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Economías indígenas y transformaciones agrarias en Bolivia CUADERNO DE TRABAJO (6) CUADE AJO) ECONOMÍAS INDÍGENAS Y TRANSFORMACIÓN AGRARIA EN BOLIVIA José Núñez del Prado
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CUADERNO DE TRABAJO€¦ · Economías indígenas y transformaciones agrarias en Bolivia El Postgrado en Ciencias del Desarrollo, CIDES, es el primer postgrado en la Universidad Mayor

May 10, 2020

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Economías indígenas y transformaciones agrarias en Bolivia

CUADERNO DE TRABAJO (6)

CUADE

AJO)

ECONOMÍAS INDÍGENAS Y TRANSFORMACIÓN AGRARIA EN BOLIVIA José Núñez del Prado

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Economías indígenas y transformaciones agrarias en Bolivia

El Postgrado en Ciencias del Desarrollo, CIDES, es el primer postgrado en la Universidad Mayor de San Andrés, (UMSA), especializado en estudios del desarrollo; por su carácter multidisciplinario depende del Vicerrectorado de la UMSA. Tiene como misión formar recursos humanos para el desarrollo y contribuir a través de la investigación y la interacción social al debate académico e intelectual en torno a los desafíos que experimentan Bolivia y América Latina. Todo ello, en el marco del rigor profesional y el pluralismo teórico y político y al amparo de los compromisos democráticos, populares y emancipatorios de la universidad pública boliviana. Los Cuadernos de Trabajo del CIDES-UMSA buscan contribuir a la difusión de trabajos de investigación que desarrollan estudiantes, investigadores y docentes de nuestra comunidad académica.

Dr. Waldo Albarracín Sánchez RECTOR M.Sc. Alberto Quevedo Iriarte VICERRECTOR M.Sc. Cecilia Salazar de la Torre DIRECTORA - CIDES Obrajes, Av. 14 de Septiembre Nº 4913, esquina Calle 3 Telf/Fax: 591-2-2786169 / 591-2-2784207 591-2-2782361 / 591-2-2785071 [email protected] www.cides.edu.bo

CONSEJO EDITORIAL:

Elizabeth Jiménez Zamora, Ph.D.

Coordinadora de este Documento de Trabajo: Elizabeth Jiménez Zamora

Edición: Virginia Aillón

Portada: Roturado tradicional de la tierra con arado de yunta en el altiplano

(Foto: Alejandro Romero).

© cides-umsa, 2018

Primera edición: Junio 2018

Esta publicación ha recibido el apoyo del Proyecto R4D: Feminización, Agricultura de Transición y Empleo (FATE) y el CIDES-UMSA.

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Economías indígenas y transformaciones agrarias en Bolivia

CUADERNO DE TRABAJO (6)

ECONOMÍAS INDÍGENAS Y TRANSFORMACIÓN AGRARIA EN BOLIVIA

José Núñez del Prado1

1 El autor es economista de la Universidad Católica Boliviana (UCB), máster en Ciencias Sociales con mención en Sociología rural de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), México). Doctor en Ciencias del Desarrollo del Postgrado en Ciencias del Desarrollo (CIDES-UMSA/UNAM). Especialista en desarrollo rural, economías campesinas e indígenas. Actualmente es docente e investigador del CIDES-UMSA, institución de la que fue director en 1994-1995 y en 2000-2002; fue coordinador del área de Desarrollo Rural de 2000 a 2014; también fue secretario técnico y coordinador de proyecto del Diálogo Nacional Bolivia Productiva del Ministerio de la Presidencia/PNUD y coordinador adjunto del Grupo de Desarrollo Rural (G-DRU), organismo de concertación entre Estado, cooperación, empresa privada, CSUTCB, redes de IPD – ONG.

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Economías indígenas y transformaciones agrarias en Bolivia

CONTENIDO INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................................................................................................1

1. PRINCIPALES TRANSFORMACIONES AGRARIAS EN BOLIVIA .....................................................................................................1

Sistemas productivos agropecuarios andinos: fases y decurso ...................................................................................................1

Ciudades intermedias, municipalización territorial rural - urbana ...........................................................................................2

Migraciones y doble residencia con vida anfibia .................................................................................................................................2

Nueva Ruralidad: pluriactividad, multisectorialidad, multifuncionalidad .............................................................................2

Apertura comercial con avalancha externa por libre importación de alimentos ................................................................3

Seguridad Alimentaria: acoplamiento rural/urbano.........................................................................................................................4

Avances en tenencia de tierra: extractivismo, neolatifundismo, agronegocio en Oriente y minifundio andino ..4

2. ECONOMÍAS CAMPESINAS E INDÍGENAS: POTENCIALIDADES Y OPORTUNIDADES DE MERCADO ........................5

Algunas consideraciones .................................................................................................................................................................................8

3. ECONOMÍAS CAMPESINAS E INDÍGENAS: ¿ES POSIBLE POTENCIARLAS SIN DESNATURALIZARLAS? .............. 10

4. HACIA UN RADICAL VIRAJE AGROALIMENTARIO NACIONAL .................................................................................................. 14

Viraje de la Reforma Agraria: aplicación de la Ley de Reconducción Comunitaria con enmiendas ........................ 14

Viraje en la producción alimentaria: agroecología hacia agricultura sustentable ........................................................... 14

Viraje en el tratamiento de la silvicultura forestal, del bosque, la selva, la Amazonía ................................................... 15

Viraje en la comercialización agroalimentaria: proximidad y circuitos cortos ................................................................. 16

Viraje en el consumo alimentario: nueva racionalidad ................................................................................................................. 16

Viraje en la política macroeconómica, comercial, de precios y mercados de alimentos ............................................... 17

5. APUNTES FINALES .......................................................................................................................................................................................... 18

BIBLIOGRAFIA ........................................................................................................................................................................................................ 19

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Economías indígenas y transformaciones agrarias en Bolivia

AGRADECIMIENTOS

La serie de documentos de trabajo preparados por el Proyecto Feminización, Transformación Agraria y Empleo

Rural, (FATE, por sus siglas en ingles) tiene por objetivo difundir los resultados de las investigaciones en curso

desarrolladas por el equipo de investigación a cargo de este Proyecto y por investigadores invitados a aportar en

el análisis de temas relacionados con el proyecto.

Esta investigación no hubiera sido posible sin el apoyo del CIDES-UMSA, del Programa Suizo para la Investigación

sobre temas globales para el desarrollo R4D (Research for Development) y de la Fundación Nacional Suiza para

las Ciencias, (Swiss National Science Foundation).

Elizabeth Jiménez Zamora

Coordinadora de la Maestría en Desarrollo Económico

CIDES UMSA

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Economías indígenas y transformaciones agrarias en Bolivia

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INTRODUCCIÓN

Cuando Elizabeth Jiménez Zamora, responsable del Proyecto FATE por el CIDES/UMSA, me invitó a exponer el

tema “Economías indígenas y transformación agraria en Bolivia” en el Seminario Internacional sobre

“Globalización, transformación agraria y rol de las exportaciones de cultivos no tradicionales”, advirtió mi interés

de incorporar visiones plurales y también críticas respecto de enfoques convencionales o estándar sobre la

búsqueda de mercados internos y externos para productos de las economías campesinas e indígenas. Todo, en el

objetivo de “establecer un espacio de análisis y debate sobre los escenarios actuales de globalización, las

transformaciones agrarias y el rol de la agricultura de exportación de cultivos no tradicionales”.

Luego de mi participación en dicho Seminario, se me invitó a elaborar un ensayo para enriquecer el acervo

investigativo del Proyecto FATE, concretado en el presente texto. Este ensayo contiene cuatro secciones, la

primera, dedicada a dar cuenta de una visión personal sobre las principales transformaciones agrarias en Bolivia

contemporánea; la segunda, destinada a analizar las economías campesinas e indígenas: sus potencialidades y

oportunidades de mercado, detallando experiencias y posibilidades, con el fin de visualizar tales potencialidades.

La tercera parte, más analítica, parte de la interrogación sobre si es posible potenciar las economías campesinas

e indígenas sin desnaturalizarlas; finalmente la última sección es una propuesta orientada a emprender un radical

viraje agroalimentario.

1. PRINCIPALES TRANSFORMACIONES AGRARIAS EN BOLIVIA

Tomamos como antecedentes de las estructuras e instituciones agrarias a: i) los procesos de despojo y ex -

vinculación de las comunidades andinas, ii) la conocida incidencia de las misiones religiosas sobre la

estructuración de las comunidades indígenas en Tierras Bajas, iii) características e impactos específicos de la

Reforma Agraria de 1953, iv) surgimiento de la agroindustria empresarial en Santa Cruz o de la ganadería en Beni

y en el Chaco, todos ellos, procesos de transformación de, pero que están como antecedentes y forman parte del

itinerario de cambios.

Sin embargo, no ahondaremos en tales antecedentes y nos dedicaremos, más bien, al análisis de hechos

contemporáneos, enfocados, fundamental, aunque no exclusivamente, en economías campesinas e indígenas.

Sistemas productivos agropecuarios andinos: fases y decurso

Las fases y decurso de los sistemas productivos agropecuarios de las economías campesinas-indígenas andinas

pasaron de un funcionamiento característico y pleno inicial en el período inmediatamente posterior a la Reforma

Agraria —con ciertos contenidos agroecológicos, economía orgánica defensiva, sistemas de fertilización,

conservación, descanso y rotación de tierras a partir de prácticas tradicionales; es decir, una fase larga inicial de

predominio agrícola y pastoreo tradicional diversificado a secano—, para pasar después hacia el predominio

ganadero bovino, terminando en notoria especialización.

Esto influyó en fuertes cambios en los sistemas productivos y el sentido general del manejo de las unidades de

producción (establecimientos agropecuarios, parte de lo que censalmente hoy se denominan Unidades

Productivas Agropecuarias, UPAS).

En estas unidades, el enfoque de mercado Paulatinamente se fue imponiendo, en desmedro de las vocaciones

productivas, el autoconsumo local y la seguridad alimentaria, asentando los criterios de rentabilidad, sistemas de

riego y demanda de crédito. A pesar de todo y aun sea débilmente se mantuvieron hasta hoy rasgos típicos de la

Revolución Verde.

