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Juicios de valor y trabajo esttico en el estudio de las
msicas
populares urbanas de Latinoamrica
Rubn Lpez Cano
[email protected], www.lopezcano.net
Rubn Lpez Cano 2011
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Rubn. 2011. Juicios de valor y trabajo esttico en el estudio de las
msicas populares urbanas de Latinoamrica. En Msica popular y
juicios de valor: una reflexin desde Amrica Latina. Juan Francisco
Sanz y Rubn Lpez Cano (eds.). Caracas: Centro de Estudios
Latinoamericanos. pp. 217-259.
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fc
lRUBN LPEZ CANO
Juicios de valor y trabajo esttico enel estudio de las msicas
popularesurbanas de Amrica Latina
IntroduccinTodas las culturas musicales desarrollan en mayor o
menor medidacriterios de valoracin esttica que se transmiten,
ensean y aplicande manera explcita o tcita. Todas las sociedades
valoran sus objetosmusicales, especialmente canciones, temas,
piezas o gneros, ascomo sus prcticas musicales, en torno a cnones
ms o menos indis-cutibles o consensuados. El canon lo conforman
compositores, intr-pretes, piezas o gneros consagrados, celebrados
por su alto valoresttico y que sirven de vara de medida de la
calidad musical. Comn-mente el canon se organiza de manera
jerarquizada de tal suerte quesus zonas centrales son ocupadas por
las piezas, compositores, intr-pretes o prcticas ms valoradas,
mientras que en las periferias se dis-tribuyen las de menor vala
(Beard y Gloag 2005, pp. 32-34).
El juicio esttico se ejercita de las formas ms variadas en
los
ms dismiles contextos musicales. En ocasiones existen
especialistas
como crticos, tericos o estetas encargados de postular y
argumentar
tales juicios. Pero incluso en ausencia de estas figuras, los
juicios est-
ticos son expuestos, comprendidos y aplicados por la
comunidad
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musical. Esto ocurre por igual tanto en las culturas musicales
que
cuentan con instituciones, profesionales y especialistas en la
valora-
cin de su msica, como en las de tradicin oral; en aquellas que
no
poseen un corpus terico apreciable y entre los msicos que no
sue-
len verbalizar ni discutir sobre sus prcticas. En stos mbitos
los jui-
cios se gestionan de manera no verbal y con diversas
estrategias, por
los sujetos msicos o no msicos que participan en la
produccin,
ejecucin, recepcin o difusin musicales. Existen por lo menos
dos grandes reas de produccin de juicios estticos en
comunida-
des musicales que no poseen esttica explcita o verbalizada: la
que
es puesta en prctica por los propios msicos y la que
desarrollan
pblicos o autoridades de diversa clase.
Algunos casos de expresin de juicios de valor tcitos por
medio de los msicos los encontramos en la sancin de
adecuacin
de una ejecucin. Es uno de los modos ms habituales y se
origina
cuando algunos msicos que participan en una ejecucin corrigen
a
otros durante o despus de la misma. En ciertos contextos las
correc-
ciones pueden venir de msicos ms expertos de mayor o igual
jerarqua. Este procedimiento es comn, por ejemplo, durante
la
eje cucin de las polifonas centroafricanas estudiadas por
Simha
Arom (2001). Otro caso es la seleccin de posibilidades o la
aplica-
cin de un criterio a partir del cual determinados msicos
composi-
tores eligen dentro de las constricciones de un sistema, gnero
o
estilo, ciertas frmulas meldicas, tmbricas o formales en lugar
de
otras. Aqu los criterios en los que se basa el juicio a menudo
son frag-
mentados, no homogneos, y solo se pueden explicitar a posteriori
a
partir del anlisis de varias producciones.
Existe adems la expresin de juicios de sujetos no msicos.
Entre algunos casos podemos citar la sancin de adecuacin por
no
msicos, que se manifiesta en el grado de colaboracin e
implicacin
o de rechazo del pblico o autoridades durante o con respecto a
una
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MSICAS POPULARES URBANAS DE AMRICA...
FELIPE TROTTA
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prctica musical. El nivel de disfrute y participacin en un
baile, los
comentarios y discusiones de los seguidores de un grupo en
revistas
o espacios virtuales o ms recientemente el intercambio o difusin
de
material audiovisual en la web en sitios como YouTube o
Myspace
(Ydice 2007) son modos y lugares en los que se expresan y
difunden
estos juicios. Se perciben tambin en la forma en que ciertas
autori-
dades religiosas, civiles o musicales, por ejemplo las
relacionadas
con la distribucin de la msica, apoyan o no esa prctica. En
este
estamento salta a la vista que los criterios pueden verse
afectados por
los intereses personales o de grupo de quien los ejerce, ya sean
auto-
ridades civiles, religiosas o la industria. El ndice de ventas
de un
disco puede entenderse tanto como efectividad comercial como
san-
cin esttica por parte del pblico. Dentro del mbito de las
msicas
populares latinoamericanas, podemos afirmar que existen
mecanis-
mos tanto explcitos como implcitos para la postulacin de
juicios
de valor.
Sea como fuere, las prcticas musicales estn fuertemente
orientadas, definidas e impregnadas de juicios de valor. An ms,
la
emisin del juicio primario me gusta o no me gustaes el
primer
y ms natural posicionamiento de un sujeto frente a la msica
que
escucha, de tal suerte que no hay un hecho musical que no
suscite
una reaccin evaluadora que se exprese, por lo menos, en tales
tr-
minos: me gusta, no me gusta (Nattiez 1990, p. 103). A
partir
de ste, se despliegan o frustran significaciones musicales
ulteriores.
Los juicios forman parte de la dimensin ideolgica o
ideacional
(Mart 2000) de la msica que, junto a las dimensiones social y
obje-
tual, son componentes fundamentales de la enorme mayora de
las
prcticas musicales del mundo. Dada la omnipresencia de los
juicios
estticos en la msica de todo el mundo y su aparente
inevitabilidad,
lo ms normal sera que los que nos dedicamos a su estudio
acad-
mico ejercitemos de un modo u otro juicios de valor u otro
tipo
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de consideraciones estticas sobre la msica que estudiamos.
Esta
afirmacin, de aparente sentido comn, entraa sin embargo
proble-
mas, decisiones, toma de posturas y seleccin de polticas de
investi-
gacin de las cuales no necesariamente somos conscientes:
El juicio musical es siempre un proceso social y sus trminos no
deri-
van de la msica en s misma (lo cual es un concepto
ideolgico),
sino que son definidos por instituciones y discursos especficos.
Para
comprender un juicio esttico, es necesario identificar las
circunstan-
cias en las cuales ha sido formulado, recibido y considerado
como
vlido y apropiado. El problema reside entonces en la autoridad
cr-
tica: en qu circunstancias se ejercita y acepta esta autoridad?
(Frith
2003, p. 3).
En este trabajo pretendo desmitificar la aparente naturalidadde
los juicios de valor que el investigador realiza sobre la msica
queestudia, argumentando en contra de la idea de que se trata de
unacondicin inevitable del discurso sobre la msica y defendiendo,en
cambio, que son un problema de investigacin que debe ser
con-cienciado, conceptualizado y analizado. El objetivo de este
artculono es prescribir marcos normativos sobre cmo y cundo el
investi-gador debe o no aplicar juicios de valor sobre la msica que
estudia.Su propsito es analizar el papel de los juicios de valor
dentro de lainvestigacin musical y sus funciones en ocasiones
encubiertas den-tro de determinados discursos sobre la msica. Si
bien resultan indis-pensables para cierto tipo de estudios, en
otros no cumplen unafuncin primordial. En este trabajo sostengo que
los juicios de valorse distribuyen de manera irregular y adquieren
diversa relevancia condependencia del tipo de investigacin, de sus
objetivos y del dis-curso que domine en ella. Por ello, el
investigador debe tomar con-ciencia de esta irregularidad y
gestionarla conscientemente,informando de ella adecuada y
oportunamente a su lector. Como
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problema de investigacin, los juicios deberan ser integrados a
lainvestigacin ya sea como parte del objeto de estudio, o bien a
nivelmetodolgico en el anlisis epistemolgico de los instrumentos
quese emplean en el proceso de construccin de conocimiento sobrela
msica.
Los lmites del juzgado esttico universalEl que la prctica de
juicios de valor sea comn en todas las culturasmusicales no tiene
por qu llevarnos a la conclusin automtica deque el investigador ha
de realizarlos sin ms. Del mismo modo queentre los aos sesenta y
setenta la destruccin ritual de las guitarrasal final de las
presentaciones de varios grupos de rock no origin quelos crticos
rompieran sus mquinas de escribir espectacularmentedespus de
escribir sobre esa msica, el ejercicio de juicios de valorcomo
hecho dentro de una cultura musical no tiene por qu condu-cirnos u
obligarnos a realizarlos. Existen discursos y orientaciones dela
investigacin musical donde los juicios, gustos y preferencias
delinvestigador son prcticamente irrelevantes.
