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CRITICA DE LIBROS Angeles Serrano El arquitecto Curro lnza Compañía de Impresores Reunidos, S. A. El día 30 de julio de 1976 muere, repentinamente, el arquitecto Francisco de lnza en la ciudad de Mahón a los cuarenta y siete años de edad. La tremenda e inesperada noticia conmueve a amigos y compañeros y, a la vez, mueve a un pequeño grupo de ellos para llevar a cabo, desin- teresadamente, la preparación de un libro que deje constancia de los talentos y virtudes de que Curro estaba adornado. Estas personas, capitaneadas por el arquitecto Alberto Martín-Artajo, han tenido la fortuna de cumplir la tarea que se propusieron y el libro El arquitecto Curro Inza está, gracias a ellos, en las librería s españolas. La revista Arquitectura, editada por el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid hace ahora la presentación a sus lectores de esta importante pu- blicación y me ha encargado a de hacer la co- rrespondiente reseña crítica. Encargo que tiene su justificación en la gran amistad que tuve la suerte de mantener con Curro, a pesar de la dife- rencia de años, tanto durante los trabajos que hi- cimos juntos en la s Exposiciones del Ministerio de la Vivienda como, sobre todo, en la redacción de la revista Arquitectura, en la época que yo la dirigía. Llevo bastantes horas delante de unas cuartillas intentando redactar unos textos que den al lector clara idea de cómo ha quedado plasmada en este libro la maravillosa complejidad de la mente de Curro y ello exige la realización de un estud io crítico para el que estoy comprobando no estar preparado. Sólo puedo d ecir que en las páginas de este importante libro se recogen proyectos, di- bujos, textos literarios y, lo que es de la mayor importancia, unas normas sobre la enseñanza de la Arquitectura tratadas por Curro Inza con una originalidad y una fuerza ciertamente incompa- rables. Para salvar este fallo mío, y con la a uto rización de su amigo y compañero de curso Miguel de Oriol, voy a transcribir la carta de homenaje con que se abría la Exposición realizada por los alum- nos de Curro Inza en Pamplona a raíz de su muerte: La imagen de Curro fue siempre, aunque acre- centada en su calibre, la primera que su figura grabó en mi mente en aquellos años de prepara- ción para la carrera: delgado, enteco, recio de mucho pelo y muy cerrada barba, mayor que los demás en época de largos ingresos y con un modo de hablar peculiar, entre mordaz y suficiente con los que conocía. Tenía aura y pertenecía a ese tipo de seres que, por la suma de sus condiciones físicas y espiritua- les, era conocido por todos aquellos a los que él conocía. Era Curro y eso bastaba. Dibujaba, no bien, sino distinto, estudiaba des- pacio pero con solidez; tenía un norte altísimo, aunque para llegar al común necesitaba un es- fuerza. Su compañía era deseada y deseable, ya que quería a sus amigos. Ocurría algo malo, y era que su personalidad gráfica, oral y física era tanta que muchos de los de su equipo adquirían un pseudocurrismo, tan auténtico en él, como ridículo en los otros. Esta influencia se extendía al idioma, al dibujo, al estilo. Creo que las causas fundamentales para que tu- viera esa personalidad que irradiaba en riqueza humana, residían fundamentalmente en sus dos virtudes más acusadas: el valor y la confianza en su tenacidad, en su poder. Conocía, porque la había comprobado su capa- cidad de sufrimiento; sabía que en durando, ll e- gaba cuando tantos hábiles se quedaban a medio camino. De aquí nacía su desprecio a lo fácil, a los brillantes, a los enteradillos, a los listillos. Sabiendo lo lejos que estaba su límite de aguan- te, osaba, se atrevía a empeños en los que iba cre- yendo a medida que más entraba en ellos. Gozaba poniendo a prueba su tenacidad en contraste con los demás. Siendo tan noble su amistad, disfrutaba insul- tando a aquél que quería, si se merecía el insulto, pero no lograba convertirse en bilioso, ya que se transparentaba su cariño. Entre