Top Banner
Pinguino Estrellado maría solari úrsula gesell Lampalagua Doméstica santiago gesell roberto gesell federico gesell Boa constrictor occidentalis. Aquí referida por su nombre común “lampalagua”. Imágen vía Wikipedia Commons. Ilustración elucubrativa respecto de lo sucedido en la presentación familiar. 2.1 2.2
9

fido.palermo.edufido.palermo.edu/servicios_dyc/blog/docentes/trabajos/... · 2015-12-10 · mares de la vida, siempre enfrentada a la posibilidad de un motín, siempre sorteando los

Apr 21, 2020

Download

Documents

dariahiddleston
Welcome message from author
This document is posted to help you gain knowledge. Please leave a comment to let me know what you think about it! Share it to your friends and learn new things together.
Transcript
Page 1: fido.palermo.edufido.palermo.edu/servicios_dyc/blog/docentes/trabajos/... · 2015-12-10 · mares de la vida, siempre enfrentada a la posibilidad de un motín, siempre sorteando los

Pinguino Estrellado

maría

solari

úrsula gesell

LampalaguaDoméstica

santiago gesell

roberto gesell federico gesell

Boa constrictor occidentalis. Aquí referida por su nombre común “lampalagua”.

Imágen vía Wikipedia Commons.

Ilustración elucubrativa respecto de lo sucedido en la presentación familiar.

2.1

2.2

Page 2: fido.palermo.edufido.palermo.edu/servicios_dyc/blog/docentes/trabajos/... · 2015-12-10 · mares de la vida, siempre enfrentada a la posibilidad de un motín, siempre sorteando los

De izq. a der.Gesell, FedericoGesell, SebastiánSolari, María

De izq. a der.Gesell, FedericoGesell, ÚrsulaGesell, Roberto

2.3

2.4

Page 3: fido.palermo.edufido.palermo.edu/servicios_dyc/blog/docentes/trabajos/... · 2015-12-10 · mares de la vida, siempre enfrentada a la posibilidad de un motín, siempre sorteando los

La prueba del éxitoDe izq. a der.: Gesell, Santiago; Gesell, Roberto; Solari, María; Gesell, Federico; Botta, Norma; Gesell, Úrsula; Gesell, Sebastián

2.5

Page 4: fido.palermo.edufido.palermo.edu/servicios_dyc/blog/docentes/trabajos/... · 2015-12-10 · mares de la vida, siempre enfrentada a la posibilidad de un motín, siempre sorteando los

[ Los excéntricos Gesell ].Uno espera un deternimado número de cosas cuando conoce a sus futuros suegros:

cuñadas brujas... madres posesivas... preguntas personales...

Roberto Gesell

ÚrsulaGesell

SantiagoGesell

SebastiánGesell

FedericoGesell

CarlosGesell

Fundador de Villa Gesell.Exótico Patriarca

Despistado suegro a

impresionar

Iniciador del encuentro

Simpática cuñada

Encargada de limpiar

desastres familiares

(con su mejor cara

de poker)

Cuñado portadorde víboras durante

la picada

Hermano menor

Aparentemente

inofensivo

MaríaSolari

Potencial nuera / “Sapo de otro pozo”

MORALEJACuando te casas con alguien, inevitablemente, también te casas con su familia!

Pinguinosestrellados?

Lampalaguasdomésticas?

Page 5: fido.palermo.edufido.palermo.edu/servicios_dyc/blog/docentes/trabajos/... · 2015-12-10 · mares de la vida, siempre enfrentada a la posibilidad de un motín, siempre sorteando los

Anexo

A continuación, adjunto material bibliográfico que considero aporta color y circunstancia pertinentes

al relato previo.

Para los apartados 1.1 y 1.2, se extrajeron partes de una novela semi-autobiográfica del célebre

naturalista y escritor inglés Gerald Durrel, Mi familia y otros animales. Consideré oportuna dicha

mención ya que éste libro me fue recomendado por mi madre hace ya varios años; sin embargo, no

había tenido la oportunidad de leerlo hasta recientemente. Debo decir que dicha lectura fue casi

idónea, dado que la temática y el tono que ocupan son perfectamente compatibles con la historia

respecto de mi familia, guardando una semblanza casi insospechada.

