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Editorial Comité editorial: Martha Quiles Karla Hernández Nayda Román Caroline Forastieri Melany Rivera En este volumen: Editorial Por: Martha Quiles pág. 1 La realidad de la fantasía Por: Karla Hernández pág. 2-3 Leer a Freud Por: Maileen Souchet pág. 4-5 Verdad y palabra en el proceso de análisis Por: Irmaris Ríos pág. 6 Lo que no se habla del Complejo de Edipo Por: Nina Ramírez pág. 7-8 Freud ante la esfinge Por: Eduardo Valsega pág. 8 Presentaciones: ¿Era Sigmund Freud un fraude o un visionario? Por: Verónica Vélez pág. 9-11 Del mito de Edipo Rey a la realidad psíquica del Complejo de Edipo Por: Caroline Forastieri pág. 12-15 Por: Martha del Carmen Quiles Jiménez Volumen 2 Diciembre 2012 Si nos encon- tramos en la en- crucijada de estar inmersos entre mi- tos y realidades, lo más sensato es poner a dialogar ambos conceptos. Y es que en todo mito hay un sus- trato de realidad, así como en toda realidad hay un sustrato mítico. El Psicoanálisis ha podido con- ciliar el mito y la realidad, haci- endo de éstos referentes teóri- cos de su práctica. Así como hay diversos mi- tos, hay diversas realidades. Sin embargo, nos obstinamos en pensar la realidad como unívoca y externa. Entonces parecería que habláramos del mito de la realidad, pero pare- cer- no es ser. El Psicoanálisis abre la posibilidad de una reali- dad distinta, o más bien- de realidades distintas. Se trata de la realidad psíquica, que es particular para cada sujeto. Y en esta realidad psíquica, se va a conjugar una experiencia mítica de satisfacción- mar- cada por la completud- convir- tiéndose en nuestro horizonte de vida. Y es que el horizonte se perfila, pero a éste nunca se llega. Con gran anhelo interro- gamos el origen, buscando un saber- nos convertimos en crea- dores de mitos y realidades, indagando incesantemente un sentido que no hallamos. Pero el deseo insiste, y poco le im- porta si la existencia está fun- damentada en mitos o reali- dades- su fuerza es perenne. Ante este panorama, les presentamos cómo el Psi- coanálisis alude a lo propio: desde el papel de la fantasía, hasta la búsqueda de verdad. Asimismo, veremos cómo la “resolución” de un mito, tras- toca la realidad. En tanto, en- frentaremos lo peligroso de en- tender demasiado pronto y nos aventuramos encarar los ter- renos inciertos de la condición humana. Al fin y al cabo, una encru- cijada- también puede ser un “lugar donde se cruzan dos o más calles o caminos”¹- y es en esa confluencia que podemos aspirar, caminar hacia la ver- dad. Aquello que encontremos en el camino nos mostrará que no importa si sea mito o reali- dad, es la pregunta lo que nos mueve. Y en nuestro intento por comprender, tendremos que asumir entre mitos y realidades, que tal como indicó Lacan: “lo comprensible es un termino fu- gitivo, inasible.”² ¹ Diccionario de la Real Academia Española - http://ema.rae.es/drae val=encrucijada ² Lacan, J. Lacan, J. (1955-56). Seminario 3: “Las psicosis”, Buenos Aires, Paidós, 2010. Dalí, S. (1963) “La ciudad de los cajones”
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(a)Palabra 2: Entre mitos y realidades

Jan 22, 2023

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Page 1: (a)Palabra 2: Entre mitos y realidades

Editorial Comité editorial:

Martha Quiles

Karla Hernández

Nayda Román

Caroline Forastieri

Melany Rivera

En este volumen:

Editorial Por: Martha Quiles

pág. 1

La realidad de la fantasía Por: Karla Hernández

pág. 2-3

Leer a Freud Por: Maileen Souchet

pág. 4-5

Verdad y palabra en el

proceso de análisis Por: Irmaris Ríos

pág. 6

Lo que no se habla del

Complejo de Edipo

Por: Nina Ramírez

pág. 7-8

Freud ante la esfinge Por: Eduardo Valsega

pág. 8

Presentaciones:

¿Era Sigmund Freud un

fraude o un visionario? Por: Verónica Vélez

pág. 9-11

Del mito de Edipo Rey a

la realidad psíquica del

Complejo de Edipo Por: Caroline Forastieri

pág. 12-15

Por: Martha del Carmen Quiles Jiménez

Volumen 2 Diciembre 2012

Si nos encon-

tramos en la en-

crucijada de estar

inmersos entre mi-

tos y realidades, lo

más sensato es

poner a dialogar

ambos conceptos.

Y es que en todo

mito hay un sus-

trato de realidad,

así como en toda

realidad hay un

sustrato mítico. El

Psicoanálisis ha podido con-

ciliar el mito y la realidad, haci-

endo de éstos referentes teóri-

cos de su práctica.

Así como hay diversos mi-

tos, hay diversas realidades. Sin

embargo, nos obstinamos en

pensar la realidad como

unívoca y externa. Entonces

parecería que habláramos del

mito de la realidad, pero pare-

cer- no es ser. El Psicoanálisis

abre la posibilidad de una reali-

dad distinta, o más bien- de

realidades distintas. Se trata de

la realidad psíquica, que es

particular para cada sujeto. Y

en esta realidad psíquica, se va

a conjugar una experiencia

mítica de satisfacción- mar-

cada por la completud- convir-

tiéndose en nuestro horizonte

de vida. Y es que el horizonte se

perfila, pero a éste nunca se

llega. Con gran anhelo interro-

gamos el origen, buscando un

saber- nos convertimos en crea-

dores de mitos y realidades,

indagando incesantemente un

sentido que no hallamos. Pero

el deseo insiste, y poco le im-

porta si la existencia está fun-

damentada en mitos o reali-

dades- su fuerza es perenne.

Ante este panorama, les

presentamos cómo el Psi-

coanálisis alude a lo propio:

desde el papel de la fantasía,

hasta la búsqueda de verdad.

Asimismo, veremos cómo la

“resolución” de un mito, tras-

toca la realidad. En tanto, en-

frentaremos lo peligroso de en-

tender demasiado pronto y nos

aventuramos encarar los ter-

renos inciertos de la condición

humana.

Al fin y al cabo, una encru-

cijada- también puede ser un

“lugar donde se cruzan dos o más calles o caminos”¹- y es en

esa confluencia que podemos

aspirar, caminar hacia la ver-

dad. Aquello que encontremos

en el camino nos mostrará que

no importa si sea mito o reali-

dad, es la pregunta lo que nos

mueve. Y en nuestro intento por

comprender, tendremos que

asumir entre mitos y realidades,

que tal como indicó Lacan: “lo

comprensible es un termino fu-

gitivo, inasible.”²

¹ Diccionario de la Real Academia

Española - http://ema.rae.es/drae

val=encrucijada

² Lacan, J. Lacan, J. (1955-56).

Seminario 3: “Las psicosis”, Buenos

Aires, Paidós, 2010.

Dalí, S. (1963) “La ciudad de los cajones”

Page 2: (a)Palabra 2: Entre mitos y realidades

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Volumen 2 Diciembre 2012

La realidad de la fantasía Por: Karla Hernández

“Mirad el cielo. Preguntad: ¿el cordero ha comido

a la flor? Y veréis cómo todo cambia…”

“¡Y ninguna persona mayor comprenderá jamás que

tenga tanta importancia!”

- Antoine de Saint-Exupéry

“El Principito”

“… poco a poco aprendemos a comprender que en

el mundo de las neurosis la realidad psíquica es la

decisiva.”

