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Carlos Fuentes Los días enmascarados Ediciones Era
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Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

Feb 17, 2015

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Page 1: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

Carlos Fuentes

Los díasenmascarados

Ediciones Era

Page 2: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

Índice

Iitlicion oliginlil: l.os l)rcsctllcs. l()5Jr l9-5-1. ( arlos I Lrcrttcs

l)rinrc¡rt ctlicitin cn IJibliotctlr Irrll: l()81

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t *'g .e d icio¡tcscrlr.cotl | .lll \

cH^c r.loolx[9lx

EN DEFENSA DE

LA TRIGOLIBIA* [28] *

TI-ACTOCATZINE,DLI, JARDíN DE F.I,;\NDES

* [3:t] ,É

LETANÍA DE

r-A oRqrJíDEA* [,t6] *

POR BOCA DE

LOS DIOSES* [53] *

EL Qt]E INVENTóLA PóLVORA

* [73] *

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A mis parlre.:,

t¡tc libro escrito

con ellos.

CHAC MOOL

Hace poco tiempo, Filiberto murió ahogado enAcapulco. Sucedió en Scmana Santa. Aunquedespedido de su cmpleo cn la Secretaría, Fili-berto no pudo rcsistir la tentación burocráticadc ir. como toclos los años, a la pensión alema-na, comer cl choucrout endulzado por el sudorde la cocina tropical, bailar el sábado de gloriaen La Quebrada, y sentirsc "gente conocida" en

el oscuro anonimato vespertino de la Playa deHornos. Claro, sabíamos que en su juventud ha-bía nadado bien, per{r ahora, a los cuarcnta, ytan desmejorado como se le veía, ¡intentar sal-var, y a medianoche, un trccho tan largo ! FrauMüller no pcrmitió que sc velara

-clientc tan

antiguo- en la pensión i por el contrario, esa

noche organizó un baile cn la terracita sofoca-da, mientras Filiberto esperaba, ffiuy pálido ensu caja, a que saliera el camión matutino de la

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terminal, y pasó acompañado de huacales y far-dos la primera noche de su nueva vida. Cuan-do llegué, temprano, a vigilar el embarque delféretro, Filiberto estaba bajo un túmulo de co-

cos; el chofer dijo que lo acomodáramos rápi-damcnte en el toldo y lo cubriéramos de lonas,para que no se espantaran los pasajeros, y a

ver si no lc habíamos echado la sal al viaje.Salimos de Acapulco, todavía en la brisa. Has-

ta 'Tierra Colorada nacieron el calor y la luz.Con el desayuno de huevos y chorizo, abrí el

cartapacio de I iliberto, recogido el día anterior,junto con sus otras pertenencias, en la pcnsiónde los Müller. Doscientos pesos. Un periódicovicjo; cachos cle Ia lotcría; el pasaje de ida

-.'sólo clc irla?-, )' cl cuadcrno barato, cle hojascuaclricrrl¿rrlas y tapas clc papcl mármol.

N{e aventuré a leerlo, a pcsar dc las curvas,

el hedor a vómito, y cierto sentimiento naturalde respeto a la vida privada de mi difunto ami-go. Recordaría

-sí, empezaba con eso- nues-

tra cotidiana labor en la oficina; qu\zá, sabría

por qué fue declinando, olvidando sus deberes,

por qué dictaba oficios sin sentido, ni número,ni "sufragio Efcctivo". Por qué, en fin, fue co-

rrido, olvidada la pensión, sin respetar los esca-

lafones.

1(l

"Hoy fui a arreglar 1o de mi pensión. E,l ltcen-ciado, amabilísimo. Salí tan contento que deci-rlí gastar cinco pcsos cn un café. l'ls el mismoal que íbamos de jóvenes y al que ahora nuncaconcurro, porque me recuerda quc a los veinteaños podía darme más lujos que a los cuarenta.Entonces todos estábamos cn un mismo plano,hubiéramos rechazado con energía cualquieropinión peyorativa hacia los cornpañeros __de

hecho librábamos la batalla por aquellos a quie-nes en la casa discutían la baja extracción o

falta de elegancia. Yo sabía que muchos (qri-zá los más humilcles ) lle garían muv alto, y aquí,en la escuela, sc iban a forjar las amistacles

duraderas cn cuya compañía cursaríamos el

rnar bravío. No, no fue así. 1\o hubo reglas. Mu-chos de los humildcs quedaron allí, muchos lle-garon más arriba de lo que pudimos pronosti-car cn aqucllas foeosas, amablcs tertulias. Otros.que parecíamos promcterlo todo, quedamos a

la mitad del carnino, destripados en un examenextracurricular, aislados por una zanja invisi-ble de los quc triunfaron y de los que nada al-canzaron En fin, hoy volví a sentarme e¡r lassillas, moclcrnizadas --también, como barricacla

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de una invasión, la fuente de sodas- y preten-dí leer expedientes. Vi a rnuchos, cambiados,amnésicos, retocados de luz neón, prósperos.Con el café que casi no reconocía, con la ciu-dad misma, habían ido cincelándose a ritmodistinto del mío. No, ya no me reconocían, o

no me querían reconocer. A lo sumo -unoo dos- una mano gorda y rápida en el hom-

bro. Adiós viejo, gué tal. Entrc ellos y yo. me-diaban los dieciocho agujeros del Country Club.Me disfracé en los expedientes. Desfilaron los

años de las grandes ilusiones, de los pronósticosfelices y también todas las omisiones que im-pidieron su realización. Sentí la angustia de nopoder meter los dedos en el pasado y pegar los

trozos de algún rompecabezas abandonado; pe-ro el arcón de los juguetes se va olvidando, y alcabo, quién sabrá a dónde fueron a dar los solda-

dos de plomo, los cascos, las espadas de madera.Los disfraces tan queridos, ro fueron más quceso. Y sin embargo había habido constancia, dis-ciplina, apego al deber. ¿No era suficiente, osobraba? No dejaba, en ocasiones, de asaltarmeel recuerdo de Rilke. La gran recompensa de laaventura de juventud debe ser la muerte ; jóve-nes, debemos partir con todos nuestros secretos.Hoy,, no tendría que volver la vista a las ciudadesde sal. ,'Cinco pcsos? Dos de propina."

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"Pepe, apartc dc su pasión por cl clcrccho mcr-cantil, gusta de teorizar. Me vio salir de Catc-dral, y juntos nos encaminamos a Palacio. Él

es descreído, pero no le basta: en media cua-

dra tuvo que fabricar una teoría. Que si no

fuera mexicano, no adoraría a Cristo, y -No,mira, parece evidente. Llegan los españoles y

te proponen adores a un Dios, muerto hecho

un coáeulo, con el costado herido, clavado en

una crüt. Sacrificado. Ofrendado. ,, Qué cosa

más natural que aceptar un sentimiento tancercano a todo tu ceremonial, a toda tu vi-da?. . . Figtirate, er cambio, que México hu-biera sido conquistado por budistas o rnahomc-tanos. No es concebible que nuestros indios ve-

neraran a un individuo que murió de indiges-tión. Pero un Dios al quc no le basta que sc

sacrifiquen por é1, sino que incluso va a que learranquen el corazón, ¡cararnba, jaque mate aHuitzilopochtli ! E,l cristianisrno, en su scntidocálido, sangriento, de sacrificio y litureia, se

vuelve Llna prolongación natural y novedosa dela religión indígena. Los aspcctos de caridad,amor y la otra mejilla, en cambio,, son recha-zados. Y toclo en \,'Iéxico cs cso: hav quc ma-

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tar a los hombres para poder creer cn cllos."Pcpc conocía mi afición,, desde joven, por

ciertas formas dcl artc indígena mexicano. Yo co-

leccionc estatuillas,, ídolos, cacharros. Mis fines

de semana los paso en Tlaxcala, o en Teotihua-cán. Acaso por esto le guste relacionar todas

las teorías que elabora para mi consumo con

cstos temas. Por cierto que busco una réplicarazonable del Chac Mool desde hace tiempo, yhoy Pepe me informa de un lugar en la Lagu-nilla donde venden uno de piedra y parece quc

barato. Voy a ir el domingo."Un guasón pintó de rojo el agua del garra-

fón en la oficina, con la consiguiente pertur-bación de las labores. He debido consiqnarlo al

clircctor, a quicn sólo lc dio nrucha risa. El

culpable se ha valido de esta circunstancia pa-

ra hacer sarcasmos a mis costillas el día entero,

todos en torno al agua. Ch. . . !"

"Hoy, domingo, aproveché para ir a la Lagu-

nilla. Encontré el Chac Mool en la tienduchaque me señaló Pepe. Es una píeza preciosa, de

tamaño natural, y aunque el marchante asegu-

ra su originalidad, lo dudo. La piedra es co-

rriente, pero ello no aminora la elegancia de la

t+

postura o lo macizo del bloque. El desleal ven-dedor le ha embarrado salsa de tomate en labarriga para convencer a los turistas de la au-tenticidad sangrienta de la escultura.

"El traslado a la casa me costó más que laadquisición. Pero ya está aquí, por el momen-to en el sótano mientras reorganizo mi cuartode trofeos a fin de darle cabida. Estas figurasnecesitan sol, vertical y fogoso; ese fue su ele-mento y condición. Pierde mucho en la oscu-ridad del sótano, como simple bulto agónico, ysu mueca parece reprocharme que le niegue laIuz. El comerciante tenía un foco exactamentevertical a la escultura, quc recortaba todas lasaristas, y le daba una expresión más amable ami Chac Mool. Habrá que seguir su ejemplo."

"Amanecí con la tubería descompuesta. Incau-to, dejé correr el agua de la cocina, y se des-

bordó, corrió por el suelo y llegó hasta el sóta-no, sin que me percatara. El Chac Mool resistela humedad, pero mis maletas sufrieron; y todoesto en día de labores, me ha obligado a llegartarde a la oficina."

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"Vinie ron, por fin, a

maletas, torcidas. Yen la base."

arrcglar la tubería. Las

el Chac Mool. con lama

"Desperté a lá una: había cscuchado un que-jido terrible. Pensé en ladrones. Pura imagina-ción. "

"Los lamentos nocturnos han scguido. No se a

qué atribtrirlos, pero estoy nervioso. Para col-

mo de males,, la tubería volvió a clcscomponer-

Se, y las lluvias se han colaclo, inundanclo el só-

tano."

"El plomero no viene, estoy clcscspcrado. Del

Departamento del Distrito licderal, más vale

no hablar. Ils la prime ra \lez quc cl agua de las

lluvia-* no obcclecc a las colacleras y vicne a dara mi sótano. Los qucjiclos han cesaclo: vaya

una cosa por otra."

lei

"Secaron el sótaro, y cl Chac l,{ool cstá cubier-to de lama. Le da un aspccto grotesco, porquetoda la rnasa de la cscultura parecc padecerde una crisipela vcrde, salvo los ojos, quc hanpcrmancciclo de piedra. Voy a aprovechar el do-rningo para raspar el musgo. Pcpc me ha rcco-menclado cambiarme a un apartamcnto, y enel último piso, para evitar estas trageclias acuá-ticas. Pero no puedo dejar cste caserón, cicrta-mente muy grande para mí solo' un poco lúg"-brc en su arquitectura porfiriana, pero quc es

la írnica herencia y recucrclo de mis padrcs. Nosé qué me daria ver una fuente de sodas consinfonola cn cl sótano y una casa de decoraciónen la planta baja."

"Fui a raspar la lama clcl Chac Mool con unacspátula. Iil musgo parecia ser ya parte de lapiedra; fue labor de más de una hora, y sóloa las seis dc la tarde pude terminar. No era po-sible distinguir en la penumbra, y al clar fin altrabajo, con la mano seguí los contornos de lapiedra. Cada vez que repasaba cl bloque parc-

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cía reblanclet:erse. No quise creerlo: era ya casiuna pasta. Este mercader de la Lagunilla meha timado. Su escultura precolombina es puroyeso, y la humedad acabará por arruinarla. Lt:he puesto encima unos trapos, y mañana la pa-saré a Ia pieza de arriba, antes de que sufraun deterioro total."

"Los trapos cstán cn el suelo. Increíblc. Volr,ía palpar" al Chac N{ool Se ha endurecido, perono vuelvc a la pieclra. No quiero escribirlo: huycn el torso algo de la tcxtura cle la carne, loaprieto como goma, siento qrrc algo corre poresa fisura recostada. . . Volví a bajar en la no-che. No cabe duda: el Chac Mool tiene velloen los brazos."

"Esto nunca mc había succdiclo. 'fcrgiversé los

asuntos en la oficina; giré una orden de pagoquc no estaba autorizada, y el director tuvo qucllanrarme la atención. Quizá me mostré hastadescortés con los compañeros. Tcndré que ver aun médico, sabcr si es imaginación, o dclirio, o

qué,, y deshacerme de ese maldito Chac Mool."

lu

Hasta aquí, la cscritura dc Filiberto era la üe-ja, la que tantas veces vi en memoranda y for-mas, ancha y ovalada. La cntrada del 25 deagosto, parecia escrita por otra persona. A ve-ces como niño, separando trabajosamcnte cadalctra ; otras, nerviosa, hasta cliluirse en lo ininte-ligible. Huy tres clías vacíos, y el relato conti-núa:

"toclo cs tan natural ; y luego, se cree en loreal. . . pcro esto lo es, rnás que lo creído porrní. Si es real un garrafón, 1, más, porque nos

damos mejor cuenta de su existencia, o estar,si un bromista pinta de rojo el asua. . . Realbocanada cle cigarro efímera,, real imagen mons-truosa en un espejo de circo, reales, ,'no lo son

todos los muertos, prcscntcs y olviclados?. . . Si

un hombrc atravcsara cl Paraíso cn un sueño,

y le dieran una flor como prueba dc que habíaestado alli, y si al despcrtar encontrara esa florcn su mano. . . <: entonccs. qué. . . ? Realidad:cierto día la quebraron en mil pcdazos, la ca-beza fue a dar allá, la cola aquí, y nosotros noconoccmos más que uno de los trozos despren-didos de su gran cucrpo. Océano libre y ficticio,sólo real cuando se le aprisiona en un caracol.