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Economías indígenas y transformaciones agrarias en Bolivia

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Respecto a la tenencia de la tierra, luego de las primeras transferencias hereditarias a nuevas generaciones de

campesinos e indígenas productores, se fue presentando una “presión sobre la tierra”. Evidentemente,

comenzaron a descubrirse recurrentes casos donde el minifundio se convertía en un problema serio y extendido,

incluyendo situaciones de parvifundio e incluso surcofundio (diminutas franjas de tierra). Por eso, ya al final de

las tres décadas después de la Reforma agraria, y especialmente durante los 80 y 90, el minifundio se convirtió

en un verdadero “problema nacional”. Más, a pesar de su importancia, actualmente este tema se trata como asunto

tangencial, como un problema que se habría descomprimido, y, al final se habría “viabilizado y funcionalizado”

respecto del conjunto de acontecimientos y la marcha general de la economía, la política, la sociedad y la cultura

en el país.

Ciudades intermedias, municipalización territorial rural - urbana

A las transformaciones que sucedían en el mundo rural, la aprobación de la Ley de Participación Popular, LPP, en

1994 fue otro detonante para nuevas dinámicas en el sector. Además de movilizar ingentes y novísimas

cantidades de recursos financieros hacia áreas rurales, esta Ley dinamizó a nuevos sujetos de sentido territorial,

un tanto relegados frente a actores sociales sectoriales funcionales, sindicales y solamente corporativos. Se

abrieron nuevos ámbitos de actividad e interés para las poblaciones rurales, como el de las compras estatales (con

el desayuno escolar), y mayores actividades de salud, educación, acciones de la ONG, Iglesias, etc. Todo ello ha

generado un nuevo mundo rural en movimiento, incluso con visos de cierta “urbanización” del campo. Se sumaron

otro tipo de motivaciones e intereses, de revalorización y ejercicio de la política en nuevos sistemas

descentralizados de poder, accediendo muchos hombres y crecientemente también mujeres rurales a cargos

públicos electivos, o como parte del aparato burocrático y técnico de las alcaldías y nuevas instituciones y

organizaciones.

Migraciones y doble residencia con vida anfibia

Las migraciones influyeron grandemente en los cambios del mundo rural. Las experiencias de colonización

fueron su primera expresión y también se reflejó en una absorción en la menguada “industrialización”

manufacturera fabril urbana. Estuvieron también las cosechas y zafras algodoneras y azucareras en la zona

integrada de Santa Cruz. A esto acompañará la inserción de mujeres jóvenes del campo como “empleadas

domésticas”, una prolongación del pongueaje a nivel urbano. Después está una segunda absorción de mano de

obra rural en actividades resultantes de la terciarización de la economía, vía comercio al menudeo, conducción

de transporte urbano y otras actividades más.

Tanto movimiento poblacional de todo tipo (migraciones definitivas y permanentes, grandes trasplantes

geográficos de población), no pusieron fin a la presión sobre la tierra, que terminó bajando de tono, cambiando,

relativizando la problemática que años antes representaba el minifundio. Hoy esa migración es incluso al exterior,

generando “remesas” de dinero al país. En este tema destaca el surgimiento de la figura de residentes de “doble

y hasta multiresidencia”, una especie de vida anfibia urbana y rural. Estas familias y personas, cumpliendo

algunos requisitos, garantizan el derecho propietario sobre la tierra, emergiendo mecanismos automáticos de

ajuste de la presión sobre la tierra que prevalecía con anterioridad, factores y elementos que no son resultado de

políticas públicas ni ideadas por nadie en particular, menos por el Estado.

Nueva Ruralidad: pluriactividad, multisectorialidad, multifuncionalidad

Comenzó a prevalecer la pluriactividad de las familias, la multisectorialidad en el campo, la multifuncionalidad

en diversos roles en el mundo agrorural, dando lugar a este fenómeno conocido como “nueva ruralidad”.

Disminuyó el peso de la contribución del laboreo agropecuario en el ingreso de las familias del mundo andino,

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incrementando la ponderación de actividades rurales extra agropecuarias. No fue ajena a todo esto la presencia

de entidades estatales en poblados rurales, así como la proliferación de las IPD-ONG y otras organizaciones de

cooperación internacional, como las de microcrédito. A esto hay que sumar el aumento de servicios en ciudades

intermedias, la construcción de infraestructura de salud y educación, y la actividad creciente que todo ello implica

en la oferta de servicios y despliegue de algunos oficios intermedios y menores con recursos humanos locales.

Este despliegue incluyó, a la vez, las áreas de turismo, banca, finanzas y servicios.

Apertura comercial con avalancha externa por libre importación de alimentos

En Bolivia, el subsistema agroalimentario de comercialización ha pasado de un sistema de ferias campesinas

ruralizadas, locales, provinciales, cantonales, comunales y en ciudades intermedias, hacia nuevos sistemas de

comercialización, asociados a mercados modernos, propaganda, marketing y similares, propios de una

urbanización y modernización creciente en todos los sentidos. Con los años, avanzó una agricultura de contrato,

vinculada con economías campesinas e indígenas especializadas y dependientes de monopolios, con cupos de

venta “garantizados”, muy ligados al nuevo sistema de abasto y suministro. Este nuevo sistema remplazó el

antiguo de tiendas al por mayor y al menudeo en barrios y mercados típicos, por el de “supermercados”, que han

ido bajando incluso la importancia de tambos y mercados de barrio, convirtiéndose en la fuente preferencial de

abastecimiento de vastas poblaciones urbanas.

De este modo, han ido desapareciendo o disminuyendo en su importancia y rol los circuitos comerciales cortos

en función de productos de temporada, frescos y en buen estado, vía ferias ruralizadas, ferias urbanas anuales o

circunstanciales, campesinos e indígenas vendiendo directamente “al raleo” en plazas, calles y casas de ciudades.

En su lugar, se han establecido los circuitos largos con recorridos geográficos irracionales, trasladando alimentos

pesados y hasta perecibles, o poco duraderos, que exigen complejos sistemas de acopio, almacenamiento,

refrigeración y manipulación, desde localidades sumamente alejadas, de un extremo del país a otro. Más aun,

estos circuitos comprenden , y ahora mayoritariamente, recorridos desde otros países, incluyendo trayectorias

marítimas que cruzan océanos y continentes, siendo que en el país existe condiciones, bases, dotación de recursos

naturales y agroalimentarios para organizar una distribución, circulación y comercialización de alimentos en

mejores condiciones, en función de seguridad y soberanía alimentaria, y no para agrandar la inmensa riqueza de

transnacionales agroalimentarias que gobiernan nuestra dieta.

En la política neoliberal de shock, aplicada mediante el famoso Decreto Supremo 21060, no todo fue relocalización

de mineros, libre contratación y otras medidas, sino también la apertura comercial que tuvo como corazón la libre

importación de alimentos. La subvención de agricultores en otros países, el dumping, la competencia desleal, la

disminución de la demanda urbana de productos campesinos e indígenas, los mercados oligopólicos, y las

políticas proteccionistas en los países vecinos y los EE.UU., afectaron y siguen afectando de manera negativa en

las economías campesinas e indígenas que tradicionalmente eran las abastecedoras fundamentales de alimentos

en el país. Junto a otros factores, esta política determinó que de proporciones muy significativas en el suministro

alimentario nacional—en su mejor momento superiores al 85% y como promedio de décadas al 70%—, el

abastecimiento campesino de alimentos fuese paulatinamente disminuyendo su peso, que hoy sigue siendo

mayoritario —aproximadamente 50%—, frente a 30% de alimentos importados y 20% que proporciona la

agroindustria nacional.

Los términos de intercambio entre importaciones y exportaciones agroalimentarias reflejaron siempre

resultados estructuralmente desfavorables para el país. Los mercados nacionales fueron convirtiéndose en

entrada para productos de alto valor agregado y elevado costo de empresas transnacionales agroalimentarias de

los EE.UU. y Europa. Estas empresas no normalizan ni equilibran el sistema de precios interno ni internacional,

sino que trabajan con precios especulativos, determinados por dichas empresas, agudizando nuestra

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dependencia agroalimentaria. Bolivia, se convirtió paulatinamente en un mercado para los saldos

agroalimentarios de países vecinos e industrializados del Norte, todo con el agravante de soportar costos de

producción y precios inferiores a nivel interno. Como ejemplo preocupante es el de la papa, ya que siendo Bolivia

la cuna de este tubérculo, llegó a gastar en ciertos años más de medio millón de dólares para importar más de

2000 toneladas de papa. De consumir solo arroz nacional a principios de los 90, se llegó a importar más de 10.000

toneladas los años posteriores al 2000.

Seguridad Alimentaria: acoplamiento rural/urbano

De todas formas, fue creciendo y se hizo más importante el abastecimiento de alimentos del campo hacia las

ciudades, también el intercambio de alimentos entre localidades rurales y el suministro de productos

alimentarios agroindustriales desde el Oriente hacia todo el mundo rural boliviano. El inmenso movimiento

poblacional y las migraciones tuvieron implicancias “uniformadoras” de las pautas y patrones de consumo

alimentario, registrándose cambios dietéticos bien caracterizados, con rasgos casi comunes al conjunto de la

población, reduciendo las anteriores y abismales diferencias entre campo y ciudades.

La seguridad y soberanía alimentaria y nutricional, se ha convertido, de manera irreversible, en un factor

importante que no solamente es puente entre los ámbitos urbano y rural. Todo lo contrario, este concepto sirve

para comprender que ya no es posible hablar por separado y dualmente de desarrollo rural y desarrollo urbano,

clasificados de manera aislada. , Más bien, estaríamos asistiendo al acoplamiento de ambas partes como “dos

ámbitos de un solo mundo”, a manera de agrópolis rurbana, una nueva forma de vida común interconectada, que

exige nuevos paradigmas de interpretación y desarrollo, nuevas metodologías y nuevo instrumental para

penetrar e intervenir en esa nueva realidad. Es claro que en esta nueva realidad impactan también las

migraciones, la doble residencia, el flujo de productos, insumos, recursos, dinero, capitales, turismo interno rural,

espacios compartidos con terrenos suburbanos de engorde y muchos otros más, sin soslayar ámbitos comunes

educativos, tecnológicos y los que aporta el paulatino cierre de la brecha digital entre ambos ámbitos.

