Título: The iron queen Autor: Julie Kagawa Serie: The iron Fey Sinopsis: Mi nombre es Meaghan Chase. Pensé que había terminado. Que mi tiempo con la fey, las opciones imposibles que tuve que hacer, los sacrificios de mis seres queridos, estaba detrás de mí. Pero una tormenta se acerca, un ejército fey de hierro que me arrastra hacia atrás, gritando y pataleando. Arrastrándome lejos del príncipe desterrado que ha jurado estar a mi lado. Arrastrándome al núcleo de un conflicto tan poderoso, que no estoy segura de que alguien pueda sobrevivir. Esta vez no habrá vuelta atrás.
This document is posted to help you gain knowledge. Please leave a comment to let me know what you think about it! Share it to your friends and learn new things together.
Transcript
Título: The iron queen
Autor: Julie Kagawa
Serie: The iron Fey
Sinopsis:
Mi nombre es Meaghan Chase.
Pensé que había terminado. Que mi tiempo con la fey, las opciones imposibles que tuve que
hacer, los sacrificios de mis seres queridos, estaba detrás de mí.
Pero una tormenta se acerca, un ejército fey de hierro que me arrastra hacia atrás, gritando y
pataleando. Arrastrándome lejos del príncipe desterrado que ha jurado estar a mi lado.
Arrastrándome al núcleo de un conflicto tan poderoso, que no estoy segura de que alguien pueda
sobrevivir.
Esta vez no habrá vuelta atrás.
CAPITULO 1
Traducido por: Dama0scura
UN LARGO CAMINO A CASA
Hace once años, en mi sexto cumpleaños, mi padre desapareció.
Hace un año, un día igual, mi hermano fue raptado de mi lado, también. Pero en esa
ocasión, fui al mundo de las hadas para traerlo de vuelta.
Es extraña la forma en que un viaje te cambia, lo que puedes aprender de él, yo aprendí que
el hombre que pensé era mi padre no lo era. Que mi padre biológico ni siquiera era
humano. Que yo era la hija mestiza de un rey de hadas legendario, y que su sangre fluía por
mis venas. Aprendí que yo poseía un poder, un poder que me asusta, incluso ahora. Un
poder que incluso a los frey dread, podría destruir — y no estoy segura de poderlo
controlar. Aprendí que el amor puede trascender la raza y el tiempo, y que puede ser
hermoso y perfecto por lo que vale la pena luchar, pero que también es frágil y desgarrador,
y en ocasiones el sacrificio es necesario. Que a veces eres tú contra el mundo, y no hay
respuestas fáciles. Que tienes que saber cuándo retenerlo… y cuando dejarlo ir. E incluso si
ese amor vuelve, puedes descubrir algo en alguien más que ha estado allí todo el tiempo.
Pensé que eso había acabado. Creí que mi tiempo con los fey, las elecciones imposibles que
tuve que hacer, el sacrificio de aquellos que amo, eran cosa del pasado. Pero la tormenta
que se avecinaba ponía a prueba lo escogido como nunca antes. Y esta vez, no habría vuelta
atrás.
MI NOMBRE ES MEGHAN CHASE.
En menos de veinticuatro horas, tendré diecisiete años.
Es un Déjà vu, ¿verdad? Es sorprendente la rapidez con la que puede pasar el tiempo, como
si te hubieras quedado inmóvil. No puedo creer que ya haya pasado un año desde aquel día.
Aquel día en el que entré al mundo de las hadas. El día en que mi vida cambió para
siempre. Técnicamente, en realidad no iba a cumplir diecisiete años. He estado en la tierra
de nunca jamás por mucho tiempo. Cuando estás en el mundo de las hadas, no envejeces, o
más bien tu edad avanza tan lento que no vale la pena mencionarlo. Así que, mientras ha
pasado en el mundo real un año, probablemente solo soy algunos días más vieja que cuando
me fui.
En la vida real, he cambiado tanto que ni siquiera me reconozco. Dentro de mi, el golpeteo
de los cascos de un andrajoso potro contra el pavimento, era un ritmo tranquilo que
coincidía con los latidos de mi corazón. En este tramo solitario camino a Louisiana,
rodeada por arboles de tupelo y ciprés cubiertos de musgo, algunos carros nos adelantaban
y otros pasaban volando sin disminuir la velocidad, levantando las hojas a su paso.
Aquellos no pudieron ver el caballo peludo de color negro con ojos como brazas,
caminando a lo largo del camino sin riendas ni silla de montar. No pudieron observar la
figura a su espalda, la chica de cabello pálido y el oscuro y hermoso príncipe, detrás de ella,
con su brazo alrededor de su cintura. Los mortales ignoraban el mundo de las hadas, un
mundo del que ahora yo era parte, lo hubiera pedido o no.
―¿Qué es lo que te asusta?‖ una voz profunda pregunto en mi oído, enviando un escalofrió
por mi espina dorsal. Incluso en los pantanos húmedos de Louisiana, el príncipe de Invierno
irradiaba frio, y su aliento era increíblemente frio contra mi piel. Lo miré por encima de mi
hombro. ―¿Qué quieres decir?‖
Ash, el príncipe de la corte oscura, encontró mi mirada, sus ojos color plateado brillaron en
el crepúsculo. Oficialmente, ya no era un príncipe. La reina Mab lo había exiliado de la
tierra de nunca jamás después de que él se rehusara a renunciar a su amor por la hija
mestiza de Oberon, el rey Verano. Mi padre. Verano e Invierno eran supuestamente
enemigos. Se supone que no debíamos cooperar, se supone que no debíamos ir a misiones
juntos, y lo más importante, se supone que no debíamos enamorarnos.
Pero lo estábamos, y ahora Ash estaba aquí, conmigo. Fuimos exiliados, y los trods —es
decir las puertas de la tierra de hadas — estaba cerrada para nosotros por siempre, pero no
me importaba. No planeaba volver nunca.
―Estas nerviosa,‖ la mano de Ash acaricio la parte rasera de mi cabeza, cepillando el
cabello de mi cuello, haciéndome estremecer. ―Lo puedo sentir. Tienes esa ansiedad,
fluctuando alrededor de toda tu aura, y me está sacando un poco de quicio, estando así de
cerca. ¿Qué es lo que pasa?‖
Debí haberlo sabido. Para Ash no había nada oculto respecto a lo que sentía, o para ningún
hada en cualquier caso. Su magia, su glamur, proviene de los sueños humanos y sus
emociones. Así que Ash podía sentir lo que yo sentía sin siquiera intentar hacerlo.
―Lo siento‖ le dije. ―Supongo que estoy un poco nerviosa‖
―¿Por qué?‖
―¿Por qué? He estado ausente casi un año. Mamá va a subirse por las paredes cuando me
vea.‖ Mi estómago se retorció mientras me imaginaba el reencuentro; las lágrimas, la ira
del alivio, las preguntas inevitables. ―Ellos no supieron nada de mi mientras estuve en el
mundo de hadas.‖ Suspire, mirando el camino donde el asfalto estrecho se fundía con la
oscuridad. ―¿Qué les voy a decir? ¿Cómo puedo siquiera comenzar a explicar?‖
El andrajoso potro resoplo y se cubrió las orejas debido a un camión que rugía, pasando
incómodamente cerca. No pude estar segura, pero aquel lucia como el maltratado y viejo
Ford de Luke, traqueteando en el camino y desapareciendo en una curva. Si ese hubiera
sido mi padrastro, definitivamente no nos habría visto; él había tenido problemas para
recordar mi nombre incluso cuando vivía en la misma casa.
―Diles la verdad,‖ dijo Ash, asustándome. No esperaba que me respondiera. ―Desde el
principio. Sin importar sí lo aceptan, o no, pero no puedes ocultar quien eres, especialmente
de tu familia. Lo mejor es acabar con eso de una vez —podremos tratar con lo que venga
después.‖
Su franqueza me sorprendió. Aún estaba acostumbrándome a este nuevo Ash, un hada que
hablaba y sonreía en lugar de esconderse indiferente detrás de una pared de hielo. Desde
que fuimos expulsados de la tierra de nunca jamás, había sido más abierto, menos
melancólico y angustioso, como si un gran peso se hubiera quitado de sus hombros. En
verdad, aún estaba tranquilo y solemne respecto a las normas de algunos, pero por primera
vez, sentí que por fin estaba teniendo una visión del Ash que supe había estado allí todo el
tiempo.
―¿Pero qué tal si no pueden tratar conmigo?‖ murmure, expresando la preocupación que me
había estado invadiendo toda la mañana. ―¿Qué tal si ven lo que soy y se impresionan de
mala manera? ¿Qué tal si ya no… me quieren?‖ baje la voz al final, consciente de que había
sonado como una resentida niña de cinco años. Pero el abrazo de Ash se ciñó, y me empujo
más cerca de él.
―Entonces serás huérfana, justo como yo,‖ dijo. ―Y encontraremos una manera de salir
adelante.‖ Sus labios rozaron mi oreja, haciendo cerca de una docena de nudos en mí
estómago. ―Juntos.‖
Retuve el aliento, y volví la cabeza para besarlo, haciendo contacto con mi mano para
recorrer su sedoso cabello negro.
El andrajoso potro resoplo y se paró en dos patas a medio paso, no lo suficiente para
tirarme, pero si para hacerme rebotar unos cuantos centímetros hacia arriba. Agarré
fuertemente su melena mientras Ash agarraba mi cintura, sujetándome para no caer. Con el
corazón palpitando, lance una mirada por entre las orejas del andrajoso potro, resistiendo la
urgencia de golpearlo en las costillas y darle otra excusa para botarme. Este levanto la
cabeza y nos miró, con ojos brillantes color carmesí y el disgusto escrito en su rostro
equino.
Arrugué la nariz hacia él. ―Oh, lo siento ¿te estamos incomodando?‖ pregunte
sarcásticamente, y este resoplo. ―Está bien. Nos comportaremos.‖
Ash se rio entre dientes pero no intento alejarme de él. Suspire y mire hacia el camino por
encima de la cabeza oscilante del potro, en búsqueda de un punto de referencia familiar. Mi
corazón salto cuando vi una furgoneta oxidada situada en los arboles al lado de la carretera,
tan antigua y corroída que un árbol había crecido entre el techo. Debe haber estado allí
desde que tengo memoria, y la veía todos los días en el bus desde y hacia la escuela.
Siempre me avisaba cuando estaba cerca de casa.
Parecía hacía ya mucho tiempo — hacía una vida— que me sentaba en el bus con mi amigo
Robbie, cuando todo lo que me preocupaba era el curso, las tareas y conseguir mi permiso
de conducción. Así que muchas cosas habían cambiado; se sentiría extraño volver a la
escuela y a mi antigua y mundana vida como si nada hubiera ocurrido. ―Probablemente
tendría que repetir un año,‖ suspire, y sentí la mirada confundida de Ash sobre mi cuello.
Por supuesto, siendo un hada inmortal, él no tenía que preocuparse por la escuela, la
licencia y —
Me detuve mientras la realidad parecía descender sobre mí repentinamente. Mi tiempo en la
tierra de nunca jamás fue como un sueño brumoso y eterno, pero ya estábamos de vuelta al
mundo real. Aquel lugar donde tenía que preocuparme por tareas, el curso, y entrar a una
universidad. Hubiera querido un trabajo de verano y ahorrar para un auto. Hubiera querido
asistir al ITT Tech después de la escuela, tal vez mudarme al campus Baton Rouge o al de
New Orleans cuando me graduara. ¿Aún podría hacer eso? ¿Incluso después de todo lo que
pasó? ¿Y en qué lugar de todo esto encajaría un oscuro príncipe de hadas exiliado?
Tome un gran trago de aire. ―¿Cómo va a funcionar esto, Ash?‖ Medio me volví hacia él.
―¿Dónde estaremos dentro de uno o dos año a partir de ahora? No puedo quedarme aquí
para siempre — tarde o temprano, tendré que seguir con mi vida. El colegio, el trabajo, la
universidad algún día…‖ Me detuve y mire hacia mis manos. ―Eventualmente tendré que
continuar, pero no quiero hacer ninguna de esas cosas sin ti.‖
―He pensado el ello,‖ respondió Ash. Levante la mirada hacia él, y me sorprendió con una
breve sonrisa. ―Tienes toda una vida por delante. Tiene sentido que puedas hacer planes
para el futuro. Y me imagino que si Goodfellow fingió ser mortal por diecisiete años. No
hay razón por la que yo no pueda hacer lo mismo.‖
Parpadee hacia él. ―¿De verdad?‖
Toco mi mejilla suavemente con sus ojos intensos mirando dentro de los míos. ―Puede que
tengas que enseñarme un poco a cerca del mundo humano, pero estoy dispuesto a aprender
si eso significa estar cerca de ti.‖ Él sonrió una vez más, un capricho irónico de sus labios.
―Estoy seguro de que puedo adaptarme para ser ‗humano‘, si tengo que hacerlo. Si tú
quieres que tome clases como un estudiante, puedo hacerlo. Si quieres mudarte a una gran
ciudad para perseguir tus sueños, te seguiré. Y si algún día deseas casarte con un vestido
blanco y hacer esto oficial ante los ojos humanos, estoy dispuesto a hacer eso también.‖ Él
se inclinó lo suficientemente cerca de mí como para poder ver mi reflejo dentro de su
mirada de plata. ―Para bien o para mal, me temo que estas ligada a mí por ahora.‖
Me sentí sin aliento, sin saber que decir. Quería darle las gracias, pero esas palabras no
significaban lo mismo en términos de hadas. Quería inclinarme y besarlo el resto del
camino, pero el andrajoso potro probablemente me tiraría dentro de un hoyo si lo intento.
―Ash‖ empecé, pero me libere de una respuesta a medida que el andrajoso caballo se
detenía abruptamente al final un largo camino de graba que se extendía a lo largo de una
estrecha cuesta. Un familiar buzón de mensajes se balanceaba precariamente en su poste al
final de la carretera, descolorido por la edad y el tiempo, pero no tuve ningún problema
para leerlo, incluso en la oscuridad.
Chase. 14202
Mi corazón se detuvo. Estaba en casa.
Me deslice por la espalda del andrajoso potro y tropecé al tocar el suelo, mis piernas se
sentían raras y temblorosas después de estar sobre la espalda del caballo por tanto tiempo.
Ash se desmonto con facilidad, murmurando algo hacia el potro, quien resopló, levantó la
cabeza y se dirigió hacia la oscuridad. En segundos, había desaparecido.
Mire el largo camino de grava, mi corazón golpeaba mi pecho. El hogar de mí la familia
aguardaban justo detrás de esa cuesta: la antigua casa de campo verde con la pintura
descascarada en la madera, el establo de cerdos en la parte trasera entre el barro, la
camioneta de Luke y el carro de mamá estacionados en el camino de entrada.
Ash se movió detrás mío, sin hacer ruido sobre las piedras. ―¿Estas lista?‖
No, no lo estaba. Mire dentro de la oscuridad donde en su lugar el andrajoso potro había
desaparecido. ―¿Qué paso con nuestra cabalgata?‖ pregunté, para distraerme de lo que tenía
que hacer. ―¿Qué le dijiste?‖
―Le dije que el favor había sido pagado y que estamos por nuestra cuenta.‖ Por alguna
razón, esto parecía divertirlo; miro tras el caballo con una sonrisa divertida en sus labios.
―Parece que no puedo ordenarles cosas como lo hacía antes. Tendré que confiar en la
vocación de ahora en adelante.‖
―¿Eso es algo malo?‖
La sonrisa se convirtió en una sonrisa de suficiencia. ―Mucha gente está en deuda
conmigo,‖ cuando aún yo estaba dudando, el asintió la cabeza hacia el camino de entrada.
―Continuemos. Tu familia está esperando.‖
―¿Qué hay de ti?‖
―Es probable que sea mejor si vas sola esta vez.‖ Un parpadeo de arrepentimiento atravesó
sus ojos, y me dirigió una sonrisa dolorida. ―No creo que tu hermano se alegre de verme
otra vez.‖
―Pero —‖
―Estaré cerca.‖ Extendió la mano y metió un mechón de pelo detrás de mis orejas. ―Lo
prometo.‖
Suspire y alce la mirada una vez más hacia el camino. ―Está bien,‖ murmuré, robándome a
mí misma de lo inolvidable. ―No pasa nada.‖ Camine tres pasos, sintiendo el sonido de la
grama bajo mis pies, y mire por sobre mi hombro. El camino vacío se burló de mí, la briza
agitó las hojas en el lugar donde Ash había estado. Típico de hadas, negué con la cabeza y
continúe mi viaje solitario por el camino.
No estuve muy lejos antes de alcanzar la cima de la cuesta, y allí, en toda su rustica gloria,
estaba la casa en la que había vivido por diez años. Pude ver luces por las ventanas, y a mi
familia moviéndose por la cocina. Allí estaba la silueta delgada de mamá, inclinada sobre el
fregadero, y Luke con su overol desteñido, poniendo una pila de platos sucios en el mesón.
Si entrecerraba los ojos lo suficiente como para ver mejor, podía ver solamente la parte
superior de la cabeza rizada de Ethan, asomándose sobre la mesa de la cocina.
Las lágrimas escocían mis ojos. Después de un año de estar lejos, combatiendo hadas,
descubriendo quien era yo, engañando a la muerte más veces de los que quisiera recordar,
finalmente estaba en casa.
―¿No es precioso?‖ siseo una voz.
Di una vuelta, mirando salvajemente a mí alrededor.
―Aquí arriba, princesa.‖
Mire hacia arriba, y mi visión se llenó con una red delgada y brillante un instante antes de
que esta me golpeara y me hiciera dar volteretas hacia atrás. Maldiciendo, golpeé y
desgarre los hilos, tratando de arrastrarme a través de la frágil barrera. Un dolor punzante
me hizo jadear. La sangre corrió por mis manos, y mire de reojo hacia los hilos. La red
estaba hecha de alambre fino y flexible y la lucha había cortado mis dedos.
Una risa áspera capto mi atención y estire el cuello hacia arriba, buscando a mis asaltantes.
Sobre el set de líneas eléctricas que se extendía desde el techo de la casa colgaban tres
pares de protuberantes criaturas con largas y delgadas piernas que brillaban bajo la luz de la
luna. Mi corazón dio un violento sacudón ya que como si fueran uno solo se desplegaron y
saltaron de las líneas, aterrizando en la grava con tenues chasquido. Se enderezaron y
caminaron rápidamente hacia mí.
Retrocedí, enredándome aún más en la red de alambre. Ahora que los veía claramente, me
recordaban a arañas gigantes, solo que de algún modo era más horrible. Sus piernas largas y
delgadas tenían agujas enormes, brillantes y puntiagudas mientras se deslizaban por el
suelo. La parte superior de sus cuerpos era de mujeres flacas y demacradas con piel pálida y
ojos saltones color negro. Sus brazos estaban hechos de alambre, y largos dedos en forma
de agujas alargados como si fueran garras, mientras se acercaban sus piernas chasquearon
contra la grava.
―Aquí esta,‖ siseo una de ellas, mientras me rodeaban. ―Justo como el rey dijo que ella
seria.‖
―Fue muy fácil‖ dijo otra con voz áspera, mirándome con sus protuberantes ojos oscuros.
―Estoy bastante decepcionada, pensé que sería una buena caza, pero no es más que un
pequeño y flaco bicho, atrapado en una red. ¿Qué es lo que asusta tanto al rey?‖
―El Rey,‖ dije, y las tres parpadearon hacia mí sorprendidas tal vez de que les estuviera
hablando en vez de estar encogiéndome de miedo. ―Querrás decir el falso rey, ¿verdad?
Aún está persiguiéndome.‖
La araña horripilante siseo, descubriendo sus puntiagudos dientes. ―No blasfemes de él así,
¡niña!‖ un chillido y la red me aprisiono jalándome hacia adelante. ―¡Él no es el falso Rey,
Es el verdadero monarca de Iron fey!‖
―No según lo que he oído,‖ replique, encontrando los ardientes ojos negros abiertos al
máximo. ―He conocido al Rey de Iron, al verdadero Rey de Iron, Machina, ¿O lo han
olvidado?‖
―¡Por supuesto que no!‖ siseo, la hermana hechicera. ―Nunca olvidaremos a Machina. Él
quería hacerte su reina, la reina de todo Iron Fey, y tú lo asesinaste por causar problemas.‖
―¡Él secuestro a mi hermano y planeaba destruir la tierra de Nunca Jamás!‖ respondí
bruscamente. ―Pero estas desviándote del punto. El Rey al que sirven, el que se hizo cargo
del trono, es un impostor. No es el verdadero heredero. Están secundando a un falso Rey.‖
―¡Mientes!‖ chillaron las brujas, acercándose, agarrándome con sus garras en forma de
agujas puntiagudas, extrayéndome sangre. ―¿Quién te dijo eso? ¿Quién se atreve a
blasfemar el nombre del nuevo Rey?‖
―Ironhorse,‖ dije, haciendo una mueca de dolor mientras una de ellas tiraba de mi cabello,
sacudiendo mi cabeza de adelante hacia atrás. ―Ironhorse me lo dijo, Machina era su propio
teniente.‖
―¡El traidor de fey! ¡Él y los rebeldes serán destruidos, justo después de que el Rey se
ocupe de ti!‖
Las arañas-hechiceras estaban gritando ahora, soltando maldiciones y amenazas,
desgarrándome a través de la red de alambre. Una de ellas me agarro más fuerte del cabello
y me alzó sobre mis pies. Jadeando, lágrimas de dolor fluían de mis ojos mientras el hada
siseaba en mi cara.
Un destello de luz azul fría irrumpió entre nosotros. El hada de hierro dio un grito y… se
desintegro, convirtiéndose en miles de astillas que cayeron a mí alrededor. Brillaban en la
oscuridad, agujas y clavijas captaban la luz de la luna mientras las arañas-hechiceras partían
del mundo tomando la forma de su verdadera especie. Las otras dos gimieron y
retrocedieron cuando algo rasgó la red lejos de mí y se interpuso entre nosotros.
―¿Estás bien?‖ gruñó Ash mientras me tambaleaba sobre mis pies, su mirada nunca se
apartó de las brujas en frente a él. Mi cuero cabelludo ardía, mis dedos aun sangraban, y
una docena de pequeños rasguños cubrían mis brazos gracias a las garras de las hechiceras,
pero no estaba seriamente herida.
―Estoy bien,‖ le dije, la ira se apilaba lentamente en mi pecho. Sentí que mi magia se alzaba
como un tornado, arremolinándose con emoción y energía. Cuando vi a Mab por primera
vez, la Reina del Invierno había sellado mi forma mágica, por miedo a mis poderes, pero el
sello había sido roto y pude sentir la vibración de la magia una vez más. Estaba por todas
partes a mi alrededor, violento y salvaje, la magia de Oberon y el fey de Verano.
―¡Mataste a nuestra hermana!‖ gritaron las hechiceras, desgarrando su propio cabello. ―Los
rebanaremos en pedazos,‖ silbaron, avanzando rápidamente hacia nosotros con las garras
fuera. Sentí una onda de magia procedente de Ash, más fría que la magia del hada del
verano, y el príncipe del invierno levanto su brazo hacia adelante.
Hubo una ráfaga de luz azul y una de las hechiceras se deslizo por un puñal de hielo, los
fragmentos puntiagudos la rasgaron como una metralleta. Ella gimió y se derrumbó,
dispersándose en miles de piezas brillantes sobre la hierba. Ash blandió su espada y se
cobró de la última.
La ultima araña-hechicera gritó de furia y levanto sus brazos. Diez largos y relucientes
alambres parecieron crecer de las puntas de agujas en sus dedos. Dirigió hacia Ash sus
gajos pequeños, este se agacho, y los cables cortaron en pedazos los arbolitos cercanos.
Mientras el danzaba alrededor de ella, me arrodille y enterré mis manos dentro de la tierra,
llamando a mi poder. Sentí la vibración de los seres vivos dentro de la tierra y envíe una
solicitud a la tierra, pidiendo ayuda para derrotar al mostro de hierro presente en la
superficie.
La araña-hechicera estaba lo bastante ocupada tratando de rebanar a Ash en hilos, fue
tomada completamente por sorpresa cuando el piso erupcionó a sus pies. El pasto y la
maleza, enredaderas y raíces se envolvieron alrededor de sus piernas largas y delgadas y
subieron por su torso. Ella gritó y se agitó con sus alambres mortales, cortando la
vegetación, como una enojada guadaña, vertí mas poder dentro de la tierra, y las platas
respondieron como si crecieran cada vez más rápido hacia adelante. Del pánico, la araña-
hechicera trato de volar, rasgando al través la vegetación mientras estas se retorcían
alrededor de sus piernas, arrastrándola hacia abajo.
Una forma oscura nublo el aire por encima de ella mientras Ash caía del cielo con su
cuchilla apuntando hacia abajo. Golpeó el torso protuberante del hada, inmovilizándola
contra la tierra por una fracción de segundo, antes de que se estremeciera en forma de una
enorme pila de agujas dispersas en el suelo.
Suspire con alivio y me puse de pie, pero repentinamente el piso se inclinó. Los arboles
empezaron a girar, todos los sentidos abandonaron mis piernas y mis brazos, y lo siguiente
de lo que fui consiente fue que el piso se apuró hacia mí.
Me desperté recostada en mi espalda, sintiéndome sin aire y débil como si acabara de correr
una maratón. Ash estaba mirando hacia mí, sus ojos plateados brillaron de preocupación.
―Meghan, ¿estás bien? ¿Qué te paso?‖
El mareo se fue desvaneciendo. Tome varias respiraciones profundas para asegurarme de
que mis tripas estuvieran donde se suponía tenía que estar, y me senté enfrente de él.
―No, no lo sé. Use mi poder, y simplemente…me desmaye.‖ Maldita sea, el piso aún estaba
girando. Me apoye sobre Ash, quien me sostuvo cuidadosamente, como si temiera que me
desbaratara. ―¿Esto es normal?‖ murmure contra su pecho.
―No que yo sepa,‖ sonó apenado, preocupado pero trato de no demostrarlo. ―Tal vez es un
efecto secundario por haber tenido tu magia sellado por tanto tiempo.‖
Bueno, esa era otra cosa por la que agradecerle a Mab. Ash se levantó con cuidado
levantándome con él. Mis brazos escocían, y mis dedos estaban pegajosos en los lugares
donde me había cortado con la red de alambre. Ash arranco retazos de su camisa y los
envolvió alrededor de mis manos, silenciosa y eficientemente, aunque su contacto era
suave.
―Ellas estaban esperándome,‖ murmure, mirando hacia las miles de agujas dispersas a
través del jardín, brillando con la luz de la luna. Los Fey habían traído más problemas a mi
familia. Mamá y Luke probablemente tendrían un ataque, y desesperadamente espere que
Ethan accidentalmente no pusiera un pie antes de que ellas hubieran tenido la oportunidad
de desaparecer. ―Ellos saben dónde vivo,‖ continúe, mirando el parpadeo color plata sobre
el pasto. ―El Rey falso sabe que he venido a casa, y las ha enviado…‖ Mi mirada se elevó
hacia mi casa, y mi familia se movía por entre las ventanas, sin notar el caos en el exterior.
Me sentí fría. Y enferma. ―No puedo ir a casa,‖ murmure, sintiendo la mirada de Ash sobre
mí. ―Ahora no. No puedo traer esta desgracia al hogar de mi familia.‖ Mire hacia la casa
por un momento más, luego cerré los ojos. ―El Rey falso no se detendrá aquí. El seguirá
enviando cosas tras de mí, y mi familia estará atrapada en medio. No puedo dejar que eso
ocurra. Yo… tengo que irme. Ahora.‖
―¿A dónde iras?‖ la voz estable de Ash se quebró en medio de mi desespero. ―No podemos
volver al mundo de las hadas, y los Iron Fey están por todos lados en el mundo mortal.‖
―No lo sé,‖ me cubrí la cara con mis manos. Todo lo que sabía era que no podía estar con
mi familia, no podía ir a casa y no podía tener una vida normal. No hasta que el Rey falso
dejara de perseguirme, o que milagrosamente se desplomara y muriera.
O yo me desplomara y muriera. ―Eso no importa ahorita, ¿verdad?‖ gemí a través de mis
dedos. ―No importa a donde vaya, ellos me seguirán.‖
Fuertes dedos se envolvieron alrededor de mis muñecas y tiraron suavemente mis manos
hacia abajo. Me estremecí y mire dentro de aquellos brillantes ojos color plata. ―Seguiré
peleando por ti,‖ dijo Ash con voz baja e intensa. ―Has lo que debas hacer. Yo estaré aquí,
sea lo que sea que decidas. Si esto toma un año o mil, seguiré manteniéndote a salvo.‖
Mi corazón latió con fuerza. Ash libero mis muñecas y deslizo sus manos hacia arriba de
mis brazos, acercándome. Me hundí dentro de su pecho abrazador y enterré mi cara en él.,
usándolo como escudo contra la decepción y el dolor, contra la certeza de que mi etapa
errante aun no acaba. La elección se cernía claramente ante mí. Si yo quería que esta
interminable huida y lucha acabaran, tendría que negociar con el Rey de Hierro. Una vez
más.
Abrí los ojos y mire hacia el lugar donde las fey de hierro habían caído, mire hacia los
restos de metal brillando sobre la hierba. El pensamiento de mostros asaltando mi cuarto,
girando sus feroces ojos sobre Ethan o mamá, me enfrió de rabia. Está bien, pensé,
apretando los puños sobre la camisa de Ash, ¿El Rey impostor quiere un guerra? Le daré
una.
No estaba lista. No aún. Tenía que volverme más fuerte. Tenía que aprender a controlar mi
magia, tanto la del Verano como la magia de Hierro, si es que realmente es posible
aprender ambas. Y para eso, necesitaba tiempo. Necesitaba un lugar donde los Iron Fey no
pudieran seguirme. Y solo había un lugar que sabía era seguro, donde los sirvientes del
falso Rey nunca me encontrarían.
Ash debió haber notado el cambio. ―¿A dónde vamos?‖ murmuro entre mi cabello.
Tome un gran trago de aire y me eche hacia atrás para mirarlo. ―A donde Leanan sidhe.‖
La sorpresa y un parpadeo de alarma cruzaron por su rostro. ―¿La reina exiliada? ¿Estas
segura de que ella nos ayudara?‖
No, no lo estaba. La reina exiliada, como era llamada entre otras cosas, era caprichosa e
impredecible y, francamente, bastante aterradora. Pero me había ayudado antes, y su casa
en la Mitad — el velo que separa el mundo mortal del mundo de las hadas — era el único
lugar potencialmente seguro que teníamos.
Además, tenía una cuenta que resolver con Leanan sidhe, y más que eso algunas preguntas
que necesitaba responder.
Ash aún estaba mirándome, con su mirada color plata interesa. ―No lé,‖ le dije la verdad.
―Pero ella es la única que pienso que puede ayudarnos, además ella odia el Iron Fey con
pasión ardiente. A parte de eso, es la reina de los exiliados. Eso significa que clasificamos
¿verdad?‖
―Dímelo tú,‖ Ash cruzó los brazos y se recostó contra un árbol. ―No he tenido el placer de
conocerla. Aunque he oído las historias. Muy aterradoras.‖ Una pequeña arruga cruzo su
frente, y suspiró. ―Esto va a ser muy peligroso, ¿verdad?‖
―Probablemente.‖
Una sonrisa triste arqueo sus labios. ―¿Por dónde empezamos?‖
Una fría determinación apretó mi estómago. Mire de vuelta a mi casa, a mi familia, tan
cerca, y me trague el nudo en mi garganta. Aún no, les prometí, pero pronto, podre volver a
verlos. ‖New Orleans‖ respondí, dando la vuelta hacia Ash, quien esperaba pacientemente
con sus ojos que nunca abandonaron mi rostro. ―El museo histórico de Voodoo. Allí hay
algo que tengo que tomar de nuevo.‖
---------
1. Instituto sin fines de lucro con 105 escuelas en 37 estados de los Estados Unidos
CAPITULO 2
Traducido por: Maricarodelgado
De fichas y Adustas Iglesias
Cualquier guía turístico que llevara su insignia en Nueva Orleans te dirá que no te vayas de
fiesta solo por las calles de la ciudad en la mitad de la noche. En el corazón del Barrio
Francés, donde las farolas y el turismo eran una situación constante, era apenas seguro,
pero justo fuera del distrito, los oscuros callejones esconden pandillas y ladrones y
predadores de la noche.
No estaba preocupada por los predadores humanos. Ellos no podían vernos, excepto por un
indigente de cabello blanco quien se encogió en contra de la pared y coreo ―Aquí no, aquí
no,‖ mientras pasábamos. Pro la oscuridad escondía otras cosas también, como el phouka
cabeza de cabra que nos miraba desde un callejón al otro lado de la calle, riendo
enloquecidamente, y los pandillero de gorro rojo quien nos siguió por varios callejones
hasta que se aburrieron y se fueron buscando por una presa más fácil. Nueva Orleans era
una ciudad encantada; misterio, imaginación y antiguas tradiciones se mezclaban
perfectamente aquí y era perfecto para que hadas exiliadas encontrar un lugar.
Ash camino a mi lado, una silenciosa, y vigilante sombra, una mano descansando
casualmente en la empuñadura de su espada. Todo, desde sus ojos, el frio en el aire
mientras pasa, la calma letalidad de su cara, era una advertencia: este no era alguien a quien
quisieras molestar. Aunque él ha sido exiliado y no es más un príncipe de la Corte Oscura,
el era un guerrero imponente, incluso el hijo del Rey Mab, y algún atrevido lo retaban.
Por lo menos, eso es lo que me sigo diciéndome mientras nos adentrábamos más
profundamente en el callejón del Barrio Francés, moviéndonos cuidadosamente a nuestra
meta. Pero en la entrada de un callejón estrecho, la pandilla de gorro rojo que yo creía que
había desistido apareció, bloqueando la salida. Eran pequeños y fornidos, enanos malvados
con gorros rojo sangre, sus ojos y sus dentados colmillos brillando en la oscuridad.
Ash se detuvo y en un ligero movimiento me deslizo detrás de él y saco su espada, bañando
el callejón con una parpadeante luz azul. Apreté mis puños, enviando glamur por el aire,
degustando miedo y aprehensión y un toque de violencia. Mientras dibujaba mi glamur,
sentí las nauseas y mareos y lucho para seguir sobre sus pies. Por un momento, nadie se
movió.
Entonces Ash, sin sentido del humor y dando un paso al frente. ―Podemos quedarnos
parados viéndonos los unos a los otros toda la noche,‖ el dijo, cruzando miradas con el
gorro rojo mas grande, quien tenía un pañuelo teñido de rojo es su cabeza y le faltaba un
ojo. ―O les gustaría que fuera yo quien inicie la masacre?‖
Tuerto saco sus colmillos. ―Mantén tus pantalones puestos, príncipe,‖ espeto, con su voz
gutural parecida al gruñido de un perro. ―No tenemos ninguna disputa contigo.‖ Olfateo y
se rozo la nariz torcida. ―Solo escuche el rumor de que estaba en la ciudad, veras, y nos
gustaría tener unas palabras con la señorita antes de que se fueran, eso es todo.‖ Sospeche
instantáneamente. No les tenía cariño a los gorraroja; de los que hui cuando estaban
tratando de secuestrarme, torturarme, y comerme. Eran los mercenarios y ladrones de la
Corte Oscura, y los exiliados eran incluso peor. No quería tener nada que ver con ellos.
Ash mantuvo su espada afuera, sus ojos sin dejar nunca a los gorraroja, pero su mano libre
se movió hacia atrás y alcanzo la mía. ―Está bien. Digan los que vinieron a decir y salgan
de aquí.‖
Tuerto se burlo de él, después se volvió hacia mí, ―Solo queríamos decirte, princesa—‖
enfatizando la palabra con mirada maliciosa ―– que hay un montón de Hadas de Hierro
olfateando por la ciudad buscándote. Uno de ellos está ofreciendo recompensa por
cualquier información concerniente a tu paradero. Así que yo sería muy cuidadosa si fuera
tu.‖ Tuerto se quito su pañoleta y me dio una ridícula, burla de arco. ―Solo pensé que lo
querías saber.‖
Intente ocultar mi shock. No de que las Hadas de Hierro me estuvieran buscando, eso era
un hecho, sino de que un gorraroja se superaría a sí mismo para advertirme sobre eso.
―Porque me estás diciendo esto?‖
―Y como puedo estar seguro de que tu no correrás hacia ellos con nuestra posición?‖
intervino Ash, su voz plana y fría.
El líder de los gorraroja le dieron a Ash una mirada mitad disgustada, mitad temerosa.
―Crees que quiero a esos bastardos de Hierro en mi césped? De verdad crees que quiero
hacer negocio con ellos? Quiero a todos ellos muertos, o por lo menos fuera de mi
territorio. Estoy seguro como el demonio que no voy a darles exactamente lo que quieren.
Si hay alguna oportunidad en que pueda arruinar sus planes, la tomare, incluso si eso
significa advertirles sobre ellos. Y si te las arreglas para matarlos a todos por mí, oye—eso
hará mi noche.‖
El me miro con expresión esperanzadora. Me retorcí incómodamente. ―No voy a prometerte
nada,‖ le advertí, ―así que deja de amenazarme.‖
―Quien dijo que te estoy amenazando?‖ Tuerto levanto sus manos con una rápida mirada a
Ash. ―Solo te estoy dando una amigable advertencia. Pensé, oye, ella ha matado a los
bastardos de Hierro antes. Tal vez quiera hacerlo de nuevo.‖
―Quien te dijo eso?‖
―Oh, por favor. Esta por todas las calles. Sabemos sobre ti—tú y tu Oscuro novio aquí.‖
Curvo su labio hacia Ash, quien le devolvió la mirada estoicamente. ―Escuchamos sobre el
cetro, y como mataste a la perra de Hierro que lo robo. Sabemos que se lo devolviste a Mab
para detener la guerra entre Verano y Invierno, y que ellos te exiliaron por las molestias.‖
Tuerto sacudió la cabeza y me dio una mirada que era casi compasiva. ―Las palabras viajan
rápido en las calles, princesa, especialmente cuando las Hadas de Hierro están corriendo
alrededor como pollos con sus cabezas paradas, ofreciendo recompensas por ‗la hija del
Rey de Verano.‘ Así que, yo cuidaría mis espaldas si fuera tu.‖
El resoplo, después se volvió y escupió en los zapatos de uno de sus lacayos. El otro
gorraroja gruño y maldijo, pero Tuerto no pareció notarlo. ―De todas formas, ahí está. La
última vez que verifique, los bastardos estaban dirigiéndose por la calle Bourbon. Si te
manejas en matarlos, princesa, diles que Tuerto Jack les saluda. Vámonos, muchachos.‖
―Ah, jefe.‖ El gorraroja a quien le escupieron sonrió y se paso la lengua por los colmillos.
―Podemos masticar a la princesa, solo un poco?‖
Tuerto Jack golpeo al hada ofensiva en la cabeza sin mirarlo. ―Idiota,‖ espeto, ―No tengo
ningún deseo de recoger tus entrañas congeladas del pavimento. Ahora muévete, idiota.
Antes de que pierda mi temperamento.‖
El líder de los gorraroja me sonrió, le dio a Ash una última burla, y retrocedió.
Tropezándose y discutiendo entre ellos, la pandilla de gorraroja deambulo hacia la
oscuridad y desaparecieron de la vista.
Mire a Ash. ―Sabes, hubo un tiempo en el que deseaba poder ser popular.‖
El envaino su espada. ―Deberíamos parar por esta noche?‖
―No.‖ Me frote los brazos, dejando caer el glamur y el mareo que viene con él, y me asome
a la calle. ―No voy a correr a esconderme solo porque las Hadas de Hierro están
buscándome. No llegaría a ningún lado. Sigamos moviéndonos.‖
Ash asintió. ―Casi llegamos.‖
Llegamos a nuestro destino sin ningún otro incidente. El Museo Histórico de Vudú de
Nueva Orleans se veía exactamente como lo recordaba, descoloridas puertas negras
hundidas en la pared. El cartel de madera crujió sobre sus gastadas cadenas.
―Ash,‖ murmure mientras caminábamos tranquilamente a las puertas. ―He estado
pensando.‖ El encuentro con las brujas-arañas y los gorrarojas habían fortalecido mis
convicciones, y estaba lista para decir mis planes. ―Quiero que hagas algo por mí, si tu
puedes.‖
―Cualquier cosa que necesites.‖ Alcanzamos las puertas, y Ash espió por la ventana. El
interior del museo estaba oscuro. El observo el área a nuestro alrededor antes de colocar
una mano en una de las puertas. ―Todavía estoy escuchando, Meghan,‖ el murmuro. ―Que
es lo que quieres que haga?‖
Respire profundo. ―Enséñame como pelear.‖
El miro atrás, sus cejas se elevaron. Tome ventaja del momento de silencio y me sumí antes
de que él pudiera protestar. ―Quiero decirle, Ash. Estoy cansada de pararme al margen sin
hacer nada, observándote pelear por mí. Quiero aprender a defenderme. Me enseñarías?‖ El
frunció el ceño y abrió su boca, pero antes de que pudiera decir nada, añadí, ―Y no me des
ninguna de esa mierda sobre defender mi honor, o como una chica no puede usar un arma,
o como es muy peligroso para mi pelear. Como voy a vencer al rey falso si ni siquiera
puedo blandir una espada?‖
―Iba decir,‖ continuo Ash en lo que era casi una voz solemne, si no fuera por la leve sonrisa
en sus labios, ―que creía que era una buena idea. De hecho, te iba a sugerir escoger un arma
para ti después de que termináramos aquí.‖
―Oh,‖ dije en una vocecita. Ash suspiro.
―Tenemos muchos enemigos,‖ continuo. ―Y tanto como lo odio, puede haber oportunidades
cuando no voy a poder ayudarte. Aprendiendo como pelear y usar glamur seria crucial
ahora. Estaba tratando de pensar en una forma de sugerirte enseñarte sin sufrir una
explosión en mi cara.‖ El sonrió entonces, con una pequeña mueca de sus labios, y sacudió
su cabeza. ―Supongo que estaba predestinado de cualquier forma.‖
―Oh,‖ dije de nuevo, en incluso una voz más baja. ―Bueno… bien. Mientras nos
entendamos el uno con el otro.‖ Estaba contenta de que la oscuridad ocultara el
enrojecimiento de mi cara, aunque conociendo a Ash, el probablemente podría verme de
todas formas.
Todavía sonriendo, Ash se dirigió a la puerta, colocando una mano sobre la descolorida
madera y hablando suavemente en un susurro. La puerta sonó y lentamente se abrió. El
interior del museo era mohoso y cálido. Mientras atravesábamos la puerta, tropecé contra el
mismo bulto en la alfombra que había estado allí el año pasado y tropecé con Ash. El me
estabilizo con un suspiro, junto como hace un año. Solo que esta vez, el se agacho y toco
mi mano, moviéndose más cerca para susurrar en mi oído.
―Primera lección,‖ el dijo, e incluso en la oscuridad escuche la diversión en su voz.
―Siempre ten cuidado de donde pones tus pies.‖
―Gracias,‖ dije secamente. ―Recordare eso.‖ El se dio la vuelta y lanzo una bola de fuego
de hada. El brillo, azul-blanco se extendió por todas partes, iluminando la habitación y la
macabra colección de ítems de vudú alrededor de nosotros. El esqueleto con sombrero de
copa y el maniquí con la cabeza de cocodrilo todavía nos sonreía a lo largo del pasillo. Pero
ahora, un vieja figura, parecida a una momia había sido añadida al dúo, una arrugada
anciana con agujeros como ojos y brazos como frágiles palitos. Entonces la cara blanca se
volvió y me sonrió, y yo solté un grito.
―Hola, Meghan Chase,‖ susurro el oráculo, deslizándose lejos de la pared y de sus dos
cadavéricos guardaespaldas. ―Sabia que regresarías.‖ Ash no saco su espada, pero sentí sus
músculos tensándose bajo su piel. Respire profundo para calmar mi corazón palpitante y
camine hacia adelante. ―Entonces sabes porque estoy aquí.‖
La mirada sin ojos del oráculo me miraron. ―Intentaras recuperar los que perdiste hace un
año. Eso no parecía tan importante entonces como lo es para ti ahora. Lo que es siempre el
caso. Ustedes los mortales no saben lo que tienen hasta que lo han perdido.‖
―La memoria de mi padre.‖ Me aleje de Ash, acortando distancia entre el oráculo y yo. Su
mirada hueca me siguió, y el olor de rancios periódicos se coló por mi nariz y boca
mientras me aproximaba. ―Lo quiero de vuelta. Lo necesito si… si voy a verlo de nuevo en
Leanansidhe. Necesito saber lo que el significa para mí. Por favor. ‖
El conocimiento de ese error era todavía doloroso. Cuando en un principio estaba buscando
a mi hermano, vinimos al oráculo por ayuda. Ella accedió a ayudarnos, pero pidió un
recuerdo a cambio; había sonado insignificante en ese momento.
Había accedido a su precio, y más tarde no tenía idea de que recuerdo había tomado.
Entonces, cuando conocimos a Leanansidhe, quien mantenía varios humanos en el Medio.
Todos sus humanos eran artistas de algún tipo, brillantes, talentosos, y ligeramente locos de
vivir en el Medio por tanto tiempo. Uno de ellos, un talentoso pianista, había tomado un
gran interés en mi, aunque yo no sabía quién era el. Me di cuenta solo después de que había
dejado el distrito y ya era muy tarde para regresar.
Mi padre. Mi padre humano, o por lo menos el hombre que me crio hasta que tuve seis, y el
desapareció. Esa era el recuerdo que el oráculo me había quitado: todos los recuerdos de mi
padre humano. Y ahora, los necesitaba de vuelta. Si iba a ir a Leanansidhe, quería el
recuerdo de mi padre intacto cuando demandara saber porque ella lo tenía en primer lugar.
―Tu padre es Oberón, el Rey Verano,‖ susurro el oráculo, su delgada boca se extendió en
una sonrisa. ―Este hombre que buscas, este humano, no tiene relación de sangre contigo. El
es un simple mortal. Un extraño. Porque te importa?‖
―No lo sé,‖ dije miserablemente. ―No sé porque me importa, y quiero estar segura. Quien
era él? Porque nos dejo? Porque esta con Leanansidhe ahora?‖ me interrumpí y mire al
oráculo, sintiendo a Ash venir detrás de mi como apoyo silencioso. ―Tengo que saber,‖
susurre. ―Necesito ese recuerdo de vuelta.‖
El oráculo junto sus brillantes uñas, considerando. ―El intercambio fue justo,‖ ella dijo. ―Un
intercambio por otro, ambas estuvimos de acuerdo a eso. No puedo simplemente darte lo
que buscas.‖ Ella olfateo, luciendo momentáneamente indignada. ―Tendré algo como
recompensa.‖
Lo imagine. No se puede esperar que un hada te haga un favor sin darle un precio.
Aplacando mi molestia, le dirigí una mirada a Ash, y lo vi asentir. Él lo había esperado,
también. Suspire y me volví hacia el oráculo. ―Que quieres?‖
Ella se golpeo el mentón con la uña, desalojando unas escamas de piel muerta o polvo.
Arrugue mi nariz y di un paso atrás. ―Mmm, dejamos ver. Que estaría la chica dispuesta a
dar. Quizás…tu futuro hij—‖
―No,‖ dijimos Ash y yo al unisonó. Ella resoplo.
―No pueden culparme por intentarlos. Muy bien.‖ Ella se inclino hacia adelante,
estudiándome con los agujeros vacios en su cara. Sentí una presencia como de un cepillo en
mi mente y retrocedió, cerrando al salir.
El oráculo siseo, llenando aire con el olor de descomposición. ―Que…interesante,‖
reflexiono. Espere, pero ella no dijo nada, y después de un momento se alejo con una
extraña sonrisa en su arrugada cara. ―Muy bien, Meghan Chase, esta es mi petición. Te
encuentras reacia a renunciar a todo lo que es tuyo querida, y sería una pérdida de tiempo
preguntar por esas cosas. Así que, en vez de eso te pediré que me traigas algo de alguien
más querida.‖
Pestañee. ―Qué?‖
―Deseo que me traigas un Token. Seguramente eso no es mucho que pedir.‖
―Mm…‖ le lance una mirada desvalida a Ash. ―Que es un Token?‖
El oráculo suspiro. ―Todavía tan ingenua.‖ Ella le dio a Ash un ceño casi maternal. ―Confió
en que le enseñaras mejor que esto en el futuro, joven príncipe. Ahora, escúchame, Meghan
Chase, y compartiré algo de tradiciones de hadas. La mayoría de los ítems,‖ ella continuo,
arrancando un cráneo de una tabla con sus garras óseas, ―son solo tan. Mundana, ordinara,
vulgar. Nada especial. Sin embargo…‖ ella reemplazo el cráneo con un procesador y con
mucho cuidado recogió una bolsa de cuero, atado con una correa de cuero. Escuche el ruido
de unos guijarros o huesos dentro de la bolsa mientras ella la sostenía.
―Ciertos ítems han sido tan amados y valorados por mortales que se convierten en algo
completamente diferente—un símbolo de esa emoción, lo que sea amado, odiado, deseado,
o temido. Una muñeca favorita, o una pieza maestra de un artista. Y algunas veces, aunque
raramente, el ítem se convierte en algo tan importante que forma una vida por sí mismo. Es
como si un poco del alma humana se hubiese dejado atrás, alejándose de ser un artículo
ordinario. Nosotras las hadas llamamos a estos ítems Tolkens, y son muy codiciados,
porque irradian un glamur especial que nunca desaparece.‖ El oráculo dio un paso atrás,
pareciendo desaparecer dentro de la parafelina que recubre las paredes. ―Encuéntrame un
Token, Meghan Chase,‖ ella susurro, ―y te devolveré tu recuerdo.‖
Y después desapareció. Me frote los brazos y me volví hacia Ash, quien tenía una
expresión pensativa. El miraba hacia el oráculo desaparecido. ―Genial,‖ murmure. ―Así
que, necesitamos encontrar una cosa Token. Supongo que no están solo tirados por allí para
tomarlos, no? Alguna idea?‖
El se levanto y miro hacia mí. ―Quizás sepa donde podemos encontrar una,‖ dijo
reflexionando, de repente solemne de nuevo. ―Pero no es un lugar al que los humanos les
gusta visitar, especialmente en la noche.‖
Yo reí. ―Que, no crees que pueda manejarlo?‖ el subió una ceja, y frunció el ceño. ―Ash, he
pasado por Arcadia, Tir Na Nog, los Briars, el Medio, el Reino de Hierro, las torres
Machina, y los campos matanza de Nuncanunca. No creo que haya un lugar capaz de
asustarme ya.‖
Una ráfaga de humor toco sus ojos, un desafío silencioso. ―Está bien, entonces,‖ dijo,
guiándome afuera. ―Sígueme.‖
LA CIUDAD DE LOS MUERTOS apareció ante mí, espantosa y negra bajo la hinchada
luna amarilla, evaporándose en el aire húmedo. Filas y filas de criptas, tumbas y mausoleos
alineados en calles estrechas, algunas hermosamente decoradas con flores, candelabros,
placas, otras desmoronándose con el tiempo y el abandono. Algunas de ellas parecían como
miniaturas de casas, o incluso como pequeñas catedrales, agujas y piedras cruzadas
rastrillándole el cielo. Estatuas de ángeles y mujeres llorando mirando hacia abajo desde los
tejados, luciendo consternadas o en medio del dolor. Sus ojos vacios parecían seguirme
hacia los callejones de tumbas alineadas.
De verdad tengo que aprender a mantener mi boca cerrada, pensé, siguiendo a Ash a través
de calles estrechas, mi piel erizándose con cada ruido o sombra sospechosa. Una cálida
brisa susurraba entre cada cripta, lanzándonos polvo y causando que hojas muertas se
arremolinaran en el piso. Mi hiperactiva imaginación arranco a todo dar, viendo zombis
arrastrándose entre las filas, las puertas de las tumbas crujiendo abiertas mientras manos
esqueléticas alcanzándonos. Me encogí y me presione contra Ash quien, maldito sea,
parecía bastante imperturbable sobre caminar a través del cementerio de Nueva Orleans en
medio de la noche. Siento su secreta diversión a mis expensas, y ayúdame, si él dice algo
como Te lo dije lo golpeare.
No hay fantasmas aquí, me dije a mi misma, mi mirada vacilando entre filas de tumbas.
Ningún fantasma, ni zombis, ni hombres con manos-gancho esperando para emboscar
adolecentes estúpidos que venían al cementerio en la noche. Deja la paranoia—
Capte un brillo de movimiento entre las criptas, un aleteo de algo blanco y fantasmal, una
mujer con un saco y capucha manchado de sangre, flotando sobre el suelo. Mi corazón casi
se detiene, y con un chillido, tome la manga de Ash, tirando de él para que se detuviera. El
se volvió, y me lance entre sus brazos, enterrando mi cara en su pecho. Orgullo de ser
condenado; lo mataría mas tarde por traerme aquí.
―Meghan?‖ su agarre se apretó en preocupación. ―Que sucede?‖
―Un fantasma,‖ susurre, señalando frenéticamente en la dirección del espectro. ―Vi un
fantasma. Por allá.‖
El se volvió para mirar en esa dirección, y lo sentí relajarse. ―Haba Sidhe,‖ el murmuro,
sonando como si estuviera intentando sofocar su diversión. ―No es inusual verlos aquí.
Ellos frecuentemente se pasean en los cementerios después que los muertos han sido
enterrados.‖
Mire hacia arriba, observando el Haba Sidhe flotando hacia la oscuridad. No era un
fantasma, entonces. Con un resoplido indignante me aleje, pero no lo suficiente como para
dejarlo ir. ―no se supone que los haba sidhe deben estar en un lugar de lamentos?‖
murmure, frunciéndole el ceño a lo que parecía un fantasma. ―Porque están paseándose por
aquí?‖
―Hay mucho glamur para ser encontrado en viejos cementerios. Puedes sentirlo, verdad?‖
Ahora que lo mencionaba, podía hacerlo. Duelo, miedo y desesperación colgaban como una
delgada bruma gris sobre todo, subiendo por las piedras y deslizándose por el suelo.