Esto es particularmente evidente en campos interdisciplina-rios
como la neuromusicologa (Wallin 1991; Peretz y Zatorre 2003);la
psicologa experimental de la msica; la arqueomusicologa (Rubio1992
y Stckli 2005) y musicologa evolucionista (Wallin, Merker yBrown);
y la musicologa cognitiva y sociologa musical cuantitativasy otras
ramas de la pujante musicologa emprica (Clarke y Cook2004). Pero
tambin es comn en ciertos estudios de msica popularcomo los que
conciernen al estudio de las industrias musicales desdela
perspectiva netamente econmica (Jones y Bar 1995).
Inclusoorientaciones ms tradicionales como la organologa, la
lexicografao algunos mbitos de la teora musical, habitualmente
prescinden deellos (Mazzola, Lluis-Puebla y Noll 2004). Lo mismo
ocurre en losproyectos de desarrollo de tecnologa musical para
msicos y no
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msicos1. Tampoco es comn encontrarse con juicios de valor
sobremsicas especficas en las reflexiones epistemolgicas sobre las
disci-plinas que estudian la msica si no es para analizar su
aplicacin ymodus operandi (Korsyn 2003 y Lpez Cano 2004a).
En cambio, los discursos que tradicionalmente han girado
fuer-temente en torno a los juicios son el del crtico, el del
analista y el delhistoriador. Ntese que se trata de los mbitos
acadmicos ms lon-gevos, legitimados y sacralizados dentro de los
estudios musicales2.Todos estos colaboran a la construccin y
perpetuacin del canonque regula la valoracin de los productos y
prcticas musicales deuna comunidad. Si bien la crtica es muy comn
tanto entre los dis-cursos acadmicos como en la simple verbalizacin
musical, nonecesariamente constituye un proyecto o programa de
investigacinen s misma y con frecuencia se trata de una actividad
coyuntural,desplegada en diarios y otras publicaciones peridicas y
referidas aeventos puntuales. A mayor formalizacin del proyecto de
investiga-cin, mayor concretizacin del rol de la crtica en el
mismo. Los obje-tivos y metas del proyecto determinarn el papel de
los juicios delinvestigador dentro de l. Pero an en el mbito de la
crtica profesio-nal, los juicios de valor estn repletos de
problemas que se debenanalizar.
En el mbito de los estudios de msica clsica occidental,
elanlisis suele relacionar la deteccin o sealizacin de
estructurasformales con una valoracin esttica determinada (Dahlhaus
1990).
1 Particularmente interesantes son las lneas de investigacin del
Music TechnologyGroup (Grupo de Tecnologa Musical) de la UPF que
desarrollan software para quelos usuarios creen sus propias
categoras con el fin de que puedan organizar su msicacon mucha
mayor libertad a partir de sus propios gustos y no con las
categorasimpuestas por los programadores o la industria musical.
Vase http://mtg.upf.edu/
2 Un caso de orientacin de investigacin reciente que depende de
los juicios estticosdel investigador es el de la zoomusicologa: su
criterio determina qu actividad sonorade otras especies se pueden
incluir en el concepto de zoomsica. Vase Martinelli(2002 y
2008).
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El pensamiento de la modernidad impuso al discurso analtico
tantola nocin de obra maestra como la concepcin de la historia de
lamsica como un discurso nico y lineal, de progreso continuo.
Asmismo, prescribi valores supremos como la innovacin,
originalidady superacin continua de los logros tcnicos de las obras
anteriores(Lpez Cano 2006a). Las valoraciones sobre los hallazgos
analticosgiran en torno a estas nociones. Por un lado, se ha de
sealar que estemarco explicativo trasladado al mbito de las msicas
popularesurbanas en general y latinoamericanas en particular, solo
es practica-ble en un nmero reducido de casos: aquellos
homologables a los dela msica clsica. Por otro lado, los criterios
y modos de valoracinesttica que aplican la diversidad de sujetos
sobre los repertorios yprcticas de las diferentes msicas populares
de Amrica Latina, lotrascienden con mucho.
Tambin es necesario mencionar aquellos desarrollos analticosms o
menos recientes que obvian la valoracin de estructuras den-tro de
un marco histrico. En ellos no existe postulacin de juicios ysi los
llega a haber resultan completamente irrelevantes para los
obje-tivos y resultados de la investigacin. Un ejemplo de ello son
losmodelos generativistas que pretenden extraer reglas perceptuales
dela armona (Lerdahl y Jackendoff 1983; Baroni y Jacobioni 1978
yBaroni y Callegare 1984). Incluso en Baroni, Dalmonte y
Jacobioni(1999), la seleccin del repertorio a estudiar (canciones
bastantemediocres de Giovanni Legrenzi, 1626-1690) se basa en la
adecua-cin de su simplicidad estructural al mtodo del estudio y no
en sucalidad esttica.
El discurso de la historia es mucho ms complejo. Si bien
todorelato de historia de la msica gira en torno a un canon
(Dahlhaus1983), la mayora de las veces ste no es explicitado en el
discursodel historiador. Un caso excepcional aparece en la
introduccin a suhistoria de la msica del siglo xIx de Carl
Dahlhaus, donde afirma questa se teje entre las tensiones de dos
estilos gemelos: el del gran
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MSICAS POPULARES URBANAS DE AMRICA...
arte de la msica abstracta (y germnica) representado por
Beethoveny el de la msica ms simple de la pera italiana,
representado porRossini, a la cual de entrada niega el estatus de
obra para relegarlaa meros eventos (Dahlhaus 1989, pp. 8-15). Ms
all de las muchasy comprensibles objeciones crticas que ha recibido
este plantea-miento (Kramer 1995, pp. 46-51), me parece importante
sealar elpapel de este juicio dentro del funcionamiento de la
investigacin. Sisu objetivo fuera demostrar esta categorizacin y si
el venerable musi-clogo hubiera ofrecido ms argumentaciones para
sostenerla, esteprincipio constituira una hiptesis operativa que se
confirmara o fal-seara al trmino del libro a partir de la
informacin, argumentos yconclusiones vertidos en l. Pero como no
hace nada de ello y suimportancia para el desarrollo de este
trabajo es fundamental, el argu-mento adquiere la forma de un
postulado irrebatible con todas lasconsecuencias que ello implica.
Pero hemos de admitir que no es enabsoluto comn que los
historiadores develen sus cartas y expongande antemano y con
claridad las reglas del juego, por lo que hemos deagradecer a
Dahlhaus esa concrecin.
Pero no todos los trabajos histricos son presas inconscientesde
las fuerzas centrpetas de los cnones musicales implcitos.
Existenpor lo menos dos tipos de discursos dentro de la historia de
la msicaen donde la relacin con el canon o los juicios del
investigador setransforma sensiblemente. Uno es de la historia de
la recepcin, cuyoobjeto de estudio es precisamente el anlisis de
cmo se ha ido cons-truyendo el canon y las diferentes ubicaciones
donde se ha colocadodeterminada obra dentro de l a lo largo de
diversas pocas (Borio yGarda 1989). Otro es la historia de los
excluidos del canon que a par-tir del estudio de compositores y
prcticas olvidadas construyen oaportan conocimientos sobre la msica
de diversas sociedades o gru-pos que el estudio de la msica cannica
impide. Se trata de la musi-cologa de los otros (Tomlinson 1993)
cuyo mejor (aunque no nico)ejemplo son las investigaciones de
gnero: la musicologa feminista
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(Ramos 2003 y Viuela 2003), la musicologa gay y lesbiana
(Brett1994; Whiteley y Rycenga 2006) y en los ltimos aos, la
musicolo-ga masculina (Whiteley 1997 y Blzquez 2008).
En el primer caso, el mismo juicio de valor se convierte en
objeto de estudio propiciando que el gusto personal del
investigador
aparezca claramente localizado, pues se pone en evidencia en
con-
traposicin con las valoraciones histricas analizadas. En el
segundo
caso nos encontramos que el objetivo de esos trabajos no es
tanto
legitimar la msica del otro atribuyndole a toda costa
valoraciones
positivas (salvo en algunos casos de musicologa feminista),
sino
explorar el amplio espectro de conocimientos al que tenemos
acceso
cuando atendemos estos casos excluidos. En el clebre trabajo
de
Tomlinson (1993), por ejemplo, el estudio de un msico menor
e
intrascendente permite conocer la estrecha relacin de la msica
con
las prcticas de brujera y los procesos inquisitoriales en la
Italia del
siglo xVI. Por otro lado, la filiacin a la musicologa feminista
o de
gnero se basa ms en la militancia ideolgica de sus autores que
en
sus preferencias estticas. De hecho, el vnculo esttico del
investiga-
dor con la msica que estudia en este tipo de trabajos es
secundario
cuando no imposible, toda vez que las obras son en muchos
casos
desconocidas o incluso inexistentes.
