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FACULTAD DE MEDICINA ESCUELA DE PSICOLOGÍA MAGISTER EN PSICOLOGÍA CLÍNICA JUNGUIANA CURSO Mitos y aplicación clínica I Eros y Psique Docente: Mario Saiz Alumno: Cecilia Zubrzycki Octubre de 2014
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eros y psique - mitos y aplicación clinica

Feb 26, 2023

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FACULTAD DE MEDICINA – ESCUELA DE PSICOLOGÍA

MAGISTER EN PSICOLOGÍA CLÍNICA JUNGUIANA

CURSO

Mitos y aplicación clínica I

Eros y Psique

Docente: Mario Saiz Alumno: Cecilia Zubrzycki

Octubre de 2014

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Mitos y aplicación clínica: Eros y Psique

I. Introducción Los mitos son historias de la humanidad, fragmentos de información de la historia antigua

que reflejan problemas internos y profundos, misterios interiores. Recogen y revelan lo

que tienen en común los seres humanos y hablan de la búsqueda de la verdad, del

sentido a través del tiempo y de los diferentes momentos de la vida y la muerte. “Los

mitos son pistas de las potencialidades espirituales de la vida humana”, es la “experiencia

de la vida” (Campbell, 1991, p.31). Leer mitos nos permite ir hacia dentro, tener una

experiencia interior y poder conectar con los símbolos en ellos contenidos y el misterio

que intentan develar. Son sueños arquetípicos, una metáfora que trata grandes problemas

humanos y manifiesta las energías en conflicto. Los mitos nos ofrecen modelos de

comportamiento, sostienen la transformación de la conciencia y nos guían y preparan

para ella.

En La experiencia analítica los mitos se podrían caracterizar como los medios que

tiene el alma para su expresión consciente. Comprender desde lo analítico la propia

mitología, nos orienta tanto en la posibilidad de situarnos en nuestro proceso de

individuación así como la posibilidad de explorar las diferentes aristas de lo que

experimentamos, ya sea un conflicto o un posibilidad. El mito nos ayuda a encontrar

salidas, a entender la trama de la experiencia de lo que estamos viviendo, nos da la

posibilidad de profundizar en el mundo interno y traer a la conciencia el misterio de lo

inconsciente. En el proceso analítico el pensamiento simbólico es fundamental y éste se

sustenta tanto en el pensamiento lógico como en el fantaseado, es decir, la imaginación.

Es así que los mitos nos ayudan a profundizar en el pensamiento asociativo-imaginativo.

En el análisis, conectarnos con los mitos enriquece la experiencia de nuestra

naturaleza humana, dándonos la posibilidad de una experiencia mucho más íntegra.

Conectar con el mito es conectar con la historia de la humanidad y por lo tanto con una

experiencia que trasciende lo individual. Esta experiencia de lo trascendente es una

experiencia religiosa. El mito tiene la posibilidad de activar la función religiosa de la

psique, donde lo que me pasa no sólo es mío, o me pasa sólo a mí, sino que ha pasado y

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seguirá pasando a un nivel colectivo. Conectar con lo colectivo es conectar con esa capa

profunda de la psique que es creativa, prospectiva y está orientada hacia el centramiento

y autorrealización.

En el témenos terapéutico, el mito nos ayuda a sostener la experiencia interna, la

cual sin mito se hace de alguna forma mucho más angustiante y confusa. Es una forma

distinta de conocimiento que no discrimina o rechaza la lógica, sino que la integra de

forma artística y creativa, ampliando la posibilidad de conocer nuestras experiencias, de

que la conciencia pueda asimilarlas de forma mucho más completa, porque podemos

tener dos perspectivas: la personal, es decir el mito asociado a mi experiencia del

momento, y la revelación de un problema general, el problema de la humanidad, y que por

lo tanto nos guiará en la resolución de lo personal. Cuando comprendernos lo arquetípico

de la experiencia humana a través de los mitos, entendemos tanto la estructura como la

dinámica y los procesos del mundo interno. Entendemos que nuestra vida es un drama

que debe ser vivido, el camino para encontrar nuestro papel en el mundo, nuestro destino.

