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79 APROXIMACIÓN AL YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO DE LA MOLETA (ELCHE, ALICANTE): UN DESCUBRIMIENTO DE PEDRO IBARRA IVÁN LÓPEZ SALINAS 1 INTRODUCCIÓN El origen de este texto está motivado por un carácter académico, ya que lo que aquí ofrecemos no es más que el resultado de un «Humilde y pequeña, como es la eminencia aquí conocida con aquel nombre, ha tomado a mi vista, en poco tiempo, caracteres de una importancia tan singular que no puedo por menos que darle cabida porporcionada en el ligero recorrido emprendido». (Pedro Ibarra Ruiz, 1926:25) trabajo que presentamos dentro de una de las asignaturas del máster universitario en Ar- queología Profesional y Gestión Integral del Pa- trimonio de la Universidad de Alicante en el curso 2013-2014. Si bien, independientemen- 1 [email protected]
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APROXIMACIÓN AL YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO DE LA MOLETA (ELCHE, ALICANTE): UN DESCUBRIMIENTO DE PEDRO IBARRA

Apr 05, 2023

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APROXIMACIÓNAL YACIMIENTOARQUEOLÓGICO DE LA MOLETA(ELCHE, ALICANTE):UN DESCUBRIMIENTODE PEDRO IBARRAIVÁNLÓPEZ SALINAS1

IntroduccIón

El origen de este texto está motivado por un carácter académico, ya que lo que aquí ofrecemos no es más que el resultado de un

«Humilde y pequeña, como es la eminencia aquí conocida con aquel nombre, ha tomado a mi vista, en poco tiempo, caracteres de una importancia tan singular que no puedo por menos que darle cabida porporcionada en el ligero recorrido emprendido».

(Pedro Ibarra Ruiz, 1926:25)

trabajo que presentamos dentro de una de las asignaturas del máster universitario en Ar-queología Profesional y Gestión Integral del Pa-trimonio de la Universidad de Alicante en el curso 2013-2014. Si bien, independientemen-1 [email protected]

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te del carácter académico que ha motivado su realización, este trabajo pretende ser una lla-mada de atención al presentar un yacimiento arqueológico prácticamente desconocido, y que reúne unas características materiales que lo hacen extraordinario para comprender la evolución histórica del poblamiento humano en el Bajo Vinalopó.

La falta de ayudas para iniciar nuevos proyectos de investigación, o incluso para continuar con las excavaciones arqueológicas en yacimientos que tradicionalmente han te-nido una continuidad regular y que son tam-bién campo de prácticas y aprendizaje para los estudiantes universitarios, ha provocado en los últimos años que numerosos investigadores reorientaran sus esfuerzos para explotar una vía de investigación fecunda, como es la revi-sión y estudio de yacimientos trabajados desde antiguo cuyos materiales se custodian entre los fondos de nuestros museos arqueológicos. Apostar por este tipo de estudios se presenta como una vía de trabajo moderna, nunca ago-tada, sobre todo si tenemos en cuenta que mu-chas excavaciones antiguas y sus materiales se encuentran todavía inéditos, por lo que la in-formación que se puede extraer de ellos puede resultar novedosa y enriquecedora cuando las preguntas a plantearse y a resolver son nuevas, a la par del avance teórico y metodológico de nuestra disciplina.

En este sentido, consideramos que el pri-mer paso para la recuperación científica de este lugar, La Moleta (Elche), pasaba obligatoria-mente por actualizar la documentación exis-tente del mismo. Por otro lado, al recuperar este yacimiento abandonado se aspira a supe-rar la rígida focalización que ha caracterizado la investigación de esta comarca concentrada en el yacimiento de La Alcudia, y revalorizar al mismo tiempo el enorme y diverso patrimo-nio arqueológico existente en el término mu-nicipal de Elche, olvidado y desprotegido.

SItuacIón GeoGráfIca y entorno El yacimiento arqueológico se localiza en

la parte alta amesetada de una formación ro-cosa aislada, conocida como La Moleta, situa-da a unos 500 metros de la margen izquierda del río Vinalopó y a menos de 3 kilómetros al norte de la ciudad de Elche (Fig. 1). Presen-ta una orientacion NE-SO y una altura sobre el nivel del mar de 168 m. Sus coordenadas en UTM son 700973 (X) y 4241122 (Y). Esta zona está dominada por el monte bajo, que de-termina ondulaciones relativamente suaves y de amplio radio de curvatura, dando lugar a un paisaje homogéneo que no llega a sobre-pasar los 300 m. snm. La unidad topográfica predominante únicamente se ve alterada con hitos geográficos muy destacados que se pue-den individualizar, como por ejemplo la co-nocida Sierra del Búho, que jalona el límite norte del asentamiento y en cuyas laderas se ha documentado un conjunto de yacimien-tos prehistóricos pertenecientes a la Edad del Bronce (Sierra del Búho I, Sierra del Búho III y Sierra del Búho IV) (Román Lajarín, 1980).

