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JULIO VERNE
Algunos detalles sobre la navegacin area
Contiene: Algunos detalles sobre la navegacin area La
cuadragsima ascensin francesa al Mont Blanc
Algunos detalles sobre la navegacin area
1 TENTATIVAS PARA INVENTAR LA DIRECCIN DE LOS GLOBOS Casi desde
el principio de la aerostacin, Monge empez a ocuparse de ladireccin
de los globos. Propuso un sistema de veinticinco globitos
esfricos,unidos entre s como las cuentas de un collar, y formando
un conjunto flexible entodos sentidos, susceptible de desarrollarse
en lnea recta, de encorvarse como unarco en toda su longitud o slo
en una parte de ella, y de tomar, con estas formasrectilneas o
curvas, la posicin horizontal o diferentes grados de inclinacin.
Cadaglobo deba estar provisto de su barquilla y dirigido por uno o
dos aeronautas. Alsubir o al bajar, segn las rdenes trasmitidas por
el jefe de la expedicin merced aun sistema de seales, dichos globos
habran imitado el movimiento de la serpienteen el agua. Creemos
intil afirmar que este extrao proyecto no se puso siquiera
enejecucin. Meunier trat ms formalmente el problema de la direccin
de los globos. Eltrabajo matemtico que ejecut en 1784 sobre este
asunto es digno an hoy da demeditacin. Meunier quera emplear un
solo globo de forma esfrica y demedianas dimensiones, pero provisto
de una segunda cubierta envolvente,destinada a contener aire
comprimido. A este fin, dispona un tubo que haciacomunicar dicha
cubierta envolvente con una bomba impelente colocada en
labarquilla; al manejar esta bomba, penetraba entre ambas cubiertas
cierta cantidadde aire atmosfrico, cuya acumulacin aumentaba el
peso del conjunto, y facilitabaas el medio de descender cuando se
quisiese. Para volver a subir bastaba dar salidaal aire comprimido;
aligerbase el globo, y se remontaba a las capas superiores. Nose
necesitaban, pues, ni lastre ni vlvula, o mejor dicho los
navegantes tenansiempre el lastre a mano, puesto que el aire
atmosfrico haca sus veces. En cuanto a los medios de locomocin,
Meunier slo contaba con las corrientesatmosfricas, por creer que
colocndose en su direccin, se deba obtener unavelocidad
considerable. Pero para buscar dichas corrientes y colocarse en
ellas erapreciso un motor y un medio de direccin; Meunier pens que
no haba otro mejorque los brazos de los aeronautas. Como mecanismo
para utilizar esta fuerza,empleaba las alas de un molino de viento,
que multiplicaba alrededor del eje, a finde poder acortarlas sin
disminuir su superficie total; y daba a estas alas talinclinacin,
que al azotar el aire trasmitan al eje un impulso en
sentidolongitudinal, impulso que deba producir la progresin del
aerstato.
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El autor de este proyecto haba calculado que aun empleando todas
las fuerzas delos tripulantes, no se podra comunicar al globo sino
una velocidad de una leguapor hora. Esta velocidad bastaba, sin
embargo, para el objeto que se propona, esdecir, para encontrar la
corriente de aire propicia, a la que deba abandonar enseguida su
mquina. Tales son los principios en que Meunier crea que deba
basarse la prctica de lanavegacin area. Su proyecto de lastrar los
globos con aire comprimido merecasometerse a la experiencia; pero
claramente se ve que la direccin de los globos,ejecutada en tales
condiciones, respondera muy imperfectamente a las esperanzasque
pudieran formarse. Debamos atribuir al olvido de los principios
consignados por Meunier la tendenciaequivocada que desde entonces
se ha venido siguiendo en todos los experimentosencaminados a
perfeccionar la direccin de los globos. Separndose de estas sabiasy
prudentes premisas, queriendo luchar directamente contra las
corrientesatmosfricas, intentando construir, con mecanismos puestos
en accin por la fuerzadel hombre, diferentes aparatos destinados a
luchar contra la resistencia del aire,slo se han obtenido
resultados negativos y desfavorables como era fcil prever. En 1812,
un honrado relojero de Viena, llamado Jacob Deghen, hizo
unadesafortunada tentativa en Pars. Como regulaba la marcha del
tiempo, creypoder hacer lo mismo con la del aire. El sistema que
empleaba era una especie decombinacin de cometa y de globo. Difera
poco del que Blanchard haba probadoen Pars en 1780, y consista en
un plano inclinado, que se poda dirigir a derecha oizquierda por
medio de la presin de las manos o de los pies, ofreciendo
alareonauta un centro de accin y al aire resistencia. El grabado
que incluimosrepresenta los dispositivos del aparato que Deghen
haba construido para hacermover con las manos o los pies una
especie de alas que en su concepto debanimprimir al globo la
direccin que se quisiera. El experimento intentado en el Campo de
Marte frustr completamente lasesperanzas del relojero vienes, y el
pobre aeronauta fue apaleado por elpopulacho, que hizo pedazos su
aparato. En 1816, Pauli, de Ginebra, el inventor del fusil de
pistn, quiso fundar en Londrestransportes areos, para lo cual
construy un globo enorme en forma de ballena;pero no obtuvo ningn
resultado. En 1825, Edmund Genet, establecido en los Estados
Unidos, obtuvo permiso delgobierno americano para construir un
aerestato dirigible. La mquina descrita poreste inventor era de
forma ovoidea y prolongada en sentido horizontal, y tena
unalongitud de cincuenta pies, por cuarenta y seis de anchura y
cincuenta y cuatro dealtura. El medio mecnico de que pensaba
valerse el autor era un aparato movidopor caballos; embarcaba en el
globo las materias necesarias para producirhidrgeno. Debemos
mencionar tambin el proyecto de una mquina area dirigible,concebido
por Dupuis-Delcourt y Ragnier. Era un aerstato de forma
elipsoidal,que sostena una plataforma sobre la cual funcionaba un
rbol de transmisin conuna manivela. Extendase ste desde el centro
de la barquilla hasta la extremidad, yestaba provisto de una hlice
destinada a empujar el aparto horizontalmente. "Para obtener la
subida o la bajada; entre el aerstato y la barquilla,
decaDupuis-Delcourt, se prepara un bastidor cubierto de una tela
resistente y bienestirada. Si el aeronauta quiere elevarse, baja la
parte posterior del bastidor, y lacolumna de aire, deslizndose por
debajo de l, hace subir la mquina. Si quiere
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descender, baja el bastidor por delante, y deslizndose el aire
por la parte superior,obliga al aparato a bajar." Este mecanismo
estaba muy lejos de proporcionar la solucin del problema. Tal
vezsera posible dirigir el globo en una atmsfera enteramente
tranquila y cerca de lasuperficie de la tierra; pero no sucedera lo
mismo en una atmsfera agitada. No llegaron a ponerse en ejecucin
los diferentes proyectos que quedanenumerados; pero puede juzgarse
de la suerte reservada a tales quimeras, si sehubiesen querido
llevar al terreno de la prctica, en vista de la amarga decepcinque
sufri Lenoux el 17 de agosto de 1834, con su barco areo el guila.
Lenoux era un antiguo coronel de infantera que haba invertido toda
su fortuna, esdecir, unos cien mil francos, en la construccin de un
globo dirigible. Tena dichoglobo 50 metros de longitud por 20 de
altura, y llevaba una barquilla de 20 metrosde largo, que poda
contener diez y siete personas, y estaba provista de timn,remos
giratorios, etc. "El globo est hecho con una tela preparada de tal
modo,deca el programa, que puede conservar el gas por espacio de
quince das." Peroah! se pasaron todos los trabajos imaginables para
trasladar al Campo de Marte ladesdichada mquina que apenas poda
sostenerse. No fue posible remontarla, y elpueblo la hizo pedazos.
A la lista de los aeronautas que han intentado construir globos
dirigibles podemosaadir, para llegar hasta nuestros das, el nombre
de Delamarne. Esteexperimentador intent en 1866 lanzar un globo de
hidrgeno, movido por remosen forma de hlice. Haba anunciado que
describira un crculo en el aire, merced asu mecanismo, pero el
resultado no correspondi a sus promesas. El globo subioscilando, e
inclinado sobre s mismo, probando as que obedeca bastante mal a
laaccin de la hlice que deba imprimirle la direccin. El mismo
aeronauta repiti este experimento poco tiempo despus en laexplanada
de los Invlidos, en presencia del Emperador, pero al empezar
losmovimientos preliminares de la subida, la hlice se enganch en la
tela del globo yla rasg de arriba abajo. Tan triste fin tuvo la
tentativa de direccin ms reciente deque tenemos noticia. No se han
limitado a las que dejamos aqu consignadas las tentativas para
dirigirlos globos, o viajar por las regiones atmosfricas, antes
bien han sido asaznumerosas; algunas de ellas tan descabelladas
como la que se propona alcanzar talobjeto por medio de un sistema
de vejigas llenas de hidrgeno, segn puede verseen el grabado que se
acompaa. Las combinaciones de remos, velas, hlices y
otrosmecanismos aplicados a los globos han sido asimismo tantas,
que renunciamos a sudescripcin, por no fatigar al lector, aun
cuando para que ste pueda formarse unaidea de algunas de ellas, las
representamos en los grabados que encontrar enestas pginas. La
ltima tentativa que ms sensacin produjo por lo vasto de la empresa
as comopor los medios empleados fue la de Nadar, cuyo nombre alcanz
cierta celebridadno hace muchos aos. A este aeronauta no se le
ocurri nada mejor que suprimirtodos los mecanismos utilizados hasta
entonces, es decir, sustituirlos por una hlicedispuesta de modo que
el aparato pudiera elevarse y dirigirse por el aire, sinningn otro
medio para mantenerse en equilibrio. Esta idea, debida a Pontn de
Amecourt y Laudelle, se basaba en que as como lahlice era un
magnifico instrumento de propulsin en el agua, deba serlo tambinen
el aire, y para demostrarlo form Nadar una especie de asociacin
publicandoadems un manifiesto en los peridicos.