Vivir sin mitos es vivir en el desarraigo.

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II. Mito de Eros y Psique – Marco teórico

El abordaje del mito de Eros y Psique que se hará a efectos de este trabajo está basado

en el material expuesto por Erich Neumann (1971) y nos acerca a comprender el

desarrollo de Eros (masculino) en la Psique (femenina). Es decir, un proceso de

individuación de lo femenino donde la integración del aspecto vinculante “para y sobre” lo

masculino se configura como tarea central.

Quizás sea necesario comenzar definiendo a Psique. La etimología de la palabra

Psiché hace referencia a Alma. Desde la perspectiva Junguiana, al hablar de Alma - y

sólo como una de las tantas perspectivas desde la que Jung aborda esta temática-

hacemos referencia al concepto de ánima, un complejo funcional, una personalidad íntima

encargada del contacto del yo con el mundo interno. La imagen de ánima es una

necesaria personificación, una metáfora, dado que al hablar de Alma hacemos referencia

a un fenómeno difuso, confuso, ilimitado, difícil de ser percibido y figurado a través de las

funciones de la conciencia y la razón, justamente porque se podría hablar más bien de

una “experiencia del alma” que del alma en sí; es decir, hablamos de la dificultad de hacer

referencia a un objeto poco posible de ser objetivado porque el alma se siente o se

intuye, más que pensarse: “Nadie puede entender realmente estas cosas [del alma] a

menos de haberlas experimentado. De ahí que para mí sea mucho más importante

mostrar las vías que hacen posible esta experiencia que acuñar fórmulas intelectuales”

(Jung, 1928, p.235).

Desde el punto de vista del mito que desarrollaremos – y de la psicología

Junguiana - habría que hacer una diferencia entre Alma y Psique, dado que ambos hacen

referencia a lo femenino pero no son idénticos. Respecto a esto, Hall (1995) define a

Psique como “el mundo total de la vida mental consciente e inconsciente. Nadie conoce

sus límites”. En cuanto a alma continúa: “El alma es una función que conecta, que

transmite un significado más hondo y abarcador que lo que ordinariamente vivencia el

ego” (p. 44).

En el mito de Eros y Psique nos encontramos con un proceso de despertar del

alma/ánima adormecida, inocente, aún débil y desconocida, por medio del amor; un

proceso de desarrollo y diferenciación psíquica que implica el paso de lo instintivo a lo

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humano, de la pasión a lo sagrado. En este contexto, entonces, entendemos al ánima

como el camino que nos lleva a Psique, es decir, como una totalidad psicológica e

inconsciente que busca expresarse a través de un proceso de psiquización y

humanización sustentado en Eros; el ánima se convierte en Psique a través del amor.

Este proceso implica al mismo tiempo generar las condiciones para movilizar a Eros,

inmaduro en un inicio, siendo el proceso de integración del amor sexual y el amor divino

un punto central en el desarrollo de la Psique humana y su maduración. Entendemos a

Eros como “aquello que vincula y une”, como un arquetipo, un patrón de comportamiento

que se expresa principalmente en aquello que se pone “en relación”, asociado a los

afectos, al cuerpo y sobre todo al amor; un principio vinculante que nos da la capacidad

de transformar y promover el desarrollo del amor en todos sus niveles.

En este sentido, es importante diferenciar a Eros de Afrodita, siendo esta última

también asociada simbólicamente a los afectos, el vínculo y el amor, pero aquí hablamos

de un amor instintivo, por lo tanto indiferenciado, y más cercano a lo sexual, más primitivo.

No es Afrodita quien genera los vínculos necesarios para la maduración de la Psique, sino

que es Eros, aunque debemos darle cierto crédito a la Diosa ya que desde la mirada de

Erich Neumann (1971), Afrodita se nos aparece ligada a lo matriarcal1, a la Gran Madre

primordial, elemento movilizador respecto a las distintas tareas que Psique debe cumplir,

siendo el conflicto Afrodita-Psique un elemento a considerar.

