CIENCIA, ANTROPOLOGÍA, CULTURA Y ÉTICA: UNA VUELTA DE TUERCA 1 Hilario Topete Lara (ENAH-INAH) Antes de que otra cosa ocurra, permítaseme agradecer a los organizadores la invitación que me hizo para participar en este extrañísimo encuentro. Debo decir una vez más que mi capacidad de asombro no ha llegado a su límite. Espero que nunca lo 1 Este ensayo es producto presentado a un congreso de Atlántides (jóvenes antropólogos, arqueólogos e historiadores interesados en la generaación de una episteme para estudios metaterrestres. A mí se me solicitó una conferencia magistral en la que plasmara mi postura epistemológica ante las ideas de un grupo como ellos. El resultado (texto), como no fue publicado en memorias ni en libro, se dispone íntegro, tal y como fue leído en su momento. N. del A. (Apostilla hecha en 2012 al documento original) 1
Texto íntegro de conferencia magistral que contiene reflexiones acerca del carácter de la ciencia y de la disciplina antropológica en paricular. Coloca el acento en la necesidad de una ética sólida en la generación de conocimiento.
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CIENCIA, ANTROPOLOGÍA, CULTURA Y ÉTICA: UNA VUELTA DE
TUERCA1
Hilario Topete Lara
(ENAH-INAH)
Antes de que otra cosa ocurra, permítaseme agradecer a los
organizadores la invitación que me hizo para participar en este
extrañísimo encuentro.
Debo decir una vez más que mi capacidad de asombro no ha llegado
a su límite. Espero que nunca lo haga... sería terrible perder al niño
que llevo dentro y que me permite no tan sólo asombrarme, sino
jugar, ser flexible, estar abierto, esperar siempre algo más, imaginar
algo más.
1 Este ensayo es producto presentado a un congreso de Atlántides (jóvenes antropólogos, arqueólogos e historiadores interesados en la generaación de una episteme para estudios metaterrestres. A mí se me solicitó una conferencia magistral en la que plasmara mi postura epistemológica ante las ideas de un grupo como ellos. El resultado (texto), como no fue publicado en memorias ni en libro, se dispone íntegro, tal y como fue leído en su momento. N. del A. (Apostilla hecha en 2012 al documento original)
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Se me pidió que participara en la mesa de antropología y ética. El
tema que se me sugirió era demasiado vago y amplio. Cualquier cosa
podría caber, así que me sentí con la libertad para acotar y orientar.
Gracias por no ponerle grilletes a mi locura y voy a tratar de jugar a la
metáfora más hermosa en torno de la ciencia y de la ley, de la verdad
científica ineluctable en particular: la del escopetazo. Voy a aclarar
esto:
Hace muchos años, y me refiero a los ochentas, cuando iniciaba
mis estudios de antropología social, yo compartía un cubículo con un
físico de la UNAM, un apasionado lector de Tolkien, quien se burlaba
de mí cada vez que yo le hablaba de roles, statuses, mito, estructura,
cognados, etc. Él me decía que todo lo mío era sólo especulación, que
las únicas ciencias que producían verdades eran las ciencias duras,
como la física; por supuesto, fue el primero que me habló de la teoría
del caos y de sus posibles aplicaciones en las ciencias sociales.
Increíblemente, por él me aproximé a la aplicación que de la segunda
ley de la termodinámica hiciera en antropología Richard Newbold
Adams. Pues bien, una vez, cuando llegábamos en las discusiones en
torno de la verdad y de la ley, me refirió la metáfora del escopetazo:
- Imagina –me decía- que te encuentras en una playa de un
lago, que tienes permiso para cazar con una escopeta, que
pasa una parvada de gansos y tú levantas tu escopeta y
¡Pum! Un disparo y salen por la boca del cañón de tu
escopeta cientos de perdigones. Los perdigones se disponen
en una especie de formación cónica y es esperable que
aquellos gansos que queden dentro de ese embudo, podrían
recibir algún impacto de perdigones. Pues así es la ley
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científica. La ley científica no es todo el cono sino el centro del
mismo, mismo que no existe. Si lo viéremos como un simple
ángulo, hablaríamos de la mediatriz, pero esta mediatriz
tampoco existiría. Pues bien, es probable que a los gansos
que se encuentran en las inmediaciones de ese vector les
toquen perdigonazos, pero al que quede en el mismo, sería
imposible no dárselo. Ese es el asunto con las leyes y con la
verdad.
Yo simplemente agregué:
- Entonces es una cuestión de probabilidades.
- No -me dijo- es ineluctabilidad.
- Pero aún las grandes verdades de una ciencia dura como lo
es la física se han tambaleado...
- No se trataba de verdades.
- Entonces, ¿Cómo saber cuándo se trata de verdades?
- Esa es una buena pregunta –agregó- [y hoy sé que bien
podría argumentarme que las leyes y las verdades no son
observaciones y que los experimentos son muchas veces
imprecisos (sobre esto insistiré adelante)].
