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(Des)cortesía Rosina Márquez Reiter – Universidad de Surrey, Reino Unido. 1. Introducción: Hacia una definición de la (des)cortesía El interés por la cortesía lingüística surge a partir del ensayo de Brown y Levinson “Universals in language usage: politeness phenomena” (1978) y su posterior revisión y ampliación como libro, “Politeness. Some universals in language usage” (1987). Desde entonces se han llevado a cabo innumerables estudios teóricos y/o empíricos sobre la materia basados en diversas lenguas y culturas. Esto ha llevado a que la cortesía lingüística, ya en la década de los 90, fuera cosiderada como una de las subdisciplinas de la pragmática con más vitalidad (Thomas 1995). Dicha aseveración sigue estando aún al corriente, máxime si se toma en cuenta el caudal de estudios sobre la descortesía que el trabajo de Culpeper “Towards an anatomy of impoliteness” (1996) ha suscitado (veáse, por ejemplo, Orletti y Mariottini 2010 con respecto a estudios realizados sobre el español y variedades de dicho idioma). Pese al volumen de estudios realizados sobre el tema, no existe aún una definición unánime sobre este fénomeno, si bien una de las conceptualizaciones más utilizadas hace referencia 1
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Cortesía y descortesía

Apr 09, 2023

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Page 1: Cortesía y descortesía

(Des)cortesía

Rosina Márquez Reiter – Universidad de Surrey,

Reino Unido.

1. Introducción: Hacia una definición de la (des)cortesía

El interés por la cortesía lingüística surge a partir del

ensayo de Brown y Levinson “Universals in language usage:

politeness phenomena” (1978) y su posterior revisión y

ampliación como libro, “Politeness. Some universals in

language usage” (1987). Desde entonces se han llevado a cabo

innumerables estudios teóricos y/o empíricos sobre la materia

basados en diversas lenguas y culturas. Esto ha llevado a que

la cortesía lingüística, ya en la década de los 90, fuera

cosiderada como una de las subdisciplinas de la pragmática con

más vitalidad (Thomas 1995). Dicha aseveración sigue estando

aún al corriente, máxime si se toma en cuenta el caudal de

estudios sobre la descortesía que el trabajo de Culpeper

“Towards an anatomy of impoliteness” (1996) ha suscitado

(veáse, por ejemplo, Orletti y Mariottini 2010 con respecto a

estudios realizados sobre el español y variedades de dicho

idioma).

Pese al volumen de estudios realizados sobre el tema, no

existe aún una definición unánime sobre este fénomeno, si bien

una de las conceptualizaciones más utilizadas hace referencia 1

Page 2: Cortesía y descortesía

a un conjunto de comportamientos interpersonales que obedecen

de forma explítica y/o implícita a normas sociales o a

convenciones establecidas por diferentes culturas y/o

comunidades de práctica (Wenger 1998), con respecto a las

(re)acciones que son consideradas adecuadas en contextos

comunicativos específicos (Eelen 2001, Escandell Vidal 1996,

Fraser 1990). Cuando dichas acciones son efectuadas de acuerdo

con las expectativas culturales y situacionales, las mismas

son interpretadas como corteses; de lo contrario, como

descorteses (cf. Watts 2003 distinción entre comportamiento

político y cortés).

La cortesía es un fénomeno de índole (inter)subjetiva, ya

que que consiste en la evaluación que uno o más miembros de

una determinada comunidad hace respecto al comportamiento de

otro(s), en base a normas sociales compartidas de forma

implícita y/o explícita por la comunidad de la cual los

interlocutores forman parte, o bien de acuerdo con la relación

interpersonal entre los mismos (véase Arundale 2013).

Compárese un enunciado como Cállate ya y deja hablar a tu hijo entre

familiares hablantes de español peninsular o rioplatense

(Márquez Reiter 2002) y entre un médico que se dirige a la

madre del paciente o bien en un entorno familiar británico.

Ahora bien, no existe todavía una teoría acerca de la cortesía

que pueda ser sistematizada de tal forma que estas

evaluaciones se puedan demostrar empíricamente (cf. la

ulitización de la técnica de incidentes críticos empleada por

Spencer-Oatey 2002 y herramientas del Análisis de la

Conversación etnometodológico por Arundale 2006, 2010; Haugh

2

Page 3: Cortesía y descortesía

2007, 2013 y Márquez Reiter 2009, 2010 entre otros). En cierta

medida, esto ha contribuido al creciente interés por los

estudios interaccionales parcialmente inspirados en el

Análisis de la Conversación que utilizan el principio de

“second proof evidence”, para dar cuenta de aquellas acciones

que son interpretadas como (des)corteses por los

participantes, en base a sus reacciones interaccionales y cómo

éstas a su vez afectan o no la trayectoria interaccional

(Márquez Reiter 2013b, Orthaber y Márquez Reiter en prensa).