-Sigmund Freud

23ª conferencia: Los caminos de la

formación del síntoma

El Principito es un cuento como muchos otros

que juegan bellamente y creativamente con los

límites que distinguen la realidad y la fantasía. Esas

fronteras que entre éstas se desdibujan en el

cuento, posibilitan tramar historias, paisajes, mun-

dos, personajes y figuras in-creíbles que mientras

uno va adentrándose más profundamente en su

lectura, uno se pierde y se con-funde hasta ya no

saber qué corresponde a la realidad o la fantas-

ía…

En el cuento El Principito se ve de manera

muy particular la potencia de la fantasía, nos vol-

vemos es-pectadores de lo que un

sujeto es capaz de hacer a través de

ésta. Una de las primeras escenas

luego de que se cayera el avión del

hombre piloto, en medio del desier-

to, por la avería del motor, ocurre el

primer encuentro entre el piloto y el

pequeño príncipe. En ese momento

donde al piloto se le aparece ese

extraño y pequeño hombrecito, éste

se le acerca precipitadamente a pedirle un dibu-

jo de un cordero. Un pedido que era insólito y

hasta absurdo para un adulto que se encontraba

en medio del desierto. Sin embargo, para ese jo-

ven príncipe no era nada de extraño lo que exig-

ía, todo lo contrario ese dibujo era para él una

cuestión muy seria e importante. Pero, ninguno

de los dibujos que hacía aquel agobiado hombre

le gustaban a su exigente juez. El piloto terminó

dibujando una simple caja para que lo dejara

tranquilo. El hombre hace un dibujo garabateado,

sin sospechar como su fiel admirador reaccionar-

ía. Al terminarlo le dice al pequeño príncipe que

el dibujo era una caja y adentro estaba el corde-

ro. El piloto se queda perplejo al percatarse del

rostro maravillado y lleno de emoción de su pe-

queño seguidor dejando ver que le gustó el gara-

bato. ¿Por qué el principito reacciona tan felíz al

recibir el dibujo de una caja? ¿Por qué pide un

cordero? ¿Por qué, si lo que quería era un corde-

ro, le gusta la caja donde no hay ninguno? ¿Qué

fantasías se hace el principito sobre la caja y el

cordero que aparentemente está adentro?

Con estas preguntas surge la oportunidad de

poner a dialogar este cuento con el psicoanálisis,

para así explorar y profundizar otras dimensiones

de la fantasía que Freud descubrió a través de su

trabajo minucioso de la psiquis humana.

Es muy importante destacar que Freud lleva-

ba a cabo una clínica que dejaba al paciente

escoger libremente el tema del cual quisiera

hablar. La única regla que establecía Freud para

iniciar un proceso de análisis era que el paciente

dijera todo lo que le pasara por su mente sin im-

portar cuan trivial, vergonzoso o extraño le pare-

ciera. Y es que Freud asumía muy en serio cada palabra del paciente, cada detalle mencionado.¹

Le prestaba la misma atención a todo lo escucha-

do, para él no había algo que fuera irrelevante o

insignificante en su decir. Esa seriedad con la que

Freud trataba la palabra del paciente lo llevó a

darle un valor clínico a la fantasía. Encuentra

que este fenómeno, al igual que

los sueños, no es sólo una inven-

ción del sujeto, no se queda en

un puro imaginar, y por tanto no

se limita a su imaginación. No

sólo el sujeto imagina cosas eróti-

cas, extrañas, o disparatadas.

Freud va más allá del nivel des-

criptivo de la fantasía, y da

cuenta de la complejidad de lo

que se juega en ella.

Uno de los planteamientos más importante

de Freud sobre la fantasía es que ésta puede ac-

tuar con toda la fuerza de las vivencias reales.

Freud se da cuenta que el paciente hablaba de

ellas con el mismo ahínco, afecto e intensidad

como aquellas que ocurrieron en la realidad. Esa

fuerza de la fantasía la podemos apreciar en el

principito cuando éste habla de la caja y el cor-

dero como si fueran objetos reales. El llega a

“Una caja es un

lugar vacío y a la

misma vez un

espacio…”

Continúa en la pág. 3

Page 3: (a)Palabra 2: Entre mitos y realidades

3

Volumen 2 Diciembre 2012

decir que la caja puede ser la casa del cordero.

Dice del animal que no es tan pequeño y que se

había dormido dentro de la caja, y habla de ali-

mentarlo. Hay además una conmoción envuelta,

un asombro, un júbilo y entusiasmo que nos dan

pista de que para él la caja y el cordero son de

verdad.

¿Cómo es posible que las fantasías se

igualen a las vivencias reales? ¿Dónde radica lo

común entre ambas? ¿Qué es entonces una fan-

tasía? Freud plantea que el contenido de la fan-tasía posee una realidad psíquica.² Lo que él

quiere decir con eso es que el sujeto le da un pe-

so que pesa de igual manera que lo vivido en la

realidad. Para el sujeto la fantasía cuenta en sus

cuentas libidinales igual que la realidad. Lo vi-

venciado por el sujeto, como lo son las fantasías,

son siempre una construcción subjetiva donde él

da cuenta de aquello que le es propio, es decir,

que lo vincula consigo mismo. Freud entiende

que cada sujeto le da un significado particular al

contenido de su fantasía, pero siempre infantil,

encubriendo recuerdos, vivencias infantiles, dese-

os, huellas anímicas, entre otras cosas. Esto le da

pista a Freud para pensar que hay algo que se

cifra en ellas. El principito vive en un diminuto pla-

neta donde solamente hay un volcán, un árbol y

una flor la cual ha sido su única amiga de la cual

él esta consciente que es frágil. ¿Será por ello que

el cordero cobra vida, lo construye en su mundo

imaginario no tan viejo, a lo mejor jovencito como

él; ni tan pequeño, pero tampoco tan grande; a

lo mejor solitario como él, buscando un amigo al

igual que él? ¿Lo que se cifra en su fantasía

no será su soledad? ¿Estará intentado dar

cuenta de ella, de la tristeza y la vulnerabilidad

que la arropa? Buscando que el cordero

lo consuele, una caja que sirva de pro-

tección, un manso cordero que no le

haga daño a la flor y tampoco a él.

¿Por qué el sujeto recurre a la fantasía?

¿Por qué el principito no pide un cordero de ver-

dad? Retomando la pregunta, ¿por qué se pone

tan contento con la caja si lo que quería era un

cordero? Freud afirma que el sujeto para someter-

se a lo que él llama principio de realidad, esto es

asumir todo aquello que se vincula y exige el

mundo exterior, tiene que renunciar a diversos ob-

jetos fuentes de placer que le imponen un límite a

su satisfacción. Sin embargo, el sujeto no hace

una renuncia sin buscar alguna compensación.

Encuentra en la fantasía un recurso que le permi-

te recrear aquello que le falta en la realidad. A

la luz de esto podemos pensar que lo que al pa-

recer está ausente en la realidad del principito es

un amigo. Él no quería un dibujo concretamente

sino un referente para construirse uno propio, para

que pudiera ser como él lo deseaba.

Freud propone que ante la insatisfacción

que padece el sujeto, la fantasía viene a ser una

vía para obtener una satisfacción. Por eso Freud

es claro al decir que en ella se juega una dimen-

sión económica debido a la ganancia que el su-

jeto obtiene en sus producciones imaginarias que

había perdido en la realidad. Respecto a la fan-

tasía Freud nos dice: “Ahí tiene permitido pulular y

crecer todo lo que quiera hacerlo, aún lo inútil, hasta lo dañino”.³ Paradójicamente la caja fue

precisamente lo que le permitió al principito cons-

truirse una fantasía. Una caja es un lugar vacío y

a la misma vez un espacio. Hay en ella una ambi-

güedad, no hay nada, pero por ello es que hay

una ganancia. Uno puede guardar cualquier co-

sa o hasta convertirla en otro objeto. Para el soli-

tario príncipe la caja puede ser todo lo que él qui-

siera. Todas las posibilidades de lo que podría

convertirse la caja desbordan el límite, es decir,

repetirse la posibilidad del principito de seguir fan-

taseando, considerando que vive en un diminuto

planeta donde no cabe casi nada.