Respire profundo, y el glamur inundo mi nariz y mi boca. Sabia a sal y lagrimas y tosco,
duelo enconado, mezclado con el oscuro miedo de la muerte y el terror a lo desconocido.
―Horrible,‖ logre decir, con nauseas.
Ash asintió. ―A mí en realidad no me importa, pero a muchos de nuestra especie prefieren
el duelo y el miedo sobre todo lo demás. Así que los cementerios tienden a atraerlos,
especialmente en la noche.‖
―Como el haba sidhe?‖
―Los haba sidhe son signos de la muerte y muchas veces se pasean por el sitio de su ultima
marca.‖ Ash todavía no había liberado su abrazo. Parecía contento sosteniéndome, y yo
estaba contenta de estar allí. ―Pero hay otros, como bogies y mendigos de cocina, cuyo
único propósito en la vida es asustar mortales. Podremos ver algunos de ellos aquí, pero no
te molestaran si no les temes.‖
―Muy tarde,‖ murmure, y sentí su risita silenciosa. Volviéndome, lo fulmine con la mirada
y él me miro inocentemente. ―Solo para que lo sepas,‖ le gruñí, señalando hacia su pecho,
―Voy a matarte después por traerme aquí.‖
―Lo estaré esperando.‖
―Tu espera. Te arrepentirás cuando algo me agarre y grite lo suficientemente fuerte para
despertar a los muertos.‖
Ash sonrió y me dejo ir. ―Tendrán que pasarme primero,‖ el prometió, un mordaz brillo en
sus ojos. ―Además, la mayoría de las cosas que te agarrarían serian solo los bogies
semillero—irritantes pero inofensivos. Ellos solo quieren asustarte.‖ El se puso serio, y sus
ojos se estrecharon, viendo alrededor del cementerio. ―La verdadera amenaza seria el Grim,
asumiendo que este cementerio tenga uno.‖
―Que es un Grim?‖ yo inmediatamente pensé en Grimalkin, el inteligente gato parlanchín
que siempre aparecía cuando menos se le esperaba, demandando favores a cambio de su
ayuda. Me pregunte donde estaba el gato ahora, si había regresado a wyldwood después de
nuestra última aventura. Por supuesto, estando en un cementerio, un Grim también podría
ser un esqueleto sonriente con una capucha negra, deslizándose por los pasillos con una
manija en la mano. Me estremecí y maldije mi imaginación hiperactiva. Así que ayúdenme,
no importaba si Ash estaba aquí o no, si yo veía eso venir las personas al otro lado de la
ciudad me escucharían gritar.
Un aullido misterioso cortó a través de la noche, haciéndome saltar. Ash se congelo, sus
músculos tensándose debajo de su camisa. Una calma letal pasó por su rostro: su máscara
de matar. El cementerio se volvió mortalmente quieto, como si incluso el fantasma y bogies
semilleros tuvieran miedo de moverse.
―Déjame adivinar. Eso era el Grim.‖
La voz de Ash se suavizo mientras se volvía. ―Vámonos.‖
Continuamos por varios pasillos mas, mausoleos de piedra nos flanquean. Mire
ansiosamente entre las tumbas, cautelosa de bogies y galería de mendigos y cualquier otra
cosa que pudiera saltar sobre mí. Busque por el misterioso Grim, mi cerebro dibujando
hombres lobos imaginarios y perros zombis y esqueletos portando una sierra siguiéndonos
por las calles.
Finalmente, llegamos a un pequeño mausoleo de piedra con una antigua cruz encaramada
en el tejado y una simple puerta de piedra, nada elegante o extravagante. La pequeña placa
en la pared estaba tan descolorida que era imposible de leer. Hubiese caminado directo a él,
si Ash no me hubiese detenido.
―De quien es esta tumba?‖ pregunte, alejándome de la puerta como si hubiese crujido para
abrirse y revelar su macabro contenido. Ash camino pasando por los escalones de granito y
colocando una manos sobre la madera.
―Una vieja pareja, nadie importante,‖ replico, pasando sus dedos por la descolorada
superficie como si pudiera sentir que había al otro lado. Estrechando sus ojos, me miro.
―Meghan, sube aquí, ahora.‖
Me encogí. ―Vamos a entrar?‖
―Una vez que abra la puerta, el Grim sabrá que estamos aquí. Es su deber cuidar el
cementerio, y los restos de quienes descansan aquí, así que no va a estar feliz de que
estemos perturbando a los muertos. No querrás estar allí afuera sola cuando el venga,
créeme.‖
Con el corazón golpeteando, me apresure hacia las escaleras y me apreté a su espalda,
mirando hacia el cementerio. ―Que es esta cosa, de todos modos?‖ pregunte. ―No puedes
solo rebanarlo, o volvernos invisible en todo caso?‖
―No es tan fácil,‖ explico Ash pacientemente. ―Los Grims de Iglesia son inmunes a la
magia y glamur—ellos ven a traves de ellos. E incluso si matas uno, no muere. Para
destruir un Grim, tienes que desenterrar y quemar su verdadero cuerpo, y no tenemos
tiempo.‖ El se volvió a la puerta, murmuro una palabra silenciosamente, y empujo para
abrir.
Una ráfaga de aire caliente salió de la cripta abierta, junto con una rancia escancia de polvo
y moho y putrefacción. Me atraganté y apreté mi cara en el hombro de Ash mientras nos
dirigíamos adentro, cerrando la puerta tras nosotros. La pequeña habitación era como un
horno; estaba casi instantáneamente cubierta en sudor, y coloque mi manga en mi boca.
Jadeando en la tela, trate de no enfermarme ante la escena en el medio del suelo.
En una piedra elevada yacían dos esqueletos, juntos. La habitación era tan pequeña que
apenas había suficiente espacio para bordear los bordes de la mesa, así que los cuerpos
estaban bastante cerca. Demasiado cerca, en mi opinión. Los huesos estaban amarillos por
el tiempo, y nada se aferraba a ellos—ni piel, ni cabello, o carne—así que debían de haber
estado aquí un tiempo.
Me di cuenta que los esqueletos se estaban sosteniendo las manos, los largos dedos
huesudos envueltos alrededor del otro en una horrible parodia de afecto. En uno de los
blancos, desnudos dedos, un deslustrado anillo brillaba en las sombras.
La curiosidad batió con la repulsión, y mire a Ash, quien miraba a la pareja con una
expresión grave en su rostro. ―Quienes son ellos?‖ susurre a través de mi manga. Ash
medito, entonces respiro profundo.
―Hay una historia,‖ el comenzó en un tono solemne, ―sobre un saxofonista talentoso quien
fue a Mardi Gras una noche y atrapo la mirada de una Hada Reina. Y la reina lo invito a ir
con él, porque era joven y buenmozo y encantador, y su música podía hacer incendiar un
alma. Pero el saxofonista se reusó, porque el ya tenía esposa, y su amor por ella era más
grande que incluso la belleza del hada reina. Y así, molesta de que el la rechazara, la reina
se lo llevo de todos modos, y lo mantuvo en el Nuncanunca por muchos días, obligándolo a
entretenerla. Pero sin importar que viera el joven en la Hada, y sin importar cuando la reina
tratara de hacerlo suyo, incluso cuando el olvido su propio nombre, el no pudo olvidar a su
esposa en el mundo mortal.‖
Mirando la cara de Ash, las sombras en sus ojos mientras hablaba, tuve el presentimiento
que esta no era una historia que hubiese escuchado por allí. Este fue un cuento que él vio
revelarse ante él. El sabia del Token y vino a buscarlo porque recordaba el saxofonista de la
corte de la reina; otro mortal atrapado en el crueldad del hada.
―El tiempo paso,‖ Ash continuo, ―y la reina finalmente lo libero, porque le divertía hacerlo.
Y cuando el joven humano, con su cabeza llena de recuerdos reales e imaginarios, regreso
con su amada esposa, el la encontró de 60 años de edad, mientras él no había cambiado ni
un día desde que desapareció del mundo mortal. Ella todavía usaba su anillo, y no había
aceptado otro esposo o pretendiente, porque ella siempre creyó que él iba a volver.‖
Ash se detuvo, y use mi mano libre para limpiar mis lágrimas. Los esqueletos no parecían
tan pavorosos ahora, yaciendo sin movimiento en la mesa. Por lo menos podía mirarlos sin
que se me revolviera el estomago. ―Que paso después de todo?‖ susurre, mirando a Ash
esperanzada, suplicando porque su cuento de hadas que tenga un final feliz. O por lo menos
uno no horrible. Debería saberlo mejor para este momento. Ash sacudió su cabeza y
suspiro.
―Los vecinos los encontraros días después en su cama, un hombre joven y una arrugada
mujer vieja, sus dedos entrelazados en un agarre irrompible y sus caras vueltas el uno hacia
el otro. La sangre de sus muñecas ya se había secado en las sabanas.‖
Trague el nudo en mi garganta y mire los esqueletos de nuevo, dedos entrelazados en la
muerte como lo habían estado en vida. Y desee eso, por una vez, un cuento de hadas—un
verdadero cuento de hadas, no un cuento de hadas de Disney—que tuviera un final feliz.
Me pregunto cuál será mi final? El pensamiento vino de ninguna parte, haciéndome fruncir
el ceño. Mire a Ash sobre la mesa; su mirada plateada se encontró con la mía, y sentí mi
corazón hincharse en mi pecho. Estaba en un cuento de hagas, no es así? Estaba jugando mi
parte en la historia, la niña humana que se había enamorado del príncipe encantado.
Historias como esa raramente terminaban bien. Incluso si terminaba esta cosa con el rey
falso, incluso si volvía con mi familia y vivía una vida normal, donde encajaría Ash? Yo
era humana; él un inmortal; un hada sin alma. Qué tipo de futuro tendríamos juntos? Yo
eventualmente envejecería y moriría; Ash viviría para siempre, o por lo menos hasta que el
mundo de los mortales se volviera mucho para él y el simplemente dejara de existir.
Cerré mis ojos, mi corazón doliendo con la amarga verdad. El no pertenecía aquí, al mundo
mortal. El pertenecía de vuelta a las Hadas, con las otras criaturas de mitos y pesadillas e
imaginación. Ash era hermoso, un sueño imposible: un cuento de hadas. Y yo, a pesar de la
sangre de mi padre, era todavía humana.
―Meghan?‖ su voz era suave, interrogante. ―Que es esto?‖
De repente enojada, corte mis pensamientos. No. No aceptare eso. Esta era mi historia,
nuestra historia. Encontraría una forma en que los dos pudiéramos vivir, ser felices. Le
debía eso a Ash.
Algo aterrizo en el techo encima de nosotros con un golpe hueco, y una ducha de polvo
cayó sobre mí. Tosiendo, moví mi mano en frente de mi cara, entrecerrando los ojos bajo la
repentina lluvia de suciedad.
―Que fue eso?‖ Ash miro al techo, estrechando sus ojos. ―Nuestra señal para irnos. Aquí.‖
El tomo me paso algo sobre la mesa. Brillaba brevemente mientras lo agarraba—el dorado
anillo empañando del dedo del esqueleto. ―Aquí está tu Token,‖ murmuro Ash, y vi su
mano como dardo entrar es su bolsillo, casi tan rápido como para ser visto, antes de que se
alejara de la mesa. ―Salgamos de aquí.‖
El abrió la puerta, señalándome que saliera. Mientras me agarraba a través del arco, algo
goteo en mi hombre desde arriba, algo cálido y húmedo y baboso. Puse mi mano en mi
cuello, y quedo cubierta de baba espumosa. Con el corazón en mi garganta, mira hacia
arriba.
Una monstruosa forma se agachaba sobre el mausoleo, recortado contra el cielo iluminada
por la luna, algo magro y muscular y definitivamente sobrenatural. Temblando, mire dentro
de los ojos hirvientes de un enorme perro negro, grande como una vaca, los labios evertidos
para revelar colmillos tan largos como cuchillos de cenar.
―Ash,‖ masculle, alejándome. Los ojos del perro monstruoso me siguieron, su mirada
ardiente pegada en la mano donde tenía el anillo. ―Ese es—‖ La espada de Ash se libero.
―El Grim.‖
El Grim lo miro y ladro, haciendo el suelo temblar, después cambio su terrorífica mirada
hacia mí. Sus músculos se rizaron debajo de su manchado abrigo como si agachándose más,
baba colgando en delgadas líneas desde sus dientes. Ash blandió su espada, hablándome
aunque nunca quito los ojos del Grim. ―Meghan, cuando yo diga ‗ve,‘ corre hacia, no lejos
de él. Entendiste?‖
Eso sonaba mucho como a suicidio, pero yo confiaba en Ash. ―Si,‖ susurre, tomando el
anillo más fuerte, sintiendo los bordes clavarse en mi palma. ―Estoy lista.‖
El Grim aullaba, un sonido ensordecedor capaz de dividir i cabeza en dos, haciéndome
querer tapar mis oídos y cerrar mis ojos. Salto, y me hubiese quedado congelada en el lugar
si Ash no me hubiese sacado del entumecimiento gritándome, ―Vete!‖
Entrando en acción, me moví hacia adelante, debajo del perro a toda velocidad sobre mi
cabeza, y sentí el fuerte impacto mientras el Grim golpeaba el sitio donde yo había estado
parada.
―Corre!‖ me grito Ash. ―Tenemos que salir del cementerio, ahora!‖
Detrás de nosotros, el Grim gruño en furia y ataco.
CAPITULO 3
Traducido por: Maricarodelgado
Recuerdos
Una lluvia de fragmentos brillantes brotaron de la dirección de Ash, el Grim furioso con
dagas congeladas y pedacitos de picadura de hielo. Ellos se rompieron o rebotaron en el
cuello del Grim, sin lesionar a la bestia, pero fue suficiente para comprarnos unos segundos
de ventaja. Huimos por los pasillos, corriendo entre las criptas, sujetándonos alrededor de
las estatuas de ángeles y santos, el caliente aliento del Grim en nuestros talones. Si
hubiésemos estada en un lugar abierto, el perro monstruoso me hubiese agotado y usado
como juguete en segundos, pero las estrechas calles y los pequeños corredores lo retrasaban
un poco. Zigzagueamos nuestro camino por el cementerio, estando un paso por delante del
Grim, hasta que las blancas paredes de concreto que demarcaban el cementerio aparecieron
enfrente de nosotros.
Ash alcanzo la barrera primero y se volvió para ayudarme a subir, posicionándose como un
taburete. Esperando sentir los dientes en mi espalda en cualquier momento, subí a su rodilla
y me impulse arriba, arañando y pateando.
Ash salto directo, como si estuviera atado a cables, y aterrizo en el borde, agarrando mi
brazo.
Un aullido desafiante hizo mis oídos timbrar, y cometí el error de mirar hacia atrás. Las
fauces abiertas del Grim llenaron mi visión, lanzándome aliento caliente y sucio,
llenándome de baba. Ash tiro de mi justo cuando las mandíbulas se cerraban a centímetros
de mi cara.
Jadeando, mire hacia arriba. El Grim se agacho en lo alto de la pared, mirándome, sus
colmillos desnudos y brillantes en la luz de la luna. Por un momento, estaba segura que iba
a saltar y desgarrarnos en pedazos. Pero, con un último ladrido, se volvió y se salto fuera de
nuestra vista, de vuelta al cementerio al que estaba obligado a proteger.
Ash soltó un respiro y dejo su cabeza caer al pasto. ―Diré esto,‖ jadeo, sus ojos cerrados y
su cara dirigida hacia el cielo. ―Estar contigo nunca es aburrido.‖
Abrí mi tembloroso puño, y mire hacia el anillo todavía en mi palma. Brillaba con su propia
luz interna, rodeado por un aura de glamur que temblaba con emoción: un profundo dolor
azul, esperanza esmeralda, y amor escarlata. Ahora que lo veía claramente, sentí una
punzada de remordimiento y culpa; este era el símbolo de un amor que había durado por
décadas, y lo habíamos tomado de la tumba sin dudarlo un segundo.
Trague el bulto en mi garganta y metí el anillo en el bolsillo de mis pantalones.
Limpiándome la baba asquerosa del Grim de mi cara, mire a Ash. El abrió los ojos, y de
repente me di cuenta de que cerca estábamos, nuestras extremidades enredadas juntas y
nuestras caras a centímetros de distancia. Mi corazón tartamudeo un poco, luego corrió más
rápido que antes. Desde nuestro exilio de Hadas y mi viaje a casa, nunca hemos estado
juntos, de verdad juntos. Había estado tan preocupada con lo que le diría a mi familia, tan
ansiosa de llegar a casa, que no lo había pensado mucho. Y Ash nunca fue más lejos que un
breve toque o caricia, pareciendo contento de dejarme tener mi lugar. Solo que no sabía que
queríamos, que esperaba. Que teníamos, exactamente?
―Estas preocupada de nuevo.‖ Ash estrecho sus ojos, y la cercanía de él me hijo perder el
aliento. ―Parece que siempre estas preocupada, y no puedo hacer nada para ayudar.‖
Le fruncí el ceño. ―Podrías dejar de leer mis emociones cada vez que me volteo,‖ dije,
fingiendo irritación, cuando es realidad mi corazón estaba latiendo tan fuerte que sabía que
él podía sentirlo. ―Si te molesta tanto, podrías buscar algo mas en que enfocarte.‖
―No puedo evitarlo.‖ El sonaba molestamente caballeroso, completamente seguro de sí
mismo y cómodo, yaciendo allí sobre su espalda. ―Entre mas estamos conectados con
nuestro elegido, mas podemos saber lo que están sintiendo. Es instintivo, como respirar.‖
―Puedes aguantar la respiración?‖
Una esquina de sus labios se torció. ―Supongo que podría bloquearte, si lo intentara.‖
―Ujum. Pero no vas a hacerlo, verdad?‖
―No.‖ Serio de nuevo, el alzo su mano y paso sus dedos por mi cabello, y por un momento
olvide respirar. ―Quiero saber cuando estas preocupada, cuando estas enojada o feliz o
triste. Tú probablemente me harías lo mismo, aunque yo soy un poco mejor en esconder
mis emociones. Mas practica.‖ Una sombra cruzo su cara, un destello de dolor, antes de que
se fuera. ―Desafortunadamente, entre más tiempo estemos juntos, mas difícil será ocultarlo,
para ambos.‖ El sacudió su cabeza y me dio una sonrisa seca. ―Uno de los riesgos de tener
un hada enamorado de ti.‖
Lo bese. Sus brazos se deslizaron alrededor de mí y me acercaron más, y nos quedamos así
por un tiempo, mis manos agarrando su cabello, sus fríos labios sobre los míos. Mis
pensamientos anteriores en la cripta volvieron para casarme, y los aleje hacia un rincón
oscuro de mi mente. No renunciaría a él. Encontraría una forma para tener un final feliz,
para ambos.
Por unos segundos, mi mundo se redujo a ese pequeño rincón, con el latido de Ash debajo
de mis dedos, yo respirando en su aliento. Pero después el gruño suavemente y me alejo, su
expresión entre divertida y cautelosa. ―Tenemos público,‖ murmuro, y yo me levante,
mirando alrededor cautelosamente. La noche estaba tranquila y silenciosa, pero un gran
gato gris estaba sentado en la pared con su cola enroscada alrededor del, mirándonos con
diversión en sus ojos dorados.
Me levante, con mi cara ardiendo. ―Grimalkin!‖ mire al gato, quien me miro con suavidad.
―Maldición, Grim! Planeas estas cosas? Hace cuanto nos estas mirando?‖
―Que bueno verte tan bien, humana.‖ Grimalkin me guiño un ojo, sarcástico, imperturbable
y completamente exasperante. El miro a Ash, quien se había puesto de pie casi sin producir
sonido, y torció una oreja. ―Y es bueno saber que los rumores son completamente verdad.‖
Ash uso una expresión vacía, rastrillando las hojas de mi cabello, pero sentí mi cara todavía
más roja. ―Porque estás aquí Grim?‖ demande. ―No tengo más deudas que puedas
recolectar. O solo te aburriste?‖
El gato bostezo y lamio su pata delantera. ―No te adules, humana. Aunque es siempre
divertido verte patalear, y no estoy aquí para mi propio entretenimiento.‖ Grim se paso la
pata por la cara, luego cuidadosamente limpio sus uñas, una a una, antes de volverse a mi
otra vez. ―Cuando Leanansidhe escucho porque te habías desaparecido de Nuncanunca, no
podía creerlo. Le dije que los humanos no son razonables e irracionales cuando a sus
emociones se refiere, pero tener al príncipe Invierno exiliado también bueno… ella estaba
segura que era un rumor falso. El hijo de Mab nunca desafiaría a su reina y su corte, para
desaparecerse al mundo mortal con la hija mestiza de Oberón.‖ Resoplo Grimalkin,
sonando complacido consigo mismo. ―De hecho, hicimos una apuesta bastante interesante
al respecto. Ella estará terriblemente molesta cuando escuche que perdió.‖
Mire a Ash, quien mantenía su expresión cuidadosamente neutral. Grimalkin estornudo, el
equivalente felino a una risa, y continuo. ―Así que, naturalmente, cuando desapareciste de
Nuncanunca, Leanansidhe me pidió que los encontrara. Ella quiere hablar contigo, humana.
Ahora.‖
Mi estomago se contrajo en un pequeño nudo, mientras Grimalkin se levanto y salto con
gracia de la pared, aterrizando en el pasto sin ningún sonido. ―Sígueme,‖ el ordeno, sus ojos
volviéndose orbitas flotando en la oscuridad. ―Te enseñare el camino hacia Entre desde
aquí. Y humana, hay rumores de hadas de hiero cazándote también, así que sugiero que nos
apuremos.‖
Trague. ―No,‖ le dije, y las orbitas pestañearon en sorpresa. ―No he terminado aquí.
Leanansidhe quiere hablar conmigo? Bien, tengo algunas cosas que hablar con ella,
también. Pero no voy a ir a su mansión, sabiendo que mi papa está justo allí, y todavía no
tener idea que quien es. Voy a recuperar mi recuerdo. Hasta entonces, ella puede esperar.‖
Ash toco la parte de atrás de mi brazo, un silencioso, gesto aprobador, y Grimalkin me miro
como si hubiese crecido tres pies. ―Desafiar a Leanansidhe. No tenía idea que iba a ser tan
interesante.‖ Ronroneo, estrechando sus ojos.
―Muy bien, humana. Te acompañare, solo para ver la cara de la Reina del Exilio cuando le
digas tus razones por las que tiene que esperar.‖
Eso sonó bastante siniestro, pero no me importo. Leanansidhe tenía muchas respuesta, y
obtendría esas respuestas—pero primero necesitaba saber sobre que estaba preguntando.
LAS PUERTAS DEL MUSEO ESTABAN todavía abiertas mientras entraba, seguida por
Ash y seguidamente el ronroneante Grimalkin, quien desaparecieron tan pronto como se
deslizo por la puerta. El no se arrastro lejos o se escondió en las sombras; el simplemente se
desvaneció de la vista. No me sorprendió en lo mas mínimo—estaba acostumbrada para
este momento.
Una arrugada figura nos esperaba en el fondo, arrecostado en contra del mostrador de
vidrio, rodando un esqueleto en sus manos. Ella desnudo sus dientes de aguja en una
sonrisa mientras nos acercábamos, pasando sus uñas por las desnudas mejillas del cráneo.
―Lo tienes,‖ ella susurro, su mirada hueca se fijo en mi. ―Puedo olerlo desde aquí.
Enséñamelo, humana. Que trajiste vieja Anna?‖ Saque el anillo de mi bolsillo y se lo tendí,
donde brillaba en la rancia oscuridad como una luciérnaga. La sonrisa del oráculo creció.
―Ah, sí. Los amantes condenados, separados por edad y tiempo, y la esperanza de
mantenerlo vivo. Estéril como fue, al final.‖ Ella tosió una risa, un poco de polvo saliendo
de su boca hacia el aire. ―Fueron al cementerio, no es así? Que descaro. Con razón sigo
viendo un perro en su futuro. No tomaron, por casualidad, la pareja de este anillo, no es
así?‖
―Mm…no.‖
―Oh, bueno.‖ Ella extendió su arrugada mano, como un ave abriendo sus garras. ―Supongo
que me tengo que contentar con este. Ahora, Meghan Chase, dame el Token.‖
―Lo prometió,‖ le recordé, dando un paso adelante. ―El Token por mi recuerdo. Lo quiero
de vuelta.‖
―Por supuesto, niña.‖ El oráculo parecía molesto. ―Abandonare el recuerdo de tu padre—
recuerdo que tu libremente me diste, debo añadir—a cambio del Token. Como nuestro
negocio dicta, así debe ser hecho.‖ Ella flexiono sus garras impacientemente. ―Ahora, por
favor. Entrégamelo.‖
Dude un momento más, después deje el anillo en su mano. Sus dedos se cerraron con tanta
rapidez que retrocedí. El oráculo suspiro, sosteniendo el anillo en su pecho hundido. ―Tanto
anhelo,‖ murmuro, como en un sueño. ―Tantas emociones. Recuerdo. Antes que los
abandonara todos. Recuerdo como se era el sentir.‖ Ella olfateo, saliendo de un trance, y
flotando de regreso, detrás del mostrador, su voz de repente quebradiza y amarga. ―No sé
como ustedes los mortales lo hacen, estos sentimientos que deben perdurar. Los arruinara,
al final. No es verdad, príncipe?‖
Yo comencé, pero Ash no parecía sorprendido. ―Lo vale,‖ el dijo calmadamente.
―Si te dices eso ahora.‖ El oráculo deslizo el anillo sobre una garra y levanto su mano,
admirándolo. ―Pero mira como te sientes dentro de unas décadas, cuando la chica haya
crecido seca y débil, alejándose cada vez mas de ti con cada día que pasa, y tu continuas sin
envejecer en el tiempo. O quizás—‖ ella se volvió a mi ahora. ―—tu amado príncipe
encontrara que la vida mortal es demasiado para el quedarse, para ser, y el desaparecerá en
la nada. Un día, despertarás y el simplemente se habrá ido, solo un recuerdo, y nunca
encontraras amor de nuevo, porque cómo puede un simple mortal con un hada?‖ siseo el
Oráculo, sus labios curvados en una burla. ―Entonces desearas que estuvieras vacía por
dentro. Como yo.‖
Ash se mantuvo calmado, sin expresión, pero yo sentí la estaca de miedo enrollarse en mi
estomago. ―Es eso…lo que ves?‖ susurre, una banda aprontándose alrededor de mi corazón.
―Nuestro futuro?‖
―Destellos,‖ dijo el oráculo, sacudiendo su mano despectivamente. ―El futuro dejando esta
en constante cambio, siempre en movimiento, nunca certero. La historia cambia con cada
respiro. Cada decisión que hacemos envía a otro camino. Pero…‖ ella estrecho sus ojos
hacia mí. ―Pero hay una constante en tu futuro, niña, y eso es dolor. Dolor y vacio, para tus
amigos, los que tienes más cerca de tu corazón, está en todas partes.‖
La banda en mi pecho se apretó más fuerte. El oráculo sonrió, una amarga, sonrisa vacía, y
rompió el contacto visual. ―Pero quizás tu cambiaras eso,‖ ella mascullo, señalando hacia
algo que no pude ver detrás del mostrador. ―Quizás encontraras un final feliz para este
cuento, uno que no he visto. Después de todo—‖ ella levanto un largo dedo, donde el anillo
brillaba en contra de la penumbra ―—sin esperanza, donde estaríamos ahora?‖ ella cacareo
y bajo la mano. Un pequeño globo de vidrio floto de detrás del mostrador, oscilando en el
aire antes de que descansara en la palma del oráculo. Sus uñas se curvaron sobre ella, y me
hizo señas con la otra mano.
―Aquí esta lo que buscas,‖ carraspeo ella, dejando el globo en mis manos. Parpadee en
sorpresa. El vidrio se sentía tan ligero y delicado como una burbuja descansando en mi
palma, como si pudiera romperla solo flexionando mis dedos. ―Cuando estés lista,
simplemente rompe el globo, y tu recuerdos será liberado.‖
―Ahora,‖ ella continuo, retrocedió, ―creo que eso es todo lo que necesitas, Meghan Chase.
Cuando te vea de nuevo, sin importar lo que escojas, no serás la misma.‖
―Que quieres decir con eso?‖ el oráculo sonrió. Un soplo de viento agito la habitación, y se
ella se disolvió en un remolino de polvo, llenando el aire y produciendo escosando mis ojos
y garganta. Tosiendo, me aleje, y cuando fui capaz de mirar hacia arriba de nuevo, ella se
había ido.
Temblando, mire hacia abajo al globo en mi mano. En la parpadeante luz de hada, pude ver
débiles contornos en la superficie reflectante, imágenes deslizándose a través del vidrio.
Reflejos de cosas que no existen.
―Y bien?‖ vino la voz de Grimalkin, mientras el gato aparecía en otro mostrador entre
varias jarras que contenían serpientes muertas en liquido ámbar. ―Vas a romperlo o no?‖
―Estas seguro que volverá a mi?‖ pregunte, viendo el rostro de un hombre deslizarse a
través del vidrio, seguido por una niña en una bicicleta. Mas imágenes pasaron como
espejismos, tan breves y difíciles de reconocer. ―El oráculo solo me dijo que serian
liberados—ella no dijo específicamente que volverían a mí. Si rompo esto ahora, mi
memoria no se disolverá en el aire, o será absorbida por algún haga roba-memoria
escondida, verdad?‖
Gimalkin estornudo, haciendo eco a la tranquila risa de Ash en la esquina. ―Has estado a
nuestro alrededor mucho tiempo,‖ murmuro Ash, y creí haber escuchado un rastro de
tristeza en su voz. No sabía si él se refería a ser muy recelosa, buscando lagunas en los
acuerdos de hadas, o que él pensaba que eso era exactamente lo que debería estar haciendo.
Grimalkin resoplo, dándome una mirada desdeñosa. ―No todas las hadas buscan engañarte,
humana,‖ el dijo con voz aburrida. ―Tanto como podría decir, la oferta del oráculo era
genuina.‖ El olfateo y golpeo su cola contra el mostrador. ―Si ella hubiese querido
engañarte, pudo haber escondido tantos enigmas en torno a la oferta que nunca tendrías
oportunidad de desentrañar el verdadero significado.‖
Mire a Ash, y el asintió. ―Está bien, entonces,‖ dije, respirando profundo. Levante el globo
sobre mi cabeza. ―Aquí va.‖ Y lo arroje al piso con toda mi fuerza.
El frágil vidrio impacto contra la alfombra con un sonido casi musical, trozos subían en
espiral hasta convertirse fragmentos de luz que giraban alrededor de la habitación. Ellos
emergieron y cohalecieron en miles de imágenes, flotando por el aire como palomas
frenéticas. Mientras las miraba, sin aliento, ellas se arremolinaron juntas y descendieron
como una bandada de pájaros en una película de terror. Fui bombardeada con un flujo
interminable de imágenes y emociones, todos tratando de entrar en mi cabeza al mismo
tiempo.
Coloque mis manos en mi cara, tratando de alejarlas, pero no ayudo. Las visiones seguían
llegando, pasando por mi cabeza como una luz estroboscópica. De un hombre con un lacio
cabello marrón, largos dedos delicados, y ojos que siempre estaban sonriendo.
Las imágenes eran todas de él. El…empujándome en los columpios del parque.
Sosteniendo mi primera bicicleta mientras yo tambaleaba por la acera. Sentado en nuestro
viejo piano, sus largos dedos volando sobre las teclas, y yo senada en el sofá viéndolo
tocar. Caminando en un pequeño estanque verde, el agua cerrándose sobre su cabeza,
mientras yo gritaba y gritaba hasta que la policía llegaba.
Cuando termino, estaba arrodillada en el piso con los brazos de Ash a mí alrededor,
sosteniéndome contra su pecho. Estaba jadeando, mis manos enredadas en su camisa, y su
cuerpo tan rígido contra el mío. Mi cabeza se sentía muy llena, palpitando como si
estuviera a punto de explotar, a punto de estallar por las costuras abiertas.
Pero lo recordaba. Todo. Recordaba al hombre que me cuido por seis años. Que me crio,
pensando que era su única hija, sin saber mi verdadera herencia. Oberón lo había llamado
un extraño, pero al demonio con eso. Hasta donde yo sabía, Paul era mi padre en todo
menos en sangre. Oberón podría haber sido mi padre biológico, pero nunca estuvo allí. El
era un extraño que no tenía interés en mi vida, quien me llamaba hija pero no me conocía
para nada. El hombre que me leía historias a la hora de dormir en una voz cantarina, ponía
banditas de unicornio en mis codos raspados, y me sentaba en su rodilla mientas tocaba
piano—el era mi verdadero papa. Y siempre había pensando en él como tal.
―Estas bien?‖ el frio aliento de Ash toco mi mejilla.
Asentí y me levanté. Mi cabeza todavía dolía, y necesitaría muchas largas horas tratando de
digerir el torrente de imágenes y emociones, pero finalmente sabía lo que tenía que hacer.
―Está bien, Grim,‖ dije, mirando hacia arriba con resolución. ―Tengo por lo que vine.
Ahora estoy lista para ver a Leanansidhe.‖
Pero no hubo respuesta. Grimalkin había desaparecido.
CAPITULO 4
Traducido por: Pamee!!
LA RESISTENCIA DE GLITCH
―¿Grimalkin?‖ grité de nuevo, mirando alrededor de la habitación. ―¿Dónde estás?‖ Nada.
Esto era una mala señal. Grimalkin a menudo desaparecía cuando había problemas, sin
ninguna explicación y sin ninguna advertencia para el resto de nosotros. Por supuesto, a
veces desaparecía porque le daba la gana, así que no nos decía qué estaba pasando, en
realidad.
―Meghan,‖ dijo Ash, mirando por la ventana con ojos entrecerrados, ―Creo que será mejor
que veas esto.‖
Una figura estaba de pie en la calle fuera del museo. No era humano, pude notar. A pesar
de que llevaba vaqueros rotos y una chaqueta de cuero tachonado, el rostro afilado y agudo
y las orejas puntiagudas lo traicionaban. Eso, y su salvaje cabello negro, en puntas como el
de un rockero punk, tenía hilos de luces parpadeantes de neón entre las hebras,
recordándome a esos globos de plasma que se encuentran en las tiendas de novedades. Por
su postura, era obvio que estaba esperándonos.
―Un hada de Hierro,‖ murmuró Ash, poniendo su mano en su espada. ―¿Quieres que lo
mate?‖
―No,‖ dije, posando una mano en su brazo. ―Él sabe que estamos aquí. Si nos fuera a atacar
ya lo habría hecho. Primero vamos a ver qué quiere.‖
―Te aconsejaría que no.‖ Ash me fulminó con la mirada, un indicio de exaspeación en sus
ojos. ―Recuerda que el rey falso sigue tras de ti. No puedes confiar en las hadas de Hierro,
especialmente ahora. ¿Por qué quieres hablar con este? El Reino de Hierro y todo en él son
tus enemigos.‖
―Ironhorse no lo era.‖
Ash suspiró y retiró su mano de la empuñadura de su espada. ―Como desees,‖ murmuró,
inclinando la cabeza. ―No me gusta, pero vamos a ver qué quiere el hada de Hierro. Aunque
si él hace cualquier movimiento amenzante, lo mataré más rápido de lo que puede
pestañear.‖
Nos deslizamos por las puertas hacia la húmeda noche, cruzando la calle hacia donde el
hada de Hierro estaba esperándonos.
―Oh, bien.‖ El hada de Hierro sonrió mientras nos acercábamos, una sonrisa arrogante y de
confianza en si mismo, muy similar a una de un pelirrojo que conocía. ―No se marcharon.
Temía que tendría que perseguirlos a través de las calles de la ciudad antes de que
pudiéramos hablar.‖
Le fruncí el ceño. De cerca, se veía más joven, casi de mi edad, aunque sabía que no
significaba nada. Las hadas eran eternas. Podrían tener siglos de antigüedad por lo que
sabía. Pero a pesar de eso, y a pesar de su obvia belleza de hada, parecía nada más que un
chico punk de diecisiete años.
―Bueno,‖ dije, cruzando mis brazos, ―aquí estoy. ¿Quién eres y qué quieres?‖
―Breve y concisa. Me gusta.‖ El hada sonrió satisfecho. No devolví su sonrisa, y él rodó los
ojos, los cuales eran de un brillante violeta, noté. ―Bien, permíteme presentarme, entonces.
Mi nombre es Glitch.‖
―Glitch.‖ Fruncí la frente, mirando a Ash. ―Eso suena familiar. ¿Dónde he oído antes ese
nombre?‖
―Estoy seguro de que lo has oído antes, Meghan Chase,‖ dijo Glitch, y la sonrisa en su
rostro se hizo más amplia, mostrando dientes. ―Era el primer lugarteniente del Rey
Machina.‖
Ash extrajo su espada en un destello de luz azul, llenando el aire de frío. Las cejas de Glitch
se dispararon hacia arriba, pero no se movió, aún cuando la punta de su espada se cernía a
centímetros de su pecho. ―Podrías oírme antes de saltar a conclusiones,‖ ofreció.
―Ash,‖ dije suavemente, y Ash retrocedió un paso, sin enfundar su espada pero sin apuntar
al pecho de Glitch, tampoco. ―¿Qué quieres conmigo?‖ pregunté, sosteniendo su mirada.
―¿Sirves al rey falso ahora? ¿O sólo viniste para las presentaciones?‖
―Estoy aquí,‖ dijo Glitch, ―porque quiero detener al rey falso tanto como tú. En caso de que
no lo hayas oído, princesa, la guerra con Hierro no va tan bien. Oberon y Mab se han unido
para detener al rey falso, pero sus ejércitos están siendo lentamente aplastados. El
wyldwood se hace más pequeño cada día, mientras más y más territorios son absorbidos
dentro del Reino de Hierro, expandiendo la esfera del rey. Sólo necesita una cosa más para
ser completamente imparable.‖
―Yo,‖ susurré. No era una pregunta.
Glitch asintió. ―Necesita el poder de Machina, y entonces su derecho al trono será
irrefutable. Si puede matarte y tomar el poder por sí mismo, habrá terminado.‖
―¿Cómo sabe que lo tengo? Ni siquiera yo estoy segura.‖
―Mataste a Machina.‖ Glitch me miró sobriamente, todo el engreimiento se había ido. ―El
poder del Rey de Hierro pasa a quien lo derrota. Al menos, así es como lo entendí. Eso es
por qué el derecho al trono del rey falso es una farsa. Ese es el por qué te quiere.‖ Sonrió
entonces, malo y travieso. ―Agradecidamente, nosotros se lo estamos haciendo un poco
difícil, tanto en el esfuerzo con la guerra y ahora contigo.‖
―¿Quiénes son ‗nosotros‘?‖
Glitch se puso serio. ―Ironhorse era mi amigo,‖ murmuró, y sentí una aguda punzada a la
mención del noble hada. ―Fue el primero en denunciar al rey falso, y después de él, más
siguieron su ejemplo. Somos pocos en número, y hemos sido reducidos a tácticas de
guerrilla contra el ejército del rey falso, pero hacemos lo que podemos.‖
―Ustedes son la resistencia de spider-hags de las que hablábamos.‖
―¿Spider-hags?‖ Glitch pareció confundido. ―Ah, te refieres a los asesinos del rey. Sip, esos
somos nosotros. Aunque como he dicho, somos demasiado pequeños para realmente dar un
golpe contra el rey falso. Pero podemos hacer una cosa muy importante que lo alejará del
trono para siempre.‖
―¿Y qué es eso?‖
Glitch me dio una sonrisa de disculpa, y chasqueó los dedos.
Se produjeron movimientos a nuestro alrededor, cuando docenas de hadas de Hierro se
fundieron de las sombras. Sentí el frío pulso del glamour de Hierro, gris y liso e incoloro,
mientras nos rodeaban en un círculo erizado. Vi enanos con brazos mecánicos y elfos con
enormes ojos negros, números se desplazaban a través de sus pupilas como brillantes
hormigas verdes. Vi perros con cuerpos hechos con mecanismos de reloj, hadas de piel
verde con cables de computador por cabello, y mucho más. Todos tenían armas—espadas
de hierro, bates de metal y cadenas, colmillos acerados o garras—todas mortales para las
hadas normales. Ash se apretó contra mí, su rostro sombrío, sus músculos se enroscaron
cuando elevó su espada. Giré y miré a Glitch.
―¿Así que este es tu plan?‖ estallé, haciendo un gesto hacia el círculo a nuestro alrededor.
―¿Quieres secuestrarme? ¿Esa es tu respuesta para detener al rey falso?‖
―Tienes que entender, princesa.‖ Glitch se encogió de hombros mientras se apartaba de mí,
dentro del círculo de hadas. ―Esto es por tu propia seguridad. No podemos permitir que
caigas en las manos del rey falso, o él ganará y todo estará perdido. Tenemos que
mantenerte escondida y segura. Nada más importa ahora. Por favor, ven tranquilamente.
Sabes que hay demasiados de nosotros para pelear. Incluso el príncipe de Invierno no puede
derrotar a tal cantidad.‖
―¿En serio?‖ gritó una nueva voz, en alguna parte detrás y por encima de nosotros. ―Bueno,
si ese es el caso, ¿por qué no velamos el campo un poco?‖
Me di la vuelta, mirando hacia los tejados, mi corazón saltando en mi pecho. Recortado
contra la luna, con sus brazos cruzados y su cabello despeinado por el viento, un rostro
familiar sonrió hacia nosotros, sacudiendo su cabeza.
―Tú,‖ dijo Puck, trabando sus ojos conmigo, ―eres extremadamente difícil de localizar,
princesa. Cosa buena que Grimalkin vino y me encontró. Como de costumbre, parece que
tengo que rescatarlos de algo a tí y al chico hielo. De nuevo. Esto comienza a volverse un
hábito.‖
Ash rodó sus ojos, aunque su atención no abandonó a las hadas que nos rodeaban. ―Deja de
parlotear y baja aquí, Goodfellow.‖
―¿Goodfellow?‖ Glitch miró a Puck nerviosamente. ―¿Robin Goodfellow?‖
―Oh, miren eso, ha escuchado de mí. Mi fama crece.‖ Puck resopló y saltó desde el tejado.
En medio del aire, se convirtó en un cuervo negro gigante, que se abalanzó hacia nosotros
con un grito estridente antes de caer en el círculo como Puck en una explosión de plumas.
―Ta-daaaaaaaaaa.‖
Los rebeldes retrocedieron un paso, aunque Glitch se mantuvo firme. ―Aún hay sólo tres de
ustedes,‖ dijo con firmeza. ―No los suficientes para luchar nosotros. Princesa, por favor,
sólo queremos protegerte. Esto no tiene que terminar en violencia.‖
―No necesito su protección,‖ dije. ―Como puedes ver, tengo más que suficiente.‖
―Además,‖ dijo Puck, sonriendo con su sonrisa maligna, ―¿quién dijo que vengo solo?‖
―Tú lo hiciste,‖ gritó otro Puck desde el tejado que acababa de dejar. Los ojos de Glitch se
estrecharon cuando el segundo sonrió hacia él.
―No, no lo hizo,‖ dijo un tercer Puck desde el tejado opuesto.
―Bueno, estoy seguro de que ellos saben lo que quiso decir,‖ dijo otro Puck, sentado sobre
un farol de la calle. ―En cualquier caso, aquí estamos.‖
―Esto es un truco,‖ murmuró Glitch, mientras los rebeldes disparaban miradas nerviosas a
los tres Pucks, que les devolvían el saludo con alegría. ―Esos no son cuerpos reales. Estás
retociendo nuestras mentes.‖
Puck rió. ―Bueno, si eso es lo que piensas, son bienvenidos a intentar algo.‖
―No terminará bien para ustedes, de cualquier manera,‖ interrumpió Ash. ―Incluso si se las
arreglan para golpearnos, nos aseguraremos de diezmar su pequeña banda de rebeldes antes
de que caigamos. Cuenten con ello.‖
―Fuera de aquí, Glitch,‖ dije tranquilamente. ―No iremos a ningún lugar contigo o tus
amigos. No me voy a esconder del rey falso sin hacer nada.‖
―Eso,‖ dijo Glitch, estrechando sus ojos, ―es exactamente de lo que temo.‖ Pero se volvió y
le indicó a sus fuerzas que retrocedieran, y las hadas de Hierro se fundieron en las sombras
de nuevo. ―Estaremos vigilándote, princesa,‖ advirtió, antes de que él, también, se girara y
desapareciera en la noche.
Con los latidos del corazón acelerados, me giré para ver a Puck mirándome fijamente, con
la sonrisa ladeada firmemente en su lugar. Alto y desgarbado, lucía igual que siempre,
ávido de problemas, siempre listo con un chiste sarcástico o una réplica ingeniosa. Pero vi
el parpadeo del dolor en sus ojos, un destello de ira que no podía ocular, e hizo que mi
estómago se apretara. ―Hey, princesa.‖
―Hey,‖ susurré, mientras Ash deslizaba sus brazos alrededor de mi cintura desde atrás,
atrayéndome más cerca. Podía sentir su mirada dirigida a Puck sobre mi cabeza, un
silencioso y protector gesto que hablaba más alto que cualquier palabra. Mía. retrocede.
Puck lo ignoró, mirándome sólo a mí. En la sombra de su mirada, recordé nuestro último
encuentro, y la funesta decisión que nos trajo aquí.
―¡MEGHAN CHASE!‖
La voz de Oberon crujió como un látigo, y un estruendo de un trueno sacudió el suelo. La
voz del Erlking fue ominosamente tranquila, sus ojos brillando de ámbar a través de la
nieve que caía suavemente. ―Las leyes de nuestro pueblo son absolutas,‖advirtió Oberon.
―Verano e Invierno comparten muchas cosas, pero el amor no es una de ellas. Si tomas esta
decisión, hija, las puertas nunca se abrirán para ti otra vez.‖
―Meghan.‖ Puck dio un paso adelante, suplicando. ―No hagas esto. No puedo seguirte esta
vez. Quédate aquí. Conmigo.‖
―No puedo,‖ susurré. ―Lo siento, Puck. Te amo, pero tengo que hacer esto.‖ Su rostro se
ensombreció con dolor, y se alejó. La culpa me apuñaló, pero al final, la elección siempre
había sido clara.
―Lo siento,‖ susurré de nuevo, y seguí a Ash a través del portal, dejando atrás el País de las
Hadas por siempre.
EL RECUERDO QUEMÓ como bilis en mi estómago, y cerré mis ojos, deseando que no
tuviera que ser de esta forma. Amaba a Puck como un hermano y un mejor amigo. Y aún
así, durante un periodo muy oscuro cuando estuve confundida y sola y herida, mi afecto por
él me llevó a hacer algo estúpido, algo que no debería haber hecho. Sabía que él me amaba,
y el hecho de que había tomado ventaja de sus sentimientos por mí me hizo asquearme
conmigo misma. Deseeé haber sabido como solucionarlo, pero el dolor apenas oculto en los
ojos de Puck me dijo que ninguna cantidad de palabras lo haría mejor.
Finalmente, encontré mi voz. ―¿Qué estás haciendo aquí?‖ susurré, repentinamente
agradecida por los brazos de Ash a mi alrededor, una barrera entre Puck y yo. Puck se
encogió de hombros y rodó los ojos.
―Es obvio, ¿no?‖ contestó, sonando un poco más brusco de lo normal. ―Después de que tú y
el chico hielo consiguieron que los exiliaran, estuve preocupado de que las hadas de Hierro
siguieran buscándote. Así que vine para averiguarlo. Menos mal que lo hice. Así que,
¿quién esta nueva hada de Hierro a la que has cabreado? Glitch, ¿no? El primer
lugarteniente de Machina—seguro sabes como escogerlos, princesa.‖
―Más tarde.‖ Grimalkin apareció de una sombra, su cola de escobilla se agitó en el viento.
―Humana, el intento de secuestro ha provocado un motín entre las hadas de Nueva
Orleans,‖ anunció, sus ojos dorados taladrándome. ―Debemos movernos antes de que algo
más pase. Las hadas de Hierro están viniendo por ti, y no tengo ningún deseo de hacer todo
este pequeño rescate de nuevo. Hablen cuando lleguemos a la casa de Leanansidhe.
Vamos.‖
Trotó por la calle con su cola en alto, haciendo una pausa para mirarnos desde las afueras
de un callejón, sus ojos brillando en la oscuridad, antes de deslizarse en las sombras.
Me deslicé fuera del abrazo de Ash y di un paso hacia Puck, esperando que pudiéramos
hablar. Lo extrañaba. Era mi mejor amigo, y quería que fuera como antes, nosotros tres
conquistando el mundo. Pero tan pronto como me moví, Puck se alejó, como si estar cerca
de mí fuera demasiado incómodo de soportar. En tres largas zancadas alcanzó la entrada del
callejón, luego se giró para sonreírnos, su cabello rojo brillando bajo los faroles de la calle.
―¿Bueno, tortolitos? ¿Vienen o no? No puedo esperar para ver la mirada en el rostro de Lea
cuando lleguen paseando.‖ Sus ojos centellearon, y su sonrisa se volvió ligeramente
salvage. ―Ya saben, he oído que hace cosas horribles a esos que la molestan. Esperemos
que no te arranque las entrañas y las use como cuerdas de arpa, príncipe.‖ Riéndose, agitó
las cejas hacia nostros y dio la vuelta, siguiendo a Grimalkin dentro de las sombras.
Suspiré. ―Me odia.‖
Ash gruñó. ―No, creo que ese sentimiento en particupar está reservado sólo para mí,‖ dijo
con voz entretenida. Cuando no contesté, nos puso en marcha, y cruzamos juntos la calle,
llegando a la entrada del callejón.
―Goodfellow no te odia,‖ continuó mientras las sombras se alzaban oscuras y amenazadoras
más allá de los faroles de la calle. ―Está enojado, pero creo que es más consigo mismo.
Después de todo, tuvo dieciséis años para hacer su movimiento. La culpa no es de nadie
más que de él de que yo lo haya vencido.‖
―Así que esto es una competencia ahora, ¿eh?‖
―Si lo quieres llamar así.‖ Comencé a seguir a Puck y a Grimalkin en el corredor, pero él
me cogió por la cintura y me atrajo más cerca, deslizando una mano por mi espalda
mientras con la otra enmarcaba mi rostro. ―Ya he perdido una chica por él,‖ murmuró Ash,
enredando sus dedos en mi cabello. Aunque su voz era ligera, un dolor antiguo parpadeó a
través de su rostro y desapareció. ―No quiero perder otra.‖ Su frente chocó suavemente
contra la mía, su brillante mirada plateada abrasándome. ―Planeo conservarte, de todos,
durante el tiempo que viva. Eso incluye a Puck, el rey falso, y cualquier otro que quiera
llevarte.‖ Una comisura de su boca se arqueó, mientras yo luchaba por recobrar el aliento
bajo su poderoso escrutinio. ―Supongo que debería haberte advertido de que tengo una
ligera vena posesiva.‖
―No lo había notado,‖ susurré, intentando mantener mi voz ligera y sarcástica, pero salió
bastante entrecortada. ―Está bien—yo no te voy abandonar, tampoco.‖
Sus ojos se volvieron muy suaves, y bajó la cabeza, frotando sus labios con los míos. Uní
mis manos detrás de su cuello y cerré mis ojos, respirando su esencia, olvidando todo,
aunque sólo fuera por un momento.
―¡Oi, tortolitos!‖ la voz de Puck rompió el silencio, rebotando a través de la oscuridad. Ash
se eschó atrás con una mirada arrepentida. ―Consigan una habitación, ¿bueno? ¡Tenemos
cosas mejores que hacer que ver como se chupan la cara!‖
―En efecto.‖ La voz de Grimalkin se hizo eco de la irritación de Puck, y yo hice una mueca.
¿Ahora incluso el gato estaba de acuerdo con Puck? ―Muévanse, o los dejaremos atrás.‖
SEGUIMOS A GRIMALKIN a través de la ciudad, por un callejón inusualmente largo y
curvado que se volvió negro como el carbón, y repentinamente volvimos a una familiar
mazmorra con antorchas dispuestas en las paredes y gárgolas de miradas lascivas
enroscadas alrededor de pilares de piedra.
Grimalkin estableció un ritmo acelerado a través de varios pasillos, donde la luz de las
antorchas parpadeaba erráticamente y cosas invisibles gruñían y se escabullían en la
oscuridad. Recordé la primera vez que vinimos aquí, la primera vez que conocimos a
Leanansidhe. En ese entonces, éramos más. Yo, Puck, Grim, Ironhorse, y tres mestizos
llamados Kimi, Nelson, y Warren.
Éramos un grupo mucho más pequeño ahora. Ironhorse se había ido, así como también
Kimi y Nelson, todos víctimas de la cruel teniente de Machina, Virus. Warren era un
traidor, trabajando para el rey falso. Me pregunté a quién más perdería antes de que esta
guerra terminara, si alguien más a mi alrededor estaba destinado a morir. Recordé la
profesía del oráculo de grim, acerca de cómo iba a terminar sola, y lucharía contra mi
temor.
Los dedos de Ash se curvaron alrededor de los míos y los apretó. No dijo nada, pero me
aferré a su mano como un salvavida, como si él pudiera desaparecer en cualquier momento.
Seguimos a Grimalkin por un largo tramo de escaleras hasta el mágnifico vestíbulo de
Leanansidhe, con las grandes escaleras dobles precipitándose hacia el techo, las paredes
cubiertas con famosas pinturas y arte. Instintivamente, mis ojos fueron atraídos al piano de
media cola en el rincón de la habitación. Donde había visto a mi padre por primera vez,
sentado en ese banco, encorvado sobre las teclas, y ni siquiera lo había conocido.
El piano de media cola estaba vacío, pero el sofá de felpa negro cerca de la rugiente
chimenea no lo estaba. Reclinada contra los cojines, con una delgada mano asiendo una
copa aflautada de vino espumoso, estaba Leanansidhe, La Reina de los Exiliados.