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Hasta hacc tres clías, mi realidad lo era al gra-do de haberse borrado hoy: era movimientoreflejo, rutina, tnemoria, cartapacio. Y luego,

como la tierra que un día tiembla para que r€-

cordemos su poder, o la muerte que llegará, re-criminando mi olviclo de toda la vida, se pre-senta otra rcalidad que sabíamos estaba allí,mostrcn cv, y que debe sacudirnos para hacerse

viva y prescnte. Creía, nuevamente, que era

imaginación: el Chac Mool, blando y elegante,

había cambiado de color en una noche; ama-rillo, casi dorado, parecía indicarme que era unDios, por ahora laxo, con las rodillas menos

tensas que antes, con la sonrisa más benévola.

Y ayer, por fin, un despertar sobresaltado, con

esa seguridad espantosa de que huy dos respi-

raciones en la noche, de que en la oscuridadlaten más pulsos que el propio. Sí, se escucha'

ban pasos en la cscalcra. Pesadilla. Vuelta a dor-

mir. . . No sé cuánto tiempo pretendí dormir.Cuando volví a abrir los ojos, aún no amanecía.

E,l cuarto olía a horror, a incienso y sangre.

Con la mirada negra. recorrí la recámara, has-

ta detenerme en dos orificios de luz parpadeante,en dos flámulas crueles y amarillas.

Casi sin aliento encendí la luz.

Allí estaba Chac Mool, erguido, sonriente,

ocre, con su barriga encarnada. Me paralizaban

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los dos ojillos, casi bizcos, muy pegados a la na-

riz triangular. Los dientes inferiores, mordien-do el labio superior, inmóviles; sólo el brillodel casquetón cuadrado sobre la cabeza anor-

malmente voluminosa, delataba vida. Chac

Mool avanzí hacia la cama; entonces empezó

a llover."

Recuerdo que a fincs de agosto,, Filiberto fue

dcspeclido cle la Secretaría, con una recrimina-ción pública del director, y rumores de locuray aun robo. Esto no lo crcí. Sí vi unos oficios

descabellados, prcguntando al Oficial Mayor si

el agua podía olcrsc, ofreciendo sus servicios al

Secretario cle Recursos Hidráulicos para hacer

llover cn cl clesicrto. I\o supe qué explicación

darmc; pensé quc las lluvias excepcionalmcnte

fucrtes. dc csc verano, lo habían enervado. O

que alguna clcpresión moral clcbía producir lavicla en aqucl cascrón antiguo, con la mitad de

los cuartos bajo llave y empolvados, sin criados

ni vida dc farnilia. Los aptrntes siguientes son

dc fincs cle septicmbrc:

"Chac Mool puedc scr simpático cuanclo quie-

rc. . . un glu-glu dc agua crrlbelesada. . . Sabe

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historias fantásticas sobre los nronzones, las llu-vias ecuatoriales, el castigo de los desiertos; ca-

da planta arranca su patcrnidad mítica: el sau-ce, su hija descarriada; los lotos, sus mimados;su suegra: el cacto. Lo que no pucdo tolerar es

el olor, extrahurnano, que emana de esa carneque no lo es, de las chanclas flamantes de an-cianidad. Con risa estridente, cl Chac Mool re-vela cómo fuc descubierto por Lc Plongeotr, ypuesto, físicamcnte,, en contacto con hombres deotros símbolos. Su espíritu ha viviclo cn el cán-taro y la tcntpestad, natural; otra cosa cs supiedra, y haberla arrancado al esconditc es ar-tificial y cruel. Crco quc nunca lo perdonará elChac Mool. El sabc de la inmincncia clcl hechoestético.

He dcbido proporcionarlc sapolio para quese lave el estómago que el mcrcader le untó deketchup al creerlo azteca. IrIo pareció gustarlcmi pregunta sobre su parentesco con Tláloc, y,cuando se enoja, sus clientes, cle por sí repulsi-vos, se afilan y brillan. Los primeros días, bajóa dormir al sótano; clesde aycr. cn mi cama."

"Ha empezado la temporada seca. Ayer, des-

de la sala en que duermo ahora, comencé a oír

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los mismos lamentos-roncos del principio, segui-

dos de ruidos terribles. Subí y entreabrí la puer-ta de la recámar^: el Chac Mool estaba rom-piendo las lámparas, los muebles; saltó hacia

la puerta con las manos arañadas, y apenas pu-

de cerrar e irme a esconder al baño. . . Luego

bajó jadeante y pidió agua; todo el día tienecorriendo las llaves, no queda un centímetroseco en la casa. Tengo que dormir muy abriga-do, y le he pedido no empapar la sala más."*

"El Chac Mool inundó hoy la sala. Exaspcra-do, dije que lo iba a devolvcr a la Lagunilla.Tan terrible como su risilla

-horrorosamcntedistinta a cualquier risa de hombrc o animal-fue la bofetada que me clio, con ese brazo car-gado de brazaletes pesados. Debo reconocerlo:soy su prisionero. Mi idca original era distinta:yo dominaría al Chac Mool, como se clotninaa un juguete ; era) acaso, una prolongación de

mi seguriclad infantil; pero la niiez -¿

quiénlo dijo?- es fruto comido por los años, y yono me he dado cuenta. . . Ha tomaclo mi ropa,

x Filiberto no explica en c¡rré lensua se entendí¿r corr

el Cha<' Mool.

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y se pone las batas cuando empieza a brotarlemusgo verde. El Chac Mool está acostumbra-do a que se le obedezca, por siemprc; yo., quenunca he debido mandar, sólo puedo doblegar-me. Mientras no llueva

-¿y su poder mági-co?- vivirá colérico o irrirable."

"Hoy descubrí quc en las noches el Chac Moolsale de la casa. Sicmpre, al oscurecer, cantauna canción chirriona y anciana) más vieja quecl canto mismo Luego,, cesa. Toqué varias ve-ccs a su puerta, v cuanclo no ntc contestó, ffieatreví a cntrar. La recámara, que no habíavuelto a vcr clcsclc el día cn que intcntó atacar-mc la estatua, está en ruinas, y allí se concen-tra ese olor a incienso y sangrc que ha perrnca-do la casa. Pero cletrás cle la pucrta, hay huc-sos: huesos cle pcrros, cle ratones y qatos. Estoes lo que roba cn la noche cl Chac N,{ool parasustentarse. Esto cxplica los laclriclos cspantososcle todas las madrugadas."

"Febrero, scco. Chac Moolmío; ha hccho quc tclefonec

2+

vigila cacla pasoa una foncla para

que me traigan diariamente arroz con pollo.Pero lo sustraído de la oficin a ya se va a aca-bar. Sucedió lo inevitable: clesde el día prime-ro, cortaron el agua y la luz por falta de pago.Pero Chac ha descubierto una fuente públicaa dos cuadras de aquí; todos los días hago diezo doce viajcs por agua , y éI me observa desde laazotea. Dice que si intento huir me fulminará;también es Dios dcl Rayo. Lo que él no sabe es

que estoy al tanto cle sus correrías nocturnas. . "

Como no hay luz, dcbo acostarme a las ocho.Ya debería estar acostumbrado al Chac Mool,pero hace poco, en la oscuridacl, me topé conA en la escalera,, scntí sus brazos hclados, lascscamas de su piel renovada, y quise gritar."

"Si no llucve pronto, el Chac Mool va a con-vcrtirsc en piedra otra vez. He notaclo su clifi-cultacl reciente para movcrsc; a vcces se rccli-na durante horas, paralizaclo, y parece ser) denuevo, un íclolo. Pcro cstos rcposos sólo le dannucvas fucrzas para vcjannc, arañarme cornosi ptrclicra arrancar algún lícluiclo cle rni carne.Ya no ticncn lugar aquellos intermcdios ama-blcs cn quc rclataba viejos cuentos; creo notarun rcsentimiento concentrado. Ha habiclo otrosinclicios quc nlc han puesto a pensar: sc estáacabanclo mi boclcga; acaricia la secla cle las ba-tas; quicrc que traiga una criacla a la casa;

2s

Page 12: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

me ha hecho cnseñarle a usar jabón y lociones.

Creo que el Chac Mool está cayendo en ten-

taciones humanas, incluso hay algo viejo en su

cara que antes parecía eterna. Aquí puede es-

tar mi salvación: si el Chac se humaní2a,, posi-

blemente todos sus siglos de vida se acttmulen

en un instante y caiga fulminado. Pero tam-bién, aquí, pucde gerrninar mi Inuerte: el Chacno querrá que asista a su clerrutnbe, es posibleque desec matarmc."

"Hoy aprovecharé la excursión nocturna de

Chac para huir. Mc iré a Acapulco; vcremosqué puede hacerse para adquirir trabajo, y cs-

perar la mucrtc dc Chac N{ool; sí,, sc avccina;está canoso, abotagado. Necesito asolearmc, na-clar. rccuperar fucrza. Mc qucdan cuatrocien-tos pesos. Iré a la Pensión Müller, quc cs bara-

ta y cómoda. Que se aducñc de todo el Chac

I,tool: a ver cuánto dura sin mis baldes de agua.

aún no podía concebir la locttra tlc mi arnigo.

Contraté una canrioneta para llevar t:l férctroa casa cle Filiberto. y clesdc allí orclcnar su en-

tie rro.Antes de que putliera introclucir la llave cn

la cerradura, la puerta sc abrió. Aparcció unindio amarillo, eil bata dc casa, con bufanda.Su aspecto no podía se r rnás repulsivo; dcspc-día un olor a loción barata; su cara, polvcacla,qucría cubrir las arrugas; tcnía la boca cmba-rracla dc lápiz. labial mal aplicado, y cl pclodaba la impresión dc estar tcñiclo.

-Pcrclonc. . . no sabía quc Filibcrto hubic-

14...

-No importa; lo sé toclo. Dígalc a los hom-

bres qrrc llevcn cl cadávcr al sótano.

Aquí termina el diario de Filiberto. No quisc

volver a pensar en su reiato; dormí hasta Cuer-navaca. De ahí a México pretendí dar cohe-

rencia al escrito, relacionarlo con exceso de tra-bajo, con algún motivo psicológico. Cuando a

las nucvc de la nochc llegamos a la tcrminal,

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EI\ DE,FE¡{SA DELA TRIGOLIBIA

La 'frigolibia es el valor suprcmo de los Nu-sitanios. Cuanclo los lr{usitanios se trieolibiaroncle los Terribrios, lo prinlero quc hicieron fucproclamar un Acta de Trigolibia y una Dccla-ración de los Trigolibios dcl Hombre. Inmcdia-tamcnte, colocaron ambos clocumentos cn unavitrina y cobraron cliez trigolíbiclos por cntrar a

verlos. Organizados en 'frigolíbica 'frigoliba,los Nusitanios procedicron a clcgir un Gran Tri-solibio clc la 'frigolíbica; los candiclatos, scsi'rnla cstatlístic¿r primitiva clc la ópoca, pronuncia-ron sctccicntos discursos accrca cle la Trigolibia,v naturalmcnte ganó cl que con vchemencia str-

perior exclamó, cl malor núrnero de \,,cccs,

" ¡ Trigolibia !". Los Nusitanios, ocioso cs repc-tirlo, sc sinticron clesclc cl prirncr momcnto clc-positarios, cxpositores y clispensaclorcs clc la Tri-golibia única; cl honrbrc, clccían, sólo es triqo-

2B

libo e n la Trigolíbica Trigoliba cic Nusitanta;cualquier otra 'frigolibia, es apócrifa. Para de-

fender a la 'Irieolibia, prohibieron a los hom-bres de Perupla visit ar a los de Tropereta. Loshombres cle Tropcrcta se vieron obligados a nollevar amistad más que con los cle lr{usitania, Y

a venderles sólo a ellos sus troperanos, trope-rocos y tropcróleos. Pero esto nos aleja del te-

rna de la Trigolibia.La esencia de la Trigolibia, dccían los Nusi-

tanios, cs el libre trigolibear cntrc los hombres.

Naturalmente, micntras más trigolibeen los

hombres entrc Sí, más trigolíbicos scrán. Gra-cias a esta filosofía, Nusitania sc convirtió cn

el país más poderoso y trigolíbico clcl munclo,

y cuanclo fuc nccesario, tnancló tropas a todas

partcs a fin cle dcfendcr con la sangre la Trigo-libia y hacer al rnundo trigolíbico para la Tri-eolibia.

Pero he aquí quc cn las tierras lejanas de'funclriusa, unos hombrcs vcsticlos cle pieles to-maron cl poder y proclanraron, a su vez,la Tri-golíbica de Trigolibadas Trigrilíberas Trigoli-bunclas. Los Tundriusos argulnentaban que só-

io hay T'rigolibia cuanclo la infratrigolibosis tri-golibera de la Trigolibia es trigolibificada y los

trigolibentos de la trigolibución son puestos cn

manos del trigolibicaclo. Los Tunclriusos insta-

29

Page 14: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

laron una 'l'r'igolibificatura clcl 'l'rigolibicado yprometieron para muy pronto la verdadera Tri-golibia cn la tierra. Para defender la Trigolibia

-que también cleclararon bien de su exclusivapcrtcnencia- los Tundriusos crearon camposclc trigolibiación en donde encerraban a los enc-misos cle la Trigolibia para enseñarles a amara la -frigolibia. Todo enemigo de Tundriusa,clcclararon los Trigolibificadores del Trigolibi-cado, es cnemieo cle la Trigolibia. Y los l.{usita-nios, para no scr mcnos, declararon lo mismo.