Para el apartado 1.3, me tomé la libertad de apelar a una entrevista que fue hecha a uno de los

partícipes de la historia por un diario en línea, la cual clarifica una cuestión relatada en la introducción,

y a su vez aporta detalles respecto del iniciador del relato, Carlos Gesell.

1.1 Fragmento de “Discurso para la Defensa”

“[…] Quiero rendir un tributo especial a mi madre, a quien va dedicado este libro. Como un Noé cariñoso,

entusiasta y comprensivo, ha guiado hábilmente su navío lleno de extraña prole por los tempestuosos

mares de la vida, siempre enfrentada a la posibilidad de un motín, siempre sorteando los peligrosos

escollos del despilfarro y la falta de fondos, sin esperar nunca que la tripulación aprobase su manera de

navegar, pero segura de cargar con toda la culpa en caso de contrariedades. Que sobreviviese al viaje

fue un milagro, pero logró sobrevivir, y lo que es aún mejor, con la cabeza más o menos indemne. Como

señala con razón mi hermano Larry, podemos estar orgullosos de cómo la hemos educado; ello nos

honra. Que ha alcanzado ese feliz nirvana en donde ya nada escandaliza ni sorprende lo demuestra el

siguiente hecho: hace poco, estando sola en casa durante un fin de semana, se vio agraciada con la

llegada súbita de una serie de jaulones portadores de dos pelícanos, un ibis escarlata, un buitre y ocho

monos. Otro mortal de menor talla habría desfallecido ante el panorama, pero Mamá no. El lunes por la

mañana la encontré en el garaje perseguida por un iracundo pelícano al que intentaba dar sardinas de

una lata.

-Cuánto me alegro de verte, hijo -jadeó-; este pelícano tuyo es un poquito difícil de manejar.

Al preguntarle cómo sabía que los animales me pertenecían, replicó:

-Claro que supe que eran tuyos, hijo; ¿a qué otra persona se le ocurriría enviarme pelícanos?

Donde se ve lo bien que conoce al menos a un miembro de la familia. Finalmente, quisiera dejar bien

sentado que todas las anécdotas sobre la isla y los isleños son absolutamente verídicas. Vivir en Corfú

era como vivir en medio de la más desaforada y disparatada ópera cómica. Creo que toda la atmósfera y

el encanto del lugar quedaban pulcramente resumidos en un mapa del Almirantazgo que teníamos,

donde aparecían con gran detalle la isla y las costas adyacentes. Al pie había un recuadro que decía:

«Aviso: Dado que las boyas que señalan los bajíos suelen estar fuera de su sitio, se aconseja a los

marinos que estén bien atentos al navegar por estas costas.»” (Durrel, G. 2010. Pág. 6,7)

Page 6: fido.palermo.edufido.palermo.edu/servicios_dyc/blog/docentes/trabajos/... · 2015-12-10 · mares de la vida, siempre enfrentada a la posibilidad de un motín, siempre sorteando los

1.2 Fragmento de “La isla insospechada”

— ¿Bueno? —preguntó—. ¿A qué esperamos? — Esperamos a Mamá —explicó Leslie—. Roger ha encontrado una farola. — ¡Santo Dios! —exclamó Larry, y poniéndose en pie sobre el coche vociferó—: Vamos, Mamá, vamos.

¿No puede esperar el perro?

— Ya voy, querido —gritó Mamá sumisa y falazmente, pues Roger no mostraba indicios de

despegarse de la farola.

— Ese maldito perro viene dándonos la lata durante todo el camino —dijo Larry.

— No seas tan impaciente —dijo Margo indignada—; el perro no lo puede evitar... y, de todos modos,

estuvimos una hora en Nápoles esperándote a ti.

— Tenía el estómago revuelto —explicó Larry con frialdad.

— Pues haz de cuenta de que ahora es él quien lo tiene —dijo Margo triunfalmente—. «Da igual seis

que una docena.»

— Querrás decir media docena.

— Lo que sea, es lo mismo.

