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19020701_LA REVISTA BLANCA

Mar 02, 2018

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  • 7/26/2019 19020701_LA REVISTA BLANCA

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    R E V IS T B L N C

    SOCIOLOGA., CIEKOIA Y ARTE

    AEo V I K m . 97 Adnii sl ri ei l: Cr ie t b B ord a , 1, ) S M M

    ii}v >i*mi

    La cues n social en el eneo de ^ adrid

    Son colect ivis tas los actua les socid i t t a s autor i t a r ios , y e l co lect ivismo ha defend ido

    e l Sr . Vera . Es pos ib le e l co lect ivismo s i t i l a propiedad ind ividua l ' Es pos ib le l a

    igualdad econmica en el colect ivismo? Creemos que no. Por qu? La frmula colect i

    vista es: cada uno s egn sus ob r a s ; dse a l hom bre e l prod ucto n t egro de su t r aba jo ,

    6 en t t -guese le e l t r abajo en s cuando es ind ividua l su equiva lencia cuando es co

    lectivo.

    Los ana rquis t a s e s t a f rm ula de l a soci edad l e encon t r am os l o s s iguien t e s de fecto s :

    No s lo hay i nd ividuos que t raba jan y aho r r an m s que o t r o s , s i no que l o s hay que

    pue en t r a b a ja r m s que l o s d em s ypue ea ho r r a r m s que l o s d em s , t am b in , n o ta n

    t o po r una nece s i dad soc ia l , com o po r una nece s idad o rgn ica . El hom bre , t od a s la s pe r

    son as , represen tam os una fuerza, una en erga fs ica m s 6 meno s impo rUn t e y que e s

    un a r iqueza he re d a d a d e nue s tr o s pad r e s y e n cuyo te s o r o poco n a d a hem o s pue s t o

    no s o t r o s . Po r l o t a n t o , s om o s r ico s d e e n e rg a fs ica ce r e b r a l i n d epend i e n t e d e nue s tr a

    vo lun t ad , y m e rced e s t a ene rg a podem os de s a r r o l l a r m s m enos fue rza en l a s funcio

    ne s soci a le s que no s de d iquem os . As , pues , podem os produci r m s 6 m enos , t am b in

    independ i en t emen t e de l a s nece s i dade s de l a co l ec t iv idad y de l a s l eye s qu*; pueden

    regi r la . Pues s i e l que t raba ja m s que o t ro ha de recib i r m ayor Mremio por su t raba jo ,

    e s t e prem io aho r r ad o , e s de ci r , e s t e producto d e l t raba jo aho r r ad o con s t itui r l a propie

    da d pr ivad a , y U igua ldad econ m ica no s e r pos ib l e , producind ose a l poco t iem po l a

    suprem ac a po l ti ca que hoy vem os en m anos de l r ico preci s am en t e po r su r iqueza .

    Por m an era que en e l co lect ivism o, la propied ad ind ividua l vuelve A surg i r como

    t a con secuenc ia de l a r iqueza fs ica que he r edam os de nues tr o s an t epasad os y que no s

    s i rve pa r a ad qum r l a fo r tuna ex t e r i o r que hoy d ivi d e l o s hom b r e s . Que s e am o s r i co i

    porque podem os se r lo por n ues t ro propio esfuerzo, abustUfido d e las l eyes na tura les , 6

    que l o s e am os po r e l e s fue rzo a jeno , ab usando de l a s l eye s soc ia l e s , e l hecho e s que U

    propiedad m d ividua l ex is t e en e l co l ect ivi sm o y que acum ulando e s t a propied ad s e fo r

    m a r an d e nuevo l o s gr and e s capi ta l e s , no s e r que e l Es t ado expropia r a con t inuMi^Me

    t i hom bre l a fam il ia que m s produje r a ; pe ro en e t l e ca so e l co lwAivismo s o o t4ga '

    rto.

    l o s hom bre s e l prod ucto n t egro d e su t r aba jo . Po r o ttm pa r t e , si cad a uno h

    re -

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    ^

    L REVIST BL KC

    Si para ayudar stos el colectivismo impone la solidaridad y el productor deja un tan-

    to por ciento de su trabajo el produ cto no entrar ntegro en casa del obrero y se con-

    vierte el socialismo en una asociacin de pob res y ricos don de serla menester la caridad

    habra de convertirse en un comunismo. Al comunismo conducen estas consideraciones

    toda persona de espritu justo y sustituir la frmula: cada uno segn su trabajo

    por la de cada uno segn sus necesidades. El hombre fuerte el hom bre joven el ancia-

    no

    el nio y el enfermo que produzcan lo que puedan y tomen lo que necesiten. As

    creemos los anarquistas establecer la verdadera igualdad econm ica y no man tener

    los enfermos y ancianos por una obra de caridad sino por una obra de justicia. To dos

    tenemos iguales derechos la vida; todos debemo s tener el mismo derecho al produ cto

    comn y la propiedad comn. Queris ms solidaridad? El que tiene acumulado en su

    organismo centenares de kilogramos de fuerza fsica que produzca pa ra aquel que nace

    pobre fsicamente. Le imponemos una obligacin? No ; po rqu e tan necesario le es la ac-

    tividad al rico de fuerza orgnica como necesario le es el reposo al pobre de esta misma

    fuerza. Adem s de que como queda expuesto el equilibrio fsico va establecindose

    grac ias los esfuerzos de la higiene de la pedagog a y de la modificacin social que

    est realizndose en las actuales instituciones.

    Los que no han estudiado fisiolgicamente al hom bre oponen nuestra frmula so-

    cial la existencia de los holgazanes de los que no quieren trabajar. Igno ran los que as

    piensan que es ms fcil morir del mal de no hacer nada que del de trabajar demasiado;

    ignoran asimismo que uno de los castigos ms crueles de la antigedad consista ep

    cond enar a l reo la inactividad absoluta. Si la actividad es condicin de vida y necesi-

    dad fisiolgica cmo podrn existir los holgazanes cuando el trabajo o slo sea libre

    sino elegido por nuestra natural inclinacin; cuando podam os trabajar en aquello qUe

    nos plazca que ser indudablem ente la profesin el arte que atraer ms nuestras con-

    diciones individuales? Precisamente porqu e no creen en la solidaridad hum ana adop tan

    o socialistas autoritarios el sistema colectivista qu e es un reparto de prem ios para el

    que trabaja y de castigos para el que deja de hacerlo como hem os visto. Consideran los

    socialistas autoritarios que para que el hom bre trabaje necesita el temor de morirse de

    ham bre como creen los catlicos que para que el hom bre sea mo ral n ecesita el temo r

    del castigo. De ah el aforismo: A cada uno segn sus o bras; el produ cto ntegro del

    trabajo. Y no con tentos con estas amenazas establecen an los castigos y las obligacio-

    nes por medio de las leyes. Qu falta les hac e la soUdaridad qu e tanto pon dera n si obli-

    gan al hom bre cumplir sus deberes por la fuerza? Po rque n o creemos en la eficacia de

    esa fuerza y la prctica de muchos siglos nos dem uestra que hacemo s bien en no creer

    en ella puesto que pesar de la ley y de los castigos quiz por ellos el hom bre de-

    linque confiamos en la eficacia de la solidaridad hum ana. El sentimiento del apoyo

    mutuo se conserva vivo muy vivo en el hom bre pesar de que actualmen te el robo y la

    explotacin merced los cuales acumulamos medios de vida debilitan en nosotros los

    grandes ideales de humanidad y de justicia.

    Porq ue esto creemos y pensamos los anarquistas el Sr. Vera nos llama organismos

    regresivos cabezas destornilladas utopistas man ada de locos que querem os retrotr aer

    la hum anidad los tiempos brba ros; dice el Sr. Vera de nosotros los anarquistas lo

    que los economistas y sabios burgueses dicen de los socialistas y del socialismo sin que

    ni unos ni otros se les alcance que po r algo ms qu e por ser esclavo d e los otros de-

    pendien te de los otros dirigido per los otros debe tener el hom bre pensamiento y debe

    ser l ms perfecto de los seres.

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    LA REVISTA BLANG4

    La intolerancia y el fanatismo llega hasta el punto de no dejar concebir que cuand o

    hombres de tan claro talento como son algunos anarquistas y ' d e tanto saber como re-

    unen otros que sustentan las ideas libertaria,s, es preciso que en la anarqua haya algo

    ms que una aberracin mental que un iluminismo. Cuando menos, lo que estos hom

    bres deben inspirar, es respeto.

    El socialista no puede llamar loco al anarquista por varias razones; en primer lugar,

    porque el calificativo es viejo y est gastado en materias cientficas; locos fueron.muchos

    que la religin ven era y que la ciencia adm ira; y' en segundo trm ino, porque los socia

    listas corren el peligro de merecer igual nombre de los que no conciben una sociedad

    mejor organizada que la presente. Por otra parte, dos de los pocos hombres espaoles

    que han merecido ser tenidos en cuenta en el extranjero, creen que la humanidad puede

    vivir sin leyes coercitivas, escritas, y que el hombre puede gobernarse s mismo. Y esto

    bien merece un poco de atencin y otro poco de respeto, porque no vamos llamar

    locos todos los que no piensen como nosotros; el argumento sera demasiado cmodo

    para surtir efecto, y sera, sobre todo, poco eficaz cuando va dirigido contra una clase

    de gente que devuelve todas las pelotas.

    No queremos citar ningn anarquista militante de Espaa, ni siquiera al seor

    Medinaveitia, que no tenamos el gusto de conocer como anarquista, y que para nosotros

    se ha revelado en esta cottienda, pesar de que por su ciencia mdica el Sr. Medina

    veitia bien pudiera detener la prodigalidad de ciertos adjetivos y abrir los ojos de la

    razn los que han puesto encima de la palabra anarqua, la de degenerados y locos,

    Dar salir del paso ms fcilmente. Citaremos dos personas que, por la circunstan cia

    de no haber mtervenido en esta discusin, no se han creado antagonismos, y que por

    fama de sab^ aqu y en todas partes, no podrn ser ilanadosTocos sm que la risa

    el desprecio de los presentes haga volver atraHapalabra que aqu se na buesto tan

    ' | r ; S ^ S e ' " S t n r B r ^ ed r o D orado. Estos" dos

    seores hii dicho, el uno,,qu. la hu m i id ad pu ede vivir sin leyes, y e.l otro, qus,3,l'ha

    3^3'^"^' '

    ^^ qug-fil-biimt"^^

    se;

    gobierne s mismo; oigamos.al ^riiaeFer-

    A esta escuela s que se puede confiar la obra profunda que era excesivo esperar de

    la antigua: obra de educacin y elevacin integral del pueblo, de edificacin intefior, de

    unidad del espritu, desgarrado hoy por frecuentes abismos entre la idea y el sentido

    tico;

    eon lo cual se irn atenuando las formas todas de la brutalidad en el mundo, agre

    sivas astutas, cnicas violentas: la guerra , el motn, la insurreccin , la esclavitud de

    la mujer, la explotacin del hombre por el hornbre... infinitas; y entre ellas,el

    delito,

    sin-

    ton delest do de inferioridaddel sujetopara gobern rse s propio,desenvolver libremen-

    te

    su person lid d superior

    y adaptarse una vida verdaderamente humana.

