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-De rteau M. (1992) "Creer: una prctica de la diferencia" en
Descartes. N 10, Aires: Anfora Ed. 49-63.
C R E E R : UNA P R A C T I C A D E LA D I F E R E N C I A
Numerosos estudios han puesto de manifiesto' la sutil
complejidad del creer y el hacer_creer. M i exposicin carece
evidentemente de la pretensin de analizar este carnpolaberntico, a
menudo indecidible y polmico. Simplemente
1 me propongo atravesarlo mediante algunas hiptesis que
conciernen al fun-\cionamiento social del creer. Fcilmente se
comprende cmo, en est materia,
, ~ /toda reflexin semeja a un relato de viaje, trazando un
camino entre los : paisajes explorados, frecuentemente habitados de
experiencias. Al presentar I algunos recorridos por el camino de la
creencia, intento introducir en el debate : jf' general algunos
efectos de un itinerario particular,
I I. Lo d i f e r i do
En sus orgenes vedas (sraddha) y latinos (credo) el trmino creer
presenta una constelacin de usos, que provee un campo de hiptesis.
"Verdadero fsil morfolgico", significa tanto confiar en _aigo_o en
alguien, comcTcreer e r i j a
. } . r^aljg|a de lo que~se"v7 y tambin fiarse'de lo qug se
dice.' Bajo estas tresfor-*;l mas^qe concerren ya sea un actor
(persona u objetX~ya una referencia, ya . un dicho, ej^o-eer
implica una relacin con el otro. El soporte del otro, siempre
implicado ^ parececomo" aquello con l o q u e s debe poder contar.
^ De este I modo, en los ejemplos que cita Georges Dumzil (Numa,
etc.), esta relacin I figura tambin como "comercio". Obedece .a la
tica del do ut das. Se exige
una legalidad a los partehaires, que se suponen "regulares". Aqu
se dibuja la I sombra de la contracara de la creencia: el renegado
o el traidor.
' El creer tiene que ver con el reconocimiento de la alteridad y
el estable- cimiento de un contrato. Desaparece si uno de los
trminos cede. La creencia
| deja de existir si la diferencia se borra por un procedimiento
que iguala las i partes y otorga un dominio mutuo del contrario;
asimismo, tampoco puede
f haberla si la diferencia se toma exhorbitante por una ruptura
del pacto. La i ; oscilacin entre estos dos polos permitira una
primera clasificacin en el
i campo de las creencias, que oscilara desde la fidelidad (que
privilegia la alian-:, za), hasta la fe (que insiste sobre la
diferencia).
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Al analizar el Vocabulario de las instituciones Indo-europeas,
Ernile Benveniste reconoce en e! funcionamiento del kred (credo),
ubicado entre las "obligaciones econmicas", una secuencia que liga
una donacin a una remu-neracin. Creer, dice, es "confiar algo con
la certeza de recuperarlo". 2 Es una ida y vuelta de la cosa
marcada por la diferenciacin de dos momentos, distin-guiendo sus
propietarios sucesivos. La comunicacin que establece el bien puesto
en circulacin plantea una distincin de lugares (los que detentan la
"cosa") por una distincin de t iempo. Esta distincin temporaliza la
relacin del uno al otro. El objeto de intercambio es en s mismo
alterado por esta distancia entre dos momentos, porque lo debido o
lo esperado no es lo mismo que lo
dado, sino un equivalente: la analoga entre lo recibido y lo
ofrecido sera el tra-bajo, ^ g lemco sobre su identidad. Lascuencia
del don v la restitucin articula temporalmente una economa
deTintercambio. Ella se desarrolla, por otra parte, del lado de la
creencia, del acreedor y, ms explcitamente, hacia el crdito, en el
que Marx ve "el juicio de la economa poltica sobre la moral de un
hombre" . 3
Formalmente similar al "ver", tal como lo analiza Merleau-Ponty,
4 el creer se presenta como un entretejido de operaciones, una
combinacin de dones y deudas, una red de "reconocimientos". Es una
"tela de araa" que organiza el tejido social. 5 La diferencia Que
lo distingue del ver o el saber no se caracteriza por el valor de
wrdadde lQue una proposicin es susceptible cuestin que ha
desbordacfouna epistemologa sino por esta inscripcin del t iempo
en~una r j l^r i j j i lu te to a sujeto. Cuando"esta relacin va no
est sostenida y estnio turada por una temporalizacin, se transmuta
en una relacin de sujeto (cognoscente) a objeto (conocido). En las
relaciones sociales, la cuestin del creer es la cuestin del
tiempo.
El "creyente" abandona una ventaja presente, o algo de sus
pretensiones, para conceder crdito a un destinatario. Introduce en
s mismo un vaco relativo al t iempo del otro, y, en los intereses
que calcula, crea un dficit por donde un porvenir se introduce en
el presente. As toma forma una problemica social: las diferentes
voluntades se distinguen entre s por la duracin que retarda la
apropiacin. Una pluralidad y una historicidad se anudan en el acto
que instaura, a la vez, un partenaire diferente y una restitucin
diferida. Esta prc-tica temporal de la diferencia _otorga plena
pertinencia al plazo. Es por este
Jirido que el creer se sepaT^rTgin^en'te del vej. ~ " Kero se
trata tarSien de la adquisicin de_un derecho. Tiene el valor de
"recibo". La cosa dada se cambia^contra un derecno que sita al
otro y al t iempo m ismo en una red de ob/lgoclones. Entra en un
campo de opera-ciones socio-histricas que permiten una gestin
colectiva del otro y del fier-
JDO . Los modos y la duracin de su circulacin se ubican bajo la
garanta y el controbde las reglas que conciernen a la comunicacin
derecho, costumbres, etc. Si el don "sacrifica" a esas reglas (el
acto de confiar una cosa tambin comporta obligaciones); si por eso
mismo las actualiza, tambin se beneficia de ellas, y el donador
adquiere por su sacrificio,el derecho a que lo sostengan. El
carcter diferido marca igualmente el rol, y el precio, de los
contratos colec-tivos. En el cruce de una prctica del tiempo y una
sym-blica social, "el creer es, en sus desarrollos, sus retrasos y
sus desplazamientos, un lugar estratgico de la comunicacin.