En este momento ya estamos allanando uno de los aspectos
ms importantes y determinantes en el que el gusto del
investigador
influye en su trabajo: la eleccin de su objeto de estudio.
El objeto de estudio ha de pasar por el juzgado: juicio y
narrativas de legitimacin disciplinarSegn Franco Fabbri, no hay
nada ilcito en el hecho de que un prin-
cipio de placer conduzca nuestra eleccin del objeto de
nuestros
estudios de msica, pero, agrega, encuentro til no esconder
este
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hecho, ni siquiera a nosotros mismos (Fabbri 2008, p. 387). Y
ms
an, no solo es til, sino una obligacin de tica bsica asumir,
reco-
nocer y comunicar esta eleccin. Sin embargo, es muy probable
que
la eleccin de los problemas de estudio a partir de los gustos
del
investigador sea ms comn entre los especialistas formados en
disci-
plinas musicales (sea msica prctica o musicologa) y entre los
inves-
tigadores ms veteranos. Esto se debe quiz a que los colegas
que
vienen de otras tradiciones se descubren liberados de la
carencia de
legitimidad y los estigmas que arrastran secularmente las
disciplinas
acadmicas de estudio musical. En efecto, cierta tradicin
intelec-
tualista occidental no ha visto en la msica ms que una fuente
de
placer y ejercicio afectivo desprovisto de cualquier inters de
conoci-
miento serio (Nettl 1999, p. 296; Korsyn 2003, pp. 64 y ss.). De
ah
que un sector de la musicologa se mantenga en batalla continua
para
defender y argumentar el papel de la msica en el desarrollo de
la
cultura y la relevancia de sus disciplinas dentro de las
humanidades
(Kramer 2008).Este problema se agudiza en Iberoamrica donde el
estudio
acadmico de la msica, especficamente la musicologa, se
haimplantado muy recientemente en la universidad y carece de
recono-cimiento, tanto en la esfera universitaria en particular,
como en la delmundo intelectual en general y aun de la sociedad en
su conjunto. Enla regin, los pocos recursos que ofrecen
instituciones y gobiernosa la investigacin musical se orientan
preferentemente al rescate ypreservacin patrimonial: estudio
biogrfico de compositores, recu-peracin y trascripcin de sus obras
para que sean ejecutadas y undiscurso laudatorio que nos muestre su
enorme talla esttica. Objetode su inters tambin es el inventario de
prcticas folclricas propiasque nos devuelvan la visin deseada de
nuestra propia identidad. Deeste modo, las polticas institucionales
de estudio musical contribu-yen a la hegemona de la musicologa
forense: la que agota sus esfuer-zos en levantar especies de actas
de defuncin patrimoniales del
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legado que hemos heredado de los grandes compositores patrios
delpasado. Es innegable la importancia de esta orientacin de
investiga-cin, tenemos que llevarla a cabo y es nuestra
responsabilidad, yaque nadie la va a hacer por nosotros, pero su
cultivo exclusivo estexpulsando la musicologa y la msica de los
grandes debates inte-lectuales de nuestro tiempo y la est privando
de su participacindentro de otros discursos y mbitos de
investigacin indispensablespara el desarrollo crtico-intelectual de
la regin.
De ah surge la curiosa paradoja de la doble legitimacin en
elestudio de la msica: por un lado, la enorme autocomplacencia
delos investigadores musicales nos hace creer que ocuparnos de
deter-minada msica es una suerte de aval legitimador: la convierte
enhonorable, trascendente, digna de ser estudiada por la
academia.Pero resulta ser todo lo contrario: nos dedicamos casi
exclusivamenteal estudio de la msica socialmente considerada de
gran calidad est-tica o de probada importancia histrica, para
legitimarnos a nosotrosmismos y nuestro trabajo; para ganarnos el
respeto y apoyo de las ins-tituciones culturales. La eleccin del
objeto de estudio se descubrecontinuamente enfrascado en una ardua
negociacin entre los gustospersonales del investigador y el
desarrollo de narrativas de legitima-cin disciplinar (Korsyn 2003,
p. 61) que le otorguen entidad y valorsocial. El juicio no siempre
es libre.
Esto explicara por qu ciertas msicas sucias latinoamerica -nas
como la champeta de Cartagena de Indias, la cumbia villera
deArgentina, el funk carioca y el tecnobrega de Belem (del cual
muchospiratas se han convertido en productores), entre otros, todos
ellosfenmenos masivos de evidente relevancia social e inters
investiga-tivo, no son atendidos por la academia musicolgica. Y no
lo son por-que son gneros no purificables, es decir, msicas que se
asocianms bien con el mal gusto y las clases excluidas (Ochoa 2006,
p.806, citado en Ydice 2007, p. 82), y no son sujetos de las
operacio-nes de la doble legitimacin. Como ellas, existe una gran
cantidad de
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msicas que, a decir de Ydice, adems de crear una cadena
pro-ductiva alternativa, tambin generan sus propios mecanismos de
vali-dacin, basados en el placer y su relacin con imaginarios
socialesindisciplinados pero no ideolgicamente rebeldes. En
ocasionesestos principios estticos son reconsiderados socialmente a
partir deun principio de valoracin desde afuera, desde los porteros
o interme-diarios purificadores (intelectuales, dirigentes de ONG,
polticos,etc.) que le asignan un valor cultural positivo (Ydice
2007, p. 82).Pero los musiclogos no quieren entrar en este proceso
por no arries-gar su siempre frgil legitimidad acadmica y
social.
Por otro lado, en el mbito de los estudios de la msica popu-lar
la legitimidad de los objetos a veces se da de manera automtica,sin
requerir de una serie de juicios estticos que justifiquen y
argu-menten la eleccin de ciertos repertorios. En muchas ocasiones
lalegitimacin viene dada de antemano por motivos generacionales:
Una de las razones por las que cada vez ms, en estos ltimosaos, los
etnomusiclogos y los investigadores de msica popular seencuentran y
colaboran, es que pertenecen a la misma generacin ycomparten gustos
(Fabbri 2008, p. 387). De ah que en Iberoam ricase estudie ms el
rock o la salsa que el hip hop o el pop bastardo.Adems, en varias
ocasiones, en algunas comunidades de estudio delas msicas populares
latinoamericanas, la legitimidad de un reper-torio, su elegibilidad
como objeto de estudio, no solo responde avnculos generacionales,
sino a motivos de clase: para las clases pro-gresistas es mejor
visto estudiar a cantautores comprometidos concausas sociales que
la cumbia villera. Esto nos conduce a pensar quela eleccin del
objeto de estudio no solo responde a motivos de pre-ferencia
esttica, sino a afirmaciones y defensas identitarias, y nosobliga a
reflexionar, una vez ms, sobre la estrecha relacin queexiste dentro
del mbito de la msica popular, el desarrollo del gustoesttico y la
construccin de identidad (Frith 1987, regresaremosa este punto ms
adelante).
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Sin embargo, es importante resaltar que si bien los juicios
devalor poseen un innegable poder legitimador, en ocasiones son
utili-zados como recurso de sustitucin de otros argumentos de
mayorpeso justificador, tanto para la actividad estudiada como para
el desa -rrollo de narrativas de legitimacin disciplinar. En este
sentido y desdeuna perspectiva ms filosfica, Jean-Marie Schaeffer
apunta que:
En las obras de esttica [filosfica] de los aos ochenta, el
problema
del juicio de gusto fue a menudo el centro del debate. Las
razones
son mltiples pero me parece que la importancia de la cuestin de
la
evaluacin se debi principalmente a factores exgenos: fue
efecto
de la crisis del discurso de legitimacin del arte contemporneo,
y no
tanto consecuencia de un problema propiamente esttico (2005,
p. 77).
El propio Schaeffer nos recuerda que el fin principal de la
rela-cin esttica no es formular un juicio apreciativo, sino la
experienciaesttica en s misma (dem.), y que el juicio esttico no es
sino con-secuencia del comportamiento esttico y no su condicin
definitoria(Ibd., p. 79).
Por ello, es comprensible que desde tradiciones de
investiga-ciones sociales y humansticas que no se ocupan
principalmente defenmenos artsticos o estticos, sea ms comn
seleccionar objetosde estudio por su relevancia social, sus
implicaciones filosficas, suconexin con otros problemas o discursos
de investigacin3, o inclusopor su importancia econmica, ya que
ellos no precisan impe rio -samente de tales recursos de
legitimacin. En estos mbitos, la his-toria de afinidad esttica y
construccin identitaria con la msica no
3 Como los discursos postcoloniales. Vase el estudio del caso
del Buenavista SocialClub y las fantasas poscoloniales en De la
Campa (2006, pp. 305-323).