sus grandes metas estaba la búsqueda y reafirmación de su propia personalidad. No es que quisiera ser diferente; es que suponía que lo era y así lo fue. Esto se reflejaba en su dibujo, en el que duran- te tantos años insistió, consiguiendo un modo ex- clusivamente suyo, lleno de propiedad, virtuosismo e intención. Si al principio su expresividad era comúnmente cáustica, la influencia de Nines y su gran bando familiar le hicieron evolucionar hacia esa línea entrañable de sus christmas en los que en cada año nos regalaba con un nuevo personaje. Cuando contaba por escrito imaginaba mundos agrietados que, sin embargo, comportaban un especialísimo atractivo, un estilo en el que se ade- lantó al que después manejaron los iberoameri- canos. Poetizando, lloraba con sonrisas y conseguía que los que leíamos le quisiéramos riendo. Aquel poe- ma a su proyecto «Fin de Carrera» en el que mez- claba el amor más fino con los esperpénticos pá- jaros abrazados y dando sombra a los sombríos lagartos, fue su resumen prearquitectónico. Y su arquitectura, en la que nunca quiso «hacer nada sin comprender hasta el fondo lo que allí ocurría», es en su volumen lo qu e en su dibujo, su prosa, su poesía eran en sus distintas dimen- siones para componer esa personalísima imagen integrada y presidida por un alma grande, en la que, con ser difícil, sobresalía su enorme capaci- dad de producción de cariño y humanidad. Creo por eso que Curro dio su máximo donde no lo dan más que los grandes buenos: en su hombría de entrega, como corazón de una familia en la que el calor mide la capacidad de su autor, como maestro, donde su medida se aprecia en el amor de sus alumnos; como amigo, de lo que puedo dar fe. Su futuro, el futuro de su obra ancha, estará entre nosotros. Deberá ser un mito apoyado en una gran verdad, Curro. Este texto sustituye con ventaja lo que yo pu- diera escribir y constituye la gran presentación que Curro Inza merece. Carlos de Migue[ The Chinese Garden Maggie Keswich Rizzoli International Publications Inc. 216 págs. Por medio de este libro, Maggie Keswich ha trata- do de rendir tributo a la fascinación que ha ejer - cido la cultura china sobre su familia durante un período de ciento cincuenta años. Al mismo tiempo, desnuda de una manera sistemática la cultura y la filosofía chinas que se han ido depositando duran- te generaciones en sus jardines. Maggie Keswich se educó en Shangai y en Hong Kong; licenciada en lite ratura por la Universidad de Oxford, estudió durante tres años en la Archi- tectura Association de Londres. En la actualidad dedica su tiempo en dar conferencias y en traba- jar en su próximo libro. El año pasado se casó con Charles Jencks , quien sintetizará en el último capítulo del libro las ideas expresadas por Maggie. El libro recoge un análisis exhaustivo del histo- ricismo de los jardines chinos desde los comien- zos en los siglos III y IV a.d.J.C., cuando los jardi- nes eran el símbolo del poder imperial, hasta anéc- dotas como la carta que llegó a Europa en el si- glo XVII de un misionero jesuita que fue contra- tado como jardinero por el emperador Tuan Ming Tuan. Las referencias históricas nos sirven de guía al ir introduciéndonos poco a poco en la compleja intensidad del jardín chino. A diferencia del japo- nés , donde el jardín es perfecto en mismo, el jardín ch ino incorpora al ser humano como un elemento del supuesto anarquismo que reina en el mismo. Para Maggie Keswich «los jardines chinos son diagramas cósmicos, que revelan una visión del mundo profunda y antigua y del lugar que el ser humano posee en el mismo». Los elementos principales de un paisajismo es- tudiado son las Shan o grandes montañas y la Shui o agua. Las rocas recrearán las islas de los inmortales , y la dualidad del bien y del mal ven- drá representada por el viento y el agua. El Dra- gón, el signo más poderoso del calendario chin o, dejará fluir sus venas (ríos) a lo largo del paisaje. 77
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Feb 13, 2021