¹ Miller, Jacques-Alain (2005). Efectos terapéuticos rápidos. Conversaciones Clínicas con Jacques-Alain Miller en Barce-

lona, pág. 14. ² Freud, S. (1916). 23ª conferencia, Los caminos de la formación

del síntoma. En Obras Completas, Tomo XVI. Amorrortu Ed.

³ Ibid. pág. 38

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Volumen 2 Diciembre 2012

Leer a Freud Por: Maileen Souchet¹

“¿De qué nace su aversión al psicoanálisis?

- Es que son puros mitos, puros cuentos. Nunca se ha visto

un psicoanalista haciendo experimentos, ni a Freud. Las

ciencias que se estudian hechos se hacen experimentos.

La psicología hace experimentos hace siglo y medio. Los

psicoanalistas no estudian ciencia, estudian fantasías.”

-Entrevista a Mario Bunge²

“El sabio que hace la ciencia es sin duda un sujeto él

también, e incluso particularmente calificado en su consti-

tución, como lo demuestra el que la ciencia no haya

venido al mundo sola (que el parto no haya carecido de

vicisitudes, y que haya sido precedido de algunos fracasos:

aborto o prematuración)”

-Jaques Lacan

Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el

Inconsciente freudiano”³

Desde sus inicios, han sido variadas las críti-

cas en contra de la propuesta del psicoanálisis

freudiano y sus prácticas. Al que se ha ocupado

del rigor de la lectura y la práctica tanto clínica

como conceptual del psicoanálisis, algunas de

estas críticas resultan más del lado del descono-

cimiento y del pre-juicio apresurado, otras, pare-

cen propuestas para el pensamiento único. Por

ejemplo, el físico matemático argentino, Mario

Bunge ha sostenido duras críticas que parten de

la premisa de un empirismo-experimental como

el único modo de crear conocimiento llamado

científico y nombra como “macaneo” a la prác-

tica analítica. Es interesante que además de

querer referirse con esto al “decir tonterías, menti-

ras o embustes”, también macaneo quiere decir “trabajar con constancia y ahínco”.⁴ Freud, quien

fue un riguroso pensador de los fenómenos hu-

manos y no un “charlatán” dedicó vida y obra al

rigor conceptual y llevó a cabo una ruptura epis-

temológica en tanto y en cuanto subvierte la idea

de lo que en las prácticas humanas alude a la

relación entre aquello que llamamos mentiras,

fantasías, mitos y cuentos y, su indisoluble relación

con una verdad.

Para dar cuenta de su ahínco y trabajo,

hay que acercarse a las aportaciones freudianas.

Estas aportaciones implican una discusión con-

ceptual en su trasfondo, en su contexto, en su am-

plitud de elaboración y en sus transformaciones y

críticas, pero sobre todo, en el estudio de su edifi-

cio epistemológico sostenido en un diálogo con-

stante entre teoría y práctica. No es posible desli-

garnos de cómo la reflexión analítica se origina en

los encuentros clínicos, es decir, el espacio en el

que se consulta por alguna afección o dolencia.

Podríamos argumentar que el “laboratorio” de

experiencias analíticas es el espacio clínico.

Desde ahí nace, se interroga y se reelabora la te-

orización freudiana y desde allí hay que comenzar

a conocerla. Sin embargo, su edificio conceptual

traspasó la práctica con “enfermos” y planteó

una concepción amplia de lo subjetivo, de lo

humano.

Cabe advertir que si el lector no se acerca

directamente a la obra freudiana puede encon-

trar interpretaciones superficiales de concep-

ciones centrales y fundamentales acerca de lo

que Freud nombró como sexualidad infantil, pul-

sión de muerte, el ello, el yo y el superyó, perver-

sión polimorfa y complejo de Edipo, entre otros,

pero quizás, del más importante de todos, lo in-

consciente. Muchos de estos conceptos freu-

dianos atraviesan desfiguraciones y banali-

zaciones inexactas tipo “fast track” sin el mínimo

rigor de acercamiento directo al autor y su

palabra escrita. Por ejemplo, en el texto llamado

simplemente Psicología de Charles G. Morris y

Albert A.

Maisto se

define el

inconsci-

ente como

“todas las

ideas, pen-

samientos

y senti-

mientos de

los que

normal-

mente no estamos conscientes”.⁵ Esta definición

reduccionista sólo plantea una oposición con lo

que no es consciente (peñón conceptual que

merece más profundidad). De hecho, no es

posible la comprensión del concepto de lo incon-

sciente en Freud sin la de deseo inconsciente, y,

vale aclarar que éste no se reduce a la noción de

“antojo”. Si interesa conocer qué propuso Freud

Continúa en la pág. 5

Page 5: (a)Palabra 2: Entre mitos y realidades

5

Volumen 2 Diciembre 2012

como deseo inconsciente se le invita a iniciar la

lectura del capítulo 7 de “La interpretación de los

sueños” y comenzar a abrir interrogaciones. Por lo

pronto, volviendo a Morris y Maisto, ¿qué quieren

decir con pensamientos y sentimientos? ¿Qué

relación guarda cada uno con lo que Freud de-

nominó como inconsciente?

Retomando la crítica que se le hace al

psicoanálisis en torno a la ausencia de

“experimentación” empírica, habría que tomar en

cuenta cómo todo quehacer que produce cono-

cimiento está ligado al modo en que se repre-

senta el fenómeno estudiado. Es decir, no hay

modo de mirar un fenómeno si no se toma en

cuenta la perspectiva conceptual que le pro-

duce. Siempre resulta “peligroso” entender dema-

siado rápido un concepto, o asumir que sólo con

escuchar un término se sabe de lo que se está

hablando. Escapa también, cómo aquel que in-

vestiga, el científico, está sujeto a los discursos y a

los modos en que interpreta un fenómeno. Cabe

recordar que todo concepto en la ciencia no

está desligado de su fundamentación, de su crea-

dor, de su modo de explicación y de su relación

con el lenguaje.

Entonces, las teorías científicas son abstrac-

ciones de la realidad elaboradas por sujetos hu-

manos. Por ello, algunos conceptos freudianos

pueden ser constatados fácilmente en lo cotid-

iano, esto al riesgo de perder su rigor. Allí, en su

fácil re-conocimiento encuentran resistencias, evi-

taciones y falacias, su “crudeza” repele, disgusta y

de “eso” no se quiere saber. Por su parte, la ética

analítica propone que el clínico que escucha

desde el edificio conceptual analítico no se re-

duce a un “experto” del padecer humano, sino

que es también un sujeto que ha trabajado su

relación y su posición frente al saber (y el no sa-

ber). Así constatamos que el psicoanálisis es y

sigue siendo una práctica viva y no algo cadu-

cado y pasado de “moda”, como superficial-

mente se ha refutado en su contra.

Finalmente, el psicoanálisis propuesto por

Freud da espacio para pensar las paradojas de

“verdad” en la falsedad y de “falsedad” en la ver-

dad. A más de 110 años de su propuesta y

después de una obra cuya elaboración muestra

sus giros y posiciones críticas, reelaboraciones, re-

constituciones, pero siempre desde un trabajo de

investigación arduo y constante que superó los

cuarenta años de elaboración, aún queda

mucho por reflexionar acerca de este legado

teórico, práctico y técnico. Mucho queda por leer

entre líneas, entre textos y contextos, entretejidos

teóricos y prácticos que no son de fácil compren-

sión. Al final, cada cual debe preguntarse ¿hacia

dónde nos conduce “lo fácil”? Entonces, para

leer a Freud, hay que macanear bastante.

¹ Doctora en Psicología Clínica, UPR, Río Piedras.

² Encontrado en: <http://www.taringa.net/posts/

offtopic/3441803/Critica-de-Mario-Bunge-a-K_-Marx.html>

³ Comunicación al Congreso de Royaumont titulado “La

dialéctica” en septiembre 1960. Publicado en Escritos 2, 2da

ed. (2003). Buenos Aires: Siglo XXI Editores, Pág. 773.