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Acogise con aplauso una tentativa tan digna de inters, pero a
los dos meses viotodo el mundo con sorpresa, que los globos, tan
vilipendiados y escarnecidos porNadar, deban servirle precisamente
de escala para alcanzar el objeto que sepropona; en una palabra, el
antiguo fotgrafo anunci que iba a verificarascensiones pblicas en
un aerstato ordinario en el Campo de Marte. Nadar explic esta
anomala diciendo que para construir su barco areo de hlice,le era
preciso el nervio de la guerra, que es tambin el nervio de los
globos: enconclusin, necesitaba dinero, y que como no poda
constituirse de un da para otrouna compaa de accionistas que
facilitara los fondos para tal empresa, debaefectuar ascensiones
pblicas para proporcionrselos. En consecuencia procedi lentamente a
la construccin del Gigante, inmensoglobo digno de su nombre, que
cost por suscripcin la cantidad de 60,000 francos,importe de 7,000
metros de seda que entraron en su confeccin, ms 9,000 quehubieron
de pagarse a Louis Godard por dirigirla y por el valor de los
diferentesaccesorios. El Gigante cubicaba 6,000 metros y tena 40 de
altura. La barquilla, colocada bajoel aerstato, era de dos pisos, o
mejor dicho, se compona de una plataformaencima de la cual iba una
especie de caseta. Las dimensiones de aquella eran 4metros de
altura por 2'30 de anchura; estaba hecha de ramas de fresno y
demimbre, y pesaba 1,200 kilogramos. Durante la construccin de tan
colosal aparatohubo ciertas cuestiones entre Godard y Nadar con
respecto a la vlvula, cuyasdimensiones, por dems reducidas,
ocasionaron despus tantas desgracias. La primera ascensin del
Gigante tuvo lugar en el Campo de Marte, el 4 de octubrede 1863, en
presencia de una multitud tan considerable que bien puede
asegurarseque excedi de cien mil almas. Su xito fue completamente
satisfactorio, pero elviaje tan corto que los aeronautas
descendieron en Meaux, a seis leguas de Pars. El 18 del mismo mes
se efectu la segunda ascensin. Todo el mundo sabe queeste viaje
termin con una espantosa catstrofe. Despus de una excursin
areallena de atractivos para los viajeros, y en la cual haban
recorrido ms de cientocincuenta leguas, un entorpecimiento de la
vlvula impidi que se volviese a cerrar,de suerte que el globo, al
llegar a tierra, no pudo vaciarse a consecuencia de laoclusin de
aquella. Desgraciadamente soplaba un viento impetuoso, cuyopoderoso
soplo arrastr la mquina colosal a travs de los campos,
hacindolachocar con inaudita violencia contra todos los obstculos
que se oponan a su paso.Durante un cuarto de hora, los desgraciados
viajeros del Gigante arrostraron cienveces la muerte en aquella
desenfrenada carrera, debiendo su salvacin a unmilagro, pero
saliendo todos ellos heridos o contusos.
2 INVENCIN DEL PARACADAS
El fsico que primeramente ide y puso en prctica el paracadas fue
SebastienLenormand, haciendo la primera prueba en Montpellier, en
1783. He aqu el principio fsico en que est basado dicho aparato.
Todos los cuerpos, cualesquiera que sean su naturaleza y su forma,
caen en el vacocon la misma velocidad; pero en la atmsfera no
sucede lo mismo. La causa de estadiferencia se debe al aire, que
opone a la cada de los cuerpos una resistencia cuyosefectos conoce
todo el mundo. Estos no pueden caer sin desalojar aire, y
porconsiguiente sin perder algo de su movimiento; adems, la
resistencia del aire
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crece con la velocidad; de suerte que si una masa pesada cae
desde una gran altura,dicha resistencia basta para hacer que sea
uniforme el movimiento acelerado,propio de los cuerpos pesados. La
resistencia del aire crece tambin cuando aumenta el rea del cuerpo
que cae;si sta es muy grande, se efecta el movimiento uniforme ms
cerca del origen delmovimiento, y la velocidad constante de la cada
se amortigua considerablemente.As, pues, dando a la superficie de
un cuerpo un desarrollo suficiente, se puedeamortiguar a medida del
deseo la velocidad de su cada. La construccin del aparato conocido
con el nombre de paracadas est basada enestos dos principios. Para
dar mayor seguridad a las ascensiones se concibi la ideade adaptar
al globo uno de estos aparatos, destinados a servir, en caso
necesario,de medio de salvacin. Si a consecuencia de cualquier
percance el globo no ofrecetodas las condiciones de seguridad
necesarias, el aeronauta pasa a la barquilla delparacadas y corta
la cuerda que lo sujeta al globo. Libre de este peso, el aerstatose
lanza a las regiones superiores, y el paracadas se despliega y
conduce a tierra ala barquilla cayendo suavemente. Lenormand haba
ledo en algunos relatos de viajes que en ciertos pases habaesclavos
que por divertir a su rey se dejaban caer desde una considerable
altura,provistos de un quitasol, sin hacerse ningn dao, porque los
sostena en su cada lacapa de aire comprimida por aquel objeto.
Ocurrisele hacer un ensayo, y el 26 denoviembre de 1783 se dej caer
desde la altura de un primer piso, llevando en cadamano un quitasol
de treinta pulgadas. Los extremos de la armazn de estos
objetosestaban atados al mango con cordeles para que la resistencia
del aire no losinvirtiera. La cada le pareci insensible. Un curioso
vio a Lenormand mientras haca este experimento, y fue
aparticiprselo al abate Bertholon, que a la sazn era profesor de
fsica deMontpellier. Bertholon pidi al joven que le explicase su
teora, y ste le ofrecirepetir la prueba en su presencia, dejando
caer de aquella manera diferentesanimales desde lo alto de la torre
del Observatorio de Montpellier. Hicieron juntos este nuevo ensayo.
Lenormand asegur un quitasol de treintapulgadas, y at al extremo
del mango diferentes animales cuyo tamao y peso eranproporcionados
al dimetro del quitasol. Los animales llegaron a tierra sin sentir
lamenor sacudida. "En vista de este resultado, dice Lenormand,
calcul el tamao de un quitasolcapaz de preservar de una cada, y
deduje que bastaba un dimetro de catorce pies,suponiendo que el
peso del hombre y el del paracadas no excedan de doscientaslibras,
y que con l una persona puede dejarse caer desde las nubes sin
temor dehacerse dao." Hzolo as, y a fines de diciembre de 1783 se
dej caer desde lo alto de la torre delObservatorio de Montpellier,
armado de su paracadas, llegando al suelo sinhacerse dao alguno. En
1797, Garnerin quiso cerciorarse de si el paracadas poda ser til
como mediode salvacin en los viajes aerostticos, y efectu esta
arriesgada prueba el 22 denoviembre de dicho ao. A las cinco de la
tarde se elev desde el parque de Monceaux. Sobre la barquilla enque
se haba instalado iba un paracadas plegado y sujeto al globo. La
afluencia decuriosos era considerable, reinando entre ellos un
profundo silencio y vindoseretratado en todos los semblantes el
inters y la inquietud. Cuando el aeronautalleg a una altura de 100
metros se le vio cortar la cuerda que sujetaba el
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paracadas al globo. Este ltimo se deshinch y cay, mientras la
barquilla y elparacadas se precipitaban hacia tierra con prodigiosa
rapidez; pero cuando elaparato se despleg, amortiguse la velocidad
de la cada. Sin embargo, labarquilla sufra enormes oscilaciones a
consecuencia de que no encontrando salidael aire acumulado debajo
de la tela del paracadas, se escapaba tan pronto por unlado como
por otro, imprimindole balanceos y sacudidas. La multitud
prorrumpien un grito de horror, y muchas mujeres se desmayaron.
Felizmente no hubo que deplorar ningn resultado funesto. Al llegar
a tierra, labarquilla choc fuertemente, mas sin causar dao alguno a
Garnerin, que mont enseguida a caballo y fue a tranquilizar a sus
amigos. El paracadas usado hoy es el mismo de Garnerin. Consiste en
un enorme quitasolde cinco metros de radio, formado de treinta y
seis tiras de tafetn, cosidas unas aotras y unidas en su parte
superior por un disco de madera. Cuatro cuerdas queparten de este
disco sostienen la barquilla, o ms bien el cesto de mimbre en que
secoloca el aeronauta. Otros treinta y seis cordeles, fijados en
los bordes del quitasol,van a adaptarse al cesto, siendo su objeto
impedir que el aparato se invierta por unesfuerzo del aire. La
distancia del cesto a la parte superior del paracadas es deunos
diez metros. En el disco mencionado hay practicada una abertura
circular paradar paso al aire comprimido.
3 LA AEROSTACIN EN LAS FIESTAS PUBLICAS
Poco despus de la invencin de las montgolfieras, y
particularmente durante laRepblica, el Directorio y el Consulado,
casi todas las fiestas que se celebraban enPars concluan con alguna
ascensin aerosttica. Lanzbanse globos de todasformas y colores,
habiendo llamado mucho la atencin uno horizontal de formacilindrica
que se elev con motivo de la celebracin de una victoria alcanzada
porlas armas francesas, y el cual terminaba, en vez de en
barquilla, en una especie deplataforma, en donde iba un caballo con
su jinete. Pero la ascensin ms clebre por aquel tiempo fue la que
tuvo lugar con motivode la coronacin de Napolen I. El gobierno puso
a disposicin de Garnerin 30,000francos para que lanzara, despus de
los regocijos del da, un globo de dimensionescolosales. El 16 de
diciembre de 1804, a las 11 de la noche, el globo construido por
Garnerinse elev desde la plaza de Nuestra Seora. Tres mil faroles
de colores iluminabanaquel inmenso aparato, que estaba rematado por
una corona imperial ricamentedorada, y que llevaba esta inscripcin
trazada en letras de oro sobre sucircunferencia: Pars 25 friniario
(2) ao XIII, coronacin del emperador Napolenpor su Santidad Po VII.
La colosal mquina subi rpidamente y no tard endesaparecer en medio
de los aplausos de los parisienses. Al da siguiente, al despuntar
el alba, algunos habitantes de Roma divisaron unpunto luminoso que
brillaba en el cielo sobre la cpula de San Pedro. Muy pocovisible
al principio, fue aumentando rpidamente, hasta que por ltimo
losobservadores vieron que era un globo que se cerna
majestuosamente sobre laCiudad Eterna. Por algn tiempo permaneci
estacionario, mas luego se alej endireccin Sur. Era el globo
lanzado la vspera en la plaza de Nuestra Seora. Por una
extraacasualidad, el viento, que aquella noche soplaba en direccin
a Italia, lo haba
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llevado a Roma en el intervalo de algunas horas. El aerstato
continu su marcha por la campia romana. Sin embargo, en
brevedescendi, toc el suelo, se remont de nuevo, cay otra vez para
volver a subir unpoco, y por ltimo fue a caer en las aguas del lago
Bracciano. Corrieron algunaspersonas a retirar de las aguas aquella
mquina medio sumergida, y pudieron leeren ella la inscripcin
citada. De suerte que el mensajero areo visit en un mismoda las dos
capitales del mundo: iba a anunciar a Roma la coronacin
delemperador en el momento en que el Papa se hallaba en Pars, y en
el momento enque Napolen se cea la corona de Italia. Otra
circunstancia aument lo sugestivo de aquel suceso. El globo, al
tocar tierraen la campia de Roma, se enganch en los restos de un
monumento antiguo.Durante algunos minutos, pareci que terminaba all
su carrera; pero habindoleimpelido el viento, se desprendi y
remont, dejando enganchada en uno de losngulos del monumento una
parte de la corona imperial. Aquel monumento era la tumba de Nern.
Ya se comprender que esta circunstancia dio margen a toda clase de
comentariosy reflexiones tanto en Francia como en Italia, hacindose
comparaciones yalusiones interminables con motivo de haberse ido a
romper la corona imperialprecisamente en la tumba de un tirano.
