1 ARQUEOLOGÍA DEL FUEGO. Un estudio de las prácticas domésticas asociadas al fuego en Tebenquiche Chico Tesis presentada en la Escuela de Arqueología de la Universidad Nacional de Catamarca para optar el grado de Licenciada en Arqueología en Agosto de 2004 Autora Ivana Carina JOFRÉ Director Dr. Alejandro Fabio HABER Codirectora Lic. María Bernarda MARCONETTO
Arqueología del Fuego. Tesis para optar el grado de Licenciada en Arqueologia de Ivana Carina Jofré, Escuela de Arqueologia, Universidad Nacional de Catamarca. Argentina, 2004.
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ARQUEOLOGÍA DEL FUEGO.
Un estudio de las prácticas domésticas asociadas al fuego en
Tebenquiche Chico
Tesis presentada en la Escuela de Arqueología de la
Universidad Nacional de Catamarca
para optar el grado de Licenciada en Arqueología en Agosto de 2004
Autora
Ivana Carina JOFRÉ
Director
Dr. Alejandro Fabio HABER
Codirectora
Lic. María Bernarda MARCONETTO
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Este, mi primer logro académico y todos mi logros, los dedico a mi
abuela Clementina. Porque su infinito e incondicional amor me ha
hecho ser una mejor persona y me ha permitido enfrentar todos los
obstáculos de mi vida. A ella debo todo, lo que fui, soy y seré.
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El resultado fue que se le asignara al fuego la responsabilidad de todas las
operaciones subsidiarias capaces de dar, tanto por el color como por el brillo, y
hasta por el sonido, una razonable semejanza de cosa viva a cuanto saliese de los
hornos. Era juzgar por las apariencias. El fuego hace mucho, eso no hay quien lo
niegue, pero no puede hacerlo todo, tiene serias limitaciones, incluso hasta algún
grave defecto, como, por ejemplo, la insaciable bulimia que padece y que lo
conduce a devorar y reducir a cenizas todo cuanto encuentra por delante.
José Saramago. La caverna.
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CAPÍTULO I
ANTECEDENTES DE LA
ARQUEOLOGÍA DEL FUEGO
Por haber localizado una pareja de guacamayos que anidaban en la cima
de una roca abrupta, un indio lleva a su cuñado joven, llamado Botoque, para
que lo ayude a capturar hijuelos. Le hace trepar por una escala improvisada
pero, llegado a la altura del nido, el muchacho pretende no ver en él más que
dos huevos (...) [Su cuñado] Furioso retira la escala y se va (...) Botoque sigue
prisionero varios días en lo alto de la roca (...) Distingue al fin un jaguar
manchado portador de un arco, flechas y todas clases de piezas de caza (...) el
jaguar amistoso le propone que se le suba al lomo y vaya a su morada a comer
carne asada. Pero el joven ignora el significado de la palabra “asada” porque
por aquel entonces los indios no conocían el fuego y se alimentaban de carne
cruda.
En casa del jaguar el héroe ve un gran tronco de jatoba que se consume;
al lado, montones de piedras como las que utilizan hoy los indios para construir
sus hornos (ki). Por primera vez come carne cocida.
Botoque la mata [a la esposa del jaguar] de un flechazo en el pecho.
Aterrorizado, huye llevándose sus armas y un pedazo de carne asada. Llega a su
pueblo en plena noche (...) se da a conocer no sin esfuerzo (pues lo creían
muerto); relata su historia, reparte la carne. Los indios deciden apoderarse del
fuego (...) Pero el jaguar, furioso por la ingratitud de su hijo adoptivo que le ha
robado “el fuego y el secreto del arco y las flechas”, quedará lleno de odio
hacia todos los seres y en especial hacia el género humano. Sólo el reflejo del
fuego brilla en sus pupilas. Caza con los colmillos y come carne cruda, pues ha
renunciado solemnemente a la carne asada. (Mito Kayapó-Gorotire. Claude
Lévi-Strauss, De lo crudo a lo cocido)
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¿Qué es la arqueología del fuego?
La arqueología del fuego es un término acuñado aquí para denominar a una teoría y
metodología de trabajo dirigidas a estudiar los restos arqueológicos de combustiones, con el
fin de interpretar prácticas sociales pasadas.
Partiendo del supuesto de la materialidad de las prácticas sociales, los restos
arqueológicos son vistos como la expresión de acciones. Estas acciones son interpretadas
en su contexto de producción, a través del cual y por el cual cobran verdadera significación
y relevancia para la investigación arqueológica. En tal sentido, se propone poner a prueba la
capacidad de los restos arqueológicos de antiguos fuegos para aportar información en el
estudio de la vida doméstica de los grupos sociales del pasado, con el propósito de explorar
ciertos aspectos de su organización doméstica a nivel espacial y temporal, en su dimensión
política y social.
Los combustibles vegetales son la parte importante de esta investigación puesto que
son primordiales para la obtención de fuego. Su estudio puede aproximarnos a una
comprensión más acabada de las prácticas domésticas internas y externas a las antiguas
viviendas de asentamientos arqueológicos. La recolección de leñas sitúa a las prácticas
asociadas al fuego en un contexto extra-doméstico de orden político factible de reproducir,
por ejemplo, las diferencias internas al asentamiento. Sumado a esto, los combustibles
vegetales utilizados en antiguas combustiones dejan restos arqueológicos carbonizados que
pueden ser empleados por las investigaciones para realizar sobre ellos una serie de análisis
que proveen vasta información. Por ejemplo, sobre los restos de carbón de leña pueden
efectuarse análisis radiocarbónicos, análisis antracológicos y una serie de análisis de tipo
cualitativo y cuantitativo a escala estratigráfica en excavaciones arqueológicas.
En el Capítulo I de esta tesis de grado, se pone al alcance una caracterización más o
menos completa y los antecedentes de la denominada arqueología del fuego. En el Capítulo
II, se expone la propuesta de investigación y se discuten los supuestos en los que se
fundamenta. Posteriormente, en el Capítulo III se incluye una descripción ambiental y los
resultados del relevamiento fito-geográfico del paisaje circundante del área de estudio, tema
de vital importancia para la interpretación arqueobotánica. En el Capítulo III se introduce al
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caso arqueológico de estudio en Tebenquiche Chico, allí se tratan las características
arqueológicas del sitio y se proporciona un marco de interpretación basado en otras
investigaciones previas llevadas a cabo en el lugar; en el mismo Capítulo se le otorga
tratamiento a las observaciones etnográficas realizadas en una comunidad campesina que
habita actualmente en la cuenca de estudio.
La metodología de la investigación efectuada se divide en tres partes, y abarca los
Capítulos IV, V y VI. La primera parte de la metodología es una evaluación de la estrategia
de muestreo y las técnicas de recuperación empleados sobre los restos antracológicos del
sitio. Mientras que la segunda parte metodológica explicita el análisis e interpretación de
los restos de carbón vegetal a nivel estratigráfico a partir de empleo de técnicas cualitativas
y cuantitativas. La última parte de la metodología se aboca al análisis microscópico de los
fragmentos de carbón de leña y a su interpretación, la cual es seguida de las conclusiones
finales en el Capítulo VII.
Para resumir puede decirse que, realizar una arqueología del fuego implica poner en
marcha una metodología de trabajo donde se unifican diferentes niveles de análisis. Estos
niveles de análisis son: el nivel macro-ambiental fitogeográfico, el nivel etnográfico o
analógico relacional, el nivel arqueológico estratigráfico y el nivel microscópico
antracológico. Puede incluirse un nivel más que podría denominarse: nivel meta-
arqueológico, introducido para estudiar las prácticas arqueológicas del trabajo de campo
que actúan para conformar el registro arqueológico. Estos niveles de análisis macro y micro
funcionan para abarcar diferentes niveles relacionales de la investigación de las prácticas
domésticas asociadas al fuego en Tebenquiche Chico.
¿Cómo trabajan los niveles de análisis planteados? ¿Cómo se relacionan entre sí? El
relevamiento general del paisaje fitogeográfico del área de estudio sirve de marco de
interprteación para comprender, por ejemplo, la posible categorización de los combustibles
vegetales en el pasado. En este punto, el trabajo etnoarqueológico es particularmente
importante al proporcionar un cuadro de referencia a las interpretaciones a través de las
analogías etnográficas. Luego se estudian los restos de combustiones a nivel estratigráfico,
lo cual es posibilitado por una estrategia de excavación estratigráfica no arbitraria de área
abierta. Se analizan los rasgos y huellas de combustiones pasadas, interpretando estas
inclusiones arqueológicas estructuralmente dentro de la matriz estratigráfica de una unidad
doméstica arqueológica, y luego se relacionan estas prácticas domésticas pasadas
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complementando la información estratigráfica con el nivel analógico relacional.
Posteriormente, se ingresa al nivel microscópico por medio de la realización del análisis
antracológico, para determinar taxonómicamente los restos de carbones de leña
encontrados. Los análisis antracológicos unen la información proveniente de los niveles
fitogeográfico y etnoarqueológico, para otorgar una comprensión ajustada a la realidad del
paisaje ambiental y sociocultural bajo estudio.
El fuego en las interpretaciones arqueológicas
El fuego ha tenido, y tiene, un papel importante en las interpretaciones arqueológicas. La
presencia del fuego en períodos tempranos de la evolución humana ha sido utilizada por los
investigadores como indicador de “complejidad”. Se supone que los seres humanos
lograron manipular el fuego hace 1,9 millones de años. Su utilización se asocia a una serie
de incorporaciones sociales que sentaron las bases de la vida social posterior, tales como la
caza cooperativa, la agregación de horas de luz al día, la fabricación sistemática de
utensilios y la posibilidad de campamentos de tipo menos móvil (Lewin 1987 [1984];
Pèrles 1987 [1977]; Piveteau 1962).
El análisis psicoanalítico de Freud sobre la “conquista del fuego” proporcionó una
imagen distinta sobre el dominio de este elemento por parte de los hombres y mujeres
primitivos; esta tesitura desató en su momento una buena discusión acerca de la
temporalidad de los procesos culturales involucrados en este hecho (Freud 1932 [1997]).
Según Freud, los primeros seres humanos se vieron obligados a captar el mundo exterior
con ayuda de sus propias sensaciones y condiciones corporales y, probablemente, no
dejaron de advertir y de utilizar las analogías que le reveló la conducta del fuego1. Lorenz,
en discrepancia con Freud, señala que la verdadera dominación del fuego sólo fue posible
una vez que el hombre hubo descubierto la capacidad de originarlo a voluntad mediante una
maniobra cualquiera. Hárnik, por su parte sostiene que la conservación del fuego precedió
mucho tiempo antes a su propia creación. Este postulado se fundamenta en el hecho de que
varias tribus de las islas Andamanes, poseían y conservaban el fuego pero desconocían un
método autóctono para producirlo (Freud 1932 [1997]).
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Figura 1.1. Homo erectus. Mujer amantando niño portando leña y fuego.
Los primeros manipuladores del fuego fueron bautizados por algunos investigadores como
Homo erectus. Así las cosas, el fuego es el elemento que abrió las puertas a un sinfín de
nuevas posibilidades que con el tiempo tendrían implicancias irreversibles, incluso, para la
misma evolución física humana. Por ejemplo, algunos estudios arqueológicos consideran
que la ingesta de carne fue un elemento importante para el desarrollo encefálico humano, y
que ello determinó, posteriormente, las actuales características del Homo sapiens sapiens
(Coppens 1987 [1983]; Lewin 1987 [1984]). Así planteado, es fácil imaginarse lo que
significó para la incipiente vida doméstica de los primeros grupos humanos la
incorporación de la carne cocida en su dieta.
El fuego en estas interpretaciones arqueológicas está ligado a la transformación
física y social de los primeros especímenes de la llamada era Prehistórica. El fuego está
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identificado con la transformación de los alimentos, no refiere sólo un estado de
subsistencia. El fuego representa un medio de transformación progresiva al mundo de lo
social y de todos sus caracteres fundamentales, como la agregación grupal, fuente de lo que
sería una larga travesía cultural.
En los estudios arqueológicos centrados en épocas prehistóricas posteriores, como
es el caso del Paleolítico Superior europeo, el fuego adquiere otras connotaciones de tipo
ritual. La asociación del fuego a las representaciones rupestres de escenas de caza, etc., en
abrigos rocosos llevó a las investigaciones a asignarle a este elemento valoraciones de tipo
mágico-religiosas. Aparecen en las interpretaciones, por ejemplo, las primeras prácticas
shamánicas.
Entrada la década de 1970, en Francia hubo una especie de revaloración
metodológica de los restos de fuegos y fogones arqueológicos, los cuales habían sido
redefinidos para ese momento en el lenguaje de esas investigaciones como “estructuras de
combustión” (Léroi-Gourhan 1979). La inquietud por estos rasgos arqueológicos tan poco
tratados hasta ese momento también se extendió a aquellas estructuras problemáticas como:
pozos, huellas de poste, etc. Todo ello era coincidente con un momento en que se discutía
la importancia de las excavaciones en la arqueología. Esta última necesitaba de nuevas
técnicas para abordar problemáticas de menor resolución temporal, como era el caso de las
llamadas “áreas de actividad” dentro de los recintos habitacionales.
Léroi-Gourhan era el referente de la defensa de esas nuevas ideas que intentaban
incorporar nuevas técnicas de excavación y responder preguntas que, hasta ese momento,
la arqueología no había podido responder, o que simplemente no se había planteado, por la
falta de una metodología acorde. El método de excavación microtopográfico, junto a la
técnica de décapage sintetizan claramente esta postura (Léroi-Gourhan 1972). También el
uso de métodos comparativos con datos provenientes de fuentes etnográficas er, para la
escuela francesa, una forma de acercarse a la comprensión de los conjuntos arqueológicos.
Estas metodologías de trabajo vinieron a posibilitar, entre otras cosas, la excavación
cuidadosa de las estructuras de combustión en unidades de viviendas arqueológicas.
En el año 1973, Léroi-Gourhan presidió un seminario que versaba sobre estructuras
de cavado (huellas de poste, etc.), y especialmente sobre estructuras de combustión; temas
que hasta ese momento no habían tenido el espacio merecido en las publicaciones
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arqueológicas. En este seminario muchos autores europeos expusieron sus trabajos
específicos relacionados a los vestigios de combustión en sitios arqueológicos. De allí
resultó una de las publicaciones más consultadas sobre el tema hasta ahora (Léroi-Gourhan
1979). Léroi-Gourhan presentó allí una serie de terminologías para “las estructuras de
combustión y estructuras de excavación” que él observó en las grutas paleolíticas de Arcy-
sur-Cure, y en algunos depósitos post-glaciales en Francia. El autor, trataba de aunar
criterios para la determinación de las estructuras y rasgos encontrados en las excavaciones
arqueológicas.
Todos los trabajos presentados en aquel seminario tenían el mismo objetivo, el de
describir las estructuras observadas en los sitios estudiados utilizando la terminología
provista por Léroi-Gourhan y, en algunos casos, enriquecerla. Y aunque las problemáticas
de los sitios presentados en las ponencias del seminario fueron muy variadas, dado que eran
de distintas épocas y geografías (Francia, Siria, Rusia, Norte de Europa, Brasil y Oceanía),
no tenían diferencias teóricas ni metodológicas marcadas. Los autores se abocaron a
generar modelos sobre la temática que pudieran ser aplicados a todos los sitios
arqueológicos. En resumidas cuentas, puede decirse que estos trabajos impulsados por
Léroi-Gourhan desde Francia en la década del 1970 fueron la base de la corriente francesa
de investigación sobre el estudio de estructuras de combustión en sitios arqueológicos, la
cual además ha desarrollado variadas técnicas para la resolución de estos vestigios
arqueológicos, entre ellas: la antracología.
Por la misma época, en Estados Unidos se generaba un nuevo polo de producción
arqueológica que vino a marcar decisivamente el rumbo de las investigaciones de, por lo
menos, las dos décadas siguientes. Esta nueva escuela, bautizada en la bibliografía como
“Nueva Arqueología”, surgió en reacción a la línea normativa Histórico-Cultural de la cual
abrevaba la escuela francesa a la que pertenecía Léroi-Gourhan. Un trabajo ya clásico de
esta época es el estudio etnoarqueológico de grupos esquimales en Alaska realizado por
Binford (1991 [1988]).
“En Busca del Pasado” (Binford 1991 [1988]) proporciona un caso bastante
ejemplificador de la importancia del fuego y de sus restos materiales en el estudio de los
grupos sociales etnográficos2. Dentro de las categorizaciones funcionales de los sitios,
Binford señalaba que todos estaban asociados a fogones o fuegos que promovían la
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agregación de sus ocupantes. En el caso nunamiut, las características espaciales de los
restos arqueológicos en fogones internos (dentro de las casas), y externos (al aire libre, eran
diferentes en cada uno. E incluso en el caso de los fogones al aire libre para cocinar, estos
estaban atenidos a una rotación variable según la dirección del viento, etc. Las
características y ubicaciones de los “pozos asadores” también eran rasgos arqueológicos
que llamaban reiteradamente la atención del autor3, ya que implicaban una logística
especial en el acopio y manejo de leñas. En aquel trabajo, Binford informa que la fisonomía
anatómica de la presa configuraba las extensiones de los pozos y las prácticas vinculadas a
su preparación previa y posterior.
Según Binford, existe un “modelo situacional” o “estructura situacional” para un
individuo, y otra para varios individuos alrededor del fuego (Binford 1991 [1988]). Estos
modelos son universales para él, dado que responden a las dimensiones del cuerpo humano.
“Con el fin de que todos los individuos dispongan del espacio necesario
para trabajar, cada uno de ellos se sitúa a cierta distancia del fuego, de
manera que los restos resultantes de su actividad aparecerán formando
un círculo alrededor de éste, en una posición que difiere de la
distribución perpendicular de restos propia del trabajo de un solo
individuo (Binford 1991 [1988]: 162)”.
Binford observaba, también, que la ubicación de los fogones entre los nunamiut
dentro de las casas determinaba las relaciones espaciales de las actividades llevadas a cabo,
debido a que se necesitaba luz para su realización. También estos grupos distinguían las
diferentes áreas alrededor de los hogares o fogones como el lado de las mujeres, porque
coincidía con el área iluminada del espacio doméstico, mientras que el lado de los hombres
correspondía a la zona oscura. Binford, menciona que estos términos no implicaban reglas
de uso o acceso exclusivo de estos espacios por parte de hombres y mujeres (Binford 1991
[1988]).
En Inglaterra, desde 1980, algunas investigaciones arqueológicas utilizaban
herramientas teóricas provenientes tanto de la Teoría Social como de la Filosofía y la
Historia. Uno de estos trabajos es el de Hodder (1990) en sitios arqueológicos del Neolítico.
Hodder también se ha referido al fuego y al estudio de sus restos materiales, haciendo
hincapié en el protagonismo del fuego en las relaciones de “domesticación”. En su
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interpretación de los asentamientos de Çâtal Hüyük, Hodder observa que los fogones están
recurrentemente ubicados en la entrada de las casas hacaia el Este, en oposición a los
enterratorios humanos internos y ubicados al fondo de las casas. Utilizando como recurso
teórico las estructuras de oposición binaria, dicho autor interpreta las asociaciones
simbólicas del fuego en ese contexto: el fuego se asocia al Este, a la claridad, a la vida, a lo
doméstico, a lo femenino (Hodder 1990). Según este estudio las propiedades vitales del
fuego para la preparación de la comida le confieren a los fogones funciones domésticas
asociadas a estas categorías de pensamiento.
El fuego, en la interpretación realizada por Hodder, también se halla asociado a
prácticas de domesticación de la naturaleza y, al mismo tiempo, de la sociedad. En Çâtal
Hüyük, las estructuras de oposición fueron utilizadas estratégica y contextualmente según
el autor (Hodder 1990). El entorno del sitio, altamente evocativo y atmosférico, fue
utilizado para escenificar la representación de un argumento. Esta dramatización se basó en
una experiencia emocional e hizo posible la aceptación y creencia de las estructuras que, de
esta forma, cobraban fuerza o poder. Para Hodder, la acción de prender el fuego y hacer uso
de este estaba incluida dentro de un escenario dramático de poder. ES posible que la gente
que habitó en estas casas en el pasado no tuviera una conciencia discursiva respecto de
estas estructuras organizativas, aunque esto no le impide al arqueólogo hacer una lectura de
en el presente (Hodder 1990).
De este modo, y siguiendo mi argumento, el fuego tiene un papel importante en la
investigación arqueológica, ya sea por representar un elemento factible de identificar por
sus restos en sitios arqueológicos, o por su necesaria vinculación a la reproducción
inmediata de los grupos humanos en cualquier tiempo y lugar. La escuela francesa y la neo-
funcionalista norteamericana privilegiaron el estudio de los restos materiales de los fuegos
y fogones arqueológicos, y también afinaron las técnicas y metodologías de trabajo
adecuadas para su resolución. Mientras que también las investigaciones de Hodder,
identificadas en la bibliografía como dentro de una corriente posprocesualista relacionada
con la tradición Hermenéutica e Histórica, demostraron que el fuego no es un elemento
efímero que puede ser sólo inferido por las disposiciones de sus restos materiales, sino que
también es un elemento de reproducción social que conlleva una simbología asociada a sus
propios usos.
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Las estructuras de combustión, y también aquellas que Léroi-Gourhan llamaba
estructuras de excavación (pozos, huellas, fosas) no eran para la época, ni lo son tampoco
ahora, temas muy tratados por las investigaciones arqueológicas. Pero esto no se ha debido
solo a la falta de terminologías que proveyeran de herramientas de análisis para la
investigación de estos elementos arqueológicos. Así, los restos materiales de combustiones
arqueológicas han sido relegados exclusivamente a los estudios de datación radiocarbónica.
No es posible asignar a todos los restos de fuegos, fogones u otras estructuras de
combustión, la misma problemática. Los modelos generados por la arqueología no se
copian ni se importan, porque de esta forma se negarían las particularidades de los sitios
arqueológicos formados por historias sociales y sedimentológicas determindas, y por ello,
únicas. Existe toda una serie de variables que restringen la organización y estructura de
estos restos, y que no pueden ser descriptas siguiendo un índice programático. Aunque debe
reconocerse la importancia de la tarea de generar información acerca de los
comportamientos de estas estructuras de diferentes tiempos y lugares para mostrar patrones
plausibles de ser interpretados por los/as arqueólogos/as. Para ello resulta imprescindible,
por ejemplo, manejar variables provenientes de la observación etnográfica y de las
experimentaciones.
Estudios botánicos en arqueología4
Es imposible hacer una arqueología del fuego sin hacer referencia a las relaciones de esta
con los estudios provenientes de la bibliografía arqueológica especializada en estudios de
tipo botánico. La arqueobotánica y la paleoetnobotánica, dentro de la arqueología, son las
ramas especializadas en el estudio de los restos vegetales del pasado. A menudo se discute
si ambos términos deben permanecer o no separados. Para algunos autores/as la
arqueobotánica hace referencia, más específicamente, al estudio de las interrelaciones de
las poblaciones humanas con el mundo vegetal en la investigación arqueológica (Buxó
1997; Ford 1979; Pearsall 1989; Popper y Hastorf 1988). Para Ford (1979) y Popper y
Hastorf (1988), la arqueobotánica es el estudio de los restos vegetales recuperados en
contextos arqueológicos. Para esas investigaciones, estos restos proporcionan información
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sobre las pautas culturales del pasado, aunque también sirven para resolver problemas
inconexos con la actividad humana, como la paleoclimatología, la dendrocronología, etc.
Su mayor tendencia fue la de explotar técnicas específicas que le permitieran abordar el
estudio físico de los restos arqueológicos encontrados, ya sea polen, carporrestos, fibras,
carbones, etc.
Archer y Hastorf et al. (2000) señalan que la paleoetnobotánica debiera estudiar el
vacío conceptual que existe entre el papel de las plantas en los grupos sociales actuales y el
rol que jugaron estos conocimientos en el pasado. La paleoetnobotánica se caracteriza por
una marcada disparidad teórica a su interior, y es conocida por el uso de técnicas tomadas
de la etnografía y de la etnohistoria, porque tiende, por ejemplo, a recopilar datos sobre los
usos y terminologías botánicas en grupos etnográficos e históricos. En el orden de lo
estrictamente técnico, ambas subdisciplinas hacen alusión al estudio de los vegetales en el
pasado humano.
Las diferencias metodológicas entre la paleoetnobotánica y la arqueobotánica no
son más que el reflejo de diferentes intereses respecto al pasado. Una se preguntó acerca de
los usos y prácticas culturales asociadas a las plantas en el pasado, mientras que la otra se
preguntó de qué manera los/as arqueólogos/as podían entender las huellas encontradas en
los restos arqueológicos vegetales. Y es aquí donde estas dos líneas de investigación llegan
a una encrucijada que une sus caminos. Puesto que no es posible entender los restos
materiales vegetales sin hacer inferencias más generales de los contextos en los que fueron
producidos y, de igual forma, no es posible hacer inferencias de los contextos de
producción sin entender la naturaleza de los restos vegetales encontrados.
De acuerdo a lo expresado, en esta investigación se propone realizar un estudio que
dé cuenta de la necesidad de complementar metodologías de trabajo que aporten elementos
de análisis para llegar a comprender de forma más acabada los restos vegetales
arqueológicos y el papel de estos en el pasado. La relación dialéctica instalada en esta
discusión teórica-metodológica acompaña también las ideas de esta investigación en la
interpretación del pasado arqueológico de Tebenquiche Chico.
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Investigaciones arqueobotánicas y paleoetnobotánicas en la Puna de Atacama
En general, las investigaciones arqueobotánicas y/o paleoetnobotánicas en Argentina han
tenido un escaso desarrollo. Sin embargo, este tipo de investigaciones en la Puna Argentina
se destaca, por su profusa producción en los últimos veinte años. En la Puna Meridional,
estas investigaciones se han preocupado por el estudio de macrorrestos como semillas,
frutos, fibras, carbones de leña, etc; han investigado problemáticas derivadas de la
arqueología neofuncionalista sistémica interesada por estrategias de movilidad de los
grupos, estrategias de explotación de recursos, funcionalidad de sitios, reconstrucciones
ambientales e interacciones interregionales (Aschero 1988; Pérez de Micou 1999; Pérez de
Micou y Ancibor 1994; Rodríguez 1996-97, 1997b, 1999a, 1999b, 2000, 2001; Rodríguez y
Deginani 1994-95; Rodríguez y Rugolo de Agrasar 1999). Dentro de las investigaciones en
la Puna Meridional Argentina, y como antecedente de una investigación sistemática de
descripción del paisaje fitogeográfico, existe el trabajo de Haber (1987, 1988, 1991, 1992)
dedicado al estudio de los recursos forrajeros de la Hoyada de Antofagasta de la Sierra.
Un antecedente importante dentro de las investigaciones botánicas arqueológicas
locales se puede encontrar en la Puna atacameña chilena, la cual consta de una serie de
trabajos paleoetnobotánicos dedicados en extenso a la descripción de los paisajes vegetales
y a su comprensión. Todo esto en cuadros de investigación amplios que incluyen más allá
de la arqueología, a la etnografía y a la etnolingüística. Esas investigaciones ponen atención
en la percepción cultural de los paisajes vegetales atacameños. Ellos se internan en una
discusión enfocada en temas como los efectos de las prácticas humanas sobre los paisajes,
para documentarlas en el presente como fuentes de comparación y análisis del pasado
Figura 3.2: Mapa geográfico del área del Salar de Antofalla y sus quebradas intermedias
(Haber 1999a).
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La estructura basal o geológica de la geografía puneña es una acumulación de
grandes espesores sedimentarios de rocas metamórficas con basamento cristalino
Paleozoico y Terciario (Morlans 1995). La acumulación de sedimentos, la formación de
volcanes, salinas y salares son característicos del paisaje puneño y se produjeron luego del
plegamiento andino en el Terciario. El borde oriental de la Puna es muy elevado y como
consecuencia el ámbito puneño quedó convertido en un área endorreica formada por
numerosas cuencas.
