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Psiquiatra universitaria | 317
TEORA
ConsideraCiones sobre la intersubjetividad en su Contexto
filosfiCo, evolutivo y ClniCo(Rev GPU 2010; 6; 3: 317-327)
andr sassenfeld1
en el marco del reciente vuelco relacional en el campo de la
psicoterapia contempornea, este artcu-lo explora algunos de los
significados del concepto de la intersubjetividad en sus contextos
filosfico, evolutivo y clnico. describe las contribuciones de la
fenomenologa y la filosofa dialgica de Martin buber, algunos
aspectos de la investigacin actual de la infancia, y algunos
conceptos de la teora psi-coanaltica de la intersubjetividad. en
este sentido, destaca algunas de las diversas definiciones de la
intersubjetividad que existen en estas reas y describe algunas de
sus implicancias generales para la psicoterapia. se establece la
existencia de dos lneas temticas primarias diferentes que definen
el concepto de la intersubjetividad.
INTERSUBJETIVIDAD. PSICOLOGA CLNICA. PSICOANLISIS
RELACIONALINTERSUBJECTIVITY. CLINICAL PSYCHOLOGY. RELATIONAL
PSYCHOANALYSIS
A lo largo de las ltimas dcadas en el campo de la psicoterapia
se ha producido un fenmeno lla-mativo de gran alcance y con
mltiples implicancias. Trascendiendo los lmites identificatorios
habituales de muchos de los diversos acercamientos
psicoterapu-ticos, ha cristalizado un novedoso nfasis que, para
algunos, es en realidad un renovado nfasis sobre la relevancia
terica, clnica y tcnica de las relaciones humanas como dimensin
central y determinante de la experiencia del individuo2.
Magnavita (2000) indica que este verdadero movimiento relacional
surgi como resultado de la
creciente convergencia de un conjunto de ideas y prc-ticas que
se desarrollaron de manera separada pero paralela en el seno de la
psicologa. Incluye entre los factores relevantes que contribuyeron
a la aparicin del acento relacional actual el redescubrimiento
re-ciente de la obra de Sndor Ferenczi, el crecimiento generalizado
de la aceptacin y aplicacin de la teora general de sistemas, la
investigacin emprica de los ltimos aos que ha puesto al descubierto
la crucial importancia de la alianza teraputica para el desenlace
exitoso de los procesos psicoteraputicos, y el recono-cimiento de
la relevancia de los vnculos afectivos para
1 Psiclogo clnico. Departamento de Psicologa, Facultad de
Ciencias Sociales, Universidad de Chile. Contacto:
[email protected], www.sassenfeld.cl
2 En el presente artculo nos remitiremos en particular a los
desarrollos psicoanalticos que son relevantes en el contexto que
estamos esbozando. No obstante, esta restriccin no debe entenderse
como indicacin de que en otras tradiciones psicotera-puticas el
llamado vuelco relacional no ha encontrado expresiones especficas
propias.
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ConsiderACiones sobre lA intersubjetividAd en su Contex to
filosfiCo, e volutivo y ClniCo
la comprensin adecuada de la psicologa femenina. Factores
significativos adicionales han sido la conside-rable influencia que
las teoras psicoanalticas de las relaciones objetales y la
psicologa psicoanaltica del self han tenido en los crculos
psicoteraputicos en ge-neral y, por otro lado, el impacto de las
ideas de diferen-tes tericas feministas en el campo de la
psicoterapia (Aron, 1996; Mitchell & Aron, 1999). Podramos
agregar, adems, la progresiva difusin de la teora del apego y sus
desarrollos y, en ntima conexin con ello, la inesti-mable
significacin de los cada vez ms sistematizados hallazgos de la
investigacin emprica de infantes y la observacin directa de la
interaccin entre los cuidado-res primarios y los nios pequeos.
En el contexto esbozado, la nocin relacional de
intersubjetividad particularmente en el marco ge-neral del
psicoanlisis relacional (Aron, 1996; Berman, 1997; Mitchell &
Aron, 1999) aunque sin restringirse a l se ha convertido en un
referente terico y prctico fundamental para muchos psicoterapeutas
de distin-tas orientaciones. Sin embargo, en muchos sentidos el
trmino se ha transformado en una palabra de moda que, por lo comn,
pretende caracterizar determinadas teoras o aproximaciones
teraputicas como post-car-tesianas y/o post-freudianas aunque sus
detalles par-ticulares sean altamente dismiles (Orange, Atwood
& Stolorow, 1997). La amplia difusin del concepto, como la de
cualquier otro, ha trado consigo una creciente imprecisin y
confusin conceptual y ha resultado en que el grado de la
variabilidad de su utilizacin sea grande. Tal como indican Beebe,
Knoblauch, Rustin y Sorter (2003), a pesar de la importancia del
concep-to de la intersubjetividad, estamos impresionados por los
mltiples usos del trmino en el discurso actual y una llamativa
falta de consenso respecto de su signifi-cado (p. 745). Este
artculo parte del supuesto de que, al margen de lo dicho, el
concepto de la intersubjetivi-dad es un concepto clnicamente til
que puede tanto transformar la concepcin de la psicoterapia de
quien lo emplea como clarificar un conjunto importante de fenmenos
clnicos especficos.
Desde esta perspectiva, nos dedicaremos a ex-plorar algunas de
las diferencias ms relevantes entre algunas de las definiciones
existentes de la intersubje-tividad y, asimismo, a conocer algunas
de las implican-cias tericas y clnicas que se pueden derivar de
ellas. En concreto, examinaremos la nocin relacional de la
intersubjetividad en tres contextos distintos: sus orge-nes en la
filosofa fenomenolgica y en la filosofa bu-beriana, algunos de sus
usos corrientes en la psicologa contempornea del desarrollo y, por
ltimo, algunos de sus mltiples significados en el marco de la
psicologa
clnica. Prestaremos atencin tanto a las diversas defi-niciones
del trmino como a algunas de las implican-cias que se desprenden de
las definiciones particulares revisadas para la psicoterapia.
LA INTERSUBJETIVIDAD EN SU CONTEXTO FILOSFICO
Existe un cierto consenso respecto de que la nocin de la
intersubjetividad tiene sus orgenes en la filosofa fe-nomenolgica,
especialmente en las contribuciones de Husserl y Merleau-Ponty. No
obstante, Benjamin (1990) y Natterson y Friedman (1995) sealan que
tambin Hegel, un siglo antes que los fenomenlogos, haba descrito
ciertos procesos importantes para compren-der la intersubjetividad
en su Fenomenologa del esp-ritu (1807):
En su discusin acerca del conflicto entre la inde-pendencia y la
dependencia de la auto-concien-cia, Hegel mostr de qu manera el
deseo de ab-soluta independencia que alberga el self entra en
conflicto con la necesidad de reconocimiento que experimenta el
self. Al intentar establecerse como entidad independiente, sin
embargo, el self tiene que reconocer al otro como sujeto igual a s
mismo con la finalidad de ser reconocido por el self,
com-prometiendo en el acto el carcter absoluto del self y
planteando la problemtica de que el otro pudiese ser igualmente
absoluto e independiente. (Benjamin, 1990, pp. 189-190)
Desde este punto de vista, la intersubjetividad est vinculada,
al mismo tiempo, con la posibilidad y con la necesidad del
reconocimiento ontolgico del otro como sujeto por derecho
propio.
Husserl, despus de Hegel, estuvo interesado en cuestionar los
supuestos cartesianos fundamentales que, a lo largo del trayecto
del pensamiento occidental moderno, haban conducido a la
institucionalizacin de las dicotomas bsicas entre sujeto y objeto,
realidad interna y realidad externa, individuo y mundo, perso-na y
otras personas. Con este objetivo, Husserl utiliz la nocin de la
intersubjetividad como herramienta para alejarse del imperante
nfasis individualista y mondi-co de la filosofa y de la psicologa
de su poca, refor-mulando la naturaleza de la existencia humana
desde una perspectiva inherentemente relacional (Benjamin, 1990;
Diamond & Marrone, 2003; Madison, 2001). As, la idea
fenomenolgica de la intersubjetividad surge como alternativa a la
concepcin del individuo como entidad aislada y separable de sus
relaciones con el
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Andr sAssenfeld
mundo y los dems. En este sentido, hace referencia a la
irreductibilidad del hecho existencial de la relacin del ser humano
con otros seres humanos y explicita que el sujeto no puede existir
y, de hecho, no existe con independencia de los otros la existencia
es, as, siem-pre co-existencia entre (inter-) sujetos
(-subjetividad), con lo cual le es concebida primaca ontolgica a la
di-mensin interpersonal por sobre la dimensin personal e
individual. Moreno (2000) aclara que, en la obra de Husserl, la
intersubjetividad es un planteamiento filo-sfico que trasciende el
punto de vista psicolgico; la fenomenologa husserliana considera
que el otro, en trminos genricos, es una estructura intrnseca de la
experiencia subjetiva. El otro se halla, por as decirlo, incrustado
en los fundamentos experienciales de la subjetividad misma.
Con posterioridad, en la tradicin fenomenolgica hermenutica la
nocin de intersubjetividad tambin ha sido empleada como descripcin
de un modo de comunicacin entre sujetos. Aqu se refiere a la
expe-riencia dialgica que genera significados mediante un lenguaje
comn a los sujetos involucrados es decir, mientras ms un sujeto
explica e interpreta su propia experiencia al otro, ms llega a
saber de s mismo y del otro (Lazar, 2001). Por otro lado, siguiendo
a Oran-ge et al. (1997), el trmino ha sido usado en el mbito
epistemolgico de manera similar para dar cuenta de una opinin
compartida por diversos observadores res-pecto de que un cierto
estado de cosas es un hecho, atribuyndose en ocasiones objetividad
y neutralidad a los observadores. En este caso, se dice que la
facticidad alcanzada descansa sobre un acuerdo o consenso
inter-subjetivo. Bunge (1996) clarifica el uso epistemolgico comn
del concepto en el rea de las ciencias sociales: una explicacin es
intersubjetiva dentro de una comu-nidad determinada si, y slo si,
(casi) todos los miem-bros de la comunidad estn de acuerdo con ella
(sea cual fuere su valor de verdad) (p. 454). Afirma que, a pesar
de que la intersubjetividad en este sentido es un indicador de
objetividad, no es del todo confiable de-bido a que un grupo
determinado de personas puede percibir o conceptualizar un suceso
dado de la misma manera incorrecta.