Tenemos que destacar también que se trata de una zona fuertemente alterada como resulta-do de sucesivas acciónes antrópicas programa-das a lo largo del tiempo. Fruto de estas accio-nes es la total deforestación del entorno, que ha dado lugar a un paisaje predominantemente árido con una pobre cubierta vegetal compuesta de arbustos y hierbas de matorral, especialmen-te de esparto y sosa alacránera, que encaja per-fectamente con el clima mediterráneo del mu-nicipio. Por otro lado, la ordenación espacial de la zona ha supuesto la parcelación intensiva de las tierras próximas a La Moleta, provocan-do un complejo plano de campos de titularidad pública y privada destinados básicamente a dos tipos de usos: agrícola y residencial.

Respecto al uso agrícola, este es compren-sible si tenemos en cuenta la ecuación río-campo que ha regido la vida de los habitantes

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de la zona. Si bien, hay que decir que ha sido fundamentalemente la zona sur del municipio la que, por reunir unas características orográfi-cas más apropiadas para el cultivo, ha concen-trado la mayor proporción de terrenos de labor, afectando por desgracia a la conservación de la centuriación romana, situada en lo que hoy es la partida rural de Atzavares Bajo.

En cuanto al uso residencial de la zona tene-mos que decir que su ocupación ha sido constan-

te a lo largo del tiempo, aunque con unos índices más bien bajos, plasmada básicamente en casas de campo y residencias unifamiliares disemina-das por todo el entorno. En la actualidad, sobre todo desde el boom inmobiliario de la década de los 90 de la pasada centuria, la zona ha sido den-samente ocupada por urbanizaciones, como, por ejemplo, la de Buenavista que se extiende al este del yacimiento entre la autovía del Mediterra-neo (A-7) y la Serra de les Animetes.

Figura 1. A) y B) Localización de La Moleta; C) Vista áerea de La Moleta. (Visor Iberpix)

A)

B) C)

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En definitiva, el entorno natural en el que se inserta La Moleta se ha transformado con-siderablemente hasta el punto de que resulta bastante difícil aproximarnos al paisaje antiguo en el que vivió la comunidad humana que allí se instaló.

Hemos de tener en cuenta también que no es el único yacimiento conocido en la zona, pues a los existentes en la Sierra del Búho, ya citados, donde se documentaron varios fondos de cabañas circulares y un repertorio material de lo más variado con cerámicas a mano e ins-trumentos líticos en sílex, como dientes de hoz, o un molino barquiforme de granito, se suman otros como, por ejemplo, el yacimiento arqueo-lógico del Tabayá, en la sierra del mismo nom-bre entre los términos municipales de Elche y Aspe. Aquí las excavaciones han puesto al descubierto una secuencia estratigráfica bastan-te dilatada en el tiempo que se inicia con una primera etapa campaniforme y finaliza en los últimos momentos de la Edad del Bronce e ini-cios de la Edad del Hierro. En este lugar se debe destacar sobre todo su fase argárica, caracteriza-da por la presencia de varios enterramientos en cista en el interior de los espacios domésticos y por un variado elenco de formas y tratamientos sobre distintos recipientes cerámicos, destacan-do especialmente las copas (Hernández, 2009-2010: 16).

Otros yacimientos significativos son Cara-moro I y Caramoro II. En el primero (Ramos Fernández, 1988), se documentaron los restos de un pequeño puesto fortificado que reunía en su interior varios espacios domésticos de los que se recuperó una cultura material de lo más di-versa, destacando los objetos de marfil y metal, además del abundante conjunto de cerámicas en el que las piezas más singulares vuelven a ser las copas características del bronce argárico. Este enclave ha sido interpretado como un for-tín en relación con una ocupación estratégica del territorio del Bajo Vinalopó, en el que El

Tabayá se considera el lugar central (Hernán-dez, 2006:21 tomado de González Prats y Ruiz Segura, 1995). El segundo yacimiento homóni-mo, Caramoro II (González Prats, Ruiz Segura. 1992; García Borja et alii, 2010), se encuentra seccionado en dos mitades por la Autovía A-7. Aquí las excavaciones de urgencia pusieron al descubierto los restos de una muralla de 4 m. de grosor que había sido construida a partir de piedras hincadas verticalmente. No se ha do-cumentado ningún tipo de espacio doméstico y los materiales correspondientes a la cultura ma-terial muestran cerámicas a mano y a torno de distintas épocas: orientalizante, íbera, romana o medieval.