⁴ Diccionario de la lengua española 2005 Espasa-Calpe. ⁵ Capítulo 11: Personalidad. (2009). México: Pearson Educa-

ción, pág. 439.

"Podríamos argumentar que el “laboratorio” de experiencias analíticas es el espacio

clínico. Desde ahí nace, se interroga y se reelabora la teorización freudiana y desde

allí hay que comenzar a conocerla..."

Page 6: (a)Palabra 2: Entre mitos y realidades

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Volumen 2 Diciembre 2012

Verdad y palabra en el proceso de análisis Por: Irmaris Ríos

“La verdad habla por la boca del analizante

que dice siempre la verdad aunque nunca toda.”

-Philippe Julien¹

El proceso analítico es uno atravesado

por la palabra. La palabra siendo aquella que se

impone en la complejidad de la psique humana.

Complejidad atada a las formaciones del in-

consciente, siendo éstas el retorno de lo reprimi-

do. La palabra es esencial en el análisis ya que

ésta erige los laberintos del discurso del analizan-

te; aquel que llega al proceso de análisis y colo-

ca, por medio de la demanda, al analista en el

lugar de Sujeto Supuesto Saber. Lugar que el

analista ocupa pero con el cual no se debe

identificar. Ya propuso Julien, que le toca al

analizante hablar y al analista recibir esa pala-

bra. Recibirla comprendiendo que el psicoanáli-

sis se funda en la regla fundamental de brindar al

sujeto la posibilidad de hablar asociando con to-

da libertad; como se le ocurra. Así, como nos

puntúa Julien, la libre asociación procede del su-

jeto analizante y no del analista. Es en esta libre

asociación que los laberintos de la palabra, el

lapsus, el chiste y el acto fallido ocultan una razón

que, por medio de sus propias asociaciones, el

analizante podrá atisbar, aproximándose al “¿qué

quiere eso al decir eso?” aludido por Julien, refi-

riéndose a la verdad.

Ahora bien, ¿cómo pensar la verdad? ¿Es

esta sinónimo de realidad? En el proceso psicoa-

nalítico la verdad opera más allá de su implica-

ción etimológica de verĭtas. La verdad opera co-

mo saber del lado del analizante, ya que en el

espacio analítico es éste quien tiene un saber

sobre lo que le ocurre, sobre su padecer, sobre el

síntoma que le convoca al proceso. He aquí la

falsa cuestión a la que apunta Freud de constatar

las palabras del sujeto como un saber referencial,

como verĭtas con respecto a la “realidad mate-

rial”. A partir de 1897, la ruptura epistemológica

de Freud concede el espacio para que la escu-

cha del analista sea desde otro lugar. Escuchar

de otra manera implica apuntar a las reminiscen-

cias que emergen en el retorno de lo reprimido.

Freud nos dice que aquello que nos interesa no

recae en la cuestión del origen, sino en los efectos

en el après coup.

A manera de punto y no final, sino de par-

tida convido a la reflexión citando a Lacan, en su

Discurso de Roma: “Seamos categóricos: en la

anamnesis psicoanalítica no se trata de realidad

sino de verdad, porque el efecto de una palabra

plena consiste en reordenar las contingencias pa-

sadas, dándoles el sentido de las necesidades por

venir, tal como las constituye la poca libertad por

la cual el sujeto las hace presentes”.

¹Julien, P. (2002). Psicosis, perversión, neurosis: La lectura de

Jacques Lacan. Amorrortu editores. * Dibujo de Susana Alcantarilla Di Santo (2008). Diván y pop art

Recuperado de http://www.artelista.com/obra/207473351

8869251-divanconpopart.html

"La verdad opera como saber

del lado del analizante, ya que

en el espacio analítico es éste

quien tiene un saber sobre lo que

le ocurre, sobre su padecer, so-

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Volumen 2 Diciembre 2012

Lo que no se habla del Complejo de Edipo Por: Nina M. Ramírez

“Las nenas son de papi y los nenes de mami”

Tal vez por los componentes propios del

mito, tendemos a adscribir los devenires de la

etapa edípica a la relación entre el varoncito y

sus padres (o aquellos que ese lugar ocupan).

Ante tal contexto, me propongo pensar el mito

edípico, el devenir de la etapa edípica y las rela-

ciones que de todo esto pueden surgir en el caso

de la niña. Espero cumplir mi propósito de la

mano de Freud y su escrito Sobre la sexualidad

femenina (1931).

Comencemos exponiendo que, al igual

que para el niño, la madre representa para la

niña el objeto del primer amor. Lo que no queda

tan claro, el tema que nos ocupa, es cómo la

niña hace el cambio de objeto de amor y vuelca

toda esa intensidad a la relación con el padre. Es

decir, cómo la nena pasa del

primer amor a lo que Freud ha

llamado ligazón-padre. Muy pron-

tamente la niña cambia su elec-

ción de objeto, tan intensa como

haya sido la ligazón-madre, será

la ligazón-padre. Ya para la

etapa edípica, que impacta al

varón instaurando al Superyó a

través de la castración, divergen

significativamente los caminos del

desarrollo sexual niña-niño.

La etapa edípica, la de la

triangulación, significa para la

niña la pérdida de la igualdad y

el reconocimiento de que está en

desventaja ante el varón. Freud dirá que se in-

staura en ella la envidia del pene, la envidia por

no tenerlo. A diferencia de la etapa edípica del

varón, la de la niña durará hasta que logre elegir

un nuevo objeto de amor, no desde las pautas

amorosas que ha desarrollado con la madre, sino

con nuevas formas de amor. Cabe preguntarnos,

¿cómo logra escoger un nuevo objeto de amor?

Ciertamente no es una elección consciente, ni

fácil, ya que la etapa edípica pone ante la niña

tres vías para la resolución: suspensión de toda la

vida sexual, la porfiada hiperinsistencia en la virili-

dad los esbozos de feminidad definitiva.

Si tomamos en consideración que la subjetividad

se construye y se sostiene a través de la relación

con los otros, tendríamos que preguntar-

nos el lugar de las relaciones con la madre y con

el padre en el desarrollo psicosexual de la niña.

¿Qué sucede cuando la propia madre no da

espacio para que la niña escoja otro objeto de

amor? Deviene como ejemplo el caso de una

mujer joven que al alejarse de la casa de sus pa-

dres para iniciar estudios univer-

sitarios comenzó a padecer

ataques de pánico, dolor es-

tomacal y mareos. En análisis,

logró apalabrar la relación con

la madre y con el padre. Las

resumió de la siguiente

manera: “Mami y yo siempre

sentimos lo mismo, si ella llora

yo lloro, si ella ríe, yo río.

Cuando ella era joven le pasó

como a mí, tuvo que volver a

su mamá. Sólo ella me en-

tiende, solo ella me llena.” Del

padre dijo: “No hablo con él

porque se ocupa de otras co-

sas, sólo con mi mamá, ella

siempre estuvo”. Las palabras de la joven dan

cuenta de cómo el estrago materno tiene lugar

en el desarrollo psicosexual de las niñas. Esta

misma joven se ha identificado como no intere-

sada en el sexo, primera vía identificada por

Freud para la resolución edípica de la niña. Sobre

el asunto, la joven ha dicho “eso no me interesa,

yo estoy bien así, sin sexo, porque eso es un error”.

Vemos, entonces, cómo la elección de la

madre como objeto exclusivo de amor, ha tenido

incidencia en su relación con el padre, con su

cuerpo y con su sexualidad. Freud dirá que

Albano, G. (2010). “Madre e hija”.

Continúa en la pág. 8

"A diferencia de la etapa edípica

del varón, la de la niña durará

hasta que logre elegir un nuevo

objeto de amor, no desde las

pautas amorosas que ha

desarrollado con la madre, sino

con nuevas formas de amor..."