La orientación a estudios de este tipo surge, en parte, como

resultado de las severas críticas que fueran elevadas respecto

a trabajos realizados en base a datos elicitados, incluyendo

aquellos que emplean instrumentos interactivos como

simulaciones donde los participantes pueden negociar sus roles

interaccionales (Fant 1989; García 1989, 2004; Márquez Reiter

2000).

La concientización de la necesidad de trabajar con datos

naturales no ha ido acompañada de acercamientos teóricos que

logren dar cuenta de la (des)cortesía como un fenómeno social

que se manifiesta en el día a día de las personas (Goffman

1967), a través del contacto interpersonal. Dicha

reorientación ha resultado en un reencuentro con Goffman

(Bargiela-Chiappini, 2003; O’Driscoll, 2007, 2010; Marquez

Reiter, 2013a, 2013b; Locher et al en prensa) y, por lo tanto,

de un regreso a sus comienzos (recuérdese que Brown y Levinson

basaron su teoría en el concepto de face – véase Spencer-Oatey y

Ruhi 2007 para una diferenciación entre imagen e identidad y

su relación con la (des)cortesía) donde se cuestiona, sobre

3

Page 4: Cortesía y descortesía

todo, las aplicaciones teóricas y empíricas (principalmente en

cuanto a tipo de datos empleados-naturales vs. elicitados) y

se examinan nuevos contextos comunicativos, destacándose los

mediatizados como resultado del avenimiento de la banda ancha

(por ejemplo, teléfonos inteligentes con acceso instántaneo a

una gama de canales comunicación- veáse Locher et al en

prensa).

2. (Des)cortesía en español

El estudio de la cortesía en español nace quizás a razón del

trabajo de Haverkate “La cortesía verbal. Estudio

pragmalingüístico” (1994), unos de los primeros estudios de

actos de habla pormenorizado, anclado en la teoría de Brown y

Levinson (1987) y escrito en español. En esta obra, Haverkate

ofrece uno de los primeros análisis pragmalingüísticos de los

ruegos, entre otros actos de habla, y añade una laminación

interpretativa al análisis que denomina ‘acto interpretativo’

y que, a diferencia de su investigación pragmalingüística, no

ha tenido mayor impacto. Si bien el trabajo de Haverkate no

tiene como objetivo hacer un aporte teórico explícito,

contribuye al conocimiento de las manifestaciones de la

cortesía lingüística en español peninsular ya que delinea

muchas de sus convenciones pragmalingüísticas y, como tal, ha

sido de utilidad como punto analítico comparativo (veáse, por

ejemplo, Dumitrescu 1993). Los estudios realizados por

Haverkate sobre el español peninsular coinciden en demostrar

una orientación clara hacia la cortesía positiva en la cultura

4

Page 5: Cortesía y descortesía

española, orientación que no es necesariamente compartida en

otras culturas de habla hispana (véase, por ejemplo, Márquez

Reiter y Placencia 2005 y Placencia y García 2007 donde se

ofrecen panorámicas de los estudios empíricos realizados en

distintas variedades de español hasta esta fecha).

La mayoría de los estudios sobre la cortesía se enmarcan

dentro de los denominados conversacionales - si bien muy pocos

de los mismos utilizan conversaciones (espontáneas) para su

estudio- en tanto que se basan en el Principio Cooperación de

Grice (1975) y en (revisiones) de los modelos propuestos por

Lakoff (1973) y Leech (1983) y, en la teoría de face o imagen

postulada por Brown y Levinson (1987), siendo este último el

que más impacto ha tenido en los estudios de la cortesía en

español, así como también en la mayoría de lenguas y culturas

que han sido investigadas.

La noción de face, inspirada en Goffman (1967, 1974) es

clave en el modelo de Brown y Levinson. Goffman define face como

el valor social positivo que una persona reivindica efectivamente a través de la línea de acción que los otros

suponen que ella ha adoptado en el curso de un contacto

particular. En otros términos, se trata de una imagen de sí mismo, esbozada de acuerdo a ciertos atributos sociales

aprobados que el individuo cuida y protege en el ámbito interaccional, y a la que está emocionalmente ligado. Se trata

de un préstamo que la sociedad le concede, ya que si el individuo no se muestra digno de ella le será retirada por los