Por último, otro yacimiento que no po-demos dejar de mencionar es el Castellar de la Morera (Gutiérrez, Menéndez, Guichard, 2010), lugar conocido desde antiguo y cuyo estudio se ha revalorizado en la actualidad gra-cias a un proyecto de investigación nacido de la colaboración entre la Universidad de Ali-cante y el Museo Arqueológico Provincial de Alicante (MARQ). A lo largo de tres campa-ñas de trabajo de campo, entre los años 2007-2009, se ha conseguido constatar la presencia de un asentamiento con dos fases importantes, una primera del Bronce Final, y la última an-dalusí, fechada hacia el siglo xi d.C. De estas dos, es sin duda alguna la segunda fase la que ha despertado un mayor interés entre la co-munidad científica. Las excavaciones y pros-pecciones han servido para evaluar la existen-cia de un recinto amurallado que presentaba una doble fábrica constructiva: mampostería en piedra seca ajustada, junto a mampostería trabada con mortero de barro, confeccionando lienzos que superan los 325 m. de longitud y con una anchura media de 1,50 m. El interior del recinto está ocupado por varios espacios domésticos, siendo el más destacado el edificio I, conocido popularmente como el Castellet, de planta cuadrangular con unas dimensiones

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aproximadas de 37x35 m. El espacio central lo preside un patio, en torno al cual se distri-buye un conjunto de estancias construidas en mampostería trabada y revocadas con mortero de cal.

Todo este panorama aqueológico deja constancia de la importancia que tuvo este área geográfica a lo largo de la historia, al tiempo que dibuja un horizonte esperanzador de cara a futuros proyectos de investigación en la comar-ca del Bajo Vinalopó.

alGunaS referencIaS prevIaS

El primer trabajo con rasgos científicos en el que aparece citada La Moleta se lo debemos a Pedro Ibarra Ruiz. Su afán incansable por el conocimiento le motivó a escribir un corpus donde tiene cabida una «arqueológico-geográ-fica distribución» de yacimientos que, publica-do en 1926 bajo el título Elche. Materiales para su historia, surge con la finalidad de ensalzar el pasado antiguo de su ciudad, tratando de de-mostrar la importancia histórica que ésta y su territorio tuvieron. A simple vista, podemos pensar que estamos ante un compendio de ya-cimientos arqueológicos bastante adelantado a su tiempo, pero es algo más que eso, ya que se trata también del primer estudio serio en el Bajo Vinalopó en el que se llega a caracterizar con restos materiales las distintas «civilizacio-nes» que ocuparon estas tierras.

Resultado de un minucioso trabajo de campo, en esta obra se ofrece una descripción del estado de conservación de numerosos ya-cimientos, como, por ejemplo, El Castellar o La Alcudia en las primeras décadas del siglo xx, la existencia o no de estructuras visibles en superficie, además de una clasificación de los materiales recuperados, seguramente se-leccionados previamente in situ. Pero sobre todo, tenemos que agradecer la preocupación del autor por acompañar el texto con dife-rentes láminas fotográficas de los materiales.

Estas ilustraciones se convierten en la actua-lidad en una herramienta de gran utilidad a partir de la cual se pueden identificar algunos tipos de objetos cerámicos o líticos, e incluso actúan como un testimonio fidedigno en caso de pérdida o desaparición de esos repertorios materiales.

Por lo que a nuestro yacimiento se refiere tenemos que decir que las referencias son bas-tante escuetas (Ibarra, 1926: 25-27), reducién-dose a la enumeración de unos cuantos ejempla-res de «tiestos indígenas, neolíticos, africanos, púnicos, romanos, bizantinos y árabes». Estos materiales corresponden a la caja número 22 y, por desgracia, su descripción no se acompaña de la lámina fotográfica oportuna, creemos que por considerarlos de escasa relevancia. Entre los ti-pos más destacados podemos citar, por ejemplo, la presencia de un «asa neolítica, botonada» de pasta y desgrasante bastante grueso, «algunas muestras de tiestos fenicios, clase basta, muy abundante en La Moleta», cerámica africana o cartaginesa, cerámica greco-romana como un «plato de fina labor estampillado y barnizado con barniz plumbífero», terra sigillata aretina, cerámica bizantina sobre todo lisa, pero tam-bién decorada con grabados y cerámicas islámi-cas decoradas con «lineamientos de manganeso o bistre» en una cantidad proporcionalmente reducida.

Además de mencionar los elementos ma-teriales, recogidos por él, indica también la existencia «a flor de tierra» de un conjunto de estructuras en la parte noroeste de la forma-ción rocosa amesetada «que forman pequeñas cuadras». Del interior de uno de estos espacios procede un capitel de piedra de orden dórico, actualmente desaparecido, y una inscripción en la que se grabaron aparentemente los nom-bres de dos duunviros de la antigua ciudad romana de Ilici «CN-AUFIDIUS CN-FLACI-NIANUS». Esta inscripción se haya actual-mente empotrada en la fachada del consistorio

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municipal (Fig. 2) y, gracias a un nuevo análisis de la misma, sabemos que se trata de un sillar rectangular que formaría parte del cuerpo de un mausoleo de alguna de las familias más notables de la colonia romana. Datada hacia el siglo I d.C. aún se puede leer su texto aunque no sin dificultades por el mal estado de conservación que presenta sobre todo en sus últimas letras: Cn (aeus) Aufidius Cn (aei) f (ilius) Lacinianus (?) (Corell, 1999:71).