Hasta aquí entonces tenemos a Psique, Eros y Afrodita como los personajes

principales de esta historia y el drama-dinámica del mito como patrón arquetípico que nos

guiará en la comprensión del desarrollo y maduración psíquica a través del amor. Más

que centrarnos en describir literalmente escenas del mito, la tarea será proponer una

lectura simbólica de ciertos momentos que nos ayudarán a profundizar en las relaciones

de estos tres elementos (Eros, Psique y Afrodita) para luego aplicarlas a un caso clínico.

En un primer momento se hace necesario acercarnos a la lectura simbólica del

primer matrimonio de Psique donde se nos presenta como “la novia consagrada a muerte”

(op.cit., p.4). Aquí se pone en evidencia un patrón arquetípico básico de la psicología

femenina matriarcal, siendo el casamiento como “nupcias de muerte” un arquetipo central

de los misterios femeninos. Bajo este patrón, entendemos que “todo casamiento es un

1 También la envidia de las hermanas de Psique representan una posición típica del matriarcado y las

responsables de introducir el miedo y el rechazo a lo masculino, elemento movilizador clave en la transgresión de Psique de aquello prohibido por Eros.

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rapto de la Core, la flor virginal, consumado por Hades, el lado simbólico masculino,

terreno, del macho hostil y violador” (Ibíd., p.4). La exposición de la virgen al monstruo se

configura como una proyección del elemento hostil de la fase matriarcal sobre el hombre,

donde la esencia de lo femenino está ligada, aprehendida, a la identidad primordial hija-

madre, siendo “la aproximación de lo masculino, en todos los casos, separación” (Ibíd.,

p.5). Las nupcias de muerte retratan la dureza de la transición de niña a mujer, una

transición que toca las profundidades de la existencia; es el entrar a la solitaria vida real.

Un segundo momento en el cual sería útil profundizar es aquel en que Psique es

llevada al palacio con Eros y comienza su “éxtasis en las tinieblas” (Ibíd., p.11). Aquí nos

encontramos con una Psique que más bien responde al primer principio erótico, instintivo

y sensual, enredada en el placer y lo paradisíaco (Eros inmaduro, aún ligado a Afrodita)

donde predomina el no saber, el no ver, no saber quién es él. En este escenario aparecen

las hermanas como aspecto sombrío de Psique, como proyecciones reprimidas de aquel

“extracto matriarcal inconsciente de odio a los hombre, de forma que ella entra en un

conflicto que puede ser descrito así: en el mismo cuerpo ella odia al monstruo y ama al

marido” (Ibíd., p.12). Este momento es clave en el sentido de que por primera vez Psique

se conecta con un Eros que la aprisiona, que la aleja del contacto humano y la acerca a la

idea de ilusión e irrealidad respecto a su paraíso sensual y a su “estado de perfecta

servidumbre a través del sexo” (Ibíd., p.13). Este momento se configura como una

situación paradojal, en el sentido de que al mismo tiempo que se quiere “matar y castrar al

hombre” (Ibíd., p.13) entendido como una cierta regresión hacia el matriarcado, se

esconde un principio femenino más elevado y que es estimular en Psique el impulso

hacia la luz (conciencia) y enfrentar el conflicto entre los opuestos monstruo-amante que

se alojaba en lo profundo de su inconsciente.

Cuando Psique reconoce a Eros, cuando ocurre el encuentro individual en el

momento que Psique rompe la promesa y lo ve, ocurren dos lecturas simbólicas

importantes: por un lado, abandona su estado inconsciente e infantil y por otro, renuncia

al aspecto matriarcal de rechazo a los hombres pinchándose con la flecha y amando, esta

vez con la luz de su conciencia a Eros, rompiendo con la dicotomía monstruo-amante,

reuniendo en una sola imagen lo inferior y lo superior (Eros monstruo-Dios). La

transformación de Psique a partir de este momento da lugar al importante movimiento de

pérdida de una segunda virginidad que sucede en su interior, ya no como una víctima,

sino con conciencia de un Eros que se apoderó de ella desde el interior y a voluntad, no