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Frecuentemente toma la forma de una palabra, que colma el
intervalo entre una prdida presente (lo que se confa) y una
remuneracin por venir (lo que ser recuperado). Bifaz, la palabra
sumerge a este presente de prdida en un porvenir anticipado. Su
status (que no es acaso el de toda palabra?) es decir a la vez la
ausencia de la cosa y la promesa de su retorno. Es una conven-cin
pasada con la cosa que ya no est pero cuyo abandono pag el
nacimien-to de la palabra, y es un derecho adquirido sobre el uso
futuro de su referencia. Tambin la palabra mantiene una relacin
privilegiada con el creer; como el ~? a^o7!~deT3r7^racto' de creer
articula sobre la cosa desaparecida y esperada la ( posibilidad
social de un "comercio". En los dos casos, una prdida autoriza un \
anticipo. Entre los tres trminos que distingue Duaial u n actor, un
real, u n " " decir, existe disparidad. En relacin al creer, el
decir tiene efectivamente la doble funcin de indicar un tipo
particular de objeto (se puede creer en una palabra, un relato,
etc.) y de proveer un modelo general (el decir y el creer
reproducen, la misma estructura).
A esta homologa entre el creer y el decir se puede aadir la
similitud al 5acr
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Desde este punto de vista, el lenguaje vale aqu como modelo
general, organizando una red formal de esperas mutuas. Por ejemplo,
la sintaxis provee las "probabilidades encadenadas", es decir
aquello que cada posicin permite esperar de otra y del equivalente
a partir de ella, pero, ms fundamentalmente, la lengua entera
supone que el sentido debe responder a lo que ella articula, y que
ella ha adquirido un derecho simblico sobre la referencia, de la
cual est empero separada. El acto de palabra se funda tambin en la
expectacin de que haya quien responda, y que el enunciado "dado" al
otro sea, bajo la forma de equivalencia y no de identidad,
restituido al donador-locutor.
La red de credibilidad sostiene Jas convenciones que regulan la
comuni-cacin~socil de varias maneras Entre partenaires, permite
tambin toda clase "de juegos, manipulaciones y efectos de sorpresa
con las convenciones (hacer creer.que se cree, o que no se cree,
etc.). Pero esencialmente el creer hace de la alteridad del tiempo
(o de la no inmdiatezpa prctica d"la comunicacin. Funciona en el
lugar donde slo una duracin puede convertir la posicin del donador
en la de beneficiario: el lugar donde el tiempo del otro proyecta
la sombra de un plazo y pues la incertidumbre de una adecuacin de
lo ofrecido a lo devuelto. A este principio de sociabilidad
histrica se opone un principio de cientificidad (o de "verdad")
que, eliminando el retraso del tiempo diferido, practicando la
inmediata coincidencia entre lo dado y lo recibido, tiene por ndex
el ver.
II . E i decir y el hacer
El creyente dice: "Creo que tu volvers". Depende del otro
incluso si, en ocasiones, el otro est domesticado, controlado por
las reglas .sociales, que "aseguran" al acreedor contra el riesgo
del tiempo. Se sita en ese "entre dos, en el suspenso que separa lo
que ha hecho de lo que se har. Un decir ocupa este espaci: una
promesa, una convencin, una confesin de fe, ptc.Pp.rn est decir
supone y apunta a un hacer. El creer une dos tiempos distantes por
medio de ua palabra. Recprocamente, esta inscripcin del decir en el
hacer y del hacer en el decir hace del creer una prctica
expectante. En esta perspecti-va, la frmula de la posicin del
creyente podra ser: " tu lo crees si lo haces, y si no lo haces, no
lo crees". Este axioma valdra para gran nmero de sociedades
tradicionales estables, por ejemplo, la antigua Roma o Israel. Las
creencias tienen all forma de prcticas. Del mismo modo que el
sacrificio griego, 8 son interpretados por Taantropologa como un
conjunto de "activi-dades ritualizadas"9 que encierran la promesa o
la confianza en la objetividad de un gesto.
El hecho de que hayan podido ser consideradas representaciones
suscep-tibles o no de recibir un asentimiento individual p
colectivo (del tipo "yo creo en ello" o "nosotros no creemos") es
en parte efecto de la interpretacin histrica, fundada en'enunciados
que sobreviven a prcticas hoy desaparecidas. Se supone a estos
fragmentos separados el valor de aserciones concernientes a seres
(sobrenaturales, divinos, etc.) o verdades que la distancia nos
hace ubicar bajo el signo de la credibilidad justamente porque
nosotros ya no creemos en
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ellas. Dicho de otro modo, la creencia se'transforma en
enunciado (afirmacin) cuando deja de comprometer una prctica
contractual. Preguntarse "Yo creo?" es salirse del campo de la
creencia y tenerla por objeto intelectual, inde-pendientemente,
defacto que la afirma como relacin. La creencia no es ms que decir
cuando deja de ser compromiso racional, es decir, cuando deja de
ser creencia. ' "El aislamiento del creer se debe tambin a la
historia ms reciente, que
hizo posible, entre creencias y prcticas, una ruptura por la
evidencia. Tres si-glos de polmica entre la "ciencia" y la
"supersticin" separan a las prcticas en dos rfit3Tdesiguales y
afectadas por dispar destino; una hecha de lo que constitua a esa
prctica como expectativas mutuas, que se convirti en resto estril
del pasado, enfermedad que infecta a la otra mitad, relativas una
opera 1 toria de esas prcticas, que se convirti en objeto de una
racionalizacin tcni-ca, mitad aislada, analizada, redistribuida en
elementos combinables en vista de una mayor eficacia. Esta
fragmentacin dio lugar, por un lado, a las llamadas "creencias",
justamente porque ya no se cree en ellas y ya no funcionan como
alianzas sociales, y por otro lado, a conductas objetivas (mdicas,
comerciales, educativas, culinarias, etc.) que era necesario elevar
al status de tcnicas-y tratar como serie de gestos relativos a
operaciones de fabricacin.10
Este clivaje se acenta en las sociedades complejas donde
coexisten sis-"" temas de crdito heterogneos entre ellos,
estratificados, fragmentados e imbri-cados. Las mismas prcticas
divergen sobre aquello que otorgan derecho a esperar. Las mismas
convenciones de crdito se practican de modo contradic-torio.