Remitindonos a la concepcin fenomenolgica de la
intersubjetividad, podemos entonces estable-cer: (1) que sta supone
que la separacin tradicional entre lo interno y externo es un
vestigio del dualismo cartesiano, estando ambas dimensiones
precedidas por la primaca del campo interpersonal o relacional, y
(2) que rechaza la existencia de una escisin aprio-rstica en el
sentido de previa a la experiencia entre mente y cuerpo e individuo
y otro, entendiendo mente
y cuerpo como fenmenos primariamente interperso-nales (Diamond
& Marrone, 2003; Madison, 2001). Tal como aseveran Diamond y
Marrone (2003), asumir que el individuo existe desde un comienzo
como se-parado del mundo o trazar una lnea divisoria tajante entre
los mundos interno y externo es descansar so-bre una divisin
metafsica que se supone existente en la realidad con anterioridad a
la experiencia (p. 16). Estas ideas implican una problemtica
relevante, particularmente para la fenomenologa ya que su
fun-damentacin epistemolgica y metodolgica se basa en la
experiencia directa e inmediata del individuo: cmo podemos explicar
el hecho experiencial de que las personas sean capaces de tener
vivencias que ex-perimentan como internas? Desde una perspectiva
intersubjetiva, una respuesta significativa a esta inte-rrogante es
que toda diferenciacin entre lo interior y lo exterior es una
divisin experiencial que no debe ser confundida con una realidad
absoluta. Podemos tener una experiencia de un mundo interno, pero
esto no debiera llevarnos a una suposicin ontolgica res-pecto de un
mundo interior separado de la realidad externa (Madison, 2001, p.
7).
La concepcin fenomenolgica de la intersubjeti-vidad es, sin
lugar a dudas, uno de los orgenes filos-ficos principales del uso
contemporneo del concepto. Sin embargo, tal como ya hemos
mencionado, tambin existe una segunda fuente histrica importante
que, de modo ms implcito puesto que no recurre abierta-mente a la
palabra intersubjetividad, se ha anticipado al inters
intersubjetivo actual de los psicoterapeutas: la filosofa dialgica
de Buber. Desde su obra temprana Yo y t (1923), Buber coloc la
relacin y el dilogo en el centro de sus reflexiones filosficas,
enfatizando que el individuo, siempre que se experimenta como un
yo, no se considera a s mismo de modo separado o aisla-do. Ms bien,
de manera invariable se vivencia como un yo en relacin a algo que
se diferencia y opone a ese yo. Buber subray que el ser humano slo
deviene ver-daderamente humano cuando aquello con lo que el yo se
relaciona es un t en el sentido de otro sujeto que es enfrentado en
cuanto sujeto (Aron, 1996; Doubrawa & Staemmler, 2003;
Friedman, 2002). Desde el punto de vista de la filosofa buberiana,
el crecimiento pro-fundo del self no tiene lugar, como supone la
gente de hoy, a travs de nuestra relacin con nosotros mismos, sino
al ser hechos presente por el otro y al saber que somos hechos
presente por l (Buber, cit. en Friedman, 2002, p. 9). En el nfasis
sobre la necesidad de un otro que acta como co-creador y
confirmador de la expe-riencia individual reconocemos ecos de las
reflexiones filosficas de Hegel, mencionadas con anterioridad.
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ConsiderACiones sobre lA intersubjetividAd en su Contex to
filosfiCo, e volutivo y ClniCo
Para la psicologa, la reformulacin relacional de la naturaleza
de la experiencia humana que introducen tanto la concepcin
fenomenolgica de la intersubjeti-vidad como la filosofa dialgica de
Buber representan un desafo paradigmtico de gran envergadura y, en
efecto, implican un vuelco conceptual general. Firme-mente anclada
en la tradicin filosfica cartesiana, al margen de algunas notables
excepciones, la psicologa como disciplina del conocimiento ha
permanecido muy cercana a la nocin cardinal de un individuo
separado del mundo y los dems como fundamento metaterico
transversal (Wheeler, 2000). En la tradicin psicoanal-tica
contempornea, esta aproximacin a veces ha sido calificada de
psicologa unipersonal con la intencin de diferenciarla con claridad
de teoras psicolgicas bi-personales o multi-personales que toman en
conside-racin y enfatizan diversos aspectos vinculares como
elementos conceptuales centrales (Aron, 1996; Dia-mond &
Marrone, 2003; Modell, 1984). Concluyendo, podramos afirmar que el
surgimiento del movimiento relacional ha trado consigo la necesidad
imperiosa de articular sistemas tericos post-cartesianos y, con
ello, plenamente contextuales.
LA INTERSUBJETIVIDAD EN EL CONTEXTO DE LA PSICOLOGA DEL
DESARROLLO
En el contexto de la psicologa del desarrollo, Merleau-Ponty fue
probablemente el primero en utilizar el con-cepto de la
intersubjetividad3. Tal como sealan Dia-mond y Marrone (2003),
Merleau-Ponty consideraba que el nio no nace encerrado en su propia
subjetivi-dad y atraviesa un complejo proceso deductivo que lo
lleva a descubrir, en algn momento, que existen otras personas con
subjetividades propias. Ms bien, en con-cordancia con los supuestos
cardinales de la fenomeno-loga, supuso que el nio est
primordialmente abierto a los dems y orientado hacia ellos,
encontrndose a s mismo en una situacin interpersonal y expuesto a
las respuestas del otro. Sugiri que la intersubjetividad, en este
sentido, es la experiencia primaria y que la subje-tividad
individual se origina en ella el nio comienza su vida de modo
intersubjetivo y gradualmente se des-cubre a s mismo a travs del
otro (Madison, 2001). Los dems lo tratan como un otro y este hecho
le permite empezar a experimentarse como sujeto. Cuando adulto,
3 Aunque Merleau-Ponty es mejor conocido por sus apor-tes a la
filosofa fenomenolgica post-husserliana, du-rante algunos aos fue
catedrtico universitario de psi-cologa del desarrollo.
la intersubjetividad contina siendo el fundamento de su
experiencia individual y sostiene su capacidad para vincularse con
el mundo y las dems personas.
Con posterioridad, la nocin de la intersubjetivi-dad vuelve a
hacer aparicin, en particular a travs de las investigaciones de
Stern (1985) sobre el mundo in-terpersonal del infante. Para Stern,
la intersubjetividad, ms que una condicin ontolgica dada,
representa un logro del desarrollo infantil que se comienza a
produ-cir, en circunstancias normales, entre los siete y nue-ve
meses de edad. Entiende la intersubjetividad, por un lado, como
capacidad de reconocer a otra persona como centro separado de
experiencia subjetiva con el cual se pueden compartir estados
subjetivos propios y, por otro lado, como forma especfica de
relacin que se genera entre el nio y su madre (Lazar, 2001; Stern,
1985). Desde la primera perspectiva, el logro de la
in-tersubjetividad depende, en esencia, de que el nio aprenda a
reconocer: (1) que las experiencias subjeti-vas pueden
potencialmente ser compartidas con otra persona, y (2) que otras
personas diferentes de l mis-mo pueden experimentar estados
mentales similares al suyo, lo que lo lleva a formar una teora de
las men-tes separadas4. Desde la segunda perspectiva, puede
afirmarse que Stern conceptualiza la intersubjetividad como un
proceso de regulacin mutua, en el cual cada participante cambia con
los cambios del otro (Beebe, Rustin, Sorter & Knoblauch, 2003,
p. 830). Stern subraya que estos procesos evolutivamente cruciales
para el de-sarrollo del self requieren de la existencia de un marco
compartido de significados y medios de comunicacin, incluyendo el
gesto, la postura y la expresin facial.
Benjamin (1990), en una lnea similar, ha desta-cado que durante
mucho tiempo la psicologa del de-sarrollo no prest suficiente
atencin a la subjetividad de la madre y se centr en comprender la
relacin hijo-madre como relacin sujeto-objeto. En este contexto,
explicitando an ms las ideas de Stern, conceptualiza la
intersubjetividad como meta evolutiva que se carac-teriza, a
diferencia del uso del otro como objeto, por la presencia de un
reconocimiento pleno de la subjetivi-dad del otro (Berman, 1997;
Lazar, 2001). En este sen-tido, Benjamin hace referencia a la
intersubjetividad
4 Desde luego, no se trata de una teora completamente
desarrollada, sino ms bien de una idea gua que dice algo as como
que lo que est sucediendo en mi mente puede ser lo bastante similar
a lo que est sucediendo en la tuya como para que de algn modo
podamos co-municarnos esto (sin emplear palabras) y de tal modo
experimentar la intersubjetividad (Stern, 1985, p. 157).
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Andr sAssenfeld
como zona de la experiencia humana que est vincu-lada a la
continua oscilacin entre la negacin y la afir-macin recproca de las
subjetividades del nio y de la madre, enfatizando la relevancia de
la mutualidad del reconocimiento del otro como sujeto. La teora
inter-subjetiva postula que el otro debe ser reconocido como otro
sujeto con tal de que el self experimente plena-mente su propia
subjetividad en la presencia del otro (Benjamin, 1990, p. 186) y
enfatiza, adems, el hecho de que la intersubjetividad en cuanto
capacidad de re-conocimiento del otro como sujeto es una capacidad
que se desarrolla en el tiempo en relacin a la experien-cia de
separacin y diferenciacin respecto del otro. Por ejemplo, un estado
afectivo de Estamos sintiendo este sentimiento se tiende a
convertir, de manera gradual, en un estado afectivo de S que t
sabes lo que siento.
A partir de las concepciones de Stern y Benjamin, el concepto de
la intersubjetividad ha sido utilizado para designar: (1)
modalidades de relacin entre madre y nio que involucran sintona
afectiva, responsividad ptima y estados afectivos compartidos; (2)
el surgi-miento de la posibilidad de reciprocidad en el dilogo
temprano entre padres e hijos; (3) la aparicin de la capacidad de
reconocer y relacionarse con un otro no como extensin del propio
self, sino como sujeto sepa-rado, en el transcurso del desarrollo
infantil; (4) la capa-cidad del nio para atribuir estados mentales
intencio-nales a otras personas y comprenderlos; y (5) aspectos del
mbito de la comunicacin afectiva no-verbal (Dia-mond & Marrone,
2003; Lazar, 2001; Orange et al., 1997; Stolorow, 2004; Stolorow
& Atwood, 1992). Todos estos significados del trmino se alejan
de las ideas origi-nales de Merleau-Ponty acerca de la
intersubjetividad como condicin humana dada con anterioridad a la
experiencia subjetiva individual, y la consideran como cualidad
relacional o aspecto de las relaciones interper-sonales que es
adquirido (o no) en los vnculos iniciales del nio con sus
cuidadores primarios. Al hacer hinca-pi en los procesos psicolgicos
e intersubjetivos de reconocimiento del otro como sujeto, los
significados descritos estn inscritos en la lnea filosfica que
parte en Hegel y desemboca en Buber.