Avances en tenencia de tierra: extractivismo, neolatifundismo, agronegocio en Oriente y minifundio

andino

Durante el “proceso de cambio” que tiene lugar en el país, se han determinado avances legislativos y normativos

respecto de distribución de tierra a favor de Territorios Indígenas Originarios Campesinos, TIOC, antes TCO,

comunidades y campesinos, junto a varios otros instrumentos relativos a inversiones en riego, seguro agrícola, y

otros menores. Sin embargo, dichos avances en tenencia de tierra no superan el sentido y contenido del

neolatifundismo en Tierras Bajas —y el agronegocio en Santa Cruz— ni el minifundio campesino indígena andino.

Es más, impera un nuevo tipo de extractivismo agropecuario y no solamente minero o hidrocarburífero,

expresado, sobre todo, pero no exclusivamente, en el predominante cultivo de soya, pero también en cultivos

campesino-indígenas como de la hoja de coca y de la quinua.

La cuestión de la tierra es una sola, no se trata de minifundio, por un lado, y latifundio por otro, como problemas

separados e inconexos. Ambas situaciones hacen a la manera en que se distribuye la tierra —principal activo y

capital natural de la historia— entre la población boliviana, entre sus distintos conglomerados sociales,

proporción, manera y formas de distribución. Todo esto define, además, las modalidades y patrones de ocupación

territorial y poblamiento, pues tiene que ver con el patrón de acumulación y sobre todo con los sistemas

productivos agropecuarios, forestales y silviculturales. Pero, esencialmente define la manera en que nos

organizamos socialmente para la producción agroalimentaria, para reproducir nuestra vida, nuestra sociedad. Se

define así también, en buena parte, la distribución de riqueza.

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Economías indígenas y transformaciones agrarias en Bolivia

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Uno y otro ámbito, economías campesinas indígena y agroindustria, debieran complementarse naturalmente,

pero la realidad es dura y diferente, impele a competir, a confrontarse en el mercado interno y externo para

determinar quién abastece de los principales alimentos y quien exporta, con qué modelo agroalimentario se

suministra alimentación y nutrición para la población. En busca de ocupar ese lugar, reina la lógica darwiniana

del más fuerte –que además tiene como padrino al Estado—, donde el latifundio y el agronegocio (asentado no

exclusivo, pero principalmente en Santa Cruz), con un modelo agroindustrial típico de la Revolución Verde,

cuando no depredador y extractivista, privilegia la actividad empresarial comercial y agroexportadora. Es decir,

privilegia el lucro, la rentabilidad y la sobreganancia por encima de la satisfacción de necesidades y el derecho

humano a la alimentación, incluso priorizando el commodity soyero, arrincona, margina y excluye del rol

agroalimentario y de los mercados a la pequeña producción campesina en su conjunto.

Con todo, no se puede dejar de señalar y reconocer que la emergencia, consolidación, expansión y predominancia

de lo que se denomina “modelo agropecuario cruceño de desarrollo”, es decir la agricultura empresarial,

comercial, principalmente exportadora del Oriente, representó y representa una de las transformaciones más

significativas e impactantes en el decurso del agro, la economía, la realidad y la vida de los bolivianos.

2. ECONOMÍAS CAMPESINAS E INDÍGENAS: POTENCIALIDADES Y OPORTUNIDADES DE MERCADO

La creciente vinculación campesina e indígena con el mercado interno no se limita ni reduce a la alimentación,

nutrición y abastecimiento de la dieta general. Se amplía hacia rubros considerados como insumos importantes

para la industria y la construcción de vivienda de las principales ciudades, como la diversidad de madera y otros

materiales. También se puede anotar líneas importantes de farmacopea aprovechando las plantas medicinales.

Antes de exponer nuestro punto de vista sobre “qué hacer”, describimos el contexto y la realidad en materia de

potencialidades y oportunidades, dentro del marco mercantil predominante y medio ambiente institucional,

importantes de visualizar como insumos para una reflexión final.

En ligazón con el potencial del mercado interno, las expectativas y posibilidades de generación de bienes

culturales son enormes, tomando en cuenta los ítems artesanales en hilados, tejidos, trabajos en madera, cuero y

otros materiales propios de los pueblos indígenas. Igualmente, en el aprovechamiento económico de la diversidad

cultural patrimonial y cultura viva expresada en festividades simbólico religiosas, con implicancias artísticas y

folklóricas de todo género. Finalmente, el paisaje de las tierras comunitarias de origen y territorios indígenas,

como base para un despliegue de nuevo tipo en materia de etnoecoturismo.

Pero las potencialidades y oportunidades para las economías campesinas e indígenas del país no se limitan al

mercado interno, existen también –y en casos con experiencias concretas— posibilidades en mercados externos.

Analizando ambas dimensiones, en el país ya existieron importantes debates, reflexiones y avances respecto de

si esas articulaciones con distintos mercados deben realizarse a partir de enfoques de “cadenas productivas o de

valor”, de “clústers”, de “Distritos Industriales”, o modalidades combinadas mixtas que es como en los hechos

funcionan estos procesos, tal como la actual denominación gubernamental de Complejos Productivos Integrales,

CPI. En todos los casos hay necesidad de referir a la realidad productiva y las potencialidades, donde hay varios

casos a señalar.

Inicialmente se seleccionaron 14 cadenas productivas nacionales, y luego por confluencia de enfoque del

Ministerio de Agricultura y el Poder Ejecutivo, se consolidaron 21 cadenas productivas. Los criterios de

identificación y priorización apuntaron, en general a generación de empleo, generación de divisas, aporte al PIB,

grado de transformación y valor agregado.

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Economías indígenas y transformaciones agrarias en Bolivia

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Las cadenas productivas seleccionadas en el primer grupo fueron: 1) quinua, 2) oleaginosas, 3) madera y sus

manufacturas, 4) textiles y confecciones, 5) cuero y sus manufacturas

En la selección también se incluyeron otros criterios referidos a facilidad y voluntad política, voluntad de los

actores de mejorar la cadena, base estructural competitiva razonable y equidad regional. Las cadenas productivas

seleccionadas en el segundo grupo fueron: 1) camélidos (fibra y carne), 2) castaña, 3) banana, 4) palmito, 5)

bovinos (carne), 6) uvas, vinos y singanis, 7) trigo y, 8) maíz duro/avícola.

Adicionalmente, se contempló el sector turismo, que a diferencia de los otros se desarrolla alrededor de una

atracción turística específica, priorizándose el circuito turístico Sucre- Potosí- Uyuni, y actualmente se discute la

viabilidad de otros circuitos.

Como se puede observar, la mayoría son cadenas del sector agropecuario, conformando un esfuerzo y un

escenario positivo que hay que explorar y explotar.

En términos generales, se puede conocer el estado de situación de estas cadenas y particularmente observar la

colocación y perspectivas de las economías campesinas e indígenas dentro de las mismas.

Una cadena importante es la del banano. En Bolivia se produce banano en el Chapare Tropical del departamento

de Cochabamba, y en menor proporción en las zonas de Los Yungas y Alto Beni de La Paz. Este es un producto

boliviano exportable cuyo mercado no está totalmente desarrollado a pesar de la demanda externa. Los

principales actores fueron los productores de 19 asociaciones que recibieron asistencia técnica del Proyecto de

Desarrollo Alternativo (3900 familias con asistencia técnica y 9000 familias productoras de banano que

abastecen directamente el mercado interno sin asistencia). Hasta 2010, las exportaciones llegaron a 14 000 t y el

mercado institucional del desayuno escolar absorbió casi 5000 t. El mercado interno representaba 69.1% de la

producción, las exportaciones el 22.7% y el mercado institucional el 8.2%. Bolivia tendría una excelente

oportunidad de ampliar sus exportaciones al mercado del norte argentino. Siguen como principales mercados la

UE y EE.UU., aunque Japón y Canadá también son importantes importadores. Adicionalmente, se considera a

China un mercado ahora incipiente, pero con futuro.

En la cadena de camélidos, en el mundo existirían 7870.102 camélidos sudamericanos, 52% en Perú y 38.2% en

Bolivia (3000.378 cabezas) de los que 15% son alpacas y 85% llamas. Bolivia es el mayor productor mundial de

llamas ya que cuenta con el 77% de las cabezas en 5.000.000 ha, mayoritariamente en Oruro (50%), Potosí (33%),

La Paz (12%), y en menor medida en Cochabamba y Tarija. Los productos derivados son carne de llama y de

alpaca; fibra de llama y de alpaca; cuero de llama y algo de cuero de alpaca, siendo los más importantes la carne

de llama y la fibra de alpaca. La carne de llama se está haciendo cada vez más atractiva en el mercado de alimentos

orgánicos y saludables debido al bajo contenido de colesterol. La fibra de alpaca sirve de insumo para la

fabricación de hilos que a su vez se emplean para la confección de prendas de vestir. La fibra de alpaca boliviana

es, en promedio, uno o dos micrones más fina que la de otros países, debido a que los animales son criados en

lugares más altos. Esta cualidad ofrece la oportunidad de expandirse hacia otros mercados, pues cuenta además

con un rango muy amplio de colores naturales comerciables.

Obviamos detalles de las cadenas de oleaginosas (principalmente soya), bovinos de carne, cueros y

manufacturas de cuero, textiles y algodón, bien conocidas y que, si bien involucran de varias maneras a las

economías campesinas e indígenas, refieren principalmente a esfuerzos empresariales del Oriente. Igual sucede

con la cadena de uvas, vinos y singanis en Tarija y el sur del país, importantes todas pero que no hacen al objeto

de este ensayo.