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como un hombre exterior, no como rapto y posesión. Sin embargo, ocurre aquí la tragedia

del sacrificio y la pérdida. En esta tarea de unificar la estructura dual de Eros, ella pierde a

su marido, entran en conflicto el Eros interno con la imagen encarnada. La Psique

femenina necesita herir al Eros masculino y asumir su destino: “el posterior

desenvolvimiento de Psique es nada más que el intento de superar la separación y formar

una nueva unión con él.” (Ibíd., p. 18)

Luego de la separación de Eros y Psique se nos aparece en primer plano el

conflicto base del mito, esto es, el conflicto Psique-Afrodita. La dificultad de Psique está

en relación a crecer y madurar y para ello es preciso que se diferencie de Afrodita,

retirando la proyección de su madre interna puesta en ella. Pero Afrodita representa sólo

un aspecto de la Gran madre (Deméter y Hera son otros) siendo su belleza y su

embriaguez extática un medio para un fin: la fertilidad. Y justamente es esto a lo que

Psique se revela, a lo femenino subordinado a la existencia matriarcal, renunciando

consciente e inconscientemente a la atracción, el sexo y la fertilidad: “con Psique, surgió

en la tierra la concretizacion del mismo principio afrodítico, en un ámbito más elevado

terreno-humano (…) con Psique surge un nuevo principio de amor, en el cual el encuentro

de los masculino con lo femenino se procesa basado en la individuación” (Ibíd., p.22-23).

Así, el amor (individual) de Psique se rebela contra el principio de placer, el éxtasis

sensual (colectivo, indiferenciado).

Finalmente, y en relación a lo anterior, lo que define la relación que Psique tendrá

con Afrodita, y la necesaria diferenciación, se configura a través de las “tareas” que

pisque debe cumplir para recuperar a Eros. Estas tareas son cuatro y básicamente

buscan desarrollar la naturaleza de Psique a partir de la relación y encuentro con lo

masculino (germinal, agresivo, espiritual), pero completamente asistida por la esencia

femenina, instintiva e intuitiva, conectada con el mundo de lo inconsciente; es decir, el

proceso de individuación femenino no transcurre en oposición a esto, sino más bien en el

contacto, siendo el encuentro de lo masculino y lo femenino un contacto fecundo y no

confrontacional gracias al poder movilizador de Eros.

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III. Aplicación clínica

Para dar cuenta de la aplicación clínica del mito de Eros y Psique quisiera exponer una

situación clínica ocurrida en un contexto de psicoterapia. La paciente X, llega con el

siguiente motivo de consulta: Estaba a unos pocos días de casarse por civil con su novio,

y con todos los preparativos listos para la gran fiesta de matrimonio que sería en una

semana luego del civil. En este contexto, la paciente mientras divagaba pensativa,

imaginando el casamiento y que la fecha se acercaba, tiene una crisis de pánico (nunca

antes había tenido una) muy intensa que la obliga a asistir a la urgencia psiquiátrica más

cercana. Al día siguiente, ya recuperada, comienza a dudar de si está haciendo lo

correcto, de si en verdad desea casarse, reflexión que la lleva a tomar la decisión de

postergar el matrimonio. Al comunicarlo a su futuro esposo, la relación entra en crisis y se

separan. La forma en que la paciente se explica lo sucedido es que “de repente tomó

conciencia” que aquel hombre no era quizás quien ella imaginaba, que en realidad no se

siente tan feliz, que no confía lo suficiente en él porque es un hombre poco transparente,

nada comunicativo y no muy contenedor, por lo cual el imaginarse casados y conviviendo

se le presenta como una escena aterradora, que la aprisiona, llena de sufrimientos y

conflictos.