Las ideas de Beebe, Rustin, Sorter y Knoblauch (2003) se
encuentran, de algn modo, en una posicin intermedia entre el eje
filosfico Hegel/Buber y el eje filosfico fenomenolgico, que engloba
las contribu-ciones particulares de Husserl y Merleau-Ponty. Para
Beebe et al., las contribuciones de Stern y otros investi-gadores
de la infancia que han destacado la intersubje-tividad la han
entendido fundamentalmente en trmi-nos de correspondencia no-verbal
y mutualidad entre madre e hijo. Con ello, se han enfatizado los
procesos
relacionales de regulacin mutua y se ha omitido en alguna medida
la relevancia de los procesos de auto-regulacin, un aspecto que
consideran fundamental en una teora de la intersubjetividad5.
Ellos, por su parte, prefieren una definicin ms neutral de la
intersubje-tividad como concepto de carcter interaccional que hace
referencia en trminos generales a aquello que ocurre entre dos
subjetividades y sealan que el ran-go completo de patrones de
regulacin interactiva [en la relacin madre-hijo] proporciona la
definicin ms amplia de los orgenes pre-simblicos de la
intersubje-tividad, siendo la correspondencia slo uno de diversos
patrones importantes (p. 806). Desde esta perspecti-va, constatan
que la intersubjetividad de la infancia, primariamente pre-simblica
e implcita, es distinta de la intersubjetividad explcita de la
adultez6. Por ejem-plo, la intersubjetividad adulta supone el
reconoci-miento consciente y verbalizable del otro como centro
autnomo de experiencia e iniciativa, mientras que un nio slo puede
experimentar tal reconocimiento de modo pre-verbal y tiene
dificultades para articularlo en palabras. En consecuencia, Beebe
et al. consideran relevante suponer que existen diferentes formas
de intersubjetividad vinculadas con los diferentes niveles del
desarrollo cognitivo.
Stolorow y sus colegas (1987, 1992, 2000, 2002, 2004) y Diamond
y Marrone (2003), por su parte, re-presentan en muchos sentidos de
manera ms clara la lnea filosfica fenomenolgica. Diamond y Marrone
(2003) piensan que los significados del concepto de la
intersubjetividad que hemos revisado se alejan de su sentido
original como descripcin de la forma funda-mental en la que los
seres humanos estn primordial-mente interconectados con los dems
desde un inicio. Para ellos, la intersubjetividad existe con
independen-cia de la cualidad o las caractersticas especficas que
exhiba la relacin del nio con la madre, y la definen, por lo tanto,
como el hecho de la vinculacin [related-ness] como tal, la
descripcin de la conexin entre el beb y el otro, que existe entre
las personas en general
5 Los estados internos de activacin y excitacin son
si-multneamente regulados dentro del organismo y a tra-vs de la
interaccin con el otro (Beebe, Rustin, Sorter & Knoblauch,
2003, p. 830).
6 Implcito se refiere a cosas que sabemos o hacemos
au-tomticamente sin experiencia consciente de hacerlas o
recordarlas [Explcito] se refiere a cosas que hacemos o recordamos,
que pueden ser tradas a la conciencia como recuerdo simblicamente
organizado de informacin y eventos (Beebe, Knoblauch, Rustin &
Sorter, 2003, p. 748).
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ConsiderACiones sobre lA intersubjetividAd en su Contex to
filosfiCo, e volutivo y ClniCo
(p. 14). Creen que el desarrollo slo puede ser enten-dido de
modo adecuado cuando es visualizado como enraizado en la interaccin
intersubjetiva de influencia recproca entre padres e hijo que es
inherente a la exis-tencia humana. En este sentido, haciendo
referencia al trabajo del investigador de la infancia Trevarthen,
pre-sumen que la intersubjetividad es algo dado que no es necesario
aprender o adquirir; es factible suponer que se desarrolla de
ciertas maneras, pero como condicin bsica de la experiencia
individual est presente desde un comienzo.
Stolorow et al. son, posiblemente, los tericos ms destacados que
han hecho uso de la nocin de la intersubjetividad y examinaremos
sus contribuciones con ms detalle en las prximas dos secciones
debido a que son ms pertinentes en el contexto de la psico-loga
clnica. No obstante, es necesario introducir aqu algunas de sus
ideas generales en cuanto estn rela-cionadas con la psicologa del
desarrollo. Stolorow y Atwood (1992), al igual que Diamond y
Marrone, ase-veran que la intersubjetividad es una condicin
prima-ria de la existencia humana. Indican que emplean el trmino
intersubjetivo para nombrar todos los campos psicolgicos formados
por la interaccin de mundos de experiencia, sea cual sea el nivel
[evolutivo] en el que estos mundos estn organizados (p. 30, cursiva
del original), y subrayan el inextricable y continuo
entre-lazamiento de al menos dos subjetividades como teln de fondo
constitutivo de la experiencia individual en todas sus variedades.
Para ellos, en consecuencia, los procesos psicolgicos que conforman
el desarrollo de la personalidad siempre transcurren insertos en
una matriz relacional intersubjetiva especfica que los po-sibilita
y contiene, y cuyas caractersticas nicas les confieren los
atributos particulares que asumen en un contexto dado.
Desde este punto de vista, la intersubjetividad no hace
referencia a un determinado paso o logro del de-sarrollo; sin
embargo, la aplicacin del concepto puede resultar til en el rea de
la psicologa evolutiva (Stolo-row & Atwood, 1992; Stolorow et
al., 1987; Orange et al., 1997). Stolorow et al. (1987) mostraron
hace casi dos dcadas que los conflictos internos siempre se
consti-tuyen en el marco de descarrilamientos especficos de la
intersubjetividad en el transcurso del desarrollo (p. 120).
Asimismo, Brandchaft (2002) recientemente ha especificado que la
perspectiva intersubjetiva supone que el desarrollo del sentido del
self, incluyendo la cris-talizacin de patrones duraderos de
personalidad y psi-copatologa, se desarrolla al interior de y es
mantenido por el campo psicolgico continuamente cambiante formado
por la interseccin entre el mundo subjetivo
en vas de estructuracin propio del nio y los mundos subjetivos
de sus cuidadores. De esta forma, el desarro-llo se entiende de la
mejor manera posible en funcin de los contextos intersubjetivos
particulares que dan forma a los procesos ligados al desarrollo del
self.
Las reflexiones previas ya nos sugieren algunos as-pectos de la
aplicacin y utilidad clnica de las concep-ciones de la
intersubjetividad que han sido formuladas en el marco de la
psicologa del desarrollo contribu-yen, entre otras cosas, a una
comprensin gentica relacional de la psicopatologa y de la
personalidad. Po-dramos agregar, adems, que en la vida actual de
los pacientes habitualmente pueden detectarse contextos
intersubjetivos similares a los infantiles que sostienen y dan
continuidad a interacciones y experiencias insa-tisfactorias que
tienen sus races en la infancia. En tr-minos de los procesos
psicoteraputicos, Stern (1985) piensa que la interafectividad, una
nocin que hace referencia al hecho de que nio y madre comparten
estados especficamente afectivos, es de especial im-portancia. La
interafectividad incluye la posibilidad de que la madre est
entonada [attuned] o desentonada respecto de los afectos de su hijo
esto es, que com-parta efectivamente el estado afectivo particular
que el nio experimenta en un momento dado o no. Stern relaciona
estos procesos, que hemos descrito como cruciales para el
desarrollo del self, con las posibilida-des de que, en la
psicoterapia de adultos, el terapeuta logre empatizar (entonar) o
se produzca un fracaso em-ptico (desentonamiento) respecto de las
experiencias afectivas del paciente. Reconoce que esta analoga no
debe ser entendida en un sentido demasiado estrecho porque el
fenmeno de la empata entre adultos parece ser an ms complejo que la
intersubjetividad infantil, pero de todos modos proporciona una
metfora intere-sante desde el punto de vista clnico.
Ms recientemente, Stern et al. (1998) han comen-zado a explorar
las implicancias de los procesos rela-cionales implcitos, en el
sentido clarificado por Beebe y sus colegas, para la psicoterapia
de adultos, aunque no se refieren de modo especfico a la
intersubjetivi-dad. Benjamin (1990), por su parte, ha aseverado que
la intersubjetividad no slo es una meta y un logro del desarrollo,
sino tambin una meta y un logro que se pueden poner de manifiesto
en el transcurso de un proceso teraputico exitoso. Puesto que la
intersubjeti-vidad en el sentido de la capacidad de reconocimiento
del otro como sujeto es aquel factor evolutivo central que
posibilita la aparicin y el despliegue de la subjeti-vidad humana
como tal, su surgimiento en el contexto psicoteraputico como
alternativa al uso del otro como objeto puede eventualmente ser un
reflejo de que
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Andr sAssenfeld
ciertos procesos evolutivos que no fueron completados en su
debido momento por el paciente han podido ser reactivados y puestos
en marcha. En total, hasta la fe-cha las implicancias de las
concepciones de la intersub-jetividad articuladas desde la
perspectiva de la psicolo-ga contempornea del desarrollo para el
tratamiento psicoteraputico de pacientes adultos an no han sido
aclaradas en profundidad.
LA INTERSUBJETIVIDAD EN EL CONTEXTO DE LA PSICOTERAPIA (I):
ALGUNAS CONSIDERACIONES TERICAS
Entre las tentativas conceptuales post-cartesianas exis-tentes,
la teora psicoanaltica de la intersubjetividad formulada por
Stolorow et al. ha tenido un gran im-pacto, tambin fuera de los
crculos del psicoanlisis relacional7 (Finlay, 1999; Jacobs, 1992,
1998; Wheeler, 2000). Puesto que es, posiblemente, la propuesta
con-ceptual intersubjetiva ms sistemtica y elaborada que se haya
planteado hasta la fecha, utilizaremos algunas de sus ideas
principales con la finalidad de mostrar cier-tas implicancias
nucleares de una aproximacin que se basa en la nocin de la
intersubjetividad. Stolorow, Brandchaft y Atwood (1987)
redefinieron hace ya casi dos dcadas al psicoanlisis como ciencia
de la inter-subjetividad, lo que significa que estudia la
interaccin recproca de los mundos subjetivos diferentemente
or-ganizados de observador y observado. Asumen en tr-minos
epistemolgicos que la posicin del observador siempre se encuentra
dentro del campo intersubjetivo conformado, desde una perspectiva
clnica, por el psi-coterapeuta y el o los pacientes. Para Lazar
(2001), este acercamiento intersubjetivo representa una teora de
campo o de sistemas en cuanto busca comprender los fenmenos
psicolgicos no como productos de meca-nismos intrapsquicos
localizados dentro del individuo, sino como fenmenos que se forman
en la interfaz de subjetividades recprocamente interactuantes.