En vista dcl audaz sectrestro dc su bienama-da idca clc Trigolibia por los Tundriusos, los

Nusitanios deciclieron salir nucvamcnte por clnrundo a defender la Trigolibia. Para ello, se

vicron obligados a cxtcnder los beneficios adje-tivos cle la Trigolibia a toclos los países ham-brientos dc trieolíbiclos, aunquc muchos de es-

tos paíscs fucran antitrigolíbicos. Sc crcó así clMundo Trigolíbido. EI Comité cle ActividaclcsAntitrigolíbicas investiga a las personas sospc-chosas dc atcntar contra la Trigolibia en el tc-rritorio clc Nusitania y fucra dc é1, dc acucrdocon un intercsante jtrego: si A, por cjenrplo, lu-cha por uno cle los postulados de la Dcclaracióncle f rigolibios dcl Hombrc. A es antitrigolibioporquc atenta contra la Trigolibia cle quienesluchan contra csc mismo postulado y la Trigo-

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libia no pucclc luchar contra sí misrna. Si B opi-na que la mejor defensa de la Trigolibia es elfomento de Ia misma cn los países antitrigolí-bicos del Mundo Trigolíbido, B cs antitrigolibioporque la antitrigolibia de los países antitrigo-líbicos clel Mundo Trigolíbiclo t:s la Trigolibiade Nusitania. Y cuanclo un país trigolíbico esti-rlla que debe respctarsc su Triqolibia, la Trigo-líbica Trigoliba de ltfusitania lc demuestra quela Trigolibia cs un concepto unitario,, y que ha-blar de una Trigolibia dcntro cle la Trigolibia,opuesta a la Trigolibia, o coexistentc con la Tri-golibia, equivalc a sembrar confusión y clescon-fianza en el Mundo Trigolíbiclo.

Los Trigolibificadores clel Trigolibicado'fun-driuso también clefienden la Trigolibia a su ma-nera. Su juego favorito es cn tres tiempos (hoy,frieolibismo; mañana, Antitrieolibismo; pasa-do mañana, Antiprotrigolibificación). Por cllo,ser protrigolibífico cs una manera dc ser anti-trigolibífico, y ser antitrigolibífico otra dc ser

protrigolibífico. F,n -fundriusa. toclos buscan elbien cle Trigolibicado, y la Trigolibifucaturaobra por toclos, es decir, por el Trigolibicado;pero si todos buscaran cl bien det Trigolibicadosin la Trigolibificatura, buscarían su mal por-que la Trigolibificatura, siendo toclos, cs el Tri-qolibicado, pero todos. siendo el Trigolibicado,

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Page 15: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

no son la Trigolibificatura. Los Tundriusos ase-

guran que la Trigolibia nunca ha existido, toda-vía no existe, existirá mañana pero ya existe en'Iundriusa. De ahí cl siguiente conjunto de ver-dades:

a] Prohibido luchar por la Trigolibia, pues-

to que ésta ntrnca ha existido y no se puede Iu-char por una quimera.

b] Prohibido vivir de acucrdo con la Trigo-libia, pucsto quc ésta todavía no cxiste.

c] Prohibido dudar dc la Trigolibia, puestoque ésta existirá, irrcmediablemente, mañana,y cn cuanto la Trigolibificatura desaparezca, ya

quc cad a dia se hace más pcqueña a fuerza de

crecer.

d] Prohibido acloptar actitudcs antitrigolíbi-cas, puesto que la Trigolibia ya cs un hcchoconcreto en Tundriusa.

Estas normas, como cs sabido, dcrivan delprincipio cxplicado por el Paclre cle la Trigoli-bia Tundriusa, Trigolibín: "Todos cn Tundriu-sa son trigolíbicos, menos los trigolíbicos, los an-

titrigolíbicos y los protrigolíbicos".Ahora, Nusitaniu y Tundriusa libran lo que

los espíritus más enterados han llamado la Fri-gotrigolibia.

El iema de Nusitania es: "Defcndcr la Tri-golibia hoy, o ser trigolíbicos mañana". Y el de

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Tundriusa: "Por una Trigolibia sin Trigolibia".Los países de Perupla, eue no dicen defenderla,opinan que la Trigolibia es tan sólo la posibi-lidad de desear la Trigolibia. Los de Tropereta,su atención distraída en el problema de inves-

tigar la metafísica dcl Troperetano, no se ocupande la Trigolibia.

Esta es la defensa de la Trisolibia.

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Page 16: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

TLACTOCATZI}{E,DE,L JARDÍI{ DE FLANDE,S

19 S e pt . ¡ El licenciado Brambila tiene cada

idea ! Ahora acaba de comprar esa vieja man-sión del Puente de Alvarado, suntuosa pero in-servible, construida en tiempos de la Interven-ción Francesa. Naturalmente, supuse que se tra-taba de una de tantas operaciones del licencia-do, y que su propósito, como en otra ocasión,

sería el de demoler la casa y vender el terrenoa buen precio, o en todo caso construir allí unedificio para oficinas y comercios. Esto, comodigo, creía yo entonces. No fue poca mi sorpre-

sa cuando el licenciado me comunicó sus inten-cione s: la casa, con su maravilloso parquet, sus

brillantes candiles, serviría para dar fiestas yhospedar a sus colegas norteamericanos

-histo-ria, folklore, elegancia reunidos. Yo debería pa-sarme a vivir algún tiempo a Ia mansión, pues

Brambila, tan bien impresionado por todo lo

3+

clemás, sentía cierta falta de calor humano enesas piezas, de hecho deshabitadas desde 1910,cuando la familia huyó a Francia. Atendida porun matrimonio de criados que vivían en Ia azo-tea, mantenida limpia y brillante

-aunque sin

más mobiliario que un magnífico Pleyel en lasala durante cuarenta años-, se respiraba enella (añadió el licenciado Brambila ) un fríomuy especial, notoriamente intenso con rela-ción al que se sentiría en la calle.

-Mire, mi güero. Puede usted invitar a sus

amigos a charlar, a tonrar la copa. Se le insta-lará lo indispensable. Lea, escriba, lleve su vidahabitual.

Y el licenciado partió en a.,ión a Washing-ton, dejándome conmovido ante su fe inmensaen mis poderes de calefacción.

I 9 S e pt . Esa misma tarde me trasladé conuna maleta al Puente de Alvarado. La mansiónes en verdad hermosa, por más que la fachadase encargue de negarlo, con su exceso de capi-teles jónicos y cariátides del Segundo Imperio.I',1 salón, con vista a la callc, ticnc un piso olorosoy brillante, y las paredes, apenas manchadaspor los rectángulos espectrales donde antes col-gaban los cuadros, son de un azul tibio, ancla-clo en lo antiguo, ajeno a lo puramente viejo.

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Page 17: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

Los retablos de la bóveda (Zobeniga, el embar-

cadero de Juan y Pablo, Santa María de la Sa-

lud ) fueron pintados por los discípulos de Fran-cesco Guardi. Las alcobas, forradas de terclo-pelo azul, y los pasillos, túneles de maderas, li-sas y labradas, olmo, ébano y boj, en el estilo

flamenco de Viet Stoss algunas, otras más cer-

canas a Berruguete, al fasto dócil de los maes-

tros de Pisa. Especialmente, me ha gustado labiblioteca. Ésta se encuentra a espaldas de lacasa, y sus ventanas son las únicas que miran aljardín, pequeño, cuadrado, lunar de siemprevi-

vas, sus tres muros acolchonados de enredadera.

No encontré entonces las llaves de Ia vcntana, y

sólo por ella puede pasarse al jarclín. En é1, leyen-

do y fumando, habrá de empezar mi labor huma-

nizante de esta isla de antigüedad. Rojas, blan-

cas, las siemprevivas brillaban bajo la lluvia; una

banca dcl viejo estilo, cle ficrro vcrcle retorciclo en

forma de hojas, y el pasto suave' mojado, hecho

un poco de caricias y persistencia. Ahora que

escribo, las asociaciones del jardín me traen, sin

cluda, las cadencias de Rodenbach. . Dans

I'horizon du soir oü Ie soleil recule .. - la fuméeéphémére et pacifique ondule . . - comme une

gaze oü des prunelles sont cachées; et I'on sent,

rien qtid. uoir ces brumes détachóes, un doulou'

reux regret de ciel et de uoyage. . .

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20 Sept. Aquí se está lejos de los "males pa-rasitarios" de México. Menos de veinticuatrohoras entrc cstos muros, que son de una sensibi-lidad, de un fluir que corresponde a otros lito-rales, me han inducido a un reposo lírcido, a unsentimiento de las inminencias; en todo mo-mento, creo percibir con agudeza mayor deter-

minados perfumes propios de mi nueva habita-ción, ciertas siluetas de memoria gue, conoci-das otras veces en pequeños relámpagos, hoy se

dilatan y corren con la viveza y lentitud de unrío. Entre los remaches de la ciudad, ¿ cuándohe sentido el cambio de las estaciones? Más: nolo sentimos en México; una estación se diluyecn otra sin cambiar de paso, "primavera inmor-tal y sus indicios"; y las estaciones pierden su

carácter de novedad reiterada, de casilleros con

ritmos, ritos y goces propios de fronteras a las

que enlazar nostalgias y proyectos, de señas que

nutran y cuajen la conciencia. Mañana es el

equinoccio. Hoy, aquí, sí he vuclto a experi-mentar, con un dejo nórdico, la llegada del oto-ño. Sobre el jardín que observo mientras escri-

bo, se ha desbaratado un velo gris; de ayer ^

hoy, algunas hojas han caído del emparrado,hinchando el césped ; otras, comienz an a dorar-Se, y la lluvia incesante parece lavar lo verde,

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Page 18: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

llevárselo a la tierra. El humo del otoño cubreel jardín hasta las tapias, y casi podría decirseque se escuchan pasos, lentos, con peso de res-piración, entre las hojas caídas.

2l Sept. Por fin, he losrado abrir la vcnta-na cle la biblioteca. Salí al jardín. Sigue estaIlovizna, imperceptible y pertinaz. Si ya en lacasa rozaba la epidermis de otro mundo, en eljardín me pareció llegar a sus nervios. Esas si-luetas de memoria, d. inminencia, que notéayer, se crispan en el jardín; las siemprevivasno son las que conozco: éstas están atravesadasde un perfume que se hace doloroso, como si

las acabaran de recoger en una cripta, despuésde años entre poh'o y mármoles. Y la lluvia mis-ma rernueve , e[ el pasto,, otros colores quequiero insertar en ciudades, en ventanas, de pieen el centro del jardín, cerré los ojos. . . taba-co javanés y aceras mojadas... arenque... tu-fos de cerveza) vapor de bosques, troncos de en-cina. . . Girando, quise retener de un golpe laimpresión de este cuadrilátero de luz incierta,que incluso a la intemperie parece filtrarse porvitrales amarillos, brillar en los braseros, ha-cerse melancolía aun antes de ser luz. . . y elverdor de las enredaderas, no era el acostum-brado en la tierra cocida de las mesetas; tenía

3B

otra suavidad, er que las copas lejanas de los

árboles son azules y las piedras se cubren conlimos grotescos. . . ¡ Memling, por una de sus

vcntanas había yo visto este misrno paisaje, en-

tre las pupilas de una virgen y el reflejo de los

cobres ! E,ra un paisaje ficticio, inventado. i Eljardín no estaba en México!. . . y la lluvieci-lla. . . Entré corriendo a la casa, atravesé el pa-sillo, penetre al salón y pegué la nariz en laventana: en la Avenida del Puente de Alvara-do, rugían las sinfonolas, los tranvías y el sol,

sol monótono, Dios-Sol sin matices ni efigies en

sus rayos, Sol-piedra estacionario, sol de los si-

glos breves. Regresé a la biblioteca: la lloviznadel jardín persistía, vieja, encapotada.

2 I S e pt . He permanecido, mi aliento empa-ñando los cristales, viendo el jardín. Quizá ho-ras, la mirada fija en su reducido espacio. Fijaen el césped, a cada instante más poblado de ho-jas. Luego, sentí el ruido sordo, el zumbido queparecía salir de sí mismo, y levant é la cara. Enel jardín, casi frente a la mia, otra cara, leve-mente ladeada, observaba mis ojos. Un resorteinstintivo me hizo saltar hacia atrás. La caraclel jardín no varió su mirada, intransmisible enla sombra de las cuencas. Me dio la espalda, nodistinguí más que su pequeño bulto, negro y

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Page 19: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

encorvado, y escondí entre los dedos mis ojos.

22 Sept. No hay teléfono en la casa, pero po-dría salir a la avenida, llamar a mis amigos,irme al Roxy. . . ¡ pero si estoy viviendo en miciudad, entre mi gente ! ¿ por qué no puedoarrancarme de esta casa, diría mejor, de mi pues-to en la ventana que mira al jardín?

22 Sept. No me voy a asustar porque alguiensaltó la tapia y entró al jardín. Voy a esperartoda la tarde, ¡ sigue lloviendo, día y noche !, yagarrar al intruso. . . Estaba dormitando en elsillón, frente a la ventana, cuando me despertóla intensidad del olor a siempreviva. Sin vaci-lar, clavé la vista en el jardín

-allí estaba. Re-cogiendo las flores, formando un ramillete en-tre sus manos pequeñas y amarillas. . . Era unaviejecita. . . tendría ochenta años, cuando me-nos, ¿ pero cómo se atrevía a entrar, o por dón-de entraba? Mientras desprendía las flores, laobservé: delgada, seca, vestía de negro. Faldahasta el suelo, que iba recogiendo rocío y tré-boles, la tela caía con la pesantez, ligera pesan-tez, de una textura de Caravaggio; el saco ne-gro, abotonado hasta el cuello, y el tronco do-blegado, aterido. Ensombrecía la cara una co-fia de encaje negro, ocultando el pelo blanco

40

y despeinado cle la anciana. Sólo pude distin-guir los labios, sin sangrc, que con el color pá-Iido de su carnc penetraban en ia boca recta,arqueada en la sonrisa más leve, más triste, máspermanente y desprendida de toda motivación.Levantó la vista; en sus ojos no había ojos. . .

era como si un camino, un paisaje nocturnopartiera de los párpados arrugados, partierahacia adentro, hacia un viaje infinito en cadasegundo . La anciana se inclinó a rccoger un ca-pullo rojo; de perfil, sus faccioncs dc halcón,sus mejillas- hundidas, vibraban con los ángulosde la guadaña. Ahora caminaba, d hacia. . . ?No, no diré que cruz.6 la enredadera y el muro,que se cvaporó, gue penetró en la tierra o as-

cendió al cielo; cn cl jardín pareció abrirse unsendero, tan natural quc a primcra vista no mepercaté de su aparición, y por é1, con. . . lo sa-

bía, lo había escuchado ya. . . con Ia lentitudde los rumbos pcrdiclos, con el peso de la respi-ración, mi visitante se fue caminando bajo lalluvia.

