José de San Martín (José Francisco de San Martín y Matorras; Yapeyú, hoy San Martín, Corrientes, Argentina, 1778 - Boulogne-sur-Mer, Francia, 1850) Héroe de la independencia americana, libertador de Chile y Perú. La singularidad del perfil heroico de José de San Martín viene dada, más que por sus hazañas exteriores, por la grandeza interior de su carácter. Pocos hombres públicos pueden exhibir una trayectoria tan limpia en la historia de América: habiendo alcanzado la máxima gloria militar en las
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José de San Martín
(José Francisco de San Martín y Matorras; Yapeyú, hoy San Martín, Corrientes,
Argentina, 1778 - Boulogne-sur-Mer, Francia, 1850) Héroe de la independencia
americana, libertador de Chile y Perú.
La singularidad del perfil heroico de José de San Martín viene dada, más que
por sus hazañas exteriores, por la grandeza interior de su carácter. Pocos
hombres públicos pueden exhibir una trayectoria tan limpia en la historia de
América: habiendo alcanzado la máxima gloria militar en las batallas más
decisivas, renunció luego con obstinada coherencia a asumir el poder político,
conformándose con ganar para los pueblos hispanoamericanos la anhelada
libertad por la que luchaban.
José de San Martín
Sus campañas militares cambiaron el signo de la historia americana durante el
proceso de descolonización acaecido a principios del siglo XIX. A su lucidez
estratégica se deben los planteamientos militares que llevarían a la
independencia de Chile y de Perú, centro neurálgico del poderío español cuya
caída conduciría a la de todo el continente. Si luego dejó en manos menos
nobles las extenuantes guerras civiles y partidistas que acabaron por
malbaratar los más bellos sueños de los patriotas, fue por esa misma pureza y
rectitud de principios. Achacoso, postergado y ciego, San Martín moriría
decentemente en su cama, en un remoto rincón de Francia, cargado de
honores y exonerado de toda responsabilidad sobre el destino tortuoso de
aquellas amadas tierras cuya independencia había ganado con el valor de su
sable.
Biografía
Hijo de Juan de San Martín, teniente gobernador de Corrientes, y de Gregoria
Matorras, el pequeño José Francisco se crió en el seno de una familia española
que no tardó en preferir volver a su país a quedarse en aquellos turbulentos
estados coloniales. En 1784 pasó con su familia a España; en 1787 ingresó en
el Seminario de Nobles de Madrid, donde aprendió retórica, matemáticas,
geografía, ciencias naturales, francés, latín, dibujo y música.
Dos años después pidió y obtuvo el ingreso como cadete en el Regimiento de
Murcia. Fue éste el origen de una brillante y vertiginosa carrera militar que
tendría su bautismo de fuego en el sitio de Orán (1791), en la campaña de
Melilla; trece años tenía entonces el futuro libertador.
José de San Martín (detalle de un retrato de François Joseph Navez, c. 1824)
Más tarde intervino en las guerras del Rosellón (1793) y de las Naranjas
(1801), mereciendo sucesivos ascensos por su actuación; en 1803 era ya
capitán de infantería en el regimiento de voluntarios de Campo Mayor. Cuando
la invasión napoleónica de la península dio lugar a la Guerra de la
Independencia Española (1808-1814), su arrojo contra los invasores franceses
en la batalla de Bailén (1808) le valdría ser nombrado teniente coronel de
caballería.
La emancipación de América
Tras esta fulgurante carrera en el ejército español, y poco después de estallar
la revolución emancipadora en América, San Martín, que había mantenido
contactos con las logias masónicas que simpatizaban con el movimiento
independentista, reorientó su vida hacia la causa emancipadora. El sentimiento
de su identidad americana y su ideario liberal, desarrollado en el clima
espiritual surgido tras la Revolución Francesa y en la lectura de los
enciclopedistas e ilustrados franceses y españoles, lo determinaron a contribuir
a la libertad de su patria.
Inició así una nueva etapa de su vida que lo convertiría, junto con Simón
Bolívar, en una de las personalidades más destacadas de la guerra de
emancipación americana. Solicitó la baja en el ejército español y marchó
primero a Londres (1811), donde permaneció casi cuatro meses. Allí asistió a
las sesiones de la Gran Reunión Americana, fundada por Francisco de
Miranda, que fue la organización madre de varias otras esparcidas por América
con idénticos fines: la independencia y organización de los pueblos
americanos.
Desde Inglaterra se embarcó hacia Buenos Aires (1812), donde esperaba que
su experiencia militar en numerosas batallas le permitiese rendir excelentes
servicios al ideal que animaba a su país. A causa de sus veintidós años de
servicio en el ejército realista, no fue recibido con entusiasmo por los dirigentes;
pero, ante la debilidad militar del movimiento patriota, la Junta gubernativa le
confirmó en su rango de teniente coronel de caballería y le encomendó la
creación del Regimiento de Granaderos a Caballo, al frente del cual obtendría
la victoria en el combate de San Lorenzo (3 de febrero de 1813).