En las cuencas confluyen una serie de cursos de agua temporarios y de escaso
caudal originados en los deshielos y lluvias locales. Estos arroyos de poco caudal
transportan gran cantidad de sustancias en solución provenientes del lavado de rocas
volcánicas. En su mayor parte las sustancias son sales, como cloruro de sodio y compuestos
de bórax, que se acumulan en las depresiones dando origen a salares y salinas. Entre los
depósitos salinos más grandes de la región se hallan: el Salar de Antofalla, el Salar de
Archibarca, el Salar de Arizaro y el Salar del Hombre Muerto.
La Puna de Atacama Argentina también es denominada por los autores como Puna
Meridional o Austral (Krapovickas 1968; Olivera 1991). La Puna Meridional se diferencia
de la Puna Septentrional por sus características climáticas menos benignas causadas por el
menor índice de precipitaciones. Ellas disminuyen debido a la existencia de barreras
orográficas con dirección norte-sur, y evitan la llegada de los vientos portadores de
humedad desde el este. Así, la humedad relativa del aire disminuye paulatinamente hacia el
oeste y al combinarse con la altitud resulta en un clima seco de altura con gran amplitud
térmica entre la temperatura máxima del día y la mínima de la noche, debido a la intensa
radiación solar. La latitud influye también en el clima y produce una mayor estacionalidad
entre invierno y verano hacia el sur.
El ambiente de la región geográfica puede ser descripto como un clima árido
extremo con precipitaciones anuales inferiores a 100 mm y de régimen estival en verano
(diciembre- marzo). Existen precipitaciones nivales en invierno en las zonas más altas. Es
un clima marcado por el importante déficit hídrico, estimado en 570 mm, el cual es
provocado por la evaporación (Morlans 1995), por la baja presión atmosférica producto de
la altitud -por encima de lo 3000 m s.n.m.-, y por la topografía de cerros altos con dirección
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general norte-sur. Los cerros evitan la llegada de los vientos con humedad y por otra parte
promueven la formación de microclimas.
Categorización de la Puna de Atacama como paisaje marginal
Todas estas características climáticas de la Puna de Atacama han servido a los
investigadores para hablar de un paisaje inhóspito y hostil a la ocupación humana. Haber ha
discutido en extenso este tema al exponer una reconstrucción crítica de la arqueología de la
Puna de Atacama, con el objetivo de plantear las condiciones para la construcción del
“oasis” (Haber 1999a, 2000, 2001a, 2001b). El autor sostiene que la Puna de Atacama fue
construida históricamente como objeto de demarcación de los estados nacionales. Fue
construida bajo diferentes enfoques teóricos que compartían la caracterización
generalizada de esta región como un área homogénea y ecológicamente marginal. Esta
presunción en la cual subyace el supuesto de la subsistencia como objetivo determinante de
la existencia humana, fue progresivamente incorporada como una representación social y
cultural de la región hasta nuestros días (Haber 1999a).
Siguiendo a Haber, la categorización geográfica de la Puna de Atacama como
marginal y hostil fue producida bajo procesos históricos concretos mediante narrativas que
seguían objetivos de apropiación por parte de los estados nacionales. La historiografía
arqueológica solo reprodujo estas imágenes de la puna como objeto de descripción
geográfica y las estableció en un contexto que superó su tiempo de producción
incorporándolas como comprensiones preteóricas de la investigación (Haber 2000).
El paisaje fito-geográfico de la Puna de Atacama está sujeto también a las mismas
imposiciones de la categorización geográfica de la región como pobre y marginal. Quizás
ello influyó, especialmente del lado argentino, en la falta de interés por la realización de
investigaciones botánicas específicas para esta región. Es muy escasa la bibliografía
especializada en la flora de la zona de estudio, y este ha sido uno de los condicionantes más
importantes de este trabajo, que ha debido contemplar una fase exploratoria del paisaje
vegetal. Se debió realizar la recolección botánica de especies para su identificación
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taxonómica y la descripción propia del paisaje según la distribución particular de las
unidades florísticas a fin de conseguir un referente claro y ajustable para la investigación a
realizar1.
Cuatro micro-regiones climáticas y sus unidades de vegetación
La Puna de Atacama se halla en el Dominio Andino, este se extiende desde Venezuela y
Colombia hasta Tierra del Fuego, por encima de los 3200 m s.n.m. en las selvas tropicales y
en los bosques templados, en alturas menores al sur del paralelo 37° (Cabrera 1957). La
Puna Argentina abarca a su vez diferentes zonas fitogeográficas, estas son: La Provincia
Puneña y la Provincia Altoandina. La primera se corresponde con un clima de estepas
arbustivas, frío y bastante seco, mientras que la segunda corresponde a un clima de estepa
fría de altura (Cabrera 1957).
La vegetación del área es esencialmente dispersa, los suelos son casi desnudos con
una cobertura vegetal baja y rala. Se pueden identificar algunas agrupaciones de vida
vegetal con especies distintas que comparten una misma forma de crecimiento. Entre estas
agrupaciones se encuentran las unidades de campo, tolar y pajonal. Estas tienen
características dispersas con coberturas del terreno inferiores al 50% (Haber 1991). Por su
parte, las vegas agrupan a comunidades vegetales muy distintas que son mayormente
concentradas y forman un amplio tapiz vegetal en los bordes de los arroyos con una
cobertura del terreno que supera el 50% (Haber 1991).
De forma general, la distribución de la riqueza de la flora y la cobertura vegetal se
retraen paulatinamente a mayores altitudes. Aunque por las condiciones explicadas se
produce un fenómeno de distribución y crecimiento vegetal particular. Los valores de
vegetación son mínimos en los extremos inferior y superior. Produciéndose los valores
máximos de vegetación en los pisos intermedios debido a la combinación de dos factores
ambientales estresantes para la vegetación, hiper-aridez en altitudes bajas y temperaturas
frígidas en las altitudes altas (Villagrán et al.1998). La cuenca de Antofalla posee la
característica heterogeneidad andina determinada por el relieve y la altitud. En la quebrada
de Tebenquiche Chico la variación altitudinal abarca desde aproximadamente los 3300 m
89
s.n.m. en el fondo del salar hasta los 5587 m s.n.m. en la cumbre del Cerro Tebenquiche, a
lo largo de 16 km horizontales (Quesada 2001).
Haber utilizó las categorías étnicas andinas de las regiones naturales definidas por
Pulgar Vidal (1987) y las redefinió adaptándolas a la zona de estudio (Haber 1999a). Aquí
se emplea esta categorización que divide el espacio geográfico en cuatro microambientes,
estos son: Salar de Antofalla, suni, puna y janca, y se introduce a la misma una sub-
dividión de unidades vegetacionales características.
Salar de Antofalla
Figura 3.3: Fotografía de una vista del Salar de Antofalla y un sector de la suni. Esta última
representada por la unidad vegetacional campo (Enero 2000).
Esta faja altitudinal es estrecha y se encuentra por encima de los 3300 m s.n.m. y por
debajo de los 3400 m s.n.m. siendo el sector más bajo de la cuenca. Su topografía es plana
y se encuentra cubierta por algunas pequeñas lagunas con altas concentraciones de sales en
90
solución y sectores amplios donde la sal cristalizada alcanza espesores considerables. Se
produce aquí el efecto “bolsón frío” por la situación deprimida del salar, mientras que la
amplitud térmica entre el día y la noche es muy alta y las precipitaciones son
extremadamente raras y de corta duración. Esta zona se corresponde altitudinalmente con el
llamado piso pre-puneño y se caracteriza por coberturas vegetales muy escasas que sólo
alcanzan el 30 % y una muy pobre diversidad. La vegetación se limita a por lo menos tres
especies vegetales típicas de salares en la región a las cuales localmente se les da el nombre
genérico de “gramillas” o “grama” (Dischilis spicata, Dischilis humilis)2.
La suni
Esta es la faja altitudinal que sigue al piso más bajo, y se extiende entre los 3300 m s.n.m. y
4000 m s.n.m. Está conformada por planos inclinados de suelos aluviales de arena y
guijarros. Como ocurre en las zonas más bajas, las heladas son menos severas debido a su
relieve inclinado que evita que estas se depositen. Las precipitaciones son muy pocas y
cortas, y la exposición solar muy alta. La composición y densidad florística de la suni son
muy pobres en cuanto a especies forrajeras aptas para el pastoreo de animales. Su mayor
potencial radica en la riqueza de potencial combustible de especies leñosas. Se puede
ilustrar sus características vegetacionales diciendo que se compone de las unidades de
vegetación de campo y tolar.
1. Unidad de vegetación de tolar en suni. Se denomina de esta forma a los espacios
con presencia de arbustos genéricamente llamados “tolas” (Aldunate et al. 1981; Haber
1991; Piccetti Ocedo 1991; Villagrán et al. 1998). La composición y cobertura florística del
tolar son más ricas que en la unidad campo y se extienden en diferentes suelos a lo largo de
la faja de suni. Al tolar lo componen varios taxones de arbustos leñosos de porte mediano a
grande con coberturas vegetales que alcanzan el 30 %, y también algunos especimenes
aislados de coberturas inferiores al 5 % como Loasáceas u “ortigas” (Cajophora coronata),
Malváceas (Malva esp.), y una especie Cactácea. Es posible subdividir esta unidad
vegetacional en algunas subunidades de acuerdo a la predominancia de especies arbustivas.
1.a.Tolar de Compuestas (Baccharis incarum y Artemisia sp.), Solanáceas (Lycium
chañar) y Ephedráceas (Ephedra breana). Es una estepa de arbustos que poseen las
91
mayores alturas de los taxones conocidos en la quebrada y alrededores. Los arbustos
alcanzan alturas de 1,30 m y diámetros de hasta de 2 m en la copa. Las coberturas
arbustivas en esta subunidad son mayormente del 20 %. Se distribuyen en zonas bajas en
suelos cercanos al curso de agua, que coincide en algunos sectores más cerrados de la
quebrada con la parte baja de las laderas.
1.b. Tolar de Verbenáceas (Acantholippia punensis), Solanáceas (Fabiana densa) y
Ephedráceas (Ephedra breana). Esta subunidad se haya en las laderas y partes altas
mesetiformes de la quebrada, generalmente formando una faja adyacente al tolar de
compuestas. La composición asciende por las laderas hasta instalarse en un amplio campo
plano donde la cobertura de esta unidad vegetacional es de aproximadamente un 6 %. Las
coberturas vegetales del terreno y los tamaños de los taxones disminuyen
considerablemente a medida que esta unidad asciende en dirección este-oeste por las
laderas.
1.c. Tolar de Compuestas (Parastrephya lepidophylla) y Papilionáceas (Adesmia
sp.). Es una subunidad de vegetación que se encuentra casi al límite superior de la suni
dentro de la quebrada. Se distribuye especialmente en los sectores bajos de las laderas, y en
menor proporción en las partes más cercanas a los cursos de agua donde pueden
encontrarse junto a “lejía” (Baccharis incarum) y “tramontana” (Ephedra breana). Se trata
de una composición florística de especimenes de considerable altura en relación con los
taxones de la zona. Pueden alcanzar hasta 1,30 m aproximadamente en el diámetro de sus
copasy su cobertura media en el terreno es de 10 %.
En el dominio de suni, dentro de la quebrada de Tebenquiche Chico, se pueden
encontrar también en cultivos actuales en los sectores más bajos. Estos cultivos alternan
especies alóctonas introducidas desde otras regiones, y también especies locales cultivadas
para manejos alimenticios, forrajeros y de construcción -madera de árboles-.
La puna
Se halla por encima de los 4000 m s.n.m. hasta la línea de los 5000 m s.n.m. (Haber 1999;
Quesada 2001). Se caracteriza por una estepa de Gramíneas perennes de gran potencial
92
como forraje para los camélidos (vicuñas y llamas) y su riqueza se asocia con el límite
inferior de descarga nival (Haber 1999a). La temperatura es inferior debido a la mayor
altitud, y las heladas se producen durante todo el año, al igual que las precipitaciones
nivales o en forma de granizo. El curso de agua tiene sus nacientes, o los llamados
localmente “ojos de agua”, en esta zona alta. Las precipitaciones son mucho más pobres
que en el dominio de la suni, y al igual que en aquella, los suelos son arenosos y guijarrosos
ricos en minerales y pobres en materia orgánica. Las unidades de vegetación predominantes
son el pajonal y en menor proporción reductos de tolar.
2. Unidad de vegetación de pajonal en puna. La flora de la puna está dominada por
esta unidad de vegetación, que se caracteriza por poseer una vegetación abierta con una
cobertura media del 28 % (Haber 1991). Se dispone en forma de matas bajas de Gramíneas
o Poáceas con formas hemicirculares y circulares, como el denominado “iru” o “iro” o
“paja brava” (Festuca chirisophylla) que alcanza unos 0,50 m de altura y 0,40 m de
diámetro aproximadamente. También se halla en menores proporciones y tamaños la “paja
blanda” o “ichu” (Stipa chrysophylla). Pueden ser diferenciados dos tipos de tolares en la
zona puneña. Estos son:
2.a. Tolar de Compuestas (Baccharis incarum), Chenopodeáceas (Atriplex sp.) y
Solanáceas (Fabiana densa). Se distribuye en zonas de planicies abiertas alternándose con
el pajonal. Los especímenes son de escasa altura, 0,60 m aproximadamente, y no superan
los 0,60 m y 0,70 m de diámetro. Son los taxones más típicos de zonas más bajas que se
encuentran en el dominio de puna, que es comparativamente un espacio con condiciones
más extremas. Los caracteres físicos de estas plantas se ven alterados reduciendo
notablemente su porte y tipos de crecimiento. Por ejemplo, desarrollan mayormente sus
tuberosidades radicales en detrimento de sus partes aéreas (tallos y hojas). La cobertura
vegetal de esta subunidad en esta zona de altura, muy distante de los asentamientos
humanos actuales, está en menor medida alterada por la acción humana y su cobertura en el
terreno se mantiene entre el 10 % y 20 %.
93
Figura 3.4: Fotografía de una vista de la vegetación de tolar en laderas dentro de la quebrada de Tebenquiche Chico (Enero 1999).
Figura 3.5: Fotografía de la unidad de vegetación vega en la quebrada de Tebenquiche Chico. Se observa también una vista de la unidad tolar en las laderas altas y bajas de quebrada. Nótese que la erosión del agua excavó pronunciadamente el fondo de quebrada donde se encajona la vegetación (Febrero 2001).
94
2.b. Tolar de Compuestas (Parastrephia quadrangularis), Papilionáceas y
Umbelíferas (Adesmia sp., Adesmia erinácea y Azorella compacta). Es una subunidad que
se encuentra en la puna en sectores de planicies abiertas. Es acompañada de un substrato
vegetal de Nicotianas y Malváceas, y también Gramíneas de pajonal. Las plantas arbustivas
son en general especímenes de muy escasa estatura, menores a 0,40 m de alto
aproximadamente y 1 m de diámetro, cuya riqueza combustible se encuentra bajo suelo. La
cobertura vegetal de esta última subunidad de tolar en la puna está también poco alterada
por la acción humana y se mantiene entre el 10 % y 15 % de cobertura vegetal.
2.c. Tolar de Papilionáceas (Adesmia sp.) y Solanáceas (Fabiana bryoides). Se
distribuye en los sectores altos de ladera. Su cobertura vegetal es igual a la descripta para la
subunidad anterior, y sus taxones poseen también las mismas características subterráneas y
escasas dimensiones. El sustrato herbáceo es casi nulo e inferior al 1 %, y se reduce a
algunas especies de Malváceas y alguna especie Cactácea.
La janca
Es la faja altitudinal que se extiende por encima de los 5000 m s.n.m.. Allí la vegetación
está ausente y los suelos rocosos están desnudos todo el año. Las masas de hielo y las
precipitaciones nivales son permanentes y las temperaturas extremadamente bajas por
efecto de la altura.
Las vegas
Estas constituyen una unidad de vegetación que atraviesa la suni y la puna de forma
perpendicular, extendiéndose a lo largo de las quebradas. Se trata de vegetación
concentrada a orillas de cursos o afloramientos de agua. En las quebradas de la suni, el
agua desciende desde sus nacientes por encima de los 4000 m s.n.m. hasta perderse en las
depresiones de las cuencas, donde el agua desaparece infiltrándose en terrenos pedregosos
muy cercanos a las orillas del Salar de Antofalla. La riqueza de vegetación de estos
humedales radica en su potencial forrajero para los animales debido a la mayor palatibidad
de sus pastos, a diferencia del forraje de los pajonales (Haber 1999a).
95
La unidad florística de vega está condicionada por la topografía que determina su
extensión, y por el manejo humano que la moldea de acuerdo a sus requerimientos
agrícolas y forrajeros (Haber 1988, 1991, 1999a; Olivera 1991; Quesada 2001). Entre las
intervenciones humanas pueden contarse: la ampliación de las extensiones de vega para
forraje animal; la desviación del cauce del agua hacia las tomas de riego que modifica a
veces también las mismas extensiones de los límites de la vegetación; las extracciones de
partes de vegas (champas) para impermeabilizar los suelos arcillosos de los canales; y las
quemas controladas para provocar la renovación de los pastos para forraje.
La cobertura media de los especímenes de la unidad vega es muy alta rondando el
98 %, y su composición florística cuenta con pastos altos de Juncáceas como el llamado
“hunquillo” o “junquillo” (Juncus balticus), un césped continuo y tupido de Gramíneas
denominadas genéricamente “gramillas” (Festuca deserticola), y algunos ejemplares de
Ciperáceas enanas, Caméfitas, Umbelíferas (Centella sp.) y Campanuláceas (Hypsella
oligophylla). También hay en época de floración una colorida vegetación de Ranunculáceas
(Ranunculus trullifolius, Ranunculus uniflorus, y Rosáceas como “cadillo” (Acaena
magallánica).
Y por último para terminar la descripción del paisaje vegetal puede citarse
vegetación azonal en todos los pisos -formas de vida Crustáceas. Estas son especies de líquenes3
que crecen sobre las rocas y que son llamadas por los lugareños como “flor de peña” y que pueden
hallarse en varias tonalidades de colores.
Antecedentes de las investigaciones arqueológicas en el sitio
El primer antecedente de reconocimientos arqueológicos en el lugar sucedió en el año 1923
cuando los expedicionarios Weisser y Volters realizaron su segundo recorrido por la Puna,
encomendados por el conocido coleccionista de la época Muñiz Barreto (Haber 1999a). En
este recorrido visitaron algunos lugares y quebradas del Salar de Antofalla. La expedición
visitó el sitio arqueológico Tebenquiche Chico y, en una jornada, realizaron observaciones,
96
descripciones acompañadas de gráficos y la recolección de materiales arqueológicos (Haber
1999a).
En 1952 en su interés por los sitios arqueológicos puneños, Krapovickas visitó el
lugar, al que años más tarde dedicaría una tesis de grado (Krapovickas 1955). Este autor
ubicó a Tebenquiche Chico en la bibliografía especializada, integrándolo dentro de los
componentes arqueológicos más antiguos del noroeste argentino.
En la década de 1970 Barrionuevo, un odontólogo aficionado a la arqueología,
realizó un recorrido por el sitio (Menecier y Barrionuevo 1978). Mucho más tarde, luego de
una primera exploración arqueológica en 1989, Haber comenzó sus trabajos de
investigación en el sitio en el año 1990, hasta la actualidad (Haber 1999a, 1999b, 2000,
2001a, 2001b). Esta larga investigación en el sitio ha producido el desarrollo de varias
investigaciones enfocadas en temas específicos (D’Amore 2002; Gastaldi 2001; Granizo
2000; Quesada 2001), entre las cuales puede contarse el presente trabajo.
A continuación se desarrolla brevemente el estado general de la investigación en
Tebenquiche Chico enfatizando los puntos coyunturales para la investigación planteada.
Arqueología de los oasis
Durante el 1er. milenio de la era algunas familias se asentaron en la quebrada de
Tebenquiche Chico. Los núcleos familiares fueron ocupando la quebrada de manera
paulatina originando en el tiempo un paisaje organizado con una estructura agrícola
fundada en la apropiación por parte de cada unidad doméstica de la tierra y el agua, dos
recursos fundamentales para su reproducción.
A partir de la apropiación de la tierra y el agua se fue construyendo el Paisaje de
Oasis, que no es otra cosa que la reproducción a una escala mayor de los pequeños oasis
domésticos representados por los compuestos domésticos (Haber 1999a). Cada compuesto
doméstico estaba formado por una o más habitaciones, patios, canales, parcelas, terrazas y
andenes. El patrón de asentamiento evidencia una diferenciación del espacio desde lo
privado a lo público. La casa fue mediatizada por rituales de construcción que realzaban los
lazos con un tiempo previo anterior a la casa misma por medio de ofrendas enterradas en
97
los cimientos y en los muros (Haber 1999a). Estos rituales de construcción también
remarcaban loslazos de pertenencia familiar, demarcando el espacio doméstico interno y el
espacio doméstico externo, vinculado este último a la práctica productiva (acequias,
canales, andenes, etc.).
Al parecer los compuestos domésticos funcionaban de manera independiente de
otros compuestos vecinos, o por lo menos así trataron de representarse estas unidades en el
espacio. Como lo evidencian los canales con tomas particulares que se asocian a cada uno
de los recintos habitacionales de los compuestos domésticos (Haber 1999a; Quesada 2001).
A lo largo del tiempo estos compuestos funcionaban como “células”. Es decir que los
compuestos fueron construidos en tiempos diferentes, dando como resultado la agregación
de varios de ellos; aunque es muy probable que en algún momento de su historia algunos
compuestos domésticos de la quebrada pudieran haber funcionado al mismo tiempo
(Quesada 2001). Por su parte, la construcción de las casas en las cercanías de los bordes de
las terrazas junto a las barrancas obedecía a una ubicación ideal frente a la apropiación de la
tierra por medio de la distribución del agua. Esta última era desviada a las parcelas de
cultivo desde una toma ubicada en la línea de agua en el fondo de la quebrada (Quesada
2001).
Dentro de la quebrada, la familia podía representarse a sí misma como
autosuficiente frente a otras unidades domésticas, mientras que en la realidad, esta supuesta
autosuficiencia, no era efectiva para la reproducción física de la familia. Las unidades
domésticas debían necesariamente establecer lazos de parentesco por medio de
matrimonios, ligándose así a la esfera comunal.
Tebenquiche Chico es un sitio con una organización campesina, lo que significa que
posiblemente la unidad básica de reproducción pudo haber sido el grupo familiar. Por las
características de los recintos habitacionales se infirió que el grupo residencial pudo tener
un número escaso de integrantes. Este dato sobre el número de gente que habitaba las casas
es importante para la búsqueda de indicadores que ayuden a visualizar prácticas domésticas
concretas en el pasado. Ello pudo traducirse en la diferenciación de prácticas guiadas con
intenciones diferentes. Por ejemplo, las acciones estrechamente relacionadas con la
actividad agrícola pudieron derivar en diferentes tipos de prácticas domésticas dirigidas al
procesamiento de alimentos vegetales (Quesada 2001). De igual manera la actividad
98
pastoril en el lugar debió jugar un rol importante en la estructuración de prácticas en
Tebenquiche Chico.
También existieron relaciones de interacción interregional durante el Período de
Oasis, de las cuales hay evidencias en los compuestos excavados. Estas interacciones
tempranas se caracterizaron por un fuerte contenido social y simbólico de los bienes y
conocimientos intercambiados que posibilitaron a gran escala la articulación del espacio
circumpuneño (Haber 1999a). Se trataba de intercambios de bienes cualitativamente
significativos, porque además de ser la sumatoria de costos energéticos de obtención y
producción, estos objetos eran productos que reflejaban también los conocimientos
específicos de cualidad sagrada y oculta, lo cual definía su verdadero valor en las redes
de intercambio (Haber 1999a, 2001b).
El “paisaje de oasis” caracterizado por ocupaciones humanas de organización
doméstica con orientación agrícola funcionó en el sitio durante aproximadamente mil años,
y hacia el siglo catorce la quebrada fue desocupada por un lapso aproximado de 200 años,
tal como lo demuestran los estratos arqueológicos excavados (D’Amore 2002; Haber 1999).
Recién en el siglo dieciséis se produjeron algunas reocupaciones temporarias, como en la
habitación A1 del antiguo compuesto doméstico TC1. Estas nuevas ocupaciones produjeron
una cultura material que difiere de las ocupaciones anteriores del primer período en
Tebenquiche. Las ocupaciones del tercer período ya no muestran en el registro
arqueológico una organización doméstica marcada. Evidencian en cambio una
estructuración orientada por las demandas de recursos y fuerza de trabajo para la
realización de prácticas productivas de extracción, elaboración y transporte de recursos
específicos para aprovisionar a los enclaves emergentes vinculados a los mercados,
establecidos fuera de la quebrada, en cuencas y valles adyacentes (Haber 1999a).
La nueva y muy diferente organización articulada por el “paisaje de enclave”
comenzó a gestarse en la región en los siglos trece y catorce, con el desarrollo social
explosivo de los sistemas socioeconómicos vallistos. Este paisaje se dilató en el tiempo y
fue reproducido con modalidades diferentes durante la instalación incaica en la región, y
posteriormente durante la ocupación colonial española (Haber 1999a). Este funcionaba con
una lógica afín con su inserción socio-histórica, generalmente dirigida en la región hacia la
explotación de recursos metalíferos (Haber 1999a).
99
Algunas evidencias claras de la diferencia entre las modalidades de las primeras
ocupaciones y aquellas pertenecientes al 3er. período durante el paisaje de enclave la
proporcionaron los datos provenientes del estudio de los restos cerámicos. Por ejemplo,
durante el 3er. período el número de formas cerámicas se reduce a un mínimo por la
ausencia de las tecnologías de almacenaje y sus prácticas asociadas que caracterizaron a las
ocupaciones domésticas del 1er. milenio en el sitio (Granizo 2000).
El caso arqueológico de estudio: TC1
Se seleccionó el compuesto doméstico TC1 como caso de estudio por poseer una
estratigrafía revisada y apoyada por una investigación específica (D’Amore 2002), lo cual
facilita la interpretación estratigráfica de los restos de carbón de leña allí encontrados. TC1
es un compuesto doméstico que se halla en la terraza este de la quebrada de Tebenquiche
Chico, sobre el borde de la barranca del curso de agua. Está conformado por cinco espacios
delimitados. Dos de estos espacios están rodeados por muros dobles con mortero y también
muros de contención. El compuesto posee dos recintos habitacionales contiguos (TC1 A1 y
TC1 A2), comunicados por un vano con orientación este-oeste. A los recintos
habitacionales se accede por medio de un pequeño patio. También existen hacia el oeste
dos espacios delimitados por una pared más baja (TC1 A3 y TC1 A4).
El compuesto dispone de grandes y pequeñas parcelas hacia el este y sudeste
(<362>, < 353>, <355>, <356>, < 357>, < 361> y < 591>) (Quesada 2001). Y posee otras
hacia el oeste sobre la barranca (<354>, <360>, <553> y <543>), las cuales eran provistas
de agua por canales terciarios (<614/610>, <365> y <368>) que toman agua del río (vega)
(Quesada 2001). También existen en este compuesto grandes superficies de acumulación de
rocas o despedres (<363>, < 589> y < 364>) (Quesada 2001).
100
Figura 3.6: Cronología de TC1. Las cajas sólidas indican las calibraciones de los acontecimientos crono-estratigráficos (ACE) de TC1 con 68,2% de confianza, y las líneas con 95,4% de confianza; las cajas blancas indican las calibraciones de las fases crono-estratigráficas (FCE) de TC1 con 68,2% de confianza, y las líneas con 95,4% de confianza. Las bandas negras del fondo del cuadro indican períodos de desocupación del compuesto doméstico; las blancas, períodos de ocupación; el pasaje de grises indica el grado de precisión del límite entre períodos. A la derecha se señalan los períodos 0 (previo a la construcción), 1 (de ocupación), 2 (de desocupación), 3 (de reocupación) y 4 (de desocupación); también figuran los principales eventos vinculados a la ocupación (extraído de Haber 1999a).
101
Figura 3.7: Compuesto doméstico TC1.