Page 8: (a)Palabra 2: Entre mitos y realidades

8

Volumen 2 Diciembre 2012

Por: Eduardo Valsega

pueden pasar muchos años antes de que la niña,

en este caso joven, logre la elección de un nuevo

objeto de amor. Incluso, argumenta que hay

casos en los cuales eso no sucede y las con-

secuencias psíquicas son irremediables. Cierta-

mente la ligazón-madre exclusiva es necesaria,

pero pasado algún tiempo, mantenerse en esa

posición es un tanto infantil. Es necesario que la

niña pueda hacer el espacio para nuevas rela-

ciones amorosas.

Resumiré argumentando que existen

muchísimos factores que deben estar presentes

para que el desarrollo psicosexual que nos em-

peñamos en llamar “normal” ocurra. Las rela-

ciones primarias, el primer amor, la presencia o

ausencia de figura paterna, la relación con la

figura materna y con el propio cuerpo son sólo

algunos de esos factores. Freud nos da las pistas

teóricas para pensar esta trama. Reconozco que

el asunto es mucho más complejo de lo que aquí

he expuesto pero me parece que puede ser el

punto de partida hacia una reflexión acerca de

la importancia de mirar el desarrollo psicosexual

femenino, de la no exclusividad varonil de la

etapa edípica y las consecuencias del estrago

materno en la sociedad contemporánea.

¿Freud o Edipo, cuál de los dos es un mito? ¿O

acaso lo son ambos? Mucho se ha dicho de ellos,

quizás más de Edipo, pero proba-

blemente por el famoso comple-

jo freudiano dedicado al trágico

rey de Tebas. Parece extraño: un

neurólogo austriaco, hijo de la

Modernidad y la Ilustración, con-

vocando una antigua y desgra-

ciada figura. La cuestión se plan-

tea de inmediato: ¿Por qué?

¿Cómo es posible que un neuró-

logo dijera algo relacionado al

Rey Edipo basado en la ciencia y

en su clínica? ¿Es que acaso Edipo es una reali-

dad y no solamente un mito?

“¿Será que Freud y Edipo tienen

más en común de lo que pensamos?

¿Acaso los dos se pasean por ese te-

rreno incierto entre mito y realidad,

el primero tomando carácter mítico

siendo real, y el segundo tomando

realidad a pesar de ser un mito?”

Curiosa cuestión que alimenta la fantasía, y abre

la pregunta en torno a una imagen anacrónica,

que sirvió de promoción a esta 2da Tertulia psi-

coanalítica: ¿Es que podemos imaginarnos a

Freud frente a la esfinge, sustituyendo a Edipo,

recibiendo su temido enigma?

"Existe sobre la tierra un ser bípedo y cuadrú-

pedo, que tiene sólo una voz, y es también

trípode. Es el único que cambia su aspecto

de cuantos seres se mueven por tierra, aire o

mar. Pero, cuando anda apoyado en más

pies, entonces la movilidad de sus miembros

es mucho más débil." (Aristófanes de Bizan-

cio, Argumento sobre Edipo)

¿Y qué tal contestándole de igual manera?

"Escucha, aun cuando no quieras, Musa de

mal agüero de los muertos, mi voz, que es el

fin de tu locura. Te has referido al hombre,

que cuando se arrastra por tierra, al princi-

pio, nace del vientre de la madre como in-

defenso cuadrúpedo y, al ser viejo, apoya

su bastón como un tercer pie, cargando el

cuello doblado por la vejez." (Ibid)

¿La respuesta de Edipo: el hombre, es de-

cir, el humano y su condición, no es acaso la mis-

ma que da Freud en sus investigaciones, dando

cuenta al igual que él, de lo implaca-

ble del destino, lo trágico de la vida y

lo fútil del tan común "yo no sabía"?

Quizás si Freud encontró a Edipo en su

clínica, encarnado en los síntomas de

sus pacientes, en el corazón de sus pa-

decimientos, es porque la condición

humana se encuentra inevitablemente

entre mitos y realidades.

¹Freud, S. (1917) 21ra Conferencia: Desarrollo

libidinal y organizaciones sexuales. Tomo XVI.

Buenos Aires: Amorrortu Editores.

Freud ante la esfinge

“¿En qué contribuye el análisis al ulterior conocimiento del

complejo de Edipo? Bien; puede responderse muy breve-

mente. Lo revela tal como la saga lo cuenta; muestra que

cada uno de estos neuróticos fue

a su vez un Edipo…”¹

Page 9: (a)Palabra 2: Entre mitos y realidades

9

Volumen 2 Diciembre 2012

Sigmund Freud: ¿un fraude o un visionario?

Por: Verónica Vélez

I. Introducción

En la antigua Grecia, los mitos

eran una forma de transmisión de una ver-

dad de carácter universal. Éstos daban

cuenta de las preguntas y sucesos funda-

mentales de la humanidad: el origen del

mundo, de los humanos, de la civilización,

entre otros... Sin embargo, hoy día el

mito no se trata de verdades sino de fic-

ciones. Si algo es un mito es porque no

tiene ese carácter de verdad constatable

al que estamos acostumbrados. Así, el título de

esta tertulia: Psicoanálisis: Entre mitos y realidades,

evoca la pregunta de si lo que se escucha sobre

el psicoanálisis y sobre su fundador, Sigmund

Freud, es cierto o son solo chismes. Por esto, este

escrito tiene la intensión de mencionar algunos

"mitos" sobre el psicoanálisis, y revisar si tienen o no

fundamento.

II. Cocaína: ¿Era Freud un cocainómano?

En el s. XIX se comenzó a investigar en Eu-

ropa los efectos del extracto de las hojas de la

coca para uso terapéutico. Era común que se

experimentara los efectos del fármaco mediante su consumo.¹ Así hizo Sigmund Freud, futuro padre

del psicoanálisis. Experimentó con este fármaco

en un tiempo en donde, ni él ni otros, tenían noti-

cias de que la hoja de coca ingerida durante

siglos por los Incas, tenía efectos nocivos y adic-

tivos. Es en el 1884 que un joven Freud comienza

el estudio de la coca mediante una revisión de

literatura extensa y su consumo. Esto es casi 20

años antes de su prohibición legal.

Freud estaba entusiasmo con la idea de

poder encontrar usos terapéuticos novedosos

para la cocaína. Estaba impresionado por los

efectos estimulantes de este fármaco que no

parecía ser adictivo. Afirmaba esto, ya que no

podía encontrar en él mismo, un "deseo incon-tenible" de utilizarlo.² Tampoco tuvo que aumen-

tar las pequeñas cantidades que ingería. Incluso,

adjudica a su consumo una sensación de aversión

y piensa que por esto no se usa con más frecuen-

cia en Europa. Efectos que otros de sus colegas y

consumidores constataban también. Freud con

vencido de haberse topado con un es-

timulante no adictivo y sin efectos nocivos

constatables, recomendaba su uso y pro-

movía su experimentación como:

anestésico, para la adicción a la morfina,

para afecciones gastrointestinales, para la debilidad psíquica, entre otros.³

Sin embargo, según iban pasando

los años él iba dando cuenta de los efec-

tos nocivos y el talante adictivo de esta

droga. Aunque en un principio hipotetizó

que tal vez podría deberse al modo de adminis-

tración y la cantidad utilizada, eventualmente

abandonó este tema de estudio y dejó de re-

comendarla. Luego deja de consumirla, alrede-dor de 1896.⁴ El único uso terapéutico logrado fue

el de anestésico para operaciones en los ojos que

otro científico, tras diálogo con Freud y uso del

fármaco, logró establecer.

Estos sucesos transcurrieron antes de que

se formalizara la teoría psicoanalítica. Hay aquel-

los que piensan que estas investigaciones o el

llamado "periodo de la cocaína" fue una distrac-

ción que retrasó o no tuvo mayores consecuen-

cias en la posterior teoría. Otros dicen que fue fundamental para el desarrollo del psicoanálisis.⁵

Incluso que abandonar su entusiasmo y consumo

de ésta pudo llevarlo a que, más tarde, afirmará

que las sustancias químicas son fuertes distrac-

ciones del malestar producido en la cultura pero

no curas de éste (Malestar en la cultura). Como-

quiera, aunque usó el fármaco por un tiempo no

parece tener una base sólida la idea de que

Freud fue un adicto y menos aún en la forma que

pensamos al adicto en nuestros días.