    Por lo tanto, segn D . Francisco Giner de los Ros, se van atenuan do las formas^

    hdas de la brutalidady~d^m bre podr

    gobern rse

    s Tr^wsm gurT^asan

    los

    de litos.

    Xo cual quiere decir, que los hombres futuros vivirn sm leyes, porque no se compren-,

    de un estad o social con leyes sin alguien que las haga cumplir, ya que si no hubiese na

    die que las hiciere cumplir y se cutapliesen, seran innecesarias; y miehtras haya alguien

    que haga cucaplir las leyes,el

    hombre

    no

    se gobern r

    s mismo.

    El catedrtico de Salamanca es ms.explcito aun; fjense bien:

    QUIN VIGILA LOS VIGILANTES?

    El gran argumento, el formidable, con que ^lele defenderse la organizacin social

    autoritaria es el siguiente, vulgarsimo, al alcance de cualquiera, el mismo, despus de

    todo,

    que llev los partidarios del pacto social (que fines del siglo anterior y co.

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    LA REVISTA BLANCA

    mien zos del presen t ( i ) lo eran casi tod os los escri tores de lo qu e hoy l lam am os ma terias

    socialee y pol t icas, Como t&mbin lo ha ba n sido , en el fond o, m uch os d e los siglos xvi

    y xvii) formular su teora: Sin la au tori da d se h ara en teram ent e imp osible la vid a

    social ; los hombres, lejos de respetarse y auxil iarse mutuamente, se destrozaran los unos

    los ot ros com o lobos , segn ya di jo Hob be s (2); no habr a ning n bien seguro, ni l a

    vida , n i l a l iber tad, n i l a propiedad, ni e l honor . La agrupacin de los hombres no ser a

    sociedad, sera un caos.

    Claro qu e semejante razonam iento no es muy aceptable , y no lo es n i s iquiera por

    parte de aquellos mismos que de l se sirven, los cuales lo emplean ad extra podr amos

    decir , lo que es igual , co n res pec to otro s, m as no con re spe cto el los. No les vem os

    br incar d e clera y protes tar con t ra las abusivas ingerencias del pod er pbl ico c uan do

    ste,

    en uso del derecho que e l los mismos, sus defensores , l e han concedido y reconoci

    do prev iam ente, legisla sob re algu na m ateria en sentid o qu e el los no les peta, verbi

    gracia, lesion and o sus legt imos intereses? No dice n entonc es qu e el go bie rno de los

    asuntos conc ernientes aquel ord en no le cor resp ond e nad ie ms que e l los , qu e

    pueden hacer lo que bien les venga, s in temor de que hayan de usar de un modo incon

    ven ien te ilcito de sus facu ltade s discrecio nales? Y no se po ne n furiosos si alg uien les

    dice que e l Cd igo pen al y las dem s leyes repres ivas han s ido publ icad as par a e l los

    igual qu e pa ra tod os, po rqu e fal ta de tales leyes, el los y tod o el m un do har an bu ena

    la sentencia de H ob be s: el ho mb re no es ms que un lobo para e l hom bre, y se con

    vert i r an en asesinos, ladrones, estupradores, falsarios, etc.? No dicen en tal caso lo que

    no es t en su pensamiento cuando hablan de la neces idad en general de las leyes y t ie

    las autoridades, esto es, que las mismas no han sido puestas para el justo, sino para los

    injustos y pa ra los des obe dien tes, para los impo s y pe cad ore s, pa ra los ma los y profa

    nos, para los par r ic idas y mat r ic idas , pa ra los fornicadores , para los sodom itas , par a los

    ladrone s de hom bres , para los men t i rosos y per juros, segn lo dice e l m ismo San -Pa

    blo (Ep . T imo teo, i , 9 y 10) , y con l mu cho s ot ros escr i tores , espao les ; ^ ^ e e l los

    (como Cerd n de Tal lada , por e jemplo, s iglo xvi ) ; y que e llos no son nin ^B ia de es tas

    cosas ,

    sino que, antes bien, su esp r i tu per tenec e a l de aquel los e s ^ g ^ ^ s que, com o

    San Franc isco Javier , no quieren Dios nic am ente po rqu e s '^^ e s haya prom et ido

    el cielo, ni dejan de ofenderlo por miedo al infierno tan ippido? No es preciso decir

    que e l nm ero de es tos protes tantes , de es tos que s , j^ toos se t ienen por esp r i tus

    selectos, es gran dsim o, m ientra s es insignif icap;^3 em parat ivame nte el de los injustos,

    peca dore s , par r ic idas , e tc . , de l apstol ; n i^ y iq ue a adi r tamp oco que aun es tos injus

    tos, aun los m s malos de los hom bres , p|-act ican la casi total ida d de sus actos (J)aseos,

    (1) Tng ase en cue nta, par a los efectos de las fechas, qu e este artculo se public n el

    nme ro 30 de LA RKYISTA BLANC-A, perteneciente al siglo anterior.

    (2) El cual, supongo yo que lo qne quiso decir, aun que no lo dijo, lo q ue debi decir,

    68 que en el estado presocial los hombres se comportaban entre s, no como lobos, sino como

    stos se com portaran con los corderos en caso de qne todos ellos vivieran jun tos; pues todo

    el mun do sabe que ios lobos no se mu erden unos otros, como en general no se hacen da o

    ni se acometen recprocamente los individuos de una misma especie (salvo el hombre, el rey

    de la creacin) hecho. imagen y semejanza de Dios; el hombre, que, por esto y por otra

    cosas,resu lta cj m s cruel de todos los seres; nin gun o de stos h ace uso, e n efecto, de los

    mart ir ios y de los renam ientos de tortura qce con sns semejantes se ha complacido y sigue

    i;omplacMidMe en emp lear el ho m bre , bas ta aa

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    com pras, saludos, pagos, prstamos al vecino, viajes, etc., etc.) de su prop ia esp on tn ea

    voluntad, sin que les fuerce nadie realizarlos, sin que haya ley que se los impon ga,

    como se abstienen voluntariam ente tam bin de ejecutar otros que resultaran nocivos

    para sus prjimos. Infeliz del gobernante si su tarea fuese la de dirigir seres inertes

    que, como las piedras, no se moviesen sino la fuerza y empujORel

    Pero prescindamos ahora de este gnero de observaciones y demos por supuestas

    la verdad y la exactitud del referido razona mien to. Los que de l ^c sirven pa ra defen-

    der la necesidad de la autoridad y de la ley no podrn menos de hallarse con el siguien-

    te tropiezo : Y ellos quin los vigila? Es decir, quin empuja Ifi auto rida d pa ra que

    obre,

    y quin tiene levantado el ltigo sobre' ella para que no se desmande y se convier-

    ta en un lobo para sus semejantes? De no considerarla impecab le (como tuvieron que

    hacerlo, ago biados p er la pesadum bre del problema, H obbe s y D f maistre, por ejemplo),

    estimar que sus rganos eran de naturaleza distinta que la de

    1O|

    hoinbres, superior

    la de stos (como suceda cuando los reyes caudillos era n con8i4erados de estirpe di-

    vina semidivina, semidioses hroes), forzoso era buscar el mo ^o de pon er trabas y

    frenos las autoridades y de pedirles responsabilidad, caso de que cometieran abusos.

    La obra toda del constitucionalismo se ha encam inado este fjn. To do el afn de

    los constitucionalifetas ha consistido en crear un Estado jurdicoi (un

    Rechtsstaat,

    dicen

    los alemanes), que mejor sera llamar

    Estadoleg liz do Gesetzsta0

    es decir, un Estado

    en que no exista acto ninguno que no se halle previamente regulado por la ley, un Es-

    tado cuyos rganos todos tengan perfectamente trazada su esfer de accin por la Cons-

    titucin y las leyes, de tal suerte, que ninguno de elloSi desde el ||>46 alto al m s bajo,

    desde el rey al ltimo funcionario, estn imposibilitados de hao^f mal. En Inglaterra

    el pas clsico del sistema constitucional, el que han tom ado y fptpan por mo delo ea

    este orden todos los otros que pretenden ser libres, se dice que e} rey no puede ha-

    cer mal nadie

    tAe king can do no wrong),

    no porque sea Impecable, como deca

    Hbbes, sino porque la ley le tiene atados los brazos de tal mangra, que le es imposible

    moverse, moverse de otra manera que por mquina. El rey rei^% y no gobierna, he-

    mos dicho con B. Constant en el continente, traduciend o otros trminos el sentido d e

    la frase inglesa. Y esta imposibilidad de daa r, que se quiere acoiipae al rey, se ha qu e-

    rido que acompafe igualmente todos los funcionarios del Esta(o, los que se ha pre-

    tendido por eso convertir en autmatas que puedan taoverse parn ej bien, no para el mal.

    De aqu todo el conjunto de garantas legales, de equilibrios y opi^trapesos que formali

    el tinglado constitucional en los pases libres. Tinglado con el qwe continan, veces

    bajo la misma forma, aveces con otra algo distinta, los mismos ipalps y las mismas arbi-

    trariedades y Opresiones que antes de que hubiera constituciojidiipo, con la diferencia

    de que entotces no pa saba lo que ahora, pues entonce s esa qprs|li$n y esa arbitrariedad

    no se realizaban, como al presente sucede, al amparo de la Con it | |uc in y de las leyes,

    lo que es igual, mansalva y sobre seguro, pues ya se sabe quf el qu e hizo la ley

    hizo la trampa, y que la ley no es ms que un instrumento del

    m^

    los que lo manejan

    hacen lo que quieren sifi responsabilidad.

    Precisamente por esto ha sido criticado y combatido el cj^p^titucionalisrao, con no

    poca fortuna, por sus adversarios, principalmente por los que, ^|engaados de l, pre-

    conizan la vuelta al antiguo rgimen. Los cuales aseguran, no | ^ razn, que con tattta

    Constitucin y tanto legislar,.nada de lo que esperbam os hemQI consegutb, porque n o

    hemos aumentado nuestras libertades ni nuestros derechos, 6

    Q |

    l^^mo taoostado ? o

    aparentemente y en perjuicio. Pero estos tales no proponen como resM^o la w^^esiOn

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    o L REVIST BL NC

    de las leyes, de los ma ndatos y de la obligacin coactiva para todo s, sino slo par a los

    de arriba, para los que man dan y gobiernan . A su juicio, el rgimen autoritario es im

    prescindible p ara la generalidad de los ciudadanos, los cuales no son capaces de cumplir

    sus obligaciones sino la fuerza, y grac ias al acicate del miedo; es ms: los defensores

    de este pun to de vista suelen ser los ms ferozmente au toritarios; en cambio, con respecto

    los vigilantes, los gobernantes, los que mandan, creen que no ha de exigrseles sino

    garantas morales, debiendo tener los sometidos ellos confianza en su rectitud interna,

    en su buena voluntad y propensin al bien, en su amor sus subditos, aun cuando se trate

    de individuos d eprava dos, de soberbia insoportable que tan dado s son los que por azar

    se encuen tran en las alturas, aquellos quienes la suerte les ha favorecido para esca

    larlas), ineducados en el sufrimiento y la contrariedad, dados exigir obediencia ciega, y

    desconocedores de lo \U G es la vida de los de abajo, de los humildes.