A través de estas características físicas generales del compuesto doméstico TC1
puede observarse que la construcción de la casa en el sitio obedecía a situaciones mucho
más amplias en relación con la apropiación y usufructo de la tierra y el agua. La
reproducción de la unidad campesina estaba relacionada estrechamente a esta apropiación
de los recursos fundamentales para la actividad agrícola (Gastaldi 2001; Haber 1999a;
Quesada 2001). La tierra y el agua representaron eficazmente los medios para la
construcción de un paisaje cultural.
Pero también otros recursos, vitales para la construcción social del asentamiento,
activaron la producción y reproducción diaria de prácticas dentro de la casa, tal es el caso
3636
3639
3638
3637
3635
3634
3633
3632
3631
3630
A2 A1
A4
A3
A5
N
Despedre de campo de cultivo
Vega
Pared de campo de cultivo
Canal de irrigación
Arroyo0 20m
102
del fuego. Es decir, la gente que habitaba la casa guiaba su acción sobre este recurso
conforme a su visión particular del mundo.
En TC1 hay evidencias de combustiones pasadas dentro de lo que se interpretó como
recintos habitacionales. El rasgo característico dentro de los recintos habitacionales,
denominados A1 y A2, es un número importante de pozos que en su mayoría contenían lo
que parecen ser restos de desechos de actividades. Entre estos desechos se hallan restos de
carbones y cenizas, y otros materiales arqueológicos (cerámica, lítico, etc.) (D’Amore
2002). Es posible que los carbones recuperados de los rellenos de pozos se vincularan con
la práctica diaria de acondicionamiento y limpieza de la casa (D’Amore 2002; Haber
1999a). Tal vez esto respondió a un manejo del ordenamiento del espacio dentro de la casa
con connotaciones diferentes a las que acompañan la construcción de un fogón delimitado
físicamente por rocas y usado largo tiempo. Por ello, las asociaciones contextuales de los
pozos dentro de la matriz estratigráfica de TC1 son importantes para comprender la
relación temporal de los restos de carbones en los recintos y su relación con prácticas
domésticas concretas.
En TC1, una serie de prácticas diarias reafirmaban los lazos con lo externo por medio
de la sedimentación de objetos y prácticas vinculadas a ellos (Haber 1999a). Los pozos y
sus rellenos son una de estas prácticas sedimentadas a lo largo del tiempo. Y aunque no es
clara la asociación de estos pozos con las actividades domésticas, es evidente que formaron
parte de acciones asociadas a la experiencia de habitar la casa (Haber 1999a).
También se recuperaron del interior de los recintos de TC1 otros restos vegetales, al
parecer provenientes de techos (D’Amore 2002; Haber 1999a). No se recuperaron restos de
vigas o postes, que debieron haber sido necesarios para la construcción de los techos en la
casa. Tal vez no fueron encontrados porque fueron utilizados como leña luego de terminada
su vida útil como componentes de la construcción. Esto es factible de pensar si se tiene en
cuenta la falta de maderas óptimas en la zona para la realización de manufacturas. Se
debieron necesitar maderas de buen fuste para la confección de vigas para los techos, como
también para enmangar las palas líticas utilizadas en la labor agrícola y tan comunes en la
cultura material del sitio (Gastaldi 2001). En este sentido es de destacar que Krapovickas
(1955) señaló la importante presencia de artefactos realizados en madera en la colección de
materiales arqueológicos recuperados de Tebenquiche Chico.
Los carbones son restos de plantas introducidas en la casa intencionalmente
(Marconetto 1999a; Piqué i Huerta 1995). La estructura interna que presentan los restos de
103
fuegos o combustiones dentro de la casa puede ser interpretada, como también su
naturaleza y los patrones que en ella se presentan. Pero para ello se debe asumir que los
restos arqueológicos son el resultado de la confluencia de un cúmulo de acciones.
Las formas en las que se presentan en TC1, los restos de combustibles vegetales
usados en el pasado dirigen la atención hacia eventos muy cortos relacionados a la
dinámica diaria dentro de la casa. La cocción de alimentos, al igual que las tareas de
calefacción, iluminación, manufactura de artefactos, etc., debieron estar incorporados a la
rutina diaria. Se necesitaron combustibles vegetales para la obtención del fuego, lo cual
hizo posible la realización de estas prácticas mencionadas. La demanda de leña debió ser
una preocupación diaria para las familias que habitaban la quebrada. Pero, al igual que en el
presente, la leña no era un recurso abundante en el paisaje natural inmediato. La flora del
entorno no gozaba de árboles que proveyeran a la gente de madera con la cual realizar
manufacturas útiles. No obstante, las plantas arbustivas locales sí podían ser usadas como
combustibles para la obtención de fuego.
Las prácticas de recolección de leña pudieron operar como acciones que a través de
su repetición rutinaria dieron significado y reprodujeron quizás las diferencias internas del
asentamiento. Se puede comprender el paisaje actual de plantas arbustivas, y las categorías
que de él se desprenden, como el resultado de una larga sedimentación de prácticas sociales
efectuadas durante las continuas ocupaciones humanas de la zona. La transformación del
entorno natural a lo largo del tiempo y los cambios de orden político y social pudieron
reflejarse en la modificación de las relaciones de apropiación de los recursos naturales
(Hastorf y Johannessen 1991; Piqué i Huerta 1999c). Las leñas, como combustibles para la
obtención del fuego, pueden ser indicadores incluso de estos tipos de cambios evidenciados
por prácticas históricamente diferentes a lo largo de la ocupación de los compuestos
domésticos, y pueden ser también corroboradas posteriormente con la ocupación del oasis
en un cuadro más amplio de interpretación.
Las prácticas domésticas relacionadas al fuego representan una manera de
comprender cómo se construyeron las ideas de apropiación de los recursos vegetales. Y, a
la vez, a través de ellas se puede llegar a saber cómo estas prácticas internas y externas a la
casa construyeron a las personas por medio de su reproducción diaria. Varios factores de
las modalidades de ocupación en TC1 pueden haber estructurado la forma en que se
104
presentan los restos arqueológicos. Por ejemplo, la naturaleza de las actividades
productivas llevadas a cabo en la quebrada, la composición y número de las personas que
habitaron la casa, las prácticas de mantenimiento dentro de la casa, etc., pudieron tener
incidencia directa en la estructura de los conjuntos de carbones recuperados en el presente.
El caso etnográfico: Antofalla
Figura 3.8: Fotografía de una vista desde el sur del poblado actual de Antofalla. Nótese en el extremo sudeste de la foto algunas estructuras arqueológicas y huellas de antiguos aparcelamientos todavía observables en el paisaje (Marzo 2003).
Metodología
Esta sección está dedicada a la exposición del trabajo etnoarqueológico realizado en el
poblado de Antofalla entre los meses de enero-marzo de los años 2002 y 2003. La
modalidad adoptada para el trabajo de campo fue la observación participante (Bourdieu
1988, 1991; Guber 1991, 2001; Lins Ribeiro 1989), redefinida como un modo activo de
participación social en la cual se produce un encuentro dialógico que sirve de contexto a la
observación antropológica y las entrevistas no dirigidas (Guber 2001). El principal objetivo
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del estudio etnográfico efectuado en el pueblo de Antofalla fue indagar en las prácticas
domésticas campesinas relacionadas al uso de combustibles vegetales.
El acceso al campo fue facilitado por las investigaciones que Haber lleva a cabo en
el lugar desde hace más de diez años (Haber 1999a). El trabajo de campo realizado en el
lugar años anteriores -período 1996-1997- por Pizarro (2000) fue también un favorable
antecedente, ya que la gente había tenido previamente un contacto con las técnicas del
trabajo etnográfico. Sin embargo, debe mencionarse que el trabajo de campo estuvo
condicionado por un incidente ocurrido con una antropóloga en años recientes. Este hecho
abrió un interrogante por parte de los pobladores sobre cuáles son los resultados de las
investigaciones científicas llevadas a cabo en el lugar y, cuál es su impacto social fuera y
dentro de Antofalla. Consecuentemente, esta situación ha provocado la desconfianza,
especialmente, hacia las entrevistas que incurren en su vida privada. Ello obligó a desistir,
en el último período, de las entrevistas grabadas y de todas aquellas técnicas antropológicas
que pudieran provocar incomodidad y resquemor a los pobladores locales.
Por último, cabe decir la relación establecida con una de las pobladoras de mayor
edad del poblado, surgida de una relación de mucha cordialidad y afecto posibilitó el
acceso a un mundo íntimo doméstico desde adentro. La relación de género y edad con ella
le proveyó a este trabajo una especial sensibilidad, particularmente para el registro de
información pertinente al pasado de los pobladores y las prácticas antiguas de Antofalla.
Presentación del caso
El poblado se encuentra ubicado sobre la sierra homónima en una quebrada adyacente a 16
km de Tebenquiche Chico. La quebrada de Antofalla es más larga y angosta, con un
trazado más irregular que la quebrada de Tebenquiche Chico, y posee un amplio cono
aluvial (de 1 km de longitud) en su desembocadura hacia el Salar de Antofalla, formando
el denominado Campo de Antofalla (Haber 1999a). El poblado se emplaza en el fondo de la
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quebrada cerca de la ladera occidental casi en la desembocadura, muy cerca del cono
aluvial.
La quebrada de Antofalla tiene una historia arqueológica de asentamientos que se
remontan inicialmente al 1er. período de ocupación del área, estimado entre el siglo uno y
diez de la era. Las ocupaciones más tardías en la quebrada se produjeron a mediados del
siglo diecinueve, con la instalación de un enclave dedicado al procesamiento de plata
extraída de las minas del Volcán de Antofalla. Aún quedan restos de la existencia del
trapiche y la mina de este asentamiento, tales como hornos y un molino de mineral
construido en piedra y adobe (Haber, Gastaldi y Quesada 2002). Este centro minero poseía
una sofisticada arquitectura asociada al molino, que todavía es visible en el trazado del
poblado actual, instalado sobre el antiguo emplazamiento minero. Antofalla funcionaba
como el centro operativo y de procesamiento del mineral argentífero. El cual requería del
aprovisionamiento de fuerza de trabajo, animales y combustibles necesarios para la
producción (Haber 1999a; Haber, Gastaldi y Quesada 2002).
El actual poblado de Antofalla cuenta con una población estable cercana a las 40
personas. Pero en épocas de verano (diciembre-marzo) la población aumenta levemente a
50 personas por el retorno de algunos jóvenes que durante época escolar o laboral se
encuentran en centros urbanos cercanos, como Salta y Catamarca capital. En invierno, en
cambio, debido a las bajas temperaturas acompañadas de precipitaciones nivales, algunos
se trasladan a las ciudades con condiciones menos acuciantes, o a localidades cercanas con
otras comodidades, como Antofagasta de la Sierra -cabecera del Departamento- o Salta.
En su trabajo etnográfico Pizarro ha proporcionado información sobre este poblado
tradicional, caracterizado por la autora como
“sujetos sociales que pueden ser definidos de manera homogénea como
familias campesinas en virtud de los parámetros de propiedad y uso de la
tierra, multi-ocupación, tipo y destino de la producción predial, ingresos
extra-prediales, mano de obra, tecnología y capital” (Pizarro 2002: 209).
Hasta la década de 1970, la actividad ganadera fue la principal fuente de ingresos de
los habitantes de Antofalla, junto con el “trajín” o comercio, en tanto en la actualidad son la
107
actividad agrícola, ganadera y extractiva los principales sostenes de la actividad doméstica
de los pobladores (Pizarro 2002). Aunque debe destacarse que en los últimos años las
familias también combinan cada vez más sus ingresos del trabajo de campo con aquellos
provenientes del trabajo en la administración pública; de subsidios provenientes del estado
provincial y/o nacional (pensiones y/o jubilaciones, comedor escolar, otros programas de
asistencia social; también con ingresos provenientes del comercio y servicios como:
“trajines” a empresas mineras, alquiler de dormitorios, animales y/o mano de majadas, y
también como medio de locomoción, obra (como peones, baqueanos, o servicios
domésticos) a comerciantes, maestros, policías, gendarmes, investigadores universitarios y
técnicos privados o estatales vinculados con la minería, la geología, la arqueología y la
antropología (Pizarro 2002).
Esta breve introducción sirve para poder comprender mejor las relaciones sociales que se
dan al interior del poblado. Aquí se circunscribe al tratamiento de los recursos vegetales,
puesto que el propósito de este acápite es mostrar sucintamente las características de las
prácticas de explotación de especies vegetales leñosas en Antofalla, y sus manifestaciones
sociales y prácticas domésticas asociadas en la actualidad.
Procesos de espacialización y pertenencia
En Antofalla los pobladores realizan la ocupación de espacios geográficos diferenciales,
aprovechando la diversificación zonal que ofrece el paisaje altiplánico. El poblado se divide
en unas pocas familias -11 hasta la fecha4- que componen cuatro unidades domésticas
integradas por dos y, a veces, tres generaciones. Pizarro (2002) ha explicado la constitución
y los procesos de espacialización y pertenencia que estructuran las familias (hogares) y las
unidades domésticas en Antofalla. Para esclarecer esta distinción, la autora ha definido al
hogar como el grupo de personas que come de la olla, por lo menos una vez al día, y a la
unidad doméstica como el grupo que comparte la propiedad de ciertos rastrojos, corrales,
hacienda y sembradíos pero que no come de la misma olla.
Según los relatos de los lugareños recopilados por Pizarro, a fines del siglo pasado,
en Antofalla tan sólo había tres construcciones en las que vivían un hombre sólo y una
108
familia (de la que se desconoce la identidad y destino). Recién ya entrado el siglo
diecinueve, llegaron, provenientes de Cachi (Salta), la hermana y los sobrinos (dos mujeres
y un varón) de aquel hombre, los cuales se instalaron en la tercera construcción. Luego de
un tiempo aquel hombre y su hermana fallecieron, y los tres sobrinos formaron sus propias
familias, las que se distribuyeron el acceso a los recursos de la vega de Antofalla y de las
otras vegas cercanas dentro de la cuenca, y dieron origen a las actuales unidades domésticas
(Pizarro 2002; Haber y Pizarro ms.)
Actualmente, las unidades domésticas en Antofalla son cuatro. Cada una de ellas
posee zonas de explotación dentro y fuera de la quebrada de Antofalla, lo que les da más
posibilidades de diversificar y aumentar su producción agrícola doméstica.
“Los límites de las unidades domésticas están dados por las actividades
de domesticación de animales, plantas, tierra y agua (que implican la
naturalización de los derechos de acceso, uso y propiedad sobre dichos
recursos). En cambio, las pautas de interacción en los grupos sociales
concebidos como hogares se basaban en las actividades de
transformación de los alimentos y reproducción de la vida familiar”
(Pizarro 2002: 210).
Esto significa que existe una superposición de derechos y deberes, heredados y
adquiridos en las relaciones de parentesco por consanguinidad/adscripción y/o alianza. Lo
cual, según Pizarro (2002), multiplica y dinamiza las estrategias de reproducción social de
los grupos sociales en el contexto de la práctica.
El derecho a la propiedad de las tierras, y por ende, a los recursos vitales que de ella
derivan -agua, cultivos, animales y leña-, les fue concedido a estas familias en virtud del
derecho consuetudinario (basado en usos y costumbres) sobre la base de los vínculos de
parentesco que se remontan en el tiempo a los primeros ocupantes del lugar. Sin embargo,
la hegemonía de dicho discurso sobre la legitimidad de la pertenencia posee un vacío de
significados factible de ser disputado en las prácticas cotidianas (Pizarro 2002).
Los sentidos de pertenencia, incluso, son utilizados como medios de demarcación y
reconocimiento del grupo frente a otros. Los criterios locales de diferenciación social en
Antofalla no residen en una diferenciación de clase (económico-productiva) ni de
109
legitimidad jurídica (socio-política), sino más bien, residen en el criterio de identificación y
clasificación (nuestro-de ellos) proporcionado por las relaciones de parentesco Pizarro
(2002). Dentro de este marco de relaciones sociales, el paisaje de Antofalla
“es concebido como espacio social o ambiente natural domesticado a
través de sucesivas prácticas sociales que ponen en acto y materializan
cierta articulación de pautas culturales de pertenencia. Las maneras
particulares en que el mundo real ha sido domesticado por sujetos que
habitaron la zona anteriormente mediatizan y, a la vez, son significadas,
transformadas y/o reproducidas por las prácticas de los antofalleños en
la actualidad. De esta manera, el paisaje es condicionante y, a la vez, es
resultado de las prácticas sociales cotidianas de los pobladores de
Antofalla” (Pizarro 2002: 214).
Recolección de combustibles vegetales
Las plantas son parte importante del ámbito doméstico en Antofalla, porque están incluidas
en un amplio espectro de tareas para el consumo familiar. Dentro de la quebrada, la
recolección de leña se realiza en las unidades paisajísticas identificadas por la gente como
campo y cerro. El campo ha sufrido un importante deterioro por la indiscriminada
explotación de leñas realizada en él, y por el sobrepastoreo de animales, de forma que
actualmente cuenta con una biomasa vegetal casi despreciable. El cerro, por encontrarse
más retirado de los asentamientos permanentes, no ha sufrido este deterioro y representa la
reserva combustible con la que cuenta aún el poblado.
La escasez de leña en las inmediaciones de las viviendas ha fortalecido la situación
privilegiada de aquellas unidades domésticas que tienen haciendas o puestos en otros
sectores de la cuenca, más cercanos al paisaje de cerro, y que todavía poseen espacios con
leña factible de explotar. El estrés que sufre el paisaje vegetal provoca tensiones en las
relaciones sociales, y las unidades domésticas con más recursos -fuerza de trabajo y medios
reproductivos- compiten con las otras unidades domésticas realizando partidas de
recolección cada vez más organizadas, con el fin de lograr el mayor acopio posible de leña.
110
Organización y logística de las prácticas de recolección
Cada familia realiza comúnmente una o dos partidas de recolección mensuales y, el tamaño
de su carga depende del tamaño del grupo demandante y de las actividades a realizar. En
una partida efectuada con cuatro burros o mulas se obtienen 160 kg de leña. Cada carga
equivale a 40 kg, que es el peso de leña cargado por cada animal. En ningún caso se
emplean llamas para realizar este tipo de tareas. Algunos pobladores remarcaron que la
llama es menos eficaz que los burros y mulas para esta tarea pero que, antiguamente,
cuando estos caballares eran escasos, se utilizaban las llamas para carga en distancias
largas, según habían contando sus abuelos.
Las partidas de recolección más grandes y organizadas registradas son realizadas
por una de las cuatro unidades domésticas con mayores recursos en el pueblo. Este núcleo
doméstico también abastecía de combustible vegetal a la escuela hasta el año 2002. Las
partidas de recolección de leña son realizadas por hombres y mujeres, adultos y niños, y
pueden emplear hasta quince burros y mulas en las unidades domésticas grandes.
Las logísticas de acopio de combustibles llevadas a cabo por las distintas familias y
unidades domésticas difieren entre sí, en algunos casos las recolecciones pueden ser
diversificadas y más o menos planificadas. En los casos de las familias que poseen puestos
fuera de la quebrada de Antofalla, se aprovecha la oportunidad para recolectar leña en estos
puestos mientras se realizan actividades de pastoreo. Las familias recolectan leña de los
lugares inmediatos a los puestos de pastoreo, y en los últimos años se informó que la
mayoría también recolecta leña en “la banda”5, en el extremo nordeste de las márgenes del
Salar de Antofalla.
Es común que las familias que integran una unidad doméstica compartan algunas
actividades domésticas como es el aprovisionamiento de leña. Así mismo, las actividades y
costumbres de cada unidad doméstica están condicionadas por, y condicionan también, las
prácticas de recolección de combustibles vegetales. La época de verano es el tiempo en
donde la recolección de leña se realiza más asiduamente, por lo benigno de las condiciones
para esta tarea y, porque es la época donde cada núcleo familiar recibe a sus familiares
residentes todo el año fuera de Antofalla por razones de estudio, es el caso más frecuente.
111
Además, en verano se recibe normalmente un afluente moderado de visitantes turistas,
montañistas, arqueólogos, antropólogos, geólogos y otros, que son hospedados y atendidos
en varios casos por las familias. Por esta situación las actividades durante la época de
verano demandan acopio más constante de leña, por el mayor uso de combustibles en las
cocinas de hierro, para el preparado de alimentos en cocinas a leña y en hornos de barro y,
para el encendido de los calefones para la utilización de baños calientes.
En invierno, por su parte, la naturaleza de las demandas de las prácticas de
recolección de leña es diferente, ya que las condiciones ambientales muy frías, bajo cero,
llevan a que varios de los residentes en el pueblo opten por marcharse temporalmente hacia
otros lugares de mejores condiciones, con lo cual se ve reducido el número de integrantes
de los núcleos domésticos. A pesar de la reducción del número de habitantes, las gélidas
temperaturas ambientales requieren mucho acopio de combustibles vegetales. Se
incrementa la utilización de las cocinas de hierro a leña, para la preparación de platos
calientes y para calefacción. A diferencia de la estación de verano, en invierno, las
recolecciones de leña tienen otra logística, se realizan en intervalos más largos de tiempo y
priorizan el mayor acopio de leña para almacenamiento.
Chimeneas humeantes. Observación etnográfica de combustiones
Es común observar que cada familia posee junto a los hornos de barro un sector donde se
acopia la leña que es utilizada por el grupo doméstico. En Antofalla, los hogares utilizan
frecuentemente leña para la realización de varias prácticas diarias. Son muy pocas las
familias que poseen cocinas modernas con instalación de gas. Sólo poseen cocinas a gas
algunas pocas familias y la escuela, que cuenta con modernas instalaciones proporcionadas
por el Estado. El gas es un bien bastante escaso y difícil de conseguir, dado el costoso
traslado de las garrafas y el alto precio que este combustible ha adquirido actualmente,
precio que se ve notablemente incrementado en el mercado local.
En Antofalla sólo se utilizan las cocinas a gas en situaciones que ameriten rapidez,
como calentar agua por la llegada de algún visitante imprevisto, o por la falta irremediable
de leña. La leña, sin embargo, es un combustible muy utilizado y forma parte importante de
112
la faena diaria. Las cocinas de hierro son de uso generalizado y cada familia cuenta con una
de ellas. Estas cocinas se encuentran en la habitación destinada para los quehaceres
culinarios, y en varios casos coincide con la habitación principal de la casa, donde a
menudo se reciben las visitas o invitados.
La instalación de la cocina de hierro está provista de una delgada chimenea que es
un tubo de metal de aproximadamente 1,70 m de largo, por donde se liberan el humo y los
gases emanados en la combustión. Estas chimeneas deben ser limpiadas frecuentemente
para evitar la saturación de hollín dentro de los conductos metálicos, y para evitar el
ahogamiento de las combustiones y la fuga de los gases y humos dentro de las
habitaciones6.
Las cocinas de hierro producen altas temperaturas; generalmente se las enciende por
la mañana y se las mantiene prendidas todo el día. Siempre se encuentra una olla con agua
caliente sobre la plancha de hierro, lista para usar. Las cocinas poseen tres compartimentos,
uno grande donde se coloca la leña a quemar, otro compartimiento igualmente grande
destinado a los objetos a hornear y un último compartimiento más pequeño, ya sea por
debajo y/o al costado del anterior, en el que se colocan las brasas que son extraídas de la
hoguera, en la que arde la leña y que tiene la función de calentar el cubículo con el
horneado.
Para el encendido del fuego dentro de las cocinas, primero se limpia la superficie de
cenizas y carbones que esta tuviere, y recién se procede a introducir la leña a quemar. Se
colocan primero troncos gruesos de leñas resistentes a la combustión y por encima, leña
más inflamable, “rica” (Acantholippia punensis), para encender el fuego. Se introduce
durante algún rato la suficiente leña inflamable, hasta que la combustión comience a afectar
a las leñas más gruesas y resistentes, que arden durante largas horas a una temperatura
menor, pero más constante. En general, estas cocinas poseen capacidad para albergar
alrededor de 4 kg de leña. Para ayudar a la combustión, suele introducirse oxígeno a la
hoguera encendida, utilizando un tubo metálico a modo de fuelle, por el que se sopla aire.
En cuanto a la utilización de leña dentro de las casas, las familias utilizan aquella
disponible en la cuenca. La madera de Acantholippia punensis es de uso generalizado como
113
iniciadora del fuego en las cocinas y calefones de Antofalla. Por las características
inflamables de las hojas de Acantholippia punensis, esta puede ser cortada aún estando
verde, además, es una leña bastante accesible en la quebrada y en la cuenca en general. En
los hornos de barro, esta leña se utiliza por sus propiedades poco resistentes a la
combustión. Es por ello también una leña óptima para la tarea de horneado, que necesita de
combustiones rápidas y de altas temperaturas.
Por otra parte, los hornos de barro son otra modalidad adoptada para la realización
de combustiones de uso culinario. Son de forma globular, de 1,80 m de alto y 2 m de
ancho. Están construidos en su mayoría con adobes y revestidos por un enlucido de barro
parejo. Los hornos de barro poseen un orificio o tronera de 40 cm ubicado en la parte
superior, que actúa de conducto de escape del humo y gases que ahogan la combustión. Los
hornos también poseen una boca en la parte delantera, de 80 x 60 cm, por donde se
introduce la leña y los platos a hornear. Y en su parte lateral, o trasera inferior, los hornos
poseen una pequeña abertura de 50 cm por donde son expulsadas las brasas.
Las combustiones en los hornos de barro también son precedidas del necesario
barrido o limpieza de combustiones anteriores -cenizas y carbones-. Posteriormente, se
introduce una carga de leña (40 kg aproximadamente) de Acantholippia punensis,
exclusivamente. Se enciende el fuego sin cerrar ninguno de los orificios del horno, para
propiciar la formación de brasas. Esta primera carga arde en llamaradas durante 20
minutos. Se atiza el fuego para formar brasas e, inmediatamente, se introduce media carga
más de Acantholippia punensis. Luego de unos 20 minutos la combustión se detiene
intencionalmente, atizando o removiendo la leña en llamas, para provocar la formación de
brasas. Se procede entonces a barrer las brasas de la superficie del horno hacia la abertura
posterior ya descripta. Las brasas y carbones caen a una pozo excavado en la tierra y son
tapados inmediatamente. Se barre tres veces la superficie del horno prolijamente, con una
larga escoba realizada con hojas verdes de sauce (Salix babylonica). La superficie del horno
queda limpia y a la temperatura necesaria para recibir los elementos a cocinar. Para
comprobar que la temperatura sea la adecuada, se arroja un trozo de papel; si este arde
inmediatamente dentro de la atmósfera caliente debe esperase un momento para que la
temperatura baje. Luego se introduce la comida y se cierran totalmente todas las aberturas
114
del horno, con tapas de metal selladas con barro, tierra y trapos mojados. Un amasijo de
pan de harina de trigo tarda aproximadamente 20 minutos para cocinarse en esta atmósfera
caliente, y un cordero relleno entre unos 40 minutos a 60 minutos.
Selección de leña
La leña, como en el caso de la “rica”(Acantholippia punensis), son seleccionadas por sus
propiedades combustibles, que deben ser acordes a las prácticas culinarias, y otras, a
realizar. En general las familias utilizan en sus cocinas, como leñas resistentes, la
“tramontana” o “pingo” (Ephedra breana). Esta es una leña gruesa muy resistente a la
combustión y factible de ser usada como combustible para la cocción lenta a fuego
moderado de alimentos. Es una especie que se encuentra en las partes altas de la quebrada
de Antofalla, abunda en la banda sudoeste del Salar de Antofalla.
En Antofalla, los leñas son seleccionados por sus características combustibles
distintivas, como es el caso específico de la Acantholippia punensis como combustible
iniciador y para combustiones controladas cortas y con altas temperaturas -en calefones y hornos
de barro-. Un dato a tener en cuenta es que varias mujeres refirieron que Acantholippia punensis
produce mucho hollín en corto tiempo, tapando rápidamente los tubos de las cocinas de hierro. Por
esta razón su empleo en las cocinas suele ser restringido. Especies como Ephedra breana son
preferidas -por su resistencia a la combustión- para la realización de prácticas de combustión más
largas y de temperaturas inferiores y más constantes.