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es tan fundamental. No es de extraar entonces que sean
socilogoscomo Pablo Vila y Pablo Semn (2006), o especialistas en
estudios deldiscurso (Pardo y Massone 2006) los que trabajen sobre
la despre-ciada cumbia villera, o de filsofos como Mara Luisa de la
Garza(2007 y 2008) los que se ocupen del sospechoso narcocorrido.
Comolos realizados por ellos, hay muchos trabajos sumamente
profesiona-les sobre prcticas musicales sucias e infravaloradas con
las cualessus autores no se sienten identificados, ni por razones
estticas niideolgicas4.
Esto nos recuerda que lo que hace merecedora de
escrutinioacadmico a determinada msica no es necesariamente su
valo-racin esttica. Las msicas populares latinoamericanas se
insertande muchos modos en la vida social, cultural, econmica,
psicolgicay afectiva de las personas. Cumplen un sinfn de tareas
sociales fun-damentales. La relevancia para su estudio puede ser
cuantitativa (porel nmero de gente que la escucha), econmica (por
el tipo, impor-tancia e impacto de la industria que se crea en
torno a ella)5, socio-cultural (cmo representa o crea realidades
sociales y culturales),psicolgica (cmo colabora en construir la
subjetividad, las interre -laciones intersubjetivas y sociales, la
afectividad y los sentimientosidentitarios, ya sean nacionales,
sexuales, de gnero, ideolgicos,
4 Justo es reconocer que musiclogos con vocacin transversal
tambin han estudiadofenmenos como el de la cumbia villera. Vase
Cragnolini 2006.
5 Con frecuencia se olvida que las msicas populares
latinoamericanas tambin sonimportantes porque se insertan dentro de
las dinmicas de las industrias culturales,que en ocasiones
representan un espacio econmico de suma importancia para unpas y de
las cuales viven muchas familias de la regin. Esta relevancia
econmica esla que le vali a los Beatles sus primeros ttulos
honorficos otorgados por el ImperioBritnico a mediados de los aos
sesenta. Tambin influy sin duda en que los estu-dios de msica
popular entraran en la academia anglosajona. Con mucha
frecuencialos estudiosos latinoamericanos no solo no se ocupan de
esta dimensin de la msicapopular, sino que la condenan
sistemticamente como si se tratara de un fenmenoajeno a ella. Sin
profundizar en sus mecanismos y particularidades, se suelen
verteropiniones poco informadas.
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estticos, etc.), poltica (los usos propagandsticos, de expresin
deideas, de resistencia cultural y reversin de discursos), etc. En
lasmsicas populares latinoamericanas no solo hay arte, y si ellas
tras-cienden con mucho el estrecho, limitado y autnomo mundo del
arte(Mart 2000), la investigacin debera hacer lo mismo.
msica popular y arteUna discusin que surge de manera ms o menos
frecuente en elmbito de los estudios de las msicas populares
urbanas de Latinoa-mrica es la relacin de sta con el arte culto
occidental: la msicapopular es arte o no lo es? Para muchos
estudiosos arte constituyeuna manifestacin suprema del espritu a la
cual aspiran todos lospueblos y todas las culturas. Desde esta
perspectiva, las piezas y can-ciones de las msicas populares
latinoamericanas que estudiamosdeben ser conceptualizadas como
obras de arte y aplicarles los tr-minos, categoras, valores e
instrumentos analticos provenientes delas disciplinas de estudio
del arte occidental como la historia del arte,la esttica o la
musicologa tradicional. Existe sin embargo otra opi-nin segn la
cual la nocin ms generalizada de arte es un con-cepto histricamente
localizado. Comenz a gestarse hacia lo que seconoce como
renacimiento en la historia cultural occidental y se ero-sion
sensiblemente con las vanguardias artsticas de principios delsiglo
xx. Muchos ubican su etapa final en el expresionismo abstractoy su
acta de defuncin con el arte pop (Danto 1999 y Lpez Cano2006a). La
nocin sirvi entre otras cosas para legitimar los poderesprivativos
de una burguesa deseosa de romper sus relaciones de suje-cin y
subordinacin simblica con la nobleza y el clero (Eagleton2006). El
concepto alcanz tal poder que objetos anteriores a la eradel arte
como el arte litrgico medieval e incluso objetos de otras
cul-turas, fueron integrados, en diferentes momentos de la historia
y pormedio de la ejecucin de diversas operaciones estticas y
culturales,
RUBN LPEZ CANO 231
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232 JUICIOS DE VALOR Y TRABAJO ESTTICO EN EL ESTUDIO DE LAS
MSICAS POPULARES URBANAS DE AMRICA...
al campo de lo artstico (Belting 1994). Como es bien sabido, el
con-cepto de arte y de msica no aparece en todas las culturas y
enmuchas de ellas las actividades que nosotros llamamos
artsticasforman parte indisociable de prcticas religiosas,
laborales o comuni-tarias (Nattiez 1990, pp. 41 y ss.)6. De este
modo y en el seno de estascomunidades, no constituyen un mbito
especfico y autnomo.
Sea como fuere, es evidente que no todas las msicas popula-res
latinoamericanas pueden homologarse a los objetos reconocidoscomo
artsticos. La msica popular cumple muchas funciones en lasociedad y
no toda aspira a constituirse en obra de arte: muchas deellas no
quieren ser ms que artesana y solo pretenden proveerde melodas
populares y clichs para expresar lugares comunesafectivos (Frith
2001b, p. 96). Como ya se ha mencionado, lo quehace estudiables las
msicas populares latinoamericanas no es nece-sariamente su
envergadura artstica ni su adecuacin a los cnonesestticos
importados de las disciplinas del gran arte occidental.
Por otro lado, hemos de admitir que la categora arte es
sumamente laxa y heterognea y resulta prcticamente imposible
definir sus lmites. Arte son La Gioconda de Leonardo, el
Coatlicue
azteca o La Fuente (el famoso urinario) de Marcel Duchamp, la
obra
de arte ms influyente de todos los tiempos7. Son tambin arte
todas las derivas, propuestas y discusiones del arte
contemporneo,
arte sonoro, instalacin, acciones, performances,
intervenciones,
etc. Adems de las artes emergentes hay campos que se estn
recon-
virtiendo hacia lo artstico como el diseo de modas, la alta
cocina o
la publicidad, que da con da se parecen ms en sus productos,
en la conducta de sus autores y comunidades que la rodean y en
sus
6 Sobre este tema, la entrada de la Wikipedia en ingls
definition of music puederesultar interesante:
http://en.wikipedia.org/wiki/Definition_of_music
7 Segn la encuesta realizada en 2004 por la galera Tate de
Londres entre 500 especia-listas (vase la nota completa en
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/international/new-sid_4060000/4060193.stm).
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RUBN LPEZ CANO 233
valoraciones sociales y econmicas, a los que privan en el mundo
del
arte8. La categora arte puede ser ms un problema que una
solu-
cin. En la actualidad funciona ms como un
extraordinariamente
rico lugar de discusin9 que como un estatus alcanzado solo por
cier-
tos objetos culturales privilegiados. Mantener a toda costa las
nocio-
nes heredadas de las disciplinas del arte occidental, as como
la
ilusin de que se trata de lo ms alto a lo que puede aspirar el
esp -
ritu humano, puede limitar demasiado nuestra comprensin de
las
plurales y complejas dimensiones de las msicas que estudiamos
y
puede ser un lastre simblico ms del colonialismo intelectual
del
cual an no nos podemos sacudir. Es necesario penetrar de una
buena vez en otro paradigma para descubrir que nuestros
valores
como clase intelectual no representan necesariamente todos los
valo-
res que las msicas populares ofrecen a sus usuarios. La
empresa
acadmica dentro de estas msicas no puede limitarse a
estudiar
solo stos.
Por otro lado, ni slo lo artstico es sujeto de juicio esttico,
ni
el arte se limita a sus funciones estticas. El modo en que nos
vesti-
mos, peinamos, decoramos nuestro auto o la casa, son
actividades
sujetas a valoraciones de gusto (la aplicacin cotidiana del
juicio-
categora kitsch sobre una gran variedad de prcticas no
artsticas
8 Considrense certmenes como El Sol, Festival Iberoamericano de
la ComunicacinPublicitaria, donde se premian no a los spots ms
eficaces (los que hayan vendidoms) sino a los ms creativos y mejor
logrados tcnica y estticamente; o la participa-cin del chef cataln
Ferrn Adri en el Pabelln G de la duodcima edicin deDocumenta, una
de las exposiciones de arte contemporneo ms importantes delmundo
que se llev a cabo en Kassel, Alemania, del 16 de junio al 23 de
septiembrede 2007.
9 En este sentido, hay que reconocer que lo artstico ha
colaborado y aportado demanera determinante a los ms recientes
debates sobre nuestra cultura. Su importan-cia es incluso de mayor
trascendencia de lo que lo fue en el Renacimiento. Analcesesu papel
en los debates sobre la posmodernidad (para una bibliografa vase
LpezCano 2004b y 2006).