―¡Queridos!‖ Pálida, alta, y hermosa, Leanansidhe nos sonrió con sus labios rojos como
sangre, su pelo cobrizo ondeando al aire como si no pesara nada en absoluto. se levantó con
gracia líquida, su vestido de ébano girando alrededor de sus pies, y ausente entregó su copa
de vino a un sátiro que estaba esperando, cambiándola por un cigarrillo aflautado. Con
humo azul safiro saliendo del extremo, se aproximó a nosotros con la sonrisa de un tigre
hambriento.
―Meghan, mi mascota, qué bueno que entres un momento. Cuando no volviste de la última
misión, creí lo peor, querida. Pero veo que lo hiciste, después de todo.‖ Su fría mirada azul
cayó sobre Ash, y levantó una fina ceja. ―Y con el príncipe de Invierno a remolque.
Cuan…‖ golpeó sus uñas, frunciendo los labios ―…tenaz.‖ Su mirada se estrechó, y una
onda de energía estremeció el aire, haciendo las luces parpadear, mientras Leanansidhe se
giraba hacia Ash. ―La última vez que lo vi, su alteza, amenazaba con masacrar a la familia
de la chica. Sé prevenido, querido, no me importa si eres el hijo favorito de Mab. Si
amenazas a cualquiera en esta casa, arrancaré tus tripas por tu nariz y encordenaré mis
arpas con ellas.‖
―Me encantaría ver eso, personalmente,‖ murmuró Puck, sonriendo. Le disparé una mirada
furiosa, y él me sacó la lengua.
Ash se inclinó. ―He roto todos los vínculos con la Corte de Invierno,‖ dijo llanamente,
enfrentando la mirada de la Reina de los Exiliados. ―Ya no soy ‗su alteza,‘ sólo un exiliado,
como Meghan. Y tú misma. No quiero hacerte daño, o a cualquiera dentro de tu casa.‖
Leanansidhe le dio una sonrisa forzada. ―Sólo recuerda quien es la reina por aquí, querido.‖
Con un inclinación de cabeza para el resto de mis compañeros, nos dirigió a los sofás.
―Siéntense, queridos, siéntense,‖ dijo en una voz que apenas contenía una amenaza velada.
―Me temo que tenemos mucho que discutir.‖
Tomé una respiración relajante mientras me sentaba en los cojines de terciopelo,
sintiéndome muy pequeña cuando el sofá intentó tragarme entera. Ash eligió estar de pie,
cerniéndose detrás de mi, mientras Puck y Grim se encaramaron en los brazos. Leanansidhe
se sentó agraciadamente en la silla de enfrente, cruzando sus largas piernas y mirándome
fijamente sobre su cigarrillo. Pensé en mi papá, y la ira quemó, caliente y furiosa. Tenía
tanto que preguntarle, tantas preguntas, no sabía por donde empezar. Ash puso como
advertencia una mano sobre mi hombro, apretando gentilmente. Nada bueno saldría de
molestar a la Reina de los Exiliados, especialmente debido a su mórbido hábito de convertir
a las personas en arpas, violonchelos, o violines cuando éstas la molestan. Tenía que
proceder con cautela.
―Así que, querida.‖ Leanansidhe tomó una calada de su cigarrillo y sopló un pez de humo
hacia mí. ―Has sido expulsada de Nuncajamás, en la más espectacular muestra de desafío,
he oído. ¿Qué planeas hacer ahora?‖
―¿Por qué te importa?‖ le pregunté, intentando mantener mis emociones bajo control.
―Devolvimos el cetro y detuvimos la guerra entre las cortes. ¿Por qué te importa lo que
haremos ahora?‖
Los ojos de Leanansidhe brillaron, y su cigarrilo se balenceó con su molestia. ―Porque,
querida, hay rumores inquietantes circulando por las calles. Un clima extraño azota el
mundo mortal, Verano e Invierno están perdiendo terreno contra el Reino de Hierro, y hay
una nueva facción de hadas de Hierro que han aparecido recientemente, buscándote a ti.
También…‖ Leanansidhe se inclinó hacia adelante, estrechando sus ojos ―…hay historias
acerca de una princesa mestiza que controla tanto la magia de Verano como el glamour de
Hierro. Que tiene el poder de gobernar ambas cortes, y que está erigiendo un ejército por si
misma—un ejército de exiliados y hadas de Hierro—para derrocarlos a todos.‖
―¿Qué?‖
―Esos son los rumores, querida.‖ Leanansidhe se echó hacia atrás y resopló un enjambre de
mariposas. Ellas revolotearon a mi alrededor, oliendo a humo y clavos, antes de retorcerse
en la nada. ―Así que, puedes ver por qué me importa, mascota. Quería ver la verdad por mí
misma.‖
―Pero…eso es…‖ farfullé las palabras, sintiendo la mirada de Ash en la parte trasera de mi
cabeza, y la curiosa mirada de Puck. Sólo Grimalkin, lavando su cola en el apoya brazos,
parecía indiferente. ―Desde luego no estoy erigiendo un ejército,‖ exploté finalmente. ―Eso
es ridículo. ¡No tengo intención de derrocar nada!‖
Leanansidhe me dio una mirada indescifrable. ―¿Y las otras reclamaciones, querida?
¿Acerca de la princesa usando tanto el glamour de Verano como de Hierro? ¿Son esos
fabricados también?‖
Me mordí el labio. ―No. Son reales.‖
Ella asintió lentamente. ―Nos guste o no, paloma, te has convertido en un jugador
importante en esta guerra. Te balanceas en el borde de todo—hada y mortal, Verano y
Hierro, las viejas costumbres y la marcha del progreso. ¿A qué lado caerás? ¿Qué lado
escogerás? Me perdonarás si no estoy ni un poco preocupada por tus asuntos y tu estado de
ánimo, querida. ¿Cuáles son tus planes para el futuro, exactamente?‖
―No lo sé.‖ Enterré mi rostro en mis manos. Sólo quería una vida normal. Quería ir a casa.
Quería… me senté, mirándola fijamente a los ojos. ―Quiero a mi padre de vuelta. Quiero
saber por qué me lo robaste hace once años.‖
El silencio cayó. Podía sentir la tensión aumentar, mientras Leanansidhe me miraba
fijamente, su cigarrillo a medio camino de su boca, dejando una estela de humo azul. Ash
apretó mis hombros, tenso y preparado para entrar en acción si era necesario. Por el rabillo
de mi ojo, vi que Grimalkin había desaparecido, y Puck estaba congelado en la esquina del
sofá.
Por unos pocos latidos de corazón, nadie se movió.
Entonces Leanansidhe lanzó su cabeza hacia atrás y se rió, haciéndome saltar. Las luces
parpadearon una vez, se fueron, y volvieron mientras la Reina de los Exiliados volvía su
mirada haca mí.
―¿Robé?‖ Leanansidhe se sentó y cruzó sus largas piernas. ―¿Robé? Estoy bastante segura
de que quisiste decir salvaste, ¿no, mascota?‖
―Yo…‖ parpadeé hacia ella. ―¿De qué estás hablando?‖
―Oh, así que no has oído esta historia. Puck, querido, qué vergüenza. Nunca se lo contaste.‖
Miré rápidamente a Puck. Se agitó en el apoyabrazos, sin encontrar mi mirada, y sentí mi
estómago hundirse todo el camino hasta la punta de mis pies.
No, no. No tú, Puck. Te he conocido desde siempre. Dime que no tienes nada que ver con
esto.
Leanansidhe se rió de nuevo. ―Bueno, este es un drama inesperado. ¡Qué fabuloso! Tengo
que preparar el escenario.‖ Aplaudió, y las luces se apagaron abruptamente, excepto por un
único foco sobre el piano.
―Lea, no.‖ La voz Puck me sorprendió, baja, áspera, y casi desesperada. Mi estómago se
hundió incluso más abajo. ―No de esta forma. Déjame explicárselo.‖
Leanansidhe dirigió una mirada despiadada sobre Puck y sacudió la cabeza. ―No, querido.
Creo que es hora de que la chica sepa la verdad. Tuviste un montón de años para decirle, así
que esta culpa no es de nadie más que tuya.‖ Agitó la mano, y la música comenzó, oscuros
y ominosos acordes de piano, aunque nadie se sentaba en el banco. Otro foco se encendió,
esta vez sobre Leanansidhe mientras ella se ponía de pie con ondulantes ropas y cabello. De
pie, sus manos se elevaron como si abrazara a una audiencia, la Musa Oscura cerró los ojos
y comenzó a hablar.
―Había una vez, dos mortales.‖
Su voz musical se estremeció dentro de mi cabeza, y vi las imágenes tan claras como si
estuviera viendo una película. Vi a mi madre, más joven, sonriendo, despreocupada,
tomada de la mano de un hombre alto y desgarbado, a quien reconocía ahora. Paul. Mi
papá. Estaban hablando y riendo, obviamente enamorados y ajenos al mundo. Un bulto se
elevó en mi garganta.
―A los ojos mortales,‖ continuó Leanansidhe, ―no tenían complicaciones. Dos almas en una
multitud de seres humanos idénticos. Pero para el mundo de las hadas, eran fuentes de
glamour, faros de luz en la oscuridad. Una artista cuyas pinturas casi cantaban con vida
propia, y un músico cuya alma se entrelazaba con su música, su amor sólo aumentaba sus
talentos.‖
―Espera,‖ espeté, interrumpiendo el flujo de la historia. Leanansidhe parpadeó dejando caer
las manos, y la corriente de imágenes tropezó en un alto. ―Creo que te equivocas. Mi papá
no era un gran músico, era un vendedor de seguros. Quiero decir, sé que él tocaba el piano,
pero si era tan bueno, ¿por qué no hizo algo con ello?‖
―¿Quién está contando la historia aquí, mascota?‖ la Reina de los Exiliados se erizó, y las
luces parpadearon de nuevo. ―¿No conoces el término ‗artista muerto de hambre‘? Tu padre
era muy talentoso, pero la música no pagaba las cuentas. Ahora, ¿quieres oír esta historia o
no, mascota?‖
―Lo siento,‖ murmuré, hundiéndome de nuevo en el sofá. ―Continúa, por favor.‖
Leanansidhe inhaló, moviendo de un tirón su cabello hacia atrás, y las visiones comenzaron
de nuevo cuando ella continuó.
―Se casaron y, como los humanos hacen, comenzaron a alejarse. El hombre tomó un nuevo
trabajo, uno que lo obligaba a salir de casa durante largos periodos de tiempo; su música
disminuyó y pronto cesó por completo. Su esposa continuó pintando, con menos frecuencia
que antes, pero ahora su arte estaba lleno de nostalgia, y de un anhelo de algo más. Y tal
vez eso fue lo que atrajo la mirada del Rey de Verano.‖
Mordí mi labio. Había oído esta historia antes, de Oberon mismo, pero aún así no lo hacía
más fácil. Ash me apretó el hombre.
―No mucho después, una niña nació, una niña de dos mundos, mitad hada y mitad mortal.
Durante ese tiempo, hubo mucha especulación en la Corte de Verano, preguntándose si la
niña debía ser llevada al País de las Hadas y criarse como la hija de Oberon, o si
permanecería en el mundo humano con sus padres humanos. Desafortunadamente, antes de
que una decisión pudiera ser tomada, la familia huyó con la niña, llevándosela muy lejos y
fuera del alcance de Oberon. Hasta hoy, nadie sabe como lograron esto, aunque hubo un
rumor de que la madre de la chica de alguna forma encontró una manera de esconderse, de
que tal vez no era tan ciega al País de las Hadas como pareció la primera vez.
―Irónicamente, fue la música del humano la que los traicionó otra vez, cuando el padre de la
niña comenzó a componer de nuevo. Seis años después de que huyeron de las cortes, la
Reina Titania descubrió la ubicación de la familia de la niña, y estuvo determinada a tomar
su venganza. No podía matar a la niña y arriesgarse a la ira de Oberon, ni atreverse a atacar
a la madre, la humana que llamó la atención del Rey de Verano. Pero el padre mortal de la
niña no tenía tal protección.‖
―¿Entonces Titania se llevó a mi papá?‖ Tuve que interrumpir, aunque sabía que
probablemente molestaría a Leanansidhe de nuevo. Ella me miró fijamente, pero estaba tan
frustrada que no me importaba. ―¡Pero eso no tiene sentido! ¿Cómo terminó él contigo?‖
Leanansidhe dio un suspiro dramático y recogió su cigarrillo por la boquilla, chupándola
con los labios fruncidos. ―Estaba a punto de alcanzar el punto culminante, querida,‖
suspiró, soplando una pantera azul que dio saltos sobre mi cabeza. ―Probablemente es un
horror llevarte al cine, ¿no?‖
―No más historia,‖ dije, poniéndome de pie. ―Por favor, sólo dime. ¿Titania robó a mi padre
o no?‖
―No, querida.‖ Leanansidhe rodó sus ojos. ―Yo robé a tu padre.‖
La miré boquiabierta. ―¡Tú lo hiciste! ¿Por qué? ¿Sólo para que Titania no pudiera?‖
―Exactamente, paloma. No soy particularmente indulgente con la perra de Verano, perdona
mi Francés, ya que la celosa arpía fue responsable de mi exilio. Y tú deberías estar
agradecida de que fuera yo en lugar de Titania quien se llevó a tu padre. No tiene una mala
vida aquí. La Reina de Verano probablemente lo habría convertido en un sapo o en un rosal
o en algo parecido.‖
―¿Cómo supiste al respecto? ¿Por qué te involucraste?‖
―Pregúntale a Puck,‖ dijo Leanansidhe, agitando su cigarrillo aflautado hacia el final del
sofá. ―Era tu guardián designado en aquel entonces. Fue el que me dijo acerca de ello.‖
Me sentí como si alguien me hubiera dado un puñetazo en el estómago. Incrédula, me giré
hacia Puck, quien estudiaba con esmero el rincón, y me sentí sin aliento. ―¿Puck? ¿Tú le
dijiste acerca de mi papá?‖
Él hizo una mueca y me miró, restregando la parte trasera de su cabeza. ―No lo entiendes,
princesa. Cuando me enteré de los planes de Titania, tuve que hacer algo. A Oberon no le
preocupaba, no enviaría ninguna ayuda. Lea fue la única a la que se la pude pedir.‖ Se
encogió de hombros y ofreció una sonrisa sumisa de disculpa. ―No podía cargar contra la
Reina de la Corte Seelie, princesa. Eso sería suicidio, incluso para mí.‖
Tomé un profundo aliento para aclarar mis pensamientos, pero mi estado de ánimo se
desvió bruscamente a la ira. Puck lo había sabido. Había sabido todo ese tiempo dónde
estaba mi papá. Todos esos años de ser mi mejor amigo—o de pretender ser mi mejor
amigo—observándome luchar contra el dolor de perder un padre, las pesadillas que
siguieron, la confusión y el aislamiento y la soledad, y él lo había sabido todo el tiempo.
La rabia estalló, tiñendo mi visión de rojo, cuando once años de pena, confusión, y furia se
desbordaron a la vez. ―¡Por qué no me lo dijiste!‖ estallé, haciendo que Puck hiciera una
mueca otra vez. Apretando los puños, aceché hacia donde estaba sentado.
El glamour parpadeaba a mi alrededor, caliente y furioso. ―Todo ese tiempo, todos esos
años, de saber, ¡y nunca dijiste nada! ¿Cómo pudiste? ¡Se suponía que eras mi amigo!‖
―Princesa…‖ comenzó Puck, pero la furia me abrumaba, y lo abofeteé en el rostro tan
fuerte como pude, haciéndole caer del reposabrazos. Se tumbó en el suelo conmocionado, y
me cerní sobre él, temblando con odio y lágrimas. ―¡Me arrebataste a mi papá!‖ grité,
luchando contra el impulso de patearlo en las costillas, repetidamente. ―¡Fuiste tú todo el
tiempo!‖
Ash me agarró por atrás, sosteniéndome. Me sacudí por un momento, luego me giré y
enterré mi rostro en su pecho, jadeando por aire mientras mis lágrimas manchaban su
camisa.
Entonces. Ahora sabía la verdad, pero no obtuve placer de ello. ¿Qué dices cuando tu mejor
amigo ha estado mintiéndote por once años? No sabía como podría mirar a Puck de nuevo
sin querer golpearlo en el rostro. Sabía esto, sin embargo—cuanto más tiempo
permaneciera mi papá aquí en el Between, más se olvidaría del mundo real. No podía
permitir que se quedara con Leanansidhe. Tenía que hacerlo salir, hoy.
Cuando levanté la mirada de nuevo, Puck se había ido, pero Leanansidhe se había quedado,
observándome desde el sofá con sus ojos azules estrechados.
―Entonces, querida,‖ murmuró mientras me apartaba de Ash, limpiando mis mejillas con mi
manga. ―¿Qué harás ahora?‖
Tomé un aliento profundo y me enfrenté a Leanansidhe con lo último de mi calma restante.
―Quiero que dejes ir a mi papá,‖ dije, viéndola arquear una ceja. ―No pertenece aquí,
contigo. Déjame llevarlo de vuelta al mundo real.‖
Leanansidhe me miró con una expresión en blanco; sin mostrar emoción en sus ojos o
rostro mientras le daba una calada a su cigarrillo y soplaba una víbora enrollándose en el
aire. ―Querida, sabes que tu madre probablemente se asustará si apareces una noche con su
marido largo tiempo perdido. ¿Crees que ella simplemente lo recibirá y las cosas volverán a
ser normales? No funciona de esa forma, paloma. Probablemente destrozarás a tu familia
humana.‖
―Lo sé.‖ Me tragué un nuevo lote de lágrimas, pero todavía obstruían mi garganta, haciendo
difícil hablar sin llorar. ―No planeo llevarlo a casa. Mamá…Mamá tiene a Luke y a Ethan
ahora. Sé…que no podemos ser una familia de nuevo, nunca.‖ Las lágrimas se desbordaron
tan pronto dije las palabras en voz alta. Había sido una fantasía, sí, pero aún así dolía verla
aplastarse, sabiendo que la familia que había perdido en ese entonces se había ido para
siempre.
―¿Entonces qué quieres hacer con él, paloma?‖
―Quiero que sea normal ¡que sólo tenga una vida normal otra vez!‖ lancé mis manos hacia
arriba en frustrada desesperación. ―¡No quiero que sea loco! No quiero que deambule por
aquí para siempre, sin saber quién es o cualquier cosa a cerca de su pasado. Yo… quiero
hablar con él, como una persona normal, y ver si me recuerda.‖ Ash se movió más cerca y
tocó mi espalda, sólo para asegurarme que él aún estaba allí. Lo miré y sonreí. ―Quiero que
siga adelante,‖ terminé, mirando a Leanansidhe a los ojos. ―Y…él no será capaz de hacer
eso aquí, sin evejecer, sin recordar nada de quién es él. Tienes que dejarlo ir.‖
―¿Ahora?‖ Leanansidhe sonrió con humor, un borde peligroso en su voz. ―¿Y cómo esperas
convencerme, querida? Soy más bien reacia a renunciar a cualquiera de mis mascotas,
pariente tuyo o no. Entonces, mi paloma, ¿qué tienes para ofrecer por la libertad de tu
padre?‖
Me armé de valor. Ahora venía la parte más peligrosa, la negociación. Sólo podía imaginar
que querría la Musa Oscura de mí—mi voz, mi juventud, mi hijo primogénito, eran todas
cosas que podía pedir. Pero antes de que pudiera decir una palabra, Ash tomó mi codo y
presionó algo en mi palma.
Curiosa, levanté mi mano. Un pequeño anillo de oro parpadeaba en mi palma, rodeado de
una suave aura de azul y verde. Lucía exactamente cmo el que había tomado de la tumba.
Miré a Ash atentamente, y él me guiñó un ojo.
―¿Recuerdas cuando el oráculo preguntó si tenías el compañero del anillo?‖ susurró, su
aliento cosquilleó en mi oído. ―Al menos uno de nosotros estaba pensando en el futuro.‖
―Bien, ¿querida?‖ dijo Leanansidhe antes de que pudiera contestar. ―¿De qué están
susurrando ustedes dos? ¿Tiene algo que ver con lo que canjearás por tu padre?‖
Le di a Ash una brillante sonrisa y me giré hacia Leanansidhe de nuevo. ―Sí,‖ murmuré, y
levanté el Token por lo que brilló bajo las luces. Leanansidhe se sentó recta en la silla.
―Puedo darte esto.‖
El breve destello ansioso en los ojos de la reina me dijo que había ganado. ―¿Un Token,
querida?‖ Leanansidhe se echó hacia atrás de nuevo, fingiendo indiferencia. ―Eso podría ser
suficiente. Por ahora, de todas formas. Supongo que puedo negociar a tu padre por eso.‖
Estaba débil de alivio, pero Ash dio un paso adelante, cerrando su mano sobre el anillo y
mis dedos. ―Eso no es suficiente,‖ dijo, y lo miré con incredulidad. ―Sabes que las hadas de
Hierro están buscando a Meghan. No podemos simplemente vagar por el mundo mortal sin
un plan. Necesitamos un lugar que sea seguro de los esbirros del rey falso.‖
―Ash, ¿qué estás haciendo?‖ susurré en voz baja.
Él me dio una mirada de reojo y articuló, ―Confía en mí.‖
Leanansidhe frunció los labios. ―Ustedes dos están presionando los límites de mi
paciencia.‖ Tamborileó las uñas sobre el reposabrazos y suspiró. ―Oh, muy bien, queridos.
Tengo un pequeño refugio pintoresco que les puedo dar por el momento. Está en medio de
la nada y es bastante seguro—tengo algunos de los trows locales manteniendo un ojo en él.
¿Será lo suficientemente bueno para ti, paloma?‖
Miré a Ash, y él asintió. ―Está bien,‖ le dije a Leanansidhe, poniendo el Token en un
extremo de la mesa, donde brilló como una luciérnaga perdida. ―Tienes un trato. Ahora,
¿dónde está mi papá?‖
Leanansidhe sonrió. Poniéndose de pie agraciadamente, flotó sobre el piano de cola en la
esquina y se sentó en el banco, pasando sus dedos sobre las teclas.
―Justo aquí, querida. Después de que te fueras, me temo que tu padre se volvió
inconsolable. Siguió intentando dejar la mansión, así que me temo que tuve que ponerle un
fin a esas tontas nociones de escape.‖
CAPITULO 5
Traducido por: Isabella
―Cambialo de nuevo!‖ Grite, mirando con horror mis pies sobre la alfombra.
―Oh no te preocupes, querida.‖ Susurro la Leansidhe pulsando las teclas, liberando asi una
nota triste y temblorosa. ―No es permanente. Sin embargo, tendras que sacarlo del entre
nada para que el vuelva a cambiar. El hechizo dicta que mientras el permanezca allí, se
quedara como esta. Pero míralo de esta forma querida – al menos no lo he convertido en un
órgano.‖
―Ahora,‖ dijo ella, levantándose con un estiramiento gatuno, ajena a mi mirada horrorizada.
―Insistiria a que me acompañaras para la cena, querida. Cook esta haciendo estanoche sopa
de hipocampo y me muero por saber como has llegado a traer de vuelta el cetro de Virus. Y
por supuesto, tu pequeña declaración en frente de Mab y Oberon y toda la corte.‖ Ella
arrugo la nariz de forma casi afectuosa. ―Ay! Amor de juventud. Debe ser maravilloso ser
tan ingenuo.‖
―¿Qué pasa con mi padre?‖
―Pish, cariño. El no va a ir a ninguna parte.‖ Leanansidhe agito la mano despreocupada. Si
ella me vio estremecerme no hizo ningún comentario al respeto. Ash puso una mano en mi
brazo antes de que pudiera explotar. ―Ahora ven conmigo palomita. Primero comer, tal vez
algo de chisme y luego puedes irte corriendo si quieres. Creo que Puck y Grimalkin ya
están en el comedor.‖
El enfado apareció de nuevo ante la mención de Puck. Bastardo, pensé siguiendo a
Leanansidhe por sus pasillos llenos de alfombras rojas, escuchando la mitad de la charla.
Nunca me lo perdonaría. Nunca. No hablarme de mi padre era imperdonable. Ha ido
demasiado lejos esta vez.
Puck no estaba en el comedor con Grimalkin cuando llegamos, algo bueno pues me habría
pasado toda la noche disparándole miradas venenosas por encima de mi plato. En su lugar,
comi una sopa de pescado que resulto extraña y color cambiante con cada trago, y
respondiendo a las preguntas de Leanasidhe en cuanto a lo que sucedió con Virus y el cetro
y finalmente llego a la parte donde Ash y yo fuimos expulsados del Nunca jamas.
―¿Y que paso entonces paloma?‖ apresuro Leanasidhe cuando le conte como le había dado
de nuevo el cetro a Mab.
―Um…‖ dude, avergonzada y eche un vistazo a Ash. Estaba sentado en su silla, con los
dedos entrelazados debajo de la barbilla, pretendiendo tener ningún interés en la
conversación. ―No te lo conto Grimalkin?‖
―Lo hizo, querida, pero prefiero oírlo en primera persona. Estoy a punto de perder una
apuesta muy costosa, ya ves, asi que me encantaría ver si tu puedes darme algún vacio.‖
Ella fruncio el ceño mirando a Grimalkina, que estaba sentado en la mesa , lavándose las
patas de forma petulante. ―Va a estar simplemente insoportable después de esto, me temo.
Detalles cariño, necesito mas información.‖
―Bueno…‖
―Ama!‖
Afortunadamente, fui salvada de responder ante la llegada ruidosa de Razon Dan y sus
Redcaps. Aun vestido con trajes de mayordomo con lazo de color rosa, los redcaps entraron
en el comedor, cada uno con el ceño fruncido mirándonos. Ash, con los ojos como platos,
rápidamente escondio su boca debajo de los dedos entrelazafos, pero vi sus hombros
temblando de risa silenciosa. Por suerte el Red cap no se dio cuenta. ― Pusimos el piano en
la sala, como nos ordeno,‖ gruño Razor Dan, con la nariz temblándole de indignación. ―Y
la provei de suministros , como me pidió. Todo esta listo para sus mascotas.‖ El me miro y
me enseño los colmillos, como si recordara nuestro encuentro en el pasado. Estaba viviendo
con Warren, el sátiro medio amargo que había intentado secuestrarme y llevarme ante el
falso rey la ultima vez aquí. Leanasidhe había castigado a Warren (no estaba segura de
como y no quería saberlo), pero salvo al Redcap diciendo que solo eran sus bajos instintos.
O tal vez simplemente no quería perder a un esclavo. En cualquier caso, esto me
proporciono una distracción muy necesaria.
Salte de mi silla, hecho que sorprendio a todos en la sala. ―En realidad deberíamos irnos,‖
dije sin tener que fingir mi impaciencia. ― Mi padre esta ahí, verdad? No quiero que este
solo cuando el deje de ser un piano.‖
Leanasidhe resoplo con diversión y me di cuenta de lo extraña que sonaba mi pena , incluso
para mi. ―No te preocupes paloma. Tomara un tiempo antes de que el glamour desaparezca.
Pero entiendo que te tengas que ir. Solo recuerda, mi puerta siempre estará abierta si
quieres volver.‖ Ella agito el cigarro hacia Grimalkin, sentado al otro lado de la mesa.
―Grim, querido, tu sabes el camino, verdad?‖
Grimalkin bostezo ampliamente y se estiro. Curvando su cola alrededor de si mismo, tenia
en consideración a la reina en el exilio. ―Yo te creo y todavía tengo una apuesta que
resolver,‖ ronroneo el. ―Una que has perdido, si lo recuerdas.‖
―Eres una horrible criatura,Grimalkin.‖ Suspiro Leanasidhe y resoplo una imagen de humo
de un gato, entonces envio una cortina de humo de perros detrás de el. ―Parece que estoy
destinada a perder apuestas hoy dia. Muy bien, gato, tienes mi sangre de tu favor. Y que te
ahogues en ella cuando intentes llamarme.‖
Grimalkin ronroneo y parecio sonreir. ―De esta manera,‖ me dijo el, agitando la cola
mientras se ponía en pie. ―Tendremos que volver a través de la bodega, no esta muy lejos.
Solo tened cuidado cuando lleguemos allí, Leanasidhe no menciono que ese punto en
particular esta infestado de Bogles.‖
―Que pasa con Goodfellow?‖ dijo Ash, antes de que pudiera preguntarle que era un Bogle.
―Si el sabe a donde vamos o vamos a dejarlo atrás?‖
Mi estomago se revolvió de nuevo y malhumorada dije. ―No me importa,‖ gruñi y escanee
el comedor, preguntándome si alguna de las sillas platos, utensilios eran en realidad Puck
encubierto. ―El puede seguirnos o no, peor mejor que se quede fuera de mi camino si sabe
lo que es bueno para el. No quiero ver su cara durante mucho tiempo. Vamos , Grim.‖ Mire
al gato, que miraba divertido, y levante la barbilla. ―Salgamos de aquí.‖
De vuelta al sotano por el que vinimos, Grimalkin en cabeza, fuimos por otro laberinto de
pasillos con antorchas hasta una vieja puerta de madera que colgaba con los goznes
torcidos. La luz del sol entraba a raudales por las grietas y el canto de los pajaros trinaba en
alguna parte mas alla de la puerta.
Abri la puerta y me encontré en una cañada de denso bosque, los arboles de hoja ancha que
nos rodea por todas partes y una corriente de balbuceos cortos a través de la densidad. La
luz del sol salpicaba el suelo del bosque y un par de ciervos manchados levantaron la
cabeza para mirarnos con curiosidad y sin miedo.
Ash dio un paso a través de montículo de piedra del que habíamos salidos y la puerta crujio
cerrándose detrás de el. Reviso el bosque de lado a lado con la mirada y se volvió hacia
Grimalkin.
―Hay varios Trows observándonos desde los arbustos. ¿Supondran un problema?‖
Sorprendida, recorri la zona , en búsqueda de esos Trows, que por lo que había entendido ,
era un fey feo que vive bajo tierra, pero aparte de los ciervos, parecía que estábamos solos.
Grimalkin bostezo y se rasco detrás de la oreja.
―Son los jardineros de Leanasidhe,‖ dijo bruscamente. ―No hay nada de que preocuparse. Si
los escuchas a tus pies durante la noche en la cabaña, es probable que sean ellos. O los
brownies.‖
―¿Que cabaña?‖ Le pregunte, mirando alrededor sin comprender. ―No veo ninguna
cabaña.‖
―Por supuesto que no. Asi es humana.‖ Cola arriba Grimalkin troto a través del calor, salto
la corriente y desaparecio en medio de un salto.
Suspire. ―¿Por qué siempre hace eso?‖
―Yo no creo que sea siempre a propósito,‖ dijo Ash y me cogio de la mano. ―Vamos.‖
Cruzamos el valle, pasando muy cerca de los ciervos, que ni asi huyeron y saltamos el
pequeño arroyo.
Tan pronto mis pies dejaron el suelo, sentí un cosquilleo de magia, como si estuviera
saltando una barrera invisible. Cuando llegue, ya no estaba viendo un bosque vacio, si no
un edificio enorme de dos pisos con una terraza rodeada y humo saliendo retorcido por la
chimenea.
Me quede boquiabierta. ―Este es su ‗pequeño refugio pintoresco‘? estaba pensando mas en
la línea de una cabaña de una sola habitación o una casita o algo asi.‖
―Asi es Leanasidhe,‖ dijo Ash, sonando divertido. ―Ella podría haber puesto glamour en el
exterior para que parezca una cabañita en lugar de ocultar todo el asunto, pero no creo que
sea su estilo.‖ Miro hacia arriba a la inminente estructura y fruncio el ceño. ―Oigo música‖.
Mi corazón salto. ―Musica de piano. Mi padre!‖
Corrimos por las escaleras, subiéndolas de dos en dos y entre en la sala de estar, donde un
alegre fuego crepitaba en el hogar y las notas del piano venían desde la esquina.
Mi padre estaba sentado en la banqueta del piano, con el pelo lacio castaño cayendo sobre
sus ojos, los hombros encorvados sobre las teclas. Encorvado a unos metros de distancia
con los zapatos sobre la mesa y sus manos detrás de la cabeza, estaba Puck.
Puck levanto la mirada y sonrio, pero no le hice ni caso ya que me apresure hacia el piano.
―Papa!‖ Tuve que gritar para hacerme oir por encima de la música. ―Papa! Me reconoces?
Soy Meghan. Meghan tu hija. Te acuerdas?‖
Se inclino aun mas sobre las teclas, golpeándolas como si su vida dependiera de ello. Le
agarre del brazo y lo gire lo que le obligo a mirarme. ―Papa!‖
Sus ojos color avellana estaban vacios como el cielo, miraban a través de mi y sentí que una
lanza de hielo me atravesaba el estomado. Lo solte e inmediatamente volvió a tocar el
piano, golpeando las teclas mientras me tambaleaba y me hundia en una silla cercana.
―Que le pasa?‖ susurre.
Grimalkin salto a mi lado. ―Recuerda, huamana, que ha estado en el país de las Hadas por
un tiempo muy largo. Ademas hasta hace poco, era un instrumento musical, algo
probablemente muy traumatico. Es de esperar que su mente este algo trastocada. Dale
tiempo y el saldrá de esto.‖
―Si?‖ me ahogaba, pero el gato se había puesto a lavarse los dedos del pie y no respondio.
Escondi mi cara entre las manos, luego la levante y mire a Puck. ―¿Qué estas haciendo
aquí?‖ le pregunte fríamente.
―¿Yo?‖ puck me miro de soslayo, con aire satisfecho y sin duda sin ningún remordimiento.
―Estoy de vacaciones princesa.‖
―Vete‖. Le dije, levantándome de mi asiento. ―Vuelve con Oberon y dejanos solos. Ya has
hecho bastante.‖
―No puede volver con Oberon,‖ dijo Grimalkina, latando a la parte de atrás de la mesa.
―Oberon le exilio cuando salio tras de ti. El desobedecio las ordenes del rey y ha sido
desterrado de nunca jamas.‖
La culpa ahora se unio al remolino de emociones junto con el enfado y mire con
incredulidad a Puck. ―Eso fue estúpido.‖ Le dije ―Porque hiciste que te desterraran de esta
manera. Ahora estas atrapado aquí con el resto de nosotros.‖
Los ojos de Puck brillaron, salvajes, amenazadores. ―Oh, no lo se princesa. Tal vez fue
porque soy lo suficientemente estúpido como para cuidar de ti. Tal vez lo soy pues pensé
que había una oportunidad. Tonto de mi, pensar que un pequeño beso significaba algo para
ti.‖
―¿Le diste un beso?‖ Ash sono como si estuviera intentando ocultar su sorpresa. Me encogi.
Las cosas se estaban yendo rápidamente fuera de mi control. Mi padre parecía percibir la
tensin y golpeaba mas fuerte las teclas.
Me quede mirando a Puck, desgarrándome entre la ira y la culpa. ―No estamos hablando de
esto en estos momentos,‖ emprece a decir , pero el hizo caso omiso.
―Oh, creo que deberíamos,‖ interrumpio Puck, cruzándose de brazos. Empece a protestar,
pero el levanto la voz. ―Entonces, dime princesa, cuando dijiste que me amabas, era una
mentira?‖
Ash se puso rigido, y yo podía sentir sus ojos en mi , maldito duende. Puck me miraba
tambien, los labios curvados en una sonrisa, disfrutando de mi reacción. Queria pegarle y
pedirle disculpas a la vez , pero la ira era mas fuerte.
Cogi aire. Bien. Si puck quería forzar la situación ahora, le diría la verdad. ―No‖ dije,
levantando la voz para que se escuchara por encima de los acordes de piano. ―No te menti,
Puck. Quise decir lo que dije , almenos, lo hice en aquel entonces. Pero no es lo mismo que
siento por Ash, lo sabes.‖
―Lo se?‖ La voz de Puck era horrible. ―Tal vez lo sabia, pero me llevaste a una persecución
feliz, princesa. Al igual que una profesional. Cuando ibas a decirme que no tenia
oportunidad contra el infierno frio?‖
―No lo se!‖ Grite, dando un paso hacia adelante y apretando los puños. ―Cuando ibas a
decirme lo de mi padre Puck? Cuando ibas a decirme que has sabido donde estaba todo el
tiempo?‖
Puck se quedo en silencio, mirándome con expresión sombria. El sonido metalico del piano
llenaba la habitación, frenético, caótico. En la esquina, Ash estaba inmóvil, podría haber
pasado por una piedra.
Desde el sofá, Puck tenia una mirada cruel y compuso una sonrisa burlona tras mirarnos a
todos.
―Sabes, creo que voy a salir de aquí,‖ arrastro las palabras tras el. ―Estaba algo cansado
últimamente y pensé que necesitaba unas vacaciones.‖ Miro a Ash, sonrio y sacudió la
cabeza. ―No hay suficiente espacio en esta cabaña, chico de hielo. Si alguna vez quieres un
duelo, puedes encontrarme en el bosque. Y si a alguno de vosotros se os ocurre un plan,
hacedme un favor, dejadme fuera de el. Me voy.‖
Con una mueca pesada, puck cruzo la habitación y salio por la puerta sin mirar atrás.
La culpa y la ira estallaron dentro de mi, pero me volvi hacia mi padre cuyos frenéticos
golpes a las teclas del piano se habían clamado un poco. Yo tenia otras cosas de las que
preocuparme que por Puck. ―Papa,‖ dije en voz baja, cayendo a su lado. ―Tienes que parar.
Solo por un rato, si? Quieres?‖ Lleve sus manos lejos de las teclas y esta vez me dejo,
cayendo en su regazo. Asi que no era del todo inaccesible, algo bueno. Todavia no me
miraba, sin embargo, y yo estudie su rostro enjuto, demacrado , con líneas alrededor de los
ojos y la boca , a pesar de que era un hombre batante joven y me sentí cerca de la
desesperación.
Ash apareció a mi lado, cerca pero sin tocarme. ―El dormitorio principal esta en el pasillo,‖
dijo en voz baja. ―Creo que tu padre se sentirá mas comodo allí, si puedes conseguir que te
siga.‖
Asenti. De alguna manera, conseguimos ponerlo de pie y lo conduje por el pasillo hasta el
dormitorio grande del final. En el dormitorio no faltaba nada dentro del lujo, desde una
cama de cuatro columnas , hasta un manantial de agua caliente dentro del baño, pero aun se
sentía como una celda de una cárcel que había mantenido a mi padre en su interior y cerre
la puerta después de dejarlo.
Apoyada en la puerta, me sacudi las lagrimas agotada, con los sentimientos extendidos
hacia varias direcciones a la vez. Ash rondaba cerca, observando. Parecia incomodo, como
si quisiera tirar de mi cerca, pero ahora había una barrera entre nosotros, con la admisión de
puck en el aire como un alambre de puas.
―Vamos,‖ murmuro Ash, rozando mi brazo finalmente. ―No hay nada que puedas hacer por
el ahora. Estas exhausta, y no puedes ayudar a alguien asi. Descansa un poco.‖
Sintiendome adormecida, deje que me llevara ,por el pasillo y subiendo un tramo de
escaleras hasta la buradilla con vistas a la sala principal. Una barandilla rustica cubria el
borde, dond epodias asomarte a la sala de abajo. Una cama King size con una alfombra de
oso pardo.
Ash me indico por señas que me durmiera, tapaandome con las cubiertas. Sin los acordes
del piano la cabaña estaba extrañamente en calma, el silencio era ruido en mis oídos. Ash se
alzaba sobre mi, extrañamente formal y seguro. ―Estare abajo,‖ murmuro. ―Intenta dormir
un poco.‖ El empezó a alejarse, pero levante una mano y le agarre con fuerza.
―Ash, espera,‖ dije y se quedo completamente inmóvil. Tal vez era demasiado pronto para
tirar de el , pero me estaba ahogando esta sobrecarga de emoción: el enfado con Puck, la
preocupación por mi padre y el miedo de haber saboteado mi relación con Ash. ―No puedo
estar sola ahora,‖ susurre, aferrandole la mano. ―Por favor, quédate conmigo un rato. No
tienes porque decir nada, no tenemos que hablar. Simplemente…quédate. Porfavor.‖
Dudo. Vi la indecisión en sus ojos, la batalla silenciosa, antes de asentir finalmente.
Deslizandose sobre la cama, se recostó contra la cabecera y me acurruque a su lado,
conteniéndome solo para sentirlo cerca de mi. Oi el latido de su corazón, a pesar de la
forma rigida en la que estaba, y cogi un atisbo de emoción que rodeaba su aura nebulosa,
una reacción que no fue capaz de ocultar.
Parpadee. ―Estas celoso…‖ dije con incredulidad. Ash, antiguo príncipe de la Corte Oscura,
estaba celoso. De Puck. No se porque lo encontré tan sorprendente, tal vez Ash parecía
demasiado tranquilo y seguro de si mismo para estar celoso. Sin embargo no había duda de
lo que veía.
Ash se movio incomodo y me miero con el rabillo del ojo. ―Es eso tan malo?‖ Pregunto en
voz baja, volviéndose para mirar la pared del fondo. ―Es malo estar celoso cuando me
entero de que tu le has dado un beso, cuando te dije que el…‖ se callo, pasándose una mano
por el pelo y me mordí el labio. ―Se que fui el que te dejo,‖ continuo, sin dejar de mirar la
pared. ―Dije que eramos enemigos y que no podíamos estar juntos. Sabia que iba a romper
tu corazón, pero… Tambien sabia que Puck estaría allí para recoger los pedazos. Lo que
vino a partir de eso, lo he provocado yo mismo. Se que no tengo derecho a preguntar…‖ se
detuvo, tomando aire rápidamente, como si esa confesión hubiera sido la mas difícil. Yo
contuve la respiración a sabiendas de que había mas.
―Pero‖ prosiguió, por fin volviéndose hacia mi, ―Tengo que saberlo Meghan. No puedo no
preguntar esto, no con el. O contigo. Me volveria loco.‖ Suspiro y de repente tomo mi
mano, mirando los dedos entrelazados. ―Sabes lo que siento por ti. Sabes que te protegeré
de lo que venga , pero esta es la única cosa contra la que no puedo luchar.‖
―Ash…‖
―Si no tienes claro si quieres estar con Goodfellow, dimelo ahora. Renunciare, te dare
espacio, lo que quieras‖ Ash temblo, solo un poco , al decir esto. Senti su corazón
acelerándose cuando se volvió a encontrar con mi mirada, sus ojos color plata brillando
intesamente. ―Solo contéstame hoy y nunca mas te lo volveré a preguntar. ¿Le quieres?‖
Tome aire, dispuesta a negarlo de inmediato, pero me detuve. No podía darle una respuesta
corta, impertintente , no cuando me miraba asi. Se merecia saber toda la verdad. Toda.
―Lo hice,‖ dije en voz baja. ―Al menos eso creía. Ya no estoy tan segura ahora.‖ Hice una
pausa, eligiendo mis palabras con sumo cuidado. Ash esperaba, su cuerpo tenso como un
alambre mientras yo recogia mis pensamientos. ―Cuando te fuiste,‖ segui. ―Estaba herida.
Pense que no te volveria a ver. Me dijiste que eramos enemigos, que no podíamos estar
juntos y yo te crei. Estaba enfadada y confundida, y Puck estaba allí para recoger los
pedazos como bien has dicho. Fue fácil para Puck pues sabia como me sentía, y por un
tiempo pensé que podría amarlo también, pero‖ continua, ya que mi voz comenzó a
temblar. ―cuando te vi de nuevo, me di cuenta de que lo que sentía por Puck no era lo
mismo. Era mi mejor amigo y siempre tendría un lugar para el en mi corazón, pero… eres
tu Ash. No tuve realmente ninguna elección. Siempre lo has sido.‖
Ash no dijo nada, pero oi su débil suspiro, como si hubiera estado conteniendo el aliento y
me acerco envolviéndome en sus brazos. Puse mi cabeza sobre su pecho y cerre los ojos,
empujando mis sentimientos por Puck y mi padre y la falsa reina a la parte de atrás de mi
cabeza. Trataria con ellos mañana. En este momento solo quería dormir, hundirme en el
olvido y olvidar todo un rato. Ash seguía tranquilo, reflexivo. Su aura de glamour brillaba
de nuevo, luego se apago. Pero todo lo que tenia que hacer era escuchar su corazón,
latiendo bajo su pecho, para saber lo que estaba sintiendo.
―Hablame,‖ dije en voz baja, trazando sus costillas a través de su camisa, haciéndole
temblar. ―Porfavor. El silencio me esta volviendo loca. No quiero oírme a mi misma
ahora.‖
―¿Qué quieres que diga?‖
―Lo que sea. Cuentame un cuento. Hablame de los lugares en los que has estado. Cualquier
cosa para mantener mi mente fuera de … todo.‖
Ash hizo una pausa. Despues, empezó a tararear una melodía suave, lenta, ahogando el
silencio. Era una obsesion, una melodía apacible que me recordaba a la nieve cayendo y la
hibernación de los arboles o los animales apiñándose en su guarida, durmiendo todo el
invierno. Senti su mano por todo lo largo de mi espalda, un ritmo suave al tempo de la
cancion de cuna y el sueño se apodero de mi como una manta caliente.
―Ash?‖ susurre mientras mis parpados iban a la deriva.
―Si?‖
―No me dejes , de acuerdo?‖
―Ya he prometido que me quedaría,‖ me acaricio el pelo y su voz cayo en un susurro.
―Durante el tiempo que me quieras.‖
―Ash?‖
―mmm?‖
―…Te quiero‖
Sus manos pararon, las sentí temblar. ―Lo se,‖ murmuro el , inclindando la cabeza cerca de
la mia. ―Duerme un poco. Estare aquí.‖
Su voz profunda fue lo ultimo que oi antes de caer al vacio.
―HOLLA MI AMOR‖ susurro Machina, teniéndo las manos mientras me acercaba, con
cables de hacer retorciéndose detrás de el en una danza hipnotica. Alto y elegante su
cabello plateado largo ondulado como el mercurio liquido, me miraba con los ojos tan
negros como la noche. ―He estado esperándote.‖
―Machina.‖ Me estremeci, mirando todo el espacio vacio, oyendo mi voz en eco a nuestro
alrededor. Estabamos solos en la oscuridad insondable. ―Donde estoy? Porque estas aquí?
Crei que te había matado.‖
El rey de hierro sonrio, el pelo plateado brillando en la oscuridad. ―Uno nunca puede
librarse de mi, Meghan chase. Somos uno ahora y siempre. Tu simplemente no lo has
aceptado aun. Vamos.‖ El me hizo una señal para que me adelantara. ―Ven mi amor y
déjame mostrarte lo que quiero decir.‖
Me aparte. ―Deja de llamarme asi. No soy tuya.‖ Echo a andar y di otro paso mas. ―Y no
debería estar aquí. Deja de acecharme en sueños. Ya tengo a alguien y no eres tu.‖
Machina sonrio. ―Ah, si. Tu príncipe oscuro. De verdad crees que vas a ser capaz de
mantenerte alejada una vez que sepas quien eres en realidad? Crees que aun te querra?‖
―Que sabes tu de eso? No eres mas que un sueño, una pesadilla en realidad.‖
―No mi amor.‖ Machina negó con la cabeza. ―Yo soy parte de ti algo que no puedes
aceptar.Y mientras sigas negándome, nunca vas a entender tu verdadero potencial. Sin mi
nunca será suficiente para derrotar al rey falso.‖
―tomare el riesgo.‖ Lo mire fijamente. ―Y ahora, creo que es hora de que te vayas. Este es
mi sueño. Y no eres bienvenido aquí. Vete‖
Machina sacudió la cabeza tristemente. ―Muy bien Meghan Chase. Si decides que me
necesitas después de todo – y lo necesitas – voy a estar aquí.‖
―No contengas la respiración,‖ murmure, y mi propia voz me despertó.
PARPADEE Y LEVANTE la cabeza de la almohada. La habitación estaba a oscuras, pero
fuera de la ventana el color gris claro se filtraba desde el cielo. Ash se había ido y el
espacio a mi lado estaba frio. Se había ido en algún momento durante la noche.
El olor a tocino venia desde abajo y mi estomaago se quejo en respuesta. Me dirigi hacia la
escalera, preguntadome quien estaba cocinando a estas horas tan temprano. La imagen de
Ash volteando panqueques con un delantal blanco vino a mi mante y me rei histéricamente
mientras entraba en la cocina.
Ash no estaba allí, y tampoco Puc, pero Grimalkin levanto la vista de una mesa repleta de
comida. Huevos, panqueques, tocino , galletas , fruta y harina de aventa cubria la mesa ,
junto con dos jarras de lecho y jugo de naranja. Grimalkin, sentado en la esquina parpadeo
y luego volvió a mojar la pata en un vaso de lecho y la lamio.
―Que es todo esto?‖ le pregunte sorprendida. ―Ha cocinado mi padre? O…Ash?‖
Grimalkina resoplo. ―esos dos? Me estremezco al pensar en las consecuencias. No, viene de
parte de leanasidhe, igual que limpiara y ordenara su habitación.‖
―Donde están todos?‖
―El ser humano sigue durmiendo. Goodfellow no ha vuelto aunque estoy seguro de lo hara
en un futuro con toda la ira de los feys de aquí sobre sus talones.‖
―No me importa Puck. Pueden habérselo comido los trolls si quieren.‖ Grimalkin no
parecio inmutarse por mi hostilidad y con calma lamio la pata. Cogi los huevos revueltos.
―Donde esta Ash?‖
―El príncipe de invierno salio ayer por la noche mientras dormias y no dijo nada de a donde
iba, por supuesto. Regreso hace unos minutos.‖
―Se fue? Donde esta ahora?‖
Un golpe en la puerta llamo la atención. Paul vago por la cocina , arrastrando los pies cual
zombi. Mirando la mesa del desauyuno cogio una trozo de pan tostado, mordio una esquina
y se fue, sin reconocer mi existencia.
Se me fue el apetito. Grimalkin sin dejar el vaso de lecho. ―Por cierto,‖ continuo mientras
miraba la puerta. ―el príncipe de invierno quiere que lo busques en el claro mas alla de la
corriente cuando hayas comido. Dio a entender que era importante.‖
Cogi un trozo de tocino y lo mordisquee con poco entusiasmo. ―Ash lo dijo? Porque?‖
―No me importaba lo suficiente como para preguntar.‖
―Que pasa con mi padre?‖ Mire la dirección en la que Paul se había ido. ―Estara bien? Debo
dejarlo en paz?‖
―Eres muy aburrida esta mañana.‖ Grimalkin volcó el vaso de leche deliberadamente y lo vi
gotear por el suelo con satisfacion. ―El glamour sobre los mortales aquí también es igual en
caso de que vayan vagando por fuera. No importa la dirección que tomen siempre volverán
a donde empezaron.‖
―Y si quiero llevármelo? No puede quedarse aquí para siempre.‖
―Entonces tendras que hablarlo con Leanasidhe , no conmigo. En cualquier caso, no es
asunto mio.‖ Grimalkin bajo de la mesa, y aterrizo en el suelo de madera con un golpe.
―Cuanto te vayas a ver al príncipe deja el plato donde toca,‖ dijo arqueando la cola sobre la
espalda. ―Si no lo hace los sirvientes se sentiran insultados y podrían salir , lo que es
realmente incomodo.‖
―Es por eso por lo que hiciste el estropicio?‖ le pregunte , mirando la leche goteando por el
suelo. ―Asi tendrán algo que limpiar?‖
―Por supuesto que no humana,‖ Bostezo grimalkin. ―Esto es porque me gusta hacerlo.‖ Y al
trote salio de la habitación, mientras yo sacudia la cabeza y agarraba un trozo de pan
tostado y salía fuera.
CAPITULO 6
Traducido por: Nanndadu
LECCIONES
Era una nebulosa mañana gris, con la niebla encrespándose por el suelo en tenues hilos,
amortiguando mis pasos. Salté sobre el arroyo y miré hacia atrás una vez que había llegado
al otro lado. La cabina había desaparecido una vez más, mostrando solo el nebuloso bosque
más allá de la corriente.
En el centro del claro, una oscura silueta bailaba y giraba en la niebla, su largo abrigo
ondeaba en su espalda, y una helada espada cortaba la niebla como papel. Me incliné contra
un árbol y observé, hipnotizada por los graciosos, movimientos giratorios, la velocidad
mortal y la precisión de los ataques de la espada, demasiado rápidos para que un humano
pudiera mantenerlos. Un malestar me atormentaba mientras repentinamente recordaba mi
sueño, la suave voz de Machina resonando en mi cabeza. Crees que serás capaz de quedare
con él, una vez que descubras quien eres realmente? Crees que aún así te querrá?
Enojada, aparté esos pensamientos. Qué sabía él? Además, había sido solo un sueño, una
pesadilla evocada por el estrés y la preocupación por mi papá. No significaba nada.
Ash terminó los ejercicios con una estocada final, estampando la espada en su vaina. Por un
momento, permaneció inmóvil, respirando profundamente, la niebla arremolinándose a su
alrededor. ―Tu papá está mejor?‖ preguntó sin volverse. Salté.
―No ha cambiado.‖ Me moví a través de la húmeda hierba hacia él, empapándome el
dobladillo del pantalón. ―Cuánto tiempo has estado aquí afuera?‖
Él se volvió, rastrillando una mano por su flequillo, empujándolo fuera de sus ojos.
―Anoche volví a Leanansidhe,‖ dijo él, caminando hacia delante. ―Quería conseguir algo
para ti, así que tuve a uno de sus contactos rastreando uno para mí.‖
―Rastreando…qué?‖
Ash se acercó a una roca cercana, se balanceó, y me lanzó una larga y ligeramente curvada
vara. Cuando la recogí, vi lo que en realidad era una funda de cuero con una empuñadura
de latón dorado asomándose por la parte superior. Una espada. Ash estaba dándome una
espada… por qué?
Oh, si. Porque quería aprender a luchar. Porque le pedí a él que me enseñara.