Todas estas hablillas llegaron a odos de Napolen que no ocult su
descontento yel mal humor que le causaban, por lo cual no quiso que
se hablara ms en supresencia de Garnerin ni de su globo, y desde
aquel da, el hbil constructor perdisu empleo de aeronauta oficial
del Imperio. En cuanto al globo que haba metido tanto ruido, fue
colgado en la bveda delVaticano, donde continu hasta 1814. Hoy da
forma tambin parte de todos los programas en los festejos pblicos
ellanzamiento de globos, pero generalmente son montgolfieras de
papel en las queno se remonta ningn aeronauta; cuando ms, algn
animal. 4 NECROLOGA DE LA NAVEGACIN AREA En nuestra pequea obra "Un
drama en los aires" se relata con todos sus detalles laterrible
muerte de Mme. Blanchard y el dramtico viaje de Zambecarri y
suscompaeros; por consiguiente, aqu slo nos ocuparemos de otras
catstrofes,nicamente indicadas en aqulla. Harris, antiguo oficial
de la marina inglesa, haba abrazado con entusiasmo lacarrera de la
aereostacin, haciendo con M. Graham muchas ascensiones
pblicas.Construyse luego un globo por su cuenta, introduciendo en l
variasmodificaciones, mal calculadas sin duda, por cuanto perdi la
vida del mododramtico que vamos a referir. El 8 de mayo de 1824,
Harris se remont en Londres, acompaado de una joven aquien amaba
apasionadamente. Llegado a lo ms alto de su ascensin, y
queriendobajar, tir de la cuerda que iba a parar a la vlvula con
objeto de perder una partedel gas, y descender de un modo lento y
gradual, pero aqulla adoleca sin duda dealgn defecto de
construccin, porque una vez abierta no pudo volver a cerrarse, yel
gas sigui escapndose rpidamente. A pesar de todos sus esfuerzos,
Harris noconsigui alcanzar la vlvula, y el globo comenz a bajar con
espantosa velocidad. El aeronauta empez por arrojar todos los sacos
de lastre que llevaba, y cuanto era
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susceptible de aligerar el aparato; pero este segua cayendo con
la misma rapidez.Tir hasta sus ropas, sin que nada pudiera
amortiguar la terrible cada, aconsecuencia de la cual iban ambos
seguramente a perecer. Si el globo no hubiera llevado ms que un
solo viajero, era probable que ste sesalvase. El herosmo del amor
inspir a Harris en tan crtico momento un sacrificiosupremo. Abraz a
su compaera, y se precipit al vaco. La joven, aterrorizada, le vio
dar vueltas en el aire, como un ave herida por elplomo del cazador,
y cay desmayada. El globo, aligerado de aquel peso, descendi con
lentitud, y lleg a tierra sincausar el menor dao a la muchacha, que
continuaba desmayada, y que al abrir losojos se vio rodeada de
aldeanos, que haban corrido a socorrerla. La abnegacin de Harris la
haba salvado de una muerte espantosa. En el mismo ao, otro
aeronauta ingls, Sadler, muri cerca de Boston. Comoprolongara su
ascensin ms de lo regular, se haba quedado sin sacos de tierra.
Eraya de noche cuando quiso descender, pero la carencia de lastre
le impidi dirigir eldescenso a su voluntad. Arrastrle el viento y
fue a dar contra la chimenea de ungran edificio. La violencia del
choque le lanz fuera de la barquilla, y muri casiinstantneamente.
El desgraciado Sadler haba hecho ya ms de sesentaascensiones sin
accidente alguno. El 25 de noviembre de 1802, se elev Olivari en
una simple montgolfiera de papelreforzado con tiras de tela. La
barquilla, suspendida debajo del hornillo, estaballena de
hacecillos de virutas impregnadas de materias resinosas destinadas
aalimentar el fuego. Por desgracia, algunos tizones desprendidos
del hornilloincendiaron aquella provisin de combustibles. El fuego
se comunic a la barquillay de sta a la montgolfiera, y el
desdichado Olivari cay al abismo cubierto dehorribles quemaduras.
El aeronauta Mosment tena la costumbre de elevarse de pie sobre una
plancha demadera suspendida, a guisa de barquilla, de un globo
lleno de hidrgeno. El 7 deabril de 1806 y durante una ascensin
pblica, quiso lanzar desde los aires un perroatado a un paracadas.
Las oscilaciones del globo, repentinamente aligerado deeste peso, o
ms bien la resistencia del animal, que se sacuda en el
paracadas,hicieron perder el equilibrio al aeronauta, a quien se
encontr al da siguiente,medio enterrado en la arena, en uno de los
fosos que rodean la ciudad. Bittorf pereci en Alemania, como
Olivari, en una montgolfiera. A pesar deconocerse bien los peligros
que ofrecan semejantes aparatos, Bittorf no hacanunca uso sino de
una montgolfiera de papel forrado de tela, de 16 metros dedimetro
por 20 de altura. El 7 de julio de 1812 se elev en Manheim, y
apenas sehaba remontado, cuando se incendi el globo; cayendo el
aeronauta sobre una delas ltimas casas de la ciudad muriendo
instantneamente. A esta fnebre lista podemos aadir el nombre de
Emile Deschamps que perecien Nimes el 27 de noviembre de 1853 a
consecuencia del desgarre sbito de suglobo, ocasionado por la
violencia del viento, y el de Arban, que pocos aos anteshizo su
ltima ascensin en Barcelona, sin que se volviera a tener noticia de
l, y porltimo el de George Gale, muerto en Burdeos en 1850. Con
respecto a Arban, merece referirse una de sus ascensiones, triste
presagio, pordecirlo as, de la suerte que en Barcelona le esperaba.
Haba anunciado muchas veces a los habitantes de Trieste el
espectculo de unaascensin; pero siempre le impeda el mal tiempo
realizar sus promesas. Por ltimo,el 8 de septiembre de 1846 se
decidi a efectuarla.
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Empezse a llenar el aerstato de hidrgeno, y en seguida lanzse un
pequeoglobo sonda, merced al cual se vio que el viento soplaba del
Sudoeste al Nordeste,y que por lo tanto no haba peligro de que el
aeronauta fuese a parar al mar. Desgraciadamente, la cantidad de
hidrgeno preparada era insuficiente, de suerteque en el momento de
la partida, el globo no tuvo fuerza para levantar la barquillacon
el aeronauta y los objetos que deba llevar. Habase anunciado la
ascensinpara las cuatro de la tarde; pero eran las seis, y el globo
continuaba quieto. Lamuchedumbre se impacientaba, dejando oir
murmullos y quejas. Arban crey entonces que su honor estaba
comprometido y que el pblico podaacusarle, si no se remontaba, de
haber querido engaarle. Tom en seguida laresolucin temeraria de
elevarse sin barquilla, mantenindose asido a los delgadoscordeles
del la red del globo. Con un pretexto cualquiera, alej al comisario
depolica austraco, que se hubiera opuesto sin duda a su partida,
hecha en talescondiciones. En seguida, desprendi la barquilla, at
unas a otras las cuerdas que lasostenan, se instal sobre ellas, y
dio orden de que soltaran el globo. Agarrndose con la mano
izquierda a la red, el valeroso Arban salud con laderecha al pueblo
de Trieste, que estaba asombrado ante tal audacia, y admiraba
aaquel hombre intrpido que daba su vida por cumplir su palabra. Le
siguieron largo tiempo con los ojos, y despus se le perdi de vista
entre lasnubes, pero antes se advirti ya que el viento haba
cambiado, y que el globo secerna sobre el mar Adritico. En seguida
sali del puerto un gran nmero delanchas y botes, en la direccin que
haba tomado el globo. Pero lleg la noche, ytuvieron que regresar
sin tener el menor indicio sobre la suerte del
desgraciadoaeronauta. Su mujer, desesperada, pas toda la noche
esperndole en el muelle. He aqu, cmo termin aquella trgica
aventura. Siempre asido de las cuerdas delglobo, Arban flot por
espacio de dos horas sobre las nubes y sobre el Adritico;pero poco
a poco el globo se vaci, y baj lentamente. A las ocho de la
nocherasaba la superficie de las olas, y algunas veces se sumerga
algo en el mar. La masade tela ligera de que estaba hecho el globo
y el poco gas que le quedaba, lepermitan sostenerse sobre el agua.
Hasta las once de la noche y mientras susfuerzas se lo permitieron,
el infortunado aeronauta luch defendindose de lasolas; el globo se
remontaba por intervalos, e impelido por el viento, se
deslizabasobre la superficie del agua, de suerte que Arban se vea
continuamente entre lavida y la muerte. Hallbase en esos momentos a
unos dos kilmetros de Trao, en lascostas de Italia. Aquella
terrible lucha no poda durar mucho tiempo. Las fuerzas del
desdichadonufrago se agotaban por momentos, cuando fue visto por
dos pescadores, quehicieron fuerza de remos para llegar hasta l y
le recogieron en su lancha. Al dia siguiente a las seis de la
maana, llegaron a Trieste, con los restos del globo.Arban sali pues
ileso de aquel percance, a costa de algunos das de fiebre. Segn la
estadstica de la aerostacin, pueden calcularse en quince mil
lasascensiones hechas hasta 1867, de cuyo nmero no hay ms de quince
en que losaeronautas hayan encontrado la muerte. Estas cifras
pueden tranquilizar conrespecto a los peligros que acompaan a las
ascensiones aerostticas, pero espreciso saber que en esta profesin,
el menor olvido de ciertas precauciones puedeacarrear funestas y y
generalmente irreparables consecuencias.
5 CONSTRUCCIN E INFLACIN DE LOS GLOBOS
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Creemos til, antes de terminar, describir el modo de construir
los globos. Un globo de forma esfrica se compone de la unin de
diferentes tiras, agudas porsus extremos y anchas por el medio,
cosidas unas a otras. Se emplea el papel,cuando se trata de una
montgolfiera, y la seda, cuando de un globo lleno dehidrgeno.
Existen muchos medios de cortar dichas tiras de modo que se forme
un globoesfrico por yustaposicin. El sabio italiano Tiberio Cavallo
ha dado una frmulalogartmica que permite cortar con facilidad los
patrones de estas tiras, y que esmuy exacta por cierto. Los globos
terminan inferiormente por un apndice, que les da una
formaparticular. Para construir este apndice, no se termina en
punta la extremidadinferior de cada tira, sino que se le deja
cierta anchura, que vara segn el nmerode las tiras, y que permite
dar al globo la forma que se quiere. Ya hemos dicho que la tela que
se emplea para construir los globos es de seda. Setiene la
precaucin de cubrirla de antemano con un barniz para tapar sus
poros, eimpedir el paso del hidrgeno a travs de la cubierta. Por lo
general se elige eltafetn de Lyon o la seda cruda, porque estos
gneros son a la vez slidos y de largaduracin. La composicin del
barniz con que se cubre la seda es bastante variable.Indicaremos el
modo de preparar algunos. Hcese al bao de Mara una disolucin de
caucho en esencia de trementina,teniendo cuidado de agitar la
mezcla durante la operacin. Cuando la disolucinllega a tomar una
consistencia a modo de jarabe, se la deja enfriar bien, despus
setraslada a otra vasija, inclinando ligeramente y poco a poco la
que la contiene. Porltimo, se mezcla la disolucin de caucho
obtenida de este modo, con aceite delino. Basta untar con este
barniz las dos caras de cada tira, una despus de otra condoce horas
de intervalo, y dejarlas secar durante un da. La seda barnizada de
estasuerte sirve para cortar las tiras destinadas a formar el
globo. Emplase tambin como barniz una mezcla de esencia de
trementina y de aceitede lino, al que se ha dado cierta propiedad
secante por medio de una ebullicinprolongada con litargirio.