    Aho ra bien; y no voy aqu discutir este punto de vista; me voy conte ntar co n

    hacer la siguiente p regun ta: esa confianza que se tiene y se debe tene r en que los de arr iba

    no han de hacer mal uso de las facultades discrecionales que les corresponden, y que es

    la garanta nica de su obrar, no cabe tenerla con respecto todo el mundo? Por qu

    no,en caso de que la pregu nta anterior se resuelva negativamente?

    o

    somos todos hijos

    del mismo padre Adn, hermanos en l y en Jesucristo, dotados de la misma naturaleza?

    O es que todo esto no son ms que palabras, y- nos siguen dominando las concepciones

    antiguas, anticristianas, qu e dividan los hom bres, por naturaleza, en castas, que vean

    una dualidad irreducible, con Aristteles, entre seores y esclavos, autoridades y subdi

    tos,hechos unos para m andar y para m andar nada ms y siempre, y otros para obedecer

    pada ms y siempre? Y de no ser esto as, pregunto de nuevo: cmo nos las arreglaremos

    par a vigilar los vigilantes y encau zar forzosamente su actividad por el buen camino

    cuando ellos no la dirijan por l de su

    ueno

    bueno? n

    La doctrin a es bien clara; Ped ro or ad o afirma su fe en una sociedad sin pode res,

    gobierno s ni leyes escritas; anarquism o pu ro. Que sepam os, ninguno de los dos catedr

    ticos citados est loco; al con trario, amb os son ledos y adm irados en Esp aa y en el

    extranjero; cosa que, por cierto, no les ocurre muchos de los que llaman locos los

    anarquistas.

    Pa ra aquellos caracteres morales y para sus ideas, si no para nosotros, que estamos

    da y noche en la brecha combatiendo los que atacan la anarqua y los anarquistas, y

    que m erced esta lucha continua hem os perdido la consideracin del adversario, y ms

    que de otros, del adversario socialista, pedimo s respeto; pedimos que se nos crea por

    nuestros actos, por la serenidad con que hemos odo cmo se nos llamaba criminales y

    enfermos, y por la atencin que todos hemos prestado; por todo eso pedimos, repeti

    mos,

    que se nos considere de juicio tan sano, por lo menos, como el Sr. Vera, al cual, sin

    embargo, ofrecemos nuestra cabeza para que la junte con la suya y las mande un m

    dico del sistema nervioso que no sea.socialista, porque en este caso la pasin le ofuscara

    la razn.

    Hem os terminado.

    SOLEDAD GUSTAVO y FEDERICO URALES,

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    L O S H U M N I T R I O S

    Oye, pap, qu le pasa esa pobre mujer?

    Que la he tenido que echar de la casa porque no m e ha pagado los tres duros del cuarto

    PobreciUa |Y qu mue"bles tan pobres tie ne .

    ^Anda, anda, no m e entre tengas , que he de ir presid ir la sesin de la Sociedad de Hr-

    manitos de osPobres,

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    L REVISC BL NC

    C R N I C C I E N T F I C

    Las camas del

    volcanismo Hiptesis astronmica Observaciones

    de sir Norman Loe-

    ky r

    Trabajosdel capitn Delauney Periodicidadrelativa d e las grandes sacudidas.

    Los sismgrafos Hiptesisdel levantamiento y ele la infiltracin del ncleo fluido

    interno.

    Teoratermodinmica. Un

    nuevo motor de olas.

    Las vibraciones sonoras

    y la sordera. Laenfermedad del sueo en el Uganda. El suerod e la vejez. Los gu

    sanos intestinales y la apendicUis: ideas de MM . Metchnikoff y Matignon. Biblio

    grafa:

    El desarrollo

    de

    los

    nios.

    En Londres se ha constituido una comisin cientfica, de la cual forman parte el pro

    fesor Anderson, de la. Rey al Sociefy y el Dr. Flatt, del Geological Office para ir

    las Antillas estudiar las causas del volcanismo y ver si es posible formular una

    teora definitiva del fenmeno.

    Las hiptesis n o faltan; per o hasta el da ningu na ha logrado reunir la unanim idad

    de los sufragios, y aparte de las que expon drem os continuacin, acaba de formarse

    una que atribuye el fenmeno causa^ astronmicas. El profesor Serviss no cree que la

    atraccin lunar, que tan poderosamente contribuye al fenmeno de las marcas, carezca

    de influencia en la produccin de las erupciones volcnicas, y el astrnomo - sir No rm an

    Lockyer, director de la revista inglesa

    Natura

    ha escrito un artculo muy documentado

    en el Times tratando de establecer una relacin entfe las erup ciones volcnicas ms

    desastrosas y las fechas del mximum y del mnimum de las manchas solares. Las erup

    ciones de Soa, de Form osa, dl Vesubio y de San To m s en 1867 correspon den un

    mnimum, y las de 1871, de que stifrleron cruelme nte San Vicente y la M artinica, co

    rrespon den un mximum. A un mximum corr espo nde tam bin el cataclismo de Kra-

    katoa en 1883.

    Podr ser simple coincidencia; pero observemos que la teora que atribuye los fe:

    nmeno s volcnicos una causa astronmica no es tan nueva como parece: en 187 , un

    oficial francs, M. Delauney, capi^n de artillera, basa do en consideraciones de orden

    astronmico^ dirigi la Acadenjia de Ciencias de Pars una nota en que estaban de

    signados diez aos, tomad os en el (iltimo cuarto de l siglo xix , como objeto de grand es

    terremotos.

    - La Academ ia ni siquiera se dign formular dictam en sobre la nota del capitn, pero

    como el autor de la nota indicab otras fecfias, entre las cuale s la de 1902, que acaba

    de confirmar sus previsiones, la del mes de Julio de 1883, com o de biendo coincidir con

    graves terremotos, la catstrofe dIschia y el inmenso desastre d e Java, que tuvieron

    lugar en la misma poca, revistieron de cierta autoridad las afirmaciones hechas cuatro

    aos antes por M. Delauney, y los docto s acadmicos Se vieron} obligados explicar su

    desdn, y al efecto se nombr una comisin por la Academia de Ciencias para examinar

    de nuevo la nota de Delauney.

    M, Faye, presidente de dicha comian, excus la Academia de este modo:

    ^ El autor de la nota funda sus predtdciones, primero sobre una serie de temblores

    de tierra, y despus iohxe

    fenmenos

    astronmicos lo que supone una 'idea preconcebida

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    LA REVISTA BtANCA

    aun no verificada, saber: los fenmenos que sob revienen en los espacios celestes, pue

    den influir sobre la tierra de una manera muy directa.

    Com o se ve, la teora astronm ica presen tada ahora como nueva, fu ya enun ciada

    en 1879 por M. Delauney; pero entonces pareci los acadmicos tan hipottica, que

    no creyeron necesario discutirla.

    Entre otros fenmenos astronmicos invocados por M. Delauney como siendo de los

    que ejercen influencia sobre los temb lores de tierra y las erupc iones volcn icas, se ha lla

    el pas del planeta Jpiter travs del enjambre de estrellas errantes hacia el mes de

    Julio de 1883. M. F aye hizo observar victoriosamente que en esto haba un error de

    clculo, puesto que Jpiter en la fecha indicada se hallaba distante de dichas estrellas;

    pero esa demostracin, en nuestro con cepto, si bien inutiliza uno de los datos, deja sub

    sistentes los otros y no anula el conjunto de la teora.

    Por su, parte, el secretario de la Academia, M. Bertrand, expone que las p ocas se

    aladas por M. Delauney podan caer muy bien una vez sobre cualquier fenmeno

    no

    table dad a la frecuencia de los temblores de tierra, aadien do que la poca de 18,83,

    slo por pu ra coincidencia haba respondido las previsiones del autor, lo; que puede

    ser muy bien, como tambin es cierto que la profeca para 1902-1903 ha tenido har ta

    desgraciada realizacin.

    En resumen, la Academia resuelve que la investigacin de las leyes que se hallan

    sujetos los temblores de tierra y las erupciones volcnicas correspond e los gelogos y

    n los astrnomos.

    Estos temibles fenmenos se anuncian por ligeras trepidaciones por indicaciones

    del sismgrafo, insuficientes an par a evitar las grand es catstrofes; pero si por medio

    de procedim ientos astronmicos se p udieran prodecir con relativa exactitud sobre un

    trazado de lneas volcnicas qu^ permitieran conocer los sitios amen azados, podra ob

    tenerse una gran economa de ejcistencias.

    Inspirados en tan consoladora idea, nos atrevemos esperar que la teora astron

    mica de M. Delauney, renovad a hoy por sir Norm an I,ockyer, sea estudiada con amor

    por gelogos y por astrnomos.

    En tretan to, se trata de sacar todo el partido posible del sismgrafo, sobre todo en el

    Jap n, de donde nuestro colega y amigo George Weulersee, acaba de llegar posedo de

    un sentimiento de respetuosa admiracin hacia el pueblo japon s, y describe del siguiente

    modo los aparatos empleados en Tokio:

    Unos registradores perfeccionados con largas palancas decupHcadoras, que

    trazan p or s mismas sobre los rodillos de papel que lentamente se d esa rro llan ,

    sus vibraciones precipitad as, y lo que el sentido obtuso del hom bre ni siquiera ha

    ba sospech ado , lo revelan esos sutiles apa ratos; la perpetua vibracin de la superficie

    terrestre. Desvan ecida la concepcin antigua del cielo, bv eda slida do nd e estaban

    fijos los astros como clavos de oro; desechada la vieja teora de la inmovilidad de la

    tierra en el centro del universo, tcale el turno del descrdito la candida creencia de

    que la corteza terrestre careca de movimiento. El estudio de las vibraciones ha permi

    tido prever en aquel pas en cierta medida esas,otras vibraciones extraordinarias, deno

    minadas terremotos. Una combinacin de sismgrafos directamente orientados, da apro-

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    1 LA REVISTA BLAKCA

    ximadam ente la distancia. En Tokio se han registrado sacudidas que se producan del

    lado del Asia Menor sin que los habitantes del pas se enterasen.

    No insistiendo ms sobre la impo rtancia de la teora astronm ica ya que aun care ce

    de la sancin oficial y de la opinin pblica he aqu algo sobre las otra s teoras del

    volcanismo:

    Ha y una que ha gozado de gran crdito entre los gelogos: la de los levantamien

    tos

    creada por Hum boldt y Buch y sostenida por Beaumont y Dufresnoy aband onada

    hoy por hallarse en contradiccin con la mayor parte de los hechos observados y que

    no detallaremos porque slo tiene ya valor histrico.

    La teora de la infiltracin sostenida por M. Fo uq ut y defendida recientem ente en

    el

    orriere dea

    era por el gelogo Ma riani profesor del Musenon de Miln atribuye

    la sucesin de los paroxismos la pene tracin d el agua del mar hasta el foco incandes

    cente la cual por capilarida d puesta en conta cto con la masa fundida se evapora s

    bitame nte y determ ina poc la fuerte presin resultante el ascenso de la lava en los vol

    canes.