Ash, observándome con esa fastidiada, expresión de entendimiento en su rostro, sacudió su
cabeza. ―Lo olvidaste, no es así?‖
―Nooooo,‖ dije rápidamente. ―Yo solo…no pensé que sería tan pronto.‖
―Este es el lugar perfecto.‖ Ash se giró con desaire para mirar alrededor del claro.
―Tranquilos, ocultos. Podemos recuperar nuestro aliento aquí. Es un buen lugar para
aprender mientras esperas que tu papá salga de ello. Cuando terminemos aquí, tengo la
sensación de que las cosas se pondrán mucho más caóticas.‖ Él señaló la espada en mi
mano. ―Tu primera lección comienza ahora. Saca tu espada.‖
Lo hice. Desenvainarlo envió un ronco escalofrío a través de la cañada, y miré el arma con
fascinación. La espada era fina y ligeramente curva, un arma de elegante aspecto, afilada,
puntiaguda y mortal. Una advertencia hizo cosquillear el fondo de mi mente. Había algo
sobre la espada que era… diferente. Parpadeando, pasé mis dedos por el frío y brillante
borden y un frío se disparó a través de mi estómago.
La espada estaba hecha de acero. No acero artificial. No una espada fey cubierta de
glamour. De la clase que quema la carne de hada y achichara el glamour. De la clase que
deja heridas imposibles de curar.
La miré boquiabierta, y luego a Ash, quien lucía remarcablemente calmado para estar
enfrentándose a su mayor debilidad. ―Esto es acero,‖ le dije, segura de que Leanansidhe
había cometido un error.
Él asintió. ―Una espada español del siglo dieciocho. Leanansidhe por poco tiene un ataque
cuando le dije lo que quería, pero ella era capaz de rastrear una a cambio de un favor.‖ Él se
detuvo entonces, estremeciéndose ligeramente. ―Un favor muy grande.‖
Alarmada, lo miré. ―Qué le prometiste a ella?‖
―No tiene importancia. Nada que nos ponga en peligro de cualquier modo.‖ Él se apresuró
antes de que pudiera argumentar. ―Quería una ligera y rebanadora arma para ti, un con una
buena cantidad de alcance, que mantenga a tus oponentes alejados de ti.‖ Él señaló el a con
su propia arma,una cegadora y rápida arma azul. ―Te moverás alrededor de muchos, usando
la velocidad en lugar de fuerza bruta contra tus enemigos. Esa espada no bloqueará armas
pesadas, y no tendrás la fuerza para lanzar un golpe efectivo a una espada larga, así que
tendremos que enseñarte como esquivar. Esta fue la mejor opción.‖
―Pero esto es acero,‖ repetí, escuchándolo con asombro. Él podía enseñar a una clase con su
conocimiento en armas y lucha. ―Por qué una espada real? Podría herir seriamente a
alguien.‖
―Meghan.‖ Ash me dio una mirada paciente. ―Eso es exactamente por lo que la escogí.
Tienes ventaja con esa arma que ninguno de nosotros puede tocar. Incluso el más violento
redcap lo pensaría dos veces antes de enfrentarse a una verdadera, espada mortífera. No
asustará a la Iron fey, por supuesto, pero allí es donde el entrenamiento tomará parte.‖
―Pero…pero que pasa si te golpeo?‖
Un bufido. ―Tú no vas a golpearme.‖
―Cómo lo sabes?‖ Me ericé ante su tono divertido. ―Podría golpearte. Incluso un maestro de
espadas comete errores. Podría conseguir un golpe de suerte, o podías no verme venir. No
quiero herirte.‖
Él me favoreció con otra mirada paciente. ―Y cuánta experiencia tienes con espadas y
armas en general?‖
―Um.‖ Le eché un vistazo a la espada en mi mano. ―Treinta segundos?‖
Él sonrió, con esa calmada e irritablemente confiada mueca. ―No vas a golpearme.‖
Fruncí el ceño. Ash se rió, luego sacó su arma y se adelantó, toda la diversión se había ido.
―Aunque,‖ continuó, deslizándose en el modo depredador sin ningún esfuerzo en absoluto,
―Quiero que lo intentes.‖
Tragué en seco y me eché hacia atrás. ―Ahora? No tengo un calentamiento o algo? Ni
siquiera sé como sostener la cosa apropiadamente.‖
―Sostenerla es fácil.‖ Ash se deslizó cerca, rodeándome como un lobo. Un dedo apuntó la
punta de su espada. ―La punta del filo va primero.‖
―Eso no ayuda en nada, Ash.‖
Él sonrió implacable y continuó acechando. ―Meghan, me encantaría enseñarte
apropiadamente, desde el principio, pero eso toma años, incluso siglos. Y dado que no
tenemos esa clase de tiempo, estoy dándote la versión condensada. Además, la mejor forma
de aprender es haciéndolo.‖ El asestó un golpe hacia mí con su espada, en ningún lugar
cercano, pero salte de igual forma. ―Ahora, trata de golpearme. Y no te retengas.‖
No quise hacerlo, pero le había pedido que me enseñara, después de todo. Agrupando mis
músculos, di un débil grito y me lance, apuñalándolo con la punta.
Ash se deslizó a un lado. En el espacio de un parpadeó su espada salió en un lametón,
golpeando mis costillas con la palma de la espada. Grité mientras sentía la mordida de
absoluto frío a través de mi camisa y lo miré.
―Demonios, Ash, eso duele!‖
Él me dio una sonrisa sin humor. ―Entonces no consigas que te golpeé.‖
Mis costillas latían. Allí probablemente habría un verdugón esta noche. Por un momento,
estuve tentada a arrojar mi espada e irme de vuelta a casa. Pero me tragué mi orgullo y lo
enfrenté de nuevo, resuelta. Necesitaba esto. Necesitaba aprender a defenderme a mi misma
y a aquellos por los que me preocupaba. Podía tomar algunas costillas magulladas, si eso
significaba salvar una vida algún día.
Ash blandió su espada de forma experta y ladeó dos dedos hacia mí. ―De nuevo.‖
Practicamos por el resto de la mañana. Or, more accurately, I tried to hit Ash and received
more swats that stung and burned their way through my clothes. Él no lo hacía todo el
tiempo, y no me cortó ni una vez, pero me volví paranoica acerca de ser golpeada. Después
de algunos golpes más que hirieron mi orgullo tanto como piel, traté de cambiar a un modo
completo de defensa, y Ash empezó a atacarme.
Conseguí golpearme mucho más.
Hervía de ira, explotando después de cada intento, cada golpe sin esfuerzo que dejaba mi
piel cosquilleando con fracaso. Él no estaba siendo justo. Él tenía años, incluso décadas, de
esgrima, y ni siquiera me había dado la oportunidad. Él estaba jugando conmigo en lugar de
enseñarme cómo repeler sus ataques. Esta no era una lección, solo estaba alardeando.
Finalmente, mi temperamento se rompió. Después de defenderme desesperadamente de una
serie de cegadoras y rápidas estocadas, recibí un golpe en la parte posterior que desató mi
ira. Gritando, volé hacia Ash, con la intención de golpearlo esta vez, de al menos golpear
esa calmada eficiencia en su rostro.
Esta vez, Ash no lo evadió ni lo bloqueó, pero giró y me agarró de la cintura cuando pasé.
Dejando caer su espada, tomó mi muñeca con su mano y la llevó a su pecho, sosteniéndome
a mí y a la espada aún cuando maldije y luché.
―Ahí,‖ murmuró en una voz de fatigada satisfacción. ―Eso era lo que estaba buscando.‖
Aunque seguía enojada, dejé de luchar con él. Mis sentidos zumbaban y me mantuve rígida.
―Qué?‖ gruñí. ―Ponerme tan enojada que quiera apuñalarte en un ojo?‖
―El momento en el que te tomaras esto lo suficientemente en serio para realmente
golpearme.‖ La voz de Ash, oscura y sombría, me hizo congelarme. Él suspiró, apoyando
su cabeza en la parte posterior de mi cráneo. ―Esta no es una afición, Meghan,‖ suspiró,
enviando un hormigueo por mi espalda. ―No es un juego, o un deporte, o un simple
pasatiempo. Esto es la vida y la muerte. Cualquiera de esos golpes te habría matado de
haber sido en serio. Poner un arma en tus manos significa que, en algún momento, vas a
tener que usarla. En una pelea como esta, vas a salir herida, Comete un simple error, y
estarás muerta. Y yo te… perderé.‖
Su voz se apagó al final, como si esa última parte se le hubiese escapado. Mi garganta se
cerró, y toda mi rabia se esfumó.
Ash presionó sus labios en el verdugón del otro lado de mi hombre, y los latidos de mi
corazón tartamudearon. ―Lo siento,― murmuró, con genuino arrepentimiento en su voz. ―No
quise lastimarte. Pero quiero que entiendas. Enseñarte a luchar quiere decir que vas a estar
en incluso mayor peligro, y tal vez voy a ser duro contigo algunas veces porque no quiero
que pierdas.‖ Soltó mi muñeca y pasó su mano hasta mi hombre, alisando el cabello de mi
hombre. ―Aún quieres continuar?‖
No podía hablar. Simplemente asentí, y Ash besó la parte trasera de mi cuello. ―Mañana,
entonces,‖ dijo él, echándose hacia atrás aunque desearía que se quedará allí por siempre.
―A la misma hora. Ahora, vamos a ponerles algo a esos verdugones.‖
ESCUCHÉ A MUSICA DEL PIANO tan pronto como cruzamos el arroyo. Mi papá estaba
sentado en el banco del piano cuando entramos, y no levantó la mirada de las teclas. Pero la
música hoy no era tan oscura y frentica como lo había sido la noche anterior; era más
calmada y pacífica. Grimalkin estaba en encima del piano, los pies metidos debajo de él y
sus ojos cerrados, ronroneando en satisfacción.
―Hola, Papá,‖ me aventuré, preguntándome si realmente me miraría hoy.
La música vaciló, y por una fracción de Segundo, pensé que iba a levantar la mirada. Pero
entonces sus hombros se encorvaron y volvió a tocar, un poco más rápido que antes.
Grimalkin no se molestó en abrir los ojos.
―Supongo que es un comienzo,‖ suspiré, y Ash desapareció en la cocina por un momento.
Lo escuché hablar con algunos desconocidos, de voces agudas—los brownies de
Leanansidhe?—antes de aparecer sosteniendo un pequeño recipiente. Mi papá continúo
tocando. Traté de lucir calmada y esperanzada, pero la desilusión se asentó pesadamente en
mi pechó, y Ash también lo vio.
Él no dijo nada mientras me conducía escaleras arriba hacia el desván, sentándome en la
cama perfectamente hecha después de sacar la alfombrilla de oso. Al abrir el recipiente se
liberó un fuerte olor a hierbas que era extrañamente familiar, recordándome una escena
familiar en una fría y congelada habitación, con Ash sin camisa y sangrando y yo
vendándole las heridas.
A continuación, la música del piano continuo, una canción baja y triste que tiraba mis
entrañas. Ash se arrodilló detrás de mí en la cama y tiró suavemente de la manga de mi
hombro, solo lo suficiente para exponer la delgada línea de color rojo cortada a través de mi
pial. Recogí un atisbo de arrepentimiento de él, un instante de sordo remordimiento, como
un resfriado, un suave hormigueo se esparció sobre la herida.
―Sigo enojada contigo, sabes,‖ dijo sin volverme. Los oscuros acordes del piano pusieron
de mal humor y pensativa, y traté de ignorar los fríos dedos deslizándose sobre mis
costillas, dejando un bendito entumecimientos a su paso. ―Una pequeña advertencia habría
estado bien. No podías haber dicho, ‗Oye, como parte de tu entrenamiento hoy, voy a
golpearte sin sentido‘?‖
Ash se acercó con ambas brazos y puso el recipiente en mis manos, usando ese movimiento
para tirarme de vuelta a su pecho. ―Tu papá estará bien,‖ murmuró, mientras mi pecho dolía
con embotellado dolor. ―Simplemente la mente tarda un poco en atrapar todo lo que ha
olvidado. Ahora mismo, él está confundido y asustado, y teniendo de Consuela la única
cosa que le es familiar. Simplemente sigue hablando con él, y eventualmente empezará a
recordar.‖
Él olía tan bien, una mezcla de hielo y algo agudo, como hierbabuena. Levantando mi
cabeza, dejé un beso en el hueco de su cuello, justo debajo de su quijada, y él respiró
tranquilo, sus manos encorvándose en puños. Repentinamente me di cuenta de que
estábamos en una cama, solo en una aislada cabina, con ningún adulto—lucidos de
cualquier manera—que nos apuntaran con el dedo o nos condenaran. Mi corazón se
aceleró, resonando en mis oídos, y sentí que también se aceleraba mi ritmo cardiaco.
Cambiando un poco, fui a dejar otro beso a lo largo de su mandíbula, pero el agachó su
cabeza y nuestros labios se encontraron, y repentinamente yo lo estaba besando como si me
fuera a fundir en su cuerpo. Sus dedos se enredaron en mi cabello, y mis dedos se
deslizaron por debajo de su camisa, trazando los duros músculos de su pecho y estomago.
Él gimió, llevándome a su regazo, bajándonos de nuevo a la cama, teniendo cuidado de no
aplastarme.
Todo mi cuerpo se estremeció, mis sentidos zumbaban, mi estomago se retorcía con tantas
emociones que no podía acomodarlas. Ash estaba encima de mí, sus labios en los míos, mis
manos deslizándose sobre su fría y firme piel. No podía hablar. No podía penar. Todo lo
que podía hacer era sentir.
Ash se retiró un poco hacia atrás, sus plateados ojos brillaban al mirarme, su frío aliento
lavaba mi caliente rostro.
―Eres hermosa, lo sabes, cierto?‖ murmuró, todo serio, con una mano enmarcando
suavemente mi mejilla. ―Ya sé que no digo… cosas como esas…tan a menudo como
debería. Quería hacértelo saber.‖
―No tienes que decir nada,‖ susurré, aunque escucharlo admitir eso hizo que mi pulso
fluyera salvajemente. Podía sentir las emociones girando alrededor de nosotros, auras de
luz y color, y cerré mis ojos. ―Puedo sentirte,‖ murmuré, mientras sus latidos del corazón se
reanudaban bajo mis dedos. ―Casi puedo sentir tus pensamiento. Es eso muy extraño?‖
―No,‖ dijo Ash con voz estrangulada y un estremecimiento lo recorrió. Abrí mis ojos,
mirando su perfecto rostro.
―Qué está mal?‖
―Nada. Solo…‖ Él sacudió su cabeza. ―Nunca pensé…que podía sentirme así de nuevo. No
sabía si era posible.‖ Suspiró, dándome una mirada suplicante. ―Lo siento, no me estoy
explicando muy bien.‖
―Todo está bien.‖ Encajé mis manos detrás de su cabeza, sonriendo. ―Ahora mismo, no era
una conversación lo que estaba esperando.‖
Ash sonrió levemente, bajando su cabeza de nuevo.
Y se congeló.
Frunciendo el ceño, arqueé mi cuello, mirando detrás de nosotros al revés, y solté un
chillido.
Paul se puso de pie en la parte superior de la escalera, mirándonos con grandes ojos en
blanco. A pesar de que no dijo ninguna palabra y probablemente no entendía lo que estaba
pasando, mis mejillas llamearon y estaba instantáneamente mortificada. Ash rodó fuera de
mí y se puso de pie, su rostro cerrándose en esa blanca e inexpresiva mascara mientras
trataba de recoger los hilos de mi compostura lo suficiente para hablar.
Girandome recta, alisando mi desordenado pelo y ropa, mire a mi papá, quien me miró de
vuelta con asombro. ―Papá, qué estás haciendo aquí?‖ pregunté. ―Por qué no estás abajo en
el piano?‖ Donde se supone que este, agregué agriamente. No es que no estuviera feliz de
ver a mi papa realmente mirándome por primera vez desde que llegamos aquí, pero la
ocasión apestaba totalmente.
Paul parpadeó, todavía viéndome en una neblina, y no dijo nada. Suspiré, y le lancé una
mirada llena de disculpas a Ash, y empecé a guiarlo escaleras abajo. ―Vamos, papá. Vamos
a matar a cierto gato por no advertirnos.‖
―Por qué?‖ susurró Paul, y mi corazón saltó en mi garganta. Él me miraba directamente con
sus grandes y húmedos ojos. ―Por qué estoy…aquí? Quién…quién eres tú?‖
El nudo en mi garganta creció aún más. ―Soy tu hija.‖ Él se me quedó mirando en blanco, y
lo mire de vuelta, esperando que me reconociera. ―Estabas casado con mi mamá, Melissa
Chase. Soy Meghan. La última vez que me viste, tenía seis años, lo recuerdas?‖
―Hija?‖
Asentí sin respiración. Ash observaba silenciosamente desde una esquina, podía sentir su
mirada en mi espalda.
Paul sacudió su cabeza, en un triste y esperanzado gesto. ―Yo no lo…recuerdo,‖ dijo él, y
se apartó de mí, recostándose en la escalera, sus ojos oscureciéndose una vez más.
―Papá—‖
―No lo recuerdo!‖ Su voz tomó un tono pensativo, y me detuve cuando todo rastro de
cordura desapareció de su rostro. ―No lo recuerdo! Las ratas gritan, pero no recuerdo!
Aléjate, aléjate.‖ ÉL corrió al piano y comenzó a golpear las teclas, alto y frenético. Suspiré
y lo mire por encima de la barandilla, mirándolo con tristeza.
Los brazos de Ash me agarraron segundos después, llevándome de vuelta a su pecho. ―Es
un comienzo,‖ dijo él, y yo asentí, girando mi rostro en su brazo. ―Al menos está hablando
ahora. Él recordará eventualmente.‖
Fríos labios se presionaron contra mi cuello, un breve y suave toque, y me estremecí.
―Discúlpame por eso,‖ susurré, desando con egoísmo que no hubiésemos sido
interrumpidos. ―Estoy segura de que eso no te había sucedido antes.‖ Ash bufó, y me
pregunté si podríamos reclamar de alguna forma el momento perdido. Me acerqué de vuelta
y enterré mis dedos en su sedoso cabello, acercándolo. ―De qué estás hablando?‖
―Qué esto pone las cosas en perspectiva,‖ dijo él, mientras los acordes del piano
retumbaban a nuestro alrededor, locos y oscuros. ―Que hay cosas más importantes en las
que pensar. Deberíamos concentrarnos en t entrenamiento, y lo que vamos a ser sobre el
falso rey una vez que sea hora. Él aún está ahí afuera, buscándote.‖
Puse mala cara, desagradandome esa declaración. Pero Ash se echó a reir y pasó sus dedos
por mi brazo. ―Tenemos tiempo, Meghan,‖ murmuró él. ―Después de que esto termine,
después de que tu papá recupere sus recuerdos, después de que lidiemos con el falso rey,
tendremos el resto de nuestras vidas. No voy a ir a ninguna parte. Lo prometo.‖ Él me
sostuvo con firmeza y rozó un beso a través de mi oído. ―Esperaré. Solo avísame cuando
eses lista.‖
Él me dejo entonces y bajó las escaletas. Pero yo me quedé de pie en el balcón algunos
minutos, escuchando la música del piano y dejando que mis pensamientos tomen lugares
prohibidos.
CAPITULO 7
Traducido por:Pargulin
Verano y Hierro
Los días se convirtieron en un segura, si no cómoda, rutina. Al amanecer, antes de que la
luz del sol tocara el suelo del bosque, iba al pequeño claro para practicar ejercicios de
espada con Ash. Él era un maestro estricto pero paciente, empujándome más allá de mi
zona de confort para luchar como si quisiera matarlo. Me enseñó defensa, como bailar
alrededor de un enemigo sin ser golpeada, cómo volver la energía de mi oponente en su
contra. A medida que mi habilidad y confianza crecieron y nuestros enfrentamientos de
práctica se fueron volviendo más serios, comencé a ver un patrón, un ritmo en el arte del
manejo de la espada. Llegó a ser más como un baile: un ritmo de rotación, lanzando
cuchilladas y un juego de piernas constante. Todavía estaba lejos de ser tan buena como
Ash, y nunca lo sería, pero estaba aprendiendo.
Por las tardes me dedicaba a hablar con mi padre, tratando de hacerlo salir de su caparazón
de locura, sintiendo como si estuviera golpeándome repetidamente la cabeza contra una
pared. Era un proceso lento y doloroso. Sus momentos de lucidez eran pocos y distantes
entre sí, y no me reconocía la mitad del tiempo. La mayoría de nuestros días progresaban
con él tocando el piano mientras yo me sentaba en un sillón cercano y hablaba con él cada
vez que la música se detenía. A veces, Ash estaba allí, tirado en el sofá leyendo un libro, a
veces desaparecía en el bosque durante horas. No sabía a dónde iba o lo que estaba
haciendo, hasta que un conejo u otros animales empezaron a aparecer en los platos para la
cena y se me ocurrió que Ash podría estar impacientes con la falta de progreso, también.
Un día, sin embargo, regresó y me entregó un libro grande, encuadernado en cuero. Cuando
lo abrí, me sorprendí al encontrar fotos de mi familia mirando hacia mí. Fotos de mi
familia... de antes. Paul y mi mamá, en el día de su boda. Un lindo perrito de raza mixta que
no reconocí. Yo como un bebé, luego como una niña, y luego una sonriente niña de cuatro
años de edad, montado en un triciclo.
―Me debían un favor,‖ explicó Ash a mi expresión de asombro. ―El bogey que vive en el
armario de tu hermano lo encontró para mí. Tal vez pueda ayudar a tu padre a recordar.‖
Lo abracé. Él me abrazó suavemente, con cuidado de no presionar o responder de una
manera que podría conducir a la tentación. Saboreé la sensación de sus brazos alrededor de
mí, respirando su olor, antes de que se apartara suavemente. Le sonreí en agradecimiento y
me volví hacia mi padre en el piano.
―Papá,‖ murmuré, sentándome cuidadosamente junto a él en el banquillo. Me lanzó una
mirada cautelosa, pero al menos no se estremeció o alejó ni comenzó a golpear las teclas
del piano. ―Tengo algo que mostrarte. Mira esto.‖
Abriendo la primera página, esperé para que mirara. Al principio, lo ignoró con esmero,
encorvándose de hombros, sin levantar la vista. Su mirada parpadeó a la página del álbum
una vez, pero siguió tocando, sin ningún cambio en su expresión. Después de unos minutos
más, estaba lista para rendirme y refugiarme en el sofá para hojearlo yo misma, cuando la
música de repente tambaleó. Asustada, miré hacia él, y se me hizo un nudo en el estómago.
Lágrimas corrían por su rostro, salpicando las teclas del piano. Mientras le miraba,
paralizada, la música poco a poco se detuvo, y mi padre empezó a sollozar. Se inclinó, y
sus largos dedos trazaban las fotos en el libro mientras sus lágrimas goteaban en las páginas
y mis manos. Ash se deslizó en silencio fuera de la sala, y yo puse un brazo alrededor de mi
papá y lloramos juntos.
Desde ese día, comenzó a hablar conmigo, lento, conversaciones tartamudeadas al
principio, mientras nos sentábamos en el sofá y hojeábamos el álbum de fotos. Él estaba tan
frágil, su cordura era como vidrio hilado que un soplo de viento podría romper en cualquier
momento. Pero poco a poco, empezó a recordarme a mí y a mamá, y su antigua vida,
aunque nunca pudo conectar a la pequeña en el álbum con la adolescente sentada a su lado
en el sofá. A menudo preguntaba donde estaba mamá y la bebé-Meghan, y tenía que decirle
una y otra vez, que mamá estaba casada con alguien más ahora, que él había desaparecido
por once años, y que ella ya no estaba esperando por él. Y tuve que ver las lágrimas en sus
ojos cada vez que lo escuchaba.
Eso hacía que doliera mi alma.
Las noches eran lo más difícil. Ash era tan bueno como su palabra y nunca presionó,
manteniendo todas las interacciones entre nosotros ligeras y fáciles. Nunca me rechazó,
cuando necesitaba un escape después de un agotador día con mi padre, él siempre estaba
allí, tranquilo y fuerte. Me acurrucaba con él en el sofá, y escuchaba como le derramaba
mis miedos y frustraciones. A veces no hacíamos más que leer juntos, yo acostada en su
regazo mientras él pasaba las páginas – aunque nuestros gustos en libros eran muy
diferentes, y por lo general me quedaba dormida en medio de una página. Una noche,
aburrida e inquieta, encontré un montón de juegos de mesa cubiertos de polvo en un
armario, y acosé a Ash para que aprendiera Scrabble, damas y Yahtzee.
Sorprendentemente, Ash descubrió que disfrutaba de estos juegos ‗humanos,‘ y no tardó en
pedirme que jugáramos más a menudo. Esto lleno algunas de las largas e inquietas noches y
mantuvo mi mente lejos ciertas cosas. Desafortunadamente para mí, una vez que Ash
aprendió las reglas, era casi imposible vencerle en juegos de estrategia como las damas, y
su larga vida le dio un amplio conocimiento de largas y complicadas palabras que me
dejaban pasmada en el Scrabble. Aunque a veces terminábamos debatiendo si los términos
hadas como Gwragedd Annwn y hobyahs eran legales para usar.
De todos modos, apreciaba nuestro tiempo juntos, sabiendo que esta calma apacible llegaría
a su fin algún día. Pero había un muro invisible entre nosotros ahora, una barrera que sólo
yo podría romper, y me estaba matando.
Y, aunque no quería, extrañaba a Puck. Puck siempre me hacía reír, incluso cuando las
cosas estaban de lo más sombrías. A veces atrapaba un vistazo de un venado o un pájaro en
el bosque y me preguntaba si era Puck, observándonos. Entonces me enojaba conmigo
misma por preguntármelo y pasaba el día tratando de convencerme a mí misma que no me
importaba dónde estaba ni lo que estaba haciendo. Pero aún lo echaba de menos.
Una mañana, un par de semanas más tarde, Ash y yo estábamos terminando nuestra sesión
de práctica diaria cuando Grimalkin apareció en una piedra cercana, observándonos.
―Todavía estas telegrafiando tus movimientos,‖ dijo Ash mientras nos preparábamos, con
las espadas en alto y listas. ―No mires el lugar que estás tratando de golpear, deja a la
espada ir por su cuenta.‖ Él arremetió, cortando por sobre mi cabeza. Me agaché y me alejé,
tratando de golpearlo por la espalda, y paró el golpe, viéndose complacido. ―Bien. Eres
cada vez más rápida, también. Estarás a la altura de la mayorías de los matones Redcap si
trata de empezar algo.‖
Sonreí ante el cumplido, pero Grimalkin, que había permanecido en silencio hasta ahora,
dijo, ―¿Y qué pasaría si utilizan glamour en su contra?‖
Me volví. Grimalkin se sentó con su cola alrededor de sus pies, viendo a un abejorro
amarillo volando sobre la hierba embelesado.
―¿Qué?‖
―Glamour. Ya sabes, ¿La magia que traté de enseñarte una vez, antes de descubrir que no
tenías talento para ello?‖ Grimalkin dio un manotazo a la abeja, que se acercaba, no le
acertó, y fingió que no le interesaba en absoluto, mientras este se perdía en la distancia.
Olió y me miró de nuevo, crispando su cola. ―El príncipe de Invierno no sólo utiliza su
espada cuando lucha – tiene el glamour a su disposición también, al igual que tus enemigos.
¿Cómo piensas hacer frente a eso, humana?‖ Antes de que pudiera responder, se animó, su
atención fija en el revoloteo de una gran mariposa de color naranja revoloteando hacia
nosotros, y saltó de la roca, desapareciendo en la alta hierba.
Miré a Ash, que suspiró y envainó la hoja. ―Tiene razón, por desgracia,‖ dijo, pasándose
una mano por el pelo. ―Enseñarte el uso de la espada se suponía que era sólo la mitad de tu
entrenamiento. Quería enseñarte a aprender a utilizar tu glamour, también.‖
―Sé cómo usar el glamour,‖ argumenté, aún herida por la casual declaración de Grimalkin
con respecto a mi falta de talento. Ash levantó una ceja, un desafío en silencio, y suspiré.
―Bien, entonces. Voy a probártelo. Mira esto.‖
Retrocedió unos cuantos pasos, y yo cerré los ojos, llegando al bosque a mi alrededor.
Al instante, mi mente estaba llena de toda clase de cosas que crecían: la hierba bajo mis
pies, las vides que se deslizaba por el suelo, las raíces de los árboles que nos rodeaban. En
este claro, Verano dominaba por completo. Ya sea a través de la influencia Leanansidhe o
alguna otra cosa, las plantas aquí no habían conocido el toque de invierno, el frío, o la
muerte, durante mucho tiempo.
La voz de Ash cortó a través de mi concentración, y abrí los ojos. ―Tiene mucho poder,
pero tienes que aprender a controlarlo si vas a usarlo.‖ Se agachó, sacó algo de hierba, y la
sostuvo en alto. Era una pequeña flor, de pétalos blancos todavía bien cerrados, hecha un
ovillo.
―Hazla florecer,‖ ordenó Ash en voz baja.
Con el ceño fruncido, miré el pequeño capullo, mi mente corriendo. OK, puedo hacer esto.
He levantado raíces y he hecho moverse a árboles y desviado a un aluvión de flechas desde
el aire. Puedo hacer una pequeñita flor florecer. Aún así, dudé.
Ash tenía razón; podía sentir el glamour a mí alrededor, pero todavía no estaba segura de
cómo en realidad usarlo.
―¿Quieres una pista?‖ preguntó Grimalkin desde una roca cercana, asustándome. Salté, y
movió una oreja en diversión. ―Imagina la magia como una arroyo,‖ continuó, ―y luego
como una cinta, luego un hilo. Cuando sea tan delgada como te sea posible hacerla, utilízala
para suavemente provocar a los pétalos para que se abran. Algo más contundente haría a la
flor partirse y hacer que el glamour se dispersara.‖ Parpadeó sabiamente, a continuación,
una mariposa cerca del arroyo le llamó la atención y saltó una vez más.
Miré a Ash, preguntándose si estaba irritado con Grimalkin por ayudarme, pero asintió con
la cabeza solamente. Tomando un respiro, sostuve el glamour en mi mente, un remolino, un
torbellino de colores de emociones y sueños. Concentrándome duro, lo reduje hasta que se
trataba de una cuerda brillante, a continuación, aún más, hasta que sólo fue un brillante hilo
oh-tan-delicado en mi mente.
El sudor perló y rodaba por mi frente y mis brazos empezaron a temblar. Conteniendo la
respiración, toqué con cuidado la flor con el hilo de glamour, enrollando la magia en el
pequeño botón y ampliándola con cuidado. Los pétalos se estremecieron una vez y poco a
poco se abrieron.
Ash asintió con la cabeza en aprobación. Sonreí, pero antes de que pudiera celebrar, un
ataque de vértigo me golpeó como un maremoto, casi derribándome. El mundo giraba
violentamente, y sentí mis piernas ceder, como si alguien hubiera tirado un tapón y dejara
que toda mi magia se perdiera. Jadeando, me lancé hacia adelante.
Ash me agarró, sosteniéndome en posición vertical. Me aferré a él, sintiéndome casi
enferma de debilidad, frustrada de que algo tan natural fuera así de difícil. Ash nos bajó a
los dos al suelo, alejándose para mirarme con preocupados ojos de plata.
―¿Es… es normal estar así de cansada?‖ Le pregunté, mientras la sensibilidad poco a poco
volvía a mis piernas. Ash negó con la cabeza, su rostro oscuro y sombrío.
―No. Esa pequeña cantidad de glamour no debería ser nada para ti.‖ Se puso de pie,
cruzando los brazos sobre el pecho, mirándome con una expresión preocupada. ―Algo está
mal, y no sé lo suficiente de magia de Verano para ayudarte.‖ Tendiéndome la mano, me
puso de pie con un suspiro. ―Vamos a tener que encontrar Puck.‖
―¿Qué? ¡No!‖ Me alejé de él demasiado rápido y tropecé, casi cayendo de nuevo. ―¿Por
qué? No necesitamos a Puck. ¿Qué pasa con Grimalkin? Él puede ayudar, ¿verdad?‖
―Probablemente.‖ Ash miró hacia donde estaba Grimalkin acechando mariposas a través de
la hierba, su cola moviéndose rápido con emoción. ―¿Estás segura que quieres que se lo
pida?"
Hice una mueca. ―No, no en realidad,‖ suspiré. Estúpido, gato acumulador de favores.
―Muy bien. Pero, ¿Por qué Puck? ¿De verdad crees que él sabrá lo que está pasando?‖
Ash levantó un hombro en un pequeño encogimiento de hombros. ―No lo sé. Pero ha estado
por aquí más tiempo que yo y puede saber más acerca de lo que está ocurriendo contigo. Lo
menos que podemos hacer es preguntar.‖
―No quiero verlo.‖ Crucé los brazos, frunciendo el ceño. ―Él me mintió, Ash. Y no me
digas que las hadas no pueden mentir – omitir la verdad es igual de malo. Me dejó creer
que mi papá nos abandonó, y él sabía dónde estaba todo el tiempo. Once años, él me
mintió. No puedo perdonarlo por ello.‖
―Meghan, créeme, sé lo que es odiar a Puck. He estado en eso por más tiempo que tú, ¿te
acuerdas?‖ Ash suavizó sus palabras con una sonrisa triste, pero todavía sentía una punzada
de culpabilidad. ―Confía en mí, particularmente no quiero ir rogando por su ayuda,
tampoco.‖ Suspiró, pasándose una mano por el pelo. ―Pero si alguien va a enseñarte magia
de Verano, debería ser él. Yo sólo puedo mostrarte lo básico, y vas a necesitar más que
eso.‖
Mi enojo se desinfló. Por supuesto, tenía razón. Mis hombros se hundieron y le fulminé con
la mirada. ―Odio cuando eres razonable.‖
Se echó a reír. ―Alguien tiene que serlo. Vamos.‖ Se volvió y me tendió una mano. ―Si
vamos a encontrar Goodfellow, debemos empezar ahora. Si se está escondiendo, o no
quiere ser encontrado, podríamos estar buscando por un rato.‖
Tomando su mano, me resigné mientras cruzábamos la pradera y nos adentrábamos en la
espesura del bosque que la rodeaba.
****
AL FINAL, PUCK NOS ENCONTRÓ A NOSOTROS.
Los bosques que rodean la cabaña eran extensos y vastos, sobre todo pinos y grandes,
enmarañados arboles con peludos troncos. Me hacía pensar que estábamos en las montañas
en algún lugar. Helechos y agujas de pino cubrían el suelo del bosque, el aire estaba fresco
y olía a savia.
Ash se deslizaba por el bosque como un fantasma, siguiendo algún camino invisible, el
instinto agudizado de cazador mostrando el camino. A medida que caminábamos,
esquivando ramas y trepando por rocas cubiertas de agujas, mi interior se revolvía de ira.
¿Por qué tenía que ayudarnos Puck? ¿Qué iba a saber él? La cara de mi padre apareció
delante de mí, lágrimas brillando en sus ojos mientras le decía, una vez más, que mamá
estaba casada con otra persona, y yo apretaba los puños. Aunque el secuestro de mi padre
hubiese sido planeado o no, Puck tenía mucho que responder.
Ash nos llevó a una gruta rodeada de pinos y se detuvo, mirando a su alrededor. Me uní a
él, tomándole la mano mientras buscábamos en los troncos y sombras. Estaba muy
tranquilo. Rayos de luz solar pasaba a través de los árboles y salpicaba el suelo del bosque,
cubierto de setas y agujas de pino. Los árboles eran viejas, gruesas criaturas, y el aire
parecía estar lleno de magia antigua.
―Él ha estado aquí,‖ dijo Ash, mientras una brisa agitaba las ramas, y su pelo oscuro. ―De
hecho, está muy cerca.‖
―¿Buscan algo?‖
La voz familiar se hizo eco de algún lugar por encima de nosotros. Me volví, y ahí estaba
Puck, acostado en una rama, sonriéndome. No llevaba camisa, mostrando su pecho
delgado, y bronceado, y su cabello rojo estaba por todo el lugar. Se veía más... no sé... fey
aquí, algo salvaje e impredecible, más como Robin Goodfellow de Shakespeare, que
convirtió a Nick Bottom en un burro y causó estragos a los humanos perdidos en el bosque.
―Está dando vueltas el rumor por aquí, de que ustedes me andan buscando,‖ dijo, lanzando
una manzana de una mano a la otra antes de morderla. ―Bueno, aquí estoy. ¿Qué quieren,
vuestras altezas?‖
Me molestó con el insulto implícito, pero Ash dio un paso adelante. ―Algo está mal con el
glamour de Meghan,‖ dijo, brevemente y al grano, como de costumbre. ―Tú sabes más
acerca de la magia de Verano. Necesitamos saber lo que pasa con ella, por qué no puede
usar el glamour sin casi perder el conocimiento.‖
―Ah.‖ Los ojos de esmeralda de Puck brillaron de alegría. ―Así que vienen arrastrándose de
vuelta para buscar la ayudar de Puck, después de todo. Tsk tsk.‖ Sacudió la cabeza y tomó
otro bocado de la manzana. ―Qué fácil es olvidar rencores cuando alguien tiene algo que
necesitas.‖
Me hinché de indignación, pero Ash suspiró, como si hubiera esperado esto. ―¿Qué quieres,
Goodfellow?‖ Preguntó con cansancio.
―Quiero que la princesa me lo pida,‖ dijo Puck, cambiando su mirada a la mía. ―La estaría
ayudando a ella, después de todo. Quiero oírlo de sus propios labios color rosa mate.‖
Apreté mis labios color rosa para no darle una respuesta desagradable. Me alegra ver que al
menos uno de nosotros es maduro al respecto, quería decir, lo que no habría sido muy
maduro en absoluto. Además, Ash me estaba mirando, todo solemne y serio, y pidiendo un
poco. Si podía tragarse su orgullo y pedir ayuda a su archienemigo, creo que podría ser
adulta, también. Por ahora.
Suspiré. ―Bien.‖ Pero habrá repercusiones más adelante, créeme. ―Puck, realmente
apreciaría si me ayudaras un poco.‖ Él levantó una ceja, y yo apreté los dientes. ―Por
favor.‖
Me dedicó una sonrisa satisfecha. ―¿Ayudarte con qué, princesa?‖
―Mi magia.‖
―¿Qué tiene de malo?‖
Estaba tentada de lanzarle una piedra a la cabeza, pero ya no me estaba mostrando esa
sonrisa estúpida, así que tal vez lo decía en serio. ―No lo sé,‖ suspiré. ―No puedo usar el
glamour sin quedar ya sea muy cansada o muy enferma. No sé lo que está mal conmigo. No
solía ser así.‖
―Huh.‖ Puck saltó para bajar del árbol, aterrizando con la ligereza de un gato. Dio dos
pasos hacia nosotros y se detuvo, mirándome con intensos ojos verdes. ―¿Cuándo fue la
última vez que utilizaste el glamour, princesa? ¿Sin ponerte enferma o cansada?‖
Lo pensé. Había utilizado la magia de verano sobre las brujas-araña y casi vomitado por el
esfuerzo. Antes de eso, mi glamour había sido sellado por Mab, así que... ―El depósito,‖
respondí, recordando la batalla con otro viejo teniente de Machina. ―Cuando peleamos con
Virus. Tú estabas allí, ¿Recuerdas? Detuve a sus bichos de que enjambraran sobre
nosotros.‖
Puck balanceaba la cabeza, pensativo. ―Pero esa era magia de Hierro, ¿No es así, princesa?‖
preguntó, y yo asentí. ―¿Cuándo fue la última vez que utilizaste el glamour de Verano,
glamour normal, sin sentirte enferma o cansada?‖
―El reino de Machina,‖ dijo Ash en voz baja, mirándome. El entendimiento comenzaba a
abrirse paso en él, aunque no tenía idea de hacia dónde se dirigía esto. ―Sacaste las raíces
para atrapar al Rey de Hierro,‖ continuó, ―justo antes de que te apuñalara. Justo antes de
que muriera.‖
―De ahí es de donde obtuviste tu encanto de Hierro, princesa,‖ agregó Puck, asintiendo con
la cabeza, pensativo. ―Apostaría el espejo de oro de Titania en eso. De alguna manera te
quedaste atascada con la magia de hierro de Machina – eso por eso el rey falso te quiere,
apostaría. Tiene algo que ver con el poder del Rey de Hierro.‖
Me estremecí. Glitch había dicho lo mismo, pero no quería pensar en ello. ―Entonces, ¿Qué
tiene eso que ver con mis problemas de glamour?‖ le pregunté.
Ash y Puck compartieron una mirada. ―Porque, princesa,‖ dijo Puck, recostándose contra
un árbol, ―tienes dos poderes dentro de ti ahora, verano y hierro. Y, poniéndolo
simplemente, no se llevan bien.‖
―No pueden existir juntos,‖ dijo Ash, como si acabara de descubrirlo. ―Cada vez que lo
intentas, un glamour reacciona de forma violenta con el otro, de la misma manera en que
reaccionamos al hierro. Así que el glamour de Verano te está enfermando debido a que toca
la magia de Hierro, y viceversa.‖
Puck silbó. ―Ahora ese un Catch-22.‖
―Pero... pero he usado el glamour de hierro antes de esto,‖ protesté, no me gustaba su
explicación en absoluto. ―En la fábrica con Virus. Y no tuve ningún problema entonces.
Estaríamos todos muertos de otra manera.‖
―Tu magia regular se estableció entonces.‖ Ash frunció el ceño, pensativo. ―Cuando fuimos
a Invierno, Mab puso un enlace en ti, sellando tu magia de Verano. Ella no sabía sobre el
glamour de Hierro.‖ Miró hacia arriba. ―Después de que el enlace fue destrozado, fue
cuando empezaste a tener dificultades.‖
Crucé los brazos en señal de frustración. ―Esto es tan injusto,‖ murmuré, mientras Ash y
Puck me miraban con mayor o menor grado de simpatía. Miré a los dos. ―¿Qué se supone
que debo hacer ahora?‖ Exigí. ―¿Cómo se supone que voy a arreglar esto?‖
―Vas a tener que aprender a usar los dos,‖ dijo Ash con calma. ―Tiene que haber una
manera de manejar los dos glamours por separado, sin uno contaminando al otro.‖
―A lo mejor será más fácil con la práctica,‖ agregó Puck, con esa sonrisa irritante volviendo
a aparecer. ―Yo podría enseñarte. Cómo usar el glamour de Verano por lo menos. Si quieres
que lo haga.‖
Lo miré, en busca de una pizca de mi ex mejor amigo, por una chispa del afecto que
habíamos tenido el uno por el otro. La desagradable sonrisa nunca vaciló, pero vi algo en
sus ojos, ¿Un rayo de arrepentimiento, tal vez?
Fuera lo que fuese, era suficiente. No podía hacerlo sola. Algo me dijo que iba a necesitar
toda la ayuda que pudiera conseguir.
―Bien,‖ le dije, viendo su sonrisa convirtiéndose peligrosamente cerca a una mirada lasciva.
―Pero esto no quiere decir que estamos bien. Todavía no te he perdonado por lo que le
hiciste a mi familia.‖
Puck suspiró dramáticamente y miró a Ash. ―Únete al club, princesa.‖
Capítulo Ocho
Traducido por Kroana Corregido por Sidonie
MEDIDAS DE ENTENDIMIENTO
Así que, allí estábamos de nuevo nosotros tres: Ash, Puck y yo, juntos una vez más, pero
realmente no era lo mismo. Yo practicaba ejercicios de espada con Ash por la mañana, y la
magia de Verano con Puck por la tarde, generalmente entorno a las horas más calurosas del
día. En las noches, escuchaba el piano o hablaba con mi papá, mientras trataba de ignorar la
tensión evidente entre los dos hadas en el cuarto. Paul lo estaba haciendo mejor, al menos,
sus momentos de confusión eran cada vez menores y más distantes. La mañana que hizo el
desayuno, mis ojos se empañaron con lágrimas de alivio, aunque nuestros brownies
residentes lanzaron un ataque y casi dejan la casa. Yo fui capaz de atraerlos de vuelta con
cuencos de crema y miel, y la promesa de que Paul no interferiría en sus tareas de nuevo.
El uso de mi glamour no mejoró nada.
Todos los días, cuando el sol estaba en su cenit, yo dejaba la mesa del comedor y paseaba
hasta el prado, donde Puck me esperaba. Él me mostró cómo convocar glamour de las
plantas, cómo hacer que crezcan más rápido, cómo tejer ilusiones de la nada, y cómo llamar
al bosque en busca de ayuda. La magia de Verano era la magia de la vida, calor y pasión,
explicó él. El nuevo crecimiento de la Primavera, la belleza letal del fuego, la destrucción
violenta de una tormenta de verano –todos eran ejemplos de la magia de Verano en el
mundo todos los días. Él demostró pequeños milagros –haciendo que una flor muerta
regresara a la vida, llamando a una ardilla justo a su regazo- y luego me instruyó para hacer
lo mismo.
Yo lo intenté. Convocar la magia era fácil; era tan natural como respirar. Yo podía sentirla
a mí alrededor, latiendo con vida y energía. Pero cuando trataba de utilizarla en cualquier
forma, me golpeaba las náuseas y me quedaba jadeando en la tierra, tan enferma y mareada
que sentía que iba a desmayarme.
―Inténtalo de nuevo,‖ dijo Puck una tarde, sentado con las piernas cruzadas sobre una roca
plana en el arroyo, el mentón en sus manos. Entre nosotros, un palo de trapeador se irguió
en la hierba como un árbol desnudo. Puck lo había ―tomado prestado‖ del armario para
escobas esa mañana temprano, y probablemente podría provocar la ira de los brownies
cuando descubrieran que una de sus herramientas sagradas había desaparecido.
Fulminé con la mirada al palo de trapeador, tomando una respiración profunda. Se suponía
que debía hacer a la estúpida cosa florecer con rosas y tal, pero todo lo que había hecho era
darme a mí misma un dolor de cabeza enorme. Atrayendo glamour hacia mí, lo intenté de
nuevo. Muy bien, concéntrate, Meghan. Concéntrate…
Ash apareció en el borde de mi visión, los brazos cruzados, mirándonos atentamente.
―¿Hubo suerte?‖ él murmuró, rompiendo fácilmente mi concentración.
Puck hizo un gesto hacia mí. ―Mira por ti mismo.‖
Molesta con ambos, Me enfoqué en el trapeador. La madera es madera, había dicho Puck
esa mañana. Ya sea un árbol muerto, el costado de un barco, una ballesta de madera, o un
simple palo de escoba. La magia de Verano puede darle vida de nuevo, si sólo es por un
momento. Este es tu derecho de nacimiento. Concéntrate.
Glamour se arremolinaba a mi alrededor, crudo y poderoso. Lo envié hacia el trapeador, y
la enfermedad descendió como un martillo, haciendo que mi estómago se apretara. Me
doblé con un grito ahogado, luchando contra el impulso de vomitar. Si esto es lo que las
hadas experimentaban cada vez que tocaban algo hecho de hierro, no era de extrañar que
ellas lo evitaran como la peste.
―Esto no está funcionando,‖ escuché decir a Ash. ―Ella debería parar antes de que
realmente salga herida.‖
―¡No!‖ Tirando de mí misma hasta ponerme en pie. Fulminé con la mirada al trapeador,
mientras limpiaba el sudor de mis ojos. ―Yo voy a conseguir esto, maldita sea.‖ Ignorando
mi turbulento estómago y el sudor que corría en mis ojos, tomé otra respiración profunda y
me concentré en el glamour girando alrededor del trapeador. La madera estaba viva,
latiendo con energía, sólo esperando por la presión que podría hacerla explotar con vida.
El palo de madera temblaba. Las náuseas se arrastraron hasta mi estómago. Me mordí el
labio, dando la bienvenida al dolor. Y de repente, las rosas florecen a lo largo del mango,
rojas y blancas y rosas y naranjas, un derroche de color entre hojas y espinas. Tan pronto
como ellas habían florecido, los pétalos se marchitaron y cayeron, tumbados en el suelo
alrededor del palo de trapeador, descubierto y desnudo una vez más. Pero fue una victoria
clara, y grité en señal de triunfo –justo antes de colapsar.
Ash me agarró, arrodillándose en la hierba. Cómo sabía exactamente dónde estar cada vez
que caía era desconcertante. ―No,‖ jadeaba, esforzándome en ponerme de pie, apoyándome
a mi misma contra sus brazos. ―Eso no fue tan difícil. Creo que estoy pillándole el truco a
esto. Vamos a hacerlo de nuevo, Puck.‖
Puck alzó una ceja. ―Eh, vamos no, princesa. Juzgando por la mirada que tu novio me está
disparando, yo diría que la lección ha terminado oficialmente.‖ Él bostezó y se puso en pie,
estirando sus largas piernas. ―Además, estaba a punto de morir de aburrimiento. Mirar
florecer flores no es exactamente fascinante.‖ Nos echó un vistazo a ambos, a los brazos de
Ash sobre mí, y se burló. ―Hasta mañana tortolitos.‖
Él saltó el arroyo y desapareció en el bosque sin mirar a atrás. Suspiré y me levanté con
dificultad, apoyándome en Ash para equilibrarme.
―¿Estás bien?‖ Preguntó él, estabilizándome mientras la última de las náuseas se
desvanecía.
La ira estalló. No, yo no estaba bien en absoluto. ¡Yo era una maldita hada que no podía
usar el glamour! No sin desmayos, vómitos, mareos o conseguir lo que era prácticamente
inútil. ¡Era alérgica a mí misma! ¿Cómo de patético era eso?
Malhumorada, me di vuelta y le di una patada al palo de trapeador, enviando al palo
ruidosamente a los arbustos. La ira de los brownies sería rápida y terrible, pero en ese
momento no me importaba. ¿De qué servía tener el glamour de Hierro si todo lo que hacía
era hacerme enfermar? En este punto, yo estaba dispuesta a dar al falso rey su estúpida
magia de Hierro, para todo el bien que me hacía.
Ash levantó una ceja ante mi muestra de mal genio, pero no dijo nada más allá: ―Vamos a
entrar.‖ Un poco avergonzada, lo seguí a través del claro, sobre el arroyo y subí las
escaleras a la cabaña, donde Grimalkin yacía sobre la barandilla al sol y me ignoró cuando
saludé.
La cabaña estaba extrañamente silenciosa mientras entrábamos, el piano solo y callado.
Miré alrededor y vi a Paul sentado en la mesa de la cocina, doblado sobre un lío de papeles
dispersos, garabateando furiosamente con la pluma. Yo esperaba que no hubiera caído en la
locura creativa. Pero él levantó la mirada, me dio una breve, no-loca sonrisa y se encorvó
sobre los documentos una vez más. Así que hoy era una de sus días más sanos, por lo
menos eso era algo.
Gimiendo, me desplomé en el sofá, mis dedos entumecidos y hormigueantes con el
glamour de sobra. ―¿Qué hay de malo en mí, Ash?‖ Suspiré, frotándome mis ojos cansados.
―¿Por qué todo tiene que ser tan duro? Ni siquiera puedo ser una halffaery normal.‖
Ash se arrodilló y tiró de mis manos hacia abajo, presionando mis dedos a sus labios. ―Tú
nunca fuiste normal, Meghan.‖ Él sonrió, y mis dedos hormigueaban por una razón
totalmente diferente. ―Si fuera tú, yo no estaría aquí ahora.‖
Liberé mis dedos y acaricié su mejilla, corriendo mi pulgar sobre la suave y pálida piel. Por
un momento, él cerró sus ojos y se apoyó en mi mano antes de posar un beso a mi palma y
ponerse de pie. ―Voy a encontrar Puck,‖ anunció ―Tiene que haber algo que estamos
ignorando, algo que estamos pasando por alto. Tiene que haber una manera más fácil.‖
―Bueno, si lo averiguas, sería grandioso. Estoy enferma de estar... enferma... cada vez que
hago crecer una flor.‖ Intenté sonreír agradecida, pero creo que sólo le hice una mueca. Ash
puso una mano sobre mi hombro, apretó con suavidad y salió de la habitación.
Suspirando, me acerqué a la mesa de la cocina, curiosa por ver en lo que papá estaba
trabajando tan vigorosamente. Él no levantó la vista esta vez, así que me senté en el borde
junto a él. La mesa estaba cubierta con hojas de papel, garabateadas con líneas y puntos
negros. Mirando más de cerca, vi que eran partituras dibujadas a mano alzada.
―Hey, papá.‖ Hablé en voz baja, no queriendo distraer o asustarlo. ―¿Qué estas haciendo?‖
―Componiendo una canción.‖ Respondió, mirándome brevemente y sonriendo. ―Justo me
llegó esta mañana, y supe que tenía que escribirla rápidamente antes de perderla. Yo solía
escribir canciones todo el tiempo para... para tu madre.‖
Yo no sabía qué decir a eso, así que observé el movimiento del lápiz, garabateando puntos a
lo largo de cinco simples líneas negras. No parecía música para mí, pero papá podría
detener y cerrar sus ojos, moviendo el lápiz a una melodía invisible, antes de añadir más
puntos a las líneas.
Mi visión se desenfocó por un momento, y los puntos parecieron moverse en el papel. Por
sólo un segundo, toda la canción brilló con glamour. Las estrictas y rectas líneas brillaban
como hilos de metal, mientras las diferentes notas, antes negras y sólidas, brillaban ahora
como gotas de agua reflectando la luz. Sorprendida, parpadeé y los garabatos se volvieron
normales de nuevo.
―Extraño.‖ Murmuré
―¿Qué es extraño?‖ Paul preguntó, levantando la mirada.
―Um.‖ Rápidamente, busqué un tema más seguro. Papá no tenía un gran respeto por el
glamour, viendo esto como nada más que trucos de hadas y engaños. Con todo lo que había
pasado, no podía culparlo. ―Um,‖ dije de nuevo, ―Me preguntaba... para qué son todos esos
pequeños puntos y líneas. Quiero decir, no parece música para mí.‖
Paul sonrió, ansioso por hablar sobre su tema favorito, y sacó una hoja entera de papel de
un montón. ―Son medidas‖ él explico, colocando la hoja entre nosotros. ―¿Ves estas líneas?