PRESENTACIONES

Continúa en la pág. 10

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NOTAS

Page 10: (a)Palabra 2: Entre mitos y realidades

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Volumen 2 Diciembre 2012

III. Hipnosis: ¿Los psicoanalistas hipnotizan a sus

pacientes?

La hipnosis comenzó a utilizarse con fines terapéuticos a finales del s.19.⁶ Ésta consistía en un

estado anímico curioso parecido al del sueño,

que va desde un leve aturdimiento hasta el

llamado sonambulismo. En este estado el hipnoti-

zado permanece despierto solo hacia el hipnoti-zador, y se vuelve obediente y crédulo hacia él.⁷ Esta técnica se utilizó, en la época en que Freud

se topa con ella⁸ , para tratar de aliviar los sín-

tomas histéricos. ⁹

Estudiar y usar la hipnosis en sus propios

pacientes le permitió esclarecimientos impor-

tantes a Freud. Le ayudó a ver que debajo del

trastoque en el cuerpo de la histeria (como

parálisis en manos y piernas, ceguera y otras), no

había una clara explicación orgánica, sino una

psíquica. Además vio que mediante la palabra,

de una u otra forma, ese malestar en el cuerpo

podía ser conmovido. Así, lo anímico afectaba al

cuerpo y viceversa mediante operaciones psíqui-

cas que se daban

alejadas de la con-

sciencia.

A pesar de

esto, se va alejando

de su uso hasta que

la dejó por completo

alrededor del 1886. Nos dice¹⁰ , que esta

técnica trabaja

b r i n dá n do l e a l

médico una forma

más eficaz de tras-

mitir su autoridad al

paciente vía la

sugestión. Sin em-

bargo, incluso bajo hipnosis, hay límites a lo que

un hipnotizado está dispuesto a hacer. Por esto,

pedirle a un enfermo, bajo hipnosis, que renuncie

a su enfermedad parece representar un gran sac-

rificio para éste. La hipnosis mostró que el en-

fermo presentaba resistencia a ser curado. Hipno-

tizar no cambiaría esa resistencia y una vez fuera

del estado hipnótico, con mucha probabilidad,

ésta se volvería a instaurar. Así, Freud concluyó

que ésta no era la mejor vía para tratar las

neurosis.

Haber trabajado con la hipnosis le permitió

a Freud sentar las bases para la posterior teoría

psicoanalítica. Haberla dejado lo alejó de posi-

cionarse de forma autoritaria y paternal hacia sus

pacientes, ya sea que la utilizara para sugerirle al

enfermo que dejara caer sus síntomas o para po-

der accesar a sus secretos inconscientes. Se in-

stauró así un tratamiento vía la palabra que

lidiaba tanto con los síntomas como con la resis-

tencia a dejarlos caer.

IV. Sexualidad: ¿Es acaso todo sobre sexo?

Una de las críticas que se le han hecho a la teoría

psicoanalítica es su aparente insistencia en expli-

car con la sexualidad todo acertijo de la psiquis

humana. Por esto se le llama pansexualista a la

teoría y hasta pervertido a Freud. Sin embargo,

me parece pertinente aclarar cómo es que se

define sexualidad y los cambios que se hacen de

su concepción más tarde en la teoría, para ver si

es que se trata de una mala interpretación. Freud desde temprano presenta¹¹ la sex-

ualidad como algo que incluye pero desborda las

sensaciones genitales. Así rompe con la forma en

que la sexualidad era y es comúnmente pensada.

Pensamos que un beso, foto, anuncio, película o

toque en la piel es sexual solo si tiene alguna ga-

nancia de placer genital o si tuvo la intensión de

generarla. Freud pensaría distinto. Según su de-

finición, se llamarían sexuales a las intensidades

generadas en otras partes del cuerpo aunque

una sensación genital no esté envuelta.

Podemos pensar en una piquiña como

ejemplo. Algo se siente en la piel, una excitación

o intensidad en el cuerpo, y rascarse sería dis-

minuirla generando placer. Esta piquiña bien

puede llamarse sexual. No todo lo sexual es geni-

tal, aunque luego el rascar puede estar al servicio

de éste. Es por esto que Freud puede hablar de

sexualidad en la infancia, ahí cuando lo genital

no cuenta igual que en un adulto. Por ejemplo, el

bebé chupa su dedito o chupetea al aire aún

cuando ya se le ha dado comida. Continúa en la pág. 11

PRESENTACIONES

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NOTAS

Page 11: (a)Palabra 2: Entre mitos y realidades

11

Volumen 2 Diciembre 2012

Hay algo de satisfacción generada allí en la es-

timulación de la boca, hay algo sexual. En gen-

eral es el cuerpo el que nos da las posibilidades y

límites de satisfacción, no sólo los genitales. Más aún, en escritos posteriores¹² re-

elabora la teoría de lo que él llama pulsiones,

dándoles nuevos matices a su pensamiento so-

bre la sexualidad. Al principio de su obra Freud

ponía más énfasis en las llamadas pulsiones sex-

uales. Éstas son un empuje incesante que con-

statamos en el cuerpo y que apunta a la vida y

al movimiento. En este momento habla de las

pulsiones de muerte. Un empuje que tiende a

llevarnos a la quietud, la constancia y a la desin-

tegración. Éstas están en constante tensión la

una con la otra. Con este giro teórico se hace

más claro que para Freud los acertijos del

psiquismo no solo se contestan con la sexualidad

y en su función de darle rienda suelta a la vida,

sino también en la muerte. En fin, no todo es sex-

ual en el psicoanálisis y pensarlo con claridad es

más complejo de lo que delataría una breve

mirada sobre la teoría.

V. Conclusión

No sirve de nada tachar a Freud y a la

teoría como fraude porque no fue perfecta

desde el inicio, cuando aún estaba en terrenos

nuevos. Un edificio teórico no se construye en un

día, y el camino para consolidar una teoría no

está libre de torceduras y vueltas. Freud no pre-

tendió hacer una teoría completa e inquebrant-

able, como lo dice en muchas ocasiones. Sin

embargo, su pensamiento posibilitó múltiples

aportaciones teóricas a la psicología y otras disci-

plinas, y fundó el psicoanálisis. Abrió paso y en-

sanchó el campo de visión a los que lo preced-

ieron. Al final, se trata de dar cuenta de forma

justa, de las posibilidades y caminos que una

teoría puede abrir.

¹ Ver la biografía de Freud, escrita por Ernest Jones.

² Sigmund Freud, Sobre la coca. ³ Ibid ⁴ Biografía Enerst Jones

⁵ Libro sobre las suplencias del nombre del padre.

⁶ Ver la introducción a los trabajos de hipnosis de James Stra-

chey (Obras completas, Buenos Aires, Amorrortú, 1891, vol. 1) ⁷ Sigmund Freud, Tratamiento psíquico (tratamiento del alma), (

(Obras completas, Buenos Aires, Amorrortú, 1890, vol 1) ⁸ Entre las décadas de 1880 y 1890, Freud asistió a una

demostración pública del Dr. Joseph Breur, el que luego sería

su mentor, y luego en el hospital de la Sarpetriere dirigido

por Dr. Jean Charcot trabajo con en ella. Esto le permitió a

Freud utilizarla con sus pacientes. ⁹ Histeria se les llamaba a las afecciones del cuerpo que no

parecían tener causa orgánica. ¹⁰ Sigmund Freud, Tratamiento psíquico ¹¹Sigmund Freud, Tres ensayos de teoría sexual. (Buenos Aires,

Amorrortu, 1905, vol. 7) ¹² Sigmund Freud, Más allá del principio del placer (Buenos

Aires, Amorrortu, 1920)

PRESENTACIONES

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NOTAS

Page 12: (a)Palabra 2: Entre mitos y realidades

12

Volumen 2 Diciembre 2012

Quizás algunos de los

aquí presentes han es-

cuchado en algún mo-

mento los significantes

Edipo, Edipo Rey y Com-

plejo de Edipo. Se los pu-

dieron haber encontrado

en alguna clase, en la es-

cuela o en la universidad,

en una conferencia a la

que asistieron, en algo

que leyeron, en la tele-

visión o hasta en un video

de YouTube. Son términos que se han difundido

de manera popular y que son asociados a la mi-

tología griega, al psicoanálisis y a Sigmund Freud.