    La hiptesis del ncleo fluido interno adm ite que los gases aprisionado s en la masa

    fluida favor de una temp eratura excepcionalmente elevada tiendan escaparse co n

    forme se vayan enfriando; como la tensin de esos gases se ejerce sobre una masa fluida

    muy poco lquida puede determinar explosiones y como su distribucin en profund idad

    y su modo de llegada la superficie no son forzosamente idnticos el aspecto tan va

    riado del fenmeno volcnico se explica satisfactoriamente.

    Segn la teora hidroterm al la accin comb inada del agua y del calor transforma las

    rocas en lavas. Citamos esta hiptesis debida M. A. Jullien y de la cual se haba hecho

    poco caso hasta el presen te porque hemos ledo en un telegrama de New-York q ue se

    acab a de com probar la existencia en la M ontala Pelada de enormes rocas fundidas

    mezcladas con la lava lo que justifica en c ierto modo la suposicin de M. Jullien.

    En Ingla terra sir R obe rt Mallet ha formulado la teora termodinm ica ingeniosamen

    te apoyada sobre experimentos que demuestran que el aplasta mier to de la superficie pro

    ducido por el enfriamiento del ncleo es la causa del volcanismo y las lavas no son ms

    que partes de la corteza slida liquidadas inyectadas en las fisuras producida s por el

    mismo hun dimiento. Segn eso el volcanismo y el crecimiento progresivo de la temp era

    tura de las capas profundas slo depende indirectamente d e los restos de la energa ca

    lorfica primitiva.

    Es ta teora no explica como observa el gelogo francs M. Gud e la local izacin

    del fenmeno volcnico en determinadas regiones.

    M. Gu de acepta como la mayora de sus colegas la teora del ncleo inte rno la

    cual ofrece una explicacin racional de todos los fenmenos observad os con la ventaja

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    LA

    REVISTA

    feL NC

    t

    adem s de c onducir la hiptesis de la fluidez original del globo y de referirse princi

    pios csmicos que nadie piensa hoy en renovar.

    Hasta el da no se han inventado motores de olas que hayan dado resultados satis

    factorios lo que no es obstculo para que la idea de domesticar esa potencia gratuita

    acose sin cesar el cerebro de los inventores.

    L a ltima conce pcin de ese gnero se deb e los ingenieros am ericanos C arey

    H anc ok y Barming. He aqu el principio de su nuevo motor de olas: una bola de me tal

    muy pesad a pudese cambiar de sitio libremente sobre una superficie sometida los

    movimientos de las olas.

    Las fluctuaciones hacen cambiar de sitio la bola que va y viene de un ngulo

    otro de la superficie. Evide nteme nte un lado sube cuando el otro se baja y viceversa.

    A cada uno de los cuatro ngulos se fija el tallo del pistn de una bomba. Cualquera que

    sea la posicin de la bola resultan siempre dos pistones arriba y dos abajo ma rchand o

    de esta manera alternativamente y sin tregua bajo la accin de la oscilacin impresa por

    las olas.

    L os primeros ensayos han da do excelentes resultados; pero no hay que apresurarse

    dem asiado considerar como resuelto el problem a del motor de olas. No basta que un

    tal motor marche regularmente sino que es preciso que produzca un trabajo mecnico

    bastante considerable para que se piense en introducirlo definitivamente en la industria.

    L a A cademia de Ciencias de Pars ha recibido una comunicacin de M. Mavage re

    lativa un nuevo tratamiento de la sordera.

    E l procedim iento aconsejado por el autor consiste en practicar despus de determi

    na r exactam ente el grad o de agudeza auditiva un masaje vibratorio que transm ite la

    oreja las vibraciones fundamentales produ cidas por una sirena y esto por mediacin de

    una membrana que no introduce ni suprime ningn armnico.

    M. Mavage ha obtenido con este mtodo los mejores resultados en una cuarentena de

    enfermos. E n ningn caso el tratamiento ha presentad o el menor peligro.

    L a enfermedad del sueo letarga de los negros es conocida ha ce y tiempo en el

    frica O ccidental y en la actualidad ha invadido el Uga nda despus de habe r causado

    estragos considerables en el Congo.

    Esta epidemia presenta una analoga notable con la parlisis de ciertos alienados-

    Ha sta el presente no ha atacado m s que los hombres de color habiendo actualmente

    tres negros en tratamiento en un hospital de Londres los tres atacados ya cuMido salie

    ron de Busoga ciudad del Ug anda b ritnico donde han sucumbido ya ms de veinte mil

    negros.

    L a epidemia am enaza diezmar comp letamente la poblacin por lo cual Foreing Of-

    fice

    de acuerdo con la

    Royal Society

    de liendr es ha decidido enviar al Uganda una

    misin cientfica encargada de estudiar la epidemia y los medios de combatirla. Los doc

    tores L pn Castellani y Christy acaban de partir para E uteblu capital del Ug anda

    britnico

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    2 LA REVISTA BLANCA

    El Dr. Metchnikoff, que preten de habe r descu bierto el suero contra la vejez, ha en

    viado al Instituto una relacin detallada de sus trabajos.

    Este descubrimiento se basa sobre la teora siguiente:

    Las clulas microscpicas que forman el cuerpo hum ano, se comen continuamente

    entre s . Algu nas llamad as macrfagas, devo ran, disolvindolas, sus vecinas. Afortuna

    damente, otras llamadas micrfagas representan las clulas de defensa. Hay lucha entre

    ellas;

    pero, finalmente, en la vejez, las macrfagas salen victoriosas.

    Adm itido esto, el remedio es de los ms sencillos: basta inyectar en las venas un

    suero que destruya el maerfago, y el anciano podr esperar as una edad excesivamente

    avanzada.

    La teora de Metchnikoff es objeto de una viva discusin en los medios cientficos

    del mundo entero, conta ndo con serios adversarios. Por el mom ento, es difcil pronun

    ciarse sobre los resultados, toda vez que este descubrimiento es demasiado reciente para

    que se haya podido hacer suficiente ntimero de ensayos.

    Este m ismo profesor M etchnikoff ha presentad o la Academ ia de Medicina una

    notable com unicacin sobre la apendicitis, esa inflamacin espontne a, seguida de gan

    grena, de la porcin de intestino llamada apndice.

    M. Metchnikoff atribuye una m isin im porta nte los gusanos intestina les, y especial

    mente los tricocfalos, que provocan erosiones de la mucosa intestinal que suelen fa

    cilitar la infeccin por los grmenes contenidos en el tubo digestivo.

    El Dr. Matignon h a comba tido vigorosamente las conclusiones de M. Metchnikoff,

    afirmando que no existe relacin algun a entre la apendicitis y las lombrices intestinale s.

    En China, donde ha practicad o M. Matignon y don de la helmintiasis es muy fre

    cuen te, las lombrices se observan en 75 sujetos por 100, perten eciente s la raza amari

    lla; en los nios la prop orci n llega hasta 98 por 100. En tre los eiuropeos, sin alcanzar

    esas cifras, la proporcin es aun considerable: 25 por 100.

    A pesar de esta gran frecuencia de las lombrices intestinales, M. Matignon en los

    cinco aos que ha pasado en P ekn no ha visto un solo caso de apendicitis en los chinos;

    tampoco ha observado esa enfermedad en la pequea poblacin europea que dedicaba

    sus cuidados profesionales.

    Esta vez, como tantas otras, la clnica y el laboratorio estn en discordancia. Las ob

    servaciones de M. Matignon no puede decirse que destruyan de una manera absoluta las

    afirmaciones d e M. Metchnikoff, pero les quitan mucha fuerza.

    bservaciones sobreeldesarrollo de l inf nci es un libro muy til p ara aquellos

    quienes interesen los asuntos relativos al estudio de la infancia. En tre las innum erables

    cuestiones que este estudio se refieren, el aytor ha escogido los punto s ms esenciales

    que pueden dar una idea bastante precisa del estado fsico, intelectual y moral del sujeto

    observado en cada poca de su vida.

    Las observaciones indicada s en este volumen, pueden dividirse, segn su frecuencia,

    en cuatro categoras.

    I. Los hechos que puedan notarse medida que se producen: N otas Sobre-las

    ascendencias, rgimen alimenticio, movimientos, educacin fsica, vestidos, etc.

    2. Las observaciones ocasionales que puedenrenovarse voluntad y que suelen en

    tretener al sujeto tanto como interesan al observador: pulso, temperatura, capacidad de

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    LA REVISTA BLANCA 3

    los pulmo nes, nm ero de respiraciones por minuto, fuerza de respiracin, duracin de

    un sonido cantado, sensibilidad de la piel, agudeza auditiva, etc.

    3."

    Las observaciones mensuales que se pueden efectuar la fecha en que el nio

    alcanza un nmero entero de meses: el peso, la talla.

    4.* Las observaciones anuales que pued en hacerse en los aniversarios del naci

    miento del nio: medidas generales de la cab eza , del cuerpo, de los m iembros, hue

    llas y contornos de los pies y de las manos.

    Como se ve, el objeto del autor es indicar los padres, los educadores y cuantos

    tengan inters en el estudio de la infancia, cierto n me ro de observaciones precisas

    sobre puntos esenciales, cuyo conjunto puede dar una idea justa del estado fsico inte

    lectual del sujeto, observado en cada poca de su vida.

    M. Duclaux lo hace notar justamente en su prefacio: el cuadern o de vida de M. Gi-

    roud, llamando la atencin de los padres sobre los nifios, puede aumentar mucho el n-

    inero de los que preparan esos pequeos seres convertirse en hombres tiles, teniendo

    en cuenta en su educacin las cualidades y los defectos que les hayan reconocido y que

    hayan notado con sinceridad-

    TARRIDA DEL MRMOL

    Trabajo inUUcual y ejercicio fisico

    El masado que trabaja y el

    cerebro que piensa.SimilUd

    de

    los fenmenos

    isiolgi osque

    se

    observan.Aumento

    de l

    calor

    en el

    cerebro.Experimentos

    del Dr. Lombard.

    Aflujo

    de

    sangre

    la

    sustancia cerebral

    durante los

    esfuerzos

    intelectuales.Balanza de Mosso.

    Consecuencias

    del

    trabajo

    en el

    orden intelectual

    y en el orden

    fsico.Combustiones

    y pro-

    ductos

    de

    dciasimilacin.Auto intoxicaciones

    por recargo. Seme janza de sus resultados

    en el

    orden

    fsico y en el psquico.

    Efectos

    del trabajo

    intelectual

    en la

    composicin

    de la

    orina son idnticos los del

    trabajo muscular.Accesos

    de gota que

    suceden

    la fatiga

    intelectual

    lo mismo que

    la

    fatiga

    fsica.^El caso

    de Sydenham.

    I

    De jando un lado toda doctrina filosfica, y si n necesida d tamp oco de referirse

    la hiptesis m aterialista, puede demostrarse que existen analogas mu y estrechas

    entre el trabajo del espritu y el del cuerpo. Son dos formas muy diferentes de mani-

    festacin de la energa vital, poro sometidas las mismas leyes fisiolgicas.