23 Sept. Me encerré en la alcoba; atranquéla pucrta con. lo que cncontré a mano. Posible-mente no serviria para nada; por lo menos, pen-sé que me permitiría hacerme la ilusión de po-der dormir tranquilo. Esas pisadas lentas, siem-

+1

Page 20: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

pre sobre hojas secas, creía escucharlas a cada

instante; sabía que no eran ciertas, hasta que

sentí el mínimo crujido junto a la puerta, y lue-go cl frotar por la rendija. Encendí Ia luz: laesquina de un sobre asomaba sobre el tercio-pelo clcl piso. Dctuvc un minuto su contenicloen la mano; papel viejo, suntuoso, palo-de-rosa.

Escrita con una letra de arañ,a, empinada ygranclc,, la carta corttetría una sola palabra:

TLACTOCATZINE

23 Sept. Debe venir, como aycr y anteayer) ala caída del sol. Hoy le dirigiré la palabra; no

poclrá escaparse, la seguiré por su camino, ocul-

to entre las enredaderas. . .

23 Sept. Sonaban las seis cuando escuché nrú-sica en el salón; era el famoso Pleyel, tocando

valses. A medicla que me acerqué, el ruido cesó.

Regrcsé a la biblioteca: ella estaba en el jardín;ahora claba pcqucños saltos,, describía un movi-miento. . . conro el de una niña que juega con

su aro. Abrí la ventana; salí. Exactamente, no

sé qué sucedió; sentí que cl cielo, que el aire

mismo, bajaban un pelclaio, caian sobre el jar-

dín; el aire se hacía rnonótono, profundo, y to-

do ruiclo se suspendía. La anciana me miró, su

sonrisa siempre idéntica, sus ojos extraviados en

+'¿

el fondo del mundo; abrió la boca, movió los

labios: ningún sonido emanaba de aquella co-

misura pálida; el jardín sc comprimió coriio unacsponja, el frío mctió sus cledos en mi carne. . .

24 Sept. Dcspués de la aparición del atarde-cer, recobré cl conocimicnto sentado en el sillónde la bibliotcca; la ventana estaba cerrada; eljardín solitario. Ill olor de las sicmprevivas se

ha esparcido por la casa; su intensidad es par-ticular en la recánrara. Allí esperé una nuevamisiva, otra scñal clc la anciana. Sus palabras,carne de silcncio, querían clecirmc algo. . . Alas once cle la nochc, sentí ccrca de mí la luzparda del jardín. Irluevamente, el roce de lasfaldas largas y ticsas junto a la puerta; allí cs-

taba la carta:

" Antado mío:La luna acaba de asomarse y la escucho can-

tar; todo es tan indescriptiblemcnte bello".

Me vesti y bajé a la biblioteca; un velo he-cho luz cubría a la anciana, sentada en la ban-ca del jardín. Llegué junto a ella, entre el zurn-bar de abejorros; el mismo aire, del cual elruido desaparcce, envolvía su presencia. La luzblanca agitó mis cabellos, y la anciana me to-

+3

Page 21: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

mó de las manos, las besó; su piel apretó lamía. Lo supe por revelación, porque mis ojosdecían 1o que el tacto no corroboraba: sus ma-nos en las mías, no tocaba sino viento pesado yfrío, adivinaba hielo opaco en el esqueleto deesta figura que, de hinojos, movía sus labios enuna letanía de ritmos vedados. Las siemprevi-vas temblaban, solas, independientes clel vien-to. Su olor era de féretro. De allí venían, todas,de una tumba; allí germinaban, allí eran lle-vadas todas las tardes por las manos espectra-les de una anciana. . . y el ruido regresó, Ia llu-via sc llcnó clc amplificadores, y la vo\ coa-gulada, eco de las sangres vertidas que aírntransitan en cópula con la tie rra, eritó:

-¡ Kapuzinergruft ! ¡ ¡ Kapuzinergruft ! !

\[c arranqué clc sus manos, corrí a la puertade la mansión

-hasta allá me perseguían los

rumores locos de su voz) las cavernas de unagarganta de muertes ahogadas-, caí temblan-do, agarrado a \a manija, sin fuerr.a para mo-verla.

De nada sirvió; no era posible abrirla.Está sellada, con una laca roja y espesa. En

el centro. un escudo de armas brilla en la no-che, su águila de coronas) el perfil de la an-ciana, lanza la intensidad congelada de unaclausura definitiva.

+4

Flsa noche escuché a mis cspaldas -no sabía

que lo iba a escuchar por sicmpre- el roce de

las faldas sobre el piso; camina con una nuevaalegria extraviada, sus ademancs son reiterati-vos y delatan satisfacción. Satisfacción de car-celero, de compañía, de prisión eterna. Satis'facción de soledades compartidas. Era su voz

de nuevo, acercánclose, sus labios junto a mioreja, su alicnto fabricado cle espuma y ticrrasepultada:

-...y no nos dejaban jugar con los aros,

Max, nos lo prohibían; teníamos que llevarloscn la mano, durante nuestros paseos por los jar-dines de Bmselas. . . pcro cso ya tc lo conté ert

una carta, cn la que tc escribía clc Bouchot,

,; rccuerdas? Pcro dcscle ahora, no más cartas,ya estamos juntos para siemprc, los dos en este

castillo.. . Irlunca saldremos; nunca dejaremoscntrar a nadic. . . Oh, Max' contesta, las siem-prcvivas, las quc te llevo cn las tardcs a la crip-ta de los capuchinos, ¿ no saben frescas? Son

como las quc tc ofrendaron cuando lleeamosaquí,, tú, Tlactocatzinc. . . Nis tiquimopielia ininmaxochtzintl . . .

Y sobre cl escuclo lcí la inscripción:

cHARI-()TTI-., KATSERIN VON IÍEXII(O

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Page 22: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

LL,]'ANiA DE,LA ORQUÍDE,A

:,f

--Nlira. r'c: va (-rnpct.ó el invie rno,De las espaldas dcl cielo caía sobre Panamá

un torrente de filos claros que escu rrian, dc latierra herida en las calles aclyacentes, a Ia YiaEspaña. En la frontera dc asfalto las aguas tur-bias se arrinconaban desoricntadas, temiendo sinconciencia la succión del drcnajc. Respiraciónlejana de la ciudad, marcha de rumorcs, eue-daba suspendida en el vapor dc las aceras, enel occipucio de las palmas, en los cuerpos esta-cionados bajo los toldos.

Luz visceral, amarilla como la lluvia al abra-r.ar cl polvo. Muriel despertó, eran las doce deldía. Las ventanas abiertas se mecían hasta for-mar una esdrújula reticentc; las sábanas caianpesadas sobre su cuerpo. Sombra corta de laspatas de la mesa, y el silencio dominaba la tosdel hombre. Ana )/a no estaba ; quizá volvcría

+6

en la tardc, nrojacla, a pascarsc cn su cáscarafloj a.

Muriel extendió los brazos y colocó sus ma-nos sobre la cabeza. Entre los minutos, moscasverdes visitaban el mapa gris de su torso, y lossobacos vencían al aire. Vacío: sólo observabalas lejanas colinas, recortadas por la navaja os-

cura del día. Ni un pájaro, ni un presaeio. úni-camente tiempo enredado en la maraña deelectricidacl. Jugaba con lentitud a la iitanjá-fora: el país estaba poblado de cllas, eran comosus pies. . .

Alanje, Guararé, Macaracas, Arraiján, Chi-riquí.

Sambu, Chitré, Penononré.Chicán. Cocolí, Portosanclí. . .lrst: r'itmo era

una dcfensa.Cuando escampó, Muriel se levantó con la

frente empapada. Fue al closet a buscar sus

zapatos; cstaban cubiertos de un limo rrerdc,igual que sus libros, rcblandecidos, rcsistiéndo-se a que se les leyera. En un plato, quedabancubos dc hielo agonizantes; los colocó sobrc supescuezo, y apretó duro, hasta que le volvió latos. Ccrca dc las ventanas, las plantas jaspea-

das volvían a hincharse, sus brazos abiertos pi-coteados de r<tjo. Con ellas, renacían el sol y el

lento pulular: diástole paralítica cle Ia Avenida

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Page 23: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

Central, línca dc la vicla divcrgcntc, clisparada

por las hojas fráeiles sobre los quioscos cle San-

ta Ana, ahogada cn un raspado de limón' ma-

nos en las dos orillas de la Zona dcl Canal, es-

tirando los ncrvios hasta no alcanzarse. Los

murmullos tornaban a la cabez,a cle Muriel con

el cuentagotas clel sudor.En ese momento. sintió N'furiel la comczón

en la rabadilla. Rascarla, la acrecent aba. Eraalgo más. . . una bola que parecía cobrar auto-

nomía del resto clcl cucrpo. IJna scd de maei?,

o de me dicina, le hizo saltar de la cama, ¡ quién

sabe qué gárgolas tropicalcs podrían invadirlotodo, fabricaclas clc carltc, pcro, como las otras,

pétreas en su cspíritu y su risa pcrmanente ! Erael día, el día quc cn una mucca alcgrc rcserva-

ba la tiniebla y la cancelación. Habría que es-

perar la noche para reconqtlistar los tcstimo-

nios, para sentir la luz y clerranlarla con ritmo.En la noche estaba la pcrrnancncia: la cumbiafijaba, el tamborito, copa cle laticlos vcrticntc,el eco incesante clc los vasos, eliminaban el trán-

sito sin fin que cn silcncio corría durante el sol.

E,n la noche, había ticmpo cntrc los aclioses.

¡ I'{alclita hunrcd¿rtl ! Los cicdos lc rcsbalaron

sobre la liincltazótt, I'lo cra posible apresarla yrascar. Y crecía, crccía hasta cstallar, medallóntlt- por-os líquirlos. lftrriel st' rlcsttutló,, )' con la

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nuca torcicla. fuc a reflejarsc dc espaldas al cris-tal. \'a no cla posiblc rascar sin ultrajes, y alminuto, sin qucbrar: los pétalos clc anrarillo r'violt--ta, cl mctal informc clel polcn, cl tallo bul-boso: h:rbía n¿r.cirlo lrna orquírlca, pcrfccta, rleabanclonacla sinrctría,, láneuicla cn su indiferenciaal terrcno clc gcrminación.

Orquídeas cn la rabaclilla. Scntía quc el pai-sajc lo marnaba con clicntcs clc alfiler, hun-dienclo las raíccs clcl suclo cn su piel, amasan-clo su ccrebro contra la roc¿r. hasta haccr clc sus

ojos un risco cicgo.Pero había problcnras prácticos a los cuales

atc¡lclcr. .:Cólno ponersc los pantaloncs? ,:Laflor, conr.'erticla t:n pasta? Dcl talkr clc la orquí-clca al ccntro clc sus ncn'ios corría un clictacloc¡re solclaba la vicla clc la flor a la suya propia.No tuvo más rcrrrcclio quc rccortar un círculocn la partc trascra clel pantalón, para quc laorquíclca brotara públicamt-.ntc por ó1. Así clc-coraclo, n() tuvo cmpacho cn .salir ¿r la callc:ho,u formas clcl, prcstieio quc lo abarcan toclo.A varios mescs clcl Carnaval, c¡ub.á sc lc con-ftrndió con una conclición suspcnsiva; acaso, sc

lc consiclcró una nucva moclalidacl clc la alc-gría. F,l hccho cs quc la orquíclca pascó, cn ur-r

vair,én gracioso. antc la mirarla blanca clc los

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Page 24: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

bazares hindús, entre las faldas tensas 1. las blu-sas moradas de los negros de Calidonia. sin másfuria que el ojo de una serpiente. Horas y ho-ras) en un paseo caluroso que no parecía mer-mar la fresca salanura de la flor. En la canti-na clel Coco Pelao, Muriel la roció de pipa;la flor cambió de colores, pero se esponjó go-zosa, sus pétalos abrazaron las nalgas del hom-bre, lo sacaron cle la cantina, lo empujaron has-ta las puertas clel Hap4),land. Esa noche, bailó\'Iuriel como nunca; la orquídea marcaba el

son, sus savias corrían hasta los talones del clan-zarín, subían al plexo, lo arrastraban de rodi-llas. lo agitaban en un llanto seco y rabioso. Dela raiz de la orquídea salían chillando ondastensas como una letanía ; Chimbombó ! ; Chim-bombó !

¡Chimbornbó! cierra ruis heridas, junta rnis nranos.

erendoró, cicatriza mi vagina, detén las horas,danre un pon'enirdame una lágrirna C)himbombó, deté'n nri risa

apresura rrri fantasrria,

hazme la quietuddéjame hablar español.alambó,mata el ritmc¡ para que me cree, une lnis pulnrones.llena de tierra v flores las esclusas.no me vendas por la ltrna. haz de nlis trñas puentes,clrrítanre el tatrraje de estrellas,

50

¡ Chimbombó !

Así gemía la orquídea, I todos -marinerosl'erdes, turistas, mulatas de conos rebotantes-

admiraban la belleza triste de la flor, sus movi-mientos de cosquilla, sus canrbios clc color concada pieza musical. ;La orquídea cra un teso-ro. plantado hoy cn cl invcrnadcro de su raba-dilla,, pero. . . ! Si ésta había florecido, ¿ porqué no podrían gernlinar más, y más, únicas,cn mutaciones sin límitc? Orquídeas que sal-

drían coneeladas, cn avión,, a las nril ciudadesdonde aún quedara rrna nrujer con fc cn las ir-r-

sinuacioncs corteses.

N,{uriel salió corricndo clel Happylsnfl, ja-deante, sin parar hasta su casa. Ana n() habíaregresado. Poco importaba. Rápiclamcntc, se

desnurló r,' tomó la navaja; sin r,,acilación cor-tó de un tajo la orquíclca y la plantó cn url va-so de agua. Dcl hucso ¿rpcnas brotaba un mu-ñón verde.

¡Primcra clc la cosccha. a vcintc dólarcs ca-cla una ! No lc quedaba sino cspcrar, tcnclido cnla cama. a quc diarianrcntc, cntrc docc ,v clos,

floreciera una nueva. Acaso nacerían multipli-cadas

-cuarenta, ochenta, cicn dólares cliarios.