En este sentido, Stolorow y Atwood (1992) y Stolo-row, Atwood y
Orange (2002) han puesto al descubierto lo que denominan el mito de
la mente aislada y han enfatizado la importancia terica y clnica de
ponerlo en entredicho y de reconocer la intersubjetividad como
7 De modo interesante, Stolorow et al. han estado fuerte-mente
influenciados por la fenomenologa. El subttulo de uno de sus
primeros libros anunciaba Exploraciones en fenomenologa
psicoanaltica, y tambin en otras con-tribuciones han explicitado su
deuda con la filosofa fe-nomenolgica (Orange et al., 1997;
Stolorow, 2002).
condicin humana primaria y previa a la experiencia de
individualidad:
En contraste con el punto de vista de que el hom-bre moderno
sufre de una ausencia de mitos [], desafiamos un mito central que
impregna la cul-tura occidental contempornea [] El mito de la mente
aislada atribuye al hombre un modo de ser en el cual el individuo
existe separadamente del mundo de la naturaleza fsica y tambin de
la vinculacin con los otros. [] Considerada como smbolo de la
experiencia cultural, la imagen de la mente aislada representa la
alienacin del hombre moderno con respecto a la naturaleza, la vida
so-cial y la subjetividad misma. (Stolorow & Atwood, 1992, pp.
35-36)
Stolorow et al. advierten que la superacin del mito de la mente
aislada no es una empresa exenta de dificultades, debido a que este
mito colectivo de la civilizacin occidental cumple determinadas
funciones psicodinmicas defensivas entre ellas, proteger al
individuo de la posible vivencia de profunda vulnera-bilidad que
acompaa la realizacin de su inevitable dependencia respecto de los
dems.
Para Stolorow y Atwood (1992), la teora psicoana-ltica de la
intersubjetividad, como intento de trascen-der el mito de la mente
aislada, constituye un posicio-namiento epistemolgico y metodolgico
muy amplio que hace necesaria la revisin radical de todos los
as-pectos del pensamiento psicoanaltico positivista tradi-cional.
Desde el punto de vista de la psicoterapia expe-riencial, Madison
(2001) concuerda con la necesidad de llevar a cabo numerosas
redefiniciones conceptuales ya que, tal como seala, muchos tericos
interesados en la intersubjetividad continan empleando nociones
como psique, sujeto y evento mental habiendo modificado
sustancialmente sus significados sin ex-plicitar estos cambios. As,
la teora psicoanaltica de la intersubjetividad ha ido
reconceptualizando la gran mayora de las concepciones clsicas del
psicoanlisis.
Entre los conceptos metatericos que tienen gran incidencia en la
prctica clnica y cuyos supuestos sub-yacentes han sido examinados y
reformulados desde la perspectiva intersubjetiva se encuentra, en
especial, la concepcin de la motivacin. Desde la primaca
moti-vacional de las pulsiones, el punto de vista relacional ha
sufrido una transicin terica radical hacia la pri-maca motivacional
del afecto, que es entendido como nexo primario entre lo interno y
lo externo y as entre sujeto y otro (Stolorow, 2002; Stolorow et
al., 2002). A diferencia de las pulsiones, que se originan en las
pro-
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324 | Psiquiatra universitaria
ConsiderACiones sobre lA intersubjetividAd en su Contex to
filosfiCo, e volutivo y ClniCo
fundidades de la mente cartesiana aislada, los afectos son
regulados desde un inicio en sistemas relacionales. Tal como
asevera Stolorow (2002), colocar el afecto en el centro de la vida
psicolgica automticamente con-duce a una contextualizacin
intersubjetiva de la expe-riencia individual.
Por otro lado, Madison (2001) advierte que las teo-ras que
enfatizan los aspectos intersubjetivos tienden a exagerar la
relevancia metaterica de la dimensin relacional y a minimizar la
dimensin personal. Sin em-bargo, la teora de Stolorow (2004) et al.
en particular subraya que la idea central de la intersubjetividad
no hace referencia ni a un modo especial de experiencia ni al hecho
de poder compartir la experiencia, sino a la precondicin
fundamental para poder tener ex-periencias individuales. En este
sentido, articula una psicologa contextual que reconoce el rol
constitutivo de lo relacional [relatedness] en la generacin de toda
experiencia. Supone que los mundos experienciales y los campos
intersubjetivos se constituyen mutuamen-te unos a los otros. A
diferencia de las mentes carte-sianas aisladas, los mundos
experienciales, tal como adquieren forma y evolucionan dentro de un
nexo de sistemas relacionales vivos, son vistos como
exquisi-tamente sensibles a los contextos y dependientes de stos.
La bifurcacin cartesiana se remedia y lo interno y lo externo pasan
a entretejerse sin ribetes. (Stolorow, 2000, p. 150)
Natterson y Friedman (1995), por su parte, pien-san que la nocin
de la intersubjetividad tiene ciertas ventajas respecto de las
nociones de lo intrapsquico y de lo interpersonal: lo intrapsquico
tiende a dejar fue-ra la interpenetracin continua de las
experiencias de individuos que siempre estn en relacin y lo
interper-sonal tiende a traer consigo una cierta negligencia de lo
interno, histrico e inconsciente que caracterizan la experiencia
individual.
LA INTERSUBJETIVIDAD EN EL CONTEXTO DE LA PSICOTERAPIA (II):
ALGUNAS CONSIDERACIONES CLNICAS
Al igual que en los contextos filosfico y evolutivo, en el
contexto clnico la nocin de la intersubjetividad es objeto de
numerosos usos y refiere a significados diver-gentes. En trminos
generales, es empleada para expli-citar la nueva comprensin
relacional de un conjunto de fenmenos y/o procesos que se producen
en el mar-co de la situacin clnica y la relacin psicoteraputica y
para los cuales los conceptos tradicionales de trans-ferencia y
contratransferencia incrustados en el mito
cartesiano de la mente aislada parecen haber dejado de ser
principios explicativos suficientes o adecuados (Aron, 1991, 1996;
Natterson & Friedman, 1995). En particular, Aron (1991, 1996)
ha destacado que reem-plazar los conceptos de transferencia y
contratransfe-rencia con el concepto de la intersubjetividad tiene
la ventaja de que este ltimo trmino no tiene una con-notacin
psicopatolgica y, a diferencia de los primeros trminos, implica una
influencia bidireccional y con-tinua entre el psicoterapeuta y el
paciente. Siguiendo a Aron, la nocin de contratransferencia en
especial minimiza y oscurece el reconocimiento del impacto de la
subjetividad del psicoterapeuta sobre la subjetividad del paciente
porque es reflejo de la idea de que la ex-periencia del terapeuta
es reactiva ms que subjetiva y activa.
Benjamin (1990) considera que el trmino inter-subjetividad ha
sido introducido para definir la situa-cin clnica como campo de
interseccin entre subje-tividades en el sentido del interjuego
entre diferentes mundos de experiencia. Natterson y Friedman
(1995), por su parte, sealan que la psicoterapia es bsicamente una
experiencia de intersubjetividad clnica y enfatizan que esto
implica que dos o ms individuos co-crean y co-construyen el vnculo
teraputico. Agregan que to-dos los psicoterapeutas interesados en
la intersubje-tividad estn de acuerdo respecto de que existe en la
situacin psicoteraputica una influencia mutua, rec-proca e inter
accional de cada uno de los participantes sobre el otro y sobre la
relacin establecida entre am-bos. Con ello, subrayan la relevancia
de la subjetividad del psicoterapeuta, que afecta de modo continuo
el proceso teraputico. Dunn (1995), por otro lado, piensa que el
concepto de la intersubjetividad hace referencia al interjuego
dinmico entre las experiencias subjeti-vas de terapeuta y paciente
en la situacin clnica, un fenmeno cuya importancia para el trabajo
teraputico es asumida por las diversas escuelas del psicoanlisis.
Afirma que la intersubjetividad significa que la forma-cin y el
desarrollo del proceso psicoteraputico deriva de una mezcla
inextricablemente entrecruzada de las reacciones subjetivas de
terapeuta y paciente. Segn Reeder (1998), la intersubjetividad es
aquella dimen-sin [clnica] en la cual no tenemos conocimiento uno
del otro, pero sin embargo actuamos sobre el otro y nos
influenciamos el uno al otro (p. 66, cursiva del original), y
agrega que un modelo intersubjetivo supone que la experiencia
teraputica descansa siempre sobre un en-cuentro humano.
Stolorow, Atwood y Ross (1978) fueron quienes introdujeron
originalmente el concepto de la intersub-jetividad en el
psicoanlisis clnico norteamericano y,
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Psiquiatra universitaria | 325
Andr sAssenfeld
a partir de entonces, en los crculos psicoteraputicos ms amplios
(Aron, 1996; Benjamin, 1990; Lazar, 2001). En ese primer momento,
Stolorow et al. conceptua-lizaron la interaccin especfica entre
transferencia y contratransferencia como proceso intersubjetivo que
refleja la interaccin entre los mundos subjetivos di-ferentemente
organizados de terapeuta y paciente, tomando en consideracin el
impacto de las no recono-cidas correspondencias y disparidades
entre los respec-tivos mundos vivenciales de ambos sobre el proceso
teraputico. En la actualidad, consideran en trminos ms generales
que la intersubjetividad hace referencia a todo sistema que es
constituido por el entrecruza-miento e interjuego de dos o ms
mundos subjetivos (Orange et al., 1997; Stolorow et al., 2002). As,
estn interesados en entender la situacin clnica como cam-po
intersubjetivo, centrando su atencin en las subjeti-vidades de
terapeuta y paciente dentro del sistema que generan y a partir del
cual surgen. Buscan describir la emergencia y modificacin
psicoteraputica de la sub-jetividad en contextos intersubjetivos y
definen estos procesos como primariamente relacionales. Desde esta
perspectiva, Stolorow (2000) redefine la psicoterapia de la
siguiente manera:
la terapia psicoanaltica deja de ser una excavacin arqueolgica
de capas cada vez ms profundas de una mente inconsciente aislada.
En cambio, es una exploracin dialgica del mundo experiencial de un
paciente, conducida con conciencia de la contribu-cin inevitable
del mundo experiencial del terapeu-ta a la exploracin en curso. Una
indagacin de tales caractersticas busca la comprensin de los
princi-pios que organizan pre-reflexivamente el mundo del paciente
y que mantienen confinada la expe-riencia del paciente a sus
horizontes limitantes. Al esclarecer tales principios en un
contexto dialgico, la terapia psicoanaltica apunta a expandir los
ho-rizontes experienciales del paciente, abriendo con ello la
posibilidad de una vida emocional enriqueci-da, ms compleja y ms
flexible (p. 150).