    Las condiciones del trabajo son las m ism as para el cerebro que piensa que par a

    el m sculo que se contrae; en ambos rganos, cuand o pon en en juego su propia acti

    vidad, se observa un aflujo m ayor de sangre y un a produccin ms intensa de ca

    lrico.

    Cuando se mide un miem bro qu e acaba de ejecutar un ejercicio violento, se ob

    serva que su volumen ha aume ntado considerablemente; u na cant idad mayor de

    sangre ha venido hinchar sus vasos.

    Se ha podido observar tam bin que el cerebro, cu ando trabaja, atrae una canti

    dad m s considerable de lquido sangu neo. Algunos fisilogos ha n estudiad o la cir-

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    4 LA REVISTA BLANCA

    culacin de la sangre de los vasos cerebrales en individuos que, por efecto de una he

    rida, ha n perd ido algn trozo de la sustan cia osa del crneo. A travs de esta especie

    de ventana abierta sobre el rgano del pensamiento, han podido ver cmo se llena do

    sangre el cerebro siempre que trabaja el espritu, y cmo se descongestiona, |por el

    contrario, inmediatamente que cesa el esfuerzo intelectual.

    Un ingenioso experimento ha permitido determinar do un modo evidente que la

    cantidad de sangre atrada al cerebro por el trabajo del espritu es ms menos abun

    dante, segn el esfuerzo intelectual es ms menos intenso. Un fisilogo italiano, el

    profesor Mosso, ha construido un a balanza dispu esta de tal m odo, que pued e acos

    tarse un hombre encima. CJuando un individuo se somete al experimento, un contra

    peso equilibra el aparato y pone exactamente en fiel los pies y la cabeza. La balanza,

    por lo dems, es de una sensibilidad bastante grande para que el peso ms ligero, aa

    dido uno otro lado, destruya el equilibrio y haga inclinarse el aparato. Si

    el.

    indi

    viduo en observacin perma nece ten did o en in am ovilida d comj leta y en reposo

    absoluto de espritu, las dos extremidades del aparato permanecen en el mismo nivel.

    Pero si el espritu se ocujja en ideas que nece.sitan esfuerzos de atencin, si busca la

    resolucin de un problem a difcil, si se hace un llam am iento la me mo ria al juicio,

    si ,en u na palabra, entran en juego las facultades activas del espritu, inm ediata me nte

    se destruye el equilibrio de la balanza y se ve bajar el extremo que sostiene la cabeza,

    La sangre ha afluido con ma yor abu nda ncia hacia los vasos cerebrales por el hecho

    mismo del esfuerzo intelectual; el cerebro se ha hecho sbitamente ms pesado, y este

    aum ento de peso da la m edida exacta del suplem ento de sangre que ha recibido. Se

    puede observar tambin que la bajada es tanto ms acentuada, cuanto ms fuerte ha

    sido la tensin del espritu.

    1 Otra analoga no menos notab le asimila el trabajo del cerebro al de los m sculos .

    E n amb os rganos, un funcionam iento ms activo va siem pre acompa ado de un

    mayor desprendimiento de calrico.

    Si se introduce en el espesor de un msculo una aguja termo-elctrica, se observa

    que,

    en el inst an te mis m o en que la fibra se contrae , la tem per atu ra se eleva. Este

    calor sensible al termmetro no es ms que un dbil resto del que se ha producido en

    el rgano motor, y cuya mayor parte ha sido transformada en moviniiento.

    Se sabe, en efecto, que el motor humano sufre la ley de la transformacin de las

    fuerzas, y se encuentra sometido las mismas condiciones mecnicas que las mqui

    nas motoras que funcionan por el calor; no puede producirse movimiento sin consu

    m ir calrico. Hac e muc ho tiem po ya que se ha demostrado la analoga perfecta que

    existe entre el organism o hum an o, que funciona, y los aparatos tcnicos, que traba

    jan . La can tidad de calor gastado en un esfuerzo m uscu lar de inten sida d conocida,

    ha podido ser exactamenti me dido, y se ha demostrado que es prxim am ente igual

    al que utiliza una mquina para el mismo gasto de fuerza.

    El trabajo cerebral no tend ra, evide ntem ente , una m edi da comVn con el trabajo

    mecnico ejecutado por una mquina por un msculo; pero la fisiologa ha demos

    trado que el cerebro, lo mism o que el mscu lo, necesitaba, para entrar en actitud,

    cierto gasto de calor.El esfuerzo intelectual va acompaado, lo mismo que el muscu

    lar, de una elevacin de temperatura del rgano que trabaja.

    Esta verdad no es un a simple induccin . Hac e mucho tiempo que se Iran hecho

    expe rime ntos cientficos par a dem ostra r el influjo del trabajo cerebral sobre la tem

    pefatufa de la cabeza. Ix S prim eros estu dios sobre esto son debido s al doctor Lom bard

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    LA REVISTA BLANCA 1 5

    de Boston), y fueron hec hos en 1869. Sus resultados positivos ha n sido confirmados

    por los trabajos de Schiff y estn citados por el doctor Luys en su obra sobreEl Ce-

    rehro.

    Est hoy admitido, casi por todo el mundo, que el cerebro se calienta durante

    el trabajo del pensamiento.

    Qu e la volu ntad utilice bajo form a de trabajo intelectual, bajo forma de ejercicio

    mu scular, la energa contenida en el ser hum ano , el gasto debe saldarse siempre

    por medio.de un desprendimiento de calor. Bajo la accin de ciertas combinaciones

    qumicas que pasan en el seno de los tejidos orgnicos, y que se llaman combustiones,

    el calrico contenido en estado latente en las molculas del cuerpo vivo es puesto en

    libertad y absorbido despus por el acto cerebral por elmuscular, como es absorbido

    el calor del hogar por el trabajo de la mquina de vapor.

    Tales son las dos analogas m s salientes que llam an la atencin del fisilogo

    cua nd o com para el trabajo del cuerpo y el del espritu; en el trabajador, como en el

    pensador, se produce mayor aflujo de sangre hacia el rgano que funciona y un des-

    prendim iento de calor m s intenso en el seno de los elementos cuya actividad se pone

    en juego.

    I I

    Si se lleva ms all el anlisis, se encuentran otros puntos de semejanza entre los

    resultados del trabajo intelectual y los del ejercicio fsico.

    En prim er lugar, en el cerebro que piensa, lo m ismo que en el m sculo que se

    contrae, cuando las combustiones estn activadas, resulta una destruccin ms activa

    de ciertos tejidos vivos, que alime ntan esas com bustiones. Asi, u na locomotora que

    acelera su marcha debe aumentar el consumo de carbn.El organismo experimenta

    cierta prdida, lo mismo consecuencia del trabajo mental que despus del ejercicio

    fsico.

    No es esto todo.

    Las combustiones no hace n desaparecer por comp leto los tejidos que las alimen -

    tan; los trasforma n y los desna turalizan , como lo hace la llam a de un hogar con el

    carbn y la lea que consum e. Al arder la lea da por resultado los productos de

    com bustin, que pued en encon trarse en un hogar apagad o, y que son las cenizas y

    el holln. Asi el organism o, despus del trabajo, contiene productos de com bustin,

    l lamados tambin productos de

    desasimilacin,

    por no ser ya sem ejantes los tejidos

    orgnicos de que antes fomaban parte.

    Los produc tos de desasimilacin y este es un pu nto de los m s interesantes de la

    historia del trabajo) son impropios para la vida, y deben ser arrojados al exterior del

    organismo, so pena de determinar en l accidentes graves. As, hay en el cuerpo hu-

    mano una serie de rganosexcretores,eliminadores,encargados de barrer, si as pue de

    decirse, todas esas impurezas.

    Pero si la produccin de los residuos de la combustin es muy considerable, como

    acontece despus de un trabajo exagerado, puede suceder que los rganos eliminado-

    res sean insuficientes y que aquellos residuos se acum ulen en dosis excesivas, capaces

    de perturbar profundamente las grandes funciones vitales.

    Ah ora bien; siguiendo las teoras que com ienzan abrirse paso, y las que , por

    lo dem s, he llevado la contribu cin de algunos h echos bastante elocuentes, ciertas

    formas de la fatiga seran deb idas la presen cia en la sangre , con exceso, de ciertos

    productos de desasimilacin a cum ulados por las combustiones del trabajo.

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    l LA KKVISTA BLANCA

    (kiando S( llc'va dimasiad o l(;jos la fatiga, to ma el nom bre de

    rerarijo.

    El recargo muscular presenta diversas forma?; pero, entre otros accidentes, puede

    prod ucir un estad o febril a nlogo al tifus la fiebre tifoidea. E n opin in de todos

    los md icos hoy, esas fiebres de recargo que se observ an en los ani m ale s, lo m ism o

    que en el homl)re, son debidas una especie de env ene nam iento del cuerpo por sus

    propios elementos, unaauto intoxicm in del organismo por los productos de desasi-

    milacin, uiumulados en gran abundancia despus de un exceso de trabajo.

    El recargo intelectual conduce tambin, segn algunos miembros de la Academia

    de M edicina (sesin del 7 de Mayo de 1887 ), estados febriles de forma tifoidea. La

    semejanza de los efectos indica claramente la similitud de las causas, y prueba que

    se deben atribu ir un a acun uda cin de productos de desa sim ilacin las fiebres de

    recarg que proceden de exceso de e.'studio, lo m ism o que las que se observ an des

    pus del abuso de los trabajos corporales.

    Cules son exactam ente las sustancias de desasimilacin q ue resultan del trabajo

    cerebrali* Na die sabra, decirlo con fijeza, por que no se conoce a n la comp osicin

    exacta de todos los r'siduos orgnicos que nacen durante el trabajo de los msculos,

    mucho mejor estudiado (jue el traliajo del cerebro. .Se sabe nicamente, por los estu

    dios m s recientes de M. Gau tier, que ciertos veneno s anlogos los de la putrefac

    cin pue den formarse por influjo de las acciones qum icas que desp renden calor vi

    tal.

    Esos venenos, que son alcaloidea qu relacin tienen con el trabajo del espritu?

    Cul es, adem s, su correlacin con el trabajo mu scular? Otras tan tas cuestiones

    sobre las cuales no se ha hecho an la luz.

    En el estado actual de la ciencia, no se pueden conocer esos venenos ms que por

    sus efectos, y el organismo vivo es el reactivo que revela su presencia por las pertur

    baciones que le producen. En todo caso, la singular semejanza que ofrecen las pertur

    baciones de la salud despus do los excesos del trabajo mental y despus del recargo

    de los msculos, nos autoriza deducir una analoga de causa.