Habría que esperar hasta la década de los años 50 del siglo pasado para que La Moleta volviera a ser citada en la literatura científica esta vez de la mano del investigador ilicitano Alejandro Ramos Folqués, quien en el año 1953 publicaba en el Anuario de Estudios Ar-queológicos un artículo titulado «Mapa arqueo-lógico del término municipal de Elche» don-

de, recogiendo el espíritu de las observaciones de Pedro Ibarra, confeccionaba una lista en la que se enumeraban diferentes hallazgos ar-queológicos dispersos por todo el término mu-nicipal de Elche. En este trabajo la mención a nuestro lugar de análisis queda reducida a un par de líneas en las que se cita nuevamente el capitel dórico y la inscripción romana, ya señalados por Pedro Ibarra años antes, ade-más de la presencia de cerámica prehistórica y protohistórica. No obstante, como novedad, incorpora la alusión a un lienzo murario «de fuerte hormigón» que rodea toda la superficie del yacimiento. Lamentablemente esta refe-rencia no se acompaña de ninguna fotografía o croquis, algo que nos hubiera permitido co-nocer su estado de conservación a mediados de la centuria pasada.

Figura 2. Inscripción procedente de La Moleta empotrada en la fachada del Ayuntamiento de Elche. (Col. del autor)

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Otra cuestión llamativa del trabajo de Ale-jandro Ramos Folqués es que La Moleta es uno de los pocos yacimientos que aparece ubicado en todos los planos de hallazgos, prehistórico, prerromano y romano, convirtiéndose, junto a La Alcudia o El Castellar, en un enclave de primer orden para comprender la evolución del poblamiento antiguo en la comarca del Bajo Vinalopó.

A falta de más información bibliográfica y documental desconocemos por el momento si el Grupo Ilicitano de Estudios Arqueológi-cos actuó sobre el sitio, al igual que en otros yacimientos de los que sí tenemos constancia como, por ejemplo, en El Castellar, publicando en el año 1980 los resultados de sus trabajos de prospeccion.

A finales de la decada de los 80 del pasado siglo xx, La Moleta llama la atención esta vez de Rafael Ramos Fernández (Ramos Fernández, 1987) quien se hace eco de todas las noticias publicadas hasta el momento. Ramos enumera la existencia de estructuras visibles en superfi-cie que según él pudieron pertenecer a «lugares de habitación de planta rectangular, alineados formando calles.» También observa la existen-cia de «restos de muros que debieron responder a fortificaciones». A nivel material destaca la existencia de cerámicas asociadas a la Edad del Bronce junto a dientes de hoz, sin hacer men-ción a otros tipos cerámicos. Según él La Mo-leta pudo ser un poblado destacado de la Edad del Bronce del que dependería el puesto vigía fortificado de Caramoro I, orientados al control del Estrecho de Manga, camino obligado para superar el paso de las sierras del Búho y de les Animetes.

El último investigador que ha prestado atención al yacimiento que centra estas páginas fue Jesús Moratalla Jávega (2004), quien en su tesis doctoral titulada Organización del territorio y modelos de poblamiento en la Constestania Ibé-rica recupera este enclave, al tiempo que realiza

la revisión de los materiales arqueológicos de-positados en el Museo Arqueológico Provincial de Alicante (MARQ). El estudio de estos lotes le permite afinar la cronología del sitio sobre todo para época ibérica al identificarse frag-mentos de cerámica de producción local como, por ejemplo, cerámica pintada, cerámica co-mún, cerámica de cocina y de grades recipien-tes de almacenaje y transporte, como ánforas (Moratalla, 2004: 229). Por lo que respecta a las importaciones destaca una base anular de un plato de cerámica gris, un fragmento de ánfora púnica perteneciente al tipo PE-14, varios frag-mentos sin forma de cerámica ática de barniz negro y el borde de un ánfora greco-itálica (Fig. 3) (Moratalla, 2004: 229) Todos estos datos le permiten proponer, como hipótesis de partida, una fase de ocupación ibérica en La Moleta a caballo entre el siglo iv y el iii a.C., producién-dose su declive y abandono en un momento in-determinado del siglo iii a.C., sin llegar al siglo ii a.C. por la falta de registro material categori-zable en esto momento. (Moratalla, 2004: 230)

Figura 3. Fragmento de borde de ánfora greco-itálica procedente de La Moleta.

Moratalla, 2004: 229, fig. 113)

Por lo que respecta a la continuidad de ocupación de La Moleta en otras fases advier-te la existencia de piezas de cerámica pintada y cerámica común, a las que habría que sumar otros hallazgos procedentes de los trabajos de Pedro Ibarra como fragmentos de sigillata, res-tos de dolia o la inscripción localizada hoy en la fachada del Ayuntamiento, que podrían hablar de una ocupación romano-imperial (Moratalla, 2004: 229), aunque estos no son datos claros y

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definitorios debido a que el registro material de la superficie del asentamiento no es abundante y su identificación resulta complicada. La últi-ma fase de ocupación antigua, correspondien-te con un momento tardorromano (Reynolds, 1993), presenta exactamente los mismos pro-blemas a la hora de identificar y clasificar el re-gistro material visible en la superficie del asen-tamiento. A esta fase el autor también atribu-ye un lienzo murario localizado en la vertiente suroriental del cerrete realizado en mamposte-ría irregular trabado con una argamasa areno-sa, confeccionando así una construcción que llega a alcanzar 1,50 m de anchura y 50 m de longitud. (Moratalla, 2004: 229)