Lascreencias y conductas manTiengaiglaciones cada vez ms
inestables. Se multiplican las combinaciones entre "convicciones" y
"comportamientos". A la inversa de las sociedades tradicionales, la
prctica no es ms la transparente objetividad de una creencia. Es
necesario distinguirlas, y esta distincin misma, verbal y
operatoria, es nuestra prctica creyente contempornea, forma parte_
de los gestos en los que suponemos un interlocutor.
La autonoma de estos dos elementos no es, sin embargo, ni tan
rpida ni tan radical. De este modo, la accin poltica que substituye
a las prcticas reli-giosas mantiene el rasgo de las esperas
salvadoras que quiere borrar con una teora de la revolucin o del
bienestar. Estas "convenciones" pasadas, desor-bitadas de las
prcticas que las articulaban, se objetivan en las estrategias que
supuestamente las reemplazan. Inversamente, los gestos que
sobreviven al resquebrajamiento del sistema de intercambios que las
legitimaba pblicamente permanecen determinantes, por ilegtimas que
sean, en el paisaje mental que se les ha hecho extrao. All estn,
activas pero ilcitas, con el status de "su-persticiones", es decir,
"sobrevivientes". 1 1
Lo importante en este punto es que, incluso en casos extremosjas
creen-cias siguen siendo el index de prcticas queTTsostienen"^ a
lasljuTpuntan. C"rce deca, a propsito del mal de ojo: "Es mentira,
pero creo en l". Esta creencia, exiliada del saber cientfico (l
sabe que es mentira), expulsada de la configuracin epistemolgica
que pona de manifiesto (es la reliquia de una cos-mologa), sigue
siendo indisociable de lo que no debe hacerse (aceptar un elo-g io
trae mala suerte) o de precauciones (llevTamuletos, decir el nmero
cinco). La creencia de Croce es un gesto que transgrede la
ortodoxia cultural. No
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ocurre lo mismo con otras, que son de hecho prcticas que regulan
los con-tratos con futuros ms o menos legitimados por el discurso
pblico. Cierta-mente, al haber sido desheredados por el sistema
oficial de crdito, reciben un nuevo papel, ms modesto. En el
interior de las operaciones que garantizan la "recuperacin" en una
sociedad, responden a un investimiento, la "superviven-cia" no
tiene una funcin "positiva" reconocida. Pero guarda y
frecuente-mente presenta esta modalidad, el rol negatuo de
restringir estas operaciones pblicas, de limitaras y a veces
incluso suspenderlas por ser "nefastas". Las convenciones pasadas
con partenaires fuera de la legitimidad y la identidad social
trazan gestos silenciosos en el campo de las expectativas legtimas.
Estas acciones rituales marcan fronteras invisibles en la cultura
autorizada.
A fines,del S. XVIH, Madame Du Deffant declaraba: "No creo en
los fan-tasmas, pero les temo" . Por su temor evidencia que "cree".
Pero el trmino "creer" se ha hecho objeto de un juego de palabras,
un equivoco..En el discur-so "esclarecido", que supuestamente
define lo "creble", es decir, lo "pensable". el fragmento de un
creer ilcito se marca siempre por conductas, pero por con-ductas
excluidas, que detienen a ios iantasmas. Hay creencia porque hay
prcti-ca, pero se evidencia nicamente por el sentimiento (el
miedo), que endosa siempre el dficit de una razn de las
prcticas.
Los estudios sobre el Belief restauran precisamente su relacin a
un hacer. Es indudable, sobre todo en el caso de la tradicin
mediterrnea, que el objeto de la creencia se aisla de los caminos
colectivos e individuales. Separado de j acto que 16 sostiene
considerado como mentaloccurrence, la crea^ecibeT~Qretincton,
globalmente negativa, de corresponder a lo que rio se sabe o no se
ye, es decir, ser el otro del saber o de la vista. Esta identidad
leTue asignada por una epistemologa que juzgaba el conocimiento a
partir del valor de verdad del que un enunciado poda estar
afectado, y asignaba esta ver-dad a part i r de la memoria o la
evidencia. E n o t r a tradicin, sobretodo anglosajona y ligada al
impulso filosfico del "individua]ismo y ' _que distingue el
aCfd~Cter su objeto, el Belief aparece bajo la forma, positiva, de
un acto j f e i enunciacin relativo njg(querer)jjaer~del sujeto y
un contrato pasado entre/ partenaires socialeso
simblicsrftemifeTpues, a un hacer." ^
Alexander Bain subrayaba que el acto de creer {Bellef) "no tiene
sentido ms que al referirse a nuestras acciones". 1 3 R.B.
Braithwaite consideraba la creencia una disposicin a actuar "como
si" la proposicin fuera verdadera: creer, deca, "es estar listo a
actuar como si fuera verdadera". 1 4 La proposicin se juzga segn la
regla monotesta del "verdadero o falso". Pero desde Austin,"
reconocemos todo un pulular de enunciados que escapan a esta regla
y que suponen ms bien la alternativa del xito o fracaso, buen o mal
resultado. Los enunciados del Belief pertenecen a esta prolfica
familia. Pero en la episte-mologa de Braithwaite, an colonizada por
la cuestia de la verdad, se remiten a la accin como instancia
pertinente.
