado
por el Partido Comunista, se alz a la lucha a muerte contra el
fascismo.
Ms de 700 republicanos espaoles que hallaron en la URSS su
segunda Patria, combatieron durante la Segunda Guerra Mundial junto
con los soviticos en los destacamentos guerrilleros y unidades
regulares del Ejrcito Sovitico (de ellos 140 eran aviadores). 200
antifascistas espaoles yacen en tierra sovitica.
En los combates en las afueras de Mosc, Stalingrado y Kursk, sin
precedente en la historia por la cantidad de hombres y material que
participaron en ellos, las Fuerzas
Armadas soviticas partieron el espinazo a la fiera fascista. "De
los 13.600.000 hombres a que llega el total de bajas de la Alemania
fascista, en el frente soviticoalemn perdi diez millones entre
muertos, heridos y prisioneros; tres cuartas partes de las prdidas
totales de la aviacin fascista y ms de la mitad de las prdidas de
las unidades de artillera y tanques corresponden tambin al frente
sovitico-alemn".
Despus de expulsar al enemigo de los lmites de la URSS, los
combatientes soviticos, cumpliendo con su deber internacionalista,
llevaron la libertad a los pueblos de Europa Oriental, Sudoriental
y Central.
Para los voluntarios soviticos del ejrcito republicano espaol,
la Gran Guerra Patria fue la continuacin de la lucha contra el
fascismo comenzada en la tierra y el cielo de Espaa.
Cualesquiera que fueran los puestos que ocupasen en esta guerra
jefes de frente o de batalln, todos llevaron al campo de batalla
contra los invasores hitlerianos la experiencia adquirida en Espaa,
el ferviente patriotismo, el internacionalismo y el odio al
fascismo.
La Espaa de