Muchas veces los damos por sentado y no nos

preguntamos de dónde surgieron y qué represen-

tan. Mi interés aquí es hablarles de cómo todos

esos referentes antes mencionados (la mitología,

el psicoanálisis y Freud) se conjugaron para llegar

a lo que hoy considero una de las más impor-

tantes y centrales referencias para pensar el

psiquismo humano. Ahora bien, ¿de qué se trata

el mito de Edipo Rey? ¿Qué tiene que ver el mito

con el psicoanálisis y cómo nos ayuda a pensar el

psiquismo humano?

Primera parte: El mito: Edipo Rey de Sófocles

Quisiera, para los que lo han leído anterior-

mente, recordarles, y a los que no, presentarles,

un resumen de la trama de esta tragedia. Tomaré

una sinopsis que se encuentra en uno de los textos

principales de Sigmund Freud escrito en el 1900:

La Interpretación de los sueños. Esto por dos ra-

zones: en primer lugar me parece que es bastante

cercano al texto original de Sófocles, y en se-

gundo lugar, me permite sentar las bases para el

diálogo entre la mitología y el psicoanálisis. “Edipo, hijo de Layo (rey de Tebas) y de

Yocasta, es abandonado siendo niño de

pecho porque un oráculo había anun

ciado a su padre que ese hijo, todavía no

nacido, sería su asesino. [Edipo] es sal

vado y criado como hijo de reyes en una

corte extranjera, hasta que, dudoso de su

origen, recurre también al oráculo y recibe

el consejo de evitar su patria porque le

está destinado ser el asesino de su padre y

el esposo de su madre. Entonces se aleja

de la que cree su patria y por el camino se

topa con el rey Layo, a quien da muerte

en una disputa repentina. Después llega a

Tebas, donde resuelve el enigma pro

puesto por la Esfinge que le ataja el

camino. Agradecidos, los tebanos lo eli

gen rey y lo premian con la mano de Yo

casta. Durante muchos años reina en paz

y digna mente, y engendra en su madre,

no sabiendo quién es ella, dos varones y

dos mujeres, hasta que estalla una peste

que motiva una nueva consulta al oráculo

de parte de los tebanos.

Aquí comienza la tragedia de Sófocles. Los men-

sajeros traen la respuesta de que la peste cesará

cuando el asesino de Layo sea expulsado del

país. Pero, ¿quién es él?

«Pero él, ¿dónde está él? ¿Dónde hallar la

oscura huella de la antigua culpa?». – Se

pregunta Edipo.

La acción del drama no es otra cosa que la reve-

lación, que avanza paso a paso y se demora con

arte, de que el propio Edipo es el asesino de Layo

pero también el hijo del muerto y de Yocasta.

Continúa en la pág. 13

PRESENTACIONES

Del mito a la realidad de Edipo Rey y la realidad psíquica del Complejo de Edipo Por: Caroline Forastieri Villamil

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NOTAS

Page 13: (a)Palabra 2: Entre mitos y realidades

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Volumen 2 Diciembre 2012

Sacudido por el crimen que cometió sin saberlo,

Edipo ciega sus ojos (se los mutila) y huye de su

patria. Con esto el oráculo se ha cumplido.”

Edipo ciega sus ojos (se los mutila) y huye de su patria. Con esto el oráculo se ha cumplido.”¹

¿Qué obtenemos de este mito? Para los

griegos el mensaje principal de ésta tragedia es

que no se puede huir del destino y cada cual

debe someterse a la voluntad

de los dioses. Es esto lo que

principalmente se intentaba

transmitir con la trama y su

desenlace y es a lo que se le

adjudicaba el éxito e interés

a través de los tiempos. Sin

embargo, ¿cómo pensar que

se ha intentado, por medio

de otras producciones,

(obras, historias, etc.) repetir

el efecto que ésta tragedia del destino tuvo en el

público de su época? Como nos dice Freud, a

estos otros intentos “los espectadores asistieron sin

inmutarse al fatal cumplimiento de una maldición

o una predicción del oráculo en hombres inocen-

tes que en vano se debatieron contra ella;

después de Edipo Rey, las tragedias de destino no produjeron efecto”.² No cautivaban de la misma

manera a su público. Algo faltaba en ellas.

Nos podemos preguntar aquí, ¿a qué se

debe esto? ¿Qué es lo particular del material de

la trama de Edipo Rey -según Freud- que interesó

al público de manera única? Si no es lo ineludible

del destino lo que cautiva al público, ¿qué es?

Más aún, ¿qué nos dice el psicoanálisis de este

mito? ¿Cómo se relaciona al Complejo de Edipo

y cómo pasa Freud a elaborar el mismo? ¿Qué es

el Complejo de Edipo según Freud?

Segunda parte: La realidad psíquica: el Complejo de

Edipo freudiano

A través de toda su obra, Sigmund Freud

intentó dar cuenta de lo que encontraba en su

clínica. Constantemente se hacía preguntas so-

bre lo que ocurría con sus pacientes, lo que los

aquejaba, lo que implicaban sus palabras y lo

que decían sus síntomas. Intentaba ver en el caso

por caso, cómo se desplegaba el material incon-

sciente de cada cual, para ir construyendo su

teoría. Se preguntaba por lo particular, así como

lo que se repetía en sus pacientes e iba formu-

lando hipótesis de lo que esas repeticiones podían

implicar. Reconoció la importancia del inconsci-

ente y de una realidad psíquica versus una mate-

rial. Una realidad psíquica que, a pesar de no

estar necesariamente basada en hechos reales, es la “decisiva para el sujeto”.³ Como el mito,

cuenta como si hubiera ocurrido. No se trataba

para él de corroborar los eventos como ocurri-

eron, constatar los datos, ni descubrir evidencias.

Sino de escuchar la particular construcción que el

sujeto hizo de esos eventos, cómo lo marcaron y

cómo cuentan para él.

De esta manera ir reve-

lando los elementos y

deseos inconscientes

con los que principal-

mente habría que tra-

bajar en la clínica.

Desde muy

pronto (para finales de

los 1800 y principios de

los 1900), Freud comienza a

darse cuenta de lo importante que eran los

sueños en el trabajo con sus pacientes. Le da un

valor particular al material que allí se expresa. Al

escuchar las narraciones comienza a toparse con

elementos que aparecen desde la temprana in-

fancia. Descubre un odio y rivalidad hacia el pro-

genitor del mismo sexo y amor hacia el del sexo

opuesto. Esto se repetía una y otra vez. Es en este punto donde comienza a esbozar lo que luego⁴

nombrará como el Complejo de Edipo. Encon-

tramos unas primeras referencias sobre esto en su

texto fundante del psicoanálisis bajo una sección

titulada Sueños típicos. Sobre el odio y la rivalidad

allí nos dice que: “los sueños de muerte de los pa-

dres recaen con la máxima frecuencia sobre el

que tiene el mismo sexo del soñante; vale decir

que el varón sueña con la muerte del padre y la mujer con la muerte de la madre.”⁵ Sobre la ver-

tiente del amor nos añade que: “la primera incli-

nación de la niña atendió al padre y los primeros

apetitos infantiles del varón apuntaron a la

madre. Así, para el varón el padre y para la niña

la madre devinieron competi-dores estorbosos.”⁶ Es impor-

tante señalar que las opiniones

de Freud sobre éste punto se

modificaron varios años

después al descubrir que la

madre es el primer objeto de

amor para ambos sexos y re-

conoce que los procesos no

son análogos para las niñas y

los niños.