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Economías indígenas y transformaciones agrarias en Bolivia

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En el caso de palmito, en nuestro país la producción empezó a fines de los años 70. En la actualidad, está en pleno

proceso de expansión en el Chapare, pero se produce en La Paz, Beni, Pando y Santa Cruz, extraído como palmito

silvestre. La producción agrícola se realiza en el trópico de Cochabamba, en las provincias Carrasco, Chapare,

Tiraque y algo en los municipios de Yapacaní y Puerto Greter, en la provincia Ichilo de Santa Cruz. El palmito

cultivado es un producto relativamente nuevo en el mercado nacional e internacional y es utilizado como

substituto del espárrago o la alcachofa. Es un producto de explotación forestal no maderable, impactando en los

ingresos de alrededor de 3000 familias dedicadas esencialmente al cultivo, y muchas otras que desarrollan

actividades relacionadas en industrialización, transporte, comercialización, asistencia técnica, provisión de

insumos, etc.

Dentro de la cadena de avicultura, que combina actividad de pequeños productores y esfuerzos empresariales,

se produce esencialmente carne y huevo, pero también, en embutidos. La industria avícola tiene una tecnología

adecuada a las exigencias de la industria mundial y sus condiciones de producción han mejorado mucho, por lo

que se ha vuelto una de las más importantes de la economía nacional. Por otro lado, la carne de pollo boliviano es

muy valorada en el mercado internacional por su buen sabor. Esta cualidad se debe a que las aves son alimentadas

principalmente con maíz, sorgo, soya y girasol. El otro producto principal, el huevo, se destina al mercado interno,

dejando sólo un pequeño porcentaje para la exportación. La industria avícola boliviana ha efectuado

exportaciones ocasionales, principalmente de pollos parrilleros congelados.

La cadena de madera y manufacturas de madera se desarrolla a partir de que Bolivia cuenta con un área

forestal de 53 millones de ha correspondiente al 48% de la superficie nacional. Estos bosques naturales

representan el 1,28% de la cobertura forestal mundial y casi 10% de los bosques tropicales en América del Sur,

siendo ahora el primer país en el mundo con cantidad de bosques tropicales certificados. Del total de la superficie

boscosa, 29 millones de hectáreas de bosque están dedicados a la producción forestal permanente, pero

mayoritariamente de manera insostenible.

Las 29 millones de ha en producción están distribuidas en 6 grandes regiones productoras de recursos forestales

maderables y no maderables, a la cabeza de la Amazonia, con gran variedad de especies, tanto de maderas nobles

con alto valor comercial, como especies que no son aprovechadas actualmente. Se trata de más de 176 especies

maderables identificadas, de las cuales pocas son explotadas y exportadas. Este es un asunto urticante y debe

tratarse con sumo cuidado a través de Planes de Manejo de TIOC y Áreas Protegidas, Parques Nacionales y

Reservas Biológicas.

En la cadena de castaña, se ha establecido que sólo los bosques amazónicos de Bolivia, Brasil, Perú, Guayana y

Colombia poseen el árbol en forma natural y silvestre y sólo los tres primeros países comercializan la semilla;

además, Perú tiene menor producción y cantidad de árboles que Brasil y Bolivia. En Brasil, cada árbol produce un

promedio de 56 frutos, en Perú 50 frutos y en Bolivia 205 frutos. La región castañera de Bolivia es la Amazonia

Norte que abarca el departamento de Pando, la provincia Vaca Diez del departamento de Beni y el norte de la

provincia Iturralde del departamento de La Paz. De los 150.000 habitantes de las zonas productoras, se estima

que 65% se dedica a la actividad castañera en un área que abarca 10% de la superficie total del país. La castaña

boliviana es orgánica y biológica, cualidad explotada por Tahuamanu, la empresa productora más grande, pero

ya existen otros emprendimientos, incluso estatales. La tendencia estaría en producir castaña orgánica

certificada, porque esta nuez boliviana tiene selenio efectivo contra el cáncer y colesterol benéfico que actúa como

antiácido natural, además de sus propiedades nutritivas y calidad de sus aminoácidos. En la zona castañera existe

más de 700 establecimientos rurales donde funcionan aproximadamente 180 barracas como unidades de

explotación forestal a cargo de un propietario, el barraquero, quien contrata a los zafreros. Existe una fuerte

presión de los países europeos importadores para que las empresas exportadoras disminuyan el contenido de

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Economías indígenas y transformaciones agrarias en Bolivia

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aflatoxinas, que son toxinas cancerígenas producidas por un moho que crece en los cultivos de cacahuate, árboles

de nueces, maíz, trigo y semillas oleaginosas como la del algodón.

Otra cadena importante es la de quinua, cereal originario de Bolivia y Perú que crece entre los 2500 y 4000

msnm, que se cultiva en la zona altiplánica de los departamentos de Potosí, Oruro y algo en La Paz, ya que la

planta puede resistir temperaturas de hasta 7 grados bajo cero. Son por lo menos cinco grupos de variedades de

quinua que se producen en distintas eco-regiones. La principal es la que se produce en la zona del inter salar de

Uyuni, conocida y patentada como “quinua real”, considerada la de mejor calidad en el mundo, con un contenido

de proteínas mayor y un grano de tamaño grande, siendo exclusiva de Bolivia. La quinua real ha sido incorporada

entre los productos con denominación de origen, hecho que le da una ventaja comercial adicional al producto del

altiplano sur. Después de un boom de precios internacionales que supuso su expansión y auge, los últimos años

tal dinámica está en descenso, habiéndose registrado incluso un retroceso a un segundo lugar en el ranking de la

región, y Perú es hoy el mayor productor y exportador del área.

Algunas consideraciones

En relación a lo visto, corresponde reflexionar sobre las potencialidades de competitividad de las economías

campesinas e indígenas en el mercado interno, pero especialmente en dirección a mercados externos. En la

actualidad y en las condiciones existentes, casi ninguna economía campesina, con pocas excepciones, y ningún

pueblo indígena puede calificarse con un potencial de “muy competitivo”. Solamente algunos casos pueden

presentar potenciales de competitividad, y la mayoría son poco competitivos.

La información permite ver que, proporcionalmente a su población, en el espacio andino se registra la inexistencia

o poca cantidad de empresas, entre las que destacan las Organizaciones Económicas Campesinas, OECA y/o

asociaciones de productores. Asimismo, no existen estrategias de largo plazo para su inserción en los mercados,

llegando a vender los excedentes a precios inferiores a los costos de producción. Aunque hay excepciones, los

productores no están llegando mayoritariamente a los mercados con productos de calidad. Llegan tan solo a las

ferias con la venta de productos no transformados y sin estrategias de apertura de mercados internacionales a

corto plazo. Hay organizaciones fuertes en sentido político y social, pero débiles en la parte económica. No se

advierte infraestructura, tecnología y recursos humanos con perspectivas de mercado.

En el espacio amazónico y chaqueño oriental los problemas de competitividad no se deben a la ausencia de

industrias, sino a la ausencia de relaciones de los pueblos indígenas con las industrias y empresas existentes, a

problemas de orden territorial, así como a su inserción en los mercados con la venta de excedentes, pero en

volúmenes pequeños. En este sentido, en la mayoría de los casos no tienen las fortalezas para insertarse en

mercados donde la demanda de producción es alta (volúmenes/cantidades) y con exigentes normas de calidad.

Como promedio, los pueblos indígenas alcanzan un grado de competitividad menor en relación a la calidad, lo

cual refleja la realidad de economías que destinan la producción para su consumo antes que en dirección a los

mercados. Adelantamos que esto amerita instalar una reflexión profunda sobre esta opción, versus la opción de

la seguridad y soberanía alimentaria, para identificar mayores posibilidades de aporte estratégico.

Otro aspecto importante que se debe tomar en cuenta, es la habilidad y capacidad de los indígenas para los

procesos de producción. Es decir, disponen de recursos humanos muy calificados para una etapa del proceso,

pero no así para la fase empresarial y de llegada a los mercados. La mayoría tiene serias dificultades en relación

a la infraestructura caminera, costo y flujo de transportes, disponibilidad de energía eléctrica, inversión de capital

y uso de tecnologías. Todo ello refleja las limitaciones de base y la falta de visión de promoción competitiva con

visión de mercado, de mediano y largo plazo, tanto desde el Estado como de las organizaciones campesinas. Esta

situación se complica por la ineficacia de las reparticiones especializadas y encomendadas para este propósito.

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Economías indígenas y transformaciones agrarias en Bolivia

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Hay una estructura constituida por un reducido número de empresas productoras y exportadoras y por un gran

número de pequeños productores con bajos volúmenes de producción, que llegan a los mercados en forma aislada

y con productos muy variados en calidad, tamaño y presentación. En su mayoría, nuestras economías campesinas

e indígenas generan productos de consumo masivo, que son vendidos en el mercado sin ningún tipo de

transformación, lo que determina, en muchos casos, que los costos de producción sean superiores a los precios

de mercado.

Las empresas no tienen una oferta directa para las economías campesinas e indígenas, las que, además, no

establecen alianzas estratégicas con los empresarios, factor que debiera ser considerado. La asistencia prestada

a los indígenas por las diferentes instituciones, en relación a la transferencia de tecnología, investigación, apoyo

en capacitación, servicios de asistencia técnica y otros, es general y en muy pocas oportunidades se ha

direccionado en el sentido de la producción para los mercados internacionales, con competitividad y calidad.

Una lista de especies vegetales de la región de la Amazonía, poco explotadas, a la vez que recomendables para la

implementación de proyectos de producción o de experimentación como cultivos para uso industrial incluiría:

castaña, palmito (de extracción amenazada por sobre explotación), jatata, achachairú, aguaje, almendro, anona,

arazá, asaí, babasu, bacuri, caimitillo, caimito, camu , cocona, copoasú, cutite grande, granadilla de olor, guaba,

guanábana, guaraná, guapurú, huito, lucma, mamey, mangaba, naranjilla, palillo, pijuayo, pitanga, pitomba, sacha

guayaba, sachamango , totaí, uvilla, uña de gato, barbasco, motacú, cusi, totaí, aceite de majo, savia de sangre de

drago, achachairú, guapurú, mangaba, jatata, y muchos otros más). Entre las plantas aromáticas y de aceites

esenciales más demandadas están: pimienta, pimentones y paprika, nuez moscada, canela, vainilla, cúrcuma,

cardamo, jengibre, curry, orégano, diversos tipos de ajíes y otros.