Algunas veces se fabrican los globos con la membrana del recto del
buey; pero nose pueden construir con ella ms que globos de pequea
capacidad, porque dichamateria es bastante cara. Hace algunos aos
que se utiliza un tejido muy poco permeable al gas,
llamadomackintosh, y que est formado por una hoja de caucho, pegada
entre otras dos detafetn o seda cruda. As es como est fabricada la
cubierta del globo de Mr.Giffard. Una vez construido el aerstato o
la montgolfiera, hay que proceder a inflarlo.Hablaremos
primeramente de la inflacin de los globos por medio del hidrgeno
ogas de alumbrado. La produccin del hidrgeno est basada en la
descomposicin del agua, en virtudde la accin simultnea del hierro o
del cinc y del cido sulfrico. Sabes que cienpartes de agua estn
compuesta de 89 de oxgeno y 11 de hidrgeno. Como elprimero tiene
una gran afinidad con el hierro, puede separarse del hidrgeno.
Estaseparacin se produce fcilmente merced a la influencia del cido
sulfrico, quetiende a combinarse con el xido de hierro. Cuando no
se necesita sino muy poco gas, esta operacin se hace en los
-
laboratorios, con frascos de vidrio. Pero para la produccin en
gran escala, hay quesustituir los frascos con toneles, en cuya tapa
superior hay practicados dos agujeroscon objeto de dar paso a dos
tubos, el uno para el gas desprendido, y el otro para elcido
sulfrico que provoca la reaccin. Estos tubos son de plomo; el
primero es recto, y provisto de un embudo para verterel cido; el
segundo, que es curvo, conduce el gas a una especie de cuba llena
deagua, destinada a lavar el hidrgeno antes de su introduccin en el
globo. La reaccin se verifica inmediatamente despus de introducir
las materias en lostoneles, yendo acompaada, mientras dura, de una
efervescencia que sirve encierto modo de regulador en la operacin
porque segn sea ms o menos viva, esms o menos rpida tambin la
llegada del gas al globo. Conviene agitar a menudola masa a fin de
establecer un contacto ininterrumpido entre el gas y los pedazos
dehierro que no hayan sido atacados. Es esencial lavar el gas en el
agua, porque siendo impuros el hierro y el cidoempleados, se
produce por su reaccin anhdrido sulfuroso e hidrgeno sulfurado.Como
ambos gases son solubres en el agua, quedan disueltos en la de la
cuba. Es conveniente colocar en el trayecto del hidrgeno antes de
hacerle penetrar enel globo, un tubo lleno de cal viva que despoje
al gas de su humedad, y absorba lapequea cantidad de cido carbnico
que pueda hallarse mezclado con l. Al salir de este tubo secador,
el hidrgeno se introduce al globo por medio de otrotubo de caucho.
Segn hemos dicho, se pone en los toneles agua, cido sulfrico y
hierro, o mejoran, palastro reducido a pequeos fragmentos. Es punto
importante saber en quproporciones deben emplearse las materias
necesarias para producir el hidrgeno.La experiencia indica que 3
kilogramos de hierro y 5 de cido sulfrico, a 66 delaremetro (2),
dan por lo menos un metro cbico de gas. Bastar, pues, conocer
elvolumen y tomar tantas veces 3 kilogramos de hierro y 5 de cido
cuantos metroscontenga. Es cosa fcil calcular el volumen del globo
a causa de su forma esfrica; su volumeny su superficie se calculan
por el mtodo geomtrico ordinario. No se debe llenar nunca
totalmente el globo antes de su ascensin, porque el gastiene una
presin igual a la del aire ambiente, y esta presin disminuye a
medidaque el globo se eleva. Si el aparato estuviese enteramente
lleno en el momento deremontarse, el exceso de presin interior
ocasionara el desgarre de la tela. As pues, slo se le llena en sus
dos terceras partes; de este modo, el gas interiorpuede, por su
expansin, establecer el equilibrio con la presin atmosfrica,
sinpresionar las paredes del globo. Este no se infla por completo
sino a medida que seeleva, y conserva una fuerza ascendente casi
constante, hasta que alcanza suvolumen definitivo. Por lo dems, se
puede regular la inflacin del aerstato, demodo que llegue
precisamente la altura que se quiere alcanzar. Al principio de la
operacin, el globo debe estar sujeto por una cuerda, atada a
suparte superior, la cual pasa por dos poleas situadas en dos
grandes postes, de modoque pueda bajarse o subirse el aparato segn
se quiera. Pero a medida que el gas lellena, el impulso que va
tomando hace esta suspensin intil, y entonces es yapreciso
sujetarle desde el suelo por medio de cuerdas atadas a la red con
la que yase le haba cubierto previamente. Dicha red es de absoluta
necesidad; permitedistribuir entre todos los puntos del globo la
traccin ejercida por la barquilla, yevitar los riesgos de rotura en
los puntos que, sin ella, estaran sometidos atensiones muy enrgicas
y prolongadas.
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La red se construye slidamente con cuerda de camo, haciendo las
mallas de laparte superior muy estrechas, y agrandndolas a medida
que desciende. Estadisposicin tiene por objeto aumentar la
resistencia de la envoltura en los sitios enque est sujeta a mayor
presin por la fuerza expansiva del gas. La red debe envolver
totalmente la mitad superior del globo. A partir de sta,
lasdiferentes cuerdas de que la red est formada convergen hacia un
aro de madera omimbre, del que se suspende la barquilla. En vista
de todos los detalles que preceden, puede apreciarse que los
mediospuestos a disposicin del aeronauta para elevarse o descender,
una vez remontado,se reducen a los sacos de lastre que arroja para
subir, y a la vlvula colocada en laparte superior del globo, que se
abre para perder gas y bajar. Por consiguiente, esintil decir que
el aeronauta debe llevar consigo, en la barquilla, una cantidad
desacos de arena, cuyo nmero y peso varan con la fuerza ascendente
que quiereconservar. Al mismo tiempo debe asegurarse bien del buen
estado de la vlvula quele permitir dar salida al gas para operar su
descenso. En cuanto al orificio inferior del globo, debe estar
constantemente abierto; larazn de esto es obvia. A medida que el
aparato se eleva a ms altas regiones, elgas interior se dilata, y
sufre una expansin que es proporcional a la disminucin dela presin
de las capas del aire exterior enrarecido. Es preciso, por
consiguiente,que el gas pueda experimentar sin obstculo esta
expansin; sin ella, presionaralas paredes del globo y las
distendera y desgarrara infaliblemente, lo cual se evitadejando
siempre abierto el mencionado orificio. Siendo el hidrgeno
sumamenteligero, comparativamente al aire, no puede perderse en
cantidad sensible pordicho orificio mientras la presin exterior no
disminuye; y nicamente se escapacuando sucede esto ltimo y en
cantidad proporcional a la de dicha disminucin. Aadiremos ahora que
esta es la causa fundamental de lo poco que puede elevarseun globo.
Tan luego como se remonta algo, como por ejemplo, cuando a llegado
a2,500 metros, y con mayor motivo a 4,000, pierde por la abertura
de su orificioinferior una cantidad enorme de gas, prdida que le
priva de toda su fuerzaascendente, y obliga en breve al aeronauta a
bajar. Crese generalmente que la causa de la pronta prdida del gas
de un aerstatodepende de escaparse el hidrgeno a travs de la tela;
pero en atencin a cuantodejamos dicho, vemos que la insignificante
disminucin de gas experimentada enel corto intervalo de una
ascensin, no es casi nada en comparacin de la queresulta de la
expansin del hidrgeno en las altas regiones y de su escape por
elorificio inferior. Si el globo pudiera conservarse cerrado sin
que se rasgara suenvoltura, llegara a remontarse a una altura
inmensa. Cmo se sabr de antemano el peso que puede levantar un
globo, es decir, lafuerza que lo impulsa en direccin vertical? Ya
hemos dicho que es fcil calcular lasuperficie del globo y el
volumen de hidrgeno que encierra. Este gas en lascondiciones
ordinarias de tempe ratura y de presin, pesa unos 100 gra mos
porcada metro cbico. Por otra parte, calclase en 250 gramos el peso
de un metrocuadrado del tafetn que forma la envoltura; as pues, se
obtendr el peso total delglobo sumando el de gas y el del tafetn.