Al profundizar en la dinámica intra-psíquica de la paciente, aparecen datos que

revelan una dificultad para contactarse de forma íntima con su pareja, y cierta necesidad

de autoafirmarse en la sexualidad y en un vínculo asociado a un eros precario e

inmaduro. La paciente, antes de la propuesta de matrimonio experimentaba la relación

como intensa y apasionada, bastante simbiótica y de mutua dependencia. Sin embargo,

esta sensación cambió radicalmente cuando se introdujo la idea de un compromiso, dado

que al pensar en un vínculo más íntimo y comprometido, aparece la imagen de lo

masculino como amenazador o como de estar en un “error”. Podríamos decir que detrás

de esta experiencia estarían actuando los aspectos matriarcales sombríos (representados

en el mito por las hermanas de Psique) que rechazan e introducen a través de la duda

una imagen de lo masculino como peligroso sumado a la predominancia de un Eros aún

inmaduro, más bien asociado a lo Afrodítico, es decir, instintivo, sensual, teñidos de las

cualidades más básicas del desarrollo erótico. La aparición de esta proyección de la

paciente de lo masculino como amenazador está justamente en relación a un Eros aún

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desconocido, sombrío, asociado a un ánimus que la paciente experimenta como

destructivo, distinto al proyectado en el primer Eros, que era placentero, como ocurre

antes de la idea del matrimonio.

En un primer momento, podríamos asociar la crisis de pánico y la sensación

experimentada frente a la idea de matrimonio con lo que el autor Erich Neumann (1971)

denomina “Nupcias de Muerte”. La paciente X es una mujer de 28 años que aún vive con

sus padres y tiene una vida, aunque adulta, no con muchas responsabilidades y con sus

necesidades básicas bastante bien sostenidas gracias a la comodidad de su hogar.

Neumann sostiene que “todo matrimonio es un rapto” y que esta exposición de la “virgen

al monstruo” es una proyección típica de la fase matriarcal en el cual se constela la Gran

Madre mala, proyectando este elemento hostil sobre el hombre. En este sentido,

entendemos que la aproximación de lo masculino significa separación y muerte. Al

explorar el complejo materno, se nos aparece una relación madre-hija bastante simbiótica,

con falta de límites entre estos roles, donde la paciente se convierte a menudo en la

confidente de una madre infiel frente a un marido depresivo (el padre de la paciente). Los

aspectos negativos del complejo materno darían cuenta también de la intensidad de la

proyección/reacción, donde la idea de matrimonio y compromiso constelan estos aspectos

negativos y además a la estructura interna que corresponde a “la adulta”, a “la mujer y

madre interna”, siendo este encuentro una experiencia que la psiquis de la paciente, aún

inmadura, no está preparada para tolerar.

Por otra parte, la crisis de pánico también está asociada al miedo y éste aparece

como un elemento movilizador en el proceso de individuación de la paciente. El miedo

está presente en todo movimiento de transformación, dado que avanzar a través del él es

ir hacia algo que estaba detenido. En el mito, el dios Pan (asociado a la naturaleza más

salvaje de la sexualidad) cumple con la función de abrirle los ojos a Psique cuando ésta,

entregada a la desgracia de haber descubierto a Eros y haberlo perdido, quiere suicidarse

por segunda vez. El pánico también está asociado a la sensación de muerte, temática que

en el mito aparece de forma recurrente, siendo la tarea final de Psique el encuentro con el

mundo subterráneo, el mundo de los muertos. Podríamos pensar que una parte del ego

de la paciente necesita morir, probablemente aquello asociado a lo pueril, lo virginal y

estético, para dar paso a la mujer completa, con la capacidad de amar

comprometidamente, donde la sexualidad no está disociada de Eros.

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El estado de enamoramiento inicial y el repentino “tomar conciencia” que

experimentó la paciente, sugiere las consecuencias de toda “caída” retratada en

diferentes mitos y tiene que ver con entrar en un estado de expulsión del paraíso. La

paciente define a la relación antes de la crisis como apasionada e intensa; relación que

ocupaba toda su atención siendo este hombre su mundo, el sentido de su vida. Y

mientras pensaba en esto, en que su novio se convertiría, como dice Psique, en “la luz de

su vida”, en ese momento aparece la duda, aparecen en lo más íntimo de la Psique de la

paciente las “hermanas-sombra” y toda su hostilidad y protesta matriarcal que moviliza e

impulsa a la acción a través del miedo y el conflicto. La paciente entra en esta

ambivalencia, esta oposición entre el amor de su vida y el “monstruo”, tensión necesaria

para la acción/maduración de la Psique.