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  • CRITICA DE LIBROS

    Angeles Serrano El arquitecto Curro lnza Compañía de Impresores Reunidos, S. A.

    El día 30 de julio de 1976 muere, repentinamente, el arquitecto Francisco de lnza en la ciudad de Mahón a los cuarenta y siete años de edad.

    La tremenda e inesperada noticia conmueve a amigos y compañeros y, a la vez, mueve a un pequeño grupo de ellos para llevar a cabo, desin-teresadamente, la preparación de un libro que deje constancia de los talentos y virtudes de que Curro estaba adornado.

    Estas personas, capitaneadas por el arquitecto Alberto Martín-Artajo, han tenido la fortuna de cumplir la tarea que se propusieron y el libro El arquitecto Curro Inza está, gracias a ellos, en las librerías españolas.

    La revista Arquitectura, editada por el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid hace ahora la presentación a sus lectores de esta importante pu-blicación y me ha encargado a mí de hacer la co-rrespondiente reseña crítica. Encargo que tiene su justificación en la gran amistad que tuve la suerte de mantener con Curro, a pesar de la dife-rencia de años, tanto durante los trabajos que hi-cimos juntos en las Exposiciones del Ministerio de la Vivienda como, sobre todo, en la redacción de la revista Arquitectura, en la época que yo la dirigía.

    Llevo bastantes horas delante de unas cuartillas intentando redactar unos textos que den al lector clara idea de cómo ha quedado plasmada en este libro la maravillosa complejidad de la mente de Curro y ello exige la realización de un estudio crítico para el que estoy comprobando no estar preparado. Sólo puedo decir que en las páginas de este importante libro se recogen proyectos, di-bujos, textos literarios y, lo que es de la mayor importancia, unas normas sobre la enseñanza de la Arquitectura tratadas por Curro Inza con una originalidad y una fuerza ciertamente incompa-rables.

    Para salvar este fallo mío, y con la autorización de su amigo y compañero de curso Miguel de Oriol, voy a transcribir la carta de homenaje con que se abría la Exposición realizada por los alum-nos de Curro Inza en Pamplona a raíz de su muerte:

    La imagen de Curro fue siempre, aunque acre-centada en su calibre, la primera que su figura grabó en mi mente en aquellos años de prepara-ción para la carrera: delgado, enteco, recio de mucho pelo y muy cerrada barba, mayor que los demás en época de largos ingresos y con un modo de hablar peculiar, entre mordaz y suficiente con los que conocía.

    Tenía aura y pertenecía a ese tipo de seres que, por la suma de sus condiciones físicas y espiritua-les, era conocido por todos aquellos a los que él conocía. Era Curro y eso bastaba.

    Dibujaba, no bien, sino distinto, estudiaba des-pacio pero con solidez; tenía un norte altísimo, aunque para llegar al común necesitaba un es-fuerza.

    Su compañía era deseada y deseable, ya que quería a sus amigos.

    Ocurría algo malo, y era que su personalidad gráfica, oral y física era tanta que muchos de los de su equipo adquirían un pseudocurrismo, tan auténtico en él, como ridículo en los otros. Esta influencia se extendía al idioma, al dibujo, al estilo.

    Creo que las causas fundamentales para que tu-viera esa personalidad que irradiaba en riqueza humana, residían fundamentalmente en sus dos virtudes más acusadas: el valor y la confianza en su tenacidad, en su poder.

    Conocía, porque la había comprobado su capa-cidad de sufrimiento; sabía que en durando, lle-gaba cuando tantos hábiles se quedaban a medio camino. De aquí nacía su desprecio a lo fácil, a los brillantes, a los enteradillos, a los listillos.

    Sabiendo lo lejos que estaba su límite de aguan-te, osaba, se atrevía a empeños en los que iba cre-yendo a medida que más entraba en ellos. Gozaba poniendo a prueba su tenacidad en contraste con los demás.

    Siendo tan noble su amistad, disfrutaba insul-tando a aquél que quería, si se merecía el insulto, pero no lograba convertirse en bilioso, ya que se transparentaba su cariño.

    Entre sus grandes metas estaba la búsqueda y reafirmación de su propia personalidad. No es que quisiera ser diferente; es que suponía que lo era y así lo fue.

    Esto se reflejaba en su dibujo, en el que duran-te tantos años insistió, consiguiendo un modo ex-clusivamente suyo, lleno de propiedad, virtuosismo e intención. Si al principio su expresividad era comúnmente cáustica, la influencia de Nines y su gran bando familiar le hicieron evolucionar hacia esa línea entrañable de sus christmas en los que en cada año nos regalaba con un nuevo personaje.