Conociendo el volumen del aerstato, seconoce el del aire desalojado
por l, y por consiguiente su peso. La diferencia entreambos pesos
calculada en kilogramos, representa la carga que puede soportar
elglobo. Bueno es sin embargo advertir, que siempre se le pone una
carga menor que estadiferencia, porque de lo contrario el globo
quedara equilibrado en el aire. Es
-
preciso que tenga siempre una fuerza ascendente que le permita
elevarse. Pasemos a la inflacin por medio del gas del alumbrado. El
hidrgeno es el gas ms difusible que se conoce, es decir, el que
posee el msalto grado la propiedad de atravesar las paredes de las
vasijas en las cuales seguarda. No hay, por decirlo as, receptculos
capaces de conservarlo, pues llega apasar a travs de los poros del
caucho, que sin embargo, es impermeable paramuchos gases. Esta
facilidad de atravesar toda clase de envolturas, se debe a
sudensidad, que es sumamente baja. Cuanto ms ligero es un gas, ms
fcilmentepuede escaparse a travs de los poros de las sustancias en
que est encerrado. Elhidrgeno es difcil de conservar en una
envoltura de naturaleza orgnica porquees prodigiosamente ligero: he
aqu todo el misterio. Por bien barnizada que est la cubierta de
tafetn, llega siempre un momento enque el globo desciende, porque
el hidrgeno se escapa poco a poco, mientras queno penetra en su
lugar sino cierta cantidad de aire ordinario. De aqu que se
hayapensado en reemplazar el hidrgeno por otro gas ms ligero que el
aire, pero queno ofrezca el inconveniente del hidrgeno puro. El gas
con que se le ha sustituidoes el del alumbrado, en vista de la
facilidad con que se obtiene en las grandesciudades; slo que su
mayor densidad hace preciso dar al aerstato doble volumenpara
obtener la misma fuerza ascendente. La inflacin de un globo por el
gas delalumbrado requiere muy pocos aparatos. Basta adaptar a los
conductossubterrneos que distribuyen el fluido por las ciudades, un
tubo de caucho o decuero, de bastante dimetro, que le conduzca al
interior del globo. La experiencia ha demostrado, segn hemos dicho,
que un metro cbico dehidrgeno puro, preparado para las ascensiones
aerostticas, peso 100 gramos, yque puede, por consiguiente,
levantar un peso de 1,200 gramos por metro cbicode la capacidad del
globo, porque un metro cbico de aire pesa unos 1,300gramos, y la
diferencia, o sea 1,200 gramos, representa la fuerza ascendente de
unmetro cbico de hidrgeno. Uno de gas del alumbrado pesa de 600 a
650 gramos, ypuede levantar un peso de 650 gramos solamente por
metro cbico. Por lo tanto, para obtener la misma fuerza ascedente,
es preciso dar a un globoinflado con dicho gas, un volumen casi
doble del que se le dara si lo estuviera conhidrgeno. Pasemos a las
montgolfieras. El empleo de estos aparatos es hoy muy limitado
enatencin a los peligros a que pueden dar lugar. Estos globos son
efectivamentepeligrosos, no slo para los que se remontan en ellos,
sino tambin para los pasespor donde pasan. La cada de las
montgolfieras que se solan lanzar en otro tiempodurante las fiestas
pblicas, causaba numerosos incendios. Por estas razones,trataremos
muy someramente de la inflacin de esos globos. Una vez construida
la montgolfiera, basta encender fuego debajo de su orificiopara
remontarla. El aire interior se calienta, y con su dilatacin
produce laascensin del aparato, pero es preciso conservarlo a la
misma temperatura. Paraesto, el globo est provisto en su base de un
hornillo en el cual se conserva el fuegopor medio de la combustin
de ciertas materias, como estopas empapadas enalcohol, bolas
formadas por una porcin de virutas con brea, paja rociada
conesencia de trementina, etc. Este hornillo es la causa de los
peligros que ofrecen las montgolfieras.Primeramente, en el momento
de remontarse, se producen oscilaciones que sondifciles de evitar y
que pueden determinar su inflamacin; despus, cuando ya sehan
elevado, deja caer brasas y tizones; por ltimo, cuando descienden
llevando
-
consigo tantas materias inflamables, pueden ocasionar grandes
desastres. Los jvenes hallarn un medio de distraccin al mismo
tiempo que de instruccinconstruyendo pequeos globos, para inflarlos
con aire caliente o hidrgeno.Diremos algunas palabras acerca de su
construccin que es muy sencilla. Despusde cortar las tiras como
hemos indicado brevemente, que podrn ser de sedabarnizada, aunque
para un objeto de tan poca utilidad pueden ser de papelcorriente,
se pegan unas a otras con engrudo o goma. En el caso de que se
hagande papel, se untarn por cada cara con aceite mezclado con
litargirio, para hacerlosecante, o con uno de los numerosos
barnices que se venden en las drogueras. Elpapel, as untado, se
vuelve al cabo de cierto tiempo duro y quebradizo; pero sepuede
modificar la confeccin del globo de modo que se evite este
inconveniente.Para ello, se unen las hojas de papel de dos en dos,
antes de cortar las tiras,pegndolas entre s con una mano de barniz,
cuya preparacin hemos descritoantes. Asi se obtiene una envoltura
que conserva una gran flexibilidad, y queadems es impermeable al
gas. Puede prescindirse de la red, con tal de unir las tiras entre
s con el auxilio de cintasde seda o de algodn ms largas que
aquellas. Para inflar un globo de esta especie, basta introducir
por medio de un tubo, unacantidad adecuada de hidrgeno obtenido
segn el mtodo usual en loslaboratorios, en un frasco de vidrio con
dos tubitos. Al principio es preciso sostener el globo; pero pronto
tiende l mismo a elevarse,por impelerlo el aire. Entonces no hay ms
que sostenerlo por medio de una cuerdahasta que la inflacin quede
terminada. Rstanos hablar de esos pequeos globos de goma que sirven
de juguete para losnios. He aqu los procedimientos que se emplean
en su fabricacin e inflacin. Se cortan de una hoja de caucho de dos
milmetros de espesor, cuatro porcionesde esfera, que se prolongan,
por una extremidad solamente, en una tira de cinco aseis milmetros
de ancho y 15 de largo. Se unen entre s estos cuatro
segmentos,pegando los bordes de dos en dos por medio de un hierro
caliente, y se obtiene asuna pequea esfera hueca, terminada por un
tubo de 15 milmetros de longitud y 7de dimetro. Se vulcaniza
entonces esta esfera sumergindola en una mezcla desulfuro de
carbono y de cloruro de azufre. Despus, se mantiene el globo
inflado deaire todo el tiempo necesario para colorarlo de rojo.
Esta tintura se obtienedisolviendo una disolucin de ancusa en
sulfuro de carbono. Ya solo falta cubrir el globo con un barniz
formado de goma del Senegal, disueltaen una mezcla de alcohol, vino
blanco y melaza. Entonces ya se halla el pequeoobjeto en disposicin
de inflarse, para lo cual se llena de hidrgeno, por medio deuna
bomba. El volumen de estos globos vara de 4 a 8 litros; su fuerza
ascendente es muy dbilcomo todo el mundo sabe. As, por ejemplo, un
globito cuyo volumen sea de 5litros, pesa unos cinco gramos
cuatrocientos cuarenta y ocho miligramos, el enteropara la
envoltura, y la fraccin para el hidrgeno que contiene. Desaloja
cinco litrosde aire cuyo peso es seis gramos cuatrocientos sesenta
y seis miligramos a lapresin de 76 centigramos y a la temperatura
ordinaria. Por consiguiente, su fuerzaascendente es igual a 6g.466
- 5g.448 = 1g.018 aproximadamente. Esta industria se ha extendido
de tal modo en Pars, que suministra al comercio 15millones de
globos. Debemos esta cifra a M. Gillart, sabio qumico e
industrial,autor de los procedimientos de fabricacin que hemos
indicado anteriormente. Acabamos de hacer una rpida resea histrica
de las fases porque ha pasado el
-
arte de la navegacin area y de los infructuosos esfuerzos que se
han hecho parasacar de ella todo el partido, toda la utilidad que
requieren las ciencias y losadelantos modernos. Hasta ahora el
hombre ha sido impotente para luchar con unelemento poco conocido
todava por ms que los notables progresos de las cienciasfsica,
qumica y astronmica le hayan revelado gran parte de los misterios
queencerraba. Pero la tendencia de la mente humana, la de la
verdadera ciencia, consiste enextender ms y ms los lmites de su
imperio, en franquear cada da una nuevavalla. Para la curiosidad
del hombre no hay tregua; registra todos los rincones delglobo, que
se le ha dado como dominio propio y pasajera morada. Ha
encontradoel medio de sondear las profundidades de los mares, y de
remontarse audazmentea las heladas regiones del ocano atmosfrico.
Fltale dirigirse a su albedro por elespacio como el ave que hiende
los aires. Por su organizacin fsica el hombre parecera condenado a
arrastrarse siemprepor la superficie del suelo, a no elevarse a las
regiones superiores de la atmsferasino bajo la condicin de
trasladarse penosamente y con gran trabajo y fatiga a lacima de las
montaas. Es preciso ahora que su genio cree instrumentos que
seanpara l cual nuevos rganos, y le doten de las facultades que le
ha negado lanaturaleza. S; abrigamos la esperanza de que el hombre
encontrar el medio derealizar el magnfico descubrimiento de la
navegacin area, cuya imposrtancia ytrascendencia dejamos a la
imaginacin de nuestros lectores.
***
JULIO VERNE
La cuadragsima ascensin francesa al Mont Blanc
El 18 de Agosto de 1871 llegaba yo a Chamonix con la firme
intencin de realizar,a toda costa, la ascensin del Mont Blanc. Haba
fracasado mi primera tentativa enAgosto de 1869. Tan slo haba
podido alcanzar, debido al mal tiempo, los GrandsMulets. No parecan
esta vez las circunstancias mucho ms propicias, pues eltiempo, que
en la madrugada del 18 se presentaba favorable, bruscamente cambial
medioda. El Mont Blanc, segn la expresin del pas, "se puso su
casquete ycomenz a fumar su pipa"; lo cual, en trminos menos
imaginativos, quiere decirque se cubri de nubes y que la nieve,
movida por un fuerte viento del Sudoeste,form en su cima un extenso
penacho dirigido hacia los insondables precipicios delglaciar de la
Brenva. Este penacho indicaba a los turistas imprudentes la ruta
quehubieran seguido, a pesar suyo, de haberse atrevido a
enfrentarse con la montaa. La noche siguiente fue muy mala; la
lluvia y el viento causaron estragos a cualmayor, y el barmetro,
por debajo de su lmite de variabilidad, se mantuvodesesperadamente
inmvil. Sin embargo, poco antes del amanecer, algunos truenos
anunciaron unamodificacin del estado atmosfrico. Pronto el cielo se
despej. La cadena delBrevent y de las Aiguilles Rouges se descubri.
El viento, cambiando al Noroeste,hizo aparecer por encima del
collado de Balme, que cierra el Valle de Chamonixpor el Norte,
algunas ligeras nubes aisladas y coposas. Yo las salud como si
fueran
-
heraldos del buen tiempo. A pesar de esos favorables presagios,
y aunque el barmetro haba ascendidoligeramente, M. Balmat, jefe de
los guas de Chamonix, me declar que no habaan que pensar en
intentar la ascensin. Si el barmetro contina ascendiendo, aadi, y
si el buen tiempo se mantiene,le prometo guas para pasado maana;
para maana tal vez. Entre tanto, paramitigar su impaciencia y
desentumecer sus piernas, le propongo ascender alBrevent. Las nubes
van a disiparse y usted podr darse exacta cuenta del caminoque
deber seguir para llegar a la cima del Mont Blanc. Si, a pesar de
esto, se sienteusted con nimos, pues bien, intente la aventura.