Para Diamond y Marrone (2003) la nocin de la intersubjetividad
alude al hecho de que terapeuta y paciente dan mutuamente forma a
la experiencia cons-ciente e inconsciente del otro, con lo cual la
idea del psicoterapeuta como observador neutral y desapegado es
reemplazada por la concepcin de que ste siempre est involucrado en
un interjuego consciente e incons-ciente de comunicaciones
afectivas y simblicas. In-dican que otros tericos y clnicos
entienden la inter-subjetividad como descripcin del intercambio
entre
las subjetividades de psicoterapeuta y paciente que permite
clarificar la dinmica del encuentro terapu-tico desde una
perspectiva dialctica. En concordancia con la definicin de la
intersubjetividad que Diamond y Marrone utilizan (vase ms arriba),
esto conduce a confusiones porque la intersubjetividad no puede
cir-cunscribirse a un encuentro dialctico entre dos perso-nas, en
el setting analtico o en otra parte. Es inherente a todas las
interacciones entre personas, englobando grupos, instituciones y,
de hecho, las formas culturales de la vida (p. 14). Para ellos,
advertir la intersubjeti-vidad nos permite sentirnos en relacin con
un otro o en relacin para un otro, lo cual al psicoterapeuta le
posibilita centrarse en proporcionar y construir con el paciente
una forma de relacin e interaccin que sea teraputica.
Cules son, entonces, algunas de las implicancias clnicas del
concepto de la intersubjetividad? En primer lugar, la nocin de la
intersubjetividad transforma pro-fundamente la comprensin habitual
de los fenmenos psicolgicos que se generan en el transcurso de un
pro-ceso psicoteraputico. De acuerdo a Stolorow (2000) y Brandchaft
(2002), desde el punto de vista intersub-jetivo los fenmenos
clnicos dejan de ser entendidos como productos de mecanismos
intrapsquicos que se originan en el interior de la mente aislada
del pacien-te sin la implicacin del terapeuta (una aproximacin
llamada determinismo intrapsquico) y pasan a conce-birse como
fenmenos que se forman en la interfaz de los mundos experienciales
interactuantes de paciente y psicoterapeuta. En este sentido,
invariablemente son propiedades emergentes de un sistema
intersubje-tivo y no pueden ser entendidos de modo apropiado sin
referencia primaria al papel que le corresponde al psicoterapeuta
en trminos de su aparicin con in-dependencia de lo dificultoso que
pueda en ocasiones resultar detectar su contribucin.
Terapeuta y paciente no traen a la situacin tera-putica mundos
experienciales separados y privados con el nico resultado de que
ambos llegan a com-prender la realidad interna del paciente; ms
bien, terapeuta y paciente estn continuamente definin-dose a s
mismos y definiendo al otro (Natterson & Friedman, 1995, p. 5)
y, en el transcurso de este pro-ceso intersubjetivo, ambos cambian
dado que ambos llegan a entender con mayor detalle tanto sus
propios mundos internos personales como las caractersticas
particulares de la interaccin que se genera entre esos mundos
experienciales. Esta comprensin relacional de la psicoterapia trae
consigo una radical contextua-lizacin intersubjetiva de fenmenos
clnicos tpicos como la alianza teraputica, la resistencia, el
impasse o
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326 | Psiquiatra universitaria
ConsiderACiones sobre lA intersubjetividAd en su Contex to
filosfiCo, e volutivo y ClniCo
el cambio de la personalidad (Stolorow, 2002; Stolorow &
Atwood, 1992; Stolorow et al., 1987). Dicho de otro modo, siguiendo
a Natterson y Friedman (1995), un entendimiento adecuado de los
diferentes fenmenos que surgen en el contexto clnico requiere una
continua apreciacin de la importancia del interjuego de las vi-das
subjetivas de ambos participantes en trminos de su generacin o
construccin. Desde el punto de vista intersubjetivo, a todas las
experiencias especficas de psicoterapeuta y paciente en la relacin
teraputica subyace un proceso de co-creacin y co-construccin
enraizado en la interaccin consciente e inconsciente de sus
respectivos mundos experienciales.
PALABRAS FINALES
En el marco del vuelco relacional en el campo contem-porneo de
la psicoterapia, el concepto de la inter-subjetividad se ha
convertido en una nocin terica fundamental para muchos
psicoterapeutas de diver-sas orientaciones. Hemos visto que, desde
el punto de vista filosfico, existen dos lneas temticas generales
que definen la intersubjetividad: la lnea ligada a las reflexiones
filosficas de Hegel y Buber la liga a la posi-bilidad del
reconocimiento de un otro como sujeto por derecho propio y la lnea
fenomenolgica la concep-tualiza como aquella condicin ontolgica del
ser hu-mano que lo convierte en un individuo de naturaleza
inherentemente relacional. Desde el punto de vista de la psicologa
del desarrollo, estas dos lneas temticas encuentran su expresin en
la concepcin de la inter-subjetividad como logro evolutivo de la
capacidad de reconocer a un otro como sujeto y en la idea de que el
self emerge en un contexto intersubjetivo que es previo a la
individualidad, respectivamente. Por lti-mo, desde el punto de
vista clnico, la intersubjetividad se refiere en trminos amplios al
interjuego continuo entre los mundos experienciales del
psicoterapeuta y del paciente. En este sentido, al menos en relacin
a las definiciones clnicas de la intersubjetividad que hemos
revisado, nos encontramos con un predominio de la segunda lnea
temtica primaria que hemos descrito.
La amplia variabilidad de significados que la no-cin de la
intersubjetividad implica en sus dimensiones filosfica, evolutiva y
clnica trae consigo la necesidad de contar con claridad respecto
del significado particu-lar que justifica su utilizacin en un
determinado con-texto. Los diferentes usos del concepto en el rea
de la psicoterapia, que se desprenden de sus diversas
defini-ciones, tienen implicancias distintas para la compren-sin de
la interaccin entre terapeuta y paciente y del proceso
psicoteraputico. Suponen, ms all, objetivos
clnicos divergentes y posibilidades dispares de inter-vencin. En
consecuencia, el psicoterapeuta que desea integrar el concepto de
la intersubjetividad de manera informada y fundamentada en su
repertorio terico con la finalidad de ampliar o profundizar su
entendi-miento de los procesos caractersticos que conforman la
psicoterapia requiere un conocimiento al menos ge-neral de las
distinciones bsicas que hemos establecido en el transcurso de este
artculo.
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328 | Psiquiatra universitaria
lA teorA de los sistemAs intersubjetivos: el viA je de unA
fAlibilistA
TEORA
la teora de los sisteMas intersubjetivos: el viaje de una
falibilista1
(Rev GPU 2010; 6; 3: 328-337)
donna M. orange2
la teora de los sistemas intersubjetivos corresponde a la
concepcin de que la experiencia personal siempre emerge, se
mantiene y se transforma en contextos relacionales. esta concepcin
es sosteni-da por inclinaciones personales, creencias filosficas y
convicciones clnicas. en cuanto sensibilidad clnica, incluye
primariamente un nfasis en las convicciones emocionales o
principios organizado-res que sistematizan la experiencia, en el
involucramiento personal del analista y en el rechazo a la
argumentacin sobre la realidad.
Honramos a nuestras creencias al llamarlas teoras.(Emmanuel
Ghent)
1 Publicado originalmente como Intersubjective systems theory: A
fallibilists journey en Self and Systems: Annual of the New York
Academy of Sciences, 1159, 237-248 (2009). La traduccin y
re-publicacin se han realizado con el permiso expreso de la
editorial Wiley-Blackwell. La traduccin desde el ingls al
castellano estuvo a cargo de Andr Sassenfeld.
2 Institute for the Psychoanalytic Study of Subjectivity New
York, New York, USA.
INTERSUBJETIVO. SISTEMA. PSICOANLISIS. FALIBILISMO.
REDUCCIONISMO. FENOMENOLOGA. CONTEXTUALISMO.
HERMENUTICAINTERSUBJECTIVE. SYSTEM. PSICHOANALYSIS. FALLIBILITY.
REDUCTIONISM. PHENOMENOLOGY. CONTEXTUALISM. HERMENEUTICS
P or qu es la teora de los sistemas intersubjetivos tan
cautivadora para m? En primer lugar, se pro-porcionan algunas
palabras sobre este enfoque psicoa-naltico. Esta teora examina el
campo dos mundos personales de experiencia en el sistema que crean
y a partir del cual emergen en el desarrollo humano y en cualquier
forma de tratamiento psicoanaltico. Debido a este foco, la teora de
la intersubjetividad a la vez impli-ca una concepcin contextualista
del desarrollo y de la patognesis, describe la emergencia y la
modificacin de la subjetividad (el mundo experiencial) y define
to-dos estos procesos como irreductiblemente relaciona-les. El foco
observacional/participatorio corresponde al
campo psicolgico en evolucin constituido por el inter-juego
entre los mundos experienciales con organizacio-nes diferentes del
nio y del cuidador, del paciente y del analista, y as
sucesivamente. En trminos informales, significa que siempre estoy
intentando no slo describir la experiencia (la tuya, la ma y la
nuestra) en este con-texto temporal-relacional, sino adems
comprender en qu contextos relacionales nos convertimos en las
per-sonas que participan y experimentan tal como lo hacen.
Este uso de los trminos intersubjetivo e inter-subjetividad
difiere de algunas ideas relacionadas. En nuestro uso (Atwood &
Stolorow, 1984; Stolorow et al., 1987; Stolorow & Atwood, 1992;
Orange, 1995; Orange
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Psiquiatra universitaria | 329
donnA m. orAnge
et al., 1997; Stolorow et al., 2002), intersubjetivo es un
trmino que describe la vinculacin emergente entre dos o ms personas
y no se refiere primariamente a un logro del desarrollo. El trabajo
anterior de Daniel Stern (1985), por ejemplo, designa como self
intersubjetivo a un estadio y proceso de reconocimiento de la
subje-tividad de un otro como algo conectado y responsivo respecto
de la propia subjetividad. Este reconocimiento mutuo, que tambin
fue trado a un primer plano en el trabajo de Benjamin (1995), puede
ser un logro tardo en el campo intersubjetivo de un anlisis, en
especial con pacientes como aquellos descritos por Guntrip (1969) y
Kohut (1971). En consecuencia, la intersubje-tividad del
reconocimiento mutuo difiere de nuestra concepcin contextualista de
un campo intersubjetivo. En cambio, esta intersubjetividad del
reconocimiento mutuo puede producirse en el interior de un mundo
intersubjetivo que siempre ya existe (Orange, 2008). Visualizo la
teora de los sistemas intersubjetivos como una forma de teora
relacional norteamericana una variante ms enraizada en las
filosofas continentales de la fenomenologa y la hermenutica.