El creer, en efecto, concierne "a lo que hace funcionar". 1 5 Se
mide por los lazos, friayoTnerioTestrechos, que mantiene con lo que
se nace/hace esperar que seTga. u e manera general, se retiere a un
saludo, como eficacia recpro-ca, o al tnunto de una empresa ("creer
que el arroyo no es tan profundo" hace que lo atravesemos ms
fcilmente).'4 Por el contrario, desaparece cuando esos
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lazos se rompen. Inciuso las proposiciones del tipo "ere que
maana har buen t iempo", o "creo que hay vida en Marte" no se
refieren a la validez de un saber, apelan a la solidaridad entre
los que participan en un proyecto o un mismo tipo de accin. El
rechazo del vaco planetario es tambin signo de sto. Contrariamente
a lo que crea A. Quintan, no existen creencias desprovistas de
consecuencias prcticas.
-Toda posicin comporta lmites dudosos. Se podra sin embargo
adoptar la tesis de que una creencia desprovista de consecuencias
prcticas no es tal. Con la llaneza de estilo que caracteriza sus
ltimos aos, Pierre Janet deca: "Para nosotros, la creencia no es
otra cosa que la promesa de accin: creer es actuar, decir que se
cree es decir que se har algo" . "
I I I . E l interlocutor* i n d e f i n i d o
La "promesa de accin" concierne tambin a una realidad o un
parte-naire externo. Esto nos conduce a la distincin entre creencia
v contrato, que no puede articularse en objetos de intercambio
garantidos por un derecho. Esta categora de alianzas constituye en
la sociedad una regin que no es todava o no podr nunca ser
considerada bajo la forma de lazos jurdicos.
Las relaciones que aqu se presentan tienen la apariencia de
contratos, pero escapan a los instrumentos sociales capaces de
objetivar en ellos los tr-minos, y consecuentemente, de verificar o
falsear las relaciones. Ubicadas fuera del dominio legal, las
creencias comportan una vasta zona que a veces se ofrece a las
conquistas del derecho (no pocas fidelidades se transforman en
contratos), y a veces presentan un considerable "resto" (que
resiste a la trans-formacin jurdica).
La creencia se.diferencia por el rol de tos partenaires y por su
desigual-dad. Lo que-le falta en objetividad se suple por el hecho
de tratarse de sujetos. A falta de reaseguro jurdico, el creyente
busca tras la "cosa" anticipada (una ventaja, un saludo, una
verdad) un interlocutor en quien fundar la espera. Es necesario no
slo "creer en algo", sino tambin "creer en alguien". Una con-fianza
(Troust) redobla la creencia v la conforta {Troust viene de fotis',
lo que sostiene). Hay que suponer una garanta que proviene del
otro, gs decir postu-lar un otro (a"j?rsona, un real, etc.) "dotado
de querer, poder v saber que harn efecnvF"S^retnbucin''. En algunos
casos, a propsito de Dios, los espritus y algunos humanos, esa
existencia misma constituye un problema, pero en el fondo no se
trata ms que de una variante en relacin al conjunto de los
elementos que hacen a la competencia del interlocutor y que se
enfrentan a la hiptesis de que, de un mdo'u otro, l falta. La
Interrogacinjiacida de la posibilidad de su falta se ubica
esencialmente en dos lugares: que l se reconoz-ca obligado y que
sea capaz de actuar. El primer punto es relativo a un decir, el
segundo a un hacer. "El garante aparece como el doble, con los
rasgos que ca-racterizan al creyente, es su espejo."
* Nota del tr.: "Interlocutor" corresponde al francs rpondant,
el que responde y el que es responsable.
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Pero la cuestin es si hay interlocutor. Cuando una creencia se
dirige a una persona, manifiesta mejor un desplazamiento que se
remonta finalmente a todas las creencias y que busca siempre ms
lejos a ese interlocutor. Cmo estar seguro de que el partenaire
actuar obligado, ser fiel a lo que de l se espera, ser "regular",
como deca Dumzil? Primera constatacin: para suponer creble su
objeto (la cosa esperada), la creencia debe suponer tambin que el
otro, de ciertamanera, "cree", y se co^era]oMga^B2LeLdon que se le
ha hecho!'Se trta~ae una creencia en la creencia del itro, o en lo
que se cree que l cree, etc. Una creencia en la creencia del otro
es el postulado de una creencia en el otro.
Pero esta garanta no es segura, de modo que se desliza tras el
primer obligado para encontrar,, si ste falta, un heredero, un
sustituto ms amplio (la familia, el grupo) o ms elevado (una
autoridad superior, una facultad moral, etc.) siempre ms alejado.
Indefinidamente, otros deben responder por el otro. Por ese intento
de buscar siempre garantas tras los que alcanza, la creencia parece
sgrjndependiente de un interlocutor particular y tratar de
compensar la mcerfl3umbre~3e cada""obligado por la remisin sin fin
a otros. Si en esta remisin infinita no hay punto de detencin"
(veremos que esos topes son Jas instituciones) el llamado a jotro
huye hacia un horizonte de "fidelidad" qu^ba jo e r n o m b j g ~ d
e T E ^ o i j a j o c i e d a d , es l postulado mismo del c r e e
n ^ f e b e haE^unltrloc^^TTie. manera ms y ms tautolgica y
fundamental, la creencia se remonta hacia ese lmite que es su
propia condicin: nicamente el a priori de un otro que sea "regular"
la hace posible. En ltima instancia, debe suponerse que lo Real
responde. i
Este postulado general (que est presente incluso en la ciencia,
claro est), baja o sube la escala de las proximidades, segn la
coyuntura o el tipo de grupo. En la ciudad pequea toma la figura de
un vecino "confiable", en el partido, la del lder. Por el
contrario, en tiempos de inestabilidad y/o bajo la presin
cues-tionadora de espritus radicales, este postulado se aleja hasta
convertirse en la incertidumbre de una hiptesis. Sus lugares de
aplicacin y anclaje varan jggn los perodos (tiempos de crisis
o~es1T5jfio5d), lasxoTeclvTaaaes (incluscTen una s ^2a^
!^tI6r2|gH7g^gs rarglalesK_y los indiyjdyoiJa quin se dirige la
creencia de un agonizante on espritu crtico en una^iudadTmviT'V).