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234 JUICIOS DE VALOR Y TRABAJO ESTTICO EN EL ESTUDIO DE LAS
MSICAS POPULARES URBANAS DE AMRICA...
lo pone en evidencia). As mismo, mucho del arte contemporneo
no
pretende suscitar juicios de valor en el espectador. No quiere
ser
comprendido en trminos de lo bello o lo sublime, de la
perfeccin
de sus formas o acabados, ni siquiera por su relacin con otras
obras
o artistas. Muchas instalaciones, acciones o emplazamientos
artsti -
cos de nuestros das se abren como rutas de reflexin filosfica
sobre
los ms acuciantes problemas de nuestra contemporaneidad
como:
las identidades, las disporas, la biotica, el biopoder, las
relaciones
mente-cuerpo, las transformaciones de gnero, los mecanismos de
la
globalizacin y las formas de resistencia contra el capitalismo
salvaje
y, por supuesto, el estatus del arte mismo en la sociedad y la
cultura
(Lpez Cano 2004b y 2006a): Algunos proyectos artsticos que
implican al pblico en el proceso de desarrollo de los mismos
estn
muy cerca de las sociologa visual (Gauntlett 2007, p. 117,
citado en
San Cornelio 2008, p. 9).Resumiendo: no es necesario que un
objeto o prctica de las
msicas populares latinoamericanas sea considerado como obra
dearte, ni para convertirse en objeto de estudio de la
investigacin, nipara ser sujeto de un juicio de valor. As mismo, el
estudio de unamsica popular latinoamericana no debe limitarse a su
juicio de valor,y bien puede prescindir de ellos cuando los
objetivos son otros10.
La inoperatividad de UN canon para las msicas populares
latinoamericanasDurante las discusiones sobre los juicios de valor
en la inves tigacin
de las msicas populares latinoamericanas desarrolladas en la
lista de
la IASPM-AL en diciembre de 2007, Alejandro L. Madrid
puntualiz
10 Conviene recordar tambin que arte e industria cultural no son
incompatibles. En laactualidad, el arte clsico occidental genera
riqueza econmica sin parangn en
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RUBN LPEZ CANO 235
que las identidades no se forjan a partir de una pertenencia
geogr-
fica sino a partir de elementos como el gusto o los deseos
comparti-
dos, etc. (esto permite fenmenos como las comunidades
virtuales
[]). Tomando como punto de partida este argumento, Madrid
seal que el que seamos investigadores de fenmenos que se dan
en nuestras sociedades no implica que pertenezcamos a ellos:
El
hecho de que Julio Iglesias, el reguetn o el narcocorrido sean
msi-
cas mediticas que llegan hasta nuestra televisin no las hacen
nece-
sariamente parte de nuestra cultura [el subrayado es mo]... Eso
solo
pasara en el momento en que entremos activamente en relacin
con
las comunidades que las consumen o se conmueven con ellas y
entendamos qu las conmueve y por qu se conmueven. Profundi-
zando, Madrid alega que solo en la medida en que podamos
con-
movernos con Julio Iglesias de la misma manera que sus fans,
podremos afirmar que pertenecemos a esa subcultura (Madrid
2007).A esta reflexin, Juan Pablo Gonzlez respondi: No
necesita-
mos conmovernos con Julio Iglesias para considerarlo de nuestra
cul-tura. Podemos resignificarlo, como habitualmente sucede, y ver
en laquello de nuestra cultura que aborrecemos (Gonzlez 2007,
losubrayado es mo).
Es notorio cmo en estas lcidas reflexiones, el trmino culturaque
he subrayado en las dos citas anteriores no permite hilar fino enla
comprensin del problema. Si el concepto de cultura abarca
elconjunto de los procesos sociales de significacin o el conjunto
deprocesos sociales de produccin, circulacin y consumo de la
signifi-
cacin en la vida social (Garca Canclini 2004, p. 34),
podramospreguntarnos entonces si la transformacin de la
significacin supone
la historia y los museos (as como la museificacin de las
ciudades y espacios pbli-cos) constituyen uno de los principales
atractivos tursticos de las ciudades en nues-tros das (Garca
Canclini 2001, pp. 71 y ss. y 2007, pp. 95 y ss.).
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236 JUICIOS DE VALOR Y TRABAJO ESTTICO EN EL ESTUDIO DE LAS
MSICAS POPULARES URBANAS DE AMRICA...
un cambio cultural, un traspaso de una cultura a otra, o es solo
uncaso de consumo de significacin. Para evitar desfallecer en
esosrepliegues tericos, propongo una salida ms operativa. Los
prrafoscitados cobraran ms claridad si sustituimos la palabra
cultura porclase o campo (Bourdieu 1990, p. 216). Las prcticas
culturalesen la Amrica Latina se asumen o rechazan en funcin de su
repre-sentatividad de clase. En efecto, las sociedades
latinoamericanassomos extremadamente clasistas11: as eran los
primeros pobladores,as eran los conquistadores espaoles y as
seguimos siendo nosotros.A diferencia de los pases europeos, la
divisin de clases es muchoms notoria en Latinoamrica (a lo que se
suma la discriminacin porel origen tnico) y su sociedad ms
heterognea en sus prcticas yusos culturales. En todo momento
intentamos construir y refrendar lasfronteras culturales que
separan una clase de otra. Tratamos por todoslos medios de
distinguirnos los unos de los otros. Una de las funcio-nes
principales de la msica popular en la regin es la de contribuira la
construccin de estas fronteras simblicas, o en otros
trminos,colaborar a que la cultura funcione como dramatizacin
eufemizadade los conflictos sociales (Garca Canclini 2004, p. 38).
Ciudadescomo Mxico DF, La Habana o Buenos Aires son autnticos
camposde batalla snica donde un grupo pretende imponer su sonido,
sumsica, a otros.
11 Nuestro clasismo llega en ocasiones hasta el ridculo. Basta
ver cmo los inmigran-tes mexicanos que pertenecen a clases
supuestamente superiores tratan en los Esta-dos Unidos a los de
clases ms bajas, cuando ante la mirada del gringo todos
sonmexicanos. En Mxico, cuando una persona le falta el respeto a
otra se le llamaigualado, como si el respeto fuera cosa de
asimetras sociales y no una actitud quese debe conservar entre
pares. Las cosas no son muy diferentes en Cuba donde pesea que en
el discurso oficial se han superado ya las distinciones tnicas y
sociales,prevalecen estrategias de diferenciacin (si bien con
algunas particularidades dadoel impacto de la reorganizacin social
que impuso la Revolucin) donde lo tnico,la regin de procedencia y
el capital cultural (tradicional o intelectual) juegan unpapel
determinante.
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Los investigadores musicales con frecuencia no reparamos enello,
pero en nuestro trabajo nos posicionamos en esta lucha y hace-mos
de nuestro trabajo un miliciano ms a su servicio. Con frecuen-cia
asumimos que solo la msica que merece la pena no solo de
serestudiada, sino difundida y degustada por toda la sociedad, es
la querepresenta a nuestra clase o campo. Convertimos nuestro
discurso enarma eficaz e ignoramos las otras msicas que no nos
representan. Elpeligro de esta actitud es el emplazamiento tcito de
una suerte decanon, que como todos los cnones se pretende universal
pero queen realidad est hecho a imagen y semejanza de la clase que
lo pos-tula (Beard y Gloag 2005, pp. 32-34). El canon instaurado
desde laacademia ostentara una pretendida legitimacin cientfica.
Pero loque terminamos produciendo es un plido y errado daguerrotipo
dela extraordinaria pluralidad de msicas populares
latinoamericanas.Entonces comenzamos a hablar en trminos de
antonomasia sobreLA msica popular latinoamericana (forma que he
evitado en estetrabajo). No existe UNA msica popular
latinoamericana homogneacapaz de ser definida claramente y hacer
cognoscibles y reconociblessus fronteras.
No encuentro en absoluto censurable que el investigador
seposicione social y polticamente desde su trabajo siempre y
cuando,una vez ms, informe oportuna y adecuadamente al lector, y
tengaconciencia de las consecuencias epistemolgicas y ticas de
estadecisin. El problema es que con esta actitud, la comunidad de
inves-tigadores est dejando fuera un aspecto fundamental de la vida
de lasmsicas populares latinoamericanas en nuestras sociedades. La
m -sica, como parte integral del conjunto de prcticas culturales,
es fun-damental para entender las diferencias sociales (Garca
Canclini2004, p. 58). Los mecanismos por medio de los cuales
diferentes cla-ses valoran, se apropian de o rechazan las msicas de
otras clasesconstituyen un rico campo de estudio que aportara mucha
informa-cin sobre el papel importantsimo de la msica popular en
nuestras
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238 JUICIOS DE VALOR Y TRABAJO ESTTICO EN EL ESTUDIO DE LAS
MSICAS POPULARES URBANAS DE AMRICA...
vidas. Ah donde alguien se ofende por cmo canta o baila el
otro,ah donde hay rechazo visceral contra una prctica cultural, ah
hayuna pugna simblica que puede devenir en violencia
simblica(Bourdieu de nuevo) que merece ser atendida por la academia
espe-cializada.