    Cuando contaba por escrito imaginaba mundos agrietados que, sin embargo, comportaban un especialísimo atractivo, un estilo en el que se ade-lantó al que después manejaron los iberoameri-canos.

    Poetizando, lloraba con sonrisas y conseguía que los que leíamos le quisiéramos riendo. Aquel poe-ma a su proyecto «Fin de Carrera» en el que mez-claba el amor más fino con los esperpénticos pá-jaros abrazados y dando sombra a los sombríos lagartos, fue su resumen prearquitectónico.

    Y su arquitectura, en la que nunca quiso «hacer nada sin comprender hasta el fondo lo que allí ocurría», es en su volumen lo que en su dibujo, su prosa, su poesía eran en sus distintas dimen-siones para componer esa personalísima imagen integrada y presidida por un alma grande, en la que, con ser difícil, sobresalía su enorme capaci-dad de producción de cariño y humanidad.

    Creo por eso que Curro dio su máximo donde no lo dan más que los grandes buenos: en su hombría de entrega, como corazón de una familia en la que el calor mide la capacidad de su autor, como maestro, donde su medida se aprecia en el amor de sus alumnos; como amigo, de lo que puedo dar fe.

    Su futuro, el futuro de su obra ancha, estará entre nosotros. Deberá ser un mito apoyado en una gran verdad, Curro.

    Este texto sustituye con ventaja lo que yo pu-diera escribir y constituye la gran presentación que Curro Inza merece.

    Carlos de Migue[

    The Chinese Garden Maggie Keswich

    Rizzoli International Publications Inc. 216 págs.

    Por medio de este libro, Maggie Keswich ha trata-do de rendir tributo a la fascinación que ha ejer-cido la cultura china sobre su familia durante un período de ciento cincuenta años. Al mismo tiempo, desnuda de una manera sistemática la cultura y la filosofía chinas que se han ido depositando duran-te generaciones en sus jardines.

    Maggie Keswich se educó en Shangai y en Hong Kong; licenciada en literatura por la Universidad de Oxford, estudió durante tres años en la Archi-tectura Association de Londres. En la actualidad dedica su tiempo en dar conferencias y en traba-jar en su próximo libro. El año pasado se casó con Charles Jencks, quien sintetizará en el último capítulo del libro las ideas expresadas por Maggie.

    El libro recoge un análisis exhaustivo del histo-ricismo de los jardines chinos desde los comien-zos en los siglos III y IV a.d.J.C., cuando los jardi-nes eran el símbolo del poder imperial, hasta anéc-dotas como la carta que llegó a Europa en el si-glo XVII de un misionero jesuita que fue contra-tado como jardinero por el emperador Tuan Ming Tuan.

    Las referencias históricas nos sirven de guía al ir introduciéndonos poco a poco en la compleja intensidad del jardín chino. A diferencia del japo-nés, donde el jardín es perfecto en sí mismo, el jardín chino incorpora al ser humano como un elemento del supuesto anarquismo que reina en el mismo.

    Para Maggie Keswich «los jardines chinos son diagramas cósmicos, que revelan una visión del mundo profunda y antigua y del lugar que el ser humano posee en el mismo».

    Los elementos principales de un paisajismo es-tudiado son las Shan o grandes montañas y la Shui o agua. Las rocas recrearán las islas de los inmortales, y la dualidad del bien y del mal ven-drá representada por el viento y el agua. El Dra-gón, el signo más poderoso del calendario chino, dejará fluir sus venas (ríos) a lo largo del paisaje.

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  • Tras la introducción histórica y la descripción de sus componentes dentro de los diversos tipos de jardines que han sobrevivido a la destrucción humana (cuyo mejor ejemplo es la ciudad de Suzhou), Maggie Keswich emprende el proyecto más ambicioso del libro, es decir, la descripción analítica del fenómeno arquitectónico ya sea cons-truido o como mero paisaje.

    La primera aseveración es el enfrentamiento de la axialidad y simetría de las partes construidas con las que conforman el paisaje. «Las líneas rec-tas representan malas influencias y van directa-mente al corazón de cada persona», de esta forma trata de sintetizar las connotaciones taoístas de los jardines chinos al mismo tiempo que expresa la intencionalidad del desorden como un orden más complejo.