Varan tambin de acuerdo a consideraciones socio-econmicas; la
sociedad medieval, por ejemplo, se organizaba como una serie
jerarquizada- de "interlocutores" y "clientes", mientras que el
capitalismo la reemplaza por un sistema de circu-lacin de un
equivalente general: la moneda. Las diferenciaciones dependen an de
compromisos en la accin: la disminucin en la prctica incrementa la
sospecha, etc.
En principio, sera posjbleclasjficar todos loselementos que
componen lasgeografas sucesivs~7e~gsas~^^ valor de "interlocu-tore?
r 5^guej e^^ de esas composiciones de "lugares" que autorizan la
creencia. Parece que el a priori general segn el cual es necesaria
una parte del interlocutor estuviera, por razones pragmticas o
contingentes, ubicado ms o menos cerca, desubicado, arrojado fuera,
segn las circunstancias, y como si, bajo la presin de crisis y/o
cuestionamientos, terminara por refugiarse en ese lugar
inexpugnable e inacce-sible pero del que resulta imposible
prescindir.
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Cada interlocutor particular (o sea l que, segn el otro,
supuestamente respord^rs^Toces la metonimia de una serie indetinida
de otros que, tras l, tienen igualmente la posicin de faltantes y
de fundadores del creer (119 son "fiables", pero son los que
"autorizan""~creer). La coincidencia de la falta y de la
instauracin es uno de los secretos del creer. Pero esta
coincidencia tambin define al otro en s mismo: lo_gue me falta es
lo que me impulsa. En la creencia esta coincidencia no es tal: por
un don (o un'sacriticio) crea al lugar 'faltante que instaura al
otro, pero este otro debe precisamente colmar la falta. Ella
produce a este "otro" que supuestamente asegura contra lo que se
pierde. No debe llamarnos la atencin que el creer obedezca a esta
lgica circular: No se trata acaso de la estructura misma del
presente? Es el presente el que, al perderse, constituye la
alteridad de un futuro. La creencia y el tiempo per-manecen
unidos.
La devolucin del interlocutor se presenta asimismo bajo una
forma dife-rente, que parece concernir al creyente mismo. As, los
paisanos de Bocage no aluden a lo que ellos creen, sino a lo que
otros creen-, "Hay quienes creen..." "Hay quienes dicen...". La
brujera, de la que ellos hablan, se presenta como "creencia de
otros". 1 8 No se trata slo__de una tctica para alejarse de la
"su-persHcin'\que el etnlogo leTatribuye,~"sino sobre todo de~n
reaseguro con-tra^^iceprlcSpp que j j jnjmduce^ y "unairespuesta a
aqueljg que, de hecho, sirve de garantaa~T~^j^ncia^Ta^uTeTlnasibles
del otro: "Otros creen so". No hay certidumbre en la creencia; pero
otros, mucosTcreen en eso, y por lo tanto hay derecho a suponer que
hay interlocutor de lo que se teme o espera. La red secreta de esos
"otros" responde por la brujera.
El proceso de creer no funciona a partir del creyente mismo,
sino a partir de un pIulaTlndetinido (el otro/los otros)
supuestamente obligado y el interfecta tor"de la relacin creyente.
Una pluralidad responde por el interlocutor. Puede creerse slo en
algo o alguien? No, aunque es posible ver slo a algo o a alguien.
La creencia reposa sobre una anterioridad del otro que tiene por
dele-gado y manifestacin el hecho de una pluralidad de creyentes:
"Hay quienes creen..." "Hay quienes dicen...". Tratndose de brujos
y adivinos, los paisanos de Bocage son ms lcidos para definir la
creencia que los que usan la ingenua frmula "yo creo". Indican el
fundamento real: "Hay otros que creen".
Estructura general. Es sabido que "los nios son el soporte de la
creencia de los adultos",19 que no hablan de sus propias creencias
sino en nombre de otros. Las instituciones creyentes (religiosas o
polticas) funcionan as. ^ Los actuales sondeos de opinin, que se
multiplican, tienen la misma estructura: ^fic^EteTprgucen paratodos
un creiMe_que est necho decue cada uno Io~atribuye a jos otros. Hay
miles de procedimientos, bien conocidos por las Tlgiones y los
poderes polticos, gomo producir creencias haciendo creer gye
"muchosjo creen" o, tcnica mss^ra~ai5"n,pmrctol\no'^^^n^_^i-piezan
aHreer o deian de creer (lo "conversos'7IIL'a^onviccin~sernanipula
a dislaciaTpor medio de un trabajo sobre lo queparece no
concernirle, que es la conviccin de otros. La eficacia de ese
"quiproquo" retoma, por otra parte, la experiencia de los
entrecruzamientos extraos. En muchos casos, por ejem-plo, es el
descredo el que cree que los creyentes creen, y eso le permite
creer que l no es creyente20 o viceversa.
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a hecho, necesario para la creencia, de que haya otros que
creen, no deja de diseminarse. La multiplicacin de seudo-creyentes
(el interview los hace proliferar) -no compensa la disminucin de la
calidad. Los "yo creo" de la opinin oscilan entre "me parece" y " n
o m e guste". Se diluyen en el nmero y sTSespegan de las
prcBcaT^articularesT^T^ulodas se ubiquen en el ndice general de la
transformacin de la sociedad. Todos estos "otros" encargados, en
principio, de sostener la regularidad del interlocutor, no
sostienen nada. Esta inflacin provoca un repliegue sobre el
postulado general: es necesario que hayaqujene^cregn. La condicin
del creer son los "sujetos supuestos creer. Para que haya creencia,
tiene que existir de antemano una parte del creer, qu no son los
objetos crebles (que son slo el objeto de intercambio), sino una
posicin del sujeto o cuasi sujeto que sea "regular" y no engae.