Estn al menos tres significados del por qu in-volucrados en la
medida en la que intento explicar mi involucramiento con el
psicoanlisis de los sistemas intersubjetivos. Primero, puede
significar, cmo se produjo en trminos histricos?, similar a la
pregunta, cmo ocurri que se construy un tren subterrneo por
Broadway en Nueva York y no por la Avenida Am-sterdam?. Esta es una
pregunta sobre el contexto y so-bre la historia. La llamar el por
qu de la influencia, una interrogante acerca de qu circunstancias
evoluti-vas, intelectuales y personales, me llevaron a abrazar la
sensibilidad psicoanaltica de la teora de los sistemas
intersubjetivos. Aunque en general he considerado que la escritura
de autobiografas intelectuales es un ejer-cicio para filsofos de 90
aos, alguien que colabora con los autores de Faces in a Cloud
(Atwood & Stolorow, 1993) nunca puede evitar la pregunta por
los orgenes personales de las preferencias tericas.
Un segundo significado del por qu? toca lo concerniente a la
pregunta por los fundamentos, o por las razones, para creer en lo
que creo. Por favor, ntese que estamos hablando de creencias, no de
alegatos de conocimientos inexpugnables. Reconozco que noso-tros
los psicoanalistas estamos dedicados al estudio de la vida
emocional y que valoramos lo intuitivo y lo imaginativo. An as,
creo que nos incumbe adoptar y comunicar creencias razonables sobre
nuestro trabajo en el seno de una conversacin en la comunidad de
eruditos, tal como habra dicho el filsofo norteame-ricano Charles
Sanders Peirce. Por lo tanto, la segunda
parte de este por qu? tiene que ver con por qu me parece
razonable creer lo que creo y no otra cosa. Esto significa que
tengo que decirles, al menos de manera breve, sobre qu fundamentos
intelectuales prefiero la teora de los sistemas intersubjetivos a
otras teoras psi-coanalticas que han sido desarrolladas hasta la
fecha. Este es el por qu de las razones.
Un tercer significado del por qu? es para qu? Por qu importan
las diferencias tericas? Por ejemplo, con qu propsito pensamos con
tanto cuidado sobre nuestro trabajo? Por supuesto, esta pregunta
hace re-ferencia a la interrogante aristotlica acerca de la
cau-salidad final, pero asume una cualidad especial cuando el por
qu? guarda relacin con el pensamiento. Con independencia de la
protesta de Heidegger, creo junto a los pragmatistas
norteamericanos y junto a Hans-Georg Gadamer que el pensamiento es
inherentemente prctico, que pensamos con la finalidad de estar
prepa-rados para actuar. Con posterioridad, reflexionamos de modo
que podamos entender mejor cmo actuar o no actuar en el futuro.
Este es el por qu del propsito y de la responsabilidad. Esta
tercera forma del por qu? es especialmente significativa si uno
cree, tal como creo yo, que la negativa de los clnicos a pensar
sobre la teora, a examinar y re-examinar nuestras creencias o a
escoger entre teoras que compiten entre ellas, signifi-ca
mantenerse inconsciente acerca de los presupuestos que
efectivamente influencian nuestro trabajo clnico (Orange, 1995).
Adems, explicitar nuestras teoras a veces nos permite hacernos
conscientes de que la ex-periencia puede estar cuestionndolas.
Describir el viaje de esta falibilista3 tendr, por ende, tres
partes: (1) una historia personal, (2) una serie de argumentos poco
precisos, y (3) un breve relato de una sensibilidad clnica y
tica.
EL POR QU DE LA INFLUENCIA
Por supuesto, la historia personal puede llevarlo a uno en
diversas direcciones tericas y no provee una base lgica para
desarrollar o sostener una teora, sino que es ms bien sugerente
respecto de inclinaciones o tendencias. Relato algo de mi propia
historia personal porque mi historia me ha hecho difcil aceptar
teoras sobre una agresin innata. Tales teoras me parecen demasiado
simples para dar cuenta de la generosidad
3 El falibilismo corresponde al reconocimiento de que siempre
podemos estar equivocados, en especial cuando tomamos nuestro
propio punto de vista como la verdad completa.
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330 | Psiquiatra universitaria
lA teorA de los sistemAs intersubjetivos: el viA je de unA
fAlibilistA
y compasin y adems me parecen desechar la frustra-cin que
resulta de la deprivacin y los abusos reales. En consecuencia, en
primer lugar me sent atrada por la psicologa del self, que rechaza
de forma explcita las teoras de los instintos, y con posterioridad
por la teora de los sistemas intersubjetivos, esta ltima debido a
su fenomenologa de la experiencia personal, su contex-tualismo
relacional profundo y su resistencia contra todas las formas de
reduccionismo. Creo que nuestras convicciones ms profundas acerca
de nosotros mis-mos crecen primariamente a partir de la forma en la
que somos tratados cuando nios y despus y no a par-tir de algo que
est inherentemente mal con nosotros. La idea opuesta hubiese
confirmado mis principios or-ganizadores ms arraigados y me hubiese
conducido a la desesperacin, tanto en trminos personales como en
trminos de mi trabajo clnico.
Nac en una familia con problemas que se hizo muy grande. Siendo
la mayor de 10 nios, fui responsable del cuidado de los nios desde
mi aos ms tiernos y de mantener un sistema familiar frgil
funcionando de muchas formas prcticas: cocinando, lavando,
MIL-KING, haciendo fuego, etc. Envidiaba a los nios de fa-milias ms
pequeas; al dormir tres, cuatro o cinco en una misma habitacin, no
era capaz de imaginarme la soledad que permiti a Descartes
desarrollar su filoso-fa de la mente aislada. Adems, me senta
responsable de proteger a mis hermanos menores, tanto como fuera
posible, respecto de la violencia y la negligencia paren-tal. Cada
uno de nosotros tena sobrenombres; los mos eran no vales nada y
buena para nada, que se trans-formaron en una edad temprana en mis
principios organizadores o convicciones emocionales cargadas de
vergenza acerca de quin era yo y acerca de cmo esperar que otros me
consideraran y trataran.
Para sobrevivir a esta situacin, me convert en fantica de los
libros y de la iglesia. Desde la librera, mi nico refugio infantil,
escap hacia el convento, un sistema an ms rgido, autoritario y
moralista que mi familia (Armstrong, 1981). All, sin embargo, conoc
a algunas grandes mujeres y encontr una educacin razonablemente
buena. Como estudiante de pregrado amaba los lenguajes y la
literatura y mi ambicin era ensear en la escuela secundaria. En
aquellos das, no obstante, no tenamos ninguna eleccin respecto de
nuestra especializacin universitaria. Despus de 5 aos de ensear en
educacin media, mi congregacin religiosa me envi a estudiar
filosofa porque nuestra universidad necesitaba a alguien en ese
campo. Afor-tunadamente, a pesar de mis serias dudas respecto de
que yo era lo suficientemente inteligente para la uni-versidad,
llegu a amar la filosofa y finalmente escrib
una tesis en Fordham sobre el desarrollo de las ideas religiosas
de C. S. Peirce. De l aprend el pragmatismo, el falibilismo, mi
conviccin de que la bsqueda de la verdad es un proyecto
inherentemente comunitario y lo que hoy llamara realismo
perspectivista. Es probable que los absolutismos de mi familia y de
la iglesia catli-ca hicieran del falibilismo de Peirce (y con
posterioridad del nfasis falibilista de la psicologa del self en
explorar las contribuciones del analista a los impasses clnicos)
algo especialmente atractivo para m.
Durante mis aos de estudio y enseanza de la filo-sofa, haba
dejado el convento y me haba involucrado en mi primer curso de
psicoterapia. ste concluy con las palabras de mi terapeuta: Lo que
sigo sin entender sobre ti es por qu ests perdiendo tu vida en la
filoso-fa cuando haras una terapeuta tan maravillosa. En ese
momento enseaba filosofa y tena que escribir una tesis, de modo que
sus palabras no fueron bienvenidas, por decir lo menos. En el
contexto de la predileccin de mi madre por diagnosticar a sus
hijos, estas palabras sonaban como una maldicin.
Pero me intrigaron y, habiendo defendido mi tesis, empec a tomar
cursos de counseling por las noches para ver si el zapato me
quedaba. Decid que s lo haca y vol-v a Nueva York para estudiar en
la Yeshiva Universitys Ferkauf Graduate School, donde me encontr
con Bea-trice Beebe, Jim Fosshage, Neil Skolnick y, de la mayor
importancia para m, Robert Stolorow. All, mi tesis fue sobre la
incoherencia del eclecticismo y de los enfoques de teoras mltiples
a la teorizacin psicoanaltica. Des-pus me un a la primera clase en
el recin fundado Insti-tute for the Psychoanalytic Study of
Subjectivity, donde mi primer supervisor fue George Atwood, un
hombre cuya pasin por la comprensin clnica seguramente ha sido la
influencia ms importante en mi trabajo psicoa-naltico. George y yo
hemos colaborado ahora durante 20 aos como supervisores el uno para
el otro, compa-eros de pensamiento y amigos. Durante los primeros
aos de mi trabajo con George, su inters intenso y de races
profundas en la filosofa me devolvi a m mis-ma a la filosofa. Empec
a releer el pragmatismo y la filosofa continental, en especial
Verdad y mtodo (1991 [1975]) de Hans-Georg Gadamer, y a escribir
artculos que eventualmente se convirtieron en el ncleo de mi
Emotional Understanding publicado en 1995.
Estos artculos evocaron el inters del filsofo que no ha salido
del clset Robert Stolorow4, cuyo apoyo
4 Recientemente, Robert complet su propio doctorado en filosofa
con una tesis sobre Heidegger, que form la base de Trauma and Human
Existence (2007).
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Psiquiatra universitaria | 331
donnA m. orAnge
me ayud a escribir el libro y el cual, despus de su publicacin,
me invit a trabajar con l y George. Bob tambin se ha convertido en
un compaero atesorado de conversacin y un buen amigo. Esta
colaboracin de tres vas ha hecho mucho por moderar mi
auto-expe-riencia de no valer para nada y de no ser buena para
nada, aunque por supuesto vuelve varias veces al da para
perseguirme.
En la dcada de 1990 mis intereses filosficos in-cluyeron un
estudio extenso de Wittgenstein, cuya concepcin teraputica de la
filosofa, de los juegos de lenguaje, de las semejanzas familiares y
de las formas de vida se convirti en una importante inspiracin para
una serie de artculos (Orange, 2002, 2003a, 2003b) y para un
captulo en nuestro ltimo libro colaborati-vo (Stolorow et al.,
2002). Junto con mi re-lectura de la hermenutica dialogal de
Gadamer, Wittgenstein (2001 [1953]) ha focalizado mi atencin en
cuestiones relacionadas con el lenguaje y el significado en el
pen-samiento y la prctica psicoanalticos. Recientemente mis
estudios filosficos tambin se han enfocado en el trabajo de Martin
Buber, Merleau-Ponty y Emmanuel Levinas5.