El último aspecto que se atiende en este trabajo es la relación del enclave con el medio en el que se inserta, y sobre todo con las vías de circulación. De igual forma que ya propu-siera Rafael Ramos al considerar La Moleta como un puesto destacado para el control del Estrecho de Manga durante la Edad del Bron-ce, en época Ibérica seguiría manteniendo esta importancia sobre todo si tenemos en cuenta que este paso es la vía que conduce hacia las canteras de la Sierra de Ferriol, lugar del que puede proceder la piedra empleada para con-feccionar las esculturas ibéricas de La Alcu-dia (Echalier y Montenat, 1977), por lo que la existencia de un asentamiento en este en-torno cobra especial relevancia si se relacio-na con el aprovisionamiento de este material (Moratalla, 2004: 230) y también por ser la puerta de acceso hacia las comarcas del inte-rior provincial.

panorama actual de la moleta

Desde la estación de tren de Renfe Elche-Parque tomamos el camino del Pantano en dirección al puente del Bimilenario siguiento todo su trazado hasta alcanzar la rotonda si-tuada en su extremo final. En ésta tomamos la tercera salida que nos conducirá a la Partida de Altabix. A escasos metros se situa una bifurca-

ción de la cual tendremos que tomar la vía de la izquierda. Avanzado unos cuantos metros se nos abrirá nuevamente otro cruce del que ten-dremos que tomar la senda de la izquierda que enlaza con una vía pecuaria en dirección a la presa del pantano. Siguiento esta senda a lo largo de 2,5 km. con pendientes muy poco pro-nunciadas alcanzaremos La Moleta tras atra-vesar antes un paso elevado sobre la Autopista A-7. El recorrido se puede hacer tanto andando como en coche siendo muy accesible hasta las faldas del motículo.

Una vez llegamos a La Moleta lo primero que nos planteamos fue buscar un camino de acceso viable que comunicara el llano con la parte alta del lugar para poder empezar el re-conocimiento de su superficie. En la falda SE del montículo se localiza una pendiente poco pronunciada que se puede aprovechar como vía de acceso hasta la cima.

Tras superar el desnivel existente con el llano alcanzamos la plataforma superior de La Moleta, donde se localiza el yacimiento pro-piamente dicho. La eminencia rocosa adopta

Figura 4. Aterrazamientos contemporáneosde La Moleta. (Terrasit de la Generalitat Valenciana)

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en planta una morfología similar a la de un riñón irregular con suaves ondulaciones en-trantes y salientes por el este, siendo su exten-sión aproximadamente de 1,5 Ha (Fig.1-C). La orientación viene marcada por un eje NE-SO, siendo la longitud total relativa del mon-tículo de 198,71 m., mientras que la amplitud varía entre la anchura máxima de 134,27 m., y la mínima de 62,68 m. Antes de describir las características del sitio tenemos que tener presente que se trata de un lugar alterado por las terrazas agrícolas de época contemporánea repartidas por toda su superficie (Fig. 4). Estas terrazas se organizan de forma paralela a un gran muro que atraviesa longitudinalmente, de norte a sur, todo el montículo, lo que su-pone un inconveniente añadido a la hora de evaluar la existencia de estructuras antiguas en superficie, convirtiéndose en ruido de fon-do que puede llevar a confusiones y errores. Además, también nos están advirtiendo de procesos de remoción y traslado no controla-dos de piedras y tierra en toda la superficie de La Moleta para la construcción de estos ate-rrazamientos, recordándonos que el lugar estu-vo hasta hace un par de décadas en cultivo, lo que puede haber afectado casi con seguridad a la secuencia sedimetaria del lugar y a las cons-trucciones antiguas.

Otro factor que tenemos que matizar, y que influye en la visibilidad superficial de los materiales, es la existencia de una fina pelicula vegetal que cubre parcialmente todo el plano de la meseta, concentrándose sobre todo en la vertiente sur, sureste y noreste; en consecuen-cia estos se convierten en los sectores donde se intuye una mayor potencia estratigráfica de la que obtener unos resultados más precisos. Conforme avanzamos desde el área meridional hacia la mitad norte de la plataforma ameseta-da la potencia sedimentaria desciende consi-derablemente, hasta ser inexistente en deter-minadas zonas donde queda al descubierto el núcleo estéril de roca madre natural.