Incluso el tra-bajo cientfico supone que "la materia no es
engaosa", de modo que si nos equivocamos ella "no nos equivoca". 2
1
Lo que resulta finalmente interrogado, es el otro mismo como
sujeto "Interlocutor" que autoriza la relacin, es la existencia de
un sujeto sobre el cual se articula la posibilidad de sujetos
creyentes. Esta interrogacin tiene la forma de lo que es necesario
suponer, juega con la relacin entre necesidad y suposicin. Figurada
en ficciones necesarias que son ficciones del otro, esa re lac
ionesel 'n^nzOTVtTTacia el que la creencia se desliza, en una
sociedad que ha reprimido la cuestin del sujeto o que, al menos, la
ha separado de las prac-ticas convertidas en "tcnicas objetivas.
Por una serie de retornos que multipl i-can su demora inicial, el
creer se remite ms lejos, hacia el ms-otro inaprensi-ble lmite. La
cuestin del sujeto no es ms que la cuestin del otro, y le falta
interlocutor.
Esta lgica puede representarse como la mutua implicacin de
vueltas sucesivas sobre crculos concntricos (vase figura), donde se
distinguen, por lo menos, cuatro tipos diferentes de movimiento: 1)
El que va del creyente a la "cosa" de la que se espera la devolucin
("demora" inicial); 2) El que va de la "cosa" esperada al
interlocutor que debe esperar el retorno (interlocutor "regu-lar");
3) El que va del interlocutor a los "otros" que responden por l
("otros creen", "se cree"); 4) El que va de esos otros creyentes a
la suposicin general de que hay interlocutor (debe haber en alguna
parte pero dnde? un inter-locutor "que no sea engaoso"; que
responda por la "verdadera cosa", que funde la creencia).
58
V .
Las creencias podran clasificarse a partir del nivel que
"alcanzan" en el sistema de devoluciones y acciones rituales hasta
lo verosmil.
IV. Lo verosmil
La vida social trata de impedir este retorno de las creencias a
su principio tautolgico. Apunta" incluso a prohibirlo. Se organiza
de modo tal que se de-tenga la relacin indefinida cone l in ter
locutor y que se oculte el secreto je l creble. Lasjnstitciones se
opoefTi este resquebrajamiento de las creencias'
objelvas,'^rque~^nTT :esponden a las necesidades de la prctica
cotidiana. Estas mediaciones sirven a la vez de tope a las
interrogaciones que amenazan lo creble, de seguros contra el vrtigo
de la duda y de apoyos para la actividad relacional de cada da. De
modo ms o menos transitorio y respetable (pueden cambiar y/o
devaluarse) estas "autoridades" son los interlocutores
paradigmti-cos de la comunicacin social, son las autoridades
prcticas de un sistema de crdito.
En el apretadojejjdo de sus redes predominan dos elementos^ bien
dife-renciaoTaunque inseparables: l o j j w o j r ^ es relativo a
la economa del lenguaje, el otro a u n a rticuTaci^eTT'prcticas.
Enfocadas unilateralmente, bajo la forma nica del creer, se
diferencian por el hecho de que lo verosmil introduce una conviccin
particular en una "autorizacin" ge-neral ("todo el mundo sabe
que...", "se dice que..."); y que la institucin pone de manifiesto,
inversamente, un especfico social en la globalidad de lo creble
("el abuelo deca...", "la Iglesia af irma.. ." , "el partido
piensa..."). Pero ambos legitiman las creencias al situarlas en
relacin a:
1) a otro 2) a una funcin enunciativa que dirige una suerte de
demanda, pero sus-
pendida, porque no especifica su destinatario 3) a una fidelidad
supuesta, cuyas formas varan desde el sostn del ser
hasta la garanta de amor ("Yo respondo por t i " , dice el lder
o Dios; "Yo te privilegio, incluso cuando te vigilo", dice la
autoridad). Este sostn y esta garan-ta valen como ficcin de lo real
Go real no traiciona) y responden a priori por quien se fa de
ellos.
Estas dos figuras, que finalmente se fusionan, permiten precisar
el fun-cionamiento del creer.
Lojjemsjr^^ oro^J^erosejrata^dejjn^^ nejjtrjQ?[gueT^ de ste
T"5eaqu"y no comporta un interlocutor particular que toma a su
cargo una promesa, es un sujeto indeterminado. Lo verosmil tiene
adems una funcin metalingsti-ca, en el sentido jakobsoniano del
trmino: "Se dice que se dice..." y as infini-tamente: es el
discurso que habla_dgX_discurso invocando_ofro discursp~sr-que
constituye airia_uto^!a~deTa1scurso, su ninguna parte y
sunetralidad."
" Por otra parte, y sTrrtiaa deotdo a euqj sostiene una
credibilidad gene-ral, vlida para todo el mundo y para nadie en
particular. "All" hay algo que debe creerse, o puede creerse, pero
qu es? Lo verosmil es un enunciado demasiado extenso y que borra su
corazn de creencia. No puede precisarse su
59
-
contenido ni su locutor. Tiene tambin el aspecto de un pasado
acumulado i (sabidura de otros) que prometera trintos o proteccin,
una especie de TQ- J c5^ensa"^ara "^guese_ t ia de ella, pero sin
que sea posible precisar siguiera | eTTqu se fundara sta esperanza.
Simplemente "hay algo" que merece con- I fianza", pero que
susTae~a~toda determinacin su autor (el que la autoriza), su ?
contenido (lo que se intercambia) y el acto presente de un decir o
un hacer (una I afirmacin) es decir, los distintos aspectos
formales de la comunicacin. ' i
Lo verosimiLsgria mas bien el postulado universal de la
comunicacin. All \ se encuntrate condicin de todas las
comunicaciones particulares Esja_eQStu- lado~Hre^^g^terminacTohes
de loctor^jbjeto y tiempo (el tiempo np_ adyjene masque a partir de
urTpresenteTque afecten los intercambios concrg- * tos? Sosflene
intercambios, pero como de lejos, y ellos lo presuponen jugando |
con l. El uso que se hace de lo verosmil es caracterstico. Es el
caso de los ) proverbios y los clichs. " B j j u e re ltimo re
mejor", "Aydate y Dios te ayu- | dar^ dice el locutor.