Las unidades domésticas que poseen puestos en las partes altas, cerca de los ojos de
agua de la quebrada, tienen acceso a otra leña, muy preciada por tener las mismas
características de Ephedra breana: la “tola” (Parastrephya lepidophylla). A diferencia de
Ephedra breana, Parastrephya lepidophylla ha sufrido una indiscriminada deforestación
dentro de la quebrada, y actualmente es una especie muy escasa. Todavía quedan algunos
sectores en donde puede encontrarse esta última leña, como en las partes altas de las
quebradas. En la casa de una de las familias con puestos fuera de la quebrada suele
preferirse la utilización de Parastrephya lepidophylla en la cocina.
115
También existen otros factores que influyen en la selección de leña en Antofalla.
Tal es el caso de la distancia a las que se hallan algunas leñas explotables que también son
excelentes combustibles vegetales. Por ejemplo, el “cuerno” (Adesmia subterránea), es un
excelente combustible, de rápido encendido y larga duración en la combustión. También
puede citarse la madera de “añagua” o “añawa negra” (Adesmia sp.) y “yareta” (Azorella
compacta), como buenos combustibles, resistentes a la combustión. Pero estas especies
sólo se hallan en sectores altos de puna, alejados aproximadamente 50 km del poblado
permanente. Desde Antofalla no se realizan partidas de recolección de leñas especiales que
abarquen estas distancias, y la recolección de alguna de estas leñas de altura se realiza sólo
eventualmente, en caso de algún recorrido de pastoreo. Este es el caso de uno de los
núcleos domésticos que posee el puesto Archibarca, el cual está establecido en esta zona de
puna. La familia realiza algunas recolecciones ocasionales de estas leñas aprovechando los
esporádicos viajes de alguno de sus integrantes al lugar.
Puede decirse que la selección de combustibles vegetales en Antofalla se realiza en
función, en principio, de la elección de las propiedades combustibles de las especies
vegetales y, en segundo término, en función de la cercanía de los lugares explotables de
leñas con las características mencionadas. Por ejemplo, la búsqueda de leña gruesa o
resistente como Ephedra breana y Parastrephia lepidophylla, en sectores altos de la
quebrada y al otro lado del Salar de Antofalla -en la banda-. Mientras que en las zonas bajas
inmediatas a los asentamientos, es más factible procurarse Acantholippia punensis o
“cachiyuyo” (Atriplex sp.), que son leñas más finas e inflamables. Pero, a la vez, los rangos
de acción para la recolección de “buenas leñas” -resistentes a la combustión- no son tan
amplios como para abarcar zonas altas de puna. Esto es debido a la gran inversión de fuerza
de trabajo que debe realizarse para dirigir partidas de recolección de combustibles hacia
áreas más alejadas. Se necesita, en tal caso, la realización de partidas más organizadas y
provistas de varios animales y personas, para poder compensar los costos de movilidad a
estas áreas más alejadas.
Según lo expuesto, en Antofalla las prácticas de combustión utilizan un espectro
muy pequeño de las plantas disponibles, por lo que pueden señalarse como prácticas
selectivas. En este sentido es importante apuntar que si bien, hay algunos especímenes que
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potencialmente pueden utilizarse para determinadas prácticas hay criterios de selección
dentro de la realización de cada práctica de combustión. Por ejemplo, especies como
leñosas que se hallan en las zonas bajas de suni cerca de los asentamientos y, que pueden
ser potencialmente utilizadas como leña, pero no lo son. Hay preferencia por otras especies,
quizás menos abundantes en los alrededores de los asentamientos como Ephedra breana,
Acantholippia punensis y Parastrephya lepidophylla.
El empleo de taxones arbustivos en rituales domésticos
Dentro de la cosmovisión andina las plantas arbustivas utilizadas como leña también son
agentes activos en la producción y reproducción de discursos ritualizados. Es decir, estas
plantas son un vehículo a través del cual se corporizan simbologías en ritos específicos. Los
rituales en los que participan las plantas se relacionan con la propiciación y festejo de
buenos augurios y fertilidad sobre los recursos fundamentales -el agua y la tierra-,
necesarios para la reproducción física del grupo social.
“Dentro de las comunidades andinas existe una estrecha asociación
entre las actividades productivas y las rituales, vínculo que transforma a
las fiestas y ceremonias como extremadamente importantes para la
reproducción del sistema comunitario...” (Villagrán et al. 1998:31).
Existe una metáfora de trasfondo que otorga vida y voluntad propia a los elementos
naturales. La Pachamama es la divinidad principal, esta se identifica con la tierra, ya que es
hacedora de todo lo que sobre ella existe: los cerros, el agua, los animales, las plantas y las
personas. Esta divinidad se asocia a lo femenino por sus facultades fértiles y reproductivas.
Ella debe ser constantemente consagrada, por medio de ofrendas otorgadas en rituales
especiales, por lo general, en situaciones que ameriten alguna intervención en la tierra y sus
elementos, ya sea para la construcción y limpieza de canales, la siembra o cosecha de
cultivos, la señalada y esquila del ganado, etc. Algunas plantas son de exclusivo uso ritual y
participan de estos mencionados eventos.
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Figura 3.9: Fotografía de la ceremonia de la señalada o floreamiento de animales realizada en Antofalla (Marzo 2003). Se observa el momento en que se ofrenda “coca” (Erythroxylon coca) y alcohol dentro de un pozo excavado en el suelo. En la escena del ritual siempre hay un recipiente grande (en este caso un tacho de metal) de donde emana humo de la quema de “chachakoa” (Parastrephya quadrangularis). (Fotografía gentileza de Mariana Barrionuevo).
En Antofalla, actualmente, se emplea la planta arbustiva denominada “chacha” o
“chachacoa” (Parastrephya quadrangularis) para la realización de ceremonias rituales. A
esta especie se le atribuyen propiedades místico-religiosas, capaces de mediar entre los
humanos y las divinidades naturales. Esta especie es una planta arbustiva ampliamente
utilizada también en el área de Atacama (Aldunate et al. 1981; Villagrán, Castro y Sánchez
1998; Villagrán et al. 1998) y en otras áreas de los Andes.
Existe una discusión en torno a la utilización ritual de varias especies identificadas
en el área andina como “koa”, “coa”, “q’oa”, “koba”. Según Villagrán et al. (1998), en
algunas regiones de Chile, Bolivia, Perú y Argentina se identifican con este nombre a varias
squamata, Fabiana bryoides, también algunas especies de los géneros Displostephium y
Borreira. Esta variabilidad de taxones por región es interpretada por los autores como
significativo de la verdadera relación que existe entre una planta particular y su nombre.
Siguiendo a Munizaga & Gunckel (1958), ellos afirman que el nombre otorgado a una
planta es el que le otorga poder a una planta particular, de ahí que se le atribuya el mismo
nombre a varias especies diferentes de un mismo o de diferente género.
Las observaciones etnográficas en Antofalla sobre la combustión de plantas
arbustivas en prácticas rituales, también coinciden con las registradas para la zona
atacameña de Chile. En esta última región, al igual que en Antofalla, se denomina “coa”o
“koa” al humo de la planta así quemada (Villagrán et al. 1998). En Antofalla, Parastrephya
quadrangularis es la planta preferida para sahumar los animales durante la señalada o
floreamiento de animales, también se la utiliza para sahumar las calles durante el 1ero. de
Agosto, día consagrado a la Pachamama y, durante el ritual agrícola de limpieza de canales.
También se emplea el humo de Parastrephya quadrangularis en algunas ocasiones
especiales de curación. Se informó que, en caso de no haber esta planta a disposición se
puede utilizar en los rituales mencionados “pata de perdiz” (Fabiana bryoides) y,
excepcionalmente, se pueden sahumar burros o rincones de la casa, por ejemplo, con
“lejía” (Baccharis incarum). Se puede interpretar que, en Antofalla también existe una idea
de reemplazo de los elementos botánicos integrantes del ceremonial, como citaran otros
autores para la región altiplánica (Villagrán et al. 1998).
El concepto de “transformación” está implícito en el acto de sahumar, incluso, para
algunos autores como Flores Ochoa (en Villagrán et al. 1998), la palabra “koa” o “coa”
significa: “lo que se transforma en otra cosa”. Parastrephya quadrangularis sufre una
transformación física, al pasar de ser materia vegetal sólida a humo, una materia etérea y
volátil, esto simboliza la transformación ritual. Sara, una de las pobladoras más antiguas del
pueblo lo explica de esta forma: “... la chacha se convierte en coa cuando se quema. Se
vuelve humito que se va p’al cerro ...”.
119
La mutación se realiza por la intervención del fuego, pero la combustión llevada a
cabo es inconclusa y defectuosa, ya que su fin no es la obtención de fuego, ni tampoco de
ceniza o brasas, su meta es el humo resultante. El humo se destaca en el ritual andino. La
acción de sahumar puede ser, según el contexto, un acto de limpieza, una forma de
exorcismo espiritual, un medio de elevación de plegarias. Este humo tiene poderes divinos,
que on capaces de comunicar los dos mundos divino-mortal, salvaje-domesticado, natural-
cultural. Los propósitos de la comunicación, por medio del humo, en el acto de sahumar
son elevación de plegarias al mundo divino de los seres naturales animados (tierra, cielo,
montañas, animales) y, obtención de permisos de estos para infringir la delgada línea que
separa los dos mundos a través de actos domesticatorios como la siembra de la tierra, la
señalada de animales nacidos, la realización de canales, etc. También, por medio del acto
de sahumado se elevan plegarias de fertilidad, de bonanza para los cultivos y animales. Se
le pide a la Pachamama que los pastos reverdezcan para multiplicar los animales. Esta
plegaria no sólo se hace en caso de sequías, sino que también se la realiza para competir
con otra unidad doméstica, como lo menciona Sara. “... cuando las ovejitas y llamitas están
flacas y son poquitas, y las del vecino son más muchas y lindas... entonces sí se hace un humito de
chacha o pata de perdíz para koar ...”.
Cuando los animales de la familia empiezan a disminuir en número, o están muy
delgados para su carneo, o cuando los cultivos sufren heladas, etc. (mientras que los
animales o cultivos del vecino no se ven afectados), se realiza un sahumado de estos
elementos para exorcizarlos o limpiarlos y propiciar así su curación.
Conclusiones
En Antofalla, las prácticas sociales vinculadas a la explotación de combustibles vegetales
son el producto de una sedimentación de significados sociales; muchas prácticas expresan
una memoria cultural que se pone en evidencia en algunos criterios de selección por sobre
algunas plantas. Es decir, que en la medida en que el paisaje vegetal es determinado por las
prácticas actuales de dominación, también refleja antiguas percepciones heredadas de
120
padres a hijos, de abuelos a nietos, en un continum temporal que ayuda a comprender la
configuración en el tiempo de este espacio. Las explotaciones de leña informan en gran
medida sobre las características organizativas del grupo, de sus motivaciones económicas
de subsistencia y de sus relaciones sociales intra-grupales, las cuales son posibilitadas
también por sus capacidades técnicas. Las familias optan por estrategias de explotación de
combustibles asociadas estrechamente a los intereses de su organización campesina,
dirigida esta a la producción de medios de subsistencia en un espacio socializado. En
resumen, en Antofalla, la oferta ambiental, las capacidades técnicas, la composición y
número de los habitantes de las unidades domésticas y de las familias que las componen,
son factores estructurantes de, y estructurados por, el ordenamiento sociocultural.
Resumen del Capítulo
El supuesto preteórico de la Puna de Atacama como categoría geográfica -como medio
hostil y poco próspero para la vida humana- ha delineado las interpretaciones de las
investigaciones sobre el uso del paisaje a lo largo de toda la historia social de la región
(Haber 1999a). La zona de estudio fue clasificada en cuatro microambientes: Salar de
Antofalla, suni, puna y janca (Haber 1999a), que a su vez contienen distintas unidades de
vegetación. Utilizando estas categorías del paisaje se describe la composición y fisonomía
de la vegetación arbustiva y herbácea que puebla actualmente la quebrada de Tebenquiche
hico, para ofrecer al lector un cuadro de referencia ilustrativo del paisaje en el cual se
desarrolla la presente investigación arqueológica.
Por otra parte, dentro del contexto arqueológico de la investigación, el sitio arqueológico
Tebenquiche Chico ingresa a la bibliografía arqueológica en 1955, y desde entonces
algunos aficionados y arqueólogos han visitado el sitio. Las investigaciones arqueológicas
dirigidas por Haber comienzan en el sitio desde el año 1989 hasta la actualidad; ellas han
aportado un importante cúmulo de información acerca de los grupos campesinos
altoandinos que lo habitaron en el pasado. Estas investigaciones han discernido diferentes
ocupaciones en el sitio, que se evidencian como paisajes sociales contrastantes producto de
121
desarrollos locales y regionales particulares. Las prácticas sociales realizadas en TC1 se
desarrollaron en contextos sociohistóricos determinados. Es probable que los restos de
combustiones estudiados puedan proporcionar más información sobre las formas de vida
allí desarrolladas, apoyando o contradiciendo las interpretaciones previas provenientes de
distintas vías de análisis. Estas últimas ayudarán igualmente como soporte de este trabajo.
Queda investigar los datos proporcionados por los restos de combustiones y el potencial de
información de este tipo de registro arqueobotánico.
En otra vía de estudio, el caso etnográfico de Antofalla proporciona una fuente de
conocimiento acerca de las características, propiedades y funcionamiento de la explotación
de combustibles vegetales en una comunidad campesina local. En Antofalla las prácticas de
recolección funcionan de acuerdo a las características constitutivas y actividades del grupo
familiar y de la unidad doméstica que lo contiene. La recolección de leña es selectiva,
pocos taxones arbustivos son empleados en los fuegos domésticos, a pesar de tener al
alcance una oferta de combustibles vegetales más amplia en las inmediaciones de los
asentamientos. La selección de leña depende de las propiedades de estas como madera
resistente o no a la combustión y, en segundo lugar, de su distancia al asentamiento. Suelen
realizarse partidas de recolección dirigidas a sectores dentro y también fuera de la
quebrada. En cuanto a las prácticas de combustión realizadas en Antofalla en el ámbito
doméstico, estas no sólo se asocian a la realización de actividades culinarias y de
calefacción, también se realiza la quema de taxones arbustivos en eventos rituales. Estas
combustiones son llevadas a cabo dentro de contenedores en donde producen,
intencionalmente, la emanación de humo; ellas se relacionan con la propiciación y festejo
de buenos augurios y fertilidad, necesarios para la reproducción física del grupo social.
Notas al Capítulo III
1. En este capítulo se expone como una descripción fitogeográfica lo resultados del trabajo de
campo realizado. En el capítulo seis se describe la metodología de trabajo de campo adoptada para
la recolección de taxones, y en los apéndices se muestra la lista de taxones identificados.
122
2. Los nombres de los autores de cada especie vegetal recolectada e identificada en este trabajo
pueden consultarse en el Capitulo seis y en los apéndices. Así mismo, no se mencionan los nombres
de autores de las especies citadas de otros trabajos.
3. Se recolectaron muestras de estas formas de vida pero estas no se conservaron hasta llegar a los
laboratorios para su reconocimiento. Por ello, no fue posible determinar su taxonomía.
Probablemente estos correspondan al género Gyrophora (Villagrán et al. 1998).
4. Cabe aclarar que en este trabajo, a diferencia del realizado por Pizarro entre 1996-1997 (2000a),
se han contado cuatro, y no tres, unidades domésticas existentes en Antofalla.
5. Se denomina “banda” a todos los sectores de laderas bajas de los cerros y, generalmente, este
sector coincide con lugares de crecimiento de arbustos leñosos.
6. Una de las amas de casa de la calle principal del pueblo, en una ocasión ofreció al equipo su
cocina para cocinar alimentos. Inmediatamente, se dirigió a limpiar el tubo o chimenea para cocinar
sin inconvenientes. Este gesto amistoso señala la importancia de esta tarea para la buena realización
de combustiones en estas cocinas.
123
CAPÍTULO IV
ESTRATEGIA DE MUESTREO Y TÉCNICAS DE
RECUPERACIÓN
Los indios choroti del Gran Chaco dicen que hace mucho tiempo
todo el mundo por ellos conocidos había sido devastado por un
gran incendio, que había destruido a todos los choroti, con
excepción de una mujer y un hombre, que se habían salvado
refugiándose en un agujero excavado en la tierra. Cuando el
incendio hubo pasado, el hombre y la mujer se abrieron camino
hasta el exterior de su agujero, pero se encontraron sin fuego. No
obstante el buitre negro había logrado llevarse un tizón encendido
a su nido (...) El buitre regaló un poco de fuego al varón choroti, y
desde esa época los choroti han tenido fuego. Todos los choroti
descienden de ese hombre y esa mujer. (Mito choroti. James G.
Frazer, Mitos sobre el origen del fuego)
Metodología del trabajo de campo
Las tareas de recuperación de los restos de carbones en el recinto habitacional del
compuesto doméstico TC1 fueron realizadas durante los años 1995 hasta el año 1999,
mucho tiempo antes del comienzo del presente trabajo de investigación1.La metodología se
adecuó a las técnicas y metodología de excavación utilizadas en el sitio desde los
comienzos del trabajo de campo. Las excavaciones en TC1 fueron realizadas teniendo en
cuenta los planteamientos de Harris (Harris 1991 [1989]), a través de una estrategia de área
124
abierta y una técnica estratigráfica no arbitraria (Carandini 1997 [1991]; D’Amore 2002;
Haber 1996, 1999a; Haber y D’Amore ms.; Roskams 2003 [2001]; Spence 1990). Por
medio de esta metodología de trabajo de campo adoptada fue posible en la excavación la
identificación de unidades estratigráficas como potenciales resultados de acciones
materiales (Haber 1999a).
Estrategia de muestreo y técnicas de recuperación empleadas
En la metodología de excavación adoptada se priorizó la recuperación exhaustiva y
completa de los materiales, para contar a futuro con información que proporcionara, lo más
detalladamente posible, datos sobre la naturaleza arqueológica del sitio bajo estudio. Se
empleó una estrategia de muestreo de carbón total o maximal en el sitio; para ello, se
utilizaron varias técnicas de recuperación de distintas características.
En este sentido, es importante apuntar que por medio del estudio de estos restos
arqueológicos, que hasta ahora no habían sido tratados específicamente, fue posible
explorar el potencial de la metodología y técnicas utilizadas en la excavación arqueológica
de Tebenquiche Chico. También se hizo posible adecuar las nuevas técnicas de
recuperación y registro de estos materiales orgánicos hacia preguntas específicas acerca del
pasado arqueológico del sitio.
Las técnicas de recuperación empleadas fueron las siguientes:
a) recuperación manual in situ en excavación, con ayuda de pinzas;
b) recuperación automática por medio de técnicas de flotación o lavado de sedimentos, con
ayuda de una máquina flotadora, separando en tres fracciones los materiales;
c) tamizado manual en seco o cribado de sedimentos, en mallas finas y gruesas.
a) Los carbones recuperados mecánicamente fueron registrados en planta y en planillas
como: “muestra de elemento único” y “hallazgo”. Las muestras de carbón de elemento
único fueron registradas individualmente, con la intención de crear un buen registro de los
125
restos de carbón destinados al análisis radiocarbónico específicamente. Estas muestras de
carbón fueron registradas cada una en planillas estandarizadas a tal efecto. En estas
planillas se registraron su localización en planta, cotas de altura, características de la
muestra dentro del depósito, etc. Mientras que los restos de carbón tomados como muestras
de hallazgo incluyen, en general, restos aislados de poco volumen para fechar. Estas
muestras de hallazgo fueron registrados en planillas estandarizadas con información sobre
cotas y coordenadas en planta.
b) En cada contexto definido se tomó el primer balde retirado (siete litros) como una
muestra sistemática de sedimento, para ser sometida a flotación. En contextos con un alto
contenido de material orgánico se lo destinaba en su totalidad a zaranda fina y flotación. La
flotación de cada muestra de sedimento se realizó mediante una máquina de flotación,
adaptada a las condiciones de trabajo en el campo2. Por último los carbones recuperados en
la flotación fueron embalados y rotulados, según provenían de la fracción liviana y pesada,
manteniendo las referencias de su respectiva procedencia dentro de la excavación. Cada
muestra de sedimento llevada a flotación, ya sea conteniendo sedimento con carbón, ceniza
u otros materiales orgánicos, fue registrada en una planilla con un dibujo en planta del lugar
de recuperación de la muestra, coordenadas de hallazgo, datos sobre el volumen de
sedimento de la muestra, el tipo de material arqueológico que contiene o pudiere contener,
el contexto de pertenencia y observaciones generales sobre el mismo, la fecha de
recuperación, y también las condiciones de recuperación.
c) También se destinó una muestra sistemática de cada contexto para ser tamizado en seco,
en una zaranda fina de malla metálica con una abertura de 2 mm. El resto del sedimento
extraído de la excavación se destinó a zaranda gruesa, que poseía una malla de 3 mm de
abertura. Los carbones recuperados de zaranda fueron también embalados y rotulados con
sus referencias de procedencia pertinentes. Las muestras de sedimento tomadas para
flotación, zaranda fina, y zaranda gruesa, fueron registradas también en una planilla de
conteo de muestras.
126
De esta forma se logró obtener un registro bastante completo de la procedencia de cada uno
de los conjuntos de carbones recuperados en el sitio.
Análisis de laboratorio. Base de datos
El trabajo de laboratorio comenzó por la realización de una base de datos, que tenía como
objetivo reunir toda la información necesaria para la posterior interpretación de los residuos
de combustión, especialmente, aquellos restos vegetales carbonizados. La base de datos
fue realizada en Microsoft Access (versión 2000), un programa informático administrador
de bases de datos. En esta base informática, los datos están contenidos en campos dentro de
un registro individual para cada elemento introducido. Este programa está recomendado
para el manejo de grandes volúmenes de información debido a que posee una eficiente y
fácil manera de consulta. Una ventaja de este ordenador es que la información introducida
en una base de datos puede ser vinculada por medio de una clave de identificación con otras
bases de datos. Así, se pueden crear consultas que relacionen la información proveniente de
varias bases con información de naturaleza distinta.
En la base de datos se ordenó información general de todas las “muestras orgánicas”
recuperadas en TC1, dentro de las cuales se prestó especial interés a los restos de carbón y
madera. La base de datos fue modelada de acuerdo a la información asentada en los
registros de campo. Se discriminó entonces:
a. Tipo de muestra. Refiere a la técnica de recuperación utilizada en el campo.
1- Muestra recuperada como elemento único (in situ)
2- Muestra recuperada como hallazgo (in situ)
3- Muestra recuperada por tamizado en malla fina.
4- Muestra recuperada por tamizado en malla gruesa.
5- Muestra recuperada por flotación (fracción pesada-gruesa)
6- Muestra recuperada por flotación (fracción liviana-gruesa)
7- Muestra recuperada por flotación (fracción liviana-fina)
127
b. Coordenadas. Se refiere a las coordenadas de hallazgo dentro de las cuadrículas.
c. La muestra contiene: ¿carbón? ¿semillas? ¿madera? ¿otros?. Se refiriere al contenido
de cada muestra.
d. Volumen de la muestra embalada. Refiere al volumen de la muestra recuperada y
embalada. Es el volumen de material que llega al laboratorio. Se expresa en ml.
e. Volumen de sedimento tratado. Refiere al volumen del sedimento que se destinó a
flotación o zaranda. Se expresa en litros.
f. Volumen de carbón. Refiere al volumen de carbón recuperado en cada muestra. Se
expresa en ml.
g. Parte de la muestra. Refiere a que si la muestra representa el total, o no, de la muestra
encontrada en la excavación. Se expresa de las siguientes maneras: 1 (<5%), 2 (5%-15%), 3
(25%-50%), 4 (>50%) y 5 (100%).
h. Presencia de contaminación. Refiere a la existencia, o no, de materiales provenientes de
otros contextos que alteren la composición original de la muestra.
i. Tamaño del fragmento de carbón. Refiere al tamaño de los carbones respecto a la
identificación macroscópica. Se diferenció entre:
1) Muy pequeño. El tamaño de los carbones no permite hacer un corte seco con los
dedos, para conseguir al menos un plano3 visible al microscopio óptico.
Fragmentos inferiores a 4 mm.
2) Mediano a pequeño. El tamaño de los carbones permite realizar un corte con los
dedos. Fragmentos equivalentes a 5 mm.
3) Grande. El tamaño de los carbones permite realizar perfectamente más de un
corte con los dedos. Fragmentos superiores a 6 mm.
j. Otro tipo de material quemado. Se refiere a si la muestra es acompañada por otro tipo de
material quemado, que no sea carbón vegetal.
k. Presencia de tierra quemada. Refiere a la existencia, en planilla, del registro de tierra
quemada asociada a la muestra en su contexto de recuperación.
l. Presencia de ceniza. Refiere a la existencia, en planilla, del registro de ceniza asociada a
la muestra en su contexto de recuperación.
128
ll. ¿La muestra tiene problemas de procedencia?. En todos los casos se controló el registro
de procedencia de cada muestra, y en pocos casos esta procedencia resultó dudosa, por
tratarse de un registro incompleto o erróneo. En tal situación, se optó por redefinir el
siglado de la muestra. En otros casos, donde no fue posible ubicar la procedencia exacta de
la muestra, se la ingresó con un número de muestra cero y un número de submuestra, al
tiempo que se registró el problema de procedencia de la misma. De esta forma no se
desestimó ninguna muestra, e incluso, posteriormente, de acuerdo a las características
específicas de la muestra y, datos anexos, pudo ubicarse el origen de algunas de estas
muestras con problemas de procedencia.
m. Observaciones. En este campo se registró información complementaria. Se realizó una
breve descripción del contenido de la muestra y de algunas características distintivas de la
misma.
Testeo de las técnicas de recuperación
Se registraron en la base de datos informática 1230 muestras con vegetales procedentes de
TC1, de las cuales se tomaron 1026 muestras antracológicas para este estudio4. Todas las
muestras fueron recuperadas por medio de las diferentes técnicas ya especificadas. Esta
posibilidad de manejar un importante cúmulo de muestras de carbón hizo necesario
plantear, primeramente, el potencial de cada tipo de muestra para responder a distintas
preguntas arqueológicas.
A simple vista eran notables las diferencias existentes entre los diferentes tipos de
muestras originadas. Esto alertó acerca de la naturaleza de las técnicas de muestreo y de las
cualidades particulares que cada una imprimía en el registro antracológico.
Prueba experimental
Se diseñó una prueba experimental, que comparara las fracciones en cada muestra de
carbón recuperada por las distintas técnicas. Se tamizaron 139 muestras de carbón,
pertenecientes a 14 contextos diferentes de la matriz estratigráfica de TC1. Se priorizó,
principalmente, que los contextos tuvieran diferentes características e historias de
129
formación y que poseyeran muestras de carbón recuperadas por las distintas técnicas. El
objetivo era explorar los factores que pudieron influir en la formación de los fragmentos, en
lo que a sus volúmenes y grados de fragmentación se refiere. Los tipos de contextos
seleccionados en la muestra fueron los siguientes:
- Depósitos formados por derrumbes de muros y sus rellenos, con depositaciones eólicas
(contextos: [2]; [84]; [106]; [110]).
- Depósitos horizontales de rellenos de muros (contextos: [4]; [5]; [28]; [112]).
- Depósitos de pisos de ocupación (contextos: [113]; [12]; [29]).
- Depósitos de rellenos de pozos, excavados dentro de los pisos de ocupación (contextos:
[162]; [180]).
- Depósitos estériles (contexto: [58]).
Cada muestra de carbón fue cribada en una columna de cinco tamices metálicos, de
diferentes amplitudes en sus mallas. Los resultados obtenidos, por medio de este
procedimiento, arrojaron los siguientes datos5:
Cuadro 4.1: Resultado del tamizado de carbón.