A continuación describiremos los resulta-dos de nuestra visita a la plataforma superior del asentamiento atendiendo a los distintos elementos documentados, estructurales y ma-teriales.2

La posible muralla del asentamientoAl empezar los trabajos siguiendo el perfil

de la plataforma superior de La Moleta pudimos comprobar la existencia de un gran majano o caballete de tierra que se extendía por todo el contorno del montículo configurando un recin-to irregular de silueta ovalada que se adaptaba perfectamente a la geomorfología del cerrete. (Fig. 5)

En algunos puntos este majano de tierra aparecía desmontado dejando ver un canchal de piedras bastante potente de entre 1,20 a 1,40 m. de grosor (Fig. 6). Dedujimos que al jalo-nar todo el perímetro de La Moleta se trataba de los restos de una muralla muy mal conser-vada, posiblemente la que otros autores citan, siendo prácticamente visible en la vertiente oeste, donde se conserva un zócalo de apro-ximadamente 0,62 m. de grosor (Fig. 7). De confirmarse nuestra hipótesis la muralla de La Moleta se convertiría en uno de los elementos más presentes y significativos del conjunto ar-queológico, haciendo de éste una plaza prác-ticamente inexpugnable por todos sus frentes.

2 Durante el trabajo de campo no fueron recogidos ma-teriales arqueológicos, únicamente fueron fotografia-dos. Por ello las conclusiones que aquí presentamos son a todas luces hipótesis de trabajo que deberán mejorarse en un futuro con la correcta revisión de los materiales existentes en los fondos del Museo Ar-queológico y de Historia de Elche (MAHE), Museo Arqueológico Provincial de Alicante (MARQ), y una prospección más minuciosa que se centre en una microprospección contextualizada de todos los ítems materiales. Si bien, no podemos olvidar que tan solo una excavación arqueológica nos permitirá obtener la secuencia estratigráfica del sitio, a partir de la cual poder establecer la periodización de la vida del asen-tamiento.

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Figura 6. Acumulaciones de piedra. Posible desmonte de la muralla de la vertiente este de La Moleta. (Col. del autor)

Figura 5. Vista aérea de La Moleta en la que se intuye el majano perimetral que define el contornode la posible muralla del asentamiento antiguo señalado en los rectángulos rojos. (Google Maps)

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No obstante, tenemos que decir que existe una aparente discontinuidad en el frente este, donde el trazado se encuentra interrumpido por una gran abertura (Fig. 8), es decir, el punto por el que hemos accedido a la plata-forma superior. Este espacio está flan-queado por grandes piedras clavadas verticalmente, al tiempo que conecta con una suave pendiente, hoy en día en un pésimo estado de conservación. Creemos que este lugar actúa como acceso principal al asentamiento, aunque resulta bastante aventurado establecer su periodo de uso a falta de un estudio preciso de materiales. La sección del vano permite observar la técnica constructiva de la mura-lla, elaborada a partir de un zócalo de grandes piedras ciclópeas sobre las que seguramente podemos intuir un alzado de adobes o tapial. En esta zona el carácter fortificado queda fue-ra de toda duda. Por último, señala-mos la identificación de una posible torre o bastión circular también en esta vertiente. Se encuentra bastante arrasado aunque es reconocible en fo-tografía aérea.

Estructuras visibles en su su-perficie

El espacio interior del recinto amurallado, de ser cierta la hipótesis planteada a la hora de indentificar el lienzo defensivo, quedaría reservado para la edificación de las distintas áreas domésticas o funcionales, don-de se desarrollarían las actividades de la comunidad que ocupó La Moleta. A falta de un estudio más preciso, he-mos podido comprobar como la me-seta de La Moleta, que baja de norte a sur en progresiva y suave pendien-te, aparece totalmente aterrazada en

Figura 7. Zócalo de mampostería prácticamente arrasado. Posible muralla de la vertiente oeste de La Moleta. (Col. del autor)

Figura 8. A) Interrupción del trazado de la muralla y rampa del posible acceso principal de La Moleta. B) Sección derecha del

vano en la que se puede ver el zócalo de piedra ciclópea, señalado con los recuadros rojos. (Col. del autor)

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mampostería en seco dando lugar a los banca-les agrícolas contemporáneos. No obstante, y a pesar del ruido de fondo que puedan ge-nerar, hemos logrado identificar una serie de estructuras, sobre todo en la vertiente este, en las proximidades del posible acceso prici-pal del asentamiento, y en la vertiente nores-te, comprobando lo que ya apuntaba Pedro Ibarra sobre la existencia de unas «pequeñas cuadras a flor de tierra».

Las estructuras identificadas no afloran de manera clara en superficie, aunque se pueden rastrear e intuir a partir de pequeños montícu-

Figura 9. Estructuras en la vertiente noreste. En rojo se señala ladisposición de la «cuadras» de planta rectangular. (Google Maps)

Figura 10. Disposición de los montículos correspondientes a las «cuadras» de Pedro Ibarra. (Col. del autor)

los de tierra en relieve que sobresalen en la superficie. Además en el espacio donde se localizan estas alteraciones suele aparecer también piedra de ta-maño grande y mediano a la misma cota que el nivel de circulacion debi-do quizás a procesos postdeposiciona-les que han alterado la conservación y la estratigrafía de las estructuras existentes.