No'identifica el sentido de los proverbios que cita (per- | manece
indeterminado), ni tampoco se identifica en su posicin (eso
proviene g del otro), pero extrae de ellos el efecto
circunstancial, se sirve de ese fondo j para hacer producir algo de
otro que es precisamente relativo (contrariamente k al proverbio) a
su interlocutor, al tema tratado y al momento presente. El cor- ~|
pusde los proverbios, que es^ontradictorio intrnsecamente, le
provee un J eW^m^nerS' de j u e q ^ o ^ haeel j^'moviHa"
particular," y a la veFTa" | peninrte^eneficiarsejkjina
"credibilidad'^_qeneral (es_algo "heredado" pero " irpreciso)_en
que~apova sTTdecir, s inqujar j/di f^nte^Acreditado por un otro .]
pluraTyTutro, este fondo verosmil le permitlTproducir algo
diferente. Es la | condicin de lo que autoriza, pero no la causa
(no lo produce), ni la razn (no | lo explica), ni el fundamento (no
define la verdad). I
Aristteles nos provee un anlisis decisivo de este extrao status
en las Tpicas, genial inauguracin de una filosofa que, antes de
especificar las j operaciones que le son propias, traza en el aire
el dibujo de la plausibilidad que > las hace posibles sin
definirlas. 2 4 En este aspecto, el discurso aristotlico viene a
ser, en relacin a lo que l1 llama endoxoru[lo plausible).el
equivalente de lo que 1 sen los usos particularsliniguaje~co^^
yprosmil prrwief- l
bir | Dejo de lado lo que Aristteles llamaba las eikota, es
decir las proposi- |
ciones conjeturales y probables en s mismas (por ejemplo: cada
uno es afi- i cionado a lo que le gusta) en razn de aquello mismo
que ellas enuncian. Lo I que nos interesa son las endoxa, es decir
las tesis que son plausibles en razn \ de quines las enuncian: una
premisa es endoxal cuando los responsables_dg__^ r s u j i n u n j
j i a c i ^ ^ | escn*bT^TpcTpio~dTaTTo^^ los que tie- f nen
garantes reales y que estn autorizados o acreditados por la adhesin
efec- j tiva otorgada por la totalidad o casi totalidad de los
hombres, o la totalidad o | casi totalidad de los sabios (sophoi),
representantes de lo que se puede llamar la J| opinin esclarecida".
2 6 Estos enunciados ofrecen "la sabidura que proviene de I otra
parte que de su frmula".27 La endoxa remite entonces, a nuestros
locu- | tores, pero indeterminados ("dicen")
y^jT^e^unci5rrrJe^efdaa"o fealidjd, | p i r o dorg^urTno^es
localizabTejQada predio ! " ' ' """ ;|
El trabajo filosfico, en este espacio de probabilidad, procede
en dos eta-pas: en un primer tiempo, el decir del otro en general
("la totalidad o casi tota-lidad") se transforma de modo que se
convierte en el decir de alguien. En el "se dice" annimo el dilogo
filosfico distingue una proposicin y un inter-locutor (uno que
responde): "T crees que p es verdadero?" "S i , efectiva-mente".
Del "Hay quienes creen", hace salir un "Yo creo que p", es decir,
un sujeto, un enunciado y un acto de juicio. El primer movimiento
de este arte de la guerra contra lo verosmil concierne a la
enunciacin. El segundo consiste en tratar el enunciado as formado y
extraer las consecuencias de lo que se ha convertido en una
asercin. Bajo, esta forma, podr medirse su valor. "T crees que p?"
"S, efectivamente". "Entonces podemos decir que...". Tal sera la
serie completa. En el campo de un verosmil, una cuestin de verdad
se introduce por esta operacin filosfica, y tiene un doble signo,
que contradice su punto de partida: una delimitacin (quin enuncia y
a quin?) una coheren-cia (una relacin entre un enunciado y sus
consecuencias). De_ lo ^ que .condi-ciona el creer, pasamos a lo
que produce ej sjbjr^LaJnstucin se encuentra Titrjosdorr ~
V. La institucin
Los dos movimientos de la estrategia aristotlica se repiten en
la institu-cin, pero se efectan para poner el creer al servicio de
una racionalidad social, y se presentan bajo la forma de
compromisos pragmticos. Hay un tiempo relativo a la enunciacin: de
lo que es annimo en el "se dice", la insti-tucin misma se hace
locutor e interlocutor. Hay tambin un tratamiento de los
enunciados: la institucin los selecciona, los refina (en base a
modalidades orto-doxas o marginales), y les da la forma de una
doctrina expresada en artculos ms o menos coherentes, y los
organiza en prcticas u operaciones que ella controla.
Pero, desde otros puntos de vista, la institucin hace a la
inversa de la tarea aristotlica. Ella se convierte en ..gara/i ta
de creer, -y 1Q utiliza_conJine$ ~) sodaleS;, Respondindolo? las
creencias (pero por las creencias elegidas, refi- 7 nadas y
corregidas) evita _que ej^ creer se desvanezca en el anonimato de
su
-
o menor verdad de un "artculo", sino su propia constitucin en
tanto sujetos gracias a la relacin a un interlocutor. Muchoms que
una verdad, la Habilidad r t e l J D t t Q ^ j e a J ^ ^ los
creyelrfs~"de ser "sujetos, as la cuestiSn ^ e s t a " e l ^ogT l o
s debates sobre ciertos_articulos sostenidos por ualsti-tc5"7 " ~ "
" * ~ La ambigedad de la palabra "sujeto" cobra aqu su pleno valor:
a la vez principio del querer y sometido al otro, actor y paciente.