Este discurso, dicho en un cierto tono, no era muy tranquilizador,
y daba qupensar. Acept sin embargo su proposicin, y l design para
acompaarme al guaRavanel (Eduardo), muchacho muy firme y esforzado,
conocedor perfecto de suoficio. Tena yo por compaero de viaje a mi
compatriota y amigo M. Donatien Levesque,turista empedernido y
excursionista intrpido, el cual haba hecho a principios delao
anterior un viaje instructivo, y a ratos penoso, por la Amrica del
Norte. Habaya visitado la mayor parte de aquellas regiones y se
dispona a descender a NuevaOrleans por el Mississipi, cuando la
guerra vino a cortar de golpe sus proyectos y lellam a Francia. Nos
habamos encontrado en Aix-les-Bains y decidimos que, unavez
terminado nuestro tratamiento, haramos juntos una excursin por
Saboya ySuiza. Donatien Levesque estaba al corriente de mis
intenciones, y como su salud no lepermita, segn l, intentar una
marcha tan larga por los glaciares, habamosconvenido que l esperara
en Chamonix mi regreso del Mont Blanc, y que durantemi ausencia
hara la tradicional visita al glaciar por Montanvers. Al enterarse
de que yo iba al Brevent, mi amigo no dud en acompaarme. Por
lodems, la ascensin del Brevent es una de las excursiones ms
interesantes quepueden hacerse en Chamonix. Esta montaa, de 2,525
metros de altura, no es msque una prolongacin de la cadena de las
Aiguilles Rouges, que corre del Sudoesteal Noreste, paralelamente a
la del Mont Blanc, formando con ella el valle, bastanteangosto, de
Chamonix. El Brevent, debido a su posicin central justamente
delantedel glaciar de Bossons, permite seguir durante casi todo su
trayecto lasexpediciones que emprenden la ascensin del gigante de
los Alpes. De ah que sevea muy frecuentado. Partimos hacia las
siete de la maana. Durante el camino pensaba yo en lasambiguas
palabras del gua-jefe; me inquietaban un poco. As que, dirigindome
aRavanel: Ha hecho usted la ascensin del Mont Blanc? le pregunt. S
seor, me respondi, una vez, y es suficiente. No pienso volverla a
hacer. Diablo! dije. Y yo que pienso intentarlo! Usted puede
hacerlo seor, pero yo no le acompaar. No est buena lamontaa este
ao. Se han hecho ya varias tentativas; solamente dos han
tenidoxito. La segunda fue necesario reemprenderla dos veces. Por
otra parte, elaccidente del ao pasado ha enfriado un poco a los
"amateurs". Un accidente! Cul fue? Ah! El seor lo ignora? He aqu
cmo fue. Una caravana, compuesta por diezguas y porteadores y dos
ingleses, parti a mediados de septiembre hacia el MontBlanc. Se la
vio llegar a la cima; luego, algunos minutos despus, fue cubierta
por
-
una nube. Cuando la nube desapareci, no se vio a nadie. Los dos
viajeros, con sieteguas y porteadores, haban sido arrebatados por
el viento y precipitados sin duda,por el lado de Cormayeur, al
glaciar de la Brenva. A pesar de activas bsquedas, nose ha podido
encontrar sus cuerpos. Los otros tres fueron hallados a 150 metros
dela cima, cerca de los Pe-tits Mulets. Haban pasado al estado de
bloques de hielo. Pero esos viajeros cometieron una imprudencia!,
dije a Ravanel. Qu locura,emprender en esa poca semejante
expedicin! Hubieran debido hacerla en elmes de agosto! Contra mi
voluntad, esta lgubre historia me ensombreca el espritu. Por
fortuna,pronto el tiempo se despej y los rayos de un hermoso sol
vinieron a disipar lasnubes que tendan un velo an sobre el Mont
Blanc, y, de paso, aqullas queoscurecan mi espritu. Nuestra
ascensin se realiz a pedir de boca. Al dejar los chalets de
Planpraz,situados a 2,062 metros, se sube por entre un caos de
piedras y planchas de nievehasta el pie de un picacho llamado La
Chimenea, que se escala ayudndose de piesy manos. Veinte minutos
despus se llega a la cima del Brevent, desde donde lavista es
admirable. La cadena del Mont Blanc aparece entonces en toda
sumajestad. El gigantesco monte, slidamente asentado sobre sus
poderosas bases,parece desafiar las tempestades que resbalan por su
escudo de hielo sin jamsatacarlo, mientras que una multitud de
agujas, picachos; montaas que le formancortejo y porfan en
levantarse a su alrededor, sin poderlo igualar, presentan
lashuellas evidentes de una lenta desintegracin. Desde el admirable
mirador que ocupamos, uno empieza a darse cuenta, aunquemuy
imperfectamente todava, de las distancias que hay que recorrer para
llegar ala cumbre. La cima, que, desde Chamonix, parece tan prxima
a la Dome (cpula)del Gouter, recobra su verdadero lugar. Las
diversas mesetas, que forman otrostantos peldaos que sera necesario
franquear y que no pueden distinguirse desdeabajo, aparecen
claramente, y alejan todava ms, por las leyes de la perspectiva,
lacima tan deseada. El glaciar de Bossons, en todo su esplendor, se
eriza de agujas dehielo y de "seracs" (bloques de hielo que tienen
a veces hasta diez metros de lado),que parecen azotar, como las
olas de un mar irritado, los muros peascosos de losGrands Mulets,
cuya base desaparece en medio de ellos. Ese espectculo maravilloso
no era lo ms apropiado para desalentarme, y ms quenunca me promet
explorar ese mundo todava desconocido para m. Mi compaero de viaje
se dej tambin ganar por el entusiasmo, y, a partir de esemomento,
empec a creer que no ira solo al Mont Blanc. Descendimos de nuevo a
Chamonix. El tiempo mejoraba cada vez ms; elbarmetro continuaba con
lentitud su movimiento ascendente; todo se preparabapara lo mejor.
Al da siguiente, desde el alba, corr a casa del gua-jefe. El cielo
estaba sin nubes;el viento, casi insensible, se haba fijado al
Noreste. La cadena del Mont Blanc,cuyas cspides principales se
doraban a los rayos del sol naciente, parecan invitar alos
numerosos turistas a que lo visitaran. No se poda, sin descortesa,
rehusar unainvitacin tan amable. M. Balmat, despus de haber
consultado su barmetro,declar factible la ascensin y me prometi dos
guas y el porteador, prescritos porel reglamento. Yo los dej a su
eleccin. Pero un incidente inesperado vino a turbarya que no a
retardar los preparativos de la partida. Al salir del despacho del
gua-jefe, encontr a Eduardo Ravanel, mi gua de lavspera.
-
Va el seor al Mont Blanc? me dijo. S, sin duda, respond. No le
parece el momento bien escogido? Reflexion algunos minutos, y con
un aire un poco forzado: Seor, me dijo, usted es mi viajero; yo le
acompa ayer al Brevent; no puedo,pues, abandonarle. Y ya que va
usted all arriba, ir con usted, si quiere aceptar misservicios. Es
su derecho, pues para todas las excursiones peligrosas el viajero
puedeescoger sus guas. Solamente que, si usted acepta mi
ofrecimiento, le pido quepermita que me acompaen mi hermano,
Ambrosio Ravanel, y mi primo, GasparSimn. Son muchachos jvenes y
vigorosos; a ellos no les agrada ms que a m talviaje, pero no
rehuirn la empresa, y yo le respondo de ellos como de m mismo. El
muchacho me inspiraba gran confianza. Acept, y fui sin perder
tiempo aprevenir al gua-jefe de la eleccin que haba hecho. Pero,
durante esos tratos, M. Balmat haba empezado sus gestiones para
conseguirlos guas de acuerdo con el turno establecido. Uno solo
haba aceptado, EduardoSimn. Esperaba la respuesta de otro, llamado
Juan Carrier. Esta no era dudosa,pues ya haba efectuado 29 veces la
ascensin del Mont Blanc. Me senta, pues,muy molesto. Los guas que
yo haba escogido eran todos de Argentiere, municipiosituado a 6
kms. de Chamonix. Los de Chamonix acusaban a Ravanel de
habermeinfluenciado a favor de su familia, lo que era contrario al
reglamento. Para abreviar la discusin, tom como tercer gua a
Eduardo Simn, quien habahecho ya sus preparativos. No me era til si
suba solo, pero resultaba indispensable si mi amigo meacompaaba.
Resuelto esto, fui a prevenir a Donatien Levesque. Le encontr
durmiendo el sueodel justo que ha recorrido la vspera 15 kms.
montaosos. El despertarlo ofrecialgunas dificultades; pero
retirando primero sus sbanas, luego sus almohadas y porfin sus
colchones, obtuve algn resultado, y logr hacerle comprender que
mepreparaba para el gran viaje. Bien, me dijo, bostezando, le
acompaar hasta los Grands Mulets, y, all,esperar su regreso. Bravo!
le respond. Tengo precisamente un gua de ms; se lo destinar a
usted. Compramos los objetos indispensables para las marchas por
los glaciares. Bastonesherrados, polainas de grueso pao, anteojos
verdes que se aplican hermticamentesobre los ojos, guantes
forrados, velos verdes y pasamontaas; nada fue olvidado.Tenamos
cada uno excelentes zapatos de triple suela, que nuestros guas
hicieronherrar a prueba de hielo. Ese ltimo detalle es de una gran
importancia, pues haymomentos en tales expediciones en que
cualquier resbaln podra ser mortal, nosolamente para uno sino para
toda la expedicin. Nuestros preparativos y los de nuestros guas
tomaron alrededor de dos horas.Hacia las ocho nos trajeron nuestros
mulos, y partimos al fin en direccin al chaletde la Pierre-Pointue,
situado a 2,000 metros de altitud, o sea 1,000 metros ms altoque el
Valle de Chamonix y 2,800 metros ms bajo que la cspide del Mont
Blanc. Al llegar a la Pierre-Pointue, alrededor de las diez,
encontramos a un viajeroespaol, M. N acompaado de dos guas y de un
porteador. Su gua principal,llamado Paccard, pariente del Dr.
Paccard, que hizo, con Jacques Balmat, laprimera ascensin al Mont
Blanc, haba ya subido 18 veces. M. N... se disponatambin a efectuar
la ascensin. Haba viajado mucho por Amrica y atravesado
lacordillera de Los Andes por la parte de Quito, escalando los ms
altos desfiladerosnevados. Pensaba, pues, poder, sin demasiadas
dificultades, salir airoso de su nueva
-
empresa. Pero se equivoc. No haba contado con la verticalidad de
las pendientesque tena que ascender y con el enrarecimiento del
aire. Me apresuro a aadir, en honor suyo, que si logr alcanzar la
cima del Mont Blancfue gracias a una energa moral extraordinaria,
pues las fuerzas fsicas le habanabandonado desde haca tiempo.
Desayunamos en la Pierre-Pointue, tan copiosamente como fue
posible. Es unamedida prudente, pues generalmente el apetito
desaparece tan pronto como seentra en las regiones heladas. M. N...