Sabemos que mucha población recurre a la medicina tradicional. Existen dos mercados para las plantas

medicinales: i) la industria farmacéutica, donde las materias primas son procesadas y los principios activos

incluidos en preparaciones más complejas y, ii) el comercio popular, donde las materias primas son vendidas en

su estado natural o son procesadas de forma sencilla para jarabes, polvos y otros. El mercado de medicamentos

o preparaciones sobre la base de productos naturales, sean plantas, minerales o extractos de animales, está

sumamente desarrollado y numerosas firmas o laboratorios fabrican estos productos bajo las recomendaciones

y enseñanzas propias de esta medicina. Tienen demanda en el mercado internacional. La mayor parte de las

plantas viene de climas templados. Los laboratorios y empresas establecidos en Bolivia, compran los extractos de

plantas en el exterior y unas pocas esencias en el país.

En Europa, dos colorantes son los más empleados, incluyendo el achiote. Bolivia, como tradicional exportador de

achiote cuenta con una red de productores y de comercializadores, cuya producción está declinando. Las

cumarinas, extraídas de las semillas, tienen igualmente mercado en la rama cosmética que se encuentra en

expansión en América del Norte. La cúrcuma constituye el principal colorante y saborizante en el mercado

internacional. En Bolivia se ha promocionado su cultivo y se exportan pequeñas cantidades a los países vecinos.

De todos modos, en materia de potenciales exportadores, se aprecia una tendencia creciente de participación

porcentual de los productos no tradicionales. Bolivia cuenta con algunos acuerdos comerciales y de integración,

además de regímenes especiales de preferencias arancelarias en diferentes contextos regionales. El potencial

exportable nacional, no sólo se expresa en esta normativa, sino también en la demanda concreta adicional

insatisfecha.

Exportar en Bolivia es complicado, se exige una tramitación difícil, de altos costos y con recursos especializados.

Aunque parece que algo ha mejorado, el trámite precisaba muchos pasos con numerosas dificultades. Asimismo,

los plazos para la devolución de impuestos se prolongan innecesariamente por varios meses. El fomento a las

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Economías indígenas y transformaciones agrarias en Bolivia

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exportaciones se encuentra disperso en varias reparticiones. No hay alianzas con el reducido pero activo sector

de investigación. No existen grandes facilidades crediticias y las entidades financieras que sirven a este sector

están poco desarrolladas.

Mayormente, estas economías campesinas e indígenas del país, son parte de sociedades caracterizadas por un

desenvolvimiento agrocéntrico, con predominio agrícola y en casos ganadero/pastoril o silvo-pastoril. Las

actividades artesanales, de pequeña industria doméstica, comercio, transporte u otros servicios son

complementarias, aunque de creciente importancia. Predomina un desempeño productivo en agroecosistemas

familiar comunales de cierta diversificación, pero con centro de organización de la producción, rotación de

cultivos y descansos en función de un cultivo principal, de un rubro ganadero o de una especie forestal arbustiva,

según el caso. Tal el caso de los productores de arroz, maíz y papa, con débil articulación al mercado de productos

y de dinero o financiamiento, con términos de intercambio estructuralmente desfavorables, importante pero

precaria articulación con mercados laborales e inexistente vinculación con el mercado de capitales.

Empero, también se advierte el empleo de recursos para hacer frente a la baja productividad, como, por ejemplo,

la experticia para producir, incluso con excedentes eventuales (sin destino de mercado) y experiencia ancestral

de transformación (conservación) de productos. Pero, a la vez, se advierten dificultades para extender y

generalizar estos recursos en términos modernos y explotación de mercado, y más aún, para generar

agroindustrias campesinas, indígenas originarias.

Las tendencias muestran que se vende excedentes pero que los productores no se organizan ni producen para

vender, lo que exige otra lógica. Esta es la fuente del desencuentro con los sistemas de comercialización y

mercadeo a escalas rentables, en medio de una creciente demanda de crédito, demostrada solvencia y baja

morosidad. De este modo, no se llegan a constituir mercados financieros rurales y la articulación productiva es

débil cuando no inexistente con pueblos y ciudades intermedias, que no sea mediante el sistema de

intermediación, ferias, etc., emigración económica permanente y temporal, sin retroalimentación significativa.

Mayormente, son conductas de desempeño económico basadas en ventajas naturales o absolutas como

comparativas, pero acusan ausencia o poca significancia de las ventajas competitivas genuinas y dinámicas. Es

importante y significativo su aporte al abastecimiento del mercado interno, pero diminuta y casi inexistente su

participación en las exportaciones no tradicionales emergentes. Así, no se aprovechan las potencialidades de

desarrollo del etno-eco turismo y la biodiversidad, como posibilidad de inserción en la globalización a partir de

la diferencia y como base de un desarrollo con identidad.

En términos técnicos hay señales de degradación generalizada de los sistemas de producción locales, afectando

a la agropecuaria generadora de ingresos monetarios. Asimismo, la disminución drástica del rendimiento agrícola

y la productividad pecuaria, con aumento del trabajo, baja en el acceso a recursos claves como pastos y, en

general, ausencia de alternativas sustitutivas de la actividad declinante. Buena parte de los campesinos declara

no tener otro rubro alternativo y optar por tendencias crecientes a la migración temporal, o ser parte de la actual

situación de doble y hasta multiresidencia. En este marco de cambios y transformación, la agropecuaria ya no lo

es todo, sino que coexiste y se ve disminuida en medio de multifuncionalidad y multisectorialidad, típicos de una

nueva ruralidad y articulaciones muy fuertes entre los ámbitos urbano y rural.

3. ECONOMÍAS CAMPESINAS E INDÍGENAS: ¿ES POSIBLE POTENCIARLAS SIN DESNATURALIZARLAS?

Después de identificar y caracterizar, breve y casi esquemáticamente las principales transformaciones agrarias

contemporáneas en el país, hemos observado, con sentido proactivo y sinérgico, que las economías campesinas e

indígenas de Bolivia han experimentado con emprendimientos, programas y proyectos económicos en busca de

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Economías indígenas y transformaciones agrarias en Bolivia

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mercados internos y externos. A pesar de las limitaciones y fragilidades estructurales, superando varias

dificultades y arriesgando mucho, estos emprendimientos, no muy numerosos ni frecuentes pero significativos,

se han desarrollado aprovechando las potencialidades propias y endógenas y las oportunidades exógenas de

mercado. El objetivo ha sido escalar en dimensión de operaciones y lograr ingresos y ganancias mayores que las

usuales, interviniendo con nuevas lógicas mercantiles y que típicamente las podríamos denominar como

“capitalistas”, distintas a las lógicas y racionalidades tradicionales y ancestrales, a las que están y estaban

acostumbrados sus actores familiares y comunales.

Esto lo hemos hecho en consideración del objetivo del Seminario “Globalización, transformación agraria y rol de

las exportaciones de cultivos no tradicionales”, para analizar y debatir escenarios de globalización,

transformaciones agrarias y rol de la agricultura de exportación de cultivos no tradicionales, en general, y con

especificidad hacia economías campesinas e indígenas.

En Tierras Altas andinas de Occidente del país, con altiplano, valles y sub-trópico, desde la Reforma Agraria en

adelante, pero principalmente desde los años 70, se han llevado adelante numerosos programas y proyectos para

dinamizar lo que mayoritariamente se consideraban como economías campesinas. La lista es larga, pero se puede

nombrar como ejemplo los esfuerzos del Desarrollo de Comunidades, Desarrollo Rural Integral, DRI, las

inversiones y apoyo de proyectos del Banco Mundial —incluyendo infraestructura caminera articulando

mercados—, Desarrollo Alternativo, y los esfuerzos de Organizaciones No Gubernamentales e Instituciones

Privadas de Desarrollo, ONG-IPD. En todos esos casos, se buscaba relacionar estas economías con mercados,

principalmente internos, mejorar precios, brindar capacitación, asistencia técnica y tecnológica y acceso a crédito.

Por otra parte, si se toma en cuenta a la Central Integradora de Organizaciones Económicas Campesinas, CIOEC,

y a sus OECA afiliadas, como los casos de la Asociación de Organizaciones Productivas Económicas de Bolivia,

AOPEB, la dirección se dirigió hacia mercados y nichos de mercados externos vía el Comercio Justo y Solidario. Se

conoce y seguro que hay muchos casos exitosos en el intento, la mayoría con éxitos momentáneos y

circunstanciales, no sostenibles en el tiempo. Pero la mayoría han sido fracasos y frustraciones, ya que una vez

terminado el financiamiento de la cooperación internacional que apoyaba dichos emprendimientos, comunidades

e instituciones, no podían continuar y sostener por cuenta propia esas iniciativas, retornando a su lógica y

tradicional manejo y conducta de sus asuntos agropecuarios y productivos.

Todo ello es muy conocido y mereció la atención, a través de evaluaciones, reflexiones y publicaciones muy

profusas. Menos conocido y difundido es el caso de Tierras Bajas de Oriente, Chaco y Amazonía, y más

específicamente los emprendimientos de lo que típicamente se conoce ahora como Pueblos Indígenas. La

magnitud de estas experiencias en toda la Amazonía, y no solamente en la boliviana, es muy grande. Se ha

constatado que la mayoría o han fracasado o han tenido muy poco éxito como actividades empresariales, y que

respondieron, sobre todo, al financiamiento antes que a una relación viable y duradera con el mercado. Además,

los indígenas amazónicos, en general, tienen escasa comprensión de cómo funciona el mercado, aunque ya es

parte de su vida cotidiana. En la mayoría de los casos, lideratos y dirigencias participaron como entidades

ejecutoras de proyectos empresariales o como intermediarios de donaciones extranjeras, sirviendo a sus afiliados

con información y análisis de las condiciones económicas, enseñándoles sobre el funcionamiento del mercado y

ejerciendo presión política sobre decidores.