5

Page 6: Cortesía y descortesía

demás, que le conferirán, en cambio, atributos distintos de aquellos por los que pretende ser reconocido. Basándose en

esta noción y en el Principio de Cooperación (Grice 1975) como

principio de racionalidad en la comunicación, por el que los

interlocutores tienden a lograr máxima eficacia comunicativa,

Brown y Levinson plantean que hay motivos por los que un

interlocutor, concretamente un hablante, no contribuye a la

eficacia comunicativa, dado que la misma podría poner en

peligro la relación interpersonal con su oyente. Los autores

sostienen que todos los individuos tienen una imagen pública

que desean presevar y que la mejor forma de hacerlo es

respetando la de los demás. Dado que la imagen es vulnerable y

que hay actos de habla que son amenazantes para la misma, hay

que mitigarlos o suavizarlos con el fin de no poner en peligro

la imagen y las relaciones con otros. La imagen pública tiene

dos caras: la imagen positiva y la imagen negativa. La primera

se refiere al deseo de ejercer la libertad individual de

acción, mientras que la segunda consiste en ser apreciado y

socialmente aceptado por otros. Conforme a la

conceptualización de Goffman, Brown y Levinson entienden que

estas necesidades son constantemente atendidas en la

interacción y que es beneficioso para ambos interlocutores

salvaguardar su imagen y no amenzar la del otro, sobre todo

cuando gran parte del comportamiento interaccional es visto

como potencialmente amenanzante (Kasper 1990). Con este fin

los participantes seleccionan una de las siguientes

estrategias:

6

Page 7: Cortesía y descortesía

1. Realizar el acto de habla de forma abierta y sin acción

reparadora ej. Apaga la calefacción

2. Realizar el acto de habla de forma abierta con acción

reparadora y cortesía positiva ej. Se buena y apaga la

calefacción

3. Realizar el acto de habla de forma abierta con acción

reparadora y cortesía negative1 ej. ¿Te importaría apagar la

calefacción?

4. Realizar el acto de habla de forma encubierta ej. ¡Qué

calor que hace aquí!

5. Evitar la realización del acto de habla

Dichas estrategias están postuladas de acuerdo con su nivel de

cortesía ya que el riesgo de pérdida de imagen aumenta de

menor a mayor. Este riesgo es calculado por el hablante de

acuerdo con el poder relativo entre el hablante y el oyente,

la distancia social entre los mismos y el costo relativo de la

actividad en cuestión. Cuanto mayor sea el poder del oyente

sobre el hablante, así como la distancia social entre los

mismos y el costo de la actividad sea socialmente considerado

alto, Brown y Levinson predicen que el hablante seleccionará

la estrategia número 5.De la misma manera, cuando no hayan

grandes diferencias de poder entre los hablantes, y éstos

gocen de una relación donde exista la familiaridad y el costo

de la actividad sea culturalmente bajo, el hablante

seleccionará la estrategia número 1.

1

7

Page 8: Cortesía y descortesía

La teoría de Brown y Levinson ha recibido innumberables

críticas como aplicaciones, tan así que una mera pincelada

pudiera ocupar una lista bibliográfica más extensa que el

propio capítulo. Cabe entonces mencionar las más influyentes y

remitir al lector a Márquez Reiter y Placencia (2005) y a

Placencia y García (2007) para una panorámica de estudios

específicos sobre la cortesía en español, así como también a

la gama de publicaciones que ofrece el programa de ‘Estudios

sobre el Discurso de la Cortesía en Español’(www.edice.org).

Las críticas más severas realizadas con respecto a la

teoría de Brown y Levinson (1987) se centran en su visión

etnocentrista de la cortesía como resultado del enfásis que

estos autores ponen en las necesidades individuales vis á vis las

grupales (véase, por ejemplo, Gu 1990, Mao 1994, Matsumoto

1988), así como también la preeminencia de la imagen negativa

junto con las estrategias correspondientes a dicha imagen

sobre aquellas que son positivas (véase, por ejemplo, Kerbrat-

Orechioni 1997).