Una ltima e ntimamente ligada influencia for-mativa engendrada a
travs de colaboraciones y amistades con colegas europeos ha sido mi
vuelta al aprendizaje de idiomas. En 1997 empec a estudiar
seriamente el alemn, seguido en 2001 del italiano. Como pueden
imaginarse, aprender idiomas a fines de los 50 no es una tarea fcil
y la fluidez que logran personas ms jvenes nunca llega. No
obstante, en esta etapa de la vida, me he encontrado a m misma con
frecuencia consciente de que no entiendo lo que pensaba que
entenda. Veo que un idioma es un mun-do ms o menos intraducible de
experiencia, cultura, literatura, msica y gestualidad. Uno de mis
profesores italianos, inquirido por estudiantes, Cmo se dice en
italiano?, muchas veces responda, No se dice. Un italiano no dira
eso. Entonces ella explicaba lo que un italiano podra decir en una
situacin semejante. De forma gradual, esta experiencia de aprender
segundos idiomas (el propio idioma materno se aprende de ma-nera
muy distinta, por supuesto) ha afectado mi trabajo clnico y me ha
impresionado ms profundamente con la inescapabilidad de la
influencia del propio mundo de
5 Estos filsofos, junto a Gadamer y Wittgenstein, estruc-turan
mi prximo libro (Orange, 2009). [Publicado como Thinking for
Clinicians: Philosophical Resources for Con-temporary
Psychoanalysis and the Humanistic Psychothe-rapies, 2010.]
experiencia sobre las formas en las que uno compren-de. He
llegado a entender, con Schleiermacher (1977), que el malentendido
es nuestra condicin bsica y que la comprensin tiene que ser deseada
y buscada seriamente.
Lynne Jacobs (Institute for Contemporary Psychoa-nalysis, Los
Angeles, California, comunicacin personal, 2003) me hizo una
pregunta intrigante sobre el por qu de la influencia. Afirm ms
arriba que Schleiermacher, Peirce, Gadamer y Wittgenstein formaron
mi pensa-miento y me convencieron del falibilismo, del realismo
perspectivista, de la bsqueda dialgica de compren-sin, etc. Ella se
pregunt, en cambio, si yo me siento atrada por estos pensadores
porque ellos hablaron al anhelo/pasin que tienes por el dilogo
genuino, no rechazador, no reduccionista, falibilista. Creo que
para un terico de sistemas o para un hermeneuta gadame-riano sta no
puede ser una pregunta o esto/o lo otro. Mi sentido de las cosas,
mis convicciones personales y filosficas, las creencias que honro
al llamarlas teoras, han emergido a partir de un dilogo de toda la
vida con los anhelos y las inclinaciones que adquirieron forma a
travs de mi historia emocional y relacional, mis lectu-ras y
conversaciones con filsofos y psicoanalistas y mi trabajo clnico.
No puede haber habido una influencia unidireccional en este
sistema. En efecto, he escogido mis influencias intelectuales,
aunque las experimento como habiendo venido hacia m como regalos
incre-blemente inesperados.
Por ende, sin presentar una historia ntida, resumi-ra diciendo
que mi historia de vida, mis estudios filo-sficos y de idiomas, mi
trabajo clnico y mi experien-cia de colaboracin han conspirado en
conjunto para conducirme por el camino de la teora de los sistemas
intersubjetivos, a cuyas razones y fundamentos ahora llevar mi
atencin.
EL POR QU DE LAS RAZONES
Para m, explicar por qu la teora de los sistemas
inter-subjetivos es mi psicoanlisis no equivale a proporcio-nar un
conjunto de evidencias lgicas inexpugnables o irrefutables. Ms
bien, intentar mostrar que este pun-to de vista es la continuacin
natural de convicciones ms bsicas que me parece razonable sostener.
Algu-nas de estas convicciones adoptan la forma de negati-vas a
aceptar lo que se me ha impuesto, pero intentar tambin darles a
esas ideas una forma positiva. Una nota de cuidado respecto de la
interdependencia de estas ideas conforman una red de creencias
(Quine, 1978) y por lo tanto pueden sonar circulares.
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332 | Psiquiatra universitaria
lA teorA de los sistemAs intersubjetivos: el viA je de unA
fAlibilistA
1. Me parece axiomtico, como les parece a todos los tericos
relacionales que conozco, que la ex-periencia formal adquiere
forma, se mantiene y se transforma en contextos relacionales. Me
parece imposible que lo que llamamos experiencia puede llegar a ser
experiencia sin su interpretacin por parte de la comunidad explcita
o implcita6. Yo me convierto en yo con mis formas caractersti-cas
de pensar, sentir, creer y vivir con otros slo en el seno de
sistemas complejamente encajados unos en otros y superpuestos:
infante-cuidador, familia, cultura, religin, mundos occidentales de
vida (Husserl, 1970 [1936]; Merleau-Ponty, 1962 [1945]) y as
sucesivamente. Cmo me experimen-to a m mismo y cmo experimento la
alteridad del otro depende de estos sistemas. Me parece que, cuando
traigo mi organizacin de la experiencia a una situacin relacional,
lo que llevo es un rango de expectativas, convicciones emocionales
y for-mas en las que estoy preparado para responder o actuar. Este
rango puede ser ms estrecho o ms amplio, dependiendo de toda mi
historia de vida en contextos relacionales y de qu posibilidades de
transformacin teraputica han estado disponi-bles para m hasta
ahora. Entonces, esta situacin especfica evoca aspectos
particulares de mi expe-riencia organizada con ms o menos
intensidad, nuevamente dependiendo de muchos aspectos particulares
de la situacin intersubjetiva. Lo que traigo es simplemente un
conjunto duradero de posibilidades y tendencias, nada efectivo
hasta que me encuentro contigo. Lo que experimente en la situacin
contigo no es algo en mi interior, sino ms bien se trata de mi
participacin en el mundo que habitamos juntos. Levinas (1969) habra
dicho que me convierto en m slo en respuesta al rostro del otro, la
viuda, el hurfano, el desconocido, en una palabra, del
indigente.
2. Toda experiencia es interpretativa y, por lo tanto,
perspectivista. Esto significa que nadie y ningn grupo de personas
puede asumir ms que una vi-sin parcial de cualquier cosa. Nuestros
horizontes de posibilidades de experiencia estn limitados, tan-to
espacial como temporalmente. Esto quiere decir que no tengo la
autoridad del ojo de Dios para afir-mar que el paciente est
proyectando o para afirmar que s que se est produciendo una
escenificacin.
6 Esta concepcin de la experiencia no tiene que excluir el tipo
de auto-conciencia pre-reflexiva o familiaridad con uno mismo
descrita por Zahavi (2003, 2005).
Incluso la visin de una comunidad, sea freudiana clsica, de la
psicologa del yo, kohutiana, kleiniana, sullivaniana o de la teora
de sistemas, slo puede proporcionar un acceso parcial a los
sistemas com-plejos. Nuestra nica posibilidad es buscar juntos
comprensiones, que siempre son provisionales.
3. La temporalidad inherente a la experiencia sig-nifica que el
desarrollo y el cambio a pesar de nuestros anhelos de estabilidad,
confiabilidad y certidumbre son tan importantes como aquello que
perdura. En la situacin psicoanaltica, por ejemplo, las
experiencias mutuamente reguladas conforman sistemas inestables,
aunque cargados de pasado. stos siempre se estn organizando y
re-organizando, tanto de modo continuo como discontinuo. Estoy en
deuda no slo con mis es-tudios filosficos y mis inicios en la
psicologa del self, sino adems con los trabajos pioneros de los
investigadores del desarrollo temprano (Sander, 1982; Fogel, 1993;
Thelen & Smith, 1994; Beebe & Lachmann, 2002) por esta
comprensin. Al mismo tiempo, esta conviccin me ubica un tanto
aparte de aquellas formas de teorizacin relacional que han tendido
a despreciar un nfasis en el desarro-llo en el psicoanlisis. Pensar
en trminos del desa-rrollo no requiere de una teora lineal de
estadios, ni necesariamente infantiliza. Tan slo rechaza el
atomismo del momento nico. En cambio, el pen-samiento en trminos
del desarrollo, incluyendo la versin del momento presente de Daniel
Stern (2004), puede abrazar la situacin temporal la ur-dimbre del
espacio-tiempo personal en la medida en la que emergen significados
y se transforman.
4. El ser humano es espritu encarnado (Merleau-Ponty, 1962
[1945]). Tal como a menudo le digo a mis pacientes y a m misma de m
hay slo una. Mi mente cartesiana no saca a mi cuerpo material a
pasear en mi bicicleta; ms bien, yo salgo a pasear. Tampoco son mis
mecanismos cerebrales los que me impulsan a hacerlo, por mucho que
los neuro-cientficos (no slo sus cerebros) pueden, en parte, ser
capaces de explicar por qu soy capaz de hacer-lo. (Dicho sea de
paso, ste no es un alegato por la primaca del agenciamiento
[agency] personal. En cuanto fenomenloga, creo que el agenciamiento
es una forma importante de experiencia personal y relacional, pero
la receptividad y la responsividad pueden ser an ms bsicas.) El ser
humano pue-de describirse en trminos ms mentalistas o ms
fisicalistas, pero las teoras de sistemas alientan la inclusividad
de las descripciones y se resisten al re-duccionismo en todas sus
formas (Orange, 2003a).
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Psiquiatra universitaria | 333
donnA m. orAnge
5. Debido a mi realismo perspectivista (Orange, 1995), visualizo
la conciencia y la inconsciencia como cua-lidades de la experiencia
personal y relacional, pri-mariamente dependientes de las
condiciones de vinculacin tanto para los individuos como para las
comunidades (Stolorow et al., 2002). Por lo tan-to, conciencia e
inconsciencia no son ubicaciones; tampoco dividen la experiencia de
forma tajante. A menudo es una cuestin de ms o menos. A veces,
dependiendo de muchas formas de contexto, les puedo contar cosas de
m misma, de mis pacien-tes, de mis ms cercanos, que parezco no
saber en otros momentos. Incluso el inconsciente dinmico de Freud
era accesible en el seno de la conversa-cin psicoanaltica y su
concepto de elaboracin es uno de varios que apuntan hacia la
incomple-titud de la dicotoma consciente-inconsciente. No obstante,
lo que las teoras relaciones y de sistemas sugieren es que ambas
son propiedades cambian-tes de procesos relacionales y no de mentes
aisla-das o incluso de mentalizaciones (Fonagy, 2001).