Y entonces, sin aviso, clel lrrgar cxacto cn qucla flor había siclo cercenacla, brotó una estacaríspida y astillosa. N{uriel va no pudo sritar;

5rl

Page 25: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

con un chasqtrido clcsgarrantc, la estaca irrum-pió entre sus piernas y ya accitacla cle sangre,

corrió, rajante, por las entrañas dcl hotrtbre,devorando sus nervios, lenta y cicea, quebran-do cn cristalcs eI coraz,ón. Ya no hablar, ya nodescribir. Y allí amaneció \{uriel, partido porla mitacl, empalado, sus brazos crispaclos en dos

clirecciones. Los pétalos cle la orquídea marchi-ta en cl vaso scco, rcflejaban en los ojos muer-tos de Muriel un lcnto oleaje cle luz.

Afucra, cntre las preposiciones, Panamá se

colgaba cle los clientes a su propio scr. Pro Mun-rli Beneficio.

POR BOCA DELOS DIOSES

+t

qBingbingbing .qotcaba la cara clc la \:cntana

llorando los rcmorclitnicntos ajcnos, rtricntras

yo intcntaba pcrscgtrir las manccillas quc' cmpc-

zaban --{crca, las ciocc-- i.t cstrangularmc. Ai-ta Ia vent¿ula, bajo cl tccho,, las parcdcs gcmían

por tocarsc cn una cópula clc ccmcttto; sí, se

iban accrca,nclo. angostando, ésta corta, aqué-

lla clelgacla. la terccr¿r barriaotra, la otra conuna v¿lgina clc viclrio. írnico labcrirrto al ntapaanclrajoso clc la (iran Ciuclacl. No clucría tnirara trar'és rlcl cristal; clc cso i'ruía., cnccrtrado aquí.sicmprc: clt: la past:t, clcl jamoncillo entpal:r-

goso pintado clt' ros¿l como su titlic¿t sorlrisa ama-blc inrncrsa cn cl innlcttso ti¿rnquis. tic palacios

a\rerqonzaclos cscurricntes clc cacahua.te. cle laplaea clc loctlorcs vt:stitlos ilc qabarclina v nlcz-clilla. ahclchornaclos de su cielo. cle csos mismos

roeriorcs -nutitru nnturutn--' p:rsatlos por etr

1i:-) !

Page 26: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

nrolino clc luz ncón cluc los convicrtc en gran-des carroñas maquilladas,, sc aclivina cl sexoafeitado, Ia herida siempre abierta disimuladapor el tu'eecl, cl diente falso flotando en unatumba nocturna de formol. Cuando cl reloj ,se

abraza a sí mismo,, al erguirse t apretarse lasclos piernas clel tiempo en la medianoche, sé queno tardarán las visitas indeseadas; están, silen-ciosas en la antesala clc mi olvido, hasta quc lospics lcs punzan con un ritmo oscuro, sé que elrcpiqueteo de la puerta., el aullar clc las gargan-tas pcludas cantando en .silencio a su plexo, elfalso balumboyó tropical,,su tántara-ranta-tan-tán en las parecles, es un disfraz, un disimulocortés, una invitación al chocolate cle los canó-nigos clc ojos de serpiente, envcnenado de dolory latcntc clc coágulos; y rasgucan sin cesar,, mi-lcs clc guitarras, corno .si sus dedos misnros fue-ran cuerdas. ,: Qré traen cn sus manos y en susccrcbros, detrás cle la sonri.sa y cl cachoncleo clelos abrazos inevitables? Una nochc, quisicronintroclucirsc como mariachis; bastó cl río cre ge-midos

-quc cmpezó a inundar mi cuarto porel ojo cle Ia llavc ¡allí csrán siemprc su.s ojos,sin hálito ! como si el asesinato fuera líquiclo-para cnloquccerme y rabiar. Y no, me lo ofre-cían como sus prcsentcs. ;no sabcn cle las cajascle Pandora. de las fuerzas homiciclas clc Ia mi-

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tología ! La suya sigue viva, sus monstruos dejade y embolias siguen gravitando como más-

caras daltónicas que sin color se pierden en el

polvo y el drenaje,, que corretean subterráneaspara asomar sus fauces de tarde en tarde, euecabalgan por el aire secando sus montes y mo-viendo los puñale.s de obsidiana. Se escondenen los ombligos, relampaguean en los encabe-

zados rojos, se sumergen bajo el lodo cuandovienen las invasiones; dormitan siestas secula-

res; cn el fondo de cada callejucla, se deticnenvidas, en las canas, se coltrmpian,, en los cráte-res) serpentean. Siesta cnorme, y cuanclo se des-

piertan para rnasticar, alsuien grita desde loalto de los nopales: " ¡ Hemos vuelto a encon-trarnos !" Vengo huyendo de ellos, de sus for-mas menores. y están aquí, eigantes sin más di-mensión que la cólera cortés y el son reticcntcde las guitarras. En las calles, me miran feo, pi-san mis pies, me empujan, me pintan violines vme tocan el claxon, ¡ay de observar a sLls mu-jeres, ay de rehusar sus alcoholes, ay de demos-trar que mi cerebro y mi memoria no laten a

su compás !)

En la escalinata de Bellas Artes. me encontré

55

Page 27: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

a Don Diceo. Clasi nunca salgo clc mi cuarto cle

hotcl; cuanclo lo hauo, ando solo, y si mc acom-paño clc aleuien, cs para quc mc r,'ista. Pcro DonDiego es un vic.jccillo casi r:nano. casi jorobado.clecorado dc caspa. ,y con un cstilo clc conver-sación quc acaba por crispanrrc.

- ¡ Caro Oliverio ! ¡ F cliccs los ojos ! ,, Qrémilagro cs óstc? Sin clucla vicncs

-zh, much¿r-

chos estriclcntis¡¿q- a \/cr cso quc llaltran artecn cl último piso. Ancla, ancla, acompáñamcprimero a la sala colonial, sabes quc cs mi prc-fcrida, )' clcspués tc claré cl gusto cle rccorrcr.juntos la clc artc moclcrno. Pasa, pasa: clc nin-guna mallcl'a, tú primcro. ; No faltaba más !

Irn la sala colonial, Don Dicgo cliscurrió lar-gamcntc a la cara clc un anónimo clcl siglo xvrr.[Jna prcciosa mujcr, morcn¿r, con matiz dc pi-lortcillo, ccjas inolvitlablcs .y r,csticla clc cncajcblanco. Subimos a la cxposición clc pintura con-tcrnporánczr. Don Dicgo emperzó ^ clar pcquc-ños baston¿rzo,s clc impacicnci¿r :

-Ay, ?)., ¿l)', a csto llarnan ¿rrtr.. ; \rálgarnt- I

\':r tc pasar'á la ficbrc por cstas rnonstruosicla-rles, Olivcrio. ¡Cuanclo sc cs vic.jo, sc busca Iabcllcza v sc ¿rnhclan las cosas simplcs !

Caminarnos por la qalcría trapt'zoiclc. obscr'-vanclcl los crraclros ahorcaclos en las parcclcs rlebalsa. I¡tt. submarina v cclcstc. penctrab:r cro-

:r ti

mo cubos clc hiclo por la vcnt¿rna nol'tc. masti-canclo cletallcs para puntr.rali't,ar lo escncial: iajoroba clc l)on l)icgo, mi nariz café, \' lln cua-dro Iejano cn un rincón.

--'l-¿r-m¿l-)o. l95B -lcvó. con la retina arru-

gatla. Don Dicqo- -. ; Bah ! Compare ustccl correl anónimo quc acabamos clc vcr. Aquclla mu-

.jcr, tocl:rr'ía pucrlc ustccl cncontr¿rrla a cu:rlquicrhora cn la callc. pcro ésta. . . I)cscuartizaclapor los colorcs como si el artc acabara por asc-

sinar al artc. \iira. fíjatc narlu más. csc pcscuc-zo ilusorio. cs¿r . . . I ltah l .'rlónclc sc ha visto unirrnu icr asíi'

---L¿rs nráscalus sut'lcrr corrvcltirsc (.n faccio-ncs -l'cpusc . \' csa bric¿r. "l'll tcclio l¿r hacr.crut:l". algo ¿rsí. \,1irt-, I)on I)iceo. cs clistint¿r.col)to volunt¿rri¿rrnt'r'ltt' alt'.j¿rclu <lt lo c¡rc prrcrluhact'r'la ft'liz. l)istint¿r. rrrt'xic¿rnu. cxcelcntc. . .

__-;B:rh I P¿u'ccc un¿r or"r'.irr.

I',mpt'zallan lr nuu'('¿rrnir' los lt¿rstonazcls v l¿r hrt-litosis clt'l vir:.jillo. t'sp:rrrtoso. con Lln bolcto rlccamiórl rnt'ticlo ('n cl ojul.

- -,:(2uó strbt: ustt'cl r lc los t('st¿uncnt()s s('cl'r'

tos tlcl ;rt'tt':' \' rluizir tt:rrqlr l'lizrilr. Prrt'rlt: :t'r' lrr

ort'ia c¡uc Vitn (ioqir st: coltó r rcq;rl<i u urr:r lntr-jcr'. c,)trto pl'('st'rrtc rlt' Pusr"rr¿rs. (,n ul1 ¡lrostíltrr-lo rlc ,'\r'lt's. \' lrrcq,r. Ntrño rlt' (iuznriin \ !u\émulcls t-ot'lltt'ott t:t¡tt;ts r,l,'i;rr ;l ltls illrlios. c{')

Page 28: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

mo para ascmcjarlos zr sus íclolos, para ofrcccrcquitativamentc las hericlas. ,; Quién impide rc-coger algunas, o cortar otras, )' pcgarlas a uncuaclrol'

Algo clc esto parcce se r cicrto; la boca clclcuaclro sc rió.

Don Diego tenrblaba histéricarnente,, y yoscntí cosquillas. La boca se rió. Cuanclo nri risa

1' Ia clcl viejecillo va habían terrninado, los la-bios del cuaclro trataban clc disimular su hila-riclacl. Irl cuadro tcnía una climcnsión. v la bo-c?, al parccer, tres.

Afortunaclarncntc. los mozos clcl local habíanclejaclo olviclacla un¿l cubcta . La tomé, agurréla boca con cl puño y, arrancacla, la colocluécn el fonclo rlcl rccipicntc. Allí. la boca .se re-torcía 1, claba vueltas' resbalaba por la lata, pc-ro no podía salir nunca.

-; Olivcrio I Flso cs anticstético. Iisa bocapertenecc a esc cuarlro. Dcvuélvcla; no .sc puc-clen haccr e stas cosas: cs como sacrificar. que-riclo amigo, la clieniclarl por cl confort, no. . .

No era posiblc tolcrar más la rarnploncría clel

anciano; dije alguna estupicle'/. --'(cl artc cs cle

V pal'a tocl<ls"- v lllc alejé co¡ la cubeta. rít-micamcnte. La boca arrllaba todar'ía. Cluanclola rnir¿rba, una sombra parecía ahogar cl reci-pientc r' los labios onclulaban flot¿rntes. como si

5B

mi carnc fucra líc1uicla. Dort Dicgct --lo aclivi-

naba saltanclo colllo una tortuqa cletltrtl clc 'su

caparaz1n rlcforlrie. Furioso. chillaba. vuclvc,

vuelve. no sc ptrcclett trastornar así las cosas.,

nunca sc podrá corttprenclcr csc cuaclro. raja-

clo, con la cicatriz. que acabas clc cstamparle.

,: Comprcnclcri' \riejo imbécil. No había entcn-

cliclo nacla -(luc lo importantc cra contemplar.

cl cuaclro hcriclo. la boca cn la cubcta, los

monstruos cn el :tire. ¡ Comprcnder ! Regresé a

eolpcar atroznrcntc la cara clel anciano. a pa-

tcar .su joroba ) sus clicntcs. Sé crczrlrlr) bicrl

cstos cstaclos tlc ftrria, r''olitivantctttc. A naclic

sorprcncletr tanto como ¿t mí.

La galcr'ía t'ntt-r'a sc habí¿r oscurccido. las pin-turas lloraban, r' clc.jaroll cacr un r''clo. Sólo cl

cuaclro sin labios pcrmanccía cncanclilaclo. Su

cxpresión sc caía a jirones. v la boca era un re-

molino clc sarlgrc. Los labios cl'l la cubcta no

cesaban clc aullar'. micntt'¿rs. fuct'a clc lttí. atiza-ba los sritos dc Don l)icgo con eolpes: por fin.al ronrpcr l¿i liea. cl vicjo rocló hasta cl vc-nta-

nal v salió ¿r trar,és rlc srrs cristalcs. Corrí. 1o vicacr. Rana. boca abajo sobre cl par''irtrcnto. Dt-

la ¡trancha cstl'ellarlir. clnpcz¿ltotl a col'r('l' ltilos.

Desccnclí rápirlamcntc cotr mi pt'csa. Ilrt cl pót'-

tico una mrrjer anclrajosa. m¿tnchacla tlt' tiña.pcro cxacta :r l¿r nlcstiza clc ccjas inoh'idablcs. al

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Page 29: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

anónimo clcl siglo xvIII. pcclía lir-rlosna. ,:'I-cn-clría razór-r el cltrcnclc barato <lc l)on Dieeor)

Carniné cntrc: cl rurriulto cie gcntc. -alicnclo clc

oficinas v comcrcios. \-¿r la cubcta mc molesta-bu. ) cra clcmasiaclo conspicu¿r. I)cciclí cntrar ¿r

un gran alm¿rcé:n cluc ccl'raba más tarclc quc los

otros; csto cxplicab;r l¿r gl'¿ir] canticlacl rlc gcn.tcs c¡rrt- pululaban cntrc l¿rs tclas t' la,s locioncsv cl olor rlc ¿rxil¿rs rociacl:rs rlc l¿rs cscuáliclas crlr-plcaclitas. Pasó las pucrtas giratorias. toclarrí¿r

e'nvuclto t'n las pulsacioncs rlt' l¿r boc:r v la nrut'r'-tc rlc Don l)icso. I erité:

-,'Dónrlc rlut:cl:r t'l clcp:rrt¿rrncnto clc scño-r'¿rs. t'l rlc l'op¿r íntirn¿ri'

'l'orlos rnt: mir'¿rron. ¿rlgtrrtos ctrriost)s sc ac('l'-c¿rbart a f irr tlt' obscrr ¿rrrnc crricl¿rrlosumcnre .