    Los mdicos han se alado hac-e ya m uch o tiemp o el funesto infiujo ejercido por

    el recargo sobre las enfermedades que atacan al hombre. Se reconoce al recargo inte

    lectual la mis m a accin agra vante qu e al recargo fsico sobre la m arch a de las afec

    ciones aguda s crnicas. Las enferm edade s inter nas ms ligeras, lo m ism o que las

    lesi

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    LA REVISTA BLANCA 7

    el aspecto turbio de la orina. Esta perturbacin es debida la presencia en exceso de

    productos do comb ustin incom pleta; los uratos y el cido rico. Ahora bien; la mis-

    m a alteracin qu e se observa en la orina, despus de un a m arch a forzada, se produce

    con frecuencia d espus de un a fuerte tensin del espritu; hemos podido observarlas

    por nuestra parte, despus de acabar un capitulo laboriosamente estudiado.

    Des pus d el ejercicio mu scu lar, lo que se elim ina po r la orina, en forma de cido

    rico, son los residuos nitrogenado del mscu lo. Ocurre lo mism o despus del tra-

    bajo cerebral, y lo que el orga nism o elim ina son mo lculas nitrog enad as de la sus-

    tancia nerviosa imperfectamente quem adas? No se pu ede, hasta ahora, co nte star

    esta cuestin de un mo do satisfactorio; pero lo que pu ede presentarse como un hecho

    tan cierto como curioso, es la sem ejanza d e comp osicin q ue presen tan los precipita-

    dos de la orina desp us d el trabajo fsico y de la fatiga inte lectual. En amb os casos,

    lo que se elimina con exceso son uratos.

    La identid ad de composicin qumica no es la nica analoga que presentan los

    residuos debidos al trabajo fsico con los qu e resultan de la actividad intelectua l exa-

    gerada . E l exceso de produ ccin de estas dos clases de residu os pu ed e ocasionar en

    la salud perturbaciones idnticafi.

    be h a notado mu chas veces, en las personas predisp uestas la gota, la produccin

    de un violento acceso despus de fatigas fsicas excesivas, y los mdicos atribuyen la

    explosin de estos acciden tes agudo s al exceso de cido rico en alta dosis en la

    sangre.

    Tam bin est aprobado que un a fuerte tensin del espritu, tal como se sufre en

    el curso de un trabajo me ntal excesivo, produce, lo mismo q ue el ejercicio sico, un

    acrecentam iento del cido rico en la sangre, y llega tam bin produ cir u n acceso

    de gota. Si, en el orden fsico, un a cacera, por ejemplo, es segui da con frecuencia

    de un violento acceso en los gotosos, se ha n c itado bas tant es casos en que tales acci-

    dentes son manifiestamente consecuencia de un exceso de trabajo intelectual. Un

    cao se ha hecho clebre; el de Sydenham, autor de un tratado notable sobre la gta,

    y que fu atacado de su pri m er acceso inm edia tam ente despus de hab er acabado

    su libro.

    As, los hechos de o bservacin diaria, lo mismo que las deducciones sacadas de la

    fisiologa, nos autorizan para decir que una estrecha analoga une los efectos de la fa-

    tiga intelectual con los de la muscular. Esta primera conclusin parece ya suficiente

    pa ra hacern os muy circun specto s en la aplicacin del ejercicio corporal las perso-

    nas recargad as por el trabajo del espritu.

    Pero si descendemos los detalles, si hacem os un anlisis sumario de los princi-

    pales ejercicios usados generalm ente en nu estra poca, veremos qu e cada vez es ms

    notable la analoga del ejercicio del cuerpo y el trabajo intelectual. En los movimientos

    difciles de la gim nasia , en la equitaci )u y en la esgrima, veremos que el p apel del

    cerebro y de los nervios llega ser tan importante como el de los msculos.

    DOCTOR FERNANDO I^AGRANGE.

    Traduccin de Bicardo Rubio.)

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    i

    LA REVISTA BLANCA

    \ P T

    -

    a C I N T O V E R D G U E R

    L O S D O S V E R D G U E R

    Car de l amour 4 la dvotion

    II n est qu tiD; l aae et i autre eet faiblesse.

    El Sr. Unamuno se quejaba hace tiempo de que el pblico espaol no colaborara

    la obra del escritor; creo que tal queja con stituye un grave error de nuestro amigo

    pues en E spa a la m entalidad de los que cultivan su personalidad sufre tanta presin,

    del am biente social, que esta personalidad acaba por ser una ilusin, un m ito vano.

    De este modo, todo el mundo es pblico, multitud, nadie piensa por si mismo, por

    ser casi imposible.

    As, por un a serie de hechos, todos comp licados, d esde hace muc hos aos se ha

    elaborado una leyenda, falsa como todas las leyendas, en que Verdaguer aparece como

    una victinla del maquiavelismo cruel de los hijos de Ix>yola. He de empezar diciendo

    que no creo en semejante leyenda.

    Los que no comem os cura d diario ni hallamos francm asones en la sopa, nos rei-

    mo s del pru rito in ocente y pueril de q uerer p resen tar en todos los hechos sociales los

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    LA REVISTA BLANCA q

    efectos de a

    m no ocult

    de unos de otros. Todo esto a cusa un a me ntalid ad pri

    mitiva.

    Ha bien do tenido la fortuna de conocer en vida al gran poeta, despus de hab er

    cultiva do el conocim iento ntegro de su obra literaria, estoy conven cido de qu e la

    odisea de la famosa persecucin es el lado meno s interesante de la lt im a etapa de

    su vida. No; esta fase es un a creacin m s de la fantasa pop ular, que vea en la le

    yenda una forma de satisface su instintiva protesta contra la fatal desigualdad social.

    Pero el crtico no ha de hacer caso de las fantasmagoras folk-lricas mayormente

    cua ndo en el meollo de la existencia que las insp ira ha y algo de ms valor psicol

    gico, ms eternamente humano.

    Por esto, hab iend o el Verd aguer popular, inexac to, el que el pue blo soberano de

    Barcelona ha canonizado, y el otro, el de los escritores y artistas, dejo de lado al hroe

    leyendario para fijarme en el otro que viva recndito, cubierto de las cenizas de su

    estado eclesistico, q ue am pa rab a u n rescoldo de pasin sacrificada en holoc austo

    extrasocial. Y su vez, ste se desdobla perennemente, dando lugar dos existencias

    morales distintas que se influencian recprocam ente y que consti tuyen un gra n pro

    blema de psicologa, que exigira, para estudiarlo hasta sus races ms profundas, un

    Goe the, un Diderot, un Sainte-Beuve, u n Villiers de l Isle-Ad am .

    No hay n ing n escritor que ha ya estudiado Verdaguer travs del prism a de la

    crt ica humana, lo que es para ra el aspecto ms transcendental de la personalidad

    de Verdaguer.

    No es suficiente decir que el poeta ha escrito obras inm ortales, que es el mejor

    que Esp a a ha produc ido en el siglo xix, y que ha sido el evangelista de la lengu a

    catalana como instrumento l i terario.

    Tam poco es bas tante hace r ver que al lado del autor de poem as que son el pro

    ducto de grandes conocimientos retricos, hay el poeta de la dulzura, comparable por

    su perfum e potico con los m s delicados autores que ha ya produc ido la lakeschool

    del rom anticism o ingls. Todo esto pasa r los futuros m anu ales de historia de la

    li teratura catalana.

    Lo que m s despierta m i curiosidad crtica, despus de hab erm e entusiasm ado

    con su Rosa marcida y Perqu mnten

    le

    mares es el am biente mora l interior que se

    crea ra en el alm a de Verd ague r al sentirse en estado de pere nne contradiccin con

    sigo mismo.

    Porque Verdaguer era un mstico, y l mism o, haciendo gala de un a inmo destia

    sincera, l (el hom bre r epu tado como la encarnac in de la m odestia), se crea el con

    tinuador de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, y que su Dios le haba favorecido

    con la herencia de San Francisco de Ass. Pero su misticismo era literario, constitua

    un gne ro, cultivado por l con maestra, pomo ha ba cultivado el heroico en el C-

    nig y el mstico en La Atlntida.

    Todos sus contemporneos creyeron con idolatra que sus obras msticas eran la

    expresin m s directa, sincera y difana de su alma , y llegaron creer qu e su vida

    y su poesa eran slo dos formas de un mismo espri tu. Verdaderamente, en aquellos

    poemas en que bril laba la ms pura exaltacin asctica, no se poda traslucir ningn

    deje de insinc erida d, y no me atreve ra afirmar que V erdag uer fuera lo que se Re

    prochab a B audelaire, eso es, un fwmiste

    Ah pero el misticism o literario de Ve M ague r no pud o salir del estado de cris

    lida, desvanec indose cuan do tena que abrir sus alas en la realida d, en la mstica

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    20 LA REVISTA BLANCA

    vivida y sufrida. E n verdad, la cruz de Cristo era dem asiado pesada pa ra l, y por

    reaccin natural, el poeta cay

    en

    el extremo opuesto, en la rebelda, que fu el ori-

    gen de todos sus sinsabores. Y para despleg ar su insum isin, dn de encon tr la

    fuerza hu m an a que le fal tara p ara la resignacin dulce que cantara en sus poemas?

    E encontr, sin duda, en algo que es muy fuerte en la vida, que es el rival ms po-

    deroso de toda la t irana moral del supematuralismo: en el amor. El poeta que haba

    dicho en un poemita que su patria estaba en el cielo, quiso repatriarse al seno de la

    Naturaleza . Cuand o conocimos V erdag uer, qu lejos estaba de aquella resignacin

    y dulzura de fray Luis de Len, que no tuvo ni una palabra de queja al volver su

    ctedra, despus de ha ber estado ence rrado alguno s ao.s en los calabozos de l Santo

    Oficio Ah Ento nce s Verdagu er no se pertenec a s mism o; era un rebelde, sujeto

    las imposic iones de su corazn. El can tor de los sub lim es deli( [Uos in spira dos en

    Jess y la Virgen y dems constelaciones del firmamento catlico, arda en deseos de

    ofrecer todo el caud al de su am or la Ve nus Afrodita; pero con tinua ba siendo un

    catlico ferviente y un poeta apostlico y romano.

    Es ridculo quere r ver en l al homb re que ansia rom per los lazos que todo miem-

    bro de la Iglesia le atan esta institucin, la que debe pertenecer con alma y vida.

    Lase toda la obra de Verdaguer, y no se hallar el ms mnimo resabio de pensa-

    mie nto heterodoxo. Verdaguer es tan catlico como Caldern, the truc poet of

    the

    In -

    quition

    como le l lama ba Buckle. De los l ibros de V erdaguer no se desprende que el

    poeta hubiera tenido jams una duda metafsica, ni hubiera sufrido tortura alguna

    causa de las l lamadas verdades fundamentales de su rel igin. sta debs la mayor

    parte de su estructura moral intelectual, la menor part consistiendo en su asimi-

    lacin de la poesa popular, y se hallaba muy bien cantando las bellezas poticas y

    paganas de la religin. En la misma religin hall el terreno para cultivar el gnomo

    de la voluptuosidad que resplandece en su mstica y que le dio despus la larva de su

    rebelda pasional. Singular lucha esta de creer en el dogma de la religin y hallarse

    en oposicin con las leyes morales escritas que le vedaban acceder las exigencias

    tentadoras de los sentidos. Si Verdaguer era sincero en cuanto escribi, en aquella

    lucha interior debemos hallar el mayor y tal vez nico martirio de su alma. Y aqu

    nos hallamos en frente del problema ms grave que presenta el enigma de su vida:

    Verdaguer cultiv la idea fija de comparar sus sufrimientos con los de Jesucristo,

    cayendo en lo que yo l lamara el cMlvammo estado de alma que la Iglesia debe con-

    denar como una manifestacin del orgullo; pero si hubiese sido un mstico verdadero,

    no deba quejarse y deba aceptar todos los sufrimientos y adversidades como bendi-

    ciones que el cielo, su patria, le enviaba. Pero el amor estaba all; la meditacin del

    genio de la especie le acechaba, hizo de l, no un nuevo San Antonio, sino un poeta

    apasionado que vesta su voluptuosidad con el ropaje del ascetismo ms exaltado.