En ese momento llegó Mamá algo despeinada, y tuvimos que dedicar nuestra atención a la tarea de

introducir a Roger en el coche. Nunca había estado en vehículo semejante, y lo consideraba

sospechoso. Al fin tuvimos que levantarle a pulso y arrojarle dentro, aullando frenético, e

inmediatamente abalanzarnos sin aliento sobre él para sujetarle. El caballo, sobresaltado por esta

actividad, salió trotando con paso vacilante y acabamos todos amontonados unos sobre otros en el

piso del coche, con Roger debajo dando alaridos.

— Vaya entrada —dijo Larry amargamente—. Yo que esperaba dar una impresión de graciosa

majestad, y he aquí lo que sucede... Llegamos al pueblo como una troupe de saltimbanquis

medievales.

— Cálmate, hijo —le tranquilizó Mamá, enderezándose el sombrero—; pronto estaremos en el hotel.

Así, rechinando y traqueteando, nuestro coche atravesó el pueblo, mientras nosotros, sentados en los

asientos de crin, intentábamos asumir la apariencia de graciosa majestad que Larry requería. Roger,

engurruñado entre los potentes brazos de Leslie, con la cabeza colgante a un costado del vehículo y los

ojos en blanco, parecía a punto de dar su última boqueada. Pasamos entonces por una callejuela en la

que cuatro chuchos mugrientos tornaban el sol. Roger se puso rígido, y con mirada asesina prorrumpió

en un torrente de roncos ladridos. Los chuchos, instantáneamente electrizados, se abalanzaron tras el

coche ladrando ferozmente. Con ello nuestra pose quedó irreparablemente deshecha, pues hacían falta

dos personas para sujetar al colérico Roger, mientras los restantes, asomados al vacío, gesticulábamos

con libros y revistas a la horda perseguidora. Lo cual sólo sirvió para excitarlos aún más, y a cada calle

cruzábamos su número aumentaba, de modo que al enfilar la calle principal del pueblo unos

veinticuatro perros se arremolinaban entre nuestras ruedas, casi histéricos de ira.

— ¿Por qué no hace alguien algo? —preguntó Larry, elevando su voz por encima del tumulto—. Esto

parece una escena de La cabaña del Tío Tom.

— ¿Por qué no haces tú algo, en vez de criticar? —le espetó Leslie, trabado en combate con Roger.

Larry prestamente se puso en pie, arrebató el látigo de manos de nuestro asombrado cochero, tiró

un salvaje trallazo a la jauría de perros, falló, y le atizó a Leslie en el cogote.

— ¿A qué demonios te crees que estás jugando? —rugió Leslie, torciendo hacia él un rostro enrojecido

y furibundo.

Page 7: fido.palermo.edufido.palermo.edu/servicios_dyc/blog/docentes/trabajos/... · 2015-12-10 · mares de la vida, siempre enfrentada a la posibilidad de un motín, siempre sorteando los

— Un accidente —explicó Larry tan campante—. Estoy desentrenado... Hace tanto tiempo que no uso

el látigo...

— Pues podrías mirar lo que haces, cuernos —gritó Leslie pendenciero.

— Vamos, vamos, querido: fue un accidente —terció Mamá. Larry lanzó un segundo trallazo, y le voló

el sombrero.

— Eres peor tú que los perros —dijo Margo.

— Ten más cuidado, hijo —dijo Mamá, asida a su sombrero—, le vas a hacer daño a alguien. Dame acá

ese látigo.

En ese momento el coche se detuvo ante una puerta rematada por un cartel con un letrero que decía

«Pensión Suisse». Los chuchos, seguros de poder dar al fin su merecido a este negro can afeminado

que iba en coche, nos rodearon formando una masa compacta y jadeante. Abrióse la puerta del hotel,

dando paso a un portero antiguo y patilludo que se quedó contemplando el alboroto con ojos vidriosos.

Sacar a Roger del coche y meterle en el hotel era un trabajo hercúleo, pues pesaba mucho e hicieron

falta los esfuerzos combinados de toda la familia para levantarle, llevarle y sujetarle. Larry, algo

olvidada ya su pose majestuosa, estaba en plena juerga. Bajó de un salto y empezó a brincar por la

acera con el látigo, abriendo entre los perros un sendero por el que Leslie, Margo, Mamá y yo

acarreamos a Roger, que gruñía y forcejeaba. Dando tumbos llegamos al vestíbulo, y el portero cerró de

golpe la puerta y se apoyó contra ella, temblándole el bigote. Adelantóse el encargado, mirándonos con

una mezcla de aprensión y curiosidad. Con el sombrero caído y mi tarro de orugas en la mano, Mamá

salió a su encuentro.