Cada línea representa un tono musical. Cada nota en una escala es representada por su
posición en la línea o entre los espacios. Cuanto más alta está la nota en las líneas, mayor es
el tono musical. ¿Me sigues hasta ahora?‖
―Ummm…‖
―Ahora, observa los diferentes puntos, o notas,‖ Continuó papá, como si yo hubiera
entendido todo lo que él acaba de decir. ―Un punto abierto suena más que un punto cerrado.
Los pequeños tallos y banderas que ves cortan el tiempo a la mitad, y en mitad de nuevo.
La apariencia de las notas le dice al intérprete cuanto tiempo sostienen y que nota tocar.
Todo se mide por el tiempo, el tono y la escala, escrito en perfecta armonía. Una nota o
medida en el lugar equivocado confundiría toda la canción.‖
―Suena muy complicado.‖ Ofrecí, tratando de continuar con su explicación.
―Puede ser. La música y las matemáticas han estado siempre vinculadas estrechamente. Se
trata de fórmulas y de fracciones y cosas por el estilo.‖ Paul se paró abruptamente con la
partitura y se dirigió al piano. Me arrastré detrás de él y me encaramé en el sofá. ―Pero
entonces, se pone todo junto y suena como esto.‖
Y tocó una canción tan hermosa que cerró mi garganta, haciéndome querer sonreír y reír y
llorar todo al mismo tiempo. Yo había escuchado su música antes, pero esto era diferente,
como si él hubiera puesto todo su corazón y alma en ella, y había crecido una vida propia.
Glamour estalló y se arremolinó alrededor de él, un remolino de los más hermosos colores
que había visto nunca. No es extraño que las hadas fueran atraídas a los mortales con
talento. No es extraño que Leanansidhe hubiera sido tan renuente a dejarlo ir.
La pieza fue corta y terminó abruptamente, como si Paul acabara de quedarse sin notas.
―Bueno, no está terminada todavía,‖ murmuró, bajando sus manos, ―pero te haces una
idea.‖
―¿Cómo se llama?‖ susurré, el eco de la canción todavía resonando a través de mí. Paul
sonrió.
―Memorias de Meghan.‖
Antes de que pudiera decir nada, la puerta se abrió de golpe y Ash entró con Puck detrás de
él. Me levanté mientras Ash cruzaba la habitación, su rostro tenso y severo, y Puck se paró
frente a la puerta con los brazos cruzados, mirando por la ventana.
―¿Qué está pasando?‖ Le pregunté mientras Ash se acercaba, mirando como si quisiera
cargarme y salir corriendo por la puerta. Miré a mi papá para ver cómo le estaba afectando
esto, aliviada al ver que parecía cauteloso y alarmado pero no loco. Ash me tomó del brazo
y me llevó lejos.
―Las Cortes Seelie y Unseelie‖ murmuró él, suficientemente bajo para que mi padre no
pudiera oírlo. ―Ellos están aquí, y están buscándote.‖
Capítulo Nueve
Traducido por Kroana Corregido por Sidonie
UNA PROMESA DE CABALLERO
Parpadeé hacia Ash, y mi estómago se retorció extrañamente, tanto de entusiasmo como de
miedo. ―¿Los dos?‖ susurré, echando un vistazo a mi papá, que se había apartado de vuelta
a la mesa y estaba inclinado sobre su música de nuevo. Él tendía a ignorar a las hadas
cuando estaban en la habitación, nunca hablaba con ellos, apenas cruzaba la mirada con
ellos, y los chicos estaban contentos de regresar el favor. Eso provocaba algunas tardes
difíciles, pero creo que a Paul le aterraba que si llamaba su atención, él podría volverse loco
una vez más.
Ash se encogió de hombros. ―Ellos no quisieron hablar conmigo o con Puck, excepto para
decir que Leanansidhe ya se les dio permiso para venir aquí. Quieren hablar contigo. Están
en el claro ahora.‖
Caminé hacia la ventana y me asomé. En el borde de los árboles, sólo podía ver un par de
caballeros sidhe cada uno sosteniendo una bandera, una verde y oro y adornada con la
cabeza de un ciervo magnífico, la otra negra con una rosa blanca y espinosa en el centro.
―El emisario dijo que había un mensaje específicamente para usted, princesa‖, dijo Puck,
recostado contra la puerta con los brazos cruzados. ―Dijo que era del mismo Oberon.‖
"Oberon". La última vez que vi a mi padre biológico, me había desterrado al reino de los
mortales después de que Mab había hecho lo mismo con Ash. Pensé que había roto todos
los vínculos; él había dejado bastante claro cuando nos separamos, que estaba sola y que en
el País de las Hadas nunca me darían la bienvenida de nuevo. ¿Qué quería conmigo ahora
el Rey de la Corte de Verano?
Sólo hay una manera de averiguarlo. ―Papá‖ llamé, dándome la vuelta hacia la mesa, ―Me
voy ahora, pero regresaré. No dejes la casa, ¿De acuerdo?‖
Él me hizo un gesto sin levantar la vista, y yo suspiré. Por lo menos Paul estaría demasiado
ocupado para preocuparse por el grupo inesperado en el prado. ―Muy bien‖ murmuré
caminando hacia la puerta, la cual abrió Puck para mí. ―Vamos a acabar con esto.‖
Cruzamos el arroyo, donde Grimalkin estaba aseándose en una roca plana, despreocupado
con la llegada de las cortes, y se encaminó hacia el otro lado del prado. Ya era tarde y las
luciérnagas parpadeaban sobre la hierba. Ash y Puck caminaban a mi lado, el aura
protectora brillaba fuerte, y cualquier miedo que tenía desapareció al instante. Habíamos
pasado por muchas cosas, nosotros tres. ¿Qué más quedaba, que no pudiéramos afrontar
juntos?
Los dos caballeros se inclinaron a medida que nos acercábamos. Atrapé un destello de
sorpresa de Ash y Puck, asombrados de que dos guerreros de las cortes contrarias pudieran
estar en la presencia de la otra sin luchar. Yo encontré esto graciosamente irónico.
Entre los caballeros, casi oculto en la hierba alta, un gnomo cara-de-patata se adelantó y se
inclinó hacia delante por la cintura. ―Meghan Chase,‖ saludó, con una sorprendente
profunda voz, fuerte y formal como un mayordomo. ―Su padre, Lord Oberon, envía sus
saludos.‖
Yo sentí un destello de molestia. Oberon no tenía derecho a reclamarme a mí como su hija.
No después de renegar de mí delante de todas las malditas cortes. Cruzando mis brazos,
fulminé con la mirada al gnomo. ―Usted quería verme. Aquí estoy. ¿Qué quiere Oberon
ahora?‖
El gnomo parpadeó. Los caballeros intercambiaron una mirada. Puck y Ash se mantuvieron
de pie a mi lado, silenciosos y protectores. A pesar de que yo no estaba mirándolos a ellos,
podía sentir la diversión regocijada de Puck.
El gnomo aclaró su garganta. ―Ejem. Bueno, como usted sabe, princesa, su padre está en
guerra con el Reino de Hierro. Por primera vez en siglos, hemos creado una alianza mutua
con la Reina Mab y la Corte de Invierno.‖ Su mirada se desvió hacia Ash antes de
enfocarse en mí de nuevo. ―Un ejército de fey de hierro se agazapa en nuestra puerta,
deseosos de manchar nuestra tierra y matar a todos en el mismo. La situación se ha vuelto
más grave.‖
―Ya lo sé. De hecho, creo que fui la primera en decirle a Oberon al respecto. Justo antes de
que él me exiliara.‖ Sostuve la mirada del gnomo, tratando de mantener la amargura de mi
voz. ―Le advertí a Oberon acerca del Rey de Hierro hace tiempo, a él y a Mab. Ellos no me
escucharon. ¿Por qué estás diciéndome esto ahora?‖
El gnomo suspiró y, por un momento, perdió su tono formal. ―Porque, princesa, las cortes
no pueden tocarlo. El Rey de Hierro se esconde en lo profundo de su venenoso reino, y las
fuerzas de Verano e Invierno no pueden penetrar lo suficiente como para atacarlo. Estamos
perdiendo terreno, soldados y recursos, y los fey de hierro continúan avanzando en ambas
cortes. El Nuncamás está muriendo más rápido que nunca, y pronto no habrá lugar seguro
al que nosotros podamos ir.‖
Se aclaró la garganta de nuevo, pareciendo avergonzado, y se volvió apropiado una vez
más. ―Debido a esto, el rey Oberón y la Reina Mab están preparados para ofrecerle un trato,
Meghan Chase.‖ Él alcanzó su bolsa y extrajo un pergamino atado con una cinta verde, que
desenrolló con una floritura.
―Aquí vamos.‖ Murmuró Puck.
El gnomo frunció el ceño, entonces se volvió hacia el pergamino y anunció con una grande
e importante voz. ―Meghan Chase, por orden del rey Oberón y la Reina Mab, las cortes
están dispuestas a levantar su exilio, así como el exilio del Príncipe Ash y Robin
Goodfellow, la abolición de todos los crímenes y prestación del indulto total.‖
Puck dio un fuerte resoplido. Ash permaneció en silencio, ninguna emoción se mostró en su
rostro, pero yo atrapé un breve destello de esperanza, de anhelo. Ellos querían ir a casa.
Ellos extrañaban Faery , y ¿quién podría culparlos? Ellos pertenecían allí, no al mundo de
los mortales, con su amplio escepticismo e incredulidad en todo menos la ciencia. No era
de extrañar que las hadas de hierro estuvieran tomando el mundo, muy pocas personas
creen en la magia ya.
Pero, por lo que yo sabía los negocios de las hadas nunca vienen sin un precio, mantuve mi
expresión en blanco y pregunté ―¿A cambio de qué?‖
―A cambio…‖ El gnomo dejó caer sus manos, evitando sus ojos. ―De viajar al reino de
hierro y la eliminación de su rey.‖
Asentí con la cabeza lentamente, de repente muy cansada. ―Eso es lo que yo pensaba.‖
Ash se acercó más, lanzando miradas cautelosas al gnomo y a los dos guardias. ―¿Por ella
misma?‖ él dijo con calma, enmascarando la ira debajo. ―¿Oberon no está ofreciendo
ninguna ayuda? Parece mucho pedir, si sus propios ejércitos no pueden pasar.‖
―El Rey Oberon cree que una sola persona podría moverse invisible a través del Reino de
Hierro,‖ replicó el gnomo, ―y así tener una mejor oportunidad de encontrar al Rey de
Hierro. Ambos, Oberon y Mab, están de acuerdo en que la princesa de Verano es la mejor
elección –ella es inmune a los efectos del hierro, ha estado allí antes y ya ha derrotado a un
Rey de Hierro.‖
―Tuve ayuda entonces‖ murmuré, sintiendo una opresión propagándose a través de mi
estómago. Los recuerdos se alzaron, sombríos y aterradores, y a pesar de mí misma, mis
manos empezaron a temblar. Me acordé de la terrible tierra de desechos del Reino de
Hierro: el maldito desierto, la ácida lluvia come-carne, la imponente torre negra elevándose
en el cielo. Me recordé matando a Machina, conduciendo una flecha a través de su pecho,
mientras toda la torre se derrumbaba en esquirlas. Y me acordé de Ash, su cuerpo frío y si
vida en mis brazos, y apreté los puños con tanta fuerza que mis uñas se clavaron en mis
manos.
―No estoy lista.‖ Dije, mirando a Ash y a Puck por consuelo. ―No puedo volver allí aún.
Todavía tengo que aprender a pelear y a usar el glamour, y… y ¿Qué hay de mi papá? Él no
puede quedarse aquí por sí mismo.‖
El gnomo parpadeó, viéndose confuso, pero Puck habló antes de que él pudiera decir nada.
―Ella necesitará algo de tiempo para pensar al respecto,‖ dijo, dando un paso adelante con
una desarmante sonrisa. ―Supongo que Oberon no necesita una respuesta correcta en este
mismo segundo, ¿verdad?‖
El gnomo lo miró seriamente, si embargo habló hacia mí. ―Él dijo que el tiempo era
esencial, su alteza. Cuanto más tiempo permanece usted aquí, más lejos se extiende la
corrupción y se hace más fuerte el Rey de Hierro. Lord Oberon no puede esperar.
Regresaremos al amanecer por su respuesta.‖ Él hizo una reverencia y los caballeros dieron
un paso atrás, preparándose para irse. ―Esta es una oferta de una-vez.‖ Advirtió el gnomo.
―Si usted elige no aceptar la oferta de Oberon y no volver a Nuncajamás con nosotros,
ninguno de ustedes lo verá de nuevo.‖ Enrolló el papel con una floritura y desapareció
dentro del bosque con los guardias.
Caminé de regreso a la cabaña en un aturdimiento, y me hundí en el sofá. Papá no estaba en
la habitación y los brownies no habían comenzado la cena aún, así que estábamos solos.
―No estoy lista.‖ Dije de nuevo, mientras Puck se sentaba en el otro brazo y Ash se quedaba
de pie, mirándome seriamente. ―Yo apenas derribé el primer Rey de Hierro, y eso fue con
la flecha Witchwood. No tengo nada de eso ahora.‖
―Cierto‖ la voz de Grimalkin sonó junto a mi cabeza, haciéndome saltar. El gato parpadeó
como respuesta de mi mirada furiosa y se instaló cómodamente en los cojines del respaldo.
―Pero eso era específicamente para Machina. No sabes si eso es lo que necesitas para el rey
falso.‖
―Eso no importa.‖ Dije ―No tengo nada esta vez. Todavía no puedo usar el glamour bien,
no sé qué haré en una pelea y…‖ hice una pausa, casi susurrando las palabras ―…no puedo
hacerlo sola.‖
―Whoa, whoa, whoa.‖ Puck se puso de pie y se unió a Ash en mirarme furioso. ―¿De qué
estás hablando? ¿Hacerlo sola? Sabes que nosotros vamos a estar justo allí contigo,
princesa.‖
Negué con la cabeza. ―Ash casi muere la última vez. El Reino de Hierro es mortal para las
hadas, es por eso que Oberon y Mab no pueden vencerlo. No puedo perderlos a ambos. Si
hago esto, tengo que hacerlo sola.‖
Sentí la mirada aguda de Ash, cortándome. Su furia era de un color frío, helado, y pinchaba
mi piel, mientras yo sentía mi propia ira aumentar hasta hacerle frente. Él bebería saber. De
todo el mundo, Ash conocía cómo de letal era el Reino de Hierro para un fey normal. ¿Qué
derecho tenía de estar enfadado? Yo era la que tenía que ir al Reino de Hierro. No había
manera de que hiciera pasar a cualquiera de ellos por esa tortura de nuevo. Me negaría al
así llamado acuerdo de Oberon, si ese fuera el caso.
Y todavía, si me negaba, Ash y Puck podían quedarse conmigo en el reino mortal, para
siempre. Esta era su oportunidad de ir a casa. No podía negarles eso, incluso si eso
significaba que tenía que viajar a la maldita tierra de los fey de hierro una vez más y la cara
del rey falso por mí misma.
―Sabes que no va a funcionar, princesa.‖ Dijo Puck, leyendo mis pensamientos. ―Si piensas
que puedes evitar que yo o chico-hielo te sigamos al Reino de Hierro-‖
―¡No te quiero allí!‖ Estallé, finalmente levantando la mirada. Él parpadeó hacia mí con
asombro, aunque Ash continuó mirándome fijamente con ojos helados. ―Maldita sea, Puck,
tú no viste el Reino de Hierro. No sabes lo que se siente. ¡Pregúntale a Ash!‖ Continué,
señalando al Príncipe de Hielo, sabiendo que estaba empujándolo peligrosamente y sin
cuidado. ―Pregúntale cómo sólo respirar el aire lo estaba matando desde adentro. Pregúntale
cómo me sentía, viéndolo cada vez peor y no pudiendo hacer nada.‖
―Y todavía estoy aquí.‖ La voz de Ash era como hielo frágil, sus ojos oscurecidos a negro.
―Y parece que mi promesa no significa nada para ti. ¿Me liberas ahora, cuando es
conveniente hacerlo?‖
―Ash.‖ Lo miré, odiando que estuviera enojado, pero necesitando que entendiera. ―No
puedo verte sufrir de nuevo, no de esa manera. Si tú me sigues al Reino de Hierro de nuevo,
podrías morir, y eso podría matarme también. No puedes pedirme que haga eso.‖
―Es…‖ Ash se detuvo, cerró sus ojos por un momento. ―No fue tu elección, Meghan.‖
Continuó en una voz, incluso forzada. ―Conocía los riesgos cuando hice ese acuerdo, y sé lo
que pasará si te sigo al el Reino de Hierro. Me gustaría ir contigo, a pesar de todo.‖ Su voz
se volvió más afilada. ―Pero eso no viene al caso. No puedo dejarte, a menos que
oficialmente me liberes de mi promesa de quedarme.‖
¿Liberarlo? ¿Deshacer una promesa para que él no se viera obligado a seguirme? ―Yo no
sabía que podía hacer eso.‖ Murmuré, sintiendo un breve pesar y un poco de rabia. ―¿Así
que, todo ese tiempo en el reino de Machina, yo podría haberte puesto en libertad, y no
hubieras tenido que ayudarme?‖
Ash vaciló, como si él no quisiera hablar de ello por más tiempo, pero Grimalkin habló
desde la parte posterior del sofá. ―No, humana.‖ Él ronroneó. ―Eso fue un contrato, no una
promesa. Ambos estuvieron de acuerdo en algo, y ambos tienen algo de él. Esa es la forma
de la mayoría de los tratos.‖ Ash miró hacia abajo, pasándose una mano por su cabello
mientras Grimalkin lamía una pata delantera. ―Una promesa se hace voluntariamente, es
auto-infligida, y no exige ningún requisito sobre el receptor. No hay expectativa alguna.‖ Él
olfateó y restregó la pata sobre sus orejas. ―Dejando a uno atrapado, completamente a
merced del otro... a menos que decida ponerlo en libertad, por supuesto.‖
―Así que…‖ Eché un vistazo a Ash. ―Yo podría liberarte de tu promesa, y tú ya no tendrías
que mantenerla, ¿correcto?‖
Ash parecía herido, pero sólo durante un latido del corazón. Entonces el aire a su alrededor
se volvió frígido y la escarcha se apoderó de los listones del suelo de madera. Sin decir una
palabra, dio media vuelta y salió de la habitación, deslizándose a través de la puerta
delantera y desapareciendo en la noche.
Puck dejó escapar un aliento explosivo. ―Ouch. Tú sí que sabes cómo arrancar el corazón
de un tipo, ¿verdad, princesa?‖
Me quedé en la puerta delantera, sintiendo mi corazón hundirse. ―¿Por qué está tan
enojado?‖ susurré. ―Sólo estoy tratando de mantenerlo con vida. No quiero que él me siga
porque esta siendo forzado por alguna estúpida promesa.‖
Puck hizo una mueca. ―Esa estúpida promesa, es la declaración más seria que nosotros
podemos hacer, princesa.‖ Dijo él, y el filo en su tono de voz me sorprendió. ―Nosotros no
hacemos promesas a la ligera, si alguna vez las hacemos. Y por cierto, la liberación de un
hada de una promesa es el peor insulto en el mundo. Estás básicamente diciéndole que no
confías más en él, que crees que él es incapaz de llevarlo a cabo.‖
Me puse de pie. ―Eso no es cierto en absoluto,‖ protesté, mientras Grimalkin se deslizaba
de los cojines del respaldo para acurrucarse en el lugar que había desocupado. ―Yo sólo no
quiero que se quede conmigo porque tiene que hacerlo.‖
―Por Dios, eres cerrada a veces.‖ Puck negó con su cabeza mientras yo me quedaba
boquiabierta. ―Princesa, Ash nunca habría hecho esa promesa si él no estuviese planeando
seguirte de todos modos. Incluso si él nunca lo dijo, ¿Crees que podrías forzarlo a que se
quede atrás?‖ él se burló ―Yo sé que tú no podrías obligarme a mí, yo voy a ir contigo te
guste o no, así que puedes detener la mirada penetrante. Pero, por todo lo que significa…‖
Él hizo un gesto con la mano a la puerta. ―Ve a encontrar a chico-hielo y libéralo de su
tonta promesa. Nunca lo volverás a ver, eso es seguro. Eso es lo que básicamente significa
la liberación de un hada, que no los quieren cerca por más tiempo.‖
Me hundí en la derrota. ―Yo sólo... Yo sólo quería... no puedo ver morir a ninguno de los
dos,‖ murmuré de nuevo, una débil excusa que sonaba cada vez menos convinvente. Puck
resopló.
―Vamos, Meghan. Un poco de fe, ¿por favor?‖ él se cruzó de brazos y me dio una mirada
molesta. ―Estás sacándonos antes incluso de empezar. A mí y al chico-hielo. He estado aquí
por mucho tiempo, tengo la intención de estar por aquí un poco más.‖
―No pensé que vendrían tan pronto.‖ Comencé a hundirme de nuevo en el sofá, pero me
puse de pie rápidamente cuando Grimalkin me siseó, ―Quiero decir, yo sabía que tenía que
hacerle frente al rey falso eventualmente. Pero yo pensé que tendría más tiempo para
prepararme.‖ Me desplacé unos pies lejos del gato, y me senté en el brazo. ―Todo este
tiempo, he sentido que he estado tambaleante, teniendo suerte una y otra vez. Esa suerte se
va a acabar algún día.‖
―Hemos llegado lejos, princesa.‖ Puck se acercó y puso un brazo alrededor de mí. Yo no le
preste atención. Estaba cansada de luchar. Quería a mi mejor amigo de regreso.
Apoyándome contra él, escuché a los brownies correr de un lado a otro en la cocina. El olor
del pan horneado flotaba en la habitación, cálido y reconfortante. ¿Nuestra última comida,
quizás?
Intenta pensar positivo, Meghan.
―Tienes razón‖ Dije ―Y tengo que hacer esto. Lo sé. Si alguna vez quiero una vida normal,
tengo que encarar al rey falso o él nunca me dejará en paz.‖ Suspiré y me acerqué a la
ventana, melancólica con el próximo crepúsculo. ―Es sólo que... esta vez se siente
diferente,‖ dije, viendo mi reflejo en el vidrio, mirando hacia mí. ―Tengo mucho más que
perder. Tú y Ash, el Nuncajamás, mi familia, mi papá.‖ Me detuve, descansando mi frente
contra el vidrio. ―Mi papá,‖ gemí ―¿Qué voy a hacer con mi papá?‖
Hubo un golpe desde el pasillo, y yo cerré mis ojos. Bueno, eso era una casi perfecta
sincronización. Suspiré y me enderecé. ―¿Cuánto tiempo has estado ahí de pie, papá?‖
―Aproximadamente desde que estabas hablando sobre suerte.‖ Paul entró en la habitación,
sentándose al otro lado del banco del piano. Lo vi en el reflejo del vidrio. ―Te vas, ¿no?‖
preguntó en voz baja.
Puck se levantó y deambuló discretamente hacia la puerta, dejándome sola con papá a
excepción de Grimalkin dormitando. Vacilé, y luego asentí con la cabeza. ―Odio dejarte
solo por esto,‖ le dije, dando la vuelta. ―Desearía no tener que ir.‖
La frente de Paul estaba surcada, como si estuviera tratando de entender, pero sus ojos se
mantuvieron claros mientras él asintió lentamente. ―¿Esto es… importante?‖ Preguntó él.
―Sí.‖
―¿Regresarás?‖
Mi garganta se cerró. Tragué saliva y tomé un profundo suspiro para abrirla. ―Eso espero.‖
―Meghan.‖ Dudó papá, peleando por palabras. ―Yo sé… Yo no entiendo un montón de
cosas. Yo sé que tú eres… parte de algo más allá de mí, algo que nunca voy a entender. Y
supongo que debo ser tu padre, pero… pero yo sé que tu puedes manejarte muy bien por tu
cuenta. Así que, ve.‖ Él sonrió entonces, los pliegues alrededor de sus ojos se arrugaron.
―No digas adiós y no te preocupes por mí. Haz lo que tengas que hacer. Voy a estar aquí
cuando vuelvas.‖
Le sonreí. ―Gracias, papá.‖
Él asintió con la cabeza, pero luego sus ojos se volvieron vidriosos, como si hubiera
agotado su asignación de cordura con esta conversación. Olfateando el aire, se animó, su
cara brillaba como la de un niño pequeño. ―¿Comida?‖
Asentí con la cabeza, sintiéndome de repente mayor. ―Sí, por qué no regresas a tu
habitación, y yo te llamaré cuando esté lista la cena, ¿de acuerdo? Tú puedes... trabajar en
tu canción hasta entonces.‖
―Oh. Cierto.‖ Él me miró mientras se levantaba, caminado de vuelta al pasillo. ―Está casi
terminada, ¿sabes?‖ anunció sobre su hombro, henchido de orgullo. ―Es para mi hija, pero
la voy a tocar para ti mañana, ¿de acuerdo?‖
―De acuerdo.‖ Susurré, y él se había ido.
El silencio llenó la habitación, roto sólo por el tic-tac del reloj del la pared y la escaramuza
ocasional de la cocina. Caminé de regreso al sofá y me dejé caer junto a Grimalkin, sin
saber qué hacer a continuación. Sabía que debía encontrar a Ash y pedirle disculpas, o al
menos explicarle por qué no había querido que él viniera. Sentía un nudo en mi estómago,
sabiendo que él estaba enojado conmigo. Yo sólo había querido evitarle más dolor, ¿cómo
se suponía que iba yo a saber que la liberación de un hada de su promesa era una violación
de confianza?
―Si estás tan preocupada por él‖ dijo Grimalkin con calma, ―¿por qué no le pides que sea tu
caballero?‖
Parpadeé hacia él. ―¿Qué?‖
Sus ojos se abrieron, entornados y dorados, mirándome con diversión. ―Tu caballero‖ dijo
de nuevo, más lento esta vez. ―Entiendes la palabra, ¿no? No ha pasado tanto tiempo para
que los humanos lo hayan olvidado.‖
―Sé lo que es un caballero, Grim.‖
―Oh, bien. Entonces debería ser fácil para ti entender el significado.‖ Grimalkin se sentó y
bostezó, encrespando su cola alrededor de sus piernas. ―Esto es una vieja tradición,‖ él
empezó ―Incluso entre las hadas. Una dama le pregunta a un caballero que se convierta en
su caballero, su protector elegido, por el tiempo que ambos respiren. Sólo aquellos con
sangre real pueden promulgar este ritual, y la elección de un campeón es algo que sólo la
dama puede hacer. Pero es el espectáculo final de la fe entre la dama y el caballero, porque
ella confía en él por encima de todos para mantenerla a salvo, sabiendo que él daría su vida
por ella. El caballero todavía obedece a su reina y corte, en la medida de su habilidad, pero
su primer y único deber es para su dama.‖ Él volvió a bostezar y clavó una pata en el aire,
examinando sus dedos. ―Una encantadora tradición, es seguro. Las cortes aman tales
tragedias dramáticas.‖
―¿Por qué es una tragedia?‖
―Porque‖ la voz de Ash vino desde la puerta, haciéndome saltar ―si la dama muere, el
caballero morirá, también‖
Me levanté rápidamente, con el corazón palpitante. Ash no entró en la habitación, continuó
mirando desde el marco. Su aura de glamour estaba escondida, cuidadosamente oculta, y
sus ojos plata eran fríos y blancos. ―Camina conmigo afuera‖ le ordené en voz baja y
cuando el vaciló, agregué, ―por favor.‖
Eché un vistazo a Grimalkin, pero el gato se había acurrucado, una vez más con sus ojos
cerrados, ronroneando de satisfacción. Condenado gato, pensé, siguiendo a Ash bajé las
escaleras hacia la cálida noche de verano. A él no le importaría si Ash me corta o me
convierte en un témpano. Probablemente haya una apuesta con Leanansidhe para ver
cuánto tiempo tomará.
Conmocionada y sintiéndome culpable de que yo pudiera pensar eso, acerca de Ash y
Grimalkin, seguí al príncipe de Invierno pasar el arroyo y a través del prado en silencio. Las
luciérnagas rondaban sobre la hierba, convirtiendo el claro en una pequeña galaxia de luces
parpadeantes, y una brisa alborotó mi cabello, oliendo a pino y cedro. Me di cuenta de que
echaría de menos este lugar. A pesar de todo, era lo más cercano a la normalidad que había
tenido en mucho tiempo. Aquí, yo no era una princesa hada, no era la hija de un poderoso
rey o un peón en la eterna lucha de las cortes. Mañana al amanecer, todo eso podría
cambiar.
―Si vas a liberarme‖ murmuró Ash, y escuché el más leve temblor debajo de su voz. ―hazlo
ahora para que yo pueda irme. Prefiero no estar aquí cuando tu regreses al Nuncajamás.‖
Me detuve, lo que le hizo detenerse, aunque él no se dio la vuelta. Yo miraba su espalda,
los hombros fuertes y el pelo oscuro de medianoche, al orgulloso y duro conjunto de su
columna vertebral. Esperando por mí para determinar su destino. Si tú realmente te
preocupas por él, una voz susurró en mi mente, podrías dejarlo en libertad. Estarían
separados, pero él podría todavía estar vivo. Dejarlo que te siga a la Corte de Hierro
podría matarlo, lo sabes. Pero el pensamiento de dejarlo abrió un agujero en mi corazón
que me dejó jadeando en el interior. No podía hacerlo. No podía dejarlo ir. Que Dios me
perdone si yo estaba siendo egoísta, pero no quería nada más que permanecer con él para
siempre.
―Ash‖ murmuré, lo cual le hizo estremecerse, preparándose a sí mismo. Mi corazón latía
con fuerza, pero ignoré mis dudas y me apresuré ―Yo… quisiera…‖ Cerré mis ojos, inspiré
profundamente y susurré. ―¿Quieres ser mi caballero?‖
Él se giró, con los ojos ampliados por el más breve de los momentos. Por unos pocos
latidos de corazón, él me miró fijamente, sorpresa e incredulidad escrito sobre su rostro.
Miré hacia atrás, preguntándome si había sido un error preguntar, si sólo lo había vinculado
aún más y él podría sentirse forzado a otro contrato.
Me estremecí mientras él se acercaba, llegando a estar a solo unas pocas pulgadas de
distancia. Lentamente, él alcanzó mi mano, apenas sosteniendo mis dedos mientras sus ojos
se encontraron con los míos. ―¿Estás segura?‖ él preguntó, tan silenciosamente que la brisa
podría haberlo soplado lejos.
Asentí con la cabeza. ―Pero, sólo si tu quieres. Yo nunca forzaría-‖
Soltando mi mano, dio medio paso hacia atrás y luego hincó una rodilla inclinando la
cabeza. Mi corazón se estremeció, y me mordí mi labio, parpadeando para retener las
lágrimas.
―Mi nombre es Ashallyn‘darkmyr Tallyn, tercer hijo de la Corte Unseelie‖ Aunque su voz
era suave, nunca titubeó, y me sentí sin aliento al oír su nombre completo. Su verdadero
nombre. ―Que sea conocido, desde hoy en adelante, yo prometo proteger a Meghan Chase,
hija del Rey de Verano, con mi espada, mi honor y mi vida. Sus anhelos son míos. Sus
deseos son míos. Si el mundo se pone en su contra, mi espada estará a su lado. Y en caso de
que no la proteja, que mi propia existencia se pierda. Esto lo juro, por mi honor, mi Nombre
Verdadero y mi vida. A partir de este día…‖ Su voz fue aún más suave, pero aún así lo
escuché como si él lo susurrara en mi oído. ―Yo soy tuyo.‖
No pude contener las lágrimas más. Ellas nublaron mi visión y rodaron por mis mejillas, y
no me molesté en limpiarlas. Ash se puso de pie y me arrojó en sus brazos, sintiéndolo
temblar mientras él me aplastaba cerca. Él era mío ahora, mi caballero, y nada podría
interponerse entre nosotros.
―Bueno,‖ suspiró Puck, su voz flotando sobre la hierba. ―Estaba preguntándome cuánto
tiempo tardaría en llegar esto.‖
Me volví, y Ash me liberó, muy lentamente. Puck se sentó en una roca cerca del arroyo, las
luciérnagas zumbaban a su alrededor, posándose en su cabello y haciéndolo brillar como
brasas. Él no estaba sonriendo o burlándose de nosotros. Sólo mirando.
Un destello de alarma ondeó a través de mí mientras él saltó y se acercó, arrastrando
luciérnagas. ¿Cuánto tiempo había estado allí, observándonos? ―¿Has oído...?‖
―¿El Verdadero Nombre de chico-hielo? Nah.‖ Puck se encogió de hombros, entrelazando
sus manos detrás de su cabeza. ―Por difícil que sea de creer, yo no me inmiscuiría en algo
tan serio princesa. Especialmente porque sé que tú me matarías después.‖ Una esquina de
su labio tembló, solo un poco, nada cerca de su amplia sonrisa habitual. Echó un vistazo a
Ash y negó con su cabeza, su expresión de diversión y… ¿podría ser de respeto? ―A Mab le
va a encantar, sabes.‖
Ash le dio un amago de sonrisa. ―Encuentro que ya no me importa lo que la Corte de
Invierno piense de mí.‖
―Es liberador, ¿no es así?‖ Puck resopló, luego se sentó en la hierba, girando su rostro hacia
el cielo. ―Así que, ésta es nuestra última noche como exiliados, ¿eh?‖ él musitó,
recostándose sobre sus codos. Las luciérnagas se levantaron de la hierba parpadeando en
una nube. ―Parece extraño, pero podría realmente extrañar esto. Nadie tirando de mis
cuerdas, nadie mandando a mí alrededor, salvo brownies furiosos exigiendo sus escobas de
regreso, poniendo arañas en mi cama. Es... relajante‖ Mirando hacia mí, él acarició el suelo.
Me bajé a la fresca, húmeda hierba mientras chispas de color ámbar y verde zumbaban a
nuestro alrededor, aterrizando en mis manos, en mí cabello. Mirando hacia Ash, tomé su
mano y tiré de él hacia abajo también. Él se instaló detrás de mí, entrelazando sus brazos
alrededor de mi cintura, y me apoyé contra él y cerré mis ojos. En otra vida, quizás,
hubiéramos sido nosotros tres: yo, mi mejor amigo y mi novio, sólo pasando el rato bajo las
estrellas, tal vez rompiendo el toque de queda, preocupados por nada, salvo la escuela y los
padres y los deberes.
―¿Qué estamos haciendo aquí?‖ la voz de Grimalkin vino mientras el gato se deslizó por la
hierba a mi lado, con su cola de limpia-botellas alzada. Una luciérnaga aterrizó sobre la
punta, y él la apagó con irritación. ―Esto parecería sorprendentemente cerca del descanso, si
yo no supiera de un cierto príncipe demasiado tenso a relajarse.‖
Ash se rió y me atrajo más fuerte contra él. ―¿Sintiéndote excluido, cait sith?‖
Grimalkin olfateó. ―No te hagas ilusiones.‖ Pero él caminó contoneándose sobre la hierba y
se acurrucó en mi regazo, un caliente peso pesado con suave piel gris. Rasqué detrás de su
oreja, y él vibró con ronroneos.
―¿Crees que mi papá estará bien?‖ pregunté y Grimalkin bostezó.
―Él estará más seguro aquí de lo que estaría en el mundo real, humano,‖ respondió el gato
en una voz perezosa. ―Nadie entra en este lugar sin el permiso Leanansidhe, y nadie sale a
menos que lo permita. No te preocupes demasiado.‖ Él mostró sus garras, mirando
contento. ―Los humanos todavía estarán aquí cuando vuelvas. O incluso si no lo haces.
Ahora, si atiendes a la otra oreja, eso estaría bien. Ah... sí, eso es muy satisfactorio.‖ Su voz
se apagó en ronroneos retumbantes.
Ash puso su mejilla contra la parte posterior de mi cabeza y suspiró. No fue un suspiro de
irritación o enojo o melancolía eso parecía la peste a veces. Él sonó… contento. Pacífico,
incluso. Se me hizo un poco triste, sabiendo que no podía disponer de más tiempo, de que
ésta podría ser nuestra última noche juntos, sin la guerra y la política y las leyes de hadas
interponiéndose entre nosotros.
Ash apartó el cabello de mi cuello y se acercó a mi oído, su voz tan suave que incluso
Grimalkin no podría haberlo escuchado. ―Te amo‖ murmuró él, y mi corazón casi estalló
fuera de mi pecho, ―Pase lo que pase, estamos juntos ahora. Siempre.‖
Nos sentamos allí, nosotros cuatro, hablando en voz baja o sólo disfrutando en el silencio,
mirando al cielo nocturno. No vi ninguna estrella fugaz, pero si lo hubiera hecho, hubiera
deseado que mi padre se mantuviera fuerte, que Ash y Puck pudieran sobrevivir a la guerra
venidera, y que de alguna manera, todos saliéramos de esto bien. Si los deseos fueran
caballos. Yo tenía más juicio. Las hadas madrinas no existen, e incluso si lo hicieran, ellas
no podrían agitar una varita mágica y hacerlo todo mejor. (No sin un contrato, de todos
modos). Además, yo tenía algo mejor que un hada madrina, tenía mi hada caballero, mi
hada embustero, y mi gato hada, y eso era suficiente.
Al final, eso no importaba. Un simple deseo no podía salvarnos de lo que teníamos que
hacer, y mi mente estaba clara. Cuando el amanecer volvió el cielo rosa y los enviados
vinieron por nosotros de nuevo, ya tenía mi respuesta.
PARTE DOS
CAPÍTULO DIEZ
Traducido por Pamee!! Corregido por Sidonie
EL BORDE DE HIERRO
El País de las Hadas no estaba como lo recordaba.
Recordé la primera vez que entré a Nuncajamás a través de la puerta en el armario de Ethan.
Recordé los árboles enormes, tan cercanos y enmarañados que sus ramas tapaban el cielo, la niebla
retorciéndose por el suelo, el crepúsculo perpétuo que colgaba sobre todo. Aquí en el wyldwood,
ninguna corte dominaba; este era un territorio feroz y neutral al que no le importaban las
costumbres medievales de Verano o los vicios de la sociedad de Invierno.
Y estaba muriendo.
Era una cosa sutil, la mancha que se había hundido profundamente en la tierra y en el bosque,
corrompiéndolos desde el interior. Aquí y allí, un árbol estaba vacío de hojas, y un rosal tenía
espinas de acero que brillaban a la luz. Caminé por una telaraña, sólo para descubrir que estaba
hecha de finos pelos de alambre, muy parecida a las redes que los spider-hags habían utlizado en
mí. Por fuera, el cambio era débil, casi invsible. Pero el corazón latiente de Nuncajamás, el cual
sentía a mi alrededor en cada árbol, cada hoja y brizna de hierba, latía con decadencia.
Todo estaba tocado con glamour de Hierro, y estaba comiéndose lentamente el Nuncajamás, como
papel sotenido encima de una llama. Y, juzgando por las gemelas expresiones de horror en los
rostros de Ash y Puck, lo sentían, también.
―Es horrible, ¿no?‖ dijo el gnomo enviado, mirando alrededor solemnemente. ―No mucho después
de que ustedes fueron…ejem…desterrados, el ejército del Rey de Hierro atacó, y donde quiera que
fueran, el Reino de Hierro se extendió con ellos. Las fuerzas combinadas de Verano e Invierno
fueron capaces de hacerlos retroceder, pero incluso después de que se hubieran ido, el veneno
permaneció. Nuestros ejércitos están acampando a las afueras, donde el wyldwood se encuentra con
el Reino de Hierro, para intentar detener a las hadas de Hierro que salen a borbotones de la brecha.‖
―¿Son los únicos defendiendo la línea?‖ Ash giró su fría mirada al gnomo, quien se encogió. ―¿Qué
pasa con un asalto frontal, para cerrarla completamente?‖
El gnomo sacudió la cabeza. ―No funciona. Hemos enviado numerosas fuerzas a la brecha, pero
ninguno de ellos ha vuelto.‖
―¿Y el Rey de Hierro nunca ha mostrado su fea cara en batalla?‖ preguntó Puck. ―¿Simplemente se
sienta como un cobarde y deja que el ejército llegue a él?‖
―Por supuesto que lo hace.‖ Grimalkin olfateó, arrugando los bigotes disgustado. ―¿Por qué se
pondría en peligro cuando tiene todas las ventajas? Tiene el tiempo de su lado—las cortes no.
Oberon y Mab deben estar desesperados si están dispuestos a quitar su exilio. No puedo pensar en
otro momento en el que hayan estado dispuestos a retractarse de sus órdenes.‖ Parpadeó y me miró,
estrechando los ojos. ―Las cosas de verdad deben ser graves. Al parecer eres la última esperanza
para salvar a todo Nuncajamás.‖
―Gracias, Grim. Ciertamente necesitaba que me lo recordaras.‖ Suspiré, empujando desolada,
terroríficos pensamientos hacia la parte trasera de mi mente, y me giré hacia el emisario. ―¿Supongo
que Oberon me está esperando?‖
―Lo está, su alteza.‖ El gnomo balanceó la cabeza y y farfulló, ―Por aquí, por favor. Los llevaré al
frente de batalla.‖
DESDE LO ALTO DE LA CUESTA, miré hacia abajo al valle donde los ejércitos de Verano e
Invierno estaban acampando.
Tiendas de campaña estaban montadas en flojos patrones irregulares, viéndose como una pequeña
ciudad de telas coloridad y calles fangosas. Incluso desde esta distancia, podía ver la diferencia
entre los Seelie y Unseelie: los Seelie preferían la luz, tiendas de colores de verano, marrón, verde y
amarillo, mientras que el campamento Unseelie estaba marcado por tonos de negro, azul, y rojo
oscuro. Incluso aunque estaban del mismo lado, Verano e Invierno no se mezclaban, no compartían
el mismo espacio o incluso el mismo lado del valle. En el centro, sin embargo, donde los dos
campamentos parecían converger, una gran estructura se elevaba en el aire, izando las banderas de
las dos cortes lado a lado. Al menos Mab y Oberon estaban intentando llevarse bien. Por ahora, de
todas formas.
Más allá de los campamentos, un bosque retorcido de acero reluciente marcaba la entrada al reino
del Rey de Hierro.
Junto a mí, Ash escaneó el frente de batalla con los ojos estrechados, abarcándolo todo. ―Han tenido
que replegarse muchas veces,‖ murmuró, su voz baja y grave. ―El campamento entero parece listo
para levantarse y moverse a una palabra. Me pregunto cuan rápido se está extendiendo el Reino de
Hierro.‖
―Supongo que estamos a punto de averiguarlo,‖ añadió Puck, mientras el gnomo emisario nos hacía
una seña hacia adelante y descendimos al campamento.
La ciudad de tiendas era mucho más grande y expandida de cerca, renovando mi malestar por
caminar a través de un gran grupo de hadas, viendo sus brillantes ojos ihnumanos siguiendo cada
movimiento mío. Agradecidamente, sólo tuvimos que caminar a través del campamento Seelie para
llegar a la gran tienda en el medio, aunque Puck y Ash permanecieron muy cerca mientras
navegábamos las estrechas calles.
Elegantes caballeros de Verano, vestidos con armaduras estilizadas para lucir como miles de hojas
superpuestas, nos miraron fríamente, sus ojos nunca dejando al príncipe de Invierno a mi lado. Un
par de sílfides, arrastrándose juntas con alas de líbelulas de navaja, se escurrieron fuera de nuestro
camino, mirándome con desvergonzada curiosidad. Un grifo atado levantó la cabeza y siseó,
encendiendo una colorida melena de plumas. Una de sus alas había sido dañada, y se arrastraba por
el suelo mientras el grifo cojeaba de aquí para allá.
―Este lugar huele como sangre,‖ murmuró Ash, sus ojos moviéndose rápidamente alrededor del
campamento. Un troll verde pantanoso pasó cojeando, tenía un brazo negro por una quemadura y
estaba supurando fluidos, y me estremecí. ―Parece qe la guerra no está yendo bien para nosotros.‖
―Eso es lo que me gusta acerca de ti, príncipe. Eres siempre tan alegre.‖ Puck sacudió la cabeza,
mirando alrededor del campamento, y arrugando la nariz. ―Aunque diré que este lugar ha visto días
mejores. ¿Alguien siente como si estuvieran a punto de arrojar algo, o soy sólo yo?‖
―Es el hierro.‖ Grimalkin se abrió camino sobre un charco, luego saltó encima de un árbol caído,
sacudiendo sus patas. ―Ésta cercanía al reino del rey falso, su influencia es más fuerte que nunca.
Empeora una vez que realmente estás dentro de sus fronteras.‖
Puck resopló. ―No parece que te esté afectando mucho, gato.‖
―Eso es porque soy más inteligente que tú y me preparo para estas cosas.‖
―¿En serio? ¿Cómo te prepararías para que te lanzara a un lago?‖
―Puck,‖ suspiré, pero en ese momento dos caballeros de Verano se aproximaron a nosotros, sus
rostros altivos y arrogantes incluso mientras se inclinaban. ―Lady Meghan,‖ dijo uno rígidamente,
después de una mirada venenosa en dirección a Ash. ―Su majestad el Rey Oberon la verá ahora.‖
―Vayan adelante,‖ ronroneó Grimalkin, sentándose en el tronco. ―Hoy no tengo ningún asunto con
el Señor Orejas Puntiagudas. No me uniré a ustedes.‖
―¿Dónde estarás, Grim?‖
―Cerca.‖ Y el gato desapareció de la vista. Sacudí la cabeza y seguí a los caballeros, sabiendo que
Grimalkin reaparecería cuando lo necesitáramos.
Nos acercamos a la gran tienda, esquivando los colgajos mientras los guardias los hacían a un lado,
y entrando a un claro de bosque envuelto en la sombra. Árboles gigantes se extendían por encima de
nosotros, pequeños alfiretazos de luz brillaban a través de sus ramas. Fuegos fatuos bailaban en el
aire, pululando a mi alrededor, riendo, hasta que los rechacé. Un búho ululó cerca, añadiendo
intensidad a la compleja ilusión que nos rodeaba. Si miraba los árboles por el rabillo del ojo, sin
realmente enfocarlos, podía ver las paredes de tela de la tienda y los postes de madera que la
sostenían alzada. Pero también podía sentir el calor de la húmeda noche de verano y oler las
esencias terrosas de pino y cedro a nuestro alrededor. En cuanto a lo que eran las ilusiones, ésta era
casi perfecta.
En dos tronos en el centro del claro, tan antiguos e imponentes como el bosque en si mismo, los
gobernantes de la Corte de Verano esperaban por nosotros.
Oberon estaba vestido para la batalla con una cota de malla que lanzaba destellos esmeralda y oro
bajo las estrellas ilusorias. Una capa moteada se ondulaba tras él, y su corona de cornamenta
lanzaba sombras de garras sobre el suelo del bosque. Alto, enjuto, y elegante, su largo cabello
plateado trenzado por su espalda y una espada a su lado, el Erlking nos obsevó aproximarnos con
exóticos ojos verdes que no traicionaban ninguna emoción, incluso cuando parpadeó hacia Ash y
Puck, de pie junto a mí, y los descartaba con la misma rapidez.
Titania se sentaba junto a él, y su expresión era más fácil de leer. La reina hada irradiaba odio, no
sólo por mí, sino por el príncipe de Invierno también. Incluso apuñaló con una mirada desdeñosa a
Puck, pero el peso de su aversión estaba dirigido a Ash y a mí. Ver a Titania envió una llamarada de
furia a través de mí. A la larga fue la responsable por la completa situación con mi verdadero papá.
Fueron su celos que condujeron a Puck a dejar que Leanansidhe se lo llevara, por temor a que la
Reina de Verano lo hiriera o matara para mortificar a Oberon. Titania vio mi expresión, y sus labios
se curvaron en una mueca despreciable, como si hubiera discernido mis pensamientos. Me hizo
temer mucho por Paul; si Titania supiera que él seguía vivo, todavía podría hacerle daño para llegar
a mí.
―Has venido,‖ dijo Oberon, haciendo temblar el suelo. ―Bienvenida a casa, hija.‖
Así que soy familia de nuevo, ahora que necesitas algo de mí, ¿no es así? Quería decile que no me
llamara hija, que no tenía derecho. Quería decirle que no podía sólo renegar de mí y luego llamarme
de vuelta como si nada hubiera pasado. No lo hice. Sólo asentí, mirando al Erlking con lo que
esperaba que fuera una expresión confiada. Olviden las reverencias; había terminado con eso. Si las
hadas querían algo de mí ahora, tendrían que trabajar por ello.
Oberon elevó una ceja ante mi silencio, pero fue el único signo visible de sorpresa. ―¿Asumo que
encontraste aceptables los términos de nuestro contrato?‖ continuó él, su voz baja y tranquilizadora,
moviéndose sobre mí como jarabe espeso, haciéndome repentinamente difícil el pensar.
―Levantaremos tu exilio, y el exilio de Robin Goodfellow, a cambio de tu servicio en la destrucción
del Rey de Hierro. Creo que es un trato justo. Ahora…‖ Oberon se giró hacia Puck, como si el
asunto ya estuviera dispuesto. ―Dime lo que has aprendido de las hadas de Hierro en el tiempo de tu
exilio. Desobedeciste mis órdenes cuando dejaste Faery y fuiste detrás de la chica—debe haber sido
muy importante.‖
―No tan rápido.‖ Me sacudí el glamour que hacía mis pensamientos pesados y fulminé con la
mirada a Oberon. ―No he dicho ‗sí‘ aún.‖
El Erlking me miró sorprendido. ―¿No estás de acuerdo en que esto es justo?‖ su voz se elevó al
final, sonando verdaderamente sorprendido de que lo hubiera rechazado, o tal vez eso era más
glamour de hada. ―La oferta es la más generosa, Meghan Chase. Estoy dispuesto a pasar por alto tu
relación blasfema con el príncipe de Invierno y darte una oportunidad de venir a casa.‖
―Sigo considerándolo.‖ Sentí tanto a Ash como a Puck mirándome y me apresuré. ―La cosa es que
éste no es mi hogar. Ya tengo uno, esperando por mí de vuelta en el mundo mortal. Ya tengo una
familia, y no necesito nada de esto.‖
―Suficiente.‖ Titania se puso de pie y me apuñaló con una mirada de puro veneno. ―No necesitamos
a la mestiza, esposo. Envíala de vuelta al mundo mortal al que es tan aficionada.‖
―Siéntate. No he terminado.‖
La mirada en el rostro de Titania fue tanto inestimable como espantosa. Continué rápidamente antes
de que perdiera mi descaro o ella me convirtiera en una araña. ―Estoy dispuesta a negociar con
ustedes, pero tiene que haber algunos agregados. Mi familia. Déjenlos fuera de esta guerra.
Déjenlos tranquilos, punto. Y esos son todos los miembros de la familia, incluyendo el hombre que
Leanansidhe robó cuando yo tenía seis.‖ Dirigí una mirada penetrante hacia Titania, quien me miró
de vuelta con asesinato en sus ojos. ―Quiero su palabra de que le permitirán existir.‖
―¿Te atreves a decirme qué hacer, Meghan Chase?‖ La voz de la reina fue suave, baja, y contenía la
ominosa amenza de una tormenta acercándose. Una temporada atrás, hubiera estado asustada.
Ahora, sólo me hizo más determinada.
―Me necesitan,‖ dije, negándome a retroceder, sintiendo a Ash y Puck presionar cerca. ―Soy la
única que tiene una oportunidad de detener al rey falso. Soy la única que puede ir dentro de ese
infierno y salir viva. Bueno, estos son mis términos—su palabra de que mi familia nunca verá otra
hada durante el tiempo que vivan, y que Ash y Puck serán autorizados a volver a casa una vez que
todo esto termine, como prometieron que harían. Quiero escucharlo de primera mano, ahora mismo.
Ese es mi trato para detener al rey falso. Toménlo o déjenlo.‖
El Erlking estuvo en silencio un momento, sus ojos verdes sin expresión y especulativos, no
reflejando nada. Luego, sonrió, muy ligeramente, y asintió una vez. ―Como desees, hija,‖ musitó,
ignorando a Titania cuando se giró hacia él. ―Te prometo que ningún daño le sucederá a tu familia
mortal por nadie de mi corte. La Corte de Invierno y los habitantes de Tir Na Nog no son míos para
ordenarles, pero es lo mejor que puedo ofrecer.‖
Titania hizo un ruido ahogado de rabia y salió del claro, dejándome vencedora de la cancha. Tomé
un aliento profundo para calmar mi corazón palpitante y me giré hacia Oberon otra vez.
―¿Qué pasa con Ash y Puck?‖
―Goodfellow es libre de volver al Faery cuando le plazca,‖ dijo Oberon con una breve mirada a
Puck. ―Aunque estoy seguro de que tendrá que hacer algo más que quite mi ira en el próximo siglo
o dos.‖ Puck le dio a Oberon una mirada inocente. El Erlking no pareció ser apaciaguado. ―Sin
embargo,‖ continuó, girándose hacia mí, ―No son quien extendió el exilio al Príncipe Ash. Tendrás
que ocuparte de eso con la Reina de Invierno.‖
―¿Dónde está?‖
―Meghan.‖ Ash se acercó, poniendo una mano en mi brazo. ―No tienes que enfrentarte a Mab por
mi cuenta.‖
Ignorando a Oberon, me volví, encontrando su mirada. ―¿No te importa ir a casa?‖
Él hizo una pausa, y lo vi en sus ojos. Le importaba. Al aislarse del Nuncajamás, eventualmente se
desvanecería en la nada; ambos sabíamos eso. Pero todo lo que dijo fue, ―Mi único deber eres tú
ahora.‖
―Mab está en el campamento de Invierno,‖ dijo Oberon, después de una larga mirada penetrante a
Ash. Girándose hacia mí, me aseguró con una mirada solemne. ―Hay un consejo de guerra esta
noche, hija, entre todos los generales de Verano e Invierno. Sería bueno para ti asistir.‖
Asentí, y el Erlking hizo un gesto de despedida. ―Pronto tendré a alguien que te muestre tus
alojamientos,‖ murmuró. ―Ahora, vete.‖
Comenzamos a retirarnos cuando la voz de Oberon nos detuvo a medio camino de la puerta. ―Robin
Goodfellow,‖ dijo, haciendo que Puck hiciera una mueca de dolor, ―te quedarás aquí.‖
―Maldición,‖ murmuró Puck. ―Eso fue rápido. Un minuto de vuelta en Nuncajamás y ya está tirando
de mis cadenas. Vayan adelante chicos,‖ dijo, despidiéndose. ―Los encontraré tan pronto pueda.‖
Rodando los ojos, Puck paseó de vuelta hacia Oberon, y nosotros dejamos el claro.