El sujeto como actor nace por ser escuchado (o por creer ser
escuchado) por el interlocutor "regu-lar". Depende de esta relacin
con el otro, o de la ficcin que se la representa. Las relaciones de
la creencia con la institucin no remiten solamente a la elabo-racin
de un saber o a una articulacin simblica de las prcticas. Ponen en
juego la cuestin del sujeto en una sociedad, y cuanto ms dirigidas
son, ms se exacerba esta cuestin. "La gran promesa de que el Poder
nos ama"_obsesiona tpdasJasJorjTjas j e la d o j f l i o g a H ^ de
cerca o j e J i j o sT "laT-jcrtidumbre de leTamado, ' . "
P i r o las instituciones creyentes manipulan tambin lo
verosmil. Lo reti-nan a la manera en que una fbrica procesa la
materia prima. Como la filosofa aristotlica, lo transforman en
saber, por medio de procedimientos que no difieren mucho del de las
Tpicas. Existe incluso continuidad de operaciones entre el trabajo
institucional y el trabajo cientfico. Sera superficial pensar que
uno no es para el otro ms que un soporte necesario pero heterogneo.
Por el contrario, con procedimientos homlogos, la institucin se
mantiene en una regin mtica donde no se trata originalmente de
fabricar el saber (supuesta-mente autnomo de las creencias)
sino.q^especializar^v en cierto moda>-de
furxC]Qa]zarJa^riencias. Ella explota elanimo~ r i1ed5c" (otros
creen) para convertirlo en "nosotros creemos". Esta operacin
combina una de/im (acin, de lo verosmil con un reconocimiento de
los lmites que l impone.
En cierto sentido las instituciones se recortan un lugar en el
campo de la fiabilidad social de una poca. Recombinan sus
elementos, cambian las propor-ciones, autorizan sus artculos, etc.
En suma, las someten a una serie de tratamientos que permi ten
considerar sus creencias como una verdadera especificacin (hay
determinacin), arreglada (hay un orden) y utllizable (hay una
operatividad) que sin embargo mantiene su apego (a menudo poco
explci-to) con la credibilidad general. Pero sta impone, en
retribucin, inconve-nientes que pueden no ser claros. La
incorporacin institucional no puede efec-tuarse fuera de los lmites
de un verosmil contemporneo. En este sentido, queda incluso
sometida al hecho neutro, indeterminado, pero esencial como
referencia, de que "haya quienes creen" o "quienes dicen". Por el
hecho de desprenderse poco a j o c o del "se \ce^mn^\j^r^_^,mhs
coherentes^es d ^ c i r l o q i l j z i ^ las sostiene, las
creen-cas' insT ib lcT^ i i es^p lerden TueTza7~se salen efe la
'rbita j e Jo creiSfe. 1 P.ntamentese_covi^enen i r j i o j o q ^ s
e n j a s q ^ no se cree. El peligra y j a teTi^oaTIeTc^^ d
ice^gera lTaT^ ^ s o P o r t e d e l o creble. Recprocamente, es
normal que todos los revivis del creer se-traduz-
can en un retorno a ese fondo comn y como reaccin a su
transformacin en "doctrina" o "sistema".
62
Numerosos ejemplos, empezando por los que suministran las
religiones ilustran esta tensin interna de la institucin creyente
entre su trabajo organi-zador y la generalidad de su postulado. De
ah las relaciones, siempre difciles, entre los funcionarios o
responsables de la institucin -^los tcnicos con el "discurso del o
t ro" que es a la vez, para toda doctrina particular, el sustento
de su credibilidad y el principio de su desvanecimiento. Seria
necesario analizar los "instrumentos" o los "lugares" que articulan
la empresa creyente en base a su interlocutor (respondiente)
indefinido: los locutores-testigos, los milagros (el Thoma), una
narrativa que hace hablar de lo real, las citas y autoridades, las
"voces", etc. Ms all de estas topografas de lo creble, habra que
poner de manifiesto los tipos de operaciones que manipulan y
transforman el verosmil utilizando^ estos instrumentos: tcnicas de
persuacin, procedimientos de "natu-ralizacin" de la novedad en el
campo de lo que es credo, desplazamientos de la nominacin ("lo que
llamas un sueo es el diablo"), maneras de hacer creer que otros
creen, cambios en las proporciones y la organizacin de lo creble
por la sola inyeccin de informacin (tcnica publicitaria bien
conocida) etc. La cuestin superara los lmites de una exposicin ya
dilatada en exceso. Tambin he dgjaJQ_jdgJado la complejidad
dej_groblerria epistemolgico y la oposicin ^eTjcreer_aUabjejip3Li^.
" ' ~ '
El' creifTcruclpara una teora de la comunicacin social, plantea
insis-tentemente la cuestin del otro . Anuda un arte del otro
(tcnicas dialogales que domestican la diferencia) a la ficcin
fundadora que plantea un su;'eo supuesto creer como condicin de ese
arte. Las sabias estrategias que apuntan a una gestin social de la
comunicacin se combinan con el mito que "hace avanzar" la relacin
con el otro, -fes a dialctica petitur, dice Agrcola.29 Pero, desde
el comienzo, la primera palabra no es posible para el nio ms que
porque es escuchado por quien le responde.
Mlchel de Certeau* University of California, San Diego
Traduccin Claudia Lavi
' Sobre Michel de Certeau l lector podr consultar las actas del
Coloquio Mlchel de Certeau ou la dijference chrtlenne pubiieado en
Editions du Cerf, Pars 1 9 9 L Compilado por Claude Geffr.
Notas
1 Georges Dumzil. Idees romalnes, Gallimard, 1969 , p. 47-59 ,
(Credo el fldes). 2 Emile Benveniste, Vocabulaire des Instltutlons
Indo-europennes, Ed. de Mnuit
1969 , T. 1, ch. 15, p. 171-179. 3 C i t . en Pienre Bordieu,
"Avenir de classe et causalit du probable" , in Revue
francaise de sodologle, XV, 1, enero-marzo 1974 , p. 23 n , 29 .
4 Cf. Maurice Merleau-Ponty. L e visible et 'Invisible, Gallimard,
1964 . 5 Cf. W.V. Quine y J.S. Ulan. The Web cf Bellef, Random
House, New York, 1970 . ' Emile Durkhein. Les formes lmentares de
la ue rellgeuse, PUF, 1968. ' Harold Garfinkel. "Srudies in the
Routine Grounds of Everyday ActvMes", in David
63