En la viabilidad de los proyectos, se evidenció mucho contraste entre iniciativas privadas y colectivas; es decir

entre aquellas cuyo capital y medios de producción pertenecen directamente a individuos o familias y aquellas

en las cuales el capital o los medios de producción pertenecen a comunidades, cooperativas y federaciones. Estas

últimas son la mayoría ya que la orientación comunal de los indígenas amazónicos está arraigada muy

profundamente, confundiendo frecuentemente las diferencias entre don/reciprocidad, solidaridad y

redistribución con la lógica de intercambio mercantil y ganancia.

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Entre las contradicciones y mirando la Amazonía mayor, desde la década de 1960, especialmente en los países

andinos de la cuenca amazónica (Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia), grupos de indígenas amazónicos alentados

por misioneros, activistas políticos y otros, habrían estado adoptando modalidades colectivas esencialmente

andinas de posesión de la tierra y sus recursos, bajo el nombre de comunidad, como respuesta y defensa cultural.

Otro contraste que se observa es entre negocios y beneficencia del proyecto económico, ya que los primeros son

concebidos y diseñados, desde el principio, con un buen sentido empresarial y técnico para cubrir costos y

obtener ganancias en el marco de la economía de mercado. En el otro caso y aun cuando su fin fuera generar un

beneficio social, los promotores y responsables de los proyectos nunca tuvieron que preocuparse por cubrir sus

costos o cumplir con las reglas básicas de negocios, tan simples como comprar al menor precio posible. Es que

concibieron los proyectos como un medio para que la organización local tuviera acceso a donaciones extranjeras

para sustentar sus gastos de operación. En el análisis final, el proyecto se convertía en una actividad de

beneficencia para un pequeño grupo de interés.

Hay quienes anotan que no todos estos proyectos son empresas, pero sí son negocios, al orientarse por objetivos

para invertir capital o trabajo, para comprar, vender o producir una mercancía u ofrecer un servicio, cubriendo

al mismo tiempo sus costos de operación y generando una ganancia suficiente para establecer un fondo de capital.

Mientras, en los proyectos con orientación hacia la beneficencia y la propiedad colectiva muchos de estos

elementos suelen estar ausentes, y se mantienen a flote con donaciones o subsidios, aun cuando en la práctica no

son económicamente viables. Generalmente son evaluados con criterios de beneficencia y no de funcionamiento

económico, cuando debiera pensarse en la capitalización de estas iniciativas económicas sobre la base del

esfuerzo local, donde las familias que formen una empresa junten sus propios recursos para realizar la inversión

inicial y si resultaren insuficientes para su funcionamiento o expansión se debería buscar crédito.

También se ha escrito desde el punto de vista negativo a manejar estos proyectos con dinero en efectivo o, como

es frecuente, a convertir a los miembros de la comunidad en trabajadores a tiempo completo. Esto bloquea en los

indígenas amazónicos su percepción sobre la importancia de su subsistencia y la necesidad de mantener una

economía diversificada. Estas comunidades deberían combinar una diversidad de actividades de subsistencia con

otras orientadas al mercado, de manera que ambas necesidades, la de lograr una buena nutrición y la de dinero,

puedan ser satisfechas. Este tipo de iniciativas económicas funcionaron mejor cuando pertenecieron y se

manejaron por una unidad doméstica o grupo de parentesco que funciona como una unidad económica y pueden

dirigirse hacia el desarrollo autónomo.

La entremezcla y confusión de lógicas reciprocitarias en el marco mercantilista llevó frecuentemente a que el

director indígena del proyecto, actuando sobre la base de los valores tradicionales, redistribuya los recursos del

proyecto a sus parientes consanguíneos y hacia vecinos, en forma de préstamos personales e informales. Por eso,

algunos involucrados aconsejan como salida que ambos sistemas de valor coexistan, siendo que los indígenas

debieran aprender a separar el dominio de subsistencia local de aquel de la economía de mercado. Se trata de

concebir que la economía indígena del don es crucial para el desarrollo a largo plazo, pero que también su

participación en la economía de mercado es clave porque provee ingresos monetarios, los que junto con el ahorro

y la iniciativa serían decisivas para el éxito en este dominio. Ambos conjuntos de valores pueden ser válidos, pero

apropiados en contextos diferentes.

En todo caso, ya se registra un cementerio con cadáveres de proyectos típicamente mercantiles con orientación

capitalista y emprendimientos campesinos e indígenas frustrados, hecho del que debemos sacar lecciones y

continuar reflexionando con los sujetos en cuestión para lograr claridad y luces para el accionar futuro. Es

evidente que también las otras experiencias de economías solidarias campesinas e indígenas, sobre todo las

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menos frecuentes, con sentido profundo afincadas en don/reciprocidad casi no se visibilizan ni impactan. Por eso,

el encabezado de esta sección refiere a si es posible potenciar las economías indígenas, acrecentando y

profundizando racionalidades y lógicas de intercambio mercantil y mercado capitalista, aprovechando las

oportunidades existentes. Pero, habría que hacerlo como premisa y consigna general y universal, como principio,

y no con base en estudios y análisis de situaciones y casos específicos.

La interrogante es pertinente, más en estos tiempos cuando están en cuestión el crecimiento y el mismo

desarrollo, cuando se habla de alternativas contra-hegemónicas civilizatorias, de la posibilidad de economías

estacionarias, de decrecimiento sostenible, del Vivir Bien, y otros paradigmas. Algo tiene que estar pasando para

la emergencia de proyectos políticos indígenas de gran envergadura, especialmente en nuestro continente. Algo

nos tiene que decir al respecto nuestra propia Constitución Política del Estado, CPE, y su planteamiento de

Economía Plural y Comunitaria. Por algo se está ya diferenciando con fuerza entre “economías de mercado y

economías con mercado”. No es aventurado, entonces, que se esté reflexionando sobre posibilidades de afrontar

una deconstrucción de la economía, del crecimiento, del desarrollo ni buscar reinventar la economía, la sociedad,

el poder y la política, en busca de una nueva vida.

Proyectos mercantiles campesinos e indígenas, sí; búsqueda de mercados y mejores precios y todo lo demás

articulado con esto, sí; pero no a la usanza capitalista y de mercado caótico y en medio del desorden generalizado.

Es posible ir poniendo una nueva racionalidad a las cosas. En todo caso será clave, esencial y estratégico lo que

los mismos sujetos campesinos e indígenas, con sus expresiones más genuinas y representativas piensen,

determinen y actúen en consecuencia, porque no será suficiente –y hasta puede ser contraproducente— lo que

terceros, instancias indirectas o de política pública pueda definir e influir con intervenciones externas, o desde

afuera.

Pretender puridad total desde el esencialismo ideologizado puede tener una carga exógena, donde los factores y

sujetos endógenos no suelen tomar decisiones. A la vez, parece muy poco ético que desde la comodidad del

gabinete académico y de la reflexión intelectual se vea conveniente, se asuma y aconseje “mantener” postergadas

las economías campesinas e indígenas, en espera de que se conviertan en crisol de nuevas oportunidades para

gestar nuevos proyectos de economía y de sociedad. Más aún si mientras tanto los urbanos y las elites de todo

tipo, incluso campesinas e indígenas —que sí existen—, continúen aprovechando y disfrutando de los beneficios

y prosperidad que pueden brindar las vinculaciones con el mercado, el progreso, las tecnologías y otros elementos

de la vida en modernidad. Todo apunta a que esa marcha, que tampoco brinda de suyo felicidad y realización

humanas plenas, continúa su decurso ascendente y de expansión, que solo debería ser afrontada con alternativas

elaboradas por los propios sujetos involucrados, pero a partir de información, reflexión, decisión y actuaciones

conscientemente genuinas, no espurias. La situación está difícil por donde se vea. Sin embargo, hay escenarios

deseables, posibles y viables como el de apuntar hacia un radical viraje agroalimentario, aprovechando la CPE,

idearios y discursos vigentes y posibilidades reales de mejorar, avanzando en busca de racionalidades nuevas. Se

trataría casi de una transición a una situación ideal, considerando más bien determinantes realistas con

posibilidades de concreción, en el marco institucional y político vigente.

Los sujetos campesinos e indígenas, principales actores, tienen que contar con referentes y opciones para

direccionar su actuación. Entre ellas, deben considerar la actual y prevaleciente opción de mercado –que

obviamente los desnaturaliza—, y, por otro lado, el Estado y la sociedad tienen que mostrar posibilidades y

potencialidades, con base en otro marco interpretativo, más proclive a las tradiciones que se les asigna,

desarrollando una poderosa y nueva dimensión alternativa relativa al mercado interno para la seguridad y

soberanía alimentaria efectivas y no artificiales y falsas como ocurre en la actualidad. Nadie está negando la

realidad del mercado, tampoco la búsqueda de experiencias exportadoras de las entidades económicas

campesinas e indígenas. Pero habría que hacer estudios previos, serios y de fondo, con carta de navegación formal

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y no simples aventuras. No habría que generalizar la tesis de “exportar o morir” y, más bien, hacer el esfuerzo por

forjar otro marco y otro medioambiente institucional y económico propicios para no desnaturalizar estas

identidades de manera consciente, para que sean ellas mismas las que calibren sus opciones, pero manejando

diferentes posibilidades.

4. HACIA UN RADICAL VIRAJE AGROALIMENTARIO NACIONAL

Viraje de la Reforma Agraria: aplicación de la Ley de Reconducción Comunitaria con enmiendas

Reforma Agraria de 1953. Consolida el fin de la servidumbre, elimina el latifundio gamonal hacendario a través

de la distribución de tierras a campesinos indígenas de Tierras Altas andinas, en altiplano, valles y sub trópico,

incluyendo zonas de colonización. Fue una reforma parcial e incompleta, porque no tuvo efecto inmediato directo

en Tierras Bajas, pero habilitó el trayecto para la “Marcha al oriente” y para el futuro modelo empresarial

capitalista agroexportador.