    El espacio nos viene relatado por el simbolismo del color que se entremezcla con ciertas alegorías de las formas construidas: así, los techos dorados o convexos serán el signo imperial, la puerta de la luna será el símbolo de entrada a la tierra de la perfección y las puertas de entrada y salida ten-drán siempre formas distintas.

    En los jardines de escala urbana el simbolismo se repite pero la percepción del espacio varía al irse introduciendo por sí mismo en veladas apa-riciones. Los pabellones y sus paredes actuarán como cámaras de descompresión dejando entrever solamente parte de la realidad existente hasta lle-gar al espacio exterior total.

    Como glosario del libro el capítulo desarrollado por Charles Jencks, que nunca ha visitado China, consigue, con la ayuda de Maggie, una exhaustiva sintetización de las referencias que necesita su estudiosa representación. Dicho capítulo refleja la intencionalidad de los autores de adecuar el libro a un campo arquitectónico arropado de un histo-ricismo cultural y filosófico que revele la panorá-mica de su totalidad.

    Creo que si bien la especificación que el libro hace al capítulo desarrollado por Charles Jencks, va orientada a conseguir un público más enten-dido, arroja una sombra sobre la vivencia y la ca-pacidad del t rabajo desarrollado por Maggie Kes-wick como parte de su vida y que resulta admira-blemente expuesto a lo largo de la obra.

    El único comentario a este m agnífico esfuerzo de Maggie Keswick es la incompetencia de Rizzoli como editora y distribuidora de evitar que el libro se encuentre clasificado en las librerías junto a ciertos tratados que se publican actualmente sobre botánica y jardinería.

    Daydream Houses of Los Angeles

    Charles Jencks Academy Editions 1978

    Gabriel Allende

    El último libro de Charles Jencks, Daydream Houses of Los Angeles (o quizás Aprendiendo de L.A.) es una guía ilustrada de ejemplos de una ar-quitectura que nunca encontraría un lugar en los libros de la historia de la arquitectura americana, ni en los libros que se ocupan de la arquitectura doméstica por su calidad de diseño, ni en ningún otro tipo de libros arquitectónicos excepto en este

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    titulado Casas de ensueño. De acuerdo con Jencks, este tipo de arquitectura ocupa un lugar interme-dio entre la arquitectura seria y la arquitectura mediocre y, por lo tanto, está destinada a un lim-bo crítico de silencio. Es una arquitectura que evoca una primera idea de revulsión, pero que está neutralizada de alguna manera por un sentimiento de atracción y diversión, una diversión o shock de ver la costumbre rota. El libro de Jencks es un in-tento de sacar a esta arquitectura del silencio, con-templarla, analizarla y reírse ante ella.

    Los ejemplos encontrados en este libro aparecen agrupados en ocho categorías que incluyen: Neo-Class (una mezcla de Nueva clase y Pseudo-Clási-ca) Witch houses (Casas embrujadas), LA Door y Span Miss (término relacionado con el reviva! del estilo Mision Española), aunque Jencks nos ad-vierte que no es una clasificación muy rigurosa desde el punto de vista del estudioso.

    Ahondando un poco más profundamente, pode-mos ver que las Casas de Ensueño representan dos fenómenos estrictamente americanos: la vivienda unifamiliar y la ciudad extendida (tipificada por Los Angeles) a limentada y nutrida cada una en la otra y dando lugar a esta extraña aberración que es la Casa de Ensueño. Observando las raíces his-tóricas y culturales, la vivienda unifamiliar expre-sa la frontera ideológica tan común en los Esta-dos Unidos. Es el deseo de tener el mayor confort posible además del mayor aislamiento. Las casas unifamiliares con sus correspondientes jardines sólo son posibles en los asentamientos suburbanos y Los Angeles en su tota,lidad es un ejemplo típico. Aunque los planos de las casas son sorprendente-mente similares, el exterior es dejado generalmen-te al capricho del propietario para que pueda ex-presar su soberanía sobre su terreno y su gusto personal.