RECUPERACIÓN MANUAL
TAMIZADO FLOTACIÓN Tipos de Muestras según la técnica
Elemento único (ml)
Hallazgo (ml)
Fino (ml)
Grueso (ml)
Fracción pesada
(ml)
Fracción liviana-gruesa
(ml)
Fracción liviana-
fina (ml)
Intervalo 0 (< 0.9mm)
4.2 0 0 3.7 0 64.6 25.8
Intervalo1 (1 a 1.9 mm)
4 0.1 0.4 5.9 0 464 248
Intervalo 2 (2 a 4.7 mm)
22 2.1 4.2 43.7 0.4 603 24.9
Intervalo 3 (4.8 a 6.2
mm) 52.4 16.6 15.9 118 0.8 139 8
Intervalo 4 (6.3 a 9.4
mm) 42.3 24.5 16.6 124 0 62.2 4
Intervalo 5 (> 9.5 mm)
22.2 15 22.8 58.1 0 10.7 0
Totales 147.1 58.3 59.9 353.4 1.2 1343.5 310.7
130
El primer paso fue obtener un promedio de las distribuciones de fracciones de
carbón, en cada tipo de muestra de un contexto particular. Se seleccionaron dos casos, los
contextos [28] y [29]6.
A continuación se exponen las distribuciones de los volúmenes de
fracciones en muestras individuales, correspondientes a cada técnica usada en ambos
contextos.
Contexto [28].
Al observar las distribuciones de las muestras de elemento único y hallazgo (gráficos
4.1 y 4.2) se aprecia que ambas poseen volúmenes pequeños, siendo sensiblemente más alta
la distribución de elemento único. Es decir que en ambas distribuciones los valores
medidos en ml de carbón son valores pequeños. La moda en las dos distribuciones es el
intervalo cuatro. En la muestra de hallazgo, la dispersión de las mediciones es poco
importante, por ello tiene menor grado de de curtosis y su distribución es platicúrtica o de
cola corta. Puede decirse entonces que la moda -o intervalo modal- es más típico. Si
embargo en la muestra de elemento único el grado de curtosis es mayor, ya que posee una
cola leptocúrtica. El intervalo modal es menos típico. Las dos distribuciones son negativas,
es decir que sus están orientadas hacia la izquierda o valores menores.
La muestra de tamizado fino tiene mucho menor volumen que la muestra de tamizado
grueso (gráficos 4.3 y 4.4). La moda de la muestra de tamizado fino es el intervalo cuatro y,
la cola de su distribución se inclina hacia la izquierda. Por su parte, la muestra del tamizado
grueso tiene al intervalos tres como moda, y su distribución es positiva, es decir que su cola
se dirige hacia, contrariamente a la muestra anterior, hacia la derecha, donde se hallan las
fracciones de tamaños mayores.
La distribución de la muestra de fracción liviana-fina de flotación tiene su moda en el
intervalo uno y, la fracción gruesa en el intervalo dos (gráficos 4.5 y 4.6). Ambas
distribuciones son positivas. La distribución de la fracción liviana-gruesa es leptocúrtica, y
la distribución de la fracción fina es platicúrtica y su intervalo modal más típico.
131
Contexto [29].
Este contexto no posee carbón recuperado por la técnica de hallazgo. En tanto, la muestra
de elemento único tiene su moda en el intervalo tres y distribución positiva (gráfico 4.7).
Las dos muestras de tamizado tienen volúmenes de carbón muy dispares. La
muestra de tamizado fino tiene un volumen casi despreciable, en cambio la muestra de
tamizado grueso tiene mayor volumen (gráficos 4.8 y 4.9). La moda de la muestra de
tamizado fino es el intervalo cuatro y la de tamizado grueso es el intervalo tres. La
distribución de fracción fina es platicúrtica y tiene un intervalo modal más típico, mientras
que la otra distribuciónde es leptocúrtica. Ambas distribuciones coinciden en un solo punto,
las dos son negativas.
La muestra de la fracción fina de flotación tiene su moda en el intervalo uno y, la
fraccióngruesa en el intervalo dos (gráficos 4.10 y 4.11). En la fracción fina la distribución
DISTRIBUCIONES DE CARBÓN EN UNA MUESTRA DE
ELEMENTO ÚNICO: [28] n= 6,4 ml
0.4
1.41
2.6
1
00.4
1.41
2.6
1
00.4
1.41
2.6
1
00.4
1.41
2.6
1
00.4
1.41
2.6
1
00.4
1.41
2.6
1
00.4
1.41
2.6
1
0
1 1
2,6
1,4
0,4
0
1
2
3
4
5
Intervalo 0
(<0,9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1,9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4,7
mm)
Intervalo 3
(4,8 a 6,2
mm)
Intervalo 4
(6,3 a 9,4
mm)
Intervalo 5
(>9,5 mm)
Gráfico 4.1
ml
DISTRIBUCIONES DE CARBÓN EN UNA MUESTRA DE
HALLAZGO: [28] n= 1,6 ml
10,6
0
1
2
3
4
5
Intervalo 0
(<0.9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1.9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4.7
mm)
Intervalo 3
(4.8 a 6.2
mm)
Intervalo 4
(6.3 a 9.4
mm)
Intervalo 5
(>9.5 mm)
Gráfico 4.2
ml
DISTRIBUCIONES DE CARBÓN EN UNA MUESTRA DE
TAMIZADO FINO: [28] n= 5,2 ml
2
2,6
0,6
0
1
2
3
4
5
Intervalo 0
(<0.9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1.9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4.7
mm)
Intervalo 3
(4.8 a 6.2
mm)
Intervalo 4
(6.3 a 9.4
mm)
Intervalo 5
(>9.5 mm)
Gráfico 4.3
ml
DISTRIBUCIONES DE CARBÓN EN UNA MUESTRA DE
TAMIZADO GRUESO: [28]
n= 23 ml
4
11
6
2
0
5
10
15
Intervalo 0
(<0.9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1.9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4.7
mm)
Intervalo 3
(4.8 a 6.2
mm)
Intervalo 4
(6.3 a 9.4
mm)
Intervalo 5
(>9.5 mm)
Gráfico 4.4
ml
132
es platicúrtica y la moda más típica, en cambio en la fracción gruesa la distribución es
leptocútica y la moda menos típica. Las dos distribuciones son positivas.
En los gráficos expuestos se observó que las distribuciones de las muestras son
variadas; sin embargo, presentan tendencias. Así, las muestras recuperadas por técnicas
manuales tienen modas que varían entre los intervalos que comprenden las siguientes
medidas: 4,8 mm a 6,2 mm y 6,3 mm a 9,4 mm. Y por otra parte, las muestras recuperadas
por la técnica de flotación presentan siempre -en sus dos fracciones- modas centradas en los
intervalos que comprenden las siguientes medidas: 1 mm a 1,9 mm y, 2 mm a 4,7 mm,
respectivamente. Otra tendencia, es la dirección de las colas de las distribuciones. En el
caso de las muestras donde se aplicó la selección mecánica, las distribuciones son
negativas. Donde se aplicó la recuperación automatizada por la técnica de flotación, las
distribuciones son positivas. A su vez, se destaca que entre los dos contextos -[28] y [29]-
existen diferencias notables entre los volúmenes de las muestras. El contexto [28] posee
muestras con escasos volúmenes, que no superan los 20 ml. En cambio, el contexto [29]
posee muestras de carbón con volúmenes mayores, que alcanzan hasta los 300 ml.
DISTRIBUCIONES DE CARBÓN DE UNA
MUESTRA DE FRACCIÓN LIVIANA-GRUESA
DE FLOTACIÓN: [28] n= 10 ml
3
1
2
4
0
1
2
3
4
5
Intervalo 0
(<0.9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1.9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4.7
mm)
Intervalo 3
(4.8 a 6.2
mm)
Intervalo 4
(6.3 a 9.4
mm)
Intervalo 5
(>9.5 mm)
Gráfico 4.5
ml
DISTRIBUCIONES DE CARBÓN DE UNA MUESTRA DE
FRACCIÓN LIVIANA-FINA DE FLOTACIÓN: [28]
n= 10,4 ml
10
0,2 0,2
0
2
4
6
8
10
12
Intervalo 0
(<0,9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1,9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4,7
mm)
Intervalo 3
(4,8 a 6,2
mm)
Intervalo 4
(6,3 a 9,4
mm)
Intervalo 5
(>9,5 mm)
Gráfico 4.6
ml
133
Se continuó explorando estas diferencias observadas en todas las muestras de
carbón. Para ello, las 139 muestras de carbón tamizadas en laboratorio para esta prueba
experimental fueron agrupadas según su técnica de recuperación para graficar las
distribuciones promedio en cada tipo de muestra en TC1.
DISTRIBUCIONES DE CARBÓN EN UNA MUESTRA DE
ELEMENTO ÚNICO: [29] n= 18 ml
10
5
3
0
2
4
6
8
10
12
Intervalo 0
(<0,9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1,9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4,7
mm)
Intervalo 3
(4,8 a 6,2
mm)
Intervalo 4
(6,3 a 9,4
mm)
Intervalo 5
(>9,5 mm)
Gráfico 4.7
ml
DISTRIBUCIONES DE CARBÓN EN UNA MUESTRA DE
TAMIZADO FINO: [29] n= 2,6 ml
2
0,6
0
1
2
3
4
5
Intervalo 0
(<0,9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1,9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4,7
mm)
Intervalo 3
(4,8 a 6,2
mm)
Intervalo 4
(6,3 a 9,4
mm)
Intervalo 5
(>9,5 mm)
Gráfico 4.8
ml
DISTRIBUCIONES DE CARBÓN EN UNA MUESTRA DE
CARBÓN DE TAMIZADO GRUESO: [29] n= 45,2 ml
13
27
32,2
0
5
10
15
20
25
30
Intervalo 0
(<0,9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1,9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4,7
mm)
Intervalo 3
(4,8 a 6,2
mm)
Intervalo 4
(6,3 a 9,4
mm)
Intervalo 5
(>9,5 mm)
Gráfico 4.9
mlDISTRIBUCIONES DE CARBÓN EN UNA MUESTRA
DE FRACCIÓN LIVIANA-FINA DE FLOTACIÓN: [29]
n= 130,2 ml
125
5 0,20
25
50
75
100
125
150
Intervalo 0
(<0,9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1,9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4.7
mm)
Intervalo 3
(4,8 a 6,2
mm)
Intervalo 4
(6,3 a 9,4
mm)
Intervalo 5
(>9,5 mm)
Gráfico 4.10
ml
DISTRIBUCIONES DE CARBÓN EN UNA
MUESTRA DE FRACCIÓN LIVIANA-GRUESA
DE FLOTACIÓN: [29] n= 592 ml
170
300
8040
20
50
100
150
200
250
300
Intervalo 0
(<0,9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1,9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4,7
mm)
Intervalo 3
(4,8 a 6,2
mm)
Intervalo 4
(6,3 a 9,4
mm)
Intervalo 5
(>9,5 mm)
Gráfico 4.11
ml
134
Comparando los gráficos 4.12 y 4.13 puede verse que los fragmentos que se
encuentran en las muestras de elemento único y en las muestras de hallazgo tienen modas
centradas en los intervalos tres y cuatro, respectivamente. Por su parte, las distribuciones de
las mediciones no son iguales en los dos casos. Las muestras de hallazgo poseen un
volumen total menor y una distribución con menos grado de curtosis que las muestras de
elemento único. Ambas distribuciones son negativas.
Para saber si estas diferencias observadas en las distribuciones gráficas son
significativas, se averiguó si las muestras de carbón, recuperadas como elemento único y
las muestras de hallazgo (gráficos 4.12 y 4.13), pertenecen a la misma población7. Se
aplicó el test de significación estadística de Kolmogorov-Smirnov8 y se obtuvo los
siguientes resultados:
Con un nivel de significación de 0,05, la mayor de las diferencias observadas es
igual a 0,240, y la diferencia derivada teóricamente necesaria para rechazar la H0
(hipótesis nula o de la no diferencia) es de 0,210. Como resultado, y dado que la diferencia
obtenida de las dos distribuciones es mayor que la diferencia mínima establecida se rechazó
la H0. De esta manera pudo establecerse que las diferencias observadas entre ambas
distribuciones son significativas.
Seguidamente se compararon las distribuciones de volúmenes de fracciones de
carbón en el conjunto de muestras de tamizado fino y tamizado grueso (gráficos 4.14 y
4.15). Ambas distribuciones son negativas también. La distribución de las muestras de
tamizado fino tiene menor volumen que la de tamizado grueso. Esto podría corresponderse
con la dificultad de recuperar de la malla fina y con pinzas, partículas muy pequeñas de
carbón. Las muestras del tamizado fino tienen una moda de fragmentos que se halla en el
DISTRIBUCIONES DE CARBÓN EN LA MUESTRA DE
ELEMENTO ÚNICO: [28] y [29] n= 147,1 ml
52,4
42,3
22,222,0
4,04,2
0
10
20
30
40
50
60
Intervalo 0
(<0,9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1,9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4,7
mm)
Intervalo 3
(4,8 a 6,2
mm)
Intervalo 4
(6,3 a 9,4
mm)
Intervalo 5
(>9,5 mm)
Gráfico 4.12
ml
DISTRIBUCIONES DE CARBÓN EN LA MUESTRA DE
HALLAZGOS: [28] y [29] n= 58,3 ml
24,5
16,615,0
2,10,1
0
5
10
15
20
25
30
Intervalo 0
(<0.9mm)
Intervalo 1
(1 a 1.9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4.7
mm)
Intervalo 3
(4.8 a 6.2
mm)
Intervalo 4
(6.3 a 9.4
mm)
Intervalo 5
(>9.5 mm)
Gráfico 4.13
ml
135
intervalo cinco, de tamaños mayores a 9,5 mm. Por otra parte, la moda de las muestras de
tamizado grueso se encuentra en el intervalo cuatro. Según esto, no ocurre una separación
de fracciones en los tamices de los dos tipos de muestras. Esto es así, porque se trata de dos
tamices diferentes que no fueron aplicados a una misma muestra, y a los cuales se les
realizó la técnica manual de recuperación con pinzas. Por este motivo, aunque se trata de
mallas de diferente medida de abertura, al aplicarse luego una técnica manual de
recuperación, las fracciones de carbón muestreadas son muy parecidas. Por lo cual, se
tomaron ambas muestras de tamizado como una sola (gráfico 4.16).
Al unir las dos muestras del tamizado -fino y grueso- se obtuvo un resultado claro
de la mayor representación de los intervalos con partículas de carbón entre 4,8 mm y 9,4
mm. La moda de tamaños de carbón está comprendida en el intervalo cuatro, aunque este
intervalo modal, según se observa, no es muy típico. La distribución sigue siendo negativa.
En la fracción fina de flotación la moda se concentra en intervalo uno (gráfico 4.17),
y en la fracción liviana-gruesa la moda se encuentra en el intervalo dos (gráfico 4.18). Ello
es coherente para ambos tipos de mallas de 3 mm y 2 mm de abertura, respectivamente.
Ambas distribuciones son positivas y, a diferencia de los casos vistos anteriormente, en
estas distribuciones de las muestras de selección automatizada se representan mayormente
los intervalos de fracciones con tamaños de fragmentos de carbón pequeños. En la fracción
liviana-fina de la técnica de flotación la moda es más típica. En la fracción gruesa es
llamativa la presencia de fracciones de carbones menores al tamaño de la malla, esto es el
intervalo comprendido entre tamaños menores a 1,9 mm, los cuales deberían hallarse sólo
en la fracción fina de la técnica. Esto informa sobre las deficiencias de la técnica para
DISTRIBUCIONES DE CARBÓN EN
LA MUESTRA DE TAMIZADO FINO: [28] y [29]
n= 59,9 ml
22,8
16,615,9
4,2
0,4
0
5
10
15
20
25
30
Intervalo 0
(<0.9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1.9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4.7
mm)
Intervalo 3
(4.8 a 6.2
mm)
Intervalo 4
(6.3 a 9.4
mm)
Intervalo 5
(>9.5 mm)
Gráfico 4.14
ml
DISRIBUCIONES DE CARBÓN EN
LA MUESTRA DE TAMIZADO GRUESO: [28] y [29]
n= 353,4 ml118,0
124,0
58,1
43,7
5,93,7
-10
10
30
50
70
90
110
130
Intervalo 0
(<0.9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1.9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4.7
mm)
Intervalo 3
(4.8 a 6.2
mm)
Intervalo 4
(6.3 a 9.4
mm)
Intervalo 5
(>9.5 mm)
Gráfico 4.15
ml
136
separar ambas fracciones de carbón en un medio húmedo9. Por esta razón se creyó prudente
unir los resultados de las dos
fracciones en un solo gráfico
(gráfico 4.19).
Si se compara la distribución
de las muestras de carbón
recuperadas por la técnica de
tamizado en seco (gráfico 4.16) con
las de la distribución de las
muestras recuperadas por la técnica
de flotación (gráfico 4.19) se observan diferencias notables. Las muestras de tamizado en
seco poseen una moda centrada en el intervalo cuatro, que comprende: 6,3 mm a 9,4 mm.
Mientras que las muestras de flotación poseen su moda en el intervalo uno, es decir entre 1
mm a 1,9 mm. Por su parte, la distribución de las muestras de tamizado tiene menor
volumen y es negativa. En cambio, las muestras de flotación poseen una distribución con
mayor volumen y su cola se inclina hacia el lado contrario. Estas diferencias muestran que
ambas técnicas pueden provocar efectos diferentes sobre las muestras de carbón.
Para saber si estas diferencias observadas entre las muestras de tamizado y flotación
(gráficos 16 y 19) son significativas se averiguó si las dos pertenecen a la misma población.
Se obtuvo, con un nivel de significación de 0,05, que la mayor de las diferencias
DISTRIBUCIONES DE CARBÓN EN LA
MUESTRA DE FRACCIÓN LIVIANA-FINA DE FLOTACIÓN: [28] y
[29] n= 310,7 ml
25,8
248,0
24,98,0 4,0
0
50
100
150
200
250
300
Intervalo 0
(<0,9mm)
Intervalo 1
(1 a 1,9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4.7
mm)
Intervalo 3
(4,8 a 6,2
mm)
Intervalo 4
(6,3 a 9,4
mm)
Intervalo 5
(>9,5 mm)
Gráfico 4.17
ml
VOLUMEN DE FRACCIONES EN LA
MUESTRA DE FRACCIÓN LIVIANA-GRUESA DE FLOTACIÓN:
[28] y [29] n= 1343,5 ml
10,762,2
139,0
64,6
464,0
603,0
0
100
200
300
400
500
600
700
Intervalo 0
(<0,9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1,9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4,7
mm)
Intervalo 3
(4,8 a 6,2
mm)
Intervalo 4
(6,3 a 9,4
mm)
Intervalo 5
(>9,5 mm)
Gráfico 4.18
ml
DISTRIBUCIONES DE CARBÓN EN LA MUESTRA DE
TAMIZADO: CONTEXTOS [28] y [29]
n= 413,3 ml
47,9
133,9140,6
80,9
6,33,7
0
25
50
75
100
125
150
Intervalo 0
(<0,9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1.9
mm)
Intervalo 2
(2 a ,7 mm)
Intervalo 3
(4.8 a 6.2
mm)
Intervalo 4
(6,3 a 9,4
mm)
Intervalo 5
(>9,5 mm)
Gráfico 4.16
ml
137
observadas es igual a 0,725 y, la diferencia mínima derivada teóricamente es igual a 0,075.
La diferencia obtenida es mayor que la diferencia mínima establecida, por lo que se rechazó
la H0.
Es posible afirmar, entonces, que ambas técnicas provocan efectos diferentes sobre
las muestras de carbón. La técnica de tamizado en seco reúne fragmentos de carbón
grandes, quizás como resultado de una serie de factores que intervienen en la ejecución de
esta técnica. Estos factores pueden ser,
por ejemplo, la disponibilidad de tiempo
durante las tareas de recuperación en el
campo, las condiciones de trabajo (bajo
sombra, o bajo exposición al sol, viento,
bajas o altas temperaturas, etc.), las
características de las herramientas
empleadas (pinzas, mallas metálicas,
etc.), las propiedades de dureza de los carbones y, por supuesto, la habilidad del operador.
La técnica de flotación provoca otro tipo de efecto sobre las muestras de carbón.
Inversamente, ella lleva a cabo la mayor recuperación de fracciones de fragmentos de
carbón, pero de tamaños pequeños.
Los escasos valores que estas muestras presentan para las fracciones mayores a 4,8
mm, indican que la técnica produce un alto grado de fragmentación de los carbones. Sólo se
encontró una muestra pequeña de carbón recuperada en la fracción pesada de flotación.
Cabe decir, que estas muestras son muy atípicas en este tipo de materiales livianos9.
Se prosiguió buscando más datos que proporcionaran información sobre el muestreo
de fragmentos de carbón realizado en TC1. Se llevaron a cabo más observaciones en
algunos contextos, de los volúmenes y tipos de fracciones de carbón, teniendo presente las
técnicas de recuperación utilizadas en ellos. Se seleccionaron contextos que hubieran sido,
por alguna razón, sometidos sólo a ciertas técnicas y se compararon sus distribuciones de
carbón. Los cuatro contextos seleccionados para esta prueba comparten una historia de
formación relativamente semejante. En este caso se eligieron depósitos formados por
derrumbes de muros y sus rellenos, estos fueron los contextos: [2]; [84]; [106 ] y [110].
DISTRIBUCIONES DE CARBÓN EN LA MUESTRA DE
FLOTACIÓN: CONTEXTOS [28] y [29]
n= 1654,2 ml
90,410,7
66,2147,0
627,9712,0
0
100
200
300
400
500
600
700
800
Intervalo 0
(< 0,9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1,9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4,7
mm)
Intervalo 3
(4,8 a 6,2
mm)
Intervalo 4
(6,3 a 9,4
mm)
Intervalo 5
(>9,5 mm)
Gráfico 4.19
ml
138
En los contextos [2] y [84] se usaron sólo técnicas de recuperación manual, tales como
recuperación in situ y tamizado en seco (gráficos 20 y 21), y por razones externas no se
realizaron en ellos lavados de sedimentos en flotación. Mientras que en los contextos [106 ]
y [110], sí se empleó la recuperación mecánica y también automatizada (gráficos 22 y 23).
Conociendo esto, y comparando los resultados promedio en cada gráfico, puede decirse que
estos resultados están claramente delineados por la influencia de las técnicas de muestreo
utilizadas en cada caso. También debe notarse, en este último ejemplo, que la influencia de
las técnicas automatizadas, si bien produce la acumulación de los mayores volúmenes de
carbón en los contextos, tiende a homogeneizar las fracciones en distribuciones semejantes.
Se observa, entonces, que en los contextos [106] y [110], la distribución es casi idéntica,
salvando la diferencia de que se trata de volúmenes totales distintos. En cambio, las
técnicas de selección manual imprimen en los contextos mayor variabilidad en las
distribuciones internas de sus muestras de carbón, a pesar de representar en mayor volumen
los intervalos de tamaños grandes.
DITRIBUCIONES DE CARBÓN: [2] n= 14,7 ml
6
1,51,9
5,3
0
2
4
6
8
10
Intervalo 0
(<0,9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1,9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4,7
mm)
Intervalo 3
(4,8 a 6,2
mm)
Intervalo 4
(6,3 a 9,4
mm)
Intervalo 5
(>9,5mm)
Gráfico 4.20
ml
DISTRIBUCIONES DE CARBÓN:CONTEXTO [84]
n= 18,4 ml
4
6
7
0,1
1,3
0
2
4
6
8
10
Intervalo 0
(<0,9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1,9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4,7
mm)
Intervalo 3
(4,8 a 6,2
mm)
Intervalo 4
(6,3 a 9,4
mm)
Intervalo 5
(>9,5 mm)
Gráfico 4.21
ml
DISTRIBUCIONES DE CARBÓN: CONTEXTO [110]
n=367,7 ml
0
42,3
7,625,4
122,2
170,2
0
50
100
150
200
Intervalo 0
(<0,9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1,9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4,7
mm)
Intervalo 3
(4,8 a 6,2
mm)
Intervalo 4
(6,3 a 9,4
mm)
Intervalo 5
(>9,5 mm)
Gráfico 4.22
ml
DISTRIBUCIONES DE CARBÓN: CONTEXTO [106]
n=271,14 ml
0
123,8
91,1
17,810,6
28,1
0
50
100
150
Intervalo 0
(<0,9 mm)
Intervalo 1
(1 a 1,9
mm)
Intervalo 2
(2 a 4,7
mm)
Intervalo 3
(4,8 a 6,2
mm)
Intervalo 4
(6,3 a 9,4
mm)
Intervalo 5
(>9,5 mm)
Gráfico 4.23
ml
139
Resultados del testeo de las técnicas de recuperación en laboratorio
Los siguientes enunciados resumen los resultados de esta primera evaluación de los
conjuntos de carbones de TC1 y, son aplicables a toda la metodología posterior:
a) La recuperación mecánica por técnicas manuales de tamizado seco genera
muestras de carbón vegetal que privilegian sólo los tamaños de fragmentos iguales y
superiores a 4,8 mm.
b) Las técnicas de recuperación mecánica producen muestras de carbón vegetal que
poseen volúmenes muy variables, como producto de la selección manual.
c) La técnica de flotación -con ayuda de una maquina flotadora- genera muestras de
carbón vegetal recuperadas automatizadamente que poseen una mayor representación de
volúmenes de fragmentos pero, en detrimento, provoca la destrucción o rotura de los
tamaños superiores a 4,8 mm.
d) Las técnicas de recuperación automatizadas producen muestras de carbón vegetal
que poseen volúmenes mayormente estandarizados, como producto de la selección
automática.
e) Las técnicas manuales de tamizado fino y tamizado grueso recuperan los mismos
tamaños de carbón vegetal.
f) No se produce una separación efectiva entre las fracciones fina y gruesa de
flotación, debido a los condicionantes impuestos por el medio húmedo.
Vistos estos resultados, queda claro que las prácticas arqueológicas en el campo
tienen una gran influencia en la conformación de lo que se denomina: «registro
arqueológico». Esto es así, porque los datos están dirigidos por determinadas preguntas
acerca de lo que se desea encontrar, y porque están condicionados por las posibilidades
técnicas de las prácticas arqueológicas de recuperación. Por ello, no se puede pasar por alto
la influencia que tienen las estrategias de muestreo adoptadas en la formación del registro
antracológico. Al dar cuenta de estos aspectos del registro no se está negando sus
posibilidades para la investigación arqueológica, sino que más bien, se está recorriendo los
pasos de su formación para corregir y dirigir a conciencia su potencial de información.
140
Todo esto indica que en Tebenquiche Chico sería un error establecer una relación
directa entre los conjuntos de carbón con los tipos de depósitos arqueológicos, sin antes
poner atención a las técnicas arqueológicas de recuperación utilizadas. Este análisis
preliminar de los contenidos de fracciones y volúmenes de carbón en la muestra de TC1
proporcionó una idea más clara de los caminos factibles de estudiar en esta investigación.
De esta forma se encauzaron las preguntas y, se recortaron las expectativas respecto al
registro antracológico disponible.
Una evaluación de los resultados obtenidos hasta aquí, permite indicar las
posibilidades de la muestra de carbón proveniente de TC1 para estudiar algunos temas
relacionados a las prácticas de combustión. Estas son:
a) Las muestras recuperadas mecánicamente -por medio de las técnicas manuales y
de tamizado- son más recomendables en TC1 para estudios de abundancia taxonómica
vegetal, puesto que los tamaños grandes de los fragmentos de carbón de estas muestras son
óptimos para la realización de análisis microscópicos. En estas muestras de carbón la
técnica de recuperación es menos agresiva y se preserva en mayor grado la integridad de
los fragmentos. Pero el hecho de que estas técnicas estén afectadas por la selección manual,
que privilegia sólo una fracción de tamaños de carbones grandes, introduce un sesgo
importante en los índices de fragmentación de taxones vegetales, necesarios para averiguar,
por ejemplo, la verdadera relación que existe entre los volúmenes de cada taxón dentro del
sitio.
b) Las muestras recuperadas automáticamente -por medio de la técnica de flotación
con ayuda de una máquina- son recomendables para estudiar los volúmenes de carbón
producidos en el sitio, porque en ellas se recupera una mayor proporción de carbón presente
en los sedimentos. No obstante, estas muestras son menos recomendables para el estudio de
abundancia taxonómica, por los tamaños pequeños de sus fragmentos y, menos
recomendables aún, para el estudio de fragmentaciones de taxones, por la rotura que
provoca la técnica sobre este tipo de macrorrestos vegetales. Por esta razón, estos
volúmenes de carbón pueden emplearse, por ejemplo, para averiguar datos sobre la
141
frecuencia de carbón depositado en los distintos sectores de TC1 a lo largo de su ocupación,
a través de la utilización de análisis cualitativos de orden matemático y estadístico.