En lo que respecta al español, y específicamente a la

variedad peninsular, Hernández Flores (2004) sostiene que las

actividades de imagen deben también incluir la valorización y

no sólo la mitigación y la reparación, dado que la cortesía

comprende la protección tanto de la imagen del oyente como del

hablante. Dicha valorización tiene como fin resaltar las

interacciones sociales positivas en aquellos casos en los que

no existe ni amenza ni riesgo alguno a la imagen de los

interlocutores, como es el caso de las interacciones en el

entorno familiar estudiado por la autora. Desde una 8

Page 9: Cortesía y descortesía

perspectiva similar, Briz Gómez (2004) sostiene que debe

diferenciarse entre la ‘cortesía codificada’ y la ‘cortesía

interpretativa’. La primera abarca los mecanismos lingüísticos

convencionalizados para su expresión en cualquier contexto, es

decir las formas pragmalingüísticas delineadas por Haverkate

(1984). La segunda se refiere a la evaluación de los

enunciados como (des)corteses en el contexto específico donde

se realiza el evento de habla. En este caso, diferentes

parámetros comunicativos como, por ejemplo, la relación

interpersonal entre los interlocutores y el objetivo de la

interacción actuarán como filtros para evaluar el enunciado

como cortés o descortés. De esta manera un enunciado como, por

ejemplo, ¿Te importaría salirte de adelante de la televisión? por parte de un

marido a su esposa durante un importante partido de fútbol, si

bien es cortesmente codificado, no será necesariamente

interpretado como cortés o descortés dada la relación entre

los mismos y el contexto comunicativo donde fue realizado. En

este caso, tal como señala Hernández Flores (1999), existen

premisas culturales como la confianza (véase también Márquez

Reiter et al 2005) que ayudan a que dicho enunciado no sea

interpretado como (des)cortés.

Bravo (1999, 2001, 2004, 2010) va un paso más allá

respecto a las críticas realizadas al modelo de Brown y

Levinson (1987). La autora propone una perspectiva

sociocultural en la cual los comportamientos (des)corteses

están ligados a la imagen social básica del individuo. Esta

imagen social básica, sostiene la autora, está basada en

valores sociales compartidos por miembros de una comunidad y

9

Page 10: Cortesía y descortesía

sostiene que nuestra tarea como analistas es encontrar estas

premisas culturales, como lo es el caso de la confianza que

señala Hernández Flores (1999). Bravo, mantiene que las

actividades de imagen son parte de las relaciones

interpersonales y que, por lo tanto, se debería hablar de

necesidades de afiliación y autonomía y no de cortesía

positiva y negativa. La autora sostiene que la generosidad y la

originalidad son componentes básicos de esta imagen social y que

actos como las ofertas y las invitaciones, entre otros, forman

parte de la imagen de afiliación. Las necesidades de

afiliación y autonomía también están presentes en el trabajo

de Fant (1989), si bien el mismo basa dicha distinción en la

conceptualización de la cortesía propuesta por Spencer-Oatey

(2000): ‘rapport management’, así como también en una

orientación dialógica a la interacción (Linell 1998).

El modelo de ‘rapport management’ propuesto por Spencer-

Oatey (2000) tiene como objetivo elucidar la(s) forma(s) a

través de la cual(es) el lenguaje es usado para construir,

mantener y/o amenzar las relaciones sociales. Por este motivo,

la autora sostiene que las investigaciones acerca del ‘rapport

management’ no sólo deben tener en cuenta la intencionalidad

del acto de habla sino también: el ámbito discursivo (por

ejemplo, selección de tópico), el participativo (por ejemplo,

la toma de turno), el estilístico (por ejemplo, fórmulas de

tratamiento) y el no-verbal (por ejemplo, el contacto visual).

Tomando como base la noción de face de Goffman (1974), Spencer-

Oatey (2000) plantea una diferenciación entre las necesidades

de face y los ‘derechos de socialización’ de los que goza el

10

Page 11: Cortesía y descortesía

individuo para el gestionamiento de sus relaciones

interpersonales. La autora divide entonces la noción de face en

‘calidad de imagen’ (quality face) e imagen social identitaria

(social quality face). Estas son entendidas como el deseo de ser visto

positivamente en cuanto a nuestras cualidades personales como

lo es, por ejemplo, la autoestima (cf. la noción de cortesía

positiva de Brown y Levinson 1987) y el deseo que, como

individuos, tenemos de ser reconocidos y respetados en

nuestros roles o identidades sociales (por ejemplo, como líder

de un grupo, amigo íntimo, etc.), es decir, que nuestro valor

público sea reconocido. Los ‘derechos de socialización’

constan de dos aspectos interrelacionados: ‘derechos de

equidad’ y ‘derechos de asociación’. Los primeros tienen dos

componentes: ‘autonomía-imposición’ y ‘costo-beneficio’,

refiriéndose éstos a nuestro deseo de ser tratados de una

manera justa, sin imposiciones y de recibir aquellos

beneficios a los que tenemos derechos. De esta forma entonces,

el modelo de Spencer-Oatey incorpora el concepto de imagen

negativa propuesta por Brown y Levinson (1987) y la visión

económica de Leech (1983) (i.e. costo-beneficio) dentro de los

derechos de equidad.