Reforma Agraria de 1996. La Ley del Servicio Nacional de Reforma Agraria, Ley INRA, vislumbrada ya desde

1987, de menor rango que la anterior, tiene el mérito de reconocer las Tierras Comunitarias de Origen, TCO, con

éxito en Oriente, Chaco y Amazonía, beneficiando a las numerosas naciones y pueblos indígenas de Tierras Bajas,

deuda histórica pendiente hasta entonces. Posteriormente cundirán demandas de TCO en Tierras Altas, pero sin

el mismo significado ni resultados, con situación y futuro dudosos. Reforma parcial e incompleta, porque no

afronta ni el latifundio ni el minifundio. Se intervienen las reparticiones agrarias, IRA-INC, con ordenamiento y

modernización de la estructura administrativa estatal de tierras e inicio del saneamiento.

Reforma Agraria de 2006. La Ley de Reconducción Comunitaria de la Reforma Agraria, de noviembre de 2006,

presentada por Evo Morales en Ucureña como “Revolución Agraria”, realiza algunas modificaciones a la Ley INRA,

con la intención de afectar al latifundio, sin medidas efectivas contra el minifundio. También de menor rango que

la primera reforma, parcial e incompleta, por la definición constitucional posterior de un máximo de propiedad

en 5000 ha, sin afectación retroactiva y con posibilidad de salvar latifundio bajo la modalidad de asociación de

tenencia. Posteriores medias como el “perdonazo” por deforestación, así como el anuncio de ampliación de la

frontera agrícola y de que solamente se habría revertido 225.000 ha de latifundio empresarial en el Oriente,

mostró que solamente fue efectiva para concretar aceleradamente la mayor parte del saneamiento iniciado en la

reforma de 1996, titulando predios campesinos que ya tenían documentos de propiedad. Entonces, está

pendiente su verdadera aplicación en espíritu y letra, hoy posible por la correlación política de fuerzas.

Esta Tercera Reforma Agraria, vía cristalización de la Ley de Reconducción Comunitaria, tendría que retomar su

esencia original de opción por campesinos e indígenas y no por el latifundio empresarial y el agronegocio.

Más que una nueva Ley de la Tercera Reforma Agraria, se requiere entonces un cambio de timón, un paquete de

medidas sistémicas, que hacen a varias esferas pero que deben estar articuladas, conectadas, en sintonía,

empalmadas entre sí; un nuevo proceso de transformación que represente e implique un “Radical Viraje

Agroalimentario Nacional”, de bases éticas, concordantes con la Nueva Constitución Política del Estado y las

concepciones y legislación de armonía con la naturaleza. Hacerlo, genuinamente, sin adulteraciones, sin doble

discurso ni doble moral, incluso con sentido previsor del impacto negativo del cambio climático.

Viraje en la producción alimentaria: agroecología hacia agricultura sustentable

Las regiones y zonas del mundo andino fueron, desde milenios, áreas de producción alimentaria, y no han perdido

esa condición; de lo que hoy se trata es de superar el minifundio y recuperar esa dinámica. La agroecología sería

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la aplicación de conceptos y principios ecológicos para diseñar agroecosistemas sustentables, con dependencia

mínima de agroquímicos y de energía, buscando fertilidad con potencial de su propio suelo, la productividad y la

protección de los cultivos. La agricultura sustentable superaría la Revolución Verde, asumiendo una visión más

compleja, incluyendo dimensiones sociales, culturales, políticas y económicas, incluso superando el puro estudio

de la agricultura hacia estudio del ambiente global y del sistema social. Consiste, principalmente, en la reducción

o eliminación de agroquímicos cambiando el manejo agrícola.

Están en medio varios principios, como el de reinstalar una racionalidad más ecológica en la producción agrícola,

con diseño y manejo de agroecosistemas productivos y a su vez conservadores de los recursos naturales, además

culturalmente sensibles, social y económicamente viables, con enfoque holístico o totalizante, incluidos todos los

elementos ambientales y humanos, con menor uso de insumos externos. Se busca efectos sobre la productividad,

estabilidad y resiliencia dentro del sistema predial, dependiendo de las oportunidades locales, la disponibilidad

de recursos y del mercado. La finalidad es aumentar la eficiencia biológica general y mantener la capacidad

productiva y autosuficiente del agroecosistema, disminuyendo la toxicidad a través de la eliminación de

agroquímicos, optimizando el reciclaje de nutrientes, y logrando el balance de agua y energía, todo con sentido

de largo plazo, recurriendo a tecnologías de bajos insumos.

No todo en la producción agropecuaria es tierra, están otros factores claves de la producción, como el agua, las

semillas, todo tipo de germoplasma animal y vegetal y la biodiversidad. Todos estos elementos son estratégicos

en la geopolítica planetaria, tanto como los que Vandana Shiva califica de “los monocultivos de la mente” y “las

guerras de la globalización”. Estas guerras se convertirán en la pulseta entre el primer mundo y los productores

y productoras que se desenvuelven en la pequeña agricultura familiar campesina e indígena, con grandes

confrontaciones y prácticas de biopiratería por la titularidad de la propiedad intelectual y los patentes.

Viraje en el tratamiento de la silvicultura forestal, del bosque, la selva, la Amazonía

Bolivia está entre los 15 países más biodiversos del mundo. Espacialmente somos un país forestal. Ello nos invita

a tratar de otra manera la silvicultura forestal, el bosque y la selva, superando la cultura agrarista del siglo XVIII.

Los bosques son el mayor potencial económico de Bolivia. Es posible el uso sostenible de los recursos naturales

con beneficios económicos, sociales y ambientales porque tienen diferentes usos socioculturales, servicios y

funciones ambientales. La clave está en institucionalizar saberes y conocimientos indígenas, no repetir errores

de proyectos fracasados y no pensar la Amazonía desde lo andino, ya que el territorio y los conocimientos son el

capital natural indígena de la Amazonía.

A diferencia de la agropecuaria, en la selva y el bosque el suelo es un soporte, pero 95% de sus nutrientes son

reciclaje de materia orgánica, humus. Por eso no se debe desbrozar bosques para tierras ganaderas, ni llenar

territorios de bosque con animales ajenos al medio, por posibles problemas de adaptación, alimentación y

destrucción de floresta. No se debe promocionar ganado cuando los indígenas comen pescado. Hay que

promocionar cultivos amazónicos promisorios como palmito envasado, en pulpa o fresco al vacío. Asimismo,

cultivos de camú/camú, piña, uña de gato y acuacultura de varias especies animales y vegetales. No habría que

descuidar la cría y manejo de caimanes, cría de mariposas y producción de veneno cristalizado de serpientes. Hay

que priorizar la diversificación agroforestal, formas comunales de producción y comercialización artesanal,

sistemas integrados de acceso fluvial y caminero.

La riqueza de los recursos naturales renovables no estaría en el primer eslabón. Hay casos exitosos de inserción

global de producción y servicios alternativos, pensando o apoyándose en la competitividad basada en la calidad

del proceso, más que la de cada producto (quinua, café, cuero de lagarto), obteniendo plus en los precios a través

de la calidad de los procesos. Expandir la oferta de estos productos y servicios no sería vía frontera, sino por

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mejoras en valor en el primer eslabón de la economía. Hay que pasar, luego, a afrontar la propiedad Intelectual y

optimizar el potencial de las denominaciones de origen a nivel local o regional. La “maldición de los recursos

naturales” no sería una fatalidad si se diversifica la base productiva, insertándose en la economía global con valor

agregado y construyendo institucionalidad.

Viraje en la comercialización agroalimentaria: proximidad y circuitos cortos

En teoría económica existen esfuerzos conceptuales e instrumentales para la organización económica en el marco

de la “economía espacial”, en referencia a localización y disposición. En el caso de alimentos se ha trabajado, sobre

todo, en la perspectiva de cadenas productivas o de valor. Otras perspectivas prefieren el enfoque de “clúster” con

base ya no sectorial vertical, sino determinación territorial a partir de “economías de aglomeración”, y también

se avanzó en algunos países con políticas que promueven “distritos industriales” o grandes centros productivos

conectados. En el caso boliviano el gobierno viene anunciando una variante que denomina como Complejos

Productivos Integrales.

Existen otros esfuerzos como las “economías de proximidad”, concepto ligado al desarrollo local y endógeno, que

tiene que ver con el establecimiento de redes de complementariedad competitiva, que apuntan como ventajas

por reducción de costos de transacción, con una fluida circulación de la información que genera y facilita el

contacto personal y disminuye el coste de obtención de información dentro de la economía local. Los recursos

locales de capital humano permiten establecer toda una red de contactos y de confianza entre agentes y actores

locales, incluso a partir de rasgos culturales comunes. Se debe tener cuidado de no igualar este concepto con el

de “economías de aglomeración, de densidad y de escala”, que terminan generando urbanización convencional,

pues estas categorías económicas, tienen mayor conexión hacia grandes cantidades de consumidores, pobladores

y niveles de producción.

Es posible avanzar hacia la instauración no exclusiva pero preponderante de economías de proximidad con

estrategias alternativas de circuitos cortos de comercialización de alimentos, circuitos más lógicos y racionales,

en función de productos alimenticios de temporada, sin trasladar irracionalmente alimentos desde lejanías

considerables, con la excepción de necesidades extremas y muy justificadas, menos aún si se trata de productos

alimentarios de otros continentes o de lejanías recónditas. En nuestro país, sin mayores abundamientos teóricos,

pero con buena orientación, se han estado practicando algunos avances en esta materia. Los hay en varios lugares,

con experiencias espontáneas o por necesidad, por tradición y cultura, pero también surgen movimientos

conscientes.

Viraje en el consumo alimentario: nueva racionalidad

Un gran viraje agroalimentario no tendría sentido ni destino cierto si no contempla como componente vital a la

faceta del consumo de alimentos. Hace décadas que identificamos varios problemas en este terreno. Nuestros

patrones de consumo alimentario, no tienen adecuación con los requerimientos nutricionales equilibrados, la

ingesta energética kilocalórica o proteínica, de hidratos de carbono, vitaminas, sales, minerales y algunas grasas.