6. Creo en la unicidad e irrepetibilidad de cada ser humano y
distingo esto de manera cuidadosa de la concepcin asocial que mis
colaboradores y yo he-mos denominado la mente aislada cartesiana.
En cada vida existe una combinacin indefinidamen-te amplia de
eventos relacionales e implcitamen-te relacionales tanto micro como
macro. A partir de esta multitud, cada persona se auto-organiza de
modo continuo en una personalidad que nun-ca puede ser reducida a
una frmula o categora. Tal como he aseverado con anterioridad
(Orange, 2001), habito mi mundo experiencial en la medida en la que
ste me habita a m. La mayor parte de lo que es maravilloso y extrao
y difcil en la vida y en el arte resulta de esta individualidad
siempre emergente mismidad cuando es ma y alteridad cuando es tuya.
Afirmar que los individuos son nicos y pueden conocerse a s mismos
por una especie de familiaridad ntima o Selbstvertrautheit (Frank,
1991) no es un retorno al monismo de la mente cartesiana.
7. Creo que una actitud falibilista que sostiene las teoras de
modo ligero y que nos advierte nunca estar demasiado seguros nos
protege contra la ri-gidez terica y clnica. En cuanto dogma, el
falibilis-mo es, tal como George Atwood muchas veces me advierte,
imposible de ser sostenido consistente-mente hasta las ltimas
consecuencias porque el falibilismo mismo tendra que ser
cuestionado. En cuanto actitud, sin embargo, nos puede mantener
humildes, no pretenciosos y abiertos al aprendizaje.
Me parece claro que la teora de los sistemas inter-subjetivos en
especial, entendida como una sensibi-lidad intelectual y clnica no
slo acomoda, sino que adems expresa en trminos psicoanalticos mis
creen-cias filosficas esbozadas ms arriba. Su foco est en el campo
relacional constituido por dos o ms mundos subjetivos nicos e
irrepetibles de experiencia. Cuida-dor y nio, paciente y analista,
trabajador y gerente, amantes, todos ellos constituyen sistemas
psicolgicos orgnicos y el individuo nunca puede ser comprendido por
separado de estos sistemas.
Por ltimo, el psicoanlisis de los sistemas inter-subjetivos me
acomoda porque parece incluir lo que ms valoro en otras teoras
psicoanalticas sin obligar-me a aceptar aquellos aspectos que
encuentro inacep-tables. Aqu va un resumen muy breve. Del
psicoanlisis freudiano atesoro la bsqueda de significado como
for-ma de sanar vidas aproblemadas. Estoy en deuda con las teoras
de relaciones objetales por la prioridad de la vinculacin en la
formacin de la experiencia perso-nal y por conceptos tales como el
ambiente sostenedor y la experiencia transicional. A la psicologa
del self agradezco una sensibilidad clnica que coloca la
com-prensin emptica y el pensamiento en trminos del desarrollo en
el centro de su proceso y de su teora de la eficacia curativa. De
la teora relacional norteamericana (Stephen Mitchell fue mi
profesor durante un ao en mi entrenamiento psicoanaltico) he
aprendido cun completamente inevitable es la participacin mutua en
el proceso psicoanaltico y cmo valorar y abrazar esta mutualidad
sin dejar al mismo tiempo de vivir una asi-metra tica (Levinas,
1981; Aron, 1996). Para m, todos estos regalos, y sin duda otros
ms, pueden ser abar-cados por una sensibilidad de sistemas
intersubjetivos.
Al mismo tiempo, mi pensamiento de sistemas me permite eliminar
los aspectos de diversas teoras y prcticas psicoanalticas que me
parecen ms proble-mticos. Puedo, por ejemplo, rechazar el
reduccionis-mo de todo tipo: teoras demasiado simplificadas de la
motivacin humana, tales como las teoras de los ins-tintos, el
neuropsicoanlisis y todas las formas autorita-rias de tratamiento
basadas en reduccionismos. Puedo rechazar las reificaciones, tales
como el self, el ego, representacin, la mente del otro o el objeto
malo sin renunciar a las experiencias que estas ideas concre-tizan.
A veces, por supuesto, la teora de los sistemas intersubjetivos
puede parecer cometer el error opues-to ser demasiado abstracta y
filosfica. Entonces re-cuerdo las palabras atribuidas a William
James, John Dewey, Kurt Lewin, James Clerk Maxwell y otros: No hay
nada ms prctico que una buena teora. Me pa-rece que nuestra teora
de los sistemas intersubjetivos
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lA teorA de los sistemAs intersubjetivos: el viA je de unA
fAlibilistA
me permite buscar de manera inagotable una forma dialgica de
comprensin emptica con el paciente, reconocer y explorar nuestra
participacin mutua en el campo psicolgico que desarrollamos juntos
y, en consecuencia, crear lo que he llamado una segunda oportunidad
de desarrollo para personas cuyas vidas tempranas y posteriores las
han aplastado y aterroriza-do hacia medios agresivos y/o pasivos de
auto-protec-cin. Se me permite ser testigo de sus terrores y luchas
y apoyar su esperanza emergente. Esto me lleva a mi tercer por qu,
el por qu pragmtico y tico.
EL POR QU DE LA PRCTICA
Por sobre todo, la teora de los sistemas intersubjeti-vos
informa y resulta de mi experiencia de trabajo y supervisin clnica
diaria. Sin embargo, este aspecto es muy difcil de articular sin
parecer estar descalificando clnicos que piensan y practican de
manera distinta. Probablemente, los analistas y otros
psicoterapeutas de cada escuela pueden contar historias de
pacientes no tratados o maltratados por clnicos que piensan de
forma diferente y que parecen mucho mejor tratados de acuerdo a
otro enfoque. Intento recordar que lo que los pacientes me cuentan
acerca de sus tratamientos previos es experiencia constituida por
la interseccin de al menos tres mundos subjetivos el del paciente,
el del terapeuta anterior y el mo pero s que tales histo-rias me
han influenciado. Tambin s que, cuando leo o escucho a
psicoanalistas describiendo su trabajo, me imagino a m misma siendo
su paciente y por ende creo aun otro sistema intersubjetivo
virtual. Reconociendo que el estilo clnico vara con el practicante,
he inten-tado desarrollar una teora y una sensibilidad que yo misma
quisiera como paciente.
Con este prlogo, aqu van tres historias clnicas breves que
ilustran la formacin negativa de mi esp-ritu clnico.
1. Un paciente joven no haba tenido tratamiento previo pero era
hijo de una trabajadora social que haba ocupado terminologa
diagnstica y jerga psicoanaltica con sus hijos. Habiendo rellenado
el cuestionario de la psicloga en la sala de espera, entr a la
consulta para su primera sesin. La tera-peuta tom las hojas y empez
a leer. Sin mirar al paciente prospectivo una sola vez, murmur Oh,
esto es malo esto es realmente malo. Antes del trmino de la sesin,
la psicloga ofreci a este hombre joven la opcin de trabajar con
ella o de ser derivado con otra persona. El paciente, pensan-do en
ese momento que al menos ella es alguien
que parece saber algo, se qued durante un ao. A lo largo de ese
tiempo, repetidamente fue tra-tado como caso de una cosa tras otra
a pesar de sus objeciones a las interpretaciones y prediccio-nes
sabelotodo (o, en alemn, Besserwisser) de la terapeuta. Cuando dej
el tratamiento, su estado traumatizado de shock y confusin haba
empeo-rado de forma exponencial y l se senta seriamen-te
suicida.
2. Otra paciente ms joven acudi a m con proble-mas complejos:
obsesiones, sentimientos abruma-dores de tener que hacerse dao de
modo inme-diato y escuchar voces. Le pareca casi imposible confiar
en alguien, menos en s misma. Comprend desde el comienzo que yo era
una persona atemo-rizante, pero slo gradualmente entend por qu. Ms
o menos en la sexta sesin, confes: Tengo tanto miedo de que usted
dir que soy limtrofe. Por qu podra yo hacer eso?, pregunt. Porque
eso es lo que los trabajadores sociales en el hospi-tal dijeron a
mis padres, respondi. Y qu crees que quisieron decir con eso?,
pregunt. No s, dijo, pero pienso que es algo muy malo y quiero
saber si usted piensa que lo tengo y si es algo que puede
mejorarse.
3. Una tercera paciente estaba siendo tratada por una candidata
en entrenamiento en un instituto psicoanaltico prestigioso, con
divn, varios das a la semana. Su madre haba fallecido de cncer
cuando ella tena 11 aos y nadie le haba dicho. No tuvo la
oportunidad de despedirse y descubri que su madre haba muerto recin
cuando por casualidad escuch que integrantes de la familia estaban
discutiendo arreglos del funeral. sta era una en una larga serie de
experiencias relaciona-les traumticas que la haban dejado ansiosa y
cauta. Despus de un par de meses de anlisis con esta candidata, la
paciente empez a preguntarse cun profundamente esta analista sera
capaz de entender su experiencia y le pregunt si acaso ella tambin
haba perdido a uno de sus padres en la niez. La analista firmemente
se neg a responder y slo estaba dispuesta a involucrarse en el
anlisis de la pregunta. Se neg a considerar juntas la po-sibilidad
de que la pregunta de su paciente poda ser razonable y merecer una
respuesta. La pacien-te sinti que estaba siendo tratada como
ejemplo de una regla. Despus de algunos meses de este impasse y en
desesperacin, dej el anlisis. Sien-do ahora una artista, se percibe
a s misma como extremadamente cauta e incapaz de confiar en sus
propias percepciones.
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Todos estos pacientes, y muchos otros, me han en-trenado para
pensar y practicar como psicoanalista de sistemas intersubjetivos.
Lo que estas historias tienen en comn, desde mi punto de vista, es
su reduccionis-mo. Cada una reduce al paciente a un caso de algo o
a un ejemplo de una teora o regla. Cada terapia es inade-cuada de
una manera particular falla a la hora de reco-nocer la unicidad del
mundo experiencial del paciente y la complejidad de la influencia
de la denominada participacin del observador en el sistema
psicolgico.
Desde nuestra perspectiva, no existe un conjunto distintivo de
teora clnica o recomendaciones tcni-cas que pueda derivarse de la
teora de la intersubjeti-vidad. Ms bien, la perspectiva
intersubjetiva introduce una caracterizacin ms general de todo
trabajo psi-coanaltico desde el interior de cualquier teora clnica.
Debido a que cada tratamiento incluye a un analista con un punto de
vista, diferentes tipos de campos intersub-jetivos se desarrollan
en tratamientos clsicos, inter-personales o basados en la psicologa
del self (Orange, 1995) as como en cada da