parti con sus guas a eso de las 11 para los Grands Mulets. Nosotros
nospusimos en camino al medioda. En la Pierre-Pointue termina el
camino de mulos.Es necesario entonces trepar en zig-zag por un
sendero muy empinado que sigue elborde del glaciar de Bossons y
costea la base de la aguja del Midi. Despus de unahora de penoso
esfuerzo, por el calor intenso, llegamos a un punto
llamadoPierre-a-l'Echelle, situado a 2,700 metros. All, guas y
viajeros se atan juntos conuna fuerte cuerda, dejando entre cada
uno un espacio de 3 4 metros. Se trata, enefecto, de entrar en el
glaciar de Bossons. Este glaciar, de difcil acceso, presentapor
todos lados grietas abiertas sin fondo visible. Las paredes
verticales de esasgrietas tienen un color glauco e incierto, en
extremo seductor; cuando,acercndose con precaucin, se logra
penetrar con la mirada sus profundidadesmisteriosas, se siente uno
atrado por ellas con violencia, y nada parece ms naturalque ir a
dar un paseo por all. Se avanza lentamente, ya bordeando las
grietas, ya cruzndolas con una escalera, obien pasando por puentes
de nieve de una solidez problemtica. Es entoncescuando la cuerda
desempea su papel. Se la tiende durante el paso peligroso; si
elpuente de nieve falla, gua o viajero queda colgando sobre el
abismo. Se le retira yes sacado con algunas contusiones. A veces,
si la grieta es muy ancha, pero pocoprofunda, se desciende al fondo
para subir por el otro lado. En ese caso, esnecesario hacer peldaos
en el hielo, y los dos guas que van a la cabeza, provistosde un
piolet, especie de hacha o ms bien de azuela, se entregan a ese
trabajo duroy arriesgado. Una circunstancia particular hace la
entrada de Bossons peligrosa. Se ataca elglaciar en la base de la
aguja del Midi, al pie de un corredor por donde caen amenudo
avalanchas de piedra. Ese corredor tiene alrededor de 200 metros
deancho. Es necesario atravesarlo rpidamente y, durante el
trayecto, uno de los guasest alerta para advertir el peligro si se
presenta. En 1869 un gua muri en este lugar, y su cuerpo, lanzado
al vaco al desprenderseuna piedra, fue a estrellarse sobre los
peascos, 300 metros ms abajo. Nosotros estbamos prevenidos; de modo
que apresuramos nuestra marcha tantocomo nuestra inexperiencia nos
lo permita; pero al salir de esta zona peligrosa,otra nos esperaba
que no lo es menos. Se trata de la regin de los "sracs",inmensos
bloques de hielo cuya formacin no est bien explicada. Esos "sracs"
seencuentran generalmente al borde de una meseta y amenazan todo el
valle que sehalla debajo de ellos. Un simple movimiento del
glaciar, o una ligera vibracin e laatmsfera, puede determinar su
cada y ocasionar los ms graves accidentes. Seores, aqu silencio, y
pasemos rpido. Esas palabras, pronunciadas con un tono brutal por
uno de los guas, hacen cesarnuestras conversaciones. Pasamos
rpidamente y en silencio. Al fin, despus derepetidas emociones,
llegamos a lo que se llama la Unin, que podra llamarse msjustamente
la Separacin violenta, por la montaa de la Cote, de los glaciares
de
-
Bossons y de Tacconay. En ese lugar, el escenario toma un
carcter indescriptible:grietas de colores tornasolados, agujas de
hielo de formas esbeltas, "sracs"suspendidos en milagroso
equilibrio, pequeos lagos de un verde glauco, formanun caos que
sobrepasa todo lo que uno puede imaginar. Juntad a eso el bramido
delos torrentes en el fondo del glaciar, los crujidos siniestros y
repetidos de losbloques que se desprenden y se precipitan en
avalancha al fondo de las grietas, losestremecimientos del hielo
que se raja bajo vuestros pies, y tendris entonces unavisin de esas
comarcas tristes y desoladas en las cuales la vida slo se
manifiestapor la destruccin y la muerte. Despus de haber pasado la
Unin, se sigue durante algn tiempo el glaciar deTacconay, y se
llega a la rampa que conduce a los Grands Mulets. Esta rampa,
muyinclinada, se trepa en zigzag; el gua que va a la cabeza tiene
cuidado de trazar laruta bajo un ngulo de 30 grados
aproximadamente, cuando la nieve est frescapara evitar las
avalanchas. Al fin, despus de tres horas de trayecto sobre el hielo
y la nieve, llegamos a losGrands Mulets, peascos de una altura de
2,000 metros, dominando por un lado elglaciar de Bossons, y por el
otro las llanuras inclinadas que se extienden hasta el piede la
cpula del Gouter. Una pequea cabaa, construida por los guas cerca
de la cumbre del primerpicacho, y situada a 3,000 metros de
altitud, da asilo a los viajeros y les permiteesperar,
resguardados, la hora de la partida para la cima del Mont Blanc. Se
come como se puede, y se duerme de la misma manera; pero el
proverbio"quien duerme come" no tiene ningn sentido en esta altura,
ya que no puedehacerse seriamente ni lo uno ni lo otro. Bien, dije
a Levesque, despus de un simulacro de comida, le he exagerado
elesplendor del paisaje y lamenta usted haber venido hasta aqu? Lo
lamento tan poco, me respondi, que estoy decidido a ir hasta la
cima. Puedecontar conmigo. Muy bien, le dije, pero usted sabe que
lo ms duro queda por hacer. Bah! dijo. Nosotros lo conseguiremos.
Mientras esperamos, vayamos a ver lapuesta del sol, que debe ser
magnfica. En efecto, el cielo era de una notable pureza. La cadena
del Brevent y de las Aiguilles Rouges se extenda a nuestros pies.
Mall, los peascos de Fiz y la aguja de Varan se elevan por encima
del valle deSallanche y relegan a tercer plano toda la cadena de
los montes Fleury y delReposoir. Ms a la derecha, el Buet, con su
cima nevada; ms lejos, el Diente delMidi, dominando con sus cinco
garfios el valle del Rdano. Detrs de nosotros lasnieves eternas: la
cpula del Gouter, el Monte Maldito y por ltimo el Mont Blanc. Poco
a poco la sombra invade el valle de Chamonix y alcanza
sucesivamente cadauna de las cspides que lo dominan por el Oeste.
Solamente queda iluminada lacadena del Mont Blanc, que parece
rodeada de un nimbo de oro. Pronto lassombras alcanzan la cpula del
Gouter y el Monte Maldito. Respeta todava algigante de los Alpes.
Seguimos con admiracin esta desaparicin lenta y progresivade la
luz. Se mantiene algn tiempo sobre la ltima cumbre, despertando
ennosotros la insensata esperanza de que no la abandonar. Pero al
cabo de algunosminutos todo se oscurece y a esos tintes tan vividos
suceden los colores lvidos ycadavricos de la muerte. No exagero
nada: el que ame las montaas mecomprender. Despus de haber asistido
a ese espectculo grandioso, solamente tenamos que
-
esperar la hora de la partida. Debamos emprender la marcha a las
dos de lamadrugada. Cada uno se tiende sobre su colchn. Dormir, ni
pensarlo; hablar, tampoco. Se est absorto por ideas ms o
menossombras; es la noche que precede a la batalla, con la
diferencia de que nada nosobliga a emprender el combate. Dos
corrientes de ideas se disputan la posesin devuestro espritu. Es el
flujo y el reflujo de la mar, cuyo ritmo nos arrastra una y
otravez. Las objeciones a semejante empresa no faltan. Para qu
correr esa aventura?Si se tiene xito qu ventaja se puede sacar de
ella? Si sucede algn accidentecuntos reproches! Entonces la
imaginacin interviene: todas las catstrofesposibles se presentan a
vuestro espritu. Sois puentes de nieve que fallan avuestro paso, os
sents precipitados en esas grietas insondables, escuchis
loscrujidos terribles de la avalancha que se desprende y va a
sepultaros, desaparecis;el fro de la muerte se apodera de vosotros,
y os debats en un supremo esfuerzo... Un ruido estridente, algo
horrible, se produce en ese momento. La avalancha! La avalancha!
gritis. Qu le sucede? Qu est usted haciendo? exclama Levesque,
despertandosobresaltado. Ay! Es un mueble que, en el supremo
esfuerzo de mi pesadilla, acabo de derribarcon estrpito. Esa
avalancha prosaica me vuelve a la realidad. Me ro de mistemores, la
corriente contraria adquiere ventaja, y con ella las ideas
ambiciosas.Slo de m depende, con un poco de esfuerzo, el pisar esa
cima tan pocas vecesalcanzada! Es una victoria como otra
cualquiera! Los accidentes son raros, muyraros! Han sucedido
realmente? Debe ser tan maravilloso el espectculo desde lacima! Y
qu satisfaccin haber realizado lo que tanto otros no han
osadoemprender! Con esos pensamientos mi alma se reconforta, y
espero con calma el momento dela partida. Hacia la una, los pasos
de los guas, sus conversaciones, el ruido de las puertas quese
abren y se cierran, nos indican que el momento se aproxima. Pronto
M. Ravanelentra en nuestra habitacin: Vamos seores, en pie! El
tiempo es magnfico! A eso de las diez estaremos enla cspide. Al or
esas palabras, saltamos de nuestras camas y procedemos lentamente
anuestra preparacin. Dos de nuestros guas, Ambrosio Ravanel y su
primo Simn,parten primero para explorar el camino. Van provistos de
una linterna que debeindicamos la direccin a seguir, y armados de
sus piolets para sealar camino ycortar escalones en los lugares
demasiado difciles. A las dos, nos atamos todosjuntos. He aqu el
orden: delante de m, a la cabeza, Eduardo Ravanel; detrs de
m,Eduardo Simn; luego, Do-natien Levesque; tras l, nuestros dos
porteadores, pueshabamos tomado de segundo al guardin de la cabaa
de los Grands Mulets, ydespus toda la caravana de M. N... Una vez
repartidas las provisiones entre los guas y porteadores, se da la
seal departida, y emprendemos la marcha en medio de tinieblas
profundas, siguiendo laluz de la linterna que llevan nuestros
primeros guas. Esa partida tiene algo de solemne. Se habla poco, la
sensacin de lo desconocidoos obsesiona, pero esa sensacin nueva y
violenta os exalta y os hace insensibles alos peligros que
comporta. El paisaje circundante es fantstico. No se distinguenbien
los contornos. Grandes masas blanquecinas e indecisas, con manchas
negrasun poco ms acusadas, cierran el horizonte. La bveda celeste
brilla con un
-
resplandor peculiar. Se distingue, a una distancia que no puede
apreciarse, lalinterna vacilante de los guas que abren el camino, y
el lgubre silencio de lanoche no es turbado ms que por el ruido
seco y lejano del piolet cortandoescalones en el hielo. Trepamos
lentamente y con precaucin la primera rampa que se dirige hacia
labase de la cpula del Gouter. Al cabo de dos horas de penosa
ascensin se llega a laprimera meseta llamada Petit Pla-teau,
situada al pie de la cpula del Gouter, a unaaltura de 3,650 metros.
Despus de algunos minutos de descanso, reemprendemosla marcha
desvindonos a la izquierda y dirigindonos hacia la cuesta que
conduceal Grand Plateau. Pero ya nuestra caravana no es tan
numerosa. M. N..., con sus guas, se ha desatadode nosotros; la
fatiga que siente le obliga a tomar un poco de reposo. Hacia las
cuatro y media, el alba empieza a blanquear el horizonte.
Atravesamos enese momento la rampa que conduce al Grand Plateau,
donde llegamos sinobstculo. Estamos a 3,900 metros. Hemos ganado
nuestro desayuno. Contra loacostumbrado, Levesque y yo tenemos buen
apetito. Es buena seal. Nosinstalamos, pues, sobre la nieve y
hacemos una comida de circunstancias. Nuestrosguas, alegres,
consideran nuestro xito asegurado. A m me parece
prematuroafirmarlo. Algunos instantes despus, M. N... se rene con
nosotros. Insistimos vivamentepara que tome algn alimento. Rehus
obstinadamente. Senta cierta contraccinen el estmago, muy comn en
estos parajes, y estaba muy abatido. El Grand Plateau merece una
descripcin particular. A la derecha se eleva la cpuladel Gouter.
Enfrente, el Moni Blanc, que lo supera an en 900 metros. A
laizquierda, los peascos Rojos y el Monte Maldito. Ese circo
inmenso es por doquierde una blancura deslumbrante. Presenta por
todos lados enormes grietas. En unade ellas se precipitaron, en
1820, tres de los guas que acompaaban al doctorHamel y al
estudiante Henderson. Despus de esta poca, en 1864, otro
gua,Ambrosio Couttet, ha encontrado la muerte en ella. Es necesario
atravesar esa meseta con grandes precauciones, pues existen amenudo
grietas ocultas por la nieve. Adems, es frecuentemente barrida por
lasavalanchas. El 13 de Octubre de 1866, un viajero ingls y tres de
sus guas fueronsepultados bajo una masa de hielo cada del Mont
Blanc. Despus de un trabajo delos ms peligrosos se logr encontrar
los cuerpos de los tres guas. Se esperaba acada instante descubrir
el del viajero cuando una nueva avalancha cay sobre laprimera y
oblig a los trabajadores a renunciar a su bsqueda. Tres caminos se
nos ofrecan. El camino ordinario, que consiste en tomar a
laizquierda, sobre la base del Monte Maldito, una especie de valle
llamado Porche oCorredor, que conduce por pendientes moderadas a lo
alto de la primera escarpade los peascos Rojos. El segundo, menos
frecuentado, toma a la derecha por la cpula del Gouter, yconduce a
la cima del Mont Blanc por la arista que enlaza esas dos montaas.