    El coche predomina sobre las 70 millas cuadra-das de Los Angeles. Este hecho está reflejado no sólo en el tej ido ·urbano y en el tipo de vida de los residentes, sino también en su arquitectura doméstica, un ejemplo claro sigue siendo el Bunga-loid. En estas casas, la distorsión se convierte en exageración. La sobrearticulación de puertas, ven-tanas, buzones, picaportes y tiradores están todos diseñados como los anuncios de grandes dimen-siones para atraer la atención de los que pasan en coche.

    Los Angeles tiene ya una historia de admirar a las estrellas (cinematográficas) y de observar sus casas. Esta historia comenzó en 1922 con los tours de autobuses que recorrían los barrios donde vi-vían. Los americanos, careciendo de familias rea-les y de todos los aderezos reales que demuestran ser tan interesantes para los visitantes han con-vertido a las estrellas cinematográficas en la rea-leza democrática elegido por los espectadores ame-ricanos. Por lo tanto, la visita a la casa de ensue-ño es una lógica extensión de este viejo pasa-tiempo.

    El curso de la moda de Los Angeles tendría su paralelo en el mercado inmobiliario, mientras que la alta costura de Nueva York o París da cuerpo a lo último en buen gusto y sofisticación. Los An-geles, por otro lado, está plagado de exageracio-nes. Lo feo y ordinario de Las Vegas de Venturi también está presente en Los Angeles. Las oscila-ciones en el gusto del mercado inmobiliario han

    sido vistas para seguir algunas corrientes discer-nibles. «En los años 60, el estilo Mediterráneo es-taba de moda igual que recientemente fue el Tu-dor. En los años SO, el estilo Misión Española fue convertido en el estilo Moderno, al adinterar los arcos. Ahora que el estilo Moderno y Criag Ell-wood no están de moda, la gente está rellenando sus arcadas adinteladas y las vuelven a hacer re-dondas.»

    La casa de ensueño y sus alrededores están lle-nos de contradicciones que, a veces, dan el aire de falsedad a la situación. Se parece un poco al excesivo maquillaje que no corresponde a realzar la belleza natural , sino a intentar crearla. Las puer-tas desproporcionadas dan la bienvenida, pero la alta puerta de hierro y los perros guardianes pre-vienen la entrada; los jardines florecen todo tipo de plantas de un clima húmedo a pesar del clima seco de Los Angeles; la gran fachada y la entrada ocultan un edificio detrás bastante más pequeño; a veces puede apreciarse una puerta realmente antigua comprada la semana pasada. Todas estas contradicciones hacen que las casas de ensueño sean lo que precisamente son: ensueños. No pue-den clasificarse como sueños reales, ricos, imagi-nativos, genuinos. Son más bien imágenes que pasan cuando somos incapaces de concentrarnos en nuestros trabajos legítimos. A pesar de que estas casas y este pequeño libro de Jencks nunca tendrá un lugar importante en la historia de la arquitectura, nos dice algo sobre la cultura ame-ricana, sobre sus residentes y tiene «una habilidad para hacernos volver la cabeza, mirarlas y, de al-guna manera, de mala gana, sonreír».

    Martha Thorne

    (Viene de la pág. 9.)

    poco serás un pintor del siglo veinte.» Este talante se traduce en una obra que rompe totalmente con el desarrollo lineal, con la progresión metódica. En esos cuarenta años que le quedan de creación hasta su muerte, en 1963, Braque se deja llevar por ideas y temas sobre todo. Es la época de las figuras de porte clásico, las naturalezas muertas, el redescubrimiento del paisaje, los interiores, etc., toda una constante meditación y reelaboración sobre las obsesiones de siempre. En los últimos años, aparece ese misterioso tema de los pájaros voladores que trae de lleno el problema del espa-cio abierto y el movimiento. Se ha llegado a una máxima sencillez y la silueta se recorta nítida sobre un fondo plano uniforme: el horizonte, el cielo, el espacio cósmico, tienen una consistencia táctil y el pájaro lo atraviesa con un vuelo irreal como en la imagen de un sueño. Quizá sea esa especie de viaje inmóvil que Georges Salles con-siderara como la mejor metáfora para la propia biografía artística de Braque. Estos cuarenta fe-cundos años del Braque postcubista, los peor co-nocidos en España, son, en definitiva, los que se pueden contemplar privilegiadamente en la expo-sición antológica de Braque que patrocina la Fun-dación Juan March.

    Francisco Calvo