Notas al Capítulo IV
1. Las tareas arqueológicas, de donde se desprende este trabajo de tesis, se integraron dentro de los
proyectos arqueológicos dirigidos por el Dr. Alejandro F. Haber, denominados: Arqueología de los
Períodos Agro-alfareros Temprano y Medio en el Área de Tebenquiche e Investigación
Arqueológica de los Límites Agrícolas de los Oasis de Antofalla.
2. La máquina de flotación es una adaptación del modelo ideado por Watson (1976, en Pearsall
1989) para el Shell Mound Archaeological Proyect (SMAP). La máquina consta de un tambor de
aceite de 55 galones, que posee en su parte media un grifo o válvula de entrada reguladora, donde se
conecta una manguera de plástico que conduce una corriente de agua hacia el interior del cilindro.
El agua asciende a través de una ducha adosada a un caño de una pulgada unido a los lados del
recipiente. De esta forma, se genera una corriente centrífuga desde abajo que hace flotar las
partículas más livianas del sistema. El cilindro posee un pico vertedor que conduce el líquido con la
fracción liviana hacia dos tamices ubicados al costado, uno debajo del otro. Así, las partículas que
flotan -por su menor densidad- caen primero en un tamiz con una malla metálica de 3 mm de
abertura y, las partículas inferiores a esta medida caen en un tamiz de 2 mm de abertura, ubicado
por debajo del anterior. Estos dos tamices de recuperación se corresponden con lo que se denomina
fracción liviana, que recupera los fragmentos orgánicos menos densos -carbón, semillas, hueso, y
otros restos orgánicos-. Las partículas de mayor peso específico, que no flotan en el sistema -
cerámica, lítico, metal, hueso con carbonatos-, esto es la fracción pesada, son recuperadas por un
gran tamiz del diámetro del cilindro con una malla metálica de 3 mm de abertura, que se coloca
dentro del mismo a manera de filtro.
3. Para la identificación taxonómica se observan los tres planos de corte del fragmento de carbón,
de acuerdo a los planos conocidos de la madera, estos son: transversal, tangencial y tangencial
radial.
142
4. Se desestimaron para este estudio todas aquellas muestras antracológicas con problemas de
procedencia dentro de las unidades estratigráficas de TC1.
5. Los datos completos de las 139 muestras de carbón tamizadas se muestran en los apéndices de
este trabajo.
6. Las muestras de carbón pertenecientes a los contextos 28 y 29 utilizadas son:
TC001-A01-0028-0001-3001- muestra de fracción fina de flotación
TC001-A01-0028-0001-3002- muestra de tamizado fino
TC001-A01-0028-0002-3000- muestra de fracción gruesa de flotación
TC001-A01-0028-0002-3004- muestra de tamizado grueso
TC001-A01-0028-0003-3000- muestra de elemento único
TC001-A01-0028-0038-3000- muestra de hallazgo
TC001-A01-0029-0001-3000- muestra de elemento único
TC001-A01-0029-0002-3000- muestra de tamizado grueso
TC001-A01-0029-0002-3001- muestra de fracción fina de flotación
TC001-A01-0029-0002-3003- muestra de fracción gruesa de flotación
TC001-A01-0029-0002-3004- muestra de tamizado fino
7. En las pruebas de significación o pruebas de hipótesis se presumen parámetros desconocidos y se
averigua como podrían ser los estadígrafos muestrales, si estos supuestos fueran verdaderos. Este
procedimiento se resume en la comprobación de una hipótesis nula o de la no diferencia (H0), que
afirma la no existencia de diferencias entre dos muestras (Shennan 1998). Al tratarse de una
muestra se debe averiguar si esta es representativa de la población, y si no se conoce la población,
por lo menos, debe saberse si el estadígrafo obtenido corresponde aproximadamente al parámetro
desconocido. La teoría de las probabilidades es efectiva para evaluar los riesgos de error que se
asumen en los datos y, permite tomar en consideración esos errores (Shennan 1998).
8. La prueba de significación de Kolmogorov-Smirnov es apropiada para comparar dos escalas
ordinales o superiores, y se basa en la observación de las diferencias entre las distribuciones
acumulativas comparadas (Shennan 1998).
143
9. En flotación, ambas fracciones livianas (fina y gruesa) fueron recuperadas en tamices diferentes,
pero el medio húmedo provocó la unión de las partículas en solución. Este inconveniente de
separación de fracciones, al cual se puede sumar la presencia de partículas extrañas en las muestras,
puede corregirse en el campo con la realización de un tamizado en seco en ambas fracciones, una
vez secas las muestras. Esta técnica parece efectiva para sitios arqueológicos de la zona central de
Chile, según Rossen (2000). Por otra parte, Arriaga, Renard y Aliscioni (1998) y Oliszewski (1999)
emplearon en sitios arqueológicos de la Provincia de Catamarca -Rincón Chico y Campo del Pucará
respectivamente- bolsitas de tela de voilé sintético y muselina, que permiten una buena ventilación
y rápido escurrimiento de las muestras orgánicas. Esta técnica puede ser útil para lograr un buen
secado de las muestras, para luego someterlas al tamizado en seco y separar las fracciones.
10. Puede atribuirse la presencia de estos fragmentos de carbón, que no flotaron a la superficie y
quedaron atrapados en la fracción pesada del flotador, al contenido de sales en solución, que aligera
el peso específico del agua y, en consecuencia, algunos cuerpos adquieren mayor densidad. La
flotación de los sedimentos arqueológicos fue realizada íntegramente en las inmediaciones del sitio
arqueológico, utilizando agua del fondo de quebrada en Tebenquiche Chico. En toda la zona, el
agua contiene niveles altos de sales disueltas proveniente de los suelos salinos. Aunque hay que
destacar, que en la quebrada de Tebenquiche Chico el agua contiene menos sales disueltas que en
quebradas aledañas, como por ejemplo, en la quebrada de Tebenquiche Grande y Antofalla. Se
pudo comprobar, inclusive, el alto nivel de salinidad del agua en estos lugares utilizando agua de
Antofalla para la técnica de flotación. Allí se observó que mayormente los materiales orgánicos de
escasa densidad, entre ellos los carbones y el material óseo pequeño, eran recuperados con mayor
frecuencia en la fracción pesada del flotador.
144
CAPÍTULO V
ESTUDIO CONTEXTUAL DE LAS PRÁCTICAS
DOMÉSTICAS
ASOCIADAS AL FUEGO EN TC1
En la Grecia Antigua, la leyenda común era que el gran dios de los
cielos, Zeus, había escondido el fuego a los hombres, pero que el astuto
héroe Prometeo, hijo del titán Jepeto, le robó el fuego a la deidad en el
cielo y lo trajo a la tierra, entregándole a los hombres, escondido en un
tallo de hinojo. Por este robo, Zeus castigó a Prometeo, clavándolo o
encadenándolo en una cumbre del Cáucaso, y enviando un águila que a
lo largo del día devoraba el hígado del héroe; por la noche el órgano
recobraba lo que había perdido durante el día. Esta tortura padeció
Prometeo durante treinta o treinta mil años, hasta que fue liberado por
Hércules. (Mito griego. James G. Frazer, Mitos sobre el origen del fuego)
Análisis de volúmenes y densidades de los conjuntos de carbón
En el cuadro 5.1 se observan los estadígrafos de las 1026 muestras utilizadas en este
estudio. Allí también se comparan las distribuciones de volúmenes de los tipos de muestras
de carbón. Estas pueden dar una imagen aproximada de los resultados de las técnicas de
muestreo aplicadas en TC1 sobre estos restos arqueológicos. Las comparaciones de estos
conjuntos basadas en su dispersión permite, por ejemplo, conocer rápidamente datos sobre
la estandarización de volúmenes de carbón recuperados por cada técnica arqueológica en
una muestra mayor.
145
Cuadro 5.1: Resumen numérico de las distribuciones de volúmenes de carbón.
Rápidamente, y a simple vista, es posible apreciar en los resúmenes numéricos de
las distribuciones de volúmenes, que las técnicas de recuperación in situ recogen mucho
menos volumen de carbón que las técnicas de tratamiento de sedimentos por flotación y
tamizado seco. En líneas generales las muestras de carbón poseen bastante variabilidad de
volúmenes. Los mayores volúmenes promedio de carbón poseen 39 ml y, provienen de las
muestras de la fracción gruesa de flotación. Le siguen las muestras de tamizado seco grueso
con 11,7 ml. Las desviaciones estándar de las distribuciones en las muestras de flotación y
tamizado seco poseen números mucho mayores a la media. La mayor variabilidad de
volúmenes de carbón se produce dentro de las muestras de la fracción gruesa de flotación,
donde se hallan, coincidentemente, los mayores volúmenes y, donde el rango1 de dispersión
de las mediciones también es el mayor, con 600 ml de carbón.
Posteriormente se averiguó la densidad de carbón extraído de TC1 por medio de las
distintas técnicas de recuperación. Para ello, se calculó la cantidad de mililitros de carbón
contenidos por litro de sedimento tratado. Por ejemplo, se sabe que por cada litro de
sedimento se obtuvieron 0,7 ml de carbón asignados en la excavación como hallazgos
(cuadro 5.2). De estos valores reales de volúmenes de carbón se pudo comprobar que
efectivamente, como lo habían demostrado las mediciones de las muestras de laboratorio,
por medio de la fracción gruesa de flotación se recuperaron los mayores volúmenes de
carbón dentro de TC1, a razón de 5 ml de carbón por litro de sedimento. En el caso de los
Estadística Descriptiva
119 54.80 .20 55.00 7.2277 9.9461 98.924
107 40.00 .00 40.00 3.6131 5.6697 32.146
54 109.90 .10 110.00 7.1907 17.9276 321.399
243 150.00 .00 150.00 11.7436 17.0639 291.177
3 .20 1.00 1.20 1.0667 .1155 1.333E-02
214 99.80 .20 100.00 9.6308 11.3836 129.586
286 599.80 .20 600.00 39.0483 78.5267 6166.449
Elemento único
(muestras in
situ)
Hallazgo
(muestras in
situ)
Tamizado seco
f ino
Tamizado seco
grueso
Fracc ión pesada
de f lotación
Fracc ión f ina de
f lotac ión
Fracc ión gruesa
de f lotación
n
Rango
(ml)
Mínimo
(ml)
Máximo
(ml)
Media
(ml)
Desv iación
Estándar (ml)
Varianza
(ml2)
146
volúmenes de carbón recuperados in situ, por supuesto, no es posible obtener una relación
con los sedimentos en los que estaban contenidos. Por esta razón es que los volúmenes de
ambos tipos de muestras no son comparables entre sí y tampoco pueden sumarse.
Cuadro 5.2: Volúmenes y densidades de carbón recuperados por cada técnica.
Cuadro 5.3: Resumen numérico de las distribuciones de densidades de carbón recuperadas en
tamizado y flotación.
El cuadro 5.3 presenta los estadígrafos de los volúmenes de carbón reales recuperados por
tratamiento de sedimentos en tamizado y flotación en TC1. La fracción gruesa de flotación sigue
mostrando los mayores volumenes promedio de carbón, en este caso 11,4 ml de carbón por litro de
sedimento, notablemente también estos volúmenes tienen la mayor de las desviaciones estándar, lo
que demuestra que son volúmenes muy variables. Las demás muestras recuperan volúmenes de
carbón mucho menores a la fracción gruesa de flotación, siendo el menor volumen recuperado el de
las muestras de tamizado grueso con 0,9 ml de carbón por litro de sedimento2.
Tipos de muestrasCantidad de
Muestras
Volumen de carbón
(ml)
Volumen de
sedimento tratado
carbón (lts.)
carbón (ml)/
sedimento tratado
(lts.)
Tipo 1 (Elemento único) 119 860.10
Tipo 2 (Hallazgos) 107 386.60
Tipo 3 (Tamizado seco fino) 54 388.30 521.85 0.74
Tipo 4 (Tamizado seco grueso) 243 2853.70 9032.79 0.32
Tipo 5 (Fracción pesada de flotación) 3 3.20 16.33 0.20
Tipo 6 (Fracción gruesa de flotación) 286 11318.80 2477.90 4.57
Tipo 7 (Fracción fina de flotación) 214 2061.00 6708.53 0.31
54 .02 31.43 1.3602 4.8006
243 .00 17.15 .9187 2.1024
286 .04 171.45 11.3573 21.0377
214 .00 21.33 2.7440 3.5455
Tamizado seco
f ino
Tamizado seco
grueso
Fracc ión gruesa
de f lotac ión
Fracc ión f ina de
f lotac ión
n
Mínimo
(ml/lts .)
Máximo
(ml/lts .)
Media
(ml/lts .)
Desv iac ión
Estándar
(ml/lts .)
147
Análisis contextual de las densidades de los conjuntos de carbón
Hasta aquí se ha puesto al tanto de la constitución y naturaleza de la muestra antracológica
estudiada. En el capítulo anterior se plantearon dos tipos de recomendaciones para la utilización de
datos provenientes de las muestras de carbón recuperadas por las distintas técnicas. En este punto
se siguió la línea de estas recomendaciones y se obtuvo información acerca de los volúmenes de
carbón provenientes de las distintas áreas excavadas de TC1 a partir de los volúmenes recuperados
solo por la técnica automatizada de flotación. Estas muestras arrojan datos más aproximados sobre
las densidades de carbón contenido en el sitio, ya que no están sesgadas por la selección manual.
Debe recordarse que se utilizó una estrategia de muestreo sistemática para seleccionar las muestras
de sedimento que serían sometidas a flotación. Esto podría esgrimirse para argumentar que las
densidades de carbón recuperado pueden no corresponderse con la verdadera densidad de carbón
depositada en el sitio arqueológico. Por esta razón, se resolvió utilizar los estadígrafos de las
distribuciones internas de la muestra de carbón proveniente de flotación, y no utilizar gráficos de
frecuencias y porcentajes absolutos de densidades. No obstante, debe señalarse que en ciertos casos
donde la densidad de carbón era importante se trataba todo el sedimento en flotación, al margen de
la muestra sistemática. Por lo que las densidades de carbón recuperadas pueden, con cierto margen
de certeza, aproximarse a la densidad de carbón depositada originalmente en el sitio. Sin embargo,
para este estudio se decidió prescindir, por el momento, de este cálculo, y afianzar las
observaciones en las distribuciones internas de los conjuntos.
Figura 5.1: Dibujo en planta del recinto habitacional del compuesto doméstico TC1, formado por las habitaciones A1 y A2, un pasillo de comunicación entre ambas habitaciones y un patio de entrada a la habitación A1, en el extremo sudeste. (Extraído de D’Amore 2002).
TC1A2 TC1A1
N
Recinto habitacional TC 1
148
El recinto habitacional del compuesto doméstico TC1 está formado por dos habitaciones
asignadas como A1 y A2 (figura 5.1). Ambas habitaciones fueron excavadas, como así también el
pasillo de comunicación entre estos dos espacios y el patio de entrada de la habitación A1. De los
contextos definidos en esta excavación, un total de 108 contextos poseen restos de carbón vegetal.
Este número de contextos con carbón representa aproximadamente el 46 % del total de contextos
definidos en TC1. Esto no implica, necesariamente, que estos contextos puedan estar directamente
vinculados a eventos de combustión, como se verá más adelante.
Se hallaron restos de carbón contenidos en depósitos sedimentológicos interpretados como
pisos de ocupación, pozos excavados dentro de las habitaciones, morteros y juntas de muros de la
casa, y en depositaciones de derrumbes de rellenos de muros. Los restos de carbón se hallaron
formando concentraciones importantes, y otras veces se hallaron en forma de dispersiones poco
visibles. Las dispersiones y concentraciones de carbón, muchas veces, estaban asociadas a cenizas
y otros restos quemados. Seguidamente, las densidades de cada muestra de carbón recuperada por
la técnica de flotación, en cada contexto excavado en las áreas de TC1 fueron ordenadas (cuadro
5.4).
149
Cuadro 5.4: Volúmenes y densidades de carbón recuperados en flotación.
TC1 A1 CONTEXTOvol de carbón
(ml)
vol de
sedimento
tratado (lts.)
carbón (ml)/
sedimento tratado
(lts.)
17 279.60 69.70 4.01
19 1703.40 5595.75 0.30
19A 783.00 109.10 7.18
19C 505.00 133.53 3.78
19E 31.00 21.00 1.48
19F 579.60 203.70 2.85
19G 1037.00 181.40 5.72
19H 269.00 45.60 5.90
20 2552.00 404.63 6.31
21 38.00 28.10 1.35
26 473.80 111.80 4.24
27 563.00 105.00 5.36
28 51.60 14.00 3.69
29 100.00 147.00 0.68
59 2.00 6.00 0.33
79 58.60 14.00 4.19
80 554.00 49.00 11.31
84 20.00 7.00 2.86
TC1 A2 18 1311.20 1304.47 1.01
24 53.40 21.00 2.54
104 275.20 126.67 2.17
106 265.5 60 4.43
108 81.20 49.00 1.66
109 106.00 14.00 7.57
110 329.30 147.00 2.24
112 16.60 4.67 3.56
113 51.70 14.00 3.69
114 71.20 28.00 2.54
118 2.00 7.00 0.29
119 41.00 7.00 5.86
123 26.40 7.00 3.77
129 7.00 2.00 3.50
130 2.80 6.00 0.47
131 2.80 2.00 1.40
132 20.00 28.00 0.71
162 0.50 7.00 0.07
172 27.00 7.00 3.86
174 15.60 7.00 2.23
175 14.00 7.00 2.00
180 24.60 4.67 5.27
TC1 Patio de
entrada12 201.20 47.00 4.28
30 564.00 25.67 21.97
31 118.00 7.00 16.86
150
Cuadro 5.5: Resumen numérico de las distribuciones de densidades de carbón en las áreas de
TC1.
En el cuadro 5.5 se presentan los estadígrafos de las mediciones -por cada muestra
recuperada- de la densidad de carbón en los sectores excavados del compuesto doméstico TC1. En
la habitación A1 hay un promedio de densidad igual a 7,8 ml de carbón por litro de sedimento. En
la habitación A2 el promedio es de 6,3 ml de carbón por litro de sedimento; y por último, en el patio
de entrada el promedio de densidad es el mayor, con 13,4 ml de carbón por litro de sedimento. En
líneas generales, las desviaciones estándar son mayores a la media en todos los casos, lo cual indica
la escasa estandarización de los volúmenes, especialmente en el patio de entrada donde,
coincidentemente, se recuperaron las mayores densidades de carbón. Esta situación señala
comportamientos diferentes entre las dos habitaciones y el patio de entrada. En este último sector se
depositaron mayores acumulaciones de carbón, y los motivos de esta situación son estudiados más
adelante a partir de un análisis contextual más detallado.
Cuadro 5.6: Resumen numérico de las distribuciones de densidades de carbón en los distintos
tipos de contextos de TC1
297 .00 160.00 7.8342 13.4641
170 .04 171.45 6.2780 18.0903
33 .29 171.43 13.3745 29.3245
Habitación A1
Habitación A2
Patio de Entrada
n
Mínimo
(ml/ lts.)
Máximo
(ml/ lts.)
Media
(ml/ lts.)
Desviac ión
Estándar
(ml/ lts.)
119 .00 171.43 8.6301 21.9424
8 .57 7.43 3.6850 2.4921
152 .04 171.45 7.2374 19.0697
123 .07 71.43 6.7475 11.2110
94 .35 85.73 8.8430 10.4621
Pisos
Rellenos de
pared
Derrumbes de
muros
Rellenos de
pozos
Depositaciones
secundarias
n
Mínimo
(ml/lts .)
Máximo
(ml/lts .)
Media
(ml/lts .)
Desviac ión
Estándar
(ml/lts .)
151
Los distintos contextos con contenidos de carbón vegetal fueron interpretados en
excavación como diferentes tipos de depósitos. Algunos de estos contextos fueron
redefinidos posteriormente en laboratorio (D’Amore 2002). Se ordenaron las densidades de
carbón por muestra de flotación de cada contexto, según el tipo de depósito arqueológico
(cuadro 5.6).
La mayor densidad obtenida de los diferentes tipos de depósitos es 8,8 ml de carbón
por litro de sedimento. Esta media se extrajo de las depositaciones secundarias formadas
por la acumulación se sedimento fino en la mampostería del pasillo de comunicación entre
las dos habitaciones. En tanto, en los depósitos arqueológicos interpretados como pisos de
ocupación, se extrajo una densidad promedio de 8,6 ml de carbón por litro de sedimento.
Estos últimos tipos de depósitos arqueológicos son muy complejos y comprenden variadas
extensiones y espesores, debido a sus distintas historias de formación.
Los muros que forman las habitaciones de TC1 son muros de doble hilera y,
contienen en su interior un relleno de sedimento con frecuentes inclusiones arqueológicas,
entre las que se encuentran restos de carbón vegetal y, otros restos quemados. Los depósitos
interpretados como derrumbes de muros, según se observa, poseen una densidad promedio
un tanto menor que los dos tipos de depósitos anteriores e igual a 7,2 ml de carbón por litro
de sedimento. Mientras que los rellenos de pozos excavados en los pisos de las
habitaciones, también poseen un promedio similar de carbón estimado en 6,7 ml de carbón
por litro de sedimento. Todas estas densidades tienen desviaciones estándar mayores a la
media, lo que indica que se trata de conjuntos muy variables o poco estandarizados. Las
densidades de carbón de los pisos y de los derrumbes de muros son los menos
estandarizados de la muestra, con una mayor amplitud de dispersión, según lo indican sus
altos números de desviaciones estándar.
Los conjuntos de carbón recuperados de estratos denominados depositaciones
secundarias y pisos de ocupación son acumulaciones de carbón que no tienen asociación
alguna con superficies termo-alteradas, es decir que son restos de combustiones barridos de
sus lugares originales en donde se llevaron a cabo las combustiones. Sin embargo, existe
una diferencia entre ambos tipos de acumulaciones, los restos de carbón de las
depositaciones secundarias son producto de prácticas de barrido intencional, hacia sectores
periféricos de las habitaciones. Mientras que los restos de carbón provenientes de los pisos
152
de ocupación son acumulaciones, en muchos casos, superpuestas en cualquier sector de las
habitaciones, y que no pudieron ser vinculadas a prácticas de barrido intencional. La mayor
densidad de carbón proveniente de estos contextos significa que son las acumulaciones de
carbón mas visibles de TC1, en comparación con otros tipos de contextos. Las bajas
densidades de carbón de los otros tipos de contextos indica por su parte, que se trata de
acumulaciones menores de carbón, más restringidas, como en el caso de los rellenos de
pozos, o más dispersas en el caso de los derrumbes y rellenos de pared.
Cuadro 5.7: Resumen numérico de las distribuciones de densidades de carbón en cada área y
período de ocupación de TC1.
Cronología de las densidades de carbón
Nuevamente, se ordenaron las medidas de las densidades de carbón recuperadas por
flotación, esta vez, según la cronología asignada a su contexto de procedencia dentro de
TC1. En el cuadro 5.7 se observan las distribuciones de las densidades de las muestras de
carbón en las tres áreas de TC1 según la cronología estratigráfica (D’Amore 2002; Haber
1999a). Durante el 1er. período, en la habitación A1 la media de las densidades encontradas
es de 7,5 ml de carbón por litro de sedimento; en la misma habitación durante el 3er.
período la media de las densidades aumenta a 8,8 ml de carbón por litro de sedimento. En
los dos períodos, en la habitación A1 las densidades promedio de carbón no son muy
típicas, especialmente, durante el período uno, cuando aumenta la dispersión de las
mediciones según el número alto de la desviación estándar.
199 .00 160.00 7.4810 14.7711
94 .35 85.73 8.8430 10.4621
54 .07 11.43 2.8883 2.8927
6 .57 5.71 2.5417 1.7896
2 5.71 28.00 16.8550 15.7614
6 2.29 171.43 39.7883 65.4585
Período 1-A1
Período 3-A1
Período 1-A2
Período 3-A2
Período 1-Patio
Período 3-Patio
nMínimo(ml/ lts.)
Máximo(ml/ lts.)
Media(ml/ lts.)
Desv iaciónEstándar(ml/ lts.)
153
En la habitación A2, en el 1er. período la media de las densidades es pequeña con
relación a lo que sucede en la habitación contigua, esto es 2,9 ml de carbón por litro de
sedimento. En el período tres en la habitación A2 la densidad de carbón es muy escasa,
pero las mediciones siguen teniendo una media pequeña de 2,5 ml de carbón por litro de
sedimento. En el período uno en esta habitación las densidades de carbón parecen bastante
estandarizadas.
Esto demuestra que en momentos posteriores al 1er. milenio las prácticas de
combustión cambian, específicamente el manejo de sus desechos culturales. La media de
las densidades de carbón recuperado durante el 3er. período aumenta notablemente en la
habitación A1. No significa que se realizaran más combustiones en la casa, si no más bien,
señala la disminución de la realización de las frecuentes prácticas de mantenimiento de la
casa, típicas de las ocupaciones del 1er. milenio. Las acumulaciones de carbón eran sujetas
sólo al arrastre y depositación en sectores periféricos de la habitación A1, de donde
pudieron migrar hacia otros sectores por acción del pisoteo, o del viento, entre otras causas.
Cuadro 5.8: Resumen numérico de las distribuciones de densidades de carbón en cada período
de ocupación de TC1.
Los estadígrafos de las densidades de carbón provenientes de las dos habitaciones y
del patio de entrada de TC1 (cuadro 5.8) muestran que, durante el período uno de
ocupación la media de carbón es de 6,6 ml por litro de sedimento. Mientras que durante el
período tres, la media de las densidades es de 10,2 ml de carbón por litro de sedimento.
Estas densidades de carbón son también bastante variables, y poco estandarizadas, según lo
muestran los números de las desviaciones estándar que son, en los dos casos, mucho
mayores a la media. Estos estadígrafos ratifican la situación señalada previamente para los
datos obtenidos en el cuadro 5.7.
255 .00 160.00 6.5820 13.3105
106 .35 171.43 10.2379 18.8723
TC1 Período 1
TC1 Período 3
nMínim o(m l/ lts.)
Máximo(m l/ lts.)
Media(m l/ lts.)
Desv iaciónEstándar(m l/ lts.)
154
Contextos y prácticas domésticas
De acuerdo a sus contextos de procedencia, se estudiaron los conjuntos de carbones para
interpretar su relación con las prácticas domésticas relacionadas al fuego. Cada contexto
que contenía carbón dentro de las áreas excavadas de TC1 fue analizado de acuerdo a su
interpretación previa y a sus contenidos arqueológicos. Los conjuntos de carbones, en cada
contexto fueron interpretados por su disposición, estructura y asociación dentro de los
depósitos3.
TC1-A1
a. Prácticas de combustión. Estos son: [63] y [19h]. Estas combustiones fueron
realizadas dentro de pozos excavados en el suelo de la habitación.
b. Prácticas post-combustión. Se incluyen aquí prácticas que implican el
tratamiento de los restos o desechos de combustiones.
b.1). Prácticas de reciclado de restos de combustión como materiales de
construcción. Se incluyeron restos de combustiones en los rellenos de las paredes de
doble muro. También se utilizó la ceniza para realizar un cemento para unión de los
mampuestos. Los contextos así interpretados son: [75], [73], [5], [28], [4], [6], [29],
[3], [83] y [84].
b.2). Prácticas de vaciado y barrido de combustiones. Se realizaron limpiezas
periódicas de los restos que quedaron dentro de las estructuras o áreas de
combustión. Los contextos así interpretados son: [69], [66], [76], [19a], [19b],
a.3) Prácticas post-combustión indeterminadas. [114], [109] y [108].
b. Restos quemados sin asociación. [141], [90], [116] y [113].
Durante toda la ocupación de A2 no se hallaron restos de prácticas de combustión in
situ, contrariamente, se halló mucha evidencia de restos de prácticas post-combustión. Las
prácticas de vaciado y limpieza también se realizaron mayormente dentro de pozos, al
igual que en la habitación A1.