Por esta razn es prcticamente imposible imponer un canonvlido
para toda LA msica popular latinoamericana: a diferenciade la msica
clsica occidental, el conjunto de msicas populares noconstituye (ni
pretende formar) un campo homogneo y organizado,que interpele a un
solo grupo, incluso a los grupos especializadoscomo la crtica o los
propios msicos. Su disparidad refleja las asi -metras sociales y
las pugnas simblicas en nuestras sociedades.Pretender consensuar un
canon para toda LA msica popularlatinoamericana nos conducira a un
ejercicio de simulacin quedara la espalda a la realidad. Quiz
deseemos repetir la operacinque realiz la burguesa europea de los
siglos xVII y xVIII y sobre todola decimonnica, y desde la academia
construir el canon que nosd la legitimidad social que la tradicin
acadmica nos niega. Ntesebien que no se est criticando las
configuraciones cannicas en smismas: el canon existe en la prctica
en casi todas las actividadesmusicales. El reparo yace en los modos
en que un grupo localizado(los estudiosos de la msica popular
latinoamericana), anclado enuna clase social determinada, pretende
construirlo y legitimarlo aban-donando lo que entiendo es su
responsabilidad mayor: precisamenteel anlisis crtico de las
formaciones cannicas.
Por supuesto que no se trata de celebrar todo lo que produce
laindustria; pero tampoco de condenarlo slo por provenir de
ella12:
12 Despus de todo, en lo nico en que coinciden Revolver, el
mejor lbum de losBeatles, y el ltimo disco de King Africa, es en
que ambos pretendan y lograronganar mucho dinero (ntese cmo el
juicio que me he permitido al colocar el discoRevolver en el lugar
en que suele ubicarse al Sgt. Peppers resulta completamenteirrele
vante para los objetivos de este trabajo. Puede contradecirse y ser
absolu-tamente falso y sin embargo, el argumento que me interesa
exponer seguir com-prendindose).
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El conocimiento de las relaciones interculturales, segn Grignon
y
Passeron, no debe considerar la cultura popular como un universo
de
significacin autnomo olvidando los efectos de la dominacin,
ni
caer en el riesgo opuesto pero simtrico de creer que la
domina-
cin constituye a la cultura dominada siempre como heternoma.
Por
un lado el relativismo cultural que imagina a los subalternos
solo
como diferentes, en un estado de inocencia simblica; por otro,
el
etnocentrismo de las clases hegemnicas o de grupos cultos
asocia-
dos o aspirantes al poder que, creyendo monopolizar la
definicin
cultural de lo humano, miran lo diferente como barbarie o
incul-
tura (Grignon y Passeron 1991, pp. 17 y 28). Cuando se
investiga,
dicen, esto produce cierto confort metodolgico, porque lleva
a observar todos los riesgos como resultado de la autonoma o
de
la dominacin, sin tener que preguntarse por las
ambivalencias
(Garca Canclini 2004, p. 71).
De qu se trata entonces? Qu actitud tomar en la investi -gacin?
Si bien todo juicio de valor genera informacin, no todo jui-cio de
valor produce conocimiento. De eso se trata: nuestra labor
esproducir conocimiento. Esa es la razn por la cual no juzgamos
lamsica de otras culturas; porque tanto a los que escriben como a
losque leemos los libros sobre las msicas de frica central o de
loslapones, no nos interesa saber lo que alguien como nosotros
puedeopinar de esa msica a partir de las comparaciones con nuestra
pro-pia cultura. Compramos y estudiamos esos libros porque
queremossaber, entre otras cosas, cmo son sus cdigos de gusto: ese
conoci-miento es el que buscamos.
Y de lo que se tratara es que la investigacin musical no partade
prejuicios inamovibles sino de incertidumbres, curiosidad y
volun-tad de transferencia intersubjetiva. Podramos preguntarnos
qugana el especialista en cultura al adoptar el punto de vista de
los opri-midos o excluidos?, y respondernos que puede servir en la
etapa
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de descubrimiento, para generar hiptesis o contrahiptesis que
desa -fen los saberes constituidos, para hacer visibles campos de
loreal descuidados por el conocimiento hegemnico (Garca
Canclini2004, p. 166). Si persistimos frreamente en nuestros
prejuicios declase sin darle al otro la oportunidad de ensearnos
por qu dis frutaesa msica, entonces cmo ejercitaremos la empata,
esa facul -tad que pese a las dudas de Gadamer (1977), sigue siendo
la piedraangular de la comprensin hermenutica en la que se
fundamentantodas las humanidades? Recordemos que aun para la
esttica filos -fica el objetivo de conocimiento no es formular un
juicio aprecia -tivo, sino la experiencia esttica en s misma en
tanto que actividadcognitiva regulada por su ndice de satisfaccin
interno (Schaeffer2005, p. 77). Y enjuiciar no es conocer.
modos de estudio de juicios de valor en las msicas populares
latinoamericanasLo que sigue a continuacin no es ms que una
cartografa mnimasobre el modo en que solemos estudiar o aplicar los
juicios de valoren nuestro trabajo de investigacin. Estos casos no
son excluyentesunos de otros (pueden ocurrir simultneamente en el
mismo lugar), nitampoco pretenden ser prescriptivos. Como todo
mapa, solo buscacolaborar en el ejercicio de ubicarnos a nosotros
mismos en unmomento determinado del recorrido de una investigacin.
Nos ayu-dan a decidir si continuamos o cambiamos de rumbo.
El primer y ms bsico modo en rigor no estudia los juicios de
valor, pues simplemente los aplica. Consiste fundamentalmente
en
criticar la msica que estudiamos exclusivamente desde
nuestros
cdigos de gusto, morales o ticos de acuerdo a cmo queremos
que
sea nuestra sociedad y a los contenidos que consideramos
apropiados
para la comunidad y el modelo de cultura que defendemos. Con
fre-
cuencia se aplica sin conciencia y sin aclarar sus consecuencias
para
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MSICAS POPULARES URBANAS DE AMRICA...
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el conjunto de la investigacin. El ejercicio indiscriminado de
esta
modalidad en el mbito de la seleccin del objeto de estudio a
menu-
do conduce a que, o bien se estudie exclusivamente la msica que
se
homologa a los principios estticos de la msica culta occidental
y
por lo tanto se ausculte empleando los instrumentos de sus
campos
disciplinares (historia del arte, esttica, etc.); o bien que las
investiga-
ciones prefieran los repertorios etarios, es decir, aquellos que
pertene-
cen a nuestra generacin y por tanto son legtimos a nuestros
ojos
pues forman parte de nuestra identidad. En este caso, los vemos
como
vlidos precisamente porque ellos han colaborado a formar
nuestra
mirada sobre el mundo.
El riesgo de esta prctica es construir una imagen idealizada
de
LA msica popular latinoamericana que no se corresponde con
la
inaprensible pluralidad y complejidad de la realidad. En el seno
del
colectivo de investigadores se puede llegar incluso a generar
toda una
suerte de comunidad imaginada (Anderson 1991) que d la espalda
a
la heterogeneidad de sus integrantes. Esta perspectiva tampoco
contri-
buira a desarrollar un mbito de estudio propio para las msicas
popu-
lares latinoamericanas que cree sus propios instrumentos,
trminos,
categoras y marcos valorativos que se sacudan de una buena vez
los
anclajes intelectuales que merman nuestra capacidad de
comprensin.
Un segundo modo seran aquellos momentos en que nuestras
valoraciones se contrastan con las de otros. ste es mucho ms
inte-
resante porque hace que los criterios de juicio emerjan y se
manifies-
ten de manera explcita. Tiene varias posibilidades. Una de ellas
es la
discusin de varias valoraciones, sealar sus lmites y finalmente
pro-
poner la nuestra, que con este movimiento ganara en
argumentacin
y se volvera crtica. Otra posibilidad es hacer de los juicios el
objeto
mismo de la investigacin. Es el caso de la historia de la
recepcin,
donde se revisan los devaneos histricos y contextuales de las
cons-
trucciones del canon y las diferentes valoraciones que una
misma
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MSICAS POPULARES URBANAS DE AMRICA...
msica ha tenido en momentos diferentes. Este tipo de trabajo
pon-
dra al descubierto estrategias de legitimacin, los discursos de
apro-
piacin, etc. (Garca 2006).De ste se deriva un tercer modelo: el
anlisis de las disputas
por la hegemona cannica o esttica al interior de
determinadocampo socio-musical. Este tipo de investigacin atendera
problemascomo las razones por las cuales la historiografa del rock
argentino haexpulsado de su centro cannico a cantantes como Sandro
o PalitoOrtega y en cambio a centralizado gneros habitualmente
perifricoscomo el rock conceptual de grupos como Vox Dei13,
mientras queen Mxico o Espaa los cantantes naif de principios de
los aos sesen-ta siguen vindose como los padres fundadores del rock
(Agustn1985) y los grupos conceptuales solo son tratados en relatos
margina-les (Corts 1999).