    Naturalmente, el pueblo cataln, al glorificar su poeta, cuyas obras pocos han

    ledo, pues no podan dar satisfaccin los sentimientos en boga, no ha sabido quin

    canonizaba, completamente ignorante de que con Verdaguer desapareca una vctima

    de la fatal idad histrica, qu e conden saba en un hom bre genial la lucha de los dos as-

    pectos de la vdi: el renunciamiento y la posesin.

    Verdaguer comenz cantando el primero, y fu un adorador vergonzante de la se-

    gunda. Fu el Prometeo amarrado la t irana moral de las leyes histricas rel igiosas,

    con la sola diferencia de que el enem igo de J pit er blasfem aba con tra su opresor, y

    Verdaguer, cantando las

    verdad s

    de su religin, y queriendo aplicar la Imitacin de

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    REVISTA bLANCA T

    Cristo,

    se desg arraba en l sacrificio ntim o, propio de un afirmad or del derecho la

    vida y la felicidad, que se halla preso en la propia ratonera de una teologa dogm

    tica petrificada, supervivencia de edades muertas.

    JAIME BROSSA.

    VEMn GlTER

    La mejor poesa es la que no se escribe.

    As dicen que dijo Lamartine; y un crtico ilustre ha comentado la frase en estos tr

    minos:

    Todo el arte humano, hijo de la imaginacin y la memoria, imitador insuficientt de-

    la Naturaleza, ayudado por la tcnica del oficio, quedara ciertamente harto empequee

    cido y parecera harto hueco, si adquiriesen de repe nte vida extern a, perfecta y caba l,

    las emociones del hombre inexpresadas por falta de medios.

    Estas palabras, que traduzco delcataln, escribilas Yxartpropsito deGuimer;)pefo

    sin duda r en m o(jo a lguno de la sinceridad lrica del que evoc los horrores de Po blet pro

    fanado con fueraa insuperable, ningn otro poeta mo derno como Mosn Jacinto Ver-

    daguer convienen todas aquellas observaciones con toda exactitud.

    Gran popta se nos mostr en su obra de luz y de entusiasmo. Mayor lo fu en su

    vida de pobreza y de dolor.

    La ciudad de Barcelona y con ella toda la Espaa culta, se apresta la apoteosis de

    Verdaguer muerto. Muerto de

    qu? D e las penas y del ham bre que en aquel em

    porio de riqueza, tan preciado de sus glorias regionales, padeci el santo varn que' tan

    to amaba su tierra, y que al idealizar y sublimar su idioma, troc la dura y frrea lo

    riga de cSant Jordi en resplandeciente arma dura de oro.

    La perdurable irona de las cosas da un singular carcter, muy propio de estos tiet-

    pos del contrasentido y el absurdo, esa apoteosis de Verdaguer muerto... Apoteosis de

    circunstancias, que vale bien poco al lado de la que Verdaguer vivo se decret s pro

    pio,- en su misma hu mild ad y en su c onsta nte sufrir.

    Corona de espinas le cieron en la tierra qiie glorificara, fariseos y saduceos, escribas

    y sayones de toda estofa. Cantan do sus dolores y ofrecindoselos su Dios en versos

    cuya intensidad no nos es dado percibir los sumergidos en la prosa impura de la vida,

    cambi el pobre de espritu la corona d e espinas por inm arcesible coron a de flores.

    El infortuniodeca con el P. Lacordaire es el vestido ms hermoso con que se

    puede engalanar el hom bre, y los enemigos no saben lo que se hacen cuando nos lo

    ponen... Bien poco falt para que ese hermoso vestido se convirtiese en una camisa de

    fuerza.

    ...Ministres del E vangeli,

    ^donchs

    hon es la caritate

    Les portes ho n ne

    demano

    d una d una veig tancar,

    sino la de l

    anicomi

    que

    s obrede

    bat bat

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    4 LA RE VlStA BLANCA

    Hubie'rase mostrado el sacerdote cataln algo ms trabuca ire que mstico, hubras

    puesto el poeta del anig

    y

    de la

    Llegenda de Montserrat

    al servicio del exclusivismo

    loca l, del renc or reacionario y de la codicia cartaginesa, y quin sabe , bien tratad o y

    halag ado por quienes tanto le persiguieron, quizs le veramos hoy sano y rollizo, y aun

    figurando entre aquellos cuyo bculo pastoral parece en ocasiones cambiarse por la hoz

    siiiestra del Corpus de Sangre.

    Poco s l daba de tales pompas al buen hombre, buen cura y buen poeta, que en la

    poca y en el medio social de la lucha por la existencia ultranza y sin escrpu los,

    hizo suyas, completamente suyas, estas averiguaciones del Kempis que para la casi tota-

    lidad del mundo actual carecen de sentido: Cuando llegues encontrar dulce y sabrosa

    la tribulacin, puedes estar con tento de t mismo, pues hab rs enc ontrad o el Paraso

    sobre 1* tierra.

    V fes Mosn Cinto,,el gr an atribu lado , se decret s propio en vida la apoteosis

    que la sociedad injusta y egosta solamente suele conceder unos despojos yertos...

    *

    * *

    Jacin to Verdaguer. naci en Riud epera s, provin cia de Barcelona, 17 de Abril de

    1845.N o porqu e se citen fechas y se apunte tal cual opinin (lo advertir de pasada ),

    ha de buscarse en estas lneas una biografa propiamente dicha, como tampoco un juicio

    crtico minucioso. Para esto me falta autoridad, y para aquello, que merecera muchas p-

    ginas en un Martirologio Social, se necesita una plum a como la que escribi en francs

    El

    Cura de Tours,

    la que en espaol ha trazado la figura de

    Nazarn.

    Las presentes lneas

    no tienen ms valor que el de una rpida impresin.

    Era Verdaguer de familia muy modesta.No ha mucho publicaba un semanario

    barcelons el retrato ms antiguo. Dat a de 1868, cuand o tena veintitrs aos el poeta y

    segua sus estudios eclesisticos en Vich. Verdaguer est en ese retrato con barretina.

    Sobre su fretro, y entre la corona de espinas que le ci la adversidad y la corona

    de laurel que le asegura el Arte , deb e colocarse la bar retina ca talana... No la postiza y

    de enca rgo, la que afectadam ente se saca y se ostenta en manifestaciones insinceras,

    cuando no provocativas, sino la legtima, genuina y veneranda: la barretina del pays.

    Alma d e pays fu la de M osn C into, con todo y haberla busca do engarces el poeta,

    trabajados con toda la exquisita pulcritud de un Benvenuto.

    Alma d e pays, en la ms pura, sana, robusta y natural acepcin del trmino. Me

    complazco en citar de nuevo al malogrado Yxart, que traz un hermoso paralelo, prop-

    sito del realismo po tico de la literatura popular, en tre el alma del pays y el alma del

    mujick; como por otra p arte, pudiera habe rlo bosquejado entre el alma del mujick y la

    del campesino de muchas otras regiones espaolas.

    Las clases elevadasdeca el crticorechazan en Catalua ese espritu.Y compa-

    rando estas clases con las anlogas en Rusia, contaba el caso de aquella orgullosa dama,

    que en una tertulia aristocrtica de San Petersburgo, se plaa del fastidio de vivir. El

    novelista Dostoyeusky, idlatra de las clases rurales, hallbase presente y dijo la

    daia:

    Para no aburriros, seora, estudiad imitad al mujick.

    Y qu me ensear?

    Ah es nad a Os ensear vivir y morir.

    E sta enseanza se encu entra, como en ningn otro, en Mosn Cinto, que fu siem-

    pre el hom bre de la Naturaleza y de la raza,.enm edio del ms refinado cultivo artstico

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    ,

    lA

    RPVISTA BLANCA ? 3

    y de la m s spera lucha contra el artificio social. Perm tasem e traducir una de susFlors

    del Calvan:

    Quien vive sin dulzuras,

    muere sin amarguras.

    Quizs un desmontador de almas un crtico burln, digan que es, en suma, la

    filosofa de un S ancho Panza m stico... Creo, no ob stante, qu e todo anlisis escu driado r

    de Taine y todo lpersflagede Voltaire se dete ndr an, en silencio y con venera cin,

    ante la vida y muerte d Jacinto Verdaguer.

    Sus primeros triunfos obtvolos los diecisis aos ert los Juegos Florales de Barce

    lona. Escribi despus muy poco; estudi mucho. Ordenado de presbtero el aflojo, ^^xy-

    \Aic6-LA ildniida

    en 1877. Qu decir d e aquel poe ma, que en seguida se tradujo al cas

    tellano , al francs, al ingls, al italiano, al alemn y al provenzal?... Creo que no se ha

    traducido al portugus, y se com prende. Hubiera tenido celos la sinbra de Camo ens.

    Pero el genio del glorioso autor d

    OsLusiadas

    no es el genio p otico irioderno.

    iQU decir del

    Canig,

    que no tard en ofrecernos el poeta?... Dgalo en cuatro lneas

    Menndez y Pelayo: En grandeza de imgenes, en viveza y esplendor, en derroche, di

    gmoslo as, de pom pas fantsticas y de colores, en cierta man era gran de y am plia de

    c o n c e b i r y . d e expresar, trozos hay en

    Canig

    que igualan superan los ms cele

    brados de Vctor Hugo, con quin tiene un remoto aire de familia, en aquello, se entien

    de, en-que Vctor Hugo es digno de alabanza.

    Pocos das ha y en coloquio ntimo, refrendaba el maestro ante varios amigos esa

    opinin, dicindonos textualmente:

    El

    Canig

    slo puede compararse cbn

    La eyenda delos Siglos.

    De esas excelsas cumbres de la epopeya lrica pas el poeta, p ara no perd erse en

    los matorrales y pan tanas ad ond e quiso hacerle descender la injusticia, las ms hon

    das y'suaves intimidades de la mstica y la leyenda religiosa... El mayor descred& halla,

    y hallar siempre, motivos de ingenuo encanto y penetrante inters, eti el

    Sani Prncesch,

    en Losomni deSant jfoan, en aquellos Idilis y Cants Mistichs, que hicieron revivir efi

    nuestros das el espritu y el verbo de los msticos ms delicados del siglo de oro.'El

    Je

    ss Infntno

    puede compararse, en m i corto entender, pero sincero sentir, con nada es

    crito. Aquello no es literatura. [Aquello parece pintado por Anglico d elT ieso le De

    las

    Flors del Calvari

    no cabe decir sino que son ores de sangre. Sang re en do nde est

    toda el alitia del creyente, orgulloso de su propia humillacin. Los Herodes de Barcelo

    na, vestidos de prpura y seda, quisieron po nerle el ropn de loco, como Jess .

