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Rodrigo Cortés (1973) se harta de citar a Alfred Hitchcock en las entrevistas de su segundo largo- metraje: “El rodaje de ‘Buried’ fue una de estas situaciones con las que Hitchcock hubiera disfru- tado”, afirma, para, un poco más tarde, incidir en las complicaciones técnicas de un filme así, rodado completamente dentro de una caja, como uno de los retos que le hacían verse en el orondo genio del suspense: “¡Como plagiar al maestro cuando roda- ba ‘Náufragos’ en una barca en mitad del océano o ‘La soga’ en un único plano secuencia sin cortes, en teoría!”, responde modesto, pero con una seguri- dad rotunda. Una confianza en uno mismo del todo necesaria para llevar a cabo un proyecto a priori irrealizable. ¿Cómo se te ocurrió meter la cámara de 35mm en ese espacio tan constreñido? Usé 35mm y no digital porque una película como ésta no está hecha para ser vista, sino para ser experimentada: es una experiencia física y hay una serie de elementos muy primarios que conectan con el público y que tienen que ver con la naturaleza de la madera, el polvo, el sudor, la sangre, la arena, etc. Para poder hacer la película absolutamente rugosa, tangible, más here- dera del cine de los setenta que de determinadas estrategias actuales hacía falta que la gente pudiera sentir cada rozamiento del cuerpo del protagonista en el ataúd. Texto Arantxa Ruiz Rodrigo Cortés ¿No hay nada de trampa, entonces, con respecto al espacio donde se filma? En lo último en lo que pensé es que era una película que pasaba en un ataúd. Siempre nos sometimos a las restricciones reales del espacio. Evidentemente se podría haber hecho con un montón de pantallas verdes, luces de alto contraste y un montaje posterior. Pero me pareció que tenía que tener que ver mucho más con ese cine de los setenta, con el Spielberg del “Diablo sobre ruedas”, el de “Tiburón”. Mi intención es que cualquier cosa que suceda ahí se perciba como que le está sucediendo de verdad al actor y que le está sucediendo por lo tanto a uno. La película obliga al espectador a meterse dentro del cuerpo de Paul Comroy y a estar sometido a esa agonía y a esa pesa- dilla durante una hora y media. Tengo entendido que el rodaje fue de hecho un tanto agónico… La película sólo se rodó en 2 semanas. Filmábamos como unos 30/35 planos diarios. Sí, fue una agonía. Había un poco de plan suicida en nutrir esa agonía, que todo el equipo estaba sufriendo la propia película. Ryan Reynolds volvió a Los Ángeles con sangre en la espalda a causa de las numerosas rozaduras con la madera del ataúd. En lo psicológico fue igual de agónico para él. Estaba sometido a sen- timientos contrarios de manera muy intensa, ya que tenía que desarrollar entre tres y cuatro emociones distintas en un tiempo récord. Y además se nutrió de la soledad extrema de las propias condiciones del rodaje: extranjero en un país donde el idioma que hablan desconoces, encerrado en un ataúd durante todo el día, etc. ¿Ves “Buried” como una película de niveles que el actor tiene que ir superando? Huyo del concepto de película-videojuego porque se asienta en la idea de cine-experiencia que decía antes. Antes que “Náufra- gos” de Hitchcock, mi primera referencia es “Con la muerte en los talones”, pero con la diferencia de que tiene lugar en una caja. Al final, la gente se acuerda de lo que le va sucediendo, en vez de que se encuen- tra en una caja. Podría ser un Indiana Jones, porque, pese a las limitaciones espaciales, el protagonista no para en todo momento. Todo funciona a escala: lo que le sucede a Paul Comroy equivaldría a resolver el secreto de la Pirámide. ¿Tuviste claro desde el principio su carácter interna- cional, buscar su éxito en Estados Unidos? Ese fue el plan desde el principio. La idea no era hacer algo para que en Estados Unidos rodaran el remake, sino hacer el original y el remake. Creo que si hubiera estado en otras manos, hay ciertas decisiones que según cómo no podrían haberse tomado. En “Buried” se han con- templado todos los mecanismos que pueden llegar a conducir a una película al éxito, pero al mismo tiem- po se han contravenido. Éxito en el Festival de Sundance, presentada en el de Toronto y en el de San Sebastián, estrenada en 4000 pantallas de todo el mundo —todo un logro para una producción española—, “Buried”, de Rodrigo Cortés, está llamada a ser la sensación del otoño. Thriller político, película de terror, melodrama y cinta de guerra: todos los géneros caben en el ataúd que protagoniza la película, un escenario imposible para un filme que ha hecho de sus virtudes técnicas la más brillante carta de presentación. RESUCITANDO A HITCHCOCK 086/087 cine Rodrigo Cortés 086 cine 4 GO115.indd 86 26/9/10 18:15:13
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Entrevista a Rodrigo Cortés