En la vertiente noreste de la meseta superior de La Moleta Pedro Ibarra (Ibarra, 1926) señalaba la exis-tencia de un conjunto de «pequeñas cuadras a flor de tierra». En nuestra exploración corroboramos las afirma-ciones de Pedro Ibarra. Se trata de una batería seguida de montículos de tierra dispuestos de forma paralela al majano de tierra identificado como muralla. Las «cuadras», reconocibles en fotografía aérea (Fig. 9), adoptan una planta rectangular de medidas si-milares, siendo más largas que anchas (Fig. 10). El espacio abierto entre los montículos de las estructuras y el ma-jano de la muralla puede actuar como área de paso, es decir, como calle o vía que artícula la circulación interna por el asentamiento.

Respecto a las estructuras localizadas en la vertiente este tenemos que decir que su identi-ficación resultó mucho más complicada al no mostrar una apariencia tan clara como las de la vertiente noreste. Aún así pudimos documentar lo que parecen dos ambientes separados por una calle central. El Ambiente A se encuentra jalo-nado por tres posibles muros perimetrales que lo cierran por el norte, el sur y el este. Estos mu-ros están muy arrasados, y sólo se intuyen por la disposición en línea continua que siguen varias piedras, aún así pudimos comprobar que su gro-sor medio era de 0.62 m. El espacio interno del

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Ambiente A, a su vez, se encuentra comparti-mentado por dos estancias, una de gran tamaño de cerca 4 m. de amplitud, y otra más pequeña de aproximadamente 2,37 m. (Fig. 11). Separando el Ambiente A del Ambiente B identificamos lo que posiblemente puede ser una calle o vía de circulación interna del asentamiento. El Am-biente B sigue el mismo patrón que el anterior-mente descrito. Las estructuras de esta vertiente, además, siguen una disposición idéntica a las de la vertiente noreste, disponiéndose de forma pa-ralela al trazado de la posible muralla, una junto a otra, separadas únicamente por vías de paso o calles (Fig. 12). No obstante, mientras que en la vertiente noreste no se ha identificado una com-partimetación clara de las «cuadras» en el sector este hemos podido comprobar como el tamaño de las estructuras es mucho mayor, lo que faci-lita y habilita la posibilidad de compartimentar el espacio interno. En fotografía aérea se pueden intuir otros ambientes más que nosotros no pre-sentamos.

Materiales visibles en La MoletaLa cantidad de material localizado en la

plataforma superior de La Moleta es muy ele-vada y se reparte por toda la superficie, aunque con una clara concentración sobre todo en la vertiente este y noreste donde el aporte sedi-mentario es mayor. En cuanto a las característi-cas tenemos que decir que el tipo más abundan-te ha sido la cerámica, fabricada tanto a mano como a torno. A este material le sigue, aunque en un claro descenso progresivo en sus propor-ciones, los restos de elementos constructivos, también elementos líticos y por último escorias de metal.

La cerámica a mano que hemos identifica-do puede mostrar tanto cocción oxidante, con pastas de color anaranjado, como cocción re-ductora, con pastas de tonalidad castaña oscura con el núcleo grisáceo y negruzco. Los desgra-santes son abundantes y muy bastos, formados básicamente de caliza, cuarcita o chamota,

Figura 11. Ambiente A, donde se puede observar la compartimentación del espacio en dos áreas. Escala de referencia de 3 m. (Col. del autor)

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ofreciendo una superficie irregular y rugosa tan-to en la superficie exterior como en la interior del fragmento. Las formas mas destacadas son las bases planas sin talón. Los bordes de cerámi-ca a mano no son muy abundantes, habiéndo-se identificado tan sólo uno que se caracteriza por ser un borde saliente vuelto, con el labio redondeado. Su cocción es oxidante, presen-tando una tonalidad anaranjada y su desgrasan-te es abundante y grueso, compuesto de caliza, cuarcita y chamota.

Respecto a la cerámica a torno, hemos identificado dos tipos básicamente. Por un lado, cerámica ibérica, caracterizada por las pastas de cocción oxidante, de tonalidad anaranjada o beige, con desgrasante fino y abundante donde destaca como elemento sigular la mica. El otro tipo de cerámica a torno dominante es la roma-na. Se caracteriza por presentar pastas bastante compactas, de cocción oxidante con tonalida-des que varían desde los naranjas oscuros a los naranjas o beige claros. El desgrasante es fino

Figura 12. Espacio abierto entre el Ambiente A y la posible muralla (majano de piedras)(Col. del autor)

y abundante, predominando el tipo volcánico de la Campania, además del calizo o el mica-ceo. La cara externa, sobre todo en las ánforas, aparece cubierta por un engobe o fina pelícu-la de color amarillento, algo que identifica a este tipo de cerámica. Entre los materiales más significativos destacamos varios fragmentos informes de terra sigillata de cocción oxidante de tonalidad castaña clara y pasta bastante de-purada. El barniz por fuera y por dentro varía desde las tonalidades en ocre claro hasta los naranjas. Posiblemente, estamos ante la terra sigillata aretina que cita Pedro Ibarra o tam-bién entraría dentro del grupo de las sigillatas claras tardías. (Fig. 13)