La paciente y su novio se separan, y luego de un par de meses es el momento en

que X llega a terapia, tremendamente confundida y por momentos arrepentida, sintiendo

que se dejó llevar por un impulso, que aunque su pareja no es quizás el hombre perfecto

para ella, y que tomar conciencia repentina de esto le produjo cierto impacto, es ahora

cuando se siente más enamorada y quiere recuperarlo, tarde…claro, ya que este hombre

se sintió herido, avergonzado, frustrado y traicionado por la cancelación del matrimonio y

no quiere volver a verla. De alguna forma, aquí queda en evidencia la temática de

sacrificio y el sufrimiento, donde la pérdida del amante se configura como la posibilidad de

que la paciente asuma su destino propio y de reconocer conscientemente a Eros, ya no al

Eros inmaduro de un inicio, sino más bien aquel que logra integrar al hombre divino con el

humano. Aquí la herida era necesaria “La mujer necesita herir al masculino Eros,

haciéndolo sufrir”. (op.cit., p.18). Podríamos pensar que la decisión de no casarse, es un

acto heroico que expulsa a la pareja de la inconsciencia de un relacionamiento sustentado

en el sexo y la pasión, de la participación mística en la que se encontraban y que, aunque

duela, muchas veces la diferenciación (e individuación) implica separación. El desafío

para la paciente es la re-unión, pero no con este Eros inmaduro proyectado, sino en su

propia intimidad, el encuentro con un hombre que la ame desde su interior, no como

hombre exterior; y que naturalmente tendrá consecuencias positivas en su forma de

relacionarse, ya sea con este mismo hombre o con otros.

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Siguiendo la mirada simbólica y prospectiva que nos puede aportar el mito en el

análisis del caso, se podrían generar ciertas hipótesis2 respecto a la dinámica y procesos

transferenciales que ocurrirían en la terapia y estas son por ejemplo la posible

constelación de una relación Psique (paciente) - Afrodita (analista), emergiendo

proyecciones respecto al complejo materno de la paciente, los aspectos matriarcales

sombríos, hostiles, que en la historia de la paciente tienen relación no sólo con la

dimensión arquetípica que el mito revela, donde este conflicto es la necesidad de

diferenciación de lo femenino primordial asociado a la sexualidad, fertilidad y procreación,

sino también a los elementos sombríos de la relación con su propia madre, que sin olvidar

la historia, esta mujer ha tenido algunos amantes durante su matrimonio, engañando a su

esposo, una madre bastante asociada a Afrodita. La paciente podría necesitar en la

relación terapéutica revelarse a la “Gran Madre” y a su madre real, por supuesto, en pos

de reconocer en sí misma un Eros independiente y humanizado, es decir, lograr cierta

maduración e individuación a través de la adquisición de la capacidad de relacionamiento

a través del amor ya no ligado puramente a lo sensual, siendo por ejemplo la amistad y la

capacidad de compromiso lo que sustenta la relación, y no la sexualidad o una relación

simbiótica y dependiente.

Podrían establecerse entonces, como objetivos terapéuticos en un primer

momento la posibilidad para la paciente de comprensión, a través del mito, que aquello

que le sucedió experimentado negativamente en su psiquis como “agresión matriarcal”

(proyectado en lo masculino amenazador) tienen un lado positivo y es la posibilidad de la

conciencia y el conocimiento de su naturaleza femenina que son necesarias para su

maduración, para dejar la niña atrás e ir al encuentro con la mujer, a través de la

experiencia de un relacionamiento amoroso mucho más real.