Tales estructuras de consumo alimentario no están en función de una vida saludable, en función de las regiones

donde habitamos, de altitud, clima, temperatura, humedad, incluso de sexo y edad, tampoco de nuestras

condiciones sociolaborales o en función del tipo de esfuerzo y desgaste como fuerza de trabajo y otros.

Igualmente, y como agravante, nuestro consumo de alimentos responde cada vez menos a la disponibilidad de

alimentos en función de las vocaciones productivas y la realidad de nuestra producción agropecuaria y

silvicultural.

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Por otra parte, este tipo de dieta no responde, en lo fundamental, a pautas culturales tradicionales, a situaciones

coherentes con la realidad y condiciones nacionales; más bien, responden cada vez más a un proceso de

aculturación, de alienación, moda, imitaciones, esnobismo, propaganda, publicidad y marketing, con prácticas de

consumo y estilos de vida ajenas al contexto. Se han impuesto, incluso, prácticas aberrantes y anti salubres, si se

considera la falta de diversificación y el exceso en cantidades consumidas de carbohidratos, carnes, grasas, y

productos tóxicos. En esto también nos caracteriza el consumismo como vicio de exceso rutinario sin sentido,

también el consumo suntuario, de productos que ni son nutritivos sino solamente productos, no son alimentos,

son pseudoalimentos, como los estimulantes, también somos practicantes de una cultura del desperdicio por

ausencia de una disciplina humanista, solidaria y equitativa. Se está hablando incluso que cada día nos servimos

más “alicamentos” por la creciente inclusión de hormonas que artificializan los productos con químicos tóxicos

que inflan a la gente, pero no la alimentan ni nutren como corresponde, en casos verdaderos venenos

introducidos a nuestros cuerpos.

Por todo eso, resulta correcta la exhortación a dejar de comer solo abriendo la boca y haciendo funcionar el

esófago y los intestinos, sino a alimentarse abriendo primero la mente, haciendo trabajar también el cerebro con

actitud amplia, utilizando la inteligencia para lograr un consumo alimentario informado, consciente, ético,

responsable, nutritivo, saludable, satisfactorio, ecológico, equitativo en la distribución, con adecuación a nuestra

realidad, capacidades, disponibilidades, cultura y potencialidades. Teniendo en vista, además, un horizonte

sustentable, es decir respondiendo a necesidades básicas y a proporcionar mejor calidad de vida, minimizando el

uso de tóxicos o de desperdicios contaminantes que puedan afectar la vida de futuras generaciones en medio de

interdependencias entre los derechos y prácticas del consumidor, las políticas sobre consumo alimentario y la

preservación ambiental. Se deben considerar las inter relaciones entre consumo alimentario y consumo de agua,

de energía y de otros factores.

Viraje en la política macroeconómica, comercial, de precios y mercados de alimentos

En ese contexto, no se puede soslayar el diseño e implementación de una política macroeconómica, comercial y

de precios donde el ámbito agroalimentario no sea invisible, o peor, una política contraria al cambio necesario en

este tema. Esta política macroeconómica tiene que reflejar la opción por el cambio del modelo agropecuario y

silvicultural a seguir, privilegiando la variante agroecológica y sustentable, potenciando las economías

campesinas indígenas y la pequeña producción familiar y comunitaria. Se trata de comenzar por una política fiscal

coherente, por elevar considerablemente el presupuesto y las inversiones sectoriales, ya lo dijimos,

principalmente hacia las economías campesinas e indígenas, y también las relativas a políticas de consumo

responsable señaladas antes, buscando impactos transformadores estructurales multipropósito.

La seguridad y soberanía alimentaria no pueden seguir siendo planteamientos abstractos, deben traducirse en

políticas públicas activas y eficaces, constituirse en referentes y parámetros de una política comercial y de precios

conducente con estos idearios y preceptos, congruentes con el espíritu constitucional. Dadas las características

geográficas de nuestro país, considerando la potencialidad productiva proveniente de la diversidad de

ecorregiones y pisos ecológicos, microclimas locales, zonas y ricos sistemas de vida, nuestra balanza comercial

agroalimentaria tendría que ser siempre positiva y superhabitaria. No confundimos aquí soberanía alimentaria

con autosuficiencia plena, autarquía alimentaria o autoabastecimiento total. Pero, no solamente por capacidad y

potencialidades, sino por estrategia geopolítica y como parte real de una postura de soberanía alimentaria,

nuestro país debiera considerar la mayor proporción de producción y suministro endógeno de alimentos. Como

ejemplo emblemático, basta mencionar que no es posible continuar con la política que difunde que la quinua, el

“grano de oro”, sembrado hace milenios, alimentará a nuestros pueblos, cuando su cultivo hoy representa una

especie de neoextractivismo agrario indígena campesino. Además, la producción se exporta en casi su totalidad,

estando virtualmente lejos del alcance y del consumo interno de los y las bolivianas. O, más aún, que la frontera

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Economías indígenas y transformaciones agrarias en Bolivia

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agrícola se amplía inmisericorde con la forzada fertilidad de la tierra y con el uso de otros factores para producir

soya como commodity.

La política de precios de los alimentos no puede estar orientada exclusivamente a resguardar el bolsillo de las

masivas poblaciones urbanas sin importar su efecto e impacto en las economías de los productores campesinos

e indígenas. En esto no habría que actuar con teología o dictadura del mercado, se debe proceder con políticas de

regulación que no respondan a contingencias de confrontación política sino a una acción planificada de largo

aliento, observando la coherencia con la política cambiaria, tributaria interna y arancelaria externa.

Una política macroeconómica compatible con los otros componentes del Viraje será esencial para concretar las

aspiraciones trasformadoras. Coadyuvaría grandemente a modificar los modelos agropecuarios vigentes, uno

campesino andino deprimido, y el otro empresarial y de agronegocio dinámico, y tener en conjunto un sistema

agropecuario prioritaria y coherentemente alimentario, lo que exige que también la agropecuaria campesina e

indígena del primer ámbito andino acceda a mercados internos y externos en buenas condiciones de rentabilidad.

En esto ayudaría mucho su transformación para tornarse agroecológica, situación que por exigente y costosa no

deja de ser un enorme desafío, lo que a su turno exigirá apertura de mercados no solamente con nichos selectivos

de este tipo de productos, vía comercio justo, sino también competitividad genuina en mercados corrientes.

La soberanía alimentaria deberá expresarse en una consecuente política de enfrentamiento de productos

transgénicos o genéticamente modificados, que no solamente tienen consecuencias insalubres y tóxicas sino

porque nos convierten en esclavos dependientes de las transnacionales y de sus laboratorios que realizan las

manipulaciones genéticas periódicas, vendiéndonos semillas que nacieron nuestras, pero ahora las monopolizan

estas empresas. Peor aún, si se trata de una posible producción de agrobiocombustibles para quitar tierra, agua,

energía y otros recursos a la producción de alimentos para el consumo humano y destinarlos al abastecimiento

de lubricantes para máquinas.

5. APUNTES FINALES

Las principales transformaciones agrarias contemporáneas y recientes en Bolivia, incluyen, pero no hacen

solamente a la propiedad, acceso y tenencia de tierra o a las reformas agrarias. Tienen que ver también con

importantes cambios institucionales, remociones legislativas y normativas, como de cambios en la

macroeconomía y las políticas económicas. Incluye, a su vez, cambios de índole societal, de nuevas dimensiones,

cualidades, movimientos y alteraciones en los patrones de la estructuración y el funcionamiento de las sociedades

rurales en Bolivia, como en su fluido relacionamiento y articulación con conglomerados poblacionales urbanos,

en medio de continuidades y rupturas significativas. Muchas perspectivas teóricas y metodológicas utilizadas

para la lectura de realidades rurales de hace unas décadas han quedado ya obsoletas o son inútiles para

interpretar con justeza tales cambios.

Una de las principales transformaciones está en la expansión y predominio del funcionamiento de los mercados,

principalmente internos, pero también externos, aunque en menor medida. Esta dimensión es un telón de fondo

en el que mayormente actúan economías campesinas e indígenas, y que representa potencialidades y

oportunidades para las mismas. Se han registrado en otras latitudes del continente y en el propio país muchas

experiencias, de las que muy pocas resultaron exitosas y sostenibles en el tiempo y con impacto positivo para los

involucrados. Por el contrario, la inmensa mayoría constituyen frustraciones, pero en ambos casos se trata de

importantes lecciones para la reflexión y futuras prácticas y políticas.

A la interrogante de si es posible potenciar las economías campesinas e indígenas en condiciones de mercado y

sin desnaturalizarlas, se piensa que es claro el resultado de que con éxito o no, tal actuación va horadando su

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propia racionalidad y van perdiendo su huella digital identitaria. Desde una visión convencional de economía y

desarrollo ese no sería el problema, que más bien emerge de consideraciones sobre sus cosmovisiones,

identidades y proyectos explícitos e inscritos, por ejemplo, en le Nueva CPE. Se trata sin duda, de un asunto a

clarificar, sobre todo con los sujetos involucrados, sus intereses y aspiraciones, en el marco de un diálogo

intercultural efectivo y no espurio.

Nuestra propuesta es para el debate sobre la necesidad de emprender, como país, un radical pero viable viraje

agroalimentario integral. Que incluya todos los subsistemas rurbanos, para transitar hacia una

producción/transformación mayormente basada en agricultura sustentable y agroecología. Una comercialización

con base en circuitos cortos y de proximidad sin extremismos absurdos como eliminar el comercio exterior

alimentario por completo. Cambios fuertes en las pautas de consumo alimentario, principalmente urbano,

dirigido a alimentarse y nutrirse, de manera informada y responsable, implementando efectivamente seguridad

y soberanía alimentaria. Cambios en las políticas macroeconómicas, fiscales y sectoriales relativas a tales

subsistemas agroalimentarios.

Es decir, se recuperan y sistematizan planteamientos difundidos en instancias especializadas, movimientos

sociales i y la academia, esperando continuar con el debate, e influir algún momento en cambios de las políticas

sobre el particular.

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