El mismo año de su llegada había conocido en una tertulia política a la que
sería su esposa y compañera, doña María Remedios de Escalada, con quien
contrajo matrimonio enseguida, el 19 de septiembre, en la catedral porteña. En
1813 renunció a la jefatura del Ejército de Buenos Aires, y en 1814 aceptó
sustituir aManuel Belgrano al frente del Ejército del Alto Perú, maltrecho por
sus derrotas. El duro revés que Belgrano había sufrido en Vilcapugio y
Ayohuma a manos de los realistas cerraba prácticamente las posibilidades de
avanzar sobre Perú, al tiempo que hacía vulnerable esa frontera, cuya custodia
encargó a Martín Miguel de Güemes, caudillo de Salta.
La gesta de los Andes
Incómodo ante las suspicacias bonaerenses, y de acuerdo con sus
compañeros de la logia Lautaro, José de San Martín pensaba que todos los
esfuerzos debían orientarse hacia la liberación de Perú, principal bastión
realista en América. Bloqueada la ruta del Alto Perú (la actual Bolivia), empezó
a madurar su plan de conquista de Perú desde Chile; con este objetivo obtuvo
la gobernación de Cuyo, lo que le permitió establecerse en Mendoza (1814) y
preparar desde allí su ofensiva.
Mientras tanto, en Chile, Bernardo O'Higgins y José Miguel Carrera habían
unido sus fuerzas para sostener la estratégica ciudad de Rancagua; con su
derrota a manos de los realistas finalizaba la intentona independentista chilena
del periodo denominado la Patria Vieja (1810-1814). La caída de la Patria Vieja
y la llegada a Mendoza de los refugiados chilenos complicó los planes de San
Martín, que esperaba atacar Perú desde un Chile independiente y aliado; era
prioritario, pues, liberar Chile.
San Martín y O'Higgins en la travesía de los Andes
San Martín decidió apoyarse en O'Higgins, con quien preparó el plan de
invasión que sería aprobado por los gobiernos de Gervasio Antonio de
Posadas y de Juan Martín de Pueyrredón. En Mendoza, durante tres años
(1814-1817) y con pobres recursos, San Martín organizó pacientemente el
ejército con la ayuda de la población de los Andes; a la empresa se sumó
también con celo su esposa, doña Remedios, que entregó sus joyas para
aliviar en algo las penurias de los patriotas. En 1816 esta abnegada mujer dio
al general su única hija, Merceditas, que sería el bálsamo de San Martín en su
solitaria vejez.
Finalmente, en 1817 inició la gran campaña que habría de dar un giro nuevo a
la guerra, en el momento más difícil para la causa americana, cuando la
insurrección estaba vencida en todas partes con excepción de la Argentina. Su
objetivo era invadir Chile cruzando la cordillera de los Andes, y su realización,
en sólo veinticuatro días, constituiría la mayor hazaña militar americana de
todos los tiempos. Superadas las cumbres andinas, el 12 de febrero de 1817
derrotó al ejército realista al mando del general Marcó del Pont en la cuesta de
Chacabuco, y el 14 entró en Santiago de Chile. La Asamblea constituida
proclamó la independencia del país y le nombró director supremo, cargo que
declinó en favor de O'Higgins.
La liberación de Perú
Pero esta gran hazaña de San Martín perseguía, como ya se ha indicado, una
meta mucho más ambiciosa, y respondía a la estrategia continental del
libertador. Desde esa perspectiva más amplia, la conquista de Chile era sólo un
paso necesario: San Martín comprendió que para sacudir el yugo español del
continente era preciso conseguir el dominio naval del Pacífico y la ocupación
del virreinato del Perú, verdadero centro del poder realista. El mismo virrey
peruano Pezuela consideró con lucidez la situación creada tras el cruce de los
Andes y la batalla de Chacabuco, señalando que esta campaña "trastornó
enteramente el estado de las cosas, dio a los disidentes puestos cómodos para
dominar el Pacífico y cambió el teatro de la guerra para dominar el poder
español en sus fundamentos."
A partir de este momento, los esfuerzos de San Martín se centraron en la
organización de la gran escuadra que había de transportar a las tropas
libertadoras a Perú. Viajó a Buenos Aires a fin de solicitar lo necesario para la
campaña; sin embargo, lo que recibió fue la oferta de intervenir directamente
en las disputas internas del país, cosa que rechazó.