En un segundo momento y frente a la necesidad de desarrollo a través de la

integración de un Eros maduro y real, quizás prestar atención a las cuatro tareas que

Psique realiza en el mito, ya que podrían darnos luces de cómo proceder, dado que con

cada tarea Psique descubre nuevas realidades y categorías de Eros. La incorporación y

encuentro con lo masculino es asistido por la sabiduría de los instintos femeninos, ligados

2 Hablo de hipótesis y no de resultados o experiencia dado que la paciente abandonó la terapia luego de

unas pocas sesiones por recomendación de su psiquiatra quien le dijo que no sería capaz de elaborar aún lo sucedido por encontrarse en un estado de shock, asociado al diagnóstico de estrés post-traumático. Aquí vemos al miedo ya no como un elemento movilizador, sino más bien como paralizador, actuando defensivamente.

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a la tierra y que divinizados por la figura de Afrodita parecen caóticos y desordenados

pero llevados al domino de lo humano con conciencia promueven el necesario desarrollo

del alma en el mundo, siendo el amor real el principal sentido. La forma en que el instinto

“asiste” a psique en el proceso aparece en cierto punto también ligado a lo masculino, a

Eros, siendo las hormigas, el Junco, el águila y la Torre expresiones tanto de la naturaleza

(menos la torre) pero con atributos de lo masculino. Por ejemplo, un primer paso

terapéutico podría implicar que X pueda desarrollar e incorporar en sí misma la capacidad

de discernir, de separar a través del pensamiento (Logos), una función básica del ánimus,

la situación en la que se encuentra pudiendo responder a preguntas como ¿Qué tipo de

mujer soy? ¿Qué quiero en mi relación con un hombre? ¿Qué cosas estoy dispuesta a

aceptar, en cuales a ceder? ¿Qué significa para mí el compromiso, y el matrimonio? Etc.

Todo esto manteniendo el contacto y dejando actuar al instinto, es decir, confiar en que

las respuestas pueden ser halladas en aquel principio ordenador instintivo que

caracteriza a la psique femenina.

Otra “luz” que la segunda tarea de Psique no pueda dar, es por ejemplo, la

necesidad en la paciente, valga la redundancia, de “ser paciente”, de esperar el momento

apropiado para que lo masculino en su faceta más agresiva (por ejemplo sus quejas de

que no es un hombre contenedor, sostenedor y transparente) no se le aparezca como

amenazador. En relación al caso, destacar que la decisión de casarse fue idea de la

paciente, quien venía insistiendo con el tema hace ya algunos meses, presionando a su

novio para que le proponga matrimonio. Además, remarcar que la pareja llevaban apenas

un año de relación, por lo que podríamos pensar que la decisión de casarse fue un poco

prematura, violenta quizás, para la inmadura psiquis de la paciente. Quizás en un análisis

más profundo, valdría preguntarse qué motivación inconsciente la llevo a insistir y

presionar en la idea de matrimonio, pero ese ya es otro análisis. Otro aspecto de esta

segunda tarea es la creatividad, elemento esencial en la posibilidad de que el Alma actúe,

se movilice y exprese, por lo cual promover y trabajar en la construcción de puentes que

ayuden a la paciente a conectar y crear nuevas formas de ver lo sucedido, saliendo de la

unilateralidad e integrando nuevas perspectivas podrían ser un aporte en su proceso.

Siguiendo con las tareas, un tercer paso o guía de cómo abordar el caso, podría

estar en relación con la posibilidad de que la paciente se acerque a su padre, un padre

que en la dinámica familiar está bastante aislado, depresivo y frustrado por las

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infidelidades de su esposa3 . La paciente reporta que ser la confidente y amiga de su

madre inevitablemente la ha alejado de su padre; y que ella lo aprecia mucho y lo define

como un padre contenedor y cariñoso. Aunque esto pudiera parecer estar más ligado a un

proceso centrado en la elaboración de una relación personal y asociada a su infancia, y

por lo tanto un análisis reductivo más que prospectivo y arquetípico, en el proceso de

desarrollo psíquico de la paciente, que busca incorporar lo masculino, emergen

inevitablemente elementos introyectados de sus primeras relaciones. La fuerza

fecundante de Eros en psique, en un nivel ya ligado a un desarrollo espiritual, debe ser

contenido por el “uroboros patriarcal” y esto es lo masculino en su capacidad de contener

y dar una perspectiva global. El promover el acercamiento de lo paterno y la recuperación

de este vínculo, podría ayudar a la integración del amor en su aspecto espiritual en la

psiquis de la paciente, constelando en su interior el arquetipo del Gran Padre (el águila,