156
Figura 5.2: Fotografía del conjunto de pozos excavados en la habitación TC1-A2.
TC1 Pasillo de comunicación entre las habitaciones A1 y A2
a. Prácticas post-combustión.
a.1) Prácticas de reciclado de restos de combustión como materiales de
construcción. [8].
TC1 Patio de entrada a la habitación A1
a. Prácticas de combustión. [31]. Esta combustión detectada no fue realizada en
pozos como en la habitación A1, se llevó a cabo sobre una superficie plana, sin ningún
preparado previo.
b. Prácticas post-combustión.
b.1) Prácticas de reciclado de restos de combustión como materiales de
construcción.[12].
b.2) Prácticas de vaciado y barrido de combustiones. [30].
A diferencia del caso de las habitaciones, en el patio de entrada estas
prácticas de limpieza y vaciado de combustiones no se realizaron dentro de pozos
excavados, sino que, se llevaron a cabo en superficies planas, sin preparación previa.
157
Foto 5.3: Fotografía del contexto [30] en el patio de entrada de la habitación TC1-A1. El contexto contenía muchos desechos culturales y un trozo de techo derrumbado que se observa entre los
demás restos.
Interpretación de las evidencias de prácticas domésticas asociadas al fuego
en TC1
Combustiones
En TC1 se detectaron sólo tres áreas de combustión -contextos [19h], [30] y [63]-
pertenecientes todas al 1er. período de ocupación de la casa. No se han encontrado
evidencias in situ de combustiones realizadas durante las ocupaciones llevadas a cabo en la
casa luego del periodo uno (cuadro 5.9). Tampoco las hay en la habitación A2, aunque allí
se han encontrado abundantes restos quemados en depositaciones secundarias.
Dos de las áreas de combustión se descubrieron en la habitación A1 y eran estructuras
excavadas -pozos-, mientras que la tercera área de combustión, que se halló en el patio de
entrada, poseía una estructura abierta, sin una superficie excavada previamente.
Presumiblemente, esta estructura abierta de combustión parece corresponder a más de un
evento de combustión, es probable que su realización en un espacio con ventilación pueda
relacionarse a la realización de combustiones con fines culinarios, y de iluminación durante
la noche, entre otros usos.
158
Figura 5.4: Dibujo en planta de los pozos excavados en el piso de ocupación [19]. El pozo [36] contiene el relleno [19h] interpretado como combustión in situ. Los demás pozos contienen
rellenos interpretados como restos de prácticas de vaciado y limpieza de combustiones dentro de la habitación (Figura extraída de D’Amore 2002).
En el caso del contexto [63], se trataba de una combustión realizada durante el
período uno, dentro del pozo [71], en momentos previos a la construcción misma de los
cimientos de la habitación A1. El contexto [19h] era una combustión realizada dentro del
pozo [36]. Entre los restos de esta combustión se hallaron elementos comestibles en forma
frecuente (marlos de maíz, semillas, restos óseos de camélidos). Ello hace pensar en la
posibilidad de que este pozo pueda haber sido utilizado para cocinar alimentos.
No hay evidencias in situ de la realización de fuegos, ni dentro, ni fuera de la casa,
en momentos posteriores al 1er. milenio, sólo quedaron de estas combustiones sus residuos
removidos y barridos a depósitos secundarios. No obstante se debe destacar que la escasez
de evidencias sobre la realización de combustiones dentro de TC1 no se corresponde con la
intensidad de las ocupaciones llevadas a cabo durante el 1er. milenio. El hecho de que se
encuentren tan escasas evidencias in situ de combustiones no significa que no se halla
procurado fuego en esta casa. Puesto que debe comprenderse la cultura material de TC1
0 1m
34
35
32b
32a
62
38
3681
37b
33
32c
N
159
dentro de la dinámica de las prácticas que la produjo, porque los restos que hoy se
encuentran de las antiguas ocupaciones son producto de la «sedimentación de prácticas»
que fueron alterando sus propias evidencias. Ambos tipos de fuegos (combustiones abiertas
y cerradas en pozos, y posiblemente otros) realizados en TC1 pudieron realizarse
cotidianamente, pero sus restos no se preservaron debido a que fueron sometidos a varias
acciones posteriores que borraron sus huellas.
Los escasos restos de carbón y cenizas de las combustiones realizadas en los dos
pozos hallados, parecen indicar que se trató de eventos puntuales de corta duración. Estos
pozos fueron empleados para el acondicionamiento general de la casa y, normalmente, ellos
albergaban restos de desechos culturales barridos de los pisos de ocupación. Las evidencias
de los contextos [63] y [19h] señalan que estos pozos eran también utilizados -en alguna
etapa de su vida útil- como contenedores de combustiones dentro de las habitaciones. Un
ejemplo claro de esta situación es el caso del pozo [71] que contiene una primera capa de
depositación de sedimentos y restos culturales definida como el contexto [69];
posteriormente, sobre este depósito se sedimentó otra capa de restos culturales identificada
como [66] y, finalmente, se descubrieron los restos de una última capa depositada dentro
del mismo pozo, determinada como los restos de una combustión in situ identificada como
[63]. No se descarta que algunos pozos hayan sido excavados solamente con la intención de
realizar combustiones cerradas dentro de los mismos, este puede ser el caso del pozo [36],
que contiene los restos de la combustión del contexto [19h].
Tal vez, esta modalidad de combustiones cerradas en pozos, o cubetas, era una
adaptación a la arquitectura y atmósfera de la casa, como también a las demandas
domésticas de sus habitantes. Es muy poco probable que dentro de estos pozos de
realizaran fuegos, debido a la posibilidad de saturar el ambiente interno con la emanación
de gases y humo. Una práctica común, pudo ser la de introducir brasas encendidas a la casa
y, mantenerlas encendidas más tiempo dentro de los pozos excavados en el suelo, o en
contenedores cerámicos o líticos, como los conocidos “koberos” de la región atacameña,
utilizados para quemar. Estos pequeños braseros internos pudieron emplearse también para
el calentamiento de la atmósfera de la habitación, o bien para realizaciones culinarias, que
requerían temperaturas moderadas, como la elaboración de resinas, platos hervidos, platos
160
realizados al rescoldo con sedimentos o piedras calientes, etc. Otra práctica realizada pudo
ser la de tapar las brasas dentro de los pozos con tierra o ceniza, para retardar los efectos de
la combustión y alargar la duración de las brasas encendidas, como se lo ha descripto
etnográficamente en la región patagónica. Todas estas prácticas citadas requieren del
manejo y alteración de la combustión natural y, en general, promueven la formación de
carbones porque interrumpen los procesos de combustión. Esto puede ayudar a explicar las
evidencias de restos removidos de combustiones realizadas en los pisos de ocupación de las
dos habitaciones de TC1.
Hay que destacar que se han encontrado dentro de los depósitos del compuesto TC1
restos quemados identificados como excrementos de camélido y roedor, restos óseos de
camélidos, restos de pequeños marlos de Zea mays, restos de Cucurbita sp., y escasos
restos de semillas no determinadas4. Es probable que se hayan utilizado varias de estas
inclusiones como combustibles, aunque también es probable que los restos comestibles
ingresaran a los depósitos quemados como producto de prácticas de cocción de alimentos.
Contexto [19]
Este contexto excavado en la habitación A1 necesita una discusión particular. Se trata de un
piso de ocupación en el cual se excavaron varios pozos, y que se caracteriza, entre otras
cosas, por presentar un importante contenido de carbón de leña y otros residuos de
combustión. La presencia de dispersiones concentradas de carbón y ceniza en este nivel de
ocupación supera en proporciones a cualquier otro piso de ocupación dentro y fuera de esta
habitación. Las concentraciones de carbón y ceniza son numerosas y se superponen sin una
coherencia aparente como grandes y pequeñas lentes (figura 5.3).
Es posible que la caótica presentación de los restos de combustiones en el piso [19]
sea evidencia de prácticas que indiquen eventos puntuales de combustión, realizadas sin
ningún preparado previo sobre el piso de la habitación. Tal vez, involucre una práctica
simple, como podría ser el traslado de brasas encendidos hacia el interior de la casa, cuyos
restos más tarde fueran sujetos a prácticas de pisoteo y arrastre, por acción de la circulación
dentro de las habitaciones. De esta forma, dentro del piso [19] las evidencias de asociación
161
de restos a superficies termo-alteradas fueron borradas y sólo perduraron in situ evidencias
de aquellas estructuras de combustión cavadas que fueron utilizados también como de
depósitos de residuos.
Figura 5.5: Dibujo en planta de las concentraciones de carbón y ceniza encontradas en el piso de
ocupación [19], en la habitación TC1-A1.
Prácticas post-combustión
La mayoría de los contextos con restos de combustiones definidos en TC1 pertenecen a esta
categoría de prácticas. Las prácticas de vaciado y limpieza de áreas de combustión y de
depositaciones secundarias fueron llevadas a cabo con la intención de acondicionar los
espacios habitables dentro de la casa. Son acciones que pudieron sucederse en reiteradas
ocasiones, luego de realizada la combustión, ya sea, dentro de pozos excavados o en
superficies planas.
0 1m
N
162
La frecuente manipulación de los restos de las combustiones realizadas en TC1
determinó que las evidencias in situ fueran borradas. Pero la manipulación de estos restos
no siempre tuvo como finalidad el acondicionamiento de los espacios habitables dentro de
la casa, sino que también tuvieron como objetivo el aprovechamiento de estos restos como
potenciales materiales de construcción. Así, los restos de combustiones eran reciclados para
confeccionar morteros de unión de las paredes de piedras, también para permeabilizar los
techos y protegerlos de la acción de las lluvias.
Las densidades de carbón de leña y ceniza incluidas en el relleno de las paredes y en
los techos son abundantes, y son restos de prácticas realizadas durante ocupaciones
anteriores a TC1. Se incluyeron dentro de los muros de la casa restos o desechos culturales
producidos por prácticas realizadas en otra casa, en un tiempo anterior a TC1.
Los restos de carbones y cenizas, deben ser entendidos como desechos culturales, y
su reciclamiento por acción de la gente al habitar la casa. Estas evidencias indican un
sentido diferente otorgado a los residuos o productos de las prácticas sociales llevadas a
cabo en el ámbito doméstico. Los restos materiales de las prácticas domésticas seguían
inscriptos dentro de la cultura material de la unidad social. Puede interpretarse que existía
una suerte de idea acerca del reciclado de la cultura material. Las prácticas de cavado y la
utilización de pozos como contenedores de desechos dentro de las mismas habitaciones en
la casa, son parte de esta idea o práctica generalizada de “reciclamiento cultural”. Las
evidencias de fragmentos cerámicos y líticos altamente conservados en el recinto sustentan
también esta interpretación (Gastaldi 2001; Granizo 2001; Haber 1999a, 2001b).
La escasez de restos de carbón y ceniza detectada arqueológicamente para una
ocupación temporalmente larga, como la de la habitación A1, puede interpretarse como el
producto de la reutilización de estos desechos en prácticas de construcción, u otras
actividades, dentro y fuera del compuesto doméstico. Los desechos de las combustiones
diarias eran barridos y tapados en pozos, o eran barridos hacia sectores periféricos de la
habitación, pero luego de un tiempo pudo realizarse la eliminación de estos desechos hacia
depósitos externos, de donde luego se extraerían como materiales reciclados para la
construcción, como se realizó en la construcción de las habitaciones del propio TC1. Tal
vez, no era necesario que una habitación fuera totalmente desechada o deshabitada para que
sus desechos culturales fueran reciclados, o entraran en circulación nuevamente, por medio
163
de su reutilización en prácticas de construcción, u otras prácticas de las cuales no han
sobrevivido evidencias.
Resumen temporal de las prácticas domésticas
Durante el 1er. milenio en TC1, se produce gran frecuencia y variabilidad de prácticas
domésticas asociadas al fuego, las cuales indican la realización de un amplio abanico de
actividades en las que participaron los eventos de combustión, directa o indirectamente. La
unidad doméstica durante este largo período de ocupación pudo componerse de varios
integrantes, ya que durante este período se ocuparon probablemente las dos habitaciones.
Las prácticas pudieron tener un matiz social propio de la agregación de las unidades
domésticas en el ámbito comunal, del cual eran partícipes por medio de la realización de
festejos o reuniones sociales, en las que mediaron también tareas de combustión, como por
ejemplo, para la realización de chicha u otros alimentos (Granizo 2001).
Durante el período tres de ocupación, hacia la primera mitad del segundo milenio,
cuando la casa fue rehabitada, se reocupó solo la habitación A1, se selló el pasillo de
comunicación entre ambas habitaciones, y la habitación A2 se utilizó como depósito de los
restos de la ocupación de A1 (D’Amore 2002; Haber 1999a). Todos los restos de
combustión asignados a este período en A2 pertenecen solamente a prácticas de reciclado
en rellenos de muros derrumbados.
La casa luego del 3er. período, no fue ocupada en toda su dimensión espacial y,
probablemente, este hecho se haya vinculado a la reducción del número de personas que la
habitaron. El análisis cerámico apoya esta interpretación, al señalar que durante años
posteriores al 1500 d.C. una menor variedad y frecuencia de prácticas domésticas fueron
llevadas a cabo en TC1 (Granizo 2001).
También se evidencia un importante cambio en el tratamiento que se le otorga a los
desechos de combustión. Durante el período uno hay una recurrencia en ambas
habitaciones de la realización de prácticas de cavado de pozos, los cuales se utilizaron
probablemente para contener combustiones y desechos culturales barridos dentro de la casa.
164
En cambio, en el 3 er. período de ocupación se pierde la continuidad de estas prácticas
nombradas para el período precedente de ocupación. Sólo existen evidencias de restos de
combustiones depositados fuera de la habitación A1, en el patio de entrada -contextos [29]
y [30]-. Es decir, que para este período existe una significativa reducción de las áreas de
depositación de desechos culturales dentro de la casa, en contraposición a una mayor
densidad promedio de carbón en el patio al aire libre del compuesto. En momentos
posteriores al 1er. milenio, las prácticas de combustión cambian, específicamente el manejo
de sus desechos culturales. Ello indica la disminución de la realización de las frecuentes
prácticas de mantenimiento de la casa, típicas de las ocupaciones del 1er. período.
Notas al Capítulo V
1. La medición del «rango», establecido por las puntuaciones mínima y máxima, es una manera
rápida de cuantificar la dispersión (Shennan 1998).
2. No fueron tomadas en cuenta las muestras de la fracción pesada de flotación, por su muy bajo
número de n inferior a cinco.
3. Ver en los apéndices de este trabajo el cuadro con el detalle de la interpretación de los datos
contextuales e inclusiones arqueológicas de cada contexto con restos de carbón.
4. En los apéndices pueden consultarse el listado e interpretación de los elementos arqueológicos de
cada contexto excavado.
165
CAPÍTULO VI
ANÁLISIS ANTRACOLÓGICO
Al comienzo, sólo los lobos poseían el fuego. Los demás animales y
pájaros deseaban mucho tenerlo. Tras varios intentos en este sentido, el
Pájaro Carpintero, que era el jefe, le dijo al Ciervo: «Vete a la casa del
Lobo, y baila. Todos cantaremos para ti. Átate corteza de cerdo al rabo,
y cuando te acerques al fuego, la corteza se prenderá». Fue, pues, el
Ciervo derecho a la casa del Lobo, y bailó (...) pero los lobos lograron
capturarlo y le arrancaron el fuego. El Pájaro Carpintero envió entonces
al pájaro Tsatsiskums, y dijo: «Toda la tribu cantará para ti, y tu
conseguirás el fuego». Así fue como todos los animales fueron a la casa
de los lobos,(...) Antes de entrar en la casa cantaron una canción (...)
dentro de la casa danzaron en coro, mientras los lobos tumbados junto al
fuego, los vigilaban. (...) Finalmente, los pájaros de las vigas vinieron a
posarse sobre el aparato de prender el fuego, que estaba guardado allí
arriba (de la casa). Lo tomaron y volvieron a bailar y se lo entregaron a
Pájaro Carpintero y Kwotiath, (...) Cuando los danzantes de la casa de
los lobos supieron que Kwotiath ya había llegado a su casa, dando
chillidos se precipitaron fuera de la casa de los lobos. Así fue como los
lobos perdieron el fuego. (Mito nootka registrado por Franz Boas en la
costa occidental de la isla de Vancouver. James G. Frazer, Mitos sobre el
origen del fuego)
Metodología de trabajo
Esta etapa de trabajo de laboratorio siguió a la primera etapa de sistematización de los
restos de combustión, descripta en el capítulo anterior. Se separaron los restos de carbón
166
vegetal para someterlos a un análisis más específico de laboratorio, por medio del uso de
microscopio óptico. La técnica utilizada se denomina “antracología” y, básicamente,
consiste en reconocer taxones vegetales en el material arqueológico carbonizado a partir de
la observación microscópica de su estructura anatómica comparada con una colección de
maderas actuales (Badal García 1992/93/94; Marconetto 1999b; Pearsall 1989; Piqué i
Huerta 1995, 1999c; Shackleton y Prins 1992; Smart y Hoffman 1988; Thinon 1988).
Armado de la colección vegetal de referencia
El análisis antracológico es una técnica comparativa, por ello previamente se necesita
realizar una colección de maderas de referencia provenientes del área de investigación
(Ancibor y Pérez de Micou 1995; Marconetto 1999b) . En este caso se realizó la
preparación de la colección de especies arbustivas, único recurso combustible vegetal
local
1
.
No se contaba con datos específicos acerca de las unidades florísticas que
componen el paisaje vegetal de la cuenca de Antofalla, en el sector occidental del
Departamento Antofagasta de la Sierra. Por lo cual, debió realizarse un trabajo de campo
concentrado en describir, de forma general, este paisaje, para proveer un cuadro de
interpretación en el cual se apoyara este estudio arqueológico de las plantas arbustivas
combustibles.
La información obtenida del trabajo de campo fue expuesta en el capítulo tres, junto
a la descripción ambiental y geográfica de la zona. Este trabajo de campo consistió en el
armado de una colección de referencia de la vegetación local. La recolección y
herborización de las especies fueron realizadas por triplicado, en la quebrada de
Tebenquiche Chico y, también en quebradas intermedias del Salar de Antofalla , durante
los períodos de trabajo realizados en los años 2001, 2002 y 20032. Particularmente, se
priorizó la recolección de las plantas leñosas del lugar, ya que son el objeto de estudio de
esta investigación. Las muestras fueron herborizadas siguiendo procedimientos estándar de
tipo botánico3. Posteriormente, se sometió la colección de material vegetal herborizado a
un análisis de identificación taxonómica, en los laboratorios de la Facultad de Ciencias
167
Agrarias de la Universidad Nacional de Catamarca4. De un total de 69 taxones vegetales
registrados, un 17 % no pudo ser identificado, en algunos casos por tratarse de material
estéril, y en otros casos por falta de referencias comparativas5.
La recolección sistemática de la colección de referencia realizada dentro de la
Quebrada de Tebenquiche Chico fue realizada por medio de transectas6. Se trazó el
recorrido de una transecta longitudinal a la quebrada, con dirección noroeste-sudeste, y
cuatro transectas perpendiculares a la quebrada, con dirección general este-oeste. Se
determinó la extensión de la transecta longitudinal siguiendo los cambios vegetacionales.
Por esta razón se optó por un recorrido que abarcó una extensión aproximada de 7 km. Las
transectas perpendiculares a la quebrada siguieron el mismo criterio, cobrando extensiones
que variaron entre 1 km y 1,5 km.
Las plantas recolectadas fueron asignadas con un número de muestra que hiciera
posible posteriormente ubicarlas dentro de los pisos vegetacionales dentro del área
muestreada. Se acompañó la recolección con un registro escrito en una libreta de campo,
donde se apuntó información adicional sobre el lugar, altura, hora, fecha de recolección y
observaciones generales. Las transectas fueron complementadas con recorridos aleatorios
dentro y fuera de la quebrada de Tebenquiche Chico. En estos recorridos asistemáticos, se
adosó también un registro escrito del espécimen añadido a la colección, junto a
características del lugar de recolección, etc.
Para registrar información general sobre la composición de las comunidades
florísticas se utilizó el “método básico de los cuartos o cuadrantes” (Brown 1973;
Ellemberg y Mueller-Dombois 1974, en Piccetti Ocedo 1991). Este método consiste en
seleccionar puntos en el terreno, a distancias fijas o al azar, siguiendo una línea establecida
con brújula. Aunque este método no goza de gran precisión sirve a los efectos de lograr
apreciaciones de rápida evaluación en el campo sobre la vegetación a estudiar (Piccetti
Ocedo 1991). El método de los cuartos o cuadrantes se aplicó arbitrariamente en
agrupamientos de plantas leñosas, allí se trazó una línea de 50 m orientada siempre al norte.
Esta línea se la dividió en cinco estaciones cada 10 m, formando así 20 cuadrantes. Se
seleccionó dentro de cada cuadrante, siempre de izquierda a derecha, el arbusto más
próximo al punto de estación y se anotó la distancia entre ambos puntos midiendo desde el
centro del arbusto. Los taxones fueron registrados por sus nombres vernaculares, se
168
midieron las alturas, el diámetro mayor y el diámetro perpendicular -a este último- de los
arbustos (Piccetti Ocedo 1991). Esta rápida operación se repitió en cada lugar considerado
como representativo7.
Realización de la colección de referencia y observación de caracteres
diagnósticos de especies leñosas
Se realizó previamente una colección de cortes histológicos de las maderas arbustivas
provenientes del área de investigación (Ancibor y Pérez de Micou 1996; Marconetto
1999b) . La colección de maderas fue llevada a cabo siguiendo un procedimiento específico
(D’Ambrogio de Argüeso 1986; Marconetto 1999b):
a) Las maderas se cortaron en pequeños tacos de aproximadamente 1 cm cúbico. Se
pulieron sus lados con lijas de grano decreciente (grueso, medio y fino).
b) Los tacos preparados fueron hervidos durante varias horas en una solución de
agua y unas gotas de detergente, a fin de ablandarlos para obtener cortes delgados o
histológicos. El tiempo de hervor de las maderas varió en relación con la densidad de cada
especie.
c) Se realizaron los cortes histológicos de los tres planos anatómicos, con un
xilótomo para obtener cortes de un grosor en micras.
d) Los cortes se montaron en porta-objetos con Bálsamo del Canadá, en los cuales
se colocaron los tres tipos de corte de cada especie a estudiar (transversal, longitudinal
tangencial y longitudinal radial).
e) Una vez listos los preparados, los cortes en los tres planos de cada especie
arbustiva, se procedió a su observación en un microscópio óptico (hasta 400 X) y a la
realización de fotomicrografías, para estudiar la anatomía interna de cada una de las
muestras y realizar un catálogo de sus caracteres diagnósticos.
Al observar el material, se determinó que los géneros arbustivos observados tienen
la característica de diferenciarse claramente entre sí en sólo dos planos de cortes,
169
prescindiéndose del tercer corte en el plano longitudinal radial. Los caracteres diagnósticos
de cada especie arbustiva estudiada fueron determinados según la “Lista de Características
Microscópicas para la Identificación de Angiospermas” (IAWA 1989).
A continuación, se expone la descripción de caracteres diagnósticos de las plantas
arbustivas pertenecientes a la cuenca de Antofalla y sectores aledaños. Se detallan los
nombres científicos y vernaculares de cada taxón, con sus respectivos autores y nombres
de familias, también acompaña a cada taxón su número de registro en la colección vegetal
de referencia y fotomicrografías de su anatomía interna en distintos planos de corte a
diferentes aumentos.
170
Cuadro 5.9: Cronología de las prácticas asociadas al fuego en TC1. Los contextos en negrita
Este género en sus variedades de especies Prosopis alba Griseb. y Prosopis nigra -
“algarrobo blanco” y “algarrobo negro”- es propio de pisos de la vegetación de valles y
bolsones más bajos del bosque serrano, entre la faja altitudinal comprendida entre 600 y
1600 m s.n.m. (Morlans1995). También algunas especies de este género crecen dentro de
Atacama, en el actual territorio de Chile, allí este género se identifica en las especies
Prosopis alba Griseb., Prosopis tamarugo Phil. y Prosopis chilensis (Molina) Stuntz.
Las estacas de madera de “algarrobo” fueron encontradas dentro un depósito
sedimentológico interpretado como un piso formado por derrumbes de pared y de techo,
denominado como contexto [3]. El contexto de hallazgo se asigna a las últimas ocupaciones
de TC1 A1, durante el período colonial. Estas maderas eran difíciles de conseguir, por
196
tratarse de maderas extralocales, obtenidas a través de intercambios con la región del Salar
de Atacama, o con los valles y bolsones bajos del sur de donde son originarias.
Estas estacas de madera formaron parte de la cultura material doméstica en la casa y
pudieron ser empleadas en prácticas como el estaqueado de cueros, etc. Es muy probable
que fueran depositadas en los intersticios de las paredes, al igual que otras herramientas y
materiales domésticos, tales como hojas líticas de palas agrícolas, artefactos y elementos de
huesos y cerámica. Luego de que estas paredes se derrumbaran, al final de la ocupación,
estos restos pasaron a formar parte de los depósitos horizontales superiores de la habitación
A1 (D’Amore 2002; Haber 1999a). Cabe mencionar también, que en otros recintos
habitacionales de Tebenquiche Chico, como TC2 , también se han encontrado algunos
ejemplares de estacas pequeñas de cuerpo corto y punta bien trabajada, similares a las
halladas en TC1.
No se descarta igualmente que estas maderas extralocales, con valor agregado, al
final de su vida útil hayan sido utilizadas como combustibles. La tendencia pudo estar
orientada hacia la mayor conservación de estas maderas, que debieron ser continuamente
recicladas. Incluso, podría pensarse que la madera utilizada en la confección de estas
estacas en cuestión haya sido anteriormente parte de otros objetos, como tirantes de techo,
mangos de palas, etc. Esto podría explicar quizás la ausencia de maderas arborícolas extra-
locales en la muestra antracológica de TC1.
Durante toda la ocupación de Tebenquiche Chico, debió ser una práctica muy
común la de reciclar estas maderas más preciadas, como actualmente se lo hace en
Antofalla con los palos de árboles utilizados en la construcción. En Tebenquiche se han
encontrado, especialmente en las tumbas, restos de objetos de madera extralocal, como
palos para sostener las bóvedas y otros (Haber 1999a; Krapovickas 1955). Quizás varios de
estos elementos se hayan realizado con madera de Prosopis sp., oriundo de otras regiones
fuera y dentro de Atacama. La escasez de maderas locales utilizables para tareas artesanales
y de construcción (como tirantes y vigas de techo) introdujo a la madera dentro de la red de
intercambios con otras áreas, quizás desde épocas muy tempranas.
197
Notas al Capítulo VI
1. Se hace la aclaración pertinente de los nombres genéricos utilizados para algunas plantas
agrupadas según su tipo de crecimiento en el tallo. Se denomina hierbas a plantas con tallos de poca
consistencia, con escaso desarrollo, tiernos y verdes. Los arbustos, en cambio poseen tallos leñosos
relativamente bajos que se ramifican a poca distancia de la raíz; y por último el grupo de los árboles
son plantas con tallos leñosos, duros, erguidos, ramificados, y que en general alcanzan considerable
altura.
2. Se realizaron recolecciones sistemáticas de especies vegetales en la quebrada de Tebenquiche
Chico. Luego se llevaron a cabo recolecciones asistemáticas en quebradas adyacentes como:
Tebenquiche Grande, Antofalla y en sectores abiertos como en los bordes y centro del Salar de
Antofalla, Campo Colorado, Campo Amarillo y Archibarca. La recolección sistemática en la
quebrada de Tebenquiche Chico fue realizada durante el período 2001 por la autora, con la
colaboración de Verónica Shuster, y eventualmente, con la ayuda del puestero Ceferino Fabián.
Este último también aportó en este trabajo su vasto conocimiento de la flora local. Las
recolecciones realizadas durante los períodos 2002 y 2003 fueron exclusivamente asistemáticas, ya
que no fueron dirigidas por transectas. Estas últimas contaron con la ayuda de varios de los
integrantes del grupo de investigación de los proyectos desarrollados en Antofalla y Archibarca.