Un cuarto modelo comprende el estudio de los mecanismos
ymodalidades de lucha entre clases y campos por la hegemona de
susrespectivos productos culturales. Ocurre cuando se estudian,
porejemplo, las disputas entre msicas diferentes por ostentar la
repre-sentatividad de lo nacional. Es el caso en los mexicanos del
enfrenta-miento por la hegemona representativa del mariachi de la
costa delPacfico con el son jarocho de la costa del golfo de Mxico
(Fer -nndez Palomo 2007, pp. 150-151)14. Otros casos son el de los
jve-nes de las clases medias de izquierdas de Ciudad de Mxico,
quedejaron de identificarse con el mariachi para apropiarse del son
jaro-cho durante los aos noventa, o el de las generaciones
transterradas desoneros veracruzanos que lograron difundir su
esttica e imponerla
13 Vase por ejemplo el filme documental Argentina Beat. Crnicas
del primer rockargentino (2006) dirigido por Hernn Gaffet, cuyo
segmento dedicado a estos can-tantes no dura ms de 30 segundos de
imagen sin sonido.
14 Este ltimo fue impulsado por el gobierno de Miguel Alemn (de
origen veracruza-no) en los aos cincuenta y La Bamba pretendi
erigirse como una suerte de segun-do himno nacional mexicano
(Fernndez Palomo 2007, pp. 125-126).
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como la manera tradicional a partir de los aos setenta, aun a
costade los criterios de los msicos veteranos sobrevivientes en
aquellapoca (Pascoe 2003)15.
En esta modalidad entraran tambin los anlisis de la distribu-cin
y disputas por el espacio urbano entre las diferentes
escenasmusicales de Buenos Aires o Montevideo (Vila y Semn 2008,
Souza2006 y Filardo 2007); de cmo se apropian y resignifican las
msicasno purificables de los sonideros, banda duranguense o la
cumbiavillera, y los combinan con sonoridades ms prestigiosas los
DJ deMxico (Madrid 2008), Argentina o Uruguay, y de las
estrategiasde irona que en ocasiones esconden (Lpez Cano 2005); de
cmolos DJ de los barrios ricos de Mxico juegan a ser como los
sonide-ros de los barrios pobres; de cmo la cultura queer16 de
todas las cla-ses sociales comparta los mismos espacios musicales
en los barriosms deprimidos y peligrosos de Ciudad de Mxico en los
aos no venta;de la relacin de los jvenes universitarios,
intelectuales y sofisticadosde La Habana con la que llaman msica
alternativa, a la cual otorgansignificados sociales y aun polticos,
al tiempo que denuestan lam sica de negros, la bajeza, como la
timba; cuando los composi-tores e intrpretes alternativos no tienen
necesariamente intencio-nes polticas, a menudo se inspiran en la
timba y producen un sonidoidntico, denominan su propia msica como
timba funk e inclu somuchos de sus msicos tocan en bandas
timberas17. En esta moda-lidad se inserta tambin el anlisis de los
procesos de purificacinesttica de msicas sucias, incluso en los
casos en el que han logradoerguirse en emblemas nacionales como el
tango.
15 Mono Blanco fue el grupo que ms aport a la revaloracin y
reinvencin de estamsica. Su caso es en extremo parecido al del
Buena Vista Social Club: con gringo(postcolonial) y todo (Pascoe
2003).
16 El trmino queer se refiere a la cultura de las comunidades
sexuales alternativascomo gays, lesbianas, bisexuales,
transexuales, travestis, etc.
17 Entrevista a Roberto Carcasses, La Habana, febrero de
2008.
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He dejado para el final un quinto modelo que consistira
enestudiar, comprender y explicitar las valoraciones que hacen
sobredeterminadas msicas sus seguidores y los sectores sociales que
laspractican. Incluye tanto el anlisis de la construccin del gusto
den-tro de una comunidad (Olvera 2005) como la explicitacin de
losmodos tcitos de valoracin esttica en comunidades o situacionesno
verbalizadas. Ntese que este tipo de investigacin implica
unatransformacin sustancial a nivel del objeto de estudio, as como
unsensible cambio de registro a nivel epistemolgico. Aqu ya no
estu-diamos ms LA msica entendida como una coleccin de
objetossonoros autnomos con vida y significado propios. Los objetos
deestudio dejan de ser los artefactos sonoros y sus propiedades
acsti-cas, estructurales o estticas, y en su lugar aparecen los
sujetos querealizan comprensiones efectivas, actos de interpretacin
y ejerciciosde recepcin real. No estudia las obras sino el
significado que cons-truyen sus usuarios. En suma, no estudia LA
msica sino la genteque hace msica, como reza la propuesta del
cuarto paradigma deinvestigacin etnomusicolgica propuesto por Jeff
Titon (1993).
Sobre este particular hay mucho que hacer en Latinoamricadados
los recientes cambios tecnolgicos y culturales que se
hacenescurridizos a los pesados aparatos conceptuales del pasado:
lasestrategias del mundo gutemberguiano no funcionan ms en la era
delos nativos digitales (Garca Canclini 2007, p. 79). Hacia los
aossetenta, Bourdieu escribi que la esttica de la burguesa, basada
enel poder econmico, se caracteriza por el poder de poner la
necesi-dad econmica a distancia, mientras que la esttica de las
clasespopulares es pragmtica y funcionalista, y se determina por la
limi-tacin econmica que condena a las gentes simples y modestasa
gustos simples y modestos. En cambio, la esttica de los sec-tores
medios se constituye de dos maneras: por la industria culturaly por
ciertas prcticas como la fotografa, que son caractersticas delgusto
medio (Garca Canclini 2004, pp. 63-68).
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MSICAS POPULARES URBANAS DE AMRICA...
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RUBN LPEZ CANO 245
Pero, cmo se forma, desarrolla y expresa el gusto musical en
las clases medias de principios del siglo xxI? Lo que se ha
venido
en llamar la msica paralela o los espacios nuevos de
circulacin,
distribucin y socializacin (las social networking) de la msica
como
YouTube o Myspace no solo van creando una mayor diversidad
de
mercados (Ydice 2007, p. 26), sino que se ofrecen como
espacios
participativos, de expresin de gusto, aplicacin de juicios e
interven-
cin directa en el mbito audiovisual a travs de los mashups,
los
trackers y otras formas de creacin bastarda que yuxtaponen
con
ms o menos creatividad msicas e imgenes provenientes de
diversa
fuente. Con respecto a la enorme afluencia de jvenes en estos
espa-
cios, Ydice concluye que lo ms importante es que esta gente
est
interactuando, evaluando, emulando, criticando, y a su vez,
procu-
rando hacer msica. Se trata de participantes y no de meros
consumi-
dores (Ydice 2007, pp. 23-24). En este sentido, los conceptos
de
prosumer (producer + consumer) o produser (producer + user)
son una nueva manera de denominar esta nueva posicin del
usuario
o consumidor (San Cornelio 2008, pp. 20-21). De ah que podra
decirse contra Horkheimer y Adorno, que la expertise de las
masas
hoy hablamos de mltiples pblicos, usuarios y participantes
es
una forma de juicio esttico. No encontraremos mayor
compromiso
esttico con formas y gneros musicales que la de los entusiastas
afi-
cionados que ponen sus comentarios en YouTube y Myspace
(Ydice
2007, p. 22).
Esta forma de participacin, sin embargo, no es nueva y tuvo
una de sus primeras manifestaciones en los aos setenta con la
popu-
larizacin del casete de audio:
Aun cuando el 80% de ventas de fonogramas correspondiera a
la
oferta de las majors, ello no implica que el 80% de lo que se
escucha
sea esa oferta o que se escuche de la manera en que las
majors
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MSICAS POPULARES URBANAS DE AMRICA...
quieren. Los estudios etnogrficos del uso de estas nuevas
tecnolo gas
de los aos 70 [como el casete] muestran ms bien, que en
conso-
nancia por lo general con los estudios de recepcin los
usuarios
manejan la oferta musical segn criterios individuales y
socia-
les no previstos por la industria de la msica. De hecho, sta
vio en la independencia con que los usuarios grababan en
casetes sus propios repertorios una amenaza a su hegemona y
sus ganancias (Ydice 2007, p. 36).