Algunos aspectos del modelo de Spencer-Oatey (2000), en

especial su diferenciación en cuanto a los ámbitos a tener en

cuenta para su estudio (veáse Placencia 2004 y García 2004) y

la noción de la gestión interpersonal vis à vis la cortesía

lingüística (Fant 2007), han tenido cierta resonancia en los

estudios sobre la cortesía en español.

3. Ultimos desarrollos11

Page 12: Cortesía y descortesía

Los últimos circa cinco años han sido testigo de un creciente

número de estudios sobre la cortesía, aunque no necesariamente

en lo que al español específicamente concierne. Estos trabajos

se enmarcan dentro de lo que es conocido como ‘la segunda ola’

de estudios sobre la materia, también denominados como de

‘giro discursivo’. Dichos estudios parten, en su gran mayoría,

de la distinción efectuada por Eelen (2001) entre estudios de

cortesía de primer y de segundo orden. A través de esta

diferenciación, el autor oportunamente abogababa a la

diferenciación que debe ser establecida entre concepciones

teóricas acerca de la cortesía y aquellas novatas o

vernaculares que corresponden a las ideologías que, como

individuos y muchas veces como partícipes de estudios de

investigación sobre el tema, tenemos y que, con frecuencia,

son utilizadas para realizar acercamientos teóricos que, como

tal, son epistemológica y ontológicamente insostentibles. Esto

se debe a que los enunciados efectuados por participantes en

estudios de investigación, respecto a lo que los mismos

consideran que es un comportamiento (des)cortés en un contexto

determinado, son usados como base para teorizar sobre la

cortesía sin sumarse dicho análisis a un acercamiento teórico

sobre el fenómeno. Esto, sumado a la necesidad de examinar

contextos comunicativos que vayan más allá del acto de habla y

de las simulaciones, para dar cuenta del fenómeno social y su

negociación interpersonal, ha contribuido al desarrollo de los

estudios acerca de la (des) cortesía correspondientes al giro

discursivo, caracterizados, entre otras cosas, por la

investigación de contextos comunicativos naturales (véase, por

12

Page 13: Cortesía y descortesía

ejemplo, Culpeper, 2011; Tracy 2011, Locher y Bousfield 2008,

Mills 2003, Orthaber y Marquez Reiter en prensa).

Este giro discursivo ha llevado a un cuestionamiento, por

lo general de forma implícita (cf. Haugh 2014), de las

herramientas analíticas necesarias para el estudio de la

(des)cortesía en situaciones comunicativas naturales que

permitan ahondar en la manera en que los participantes

negocian sus imágenes, identidades sociales y la forma en la

cual sus comportamientos se orientan a acciones corteses o

descorteses. No es de sorprender entonces que los estudiosos

del tema hayan recurrido a elementos del Análisis de la

Conversación (Sacks et al 1974), así como a conceptos claves

dentro de la metapragmática (Lucy 1993), para dar cuenta de

las interpretaciones que hacen los participantes en

situaciones comunicativas sin tener entonces que acudir

necesariamente ni a su propia ideología sobre el tema ni a la

de los mismos participantes.

De la misma manera que las evaluaciones de los

interlocutores ocupan hoy día un papel indiscutible en los

trabajos acerca de la cortesía, y más aún en aquellos que se

ocupan específicamente sobre la descortesía, recientes debates

de índole teórico (Arundale 2013) y empírico (Haugh 2013,

Kádár y Haugh 2013, Kádár y Márquez Reiter en prensa) ponen

sobre la mesa el rol que ocupa la moralidad en dichas

evaluaciones. Esto se debe a que aquello que es considerado

como descortés está basado en nociones de lo que se entiende

como moral o inmoral. Haugh (2013) argumenta que, así como la

descortesía debe ser entendida como una práctica social (cf. 13

Page 14: Cortesía y descortesía

Conejos Biltvich 2013 quien sostiene que la (des)cortesía

surge en la práctica social), la moralidad a la que los

participantes interaccionales aluden, en tanto que orientan su

comportamiento interaccional a lo que debe o no ser

sancionado, depende de las prácticas sociales mismas. Por otro

lado, Kádár y Márquez Reiter et al (en prensa) señalan que en

ciertos contextos comunicativos, como es el caso de las

intervenciones sociales en espacios públicos, la moralidad a

la que apela el interviniente no surge de la práctica social

en sí, sino de una evaluación reflexiva como consecuencia de

lo que se entiende como una violación de los derechos

personales de los individuos. Los autores observan que en este

tipo de situaciones el interviniente así como aquellos

participantes que optan por no intervenir, apelan a principios

de moralidad sobre aquellos de cortesía, como lo es el derecho

a la privacidad (cf. Brown y Levinson 1987).

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