También hemos podido identificar, repar-tidos por toda la superficie del lugar, restos de material constructivo, posiblemente tégulas e ímbrices romanos (Fig. 14), que se emplearían para las cubiertas de las viviendas; así como molinos de piedra circulares y barquiformes (Fig. 15) empleados para moler el cereal y ob-

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Figura 13. Sigillata reconocible en el nivel superficial de La Moleta (Col. del autor)

Figura 14. Material constructivo antiguo del nivel superficial de La Moleta (Col. del autor)

Figura 15. Restos de molinos del nivel superficial de La Moleta (Col. del autor)

tener harina con la que preparar alimentos. Estos elementos aparecieron formando una pequeña acumulación que nos llevó a pensar en su desplazamiento y acopio producto de rebuscas de clandestinos o visitas al lugar por senderistas. Por último, destacamos la presen-cia de escorias de metal, básicamente hierro, relacionadas con algún tipo de actividad de fundición y trabajo de este metal en La Moleta durante época antigua.

concluSIoneS

Este trabajo ha surgido como un revulsi-vo ante el abandono secular de este importante yacimiento ilicitano dado a conocer por el his-toriador Pedro Ibarra a finales de los años 20 del pasado siglo y olvidado por la investigación reciente. Los resultado han sido satisfactorios en tanto en cuanto no sólo hemos podido iden-tificar las estructuras que tradicionalmente se han venido apuntando en la tradición biblio-gráfica, es decir, la muralla y las «cuadras», sino que hemos podido incluso materializarlas en un lugar hasta ahora invisible y apuntar la existen-cia de otras nuevas como el acceso principal o la torre-bastión de planta circular.

Por otro lado, la cultura material apunta la existencia de tres fases claras, aunque cono-cidas muy vagamente. Una primera que puede responder a los parámetros de la Edad del Bron-ce Final, a partir de la identificación de la bases planas de cerámica a mano, así como el tipo de pasta con el que están confeccionadas, con-firmando la propuesta de periodización inicial lanzada por Rafael Ramos. Aunque tenemos que decir que la cerámica a mano que noso-tros hemos observado no es un elemento claro y definitivo que nos caracterice con precisión un horizonte de Bronce Final en tanto que esta cerámica, al relacionarse fundamentalmente con actividades domésticas, su elaboración, queda circunscrita a este ámbito, pudiendo per-vivir en otras épocas como parece ocurrir en los primeros momentos del Hierro Antiguo, siglos

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vii-vi a.C. groso modo, como se observa en yaci-mientos cercanos como el de Peña Negra (Cre-villente) (González Prats, 1983).

La segunda fase está relacionada con un contexto ibérico, como así deducimos por la cerámica a torno, de pasta fina. Esta se situa-ría, siguiendo la propuesta de Jesús Moratalla, entre los siglos iv-iii a.C., llegando a su fin en un momento impreciso de finales del siglo iii a.C. o principios del ii a.C. (Moratalla, 2004: 228-231) Lo destacado para este momento es su función de puesto de control del paso que conduce hacia la canteras de piedra de donde pudo extraerse la piedra para esculpir las escul-turas que han dado fama al yacimiento de La Alcudia.

A la fase ibérica le seguiría la romana, algo bastante curioso, ya que por norma ge-neral los asentamientos romanos no se suelen situar en lo alto de montículos o elevaciones montañosas. Según la cronología de las sigilla-tas es posible que estemos ante un asentamien-to que podemos fechar entre el siglo i a.C. y el siglo i d.C., lo que encaja con la fecha dada al bloque inscrito empotrado actualmente en la fachada del Ayuntamiento de Elche. Por otro lado, la fecha tardía de las sigillatas claras nos llevan a un momento próximo del siglo iii-iv a.C., relacionado con el último momento de ocupación del yacimiento, es decir, época tar-dorromana.

Este planteamiento no deja de ser una hipótesis de trabajo que debe ser tomado con suma cautela, ya que se ve condicionado por el escaso material observado durante el trabajo de campo en tanto que la visibilidad y las con-diciones sedimentarias en las que se encuen-tra el sitio tras haber sufrido diversos procesos postdeposicionales, condicionan los resultados que podamos inferir. Además, el estado del ma-terial arqueológico visible en superficie aparece muy fragmentado y sin formas claras que permi-tan hacer mayores matizaciones.

Por ello, siempre será necesario contrastar la información que ofrecemos con la que po-demos extraer de una excavación arqueológi-ca para poder concluir una interpretación más precisa del asentamiento. Junto a ello, la revi-sión y estudio de los materiales existentes en el MAHE será también necesario de cara a la contextualización de los mismos y del propio yacimiento.

Independientemente, no cabe duda de que su amplia secuencia ocupacional evidencia la importancia que tuvo este sitio en el pasado en el Bajo Vinalopó, actualmente de difícil inter-pretación. Solo un proyecto de investigación mayor que contemple nuevas prospecciones en La Moleta y su entorno, así como campa-ñas de excavación sistemáticas podrán ofrecer una explicación histórica al asentamiento y re-plantear a través de la informacion obtenida la problemática de la ocupación humana en esta región geográfica.

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LAFESTA