―Eso fue impresionante,‖ dijo Ash en voz baja mientras caminábamos a través del laberinto de
tiendas de campaña. Las hadas de Verano se separaban por nosotros, corriendo fuera de la vista
mientras nos dirigíamos más profundo en el campamento. ―Oberon estaba tirando todo el glamour
que podía para alterar la mente, hacia ti, intentando conseguir que estuvieras de acuerdo con sus
términos rápidamente y sin cuestionarlo. No sólo resististe, sino que también volviste el contrato a
tu favor. No muchos podrían haber hecho eso.‖
―¿En serio?‖ Pensé de nuevo en la pesada y perezosa sensación en la tienda del Erlking. ―Así que
Oberon está tratando de manipularme de nuevo, ¿eh? Tal vez puedo resistir ya que soy de la
familia. Media sangre de Oberon y todo eso.‖
―O simplemente eres increíblemente obstinada,‖ agregó Ash, y golpeé su brazo. Él se rió entre
dientes, tomando mi mano, y continuamos al territorio de Invierno.
El campamento Unseelie se asentaba más cerca del borde del Reino de Hierro, y la tensión aquí era
definitivamente alta. Los caballeros de Invierno acechaban los bordes del campamento, siniestros y
peligrosos en sus armaduras de hielo negro. Ogros me fulminaron con la mirada desde sus puestos
de guardia, goteaba baba de sus colmillos, sus ojos en blanco y amenazadores. Un guiverno chilló
desde donde estaba atado a varias estacas, batiendo sus alas e intentando liberarse tirando,
queriendo morder con furia a sus controladores. Temblé, y la mano de Ash se apretó en torno a la
mía. No encontramos ninguna resistencia, incluso entre los muchos goblins, gorras rojas, y boggarts
vagando por las filas. Los Unseelies nos dieron un amplio espacio, mirando a Ash con una mezcla
de fascinación, miedo y desprecio—el príncipe rebelde quien les había dado la espalda, todo para
estar con la mestiza humana.
Nunca fueron más allá de mirarme fríamente, o lanzarme una sonrisa insinuante, pero estaba
extremedamente contenta tanto por el príncipe de Invierno como por la espada de acero a mi lado.
Justo más allá del campamento, la entrada al Reino de Hierro se vislumbraba, árboles metálicos y
retorcidas ramas de acero brillando en la penumbra. Me detuve para mirarlos, sintiendo hielo
formándose en mi estómago al recordar como era; el ardiente desierto de basura, la corrosiva lluvia
come carne precipitándose sobre la tierra, la torre negra de Machina apuñalando el cielo.
―Bueno, miren quien ha vuelto.‖
Me giré para ver a un trío de cabelleros de Invierno bloqueando nuestro paso, blindados y de
aspecto peligroso, fragmentos de carámbanos azules pinchando desde sus hombros y yelmos.
―Faolan.‖ Ash asintió, moviéndose sútilmente frente a mí.
―Tienes algo de valor para volver aquí, Ash,‖ dijo el cabellero de en medio. Sus ojos
resplandecieron bajo su yelmo, azules brillosos y llenos de odio. ―Mab tuvo razón al desterrarte. Tú
y la puta mestiza de Verano deberían haber permanecido en el reino mortal donde pertenecían.‖
Ash extrajo su espada, enviando un chirrido áspero a través del campo. Los caballeros retrocedieron
rápidamente, sus manos lanzándose a sus propias espadas. ―Insúltala de nuevo, y te cortaré en tantas
partes que nunca las encontrarán todas,‖ dijo Ash con calma. Faolan se erizó y dio un paso adelante,
pero Ash dirigió la punta hacia él. ―No tenemos tiempo para jugar con ustedes ahora, así que les
pediré que se muevan.‖
―Ya no eres un príncipe, Ash,‖ gruñó Faolan, sacando su propia espada. ―Sólo eres un exiliado, más
bajo que el excremento de goblin.‖ Escupió a nuestros pies, la saliva cristalizándose en la hierba,
convirtiéndose en hielo. ―Creo que es hora de que le enseñemos su lugar, su alteza.”
Más caballeros aparecieron, extrayendo sus espadas y cercándonos. Conté cinco en total, y mi
corazón martilleó. Cuando el círculo comenzó a acercarse, saqué mi espada y me puse espalda
contra espalda con Ash, elevando la hoja para que la luz brillara sobre su borde de metal. ―Alto
ahí,‖ le dije a los caballeros, fingiendo una bravuconada que no sentía. ―Esto es hierro, como estoy
segura pueden decir.‖ Corté el aire con un whuff satisfactorio, y señalé a mi agresor. ―Quieren
seguir adelante con esto, sigan adelante. He estado muriendo por ver qué puede hacerle esto a las
armaduras fey.‖
―Meghan, retrocede,‖ murmuró Ash, su mirada nunca dejando a sus oponentes. ―No tienes que
hacer esto. Ellos no están aquí por ti.‖
―No te dejaré luchar solo,‖ siseé de vuelta.
Una multitud se estaba reuniendo, mirándonos desde las filas de tiendas de campaña, curiosos y
ansiosos de ver una pelea. Unos pocos goblins y gorras rojas gritaban “¡Pelea!” y “¡Mátenlos!”
desde la orilla.
Alentado por la multitud y los gritos por sangre, Faolan sonrió y elevó su espada. ―No te preocupes,
Ash,‖ sonrió. ―No despeinaremos mucho a tu humana. Desafortunadamente, no puedo decir lo
mismo por ti. ¡Ataquen!‖
Los caballeros cargaron. Me balanceé en la punta de mis pies, como Ash me había enseñado, me
concentré en los dos llegando desde atrás y dejé al instinto hacerse cargo. Los caballeros se
burlaban mientras se aproximaban, sus posturas relajadas y descuidadas. Obviamente, no pensaban
que yo fuera una gran amenaza. Una espada barrió en un arco perezoso hacia mi cabeza, y levanté
mi propia espada para desviarla, golpeándola a un lado. Vi la mirada de shock del caballero de que
hubiera bloqueado su ataque, y vi una oportunidad.
Reaccionando solamente por instinto, mi brazo salió disparado, más rápido de que lo pensé que
podía, y la punta de mi espada atravesó su muslo blindado.
El grito del caballero me sacó de mi trance de lucha, y el hedor a carne quemada contaminó el aire,
haciendo que mi estómago se revolviera. Había esperado que se hiciera a un lado o lo desviara,
como Ash siempre hacía. En cambio, vi a mi oponente alejarse tambaleante, agarrando su pierna y
gritando, y mi ritmo vaciló deteniéndose. Dándome una mirada furiosa, el otro caballero levantó un
enorme espadón azul y se lanzó con un gruñido. Me aparté frenéticamente, apenas evitándolo.
Él estaba enojado ahora, viniendo a mi rápidamente, y el miedo agitó mis entrañas.
―¡Meghan! ¡Concéntrate!‖
La voz de Ash me sacó de mi aterrorizado aturdimiento, e instintivamente me sacudí para atender,
levantando mi espada.
―Recuerda lo que te enseñé,‖ gruñó desde un lugar a mi izquierda, recortado y sin aliento por pelear
contra sus propios agresores. ―Esto no es diferente.‖
El caballero atacó salvajemente, mostrando los dientes en una mueca terrible, su espadón
preciptándose por el aire en un arco letal. Su arma, pensé, esquivándola. Es más pesada que la mía,
lo retrasa. Siempre usa la debilidad de tu enemigo a tu beneficio. Bailé alrededor de él,
mateniéndome justo fuera de alcance, viéndolo resollar y hacer rechinar sus dientes mientras me
seguía, espantándome como a una mosca molesta.
Con un frustrado rugido, el caballero golpeó el borde de su espada en la tierra, y un chorro de grava
y fragmentos de hielo volaron a mi rostro. Me giré rápidamente para proteger mis ojos, sintiendo el
hielo punzar mi mejilla y piel expuesta, y escuchando al caballero arremetiendo contra mí.
Instintivamente, me agaché, casi cayendo de rodillas, sintiendo la hoja zumbando sobre mi cabeza.
Encontrándome a ciegas, dejé que el brazo de mi espada me dirigiera hacia adelante y lo apuñalé
con todas mis fuerzas.
Un impacto discordante sacudió mi hombro hacia atrás, y el caballero gritó. Mirando hacia arriba,
me encontré a mí misma de pie en frente del caballero, la espada de hierro atascada en su estómago.
El caballero se ahogó y dejó caer su espada, agarrándose la cintura mientras se tambaleaba hacia
atrás, el repentino hedor a carne quemada elevándose en la brisa. Con el rostro contraído con furia y
dolor, el caballero se giró y desapareció en la multitud, y di un respiro irregular.
Temblando de adrenalina, busqué alrededor a Ash y lo vi dirigiendo su espada a la garganta de un
arrodillado Faolan. Los otros caballeros estaban tumbados cerca, gimiendo.
―¿Terminamos aquí?‖ dijo Ash suavemente, y Faolan, con los ojos ardientes de odio, asintió. Ash lo
dejó ponerse de pie, y los caballeros salieron cojeando, entre los abucheos y burlas de las hadas de
Invierno.
Enfundando su espada, Ash se giró hacia mí. Yo seguía temblando con la adrenalina, reproduciendo
todos los momentos de la lucha en mi cabeza. No parecía muy real, como si le hubiera pasado a
alguien más, pero la emoción que fluía por mis venas decía algo distinto.
―¿Viste eso?‖ sonreí a Ash, mi voz temblando con emoción y nervios. ―Lo hice. ¡En realidad gané!‖
―De hecho,‖ musitó una voz familiar y terrorífica, una que convertía mi sangre en hielo y hacía que
los vellos en mi cuello se pararan. ―Fue muy divertido. Creo que necesitaré algunos guardias
nuevos, si ni siquiera pueden derrotar a una escuálida mestiza.‖
Es increíble cuan rápido una turba sedienta de sangre puede escabullirse, pero la Reina de las Hadas
de Invierno tenía ese efecto en las personas. En segundos, la multitud había huído, desvaneciéndose
de vuelta en el campamento hasta que sólo éramos Ash y yo en el medio del camino. La
temperatura cayó bruscamente, y escarcha se propagó sobre la brizna de hierba a nuestros pies, lo
cual sólo podía significar una cosa. A unos metros de distancia, flanqueada por dos caballeros sin
sonrisa, la Reina Mab nos observó con la tranquilidad de un glaciar.
Como de costumbre, la Reina de Invierno estaba impresionante en un largo vestido de batalla negro
y rojo, su cabello de ébano era una nube oscura tras ella. Temblé y me apreté más a Ash cuando ella
levantó una pura mano blanca y nos hizo una seña para que avanzáramos.
La monarca Unseelie era tan impredeciblemente peligrosa como hermosa, propensa a atrapar
criaturas vivientes en hielo o a congelar la sangre en sus venas, haciéndolas morir lenta y
agónicamente. Yo ya había sentido el peso de su legendario temperamento, y no tenía ningún deseo
de volver a hacerlo.
―Ash,‖ canturreó Mab, sin prestarme atención. ―He oído los rumores de que estabas de vuelta.
Entonces, ¿has tenido suficiente del mundo mortal? ¿Estás listo para volver a casa?‖
El rostro de Ash estaba cerrado en esa máscara vacía y sin expresión, sus ojos fríos e inexpresivos.
Un mecanismo de auto-defensa, reconocí, para protegerse de la crueldad de la Corte de Invierno.
Los Unseelie se aprovechaban de los débiles, y las emociones eran consideradas una dibilidad aquí.
―No, mi Reina,‖ dijo, tranquilo pero sin miedo. ―Ya no soy tuyo para que me mandes. Mi servicio
para la Corte de Invierno terminó anoche.‖
Silencio por algunos latidos de corazón.
―Tú.‖ Los ojos negros y sin fondo de Mab se movieron hacia mí, luego de vuelta hacia Ash. ―Te
convertiste en su caballero, ¿no? Hiciste el juramento.‖ Sacudió la cabeza incrédula y horrorizada.
―Tonto, niño tonto,‖ susurró. ―Realmente estás muerto para mí ahora.‖
Temiendo que ella pudiera girar y alejarse, avancé lentamente. ―Aunque a pesar de todo levantará
su exilio, ¿no?‖ pregunté, y la mirada de Mab estalló hacia mí. ―Cuando esto termine, cuando nos
encarguemos del rey falso, Ash aún es libre de volver a Nuncajamás, ¿correcto?‖
―No lo será,‖ dijo Mab en una voz letalmente tranquila, y la piel de gallina se levantó en mis brazos
por el frío repentino. ―Incluso si levanto su destierro, él permanecerá en el reino mortal contigo,
porque fuiste lo suficientemente tonta para pedir ese juramento. Lo has condenado mucho peor de
lo que yo podría.‖
Mi estómago se retorció, pero tomé una respiración profunda y continué hablando con firmeza.
―Aún así quiero su palabra, Reina Mab. Por favor. Cuando esto haya terminado, Ash es libre de
volver a Tir Na Nog si lo elige.‖
Mab me miró fijamente, el tiempo suficiente para que el sudor goteara por mi espalda, luego nos
dio una sonrisa fría y sin sentido del humor. ―¿Por qué no? Ambos van a morir de todas formas, así
que no veo de que manera importará.‖ Suspiró. ―Muy bien, Meghan Chase. Ash es libre de regresar
a casa si quiere, aunque lo dijo él mismo—su servicio para la Corte Unseelie ha terminado. Su
juramento hacia ti lo destruirá más rápido que cualquier cosa.‖
Y sin esperar una respuesta, la Reina Unseelie dio la vuelta y se alejó de nosotros. Aunque no pude
ver su rostro cuando se fue, estaba casi segura de que estaba llorando.
Capítulo 11
Traducido por NaaN! Corregido por Sidonie
EL CONSEJO DE GUERRA DE LAS HADAS.
Una creciente luna carmesí se cernía sobre el campo esa noche, de color rojo óxido y
siniestro, bañándolo todo en un tono misterioso y sangriento. Copos de nieve caían de un
cielo casi despejado, escamas oxidadas bailaban en el viento, como si la luna misma
estuviera contaminada y corroyéndose a lo lejos.
Salí de mi tienda, que era pequeña y mohosa y que carecía de un claro ilusionario del
bosque, para encontrar a Ash y Puck esperándome al otro lado de las solapas. La
espeluznante luz roja resaltaba sus rasgos afilados y angulosos, pareciendo más inhumanos
que antes, sus ojos brillaban en la oscuridad. Detrás de ellos, el campamento estaba en
calma; nada se movía debajo de la dura luna roja, y la ciudad de tiendas de campaña parecía
un pueblo fantasma.
"Ellos te han llamado‖, dijo Ash con solemnidad.
Asentí. "Entonces no les haremos esperar."
La tienda de Oberón se alzaba por encima de las demás, dos banderas iguales ondeando
lánguidamente en la brisa. Una fina capa de nieve yacía en el suelo, marcada por las botas y
los pies con garras y pezuñas, todos dirigiéndose hacia el centro del campo.
Una parpadeante luz amarilla salía por las grietas en las solapas de la tienda, y me abrí paso
en el interior.
El claro del bosque todavía estaba allí, pero esta vez una mesa de piedra yacía en el centro,
rodeado de hadas con armadura. Oberon y Mab se situaban en la cabeza, imponentes y
sombríos, flanqueados por varios nobles sidhe. Un troll enorme, con cuernos de carnero
encorvados a través de su casco óseo, permaneció en silencio con los brazos cruzados,
observando los procedimientos, mientras que un centauro discutía con un jefe goblin,
ambos golpeando con sus dedos en el mapa sobre la mesa. Un enorme hombre-roble,
nudoso y retorcido, se agachaba para escuchar las voces a sus pies, con su curtido rostro
impasible.
"Te lo advierto,‖ dijo el centauro, los músculos en su flanco temblando de rabia, ―si tus
exploradores van a poner trampas en el borde del páramo, ¡házmelo saber para que mis
exploradores no caminen directo hacia ellas! He tenido a dos con piernas rotas por caer en
un pozo, y otro a punto de morir a causa de uno de tus dardos envenenados."
El jefe goblin rió. "No es mi culpa si tus exploradores no miran donde pisan," se mofó él,
dejando al descubierto una boca llena de colmillos torcidos. "Además, ¿qué hacían tus
exploradores tan cerca de nuestro campamento, eh? Robando secretos, seguro. A puesto a
que estáis celosos de que siempre hemos sido los mejores rastreadores.‖
"Basta." Oberon interrumpió antes de que el centauro pudiera saltar sobre la mesa y
estrangular al goblin. "No estamos aquí para pelear entre nosotros. Yo sólo quería saber lo
que tus investigadores han informado, no una guerra silenciosa entre ellos."
El centauro suspiró y le lanzó al duende una mirada asesina. "Es como dicen los goblins, mi
señor", dijo, dirigiéndose a Oberon. "Las escaramuzas que hemos luchado con las
abominaciones de Hierro parecen ser las unidades de avance. Nos están probando,
sondeando nuestras debilidades, sabiendo que no podemos seguirlos al Reino de Hierro.
Aún no hemos visto al ejército completo. Ni al Rey de Hierro.‖
"Señor," dijo uno de los generales sidhe, inclinándose ante Oberon, ―¿y si se trata de una
artimaña? ¿Y si el Rey de Hierro tiene la intención de atacar otra parte? Tal vez sería mejor
servir de defensa a Arcadia y a la Corte de Verano en vez de esperar en el borde de
wyldwood.‖
"No." Fue Mab quien habló entonces, fría e inflexible. "Si te vas de regreso a tu corte,
estaremos perdidos. Si el Rey de Hierro contamina wyldwood, Verano e Invierno no
tardarán en seguirlo. No podemos retirarnos a nuestros hogares. Nosotros debemos
mantener la línea aquí."
"Estoy de acuerdo," dijo Oberon con una voz que era definitiva. "Verano no se retirará de
esto. La única manera de proteger Arcadia, y todo de Nuncajamás, es detener el avance
aquí. Kruxas," dijo, mirando al troll. "¿Dónde están tus armadas? ¿Están en camino?"
"Sí, su majestad," gruñó el troll, asintiendo con su enorme cabeza. "Ellos estarán aquí
dentro de tres días, si no hay complicaciones."
"¿Y qué hay de los Antiguos?" Mab miró al general que había hablado. "Este es su mundo,
aunque ellos estén dormidos a lo largo de él. ¿Han prestado atención los dragones a nuestra
llamada a las armas?"
"No sabemos el estado de los pocos antiguos que quedan, su majestad." El general inclinó
la cabeza. "Hasta ahora, sólo hemos sido capaces de encontrar a uno, y no estamos seguros
de si ella nos ayudará. En cuanto al resto, o bien están en sueño todavía o se han retirado
profundamente en la tierra a esperar que esto termine."
Oberon asintió con la cabeza. "Entonces lo haremos sin ellos."
"Perdóneme, su majestad." Fue el centauro, quien habló de nuevo, dando a Oberon una
mirada suplicante. "Pero, ¿cómo detener al Rey de Hierro si se niega a participar con
nosotros? Todavía se esconde dentro de su tierra envenenada, mientras que nosotros
desperdiciamos vidas y recursos esperándolo. No podemos sentarnos aquí para siempre,
mientras que las abominaciones de Hierro nos derriban uno a uno."
"No," dijo Oberon, y me miró directamente. "No podemos."
Todas las miradas se volvieron hacia mí. Tragué saliva y resistí la tentación de huir
mientras Puck dejaba escapar una bocanada de aire y me daba una mirada irónica. "Bueno,
esa es nuestra señal."
"Meghan Chase ha aceptado entrar al yermo y encontrar el Rey de Hierro," dijo Oberon
mientras me acercaba con cautela a la mesa, seguida por Ash y Puck. Curiosas, incrédulas y
desdeñosas miradas me siguieron. "Su sangre mitad humana la va a proteger del veneno del
reino, y sin un ejército ella tiene la oportunidad de deslizarse a través de ellos sin ser
detectada." Los ojos de Oberon se estrecharon, y golpeó con un dedo el mapa. "Mientras
ella esté allí, debemos mantener esta posición a toda costa. Tenemos que darle el tiempo
que necesita para descubrir la ubicación del Rey de Hierro y matarlo. "
Mis intestinos se retorcieron, y mi garganta se secó. Yo realmente no quería volver a matar.
Todavía tenía pesadillas en las que clavaba una flecha en el pecho del Rey de Hierro
anterior. Pero había dado mi palabra, y todos contaban conmigo. Si quería volver a ver a mi
familia de nuevo, tenía que terminar con esto ahora.
"Su majestad." Fue un sidhe de Invierno quien habló esta vez, un guerrero alto con
armadura de hielo, su cabello blanco trenzado en su espalda. "Perdóneme, señor. Pero,
¿realmente estamos confiando la seguridad del reino, el Nuncajamás entero a esta...
mestiza? ¿Esta exiliada, que se burló de las leyes de ambas cortes?" Me lanzó una mirada
hostil, sus ojos azules centelleaban. "No es una de nosotros. Ella nunca será uno de
nosotros. ¿Por qué habría de importarle lo que ocurre con Nuncajamás? ¿Por qué debemos
incluso confiar en ella?"
"Ella es mi hija." La voz de Oberon era tranquila, pero tuvo el temblor de un terremoto que
se acercaba. "Y no necesitas confiar en ella. Sólo tienes que obedecer."
"Sin embargo, plantea un buen punto, Erlking," dijo Mab, que me sonreía de una manera
que hizo que se me pusiera la piel de gallina. "¿Cuáles son tus planes, mestiza? ¿Cómo
esperas encontrar al Rey de Hierro? y si lo haces, ¿qué vas hacer para detenerlo?"
"No lo sé," admití en voz baja, y disgustados gruñidos surgieron entorno a la mesa. "No sé
dónde está. Pero lo voy a encontrar, te lo prometo. Derroté a un Rey de Hierro… ustedes
sólo tienen que confiar en que puedo hacerlo otra vez."
"Estás pidiendo mucho de nosotros, mestiza," dijo otro hada, un caballero de Verano en
esta ocasión, mirándome con una dudosa y verde ácida mirada. "No puedo decir que me
gusta este plan tuyo, tal como es."
―No tiene que gustaros," dije, mirándolos a todos. "Y no tienen que confiar en mí. Pero
parece que soy la mejor oportunidad que tienen para detener al falso rey. No veo que
ninguno de ustedes se ofrezca voluntario para entrar al Reino de Hierro. Si alguien tiene
una idea mejor, me encantaría escucharla."
El silencio duró un largo momento, sólo roto por una risita débil de Puck. Miradas enojadas
y hoscas se dirigieron a mí, pero nadie se levantó para desafiarme. La cara de Oberón era
inexpresiva, pero Mab me miraba con una fría y aterradora mirada.
"Tienes razón, Erlking," dijo al fin, dirigiéndose a Oberon. "El tiempo es esencial. Vamos a
enviar a la mestiza al yermo para matar a la abominación llamada Rey de Hierro. Si tiene
éxito, la guerra será nuestra. Si muere…" Mab paró para mirarme, sus perfectos labios rojos
se curvaron en una sonrisa ―… no perdemos nada."
Oberon asintió, aún sin expresión. "Yo no te enviaría sola a menos que fueran
circunstancias graves, hija," continuó. "Sé que te estoy pidiendo mucho, pero me has
sorprendido anteriormente. Sólo ruego que me sorprendas otra vez."
"Ella no va a estar sola," dijo Ash en voz baja, sorprendiendo a todos. El príncipe se puso a
mi lado para hacer frente al consejo de guerra, con rostro y voz firme. "Goodfellow y yo
vamos con ella."
El Erlking lo miró. "Ya lo suponía, caballero," reflexionó. "Y admiro tu lealtad, aunque me
temo que al final te destruirá. Pero... haz lo que debas hacer. No te detendremos.‖
"Todavía creo que eres un tonto, muchacho," dijo Mab, dirigiendo su mirada fría hacia su
hijo menor. "Si dependiera de mí, te habría arrancado la garganta para evitar que hicieras
ese juramento. Pero si insistes en ir con la niña, la Corte Oscura tiene algo que podría
ayudar."
Yo parpadeé sorprendida, y Oberon se giró hacia Mab, levantando una ceja. Obviamente,
esto también era nuevo para él. Pero la Reina de Invierno no le hizo caso, pasando sus ojos
negros, oscuros y salvajes hacia mí.
"¿Esto te sorprende, mestiza?" Ella bufó con desdén. "Cree lo que quieras, pero no tengo
ningún deseo de ver muerto a mi último hijo. Si Ash insiste en seguirte al Reino de Hierro
de nuevo, él necesitará algo que lo proteja del veneno de ese lugar. Mis forjadores han
estado trabajando en un objeto que podría protegerlo del glamour de Hierro. Me dicen que
está casi listo."
Mi corazón dio un brinco. "¿Qué es?"
Mab esbozó una sonrisa fría y quebradiza, y se volvió hacia los expectantes feys.
"Déjennos," siseó. "Todos ustedes, con excepción de la niña y sus protectores, salgan."
Las hadas de Invierno se enderezaron de inmediato y se fueron, dejando el claro sin mirar
atrás. Los caballeros de Verano miraron dudosos a Oberon, quien les despidió con un gesto
brusco. De mala gana, se echaron hacia atrás, se inclinaron ante su rey, y siguieron a los
feys de Invierno fuera de la tienda, dejándonos a solas con los gobernantes de Faery.
Oberon lanzó a Mab una ecuánime mirada. "¿Ocultando cosas a la Corte de Verano, Lady
Mab?"
"No use ese tono conmigo, Señor Oyeron." Mab estrechó sus ojos hacia él. "Tú también
harías lo mismo. Miro por mi bien, no por el de los demás." Ella levantó sus manos y
palmeó una vez. "Heinzelmann, trae a la abominación."
La hierba crujió cuando tres hombres pequeños con rasgos de lagartos salieron de las
sombras y se acercaron a la mesa. Más pequeños que los enanos, apenas llegaban a mi
rodilla, pero no eran gnomos o duendes o goblins. Lancé una mirada interrogante a Ash, e
hizo una mueca.
"Kobolds," dijo. "Ellos son los forjadores de la Corte Oscura."
Los kobolds llevaban una jaula entre ellos, hecha de ramas enredadas que brillaban con
glamour de Verano, atrapando lo que sea que hubiera dentro. Mirándonos, siseando y
gruñendo y sacudiendo los barrotes de su jaula, había un gremlin*.
No pude evitar temblar cuando vi a la criatura. Los gremlins eran hadas de Hierro, pero tan
caóticas y salvajes, que ni siquiera los otros feys de Hierro querían estar alrededor de ellos.
Vivían en las máquinas y las computadoras y con frecuencia se congregaban en enjambres
enormes, por lo general ellos eran los que podían hacer más daño. Eran delgadas, pequeñas
y feas criaturas, una especie de cruce entre un mono desnudo y un murciélago sin alas, con
brazos largos, orejas acampanadas, y afilados dientes que brillaban de azul neón cuando
sonreían.
Ahora comprendía por qué Mab quería que todos se fueran. El gremlin no hubiera
sobrevivido a su viaje a la mesa, ya que probablemente más de un caballero lo habría
eliminado tan pronto lo hubiera visto. Oberon miró al hada siseante con la mirada de
alguien que observa un insecto particularmente repugnante, pero no hizo más que
pestañear.
Los kobolds lanzaron la jaula sobre la mesa, donde el gremlin gruñó y nos escupió,
revoloteando de un lado a otro del contenedor. El Kobold más alto, una criatura de ojos
amarillos con el pelo espeso, sonrió, y agitó su lengua como un lagarto. "Esssstá listo, reina
Mab," siseó. "¿Le gustaría llevar a cabo el ritual?"
La sonrisa de Mab era completamente atemorizante. "Dame el amuleto, Heinzelmann."
El kobold le entregó algo que brilló brevemente en la penumbra. Sin dejar de sonreír, la
reina de Invierno se volvió hacia el gremlin, mirándolo con un brillo depredador en sus
ojos. El gremlin le gruñó. Levantando su puño, la reina comenzó a cantar, con palabras que
no entendía, palabras que ondulaban con poder, girando alrededor de ella como un
torbellino. Sentí un tirón en el interior, como si mi alma intentara salir de mi cuerpo y volar
en ese torbellino. Di un grito ahogado y sentí a Ash tomar mi mano, apretando con fuerza
como si también temiera que yo volara lejos.
El gremlin arqueó su espalda con la boca abierta, y lanzó un desgarrador gemido. Vi algo
oscuro, irregular, como una nube sucia, que surgía de la boca del gremlin y era arrastrado
hacia el torbellino. Mab continuó cantando, y como un tornado siendo absorbido por un
desagüe, el vórtice se desvaneció en lo que sea que tenía en la mano. El gremlin se
derrumbó, con espasmos y chispas saltando de su cuerpo las cuales se esfumaban en la
piedra. Con una sacudida final, se quedó inmóvil.
Tenía la boca seca mientras Mab se volvía hacia nosotros con una mirada de triunfo en su
rostro. "¿Qué hiciste con él?" Le pregunté con voz ronca.
Mab levantó la mano. Un amuleto colgaba de una cadena de plata fina, lanzando destellos
como una gota de agua al sol. Era una cosa pequeña, con forma de lágrima, sostenida con
dientes de hielo. La lágrima era tan clara como el cristal, y pude ver algo retorcerse como
humo en el interior.
"Hemos encontrado una forma de atrapar la esencia de vida de la criatura de Hierro,"
ronroneó Mab, sonando terriblemente satisfecha de sí misma. "Si el amuleto funciona, éste
será capaz de atraer el glamour de Hierro del portador hacia su interior, limpiándolo y
protegiéndolo del veneno. Incluso serás capaz de tocar el hierro sin quemarte. Gravemente,
en cualquier caso." Ella se encogió de hombros. "Al menos, eso es lo que me dicen mis
forjadores. No se ha probado todavía."
"¿Y ese es el único?" Ash cabeceó hacia el gremlin sin vida, con el rostro incierto. La
criatura parecía aún más pequeña muerta que viva, tan frágil como un montón de ramas.
Mab soltó una risa cruel, sacudiendo la cabeza.
"Oh, no, querido." Ella dejó colgar el amuleto, girando lentamente en su cadena. "Muchas,
muchas abominaciones entraron en la elaboración de este encanto. Es por eso que no podía
entregárselo a cualquiera. Capturar seres vivos resulta... difícil."
"Y…" me quedé mirando la niebla que se retorcía en el cristal, sintiéndome ligeramente
enferma, "… ¿tienes que matarlos para que funcione?"
"Estamos en guerra, humana." La voz de Mab era fría y sin remordimientos. "Es matar o
ser destruidos por nosotros mismos." La reina frunció la nariz, mirando con desprecio el
cuerpo retorcido del gremlin. "El reino de Hierro está corrompiendo nuestros hogares y está
envenenando a nuestro pueblo. Creo que este intercambio es justo, ¿no crees?‖
Yo no estaba segura de eso, pero Puck se aclaró la garganta, llamando nuestra atención.
"Odio sonar codicioso y todo eso," dijo, "pero ¿el chico de hielo es el único que tendrá una
pieza brillante de joyería? Ya que somos tres los que vamos al Reino de Hierro."
Mab le lanzó una mirada gélida. "No, Robin Goodfellow," dijo, haciendo sonar el nombre
de Puck como una maldición. "La criatura que nos mostró cómo hacer esto insistió en que
debías tener uno también." Hizo un gesto, y el Heinzelmann, el kobold se acercó a Puck
con una sonrisa, entregándole otro amuleto en una cadena. Este tenía enredaderas
enroscadas alrededor del cristal en vez de hielo, pero eran idénticos. Puck sonrió mientras
se lo colocaba alrededor del cuello, dando a Mab una leve inclinación de cabeza, la cual
ella ignoró.
Haciéndole señas a Ash para que se ehcara hacia delante, Mab colgó el amuleto alrededor
de su cuello cuando se inclinó. "Esto es lo mejor que podemos hacer por ti," dijo mientras
Ash se enderezaba, y por un momento, la Reina de Invierno parecía casi arrepentida,
mirando fijamente a su hijo. "Si no puedes derrotar al Rey de Hierro, entonces estaremos
perdidos."
"No fallaremos," dijo Ash en voz baja, y Mab colocó una palma en su mejilla, mirándolo
como si no fuera a verlo de nuevo.
"Una última cosa," agregó mientras Ash daba un paso atrás. "La magia en el amuleto no es
permanente. Se debilita y se corroe con el tiempo, y por consiguiente se romperá por
completo. Los forjadores también me dicen que cualquier uso de glamour acelerará la
destrucción del encanto, así como estar en contacto directo con cualquier cosa hecha de
hierro. Cuánto tiempo durará, no están seguros. Sin embargo, sí están de acuerdo en una
cosa: no va a durar para siempre. Una vez que entren en el Reino de Hierro, tendrán un
tiempo limitado para encontrar su objetivo y matarlo. Así que yo me daría prisa si fuera
usted, Meghan Chase."
Oh, por supuesto, pensé, mientras mis tripas se retorcían y se hundían hasta mis pies. Esta
situación imposible también viene con un límite de tiempo. Sin presiones.
"¡Reina Mab!"
El grito, agudo y cargado de gravedad, se hizo eco desde el otro lado del claro, y un
momento después, un arbusto de hojas entró en la tienda y se agitó alrededor de los pies de
Mab. Me tomó un momento darme cuenta de que era un goblin con hojas y ramitas pegadas
a sus ropas, el cual armonizaba a la perfección con el bosque.
"¡Reina Mab!" dijo en un tono áspero. "¡Feys de hierro! ¡Snigg divisó muchas feys de
Hierro acampando en el borde del páramo! ¡Den la alarma! ¡Preparen las armas! ¡Corran,
corran!"
Mab se agachó y en un deslumbrante gesto rápido, agarró al goblin frenético por el cuello,
y lo levantó en el aire.
"¿Cuántos son?" Preguntó en voz baja, mientras que el goblin se ahogaba y pateaba
débilmente en su agarre, meneando su camuflaje de hojas.
"Um." El duende dio un último movimiento y se calmó. "¿Unos cientos?" Graznó él.
"Muchas luces, muchas criaturas. Snigg no pudo conseguir más, lo siento."
"¿Y se están acercando, o se han detenido?" Continuó Mab en lo que habría sido una voz
tranquila y razonable, si la mirada vidriosa en sus ojos no hubiera traicionado a su temor.
"¿Tenemos tiempo para prepararnos, o están justo a nuestras puertas?"
"Unos pocos kilómetros, su majestad. Snigg corrió todo el camino de regreso cuando los
vio, pero habían acampado, acamparon durante la noche. Snigg supone que van a atacar al
amanecer."
"Así que tenemos un poco de tiempo, al menos." Mab tiró al goblin como si estuviera
lanzando una lata vacía. "Ve e informa a nuestras fuerzas que la batalla está cerca. Dile a
los generales que vengan, para discutir nuestra estrategia para la mañana. ¡Ve!"
El duende huyó, un frondoso arbusto saliendo de la tienda. Mab se volvió hacia Oberon.
"Es tremendamente conveniente," siseó, frunciendo el ceño, "tu hija aparece y somos
atacados de inmediato. Es casi como si vinieran tras ella."
Me invadió un oscuro y absoluto miedo. Podía manejar uno o dos oponentes, pero no a
todo un ejército. "¿Qué puedo hacer?" pregunté, tratando de ocultar el temblor de mi voz.
"¿Quieren que me vaya ahora?"
Oberon negó con la cabeza. "No esta noche," dijo con firmeza. "El enemigo está a nuestras
puertas, y podrías caminar directa a sus fauces."
"Yo podría escabullirme-"
"No, Meghan Chase. No voy a arriesgar tu descubrimiento. Hay demasiado en juego para
que seas capturada y asesinada. Lucharemos mañana y cuando sean derrotados, tendrás un
camino claro hacia el Reino de Hierro."
"Pero-"
"Hija, no voy a discutir contigo." Oberon se giró y me miró con inquebrantables ojos
verdes, su voz era profunda e intensa. "Te quedarás aquí, donde te podamos proteger, hasta
que la batalla esté ganada. Sigo siendo el rey y esa es mi última palabra sobre el asunto."
Me miró furioso, y yo no protesté. A pesar de los lazos familiares, todavía era el Señor del
Verano; y hubiese sido peligroso presionarlo más. Mab frunció la nariz, sacudiendo la
cabeza con desaprobación. "Muy bien, Erlking," dijo, irguiéndose. "Tengo que preparar mis
tropas para la batalla. Con permiso."
Con una última sonrisa fría, la Reina de los Fey de Invierno dejó el claro. La vi salir de la
tienda, y me volví hacia Oberon. "¿Y ahora qué?"
"Ahora," respondió Oberon, "nos preparamos para la guerra."
-fin cap-
*gremlin: diablillo/duendecillo travieso.
CAPÍTULO 12
Traducido por Nanndadu Corregido por Sidonie
EL CABALLERO TRAIDOR
El campamento festejó esa noche. Una vez que la palabra del inminente ataque salió, la
emoción y la anticipación se esparcieron como un fuego abrasador, hasta que ya no pudo
ser contenido por unas cuantas tiendas de campaña estrechas. Las hadas pululaban por las
calles como un grupo de juerguistas después de un partido de hockey, ingiriendo hasta
agotarse comida, alcohol y otras cosas más cuestionables. Tambores y gaitas, primitivas y
oscuras, se hacían eco en el viento, golpeando a un ritmo salvaje. A cada lado del
campamento, enormes fogatas fueron encendidas, rugiendo como fénix en la noche,
mientras los ejércitos del Verano y el Invierno, bailaban, bebían y cantaban toda la noche.
Me quedé atrás de los fuegos principales, evitando los bailes y la bebida y los otros actos
que ocurrían en las sombras. En donde estaba parada, con una taza de té negro que
calentaba mis manos, podía ver los fuegos de Verano e Invierno y las negras siluetas
danzando a su alrededor. Del lado de Unseelie, goblins y redcaps* cantaban oscuras y
groseras canciones de batalla, usualmente sobre sangre, carne y partes del cuerpo, mientras
que las dríadas y ninfas de los árboles se balanceaban en una fascinante danza alrededor del
campamento Seelie, moviéndose como ramas en el viento. Una sylph* revoloteaba,
perseguida por un sátiro, y un ogro levantaba todo un barril de cerveza sobre su boca
abierta, bañando su rostro en el oscuro licor.
―Nadie creería que hay una batalla mañana,‖ le murmuré a Ash, que estaba apoyado contra
un árbol, sosteniendo ligeramente una botella verde entre dos dedos. De vez en cuando, él
levantaba la botella y tomaba un sorbo de un solo trago, pero yo no era tan tonta como para
pedirle que la compartiera. El vino de hadas es una cosa potente, y no tenía el deseo de
pasar el resto de la noche como un erizo, o mantener una conversación con un conejo rosa
gigante. ―¿La tradición no es celebrar después de ganar?‖
―¿Y si no hay un mañana?‖ Ash giró su mirada hacia la fogata de los Unseelie, donde los
duendes estaban cantando algo sobre dedos y carne de carnicero. ―Muchos de ellos no
vivirán para ver otro amanecer. Y una vez que morimos no queda nada. No hay existencia
más allá de esta.‖ Aunque su voz era segura, una sombra se cernió en sus ojos. Él tomó un
trago de vino y me miró, una esquina de sus labios tiró hacia arriba. ―Yo creo que ustedes
los mortales tienen una frase: ¿come, bebe y sé feliz, porque mañana podrías morir?‖
―Oh, eso no es para nada morboso, Ash.‖
Antes de que él pudiera replicar, algo trastrabilló en nuestro pequeño espacio, tropezó y
cayó frente a mis pies. Era Puck, no tenía camisa, y su cabello rojo era un desastre. Él me
sonrió, una corona de margaritas estaba entrelazada por su cabello y una botella en su
mano. Un grupo de ninfas lo rodearon un segundo después, riendo entre dientes. Me eché
hacia atrás mientras ellas pululaban a su alrededor.
―Oh, ¡hey, princesa!‖ saludó Puck estúpidamente mientras las ninfas tiraban de sus pies,
aún riendo. Sus cabellos brillaban, sus ojos brillaban, y yo apenas lo reconocía. ―¿Quieres
jugar una partida de phouka con nosotros?‖
―Um. No gracias, Puck.‖
―Haz lo que quieras. Pero sólo se vive una vez, princesa.‖ Y Puck dejó que se lo llevaran
las ninfas, desapareciendo entre la multitud junto al fuego. Ash sacudió su cabeza y tomó
un trago de su botella. Me quedé observando tras ellos, sin saber qué sentir.
―Ese es un lado de él que no había visto antes,‖ murmuré al final, encogiéndome de
hombros ante el viento. Ash rió.
―Entonces no conoces a Goodfellow también como crees.‖ El hada oscura se apartó del
árbol y se acercó a mí, tocando ligeramente mi hombro. ―Trata de descansar un poco. La
celebración solo se pondrá más salvaje a medida que continúe la noche, y no querrás ver lo
que sucede cuando las hadas están extremadamente ebrias. Además, querrás algunas horas
de sueño antes de la batalla de mañana.‖
Me estremecí mientras me ponía de pie, mi estómago se encogía al pensar en la inminente
batalla. ―¿Tengo que luchar también?‖ Pregunté mientras caminaba hacia mi tienda. Ash
suspiró.
―No si tengo que decir algo al respecto,‖ dijo él, casi para sí mismo. ―Y tampoco creo que
Oberon te quiera en el medio de ella. Eres demasiado importante para arriesgarte a ser
asesinada.‖
Estaba aliviada, pero al mismo tiempo, me invadió la culpa. Estaba cansada de que las
personas murieran mientras yo me quedaba sin hacer nada, impotente. Tal vez era hora de
que luchara mis propias batallas.
Alcanzamos mi tienda y vacilé, mi corazón repentinamente se estremecía con locura. Podía
sentir su presencia a mi espalda, fuerte y tranquila, haciendo que mi piel hormigueara. La
oscuridad detrás de la portezuela se agitaba tentadoramente, y las palabras danzaban en la
punta de mi lengua, siendo retenidas por el nerviosismo y el miedo.
Sólo escúpelo, Meghan. Pídele que se quede contigo esta noche. ¿Qué es lo peor que
podría pasar? ¿Que diga que no? Me estremecí por dentro de la vergüenza. Está bien, eso
apestaría. ¿Pero él realmente se negaría? Sabes que te ama. ¿Qué estás esperando?
Tomé un respiro. ―Ash…um…‖
―¡Príncipe Ash!‖ Un caballero de Invierno marchó a través de la línea de tiendas e hizo una
reverencia cuando llegó a nosotros. Quería patearlo, pero Ash parecía divertido.
―Así que, ¿soy un príncipe de nuevo?‖ Reflexionó en voz baja. ―Muy bien. ¿Qué quieres,
Deylin?‖
―La Reina Mab ha solicitado su presencia, su alteza,‖ continuó el caballero, ignorándome
completamente. ―Desea que se encuentre con ella en su tienda en el lado del campamento
del Invierno. Me quedaré aquí y protegeré a la princesa del Verano hasta—‖
―Yo ya no respondo ante la Reina Mab,‖ dijo Ash, y el caballero lo miró boquiabierto. ―Si
mi señora desea que vaya, honraré su demanda. Si ella no lo desea, entonces te pediré que
le envíes a la reina mis disculpas.‖
El caballero del Invierno continuo luciendo estupefacto, pero Ash se giró hacia mí, serio y
formal, aunque podía sentir un secreto triunfo muy profundo. ―Si quieres que me quede,
solo tienes que decirlo,‖ dijo él tranquilamente. ―O puedo ir y ver qué es lo que quiere Mab.
Tus deseos son órdenes para mí.‖
Estaba tentada, pero que muy tentada, de pedirle que se quedara. Quería empujarlo dentro
de mi tienda y hacer que ambos olvidáramos la guerra, la corte y la inminente batalla, sólo
por una noche. Pero Mab estaría incluso más furiosa, y realmente no quería enfurecer a la
Reina del Invierno más de lo que ya lo había hecho.
―No,‖ suspiré. ―Ve a ver que quiere Mab. Estaré bien.‖
―¿Estás segura?‖
Asentí, y retrocedí. ―Estaré cerca,‖ dijo él. ―Y Deylin estará justo afuera. Puedes confiar en
él, pero si me necesitas, sólo llama.‖
―Lo haré,‖ respondí, y lo observé alejarse hasta que desapareció en las sombras, mi piel
zumbaba con deseos frustrados. Deylin me dio una brusca reverencia y se alejó,
posicionándose justo frente a mi tienda. Suspirando, me metí dentro y me dejé caer en mi
cama, cubriendo mi acalorado rostro con una almohada. Mi cabeza se arremolinó con
pensamientos y sentimientos olvidados, haciendo imposible que me relajara. Por un largo
tiempo, solo podía pensar en cierto caballero oscuro, y cuando finalmente me quedé
dormida, él continuó invadiendo mis sueños.
Algo sujetó con fuerza mi boca en la oscuridad, amortiguando mi sobresaltado grito. Me
sacudí, pero me encontré inmovilizada sobre mi espalda, mis brazos cruzados sobre mi
cuerpo aplastados contra mi cintura. Un caballero armado se cernió sobre mí, un casco
completo y una visera ocultaban su rostro.
―Shhhhhh.‖ El caballero presionó un dedo en sus labios a través del casco. Podía sentirlo
sonreír detrás de la visera. ―Relájese, su alteza. Esto será mucho más fácil si no lucha.‖
Me resistí desesperadamente, pero el guante sobre mi boca me golpeó, apretando hasta que
las lágrimas se formaron en mis ojos. El caballero suspiró. ―Veo que quieres hacer esto de
la forma difícil.‖
El guante aumento el frío helado sobre mi piel, como fuego ardiente. Golpeé y pateé, pero
no podía desplazar el peso sobre mi pecho o la mano en mi rostro. Hielo se formó en mi
piel, esparciéndose sobre mis mejillas y mi mandíbula, congelando mis labios cerrados. El
caballero rió y removió su mano, dejándome respirando entrecortadamente por mi nariz
contra la helada mordaza. Mi rostro se sentía como si hubiese sido salpicado con ácido, y
un violento frío corroyera mis huesos.
―Eso está mejor.‖ El caballero se sentó hacia atrás, asentando su peso más uniformemente,
y me miró fijamente. ―No querrás que el querido Ash venga corriendo todavía, ¿no es así?‖
Me sacudí con fuerza en reconocimiento. Conocía esa petulante y arrogante voz. El
caballero vio mi reacción y rió.
Alcanzando su casco, hizo girar la visera, confirmando mi sospecha. Mi corazón se aceleró,
y me estremecí con violencia, tratando de controlar mi miedo.
―¿Me extrañaste, princesa?‖ Rowan sonrió, sus ojos azul diamante brillaban en la
oscuridad, y si pudiera habría gritado de repulsión. El hermano mayor de Ash lucía
diferente ahora; su una vez apuesto rostro, parecía un cráter de carne cruda y feas
quemaduras. Heridas abiertas rezumaban líquido por sus mejillas, y su nariz se había caído,
dejando horribles agujeros. Él me recordaba a una sonriente calavera, con brillantes ojos
hundidos en su cabeza, brillando con dolor y locura.
―¿Te doy asco?‖ susurró, mientras yo luchaba con el impulso de jadear. ―Esto no es más
que un proceso, princesa, mi ritual de paso. El hierro quemará la débil e inútil carne, hasta
que yo renazca como uno de ellos. Tan sólo debo soportar el dolor hasta que esté completo.
Cuando el Iron King se haga cargo del Nuncajamás, yo seré el único de los de sangre
Antigua que resista el cambio.‖
Sacudí mi cabeza, queriendo decirle que estaba equivocado, que no había ningún ritual de
paso, que el falso rey sólo lo estaba usando como a todos los demás. Pero por supuesto, no
podía hablar a través del hielo, y Rowan repentinamente sacó una daga, la espada onyx fina
y dentada como los bordes de los dientes de un tiburón.
―El Rey de Hierro quiere hacer los honores él mismo,‖ susurró él, ―pero todo lo que
necesitas es estar apenas viva cuando llegues allá. Pienso que te cortaré unos cuantos dedos
y los dejaré atrás para que Ash los encuentre antes de que nos vayamos. ¿Qué dice, su
alteza?‖
Él cambió su peso para dejar libre uno de mis brazos, agarró mi muñeca, y la sujetó en el
suelo a pesar de mi salvaje sacudida. ―Oh, sigue retorciéndote, princesa,‖ susurró él. ―Hace
esto tan erótico.‖ Alzando el cuchillo, lo posicionó sobre mi mano, escogiendo un dedo.
Tomé un profundo respiro para calmar mi pánico y traté de pensar. Mi espada estaba cerca,
pero no podía mover mi brazo. Usar el glamour no me daría escape y me enfermaría pero
no tenía elección esta vez. Rowan pinchó mis dedos expuestos con la punta del cuchillo,
dibujando pequeñas gotas de sangre y extendiendo el tormento, me concentré en la
empuñadura.
La madera es madera. La voz de Puck resonó en mi mente. Ya sea un árbol muerto, el lado
de un barco, una ballesta de madera o el simple palo de una escoba, la magia del Verano
puede llevarlo a la vida de nuevo, sólo por un momento. Concéntrate.
Una oleada de glamour, y brillantes espinas brotaron de la empuñadura, apuñalando a
través del guante y dentro de la piel de Rowan. El cuarto se arremolinó mientras los mareos
vinieron casi de inmediato, y rompí la conexión mientras Rowan gritaba, sacudiéndose
hacia atrás y liberando mi brazo. Exactamente como esperaba. Con un grito interno, me
puse de pie, ignorando las pegajosas nauseas, y metí mi mano libre bajo su visera, arañando
su horrible y quemado rostro.
Esta vez, el grito de Rowan hizo temblar las paredes. Dejando caer su cuchillo, él fue a
cubrir su rostro y lo empujé lejos con todas mis fuerzas. Luchando de pie, me giré y saqué
mi espada con una mano, aferrándome a mi congelado rostro con la otra. El hielo se rompió
en pedazos, sintiéndose como si pedazos de piel se cayeran con ellos. Parpadeé alejando las
lágrimas mientras Rowan se ponía en pie, con una expresión asesina.
―¿Realmente pensaste que me ibas a vencer?‖ Sacando su espada, que era azul hielo y con
dientes como el cuchillo, Rowan dio un paso adelante. Sangre corría por un lado se su
rostro, y un ojo estaba cerrado. ―¿Por qué no corriste, princesa?‖ reflexionó. ―Corre hacia
Ash y tu padre, no puedo perseguirte a través de todo el campamento. Debiste haber
corrido.‖
Arranqué lo último del hielo de mis labios y lo escupí en el piso entre nosotros, probando la
sangre. ―Estoy cansada de correr,‖ dije, viendo su único ojo bueno estrecharse. ―Y tampoco
voy a dejar que me apuñales por la espalda. Quiero que le lleves un mensaje al falso rey.‖
Rowan sonrió, sus dientes brillando como colmillos en su destrozado rostro, y se acercó
con facilidad. Sostuve mi postura, clavándome en una postura defensiva como Ash me
había enseñado. Seguía asustada, porque había visto a Rowan luchar con Ash antes, sabía
que era mejor que yo. Pero la ira eclipsaba ahora al miedo, y apunté a Rowan con mi
espada. ―Le dirás al falso rey que no tiene que enviar a nadie más para que me atrape,‖ dije
con la voz más firme que pude manejar. ―Iré por él. Iré por él, y cuando lo encuentre, lo
mataré.‖
Con una sacudida, me di cuenta de que lo decía en serio. Era él o mi familia, ambos
mortales y hadas. Para que todos los demás vivieran, el rey falso tenía que morir. Como
Grim profetizó una vez, me había convertido en una asesina de la corte.
Rowan se burló, no muy convencido. ―Me aseguraré de decírselo, princesa,‖ se burló. ―Pero
no creas que vas a escapar de mí ilesa.‖ Él dio otro paso al frente, y yo retrocedí, hacia las
solapas de la tienda. ―Creo que tomaré una oreja como trofeo, solo para mostrarle al rey que
no le fallé.‖
Él se abalanzó, un deslumbrante movimiento rápido que me tomó por sorpresa. Me moví
hacia atrás, barriendo mi espada para eludirlo, logrando esquivar su espada, pero yo no fui
lo suficientemente rápida. La punta rozó mi piel, cortando una línea ardiente a lo largo de
mi mejilla. Me moví torpemente, tropezando con algo en la puerta y caí hacia atrás fuera de
la tienda.
El cuerpo congelado y sin vida de Deylin miraba hacia mí, sus ojos abiertos con sorpresa.
Mientras observaba, el cuerpo del hada se agitó, y luego se disolvió como un cubo de agua
en el microondas, hasta que no quedó nada más que un charco de agua en la tierra.
Maldiciendo, me puse de pie, alejándome de la entrada. Mi mejilla ardía, y podía sentir
algo caliente corriendo por mi rostro. ―¡Ash!‖ grité, mirando alrededor salvajemente.
―¡Puck! ¡Es Rowan! ¡Rowan está aquí!‖
El campamento estaba oscuro, en silencio. La hadas yacían inconscientes en el suelo,
roncando donde habían caído, había tazas y botellas esparcidos por todas partes. El humo,
proveniente de maderas carbonizadas, se enroscaba perezosamente en el aire, y las brasas
parpadeaban ligeramente en la oscuridad.