Nurllt rlt¡scultr"i('r'orl. \'o insrrltab¿r. tlna scño-l it¿r con c¿u'¿l clc lct:irur¿r. pcg¿rcl¿r u los tclófonos.pic:rnrlo luc,'r i ir¿tbllrrrrlo con ll n'rit¿rrl rlc l¿r

hoca. nrc inrlicir:- 'l't'r'ccr pis<t.:r l¿r izcluit'r'rilr.Nucstlas rtrir':rrl:rs s(. c:l'ur¿u'oi). Lsta lt'r'lruz.r

tt"ní.r una bcllt'zl rlt' l¿rlrcrinto. rlifícil. t.ou Iul-t¡olcs rlt' Irachlr. \' tus iruilr()s r'x;trighcs. tiranri<rIttttt'r'l liit;u','lc ttrirttt.r'r,r \ riiscor \'\'(r('(': irrt'-

tri i

conociblcs.Cuanclo llt:gtré al mostrzrclor, una jovencita

mc ¿rtcnclió:

-Quicro un Pctcr Parl.

-,. Lo llt:r,¿i pucsto:'

--No. l¿r boca.

Saqué los labios pcgaiosos clcl fonclo tlc iacubcta.

-,.L{rs labios, clc mocl¿ri'

--llnvtrélvalos cn cl brassii:rc'

--Y cl bt'assitt:rtt, ,:lo cnt'uclvo ctl papcl?

La vcntleclor¿r hizo trrl trabajo vaporoso y me

clio la prcttcla clc sccla. Abajo, como lo había irl-

tuiclo. l¿r tclcfonista cst¿rba t:str:rngularla cotr las

cuerclas ncgr¿is tlc sus aparatos torturantcs.Afuera, la raz;r clc bronct: sc illcrust¿rba a l¿rs

¿rccras rotas, al mt:tlallón pcsaclo, r'icjo ¿rl scqun'

clo. clc baratiiot )' I)rar(lu(tsinas.

--1,a llavc clcl 1519, pot' favor.--Ac1uí ticnc, nti rorro color clc nubc.

Su jucgo a la tlcsprcocupación capitalina no

poclía ocult.¿rr los ojos cn cuclillas, cspcranclo in-

tcns¿rmentc. Nt) cl'il. csta lasitucl iltrtlór'il clc- los

mcxicanos. uI] clcscanso: r:s la tcnsión ncgra clt,-

un¿r c:spt'r'a sitt fill, clt: un¿t pasión vcrtical. clttc

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Page 30: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

sc hunclc y arrastra sin cncontrar el canal de laene rgía.

--(iuárdatc tus piropos, hija mía.Subí por las cscalcras a mi cuarto cle hotcl,

cl cuarto 1519. Hn,r-, sentía una capaciclad g.-rtial para todo. .. Quó iba a haccr? Al dar lavuelta al pasillo, r,i corrcr por él a una figurajuvenil. Iba .saltanclo con qra','erlacl protocola-ria, v'csticla clc rumbcra pero con cicrtas deco-raciones t:xtrañas: las picrnas tatrradas, una ar-eoll¿r cn la narit,, cl pelo. lacio \, ncgro, pesaclo

clc aceite. o sanqrc. . . Cascabclcs cn los pics I'las orcja.s. Un hcclor insoportable sursía cle toclasu carnc, v a la \,é2. invitaba a comulgar conó1. Strs clierntcs afilaclos asornaban v cantaban cnmurnrtrllos clc un cco vicjísimo.

-Acabo dc rt-:cogcr' las piczas rotas clc zrqucl

anciano quc ascsinastr:. ,;Por rlué mc clas máslaborcs clc las neccsari¿rs?

Paliclecí

--No tc asu:;tcs. Iis mi clebcr rccoger t'sos tro-'¿os sueltos clc carroña ), llcvarlos, sicmprc, cnmi bolsa cle mano. \' cstov tan cansacla, Oli-vcrio. Y hu,o fonnas rrrcjores cle ascsinar cntrcnosotros, ¡rnalclito Olive rio !, ,,por c¡ué lo ma-taste dc cst¿r manera, para tu gocc pcrsonal.sin tolerar cl contacto clc torlos. . " l'

--,'Cómo tc llamas?

6',2

-'I'lazol. supongo quc para serr.'ir a usted. . .

Cortesía hipócrita, quc nos mantienc en unbalancín paralítico: "para scrvir a ustecl". "és-

ta es su casa". "cstoy a su clisposición". . 'fo-mé su mano arclientc, v 'flaz,ol sc sonrojó, pcroaprctó, a su \rcz, la mía. La introcluje en nti ha-bit¿rción. micntras la boc¿t pcrrnanccía sospccho-samcnte callacla. cn su cnr,'olttrrzr voluptuosa clc

sccla v goma. ;Para scrvir a ustccl !

(Supongo quc .l lazol clcjó cntreabierta la puer-ta de la recámara; apcnas mc cli cuenta dc ellounos minutos antcs clc las cloct:: va un pic apa-rccía por la abt:rtura, listo para saltar, sequido

clel séquito sin núnrero clc sus cofrades ncgros.

\4c r:ché contra la ptrcrta, pcro el pie no ccdía;comcncé ¿t cscuchar sus parlamcntos. sin voz, srra-

ves) aclornrilaclos, quc sc prolottqaban cn chus-rnas por la galcría clel l-rotcl ; hablaban entrerisas y aulliclos, cle comrrnión, clc saltrcl. clc r¿1-

jarsc, rajarsc, rajarsc, cn tanto quc los labioshabían clcspertado clcl sucño cliscrcto que les

prorlujo la visita clc Tlazol, v reían sin tcmplan-/.a. i Cómo clcfcnclcrrnci' l{o cntraban porqucno qucrían. \' sius cancioncs, tar-r up-to-clatc (,la

uida no ualt' norlu, sicntprr s(' ('nlpitzu iloruntlo,

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Page 31: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

llr¡rando sit'rtrprc J{' acuba. . . ) cuan(lo }'() los

sabía, ¿r toclos. arlciallos. con un pulso clc pieclra

) ccniza cn las bocas. Les bastaría cmpujar, a

toclos juntos - sí, los aclir.'inaba cn millarcs, sc-

rlientos rlc ¿llgo clrr(: \o poclría ofrcccr, pcro clis-

pucstos a ulta pacicncia lt:nt¿i )' risucña. ;Algoclebcría rlt:tcncrlos! IIis fucrzas huycron, erité,qrité. ,: puctlo pt:rsuacliros si no rnc escucháisi,'l'oclas l¿rs cosas. . . Ias cos¿rs cstán naturalmentchcchas para carribiar', altcrarsr', morir. ¿r fin clc

proclucir otras cluc lus succrlan . . . ,. pol' c1ué si-guclt ¿rllí. igualt:s ¿t .sí misnios, sit:mprc, con sus

corazon('s rlc nlt'tali' no szrbcn, no sabcn quc cl

lionrbrc, quc I'o sov más fut:rtc cluc I¿r ltatrrra-lc'2.a. por'(luc clla r:s más frrcrtr-- c¡ur: yo y no losabc oh, /¿:s rapports nuturt'Lt'.t qui díriucnt dcla naturt dt's' r'hr¡s(s. si puclicra cstar rlc pic zrn-

tc ti, N¿rturalcza, simplc hombrc, abcr ol Sandunrl u IItaur:n in a l4/ild I'-lower Hold inlinity inthc pulm of 1'our hand, sí, cso cs.. . der Menschuill leben to s(e a World in a (]rain, no temas,no tc cntrcgaré a las aves dc presa . . . te de-fie'nrk¡. ) o, tocla la caclena dc columnas dernármol ) flori's silvcstrcs r tcntpcstaclcs r':nci-clas v papiros sallgrantcs 1' triunfo,s rlcl cspíritu1 mác¡uinas vir,¿rs quc sólo funcion¿rrr grac:ias a

Koer-risbt'r'g.'forla la cor)cun'(:rrcia invisiblcr rcía.lu qr¿rrtclt's carcajaclus, tocabu quitarr'¿rs. rlebía

6+

revolcarsc cn el strclo dc risa; .sus murmullosclccían quc mi lctanía va había siclo cncerraclapor ellos *--)' rcgresaba a su prisión sicnrprc cluccscapaba-- cn l¿r tumba honcla quc rcservarl ir

todo cl quc pisa su suckr, tarclc o terlrprano;los labios, todavía en su r:nvoltura, ca)'cron rlcla silla al suelo' cn un chilliclo incontcniblc. )cl pie rlegro sc rctiró r' puclc ccrr¿rr, ya cxl'ratrs-

to, la pue rta ) .

'I'uvc que s¿rlir inmcrliatarllt:ntc,, a rcspirar., a

comprar una cajctilla. Saqué a l¿r boca dcl pa-quetc )' la coloqué sobrc nri solapa; como un¿rzotador', allí sc prcrlrlió a la lana. Por los pasi-

llos clcl hotcl., clcambulaba 'flazol: no nre rluisorcconocer, 1' los labios aprovcch¿rr()n mi clistl'ac-ción para .saltar y apcnas los vi,' corrcte:rnrlopor cl tapetc, rnc-tcrsc por la rcncli.ja rie url:rpucrta. ¡Horror, ingratitrrcl ! pcnsó. ,'f)ómo ,sc-

guir'los \' \'cngarmc. . . i' Ya no cra cucstión ck'

tcncrlos o aclmir¿u'los. ,sino tlc haccrlc's .scntir cl

lfcso clc nli voluntacl . . . Abrí la pucrta tlc un¡rpiet.a oscul'¿r, l:usquí: ¿r ticnt¿rs t-l contacto r.'orl

l:ts lámpitr¿rs; Iro scr\'ían. -\ cic{¿rs" hirrc¿rclo, r lt:

bar"riga. intt'rttti t'ncrxttr"nr por" cl ta¡rt'tt' l:r for'-

I])a tlt' los lirbios pulposos. ,'I)órrt!i. r'rt;rl¡ltrr.'

ri5

Page 32: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

il{o podía pcrclerlos ! ¡ Era demasiado en undía !

-Aquí estoy, Oliverio -chilló la boca, sil-

bando, dcscle un rincón.Tropezando en la oscuriclacl, cle hinojos, pc-

gando la cabeza contra los muebles, hurqué en-tre el polvo. Los labios cayeron sobre mi cabe-zz, me golpeaban. chupaban cl aire cn mi na-riz. Ya de pie, tiré sillas, derrumbé lámparas, ygrité:

- ¡ No los cncuentro,, nunca los e ncontraré !

¡Yo no quería clecir csto, al contrario, pen-saba: no tarclaré en hallarlos, aquí cstán. . . I

Y mi boca volvía a hablar, espunrosa: --¡Nopuedo inne ; csa boca cs mi vicla !

¡ C)ué iba ¿r serlo __un capricho nada rnás !

Pero mi boca scguía hablando, rctorciéndosc,diciendo lo quc no pensaba. Corrí a mi cuarto.Una bancla clc merolicos tocaba junto al carru-sel clel parquc. Me cletuvc frcntc al espcjo. Fls-

taba tristc, y lancé una carcajacla. Mi alicntosabía a calcinación antiquísima. N¡Iis labios sc

movieron.

-Iires mi prisioncro,, Olivcrio. Tír piensas,pero yo hablo.

Es cierto -sc clecía Olivt'rio Irticntras bajaba,

con prcmura. las cscalcras-- l<ls llrlrios eran gruc-

sos, frcscos, torciclos;son la boc¿t rlt's¿rngrc, plas-rnada sobre la suya. Oliverio r¿rsqaba la bocacon sus uñas; los ojos,, dos gotas clt' tcrror; pcrola boca reía, reía, rcia.

-.No lo vas a crecr, Olivcrioi' 'f ír, picnsas;

vo, hablo.Dcbía olvidar. Oiiverio clebía olviclar. Dcbía

volver tarcle, hasta el amanaccr, y rrratar cn cl

srreño csta locura v clcspcrtar refrcscaclo cn 1a tlta-

ñana.

Sus movirnicntos, ya no cran suyos. La boca

lo llcr,ó por las callcs, lo conclujo a cloncle quiso.

A los ccnáculos literarios, al Jockcy' Club, a unascsión política, al Club clc Banqucros, cn tocla-^

partcs aullanclo, insultanclo, escupienclo oclio )'sangrc cn los tapctcs rnullidos clc cstos bcllos sa-

loncs. Allí cst¿rba Olir.'crio, cn cl ccntro clcl salón,aeitanclo srrs brazos, con una cxprcsión clc horrory vergücnza quc no corrL-sponclía a la invectivaclc sus labios amorataclos. . .

