A8. EL COMERCIO LUNES 13 DE ABRIL DEL 2015 LIMA L a esperanza necesita poco para sostenerse: esa es su caracterís- tica definitiva. En el Gran Mercado Mayo- rista de Lima –que ha costado vidas, marchas, idas y vueltas políticas e investigaciones–, un grupo de ex cocaleros busca desde el 2013 ganarse la vida lejos del cultivo más polémico del país. Por el momento tienen tres pequeños puestos. Un con- venio entre Devida y la Empresa de Mercados Mayoristas S.A. (Emmsa) les permite estar ahí. Un primer paso. Enoc Alfonso Pezo es un di- rigente asháninka y uno de los comerciantes provenientes de valles cocaleros. “No tenemos ni una hojita de coca, no permi- timos. La coca trae problemas, avionetas, militares”, dice. A pe- sar de que habla de algo serio, Enoc sonríe con absoluta natu- ralidad al callar. Enoc vive a 16 horas de cami- no por carretera, trocha y río de Lima, en el distrito de Río Tam- bo, en el Vraem, el valle que pro- duce la mayor cantidad de hoja de coca del país. Se espera que este año ingrese el Ministerio de Agricultura a la zona, como parte de las acciones del Estado para reducir el área de cultivos ilícitos. Cuando Enoc piensa en narcotráfico, también lo hace en terrorismo. Ante ello solo le queda un recuerdo lleno de amargura: los asháninkas fue- ron una de las comunidades atacadas con mayor ferocidad por Sendero Luminoso entre fines de los años 80 y mediados de los 90. Según la CVR, de 55 mil asháninkas, unos 6 mil mu- rieron, 10 mil fueron despla- zados y entre 30 y 40 comuni- dades desaparecieron en esos años. El rostro de Enoc se en- sombrece al recordar esto, cual- quier seña de sonrisa ha desapa- recido. Enoc se concentra ahora en el futuro de su comunidad. Por el momento asegura que nece- sitan una lancha grande para sacar más plátanos y traerlos a Lima. Una cosa es tener produc- tos, otra tener dónde venderlos, pero una muy distinta es poder transportarlos. Rubén Podestá lo sabe bien, así como el resto de ex cocale- ros. Es un representante de la comunidad Yanesha de Pal- cazú, en Oxapampa. Del valle Pichis-Palcazú salió parte de la droga que pretendió enviar a EE.UU. el denominado clan REPORTAJE Este año el Estado ingresará al Vraem, la mayor cuenca cocalera del país, para implementar una política de cultivos alternativos y disminuir la siembra de hoja de coca. Agricultores de este y otros valles que han abandonado los cultivos ilícitos dan –en el mercado de Santa Anita, en Lima– uno de sus pasos fundamentales para mantenerse así. El largo camino del cocal a la capital FERNANDO GONZáLEZ-OLAECHEA Texto PAUL VALLEJOS Fotos EL CAMBIO. Laura Aylas comenzó a trabajar como jornalera en cultivos de hoja de coca a los 19 años en Tocache. Ahora vive en San Martín de Pangoa, distrito del Vraem que en el 2013 era de los que más hectáreas de coca tenían en el país. Ella ahora cultiva piña y la vende en Santa Anita. RESISTENCIA. Enoc, representante asháninka, resiste las tentaciones del cultivo de hoja de coca. MIRADA A FUTURO. Yordan, del Monzón (Alto Huallaga), espera que el Estado les facilite herramientas para vender sus productos. TRABAJO DURO. Rubén, representante yanesha de Palcazú, sostiene que el trabajo fuera de la coca es duro porque reciben menos ingresos. MAPA Principales cuencas cocaleras Valle del Putumayo Valle del Huallaga Alto Chicama Fuente: United Nations Office on Drugs and Crime (Unodc) Palcazú- Pichis-Pachitea Aguaytía La Convención y Lares Kcosñipata Vraem San Gabán Inambari- Tambopata Valle del Marañón LORETO PUNO PASCO HUÁNUCO JUNÍN AYACUCHO CUSCO PASCO VOLÚMENES EN SANTA ANITA 65.062 toneladas de productos ingresaron al mercado de Santa Anita en los 12 primeros días de abril, más que en el mismo lapso de marzo y febrero. 6 toneladas semanales (que inclu- yen plátano, piña, papaya y demás) llevan a Santa Anita los agricultores de cuencas cocaleras, según esti- maciones de Devida. 49.800 hectáreas de hoja de coca hay en el país, según las últimas cifras de las Naciones Unidas al 2013; 19.167 hectáreas estaban en el Vraem. Cerballón, desarticulado el año pasado en La Molina, cuando se le incautaron más de 600 kilos de cocaína. Pero a Lima tam- bién llegan las paltas, las yucas, el cacao y las granadillas que trae Rubén: unas cinco tonela- das cada 15 días, aunque po- dría ser mucho más. Margarita Suárez, coordina- dora del convenio por parte de Devida, cuenta que ahora se es- fuerzan en encontrar compra- dores en mercados minoristas de la capital para las 17 asocia- ciones con las que trabajan. Es- te trimestre comenzarán esas reuniones. No obstante, aunque haya un mercado interesado, uno de los principales problemas que enfrentan los agricultores para enviar sus productos a Lima es la falta de caminos y escasa ma- no de obra disponible, ya que el jornal de coca es más rentable. “Por un jornal de yuca se paga 30 soles, 60 u 80 por [uno de] coca”, agrega Rubén. Uno de estos jornaleros fue alguna vez Laura Aylas Cárde- nas, de 54 años. En 1980, cuan- do tenía 19, llegó a Tocache, en el Huallaga, y ahí vio por prime- ra vez en su vida un billete de 50 soles. Fue hasta allá por la paga: necesitaba dinero para el trata- miento médico de su hijo recién nacido. En Lima quedaron sus padres, unos migrantes ayacu- chanos, agricultores como ella en unas chacras cerca de Canta. Años después, Laura cambió un gran valle cocalero por otro: se mudó a San Martín de Pangoa, en el Vraem. Hoy vende piñas en Lima y asegura que ya no tie- ne nada que ver con la coca. “Si esto no funciona en cinco años, la gente volverá a la co- ca”, dice sombrío y con certeza Yordan Bailón. Él vive en Chau- piyacu, en el valle del Monzón (Alto Huallaga). La erradica- ción de coca del 2013 fue tan brusca, que los que cultivaban quedaron sin nada, muchos pa- saron casi un año sin sustento. “De 3.000 alumnos de una escuela, quedan 600”, agre- ga como lamentable estadísti- ca del soledad. Yordan estudia en ÁDEX para aprender cómo mejorar el comercio de sus pro- ductos. “Yo quiero que cuando piensen en el Monzón no pien- sen en coca, piensen en café, en el mejor café”, dice. Aún es pronto para saber si así será. “ Una cosa es tener productos, otra dónde venderlos, pero una muy distinta es poder transportarlos”.