Mar 29, 2016

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Entrevista a Rodrigo Cortés, director de "Buried" (2010), publicada en el numero 115 de la revista Go Mag.
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Page 1: Entrevista a Rodrigo Cortés

Rodrigo Cortés (1973) se harta de citar a Alfred Hitchcock en las entrevistas de su segundo largo-metraje: “El rodaje de ‘Buried’ fue una de estas situaciones con las que Hitchcock hubiera disfru-tado”, afirma, para, un poco más tarde, incidir en las complicaciones técnicas de un filme así, rodado completamente dentro de una caja, como uno de los retos que le hacían verse en el orondo genio del suspense: “¡Como plagiar al maestro cuando roda-ba ‘Náufragos’ en una barca en mitad del océano o ‘La soga’ en un único plano secuencia sin cortes, en teoría!”, responde modesto, pero con una seguri-dad rotunda. Una confianza en uno mismo del todo necesaria para llevar a cabo un proyecto a priori irrealizable.

¿Cómo se te ocurrió meter la cámara de 35mm en ese espacio tan constreñido? Usé 35mm y no digital porque una película como ésta no está hecha para ser vista, sino para ser experimentada: es una experiencia física y hay una serie de elementos muy primarios que conectan con el público y que tienen que ver con la naturaleza de la madera, el polvo, el sudor, la sangre, la arena, etc. Para poder hacer la película absolutamente rugosa, tangible, más here-dera del cine de los setenta que de determinadas estrategias actuales hacía falta que la gente pudiera sentir cada rozamiento del cuerpo del protagonista en el ataúd.

Texto Arantxa Ruiz

Rodrigo Cortés

¿No hay nada de trampa, entonces, con respecto al espacio donde se filma? En lo último en lo que pensé es que era una película que pasaba en un ataúd. Siempre nos sometimos a las restricciones reales del espacio. Evidentemente se podría haber hecho con un montón de pantallas verdes, luces de alto contraste y un montaje posterior. Pero me pareció que tenía que tener que ver mucho más con ese cine de los setenta, con el Spielberg del “Diablo sobre ruedas”, el de “Tiburón”. Mi intención es que cualquier cosa que suceda ahí se perciba como que le está sucediendo de verdad al actor y que le está sucediendo por lo tanto a uno. La película obliga al espectador a meterse dentro del cuerpo de Paul Comroy y a estar sometido a esa agonía y a esa pesa-dilla durante una hora y media.

Tengo entendido que el rodaje fue de hecho un tanto agónico… La película sólo se rodó en 2 semanas. Filmábamos como unos 30/35 planos diarios. Sí, fue una agonía. Había un poco de plan suicida en nutrir esa agonía, que todo el equipo estaba sufriendo la propia película. Ryan Reynolds volvió a Los Ángeles con sangre en la espalda a causa de las numerosas rozaduras con la madera del ataúd. En lo psicológico fue igual de agónico para él. Estaba sometido a sen-timientos contrarios de manera muy intensa, ya que tenía que desarrollar entre tres y cuatro emociones distintas en un tiempo récord. Y además se nutrió de

la soledad extrema de las propias condiciones del rodaje: extranjero en un país donde el idioma que hablan desconoces, encerrado en un ataúd durante todo el día, etc.

¿Ves “Buried” como una película de niveles que el actor tiene que ir superando? Huyo del concepto de película-videojuego porque se asienta en la idea de cine-experiencia que decía antes. Antes que “Náufra-gos” de Hitchcock, mi primera referencia es “Con la muerte en los talones”, pero con la diferencia de que tiene lugar en una caja. Al final, la gente se acuerda de lo que le va sucediendo, en vez de que se encuen-tra en una caja. Podría ser un Indiana Jones, porque, pese a las limitaciones espaciales, el protagonista no para en todo momento. Todo funciona a escala: lo que le sucede a Paul Comroy equivaldría a resolver el secreto de la Pirámide.

¿Tuviste claro desde el principio su carácter interna-cional, buscar su éxito en Estados Unidos? Ese fue el plan desde el principio. La idea no era hacer algo para que en Estados Unidos rodaran el remake, sino hacer el original y el remake. Creo que si hubiera estado en otras manos, hay ciertas decisiones que según cómo no podrían haberse tomado. En “Buried” se han con-templado todos los mecanismos que pueden llegar a conducir a una película al éxito, pero al mismo tiem-po se han contravenido.

Éxito en el Festival de Sundance, presentada en el de Toronto y en el de San Sebastián, estrenada en 4000 pantallas

de todo el mundo —todo un logro para una producción española—, “Buried”, de Rodrigo Cortés, está llamada a ser la

sensación del otoño. Thriller político, película de terror, melodrama y cinta de guerra: todos los géneros caben en el

ataúd que protagoniza la película, un escenario imposible para un filme que ha hecho de sus virtudes técnicas la más

brillante carta de presentación.

RESUCITANDO A HITCHCOCK

086/087 cine Rodrigo Cortés

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