Rowan salió de la tienda, empujando a un lado las solapas y entrando descaradamente a
campo abierto, burlándose todo el tiempo. Aún sonriendo, él puso dos dedos en la boca y
dejó salir un silbido penetrante que sobrepasó los árboles. ―¿Huyendo ahora, princesa?‖
preguntó él, mientras las hadas empezaban a gemir y a moverse, parpadeando y
confundidos. ―¿Cómo esperas asesinar al Rey de Hierro si ni siquiera puedes pasar a su
caballero?‖
―Encontraré una forma,‖ le dije, manteniendo mi espada apuntando a su pecho. ―Lo hice
antes.‖
Rowan rió. ―Entonces esperaremos por ello, princesa. Saluda a Ash por mí.‖
―¡Rowan!‖
El grito de furia de Ash hizo eco a través del campamento. El oscuro príncipe apareció a mi
lado de la nada, la ira girando a su alrededor en una nube negro y roja. La mirada en sus
ojos cuando encaró a su hermano era aterradora: esa blanca y vidriosa mirada asesina que
prometía no tener piedad.
Rowan rió y levantó un brazo.
Un bramido en respuesta resonó sobre nuestras cabezas, y un dragón de dos toneladas de
escamas marrones aterrizó en medio de nosotros, rugiendo y arremetiendo con su cola. Vi
la brillante púa envenenada venir hacia mí y cortarse salvajemente con mi espada, justo por
la punta. La púa y el final de la cola cayeron, retorciéndose en el suelo, aunque la fuerza del
golpe me hizo caer. En el mismo instante, la espada de Ash repartió golpes, cortando a
través de un bulboso ojo amarillo.
El dragón gritó y se retrocedió, y con un rápido movimiento, Rowan saltó encima del cuello
con escamas mientras se abalanzaba hacia el cielo, batiendo en el aire con las ásperas y
destrozadas alas. Elevándose por encima de nuestras cabezas, el enorme lagarto se apresuró
hacia el borde de los árboles y desapareció por el agujero que lleva al Reino de Hierro, la
risa burlona de Rowan resonaba a su paso.
Jadeando, Ash envainó su espada y me ayudó a ponerme en pie. ―¿Meghan, estás bien?‖
preguntó él, su mirada pasando por mi rostro, descansando en el corte de mi mejilla.
―Siento no haber estado aquí antes. Mab quería un reporte completo desde el tiempo en que
fuimos exiliados. ¿Qué sucedió?‖
Hice una mueca. Hablar dolía ahora; mis labios estaban en carne viva y ensangrentados, y
el lado izquierdo de mi rostro se sentía como si alguien hubiese aplastado una estufa
encendida. ―Él apareció en mi tienda presumiendo que se iba a convertir en un hada de
Hierro, y que el falso rey estaba esperándome. Él iba a cortar mis dedos y los iba a dejar
para que los encontraras,‖ continué, mirando a Ash, viendo como estrechaba sus ojos, ―pero
eso fue antes de que arañara sus ojos. Ow.‖ Comprobé con cautela mi mejilla, haciendo una
mueca mientras mis dedos se manchaban con sangre. ―Bastardo.‖
―Lo mataré,‖ murmuró Ash con esa nueva y aterradora voz. Sonaba como una promesa, a
pesar de que no dijo las palabras. La mirada asesina en sus ojos hablo lo suficientemente
alto.
―¡Princesa!‖ Puck apareció entonces, aún sin camisa, con el cabello como si un buitre
hubiese anidado en él. ―¿Qué sucedió? ¿Era Rowan ese que acaba de salir de aquí corriendo
como el demonio? ¿Qué está pasando?‖
Le miré con el ceño fruncido, apenas deteniéndome de preguntarle qué estuvo haciendo
toda la noche. Las flores estaban todavía tejidas en su cabello, y no podía decir si lo que
veía en su piel desnuda eran rasguños o no. ―Ese era Rowan,‖ le dije en su lugar. ―No sé
cómo se escabulló en el campamento, pero lo hizo. Y puedes estar seguro de que fue a
decirle al rey falso que estoy aquí.‖
Ash estrechó sus ojos. ―Entonces deberíamos estar listos para ellos.‖
La fuerte explosión de un cuerno hizo eco sobre los árboles justo entonces, alto y repentino.
Fue seguido por otro, y otro, mientras las hadas se despertaban sobresaltadas o salían de sus
tiendas, parpadeando alarmados. Ash levantó su cabeza y siguió el sonido, el fantasma de
una sonrisa feroz cruzó su rostro.
―Ya vienen.‖
El campamento estalló en un organizado caos. Feys saltaron sobre sus pies, arrebatando
armas y armaduras. Capitanes y tenientes aparecieron, dando órdenes, dirigiendo a sus
escuadrones a formar filas. Cuidadores de grifos y dragones corrían para preparar a sus
bestias para el combate, y los caballeros empezaron a ensillar sus corceles fey, mientras los
caballos sacudían sus cabezas y hacían cabriolas con anticipación. Por un momento, tuve la
irreal sensación de estar en el centro de una película de fantasía medieval, al estilo de El
señor de los Anillos, con todos los caballos y caballeros corriendo de acá para allá. Luego la
plena realidad me golpeó, haciéndome sentir náuseas. Esto no era una película. Esto era una
batalla real, con criaturas reales que harían su mejor esfuerzo por matarme.
―¡Meghan Chase!‖
Un par de sátiros femeninos trotaron hacia mí, agachándose y zigzagueando entre la
multitud, sus peludas patas de cabra saltando por el barro. ―Tu padre nos envió para
asegurarse de que estabas apropiadamente vestida para la batalla,‖ dijo una de ellos
mientras se acercaba. ―Él tiene diseñado algo especialmente para ti. Si usted nos sigue, por
favor.‖
Hice una mueca. La última vez que Oberon había tenido algo diseñado especialmente para
mí, fue un horrible vestido de fantasía que me negué a usar. Pero Ash soltó mi brazo y me
dio un gentil empujón hacia los sátiros que esperaban.
―Ve con ellas,‖ me dijo. ―Tengo que encontrar algo para mí mismo también.‖
―Ash…‖
―Volveré pronto. Cuida de ella, Goodfellow.‖ Y se alejó, desapareciendo entre las
multitudes.
Los sátiros me hicieron señas con impaciencia, y los seguimos a una extraña tienda en el
lado del campamento del Verano. El material era ligero y diáfano, cubierto en los polos de
ténues filamentos que me traían el incómodo recuerdo a telarañas. Los sátiros me
condujeron a través de las solapas, pero me giré y detuve a Puck en la entrada, diciéndole
firmemente que tendría que esperar afuera mientras me vestía. Ignorando su estúpida
mirada de soslayo, esperando que él no se convirtiera en un ratón y así escabullirse en la
tienda y observar, entré.
El interior de la tienda estaba oscuro y cálido, las paredes estaban cubiertas con telarañas
que crujían y se deslizaban, como si cientos de pequeñas criaturas se escurrieran a través de
ellas. Una alta y pálida mujer con un largo cabello oscuro me estaba esperando en la oscura
habitación, sus redondos ojos negros brillaban en su estrecho rostro.
―Meghan Chase,‖ dijo la mujer con voz áspera, sus enormes ojos negros siguiendo todos
mis movimientos. ―Has llegado. Qué casualidad que nos encontremos de nuevo.‖
―Lady Weaver.‖ Asentí, reconociendo a la costurera de cabecera de la Corte Seelie, y
reprimí el impulso de frotar mis brazos. La conocí anteriormente en mi primer viaje a
Faery, y como aquella vez, su presencia me hizo sentir picor, como si miles de insectos se
arrastrasen sobre mi piel.
―Ven, ven,‖ dijo Lady Weaver, haciéndome señas con una pálida mano de araña. ―La
batalla está a punto de comenzar, y tu padre deseaba que yo diseñara tu armadura.‖ Ella me
guió hacia la parte trasera de la tienda, donde algo brillaba en la oscuridad, sostenido por
finas hebras blancas. ―Es mi mejor trabajo hasta ahora. ¿Qué te parece?‖
A primera vista, lucía como un largo abrigo de algún tipo, sujeto en la cintura y dividido
para destellar detrás de las piernas. Mirando más de cerca, vi que el material estaba hecho
de pequeñas escamas, flexibles al tacto, aún así imposiblemente fuertes. La parte trasera
estaba llena de intrincados diseños que parecían casi geométricos en la naturaleza. Guantes,
canilleras, leggings y botas, hechas con el mismo material escamado, completando el
atuendo.
―Wow,‖ dije, acercándome. ―Es hermoso.‖
Lady Weaver lloriqueó.
―Como de costumbre, mis talentos son menospreciados,‖ ella suspiró, chasqueando sus
dedos a los dos sátiros quienes se adelantaron. ―Heme aquí, la más grande costurera en
Nuncajamás, reducida a tejer una armadura de escamas de dragón para mestizos sin refinar.
Muy bien, niña. Pruébatelo. Te quedará perfecto.‖
Los sátiros me ayudaron a entrar en el traje, el cual era más ligero y flexible de lo que pensé
que sería. A excepción de los guantes y canilleras ni siquiera me sentía como si estuviera en
una armadura. Lo que supuse que era el punto.
―Genial,‖ vino una voz de la puerta, y Puck se paseó dentro. Parpadeé sorprendida. Él
también estaba vestido para la batalla, con una coraza de cuero sobre un traje de metal
verde-plateado, oscuros guantes de cuero, y botas de caña altas. Un pañuelo verde colgaba
de su cinturón, decorado con enredaderas y hojas, y gruesas hombreras salían de su
clavícula, que parecían de corteza áspera y espinosa.
―¿Sorprendida, princesa?‖ Puck se encogió de hombros, haciendo que los picos en sus
hombros se movieran hacia arriba. ―Normalmente no uso armaduras, pero claro,
normalmente tampoco me enfrento a un ejército de feys de Hierro. Pensé que estaría bien
tener algo de protección.‖ Él escaneó mi atuendo y asintió con aprobación. ―Impresionante.
Verdaderas escamas de dragón, que resistirán casi cualquier cosa.‖
―Eso espero,‖ murmuré, y Lady Weaver resopló.
―Por supuesto que lo hará, niña,‖ soltó, frunciendo sus anémicos labios hacia mí. ―¿Quién
crees que diseñó este atuendo? Ahora, fuera. Tengo otras cosas en las qué trabajar. ¡Fuera!‖
Puck y yo huimos, escabulléndonos de la tienda. El campamento estaba casi vacío ahora,
filas y filas de fey de Verano e Invierno recubrían el borde del bosque de metal. Esperando
que la batalla comience.
Me estremecí y froté mis brazos. Como si leyera mis pensamientos, Puck se acercó y puso
una mano en mi codo. ―No se preocupe, princesa,‖ dijo él. Y aunque su voz era ligera,
había un duro borde en su sonrisa. ―Cualquier bastardo de Hierro que la quiera tendrá que
pasarme primero.‖ Rodó sus ojos. ―Y por supuesto, al caballero oscuro de allá.‖
―¿Dónde?‖ Seguí su mirada, justo a tiempo para ver a Ash aparecer detrás de una tienda y
caminar hacia nosotros. Su armadura brillaba bajo el sol, negra marcada con una estilizada
cabeza de lobo, en plata helada, sobre el pectoral. Él lucía increíblemente peligroso, el
caballero negro salido de una leyenda, con una capa negra hecha jirones flotando tras él.
―Oberon te ha llamado,‖ anunció él, aceptó mi vestuario con un sólo asentimiento de
aprobación. ―Él quiere que te mantengas cerca de la retaguardia, donde la batalla no te
alcance. A puesto un pelotón de guardias apostados allí para proteger—‖
―No voy a ir.‖
Tanto Ash como Puck me miraron sorprendidos. ―Voy a pelear,‖ dije en la voz más firme
que pude manejar. ―No quiero quedarme atrás y ver como todos mueren por mí. Ésta
también es mi guerra.‖
―¿Estás segura de que esa es una buena idea, princesa?‖
Miré hacia Puck y sonreí. ―¿Vas a detenerme?‖
Él alzó sus manos. ―Ni se me ocurriría.‖ Él sonrió y sacudió su cabeza. ―Sólo espero que
sepas lo que estás haciendo.‖
Miré a Ash, preguntándome lo que pensaba sobre esto, si intentaría apaciguarme. Él me
devolvió la mirada fijamente, con una solemne expresión, de maestro a estudiante,
tanteándome. ―Nunca has luchado en una guerra de verdad,‖ dijo él suavemente, y atrapé el
rastro de preocupación en su voz. ―No sabes cómo es una verdadera batalla. No es como un
duelo uno-contra-uno. Será violento, sangriento y caótico, y no tendrás tiempo para pensar
en lo que estás haciendo. Las cosas que has visto, las cosas que has experimentado… nada
te ha preparado para esto. Goodfellow y yo te protegeremos tan bien como podamos, pero
tendrás que pelear, y tendrás que matar. Sin piedad. ¿Estás segura de que esto es lo que
quieres?‖
―Sí.‖ Levanté mi barbilla y le devolví la mirada fijamente, encontrando sus ojos. ―Estoy
segura.‖
―Bien.‖ Él asintió una vez, y se volvió hacia el amenazante bosque. ―Porque aquí vienen.‖
-fin de cap-
*Redcaps: es un tipo malévolo y asesino de: enano, goblin, elfo o hada.
*Sylph: es como una especie de hada.
CAPÍTULO 13
Traducido por NaaN! Corregido por Sidonie
EL AVANCE DE HIERRO
―Prepárate‖ murmuró Ash, y sacó su espada.
Mi mano temblaba mientras seguía su ejemplo, sintiendo la espada torpe y descoordinada
en mi agarre. Por delante de nosotros, la luz se reflejaba en las espadas, escudos y
armaduras, una amenazante pared de encrespadas hadas de acero. Ogros y Trolls se
desplazaron impacientes sosteniendo sus mazos de púas. Goblins y redcaps lamieron sus
puntiagudos dientes, sus ojos brillaban con sed de sangre. Driadas, Hamadriadas y
Hombres-roble esperaron silenciosamente, sus verdes y marrones rostros tensos por el
miedo y el odio. De entre las hadas, la lenta corrupción de Nuncajamas afectaba a casi
todos ellos y me recordó lo que estaba en juego.
Sostuve la empuñadura de mi espada, sintiendo el metal quemar en mi palma. Entonces,
vamos, pensé, mientras un susurro fuerte sonaba justo más allá del hoyo: cientos de pies,
marchando hacia nosotros. Las ramas se rompían, los arboles temblaban y los ejércitos de
Verano e Invierno gritaron en respuesta. No me vencerás. El falso rey no ganara. Tu
camino termina aquí.
―Aquí vamos‖, gruñó Ash, al igual que con el chirrido de un millón de cuchillos, las hadas
de Hierro salieron desde los bosques y aparecieron a la vista. Hombres de alambre y
caballeros de Hierro, perros reloj, brujas-araña, criaturas esqueléticas que se parecían a
Terminator, todos brillantes y metálicos, y cientos más de diferentes formas y tamaños,
saliendo del bosque en una enorme nube caótica. Por un momento, las dos armadas se
miraron unos a otros, odio y violencia y sed de sangre brillaban desde sus ojos. Entonces,
un monstruoso caballero blindado, con cuernos erizados desde un casco de acero, dio un
paso al frente del ejército y paso rápidamente un brazo hacia delante, y las hadas de Hierro
con sus pelos en punta gritaron.
Los Seelie y los Unseelie rugieron en respuesta, lanzándose a su encuentro. Como
hormigas, ellos se dispersaron en el campo de batalla, el espacio entre ellos se volvía cada
vez más pequeño mientras se acercaban unos a otros. Los dos ejércitos se encontraron con
el ensordecedor chillido y estruendo de sus armas, y entonces todo se volvió una locura.
Ash y Puck se mantenían cerca, negándose a avanzar, entablando combate con un enemigo
sólo si éste les atacaba primero. Las líneas del frente sufrieron lo peor de la batalla, pero
gradualmente las hadas de hierro empezaron a deslizarse en los hoyos y empujando hacia
atrás. Yo agarré mi arma y traté de concentrarme, pero era difícil. Todo estaba sucediendo
tan rápido, cuerpos alrededor, espadas centellando, los gritos y los gruñidos de los heridos.
Una gigante, casi mantis religiosa, se abalanzó hacia mí moviendo sus afilados brazos hacia
abajo, pero Ash se delante de mí y cortó los bordes con su espada, empujándolo hacia atrás.
Un caballero de Hierro, vestido de pies a cabeza con una malla de plata, se lanzó hacia mí,
pero tropezó cuando Puck le golpeó en la rodilla y lo tiró al suelo.
Otro caballero armado se abrió paso a través de las filas traseras, dirigiéndose hacia mí con
su arma, una espada ancha y dentada, que sostenía con ambas manos. Reaccionando por
instinto, esquivé el golpe y lo apuñalé con la espada. Ésta chirrió contra su coraza, dejando
un pequeño rasguño en la armadura pero sin herirlo. El caballero bramó una carcajada,
confiado de su victoria, y atacó de nuevo, moviendo rápidamente su arma cerca de mi
cabeza. Esquivando el golpe, di un paso adelante y hundí mi espada a través de su visera,
sintiendo cómo la punta golpeaba la parte trasera de su casco.
El caballero cayó como si sus cuerdas hubieran sido cortadas. Mi estómago se enturbió,
pero no había tiempo para pensar lo que acababa de hacer. Más hadas de Hierro salían de
los troncos. Y vi a Oberon cargado en la pelea en un enorme y negro caballo de guerra, el
glamour arremolinándose alrededor de él, y movió una mano hacia el la zona más densa de
la lucha. Enredaderas y raíces brotaron del suelo, enrollándose alrededor de las hadas de
hierro, estrangulándolos o llevándolos bajo tierra. Encima de un montículo, Mab alzó sus
brazos, y un salvaje torbellino azotó a través del campo, congelando a las hadas o
empalándolos con fragmentos de hielo. Los ejércitos de Verano e Invierno gritaron con
renovado vigor y se lanzaron contra el enemigo.
Y entonces, algo monstruoso salió de los árboles, lanzándose hacia el campo. Un
gigantesco escarabajo, del tamaño de un gran elefante, se estrelló contra el caos, aplastando
hadas bajo sus pies. Cuatro elfos con relucientes cabellos metálicos, encima de una
plataforma en su espalda, dispararon unos antiguos mosquetes contra la multitud. Hadas de
Verano e Invierno cayeron bajo una lluvia de mosquetes de fuego mientras que otro
escarabajo salía de entre los árboles. Espadas y flechas rebotaban en los oscuros y brillantes
caparazones, mientas los bichos como tanques se adentraban en el campo, dejando muerte a
su paso.
―¡Retirada!‖ La voz de Oberon resonó en todo el campo mientras que los escarabajos
continuaron con sus destrozos. ―¡Retrocedan y reorganícense! ¡Vamos!‖
Cuando las armadas de Verano e Invierno empezaron a retirarse, una ola de glamour de
hierro, proveniente de los bichos, se apoderó de mí. Estrechando mis ojos y mirando a
través de la locura, observé más de cerca. Fue como si los bichos se acercaran a un foco
claro a través de un fondo borroso; pude ver el glamour de Hierro reluciendo alrededor de
ellos, frío y sin color. Los gruesos y voluminosos caparazones eran casi invulnerables, pero
las patas de los escarabajos eran delgadas y largas, a penas lo suficientemente fuertes para
sostener a los monstruos en pie. Las articulaciones eran débiles y estaban manchadas de
óxido… y el fantasma de una idea flotó en mi mente.
―¡Ash, Puck!‖ fui corriendo hacia ellos, y centraron su atención sobre mí. ―¡Creo saber
cómo derrotar a ese bicho, pero necesito acercarme! ¡Despéjenme un camino!‖
Puck pestañeó, mirando incrédulo. ―Uh, ¿correr hacia el enemigo? ¿Eso no es hacer lo
contrario de lo que Retirada significa?‖
―¡Tenemos que detener a esos bichos antes de que aniquilen a medio campo!‖ Miré a Ash,
suplicante. ―Puedo hacerlo, pero necesito que me protejan cuando llegue allá. Por favor,
Ash.‖
Ash me miró fijamente por un momento, entonces asintió secamente. ―Te llevaremos allí,‖
murmuró, levantando su espada. ―Goodfellow, cúbreme.‖
Se lanzó hacia adelante, a contra corriente de las hadas en retirada. Puck sacudió su cabeza
y lo siguió. Logramos abrirnos paso hasta el centro del campo, donde cuerpos de faeries –o
lo que había quedado de ellas– cubrían el suelo. La batalla estaba mucho más difícil aquí, y
mis guardaespaldas estaban sufriendo para mantener al enemigo lejos de mí.
El estruendo de un mosquete de fuego resonó, y un wyvern* rugió y se estrelló contra el
suelo a pocos metros, aleteando y sacudiéndose. La gran masa del escarabajo se alzaba por
encima de nuestras cabezas, su brillante y negro caparazón bloqueaba el sol.
―¿Es esto… lo suficientemente cerca, princesa?‖ Puck jadeó, atrapado en la batalla con un
par de hombres-alambre, cuyas garras de alambres cortantes lo atacaban. A su lado, Ash
gruñó y cruzó espadas con un caballero de Hierro, llenando el aire con el chirrido del metal.
Yo asentí, con el corazón acelerado. ―¡Sólo mantenlos lejos de mí por unos segundos!‖
Grité, y me giré de nuevo hacia el bicho de hierro, mirando fijamente hacia su envés*. Sí,
sus piernas estaban articuladas, sostenidas juntas por unos pernos de metal. Entonces
extendió una pata larguirucha, la esquivé y cerré mis ojos, atrayendo el glamour de Hierro
del aire, del bicho y de los árboles y de la corrompida tierra a mi alrededor. Un mosquete de
fuego fue disparado, y el chirrido de las espadas y faeries retumbaron en mi cabeza, pero yo
confiaba en mis guardianes para mantenerme a salvo y mantuve la concentración.
Al abrir mis ojos, me concentré en una de las articulaciones del insecto, en el diminuto
perno que la sostenía unida, y tiré. La tuerca tembló, sacudiéndose el óxido, y entonces
salió disparada como un corcho, con un breve destello de metal bajo el sol. El insecto se
tambaleó cuando la pata se desprendió y cayó al fango, entonces todo el escarabajo empezó
a ladearse como un autobús desequilibrado.
―¡Sí!‖ aclamé, mientras que las náuseas empezaban. Una punzada de dolor atenazó mi
estómago, y caí de rodillas, conteniendo las ganas de vomitar. Una sombra me envolvió, y
al levantar la vista vi como caía de lado el enorme bulto del insecto, dispersando por igual a
hadas de Hierro y a faeries, pero no podía moverme.
Un borrón de oscuridad, y luego Ash me agarró por el brazo y me levantó de un tirón.
Saltamos hacia adelante, mientras oímos un potente crujido, el escarabajo cayó al suelo y se
dio la vuelta, aplastando a los elfos de los mosquetes debajo de él y casi matándome en el
proceso. A su espalda, las patas restantes del escarabajo pateaban y se agitaban inútilmente,
y me reí tontamente con una ligera histeria. Ash murmuró algo inescrutable y me dio un
abrazo breve y fuerte.
―Disfrutas haciendo que mi corazón se pare, ¿no?‖ susurró, y sentí que temblaba ya sea por
la adrenalina u otra cosa. Antes de que pudiera formular una respuesta me soltó y dio un
paso atrás, una vez más, el mismo estoico guardaespaldas.
Adolorida, miré fijamente alrededor y vi que el ejército de Hierro se retiraba, esfumándose
de nuevo en el bosque de metal. El otro escarabajo parecía atrapado en un retorcido
revoltijo de enredaderas, que envolvía sus patas y lo arrastraba hacia abajo. Los
mosqueteros de su espalda habían sido empalados can lanzas de hielo. Probablemente obra
de Oberon y Mab.
―¿Se acabó?‖ pregunté mientras Puck se nos unía, también jadeando, su armadura estaba
salpicada con una sustancia negra y viscosa, que parecía aceite. ―¿Ganamos?‖
Puck asintió con la cabeza, pero sus ojos eran sombríos. "En cuestión de hablar, princesa".
Perpleja, miré alrededor y mi estómago se revolvió. Cuerpos de ambos bandos estaban
tirados a lo largo del campo, algunos gemían, otros yacían inmóviles y sin vida. Unos
pocos se habían convertido en piedra, hielo, tierra, ramas, o se habían desvanecido por
completo. A veces sucedía instantáneamente, a veces tomaba horas, pero los fearies no
dejaban cuerpos físicos atrás al morir. Ellos simplemente dejaban de existir.
Sin embargo, más perturbador, al mirar más de cerca, vi que el bosque de hierro se había
arrastrado aún más cerca, tanto que se había extendido hasta el centro del campo. Mientras
observaba con horror, un árbol verde y joven se volvió brillante y metálico, el veneno gris
trepando por su tronco. Varias hojas se desprendieron y se desplomaron, clavándose en la
tierra, y brillando como navajas.
―Se está extendiendo mucho más rápido.‖ Una sombra cayó sobre nosotros, y Oberon pasó
rápidamente sobre su caballo de guerra, sus ojos de color ámbar brillaban bajo su casco
astado. ―Cada batalla nos vemos forzados a retirarnos, para dar más terreno. Por cada fearie
de Verano e Invierno que cae, el Reino de Hierro crece, destruyendo todo a su paso. Si esto
continua, no quedará nada.‖ La voz de Oberon adquirió un tono más cortante. ―También,
creía haberte dicho que te quedaras fuera de la batalla, Meghan Chase. Y sin embargo, te
aventuraste hasta el corazón del peligro, a pesar de mis intentos por mantenerte a salvo.
¿Por qué continúas desafiándome?‖
Ignorando la pregunta, miré hacia el oscuro bosque por donde desaparecía la última hada de
Hierro. Más allá de la línea de árboles, sentí al Reino de Hierro agazapado en el borde,
ansiosos por regresar, observándome con sus miradas venenosas. En algún lugar de ahí, a
salvo en sus tierras de hierro, esperaba por mí el falso rey, paciente y seguro, sabiendo que
las cortes no podrían tocarlo.
―Él sabe que estoy aquí,‖ murmuré, sintiendo los ojos de Oberon en mí, al igual que las
miradas de Puck y Ash, y tragué el temblor de mi voz. ―No puedo quedarme… él enviará
todo cuanto tiene contra ti intentando capturarme.‖
―¿Cuándo te irás?‖ La voz de Oberon no contenía ninguna emoción. Respiré para
tranquilizarme, esperando no estar enviando a Ash y a Puck directos a la muerte.
―Esta noche.‖ Tan pronto como lo dije, temblé y crucé mis brazos para ocultar mi terror.
―Cuanto más pronto me vaya, será mejor. Supongo que ha llegado la hora.‖
-fin de cap-
*wyvern: especie de dragón o criatura voladora de tipo reptil
*envés: zona baja.
CAPÍTULO 14
Traducido por NaaN! Corregido por Sidonie
DENTRO DEL REINO DE HIERRO
Doblé la manta con cuidado y la puse en la mochila, junto con los paquetes de frutos secos
y la cantimplora de agua. Agua, alimentos, mantas, saco de dormir... ¿había algo más que
necesitara para el viaje de camping al infierno? Podía pensar en algunas comodidades
puramente humanas que mataría por tener en ese momento: una linterna, aspirinas, papel
higiénico, pero Faery se negaba a complacer a mi media parte mortal, por lo que tendría
que arreglármelas sin ellas.
Detrás de mí, la puerta de la tienda se abrió, y Ash se quedó allí, recortado contra el marco
de la tienda y la extraña luz rojiza de la luna. "¿Lista?"
Cerré la mochila de un tirón e intenté torpemente anudar los lazos, maldiciendo en voz baja
mientras mis manos temblaban. "Tan lista como pueda llegar a estar, supongo," dije,
esperando que no captara el temblor en mi voz. Los lazos se me resbalaron de los dedos de
nuevo, y maldije.
Las solapas de la tienda se cerraron, y un momento después sus brazos estaban alrededor
mío, cubriendo mis manos temblorosas con las suyas. Cerré los ojos, me relajé en él
mientras él se inclinaba cerca, su aliento frío en mi cuello.
"No quiero ser su asesina," le susurré, apoyándome en él. Él no dijo nada, sólo cerró sus
manos sobre las mías, llevándome más cerca de él. "Cuando maté a Machina... creí... que
nunca tendría que volver a hacer algo así. Todavía tengo pesadillas sobre ello." Suspirando,
enterré mi rostro en su brazo. "No estoy echándome atrás. Sé que tengo que hacer esto,
pero... no soy una asesina, Ash."
"Lo sé," murmuró contra mi piel. "Y no eres una asesina. Mira." Abriendo sus puños,
sostuvo mis manos entre las suyas, acariciando mis palmas con sus pulgares. "Totalmente
limpias," dijo. "Sin manchas, ni sangre. Confía en mí, si pudieras ver las mías..." Suspiró y
cerró sus puños una vez más, entrelazando sus dedos alrededor de los míos. "Yo te salvaría
de mi destino, si pudiera," dijo, tan suave que apenas lo pude oír, a pesar de lo cerca que
estábamos. "Déjame matar al falso rey. Tengo tanta sangre en mis manos que no
importaría."
"¿Harías eso?"
"Si puedo."
Pensé en ello, contenta de sentir sus brazos alrededor mío. "Supongo que... siempre y
cuando el falso rey muera, no importa quién lo mate, ¿verdad?" Ash se encogió de
hombros, pero me sentí incómoda con esa decisión. Esta era mi misión. Yo estuve de
acuerdo en matar al falso rey. La responsabilidad era mía, y no quería que nadie tuviera que
matar por mí otra vez, especialmente Ash.
Aunque, todavía no sabía cómo iba a lograr esto cuando llegáramos allí. No teníamos una
flecha mágica de Witchwood esta vez. Sólo teníamos... a mí. "No nos preocupemos de eso
ahora," dije, sin querer pensar en ello. "Tenemos que llegar hasta él en primer lugar, de
todos modos."
"Lo que nunca haremos si ustedes dos continúan metiéndose mano cada dos segundos,‖
anunció Puck, entrando a la habitación con un silbante sonido proveniente de las solapas de
la tienda. Ruborizada, me alejé de Ash y fingí revisar mi mochila. Puck resopló. "Si ambos
estáis listos," dijo, empujando hacia atrás la tela, "todos estamos esperándolos."
Dejamos la tienda, saliendo a la fría y silenciosa noche. Mi respiración se nublaba en el
aire, y copos de hollín caían sobre mi cara y mis manos. A cada lado, recubriendo el
camino hacia el bosque, los ejércitos de Verano e Invierno nos vieron salir, cientos de ojos
brillaban en la oscuridad. En algún lugar del campamento, un wyvern* chilló, pero aparte
de eso, todo estaba en silencio.
Mab y Oberon estaban parados al borde de la multitud, ambos tan quietos como los mismos
árboles. Más allá de los gobernantes, los destellantes bosques de acero se extendían en la
oscuridad.
"Os hemos dado todo cuanto podemos," dijo Oberon a medida que nos acercábamos, su voz
solemne resonó entre la multitud. "A partir de aquí, sólo podemos desearos suerte, y
esperar. Ahora todo depende de vosotros."
Mab levantó una mano, y un goblin salió de la multitud y se detuvo ante nosotros, vestido
con ese camuflaje de hojas que le hacía verse como un arbusto. "Snigg os llevará hasta el
borde del bosque donde comienza el Páramo," dijo ella con voz áspera, dirigiendo su
mirada hacia Ash. "Más allá de éste, estarán por su cuenta. Ninguno de nuestros
exploradores ha vuelto jamás tras aventurarse más profundo."
Oberon aún me miraba con sus ojos verdes ilegibles en las sombras de su rostro. Me
pareció que el Erlking estaba cansado y ojeroso, pero eso podría ser simplemente un truco
de la luz. "Ten cuidado, hija", dijo en una voz dirigida sólo a mí.
Suspiré. Eso era lo máximo que Oberon iba a mostrar en cuanto afecto paternal se refería.
"Lo haré," le dije, cambiando mi mochila a mi otro hombro. "Y no fallaremos, yo-" apenas
me detuve de decir "te lo juro," no estando segura si podría cumplir esa promesa. "No me
rendiré," terminé diciendo en su lugar.
Me dio una breve inclinación de cabeza. Ash se inclinó ante su reina, y Puck sonrió a
Oberon, desafiante hasta el final. Bajé mi mirada al goblin.
"Vamos, Snigg."
El duende hizo una reverencia y se fue arrastrando los pies entre los árboles, llegando a ser
casi invisible entre la maleza. Con Ash y Puck a mi lado, entré al bosque, siguiendo al
meneante montículo de vegetación a través de los árboles, y el campamento pronto se
desvaneció detrás de nosotros.
"Yo reconozco esto," murmuró Ash después de varios minutos de caminata. Siguiendo al
explorador goblin, esquivamos y zigzagueamos entre los árboles, cuyos troncos parecían
estar cubiertos de mercurio, brillantes y metálicos en la luz moteada. "Creo saber dónde
estamos."
"En serio." Puck dijo, sonando sarcástico. "Me estaba preguntando cuando te darías cuenta,
príncipe. Por supuesto, ninguna de las masas sabía lo cerca que estaban, ni tampoco, cuan
afianzados sabiendo su historia.‖ Resopló. "Puedes apostar a que tanto Oberon como Mab
lo sabían, y deliberadamente no dijeron nada. Típico."
"¿Por qué?" Eché un vistazo alrededor, sin ver nada inusual, al menos nada más allá de la
rareza de un bosque completamente de metal. "¿Dónde estamos?"
"Este es territorio Fomorian," dijo Ash, entrecerrando los ojos. "Nos dirigimos
directamente a Mag Tuiredh."
Parpadeé hacia Ash. "¿Qué es Mag Tuiredh? ¿Qué son Fomorians?"
"Una antigua raza de gigantes, princesa," respondió Puck, esquivando una rama baja.
"Semiacuáticos, estrechamente unidos y los más feos bastardos que alguna desgraciada vez
hayas visto. Deformados y retorcidos, la gran mayoría de ellos. Estoy hablando de un solo
brazo, un solo ojo, terroríficas pezuñas creciendo fuera de sus cabezas y extremidades en
los lugares que no deben estar. Una de sus reinas, incluso tenía un conjunto de dientes a
cada lado de su -‖
"Bueno, creo que lo entendí." Me estremecí, pasando alrededor de un arbusto con espinas
de metal que crecían de ella como agujas. "Entonces, ¿estas cosas gigantes son hostiles?
¿Crees que han sido asesinados por el hierro?"
"Oh, ellos fueron definitivamente hostiles," continuó Puck alegremente. "De hecho, fueron
tan hostiles, que tuvimos una guerra con ellos, hace mucho, mucho tiempo. Creo que fue la
única otra ocasión en que Verano e Invierno cooperaron, ¿no es así, príncipe? Oh, espera,
tú ni siquiera estabas alrededor aún, ¿no?"
"Ellos están extintos, Meghan," dijo Ash, ignorando a Puck. "Ellos han estado extintos
durante siglos. Verano e Invierno acabaron completamente con ellos. Mag Tuiredh era su
ciudad. No es más que ruinas ahora, y por lo general todos lo evitan. Es un lugar horrible,
lleno de maldiciones y monstruos desconocidos. Uno de los lugares más oscuros de
Nuncajamás."
"Y el lugar perfecto para el nuevo Rey de Hierro," reflexioné.
Nos callamos entonces, los árboles desaparecieron abruptamente y el Reino de Hierro se
extendió ante nosotros.
Recordé el corazón del reino de Machina, la meseta plana y agrietada, telas de araña con
lava, y el ferrocarril sin fin que llevaba a la torre de color negro. Esto era diferente, un
desierto maldito y rocoso con enormes y dentados florecimientos y cerros accidentados.
Mirando más de cerca, vi que algunos de los cerros eran enormes pilas de basura:
neumáticos, tubos, coches destrozados, barriles oxidados, antenas de satélites,
computadoras rotas y portátiles, incluso el ala de un avión. Surgían farolas del suelo rocoso
o en las cimas de los afloramientos distantes, brillando débilmente en la niebla. La luna de
color rojo oxidado, en equilibrio sobre dos crestas puntiagudas, parecía más cerca que
nunca.
"Interesante," comentó Puck, cruzando los brazos sobre el pecho. ―Sabes, yo solía decir que
el territorio Fomorian no podía ser peor de lo que era. Es bueno saber que todavía puedo
equivocarme de vez en cuando."
Ash dio un paso adelante, mirando alrededor del desierto en silencio. Estaba de espaldas a
mí, por eso no podía ver su cara, pero probablemente estaba recordando nuestro último
viaje en el Reino de Hierro. Me preguntaba si ya se estaba arrepintiendo de su promesa.
Snigg, el goblin, dio una tos débil, murmuró una disculpa y corrió de regreso hacia el
camino del bosque por donde habíamos venido, dejándonos a nuestra suerte. De pronto
alarmada, miré duramente a Ash y Puck, maldiciéndome a mí misma por no haberme dado
cuenta antes. Estábamos ya en las profundidades del Reino de Hierro; Ash y Puck estarían
sintiendo los efectos de la tierra, el veneno que los mataría si esos amuletos no
funcionaban.
"¿Ustedes dos están bien? ¿Ash? Mírame.‖ Agarré el brazo del príncipe y lo volví hacia mí,
mirando su cara. Su piel parecía más pálida que de costumbre, y mi estómago se retorció.
"Los amuletos no están funcionando, ¿verdad? Lo sabía. Debemos regresar."
"No" Ash puso su mano sobre la mía. "Está bien, Meghan. Están trabajando lo
suficientemente bien. Aún puedo sentir el hierro pero es soportable. No como antes."
"¿Estás seguro?" Cuando él asintió, pasé la mirada de él a Puck. "¿Y tú?"
Puck se encogió de hombros. "No es un masaje Shiatsu*, princesa, pero viviré."
Yo los miré furiosa. "Sé que los fearies no pueden mentir, pero será mejor que no estéis
diciendo esto sólo para que no me preocupe." Ninguno de los dos dijo nada y mi ira
aumentó. "Lo digo en serio, chicos."
"Relájate, princesa." Puck se encogió de hombros a la defensiva. "Están funcionando, ¿de
acuerdo? Sé que no tengo que sentirme estupendamente, pero tampoco me siento como si
mi interior estuviera a punto de subir por mi garganta. Viviré. He pasado por cosas peores."
"Y no importa." Ash me encaró con un aire de obstinada calma. "Aún así estaríamos aquí,
cueste lo que cueste. No podemos volver atrás ahora. Además, estamos perdiendo tiempo."
"Estoy de acuerdo," dijo otra voz, más profunda en el Reino de Hierro. "Las cualidades de
protección de sus amuletos son limitados, después de todo. Cuanto más tiempo paséis sin
hacer nada, más corto se volverá éste."
De alguna manera, no estaba sorprendida. "Grimalkin," suspiré, dándome la vuelta. "Deja
de esconderte. ¿Dónde estás "
El gato levantó la vista de una roca cercana, donde no había nada unos segundos atrás.
"Ustedes," ronroneó, mirándonos con pereza, "llegan tarde. Una vez más.‖
"¿Por qué estás aquí, Grim?"
"¿No es obvio?" Bostezó Grimalkin y miró a cada uno de nosotros a su vez. "Por la misma
razón por la que siempre estoy aquí, humana. Para evitar que caigas en un agujero oscuro o
vagues en un nido de arañas gigantes."
"No te puedes quedar aquí," le dije. "El hierro te matará y no tienes un amuleto."
Grimalkin olfateó. "En realidad, humana, a veces eres increíblemente tonta. ¿Quién crees
que le dijo a Mab lo de los amuletos en el primer lugar?" Levantó la barbilla, lo suficiente
para que yo captase un destello de cristal debajo de su ondulado pelaje.
“¿Tú tienes uno? ¿Cómo?"
El gato se sentó y se lamió la pata delantera. "¿De verdad quieres saber, humana?"
Preguntó, lanzándome una mirada de reojo. "Ten cuidado con tu respuesta. Algunas cosas
están mejor siendo un misterio."
"¿Qué clase de respuesta es ésa? Por supuesto que quiero saber, ¡sobre todo ahora!"
Suspiró, haciendo vibrar sus bigotes. "Muy bien. Sin embargo, ten en cuenta que insististe.‖
Bajando su pata, se sentó y acurrucó su cola alrededor de él, mirándome con una expresión
grave. "¿Recuerdas el día en que Ironhorse murió?"
Sentí un nudo en la garganta. Por supuesto que lo hacía. Nunca podré olvidar esa noche.
Ironhorse haciéndose cargando contra el enemigo, solo, para que pudiéramos tener una
distracción; Ironhorse protegiéndome de un golpe fatal; Ironhorse, destrozado y quebrado
en el suelo de cemento de la bodega. Sus últimas palabras. Me llené de lágrimas, pensando
en ello.
Y entonces, me acordé de Grimalkin, sentado al lado del noble feary de Hierro justo antes
de morir, acercándose a su cabeza. Yo había pensado que mis ojos estaban jugándome una
mala pasada, porque la imagen sólo había durado una fracción de segundo antes de que el
gato desapareciera, pero ahora parecía sumamente importante lo que yo recordaba.
Mi estómago se sentía frío. "¿Qué hiciste con él, Grim?"
"Nada." Grimalkin me enfrentó con una mirada sin pestañear. "Nada con lo que él no
estuviera ya de acuerdo. Yo sabía que iba a tener que entrar en el Reino de Hierro tarde o
temprano, y Ironhorse sabía muy bien que podía morir en su intento por ayudarte. Él estaba
preparado para ello. Nosotros llegamos a... un acuerdo."
"Oh, Dios mío." La comprensión me golpeó como un martillo, y miré boquiabierta al gato.
"Es él lo que hay allí, ¿no? Utilizaste a Ironhorse para tu amuleto." Me sentí enferma y me
alejé estupefacta del gato sidhe, topándome con Ash. "¿Cómo pudiste?" susurré, en realidad
comenzando a temblar. "¿Es todo un contrato para ti? Ironhorse era nuestro amigo, yo
habría muerto sin su ayuda. ¿O no te importa que lo estés usando como una batería?"
"Ironhorse estaba dispuesto a renunciar a todo por ti, humana." Grimalkin entrecerró sus
ojos quedando sólo dos ranuras doradas, mirándome fijamente. "Él quería esto. Él quería
una forma de protegerte en caso de que no estuviese más aquí. Deberías estar agradecida.
Yo no habría hecho lo mismo. Debido a su sacrificio, la búsqueda puede continuar." El gato
se levantó y saltó de la roca, dándose la vuelta para mirarnos por encima de su hombro.
"¿Bueno?" se preguntó, moviendo la cola. "¿Vienen o no?"
Fruncí el ceño y dí unos pasos hacia adelante. "¿A dónde crees que nos estás llevando?"
Él movió una oreja. "Ironhorse me dijo, que si alguna vez me encontraba en el Reino de
Hierro contigo, debía buscar a un viejo amigo suyo. El Relojero, creo que era su nombre. Y
está bastante cerca. Por suerte para nosotros."
"¿Por qué ir hacia el Relojero? ¿Por qué no simplemente buscar al falso rey?"
"Ironhorse me dio a entender que esto era importante, humana." Grimalkin parpadeó y se
sentó, golpeando su cola con impaciencia. "Pero, si no lo crees, naturalmente puedes seguir
vagando por ahí hasta que los amuletos pierdan su poder y estén completamente perdidos.
O, ¿ese era tu plan desde el principio?"
Eché un vistazo a los chicos. Ambos se encogieron de hombros. "Parece ser tan buen plan
como cualquiera," dijo Puck, rodando sus ojos. "Si el gato sabe a dónde va, está bien. No
me gustaría perderme aquí."
Grimalkin olfateó, encrespando sus bigotes con desdén. "Por favor, no me insulten.
¿Perderlos? ¿Desde cuándo les he guiado mal?"
Suspiré. "Aquí vamos otra vez."
Después de una noche de caminata, me di cuenta de lo grande que era la ciudad Fomorian.
Me había imaginado Mag Tuiredh como una ciudad de extensas ruinas: muros de piedra
derrumbadas, edificios a medio construir y sólo un puñado de grandes rocas donde alguna
vez hubo un castillo. Y quizás, si hubiera estado en el mundo real, eso es todo lo que habría
sido. Pero en Nuncajamás, donde la edad y el tiempo no existían, e incluso las estructuras
resistían el concepto de decadencia, Mag Tuiredh se alzaba en lo alto y se veía amenazante
en la brumosa distancia, mientras torres negras arrojaban humo hacia el moteado cielo
amarillo.
"¿Cuán antigua es esta ciudad?" pregunté, protegiéndome los ojos para mirar a través del
árido paisaje. Incluso a través de las nubes moteadas amarillo-grisáceas, la luz todavía se
reflejaba en miles de cosas metálicas, centellando bajo el sol y cegándome. Puck y
Grimalkin habían visto algo de movimiento en las rocas, y fueron a reconocer los
alrededores para encontrar la fuente de éste.
"Nadie sabe en realidad," respondió Ash, con su mirada fija recorriendo el paisaje. "Los
Fomorians estaban aquí antes que nosotros, y su ciudad ya era enorme. En aquel entonces,
Mag Tuiredh se situaba mitad dentro y mitad fuera del reino de los mortales, en un lugar
que hoy conocemos como Irlanda. Porque los seres humanos todavía nos adoraban como
dioses y el Nuncajamás era aún muy joven, muchas razas de fearies preferían vivir en el
reino de los mortales. Los Fomorians habían esclavizado ya varias razas inferiores, y
trataron de hacer lo mismo con nosotros. Naturalmente, eso no nos gustó nada.‖
"Entonces hubo una guerra."
"Una que sacudió los cimientos de ambos reinos. Al final, Mag Tuiredh fue arrastrado por
completo hasta Nuncajamás, y los Fomorians fueron arrojados al mar. Eso fue lo último
que alguien supo de ellos. Al menos, esa es la historia que he oído."
"Pero si se han ido..." miré de nuevo hacia la ciudad y el humo negro alzándose en el cielo
"... ¿por qué esas cosas todavía humean?"
"No lo sé." Ash desvió su mirada hacia las torres distantes. "Mag Tuiredh supuestamente
estuvo vacía durante miles de años, pero quién sabe en lo que se ha convertido ahora. A
juzgar por el humo, yo diría que Mag Tuiredh no está deshabitado."
"Malas noticias." Puck de repente cayó de una losa de encima, aterrizando a nuestro lado
con una nube de polvo. "Nos han estado siguiendo. Grim y yo vimos algo que parecía un
insecto gigante de metal, zumbando detrás de nosotros. Traté de atrapar al pequeño
bastardo, pero me vio y se escondió."
"¿Crees que hay más de ellos?" Ash se tensó y dejó caer su mano a su espada,
probablemente recordando la horda de gremlins que se arremolinaron sobre él en las minas,
en nuestro primer viaje aquí. Los ojos de Puck se oscurecieron, y negó con la cabeza.
"No sé. Pero creo que alguien sabe que estamos aquí."
Grim saltó a una roca, encrespando su cola. Su tenue gris pelaje se erizó como si acabara de
salir de un horrible secador con estática. "Se avecina una tormenta. Tenemos que encontrar
un refugio."
Tan pronto las palabras salieron de su boca, un relámpago iluminó el cielo y el aire se llenó
con el fuerte olor a ozono.
Los pelos de mi cuello se erizaron. "¡Grim," exclamé, girando hacia el felino, "sácanos de
aquí! ¡Tenemos que encontrar refugio ya!"
Ya fuera por mi mirada de terror o el pánico en mi voz, el gato no perdió el tiempo esta vez.
Huimos, trepando sobre tierra y roca, mientras que por encima de nosotros el cielo se
tornaba del color amarillo-gris al negro en cuestión de segundos. Viento con un fuerte olor
azotaba nuestra ropa y me hizo lagrimear, y el aire alrededor de nosotros se sentía cargado
de electricidad. Un hilo de un rayo verde cortó el cielo, y las primeras gotas comenzaron a
caer.
Un agudo dolor me apuñaló en el muslo, y apreté los dientes para no gritar, sabiendo que
una de las gotas ácidas me había caído. En algún lugar detrás de nosotros, Puck gritó en
estado de shock y sorpresa. Sentí un nudo en mi estómago, y ya no pude ver al gato en la
oscuridad y el viento en aumento.
"¡Grimalkin!" Grité con desesperación.
"¡Por aquí!" El maullido de gato se abrió camino a través de la tormenta que iba creciendo,
y dos ojos brillantes aparecieron de repente en la boca de una cueva en la ladera de un
acantilado. La cueva estaba tan bien escondida, mezclada perfectamente en el paisaje, que
de no haber sido por Grimalkin que estaba ahí nunca la habría visto.
Otra gota cayó en mi frente, deslizándose por mi mejilla, y esta vez me hizo gritar como si
una línea de fuego cortara mi piel. Yo podía oír el siseo de la lluvia golpeando a nuestro
alrededor, y me lancé a la cueva, seguida por Ash y Puck, mientras que el cielo se abría con
gran estruendo y la lluvia caía a cántaros.
Jadeando, me acosté de espaldas en el suelo de arena, viendo a la tormenta barrer la tierra,
mientras que Ash y Puck se apoyaban contra la pared de la cueva, jadeando.
"Bueno, eso fue... diferente," jadeó Puck. "¿Qué diablos es eso de todos modos?"
"Lluvia ácida," le dije, sin tener la voluntad de levantarme del suelo por el momento. Mi
cara latía, y la arena estaba fría contra mi mejilla. "También nos topamos con ella en
nuestro primer viaje. No es divertido."
"Bienvenido a las maravillas del Reino de Hierro," murmuró Ash, y se empujó lejos de la
pared, viniendo a arrodillarse junto a mí. Tomé su mano y dejé que tirara de mí en una
posición sentada.
"¿Estás bien?" preguntó, apartando el pelo de mi cara, llevándolo lejos de la quemadura.
Sus dedos se cernían sobre la herida, y me estremecí a mi pesar, lo que le hizo suspirar. Vi
a Puck observándonos por encima del hombro de Ash, y se sonrojó tímidamente, de repente
estaba desesperada por romper la tensión.
"Entonces, dime la verdad," le dije medio en broma. "¿Va a quedar cicatriz? ¿Tendré que
usar una máscara como el fantasma de la ópera para ocultar mi horrible rostro?"
Ash se quitó su mochila, y un momento después, un fresco y familiar olor a bálsamo tocó
mi mejilla, calmando el dolor ardiente. "Creo que estarás bien," dijo, sonriendo débilmente.
"No hay cicatrices de batalla para ti, al menos no hoy." Su mano se quedó en mi cara un
momento más antes de que él se levantara, tirando de mí para ponerme en pie. Puck bufó y
se alejó, fingiendo examinar la cueva.
Grimalkin se pavoneaba alrededor, con su cola en el aire, ajeno a la tensión creciente. "La
lluvia no va a cesar pronto," dijo al pasar, "así que sugiero que descansen un poco mientras
puedan. También sugiero que uno de ustedes vigile. No querremos ser sorprendidos si el
dueño de esta cueva vuelve mientras estamos dormidos.‖
"Buena idea," la voz de Puck hizo eco desde la parte posterior de la cueva. "¿Por qué no te
ocupas de la primera guardia, príncipe? En realidad estarías haciendo algo que no me dan
ganas de sacarme los ojos con un spork*."
Los labios de Ash se curvaron en una sonrisa. "Yo creo que el que estaría mejor para esa
tarea eres tú, Goodfellow," dijo sin volverse. "Después de todo, eso es lo que mejor sabes
hacer, ¿no es cierto? ¿Observar?"
"Oh, sigue así, chico-hielo. Vas a tener que dormir en algún momento."
Puse los ojos en blanco. "Bien. Ustedes dos peleen, yo voy a tratar de dormir un poco."
Quitándome la mochila, me fui hacia un rincón, saqué el contenido y desenrollé el saco de
dormir. Tendida en el suelo de arena, escuché a Ash y a Puck con sus sucesivas bromas
mientras instalaban su campamento, lanzando insultos y desafíos. Extrañamente, parecía
más normal de lo que había sido hasta ahora, y me quedé dormida con sus voces y el sonido
de la lluvia.
Él me estaba esperando en mis sueños otra vez.
Suspiré. "Machina," dije, frente al Rey de Hierro, mi voz casi perdida en el vacío
circundante, "¿por qué estás aquí? Creí haberte dicho que me dejaras en paz. No te
necesito."
"No," murmuró, sonriendo mientras sus cables lo envolvían en una jaula de acero
reluciente. "Eso no es cierto. Has llegado lejos, pero aún no estás allí todavía, Meghan
Chase. Todavía me necesitas."
"No es así." No me moví cuando se acercó, y los cables se extendieron para serpentear a mi
alrededor. "Soy más fuerte ahora que cuando nos conocimos. Estoy aprendiendo a controlar
la magia que me dejaste." Con un pensamiento, empujé los cables lejos, haciéndolos
retroceder con sorpresa.
"Aún no lo entiendes." Machina retiró sus extensiones, doblándolos como si fueran alas
brillantes en su espalda. "Utilizas la magia como una herramienta, como una espada que
pivoteas en círculos torpemente, cortando salvajemente a los que te rodean. Si quieres
ganar, debes abrazarte a él plenamente, convirtiéndolo en una parte de ti. Si tan sólo me
dejaras enseñarte cómo hacerlo."
"Me has dado suficiente," dije con amargura. "Yo no pedí esto. No lo quería. Si estuvieras
vivo, yo estaría encantada si lo recuperases."
"Yo no podría." Machina me miraba con unos profundos ojos negros. "El poder del Rey de
Hierro se puede otorgar, o se puede perder. No se puede arrebatar."
Fruncí el ceño. "Entonces... ¿por qué el falso rey está tratando de matarme? Si el poder sólo
puede ser entregado, ¿por qué está tratando de tomarlo por la fuerza?"