    Lo s locos eran ellos. Y la seda y pr pura qu e esplenden hoy ,son los atavos que

    puso Mosn Cin to al lenguaje cataln.

    Como, ya se ha dicho que los presentes prrafos estn muy lejos de conten er lo qu e

    se llama un juicio crtico, no me lanzar repetir ni rebatir lo que en el lxico de Ver

    daguer han censurado algunos puristas intransig entes. Segn ellos, p udiera aplicrsele

    ratos lo que dijo D. Vctor Balaguer de las facilidades y franquezas que ahor a tan

    desdichad amen te se conceden al idioma cataln, con el que hoy es sencilla cosa la de

    alardear de autor y de poeta, ya que cada uno se adapta la ortografa que quiere, inven

    ta las voces que necesita, maneja los verbos como le da la gana, y obra con entera liber

    tad, mejor dicho, con entera licencia, sin rey ni ley, segn le place y acomoda>.

    http://aic6-/http://aic6-/http://concebiry.de/http://concebiry.de/http://concebiry.de/http://aic6-/
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    4 LA REVISTA BLANCA

    o s. Den tro de mi nalural incom petencia, y sin ms que el vago diiettantismo

    forastero, insisto en creer que el gran poeta llev su habla nativa toda la excelsitud de

    su espritu; por m s que en tal cual coyuntura buscase en tierra extraa elementos que

    copiosa y prdigamente brinda el suelo nacional.

    Sobre que ya

    o

    dice el adagio: Cada m aestrillo tiene su librillo. Y cuan do l maes-

    trillo se llama Verdaguer, solamente un Zoilo pued e detenerse y complacerse en repul

    gos de empanada.

    La posteridad dir en definitiva. A los que conocimos y adm iramos al p ico cantor

    deL Atldntida y el Ganig, al soador divino de los dilis y Cants Misticks, al trgico

    resignado de las Flors del Calvari, slo nos toca descubrirnos ante el nombre y la obra

    de quien ha conqu istado, por fin, la paz suprema. L a g loria... se la dio en v id a su

    propio martirio.

    No hay en el mun do mo derno ms milagros que los de la ciencia y sus conq uistas.

    FijmOTios, no obstante, en el caso de Mosn Jacinto Verdaguer. Rompieron contra l to

    das las Ventiscas de la vulgaridad ambiente y todo el oleaje de las intrigas de casta. Y

    se salv el .poeta, y se salv el cristiano. Milagro patente en esta sociedad, aunque el mi

    lagro lo haya pagado el cristiano y el poeta expensas de la vida.

    MARIANO

    DE

    CAVIA

    I I

    .

    V E R D A G U E R

    Conoc al hom bre, tod o corazn; le sobraba el hbito, impuesto quizs ms por con

    diciones de vida que por deseo propio. No hay que olvidar que el pobre pays de Fol-

    grolas, p or el a iedio amb iente en q ue yva,,si quera ser algo, deba ser cura; ello le obli

    g ser mozo, preceptor y estudiante la vez. No tena an el derecho la vida.

    Se sinti poeta y escribi, cum pliendo el debe r que la Naturaleza le im pona. Ya e

    cuid el Semiiario de castrarle, de amortiguar el desarrollo de su vida.

    y fu cura de verdad, con fe y entusiasmo por la Religin. Las rdenes sacerdotales

    le em anciparon , dndole oficio para vivir. Enton ces escribi L Atldntida y C anig, sus

    poesas lricas y sus elucubraciones msticas. Deb a ser hip crita y no quiso serlo; por

    ello fu perseguido y, verdadero obrero, fu expulsado de la fbrica y evtrafiadodo. Lo que

    las masas no comprendieron en. el poeta pico, lrico y mstico de verdad, lo reconocie

    ron en el vctima de la sociedad presente.

    Las nuevas generaciones com prende rn al hom bre y reconocern lo que vala, to

    ma ndo com o tardo desquite la apreciacin d e este genio, que si es cataln por su len

    gua, es de todo el mundo por sus ideas.

    Recono zcamos en Verdaguer una vctima de la ac tual sociedad; dio todo lo que

    tena para la Humanidad, y dada s buena fe, sus persecuciones, su martirologio valen la

    pena de que, olvidando su oficio, se le otorgue el aprecio de todos y sea la anttesis inte

    lectual d la sociedad presente.

    Y. B V SlNGL;

    ..

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    L A G U E R R A

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    Consecuencias de la idea de la patria

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    LA REVISTA BLANCA

    Jacinto Verdaguer como poeta

    Risible sera el empeo de condensar en cuatro renglones crticos la obra potica de

    un espritu como Verdaguer. Yo por mi par te, me limitar una impresin exclusiva

    mente personal, sin pretensiones. Otro da quiz me dedique al estudio del gran can tor

    cataln y lo publique: mucho hay en la poesa de Verdaguer que sealar como oro y es

    tan difcil dar con l Los ojos hum anos estn ms hecho s con temp lar las cosas feas

    que las cosas hermosas: de ah que cu ndan, con tanto xito, los crticos depresivos, que

    son los menos aleccionadores. Ms instruye lo perfecto.

    Conoc y trat al gran poeta en c ircunstancias de su triste cuestin personal. No he

    de hacer aqu su psicologa como hombre ni ocuparme de su caso, pero s dir que mu

    cho haba en el primero de conmovedor: su voz suave, ya que no sus ideas, y su modes

    tia humilde. Su obra es de lo ms gra nde que existe en la literatura catalana qu som

    bra ms fresca nos deja sentir al acercarnos l los que no podemos emularle

    Leyendo Verdaguer p arece que volvemos las horas inefables d e la infancia, los

    que hemos nacido en su tierra.

    Sintese en sus poesas aquella misma cadenc ia arrulladora con que nuestra mad re,

    en horas de ciega luz, nos meca con amor y nos refera cosas pueriles y sagradas. Ahora

    nos hallamos de frente la vida rugien te, en p leno com bate , hostigados por mil inquie

    tudes, expuestos innumerables peligros, con el corazn casi hecho ti;izas, y experimen

    tamos, remem orando esa poesa, emociones p ura s que quieren llevar una piadosa lgri

    ma nuestros ojos de hombre, cuya voluntad se esfuerza siempre en contener todo im

    pulso sentimental, para poder seguir bien abroquelado la lucha fragorosa y existir.

    Verdaguer era, ante todo, el poeta de la dulzura. Parece que sus versos fluyen de la

    bios infantiles. Los murmura l con una inconsciencia y una espontaneidad tan grandes,

    que stas cobran un sentido hondo a nte el que medita sobre el descapuUamiento de las

    almas candidas, que viven sin saber que viven.

    Un poeta, m s que un escritor en prosa, es quien puede mejor comunicar y descri

    bir 1^ impresin de su tierra originaria. La naturaleza invade de tal modo la literatura,

    con su frescor, su cielo, sus rboles, sus flores y sus aromas, que el lec tor qudase exta-

    siado ante la revelacin d e tanta s bellezas que ignorara en las cosas ms sencillas de su

    propio p as. Este se ofrece ante sus ojos con un esplendor en que no se fijara delante del

    mismo en la realidad. Aroma hay, y aroma cataln, en las poesas de V erdaguer; y su

    mayor virtud consiste precisamente en que tiene toda la pureza del de la naturaleza,

    siendo, por tanto, muy sano. Esto no puede percibirse en las traducciones.

    Verdaguer ha elevado la lengua popular de Catalua una altura de sublime poesa.

    La msica clica de sus versos supera la meloda humana que dejan sentir las estrofas

    de los ingleses, como Pope , Shelley, Da nte, Rossetti, Ed gar Po e y Swinbum e. Del len

    guaje pupular extrae Verdaguer palabras que en su poesa cobran una belleza superior

    toda pond eracin, por lo natural y pura que es. Con ello se demu estra tambin que el

    cataln, adems de no ser spero como se dice, produ ce en los buenos escritores un es

    tilo pintoresco que llega al mayor color, al par que al mayor refinamiento. Esto es debi

    do tambin la infinita variedad de sus acepciones, que permiten reproducir los matices

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    LA REVISTA BI4JNCA 7

    ms delicados de las cosas objetivas y subjetivas. V erdaguer ha co ntribuido en grand si

    ma labor ello, y su vocabulario es muy vasto. Fruid, como msica y como belleza, lo

    que verti con voz divina en el

    ncantamiento

    del Canig:

    De violers i moiss en Ilitera

    am silenci lo duen a l estany,hon frisosa una gndola l espera,

    com el cigne de gebre dins son bany. ?

    Aix en son bres de vlmets i ridorta,

    sens adonar se n son anglic nin,

    una amorosa mare lo transporta

    en plcid son mentres est dormiiit.

    Llisquvola s la proa i cisellada

    pe mes trassut pastor dsl Pirineu.

    En la tola de flors am que est ornada,

    se veuen les mans d or de Flordeneu.

    ;,. A cada banda boguen tres remeres,

    de verd vestides, com el mes d Abril,

    soltes al vent les fines cabelleres,

    per si calen mes Uassos a Gentil.

    A la primera i mes suau remada,

    se posen totes sis a refilar.

    - Aix entre onada perlejant i onada,

    refiln sis sirenes de la mar:

    Somna,cantenspmna;

    deixa volar ton cor bell,

    mentre 1 somni no s desnia

    com de sa branca Taucell.

    .

    Cunta luz, cunta msica y cunto frescorl

    No quiero hablar del poeta mstico; pear de to4fi Iti hennowrA dl Sant Franesc

    porq ue Verdaguer ten a una ternura y H ardor auo mg propicQS p ara cantar IpjBces

    amorosos. ;Pero, acaso son muchos IQU Jiombres quedaban ciencia cierta lo cjgg ha

    de hacer pa ra mostrar todo el esplendpr personal? ,

    Tampoco hablo ahora del poeta pico, pues tendf que hacef 0tica y no es este

    mi gusto actual.

    Term inar, para no extenderm e ms, reco rdan do que lo ms piUro de Ve rdaguer fu

    su poesa y que, slo por ella, merece que le veneren los hom bres que aman las cosas

    hermosas, que tan menudo consuelan las miserias hujinanas.

    J. PREZ JoRBA.

    Pars, 19 de Ju nio de 190?. \

    j

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    8 LA REVISTA BLANCA

    M O S S n J C I N T O V E R D G U E R

    Jacinto Verdaguer, el vigoroso poeta del mar y de la montaa, el dulce y mstico

    cantor de Jess y de Mara, ha muerto como un mrtir cristiano abrazado la Cruz. Su

    gran amor por todas las cosas de la tierra y por tod as las idealidades del cielo, le haca

    inspirar obras d^ fama eterna; su inteligencia poderosa arrojaba por todas partes la luz

    deslumb radora propia de los genios; su corazn de nio , borbotones de humildad y de

    ternura. Por eso, si como poeta es merecedo r de alabanza, lo es m ucho m