Espreciso seguir durante tres horas un camino vertiginoso y escalar
una rampa dehielo bastante peligrosa, llamada la Bosse du
Dromadaire. El tercer camino consiste en subir directamente a la
cima del Corredor, trepandoun muro de hielo de una altura de 250
metros, que bordea la primera escarpa delos peascos Rojos. Los guas
declararon la primera ruta impracticable, a causa de las grietas
recientesque la cortaban enteramente; nos quedaba la eleccin entre
las otras dos. Yo me
-
inclinaba por la segunda, que pasa por la Bosse-du-Dromadaire;
pero fue juzgadademasiado peligrosa, y se decidi que atacaramos el
muro de hielo que conduce ala cima del Corredor. Cuando se ha
tomado una decisin, lo mejor es ejecutarla sin prdida de
tiempo.Atravesamos, pues, el Grand Plateau y llegamos al pie de
este obstculoverdaderamente espantoso. A medida que se avanza, su
inclinacin parece aproximarse a la vertical. Adems,muchas grietas
que no habamos percibido se abren a sus pies. Empezamos, sin
embargo, la difcil ascensin. El gua que va a la cabeza bosquejalos
peldaos, el segundo los termina. Avanzamos dos pasos por minuto.
Cuanto mssubimos, ms aumenta la inclinacin. Nuestros guas se
consultan entre ellos elcamino a seguir; hablan en patois y no
siempre estn de acuerdo, lo que no es buensigno. Al fin la
inclinacin es tal que el ala de nuestros sombreros toca las
piernasdel gua que nos precede. Una metralla de pedazos de hielo
producida por el cortede los peldaos nos ciega y hace nuestra
posicin todava ms penosa. Entonces,dirigindome a los guas que van a
la cabeza: Vaya!, les dije. Est bien subir por aqu! No es un gran
camino, lo reconozco,pero por lo menos es transitable. Y por dnde
nos harn bajar? Oh, seor!, me respondi Ambrosio Ravanel. Al regreso
tomaremos otrocamino. Al fin, despus de dos horas de tenaces
esfuerzos, y despus de haber cortado msde cuatrocientos peldaos en
esa dursima subida, llegamos, agotadas nuestrasfuerzas, a la cima
del Corredor. Atravesamos a continuacin una meseta ligeramente
inclinada, y pasamos junto auna inmensa grieta que nos cerraba el
camino. Apenas la hemos bordeado, cuandoun grito de admiracin se
escapa de nuestros pechos. A la derecha, el Pia-monte ylos llanos
de Lombarda estn a nuestros pies. A la izquierda, los matices de
losAlpes Peninos y del Oberland, coronados de nieve, elevan sus
cimas incomparables.Solamente el Monte Rosa y el Cervino nos
dominan, pero pronto los dominaremosnosotros. Esta reflexin nos
vuelve al objeto de nuestra expedicin. Dirigimos nuestrasmiradas al
Mont Blanc y quedamos estupefactos. Dios mo! Qu lejos estn todava!
exclama Levesque. Y qu alto!, aado yo. Era, en efecto,
desesperante. El famoso muro de la cuesta, tan temido, que
eraabsolutamente necesario atravesar, estaba ante nosotros con su
inclinacin de 50grados. Pero despus de haber escalado el muro del
Corredor no nos asustamos.Tomamos media hora de descanso y luego
continuamos nuestra marcha; pero nosdimos cuenta pronto que las
circunstancias atmosfricas no eran las mismas. El solnos hera con
sus ardientes rayos, y el reflejo de stos sobre la nieve
aumentabanuestro suplicio. El enrarecimiento del aire comenzaba a
hacerse sentir cruelmente.Avanzbamos con lentitud, haciendo
frecuentes altos, y por fin alcanzamos lameseta que domina la
segunda escarpa de los peascos Rojos. Estbamos al pie dela cumbre
del Mont Blanc. Se elevaba solo y majestuoso, a una altura de 200
metrospor encima de nosotros. El Monte Rosa mismo haba arriado su
bandera. Levesque y yo, estbamos completamente agotados. En cuanto
a M. N..., que noshaba alcanzado en la cima del Corredor, se poda
decir que era insensible alenrarecimiento del aire, pues ya no
respiraba, por as decirlo. Empezamos al fin a escalar el ltimo
tramo. Dbamos diez pasos y nos parbamos,
-
sintindonos incapaces de hacer ms. Una contraccin dolorosa de la
gargantahaca nuestra respiracin an ms difcil. Nuestras piernas nos
rehusaban elservicio, y entonces comprend esta expresin pintoresca
de Jacques Balmatcuando, relatando su primera ascensin, dijo que:
"Sus piernas parecan sostenersesolamente con la ayuda de los
pantalones". Pero un sentimiento ms fuertedominaba la materia, y si
el cuerpo peda gracia, el corazn, respondiendo"Excelsior!
Excelsior!", ahogaba sus quejas desesperadas y pona en movimiento,
apesar de su resistencia, nuestra pobre mquina descompuesta.
Pasamos as losPe-tits Mulets, peascos situados a 4,666 metros, y,
despus de dos horas deesfuerzos sobrehumanos, dominamos por fin la
cadena entera. El Mont Blanc estbajo nuestros pies! Eran las doce y
quince minutos. El orgullo del xito nos repuso pronto de nuestras
fatigas. Habamos por finconquistado esta cima temible! Dominbamos
todas las otras, y este pensamiento,que slo el Mont Blanc puede
provocar, nos suma en una profunda emocin. Era laambicin
satisfecha, y, para m sobre todo un sueo hecho realidad. El Mont
Blanc es la montaa ms alta de Europa. Algunas montaas en Asia y
enAmrica son ms elevadas, pero por qu afrontarlas si por la
imposibilidadabsoluta de alcanzar sus cimas se debe a fin de
cuentas quedar dominado por ellas? Otras, tales como el Cervino por
ejemplo, son de un acceso an ms difcil, pero lacima de ese monte la
distinguimos a 400 metros por debajo de nosotros. Y luego qu
espectculo para recompensarnos de nuestras fatigas! El
cielo,siempre puro, haba tomado un tinte azul oscuro. El sol,
despojado de una parte desus rayos, haba perdido su esplendor, como
en un eclipse parcial. Este efecto,debido al enrarecimiento de la
atmsfera, era tanto ms sensible ya que lasmontaas y los llanos
vecinos estaban inundados de luz. Adems, ningn detalle senos
escapaba. Al Sudeste, las montaas del Piamonte, y ms lejos los
llanos de Lombarda,cerraban nuestro horizonte. Hacia el Oeste, las
montaas de Saboya y el Delfinado;ms all, el Valle del Rdano. Al
Noroeste, el lago de Ginebra y el Jura; luego,descendiendo hacia el
Este, un caos de montaas y de glaciares, algoindescriptible,
dominado por el macizo del Monte Rosa, los Mischabelhoerner,
elCervino, el Weishorn, la ms bella de las cimas, como la llama el
clebre alpinistaTyndall, y ms lejos, por la Jungfrau, el Monch, el
Eiger y el Finsteraarhom. No se poda calcular en menos de 60 leguas
el alcance de nuestro radio visual. Seextendan pues, ante nosotros,
120 leguas de tierra en redondo. Una circunstancia particular vino
a aumentar la belleza del espectculo. Algunasnubes se formaron del
lado de Italia e invadieron los valles de los Alpes Peninos,pero
sin velar las cimas. Tuvimos pronto bajo nuestros ojos un segundo
cielo, uncielo inferior, un mar de nubes de donde emerga todo un
archipilago de picos yde montaas cubiertas de nieve. Era algo mgico
que el ms grande de los poetasapenas podra describir. La cima del
Mont Blanc forma una arista dirigida del Sudoeste al Nordeste, de
200pasos de largo y un metro de ancho en el punto culminante. Se
dira un casco denavo al revs, la quilla al aire. Cosa rara, la
temperatura era entonces elevada: 10 grados sobre cero. Laatmsfera
apenas se estremeca. A veces una ligera brisa del Este se haca
sentir. La primera preocupacin de nuestros guas fue colocarnos a
todos en lnea sobre laarista, de cara a Chamonix, para que pudieran
desde abajo contarnos fcilmente y
-
asegurarse de que nadie faltara. Numerosos turistas se haban
dirigido a Brevent yal Jardn para seguir nuestra ascencin. Pudieron
constatar su xito. Pero no todo se reduce a subir. Es necesario
pensar en descender. Lo ms difcil, sino lo ms fatigoso, quedaba por
hacer; adems, se abandona con pesar una cimaconquistada al precio
de tantos trabajos; el resorte que impulsa a subir, esanecesidad de
dominar, tan natural y tan imperiosa, hace falta; se camina sin
ardor,mirando a menudo hacia atrs. Era necesario, sin embargo,
decidirse. Despus de una ltima libacin delchampaa tradicional, nos
pusimos en camino. Habamos permanecido una hora enla cspide. El
orden de marcha haba sido cambiado. La caravana de M. N... iba a
lacabeza, y a peticin de su gua, Paccard, nos atamos todos juntos.
El estado defatiga en que se encontraba M. N..., al que sus uerzas
traicionaban, pero no suvoluntad, poda hacer temer cadas que
nuestros esfuerzos reunidos lograranquizs detener. Los
acontecimientos justificaron nuestra aprensin. Al descender elmuro
de la cuesta, M. N... dio varios pasos en falso. Sus guas,
vigorosos y muyhbiles, pudieron, afortunadamente, sujetarlo; pero
los nuestros, temiendo conrazn que la caravana entera fuera
arrastrada, quisieron desatarse. Levesque y yo,nos opusimos y,
tomando las mayores precauciones, llegamos sin obstculo altrmino de
esa cuesta vertiginosa que es necesario descender de cara. No
cabeilusin posible; el abismo, el vaco casi sin fondo est ante
vosotros, los pedazos dehielo desprendidos que os pasan cerca
saltando, con la rapidez de una flecha,muestran perfectamente el
camino que tomara la caravana si se diera un paso enfalso. Una vez
atravesado ese difcil trecho, comenc a respirar. Descendimos
laspendientes poco inclinadas que conducen a la cima del Corredor.
La nieve,ablandada por el calor, ceda bajo nuestros pies; nos
hundamos en ella hasta lasrodillas, lo que hacia nuestra marcha muy
fatigosa. Seguamos siempre nuestrashuellas de la maana, y yo me
asombraba de ello, cuando Gaspar Simn,volvindose hacia m, me dijo:
Seor, no podemos tomar otro camino, el Corredor es intransitable,
tenemosque descender forzosamente por el muro que hemos escalado
esta maana. Comuniqu a Levesque esa noticia poco agradable. Slo,
aadi Gaspar Simn, que no creo que podamos seguir todos
atados.Esperemos a ver cmo se comporta M. N... al principio.
Avanzamos hacia el terrible muro. La caravana de M. N... empezaba a
descender, yoamos las palabras bastante vivas que le diriga
Paccard. La pendiente era tal quenosotros no veamos ni a l ni a sus
guas, aunque seguamos todos enlazados. Cuando Gaspar Simn, que me
preceda, pudo darse cuenta de lo que suceda, sedetuvo, y, despus de
haber cambiado algunas palabras en patois nos declar queera
necesario separarse de la caravana de M. N... Nosotros respondemos
de ustedes, aadi, pero no podemos responder de losotros, y si ellos
resbalan, nos arrastrarn. Diciendo esto, se desat. Nos