Veinte años más tarde, un biólogo puso en mis manos un material de
Feynman, premio Nobel en 1965 por sus estudios en electrodinámica
cuántica. Feynman escribió:
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Toda ley científica, todo principio científico, todo enunciado de los resultados de una observación es una especie de resumen que deja fuera detalles, porque nada puede ser establecido de forma exacta... El juego consiste en formular una regla específica y después ver si pasará la criba.
La insinuación de un acto de imaginación parece asomar la nariz, pero
parece ser que quienes no están familiarizados con el mundillo de los
investigadores, piensan que entre los científicos o estudiosos de
cualquier disciplina, no hay creatividad, no hay imaginación. Craso
error, y voy a adelantar algo en forma de pregunta: ¿Acaso creemos –
y dije “creemos”- que es conocimiento científico la enunciación de lo
que, en nuestras parcelas, el etnólogo, el historiador, el antropólogo
hacen de lo que sucedió ayer? Cualquier etnógrafo nos diría que eso
es simple etnografía, dato etnográfico o histórico y ya; que las leyes no
son homologables a las observaciones; que un detalle, una anécdota,
aunque como expresión fenoménica contenga elementos esenciales o
los enmascare en su expresión, pero se vincule necesariamente con
ella, repito, un detalle no se puede extrapolar; no se puede probar con
uno o dos sucesos. Cualquier físico o biólogo o químico, por citar a
especialistas en ciencias “duras”, cualquiera de ellos, repito, nos diría
que el verdadero conocimiento es el que nos permite decir lo que
sucederá mañana si se hace algo. Quizá esto resulte siempre muy
arriesgado por cuanto podría estar envuelto en una gran
incertidumbre.
Hay un dicho muy mexicano que dice: “El que no arriesga no
gana”... aunque tampoco pierde. Pero el asunto es que en ciencia o en
cualquier disciplina, el que arriesga siempre gana... a menos que sea
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deshonesto. Voy a ilustrar con un ejemplo muy trillado: cuando a
Demócrito le dio por pulverizar cosas hasta perder de vista las
partículas que iba logrando, se dio cuenta que había llegado al punto
tal que, ante la imposibilidad de verlas a simple vista, decidió que eran
indivisibles y, sin esperarse a que llegasen los microscopios
electrónicos, inventó el átomo. Había acertado... y sin embargo, los
aceleradores de partículas demostraron que los propios átomos,
descubiertos en siglos posteriores a Demócrito, no eran tan indivisibles
como éste y ulteriores físicos lo suponían.
Voy a ilustrar con otro ejemplo: Claude Levi-Strauss había
afirmado que la verdadera, la única verdadera regla universalmente
válida para todas las culturas era la prohibición del incesto, el espacio
donde lo natural y lo cultural encuentran uno de los primigenios e
inevitables encuentros, el espacio donde se supone se transita de la
natura a la cultura. Roberto Varela argumentaría, décadas más tarde,
abonando a favor del francés: Los primos cruzados son hijos de
hermanos de diferente sexo (hermano y hermana); los paralelos, hijos
de hermanos del mismo sexo (hermano y hermano, hermana y
hermana). Ahora bien, ¿por qué se permite el matrimonio entre primos
cruzados y se prohíbe entre paralelos? Obviamente no existe ninguna
razón biológico-genética, ecológica, económica, política o de
contenido cultural diferente. Si se observa con atención caerá uno en
la cuenta que los primos cruzados pertenecen a dos grupos de
descendencia mientras los paralelos son del mismo grupo. Aquí entra
la mente humana haciendo separaciones que no existen en la
naturaleza y después cerrando la separación mediante el don sintético
más valioso de una sociedad: intercambio de mujeres. ¿De dónde
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proviene esta idea? Primero: de que la cultura sólo es posible allí
donde hay sociedad y la sociedad sólo es posible allí donde hay
intercambios matrimoniales y restricciones incestuales por ende. Esto
es socioantropológicamente cierto bajo la perspectiva estructuralista. Y
en efecto, la conjetura que podemos hacer de esto es que sólo existió
la vía del incesto. Esto es excitante porque nos aproxima mucho a las
certezas casi religiosas y nos proporcionan seguridad, pero, ¿el
intercambio implica matrimonios o la fuerza del intercambio existía
antes de la norma de prohibición? O, ¿Antes del intercambio no había
sociedad?, o ¿Acaso ocurre que no sabemos suficientemente sobre
nuestro sexo y nuestra sexualidad? o ¿la norma sobre la restricción
(incesto) y del intercambio fue resultado de la imposición (pensada) de
una estrategia de supervivencia de la especie o mása que de la
especie, de la sociedad, de las alianzas que la hacen posible? Sé muy
bien que con esto me meto en camisa de once varas porque estoy
casi atentando contra uno de los pilares más fuertes de la antropología
social, pero podría argüir en mi defensa que creo que ya es tiempo de
pisar en el solar propio y en el ajeno para mirar un poco más amplio.
¿A dónde voy con esto? A que no hay nada de malo en ofrecer una
afirmación con grado alguno de incertidumbre; lo grave está en decir
nada en absoluto: Eso sí es grave, muy grave.
Esto me recuerda que, como docente, cuando solicito ensayos a
mis estudiantes siempre les exijo creatividad en sus trabajos. Un