— ¡Ah! —dijo sonriendo dulcemente, como si nuestra llegada hubiera sido lo más normal del mundo —

. Somos los Durrell. ¿Espero que nos tendrá unas habitaciones reservadas?

— Sí, madame —repuso el encargado esquivando a Roger, que todavía refunfuñaba—; están en el

primer piso... Cuatro habitaciones y un balcón.

— Estupendo —dijo Mamá complacida—; entonces, creo que subiremos a descansar un rato antes de

comer.

Y con cierta gracia majestuosa condujo arriba a su familia. […]” (Durrel, G. 2010. pág. 11, 12)

Page 8: fido.palermo.edufido.palermo.edu/servicios_dyc/blog/docentes/trabajos/... · 2015-12-10 · mares de la vida, siempre enfrentada a la posibilidad de un motín, siempre sorteando los

1.3 Fragmento de Entrevista a Sebastián Gesell: ‘Ya se, jirafas!’

[…] ¿Te acordás de alguna otra anécdota de tu abuelo?

No hay duda de que mi abuelo era un obsesivo absoluto. Nadie que no lo sea podría hacer lo

que él hizo. Cuando estaba trabajando en su proyecto de la huertitas Gesell en su estancia de Río Negro

en la estancia había visto que había una zona de montes un poco altos. Es un montón de materia verde,

vegetal digamos, que no tenía un productividad entonces estaba buscando qué hacer. Habían vendido

una hacienda importante en la estancia y el contador, que no recuerdo ahora el nombre, estaba con un

importante monto de dinero. Estaba muy inquieto porque mi abuelo que detestaba las armas, no tenía

guardias armados, ni ninguna de esas cosas y además dormía con las ventanas abiertas. Mi abuelo

seguía obsesionado con qué hacer con esos árboles y a las 3 de la madrugada se le ocurrió la solución.

El contador se despertó con una luz en la cara. Era mi abuelo que lo estaba alumbrando con una linterna

y cuando se despierta totalmente sobresaltado mi abuelo le dice: “Ya se, ¡jirafas!” Las jirafas se

alimentan del follaje de los árboles. El negocio del campo es transformar materia verde en un producto

utilizable, digamos carne, cereales o lo que fuere. Uno tiene suelo, agua y energía solar y en función de

eso desarrolla proyectos económicos. Y en ese lugar había árboles que producían materia verde

potencialmente transformable en un recurso económico que a través de una vaca, cabra u oveja o

cualquier otro animal no se podía. Pero sí con jirafas. Mi abuelo era una máquina de generar ideas y un

tipo con ese nivel de obsesión, era alguien que lo hacía permanentemente y por supuesto, no existiría la

vida de un ejército para llevarlas a cabo. Cuando estaba con una idea no paraba. Muchas de sus

ocurrencias eran delirantes.

Nota: El fragmento en itálicas corresponde al texto citado al pie en la introducción

Page 9: fido.palermo.edufido.palermo.edu/servicios_dyc/blog/docentes/trabajos/... · 2015-12-10 · mares de la vida, siempre enfrentada a la posibilidad de un motín, siempre sorteando los

Bibliografía citada

Durrell, G., & Durrell, L. (2010). Mi familia y otros animales. 1981, Alianza Editorial, Madrid.

Magnani, Romina. (2007). Entrevista a Sebastián Gesell. ‘Ya se, jirafas!’. Diario Villa Gesell Online.

Fecha de consulta: 28/10/2015. Disponible en: http://www.gesell.com.ar/08/home/gesell.asp.

Bibliografía consultada

Gesell de Martinez Salas, Rosemarie (1983). Carlos I. Gesell, su vida. Talleres gráficos TALGRAF,

Buenos Aires.

Soria Gesell, Marta. (2007). Mi abuelo, Carlos Gesell. Editorial Martín, Mar del Plata.