3. Las especies vegetales recolectadas fueron herborizadas por triplicado en el campo. Las muestras
de cada especimen fueron colocadas en una prensa de madera confeccionada manualmente. Esta
consistió en dos maderas de 1 m x 1 m con perforaciones en sus extremos, donde se insertan cuatro
tornillos largos con dos juegos de mariposas a rosca. Por este sistema las muestras eran separadas
con papeles de diario común y, acompañadas por sus respectivos números de muestra, fecha y lugar
de recolección. Cada dos días las muestras eran monitoreadas para controlar la proliferación de
hongos. Se recambiaban para ello los papeles separadores que absorbían la humedad de los tallos y
hojas.
4. El reconocimiento taxonómico fue realizado por el Lic. Agrónomo Alberto I. Sánchez, profesor
adjunto de la Cátedra de Botánica II en la Facultad de Ciencias Agrarias de la U.N.Ca., con
colaboración de la autora. La lista de los taxones vegetales identificados que forman la colección de
referencia se muestra en los apéndices de este trabajo.
198
5. Las especies vegetales fueron recolectadas siguiendo ciertos parámetros necesarios para su
posterior identificación taxonómica. Por ejemplo, se realizó la recolección de partes reconocibles de
las plantas, tales como sus inflorescencias, por ser estas las partes más diagnósticas de los taxones.
Para esta tarea fue fundamental que la recolección fuera realizada en época de floración, en este
caso entre los meses de diciembre hasta fines de febrero.
6. La quebrada de Tebenquiche Chico actualmente no tiene ocupaciones humanas permanentes, se
halla sólo un puesto de ocupación temporal en el extremo inferior de la quebrada donde se cultivan
diferentes especies comestibles.
7. El cálculo utilizado por el método de los cuartos es el siguiente (Piccetti Ocedo 1991):
N = Número de plantas por superficie medida.
E = Número de estaciones medidas.
S = Superficie a la que se le calcula la densidad de plantas.
d= Distancia del arbusto más cercano de cada cuadrante a cada estación.
199
CAPÍTULO VII
CONCLUSIONES
En la casa de TC1 la gestión y uso del fuego, y el manejo de sus restos, debió ser una tarea diaria
que en su propio hacer cotidiano construía a las personas y a las cosas. La historia de las prácticas
domésticas de combustión en TC1 se trasladaba inicialmente al escenario de los sectores exteriores
a la casa, através del abastecimiento de leña para la obtención de fuego. En esta etapa de trabajo
pudieron involucrarse prácticas de recolección y selección que ameritaban de conocimiento técnico
proporcionado por las habilidades sociales de los operadores; esto era, el conocimiento de las
propiedades combustibles de las especies vegetales y de las necesidades y demandas del fuego
doméstico.
Hacia los primeros siglos de la era, los combustibles vegetales, como en el presente,
debieron ser un recurso básico para la vida doméstica diaria de los grupos sociales locales, dado que
se involucraban directamente en la consecución de prácticas domésticas vitales para la reproducción
del grupo social básico. Por su parte, la distribución y composición de las unidades florísticas del
paisaje circundante parecen haber sido relativamente semejantes a las actuales.
Los criterios de selección de combustibles vegetales estaban íntimamente relacionados a las
prácticas domésticas realizadas dentro de la casa, ellos pudieron establecerse durante el 1er. milenio
y, al parecer, fueron reproducidos en épocas posteriores. Los fuegos realizados a lo largo de toda la
ocupación de la casa fueron obtenidos con la quema de una reducida lista de combustibles, a pesar
de contar con una oferta mayor. Estas leñas eran: Acantholippia sp., Ephedra sp., Parastrephia sp.,
Baccharis sp. y Adesmia sp. Las recolecciones parecen haber sido realizadas normalmente en las
inmediaciones de los asentamientos. Pero también, ocasionalmente, cuando se realizaban eventos
que necesitaban de leña para el preparado de alimentos, o para el almacenamiento en época
invernal, pudieron organizarse partidas de recolección con animales de carga a sectores más
alejados, como por ejemplo, hacia los tolares altos de la suni y de la puna.
Posteriormente a la obtención de la leña, la escena se concentraba en la realización del
fuego mismo. Las prácticas domésticas de combustión realizadas en TC1 debieron incluir el
encendido, preparado y utilización del fuego para la realización de actividades del quehacer diario.
Entre ellas pudieron figurar las prácticas culinarias, de calefacción, manufactura de utensilios,
alumbrado, realización de lejías para uso doméstico, y prácticas rituales de sahumado. Estas
prácticas requerían de fuegos con propiedades particulares, aunque de ello sólo se sabe a ciencia
200
cierta que existía una predilección por la leña de Acantholippia sp., la cual provoca una rápida
combustión.
Durante el 1er. milenio, el fuego era encendido en la entrada de la habitación este, desde
allí, el fuego debió iluminar parte del interior de la casa, y hasta pudo ser recurrentemente un lugar
de reunión durante la noche. Esta situación espacial del fuego se debía quizás a que en el patio de
acceso, al aire libre, no se corría el riesgo de saturar los ambientes con humos y gases perjudiciales
para la salud. De este fuego externo a la casa, pero dentro de los límites domésticos, se debieron
extraer brasas candentes que eran transportadas dentro de braseros de cerámica o piedra. Todo
indica que las brasas se depositaban dentro de pozos excavados en los pisos de las habitaciones y,
otras veces, sobre la superficie plana del suelo, en donde quizás se tapaban con ceniza y tierra
caliente para que estas duraran más tiempo en las largas noches frías. En momentos de mediados y
finales del período uno, dentro de la habitación más amplia, en el sector oeste de la casa, parece ser
que se preferían las brasas más grandes y duraderas de Ephedra sp. para depositar en los pozos.
Estas prácticas de transporte de brasas encendidas, su combustión dentro de pozos y, aún más, el
hecho de cubrir las brasas con ceniza y tierra caliente debieron promover la formación de carbón, al
interrumpir constantemente los procesos de combustión naturales.
La excavación de pozos en los pisos de las habitaciones formó parte activa del entramado
de prácticas desarrolladas en el ámbito doméstico. Todo indica que la reproducción de esta práctica
doméstica a lo largo de todo el 1er. período de ocupación de la casa estaba vinculada al
mantenimiento de la misma y a la contención de brasas para calefaccionar los ambientes internos,
para cocinar e, inclusive, para sahumar la casa durante la realización de eventos rituales. Tal como
pudo ocurrir en el festejo ritual de la fundación de los cimientos de la casa, cuando se excavó un
pequeño pozo en el suelo y se quemó Parastrephia sp. para sahumar lo que sería la nueva casa.
Desde ese momento la casa estuvo purificada y lista para convertirse en la futura morada de la
primera familia que allí viviría.
Los pozos que eran utilizados como braseros debieron ser vaciados para que pudieran estar
aptos para contener nuevas brasas encendidas durante la jornada. Y en el caso de apoyar las brasas
sobre el suelo sin excavar, una vez que se apagaban, podían ser simplemente apisonadas en el lugar
o barridas hacia otros sectores. Las evidencias sugieren que los restos de carbón y ceniza raramente
se expulsaban fuera de las habitaciones, por lo general, se los barría y depositaba dentro de otros
pozos que luego eran tapados. Parece haber sido una costumbre que los desechos culturales
producidos en las unidades domésticas se reciclaran en la construcción de las casas, para la
realización de argamasas de unión de las juntas de las paredes, para el torteado del techo, y también
como inclusiones dentro de los rellenos en los muros dobles. Los muros y techos de la propia casa
201
de TC1 fueron construidos con inclusiones de cenizas y carbones producidos con anterioridad por
otras unidades domésticas de la quebrada.
Luego del 1er. milenio, y después de un hiato temporal de doscientos años, la casa fue re-
ocupada por nuevos sujetos sociales. El espacio interno de TC1 parece haber cobrado otros
significados, las costumbres de esta casa ya habían quedado sepultadas en los sedimentos y en el
olvido. Sus últimos habitantes ocupaban sólo la habitación más chica, y por lo visto ya no
realizaban el cavado y rellenado de pozos con los desechos culturales diarios. Es probable que estos
ocupantes sólo removieran los desechos de combustiones hacia sectores dentro de la habitación, y
hacia el sector del patio de entrada, en donde los restos se sedimentaron formando una especie de
basurero doméstico. Sin embargo, durante estas últimas ocupaciones, las prácticas de recolección y
selección de leñas para uso doméstico parecen ser similares a las que realizaban los grupos sociales
que habitaron TC1 anteriormente.
La casa fue abandonada definitivamente hacia el siglo dieciocho, pero al parecer los últimos
sujetos que la habitaron habían previsto su retorno, puesto que dejaron implementos últiles, entre
ellos, un par de pequeñas estacas de madera de Prosopis sp.; madera muy difícil de conseguir en los
alrededores y que debió ser obtenida por intercambio.
Las ocupaciones humanas ocurridas en la quebrada de Tebenquiche Chico y en quebradas
vecinas, no debieron representar una carga demasiado grande para este ecosistema puneño. Sin
embargo, luego de la instalación regional de los centros de enclaves a partir del año 1000 d.C. las
explotaciones de combustibles vegetales en las quebradas intermedias del Salar de Antofalla
debieron aumentar, provocando la deforestación de algunos sectores de la suni. La quebrada de
Tebenquiche Chico pudo articularse dentro de las demandas de estos centros de producción
proveyendo también recursos combustibles. Y desde aquellos días hasta la actualidad, la leña de
Tebenquiche Chico es explotada para abastecer a las poblaciones humanas asentadas fuera de la
quebrada.
Al comienzo de este trabajo se ha expresado que en la interpretación arqueológica el fuego no sólo
significa un estado de subsistencia para los grupos humanos del pasado, sino más bien, representa
un medio de transformación progresiva al mundo de lo social y de todos sus caracteres
fundamentales. El fuego es un elemento de reproducción social con una simbología asociada a sus
propios usos.
Los restos materiales de combustión forman parte de la historia social y sedimentológica de
los sitios arqueológicos. Por eso, la organización y estructura de estos restos son indicadores de la
dimensión sociocultural en la cual estuvieron contenidos. El estudio de los restos de combustión
202
provenientes del compuesto doméstico TC1 ha proporcionado un importante y variado cúmulo de
información, principalmente, sobre las prácticas domésticas llevadas a cabo por los grupos
campesinos que habitaron la quebrada de Tebenquiche Chico, y sobre la naturaleza misma del
registro antracológico del sitio.
Las sedimentaciones materiales de las prácticas sociales vinculadas al fuego cuentan las
historias de vida de los actores sociales que habitaron la casa de TC1. Este espacio fue un recipiente
de los objetos que eran usados y desechados diariamente por sus habitantes, en su praxis diaria de
transformar lo natural en cultural, por medio de acciones como la cocción de alimentos en el fuego,
por ejemplo. Los restos producto del fuego (carbón, ceniza, tierra quemada) materializaron estas
prácticas domésticas y se depositaron en partes diferentes de las habitaciones de la casa. Los pozos
excavados en los pisos de ocupación constituyen, por su parte, una sedimentación a largo plazo de
deposiciones que marcan el interior de la casa como un lugar habitable. Así, la casa puede ser
percibida como monumento y su interior como un sedimento (Haber 1999a). El sedimento y el
monumento son dos formas culturales que se vinculan a escalas temporales distintas; el monumento
instaura un marco que excede la práctica presente pero que la contiene, mientras que el sedimento
inserta la práctica presente en una serie inmemorial de prácticas semejantes (D’Amore 2002).
No obstante, en TC1 un evento prístino de combustión durante la construcción de los
cimientos de la casa marca un hecho memorable, la fundación de la casa. La quema de
Parastrephia sp. en un pozo excavado en el suelo puede indicar la realización de una acción ritual
de ofrenda en ocasión de este evento, y contrariamente a lo que sucede con los restos de
combustiones diarias encontrados en la casa, este conjunto de evidencias posee una potencialidad
narrativa, y es significativo de la forma en que los integrantes de la casa ritualizaban el mundo
interno a su vivienda. Esta situación también lleva a pensar en el papel que jugaron algunas plantas
en el ámbito de las relaciones sociales domésticas. Por ejemplo, en el sahumado en rituales
domésticos, los combustibles vegetales participaban activamente en una dimensión sociocultural en
la cual mediaban las tradiciones religiosas como vehículos de reproducción social.
Las prácticas domésticas de combustión, el vaciado y barrido de estas combustiones, con el
tiempo, lograron configurar un espacio contenedor de sedimentaciones de objetos que constituyeron
las relaciones domésticas a través de los contextos particulares de la práctica. La sedimentación de
objetos dentro de la casa, dentro de los pozos, en los intersticios de las paredes, e inclusive en los
rellenos de los muros y en los techos, es un resultado de las prácticas recursivas diarias y constituye
la materialización de las relaciones domésticas. La acumulación progresiva de objetos es el
resultado social de la rutina no discursiva de cada práctica cotidiana. Esto es la materialización de
203
las prácticas domésticas, la sedimentación de la cultura material, la cual, una vez construida,
estructura las relaciones sociales.
Esta mirada etnográfica de la constitución de la cultura material arqueológica de TC1,
implica al mismo tiempo, la consideración de una construcción social del espacio y de las personas
que habitan ese espacio, es decir que el envolvimiento personal en la sedimentación de objetos
incluye la experiencia del asunto y de sus relaciones sociales en una estratigrafía a largo plazo
(Haber y Pizarro ms.). En TC1, el fuego doméstico, como elemento inmutable a través de los siglos,
debió ser parte de una experiencia diaria que involucraba acciones reiteradas, y que se encontraba
estrechamente asociada a los sentidos, olores, sabores y hasta sensaciones visuales, que en conjunto
construían las relaciones domésticas de forma recursiva.
Las prácticas de combustión producían restos que también eran susceptibles de ser
resignificados por nuevas prácticas, al ser incorporados en un nuevo ciclo de actividades
domésticas. Los significados de la cultura material producida en Tebenquiche Chico, especialmente
durante el 1er. milenio, parecen ser inagotables por su resignificación constante en el mundo social.
Probablemente, este tipo de sentidos haya sido producto de la propia falta de recursos materiales
disponibles, lo cual puso en marcha el reciclamiento cultural y biosocial, en un espacio tan
susceptible a los desequilibrios naturales por la influencia humana. Un dato importante recuperado
por esta investigación con respecto a este tema, es la diferencia marcada que existe entre los
comportamientos sociales evidenciados dentro de la casa en el manejo de los restos de
combustiones. Las prácticas post-combustión de barrido de materiales producidos por las
combustiones domésticas disminuyen luego del 1er. período de ocupación, provocando el aumento
de las densidades de restos de carbón depositados en la casa. Todo indica que las personas que
habitaban la casa durante el 3er. período manifiestan un comportamiento diferenciable de aquel que
poseían aquellos grupos sociales que la desocuparon 200 años antes. Las prácticas de combustión,
quizás, también hayan diferido entre ambas épocas de ocupación, aunque de ello no se tiene
demasiada información.
El marco ambiental en que se realizan las interpretaciones aquí volcadas ha sido
fundamental para tejer y armar la trama desarrollada en Tebenquiche Chico desde el 300 d.C.
aproximadamente. El paisaje geográfico de la Puna de Atacama Argentina alberga en su seno
bosques bajos de arbustos asediados por el estrés de las presiones climáticas y culturales. Estos
frágiles paisajes naturales son aquejados por la sobreexplotación de leña, el sobrepastoreo y por la
lenta regeneración de las comunidades arbustivas en n medio extremadamente árido-seco.
204
Las investigaciones desarrolladas en sitios arqueológicos aledaños, situados en paisajes de
altura similares, han propuesto que los antiguos habitantes de los sectores altos de la cuenca de
Antofagasta de la Sierra practicaban modos de vida poco selectivos presionados por las
inclemencias climáticas. Sin embargo, aquí se ha manifestado que la información etnográfica
obtenida en Antofalla, y aquella registrada por Piccetti Ocedo (1991) en la Puna de Jujuy,
demuestran que la recolección de combustibles arbustivos en comunidades de altura es una práctica
selectiva articulada por múltiples factores, no sólo naturales, sino también socioeconómicos y
culturales.
Existen diferencias notorias entre los resultados obtenidos de los análisis antracológicos de
TC1 y de los sitios QS3 y PP9 en la zona vecina a la cuenca de Antofalla. Estos sitios se hallan
emplazados en la región de puna por encima de los 4000 m s.n.m. Los paisajes arbustivos allí son
diferentes a los de las quebradas bajas de suni, en donde se encuentra TC1. Las distribuciones y
composiciones de las comunidades florísticas inmediatas a los asentamientos han marcado una
diferencia esencial entre ambos. No obstante, es de esperar que frente a la presencia de los mismos
géneros arbustivos se practiquen selecciones similares, teniendo en cuenta las propiedades de cada
especie como combustible.
En QS3 y PP9, el combustible más frecuente en el registro arqueológico es Adesmia
horrida, un excelente combustible vegetal por su madera dura, inflamable y resistente a la
combustión. En TC1, en cambio, se prefirió la utilización de un combustible con propiedades
radicalmente distintas: Acantholippia sp., que posee una leña fina, inflamable y poco resistente a la
combustión. Otras leñas duras y resistentes también se han utilizado en la casa, pero en menor
proporción. Este comportamiento selectivo se evidencia a lo largo toda la ocupación de TC1.
El respaldo etnográfico esclarece esta situación, y demuestra que actualmente en Antofalla,
en donde todavía se practica un estilo de vida campesino agropastoril tradicional, se emplea el
género Acantholippia para la realización de un amplio abanico de prácticas domésticas. Este es uno
de los taxones más recolectados, a pesar de no ser el único combustible vegetal al alcance, ni
necesariamente el más abundante. La realización de estas prácticas de selección de leñas con
propiedades diferentes se deben a divergencias socioculturales que determinaron las demandas de
los grupos, provocando, entre otras cosas, la realización de prácticas de combustión disímiles que
pudieron alentar la mayor o menor representación de algunos taxones. En este sentido se sostiene
que la oferta ambiental, las capacidades técnicas, la composición y número de los habitantes del
grupo social, son factores estructurantes y estructurados por el ordenamiento sociocultural.
El supuesto preteórico de la Puna de Atacama como categoría geográfica (Haber 1999a,
2000) ha delineado las interpretaciones arqueológicas sobre el abastecimiento y uso de
205
combustibles por parte de las comunidades aborígenes a lo largo de toda la historia social de la
región. Los cambios en las prácticas de abastecimiento y uso de recursos combustibles vegetales en
la Puna de Atacama deben ser entendidos en su dimensión social, simbólica y política, dado que el
uso del entorno natural es socialmente construido y mediado culturalmente (Hastorf y Johannessen
1991). Esto significa que los modos particulares en que por marcos conceptuales intersubjetivos que
orientaron dichas representaciones y comportamientos. Con esto se manifiesta al mismo tiempo,
que no se considera posible que el registro antracológico de un sitio excavado represente la
composición taxonómica original de un paleo-paisaje. No se pasa por alto la injerencia de los
procesos climáticos sobre las poblaciones humanas, simplemente, se entiende que las acciones
sociales son indicadoras de su lógica interna. Lógica filtrada por las apreciaciones culturales del
mundo, en las cuales se enmarcan las demandas socioeconómicas. Es por eso, pensar que los restos
de carbones quemados en un sitio proporcionan información certera acerca de las fluctuaciones
naturales es arriesgado y amerita del respaldo de análisis más complejos, provenientes quizás de
una muestra significativa -regionalmente representativa-, y de otras vías de análisis paleoclimáticas.
La discusión explicitada sobre la interpretación de las evidencias de combustiones arqueológicas ha
enfatizado que estos elementos o rasgos arqueológicos deben estar acompañados de la
interpretación del propio uso y gestión del fuego en los sitios arqueológicos estudiados. Las
evidencias de combustiones encontradas en TC1 son muy escasas, solo se han encontrado tres áreas
in situ de combustión y, sin embargo, esta situación no permite afirmar que en dicha vivienda, a lo
largo de casi un milenio y medio, sus habitantes no realizaron fuego para desarrollar su vida
doméstica. La escasez de evidencias de la realización de fuego en TC1 no es significativa de la
ausencia de la realización de prácticas de combustión en la casa, sino que es evidencia de la
presencia de prácticas de mantenimiento de las propias áreas de combustión y del espacio habitado.
Sólo desde la interpretación de la sedimentación de las prácticas de gestión y uso del fuego fue
posible comprender las acciones que mediaron en la construcción de la cultura material depositada
en TC1.
En el mismo sendero de discusión acerca de la producción de la cultura material
arqueológica, pero en otro nivel de análisis, este trabajo ha proporcionado datos experimentales
acerca de la influencia de las técnicas arqueológicas de recuperación empleadas sobre los restos
antracológicos. El testeo realizado sobre los conjuntos recuperados por medio de distintas técnicas
en TC1, demostró que las técnicas de recuperación, ya sean estas automatizadas o manuales,
modelan en gran medida la formación del registro antracológico. Estos resultados fueron empleados
como referentes para tomar decisiones en la investigación acerca de este registro. Fuera de TC1,
206
esta experimentación otorga datos que pueden ser muy útiles para las investigaciones que se
planteen la recuperación y estudio de restos de carbón en sitios arqueológicos.
En una dialéctica entre cultura material y prácticas sociales, este trabajo se ha esforzado por
introducir dentro de las investigaciones arqueológicas, de orden arquebotánico y paleoetnobotánico,
un estudio que utiliza como eje de su interpretación la práctica social individual y colectiva. Se ha
realizado una investigación con distintos niveles que unifica coherentemente el análisis y estudio de
los restos materiales vegetales y el estudio e interpretación de los contextos de producción de los
mismos. El eje central ha sido siempre no perder de vista a las personas del pasado, haciendo
abstracciones de ellos como sujetos sociales intencionados capaces de narrar de forma no
textualizada sus experiencias a través de la cultura material por ellos producida.
Las prácticas domésticas vinculadas al fuego han sido categorizadas por esta investigación
en un afán por organizar temporalmente los procesos de trabajo involucrados en la gestión y uso del
fuego y sus productos. Por medio de una estrategia de excavación de área abierta y una técnica
estratigráfica no arbitraria, se ha podido poner al descubierto en TC1 parte de las acciones diarias
que hicieron de este sitio un espacio doméstico contenedor de un sin fin de historias, que
involucraron a personas y objetos del pasado. Y así, los restos de las antiguas combustiones
realizadas en esta casa llevaron al estudio a recorrer un sendero de ideas acerca de las prácticas que
los produjeron.
La arqueología del fuego, en conjunto, ha encaminado al estudio del fuego como elemento
detonador y articulador de procesos de trabajo que ponen en marcha la realización de acciones,
dentro y fuera de la casa, y que en su hacer cotidiano construyen recursivamente al espacio
doméstico y a las relaciones sociales que en él se desarrollan. Utilizando como recurso teórico a las
prácticas sociales, se ha encontrado una manera simple y clara de demostrar el camino por el cual
las acciones del pasado se convierten en cultura material que puede ser leída y comprendida en el
presente.
207
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AGRADECIMIENTOS
Deseo agradecer a todos aquellos que me han proporcionado las herramientas
fundamentales para la realización de este trabajo. Quiero agradecer en primera instancia a
mi madre, Martha, por creer en mi siempre. Aunque ya no está conmigo deseo compartir
con ella este triunfo especialmente. Agradezco también a mis hermanas, Marisa, Liliana y
Estela, por ser los pilares de mi vida.
Mi gratitud hacia Cristina y Roberto D’Amore es infinita, por su apoyo y amor
incondicional; a ellos les estoy eternamente agradecida por acogerme cual una hija en su
familia.
A mi compañero, Leandro D’Amore debo agradecer especialmente.
Al Dr. Alejandro Haber le agradezco enormemente la dirección de este trabajo,
gracias a su gran conocimiento, su apoyo bibliográfico y colaboración permanente, las
ideas aquí vertidas han podido alcanzar la justa cuota de orden y claridez.
Una página especial merece la Lic. Bernarda Marconetto, a quien le agradezco
infinitamente el haberme abierto sin reparos las puertas de su espacio de trabajo y de su
casa, para que pudiera llevar a cabo el análisis antracológico en el Museo de Antropología
de Córdoba. Ella también ha colaborado con este trabajo poniendo a mi disposición toda la
bibliografía necesaria. Su excelente disposición, su admirable conocimiento, y su
maravilloso buen humor son la base en donde reposa este trabajo. A ella van todos los
aplausos recogidos, mi sincera gratitud y eterna amistad.
Quiero hacer mención especial también a mis compañeros, colegas y amigos del
equipo de investigación. Agradezco al Lic. Marcos Gastaldi y al Lic. Marcos Quesada por
su amable ayuda en el manejo de los sistemas informáticos y por su siempre dispuesta
colaboración, a Verónica Shuster por su ayuda en el trabajo de recolección de muestras
vegetales, a Claudio Revuelta por ser mi compañero y amigo desde el principio en esta
larga carrera elegida, en donde hemos compartido hasta los sabores y sin sabores del
proceso tesístico. A la Lic. Gabriela Granizo, a Ana Vargas, Guillermina Espósito, Enrique
Moreno, Carolina Lema, Andrés Barale y Gonzálo Company, les agradezco su amistad y el
haber compartido conmigo largos días y meses de trabajo de campo y laboratorio, y por
229
haberme dado el ánimo y apoyo para continuar la labor emprendida. No quiero dejar de dar
las gracias también a Mariana Barrionuevo, por haberme facilitado algunas de las
fotografías etnográficas que aparecen en este trabajo.
Un muy merecido agradecimiento va destinado al Ing. Agrónomo Alberto Sánchez y
a la Lic. Martha Giménez, docentes de las Cátedras de Botánica I y II de la Facultad de
Ciencias Agrarias de la UNCa. Ambos han colaborado desinteresadamente en mi
formación, introduciéndome pacientemente por los senderos y laberintos de la botánica, y
por ello les estoy infinitamente agradecida. Quiero destacar particularmente, que el Ing.
Sánchez ha colaborado muy gentilmente con la identificación taxonómica de los
especimenes vegetales de la zona de estudio, por lo cual le agradezco enormemente.
Al Lic. Juan Verón de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNCa., le agradezco el
haber colaborado desinteresadamente con la corrección de la parte estadística de este
trabajo.
Deseo también agradecer atentamente a toda la gente del Museo de Antropología de
Córdoba por haberme recibido cordialmente durante mi estadía allí. Especialmente, al Dr.
Andrés Laguens agradezco el haber colaborado amablemente para trasladar materiales de
estudio desde Córdoba a Catamarca.
También, debo agradecer al personal de Vialidad Provincial de Catamarca y de la
Dirección de Patrimonio Cultural de Catamarca por haberme facilitado, muy gentilmente,
instrumental de laboratorio para poder concretar los estudios arqueológicos sobre carbón.
A la directora de la Escuela de Arqueología, Lic. Graciela Neyra de Debattista, le
agradezco sinceramente su buena disposición en los trámites académicos que esta tesis ha
debido transitar y, muy especialmente, agradezco el apoyo económico que este trabajo ha
recibido -por su intermedio- de la unidad académica, apoyo sin el cual el mismo no podría
haber sido solventado.
A la Dra. Fernanda Rodríguez le ofrezco mi gratitud por sus comentarios y opiniones,
y por haberme facilitado gentilmente una versión manuscrita de sus estudios
antracológicos en el sitio Punta de la Peña 9. A la Mter. Cynthia Pizarro le estoy
sumamente agradecida por dejarme acceder sin reparos a sus cuadernos y grabaciones de
campo realizadas en Antofalla con motivo de sus estudios antropológicos. También, le
agradezco por sus fructíferas opiniones, por facilitarme bibliografía y su calurosa y siempre
230
presta amistad. También deseo agradecer a la Lic. Mónica Cattoggio por facilitarme
bibliografía para la realización de este trabajo, y por ofrecerme sus interesantes opiniones y
comentarios.
Y por último, deseo agradecer con todo mi corazón a aquellos que han inspirado de
principio a fin este trabajo, a los pobladores de Antofalla.
Los errores incluidos en este trabajo son de mi entera responsabilidad.