Machina negó con la cabeza. "El falso rey nunca aprendió cómo es elegido un rey.
Creyendo que puede arrancarte el poder por la fuerza, se ha vuelto ciego en su obsesión. No
se da cuenta que sus acciones sólo lo hacen menos digno."
"Si yo muero... ¿entonces el poder se perdería?"
Machina asintió. "A menos que lo entregaras por propia voluntad, o él eligiera un nuevo
sucesor."
"¿No puedo simplemente cederlo ahora?"
"No," dijo Machina rotundamente. "Si el poder se debe ceder, debe hacerse en el momento
de muerte. Cuando el portador sabe que va a morir, sólo entonces el poder dejará el cuerpo.
Si el portador muere sin elegir a un sucesor, el poder permanecerá en estado latente,
esperando, hasta que aparezca alguien que sea digno de llevarlo. Pero no, no puedes
regalarlo cuando te apetezca." Machina sonaba débilmente insultado con el pensamiento.
"Además, Meghan Chase, ¿a quién se lo darías? ¿Quién sería lo suficientemente digno de
llevar esa carga?"
"Supongo que eso significa que, de alguna manera, me encontraste digna," murmuré,
"aunque yo realmente desearía que no te hubieras molestado."
El Rey de Hierro se limitó a sonreír.
"Estaré aquí," murmuró, desapareciendo, su luminosidad cada vez menor, aunque su voz
todavía resonaba en el vacío. "No puedes ganar sin mí, Meghan Chase. Hasta que seamos
uno, estás destinada a perder esta guerra."
Abrí los ojos al silencio. La lluvia había parado, y un peludo y caliente peso se apretaba
contra mis costillas, vibrando con ronroneos. Con cuidado de no perturbar a Grimalkin, me
incorporé y empujé las mantas, mirando alrededor de la cueva. Puck estaba sobre su
espalda en la esquina, enredado en mantas, con un brazo recostado sobre sus ojos. Un
taladrante ronquido retumbó desde su boca abierta, e hice una mueca.
Ash permanecía de pie en la boca de la cueva, su negra silueta recortada contra el cielo
nublado, mirando a la lejana ciudad. Por la enfermiza luz que entraba, supuse que era más
de media tarde. Por la inclinación sutil de la cabeza de Ash, supe que él me había oído, pero
no se dio la vuelta.
Parándome detrás de él, deslicé mis brazos alrededor de su cintura. Sus manos envolvieron
las mías, entrelazando nuestros dedos juntos, y nos quedamos así durante un momento,
respirando al unísono, mientras yo escuchaba su corazón a través de su armadura.
"¿Estás bien?" Su profunda voz vibró en mi oído que estaba apretado contra su espalda.
"Bien." Me retiré para mirar la parte posterior de su cabeza. "¿Por qué? Leyendo mis
emociones de nuevo, ¿verdad?"
"Estuviste hablando en sueños," añadió solemnemente. "Yo no estaba escuchando, pero
dijiste ‗Machina‘ una o dos veces." Hizo una pausa, y mi corazón dio un giro en mi pecho.
"Es el Reino de Hierro, ¿no?" continuó Ash. "Estar de vuelta aquí, te está haciendo
recordar."
"Sí," le mentí, presionando mi rostro en su espalda. Yo no quería decirle de mis
conversaciones con el antiguo Rey de Hierro, a quien habíamos matado en nuestro último
viaje aquí, pero que supuestamente estaba al acecho dentro de mí. "Fue una pesadilla, Ash.
No te preocupes por mí."
"Ese es mi trabajo ahora," respondió, tan suave que apenas lo oí. "Meghan, no tengas miedo
de pedir ayuda. No estás sola. Recuerda eso."
Me retorcí incómodamente, esperando que no captase mis sentimientos de culpa. "Por lo
tanto, esta cosa de caballero y dama," le dije para cambiar de tema. "¿Tienes que hacer todo
lo que te diga? ¿O es nada más que una fuerte sugerencia? Si te ordenara que... no sé... te
pares sobre tu cabeza, ¿lo harías?"
Yo no estaba tratando de ser seria, pero vaciló, y me pregunté si había tocado un tema
delicado. "Tú conoces mi verdadero nombre," dijo después de un momento.
"Técnicamente, sí, si me ordenaras por uso de mi nombre completo, me vería obligado a
obedecer. Pero..." Se detuvo de nuevo. Nunca lo había oído sonar tan inseguro. ―El
entendimiento es que nunca lleguemos a eso. Que… la dama confía en el caballero lo
suficiente como para..."
"Ash," le interrumpí. "Date la vuelta."
Él obedeció, girándose lentamente hacia mí, con una expresión cuidadosamente en guardia.
Entrelazando mis manos detrás de su cuello, tiré de él y lo besé. Por un momento, él estubo
rígido e inflexible, pero luego se relajó y sus brazos se deslizaron alrededor de mi cintura,
acercándome.
"Lo siento," le susurré cuando nos apartamos. "No quiero que te arrepientas... de estar aquí
conmigo, por ser mi caballero y todo."
Pasó sus dedos por mis cabellos, cepillándolos desde mi mejilla. "Si hubiera pensado que lo
lamentaría," dijo con calma: "Nunca habría hecho ese juramento. Yo sabía lo que
significaba convertirse en un caballero. Y si me preguntaras de nuevo, la respuesta sería la
misma." Suspiró, enmarcando mi cara con sus manos. "Mi vida... todo lo que soy... te
pertenece."
Mis ojos picaron mientras Ash se inclinaba y me besaba.
Un ronquido particularmente fuerte vino de la cueva, y el bulto en la esquina rodó
sospechosamente hacia nosotros. Ash suspiró de nuevo, echándose hacia atrás después de
dar una mirada resignada al ‗dormido‘ de Puck. "Debemos irnos pronto," murmuró,
mirando hacia la ciudad. "Si nos vamos ahora, podemos llegar a Mag Tuiredh antes del
anochecer. Además, he visto a los insectos de metal de Puck, volando por ahí.
Definitivamente nos están siguiendo. Y si nos atacan, preferiría ser capaz de verlo venir a
tener que luchar contra ellos en la oscuridad."
Me estremecí y bajé la mirada, mirando fijamente el amuleto en su pecho. El cristal ya no
estaba totalmente claro. En el interior, los remolinos eran plateados y metálicos, como el
mercurio en un termómetro. Me dio un escalofrío, era como mirar los granos cayendo en un
reloj de arena, recordándome que su tiempo en el Reino de Hierro era limitado. "Cierto," le
dije, alejándome. "Vamos entonces. Puck, sé que estás despierto. Nos vamos."
"Oh, gracias a Dios." Puck resopló y saltó sobre sus pies. "Estaba temiendo tener que
escuchar besuquearos toda la mañana. Ya me siento un poco enfermo, por favor no lo
empeoren."
"De hecho," agregó Grimalkin desde la boca de la cueva, a pesar de que había estado
durmiendo en mi manta un segundo antes. "Vámonos. Nos estamos quedando sin tiempo."
Rápidamente, reunimos nuestros suministros y volvimos a salir. La amenazadora ciudad
Fomorian hacía señas en la distancia.
Mientras salíamos de la cueva, siguiendo a Grim y Puck sobre las rocas, vi un resplandor
por el rabillo de mi ojo, como una ola de calor, lanzándose detrás de una roca. Me detuve y
miré hacia atrás, pero arena vacía y rocas me saludaron cuando di la vuelta.
"¿Lo viste?" Murmuró Ash mientras empezábamos a bajar por el camino polvoriento de
nuevo.
Con el ceño fruncido, fulminé con la mirada el paisaje, haciendo una mueca mientras el sol
se reflejaba sobre los objetos metálicos que estaban por todas partes. "No sé. Me pareció
ver... algo. Como una especie de resplandor, pero uno claro. ¿Lo viste?"
Él asintió, sin que su mirada de cazador se detuviera ni un segundo, constantemente
escaneando. "Algo nos está siguiendo," dijo en voz baja. "Goodfellow también lo sabe.
Mantente alerta. Podríamos tener problemas pron-"
Éste atacó desde la parte superior de una roca, saltando hacia nosotros con un grito. Un
segundo después, no había nada. Al siguiente, esa cosa resplandeciente volvió a atacar por
el aire, y algo se estrelló contra mí, rastrillando mi armadura con garras invisibles que
rechinaban contra las escamas de dragón. Yo me tambaleé hacia atrás mientras una forma
de un largo felino, grande como un puma y transparente como el cristal, saltó lejos de la
espada de Ash y se lanzó como una flecha hacia las rocas de nuevo.
Saqué mi espada con un chirrido áspero mientras Puck sacaba sus puñales, sus ojos
moviéndose rápidamente a lo largo del paisaje vacío. "¿Alguien quiere decirme que era
eso?" Dijo, mientras un segundo gato-cosa, transparente, saltó sobre él desde la dirección
opuesta. Grité y él se agachó, el gato apenas perdiéndolo. Aterrizando en una nube de
polvo, saltó a las rocas y desapareció.
Nos movimos para quedarnos espalda con espalda, las armas en frente de nosotros, en
busca de una visión de nuestros agresores invisibles. No, pensé, invisibles no, eso no tenía
sentido, no en el Reino de Hierro. Grimalkin podía volverse invisible, usando el glamour
habitual para hacerlo… de hecho, ya había desaparecido. El glamour normal era la magia
de la ilusión y el mito, algo que no funcionaba con los feys de Hierro, así que ¿cómo
estaban escondiendo su presencia? ¿Cuál era la explicación lógica?
Había una imagen borrosa mientras los monstruos gatunos atacaban de nuevo, corriendo
desde lados opuestos. Yo no los vi hasta que uno estuvo justo encima de mí, y sentí unas
garras como garfios rastrillar mi costado. Ellos eran terriblemente rápidos.
Afortunadamente, la armadura de escamas de dragón aguantó chillando y lanzando chispas
en señal de protesta, pero el gato salió disparado de nuevo antes de que pudiera reaccionar.
Puck gruñó una maldición, asestando un golpe al aire vacío mientras el segundo gato
brillaba detrás de las rocas una vez más y desaparecía. La sangre caía por su brazo
salpicando el polvo; él no había tenido tanta suerte, y mi desesperación creció.
¡Piensa, Meghan! Tenía que haber una explicación. Los feys de Hierro no podían usar el
glamour normal, así que ¿cómo podría una criatura sólida parecer invisible? Podía sentir el
glamour de Hierro dando vueltas alrededor de nosotros, frío, paciente y calculador, y de
repente lo comprendí.
"Se están encubriendo," le dije, mientras las piezas encajaban. "Están usando el glamour de
Hierro para torcer la luz alrededor de ellos por eso parecen invisibles." Sentí una emoción
de descubrimiento, de saber que yo estaba en lo cierto. Todos esos años viendo Star Trek*
habían servido de algo.
Ash me dio un vistazo de una fracción de segundo. "¿Puedes usarlo para ver en qué
dirección vienen?"
"Lo intentaré."
Cerré los ojos y me extendí, en busca de nuestros atacantes, expandiendo mis sentidos
hasta… allí. Podía sentirlos en mi mente, dos claros borrones de galmour con formas de
gato, arrastrándose hacia delante en el suelo a pocos metros de distancia. Uno de ellos
estaba acercándose lentamente a Ash con sus músculos temblorosos, y dió un salto hacia
adelante con un chillido.
"¡Ash, arriba a la izquierda! ¡A las siete en punto!"
Ash se giró, estallando en movimiento. Oí un aullido, y la forma de gato en mi mente se
partió en dos justo antes de que algo caliente y húmedo salpicara sobre mi cara.
Sin detenerme a pensar o sentir náuseas, vi al segundo gato saltar directamente hacia mí,
con sus garras extendidas, apuntando a mi cuello esta vez. Mi espada apareció, y el
monstruo atacó a mi pecho, su salto llevándolo directo a la hoja. El peso del gato me tiró
hacia atrás tumbándome en el polvo, quitándome el aire de mis pulmones con un jadeo
doloroso.
Durante unos segundos, sólo pude estar allí con mi boca abierta, aplastada bajo el cuerpo
del felino asesino. De cerca, el gato muerto era de un extraño color gris metálico, su pelaje
era corto y brillante como un espejo. Sin embargo, sus dientes eran del mismo marfil
amarillento que el de todos los grandes felinos, puntiagudos y letales, y su aliento apestaba
a carne podrida y ácido de batería. Eso fue todo lo que noté antes de que Ash apartara al
enorme felino fuera de mí y Puck me ayudara a ponerme de pie.
"Bueno, eso fue divertido." Puck mostraba uno de sus gestos sarcásticos. "¿Estás bien,
princesa?"
"Sí." Di a Ash una sonrisa rápida para aliviar la preocupación de su rostro, y me volví a
Puck de nuevo. "Estoy bien… ¡pero estás sangrando, Puck!"
"¿Qué, esto?" Puck sonrió. "Es sólo un rasguño." Su sonrisa se convirtió en una mueca
mientras yo lo sentaba en una roca y empezaba a desgarrar su manga. Su brazo era un
desastre, todo lleno de sangre, y podía ver la marca de cuatro garras que se extendía desde
el codo hasta su muñeca. Hice una mueca de compasión.
"Ash, voy a necesitar un poco de ese bálsamo que trajiste," murmuré, limpiando la sangre.
Cuando no se movió, me volví hacia él, estrechando mis ojos. "Muy bien, estoy cansada de
esto. Sé que ustedes dos no se llevan bien, pero necesitan resolverlo de alguna forma o
nunca vamos a lograr salir de aquí con vida."
Recibí una mirada furiosa bastante helada, pero abrió su bolso y sacó el frasco,
entregándomelo con rigidez. Puck se acomodó en la roca, sonriendo mientras me inclinaba
sobre su brazo.
"Eres buena en esto, princesa," ronroneó, dando a Ash una sonrisa satisfecha por encima de
mi hombro. "¿Observando chico-hielo, o simplemente eres un vigilante natural? Podría
acostumbrarme a - ¡Ay!"
Me miró furioso cuando até la venda de un tirón.
"No tientes a tu suerte," le advertí, y me dio una enorme mirada de ojos saltones llena de
inocencia. Fue la primera mirada del viejo Puck que veía en mucho tiempo, y me hizo
sonreír.
Mientras yo estaba reuniendo los suplementos médicos, Grimalkin apareció de nuevo,
arrugando su nariz ante los gatos muertos. "Bárbaros," resopló él, saltando para bajar de la
roca, dando a los cuerpos un amplio rodeo mientras se acercaba trotando. "Humana, tal vez
quieras saber que sin duda hay otras criaturas que se verán atraídos por el alboroto. Yo te
aconsejaría que te dieses prisa."
-FIN DE CAP-
*wyvern: dragón heráldico.
*masaje Shiatsu: Es una técnica Japonesa basada en la acupuntura o acupresión
(pero no se usa agujas.
*spork: utensilio de cocina en forma de cuchara con pequeños dientes. También
conocido como cuchador.
*Star Trek: serie de ciencia ficción.
CAPÍTULO 15
Traducido por Pargulin Corregido por Sidonie
EL RELOJERO
Llegamos a la ciudad Fomorian justo cuando el sol se estaba poniendo.
Mag Tuiredh era enorme. No sólo en extensión, sino que enorme. Enorme en me-siento-
como-si-hubiese-sido-reducido-al-tamaño-de-un-ratón. Igual que Jack en el Las Judías
Mágicas, enorme. Todo era tamaño gigante: las puertas eran de seis metros de altura, las
calles eran lo suficientemente amplias como para conducir un avión a través de ellas, y los
escalones eran de mi altura. Quien quiera que hayan sido los Formorian, esperaba que
realmente se hubiesen ido como Ash había dicho.
La ciudad era antigua; podía sentirlo mientras nos dirigíamos a través de las ruinas
cubiertas de musgo, que se elevaban como gigantes rotos sobre nuestras cabezas. Los
edificios originales estaban construidos de piedra basta, pero la corrupción del Reino de
Hierro estaba en todas partes. Aparecían farolas rotas a intervalos irregulares, elevándose
directamente desde la tierra y parpadeando de forma errática. Cables y alambres de
computadoras serpenteaban por las paredes, extendidos a lo largo de las calles, y
enroscados alrededor de todo, como si quisieran estrangular la vida de la vieja ciudad. A lo
lejos, cerca del centro de Mag Tuiredh, chimeneas negras se alzaban por encima de todo,
arrojando smog* en el cielo brumoso.
―Así que, ¿dónde encontramos a este Relojero?‖ Puck preguntó mientras caminábamos por
una plaza llena de extraños árboles metálicos. Los árboles estaban en flor, no con flores o
frutos, pero con bombillas que irradiaban un misterioso brillo. En una fuente en el centro de
la plaza hervía un espeso, negro y brillante líquido que podría ser petróleo.
Grimalkin se volvió para mirarnos, sus ojos brillaban en la oscuridad. ―En el lugar más
obvio posible,‖ dijo, y volvió la mirada hacia el cielo.
Sobre los techos de los edificios, elevándose hacia las nubes como una aguja oscura, una
torre de reloj gigante miraba hacia abajo, hacia la ciudad con una cara como una luna
numerada.
―Oh.‖ Puck estiró el cuello hacia atrás, mirando el reloj enorme. ―Bueno, eso es… irónico.‖
Se rascó la parte posterior de la cabeza y frunció el ceño. ―Espero que el Relojero esté
todavía despierto. Probablemente no tiene gran cantidad de visitantes, después de las nueve
de la noche.‖
Algo en esa afirmación me puso nerviosa, más aún cuando miré a Ash, quien estaba
mirando hacia el reloj con horror en aumento. ―No debería estar aquí,‖ murmuró,
sacudiendo la cabeza. ―¿Cómo es que aún funciona? El tiempo no existe en Nuncajamás,
pero esa cosa está marcando el paso de él, siguiendo la marcha. Con cada segundo que
pasa, Nuncajamás envejece.‖
Recordé la forma en que se detuvo mi reloj en mi primer viaje al País de las Hadas, y miré
a Grim alarmada. ―¿Es eso cierto?‖
El gato parpadeó. ―No soy un experto en el Reino de Hierro, humana. Ni siquiera yo puedo
darte todas las respuestas.‖ Levantando una pata trasera, se rascó el interior de una oreja, y
luego contempló sus dedos. ―Pero, recuerda esto: nada vive para siempre. Incluso
Nuncajamás tiene edad, aunque nadie pueda recordar cuál es. Ese reloj no está declarando
nada nuevo.‖
―Debe ser destruido,‖ murmuró Ash, todavía mirándolo.
―Yo me abstendría de enojar a su guardián hasta que consigamos su ayuda.‖ Grimalkin se
puso en pie, se estiró, y de repente se puso rígido. Moviendo las orejas, se quedó inmóvil
por un momento, escuchando algo más allá del círculo de árboles. El pelo se levantó
lentamente a lo largo de su espalda, y yo tragué saliva, sabiendo que estaba a pocos
segundos de desaparecer.
―¿Grim?‖
Las orejas del gato se aplastaron. ―Estamos rodeados,‖ siseó, justo antes de desaparecer.
Sacamos nuestras armas.
Miles de ojos verdes atravesaban la oscuridad, afiladas sonrisas brillaban como fuego azul-
neón, mientras una enorme horda de gremlins salía a la luz. Como hormigas, el enjambre
corría por el suelo, zumbando y siseando con sus voces con estática, para rodearnos. Nos
quedamos espalda con espalda, un pequeño círculo en campo abierto en un mar de
pequeños monstruos negros con sonrisas llenas de colmillos y ojos brillantes.
Miles de voces cotorreaban hacia mí, como un centenar de radios encendidas al mismo
tiempo. El ruido era ensordecedor, sin sentido, voces de un elevado zumbido chirriaban en
mis oídos. Pero los duendes no atacaron. Se quedaron allí, bailando o saltando en el sitio,
los dientes destellando como maquinillas de afeitar, pero no se movieron más cerca.
―¿Qué están haciendo?‖ preguntó Puck. Tuvo que gritar para hacerse oír.
―¡No lo sé!‖ contesté. La cacofonía me estaba dando un dolor de cabeza, mis oídos estaban
pitando, y pareció que el ruido se hizo aún peor con el sonido de mi voz. Sin pensarlo,
levanté la cabeza y grité “¡Cállense!” a la horda de gremlins.
El silencio descendió al instante. Podrías haber escuchado el canto de un grillo. Con los
ojos muy abiertos, compartí una mirada con Ash y Puck. ―¿Por qué se me escuchan?‖
susurré.
Ash entrecerró los ojos. ―No lo sé, pero ¿puedes hacerlo de nuevo?‖
―Atrás,‖ intenté, dando un paso hacia adelante. Toda una sección de gremlins se deslizó
hacia atrás, manteniendo la misma distancia entre nosotros. Otro paso, y ellos hicieron lo
mismo. Parpadeé.
―OK, esto es espeluznante. ¿Váyanse?‖ pregunté, pero esta vez los gremlins no se
movieron, y algunos de ellos me sisearon. Me aleje. ―Bueno, supongo que sólo puedo
empujarlos hasta ahí.‖
―No les pidas que se vayan,‖ murmuró Ash detrás de mí. ―Mándaselo.‖
―¿Está seguro de que es una buena idea?‖
Él asintió con la cabeza. Tragué saliva y enfrenté a la horda de nuevo, esperando que no se
abalanzaran sobre mí como pirañas enojadas. ―¡Fuera de aquí!‖ Les dije, levantando la voz.
―¡Ahora!‖
Los gremlins silbaron y crepitaron y gritaron en señal de protesta, pero se retiraron,
fluyendo hacia atrás como la marea, hasta que estuvimos solos en una plaza vacía.
―Que... interesante,‖ reflexionó Grimalkin, volviendo a ser visible de nuevo. ―Es casi como
si te hubiesen estado esperando.‖
―Eso fue raro,‖ estuve de acuerdo, frotándome los brazos, donde todavía podía sentir las
vibraciones de los gremlins zumbando sobre mi piel. Los gremlins me escuchaban ahora, al
igual que lo habían hecho con Machina. Ya que tenía el poder del Rey de Hierro,
probablemente pensaban que yo era su nuevo amo, por muy inquietante que fuera. Desde
luego, no quería una horda de pequeños monstruos espeluznantes siguiéndome a todas
partes, riendo y causando problemas. El incidente me puso al límite, y estaba ansiosa por
salir de la ciudad. ―Vamos,‖ dije. ―Creo que debemos seguir adelante."
Continuamos, en dirección a la torre donde el enorme reloj velaba sobre la ciudad. A
cualquier parte que fuéramos, podía sentir los ojos de los gremlins sobre mí, y los oía
deslizándose entre las sombras. ¿Querían algo de mí? ¿O solamente eran curiosos? Aparte
de los gremlins, Mag Tuiredh parecía desprovista de vida. Pero eso no explicaba las torres
despidiendo humo en la distancia, o los destellos de glamour de Hierro que sentía a mí
alrededor.
Cuanto más nos aventurábamos en Mag Tuiredh, más ―moderna‖ se volvía la ciudad.
Edificios de acero oxidado se asentaban entre las antiguas ruinas, gruesos y negros cables
pasaban por encima de nuestras cabezas, y las luces de neón brillaban desde lo alto de los
tejados y las esquinas. El smog se retorcía por las calles y aceras, dándole una extraña y
escalofriante sensación de ciudad muerta. Me preguntaba donde se habían ido todos los
feys de Hierro. No es que quisiera encontrarme con ninguno de ellos, pero en una ciudad
tan grande, podrías pensar que tal vez habría al menos unos cuantos.
Cuando llegamos a la base de la torre del reloj, me sorprendió lo grande que era, una torre
de acero, cristal y metal, asentada en medio de antiguas ruinas que eran gigantescas en sí
mismas, cerniéndose sobre todas ellas. Pero la puerta de la torre era de tamaño humano, de
bronce y cobre, cubierta de engranajes que tintineaban y giraban mientras la abría.
Una escalera sin fin corría a lo largo de las paredes, en espiral hasta la oscuridad. Cuerdas y
poleas colgaban de gruesas vigas metálicas, y monstruosos engranajes giraban
perezosamente en la enorme extensión del centro. Era, obviamente, como estar dentro de un
reloj gigante.
―Por aquí,‖ dijo la voz Grimalkin, y seguimos al gato por la escalera de caracol hasta que
desapareció en algún lugar por encima de nosotros. La escalera no tenía pasamanos, y me
apoyé en las paredes a medida que avanzábamos más arriba en el reloj, el suelo ya sólo era
un cuadrado de piedra encogiéndose a lo lejos, muy abajo.
Al final, la escalera terminaba en un balcón que daba a la larga caída hacia el fondo. Justo
sobre nuestras cabezas el techo era de madera, y en el centro del balcón, una escalera
conducía a una trampilla cuadrada, del tipo que empujarías para entrar en el ático. Puck
subió la escalera, sacudió la trampilla, y cuando descubrió que no estaba cerrada con llave,
la abrió un poco para poder mirar a través de una rendija. Un momento después, lo empujó
de nuevo hasta abrirla por completo y nos indicó al resto que subiéramos. Una acogedora y
atestada sala, nos acogió mientras pasábamos con cuidado a través de la trampilla, para no
hacer ningún ruido. Los pisos y paredes eran todos de madera, salvo la pared del fondo que
mostraba la parte posterior de la esfera enorme del reloj. Varias mesas corrían por la
habitación, cada centímetro cuadrado de ellas con relojes de diferentes tamaños y diseños.
Las paredes estaban cubiertas también con ellos. Relojes de cuco, relojes de caja, relojes de
madera, relojes impecables de metal – el que fuera, este lugar lo tenía. Todos los relojes
mostraban una hora diferente, ninguno de ellos estaba igual. Un tic-tac sin fin llenaba el
aire, y el ocasional tweet*, repique o dong se hacía eco por toda la habitación. Si me
quedaba aquí el tiempo suficiente, me volvería loca en un tiempo muy corto.
El Relojero, quienquiera que fuese, no estaba a la vista. Una cómoda silla de color verde
estaba en la esquina, una isla de confort en un mar de desorden, aunque en este momento
estaba lejos de estar vacía.
Uno felino enorme, estaba hecho un ovillo sobre el cojín, respirando profundamente como
si estuviera dormido. Definitivamente no era Grimalkin, reconocí el mismo tipo de criatura
que nos había atacado de camino a la ciudad. Antes de que pudiera decidir qué hacer,
rasgados ojos de color esmeralda se abrieron y el gato se erizó con un gruñido.
Sacamos las espadas, el chirrido de las hojas casi ahogado por el repentino resonar de un
reloj de caja en la esquina. El gato siseó e inmediatamente onduló fuera de la vista.
Rápidamente alcancé mi propia magia, tratando de ver a dónde se había ido el gato, lista
para gritar instrucciones a Ash y Puck. Pero en lugar de atacar, la forma de glamour del
gato saltó sobre una mesa, milagrosamente evitando los muchos relojes que cubrían la
superficie, y saltó de la sala, desapareciendo a través de una pequeña entrada en la parte de
atrás.
―Aquí estáis,‖ dijo una voz. ―Justo a tiempo.‖
Una pequeña criatura encorvada echó a un lado una cortina y entró contoneándose por las
filas de mesas. Era de la mitad de mi altura y vestía un chaleco de color rojo brillante con
varios relojes de bolsillo adornando la tela. Su cabeza era un cruce entre humano y ratón,
con orejas grandes y redondas, pequeños ojos brillantes, y un bigote que se parecía
sospechosamente al de un animal. Una delgada y peluda cola se balanceaba detrás de él
mientras caminaba, y tenía un par de pequeños anteojos de oro posados en la punta de la
nariz.
―Hola, Meghan Chase,‖ saludó, saltando sobre un taburete y tirando de un reloj de su
chaleco, observándolo sabiamente. ―Es muy bueno conocerte por fin. Me gustaría ofrecerte
una taza de té, pero me temo que no tienen tiempo para quedarse y charlar. Lástima.‖
Parpadeó ante mi silencio, entonces debió de notar las miradas cautelosas de mis
compañeros. ―Oh, no se preocupen por Ripple. Lo mantengo aquí por los gremlins.
Pequeñas cosas desagradables, los gremlins, siempre metiéndose en las cabezas de los
engranajes, arrojando todo afuera. Ahora, Meghan Chase...‖ Guardó su reloj y cruzó los
dedos largos sobre el pecho, mirándome fijamente. ―Nuestro tiempo se está desvaneciendo
rápidamente. ¿Por qué has venido?‖
Di un respingo. ―¿Qué... no lo sabes? Ya sabías mi nombre, y cuando vendría.‖
―Por supuesto.‖ El Relojero movió sus bigotes. ―Por supuesto que sabía a qué hora llegarías
aquí, niña. Justo como sé a qué hora Goodfellow caerá mi reloj de repisa francés del siglo
XIX.‖ Puck se sobresaltó con esto, chocando con una mesa y enviando un reloj a estrellarse
contra el suelo. ―Justo en el segundo,‖ suspiró el Relojero, cerrando los ojos. Abriéndolos
de nuevo, me observó con una penetrante mirada brillante, haciendo caso omiso de Puck
que se apresuró a poner el reloj sobre la mesa, intentando reconstruirlo de nuevo. ―Veo
cómo todo se inicia y el momento exacto en su tiempo se agota. Pero esa no fue mi
pregunta, Meghan Chase. Sé por qué estás aquí. La pregunta es, ¿lo sabes tú?‖
Compartí una mirada con Ash, quien se encogió de hombros. ―Estoy buscando al rey
falso,‖ le dije, haciendo una mueca mientras Puck dejaba caer algo pequeño y brillante con
una maldición, que se fue rodando por el suelo. ―Ironhorse dijo que podrías ayudar.‖
―¿Ironhorse?‖ los bigotes del Relojero temblaron, y saltó del taburete, contoneándose por la
habitación. ―Vi cuando su reloj se detuvo, cuando su tiempo finalmente se agotó. Fue uno
de los grandes, aunque su destino estaba ligado directamente al rey Machina. Cuando los
segundos Machina se acabaron, era sólo cuestión de tiempo que Ironhorse parara, también.‖
Me tragué un nudo en la garganta al pensar en Ironhorse. ―Tenemos que encontrar el rey
falso,‖ le dije. ―¿Sabes dónde está?‖
―No.‖ El relojero olfateó, recogiendo un perno y frunciendo el ceño. ―No.‖
Dejé salir mi aliento en una rabieta. ―¿Entonces por qué estamos aquí?‖
―Todo a su tiempo, querida. Todo a su tiempo.‖ Espantando a Puck lejos de la mesa, el
Relojero volvió a su trabajo. Sus largos dedos volaban sobre el reloj, apenas distinguibles
borrones, como si estuviera escribiendo algo en avance rápido. ―Ya te dije, niña, sé el
momento en que las cosas suceden, y cuando terminan. No sé por qué. Tampoco sé cuál es
la ubicación del rey falso.‖ Se enderezó, buscando en su chaleco para sacar un pañuelo
blanco, que utilizó para pulir el reloj anteriormente roto. ―Sin embargo, sí sé esto. Lo
encontrarás, y lo encontrarás pronto. Tu destino y el destino de muchos otros, se muestran
en los rostros de los relojes, marcando juntos. Por lo tanto, ya ves, niña.‖ Cogió el reloj y
saltó del taburete, haciendo una pausa para clavarme la mirada con pequeños y brillantes
ojos. ―Ya sabes todo lo necesario para encontrarlo.‖
Me mordí mi impaciencia. Esto era inútil. Y cada segundo que perdíamos aquí, los
amuletos de Puck y Ash se corroían, sucumbiendo al veneno del Reino de Hierro. ―Por
favor,‖ le dije al Relojero, ―no tenemos mucho... tiempo. Si dices que nos puedes ayudar,
hazlo ahora para que podamos seguir nuestro camino.‖
―Sí,‖ asintió el relojero, volviéndose hacia mí. “Ahora es el momento.‖
Metió la mano en su chaleco, y sacó una llave grande de hierro que pendía una cinta de
seda. ―Esto es tuyo,‖ dijo solemnemente, entregándomela. ―Mantenla a salvo. No la
pierdas, porque la necesitarás pronto.‖
Tomé la llave, viéndola girar y balancearse en la luz. ―¿Para qué sirve?‖
―No lo sé.‖ El Relojero parpadeó ante mi ceño fruncido. ―Como dije, niña, sólo sé el
cuándo de las cosas. No sé el cómo ni el porqué. Pero sí sé esto: en ciento sesenta y una
horas, trece minutos y cincuenta y dos segundos, vas a necesitar esa llave.‖
―¿Ciento sesenta horas? Eso son varios días a partir de ahora. ¿Cómo se supone que voy a
llevar la cuenta?‖
―Toma esto.‖ El Relojero metió la mano en el otro lado de su chaleco y sacó un reloj de
bolsillo, haciéndolo girar hipnóticamente en una cadena de oro. ―Todo el mundo debería
tener un dispositivo de tiempo,‖ dijo él mientras me lo entregaba. ―No sé cómo los sangre
vieja lo hacen, nunca preocupándose por el tiempo. Me parece simplemente desquiciante.
Por lo tanto, te daré esto a ti.‖
―Yo... um... te lo agradezco.‖
Sus bigotes se retorcieron. ―Estoy seguro de que lo haces. Ah, y una última cosa. ¿Ese reloj
que sostienes, Meghan Chase? Su vida útil está llegando a su fin. Después de treinta y dos
minutos y doce segundos desde el momento en que uses esa llave, dejará de funcionar.‖
Sentí un escalofrío en la cálida y acogedora habitación. ―¿Qué significa eso?‖
―Significa,‖ dijo el Relojero, sus ojos pequeños y brillantes nunca parpadearon, mientras
me miraba, ―que en ciento sesenta y una horas, cuarenta y cinco minutos y cincuenta
segundos, algo va a pasar para hacer que ese reloj se pare.‖
―Ahora.‖ Me sonrió – al menos, creo que lo hizo – por debajo de sus bigotes y me dio una
leve reverencia. ―Creo que nuestro tiempo juntos ha llegado a su fin. Buena suerte para ti,
Meghan Chase,‖ dijo mientras salía de la habitación contoneándose. ―Recuerda que termina
en el inicio. Y dale mis saludos al teniente primero, cuando le veas.‖ Empujó a un lado las
cortinas de la puerta, se deslizó a través ella, y se fue.
Suspiré. Ensartando la llave a través de la cadena del reloj, la puse alrededor de mi cuello.
―Sólo una vez, me gustaría que un hada me pudiera dar una respuesta directa,‖ murmuré
mientras Ash levantaba la trampilla de nuevo. ―Me parece que este viaje fue una pérdida de
tiempo, tiempo que no tenemos. ¿Y dónde diablos está Grimalkin? Tal vez podría darle
algún sentido a todo esto, si no siguiera desapareciendo cada vez que me doy la vuelta.‖
―Estoy aquí, humana.‖ apareció Grimalkin en la silla, tan acurrucado como el otro gato más
grande había estado. Su cola golpeó el cojín como irritado. ―Donde he estado por la mayor
parte de la conversación. No es mi culpa que no puedan ver más allá de la punta de su
nariz.‖ Con aire ofendido, el gato saltó del cojín y salió deslizándose por la trampilla, sin
detenerse a mirar hacia atrás.
Grandioso, ahora el gato estaba enojado conmigo. Conociendo a Grimalkin, tendría que
rogar y suplicar para que nos digiera lo que sabía, u ofrecerle a mi hijo primogénito o algo
así.
Frustrada, pisé fuerte al bajar las escaleras, Ash y Puck iban detrás de mí. Fuera, la ciudad
brillaba con luces, tanto naturales como artificiales, pero a excepción de los gremlins,
traqueteando y zumbando en las sombras, las calles estaban vacías. Me pregunté cuánto
tiempo habíamos perdido, al venir aquí. Me pregunté, a pesar de las garantías de Grimalkin,
si había sido realmente necesario.
―¿Y ahora?‖ reflexionó Ash, mirándome. ―¿Tenemos un destino?‖
―Sí,‖ dije con decisión, casi aliviada de estar de vuelta en camino. ―La torre.‖
―¿La torre? ¿La torre de Machina?”
Asentí con la cabeza. ―Ese es el único lugar del que sé para encontrar al rey falso. El
Relojero lo dijo: termina en el inicio. Todo comenzó con él. La torre de Machina es donde
tenemos que ir.‖
―Me parece bien,‖ dijo Puck, cruzando los brazos. ―Tenemos un plan. Finalmente. Así que,
eh... ¿Cómo llegaremos allí? No veo ninguna cabina de información vendiendo mapas.‖
Cerré los ojos, tratando de recordar la torre del Rey de Hierro y el camino que tomamos
para llegar allí. Vi las líneas del ferrocarril, cortando justo a través de una llanura plana de
obsidiana, piscinas de lava y chimeneas que cubrían el suelo. Recordé caminar por ese
camino con Ash, mientras el sol nos deslumbraba en la cara, hacia el austero monolito
negro elevándose en la distancia.
―Hacia el este,‖ murmuré, al abrir los ojos. ―La torre de Machina se encuentra en el centro
del Reino de Hierro. Si nos dirigimos al este, deberíamos ser capaces de encontrarla.‖
-fin de cap-
*smog: niebla tóxica.
* tweet: piar. Seguramente haga referencia a el cantar de los relojes de cuco.
CAPÍTULO 16
Traducido por NaaN! Corregido por Sidonie
LOS ECOS DEL PASADO
Caminamos durante casi dos días, deteniéndonos sólo para coger un par de horas de
exhausto sueño antes de dirigirnos hacia el este de nuevo. Después de la salida del sol,
viajamos a través de un pantano de burbujas de aceite, donde los cascos oxidados de coches
se pudrían en el lodo, a través de un bosque de farolas y postes de teléfono, donde extraños
pájaros eléctricos revoloteaban de punta a punta, dejando chispas a su paso. Pasamos junto
a "El Valle de los Gusanos," como lo llamó Puck, un barranco lleno de miles de
computadoras descartadas, llenas de gusanos enormes, algunos más grandes que pitones*,
su piel de color azul metálico iluminado con cientos de luces parpadeantes y chispas.
Afortunadamente, parecían ciegos o indiferentes de nuestra presencia, pero mi corazón
todavía golpeaba contra mis costillas millas después de salir del Valle de Gusanos.
Mientras viajábamos, empecé a sentir una pulsación extraña proveniente de la tierra, débil
al principio, pero cada vez más fuerte cuanto más lejos íbamos. Como si algo me estuviera
llamando, atrayéndome cerca como la atracción de un imán. Y lo extraño era que, si cerraba
los ojos y realmente me concentraba, yo podía sentir el centro del Reino de Hierro, como
un invisible ojo de toro en mi mente. No se lo mencioné ni a Ash ni a Puck, insegura de si
sólo era una loca corazonada, pero pillé a Grimalkin mirándome una vez o dos veces, con
sus brillantes ojos de gato serios y reflexivos, como si supiera que algo estaba pasando.
En el segundo día, llegamos al borde de un vasto desierto, un mar de dunas de arena,
subiendo y bajando con el viento. Yo nunca había visto el mar, pero imaginé que debía ser
algo como esto, sólo que con agua en lugar de arena, extenso e interminable, perdiéndose
en el horizonte. A nuestra izquierda, una pared de escarpados acantilados negros se elevaba
por encima de las dunas, y el viento empujaba las olas contra las rocas dentadas, que al
chocar rociaban polvo en el aire como la espuma del mar.
"¿Estás segura de que todavía estamos en buen camino, princesa?" preguntó Puck,
protegiéndose los ojos del resplandor del sol. Miré por encima de las dunas, entrecerrando
los ojos a la fuerte luz, y sentí un impulso desde algún lugar en el otro lado, el faro que me
llamaba.
"Sí". Asentí. "Todavía estamos en buen camino. Hay que seguir."
El desierto y los acantilados parecían no terminar nunca. Simplemente caminar por la arena
demostraba ser un reto, a pesar de que sosteníamos nuestro peso, todavía nos hundíamos en
las dunas, hasta las rodillas a veces, como si el desierto nos quisiera tragar por completo.
De vez en cuando, las colinas de arena eran barridas por el viento, dejando al descubierto lo
que había debajo. Elementos extraños salían a la superficie, flotando como troncos en las
olas. De todo, desde calcetines a lapiceros, tenedores y cucharas, llaves, pendientes,
carteras, coches Matchbox, y un sinfín de monedas, eran descubiertos por un momento,
brillando a la luz, antes de que la arena se enroscara sobre ellos una vez más, escondiéndose
de la vista.
Una vez, por curiosidad, me incliné y saqué un teléfono celular de color rosa brillante de la
arena, volteándolo para abrirlo. Por supuesto, las baterías estaban muertas desde hacía
mucho tiempo, y la pantalla estaba oscura, pero había una pegatina borrosa en la parte
delantera, una de Hello Kitty con un kanji japonés* por debajo. Me pregunté cómo había
llegado hasta aquí. Era obvio que había pertenecido a alguien alguna vez. ¿Simplemente lo
habían perdido?
"¿Pensando en hacer una llamada, princesa?" preguntó Puck mientras llamaba mi atención
y levantaba una ceja hacia el teléfono en mi mano. "Probablemente la recepción aquí es una
mierda. Sin embargo, si consigues cobertura, trata de ordenar una pizza. Me estoy
muriendo de hambre."
"Ya veo," dije abruptamente, haciendo fruncir el ceño a Puck por la confusión.
Gesticulando alrededor en las dunas, continué. "Yo sé dónde estamos, más o menos.
Apuesto a que todos estos elementos se perdieron en algún momento, en el mundo de los
mortales. Mira esto: bolígrafos, llaves, celulares. Aquí es donde todo viene, donde las cosas
perdidas finalmente terminan."
"El desierto de las Cosas Perdidas," dijo Puck dramáticamente. "Bueno, eso es apropiado.
Nosotros estamos aquí, ¿no?"
"No estamos perdidos," le dije con firmeza, lanzando el celular lejos. Golpeando en la arena
y siendo tragado de inmediato. "Sé exactamente hacia dónde voy."
"Oh, bueno. Y yo que pensaba que estábamos tomando la ruta pintoresca.‖
"Tenemos problemas." La voz cortante de Ash nos interrumpió. El príncipe de Invierno
llegó caminando por la duna con Grimalkin trotando detrás de él, su pelo parándose en
punta. Una repentina ráfaga de viento caliente tiró de su cabello e hizo una capa de presión
a su alrededor. "Hay una tormenta que se avecina," dijo Ash, y señaló a través del desierto.
"Mirad."
Miré sobre las dunas. En el horizonte, brillando en el calor, algo se estaba moviendo. Y el
viento comenzó a aullar, llenando el aire con listas de compras, hojas de tareas y tarjetas de
béisbol, vi un muro de arena girando y brillando, comiendo terreno a medida que avanzaba
hacia nosotros como una avalancha desatada.
"¡Tormenta de arena!" jadeé, tropezando hacia atrás. "¿Qué vamos a hacer? No hay ningún
lugar al que realmente podamos ir."
"Por este camino," dijo Grimalkin, sonando mucho más tranquilo de lo que yo estaba. Una
ráfaga de viento tiró arena sobre su espalda, y se sacudió con impaciencia. "Tenemos que
llegar a los acantilados antes de que la tormenta principal llegue, o podría volverse
desagradable. Síganme."
Nos dirigimos a los acantilados, luchando contra la arena y el viento que gritaba a nuestro
alrededor, rasgando la ropa y exponiendo la piel al escozor. A medida que la tormenta se
acercaba, también artículos más pesados comenzaron a volar por el aire. Cuando un par de
tijeras golpeó en mi pecho, deslizándose fuera de la armadura de dragón, mi sangre se
congeló. Teníamos que llegar a un refugio rápidamente, o estaríamos en pedazos.
El borde de la tormenta rugía sobre mí como una ola, gritando en mis oídos, lanzándome
arena y otras cosas. Con los ojos casi cerrados, no podía ver a dónde iba, y el polvo obstruía
mi nariz y boca, lo que dificulta la respiración. Perdí de vista a Grimalkin y a los demás y
luchaba a ciegas a través de la vorágine, con un brazo cubriendo mi cara, el otro tendido
delante de mí.
Alguien cogió mi mano y tiró de mí hacia adelante. Me asomé y vi a Ash, con su cabeza y
hombros encogidos contra el viento, arrastrándome hacia la pared del acantilado, una
cortina oscura en medio de un mar tormentoso. Puck estaba agachado, acurrucándose
contra él, mientras las corrientes de arena fluían a su alrededor, rebotando extrañamente y
terminando en las piedras.
"Bueno, esto es divertido," dijo Puck a medida que nos agachábamos detrás de la roca,
apiñados mientras el viento y la arena gritaba a nuestro alrededor. "No todos los días puedo
decir que fui atacado por un par de anteojos de lectura que volaba. Ay." Frotó su frente,
donde un moretón había comenzado a formarse.
"¿Dónde está Grimalkin?" grité, mirando hacia el viento furioso. Una cabeza de muñeca de
plástico golpeó la roca a centímetros de mi cara y se fue rebotando en la tormenta, y me
encogí de nuevo.
"Estoy aquí." Grimalkin se materializó detrás de la roca, sacudiendo la arena de su pelaje
en una nube de polvo. "Hay una pequeña abertura en la pared del acantilado a pocos metros
abajo," anunció, mirándome detenidamente. "Voy para allá ahora, si os apetece seguirme.
Es más cómodo que encogerse de miedo contra una roca."
Pegada a la pared, con los brazos levantados para proteger los ojos de la arena y de los
objetos voladores, seguimos a Grimalkin a lo largo del acantilado hasta llegar a una
estrecha grieta, un corredor que serpenteaba a lo largo en la roca. La apertura era ajustada y
estrecha, y no había mucho espacio para hacer algo más que estar de pie, pero era mejor
que estar fuera en la tormenta.
Me apoyé en el pasillo, con un suspiro de alivio. Mis oídos oían al viento rugir, y la arena
se aferraba a todo: pelo, labios, pestañas. Quitándome un guante, me limpié la cara,
deseando tener una toalla, y traté de sacudir la arena de mi pelo.
"Ugh." Puck sacudió su cabeza como un perro, lanzando polvo y arenilla. Ash lo miró y se
alejó de la ducha, poniéndose junto a mí. "Ack. Blech. Oh, genial, ya estoy empezando a
sentir picores. Tendré arena en cada hendidura durante meses."
Sonriendo ante la declaración de Puck, extendí mi mano y revolví el pelo de Ash, enviando
una lluvia de polvo al suelo. Hizo una mueca y me dio una mirada triste. "Me pregunto
cuánto tiempo va a durar la tormenta," reflexioné en voz alta, mirando cómo era lanzada la
arena atravesando la apertura. Al ver a Grimalkin, sacudiéndose rigurosamente en una roca
cercana, lo llamé. "¿Grim? ¿Alguna idea?"
El gato ni siquiera disminuyó la velocidad. "¿Por qué me lo preguntas, humana?" preguntó,
lamiéndose a sí mismo como si su pelaje estuviera en llamas y no sólo cubierto de arena.
"Nunca he estado aquí." Sacudió su cabeza, luego pasó a sus patas y bigotes. "Podríamos
estar aquí durante unos minutos o días… no soy un experto de la arena y los ciclos de
viento en el Desierto de las Cosas Perdidas." Su voz estaba llena de sarcasmo, y yo puse
mis ojos en blanco. "Aunque," prosiguió, lavando furiosamente su cara, "tal vez pueda
interesarte saber que hay un túnel a la vuelta la esquina a la derecha, medio escondido
detrás de un arbusto. Tal vez debas ver que está vacío y no lleno de arañas de Hierro o algo
igualmente desagradable."
Sacamos nuestras armas. Hablando de estar entre la espada y la pared. Lo último que
queríamos era estar atrapados en un estrecho pasillo con un enemigo presionándonos por
delante y la tormenta a nuestras espaldas. Con Ash en frente mío y Puck detrás, nos
dirigimos hacia adelante hasta que encontramos el túnel del que Grim había hablado, una
enorme apertura en la pared de piedra, oscura y poco atractiva, al igual que la boca abierta
de una bestia.
Con cautela, Ash metió su espada a través de la apertura, y cuando no saltó nada de
inmediato, me deslicé hacia adelante para mirar dentro.
Al principio, mientras mis ojos se acostumbraban a la oscuridad, lucía como un túnel de
piedra ordinario, tal vez para un sistema de cuevas o algo similar. Pero luego vi que el túnel
había sido tallado en la roca, que un grupo de unos hongos blancos familiares crecían en la
pared cerca de la entrada, y una vieja linterna de metal colgaba de un clavo más adentro.
Esta cueva no era el azar. Alguien había estado usando estos túneles, y recientemente.
Y de repente, supe dónde estábamos.
"Princesa, espera," advirtió Puck cuando di un paso dentro. "¿Qué estás haciendo?"
"Yo sé lo que es esto," dije, tomando el farolillo del clavo. Todavía tenía aceite y logré que
una pequeña llama saltara a la vida, elevándola. La luz se reflejaba en un camión de
bomberos de juguete que yacía junto a una roca, y tuve que sonreír. "Sí," murmuré,
agachándome para recoger el camión de juguete. "Este es un túnel de un packrat. Estoy
segura de ello."
"¿Pack qué?" Puck frunció el ceño mientras pasaba a través de la apertura, manteniendo sus
dagas fuera al tiempo que miraba alrededor con inquietud. ―¿Ratas? Ratas gigantes de
hierro? Oh, gracias a Dios, eso es mucho mejor que las arañas.‖
"No." Lo fulminé con la mirada mientras Ash envainaba su espada y entraba en el túnel,
mirando a su alrededor con cautela. "Packrats. Pequeños feys de Hierro que llevan
montones de basura en sus espaldas. Nos encontramos con ellos en nuestro primer viaje a
través del Reino de Hierro, cuando yo estaba buscando a Machina. Estos túneles deben
conducir derecho a su nido."
"Oh. Impresionante. Eso me hace sentir muchísimo mejor."
"¿Puedes parar? Son inofensivos. Y nos ayudaron antes." Dejé la camioneta y entré más en
el túnel, levantando el farolillo tan alto como pude. La madriguera serpenteaba lejos hacia
una oscuridad extrema, pero sentí el mismo extraño tirón, viniendo de la oscuridad.
"¿A dónde vas, humana?" Apareció Grimalkin en una roca cercana, mirándome fijamente.
"¿Sabes el camino a través de estos túneles? Sería muy fastidioso si nos perdemos
siguiéndote.‖
"Yo conozco el camino," dije en voz baja, dando unos pasos hacia adelante, más profundo
en la madriguera. "Y si podemos encontrar a los packrats, ellos estarán dispuestos a
ayudarnos." Dando la vuelta, vi a los tres vacilantes con diferentes expresiones dudosas, y
suspiré. "Yo sé lo que estoy haciendo, chicos. Confíen en mí, ¿de acuerdo?"
Ash y Puck compartieron una breve mirada y luego Ash se separó de la pared para pararse
a mi lado. "Muéstranos el camino," dijo, asintiendo en la oscuridad. "Vamos a estar justo
detrás de ti."
"Para que conste," Grimalkin dijo mientras nos aventuramos, una sola demanda en lo
oscuro, "no creo que esta sea una buena idea. Pero, como ya nadie escucha al gato, voy a
esperar hasta que se pierdan por completo para decir ‗os lo dije‘.‖
Los túneles continuaban. Como una madriguera gigante o un nido de termitas, sus caminos
eran retorcidos y curvados a través de la montaña, conduciéndonos hacia lo más profundo.
Yo seguía esa extraña atracción, dejando que me guiara por el laberinto de madrigueras sin
fin, Ash, Pucky Grim iban de mí. La trabajadas piedras en todos los túneles se veían igual,
excepto por un extraño juguete roto o un trozo de basura esparcidos entre las rocas. Varias
veces, pasamos por un nexo en múltiples canales rompiendo en diferentes direcciones. Pero
siempre supe qué camino tomar, qué túnel seguir, y ni siquiera pensaba mucho en ello,
hasta que Grimalkin dio un repentino e irritado bufido.
"¿Cómo estás haciendo esto, humana?" exigió saber, azotando su cola agitado. "Sólo has
estado aquí una vez, y es imposible para los mortales memorizar las direcciones tan
rápidamente. ¿Cómo sabes que vas por el camino correcto?"
"No sé," dije, llevándonos hasta otro pasillo lateral. "Sólo lo hago."
El ladrido de risa de Puck me sobresaltó. "¿Ves?" alardeó, apuntando a Grimalkin, quién
movió sus oídos hacia él. "¿Ves lo irritante que es? Recuerda esto, la próxima vez tú -
¡hey!" Llamó mientras Grimalkin desaparecía. "¡Sí, no puedo verte, pero sé que todavía me
escuchas!"
Nos estábamos acercando más al nido de packrats, un hecho que conocía debido a la
cantidad de basura que comenzó a aparecer en lugares fortuitos: un teclado roto aquí, una
bocina de bicicleta allí. Pronto los túneles estaban sembrados de ellos, haciéndonos mirar
dónde poníamos nuestros pies. La inquietud me atormentó; a estas alturas a deberíamos
haber encontrado un packrat o dos. Había estado esperando encontrarme con ellos de
nuevo, preguntándome si me recordarían. Sin embargo, los túneles se sentían vacíos y fríos,
abandonados. Y habían estado así por un tiempo.
De repente, el túnel se terminó, y entramos en una caverna enorme, con montañas de basura
apiladas más lejos de lo que podíamos ver. Haciendo nuestro camino más allá del enorme
basurero, agudicé mis ojos y oídos, con la esperanza de atrapar una visión de los packrats,
oírlos balbucear en su idioma divertido. Pero, en mi corazón, yo sabía que era inútil. Yo no
podía sentir ninguna chispa de vida en este lugar. Los packrats se habían ido hacía tiempo.
"Hey," dijo Puck de repente, su voz resonó en la caverna. "¿Eso es... un trono?"
Respiré fuertemente. Una silla hecha enteramente de basura yacía en la cima de un
montículo pequeño de basura en el centro de la habitación. En un capricho, me acerqué al
montículo y me agaché a los pies del trono, y comencé a tamizar a través de los escombros.