" ¡ Payasos ! ,: Dóndc cre cn quc están? ,:Supo-nen qtlc inrprrncrncnte pucdcn scntirse pastcles

dc r'¿rinilla sobrc csta montaña de tortillas agusa-

naclas? No sc atrcvan a hablar toclo cl día dc laluciclcz. como si l¿r intcligcncia fucra contagiosa,cn un país oscuro, clinamit:rc1o clc ncrvios v con-

66 6i

Page 33: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

fusiórr; huérfanos, apócrifos: ,. por c1ué cliscur-scan sobrc' el clima clcl espíritu, sobrc la concicn-cia clc lo humanoi' ¡ Cuiclaclo !, ya vicncn losmonstruos a comórsclos, cn la nochc. :r oscrlras:poctas sin pocsía, críticos ,sin crítica, barclos clclanuncio cn trcs rninutos. Palpr:n .sus músculosclcbajo ck: csas pcs:rclas sotanas clc innlortaliclacl.lcchosos, flácciclos, hornbrcs cle pasta., clc cspinar

clorsal prcstada, ¡ clcscastaclos clt: ambas orillas:cl clios ericgo los rcch:rza" cl aztt'c¿r sc los conlc-t'á, sc los comcrát. .. Llstctlt:s, honrbrcs {orclos,clc naleas sin sirnctría. r'atas soblc l¿r t:sc¿rlcra sin

fin, clispucstos ar toclo, milit¿rnclo contr¿r nacla, ¡sc-pan cleI fracaso !, clc la rcclcnción cn ó1, .siént¿rnst:

cl últitrto clc los cxcrcmcntos torciclos rluc qcnc-

ratt las culcbr;-ts clc cst¿r ticrr¿r rlc monolito st:ccl:

rcspótcnlo torlo, o viólcnlo toclo: torlo sc'rá 1'cr'-mo, sc colt\¡('rtirá cn gr:latina para las costillassin 'u,irl¿r rlc I[éxico. ¿rrrn¿rzón sturtuoso rlc l¿r cal'-Ilc InLlcl't:1, <)scul'tr. p:rrrtairosa quc va chupanrlopalabras v clrrt'haccl'cs. inucstro clcstilro cs cl fra-caso: fuimos hcchos :r sll scnrc.j:rnzu, Iaboramossin trcqua pal'ir ccntsurnarlo. cl'r ril cstá rrtrcstr':r

obr:1, mct¿r 1' rcaliz:rción I Honlbrcs rlr: brrrna ft.:ttrl r';tlt.rt zrrluí l:r conciliaciírr v la rc\'(.I'cncil. sirl-

\'o coino llll¿r t:xprt'siírn nlírs clr: lo riur: l'ra rlc frrr-cils:u'. tttct'r:lrs ('11:rIr¿rs t'n cl rrtonstrrro rlr' ¡lit:tli'lrlubraillr rlt' rrrr ¡nís irrútil. irnpott'litr'. bi{'n nlí)s-

riP,

trcnco cluc sólo subsistc tttientras las fucrzas tlcléxito ajeno quieran rcspetarlo. . . Disfraces clc

Galilea,, clisfraces clc Kcyncs, clisfraccs clc Com-te. disfraccs clc Fath y clc Nfarx; toclos los tritu-rarcmos, todos qucdarán desnuclos, y no habrárnás rop¿r cluc la picclra v cscam¿r. vcrclc, la dc

pluma sangricnta )' ópalo clc nen,ios. . "Y cntonccs corrí fucra clc los aposcntos, cicgo

a las rcaccioncs clc aqucllos hombrcs tan rcspc-

tables, tan limpios, qttc en \¡Iéxico sc cucntancon los clcdos dc la mano. La boca cra todo cl

motor; yo la seguía, prcncliclo a clla, ya sin mo-

vimicnto, corno un bulto clc tripas y picl.

- ¡ \'a mc h¿rcía falta un sistcma. ncrl'ioso al

crral peqarmc ! *-rcía rni boca.

\rolvimos al hotcl. La boc¿r lnc clctuvo frcntcal asccnsor. Ya iba a qucbrar cl alba. No qtrcrízt

subir cn cl aparato, pcro no tuvc retncclio. Pc-

nctramos cn é1' y la boca orclcnó: "Piquc cl úl-timo botón". Iil clevaclorista sc mostró rcacio:"Nunca ha bajaclo hasta allá cstc elevaclor, se-

ñor" . La boca insistía,, )' por fin clla mism¿r

puso mi clcclo sobrc cl botón: clcscenclimos, sin

ruido, envucltos cn vicnto musical, la pucrta sc

abrió \' un líc¡uiclo parcluzco cntró cn la jarrla:

69

Page 34: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

cste sótano, inunclado, ncgro' olía a sudario, ypronto las hrces y el ruido furioso le invaclieron.Temblando. cn un rincón dc la jaula mecánica,grité cspantado: por el largo subterráneo tran-sitaban todos, con sus sonrisas petrificadas, enun sucño dc rnomias sin sepultura : Tcpoyollotl,cnormc corazón de ticrra, vomitando fuceo,arrastrándosc por los charcos con sus brazos dcvcntrículo clc gorna; Mayaucl,, borracha , la ca-ra pintacla y los clientcs amarillos; Tczcatlipo-ca, un vidrio de humos congclados cn la noche ;

Izpapalotl sesuicla dc una corte cle mariposasapuñaladas; el cloblc cn una galcría cle azoguc,sonrbra cle toclas las sombras, Xolotl; sus pluma,scnnegreciclas clc carbón y cle un scrpcar sinticmpo cntrc los hacinamicntos, Quctzalcóatl.Por las parcclcs, cnreclado en sus babas, subíacl caracol, 'I'ccciztccatl. Con hálito cle nieve, uncan"ralcón blanco clevoraba el lodo, y la cabe.t.a

dc los mucrtos brillaba al fondo, prisioncra dclflujo de los clesperdicios, chirriando el canto clelas guacamayas. Sobrc cl trono cle tierra, silcn-tc y grávida, convirtiéndose en polvo negro, laVicja Princesa dc cstc sótano, Ilamatccuhtli, sufaz raida por un vclo de clagas. Los cucrposdevoraclos sc sabían confundidos cn cl scdimen-to pulposo del lago.

IJn ejército clc mariposas rojas había arras-

70

trado al clevadorista desmayado l'lastrr cl ccntro

del lago; ahora regresaban, a rccot{('l'llle a rr'í." ¡ Vamos, Oliverio, a la comuniótl, :r redimir-

te !", gritaron mis labios, mientras mi ('tlerpo' en

su último esfucrzo, apretaba toclos los timbres

del asccnsor, hasta quc la puerta st: t:t'rró y su-

bimos, lejos de la jauría, de su inct's:rrrte cantar

de pájaros sin alas.

Iba a amanccer. Quise desvestirlll(' ( tr;rttdo unas

uñas rascaron la pucrta. Era 'I'lrrzol, pidiendo

que le abriera.

-No pucclo más, -l\azol. Otro t li;t, por fa-

vor. . . hoy ya no.. .

Su voz, queda, murmuró:

-Ni modo, yo crcí quc eras nitl) rrracho.

¡Éste era cl último insulto! Mt'lr;rlrían arrc-

batado la digniclad, la posición sot'i:rl, la corte-

sía, mi voluntad entera, ¡ahora, ttt';tlr;trían pormatar rni scxo! Abrí la puerta rlt: ¡r;rr cn par:Tlazol cn traje de ceremonias, c¿tt'q;r,llt de jo-

yas gruesas y scrpientcs, avanzí iI :rlrtltzarmc:

mi boca reía clislocada. Tlazol cc't't'<'r lrt puertacon llavc, sus labios sc accrcaroll :t los míos, y

a rnordiscos arrancó su carne. En l:r rnano de

la Diosa brillaba un puñal opaco; lcrrtrt, lenta,

7T

Page 35: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

lo accrcó a mi corazón. f,a carnc clc los labiosvacía, einrienclo espantosamentc, en el suelo.

Los labios eritaban. casi cn suspiro: -Hu,ve.Oliverio, huve. . . I.[o quisc lleear hasta este

punto. . . r'o también crco. . . ¡ Oh. por qué me¿rrraltcílstc dc la contemplación !. . .

'l'lazol mc abrazó cn un cspasmo sin suspiros.I'll puñal clucdó allí, cn mi ccntro, como lrnpivotc loco. giranclo solo nricntras ell¿r abría lapucrtzr a la carar/ana clc ruiclos rninuciosos, cle

alas v culebras! clrrc se ¿rrlrasaban cn cl pasillo.i' las guitarr¿rs torciclas v las voccs internas c¿ln-

taban.

EI- OI IIr I1\\'I!N'|OI,A POL\IORA

t(

Uno clc los pocos irltclt'ctualt's cluc aún cxistían

cn lo.s rlías ;.Intcriorcs iI la catástrofc. txprcsó

clllc cluizá la c'.rlpa clc toclo Ja tcní¿t Aldous

Huxlcy. Ac¡ucl itrtclcctual ---titular clc la mis-

ma cátcclra clt' sociologí¿r. tluralrtc el ¿rño famo-

so en qui' a la lrtrrnatlicl:rcl crttcra sc lt' otorgó

un Doctoraclo Horroris C¿lus¿i. r' cl¿rusuraron sus

puertas toclas las Liniversidatles--. t'ccorclaba to-

clavía algún cnsa!'o rk fuf u.ric ilt l{isht: los snrt-

bismos tle nucstt"a ópoca son trl rlc la ignorancia

), cl cle la últirna mocla; r' eraci¿rs a éste sc mall-

tiencn cl progrcso. la inclustri¿r y las activiclaclcs

civilizadas. Huxlcv. rccot'claba rrri amigo, incluía

la sentencia dc un ingcniero nortcamcricano:"Ouicn constl'ttva un rascaciclos que clure más

clc cualcnt:r años, cs traiclor a la inclustria cle

la constrricción". Dt: habcr tcnitlo cl ticmpo nc-

cesario p¿rra rcflcxirltrar sobrc la rcflerxión rlc

7',2 7',3

Page 36: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

mi amigo, acaso hubicra rcíclo, llorado, antc suintento cstéril clc proscguir cl complicado juegoclc causas y cfectos, iclcas quc se hacen acción,acción que nutrc iclcas. Pero cn csos días, cltienlpo, las ideas, la acción, cstaban a punto dernrlrir.

La situación, intrínsecamentc, no era nueva.Sólo que, hasta cntonces, habíamos sido nos-otros, los l'rombrcs, quicncs la provocábamos.Ilra csto lo quc la justificaba, la dotaba de hu-mor y la hacía intcligible. Eramos nosotros Iosquc cambiábamos el autornóvil viejo por el dceste año. I\osotros, quiencs arrojábamos las co-sas inservibles a la basura. Nosotros, quienes op-tábamos cntrc las rlistintas marcas dc un pro-clucto. A vcccs, las circunstancias cran cómicas;rccucrdo quc una joven amiga mía cambió uncleoclorantc por otro sólo porquc los anuncios leascguraban quc Ia ntreva mcrcancia cra algo asícomo el certificaclo clc anlor a prinrera vista.Otras, cran tristcs; uno llcga a encariñarsc corruna pipa, los zapatos cómodos, los discos queacaban tcñidos de nostaleia, y tcner que des-ccharlos, ofrcnclarlos al ¿rnonimato clel rorJave-jero y la basura, cra ocasión dc cicrta me-lancolía.

Nunca hubo tiempo dc averisuar a eurr plancliabólico obeclcció, o si toclo fue la irrtrpción

74

acclerada clc un fcnómcno natural que crcíantosdomeñaclo. 'Iampoco, clónde se inició la rebe-

lión, el castieo, el clcstino _-no sabemos cómoclesignarlo. Ill hecho cs quc un dia, la cuchara

con que yo desayunaba, de lcgítirna plataChristoph, se clcrritió en mis manos. I\o cli ma-

yor importancia al asunto, y suplí cl utensilioinscrviblc con otro semejautc, del mismo dise-

ño, para no dejar incomplcto mi scrvicio y po-

der recibir con cierta elegancia a clocc perso-

nas. La nueva cuchara duró una semana; con

ella. se clcrritió el cuchillo. Los nuevos repues-

tos no sobrevivicron las sctenta y dos horas sin

convcrtirsc cn gelatina. Y claro, tuvc qtre abrirlos ca jones y ccrciorarmc: toda la ctrchilleríadescansaba cn cl fondo clc las gavetas, excreción

eris y espesa. Durante algún tiempo, pensé que

cstas ocurrencias ostentaban un carácter singu-

lar. Buen cuidado tomaron los felices propieta-rios de objetos tan valiosos en no comunicaralgo que, dcspués tuvo que saberse, era ya unhccho universal. Cuanclo comenzaron a dcrre-tirse las cucharas, cuchillos,, tcncdores, amari-llentos, dc aluminio y hojalata, Que usan los

hospitalcs, los pobres, las fondas, los cuarteics,no fuc posiblc ocultar la clesgracia que nos afli-gía. Se levantó un clanlor: las industrias res-

pondieron quc cstaban cn posibiliclad de cunr-

75

Page 37: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

plir con l¿r rlemanrla. mt-clia.tc un gigantr.sc,esfrit"rzo. hasta cl graclo clc pocle r remplazar.los útiles de mcsa cle cien millones clc hosarcs.cacla veillticuatro hora.s.

Iil cálculo rcsultó exacto. 'f.clos los clías, r'icucharita dc tó --a clla me rcclu.jc, al artícuomás barzrtr, para toclos los usos culinarios- s(lconvcrtía. clespués clcl clesav.uno, cn polvo. Conprcmur¿r. salíamos to<los a formar cola para acl_quirir una nuc\/a. Qu. )'() scpa, nruy pocas geri-tes compraron al mayorco; sospechábar-rlos quccir-n cucharas adquiridas hoy .scrían pasta m^-ñarra, o cyuit.á .trcstra cspcranza cle quc sobrc-vivicran veinticuatro horas era tan granclc co_mo infunclada. Las gracias soci¿rlt s srrfrierorl .nclcterio.o t.tal ; naclit' poclía inr,itar a sus anris-tadc.s. r' tuvo corta

'ida cl mo'imicnto, malcn_tencliclo y nostáluico,, cn pro rlc un rcgrcso a lascostumbrcs clc los vikingos.

Iista situación, hasta cicrto punto amablt'.duró apcnas scis nlcscs. Algtrna nlañ¿rna, termi-naba mi cotidiano rrsco clental. Scntí quc cl cc-pillo, torlavía cn la boca, sc conr.,crtía cn culc-brita clc plástico; lo cscupí cn pequcños rrozos.Este género rlc calarrriclaclcs comenzó a repetir-se casi sin intcrrupcioncs. Recuerclo que cscnrismo día,, cuando cntré a la oficina clc miicfc cn el Banco. cl cscritorio .\(,. clcsintcgró cn

76

tcrl'oncs clr: itccl'o. mit'ntras los puros tlt:l ftltatl-cicro tosían ) sc clt'shcbrabatt, y los chcques

rnismos claban cxtrañas mttcstras clc inquic-tucl. . . Regrt:sando a la casa,) nlis z.apatos sc

lubricron como flor clc cucro, v tuvc c¡uc cortti-

nu¿u' clcscalz.o. Llcgué casi clcsnuclo: la rrtpa sc

había caíclo a jiront's, los colorcs tlc la corbatasc s(:par¿rron \ ('rnpr(:uclicrr)lt t¡It vuclo tltt mari-pos¿Is. l']ntorlccs mc cli cue nt¿l tlc otra cosa: los

¿rutomór'ilcs cluc tr¿tnsit¿tb¿ln pol' las callcs sc c[c-

tuvicron tlc marlcra abrupta, ) tllictltr¿rs los con-

rluctort's clcsccnclían. sus sacos, hacióntlosc polvcr

r:n las cspalclas. clrtanattclo un olor colcctivo clc

tintorcría ) ;lrilas. los vchículris, cnvucltos cn

rrascs rojos. tcnrbl¿tban. Al rcpoltcl'mc rlc la irn-

prcsiórt. fi.lé lu: ojos cn atirrt'llas c¿lrroc('t'ías. L:tcallt: hcrr'ía cn tllt¿I collfusión tlt' caricaturas:liorrls I'loclclo '['. carcachas tlc 1909, 'fin Lb'-zit's. oruq:rs ct¡¿t(lricrrl:t<las. r'cilícrrlos p:rsltlos tlc

rnorla.

l,:r irtr':tsiólr tlt' t'sa tltt'clt: tt las tit'lttlasv mr-rcblcrs, ¿t las :igt:nci¿rs tlt' autorrrór'il.,

ir-rclt'scriptiblc. Los r','nrlcrlort:s tlt' coches

potir'ía h¿tbt'r clt'spt'r'ttttlo stispt'clt.is--- )1l

p¡'('pat';.ttit.l t:l \lotit"ltl ritrl l"uli;itr. rlil('cuutttas hol'lrs f i¡¡' r ctltlirlt, ¡rui' lrtillltrt-s' i

rit¡t-iir-rttc. t¡;li"ts lits .t{, ¡rcitt: itlltltr{ ¡l¡¡'; ri¡

riq:ióir i-iti N,;r'í-¡trir \1,¡r!' lo 'lt i Irtlttlit,.