El grabar un CD con una seleccin de msicas que nos gustanpara
luego compartirla con amigos; realizar listas de
reproduccincategorizadas con etiquetas personales del tipo msica
oscura; elmodo en que los jvenes organizan su msica, sea fsicamente
(jerar-quas de CD en sus estanteras) o virtual (clasificaciones en
el compu-tador)18, son tambin formas que tienen las comunidades
musicalesde ejercer juicios de valor y construir sus mbitos
cannicos. Otro for-mato de ejercicio de juicio esttico son las
adecuaciones, seleccio-nes, compilaciones o reclasificaciones que
hace la piratera, todo unasunto de tica de acceso y de cultivo de
la diversidad (Ydice2007, p. 78); o las manipulaciones (de
velocidad o de otro tipo) quese hacen sobre una grabacin original
tanto en directo como lasque se distribuyen en grabaciones
posteriores y que abre nuevas posi-bilidades de interaccin corutica
y cintica de la misma, transfor-mando las affordances musicales,
piedra angular de la cognicincorporal de la msica (Lpez Cano 2006b
y 2008a)19.
18 En Mxico existe toda una generacin de nativos digitales,
todava preadolescentes,que escuchan cantidades ingentes de msica,
que nunca han tenido ni manipuladoun CD en su vida. Su msica la
obtienen y comparten exclusivamente por la red opor transfusiones
de informacin digital en lpices de memoria, etc.
19 Es el caso de la msica rebajada (Olvera 2005, p. 124) o
acelerada (Waxer 2002).
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ConclusionesSi bien los juicios de valor son un fenmeno
intrnseco a los procesos
estticos, su papel dentro de los discursos acadmicos sobre la
msica
es desigual y requieren un uso consciente y explcito del
investigador.
Sus implicaciones cambian segn el modo en que sean usados,
del
discurso musical en que se inserten y del lugar que ocupen
dentro
del proceso de produccin de conocimiento. No todos los
discursos
acad micos sobre la msica precisan de valoraciones estticas, y
tam-
poco aquellos que las incluyen las emplean del mismo modo.
Sus
funciones comprenden desde la doble legitimacin: la del objeto
de
estudio y del investigador y su disciplina, y aun la sustitucin
de estra-
tegias argumentativas ms sofisticadas dentro de las narrativas
de legi-
timacin disciplinar, hasta la de hacer de postulados, la mayora
de
las veces encubiertos, sobre los que se articulan procesos de
infe -
rencia fundamentales para las conclusiones de un trabajo. Si
bien la
valoracin esttica es independiente de la condicin de obra de
arte del objeto al cual se le aplica, ni su condicin artstica ni
su
valoracin esttica son determinantes para su estudio
acadmico.
Existen otros factores por los cuales se puede estudiar una
msica
determinada, entre ellos: su relevancia social, su relacin con
otros
problemas y discursos de investigacin, su importancia dentro de
las
industrias culturales, o su rol como elemento de dramatizacin
eufe-
mizada de los conflictos sociales.
Las msicas populares urbanas cumplen una funcin importan-
te en la construccin de fronteras simblicas en el seno de
socie-
dades extremadamente clasistas como las latinoamericanas.
Las
dinmicas de lucha por la hegemona entre clases o campo hacen
inviable la construccin de un solo canon para el conjunto amorfo
e
inabarcable de las msicas populares latinoamericanas, toda vez
que
stas no representan los valores de un solo grupo. En vez de
persistir
en esta empresa, se propone estudiar las dinmicas de
valoraciones
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dentro de las comunidades que escuchan y viven determinada
msica.
Se trata de un ejercicio intersubjetivo que no implique la
renuncia de
nuestras convicciones o identidades, pero que contemple la
posibi -
lidad emptica de comprender hermenuticamente el por qu de
las
valoraciones del otro desde su propia perspectiva.La aplicacin
de juicios de valor no es algo que deba darse por
descontado. La investigacin de la msica popular urbana tiene en
suagenda una gran cantidad de problemas que son muy
importantessocialmente: la apropiacin de msicas globalizadas, la
resignifica-cin de msicas forneas, msica y disporas al interior y
exterior dela regin, y el desarrollo de un paradigma postnacional
que nos per-mita comprender mejor las dinmicas transnacionales, las
nocionesde centro y periferia y el desarrollo del pensamiento
poscolonial,incluso en las relaciones entre los diferentes pases y
grupos tnicos yculturales dentro del subcontinente. Ello no implica
que debamosrenunciar a estudiar, defender y degustar pblicamente la
msica queamamos. Por ello es necesario que un mismo investigador
allane ml-tiples discursos y construya voces plurales para abarcar
varios de estosregistros. Los objetivos de conocimiento no son los
mismos para elprogramador, productor, asesor, crtico, investigador
universitario,etc., aunque todas estas tareas las realice, a
tiempos diferentes, lamisma persona.
Desde la perspectiva de la investigacin musical
acadmica,expresar el juicio personal sobre la msica que estudiamos
no es unproblema de derecho, sino de pertinencia, oportunidad,
conciencia yresponsabilidad; ms que de derechos del investigador,
la postulacinde juicios es un problema de solvencia profesional del
mismo. Losjuicios de valor constituyen un objetivo en s mismos solo
cuandoconcebimos la msica como un conjunto autnomo de objetos
convida propia. Pero la msica solo es msica para alguien. sta es
indi-sociable de los procesos, performances, significados y todas
las cosasque la gente hace con ella.
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Por otro lado, el investigador profesional debe ser conscientede
su lugar dentro de las disputas de clase o campo, de qu lado
seubica y para qu lado apuesta. As mismo, debera tener claro el
obje-tivo de su trabajo, el papel que cumple con respecto a las
luchas inter-campos y cmo se inserta dentro de los compromisos,
deberes ycomplejas relaciones que establece con los mecanismos de
poder. Laemisin de juicios estticos del investigador y su
relevancia debensubordinarse a los objetivos de la investigacin, a
lo que se quiereconocer y no a la inversa. Enjuiciar no es conocer,
y la investiga-cin pretende producir conocimiento. Los objetivos y
criterios queguan el juicio y cmo ste se inserta en el contexto de
la investiga -cin deben ser claros y explcitos para el lector o
destinatario dela investigacin.
Por ltimo, la homologacin entre valores estticos y ticos
quepuede funcionar a nivel del metalenguaje acadmico, es muy
proble-mtica a nivel de los hechos estudiados: No puede afirmarse,
ymenos verificarse, que la eticidad constituye en s misma un
criteriode valor artstico exceptuando, por supuesto, casos
paradigmticos(Suazo, Somoza y Aguilera 2002, p. 226). Los
artefactos culturalescomo la msica propician experiencias que en
ocasiones nos invitana jugar con sus propias reglas, como en las
situaciones caractersticasde los juegos infantiles o de una
representacin teatral: nos ofrecen laposibilidad de interpretar
personajes, asumir roles, agentes narrativos,situaciones que
suprimen momentneamente nuestra propia subjeti-vidad para
proyectarla contra el mismo objeto percibido (Cumming1997, 7).
Adquirimos, aunque sea por un instante, sus propiedades.De este
modo, vivimos subjetividades alternativas, inconfesables
ima-ginarios del deseo que en ese momento resultan inalcanzables al
dis-ciplinamiento social. La experiencia musical (como la
literaria) esoportunidad de trasgresin: Una ficcin es, primero, un
acto derebelda contra la vida real y, en segundo, un desagravio a
quienesdesasosiega el vivir en la prisin de un nico destino (Vargas
Llosa1995, 7).
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Rubn Lpez Cano (mxico) es profesor en la Escola Superior de
Msica
de Catalunya y colaborador de diferentes instituciones,
universidades y
proyectos de investigacin de Europa y Amrica Latina. Es autor de
los
libros Msica plurifocal (1997) y Msica y retrica en el Barroco
(2000),
coeditor de Msica, ciudades, redes: creacin musical e
interaccin
social (2008) y Semitica musical (2008), y miembro del
Observatorio de
Prcticas Musicales Emergentes. Dirige TRANS-Revista
Transcultural de
Msica y es miembro del comit editorial de Epistemus que edita
la
Sociedad Argentina para las Ciencias Cognitivas de la Msica. Ha
escrito
numerosos artculos especializados en retrica y semitica
musical,
aspectos tericos y filosficos de la musicologa cognitiva,
epistemologa
de la investigacin musical, msica popular urbana, msica y
posmoder-
nidad y sobre dispora, cuerpo y subjetividad en msica.
Actualmente
estudia los entresijos del reciclaje musical digital como el
sampleo (par-
ticularmente en el tango electrnico), el remix y el mashup, as
como
algunos problemas estticos y filosficos del arte sonoro.
Desarrolla
modelos de la filosofa de la mente para el estudio de las
competencias
musicales con un especial nfasis en las relaciones mente-cuerpo
en la
cognicin musical y la construccin musical de la
subjetividad.
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MSICAS POPULARES URBANAS DE AMRICA...
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