El abrazo de Maipú (detalle de un cuadro de Pedro Subercaseaux)
A su regreso a Chile, las fuerzas patriotas fueron derrotadas en Cancha
Rayada por el ejército realista de Osorio. San Martín reorganizó las
desmoralizadas tropas criollas y venció a Osorio en los llanos de Maipú (5 de
abril de 1818); al término de esta batalla, con la que quedaba asegurada la
libertad chilena, tuvo lugar el célebre abrazo entre San Martín y O'Higgins. Aún
después de destruidos los últimos focos de resistencia española, San Martín
tuvo que vencer tremendos obstáculos: la falta de dinero, las diferencias
políticas y la rivalidad y envidia de sus enemigos; pero los muchos meses
dedicados a la organización de la campaña de Perú acabarían dando su fruto.
Finalizados los preparativos, la escuadra zarpó de Valparaíso (Chile) el 20 de
agosto de 1820, transportando un ejército de 4.500 hombres, y desembarcó en
la playa de Paracas (cerca de Pisco, Perú) el 8 de septiembre. San Martín
intentó una negociación con el virrey Pezuela, y luego con su sucesor, José de
la Serna, con el que se entrevistó el 2 de junio de 1821: el libertador expuso allí
su oferta de un arreglo pacífico, que incluía la independencia de Perú y la
implantación de un régimen monárquico con un rey español, ofreciendo a La
Serna la regencia interina. Fracasadas las negociaciones, San Martín ocupó
Lima y proclamó solemnemente la independencia (28 de julio), pese a que el
ejército realista aún controlaba gran parte del territorio virreinal.
San Martín desembarca en Paracas (1820)
Nombrado Protector de Perú, mientras enviados suyos gestionaban en las
Cortes europeas el establecimiento de una monarquía, la incertidumbre de su
situación militar contrastaba con la consolidación de Simón Bolívar en la Gran
Colombia y la total liberación de Quito tras la Batalla de Pichincha. Hostilizado
por los españoles que se habían hecho fuertes en las montañas, con su ejército
desgastado por la prolongada campaña y con su poder minado por las
disensiones entre los patriotas, San Martín hubo de sostener una lucha
constante.
La ocupación de Guayaquil, ciudad reivindicada por Perú, fue el motivo
inmediato de su célebre entrevista con Simón Bolívar (julio de 1822), en la que
había de tratarse el futuro del continente y cuyo contenido exacto es aún objeto
de múltiples discusiones, pero que sin duda debió de desalentar a San Martín;
nada más regresar a Lima, y ante la creciente oposición peruana a su política,
convocó el Congreso y presentó la renuncia a su cargo de Protector (20 de
septiembre de 1822), dos años antes de que la victoria de Ayacucho pusiera fin
definitivamente a la dominación española en Perú y en todo el continente.
El retiro
San Martín había decidido retirarse; consideraba cumplido su deber de liberar a
los pueblos y no quiso participar en las luchas intestinas por el poder. En
octubre de 1822 llegó a Chile; en verano de 1823 cruzó los Andes y pasó a
Mendoza con la idea de establecerse allí, apartado de la vida pública. Pero las
muchas críticas adversas que le atribuían aspiraciones de mando y el
fallecimiento de su esposa lo determinaron a partir en febrero de 1824 rumbo a
Europa, acompañado por su hija Merceditas, que en esa época tenía siete
años.
Residió un tiempo en Gran Bretaña y de allí se trasladó a Bruselas (Bélgica),
donde vivió modestamente; su menguada renta apenas le alcanzaba para
pagar el colegio de Mercedes. Hacia 1827 se deterioró su salud, resentida por
el reumatismo, y su situación económica: las rentas apenas le llegaban para su
manutención. Durante esos años en Europa arrastró además una incurable
nostalgia de su patria.
José de San Martín en una imagen de 1848
Su última tentativa de regreso tuvo lugar en 1829. Dos años antes había
ofrecido sus servicios a las autoridades argentinas para la guerra contra el
Imperio brasileño; en esta ocasión, embarcó hacia Buenos Aires con la
intención de mediar en el devastador conflicto entre federalistas y centralistas.
Sin embargo, al llegar encontró su patria en tal grado de descomposición por
las luchas fraticidas que desistió de su intento, y, pese a los requerimientos de
algunos amigos, no puso pie en la añorada costa argentina.
Regresó a Bélgica y en 1831 pasó a París, donde residió junto al Sena, en la
finca de Grand-Bourg. Gracias a la solicitud de su pródigo amigo don Alejandro
Aguado, compañero de armas en España, pudo pasar el postrero tramo de su
vida sin vergonzosas estrecheces. En 1848 se instaló en su definitiva
residencia de Boulogne-sur-Mer (Francia), donde moriría en 1850.