Zeus), y colaborando en la contención del encuentro de Psique con “la fuente de la vida”,

es decir, ayudando a sostener la incorporación del poder fertilizante de lo masculino en

ella, donde se integra la polaridad femenino-masculino. Aunque no necesariamente el

padre real vaya a cumplir adecuadamente con esta función, la presencia de lo masculino

patriarcal se hace necesaria en esta etapa, siendo la visión sistémica del conflicto una

necesidad.

Básicamente estos serían algunos de los aportes que el mito puede realizar en el

trabajo psicoterapéutico, siendo éste un momento clave en el proceso de individuación de

la paciente y que emergió con fuerza a través del pánico, pero un pánico cargado de

sentido y de fuerza movilizadora, de aspectos de la psiquis de la paciente que necesitan

ser desarrollados, como su capacidad para el compromiso, la integración de pasión e

intimidad, de autoafirmación de lo femenino y esto sólo puede darse a través de la

conexión con su propia naturaleza, la cual debe desarrollarse a través de este drama de

amor que se encuentra experimentando y que la llevará al encuentro con lo masculino en

su interior.

3 cabe destacar que estos padres viven juntos, en la misma casa, pero prácticamente separados.

La paciente vive con ellos.

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IV. CONCLUSIONES

Dado que el caso presentado pareciera prácticamente literalizar el mito, siendo el drama

de la paciente X un suceso arquetípico de amor y separación, se hace necesario hacer

algunos comentarios respecto a la aplicación clínica del mito de Eros y Psique. Desde

una perspectiva más bien colectiva, comprender que el mito retrata el desarrollo de lo

psíquico femenino en todo ser humano, no necesariamente en la mujer. El Alma humana

tiene el desafío de salirse de la esfera matriarcal indiferenciada, de la participación

mística, y entrar en la esfera de lo humano, de la individuación y el relacionamiento, es

decir, de la fertilidad que produce el encuentro individual y humano. El mito es una historia

de amor y de conciencia, de diferenciación e individuación, de separación y re-unión.

Como psicoterapeutas, tenemos la obligación de constelar a Eros en la relación

terapéutica si queremos promover en nuestros pacientes el contacto con su proceso de

individuación. Y constelar a Eros es constelar tanto el amor por nuestros pacientes como

el amor que es necesario que sientan por sí mismos y por su proceso. Pero desde el mito

no sólo se trata de vínculo, relacionamiento y amor, también hay sufrimiento, separación y

muerte, sentimientos necesarios que se atraviesan en todo proceso psicoterapéutico

profundo y que se sostienen y trascienden gracias a Eros. Si para Jung su psicología es

una psicología del Alma, no podemos olvidar que ella se conmueve con la experiencia

íntima, profunda; con esa experiencia que se da en el encuentro y es capaz de

transformarnos…siempre vinculada a Eros.

El mito de Eros y Psique tiene una cualidad, una categoría “esencial”, tanto patrón

de experiencia que nos guía en la comprensión de las dificultades humanas en cuanto a

relacionamiento y amor; tanto como esencia del proceso psicoterapéutico o como

cualidad cosmogónica que impregna la vida y engendra a psique permitiendo que el alma

pueda tener una participación activa en el mundo y la transformación.

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BIBLIOGRAFIA

- Campbell, J. (1991). El poder del mito. Emecé Editores. Barcelona

- Hall, J. (1986). La Experiencia Junguiana. Santiago de Chile: Cuatro vientos

- Jung, C. G. (2007) Las relaciones entre el yo y lo inconsciente, en Jung, C.G,

Dos escritos sobre psicología analítica. Madrid: Trotta, OC 7.

- Neumann, E. (1971). Eros y Psique, una contribución al desarrollo de la psique

femenina. Traducción realizada por Consuelo Martínez para el seminario Mitos y

Aplicación Clínica. Marzo 2006