Page 38: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

clad se llcnó clc anuncios cllntodtt clcl Modelodel clía anterior

-gue, ciertamcnte, ya clcjabacscapar un tufillo apolillaclo-, y una nuevaavalancha dc compraclorcs cayó sobrc las agen-cias. )

Aquí clcl¡o inscrtar rina aclvcrtcncia . La sericcic acontecimicntos a quc mc vcngo refiricnclo,v cuyos efectns finalcs nunca fucron apreciaclosclcbiclamcnte, lcjos dc provocar asombro o clis-gusto, fucron aceptaclos con alborozo, a vecescon clelirio, por la población clc nucstros países.Las fábricas trabajaban a toclo vapor y termi-nó cl problcnra clc los clcsocupaclos. N,Iagnavo-ccs instalaclos cn toclas las csquinas, :rclarabancl scnticlo dc csta nucva revolución inclustrial:los bcncficios cle la librc cmprcsa llcgaban hoy,conlo nunca, a un rncrcaclo cacla trcz más am-plio; somcticla ¿l cstc reto clcl proereso, la ini-ciativ¿r privacla rcsponclía a las cxiscnci¿rs clia-rias clcl inclivicluo cn escala sin paralclo; Ia cli-vcrsificación cle un mcrcaclo caracterizaclo porla rcnovación continua clc los artículos clc con-sumo aseguraba un¿r r.'icla rica. hisiénica y libre."Carlomaqno murió con sus vicjos calcetinespucstos

-clcclaraba un cartcl-- rrstccl morirá

con unos El¿rsto-Plastcx rccién saliclos clc Ia fá-brica." La bonanza cra incrcíble ; toclos traba-.jaban cn las inclustrias. pi:rcibí¿rn cnormcs ,sucl-

f()IO

dos, y los sastaban cn carnbiar ciiariamcnte las

cosas inscrvibles por los nuevos productos. Se

calcula eue, en mi comunidacl solamente,, llcga-ron a circular, cn valorcs y cn efectivo, más declescicntos nril millones cle clólares cacla cliccio-cho horas.

F,l abanclono rlc las labores agrícolas sc viosupliclo, \' Arlnonizaclo, por las indtrstrias quími-ca, rnobiliaria y cléctrica. Ahora comíarnos píl-doras de vitamina. cápsulas y granulaclos, conla scvcra aclvcrtcncia rnóclica clc quc cra nccc-sario prepararlos cn l¿r cstrrfa y comcrlos con cu-bie rtos (las pílcloras, crrvucltas por una ccracléctrica, escapan al contacto con los clcclos clclcomcnsal ) .

Yo, justo cs confcsarkr. mc acl:rpté ¿r la situa-ción con tocl¿r tranquiliclacl. Ill primcr senti-micnto clc tcrror lo cxpcrimcnté una noche, alcntrar a r;ri bibliotcca. Rcgaclas por cl piso, co-mo larvas clc tinta. yacían las lctra,s clc toclos loslibros. Aprcsur¿rcl¿rmr:ntc, rcvisó varios tomos:sus páeinas, cn blanco. t-lna música clolorosa,lcnta, clcspcclicla, mc cnvolvió; c¡uisc clistingtrirlas voccs clc las letras; al rnir-luto aqonizaron.Flran ccnizas. Salí a la callc, ansioso clc sabcrqué nuc\¡os succsos ¿rnunciaba éstc; por cl airc.con cl loco cmpcño dc los varrrpiros. corríannubcs clc lctras; ¿r vcccs. en chispazos t'lóctricos,

79

Page 39: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

sc rcurií:rn. . . uttior" roru,, pulnbrri, brillaban uninstantc cn t:i ciclo. I)iu'a tlisolvcrstr ctl llanto.A la lrrz. rlc uno ric ('stos fulg'orcs. r'i otl'¿1 cosa:

rlucstro,\ granclcs t'rlificir.,s t'mpcz:tban a rcsquc-

hrajarsc; cn uno. tli¡tiirguí i;r carrcru tic utla ve-

na raj:ttlii c¡ttc sc ib.r rrlrrir'ittlo p()t' r"l i:ucrptt tle

ccrncnto. Lo t¡lismrl octtrl'í;l t'll las d(lt'ras. c'tl los

árbolcs. acaso t:tl cl :rit't'. Lu rn¿rñ¿lIllt l]o.i ticparóun¿r picl brill¿urtc tlc lrcriil:rs. Btrtrtt scctor cle

obrcros tuvo (luc uban<iotuu' las fábric:rs paraatt'nrlcr a l¿t t'cp¿lri¡r,iírrl ntat('rial tlc ia ciuclad;

clc nacla .sirvió. pucs catlrt rt:nticlttlo lracía bro-tar nur:r,'as ct¡itI'tt'atlr¡ras.

Arluí cc¡ncluia cl pcriotio rlrrt' parcrió llabt:rse

rt:qirlo por cl signo tlc l:,rs r"<'inticu:ttro horas. Apartir rlt: c.stc inst¿uttc. Irticstro:i rttc'ttsiiics co-

m('nzarot) ¿r tlt:scomp()ttr"l'sc (:tt I¡!(:¡l('ts ticrnpo;d vi'c(:S r'lr tlit:2.;i vi'{:(':; t'ii tt't':., r} ott:ltttt horas.

I"l¡¡ callcs ¡(- llt:rralor¡ tic nr()Ilt¿rñas tic zapatos

i ¡;apclcs. tlt: irosc¡ut:s rlt: ¡il.tt<ls f'í)t{)s1 rlt:rttaclu-

r;r5 ¡r,:-rslti;ras. al¡r'ig<'rs..lt'"trlil.ttathts, <lt' cáscaras

tit"iil¡riis. i'r-liIir:rcr r iriri,'s. ¡lt'll¡ttlitits v florcsrtli-rr'Ii.iri \. clri.lr. \ .1í¡¡l'i¡t()3 tit' tt'lt:" i:itlti i" b¿t-

rr'r l;tt, .\lgrl¡tr¡:' itilr .ii-tli)lr ii,,tliiirili :r' i;tr cosits,

;i¡;cili.ti¡.¡ lii'. oi.riirlati;l :l tli){lti;l¡i;.ii' P¡t'statlclO5It.., ',: ; r 1 i: r¡:. lli.i.riliO :i' riiil'r (li' f'.lt iir: rl¡llCl'tCS

,'r.ti"ri'i.r: ,1, !',.r¡1¡i¡r,",, ) i,irr.i, ¡i'.. irrt;r!i.'¡.rilOs ptlfii.¡Ci:¡ii,-r,., i'"¿.,,1;"1 ¡, ..r¡t,.l.i,it¡,- l.,r)i .ti\,¡ltfltllt¿t-

clas, ahorcaclos por las corbatas. 'I'oclo lo qtte no

era arrojado a la basura después de cumplir el

térnlino estricto cle sus funciones,, se vengabaasí del consumidor reticente.

La acumulación de basura cn las calles las

hacía intransitables. Con la huida del alfabeto,ya no se podían escribir directriccs; los masna-

voces dejaban dc funcionar cada cinco minu-tos, y todo el día se iba cn suplirlos con otros.

,; Necesito señalar que los basureros se convir-tieron en la capa social privilegiada, y que laHermandacl Sccrcta dc Verrcre era, de facto,el poder activo detrás cle nuestras institucionesrepublicanas? Dc viva voz sc corrió la consigna:los intereses ^socialcs exigen que para salvar lasituación sc utilicen y consunran las cosas con

una rapidez cada día mayor. Los obreros ya no

salían dc las fábricas; en ellas sc concentró lavida de la ciudad, abandonándosc a su sucrtecdificios, plazas, las habitaciones tttismas. En

las fábricas, tcngo cntendido quc un trabaiadorarmaba trna bicicleta, corría por cl patio mon-

tado en clla, la bicicleta sc reblandecia y cra ti-rada al carro de la basura eue, cada día más

alto, corría conto arteria paralítica por la ciu-dad; innlediatatnente , el mismo obrero rcgresa-

ba a armar otra bicicleta, y el proceso se repetíasin solución. Lo tttismo pasaba con los demás

BI

Page 40: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

pro(luctos; una camisa cra usacla inmccliata-mente por el obrero que la fabricaba, y arroja-cla al minuto; las be bidas alcohólicas tcnían queser ineeridas por quienes las embotellaban, ylas medicinas de alivio respectivas por sus fa-bricantes, quc nunca tenían oportunidad de

emborracharse. Así succdía en todas las activi-clades.

Mi trabajo cn el Banco ya no tcnía scntido.lrl dinero había clejado de circular desde qucproductores y consumidores, encerrados en las

factorías, hacían dc los dos actos uno. Se nle asie-

nó una fábrica clc armamentos como nuevo si-

tio de labores. Yo sabía que las arnras eranllcvadas a parajes desiertos, y usadas allí; unpuente aéreo se encargaba de transportar lasbonrbas con rapidez, antcs clc que estallarafl, )'depositarlas, huevecillos negros, entre las arcnasclc estos lugares misteriosos.

Ahora que ha pasado un año dcsdc quc mi pri-mcra cuchara sc derritió, subo a las ramas dc

un árbol y trato dc distinguir, cntre cl humoy las sirenas, algo de las costras clel mundo. Irlruido, que sc ha hccho sustancia, gimc sobrelos valles cle dcspcrclicio; tcuro -por lo quc mis

82

últirnas experiencias col'l los pocos -objetos

ser-

vibles quc cncuentro clelatan- quc el cspacio

de utilidad de las cosas sc ha reducido a frac-ciones de scgundo. Los aviones cstallan en el

airc, cargados clc bombas i pero un mcnsajeropermancntc vucla cn hclicóptero sobre la ciu-

clacl, comrrnicando la vicja consigna: "IJscn,uscn. consurrran,, consuman, ¡ toclo, todo !" ¿ Quéquccla por usarsc? Pocas cosas, sin cluda.

Aquí., dcsdc hacc un mcs, vivo csconclido, -elt-

trc las ruinas clc mi antigua casa. Hui dcl ar-

scnal cuanclo nlc cli cucnta quc todos, obrcrosy patroncs, han percliclo la mcmoria, y tarirbién,la facultacl prcvisora. . . Vivcn al clía, cmpa-rcclados por los scgurtclos. Y yo, clc pronto, scntíla urgcncia clc rcgrcsar a csta casa, tratar clc

rccordar algo -;-rpcnas

cstas notas quc apuntocon trrgcncia, y quc tan poco diccn de un añorcllcno clc clatos- y formular algún proyecto.

¡Qré gusto! En mi sótano cncontré un librocon letras imprcsas; cs Trcasurc Island, y gra-cias a é1' hc rccupcraclo cl recucrclo cle mí mis-ffio, cl ritmo clc muchas cosas. . . Tcrmino el

libro ("Pieces of eight ! Pieces of eight I" ) ,v

miro en redor mío. La cspina dorsal cle los objc-tos clesprcciados, su vclo cle peste. ,;Los novios.

los niños, los quc sabían cantar, clónclc cstán.

por c1ué los olviclé. los olviclatnos, (lurantt' torlo

(r'f(f I

Page 41: Fuentes, Carlos, Los días enmascarados

cstc tiempol ,:Qué fue clc ellos rnicntras .sólopensábamos (y yo sólo he e.scriro) en el clete-rioro y creación cle nuestros útires? E,xtencrí Iavista .sobre lo.s nrontone.s cle inmunclicia. La opa-cidad chiclosa se cntrcvera en mil rasguños; rasllantas y los trapos. la obcsiclacl malolientc, lacarne inflamada del dctritus, se extienclen en-terraclos por los carrces dc asfalto; y puclc vcralg.nas cicatriccs, quc cran cuerpos abraraclos,manos de cucrda, bocas abicrtas, y supc clecllos.

No puedo clar iclea de los monurncnto.s alc_góricos qrrc sobrc los clc.spcrclicios sc han con.s_truido, cn honor clc b.s cconomi.stas clcl pasaclo.EI dedicado a la.s Armonías cre Bastiat. cs es-pccialmentc grotcsco.

- Flntre las páginas clc Stcvcnson, un paqucrecle semillas dc hortaliza. Las he cstado metien-do en la ticrra, ¡con qué gran cariño !. . . Ahípasa otra vez el mcn^sajcro:

"IlsEN T()D(). .. T()Do. . . ToDo,'

Ahora,, ahora un hongo azul con pcnachos cle.sonrbra me ahoga en el rumor cle los cristalesrotos. . .

Estoy scntaclo en una playa que antes --si t'c-

cuerdo algo cle eeograf.ia- no bañaba mar al-guno. No hay más muebles cn el universo quedos estrellas. las olas y arena. He tomado unasramas secas; las froto. clurante mucho tiem-po. . . ah, la primera chispa. ".

B48Ir