PRESENTACIONES

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NOTAS

Continúa en la pág. 14

Page 14: (a)Palabra 2: Entre mitos y realidades

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Volumen 2 Diciembre 2012

A pesar de la apuesta de Freud por el des-

cubrimiento de deseos edípicos manifestados en

las palabras y relatos de sus pacientes, al éste ver-

balizárselo, los pacientes se mostraron reacios a

reconocer dichos sentimientos en ellos mismos.

Como muchos otros elementos con los que se en-

contró Freud, las resistencias eran despertadas

con fuerza ante tales interpretaciones. Esto lo llevó

a preguntarse sobre lo intolerable de los deseos

manifiestos en los sueños y la función que cumplía

la represión en el material inconsciente.

Continúa su investigación y descubre,

simultáneamente a los deseos inconscientes de

amor y odio hacia los progenitores encontrados

en los sueños, una segunda pista. La descubre

nada más y nada menos que en su autoanálisis.

Tan temprano como en el 1897 escribe una carta

a su amigo Fliess en donde a partir de hablar de

algunos de sus recuerdos y sueños infantiles com-

parte que “un solo pensamiento de validez univer-

sal me ha sido dado. También en mí he hallado el

enamoramiento de la madre y los celos hacia el

padre, y ahora lo considero un suceso universal de la niñez temprana”⁷. Los deseos edípicos no se

encuentran únicamente en los “enfermos” y

“neuróticos” que atiende en su oficina, es algo

por lo que cada cual se supone tenga que pasar.

Partiendo de las pistas antes menciona-

das, Freud logra por primera vez nombrar el Com-

plejo de Edipo formalmente en 1910. A partir de

ese momento, continuará pensándolo y re-

elaborándolo a través de su vida. Resumida-

mente y tomando sólo un primer tiempo de su

elaboración, el Complejo de Edipo se refiere a

cuando el niño desde muy temprano, toma a su

madre como primer objeto de amor. Esto debido

a que típicamente es ella la que cumple sus

primeras necesidades: le provee amor, alimento y

protección- entre otras cosas. El padre,

por su parte, se convierte eventualmente en un

obstáculo para los deseos dirigidos hacia la

madre ya que es un competidor. El niño varón

deseará eliminarlo para sustituirlo. Es aquí donde

nace el complejo de Edipo. Será necesario que

el niño atraviese por ese camino, para luego

pasar a lo que Freud llama el “sepultamiento” del

complejo. Se debe renunciar a la madre como

objeto debido a la prohibición impuesta por el

padre y pasar a identificarse con él para buscar

una mujer, tal como lo hizo él primero. El niño

pasará a reprimir, sacar de su conciencia, todo

aquello que ha marcado su vida en este tiempo

edípico. Sin embargo, estos deseos no desapare-

cen. Todo queda inscrito de manera inconsci-

ente. Como nos dice Freud sobre los impulsos que

fueron reprimidos: “aunque sofocados, siguen

existiendo.”⁸ Decimos que la represión ha oper-

ado en cada uno, cuando “hemos logrado… de-

sasir de nuestra madre nuestras pulsiones sexuales

y olvidar los celos que sentimos por nuestro padre.

Retrocedemos espantados frente a la persona en

quien ese deseo primordial de la infancia se cum-

plió, y lo hacemos con todo el monto de represión

que esos deseos sufrieron desde entonces en nuestra interioridad.”⁹ Esto posibilitará que se in-

staure el límite y la ley en el sujeto y éste logre vin-

cularse con otros fuera del triangulo

edípico. De esta manera, el Complejo de

Edipo es el fenómeno central del periodo

sexual de la primera infancia, hasta que

cae sepultado debido a la represión. El su-

jeto entonces deberá moverse al periodo

de latencia.

A la luz de estas formulaciones po-

demos escuchar más claramente lo que

Freud opina sobre el por qué realmente el

mito de Edipo Rey cautivó y continúa cauti-

vando a los que se acercan a él. Como él

mismo nos dice al respecto, “El efecto de la

tragedia griega no reside en la oposición

Continúa en la pág. 15

PRESENTACIONES

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NOTAS

Ernst Max (1921) “Edipo Rey”

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Volumen 2 Diciembre 2012

entre destino y la voluntad de los hombres… Su

destino nos conmueve únicamente porque po-

dría haber sido el nuestro, porque antes de que

naciéramos el oráculo fulminó sobre nosotros

esa misma maldición. Quizás a todos nos estuvo

deparado dirigir la primera moción sexual ha-

cia la madre y el primer odio y deseo violento

hacia el padre; nuestros sueños nos convencen de ello.”¹⁰

En conclusión, el mito y el complejo se

enlazan para Freud porque condensan y com-

parten varios elementos: el amor hacia la

madre, los deseos de muerte y rivalidad dirigi-

dos al padre y sobre todo el “desconoci-

miento” de que operan en el sujeto los dos

primeros elementos. El “no saber” de Edipo es

lo que le provee la herramienta a Freud para

pensar los deseos reprimidos y es la razón por la

que elige éste mito para pensar lo que descu-

bre en la clínica. Como nos dice Freud al fi-

nalizar su comentario sobre la tragedia de

Edipo Rey de Sófocles con la que comencé

este escrito:

“Como Edipo, vivimos en la ignorancia

de esos deseos que ofenden la moral,

de esos deseos que la naturaleza forzó

en nosotros, y tras su revelación bien

querríamos todos apartar la vista de las escenas de nuestra niñez.”¹¹

¹ Freud, S. (1900). El material y las fuentes del sueño. En:

Interpretación de los sueños. Capítulo V. Obras Comple

tas. Tomo IV. Buenos aires: Amorrortu editores. Pág. 269-

272.

² Ibid. Pág. 272.

³ Freud, S. (1916). 23a conferencia. Los caminos de la for-

mación de síntoma. En: Obras Completas. Vol. XVI.

Buenos Aires: Amorrortu editores. Pág. 336.

⁴ Freud, S. (1910). Sobre un tipo particular de elección de

objeto en el hombre. En: Obras Completas, Vol. XI.

Buenos Aires: Amorrortu editores.

⁵ Freud, S. (1900). El material y las fuentes del sueño. En:

Interpretación de los sueños. Capítulo V. Obras Comple-

tas. Vol. IV. Buenos aires: Amorrortu editores. Pág. 265.

⁶ Ibid. Pág. 266.

⁷ Freud, S. (1897). Carta 71. En: Obras Completas, Vol. I.

Buenos Aires: Amorrortu editores. Pág. 305.

⁸ Freud, S. (1900). El material y las fuentes del sueño. En:

Interpretación de los sueños. Capítulo V. Obras Comple-

tas. Vol. IV. Buenos aires: Amorrortu editores. Pág. 311.

⁹ Freud, S. (1900). El material y las fuentes del sueño. En:

Interpretación de los sueños. Capítulo V. Obras Comple-

tas. Vol. IV. Buenos aires: Amorrortu editores. Pág. 311.

¹⁰ Ibid. Pág. 311.

¹¹ Ibid. Pág. 311.

PRESENTACIONES

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Dalí, S. (1930) “Complejo de Edipo”

NOTAS

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Volumen 2 Diciembre 2012

Para su interés:

• Coloquio XXX del Taller del Discurso Analítico de

Puerto Rico: La realidad, ¿qué es?

• Página del Taller del Discurso Analítico de

Puerto Rico: www.taller-discurso-analitico.org

Facebook: Taller del Discurso Analítico de Puerto

Rico Seminario clínico de la Dra. Gómez: enero 2013

Seminario sobre la Ética del Dr. Ramos: febrero 2013